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Los destructores
de máquinas
y
Hinkem ann
de ERNST TOLLER
Traducciónde RodolfoHalffter
Ediciónde JuanchoAsenjo
Personajes de la tragedia (1)

EUGENIO HINKEMANN.
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GRETE, mujer de Hinkemann.
LA MADRE DE HINKEMANN.
Quien no es capaz de soñar, tampoco es PABLO GROSSHAHN.
capaz de vivir.
MÁXIMO KNATSCH.
PEDRO IMMERGLEICH.
SEBALDUS SINGEGOTT.
MIGUEL UNBESCHWERT.
FRAENZE, amiga de Grete.
EL PROPIETARIO DE LA BARRACA.
OBREROS Y OBRERAS.
DIVERSOS TIPOS DE LA CALLE.

La acción en Alemania. Epoca: hacia 1921:

. IErnst Toller alude, con el nombre que da a sus personajes, a la condición moral
o al defecto físico que caracteriza a cada uno de ellos. Por ejemplo: Hinke-
mann significa, traducido literalmente, «Hombre cojo». Grosshahn,.~<gran
gallo.» -el autor simboliza en el gallo la condición de conqitistador de muje-
res-; {mf!U3rgleich, «siempre igual»; Singegott, «canta a Dios», y lJnbesch-
wert, «sin pena».- N. del T.

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sus pies... Y los diez marcos que me dió los he... ¡Grete! , ~
:fI" ¡Le he pegado a W madre! Como se pega al niño que ti'
martiriza a un animal... Luego, la' dejé... Me atormenta-
ba una idea... Una idea espantosa, horrible... En otra
ocasión, ¿hubiera yo pegado a tu madre?.. ¿Qué sig-
nificaban antes para mí los sufrimientos de un animal...? ;tli¡ii

,... A un animal se le retuerce el pescuezo. Se le mata. Y


ACTO PRIMERO ¿qué? Cuando yo estaba sano, todo esto me parecía
natural... Como si debiera suceder así... Pero ahora, que
estoy mutilado, sé que es algo monstruoso... Un crimen
Cocina de una casa obrera, que sirve simultáneamente cometido en mi propia carne... ¡Peor que un crimen! ~
de cuarto de estar. Grete Hinkemann remueve Una tortura lenta... ¡Pero antes...! ¡Un hombre sano es
la lumbre.Hinkemann entra. Se sienta a la ,mesa. 1
un hombre ciego! '1111
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En la mano derecha, que coloca sobre la mesa, oculta GRETE.- ¿Qué has hecho? Dime. ¿Qué has hecho? Ya no nos I

un objeto pequeño. Clava su mirada en esta mano. queda ninguna esperanza.


HlNK.- Piénsalo: tu madre cegó a un ser vivo. Yo no 10
GRETE.- ¿Te dió mi madre el carbón? (Hinkemann no comprendo. Ni 10 comprenderé nunca. (Grete Hinke-'
responde.) Eugenio, te he preguntado si mi madre te mann sale.)Tú, mi pobre pajarito... Tú... ¡Cómo nos han
dió el carbón. ¡Contéstame! Cualquiera dma' que no maltratado! A ti y a mí. Han sido los hombres... Los
ii estás en ti... Eugenio, ¡habla 'de una Nez...! ¡Es desespe- hombres... Si tú hablases, llamarías diablos a los que
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rante...! Ni una astilla... Ni un trozo de carbón... ¿Pre- nosotros llamamos hombres... ¡Grete! ¡Grete! Ha sali-
tendes, acaso, que encienda la lumbre con nuestra do... Le abUlTe,por 10 visto, nuestra compañía. (Busca
'1 cama? por la habitación.) Unas migajas... Una jaula... ¿Una
HINKEMANN.- Un animalito. ¡Cómo late su corazón...! Se jaula...? ¿Para que muestres a los demás tu desgracia?
nota en la mano. Para él ya no existe el día, sí la noche... ¡No! No quiero ser crue1... Que tu suerte sea mejor
Siempre la noche... que la mía... Porque yo... Yo te quiero... Te quiero...
GRETE.- ¿Qué tienes en la mano? (Sale apresuradamente. Vuelve pasados unos segun-
HINK.- ¿Cómo puedes permanecer todavía impasible junto dos.) ¡Plaf! Una manchita roja en el muro... Vuelan un
al fogón? ¿Cómo no se te caen los pucheros de las par de plumas... ¡Y se acabó! ¡Una idea...! ¡Aquella tl'
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manos? ¿No sientes que te, envuelven unas tinieblas idea...! ¡Y todo vacila...! No sé 10que yo hubiera hecho ~,
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densas? Un animalito... Un ser de la TieITa...Como tú, antes, si me hubiesen mostrado a alguien como yo...
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como yo... Para él, la vida era 'alegre... ¡Tirili, tirilí!... Porque hay ocasiones en que uno no sabe qué ha- ¡I
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¿No le oías todas las mañanas? ¡Tirilí!... ¡Alegría que da cer... De igual modo, uno no se conoce a sí mismo...
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la luz...! ¡Tirili, tirilí!... ¡Y ahora...! ¡Ahora...! Llegué I


Quizá hubiese reído... Quizá hubiese... ¡Reído! ¿Y
cuando ella cegó al animalito con una aguja al rojo. ella...? Fue su madre la que cegó al jilguero... ¿Sé yo,
(Con exaltación.) ¡Oh, oh...!
acaso, lo que piensa hacer? (Comienza a reír convulsi-
GRETE.- ¿Quién? ¿Quién? vamente. Canta a gritos.) ¡Ah...! ¡Ah...! (Mientras canta
~
HINK.- Tu madre... Tu propia madre... Cegó a su jilguero con Hinkemann, entra Grete. Le mira asustada. Se tapa los
una aguja al rojo, porque leyó en el periódico que ,J
cantan mejor los pájaros ciegos... Yo aITojéel carbón a oídos. Comienza, de pronto, a sollozar fuertemente.) 11'1"

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GRETE.- ¡Cristo bendito! ¡Cristo bendito!' que me persigue, que no me deja ni a sol ni a sombra...
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illNK.- ¿Por qué lloras, mujer...? ¡Contéstame...! ¿Por qué Oigo voces... Me miran caras extrañas... Tengo un 1
gimoteas? ¡Habla! ¡Habla! ¿Lloras porqué yo..., por- gramófono en la nuca... Un animal siniestro, cuya
que yo te he..., porque los hombres me señalarían con música zumba en mis oídos: «Eugenio, eres un ridícu-
el dedo, como a un payaso,' si supiesen..., porque el lo... ¡Un ridículo!». De pronto, te veo... Sola... En una
tiro heroico de aquella criatura maldita me convirtió en habitación... Asomada a la ventana... Yo paso por la
un mutilado, miserable,en un hazmerreír...?- ¡Dime...! calle... Tú te ocultas detrás de los visilios... Los pulmo-
¡Dime la verdad, sin rodeos...t¡La verdad..:!' Todo nes se te hinchan y las tripas te rugen de tanto reír...
vacila... ¡Todo vacila en torno mío! La verdad... Sí... ¡La (Después de una pausa.) Grete, querida Grete... Tú -li!
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verdad!... ¡Quiero saber la verdad! (Suplicando. Con no puedes reírte de mí... ¿Verdad? ¡Tú no eres capaz
acento cariñoso.) ¿Por qué ,lloras? de hacerme tanto daño! ;,1
GRETE.- Yo... yo te quiero... tl
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GRETE.- ¿Qué quieres que te diga, Eugenio? Tú ya no me
HINK.- ¿Me quieres...? ¿A mí...? ¿O sólo me compadeces...? crees... lit
GRETE.- Yo te quiero... - t
HINK.- Un perro... De niños, jugábamos con él... Era un illNK.- ¡Sí! ¡Sí! Yo te creo, Grete... ¡Me vuelvo loco de
animal fiel, cariñoso... No dejó ¡nuncaf,qúe nos hiciesen alegría...! ¡Yo te creo...! Buscaré trabajo... Trabajaré... II
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Aunque tuvieran que uncirme al yugo... ¡Como a un .
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el menor daño... A este perro, tan' querido, le ataca la
buey...! (Entra Pablo Grosshahn.) ~~..
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sarna... Su cuerpo se llena de pústulas... Sus ojos, su-
puran... Nadie se acerca a él... Repugna... Pero el PABLO.- ¡Buenas tardes, a los dos!
recuerdo de aquel perro' de antes~ lleno de vida; de GRETE e HINK.- ¡Buenas tardes!
aquella mirada suya tan expresiva, tan hondamente PAB.- ¡OS veo alegres! ¿Puede aprenderse la risa?
humana... Nadie es capaz de matarle... Se le tolera en illNK.- ¡Ciertamente! Pero tú no necesitas aprenderla... Pa- -.',
la habitación... Se le tolera mientras no se eche en blo, pronto serás regente del taller...
nuestra propia cama... (Gritándo.) ¡Grete! ¿Soy yo, PAB.- Sí, sí... El personal fue reducido... Y yo... ¡Pobres de A
quizá, un perro sarnoso? nosotros! Sufrimos peor trato que los cerdos. A éstos,
GRETE.- (Desesperada. Se tapa los oídos.) No lo soporto... al menos, se los ceba... Sólo cuando están gordos, gor- :~!
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Imposible... ¡Me ahorcaré...! ¡Abriré la espita del gas...! dos como una bola, se los degüella... 'jl"
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HINK.- (Abatido.) ¡Pobre Grete! ¿Qué te sucede? Yo no te iI~'
GRETE.- ¡Está usted ofendiendo a Dios!
hago nada. Soy un hombre perdido. Soy una enferme- PAB.- La gente pobre no puede ofender a Dios. Si existe
dad secreta. Soy un muñeco grotesco... Destrozado algo así como un más allá, nosotros gozaremos de la
de tanto jugar con él... El subsidio no nos deja lo bienaventuranza. En primer lugar, porque no tene-
suficiente para vivir, sí para morir... Grete, yo traicio- mos tiempo de pecar... Soportamos demasiadas vilia-
naría a mis camaradas... A mis propios camaradas... mas... Demasiadas ruindades... En segundo lugar,
Creo que me convertiría en un esquirol... Pero temo... porque merecemos una recompensa. ¿No proporcio-
Mira: aquí tengo un puñado de alfjleres, que me pin- namos a nuestros verdugos el bienestar en la Tierra?
chan... Que me pinchan: «Tú eres un perro sarnoso Por lo demás, yo soy ateo... Yo ya no creo en Dios...
para tu mujer». (En voz baja. Misterioso.) Grete, des- ¿En cuál de ellos tendría que creer? ¿En el de los
de hoy... Desde que me sucedió aquello con tu ma- judíos? ¿En el de los cristianos? ¿En el de los france-
dre... Desde que brotó en mí la idea... La idea maldita, ses? ¿En el de los alemanes?
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HINK.- Quizá todos los dioses, ¡juntos!,quedaron enreda-
una boca más! Por las mañanas va hambriento a la
dos, ¡presos!, en las alambradas;.. Ellos, que dirigen
todas las batallas... escuela... Se acuesta, y las tripas se le retuercen de
GRETE.- Siempre tuve fe en 'la justicia de Dios... ¡Nadie hambre... Después, vende su energía, su fuerza, para
¡Jbdrá quitármela! el trabajo, como si fuese un litro de petróleo... Perte-
PAB.- Si Dios fuese justo, sus accionesseríao también justas, nece a su patrono, a su principal... Por decido así, se
señora Hinkemann. Y... ¿Cómo son sus acciones? convierte en un martillo, en una silla, en una palanca,
¿Quiere usted que se lo diga? ¡El rey y.la patria nos en un tintero. ¿No es así? ¿Qué es, pues, lo único que
sacrifican en nombre de Dios! ¡Se asesina a los hom- nos queda? ¡El amor! Yo mando en mi amor... Soy su
bres en nombre de Dios! En nombre de Dios..asirpis- dueño... Puedo decir a los señores patronos, a los
señores de la Policía: esto es mío. Sólo mío... Fíjese: los
mo, los ricos nos humillan... Se diría que los poderosos,
cuando se avergüenzan de sus actos, hacena,J;>ios ricos tienen tantas cosas con que divertirse... Viajes a
responsable... Yo, por mi parte, cedo la fe a quien le los balnearios... Música... Libros... ¿Qué le queda a
beneficie... Nosotros no luchamos por el Cielo. Sí por uno de nosotros? Claro está: tam~ién leemos libros;
la Tierra, por los hombres... pero no todos los días... Aprendimos poco en la escue-
HINK.- Luchar por los hombres... Pero... ¿Y las máquinas que la... Además, Lohengrinl es magnífico... Pero yo pre-
nos trituran los huesos? Le temo a cada nuevo día de fiero las cupletistas... Las operetas... El conde de Lu-
trabajo. Cuando, por la mañana, comienzo .a.trabajar y xemburgd... El ensueño de un vals... ¿Conoce usted
pienso que tengo que resistir.4uran,te. t04° el día... La viuda alegre...? (Cantando.) «Dulce sueño, que
Cuando, por la tarde, pita ,la ~irena q~ 'la fábrica, me amoroso...» Para nosotros, proletarios, el amor... El
lanzo a la calle... Corro como un loco. amor es la esencia de la vida... La flor... ¡Pobres de
PAB.- A mí no me causa pavor la máquina... Junto a ella siento nosotros cuando se marchita! Entonces... Lo mejor es
una alegría diabólica... Le hago saber que soy el amo... agarrar \lna soga y ahorcarse... ¿No es así, Eugenio?
La pongo en marcha... Y gime... Aúlla... Gira hasta dar HINK.- Puede que tengas razón. .
su rendimiento máximo... Hasta que suda sangre... ¡Por PAB.- Señora Hinkemann, usted es una mujer casada... Puedo
decirlo así...! Yo estallo de risa, torturándola... Grito: hablar con toda claridad... ¿Qué sería la vida para uno
¡Animalejo, tienes que obedecerme...!Eugenio; de nosotros si no pudiese...? Si no pudiese... Todas las
pórtate como yo, ¡como un hombre!, y será~ un amo... noches... Con su mujer... (Hinkemann observa aGrete
HINK.- (En voz baja.) Hay ocasiones en que es más fácil ser emocionado.) ¿Qué dice usted a esto, señora Hinke-
un Dios que un hombre... mann?
GRETE.- (Mirando a Pablo fijamente.) Señor Grosshahn... GRETE.- ¿Qué quiere usted que diga? (Con timidez.) Todas
las mujeres no somos iguales...
. ¡Qué mirada la suya...! ¡Tan penetranté!
PAB.- jBah! HINK.- (Exaltado.) Yo buscaré trabajo... ¡Grete, confía en
mí...! ¡Yo quiero regalarte algo para Nochebuena!
HINK.- Esa manera de mirar no la aprendió junto a la máqui- PAB.- Puedes ahorrarte el paseo...
na.
HINK.- ¡Espera, Pablo! jGrete, hasta luego! (Sale. Pausa.)
GRETE.- ¿Dónde, pues?
HINK.- ¿Dónde? Las mujeres... 1 Opera romántica en tres actos de Richard Wagner.
PAB.- Señora Hinkemann... ¿Qué es 'la vida para un proleta- 2 Operetasde Franz Lehar. Hay versiónespañola de "ElConde de Luxembur-
rio? Cuando viene al Mundo, el viejo le. maldice... ¡Es go", letra de Juan José Cadenas y música de Vicente lleó y de "La viuda
alegre", libreto de Linares Rivas y Reparaz.
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PAB.- Un hombre fuerte como un roble... Y sin trabajo... ¡A Riñe con todo bicho viviente... Cuando me mira, sus
pesar de todo, siempre de buen humor! Señora Hin- ojos me traspasan... A veces, me da miedo... Entonces,
kemano, usted es muy feliz. ¿Verdad? no puedo soportarle... Y a veces me repugna... Me
GRETE.- (Mirándole fijamente. Sin pestañear.) ¡Sí! repugna... Yo quisiera sobreponerme... ¡Cristo bendi-
PAB.- Cuando los veo a ustedes tan unidos, envidio a to! Yo quisiera ser de otra manera.
Eugenio. (Grete Hinkemann solloza. Sujeta su cabeza PAB.- (Con ternura.) Llore usted, Grete. Llore usted... Las
con ambas manos.) ¿Qué le sucede, - señora Hinke- lágrimas que no se lloran son como piedras sobre el
mano? ¡No creo haber dicho nada ofensivo! Sin em- corazón... Esto solía decirme mi buena madre...
bargo, usted llora. ¿Qué le sucede? ¿Busco a Euge- GRETE.- Señor Grosshahn, no se lo dirá usted a nadie,
nio? Quizá lo alcance todavía. .
¿verdad? Me arrojaré al río... '
GRETE.- (Llorando fuerte, desesp~radamen'e.) Me estalla la PAB.- No diré nada a nadie, Grete. A él tampoco... Callaré
cabeza... Me vuelvo loca... . como un muerto... Ten confianza en mí... Ya estuve en
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.~ PAB.- (Preocupado.) ¿Se siente usted mal?~¿Puepoayudarla en la cárcel por una promesa de silencio... Ten confianza
algo? Está usted muy excitada... Muy nerviosa... en mí... Tú eres una mujer joven... Mírame... Si te
GRETE.- ¡Cristo bendito! ¡Cristo bendito! martirizas de ese modo,novivirás mucho tiempo. ¡Grete...!
PAB.- ¿No se porta bien Eugenio? ¿La pega a usted, quizá,? ¡Grete...! (La besa.)
GRETE.- Lo digo... Lo digo... Lo digo... Lo tengo qge d~cir... GRETE.- Ya soy una mala mujer...
Mi Eugenio... Mi Eugenio... Mi Eugenio no es~.:No es PAB.- ¿Mala?.. ¿Malo?.. ¿Cómo puede ser malo lo que nace
un hombre... de la Naturaleza?... Por decirlo así, de la sangre...
PAB.- Señora Hinkemann, usted delira. ¿Tiene usted fiebre? ¿Malo?.. ¿Mala?... ¡Palabras de curas y capitalistas!
GRETE.- ¡No...! ¡Mi Eugenio...! ¡Mi EugeI1io'volvió asídela Mala serías, para ti misma, si gmúdaras fidelidad a un
guerra! Y ahora... Yo me avergüenzo... ¡.Me comprende hombre que no es un hombre. ¿Fidelidad...? He aquí un
usted, señor Grosshahn? Mi Eugenio no es un hombre... concepto para la gente pobre... Entre los ricos, ya no se
No tiene... (Asustada de lo que acaba de decir, se tapa la usa más que en los cuentos infantiles de las niñeras... Un
boca. Pablo ríe.) ¡Cristo bendito! ¿Qué es lo que he amigo mío tiene de querida a la señora de un consejero
hecho? ¿Qué he dicho? ¡Cómo se ríe usted de mí! ¡Ay! de comercio...
¡Ay! ¡Nunca lo hubiera creído! ¡No deqí confiarme en GRETE.- Alguien sube por la escalera... ¡Si fuera Euge-
usted! . ,
liO....
PAB.- Perdone, señora Hinkemann. Lo hice sin querer. Es PAB.- ¡Sí, prefiero irme! Grete... ¿Por qué no vienes tú a
verme? Ya sabes dónde vivo... No temas... Nadie te
que... Cuando un hombre escucha lo que usted acaba verá entrar... Yo no suelo recibir visitas... Y en mi casa
. de decir, le da risa. (Indignado.) Eugenio es un egoís-
podrás abrir tu corazón... Por decirlo así, gastar tus
ta. ¿Por qué la retiene junto a él? ¡Eugenio no la quiere lágrimas... ¿Irás a verme?
a usted! Si la quisiera, la dejaría libre... (Gtosshahn aca- GRETE.- No lo sé todavía.
ricia a Grete. Ella se apoya en él.) PAB.- ¿Recuerdas aún cuando, en el parque Municipal, ju-
GRETE.- Eso es más difícil de lo que parece, señor Gross- gábamos a hacer castillos de tierra? Entonces, yo ya
hahn... No me siento con fuerzas para abandonarlo... pensaba en ti... Grete... ¿Irás a verme? (Grete Hinke-
Surge un rayo de luz... Luego, otra vez la noche... mann, indecisa, mueve la cabeza negativamente. De
¡Qué hombre era Eugenio antes de la guerra...! Pero repente, con brutalidad.) ¡Déjate de coqueterías! ¡Tú
hoy... No hace otra cosa que cavilar... Ofende a Dios... irás.,

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GRETE.- Yo...
PAB.- ¡Túirás!
GRETE.- Sí... 11

PAB.- ¡Adiós, Grete! ¡Adiós!


GRETE.- (Sola.) ¡Soy una pobre mujer...! J~

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TELÓN ACTO SEGUNDO ~
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ESCENA PRIMERA
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Una barraca de feria, pintada de verde. Sentado en un banco,


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'".' el propietario de la barraca. Frente a él, "'I;:
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Hinkemann de pie. ,

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HINKEMANN.- (Señalando sobre una hoja de periódico.) ,¡J I


¡Aquí está! a
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PROPIETARIO.-¿Quéhay?
HINK.- ¡Aquí está! (Leyendo despacio.) «Para número sensa-
cional, necesito hombre fuerte. Buena retribución. Sólo
admitiré material humano de primera calidad». I¡'!!
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PROP.- ¿Es eso lo que le trae a usted por aquí? ¡Acérquese! '
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(Palpando a Hinkemann.) ¡El biceps, fofo...! El pecho...


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el muslo... La cadera... ¡Fofos! Algo así es lo que yo ',¡I~


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buscaba. Pueden pasar por músculos de hierro. ¡De
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r primera! ¡Contratado! ¿Le hace?


.f mNK.- y ¿cuál es mi trabajo?
PROP.- Nada de particular. Juego de niños. ¡Atención! El
pueblo no es un rebaño. Sólo los apóstoles de la paz se
hacen aún ilusiones. Claro está: no tienen la menor idea
de lo que son los negocios. El pueblo quiere ver sangre.
¡¡¡Sangre!!! A pesar de los dos mil años de moral
r cristiana. Yo entiendo bien mis asuntos. Annonizo los
gustos del pueblo y mis intereses. ¿Ha comprendido
usted? (Coge una flauta.) ¿Qué es esto? (Toca algunas
notas.) ¡Alimento de solteronas! ¡Achicoria! ¡Brrr...!
¡Qué asco! (Coge un par de mazos de bombo.) Y esto,
¿qué es? (Golpea el bombo con fuerza.) ¿Qué es
esto? (Redoble de bombo.) ¡Música popular! (Redo-
t" ble.) ¡Borrachera! (Redoble.) ¡Extasis! ¡Vida!
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HINK.- Pero... ¿No iba usted a decinne...?


,.". PROP.- Sí... Ahora mismo. Aquí, una jaula con ratas. Aquí,
otra con ratones. En ellas, un pequeño caudal. Y en
seguida, su número. Poca cosa: atravesar de un mordis-
co la garganta de una rata y de un ratón. Dar dos buenas
"
chupadas de sangre. Algunos gestos. ¡Y fuera! Esto, en
todas las funciones. El público se ret01:ceráde risa. ESCENA SEGUNDA
HINK.- Pero... ¿Animales
. vivos? Señor, no-tengo . más remedio
que renuncIar. Luz débil. Sobre la pared del fondo, las siluetas
PRO P.- ¡Bah! ¡Qué ñoñería! Ochenta marcos diarios y todo de Grete Hinkemann Y de Pablo Grosshahn.
" pagado. Su trabajo durará escasamente cincuenta mi-
1"
i: nutos. Todo es acostumbrarse. Además, hay beneficios PABLO.- ¿Me quieres?
extraordinarios. ¡Se va usted a poner las botas! Amigo, GRETE.- A ti. A ti solamente.
tire usted la moral por la borda. Eso es fácil. Hoy, ni la PAB.- Eugenio piensa...
"
1, honra de las muchachas tiene importancia. Hay médi- GRETE.- No te ocupes de Eugenio. Le odio, sí; le odio.
,. cos especialistas que reparan virgos.
" PAB.- Las mujeres sois muy raras... ¿Por qué no huíste de su
ffiNK.- (Con codicia.) Ochenta marcos... casa cuando él regresó..., cuando supiste...?
PROP.- ¿Ha picado usted, eh? ¡la, ja, ja! GRETE.- ¡Ah, no lo sé! Yaya no sé nada... Sentía vergüenza...
11
ffiNK.- ¡Horrible! ¡A... ni... ma... les vi... vos! PAB.- Bien mirado, Eugenio es un infeliz...
~ PROP.- Intente usted buscar trabajo en otro sitio. No lo
i 1, GRETE.- No te ocupes de Eugenio. Yo no quiero...
;, encontrará. ¡la, ja, ja! ¡O esto o nada! PAB.- Eugenio es mi amigo...
mNK.- (Emocionado.) Todo por... mi... mujer... (Con ímpetu.) GRETE.- No me hables de él. No me hables de él.
¡Cuando uno es amado...! ¡Cuando s~ teme perder ese PAB.- (Después de una pausa.) ¿Qué sucedió la prunera noche?
poco amor ! Señor, ¿no podría usted darme otro ¿Intentó?
trabajo? GRETE.- ¡Oh, Pablo...! ¡Cállate!
PROP.- ¡O esto o nada! " PAB.- Si él hubiese estado sano, tú no hubieras ido a mi casa,
HINK.- (Gimiendo.) Oh... Oh... Oh... Ochenta marcos... Oh... ¿verdad?
Uno de nosotros... Viena... Tíovivos... Siempre giran- GRETE.- ¡Que Dios te prive de la palabra!... ¡Ya mí!... ¡Ya
do... Como un tíovivo... Siempre dando vueltas... Siem- él!... ¡Ya todos! ¡La palabra hizo el infierno!
pre dando vueltas... Acepto, señor.
~
PROP~- ¡Por fin! ¡Reyes, generales, curas y dueños de barraca!
Ellos son los únicos políticos; agarran al pueblo por sus
instintos.
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Europa, tiene que haberle visto de cerca! Y aún otros


números interesantes. ¡Sorpresas cuyos velos, fmísi-
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mos y trasparentes, no quiero ¡ni debo! alzar. Pasen...


Pasen ustedes. Hoy no se paga un marco. Ni cincuenta
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céntimos siquiera... Hoy cuesta la entrada, excepcio-
¡¡ nalmente, treinta céntimos por cabeza. ¡Una miseria!
Pasen... Pasen ustedes. Los primeros ocuparán las
ESCENA TERCERA localidades mejores... La orquesta está terminando...
Los artistas ya se dirigen al escenario... (Suena un
Plazuela en tiempo de feria. Una barraca, cuydsparedes, timbre.) jA la taquilla! ¡A la taquilla!
pintadas con colores chillones,se alzan sobre el UNA MUCHACHA.- (Señalando a Hinkemann.) Oye, Teresa,
fondo de gritos de la multitud. Música de organillo y si pudiéramos tocarle los músculos del brazo...
de cornetín. Sobre un tablado;anÚ! la bárraca¡ OTRA MUCHACHA.- O los del pecho.
una mujer tatuada y Hinkemann en mtiillot de color carne. PRO P.- (Que ha oído esta conversación.) Si, señoras. Pueden
,
ustedes t6carle iY no tocarán cartón! Tocarán a Ho-
PROPIET ARIO.- Señores y seftoras:' Acérquense más... munkulus, la encarnación de la fuerza alemana.
siempre más... y escuchen.J. y vean... y admiren... (Entran Grete Hinkemann y Pablo Grosshahn, abraza-
Como primer número: Monaquia, la mujer tatuada... dos amorosamente. Mientras hablan, cesa el bullicio. La
Por delante, pinturas maravillosas 'de un ReIJ1brandt, multitud gesticula.)
de un Rubens... Por detrás" retratos expresionsitas,fu- PAB.- La vida es hermosa, Grete. ¡Gritaré de alegría! ¿Quieres
turistas, dadaístas, de reyes... Monaquia' no, sólo se subir otra vez al tíovivo? ¡Atenderé tus menores deseos!
desnuda los brazos... Monaquia no sólo se desnuda las GRETE.- Estoy soñando... Todo esto me parece un cuento...
piernas... Monaquia no sólo se desnuda la espalda... Enterrada durante seis largos años en penas, en angus-
Monaquia os mostrará desnudas todas aquellas partes tias... Escondida, como una rata en su agujero, sin
de su cuerpo cuya exhibición permiten las ordenan- atreverse a salir a la luz... Yo nunca tuve grandes
zas municipales y los curas en sus sermones... Señores pretensiones, Pablo. Por mi casa sabía lo que la vida
y señoras mayores de dieciocho años: como interme- puede ofrecer a una muchacha proletaria. Si todo va
dio, la decapitación de un niño vivo. Vivo de verdad. bien, trabajo duro, durísimo,' hasta la vejez... Y enton-
No hay trampa. Esto no lo han visto ustedes nunca. ces, a depender de los hijos. Pero, si se tuercen las
Esto no se ve en Africa. Esto no se ve en Asia. Esto nó cosas, riñas, disputas, palizas.
se ve en Australia. Esto sólo se ve, af°rtunad,amente, PAB.- Ahora comenzará para ti una vida nueva.
en América y en Europa. Y, como fIn de fIesta, Ho- GRETE.- Pablo... (Grete Hinkemann besa a Grosshahn
munkulus, el hombre-oso alemán. Come ratas y rato- apasionadamente. )
nes vivos ante los ojos maravillados del respetable PAB.- (Aparte.) ¡Cómo ha perdido el pudor!... Así, delante
público. ¡El héroe alemán! ¡J.,a cultura alemana! ¡La de todos... Eso ya lo sabía yo... El pudor, por decirlo
fuerza alemana! ¡El capricho de las damas elegantes! así, no es más que un concepto.
¡Pulveriza las piedras! ¡De un puñetazo clavll un clavo (Se oye la voz del propietario de la barraca.)
en la cabeza más dura! ¡Con dos, dedos estrangula a PROP.- Homunkulus, el hombre-oso alemán...
treinta y dos personas! ¡Quien lo ve, le huye! ¡Quien le (Se extingue la voz del propietario de la barraca.)
huye, muere por su mano! ¡Quien pretenda conocer
124 125
GRETE.- ¡Pablo! ¡Pablo! PAB.- ¡Calla la boca! Ya nos mira la gente. ¡Vámonos! Antes
PAB.- ¿Por qué gritas así, Grete? que él se dé cuenta.
GRETE.- ¡Mira! ¡Allí! ¡Míralo! ¿Sabes quién es aquel hom- GRETE.- Quiero que él me vea. Quiero que él contemple
bre? mi deshonra. Me arrodillaré ante él. Dios me ha dejado
PAB.- ¿Quién? de su mano. Soy una alimaña. ¡Suéltame! Quiero arro-
GRETE.- Aquel acróbata en maillot. jarme a sus pies.
PAB.- ¡No! ¿Por qué he de saberlo yo? ¡Algún cómico de la PAB.- (Estrechando a Grete.) ¿Y si te repugna de nuevo?
GRETE.- (Con sencillez.) Entonces, le amaré más.
legua! - ,

GRETE.- ¡Es él!


PAB.- (Arrastrando a Grete.) ¡Te has vuelto loca! ¡Vámonos!
(Se oye la voz del propietario de la barraca.)
PAB.- ¿A quién demonio te refieres? PROP.- Pasen... Pasen, señores... ¡Hay sorpresas! (Entra en la
GRETE.- ¡Es Eugenio! barraca.)
(Se oye la voz del propietario de la' barraca.) UNAMUJER OBRERA.-(Dirigiéndose a otramujerobrera.)No
PROP.- Come ratas y ratones vivos ante los ojos del respe- piense usted que, porque llevo a empeñar estas camisas,
table público. ¡El héroe alemán! Homunkulos: ¡haz no me queda ya ropa en la cómoda. Heredé de mi
que tus músculos crujan! ¡Atención! abuela varias sábanas de hilo. Lo único de valor que aún
(Hinkemann adapta una postura de atleta. Pone sus me queda en casa. (Salen.)
músculos en tensión. Se extingue la .voz del propieta- (Grosshahn y Grete Hinkemann, en el otro lado de la
rio de la barraca.) escena.)
PAB.- ¡Vaya un camelo! ¿Ese es el héroe.alemán?:Un héroe GRETE-- (Sujeta todvía por Grosshahn.) ¡N...no!
sin... Un eunuco... ¡la, ja, ja!... (Señalando<alpropieta- P AB.- ¡Vámonos!
rio de la barraca.) Ese bigardo está negociando con un GRETE.-¡N...no!
hombre de trapo. PAB.- ¿Y si él se da cuenta de que estás embarazada?
GRETE.- ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Eres un desalmado! Y yo soy GRETE.- ¡Me perdonará!
una puta. Peor aún que una puta. Ella vende su cuer- PAB.- ¡Te romperá las costillas!
po. Yo he vendido a mi marido. GRETE.- Ese es mi sino... Ahora veo para lo que Dios me ha
PAB.- (Sujeta fuertemente aGrete Hinkemann del brazo.) destinado... Dios me repudia... Dios me impone una
¡No grites! ¡No escandalices! ¡No me vengas con senti- penitencia... La acepto humildemente... Serviré a Eu-
mentalismos estúpidos! genio... Como si él fuera mi salvador.
GRETE.- ¿Has oído? Come ratas y ratones vivos. Antes, PAB.- Yo le contaré todo...
incapaz de matar a una mosca. Pegó a mi madre por- GRETE.- Ahora mismo. Los dos juntos...
que cegó a su jilguero. Me prohibió poner una ratone- PAB.- Le diré que le has engañado...
ra en la cocina... Ahora, come ratas vivas, ratones GRETE.- ¿Por qué me amenazas, Pablo? No me iré conti-
VIVOS... . go. Mi vida nunca me perteneció. Cuando era niña,
PAB.- Ya no tienes necesidad de besarle... confiaba en ella. Luego vi que pasaba de lejos. Quise
GRETE.- Le besaré. Aquí, ante los ojos de todos. ¿Qué he cogerla, pero pensé que mis manos bastas, colorado-
hecho yo de mi pobre marido? El no tuvo la culpa... El
tas, estaban sucias. Me parecía que la vida sólo llevaba
tiro maldito... La culpa es mía. Lo ~ejé que partiera al vestidos de seda. Desde entonces, oculté mis manos
frente... La culpa es de su madre... La culpa es de
nuestro tiempo, en que existen tales cosas . bajo el delantal. No me atreví a enseñárse1as a nadie. Y
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todos querían vénnelas. Me parece que hoy la vida
lleva un traje sucio. No vale la pena cogerla.
PAB.- (Herido en su vanidad. Muy irritado.) ¡Vete al diablo!
¡Puerca! ¡Víbora! Hay muchas mujeres en el Mundo.
No tengo más que levantar el dedo meñique y acudirán
como abejas. (Salen, empujados por la multitud.)
(El propietario sale de la barraca. Con él, Hinkemann.)
PROP.- Señores, señoras: Acérquense máS"... Siempre ESCENA CUARTA
más... Y escuchen...Y vean... y admiren;
Interior de una taberna de barrio obrerQ. Detrás del mos-
trador, la tabernera, amable y panzuda. Sus gestos,
enérgicos. Sentados en torno a toscas mesas de
. madera,
los parroquianos: Máximo Knatsch, Pedro lmmergleich,
Sebaldus Singegott y otros. Junto al mostrador,
dos obreros: un pizarrero y un tejero. Antes de levantarse
el telón, voces de personas disputando.

PIZARRERO.- ...aunque estallen cien revoluciones. Un


decorador será siempre más que un pintor de brocha
gorda; un linotipista, más que un cajista; un calderero,
más que un leñador; un cochero de casa grande, más
que un carretero... Nosotros seguiremos siendo piza-
rreros. Vosotros seguiréis siendo tejeros.
TEJERO.- ¡Presunción estúpida e injustificada! ¡Vanidad
ridícula! Nosotros 'nos sentamos a la misma mesa que
vosotros, aunque seamos tejeros inmundos y no pizarre-
ros afQrtunados. ¡Somos tejeros! ¡Sí, señor! ¡Ya mucha
honra!
PIZARRERO.- Asentar pizarras es un arte; fabricar ladrillos y
tejas, sólo una manera de ganarse el pan.
TEJERO.- Somos unos asalariados. Vosotros y nosotros. ¡No
hay dnerencia! .

PIZARRERO.- Pero... ¿y la calidad del trabajo? Para ti, por lo


visto, no existen categorías. No te dice nada el hecho de
que nuestro jornal fuese ya antes de la guerra cinco
céntimos más elevado que el vuestro. Si yo cambiara
hoy mi oficio de pizarrero por el tuyo de tejero, hasta
mi hijo menor se desternillaría de risa... ¡No toleraré a ~
nadie que lastime mi honra en lo más mínimo! ¡Ni si-
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,

quiera se lo toleraré a la Revolución! ¿Te enteras? Te equivocas de' pé a pá. Hay obreros que buscan su
(Los dos pagan y salen.) ideal en otro lugar muy distinto al vuestro. Olvidáis
TEJERO.- (Al salir.) ¡Pizarrero presumido! siempre este... pequeño detalle.
PIZARRERO.- (Al salir.) ¡Tejero andrajoso! "'UII',
HINK.- Hablas de la luz, de la felicidad, camarada Unbesch-
TEJERO.- ¡Señor pizarrero! wert. He meditado largamente sobre este tema, y he
PIZARRERO.- ¡No te deja engordar la envidia! llegado a este resultado:-no se puede hacer feliz a todo
KNATCH.- ¡Viva la unidad del proletariado! -¡Viva el frente f11
¡r,
el Mundo... Creo que' la felicidad; entendámonos: la
único! ¡Bah, bah! ¡Al demonio! (Repara en Hinkemann, verdadera felicidad, es algo que uno posee o no posee.
que acaba de entrar y que se sienta -solo- a una mesa.) Es algo innato.
Eugenio, ¿tú por aquí? UNBESCHWERT.- Ideología burguesa, camaradaHinkemann.
mNK.- Tengo seca la garganta. Y, en la boca, un sabor Tus palabras son realmente-extrañas. (Con el énfasis del
nauseabundo a sangre de animal, a veneno... Echaré un orador de mitin.) La nueva organización social saldrá
trago de aguardiente... (Con rudeza.) Peto... ¿Por qué te del seno de la evolución histórica de los acontecimien-
asombras? Yo no prediqué nunca la abstinencia. tos. Así como el Báltico y el Mar del Norte avanzan cada
KNATSCH.- ¿Asombrarme yo? ¡No, hombre! Ahora bien; día tierra adentro, sin que nos demos cuenta de ello, así
a mí no me empujan a la taberna los malos sabores oe cualquier día amaneceremos' en el Estado socialista,
boca. Me basta con contemplar la cocina de mi casa, también sin habernos apercibido de ello. Bastará que
que es salón, dormitorio y lavadero a la vez. Cuando se hayan dado las «circunstancias favorables». Esto h
pienso en los hijos, que carecen de lo más necesario, y está demostrado científicamente. Entonces, ¿cómo es '!I
en la compañera, que se pasa todo el día gruñe que te posible que no seamos todos felices? Entonces no pro- ",;
gruñe... Doy media vuelta en la escalera... Ya la taber- duciremos, antes que todas las demás, las camisas de ,,'
na de Enriqueta... Nosotros, los hombres, tenemos la seda, porque las necesiten un par de señoritingas ,,:~
culpa de que nuestras mujeres se nos insolenten. En cursis. Entonces produciremos las primeras las camisas
casa nos callamos como muertos. En cambio, en los de lana, baratas, para los que carecieron de ellas. En li
mítines soltamos, ante caras, desconocidas, toda esta dos palabras: constituiremos una Humanidad con sen- '~I
retahila de cosas: la verdadera vida nueva, la felici- tido común. El sentido común allanará todas las dificul-
dad...
tades. El sentido común proporcionará a todos el bie- ,ii!
(Mientras habla M. Knatsch, entra Miguel Unbesch- nestar. Y entonces, el tránsIto del reino de la necesi- .~
wert.) dad al reino de la libertad. (Encarándose .con Max
UNBESCHWERT.- (Comenzando a hablar desde la Knatsch.) Pero aquellos extremistas que creen que "1
"'i
puerta.) Hoy por hoy, la felicidad sólo reina en los pueden saltarse a la torera las etapas de la evolución -i !
palacios, en las villas de los ricos. Disponen de veinte histórica, aquellos ilusos y soñadores de Rusia que
habitaciones. Y les parece aún poco. Pero la guerra ha pretenden sustituir la ciencia por la acción... .
conmovido los cimientos de la sociedad burguesa...
KNATSCH.- ¡Escupe tus maldiciones! Cuando hacéis unas
Los muros se agrietan... Se ven caras pálidas, se oye
un castañeteo de dientes. Y les tiemblan las piernas a frases, las colocáis a diestro y siniestro. Para ser cura
aquellos que les torturan los remordimientos, que no no te falta más que el bonete. Amigo mío, cuando se
pueden conciliar el sueño. Camaradas, ¡se hace la luz! carece de espíritu revolucionario, no sirven de nada
SINGEGOTT.- Tu luz no es la luz verdadera. ¿Piensas las circunstancias favorables. Pero, en cambio, si ese
que todos los obreros militamos en vuestro partido? espíritu alienta en uno, todas las circunstancias son
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buenas para comenzar una vida nueva. ¡Inmediata- ble..., una enfermedad que le destroza por dentro y
mente! ¡Hoy mismo! Sin esperar a que lleguen' esas por fuera... ¿Pueden hacerle dichoso a un hombre así
«circunstancias favorables». Para vosotros sólo existe las circunstancias favorables?
una palabra: obediencia. jy que no oS hablen' de res- UNBESCHWERT.- No te comprendo.
ponsabilidad! Por otra parte, siempre ,os habéis rajado HINK.- Es natural. Mira; desde que me hirieron en el frente,
cuando se os pedía actuar en vista de que 'había llega- no razono como es debido... Todos los días, al levan-
do el momento oportuno, de que ;,sehabían dado las tan tarme, tengo que hacer un esfuerzo extraordinario
cacareadas «circunstancias favorables»." para poder pronunciar dos palabras seguidas, para
SINGEGOTT.- Tampoco tu luz es, la luz verdadera, Max poder ordenar un poco mis ideas... ¡La vida es muy
Knatsch. ¡He despertado; camaradas! He visto brillar la rara! Nos torturan tantas cosas, que no acertamos a
verdadera luz. Hacia ella me'encamino en peregrina- comprender. Comprender la vida... He aquí algo im-
ción. Hacia la luz del cielo.,
posible... Tan imposible como secar el mar o como
IMMERGLEICH.- A mí me da ,todo igual. Pero que nadie me conocerse a sí mismo... Intentaré'explicarme con más
moleste, porque... ¡entonces...! ,

claridad. La guerra mutiló a muchos hombres... ¿Qué


UNBESCHWBERT.- Knatsch, tú no estás afiliado a,ningún será de ellos el día que se establezca la nueva organi-
partido. ¡Eres un anarquista! Eres un, irresponsable. zación social?
No vale la pena, pues, discutir contigo. Y tú, S~gegott, UNBESCHWERT.- La sociedad les socorrerá. Si es pre-
careces de espíritu de clase. Las «circunstancias, favo-
rables», repito, son lo esencial. Lo demás, itodQ lo ciso, les vestirá, les alimentará. Y, sin duda, serán tan
demás, es secundario. felices como los demás hombres.
HINK.- (Dirigiéndose a Unbeschwert.) ¿Secundario? Es posi- HINK.- ¿Y al que, por ejemplo, le falten los brazos?
ble... Dices cosas muy acertadas, muy sensatas, que me UNBESCHWERT.- Se le pondrán los brazos artificiales y,
llegan al corazón... Por ejemplo, lo de las camisas de entonces, se le encomendarán trabajos fáciles, senci-
seda y lo de las camisas de lana... El hombre no es bueno llos...
cuando tiene hambre... Primero hay que darle un techo HINK.- ¿Y al que le falten las piernas?
para guarecerse, comida y hasta un poco de lujo, para UNBESCHWERT.- La sociedad le socorrerá también de
poderle exigir, después, una conducta buena... Es po- una manera parecida... '

sible que yo sea muy torpe para, comprender las cosas, HINK.- ¿Y al que tenga el alma enferma?
para verlas con tanta claridad como tú... Por algo eres UNBESCHWERT.- (Sin sentimentalismo.) Ese irá a una
funcionario del partido... (Miguel Unbeschwert se casa de salud, donde será atendido con cariño. Mejor,
siente ofendido. Hace un gesto de desagrado.) Esto desde luego, que en las casas de salud actuales, donde
no significa que yo esté en contra del partido. Para un los enfermeros tratan a los desgraciados pacientes
peor que a fieras...
proletario, el partido es algo más que para un burgués. HINK.- No me has entendido. No me referí, como tú supo-
Para un burgués es eso: el partido simplemente. y nes, a los enfermos mentales... Hablo de aquellos que,
nada más. En cambio, pata un proletario 'el partido es aun estando sanos corporalmente, tiene el alma enfer-
su religión, a pesar de los favoritismos, a pesar de los ma...
chanchullos... Un proletario consciente de sus debe- UNBESCHWERT.- Esos enfermos no existen. El que tie-
res dedica al partido sus actividades mejores. Pero, ne el cuerpo sano tiene también el alma sana. Esto es
jdime!, si un hombre padece una enfermedad incura- de sentido común. Y si está loco, ya le encerrarán...
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HINK.- Otra pregunta: ¿Y al que en la guerra un tiro le de Infantería... No tenía hijos... El jornal, mezquino, no
haya... arrancado... de cuajo... los órganos' sexuales...? le pennitía ese lujo... Como es natural, amaba a su
(lmmergleich ríe.) mujer; pero en el frente se dió cuenta cabal de la
UNBESCHWERT.- (Enjugándose con un pañuelo el su- inmensidad de su amor... Pensaba en ella a todas ho-
dor de la frente.) ¡Qué pregunta más enrevesada! No ras... Y, de . pronto, tuvo un. deseo... Un deseo vehe-
mente... Q liSO tener un hiJO... ¿U n hiJO..? jN o , Dos,
sé qué contestarte... En buen lío me has metido...
Camarada tres, cuatro, cinco... Su mujer haría una buena madre...
así puede Irnmergleich,
suceder... ¿a qué viene esa_risa...? Algo
Olvidó las penalidades que afligen a una familia obre-
KNATSCH.- La cosa es para llorar y no para reír. ra numerosa... ¡Qué sabíamos allá, en el frente, de la
SINGEGOTT.- Dios se apiadará de él y le pr.emiará... . vida, de la Naturaleza, de la Tierra, de los bosques...!
UNBESCHWERT.- No sé... No sé qué contestarte, camarada Durante la semana, uncidos al yugo... En un cine infec-
Hinkemann... Según mis noticias, nadie ha planteado to matábamos las tardes de los domingos... Veíamos pe-
todavía ese problema a la ciencia materialista... Pero... lículas... Esas películas que falsean la verdad... Un rica-
¡Qué burro soy...! ¡Ja,ja,ja! La cosa no puede~tar ~ás chón, dueño de un castillo, que saca del arroyo a una
clara: en la sociedad futura, como es.natural, ,no JIabrá pobre infeliz y que la eleva hasta sí... Y otras sandeces
guerras. por el estilo... Vivíamos una vida de máquina... En una
HINK.- Cuando se constituya la sociedad futura pueden existir batalla, mi amigo fue herido... El corazón se le llenó de
ya tales mutilados. Además, nos puede pillar;la,máquina felicidad... Pensó que así volvería a su casa... No había
y dejamos sin órganos sexuales... ¿Cómo ~s posible disfrutado la más pequeña licencia... Despertó en el
entonces hacemos felices? . hospital... Se tentó el cuerpo... Un vendaje le sujetaba
UNBESCHWERT.-Otra preguntita... Otrapreguntita de aupa... el vientre... Oyó una voz: «Nuestro eunuco se acaba
KNATSCH.- ¡Sutilezas! El hombre es más feliz si no piensa en de despertar. ¿Qué cara pondrá cuando se ente-
esas cosas... Además, nosotros, proletarios; no pode- re...?». Hablan de mí, pensó mi amigo... Pero... ¿Por
mos perder el tiempo en buscar tres pies al gato. Nos qué me llaman eunuco?... Se quedó de una pieza...
debemos en cuerpo y alma a la Revolución. Los hom- Cerró los ojos rápidamente... Como el que quiere no
bres a los que les suceden esas desgracias son unos ver algo que le desagrada profundamente... Aquella
mártires. y el proletariado tienen también derecho a noche no dunnió... Supo la verdad al día siguiente... ¡Y
escribir su martirologio. gritó!... ¡Gritó con todas sus fuerzas!... Como un jabalí
HINK.- Yo soy de tu misma opinión; pero no veo inconve- herido... Notó, de pronto, que su voz se atiplaba... Se
niente en que hablemos estas cosas. Estas cosas, al fin calló... Quiso pensar en su mujer... Pero no pudo... Los
y al cabo, son pedazos de nuestra vida... A propósito: ojos se le nublaron... Se quedó rígido... Como cuando
os voy a referir una historia~ Viene ahora como anillo uno pierde el sentido... Quiso ahorcarse... Le faltó
al dedo... Es la historia de un amigo íntimo... No era un valor... Volvió a su casa... Vino a verme... No en vano
hombre de relieve... Ni siquiera funcionario del parti- éramos amigos íntimos... ¿Qué debía él hacer?~..
do... Uno de tantos obreros que luchan... Yo le quería ¿Cómo decírselo a su mujer? Me quedé desconcerta-
de veras... Se casó a los veinte años... Conoció a su do. Su situación era realmente ridícula... Sentí compa-
mujer en la fábrica... Una pareja ideal... Ella, delicada, sión y repugnancia... ¡No sé por qué!... No supe qué
tierna... El, un hombrón, orgulloso de su fuerza... Esta- aconsejarle... Lo observé... Observé a su mujer... Vi
lló la gran guerra... Fue incorporado a un regimiento cómo sufría... Pero... ¿Nos vemos los unos a los
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-
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otros?.. Tú estás aquí... Yo estoy aquí... Yo te veo... PAB.- Oye... (Con indignación.) Lo del hombre más fuerte
¿Cómo te veo?.. Veo algunos de tus gestos; oigo de la Tierra., lo del héroe alemán, es una farsa... Si se
algunas de tus palabras... Yeso ,es todo... En realidad, entera la Policía... Además, voy a decirte ahora por
no vemos ni sabemos nada los unos de los otros... Mi qué te he podido dar mi palabra de honor de no hablar
amigo vivió, seguramente, torturado... Como en el in- a Grete de ésto... Grete ya te ha visto...
fierno... Debió sangrar... Sangrar... y un día vino a HINK.- ¿Qué ha dicho? ¿Ha llorado? ¡Dímelo!... ¡Dímelo!...
verme... Radiante de alegría... Más guapo que nunca... PAB.- ¿Llorar? ¡Al diablo!... ¡Se ha reído! Sí; ¡se ha reído!...
Ya sé que no suele decirse de un hombre que estaba Primero hizo un gesto de repugnancia...
más o menos guapo... Pero, en efecto, aquel día mi HINK.- ¿Se ha reído?.. ¿Y dices que primero hizo un gesto de
amigo parecía otro... Parecía un hombre rico, un hom- . ?
repugnancia....
bre feliz... Me explicó el motivo del cambio que había PAB.- Y es que hay para reírse... ¡la.,ja.,ja! Presumir de ser el
dado... Su mujer no le despreciaba... Su mujer no le hombre más fuerte de la Tierra... ¡Y no ser siquiera un
odiaba... Su mujer no se reía de él... Su mujer le amaba, hombre !... .
HINK .- ¿. Qu len
' .?
a pesar de todo... ¿Cómo' explicarme? ¿Cómo lo diría "? ¿. Quien te 1o h a d ICho a tl....
yo para que me comprendieseis?.. Su mujer... Su mu- PAB.- Grete.
jer... amaba... su alma... (Pausa.)
HINK.- ¿Cuándo?... ¿Dónde?..
, (Entra Pablo Grosshahn borracho.) PAB.- En la feria... Ante la barraca...
PAB.- ¡Salud! ¡Qué silencio! ¡Música! ¡Música! (Grosshahn HINK.- ¿Por qué estábais allí?
hace funcionar la pianola, que toca estrepitosamente PAB.- Pretendes que una mujer joven haga vida de monja... Te
una marcha militar. Sentándose a la mesa de Hinke- debías de avergonzar... 1
mann.) Buenas noches, Eugenio. I
HINK.- Hola... HINK.- ¿Avergonzarme yo?.. ¿De qué?..
PAB.- Entonces, ¿Soy yo el que debo avergonzarme?.. ¿O
PAB.- (Con la media lengua del borracho.) Es extraño que tu Grete?.. ¿Qué derecho tienes a exigir fidelidad a tu
Grete te dejase partir... ¡Héroe alemán!
HINK.- ¿Qué significa eso? mujer? Eso que te pasa a ti es un motivo legal de .j
divorcio... Hasta para la Iglesia Católica, que no
PAB.- Encarnación de la fuerza alemana... ¡la, ja, jaL.. Come ~dmite, en general, el divorcio...
ratas y ratones vivos... ¡la, ja, ja!...
HINK.-Mi patria me lleva al campo de batalla... Mi patria me
HINK.- ¿Cómo sabes tú eso, Pablo? Habla bajo... Es tremen- mutila... Y, en consecuencia: mi mujer posee un motivo
do... No puede expresarse con palabras... Es más terri- legal de divorcio... Había olvidado que el MunjÍo era
ble aún que abrirse las venas de, un mordisco... Hay así... Bueno... ¿Qué piensas hacer con Grete?...
cosas que uno no debiera hacer jamás... y yo las PAB.- ¿A ti qué te importa?..
hago... ¿Cómo podría yo explicártelo?.. Mi Grete está HINK.- Tienes razón... Realmente, no debe importarme...
malucha... El subsidio, tú ya lo sabes, no alcanza para Yo soy un mutilado, un motivo legal de divorcio...
nada. ¿Tengo yo acaso la culpa de no encontrar traba- Pero... supongamos que arete fuese una mujer extra-
jo?... Y las mujeres... Las mujeres nos odian cuando ña y que yo fuese-simplemente tu amigo... Dime... Con
carecen hasta de lo más preciso... No digas nada a franqueza... ¿Qué te propones hacer con Grete?...
Grete... Dame tu palabra de honor... Dámela... PAB.- Gozar de sus encantos...
PAB.- Concedida.
HINK.- Grete no es una prostituta... Yo así lo creo... Debe-
HINK.- Grete es tan rara... Si supiera que trago sangre de mos creerlo así... Y ya que es así, yo, su marido, la dejo
ratas... No sé... Creo que la repugnaría... en libertad... Cásate tú con ella...
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.L
PAB.- Grete no me quiere... Busca sólo su placer... ¡Que te Ahora bien: palabras no os faltan... Palabras para pro-
conste!... Y cuando yo no la dé gusto, se,irá con otro,
con otros... meter la felicidad eterna... Pero esas palabras sólo
~,

HINK.- (Con ira.) ¡Canalla! sirven a los hombres sanos... No veis más allá de vues-
tras narices... No os dais cuenta que existen seres a los
KNATSCH.- ¿Qué os ocurre? ¿Por qué regañáis aquí en la que no puede hacer felices ningún Estado ni ningún
taberna? ¡Hacedlo en vuestras casas! Con las compa-
ñeras... régimen social... Allí donde terminan vuestros reme-
PAB.- No regañábamos... - dios comienzan nuestros sufrimientos... Allí está el
hombre solo... ¡Solo!... Allí se abre un abismo a sus pies:
KNA TSCH.- Quisiera veros entonces cuando regañáis.
PAB.- Estuvimos en la feria... Y... el desconsuelo... Allí le cubre un cielo de plomo: la
desgracia... Allí le aprisiona una selva: la burla, el
HINK.- (Cogiendo a Pablo Grosshahn del lJrazo.) Pablo...
Cállate... Por Grete... escarnio... Allí ruge un mar encrespado: el ridículo...
Allí nos envuelven las tinieblas del encono, del odio...
PAB.- ...Y allí vimos al hombre más fuerte del MU1)do.¡Un tío Allí estamos solos... ¡Solos!... Y nadie puede auxiliar-
como un oso! ¡Devora ratas y ratones vivos!...
nos...
KNA TSCH.- Esa clase de espectáculos sólo divierte a los
europeos... ,
(Pausa. Hinkemann sale tambaleándose.)
PAB.- Reparé en el individuo en cuesti6n... Lo conocí... Y KNATSCH.- ¿Adónde vas?
no pude por menos de reínne a carcajadas.:. El hom- IDNK.- Mi mujer se ha reído...
(La escena siguiente ha de llevarse con gran rapidez. El
bre más fuerte del Mundo es un ,conocido inío, que no escenario se oscurece. Sólo se distingue el contorno de los
tiene... En la guerra... ¡Pif, pafl... Lo dejaron sin... ¡Es personajes.)
un pobre eunuco!... Es... (Todos, inclusmSebaldus Sin- mi)
UNBESCHWERT.- (Asomándose a lapuerta.) ¡HinkemannL..
gegott y Miguel Unbeschwert, ríen a carcajadas. Esta
¡Hinkemann!... Ya no lo veo... Si lo hubiéramos sabi-
risa pone a Hinkemann los ojos desorbitados, llenos do... La culpa es de este Mundo de vergüenza...
de dolor profundo. Gritando.) Es... '

SINGEGOTT.- Acabo de apagar la luz del Cielo... Yo he


HINK.- (Levantándose de la silla. En el centro de un haz lu- escarnecido a un hombre crucificado...
minoso. Primero se expresa con torpeza; luego, con PABLO.- (Sollozando.) Hay que consolarle...
sencillez.) Es Hinkemann... Reíros todos, todos... IMMERGLEICH.- Grosshahn, eres un canalla...
Como se rió aquella mujer... Mi mujer... Reíros más, KNATSCH.- Todo es sencillo. Y nada es sencillo... Enriqueta,
más... En vuestra vida no volveréis a gozar de un ¿cuánto te debo?
espectáculo semejante... Miradme todos... Soy un
eunuco. ¿Queréis oínne cantar? ¿No canto igual que .
I!J

un jilguero ciego?... ¡Imbéciles!... ¿Qué sabéis voso-


tros de los sufrimientos de una pobre criatura humana?
Tenéis mucho que cambiar Para' poder constituir la
nueva sociedad... Combatís a la burguesía y estáis
inflados de su presunción, de sus prejuicios... Os falta
corazón... Igual que a la burguesía... Os ,odiáis unos a
otros porque pertenecéis a partidos distintos... Nadie
confía en el prójimo... Nadie confía en sí mismo...
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Mire usted a su alrededor. Yo ya soy un vidente.
Acaban de operarme las cataratas. ¡Luz cegadora!
¡Noche! ¡Hágase la noche! ¡Hágase la noche!
PRO.- ¡Parece que sale usted de la taberna! El aguardiente
hace su efecto. Escúcheme, Hinkemann. Es el consejo
ACTO TERCERO de un hombre experimentado. Bebe usted mejor una
buena botella de vino que cinco copas de aguardiente.
Buen negocio, para su propietario, una taberna así;
ESCENA PRIMERA pero, ¡caramba!, mal negocio para los clientes.
HINK.- Se engaña usted, señor director. La visita que hice a la
Una calle. Crepúsculo vespertino. Al levantarse el telón, taberna me fue muy provechosa. Allí me operaron las
aparece, en primer término, Eugenio Hin.kemann cataratas. Y ahora soy un vidente. Veo la verdad de las
apoyado en un farol. Se le acerca un niño. cosas. La verdad desnuda. Veo los hombres. Y veo
nuestro tiempo. Señor director: la guerra ha estallado
NIÑO.- Mi hennana tiene trece años...
otra vez y los hombres se matan. Se matan riéndose a
~K.- (Sin prestar atención.) Es posible... carcajadas.
NINO.-años...
Mi hennana es bonita... Mi hennana sólo tiene trece PROP.- ¡Bien! Pero si usted es un vidente, como dice, verá que
ya nadie piensa en la guerra. Con discursos bélicos-
HINK.- ¿Tienes hambre? , patrióticos no se gana hoy ni un solo céntimo. Se
NIÑO.- Mi hennana tiene una habitación reservada... y
trece años... (Pasa una vendedora de buñuelos. Hin- acabaron aquellos tiempos. Ahora triunfa en Europa la
kemann se acerca a ella y le compra algunos buñuelos. cultura, que proporciona el ciento por ciento de bene-
Se los da al niño.) . ficios. ¡Todo se anima! Se baila, se grita. ¡Abra usted los
HINK.-tienes?
¿Tu hennana sólo tiene trece años?.. y tú, ¿cuántos ojos! ¡Hay que hacer algo! Hacer algo... He aquí el quid
... de nuestro tiempo. Ahora bien, no importa lo que se
NIÑO.- Siete... Muchas gracias, señor:.. Pero... No adelanto haga. Se puede ser boxeador, agitador de masas popu-
nada hablando con usted... ¡Ay!... ¡Usted es tan tonto!... lares, especulador en Bolsa, jugador, corredor de las
Usted no me entiende... (El niño sale. La luz de los doce horas, general, bailarín, ministro, fabricante de
faroles se hace más intensa. Circulan por la escena champán, profeta; divo... ¡Florecen los negocios! ¡Hay
tipos de la calle. Entra, sonriente, el propietario de la que aprovechar la coyuntura! La pequeña dosis nece-
barraca. Viste de frac, con abrigo y chistera.) saria de ética se obtiene completamente gratis. ¡la, ja,
ja! Bueno... Bueno... Sobre todo, no olvide usted
PRO.- Pero... ¿Qué veo? Si es... Si es Hinkemann... ¡Hola,
Hinkemann!... ¡Hombre de Dios!... ¡No se exhiba usted mañana que hay que ser puntual.
HINK.- Señor director: yo ya no quiero volver a la barraca.
de ese modo!... ¡No hay que prodigarse! ¡Quien quiera PRO.- ¡Hombre, no bromee usted! ¡Qué gracia! ¡Y ahora
vedo que pase por la taquilla! ¡Un número de su im-
que se iba usted acostumbrando!
portancia! ¡SU número conquistará Europa! ¡Con su HINK.- No lo tome usted a mal, señor director; pero yo no
número descubriremos América por segunda vez! quiero volver a la barraca... Aún me queda dinero del
¿Qué munnura usted?
anticipo... Conviene, pues, que arreglemos cuentas...
HINK.- Señor director... El crimen se ha hecho dueño -del No quiero que nadie pueda echarme en cara el haber
Mundo. Señor director: mire usted a su alrededor. engañado al público por unos marcos miserables.
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"

PRO.- ¿Qué dice usted? Por lo visto, lo de su murria va en HINK.- (Solo.) Hasta mañana. ¡Y cómo lo dice! Hasta maña-
serio. No, amiguito, no. La broma es la broma y la na. Como si estuviera seguro de que habrá un mañana.
seriedad es la seriedad. ¿Quién ha fmnado el contrato Yo soy un vidente. Yo veo... ¡oh!, la lu~... La luz... Mis
por toda la temporada? ¿Usted o yo? (Con brutalidad.) ojos... Mis ojos... '(Hinkemann cae al suelo desmayado.
La Policía le obligará a trabajar... Contrato..., he aquí el Desde este momento, hasta la escena segunda, todo ha
sostén de la sociedad burguesa. Pretende usted lesio- de suceder como si se tratara de una pesadilla de Hin-
nar lbs bienes sagrados de la nación. .La fuerza del ,..
kemann. Todos los personajes parecen' amenazar a
Estado me protege. No hay remedio. O acude usted Hinkemann, que yace en el suelo en primer término.
mañana a la barraca o le arrastrará a ella la Policía. Luego, todos ellos se desvanecen en la oscuridad del
(Cambiando de tono.) ¡Nada de bromitas, Hinkemann! fondo. De todas las laterales salen inválidos de la gue-
Yo le aprecio y quiero evitar que vaya usted a la rra. Unos, mancos; otros, cojos. Todos llevan ataúdes
cárcel. ;' sobre sus hombros. De pronto todoS'se paran. Uno a
HINK.- Señor director: acaba usted de hablar de la cárcel. uno van diciendo: «¡A la orden!» Permanecen quie-
Las ratas y los ratones, a los que yo tengo que morder tos. Como se encuentran unos frente a otros, no pue-
la garganta, están también, presos ,hasta queme encar- den avanzar. Repiten de nuevo: «¡A la orden!» Hay
go de su muerte. Y algunos hombres libres están, sin unos segundos de silencio. De pronto, como obede-
embargo, también encarcelados... Y no cometieron ciendo a una orden superior, se ponen todos en mar-
delito alguno. Lo mismo que las ratas y ratones de mi
número... Una ventana enrejada... Muros; junto a ellos cha; pero como ninguno cambia de dirección, chocan
los unos contra los otros. Igual que si pretendieran,
se marchita la vida... Grilletes que muerden la carne...
Señor director: nada de eso me asusta... (Gritando. Con inflamados de sentimiento revolucionario, asaltar una
odio.) ¡Usted es Satanás!... ¡Usted es Satanás!... ¡Usted barricada de la reacción, gritan: «¡Abajo los perros,
alimenta a los hombres con sangre!... ¡Los deshonra!... abajo los perros, abajo los perros de la reacción!»
¡Yo!... ¡Yo!... ¡Oh!... ¡Yo!... Pero vendrán otros... Otros Golpean unos ataúdes contra los otros. Un instante,
hombres que... ¿Sabe usted ya que existe una mujer que como asustados por el ruido, se detienen; pero des-
se ha reído de Homunkulus? (Con amargura.) Esa pués vuelven a atacarse de nuevo en igual forma.
mujer es mi mujer. Se ha reído más que nadie... Ahora Entran unos cuantos policías, que gritan: «¡Orden,
llorará... Pero... Tengo un tapón en los oídos... Un orden! ¡Respetad a la autoridad! ¡Veteranos!» Cesa la
tapón de risas y de burlas. lucha. Se hace el silencio y todos dan una media vuelta
PRO.- ¿Quién lo diría? Siempre balbu~eando, como el que militar para salir a paso marcial y en formación por
no es capaz de decir tres sílabas seguidas, y ahora, de donde habían llegado. Cantan: «¡Aplastaremos a los
pronto, un' discursito insolente. ¿Qué hago yo? ¿Qué
franceses, aplastaremos a los franceses...!» Cuando
soy yo? Yo beneficio al Estado. Como todo hombre de
todos han desaparecido, entran varios vendedores de
negocios, como todo hombré de crédito sólido. (Cam-
biando de tono. Con jovialidad.) Hinkemarin: no pue- periódicos.)
do tomarle en serio. Usted está borracho. Mañana ha- VENDEDOR P.- ¡Número extraordinario! ¡Asunto sensa-
blaremos. ¡Qué lástima, Hinkemann! ¡Un hombre de su cional! ¿Apertura del Bar de la Victoria! ¡Bailarinas
talento! ¡Usted, el «clou» de la temporada! Hasta desnudas! ¡Jazz band! ¡Champán francés y cocktails
mañana. (lIl propietario de la barraca sale.) americanos!
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JUDIO 1!!.- ¡Qué quiere usted que le diga! ¡Nos han maltra-
VENDEDOR 2!!.- ¡Edición de la noche de El noticiero. tado, nos han despojado de nuestras camas. Nos han
Mantanzas de judíos en Galitzia3. La sinagoga es arra- arrebatado nuestras mujeres, nuestros hijos. Dios nos
sada por el fuego. ¡Mil personas quemadas vivas! ha obsequiado con todos estos sufrimientos.
UNA VOZ.- ¡Bravo, bravo! Todos los judíos, debían vivir en JUDIO 2!!.- ¡Qué importan los sufrimientos! Nosotros somos el
Galitzia. '

pueblo elegido. Elegido por la misericordia divina para


VENDEDOR 3!!.- ¡Tria Trei! La es~lla de la pantalla más todos los sufrimientos.
bella del continente. Tria Trei es la protagonista de la (Pasa una prostituta joven Y su chulo.)
película policíaca La vampiresa que asesinó a veinte PROS.- ¡Era tan simpático, tan inocente! Pasé toda la noche
hombres. ¡Sensacional! ¡Brutal! ¡Sacude los sentimien- acostada con él y me conformé con un par de marcos.
tos! ¡
CHULO.- ¡No fastidies! ¡No me vengas con tonterías! Si la
VENDEDOR 4!!.- ¡La peste en Finlandia! ¡Las madres, hórro- próxima vez te confonnas sólo con amor, como la hija de
rizadas, estrangulan a sus hijos! ¡Información sensacio- . un pastor protes~te...
nal! ¡La rebelión del proletariado! El Gobierno envía PROS.- ¡No me riñas! ¡Estoy enferma...! (Salen.)
cien automóviles blindados para restablecer el orden. (Entra la vieja vendedora de buñuelos y un comprador.)
VENDEDOR 5!!.- ¡El nuevo espíritu de Alemania! ¡Nuestro VENDEDORA.- ¡No ofenda usted al nuevo Mesías, señor! No
tiempo bajo el signo de la cruz! ¡Proyección del cinedra'- le ofenda. A nosotras, viejas mujeres, nos ha devuelto la
ma bíblico Pasión y Muerte de Nuestro Señor lesucristo! esperanza. Ya raya la aurora en el horizonte. El reino
¡El célebre Glin Glanda en el papel del Salvador! Como prometido de Sión está próximo.
fin de fiesta, combate de boxeoeÍltTe Carpentier y COMPRADO R.- Se le llevarán a usted los últimos ahorros.
Dempsey. , VENDEDORA.- ¡Y qué me importa, querido señor!. A una
VENDEDOR 6!!.- El invento más trascendental del siglo XX! vieja decrépita, como yo, ya no le puede ir peor. No me
Gas tóxico de potencia inaudita. Una escuadrilla de asustan las plagas de este Mundo. Las he saboreado
aviación es capaz por medio de este gas de destruir la todas, hasta hartarme. Mi alma tiene sed de salvación.
mayor ciudad con hombres y animales. El inventor ha El reino de Sión está próximo. Lo sé, lo sé con seguri-
sido nombrado miembro de honor de las Academias 'dad. (Salen.)
de todos los países..Le ha sido concedido un título pon- (Entran un vendedor ambulante y un «pollo bien».)
tificio.
VENDEDOR.- Se trata de un nuevo remedio contra la im-
'

VENDEDOR 7!!.- ¡La baja del dólar! ¡El asuntp deJa natalidad, potencia. «¡El Tieso!»
según las últimas estadísticas oficiales! POLLO.- ¡Gracias, gracias! Yo sólo uso «El Bienhechor».
VENDEDOR 8!!.- ¡Inauguración del Banco popular! ¡Dividen- VENDEDOR.- Esa marca ya no se fabrica. No daba resulta-
dos elevadísimos! ¡Hasta el ciento por ciento! El pro- do. Era una porquería. «El Bienhechor» es ahora una
blema social resuelto! '

(Dos viejos judíos polacos atraviesan la escena.)


marca registrada de betún. (Salen.)
VOCES.- ¡Aquí hay un hombre muerto! ¡Aquí hay un hom-
bre tumbado en el suelo! ¡La víctima de un atentado!
J Al finalizar la 1~ Guerra Mundial, los nacionalistas octavianos proclama-
ron en Lvov (13 -11 -18) la República Popular de Ucrania Occidental y el ¡Guardias! ¡Guardias!
31-1-19 su unión con Ucrania. Polonia rechazó la decisión y se hizo con el te- OTRAS VOCES.- ¡Es Homunkulus, el héroe de la feria!
rritorio por las armas. El tratado de Riga (18-3-21) Y la Conferencia de Em- Tiene una indigestión de sangre de ratas.
bajadores (15-3-23) resolvieron enfavor de Polonia. Pero los Ucranianos no (Entra un guardia.)
se plegaron habiendo una masacre, muriendo muchos judíos.
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GUARDIA.- ¡Debe tratarse de un espartaquista! ¡Ya tene-
mos un proceso ruidoso! El canallá tenía un revólver
en la mano. Si no llega a suicidarse, le machaco los
sesos con el rompecabezas. Esta gentuza tiene que
aprender a obedecer. ¡Firmes!
(Entra un soldado lanzador de llamas.),
SOLDADO.- Nuestro regimiento no ha hecho nlll!cllprisione- ESCENA SEGUNDA
ros. Al enemigo que cae en nuestras manos, lo hace-
mos polvo. ¡Adiós! He recibido la orden de pegar Habitación de Hinkemann. Max Knatsch, apoyado en la
fuego a ese campo de trigo. (Sale.) mesa, espera. Entra Hinkemann. Lleva en la mano un
(Entran, por todas las laterales, prostitutas.) objeto envuelto. Sus ojos tienen un brillo de fiebre.
PROS. P.- ¡Yo quiero acostarme conJ;Iomunkulus! jTraédme-
lo! Le daré vino y se repondrá: KNATSCH.- Te esperaba, Hinkemann... Quería explicarte
PROS. 2i!.-No, no, traédmelo a mí. las. razones...
PROS. 3i!.- No, no, a mí, a mí. HINK.- Querido vecino: no es necesario. No convencen las
PROS. 4i!.- ¡Vieja zorra, a ti la última! Ni siqúiera tienes cartilla. razones... Sí, los sentimientos... Sabes tú qué es lo que
Si no te callas se lo digo a los guardias. .',,', tengo en la mano.
(Lasprostitutas 311 y 411 se agarran de lospelos. Suena una KNATSCH.- ¿Cómo vaya saberlo?
marcha militar.) HINK.- Tengo la razón. No, las razones. La razón. Pasé delante
TODOS.- ¡Soldados, soldados! ¡Viva, viva! (Todos salen dejati- de un escaparate y al mirar el objeto que allí se exhibía
do a Hinkemann. La luz de losfaroles se hace más tímida no supe si reír o llorar... Cerré -los ojos... Creí que
ante el brillo del acontecimiento militar. La música se deliraba... Al abrirlos, vi que el objeto estaba todavía
- pierde en la lejanía. De pronto, Hinkemann se incorpora.) allí, en el escaparate... Entré en la tienda... Pregunté:
HINK.- y sobre mí el Cielo eterno... Y sobre mí las estrellas «¿Por qué exponen eso?» El dependiente me respon-
eternas... dió: «Es una estatuilla de Príapo»4. Como el dependien-
te comprendió que yo no le había entendido, añadió que
en Grecia y en Roma adoraban a Príapo como a un dios.
Yo le pregunté: «Seguramente, ¿le adorarían sólo las
mujeres?» El dependiente me dijo que le adoraban las
mujeres y también los hombres... Le pregunté si me
vendía la estatuilla de Príapo a plazos. Me contestó que
no, que él sólo vendía al contado. Yo me disculpé. Le
dije que, como obrero, tenía la costumbre... En fin, he
dejado allí mi reloj y me he traído el dios a casa.

4 Dios de la horticultura y lafructificación, nació en Asia Menor. Se represen-


ta generalmente bajo laforma de unfalo con cabeza de hombre, cuernos de
macho cabrío, orejas de cabra y coronado de pámpanos.

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(Hinkemann desenvuelve el paquete y saca la estatui- a ti a quien rezamos! Toda avemana va dirigida a ti.
lla de bronce del dios Prlapo., La coloca sobre el Todo padrenuestro es una corona de rosas para ador-
fogón. Enciende una vela junto al dios.) nar tu desnudez. Toda procesión es una danza en tu
KNATSCH.- Estás demacrado. ¿Te sientes enfermo? honor. Tú no llevas disfraz. Tú no necesitas escon-
illNK.- No, no. Me encuentro bien. derte detrás de palabras hipócritas. Tú eres el Alfa y
KNATSCH.- ¡Oye: me quedaré aquí contigo, hasta que llegue /' Omega. El principio y el fm. Tú eres la verdad... Tú
tu mujer! eres el dios de todos los pueblos... Tú me has abando-
HINK.- ¿Has visto tú ya hombres en la calle? " nado... Tú has abandonado' a tu siervo; pero tu siervo
KNATSCH.- ¡Quépreguntamás extraña! ¡ te erige un altar... ¿Me parece que te ríes? ¡Ríete, ríete
HINK.- Por la calle se suele ir ciego... Pero, de pronto, se ve, fuerte! Los hombres también se han reído de mí. Aho-
Knatsch... ¡Es terrible cuando se ve, cuando se ven las ra ríete tú... (Se oye ruido en la escalera.) ¿Será Gre-
almas de los hombres! ¿Sabes tú lo que son las almas? te? Mis ojos no ven... Se hace la noche...
Una es un pedazo de tocino. Otra, una, máquina. Otra, (Entra la madre de Hinkemann.)
un casco de acero... ¿Has cegado tú, alguna vez, algún MADRE.- Buenas noches.
jilguero? (Sin esperar la respuesta.) Los pecados de las HINK.- ¿Eres tú?.. Buenas noches, madre. ¿Qué deseas?
madres se pagan hasta la cuarta generación,.. ¿No se ¿Qué te trae por aquí a estas horas? ¿Desde cuándo
dice así? Buenas noches, Knatsch., No te guardo el sales a la calle por la noche? Te complace acaso tomar
menor rencor. Yo ya sé, yo ya sé... el motivo, la razón... el fresco en estas noches calurosas... Las golondrinas
las razones... volaron hoy bajas. Va a haber tormenta...
KNATSCH.- Será mejor que me quede aqúí, ¿no te parece? MADRE.- Ha vuelto...
HINK.- No, vete, vete. Grete llegará'de un momento a otro... HINK.- ¿Quién?
En la taberna... Fue el vino... MADRE.- El padre.
KNATSCH.- Entonces... Buenas noches, Eugenio. illNK.- ¿Qué padre, el padre de quién?
HINK.-Buenas noches, Knatsch... ¡Oye!Unapregunta: ¿Cuántos MADRE.- Tu padre.
años hace que estás casado? illNK.- Pero, madre, ¿qué dices? Mi padre murió cuando
KNATSCH.- Veintitrés. yo tenía medio año. ¿Cuántas veces no me lo has dicho
HINK.- Alguna vez me hablaste de separarte de tu mujer. tú misma...? .

KNATSCH.- En efecto, tuve ese pensamiento. Pero des- MADRE.- Te engañé. En efecto, tu padre murió. Murió
pués nos hemos ido acostumbrando el uno al otro. Los para mí. Tú tenías medio año. Aún te alimentaba yo con
hijos, sin duda, son un lazo de unión. ' este pecho, ahora seco y marchito. Una noche tu pa-
HINK.- ~os hijos... Un lazo de unión... El divorcio es la dre volvió a casa borracho. Del brazo de. una prostitu-
separación en la cama y en la mesa. ¿No es así? ta... «¡Mujer, me gritó, vete hoya casa detu~ pacires!
KNATSCH.- Así es. ¡DuerIÍle allí! Yo necesito sangre joven en la cama.
HINK.- ¿Tu mujer es religiosa? Siento frío a tu lado; desde que has parido ese crío.»
KNA TSCH.- No pierde una misa. ¿Qué quieres que haga? Yo le traspasé con la mirada. De pronto, tu padre se
¡Que vaya a la iglesia, si eso la divierte! (En la puerta.) transformó. Era una bestia... Una bestia, que quería
Adiós, Eugenio. (Knatsch sale.) hacerme daño. Quería arrebatarme a mi hijo. Yo cogí
HINK.- (Solo.) No hay más dios que tú... ¡Cómo nos engaña- el cuchillo grande de la cocina. Le amenacé. El se
mos cuando creemos que rezarPos al Crucificado! ¡Es echó a reir. Dió media vuelta y se fue con la prostitu-

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..,

ta... Aquella noche no volvió. Tampoco al día siguien- MADRE.- Hijo mío: eso fue lo más amargo.
te, ni a la noche siguiente... Me abandonó... Yo me HINK.- Madre, tienes razón. Yo tampoco quiero volver a
eché a la calle... Para ganar el pan para ti... En mi ver a mi padre. Tampoco marcharé detrás de su entie-
juventud era de buen ver... Hoy... rro.
HINK.- ¿Hoy? (Pausa.)
MADRE.- Hoy ha vuelto tu padre. Andrajoso. Enfermo. Yo MADRE.- Eugenio... Eugenio... Yo necesito... Yo necesito un
lo conocí por las pisadas. «¿Qué vienes a hacer aquí?, traje para tu padre...
le pregunté, después de veintinueve años...?» Tu HINK.- (Abre el armario y saca un traje. Se lo da a su madre.)
padie murmuró como tonto: «No 'me pegues; Quiero Toma. Es mi traje de los días de fiesta.
morir junto a ti.» . .'., " ; MADRE.- Le sentará bien. Tu padre ha sido siempre muy
HINK.- ¿Y tú qué le contestaste, madre? exigente con los trajes. ¿Está Grete en casa?
MADRE.- Yo le dije que se desnudase, que se metiese en la HINK.- Llegará de un momento a otro... Madre... Tú sopor-
cama... Que en la cómoda hallaría ropa limpia. Que en tas tu dolor y yo soporto el mío... Tú puedes decir a los
el fogón había agua caliente. Y que en el cajón encon- demás la causa de tu desgracia... Pero... Yo no puedo
traría jabón. .. , . hablar a nadie de mi desgracia... Temo las burlas...
HINK.- ¿Lo has perdonado? MADRE.- Cada cual tiene que llevar su cruz a cuestas. La
vida es más fuerte que nosotros... Eugenio, tengo que
MADRE.- (Con firmeza.) No. Y no le perdonaré nunca. Le volver a casa... Tu padre está hambriento... Adiós,
cuidaré, eso sí, hasta que llegue su fm. Ese:es mi deber buenas noches.
de humanidad. Cuando muera, le cerraré los ojos para HINK.- Buenas noches. (La madre de Hinkemann sale.)
que no se los cierre ningún extraño; pero, cuando se HINK.- (Solo.) Para mi madre, lo más amargo fue que mi
lo lleven al cementerio, cerraré las ventanas y las padre se riera de ella cuando su alma, al sentirse
puertas. No marcharé detrás de su cuerpo, y gentes herida, intentó defenderse. ¿Lo has oído? ¿Lo has
extrañas lo enterrarán. Esa será mi venganza por to- oído tú, gran dios? ¿Estás contento? Dos seres se te
dos los males que me ha hecho. han sacrificado. ¿Quieres que baile en tu honor? No
(Pausa.J. tienes más que ordenármelo. Yo soy capaz de hacerla
todo: de beber sangre de ratas por veinte céntimos la
HINK.- Madre: ¿Qué fue lo más amargo de todo cuanto tú entrada, de bailar sobre la vida rota de dos seres.
tuviste que soportar? ¿Fue acas,o;el hecho de que se (Ríe.) jJa, ja, ja! .
bebiese el jornal mientras tú pasabáshambre? (Entra Fraenze.)
MADRE.- No. r, FRAEN.- Te encuentro triste. El aire es dulce esta noche
HINK.- ¿Fue, acaso, el hecho de que te abandonara por una calurosa de verano. Yo voy al baile. ¿Quieres acom-
mujer de la calle? pañarme?
MADRE.- No.
HINK.- Tú, hombre... jAh, perdona! Estaba con mis pensa-
HINK.- ¿Fue el hecho de que no quisiera, acostarse conti- mientos.
. go? FRAEN.- Tú, Eugenio...
MADRE.- No. mNK.- Sí...
FRAEN.- Tú, Eugenio...
HINK.- ¿Fue, entonces, lo que más te dolió el hecho de que HINK.- Habla...
él se riera a carcajadas cuando tu alma s.edefendió en FRAEN.- Tú, Eugenio, eres todavía el más fuerte de todos.
aquel momento de desesperación suprema? . El más bello.
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FRAEN.- ¿Y...? HINK.- Lo agradezco, Grete. Eres muy amable. ¡Qué boni-
HINK.- Yo lo creo así. tas son las rosas! ¡Qué bonitos sus colores! Nuestro día
HINK.- ¿Y...? de boda también fue bonito... Y nuestra noche de
bodas...
FRAEN.- Cuando miro a Grete, cuando veo lo gruñona que
se ha vuelto... Grete es mi amiga. pero yo no te GRETE.- Entonces había paz en la Tierra...
envidio. (Acercándose a Hinkemann.) Eugenio... HlNK.'- Sí; después vino la guerra. Recuerdo que tú dijiste que
Eugenio... ven conmigo... Luego le puedes decir a estabas orgullosa de IIÚ,porque servía en el regimiento
Grete que estuviste en una reunión ael partido. de la Guardia. Cuando marché al frente, tú lloraste...
¿Comprendes lo que quiero decirte? ¿Lloraste de alegría? ¿Quizá porque servía en el regi-
HINK.- Tú quieres decir... Tú quieres decir... Tú quieres decir miento de la Guardia?
que pasemos la noche juntos. ¿Verdad? ¿No es eso lo GRETE.- ¡Cuántas ilusiones nos hicimos entonces!
que quieres? La noche... Está calurosa... Por los pasillos HINK.- nusiones de colores tan bellos como los de estas
rosas. Pero, en la guerra, los hombres arrojaban bom-
se tropieza con gato~ cachondos... En el parq\le munici-
- pal sopla una brisa dulce...
bas a los jardines, llenos de flores, y ,mataban toda la
FRAEN.- Hace tanto calor, que me gustaría dormir en los alegría, todo el color... A las plantas les sucede lo
bancos del parque... Eugenio... (De pronto abraza a mismo que a los animales... Y a los animales, lo mismo
Hinkemann y le besa. Hinkemann la e,,!puja, apartándola que a los hombres... No hay diferencia... Yo era enton-
de sí y comienza a reir.) ces un hombre fuerte y vivía alegre... Tú siempre me
tuviste envidia.
,

FRAEN.- (Gritando confuria.) ¿Piensas acaso q\leyoy a corret:


detrás de ti? GRETE.-Sí...
HINK.- Corre detrás de ti misma, mujerzuela... En.el parque HlNK.- Pero hoy ya no tienes motivo para envidianne. Hoy
municipal hay muchos hombres... Gatos y gatas, perros puedes reir. (Grete comienza a llorar.) Ríe, ríe, ríe...
y perras andan rijosos... Y el aire es dulce... Pero... ¿Lloras...? ¡Déjate de comedias!... Ríe, mujer...
Tú sabes reir... Ríe; yo he arrojado mi alma desnuda,
F~AEN.- Otra vez vendrás tú a buscarme a IIÚ...(Sale.) callosa, al arroyo. ¡Déjate de llorar! Ahórrate esas
HINK.- (Solo.) ¡Ja, ja, ja!... Hinkemann muerto es todavía un
lágrimas. ¿Por qué no te ríes?
dios. En d mercado hay un hombre desnudo... Y la GRETE.- ¡Cómo me miras! Tengo miedo...
gente a su alrededor... Como una nube de moscas
'

HlNK.- ¿Tienes miedo? ¡Bah, bah, eso son estupideces!


pegajosas... Eritren, entren, señores, hay sorpresas... ¿Cómo puedo yo asustarte? Yo, que no soy siquiera...;
Y yo... yo soy un motivo legal de divorcio... que no soy siquiera...
(Pausa breve. Entra Grete Hinkemann.) GRETE.- (Hablando apresuradamente.) ¡No, no, no; tú no
GRETE.-: Buenas noches... Hola, Eugenio. me asustas; Yo te quiero. No te temo...
HINK~- (Sin mirarla.) Y el Señor dijo aCaÚl: «¿Dónde está tu HINK.- Mujer: ,dime la .verdad.
" hermano Abel?» Y CaÚl'contestó: «No lo sé. ¿Soy yo GRETE.- Yo te lo diré todo.
, acaso el guardador de mi hermano?» ' "
HlNK.- Lo sé todo. . '

GRETE.- Soy yo, Eugenio. GRETE.- Fui mala, Eugenio.


HINK.- «¿Qué has hecho? La sangr~ de tu hermano clama HINK.- ¿Mientes?
hasta IIÚdesde la Tierra.» GRETE.- Yo fui mala... Yo soy una pobre mujer. La fuerza
de las circunstancias púdo más que yo... Cometí una in-
GRETE.- Eugenio: he comprado unas flores. Hoyes el ani- justicia... No sé si tú todavía puedes quererme...
versario de nuestra boda.
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HINK.- No tengo derecho a reprocharte que te fueras con GRETE.- Eugenio: insúltame, pégame; pero quédate aquí
Pablo. Si tú le quieres, hiciste bien. conmigo. Yo soy la única culpable... Sí, me he reído,
GRETE.- (No comprendiendo las palabras de Hinkeinann.) me he reído delante de la barraca; me he reído así: ¡ja,
Entonces, ¿tú no me quieres? . . I
ja,ja.
HINK.- Precisamente, porque te quiero... HINK.- y por ello debes morir... No porque te hayas ido
GRETE.- (Sin comprender aún.) No, no. < con otros... Este era tu derecho... No porque me hayas
HINK.- Grete: tú debes irte inmediatamente... Sí, inmediata- engañado... No... Tú debes morir porque te has reído
mente... O, si no, me marcho yo... No te pido-nada... Los de mí, de mi desgracia... Una madre puede estrangular
muebles son tuyos... Adiós. a su hijo y nadie tiene derecho a arrojarle una sola
GRETE.- ¡Eugenio, Eugenio, yo te he traicionado! Me he piedra... Pero si después se riera de que al niño le
portado contigo como tú no lo mereciste... cuelga la lengua, húmeda y larga, de la boca, merece
HINK.- ¡Oh, oh! ¿Quién te ha enseñado a mentir? Yo estaba ser torturada hasta el [m de los siglos... Pero yo seré
antes sordo... Ciego... No sabía quiél1 vivía bajo mi misericordioso... No quiero que sufras hasta el [m de
techo... Se ha trasformado la Naturaleza... Creía alber-
los siglos... Pero... ¿Por qué estás árrodillada aquí,
gar una mariposa... Y ahora veo que la mariposa es un delante de mí? ArrodHlate delante de tu dios; rézale a
gusano... Un gusano con ojos que tienen la virtud de él... (Arrastra a Grete hasta el fogón, delante de la
engañar... Como los ojos de las prostitutas callejeras...
estatuilla del dios Príapo. Su respiración se ha conver-
Peor aún... Porque los ojos de las prostitutas tienen que tido en un gemido.)
engañar para vivir... (Fuera de sí. Gritando.) ¡No me
toques, no te acerques a mí! ¡Deja rnlS manos! Mi (Pausa breve.)
cuerpo, mi cuerpo acribillado a balazos te ha causado HINK.- ¿Por qué me miras así? En tus ojos no hay más que
repugnancia; pero, ahora, tú me das asco a mí. Tus falsedad. Yo los conozco bien. Tus ojos me miraron en
manos: sapos. Tus pechos, redondos, duros, pequeñi- 'a fábrica; tus ojos me miraron en el cuartel; tus ojos me
miraron en el hospital, en la cárcel... Siempre los mis-
tos, de punta: cieno... Tu boca, fresca y dulce: una cloaca .t mos ojos, siempre los mismos ojos de una criatura
maloliente... Tu cuerpo, sano y espléndido, se pudre en
toda su primavera... Te veo... Te veo, convertida en una atormentada, azotada, martirizada... Grete: yo creía,
carroña... no sé por qué, que tú valías más que yo... Ahora veo
GRETE.- (Arrodillándose.) ¡Insúltame,<insúltame, pégame! que no es así... Veo que lós dos somos igualmente
HINK.- Cuando tú estuviste en la feria, delante de la barra- ~ pobres, igualmente desgraciados... Sí; así es... Somos
ca... Cuando viste de qué manera se exhibía tu mari- hermano Y hermana... Yo soy tú y tú eres yo... ¡Qué
do..: De qué manera atravesaba de un mordisco la será de nosotros!
gargante de unos inocentes animalito~... Y todo para ! GRETE.- No te despreciaré ya nunca.
ganar dinero para ti... Tu marido mordía animales vi- <
vos... Y tú estabas delante de la barraca, con tu amante, f
I
HINK.- No se trata de eso, Grete. Eso ya está fuera de
nosotros, fuera de nuestra voluntad... Ya no hay reme-
y te reías, te reías... dio... ¿Qué más da que tú te marches con otros? ¿Qué
GRETE.- No es verdad. Te lo juro. '\ más da que tú me engañes? ¿Qué más da que tú te
HINK.- No quiero hablar contigo ni una sola palabra más. j
rías de mí?... Ya no hay remedio... Aun cuando te vistas
Mientes como el mismísimo diablo. (Haciendo ademán de seda... Aun cuando vivas en una de esas villas de
de salir.) los ricos... Aun cuando no dejes nunca de reir... Ya
(.
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Un enfermo no puede hacer ya nada aquí, en este
todo es igual... Tú eres, como yo, una pobre criatura Mundo... Se diría que su sangre está paralizada... Que
desgraciada... Lo acabo de comprender en este su alma es como el ala muerta de una alondra... Como
instante... Déjame solo... Déjame, quiero estar solo... un águila encerrada en la jaula del jardín zoológico...
GRETE.- ¿Ahora quieres que te deje solo? Grete: yo te deseo una vida feliz...
HINK.- Yo ya siempre estaré solo... Tú también... Siempre GRETE.- ¿Qué te propones, Eugenio? ¿Qué piensas ha-
estarás sola... cer? ¿Piensas abandonarme?
GRETE.- ¿Qué será de nosotros? HINK.- y no por culpa de mi enfermedad, de mi cuerpo
HINK.- Recuerdo que una vez, hace seis años, pasé una mutilado... He paseado por las calles y no he encontra-
mala temporada. El hambre me hacía sufrir horrible- do hombres. Sí caricaturas-. He llegado a casa y he en-
mente... ¡Qué extraño sentimiento, Grete, se apodera- contrado también caricaturas... y desgracias... Desgra-
ba de mí cuando pasaba por los jardines de los >barrios cias inmensas... Yo ya no tengo fuerzas para luchar... Ni
ricos y veía a los niños comiendo con-la boca llena!... para soñar... Quien no es capaz de soñar, tampoco es
¡Qué deseos de comer!... Y de pronto el hambre ya no capaz de vivir... El tiro fue como un fruto madurado en
me atormentaba... Se apoderaban de, mí otros senti- el árbol de la clarividencia... y toda esta clarividencia se
mientos distintos... Deseaba asesinm:;a uno de ,aquellos hace ciencia, saber, dentro de mí. y todo este saber,
niños que comían, para no verles, para no verlos mas- dolor profundo... Vivir para sufrir. Yo ya no puedo
ticar más... . más...
GRETE.- Eugenio: ¿Qué quieres decir con eso? No te com- GRETE.- Te estás atormentando... Eugenio... Eugenio... Yo no
prendo. me he reído... Yo no me he reído... Eugenio: Escúcha-
HINK.- Por mi culpa me he convert!doen un hazmerreir. me... Yo no me he reído... Yo me quedaré aquí contigo...
Yo debí defenderme entonces, cuando la bomba fue Siempre... Siempre... Todo se arreglará... Nosotros dos...
lanzada por los grandes asesinos del M!!!!rlo:lo.s polí- iíI Ningunos de los dos sentirá frío... Yo a tu lado... Tú a mi
ticos, los generales; pero no lo hice... Soy tan ridículo lado... Se hará el silencio... Estrellas... E iremos juntos
como nuestra época... Tan tristemente ridículo... de la mano...
Nl!-estra época no tiene alma... Yo no tengo órganos HINK.- ¿No te has reído?.. Mírame, Grete... Yo te creo,
sexuales... No hay diferencia... Grete, marcharemos Grete... ¡Oh!... (Besa a Grete con ternura.) Todo se
cada uno por nuestro camino: tú marcharás por el tuyo, arreglará... Yo a tu lado... Tú a mi lado...
yo marcharé por el mío... GRETE.- y llegará el verano... En el bosque se hará el
GRETE.- Eugenio: no te comprendo. silencio... Estrellas... E iremos juntos de la mano...
HINK.- No sé cuánto tiempo todavía me. durará esta clara HINK.- (Apartándose de Grete. Con violencia.) Pero llega-
comprensión del Mundo, de los hombres... Porque la rá el otoño... La fronda se secará... Estrellas... y odio...
. Naturaleza viva de los hombres es más fuerte que su Puño contra puño...
iñteligencia...La. intdigencia no es sino un medio para- GRETE.- ¡¡Eugenio!!
engañamos a nosotros mismos... Tú estás sana... Un HINK.- Yo sé ya demasiado...
enfermo, como yo, no tiene nada que hacer en este GRETE.- (Llorando desconsolada, como una niña.) No me
Mundo... Al menos, mientras la sociedad esté organi- dejes sola... Me perderé en la oscuridad... Me duele
zada como lo está hoy... La inteligencia humana dice todo el cuerpo... Me caigo a pedazos... Tengo el cuer-
que el que está sano tiene el alma sana... Y también: el po lleno de heridas... ¡Oh! Tengo miedo a la vida...
que está enfermo de la cabeza debe ir al manicomio...
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j
Piénsalo: sola... Sola en la vida... Sola en la selva pobla- KNA TSCH.- ¡Al patio!... ¡Al patio!... ¡Al patio!... Tu mujer...
da de fieras... Hoy nadie es bondadoso... No me dejes Tu mujer se ha tirado al patio... ¡No mires...! Es terrible.
sola... No me dejes sola... Dios'escribió mi sino... Yo te (Entra otro grupo de personas con el cadáver de Grete
pertenezco.. . envuelto en una sábana.)
HINK.- Lo que está en pugna con la Naturaleza no puede HINK.- (Con la mirada perdida.) Dejadme solo... ¡DejadnJ.e
--'
ser de Dios... Inténtalo, Grete..., Lucha fiLo Tú eres solo!... ¡Dejadme solo con mi mujer...! (Salen todos.)
una mujer sana... Comienza una vid~ nueva... Lucha Ella estaba sana... Ella rompió la tela de ar~a... Y yo'"
por un Mundo nuevo... , estoy aquí... ¡Todavía!... Colosal Y ridículo... En todos
GRETE.- (Encogiéndose de hombros.) AW1,que yo...~AunqiIeyo los siglos ha habido hombres tan ridículos como yo... ¿Y
quisiera... No . puedo más... No'
' ten,gq valo:r:.,.,
.'. Estoy por qué me ha tocado a mí precisamente...? La suerte
"
desh ec h a... ¡lOS
D N o se ya eua 1 es ffil camlIlo...
"

mlo es ciega: a ese le toca, a ese le toca y a ese no le toca...


Hemos caído en una tela de araña... Y'laaraña está 8hí... ¿Qué sabemos nosotros...? ¿De dónde venimos...?
No nos deja libres... Apenas puedo mover la cábeza... ¿Hacia dónde vamos...? Cada día puede traemos el
He perdido la noción del tiempo, de las cosas. Y TU:,mi Paraíso Terrenal; cada noche, el Diluvio Universal...
Señor Jesucristo, líbrame del mal. (Grete sale lentamen-
te.)
HINK.- ¿Dónde está el principio?... ¿Dónde eSta el fin?::.
TELÓN
¿Quién es capaz de decírmelo, de una tela deaiima?...
(Arroja a la lumbre del fogón la ,estatuilla !Je{ dios
Príapo.) Dios mentiroso... ¡Miserable! .. ",
FIN DE LA TRAGEDIA
(Pausa.)
HINK.- ¿Quién tiene derecho a juzgar al prójimo?,.. Cada
cual está condenado a juzgarse a sí mismo... ¡Salva-
ción!... En todas las calles del Mundo se oye este
grito... El francés, cuyo tiro me mutiló, o el negro, cuyo
tiro me mutiló, están gritando... Piden, a voces, su
salvación... ¿Viven todavía?... ¿Y cómo viven?... ¿Cie-
gos?... ¿Mancos?... ¿Cojos?... Ellos me hirieron.., Otros
les hirieron... ¿Quién no hace daño a los demás?... En
la guerra, los hombres han odiado, a los tiranos; pero
les- han obedecido y han asesinado Y habrá nuevas
guerras... Los hombres volverán a odiar a los tiranos...
Pero les volverán a obedecer... Cometerán nuevos
asesinatos... Así son los hombres... Si quisieran, po-
drían ser de otra manera... Pero no quieren... Podrían
ser ricos y no necesitar la felicidad del Cielo; pero
prefieren ser pobres: todos ellos están ciegos... (Se
oyen gritos. Se abre la puerta violentamente,.,Entra un
grupo de personas. Max Knatsch, a.la cabe~(l'~
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