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La monarquía, desde mediados del siglo VIII a.C. (fundación de Roma) hasta la
expulsión de Roma del rey Tarquinio el Soberbio el 509 a. C..
La República romana, desde el 509 a.C. En los años 451 y 450 a. C. se publicó
la Ley de las XII Tablas, que constituyen la base del derecho romano
republicano. En esta época, el Estado se basa en el equilibrio de poderes: así,
los magistrados son elegidos democráticamente por los hombres libres en
las asambleas populares, que además aprueban las leyes; los magistrados
ejercitan las funciones que les son asignadas, mientras que el Senado se
encarga de dictar resoluciones, llamadas senadoconsultos, que en la práctica
tenían fuerza de ley. La crisis política que atraviesa Roma en el siglo I a.
C. finalmente termina con la degeneración total del sistema republicano, que
culmina con el otorgamiento, en la práctica, por el Senado del poder absoluto
del Estado romano a Octavio Augusto el 27 a. C..
El Principado, desde el 27 a. C. hasta mediados del siglo II. En esta época, el
Estado era autoritario, sometido a la auctoritas del emperador o Príncipe, de ahí
su nombre. Algunos emperadores célebres son: Augusto (27 a. C.-14 d.
C.), Calígula (37-41), Nerón (54-68) o los hispanos Trajano (98-117)
y Adriano (117-138). Bajo estos últimos Roma alcanzó su máxima dimensión
territorial: 5 millones de km².12, configurándose como una de las grandes
potencias mundiales de la época.
El Dominado o Imperio absoluto, desde mediados del siglo II hasta el 476, año
en el que desaparece el Imperio Romano de Occidente. En esta época, el
Emperador tiene el poder absoluto. El Emperador es quien dicta las llamadas
«constituciones imperiales» (no confundir con las modernas Constituciones). En
el 380, se produce la conversión del Imperio de la antigua religión
romana al cristianismo mediante el Edicto de Tesalónica, bajo el gobierno
de Teodosio I el Grande. Este emperador divide el
Imperio Occidental y Oriental y lo cede a sus hijos Honorio y Arcadio,
respectivamente. Las invasiones germánicas llevan al declive y desaparición del
Imperio Occidental, que separa la Antigüedad Tardía de la Alta Edad Media.
Finalmente, el gobierno de Justiniano I (527-565) en el Imperio de Oriente,
época en la que se realiza la Compilación justinianea, cuya publicación data del
549 d. C. La obra esta compuesta por el Código, el Digesto o Pandectas, las
Instituciones y las Novelas. La Compilación es la base del derecho romano y
gracias a ella textos jurídicos de juristas romanos de gran técnica jurídica y valor
histórico han logrado ser conservados. Los textos del Corpus han sido
trabajados por juristas desde su publicación y hasta la actualidad. Con capital
en Bizancio (luego Constantinopla y actualmente Estambul), conquistó
toda Italia, la costa del norte de África y el sudeste de Hispania. Tras la muerte
de Justiniano, paulatinamente el Estado pierde gran parte de esos territorios y
se le suele denominar con un término distinto: Imperio bizantino; pues el Imperio
pasa a transformarse en un Estado propiamente medieval.
En la actualidad, el derecho romano es objeto de estudio de una disciplina
jurídica internacional, la romanística, cuya sede son las facultades de derecho de
todo el mundo. En virtud de este carácter internacional, el derecho romano se
cultiva en varios idiomas, principalmente italiano («lingua franca» de
la romanística), seguido por el alemán y el español. Hasta la mitad del siglo XX
hubo importantes contribuciones en francés, pero en la actualidad esta situación
ha variado a la baja; el inglés es un idioma de uso minoritario en el cultivo de la
disciplina, aunque se acepta como idioma científico en la mayoría de las
publicaciones. El español se consolidó como idioma científico en esta disciplina
a partir de la segunda mitad del siglo XX, gracias a la altura científica que
alcanzó la romanística española, comandada por Álvaro d'Ors y continuada por
sus discípulos.
La definición del derecho romano se comprende mejor si se construye a partir
de la comprensión de sus nociones fundamentales y de su sistema de fuentes.
Sin embargo, éstas no permanecen idénticas en el transcurso de la historia del
derecho romano, sino que varían tanto en su número, como en su valor dentro
del sistema de fuentes mismo. Es este sistema el que provee de nociones claves
para entender lo que en Roma se entiende por derecho. Con todo, es posible
adelantar que la expresión ius es la que se utiliza para señalar al derecho. Esta
expresión se opone a la de fas, que designa a la voluntad divina. Esta clara
delimitación entre derecho y religión es patente en testimonios que datan desde
el s. III a. C., pero ello no es válido para los primeros tiempos, como se verá. A
su vez, la expresión ius servirá para la identificación de diversas categorías del
mismo, tales como ius civile, ius naturale, ius honorarium, o ius gentium, por
nombrar algunas de las más relevantes.
Al usar la expresión «derecho romano» se pueden indicar diversas acepciones.
En un primer sentido esta expresión denota un hecho histórico pasado, es decir,
el conjunto de normas jurídicas que regían al pueblo romano desde su fundación
hasta la caída del Imperio.
Un segundo sentido identifica el derecho romano con los libros en donde se
contenía dicho orden jurídico, es decir, el Corpus Iuris Civilis o cuerpo de derecho
civil, recopilación de los libros jurídicos romanos hecha en Constantinopla por
orden del emperador bizantino Justiniano en el siglo VI d. C.
Por último, con esta expresión se puede designar también la tradición jurídica
que ha sobrevivido después de la caída del Imperio romano de occidente hasta
nuestros días.
El nacimiento del derecho romano se debe entre otras causas a la división
existente en la sociedad romana entre patricios y plebeyos. No obstante, antes
del año 451 a. C.-450 a. C., no se conoce la existencia de un sistema unificado
para la península, por lo cual es preciso remontarse a la Grecia clásica,
considerada la cuna de la civilización occidental, y en particular al llamado periodo
ático o del derecho griego ático, de donde se cree que se permearon algunas de
las disposiciones que se hallan presentes en la Ley de las XII Tablas
Las tradiciones legales romanas estaban en manos de los patricios y todos los
asuntos relacionados con lo que nosotros conocemos como derecho recaían
sobre el Pontifex Maximus, evidentemente patricio, conociéndose como derecho
pontifical. Los plebeyos desconocían como iban a ser juzgados exactamente y
normalmente los patricios aplicaban la tradición pontifical según convenía a sus
intereses. Por ello, una de las reclamaciones plebeyas, a imagen de lo que había
ocurrido en las ciudades del arcaísmo griego, solicitaron la codificación de la
tradición en forma de leyes. Para ello, el Senado acordó enviar una comisión
a Grecia para informarse sobre las leyes de las ciudades, y después se decidió
la abolición de las magistraturas patricias y del tribunado de la plebe, entregando
el poder a una comisión de decenviros, que debían codificar las leyes romanas
en un período de un año. Esta comisión elaboró X(10) tablas de leyes bastante
justas y, por tanto, favorables a los plebeyos, pero, al no estar terminado el
trabajo, se nombró una segunda comisión decenviral, mucho más conservadora,
que elaboró las dos últimas tablas, con leyes netamente antiplebeyas, que, por
ejemplo, prohibían los matrimonios mixtos. Esta comisión intentó perpetuarse
en el poder, pero fue depuesta y el sistema de magistraturas empezó a funcionar
de nuevo. El resultado fue el primer cuerpo legal conocido y estructurado,
llamado Ley de las XII Tablas, del año 451 a. C., y que fueron expuestas
públicamente en el Foro Romano.
En el año 367 a. C., las Leges Liciniæ-Sextiæ culminaron el proceso de
igualación entre patricios y plebeyos, permitiendo el acceso progresivo de estos
últimos a las magistraturas y sacerdocios, aunque el primer Pontifex
Maximus plebeyo tuvo que esperar más de un siglo.
La compilación legislativa se fue realizando de forma acumulativa a través de
los Edictos del Pretor. A partir de la Ley de las XII Tablas, los Pretores asumieron
la función jurisdiccional, y para poder tipificar nuevos casos emitían al inicio de
su mandato un Edicto en el que indicaban que era punible, en el que asumían
como propios los edictos de pretores anteriores, y corregían o abolían las
disposiciones recibidas.
Al principio los pretores eran sólo dos, uno el Prætor Vrbanus se dedicaba a
juzgar los asuntos en los que participasen ciudadanos romanos, mientras que el
otro, el Prætor Peregrinus, atendía los casos en los que exclusivamente
intervinieran no ciudadanos. Los casos tratados eran bastante variados, pero la
mayoría derivaban de asuntos comerciales. Así, las relaciones comerciales
obligaron a la creación del precedente del llamado derecho contractual, un
derecho ultro citroque obligatio (que obliga a ambas partes), a partir del cual
nace el llamado Ius Gentium o derecho de gentes.
El sistema legal romano fue complicándose cada vez más, ya que los Tribunos
de la Plebe a través de los Comitia Tributa elaboraban Plebiscitos sobre los más
variados asuntos, políticos, económicos, jurisdiccionales, mientras que el
Senado, a través de las resoluciones llamadas Senatus Consultum creaba
jurisprudencia.
Con el advenimiento del Imperio, los emperadores asumieron la función de los
Tribunos de la Plebe con el ejercicio de la Tribunicia Potestas, lo que les permitió
legislar a través de los Edictos y Constituciones imperiales. Por su parte, los
gobernadores provinciales poseían poderes jurisdiccionales y podían emitir
leyes propias para sus provincias, pero que podían ser recurridas por los
provinciales ante el Senado y/o el Emperador.
El resultado de todo este conjunto de disposiciones fue un enorme y farragoso
aparato de leyes de diferentes rangos, muchas veces contradictorias, lo que hizo
necesaria la aparición de la figura de los jurisconsultos (o Juristas), que trataban
de simplificar el conjunto legal y formar doctrina jurídica, que pudiera aplicarse
también a los nuevos casos. Entre ellos destacan Ulpiano, Papiniano, Herenio
Modestino, Gayo y Paulo.
Derecho testamentario en la actualidad
El derecho hereditario es aquel conjunto de normas jurídicas que establece la
capacidad de heredar, el modo o forma de heredar y determina la sucesión
hereditaria para después del fallecimiento, dentro de ellas se encuentra el
testamento, con las formas de heredar en España, y quién tiene derecho a la masa
hereditaria. En esta web le hablaremos del Derecho a heredar: Testamentos –
Herencias – Sucesiones.
El Testamento
El testamento, es aquel documento o instrumento jurídico por el cual se dispone y
ordena la sucesión de las personas para después de su muerte.
El testamento revocable
El testamento es siempre un revocable. No hay ninguno definitivo hasta el
fallecimiento de una persona. Así que puede ser sustituido o cambiado en cualquier
momento.
Testamento típico
El caso más típico o común de las clases de testamento que suele otorgarse en
España, es el testamento notarial, en el que un matrimonio con hijos va a hacer
testamento al Notario de su localidad. La idea que suelen tener es que el viudo o
viuda se quede con los mayores derechos posibles, y en particular que pueda seguir
disfrutando de la casa o de los bienes mientras viva, y que después pase a sus hijos
por partes iguales.
Con estas sencillas disposiciones se consigue que el marido o la mujer que queden
viudos puedan usar y percibir las rentas y frutos del patrimonio de los dos, mientras
viva, de modo que por ejemplo tiene derecho a vivir en la casa sin que los hijos
puedan negarse a ello.
En el caso de que existan arrendamientos
Cuando el viudo fallezca, los hijos recibirán sin ninguna limitación la herencia de los
dos padres.
Este tipo de testamento da la seguridad de que mientras viva cualquiera de los dos
cónyuges, tendrá derecho a vivir en la casa, y utilizar el patrimonio, pero que ese
patrimonio, cuando los dos falten, pasará a los hijos por partes iguales, incluso
aunque el viudo contraiga nuevo matrimonio, porque no es propietario, sino
usufructuario.
Se suele denominar en el lenguaje común “del uno para el otro y a falta de los dos
para los hijos”, y verdaderamente es una expresión que se ajusta perfectamente a
su contenido.
Es tan sencillo que no es extraño que sea el modelo más utilizado por los que
acuden a la Notaría a otorgar testamento. Cada uno de los cónyuges ha de otorgar
este testamento por separado, son documentos individuales.
Esto puede hacerlo cada uno en su propio testamento, pero siempre que se
respeten las legítimas.
Estos testamentos normalmente incorporan un sustituto, es decir, indicarán que, en
caso de que el testador sobreviva a su cónyuge o de que mueran al mismo tiempo,
por ejemplo, en accidente, el heredero será la persona que para tal supuesto se
designe.
El primer problema que se plantea si alguien muere sin haber hecho testamento es
qué sucede con su herencia.
Lo que pasa es que en este caso, como el fallecido no ha establecido quiénes son
sus herederos, será la ley la que los nombre, siguiendo un orden de parentesco.
Como en el caso del testamento (ver El testamento), explicaremos las normas del
Derecho Común, remitiendo al Notario para mayor información sobre los Derechos
Forales, por su complejidad y las diferencias que existen entre Comunidades.
Si el fallecido tiene hijos, su herencia se divide entre todos sus hijos por partes
iguales.
Si alguno de los hijos ha muerto antes que el padre, hay que diferenciar:
Si este hijo tenía a su vez hijos, les corresponde a estos por partes iguales la parte
que le tocaba a su padre o madre.
Si el hijo muerto no tenía hijos, la herencia se divide sólo entre los hijos que viven a
la muerte del padre. Si el fallecido estaba casado: a su cónyuge le corresponde sólo
el usufructo de un tercio de la herencia, además, como es natural, de mitad de los
bienes que sean gananciales, porque esos bienes son por partes iguales del marido
y de la mujer, ya en vida de los dos.
A sus padres, por partes iguales si viven los dos, o si sólo vive uno, todo a él. Si no
hay padres pero sí abuelos o ascendientes más lejanos, a éstos. En este caso al
viudo le corresponde el usufructo de la mitad de la herencia
Si no viven sus padres ni tiene ascendientes de ningún tipo, el viudo o viuda será el
único heredero.
El poder ejecutivo
En ciencia política y derecho, el poder ejecutivo es una de las tres facultades y
funciones primordiales del Estado. Se distingue así del poder legislativo, que
aprueba o deroga leyes, y del poder judicial, que las interpreta, hace respetar o
invalida.
El poder ejecutivo es el responsable de la gestión diaria del Estado, concibe y
ejecuta políticas generales de acuerdo con las cuales las leyes tienen que ser
aplicadas; representa a la nación en sus relaciones diplomáticas; sostiene a
las fuerzas armadas y en ocasiones aconseja con respecto a la legislación.1 En
los estados democráticos, el poder ejecutivo está considerado como administrador
y ejecutor de la voluntad popular a la cual representa y de la que debe ser su más
firme garante.
La doctrina jurídica del Derecho Administrativo y del Constitucional plantea una
disyuntiva de tipo nominal para designar a este poder del Estado.
Algunos teóricos lo denominan Poder Ejecutivo y otros Poder Administrativo. Sin
embargo, es esta última versión la que describe de mejor manera las funciones de
esta potestad, debido a que la ostentación de esta potestad jurídica no solo supone
la ejecución de reglas, sino que también implica la administración a través del
dictamen de otras normas (reglamentos, decretos, instructivos). En algunas
jurisdicciones es común que se le deleguen potestades legislativas a quien también
ostenta el cargo de presidente, aunque esto no se debe confundir con la potestad
administrativa, que bajo mandato constitucional le otorga esas facultades al
presidente o primer ministro.
Esto último suele traer problemas de competencia legal, es decir, de confusiones
entre qué se le está permitido realizar a cada potestad, y suele ser esta disyuntiva
un argumento a favor para la justificación de Tribunales Constitucionales.
El poder ejecutivo tiene dos funciones básicas:
Función política: tiene por objeto dirigir al conjunto de la sociedad por el camino que
permita satisfacer en mejor forma sus fines específicos, tomando decisiones ante
situaciones nuevas que no están reguladas por la ley, como por ejemplo: nombrar
ministros de Estado, aprobar o no; tratados internacionales, realizar intercambios
comerciales en uno u otro país, etcétera.
Función administrativa: por esta función se desarrollan los fines específicos del
Estado, sujetos a la ley (las actividades que realizan los ministerios, gobernaciones,
intendencias, empresas del estado, etcétera).
El poder ejecutivo suele ser unipersonal. El jefe de Gobierno es la figura visible y de
mayor importancia del poder ejecutivo. En un sistema presidencial, el jefe de
Gobierno es también el jefe de Estado,2 mientras que en un sistema parlamentario es
generalmente el líder del partido con mayor representación en el poder legislativo y
es comúnmente llamado primer ministro (Taoiseach en la República de
Irlanda, Canciller Federal en Alemania y Austria). En Francia, el poder ejecutivo se
reparte entre el presidente y el primer ministro, sistema que se ha reproducido en
una serie de antiguas colonias francesas.
Suiza y Bosnia y Herzegovina también han colegiado sistemas para la función de jefe
de Estado y de Gobierno. En Suiza, el Consejo Federal está integrado por siete
miembros, uno de los cuales lo preside de manera rotativa. Por su parte, Bosnia y
Herzegovina posee una presidencia colegiada de tres miembros.
El jefe de Gobierno cuenta con la asistencia de un número de ministros, que por lo
general tienen responsabilidades centradas en un determinado campo de actuación
del ejecutivo (por ejemplo: salud, educación, asuntos exteriores), y por un gran
número de empleados del gobierno o funcionarios públicos y otras cosas más.
Ministros y atribuciones
1: Ministerio de agricultura, ganadería y alimentación (MAGA):
http://web.maga.gob.gt/