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El Papa clama por el fin de la violencia y recuerda a Venezuela, Tierra Santa y Corea

01/04/2018
En el Mensaje de Pascua de este año, el Papa Francisco pidió el cese del conflicto en Siria, invocó
la paz para Tierra Santa y pidió solucionar la situación de Venezuela.
En el Mensaje, hizo un pequeño repaso algunos conflictos actuales activos en algunas partes del
mundo y subrayó que “la muerte, la soledad y el miedo ya no son la última palabra. Hay una
palabra que va más allá y que solo Dios puede pronunciar: es la palabra de la Resurrección”.
“Jesús, el grano de trigo sembrado por Dios en los surcos de la tierra, murió víctima del pecado
del mundo, permaneció dos días en el sepulcro; pero en su muerte estaba presente toda la potencia
del amor de Dios, que se liberó y se manifestó el tercer día, y que hoy celebramos: la Pascua de
Cristo Señor”, aseguró al comienzo.
Recordó a continuación que los cristianos “creemos y sabemos que la resurrección de Cristo es la
verdadera esperanza del mundo, aquella que no defrauda”.
“Es la fuerza del grano de trigo, del amor que se humilla y se da hasta el final, y que renueva
realmente el mundo”.
“También hoy esta fuerza produce fruto en los surcos de nuestra historia, marcada por tantas
injusticias y violencias. Trae frutos de esperanza y dignidad donde hay miseria y exclusión, donde
hay hambre y falta trabajo, a los prófugos y refugiados —tantas veces rechazados por la cultura
actual del descarte—, a las víctimas del narcotráfico, de la trata de personas y de las distintas
formas de esclavitud de nuestro tiempo”.
El Papa pidió paz “para el mundo entero”, comenzando por “la amada y martirizada Siria, cuya
población está extenuada por una guerra que no tiene fin”. “Que la luz de Cristo resucitado
ilumine en esta Pascua las conciencias de todos los responsables políticos y militares, para que se
ponga fin inmediatamente al exterminio que se está llevando a cabo, se respete el derecho
humanitario y se proceda a facilitar el acceso a las ayudas que estos hermanos y hermanas nuestros
necesitan urgentemente, asegurando al mismo tiempo las condiciones adecuadas para el regreso
de los desplazados”, oró.
Sobre Tierra Santa, “que en estos días también está siendo golpeada por conflictos abiertos que
no respetan a los indefensos”, así como “para Yemen y para todo el Oriente Próximo”, rezó con
el fin de que “el diálogo y el respeto mutuo prevalezcan sobre las divisiones y la violencia”.
“Que nuestros hermanos en Cristo, que sufren frecuentemente abusos y persecuciones, puedan
ser testigos luminosos del Resucitado y de la victoria del bien sobre el mal”, añadió.
Por otro lado, recordó la crisis que se vive en Venezuela y suplicó “frutos de consolación” para
su pueblo, “el cual —como han escrito sus Pastores— vive en una especie de ‘tierra extranjera’
en su propio país”.
“Para que, por la fuerza de la resurrección del Señor Jesús, encuentre la vía justa, pacífica y
humana para salir cuanto antes de la crisis política y humanitaria que lo oprime, y no falten la
acogida y asistencia a cuantos entre sus hijos están obligados a abandonar su patria”, añadió el
Santo Padre.
Mensaje de Pascua y Bendición Urbi et Orbi 2018 del Papa Francisco
1 de abril de 2018
Como cada Domingo de Resurrección, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el
Papa Francisco ofreció el Mensaje de Pascua e impartió la Bendición “Urbi et Orbi” (“a la ciudad
y al mundo”).
En el Mensaje, hizo un pequeño repaso algunos conflictos actuales activos en algunas partes del
mundo y subrayó que “la muerte, la soledad y el miedo ya no son la última palabra. Hay una
palabra que va más allá y que solo Dios puede pronunciar: es la palabra de la Resurrección”.
A continuación, el texto completo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!
Jesús ha resucitado de entre los muertos.
Junto con el canto del aleluya, resuena en la Iglesia y en todo el mundo, este mensaje: Jesús es el
Señor, el Padre lo ha resucitado y él vive para siempre en medio de nosotros.
Jesús mismo había preanunciado su muerte y resurrección con la imagen del grano de trigo. Decía:
«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto»
(Jn 12,24). Y esto es lo que ha sucedido: Jesús, el grano de trigo sembrado por Dios en los surcos
de la tierra, murió víctima del pecado del mundo, permaneció dos días en el sepulcro; pero en su
muerte estaba presente toda la potencia del amor de Dios, que se liberó y se manifestó el tercer
día, y que hoy celebramos: la Pascua de Cristo Señor.
Nosotros, cristianos, creemos y sabemos que la resurrección de Cristo es la verdadera esperanza
del mundo, aquella que no defrauda. Es la fuerza del grano de trigo, del amor que se humilla y se
da hasta el final, y que renueva realmente el mundo. También hoy esta fuerza produce fruto en
los surcos de nuestra historia, marcada por tantas injusticias y violencias. Trae frutos de esperanza
y dignidad donde hay miseria y exclusión, donde hay hambre y falta trabajo, a los prófugos y
refugiados —tantas veces rechazados por la cultura actual del descarte—, a las víctimas del
narcotráfico, de la trata de personas y de las distintas formas de esclavitud de nuestro tiempo.
Y, hoy, nosotros pedimos frutos de paz para el mundo entero, comenzando por la amada y
martirizada Siria, cuya población está extenuada por una guerra que no tiene fin. Que la luz de
Cristo resucitado ilumine en esta Pascua las conciencias de todos los responsables políticos y
militares, para que se ponga fin inmediatamente al exterminio que se está llevando a cabo, se
respete el derecho humanitario y se proceda a facilitar el acceso a las ayudas que estos hermanos
y hermanas nuestros necesitan urgentemente, asegurando al mismo tiempo las condiciones
adecuadas para el regreso de los desplazados.
Invocamos frutos de reconciliación para Tierra Santa, que en estos días también está siendo
golpeada por conflictos abiertos que no respetan a los indefensos, para Yemen y para todo el
Oriente Próximo, para que el diálogo y el respeto mutuo prevalezcan sobre las divisiones y la
violencia. Que nuestros hermanos en Cristo, que sufren frecuentemente abusos y persecuciones,
puedan ser testigos luminosos del Resucitado y de la victoria del bien sobre el mal.
Suplicamos en este día frutos de esperanza para cuantos anhelan una vida más digna, sobre todo
en aquellas regiones del continente africano que sufren por el hambre, por conflictos endémicos
y el terrorismo. Que la paz del Resucitado sane las heridas en Sudán del Sur y en la atormentada
República Democrática del Congo: abra los corazones al diálogo y a la comprensión mutua. No
olvidemos a las víctimas de ese conflicto, especialmente a los niños. Que nunca falte la solidaridad
para las numerosas personas obligadas a abandonar sus tierras y privadas del mínimo necesario
para vivir.
Imploramos frutos de diálogo para la península coreana, para que las conversaciones en curso
promuevan la armonía y la pacificación de la región. Que los que tienen responsabilidades
directas actúen con sabiduría y discernimiento para promover el bien del pueblo coreano y
construir relaciones de confianza en el seno de la comunidad internacional.
Pedimos frutos de paz para Ucrania, para que se fortalezcan los pasos en favor de la concordia y
se faciliten las iniciativas humanitarias que necesita la población.
Suplicamos frutos de consolación para el pueblo venezolano, el cual —como han escrito sus
Pastores— vive en una especie de «tierra extranjera» en su propio país. Para que, por la fuerza de
la resurrección del Señor Jesús, encuentre la vía justa, pacífica y humana para salir cuanto antes
de la crisis política y humanitaria que lo oprime, y no falten la acogida y asistencia a cuantos entre
sus hijos están obligados a abandonar su patria
Traiga Cristo Resucitado frutos de vida nueva para los niños que, a causa de las guerras y el
hambre, crecen sin esperanza, carentes de educación y de asistencia sanitaria; y también para los
ancianos desechados por la cultura egoísta, que descarta a quien no es «productivo».
Invocamos frutos de sabiduría para los que en todo el mundo tienen responsabilidades políticas,
para que respeten siempre la dignidad humana, se esfuercen con dedicación al servicio del bien
común y garanticen el desarrollo y la seguridad a los propios ciudadanos.
Queridos hermanos y hermanas:
También a nosotros, como a las mujeres que acudieron al sepulcro, van dirigidas estas palabras:
«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado» (Lc 24,5-6). La
muerte, la soledad y el miedo ya no son la última palabra. Hay una palabra que va más allá y que
solo Dios puede pronunciar: es la palabra de la Resurrección (cf. Juan Pablo II, Palabras al término
del Vía Crucis, 18 abril 2003). Ella, con la fuerza del amor de Dios, «ahuyenta los pecados, lava
las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la
concordia, doblega a los poderosos» (Pregón pascual).
¡Feliz Pascua a todos!
El Papa pide dar testimonio de Dios al salir de Misa, y no murmurar unos de otros
04/04/2018
El Papa Francisco pidió, durante la Audiencia General celebrada en la Plaza de San Pedro del
Vaticano este miércoles 4 de abril, que al salir de Misa los fieles salgan como cristianos renovados
cercanos a la Eucaristía que den testimonio de Dios en sus vidas cotidianas, y que no se dediquen
a murmurar unos de otros nada más cruzar el umbral de la iglesia.
Francisco destacó que la Misa, “igual que comenzó con el signo de la cruz en el nombre del Padre
y del Hijo y el Espíritu Santo, también ahora la liturgia se sella en nombre de la Trinidad”.
Además, recordó que, aunque la Misa finaliza, “se abre el compromiso al testimonio cristiano.
Salimos de la iglesia para ir en paz a llevar la bendición de Dios en nuestras actividades cotidianas,
en nuestras casas, en nuestros trabajos, entre nuestras ocupaciones de la ciudad terrena,
glorificando al Señor en nuestra vida”.
Por el contrario “si nosotros salimos de la iglesia murmurando unos de otros, la Misa no ha entrado
en nosotros. Cada vez que salgo de la Misa debo salir mejor de lo que he entrado, con más ganas
de dar testimonio cristiano”.
“Por medio de la Eucaristía, el Señor Jesús entra en nosotros, en nuestro corazón y en nuestra
carne para que podamos experimentar en la vida el sacramento recibido en la fe”, explicó.
En su catequesis, Francisco afirmó que “la Misa encuentra su cumplimiento en las decisiones
concretas de quien se involucra en primera persona en los misterios de Cristo. No debemos
olvidarnos de que celebramos la Eucaristía para aprender a ser hombres y mujeres eucarísticos”.
“¿Qué significa esto?”, planteó el Papa. “Significa dejar actuar a Cristo en nuestras obras, que sus
pensamientos sean nuestros pensamientos, que sus sentimientos sean nuestros, que sus decisiones
sean también nuestras decisiones”.
El Obispo de Roma señaló que la “presencia real de Cristo en el Pan consagrado no termina con
la Misa, la Eucaristía se custodia en el Sagrario para la Comunión de los enfermos y para la
adoración silenciosa del Señor en el Santísimo Sacramento, el culto eucarístico fuera de la Misa,
ya sea de forma privada o comunitaria, nos ayuda a permanecer en Cristo”.
Por lo tanto, los frutos de la Misa están destinados a madurar en la vida de cada día. En verdad,
aumentando nuestra unión con Cristo, la Eucaristía actualiza la gracia que el Espíritu nos ha dado
en el Bautismo y en la Confirmación, con el fin de que sea creíble nuestro testimonio cristiano”.
“Encendiendo en nuestros corazones la caridad divina, la Eucaristía nos separa del pecado”,
aseguró. “Acercarse regularmente al convite eucarístico renueva, fortifica y profundiza el vínculo
con la comunidad cristiana a la cual pertenecemos, según el principio de la Eucaristía hace la
Iglesia”.
En fin, “participar en la Eucaristía nos compromete para con los pobres, educándonos a pasar de
la carne de Cristo a la carne de los hermanos en los que espera ser reconocido por nosotros,
servido, honrado y amado”.
“Portando el tesoro de la unión con Cristo en vasos de barro, tenemos una necesidad continua de
regresar al santo altar, hasta que, en el paraíso, gocemos plenamente la santidad del banquete de
bodas del Cordero”, concluyó el Papa Francisco.
El Papa invita a cambiar la fe “interesada” por un auténtico amor que
dé testimonio 16/04/2018
El Papa Francisco alertó contra la fe “interesada” que algunos tienen e invitó a pensar lo
que Dios ha hecho en la propia vida y devolver el amor recibido.
En la homilía que pronunció en la Misa en la Casa de Santa Marta, comentó el Evangelio
del día que narra lo que sucede después de la multiplicación de los panes y los peces: una
gran multitud de personas seguía a Jesús, pero los buscaba no solo para escucharlo sino
por “intereses”.
“Vosotros me buscáis no porque habéis visto los signos, sino porque habéis comido de
estos panes y os habéis saciado”, recordó el Papa que dijo Jesús.
Francisco explicó que buscaban a Jesús porque su palabra “llegaba al corazón” pero
también por “una fe un poco interesada”. Jesús los invita a buscar el alimento que no
perece, porque “la Palabra de Dios es el amor de Dios”.
Francisco puso el ejemplo de San Esteban, quien “seguía a Jesús sin analizar las
consecuencias: esto me conviene, no me conviene, no era un interesado. Amaba. Y seguía
a Jesús, seguro, y así terminó. Le han tejido la trampa de la calumnia, le han hecho entrar
ahí y al final lo han lapidado, pero dando testimonio de Jesús”.
El Papa propuso pensar qué actitud se vive: si la de san Esteban o la de los intereses
personales. “Y encontraremos muchas cosas grandes que Jesús nos ha dado
gratuitamente, porque nos ama: a cada uno de nosotros. Y una vez que yo veo las cosas
que Jesús ha hecho por mí, me hago la segunda pregunta: ¿yo qué debo hacer por Jesús?
Y así, con estas dos preguntas, quizás logremos purificarnos de toda fe interesada”.
“Cuando veo todo lo que Jesús me ha dado, la generosidad del corazón va a: ‘¡Sí Señor,
doy todo! Y no me equivocaré más en tales cosas, estos pecados’, cambiará de vida en
esto”, señaló. “Es el camino de la conversión por amor: ‘tú me has dado tanto amor,
también yo te doy este amor’”.
Francisco terminó que “este es un buen test para saber cómo seguimos a Jesús:
¿interesados o no? Refrescar la memoria: las dos preguntas. ¿Qué ha hecho Jesús por mí,
en mi vida, por amor? Y viendo esto, qué debo hacer yo, por Jesús, como respondo a este
amor. Y así seremos capaces de purificar nuestra de todo interés. Que el Señor nos ayude
en este camino”.
Papa Francisco alienta a leer la Biblia todos los días: Solos o en familia
18 de abril de 2018
En su saludo a los fieles al final de la Audiencia General de este miércoles, el Papa
Francisco alentó a los fieles a leer la Biblia todos los días, sea cuando están solos o con
sus familias.
Dirigiéndose a los fieles que llegaron desde Polonia y que celebran la 10° Semana Bíblica,
el Pontífice alentó a que “cada día, individualmente o en familia, encuentren algo de
tiempo para leer y meditar las Sagradas Escrituras, para que puedan recibir de Ella la
fuerza necesaria para la vida cristiana”.
El Santo Padre exhortó a que “ese sea vuestro empeño” y alentó a compartir “con coraje
la Palabra de Dios con los otros. Vivan de Ella cada día, testimoniando la fidelidad a
Cristo y a su Evangelio”.
No es la primera vez que el Santo Padre exhorta a leer las Sagradas Escrituras. En marzo
de 2017, antes del rezo del Ángelus dominical, Francisco recordó que “la Palabra de Dios
tiene la fuerza para derrotar a Satanás. Por esto es necesario familiarizarse con la Biblia:
leerla a menudo, meditarla, asimilarla”.
“La Biblia contiene la Palabra de Dios, que es siempre actual y eficaz. Alguno ha dicho:
¿qué sucedería si usáramos la Biblia como tratamos nuestro móvil? ¿Si la llevásemos
siempre con nosotros, o al menos el pequeño Evangelio de bolsillo, qué sucedería?; si
volviésemos atrás cuando la olvidamos: tú te olvidas el móvil —¡oh!—, no lo tengo,
vuelvo atrás a buscarlo; si la abriéramos varias veces al día; si leyéramos los mensajes de
Dios contenidos en la Biblia como leemos los mensajes del teléfono, ¿qué sucedería?
Claramente la comparación es paradójica, pero hace reflexionar”.
De hecho, continuó el Pontífice, “si tuviéramos la Palabra de Dios siempre en el corazón,
ninguna tentación podría alejarnos de Dios y ningún obstáculo podría hacer que nos
desviáramos del camino del bien”.
Con las Escrituras, concluyó el Papa, “sabríamos vencer las sugestiones diarias del mal
que está en nosotros y fuera de nosotros; nos encontraríamos más capaces de vivir una
vida resucitada según el Espíritu, acogiendo y amando a nuestros hermanos,
especialmente a los más débiles y necesitados, y también a nuestros enemigos”.
Papa Francisco invita a luchar contra el demonio y pedir discernimiento
24 de abril de 2018
El Papa Francisco dijo en la Misa que presidió en Santa Marta que “siempre existirán
resistencias al Espíritu Santo” y esto lo puso en relación a la “rigidez” que poseen algunos,
a los que recomendó “discernir los signos de los tiempos”.

“Siempre existirán resistencias al Espíritu Santo, siempre, siempre hasta el fin del mundo.
Que el Señor nos dé la gracia de saber resistir a lo que tenemos que resistir, a lo que viene
del maligno, a lo que nos quitar la libertad y sepamos abrirnos a la novedad, pero solo
esas que vienen de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo, y nos dé la gracia de discernir
los signos de los tiempos para tomar las decisiones que nosotros debamos tomar en ese
momento”, pidió.

Sobre los rígidos, explicó que siempre “vuelven sobre la misma pregunta, son incapaces
de salir de ese mundo cerrado, son prisioneros de las ideas. Han recibido la ley que era
vida, pero la han ‘destilado’, la han transformado en ideología y así dan vueltas, dan
vueltas y son incapaces de salir de cualquier novedad porque para ellos es una amenaza”.

El Papa puso de ejemplo a los discípulos, quienes “permanecieron dóciles al Espíritu


Santo para hacer algo que era más que una revolución”, “un cambio fuerte” y en el centro
estaba “el Espíritu Santo: no la ley, el Espíritu Santo”.

“La Iglesia era una Iglesia en movimiento, una Iglesia que iba más allá de sí misma. No
era un grupo cerrado de elegidos, una Iglesia misionera. Es más, el equilibrio de la Iglesia,
por así decir, y era precisamente la movilidad, en la fidelidad al Espíritu Santo”.

Francisco mencionó que “alguno decía que el equilibrio de la Iglesia se asemejaba al de


una bicicleta: está parada y va bien cuando está en movimiento; si tú la dejas parada, cae.
Es un buen ejemplo”.

Papa Francisco pide al mundo rezar el Rosario por la paz durante todo
el mes de mayo 29 de abril de 2018
El Papa Francisco invitó a los fieles a unirse espiritualmente este martes 1 al rezo del
Rosario por la paz en Siria y en el mundo entero que presidirá en su peregrinación al
Santuario de la Virgen del Divino Amor; y alentó a prolongar la recitación de la oración
mariana durante todo el mes de mayo por esta intención.
“Queridos hermanos y hermanas, pasado mañana 1 de mayo, en la tarde, iniciaré el mes
mariano con una peregrinación al Santuario de la Virgen del Divino Amor. Recitaremos
el Rosario, rezando en particular por la paz en Siria y en el mundo entero. Los invito a
unirse espiritualmente y a prolongar durante todo el mes de mayo el rezo del Rosario por
la paz”, dijo el Papa a los 30 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro para el Regina
Coeli.
Papa Francisco invita a luchar contra el mal: Toda la vida cristiana es un combate
25 de abril de 2018
La última catequesis del Papa Francisco sobre el Bautismo en la Audiencia General del miércoles
fue sobre la “fuerza de vencer el mal” y explicó cómo este sacramento es un arma eficaz para ello.
Francisco habló de los catecúmenos que de adultos se preparan también para recibir el Bautismo
y que se encuentran realizando la iniciación cristiana. “Educados en la escucha de Jesús, de su
enseñanza y de sus obras, los catecúmenos reviven la experiencia de la mujer samaritana sedienta
de agua viva, del ciego de nacimiento que abre los ojos a la luz, de Lázaro que sale del sepulcro”.
“El Evangelio lleva consigo la fuerza de transformar a quien lo acoge con fe, arrancándolo del
maligno para que aprenda a servir al Señor con alegría y novedad de vida”.
El Pontífice destacó que “a la pila bautismal no se va nunca solos, sino acompañados por la
oración de toda la Iglesia, como recuerdan las letanías de los santos que preceden a la oración del
exorcismo y la unción prebautismal con el óleo de los catecúmenos”.
“Son gestos que desde la antigüedad aseguran a cuántos se prestan a renacer como hijos de Dios
a que la oración de la Iglesia los asiste en la lucha contra el mal, los acompaña en el camino del
bien, los ayuda a sustraerse del pecado para pasar del reino de la gracia divina”.
El Papa recordó que este es el motivo por el que el camino de los catecúmenos adultos “está
marcado por repetidos exorcismos pronunciados por el sacerdote, es decir, oraciones que invocan
la liberación de todo aquello que separa de Cristo e impide la íntima unión con Él”.
También destacó que el Bautismo “no es una fórmula mágica”, sino “un don del Espíritu Santo
que habilita a quien lo recibe a luchar contra el espíritu del mal, creyendo que Dios ha mandado
al mundo a su Hijo para destruir el poder de satanás y transferir al hombre de las tinieblas en su
reino de luz infinita”.
“La vida cristiana está siempre sujeta a las tentaciones de separarse de Dios, de su querer, de la
comunión, con él, para recaer en los lazos de la seducción mundana”.
En el Bautismo, el catecúmeno también es ungido con el óleo, que significa que “la potencia de
Cristo Salvador fortifica para luchar contra el mal y vencerlo”.
A su vez, reconoció que “es fatigoso combatir contra el mal, huir de sus engaños, volver a tomar
fuerzas después de una lucha agotadora, pero tenemos que saber que toda la vida cristiana es un
combate”.
“Pero tenemos que saber también que no estamos solos: la Madre Iglesia ora para que sus hijos,
regenerados por el Bautismo, no sucumban, a las insidias del maligno, peor le venzan por la
potencia de la Pascua de Cristo”.
El cristiano tiene la misión de dar frutos que duren para siempre, afirma el Papa
9 de mayo de 2018
En la catequesis de este miércoles, el Papa Francisco habló sobre la “regeneración”, y en concreto
afirmó que “la fuente bautismal es el lugar en el que se hace Pascua con Cristo”.
En una nueva Audiencia General desde la Plaza de San Pedro, aseguró que “la vocación cristiana
está toda aquí: vivir unidos a Cristo en la santa Iglesia, partícipes de la misma consagración para
desarrollar la misma misión, en este mundo, llevando frutos que duran para siempre”.
A través del Bautismo, “es sepultado el hombre viejo, con sus pasiones innegables, para que
renazca una nueva criatura; de verdad las cosas viejas han pasado y hay muchas nuevas”.
“El renacimiento del hombre nuevo exige que sea reducido en polvo el hombre corrupto del
pecado. Las imágenes de la tumba y del vientre materno referidas a la fuente son en efecto muy
incisivos para expresar cómo es de grande a través de los simples gestos del Bautismo”.
Francisco destacó que “si nuestros padres nos han generado a la vida terrena, la Iglesia nos ha
regenerado a la vida eterna en el Bautismo”.
Por otro lado, explicó que “incorporados a Cristo por medio del Bautismo, los bautizados son
conformados a Él” y “mediante la acción del Espíritu Santo, el Bautismo purifica, santifica,
justifica, para formar en Cristo, de muchos, un solo cuerpo”.
“La unción crismal, nos conforma a Cristo ‘Sacerdote, Profeta y Rey’. Por eso, todo el Pueblo de
Dios, animado por el Espíritu Santo, participa de esas funciones, y tiene la responsabilidad de
misión y servicio que de ellas deriva”, dijo en la catequesis.

Papa Francisco a los focolares: La primera discípula de Jesús, la Virgen María, era
laica 10 de mayo de 2018
En el discurso que el Papa Francisco ofreció a los habitantes de la Ciudadela Internacional del
Movimiento de los Focolares en Loppiano, Italia, el Papa Francisco destacó la importancia del
laicado en la vida de la Iglesia y recordó que “María era laica”.
“Era una laica. La primera discípula de Jesús, su madre, era laica. Ahí tenemos una gran
inspiración”, subrayó.
Además, animó a realizar “un bonito ejercicio: tomar los pasos más conflictivos de la vida de
Jesús, como por ejemplo en Caná, y ver cómo actúa María. Cómo María toma la palabra y va
adelante. Esta es una buena escuela para ir adelante. Porque ella es la Señora de la fidelidad, la
Señora de la creatividad, la Señora de la valentía, la Señora de la paciencia, la Señora del soportar
las cosas”. “Mirad siempre a esto: esta laica, primera discípula de Jesús, cómo actuó en todos
los pasos conflictivos de la vida de su Hijo. Os ayudará mucho”.
Ante el Santuario de María Theotokos, el Santo Padre recordó la proclamación de María como
Madre de la Iglesia por parte del beato Pablo VI el 21 de noviembre de 1964. “María es la Madre
de Jesús y, en Él, es la Madre de todos nosotros: la Madre de la unidad”.
“El Santuario a Ella dedicado aquí en Loppiano es una invitación a ponernos en la escuela de
María para aprender a conocer a Jesús, a vivir con Jesús y a tener a Jesús presente en cada uno de
nosotros y en medio a nosotros”, concluyó.
El Papa Francisco recuerda a los cristianos su responsabilidad como bautizados
16 de mayo de 2018
El Papa Francisco recordó a los cristianos su responsabilidad como bautizados al haber sido
revestidos con las vestiduras blancas de Cristo, que deberán mantener limpias, y al ser portadores
de la luz de la salvación que tendrán que llevar a la humanidad.
Durante la Audiencia General celebrada este miércoles 16 de mayo en la plaza de San Pedro del
Vaticano, el Santo Padre reflexionó sobre el simbolismo de las vestimentas blancas y de la luz de
la vela durante el Bautismo.
En su catequesis, el Pontífice indicó que “los efectos espirituales de este sacramento, invisibles a
los ojos, pero plenamente operativos en el corazón de quien se ha convertido en una nueva
criatura, se hacen explícitos en las vestimentas blancas y en la vela encendida. Son signos visibles
que manifiestan la dignidad de los bautizados y su vocación cristiana”.
“La vestimenta blanca –señaló– expresa simbólicamente aquello que ha sucedido en el
sacramento, anuncia la condición de transfigurados en la gloria divina. El mandato de llevar esta
vestimenta sin mancha para la vida eterna marca el camino que, desde la fuente bautismal,
conduce hacia la Jerusalén celeste”.
“¿Qué significa revestirse de Cristo? Lo recuerda San Pablo cuando explica cuáles son las virtudes
que los bautizados deben cultivar: ‘Elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de sentimientos
de ternura, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de magnanimidad, apoyándoos los unos a
los otros y perdonándoos los unos a los otros. Pero por encima de todas estas cosas, revestíos de
la caridad que las une de modo perfecto’”.
Sobre la vela, Francisco explicó que “también la entrega ritual de la vela encendida del cirio
pascual recuerda los efectos del bautismo: ‘Recibe la luz de Cristo’. Estas palabras recuerdan que
no somos nosotros la luz, sino Jesucristo, el cual, resucitado de entre los muertos, ha derrotado a
las tinieblas del mal. ¡Nosotros estamos llamados a recibir su esplendor!”.
“Así como la llama del cirio pascual da luz a las velas individuales, la caridad del Señor
Resucitado enciende los corazones de los bautizados, colmándolos de luz y de calor. Desde la
antigüedad, el sacramento del Bautismo se ha conocido como ‘iluminación’, y los neófitos han
sido llamados ‘iluminados’”.
En este sentido, subrayó que “esta es, de hecho, la vocación cristiana: ‘caminar siempre como
hijos de la luz, perseverando en la fe’. Si los bautizados son niños, es obligación de los padres,
junto con el padrino y la madrina, preocuparse de alimentar la llama de la gracia bautismal en los
pequeños, ayudándolos a perseverar en la fe”.
“La presencia viva de Cristo, para ser custodiado, defendido y expandido en nosotros, es una
lámpara que ilumina nuestros pasos, luz que orienta nuestras decisiones, llama que calienta
nuestros corazones en el ir hacia el encuentro del Señor, haciéndonos capaces de ayudar a los que
hacen el camino junto con nosotros hasta la comunión inseparable con Él”.
Por último, el Papa llamó la atención sobre la importancia del rezo del Padre Nuestro en la
conclusión de la celebración bautismal: “La celebración del Bautismo se concluye con el rezo del
Padre Nuestro, propia de la comunión de los hijos de Dios. De hecho, los niños renacidos en el
Bautismo, reciben la plenitud de los dones del Espíritu Santo en la Confirmación, y participarán
en la Eucaristía, aprendiendo qué significa dirigirse a Dios llamándolo ‘Padre’ en la Santa
Iglesia”.
El Papa compara la crisis vocacional con una “hemorragia” que afecta a la Iglesia
21 de mayo de 2018
El Papa Francisco lamentó la crisis vocacional que padece la Iglesia y la comparó con una
“hemorragia” ocasionada por la cultura del relativismo y los escándalos.
En un discurso ante la Conferencia Episcopal Italiana con motivo de la apertura de su Asamblea
General, que tuvo lugar este lunes 21 de mayo en el Aula Nueva del Sínodo, en el Vaticano, el
Santo Padre señaló que la crisis de vocaciones, la pobreza evangélica y la reducción y fusión de
Diócesis son sus tres principales preocupaciones respecto a la Iglesia en Italia.
El Pontífice comenzó su discurso de apertura recordando que en el peregrinar de la Iglesia, “no
estamos solos: nos acompaña María como Madre”. A continuación, detalló las tres
preocupaciones que tiene respecto a la situación de la Iglesia en Italia.
Crisis de vocaciones
“Me preocupa la crisis de vocaciones”, señaló Francisco. “Nos jugamos nuestra paternidad y es
una hemorragia”. Esta crisis de las vocaciones “es un fruto envenenado de la cultura de lo
provisional, del dinero y del relativismo, junto con los escándalos, el testimonio tibio y el invierno
demográfico”.
El Papa afirmó que “es triste ver que esta tierra entra en una esterilidad vocacional sin encontrar
remedios eficaces”.
Para hacer frente a esta crisis vocacional, Francisco propuso una mayor colaboración entre
Diócesis, incluso enviando misioneros de unas a otras para ayudar a las que tienen más problemas
relacionados con el secularismo: “Propongo una colaboración fidei donum más estrecha entre las
Diócesis italianas”.
Pobreza evangélica y transparencia
El Papa afirmó que la pobreza evangélica “es madre y muro de la vida apostólica”, se trata de
algo que “aprendí como jesuita”. La pobreza evangélica “hace nacer y protege” la vida
apostólica”. “Quien tiene fe no puede hablar de pobreza y vivir al mismo tiempo como un faraón.
Es un ‘anti-testimonio’. Es escandaloso gestionar los bienes de la Iglesia como si fuesen
personales”.
Por el contrario, “debemos gestionar con ejemplaridad, con reglas claras aquello por lo que un
día rendiremos cuentas. Soy consciente y reconozco que en la Conferencia Episcopal Italiana se
ha hecho mucho en los últimos años, pero todavía se debe hacer más”.
Reducción y fusión de Diócesis
La reducción y fusión de Diócesis “no es fácil. Creo que hay Diócesis que se pueden fusionar. Lo
he comentado ya en el año 2013. Se trata de una exigencia pastoral, estudiada muchas veces, ya,
por primera vez, en 1929. Pablo VI, en 1964, habló del excesivo número de Diócesis”.
“Estas son mis preocupaciones”, concluyó el Papa Francisco. “Son puntos para reflexionar”.
Mensaje del Santo Padre Francisco con motivo del congreso “Encuentro de laicos católicos
que asumen responsabilidades políticas al servicio de los pueblos de América Latina” (1 – 3
diciembre 2017)
¡Buenos días!
Deseo saludar y agradecer, ante todo, a los dirigentes políticos que han aceptado la invitación a
participar en un evento que yo mismo he alentado desde su génesis: «el Encuentro de laicos
católicos que asumen responsabilidades políticas al servicio de los pueblos de América Latina».
Saludo también a los Señores Cardenales y Obispos que los acompañan, con quienes tendrán
seguramente un diálogo de mucho provecho para todos.
Desde el Papa Pío XII hasta ahora, los sucesivos pontífices siempre se han referido a la política
como «alta forma de la caridad». Podría traducirse también como servicio inestimable de entrega
para la consecución del bien común de la sociedad. La política es ante todo servicio; no es sierva
de ambiciones individuales, de prepotencia de facciones o de centros de intereses. Como servicio,
no es tampoco patrona, que pretende regir todas las dimensiones de la vida de las personas, incluso
recayendo en formas de autocracia y totalitarismo. Y cuando hablo de autocracia y totalitarismo
no estoy hablando del siglo pasado, estoy hablando de hoy, en el mundo de hoy, y quizás también
de algún país de América Latina. Se podría afirmar que el servicio de Jesús —que vino a servir y
no a ser servido— y el servicio que el Señor exige de sus apóstoles y discípulos es analógicamente
el tipo de servicio que se pide a los políticos. Es un servicio de sacrificio y entrega, al punto tal
que a veces se puede considerar a los políticos como “mártires” de causas para el bien común de
sus naciones.
La referencia fundamental de este servicio, que requiere constancia, empeño e inteligencia, es el
bien común, sin el cual los derechos y las más nobles aspiraciones de las personas, de las familias
y de los grupos intermedios en general no podrían realizarse cabalmente, porque faltaría el espacio
ordenado y civil en los cuales vivir y operar. Es un poco el bien común concebido como atmósfera
de crecimiento de la persona, de la familia, de los grupos intermedios. El bien común. El Concilio
Vaticano II definió el bien común, de acuerdo con el patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia,
como «el conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres, las familias
y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección» (Gaudium
et spes, n. 74). Es claro que no hay que oponer servicio a poder —¡nadie quiere un poder
impotente!—, pero el poder tiene que estar ordenado al servicio para no degenerarse. O sea, todo
poder que no esté ordenado al servicio se degenera. Por supuesto que me estoy refiriendo a la
«buena política», en su más noble acepción de significado, y no a las degeneraciones de lo que
llamamos «politiquería». «La mejor manera de llegar a una política auténticamente humana —
enseña una vez más el Concilio— es fomentar el sentido interior de la justicia, de la benevolencia
y del servicio al bien común y robustecer las convicciones fundamentales en lo que toca a la
naturaleza verdadera de la comunidad política y al fin, recto ejercicio y límites de los poderes
públicos» (ibíd., n. 73). Tengan todos ustedes la seguridad de que la Iglesia católica «alaba y
estima la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y
aceptan las cargas de este oficio» (ibíd., n. 75).
Al mismo tiempo, también estoy seguro que todos sentimos la necesidad de rehabilitar la
dignidad de la política. Si me refiero a América Latina, ¡cómo no observar el descrédito popular
que están sufriendo todas las instancias políticas, la crisis de los partidos políticos, la ausencia de
debates políticos de altura que apunten a proyectos y estrategias nacionales y latinoamericanas
que vayan más allá de las políticas de cabotaje! Además, con frecuencia el diálogo abierto y
respetuoso que busca las convergencias posibles con frecuencia se sustituye por esas ráfagas de
acusaciones recíprocas y recaídas demagógicas. Falta también la formación y el recambio de
nuevas generaciones políticas. Por eso los pueblos miran de lejos y critican a los políticos y los
ven como corporación de profesionales que tienen sus propios intereses o los denuncian airados,
a veces sin las necesarias distinciones, como teñidos de corrupción. Esto nada tiene que ver con
la necesaria y positiva participación de los pueblos, apasionados por su propia vida y destino, que
tendría que animar la escena política de las naciones. Lo que es claro es que se necesitan dirigentes
políticos que vivan con pasión su servicio a los pueblos, que vibren con las fibras íntimas de
su ethos y cultura, solidarios con sus sufrimientos y esperanzas; políticos que antepongan el bien
común a sus intereses privados, que no se dejen amedrentar por los grandes poderes financieros
y mediáticos, que sean competentes y pacientes ante problemas complejos, que estén abiertos a
escuchar y aprender en el diálogo democrático, que combinen la búsqueda de la justicia con la
misericordia y la reconciliación. No nos contentemos con la poquedad de la política: necesitamos
dirigentes políticos capaces de movilizar vastos sectores populares en pos de grandes objetivos
nacionales y latinoamericanos. Conozco personalmente a dirigentes políticos latinoamericanos
con distinta orientación política, que se acercan a esta figura ideal.
¡Cuánta necesidad estamos teniendo de una «buena y noble política» y de sus protagonistas hoy
en América Latina! ¿Acaso no hay que enfrentar problemas y desafíos de gran magnitud? Ante
todo, la custodia del don de la vida en todas sus etapas y manifestaciones. América Latina tiene
también necesidad de un crecimiento industrial, tecnológico, auto-sostenido y sustentable, junto
con políticas que enfrenten el drama de la pobreza y que apunten a la equidad y a la inclusión,
porque no es verdadero desarrollo el que deja a multitudes desamparadas y sigue alimentando una
escandalosa desigualdad social. No se puede descuidar una educación integral, que comienza en
la familia y se desarrolla en una escolarización para todos y de calidad. Hay que fortalecer el
tejido familiar y social. Una cultura del encuentro —y no de los permanentes antagonismos—
tiene que fortalecer los vínculos fundamentales de humanidad y sociabilidad y poner cimientos
fuertes a una amistad social, que deje atrás las tenazas del individualismo y la masificación, la
polarización y la manipulación. Tenemos que encaminarnos hacia democracias maduras,
participativas, sin las lacras de la corrupción, o de las colonizaciones ideológicas, o las
pretensiones autocráticas y las demagogias baratas. Cuidemos nuestra casa común y sus
habitantes más vulnerables evitando todo tipo de indiferencias suicidas y de explotaciones
salvajes. Levantemos nuevamente muy en alto y muy concretamente la exigencia de una
integración económica, social, cultural y política de pueblos hermanos para ir construyendo
nuestro continente, que será todavía más grande cuando incorpore «todas las sangres»,
completando su mestizaje, y sea paradigma de respeto de los derechos humanos, de paz, de
justicia. No podemos resignarnos a la situación deteriorada en que con frecuencia hoy nos
debatimos.
Quisiera dar un paso más en esta reflexión. El papa Benedicto XVI señaló con preocupación en
su discurso de inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en
Aparecida «la notable ausencia en el ámbito político […] de voces e iniciativas de líderes
católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes con sus
convicciones éticas y religiosas». Y los Obispos de todo el continente quisieron incorporar esta
observación en las conclusiones de Aparecida, hablando de los «discípulos y misioneros en la
vida pública» (n. 502). En verdad, en un continente con un gran número de bautizados en la
Iglesia católica, de sustrato cultural católico, en el que la tradición católica está todavía muy
vigente en los pueblos y en el que abundan las grandes manifestaciones de la piedad popular,
¿cómo es posible que los católicos aparezcan más bien irrelevantes en la escena política, incluso
asimilados a una lógica mundana? Es cierto que hay testimonios de católicos ejemplares en la
escena pública, pero se nota la ausencia de corrientes fuertes que estén abriendo camino al
Evangelio en la vida política de las naciones. Y esto no quiere decir hacer proselitismo a través
de la política, nada que ver. Hay muchos que se confiesan católicos —y no nos está permitido
juzgar sus conciencias, pero sí sus actos—, que muchas veces ponen de manifiesto una escasa
coherencia con las convicciones éticas y religiosas propias del magisterio católico. No sabemos
lo que pasa en su conciencia, no podemos juzgarla, pero vemos sus actos. Hay otros que viven
de modo tan absorbente sus compromisos políticos que su fe va quedando relegada a un
segundo plano, empobreciéndose, sin la capacidad de ser criterio rector y de dar su impronta a
todas las dimensiones de vida de la persona, incluso a su praxis política. Y no faltan quienes no
se sienten reconocidos, alentados, acompañados y sostenidos en la custodia y crecimiento de su
fe, por parte de los Pastores y de las comunidades cristianas. Al final, la contribución cristiana
en el acontecer político aparece sólo a través de declaraciones de los Episcopados, sin que se
advierta la misión peculiar de los laicos católicos de ordenar, gestionar y transformar la
sociedad según los criterios evangélicos y el patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia.
Por todo ello, quise escoger como tema de la anterior Asamblea Plenaria de la Pontificia
Comisión para América Latina el tema: «El indispensable compromiso de los laicos católicos en
la escena pública de los países latinoamericanos» (1-4 marzo 2017). Y el 13 de marzo envié una
carta al Presidente de esa Comisión, el Cardenal Marc Ouellet, con la que advertía una vez más
sobre el riesgo del clericalismo y planteaba la pregunta: «¿Qué significa para nosotros pastores
que los laicos estén trabajando en la vida pública?». «Significa buscar la manera de poder
alentar, acompañar y estimular los intentos, esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la
esperanza y la fe en un mundo de contradicciones especialmente para los más pobres. Significa
como pastores comprometernos en medio de nuestro pueblo y con nuestro pueblo sostener la fe
y su esperanza. Abriendo puertas, trabajando con ellos, soñando con ellos, reflexionando y
especialmente rezando con ellos. Necesitamos reconocer la ciudad —y por lo tanto todos los
espacios donde se desarrolla la vida de nuestra gente— desde una mirada contemplativa, una
mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas».
Y al contrario, «muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el así llamado “laico
comprometido” es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o
de la diócesis y poco hemos reflexionado cómo acompañar a un bautizado en su vida pública y
cotidiana; y cómo se compromete como cristiano en la vida pública. Sin darnos cuenta, hemos
generado una élite laical creyendo que son “laicos comprometidos” sólo aquellos que trabajan
en cosas “de los curas” y hemos olvidado, descuidado, al creyente que muchas veces quema su
esperanza en la lucha cotidiana por vivir su fe. Estas son las situaciones que el clericalismo no
puede ver, ya que está muy preocupado por dominar espacios más que por generar procesos. Por
eso, debemos reconocer que el laico por su propia realidad, por su propia identidad, por estar
inmerso en el corazón de la vida social, pública y política, por estar en medio de nuevas formas
culturales que se gestan continuamente tiene exigencias de nuevas formas de organización y de
celebración de la fe».
Es necesario que los laicos católicos no queden indiferentes a la cosa pública, ni replegados
dentro de los templos, ni que esperen las directivas y consignas eclesiásticas para luchar por la
justicia, por formas de vida más humana para todos. «No es nunca el pastor el que le dice al
laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben mejor que nosotros… No es el pastor el que
tiene que determinar lo que tienen que decir en los distintos ámbitos los fieles. Como pastores,
unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntarnos cómo estamos estimulando y promoviendo
la caridad y la fraternidad, el deseo del bien, y de la verdad y la justicia. Cómo hacemos para
que la corrupción no anide en nuestros corazones». Incluso en nuestros corazones de pastores.
Y, a la vez, nos hace bien escuchar con mucha atención la experiencia, reflexiones e inquietudes
que pueden compartir con nosotros los laicos que viven su fe en los diversos ámbitos de la vida
social y política.
Vuestro diálogo sincero en este Encuentro es muy importante. Hablen con libertad. Un diálogo
que sea entre católicos, prelados y políticos, en el que la comunión entre personas de la misma
fe resulte más determinante que las legítimas oposiciones de opciones políticas. Por algo y para
algo participamos en la Eucaristía, fuente y culmen de toda comunión. De vuestro diálogo se
podrán ir sacando factores iluminantes, factores orientadores para la misión de la Iglesia en la
actualidad. ¡Gracias de nuevo, y buen trabajo!

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