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El arte de protesta, un mensaje lisiado

El arte es y sigue siendo para nosotros una cosa del pasado…

Hegel

Estúpido, simplista, carente de sentido, son algunas de las categorías


contemporáneas del canon “estético”, y lo son porque intentan violentar la realidad
en el sentido más burdo. Es el uso contrario a la necesidad universal de incorporar
al mundo como un objeto en el que el hombre se reconoce a sí mismo. A partir de esa
ruptura el arte deja de ser una satisfacción espiritual.

La intención del arte de protesta no se encuentra en lo sustancial de la obra, sino en


la carencia de todo el significado del objeto, el cual se suscribe en el discurso del
objeto y la carencia de refinamiento. La protesta se convierte en vestigio decadente
del arte mismo.

El arte de protesta, como el arte contemporáneo, muestran la incapacidad artística


de representar al mundo en su forma, lo cual es un símbolo propio de la modernidad
¿en qué sentido? La ausencia del contenido que estructuró la civilización Occidental,
desde la época de los griegos, hasta el fin del cristianismo, fue el elemento de lo
sagrado, por lo que el arte, como carácter sensible de la idea, se deslinda del elemento
sagrado a partir de la modernidad. La representación más clara se observa desde el
Renacimiento hasta el neoclasicismo, donde la obra habla como obra y no
propiamente como mensaje –lo cual no significa que éste no exista, sino que se
devela dentro de la obra misma-; el espíritu romántico invierte la fórmula, dando
mayor compromiso al elemento subjetivo y a la desintegración del carácter sensible
de la idea al convertirse en significaciones de un concepto. Para Danto, “el arte llega
a su fin en cuanto momento histórico, es decir, ya no tiene significado histórico
alguno”.

Sin historia el arte se convierte en filosofía, Duchamp es un claro ejemplo, en el


sentido de que sus obras plantean una problemática, una irrupción, una protesta
“filosófica” dentro de la naturaleza misma de la filosofía: el concepto. El arte
filosófico es el arte del concepto, pues las grandes narrativas maestras se han
terminado, la historia es un elemento obsoleto, caduco tras la superación de lo
divino.

Hay otro elemento integrador del concepto dentro del arte de protesta, el cual es el
símbolo. Éste se configura otorgando una nueva forma, sin embargo en este
momento es imposible encontrarla debido a la pérdida de la historicidad, por lo que
el simbolismo se adjunta a causas filosóficas –claro, en el mejor de los casos como lo
fueron los decadentes del siglo XIX- pero que durante la segunda mitad del siglo XX
hasta el día de hoy, suman fuerzas ante posturas encontradas en enemigos comunes.
Veámoslo en un performance de mujeres desnudas que gritan histéricas en las calles
de Buenos Aires, en contra de los hombres; en las protestas anti taurinas, donde un
hombre se arroja a abrazar a un toro maltrecho y compartir con él, dignamente, los
últimos momentos de vida del animal; en las exposiciones de sombrillas y listones
amarillos en protesta contra la violencia en China; en el vómito sobre un lienzo
donde una mujer se pronuncia en contra de los estereotipos de belleza femenina, los
cuales generan que mujeres obesas sean fanáticas de la bulimia; en pedazos de
mierda enlatados que se pronuncian en contra del mercado artístico, o en cuadros
pintados totalmente de negro, expuestos en consagradas galerías donde se protesta
en contra de la guerra. El arte poshistórico es el arte de “ir en contra de”, por lo que
todo arte es permisible y válido dentro de la sobrevaloración del símbolo, lo cual no
sólo rompe con la reivindicación de la obra, el hombre y el mundo, sino que anula
toda percepción y satisfacción estética.

Otro aspecto importante es la recurrencia al uso del impacto como eje de atracción,
lo cual genera que la “experiencia” solamente exista en el lapso del grito de las
mujeres y el cuerpo desnudo, en las lágrimas del hombre junto al animal, o en
interjecciones: “¡ah!”, “!oh!”, al contemplar un cuadro vomitado, o pintado
totalmente de negro. El simbolismo y el impacto hacen que desaparezca el contenido
mismo, por lo que tal arte es un acto meramente absurdo y estúpido.
Lo que estas expresiones intentan mostrar, no es la protesta en sí, pues como se ha
dicho el contenido se anula a sí mismo, sino enmarcar, por medio del impacto, que
el protestante está en el lado correcto de la historia, que su postura moral es superior,
sensible, humanista, filantrópica e igualitaria. No intentan contrarrestar las
complejidades y paradojas morales del presente, sino irrumpir en contra de ellas por
medio de un discurso simbólico y carente de contenido. Su deseo refleja la vana
pretensión de mostrar el camino correcto, donde la historia es una irrupción violenta
contra el buen sentido, donde el pasado es un lastre innecesario, repleto de
estereotipos, opresión y violencia. Ellos, los “correctos”, son la manifestación
encarnada capaz de presentar conceptos inocuos de valor trascendente en una obra
de arte.

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