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LA VERDADERA HISTORIA DE CARLOS


CASTANEDA
11:03 Charlatanes, Fraudes 52 Comentarios

Durante muchos años este hombre ha sido una leyenda. Sus enseñanzas,
adquiridas de la mano de un misterioso indio yaqui del desierto de Sonora dio que
hablar a toda una generación de lectores. Y es que este antropólogo, cuyo
doctorado lo consiguió con su libro Viaje a Ixtlan, sabía cómo cautivar a la gente.

Era la edad plena de los psicodélicos, del despertar de la nueva era, donde
empezaban los movimientos de ovnis, de fenómenos paranormales y toda esa
gama de pseudociencias que embadurnaron a millones de personas.

Nunca fue mejor recibido un libro como el de Carlos Castaneda. Pero la pregunta,
para los que buscamos la verdad detrás de todo, es ¿Realmente vivió lo que narró
en sus libros? ¿Realmente existió el indio místico Don Juan Matus?.

Hasta la fecha, muchísimas personas consideran a Carlos Castaneda como una


persona que realmente vivió una experiencia singular y dejó un enorme legado
antropológico y/o místico en sus libros.

Vamos a examinarlo.

¿Qué se sabe de este hombre que rehuía a los fotógrafos y a la prensa y se


jactaba de estar en contacto con un indio yaqui llamado don Juan Matus con
poderes sobrenaturales?

Pues actualmente se sabe, gracias al libro revelador de su ex esposa, Margaret


Runyan Castaneda, y algunos reportes de la Universidad de UCLA, en Los
Ángeles, que realmente nació en Perú, Cajamarca, en el año 1925, un 25 de
diciembre. No en Brasil, Argentina o Italia como solía decir. Su nombre completo
fue: Carlos César Salvador Aranha Castañeda.

Es probable que haya mentido sobre su origen por el sencillo hecho de que en sus
primeros tiempos quería ser pintor y artista, y para ello, un origen europeo o donde
la cultura artística fuera mejor reconocida le habría convenido. No obstante, esta
forma de ocultar su vida privada era una faceta común en Castaneda. Y lo hacía,
mucho antes de conocer al supuesto indio Don Juan Matus (que ya veremos de
donde procedía este indio yaqui). Sus engaños o evasivas eran la respuesta a una
sociedad, como lo era la década de los 60, donde todo se solía clasificar en
estatus social y prestigio y reinaba la más pura frivolidad. Algo no muy diferente de
lo que sucede hoy día.

Al ser una persona de baja estatura, piel oscura, y de origen sudamericano, le


costaba, seguramente, integrarse a la cultura americana de superficialidad y lujos.
Después de todo, vivía en Los Ángeles. En mi visita por aquel país me di cuenta
de la soledad de espíritu que se siente en un país donde prevalece el consumismo
y la superficialidad de las cosas. Con movimientos de New Age, con edad de
psicodélicos, la cosa no era diferente en la década del 60 donde se practicaban
orgías y uso excesivo de drogas, en especial en el ambiente artístico.

Según su ex esposa, Castaneda solía desaparecer de pronto y ausentarse por


largos periodos sin dar señales de vida. Luego reaparecía como si tal cosa, sin
explicar a donde había ido, evadiendo el tema de forma enigmática. Estos
aspectos de su forma de comportarse los efectuaba muchísimo antes de hablar de
un brujo indio.
EL ORIGEN DE CASTANEDA

Si buscamos el origen de sus libros, deberíamos apuntar fielmente a autores como


Aldous Huxley, Puharich y el mistico Neville. Fueron los precursores de una idea
que tenía como base indios, hierbas y hongos alucinógenos, y un profundo
misterio detrás de la realidad ordinaria. Estaban en auge en aquella época, y su ex
esposa le nutria a diario con reportes de los místicos más populares.

Hay que destacar que, sin embargo, Castaneda era escéptico al respecto de lo
místico. Pese a que sus libros reflejan experiencias insólitas, Carlos Castaneda
rehuía el contacto con la gente que creía en supercherías y/o fenómenos
religiosos. Castaneda fue lo que yo llamo un “escéptico sobrenatural”.

Escéptico porque tenía una visión bastante materialista de la vida, pese a que
desarrollaba en sus libros un florido repertorio de poderes, realidades aparte y
demás, su conclusión sobre la vida misma era que no había que perder un minuto
en nimiedades (algo que comparto, desde luego) porque mañana mismo
podíamos morirnos. Y para Castaneda, morir era perderse en la completa nada.

Cuando uno ahonda en la vida de Castaneda, en virtud de sus amistades, su ex-


esposa y su propio estilo de vida misterioso, concluye sin lugar a dudas que Don
Juan fue un invento, una genialidad que cobró vida luego de años de pensar en
proyectar su filosofía personal para llegar a la gente.

Al principio, como digo, creyó que la forma de llegar a la gente era con pinturas y
esculturas, siendo un artista consumado. Pero rápidamente notó que no tenía
talento para ello. Y cuando se metió a estudiar antropología su vida dio un giro y,
de pronto, asoció todo lo que había estado de forma intuitiva pensando e ideando.
Un trabajo práctico que le encomiendo su profesor, Meighan, terminó por
convertirlo en un escritor de Best Sellers.

Es por eso, quizá, - me atrevo a decir – que lo que más cautiva a los lectores de
sus libros es el particular estilo y forma de ver la vida de su Don Juan Matus. Algo
que Castaneda había puesto en práctica desde hacía años, antes de conocer al
supuesto brujo. También, es evidente, la parte de los psicodélicos, en una
sociedad obsesionada por el retorno a la naturaleza y las drogas como forma de
ampliar la conciencia, fue algo que repercutió en su éxito editorial y como escritor.

El mismo libro de Castaneda impuesto en estos días probablemente no tendría el


éxito y empuje que tuvo en la década de los psicodélicos y el movimiento Hippie.

Recuerdo la primera vez que leí los libros de Castaneda, en España, Madrid, hace
ya muchísimos años. Iba en un autobús, de regreso al departamento donde me
alojaba, y un muchacho al verme leer el libro Las Enseñanzas de Don Juan se
acercó y me empezó a hablar animadamente del libro, elogiando grandemente al
autor que apenas lo empezaba yo a conocer.

De ahí en más, leí apasionadamente todos los libros, uno tras otro, devorándolos
con una sed profunda de verdad. Pero cuando llegué al Don del Águila, al ver la
visión totalmente deprimente de la vida después de la muerte y del supuesto
Creador del mundo, me entristeció. No era algo esperanzador. Si no, más bien
una vuelta de tuerca rebuscada a una visión entre materialista y mística.

La idea de Castaneda, en palabras de Don Juan, era que somos creados por una
fuerza arrolladora inmensa que nos mantiene vivos para que absorbamos
experiencia y crezcamos poco a poco; tras esto, cuando morimos, nos devora sin
piedad. Sólo un brujo experimentado puede evadir este destino, escapando de las
garras del Águila. De ahí el empeño de Carlos Castaneda de escapar de la
realidad ordinaria.

Esta filosofía nunca antes la había leído. Si bien oí el tema del Nirvana y eso de
fundirnos con la divinidad, la forma en que Castaneda veía esto era totalmente
diferente. Sin esperanzas. Años más tarde, en contacto con mi viejo amigo Fabio
Picasso, volvería a saber de otro autor, Charles Fort, que hablaba de una
presencia semejante a la que describía Castaneda. Una entidad que nos da la
vida, nos condiciona socialmente, nos engaña con religiones y/o cultos para luego
devorar nuestra energía.

Hoy día sé que son formas rebuscadas de pensamientos cuando la realidad


siempre, siempre es más sencilla. Pero no es el momento aquí para extenderme
en este punto en particular. Volvamos a Castaneda.

FILOSOFIAS Y ANTROPOLOGIA EN UN MISMO PERSONAJE

El fuerte de sus libros es el brujo yaqui Don Juan Matus. Un personaje literario de
fabuloso poder evocador. Es tan fascinante, que su creación cobró vida en
millones de lectores.

En Buenos Aires, cierta vez me reuní con lectores del libro, y me comentaron
excitados que habían tenido las experiencias que describe Carlos Castaneda en
sus libros, que habían incluso visto al “Aliado” o cosas increíbles que rompían la
realidad ordinaria. Esto, claro está, sin consumir alucinógenos.

Este es, a fin de cuentas, el mayor poder de la literatura realista: el poder de crear
lo que imaginamos leyendo. Al respecto de esto, su ex esposa, Margaret Runyan
Castaneda menciona una curiosa anécdota que puede ser el trasfondo de por qué
escribió un libro de ficción y lo hizo pasar como una investigación antropológica.

Cuenta que Carlos Castaneda un día le dijo que había en la Universidad una rubia
de ojos hermosos, que además de escritora, le quería hacer un regalo especial.
No sabía por qué le quería ella regalar algo a él, todavía un don nadie, pero se lo
contó a su mujer.

Margaret estalló en celos y empezó a investigar el asunto. Pero pronto la chica no


asistió más a los cursos de la UCLA y desapareció. Ella no llegó a conocerla, pero
Castaneda había hecho una descripción tan detallada de la chica, que empezó a
rastrearla en la guía de teléfonos.

Al tiempo logró dar con ella. Al menos con alguien que se llamaba como mencionó
Castaneda, era rubia, escritora y vivía en Los Ángeles. Pero cuando le preguntó
sobre si conocía a su novio, un sudamericano, le dijo que no, que nunca había
asistido a esa Universidad (salvo a un curso corto de poesía) y no tenía idea.
Al enfrentar a Carlos Castaneda con estos datos él se echó a reír mientras se
servía su vino favorito Mateus. Le dijo que se había inventado todo. Que no existía
aquella rubia. Que era mentira.

No obstante, la descripción de la chica era tan notable (hasta había el detalle de


un diente postizo que Castaneda había mencionado y que descubrió más tarde
Margaret en una cita con ella) que Margaret se rehusaba a pensar que era una
mera invención de Castaneda.

La explicación a este misterio era obvia. Aquella rubia había asistido a una clase
de poesía, y probablemente haya impactado en Carlos Castaneda su presencia,
recordándola más tarde con nombre y apellido y detalles faciales (No olvidemos
que Carlos antes escribía poesía e hizo varios cursos de escritura creativa).

Pero en lugar de aceptar esta verdad simple, Castaneda porfió por el misterio: era
algo increíble y no obedecía a la casualidad.

“Algún día entenderás lo que has llegado a hacer. Ahora está más allá de tu
comprensión pero algún día lo entenderás”, le había dicho Castaneda a su ex-
esposa.

“Pero Carlos tenía la habilidad de hacer que situaciones normales y lógicas


parecieran profundas y misteriosas en uno u otro sentido…” (Pg 77, Un viaje
Mágico con Carlos Castaneda, de Margaret Runyan Castaneda)
Esta forma de hacer creer a la gente que le rodeaba lo que quería es claro a lo
largo de su vida. Siempre decantaba en el misterio para explicar cualquier cosa,
incluso, muchas veces, jactándose de poseer atributos mágicos. Además estaba
el tema de que al hacerse popular, y dar charlas o conferencias, la gente
empezaba a ver lo que había leído en sus libros. Sentían presencias, criaturas que
parecían estar en las sombras acechando, etc. Esa forma psicologica en que
influía en la gente era excepcional.

Realmente, se entiende que actuara así en un país como Estados Unidos, y


especialmente en Los Ángeles. Sobre todo, siendo inmigrante sudamericano y con
un floreciente racismo en la cultura americana. Además, era una forma de
divertirse y no tomarse la vida en serio, cosa que odiaba.

Esta fue la forma en qué dio vida poco a poco a su personaje Don Juan Matus. Un
personaje que, según su mujer, recordaba a las descripciones de su abuelo
peruano y cuyo nombre no era sino una deformación de el de su vino favorito
Mateus (al que solía llamar “mi maestro”, antes de siquiera meterse en
antropología).

EL LEGADO
Creo yo que lo único malo que pudo hacer Castaneda es propiciar un mito y una
leyenda personal cuando no la hubo, quizá como compensación a la dura vida
americana (se sabe que pasó hambre, que trabajó de lo que sea, taxista,
dependiente en tiendas de licores, etc), quizá como una forma de depurar sus
defectos, o quizá porque al final terminó creyéndose todo lo que escribía, dada su
soledad siempre creciente.

Y es entendible, desde luego. Su obra, no obstante, es fascinante como literatura.

Tiene una forma cautivante de envolverte en sus filosofías, y eso, en mi opinión,


ya lo hace un creador. Habla de muchas verdades. De esas verdades que sólo la
experiencia enseña y que quien no la experimenta no la comprende en plenitud.

Eso de romper con la rutina para mantener el mundo fresco y nuevo, como le
había supuestamente sugerido Don Juan , era algo que venía poniendo en
práctica desde que llegará a Estados Unidos. Odiaba verse encerrado como
aquellos profesores que dan clase, organizan fiestas de graduados y luego se
dejan morir como un saco de patatas.
Esa vida esquematizada, monótona, aburrida, era un marco que realmente
detestaba. Sus libros son el intento de escapar, con éxito, de esa vida tediosa. Su
misterio sigue en pie y seguirá por muchas generaciones, por algo yo ahora
escribo esto.

En mi opinión Castaneda tenía todos los atributos que lo hacen un genio. No lo


digo porque admire que mentía a sus amigos o se jactaba de cosas que no eran,
sino porque compuso una obra obteniendo material de aquí y allá, le dio forma, y
creo un personaje que para miles de personas tuvo vida real. Eso, para mi, es un
acto creador.

No obstante esto tuvo su predecesor, por decirlo de algún modo, en lo respectivo


a esa historia de un aprendiz que conoce a un indio misterioso. Ese fue Neville
Goddard, un místico clásico bien conocido en la década del 60, cuyas enseñanzas
espirituales -afirmaba- las había aprendido de niño con un indio.

Pero así como August Dupin , el personaje de Edgar A Poe , precursor de


Sherlock Holmes, no llegó a la fama, lo mismo sucedió con aquel iluminado y la
obra de Castaneda. ¿Quien conoce a Neville? En cambio, ¿quien no conoce a
Carlos Castaneda?

Sencillamente el antecedente estimuló la idea. Pero la creación, esa humanidad


del personaje, le dio real vida. Y eso lo hizo Carlos Castaneda para enseñar sus
particulares visiones del mundo.

Visiones que se ajustaban a su modalidad de vida. Yo pregunto ¿Cuántos de


nosotros, si fuéramos famosos, toleraríamos permanecer en el anonimato,
esquivando fotos y flashes de popularidad? Sólo alguien que, equivocado o no,
estuviera convencido de sus pensamientos lo podría hacer. Y ese era Carlos
Castaneda. Alguien que estuvo – y estará – a años luz de cualquier frívolo que le
encanta poner sus fotos en la moderna red social de Facebook.

LA MUERTE DE UN IDOLO
Cuando estuve en Los Angeles, como dije, sentí una soledad indescriptible y un
vacío terrible, como si fuera un preludio de lo que es el desierto a sólo unos Km.

Huelga decir que Castaneda viajó innumerables veces al desierto méxicano para
recopilar testimonios, rituales, y ambientarse en sus libros. Es por ello que sus
libros exudan ese mismo vacío trágico que tiene la mezcla de espiritualidad,
drogas, soledad, brujería, y realidades más allá de la vista en un desierto.

Castaneda muere de cáncer de hígado el 27 de abril de 1998 en Los Ángeles.


Pero su muerte tardó dos meses en darse a conocer públicamente. Sus
seguidores, que en último momento eran unas misteriosas mujeres (Taisha Abelar
y Florinda Donner-Grau ) de las que nunca más se supo nada, afirmaban que
murió en plena conciencia, fiel a las enseñanzas de Don Juan.

Sin embargo, se sabe que realmente murió como cualquier mortal.

En muchas fotos que hicieron públicas los paparazzis se lo ve desgastado y


anciano. Cada vez más delgado fruto de su enfermedad.

Debo reconocer que durante muchos años me fascinaron las ideas de Carlos
Castaneda. Al descubrir que no había vivido nada de lo que narraba, igual su
magia seguía presente, porque sus filosofías de vida eran un calco de mi forma de
vivir. (Yo también odio con desesperación la rutina y la monotonía, a tal punto, que
haría lo que sea con tal de no caer en ella; sin embargo, pudiendo hacer un libro
de injertos de filosofía, con medias verdades y con mis investigaciones, y
presentarlo como un auténtico libro vivencial, no lo hago, porque sencillamente no
me sentiría bien con la verdad que quiero tanto. Para eso están las novelas. Pero
el intento de pasar una novela como algo más es un engaño con uno mismo y con
la realidad misma).

No sé realmente por qué hoy, después de años de saber la verdad sobre


Castaneda me detengo a escribir al respecto. No es algo que cambiaría el mundo,
ni algo que le sacará mucho provecho la gente. Quizá sea que estoy
experimentando actualmente ciertas técnicas de exploración extracorporal (de
momento, sin resignarme, nada) y por ahí volvió a resurgir el mito de Castaneda.
O quizá porqué leí un libro de Martin Gardner que lo tacha de charlatán y
mentiroso y cómo su mito sigue vivo en muchas Universidades americanas.

Sea lo que sea, a diferencia de Fulcanelli, Castaneda no quedará relegado en un


cajón olvidado. Pues para el que profundiza en su historia, la que quiso con tanto
ahínco borrar, se da cuenta que teniendo unos orígenes humildes, pasando
hambre y siendo discriminado por ser sudamericano, se elevó entre las personas
de su época y logró, finalmente, la inmortalidad que muchos buscamos: la de las
letras.

Porque un buen libro de literatura siempre es vuelto a leer y releer. Así es el viaje
de la imaginación.

Allí quedará, junto a su eterno Don Juan, en la memoria de la gente.

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