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Los Ikeda | Emprendedores.

La buena familia
La trayectoria de San Fernando, la primera avícola peruana, es un fragmento clave en la
historia de la inmigración japonesa. Julio Ikeda llegó muy joven con la firme ambición de
crear riqueza, pero en 1944 fue detenido, deportado a EEUU y despojado de todos sus
bienes. Aun así decidió regresar y levantar aquí una pujante empresa familiar.
3 Sep 2015 | 20:30 h
El

japonés que fundó el imperio del pollo en el Perú se llamó Julio Soichi Ikeda
Tanimoto. Cuando solo tenía quince años de edad este japonés se subió a un
barco para venir a nuestro país. Le habían dicho que acá había mucho trabajo,
dinero y riqueza. Pensó que en estas lejanas tierras encontraría a la gallina de los
huevos de oro. Después de seis décadas de trabajo, la famila Ikeda sabe que el
resultado, la poderosa avícola San Fernando, no es obra de ningún milagro.

No hay peruano que hoy no saboree el fruto del esfuerzo de los Ikeda. Pero ese logro
no llegó fácil, vino desde el lejano Japón. Un mes le duró la travesía a Julio, llegó en
1927. En un inicio trabajó como agricultor y luego, junto a unos socios, se dedicó a
la producción de sillau. Lo distribuía entre la colonia japonesa del norte chico.

Ese sueño de la empresa propia que empezaba a hacerse realidad en su cabeza se


esfumó de la noche a la mañana por un absurdo arrebato del gobierno peruano.
En 1944, durante la Segunda Guerra mundial, nuestro país le declaró la guerra a
Japón y don Julio fue puesto en una lista negra para ser deportado a Estados
Unidos.
No solo le quitaron su libertad, también su empresa. Con su esposa, Rosa
Matsukawa, y sus dos pequeños hijos, Julio y Máximo, don Julio fue llevado hasta
un campo de concentración en New Orleans. Cuando terminó la guerra a don Julio
le dieron a escoger: quedarse en Estados Unidos, regresar al Perú o ir a Japón. Don
Julio quiso regresar a este país que le había quitado todo.
Primero fue el huevo, después el pollo
De regreso al Perú la familia Ikeda solo encontró muchos problemas, no tenían de
qué vivir, la situación era tan dramática que un familiar tuvo que brindarles posada
en una casa de Chorrillos. El matrimonio ya tenía el tercer hijo, Alberto. Sentado y
con fotos amarillentas echadas como naipes en su escritorio de presidente de
directorio de San Fernando, Julio hijo recuerda hoy esos días: "Mi papá daba
vueltas encima de la cama como un perrito llorando, se preguntaba qué hacer, cómo
nos iba a mantener".

En esos años los japoneses en el Perú tenían pocas alternativas para trabajar, podían
ser peluqueros, abrir un bazar, un restaurante o ser granjeros. A don Julio se le cruzó
en el camino un primo que le propuso criar aves. En 1948, con 35 patas madres y 4
patos machos reproductores el patriarca de los Ikeda empezó un negocio con el cual
solo esperaba tener algo de dinero para mantener a sus hijos.

Fernando, el último de la dinastía, había nacido ese año. Un terreno en la avenida


Atocongo, la actual avenida Tomás Marsano, se convirtió en su granja y hogar, una
casa de adobes fue el refugio.
PUEDES VER: Carlos Carlín es la voz principal del ‘Tuco pituco’ de San
Fernando

Don Julio hijo no recuerda de qué vivieron durante todas las semanas que demoró la
producción de patos. Pero alguna luz iluminaba ese pequeño negocio, luego de
vender patos, la familia se dio cuenta de que también podían ingresar a la crianza de
gallinas y empezaron la producción de huevos. Durante quince años subsistieron de
patos y huevos, casi no había ganancia. Para entonces, don Julio y sus hijos mayores
repartían sus productos por bodegas y mercados de San Isidro y La Parada.

De tanto caminar por Lima y ya metido en el negocio, el joven Julio hijo se dio
cuenta de una nueva moda culinaria: cada vez se consumía más pollo a la brasa. No
lo pensó dos veces y en 1963 los Ikeda adquirieron 468 pollitos. Después de
venderlos tuvieron ganancia. Desde entonces la producción de pollos no se detuvo.

Pasaron a tener mil pollos, luego 2000, después 3000. Tuvieron que buscar un
terreno en Lurín para seguir creciendo. Pero el año 68 una crisis de precios y una
peste desplumaron su pequeña empresa. Los Ikeda se quedaron sin capital.
Con la garantía de su buen trabajo un amigo le vendió cuatro mil pollitos a crédito.
Para esa época el ave ya volaba sobre las mesas limeñas, incubaba un proceso de
masificación. Dos años después, los Ikeda tenían ocho mil pollos en sus tres
galpones, el último lo había construido Alberto –ingeniero industrial– en Chilca.
Máximo y Fernando se dedicaban a la producción mientras que Julio
comercializaba.

Salieron del cascarón


En 1972 los Ikeda deciden ponerles una marca a sus pollos: San Fernando. "Sonaba
bonito, tal vez le pusimos ese nombre por el hermano menor, Fernando", recuerda
don Julio hijo. Para fines de esa década la producción de San Fernando era de ocho
mil pollos semanales. "Ya éramos importantes, había muchos granjeros, pero
queríamos diferenciarnos en tener una producción diaria", agrega el mayor de los
hijos.

¿Cómo lograrlo? Conversó con otros granjeros para que les vendan su producción
de pollos. Hizo una programación para que ningún día dejen de salir aves de la
tienda de San Fernando de la avenida Tomás Marsano. A bordo de camionetas y
camiones los Ikeda iban por Chorrillos, Cañete, Puente Piedra y otros lugares para
comprar pollos y venderlos con su marca. Eso no lo había hecho nadie.

La carrera empresarial ascendente tuvo un punto de quiebre a fines de los setenta,


la gigante Nicolini se convierte en la productora más grande de pollos con la ventaja
de que ellos eran los mayores productores de alimento para esas aves. Los Ikeda se
preocuparon. Julio hijo tenía un terreno en Lurín y le propuso a su hermano
Alberto que construya un molino para poder obtener su propio alimento, así
sortearon la amenaza.

En el 78 San Fernando producía 700 mil pollos mensuales, dos años después llegó
al millón. Con el sistema de granjeros integrados se consolidó como el segundo
mayor productor de pollos del país detrás de Nicolini. Para los ochenta, el
consumo de pollo en el Perú era como el pan de cada día, en esos años San Fernando
hizo famoso su slogan "la buena familia". A fines de los noventa Nicolini dejó la
crianza de pollos y vendió su planta de beneficio a San Fernando.

Don Julio hijo dice hoy que esta empresa, con 4800 trabajadores, cien granjas
integradas, dos plantas de beneficio con producción de dos mil pollos por hora y que
esta Navidad venderá dos millones de pavos, solo ha podido conseguir eso bajo los
principios que su padre les inculcó desde pequeños: disciplina, respeto, fortaleza y
honestidad. Ese fue el secreto para encontrar a la gallina de los huevos de oro.
https://larepublica.pe/archivo/375934-los-ikeda-emprendedores-la-buena-
familia/2?ref=notagaleria

San Fernando: la historia detrás del éxito de la


buena familia

San Fernando es la avícola más importante del Perú, pero no muchos conocen la
historia detrás del éxito de esta reconocida empresa y su fundador, un
inmigrante japonés que perdió todo al ser deportado a EEUU y aún así volvió a
apostar por sus sueños en este país.

Al pensar en la cena navideña, ¿qué es una


de las primeras cosas que se te viene a la
mente? Para los peruanos es inevitable
pensar en el pavo de Nochebuena y este
tiene un sinónimo casi inmediato: San
Fernando. Gracias al trabajo arduo y
constante, lo que empezó como una
empresa familiar se ha convertido hoy en
día en la principal avícola peruana, con
cerca de 5,000 trabajadores, cien granjas
integradas y dos plantas de beneficio con
producción de dos mil pollos por
hora. ¿Cómo lo consiguieron?
Fernando Prado, Socio Director del Reputation Institute para España y Latinoamérica, y Julio Ikeda
Matsukawa, Presidente del Directorio de San Fernando.

En 1927 llegó al Perú Julio Ikeda, joven japonés que enrumbó hacia nuestro
país en busca de oportunidades, convencido de que aquí encontraría a su
gallina de los huevos de oro. En un inicio trabajó como agricultor y luego se dedicó
a la producción de sillau, el cual distribuía entre la colonia japonesa del norte
chico. Pero en 1944, su sueño de la empresa propia comenzó a decaer cuando
fue detenido y deportado a EEUU durante la Segunda Guerra Mundial.

Terminada la guerra, a Julio le dieron tres opciones: quedarse en Estados Unidos,


regresar al Perú o ir a Japón. A pesar de que había perdido todo en el Perú,
Ikeda decidió regresar junto a su esposa Rosa Matsukawa y sus dos pequeños
hijos, una apuesta llena de riesgos.

De regreso en el Perú, la familia Ikeda tuvo que hacer frente a la dura realidad
de no contar con absolutamente nada. Incluso tuvieron que hospedarse en
cada de un familiar mientras don Julio se preguntaba cómo lograría
mantener a su familia, sobretodo porque durante aquellos no había muchas
opciones de trabajo para japoneses afincados en estas tierras: podrían ser
peluqueros, tener un bazar, un restaurante o ser granjeros.

Fernando Prado, Socio Director del Reputation Institute para España y Latinoamérica, y
Julio Ikeda Matsukawa, Presidente del Directorio de San Fernando.
Fue recién en 1948 cuando el patriarca de los Ikeda se encuentra con un primo
que le propone criar avez y lo ayuda a empezar con 35 patas madres y 4 patos
machos reproductores en un terreno de la actual avenida Tomás Marsano,
donde construyeron una pequeña casa de adobe. De los patos pasaron a las
gallinas y la producción de huevos, los cuáles repartían por bodegas y
mercados de San Isidro y La Parada.

Ya más conocedor del mercado, en 1963 Julio Ikeda decidió apostar por
adquirir 468 pollitos luego de darse cuenta de una nueva moda culinaria
en el mercado peruano: el pollo a la brasa. Pasaron a tener mil pollos, luego
2000, después 3000. Tuvieron que buscar un terreno en Lurín para seguir
creciendo, pero 1968 una crisis de precios y una peste desplumaron su pequeña
empresa.

Con la garantía de su buen trabajo un amigo les vendió 4000 pollitos a


crédito. Dos años después, los Ikeda tenían 8000 pollos en sus tres
galpones. Para ese momento, los cuatro hijos de la familia Ikeda
participaban del negocio: Alberto había construido el último galpón en Chincha,
mientras Máximo y Fernando se dedicaban a la producción y Julio a la
comercialización.

En 1972 los Ikeda deciden ponerle un nombre a su marca y optan por San
Fernando, quizás en honor del menor de los hermanos. Para ese momento, la
producción de la empresa llegaba ya a 8000 pollos semanales. Pero aún debían
enfrentarse a una importante competencia en el mercado ya que había muchos
más granjeros ofreciendo lo mismo que ellos.
Recorrido por la granja pollos de San Fernando en Chancay. Fotografía: Miguel Bellido/El
Comercio Perú.

¿Cómo lograron convertirse en la marca número uno? La empresa conversó con


otros granjeros y les compraba su producción de pollos, asegurándose así
que no hubiera un sólo día en que no salieran aves de la tienda de San
Fernando. A bordo de camionetas y camiones los Ikeda iban por Chorrillos,
Cañete, Puente Piedra y otros lugares para comprar pollos y venderlos con su
marca. Una idea totalmente innovadora en el mercado peruano.

Pero su éxito es el reflejo del trabajo constante. Por ejemplo, en los años
setenta tuvieron que enfrentar un momento problemático cuando Nicolini se
convirtió en la productora de pollo más grande del mercado aprovechando que
ellos eran los mayores productores del alimento para esas aves. ¿Cómo sortear
este problema? Julio hijo decidió aprovechar un terreno que poseía en Lurín y le
propuso a su hermano Alberto construir un molino para obtener su propio
alimento. En vez de quejarse ante las adversidades, la familia Ikeda ha
sabido siempre dar con la solución adecuada.

http://plusempresarial.com/san-fernando-la-historia-detras-del-exito-de-la-buena-
familia/

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