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2.

¿CUAL ES LA FUNCIÓN DE LOS ABUELOS EN LA CONSTRUCCIÓN DEL


NIÑO COMO SUJETO?

La función de los abuelos en la construcción del niño como sujeto es muy primordial. En un
primer momento los niños que duerman con los abuelos es algo que debe excluirse
absolutamente, al padre le corresponde la responsabilidad de la negativa, y para obrar de esta
manera es menester que el padre sienta bastante afecto por su hija, por su madre, por su
abuela y su suegra.

No todas las abuelas crían al niño de una manera perversa. “Si haces eso, no te quiero más”,
muchas enseñan a sus nietos a cantar, otras les hacen conocer juegos inteligentes o les
cuentan historias interesantes y son muy castas en su comportamiento con los nietos, pues les
hacen respetar su propio cuerpo y ellas mismas respetan el suyo frente a los nietos.

La palabra “mimar” que es muy frecuente usada por los abuelos a sus nietos no significa
amarlos. Mimar a los nietos y llevárselas a la cama no es conveniente. Si las chicas lo piden se
les dirá: “No, no. Juguemos más bien a algún juego”. Se les puede enseñar a tejer, a coser, a
vestir a las muñecas, a hacer tartas, a que lleguen a dar término a cualquier cosa que hagan,
con un poco de ayuda, eso es educar a un niño, y no cubrirlo de mimos, malcriarlo como a un
bebé o un osito.

Hay que iniciarlo en la vida práctica, interesar su inteligencia y formarla, guardar los secretos
que el niño nos confía, que enseñan a los nietos muchas cosas que les permiten socializarse,
que les dan normas de vida y que, sobre todo, mantienen con ellos conversaciones
interesantes. El amor no es seducción ni chantaje, consiste en brindar el corazón y el tiempo a
un niño

Los niños son muy sensibles a la circunstancia de que los padres critiquen a una familia que los
recibe, especialmente si se trata de la familia materna o paterna. Un niño se hace eco de lo
que sienten el padre o la madre. Para un niño muy pequeño tal vez sea molesto verse educado
de una manera contradictoria, es decir, durante las vacaciones o los fines de semana, por una
abuela y el resto del tiempo por sus padres. Pero esto no tiene la menor importancia en el caso
de un niño que ya pasó los tres años. Por el contrario, se le puede decir: “Como ves, en casa de
tu abuelo y tu abuela, las cosas son diferentes. Se trata de otra generación. Si vas a su casa, los
que mandan son ellos, no nosotros.

Tienen su propia manera de educar a los niños. Por lo demás, así me educaron a mí. Y si los
amas mucho, llegarás a comprenderlos”. A partir de los tres años, los niños a quienes se les
habla de esta manera estarán siempre contentos de visitar a sus abuelos o a gentes que están
en edad de ser abuelos, pues los niños tienen necesidad de personas que pertenezcan a la
generación anterior a la de sus padres.

Les gusta oír hablar de la manera en que sus padres fueron educados. Esto les da, sobre todo
cuando esa manera es muy diferente, una posibilidad de distancia respecto del modo en que
ellos mismos son educados en la casa. También les permite comprender a los compañeritos
cuyos padres obran de modo diferente del de los suyos, de lo cual los pequeños se dan
perfecta cuenta, aunque sea sólo al salir del colegio.

Cuando los padres quieren obrar de una manera y los abuelos de otra, hay algo que se puede
hacer para ayudar al niño: si los abuelos son demasiado tolerantes en comparación con la
educación de los padres, que la madre o el padre, mejor la madre cuando se trata de sus
propios padres y mejor el padre cuando se trata de los suyos, diga al hijo: “Tienes mucha
suerte de que tus abuelos estén hoy aquí. Aprovecha la ocasión... Lo paso, porque quiero a mi
padre o a mi madre y no deseo contrariarlo”. Si por el contrario los abuelos son mucho más
severos que los padres, se le dirá al niño: “Ya ves de vez en cuando lo que significa ser educado
con severidad. Tal vez tus abuelos tengan razón. Yo hago lo que me parece mejor y ellos hacen
lo mismo. Pero todos te queremos. Todos deseamos que llegues a ser un muchacho o una
muchacha excelente, tanto ellos como nosotros. Pero, como ves, nosotros lo entendemos de
otra manera. A ti te corresponde llegar a ser alguien.

Existen padres que con el pretexto de prestar mucha atención a sus hijos, continúan
manteniéndolos en una situación de dependencia. A hora bien, hay dos maneras de
defenderse contra la dependencia: hacerse agresivo y huir o bien padecerla. Entonces los
niños se hacen apáticos o coléricos y de cualquier manera no son dueños de sí mismos, hasta
el día en que se fugan. En el caso de los niños más pequeños, ocurre a menudo que crean
tensiones entre sus padres y los abuelos que los cuidan.

El día en que los niños ya no tengan necesidad de ser cuidados los padres dirán a la abuela:
“Pues mira, una niñera nos habría costado tanto... nosotros no podíamos pagar esa suma, pero
hemos depositado la mitad a tu nombre. A hora esto te pertenece”. Cuando el hijo llega a los
ocho años, esos depósitos mensuales forman un pequeño peculio para la abuela en ese m
omento, siendo así que tal vez ésta no habría aceptado ninguna retribución cuando el niño era
pequeño y habría dicho: “ ¡Cómo se te ocurre esto! ¡Todo lo que quiero es ayudaros!” Y bien,
ya es una ayuda percibir sólo la mitad. Un procedimiento como el que indico es preferible a un
regalito de cuando en cuando, pues el dinero recibido representa para la abuela libertad.
El día en que el niño ya no está en edad de ser cuidado, la abuela recibe una suma que
representa un reconocimiento tangible de los meses y años de servicios prestados. Cuando en
un desacuerdo no hay algún interés, la parte más débil tendrá que sufrir.

No pagar un trabajo es colocarse en una situación de debilidad respecto del que realiza ese
trabajo, quien se convierte en dueño de la situación, mientras el que queda obligado es el que
recibe los beneficios del trabajo. Esta es una fuente frecuente de conflictos. Y desde luego,
todo niño sufre en un conflicto del cual él mismo es la causa por su presencia y su cuidado.

Entonces se siente culpable. Por otro lado, hay abuelos a los que se les confía los nietos
pagándoles una mensualidad que, según se estima, va a constituir una ayuda en su jubilación:
de esa manera agregan algo a su presupuesto. Pero eso es hipócrita y la ayuda que cada cual
debe a sus “viejos” no tiene que pasar por ese camino. El hijo es cuidado así “por añadidura”,
en una transacción que nunca fue claramente enunciada, en un contrato en el que los abuelos
y los hijos confiados son moralmente lesionados, en tanto que los padres creen hacer un buen
negocio.

Dependiendo de una transacción, ningún ser humano puede sentirse querido. Padres y
abuelos se entenderían mucho mejor si existiera esa pequeña sorpresa que se prepara para
cuando el hijo llegue a los ocho años, edad en la que ya no tiene necesidad de una niñera
durante el día y en la cual se siente orgulloso de que se le tenga confianza.

Eso no le impedirá ir a visitar a su querida abuela para hacerle compañía de cuando en cuando,
por puro placer.

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