“El Círculo” (The Circle, 2017), como su homónimo literario de 2013 escrito por
Dave Eggers, plantea un futuro distópico no tan lejano, donde la tecnología es
omnipresente y, por supuesto, todos somos presos (y presas) de ella, compartiendo datos, actividades, gustos, y casi todos los aspectos de nuestra vida a través de un sinfín de dispositivos electrónicos. En este marco tenemos a Mae (Emma Watson), jovencita con muchas aspiraciones que trabaja en el área de atención al público, obviamente, desperdiciando su verdadero potencial. Todo cambia cuando su mejor amiga Annie (Karen Gillan) le consigue una entrevista en The Circle, una especie de “Google” de la que todos los jóvenes sueñan con formar parte. El lugar es un paraíso en la Tierra, lleno de posibilidades para avanzar, pero Mae, bastante más introvertida y recelosa de su privacidad, pronto descubre que debe cambiar sus costumbres para poder formar verdaderos lazos en esta “comunidad”. Esta compañía de tecnología y redes sociales, la más grande y poderosa del mundo, está a cargo de Eamon Bailey (Tom Hanks) y Tom Stenton (Patton Oswalt), dos tipos cancheros, inteligentísimos y muy buena onda a simple vista, pero con varios planes para el futuro que van tensando los límites de la privacidad y la ética. Mae se presta al juego, pero sus decisiones empiezan a afectar su vida y la de sus seres queridos, incluyendo a sus padres, Vinnie (Bill Paxton) y Bonnie (Glenne Headly), y a Mercer (Ellar Coltrane), su amigo de la infancia. El director James Ponsoldt (“The Spectacular Now”) hace un gran trabajo mostrándonos este futuro “ideal” y, al mismo tiempo, tan aterrador por lo que plantea. Tom Hanks hace lo suyo de taquito, como siempre, aunque es un papel menor al lado de la Mae de Watson, tan deslucida como en la mayoría de sus roles (imposible que oculte ese acento inglés y pase por chica americana). La historia viene bien encaminada, pero se desinfla con cada decisión de la protagonista y un final que no cierra (¡je!) por ningún lado. Estos detalles son la diferencia entre un gran thriller de ciencia ficción que no fue, y una historia del montón como lo es “El Círculo”, lamentablemente. Al relato le faltan personajes combativos que intenten luchar contra el sistema. Coltrane y John Boyega hacen su aporte, pero es muy menor, y el protagonismo de Watson lo enturbia todo con su actitud desganada. Así, esta gran empresa termina pareciendo una secta donde todos sus miembros piensan igual y siguen a su líder incondicionalmente. Nadie se pregunta nada, nadie se queja, convirtiendo este escenario en una utopía poco creíble. Lo mejor de todo es su planteo, uno demasiado real y posible, pero nadie va a salir del cine y va a empezar a despegarse de sus aparatos, la Internet o las redes sociales para interactuar un poco más con sus semejantes sin que haya una pantalla de por medio. Esa batalla ya la perdimos y es hora de admitirlo, aunque podemos minimizar los daños. “El Círculo” es una gran idea que se desinfla minuto a minuto y sufre, más que nada, del errado casting de su protagonista principal, y un desenlace bastante soso. Una película chiquita que parece enorme debido a su elenco y tanto despliegue tecnológico, pero ahí entra la maestría del realizador que puede ofrecer mucho con muy poco, aunque en el balance general, se queda demasiado corto.
El círculo es la adaptación de la novela homónima de David Eggers de
2013, dirigida y escrita por James Ponsoldt (Aquí y ahora). Se trata de una historia que nos hace ir un paso más allá del momento que vivimos a día de hoy mostrándonos el reverso tenebroso de las multinacionales que acumulan una vasta cantidad de información acerca de nuestros usos y costumbres atesorando los datos que nosotros mismos les damos libremente. Una especie de "1984" del siglo XXI. Mae Holland (Emma Watson) es contratada para trabajar en el Círculo, la empresa de Internet más prestigiosa del mundo capitaneada por el gurú tecnológico Eamon Bailey (Tom Hanks). A través de un moderno sistema operativo, el Círculo une las direcciones de email, perfiles en las redes sociales, operaciones bancarias y contraseñas de todos los usuarios. Mae está entusiasmada la forma en la que compañía comprende las relaciones humanas y trata de ponerse al día rápidamente a pesar de ir alejándose de su familia y amigos. Al ir escalando puestos, Bailey la anima a formar parte de un experimento innovador que redefinirá los límites de la privacidad, la ética y, en última instancia, su libertad personal. Su participación en el experimento y cada una de las decisiones que tome a partir de entonces afectarán la vida y el futuro de sus amigos, su familia y toda la humanidad. Lo que comienza como un viaje hacia el interior del desarrollo tecnológico, pronto se convierte en un relato que plantea unas cuestiones como pueden ser la memoria, la privacidad, los límites del conocimiento humano e incluso los límites de la democracia. Por desgracia la película termina en el momento justo en el que debería dar comienzo que es cuando nos precipita al borde del abismo informático: ¿qué será de nosotros cuando los límites entre lo público y lo privado se disuelvan por completo? Si habéis visto la última temporada de Black Mirror y en concreto el episodio "Nosedive" veréis la película prácticamente como una extensión del mismo. Es interesante cuando arroja reflexiones acerca de la forma en la que la compañía nos tientan a dejarnos llevar por sus cantos de sirena con máximas como "Si supierais que os observan, ¿os portaríais mejor que si estuvierais solos?” o “Saber es bueno. Pero saberlo todo es mejor”. En suma, el (viejo ya) debate entre seguridad y privacidad, entre el Estado paternalista y la formación de ciudadanos libres y consecuentes con sus actos. Ver galería ¿Qué llevó a Ponsoldt a adaptar la novela? En sus propias palabras: "Me pareció escalofriante, gracioso y asombrosamente acertado en cuanto al planteamiento de cómo unos ideales utópicos podrían dar paso a un Estado invasivo y controlador casi sin que nos diéramos cuenta". El Círculo es un híbrido acelerado de todas las grandes empresas tecnológicas de nuestra época: Amazon, Facebook, YouTube, Twitter, Apple. Tiene por objetivo crear una comunidad transparente que comparte todas sus experiencias. Cuanto más se adentra Mae en esta inmersión tecnológica más se convence de que la privacidad no solo es egoísta, sino que ocultar las experiencias personales es un delito. El tiempo, sin embargo, ha jugado en contra del proyecto porque la velocidad a la que se suceden los cambios en Internet ha pulverizado algunas de las ideas innovadoras de la novela y la película: con Periscope, Meerkat y la opción “En vivo” de Facebook podemos enviar contenidos en directo desde donde estemos, como hacen las cámaras SeeChange en la película. Por no hablar de lo bien que conocemos los malos usos que pueden darse a estos servicios ahora que podemos leer un día sí y otro también titulares tan escalofriantes como asesinatos, violaciones y suicidios captados y retransmitidos en vivo.
El diseñador de producción Gerald Sullivan se encarga de trasladar el utópico
campus que aparecía en la novela de Eggers: “La idea era crear un entorno laboral del que los empleados no quisieran marcharse nunca. Tendría que contar con todo tipo de comodidades, todas ellas gratuitas”. Bueno, ya existe y se llama Google; en Los becarios ya nos mostraron algo de esto en una clave humorística que está en las antípodas de esta película. De alguna manera, la película es demasiado amable, sin profundizar en el gran caballo de batalla para salvaguardar la privacidad de los usuarios: los macrodatos o big data, el falso anominato con el que algunos hacen uso de la tecnología, los hackers, la "invisible web" en la que se mueve todo aquello que es "la cara menos amable" de la sociedad virtual... El círculo es una película interesante y entretenida que se vale de superposiciones en pantalla para hacernos ver la actividad del círculo ya se trate de mensajes, porcentajes o imágenes grabadas pero que no consigue trasladarnos el mismo desasosiego que la novela. Se nota que el guión ha sufrido cambios sobre la marcha en el proceso de edición de las imágenes y se aprecia una gran falta de ambición a la hora de ponernos los pelos realmente de punta porque todo nos resulta demasiado familiar. Lo dicho, no hay más que echarle un ojo a nuestros dispositivos móviles para hacernos caer en la cuenta de hasta qué punto estamos atrapados en la tecnología por la supuesta comodidad que nos proporciona para realizar toda clase de trámites o bien ojear las noticias del día para ver cuan pernicioso puede ser el mal uso y el abuso de todas estas herramientas que hasta se ha diagnosticado ya como un trastorno de la conducta. Navegad, compartid, disfrutad pero hacedlo con cabeza y no os olvidéis de vivir mientras tanto. No sé si la película consigue trasladar este mensaje final, ni si es lo que realmente pretende. El caso es que del casting solo me creo de verdad y hasta el tuétano a Tom Hanks en su rol de "neo-Steve-Jobs". Podría vender polvorones en el desierto y hacerse de oro