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Proceso No 24976
VISTOS
HECHOS
LA DEMANDA DE CASACIÓN
El defensor del procesado con base en las causales tercera y primera de casación, presenta
dos cargos contra la sentencia del Tribunal, cuyos argumentos se sintetizan de la siguiente
manera:
Primer cargo
La defensa técnica, con base en la causal tercera de casación, acusa al Tribunal de haber
dictado sentencia en un juicio viciado de nulidad, puesto que considera que el trámite de
notificación y concesión del recurso de apelación de la sentencia de primera instancia
interpuesto por el representante del Ministerio Público se hizo de manera extemporánea.
Anota, luego de citar los artículos 180 y 194 del Código de Procedimiento Penal, que proferida
la sentencia de primera instancia, el martes 28 de septiembre de 2004, se debió notificar
personalmente a los sujetos procesales en los días miércoles 29, jueves 30 y viernes 1° de
octubre de ese año, lapso en la cual sólo fueron notificados el fiscal y el defensor.
Por su parte, dice que al Ministerio Público se le notificó la citada providencia el 4 de octubre de
2004, es decir, un día después de vencidos los tres días establecidos en la ley.
Así, manifiesta que el edicto debió fijarse, de acuerdo con el artículo 180 de la Ley 600 de
2000, por 3 días, esto es, desde el lunes 4 al miércoles 6 de octubre, plazo dentro del cual
resulta válida la impugnación hecha por el Ministerio Público contra la sentencia de primera
instancia. Vencido ese término comenzaba a correr el de 4 días para lo no recurrentes,
situación que aquí no aconteció.
Asevera que no se explica el por qué el fallo se notificó el 8 de octubre, es decir, dos días
después de vencido el término y a partir de allí se corrió traslado por 4 días a los no
recurrentes.
En tales condiciones, destaca que los apelantes sólo podían sustentar el recurso de apelación
en el 7 siete de octubre y en el presente asunto el Ministerio Público lo hizo de manera
extemporánea, esto es, el 11 de octubre siguiente.
Así, anota que la actuación es nula, en la medida en que la notificación se surtió con violación
del debido proceso. De la misma manera, considera que dicha situación anómala avasalló el
derecho de defensa de su defendido, en tanto que había sido absuelto y una vez desatado el
recurso se revocó dicha decisión.
Estima como normas violadas los artículos 180, 194 y 204 de la Ley 600 de 2000 y por falta de
aplicación del artículo 187 del mismo estatuto.
Por lo expuesto, depreca a la Corte casar la sentencia impugnada y, por lo mismo, declarar la
nulidad de todo lo actuado a partir del auto que ordenó tramitar el recurso interpuesto por el
representante del Ministerio Público.
Segundo cargo
Por último, el defensor del procesado acusa al Tribunal de haber violado, de manera indirecta,
la ley sustancial por error de hecho por falso juicio de identidad, por cuanto que distorsionó el
contenido de la prueba.
Sin embargo, dice que no comparte la afirmación del Tribunal sobre el tema, en tanto que no se
explica de dónde se dedujo el guarismo de $8.678.975. Recuerda que de acuerdo con las
investigaciones adelantas por la Contraloría Departamental de Cundinamarca se exoneró al
procesado de toda responsabilidad fiscal.
Manifiesta que el hecho imputado al acusado resulta inexistente, habida cuenta que el Tribunal
Contencioso Administrativo de Cundinamarca revocó la decisión inicial de no aprobar la
conciliación celebrada entre el municipio y Gloria Cortés Cuevas, en calidad de demandante.
Así mismo, advierte que el Tribunal se equivocó al momento de dosificar la pena, trasgrediendo
el artículo 401, inciso 2°, del Código Penal, puesto que desconoció que Duque Vásquez
consignó el monto de los dineros supuestamente apropiados, razón por la cual debió reducirse
la pena en una tercera parte.
Primer cargo
Estima que no le asiste razón al defensor, en la medida en que la sentencia no fue notificada al
Ministerio Público de manera extemporánea. En efecto, asevera que teniendo en cuenta lo
reglado por el artículo 178 del Código de Procedimiento Penal, se advertirá que dictada la
providencia el funcionario judicial cuenta con 3 días para que se notifiquen personalmente los
sujetos procesales. Sin embargo, destaca que la notificación del Ministerio Público es de
carácter obligatorio.
Así, sostiene que revisado el expediente se constata que la notificación personal hecha al
Ministerio Público lleva fecha del 4 de noviembre, razón por la cual el edicto debió fijarse los
días 5, 6 y 7 de noviembre.
Anota que como quiera que el agente del Ministerio Público manifestó su intención de recurrir la
decisión cuando se notificó personalmente, surge claro, al tenor de lo dispuesto por el artículo
194 del Código de Procedimiento Penal, que la parte recurrente contaba con 4 días para
sustentar el recurso, situación que aconteció el día 11 de octubre de 2004.
No obstante, manifiesta que en este proceso, sin saberse por qué, la sentencia fue notificada,
de manera supletoria, el 8 de noviembre. Empero, dicha situación no incide en la manifestación
de inconformidad hecha por el Ministerio Público contra la sentencia absolutoria de primera
instancia, puesto que los términos se cumplieron de acuerdo con el tenor literal de la ley.
Segundo cargo
De acuerdo con el fundamento del reparo que eleva el casacionista conceptúa que a primera
vista tendría razón en afirmar que hay una imprecisión en el quantum de la cuantía. No
obstante, ante la petición elevada por el agente del Ministerio Público, el juzgado de primera
instancia declaró la nulidad parcial de lo actuado y dispuso seguir conociendo lo atinente al
contrato sin número fechado el 1° de febrero de 2001.
Acota que precisamente en el acta de cierre y apertura “de juicio fiscal adelantada por la
administración municipal de Funza y la Secretaría del Educación del Departamento,
referenciada con el número 93095361, por las presuntas irregularidades presentadas en la
Construcción del Coliseo Polideportivo de Funza, mediante la cual se resolvió abrir juicio fiscal
en forma solidaria contra Geomar Duque Vásquez, Jesús Antonio Tenjo Benavides y Gloria
Cortés Cuevas, en donde también se determinó como cuantía la suma de ocho millones
ochocientos cincuenta y seis mil ochocientos treinta y ocho pesos con setenta y cinco centavos
($8.856.838.75), suma que corresponde a la fijada en el pliego de cargos”.
Luego de recordar que la citada cifra fue acogida por el Tribunal, manifiesta que de todos
modos que así hubiese habido dos cuantías, en nada desdibuja la comisión de la conducta
punible.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. El defensor de Duque Vásquez, con base en la causal tercera de casación acusa al Tribunal
de haber dictado sentencia en un juicio viciado de nulidad, puesto que considera que la
notificación y el trámite dado al recurso de apelación interpuesto por el Ministerio Público contra
la sentencia de primera instancia violó el debido proceso.
2. Recuérdese que la notificación es un acto jurídico por medio del cual se hace saber o pone
en conocimiento de las partes y demás interesados, excepcionalmente a terceros, en forma
real o presuntiva, las providencias que se dictan en el curso de la investigación preliminar o
durante el proceso de conocimiento o de ejecución, es decir, las sentencia, autos interlocutorios
y de sustanciación.
De acuerdo con el tema que interesa a la impugnación, con el acto de la notificación comienza
o se inicia un término dentro del cual los sujetos procesales gozan de la facultad de entablar
sus recursos y las defensas que les concede la normatividad jurídica para tutela de sus
derechos.
3. Frente al punto en discusión, surge evidente que el acto de notificación y el trámite del
recurso de apelación interpuesto contra la sentencia de primera instancia, se regló por lo
previsto en la ley 600 de 2000, en tanto que el fallo lleva fecha del 28 de septiembre de 2004.
Así, resulta atinado resaltar los artículos pertinentes para resolver el asunto litigioso.
“Sustentación en primera instancia del recurso de apelación. Cuando se haya interpuesto como
único el recurso de apelación, vencido el término para recurrir, el secretario, previa constancia,
dejará el expediente a disposición de quienes apelaron, por el término de cuatro (4) días, para
la sustentación respectiva. Precluido el término anterior, correrá traslado común a los no
recurrentes por el término de cuatro (4) días.
Así mismo, como quiera que en este particular asunto no se hizo la notificación por edicto, en la
medida en que los demás sujetos procesales concurrieron a la secretaría del juzgado para
notificarse de manera personal, esto es, la parte civil, el fiscal el defensor y el procesado el 30
de septiembre de de 2004, surge claro que los intervinientes en el proceso contaban con tres
días para que de igual manera manifestaran su inconformidad con el fallo, que fenecían el 7 de
octubre.
Por manera que como quiera que en este evento el representante del Ministerio Público
manifestó su inconformidad contra el fallo de primera instancia, y con estrictez a lo reglado por
el artículo 194 de la Ley 600 de 2000, dicho sujeto procesal contaba con cuatro (4) días para
sustentar la impugnación, los que una vez vencidos corrían por el mismo lapso para los no
apelantes.
Así, el representante del Ministerio Público tenía entre el 8 y el 13 de octubre para presentar su
escrito contentivo de la impugnación (los días 9 y 10 eran inhábiles). Sin embargo, el mismo fue
presentado el 11 de octubre.
b) Que en ese mismo acto manifestó su intención de recurrir el fallo de primera instancia.
c) Que la sustentación del recurso de apelación la hizo el 11 de octubre de 2004, esto es,
dentro del plazo correspondiente.
Vistas así las cosas, la interposición del recurso de apelación postulado contra la sentencia de
primera instancia y el trámite dado al mismo se ajustó a los cánones legales con que se surtió
el trámite.
En efecto, la Sala no comparte la afirmación del casacionista, según la cual, cuando se notificó
al representante del Ministerio Público la misma se hizo extemporánea, en tanto que de
acuerdo con lo reglado por el artículo 178 de la Ley 600 de 2000, era un imperativo legal que
dicho acto de comunicación se cumpliera de manera personal, situación que sólo aconteció el 4
de octubre del mentado año.
De ahí que dicho equívoco condujo a que el demandante presentara una personal forma de
cómo debían cumplirse los plazos para la interposición y trámite del recurso que tilda como
violatorio del debido proceso, habida cuenta que de acuerdo con las normas vigentes y el
trámite dado en el juzgado de primera instancia los mismos se ajustan a la legalidad.
Ahora bien, que el juzgado hubiese hecho una notificación supletoria, el 8 de octubre de 2004,
y que de allí, de manera indebida se hubiesen contado los términos para la sustentación del
recurso, ello en nada desvirtúa la legalidad de la actuación censurada, en tanto que dichos
plazos se deben cumplir con estrictez a las normas procesales, evento que aquí ocurrió
respecto del Ministerio Público, tal como quedó en precedencia reseñado.
Por manera que el reproche que el censor formula carece de razón, motivo por el cual el mismo
no tiene vocación de éxito.
Segundo cargo
1. Por último, el defensor del acusado con apego en la causal primera de casación, acusa al
Tribunal de haber violado, de manera indirecta, la ley sustancial por error de hecho por falso
juicio de identidad, yerro que condujo a que no se precisara lo referente a la cuantía de lo
ilícitamente apropiado.
Así mismo, considera que de acuerdo con las investigaciones que adelantaron varios
organismos de control se exoneró de responsabilidad fiscal a su defendido, razón por la cual no
se puede predicar la existencia del hecho delictual.
Para terminar, dice que no comparte la dosificación de la pena hecha por el Tribunal, en tanto
que trasgredió el artículo 401, inciso 2° de la Ley 599 de 2000.
2. En verdad son tres los reparos que el censor formula contra el fallo de segunda instancia.
Así, se procederá a desatar las censuras:
Del mismo modo, una de las razones del juzgador para ordenar la declaratoria de nulidad
parcial de lo actuado fue que la presente investigación se inició basada en las irregularidades
que encontraron la administración municipal y la Secretaría de Educación de Funza en la
construcción del Coliseo Polideportivo de Funza, puesto que se ordenó abrir juicio fiscal en
forma solidaria contra Geomar Duque Vásquez, Jesús Antonio Tenjo Benavides y Gloria Cortés
Cuevas, pieza procesal que señaló como cuantía la suma de $8.856.838.75, quantum que
corresponde a la indicada en el pliego de cargos.
“ En consecuencia, como los cargos que se formularon contra el procesado Geomar Duque
Vásquez, en el pliego de cargos y se avalaron en el análisis jurídico Fiscal de la Contraloría, se
concretaron al contrato de instalación de las redes eléctricas sanitarias e hidráulicas por la
suma de ocho millones ochocientos cincuenta y seis ochocientos treinta y ocho de pesos
($8.856.838), tal como se consideró en la parte motiva de la sentencia, consistiendo en ello el
monto del peculado por apropiación, es por este valor que se ha de condenar en perjuicios, con
indexación, es decir, reajustados con la variación de índices de precios al consumidor, más un
interés técnico anual del seis por ciento”.
Recuérdese que, como lo ha dicho la Sala, “cuando se adelanta un proceso disciplinario y uno
penal contra una misma persona, por unos mismos hechos, no se puede afirmar válidamente
que exista identidad de objeto ni identidad de causa, pues la finalidad de cada uno de tales
procesos es distinta, los bienes jurídicamente tutelados también son diferentes, al igual que el
interés jurídico que se protege. En efecto, en cada uno de esos procesos se evalúa la conducta
del implicado frente a unas normas de contenido y alcance propios. En el proceso disciplinario
contra servidores estatales se juzga el comportamiento de éstos frente a normas
administrativas de carácter ético destinadas a proteger la eficiencia, eficacia y moralidad de la
administración pública; en el proceso penal las normas buscan preservar bienes sociales más
amplios”.1[1]
Por último, de acuerdo con el artículo 267 de la Constitución Política los procesos que adelanta
la Contraloría están centrados en la “vigilancia de la gestión fiscal del Estado que incluye el
ejercicio de un control financiero, de gestión y de resultados, fundado en la eficiencia, la
economía, la equidad y la valoración de los costos ambientales”.
Así, no resulta atinada la censura que eleva el casacionista con base en dicho reparo, en tanto
que los trámites disciplinario y de juicio fiscal que cursaron en contra de su defendido y
concluyeron de manera favorable a sus intereses, habida cuenta que, como quedó visto, los
objetos, fines y naturaleza de aquellos con éste son diversos, máxime cuando cada uno
persigue objetos particulares y delimitados por la ley.
Finalmente, el casacionista anota que el juzgador de segundo grado trasgredió el artículo 401,
numeral 2°, de la Ley 599 de 2000, puesto que el acusado reintegró el valor de lo ilícitamente
apropiado antes de dictarse el fallo de primera instancia y no obstante no se le rebajó la pena
en la proporción a que tenía derecho.
1[1]
Sentencia C-224 del 30 de mayo de 1996. Corte Constitucional.
Frente a dicho reparo, la Corte observa que razón asiste al demandante para denunciarla, en la
medida en que revisado el fallo de segunda instancia, se advierte que al acusado no se le hizo
la rebaja de una tercera parte de la pena, de acuerdo con el citado artículo 401, inciso 2°, de la
Ley 599 de 2000, no obstante de haber reintegrado del valor de lo ilícitamente apropiado.
En efecto, con base en las constancias procesales se avizora que el acusado, por intermedio
de su defensor, allegó copias de la consignación de los depósitos especiales a nombre del
juzgado Penal del Circuito de Funza por la suma de $8.856.839.75.
En tales condiciones, el acusado Duque Vásquez tenía derecho a la rebaja de pena de acuerdo
con el supuesto del artículo 401, inciso 2, de la Ley 599 de 2000, puesto que la reducción opera
ipso iure, de suerte que cumplida la condición en ella establecida (reintegro total) surge para el
juzgador la obligación de aplicar la consecuencia jurídica (disminución de la pena).
En virtud del principio de favorabilidad la rebaja se aplicará con base en lo preceptuado por el
artículo 401 de la Ley 599 de 2000, en tanto que allí la establece de manera perentoria en una
tercera parte, en la medida en que la que reglaba el artículo 139 del Decreto 100 de 1980,
consagraba una discrecionalidad del juzgador de rebajar la pena “hasta” en la mitad, esto es,
que si el reintegro se daba antes de dictarse el fallo de segundo grado, el descuento podría
fluctuar entre un (1) día y la mitad de la sanción. En el evento que la Corte tuviera que aplicar
el contenido del citado artículo 139 del Decreto 100 de 1980, teniendo en cuenta el acontecer
declarado como probado en el fallo y demás circunstancias que rodearon la apropiación del
dinero público, el descuento punitivo no lo haría por más de 6 meses, razón por la cual para
este efecto se aplicará lo reglado por el artículo 401 de la Ley 599 de 2000, preceptiva que
reclama el casacionista.
Así, se condena a Geomar Duque Vásquez a las penas principales de 32 meses de prisión,
multa en $13.334 e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones pública como autor
de la conducta punible de peculado por apropiación.
“1. Que la pena impuesta sea de prisión que no exceda de tres (3) años.
“2. Que los antecedentes personales, sociales y familiares del sentenciado, así como la
modalidad y gravedad de la conducta punible sean indicativos de que no existe necesidad de
ejecución de la pena.
Conforme a dicha preceptiva, la Corte advierte que si bien en este evento se cumple el
presupuesto objetivo del quantum de la pena, no sucede lo mismo respecto al factor subjetivo,
en la medida en que la conducta atribuida al acusado es de naturaleza grave. En efecto, no
puede perderse de vista que Duque Vásquez cuando cometió la conducta punible de peculado
por apropiación se desempeñaba como alcalde municipal, precisamente persona en quien la
comunidad depositó su confianza a través del voto popular en procura de elegir a un
representante que le administrara de la mejor manera su patrimonio comunitario y, éste,
traicionando tal cometido, procedió a apoderarse de los dineros públicos.
De ahí que por tratarse de un servidor público la comunidad exige que su comportamiento en el
desempeño de la función se cumpla dentro de los marcos estrictos de la legalidad, eficiencia y
transparencia y cualquier atropello de dicha función causa desazón en la comunidad. Por
manera que la hipótesis de suspenderle la ejecución de la pena causaría asombro y
desarmonía dentro de la estructura social, puesto que vería premiada la conducta ilícita del
acusado, aspecto que traduciría un serio compromiso de la finalidad de la prevención general
positiva de la pena (afianzamiento del orden jurídico), por la pérdida de confianza de la
comunidad en la persona que por su investidura debía ser un ejemplo ciudadano.
RESUELVE
1. Casar parcialmente la sentencia impugnada por prosperar un reparo del cargo segundo
presentado en la demanda y, en su lugar, condenar a GEOMAR DUQUE VÁSQUEZ a las
penas principales de 32 meses de prisión, multa en $13.334 e inhabilitación para el ejercicio de
derecho y funciones públicas como autor de la conducta punible de peculado por apropiación,
de acuerdo con lo expuesto en la parte motiva de esta providencia.
Proceso No 18758
VISTOS
HECHOS
“El señor Álvaro Muñoz, presidente del Sindicato de Empleados Públicos del
Sena Sindesena, el 26 de marzo de 1998, denunció irregularidades en el
manejo de materiales de construcción del Fondo de la Industria de la
Construcción FIC, (fondo creado mediante Decreto 2375 de 1974 con aportes
de los empleadores de construcción, administrado por el Sena), pues éstos
fueron entregados en el barrio Miraflores Bajo de la ciudad de Armenia,
probablemente con fines políticos distintos a los establecidos por el FIC,
situación que va en detrimento de la formación profesional del talento humano
de la región.
“Para esa época el director y subdirector del Sena, Regional Quindío eran,
respectivamente, Julio César Giraldo Cárdenas y Eduardo Tafur Arenas,
quienes fueron vinculados a la investigación penal.”
ACTUACIÓN PROCESAL
La etapa del juicio la tramitó el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Armenia
que, luego de cumplir los trámites de dicho lapso, el 3 de octubre de 2000,
absolvió a Julio César Giraldo Cárdenas y a Eduardo Tafur Arenas por el cargo
atribuido en la resolución de acusación.
Primer cargo
El defensor del procesado, acusa al juzgador de segunda instancia de violar en
forma indirecta la ley sustancial al incurrir en sendos errores de hecho en la
modalidad de falsos juicios de existencia e identidad, al igual que por contrariar
las reglas de la ciencia, la lógica y la experiencia.
Acota que del análisis elaborado por el Tribunal en el fallo objeto de reproche
no se desprenden elementos que permitan estructurar la tipicidad de la
conducta desplegada por su defendido.
El anterior argumento es objeto de crítica por parte del casacionista, toda vez
que la Contraloría en su investigación no halló en momento alguno graves
anomalías que demostraran la consumación de conductas punibles o
vulneraciones en otros ámbitos jurídicos.
1.1.3. Destaca que el Tribunal expuso que uno de los aspectos que corroboran
la irregularidad en la entrega de los materiales fue el referido a las
contradicciones en que incurrieron Julio César Giraldo Cárdenas y el Dr. Juan
Bautista Rodríguez Amórtegui respecto de este tema, pues, el primero, señaló
que la entrega fue iniciativa de Rodríguez, mientras que el segundo sostuvo lo
contrario.
Manifiesta que el Tribunal en el fallo objeto de reproche extendió el alcance de
la prueba, configurando el delito de peculado “a través de actos
intrascendentes”, por lo que trae a colación apartes de la declaración de Juan
Bautista Rodríguez, quien expresó que el Director Regional le encomendó la
realización de un presupuesto por dos millones de pesos para la remodelación
de la vivienda, “él se lo presentó pero Giraldo le dijo que lo rebajaran a un
millón, y él le señaló que esa suma era muy poca y que lo único que se podía
hacer era una ´higienización´”.
Por lo anterior, sostiene que el hecho que el doctor Oscar Jaramillo no tuviera
conocimiento de los cursos de autoconstrucción, no resulta suficiente para
señalar que los mismos no hubieran existido, tal como lo afirmó el juzgador de
segunda instancia en la decisión impugnada.
Así mismo, respecto al tema de las calcomanías, lo calificó como “una perversa
manifestación que descubre los entresijos de este proceso”, puesto que, en su
criterio, lo único que demuestra es la tendencia partidista del morador, “o el
abuso de quien pasó y los colocó allí”.
Agrega que cuando se inició la formación se acordó que unas personas serían
las beneficiarias de la higienización y otros los interesados en el curso de
capacitación, motivo por el cual resultaba factible que tanto niños como
ancianos, a pesar de no participar en la instrucción, estuvieran presentes en la
entrega de los materiales.
De esta forma, sostiene que la información expuesta en precedencia se
encuentra soportada en las solicitudes de capacitación e higienización
elevadas al SENA por integrantes de la comunidad para sus viviendas.
En estos términos, concluye que la trascendencia del yerro deprecado radica
en que la prueba indica en su realidad fáctica una situación distinta a la que el
sentenciador declaró como probada.
1.1.7 Resalta que el Tribunal determinó que al ser preguntado Oscar Jaramillo
sobre la realidad de las prácticas de instrucción efectuadas por el ingeniero
Zapata, éste manifestó que al pasar por la caseta comunal de uno de esos
barrios, donde supuestamente se hacían, le informó que haría la
correspondiente visita, acción que luego sería incumplida por Zapata.
Por otro lado, señala que respecto a los nexos entre Julio César Giraldo y Alba
Stella Buitrago Pérez, el Tribunal se pronunció diciendo que Oscar Jaramillo
manifestó que aquél era “la ñaña” de ésta, “y que le tenía adoración”.
De igual forma, asevera que el señor Artemo Correa, representante del barrio
Miraflores, manifestó que los cursos fueron realizados tal como se planearon
por el interventor, es decir, tres veces por semana, en horas de la noche y en el
salón comunal, razón por la cual, considera que el ad quem distorsionó el
contenido de la declaración de Oscar Jaramillo, puesto que, en su criterio,
resulta a todas luces evidente que las clases teóricas se efectuaron en el salón
comunal, mientras que las prácticas tuvieron lugar en la vivienda de los
beneficiados.
Por lo anterior, cuestiona que si esta suma se tornaba extravagante para esta
tarea, de tal forma que no pudiese representar una labor educativa, pues, en
dicho caso, se evidenciarían falencias respecto del sentido común, la
experiencia y la lógica.
1.2.2. Señala que el testimonio rendido por el señor Oscar Jaramillo Vélez fue
parcialmente omitido, en atención a que manifestó que la programación era
estrictamente de su competencia y lo que hizo fue ponerse de acuerdo con los
instructores en el horario de cursos cortos, sueltos o por complementación.
Así mismo, destaca que el señor Néstor Fabio Jiménez brindó una serie de
explicaciones referentes a las distintas modalidades de capacitación,
informando que en el presente caso el proceso se presentó ante el Comité de
Dirección. Sin embargo, también manifestó que éste se llevó de manera
irregular, por lo que concluyó que resulta difícil que un director regional pueda
responder por todas las acciones de formación profesional realizadas por los
instructores.
1.2.4. Asevera que los testimonios de Néstor Fabio Jiménez, Argenis Ochoa y
Alejandrina Santamaría, quienes confirmaron la realización del curso, no fueron
objeto de valoración por parte del sentenciador.
1.2.5. Afirma que tampoco se tuvo en cuenta la declaración de Artemo Correa,
representante del barrio Miraflores, quien manifestó que los cursos fueron
realizados según el plan del interventor.
1.2.6. Advierte que el Tribunal no estimó la declaración rendida por el señor
Néstor Fabio Jiménez ante la Contraloría, donde manifestó que los cursos
cumplieron un fin social.
En estas condiciones, reitera que todas las pruebas dejadas de apreciar por el
juzgador de segunda instancia evidencian que realmente se realizaron los
cursos de conformidad con la ley, de forma transparente y en beneficio de la
comunidad, “de haber sido tenidos en cuenta estos medios de prueba, otra
sería la decisión del Tribunal”.
Así mismo, advierte que la suma invertida en el proyecto “fue una cantidad
justificable y justificada”, lo que derivó en una adecuada racionalización del
gasto y una eficiente adecuación a los logros perseguidos, beneficiando a 155
grupos familiares y no a 50 como lo manifestó el Tribunal.
Por otro lado, califica el testimonio de Oscar Jaramillo Vélez, de quien dice que
se resistió a aceptar a ancianos y jóvenes de 12 años dentro de su alumnado,
como “ilógico y mentiroso”.
2. Segundo cargo
El defensor del acusado, bajo el amparo de la causal primera de casación,
acusa al Tribunal de violar en forma indirecta la ley sustancial al incurrir en
errores de hecho por falso juicio de identidad y de existencia, que impidieron
que el sentenciador reconociera la duda, derivando en la violación de los
artículos 2°, 4°, 29, 83 y 230 de la Constitución Política, al igual que los
artículos 1°, 247, 248, 253, 254 y 294 del Código de Procedimiento Penal.
Por otro lado, reitera el absoluto desinterés por parte del ad quem en la
valoración del contenido y los efectos de las investigaciones disciplinarias
internas, las cuales determinan que, efectivamente, los cursos sí existieron y su
realización se efectuó conforme a lo estipulado en la ley.
1. Causal tercera
Cargo único
De esta forma, aduce que en el peculado por aplicación oficial diferente el daño
no es de carácter patrimonial, sino que afecta el normal funcionamiento de la
administración; contrario sensu, en el peculado por apropiación, sí se produce
un perjuicio patrimonial, porque para su configuración es necesario que el
servidor disponga de los bienes del Estado, bienes de empresas o instituciones
en el que tenga parte, o de bienes de particulares cuya administración,
tenencia o custodia se le haya confiado por razón de sus funciones.
Por otro lado, destaca que debe tenerse en cuenta otro aspecto que, en su
criterio, legitimaba el interés de la parte civil, referido a que el instructor no solo
cambió el sentido de la imputación de peculado por apropiación a peculado por
aplicación oficial diferente, sino que precluyó la investigación por el delito de
celebración indebida de contratos a favor de los procesados, situación que
perjudicaba a la parte civil.
2. Causal primera
Falsos juicios de identidad.
Observa que analizadas las normas que en criterio del censor fueron
tergiversadas, se encuentra que los recursos del FIC están destinados a
sufragar los gastos causados en cumplimiento de los objetivos contemplados
en el artículo 4° de la Resolución 0113 de 1996; dentro de esos objetivos están
los de capacitar las comunidades en oficios que guarden relación con el sector
de la construcción (numeral 6° artículo 4°). Lo que no está previsto es que en
esa capacitación a las comunidades se destinaran los materiales, no para
instruir a la gente en autoconstrucción sino para que efectuaran mejoras
locativas en sus casas, como aconteció en este caso, en el que la gente
cambió los cielos rasos e hicieron las fachadas en ladrillo.
Por ende, aduce que no es dable equiparar los procesos y esperar las mismas
consecuencias de cada una de las investigaciones, como lo pretende el
casacionista.
Anota que el director de la Regional Quindío del SENA, manifestó que a finales
de octubre de 1997 el ingeniero Juan Bautista Rodríguez, quien se
desempeñaba como instructor se acercó a su oficina y le propuso realizar un
programa de autoconstrucción consistente en la higienización de viviendas en
barrios subnormales, mientras Juan Bautista señaló que finalizando 1997, el
director le sugirió que le hiciera un presupuesto de obra.
Así, sugiere la Delegada que estos argumentos son suficientes para solicitar la
improsperidad de este reproche.
2.4. Respecto a la censura que se le hace al fallador por haber dicho que el
citado curso fue fantasma, se erige en una apreciación personal del
casacionista, en la medida en que ningún funcionario lo calificó de esta forma.
De otro lado, en torno a que el ad quem distorsionó lo dicho por el Dr. Jaramillo,
sostiene la Delegada que en este evento efectivamente se presentó una
tergiversación de la prueba, toda vez que lo dicho por Jaramillo Vélez es que él
no tenía conocimiento que existieran cartillas de autoconstrucción y que el
Sena manejara también dicho programa, pero igualmente señaló que esa
afirmación la hacía respecto de su dependencia, pues podía existir otra donde
sí los hubiera.
En estas condiciones, estima que el ad quem no podía deducir de esta
declaración que el curso fue fantasma, puesto que el declarante es claro en
señalar que podía dictarse en otras dependencias, razón por la cual, advierte
que el Tribunal fraccionó esa prueba.
Agrega el Ministerio Público que los cursos se realizaron pero con el fin de
legalizar la entrega de materiales a las personas de los distintos barrios de
Armenia, pues revisadas las facturas de Construpunto, gran cantidad de
materiales fueron entregados en el mes de marzo de 1998 en los días 2, 6, 10,
20, y 28 cuando ni siquiera habían comenzado los cursos de autoconstrucción,
los que se empezaron a dictarse de acuerdo con el registro obrante al folio 172
de la carpeta blanca a partir del 6 de abril de 1998, justamente 11 días después
de que el sindicato de Empleados Públicos del Sena denunció irregularidades
en el manejo de los recursos del FIC.
Por consiguiente, colige la Delegada que el Tribunal tiene razón en que esos
cursos fueron utilizados para distribuir dolosamente los materiales, motivo por
el cual pese a la ocurrencia de este yerro, éste no reviste trascendencia para
quebrar la decisión del sentenciador de segundo grado.
Por lo anterior, considera que no puede prosperar el cargo.
Por otro lado, respecto a la crítica que hace sobre el tema de las calcomanías
acerca de que se trata de “una perversa manifestación que descubre los
entresijos de este proceso”, considera la Procuraduría que es inadmisible,
puesto que la demanda de casación se contrae a efectuar un juicio técnico
jurídico a la decisión de segundo grado.
De esta forma, acota que el Doctor Oscar Jaramillo manifestó que él practicó
una visita el 5 de junio al pasar por el salón comunal, cree que en el Barrio
Santa Helena, habiendo sido informado por el ingeniero Zapata que allí era
donde él dictaba las clases y que en ningún momento constató que el ingeniero
estuviera dando clases; es más, un día lo citó a las 8 de la mañana con el
propósito de hacerle seguimiento académico pero le incumplió la cita,
testimonio que confrontando con lo dicho por el ad quem, se observa que éste
no lo tergiversó pues, según la Delegada, lo que hizo fue plasmar aspectos que
demostraban irregularidades en el programa de autoconstrucción.
Así mismo, asevera que no tiene trascendencia para la investigación que las
clases teóricas se hayan dado en el salón comunal y las prácticas en la
vivienda de cada uno de los beneficiados, toda vez que el reproche se contrae
no al lugar donde se dieron las clases sino a las donaciones de materiales
efectuadas por los directivos del SENA a unas personas con claros fines
políticos.
Por lo anterior, infiere que así Jaramillo manifestara que en algunas viviendas
los habitantes les agradecieron porque merced a ellos habían podido hacer
mejoras a las habitaciones, estas afirmaciones demuestran que en efecto se
utilizaron recursos del Sena, pero no con el fin de capacitar a la comunidad
sino de mejorar sus casas, lo cual evidencia un interés de las personas que
planearon el curso.
Así mismo, destaca que la señora Aleyda Aristizábal Guzmán advirtió que a ella
le manifestaron que estaban dando unas ayudas del Sena y que le preguntó a
Jaramillo cuál era dicha persona, respondiéndole que se dirigiera donde
Artemo, Presidente de la Junta de Acción Comunal de Miraflores, quien, en su
oportunidad, le dijo que iban a venir unas ayuditas pero que le consiguiera unos
votos a favor de la señora Alba Stella.
2.11. El recurrente sostiene que el Tribunal pretende “tiznar una acción noble”,
señalando que los cursos fueron el resultado de una colaboración política con
Alba Stella Buitrago, argumento que, en concepto de la Delegada, resulta ser
un contrasentido, pues para sustentar esa situación apenas citó uno o dos
testimonios de personas que dicen haber oído esas circunstancias, sin
constarles nada sin exhibir “un adarve de respetabilidad o credibilidad”.
Luego destaca el Ministerio Público que sí obran dentro del plenario medios de
prueba que demuestran nexos entre María Jazmín Hernández y la política Alba
Stella Buitrago, como sucede con el testimonio de Ana Mercedes Jején Pérez.
3.2. El demandante denuncia que fue omitido en parte el testimonio del doctor
Oscar Jaramillo Vélez y de manera total el de Néstor Fabio Jiménez referente a
la programación de cursos largos y cortos. Sostiene que el Dr. Oscar Roberto
Jaramillo aceptó en su declaración que él se ponía de acuerdo con los
instructores en la programación de cursos cortos o sueltos. A su vez, el
deponente Néstor Fabio Jiménez manifestó que en los procesos de formación
del Sena se dan dos campos: programas en centro fijo y, otros, fuera del centro
y añadió que, en este caso, los materiales destinados para la formación sí
cumplieron la finalidad de higienización de las viviendas.
Vistas así las cosas, considera el Ministerio Público que ni en el orden técnico
ni el sustancial acompaña la razón al casacionista.
3.4. El actor sostiene que el Tribunal no tuvo en cuenta lo dicho por María
Jazmín Hernández, quien señaló las razones por las que fue nombrado Octavio
Armando Zapata, quien ejecutó el curso, con la intervención de Argenis Ochoa,
trabajadora social de la institución, quien tampoco se menciona en la decisión
de segunda instancia, funcionaria que inspeccionó las casas y conversó con
sus moradores para realizar el programa de higienización, situación que ratifica
Alejandrina Santamaría.
Acota que a pesar que el testimonio en mención no fue acogido por el juzgador,
lo que resulta reprochable en concepto de la Procuraduría es haber facilitado el
material de construcción a la comunidad, cuando el fin del FIC tal como se
desprende de la resolución 0113 de 1996, es el de capacitar a las comunidades
en actividades relacionadas con la construcción, pero jamás facultar a los
directivos para apropiarse y disponer del patrimonio del Estado a favor de
terceros, regalándoles materiales, con el propósito de que arreglaran sus casas
a costa del presupuesto.
Por lo tanto, colige que pese a la errada denominación que utilizó el Tribunal, el
resultado es el mismo: los recursos fueron dolosamente planeados y
ejecutados para aparentar que todo el proceso de autoconstrucción se hizo
dentro de los parámetros legales.
3.10. El recurrente fundamenta su censura en que el juzgador no acogió el
resultado de la investigación fiscal mediante el cual se archivó el expediente
No. 017 – 003 de 10 de agosto de 1998, pues se concluyó que en este caso no
podía hablarse de desviación de fondos públicos, a pesar de que reconoció
irregularidades en algunos pasos de la programación administrativa, prueba
que conducía a establecer que no hubo un comportamiento delictuoso por
parte de Julio César Giraldo Cárdenas.
Por otro lado, anota que tampoco es acertado que el casacionista traiga a
colación el caso de PRONATTA, contrato para la instalación de parcelas
demostrativas para el cultivo de plátano en la finca Rosellón en el municipio de
Montenegro, en el que el SENA aportó $60.960.000, con el fin de compararlo
con el caso en estudio, para decir que de acuerdo con lo dicho por el Tribunal,
este sería también una farsa o producto de una obra política.
Cargos subsidiarios
Primer cargo
Segundo cargo
Así mismo, destaca que Eduardo Tafur manifestó que decidieron con el director
de la Regional hacer los contratos pertinentes en su oficina para lograr la
ejecución del presupuesto, en la época de diciembre, cuando la gente había
salido a vacaciones, razón por la cual, se pregunta el Ministerio Público por qué
se hizo el trámite de compra de materiales antes de empezar los cursos de
autoconstrucción, incluso, sin saber cuántos alumnos asistirían.
Causal primera
Único cargo
El actor denuncia con fundamento en la causal primera artículo 207 de la Ley
600 de 2000 que el Tribunal violó indirectamente la ley sustancial, por un error
de hecho por falso juicio de identidad, que condujo a la indebida aplicación del
artículo 133 del Código Penal, modificado por la Ley 190 de 1995.
De esta forma, señala que en diligencia de injurada el señor Julio César Giraldo
Cárdenas manifestó, al preguntársele quienes conformaban el Comité de
Dirección en esa época, que hacían parte de este el subdirector administrativo
y financiero que para esa época era el doctor Carlos Alberto Aguirre y en
diciembre pasó a ser el doctor Eduardo Tafur Arenas.
Así mismo, acota que obra también el escrito visible al folio 152 del cuaderno
de anexos No. 1° donde el señor Gustavo Valencia Jiménez, coordinador del
almacén manifestó que fue requerido el 27 de diciembre por el Dr. Eduardo
Tafur, subdirector administrativo para que estuviese disponible en el almacén
para recibir unos equipos de informática, lo que, en su criterio, desvirtúa el
argumento del casacionista de que éste sólo ostentó la calidad de subdirector a
partir del 27 de enero de 1998.
Por lo anterior, concluye que resulta indudable que este procesado no sólo
intervino en la planeación de los cursos y en el contrato informal de suministro
de materiales que luego serían donados a los fieles seguidores de Alba Stella
Buitrago, sino que sabía el destino de esos recursos.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Ahora bien, el artículo 48 del citado Decreto, estatuía, entre otras cosas, las
facultades de la parte civil, estando la de “solicitar la práctica de pruebas
orientadas a demostrar la existencia del hecho investigado, la identidad de los
autores o partícipes, su responsabilidad, la naturaleza y cuantía de los
perjuicios ocasionados…”.
Por manera que resultan atinadas las tesis del Tribunal Superior de Armenia, al
desatar el recurso de apelación contra la providencia de primera instancia que
negó la petición de nulidad, al sostener:
“Si el primero se encuentra reprimido por el artículo 136 del C. Penal con
prisión de 6 meses a 3 años, mientras el segundo cuenta con sanción
oscilatoria entre 6 y 15 años acorde con las previsiones del art. 133 ibídem,
que modificó el art. 19 de la Ley 190/95 Ibídem (al margen del período de
interdicción judicial y multa), fácil es advertir que de estas modificaciones sí le
aparecía concurrente un notorio perjuicio; luego, mirado el asunto desde esta
óptica, forzoso sería admitir la razón del apelante en los reclamos de la
anulación, porque esa no era atribución suya. Pero es que el efecto de la
situación así creada se contraía a resultados estrechamente ligadas con el
establecimiento o reparación ulterior de los daños materiales producidos con
esa misma acción-originándose de allí legitimación del profesional para la
impugnación de aquella providencia…”.
Por último, no sobra recordar que también el apoderado tenía interés para
recurrir, en la medida en que el instructor, al momento de calificar el mérito del
sumario, precluyó la investigación por la conducta punible de celebración
indebida de contratos a favor de los acusados, aspecto que le daba interés
para recurrir la providencia calificatoria.
Así, observa la Corte que el apoderado de la parte civil tenía interés para
recurrir la resolución de acusación, en tanto que si bien, en su escrito
impugnatorio, no hizo referencia expresa de los perjuicios, de todas maneras el
motivo sustento del recurso estaba conectado, de manera directa, con el
resarcimiento de los perjuicios.
a.1. Dice que el juzgador, desatinadamente, concluyó que los dineros del
SENA fueron utilizados con tinte político, en la medida en que eran para
favorecer a una líder política del departamento del Quindío como pago de los
favores recibidos.
Se considera
En primer lugar, vale destacar que el error de hecho por falso juicio de identidad consiste en
que el juzgador al momento de valorar un determinado elemento de juicio lo distorsiona, al
punto que lo lleva a declarar una verdad distinta que no se revela de su texto.
Por manera que constituye una carga para el casacionista demostrar en qué consistió la
tergiversación del contenido material de la prueba y cómo la misma incidió en las plurales
decisiones adoptadas en el fallo.
Del mismo modo, pretende que la Corte acoja los resultados de las
investigaciones disciplinaria y del juicio fiscal, dentro del argumento que no
hubo irregularidad en la gestión realizada por el procesado, puesto que los
recursos del FIC se utilizaron de acuerdo con la norma en precedencia
reseñada.
3) Que los citados recursos estaban destinados a sufragar los gastos causados
en cumplimiento de los objetivos reglados en la Resolución 0113 de 1996,
artículo 4°, pero en ellos no se contemplaba que de los mismos se destinaran
para la compra de materiales que aquí aconteció. Como sustento de dicha
premisa el sentenciador se apoyó en los testimonios de Javier Rodríguez,
quien anotó que en los cursos en los que ha intervenido, nunca pidió
materiales; de Fabio Antonio Villa Villa, quien manifestó que en las asesorías
que prestó al SENA la entidad nunca exigió materiales, y de Gustavo Hernán
Correa Gómez quien informó a la justicia que sólo en una ocasión el SENA
suministró los aludidos materiales.
En tales condiciones, no se advierte el denunciado error de hecho por falso
juicio de identidad, por cuanto que del caudal probatorio se infiere que el
multicitado curso no incluía los materiales, conclusión que encuentra total
correspondencia con los medios de prueba anotados anteriormente.
En lo que tiene que ver con el proceso disciplinario y del juicio fiscal que se le
adelantó al procesado Giraldo Cárdenas, los que concluyeron que pese a unas
series de irregularidades, los recursos utilizados por el coprocesado cumplieron
con los presupuestos legales, se erige en una afirmación personal del libelista y
carente del debido sustento jurídico, en la medida en que, como lo ha dicho la
jurisprudencia, “cuando se adelanta un proceso disciplinario y uno penal
contra una misma persona, por unos mismos hechos, no se puede afirmar
válidamente que exista identidad de objeto ni identidad de causa, pues la
finalidad de cada uno de tales procesos es distinta, los bienes jurídicamente
tutelados también son diferentes, al igual que el interés jurídico que se protege.
En efecto, en cada uno de esos procesos se evalúa la conducta del implicado
frente a unas normas de contenido y alcance propios. En el proceso
disciplinario contra servidores estatales se juzga el comportamiento de éstos
frente a normas administrativas de carácter ético destinadas a proteger la
eficiencia, eficacia y moralidad de la administración pública; en el proceso
penal las normas buscan preservar bienes sociales más amplios”.2[1]
Así, no resulta atinada la censura que eleva el casacionista con base en dicho
reparo, en tanto que los trámites disciplinario y de juicio fiscal que cursaron en
contra de su defendido y concluyeron que los dineros fueron bien utilizados
debían extenderse al proceso penal, habida cuenta que, como quedó visto, los
objetos, fines y naturaleza de aquellos con éste son diversos, máxime cuando
cada uno persigue objetos particulares y delimitados por la ley.
De ahí que sea acertada la inferencia del Tribunal, según la cual, la entrega de
los materiales a los integrantes de la comunidad no fue un simple regalo, para
que los alumnos culminaran la fase práctica de un curso, puesto que las
mismas estaban sustentadas sobre un preciso y reprochable interés político,
máxime cuando en el presente asunto primero se adquirieron los materiales y,
luego, se procedió a programar un curso y a buscar los alumnos, recayendo tal
condición en partidarios de la señora Alba Stella Buitrago Pérez.
2
a. 2. El defensor del procesado, acusa al Tribunal de cometer el enunciado
error de hecho por falso juicio de identidad, en tanto que concluyó que hubo
mal manejo de los dineros públicos, máxime cuando las investigaciones
administrativas concluyeron en lo contrario.
Se considera
La Sala observa que la inconformidad del censor radica sobre la conclusión del
Tribunal en torno a que se encontraron inconsistencias en el trámite dado a los
citados dineros, aspecto que sirvió para sustentar el juicio de responsabilidad
en contra de los procesados, sin que en modo alguno se hubiese señalado
cuál fue el medio de prueba tergiversado y, mucho menos, cómo influyó en las
conclusiones adoptadas de la sentencia.
Se considera
a.4 El defensor del acusado, basado en un error de hecho por falso juicio de
identidad, tampoco comparte la conclusión del Tribunal, según la cual, algunos
testigos calificaron el curso como “fantasma”, en tanto que ningún funcionario
se refirió al asunto de esa manera.
Se considera
Por manera que de acuerdo con el estricto tenor literal del citado testimonio, el
sentenciador de segundo grado no podía concluir que el curso era fantasma,
puesto que el deponente informó lo que sabía respecto de su dependencia y no
sobre las demás divisiones de la entidad, motivo por el cual no se podía
generalizar de la manera como lo hizo el juzgador.
Ahora bien, como lo recuerda la Delegada, el citado curso se realizó con el fin
de legalizar la entrega de materiales a las personas de los distintos barrios de
Armenia, en tanto que si se revisan las facturas de Construpunto, se concluirá
que gran cantidad de materiales fueron entregados en el mes de marzo de
1998 en los días 2, 6, 10, 20 y 28, fecha en la cual ni siquiera habían
comenzado los cursos de autoconstrucción. Recuérdese que el mismo se
comenzó a dictar el 6 de abril de 1998, precisamente 11 días después que el
Sindicato de Empleados Públicos del Sena denunció las irregularidades en el
manejo de los recursos del FIC.
Empero, tal situación no implica que la sentencia deba ser objeto de casación,
por cuanto que el vicio denunciado no tiene la trascendencia para variar las
conclusiones del fallo, en la medida en que la afirmación sobre la cual se
edificó la sentencia de segunda instancia, según la cual, el citado curso fue
utilizado para distribuir los materiales a los partidarios de una líder política del
departamento del Quindío, encuentra soporte en plurales medios de
convicción, manteniéndose así incólume la sentencia impugnada.
Se considera
Como lo destaca la Delegada, del argumento expuesto por el casacionista no
se advierte la existencia del error de hecho por falso juicio de identidad, por
cuanto que lo que se avizora del reparo es una simple discrepancia del censor
sobre el mérito dado por el juzgador al citado testimonio.
De otro lado, examinada el acta del testimonio se concluye que el mismo fue
apreciado en su totalidad y respetando su contenido literal, sin que se advierta
alguna tergiversación que logre desquiciar la sentencia, máxime cuando se
pretende dar una personal opinión frente al mérito dado a la versión de Oscar
Jaramillo.
Se considera
Recuérdese que el deponente afirmó que se verificó que las direcciones que
aparecían en el registro de matrículas de algunos alumnos no coincidían y que
notó que en la mayoría de las casas habían calcomanías de Alba Stella
Buitrago.
Se considera
Recuérdese que Oscar Jaramilló informó a la justicia que el día en que pasó
por el salón comunal no observó que el Ingeniero Zapata estuviera dando
clases. Así mismo, anotó que un día citó al mencionado profesional a la 8 de la
mañana con el fin de realizar un seguimiento académico pero le incumplió.
Se responde
Se responde
Dicho de otra manera, sin señalar cuáles fueron los medios de prueba
tergiversados, en qué consistieron las distorsiones del contenido material de la
prueba y cómo las mismas incidieron en las distintas decisiones adoptadas en
el fallo, procede a criticar las inferencias deductivas del sentenciador en cuanto
al grado de convicción dado a la unidad de prueba, como si la casación fuera
una tercera instancia.
a. 10. Estima que el juzgador cometió error de hecho por falso juicio de
identidad, en tanto que no admitió que el curso de autoconstrucción estaba
orientado a personas de escasos recursos económicos y que para sus
prácticas necesitaban materiales.
“La respuesta no puede ser otra que en ellos hay un oscuro interés dentro de
la adquisición, en aserto así refrendado con las afirmaciones de la
Coordinadora de compras al servicio del SENA Lucila Salazar Toro al aducir
que fue marginada de manera inconsulta del conocimiento de la selección por
cuanto ese contrato privadamente lo iba a manejar del Dr. Giraldo Cárdenas
según se le informó.
“Esta fue una afirmación de rechazo por parte de los acriminados y de sus
abogados, aunque era entendible, pues a defecto de saber que no existía la
forma de probarles el apoderamiento de tales bienes para su personal
beneficio, esa otra posibilidad en pro de terceros se les tornaba de sumo
comprometedora, naciendo de ahí la enconada justificación de su rechazo.
Pero fue tan disiente ese hecho que, negarlo, sería un inmotivado
desconocimiento de la realidad procesal.
Se considera
Tampoco en este reparo el censor denuncia error de hecho por falso juicio de
identidad, en la medida en que su inconformidad radica en la credibilidad dada
a los testimonios de Aleyda Aristizabal y Luis Eduardo Giraldo Chica, quienes
afirmaron que para hacerse acreedor a los materiales había que votar por la
citada candidata.
Por manera que la conclusión del sentenciador no fue con base en la distorsión
de los medios de convicción. Los citados testimonios fueron apreciados en su
estricto tenor literal, razón por la cual en esta sede no tienen cabida cuestiones
relativas al mérito dado a los medios de prueba.
Se considera
Se considera
Como una constante, el actor no demuestra el error de hecho por falso juicio de
identidad, habida cuenta que no evidencia en qué consistieron las
tergiversaciones del contenido objetivo de la prueba y su incidencia con las
conclusiones del fallo.
De otro lado, el expediente cuenta con prueba directa que pone en evidencia la
relación entre la citada funcionaria y el procesado Giraldo Cárdenas como, por
ejemplo, el testimonio de Ana Mercedes Jején Pérez, quien manifestó que al
barrio llegó una representante de Alba Buitrago “me parece que se llama
Jazmín y ella estuvo preguntando en las casas qué necesidades teníamos”.
Advierte que sabía que venía en representación de la política, en tanto que
esta última era la que apuntaba a los niños para las primeras comuniones que
hacía con aquella.
a. 14. El actor postula el enunciado error de hecho por falso juicio de identidad,
en tanto que dio una interpretación sesgada a la normatividad que contempla y
regula las facultades del Director Regional del Sena para impartir esta clase de
formación, en especial las normas que contemplan los objetivos del FIC y la
manera de utilizar los materiales, toda vez que concluyó en la existencia del
hecho.
Se considera
a. 15. Por último, el defensor del acusado dice que el juzgador de segundo
grado tergiversó las normas referentes a las facultades del Sena y referido a la
higienización de las comunidades, máxime cuando en el trámite obran los
testimonios, entre otros, de Alejandrina Santamaría, Omar Alzate, Artemo
Correa que son contundentes en afirmar que el curso de autoconstrucción si se
cumplió.
Se considera
De otro lado, reitérese una vez más que la Resolución 0113 de 1996 autorizaba
la capacitación de las comunidades en oficios que guardaban relación con el
sector de la construcción; sin embargo, dicha normatividad no contemplaba que
sólo la citada capacitación debía darla a aquellas personas de una determinada
filiación política y que hayan votado por una candidata en particular
La anterior afirmación no fue fruto del capricho del juzgador sino que se ajustó
a la actividad probatoria desplegada en el proceso.
Por lo tanto, los reparos fundados por falso juicio de identidad no están
llamados a prosperar.
Acotación previa
Recuérdese que el error de hecho por falso juicio de existencia consiste en que
el juzgador en el acto de apreciación de las pruebas omite un medio de
convicción que fue allegado válidamente a la actuación o, supone uno que no
fue incorporado al diligenciamiento.
Se considera
b.2. El casacionista denuncia que dentro del acto de apreciación de las pruebas
también se omitió el testimonio de Oscar Jaramillo y de manera parcial el de
Néstor Fabio Jiménez respecto a la programación de los cursos. El primero de
los citados, según el censor, aceptó en su versión que él se ponía de acuerdo
con los instructores en la programación de los mismos y, el segundo, que las
capacitaciones se daban en dos niveles, a saber: programa en centro fijo y
fuera del centro; y que los materiales destinados para la formación sí
cumplieron la finalidad de higienización de las viviendas.
Se considera
Se considera
Se considera
“A fl. 1681 Del Cdno. N°. VI declaró María Jazmín Hernández Torres, de
profesión Licenciada en educación en el área de psicopedagogía y así mismo
vinculada al Sena como Subdirectora de Formación durante la administración
del Dr. Giraldo Cárdenas. Y como era de esperarse en virtud de su estrecho
nexo con el referido funcionario, hizo alusión a la normalidad en la ejecución de
las clases de construcción como una respuestas a las necesidades de aquellas
comunidades, atendiendo en igual sentido peticiones directas de los
interesados, no advirtiendo ninguna irregularidad en las inscripciones, como
tampoco en el uso y entrega de materiales”.
“Otros declarantes como Omar Alzate Ramírez, Artemo Correa, Edilma Parra
de Motato, María Inés Mena y Alejandrina Santamaría Rodríguez…, hicieron
alusión a las ayudas obtenidas del Sena en materiales –habiéndose dirigido
para ese propósito a su director -, fuera de también destacar que recibieron
algunas orientaciones sobre autoconstrucción, sin embargo, poco aprendieron,
pues en su mayoría debieron conseguir quien les hiciera los trabajos, no
siendo tampoco comprometidos con ninguna organización partidista”.
Se considera
Se considera
Se considera
Se considera
Se considera
Se considera
Si bien es cierto que en la sentencia de segunda instancia no se hizo expresa
mención a la investigación disciplinaria adelantada contra los acusados, de
todos modos no se impone la casación de la sentencia, en la medida en que,
como se ha reiterado, el proceso penal no depende de la acción disciplinaria y
fiscal. Además, como el mismo casacionista lo anota, a los procesados no se
le condenó por haber desviado los recursos del Sena sino porque se
apropiaron de los dineros de la entidad en provecho de terceros, es decir, con
el fin de ayudar a que Alba Buitrago para que accediera al Congreso de la
República.
Por manera que ninguno de los reproches sustentado bajo la nomenclatura del
error de hecho por falso juicio de identidad está llamado a prosperar.
Se considera
1. El postulado de no contradicción; y
Dicho de otra manera, se define como el análisis formal de las normas o de las
proposiciones que conforman los preceptos (obligación, permisión y
prohibición).
Por manera que como quiera que dichas inconformidades ya fueron resueltas
al responderse el anterior cargo, la Corte las hará extensiva a este reproche.
Así, la censura no está llamada a prosperar.
Dice que los anteriores medios de prueba demostraban que Tafur Arenas sólo a
partir del 27 de enero de 1998 ostentó dicha calidad y el Tribunal anotó que
para diciembre de 1997 ésta ya la tenía, motivo por el cual no podía ser sujeto
activo de la conducta punible de peculado por apropiación.
Basta sólo revisar la indagatoria de Giraldo Cárdenas, quien expresó que para
esa época ejercía esa función el doctor Carlos Aguirre y que en el mes de
diciembre de 1997 la asumió Tafur Arenas, para concluir que el acusado sí
tenía la calidad de servidor público y que, por razón de la función, también
tenía la custodia de los dineros que fueron ilícitamente apropiados a favor de
terceros.
Por último, de las explicaciones que dio Tafur Arenas a la justicia a través de la
indagatoria se advierte que éste fue claro en sostener que él asumió la Sub
dirección Administrativa a partir de diciembre de 1997.
“…Y que supo hasta la saciedad el destino de esos recursos, que mostró conformidad con su
donación pues eso fue lo ocurrido allí y que contribuyó a la aceleración de ese proceso, no es
sino conocer estos otros apartes del testimonio del Dr. César David Domínguez omos-quien
como Ingeniero Industrial ocupaba en el sena el cargo de Jefe del Centro Multisectorial-, al
expresar, a fl. 702 del Tomo No. III ‘Que finalizado mayo, como la última semana de mayo
cuando entre a la oficina del Dr. EDUARDO TAFUR a solucionar un problema en el centro, él
me solicitó que firmara un acta que si mal no recuerdo decía que OCTAVIO ARMANDO y yo
dejábamos constancia de acciones de formación que se estaban desarrollando en esas
comunidades y yo les firmé mas o menos presionado porque él me dijo que necesitaba
hacernos unos pagos con esa acta y legalizar el contrato creo con CONSTRUPUNTO..” .
Proceso No 26101
VISTOS:
Realizada la audiencia pública -el día de hoy- que regula el artículo 333 de la Ley 906 de 2004,
se pronuncia la Sala sobre la solicitud de preclusión que a favor de los doctores ELKA
VENEGAS AHUMADA y ALVARO LEON OBANDO MONCAYO, Magistrados del Consejo
Seccional de la Judicatura, impetró el Fiscal Delegado ante la Corte Suprema de Justicia.
HECHOS
El Fiscal Inició su intervención indicando que el señor Jorge Luís Peña Padilla formuló denuncia
penal contra el doctor ALVARO OBANDO MONCAYO por no haber tenido en cuenta al
momento de adoptar la decisión del 13 de marzo de 2006 una petición de pruebas que había
solicitado con anterioridad dentro de la queja que elevó contra la Juez 29 Penal Municipal de
Bogotá.
En el mismo sentido manifestó que el denunciante instauró denuncia penal contra la doctora
ELKA VENEGAS por no haber tramitado a tiempo un recurso de apelación que interpuso contra
el auto del 28 de abril de 2006.
La defensa por su parte dice que teniendo o no en cuenta los escritos presentados por el
quejoso lo cierto es que los mismos no tienen relevancia alguna en la medida que las
decisiones adoptadas por su defendidos se encuentran ajustadas a la ley, habida cuenta que el
doctor OBANDO MONCAYO no podía hacer nada diferente que actuar conforme a los medios
de prueba que obraban en la actuación.
CONSIDERACIONES
Como primera medida es importante acotar que el artículo 32-9 de la Ley 906 de 2004 le otorga
competencia a esta Sala para pronunciarse sobre los hechos que han sido puestos a
consideración por parte del Fiscal Delegado ante la Corte Suprema de Justicia, en razón a que
los mismos acontecieron con posterioridad a la entrada en vigencia del nuevo estatuto procesal
punitivo con tendencia acusatoria y en el Distrito Judicial de Bogotá, donde rige el sistema
desde el año 2.005.
En segundo lugar y ya descendiendo al caso concreto, se advierte que el señor Jorge Luís
Peña Padilla instauró denuncia penal contra los Magistrados de la Sala Disciplinaria del
Consejo Seccional de la Judicatura de Cundinamarca ELKA VENEGAS AHUMADA y ALVARO
LEON OBANDO MONCAYO, por abstenerse cada uno de iniciar proceso disciplinario en contra
de la Fiscal Tercera Delegada ante los Jueces Penales del Circuito de Bogotá, Sandra Janeth
Aguirre Eslava y la Juez 29 Penal Municipal esta ciudad, Leonor Oviedo Pinto,
respectivamente.
De conformidad con los antecedentes expuestos por la fiscalía se tiene que los doctores
OBANDO MONCAYO VENEGAS AHUMADA adoptaron sus determinaciones dentro del marco
legal y si en algún momento no tuvieron en cuenta algún memorial presentado por el
accionante ello obedeció a circunstancias ajenas a su voluntad como lo fue en este caso que la
secretaría no pasó a tiempo al despacho dichas solicitudes.
El eventual extravío del memorial donde se solicitaba la práctica de pruebas puede ser pasible
de investigación disciplinaria mas no penal mientras no se establezca dolo y tal omisión en este
caso no es atribuible al magistrado sustanciador.
Respecto de la demora en la concesión del recurso de apelación quedaron a salvo las
garantías fundamentales y especialmente la doble instancia y acceso a la administración de
justicia para el quejoso, sin que ello comporte connotación penal alguna.
Adicionalmente debe decirse que la doctora ELKA VENEGAS AHUMADA en decisión del 28 de
abril de 2006 se abstuvo de iniciar actuación disciplinaria alguna contra Sandra Janeth Aguirre
Eslava, Fiscal 3ª Delegada ante los Jueces Penales del Circuito de Bogotá, al considerar que
los hechos materia de queja 3[1] no eran susceptibles de este tipo de investigación conforme a
los derroteros sentados por la Corte Constitucional, en la medida que la actuación de la
operadora judicial se había producido dentro de su órbita funcional, esto es, en el campo que
concierne a la autonomía en la interpretación y aplicación del derecho.
En el caso del doctor ALVARO LEON OBANDO MONCAYO adujo igualmente el fiscal que el
funcionario conoció de la queja instaurada contra Leonor Oviedo Pinto, Juez 29 Penal
Municipal de Bogotá, para estimar mediante auto del 13 de marzo de 2006 que la omisión en el
decreto de alguna prueba de naturaleza testimonial corresponde al resorte de la autonomía
funcional, lo cual en los términos del artículo 228 de la Constitución Política ésta es una
facultad que acompaña el ejercicio de la función jurisdiccional, por lo que al juez disciplinario le
está vedado inmiscuirse en ese campo.
Respecto de este último auto la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura
mediante providencia del 30 de agosto de 2006 lo confirmó por vía del recurso de apelación.
Pues bien, examinadas las decisiones emitidas por los servidores en cada uno de los procesos
a que alude el denunciante -quien fuera también el promotor de las actuaciones disciplinarias-,
la Sala llega a la conclusión de que en este asunto es procedente precluir la investigación a
favor de los Magistrados tal y como lo solicita la fiscalía en virtud del artículo 332 -4 pues en los
autos objeto de reproche por parte del denunciante no concurre el ingrediente normativo
“manifestamente ilegal” que exige el tipo penal del prevaricato activo para su estructuración.
De otro lado, en el caso de la doctora ELKA VENEGAS se advierte que si bien es cierto en su
auto del 28 de abril de 2006 no hizo análisis alguno sobre la conducta ejecutada por la fiscal
Sandra Janeth Aguirre Eslava dentro del proceso penal 807914 a la luz de las normas
disciplinarias, ello obedeció a la postura que asume frente a este tipo de quejas en el sentido
que si son referidas a actuaciones judiciales ellas atañen a la órbita de la autonomía del
funcionario judicial, criterio que respalda con citas de jurisprudencia de la Corte Constitucional
donde se dice que “la responsabilidad disciplinaria de los jueces y magistrados no puede
abarcar el campo funcional, esto es el que atañe a la autonomía en la interpretación y
aplicación del derecho según sus competencias”.
Lo expuesto sólo deja entrever que para la definición del asunto la funcionaria partió del criterio
que la función de administrar justicia no da lugar a proceso disciplinario en la medida que la
interpretación y la aplicación del derecho son del resorte exclusivo del operador judicial.
Revisados entonces los fundamentos jurídicos que sirvieron de base para la emisión de los
anteriores autos, la Sala encuentra que éstos no resisten el calificativo de “manifiestamente
ilegal” en orden a la hipotética configuración del delito de prevaricato por acción que el
denunciante le imputa a los magistrados, mucho menos cuando en criterio de la Corte
Constitucional “La responsabilidad disciplinaria de jueces y magistrados no puede abarcar el
campo funcional, esto es el que atañe a la autonomía en la interpretación y aplicación del
derecho, según sus competencias. Por consiguiente, el hecho de proferir una providencia en
cumplimiento de la función de administrar justicia no da lugar, ni puede darlo, a proceso
disciplinario con carácter sancionatorio, pues en tal caso, se desvirtuaría el sentido y la función
propia de la administración de justicia, e implicaría igualmente, la creación de una instancia
judicial adicional a las consagradas constitucional y legalmente. La autonomía funcional del
juez, busca evitar que las decisiones judiciales no sean el resultado de mandatos sobre el
funcionario que las adopta. Si se comprueba respecto del juez respectivo, la comisión de un
delito al ejercer las atribuciones que le son propias a su función, la competencia para imponer
3[1]
No haber decretado unas pruebas que el señor Peña Padilla solicitó a través de un derecho de petición
en un proceso penal en el cual él era denunciante.
la sanción la tiene la justicia penal en los términos constitucionales, como ya se ha expresado.
Ello resulta de la autonomía judicial garantizada en los artículos 228 y 230 de la Constitución”.
(Sentencia T-249 de junio 1º de 1.995).
RESUELVE:
Precluir la investigación a favor de los doctores ELKA VENEGAS AHUMADA y ALVARO LEON
OBANDO MONCAYO, Magistrados de la Sala Jurisdiccional Disciplinaria del Consejo
Seccional de la Judicatura de Cundinamarca.
CORTE CONSTITUCIONAL
Sentencia T-1102/05
Magistrado Ponente:
Dr. Jaime Araújo Rentería
SENTENCIA
dentro del proceso de revisión de los fallos proferidos por la Sección Tercera, Subsección B, del
Tribunal Administrativo de Cundinamarca, , en primera instancia, y la Sección Cuarta del
Consejo de Estado, en segunda, en el trámite de la acción de tutela iniciada por el señor
Carlos Arturo Bello Bonilla contra la Procuraduría Regional de Cundinamarca, el
Viceprocurador General de la Nación y la Gobernación de Cundinamarca.
I. ANTECEDENTES
1.Hechos
El señor Carlos Arturo Bello Bonilla fue elegido, mediante elección popular, para ocupar el cargo
El señor Carlos Arturo Bello Bonilla considera que tales decisiones constituyen vía de hecho en
sede administrativa y que, por consiguiente, los funcionarios de la procuraduría que resolvieron
sobre la queja disciplinaria vulneraron, entre otros, su derecho fundamental al debido proceso.
3. Trámite de instancia.
3.1 Mediante auto de 3 de marzo de 2005, la Sección Tercera, Subsección C del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, admitió la demanda de tutela presentada por el señor Carlos
Arturo Bello Bonilla y ordenó que se informara a los demandados dentro del proceso sobre la
existencia de éste con el fin de que rindieran informe. Para tal efecto concedió un término de
dos (2) días.
Además señaló que consideraba que la acción de tutela era improcedente ante la existencia de
otros mecanismos de defensa judicial a los que podía acudir el señor Bello Bonilla para la
defensa de los derechos presuntamente lesionados.
En particular adujo que las pruebas recaudadas durante el proceso habían sido conocidas en
su totalidad por el investigado y su apoderado, quienes también habían allegado parte del
material probatorio que se consideró para imponer la sanción.
También señaló que la acción de tutela resultaba improcedente para el caso, pues el actor no
había agotado otros mecanismos judiciales de defensa de sus intereses.
- Copia del Acta de Posesión No. 3 de 2003, por medio de la cual se dio posesión al
señor Carlos Arturo Bello Bonilla como alcalde municipal de Soacha para el periodo
2004-2007. (Folios 34-35)
- Copia de la continuación de la audiencia pública que se surtió dentro del trámite del
proceso verbal adelantado contra el señor Carlos Arturo Bello Bonilla por parte de la
Procuraduría Regional de Cundinamarca el 7 de diciembre de 2004 y en la que se
impuso la sanción de destitución mas inhabilidad en el ejercicio de las funciones
públicas por un término de diez (10) años (Folios 36-73)
- Copia de la sustentación del recurso de apelación presentado por el apoderado del
señor Bello Bonilla contra la decisión de la Procuraduría Regional de Cundinamarca
(Folios 74-97)
- Copia del fallo proferido por el Viceprocurador General de la Nación desatando la
apelación interpuesta contra la decisión de la Procuraduría Regional de Cundinamarca
(Folios 98-116)
- Copia del Decreto 019 de 2005, por el cual la Gobernación de Cundinamarca ejecutó la
sanción disciplinaria contra el señor Carlos Arturo Bello Bonilla (Folios 117-121)
- Copia del proceso disciplinario adelantado contra el señor Carlos Alberto Bello Bonilla
por la Procuraduría Regional de Cundinamarca (Folios 141-220)
Consideró tal Tribunal en su breve sentencia que la acción de tutela era improcedente, “toda
vez el demandante dispone de la posibilidad de impugnar los actos administrativos que
ordenan su destitución y lo inhabilitan para el ejercicio de las funciones públicas por el término
de diez (10) años..”.5[2] Señaló que la acción de tutela es de carácter residual y subsidiario y
que, por consiguiente, no está llamada a sustituir los mecanismos procesales ordinarios
establecidos en la Ley.
2. Impugnación.
El señor Carlos Arturo Bello Bonilla impugnó la sentencia de primera instancia, solicitando que
ésta fuera revocada y que, en su lugar, se concediera el amparo.
Para tal efecto señaló que el juez de primera instancia había despachado el asunto puesto a su
consideración de una manera simplista, desconociendo el carácter de la acción de tutela como
remedio urgente a situaciones graves.
Agregó que en relación con el ejercicio de otros mecanismos de defensa judicial, ya se había
presentado la demanda de nulidad y restablecimiento del derecho contra los mismos actos
atacados en sede de tutela, pero que ante la inefectividad y demora de los mismos, éstos no
resultaban adecuados para la protección de los derechos presuntamente vulnerados, por lo que
la acción de tutela era plenamente procedente como mecanismo transitorio.
En fallo de 26 de mayo de 2005, la Sección Cuarta del Consejo de Estado confirmó el fallo
impugnado.
Consideró dicha Sección que la Procuraduría General de la nación había resuelto cada uno de
los argumentos de la defensa, permitiéndole contradecir los cargos y soportando sus
conclusiones en medios probatorios.
5[2]
Folio 225.
Señaló que no se advertía que no se hubieran analizado las pruebas o que se hubieren
tergiversado, como pretendía hacerlo ver el actor, y que una circunstancia muy diferente era
que el demandante no compartiera la conclusión a la que habían llegado las entidades
demandadas.
También indicó que, frente a la calificación de la pena como gravísima por constituir la conducta
sancionada la descripción típica del delito previsto en el artículo 413 del Código Penal, no se
precisaba la declaración de responsabilidad penal por parte de la jurisdicción y que si la
conducta investigada realiza objetivamente un tipo penal, no interesaban al derecho
disciplinario los resultados de un proceso de tal índole ni constituía prejudicialidad en relación
con aquel.
Además indicó que la jurisdicción contenciosa administrativa era la instancia que debía resolver
definitivamente los cuestionamientos hechos a la actuación de los demandados.
1. Competencia
Esta Corte es competente para revisar los fallos de tutela dictados en la acción iniciada por el
señor Carlos Arturo Bello Bonilla contra la Procuraduría Regional de Cundinamarca, el
Viceprocurador General de la Nación y la Gobernación de Cundinamarca, de conformidad con
lo previsto en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política, los artículos 31 a 36 del
Decreto 2591 de 1991 y por lo dispuesto en Auto de la Sala de Selección Número 7 de julio 15
de 2005
2. Problemas jurídicos.
En síntesis la Sala observa que la demanda del actor en contra de los funcionarios de la
Procuraduría se concreta en los siguientes aspectos:
- la existencia de una vía de hecho por defecto fáctico, dado que no existió adecuada
valoración de las pruebas.
- La existencia de una vía de hecho por defecto sustantivo al desconocer los
funcionarios demandados el principio de legalidad en relación con la graduación de la
pena como gravísima, vinculando la conducta del actor a un delito, el de prevaricato
por acción.
- La existencia de una vía de hecho por defecto sustantivo al haber desconocido los
funcionarios cuestionados la presunción de inocencia que, para efectos del proceso
disciplinario, se encuentra consagrada en el artículo 9 de la Ley 734 de 2002.
Así pues, los problemas jurídicos que debe resolver la Sala en la presente sentencia exigen
establecer si efectivamente existieron las vías de hecho alegadas y si por ende se violó el
derecho fundamental al debido proceso del señor Carlos Arturo Bonilla, teniendo en cuenta que
los funcionarios de la Procuraduría alegan que su actuación se ciñó estrechamente a la
constitucionalidad y legalidad que debe regir en ocasiones como la presente.
Con el fin de alcanzar las respuestas pertinentes, la Sala primero expondrá lo relativo a la
potestad sancionadora del Estado en relación con las categorías sustantivas y procesales que
son propias del derecho disciplinario. También reiterará la doctrina de esta Corte en materia de
la observancia del debido proceso por parte de las autoridades disciplinarias y la posibilidad de
la procedencia de acción de tutela cuando se vulneran los derechos de los sujetos a sanciones
de este tipo. Para finalizar, abordará el caso concreto.
3.1 Ha aclarado en varias oportunidades esta Corte que la potestad sancionadora del Estado
comprende varias modalidades, y ha señalado que estas comprenden las situaciones como las
reguladas por el derecho penal, el derecho de las contravenciones y el derecho disciplinario,
entre otras Dichas modalidades tienen elementos comunes y elementos específicos o
particulares6[3].
En síntesis, se puede señalar que el sistema normativo que configura tal derecho regula:
“a) Las conductas -hechos positivos o negativos- que pueden configurar falta
juzgable disciplinariamente. Es así, como la violación de los deberes, de las
prohibiciones o de las inhabilidades o incompatibilidades, a que están sujetos los
funcionarios y empleados públicos, es considerado por el respectivo estatuto
disciplinario como falta disciplinaria.
“b) Las sanciones en que pueden incurrir los sujetos disciplinados, según la
naturaleza de la falta, las circunstancias bajo las cuales ocurrió su comisión y los
antecedentes relativos al comportamiento laboral.
6[3]
Sentencia C-124/03 MP: Jaime Araujo Rentería
7[4]
Sentencia C-712 de 2001. MP. Jaime Córdoba Triviño.
8[5]
Ibídem
procedimiento a través del cual se deduce la correspondiente responsabilidad
disciplinaria .9[6]
3.2 Esta Corte también ha querido establecer las diferencias existentes entre dos modalidades
del derecho sancionador –el derecho disciplinario y el derecho penal- con el fin de concretar los
campos de acción que son propios de cada una de estas manifestaciones de la potestad
sancionadora del Estado. Para tal efecto ha señalado que no se puede afirmar la existencia de
identidad de objeto ni identidad de causa entre estos dos tipos de derecho sancionador, pues la
finalidad del proceso que se adelanta con fundamento en ellos es distinta y los bienes
jurídicamente tutelados también son diferentes, así como el interés jurídico que se protege.
3.3 Ahora bien, habiendo establecido con claridad que el derecho disciplinario es independiente
frente al derecho penal, la Corte también ha indicado de qué manera opera el principio de
legalidad dentro de este campo del derecho. No sobra recordar aquí que el principio de
legalidad se encuentra establecido en el artículo 29 de nuestra Carta Política, que señala que
“nadie podrá ser juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa (...)”.
Esta Corporación ha señalado que si bien el principio arriba expuesto debe aplicarse sin
excepción en todas las actuaciones procesales que se deriven de la potestad sancionadora del
Estado, existe una diferencia importante en la aplicación del principio de legalidad respecto de
la determinación de las conductas en los tipos legales del ordenamiento penal, por un lado, y
en los del ordenamiento disciplinario, por el otro. Ello porque, a diferencia de la materia penal,
en donde la descripción de los hechos punibles es detallada, en la disciplinaria el fallador
cuenta con un mayor margen de valoración e individualización de las faltas sancionables por la
diversidad de comportamientos que pugnan con los propósitos de la función pública y del
régimen disciplinario. 11[8]Este fenómeno se da en razón de que:
9[6]
Sentencia C-341 de 1996. M.P. Antonio Barrera Carbonell..
10[7]
Sentencia C-124/03 MP: Jaime Araujo Rentería y C-244 de 1996 MP: Carlos Gaviria Díaz
11[8]
Sentencias C-124/03 y C-708/99, entre otras. Al respecto cabe anotar: “ La prohibición de la
conducta delictiva involucra un conjunto de patrones que establecen una precisión tipológica en la que
se describen de manera detallada los elementos conformantes del tipo, de manera que, sujeto activo,
conducta, intención, sujeto pasivo y circunstancias llevan en el procedimiento penal a una exhaustiva
delimitación legal de las conductas; mientras que en la definición de las faltas disciplinarias, entran en
juego, elementos propios de la función pública que interesan por sobre todo a contenidos político-
institucionales, que sitúan al superior jerárquico en condiciones de evaluar con mayor flexibilidad, y de
acuerdo con criterios que permiten un más amplio margen de apreciación, tal como lo ha entendido el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, órgano competente para interpretar y aplicar el Convenio
Europeo de Derechos Humanos.
El legislador, en desarrollo de su facultad de configuración, adoptó un sistema
genérico de incriminación denominado numerus apertus, por considerar que el
cumplimiento de los fines y funciones del Estado -que es por lo que propende la
ley disciplinaria, puede verse afectado tanto por conductas dolosas como
culposas, lo cual significa que las descripciones típicas admiten en principio
ambas modalidades de culpabilidad, salvo en los casos en que no sea posible
estructurar la modalidad culposa. De ahí que corresponda al intérprete, a partir
del sentido general de la prohibición y del valor que busca ser protegido, deducir
qué tipos disciplinarios permiten ser vulnerados con cualquiera de los factores
generadores de la culpa.”12[9]
4.1 En numerosas oportunidades, esta Corte ha señalado que el derecho al debido proceso
es aplicable a las actuaciones disciplinarias desarrolladas por la Procuraduría General de la
Nación. La vigencia de tal derecho en el ámbito del derecho disciplinario se justifica, no sólo
por el mandato constitucional del artículo 29 de la Carta –según el cual el debido proceso se
aplicará a toda actuación judicial o administrativa-, sino también por tratarse de una
manifestación del poder sancionador del Estado13[10].
La Corte ha señalado, en particular, tres elementos claves que distinguen la operancia del
debido proceso en el campo penal de su aplicación del campo disciplinario:
4.2 Ahora bien, dado que la Corte ha indicado cómo opera el derecho al debido proceso en el
contexto del proceso disciplinario, también ha analizado diversos casos en los cuales fueron
presentadas demandas de tutela contra sanciones de este tipo disciplinario.
La Corte ha concluido que la posibilidad que tienen los actores de acudir a la jurisdicción
contencioso administrativa, a menos de que se evidencie la existencia de un perjuicio
irremediable que amerite la protección constitucional como mecanismo transitorio, hace
improcedente el amparo solicitado. Ha considerado esta Corporación que la acción de nulidad
y restablecimiento del derecho (Art. 85 C.C.A) es un instrumento procesal idóneo y eficaz para
alcanzar la protección judicial derivada de posibles irregularidades en el proceso disciplinario,
teniendo en cuenta que al demandarse la nulidad de un acto administrativo se cuenta con la
posibilidad de solicitar su suspensión provisional, por estimar que manifiestamente contradice
una norma superior a la cual se encuentra subordinado, medida cautelar que hace perder al
acto su fuerza ejecutoria mientras se emite la decisión de mérito sobre la legalidad de aquel
(Arts. 238 C. Pol. y 152 y s.s C.C.A.).Además, en relación con el perjuicio irremediable, ha
dicho la Corporación que la sanción disciplinaria en sí misma no puede considerarse un
perjuicio de tal índole.17[14]
5. Caso Concreto.
Alega que los demandados, en su actuación, incurrieron en vía de hecho por defectos fáctico y
sustancial al no haber dado una adecuada valoración a las pruebas; al haber desconocido el
principio de legalidad en relación con la graduación de la pena como gravísima, vinculando la
conducta del actor a un delito, el de prevaricato por acción; al haber desconocido la presunción
de inocencia que, para efectos del proceso disciplinario, se encuentra consagrada en el artículo
9 de la Ley 734 de 2002 y de manera general porque no se le brindaron las garantías del
derecho a la defensa.
Como consideración previa en el estudio del caso concreto, esta Sala desea referirse
brevemente a la procedencia del mecanismo constitucional de tutela. En este sentido cabe
reiterar aquí la regla de procedencia enunciada en un pasaje anterior de esta sentencia en el
sentido de que la posibilidad que tienen los sancionados disciplinariamente de acudir a la
jurisdicción contencioso administrativa, en concreto a la acción de nulidad y restablecimiento
del derecho, hace improcedente el amparo solicitado por vía de acción de tutela, a menos que
se evidencie la existencia de un perjuicio irremediable que amerite la protección constitucional
como mecanismo transitorio. Es pertinente reiterar también que se ha considerado que la
sanción disciplinaria en sí misma no puede considerarse un perjuicio de tal índole.
Ahora bien, teniendo en cuenta dicha regla, esta Sala considera que es pertinente el estudio de
la acción como mecanismo transitorio y que la misma podrá prosperar si se determina , por
una parte, la vulneración o amenaza de uno o más derechos fundamentales y, por otra parte, la
existencia de un perjuicio irremediable de los mismos, esto último principalmente por la
circunstancia de que por disposición constitucional los Alcaldes municipales son elegidos para
un periodo fijo que probablemente expiraría mientras se adelanta un proceso ante la
jurisdicción contencioso administrativa.
5.2 Así pues la Sala entra a establecer, en primer orden de ideas, si la actuación de la
Gobernación de Cundinamarca lesionó o amenazó derechos de rango fundamental cuya
titularidad corresponda al actor. En este sentido cabe anotar que la Sala considera que, dado
que existía ya pronunciamiento de primera y segunda instancia por parte de las autoridades
encargadas de determinar la responsabilidad disciplinaria del señor Bello Bonilla, la
Gobernación no contaba con alternativa diferente que cumplir lo dispuesto por éstas. Cabe
observar en este sentido que, tal y como lo señala la Gobernación misma en el informe rendido
durante el trámite de la acción de tutela, el artículo 172 de la Ley 734 de 2002 prevé que los
gobernadores son responsables de hacer efectivas las sanciones disciplinarias impuestas a los
alcaldes de sus departamentos. 18[15] Debe entenderse, por ende, que la expedición del Decreto
18[15]
Dispone la Ley 734 de 2002 en su artículo 172: “Funcionarios competentes para la ejecución de las
sanciones. La sanción impuesta se hará efectiva por:
1. El Presidente de la República, respecto de los gobernadores y los alcaldes de Distrito.
2. Los gobernadores, respecto de los alcaldes de su departamento.
19 de 2005 por parte de la Gobernación se hizo en cumplimiento de la norma legal citada y con
soporte en decisiones de carácter disciplinario que se encontraban ejecutoriadas.
Ahora bien, si los funcionarios del ministerio público que impusieron las sanciones disciplinarias
hubieran incurrido en vía de hecho durante el trámite del respectivo proceso es algo que
escaparía de las posibilidades de control de la Gobernación, ya que esta entidad, dentro del
trámite previsto para la ejecución de la sanción, no ejerce ningún tipo de control de legalidad
sobre la actuación disciplinaria.
De todo lo anterior deduce esta Sala que no existió, por parte de la Gobernación de
Cundinamarca, violación o amenaza alguna de los derechos fundamentales del señor Carlos
Arturo Bello Bonilla.
5.3 Evacuado el anterior punto, la Sala examinará uno a uno los cuestionamientos del
demandante dirigidos en contra de las autoridades demandadas que pertenecen a la
Procuraduría General de la Nación.
Así bien, en primer término la Sala se pronunciará en relación con el presunto defecto fáctico
derivado de la falta o inadecuada valoración probatoria que el demandante imputa a los
procuradores demandados.
En este sentido cabe señalar que el señor Bello Bonilla aduce que “... la valoración probatoria y
alcances dados a la prueba fueron precarios...”19[16] y que esta afirmación del demandante se
repite a lo largo del texto de su demanda, vinculándola con el problema relacionado con la
presunción de inocencia, sin que esta Sala vea, más allá de la afirmación, que se indique en
concreto cuáles pruebas dan lugar a la aparición del defecto alegado.
Cabe aquí recordar lo que ya tantas veces ha dicho la Corte en relación con el defecto fáctico.
Es este, según la jurisprudencia, el que ocurre cuando resulta indudable que el juez carece de
sustento probatorio suficiente para proceder a aplicar el supuesto legal en el que se sustenta la
decisión20[17]. Esto ciertamente no ocurre en el caso que estudia la Sala, ya que salta a la vista
que los funcionarios demandados contaron con el material probatorio suficiente para tomar la
decisión que les correspondía tomar. Cabe señalar que, según consta en el expediente de
Observa la Sala que lo que realmente motiva al demandante al formular esta queja en contra
del aspecto probatorio del proceso es una inconformidad con la manera como la prueba fue
evaluada. Esto se expresa así en la demanda: “Respecto de la valoración de las pruebas,
debemos decir, que no siempre se verifica en real forma por los juzgadores, con el argumento
de que la prueba fue estudiada en su conjunto y así cubrir la falencia del estudio analítico de
los medios probatorios, en la práctica se soslaya frecuentemente, mediante el uso torticero del
denominado expediente de apreciación conjunta de las pruebas, simplemente limitándose el
juzgador a manifestar que el material probatorio ha sido valorado en conjunto...” 22[19] Lo anterior
es más que suficiente para demostrar que lo que aquí se alega es la inconformidad con la
forma en que fue interpretado el conjunto de las pruebas; inconformidad que no constituye,
desde la doctrina que la Corte ha construido sobre la materia, vía de hecho posible. Por ello la
vía de hecho por defecto fáctico que alega el demandante no existe para esta Sala.
5.4 Ahora bien, en la medida en la que, como se dijo, la problemática relacionada con la
valoración probatoria se encuentra vinculada con la queja en relación con la inobservancia de
la presunción de inocencia que debe acompañar las actuaciones disciplinarias, esta Sala
abordará tal problema.
Es necesario reseñar aquí brevemente que el artículo 9 de la Ley 734 de 2002, corresponde en
similar sentido al texto del Artículo 6o. de la Ley 200 de 1995, el cual fue declarado exequible
por la Corte Constitucional mediante sentencia C-244-96 del 30 de mayo de 1996 23[20]. En
aquella oportunidad dijo esta Corte:
“El derecho fundamental que tiene toda persona a que se presuma su inocencia,
mientras no haya sido declarada responsable, se encuentra consagrado en
nuestro Ordenamiento constitucional en el artículo 29, en estos términos: "Toda
persona se presume inocente mientras no se la haya declarado judicialmente
culpable", lo que significa que nadie puede ser culpado de un hecho hasta tanto su
culpabilidad no haya sido plenamente demostrada.
21[18]
Folio 38
22[19]
Folio 16
23[20]
MP: Carlos Gaviria Díaz.
contravencional, etc.-, y debe ser respetado por todas las autoridades a quienes
compete ejercitar la potestad punitiva del Estado.
Ahora bien: el principio general de derecho denominado "in dubio pro reo" de
amplia utilización en materia delictiva, y que se venía aplicando en el proceso
disciplinario por analogía, llevó al legislador a consagrar en la disposición que hoy
se acusa, el in dubio pro disciplinado, según el cual, toda duda que se presente en
el adelantamiento de procesos de esta índole, debe resolverse en favor del
disciplinado.
El "in dubio pro disciplinado", al igual que el "in dubio pro reo" emana de la
presunción de inocencia, pues ésta implica un juicio en lo que atañe a las pruebas
y la obligación de dar un tratamiento especial al procesado.
Desea señalar la Sala que en todos los eventos en los que un funcionario resulta sancionado
disciplinariamente podría alegar éste que existió desconocimiento de la presunción de
inocencia que le ampara durante el proceso. Es claro que tal alegación es un absurdo y que,
como se citó, uno de los aspectos de la presunción de inocencia es el in dubio pro disciplinado,
según el cual “toda duda que se presente en el adelantamiento de procesos de esta índole,
debe resolverse en favor del disciplinado” Así pues, la inconformidad del actor debe
comprenderse dentro de dicho espectro y, por ende, entender que lo que alega es que la duda
no se resolvió en su favor cuando debía ser resuelta en tal sentido. Nuevamente observa la
Sala que esta imputación no pasa de ser una afirmación genérica, sin que encuentre que el
demandante haga siquiera un solo señalamiento concreto en relación con la valoración de
pruebas que debían ser claramente interpretadas en su favor y que no lo fueron. De esta
manera, pues, la Sala tampoco podrá considerar que existió una vía de hecho por defecto
sustantivo al omitir la aplicación del artículo 9 de la Ley 734 de 2002.
5.5 Esta Sala también debe ocuparse del problema planteado en relación con el
desconocimiento del principio de legalidad en cuanto a la graduación de la pena como
gravísima. Este problema también involucra el problema de la proporcionalidad de la sanción
impuesta y, por consiguiente, son evacuados de manera conjunta.
Así pues, es necesario que la Sala indique, tal y como lo hizo en las consideraciones generales
de la presente sentencia, que la problemática que pasa por este aspecto se relaciona con el
concepto del principio de legalidad en materia disciplinaria. En este contexto debe tenerse en
cuenta que esta Corporación, de manera general, ha diferenciado tal concepto en los diferentes
campos del derecho sancionador y, especialmente, entre el derecho penal y el derecho
disciplinario.
De allí que le asista razón al juez de segunda instancia, la Sección Cuarta del Consejo de
Estado, al señalar que calificar la conducta del actor como gravísima, de acuerdo con lo
tipificado en el artículo 413 del Código Penal, no constituye una violación al principio de
legalidad. La Sala está plenamente de acuerdo con lo expresado por dicha instancia en el
sentido de que la responsabilidad penal no debe estar demostrada, pues, probados los hechos
que dan lugar a que los funcionarios de la Procuraduría hayan establecido que la conducta del
demandante, en términos objetivos, está de acuerdo con lo descrito en el Estatuto penal , es
decir, que éste haya proferido resolución, dictamen o concepto manifiestamente contrario a la
ley, pueden calificar la conducta como gravísima. De esta manera, entonces, se verifica que la
actuación de la Procuraduría tampoco violó el principio de legalidad, de conformidad con el
desarrollo del numerus apertus, explicado en las consideraciones generales de esta sentencia.
5.6 En resumen, la Sala no encuentra fundada ninguna de las acusaciones que el actor formula
contra los demandados y, por ende, no considera que se haya violado derecho fundamental
alguno y, por contera, que la situación del demandante sea una de perjuicio irremediable que
hiciera procedente el mecanismo constitucional de tutela. En consecuencia, esta Sala
confirmará, pero por los motivos expuestos en este fallo, las sentencias que revisa.
IV. DECISIÓN.
La Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional, administrando justicia en el nombre del
Pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE
Primero.- CONFIRMAR, pero por las razones expuestas en esta sentencia, la proferida el
veintiséis (26) de mayo de 2005 por la Sección Cuarta del Consejo de Estado, por medio de la
cual ésta confirmó aquella dictada en primera instancia el once (11) de marzo de 2005 por la
Sección Tercera, Subsección B, del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, denegando el
amparo deprecado por el señor Carlos Arturo Bello Bonilla en el proceso de tutela que éste
inició contra la Procuraduría Regional de Cundinamarca, el Viceprocurador General de la
Nación y la Gobernación de Cundinamarca.
Segundo.- LÍBRESE por secretaría la comunicación prevista en el artículo 36 del Decreto 2591
de 1991.
Corte Constitucional
Sentencia C 720 Expediente D 5968 de 2006
2006-08-23 Edición No 44107
LA RAMA JUDICIAL Y LA AUTORIDAD DISCIPLINARIA PUEDEN
CONOCER DE MANERA AUTÓNOMA RESPECTO DE UNA MISMA
CONDUCTA. Demanda de inconstitucionalidad contra el artículo 48 (parcial) de la ley 734 de
2002. La diferencia en cuanto a la naturaleza, principios, características y finalidad de los procesos penal y
disciplinario, puede llevar a que por un mismo hecho: se condene penalmente y se sancione disciplinariamente
a la misma persona, se le condene penalmente y se le absuelva disciplinariamente, se le absuelva penalmente
y se le sancione disciplinariamente, o se le absuelva penal y disciplinariamente. Exequible. M.P. Clara Inés
Vargas Hernández.
CORTE CONSTITUCIONAL
Sentencia C-720/06
SENTENCIA
I. ANTECEDENTES
Mediante la resolución No 057 del 6 de marzo del presente año, la Procuraduría General de
la Nación designó a la doctora María Claudia Zea Ramírez para emitir concepto en el
presente caso. El 5 de abril del 2006, la Procuraduría General hizo llegar a la Secretaría
General de la Corte Constitucional el concepto requerido para proferir la correspondiente
decisión.
Cumplidos los trámites constitucionales y legales propios de este asunto, y previo concepto
del Ministerio Público, la Corte Constitucional procede a decidir en relación con la presente
demanda.
El Congreso de Colombia
DECRETA:
(…).”
Respecto del artículo 2º. de la Carta Política, la demandante expresa que la norma atacada
desconoce el principio de efectividad de los derechos al debido proceso, a no ser juzgado
dos veces por el mismo hecho, a la presunción de inocencia, al juez natural, como también
a la honra y al buen nombre.
Para explicar la violación del artículo 15 de la Constitución Política, la actora manifiesta que
la norma demandada desconoce el derecho a la honra y al buen nombre, en cuanto una
persona puede aparecer como responsable disciplinariamente por la comisión de un delito,
aun cuando la jurisdicción penal lo haya absuelto.
Respecto del artículo 29 superior, explica la actora que la disposición atacada permite iniciar
una investigación disciplinaria sin necesidad de que el juez natural, es decir, el juez penal,
haya declarado que la persona investigada incurrió en un delito. En su criterio, de este
hecho se deduce el desconocimiento del principio de separación de las ramas del poder
público, por cuanto no se privilegia el pronunciamiento judicial, sino que se permite a otras
autoridades determinar que se ha incurrido en una conducta descrita como delito.
Explica la demandante que la norma atacada viola los principios non bis in ídem y el de
cosa juzgada, pues si el juez penal ha logrado establecer que la conducta no se realizó, la
autoridad disciplinaria podría declarar que sí se incurrió en una conducta punible
merecedora de una sanción.
La actora concluye manifestando que no existe cosa juzgada absoluta y que la Corte profirió
en aquella ocasión una sentencia con efectos de cosa juzgada relativa, por cuanto no cobijó
el estudio de los cargos formulados en el presente caso.
IV. INTERVENCIONES
Mediante oficio del 26 de enero de 2006, el representante del Ministerio del Interior y de
Justicia se refirió a los cargos de inconstitucionalidad, presentando argumentos destinados
a defender la exequibilidad de la norma impugnada.
Continúa el representante del Ministerio de Justicia y del Derecho explicando que el nuevo
Código Penal, Ley 599 de 2000, establece una tendencia finalista en la cual el dolo, la culpa
y la preterintención, no se presentan en sede de culpabilidad, sino en sede de tipicidad, lo
cual significa que si la realización de una descripción típica consagrada como delito no es
cometida con dolo, el comportamiento no es típico, pues para ello se debe presentar el
elemento del dolo en la configuración de la falta, regulada mediante el precepto impugnado.
Para la Vista Fiscal, la demanda presentada por la ciudadana Vanegas Leaño está
relacionada con los mismos temas analizados mediante la sentencia C-124 de 2003, los
cuales han sido nuevamente traídos mediante argumentos basados en la presunta violación
del principio non bis in ídem.
1. Competencia
Problema jurídico
1. La Corte Constitucional deberá decidir acerca de la exequibilidad del numeral 1º. del
artículo 48 de la ley 734 de 2002 –Código Disciplinario Único-, cuyo texto es el siguiente:
1.1. Mediante la sentencia C-124 del 18 de febrero de 2003, M.P. Jaime Araujo Rentería, la
Corte Constitucional declaró exequible el numeral 1º. del artículo 48 de la ley 734 de 2002,
respecto de los cargos relacionados con la presunta violación del principio de legalidad. En
aquella oportunidad la Corporación precisó que el examen estaba limitado a lo siguiente:
[1]
El artículo 21 de la ley 599 de 2000 –código penal-, refiriéndose a las modalidades de la conducta
punible, establece que ésta puede ser dolosa, culposa o preterintencional. De su parte, el artículo 22 de la
misma codificación explica cuando la conducta delictiva es dolosa. El texto de esta norma es el siguiente:
“Art. 22. Dolo. La conducta es dolosa cuando el agente conoce los hechos constitutivos de la infracción
penal y quiere su realización. También será dolosa la conducta cuando la realización de la infracción
penal ha sido prevista como probable y su no producción se deja librada al azar”.
dolosas, culposas, graves y leves, y por la posibilidad de que el investigador cree nuevos
tipos disciplinarios al realizar la adecuación típica de la conducta” 25[2].
1.3. Como se ha dicho, la demanda presentada por la ciudadana Sandra Vanegas Leaño
fue rechazada por haber operado el fenómeno de la cosa juzgada respecto del cargo
analizado mediante la sentencia C-124 de 2003. La decisión de rechazar la demanda fue
impugnada y la Sala Plena de la Corporación la confirmó mediante auto del 1º. de
noviembre de 2005.
En relación con los demás cargos la demanda inicialmente fue inadmitida, posteriormente
corregida por la demandante y, finalmente, admitida mediante auto del 12 de septiembre de
200526[3]. Por lo tanto, el examen de constitucionalidad que adelantará la Sala estará
limitado por los cargos expuestos en el escrito de corrección de la demanda. 27[4] En este
documento la actora no menciona el preámbulo de la Carta Política, pues sus argumentos
se basan en la presunta violación de los artículos 1, 2, 15, 29 y 113 de la Constitución.
1.5. Respecto del artículo 2º superior la demandante explica que la norma impugnada es
inexequible, toda vez que desconoce el principio de efectividad de los derechos, en
particular los derechos al debido proceso, a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho,
a la presunción de inocencia y a contar con un juez natural (Fl. 20 del expediente).
25[2]
Corte Constitucional, Sentencia C-124 de 2003. M.P. Jaime Araujo Rentería.
26[3]
Considera la Corte que en el presente caso ha operado el fenómeno de la cosa juzgada relativa y, por
lo tanto, procederá al análisis de los cargos que la accionante ha formulado en este proceso.
27[4]
Cfr. fls. 19 y s.s. del expediente.
derecho a la honra y al buen nombre del procesado; y iv) separación entre las ramas del
poder público.
Al precisar los cargos formulados en el presente caso la Sala encuentra que aparecen
argumentos nuevos, respecto de los cuales la Corte no se pronunció mediante la sentencia
C-124 de 2003. Por lo tanto, la Corporación procederá al examen de los cargos
presentados en este caso y que siendo novedosos permiten analizar desde otra perspectiva
la constitucionalidad del numeral 1º. del artículo 48 de la ley 734 de 2002.
En buena medida los argumentos expresados por la demandante parten de una indebida
interpretación de la norma acusada, pues, en su criterio, la aplicación del numeral 1º. del
artículo 48 de la ley 734 de 2002, está supeditada al pronunciamiento de la jurisdicción
penal sobre la ilicitud de la conducta realizada por el servidor público investigado
disciplinariamente. Como se recuerda, la disposición impugnada prevé:
Es decir, que en nuestro sistema jurídico ha sido proscrita la responsabilidad objetiva y, por
lo tanto, la culpabilidad es ‘Supuesto ineludible y necesario de la responsabilidad y de la
imposición de la pena lo que significa que la actividad punitiva del estado tiene lugar tan
sólo sobre la base de la responsabilidad subjetiva de aquellos sobre quienes recaiga C- 626
de 1996. Principio constitucional que recoge el artículo 14 del C.D.U. acusado, al disponer
que ‘en materia disciplinaria queda proscrita toda forma de responsabilidad objetiva y las
faltas sólo son sancionables a título de dolo o culpa’. Así lo ha reconocido la jurisprudencia
de esta Corporación al señalar que ‘el hecho de que el Código establezca que las faltas
disciplinarias solo son sancionables a título de dolo o culpa, implica que los servidores
públicos solamente pueden ser sancionados disciplinariamente luego de que se haya
desarrollado el correspondiente proceso – con las garantías propias del derecho
disciplinario y, en general, del debido proceso -, y que dentro de éste se haya establecido la
responsabilidad del disciplinado C- 728 de 2000’.
2.1. Para la demandante la aplicación del numeral 1º del artículo 48 de la ley 734 de 2002,
requiere la participación de una autoridad judicial quien calificaría si la conducta por la cual
se ha iniciado el proceso corresponde a un delito. Esta forma de interpretar el precepto
demandado no corresponde a lo establecido por el legislador, pues en él quedó previsto que
se consideran faltas gravísimas aquellas que atiendan a los siguientes supuestos: i) Que se
trate de una conducta objetivamente descrita por la ley como delito; ii) Que la misma
conducta punible sea sancionable a título de dolo; y iii) Que la misma conducta se cometa
en razón, con ocasión o como consecuencia de la función o cargo, o abusando del mismo.
En relación con estos cargos la Sala reanuda su explicación teniendo en cuenta que la
demandante ha incurrido en un yerro de apreciación al interpretar la norma acusada, toda
vez que el proceso disciplinario, al cual refiere la ley 734 de 2002, difiere sustancialmente
del juicio penal, pues como lo ha explicado la jurisprudencia de la Corte:
“(…) cuando se adelanta un proceso disciplinario y uno penal contra una misma persona,
por unos mismos hechos, no se puede afirmar válidamente que exista identidad de objeto ni
identidad de causa, pues la finalidad de cada uno de tales procesos es distinta, los bienes
28[5]
Corte Constitucional, Sentencia C-155 de 2002. M.P. Clara Inés Vargas Hernández.
jurídicamente tutelados también son diferentes, al igual que el interés jurídico que se
protege. En efecto, en cada uno de esos procesos se evalúa la conducta del implicado
frente a unas normas de contenido y alcance propios. En el proceso disciplinario contra
servidores estatales se juzga el comportamiento de éstos frente a normas administrativas
de carácter ético destinadas a proteger la eficiencia, eficacia y moralidad de la
administración pública; en el proceso penal las normas buscan preservar bienes sociales
más amplios.
Si bien es cierto que entre la acción penal y la disciplinaria existen ciertas similitudes puesto
que las dos emanan de la potestad punitiva del Estado, se originan en la violación de
normas que consagran conductas ilegales, buscan determinar la responsabilidad del
imputado y demostrada ésta imponer la sanción respectiva, siguiendo los procedimientos
previamente establecidos por el legislador, no es menos cierto que ellas no se identifican,
ya que la acción disciplinaria se produce dentro de la relación de subordinación que existe
entre el funcionario y la Administración en el ámbito de la función pública y se origina en el
incumplimiento de un deber o de una prohibición, la omisión o extralimitación en el ejercicio
de las funciones, la violación del régimen de inhabilidades, incompatibilidades, etc., y su
finalidad es la de garantizar el buen funcionamiento, moralidad y prestigio del organismo
público respectivo. Dichas sanciones son impuestas por la autoridad administrativa
competente o por la Procuraduría General de la Nación, ente que tiene a su cargo la
vigilancia de la conducta oficial de los servidores estatales”. 29[6]
Durante la actuación toda duda razonable se resolverá a favor del investigado cuando no
haya modo de eliminarla”.
Los argumentos expuestos por la Sala son suficientes para aclarar toda duda relacionada
con la autoridad competente para conocer del proceso al cual refiere la norma demandada,
pues ésta se aplica al juicio disciplinario atendiendo a las reglas que sobre competencia
prevé el título II de la ley 734 de 2002, artículos 74 y ss.
En relación con el principio del juez natural en materia disciplinaria esta Corporación ha
explicado:
29[6]
Sentencia C-244 de 1996. M.P. Carlos Gaviria Díaz. S. V. de Eduardo Cifuentes Muñoz y Julio César
Ortiz Gutiérrez.
“Tanto en materia penal como disciplinaria, la garantía constitucional del principio de legalidad
impone al legislador la obligación de definir previa, taxativa e inequívocamente las conductas
consideradas como reprochables y las sanciones en las que incurrirá quien cometa alguna de
las conductas prohibidas, pues sólo de esa manera el principio de legalidad cumple
verdaderamente su función garantista y democrática, protege la libertad de las personas y
asegura la igualdad ante el poder punitivo estatal.30[7] Cuando ello no ocurre así, la norma en
cuestión viola la Carta, bien sea porque no determine claramente la conducta reprochada, o
porque no define claramente cuál es la sanción que debe imponerse o los criterios que
claramente permiten su determinación.
El principio del “juez natural” en materia disciplinaria no aparece trasgredido con la norma
demandada, pues ella se limita a mencionar algunas conductas de las cuales se puede
derivar responsabilidad disciplinaria, sin que la misma disposición asigne competencia a
una determinada autoridad, materia que, como se ha dicho, está regulada a partir del
artículo 74 del Código Disciplinario Único.
La diferencia entre el derecho al buen nombre y el derecho a la honra ha sido explicada por
la Corte de la siguiente manera:
La Constitución Política en su artículo 15 primer inciso, señala que todas las personas
tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen nombre y que el Estado debe
respetarlos y hacerlos respetar.
El derecho al buen nombre fue catalogado por esta Corte desde sus primeras providencias
como un derecho personalísimo toda vez que hace referencia directa a las valoraciones que
tanto individual como colectivamente se hagan de una persona. Este derecho está atado a
todos los actos y hechos que una persona realice para que a través de ellos la sociedad
haga un juicio de valor sobre la real dimensión de bondades, virtudes y defectos los cuales
30[7]
Corte Constitucional, Sentencia C-843/99, MP: Alejandro Martínez Caballero. En esta sentencia la
Corte declaró la inconstitucionalidad del artículo 26 de la Ley 491 de 1999, por no determinar de manera
clara las conductas prohibidas y las penas aplicables, lo cual violaba según la Corte el principio de estricta
legalidad y la prohibición de la ambigüedad en la descripción de las penas.
31[8]
Corte Constitucional. Sentencia C-653 de 2001. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
a través de su existencia muestra como crédito una persona. El concepto del buen nombre
es exterior y algunos tratadistas ven este derecho concatenado e íntimamente relacionado
con el derecho a la honra.32[9]
Por otra parte, la comunidad internacional ha dado una singular importancia al derecho a la
honra y al buen nombre, al punto que su necesidad de protección se ha regulado en
distintos instrumentos sobre derechos humanos que han sido aprobados por el Estado
colombiano. Así tenemos el artículo 1236[13] de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, el artículo 1737[14] del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el
32[9]
Sentencia T-603 de 1992.
33[10]
Sentencia C-489 de 2002.
34[11]
Ver sentencia T-787 de 2004.
35[12]
Sentencias T-787 de 2004 y T-482 de 2004.
36[13]
Artículo 12. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio
y su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la
protección de la ley contra tales injerencias y ataques.
37[14]
Artículo 17. 1. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia,
su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y reputación. 2. Toda persona tiene
derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques.
artículo 1138[15] de la Convención Americana sobre Derechos Humanos “Pacto de San José
de Costa Rica”39[16]. (Subraya la Sala).
4.1. Como se observa, los derechos al buen nombre y a la honra están directamente
relacionados con el comportamiento de la persona, la credibilidad social que tal
comportamiento genere, la buena imagen que la persona proyecta y el prestigio ganado con
sus actos. Cuando una persona resulta vinculada a un proceso penal o disciplinario puede
ocurrir que la sociedad a la cual pertenece la repudie o, por lo menos, la considere indigna
del tratamiento que le venía dispensando; sin embargo, tanto el proceso penal como el
disciplinario constituyen los medios jurídicos para que la persona investigada ejerza el
derecho a la defensa, aporte pruebas a su favor, controvierta las que obren en su contra,
desvirtúe los cargos y pueda demostrar que no es responsable de la conducta que se le
imputa.
En todo caso, siguiendo los principios del artículo 29 de la Constitución Política, la persona
sometida a un proceso penal o disciplinario cuenta a su favor con la garantía de que será
considerada inocente hasta tanto tal presunción no sea validamente desvirtuada.
La sola iniciación de un proceso disciplinario contra una persona no puede ser entendida
como atentado contra su buen nombre o contra su honra, sino como el cumplimiento del
deber que tiene la autoridad disciplinaria de investigar y permitir al procesado que ejerza su
derecho a la defensa. De esta manera, tanto el procesado como la sociedad cuentan con un
escenario jurídico idóneo para precisar si la persona investigada es o no responsable del
ilícito por el cual se le ha iniciado un proceso.
5. Para explicar la presunta violación del artículo 113 de la Carta Política, la demandante
manifiesta que la norma impugnada permite que la administración –disciplinaria- incurra en
contradicciones en relación con las determinaciones judiciales tomadas en el curso de un
proceso penal, en el que también se evalúa si se realizó objetivamente la descripción típica
consagrada en la ley.
Cuando se trate de personas jurídicas la responsabilidad disciplinaria será exigible del representante legal
o de los miembros de la Junta Directiva”.
42[19]
Ley 599 de 2000 –Código Penal-, art. 4o. “FUNCIONES DE LA PENA. La pena cumplirá las
funciones de prevención general, retribución justa, prevención especial, reinserción social y protección al
condenado.
43[20]
Ley 734 de 2002 -Código Disciplinario Único-, art. 16 “FUNCIÓN DE LA SANCIÓN
DISCIPLINARIA. La sanción disciplinaria tiene función preventiva y correctiva, para garantizar la
efectividad de los principios y fines previstos en la Constitución, la ley y los tratados internacionales, que
se deben observar en el ejercicio de la función pública”.
44[21]
Corte Constitucional. Sentencia C-818 de 2005. M.P. Rodrigo Escobar Gil
45[22]
Ley 599 de 2000 –Código Penal, art 10. “TIPICIDAD. La ley penal definirá de manera inequívoca,
expresa y clara las características básicas estructurales del tipo penal.
por la legislación disciplinaria46[23], pues en ésta última el operador jurídico cuenta con un
margen mayor de apreciación, por cuanto se trata de proteger un bien jurídico que, como la
buena marcha, la buena imagen y el prestigio de la administración pública, permite al “juez
disciplinario” apreciar una conducta y valorar las pruebas con criterio jurídico distinto al
empleado por el funcionario judicial, tendiendo en cuenta, además, que en el proceso
disciplinario se interpreta y aplica una norma administrativa de carácter ético. Acerca del
principio de tipicidad en materia disciplinaria la Corte ha explicado:
En todo caso, como previamente se dijo, aunque el principio de tipicidad forme parte de las
garantías estructurales del debido proceso en los procedimientos disciplinarios, no es
demandable en dicho campo el mismo grado de rigurosidad que se exige en materia penal.
En efecto, como ya se señaló, la naturaleza de las conductas reprimidas, los bienes
jurídicos involucrados, la teleología de las facultades sancionatorias, los sujetos
disciplinables y los efectos jurídicos que se producen frente a la comunidad, hacen que la
tipicidad en materia disciplinaria admita -en principio- cierta flexibilidad”48[25]. (Se subraya).
“(…) para la Corte no cabe duda alguna que en el ámbito disciplinario los principios de
legalidad y tipicidad actúan con menor rigurosidad que en el derecho penal delictivo, pues
se admiten bajo determinadas condiciones el uso de tipos abiertos y de conceptos jurídicos
indeterminados, a la vez que se le atribuye al juzgador disciplinario una mayor amplitud
para adelantar el proceso de adecuación típica de las conductas reprochables. Sin
embargo, en aras de preservar el principio de reserva de ley, esta Corporación ha sostenido
que es para el legislador un imperativo constitucional fijar en la ley disciplinaria, como
mínimo, (i) los presupuestos básicos de la conducta típica que será sancionada, (ii) las
remisiones normativas o los elementos determinables cuando se haya previsto un tipo en
blanco o un concepto jurídico indeterminado, (iii) los criterios por medio de los cuales se
puede precisar con claridad y exactitud la conducta, (iv) las sanciones y las pautas mínimas
que permitan su imposición y (v) los procedimientos que se adelanten para garantizar que
su establecimiento se hará conforme a las exigencias mínimas del debido proceso”. 49[26]
En los tipos de omisión también el deber tendrá que estar consagrado y delimitado claramente en la
Constitución Política o en la ley”.
.
46[23]
Ley 734 de 2000 –Código Disciplinario Único-, art. 4o. “LEGALIDAD. El servidor público y el
particular en los casos previstos en este código sólo serán investigados y sancionados disciplinariamente
por comportamientos que estén descritos como falta en la ley vigente al momento de su realización”.
47[24]
Sentencia C-530 de 2003. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
48[25]
Corte Constitucional, sentencia C-818 de 2005. M.P. Rodrigo Escobar Gil. Aclaración de voto del
magistrado Jaime Araujo Rentería.
49[26]
Corte Constitucional, sentencia C-818 de 2005. M.P. Rodrigo Escobar Gil. Aclaración de voto del
magistrado Jaime Araujo Rentería.
5.2. La diferencia en cuanto a la naturaleza, principios, características y finalidad de los
procesos penal y disciplinario, puede llevar a que por un mismo hecho: i) se condene
penalmente y se sancione disciplinariamente a la misma persona, ii) se le condene
penalmente y se le absuelva disciplinariamente, iii) se le absuelva penalmente y se le
sancione disciplinariamente, o iv) se le absuelva penal y disciplinariamente.
En todas estas hipótesis se habrá tramitado tanto el proceso penal como el disciplinario, sin
que haya mérito para considerar que por tal razón se ha violado el principio non bis in ídem,
pues, como se ha explicado, se trata de juicios que atienden a razones y fines diferentes,
los cuales pueden dar lugar a decisiones similares o divergentes.
De esta manera queda desvirtuado el cargo formulado por la ciudadana Sandra Vanegas
Leaño, según el cual la norma demandada atenta contra la separación entre las ramas del
poder público (C.Po. art. 113), pues, como quedó explicado, la rama judicial y la autoridad
disciplinaria pueden conocer de manera autónoma respecto de una misma conducta, sin
que por tal razón se vulnere el principio non bis in ídem.
VII. DECISIÓN
RESUELVE:
Declarar EXEQUIBLE el numeral 1º. de artículo 48 de la ley 734 de 2002, respecto de los
cargos analizados en la presente sentencia.
CORTE CONSTITUCIONAL
Sentencia C-884/07
SENTENCIA
I. ANTECEDENTES
Mediante auto del veintinueve (29) de marzo de dos mil siete (2007) el magistrado
sustanciador decidió admitir la demanda, únicamente frente a los cargos propuestos en contra
de los artículo 23 (parágrafo), 42 (parcial) y 101 (parcial) de la Ley 1123 de 2007. En relación
con las demás censuras, inadmitió la demanda interpuesta por la ciudadana Vargas
Hernández, y concedió tres (3) días, contados a partir de la notificación de dicho auto, para su
corrección en los términos establecidos en esa providencia.
Dentro del marco señalado, cumplidos los trámites constitucionales y legales propios de esta
clase de procesos, entra la Corte a decidir sobre la demanda de la referencia.
CONGRESO DE COLOMBIA
Por la cual se establece el Código Disciplinario del Abogado.
EL CONGRESO DE LA REPÚBLICA
DECRETA:
(…)
TITULO III.
LA EXTINCION DE LA ACCION Y DE LA SANCION DISCIPLINARIA.
CAPITULO I.
EXTINCIÓN DE LA ACCIÓN DISCIPLINARIA.
“ARTICULO 23. CAUSALES: Son causales de extinción de la acción disciplinaría las
siguientes:
1. La muerte del disciplinable.
2. La Prescripción.
Parágrafo: el desistimiento del quejoso no extingue la acción disciplinaria.
(…)
TITULO III.
REGIMEN SANCIONATORIO.
CAPITULO UNICO.
LAS SANCIONES DISCIPLINARIAS.
(…)
ARTICULO 42. MULTA. Es una sanción de carácter pecuniario que no podrá ser inferior a un
(1) smmlv ni superior a cien (100) smmlv, dependiendo de la gravedad de la falta, la cual se
impondrá en favor del Consejo Superior de la Judicatura el cual garantizará programas de
capacitación y rehabilitación con entidades acreditadas, pudiendo incluso acudir a los colegios
de abogados."
(…)
CAPITULO VIII.
NULIDADES.
(…)
III. LA DEMANDA
1. Respecto del parágrafo del artículo 23 acusado, que establece que “el desistimiento del
quejoso no extingue la acción penal”, afirma la actora que viola diversas normas
constitucionales. Los argumentos en tal sentido se pueden dividir en tres grupos, con el fin de
lograr mayor claridad expositiva: violación al derecho a la igualdad, violación al debido proceso
y violación a otros derechos fundamentales.
1.2 En cuanto al debido proceso, señala que el desistimiento debería tener alcances similares
en el proceso disciplinario, de los que tiene en otro tipo de actuaciones, pues es un elemento
integrante del derecho de defensa y un mecanismo efectivo para la terminación de un proceso
judicial, de forma que incide en la eficiencia de la administración de justicia.
1.3 Sostiene, adicionalmente, que el parágrafo de la disposición acusada, viola otros derechos
fundamentales, en los siguientes términos: (i) el artículo 16, pues la posibilidad de desistir de
una determinada acción forma parte del libre desarrollo de la personalidad; (ii) el artículo 21
superior, puesto que el desistimiento “seria suficiente para amparar el buen nombre y honra de
una persona denunciada de manera temeraria”; (iii) el derecho de petición (art. 23 C.P.) al
establecer de antemano la inadmisibilidad de las solicitudes de desistimiento; (iv) el derecho al
trabajo, pues impide que el abogado acusado repare el daño, al eliminar cualquier posibilidad
de acuerdo “entre las partes”; (v) el derecho a escoger profesión u oficio (artículo 26 C.P.), pues
la regulación comporta “mayores cortapizas” para el ejercicio de la abogacía, en relación con
otras disciplinas; (vi) el artículo 83 (buena fe), al presumir la mala fe de quien desiste y del
abogado que se beneficia del desistimiento y el acceso a la administración de justicia (arts. 229
y 230) que se ve obstruido al impedirse una actuación procesal como el desistimiento.
3. En relación con el numeral 6° del artículo 101, señala que es violatorio del artículo 29 de la
Constitución, pues considera que siempre que existan irregularidades en el recaudo de las
pruebas debe existir la posibilidad de que se anule lo actuado, para salvaguardar los intereses
de los abogados acusados.
IV. INTERVENCIONES
1.1 Respecto de la censura contra el parágrafo del articulo 23, sostiene que las afirmaciones
de la actora denotan una profunda confusión conceptual, al equiparar los delitos querellables
con las faltas disciplinarias, desconociendo que a pesar de que el derecho disciplinario y el
derecho penal son manifestaciones del poder punitivo estatal, comportan una naturaleza
diversa e independiente, por lo que no cabe ningún tipo de equiparación entre los dos ámbitos.
Señala, así mismo, que en virtud de la naturaleza pública de la acción disciplinaria, establecida
sólo en relación a determinados sujetos que se encuentran en una relación especial de
sujeción frente al Estado, lo que justifica que el quejoso no pueda disponer de la acción, pues
ésta es de carácter irrenunciable y no puede ser desistida.
Sobre la censura formulada contra el artículo 42, considera el interviniente que de una lectura
sistemática del precepto, queda claro que no hay lugar a ningún tipo de arbitrariedad al
momento de imponer las sanciones, ya que éstas sólo podrán imponerse (i) “…atendiendo la
gravedad de la falta y los criterios de graduación establecidos en el presente código”; (ii) “… La
imposición de cualquier sanción disciplinaria deberá responder a los principios de
razonabilidad, necesidad y proporcionalidad. En la graduación de la sanción deben
aplicarse los criterios que fija esta ley 50[1]” (art. 13); El funcionario debe motivar la sanción
50
[1]
ARTÍCULO 45. CRITERIOS DE GRADUACIÓN DE LA SANCIÓN. Serán considerados
como criterios para la graduación de la sanción disciplinaria, los siguientes:
A. Criterios generales
1. La trascendencia social de la conducta.
2. La modalidad de la conducta.
(artículo 46)51[2] y (iv) consignar una “...exposición debidamente razonada de los criterios
tenidos en cuenta para la graduación de sanción”. (Art. 106).
Concluye que no es posible afirmar que la norma confiera una “competencia desmesurada”
para sancionar, ya que el legislador fue especialmente cuidadoso en exigir que las sanciones
deben responder a criterios que se atemperen en un todo a los presupuestos del debido
proceso.
“De la misma manera, en el proceso penal puede el legislador, como lo ha hecho, señalar
taxativamente las causales de nulidad” Sentencia C-037 de 1998).
El Director del Ordenamiento Jurídico del Ministerio del Interior y de Justicia, solicita a la Corte
que se declare inhibida para pronunciarse en relación con todos los cargos formulados por la
demandante.
3. El perjuicio causado.
4. Las modalidades y circunstancias en que se cometió la falta, que se apreciarán teniendo en
cuenta el cuidado empleado en su preparación.
5. Los motivos determinantes del comportamiento.
B. Criterios de atenuación.
1. La confesión de la falta antes de la formulación de cargos. En este caso la sanción no podrá
ser la exclusión siempre y cuando carezca de antecedentes disciplinarios.
2. Haber procurado, por iniciativa propia, resarcir el daño o compensar el perjuicio causado. En
este caso se sancionará con censura siempre y cuando carezca de antecedentes disciplinarios.
C. Criterios de agravación.
1. La afectación de Derechos Humanos.
2. La afectación de derechos fundamentales.
3. Atribuir la responsabilidad disciplinaria infundadamente a un tercero.
4. La utilización en provecho propio o de un tercero de los dineros, bienes o documentos que
hubiere recibido en virtud del encargo encomendado.
5. Cuando la falta se realice con la intervención de varias personas, sean particulares o
servidores públicos.
6. Haber sido sancionado disciplinariamente dentro de los 5 años anteriores a la comisión de la
conducta que se investiga.
7. Cuando la conducta se realice aprovechando las condiciones de ignorancia, inexperiencia o
necesidad del afectado.
51[2]
ARTÍCULO 46. MOTIVACIÓN DE LA DOSIFICACIÓN SANCIONATORIA. Toda
sentencia deberá contener una fundamentación completa y explícita sobre los motivos de la
determinación cualitativa y cuantitativa de la sanción.
2.1. Así, frente a los argumentos expuestos por la actora en relación con la regulación del
desistimiento en la ley demandada (parágrafo del artículo 23), señala que si bien es cierto que
el ordenamiento penal consagró el desistimiento como causal específica de extinción de la
acción penal, éste sólo procede para determinados hechos punibles. En materia disciplinaria, el
legislador señaló un proceso especial para la profesión de abogado, considerando la
trascendencia social que su ejercicio conlleva, y la regulación y vigilancia que el Estado debe
ejercer sobre la misma.
Afirma que si el legislador estimó oportuno no reconocer en el proceso disciplinario la figura del
desistimiento como medio para extinguir la acción penal, ello obedece a las diferencias que
existen entre ambos regímenes y que han sido señaladas por la Corte en las sentencias C-181
de 2002 y T-146 de 1993.
Con el fin de ilustrar las fallas de la demanda, el interviniente formula una serie de interrogantes
que, a su juicio, quedan sin respuesta en la demanda: ¿Por qué existe un derecho de los
quejosos al desistimiento? ¿Por qué se viola el derecho de petición cuándo no se permite el
desistimiento? ¿Por qué se considera discriminatorio no permitir el desistimiento? ¿Cómo se
viola el derecho de acceso a la justicia?, entre otros.
En consecuencia, el delegado del Ministerio del Interior y de Justicia solicita que esta
Corporación se inhiba de pronunciarse sobre la constitucionalidad de las disposiciones o
segmentos demandados, por ineptitud de la demanda.
2.2 En relación con el cargo referido al artículo 42 de la Ley 1123 de 2007, señala que la
acusación parte del convencimiento de que la existencia de penas accesorias es
inconstitucional por ser violatoria del artículo 29 de la Constitución, sin que se explique el
fundamento de tal presunción. Sostiene el interviniente que la Corte ha encontrado conforme a
la Constitución el establecimiento de penas accesorias, sujetas a criterios de razonabilidad y
proporcionalidad (Cita la sentencia C - 042 de 2004).
2.3. En lo que concierne al cargo elevado contra el numeral 6° del artículo 101, relativo a la
regulación taxativa de las causales de nulidad, argumenta que la demandante se limita a citar
la sentencia C-037 de 1998, en lo referente a las garantías del debido proceso. En este sentido,
la demanda, en cuanto a este cargo, resulta también inepta.
3.1 En lo concerniente al parágrafo del artículo 23, sostiene que el proceso disciplinario es uno
más de los mecanismos con que cuenta el sistema político-social “no solo para proteger a la
colectividad y sus miembros de las afectaciones directas ocasionadas por la mala práctica, sino
también para conservar una imagen de calidad y moralidad de la profesión entre el público, en
lo que no dudo en denominar como "defensa del mercado” y "control de calidad del producto”.
Señala que la calidad del ejercicio profesional trasciende la órbita de lo individual y por eso el
proceso debe continuar hasta que se decida si se produjo o no una lesión al bien jurídico
tutelado, aún cuando el afectado o denunciante pierda interés en el resultado del proceso.
Destaca que el proceso disciplinario contra los abogados puede iniciarse de oficio, como lo
indica el artículo 67, así que el cargo de inconstitucionalidad está mal formulado, en razón a
que la ineficacia del desistimiento se desprende del carácter oficioso del proceso disciplinario,
así que, de prosperar este cargo, aún sería posible continuar oficiosamente la actuación, lo que
haría nugatoria la declaración de inexequibilidad solicitada. Añade que aunque la demandante
estime que esta regulación no es apropiada (y aún si tuviera razón), el legislador actuó dentro
de su campo de competencias y no transgredió la Constitución.
3.2 Respecto del cargo formulado contra el inciso 2º del artículo 42, sostiene que la
Constitución defiere al legislador el establecimiento, la modalidad y la cuantificación de las
sanciones penales, administrativas o disciplinarias siempre que no sean penas prohibidas por
la misma Carta. Así pues, al establecer una concurrencia de penas principales, en la cual es
factible acumular la multa con la suspensión o exclusión del ejercicio profesional, el legislador
obró dentro de su campo constitucional de competencias.
3.3 Sobre el cargo elevado contra el numeral 6° del artículo 101, expresa el interviniente que
en materia procesal cada estatuto establece causales de nulidad de manera expresa y taxativa.
No encuentra entonces que una norma que reúne todos los requisitos propios de la institución
de la nulidad, y que señala cuándo el proceso se ve afectado de tal manera que sus efectos
deban desaparecer, pueda ser contraria a la Constitución.
4.2. Frente al segundo cargo, considera que las sanciones previstas en el artículo 40 de la Ley
1123/2007 son independientes, de forma que el establecimiento de sanciones concurrentes en
el inciso 2º del artículo 42 resulta inconstitucional “ya que la multa no se puede imponer
concurrente con la suspensión o exclusión, ya que para la multa se deben tener en cuenta los
criterios de graduación individual para definir el valor de la multa y por lo tanto considero que
no es posible por el mismo acto censurable imponerle dos sanciones”.
4.3. Sobre el numeral 6° del artículo 101 considera que no debe restringirse la posibilidad de
solicitar nulidades a una norma especial, sino a la realidad jurídica, sin que formule ninguna
petición al respecto.
5.1 En nombre de esta Corporación interviene la doctora Gloria María Borrero Restrepo, quien
propone, en relación con el parágrafo del artículo 23 acusado, la declaratoria de una
exequibilidad condicionada en el sentido de indicar que el desistimiento puede operar cuando
las faltas busquen la protección de un interés particular o cuando se hubieren reparado los
perjuicios causados; en cambio, el desistimiento resulta inoperante cuando las faltas atenten
contra el orden social.
5.2. En lo concerniente al artículo 42, manifiesta la interviniente que el cargo parte una visión
descontextualizada del precepto, que ignora la remisión a los principios de razonabilidad y
proporcionalidad para la dosificación de la pena.
Concluye señalando que, por la vaguedad de los demás cargos, la Corporación que representa
“no emitirá comentarios adicionales”.
Mediante concepto No. 4325 del 12 de junio de 2007 el señor Procurador General de la Nación
emitió su concepto respecto de todos los cargos formulados por la ciudadana Mabel Carolina
Vargas Hernández. Procede la Corte a reseñar su intervención en relación con los preceptos
respecto de los cuales se admitió la demanda:
Solicita la declaratoria de exequibilidad del parágrafo del artículo 23, del inciso segundo del
artículo 42, y del numeral 6° del artículo 101 de la Ley 1123 de 2007, con fundamento en las
siguientes consideraciones:
1. Como apreciación general señala que el Ministerio Público encuentra que en varios casos no
se presenta un verdadero cargo de constitucionalidad, por cuanto los argumentos de la
demandante se apoyan en valoraciones subjetivas; se observa falta de claridad conceptual en
relación con la naturaleza del derecho disciplinario y el procedimiento disciplinario; en otros
cargos, la violación de los preceptos superiores se expresa mediante afirmaciones generales y
se señala, apenas, una confrontación aparente entre la norma legal y la norma constitucional.
Por tales razones, considera que no debe entrar en el análisis de todas las instituciones y
normas que se señalan como “desconocidas”.
2. Al referirse a algunos aspectos generales del Código del Abogado señala que:
Destaca el papel del abogado como colaborador de la administración de justicia y como medio
para efectivizar, en muchos casos, el acceso a la justicia, tal como lo indica el artículo 229 de la
Constitución. Así mismo, señala que de su buen desempeño dependen la realización de la
justicia, la convivencia y la efectiva protección de los derechos fundamentales, como son los
derivados del debido proceso, los relacionados con el trabajo, con las obligaciones familiares,
con la vivienda, con las relaciones de los particulares y el Estado, entre otros.
Estima que los abogados tienen una importante función en la pedagogía constitucional y de la
paz, así como en el fortalecimiento de la confianza pública. En tal sentido, considera que
ningún otro profesional incide de manera tan determinante en la realización del Estado
constitucional de derecho, desde el ejercicio particular de la abogacía, como asesor, consultor o
apoderado; desde el ejercicio de la docencia o de cargos públicos; o desde el cumplimiento de
funciones públicas.
Los anteriores cometidos justifican una regulación del ejercicio de la actividad del abogado, la
exigencia para su desempeño de altas calidades éticas y académicas, y la disposición de
mecanismos efectivos de investigación y sanción de las conductas que afecten los intereses de
las personas, la comunidad, el Estado o la misma profesión.
2.2 En ese orden de ideas, señala como objetivo del proceso disciplinario, el de garantizar el
cumplimiento de los fines del Estado, entre los cuales se encuentran la convivencia, el trabajo,
la justicia, la igualdad y la vigencia de un orden justo, fines reiterados en el artículo 2o. superior
que, en su segundo inciso, consagra como razón de ser de las autoridades, la garantía de los
derechos de los ciudadanos.
2.3 En cuanto a la naturaleza del proceso disciplinario manifiesta que es una actuación
administrativa en la que se deben observar los principios del debido proceso establecidos en la
Carta (Art. 29) y en las disposiciones que conforman el bloque de constitucionalidad, así como
en los pprincipios contenidos en el Código Disciplinario Único y en el título I de la propia Ley
1123 de 2007.
3.1. Solicita se declare la exequibilidad del parágrafo del artículo 23 de la Ley 1123 de 2007 en
razón a que:
(i) De conformidad con la naturaleza del derecho disciplinario este proceso busca proteger el
interés general y no los derechos particulares, los cuales pueden garantizarse a través de otros
procedimientos. En consecuencia, la figura del desistimiento no opera en el proceso
disciplinario porque no se puede desistir de los intereses de terceros o de la sociedad.
(ii) Señala que resulta inadecuada la comparación entre los delitos querelladles y el
incumplimiento de los deberes de la profesión. Señala que no puede establecerse la existencia
de una discriminación entre dos situaciones diferentes, pues no hay punto de referencia
(tertium comparationis) que permita equipararlas para determinar si la diferencia hecha por el
legislador entre los dos procedimientos es justa o injusta. Indica que en razón a las evidentes
diferencias entre los regímenes disciplinario y penal no puede hablarse de ruptura al principio
de equidad o vulneración del derecho a la igualdad, pues se trata de situaciones diferentes.
(iii) Sostiene que la norma impugnada no entraña vulneración a la honra y al buen nombre por
no permitir extinguir la acción que pone en duda la reputación del abogado, dado que la
apertura de una investigación no implica la imputación de los cargos contenidos en la queja.
Cita, en apoyo de este argumento, apartes de la sentencia T- 414 de 1995, en la que la Corte
determinó que los derechos a la honra y al buen nombre no conllevan la posibilidad de evadir
los procesos e investigaciones que, de conformidad con el sistema jurídico, pueden y deben
iniciar las autoridades públicas frente a una posible infracción.
(iv) Resalta que el desistimiento no puede concebirse como un derecho tanto del quejoso
como del disciplinado, en tanto que no es un derecho inherente a la persona, ni ha sido
consagrado en la Constitución o en los tratados internacionales. Adicionalmente, “el legislador
considera que estas faltas son de naturaleza pública y que deben estar más allá de la órbita de
disponibilidad de los particulares y es esa valoración del legislador la que se impone en este
caso”.
(v) Advierte que la prohibición del desistimiento no vulnera el derecho al libre desarrollo de la
personalidad, pues se trata de un acto establecido en favor del interés general y vinculado al
acceso a la administración de justicia.
(vi) Refiere que resulta igualmente improcedente el cargo por violación del derecho de petición,
pues éste no es un derecho absoluto o ilimitado, que no resulta afectado porque el legislador
prohíba una determinada figura procesal. Por ello, el artículo 29 de la Constitución señala que
los ciudadanos tienen derecho a presentar peticiones respetuosas a las autoridades siempre y
cuando el objeto de éstas no esté prohibido en la Constitución o en la ley.
(vii) Expresa que carece de fundamento el cargo relativo a la violación del derecho al trabajo,
dado que la existencia de una investigación disciplinaria no impide el ejercicio profesional, pues
únicamente ciertas decisiones sancionatorias en firme pueden afectar tal ejercicio por parte del
abogado.
(viii) De otra parte, indica que la presunta vulneración al derecho a escoger profesión u oficio y
a la igualdad no tiene fundamento, ya que al imponer a una profesión exigencias diferentes e
incluso mayores que a otras, lo que el legislador evalúa, (artículo 26 superior), es el riesgo
social que involucra el ejercicio de las diferentes profesiones, lo cual justifica la expedición de
códigos de ética diferentes.
(ix) Considera el Procurador que tampoco se desconoce el debido proceso por no admitir el
desistimiento como causal de extinción de la acción, en razón a que justamente el que existan
procedimientos diferentes corresponde a la valoración que hace el legislador de los fines del
proceso, de los bienes jurídicos protegidos, de las conductas que se investigan, etc.
3.2 Sostiene la exequibilidad del artículo 42 de la Ley 1123 de 2007, con fundamento en la
siguiente argumentación:
Una lectura sistemática de la Ley 1123 de 2007 permite demostrar lo infundado del cargo,
puesto que “en la regulación de las sanciones se garantizan los principios constitucionales del
debido proceso, a través de la concurrencia de un elemento objetivo, como es la calificación y
graduación establecida por el legislador, y un elemento subjetivo, cual es la valoración que en
aplicación de los criterios legales realiza el juzgador. En cuanto al último de estos, si bien
interviene el criterio, esto no equivale a la arbitrariedad pues el juzgador debe actuar de
manera razonable y proporcionada y sustentar su decisión en los argumentos contenidos en la
motivación del fallo”.
(ii) El legislador tiene entonces, facultad expresa para clasificar y graduar las penas según la
naturaleza de los procesos, la entidad de las faltas y demás criterios de la política
sancionatoria. Así como también la libertad para establecer penas sustitutivas y acumulación de
penas. “Todo lo anterior con observancia de los principios y derechos constitucionales y de
acuerdo con los objetivos de protección, correctivos, preventivos, de resarcimiento,
rehabilitación o disuasión que persiga el legislador mediante la política sancionatoria (criminal,
disciplinaria, tributaria, profesional, etc.)”.
3.3 La exequibilidad del numeral 6 del artículo 101 de la Ley 1123/2007, es sostenida por el
Ministerio Público en los siguientes términos:
(i) La libertad de configuración del legislador en materia procesal, incluye la valoración de las
causales que dan lugar a la declaratoria de nulidad en un determinado proceso. La introducción
de un criterio de taxatividad en esta materia no resulta inconstitucional por cuanto garantiza los
derechos comprendidos en el debido proceso. El apoya su argumento en la Sentencia C-491
de 1995, que se pronunció con relación al artículo 1º del Decreto 2282 de 1989 que introdujo
algunas reformas al Código de Procedimiento Civil y, en particular a las causales de nulidad del
proceso.
1. Competencia de la Corte
2. Cuestión previa
Observa la Sala, sin embrago, que las observaciones generales que al respecto formula el
Ministerio Público se explican en que su concepto fue emitido sobre la integridad de los cargos
planteados en la demanda original 52[3], la cual fue objeto de depuración mediante autos de
marzo 29 y abril 18 de 2007 del Despacho sustanciador, providencias mediante las cuales se
inadmitió y luego rechazó, la demanda 53[4] en relación con algunos cargos que no cumplían con
las exigencias del artículo 2° del Decreto 2067 de 1991.
Por su parte, el interviniente del Ministerio de Justicia y del Derecho, quien también se
pronunció sobre la totalidad de los cargos contenidos en la demanda original, concreta una
solicitud de declaratoria de ineptitud sustantiva de la demanda respecto de los artículos 23
(parágrafo) y 101 numeral 6°, referidos a la exclusión del desistimiento como causal de
extinción de la acción penal, y al principio de taxatividad de las nulidades que rigen la acción
disciplinaria. En cuanto a la primera norma señala que la demandante se limitó a formular una
serie de opiniones y afirmaciones que no satisfacen las exigencias de pertinencia y suficiencia
para provocar una decisión de fondo. Y en cuanto a la segunda, aduce que la demandante no
52[3]
La demanda original involucró cargos contra los artículos 23 (parágrafo), 24 (parcial), 42
(inciso 2°), 43 (parágrafo); 69 y 101 numeral 6° y 108 incisos 1° y 3°, de la Ley 1123 de 2007.
53[4]
La censura quedó reducida a los artículos 23 (parágrafo), 42 (inciso 2°), y 101 numeral 6°.
explica de manera concreta por qué la norma viola el debido proceso, limitándose a citar una
decisión de la Corte que desarrolla está garantía.
norma acusada vulnera tales disposiciones. Asimismo, dichas razones deben ser (a) claras 55[6],
54[5]
Se toman para el efecto los criterios establecidos en la sentencia C-1052 de 2001 (M.P.
Manuel José Cepeda Espinosa).
55[6]
“La claridad de la demanda es un requisito indispensable para establecer la conducencia
del concepto de la violación, pues aunque “el carácter popular de la acción de
inconstitucionalidad, [por regla general], releva al ciudadano que la ejerce de hacer una
exposición erudita y técnica sobre las razones de oposición entre la norma que acusa y el
Estatuto Fundamental”, no lo excusa del deber de seguir un hilo conductor en la argumentación
que permita al lector comprender el contenido de su demanda y las justificaciones en las que se
basa (C-1052 de 2001).
(b) ciertas56[7], (c) específicas57[8], (d) pertinentes58[9] y (e) suficientes59[10] para que se configure
un cargo apto.60[11]
Según la demandante, el artículo 23 (parágrafo) de la Ley 1123 de 2007, es violatorio el
principio de igualdad en razón a que entraña un trato discriminatorio para los profesionales del
derecho que han sido objeto de una queja infundada, en relación con los imputados de delitos
querellables respecto de los cuales sí opera la extinción de la acción penal como consecuencia
del desistimiento del ofendido. La norma así mismo desconoce, según la actora, el debido
proceso y en particular el derecho de defensa, puesto que propiciar un desistimiento con
consecuencias procesales cae dentro del ámbito del derecho de defensa; el negar efectos
procesales al desistimiento repercute a su vez en una obstrucción a la libertad de acceso a la
administración de justicia.
56[7]
“Adicionalmente, las razones que respaldan los cargos de inconstitucionalidad sean ciertas
significa que la demanda recaiga sobre una proposición jurídica real y existente “y no
simplemente [sobre una] deducida por el actor, o implícita” e incluso sobre otras normas
vigentes que, en todo caso, no son el objeto concreto de la demanda. Así, el ejercicio de la acción
pública de inconstitucionalidad supone la confrontación del texto constitucional con una norma
legal que tiene un contenido verificable a partir de la interpretación de su propio texto; “esa
técnica de control difiere, entonces, de aquella [otra] encaminada a establecer proposiciones
inexistentes, que no han sido suministradas por el legislador, para pretender deducir la
inconstitucionalidad de las mismas cuando del texto normativo no se desprenden.” (C-1052 de
2001).
57[8]
“De otra parte, las razones son específicas si definen con claridad la manera como la
disposición acusada desconoce o vulnera la Carta Política a través “de la formulación de por lo
menos un cargo constitucional concreto contra la norma demandada”. El juicio de
constitucionalidad se fundamenta en la necesidad de establecer si realmente existe una
oposición objetiva y verificable entre el contenido de la ley y el texto de la Constitución Política,
resultando inadmisible que se deba resolver sobre su inexequibilidad a partir de argumentos
“vagos, indeterminados, indirectos, abstractos y globales” que no se relacionan concreta y
directamente con las disposiciones que se acusan. Sin duda, esta omisión de concretar la
acusación impide que se desarrolle la discusión propia del juicio de constitucionalidad. (C-1052
de 2001 ).
58[9]
“La pertinencia también es un elemento esencial de las razones que se exponen en la
demanda de inconstitucionalidad. Esto quiere decir que el reproche formulado por el
peticionario debe ser de naturaleza constitucional, es decir, fundado en la apreciación del
contenido de una norma Superior que se expone y se enfrenta al precepto demandado. En este
orden de ideas, son inaceptables los argumentos que se formulan a partir de consideraciones
puramente legales y doctrinarias, o aquellos otros que se limitan a expresar puntos de vista
subjetivos en los que “el demandante en realidad no está acusando el contenido de la norma
sino que está utilizando la acción pública para resolver un problema particular, como podría ser
la indebida aplicación de la disposición en un caso específico”; tampoco prosperarán las
acusaciones que fundan el reparo contra la norma demandada en un análisis de conveniencia,
calificándola “de inocua, innecesaria, o reiterativa” [9] a partir de una valoración parcial de sus
efectos.” (C-1052 de 2001).
59[10]
“Finalmente, la suficiencia que se predica de las razones de la demanda de
inconstitucionalidad guarda relación, en primer lugar, con la exposición de todos los elementos
de juicio (argumentativos y probatorios) necesarios para iniciar el estudio de constitucionalidad
respecto del precepto objeto de reproche; así, por ejemplo, cuando se estime que el trámite
impuesto por la Constitución para la expedición del acto demandado ha sido quebrantado, se
tendrá que referir de qué procedimiento se trata y en qué consistió su vulneración (artículo 2
numeral 4 del Decreto 2067 de 1991), circunstancia que supone una referencia mínima a los
hechos que ilustre a la Corte sobre la fundamentación de tales asertos, así no se aporten todas
las pruebas y éstas sean tan sólo pedidas por el demandante. Por otra parte, la suficiencia del
razonamiento apela directamente al alcance persuasivo de la demanda, esto es, a la
presentación de argumentos que, aunque no logren prima sacie convencer al magistrado de que
la norma es contraria a la Constitución, si despiertan una duda mínima sobre la
constitucionalidad de la norma impugnada, de tal manera que inicia realmente un proceso
En cuanto al artículo 101 numeral 6° la demandante estima que vulnera el artículo 29 de la
Constitución, en razón a que el principio de taxatividad de las nulidades que la norma prevé
excluye la posibilidad de que el proceso disciplinario se anule por irregularidades en el recaudo
probatorio, situación que sí prevé el precepto superior.
Con fundamento en lo anterior, la Corte abordará el estudio de fondo de los cargos que se
formulan en contra de los artículos 23 (parágrafo), 101 numeral 6° y 42 (inciso 2°) por encontrar
que estructuran verdaderos cargos de inconstitucionalidad conforme a las reglas
jurisprudenciales establecidas en materia requisitos para la aptitud sustantiva de la demanda.
Conforme a los antecedentes reseñados, los problemas jurídicos que debe resolver la Corte en
esta oportunidad son los siguientes:
Para resolver las cuestiones planteadas la Corte abordará los siguientes temas: (i) Reiterará su
jurisprudencia sobre los fines que cumple el control al ejercicio de profesión de abogado en un
estado social y democrático de derecho; (ii) recordará su jurisprudencia sobre la libertad de
configuración en materia sancionatoria, y su límites, particularmente en relación con a). el
desistimiento de la acción disciplinaria, b). la determinación de las sanciones, y c). la regulación
de las nulidades; (iii) En ese marco analizará los cargos de inconstitucionalidad formulados en
relación con cada uno de los preceptos acusados.
dirigido a desvirtuar la presunción de constitucionalidad que ampara a toda norma legal y hace
necesario un pronunciamiento por parte de la Corte Constitucional". (C-1052 de 2001).
60[11]
Ver por ejemplo la sentencia C-1052 de 2001 (MP. Manuel José Cepeda Espinosa), en la cual,
la Corte, al declararse inhibida de pronunciarse acerca de la inconstitucionalidad de algunas
normas demandadas, realizó una síntesis de los criterios que ha sentado esta Corporación en la
materia.
61[12]
Ver sentencias C-002 de 1993 (M.P. José Gregorio Hernández), C-060 de 1994 (M.P. Carlos
Gaviria Díaz), C-540 de 1993 (M.P. Antonio Barrera Carbonell) C – 196 de 1999 (M.P. Vladimiro
Naranjo Mesa) y C – 393 de 2006 (M.P. Rodrigo Escobar Gil), C-212 de 2007 (Humberto Antonio
abogado en el estado social y democrático de derecho, así como sobre la relevancia del control
que respecto de esta profesión ejercen las autoridades públicas. El poder disciplinario
constituye una de las más importantes expresiones de la función de control y vigilancia y su
regulación por parte del legislador debe estar orientada al logro de los fines de la profesión en
procura de que su ejercicio sea compatible con el interés general, entendido a la luz de los
valores y principios constitucionales.
4.2. Sin embargo, dado que la jurisprudencia constitucional relativa a la relevancia del control
disciplinario de los abogados se ha construido a partir del análisis del decreto 196 de 1971,
resulta preciso señalar los cambios que el legislador ha querido impulsar en la materia, de
acuerdo con los antecedentes que dieron origen al nuevo código disciplinario del abogado,
para de esta forma, comprender si el papel del abogado ha variado en la percepción del
legislador, o al interior del propio orden jurídico vigente.
Conforme a lo establecido en la Ley 1123 de 2007, la estructura del Código se compone de tres
libros62[13]: (i) una parte general que consagra los principios rectores, la definición de falta
disciplinaria, y el alcance de la acción sancionatoria; (ii) una parte especial, que consagra los
deberes, incompatibilidades, faltas y sanciones aplicables a los abogados; y (iii) una parte
procedimental, que contiene las reglas del procedimiento disciplinario.
En cuanto a su contenido, es posible señalar que la Ley 1123 de 2007 gira en torno a cuatro
finalidades básicas63[14]: en la parte general, (i) busca realizar una adecuación sustantiva a los
Sierra Porto).
62[13]
Sobre los propósitos y la estructura del nuevo Código Disciplinario de los abogados, se
señaló en la exposición de motivos de la Ley 1123 de 2007. “El Código está compuesto de tres
libros que contienen una parte general, una especial y el procedimiento disciplinario. En la
parte general, se ocupa en señalar los principios rectores, las disposiciones generales como la
definición de falta disciplinaria, el ámbito de aplicación, los sujetos disciplinables, las formas de
realización del comportamiento y las causales de exclusión de responsabilidad. En la Parte
Especial (sic), se postula un amplio y riguroso catálogo de deberes e incompatibilidades
rescatando las bondades del decreto 196 de 1971(…), catálogo que va de la mano con el régimen
de faltas, donde se acude a un sistema cerrado para la codificación de las mismas,
introduciendo nuevos comportamientos que no cobija el Decreto 196 de 1971, ya que la
complejidad que se suscita de las relaciones profesionales de los abogados, a más de la
introducción de figuras como las firmas de abogados, los contratos de prestación de servicios,
las asesorías, obligan a que sean consideradas en el código, de modo que no queden en la
impunidad (…), al tiempo que se respeta el principio de legalidad. Se establece además un
régimen sancionatorio que en respeto a los principios de motivación, proporcionalidad,
legalidad y función de la sanción, contempla un extenso elenco de criterios de gradación,
incluyéndose la multa como sanción, y estableciéndose el incremento punitivo en aquellas faltas
que afecten el patrimonio estatal En el libro dedicado al Procedimiento, se plantea un vuelco
total al régimen vigente, donde por virtud de los vacíos hoy existentes en el Decreto 196 de
1971, debe acudirse por remisión al procedimiento penal, ocasionando dilaciones y
entrabamientos que dificultan el adecuado ejercicio de la acción disciplinaria y generan
incertidumbre frente a los sujetos procesales.
(…) acompasándolo (el procedimiento) con las tendencias actuales que apuntan hacia la oralidad,
recuperando (…) el papel del juez como director del proceso y garante de una pronta y cumplida
administración de justicia (...)”
63[14]
Exposición de motivos ante el Senado de la República; Proyecto 091 2005. Gaceta del
Congreso Número 592 de siete (7) de septiembre de dos mil cinco (2005):
El derecho disciplinario de los abogados no podía estar ajeno a este fenómeno. Por tal razón se pone a
consideración un proyecto de código Disciplinario que busca principalmente ponerse a tono con el actual
orden constitucional, postulando cambios radicales en materia sustancial y procedimental, que apuntan
hacia un proceso ágil y expedito, regentado por el principio de oralidad, al tiempo que respetuoso de las
garantías fundamentales.
En materia sustancial, se propone un régimen de deberes y faltas que ubican al abogado dentro del rol que
actualmente desempeña al interior de un modelo de Estado Social y Democrático de Derecho, teniendo en
cuenta sus deberes y obligaciones no solo con el cliente, sino frente al Estado y a la sociedad, sancionando
principios constitucionales del debido proceso; en la parte especial, (ii) pretende efectuar una
actualización histórica de los deberes, incompatibilidades, faltas y sanciones propias del
régimen; y en la parte procesal, (iii) aspira adecuar el procedimiento a los estándares
constitucionales y del derecho internacional, así como (iv) superar la congestión de la Sala
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, mediante la implantación de un sistema
oral, ágil y expedito.
En relación con los fines de la profesión, puede afirmarse que el legislador quiso dar relevancia
especial a las función social que cumple el abogado, de forma que los fines de la profesión,
expuestos en los artículos primero 64[15] y segundo65[16] del decreto 196 de 1971 pueden ser
complementados por algunos de los deberes establecidos en la Ley 1123 de 2007, tales como:
observar la constitución y la ley (artículo 1º), defender y promocionar los derechos humanos
(Artículo 2º), colaborar en la realización de la justicia y los fines del Estado (Artículo 6º),
prevenir litigios “innecesarios, innocuos o fraudulentos”, facilitar los mecanismos de solución
alternativa de conflictos (Artículo 13) y abstenerse de incurrir en actuaciones temerarias
(Artículo 16).
Resulta claro entonces, que ninguna de las modificaciones señaladas, se relaciona con un
cambio en la orientación dada por el legislador al papel del abogado al interior del estado social
y democrático de derecho, razón por la cual es posible reiterar la jurisprudencia constitucional
producida en relación con el decreto 196 de 1971, mutatis mutandi, al nuevo Código
Disciplinario.
En el desarrollo de estas actividades, la profesión adquiere una especial relevancia social, pues
se encuentra íntimamente ligada a la búsqueda de un orden justo y al logro de la convivencia
pacífica, en razón a que el abogado es, en gran medida, un vínculo necesario para que el
ciudadano acceda a la administración de justicia 67[18]. En el marco del nuevo Código
disciplinario, al abogado se le asigna un nuevo deber, de relevancia constitucional, consistente
en la defensa y promoción de los derechos humanos.
con mayor drasticidad aquellos comportamientos que comprometan o afecten intereses de la comunidad o
al erario”.
64[15]
Decreto 196 de 1971, “por el cual se dicta el estatuto del ejercicio de la abogacía”. Artículo
1º. La abogacía tiene como función social la de colaborar con las autoridades en la conservación
y perfeccionamiento del orden jurídico del país, y en la realización de una recta y cumplida
administración de justicia.
65[16]
Artículo 2o. La principal misión del abogado es defender en justicia los derechos de la
sociedad y de los particulares. También es misión suya asesorar, patrocinar y asistir a las
personas en la ordenación y desenvolvimiento de sus relaciones jurídicas.
66[17]
Sentencia C-060 de 1994 (M.P. Carlos Gaviria Díaz). Reiterada en la C-393 de 2006 (M.P.
Rodrigo Escobar Gil).
67[18]
Ver, principalmente, las sentencias C-540 de 1993 (M.P. Antonio Barrera Carbonell), C-060
de 1994 (M.P. Carlos Gaviria Díaz) y C-196 de 1999 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa).
control y la regulación legislativa 68[19], tanto más en cuanto tal intervención se encuentra
explícitamente autorizada por la propia Carta Política en su artículo 26.
Los intereses que involucra el control disciplinario como expresión de la función de control y
vigilancia sobre la profesión de abogado, son de carácter público, de ahí el carácter
indisponible de esta acción.
“En cuanto a ello hay que decir que el poder legislativo tiene un amplio margen de libertad para
establecer el régimen disciplinario y que ese amplio margen es consustancial a un régimen
constitucional en cuanto remite la configuración de las reglas de derecho -como supuestos
necesarios para la convivencia pacífica- a la instancia del poder público de mayor
ascendencia democrática74[25]”75[26].
Esta reserva legal en materia disciplinaria, fue también destacada por la Corte en la sentencia
C-037 de 1997, al estudiar la exequibilidad de la Ley Estatutaria de la Administración de
Justicia. En ese pronunciamiento, precisó la Corte que las disposiciones jurídicas relativas a la
responsabilidad disciplinaria son de competencia exclusiva del legislador ordinario 76[27].
5.3. Ahora bien, manteniendo presente que los principios del derecho penal son aplicables al
derecho disciplinario, realizando los matices necesarios, el alcance de la potestad de
configuración legislativa se guía por las siguientes reglas:
c. Dentro de los márgenes señalados, el legislador se encuentra facultado para: “(i) tipificar
(…) las faltas disciplinarias en que puedan incurrir los servidores públicos, su grado de
intensidad y las sanciones correspondientes, y (ii) establecer el conjunto de enunciados
normativos de orden procesal que regulen la facultad constitucional otorgada a la
administración pública para imponer sanciones a todos los servidores que con sus acciones u
omisiones, transgredan las normas de conducta relativas al correcto desempeño de las
74[25]
En reiterados pronunciamientos esta Corporación ha destacado que el competente para
establecer el régimen disciplinario es el legislador ordinario y de allí que haya declarado la
inexequibilidad de normas disciplinarias contenidas en leyes estatutarias, como lo hizo, por
ejemplo, en la Sentencia C-037-96, M. P. Vladimiro Naranjo Mesa, en relación con la Ley
Estatutaria de la Administración de Justicia. Tal competencia fue resaltada también en la
Sentencia SU-637- de 1996 (M. P. Eduardo Cifuentes Muñoz), pronunciamiento en el que, entre
otras cosas, se precisó que el Código Único Disciplinario se aplicaba también a la Rama Judicial
del Poder Público.(Nota original de la cita).
75[26]
Sentencia C-391 de 2002 (M.P. Jaime Córdoba Triviño).
76[27]
Cfr. Sentencia C-037 de 1996 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa).
77[28]
Ibídem.
78[29]
Sentencia C-038 de 1995 (M.P. Alejandro Martínez Caballero) y C-013 de 1997 (José
Gregorio Hernández Galindo).
79[30]
Cfr. Sentencia C-653 de 2001 (M.P. Manuel José Cepeda Espinosa).
80[31]
Sobre la potestad del legislador para determinar la gravedad de las faltas disciplinarias,
sentencia C-708 de 1999 (M.P. Álvaro Tafur Galvis).
funciones asignadas.”81[32], así como (iii) establecer las causales de extinción de la acción o de
la sanción penal o disciplinaria82[33].
Vale la pena, a manera de conclusión, reiterar las consideraciones expuestas por la Corte
sobre la materia, en sentencia C-301 de 1999: “Lo cierto y definitivo de estas distinciones (hace
referencia a los elementos definitorios del ius puniendi), es que la competencia radica
exclusivamente en el legislador, quien en ejercicio de sus atribuciones y, en concordancia con
la política criminal fijada por el Estado, es el encargado de establecer los nuevos hechos
punibles, y determinar la jerarquía de los mismos, así como, establecer las sanciones y los
procedimientos aplicables a los hechos punibles, en uno u otro caso”.83[34]
Por regla general, los regímenes sancionatorios en Colombia se rigen por el principio de
oficiosidad, en virtud del cual las autoridades a quienes se ha confiado la administración del
poder sancionatorio, deben impulsar la actuación sin contar necesariamente con el concurso de
los afectados por la conducta investigada. Esta concepción se enmarca dentro de los fines
estatales de garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la
Carta, y la vigencia de un orden justo (art. 2° C.P.).
La aceptación del desistimiento con efectos extintivos de la acción constituye una decisión del
legislador en materia sancionatoria que responde a valoraciones de diferente orden, tales como
(i) la naturaleza y entidad de los bienes jurídicos que se encuentran comprometidos en la
infracción; (ii) el interés público o privado involucrado en la conducta correspondiente; (iii) la
potencialidad lesiva que la conducta represente; (iv) los intereses estatales de prevención
involucrados en las prohibiciones correspondientes, entre otros.
81[32]
Sentencia C-819 de 2006 (M.P. Jaime Córdoba Triviño), tomando a su vez referencias de las
sentencias C-341 de 1996 (M.P. Antonio Barrera Carbonell), C-430 de 1997 (M.P. Antonio
Barrera Carbonell, C-095 de 1998 (M.P. Hernando Herrera Vergara) y C-014 de 2004 (M.P. Jaime
Córdoba Triviño).
82[33]
Cfr. Sentencias C-301 de 1999 (M.P. Alfredo Beltrán Sierra) y C-1490 de 2000 (M.P. Fabio
Morón Díaz).
83[34]
Sentencia C-301 de 1999 (M.P. Alfredo Beltrán Sierra).
84[35]
Sentencia C- 1490 de 2000, (M.P., Fabio Morón Díaz).
objeto de un acto soberano de disposición por parte de su titular, en cuanto comprometen de
manera clara un interés particular y privado.85[36]
Para la jurisprudencia, es la naturaleza pública o privada de los intereses que han sido objeto
de amenaza o lesión, lo que determina la posibilidad de aceptar el desistimiento con efectos
extintivos de la acción, o su impulso oficioso.
El título III del nuevo código disciplinario del abogado se ocupa de regular el régimen
sancionatorio, y en su capítulo único contempla: (i) las sanciones disciplinarias; (ii) los criterios
de graduación; (iii) la motivación de la dosificación; y (iv) la ejecución y registro de la sanción.
85[36]
Cfr. Sentencia C- 301 de 1999.
86[37]
Sentencias C- 301 de 1999 (M.P. Alfredo Beltrán Sierra ) y C- 1490 de 2000 (M.P. Fabio
Morón Díaz)..
87[38]
Sentencia C-013 de 1997 (M.P. José Gregorio Hernández).
88[39]
Sentencia C-329 de 2003, (M.P. Álvaro Tafur Galvis).
89[40]
Conforme al artículo 41 de la Ley consiste en la reprobación pública que se hace al infractor
por la falta cometida.
90[41]
De acuerdo con el artículo 42 es una sanción de carácter pecuniario que no podrá ser
inferior a un (1) smmlv ni superior a cien (100) smmlv, dependiendo de la gravedad de la falta,
la cual se impondrá en favor del Consejo Superior de la Judicatura el cual organizará programas
de capacitación y rehabilitación con entidades acreditadas, pudiendo incluso acudir a los
colegios de abogados.
91[42]
La suspensión consiste en la prohibición de ejercer la profesión por el término señalado en
el fallo. Esta Sanción oscilará entre dos (2) meses y (3) tres años.
92[43]
Consiste en la cancelación de la tarjeta profesional y la prohibición para ejercer la abogacía.
Esos criterios de graduación (Art. 45 ib.) están clasificados en: (i) generales, dentro de los
cuales se ubican algunos de carácter objetivo (la modalidad de la conducta y sus
circunstancias, su trascendencia social, y el perjuicio ocasionado), y otros de naturaleza
subjetiva (los motivos determinantes del comportamiento); (ii) de atenuación, como la
confesión y el resarcimiento o compensación del daño; (iii) de agravación, tales como la entidad
de los bienes jurídicos afectados, la sindicación infundada a terceros, la concurrencia de
copartícipes en el hecho, la existencia de antecedentes disciplinarios, y el aprovechamiento de
una circunstancia de vulnerabilidad en el afectado.
Del examen de tal jurisprudencia es posible identificar una claras reglas que guían el control de
constitucionalidad en esta materia y que serán reiteradas en la presente oportunidad: (i) En
primer lugar, ha establecido que la determinación de los motivos de nulidad forma parte del
ejercicio de la potestad de configuración adscrita al legislador en materia de regulación de los
procedimientos94[45]; (ii) en segundo lugar, ha indicado que esta opción legislativa promueve la
realización de los principios de celeridad y eficacia de la administración, así como la seguridad
jurídica y el principio de legalidad del proceso, en cuanto evita la dilación indefinida de los
procesos95[46]; y (iii) en tercer lugar, ha señalado que el carácter taxativo que el legislador
imprime a los motivos de nulidad, de origen legal, de ninguna manera excluye la aplicación de
las causales de nulidad que de manera excepcional ha previsto la Constitución, en particular la
derivada de la ilicitud de la prueba96[47].
6.1. El parágrafo del artículo 23 de la Ley 1127 de 2007 no viola el principio de igualdad, debido
proceso y acceso a la justicia.
93[44]
En la sentencia C- 037 de 1998, (M.P. Jorge Arango, Mejía) la Corte declaró la exequibilidad
del numeral 6° del artículo 308 decreto 2700 de 1991, “Por medio del cual se reforma el Código
de Procedimiento Penal”, que establece que no podrá declararse ninguna nulidad distinta a las
señaladas en el artículo 304 del Código de Procedimiento Civil. En la sentencia C-491 de 1995
(M.P. Antonio Barrera Carbonell), la Corte declaró la constitucionalidad del art. 1° numeral 80
del Decreto 2282 de 1989 “Por el cual se introducen algunas modificaciones al Código de Procedimiento
Civil”, que modificó el 140 del C.P.C. , conforme al cual la nulidad del proceso “solamente”
podía ser declarada por los motivos expresamente señalados en eses precepto. A la anterior
sentencia salvó voto el magistrado José Gregorio Hernández Galindo, para quien la expresión
“solamente” debía ser declarada inexequible por virtud de la entrada en vigencia de la
Constitución de 1991, que explícitamente contemplaba la cláusula de nulidad de las pruebas
ilícitas. Otras sentencias posteriores como la C-217 de 1996 (M.P. José Gregorio Hernández
Galindo) y C- 739 de 2001, (M.P. Álvaro Tafur Galvis).
94[45]
Sentencias C-491 de 1995 y C- 037 de 1998.
95[46]
Sentencia C-491 de 1995, y C- 141 de 1998 (M.P. Jorge Arango Mejía).
96[47]
Sentencias C-491 de 1995 y C- 037 de 1998.
justicia de los abogados, en razón a que tal efecto sí le es reconocido a los infractores penales
en materia de delitos querellables.
6.1.1 De las referencias jurisprudenciales previamente reiteradas, (ver supra 5.4) se extraen
dos reglas perfectamente identificadas bajo las cuales se debe analizar la constitucionalidad del
precepto acusado: (i) la primera radica en que cae bajo la cláusula de competencia general del
legislador la determinación de en qué eventos, y bajo qué circunstancias opera el desistimiento
de la acción en los procesos sancionatorios, competencia que tiene como límite el respeto por
los derechos fundamentales; (ii) y la segunda, que el desistimiento resulta admisible siempre y
cuando se refiera a asuntos respecto de los cuales sea posible reconocer a los particulares una
potestad de disposición.
6.1.2 En relación con la primera de las reglas, observa la Corte que la decisión del legislador
del excluir el desistimiento de las causales de extinción de la acción, se encuentra en efecto
amparada por la cláusula general de competencia que le reconoce el constituyente y no
entraña vulneración a derecho fundamental alguno.
La acción disciplinaria compromete así importantes fines constitucionales, por lo que resulta
acorde con la Constitución consagrar el principio de oficiosidad como regente del proceso
disciplinario, en la medida que el poder de intervención que a través de éste se establece se
fundamenta en la defensa del interés público que está implícito en esos fines.
En este orden de ideas, encuentra la Corte que la decisión del legislador de restarle efectos
extintivos al desistimiento de la acción disciplinaria no contraviene la Constitución, lo que no
obsta para que en el marco de esa misma libertad de configuración que sustenta esta opción,
pueda en el futuro acoger o diseñar una fórmula distinta en esta materia.
Finalmente, de manera persistente, la demandante cifra su argumentación en lo gravosa que
resulta la previsión legislativa impugnada respecto de los profesionales que han sido víctimas
de una queja falsa o temeraria. Estos temores, además de insuficientes y extraños a la
argumentación que exige el control de constitucionalidad, resultan infundados en razón a que la
propia ley prevé el correctivo correspondiente, al contemplar que las informaciones y quejas
falsas o temerarias, o que sean presentadas de manera absolutamente genérica o difusa,
darán lugar a inhibirse de iniciar actuación alguna, y a imponer sanción pecuniaria al
quejoso97[48].
Por las razones expuestas la Corte declarará la exequibilidad del parágrafo del artículo 23 de la
Ley 1123 de 2007.
6.2.1 La demandante impugna el inciso 2° artículo 42 de la ley 1123/07 que prevé que la multa
como sanción disciplinaria podrá imponerse “de manera autónoma o concurrente con las de
suspensión y exclusión, atendiendo la gravedad de la falta y los criterios de graduación
establecidos en el presente código”. A su juicio, la norma vulnera el artículo 29 de la Carta, y en
particular el principio de legalidad de las penas, en cuanto otorga a la autoridad disciplinaria
una desmesurada atribución para sancionar a los abogados, al permitirle definir si impone la
multa de manera autónoma, o concurrente, con otras sanciones. Estima que el legislador ha
debido prever un sistema de sanciones principales y accesorias que guíe la actividad de
concreción de la sanción.
97[48]
El artículo 69 de la Ley 1123 de 2007 establece: Quejas falsas o temerarias. “Las
informaciones y quejas falsas o temerarias, referidas a hechos disciplinariamente irrelevantes, de
imposible ocurrencia o que sean presentados de manera absolutamente inconcreta o difusa, darán lugar a
inhibirse de iniciar actuación alguna.
Advertida la falsedad o temeridad de la queja, el investigador podrá imponer una multa hasta de 180
salarios mínimos legales diarios vigentes. Las Salas Jurisdiccionales Disciplinarias de los Consejos
Seccionales de la Judicatura, en los casos que se advierta la temeridad de la queja, podrán imponer
sanción de multa, previa audiencia del quejoso, por medio de resolución motivada contra la cual procede
únicamente el recurso de reposición que puede ser interpuesto dentro de los dos días siguientes a su
notificación personal o por estado” .
98[49]
El Código Penal vigente (ley 599 de 2000) en su título IV contempla un catálogo de penas
que incluye las principales (privativa de la libertad, multa y privativas de otros derechos),
accesorias y sustitutivas. El código disciplinario único contempla un catálogo de sanciones,
algunas autónomas y otras concurrentes como la inhabilidad en el ejercicio de funciones
públicas (Art. 44 de la Ley 734 de 2002), vinculadas a unos criterios explícitos de aplicación
relacionados con el nivel de gravedad de la falta (gravísima, grave y leve), y con el elemento
subjetivo que la acompaña (dolo o culpa).
El precepto acusado incorpora una decisión legislativa que, en principio, se encuentra
amparada por la cláusula general de competencia del legislador ejercida en el ámbito
sancionatorio. Advierte la Corte que si bien la medida examinada no se traduce en una
renuncia del legislador a su potestad regulatoria, sí permite un margen de discrecionalidad a la
autoridad disciplinaria en el sentido que la faculta para definir si impone la multa como sanción
autónoma, o como concurrente. Este margen de discrecionalidad debe ser administrado por la
autoridad disciplinaria de manera muy cuidadosa, tomando en cuenta para ello los criterios
objetivos que la propia ley le señala como orientadores del proceso de individualización de la
sanción. Especial relevancia cobran para el efecto los criterios generales 99[50], los de
atenuación100[51] y agravación101[52] de la sanción previstos en el artículo 45 del estatuto.
De otra parte, cuando el legislador define “Las faltas en particular” (Título II) las clasifica de
acuerdo con unos determinados bienes jurídicos 102[53] que revisten diferentes niveles de
relevancia, lo que también suministra al aplicador unos criterios para la selección y graduación
de la sanción, a efecto de que pueda determinar, frente a la falta concreta, si la imposición de
una multa, como sanción autónoma o concurrente, entraña idoneidad para la protección del
bien o interés jurídico que resulta amenazado o lesionado con la conducta, y si resulta
adecuada y necesaria en función de los fines que persigue la acción disciplinaria, y por ende
proporcionada.
No obstante, teniendo en cuenta que la construcción gramatical del precepto podría dar lugar a
entender que éste autoriza al juez disciplinario para imponer la multa como pena autónoma
para las faltas que merecen pena de suspensión o exclusión de la profesión, interpretación que
resulta a todas luces inconstitucional por ser violatoria del principio de proporcionalidad de las
99[50]
“Criterios generales: 1. La trascendencia social de la conducta. 2. La modalidad de la
conducta. 3. El perjuicio causado. 4. Las modalidades y circunstancias en que se cometió la falta,
que se apreciarán teniendo en cuenta el cuidado empleado en su preparación. 5. Los motivos
determinantes del comportamiento”.
100[51]
“Criterios de atenuación:1. La confesión de la falta antes de la formulación de cargos. En
este caso la sanción no podrá ser la exclusión siempre y cuando carezca de antecedentes
disciplinarios.2. Haber procurado, por iniciativa propia, resarcir el daño o compensar el
perjuicio causado. En este caso se sancionará con censura siempre y cuando carezca de
antecedentes disciplinarios”.
101[52]
“Criterios de agravación: 1. La afectación de Derechos Humanos. 2. La afectación de
derechos fundamentales. 3. Atribuir la responsabilidad disciplinaria infundadamente a un
tercero. 4. La utilización en provecho propio o de un tercero de los dineros, bienes o
documentos que hubiere recibido en virtud del encargo encomendado. 5. Cuando la falta se
realice con la intervención de varias personas, sean particulares o servidores públicos. 6. Haber
sido sancionado disciplinariamente dentro de los 5 años anteriores a la comisión de la conducta
que se investiga. 7. Cuando la conducta se realice aprovechando las condiciones de ignorancia,
inexperiencia o necesidad del afectado”.
102[53]
Faltas contra la dignidad de la profesión (Art. 30); contra el decoro profesional (Art. 31);
contra el respeto debido a la administración de justicia y a las autoridades administrativas (Art.
32); contra la recta y leal realización de la justicia y los fines del Estado (Art. 33); contra la
lealtad con el cliente (Art. 34); contra la honradez que debe observar el abogado (Art. 35); contra
la lealtad y honradez debida a los colegas (Art. 36); contra la debida diligencia profesional (Art.
37); contra el deber de prevenir litigios y facilitar los mecanismos de solución alternativa de
conflictos (Art. 38).
sanciones, la Corte procederá introducir un condicionamiento a la exequibilidad del aparte
demandado, con el fin de excluir ésta posible interpretación 103[54].
Sin embargo, advierte que ante la posibilidad de que la disposición legal pueda interpretarse en
el sentido que la misma involucra la eventualidad de que las faltas más graves puedan ser
sancionadas solamente con multa, lo cual desconocería los principios de razonabilidad y
proporcionalidad en la graduación de las sanciones, la Corte declarará exequible el inciso
segundo del citado artículo 42, en el entendido de que la multa sólo puede establecerse como
sanción autónoma, cuando se trate de faltas disciplinarias que no merezcan la suspensión o
exclusión de la profesión.
6.3.1 La demandante considera que el numeral 6° del artículo 101 de la Ley 1123/07 105[56], al
introducir en el procedimiento disciplinario el principio de taxatividad de las nulidades, vulnera el
artículo 29 de la Carta que, en su inciso final, contempla la nulidad de la prueba obtenida con
Sobre los criterios para emitir un fallo condicionado ha dicho la Corte que “Si la
103[54]
disposición legal admite varias interpretaciones, de las cuales algunas violan la Carta pero otras
se adecuan a ella, entonces corresponde a la Corte proferir una constitucionalidad
condicionada o sentencia interpretativa que establezca cuáles sentidos de la disposición
acusada se mantienen dentro del ordenamiento jurídico y cuáles no son legítimos
constitucionalmente. En este caso, la Corte analiza la disposición acusada como una
proposición normativa compleja que está integrada por otras proposiciones normativas
simples, de las cuáles algunas, individualmente, no son admisibles, por lo cual ellas son
retiradas del ordenamiento”. Sobre el desarrollo de estas reglas, ver, entre otras, las sentencias
C-496 de 1994, C-109 de 1995, C- 690 de 1996, C-499 de 1998, C-488 de 2000, C-557 de 2001 y C-
128 de 2002.
104[55]
El artículo 45.2 contempla dentro de los criterios de agravación punitiva “La afectación de
derechos humanos” y “la afectación de derechos fundamentales”.
105[56]
El artículo 101 de la Ley 1123 de 2007 al establecer los principios que orientan la
declaratoria de las nulidades y su convalidación, señala: “1. No se declarará la invalidez de un acto
cuando cumpla la finalidad para la cual estaba destinado, siempre que no se viole el derecho a la defensa.
2. Quien alegue la nulidad debe demostrar que la irregularidad sustancial afecta garantías de los
intervinientes, o desconoce las bases fundamentales de la instrucción y el juzgamiento. 3. No puede
invocar la nulidad el interviniente que haya coadyuvado con su conducta a la ejecución del acto irregular,
salvo que se trate de la falta de defensa técnica.4. Los actos irregulares pueden convalidarse por el
consentimiento del perjudicado, siempre que se observen las garantías constitucionales. 5. Solo puede
decretarse cuando no exista otro medio procesal para subsanar la irregularidad sustancial.6. No podrá
decretarse ninguna nulidad por causal distinta de las señaladas en este capítulo”.
violación del debido proceso. Su reparo se funda en que el precepto impugnado no previó de
manera explícita, la causal de nulidad originada en la prueba.
6.3.2 Adoptando como marco del análisis las reglas establecidas por la jurisprudencia 106[57]
sobre este específico punto procesal (ver supra 5.6) encuentra la Sala que la determinación de
los principios que orientan la declaratoria de las nulidades en el proceso disciplinario seguido
contra los abogados, es un asunto que forma parte del amplio margen de configuración
legislativa que la Constitución reconoce al legislador para la estructuración de los
procedimientos. En ejercicio de tal potestad el legislador disciplinario decidió acoger el principio
de taxatividad de las nulidades legales, en virtud del cual “No podrá decretarse ninguna nulidad
por causal distinta de las señaladas” en el respectivo capítulo. Conforme a esa regla los
motivos legales con poder invalidante de la actuación disciplinaria son la falta de competencia;
la violación del derecho de defensa y la existencia de irregularidades sustanciales que afecten
el debido proceso107[58].
El Código disciplinario de los abogados acoge así un criterio que consulta la técnica
contemporánea del derecho procesal, en virtud del cual los motivos que dan lugar a invalidar un
acto procesal deben estar explícita, clara y taxativamente previstos en la ley, criterio que a su
vez interactúa con otra regla consistente en que no toda irregularidad constituye nulidad, pues
éstas se entienden subsanadas si oportunamente no se corrigen a través de los recursos.
6.3.3. En ese orden de ideas, es claro para la Corte que la consagración de un principio de
taxatividad de los motivos legales de nulidad no vulnera por sí mismo principios
constitucionales; por el contrario con ello se promueve que la actuación esté regida por criterios
de racionalidad que garanticen que los procesos lleguen a su culminación y que se
desenvuelvan en un marco de seguridad jurídica, preservando de otro lado la posibilidad de
que los investigados sean juzgados por su juez natural, tengan pleno acceso al derecho
defensa y puedan solicitar la invalidación del proceso cuando quiera que concurran
irregularidades sustanciales que lo afecten.
Sin embargo, advierte que la consagración de un principio de taxatividad de los motivos legales
de nulidad no puede excluir de manera terminante y absoluta cualquier fundamento distinto
para solicitar y obtener la declaratoria correspondiente. La Corte ha señalado, que “además de
dichas causales legales de nulidad es viable y puede ser invocada la consagrada en el art. 29
de la Constitución, según el cual "es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con violación
del debido proceso", esto es, sin la observancia de las formalidades legales esenciales
requeridas para la producción de la prueba (…)”. 109[60].
106[57]
Sentencia C- 037 de 1998, (M.P. Jorge Arango, Mejía); sentencia C-491 de 1995 (M.P.
Antonio Barrera Carbonell), sentencia C-217 de 1996 (M.P. José Gregorio Hernández Galindo),
y sentencia C- 739 de 2001, (M.P. Álvaro Tafur Galvis).
107[58]
El artículo 98 de la Ley 1123 de 2007, establece: “CAUSALES. Son causales de nulidad: 1. La
falta de competencia. 2. La violación del derecho de defensa del disciplinante; 3. La existencia de
irregularidades sustanciales que afecten el debido proceso”.
108[59]
Sentencia C-491 de 1995, (M.P. Antonio Barrera Carbonell).
109[60]
Cfr. Sentencia C- 401 de 1995 (M.P. Antonio Barrera Carbonell), fórmula que también fue
aplicada por la Corte en la sentencia C. 037 de 1998 (M.P. Jorge Arango Mejía).
En el asunto bajo examen observa la Corte que el segmento normativo demandado establece
de manera tajante que “no podrá decretarse ninguna nulidad por causal distinta de las
señaladas en este capítulo” (Énfasis de la Sala). Así mismo advierte que el artículo 98, que
forma parte del referido capítulo prevé que constituye causal de nulidad “La violación del
derecho de defensa, y la existencia de irregularidades sustanciales que afectan el debido
proceso”. En ese contexto normativo, pudiera entenderse que la nulidad prevista en el inciso
segundo del artículo 29 de la Carta, estaría comprendida en cualquiera de las causales legales
referidas al recaudo de una prueba sin la observancia de las formalidades legales requeridas
para su producción, y al respeto del debido proceso y el derecho de defensa. Sin embargo,
destaca la Corte que la utilización en el numeral 6° del artículo 101 de la Ley 1123 de 2007 de
la expresión “ninguna” tiene una connotación absoluta y contundente que conlleva la exclusión
de la causal constitucional de nulidad.
Teniendo en cuenta que una ley ordinaria no puede, bajo ninguna circunstancia, modificar o
suprimir la Constitución Política, procede la Corte a declarar exequible el numeral 6° del
artículo 101 de la Ley 1123 de 2007, salvo la expresión “ninguna” que se declara inexequible.
7.1. Que existe mérito para un pronunciamiento de fondo en relación con los cargos
formulados contra los tres preceptos respecto de los cuales se produjo la admisión de la
demanda.
7.2. Que la decisión del legislador (parágrafo del artículo 23 de la Ley 1123 de 2007) de excluir
el desistimiento de las causales de extinción de la acción disciplinaria, se encuentra amparada
por la cláusula general de competencia que le reconoce el constituyente y no entraña per se
vulneración de derecho fundamental alguno. La especial relevancia social que se reconoce al
ejercicio de la profesión de abogado, los elevados fines que se le atribuyen, ligados a la
búsqueda de un orden justo, al logro de la convivencia pacífica, y a la garantía de acceso del
ciudadano a la administración de justicia, son razones que justifican la decisión legislativa de
sustraer la acción disciplinaria del poder de disposición de los particulares. Lo cual no obsta
para que en un futuro con base en esa misma potestad de configuración, el legislador acoja
una opción distinta.
7.3. Que en principio, la potestad discrecional que el artículo 42 de la Ley 1123 de 2007
contempla, en el sentido de autorizar a la autoridad disciplinaria que aplique la multa como
sanción autónoma o concurrente con las de suspensión o exclusión de la profesión de
abogado, no representa una desmedida atribución, por cuanto está orientada por criterios
objetivos que provee el propio legislador. Sin embargo, ante la eventualidad que la disposición
legal pueda interpretarse en el sentido que posibilite que las faltas más graves puedan ser
sancionadas solamente con multa, lo cual desconocería los principios de razonabilidad y
proporcionalita en la gradualidad de las sanciones, la Corte declarará exequible el referido
precepto, en el entendido que la multa sólo puede establecerse como sanción autónoma,
cuando se trate de faltas disciplinarias que no merezcan la suspensión o exclusión de la
profesión.
7.4. Finalmente, estableció que la consagración del principio de taxatividad de las nulidades en
le régimen disciplinario de los abogados, no vulnera per se el artículo 29 de la Constitución,
pues corresponde a un ejercicio legítimo de la potestad de configuración del legislador
disciplinario, que contribuye a dar claridad sobre los motivos que pueden dar lugar a la nulidad.
No obstante encontró que la utilización en el numeral 6 del artículo 101 de la Ley 1123 de 2007
de la expresión “ninguna” significaría excluir la causal constitucional consistente en que es nula
de pleno derecho la prueba obtenida con violación del debido proceso (Art. 29 inciso final),
razón por la cual el referido numeral se declara exequible, salvo la expresión “ninguna” que se
declara inexequible.
VII. DECISIÓN
En mérito de lo expuesto la Corte Constitucional de la República de Colombia, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. Declarar EXEQUIBLE, por los cargos analizados, el parágrafo del artículo 23 de la
Ley 1123 de 2007.
Segundo. Declarar EXEQUIBLE, por los cargos analizados, el inciso segundo del artículo 42
de la Ley 1123 de 2007, en el entendido que sólo cabe la sanción de multa autónoma para
faltas que no merezcan la sanción de suspensión o exclusión.
Tercero. Declarar EXEQUIBLE, por los cargos analizados, el numeral 6° del artículo 101 de la
Ley 1123 de 2007, salvo la expresión “ninguna” que se declara inexequible.
Magistrado Ponente:
Dr. JAIME CÓRDOBA TRIVIÑO
Con el respeto acostumbrado por las decisiones de esta Corte, me permito salvar parcialmente
y aclarar mi voto a la presente sentencia, con fundamento en las siguientes razones y
consideraciones:
En este sentido, me permito reiterar mi posición jurídica en relación con este tema, por cuanto
me aparto de la jurisprudencia de esta Corte en materia de los efectos de la prueba ilícita, que
no sólo genera la nulidad de pleno derecho de ésta sino también del proceso en el cual se
encuentre, como me permito reiterar in extenso a continuación:
En este orden de ideas, es claro para el suscrito magistrado que TODA la estructura y TODO el
desarrollo y desenvolvimiento del proceso desde sus inicios hasta su finalización mediante la
110[61]
Arenas Salazar, Jorge, Pruebas Penales, pág. 97 ss.
adopción de una decisión tienen su sentido y su razón de ser en la prueba, existiendo por
tanto una conexión clara, intrínseca, directa y esencial entre el proceso y la prueba. En
consecuencia, es de suyo concluir, como lo hace el ordenamiento constitucional colombiano,
que cualquier irregularidad, ilicitud o ilegalidad en la prueba, no sólo vicia de nulidad de pleno
derecho a la prueba objeto de la misma, sino al proceso cuyo fundamento jurídico recae sobre
ésta.
Éste es por tanto el sentido o razón de ser última de las nulidades tanto constitucionales como
legales, esto es, el restablecimiento de la legalidad. En este sentido, se afirma que las
nulidades constitucionales y legales “son entonces el único mecanismo mediante el cual la
legalidad del proceso se puede garantizar. O lo que es lo mismo, sin las nulidades no es
posible la existencia de ningún sistema legal. La legalidad está condicionada a la posibilidad de
inocuizar todo lo que se produzca en el curso de un proceso por fuera o en contravención de
sus previsiones y condicionamientos”111[62].
Por consiguiente, dada la importancia esencial de la prueba dentro del proceso, así como la
importancia de la declaratoria de nulidad para el restablecimiento de la legalidad y legitimidad
del mismo, el suscrito magistrado no encuentra sostenible la tesis que afirma que se puede
montar o levantar un proceso sobre pruebas ilícitas y sin embargo no declarar nulo de pleno
derecho el proceso mismo, por el hecho de que existan también otras pruebas lícitas dentro del
mismo proceso, declarando sólo la nulidad de la prueba ilícita. Por el contrario, el suscrito
magistrado ha sido siempre de la opinión de que una sola prueba contamina o vicia TODO el
proceso de nulidad de pleno derecho, tesis que ha sido denominada de manera figurativa como
“el fruto del árbol envenenado”, aduciendo a que un árbol ya envenenado no puede producir de
ninguna manera frutos sanos sino que todo él está envenenado junto con todos sus frutos,
como acaece en los procesos donde existen pruebas ilícitas.
En este orden de ideas, me permito insistir en que el Estado se legitima en la medida en que
se diferencia del delincuente, y por tanto no se puede permitir dentro del marco del Estado de
Derecho la validez de la prueba ilícita o del proceso montado sobre la base de dichas pruebas
ilícitas, por cuanto el Estado está legitimando prácticas ilegales dentro de su actuar que debe
ser siempre ajustado al Derecho y a la justicia, y por tanto por esta vía termina
deslegitimándose, desvirtuando su actuar y su razón de ser, así como contraviniendo sus
valores, principios y derechos, los cuales constituyen el presupuesto normativo del Estado
constitucional de Derecho.
Por estas razones, me aparto de la tesis mayoritaria de esta Corte, que ha sido formulada en
los términos de que no obstante que la prueba ilícita es nula de pleno derecho y por tanto debe
ser excluida del respectivo proceso, so pena de configurarse una vía de hecho judicial, caso en
el cual procede la vía tutelar para restablecer los derechos fundamentales; la exclusión de la
prueba ilícita puede ocurrir en algunos casos sin perjuicio de que el proceso en sí mismo tenga
que ser declarado nulo, en aquellos casos en que la prueba ilícita declarada nula no haya sido
esencial o fundamental en la decisión judicial adoptada por el juez. En otros términos: disiento
de la tesis según la cual se puede montar un proceso con pruebas ilícitas y lícitas y que el
proceso sigue siendo válido siempre y cuando la decisión se fundamente en éstas últimas.
Tesis ésta que se aplicó en el caso de cuya sentencia de tutela se enerva la nulidad en el
asunto sub examine.
Por el contrario, mi tesis ha sido que siempre que dentro de un proceso existan pruebas ilícitas,
TODO el proceso queda viciado y debe ser declarado nulo de pleno derecho. En este sentido,
111[62]
Ibidem
me aparto también de la tesis de que debe valorarse en cada caso si existe una relación
directa o indirecta con la prueba ilícita para que el proceso deba ser declarado nulo de pleno
derecho, por cuanto, como quedó expuesto, considero que existe siempre en todo proceso una
relación directa, intrínseca y esencial entre el proceso mismo y sus pruebas.
Adicionalmente, considero también que sólo cuando se acepte de manera clara y radical que
todas las pruebas ilícitas son nulas de pleno derecho y vician de nulidad TODO el proceso
cosubstancial a las mismas, se terminará finalmente acabando también con la práctica misma
de las pruebas ilícitas y la consecuente violación de los derechos fundamentales que ello
conlleva.”
De conformidad con lo anterior y para el caso que nos ocupa, reitero mi conformidad con la
declaración de inexequibilidad de la expresión “ninguna” contenida en el numeral 6 del artículo
101 de la Ley 1123 de 2007, relativa a nulidades, en cuanto la taxatividad prevista en esta
disposición no puede excluir de ningún modo la nulidad de pleno derecho de las pruebas ilícitas
y la consiguiente nulidad de todo el proceso en que se encuentren.
Con fundamento en las razones expuestas, salvo parcialmente y aclaro mi voto a la presente
decisión.
Fecha ut supra.