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Existen diversas variantes de leishmaniasis, siendo las tres principales la visceral o kala-
azar (es el tipo más grave, mortal casi en la totalidad de los casos), la cutánea (la más
habitual, causa úlceras, deja cicatrices visibles y es causa de discapacidad) y la
mucocutánea (destruye mucosas de nariz, boca y garganta).
El agente infeccioso
El vector
Su máxima actividad de picadura abarca desde las seis de la tarde a las seis de la mañana
del día siguiente, razón por la cual las personas que viven en zonas de riesgo deben
protegerse de las picaduras durante estas horas.
La leishmaniasis se transmite al ser humano a través de la picadura del vector, en este caso
el flebótomo hembra infectante, el cual previamente ha ingerido sangre de un reservorio
infectado con los parásitos.
Los flebótomos hembras requieren sangre para poder reproducirse. Por ello, después de
alimentarse del reservorio infectado, los parásitos ingeridos junto a la sangre se multiplican
en pocos días en su intestino para, posteriormente, migrar hacia la proboscis o trompa del
insecto para ser inoculados con la picadura.
Una vez que estos microorganismos son introducidos por el insecto en la piel de una
persona sana, inmediatamente son captados por los macrófagos (unas células del sistema
inmunitario), y se multiplican en el interior de estas células hasta que las destruyen, y
entonces salen a colonizar a nuevos macrófagos.
La infección entre personas también se puede dar a partir de parásitos que el vector ha
tomado de otro hospedero humano, que es lo que se conoce como ciclo antroponótico; sin
embargo, este tipo de transmisión es poco frecuente, al igual que los casos reportados por
transfusión sanguínea, transplante de órganos y contacto sexual.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cerca de tres millones de personas
alrededor del mundo padecen la enfermedad, 12 millones están infectadas, y 350 millones
habitan en zonas de riesgo de contraerla.
Esta enfermedad parasitaria afecta especialmente a las regiones más pobres del planeta, ya
que su aparición se asocia a malas condiciones de alimentación y vivienda, los
desplazamientos migratorios, la falta de recursos y, en general, a problemas de salud que
debiliten el sistema inmune. Algunos expertos la vinculan también con el cambio
climáticoo la deforestación, en lo que a la mano del hombre se refiere.
En el Viejo Mundo es endémica en Asia Menor, Sudeste Asiático, litoral del Mediterráneo,
la sabana Subsahariana, y las zonas montañosas de Etiopía, Kenia y Namibia; mientras que
en el Nuevo Mundo se observa prácticamente en todos los países americanos tropicales, en
particular: México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá,
Venezuela, Brasil, Perú, Colombia, Ecuador, Bolivia y República Dominicana.
El diagnóstico
Se establece basándose en los antecedentes epidemiológicos (investigar la procedencia de
la persona, tipo de trabajo que realiza, y su correlación con los aspectos clínicos de la
enfermedad), las manifestaciones clínicas (examen de las lesiones) y las pruebas de
laboratorio.
En más del 70% de los casos, la microscopía o histopatología pueden revelar la existencia
del parásito.
Otros métodos diagnósticos que están siendo usados con mayor frecuencia son: