Pablo continúa su descripción del andar cristiano.
I. Andar en amor (5.1–6) «Imitadores» (v. 1) da la idea de «mímica»; como hijos de Dios debemos imitar a nuestro Padre. Dios es amor y nosotros debemos andar en amor. El ejemplo del amor de Cristo debe inspirarnos. Véanse Juan 15.9 y 12 y 1 Juan 3.16–18. JUAN 15.9,12:9 YO LOS HE AMADO COMO ME AMA MI PADRE. PERMANEZCAN EN MI AMOR.12ESTE ES MI MANDAMIENTO: QUE SE AMEN UNOS A OTROS COMO YO LOS HE AMADO. 1 Juan 3.16–18. 16 SABEMOS LO QUE ES EL VERDADERO AMOR PORQUE CRISTO DIO SU VIDA POR NOSOTROS. ENTONCES NOSOTROS TAMBIÉN DEBEMOS DAR LA VIDA POR NUESTROS HERMANOS. 17 PERO SI ALGUIEN ES RICO, Y VE A SU HERMANO EN NECESIDAD Y NO SIENTE EL DESEO DE AYUDARLO, ¿CÓMO PUEDE VIVIR EL AMOR DE DIOS EN ÉL?18 HIJITOS, NUESTRO AMOR NO DEBE SER SÓLO DE PALABRAS, PUES EL VERDADERO AMOR SE DEMUESTRA CON HECHOS. Aquí Pablo describe a Cristo como la ofrenda a Dios de olor fragante, que trae gozo al corazón de Dios al darse a sí mismo por los pecadores. Por supuesto, la clase correcta de amor implica que detestaremos ciertas cosas (Ro. 12.9: 9 Su amor debe ser real y sincero. Detesten el mal y apéguense sólo al bien.). Hay algunos pecados que ni siquiera deben nombrarse entre los santos. En el versículo 4 Pablo no hace objeciones al humor, sino a las bromas inapropiadas y sucias. (Efesios 5.4: 4 Tampoco digan groserías, tonterías ni hagan bromas vulgares, pues no convienen; más bien, den gracias a Dios.) Por cierto que ningún cristiano debe usar sus labios para esparcir cuentos cuestionables. Nunca deberíamos decir: «Tómelo con la debida cautela», debido a que nuestro hablar siempre debe estar sazonado con sal (Col 4.6: 6 Sean siempre amables e inteligentes al hablar, así tendrán una buena respuesta para cada pregunta que les hagan.). Los falsos maestros pueden decirle que usted puede ser cristiano y vivir en pecado habitual y deliberado; pero Pablo llama a estas enseñanzas «palabras deshonestas». Compárense los versículos 5 y 6 con Gálatas 5.21ss y 1 Corintios 6.9–10. Efesios 5.5-6: 5 Pues pueden estar seguros de que el que cometa pecados sexuales no tendrá parte en el reino de Cristo y de Dios, ni el que haga inmoralidades, ni tampoco el que siempre quiera tener más cosas para sí, porque eso es como adorar a un dios falso. 6 No permitan que nadie los engañe con ideas falsas porque Dios se enoja con los que no lo obedecen. Gálatas 5.21: 21 envidias, borracheras, parrandas y otras cosas parecidas. Ya les advertí contra eso y ahora les vuelvo a decir lo mismo, que todos los que hacen eso no tendrán parte en el reino de Dios 1 Corintios 6.9-10: 9 ¿O acaso no saben que los que hacen el mal no van a tener parte en el reino de Dios? No se engañen a ustedes mismos. Ni los que practican el pecado sexual, ni los adoradores de ídolos, ni los que cometen adulterio, ni los hombres que se dejan usar para tener sexo con otros hombres, ni los hombres que tienen sexo con ellos, 10 tampoco los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los tramposos, ni los que maltratan a los demás con sus palabras, tendrán parte en el reino de Dios. Éramos «hijos de desobediencia» (2.1–3); ahora somos hijos de Dios y debemos andar en amor. II. Andar en la luz (5.7–14) La palabra que se traduce «partícipes» (v. 7) implica tener algo en común; y con frecuencia se traduce «comunión» o «compañerismo». Los cristianos son partícipes de: - (1) la naturaleza divina, 2 Pedro 1.4; 4 Por medio de ellas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas ustedes lleguen a ser partícipes de la naturaleza divina, puesto que han huido de la corrupción que hay en el mundo por causa de los malos deseos. - (2) las promesas de Dios, Efesios 3.6; 6 Ahora sabemos que, por medio del evangelio, los no judíos son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús. - (3) los sufrimientos de Cristo, 1 Pedro 4.13; 13 Al contrario, alégrense de ser partícipes de los sufrimientos de Cristo, para que también se alegren grandemente cuando la gloria de Cristo se revele. - (4) la santidad, Hebreos 12.10; 10 La verdad es que nuestros padres terrenales nos disciplinaban por poco tiempo, y como mejor les parecía, pero Dios lo hace para nuestro beneficio y para que participemos de su santidad. - (5) el llamamiento celestial, Hebreos 3.1; Por lo tanto, hermanos santos, que tienen parte del llamamiento celestial, consideren a Cristo Jesús, el apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos. y - (6) la gloria de Dios, 1 Pedro 5.1. Yo, que he sido testigo de los sufrimientos de Cristo y que he participado de la gloria que será revelada, como anciano que soy les ruego a los ancianos que están entre ustedes Puesto que tenemos este maravilloso compañerismo con Dios, ¿cómo podríamos no llegar a asociarnos con los que pertenecen al pecado y a las tinieblas? «¿Qué comunión tiene la luz con las tinieblas?», pregunta 2 Corintios 6.14. Somos hijos de luz y debemos andar en la luz. Las tinieblas engendran pecado y mentiras; el fruto de la luz (que sería una mejor traducción del v. 9) es bondad, justicia y verdad. La luz no puede entrar en componendas (transacción, trato) con las tinieblas; tan solo puede exponerla. Note Juan 3.19–21 y 1 Juan 1.5–10. Juan 3.19-21: 19 Y ésta es la condenación: que la luz vino al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no se acerca a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21 Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que sea evidente que sus obras son hechas en Dios 1 Juan 1.5–10 5 Éste es el mensaje que hemos oído de él, y que les anunciamos a ustedes: Dios es luz, y en él no hay tiniebla alguna. 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y vivimos en tinieblas, estamos mintiendo y no practicamos la verdad. 7 Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros. III. Andar cuidadosamente (5.15–17) La palabra «con diligencia» (v. 15) lleva la idea de observar los alrededores con cuidado, como para no tropezar. Significa andar con inteligencia y no en ignorancia. ¡Cuán necio es andar a tropezones por la vida y nunca procurar conocer la voluntad del Señor! En lugar de andar «con exactitud» (que es equivalente de «con diligencia»), yerran el blanco, el camino, y acaban sufriendo en algún desvío. Dios quiere que seamos sabios y comprendamos su voluntad para nuestras vidas. A medida que obedecemos su voluntad, «aprovechamos las oportunidades» (aprovechando bien el tiempo, v. 16) y no desperdiciamos el tiempo, ni la energía, ni el dinero, ni el talento en lo que está fuera de su voluntad. Las oportunidades perdidas nunca se recuperan; han desaparecido para siempre. IV. Andar en armonía (5.18–6.9) Esta sección concluye en el capítulo 6 y trata sobre la armonía entre esposos y esposas, padres e hijos, y trabajadores y sus patrones. El secreto de la armonía en el hogar y en el trabajo es ser llenos del Espíritu. Tanto la unidad de la iglesia como la armonía en el hogar dependen del Espíritu (4.3; 5.18). Es el poder desde adentro, no la presión de afuera, lo que mantiene unida a la iglesia y al hogar. Note las señales de la vida llena del Espíritu: gozo (v. 19), gratitud (v. 20), obediencia (v. 21ss). Compare Colosenses 3.15–17 y verá que cuando los cristianos están llenos de la Palabra de Dios tendrán las mismas características. En otras palabras, estar llenos del Espíritu de Dios quiere decir ser controlados por la Palabra de Dios. Las marcas del cristiano lleno del Espíritu no son experiencias emocionales desusadas, milagros o lenguas, sino más bien carácter cristiano. El principio de la cabeza es lo que ayuda a traer armonía al hogar. «Como al Señor» es el motivo. Las esposas deben someterse a sus esposos como a Cristo; los esposos deben amar a sus esposas como Cristo ama a la Iglesia; y los hijos deben obedecer como al Señor. Los miembros de la familia que están bien con el Señor, estarán bien los unos con los otros. A la Iglesia se le describe como la esposa de Cristo. Nótese Romanos 7.4 (4 Así también ustedes, hermanos míos, por medio del cuerpo de Cristo han muerto a la ley, para pertenecer a otro, al que resucitó de los muertos, a fin de que demos fruto para Dios.) y 2 Corintios 11.2 (2 El celo que muestro por ustedes proviene de Dios; ustedes son como una doncella pura, a la que he comprometido en matrimonio con un solo esposo, que es Cristo.) para ver la aplicación de esta verdad del matrimonio a cada creyente y a la iglesia local. ¿Cuál es el ministerio presente de Cristo a la Iglesia? Está santificando y purificando a la Iglesia mediante la Palabra de Dios y lo hace a través de la obra del Espíritu en sus siervos escogidos (4.11– 16 11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a estar unidos por la fe y el conocimiento del Hijo de Dios; hasta que lleguemos a ser un hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina, por los engaños de aquellos que emplean con astucia artimañas engañosas, 15 sino para que profesemos la verdad en amor y crezcamos en todo en Cristo, que es la cabeza, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor). El agua que se menciona en el versículo 26 no es el bautismo. Por un lado, Pablo está hablando de un proceso continuo y a ningún cristiano se le bautiza continuamente. El agua para el lavamiento es un símbolo de la Palabra de Dios (Juan 15.3: 3 Ustedes ya están limpios, por la palabra que les he hablado.; Juan 13.1–12: Antes de la fiesta de la pascua, Jesús sabía que su hora había llegado para pasar de este mundo y volver al Padre. A los suyos que estaban en el mundo los había amado siempre, y los amó hasta el fin. 2 El diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que entregara a Jesús, así que mientras cenaban 3 Jesús, que sabía que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, y que había salido de Dios, y que a Dios volvía, 4 se levantó de la cena, se quitó su manto y, tomando una toalla, se la sujetó a la cintura; 5 luego puso agua en un recipiente y comenzó a lavar los pies de los discípulos, para luego secárselos con la toalla que llevaba en la cintura. 6 Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «Señor, ¿tú me lavas los pies?»7 Respondió Jesús y le dijo: «Lo que yo hago, no lo entiendes ahora; pero lo entenderás después.» 8 Pedro le dijo: «¡Jamás me lavarás los pies!» Y Jesús le respondió: «Si no te los lavo, no tendrás parte conmigo.» 9 Simón Pedro le dijo: «Entonces, Señor, lávame no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza.» 10 Jesús le dijo: «El que está lavado, no necesita más que lavarse los pies, pues está todo limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos.» 11 Y es que él sabía quién lo entregaría; por eso dijo: «No todos están limpios.» 12 Después de lavarles los pies, Jesús tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Saben lo que he hecho con ustedes? Cuando Cristo lleve a su Iglesia a la gloria será entonces perfecta, sin mancha ni arruga. Véase Juan 17.22–24. 22 Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo crea que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado. 24 »Padre, quiero que donde yo estoy también estén conmigo aquellos que me has dado, para que vean mi gloria, la cual me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. La Palabra no es sólo agua que limpia a la Iglesia, sino que es también el alimento que la nutre (v. 29: Nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como lo hace Cristo con la iglesia,). Es el alimento espiritual para la nueva naturaleza del creyente. En 6.1–9 Pablo aplica la misma verdad a los hijos y a los siervos. Los hijos deben obedecer a sus padres por varias razones: (1) es lo correcto; (2) así se le ordena; (3) trae bendiciones. El padre que honra al Señor tendrá pocos problemas para ganarse el amor y respeto de sus hijos o el sincero amor de su esposa. En el versículo 4 Pablo también advierte a los padres a abstenerse de provocar a ira a los hijos mediante exigencias indebidas. La regla de oro se aplica al hogar y a los hijos se les debe tratar como a personas, no como cosas. Los padres deben disciplinar (criarlos) a sus hijos y aconsejarlos (amonestarlos) en el Señor. Los siervos deben recordar que antes que todo sirven a Cristo. Ser de dos caras o tratar de servir a dos amos sólo creará problemas (Mt 6.24: 24 »Nadie puede servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o estimará a uno y menospreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas); la sencillez de corazón es aquel que tiene como objetivo es agradar a Cristo y no ganar al mundo. «Sirviendo al ojo» quiere decir trabajar cuando el patrón está observando y darse a la ociosidad cuando se va; ¡pero si servimos a Cristo en el trabajo, nos damos cuenta de que Él siempre está observándonos!