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1- Qué es el conocimiento
2- La posibilidad del conocimiento.
“El hombre aspira a saber no sólo por una necesidad pragmática, sino también por
una necesidad teórica que, con aquella, forma parte de su constitutiva y vital exigencia
de orientación. Ahora bien: saber supone para el hombre creerse en posesión de la
verdad acerca de lo que sea, es decir, sentirse con esa seguridad interior que llamamos
certeza y, al mismo tiempo, sentirse ante la auténtica realidad considerada, ante la
verdadera realidad enfocada, ante su verdad…
Que el hombre esté a menudo cierto de cosas de todo tipo, es un hecho incuestionable.
La pregunta de ese eterno aguafiestas que es el filósofo es esta:
¿y tiene derecho a estarlo?¿se corresponde siempre la certeza con la verdad?”
BIBLIOGRAFIA GENERAL
ACTIVIDAD DE INICIO
Para reflexionar:
1) ¿Alguna vez sentiste que tu realidad es producto de tu imaginación o de un
sueño?
¿Qué lo motivó?
2) Reunidos en grupo intercambien opiniones sobre el texto leído
3) Elaborar argumentos a favor o en contra de las siguientes afirmaciones:
a) Puede haber un mundo externo o no. Y si lo hay, puede ser
completamente distinto de cómo nos parece.
b) No podemos conocer el mundo como es. Si lo conociéramos no
podríamos estar seguro que estamos en lo cierto.
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El profesor Jorge Noro afirma que “en nuestra cotidiana existencia, el Conocimiento
aparece como a-problemático, esto significa que, generalmente, nadie cuestiona si se
puede o no conocer, si lo que se conoce es cierto, verdadero o seguro, si todos
conocemos de la misma manera o llegamos al mismo nivel de certeza, etc,.
Si, por ejemplo, interrogamos a las personas -fuera del ámbito de una lección de
filosofía- es muy probable que ante una pregunta: ¿le parece a usted necesario investigar
el conocimiento humano para certificar su efectividad? tal vez nos miren azorados…
Sin embargo, en nuestra vida cotidiana muchas veces ponemos en duda nuestro
conocimiento, aunque al reflexionar difícilmente lo recordemos…
Y así podemos introducirnos en múltiples cuestiones acerca de ilusiones ópticas, fallas
de audición o de percepción, malentendidos, confusiones en el lenguaje, etc.,…
Pero ante la pregunta: ¿debemos someter a cuestión nuestro conocimiento?,
naturalmente una gran mayoría concluirá que no es necesario, porque sobran las
cuestiones urgentes, inmediatas o importantes.”
Esta dimensión cognoscitiva del ser humano es fundamental para entender al ser
humano en sí mismo. En ella radica la posibilidad de una forma de vida y de conducta
supra- instintiva, abriendo la puerta a la cultura, a la ciencia, a la moralidad, etc.,
Por eso la filosofía, que ha tenido siempre al hombre como objeto principal de su
reflexión, se ha ocupado de modo preferente de analizar y de explicar este hecho
humano: el conocimiento. Ha intentado explicarlo de muy diversas maneras, ninguna de
ellas perfecta y satisfactoria.
Ahora bien, siendo un hecho que el ser humano conoce, también es un hecho que el
conocimiento del hombre no es infalible, sino que por el contrario, el conocimiento
humano está lleno de errores tanto a nivel colectivo como a nivel individual. Entonces
estudiar el problema del conocimiento es también y principalmente tratar de indagar qué
es lo que distingue el conocimiento verdadero del erróneo.
No nos basta saber que conocemos, sino que precisamos saber que es verdad lo que
conocemos. Y todavía más: muchas veces necesitamos saber que es verdad con total
seguridad, con certeza. Por todo ello verdad y certeza son temas fundamentales en
cualquier estudio filosófico sobre el conocimiento.
Del ser humano se podrá decir que es un “animal de certezas”. Necesita una satisfacción
y plenitud subjetiva en su conocer, cosa que sólo se logra en la certeza. Pero reparemos
que se trata de una plenitud subjetiva, porque la certeza, como seguridad en la posesión
de un conocimiento, no añade nada objetivamente al mismo. Pero es una seguridad que
necesitamos constantemente en la vida privada, en la vida comunitaria, en el plano
científico, etc,.
Debemos por tanto determinar qué entendemos por certeza. Pensamos que tal vez nos
convenga comenzar por distinguir el estado mental de la certeza de otros estados de
conocimiento.
Nos encontramos primero con la duda, que es un estado mental en que no somos
capaces de inclinarnos entre los diversos extremos de elección que se nos presentan
porque, en principio, no existen mayores motivos en favor de ninguno de ellos.
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Ejercicios
1) El profesor Jorge Noro afirma que las personas están muy inclinadas a
cuestionarse sobre el conocimiento, dado que son concientes de la existencia de
malentendidos, ilusiones ópticas, etc.
2) Como la filosofía se ha ocupado siempre de analizar el problema del
conocimiento, entonces ha logrado dar una respuesta perfecta y satisfactoria.
3) Puesto que, el conocimiento es la representación de algo en la conciencia del
sujeto que conoce, entonces la certeza supera la duda y la opinión.
4) El conocimiento es la representación de algo en la conciencia del sujeto que
conoce, porque el objeto conocido adquiere una segunda presencia.
5) Si bien el ser humano está siempre interesado por conoce, no siempre logra
hacerlo con seguridad y certeza, debido a que la opinión es diferente de la
duda.
6) Si bien el ser humano está siempre interesado por conocer, no siempre logra
hacerlo con seguridad y certeza, pues habiendo razones que nos inclinan hacía
un extremo determinado, no son suficientes para anular las razones en contra.
b) “Estamos inclinados a creer más que a dudar, pero sólo podemos creer
sinceramente después de haber desvanecido todas las dudas"
C. Vaz Ferreira
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La respuesta a esta pregunta nos lleva al problema del criterio de la certeza. Para saber
que nuestra certeza es auténtica y por qué lo es, necesitamos un criterio.
El término criterio deriva del verbo griego “krino”, (juzgar, discernir). Sirve para
designar el instrumento cognoscitivo con el que podemos diferenciar los conocimientos
ciertos de los dudosos u opinables.
¿Qué caracteres debe tener el criterio para que pueda cumplir la función de fundar
nuestros concomimientos ciertos y permitirnos distinguirlos de lo que no lo son?
Podríamos resumirlos en dos:
Infalible: quiere decir que supuesta su correcta aplicación, el criterio sin necesidad de
nada más, debe hacernos ver si el conocimiento es cierto.
Último: quiere decir que debemos contar con un criterio que no sea derivado de otros
criterios, ni provisorio.
Por muy infalible y último que sea el criterio, siempre será usado por una persona
concreta, con unas cualidades personales y unas circunstancias determinadas. Esto
quiere decir que los caracteres que le exigimos al criterio quizá no pasen de una
exigencia teórica. Es esta dificultad la que en definitiva hizo y seguirá haciendo posibles
los escepticismos como negación de cualquier certeza indiscutible. Y es también esta
situación la que convirtió a los filósofos en afanosos buscadores de criterios.
Teniendo todo esto en cuenta, aún podemos nombrar los criterios más utilizados:
Criterio de fe: consiste en la confianza o seguridad de que algo es cierto sin que haya
necesidad de que lo veamos o tengamos experiencia sensorial directa.
Es el criterio religioso por excelencia.
A pesar de que el uso de estos criterios son útiles para la indagación, deberíamos
recordar que no existen criterios infalibles porque el ser humano que los plantea es un
ser limitado e imperfecto.
Juan Hessen en “Teoría del Conocimiento” nos propone pensar la relación entre la
razón y los sentidos de esta manera:
- “si formulamos el juicio: el sol calienta la piedra lo hacemos fundándonos en
determinadas percepciones. Vemos como el sol ilumina la piedra y comprobamos
tocándola que se calienta paulatinamente. Para formular este juicio nos apoyamos en los
datos de nuestros sentidos (la vista y el tacto), en la experiencia.
Pero nuestro juicio presenta un elemento que no está contenido en la experiencia.
Nuestro juicio no dice solamente que el sol ilumina la piedra y que ésta se calienta, sino
que afirma que entre estos dos procesos existe una conexión causal. La experiencia nos
revela que un proceso sigue al otro. Nosotros agregamos la idea de que un proceso
resulta del otro, es causado por el otro. El juicio: el sol calienta la piedra presenta dos
elementos, uno procede de la experiencia el otro del pensamiento.
Ahora bien; cabe preguntar: ¿cuál de estos factores es el decisivo? La conciencia
cognoscente ¿se apoya preferentemente, o incluso exclusivamente, en la experiencia o
en el pensamiento?
¿De cuál de las dos fuentes de conocimiento saca sus contenidos? ¿Dónde reside el
origen del conocimiento?”
Tarea domiciliaria
He advertido hace ya algún tiempo que, desde mi más temprana edad, había admitido
como verdaderas muchas opiniones falsas, y que lo edificado después sobre cimientos
tan poco sólidos tenía que ser por fuerza muy dudoso e incierto; de suerte que me era
preciso emprender seriamente, una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las
opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y empezar todo de nuevo desde
los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias.
Con todo, aunque a veces los sentidos nos engañan, en lo pequeño y lo lejano, quizá
haya otras cosas de las que no se pueda dudar razonablemente, aunque las conozcamos
por su medio; como, por ejemplo, que estoy aquí, sentado junto al fuego, con una bata
puesta y este papel en mis manos, o cosas por el estilo…
Sin embargo, debo considerar que soy un hombre y, por consiguiente, que tengo
costumbre de dormir y de imaginar en sueños las mismas cosas que cuando estoy
despierto ¡Cuántas veces no me habrá ocurrido soñar, por la noche, que estaba aquí
mismo, vestido, junto al fuego, estando en realidad desnudo y en la cama!...
Supongamos ahora que estamos dormidos, y que todas estas particularidades, a saber:
que abrimos los ojos, movemos la cabeza, alargamos las manos, no son sino mentirosas
ilusiones; y pensemos que, acaso, ni nuestras manos ni todo nuestro cuerpo son tal y
como los vemos. Con todo, hay que confesar al menos que las cosas que nos
representamos en sueños son como cuadros y pinturas que deben formarse a semejanza
de algo real y verdadero; de manera que por lo menos esas cosas generales —a saber:
ojos, cabeza, manos, cuerpo entero— no son imaginarias, sino que en verdad existen…
… duerma yo o esté despierto, dos más tres serán siempre cinco, y el cuadrado no
tendrá más de cuatro lados; no pareciendo posible que verdades tan patentes puedan ser
sospechosas de falsedad o incertidumbre alguna.
Sin embargo, hace tiempo que tengo en mi espíritu cierta opinión, según la cual hay un
Dios que todo lo puede, por quien he sido creado tal como soy. Pues bien: ¿quién me
asegura que este Dios, no haya hecho el mundo de tal manera, que no exista ninguna
tierra, ningún cielo, ningún cuerpo extenso, y que sin embargo todo me parezca existir
de la manera en que lo veo?
Y más aún: así como yo pienso, a veces, que los demás se engañan, hasta en las cosas
que creen saber con más certeza, podría ocurrir que Dios haya querido que me engañe
cuantas veces sumo dos más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado, o cuando
juzgo de cosas aún más fáciles que ésas, si es que son siquiera imaginables.
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Pero, es posible que Dios no haya querido que yo sea burlado así, pues se dice de Él que
es la suprema bondad…
Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios —que es fuente suprema de verdad
—, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha
usado toda su arte para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las
figuras, los sonidos y las demás cosas exteriores, no son sino ilusiones y engaños, de los
que se sirve para atrapar mi credulidad.
Puesto que los sentidos nos engañan, a veces, quise suponer que no hay cosa alguna que
sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto que hay hombres que
erran al razonar, aún acerca de los más simples asuntos de geometría, juzgué que yo
estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las
razones que anteriormente había considerado demostradas.
En fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos
pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero,
resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no
eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños.
De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es
preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: “yo soy”, “yo existo”, es
necesariamente verdadera, en toda ocasión que la pronuncio o la concibo en mi espíritu.
Ahora bien, ya sé con certeza que soy, pero aún no sé con claridad qué soy; de suerte
que, en adelante, preciso del mayor cuidado para no confundir imprudentemente otra
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cosa conmigo, y así no enturbiar ese conocimiento, que sostengo ser más cierto y
evidente que todos los que he tenido antes.
Por ello, examinaré de nuevo lo que yo creía ser, antes de incidir en estos pensamientos,
y quitaré de mis antiguas opiniones todo lo que puede combatirse mediante las razones
que acabo de alegar, de suerte que no quede más que lo enteramente indudable…
Soy, entonces, una cosa verdadera, y verdaderamente existente. Más, ¿qué cosa? Ya lo
he dicho: una cosa que piensa. ¿Y qué más? Excitaré aún mi imaginación, a fin de
averiguar si soy o no algo más. No soy esta reunión de miembros llamada cuerpo
humano; no soy un aire sutil y penetrante, difundido por todos esos miembros; no soy
un viento, un soplo, un vapor, ni nada de cuanto pueda fingir e imaginar, puesto que ya
he dicho que todo eso no era nada. Y, sin modificar ese supuesto, sigo convencido de
que soy algo...
Para pensar el texto: 1) Inferir qué función cumple la duda en el sistema del autor
2) Explicar cómo llega y cuál es la primera certeza
Hube de reflexionar que, puesto que yo dudaba, no era mi ser enteramente perfecto,
pues veía claramente que hay más perfección en conocer que en dudar; y se me ocurrió
entonces indagar por dónde había yo aprendido a pensar en algo más perfecto que yo; y
conocí evidentemente que debía de ser por alguna naturaleza que fuese efectivamente
más perfecta…para explicarlo en una palabra, por Dios. A esto añadí que, supuesto que
yo conocía algunas perfecciones que me faltaban, no era yo el único ser que existiese,
sino que era absolutamente necesario que hubiese algún otro ser más perfecto de quien
yo dependiese y de quien hubiese adquirido todo cuanto yo poseía.
En fin, si aún hay hombres a quienes las razones que he presentado no han convencido
bastante de la existencia de Dios, quiero que sepan que todas las demás cosas que acaso
crean más seguras,..., son, sin embargo, menos ciertas; pues aunque veamos el Sol muy
claramente, no debemos por ello juzgar que sea del tamaño que le vemos, …, pues la
razón no nos dice que lo que así vemos o imaginamos sea verdadero, pero nos dice que
todas nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad pues no sería
posible que Dios, que es todo perfecto y verdadero, las pusiera en nosotros careciendo él
de las mismas.
Para pensar el texto: 1) Identificar la certeza a la que llega Descartes en este texto.
2) Explicar el argumento de esa certeza.
…y puesto que Dios no nos engaña (puesto que esto, como ya ha quedado claro, no se
aviene en absoluto con su naturaleza), debemos concluir que existe una sustancia
corpórea en longitud, anchura y profundidad, que existe actualmente en el mundo con
todas las propiedades que manifiestamente sabemos le pertenece. Y esta sustancia es
precisamente lo que se llama cuerpo o también sustancia extensa”
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…pues si me doy cuenta de que siento dolor, resulta evidente que tengo una percepción
tan cierta de mi propia existencia como de la existencia del dolor que siento. Así pues, la
experiencia nos convence de que tenemos un conocimiento intuitivo de nuestra propia
existencia.
Pienso que está fuera de cualquier disputa que el hombre tiene una idea clara de su
propia existencia, que sabe que existe con certidumbre y que es algo. El que pueda
dudar si es algo o no, pienso que no merece la pena hablar con él, lo mismo que
tampoco sea hablar con la nada, ni intentaría convencer al que no existe de que es algo.
Si alguien tiene la pretensión de ser tan escéptico como para negar su propia existencia
(pues dudar de ella es materialmente imposible), déjesele disfrutar su amada felicidad
de no ser nada, hasta que el hambre o algún otro dolor le convenza de lo contrario.
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Para pensar el texto: 1) Reconocer cuál es la primera certeza a la que llega Locke
2) Comparar con la primera certeza de Descartes.
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Una cosa es segura: que la confianza en que nuestras facultades no nos engañan en esto,
es la mayor seguridad que somos capaces de tener sobre la existencia de los seres
materiales.
Sin embargo, si después que todo esto cualquiera se mostrara tan escéptico como para
desconfiar de sus sentidos, y para afirmar que todo cuanto ve y oye, siente y gusta,
piensa y hace, a lo largo de toda su existencia, no es sino la serie de engañosas
apariencias de un sueño prolongado que no tienen ninguna realidad, de tal manera que
pone en cuestión la existencia de todas las cosas, o nuestro conocimiento sobre
cualquier cosa, a ése yo le rogaría que considerara que, si todo es un sueño, entonces él
también sueña que formula ese problema, de manera que no importa mucho el que un
hombre que está despierto le responda o no. Con todo, si así lo prefiere, podrá soñar que
le contesto esto: que la certidumbre sobre la existencia de las cosas, cuando tenemos el
testimonio de nuestros sentidos, no solamente es tan grande, cuanto permite nuestra
constitución, sino cuanto nuestra condición necesita. Pues aquel que pueda ver una
lámpara ardiendo, y haya experimentado la fuerza de su llama al poner su dedo en ella,
no dudará el que esto es algo que existe fuera de él y que le produciría un gran dolor; lo
cual es una seguridad suficiente, puesto que ningún hombre requerirá una certidumbre
mayor para gobernar sus actos que la que tiene a partir de sus mismas acciones.
Y si nuestro soñador quiere comprobar si el calor potente de un horno de vidrio no es
sino una mera imaginación de la fantasía de un hombre dormido, metiendo su mano
dentro quizá se despierte a una certidumbre mayor de la que pudiera desear, lo cual sería
algo más que una mera imaginación.
…si pude ver una colección semejante de ideas simples, a la que suelo denominar
hombre, que existían todas ellas reunidas hace un minuto, y ahora estoy solo, ya no
puedo estar seguro de que existe ahora ese mismo hombre, puesto que no hay ninguna
conexión necesaria entre su existencia de hace un minuto y su existencia actual. Puede
haber dejado de existir de mil maneras, desde el momento en que mis sentidos
recogieron el testimonio de estar seguro de que el hombre último que vi hoy tiene ahora
existencia, menos seguridad podré tener de que lo está alguien que se halla más lejos de
mis sentidos, y al que no he visto desde ayer o desde el año pasado y mucho menos
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podré tener ninguna seguridad de la existencia de personas a las que nunca vi. Y, por
tanto, aunque sea altamente probable que millones de hombres existan en este momento,
sin embargo, mientras escribo esto, en la soledad, no puedo tener de ello esa
certidumbre a la que estrictamente llamamos conocimiento; aunque el alto grado de
probabilidades me pueda situar más allá de la duda, y haga razonable el que yo actúe
con la seguridad de que existen en este momento hombres en el mundo. Pero esto es la
probabilidad, no el conocimiento [certero].
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Aunque Dios no nos ha dado ninguna idea innata sobre El mismo; aunque no nos
imprimió ningunos caracteres originales en nuestras mentes por los que podamos
contemplar su existencia, sin embargo, como nos dotó de estas facultades que nuestras
mentes poseen, no se ha quedado sin nuestro reconocimiento, desde el momento en que
tenemos sentidos, percepción y capacidad de razonamiento.
Si, por tanto, sabemos que hay algún ser real [mundo externo], y que la nada no puede
producir ningún ser real, resulta una demostración evidente que ha existido algo desde
la eternidad, puesto que lo que no ha existido desde la eternidad tuvo un comienzo, y lo
que tuvo un comienzo debió ser producido.
Para pensar el texto: 1) ¿Cuál es el argumento que brinda Locke para demostrar la
existencia de Dios.
2) ¿Sería coherente este argumento en el sistema de Descartes
y el argumento de Descartes en el sistema de Locke?
Fundamenta.
Actividad grupal
ACTIVIDAD DE CIERRE
Introducción.
Presentación del trabajo a realizar. Incluye, quiénes realizan el trabajo, quién lo solicita
y en qué nivel de formación académica es realizado el trabajo.
Problematización. Se plantea el problema a tratar, en el marco de la disciplina filosófica
determinada. Se definen conceptos fundamentales para que el lector comprenda el
trabajo, por ejemplo conocimiento, certeza, duda, etc..
Conclusión
Se comenzará por una comparación de los autores que podrá incluir una comparación
de las corrientes filosóficas a las que pertenecen.
Lo más importante será el análisis crítico del alumno o alumnos frente a las posturas de
los autores y eventuales conclusiones personales.
Agregar actividad con cuadro comparativo Descartes –Locke (ya está hecho)