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Ellas hablaron, y la revolución comenzó

Por Juan Morales y Javier Tumba

Una “escena musical” es el concepto acuñado por músicos y críticos para la definición de
un espacio de carácter local del cual surgen expresiones y estilos de música específicos.
Dentro de estos espacios, surgen grupos, se unen personas, se abren nuevos espacios que
sirven para crear y apoyarse mutuamente. Y así es como hemos visto el nacimiento y la
propagación de brillantes mentes en el mundo de la música.

Aquí en Chile, tenemos un universo que ha motivado a miles de jóvenes a levantar su


creatividad hacía niveles más altos. Como es de esperar, la escena evoluciona; y lo que
alguna vez impulsó la frenética energía con la que Los Prisioneros alzaron su voz contra las
injusticias de la política y la desigualdad, hoy se transformó en jóvenes motivados por la
melancolía y la nostalgia que evocan en sonidos más íntimos y personales.

Machismo y violencia

Con el tiempo, bandas y nombres reconocidos dentro de esta nueva ola de grupos de la
moderna escena local, como El Cómodo Silencio de los que Hablan Poco, Amarga Marga,
(me llamo) Sebastián, Planeta No, etc., empezaron a ganar renombre dentro de un espacio
chilenos que reunía a miles de jóvenes que asistían a conciertos, tocatas y eventos. Con el
tiempo, este universo de músicos, fanáticos y, también, difusores, empezó a ganar terreno
en la agenda.

Sin embargo, a la vez que esto comenzó a crecer y a reunir más adeptos dentro del mundo,
comenzaron a llegar los principales cánceres sociales. Machismo, abusos, violencia, entre
muchos otros, empezaron a plagar en todas las aristas de la escena local. Artistas, público y
difusores; todos se insertaron en el ojo del huracán.

Según cuenta Maximiliano Díaz, exmúsico de una banda disuelta de la escena: “Es brígido
ver cómo una escena que se muestra tan familiar haya dado la libertad de que gente haga
estas cosas.” Además, los mismos espectadores lamentan esto. Según relata Raimundo
Concha, quien suele asistir a tocatas, “ya da lata ir por estas mismas cosas.”

Y así se esgrime la historia en un reportaje lanzado a finales del año pasado por la
revista online de música chilena POTQ. El trabajo entero, redactado por la periodista
Javiera Tapia, está dividido en cinco partes. Aquí se relatan “diferentes violencias a las que
las mujeres están expuestas en escenas vinculadas a la música.”, según se retrata en el
mismo escrito. Entre los acusados, está Pablo Gálvez, músico y organizador; Gonzalo
García, vocalista de la banda Planeta No; entre muchos otros.

El reportaje se creó luego de que Javiera Tapia reuniese en un departamento a una serie de
mujeres involucradas en la escena que estuviesen dispuestas a hablar sobre distintos casos
de acoso y violencia que pudiesen haber vivido. Y, en base a relatos personales, es que se
empezó a retratar la sucia cara de un mundo que aparentaba gran parte de lo que no era. En
palabras de la misma Javiera en una para la revista online Loud.cl, “las mujeres han ido
evolucionando, no los hombres (…) los hombres no han estado a la altura de esos cambios
que han tenido las mujeres, que sí nos hemos dado cuenta de ciertas cosas o hemos
cambiado actitudes.”

Aquí tenemos denuncias hacia casos de abuso sexual, violencia física y psicológica y
extorsión, entre muchos otros. Y, como consecuencia, ocasionó un revuelo muy grande no
sólo en la escena mencionada (con el quiebre de bandas y sellos musicales), sino que con
menciones en medios tradicionales luego de que el caso en febrero de este año luego que un
acusado presentara un recurso de protección.

Sin embargo, el tribunal rechazó el recurso luego que se determinara “que los hechos
narrados en el reportaje de Tapia sí constituyen interés público, dado que visibilizaban la
violencia hacia las mujeres.” Según contó.

Y de esta forma, algo que inició “en un departamento de Santiago Centro”, como cuenta el
mismo reportaje, terminó juntando las voces de múltiples jóvenes quienes se unieron en
contra del machismo recurrente dentro de la escena musical chilena y, con ello, generando
cambios dentro de esta misma. Llegando así, también, a obtener una victoria pública frente
a la ley chilena, quien legitimó lo escrito por la periodista Javiera Tapia.

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