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tóxica afectó 20 de los 54 km del río Orotoy. En esa ocasión, Ecopetrol fue
señalado por el Ministerio de Ambiente como responsable de afectaciones en las
fuentes hídricas por contaminación, por limitar su uso para las poblaciones
ribereñas, por provocar mortandad de peces y por haber usado sustancias
químicas sin contar con un plan de contingencia.
En 2013, la ANLA advertía que Ecopetrol no utilizaba los materiales exigidos por la
normatividad en ninguna de sus piscinas para almacenamiento de residuos en
Castilla y Chichimene, por lo que sus contenidos se filtraban. Tiempo después, en
una Audiencia Pública Ambiental celebrada en diciembre de 2015 en Acacías, la
comunidad continuaba denunciando el desbordamiento de las piscinas en
múltiples puntos del bloque.
Ecopetrol le explicó al OCA que tras el derrame de unas piscinas que fueron
contratadas con terceros y que afectaron el Caño San Luis en 2012, se instaló una
planta de tratamiento de lodos aceitosos propia en la Estación Acacías que inició
operaciones en julio de 2015. “Actualmente no tenemos piscinas de
almacenamiento ni de tratamiento in situ de lodos aceitosos", afirmó Claudia
Villalobos, profesional de viabilidad ambiental de la empresa. Sin embargo, las
piscinas de cortes de perforación, que contienen temporalmente los residuos de la
excavación de nuevos pozos se mantienen, y no deja de ser preocupante que lo
advertido en 2008 por la corporación ambiental, tardase 7 años en solucionarse.
Al ver este tipo de accidentes o fallas operacionales que impactan las aguas con
residuos contaminantes, cabe preguntar qué tan probable es la contaminación de
las capas de agua que se almacenan bajo la superficie, más conocidas como
acuíferos. El riesgo de contaminación se establece a partir de la estimación de su
vulnerabilidad, la cual según el Plan de Manejo Ambiental del bloque Cubarral “se
asocia principalmente a la cercanía de la lámina de agua a la superficie y a los
suelos con predominio de arenas y gravas presentes en el área de estudio, donde
la permeabilidad de los mismos puede facilitar el movimiento de los contaminantes
al acuífero”.
énesis de la desconfianza
Tanto el bloque Cubarral, como parte importante del bloque CPO-9 se localizan en
zonas de recarga y descarga de aguas subterráneas que se encuentran a menos
de 5 metros de la superficie. Para el primero, Ecopetrol entregó a la ANLA en 2012
un estudio de vulnerabilidad, realizado con el método “Drastic”, en el cual
establece 2 unidades hidrogeológicas:
Con estos datos la empresa solicitó una nueva zonificación mucho más permisiva,
que la ANLA rechazó, pues no encontró argumentos técnicos que la soportaran.
Cuando dos estudios tan similares arrojan resultados distintos, aparece el
escepticismo. Si a esto se suma que la zonificación que existe no ha logrado evitar
el impacto sobre las aguas en la región, ese escepticismo se desborda.
Con el plantón de la vereda Pio XII se reabrió esta discusión que viene desde
2012 ¿Por qué las autoridades ambientales se ven tan limitadas en su capacidad
de acción efectiva? Pero las movilizaciones abren otra pregunta: ¿Por qué si el
petróleo produce empleo, movimiento inmobiliario, regalías y otros beneficios
parciales, las comunidades se siguen oponiendo a la actividad? La acumulación
histórica de impactos, la dificultad para admitir los riesgos de la actividad, y su
creciente expansión parecen ser la respuesta.
“Ecopetrol dice una cosa y hace otra” dice Fernando Ombita, de la vereda Pio XII.
Y es que los habitantes de la región han visto cómo poco a poco los 30 pozos
aprobados para el bloque CPO-9 en el 2012, pasaron a ser 50 en el área de
perforación exploratoria Taray, o 468 en el Campo 50 K en el 2015. La empresa
sostiene que la actividad siempre genera más beneficios que costos y que ha
hecho un trabajo juicioso de socialización y de gestión del entorno, mientras que
las comunidades sostienen que por el contrario, no cumple sus compromisos de
socialización ni de manejo de impactos ¿Quién tiene la razón?
En momentos así, vale la pena preguntarse por qué la gente siente que su
territorio agoniza en nombre del progreso, no solo en el Meta sino a lo largo y
ancho de un país donde 26 de las 44 consultas populares que se están cocinando
a lo largo del territorio, son para que los habitantes de los municipios decidan si
quieren que se realice exploración y explotación de hidrocarburos en sus
municipios. El país necesita más reflexión, menos represión y que se cierren filas
en torno al patrimonio ambiental.