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Son, pues, las tres ramas tradicionales del Poder Público y dos órganos que disfrutan de
autonomía e independencia para el cumplimiento de sus funciones, el de Control y el
Electoral, los que configuran la estructura, en Colombia, de la entidad jurídico política que
desde los tiempos de Maquiavelo recibe el nombre de Estado, cuyo origen en el
constituyente primario y el carácter de permanencia que le es inherente, lo convierten en el
gobernante supremo de la múltiple actividad de la sociedad civil, guardián del orden público
y director de las relaciones con otros Estados.
2. El Órgano de Control
Nuestro propósito en este ensayo es analizar el Órgano de Control, así como los controles
adicionales o complementarios que actúan en el marco de la actividad estatal. Por su
intermedio el Estado cumple uno de sus fines esenciales: el de garantizar la efectividad de
los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, lo cual le permite asumir
la vigilancia en el cumplimiento del ordenamiento jurídico y en la prestación adecuada de
los servicios públicos y privados, así como deducir responsabilidades de diferente índole,
conforme al principio según el cual los particulares y los servidores públicos son
responsables por infringir la Constitución y las leyes y estos últimos, además, por omisión
o extralimitación en el ejercicio de sus funciones.
El organismo de control propiamente dicho está conformado hoy en día por dos órganos
que a su vez actúan, entre sí, en forma independiente y separada:
Si bien los órganos superiores de control son el Ministerio Público y la Contraloría General
de la República, en la práctica existen variadas formas de control establecidas ya por el
mismo constituyente o bien por el legislador, las que funcionan con independencia de
aquellos órganos oficiales y permiten integrar un muestrario que es no solo amplio sino que
ha sido organizado conforme a disímiles criterios. De esta guisa es posible clasificar,
además del control disciplinario prevalente que compete al Ministerio Público; la guarda y
promoción de los Derechos Humanos por la Defensoría del Pueblo, y del control fiscal
asignado a las contralorías, el que incluye la cuantificación del impacto por el uso o deterioro
de los recursos naturales y el medio ambiente y su evaluación, las siguientes modalidades:
• El control de legalidad, instaurado con el fin de sujetar el Estado –que por ello es llamado
Estado de Derecho– al ordenamiento jurídico vigente, respecto de los actos expedidos por
la Administración. Compete este tipo de control a la jurisdicción de lo contencioso
administrativo, integrada por el Consejo de Estado, tribunales administrativos y jueces
administrativos.
Para tecnificar y hacer eficiente y dar transparencia a los sistemas de control dentro de la
cotidiana y variopinta actividad del Estado, es menester previamente que características
similares guíen el comportamiento de los servidores públicos encargados de asumir las
labores de gobierno y de administración.
ende, los sujetos pasivos del régimen de control o sea los gobernantes y administradores,
encargados de señalar las políticas y directrices del Estado y los llamados a ejecutarlas,
respectivamente, deben ser preparados cuidadosamente, al margen de intereses
subalternos, con la mira puesta en las finalidades superiores del Estado y de la comunidad.
De manera que sean siempre los más honestos y capaces en los respectivos niveles de la
administración pública, los llamados al desem-peño de los cargos respectivos. La consigna
entonces será la capacitación permanente como propósito de Estado y la incidencia directa
de sus resultados de productividad en la política de estímulos y en los niveles salariales.
Siempre será oportuno revivir la carrera del honor, aquel cursus honorum que delinearon
los antiguos romanos en los momentos estelares del desarrollo de la administración de su
Imperio. Sobre bases como esta, es como suelen ser más ágiles y efectivos los nunca
desdeñables controles, sin cuya presencia la naturaleza humana tiende indefectiblemente
al uso extensivo del poder o su ejercicio por fuera de los cauces legales.
Ante todo, las formas de control que operan dentro del Estado deberán regirse por los
principios más modernos, experimentados con buenos resultados en países avanzados.
Habrá que darles contenido a los principios rectores, tales como los de autonomía, agilidad,
celeridad, eficiencia, eficacia, economía, armonía, imparcialidad, flexibilidad y
responsabilidad.
Esos principios debieran ser comunes y de obligatoria observancia en los órganos que
conformarían una nueva rama del poder público: la Rama Fiscalizadora, sustituto, con otras
características, del actual Órgano de Control.
La rama fiscalizadora dispondría de un director que, acreditando los requisitos exigidos para
ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia, tuviese las más altas calidades de
competencia, honorabilidad y transparencia. Previo concurso de méritos, sería escogido
por mayoría absoluta de votos y para un período de seis años entre los cinco aspirantes
con mayor puntaje por una Comisión de Alto Nivel integrada por los presidentes de las
cortes, el Ministro del Interior y de Justicia, el presidente de la Asociación Colombiana de
Universidades, el presidente de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, y el director
de la Corporación Excelencia en la Justicia.
El director de la rama fiscalizadora nombraría para períodos de tres años, con posibilidad
de reelección por una sola vez, al jefe del Ministerio Público, al Defensor del Pueblo, al
Contralor-Auditor y a los superintendentes, de las correspondientes ternas que le serían
presentadas por la Comisión de Alto Nivel.
Además, el sistema de control fiscal tendrá que corregir su mayor punto débil, consistente
en el escaso resultado efectivo de los procesos de responsabilidad fiscal, en los cuales la
erogación por concepto de su funcionamiento burocrático es, por cruel paradoja, superior
al efectivo retorno al patrimonio público del resarcimiento de los daños causados al Estado.
Este retomo, según la Auditoría General, se sitúa por debajo del 2 por ciento del valor de
los perjuicios inferidos. Lo cual significa que este pésimo negocio no puede subsistir, para
lo cual se requieren procedimientos ágiles acordes con la cuantía de los procesos, personal
capacitado escogido por concurso de méritos, señalamiento de estímulos y exigencia de
resultados previamente determinados mediante resolución motivada de la dirección y que,
de no obtenerse, conducirían a imponer sanción disciplinaria.
Se trata, pues, del cumplimiento de la misión fiscalizadora del Estado bajo un nuevo
esquema, el que podría traer ventajas como las siguientes:
a) Permitiría actuar siempre bajo la guía de una dirección unificada y de unos mismos
principios orientadores, ágiles y modernos;
b) La incorporación de la tecnología necesaria para el adecuado cumplimiento de la
función fiscalizadora;
c) El apoyo de un personal no solo suficientemente capacitado sino que sea el
estrictamente indispensable para el desarrollo de la misión;
d) Evitaría la duplicidad de controles;
e) Reduciría el número de oficinas y dependencias, y
f) Generaría un Importante ahorro presupuestal