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SEMINARIO DE DERECHO PROCESAL PENAL:

EL AGRAVIADO EN EL PROCESO PENAL.


ANÁLISIS DE LA EJECUTORIA VINCULANTE DEL PLENO
JURISDICCIONAL DE LA CORTE SUPREMA1

TOMÁS ALADINO GÁLVEZ VILLEGAS


Profesor de la Unidad de Post Grado y la Facultad
de Derecho de la UNM de San Marcos

1. INTRODUCCIÓN

Como se sabe, de conformidad con el artículo 116° del Texto Único Ordenado de la
Ley Orgánica del Poder Judicial, los integres de las Salas Especializadas reunidos en
Pleno Jurisdiccional Nacional, Regional o Distrital pueden concordar la Jurisprudencia
de su Especialidad. Asimismo, conforme al artículo 22° del mismo cuerpo normativo,
las Salas Especializadas de la Corte Suprema de la República ordenan la publicación
de las Ejecutorias que fijan principios jurisprudenciales que han de ser de
obligatorio cumplimiento en todas las instancias judiciales. Igualmente, a tenor
de lo dispuesto por el artículo 301°-A del Código de Procedimientos Penales
incorporado por el D. Leg. 959, las sentencias de la Sala Penal de la Corte Suprema,
sin perjuicio de lo dispuesto por el artículo 12° de la Ley Orgánica del Poder Judicial,
constituyen precedente vinculante cuando así lo establezcan expresamente.

En observancia de las disposiciones legales anotadas, los Vocales en lo Penal de la


Corte Suprema de Justicia de la República, reunidos en Pleno Jurisdiccional de fecha
30 de setiembre del 2005, en aplicación del artículo 22° del Texto Único Ordenado de
la Ley Orgánica del Poder Judicial, acordaron ordenar la publicación de diversas
Ejecutorias Supremas que constituyen precedentes de obligatorio cumplimiento por
parte de todas las instancias judiciales.

Entre estas Ejecutorias vinculantes figura la N° 1538-2005, en la cual se fija como


fundamento jurídico vinculante, el criterio por el cual se determina que para intervenir
en la ejecución de una sentencia condenatoria firme, no hace falta que el agraviado se
constituya en parte o actor civil.

2. LAS ACCIONES Y PRETENSIONES QUE NACEN DEL DELITO

Previo al análisis propio de la Ejecutoria vinculante hay que tener en cuenta que, al
cometerse un delito, en la mayoría de casos -salvo en los delitos de peligro-, se afecta
simultáneamente dos bienes o intereses tutelados por el Ordenamiento Jurídico (dos
bienes jurídicos) uno constituido por el interés público de la sociedad (o el Estado en
su representación) y otro constituido por el interés privado o particular del titular
específico del bien jurídico u objeto de tutela afectado por la acción delictiva. Como
quiera que cada uno de estos bienes jurídicos afectados tiene distinto titular, surgen
contra el agente del delito, la pretensión punitiva del Estado y la pretensión
1
Nuestro agradecimiento a los Doctores: Walter Javier DELGADO TOVAR y William RABANAL
PALACIOS (ambos distinguidos Fiscales del Ministerio Público), por sus importantes aportes y
sugerencias a la elaboración del presente trabajo.

1
resarcitoria del agraviado (CREUS: 1985. p. 217 y ss.), la pretensión punitiva del
Estado se ejercita judicialmente a través de la correspondiente acción penal y la
pretensión del agraviado a través de la pretensión civil que se inserta en el proceso
penal ya iniciado con el ejercicio de la acción penal.

Para viabilizar la acción penal se ha instituido el Ministerio Público, al mismo que se le


ha asignado la titularidad y exclusividad de su ejercicio -excepto en los casos de
ejercicio privado de la acción penal-; el mismo que tiene como objetivo el
esclarecimiento de los hechos a fin de imponer la correspondiente sanción penal. La
sanción penal se concretará siempre en el proceso penal, a diferencia de la acción
civil, para la cual, los diversos ordenamientos jurídicos han establecido hasta tres
sistemas o formas específicas de hacerla valer2.

El primer sistema considera a ambas acciones con total autonomía, y


consecuentemente la acción penal se ejercita en el proceso penal y la acción civil en el
correspondiente proceso civil, este es el caso de los ordenamientos jurídicos del
Common Law (Estados Unido, Inglaterra, etc.). El segundo establece en general, que
tanto la acción penal así como la civil deben ejercitarse en el proceso penal, dejando a
salvo la facultad del agraviado de reservarse el derecho de recurrir a la vía civil y
pretender la correspondiente reparación, esto es, concede al agraviado la facultad de
elegir la vía judicial en la que ejercitará su pretensión resarcitoria; en este último caso,
de elegirse la vía civil o reservarse el derecho de utilizar esta vía, en el proceso penal
no se ventilará la acción resarcitoria, y por tanto no habrá parte civil ni agraviado con
pretensión resarcitoria, y el proceso concluirá sin pronunciamiento respecto a la
reparación civil. Este es el caso del sistema procesal de España por ejemplo y el
estatuido por el Nuevo Código Procesal Penal en nuestro país. El tercer sistema
considera que ambas acciones deben ventilarse necesariamente en el proceso penal,
estableciendo únicamente algunas excepciones en las que se puede recurrir a la vía
civil. Este es el caso de Portugal (SOLE RIERA: 1997. p. 230).

En el Perú, nuestro Ordenamiento Jurídico en actual vigencia se orienta por el


último de los sistemas mencionados, es decir, por el que establece la obligatoriedad
del uso del proceso penal para efectos de ejercitar la pretensión resarcitoria, por cierto
con las excepciones de los casos en que no se puede iniciar o continuar el proceso
penal y la acción reparatoria continúa vigente. Así lo estipula el artículo 99° del Código
Penal, donde se establece el único caso en que se puede recurrir a la vía civil y
solicitar la reparación del daño sufrido una vez que ha concluido el proceso penal
(acción civil contra terceros no comprendidos en la sentencia). De donde se
desprende que en los demás casos no es posible el recurso a la vía civil; ya que,
respecto a los agentes comprendidos en la sentencia (imputados o terceros) se
respetará el principio de la cosa juzgada. Pues, en la sentencia penal ya se ventiló,
juzgó y determinó la pretensión resarcitoria. De recurrirse a la vía civil fuera de los
casos del artículo 99° del CP. prosperaría sin problema alguno la excepción de Cosa
Juzgada.

Este criterio es el asumido en la discusión del Anteproyecto de Código Procesal


Penal, llamado “Proyecto Huanchaco”. Criterio que consideramos el más adecuado
para nuestro medio. Sin embargo, el Nuevo Código Procesal Penal, ha optado por la
segunda opción, es decir por el sistema que faculta al agraviado recurrir a la vía civil
para hacer valer su pretensión resarcitoria; situación que lamentamos, si tenemos en
cuenta las congestiones procesales que esto generará en la jurisdicción civil, y la
2
SOLÉ RIERA, Jaume: “La tutela de la víctima en el proceso penal”. Bosch, Barcelona, 1997. pp.
160 y 161. En igual sentido CREUS, Carlos: “La Acción resarcitoria en el Proceso Penal”. Rubinzal y
Culzoni, Santa Fe, Argentina, 1985. p. 23.

2
mediatización de la reparación desde la perspectiva del agraviado, quien ya no tendrá
mayor interés en el proceso penal y se perderá el aporte probatorio que puediera
brindar éste para el esclarecimiento de los hechos.

3. LA VÍCTIMA, AGRAVIADO, ACTOR CIVIL Y OTROS SUJETOS


PROCESALES

A efectos del debido análisis y comprensión de la Ejecutoria vinculante en cuestión,


resulta necesario precisar los términos y categorías vinculados a la reparación civil y a
la titularidad de la pretensión resarcitoria, que se emplean en nuestro ordenamiento
jurídico, particularmente en el nuevo Código Procesal Penal; el que aun cuando no
está en vigencia, proporciona los criterios rectores para la interpretación y aplicación
de las normas penales y extrapenales vigentes. En este cuerpo normativo, la víctima
del delito es tratada con amplitud en el Título IV de la Sección IV del Libro Primero
relativa al Ministerio Publico y otros sujetos procesales. En este título se hace
referencia a: víctima, ofendido, agraviado, perjudicado, actor civil, querellante y
tercero civil. Todos estos términos o conceptos jurídicos (excepto el último) están
referido al sujeto pasivo del delito, aun cuando cada uno tiene sus propias
particularidades y adquiere una connotación distinta en el proceso penal; así:

Se entiende por Víctima al sujeto pasivo del daño en general, es decir al titular del
bien o interés jurídico afectado por la conducta delictiva 3. Puede ser el afectado
directo o el que sufre alguna consecuencia secundaria del delito, puede ser el
agraviado o el actor civil en el proceso penal; asimismo, también puede ser el
querellante particular; inclusive puede ser cualquiera de estos sujetos (excepto el actor
civil) aun cuando no hubiesen comparecido en el proceso o cuando ni siquiera exista
proceso o investigación.

Por ofendido debe entenderse específicamente al que sufre la acción delictiva, más
que el daño causado (que genera la pretensión resarcitoria), la ofensa implica
afectación jurídico - penal, es decir, ataque al interés penalmente tutelado. Por ello el
ofendido resulta portador de la pretensión resarcitoria y de la pretensión penal
conjuntamente; por tanto, debemos entender por ofendido, únicamente al querellante
particular (VÁSQUEZ SOTELO: 1994, p. 114), mas no así al agraviado o al actor civil,
quienes son titulare únicamente de la pretensión resarcitoria, correspondiendo al
Ministerio Público la pretensión penal.

El agraviado (llamado también damnificado en algunas legislaciones), es la persona


que ha sufrido directamente el daño en sus bienes jurídicos o quien indirectamente
hubiese sido afectado por la acción delictiva (caso de los herederos del occiso en los
delitos de homicidio y de los socios o asociados de una persona jurídica). La calidad
de agraviado está determinado por el daño sufrido independientemente de su
comparecencia en un proceso penal o de la existencia de éste.

El término perjudicado, es sinónimo de agraviado, no existiendo diferencia alguna


entre ambos, y si bien su origen fue distinto, identificándose a agraviado con el sujeto
que sufre el daño directo (daño emergente) y a perjudicado con el sujeto que es

3
Se considera a un bien o un interés, porque el objeto de la afectación puede estar determinado por el
propio bien en sí mismo o por algún interés de su titular sobre el bien, en el primer caso, se considera la
esencia intrínseca del bien o su aptitud para satisfacer una necesidad de su titular, y de afectarse ésta,
también se afectará al interés, por ejemplo, cuando se deteriora el bien sustraído; en el segundo caso,
sólo se afecta el interés del titular mas no así la esencia del bien o su aptitud para satisfacer necesidades,
por ejemplo, cuando se sustrae el bien y se priva a su titular de servirse de él.

3
privado de una expectativa válida de un incremento patrimonial o una ventaja
cualquiera (lucro cesante), en la actualidad la moderna doctrina de la responsabilidad
civil usa ambos términos como equivalentes (OSTERLING PARODI: 1985, p. 399) 4.
Este criterio es asumido no sólo por la doctrina sino también por las legislaciones
incluyendo a la peruana. Debiendo precisarse que en este aspecto no debe
diferenciarse el contenido lingüístico de estos términos utilizados en el ámbito civil y el
penal, puesto que el Derecho Penal remite, en este extremo, a los desarrollos del
Derecho Civil.

Actor civil, es el agraviado que ejercita la pretensión resarcitoria en el proceso penal,


actuando con todos los derechos, facultades y obligaciones de un sujeto procesal; a
diferencia del ofendido, el actor civil no ejerce ninguna pretensión penal y su interés y
actuación se limita a la reparación civil, ofreciendo y presentando prueba contra el
procesado o el tercero civil a fin de acreditar su pretensión, aún cuando puede aportar
prueba vinculada a la determinación de la responsabilidad penal del procesado.
Asimismo, el actor civil a diferencia del ofendido, únicamente podrá constituirse
cuando haya un proceso penal (o una investigación preparatoria) en curso. La calidad
de actor civil es determinada por su comparecencia en el proceso penal, no puede
hablarse de actor o parte civil antes del proceso, como sí sucede con el agraviado.
Para constituirse en parte o actor civil el compareciente en el proceso penal debe
cumplir ciertos requisitos de admisibilidad que de no cumplirse puede rechazarse su
solicitud de constitución.

El querellante particular, es el ofendido que comparece ante la autoridad judicial


ejercitando la acción penal por un delito de ejercicio privado de la acción. El
querellante solicita el inicio del proceso penal, no necesitando de la existencia previa
de un proceso o una investigación preparatoria en curso como el caso del actor civil.
Su actuación e interés está vinculada a la pretensión resarcitoria y a la pretensión
penal, pues se trata propiamente de un acusador particular. En este caso, el
querellante es el titular del ejercicio de la acción penal y en tal sentido su decisión
determina el inicio de la persecución penal así como su paralización o extinción.

El tercero civil, al contrario de los demás sujetos indicados, no constituye un sujeto


comprendido dentro de la categoría general de víctima, y más bien es la persona
obligada a cubrir el monto de la reparación civil conjuntamente con el imputado, es por
ello que resulta una incongruencia del Código Procesal Penal su incorporación dentro
del Título de la Víctima, más apropiado resultaría ubicarlo al lado del procesado o
investigado.

4. EL AGRAVIADO Y EL ACTOR CIVIL

A. EL AGRAVIADO

El Código Procesal Penal sintetizando los criterios existentes en la doctrina, la


normatividad y la praxis jurisprudencial, establece en forma específica que, se
considera agraviado a todo aquél que resulte directamente ofendido por el delito o
perjudicado por las consecuencias del mismo. Comprendiendo también a los

4
En el mismo sentido, todos los autores que tratan sobre responsabilidad civil consideran al daño y
perjuicio, y por tanto al agraviado y al perjudicado, como términos equivalentes y siempre hablan de
“daños o perjuicios”. Igual criterio se siguen en las legislaciones, únicamente el Código Civil Mexicano
todavía hace esta diferenciación, pero para referirse al daño emergente y el lucro cesante. En el lenguaje
coloquial, también tiene sentido esta diferenciación al estar contenida en el Diccionario de la Lengua de la
Real Academia Española.

4
herederos en el orden sucesorio correspondiente, cuando se trate de delitos cuyo
resultado sea la muerte del agraviado directo.

Asimismo, también les otorga la calidad de agraviados a los asociados o miembros,


respecto de los delitos que afectan a una persona jurídica cometidos por quienes las
dirigen, administran o controlan.

Los derechos y deberes del agraviado están desarrollados detealladamente en los


artículo 95° y 96° del Código Procesal Penal, precisándose que si bien este Código no
se encuentra en vigencia, a las mismas conclusiones se puede llegar analizando el
derecho al debido proceso y el derecho de defensa contenido en la norma
constitucional y demás normas procesales en actual vigencia. Debiendo resaltarse
que estos derechos del agraviado, existen, y pueden hacerse valer antes del proceso
(fuera de éste), durante el proceso y en ejecución de la sentencia, no existiendo
condición, presupuesto o requisito alguno para reconocerle la calidad de agraviado,
más allá del hecho de haber sufrido un menoscabo en sus bienes jurídicos a raíz de la
comisión del delito.

B. LA PARTE O ACTOR CIVIL

La parte o actor civil, es el propio agraviado o sujeto legitimado (caso de los herederos
del agraviado en los delitos de homicidio), que ha comparecido en el proceso penal
ejercitando la acción civil sustentada en la pretensión resarcitoria surgida del delito.
Esto es, para poder comparecer en el proceso penal deberá existir una legitimación
para reclamar la reparación de los daños sufridos por la acción delicitiva. En caso de
concurrencia de peticiones el juez resolverá teniendo en cuenta el orden sucesorio
contenido en el Código Civil o designando apoderado común en caso de legitimación
equivalente.

Asimismo, pueden constituirse en parte civil las asociaciones en los delitos que
afectan intereses colectivos o difusos, cuya titularidad lesione a un número
indeterminado de personas, o en los delitos incluidos como crímenes internacionales
en los Tratados Internacionales aprobados y ratificados por el Perú, siempre que el
objeto social de las mismas se vincule directamente con esos intereses y haya sido
reconocida e inscrita con anterioridad a la comisión del delito objeto del procedimiento.

Igualmente, también puede constituirse en actor civil cualquier persona que hubiera
sufrido un daño como consecuencia del acto delictivo, como el asegurador de un
riesgo de responsabilidad civil; los que sufren un daño como consecuencia de un
vínculo jurídico que lo unía con la víctima del hecho, por ejemplo el que mantenía un
contrato, cuya prestación a cargo de la víctima del delito constituía una obligación
intuito personae, y el hecho delictivo pone a la víctima en la imposibilidad de cumplir
dicho contrato; siempre, claro está, que se trate de un contrato en que la parte que se
considera perjudicada ya hubiese realizado la contraprestación a su cargo, y no exista
la posibilidad de obtener un resarcimiento fuera del proceso penal. Esta afirmación se
sustenta en el artículo l0lº del Código Penal, en cuanto nos remite al Código Civil,
conforme al cual se viabiliza la legitimación de estos terceros. En el mismo sentido se
interpreta la legislación argentina, tal como refiere CREUS “... la ley civil pone esa
acción al alcance no sólo respecto de aquél a quien el delito ha damnificado
directamente, sino respecto de toda persona, que por él hubiese sufrido, aunque sea
de una manera indirecta” (CREUS: 1985. pp. 106 y 107).

5
A diferencia del agraviado, el actor civil, para ser considerado como tal, debe reunir
ciertos requisitos formales, temporales y de fondo, bajo sanción de inadmisibilidad. Por
tanto, es un sujeto formalmente constituido en el proceso penal con la finalidad de
aportar la prueba e impulsar la actividad probatoria necesaria para acreditar su
pretensión resarcitoria y coadyuvar a la acreditación de la responsabilidad penal del
procesado. Además de las facultades que le otorgan su calidad de sujeto procesal,
tiene todos los derechos que se le reconocen al agraviado.

5. INTRODUCCIÓN DE LA PRETENSIÓN CIVIL EN EL PROCESO PENAL

A. POR EL ACTOR CIVIL

Fundamentalmente la acción resarcitoria la ejercita el agraviado o víctima del delito, y


al ejercerla se convierte en Actor Civil en del proceso penal. Al constituirse en actor
civil adquiere la calidad de “demandante” de la pretensión resarcitoria; claro está que
dentro de este proceso, el “demandante” tendrá que sujetarse a las normas del
proceso penal, pero de manera supletoria se regirá por las normas del proceso civil, de
conformidad a lo dispuesto por la primera disposición final de nuestro Código Procesal
Civil, y en aplicación de esta última norma, así como de las normas del Código Civil,
tendrá la más amplia gama de derechos y facultades procesales para acreditar su
pretensión. Desde luego que, cuando se aplique supletoriamente las normas del
Código Procesal Civil, del Código Civil, y demás normas complementarias y conexas,
éstas cederán su vigencia a favor de las normas propias del sistema penal, cuando la
naturaleza del proceso penal así lo exija.

Sin embargo, para que el agraviado pueda constituirse en actor civil, no necesita
someterse a las exigencias formales propias del proceso civil, siendo suficiente que
mediante escrito u oralmente solicite se lo tenga por actor civil, dentro del proceso que
se sigue contra el agente del delito, para que el Juez, previa evaluación de lo
solicitado, -y en su caso previa opinión del Ministerio Público-, admita dicha solicitud
mediante resolución motivada5 . Debiendo determinar previamente, que en efecto,
existen “indicios razonables” de que el solicitante ha sufrido un menoscabo en
alguno de sus bienes jurídicos con la comisión del delito.

Debe quedar claro, sin embargo, que para que el agraviado pueda solicitar,
constituirse en actor civil, es necesario que exista un proceso penal en trámite. Al
contrario, para la iniciación del proceso penal o para su prosecución, no se requiere la
solicitud de constitución en parte civil, existiendo procesos que se inician y concluyen
sin la constitución de parte civil alguna. Esto no quiere decir, que el agraviado no
pueda ejercitar, antes de iniciado un proceso penal todas las acciones tendientes a
viabilizar la formalización de la denuncia penal o para asegurarse que su pretensión
resarcitoria no sea burlada; por lo que puede comparecer ante la autoridad fiscal, ante

El Decreto Legislativo Nº 923, sin observar criterio dogmático alguno así como alejándose del los
principios del debido proceso, establece en su artículo 5º que en casos de delito de terrorismo, el Estado
queda constituido en parte civil por el sólo mérito del apersonamiento del Procurador respectivo, sin que
sea necesaria la previa resolución del Juez para admitir su intervención. Ello claro está, resultaría válido
para su acreditación como agraviado, pero no como actor civil.

6
la policía u otras autoridades y aportar la prueba pertinente respecto a la existencia del
daño, su entidad, su magnitud, etc.

Ahora bien, para constituirse en actor civil se requiere acreditar la verosimilitud de


la existencia del daño que se alega; y están legitimados para ello el propio agraviado,
sus representantes legales o voluntarios así como sus herederos; quedando
igualmente facultadas las entidades defensoras o protectoras de interese difusos o
colectivos conforme a ley.

B. POR EL MINISTERIO PÚBLICO

Como se ha indicado líneas antes, además del interés público de la sociedad en la


imposición de la pena, existe un interés público de ésta, en el resarcimiento del daño
proveniente del delito, o sea, en la reparación civil; es este interés el que fundamenta y
legitima al Ministerio Público para ejercitar la pretensión resarcitoria dentro del proceso
penal; constituyendo esta pretensión, más que una facultad, una obligación del
Ministerio Público, conforme al artículo 1° de su Ley Orgánica; criterio que ha sido
ratificado por el artículo 11° del nuevo Código Procesal Penal. Claro que el Ministerio
Público queda legitimado para insertar la pretensión resarcitoria en el proceso penal,
únicamente de no haberlo hecho el agraviado, de lo contrario, será el agraviado quien
asuma dicha titularidad de modo exclusivo. Incluso, aun en el caso de que el
Ministerio Público ya hubiese iniciado la pretensión resarcitoria, éste pierde toda
legitimidad para continuar con dicho ejercicio si el agraviado comparece
constituyéndose en actor civil.

Si bien la legislación vigente (ante la vacatio legis del Código Procesal Penal) no
establece en forma concreta cómo debe ejercitarse la pretensión resarcitoria por el
Ministerio Público, ésta se tiene por interpuesta con la sola formalización de la
denuncia, en la cual se indica quién es el agraviado, o en todo caso, se expresa la
posibilidad de determinarlo durante la secuela procesal.

En este sentido, se persigue la reparación civil, independientemente del hecho de que


el agraviado ejercite o no la acción civil en el proceso penal. Este sistema rige no sólo
en nuestro ordenamiento jurídico, sino también en ordenamientos jurídicos extranjeros,
tal como indica SOLÉ RIERA para el caso de España, quien refiere; “... el Ministerio
Público ejercitará siempre la acción civil derivada del delito, aunque esta acción
también la lleva a cabo la acusación particular apersonada en la causa, salvo el caso,
claro está, de que medie la renuncia expresa del ofendido en esa expresa materia”
(SOLÉ RIERA: 1997. p. 46). Esta última situación, no obstante, aún no está
establecida en la legislación vigente en nuestro medio.

Sin embargo, el hecho de que el Ministerio Público sea quien ejercite la pretensión
resarcitoria no cambia la naturaleza de la pretensión, únicamente cambia la forma
como ésta se ejercita; tal como refiere CREUS “la circunstancia que el Ministerio
Público esté obligado a accionar civilmente hace que tal cometido se encuadre dentro
de su función pública pero no cambia el carácter de la acción que sigue siendo
privada” (CRUS: 1985. p. 11); aun cuando debemos entender que al referirse a acción,
hace referencia a la pretensión y no propiamente a la acción, ya que por naturaleza
todas las acciones judiciales tienen carácter Público, y lo único que varía es la forma
de su ejercicio.

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5. LA SENTENCIA PENAL Y LA PRETENSIÓN RESARCITORIA

A. SENTENCIA CONDENANDO AL PAGO DE LA REPARACIÓN CIVIL

Como se sabe, por disposición expresa del artículo 101° del Código Penal
concordante con el artículo IX del Título Preliminar del Código Civil, porque así lo
establece la doctrina ampliamente mayoritaria y la legislación comparada (ver al
respecto amplia información en (GÁLVEZ VILLEGAS: 2005), la pretensión reparatoria
proveniente del delito es de naturaleza civil (privada), y por tanto, resulta de aplicación
directa a todo lo concerniente a la misma, el Código Civil y el Código Procesal Civil,
tanto más si se tiene en cuenta la Primera Disposición Complementaria y Final de la
referida norma procesal civil.

Siendo así, debemos tener en cuenta que el Código Civil establece cuáles son las
fuentes de las obligaciones, es decir los supuestos a través de los cuales una persona
queda vinculada frente a otra, estableciéndose entre sí una relación deudor- acreedor.
Dentro de estas fuentes de las obligaciones está la responsabilidad extracontrctual,
entre las cuales, a su vez, se encuentra la obligación resarcitoria nacida del delito.
El deudor, agente del delito (en nuestro caso), sus partícipes y eventualmente el
tercero civil, resultan ser deudores del agraviado por un monto equivalente al total del
daño causado. Si estos deudores cumplieran con resarcir el monto total del daño, la
obligación quedaría extinguida; sin embargo, si no fuera así (como ocurre
normalmente), el agraviado o el Ministerio Público (como se ha visto), demandarán su
cumplimiento en el proceso penal, tal como lo establece la ley penal, procesal penal y
también el artículo 1219° inc. 1) del Código Civil concordante con los artículos I y III del
Título Preliminar del Código Procesal Civil. En este caso, el agraviado se constituirá
en actor o parte civil (demandante); pues necesita acreditar en el proceso penal la
existencia del daño, así como su entidad y magnitud; igualmente, el Ministerio Público
puede incoar la demanda al tener legitimación legal, conforme a su ley orgánica y la
norma procesal penal. Esta demanda resarcitoria concluye con la sentencia
correspondiente, sea absolutoria o condenatoria; en el último caso, si se ha amparado
la pretensión contenida en la demanda, se habrá determinado la existencia, entidad y
magnitud de la obligación resarcitoria, surgiendo desde este momento, una obligación
líquida y exigible a cargo del o los condenados.

En este estado, la fuente de la obligación (responsabilidad extracontractual - delito), se


convierte en título de ejecución de la obligación. El demandante (actor civil o
Ministerio Público) habrá actuado como impulsor de la pretensión desde la
interposición de la demanda hasta la sentencia. A partir de la sentencia, las partes y
en general todos los sujetos procesales quedan vinculados por el título de ejecución
constituido por la sentencia. De no haberse cumplido la obligación contenida en dicho
título, se inicia el Proceso de Ejecución, cuyo efecto inmediato es la Ejecución
Forzada (Art. 715°, 725° y ss. del Código Procesal Civil).

B. LA SENTENCIA COMO TÍTULO DE EJECUCIÓN

En este sentido, una vez que se tiene la sentencia firme, es ésta el único título de
ejecución, y sólo están legitimados para promover su ejecución, de conformidad con
los artículos 690° y 713° de la norma procesal civil, los que aparezcan en la sentencia
con derecho reconocido a su favor. Para dicha promoción, no se requiere condición o
presupuesto alguno, más allá de los requisitos formales exigidos para comparecer
ante la autoridad jurisdiccional.

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Siendo así, si en la sentencia penal, se ha declarado como acreedor o titular del
derecho a la reparación o indemnización al agraviado que no se ha constituido en
parte civil, en vía de ejecución no es necesario que se constituya en actor o parte civil
no existiendo ningún inconveniente para que dicho agraviado promueva la ejecución
de la sentencia ejercitando su derecho a la tutela jurisdiccional efectiva contenido en la
constitución y en las normas procesales, pues, en la sentencia aparece reconocido su
derecho, y por tanto, resulta de aplicación directa el artículo 690° del Código Procesal
Civil. En este estado del proceso, el actor civil y al agraviado tienen la misma calidad,
ya que la constitución en parte civil sólo tiene importancia mientras se está ventilando
la pretensión resarcitoria en el proceso (antes de la sentencia). Por lo demás, todo
actor civil, será también agraviado, salvo casos de legitimación extraordinaria para
tutelar intereses difusos.

6. ANÁLISIS CRÍTICO DE LA EJECUTORIA SUPREMA.

A. CRITERIOS COMPRENDIDOS EN LA EJECUTORIA VINCULANTE

La Ejecutoria de carácter vinculante, R. N. N° 1538 – 2005, de fecha 20 de junio del


2005, publicada el 26 de noviembre del mismo año, materia del presente análisis, se
pronuncia sobre los aspectos relativos a la participación del agraviado comprendido en
la sentencia como titular del derecho al resarcimiento, pese a no haberse constituido
en parte civil. Constituyen objeto del pronunciamiento los siguientes puntos:

a) Para que la víctima (entiéndase agraviado), sea declarada como tal en


sentencia condenatoria firme, no hace falta que haya estado previamente
constituida en parte civil.

b) En la etapa de ejecución del proceso, no es necesario que el agraviado,


considerado así en sentencia firme, se constituya en parte civil para pretender
la ejecución de la sentencia.

c) Existe diferencias entre el proceso penal (declaratorio de condena como lo


llama la Ejecutoria), y el Proceso de Ejecución o Etapa de Ejecución. En el
primero se busca la declaración de certeza sobre el derecho invocado
(pretensión ejercitada), en el segundo se busca la ejecución de lo declarado.
En el primero hace falta de un demandante (parte civil o Ministerio Público) con
sus correspondientes derechos y facultades respecto a la prueba de lo
demandado (tutela de su derecho de participación procesal), en el segundo no
es necesario realizar acto probatorio alguno.

d) No se puede limitar el derecho de la víctima (entiéndase agraviado)


judicialmente declarada como tal, para solicitar la ejecución de la sentencia.
Hacerlo implicaría violar su derecho a la tutela jurisdiccional consagrado
constitucionalmente.

e) No se puede negar al agraviado legitimación para recurrir respecto a cualquier


incidencia relativa a la ejecución de la sentencia, por el hecho de no haberse
constituido en parte civil, de hacerlo se incurriría en causal de nulidad del
proceso de ejecución.

f) Para reclamar la ejecución de la sentencia que establece reparación civil a


favor del agraviado no interesa que éste haya promovido o no un juicio civil.

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B. COMENTARIO A LOS CRITERIOS ESBOZADOS

La Ejecutoria Suprema en comentario zanja de modo plausible y definitivo, criterios


absolutamente necesarios para una debida práctica jurisdiccional en el ámbito penal.
Pues, tal como ya lo hemos demostrado en trabajos anteriores (GÁLVEZ VILLEGAS:
2005)6, cuando los Jueces Penales, resuelven asuntos vinculados a otras esferas del
Derecho, particularmente cuando tratan asuntos vinculados a la reparación civil, al
agraviado o a la parte civil, resuelven omitiendo aplicar los criterios establecidos por la
normatividad vigente; orientándose fundamentalmente por criterios o prácticas
judiciales que ya han sido dejados de lado normativamente. Es así que no toman en
cuenta las normas civiles o procesales civiles cuya aplicación es obligatoria para los
casos en referencia. Esta mala praxis judicial se observa en la resolución elevada en
grado, cuya revisión por la Suprema Corte ha motivado la presente Ejecutoria; pues, la
mayoría de los criterios esbozados en este última, se han hecho precisamente porque
el Superior Colegiado se ha pronunciado de manera indebida.

En este sentido, cada uno de los criterios contenidos en la Ejecutoria en comento,


resultan pertinentes y necesarios; así:

En cuanto al punto a), tal como se ha expresado previamente en este trabajo, si el


agraviado no se hubiese constituido en parte civil, no pierde su derecho a reclamar en
cualquier momento (salvo prescripción de la acción civil) el resarcimiento del daño
sufrido; más aún, para tal efecto, cuenta con el amparo y apoyo del Ministerio Público,
el que ante la omisión del agraviado en constituirse en actor civil, inserta en el proceso
penal la pretensión resarcitoria, para cuya actuación resulta legitimado y obligado por
su Ley Orgánica. En este sentido en el proceso penal se ventilan tanto la acción penal
así como la acción resarcitoria y la sentencia tiene que resolver necesariamente
ambos extremos, bajo sanción de nulidad. Por tanto, tal como se indica en la
Ejecutoria, el agraviado siempre será comprendido en la sentencia como titular de la
obligación reparatoria (pese a no haberse constituido en actor civil).

En cuanto al punto b), obviamente, si el agraviado aparece en la sentencia como titular


de un derecho reconocido a su favor, resulta legitimado para solicitar la ejecución de la
sentencia sin mayores exigencias o condiciones que limiten su derecho a la tutela
jurisdiccional constitucionalmente consagrado. Por tanto, no es necesario que se
constituya en actor civil. Además, una exigencia de este tipo resultaría inoficiosa,
puesto que la discusión ya ha terminado con la sentencia declarativa del derecho
resarcitorio. Claro que hubiese sido preferible, para dotar de contundencia a la
decisión contenida en la sentencia, que la propia Ejecutoria hubiera señalado la norma
procesal aplicable; debiendo haberse referido a los artículos 713° y 690° del Código
Procesal Civil, los mismos que categóricamente establecen que las resoluciones
judiciales firmes son títulos de ejecución y está legitimado para promover la
ejecución quien en dicha resolución tiene reconocido un derecho a su favor.

Respecto al literal c), queda claramente establecida la diferencia entre el proceso


declarativo de condena y el proceso de ejecución de la misma. En este punto, si bien
en el proceso penal no se ha establecido con claridad que se trata de dos procesos
distintos, identificando al proceso de ejecución únicamente como una etapa del
proceso en general, lo cual ha generado confusión, este punto se ha diferenciado
nítidamente en el Código Procesal Civil, el cual resulta de aplicación al respecto. Por
tanto, lo resuelto por la Sala Suprema en la Ejecutoria, resulta esclarecedor y
pedagógico.
6
Al respecto ver: DELGADO TOVAR, Walter: “Comentario a las Ejecutoria vinculantes de la Corte
Suprema”. Unidad de Post Grado de la UNMSM, 2005, trabajo inédito.

10
En cuanto al punto d), resulta obvio que al estar reconocido el derecho del agraviado
en la sentencia (título de ejecución), no se puede limitar o condicionar al mismo, lo
contrario, como también resulta obvio, implicaría una afectación al derecho a la tutela
jurisdiccional efectiva, pues la ejecución de la sentencia es parte integrante de este
derecho fundamental. Esto resulta válido igualmente para el punto e), relativo a la
legitimación del agraviado para recurrir ante la instancia superior, cuando su derecho
contenido en el título de ejecución se vea conculcado.

Finalmente, respecto al acápite contenido en el punto f), relativo a que el agraviado


puede reclamar la ejecución de la reparación civil contenida en la sentencia penal aun
cuando hubiera promovido un juicio civil; ello resulta indiscutible, de conformidad con
los criterios generales de la responsabilidad civil aplicables para estos efectos. Pues
el resarcimiento del daño puede pretenderse por todos los medios y formas lícitas y en
cualquier momento. Sin embargo, si se recurre a un proceso penal, el demandante
tiene que sujetarse a las formalidades establecidas en éste, pues no resulta adecuado
que se reclame la misma pretensión en más de un proceso. De producirse esta
circunstancia, puede prosperar válidamente la excepción de cosa juzgado o de pleito
pendiente, según sea el caso. Pues en el proceso penal, tal como la propia Ejecutoria
lo establece, el agraviado o la parte civil tiene todos los derechos y facultades para
ejercitar su pretensión y probar los extremos de la misma, conforme a los criterios
establecidos en las normas civiles y procesales civiles, además de las de contenido
procesal penal; por lo que no resultaría pertinente, pedir doble pronunciamiento del
órgano jurisdiccional, con todos los riesgos e inseguridades que ello supone para la
Administración de Justicia.7 No obstante lo dicho, mientras esté pendiente la
reparación del daño y se haya determinado su entidad y monto en la sentencia recaída
en el proceso penal, la existencia del proceso civil no puede impedir la ejecución de la
sentencia penal, y de lograrse la reparación del daño por mandato de la sentencia
penal, carecería de sentido continuar el proceso civil; en todo caso, si el daño sufrido
fuera mayor al amparado en la sentencia penal, se tendría que descontar de la
pretensión mayor a ampararse en el proceso civil (cuya viabilidad puede discutirse).

7
Al respecto, hemos manifestado nuestro criterio contrario al otorgamiento al agraviado de la doble vía
(penal y civil) para solicitar la reparación del daño, pues si en el proceso penal puede comparecer con
todos sus derechos y prerrogativas demandando la reparación del daño, qué justifica otro proceso civil.
Un país tan pobre como el nuestro, con exiguos recursos destinados a la Administración de Justicia, no
puede recurrir a despropósitos como éste, que implican doble gasto de esfuerzos económicos, sociales y
humanos. Lamentablemente, en el nuevo Código Procesal Penal, con criterios desorientados no
correspondientes a nuestra realidad, se incurre en este mismo contrasentido. (GÁLVEZ VILLEGAS:
2005).

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