Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
2. Los hombres y las mujeres de todas las clases sociales sufrían la dureza del medio físico.
Tanto los nobles como los humildes recurrían al fuego para combatir el frío. Gracias a la leña o
al carbón vegetal, el frío podía ser controlado. Durante el invierno, las casas eran el refugio más
empleado para pasar los inviernos. Las familias solían utilizar numerosas ropas y entre ellas, las
más importantes eran las pieles.
En el verano, los hombres y mujeres sólo podían hacer frente al calor con los baños o con las
gruesas paredes de las iglesias y los castillos.
3. Además de la temperatura, las distintas estaciones traían consigo una importante limitación:
el uso del tiempo. Ello provocaba que durante la noche, las actividades se redujeran a la
mínima expresión. Las corporaciones laborales prohibían a sus miembros
trabajar durante la noche, ya que ella estaba destinada para la pausa y el reposo. Se prohibía
trabajar de noche porque existía la posibilidad de provocar un incendio debido a la escasa
visibilidad.
4. No cabe duda de que la sumisión del hombre a la naturaleza se hace evidente con motivo de
la aparición de grandes catástrofes tales como los incendios, las pestes, las inundaciones y
sequías.
Los incendios por ejemplo eran habituales en esta época. Se propagaban fácilmente debido a
que las casas de los campesinos estaban hechas de madera. ¡Bastaba un descuido para dar
lugar a una gran catástrofe!.
6. Algo similar ocurría con las inundaciones que causaban la destrucción de tierras y numerosas
muertes. Se cuenta que en diciembre de 1143, en tierras gallegas, las aguas destruyeron casas,
puentes y muchos árboles; sumergieron animales domésticos, rebaños e incluso hombres.
7. Todas estas características hacen pensar que los hombres y mujeres de la Edad Media
dependían más de la naturaleza que ésta del ser humano. El hombre medieval estaba a merced
de la naturaleza, mucho más que en la actualidad, hecho que podría explicar alguna de las
características de la vida en aquellos momentos como la robustez física o la paciencia de los
hombres, según algunos estudiosos.
Los medios para alargar artificialmente el día eran poco eficaces. Las velas de cera estaban
reservadas a las iglesias y a los detentadores laicos del poder. Los campesinos sólo poseían
velas fabricadas con la grasa de la oveja o antorchas elaboradas con leña resinosa, en especial
astillas de pino.
La regulación del ritmo de vida diario no entraba en contradicción con el sistema de las horas
canónicas. El mejor ejemplo de esas confluencias lo constituyen las ciudades. En ellas las
campanas de las iglesias ejercían un papel determinante, como elemento guía de las
actividades humanas. Al mismo tiempo, el orto y el ocaso del sol eran también puntos de
referencia fijos. Las campanas -con sus vigías- alertaban de peligros y marcaban el paso del
tiempo.
2ª.- Hamilton Thompson ha recogido una anécdota de un sacerdote italiano que no se dio
cuenta que había empezado la Cuaresma hasta que casi tuvo encima el domingo de Ramos.
Entonces, al darse cuenta de las consecuencias de su olvido, explicó a sus feligreses que la
Cuaresma había tardado en llegar este año porque el frío y la inseguridad de los caminos no le
dejaban cruzar las montañas, viniendo a un paso lento y receloso, que no podrá permanecer
con nosotros más de una semana, ya que el resto del tiempo lo ha pasado en el camino . Para
estas gentes, el tiempo carecía de sentido si no estaba jalonado por las efemérides eclesiásticas
recurrentes o por la sucesión de los fenómenos de la naturaleza.
Los campesinos tenían escasa noción de tiempo. El sol marcaba el comienzo y el final de la
jornada, que variaba de unas estaciones a otras. En principio, la gente se levantaba al alba y se
acostaba al anochecer, que era el tiempo que duraba la actividad. En invierno el trabajo
comenzaba a las 8 o las 9 y terminaba a las 5 o las 6 de la tarde; en verano se iniciaba a las 5 de
la mañana y concluía a las 7 o las 8 de la noche. En los pueblos el toque del Angelus a mediodía
señalaba un punto en torno al cual podían estructurarse los quehaceres diarios. El desayuno se
tomaba hacia la hora de tercia; la comida, más copiosa, entre sexta y nona; la cena tenía lugar
entre vísperas y completas.