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INVESTIGACIONES DE CAMPO
COMENTARIOS
FORO
Durante muchos años este hombre ha sido una leyenda. Sus enseñanzas,
adquiridas de la mano de un misterioso indio yaqui del desierto de Sonora dio que
hablar a toda una generación de lectores. Y es que este antropólogo, cuyo
doctorado lo consiguió con su libro Viaje a Ixtlan, sabía cómo cautivar a la gente.
Era la edad plena de los psicodélicos, del despertar de la nueva era, donde
empezaban los movimientos de ovnis, de fenómenos paranormales y toda esa
gama de pseudociencias que embadurnaron a millones de personas.
Nunca fue mejor recibido un libro como el de Carlos Castaneda. Pero la pregunta,
para los que buscamos la verdad detrás de todo, es ¿Realmente vivió lo que narró
en sus libros? ¿Realmente existió el indio místico Don Juan Matus?.
Vamos a examinarlo.
Es probable que haya mentido sobre su origen por el sencillo hecho de que en sus
primeros tiempos quería ser pintor y artista, y para ello, un origen europeo o donde
la cultura artística fuera mejor reconocida le habría convenido. No obstante, esta
forma de ocultar su vida privada era una faceta común en Castaneda. Y lo hacía,
mucho antes de conocer al supuesto indio Don Juan Matus (que ya veremos de
donde procedía este indio yaqui). Sus engaños o evasivas eran la respuesta a una
sociedad, como lo era la década de los 60, donde todo se solía clasificar en
estatus social y prestigio y reinaba la más pura frivolidad. Algo no muy diferente de
lo que sucede hoy día.
Hay que destacar que, sin embargo, Castaneda era escéptico al respecto de lo
místico. Pese a que sus libros reflejan experiencias insólitas, Carlos Castaneda
rehuía el contacto con la gente que creía en supercherías y/o fenómenos
religiosos. Castaneda fue lo que yo llamo un “escéptico sobrenatural”.
Escéptico porque tenía una visión bastante materialista de la vida, pese a que
desarrollaba en sus libros un florido repertorio de poderes, realidades aparte y
demás, su conclusión sobre la vida misma era que no había que perder un minuto
en nimiedades (algo que comparto, desde luego) porque mañana mismo
podíamos morirnos. Y para Castaneda, morir era perderse en la completa nada.
Al principio, como digo, creyó que la forma de llegar a la gente era con pinturas y
esculturas, siendo un artista consumado. Pero rápidamente notó que no tenía
talento para ello. Y cuando se metió a estudiar antropología su vida dio un giro y,
de pronto, asoció todo lo que había estado de forma intuitiva pensando e ideando.
Un trabajo práctico que le encomiendo su profesor, Meighan, terminó por
convertirlo en un escritor de Best Sellers.
Es por eso, quizá, - me atrevo a decir – que lo que más cautiva a los lectores de
sus libros es el particular estilo y forma de ver la vida de su Don Juan Matus. Algo
que Castaneda había puesto en práctica desde hacía años, antes de conocer al
supuesto brujo. También, es evidente, la parte de los psicodélicos, en una
sociedad obsesionada por el retorno a la naturaleza y las drogas como forma de
ampliar la conciencia, fue algo que repercutió en su éxito editorial y como escritor.
Recuerdo la primera vez que leí los libros de Castaneda, en España, Madrid, hace
ya muchísimos años. Iba en un autobús, de regreso al departamento donde me
alojaba, y un muchacho al verme leer el libro Las Enseñanzas de Don Juan se
acercó y me empezó a hablar animadamente del libro, elogiando grandemente al
autor que apenas lo empezaba yo a conocer.
De ahí en más, leí apasionadamente todos los libros, uno tras otro, devorándolos
con una sed profunda de verdad. Pero cuando llegué al Don del Águila, al ver la
visión totalmente deprimente de la vida después de la muerte y del supuesto
Creador del mundo, me entristeció. No era algo esperanzador. Si no, más bien
una vuelta de tuerca rebuscada a una visión entre materialista y mística.
La idea de Castaneda, en palabras de Don Juan, era que somos creados por una
fuerza arrolladora inmensa que nos mantiene vivos para que absorbamos
experiencia y crezcamos poco a poco; tras esto, cuando morimos, nos devora sin
piedad. Sólo un brujo experimentado puede evadir este destino, escapando de las
garras del Águila. De ahí el empeño de Carlos Castaneda de escapar de la
realidad ordinaria.
Esta filosofía nunca antes la había leído. Si bien oí el tema del Nirvana y eso de
fundirnos con la divinidad, la forma en que Castaneda veía esto era totalmente
diferente. Sin esperanzas. Años más tarde, en contacto con mi viejo amigo Fabio
Picasso, volvería a saber de otro autor, Charles Fort, que hablaba de una
presencia semejante a la que describía Castaneda. Una entidad que nos da la
vida, nos condiciona socialmente, nos engaña con religiones y/o cultos para luego
devorar nuestra energía.
El fuerte de sus libros es el brujo yaqui Don Juan Matus. Un personaje literario de
fabuloso poder evocador. Es tan fascinante, que su creación cobró vida en
millones de lectores.
En Buenos Aires, cierta vez me reuní con lectores del libro, y me comentaron
excitados que habían tenido las experiencias que describe Carlos Castaneda en
sus libros, que habían incluso visto al “Aliado” o cosas increíbles que rompían la
realidad ordinaria. Esto, claro está, sin consumir alucinógenos.
Este es, a fin de cuentas, el mayor poder de la literatura realista: el poder de crear
lo que imaginamos leyendo. Al respecto de esto, su ex esposa, Margaret Runyan
Castaneda menciona una curiosa anécdota que puede ser el trasfondo de por qué
escribió un libro de ficción y lo hizo pasar como una investigación antropológica.
Cuenta que Carlos Castaneda un día le dijo que había en la Universidad una rubia
de ojos hermosos, que además de escritora, le quería hacer un regalo especial.
No sabía por qué le quería ella regalar algo a él, todavía un don nadie, pero se lo
contó a su mujer.
Al tiempo logró dar con ella. Al menos con alguien que se llamaba como mencionó
Castaneda, era rubia, escritora y vivía en Los Ángeles. Pero cuando le preguntó
sobre si conocía a su novio, un sudamericano, le dijo que no, que nunca había
asistido a esa Universidad (salvo a un curso corto de poesía) y no tenía idea.
Al enfrentar a Carlos Castaneda con estos datos él se echó a reír mientras se
servía su vino favorito Mateus. Le dijo que se había inventado todo. Que no existía
aquella rubia. Que era mentira.
La explicación a este misterio era obvia. Aquella rubia había asistido a una clase
de poesía, y probablemente haya impactado en Carlos Castaneda su presencia,
recordándola más tarde con nombre y apellido y detalles faciales (No olvidemos
que Carlos antes escribía poesía e hizo varios cursos de escritura creativa).
Pero en lugar de aceptar esta verdad simple, Castaneda porfió por el misterio: era
algo increíble y no obedecía a la casualidad.
“Algún día entenderás lo que has llegado a hacer. Ahora está más allá de tu
comprensión pero algún día lo entenderás”, le había dicho Castaneda a su ex-
esposa.
Esta fue la forma en qué dio vida poco a poco a su personaje Don Juan Matus. Un
personaje que, según su mujer, recordaba a las descripciones de su abuelo
peruano y cuyo nombre no era sino una deformación de el de su vino favorito
Mateus (al que solía llamar “mi maestro”, antes de siquiera meterse en
antropología).
EL LEGADO
Creo yo que lo único malo que pudo hacer Castaneda es propiciar un mito y una
leyenda personal cuando no la hubo, quizá como compensación a la dura vida
americana (se sabe que pasó hambre, que trabajó de lo que sea, taxista,
dependiente en tiendas de licores, etc), quizá como una forma de depurar sus
defectos, o quizá porque al final terminó creyéndose todo lo que escribía, dada su
soledad siempre creciente.
Eso de romper con la rutina para mantener el mundo fresco y nuevo, como le
había supuestamente sugerido Don Juan , era algo que venía poniendo en
práctica desde que llegará a Estados Unidos. Odiaba verse encerrado como
aquellos profesores que dan clase, organizan fiestas de graduados y luego se
dejan morir como un saco de patatas.
Esa vida esquematizada, monótona, aburrida, era un marco que realmente
detestaba. Sus libros son el intento de escapar, con éxito, de esa vida tediosa. Su
misterio sigue en pie y seguirá por muchas generaciones, por algo yo ahora
escribo esto.
LA MUERTE DE UN IDOLO
Cuando estuve en Los Angeles, como dije, sentí una soledad indescriptible y un
vacío terrible, como si fuera un preludio de lo que es el desierto a sólo unos Km.
Huelga decir que Castaneda viajó innumerables veces al desierto méxicano para
recopilar testimonios, rituales, y ambientarse en sus libros. Es por ello que sus
libros exudan ese mismo vacío trágico que tiene la mezcla de espiritualidad,
drogas, soledad, brujería, y realidades más allá de la vista en un desierto.
Debo reconocer que durante muchos años me fascinaron las ideas de Carlos
Castaneda. Al descubrir que no había vivido nada de lo que narraba, igual su
magia seguía presente, porque sus filosofías de vida eran un calco de mi forma de
vivir. (Yo también odio con desesperación la rutina y la monotonía, a tal punto, que
haría lo que sea con tal de no caer en ella; sin embargo, pudiendo hacer un libro
de injertos de filosofía, con medias verdades y con mis investigaciones, y
presentarlo como un auténtico libro vivencial, no lo hago, porque sencillamente no
me sentiría bien con la verdad que quiero tanto. Para eso están las novelas. Pero
el intento de pasar una novela como algo más es un engaño con uno mismo y con
la realidad misma).
Porque un buen libro de literatura siempre es vuelto a leer y releer. Así es el viaje
de la imaginación.