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El documento resume las ideas sobre la mente y el conocimiento de varios filósofos del Renacimiento y la Revolución Científica como Descartes, Pascal, Spinoza y Leibniz. Descartes propuso el dualismo entre la mente y el cuerpo y estableció el "pienso, luego existo" como base del conocimiento. Leibniz comparó la mente con una estatua innata en el mármol y distinguió entre percepciones, pequeñas percepciones y apercepción. La Revolución Científica transformó la visión
El documento resume las ideas sobre la mente y el conocimiento de varios filósofos del Renacimiento y la Revolución Científica como Descartes, Pascal, Spinoza y Leibniz. Descartes propuso el dualismo entre la mente y el cuerpo y estableció el "pienso, luego existo" como base del conocimiento. Leibniz comparó la mente con una estatua innata en el mármol y distinguió entre percepciones, pequeñas percepciones y apercepción. La Revolución Científica transformó la visión
El documento resume las ideas sobre la mente y el conocimiento de varios filósofos del Renacimiento y la Revolución Científica como Descartes, Pascal, Spinoza y Leibniz. Descartes propuso el dualismo entre la mente y el cuerpo y estableció el "pienso, luego existo" como base del conocimiento. Leibniz comparó la mente con una estatua innata en el mármol y distinguió entre percepciones, pequeñas percepciones y apercepción. La Revolución Científica transformó la visión
1. El resultado de tal revolución es incuestionable. Supuso desplazar la Tierra
del centro del universo, e hizo de éste una gran máquina, totalmente independiente de los sentimientos y necesidades del hombre. Destronó las actitudes filosóficas de la escolástica y la esotérica mentalidad mágica de la alquimia, sustituyéndolas por una investigación pública de regularidades matemáticamente exactas y confirmables por experimentos. Asimismo, propuso que el hombre podía mejorar su suerte mediante la aplicación de la razón y del experimento, más que por la oración y la devoción (Rossi, 1975). Sin embargo, las raíces de la revolución científica y sus métodos de avance se debaten en un confusionismo lamentable, empeorando cada vez más esta situación con cada nueva aportación de la investigación histórica. (Leahey,1993,p.2) 2. Dos importantes concepciones del conocimiento se disociaron en el siglo XVII, con implicaciones que más tarde se revelarían decisivas para la Psicología. ¿Debía la ciencia ser pura y abstracta, o aplicada y útil? La vieja tradición platónica respaldaba la primera concepción: en palabras del platónico Henry More, el valor de la ciencia no debe medirse por «la ayuda que os puede procurar a vuestra espalda, cama y mesa» (Rattansi, 1972). Wundt y Titchener defendieron este punto de vista para la Psicología. En el siglo xvii, sin embargo, se desarrolló una tradición según la cual la ciencia tenía que ser útil, tradición que halló su más vigoroso exponente en Bacon, aunque no esté claro si su inspiración procedía de la magia, de la tradición artesanal o del celo puritano por las buenas obras (Leahey, 1993, p.3). 3. El científico escolástico se asomaba al mundo de la Naturaleza y éste le parecía un mundo perfectamente sociable y humano. Era finito en extensión. Estaba hecho a la medida de sus necesidades. Era clara y completamente inteligible, inmediatamente presente a las facultades racionales de la mente; se componía fundamentalmente y era inteligible a través de aquellas cualidades que resultaban más vivas e intensas en su propia experiencia inmediata: el color, el sonido, la belleza, la alegría, el calor, el frío, la fragancia y su plasticidad a los proyectos e ideales. Ahora el mundo es una máquina matemática infinita y monótona. No sólo ha perdido su alto lugar en una teleología cósmica, sino que todas aquellas cosas que constituían la sustancia misma del mundo físico para los escolásticos —las cosas que lo hacían vivo, digno de ser amado y espiritual— se amontonan y apiñan en las reducidas posiciones de extensión fluctuantes y temporales, que llamamos... sistemas nerviosos humanos...Se trató sencillamente de un cambio de incalculables consecuencias en el punto de vista sobre el mundo sostenido por la opinión inteligente de Europa (en Leahey, 1993, p.4). 4. Descartes descubrió que podía dudar de la existencia de Dios, de la validez de sus sensaciones, de la existencia de su cuerpo. Prosigió por esta vía, hasta que descubrió que de una cosa no podía dudar: de su propia existencia como ser autoconsciente y pensante. No se puede dudar de que se duda, porque, al hacerlo, uno se percata de la acción misma supuestamente dudosa. Dudar es un acto del pensar, y Descartes expresó su primera verdad indudable en el famoso Cogito, ergo sum. Pienso, luego existo…Descartes sostenía que sólo hay una vía adecuada para buscar la verdad, a saber, el descubrimiento por la razón de verdades intuitivamente obvias y la deducción a partir de ellas de las demás verdades…En consecuencia, a partir de Descartes la filosofía se fue haciendo cada vez más psicológica, buscando conocer la mente a través de la introspección, hasta que en el siglo xix se fundó la Psicología como el estudio científico, más que especulativo filosófico, de la conciencia conocida por medio de la introspección (Leahey, 1993, p.5). 5. Descartes planteó un dualismo de la mente y del cuerpo, percibidos como entidades diferentes, la una física —el cuerpo— y la otra no física —la mente—. Estas dos entidades interactúan entre sí: la mente adquiere información acerca del mundo material a través de los sentidos; los deseos del cuerpo se sienten en la conciencia, mientras que la mente puede dirigir las acciones del cuerpo…Lo que de veras importa es la concepción cartesiana del cuerpo humano en cuanto máquina que engloba muchas facultades anteriormente asignadas al alma (Leahey, 1993, p.7). 6. Descartes, en fin, se nos antoja una figura paradójica. Por su hincapié en la razón como contrapuesta a la percepción, en las ideas innatas como contrapuestas a la experiencia, en la verdad absoluta como contrapuesta al relativismo, resulta un racionalista. En cambio, por su concepción mecanicista del mundo y del cuerpo humano, su psicología vendría, en última instancia, a apuntalar el empirismo y el conductismo (Leahey, 1993, p.7). 7. Pascal llegó a escribir: «La máquina aritmética produce efectos que se aproximan más al pensamiento que todas las acciones de los animales» (Bronowski y Mazlish, 1960). Pascal fue el primero en intuir que la mente humana podía concebirse como una máquina de procesamiento de la información, susceptible de ser remedada por las computadoras, concepto que resulta central en la psicología cognitiva contemporánea…proclamó que el libre albedrío, y no la razón, es lo que distingue al hombre de los animales. Es el corazón, no el cerebro, lo que hace al hombre humano (Leahey, 1993, p.8). 8. Spinoza generalizó su análisis determinista a la naturaleza humana. La mente no es algo separado del cuerpo, sino que es producida por procesos cerebrales. Mente y cuerpo son una sola cosa, aunque puedan ser contemplados bajo dos aspectos: como procesos cerebrales fisiológicos o como sucesos mentales —pensamientos—. Spinoza no negó que la mente exista, pero la consideró como un aspecto de una naturaleza fundamentalmente material (Leahey, 1993, p.8). 9. Leibniz expresó su concepción mediante su famosa metáfora de la estatua. La mente, cuando nace, es comparable a un bloque de mármol. El mármol tiene vetas, y puede ocurrir, por ejemplo, que las vetas tracen la figura de Hércules en el mármol. Se requieren determinadas actividades para producir la estatua, pero en cierto sentido Hércules está «innato» en el mármol. De modo análogo, las disposiciones innatas del niño para ciertos tipos de conocimiento han de ser activadas, bien sea por la experiencia, bien por la propia reflexión del niño sobre la vida mental (Leahey, 1993, p.10). 10. Examinemos, por último, la teoría de la percepción de Leibniz, pues aquí Leibniz desbrozó el camino tanto a la psicofísica como a la psicología fundacional de Wundt (McRae, 1976). En primer lugar, Leibniz distinguió las petites perceptions de la perception. La petite perception es un estímulo — por utilizar un término actual— tan débil que no se percibe. Sirviéndonos de la metáfora más frecuente en Leibniz, nadie oye el sonido de una gota de agua que cae en la playa; he aquí una petite perception. Y sin embargo una ola que se estrella en la playa no es sino cientos de gotas que caen sobre ésta, lo que no impide que oigamos su fragor. De esta suerte, nuestra percepción del estallido de la ola está compuesta de muchas petites perceptions, cada una de ellas demasiado diminuta para ser oída, pero que en conjunto forman una experiencia consciente. Esta doctrina señala el camino hacia la psicofísica, o estudio sistemático de la relación cuantitativa entre la intensidad del estímulo y la experiencia (Leahey, 1993, p.10). 11. Leibniz también diferenció entre percepción y sensación. Una percepción es una idea tosca y confusa, en realidad no consciente, que los animales, como los humanos, pueden poseer. Sin embargo, a una persona le es posible depurar y aguzar sus percepciones hasta percatarse de ella. Reflexivamente en su conciencia. Entonces se convierten en sensaciones•. Este proceso de refinamiento se llama apercepción. La apercepción también parece que interviene en la unificación de las pequeñas percepciones para convertirlas en percepciones. Este proceso de unificación, destacado por Leibniz, no es un proceso de mera agregación. Más bien, las percepciones son propiedades emergentes, que proceden de masas de pequeñas percepciones (Leahey, 1993, p.10). 12. La atención es el componente más importante de la apercepción para Leibniz, quien distinguió dos tipos, la pasiva y la activa. Si uno está absorto en alguna actividad, puede no advertir otros estímulos, como que le esté hablando un amigo, hasta que el estímulo se vuelva tan intenso que automáticamente atraiga su atención. Aquí el cambio de atención es pasivo, porque el nuevo estímulo capta la atención. La atención puede también ser voluntaria, como cuando en una reunión uno se centra en una persona con exclusión de todas las demás (Leahey, 1993, p.10). 13. Hobbes fue el primero del amplio, y todavía existente, linaje de filósofos británicos que identifican el pensamiento correcto con el uso correcto del lenguaje. Para la psicología, se trata de problema antiguo y todavía no resuelto: el de si el pensamiento es un habla manifiesta o encubierta, o si, en cambio, el habla se limita a revestir los conceptos abstractos. Hobbes estaba a todas luces a favor de lo primero (Leahey, 1993, p.11). 14. Locke declaró: «Dado que el Espíritu, en todos sus pensamientos y Razonamientos, no tiene más objeto inmediato que sus propias Ideas... es claro que nuestro Conocimiento sólo versa sobre ellas». El espíritu no sabe de Formas y Esencias, sino sólo de sus propias ideas. ¿De dónde proceden éstas? Locke escribió: «A esto respondo con una sola palabra: de la Experiencia, en ella se funda todo nuestro conocimiento y de ella deriva. Nuestra Observación, ocupada, ya sea en los Objetos externos y sensibles, o en las operaciones internas de nuestras Mentes..., es lo que provee a nuestros Entendimientos de todos los materiales del pensamiento. Estas dos son las Fuentes del Conocimiento, de donde emanan todas las Ideas que tenemos, o podemos tener por naturaleza» (Leahey, 1993, p.12). 15. Descartes estuvo más atado al pasado, buscando todavía con la razón pura la verdad trascendente. Locke apunta más hacia el futuro empírico. Reconoció los límites del conocimiento y la razón humanos; de hecho, una de sus razones para escribir el Ensayo fue mostrar lo que la humanidad podía esperar conocer, de forma que únicamente se planteara el estudio de las cuestiones fructíferas. En cierta forma, Locke fue menos empirista que su predecesor Hobbes. Hobbes afirmaba que pensamos con nuestro lenguaje adquirido, que las palabras son sólo signos de las ideas. Locke insistió en que las palabras son sólo signos de las ideas. Para Locke, pues, la razón viene, en primer lugar, y sólo a continuación es encuadrada en palabras convencionales (Leahey, 1993, p.13). 16. Lo que de veras resulta importante en Locke es su actitud empírica con respecto a la mente. Locke deseaba saber cómo funciona, y esto es una cuestión estrictamente psicológica, desembarazada de toda excrecencia metafísica. Locke no practicó una psicología científica, recogiendo datos y diseñando programas de investigación; creía que la mente podía conocerse a sí misma mediante la reflexión. Pero desbrozó el camino para una ciencia de la mente (Leahey, 1993, p.14). 17. El triunfo de la razón en la Edad de la Razón estaba a la puerta. Y, sin embargo, una contracorriente de muy distinto espíritu se incubaba bajo la superficie. Los viajes de los descubridores habían hallado primitivas y ex- trañas culturas. Para Hobbes y Locke, aquellos salvajes representaban al hombre en un estado de naturaleza sin civilizar e infeliz. Locke escribió en su Segundo tratado sobre el Gobierno: «En el principio, todo el mundo era América.» Pero ¿eran infelices los indios? Vivían próximos a la Naturaleza, libres de artificios, obrando según el instinto natural. Quizá la felicidad estribaba en dejar de lado la razón, con sus modos de ser abstractos y artificiales, y en retornar al instinto del salvaje feliz. Comenzaba a perfilarse una reacción contra la razón. El poeta Chalieu escribía en 1708 que la razón es «una fuente inagotable de errores, veneno que corrompe los sentimientos naturales». J: J. Rousseau escribió que la razón <alimenta nuestro orgullo insensato... ocultándonos continuamente de nosotros mismos». Preguntábase Rousseau: « ¿Quién es menos bárbaro... la razón que nos extravía, o el instinto que guía (al indio) sin falta?» Chalieu afirmó que su propósito era «destruir los altares que han erigido en tu honor (en el de la Razón)». He aquí sembrada la simiente de la Rebelión Romántica contra la razón y en favor de la venida del Buen Salvaje (Leahey, 1993, p.3).
Mi opinión sobre los avances científicos y filosóficos y su contribución a la Psicología.
A partir de la lectura 2, en complemento con la primea lectura, se percibe una disputa por la verdad y la cientificidad del conocimiento. Desde los filósofos de la antigua Grecia las interrogantes han sido sobre el ser humano y lo que le rodea, su existencia y la forma como conoce y se desenvuelve en el mundo. Esta forma de generar conocimiento a partir de la filosofía y la ciencia halló en el renacimiento una disputa comenzada desde años atrás, un encuentro entre dos formas de entender el mundo: el racionalismo y el empirismo. En medio de estos encuentros epistemológicos surge la Psicología, la cual se enriqueció de ambas posturas. Por un lado el racionalismo le ofreció ciertas formas de pensar al ser humano desde el interior como resultado de ese proceso surgió la introspección, herencia de Descartes al generar conocimiento a partir de la duda. Aunque hoy se carga con la ruptura entre alma y cuerpo propuesta por Descartes, la Psicología toma la noble labor de unificar la implicación mete – cuerpo y viceversa. Pese a la importancia que se le dio a la mente por parte de los racionalistas, la Psicología halla el complemento de su existencia a partir de la herencia del empirismo cuyos filósofos y científicos se preocuparon por encontrar respuestas sobre el cómo funciona la mente. De ahì que se preocuparan por los elementos naturales así como las habilidades y cualidades innatas con las que el ser humano nacía, de ahí que se consideraran el lenguaje como un elemento ligado a la mente. Hoy en día la psicología reconoce la implicación de la relación mente – cuerpo, de ahí que para sus investigaciones recurra al cuerpo y su fisiología para entender ciertas funciones cerebrales como la percepción, la memoria, el aprendizaje, etc., lo que alguna vez separó las formas de hacer ciencia, hoy están al servicio de la Psicología.
Referencia: Leahey, T. H. (1993) Historia de la Psicología. Madrid. Prentice – Hall. Pp 133 - 157