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Por Milton Marín Pérez Pérez

Citas textuales: El hombre en el Renacimiento

1. El resultado de tal revolución es incuestionable. Supuso desplazar la Tierra


del centro del universo, e hizo de éste una gran máquina, totalmente
independiente de los sentimientos y necesidades del hombre. Destronó las
actitudes filosóficas de la escolástica y la esotérica mentalidad mágica de la
alquimia, sustituyéndolas por una investigación pública de regularidades
matemáticamente exactas y confirmables por experimentos. Asimismo,
propuso que el hombre podía mejorar su suerte mediante la aplicación de la
razón y del experimento, más que por la oración y la devoción (Rossi, 1975).
Sin embargo, las raíces de la revolución científica y sus métodos de avance
se debaten en un confusionismo lamentable, empeorando cada vez más esta
situación con cada nueva aportación de la investigación histórica.
(Leahey,1993,p.2)
2. Dos importantes concepciones del conocimiento se disociaron en el siglo
XVII, con implicaciones que más tarde se revelarían decisivas para la
Psicología. ¿Debía la ciencia ser pura y abstracta, o aplicada y útil? La vieja
tradición platónica respaldaba la primera concepción: en palabras del
platónico Henry More, el valor de la ciencia no debe medirse por «la ayuda
que os puede procurar a vuestra espalda, cama y mesa» (Rattansi, 1972).
Wundt y Titchener defendieron este punto de vista para la Psicología. En el
siglo xvii, sin embargo, se desarrolló una tradición según la cual la ciencia
tenía que ser útil, tradición que halló su más vigoroso exponente en Bacon,
aunque no esté claro si su inspiración procedía de la magia, de la tradición
artesanal o del celo puritano por las buenas obras (Leahey, 1993, p.3).
3. El científico escolástico se asomaba al mundo de la Naturaleza y éste le
parecía un mundo perfectamente sociable y humano. Era finito en extensión.
Estaba hecho a la medida de sus necesidades. Era clara y completamente
inteligible, inmediatamente presente a las facultades racionales de la mente;
se componía fundamentalmente y era inteligible a través de aquellas
cualidades que resultaban más vivas e intensas en su propia experiencia
inmediata: el color, el sonido, la belleza, la alegría, el calor, el frío, la fragancia
y su plasticidad a los proyectos e ideales. Ahora el mundo es una máquina
matemática infinita y monótona. No sólo ha perdido su alto lugar en una
teleología cósmica, sino que todas aquellas cosas que constituían la
sustancia misma del mundo físico para los escolásticos —las cosas que lo
hacían vivo, digno de ser amado y espiritual— se amontonan y apiñan en las
reducidas posiciones de extensión fluctuantes y temporales, que llamamos...
sistemas nerviosos humanos...Se trató sencillamente de un cambio de
incalculables consecuencias en el punto de vista sobre el mundo sostenido
por la opinión inteligente de Europa (en Leahey, 1993, p.4).
4. Descartes descubrió que podía dudar de la existencia de Dios, de la validez
de sus sensaciones, de la existencia de su cuerpo. Prosigió por esta vía,
hasta que descubrió que de una cosa no podía dudar: de su propia existencia
como ser autoconsciente y pensante. No se puede dudar de que se duda,
porque, al hacerlo, uno se percata de la acción misma supuestamente
dudosa. Dudar es un acto del pensar, y Descartes expresó su primera verdad
indudable en el famoso Cogito, ergo sum. Pienso, luego existo…Descartes
sostenía que sólo hay una vía adecuada para buscar la verdad, a saber, el
descubrimiento por la razón de verdades intuitivamente obvias y la deducción
a partir de ellas de las demás verdades…En consecuencia, a partir de
Descartes la filosofía se fue haciendo cada vez más psicológica, buscando
conocer la mente a través de la introspección, hasta que en el siglo xix se
fundó la Psicología como el estudio científico, más que especulativo
filosófico, de la conciencia conocida por medio de la introspección (Leahey,
1993, p.5).
5. Descartes planteó un dualismo de la mente y del cuerpo, percibidos como
entidades diferentes, la una física —el cuerpo— y la otra no física —la
mente—. Estas dos entidades interactúan entre sí: la mente adquiere
información acerca del mundo material a través de los sentidos; los deseos
del cuerpo se sienten en la conciencia, mientras que la mente puede dirigir
las acciones del cuerpo…Lo que de veras importa es la concepción
cartesiana del cuerpo humano en cuanto máquina que engloba muchas
facultades anteriormente asignadas al alma (Leahey, 1993, p.7).
6. Descartes, en fin, se nos antoja una figura paradójica. Por su hincapié en la
razón como contrapuesta a la percepción, en las ideas innatas como
contrapuestas a la experiencia, en la verdad absoluta como contrapuesta al
relativismo, resulta un racionalista. En cambio, por su concepción
mecanicista del mundo y del cuerpo humano, su psicología vendría, en última
instancia, a apuntalar el empirismo y el conductismo (Leahey, 1993, p.7).
7. Pascal llegó a escribir: «La máquina aritmética produce efectos que se
aproximan más al pensamiento que todas las acciones de los animales»
(Bronowski y Mazlish, 1960). Pascal fue el primero en intuir que la mente
humana podía concebirse como una máquina de procesamiento de la
información, susceptible de ser remedada por las computadoras, concepto
que resulta central en la psicología cognitiva contemporánea…proclamó que
el libre albedrío, y no la razón, es lo que distingue al hombre de los animales.
Es el corazón, no el cerebro, lo que hace al hombre humano (Leahey, 1993,
p.8).
8. Spinoza generalizó su análisis determinista a la naturaleza humana. La
mente no es algo separado del cuerpo, sino que es producida por procesos
cerebrales. Mente y cuerpo son una sola cosa, aunque puedan ser
contemplados bajo dos aspectos: como procesos cerebrales fisiológicos o
como sucesos mentales —pensamientos—. Spinoza no negó que la mente
exista, pero la consideró como un aspecto de una naturaleza
fundamentalmente material (Leahey, 1993, p.8).
9. Leibniz expresó su concepción mediante su famosa metáfora de la estatua.
La mente, cuando nace, es comparable a un bloque de mármol. El mármol
tiene vetas, y puede ocurrir, por ejemplo, que las vetas tracen la figura de
Hércules en el mármol. Se requieren determinadas actividades para producir
la estatua, pero en cierto sentido Hércules está «innato» en el mármol. De
modo análogo, las disposiciones innatas del niño para ciertos tipos de
conocimiento han de ser activadas, bien sea por la experiencia, bien por la
propia reflexión del niño sobre la vida mental (Leahey, 1993, p.10).
10. Examinemos, por último, la teoría de la percepción de Leibniz, pues aquí
Leibniz desbrozó el camino tanto a la psicofísica como a la psicología
fundacional de Wundt (McRae, 1976). En primer lugar, Leibniz distinguió las
petites perceptions de la perception. La petite perception es un estímulo —
por utilizar un término actual— tan débil que no se percibe. Sirviéndonos de
la metáfora más frecuente en Leibniz, nadie oye el sonido de una gota de
agua que cae en la playa; he aquí una petite perception. Y sin embargo una
ola que se estrella en la playa no es sino cientos de gotas que caen sobre
ésta, lo que no impide que oigamos su fragor. De esta suerte, nuestra
percepción del estallido de la ola está compuesta de muchas petites
perceptions, cada una de ellas demasiado diminuta para ser oída, pero que
en conjunto forman una experiencia consciente. Esta doctrina señala el
camino hacia la psicofísica, o estudio sistemático de la relación cuantitativa
entre la intensidad del estímulo y la experiencia (Leahey, 1993, p.10).
11. Leibniz también diferenció entre percepción y sensación. Una percepción es
una idea tosca y confusa, en realidad no consciente, que los animales, como
los humanos, pueden poseer. Sin embargo, a una persona le es posible
depurar y aguzar sus percepciones hasta percatarse de ella. Reflexivamente
en su conciencia. Entonces se convierten en sensaciones•. Este proceso de
refinamiento se llama apercepción. La apercepción también parece que
interviene en la unificación de las pequeñas percepciones para convertirlas
en percepciones. Este proceso de unificación, destacado por Leibniz, no es
un proceso de mera agregación. Más bien, las percepciones son propiedades
emergentes, que proceden de masas de pequeñas percepciones (Leahey,
1993, p.10).
12. La atención es el componente más importante de la apercepción para
Leibniz, quien distinguió dos tipos, la pasiva y la activa. Si uno está absorto
en alguna actividad, puede no advertir otros estímulos, como que le esté
hablando un amigo, hasta que el estímulo se vuelva tan intenso que
automáticamente atraiga su atención. Aquí el cambio de atención es pasivo,
porque el nuevo estímulo capta la atención. La atención puede también ser
voluntaria, como cuando en una reunión uno se centra en una persona con
exclusión de todas las demás (Leahey, 1993, p.10).
13. Hobbes fue el primero del amplio, y todavía existente, linaje de filósofos
británicos que identifican el pensamiento correcto con el uso correcto del
lenguaje. Para la psicología, se trata de problema antiguo y todavía no
resuelto: el de si el pensamiento es un habla manifiesta o encubierta, o si, en
cambio, el habla se limita a revestir los conceptos abstractos. Hobbes estaba
a todas luces a favor de lo primero (Leahey, 1993, p.11).
14. Locke declaró: «Dado que el Espíritu, en todos sus pensamientos y
Razonamientos, no tiene más objeto inmediato que sus propias Ideas... es
claro que nuestro Conocimiento sólo versa sobre ellas». El espíritu no sabe
de Formas y Esencias, sino sólo de sus propias ideas. ¿De dónde proceden
éstas? Locke escribió: «A esto respondo con una sola palabra: de la
Experiencia, en ella se funda todo nuestro conocimiento y de ella deriva.
Nuestra Observación, ocupada, ya sea en los Objetos externos y sensibles,
o en las operaciones internas de nuestras Mentes..., es lo que provee a
nuestros Entendimientos de todos los materiales del pensamiento. Estas dos
son las Fuentes del Conocimiento, de donde emanan todas las Ideas que
tenemos, o podemos tener por naturaleza» (Leahey, 1993, p.12).
15. Descartes estuvo más atado al pasado, buscando todavía con la razón pura
la verdad trascendente. Locke apunta más hacia el futuro empírico.
Reconoció los límites del conocimiento y la razón humanos; de hecho, una
de sus razones para escribir el Ensayo fue mostrar lo que la humanidad podía
esperar conocer, de forma que únicamente se planteara el estudio de las
cuestiones fructíferas. En cierta forma, Locke fue menos empirista que su
predecesor Hobbes. Hobbes afirmaba que pensamos con nuestro lenguaje
adquirido, que las palabras son sólo signos de las ideas. Locke insistió en
que las palabras son sólo signos de las ideas. Para Locke, pues, la razón
viene, en primer lugar, y sólo a continuación es encuadrada en palabras
convencionales (Leahey, 1993, p.13).
16. Lo que de veras resulta importante en Locke es su actitud empírica con
respecto a la mente. Locke deseaba saber cómo funciona, y esto es una
cuestión estrictamente psicológica, desembarazada de toda excrecencia
metafísica. Locke no practicó una psicología científica, recogiendo datos y
diseñando programas de investigación; creía que la mente podía conocerse
a sí misma mediante la reflexión. Pero desbrozó el camino para una ciencia
de la mente (Leahey, 1993, p.14).
17. El triunfo de la razón en la Edad de la Razón estaba a la puerta. Y, sin
embargo, una contracorriente de muy distinto espíritu se incubaba bajo la
superficie. Los viajes de los descubridores habían hallado primitivas y ex-
trañas culturas. Para Hobbes y Locke, aquellos salvajes representaban al
hombre en un estado de naturaleza sin civilizar e infeliz. Locke escribió en su
Segundo tratado sobre el Gobierno: «En el principio, todo el mundo era
América.» Pero ¿eran infelices los indios? Vivían próximos a la Naturaleza,
libres de artificios, obrando según el instinto natural. Quizá la felicidad
estribaba en dejar de lado la razón, con sus modos de ser abstractos y
artificiales, y en retornar al instinto del salvaje feliz. Comenzaba a perfilarse
una reacción contra la razón. El poeta Chalieu escribía en 1708 que la razón
es «una fuente inagotable de errores, veneno que corrompe los sentimientos
naturales». J: J. Rousseau escribió que la razón <alimenta nuestro orgullo
insensato... ocultándonos continuamente de nosotros mismos».
Preguntábase Rousseau: « ¿Quién es menos bárbaro... la razón que nos
extravía, o el instinto que guía (al indio) sin falta?» Chalieu afirmó que su
propósito era «destruir los altares que han erigido en tu honor (en el de la
Razón)». He aquí sembrada la simiente de la Rebelión Romántica contra la
razón y en favor de la venida del Buen Salvaje (Leahey, 1993, p.3).

Mi opinión sobre los avances científicos y filosóficos y su contribución a la Psicología.


A partir de la lectura 2, en complemento con la primea lectura, se percibe una disputa por la
verdad y la cientificidad del conocimiento. Desde los filósofos de la antigua Grecia las
interrogantes han sido sobre el ser humano y lo que le rodea, su existencia y la forma como
conoce y se desenvuelve en el mundo. Esta forma de generar conocimiento a partir de la
filosofía y la ciencia halló en el renacimiento una disputa comenzada desde años atrás, un
encuentro entre dos formas de entender el mundo: el racionalismo y el empirismo.
En medio de estos encuentros epistemológicos surge la Psicología, la cual se enriqueció de
ambas posturas. Por un lado el racionalismo le ofreció ciertas formas de pensar al ser humano
desde el interior como resultado de ese proceso surgió la introspección, herencia de Descartes
al generar conocimiento a partir de la duda. Aunque hoy se carga con la ruptura entre alma y
cuerpo propuesta por Descartes, la Psicología toma la noble labor de unificar la implicación
mete – cuerpo y viceversa.
Pese a la importancia que se le dio a la mente por parte de los racionalistas, la Psicología halla
el complemento de su existencia a partir de la herencia del empirismo cuyos filósofos y
científicos se preocuparon por encontrar respuestas sobre el cómo funciona la mente. De ahì
que se preocuparan por los elementos naturales así como las habilidades y cualidades innatas
con las que el ser humano nacía, de ahí que se consideraran el lenguaje como un elemento
ligado a la mente. Hoy en día la psicología reconoce la implicación de la relación mente – cuerpo,
de ahí que para sus investigaciones recurra al cuerpo y su fisiología para entender ciertas
funciones cerebrales como la percepción, la memoria, el aprendizaje, etc., lo que alguna vez
separó las formas de hacer ciencia, hoy están al servicio de la Psicología.

Referencia:
Leahey, T. H. (1993) Historia de la Psicología. Madrid. Prentice – Hall.
Pp 133 - 157

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