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EL PAÍS

Antes de llegar nos dijeron que la India es un país que te enamora o al que
odias. Lo oímos muchas veces.
Nosotros no estamos del todo de
acuerdo. Pensamos que es un país
de tremendos contrastes,
contrastes en la gente, en el clima,
en el paisaje… Por la mañana la
puedes llegar a aborrecer y por la
tarde amarla profundamente. Eso
es lo que la define.
Es un país difícil. No es el mejor lugar para hacer turismo en el sentido
tradicional, es un país para viajar. Si lo que se desea es ver lugares bonitos
sin tener muchas complicaciones y de forma cómoda, no creemos que sea
el mejor lugar. La suciedad general y de los hoteles en particular, el estrés
del regateo continuo, los trucos para estafar a turistas, todo eso puede
llegar a cansar. Aunque una vez que dominas el arte de sortear esas
dificultades, todo es más llevadero. También es cierto que quizás con
mucho, o más bien con algo de dinero, y no la miseria que tenemos
nosotros de presupuesto, el viaje puede ser diferente. Pero entonces no
conocerás la India de verdad. No se puede tener todo.
Si dispones de bastante tiempo y te gusta conocer culturas y gentes
diferentes, entonces este es un lugar perfecto. Lo ideal es dejarse llevar
por los consejos de la gente local y de otros viajeros, salirse la de las rutas
turísticas, quedarse varios días en cada lugar, vivir la India. Se necesita
bastante tiempo tan solo para hacerse una idea de cómo funciona, de
cómo se hacen aquí las cosas. En tres meses hemos empezado a entender
muchas cosas pero necesitaríamos años para comprender más
profundamente este enorme y complejo país. Es cierto que esto puede
llegar a ser agotador y no es raro acabar deseando unas vacaciones de la
India. Eso sí, en cuanto salgas la empezarás a echar de menos. Los
contrastes de nuevo.

LA GENTE
La palabra hospitalidad se queda corta para definir a la gente que hemos
conocido en la India. Comunicativos, amables, curiosos... son algunos de
los adjetivos que también les podrían definir. Esto es lo que nos hemos
encontrado en las zonas poco turísticas, sobre todo en el estado del
Punjab. Especialmente los viajes en tren son muy propicios para tener
este tipo de experiencias.
No hay que extrañarse si te hacen preguntas muy personales; aquí no es
de mala educación, sino todo lo contrario. Te preguntarán de dónde eres,
si estas casado, si tienes hijos, por qué no tienes hijos, cuánto ganas...
incluso es probable que te inviten a sus casas o que te hagan un regalo,
como nos ha pasado a nosotros en alguna ocasión, como cuando nos
invitaron a entrar a una boda o cuando una desconocida le regaló a Mayte
un collar.
Les encanta hablar con los viajeros y ayudar en lo que puedan, ya sea
encontrar un hotel, explicarte qué es esa comida que miras con curiosidad
o hacerte de traductores para que te entienda el conductor del rickshaw
que no habla inglés. A veces también puede ocurrir que luego te pidan
dinero por ello, pero no suele ser el caso.

En las zonas muy turísticas es más complicado encontrar gente así: en


estos lugares lo más probable es que te confundan con un euro con patas.
Pero incluso en estos sitios se encuentra gente encantadora.

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