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PPK, el Papa y el conflicto por el indulto a Fujimori

Como dijimos en una nota anterior, la estrategia de PPK al constituir el gabinete Araoz consistía
en durar hasta la llegada del Papa Francisco el 18 de enero para de esa forma “bendecir” el
indulto a Fujimori. Estamos a 4 días del arribo papal y PPK debe estar preocupado porque las
contradicciones dentro del fujimorismo y de éste contra el antifujimorismo, pasando de la crisis
de las componendas y puertas giratorias en las alturas (Congreso de la República-Ejecutivo-
Poder Judicial), a la crisis de polarización social en las calles.

Las bases sociales del indulto,


por Carlos Meléndez
“Las preferencias a favor del gobierno y del fujimorismo guardan
relación con los niveles de ingreso de los peruanos”.

La encuesta que realizara Ipsos para El Comercio entre el 27 y el


28 de diciembre pasado develó que el 56% de peruanos aprobaba
el indulto a Alberto Fujimori. El porcentaje era casi idéntico
cuando a la pregunta se agregaban “razones humanitarias” –fraseo
incluido desde mayo último–. Datos anteriores mostraban incluso
mayor apoyo a dicha exención: en mayo del 2017 el 59% de
peruanos favorecía el indulto, mientras setiembre registraba el
respaldo más alto con 65%. Estos datos inquirían sobre una
situación hipotética, por lo que no son comparables con el registro
posterior al indulto. Solo este último permite evaluar tendencias
de simpatía popular por la polémica gracia presidencial.

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Si desagregamos los datos de la encuesta posterior a la decisión


presidencial, por variables sociodemográficas podemos explorar
las bases sociales del indulto. El apoyo de las mujeres es
notoriamente mayor (59,1%) que el de los hombres (48,9%), y
entre quienes tienen los niveles de ingreso más bajos. En los NSE
D y E, el apoyo al indulto se incrementa al 58% y 59%
respectivamente. Es en el NSE B donde el apoyo cae a su nivel más
bajo: 44%. En el NSE A, el respaldo a la gracia presidencial es
inferior al promedio nacional (52%). Si vemos la distribución por
regiones, no sorprende que en el sur radical la gracia causara poco
entusiasmo, siendo respaldada por un 40% de encuestados. En el
oriente, en cambio, es respaldada por un 60%. En las demás
regiones, incluyendo Lima, el nivel de solidaridad con dicho
perdón ronda el promedio nacional. Así, el apoyo al indulto se
perfila más probable entre mujeres de bajos ingresos, sector que
ha sido consistentemente el perfil del votante fujimorista. Un dato
adicional interesante es que las diferencias de edad no están
relacionadas con el apoyo a la liberación de Fujimori.

A propósito del fujimorismo, los hermanos que se disputan la


herencia de este sector político reproducen su perfil
sociodemográfico tradicional. La aprobación a Keiko Fujimori en
la encuesta mencionada (posindulto) es del 29%, crece a 34%
entre mujeres y es significativamente mayor entre los niveles de
ingresos más bajos. Su apoyo prospera en Lima (38%), pero no en
el sur (22%). Kenji Fujimori, con 33% de apoyo nacional, tiene un
perfil de simpatizantes similar: mujeres de niveles de ingreso bajo.
Cuenta con más apoyo que su hermana en el norte y el centro del
país, pero el sur le es más cruel (16,8%).

Llama la atención el contraste entre las fuerzas de apoyo del


gobierno respecto a las del fujimorismo. La aprobación del
presidente Kuczynski –en este sondeo es del 25%– crece conforme
aumenta el nivel de ingreso del encuestado, independientemente
del sexo y la procedencia geográfica. Precisamente porque las
preferencias a favor del gobierno y del fujimorismo guardan
relación con los niveles de ingreso de los peruanos es que la
polarización política arrecia. Así parece que, en este país, las
diferencias de clase lucen irreconciliables

PPK y el lobo, por Santiago


Roncagliolo
“No existe ninguna coherencia entre lo que PPK ha dicho y lo que
dirá, pues reacciona ante cada estímulo de manera aleatoria”.

Dos personas que han trabajado en el Gobierno me han hecho el


mismo comentario:

–Lo bueno del presidente es que siempre dice lo que piensa. Lo


malo, que nunca sabes si seguirá pensando lo mismo al día
siguiente.
PPK se relaciona con las palabras como el perro de Pavlov con las
babas. Oye un campanazo y su sistema nervioso las segrega, sin
pasar por su zona de consciencia. La campana dice “Odebrecht” y
el presidente responde “nunca”. Luego dice “Westfield” y él replica
“ah, sí, algo de dinero”. La campana dice “Fujimori” y él responde
“prisión”, pero si dice “vacancia”, él emite “indulto”. No existe
ninguna coherencia entre lo que ha dicho y lo que dirá. En su
presente permanente, como un pez con cuatro segundos de
memoria, nuestro mandatario reacciona ante cada estímulo de
manera aleatoria.

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En nombre de la gobernabilidad, por Francisco Miró


Quesada Rada

Está claro que las letras no son lo suyo. Y sin embargo, un experto
en economía debería entenderse mejor con ellas. Al fin y al cabo,
las palabras son en gran medida como los billetes: necesitan un
respaldo.
Los tesoros nacionales garantizan que, a cambio de tus dos soles,
te den un periódico. O dos kilos de cebolla. Un billete sin esa
garantía, por mucho que lleve estampada la cara de un héroe de la
patria, es solo un trozo de papel sin valor.

En el caso de las palabras, el respaldo es la verdad. Cotizan según


las credibilidad de que goce su usuario. Si alguien dice amarte
pero te pone los cuernos todas las semanas, el valor de sus
palabras disminuye. Si dice “justicia” pero solo hace cosas injustas,
o si dice “ecología” mientras incendia bosques, sus afirmaciones
caen en el índice de precios, hasta que dejan de servir para nada.

Ahora bien, PPK tiene una teoría lingüística diferente: él opina


que si repite muchas veces las palabras, ellas se volverán verdad.

Trató de demostrar su tesis con el adjetivo ‘humanitario’, que


colocó justo encima de ‘indulto’, como una funda de plástico, para
ver si la tapaba un poco. Sin embargo, por mucho que insistió en el
término una y otra vez, no ha convencido ni a la OEA, ni a la
CIDH, ni a los expertos en desaparición forzada de Naciones
Unidas, ni a Human Rights Watch ni a Amnistía Internacional; o
sea, a nadie que use esa palabra más de una vez al mes. Es como si
tratara de vender billetes de Monopolio en una casa de cambio.

Ahora se ha empeñado con la palabra ‘reconciliación’. La remachó


en un mensaje a la nación, bautizó con ella al año 2018 en pleno, y
se la colocó como etiqueta a su nuevo Gabinete, para que sonase
muchas veces. Y sin embargo, ni un solo ministro parece haber
usado ese término antes de su nombramiento. PPK no ha
propuesto ninguna medida concreta al respecto. Por supuesto, no
se ha reunido con las víctimas de Fujimori. El Gabinete es tan
antirreconciliatorio que solo ha provocado la furia del Apra por el
reclutamiento de dos de sus militantes.

La política –que no es lo mismo que la administración pública– es


cuestión de palabras. Se trata de articular la experiencia de una
sociedad: explicar sus orígenes, identificar sus retos y proponer
finales felices. En suma, contar una historia. Lamentablemente,
nuestro presidente salta de un relato a otro, equivoca los
personajes y se enreda con los puntos de giro.

O quizá, el único cuento que puede contar es Pedro y el lobo, ese


del niño que decía mentiritas hasta que nadie más le creyó.

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