COACHING Y LIDERAZGO

CANTERAS DEL
SILLAR
Ser Arequipeño, “es cantar el Regreso mirando el Misti y esperar nunca tener que cantarlo
lejos”, pero la vida te lleva por caminos insospechados, porque “no en vano se nace al pie
de un volcán” y haber nacido en Arequipa te la da responsabilidad de hacer cosas grandes,
importantes.

En Arequipa hay que salir a las calles a escuchar con los ojos.

El 27 de Octubre de 2018 tras la salida del sol hace un buen tiempo; siendo casi las 11 a.m.
Iba avanzando yo en un bus de transporte publico. No era una experiencia nueva pero si al
lugar al que me dirigía.

Con este sol quemando desde lo mas alto y ya podía afirmar haber visto en el horizonte algo
que parecía fuego, pero era tan poca la visibilidad que apenas y se podía distinguir.

El trafico mas el calor se tornaron un determinante para desanimar a cualquiera que no sabe
que el Tuturutu no es una onomatopeya.

Al llegar por el puente Añashuayco y demorar media hora en dudar si era el lugar correcto
que buscaba; un niño grito: ¡SILLAR! ¡SILLAR A LA VISTA!.

Mi emoción al saber que no estaba perdida fue exagerada pero (en verdad) el calor hace du-
dar a cualquiera.
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Se dice que por un arequipeño corre lava; pero por estos obreros del sillar corre el amor de su
familia, de sus seres queridos .

A las 11:30 a.m. el sol sigue siendo lo molesto en esta visita, pero las personas que trabajan
arduamente no parecen ni notarlo.

Mis pies queman en este suelo blanco pero ¿la de ellos? ¿sus ojotas serán buenas? . Saber
que estos hombres y mujeres soportan todo esto me hace zapatear automáticamente.

Después de unos minutos quiero saber mas ellos, pero han tenido experiencia no grata des-
pués de una entrevista. Asi que solo me queda escucharlos y comprender sus experiencias.

Casi siendo las 12 me explican con mas confianza que el área se divide entre todos los co-
merciantes de esta piedra. Y cada uno ya sabe la linea imaginaria que separa cada terreno.

Ellos se preparan para almorzar siendo casi la 1 de la tarde y asi con solo observarlos me
doy cuenta que no se entregan de improviso, tenemos que comprender el paso lento
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A la 1 p.m. empiezo recién a explorar, y veo los trabajos que ha realizado antiguos obreros
del sillar.

ARTE , no hay otra palabra que lo defina. Cada detalle fue visto para dar esa cosa real y eté-
rea en ese arco de sillar. El tiempo dedicado está incrustado en el revoque de sus piedras an-
tiguas: es histórico. Los que vienen a Arequipa a admirar su campiña y su cielo, no la cono-
cen. Y menos la conocen aquellos que vinieron a tomar fotos de sus paisajes. Eso tan solo es
pintoresco; o si se quiere tornadizo y balbuceante.

Las cosas para tener alma, para tener que decir, necesitan que el hombre las impregne de sus
potencias germinativas. Por eso los que pretenden conocer en superficie, sin entablar relacio-
nes más íntimas con lo creado, no conocen nada. Lo que importa son las esencias, la vida
misma.

El que ha visitado Arequipa sabe que te llena de una energía especial, que su gente es bon-
dadosa, que su corazón y su olla son tan grandes que siempre hay espacio para uno más. Asi
como ya para irme alas 2 de la tarde una esposa de un obrero me quiso invitar comida para
que este fuerte. Tal bondad