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«Toma de decisiones por los pastores en el manejo de los recursos naturales en las
tierras áridas y semiáridas de Africa». Este documento fue el primer paso encaminado a
llenar un vacío de información existente respecto a los conocimientos que posee la
población rural sobre el manejo de los bosques y árboles, en relación con sus sistemas de
producción.
La Dra. Katherin Warner, antropóloga que ha estudiado de manera especial los sistemas
de agricultura migratoria, continúa la serie con esta Nota # 8. «La agricultura migratoria»
pone de relieve los conocimientos técnicos propios del sistema de corte y
quema/barbecho que aplican los agricultores al tomar decisiones sobre el manejo de sus
recursos. Este trabajo es especialmente oportuno porque reúne datos y aporta el valioso
análisis de una práctica que actualmente tiene mala reputación entre los planificadores
forestales y ambientales. La Dra. Warner no pretende afirmar que los agricultores
migratorios continúen practicando sus sistemas, sobre todo porque implican usos de la
tierra y de los árboles que compiten por las áreas dejadas en barbecho por ellos. Indica,
sin embargo, las lecciones valiosas que podemos aprender de los agricultores que
practican el sistema de corte y quema/barbecho durante largos períodos, respecto al uso
sostenible de los bosques tropicales. Ofrece sugerencias para el desarrollo de sistemas
basados en lo que ya conocen y emplean estos agricultores, con el fin de atender las
necesidades de sus familias en los difíciles ambientes tropicales.
M.R. de Montalembert
Jefe del Servicio de Planificación e Instituciones Departamento de Montes
RESUMEN EJECUTIVO
La agricultura integral de corte y quema ha sido y sigue siendo practicada en los trópicos.
Es un sistema de uso de la tierra basado en una "forma de vida tradicional, practicado
todo el año, en toda la comunidad, ampliamente autónomo y validado conforme a los
ritos", que todavía persiste entre las minorías tribales del sudeste de Asia y Sudamérica y
en un pequeño -cada vez menor- porcentaje de agricultores africanos (Conklin 1957:2). La
agricultura de corte y quema es un componente, no obstante el más importante, de un
agroecosistema más grande, el cual incluye no solamente la agricultura sino también la
recolección forestal, la caza, la pesca y, en ciertas áreas, el cultivo de productos
comercializables.
Este documento examina los conocimientos técnicos locales (CTL) que posee el agricultor
de corte y quema, y la manera cómo los utiliza para el manejo de los recursos naturales
en los trópicos húmedos. La nota, que comienza con una descripción general del medio
ambiente de la zona tropical húmeda y de los problemas de manejo de sus recursos
naturales, analiza luego la agricultura migratoria como una estrategia para el manejo de
los recursos naturales del trópico. Se usan ejemplos de las prácticas de agricultura
migratoria como formas de adaptación al entorno social y físico inmediato, tomados de
tres importantes regiones del trópico húmedo: la cuenca del río Amazonas, Asia
Sudoriental y Africa. En lo referente a la región Amazónica y al Sudeste Asiático, el
análisis se centra en las minorías tribales que han podido, por lo general, utilizar y
conservar el bosque tropical muy eficazmente. Con respecto al Africa, los temas
principales son el comportamiento del agricultor de corte y quema en un medio menos
estable y las formas en que se está aplicando esta práctica intensiva.
LOS CONOCIMIENTOS TECNICOS LOCALES Y EL MANEJO DE LOS
RECURSOS NATURALES
En el pasado (e incluso hoy en día) se consideraba a los agricultores migratorios como los
principales culpables de la deforestación de los trópicos. Los gobiernos y los organismos
internacionales, que los definían como destructores insensatos de los recursos naturales
de las naciones, realizaron intentos para detenerlos. Resultaba fácil culparlos y promulgar
leyes que prohibían el corte y quema de los bosques, pero no era fácil poner coto a la
agricultura migratoria. Los agricultores migratorios existen y seguirán existiendo en el
futuro.
Estudios realizados recientemente han demostrado que eran mucho menos culpables de
lo que se decía. En lugar de destruir el bosque, después de haberlo desbrozado para la
siembra, muchos de estos cultivadores reestablecieron el bosque activamente. El cultivo
migratorio es un sistema agrícola complejo que, en determinadas condiciones, está bien
adaptado a las limitaciones ambientales del trópico. No es primitivo, ni es necesariamente
destructivo. Pero para que sea provechoso, exige un profundo conocimiento de las
condiciones ambientales tropicales y una muy buena capacidad de gestión.
Tal como se emplean los términos de esta nota, los conocimientos técnicos locales (CTL)
se refieren al conocimiento práctico de las condiciones del entorno y a las estrategias de
abastecimiento basadas en la experiencia vivida y acumulada durante muchas
generaciones (Bodley 1976:48). Al estudiar los conocimientos propios de los agricultores
migratorios, hay que recoger datos básicos sobre «los recursos presentes en el medio
ambiente: plantas, animales, tipos de tierras, suelos, agua y cultivos» (Knight 1980:222).
Aunque es necesario tener una lista de plantas y de la clasificación de los suelos, etc.,
esto no basta. No sólo es importante lo que el agricultor migratorio conoce de su medio,
sino la manera cómo emplea ese conocimiento, qué hace el agricultor que ya lo tiene.
Basado en este conocimiento y percepción de su ambiente, en la posibilidad de cultivos, y
en la disponibilidad de tierras y de mano de obra, ¿qué' hace el agricultor? En el estudió
de los CTL, hay que trascender las categorías y tratar de comprender cómo los
agricultores utilizan esos conocimientos para construir estrategias de abastecimiento que
tornan posible la seguridad alimentaria.
Esta percepción del agricultor como alguien que toma decisiones, considera «sus
recursos biológicos y económicos y adopta decisiones «encaminadas a lograr la
producción agrícola y a mantener la fertilidad de los suelos», sustenta la opinión actual de
que el agroecosistema (el sistema agrícola como parte de un ecosistema «natural» más
amplio es dinámico, en vez de ser estático, y tiene una capacidad de respuesta (Benneh
1972: 245). El enfoque del agroecosistema refuerza la percepción del agricultor como
alguien que participa activamente con su cultura y que evolucionado conjuntamente con
su entorno para crear un sistema de producción alimentaria viable (Gliessman 1985:56).
Así como las interacciones entre el hombre, su cultura y el ecosistema crean cambios,
éstos, en su momento, fomentarán otros cambios cuando se adopten nuevas decisiones
después de reevaluar los recursos. Este dinamismo, con sus complejos mecanismos de
retroalimentación, permite obtener una mejor comprensión sobre la forma cómo el
agricultor migratorio integra el medio ambiente natural y el sistema agrícola para mantener
la producción (Gladwin 1983, Olafson 1983, Warner 1981, Benneh 1972).
Cultivando café y arroz en Tailandia.
Las zonas tropicales húmedas se definen como aquellas regiones que reúnen las
siguientes características:
1) durante todo el año, las temperaturas medias mensuales son superiores a 18°
C;
Esto caracteriza una extensión de más de 2500 millones de hectáreas en cuatro regiones:
Africa, Sudamérica, Centroamérica, y Asia Sudoriental (véase el Cuadro 1). En Africa y en
América tropical hay una clara concentración de la ecozona tropical húmeda dentro de
dos cuencas hidrográficas. En el trópico americano, el 75% de la zona tropical húmeda se
encuentra en la cuenca amazónica. La cuenca del río Amazonas es tan grande que
representa, por sí sola, más del 40% de toda la zona tropical húmeda (Sánchez 1987). En
el Sudeste Asiático, la zona tropical húmeda abarca el continente y las islas ecuatoriales
de esta región, excepto las partes más altas de las montañas.
Aunque todas estas regiones tienen en común las condiciones generales del trópico
húmedo, hay alguna variación en cuanto a la precipitación pluvial dentro de ellas. Las
lluvias sudamericanas son las más constantes, pues registran las menores variaciones
mensuales, mientras que en casi toda el Africa tropical hay una estación seca muy
marcada de 1-2 meses, durante la cual la precipitación es menor a 100 milímetros
(Richards 1973).
En lugares donde llueve entre 1200-1600 mm., la cubierta forestal puede estar constituida
por bosque abierto o cerrado, dependiendo de la duración de la estación seca, los suelos,
etc. (OTA 1984). Los bosques abiertos se encuentran donde la pluviosidad oscila entre
900-1200 mm., en regiones más secas que las que sustentan un bosque cerrado. El
bosque abierto es un bosque mixto con vegetación de tipo herbáceo; su dosel superior
está segmentado pero cubre más del 10% de la superficie.
Fuente: Ofori, Higgins y Purnell 1986 (citado de FAO 1980; 1981; 1982)
Los ecosistemas forestales tropicales son estables cuando no han sido perturbados. La
estabilidad del ecosistema forestal tropical es el resultado de su capacidad para «resistir
el clima y los demás riesgos inherentes al medio natural» (Richards 1977:230). Varias son
las características del bosque tropical que crean esta estabilidad:
3) Por cuanto los suelos tropicales suelen ser pobres en nutrientes, el ecosistema
forestal tropical depende de un ciclo autónomo y casi cerrado de elementos
nutritivos. Los nutrientes que circulan dentro del sistema están en la biomasa, que
funciona como una especie de depósito vegetativo. El bosque mismo actúa como
una «esponja» gigantesca en la recuperación y reutilización de los nutrientes, ya
que el 65-85% del sistema radicular de la vegetación se éncuentra en la capa
superficial del suelo (Hanly y Lanly 1983; Uh11983; Moran 1981).
El ecosistema de bosque tropical depende de un ciclo autónomo, casi cerrado, de
nutrientes.
Los estudios amazónicos han demostrado la importancia del «manto» de raíces de los
árboles en el ciclo de elementos nutrientes. El manto, formado por las raíces alargadas de
los árboles entremezcladas con materia orgánica y hongos de micorriza, yace encima del
suelo y cubre el piso forestal. Cuando la hojarasca, ramas e incluso los árboles caídos se
depositan sobre el piso forestal y comienzan a descomponerse, el manto de raíces
absorbe los nutrientes disueltos antes que éstos puedan lixiviarse hacia el interior del
suelo (Stark y Jordon 1978). Debido a que el 10-20% de la biomasa total se muere y cae
a tierra cada año, hay una cantidad considerable de nutrientes que se reciclan a través del
sistema (Moran 1961).
Este sistema es tan eficiente que «la concentración de algunos nutrientes en las aguas
que se escurren de los bosques es realmente menor que la concentración en las lluvias
que caen sobre ellos» (Uhl 1983:70). Dentro del bosque, no solamente los árboles, sino
también otras plantas, han evolucionado para disminuir su dependencia del suelo: los
epífitos que viven sobre las hojas también pueden absorber nutrientes del agua de lluvia y
fijar el nitrógeno del aire (Uhl 1983). Este ecosistema, una vez establecido, seguirá siendo
autónomo mientras reciba lluvias y permanezca inalterado.
Por más estable que sea, el bosque no es estático. Una parte del proceso de
autosustentabilidad del bosque es la «tala» natural de árboles. El bosque tropical no es un
bosque «viejo», pues va cambiando y renovándose cuando los árboles son derribados por
el viento y cuando se mueren y caen. El árbol caído crea un espacio en el dosel superior y
permite que unos rayos de luz penetren hacia el piso. Cuanto mayor sea este espacio,
mayor será el microclima y más variada será la vegetación en el claro con respecto al
bosque cerrado circundante. En un ecosistema donde los nutrientes se almacenan en la
biomasa, la caída de un árbol por acre por año refuerza substancialmente los elementos
nutritivos (Hadly y Lanly 1983; Uhl 1983; Hartshorn 1978; Whitmore 1978).
Pero esta estabilidad puede existir sólo dentro del contexto del proceso de renovación
natural. Los bosques tropicales son muy vulnerables a la acción humana, especialmente
cuando el hombre entra en el bosque no con un hacha sino con motosierra y excavadora.
Los mismos factores de diversidad, complejidad y ciclo cerrado de nutrientes que
sustentan el ecosistema del bosque tropical en condiciones ambientales no alteradas, lo
vuelven frágil cuando está expuesto a la actividad humana. Por el alto grado de
especialización de las especies individuales, los bosques pluviales tienen poca capacidad
para recuperarse de las alteraciones de gran magnitud causadas por el hombre (Goudie
1984; Hill 1975). La misma complejidad del ecosistema del bosque tropical, que le da
estabilidad en su estado natural, también lo vuelve vulnerable a las perturbaciones
generadas por el hombre.
Aunque estas vías surten efecto cuando los claros son pequeños, sus limitaciones se
vuelven evidentes cuando el claro es el resultado de la explotación forestal o del empleo
de una excavadora. Al desbrozar grandes extensiones con estos métodos, sólo quedan
plántulas en el perímetro más distante y no hay árboles dentro del claro, para el rebrote.
También se impide la resiembra por la fauna, ya que el espacio es demasiado grande
para atraer a las aves y murciélagos o para que los animales quieran entrar (Jordan
1985). Por cuanto el ciclo de restablecimiento se adapta a los pequeños claros que
podrían abrirse cuando cae un árbol, los grandes claros, especialmente los producidos
por las explotaciones modernas o mediante el empleo de excavadoras, hacen
virtualmente imposible el restablecimiento del bosque (Jordan 1982; 1985).
Lo que agrava esta situación es el ciclo de nutrientes del bosque tropical. Como los
nutrientes están almacenados en la biomasa, una vez que el bosque queda desbrozado la
falta de nutrientes impide la renovación natural. Al quedar desprovista de una cubierta
forestal, la capa estable del suelo es arrastrada por el agua, a la vez que la exposición al
sol endurece el suelo. La magnitud del claro, la eliminación de la capa superficial y la
exposición a la lluvia y al sol se combinan dramáticamente para limitar la regeneración del
bosque. Puede tomar miles de años para que un campo desbrozado con excavadoras y
desmalezado pueda otra vez transformarse en bosque (Uhl 1983).
Los suelos: Aunque existe una gran diversidad de tipos de suelos específicos dentro de
la zona tropical húmeda, la gran mayoría de éstos son deficientes en nutrientes (Jordan
1985). En las zonas húmedas tropicales de Africa, Asia Sudoriental y la Amazonía, los
problemas de deficiencia de fósforo, toxicidad del aluminio, estrés por la sequía, y baja
fertilidad inherente, son factores comunes y ampliamente reconocidos (Sánchez 1987; La]
1989; Moorman y Kang 1978). El régimen pluvial parece constituir el factor determinante
de los suelos pobres de la región, porque si la precipitación en un área supera los 1000
mm. los suelos son generalmente ácidos y lixiviados (Sánchez 1987).
Sin embargo, tal como sucede con la regeneración forestal, la magnitud y el método del
desbroce determinan la vulnerabilidad del suelo a la erosión. Si el claro es pequeño, se
limita a unas dos o tres hectáreas y está rodeado de bosques, la vegetación rebrotará
rápidamente y habrá una pérdida mínima de suelo por erosión. Pero si el área es grande,
el suelo perderá velozmente sus nutrientes y será vulnerable a la erosión. Hasta un área
pequeña puede experimentar una fuerte escorrentía y erosión si se emplea un método de
desbroce que resulta sumamente nocivo.
El desmonte efectuado con medios tradicionales y manuales causa una erosión menos
dañina que la producida cuando se emplean medios mecánicos, especialmente
derribadores de árboles (Véase el Cuadro 2). El método de desbroce que ocasiona la
menor escorrentía y erosión es el «tradicional», en el cual se utilizan machetes y hachas;
el método más perjudicial es el derribador de árboles/gancho sacarraíces. Los
coeficientes diferenciales de erosión son el resultado de lo que queda en el lugar luego
del desbroce. Con los métodos tradicionales los tocones y los sistemas radiculares
quedan intactos y la hojarasca se altera poco: aunque se ha eliminado la protección
completa que brinda la cubierta forestal, aún quedan raíces para fijar el suelo y hojarasca
para amortiguar la fuerza de la lluvia. Los derribadores desmontan empujando los árboles
para que caigan y sacando las raíces del suelo. Lo que queda después de este desbroce
es un área sin raíces y poca hojarasca, con una superficie alterada y agrietada. En esos
lugares la escorrentía y erosión son intensas: la escorrentía es casi 70 veces mayor y la
pérdida del suelo es 1700 veces mayor de lo que ocurriría con el desmonte tradicional.
LA AGRICULTURA MIGRATORIA
Las estimaciones del número real de agricultores migratorios varían entre 250 millones
(Myers 1986) y 300 millones (Russell 1988). Considerando que la población mundial
alcanza 5 mil millones de personas, podría ser aparentemente de poca importancia cómo
se gana la vida el 5% de los habitantes del globo. Sin embargo, no se puede ignorar la
distribución de la agricultura migratoria y la amplitud del área bajo estos sistemas
agroforestales. La agricultura migratoria constituye el sistema de aprovechamiento del
suelo más generalizado en la zonas tropicales y se practica en el 30% de los suelos
explotables del mundo (Hank 1974, Sánchez 1976:346).
Hay varias definiciones de la agricultura migratoria. La que más se emplea la define como
cualquier sistema agrícola en el cual se desbrozan los campos (generalmente con fuego)
y se cultivan por períodos cortos, luego de los cuales los suelos descansan (Conklin
1957). Con el avance del enfoque agroecosistémico y su concepto totalizante que ubica a
los sistemas agrícolas como parte de un «ecosistema natural» mayor, se ha
reconceptualizado la agricultura migratoria. El planteamiento del agroecosistema procura
integrar «la multiplicidad de factores que afectan a los sistemas de cultivo» (Gliessman
1985:18). Si bien muchos estudios anteriores describían al sistema de corta y roza como
esencialmente estable, en su esencia, y proporcionaban una lista de sus atributos,
trabajos más recientes basados en el enfoque del agroecosistema han destacado la
práctica de corta y quema/barbecho como parte de una estrategia global de subsistencia
que responde con flexibilidad a las tensiones, a medida que va cambiando el entorno
social, económico y natural (Gliessman 1985, Altieri et al. 1973).
Reflejando este criterio dinámico, una definición más reciente de la agricultura migratoria
es: «una estrategia de manejo de los recursos mediante la cual el agricultor se traslada de
un campo a otro a fin de explotar la energía y el cúmulo de nutrientes del complejo
vegetación natural-suelo del futuro terreno» (McGrath 1987: 223). El énfasis en la
estrategia y dinámica del agroecosistema hace de la agricultura migratoria «no un sistema
de cultivo estático ni necesariamente estable», -;no un sistema que se adapta
flexiblemente al cambio (McGrath 1987: 223).
Los cultivos migratorios, vistos como una estrategia que puede ser flexible para responder
a cambios de condiciones en base a una relación continua con otros sistemas agrícolas
(que podrían diferir en la duración del período de barbecho y del cultivo, las técnicas de
manejo, etc.), pasan de un sistema agrícola a otro como respuesta al cambio de
condiciones (Beckerman 1987; Boserup 1965; Raintree y Warner 1986).
A diferencia del SubSahara africano, donde todos pertenecen a una tribu, en Asia y
Latinoamérica los agricultores migratorios que practican el barbecho prolongado han sido,
tradicionalmente, minorías étnicas con su propio idioma, religión, valores y, en algunos
casos, cultivos. El concepto que tienen los gobiernos sobre esta forma de agricultura en
cuanto sistema de utilización de la tierra, está muy ligado al hecho de que lo practican
aquellos que se encuentran «al margen» de la cultura predominante del país. Aquellos a
los cuales se considera «primitivos» porque tienen una cultura material más sencilla o
solamente distinta. También se los califica como practicantes de una agricultura
«primitiva» y desperdiciadora de recursos que podrían ser mejor aprovechados por la «
mayoría» nacional.
Los campesinos practican la agricultura de corte y quema parcial que, en lugar de basarse
en una forma de vida, refleja «predominantemente sólo los intereses económicos de sus
participantes» (Conklin 1957: 2). Los campesinos que practican el corte y quema parcial
tienen fuertes vínculos socioculturales fuera del área inmediata donde la practican y sus
objetivos de propiedad y productividad difieren de los que practican el corte y quema
integral. En vez de formar parte de una comunidad estable que posee vínculos históricos
y culturales con el área, el agricultor de corte y quema parcial puede encontrarse ahí
únicamente para aprovechar un cultivo durante uno o dos años. Este tipo de agricultores
cultiva principalmente campos permanentes y utiliza el sistema de corte y quema como
complemento para sus otros cultivos; están practicando una agricultura de corte y quema
complementaria.
En el Sudeste Asiático es común que el campo de cultivo permanente esté situado en los
valles, mientras que los terrenos de corte y quema están en las laderas de los cerros. Hay
otro tipo de sistema parcial de corte y quema en el cual el agricultor migra al bosque. A
menudo con poco conocimiento previo de las técnicas de corte y quema, este agricultor
dedica todos sus esfuerzos a formar un terreno cultivable; lo hace en forma incipiente,
pero su falta de conocimientos no le permite desarrollar un sistema de corte y quema
sustentable (Conklin 1957:3).
Estas distinciones se han utilizado mucho en los trabajos sobre el tema, si bien hay una
tendencia, especialmente en Sudamérica, a confundir la agricultura de corte y quema
incipiente con la pionera o iniciadora. El término pionero no se está utilizando tal como fue
concebido originalmente; es decir, para describir a una comunidad tribal practicante del
sistema integral que se establece en una nueva área. Se lo emplea incorrectamente para
denominar el corte y quema practicado por migrantes campesinos que se trasladan al
bosque, lo cortan y lo queman para luego abandonarlo, o que venden un campo
deteriorado y/o establecen un campo de cultivo permanente (UNESCO/PNUMA 1987:
324; Moran 1987). De acuerdo con las definiciones originales de Conklin, estos
campesinos migrantes no son agricultores pioneros sino incipientes, que deterioran los
suelos porque no conocen lo suficiente sobre el ecosistema forestal para evitarlo. En el
resto de este documento, y puesto que se ha venido consagrando el empleo del término
en este sentido, la corta y quema pionera será utilizado para distinguir las prácticas de los
migrantes de las prácticas de corte y quema integral de las comunidades establecidas y
autónomas.
Sin embargo, el caso de los agricultores que practican el sistema de corte y quema
integral representa sólo una intervención temporal en el ecosistema forestal. La sucesión
natural puede recomenzar y, muchas veces, estas prácticas contribuyen activamente al
restablecimiento final del bosque (Odum 1971; Bodley 1976; Denevan y Padoch 1988a).
La forma de agricultura migratoria practicada por los agricultores de corte y quema
integral no destruye el bosque, sino que lo reemplaza con una serie sucesoria de rebrotes
que resulta más productiva para este agricultor que el bosque original (FAO 1978).
Los diferentes sitios de cultivo en distintas áreas y en diversas etapas de rebrote crean
variedad de ecozonas (Nations y Nigh 1978). Esto permite cosechar varios cultivos,
recolectar plantas silvestres y, puesto que la mayor abundancia de fauna y flora silvestre
está presente donde hay la mayor diversidad de hábitats, también mejora la caza
(UNESCO/PNUMA 1978:461). Si se pierde una cosecha, el bosque y las ecozonas
creadas sirven como reserva de alimentos (Warner 1981; Nations y Nigh 1978).
La estrategia de los agricultores de corte y quema está de acuerdo con la teoría del juego
de simulación: como personas que toman las decisiones, ellos determinan cuánto trabajo
debe aportarse a cada uno de los varios subsistemas para obtener «los mejores
rendimientos, según tal o cual circunstancia» (Smith 1972: 421-22). Debido a que estos
agricultores no utilizan sólo el subsistema agrícola, como los agricultores migratorios,
algunas veces se los conceptúa como agricultores «a tiempo parcial»; de hecho, ellos
también cazan, pescan y recolectan productos silvestres para el mercado (FAO 1970).
Esta estrategia de nichos múltiples, en la cual la agricultura se combina con la caza,
pesca y recolección, y se invierte mano de obra según las necesidades, crea un
agroecosistema que puede resultar sumamente productivo, estable y sustentable. Si falla
un subsistema, puede intensificarse la utilización de otro subsistema para suplir las
necesidades de alimentos (Warner 1981). A veces el subsistema agrícola puede dejar de
ofrecer seguridad alimentaria por la escasez de tierras o su degradación, en cuyo caso la
pesca y recolección podrían constituirse en el elemento central de las actividades de
subsistencia (véase Nietschmann 1973).
A medida que se ha ido aprendiendo más sobre los suelos tropicales, ha habido un mayor
reconocimiento a la agricultura migratoria que representa «adaptaciones ingeniosas a
condiciones ambientales desfavorables, basadas en un conocimiento sorprendentemente
completo de la ecología y de la capacidad del suelo» (Allan 1972a: 217). Mil millones de
hectáreas se encuentran en las sabanas y casi todas están en el mundo en desarrollo
(IBSRAM 1987). Las tierras tropicales húmedas del agricultor migratorio son de suelos
ácidos.
«El eje de cada sistema agrícola» está constituido por técnicas eficaces para restablecer
la fertilidad de los suelos. Los agricultores de corte y quema del trópico han desarrollado
una técnica que funciona: utilizan y conservan el bosque para restablecer la fertilidad de
los suelos (Benneh 1972: 325). En tanto reconoce que la vegetación viva es la fuente de
los nutrientes que sustentan los cultivos, el agricultor migratorio integral demuestra una
marcada preferencia por sitios que contienen bosques maduros en pie, ya sean
«primarios» o «secundarios» bien establecidos (Dove 1983a; Allan 1965; Rambo 1981 a;
Rambo 1983; Posey 1983). Luego de la quema se incrementan los nutrientes para los
cultivos, pero enseguida comienzan a disminuir, probablemente debido a la lixiviación y
erosión (Andriesse 1977: 12-13; Nye y Greenland 1960 y 1964). Nye y Greenland
(1964:102) encontraron que los suelos en el campo sometido al corte y quema eran
sumamente heterogéneos a causa de la madera caída, los montículos de termitas y la
distribución irregular de las cenizas resultantes de la quema. Estas variaciones formarán
los micrositios donde estos agricultores plantarán los diferentes cultivos, conocedores de
cuáles requieren el beneficio de suelos fértiles y cuáles no serían afectados por suelos
poco fértiles. Una vez concluido el ciclo de cultivo (generalmente de 1-4 años), el campo
se deja en barbecho, aunque los cultivos arbóreos se podrían seguir cosechando durante
varios años. Si el sitio reposa durante el tiempo suficiente, recuperará su fertilidad; si se lo
utiliza muy pronto, podría iniciarse el proceso de deterioro.
Puede ser difícil reconocer la degradación, especialmente si es gradual y se prolonga
durante varias generaciones. Tratándose de los agricultores de corte y quema, es
especialmente difícil porque «parecen ser tan autárquicos y tan bien integrados con su
medio ambiente» (Street 1969:106).
Esto significa que cuanto más prolongado sea el barbecho, mejor será la recuperación del
suelo. El sistema será sustentable, siempre que se mantengan los barbechos
prolongados. La reconstitución del suelo mediante el barbecho es una respuesta de los
agricultores de corte y quema a la necesidad de producir alimentos sin recurrir al estiércol,
fertilizantes o depósitos aluviales (Greenland 1974:5). El sistema funciona con un
barbecho prolongado; pero si se acorta el tiempo de barbecho, la fertilidad del suelo
disminuye (véase el Cuadro 1).
Pero no es raro que las personas, familias y, a veces, caseríos enteros se desplacen por
motivos que no son económicos. En algunas sociedades los hombres salen de su pueblo
natal para encontrar esposa y asentarse en ese lugar (Warner 1981) o parten en viajes
que duran años (Dove 1983). Las familias pueden movilizarse entre caseríos o aldeas
para escapar de relaciones tensas entre personas o para dedicarse a largas visitas a los
parientes. Pueden abandonar sus casas, e incluso sus aldeas, si han ocurrido muertes.
Hoy en día, muchas personas pueden estar destinadas al reasentamiento por acción de
agentes externos (generalmente por el gobierno o una empresa comercial).
Aun dentro de las mismas regiones, los agroecosistemas de corte y quema varían
respecto a la importancia que se atribuye a diferentes subsistemas de subsistencia. En
algunos sistemas de corte y quema la pesca es importante, mientras que en otros lo
importante es la recolección. Los huertos caseros, si los hay, pueden ser desde
sumamente productivos a virtualmente inexistentes. Aunque hay variaciones en los
subsistemas, todos ellos comparten la estrategia de tener subsistemas potenciales que
pueden intensificarse como sea necesario. Estos subsistemas podrían utilizarse
solamente cuando los otros no dan resultado. La recolección en el bosque constituye un
subsistema común, pero la intensidad de recolección puede variar de acuerdo con las
necesidades. Si la cosecha de cultígenas (plantas cultivadas) es buena, los alimentos
recolectados del bosque podrían consistir únicamente en frutas, legumbres o
«bocadillos». Pero si la cosecha de cultígenas es insuficiente puede intensificarse la
recolección, e incluir alimentos básicos (raíces silvestres, sago, etc.), así como más frutas
y legumbres para sustentar al grupo hasta la próxima cosecha de cultígenas (Warner
1981).
Para sobrevivir el bosque tropical tiene que utilizar los nutrientes que están presentes en
la comunidad biótica. Los agricultores de corte y quema emplean la misma estrategia. El
corte y quema crea un sistema de «descomposición acelerada» que produce la secuencia
general de flujo de nutrientes en el bosque tropical. En lugar de contar con la
descomposición natural del bosque tropical que produce nutrientes, este agricultor
«acelera la descomposición natural quemando los campos rozados y talados». Por cuanto
la descomposición acelerada es menos eficiente que la natural y conlleva la pérdida de
muchísima energía, la fertilidad de los suelos disminuye rápidamente (Ruddle y Manshard
1981:75). Por ello se vuelve necesario dejar las tierras en barbecho para que puedan
recuperar su fertilidad.
El agricultor de corte y quema también utiliza otras técnicas de manejo que favorecen la
regeneración forestal. Muchos grupos de estos agricultores practican el «deshierbe
selectivo» mientras el campo está cultivado. Recortan las plantas herbáceas y arbustivas
que formarán parte de la sucesión deseada, pero no las desarraigan, y una vez que ha
disminuido la cosecha de cultígenas permiten que las plantas crezcan de nuevo. En lugar
de talar y quemar los árboles, los recortan para que rebroten y se reintegren a la
sucesión. Incluso podrían no cortar los árboles que son más preciados para protegerlos.
Con plantas y árboles ya establecidos el bosque puede regenerarse rápidamente. El
agricultor de corte y quema no siente la compulsión de mantener el campo «limpio» y con
grandes espacios de suelo expuesto. Más bien, al contrario, reconoce que los suelos
desnudos serán arrastrados por el agua o por el viento (Clarke 1976; Ruddle y Manshard
1981). Un campo de corte y quema no es un campo de hileras y surcos, sino un campo de
espacios llenos.
La mantención del ecosistema crea diferentes etapas de reproducción natural que brinda
una mayor diversidad de ecozonas para animales. Dado que los bosques secundarios
tienen una mayor capacidad de carga para los animales silvestres que los bosques
primarios, un bosque creado y aprovechado antropogénicamente mejora el subsistema de
caza y fortalece el agroecosistema (Vos 1978: 16, véase también Peterson 1981).
La agricultura de corte y quema como una forma de bosque
Esta interpretación de la agricultura de corte y quema encaja muy bien con el análisis del
agroecosistema, donde la agricultura no se considera un sistema separado del
ecosistema sino que forma parte de él. Si la agricultura de corte y quema refleja lo que es
el bosque, entonces cumple el principal requisito de ser un buen agroecosistema; quienes
la practican toman en cuenta la biología del lugar y tratan de perturbarlo lo menos posible,
permitiendo, a la vez, su periódico restablecimiento. La agricultura de corte y quema
integral modifica «determinados elementos constitutivos del bosque» pero conserva su
«régimen global». En ello difiere de otros usuarios de los recursos naturales, que
transforman las «comunidades bióticas generalizadas en comunidades más
especializadas» (Ruddle y Manshard 1981:75). En condiciones ambientales difíciles, el
agricultor de corte y quema, de barbecho prolongado, ha sido capaz de desarrollar un
agroecosistema que conserva su riqueza natural y logra la sustentabilidad.
En vez de definir la agricultura de corte y quema con una lista descriptiva, es más
conveniente considerarla como un conjunto de estrategias para un agroecosistema que
evolucionó en respuesta a determinadas condiciones ambientales. Su diversidad es muy
valorada dado que los agricultores son conscientes de la necesaria correspondencia entre
las variedades disponibles y los micrositios en sus campos de cultivo. La diversidad
genética se mantiene mediante una combinación de selección natural y preferencia
humana. La selección natural determina cuáles variedades podrán prosperar en un lugar
húmedo, accidentado, durante un año lluvioso o un año seco, etc. La preferencia humana
interviene por medio de decisiones sobre cuáles variedades se guardarán para semillas y
cuáles se dejarán de utilizar.
Nuevos cultivos han sido introducidos en todas las regiones del mundo. En lo que a la
zona tropical húmeda se refiere, la época empleada como referencia es 1500 D.E.,
cuando se inició el encuentro entre las Américas y el Viejo Mundo. En ese entonces, los
principales cultivos básicos domesticados en Sudamérica eran: mandioca, maíz, batatas y
patatas (en la sierra). En Centroamérica se cultivaba el maíz, generalmente junto con frijol
y calabaza. Antes de 1500, en esta región el maíz se había extendido hacia el norte y el
sur, la mandioca hacia el norte y hacia el Caribe. En Africa las tierras húmedas producían
ñame, arroz autóctono, mijo y sorgo y, en algunas regiones, plátano y banano (originarios
de Asia sudoriental). En el sudeste asiático el principal cultivo domesticado era el arroz,
pero también había mijo, sorgo, ñame, plátano y banano. Esta lista contiene solamente
los principales productos y excluye otros, tales como las varias leguminosas, legumbres,
especies, etc., que hacia 1500 habían sido difundidas a grandes distancias de su lugar de
origen. Los agricultores movilizaron esos cultivos.
Una mirada a los cultivos del agricultor migratorio de hoy, sembrados con el método de
corte y quema, revela una enorme voluntad de innovar y experimentar. Para la mayoría de
los grupos de la Amazonía la mandioca sigue siendo el alimento básico, pero también
están cultivando maíz, plátano y banano (los que en algunos grupos han sustituido a la
mandioca como el principal alimento), ñame y arroz . En el sudeste asiático el arroz sigue
siendo el alimento preferido, pero se produce menos mijo y sorgo. En toda la región se
cultivan los siguientes productos: maíz (que en algunas regiones se ha convertido en el
alimento básico), mandioca, ñame y batata. En Africa, el maíz, mandioca, batata, ñame, y
la mayor difusión del plátano y banano, han desplazado a muchos de los productos
«tradicionales» o han mermado su importancia.
Esta difusión de plantas por todo el mundo ha permitido que el agricultor de una
comunidad aislada llegue a tomar parte en la transformación global de los sistemas de
cultivo. Así, se ha ampliado el repertorio de plantas y se ha creado la posibilidad de una
mejor correspondencia entre los cultivos y los micrositios dentro de un campo de cultivo.
También en muchas regiones se ha expandido la cantidad de tierra de labranza utilizable;
las tierras que eran demasiado húmedas o secas o demasiado infértiles para las plantas
nativas podían plantarse con nuevos cultivos que prosperarían en esas condiciones. En
algunos lugares, la mayor productividad de los cultivos introducidos permitió la
reestructuración del trabajo familiar para incluir nuevas actividades económicas o, como
sucedió en Africa, contribuyó a compensar la falta de mano de obra, resultado del éxodo
de la población masculina. La inclusión de nuevos cultivos en los sistemas de agricultura
migratoria permitió que el agricultor fuera más productivo y que el agroecosistema fuera
más estable y sustentable, al paso que se iba adaptando a las variaciones del
microambiente y de los micrositios.
Una familia que desmenuza las raíces de mandioca para hacer harina (Vietnam).
Los procesos naturales se prolongan más allá de una sola temporada de cultivo y ,
concomitantemente, la percepción del agricultor de corte y quema respecto a sus
condiciones ambientales se proyecta al futuro. La percepción de la sucesión agrícola
trasciende una temporada para pasar a la siguiente generación, a medida que avanza el
proceso de reproducción natural ayudado y manipulado por el agricultor. Esta
manipulación ha creado bosques antropogénicos en todo el trópico (véase Balée 1989,
también Jorgensen 1978).
Esto no significa que un agricultor de corte y quema pueda explicar los procesos de
sucesión o la ecología forestal y el flujo de nutrientes en el bosque tropical. Sus
conocimientos podrían cifrarse en una creencia religiosa (p.ej., que los espíritus se
enojarían si se hacen o se dejan de hacer ciertas cosas), en la analogía (p.ej., el bosque
es como un padre), o en apreciaciones científicamente erróneas (p.ej., las semillas no se
desarrollarán si canta cierto pájaro). La explicación específica puede no tener sentido
fuera de tal o cual cultura, aunque sí funciona el sistema de conocimientos. No importa
que el conocimiento se cifre en una religión o mito, lo importante es que los agricultores
migratorios comprenden y utilizan los procesos naturales de la zona tropical húmeda para
conservar, y no degradar, la base de sus recursos.
No obstante que este trabajo se centra en la agricultura migratoria en las zonas tropicales
húmedas, debe reconocerse que dentro de esta amplia clasificación regional existen
diferencias de clima, terrenos, población y antecedentes históricos, los cuales han tenido
grandes repercusiones en los sistemas agroecológicos de corte y quema existentes.
En los trópicos húmedos hay diferencias regionales que han tenido gran impacto sobre los
sistemas de corte y quema existentes.
El clima
La cuenca amazónica es una de las regiones más lluviosas del mundo. Aproximadamente
la mitad de la precipitación pluvial se genera mediante la recirculación del agua dentro de
la región; el otro cincuenta por ciento se origina en el Océano Atlántico. La cantidad y
frecuencia de las lluvias se incrementa normalmente de este a oeste; la mayor
precipitación pluvial ocurre en junio al norte de la línea ecuatorial, y en enero hacia el sur
de ésta (Hame y Vickers 1983). La cuenca del Congo es más seca, aun en su parte
central puede haber una «estación seca» que dura hasta dos meses, mientras que la
pluviosidad en la periferia de la cuenca es especialmente inestable al principio y al final de
la temporada de lluvias (Miracle 1973, Kowal y Kassan 1978).
Los terrenos
La población
Las bajas densidades demográficas actuales en las áreas tribales son más indicativas del
efecto de las pandemias y persecuciones del pasado, que de la capacidad de
sustentación de los agroecosistemas autóctonos de la Amazonía. ¿Qué conocimientos se
habrán perdido por las pandemias del pasado y por la persecución que continúa hasta
hoy día? Es difícil decirlo. En las sociedades pequeñas, aunque algunos conocen más
que otros sobre plantas, animales, medicinas, ritos, etc., todos saben lo suficiente para
realizar todas las tareas básicas que les incumbe en la sociedad. Puede haberse perdido
el conocimiento más autorizado, pero queda el «know how» de cada día. Los estudios
referentes a los pueblos amazónicos indican que sus conocimientos autóctonos son lo
suficientemente completos para permitirles mejorar y mantener diversas actividades de
abastecimiento.
Tal como sucedió en la cuenca amazónica, ciertas zonas de Africa fueron desplazadas
como resultado del contacto con el Occidente. El comercio de esclavos jugó el mismo rol
en Africa que las enfermedades introducidas al Nuevo Mundo por el Viejo Mundo. Pese a
esto, Africa tiene en la actualidad la tasa de crecimiento demográfico intrínseco más alta
de toda la zona tropical húmeda (2.6%). Las creencias de la población aborigen y las
costumbres matrimoniales que propiciaban familias numerosas en el pasado, siguen
suficientemente arraigadas como para que se procreen muchos hijos. Las tasas de
crecimiento demográfico se han incrementado porque persisten las altas tasas de
fertilidad, ya no hay muertes causadas por guerras e incursiones entre tribus y existe una
mayor disponibilidad de servicios médicos modernos. Esas altas tasas de crecimiento
demográfico ejercen presiones sobre los sistemas tradicionales de rotación de campos de
cultivo (Pieri, 1987). Este es un problema, no por la gran cantidad de gente, sino por la
forma como se incrementa rápidamente la población. Si una aldea duplica su población
cada generación, puede llegar a quedarse sin suficientes tierras para continuar con el
actual sistema de rotación. Tampoco podrá recurrir a los medios tradicionales (como la
agresión abierta contra otra tribu) para adquirir más tierras.
Patrones de asentamiento
El emplazamiento del caserío puede haberse escogido con criterios que no sean los de la
calidad de los terrenos cultivables aledaños. En todo el trópico, en un área donde hay
varias zonas ecológicas (montañas, bosques, praderas y pastizales, áreas inundables), un
caserío puede estar situado en una zona transicional que brinda acceso a cada zona
ecológica y a sus recursos (Posey 1983).
En ciertos lugares de la Amazonía, donde existe una zona ecológica dominante, los
criterios empleados para decidir sobre el emplazamiento de una aldea tienen que ver con
el bienestar de la comunidad: materias primas para los ritos, abundantes animales de
caza y/o peces, buena visibilidad para evitar incursiones sorpresivas y disponibilidad de
agua. Estos criterios pueden primar sobre los beneficios de la fertilidad inherente de los
suelos cerca del emplazamiento, no porque los pobladores desconozcan cuál es la
fertilidad de los suelos sino porque cultivan mandioca, el cultivo básico de muchos grupos
amazónicos (Moran 1989). La mandioca está muy bien adaptada a los suelos tropicales y
crece incluso en ausencia de elementos nutrientes, en suelos ácidos o que tienen un alto
grado de toxinas de aluminio. El hecho de que la mandioca tolere la poca fertilidad de los
suelos permite emplear otros criterios para decidir sobre el emplazamiento de una
comunidad.
En Asia sudoriental, tanto continental como isleña, los agricultores de corte y quema
habitan predominantemente los cerros, utilizando las laderas para conseguir un buen
drenaje de sus sembrados. Tal como lo demuestran la Amazonía y el Africa, la agricultura
de corte y quema no está ligada a terrenos en declive. La dicotomía entre cerro y valle,
agricultor de corte y quema y agricultor arrocero, dicotomía que existe en el sudeste
asiático, es el resultado de factores históricos más que de principios agronómicos. Los
agricultores de corte y quema, empujados desde los valles hacia los cerros por quienes
llegaron después a esas tierras, se han adaptado a las laderas y las han tomado como su
sitio agroecológico. En el continente, los agricultores integrales prefieren vivir en
pequeños valles fluviales. Aunque las islas interiores de Indonesia son normalmente
cultivadas por agricultores permanentes, los agricultores de corte y quema integral viven
en muchas de las otras islas del sudeste asiático y constituyen la población predominante
en partes de Sumatra, Sabah y Sarawak.
En toda zona tropical húmeda lo acostumbrado es que cada familia esté a cargo de su
propio campo. Sea que viva en una casa comunal, en casas individuales, en caseríos
donde un shamán o los más ancianos de la tribu escogen el bloque de bosque que
utilizaran durante tal o cual año para la agricultura de corte y quema, cada hogar goza de
autonomía para decidir respecto de los cultivos, la mano de obra y la utilización de un
micrositio. Aun cuando hay normas comunales concernientes a las terrazas irrigadas,
como las hay en el sudeste asiático, se considera que los campos de corte y quema son
de propiedad y aprovechamiento individual (Prill-Britt 1986). Sin embargo, aunque los
agricultores de corte y quema tienen una forma de organización menos rígida que los
campesinos, sí hay algunas comunidades sumamente estructuradas. Por ejemplo, el
cronograma de cultivo de los Luá y Karen de Tailandia septentrional es normado muy
estrictamente por el shamán o los ancianos. Ellos deciden qué partes de la reserva
forestal manejada, serán cortadas para la agricultura, cuándo se las cortarán y cuándo se
las quemarán (Kunstadter 1978c, Keen. s.f.). Pero parece ser más común que los jefes de
la aldea o caserío tengan autoridad para resolver disputas entre los miembros
individuales, mientras que las actividades agrícolas, a menos que vulneren los derechos
de otros, incumben a cada hogar individualmente (Weinstock 1986).
Por lo tanto, el hogar del agricultor de corte y quema debe adoptar una serie de
decisiones con respecto al manejo del componente agrícola del ecosistema. Tales
decisiones se adoptan de acuerdo con los recursos disponibles, el conocimiento individual
sobre cómo deben utilizarse esos recursos, las normas y preferencias relativas al lugar de
residencia, las creencias religiosas y las sanciones de esa sociedad, y la disponibilidad de
mano de obra de cada hogar.
El ciclo de corte y quema tiene seis etapas, en cada una de las cuales el agricultor deberá
adoptar decisiones críticas sobre la ubicación, cronograma, cultivos y aporte de mano de
obra: la selección del sitio, desbroce, quema, plantación, deshierbe y protección, cosecha
y sucesión. Si la decisión es errónea en cualquiera de estas etapas, el resultado podría
ser una cosecha reducida o, quizás, ninguna.
Los agricultores de corte y quema reconocen que la fertilidad del suelo está vinculada al
crecimiento del bosque. Consideran, por tanto, que un bosque maduro tendrá suelo bueno
para los cultivos (Dove 1983; Warner 1981). Esto es confirmado por las investigaciones
edafológicas que vinculan los elementos nutrientes con la biomasa existente en el
ecosistema del bosque pluvial tropical; cuando mayor sea la biomasa, mayor será la
cantidad de nutrientes disponibles para los cultivos (Richards 1952; Jordan 1982; Poulsen
1978). Aunque hay una preferencia entre los agricultores por el bosque maduro, algunos
grupos prefieren el bosque maduro primario y otros el bosque maduro secundario (Conklin
1957; Nietschmann 1973; Rambo 1983; Beckerman 1987).
terrenos en declive,
pendiente vertical
pantanales
terreno erosionables
Ubicación:Luzón, Filipinas (Prill-Brett 1986)
En toda la región tropical es muy común categorizar el suelo de acuerdo con su color. En
la Amazona, por ejemplo, los suelos negros u obscuros se consideran los mejores; un
poco de sabiduría etnoagronómica, avalada por el análisis de laboratorio (Balée 1989,
Johnson 1983). También es importante la textura; la mandioca es una raíz alimentaria que
necesita suelos de textura no compacta para que puedan desarrollarse los tubérculos
(véase el Cuadro 4). Entre los Machiguenga, la cubierta forestal no se considera indicativa
de suelos fértiles porque «los árboles siempre crecen en el bosque», ya sea ese suelo
adecuado o no para cultivos (Johnson 1983). Los Kuikuru distinguen entre el bosque
sobre suelos negros y rojos, y desbrozan el bosque de suelos negros para el maíz, que
necesita más nutrientes. El sabor del suelo también puede ser usado como indicador. Si
es «dulce» se considera que el suelo será más fértil (Hill y Moran 1983).
Suelos: los mejores son descritos como negros, sin piedras grandes,
blandos (fáciles de trabajar) y bien drenados (Johnson 1983)
Kuikuru njonjo suelo rojo, arenoso Usado para mandioca
Suelos: los mejores suelos son descritos por la población local como
tierra negra y producen tubérculos mucho más grandes que la tierra
roja. Preferirían plantar ahí su mandioca, pero es raro encontrarlo;
entonces plantan maíz en el tumbutiñi, puesto que no crecerá bien
en njonjo (Carneiro 1983).
Wakuenal ..................... negro, café Buenos suelos, los
mejores de la zona
..................... amarillos Mejores suelos, pero no
están disponibles
napu?
franco arenoso color
más claro; contiene
más arena y menos
arcilla que nâpunâpu?
baras No adecuado para corte y
arena quema
bagan-daga?
suelo laterítico rojo
para?u
tipos específicos de Existen en áreas muy
bal-ugu restringidas y no cubren
arcilla, denominados una superficie suficiente
kiraw para ser considerados de
punsu después que fueron mayor importancia
encontradas en el
lugar
Otras maganit muy pesado No adecuado para corte y
especificaciones: quema
En Africa los agricultores reconocen que los suelos fértiles requeridos por los cultivos se
desarrollan bien si se plantan sobre los montículos de las termitas.
Es frecuente que los montículos de termitas sean los sitios favoritos para los campos de
corte y quema. En Africa los agricultores reconocen que los cultivos necesitan suelos
fértiles; el quimbombó y la calabaza se desarrollan bien si se los planta en esos
montículos. Estudios recientes sobre las propiedades de las termitas han demostrado que
los termiteros tienen mayores niveles de suelos base, agua en el suelo, materia orgánica,
limo y arcilla, que los suelos adyacentes (Nyamapfene 1986, Arshad 1982, Mielke 1978).
Los cultivos comerciales se han desarrollado con éxito en el Africa como una parte del
agroecosistema, porque los agricultores conocen la correspondencia entre el color del
suelo y su fertilidad. En Ghana, por ejemplo, los agricultores que escogen un sitio para
sus cacaotales prefieren los suelos arenosos y grises, y buscan la presencia de
determinados árboles en el sitio donde van a plantar. La presencia de árboles tales como
Cylicodiscus gabunensis y Ricinodendron hendolotü les indica que es un buen suelo para
el cacao, mientras que los malos suelos para este cultivo están asociados a la presencia
de Mallotus opposilifolius y Aracia pennata (Bennah 1972:252).
Aunque se reconoce que los campos preparados en bosques primarios necesitan menos
y pueden producir más, los bosques primarios exigen más trabajo de corte y demoran
más en secar para la quema (Véase Dove 1983; Freeman 1970). También se consideran
los usos futuros del sitio propuesto, si, como sucede entre los Iban y Tagbanwa, los
campos van a cultivarse un segundo año, entonces el trabajo extra necesario para
desbrozar un bosque maduro podría considerarse rentable (Dove 1983; Warner 1981).
Encontrar un sitio con un bosque primario (y que tenga, además, suelos o terrenos de tal
o cual tipo), es tan sólo uno de los pasos en el proceso de decidir sobre la selección del
sitio. Para la ubicación específica del sitio se necesitan criterios que tomen en
consideración la utilización de otros recursos del agroecosistema, así como las
costumbres del lugar de residencia y la disponibilidad de mano de obra. Puesto que la
gente se moviliza a pie (en algunas regiones se hace por barco), el campo no puede estar
tan alejado de la vivienda familiar para que un viaje de ida y vuelta no resulte demasiado
largo. «El ocupar demasiado tiempo» para llegar al campo y regresar de éste es una
cuestión cultural y depende de la apreciación de los costos de oportunidad de dedicarse a
la agricultura más que a otras actividades (Vickers 1983). Si se realizan otras actividades
como la caza, pesca y recolección, el campo escogido no debe estar tan lejos que las
restrinjan. Por cuanto la agricultura es sólo un componente del agroecosistema, el tiempo
edicado a las faenas agrícolas de corte y quema debe tener un límite: las actividades
agrícolas no pueden absorber el tiempo que requieren otras actividades económicas.
Las personas, aldeas o caseríos se trasladan a otro lugar de residencia, cuando algunos
componentes del agroecosistema exigen el tiempo y energía que debería dedicarse a
otras actividades. La estrategia de nichos multieconómicos exige que los diversos
componentes estén en armonía para que el agroecosistema pueda conservar su
estabilidad. Los habitantes de un lugar se trasladan a otro cuando los campos están
demasiado alejados para permitir la caza o la pesca, o cuando, debido al agotamiento de
la caza, hay que dedicarle a esta actividad el tiempo que debería utilizarse para la
agricultura. En Africa, donde generalmente la agricultura de corte y quema complementa
la realizada en campos permanentes y, en muchos lugares, a los cultivos arbóreos
comerciales, el sitio está circunscrito a un espacio bastante cercano a la aldea o finca. El
agricultor tiene que encontrar el mejor sitio para esta agricultura dentro de ese espacio.
Pero en zonas donde escasean las tierras, el jefe de la familia ampliada puede actuar
como árbitro final; el agricultor individual deberá obtener su permiso antes de la selección
definitiva del sitio (Engel et al. 1984).
Se consideran, además, los recursos específicos del posible sitio en el bosque. Los
Chacibo de la Amazonía boliviana prefieren sitios cercanos a los árboles de nuez del
Brasil, para que las mujeres puedan recolectar las nueces mientras cuidan los cultivos
(Boom 1989). En el momento de decidir sobre el sitio se debe pensaren la cosecha,
porque si el sitio es distante habrá que demorarse horas llevando hasta el hogar la
pesada carga de los productos cosechados. Con el objeto de aligerar el viaje entre la casa
y el campo de cultivo, se pueden construir casas para albergar a los miembros de la
familia durante la época de cultivo, manteniendo a la vez una casa en la aldea (Salick y
Lundberg 1989). En algunos grupos, las familias construyen cabañas para vigilar sus
cultivos durante el día y protegerlos de los animales y pájaros, pero los miembros de la
familia regresan a sus hogares cada noche (Warner 1981).
Por todas estas variables de suelos, distancias, cultivos y otras actividades económicas,
el agricultor debe tener no solamente los conocimientos ambientales suficientes para
juzgar la calidad agrícola del terreno, sino, además, la capacidad de gestión para
determinar si su ubicación permitirá la realización de otras actividades económicas
importantes.
Una vez que se haya encontrado un posible sitio que satisfaga los requerimientos de
suelo y distancia, deberán considerarse también los factores sobrenaturales. En algunas
sociedades los ritos se cumplen para comprobar si el campo es bueno: si está libre de
malos espíritus. Si son malos los presagios, se le abandonará como un posible sitio de
cultivo y se escogerá otro (Warner 1981). Si lo sobrenatural da su aprobación, el agricultor
tiene que considerar la disponibilidad de cultivos/variedades y su conveniencia para el
campo en cuestión. ¿Son demasiado inclinadas las laderas para el arroz? ¿Es demasiado
húmeda la tierra para el maíz? ¿Dará buenos resultados una variedad preferida de arroz
en suelos mal drenados? Si el sitio satisface estos criterios, solo entonces se comenzará
el desbroce.
Luego, entra en juego la consideración de cuál debe ser el tamaño óptimo del campo
(véase el Cuadro 6). Aunque, a veces se trabaja en conjunto, el principal grupo de trabajo
es el grupo familiar independiente (Weinstock 1986). Cuando se necesita más mano de
obra de la que puede prestar la familia, se organizan intercambios de trabajo con otros. La
fuerza laboral así constituida puede parecer comunal, pero los individuos dentro del grupo
estarán acumulando o devolviendo obligaciones de trabajo. Las sociedades amazónicas
que libran batallas esporádicas, por ejemplo los Yanoamas, pueden desbrozar en grupo el
bosque primario o maduro para luego dividirlo y aprovechar el campo de cultivo individual
(Smole 1989).
En las sociedades de este tipo los hombres siempre desbrozan el bosque alto, aunque el
tamaño del campo preparado está determinado por otros factores, distintos de la
capacidad de desbroce. Se consideran factores tales como el tiempo que puede dedicar
un hombre al desbroce sin sacrificar otras actividades económicas, y la extensión que el
trabajo de una familia podrá mantener deshierbada y protegida (Debas¡-Schweng 1974;
Engel et al. 1984). Las aspiraciones de una familia también intervendrán en la decisión.
En muchas sociedades, cuando una familia quiere adquirir una cierta categoría le será
necesario hacer un campo grande, puesto que la generosidad con los alimentos, las
celebraciones y agasajos, etc., son indispensables para adquirir prestigio. Pese a que no
hay límites en cuanto al tamaño mínimo de un campo de cultivo familiar, sí hay un límite al
tamaño máximo. Pocos agricultores de corte y quema tratan de cultivar más dedos o tres
hectáreas, aunque pueden tener barbechos del mismo tamaño o más grandes, los cuales
deshierban y cosechan esporádicamente.
Es posible obtener una quema mucho mejor donde hay una estación seca que en las
zonas siempre húmedas. Donde la estación seca es muy marcada y dura de dos a tres
meses, los agricultores de corte y quema talan el bosque durante los últimos días de lluvia
y dejan que se seque el campo. Ellos tratan de calcular bien el tiempo de desbroce para
optimizar la quema posterior; si los árboles se cortan muy pronto y continúan las intensas
lluvias, la vegetación se pudrirá en vez de secarse y no se quemará bien, pero si el
bosque se corta muy tarde podría no secarse a tiempo para la quema y plantación
(Carneiro 1983, Johnson 1983).
Indicador
Tiruray
Indicador primario: La presencia de la constelación Seretar,
proximadamente a 20 grados enel horizonte cuando salen las
estrellas.Indicadores secundarios: Elcomienzodel viento
megenihan desde el oriente, y la floración de determinadas
Ubicación: plantas silvestres.
Ubicación:
Sarawak (Freeman 1970)
Semai Es tiempo para comenzar a clarear los campos cuando a una
cierta cantidad de árboles llamados perah (Elateriospermun
tapos) le rebrotan las hojas.
Ubicación:
Malasia (Dentan 1968)
Los métodos de desbroce son similares en toda la zona tropical. Comprenden dos etapas:
primero se desbroza el sotobosque y luego los árboles. La tala de árboles grandes
requiere tiempo y pericia. Por cuanto los agricultores pioneros de corte y quema recién
han entrado en el monte y generalmente tienen poca experiencia en la tala de enormes
árboles con grandes contrafuertes, suelen contratar a agricultores integrales para hacerlo.
Los propios agricultores de corte y quema integral consideran que la tala de árboles es
una tarea peligrosa para la cual hay que tener experiencia. Por ello, los jóvenes pueden
pedir, e incluso contratar, a hombres más hábiles para que corten los árboles de mayor
tamaño (Warner 1981).
La corta selectiva constituye una técnica normal de manejo para mantener la sucesión
forestal. Durante el desbroce se respetan las especies valiosas, aunque algunas de éstas
pueden cortarse de manera que rebrote la cepa o cortarse a la altura de la cintura
(Fosbrooke 1974; Denevan et al. 1984). Se acostumbra proteger los árboles que sirven
para madera, nueces, aceite y fruta, ya sea en el borde del bosque o dentro del mismo
campo. Tales árboles pueden estar protegidos durante el período de cultivo y, al quedar el
campo en barbecho, ellos formarán la base para la primera etapa de la sucesión forestal
(Denevan et al. 1984; Engle et al. 1984; Yandji 1982).
En resumen, las decisiones referentes al sitio y al tamaño del campo y a cuándo y cómo
desbrozarlo exigen que el agricultor de corte y quema sea muy conocedor de lo siguiente:
su entorno físico; la disponibilidad de brazos para el componente agrícola de corte y
quema del agroecosistema; los elementos indispensables para los cultivos y las futuras
necesidades agrícolas y de materias primas, etc. de la familia. Estas decisiones están
vinculadas con otras similares del pasado y con aquellas que se adoptarán en el futuro.
Para mantener los antiguos campos en diversas etapas de sucesión es indispensable que
se adopten, sistemáticamente, las decisiones correctas respecto al lugar adecuado para
el campo de cultivo.
Los Desana del Alto Río Negro, en el occidente del Brasil, habitan una zona húmeda
(llueve durante todo el año). Utilizan las constelaciones para determinar el cronograma de
los muy breves períodos de sequía. Las constelaciones sirven para crear un calendario
económico, mediante el cual se programan las actividades agrícolas y la recolección y
pesca. Es difícil determinar si el conocimiento propio y empírico de las constelaciones
«funciona». Lo más importante es que, en condiciones ambientales inciertas, al
correlacionar los cambios atmosféricos y celestiales, la maduración de la fruta, etc., se ha
creado un marco conceptual para las observaciones bioclimáticas que intenta encontrar
los esquivos pero vitales períodos sin lluvia (Ribeiro y Kenhíri 1989).
Crotálida1
Fuertes lluvias Desbrozar sotobosque; talar
árboles
NOVIEMBRE
Armadillo Lluvias
MARZO Cucura , la estación seca,
3
Se queman los árboles cortados
dura 4 días lluvias leves en noviembre y diciembre,y el
seguidos por dos sotobosque desbrozado en
semanas de una enero.
temporada seca: el
verano de la palma dendé
ABRIL
Lluvias intensas y
Calabaza con pulpa de constantes que causan
umari sobre un pedestal inundaciones
JUNIO
Nutria Lluvias
lluvias
La quema
La quema es indispensable para obtener una buena cosecha con un mínimo de trabajo.
La quema tiene seis efectos benéficos (Rambo 1981: 5-9).
3. Disminución de la acidez del suelo. Puesto que las cenizas vegetales suelen ser
alcalinas, la quema incrementa el pH del suelo. Esto ayuda a superar uno de los
problemas más graves de los suelos tropicales, la toxicidad de aluminio, por
cuanto un incremento en el pH del suelo reduce el aluminio intercambiable (Morán
1981: 116-117, Popenoe 1960:100).
4. Mayor disponibilidad de nutrientes en el suelo. El calentamiento del suelo
permite que los nutrientes almacenados estén más accesibles para las plantas
(Nye y Greenland 1960: 71-72).
Los agricultores de corte y quema reconocen que una buena quema mejora la producción
del campo de cultivo y reduce el tiempo dedicado al deshierbe. El problema consiste en
cómo conseguir una buena quema. Mientras que la selección del sitio y el desbroce son
actividades controladas por el agricultor, los resultados de la quema dependen mucho de
la buena suerte.
Es dificil fijar la fecha para la quema porque una «buena quema» debe realizarse una vez
que esté seca la madera, pero antes del inicio de las lluvias. En la zona perhúmeda
alrededor de la línea ecuatorial, la estación seca puede ser tan breve que no es tal
realmente y la quema resulta difcil (Harris 1973: 252). En vez de rezar a los dioses o
espíritus para que llueva, en la región ecuatorial la gente pide que deje de llover para que
pueda quemarse la vegetación (Vickers y Plowman 1984). Visto que se trata de una
decisión tan importante, que tendrá ramificaciones durante todo el resto del ciclo de
cultivo tanto en el aspecto de trabajo como en el de productividad, la decisión de cuándo
quemar causa muchísima preocupación.
Lo ideal es quemar el terreno precisamente antes que caigan (o aumenten) las lluvias. Si
se quema demasiado pronto después del desbroce, la vegetación no se habrá secado lo
suficiente y la maleza podría comenzar a reasentarse en el campo quemado. De ocurrir
esto, el campo tendría que deshierbarse antes de la plantación (Warner 1981:20). Si la
quema es pobre requerirá una segunda quema. En tal caso, se apilará la vegetación
parcialmente quemada para volver a quemarla, a veces amontonándola alrededor de las
trozas no quemadas. En algunas de las áreas más húmedas este proceso deberá
repetirse una y otra vez, hasta que el terreno haya quedado bien quemado. En una
comunidad siempre hay agricultores cuyos campos no se han quemado bien, y seria muy
raro que alguno de aquellos no hubiese experimentado una mala quema en alguna
ocasión (Véase el recuadro 1).
Si se trata de una sociedad en la cual una familia puede tener varios campos de cultivo,
por ejemplo, cuando un campo se ha obtenido de un bosque primario y otro del campo de
cultivo del año anterior, un terreno podría quemarse antes que otro para aumentar la
posibilidad de que uno, por lo menos, se acople con las lluvias (Warner 1981). Este es,
también, un intento encaminado a minimizar el riesgo mediante una estrategia de
diversificación y variación.
Los Tagbanwa, agricultores de corte y quema integral, consideran que los suelos del
interior no son aptos para la agricultura, razón por la cual habitan tradicionalmente los
litorales oriental y occidental en el centro de la isla filipina de Palawan. Su ambiente
natural está constituido por pequeños valles abruptos, que corren de occidente a oriente
desde las montañas y estribaciones del centro de Palawan hasta las playas del Mar del
Sur de China. La zona costanera es de aguas superficiales, con arrecifes que se
extienden desde la costa hacia el mar. Por la configuración topográfica, los ríos son de
corta extensión y fluyen por muchas pendientes.
No sólo hay variabilidad de un año a otro, sino que la hay de un lugar a otro en todo el
litoral. Aunque se considera que la costa occidental forma una zona climática, en estos
amplios límites hay muchas variaciones.
Los Tagbanwa reconocen que el momento oportuno para la quema es crucial; el terreno
seco debe quemarse precisamente antes del comienzo de las lluvias. Porque los terrenos
no son generalmente contiguos, la decisión de la quema recae sobre cada agricultor. Al
quemarse la vegetación el humo se destaca claramente en el cielo. Todos saben quién
está haciendo la quema y dónde la está haciendo, y la tensión aumenta cuando los
campesinos visitan sus campos rozados y observan el cielo. Las lluvias llegan desde el
oriente; encima del mar se van formando enormes bancos de nubes que obscurecen el
horizonte. Cuando los bancos de nubes comienzan a formarse, los terrenos que aún no
han sido quemados lo serán, añadiendo sus humos al ya oscurecido cielo. Pero algunos
agricultores esperan demasiado y les «coge» la lluvia. Ellos tendrán que hacer una quema
secundaria y trabajar más en el deshierbe.
En la mayoría de las sociedades que practican esta agricultura, la quema es realizada por
los hombres. Si el campo está en la ladera de un cerro y rodeada por bosques, se suele
emplear la técnica de comenzar el fuego desde abajo para ir quemando hacia arriba. El
fuego se prende con una antorcha en todo el campo, cuidando mucho de los árboles
grandes que han sido talados. Si un campo colinda con un campo cultivado se suele
iniciar el fuego en el lindero común, para luego dirigirlo hacia el campo rozado.
A veces los fuegos se salen de los límites, pero en casi toda la zona tropical perhúmeda
no hay mucha preocupación por ello ni por la posible destrucción del bosque. Esto se
explica, en parte, por las condiciones de humedad del bosque en esa zona; el fuego no se
extenderá mucho y causará poco daño. En la Amazonía, por ejemplo, las zonas boscosas
son tan grandes que los sitios quemados por los fuegos que se han escapado
representan una pequeña parte de la selva. Se piensa que el bosque quemado por
accidente puede recuperarse con rapidez, especialmente en las áreas más húmedas. En
las áreas más secas, los fuegos se extenderán mucho más y pueden causar daños
considerables; los árboles grandes se queman y caen al suelo. Pero, aun así, quizás esto
no sea un problema. Ya que la caza en estas áreas será buena, el bosque quemado se
convierte en un recurso mejorado. Incluso se plantan huertos en los sitios quemados por
estos fuegos y se los considera como un beneficio inesperado que puede rendir bien
(Ruddle 1974).
Dentro de los campos, la vegetación que fue escogida y salvada durante el desbroce será
protegida del fuego. Por ejemplo, el área alrededor de un árbol privilegiado se desbroza
para que el fuego no se acerque demasiado y le cause daño permanente. La vegetación
protegida permanecerá en el campo durante la época de cultivo y cosecha y llegará a
formar parte de la sucesión natural del bosque.
La plantación
Una vez que se ha quemado el campo desbrozado, hay que decidir cuándo y qué se
plantará. Esta decisión es de importancia vital. Después de la quema, los campos
contienen una capa de nutrientes que serán arrastrados rápidamente por la lluvia. En las
zonas perhúmedas, el agricultor de corte y quema plantará enseguida en el campo
quemado. En aquellas zonas donde hay una estación seca es necesario plantar
rápidamente -apenas comiencen las lluvias- para que las plantas puedan aprovechar los
nutrientes antes de que se pierdan en el sistema. Se ha estimado que, en Africa, una
semana de demora en la plantación podría reducir la cosecha en un tercio (Porter 1970).
Esta producción reducida se debe a la lixiviación de los nutrientes por las lluvias y, en
menor grado, a la mayor escasez de agua a medida que avanza la estación seca. Las
semillas sembradas cuando el suelo está seco «echarán extensas raíces,
aprovechándose de la efímera presencia de grandes cantidades de fósforo y otros
minerales. Los cultivos tardíos, que se desarrollan en suelos más hidratados o saturados,
desarrollan sistemas radiculares menos extensos y son más vulnerables a los efectos de
la sequía, si ésta llega más tarde» (Porter 1970:193).
Por cuanto los agricultores de corte y quema tienen una gran variedad de cultivos, pueden
escalonar la plantación según las condiciones en las cuales tal o cual cultivo daría los
mejores resultados. Primero se plantan aquellos cultivos, o las variedades específicas de
cultivos, que pueden desarrollarse bien en condiciones de relativa sequedad, y luego se
plantan los cultivos o variedades que necesitan más humedad. Tal como sucede con la
quema, si hay más de un campo de cultivo también hay una tendencia a diversificar aún
más. Entonces, puede plantarse un campo antes que otro, quizás con diferentes cultivos,
con la esperanza de que al menos algunos de los cultivos en uno de los campos se
planten en las condiciones más favorables.
Cultivo Indicadores
Tiruray Arroz La posición de las principales constelaciones
rige en toda la época. Los días precisos para la
plantación se calculan según la luna, que indica
los días propicios y no propicios.
Ubicación: Mindanao sudoccidental, Filipinas (Schlegel 1979).
Iban Arroz Cuando las Bintang Banyak (las Pléyades)
aparecen en el cenit, poco antes del amanecer,
se inicia la siembra de arroz.
Ubicación: Sarawak (Freeman 1970)
Al escoger un sitio para cultivarlo el agricultor puede proteger los árboles y plantas que ya
se encuentran ahí, debido a su carácter comestible, usos medicinales o contenido de
fibra, o porque ofrecen otros valores económicos. Pero, además de esto, también le
conviene dejar partes de la vegetación existente en el campo para tener sombra, una
capa vegetal protectora, protección contra el viento, estacas para las plantas trepadoras,
etc. Esta forma de manejo del micrositio altera el clima para los cultivos al formar áreas
más extensas con características convenientes (generalmente brindan protección del
calor y del sol), y conserva estas características dentro del área de cultivo (Padoch y de
Jong 1987; Wilken 1973: 545).
En terrenos muy extensos sería imposible realizar este manejo de los micrositios, pero el
tamaño del campo en el cual se practica el corte y quema lo permite. El pequeño campo,
que parece tan caótico, es el resultado final de la aplicación de los cultivos antiguos y
nuevos, la vegetación preservada, los suelos y el manejo del microclima (Stigter
1984:174).
La selección de los cultivos y de las zonas para plantarlos depende de las necesidades
específicas de esos cultivos, de su vulnerabilidad a las plagas y de los micrositios
presentes en el terreno. Es en relación con estos micrositios que un observador divisa
pequeños «plantíos» de la misma variedad dentro del campo de cultivo. Los Ka-apor,
porejemplo, plantan las variedades de mandioca de rápido crecimiento, que están
expuestas a la destrucción por las hormigas cortahojas, en el centro de sus campos, y
plantan las variedades de lenta maduración, que son inmunes a estos insectos, en la
periferia. La técnica está concebida para crear la mayor distancia posible entre las
hormigas y las plantas que estas prefieren (Baleé y Gély 1989, véase, también, Stocks
1983).
Este problema es recurrente durante la época de las cosechas. Si hay un solo cultivo, o si
la mayor parte del campo está dedicada a una variedad de cultivo que debe cosecharse o
elaborarse rápidamente (por ejemplo, una sola variedad de arroz), quizás la familia no
pueda satisfacer las necesidades de mano de obra. Si no hay la mano de obra necesaria
en el momento oportuno, los cultivos podrían no cosecharse o podrirse en los lugares de
almacenamiento.
La plantación escalonada y los cultivos múltiples crean una secuencia de cultivos que
podrán cosecharse y procesarse en su debido tiempo. Así se «nivela» la demanda de
mano de obra, de tal forma que la familia pueda aportar la fuerza de trabajo necesaria
(Debasi-Schweng 1974:80). Puesto que las decisiones respecto de cuándo se cortará,
quemará y plantará suelen tomarse individualmente por cada hogar, las fases del ciclo de
producción agrícola familiar dentro de una comunidad pueden llevar un ritmo distinto,
según la decisión de los hogares. Esto permite aunar recursos laborales extrafamiliares
dentro de la comunidad, con los cuales se puede contar de vez en cuando, según sea
necesario. Está claro que el factor crítico no es sólo la cantidad de fuerza de trabajo
necesaria, sino la distribución cronológica del trabajo. Estos agricultores procuran eliminar
los momentos de máxima y mínima demanda trabajo y tratan, mas bien, de contar con un
flujo de energía uniforme durante todo el ciclo agrícola, mediante la diversidad y variación
de los cultivos.
En resumen, el agricultor de corte y quema tiene que decidir cuándo iniciará la plantación,
qué deberá plantar y cuál será la secuencia de plantación. Tal como sucede con la
quema, la decisión sobre el momento oportuno para plantar está cargada de inquietud; si
se planta demasiado temprano o demasiado tarde se necesitarán más brazos para
deshierbar y podría ocasionar una menor producción. Sin embargo, estos agricultores se
han adaptado a sus condiciones utilizando las plantaciones escalonadas y los cultivos
diversificados.
El deshierbe y protección
Se reconoce, desde hace mucho tiempo, que el deshierbe es uno de los factores
determinantes de la producción agrícola en el trópico (Chang 1968; Janzen 1973). Los
mismos nutrientes creados por la quema y que tanto benefician a las plantas cultivadas,
también son sumamente provechosos para las plantas silvestres (Uhl 1983). Se ha
estimado que el deshierbe bien realizado puede incrementar la producción en las zonas
tropicales y subtropicales casi en un 100 %, e incluso más (Ashby y Pfieffer 1956). Por
consiguiente, el deshierbe es un trabajo esencial que debe realizarse para que no
disminuyan las cosechas o para que no se pierdan del todo. Puesto que una buena
quema elimina las semillas de la maleza, el momento preciso para la quema tiene
repercusiones durante el resto del ciclo agrícola. La cantidad de biomasa que se ha
quemado también tiene su importancia. La buena quema es la «quema caliente». Esto
significa que el bosque maduro se ha cortado, secado y quemado bien y que habrá
menos maleza, al menos durante los primeros 6 a 9 meses (Hames 1973:24).
Muchos investigadores mencionan que la infestación de los campos con hierbas, más que
el decaimiento de la fertilidad del suelo, lleva a la decisión de dejar de trabajar un terreno
de corte y quema. Aunque la quema beneficia al suelo con nutrientes, éstos comienzan a
disminuir rápidamente hasta decaer al nivel inicial antes de la quema (Nye y Greenland
1964; Andriesse 1977). La disminución de los nutrientes, primero rápida y luego
progresiva, no se considera un elemento tan importante en la decisión de desbrozar otro
terreno, como sí lo es la mayor necesidad de mano de obra para deshierbar. Mientras la
necesidad de brazos sigue aumentando, a la vez que otras plantas compiten con los
cultivos por los nutrientes, va decayendo la producción y, por ende, disminuyendo el
periodo de cultivo (Greenland 1974). Finalmente, llega el momento en el cual el trabaj o
que se requiere para limpiar el terreno de malezas será superior al trabajo necesitado
para desbrozar un nuevo sitio en el bosque (Janzen 1973; Nye y Greenland 1960;
Sánchez 1976; véase también, Rambo 1983 y Stayer 1989).
Pero no todas las malezas son iguales. A las malezas se las considera como una parte
inevitable de la agricultura (Alcorn 1989). No todas las plantas que parecen no haber sido
plantadas son realmente «malas» hierbas. Los agricultores de corte y quema del trópico
practican el deshierbe selectivo. Investigaciones en la Amazona han demostrado que la
mitad de las especies vegetales en un terreno de corte y quema podrían no haber sido
plantadas, sino que estuvieron en el terreno antes del desbroce o aparecieron mientras se
le estaba utilizando (Baleé y Gély 1989). Si una planta es útil, se la «deja en el sitio o se la
protege... lo que se decida al respecto dependerá de la biología de la especie, de la
cantidad de materia vegetal que sea necesaria y de lo que piense el agricultor» (Alcom
1982: 401). Esta plantita voluntaria o «rústica» es un beneficio para el agricultor, quien
tendrá una planta útil con poco trabajo.
Se puede dejar que retoñen los árboles existentes en lugar de removerlos, especialmente
cuando son útiles pero de lento desarrollo. Las plántulas de especies arbóreas útiles
pueden protegerse para cosechar frutos, fibras, etc. en el futuro o porque atraen a los
animales de caza (Denevan et al., 1984 Clay 1988). Los árboles que aparecen en un
bosque maduro podrían conservarse como fuente de plántulas para fomentar el
restablecimiento del bosque (Olafson 1983). Es posible, sin embargo, que las especies
leñosas pioneras y las plántulas del bosque primario decaigan durante los repetidos
deshierbes del terreno, como resultado de los esfuerzos por impedir que afecten a los
cultivos domesticados. Uhl (1983) encontró que en la Amazona, donde se cultivaban
campos intercalados de mandioca durante algunos años, el deshierbar varias veces por
año iba modificando la vegetación natural del terreno de corte y quema; disminuían las
especies arbóreas y arbustivas y se desarrollaban hierbas como maleza dominante. Esto
se debía a la capacidad de las hierbas para «germinar, florecer e introducir sus semillas
entre uno y otro deshierbe, aumentar su densidad y acumular semillas propagadoras»
(Uhl 1983: 75-76). Una vez que se ha establecido el desarrollo herbáceo, es necesario
intensificar la labor de deshierbe o decidir si se abandonará el campo, dejándolo a la
sucesión, y proceder al desbroce de otro.
Los pájaros, como el tejedor africano, pueden devastar un campo de arroz y mijo. En
muchas sociedades de agricultores de corte y quema, los niños más grandes de la familia
se ocupan de ahuyentar a los pájaros, tarea que exige horas de vigilancia y poca
habilidad, para que los adultos puedan realizar otras actividades.
Los investigadores que han intentado ejecutar ensayos prácticos en el trópico, tropezaron
con los mismos problemas de protección de los cultivos que los agricultores de corte y
quema. Nye y Greenland (1964) mencionan la pérdida casi total de una parcela de ensayo
de mandioca y taro por la depredación de los roedores de la caña de azúcar; y Maass et
al (1988) estimó que una manada de pecaríes (Tayassu tajocu Alston) destruyó el 80% de
una parcela de ensayo de maíz.
El rendimiento de las cosechas varía según el clima, selección de cultivos, mano de obra,
enfermedades, animales nocivos y sitios de cultivo. Los rendimientos serán mayores si el
sitio desbrozado está en un bosque maduro, porque se tendrá una mejor quema, menos
malezas, etc. El rendimiento de algunos cultivos, como el arroz, va decayendo con cada
siembra sucesiva; mientras que otros, como la mandioca, no parecen sufrir ninguna
merma (Nietschmann 1973). Incluso si los rendimientos disminuyen con cada plantación
sucesiva, también podría disminuir la necesidad de mano de obra y habría una ganancia
neta de todos modos. En un lugar de América Central se encontró que al segundo año los
campos agrícolas proporcionaban solamente el 40-50% de las calorías que podían
obtenerse de un campo nuevo, pero con sólo el 30% de aporte de mano de obra
(Nietschmann 1973: 148).
El objetivo principal del agroecosistema de corte y quema integral se logra mediante una
combinación de campos, cultivos y mano de obra, que produzca suficientes plantas de
cultivos para subsistencia. Esos sistemas producen lo que se ha denominado «un
excedente normal», ya que el sistema está orientado a la producción. «Por consiguiente,
hay un excedente en un año' normal', no hay ninguno en un inusual año de malas
cosechas y hay escasez o hambruna en un año de pésimas cosechas»(Allan 1972b: 222).
Aun así, en un año malo inusual existen otros subsistemas que pueden utilizarse dentro
del agroecosistema de los agricultores de corte y quema. Es posible intensificar la caza,
pesca y recolección hasta la próxima cosecha de los cultivos. Estas otras opciones hacen
posible la estabilidad y sustentabilidad de estos agroecosistemas.
La sucesión natural resulta en una regeneración del bosque si el campo no ha sido
utilizado por mucho tiempo o si no es demasiado grande
Algunas plantas cultivadas necesitan poca elaboración: las patatas y batatas solo deben
cosecharse y prepararse hirviéndolas en agua o asándolas sobre el fuego. Pero otras
necesitan horas de trabajo antes que puedan comerse. Debido al contenido venenoso de
la mandioca, hay que rallarla, exprimirla y luego convertirla en una torta (América Latina),
o en gachas (Africa). El arroz también es un cultivo de mano de obra intensiva; después
de la cosecha, el arroz se lleva a la casa o granero, donde se lo trilla y almacena,
manteniéndolo seco para que no se eche a perder. Durante todo el año la aldea estará
salpicada de esteras cubiertas de arroz, porque cada hogar irá sacando su arroz
almacenado y lo pondrá a secar. El arroz trillado tiene que descascararse y limpiarse.
Pero, como el arroz descascarado no se conserva bien, generalmente se preparan
pequeñas cantidades cada semana, e incluso cada día, de modo que la demanda de
mano de obra necesaria para descascararlo y limpiarlo se extiende a lo largo del año.
La sucesión y rotación
Para que un agroecosistema de corte y quema pueda continuar es necesario que los
antiguos campos de cultivo se integren nuevamente al bosque (Moran 1981:55). En la
zona tropical húmeda la sucesión natural trae consigo la regeneración del bosque, si el
campo no ha sido utilizado por mucho tiempo o si no es demasiado grande (Manner 1981:
372). Pero, ¿cuánto tiempo demorará la sucesión forestal? ¿cuáles son sus mecanismos?
En un estudio amazónico se descubrió que, inicialmente, el sitio de cultivo había sido
colonizado por plantas herbáceas anuales, pero luego de un año especies pioneras
comenzaron a hacerles sombra y prevalecer. Estas especies
¿Cuál es el papel del agricultor de corte y quema en la regeneración del bosque? Hasta
hace poco, la opinión imperante era que este agricultor «sencillamente dejaba que la
naturaleza siguiera su curso» y «abandonaba» el terreno para que se regenerara. Dicha
opinión está siendo cuestionada en la actualidad por los estudios que resaltan el manejo
ordenado que el agricultor practica activamente para producir la sucesión en el barbecho.
En el estudio citado, los árboles frutales plantados/protegidos por el hombre hacen posible
que las especies leñosas se restablezcan en el campo de corte y quema (Uhl 1983). Se
está reconociendo que esta manipulación de barbechos dentro de la agricultura de corte y
quema, la cual comprende «una combinación de cultivos anuales, cultivos arbóreos
perennes y la repoblación natural del bosque», representa una forma de agroforestería,
llamada «tradicional» o «indígena» (Denevan y Padoch 1988a: 1; véase también, Olafson
1983; Denevan et al. 1984; Padoch y de Jong 1987).
Los Siane de Nueva Guinea, por ejemplo, fomentan el crecimiento del árbol de casuarina,
limpiando los huertos para que la gramínea Kunai no desplace a los pequeños plantones
de casuarina. Este deshierbe selectivo ayuda a que los plantones de los árboles se
establezcan y puedan sobrevivir. Los árboles de casuarina que se encuentran en los
huertos suelen ser arbolitos silvestres, pero serán plantados en los lugares donde no
surgen de manera espontánea (Olafson 1983: 156-157 cita a Salisbury 1962: 43). Este
deshierbe selectivo inicia el patrón básico de la sucesión en los campos productivos en
barbecho.
Aunque la plantación de árboles para enriquecer la tierra en barbecho es poco frecuente,
comparada con el procedimiento casi universal de cuidar la vegetación preexistente o las
plantitas rústicas, de todas maneras se practica. En Nigeria, los Ibo plantan Acioa barterii,
y los Iboibo plantan Macrolobium macrophyllum entre las plantas de mandioca y batata
para acelerar el barbecho. En Nigeria también se cree que Glicidia sepium acorta en dos
años el barbecho necesario y se le utiliza como puntales para las batatas, los cuales al
brotar se establecen en los campos de cultivo (Benneh 1972, Weinstock 1985, Getahum
et al. 1982). La baja frecuencia de la plantación de árboles, comparada con el manejo de
los existentes, puede estar relacionada con la percepción de los recursos disponibles.
Entre los agricultores integrales de corte y quema hay el deseo de incrementar la
diversidad de recursos y fomentar la sucesión de plantas útiles en el terreno en barbecho.
Quienes han desbrozado y sembrado el campo tienen derechos de cosecha. Sin
embargo, cuando la sucesión ha llegado a determinada etapa de evolución, generalmente
después de 10 añoso más, estos derechos pueden ir desvaneciéndose o perder toda
vigencia, especialmente si hay grandes extensiones de tierras aptas para la agricultura
que pueden utilizarse en el futuro, o si la aldea se traslada o los hogares cambian de
residencia con frecuencia.
Hasta hace poco tiempo este manejo activo no había sido tomado muy en cuenta por la
concepción que tenían de él quienes no son parte del agroecosistema de corte y quema.
A los terrenos en barbecho se los llamaba (y se los sigue llamando) «abandonados»,
término que da la impresión que ese campo de cultivo itinerante no servirá para nada más
y que el agricultor de corte y quema no hará nada más con el sitio. Por esa falta de
comprensión se prestó poca atención al campo de barbecho y a su forma de manejo
(Padoch y de Jong 1987: 179). El campo, en vez de estar abandonado, evoluciona
progresivamente desde un terreno «dominado por plantas cultivadas hasta un viejo
barbecho compuesto enteramente por vegetación natural» (Denevan et al. 1984: 347).
Este proceso entraña la transformación de un campo productor de legumbres en un
campo productor de animales, materiales para construcción, plantas medicinales, etc.
(Beckerman 1983: 7). El manejo aplicado a los barbechos en terrenos de corte y quema
puede ser no periódico e informal (Padoch y de Jong 1987:180) y podrían fácilmente
pasar inadvertidos para los investigadores que permanecen en una comunidad sólo uno o
dos años. Sin embargo, el impacto de este manejo practicado por los agricultores
migratorios no puede pasarse por alto.
La selección de los componentes bióticos del barbecho se efectúa mediante la protección
de las plantitas rústicas, la plantación y el deshierbe, y el bosque resultante es
principalmente antropogénico (Denevan et al. 1984; Nigh y Nations 1980; y Gordon 1982:
73-78). El agricultor de corte y quema manipula activamente el proceso natural de
sucesión para incluir más especies útiles de las que habría en el curso de una «sucesión
natural» (Irvine 1989). Este tipo de manejo del bosque ocasiona una «perturbación
intermedia» que no lo destruye ni lo utiliza, y hace posible el uso sustentable de los
recursos en las diferentes etapas del restablecimiento y conservación del bosque (Nations
y Nigh 1980, Denevan y Padoch 1988). Durante el proceso de sucesión, para reintegrarse
al bosque, el campo sigue proporcionado fibra, hortalizas, plantas medicinales, etc., y
constituye un componente integral y necesario del agroecosistema (Hoskins 1982).
Algunos bosques no existirían sin la intervención humana. Grupos como los Kayapo han
creado islas boscosas para contar con fuentes de alimentos y abrigo durante sus largas
caminatas por la sabana. Después de haber escogido una pequeña depresión sabanera
que conserva agua de lluvia, los Kayapo llevan material orgánico al sitio de cultivo y lo
mezclan con termiteros y hormigueros molidos. Utilizan estos montículos para plantar
semillas, plántulas o esquejes. Gradualmente estas islas se van ampliando con más
material orgánico, hasta crear extensas islas forestales en la sabana. Estas islas son
creaciones totalmente culturales, ya que no existirían sin las prácticasde manejode los
Kayapo (Posey 1984, 1985. Anderson y Posey 1989). Aun cuando las técnicas locales de
cultivo sean poco perceptibles, sus efectos no lo son.
Los habitantes de los bosques y sabanas consumen proteínas recolectadas que quizás no
serían reconocidas como tales por los observadores occidentales porque no forman parte
de la dieta occidental. Por ejemplo, en Africa las termitas asadas son un alimento
importante de alto contenido proteínico y calórico (Mielke 1978, Bodenheimer 1951,
Miracle 1973). Esos pueblos pueden dedicar bastante tiempo a capturar las termitas:
Schlippe (1956) estimó que los Azande usan el 26 % de su fuerza de trabajo durante la
estación lluviosa para capturarlas termitas. Estas pululan durante las primeras lluvias y
constituyen una fuente alimenticia cuando han disminuido las reservas de alimentos.
En el sudeste asiático, los ríos de las tierras altas son demasiado pequeños y, a
veces,inaccesibles para constituir un recurso pesquero abundante. Excepto para algunos
habitantes del litoral que practican la agricultura de corte y quema, los pobladores de esa
región dependen más de la caza que de la pesca y es común que tengan perros para
cazar cerdos. Los animales domésticos tales como cabras, ovejas, cerdos y caballos, son
más frecuentes en el continente que en las islas, aunque se cazan cerdos en aquellas
áreas donde no se crían ni se comen cerdos domesticados (Spencer 1966, Warner 1979).
En la cuenca del Amazonas, los Yanoama, Achuar, Ye'kwana, Yukpa, Kayapó, Sirionó,
Bora, etc., cazan en sus campos de cultivo y de barbecho. Reconocen que los antiguos
barbechos, en los cuales hay una combinación de bosque, viejas plantas de cultivo y
frutas caídas, son los mejores terrenos de caza; los animales tienen menos recelo de
entrar en ellos y pueden hacerse escondites de caza difíciles de descubrir (Smole 1989,
Chagnon 1983, Ross 1978, Hames 1983c, Ruddle 1974, Posey 1985, Balée y Gély 1989,
Balée 1989, Holmberg 1950, Denevan et al. 1984).
días
lloviznas
Jaguar, Lluvias
mandíbula intensas,inundaciones2 ó 3
inferior días de sol con lluvias
ocasionales
Cangrejo Lluvias
muy bonito
AGOSTO Lluvias Larvas comestibles que comen
Estrella, (ríos crecidos) las hojas de Erisma
pedazo japuraVochysiasea; oruga que
come las hojas de Minquartia
guianensis Olacaceae;oruga
que come las hojas de ingá (por
ello, el árbol de ingá se planta
cerca de los campos y dentro de
la aldea)
lluvias
En la misma zona también se practica un manejo de los recursos pesqueros. A los ríos de
la cuenca amazónica se los denomina ríos de aguas blancas, aguas negras y aguas
claras. Estas denominaciones se basan en los sedimentos que los ríos contienen, su color
y transparencia, y sus niveles de nutrientes. El Amazonas y algunos de sus tributarios son
ríos de aguas blancas que transportan sedimentos desde las vertientes andinas. Son ricos
en nutrientes, pero su turbulencia y opacidad limitan la producción primaria de
fitoplancton. Los ríos de aguas negras son oscuros debido al humus disuelto,
transparentes, pobres de nutrientes y acidificados. Los ríos de aguas claras son similares
a las de aguas negras en cuanto a nutrientes, pero no tienen su coloración oscura porque
no contienen humus disuelto (llames y Vickers 1983: 4).
Los grupos Tukano, que dependen de la pesca, hacen un manejo de sus recursos
acuáticos, tal como grupos similares que dependen de la caza manejan sus recursos
faunísticos. Los Uanano Tukano habitan la cuenca superior del río Uaupés, una planicie
aluvial de aguas negras conocida por la falta de nutrientes en el río y en los suelos
circundantes. Los ríos de aguas negras no contienen los niveles necesarios de nutrientes
para la producción de grandes volúmenes de fitoplancton primario. Esto significa que la
producción pesquera será limitada si depende únicamente de la producción primaria en el
extremo inferior de la cadena alimentaria. Sin embargo, estos ríos tienen otra fuente de
nutrientes en las «márgenes terrestres» del río que proporcionan nutrientes para los
peces por medio de las hojas y la capa de desechos orgánicos, insectos, frutas, semillas,
etc. Estos nutrientes ingresan al río principalmente durante las inundaciones periódicas.
Cuando sube el nivel de las aguas, los peces se dispersan hacia el bosque inundado y
«se alimentan de los abundantes alimentos ahi existentes». Los Tukano conocen muy
bien la relación entre el bosque y los peces y jamás cultivan en las riberas, a las cuales
reservan como zonas de alimentación de los peces» (Chernela 1989: 242).
El manejo de los recursos pesqueros es parte integral de las creencias religiosas de los
Uanano:
«La naturaleza es abstracta, como una serie de hermanos que reaccionan bien y son
generosos cuando se los trata con respeto pero son vengativos y punitivos cuando se los
trata con arrogancia... Se tolera el intercambio pacífico y ordenado... pero la interferencia
motivada por la gula es castigada por peligrosos ancianos que guardan a los peces. Las
relaciones entre el hombre y el mundo natural son armónicas mientras se mantengan los
límites apropiados» (Chernela 1982: 17).
En tanto mantienen los bosques ribereños, los Uanano sienten que han entrado en una
relación recíproca con los peces, que les permite utilizar pero no sobreexplotar sus vitales
recursos pesqueros. En una región de suelos pobres y cuyos ríos carecen de nutrientes,
ellos han creado un agroecosistema que es sustentable y productivo.
Otros recursos, tales como los animales y peces, también se aprovechan racionalmente,
dentro de una cosmovisión que mira más allá del uso inmediato y se proyecta hacia la
futura sustentabilidad. Poblaciones bien alimentadas, no privadas de proteínas, viven en
una relación estable con su medio ambiente natural, practicando un manejo activo y
ordenado de sus recursos agrícolas y de la recolección, caza y pesca. Esta adaptación no
es rígida sino flexible, y responde a las transformaciones en el medio ambiente o a los
desplazamientos de la población de un lugar a otro (Hames y Vickers 1983).
Capítulo 4 - Conclusiones
La agricultura migratoria ha constituido una adaptación sumamente acertada alas
dificultades y limitaciones de la zona tropical húmeda. En medio de una naturaleza donde
los bosques y suelos son frágiles, el agricultor de corte y quema integral ha desarrollado
un agroecosistema que es variado, flexible, y que puede responder a las incertidumbres
de su entorno. Volviendo a las interrogantes planteadas al comienzo de esta nota técnica:
¿Qué hacen ellos? El agricultor de corte y quema emplea su conocimiento del medio
natural no sólo para crear sus campos de cultivo, sino también para recolectar, cazar y
pescar con éxito, consiguiendo así alimentos, fibra y medicinas para su hogar y, a veces,
para la venta. Utiliza sus conocimientos tanto del ambiente natural como de las
necesidades del repertorio de cultivos tropicales, para desarrollar y manejar los micrositios
en sus campos. Adapta sus cultivos a la naturaleza de determinados suelos, como
resultado de lo cual obtiene una diversidad de cultivos que corresponden a una diversidad
de microambientes.
¿Por qué lo logran cuando otros fracasan? La tecnología agrícola occidental se basa
en el conocimiento de sistemas tecnológicos derivados de un clima templado. Estos
sistemas tecnológicos están basados y dependen de grandes campos; tierras ricas en
humus y enriquecidas, aún más, con fertilizantes químicos; protección frente a las plagas
en base a aerosoles químicos caros; monocultivos basados en los precios del mercado;
servicios de extensión y precios apoyados por el gobierno. Estas variables son muy
distintas a las que debe enfrentar el agricultor de la zona tropical. No es sorprendente,
entonces, que las zonas tropicales no hayan respondido a los métodos agrícolas de clima
templado. La razón por la cual el agricultor de corte y quema consigue buenos resultados
es porque acepta el ecosistema tropical y lo hace trabajar en su beneficio. En lugar de
tratar de «conquistarlo», este agricultor prefiere manipular los procesos naturales del
ecosistema tropical, haciéndolos pasar activamente por una etapa que resulta muy
productiva para él, como para la renovación del bosque. Se ha gastado mucho esfuerzo
en el desarrollo agrícola para lograr que el agroecosistema tropical se ajuste al molde del
agroecosistema templado. En tanto la zona tropical jamás será templada, lo que se
necesita es un agroecosistema que corresponda a la realidad tropical.
SUSTENTABILIDAD
Muchas veces todos estos factores están vinculados entre sí. Una comunidad de
agricultores de corte y quema integral puede sufrir la merma de sus recursos porque las
autoridades nacionales reclasifican las áreas forestales y las reasignan a otros sectores, o
cuando se promulgan leyes que prohiben la permanencia de los asentamientos en las
reservas forestales. No es infrecuente que estos agricultores sean trasladados a un nuevo
lugar alejado de sus campos de cultivo, tanto nuevos como antiguos, que se encuentran
en diferentes etapas de producción.
NUEVAS ESTRATEGIAS
El agricultor de corte y quema integral tiene que crear nuevas estrategias del pasado en
un nuevo sistema que sea sustentable en el futuro. Para ello, se necesita desarrollar
agroecosistemas tropicales que aprovechen los conocimientos del agricultor integral y
puedan ser utilizados por pequeños agricultores, no sólo durante unos pocos años sino
durante generaciones.
Muchos de los conocimientos técnicos locales de los agricultores de corte y quema son
demasiado específicos a su zona y están muy vinculados con los sistemas religiosos
locales, como para trasladarlos fácilmente a otras sociedades. Sin embargo, algunos de
los principios generales sobre los cuales gravitan los conocimientos técnicos locales de
estos agricultores son aplicables, no sólo a la intensificación de la agricultura migratoria,
sino también al desarrollo de otros sistemas de utilización de las tierras tropicales.
Los agricultores de corte y quema perciben al bosque como el comienzo y el final del ciclo
agrícola. Ellos manejan activamente sus campos para reintegrarlos al bosque. En ciertas
áreas, conforme disminuyen los recursos forestales, la protección de los árboles dentro
del campo puede complementarse con la plantación de árboles. Dicha plantación tendrá
que incrementarse a medida que disminuyan los bosques. En tanto una diversidad de
árboles son protegidos en los campos y utilizados en el bosque, se necesitará una
variedad de árboles para reponer los productos forestales generados «naturalmente».
Los agricultores de corte y quema reconocen y explotan las diferencias que ofrece su
medio ambiente, en los diversos sitios de sus campos y en sus cultivos. Este afinamiento
de la diversidad contribuye a estabilizar los agroecosistemas. El principio puede aplicarse
al desarrollo de otros sistemas de uso de la tierra. Los pequeños propietarios de las zonas
tropicales, ya sean migratorios o permanentes, conocen sus campos con precisión y
pueden utilizar este conocimiento para integrar nuevos cultivos, especialmente árboles, en
sus campos. Los nuevos cultivos y métodos son una continuación de las prácticas de
manejo que identifican los micrositios y los trabajan de acuerdo con las necesidades de
determinados cultivos.
Se debería capacitar a los extensionistas agrícolas y forestales para que reconozcan que
el sistema de corte y quema integral puede aportar algo valioso al desarrollo agrícola y al
manejo forestal. Pese a que esta contribución debió reconocerse hace mucho, se sigue
culpando al agricultor integral por la deforestación en gran escala. Sigue existiendo el
prejuicio de que las prácticas del agricultor de corte y quema son «primitivas» y reflejan la
naturaleza «nada científica» de este agricultor. Los principios generales de los sistemas
de corte y quema no son primitivos ni contrarios a la modernidad. La integración de los
árboles en el ecosistema, la utilización de las diferencias microambientales y el
mantenimiento de un agroecosistema compuesto por múltiples elementos pueden servir
de base para un mayor desarrollo de la agricultura a pequeña escala.
Para resumir, la agricultura de corte y quema integral constituye una adaptación lograda
de los hombres y mujeres que forman parte del agroecosistema. Tiene una larga historia
en los trópicos y fue sustentable cuando las densidades demográficas eran lo
suficientemente bajas como para permitir el restablecimiento del bosque en los campos
de corte y quema/barbecho. En muchas áreas del trópico el hombre manipulaba el
crecimiento secundario para crear bosques antropogénicos que respondían a sus
preferencias y necesidades específicas.
Hoy en día está aumentando la competencia por la utilización de los bosques tropicales
que aún existen. A medida que se incrementan las presiones internacionales será difícil
para los agricultores de corte y quema, quienes casi nunca pertenecen a la gran
colectividad nacional, conservar el control de las áreas boscosas que han utilizado desde
hace mucho tiempo en sus sistemas. Pero los principios generales de las prácticas de
manejo de estos agricultores, basadas en sus propios conocimientos técnicos, pueden
combinarse con investigaciones sobre el terreno en sus comunidades para desarrollar
nuevos métodos y técnicas que contribuyan al desarrollo agrícola en los trópicos.