Los naturalistas del siglo pasado estaban intrigados por la observación de las interrelaciones y coordinaciones entre las numerosas, especies en el reino de la naturaleza animada. Sus sucesores, los actuales botánicos y zoólogos, han orientado su atención hacia investigaciones más específicas y el “reino de la naturaleza”, como concepto de evolución, ha venido a ser para ellos una noción tan remota como especulativa. La “trama de la vida” en la que todos los organismos vivos, plantas y animales, se encuentran ligados en un vasto sistema de vidas intervinculadas e interdependendientes. Ejemplo de Darwin sobre los gatos y el trébol es una ilustración clásica de esta interdependencia. Según lo explica, Darwin encontró que los abejorros eran casi indispensables para la fertilización de las trinitarias, pues otros tipos de abeja no visitan esta flor. Lo mismo sucede con algunos otros tipos de trébol. Sólo los abejorros acuden al trébol rojo ya que otras abejas no pueden extraer su néctar. La conclusión es que si el abejorro empezara a extinguirse o a escasear en Inglaterra, el pensamiento y el trébol rojo empezarían a ser muy raros o incluso llegarían a desaparecer por completo. Darwin y los naturalistas de su tiempo estaban particularmente interesados en la observación y en la recopilación de estos curiosos ejemplos de adaptación mutua y de correlación entre plantas y animales, pues parecían esclarecer el origen de las especies. Dentro de un hábitat común, tanto estas especies como su interdependencia mutua parecían ser el producto de la misma lucha por la existencia darwiniana. El principio activo en la ordenación y regulación de la vida dentro del reino de la naturaleza animada es, tal como Darwin lo describió, «la lucha por la existencia). El número de organismos vivos está regulado por esta lucha, su distribución es controlada y se mantiene el equilibrio de la naturaleza. Por último, esa forma elemental de competencia explica que las especies existentes, los supervivientes de, esta lucha, encuentren su nicho en el medio físico y en la correlación o división del trabajo existente entre las diferentes especies. Estas manifestaciones de un orden viviente, mutable pero persistente entre organismos competidores organismos que presentan intereses conflictivos pero relacionados que proporcionan al parecer la base para una concepción del orden social que transciende la especie particular, y de una sociedad fundada sobre una base biótica más que sobre una base cultural, una concepción desarrollada más tarde por la ecología vegetal y animal. Marcos Daniel Sánchez Martínez HSI02
Naturalmente la interrelación y la interdependencia entre las especies resultan más
obvias y estrechas dentro de un hábitat común que fuera de él. Además, a medida que la correlación se multiplica y la competencia decrece, como resultado de las adaptaciones mutuas entre especies competidoras, el hábitat y los habitantes han tendido a asumir el carácter de un sistema más o menos completamente cerrado. Dentro de los límites de este sistema las unidades individuales de población están implicadas en un proceso de cooperación competitiva que ha proporcionado a sus interrelaciones el carácter de una economía natural. A este tipo de hábitat y a sus habitantes -sean plantas, animales u hombres- los ecólogos han aplicado el término “comunidad”. Las características esenciales de una comunidad así definida son las siguientes: 1) una población territorialmente organizada, 2) más o menos arraigada completamente al suelo que ocupa, 3) cuyas unidades individuales mantienen relaciones de interdependencia mutua cuya naturaleza es simbiótica antes que social, en el sentido en que ese término se aplica a los seres humanos.
Estas sociedades simbióticas no constituyen sólo un agregado desorganizado de
plantas y animales que viven juntas en el mismo hábitat. Por el contrario, están interrelacionados del modo más complejo. Toda comunidad posee ciertos rasgos de unidad orgánica: tiene una estructura más o menos definida así como “una historia vital en la que puede observarse las fases de juventud, de madurez y de senectud”? Si se trata de un organismo, se integra como órgano de otro organismo. Por usar un término de Spencer, se trata de un “superorganismo”. Lo que proporciona a la comunidad simbiótica, más que cualquier otra cosa, características de organismo es el hecho de que posee un mecanismo (la competición) para (1) regular el número de sus miembros, y (2) preservar el equilibrio entre las especies competidoras que la integran. Mediante el mantenimiento de ese equilibrio biótico la comunidad preserva su identidad y su integridad como unidad individual a través de los cambios y vicisitudes a los que se ve sometida en el curso de su evolución, desde la primera hasta la última fase de su existencia. El equilibrio de la naturaleza, tal como los ecólogos vegetales y animales lo han concebido, parece ser sobre todo una cuestión de números. Cuando la presión de la población sobre los recursos naturales del hábitat alcanza un cierto grado de intensidad, invariablemente algo sucede. En ciertos casos la población puede dispersarse, emigrar y aliviar así la presión demográfica. En otros casos, cuando el desequilibrio entre población y recursos naturales deriva de algún cambio, súbito o gradual, de las condiciones de vida, la correlación preexistente entre las especies puede quedar totalmente destruida. Marcos Daniel Sánchez Martínez HSI02
En circunstancias normales, esas fluctuaciones menores en d equilibrio biótico, a
medida que ocurren, están mediatizadas y son absorbidas sin alteraciones profundas en el equilibrio existente y en el curso normal de la vida. Cuando, por otro lado, algún cambio repentino y catastrófico tiene lugar puede ser una guerra, una hambruna, una epidemia de peste el equilibrio biótico se altera, se rompe “la costra de costumbre” y se liberan las energías que estaban hasta entonces contenidas. Una serie de cambios rápidos e incluso violentos puede sobrevenir alterando profundamente la organización existente de la vida comunitaria, reorientando el curso futuro de los acontecimientos. Existen otras formas menos obvias mediante las cuales la competencia ejerce un control sobre las relaciones de individuos y especies dentro de un hábitat comunitario. Los dos principios ecológicos, dominio y sucesión, que operan para establecer y mantener el orden de la comunidad tal como aquí se ha descrito son funciones de la competencia, de la que dependen. En cada comunidad hay siempre una o más especies dominantes. Entre la comunidad vegetal esta dominación, por lo común, es el resultado de una lucha por la luz entre especies diferentes. En un clima que permite bosques, las especies dominantes serán invariablemente los árboles; en cambio, en las praderas y en las estepas dominarán las hierbas. Pero el principio de dominación opera en la comunidad humana del mismo modo que en las comunidades vegetales y animales. Las denominadas áreas naturales o funcionales de la comunidad metropolitana por ejemplo el barrio bajo, el área residencial, el sector comercial y el centro financiero deben su existencia directamente al factor de la dominación, e indirectamente a la competencia. La lucha de las industrias y de los establecimientos comerciales para obtener una localización estratégica determina a la larga los rasgos principales de la comunidad urbana. La distribución de población así como la localización y los límites de las áreas residenciales que ocupan están determinados por un sistema de fuerzas similar aunque subordinado. El área de dominación en cualquier comunidad es por lo general el sector donde los valores del suelo son más altos. Normalmente, en cada gran ciudad hay dos posiciones donde el valor del suelo es más elevado una en el distrito comercial central, la otra en el área central financiera. Desde estos puntos los valores del suelo declinan, al principio rápidamente y después de forma gradual, a medida que se sale hacia la periferia de la comunidad urbana. Los valores del suelo determinan la localización de las instituciones sociales y de las empresas comerciales. Sin embargo, tanto unas como otras están atrapadas en una especie de complejo territorial donde son a un mismo tiempo unidades competidoras e interdependientes. Marcos Daniel Sánchez Martínez HSI02
A medida que la comunidad metropolitana expande a los suburbios la presión de
los profesionales, de las empresas comerciales y de instituciones sociales de distintas clases destinadas a servir al conjunto de la región metropolitana, se incrementa la demanda de espacio en el centro urbano. De ahí, pues, no sólo el crecimiento del área suburbana sino también el cambio en el modo de transporte, que hace más accesible el centro comercial de la ciudad, tiende a incrementar la presión sobre el centro. Esta presión se transmite y se difunde desde ahí al resto de la ciudad, como evidencia el perfil de los valores del suelo. Si la presión demográfica, de un lado, coopera con los cambios de las condiciones locales y ambientales para alterar al mismo tiempo el equilibrio biótico y el equilibrio social, tiende a la vez a intensificar la competencia. Actuando así, indirectamente ocasiona una nueva división del trabajo, más minuciosa y, al mismo tiempo, territorialmente más extensa. Bajo la influencia de una acrecentada competencia, y del aumento de la actividad que implica ésta, toda especie y todo individuo tienden a descubrir en el medio físico vivo el nicho particular en el que pueden sobrevivir y prosperar con la mayor expansibilidad y consistencia posibles, en dependencia necesaria de sus vecinos. El hombre no es tan inmediatamente dependiente de su ambiente físico como otros animales. Como resultado de la existencia de una división mundial del trabajo, la relación del hombre con su entorno físico ha sido mediatizada por la intervención de otros hombres. El intercambio de bienes y servicios ha contribuido a emanciparle de la dependencia con respecto a su hábitat local.
Los Grupos-Patio": Un Tipo de Organización Espacial Al Interior de Un Asentamiento Del Período Intermedio Tardío (1100-1400 D. C.) en La Provincia Vilcas Huamán