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BATALLA DE BOMBONÁ

La Batalla de Bomboná fue un combate realizado el 7 de abril de 1822 entre tropas colombianas y
españolas durante la marcha del ejército de Simón Bolívar hacia Quito.

A pesar de las desfavorables condiciones Bolívar decidió atacar pues quería llegar a tiempo a Quito
donde lo estaría esperando Sucre para librar la batalla decisiva.

El General García estableció una posición defensiva en las alturas de Cariaco. Bolívar luego de
hacer un reconocimiento decidió atacar por la derecha con el Batallón Rifles mientras el General
Pedro León Torres atacaba frontalmente las defensas enemigas con dos batallones de infantería y
dos escuadrones de caballería. El combate comenzó a las 3:30 pm, las tropas del General Torres
fueron rechazadas con grandes pérdidas pero el General Manuel Valdés al mando del Rifles
cubierto por la neblina flanqueo a los españoles por la derecha. Rodeados los realistas, se
retiraron en horas de la noche. La batalla se saldó con grandes bajas en ambos bandos.

Las grandes bajas sufridas en el enfrentamiento paralizaron por unos días a Bolívar mientras
esperaba refuerzos. La batalla fue igualmente desastroza para los españoles, a pesar de que
detuvieron a los colombianos un breve tiempo para ello tuvieron que desviar tropas de Quito
donde Sucre se hallaba a la ofensiva. Los realistas de Pasto capitularían poco después.

ACCION DIPLOMATICA DE SUCRE

El 11 de enero de 1821, en Bogotá, fue nombrado por Bolívar comandante del Ejército del Sur, en
reemplazo del general Manuel Valdés; era la fuerza que, desde 1820, operaba en Popayán y Pasto.
No recibió Sucre el cargo porque razones de Índole estratégica y política hicieron que Bolívar
anulase tal designación y le diese comisión para marchar a Guayaquil, donde reemplazaría al
general José Mires y asumiría la misión que se le había encomendado: la de hacer que la provincia
(la cual se había independizado de los españoles en octubre de 1820) se incorporase a la República
de la Gran Colombia y tomar el mando de las tropas que hubiese en Guayaquil, como pasos
previos para la liberación de Quito, que era el propósito principal de las operaciones que se
ejecutasen. El 6 de abril llegó Sucre a Guayaquil y al presentarse ante la Junta de Gobierno, expuso
la razón de su presencia allí y de la idea de una unión de la provincia con Colombia. El 15 del
mismo mes fue celebrado un tratado entre Sucre (por Colombia) y José Joaquín de Olmedo,
Francisco Roca y Rafael Jimena, miembros de la Junta. El tratado estipulaba que Guayaquil
mantendría su soberanía, pero bajo la protección de Colombia. En aquella oportunidad Sucre
quedó facultado para abrir la campaña contra los realistas, y con tal motivo, Guayaquil le ofreció
todos los recursos disponibles.

La importancia de los documentos redactados por Sucre, en lo que significo su primera actuación
diplomática, fue la paralización temporal de las luchas entre los patriotas y los realistas, y el fin de
la guerra a muerte iniciada en 1813.El Armisticio de Santa Ana le permitió ganar tiempo a Bolívar
para preparar la estrategia de la Batalla de Carabobo, que aseguró la independencia venezolana. El
documento, marcó un hito en derecho internacional, pues Sucre, fijó mundialmente el trato
humanitario que desde entonces empezaron a recibir los vencidos por los vencedores en una
guerra. De esta forma se convirtió en pionero de los derechos humanos.

PICHINCHA

La Batalla de Pichincha ocurrió el 24 de mayo de 1822 en las faldas del volcán Pichincha, a más de
3.000 metros sobre el nivel del mar, cerca de la ciudad de Quito en el Ecuador actual. El
encuentro, que ocurrió en el contexto de las Guerras de Independencia Hispanoamericana,
enfrentó al ejército independentista bajo el mando del general venezolano Antonio José de Sucre
y al ejército realista comandado por el general Aymerich. La derrota de las fuerzas españolas
condujo a la liberación de Quito y aseguró la independencia de las provincias que pertenecían a la
Real Audiencia de Quito, también conocida como la Presidencia de Quito, la jurisdicción
administrativa colonial española de la que finalmente emergió la República del Ecuador.

ENCUENTRO DE BOLIVAR Y SUCRE EN QUITO

Con el ejército colombiano, el mariscal Sucre

venció a las tropas peruanas en la batalla de Tarqui, el 27 de febrero de 1829. El Mariscal


conferenció con el

Libertador en Quito durante varios días, sobre el futuro inmediato de Colombia v la necesidad de
una

conciliación nacional. Con el fin de participar en el Congreso llamado "Admirable", en


representación de su

Provincia de Cumaná, el mariscal Sucre partió para Bogotá en los primeros días del año 1830. En el
Congreso

fue elegido presidente, con la simpatía de todos, pues siempre fue respetado por su ecuanimidad,
su hábil

diplomacia y sus estrategias de grandes dimensiones. En mayo de 1830.

DELIRIO SOBRE EL CHIMBORAZO

Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de
las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo.
Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la
región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona
diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los
Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos
sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros
gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido
detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo
trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra?

¡Sí podré!
Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás
las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como
impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del
firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo.

Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior.
Era el Dios de Colombia que me poseía.

De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los
despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano…

"Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los
límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que
la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente. ¿Por qué te
envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu Universo? ¿Que levantaros sobre
un átomo de la creación, es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir
de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Suponéis locamente que
vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del
Infinito que es mi hermano".

Sobrecogido de un terror sagrado, «¿cómo, ¡oh Tiempo! -respondí- no ha de desvanecerse el


mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he
elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis
manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes
astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la
Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino».

"Observa -me dijo-, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus
semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo
te ha revelado: di la verdad a los hombres".

El fantasma desapareció.

Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso
diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me
incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi
delirio.

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