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Encuentro 20: El llamado y la misión

¡Querido hermano! ¡qué alegría saber que Dios nos llama y nos elige para cooperar con Él! ¡Ánimo,
levántate, Él te llama!
Hoy, vamos a hacer un recorrido bíblico de como Dios llama a distintas personas y a reflexionar
sobre el propio llamado a servirlo al continuar la misión de Jesús.
Para compartir:
¿Qué llamados recordás de la Biblia? Nombres, tiempo, lugar, personalidad, circunstancias,
misión…

¿Por qué somos


llamados por Dios a
continuar la misión
de Jesús?
¿Te sentís llamado por
Jesús?
¿Por qué?
¿Cómo le respondes a
Jesús?
¿A qué estás llamado
para continuar la
misión de Jesús?

¿Cómo es un servidor del Señor que vive en comunidad? Parábolas, recordamos juntos…semillas,
perla, sal, luz, levadura…
Semillas generadoras de vida —semillas que a su vez necesitan recibir la semilla del Evangelio y ser
atendidas para que se desarrollen y den fruto.
Perlas escondidas en tu pabellón —perlas que necesitan ser encontradas y ayudadas a descubrir su
valor para hacer realidad el Reino.
Luz que brilla cuando ofrece su ayuda, apoyo, consejo, compañía, amistad, perdón, solidaridad y
amor —luz que necesita ser iluminada constantemente con la Palabra de Dios para reflejar mejor
el amor de Dios a la humanidad.
Levadura que está bien mezclada en la masa de Bouwer con quien convivis día a día —levadura
que necesita el poder del Espíritu Santo para transformar el ambiente de Bouwer…
¿Qué dice Pablo sobre nuestra misión? 1Corintios 3, 9
Jesús nos invita a evangelizar
Jesús mismo, después de su resurrección y antes de ascender a los cielos, se aparece a sus
discípulos —mujeres y hombres— en varias ocasiones. Sale a su encuentro para indicarles que les
corresponde a ellos continuar su misión y les comunica que el Espíritu Santo les dará la fuerza para
lograrlo (Mt 28; Mc 16; Lc 24; Jn 20; Hch 1, 3-8). Jesús sale al encuentro de dos discípulos camino a
Emaús, les explica las Escrituras para que comprendan por qué el Mesías tuvo que padecer y se da
a reconocer en el partir del pan (Lc 24, 13-35). En otras apariciones, Jesús pesca y come con sus
discípulos (Lc 24, 39-50; Jn 21); promete enviarles al Consolador, “don prometido por mi Padre” (Lc
24, 49), y sopla sobre ellos su Espíritu Santo (Jn 20, 22). Finalmente, envía a sus discípulos
diciéndoles que vayan por todo el mundo y proclamen la buena noticia a toda criatura; los
bauticen, para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, y acompañen sus palabras con
signos de nueva vida (Mc 16, 15-18; Mt 28, 19). El día de Pentecostés, cuando los discípulos
“quedaron llenos de Espíritu Santo” (Hch 2, 4), descubrieron que Jesús era “el Señor” y empezaron
a comprender sus enseñanzas de manera más profunda. Su vida cobró un nuevo sentido y
tuvieron la fuerza y la valentía para salir a proclamar a todos los confines de la tierra, que Jesús es
el Mesías y que su Palabra da vida en abundancia.
Jesús —la Palabra de Dios encarnada— sigue vivo y activo hoy día en la historia, a través de su
Espíritu, presente en su cuerpo místico, la Iglesia. La Palabra renueva a todo aquél que la escucha,
penetra con fuerza en lo más profundo de su ser e ilumina su vida para verla con los ojos de Jesús.
La Palabra es eficaz, viva y vivificadora; salvadora y liberadora; reveladora e interpelante. Su
proclamación y transmisión fueron confiadas por Jesús a sus discípulos y nadie puede permanecer
indiferente ante esta misión.

“Florece allí donde estás viviendo”

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