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La Irrigación en el Perú

Para ofrecer una imagen de las irrigaciones en el Perú dentro del contexto de la
relación Naturaleza-Hombre nos apoyaremos como punto de partida en el
conocido y antiguo concepto de distinguir en nuestro país tres regiones: costa,
sierra y selva.

La razón y utilidad de esta consideración reside en el hecho de que estas


tres regiones naturales son, desde el punto de vista de las irrigaciones,
claramente diferenciables por lo menos en los siguientes aspectos:

1. Condiciones climáticas, en especial la cantidad y la distribución de la


precipitación (lluvia) a lo largo del tiempo, las temperaturas
predominanantes, la humedad y los vientos.

2. Cantidad y aptitud agrícola de los suelos.

3. Ubicación de los centros de consumo y de comercialización.

4. Características socioeconómicas de la población.

Antes de la presentación de los problemas vinculados a las irrigaciones, en


cada una de las tres regiones, conviene que hagamos algunos comentarios sobre
los suelos del Perú. El conocimiento del clima, de la disponibilidad de agua y de
los suelos es indispensable para analizar las posibilidades del desarrollo agrícola.
En el Capítulo 2 hemos presentado algunos aspectos de la disponibilidad de
agua; veamos ahora algo sobre la disponibilidad de tierras. En el Perú hay gran
escasez de tierras con aptitud agrícola. Los suelos pobres, o no aptos, se
caracterizan por su baja fertilidad originada por deficiencia en nutrientes, acidez,
escaso contenido de materia orgánica, pendientes fuertes y mal drenaje. A todo
esto, debe añadirse, por cierto, la escasez de agua. Los suelos con aptitud agrícola
están dispersos en el territorio nacional, general- mente a lo largo de los valles.
Un problema serio que tenemos es que por lo general el agua y el suelo no
coinciden en un mismo lugar. En la costa hay buenos suelos, pero falta agua; en
la selva ocurre lo contrario.

La antigua Oficina Nacional de Evaluación de Recursos Naturales


(ONERN), hoy Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) elaboró la
Clasificación de las Tierras del Perú, de acuerdo a su Capacidad de Uso Mayor
[118]. La capacidad de uso de un suelo puede ser definida "como su aptitud
natural para producir en forma constante bajo tratamientos continuos y usos
específicos".
A continuación, se resume, a partir del estudio mencionado la clasificación
de tierras del Perú. Es convenientemente mencionar que ONERN elaboró
también el Mapa de Clasificación de Suelos del Perú, a la escala 1:1 000 000. La
clasificación de tierras es la siguiente:

Tierras aptas para cultivos en limpio. Se trata de las tierras de mayor valor
agrológico del país; se caracterizan porque a pesar de las labores agrícolas
continuadas no se deterioran ni pierden calidad. Es decir, que en este tipo de
tierras la agricultura sostenida no influye en la capacidad productiva del suelo.
Pueden dedicarse a plantas herbáceas, semiarbustivas de corto periodo
vegetativo o a cultivos permanentes de cualquier tipo, dependiendo la selección
del cultivo, de los estudios agroeconómicos y de otro tipo de consideraciones.

ONERN menciona que "las tierras de cultivo en limpio o arables, estadio final
de la revolución agrícola iniciada hace 10 000 años y máxima expresión de la
agricultura del mundo y de sus niveles de producción actual, representa el sustento
fundamental de la alimentación y preservación de la humanidad".

El potencial de tierras aptas para cultivos en limpio es de 4 902 000


hectáreas, lo que equivale al 3,8% de la extensión nacional y al 64% del total de
tierras apropiadas para fines agrícolas que tiene nuestro país.

Las tierras aptas para cultivos en limpio están dispersas y fraccionadas en


todo el territorio nacional; la mitad de ellas está en la selva. Su presencia por
regiones naturales es la siguiente:

Costa 1 140 000 ha 23%


Sierra 1 341 000 ha 27%
Selva 2 421 000 ha 50%

Total 4 902 000 ha 100%

Del total nacional del potencial de tierras aptas para cultivos en limpio, el
30% requiere del riego para ser productivas. El resto es de secano.

Tierras aptas para cultivo permanente. Estas tierras no son arables, es


decir no permiten la renovación periódica y continuada del suelo. Permiten, sin
embargo, cultivos perennes, forrajes y otros tipos de cultivos y su manejo puede
realizarse con técnicas al alcance económico de los agricultores.

ONERN señala que "las tierras para cultivo permanente, complemento


fundamental e indisoluble de las tierras en limpio y centro de la producción
frutícola y de la industria de derivados, conforman la prosperidad y desarrollo
económico de muchas naciones del planeta".

El potencial nacional de tierras aptas para cultivos permanentes es de


2 707 000 hectáreas lo que equivale al 2,1% de la extensión del territorio
nacional y al 36% del total nacional de tierras apropiadas para fines agrícolas
que tiene nuestro país.

Las tierras aptas para cultivos permanentes están ubicadas en la selva (80%).
En la costa hay casi un 20% que se ubica en las planicies y en las partes altas de
los valles irrigados. En la sierra hay una pequeñísima cantidad que se localiza en
las partes más abrigadas de los valles.

Tierras aptas para pastos. No se incluyen dentro del potencial de tierras


aptas para la agricultura. Su uso está restringido básicamente al pastoreo.

ONERN se refiere a este tipo de tierras de la siguiente manera "Las tierras para
pastizales, el fenómeno fundamental del mioceno y uno de los grandes eventos de la
historia terrestre, representan al ecosistema vegetacional abierto que indujo a los
mamíferos herbívoros primitivos a agruparse en manadas y atrajo al hombre a
dejar su condición de habitante arborícola y recolector, abriendo las puertas a la
domesticación de especies silvestres alimenticias. Hoy en día base del progreso y
desarrollo de la ganadería mundial".

En el Perú la extensión de tierras aptas para pastos es de 17 916 000


hectáreas, lo que significa el 13,9% de la extensión del país. La gran mayoría de
estas tierras está ubicada en la región Sierra Alto Andina, por encima de los 3
300 metros de altitud y según ONERN sustenta el grueso de la población
ganadera del país, con 15 millones de ovinos (97% del total nacional), 3,5
millones de vacunos (80% del total nacional) y 3,8 millones de camélidos
sudamericanos. En la región de la costa hay pastos en las lomas, pero en
cantidades muy pequeñas.

El éxito de los pastizales está vinculado a la presencia de lluvias. Las sequías


impactan fuertemente sobre los pastos y la ganadería, como lo veremos más
adelante.

De las tierras aptas para pastos, el 22% (4 millones de hectáreas) se clasifica


como de calidad agrológica alta, sin embargo, tiene limitaciones de clima y gran
parte necesitaría, teóricamente, un riego complementario. El 68% de las tierras
aptas para pastos (12 millones de hectáreas) es de calidad agrológica media, pues
presenta deficiencias y limitaciones para la producción de pastos y, por lo tanto,
para el desarrollo de una ganadería sostenida y
rentable. El 10% restante de las tierras clasificadas como aptas para pastos (2
millones de hectáreas) tiene fuertes limitaciones y se considera de calidad
agrológica baja.

Tierras aptas para producción forestal. Se trata de tierras que no reúnen las
condiciones ecológicas para desarrollar cultivos o pastos. Son aptas para árboles
y producción maderera.

Respecto de ellas ONERN expresa que "las tierras de foresta representan la


maquinaria biológica más notable de la Tierra. Generadoras de productos
esenciales, de la riqueza maderera mundial y del suministro vital del agua en forma
indefinida, si son manejadas juiciosamente y, al mismo tiempo, el albergue de la
fauna silvestre y el hogar primitivo de nuestro antepasado remoto: el hombre
arborícola".

En el Perú, hay 48 696 000 hectáreas con vocación forestal; es decir, el


37,9% de la extensión del país. Estas tierras básicamente están en la selva. Se
estima que hay más de 2 500 especies de árboles de las que sólo se ha clasificado
600.

Tierras de protección. Son aquéllas que no tienen condiciones naturales para


cultivos, pastoreo o producción forestal. Con respecto a las tierras anteriormente
descritas representan el resto del territorio nacional: 54 300 560 hectáreas, el
42,2% de la extensión del país. Incluyen los parques nacionales y las reservas de
Biósfera.

Respecto de ellas, ONERN expresa que “las tierras de protección representan al


vasto engarce terrestre, asiento de la actividad minera; de las fuentes de energía en
todas sus formas; de la caza y pesca oceánica y continental; de los escenarios de
valor paisajista y de atractivo turístico como recreacional; centro de las reservas
naturales para la preservación genética vegetal y animal, y, el espacio donde el
hombre busca su ligazón armónica con la Naturaleza".

En la costa el 75% de las tierras son de protección, en la sierra el 64% y en la


selva el 25%. En el Cuadro 5.7 se presenta la superficie y porcentaje respectivo
para cada tipo de capacidad de uso mayor de la tierra, por regiones naturales. En
el Cuadro 5.8 se indica para cada departamento del Perú los diferentes usos y
porcentajes de capacidad de uso mayor de tierras.

Examinaremos ahora las características de las tres regiones naturales del


Perú desde el punto de vista de las irrigaciones.

La costa puede definirse como una franja muy estrecha paralela al mar con
un ancho que en algunos casos llega a los 200 kilómetros.
Usualmente se considera que se extiende desde el nivel del mar hasta los 2 000
o 2 500 metros de altitud. Para nuestros fines el límite entre la costa y la sierra
está dado por la altitud a partir de la cual hay lluvia suficiente para el desarrollo
de la agricultura, por lo menos en una parte del año, sin necesidad de riego.

La costa peruana tiene una extensión del orden de 140 000 km2 (14 millones de
hectáreas) y representa alrededor del 11% de nuestra extensión territorial. La costa
es, desde el punto de vista ecológico, un inmenso desierto. Predomina la aridez más
absoluta. Se dice que una zona es árida (etimológica- mente, seca) cuando el agua
constituye un factor limitante para la superviven- cita o para el crecimiento
económico. WIENER ha señalado bien esto cuando afirma que "un país se considera
árido si la cantidad o la calidad del agua es la variable que controla su planificación"
[178].

En la costa peruana no llueve. Por lo menos, no llueve con la persistencia y


oportunidad que se requiere para el desarrollo de labores agrícolas. Llueve
ocasionalmente, y, entonces, las aguas traen más daños que beneficios. La costa
peruana está cortada por unos 53 ríos, en su mayor parte torrentosos, de corto
recorrido y de régimen irregular (Cuadro 1.6).

En los estrechos valles que forman estos ríos existe ancestralmente


agricultura. Como no hay lluvia, la forma de cultivar la tierra en grandes
extensiones es el riego. El hombre ha cultivado la tierra adaptándose a las
condiciones naturales. El agua que llevan los torrentes costeños depende
directamente de la precipitación en la sierra, que empieza débilmente en octubre
o noviembre y aumenta hasta marzo, decrece en abril y se ausenta casi
totalmente durante varios meses. Esto mismo ocurre con los ríos de la costa
peruana; la mayor parte de ellos sólo tiene agua en cantidades significativas, si
es que no hay sequía, unos pocos meses al año. El año hidrológico se define
generalmente como aquél que empieza en setiembre y termina en agosto del año
calendario siguiente.

Desde la época en la que el hombre se instaló en la costa peruana tuvo que


realizar obras hidráulicas. Ante la ausencia de lluvias y teniendo a su disposición
tierras aptas para los cultivos, el hombre se vio obligado a ejecutar obras de
irrigación que permitiesen su subsistencia. Es decir, aprovechó las aguas
superficiales.

En su esquema más simple las obras de irrigación consisten en captar las


aguas de un río y conducirlas hacia las tierras y efectuar el riego. El hombre logra
así, con su ingenio y capacidad de adaptación, adecuarse al medio en el que tiene
que vivir y hacer producir la tierra a pesar de la ausencia de lluvias. Desde hace
miles de años el hombre construye este tipo de obras en las regiones áridas. En
el Perú hay sistemas de riego que tienen miles de años.
Afortunadamente en la mayor parte de la costa peruana el clima no
constituye un factor limitante para la producción agrícola. Usualmente la
temperatura no excede de los 30-35C, ni está por debajo de los 15C. Sólo en
períodos cortos y no muy frecuentes las temperaturas están fuera de este rango.
La velocidad del viento es en general muy pequeña, salvo en algunas pampas muy
expuestas.

En general puede decirse que la costa, si bien no tiene lluvia, reúne en


cambio un conjunto de condiciones climáticas altamente favorables que
permiten el desarrollo de una amplia gama de cultivos. Hay, además, una
importante extensión de suelos que reúne, por su relieve y características, las
condiciones adecuadas para el desarrollo de los cultivos. En realidad, la costa
tiene los mejores suelos agrícolas del Perú. Hay, sin embargo, problemas de
salinidad y drenaje en algunas áreas.

La costa tiene 1 140 000 hectáreas aptas para cultivos en limpio y 496
000 hectáreas aptas para cultivos permanentes, lo que hace un total de 1 636
000 hectáreas de tierras apropiadas para fines agrícolas (12% de la extensión
de la costa). El detalle puede verse en el Cuadro 5.7. Lo que la naturaleza negó
es la lluvia, oportuna, persistente y bien distribuida en el tiempo. Los
proyectos de irrigación corrigen esta situación.

En esta región desértica, árida, vive prácticamente la mitad de la población


del país (11 558 204 habitantes, según el censo de 1993, que equivale al 52,2%
del total nacional). Allí se ubica la capital de la República, gran centro urbano, en
el que se asienta casi el 30% de la población del Perú, el 69% de la producción
industrial y el 57% del producto bruto interno. Lima es una metrópoli que
expresa claramente el centralismo y sus problemas, pues tiene e l 73% de las
camas hospitalarias del país y del personal médico y el 63% de los institutos
científicos y tecnológicos. Los problemas de Lima Metropolitana han sido
analizados por Edgardo QUINTANILLA [128].

Los principales asentamientos humanos de la costa peruana están cercanos


a los ríos, en las áreas que se extienden hasta donde llegan las obras de irrigación.
Esto significa unas 800 000 hectáreas (6% del área de la costa) en las que, en
mayor o menor grado, se practica la agricultura, se ubican las ciudades y se
instalan las industrias. Es el territorio ocupado. Hay, sin embargo, desarrollos
urbanos, industriales o de servicios que están fuera del área antes mencionada.
Su extensión es insignificante. Ejemplos típicos serían Paita, Talara y Marcona.
La gran ventaja que tiene la agricultura de la costa es su cercanía a los grandes
centros de consumo y de exportación.

El 94% restante del área de la costa es un desierto absoluto. La agricultura


sólo podría desarrollarse con riego, y éste tendría que ser total. En
la sierra, selva alta y en otros países, el riego es complementario. Unos meses
hay lluvia y, cuando ésta es escasa o no se presenta adecuadamente, se
complementa con riego.

En el Cuadro 5.9 se aprecia en cifras redondas la distribución de la


extensión territorial del país y de la población por regiones naturales. En el
Cuadro 5.10 se presenta los usos actuales y potenciales de las tierras agrícolas
del territorio nacional.

CUADRO 5.9
Extensión y Población de las Tres Regiones del Perú

EXTENSION POBLACION
Millones % Millones %
(ha)
Costa 14 11 12 52
Sierra 39 30 8 36
Selva 76 59 3 12
TOTAL 129 100 23 100

CUADRO 5.10
Uso Actual y Potencial de Tierras por Regiones Naturales del Perú
(En millones de hectáreas)

USO USO ACTUAL INCREMENTO


POTENCIAL POSIBLE

Costa 1,6 0,8 0,8


Sierra 1,0 1,0 0,0
Selva 5,0 1,0 4,0

TOTAL 7,6 2,8 4,8

Las estadísticas mencionan para la costa peruana una densidad de unos 85


habitantes por kilómetro cuadrado. Sin embargo, si rehacemos el cálculo
considerando únicamente la extensión ocupada realmente, y si descontamos la
capital, por su gran efecto de distorsión de cualquier promedio nacional,
obtendríamos para la costa peruana una densidad real de 600 habitantes por
kilómetro cuadrado, que es un valor altísimo, comparable al de Holanda, por
ejemplo. Si incluyésemos a Lima, la densidad poblacional de la costa ocupada
subiría a más del doble. La conclusión que obtenemos es que la costa peruana
es en realidad un área densamente poblada.

Según estudios hechos por la antigua Oficina Nacional de Evaluación de


Recursos Naturales (ONERN) las posibilidades de incremento de tierra agrícola
en la costa ascienden a 876 000 hectáreas, con lo que potencialmente se
dispone en la costa de 1 636 000 hectáreas, de las que se cultiva la mitad. La
agricultura de la costa constituye el 50% del producto bruto agrícola nacional.

La sierra tiene una extensión de 391 980 km2 (casi 39 millones de hectáreas)
lo que representa el 30% de la superficie del Perú. El clima es severo; las
temperaturas varían fuertemente del día a la noche; su diferencia puede ser de
unos 20C o más, lo que implica algunos grados bajo cero en la noche. Se
presentan ocasionalmente las heladas que destruyen los cultivos.

En la sierra el terreno es muy accidentado; fuertes pendientes, cordilleras,


lagunas y nevados predominan en el paisaje andino. Las tierras aptas para el
cultivo son escasas y dispersas; se limitan a los estrechos valles interandinos y
a algunas mesetas a gran altitud. Los centros de consumo están alejados. Los
medios de transporte son difíciles y costosos. Los taludes inestables y una
cordillera joven y dinámica hacen más difícil las condiciones de vida para un
poco más de la tercera parte de la población del país (7 904 711 habitantes,
según el censo de 1993, que equivale al 35,7% del total nacional). En la sierra
está el 55% de la población nacional dedicada a la agricultura. En la sierra
sólo hay 1 361 000 hectáreas apropiadas para fines agrícolas, según se ve en
el Cuadro 5.7.

Sin embargo, en la sierra llueve con relativa regularidad. Esto permite el


desarrollo de una agricultura de secano, o de temporal, como se le llama en otros
lugares. Secano significa "tierra de labor que no tiene riego, y sólo participa del
agua llovediza". Las lluvias empiezan en octubre o noviembre y continúan hasta
marzo o abril. Este es el período en el que puede haber agricultura, a excepción
de los años de sequía. El resto del año la lluvia es insuficiente para satisfacer las
necesidades agrícolas. Usualmente hay sólo una cosecha al año.

Recordemos las últimas sequías, muy intensas en el sur, la del año


hidrológico de 1965/66, la de 1982/83 y la de 1991/92. La sequía es terrible,
deja de llover completamente, los arroyos se secan, el ganado no tiene donde
abrevar, los cultivos se marchitan, y finalmente se llega a las situaciones más
dramáticas que se pueda imaginar. Los hombres abandonan la tierra de sus
antepasados y emigran generalmente a la costa.
Las obras de irrigación son muy poco significativas en la sierra. Es
impresionante ver cómo se desarrolla la agricultura de secano en laderas muy
escarpadas y en extensiones pequeñísimas.

Desde épocas inmemoriales se usó el sistema de andenes, que permite no


sólo la creación de suelos agrícolas, sino también la protección de las laderas y la
disminución de la erosión. En la sierra hay, más que en la costa, una
heterogeneidad de condiciones. Cada pequeña región o lugar tiene problemas
peculiares en cuanto a clima, suelos, mercados, etc.

En la sierra hay escasez de suelos, en cantidad y calidad. Hay graves


problemas de pérdida de suelos por erosión. Habría que iniciar una activa
campaña de protección de cuencas y reforestación.

MASSON patrocina el rescate de tecnologías tradicionales, especialmente


en lo que respecta a los andenes. "Se ha calculado, en forma relativamente
aproximada, que en la Sierra existen 1 000 000 de hectáreas de andenes en
diverso estado de conservación. Hay andenes en uso (aproximadamente 25%);
andenes abandonados, pero en buen estado de conservación; andenes
desarmados, andenes derruidos o semiderruidos, andenes que sirven para la
admiración turística..." [103].

Se calcula que en la sierra se cultiva en forma precaria hasta un millón de


hectáreas. Las áreas de riego mediante obras de irrigación son una mínima parte,
prácticamente no significativa con respecto al total. Anualmente se debe dejar
fuera de cultivo unas 400 000 hectáreas que permanecen en descanso
(barbecho). La tecnología es en su mayor parte primitiva, los rendimientos son
bajos y la comercialización de los productos es difícil y con fuertes limitantes.

En la sierra predomina la agricultura de autoconsumo e intercambio. Hay


un poco más de 10 millones de hectáreas con pastos naturales, de bajísima
productividad y fuertemente condicionados a la variabilidad de la precipitación.
Allí se desarrolla una ganadería de pobres rendimientos.

La característica general de la sierra es la escasez de recursos, salvo los


minerales. La agresividad geográfica dificulta la comercialización de los
productos. En la sierra los proyectos de irrigación abarcan extensiones
pequeñas. Las posibilidades de expansión de la frontera agrícola son muy
limitadas; la Oficina Nacional de Evaluación de Recursos Naturales considera
que son nulas. La alternativa es el aumento de la productividad, vía cambio
tecnológico y afianzamiento hidrológico.
El desarrollo agrícola, integralmente entendido, es fundamental. La parte de
ingeniería es por lo general sencilla. Lo difícil está en resolver los otros problemas
que forman parte de una irrigación. El agua, regulada y oportuna- mente
distribuida, en cantidad y calidad adecuadas, suple o complementa a la lluvia.
Pero no basta tener agua. El agua es indispensable, pero no suficiente para el
desarrollo agrícola. En la sierra, en mayor grado que en la costa, se requiere
asistencia técnica y crediticia y las facilidades indispensables para la
comercialización de los productos. De nada valdría, y la experiencia así lo ha
demostrado, construir obras de ingeniería para dar agua, si no se establece
paralelamente un programa de extensión agrícola en el más amplio sentido del
término. Y tampoco bastaría con mejorar la productividad (la producción por
unidad de área), si no se asegura mercados y precios que permitan al agricultor
vivir, desarrollar y progresar, y obtener el bienestar al que todos aspiramos.

En la sierra siempre se ha dependido de la lluvia, y su abundancia o escasez


ha marcado el destino y la fortuna de sus habitantes.

La sierra, nos dice ZAMORA "ha superado ampliamente su capacidad agrícola,


no siendo posible ampliar o incorporar nuevas tierras al agro en esta región. Más
bien, lo que se requiere son acciones destinadas hacia una auténtica optimización en
el uso de los suelos que se traduzca en un incremento marcado de su producción.
De hecho, el molde agrícola en la región de la sierra requiere la transformación de
la actual situación de agricultura primitiva y de baja productividad a una
agricultura moderna mediante medidas y técnicas eficientes de manejo del suelo y
del agua, asociado a mecanismos de suministro de asistencia técnica y crediticia, así
como la desaparición de la tradicional práctica del barbecho estimada en 400 - 500
mil hectáreas anuales. Algunos autores consideran a la Sierra como la región más
importante por razones de orden físico, ecológico, económico, social y cultural. En
lo físico, por su gran heterogeneidad topográfica y de recursos agrícolas, así como
por la variedad mineral y energética; en lo ecológico, por la cantidad y variedad de
zonas de vida que incluye; en lo económico, por ser la región que proporciona
mayor cantidad de divisas por exportaciones, así como por ser la principal fuente
energética del país; en lo social, porque es la región con población más pauperizada
del Perú; y en lo cultural, por ser el asiento principal de la más importante cultura
precolombina, así como por su riqueza tradicional y costumbrista autóctona. A
pesar de todo ello, la Sierra es la región más desatendida del país" [181].

La tercera región natural es la selva, montaña o Amazonía; comprende el


59% del área del país. Su población es, sin embargo, pequeña. Apenas el 12% de
los peruanos vive en la selva. Acá llueve fuertemente. El exceso de lluvias
produce el fenómeno llamado lixiviación, que es la pérdida de las sales y
nutrientes del suelo por un lavado excesivo. Gran parte de la región está cubierta
de una vegetación exuberante, silvestre. La selva es la región del país que está
sufriendo más intensamente “el impacto de la civilización”. La tala de árboles, la
destrucción de la cobertura vegetal y la pérdida de los suelos agrícolas es
dramáticamente impresionante. En la selva alta se han producido cambios
importantes en el clima. Está ocurriendo lo que hace algunos siglos ocurrió en la
costa peruana a raíz de la conquista europea: depredación de la Naturaleza.
Nuestra selva está siguiendo el mismo camino. Frente a una agresión tan fuerte,
los bosques se convierten en recursos relativamente renovables.

La Selva Alta incluye las provincias de Jaén y San Ignacio (Departamento de


Cajamarca), Bagua (Departamento de Amazonas), Moyobamba, Rioja, Lamas,
San Martín, Mariscal Cáceres (Departamento de San Martín), Leoncio Prado y
Pachitea (Departamento de Huánuco), Oxapampa (Departamento de Pasco),
Chanchamayo y Satipo (Departamento de Junín), La Convención (Departamento
del Cuzco) y parte de las provincias de Carabaya y Sandia (Departamento de
Puno). El 68% es población rural y el resto población urbana. La Selva Baja o
Llano Amazónico comprende los departamentos de Loreto, Ucayali y Madre de
Dios.

Según el censo de 1993 la selva, con una población de 2 665 551 habitantes
(12,1% del total nacional) ha tenido en los últimos años un fuerte crecimiento
poblacional, a razón de 3,3% anual. En cambio, el crecimiento de la costa ha sido
de 2,6% y el de la sierra de 1,3% anual.

Las áreas que constituyen potencial agrícola de alguna importancia están


ubicadas en la selva alta, o ceja de selva. Su explotación es difícil y constituye
una verdadera colonización. Los centros de consumo están alejados y la
comercialización de los productos es difícil.

Se menciona frecuentemente que la selva es rica en recursos forestales y que


tiene 46 millones de hectáreas de tierras de aptitud forestal. En éste un recurso
potencial, de enormes posibilidades, pero no debemos ser demasiado optimistas.
Así, Marc DOUROJEANNI nos recuerda que: “Si bien el 37,9% de las tierras del
Perú tienen aptitud para la producción de maderas y otros productos forestales
eso es sólo fruto de un descarte. Los árboles, como cualquier otra planta,
prefieren las tierras fértiles y crecen más grandes, más sanos y más rápido en
ellas que en las casi estériles tierras amazónicas que se califican de aptitud
forestal. Es así como el industrial maderero del Perú debe lidiar con más de 3
500 especies de árboles, cada una escasamente representa- da y en un 95% sin
mercado conocido. Además, debido a la pobreza de los
suelos y a la referida diversidad biológica, el volumen explotable en el Perú es
apenas, en el mejor de los casos, la tercera parte de lo que se saca, sin esfuerzos
mayores, de los bosques templados. Para colmo, más de la mitad de los árboles de
la Amazonía no flotan, complicando los costos de transporte" [50].

Carlos ARAMBURU ha dado importantes recomendaciones para el manejo


de la selva. Entre ellas destacamos las que se señala a continuación, que como
puede verse están muy vinculadas al manejo de los Recursos Hidráulicos.

Manejo Ambiental: "Es perentorio concientizar a los técnicos y profesionales a cargo


de los proyectos y, luego difundir entre diversos tipos de agricultores, la noción del
medio ambiente como algo susceptible a la degradación y que por lo tanto debe
conservarse. El bosque tropical no es una mina a la que se saquea hasta su extinción,
sino algo que hay que renovar por el bien común..."

Investigación, Extensión y Adopción de Tecnologías apropiadas: "Este


componente nos parece central para propiciar un uso más intensivo, menos
depredador y económicamente más productivo de los recursos amazónicos". Hay
que diseñar paquetes tecnológicos teniendo en cuenta principalmente las
características de las pequeñas explotaciones. "Entre éstas cabe resaltar el
carácter diversificado de la producción, la doble finalidad (consumo y venta) de
los cultivos, el uso intensivo de la mano de obra familiar, la escasez de capital
financiero y técnico, la gran aversión al riesgo derivado de variedades y prácticas
desconocidas y de bruscas fluctuaciones de precios, la ineficiencia de los
sistemas de acopio, comercialización y transporte, etc.…"

Organización de la población: “La población debe ser organizada en comités de


protección y manejo de los recursos naturales..." "La idea de conservación no se
riñe con el propósito de uso, sino que es compatible con el concepto de uso
racional...”

Plan de Manejo Ambiental: Los programas de extensión tecnológica deben incluir


medidas de manejo ambiental. "Así como se capacita a los agricultores en
abonamiento y sistemas de riego, se debe instruirlos también en medidas de manejo
ambiental, pero no en forma individual, sino en forma organizada para que puedan
asumirlos colectivamente".

Educación de la Población: Se debe utilizar los colegios y la radio para educar


en materia de manejo ambiental.

Diversificación productiva e integración del mercado regional: En la selva se


debería intentar la satisfacción del mercado local, pues éste va creciendo y
aumenta la dependencia de la Costa. "Por ejemplo resulta absurdo que desde
Lima se lleve aceite y desde Arequipa leche evaporada, para que sean consumidos
en Tarapoto..."

Servicios básicos y productivos: "Creemos que es necesario realizar una política


agresiva de servicios que no se limite a los aspectos clásicos (salud y educación), sino
que también incluya la expansión de los de integración de la producción agrícola, para
la creación de una agro-industria y de oportunidades de inversión que brinden un
mayor nivel de valor agregado a los bienes que produce la selva alta..." "...Como resulta
evidente de los planteamientos anteriores, la problemática social en la Amazonía está
íntimamente relacionada con los procesos ambientales, el sistema económico y la
viabilidad de los progresos técnicos productivos. Por ello, el reto del desarrollo
amazónico exige un esfuerzo de investigación y planificación multidisciplinario, que sea
capaz de aprender de experiencias pasadas y que tome en cuenta prioritariamente las
necesidades percibidas de la población organizada" [2].

De lo expuesto anteriormente sobre las tres regiones del Perú se concluye lo


siguiente. Las tierras cultivadas en el Perú llegan a casi 3 millones de hectáreas,
lo que representa el 2,2% de la extensión del país. Los estudios hechos por
ONERN llegan a la conclusión de que las tierras cultivables, potencialmente, son
7,6 millones de hectáreas, lo que equivaldría al 6% de nuestro territorio. Es decir,
que podríamos triplicar el área actualmente cultivada. La mayor de las áreas
potenciales de expansión agrícola está en la selva. Las extensiones mencionadas
son pequeñas. Debemos ser conscientes de que en el Perú la tierra es escasa.
Tenemos un país de gran extensión territorial, pero con áreas aptas la agricultura
de poca extensión. Como según el censo de 1993 la población del Perú es de 22
128 466 habitantes, resulta que en la actualidad tenemos 0,125 hectáreas por
habitante, valor muy bajo si se le compara con otros países. Si quisiéramos
mantener esa bajísima relación tendríamos que incorporar tierras a la agricultura
a razón de 60 000 hectáreas anuales, sólo para compensar el crecimiento
poblacional, que según el censo de 1993 es de 2,2% anual.

Marc DOUROJEANNI se pregunta "El Perú... ¿un país agrícola? Las tierras
aptas para la agricultura son el recurso natural de mayor escasez en el Perú"...
"Francia, con más del 40% de su ámbito capaz de mantener una agricultura
sostenida, si es un ejemplo de un verdadero país agrícola". Debemos recordar, señala
el mismo autor, que "el Perú es uno de los países con menos potencial agropecuario
en toda América latina. Y no hay nada extraño en ello cuando se tiene presente que
nuestro país es la suma de desiertos, alta montañas y selvas tropicales. La confusión
deviene de una mala educación, que ha confundido los esfuerzos extraordinarios de
nuestros antepasados prehispánicos por superar la deficiencia de recursos de suelo
y agua, con la abundancia de estos" [50].

Los valores antes señalados nos indican claramente la importancia del


problema y tienen que obligarnos a preguntarnos si es posible aspirar a
crecimientos tan altos de la frontera agrícola, o debemos buscar
soluciones alternativas. Chile tiene casi 6 millones de hectáreas
cultivadas y Argentina posee 34 millones de hectáreas. Valores
bastantes mayores que los nuestros
[32].

Respecto al incremento potencial de 4,6 millones de hectáreas ZAMORA


ha escrito lo siguiente: “Esta extensión adicional de tierras cultivables podrá
parecer escaso, pero, representa un área superior a las superficies
territoriales de los Países Bajos (Holanda) y Dinamarca en forma individual,
países estos eminentemente agrícolas y de elevada producción agrícola por
unidad de área. Aún más, cabe indicar que la suma de ambas extensiones
territoriales coincide con nuestro total cultivable nacional y que la población
de dichos países es de 20 millones de habitantes, cifra poblacional idéntica a
la del Perú (1984).

Lo arriba expuesto hace reflexionar que el desarrollo de nuestra


agricultura, dentro de un contexto integral, no debe estar exclusivamente
dirigido a la cuantía del recurso suelo agrícola, sino a la eficiencia o a la
optimización con que éste sea manejado" [181].

Definitivamente, nuestros recursos de tierra son escasos, y los de


agua, costosos de aprovechar. No nos queda otro camino que aumentar el
rendimiento de la tierra y el agua disponibles. Hay que aumentar la
eficiencia, hay que hacer que cada metro cúbico de agua y cada hectárea
produzca más. Esta tiene que ser una decisión natural.

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