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Los aportes fueron muó ltiples, incluyendo experiencia en los temas del
Informe y un tejido de relaciones internacionales. Pero sin duda el maó s importante
fue una relacioó n de deó cadas con la memoria viva de la historia de violencia y
violaciones: la relacioó n con las víóctimas y sus familiares, con sus organizaciones;
relaciones de confianza y solidaridad que les permitiríóan testimoniar y pasar a ser
protagonistas del proceso que se abríóa. Para todos los activistas de derechos
humanos, los momentos maó s intensos del proceso fueron las audiencias puó blicas.
El impacto fue muó ltiple. En primer lugar, fue un momento privilegiado para la voz
de las víóctimas. En segundo lugar, a pesar de las limitaciones que tuvo su difusioó n,
fue un momento de escucha -en muchos casos con estupor, en otros con horror, sin
estar ausente el rechazo- de parte de la sociedad hacia los olvidados de siempre. En
tercer lugar, las audiencias fortalecieron a los comisionados, a colaboradores y
voluntarios del proceso, en su compromiso con la verdad.
Asimismo, la CVR realizoó audiencias puó blicas donde las víóctimas o sus allegados
dieron su testimonio ante los Comisionados y el puó blico presente; y audiencias
temaó ticas sobre legislacioó n "anti-terrorista", desplazados, universidades, mujer y
magisterio. Las audiencias se llevaron a cabo durante el 2002 en las ciudades de
Huanta, Huamanga, Huancayo, Huancavelica, Lima, Tingo Maríóa, Abancay, Trujillo,
Chumbivilcas, Cusco, Cajatambo, Pucallpa, Taratopo, Huaó nuco y Chungui. En estas
audiencias, praó ctica hasta ahora nunca utilizada por otras comisiones de la verdad
en la regioó n, se recogieron maó s de 400 testimonios relativos a maó s de 300 casos
diferentes de graves violaciones de derechos humanos.
La CVR sostuvo ademaó s entrevistas con algunos de los principales actores del
conflicto interno armado: miembros de los diferentes partidos políóticos, personal
militar y miembros de los grupos armados de oposicioó n. El ex Presidente Alberto
Fujimori Fujimori, su asesor presidencial en materia de inteligencia, Vladimiro
Montesinos; y algunos miembros del «escuadroó n de la muerte» Grupo Colina, que
operoó durante el gobierno del Presidente Fujimori, se habríóan negado a colaborar.
2. FUNDAMENTOS DE LA RECONCILIACION
4. RECONCILIACION Y JUSTICIA
1Audiencia sobre el tema de Universidad Puó blica y Violencia. CVR. BDI-I- P585. Caso 5. Primer bloque, 30 de
octubre de 2002. Expositor Carlos Chaó vez.
4.2. Justicia y Solidaridad: La Dimensión Moral
La ausencia del Estado y de los servicios puó blicos en muchos lugares donde se
desarrolloó el conflicto impide la justicia y obstaculiza el papel de la reconciliacioó n.
Gran parte de la poblacioó n sigue viviendo en situacioó n permanente de extrema
pobreza y exclusioó n econoó mica. En general, la educacioó n y la salud son demandas
baó sicas de bienes para la poblacioó n que todavíóa no son satisfactoriamente
atendidas por el Estado.
“Y eso, y a un poco tiempo la Marina dijo, tratemos de arreglar, valora tú, tu valora
¿cuánto pides por su vida? Yo tenía mucho sentimientos de valorar una vida, he dicho tal
vez ustedes pudieran buscar un mercado donde hay negocio de vidas, y yo me escojo
igual a mi hijo y que valore la justicia y que dinero venga a mis manos como he ido a la
justicia. Y no por soborno, porque no es un producto, no es un artefacto para estar
haciendo negocio de una vida.”2
2Audiencia Puó blica de casos en Tingo Maríóa. Caso N° 2. Primera Sesioó n, 8 de agosto de 2002. CVR. BDI-I-456.
Rosa Albarraó n. Nombre de la víóctima(s): Indalecio Pomatanta Albarraó n. Violacioó n alegada: Torturas y asesinato
la que repara a las miles de víóctimas de la violencia y coloca las bases para que
nunca maó s se vuelva a repetir.
3CVR. BDI-I-P447. Audiencia Puó blica de casos en Huamanga, caso 17, Audiencia Puó blica de Huamanga, Cuarta
Sesioó n, abril de 2002, Huamanga (Huamanga). Testimonio de Luis Enrique Saavedra.
4Audiencia sobre el tema Universidad Puó blica y Violencia, caso N° 3, Primera Sesioó n, 30 de octubre de 2002.
CVR. BDI-I-P590. Testimonio de Berta Rojas Vda. De Palomino.
4.5. Justicia y Reconciliación: Posibilidad de Futuro
Pero no soó lo son las personas, tambieó n las instituciones, como las Fuerzas
Armadas, aprendiendo de las experiencias deben mejorar el sentido de su misioó n:
“También las Fuerza Armadas tienen algo que aprender. Yo creo que donde ellos se
han desempeñado mejor, donde no han utilizado métodos de represión, creo que la gente
lo ha respetado. Donde han cometido abusos, una serie de atropellos con la gente, ahí es
donde ha existido más problemas. Yo creo que ellos también tienen que redefinir su rol
en el Perú y que ellos no están creados para agredir, para matar o para torturar, cosas
que han hecho. Tienen que estar para posibilitar el desarrollo del país, problemas nuevos
que vamos a vivir en el país y saber actuar entonces pero pensando en el futuro del
país.”5
5C VR. BDI-I- P266 Entrevista en profundidad, Juliaca, San Romaó n (Puno), junio de 2002. Paó rroco.
6“La organizacioó n de varayocs desaparece con la instalacioó n de la base porque eran muy abusivos con ellos”
CVR. BDI-I-P54. Entrevista en profundidad, Estudio pampas (Accomarca, Vilcashuamaó n), junio de 2002. Varoó n,
profesor, presunto senderista.
5. RECONCILIACIÓN, IMPUNIDAD Y PERDÓN.
Auó n cuando existe una mutua vinculacioó n entre los conceptos de reconciliacioó n
y de perdoó n, no significan lo mismo.
“Rechazo la idea de que estos hechos queden impunes, creo que la única forma de
acabar con la violencia y con el abuso es sancionando a los responsables, para que el
resto de la población o el resto de las personas sepan que estos hechos no se pueden
quedar, que se hacen y que no pasa nada.”7
“Es difícil poder controlar mis emociones pero no son lágrimas de debilidad sino
de dolor, de indignación, porque diez años después todavía duele saber que Martín Rivas
puede seguir haciendo su vida tranquilo, sin que estas muertes le pesen, todavía nos
duele saber que existe un asesino Fujimori viviendo en Japón sin que estas muertes les
sean castigadas.”9
La CVR considera que en un paíós como el Peruó , con una larga tradicioó n de
impunidad, corrupcioó n y acceso limitado a la justicia, el primer paso hacia la
reconciliacioó n soó lo puede darse si los perpetradores de críómenes de lesa
humanidad –que no son aquellos que combaten armados en igualdad de
condiciones– asumen su responsabilidad, compareciendo ante la justicia y pagando
su deuda con la sociedad.
7Audiencia puó blica de casos en Lima. Caso 10. Segunda Sesioó n, 21 de junio de 2002. CVR. BDI-I- P531 Cecilia
Martíónez Del Solar. Mujer víóctima, asesinaron a su esposo.
8CVR. BDI-I- P297 Testimoniante varoó n, presidente de los productores del valle de Primavera, hijo de un
alcalde asesinado por el PCP-SL. Primavera, Leoncio Prado, Huaó nuco, mayo de 2002. Cfr., Estudio
Arrepentimiento-Aries, Primavera.
9Audiencia puó blica de casos en Universidad Puó blica y Violencia. Caso Nº 10. Segundo bloque, 30 de octubre de
2002. CVR. BDI-I-P592. Mujer, familiar de víóctima. Gisela Ortiz Pera.
5.5. Perdón: Complemento de la Reconciliación
“Creemos de que debe haber otro tipo, la justicia, y sin justicia no va a haber
reconciliación porque la gente quiere por lo menos que castiguen a los autores, quienes
son los autores, no existen autores con nombre: hay un seudónimo pero si hay un jefe que
estuvo responsable de esa época, (...) es la competencia que le corresponde al poder
judicial. Si el Estado tiene interés en investigar, sancionar y hacer la reparación tendrá
que decir: ‘Bueno, señores del poder judicial, acá están estos documentos que estamos
ahora trabajando.’ Es un esfuerzo personal, esfuerzo colectivo y creo que una gratitud
para la persona que me dio su testimonio que si no se hace eso estamos (...) Esa gente
estaríamos (...) siguiendo (...) engañándoles y tiene razón mucha gente cuando da
testimonio”10
10CVR. BDI-I-P391. Entrevista en profundidad, Tarapoto (Tarapoto), julio de 2002. Entrevistado hombre,
profesor, testigo.
11CVR. BDI-I-P593. Audiencia temaó tica sobre Universidad Puó blica y Violencia. Caso 10B. Sesioó n uó nica, segundo
bloque, octubre 2002. Testimoniante Carmen Amaro.
Patrulla de La Perla, hasta ahora no es habido. El comandante Pedro Gonzáles Posada, el capitán
Santiago Bazán Yapas, el capitán César Izquierdo Vicente, el capitán César Inchaústegui Jiménez,
también se confabularon. O sea, individuos de la Policía Nacional, que actuaron como verdaderos
delincuentes. A ellos no se les hizo nada. Sin embargo, a los otros sí se les castigó (...).” 12
Durante deó cadas la sociedad peruana ha luchado por democratizar cada vez
maó s al Estado intentando hacer de eó l un instrumento eó tico que apoye la vida
ciudadana en todos sus aó mbitos. La irrupcioó n de la violencia y el terror quiso hacer
abortar dicho proyecto democratizador que proveníóa del viejo ideal republicano de
un Estado democraó tico, en el que la libertad y la igualdad de oportunidades
constituyen principios baó sicos. La represioó n y las políóticas contra subversivas
12Audiencia puó blica de casos en Lima Caso 13, CVR. BDI-I-P534 Carlos Rodríóguez Ibaó nñ ez. Las víóctimas eran
estudiantes de medicina de la Universidad Nacional Federico Villarreal, los torturaron para luego asesinarlos.
evidenciaron la fragilidad del pacto social expresado por el Estado y dieron paso a
una militarizacioó n y a una represioó n generalizada en importantes sectores de la
poblacioó n, posibilitando la violacioó n sistemaó tica de sus derechos civiles en
importantes sectores de la poblacioó n. La lucha contra subversiva no se asentoó ni
extrajo su apoyo inicialmente de las experiencias democraó ticas que libraban
muchos sectores de la ciudadaníóa, y, al contrario, se las dejoó de lado,
malinterpretaó ndolas y sospechaó ndose de ellas a veces como subversivas. A la
sanguinaria e implacable accioó n de la subversioó n contra la poblacioó n y el Estado,
soó lo se le respondioó con la accioó n militar. Las fuerzas políóticas en el Estado y los
partidos políóticos no tuvieron la capacidad de enfrentar en el terreno político el
conflicto que teníóan entre manos. Sin embargo, las comunidades campesinas y
nativas, asíó como la poblacioó n urbana en todo el paíós respondieron al flagelo que el
terror generaba. En otras palabras, la ausencia y la debilidad del pacto social y
políótico, esto es, la falta de presencia del Estado en diversos sectores del paíós,
posibilitoó que la nacioó n ingresara por el peligroso camino de la violencia y se desangrara
traó gicamente. La reconciliacioó n se entiende, asíó, como un nuevo pacto social que articule la
relacioó n entre la sociedad peruana y su Estado, de modo tal que se evite la repeticioó n de
este drama y se permita a la nacioó n ingresar finalmente en las víóas del desarrollo.
Para que la reconciliacioó n en el paíós tenga el eó xito esperado es necesario que enfrente
claramente tres asuntos vitales: el primero, relativo a la superacioó n y resolucioó n definitiva
del conflicto armado interno; el segundo, la discusioó n críótica de las ideas que sobre
reconciliacioó n tienen los vencidos, principalmente los miembros del PCP-SL que purgan
condena; y, el tercero, la asuncioó n de una profunda reforma del Estado de cara a los
intereses y exigencias de la sociedad civil, entre ellos las demandas de justicia.
13CVR. BDI-I-P208 Entrevista en Profundidad, Uchubamba. (Jauja), junio 2002, varoó n entrevistado, autoridad
distrital..
cualitativa de la situacioó n anterior al estallido de la violencia, y que la ha motivado. En este
contexto, y en líóneas generales, la CVR considera que el planteamiento senderista de la
reconciliacioó n como “solucioó n políótica” 14 es insuficiente y hasta errado, pues limita o
reduce el sentido de la reconciliacioó n al de una mera negociacioó n políótica. La reconciliacioó n
que plantea la CVR se inserta, por el contrario, en el marco de un proyecto que busca
responder a las demandas de la poblacioó n:
Las demandas del PCP-SL y del MRTA deben ser examinadas por razones humanitarias
y al margen del proceso de reconciliacioó n que involucra a toda la nacioó n. Esto es, las
demandas del paíós en el proceso de reconciliacioó n, y su satisfaccioó n por parte del Estado,
son enteramente distintas e independientes de dicho examen, en el sentido que no deben
ni pueden someterse a eó l. La CVR considera que la aproximacioó n correcta al tema de la
reconciliacioó n consiste en tener en cuenta que se trata de un problema muy complejo con
un elemento esencial: el de no repetir lo vivido, en el doble sentido de, por un lado,
intentar superar las condiciones histoó ricas de fractura y marginacioó n profundas de
sectores de la sociedad peruana, y, por el otro, el de asíó evitar por todos los medios abonar
el terreno de cultivo desde donde se produjo el estallido de la violencia armada que
enfrentoó a los peruanos causando mayor desolacioó n y pobreza. Eso supone conocer y
buscar las soluciones concretas a los problemas profundos del paíós en diversos frentes que
conciernen el desarrollo de sus pueblos: los eó tnicos y raciales, sociales, econoó micos,
juríódicos, educativos, de salud, de seguridad, de comunicacioó n, entre otros.
8. LA RECONCILIACION Y EL PCP-SL
14“(...) Entonces la lucha por la solucioó n es lo políótico, establecer ese problema que nos plantea la revolucioó n,
la detencioó n de la jefatura y que eso era lo que correspondíóa y realmente no haber asumido es un crimen, el no
haber asumido la lucha por un acuerdo de paz.” CVR. P253 Entrevista en profundidad, Huaral (Huaral). Mujer
dirigente de PCP-SL. “Pero no lo hago simplemente por míó sino por mis companñ eros que siguen en la lucha ,
que estaó n allaó , tambieó n en la selva, perseguidos, sabiendo que [a] esta guerra popular le hemos dado un
teó rmino; porque todos queremos hacer una familia, todos queremos vivir con nuestra familia.” CVR. BDI-I-P306
Entrevista en profundidad, Potacancha. Noviembre de 2002. Miembro del PCP-SL.
y no es original del PCP-SL. La praó ctica violenta de este grupo, maó s bien, causoó la
reduccioó n de la produccioó n y del trabajo. El PCP-SL no senñ ala nada especíófico sobre
el punto y es un tema que el Estado peruano debe encarar en el proceso de
reconciliacioó n y de reformas institucionales de cara a la exigencia histoó rica del paíós
y a la construccioó n de un nuevo futuro. Sobre las condiciones carcelarias y sobre el
cierre de penales, su reclamo estaó fundado en las condiciones oprobiosas en las
que se encuentran. Este punto ya ha merecido planteamientos diversos de solucioó n,
porque la políótica de penales y condiciones carcelarias no pueden atentar contra la
vida e integridad humanas de los reos, conforme lo senñ alan las normas nacionales
e internacionales al respecto. Una cabal reorganizacioó n del sistema penitenciario
no es sinoó nimo de tolerancia ante una supuesta rearticulacioó n de la ideologíóa
violentista.
Respecto de la amnistíóa,15 soó lo cabe senñ alar que los miembros del PCP-SL han
sido condenados por la justicia por sus críómenes. Cualquier pretensioó n de aplicar
una políótica de amnesia, olvido o amnistíóa por parte del Estado en su beneficio
vulnera el principio de la justicia. El planteamiento del “borroó n y cuenta nueva”
respecto de los críómenes cometidos no es posible para nadie. El principio de la
reconciliacioó n se funda en la justicia y no en la impunidad. De ese modo, no soó lo los
militantes del PCP-SL deben pagar por sus críómenes, sino todo aquel que los ha
cometido. Nadie estaó por encima de la justicia y nadie tiene licencia para torturar o
asesinar a aqueó l que estaó en situacioó n de indefensioó n. La reconciliacioó n exige, en
este caso concreto, que el senderismo pague por sus críómenes.
15“La necesidad de ir ajustando la legislacioó n al maó s estricto respeto de los derechos fundamentales tanto de
la persona como de los econoó micos y sociales y atender las demandas del pueblo por democracia y desarrollo
fundamentalmente sus demandas baó sicas, plan especial de desarrollo para las zonas afectadas pobres de
barriadas y trabajadores prestando atencioó n sustantiva a los invaó lidos hueó rfanos y viudas de guerra, ley de
amnistíóa general que sirviese a la reconciliacioó n nacional sin vencedores ni vencidos, sin represalias,
venganzas, persecuciones, ni restricciones personales contra nadie.” CVR. BDI-I-P252. Entrevista en la caó rcel de
Yanamayo (Puno), junio de 2002. Entrevistado dirigente del PCP-SL.
El PCP-SL ha convertido a la violencia y el terror en parte indesligable de su
existencia, y por ello la renuncia que se exigiríóa a dichos meó todos significaríóa en el
fondo solicitarle al PCP-SL que se niegue a síó mismo. Hay que distinguir, sin
embargo, entre la organizacioó n misma y sus militantes, los cuales, una vez que
hayan pagado su deuda con la justicia –si eó se fuere el caso – podraó n, como
cualquier ciudadano, hallarse expeditos para ejercer sus derechos dentro de una
sociedad que encuentra que la políótica es incompatible con la violencia. En relacioó n
al “proceso de democratizacioó n de la sociedad,” eó l soó lo se daraó en la medida en que
todas las fuerzas políóticas y democraó ticas del paíós asuman la tarea de fortalecer la
democracia sin recurrir a la violencia. Seraó en funcioó n de la democratizacioó n, y por
ella, que podraó darse el auteó ntico proceso de reconciliacioó n y solucionarse el
conflicto armado con los remanentes del senderismo que todavíóa existen en el
Peruó . El PCP-SL se ha puesto fuera de la ley y de la construccioó n democraó tica del
paíós.
CAPITULO II: DIMENSION JURIDICA DE LOS HECHOS
1. MARCO JURIDICO
1.1. Derecho Internacional y Constitución Política del
Perú.
33. (…) Vista la importancia de los derechos en cuestión, todos los Estados lo reconocen
como un asunto de interés jurídico para que tales derechos sean protegidos, estableciendo
que las obligaciones asumidas por ellos son obligaciones erga omnes.
34. Estas obligaciones provienen por ejemplo, en el derecho internacional contemporáneo,
de la misma fuente que las leyes sobre actos de agresión y de genocidio pero también de
los principios y las reglas sobre los derechos fundamentales de la persona humana y
comprenden la protección contra la práctica de la esclavitud y la discriminación racial.
Las garantías de protección correspondientes están integradas al derecho internacional
general.16
A las implicancias de alcance general antes senñ aladas debemos anñ adir otras de
caraó cter especíófico que recaen sobre todo Estado en virtud del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos. Estas son las obligaciones de respetar y de
garantizar —hacer respetar— los derechos y libertades reconocidos por los
tratados de derechos humanos y humanitarios en general. De tal modo que todo
menoscabo a estos derechos atribuible «a la accioó n u omisioó n de cualquier
autoridad puó blica, constituye un hecho imputable al Estado que compromete su
responsabilidad» seguó n los teó rminos fijados por el tratado infringido. Ello por
cuanto «es un principio del Derecho internacional que el Estado responde por los
actos de sus agentes realizados al amparo de su caraó cter oficial y por las omisiones
de los mismos aun si actuó an fuera de los líómites de su competencia o en violacioó n
del derecho interno».
La CVR considera que este debate no es, ni debe ser, exclusivamente juríódico. Se
afirma que los actos de los grupos terroristas no pueden ser calificados como
violaciones de los derechos humanos porque los instrumentos de los derechos
humanos soó lo se refieren a comportamientos de los Estados. Pero al hacerlo se
desconoce que los «derechos humanos» no pueden ser histoó ricamente definidos
soó lo como producto de los instrumentos internacionales. Los instrumentos
internacionales son un resultado (el maó s importante sin duda) de la lucha por el
respeto a los derechos humanos, pero no clausuran el universo teoó rico de
preocupaciones que se refiere a estos derechos. No es posible entonces encontrar
en ellos, en opinioó n de la CVR, una razoó n que impida que cualquier observador
decida calificar los actos del terrorismo conforme a los derechos humanos.
Hay que recordar que la Declaracioó n de los Derechos y Deberes del Hombre
no fue pensada para dar origen a un sistema de responsabilidad estatal, sino que
fue pensada como una carta de derechos civiles, destinada a operar dentro de un
Estado, y a prevenir abusos no soó lo de la autoridad, sino tambieó n de cualquier
ciudadano. Desde el punto de vista de la teoríóa políótica no es posible entonces
identificar las violaciones a los derechos humanos soó lo con actos de la autoridad
estatal.
Es en este sentido que la CVR afirma que los actos terroristas no pueden ser
calificados como violaciones a los instrumentos internacionales sobre derechos
humanos porque estos uó ltimos son tratados y en tanto tales soó lo tratan de la
responsabilidad de los Estados, ni pueden ser considerados por las Cortes
Internacionales especializadas en estas aó reas porque ellas no son competentes
para juzgar críómenes terroristas. Esta afirmacioó n, sin embargo, no impide que se
califiquen los críómenes del terrorismo como violaciones a los derechos humanos
por las razones senñ aladas.
De otro lado, en cualquier tipo de conflicto armado son de aplicacioó n no soó lo las
normas antes mencionadas, sino tambieó n ciertos principios inderogables del
Derecho Internacional Humanitario que fueran enunciados ya en el siglo XIX
(claó usula de Martens). Asíó, la proteccioó n de la poblacioó n civil estaó en relacioó n con
los «principios de humanidad» que fundan el principio de distincioó n entre
combatientes y no combatientes, asíó como el relativo a la proporcionalidad entre
las ventajas militares a ser alcanzadas y los danñ os a civiles que en ninguó n caso
deben ser excesivos.
17La Comisioó n Interamericana de Derechos Humanos, Informe 55/97, Caso 11.137, Argentina, 18 de
noviembre de 1997, paó rr. 156 y 147. Veó ase tambieó n: Informe 55/97, Caso 11.137, Argentina, aprobado el 18 de
noviembre de 1997. Anñ adido entre pareó ntesis.
18El uó ltimo paó rrafo del artíóculo 3 comuó n de los Convenios de Ginebra establece: «La aplicacioó n de las
anteriores disposiciones no surtiraó efectos sobre el estatuto juríódico de las Partes en conflicto».
19En el mismo sentido la Comisioó n Interamericana de Derechos Humanos declara que el Estado «es libre de
juzgar a esas personas por todos y cada uno de los actos de violencia que transgredan sus leyes, aun en el caso
de que esos actos no resultaran violatorios del derecho humanitario. Tales enjuiciamientos, sin embargo,
deben proporcionar a los acusados las garantíóas del debido proceso establecidas en los tratados sobre
derechos humanos y derecho humanitario que obligan al Estado», en Tercer Informe sobre la situacioó n de
derechos humanos en Colombia de 1999, capíótulo IV, paó rr. 18.
considerado que el artíóculo 3 comuó n a los Convenios de Ginebra constituye el
marco normativo adecuado para la determinacioó n del nuó cleo inderogable de
derechos vigentes durante un conflicto armado interno. Ello no seraó en modo
alguno obstaó culo para aplicar las disposiciones del Protocolo II, en lo que resulte
compatible y pertinente.
Por otro lado, en los Estados que garantizan libertades míónimas a la poblacioó n,
la subversioó n armada no tiene justificacioó n moral, pues destruyen espacios
puó blicos existentes que, por enmarcarse en el respeto de los derechos humanos,
conceden efectividad a las estrategias no violentas a favor de cambios
racionalmente aceptables.
20Entre las instituciones que reiteradamente se han pronunciado sobre la existencia de un conflicto armado
interno en el Peruó y la obligacioó n de todos los agentes, estatales y no estatales, de respetar y hacer respetar el
Derecho Internacional Humanitario, pueden mencionarse: Coordinadora Nacional de Derechos Humanos,
Human Rights Watch, Amnistíóa Internacional y la Comisioó n de Juristas Internacionales (1993)) —eó sta uó ltima,
entidad temporal ad hoc promovida en virtud de un acuerdo entre el Gobierno del Peruó y de los Estados
Unidos. Ademaó s, como lo ha senñ alado la Comisioó n Interamericana de Derechos Humanos, «el hecho que se
perpetren actos terroristas dentro del contexto de un conflicto armado no afecta por lo demaó s el caraó cter
juríódico de ese conflicto, aunque como se indicoó , puede generar la responsabilidad penal individual del
perpetrador o de su superior por dichos actos, en la medida que constituyen violaciones graves del derecho y
las costumbres de la guerra». Informe sobre Terrorismo y Derechos Humanos, paó rr. 73
e inaccesibles. Esto soó lo se justifica histoó ricamente en el caso de una resistencia
contra una invasioó n repentina y masiva, como la que hicieron los partisanos en
distintos paíóses contra la invasioó n del ejeó rcito nazi durante la Segunda Guerra
Mundial. Fuera de este tipo de casos, estaó claro que ninguó n grupo subversivo
armado tiene derecho a ocultar a sus combatientes entre la poblacioó n civil.
Lo anterior, de otro lado, adquiere contornos muy precisos a la luz del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políóticos (en adelante PIDCP) y de la
Convencioó n Americana sobre Derechos Humanos (en adelante CADH). En caso de
guerra, de peligro puó blico o de otra emergencia, el PIDCP (art. 4) «no autoriza
suspensioó n alguna de los artíóculos [...]» 23, y el CADH (art. 27) «no autoriza la
suspensioó n de los derechos determinados en los siguientes artíóculos [...].» 24
21El Comiteó de Derechos Humanos, Observacioó n General N° 29 sobre «Los Estados de Emergencia», paó rr. 13,
literales a) y b), califica los derechos no derogables como establecidos por «una norma de derecho
internacional general cuya aplicacioó n no puede ser objeto de suspensioó n», in Interpretación de las normas
internacionales sobre derechos humanos. Observaciones y recomendaciones generales de los órganos de
vigilancia de los tratados internacionales de derechos humanos de las Naciones Unidas, Bogotaó , Oficina en
Colombia del Alto Comisionado de las naciones Unidas para los Derechos Humanos, p. 151.
22La Corte internacional de Justicia en el caso Barcelona Traction de 1970, afirmoó : «las obligaciones de las
cuales se tratan son obligaciones erga omnes», las cuales « [...] provienen por ejemplo, en el Derecho
Internacional contemporaó neo, de la puesta fuera de la ley de los actos de agresioó n y de genocidio, pero tambieó n
de los principios y las reglas sobre los derechos fundamentales de la persona humana, incluida la proteccioó n
contra la praó ctica de la esclavitud y la discriminacioó n racial. Los derechos de proteccioó n correspondientes
estaó n integradas al Derecho Internacional general.» Cf. Barcelona Traction, Light and Power Company, Limited,
arreê t, C.I.J., Recueil 1970, paó rr. 33 y 34. Veó ase tambieó n «Activiteó s militaires et paramilitaires au Nicaragua et
contre celui-ci», arreê t du 27 juin 1986, C.I.J., Recueil 1986, par. 220. En la Opinioó n consultiva sobre la licitud de
la amenaza o el empleo de armas nucleares, de 8 de julio de 1996, la CIJ afirmoó respecto del Derecho
Internacional Humanitario: «Estas reglas fundamentales se imponen, de otro lado, a todos los Estados, que
hayan o no ratificado los instrumentos convencionales que las expresan, porque ellas constituyen principios
inviolables de Derecho Internacional consuetudinario», en C.I.J., Recueil, 1996, paó rr. 79..
23ONU: Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, artículo 4: «1. En situaciones excepcionales que
pongan en peligro la vida de la nación y cuya existencia haya sido proclamada oficialmente, los Estados Partes en
el presente Pacto podrán adoptar disposiciones que, en la medida estrictamente limitada a las exigencias de la
situación, suspendan las obligaciones contraídas en virtud de este Pacto, siempre que tales disposiciones no sean
incompatibles con las demás obligaciones que les impone el derecho internacional y no entrañen discriminación
alguna fundada únicamente en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión u origen social. 2. La disposición
precedente no autoriza suspensión alguna de los artículos 6, 7, 8 (párrafos 1 y 2), 11, 15, 16 y 18.[...]»
24OEA: Convención Americana de Derechos Humanos, artículo 27: «1. En caso de guerra, de peligro público o de
otra emergencia que amenace la independencia o seguridad del Estado parte, éste podrá adoptar disposiciones que,
en la medida y por el tiempo estrictamente limitados a las exigencias de la situación, suspendan las obligaciones
contraídas en virtud de esta Convención, siempre que tales disposiciones no sean incompatibles con las demás
obligaciones que les impone el derecho internacional y no entrañen discriminación alguna fundada en motivos de
raza, color, sexo, idioma, religión u origen social. 2. La disposición precedente no autoriza la suspensión de los
derechos determinados en los siguientes artículos: 3 (Derecho al Reconocimiento de la Personalidad Jurídica); 4
(Derecho a la Vida); 5 (Derecho a la Integridad Personal); 6 (Prohibición de la Esclavitud y Servidumbre); 9
(Principio de Legalidad y de Retroactividad); 12 (Libertad de Conciencia y de Religión); 17 (Protección a la
Familia); 18 (Derecho al Nombre); 19 (Derechos del Niño); 20 (Derecho a la Nacionalidad), y 23 (Derechos
Políticos), ni de las garantías judiciales indispensables para la protección de tales derechos [...]»
La lectura conjunta de ambos artíóculos permite afirmar, consiguientemente,
que entre los derechos fundamentales no derogables debe considerarse (lista no
exhaustiva): el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal (la prohibicioó n
de la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes), la
prohibicioó n de la esclavitud y la servidumbre, la prohibicioó n de la prisioó n por
deudas, el principio de legalidad y favorabilidad en materia penal, el
reconocimiento a la personalidad juríódica, la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religioó n, la proteccioó n a la familia, el derecho al nombre, los
derechos del ninñ o, los derechos a la nacionalidad y los derechos políóticos. Tampoco
podraó n suspenderse las garantíóas judiciales (habeas corpus y amparo)
indispensables para la proteccioó n de los derechos no derogables.
Por las mismas razones que le han llevado a no aceptar como vaó lidas las
amnistíóas mencionadas, hay una tendencia en el Derecho Internacional a no
aceptar como compatibles con las obligaciones de los Estados la extincioó n
(prescripcioó n) de la accioó n penal en razoó n del tiempo transcurrido. En el caso
Barrios Altos la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaroó «que son
inadmisibles las disposiciones de amnistía, las disposiciones de prescripción y el
establecimiento de excluyentes de responsabilidad que pretendan impedir la
investigación y sanción de los responsables de las violaciones graves de los derechos
humanos». Seguó n el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, el Estado no
puede excusarse tras las normas que eó l mismo promulga para incumplir su
obligaciones internacionales de investigar, juzgar y condenar a los responsables de
violaciones graves a dicho derecho.
Es de senñ alar que respecto de los delitos comunes, no existe una norma
internacional que establezca ni un tiempo míónimo ni maó ximo para la extincioó n de
la accioó n penal, pudiendo cada Estado libremente fijar el lapso de tiempo que crea
conveniente, o determinar la imprescriptibilidad. En virtud de la soberaníóa e
igualdad entre los Estados, las leyes penales «sólo pueden tener vigencia dentro del
país [donde están vigentes], pero no pueden derogar la competencia penal de otro
Estado».
La CVR concluyoó que durante las dos deó cadas del conflicto interno armado
se cometieron miles de serios abusos de derechos fundamentales por los grupos
armados de oposicioó n, principalmente Sendero Luminoso y en menor escala el
MRTA, asíó como graves violaciones de derechos humanos por agentes del Estado,
en particular las Fuerzas Armadas, que en algunos momentos y lugares del
conflicto fueron praó cticas sistemaó ticas y generalizadas y constituyeron delitos de
lesa humanidad.
Seguó n el anaó lisis de la CVR, la violencia ejercida por los grupos armados de
oposicioó n y por agentes del Estado se concentroó en los sectores de la poblacioó n
maó s desprotegidos en el Peruó : personas en comunidades indíógenas o campesinas,
en su mayoríóa quechua hablantes, con escasos recursos econoó micos y niveles de
educacioó n por debajo de la media del paíós. La CVR consideroó que la persistente
discriminacioó n racial, social y de geó nero en el Peruó contribuyoó a que el sufrimiento
de estos miles de peruanos y peruanas no fuera reconocido durante anñ os por los
sectores de la sociedad con poder econoó mico y políótico.
La CVR concluyoó que el conflicto armado interno que vivioó el Peruó entre 1980 y
el 2000 constituyoó el periodo de violencia "maó s intenso, maó s extenso y prolongado
de toda la historia de la Repuó blica."
De acuerdo a sus conclusiones, este conflicto abarcoó una proporcioó n mayor del
territorio nacional que cualquier otro periodo marcado por la violencia en la
historia del paíós. La CVR recibioó reportes de muertes y «desapariciones» en todos
los departamentos, excepto en Moquegua y Madre de Dios; y uó nicamente en Tacna
y Tumbes la cifra de víóctimas reportadas es soó lo de un díógito.
Ademaó s, como consecuencia del conflicto interno armado, la CVR concluye que
aproximadamente medio milloó n de peruanos y peruanas, en su mayoríóa
provenientes de los departamentos maó s pobres y afectados por la violencia:
Ayacucho, Apuríómac, Huancavelica, Juníón, Huaó nuco, Ancash, Pasco, Cusco y Puno,
fueron desplazados forzosamente tanto por agentes del Estado como por los
grupos armados de oposicioó n. El 80% de ellos en el periodo de 1983 a 1993.
Muchas de estas personas tuvieron que refugiarse en Lima, donde debieron
ubicarse en los lugares maó s bajos de la escala social, agravaó ndose asíó su situacioó n
de pobreza.
La CVR reunioó evidencias que indican que del total de víóctimas fatales
reportadas, maó s de 11.000 casos son de personas, en su mayoríóa civiles, que
murieron a manos de integrantes de Sendero Luminoso, como parte de su
estrategia, cuando se encontraban desarmadas, en estado de indefensioó n o
rendidas. Asimismo, la CVR atribuye maó s de 1.500 casos de personas que
actualmente se encuentran en paradero desconocido a este grupo armado, lo que
eleva la cifra de víóctimas fatales atribuidas a Sendero Luminoso a maó s de 12.500.
La CVR recibioó informes de asesinatos cometidos por Sendero Luminoso en 20
departamentos, siendo la poblacioó n maó s afectada la del departamento de
Ayacucho, de donde procedíóa una de cada dos víóctimas.
Seguó n la CVR, Sendero Luminoso hizo "uso sistemaó tico y generalizado" de actos
delictivos que incluyeron la tortura (el 23% de los casos de tortura reportados a la
CVR son atribuidos a este grupo armado) y el asesinato, ademaó s del arrasamiento
de comunidades, violencia sexual contra las mujeres y atentados indiscriminados
con explosivos en ciudades.
El MRTA, de acuerdo a los datos recogidos por la CVR, fue responsable del 1.8%
del total de abusos a los derechos humanos cometidos durante el conflicto armado
interno y del 1.5% de las víóctimas fatales reportadas. (22) Ademaó s la CVR le
atribuye responsabilidad por la "praó ctica sistemaó tica del secuestro (...) [y]
críómenes (…), tales como asesinatos y toma de rehenes."
De los maó s de 500 casos reportados de violencia sexual contra mujeres y ninñ as,
la CVR responsabiliza a los grupos armados de oposicioó n por el 11%. La mayor
parte de estos casos fueron cometidos durante incursiones y enfrentamiento
armados o en las retiradas, asíó como por actos como aborto forzado, unioó n forzada
y servidumbre sexual de mujeres y ninñ as, incluidas integrantes de los grupos
armados de oposicioó n.
De acuerdo a los casos presentados a la CVR, los agentes del Estado, Comiteó s de
Autodefensa y paramilitares son responsables de maó s del 37% de los muertos y
«desaparecidos», habiendo sido la mayoríóa de estas violaciones, casi un 29%,
aparentemente perpetradas por las Fuerzas Armadas, seguidas de las Fuerzas
Policiales que, seguó n los testimonios recogidos por la CVR, son responsables de
casi el 7% de los muertos y «desaparecidos».
En el caso de la Policíóa, el anaó lisis de la CVR indica que "la tortura ejercida por
las Fuerzas Policiales fue una praó ctica sistemaó tica, generalizada y extendida (…) [al
igual que] las detenciones indebidas [bajo cargos de delitos de «terrorismo»]".(33)
Los policíóas, afirma la CVR, "recurrieron a la tortura como una de sus formas de
accioó n maó s eficaces para la obtencioó n de informacioó n y pruebas [en casos de
delitos de «terrorismo»], tanto para obtener confesiones autoinculpatorias, como
datos o informacioó n general o sindicacioó n de responsables."
El Informe Final refleja que el 61% de las personas que murieron a manos de
agentes del Estado durante el conflicto interno armado, fueron víóctima de
desaparicioó n forzada.(35) La CVR recibioó casi 4.500 casos de desapariciones
forzadas a manos de agentes estatales en al menos 18 departamentos del paíós. En
el 65% de estos casos auó n se desconoce el paradero de las víóctimas.
Seguó n la CVR, la praó ctica de la desaparicioó n forzada tuvo un caraó cter masivo e
indiscriminado en los departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apuríómac, entre
1983 y 1984, durante el gobierno del Presidente Belauó nde Terry. A partir de esos
anñ os dicha praó ctica se extendioó a otros departamentos, siendo en 1989, durante el
mandato de Alan Garcíóa Peó rez, cuando se registroó el mayor nuó mero de distritos
donde se denunciaron casos de «desapariciones».
La CVR atribuye ademaó s responsabilidad a los agentes del Estado por maó s de
7.300 ejecuciones extrajudiciales, de las cuales en maó s de 4.400 casos se conoce el
paradero de las víóctimas. En el resto de los casos, sin embargo, si bien la Comisioó n
concluyoó que la mayoríóa de estas personas habríóan sido ejecutadas por agentes del
Estado, auó n no se han podido ubicar o recuperar los restos de las víóctimas.(38) En
total, por tanto, el nuó mero de personas «desaparecidas» a manos de agentes del
Estado ascenderíóa a maó s de 7.000.
Fueron registrados tambieó n por la CVR maó s de 6.400 casos de tortura y otros
tratos crueles, inhumanos o degradantes a manos de agentes del Estado en 22
departamentos del paíós, que se suman a los miles de casos de personas
«desaparecidas» o ejecutadas extrajudicialmente, la mayoríóa de las cuales
seguramente habríóan sido tambieó n objeto de torturas. Seguó n la CVR, el 75% de los
casos de tortura analizados fueron perpetrados por agentes del Estado, maó s de la
mitad por las Fuerzas Armadas y el 36% por las Fuerzas Policiales, o por personas
que actuaron bajo su autorizacioó n o aquiescencia, incluidos Comiteó s de
Autodefensa y grupos paramilitares.(42) La mayor parte se cometieron en los
departamentos de Ayacucho (32%), Apuríómac (14%) y Huaó nuco (10%).
La CVR atribuye a las autoridades políóticas del Estado peruano que asumieron
el gobierno del paíós durante estos anñ os, grave responsabilidad. Autoridades que,
de acuerdo a la CVR, "abdicaron sus facultades en las Fuerzas (…) Armadas] en
todo lo relativo a la lucha contra-subversiva" e "incurrieron en la maó s grave
responsabilidad al desatender las denuncias de violaciones de derechos humanos
o, en muchos casos, (…) garantizar la impunidad para los responsables."
Ademaó s, durante estas dos deó cadas, periodo en el que los partidos en el
gobierno contaron con mayoríóa de votos en el Congreso, a traveó s de estas mayoríóas,
las autoridades gubernamentales inhibieron o debilitaron la capacidad del
Congreso de fiscalizar y formular alternativas a la militarizacioó n del conflicto,
especialmente a partir del golpe de 1992, cuando el Congreso, en general, avaloó y
promovioó el encubrimiento y la impunidad. El Informe Final concluye que el
reó gimen de Alberto Fujimori legalizoó la impunidad a las violaciones de derechos
humanos atribuidas a agentes del Estado, logrando que se aprobasen por mayoríóa
dos leyes de amnistíóa que vulneraban disposiciones constitucionales y tratados
internacionales ratificados por el Peruó .
Por otro lado, los juicios que se realizaron contra personas acusadas de delitos
de «terrorismo» no cumplíóan los estaó ndares internacionales que garantizan un
juicio justo. Asíó, en los casos en los que el delito imputado era el delito de
«terrorismo» de «traicioó n a la patria», los civiles eran juzgados por tribunales
militares que no cumplen con principios de independiente ni imparciales. Ademaó s,
entre 1992 y 1997 todos los delitos de «terrorismo» fueron juzgados ante los
llamados «jueces sin rostro», que estaban detraó s de una pantalla polarizada y
hablaban a traveó s de un microó fono que distorsionaba la voz para mantener su
identidad en secreto. En muchas ocasiones, el acusado no podíóa oíór lo que se le
preguntaba, y los juicios duraban tan soó lo unos minutos, sin que hubiera apenas
tiempo para presentar una defensa.
La CVR estima que de las varias decenas de miles de personas que estuvieron
bajo detencioó n prejudicial bajo sospecha de haber cometido actos de «terrorismo»,
muchas de las cuales fueron ademaó s objeto de torturas y tratos crueles, inhumanos
o degradantes, una gran parte eran personas inocentes, detenidas injustamente por
delitos de «terrorismo». Asíó, de las casi 34.000 detenciones prejudiciales
registradas por la CVR entre 1983 y 2000, casi la mitad de los detenidos tuvieron
que ser liberados por falta de evidencias antes de ser puestos a disposicioó n del
juez.
Asimismo, seguó n la CVR, de los miles de acusados del mismo delito que pasaron
por la caó rcel por orden judicial desde que entroó en vigor la legislacioó n «anti-
terrorista» de 1992, casi 1.400 fueron identificados como personas condenadas
injustamente de delitos de «terrorismo», conocidos en el Peruó como «presos
inocentes», y absueltos por las cortes o liberados a traveó s de indulto presidencial o
derecho de gracia, entre 1996 y el 2000, despueó s de que el Gobierno de Alberto
Fujimori reconociera puó blicamente que se habíóan cometido errores y que habíóa
cientos de casos de personas condenadas injustamente por delitos de «terrorismo»
encarceladas en prisiones peruanas.
3. Las Víctimas
3.1. Exclusión Social y discriminación racial
El perfil de las víóctimas estaríóa vinculado con los objetivos y estrategias de los
principales actores. Asíó, en la estrategia de Sendero Luminoso de conquistar el
poder mediante la lucha armada, la CVR concluye que el grupo armado de
oposicioó n buscoó atacar deliberadamente a quienes seguó n su ideologíóa
representaban al Estado es decir, personas con responsabilidades relativamente
importantes o que desempenñ aban un cierto liderazgo social o políótico en sus
comunidades, las cuales, por lo general, eran mayoritariamente varones.
Aproximadamente 21% de las víóctimas fatales de Sendero Luminoso reportadas a
la CVR eran autoridades locales y dirigentes sociales. Esto, a juicio de la CVR
constituyoó un duro golpe a la capacidad de intermediacioó n políótica de las zonas
afectadas por el conflicto, habiendo sido eliminada intencionalmente por Sendero
Luminoso toda una generacioó n de dirigentes políóticos locales.
La CVR consideroó que la violacioó n sexual fue una praó ctica comuó n y bastante
utilizada, principalmente por las Fuerzas Armadas, que se cometioó casi
exclusivamente contra mujeres. De los maó s de 500 casos de violencia sexual
recibidos por la CVR, en soó lo 11 de estos casos la víóctima fue un hombre. Muchas
de estas mujeres han denunciado problemas de salud mental y fíósica, incluida salud
reproductiva, como consecuencia de los actos de violencia sexual sufridos.
En la mayoríóa de los casos de violencia sexual contra mujeres y ninñ as, seguó n la
CVR, no se denunciaron los hechos por verguü enza o temor a intimidacioó n de los
agresores y en los casos en los que síó se realizaron denuncias, la CVR considera que
"la indiferencia o poca o nula respuesta eran habituales no soó lo por temor a
represalias por parte de los (…) [perpetradores] sino tambieó n porque se restaba
importancia al asunto y se le ubicaba en el aó mbito privado."
Ademaó s, "en su rol de madres o esposas (…) [las mujeres] fueron quienes en
mayor medida afrontaron las consecuencias de la desaparicioó n forzada [y muerte
de seres queridos] sobre las familias, hacieó ndose cargo del sustento del hogar y de
la buó squeda de sus familiares." Muchas de ellas teniendo que padecer continuos
malos tratos, vejaciones y amenazas a lo largo del difíócil y doloroso proceso de
buó squeda del ser querido, asíó como distintas formas de violencia sexual, como
castigo o represalia por denunciar casos de violaciones de derechos humanos de
sus familiares. Una cuarta parte de los testimonios de mujeres recogidos por la CVR
fueron de familiares directos de «desaparecidos».
En ellas se vengaban asimismo los odios y rencores. Asíó, senñ ala la CVR, las
mujeres no soó lo fueron víóctimas de abusos por parte de los distintos actores del
conflicto, sino que tambieó n fueron objeto de violaciones de derechos humanos por
ser madres, hermanas o hijas de presuntos «terroristas» o por ser pareja de
miembros de las Fuerzas del Orden, y, en ocasiones, en el clima de violencia se
emplearon justificaciones ideoloó gicas para castigar a las mujeres por no cumplir su
rol sumiso.
La mayoríóa de estas mujeres eran quechua hablantes de la sierra sur del paíós,
joó venes, campesinas, con escasos niveles educativos, es decir, parte de los grupos
social y políóticamente maó s marginados. En su caso a la discriminacioó n racial se une
la discriminacioó n de geó nero.
Un ejemplo claro de esta doble discriminacioó n son los miles de casos de
mujeres de origen indíógena o campesino, en situacioó n de pobreza o extrema
pobreza, que habríóan sido sometidas a esterilizaciones no consentidas o forzadas
entre 1996 y el 2000. Aunque la CVR no analizoó en su Informe Final estas graves
violaciones a los derechos de las mujeres, estos casos reflejan tambieó n como la
discriminacioó n social y de geó nero limita el derecho de miles de mujeres a vivir sin
violencia en el Peruó . Estas esterilizaciones forzadas se produjeron en el contexto
del Programa de Planificacioó n Familiar implementado durante los uó ltimos cinco
anñ os del uó ltimo mandato del ex Presidente Alberto Fujimori, como parte de su
políótica de control demograó fico que estuvo orientada especíóficamente a mujeres
indíógenas o campesinas que formaban parte de los sectores maó s pobres.
Por otro lado, como nota la CVR, el conflicto interno armado peruano tambieó n
transformoó el papel social en el que tradicionalmente se relegaba a las mujeres.
Ellas participaron en el conflicto principalmente del lado de los grupos armados de
oposicioó n y su rol no se limitoó al rol femenino tradicional de mediadoras por la paz
y cuidadoras, sino que tambieó n participaron en enfrentamientos armados y
perpetraron abusos a los derechos humanos. La CVR cita informacioó n bibliograó fica
que indica que el 40% de la militancia en Sendero Luminoso era femenina y maó s
del 50% de su Comiteó Central eran mujeres, la mayoríóa de ellas con un nivel
educativo superior al de los varones, lo cual contrasta con sus escasos ingresos y
ocupacioó n laboral. Seguó n algunos estudios citados por la CVR, Sendero Luminoso
capitalizoó no soó lo en los odios y frustraciones derivados de la discriminacioó n social
y racial existente en el Peruó , sino tambieó n de geó nero, es decir en las frustraciones
de mujeres que a pesar de sus calificaciones acadeó micas teníóan problemas para
integrarse al mercado laboral.