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ENSEÑAR-APRENDER.
LECTURA DEL MUNDO-LECTURA DE LA PALABRA
El acto de enseñar exige la existencia de quien enseña y de quien aprende. El aprendizaje del
educador se percibe en cómo busca involucrarse con la curiosidad del alumno, los cuales están
cargados de sugerencias, preguntas que el educador no había notado. El educador aprende
primero a enseñar, pero también aprende al enseñar algo que es reaprendido por estar siendo
enseñado, pero eso no significa que un educador enseñe sin la competencia necesaria de hacerlo,
ni enseñar lo que no debe., un educador debe prepararse y capacitarse constantemente. Pero el
enseñar incluye al aprendizaje, ya sea de quien se prepara para enseñar en un futuro o quien
continúa aprendiendo para enseñar mejor hoy, o un niño que se encuentra en los comienzos de su
educación.
Estudiar no siempre implica leer unas palabras y memorizarlas, sino alcanzar su significado con
claridad, comprender lo leído. Enseñar a leer es comprometerse con una experiencia creativa
alrededor de la comprensión y la comunicación.
Estudiar es alcanzar la comprensión más exacta del objeto, percibir sus relaciones con otros
objetos. Implica que uno se arriesgue, se aventure, pero al estudio critico corresponde una
enseñanza también critica, que requiere una forma crítica de comprender y de realizar la lectura
de la palabra y del mundo, la lectura del texto y la lectura del contexto.
Nadie debe abandonar la lectura de un texto por considerarlo difícil, por el hecho de no haber
entendido, el lector estudioso precisa de ciertos instrumentos fundamentales, entre ellos el
diccionario etimológico, el filosófico, el de sinónimos y antónimos, entre otros, los cuales
deberían estar al alcance de todos los alumnos, y la lectura comparativa del texto de otro autor
que trate el mismo tema y cuyo lenguaje sea menos complejo. El deber de un escritor es escribir
de un modo simple, y facilitar la comprensión del lector, pero esta comprensión debe ser
trabajada por uno mismo, por esto que estudiar es una preparación para conocer más.
Leer y escribir van muy unidos y es preciso que nuestro cuerpo se vaya haciendo socialmente
actuante, consciente, hablante lector y escritor. Escribir por lo menos 3 veces por semana seria
entablar una relación entre pensar, leer y escribir.
La lectura crítica de los textos y del mundo tiene que ver con su cambio en proceso.
SEGUNDA CARTA
TERCERA CARTA
VINE HACER EL CURSO DE MAGISTERIO PORQUE NO TUVE OTRA
OPORTUNIDAD.
En su Tercera Carta Paulo Freire alude a la importancia y la dignidad de nuestra labor
docente. Considera que es irresponsable y simplista las capacitaciones del magisterio las
cuales, están plagadas de políticos donde lo que interesa no es la verdadera capacitación del
docente si no los aspectos políticos y financieros.
Por el hecho de tratar con seres humanos la practica educativa es algo muy serio, por eso se
necesitan personas competentes para esta labor, que participen y contribuyan a la
formación de las futuras generaciones y la trasformación de un país.
Es injusta que la profesión docente sea vista de manera indiferente a tal punto que
cualquiera puede asumirla sin ninguna preparación real, que sea la más mal paga, que ni
siquiera el curso de capacitación sea los coherentes con la realidad productos de la
improvisación.
CUARTA CARTA
DE LAS CUALIDADES INDISPENSABLES PARA EL MEJOR DESEMPEÑO DE LAS
MAESTRAS Y LOS MAESTROS PROGRESISTAS
Es importante anotar de esta carta la relevancia que tienen ciertas cualidades que según
Freire deben tener los docentes progresistas, entendidos como aquellos maestros que a
través de su práctica y crítica profesional, van generando nuevos conocimientos y acciones
pedagógicas coherentes con lo que observan y hacen.
La AMOROSIDAD otra cualidad que deben poseer los educadores con los estudiantes y
con lo que hace. Se hace imposible sin amor poder realizar nuestra actividad lo más
importante llenar de confianza y motivación a nuestros estudiantes.
Mediante el amor nos armamos de valor para tener derecho de luchar, denunciar y
anunciar lo que queremos, para aprender a vivir mejor. La valentía otra cualidad que nos
permite superar los miedos dándonos seguridad cuando actuamos o hablamos sobre algo
concreto. Como se expresó anteriormente, el miedo es algo normal en el ser humano y es
manifestación de que estamos vivos, por lo tanto es importante dominar el miedo lo cual
nos hace ser valientes llevándonos a reflexionar sobre las necesidades de ser claros respecto
a nuestras opciones y poner en práctica nuestras decisiones, provocando un sentido crítico
en la conciencia de él educando.
La TOLERANCIA es otra virtud de auténtica experiencia democrática, no se entienda
como permisibilidad antes los demás, es una acción responsable de comprender a los demás
en su forma de pensar y actuar sin que esto vulnere derechos. La tolerancia favorece la
convivencia civilizada entre los seres que interactúan, donde se establecen límites de
principios que deben ser respetados.
Otras cualidades que según el autor son necesarias en el trabajo formativo del educador
son la CAPACIDAD DE DECISION la seguridad, la tensión entre la paciencia y la
impaciencia y la alegría de vivir.
El educador enseña a decidir decidiendo lo que implica romper paradigmas para optar por
otros, por lo tanto toda decisión exige una evaluación comparativa, la cual al final me lleva
a optar.
La indecisión en los educadores puede ser aprovechada por los estudiantes como una
debilidad moral o en incompetencia profesional, lo cual puede llevar al profesor a la
arbitrariedad en la toma de decisiones.
La indecisión de lata falta de SEGURIDAD que es una cualidad que debe poseer todo el
que tenga responsabilidad de gobierno, y por ende el educador que requiere una
competencia científica, claridad política e integridad ética; ya que debe estar seguro de lo
que hace fundamentándolo científicamente con ideas claras de que hago, por que hago, y
para que lo hago.
El educador debe velar por la búsqueda permanente de la justicia, y frente a este derecho
debe experimentar la tensión entre la paciencia y la impaciencia, las cuales debe manejar
conjuntamente para establecer un equilibrio emocional en lo que hace sin llegar a
obstaculizar la consecución de los objetivos de la práctica pedagógica.
…Comenzaré por presentar la situación de quien, por primera vez, se expone por entero a los alumnos.
Difícilmente estará ese primer día libre de inseguridades, de timidez o inhibiciones, en el fondo, la
situación concreta que ella o él enfrentan en el salón de clase no tiene casi nada que ver con los
discursos teóricos que se acostumbraron a escuchar.
De hecho, el miedo es un derecho más al que corresponde el deber de educar, de asumirlo para
superarlo. Asumir el miedo es no huir de él, es analizar su razón de ser, es medir la relación entre lo
que lo causa y nuestra capacidad de respuesta. Asumir el miedo es no esconderlo, solamente así
podremos vencerlo. Lo mejor es decirles a los educandos lo que estamos sintiendo en una
demostración de que somos humanos y limitados.
Hablando de su miedo, de su inseguridad, el educador por un lado va haciendo una especie de catarsis
indispensable para el control del miedo, y por el otro se va ganando la confianza de los educandos.
Otro aspecto fundamental, la "lectura" de la clase como si fuera un texto para ser descifrado, para ser
comprendido. La joven maestra debe estar atenta a todo, a los más inocentes movimientos de los
alumnos, a la inquietud de sus cuerpos, a la mirada sorprendida, a la reacción más agresiva o más tímida
de este o aquel alumno o alumna. La “lectura” de las clases, precisa elementos poco fáciles de usar por
ejemplo, observar muy bien, comparar muy bien, intuir muy bien, imaginar muy bien, liberar muy bien
nuestra sensibilidad, creer en los otros pero no demasiado en lo que pensamos de los otros.
Es necesario que la maestra o el maestro dejen volar de manera creativa la imaginación de los
educandos, obviamente en una forma disciplinada. Y esto desde el primer día de clase, demostrando a
sus alumnos la importancia de la imaginación en nuestras vidas. Es preciso dejar bien claro que la
imaginación no es ejercicio de gente desconectada de la realidad, que vive en el aire. Por el contrario,
al imaginar alguna cosa lo hacemos condicionados precisamente por la falta de lo concreto. Cuando el
niño imagina una escuela alegre y libre es porque la suya le niega la libertad y la alegría.
En esta quinta carta Paulo Freire, otorga una serie de consejos, que más que consejos son directrices
fundamentales para llevar a cabo una buena tarea a la hora de dar una clase, y no cualquier clase, sino
el primer día para un profesor/ educador.
Freire llama a los maestros, en primer caso a ser verdaderos, con sus cosas buenas y malas, pero
siempre sin aparentar. Que el maestro se muestre en su clase tal cual es, esto dice él, nos hace más
humanos, nos pone en su nivel y no por encima de ellos, nos engrandece pero desde un punto de vista
servicial, en el cual el alumno sabe que puedo contar con nosotros, nos siente cercanos, y eso es
menester para desarrollar de forma saludable cualquier tipo de clase.
Finalizando la carta, y no menos importante, propone una “lectura” de la clase, en la cual el maestro
tome note mediante la observación minuciosa y se anime a realizar sugerencias críticas sobre lo
observado, para realizar mejoras en su labor educativa.
Además, invita a los maestros a dejar volar de forma creativa la imaginación de los alumnos, porque
imaginar lejos está de cosas surrealistas. Freire llama a incentivar esta práctica, pues todo conocimiento
cobra significado cuando el alumno logra conectarlo con su realidad.
La temática de la sexta carta, es el sin fin de relaciones que abarcar al docente y al alumno, a
educadores y educandos, relaciones de enseñanza, de aprendizaje, de libertad, de respeto.
Freire pide poder explotar estas relaciones, que no sea un desperdicio el que los educandos transiten
por la escuela, explotar en sentido de poder sacar su máximo potencial, de poder inculcarles el valor de
la democracia, de defensa a los más débiles, de seguridad en ellos mismos, de principios de libertad,
ética y justicia.
Para esto es necesario que el testimonio del educador sea abierto y democrático, abierto a nuevas ideas
y opiniones, y sobretodo abierto a la participación. Un testimonio verdadero y sin contradicciones, un
testimonio de seriedad y de educación por la libertad.
Esto quiere decir que hay momentos en los que la maestra, como autoridad, le habla al educando,
dice lo que debe ser hecho, establece límites sin los cuales la propia libertad del educando se pierde en
la permisividad, pero estos momentos se alternan, según la opción política de la educadora, con otros
en los que ella habla con el educando.
Puedo afirmar que si la maestra es autoritaria, siempre es ella el sujeto del habla y los alumnos son
continuamente la incidencia de su discurso. Ella habla a, para y sobre los educandos. Habla desde la
altura hacia abajo, convencida de su certeza y de su verdad. Y hasta cuando habla con el educando es
como si le estuviese haciendo un favor a él.
Si la opción de la educadora es la democrática, vive la difícil pero posible y placentera experiencia de
hablarles a los educandos y de hablar con los educandos. Ella sabe que el diálogo sobre los contenidos
a enseñar, así como el diálogo sobre la vida misma, son creadores de un ambiente abierto y libre
dentro del seno de la clase.
Es preciso y hasta urgente que la escuela se vaya transformando en un espacio acogedor y multiplicador
de ciertos gustos democráticos corno el de escuchar a los otros, el gusto del respeto hacia la cosa
pública, el gusto por la pregunta, por la crítica, el gusto de la tolerancia, el del acatamiento de las
decisiones tornadas por la mayoría.
Como educadoras y educadores somos políticos, hacemos política al hacer educación. Y si soñamos con
la democracia debemos luchar día y noche por una escuela en la que hablemos a los educandos y con
los educandos, para que escuchándolos podamos también ser oídos por ellos.
En esta carta Freire expresa que la relación entre educador y educando debe estar abierta al dialogo,
que no se debe impedirle el habla al educando ya que esto le impide ser crítico, y hacer de las escuelas
espacios democráticos, por y para la democracia.
Para lograr esto, el educador debe proponer una horizontalidad en la comunicación, no debe fijarse en
una posesión superior done hable a y para los educandos, donde hable a los y con los educando, de
esta forma oye al educando y así es oído por él.
De esta manera el educador evita caer en el papel de una figura autoritaria y mandona, que demuestra
a sus alumnos que solo el posee la voz de mando en la clase, y el deber de ellos es solo obedecer.
Resumiendo, la única manera de lograr una comunicación asertiva entre los maestros y los alumnos,
donde exista una diferencia entre hablar para ellos, a hablar con ellos. Es adoptando la difícil y
exhaustiva, pero gratificante postura de educador democrático.
OCTAVA CARTA
AYBI - IDENTIDAD CULTURAL Y EDUCACION
Hombres y mujeres somos seres especiales y singulares que a través de la historia
conseguimos desplazar el punto de decisión de mucho de lo que somos y hacemos. Somos
una relación dinámica y procesal de lo que heredamos y de lo que adquirimos.
Francois Jacob dice que estamos programados para aprender. No estamos determinados
ni condicionados pero si conscientes del condicionamiento que nos hace aptos para luchar
por la libertad como proceso y no como meta. Nos movemos con un mínimo de libertad del
que disponemos en el marco cultural para ampliarlo.
En el fondo, la libertad tiene mucho que ver con la relación entre lo que heredamos y lo que
adquirimos. En las herencias culturales se van constituyendo aspectos de nuestra identidad
que está marcada por la clase a la que pertenecemos.
Uno de los desafíos para los educadores es no sentirse inferiores a los educandos de las
clases dominantes de la red privada que menosprecian al maestro de clase media. Pero
tampoco, por el contrario, sentirse superiores en la red pública.
El trabajo formativo docente es inviable en un contexto que se piense teórico, pero que al
mismo tiempo tienda a permanecer alejado e indiferente con respecto al contexto del
mundo inmediato de la acción y de la sensibilidad de los educandos. La enseñanza de los
contenidos no puede ser hecha de manera vanguardista. Los educadores precisan saber lo
que sucede en el mundo de los niños con los que trabajan.