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Nos falta todavía explicitar nuestra concepción de la escritura: ¿si no se trata ni de retomar
las antiguas concepciones de la escritura inspirada, ni de someterse a una norma textual de
que se trata exactamente?
Estas cuestiones exigen ser tratadas precisamente por dos razones contrarias. Por una
parte, todo el mundo cree saber lo que es escribir: ¿no escribimos desde la jardinera, uno no
puede considerarse como experto desde que domina a groso modo la ortografía y la gramática,
y que aplica los géneros que son de los curriculum escolares universitarios? Por otra parte la
escritura no se constituyó en disciplina universitaria autónoma como lo hizo la comunicación
en los años 60.
La escritura está por lo tanto en todas partes y en ningún lugar. Es atópica y transversal. Está
presente por todas partes fuera de los departamentos de literatura, en los que los especialistas
lo son en relación a su territorio minúsculo, exclusivamente literario. Está presente sin
embargo, cada vez más, en la investigación.
Claude Hagége afirma: “una lengua escrita no es una lengua oral transcripta. Es un nuevo
fenómeno tanto lingüístico como cultural” 1. La toma de conciencia de esta diferencia explica la
importancia creciente de los trabajos inspirados en la antropología (la dimensión humana del
gesto de la escritura, la influencia del contexto), mientras que la lingüística se descentra del
sistema único del lenguaje para tomar en cuenta modalidades de enunciación y situaciones de
escritura. Los trabajos de antropólogos como Jack Goody o de lingüistas como Emile
Benvéniste han abierto el campo de la escritura a los investigadores en forma creciente
alertados por su interés, particularmente en didáctica de las disciplinas y por la proliferación de
los talleres de escritura.
“Los años 1980 son sin ninguna duda los años “escritura”, como los años 1970 han sido los
de la lectura (….). La obligación de aprender y de saber leer y escribir se va sustituyendo
paulatinamente por las nociones de entrada en lo escrito y de apropiación de este”. Tal como
precisa Christine Barré de Miniac desde el comienzo de la síntesis que propone para la revista
francesa de pedagogía.2 Esta evolución es paralela a la que refuerza al mismo tiempo el peso
de lo escrito en la actividad de las empresas, tanto en la prescripción como en los intercambios
entre profesionales (internet y autonomización). En torno de esta clave de apropiación se han
desarrollado toda una serie de investigaciones.
1
L’homme de parole, Paris, Fayard, 1985, p. 92
2
“La Didactique de l’écriture. Nouveaux éclairages pluridisciplinaires et état de la recherche » RFP, nº 113, 1995
« La didactica de la escritura. Nuevos clarificaciones (o explicaciones) pluridisciplinares y el estado de la
investigación »
1
Se ocupan en principio del sujeto que escribe. La psicología cognitiva afina las
modelizaciones mecanicistas y lineales heredadas de los trabajos de Hayes y Flowers 3. La
antropología a partir de los trabajos de J.- Goody 4 , la historia y particularmente la de la
educación, la psicolingüística, pero también la semiótica – Cf. Philliph 5- y el psicoanálisis 6
exploran más bien el proceso de la escritura más que el producto, la dinámica en puesta en
práctica más que el resultado.
Se afirma así la influencia de un sujeto que escribe (y complementariamente, la importancia
de una pragmática centrada en los efectos del texto). Esta evolución coincide con la de la teoría
literaria. Los escritos del “último” Roland Barthes hacían ya de la escritura una práctica de
construcción del sujeto. Louis Marin estudia su poética específica7.
Estas nuevas investigaciones se interesan también de una manera que permite superar el
reduccionismo de Hayes y Flowers bajo la influencia del contexto (histórico, social y cultural). La
influencia de Lev Vygotsky es en este punto muy fuerte. Sociolingüística, psicolingüística, e
historia son igualmente influyentes Anne Marie Christin muestra la importancia del lector que
según ella es “el maestro del mensaje” 8 (no el autor). Del lado de la didáctica Christine Barré –
de Miniac interesándose en la relación por la escritura 9 toma más bien en cuenta al sujeto y al
contexto a la vez, al sujeto y al contexto didáctico del aprendizaje de la escritura. Michel
Dabene finalmente pone en evidencia la unidad de carácter antropológica del gesto de la
escritura. Postula la existencia de un “continuum escritural” que maltrata un poco a las
escrituras y las jerarquías vigentes en nuestras sociedades 10. Escribir para él y para (nosotros)
ya se trate de una lista de compras o de una tesis de doctorado es siempre escribir.
Interesándose por “aspectos socio didácticos de la aculturación de lo escritural”, el mismo
Michel Dabene se pregunta por la naturaleza de esta extraña didáctica que apuntaría a la
escritura (escolar). Anota que la escritura no constituye en tanto tal una disciplina de
enseñanza pero que lo escrito “interviene en todas las disciplinas, de manera mayoritaria en
nuestro sistema educativo que hace de ella el modo de acceso privilegiado sino exclusivo a los
conocimientos y a la certificación”. Transdisciplinaria, la escritura permanece sin embargo en el
“signo de la clase de francés” donde se confunde con la enseñanza de la literatura, lo que
retoma la confusión corriente entre escritura en tanto tal y los escritos realizados. “Tanto bajo
el ángulo de la lectura (lectura de buenos libros) que bajo el ángulo de la producción (escribir
es producir un buen lenguaje, buscar un estilo, imitar los buenos textos literarios)” 11
3
Cf notamment John R. Hayes et Linda s. Flower « identifying the organization of writing processes » in Lee W. Gregg
et Erwin R. Steinberg, Cognitive processes in Writing, Hillsdale-New Jersey, Lawrence Erlbaum Associate Publishers,
1980
4
J. Goody, La raison graphique, Paris, Minuit, 1986
5
CF. Phillip Lejeune, op. cit. ; Antoine compagnon, Le démon de la théorie. Littérature et sens commun, Paris, le
Seuiol, 1998
6
Autour les travaux de Didier Anzieu, le corps de l’œuvre, Paris, Gallimard, 1981, Daniel Sibony, L’autre incastrable,
Psychanalyse écritures. Paris, Le Seuil, 1978 ; Georges Pommier, Naissance et renaissance de l’écriture, paris, PUF,
1993
7
L’écriture de soi. La libraire de collège International de philosophie, Paris, PUF 1999
8
L’image écrite ou la déraison graphique, Paris, Flammarion, 1995
9
Le rapport à l’écriture –aspects théoriques et didactiques, op. cit.
10
« La notion d’écrit ou le continuum scriptural » in le Français aujourd’hui, nº 73, 1991
11
« Aspects sociodidactiques de l’acculturation au scriptural Hypothèses et choix méthodologiques » in Christine
Barré de Miniac (ed), Vers une didactique de l’écriture, Pour une approche pluridisciplinaire, Bruxelles, De Boeck et
larcier/INRP, 1996, p. 87 ss
2
Plantea también los fundamentos de una disciplina de investigación autónoma, la didáctica
del francés como lengua materna, y hace precisiones de las contribuciones de diversas
disciplinas a su fundación. Pero para la escritura en sí misma, contrariamente a lo que sucede
en numerosos países extranjeros (incluida Quebec), sigue siendo algo raro ocultado por los
departamentos de literatura y relegado a la formación continua de los adultos.
Legitimidad
¿De dónde vienen en este panorama tan diverso nuestra propia legitimidad para tratar la
escritura? Alain puede hacer valer que la escritura es una pasión, que lo anima desde hace más
de un cuarto de siglo, una pasión y una práctica de producción y de publicación de escritos
diversos (una decena de obras sin hablar de las más nuevas, críticas y artículos); que hacer
escribir está en el eje de sus prácticas profesionales en tanto que profesor de letras animador
de talleres de escritura, formador de formadores de profesores; y que este doble anclaje es
como objeto de una explicitación tanto en teoría literaria como en didáctica (ensayos, artículos
de investigación, codirección de una investigación del INRP en didáctica de las disciplinas). Esta
legitimidad se apoya en la creación de un terreno de investigación con Aleph. En cuanto a
Mireille se ha dedicado a los estudios de letras y a la escritura misma a título personal, antes de
dedicarse a las cuestiones que plantea la escritura cuando se trata de las prácticas
profesionales. Obviamente también soporta desde hace mucho tiempo la obligación y los
encuadres de la escritura de la investigación en ciencias de la educación (artículos arbitrados,
obras).
Sobre la base de esta doble experiencia quisiéramos y sin limitarnos a los encuadres de las
diferentes disciplinas que tratan a su manera de la escritura, precisar de qué se trata hablar hoy
en día de escribir.
Malos entendidos
Algo instantáneo. Ella hace pasar su vaso de vino de la mano derecha a la izquierda; se
vuelve sumamente libre la mesa tendida con un mantel blanco de papel, desliza la mano
derecha que acaba de liberar entre las vestiduras de otros comensales, ¡discúlpeme! hasta
alcanzar los platos adornados de donde ella toma una aceituna, luego una rodajita de
salchichón con ajo, antes de darse vuelta hacia alguien que estaba detrás de ella y decirle: “…
es increíble bajo pretexto de que escriben en internet, admitir que escriben cualquier cosa, ya
no hay más ortografía, ni sintaxis ni nada. Si esto continúa nadie más escribirá porque nadie
sabrá escribir”.
Sylvaine es profesor en un liceo parisino. Lo que choca en este recuerdo que cuenta Alain es
la amplitud del mal entendido, finalmente nuestra civilización persiste y lo que se hace visible
es la civilización de lo escrito. R. Barthes resumía en 21 puntos en sus variaciones sobre la
escritura12, las grandes etapas de la invención de la escritura. Habría que agregarle dos
demasiado recientes para que él las pudiera integrar: el teclado y el digital. Cada nueva
12
Paris, Le Seuil, 1994 et 2000 pour la publication avec Le plaisir du texte, ou Œuvres complètes, t.2
3
revolución tecnológica desde la imprenta en papel hasta lo digital amplia el imperio de la
escritura en lugar de reducirlo. Habría 20 millones de páginas nuevas cada año en la web.
Pero para Sylvaine, escribir sigue siendo escribir bien según los cánones que conocemos
todos desde la escuela primaria que le dan una importancia primordial, la de los verdaderos
requisitos previos a operaciones que son para no importa cual redactor profesional
operaciones de verificación finales.
¿No podríamos partir de un presupuesto diferente y más acorde a la extensión sin límites de
los signos? ¿Estos escritos de todo tipo no están aplastando la actividad de escritura en sí
misma?
¿El resultado oculta en suma al proceso, como el árbol al bosque? ¿Por qué soñar más bien
con una retirada, con la desaparición del bosque en cuestión, con el silencio, el habla cada vez
más escasa, con la rehabilitación del gesto desnudo de escribir?. Pero la nostalgia no tiene
poderes allí. La palabra universal cada vez más se inscribe en lugar de desaparecer, es una
huella sin fin, un gráfico en expansión ilimitada consultable, con ítems, con referencias, que ha
cambiado hasta nuestra percepción mailiada, empecinada de la palabra entre los amantes.
¿No hay que partir de esta paradoja que la masificación de lo escrito tiende a volver la
escritura invisible? Por una parte al hacerse virtual lo escrito se indiferencia; la novela se ha
vuelto pletórica aún cuando se reduce a la primera novela francesa y los trabajos
universitarios, y los escritos profesionales o comunes es peor aún. Por otra parte
permanecemos frente a estos textos sin límites como frente a las cavernas cubiertas por los
magdalenienses (por lo menos fascinados). El resultado está ahí, una huella, manos dadas
vueltas, siluetas fantásticas de bisontes o de ciervos, pero no sabemos más nada del acto que
precedió su producción, nada de su autor, de sus movimientos de mano, de sus intenciones o
de sus estrategias, aún de sus lectores. El resultado, el trazo multiforme, aplasta todo y vuelve
abstracto el gesto. Al menos en el caso del arte parietal seguimos siendo sensibles a un
llamado. Pero frente a una serie de archivos Word, una montaña de informes mecanografiados,
fotocopiados, nos podemos fascinar ¿para qué sirven todos estos signos que no signifiquen
nada para nosotros?.
El cansancio es tal, que el ideal, para algunos, sería de terminar de una buena vez con la
escritura, como decía Paul Valéry, crudamente y refiriéndose al amor, “con sus sudores y sus
jugos”! Con este cuerpo a cuerpo, y la angustia, la exigencia! Los protocolos cada vez más
precisos y cada vez más técnicos, la instrumentalización está redoblada: la tentación existe por
todos lados, hasta en los oficios de lo humano, como en medicina. Que la redacción en fin se
reduzca a un trabajo de registro (es la computadora que toma nota de lo que le dicto), o al
llenado de infinitos cuestionarios de opción múltiple, o a una operación escrituraria
descarnada, es tal vez algo más eficiente. ¿Fantasma o consecuencia de las revoluciones
actuales?
Como recuperar el sentido, mejores personas, no ser automatas
Estamos, sin sorprendernos, del lado contrario. Nuestras experiencias de hacer escribir, muy
diferentes, nos muestran que, en todo trayecto de formación, de enseñanza o de práctica
artística, el grupo o el taller de escritura permite separar el gesto de escritura (y de lectura) de
la cosa estéril por la que es tomado cuando no está autorizado, compartido, dicho. Estamos
4
pues a favor de una vuelta al acto de escritura y de lectura y de la cooperación que lo autoriza,
de su inscripción en un contexto que le dicta sus funciones y sus estrategias.
Esta vuelta aplica que dejemos de hacer como si la escritura fuera algo natural, como si nos
hubiera venido con la naturaleza en consecuencia idéntica a sí misma, de Mesopotamia, o en
todo caso de Descartes a nuestros días.
Vuelta atrás
Sin duda debemos alejarnos de esta historia que es la nuestra. Las cosas han cambiado poco
a poco a partir de los años 1970. Se escribía ciertamente a finales de los años 60, como hoy en
día, novelas, informes de investigación, actas de reuniones, cartas de amor y listas de compras.
Pero justamente: se escribía siempre algo, transitivamente. No se escribía.
Salimos entonces de una época de ciencias, humanas o duras: los resquebrajamientos se
hacen oír, mayo del 68 no está lejos, con su vuelta masiva a la subjetividad, y luego al relato. 14
Los trabajos de Julia Kristeva, y luego de Roland Barthes llaman la atención sobre el proceso
que atraviesa el cuerpo y el sujeto del escribiente: el de la significancia. Traducido a las
palabras de hoy en día, se interesan por el proceso de la escritura mientras se hace, en las
significaciones nuevas que esta práctica inventa al inventar el sujeto mismo que la enuncia. Es
la escritura en el sentido contemporáneo la que está en cuestión: está ahora libre de la
transparente expresión de una persona psicológica tanto como de la representación del mundo
‘tal cual es’, se ha vuelto exploración del lenguaje y elucidación personal. No está ya centrada
en el umbral ‘epistémico’: está centrada sobre el pensamiento reflexionado.
Es pues la vuelta de la subjetividad lo que se anuncia. Se escribe “intransitivamente” como
lo hace notar Roland Barthes 15: como rogamos, como creamos, como disfrutamos, con las
mismas ambigüedades. Es la asunción de la escritura la que se esboza, ligero desprendimiento
de retina, verdadero entrelazamiento de pistas antiguas. La voz ‘mediana’ descrita por Barthes
a partir del empleo dado por Meillet y Banvéniste del verbo sacrificar (ritualmente) le parece
13
Georges Perec, Entretiens et conférences, t.1, Paris, Ed. Joseph K, 2003, p. 77-78
14
Cf. Dominique Viart et Bruno Vercier, la littérature française au présent, Bordas, 2005
15
“Écrire, verbe intransitif?” In Le bruissement de la langue, op. cit.
5
que corresponde completamente a este estado moderno de escribir, del cual dio una definición
que se ha vuelto canónica. “Escribir hoy en día es hacerse el centro de un proceso de palabra,
es efectuar la escritura, afectándose a uno mismo, es hacer coincidir la acción y la afección, es
dejar al escribiente en el interior de la escritura, no a título de sujeto psicológico (…) sino a
título de agente de la acción.” Los escritores han difundido la buena nueva. Decir que escribir
es escribir lo que uno ignora habría sido la vergüenza de cualquier autor del siglo XIX o más o
menos: la frase se encuentra hoy en día en cientos de entrevistas. Los animadores de talleres
de escritura la han multiplicado, y luego los docentes, los formadores.
16
Cf. Ateliers d’écriture, actes du colloque de cerisy, 1983, « L’art du rat. Problèmes de la réécriture » Grenoble, Ed.
Ceditel, 1991
17
Cf. Anne Roche, Nicole Voltz, andrée Guiguet, L’atelier d’écriture. Éléments pour la rédaction du texte littéraire.
Paris, Nathan, 2006, réed.
18
1993, paris, Gallimard, 1998, trad. Fr.
6
procedimientos que dan cuenta específicamente de un género preciso (novela negra o nota de
síntesis)
El espacio de la escritura
Esta tensión entre una dimensión enunciativa y una dimensión de distanciación, si bien tuvo
su importancia tanto literariamente como en el pequeño mundo de los talleres de escritura, no
es la única que organiza el espacio de la escritura.
El acto de escribir comprende ciertamente una dimensión enunciativa, que descansa sobre
la necesidad y/o la voluntad de decir. Es lo que las personas que practican la escritura como
amateurs, como amorosos informados de la literatura, señalan como un deseo de expresión; es
lo que algunos escritores dicen que es más bien una necesidad (interior). Esta necesidad es
más fundamental que cualquier cosa que se tenga para decir, que muy a menudo no se
explicita sino con el trabajo de enunciación en sí mismo. Paul Valéry lo observaba ya en Tel
Quel: “la literatura está llena de gente que no sabe casi qué decir, pero que tienen necesidad
de escribir”. Esta fuerza es más importante que todas las técnicas (que no son pertinentes más
que cuando son adecuadas a esta fuerza): superioridad del soñador (artista o científico) sobre
el ingeniero o el técnico.
Existe así, en todo autor, una fuerza que le impide reducir la escritura al resultado (una
fuerza que todo el esfuerzo de un estilo apunta precisamente a inscribir) o a una estricta
fabricación técnica, y que se relaciona más bien con el trabajo de duelo o de sueño. En el
escritor, puede estar vinculada con la identificación heroica a un autor. Escuchen a Pierre
Michon: “Sí, esto es lo que me dio Faulkner, es el permiso de entrar en el lenguaje con golpes
de hacha, la determinación enunciativa la gran voz invencible que se pone en marcha en un
pequeño hombre incierto. Es la libertad violenta. Es quien me ha permitido osar (…)” 19 Este
ejemplo ilustra el hecho de que escribir es situarse: identificarse, inscribirse en una herencia
que constituye a la vez una genealogía simbólica y una mina en la cual hurgar los
procedimientos de los cuales un autor tienen necesidad para trabajar.
Pues escribir comporta también una dimensión de distanciación. El autor puede ir hasta el
fin de su gesto en la medida en que es apto para un cierto trabajo, particularmente de
relecturas y de reescrituras sucesivas, y de elaboración de estrategias diversificadas, tanto en
relación al texto a producir como a sus destinatarios: donde se ha vuelto un poco lo que Marcel
Proust llamaba “el propio lector de uno mismo”. Este polo es el del trabajo. Escribir es –
siempre– no solamente decir, sino también hacer. Todo debe resolverse, tarde o temprano,
sobre la hoja, obedeciendo reglas escriturales, las de pasar por las horcas caudinas de la
inscripción material, espacial y gráfica, de una enunciación que por el mismo acto cambia de
naturaleza.
Recordemos aquí la dimensión, fundada esencialmente en la alteridad, que funda todo
gesto creativo. Escribir, es también dirigirse a un lector, conocido o desconocido. Tarde o
temprano hay que dar el texto, otro gesto fundamental, lo que implica una aptitud poiética
19
Cf. “Le père du texte”, Trois auteurs, Lagrasse, Verdier, 1997, p. 82-83
7
(ligada al trabajo interior de la creación). Al igual que lo que acabamos de nombrar, esto
tampoco ‘va de soi’. Escribimos en relación con los otros. En el trabajo de la escritura, como en
el trabajo en general, conviene por lo tanto rechazar el dualismo que representa la actividad
como la única confrontación de un sujeto con su objeto. En la escritura también opera esta
‘tríada viviente’ mencionada por los clínicos, que introduce lo otro entre el sujeto y su
actividad: el dialogismo.
20
Le corps de l’œuvre, op. cit, voir également Alain André, Babel heureuse op. cit.
8
Anzieu desarrolla la idea de que “el inconsciente del autor, realidad viviente e individual (en
tanto ‘articulado al cuerpo, real e imaginario, a sus pulsiones, a sus funciones, a las
representaciones primeramente sensoriales y luego verbales que se hacen algunos pacientes
del aparato psíquico’) la que da a un texto su vida y su singularidad. No es que el inconsciente
del lector encuentre esta vida y esta singularidad, sino más bien el que le aporta una nueva
vida, otra originalidad”.21 Sin embargo estamos seguros que de este inconsciente ninguno de
nosotros está dotado. Cada uno de nosotros tiene de esta manera que actualizar su potencial
creativo, en la medida en que nuestro medio social y nuestra trayectoria no sea un obstáculo
para eso.
La referencia al trabajo del escritor tiene por lo tanto una dimensión democrática (que
transmitirá a muchos autores, por esta misma razón). Presenta el interés de abrir la reflexión
sobre ciertos aspectos desvalorizados del trabajo de escritura: la relación singular que tiene
cada uno con la escritura, la enunciación y particularmente el proceso.
Nosotros contamos con un abordaje del aprendizaje que se desmarca de la normatividad.
Aún allí, como para el trabajo en general, no despreciamos la prescripción, la modelización de
los textos (para distanciarse de un modelo, es decir, apropiarse de él de manera viviente), la
construcción de saberes procedimentales ligados a la producción de tal tipo concreto de textos.
Pero no podemos hacerlo sobre bases antiguas, como la censura de la subjetividad, la no toma
en cuenta del proceso.
Para retomar el análisis que propone Bernarn Delforce de las “dos grandes maneras de
definir y de construir a noción (…) de competencia escritural” 22, no lo definimos tanto como
una competencia general (saber escribir, en el sentido en el que lo dice un escritor), tanto
como una competencia ligada al dominio de tal objeto lingüístico específico (saber escribir
algo), sino donde se cruzan ambas. Postulamos que no hay diferencia de naturaleza, sino de
grado, entre el escritor y el común de los mortales, que uno y otro pueden elaborar su
subjetividad por la escritura, pero que el aprendizaje (incluido el del escritor, puesto que
escribir, es siempre aprender a escribir) pasa por tomar en cuenta el objeto a producir.
Simplemente, y como el propio Bernar Delforce lo dice: “ninguna de estas dos posiciones
puede tenerse por absoluta”.
No ignoramos que la elaboración de la subjetividad y la imitación de una norma de texto
son inversamente proporcionales. De ahí, tal vez, nuestra común predilección por la escritura
de las prácticas, terreno todavía muy nuevo para haber sido cuadriculado por las normas de
texto tan pesadas como las que reinan en el terreno de los escritos profesionales, escolares o
universitarios.
21
Ibid, p. 11
22
“De l’expérience de lecteur à la compétence de scripteur d’écrits professionnels : obstacles et exigences » in : Yves
Reuter (dir) Les interactions lecture-écriture. Berne, Peter Lang, 1993, p. 322
9