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Parte 1

Recientemente, con el desciframiento del genoma humano hemos visto como ha vuelto a surgir la
cuestión raza-racismo, aunque no había desaparecido completamente, sí se mantuvo en un bajo
perfil. A nivel de divulgación científica han aparecido artículos como Does race Exist?, de
Bamshad[2] y Olson publicado en 2003, donde se menciona: Hay que ver a nuestro alrededor en
cualquier gran ciudad, y estará constatando la gran variedad de la humanidad: tonos de piel que
van del blanco lechoso al café oscuro; texturas de pelo que van en una gama desde el delgado y
lacio hasta el grueso y áspero. La gente frecuentemente utiliza los caracteres físicos como estos -
al igual que el origen geográfico y la cultura compartida- para agruparse a si mismo y a los otros
en razas”. A nivel de difusión científica, autores como Menéndez puntualizan que se ha
exagerado el énfasis en la cuestión biológica y se ha dejado de lado el aspecto cultural: …en
particular la antropología cultural norteamericana, produjo respecto de la dimensión biológica y
de la cuestión racial un modelo explicativo según el cual la cultura y sus individuos eran
explicables básicamente por la cultura, por la dimensión simbólica, de tal manera que las
dimensiones biológica y racial emergían como secundarias e irrelevantes para explicar la cultura
y sus sujetos. Esta concepción se convirtió en dominante no sólo en antropología sino en el
conjunto de las ciencias sociohistóricas. No obstante a partir de los cincuenta, toda una serie de
investigaciones y propuestas explicativas fueron poniendo cada vez más en duda dicha
interpretación.” Cuando tratamos de definir el objeto de estudio de la Antropología Física,
generalmente decimos que: es la variabilidad y la diversidad humana a través del tiempo. A lo
que Xavier Lizarraga, apunta: La historia de la antropología física parece ser la historia de una
inquietud encarnada en unos cuantos aventureros osados y egocéntricos, que necesitamos
inspeccionarnos a nosotros mismos para explicarnos y llegar a comprender aquello que nos es
desconocido y nos perturba porque resulta ser, a un tiempo, muy semejante y muy distinto: el
otro dentro del nosotros de la especie. Y por ello, necesitamos pensar cómo pensarnos y
escudriñarnos.” Aunque científicamente, no es posible sostener la existencia de razas biológicas,
cuando se comparte más del 99% del genoma, se hace necesario comprender la variabilidad y
diversidad de los diferentes grupos humanos. Uno de los aspectos importantes en la formación de
los antropólogos físicos es la SOMATOLOGÍA, cuyo campo de estudio son las poblaciones vivas y
comprende la medición del cuerpo (somatometría o antropometría), su evaluación visual
(somatoscopía) y su evaluación neuroendócrina a través de la fisiología, inmunología, genética,
etcétera.
Debemos considerar: que la somatología es mucho más que sólo antropometría; que estudiar la
variación somatoscópica nos lleva necesariamente a considerar y agrupar a las poblaciones que
son semejantes, en tipos; que una clasificación tipológica divide a los seres humanos en grupos
geográficos sobre la base de la presencia regular de tendencias heterográficas; y que las
tendencias etnográficas en áreas culturales se corresponden con los factores económicos.

Cuando evaluamos tendemos a agrupar y este es el primer paso para comprender los lazos
sociales y la herencia genética. Como científicos tenemos que encontrar una forma confiable
para entender los vínculos entre los grupos y su pasado. Hace al menos 100, 000 años, los
humanos modernos emigraron de África hacia otras partes del mundo, y los miembros de nuestra
especie se han incrementado dramáticamente. Esta expansión ha dejado una firma distintiva que
puede ser rastreada, una gran variabilidad y diversidad humana.

Todos los humanos somos iguales, al mismo tiempo que no todos lo somos; hay que considerar las
semejanzas y las diferencias, como lo dice Lewontin. Aunque hasta el momento se ha puesto
mayor énfasis en las segundas. Como antropólogos intentamos explicar e interpretar la
heterografía, la cual asumo como la descripción e investigación de la variación biológica entre
las poblaciones vivas.

Desde muchos ángulos, en las poblaciones vivas, son las semejanzas –más que las diferencias- las
que nos han permitido desde la paleoantropología establecer el recorrido del ser humano en su
proceso de humanización. Son las diferencias visibles las que nos han llevado a intentar formar
categorías o taxas que expliquen estas diferencias. Existe un gran número de definiciones que
pretenden establecer esta cuestión. Este intento ha llevado a proponer conceptos como raza,
etnia, subespecie u otras, que nos han llevado a problemas como el racismo o el etnocentrismo y
a que no se considere justificado el término de subespecie.

PARTE II[3]

El concepto de raza se basa en consideraciones ambiguas, que frecuentemente nos conduce al


error, y que aún para los científicos involucra matices emocionales y sobre todo morales. Sin
embargo, raza, etnia o subespecie no son en si el problema, desde el punto de vista biológico,
como lo menciona González Morales: Es un error negar la existencia de las razas, por muy buenas
razones que se hayan expuesto para ello. Al parecer, la especialización que sufren muchos
antropólogos físicos y genetistas humanos no les permite acercarse a otros campos del
conocimiento y salirse de los viejos esquemas de la percepción, por lo que siguen considerando a
las percepciones visuales como errores de juicio y se dedican a buscar mejores marcadores a
través de la genética molecular […] Las razas humanas no son solamente una realidad psicológica
y social engendrada por la necesidad de sociedades y etnias de sentirse diferentes y dotarse así
de una identidad. Las razas, antes que nada son una realidad visual. El racismo es una práctica
ideológica que busca establecer una jerarquía basada en lo corporal.” Con base en lo anterior,
considero que el problema no es que se acepte la existencia o no de las razas, subespecies o
etnias desde el punto de vista biológico o cualquier nomenclatura que se elija [yo elegí el uso del
término heterografía]. El problema es que con este concepto se han respaldado un sin fin de
conflictos, algunos muy conocidos y recientes.

El racismo adopta tres formas principalmente:

1) La de exterminio, donde el miedo a la diferencia hace que se intente eliminar física e


ideológicamente al enemigo, como sucedió durante la Conquista en México; durante la
colonización en Estados Unidos, África, etc.; recientemente, por nombrar sólo algunos eventos,
el exterminio de los judíos en la primera parte del siglo XX, el aniquilamiento de los biafranos a
manos de algunos nigerianos.

Más cerca aún, el de diferentes grupos como los somalíes, tutus, kurdos, chechenos, y podríamos
seguir enumerando hasta el día de hoy, de la población afroaméricana o la de los israelíes contra
los palestinos y los libaneses; o el escudo político con que se cubren acciones terroristas o de
estos contra injusticias sociales; como la que esgrimieron, o esgrimen,

algunas cabezas de Estado como Bush, Blair, Hersbola o Alkaeda, etcétera.

2) La de considerar a los otros como rivales, que van a apoderarse de lo que legítimamente me
pertenece. Por ejemplo, la actitud que se toma hacia los migrantes mexicanos que intentan
emigrar a Estados Unidos; contra los africanos que pretenden llegar a las diferentes naciones
europeas. ¡Qué decir de nuestros indígenas que abandonan el campo depauperado y su destruida
infraestructura! Todos tienen en común el deseo por la superación, la búsqueda de un trabajo
que les permita una vida mejor y para ello, casi todos ofrecen su fuerza de trabajo.

3) La actitud paternalista, quizá la más insidiosa. Los otros siempre son vistos con
conmiseración, son los inditos, los negritos, los japonesitos, etc. Casi siempre, considerados
como menores de edad a los que hay que proteger (encubriendo una explotación inmisericorde).
Con el contacto europeo, llegó igualmente una concepción acerca de la relación entre
conquistadores y vencidos en la que las buenas conciencias comparten un poco de su riqueza a
cambio de establecer una jerarquía de superioridad.

Aunque la antropología física surge con una carga fuerte de racismo, gran parte del quehacer de
Juan Comas estuvo dedicado a luchar contra éste, a perder el miedo al uso esta palabra y a
utilizarla sin ninguna carga emotiva, y mucho menos peyorativa. El consideraba que todos los
seres humanos vivientes pertenecen a la misma especie, llamada Homo sapiens, las diferencias
biológicas están determinadas por diferencias hereditarias y la modulación

ejercida por el medio ambiente sobre el potencial genético. Así, en cada población humana hay
una amplia diversidad genética y no existe la raza pura.

En la actualidad se sabe que todos los grupos humanos compartimos un 99.9% de nuestra reserva
genética. Desde la somatología constatamos que en el aspecto físico existen diferencias. Aunque
se pueden evidenciar tendencias, me pregunto ¿podemos considerarlas como suficientes para
diferenciarnos como subespecies, razas, etnias?

Podríamos pensar en el término de deme como el resultado de una tendencia endogámica en una
población reproductiva o raza, únicamente como lo propuso Dobzhansky, como una población que
difiere de todas las demás en la frecuencia de expresión de sus genes. Sin embargo, tenemos que
considerar los aspectos sociales y culturales que se han construido y que, como apunté
anteriormente, desembocan en desigualdades y opresión con base a las expresiones fenotípicas
de la humanidad.

Aunque es realmente reducido el porcentaje genético entre éstos, nos enfrentamos ante el
rechazo para utilizar términos como: raza o subespecie. Considero como antropóloga física que
no debemos tener miedo a la nomenclatura pero debemos enfrentar esta problemática

soslayarla hará que se deje el campo para problemáticas sociales como el racismo, el
etnocentrismo y otras formas de discriminación con base en las diferencias corporales.
Por todo lo anterior, considero necesario a título personal, volver a incluir la materia de
raciología como parte del currículo de la Licenciatura en Antropología Física, no se puede
combatir a un enemigo que no se conoce, que en este caso es el racismo.

Bibliografía:

– A. J. Kelso, 1974, Physical Anthropology, J.B.Lippincott Co., E.E.U.U.

– González Morales, Armando (2001) “¿Se puede negar la existencia de las razas humanas?
En Ciencias Revista de difusión, Facultad de Ciencias, UNAM, México.

– Menéndez, E. (2001) “ Biología y racismo.en la vida cotidiana” en Alteridades. Cuerpos,


culturas y vida cotidiana.UAM, U. Iztapalapa, División de Ciencias Sociales y Humanidades,
Depto. de Antropología, México.

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