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El anillo

Despertó más temprano que de costumbre, estaba ansioso. No pudo dormir bien por
pensar en ella. Hoy por fin, luego de dos años de relación, le iba a pedir que se casé con
él. Y lo iba a hacer como lo hacen en las películas, con el más lindo anillo que pudo
conseguir en la mejor joyería de la ciudad.
A pesar de que había tenido que ahorrar medio año y trabajar partiéndose literalmente la
espalda como obrero en una construcción, algunas noches de seguridad en una discoteca
y otras ayudaba a podar el jardín de alguna casa. Pero todo valía la pena, ella era el amor
de su vida y le iba a dar todo lo que se merece. Lo iba a hacer hoy, ya lo tenía planeado.
La última vez que se vieron Hilario y Otilia fueron al cine, le había comprado su canchita y
su gaseosa, él no comió, aunque se moría de hambre, quería consentir a su reina, a su
Otolita. El último mes la había consentido más que de costumbre, no vaya a ser que no me
acepte, pensaba. Ella le ofrecía una canchita, pero él le mentía, le daba un beso y le decía
que le dolía su estómago por algo que había comido en el almuerzo. Antes de dejarla en
su casa, acordaron para ir a cenar el jueves a una pollería carísima de la ciudad. Otilita
aceptó feliz. El plan estaba saliendo como lo esperaba.
Hilario a veces se sentía mal por estar gastando tanto dinero en ella, creía que quizá
debería mandar más dinero a sus papás que la pasaban muy mal en su casita en un
pueblito fuera de la ciudad. La última vez que fue a visitarlos fue el año pasado, para el
cumpleaños de su mamita. Vivian muy precariamente, a las justas tenían para comer y
cada vez estaban más viejos como para trabajar en alguna chacra, que era lo que sabían
hacer. Hilario se prometía que luego de la pedida de mano iba apoyar más a sus padres.
Pero…ahora tendré que ahorrar para la boda. Bueno, bueno, eso ya me preocupará
después de pedirle la mano al amor de mi vida; pensaba.
Fue el primero en llegar a la obra, tuvo que esperar como quince minutos a todos sus
compañeros. Todo tenía que salir perfecto hoy; pensaba. Había llevado su mejor traje en
su mochila para cuando termine la obra, lavarse ahí mismo e ir corriendo a buscar a su
amor. Había envuelto bien en una bolsa plástica su anillo, era el objeto que más cuidaba
en el mundo (luego de su Otilita), algunos días tenía miedo de llegar a su cuarto y que
algún ladrón (o vecino) haya entrado a robar, por eso lo tenía muy bien escondido. Lo
había escondido detrás de un tomacorriente. Todas las noches que llegaba desarmaba el
tomacorriente para revisar que ahí esté. Se había vuelto un obsesivo.
Antes de empezar a trabajar había escondido bien el anillo en su mochila, pero le entró el
miedo. ¿Y si se robaban su mochila? Angustiado sacó de su mochila la bolsa con el anillo
y se lo metió en su bolsillo. Se sentía más seguro.
Entre traer latas con concreto, colocar el acero, los ladrillos y el sol asfixiante; se fue
olvidando un poco de lo que llevaba en el bolsillo, que al principio se revisaba cada dos
minutos.
Cuando terminaron de vaciar el concreto en las columnas ya era hora de almuerzo. Hilario
cansado fue a tomar agua y a lavarse. Cuando se revisó el bolsillo del pantalón ya no
estaba la bolsa. Se desesperó, empezó a mirar a todos lados. Nada. Preguntó a todos sus
compañeros. Nada. Buscó y buscó. Nada. Hasta estuvo a punto de sacar el encofrado de
las columnas. Ahí debe estar, gritaba. Lo detuvieron a la fuerza, ninguno de sus
compañeros quería que les bajen sus honorarios por una estupidez. Él les gritó, les mandó
a la mierda a todos. Nadie lo entendía.
No almorzó, siguió buscando una y otra vez por toda la construcción hasta que se hizo de
noche y todos sus compañeros, que ya no le decían nada, ni le obligaron a trabajar las
siguientes horas, se fueron. Cuando ya no se podía ver nada, dejó de buscar. Ahí fue
cuando se acordó de Otilia. Corrió a buscarla. Tocó la puerta de su cuarto. No contestó.
Siguió insistiendo hasta que por fin abrió. Estaba enojadísima. Le gritó, le dijo que como la
va a dejar plantada, que es un desconsiderado, una basura humana. Él quiso explicarle lo
del anillo, pero se contuvo, tenía la esperanza de encontrarlo mañana. Le cerró la puerta
en la cara. Se fue enojado de ahí, tenía mucha rabia. Maldecía a todos, se maldecía a él,
al anillo y hasta esa perra de mierda de Otilia que le había hecho gastar tanto y que ahora
lo trate así de mal por el primer error que comete.
Caminaba totalmente enfocado en sus pensamientos. No sabía ni a dónde iba. Recordaba
a sus padres. Recordaba lo mal que le trata Otilia cuando no le hacía sus gustos.
Recordaba la vez que fue a buscarle a su cuarto de sorpresa y vio salir de ahí a un señor
mayor. Le reclamó. Lloró. Ella le dijo que no es nadie, solo es un profesor del instituto que
vino a darme una clase, le dijo. Él se había emborrachado ese día, se había ido con un
amigo a un prostíbulo. Te odio puta, te odio Otilia; le decía a una trabajadora mientras la
penetraba con dureza.
A la mañana siguiente, ante el espanto de todos, el ingeniero de la construcción les
comunicó a los trabajadores que Hilario había muerto. Lo había atropellado un camión.
Oficial, le juro que él se metió, cualquiera diría que quiso matarse; le dijo el chofer del
camión al policía.
A los pocos meses todos se olvidaron de lo sucedido. Hasta Otilia que ya anda con otro
feliz de la vida. La construcción se terminó y los dueños la empezaron a habitar.
Un año después, mientras Laura y José dormían empezaron a escuchar ruidos.
¿Escuchas Laura? Dijo. Laura no se inmutó e hizo un sonido con la boca como diciendo
que la deje dormir. Suena como si… ¿Sabes si algún vecino está haciendo una
construcción? ¿A quién se le ocurriría trabajar en la noche? Pero…suena como si viniera
de arriba, puede ser un ladrón Laura, iré a ver la azotea.
Hilario sigue maldiciendo lo que sucedió, sigue buscando todas las noches el anillo que
perdió. Aún quiere casarse con Otilia y ahora hasta ha comenzado a construir su nidito de
amor en la misma casa donde perdió el anillo.
Solo es un pisito, no se enoje señor, ustedes ya tienen cuatro como para vivir tranquilos,
necesito un espacio para vivir con mi Otilita, les dice cada vez que van a reclamarle que
deje de hacer ruido.

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