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Identidad latinoamericana

Juan Rodes Publicado: 17 mayo, 2012

El pensamiento evoluciona a partir de una herencia que se inicia antes del nacimiento, se nutre de
cuanto aceptamos como verdadero y cambia con las nuevas creencias resultantes del trato con los
demás, del confrontamiento con situaciones ambientales y del resultado de nuestras reflexiones.
Como resultado, el conocimiento es relevo de ideas, creencias aceptadas que con el paso del tiempo
son corregidas, ratificadas o rechazadas. El conocimiento parte de algo para luego evolucionar, pero
en sus procesos no actúa solo el individuo, también interviene el grupo social que comunica la
identidad cultural. El individuo puede compartir, rechazar y hasta reformar la cultura, pero nunca
apartarla. La cultura forma parte del individuo como su propia piel, constituye su identidad cultural.
La cultura es parte de él y está sujeta a los mismos procesos de conocimiento, sólo que los realiza
con la lentitud que requiere asimilar los procesos individuales.

El sentido de identidad lo confiere la cultura del grupo social a que pertenece el individuo. La cultura
también es fuente que satisface el instinto social del individuo. Ella consta de verdades acordadas
por el grupo social, es resultado de vivencias presentes y pasadas que se comunican a través de
diálogos, escritos y legados. Es la participación en el lenguaje que trasciende formas para convertirse
en música, arte, teatro, literatura, cine, historia, religión, leyendas. Es la convivencia en aceptación
y rechazo de credos, donde muchas veces no está exenta la violencia. Para los antropólogos,
“cultura es la suma de creencias, conocimientos, lenguajes, costumbres, atuendos, usos, sistemas
de parentesco y, en resumen, todo aquello que un pueblo dice, hace, teme o adora”. La cultura
incluye hasta la incultura, como representación más vasta pero genuina. Las culturas son la esencia
de la civilización y constituyen la identidad de las diversas poblaciones que habitan la Tierra.

Las culturas, aún habitando regiones naturales idénticas, no son iguales. Su diferencia la establece
el modo como sus individuos resuelven los obstáculos que el ambiente exterior interpone. Los
problemas para el desarrollo social y las formas de solucionarlos, son la base para comparar las
culturas. Para poder apreciar y comprender nuestra propia cultura, es necesario el contacto
respetuoso con culturas diferentes. En las demás culturas podemos encontrar el espejo que nos
devuelve nuestra propia imagen cultural. Cada cultura es comparable con una arboleda que ha
echado raíces en un mismo suelo y que ofrece su variedad y semejanza de árboles, de ramas y de
frutos. Las migraciones son nuevos árboles y semillas trasplantados de otros suelos, y cuya
exuberancia a veces ahoga la expresión de las especies originarias.

Las culturas de los pueblos que habitaron durante muchos siglos lo que es hoy la América Latina,
sufrieron un choque violento a partir de la conquista española. Fueron asfixiadas, doblegadas y casi
físicamente destruidas. Sus habitantes pasaron de ser entre 20 y 40 millones, a ser sólo de 4
millones, unos pocos años después. No porque los españoles quisieran matarlos, ya que los
necesitaban para trabajar, sino por el tifo y la viruela que les contagiaron, enfermedades para las
cuales los nativos no habían creado anticuerpos.

En el inicio conocido de la historia de nuestra especie, encontramos cinco civilizaciones, las de


Mesopotamia, India, China, Mesoamérica y los Andes Centrales. Nuestra cultura latinoamericana
se inició con las civilizaciones mesoamericana y andina. Según la teoría más aceptada, los primitivos
pobladores fueron cazadores y recolectores que pasaron a América procedentes de Siberia, por el
Estrecho de Bering, durante la última glaciación, en una época transcurrida de 70 a 100 mil años
atrás. Lo más antiguo que conocemos de estas civilizaciones, ha sido descubierto en Caral, Perú, 3
mil años antes de nuestra era. Es posible que vikingos noruegos hayan llegado antes que los
españoles, en el siglo XI, y se hayan establecido como las primeras colonias europeas en América,
pero su breve permanencia no dejó notoria influencia en las culturas indígenas.

En cuanto a los pueblos indígenas, a la llegada de los españoles, eran muy diferentes entre sí, por
su fisonomía, color, lengua, religión y costumbres. Carecían de cereales para pan y de bestias
domésticas. No conocían la rueda y su escritura la constituían jeroglíficos. Los aztecas, mayas e incas,
estaban más desarrollados, en lo que se considera la Edad de los Metales. Tenían su arquitectura y
una organización política y social semejante a la existente en la cuenca del Mediterráneo, 2.500
años antes de nuestra era. Constituyeron rudimentarios estados que se ha dado en llamar los
imperios aztecas e incas. Fueron agrupaciones de pueblos regidos por un orden militar y religioso.

Las tribus menos avanzadas vivían todavía en la Edad de Piedra. Eran agrupaciones diseminadas por
todo el territorio americano, de muy variadas costumbres, generalmente con guerreros feroces e
indomables. Sus armas eran arcos, flechas y macanas. Algunos utilizaban también lanzas y
boleadoras con ramales o sogas. Había tribus que ponían veneno en sus flechas. El vestuario y la
vivienda correspondían a las características del clima y su ubicación. Había tribus que andaban
desnudas, otras se cubrían con cueros de animales; algunas carecían de vivienda, otras construían
sus habitaciones utilizando ramas, hojas, troncos, cueros, barro y paja; otras más habitaban cuevas
y se alimentaban de la caza, la pesca, frutos y raíces. Las tribus de las zonas templadas permanecían
por tiempos en un mismo lugar, cerca de donde cultivaban maíz, papa, frijol, y otros vegetales.

Cristóbal Colón llegó sin proponérselo a nuestra América con su flotilla de tres carabelas. Venía en
representación de los reyes católicos de Castilla y Aragón, en busca de Catay y de Cipango, hoy China
y Japón, en el territorio que ellos denominaban Las Indias. En aquella época se sabía ya que el
mundo era redondo. Antes de decidir la partida, la reina Isabel La Católica reunió algunos sabios
para consultarles. Ellos estuvieron de acuerdo en considerar que era imposible que la expedición
llegara hasta Las Indias, en lo que estuvieron acertados; sin embargo, ante la reina, fue más
convincente la insistencia de Colón que la sabiduría de los consultados y así el terco descubridor,
buscando Las Indias se encontró con nuestra América.

La expedición no era de conquista. Entre los papeles traídos por Colón estaban la geografía de
Ptolomeo, cartas de navegación, documentos de presentación de los Reyes Católicos al Gran Kan y
el libro de los viajes de Marco Polo, el veneciano. Este libro estaba lleno de fantasiosas descripciones
del grandioso imperio de Las Indias, con hermosas tierras cultivadas, maravillosas vías de
penetración, carrozas, caballos y acogedoras posadas para los viajeros a lo largo de todos los
caminos. Así que la decepción de Colón y su comitiva debe haber sido grande, y la nueva realidad
cambió el objetivo diplomático de la expedición.

La conquista y posterior colonización tuvo el pretexto de la evangelización, pero cada conquistador


y colono lo que deseaba era regresar rico a su patria. Los españoles se impusieron a los indígenas
con las ventajas de las armas de fuego, las armaduras y las cabalgaduras. Los conquistadores
eliminaron los sistemas locales de gobierno, impusieron administraciones sujetas a la corona de
España, condenaron a los nativos a trabajos forzados en las minas, en construcciones y en labores
de cultivo. La población indígena fue agotada y acabó siendo diezmada por las enfermedades. La
población indígena restante no era suficiente para completar el despojo de las tierras conquistadas
y los conquistadores se proveyeron de esclavos comprados a los negreros portugueses, quienes
incrementaron sus ganancias con millones de habitantes africanos arrancados violentamente de sus
aldeas, en un tráfico inhumano que se amplió por toda América, durante cuatro siglos.
Después de la conquista, la llamada de la naturaleza a la abundancia y la procreación, hizo que los
españoles empezaron a cruzar su sangre con aborígenes, surgiendo nuestro mestizaje, el cual se
acentuó con la sangre negra llegada de África y con los nuevos colonos que llegaban
constantemente de España. Así echó raíces la nueva descendencia en el suelo latinoamericano.
Los siglos XVII y XVIII de la colonia consolidaron nuestra cultura con el pensamiento católico, sus
creencias en verdades reveladas por Dios, en la verdad absoluta, en la infalibilidad del papa, en la
dualidad de cuerpo y alma, en la vida eterna, en el temor al castigo y otras creencias sólo basadas
en la fe religiosa que sumieron nuestra cultura en un oscurantismo semejante al europeo en la edad
media y del cual ya la cultura Europa estaba emergiendo.
El control del clero y de las autoridades, agregado a la distancia de otras culturas más avanzadas y
a la casi ausencia de medios de comunicación, causó que América Latina se mantuviera apartada de
las nuevas ideas que surgían en otros continentes. Sin embargo; en la soledad de nuestro exilio
cultural se filtraban algunas novedades como los derechos del hombre publicados en Francia, e
introducidas subrepticiamente por rebeldes mestizos cuyo dinero les permitía el privilegio de viajar,
y que conspiraban, ante todo por resentimiento con los españoles que los despreciaban y les
dificultaban la participación en la administración pública. Fue así como pudieron aprovechar la
ausencia de un rey “legítimo” en España, para declarar la independencia, organizar campañas
libertadoras, improvisar ejércitos y, culminar con éxito, después de algunas batallas, la liberación
del yugo español. No del yugo cultural de la religión, del cual todavía no logramos liberarnos, ni del
yugo despótico, porque la independencia fue el cambio del gobierno monárquico de los
“chapetones” por las dictaduras criollas oligárquicas, de las cuales apenas podemos decir, con cierto
optimismo, que acabamos de salir.
Nuestra herencia de sangre mestiza se ha fecundado con migraciones de todos los continentes.
Nuestro pensamiento dependiente, bloqueado de mitos y creencias fundadas en el temor, empieza
a abrirse a todas las culturas. La misma ausencia de autonomía cultural nos puede permitir
considerar tan propio o ajeno a Buda como a Jesús; a Shakespeare como a Cervantes; a Voltaire,
Dostoievski y Nietzsche, como a Rubén Darío, Octavio Paz, Borges y Neruda.

La superioridad de las armas de los conquistadores se impuso sobre la libertad, la religión y la cultura
indígena tradicional. Cinco siglos transcurridos de mestizaje sin una cultura propia, no son
suficientes para que nos independicemos de la tradición cultural europea, de la cual todavía
seguimos recibiendo influencias, y está bien que así sea. Quienes no tenemos la inflexibilidad de una
sola savia, tenemos más posibilidades de crecer nutridos por la savia universal.

1.- A partir del texto, cómo definiría “cultura”. Explique.


2.- ¿Qué dificultades se reconocen en el texto para la identidad latinoamericana?
3.- ¿Qué tesis plantea el autor y qué argumentos esgrime? Ud está de acuerdo con ellos? Haga
aportes a esos argumentos, explicándolos, ingresando nuevos o comentando los del autor.
4.- Señale aspectos históricos que han conformado esta “identidad latinoamericana” explicando su
opinión al respecto.
5.- Después de leer el texto. Existe una identidad como tal? Está en elaboración? Exprese su
opinión fundamentándola desde el texto.

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