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Romanticismo y Realismo
El siglo XIX fue la época en la que se gestó el modelo político, económico y social por el que se rigen las
sociedades actuales más desarrolladas. El sistema parlamentario y la economía de mercado, que
caracterizan a los sistemas democráticos modernos, se afianzaron durante este período; y también arraigó
en esta época la división de la sociedad en clases basadas en la posesión de la riqueza. Buena parte de
estos cambios fueron consecuencia del triunfo en Europa de las ideas liberales impulsadas por la burguesía
en el siglo XVIII.
Un hecho trascendental a lo largo del siglo fue la revolución industrial. La aparición de las fábricas y de
los nuevos modos de producción hizo que la población tendiera a concentrarse en las ciudades y que
surgiera una nueva clase social: el proletariado o clase obrera. Las condiciones de vida a veces
infrahumanas en las que vivían los obreros fueron el caldo de cultivo en el que se gestaron doctrinas como
el socialismo, el marxismo y el anarquismo.
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El Romanticismo en España. Marco histórico
El siglo XVIII, el llamado Siglo de las luces, había proclamado el predominio de la razón en todos los
órdenes de la vida. Incluso la creación artística estaba sujeta a unas normas estrictas dictadas por la razón.
Sin embargo, en el último cuarto del siglo se aprecia en muchos países, especialmente en Alemania, una
reacción en el ámbito del pensamiento y del arte, que consiste en anteponer los sentimientos a la razón, el
individuo al Estado, la inspiración a las reglas. Ese cambio de actitud es lo que en literatura da origen al
Romanticismo.
En España, el triunfo del Romanticismo se produjo más tarde que en el resto de Europa debido a las
circunstancias políticas que se viven en el primer tercio del siglo XIX, especialmente la llamada guerra de
la Independencia (1808-1814) y el reinado de Fernando VII (1814-1833).
Cuando Fernando VII llegó al trono en 1814 tras la derrota de las tropas napoleónicas, inició una
persecución contra los liberales, partidarios de limitar el poder real mediante una Constitución que
asegurara ciertos derechos a los ciudadanos. Muchos liberales se vieron obligados a exiliarse a Inglaterra y
a otros países europeos, donde vivieron en contacto con el movimiento romántico. Tras la muerte del rey,
en 1833, se promulgó en España una amnistía que permitió el regreso de los exiliados, y fue entonces
cuando el Romanticismo se impuso en España.
Así pues, el desarrollo del Romanticismo se produjo en España entre 1833 y 1850, cuando ya había
comenzado su declive en Europa. En la segunda mitad del siglo sólo queda como resto la obra de dos
románticos tardíos: Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro.
Características del Romanticismo
El Romanticismo implica una profunda renovación en los temas, los géneros y el estilo.
Los temas
El individuo y la libertad. La literatura romántica refleja una visión idealista, que se caracteriza por la
exaltación del individuo. El yo subjetivo, los propios sentimientos y deseos, se convierte en el tema
romántico por excelencia. Y a la vez se proclama el derecho a la libertad en todos los aspectos de la vida,
de modo que se rechaza toda norma o regla que limite la libertad artística, política, económica o religiosa.
Un escritor romántico, Mariano José de Larra, expresa así esta idea:
“Libertad en literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la
conciencia. He aquí la divisa de la época”.
La exaltación del individuo frente a la sociedad se manifiesta también en la admiración de los románticos
hacia los seres que viven al margen de las convenciones sociales: el pirata, el ladrón, el verdugo, el
condenado a muerte...
El amor trágico. Entre los sentimientos que se exaltan destaca el amor. A veces, el amor surge como una
pasión que se enfrenta a cualquier barrera y que conduce al desencanto, el escepticismo, el hastío. Otras
veces, el ser amado se presenta como una ensoñación, como un ideal inalcanzable. Se trata en todo caso
de un amor trágico, truncado por las normas sociales o por un destino adverso.
El enfrentamiento con la realidad. El choque entre los ideales y la realidad provoca decepción y,
desengaño, y lleva con frecuencia al suicidio. Esa es la idea que se manifiesta en estos versos de José de
Espronceda:
“Y encontré mi ilusión desvanecida
y eterno e insaciable mi deseo:
palpé la realidad y odié la vida.
Sólo en la paz de los sepulcros creo”.
El gusto por lo sobrenatural. La muerte, el más allá, las historias de aparecidos, las ruinas y los
ambientes cargados de misterio son muy frecuentes en la literatura romántica.
El interés por lo popular y lo nacional. Los románticos sienten gran interés por todo aquello que
interpretan como manifestaciones genuinas del alma de los pueblos. Las costumbres y canciones
populares, los romances y leyendas, la historia, y muy especialmente la época medieval, son objeto de
interés para ellos.
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Los géneros
El interés por los sentimientos hace que la lírica y el drama sean los géneros preferidos por los
románticos. Y junto a ellos hay un resurgir de la poesía narrativa, especialmente del romance de asunto
histórico, y de la novela histórica, género que alcanza un notable auge en Europa.
El estilo
Frente a las normas neoclásicas, los románticos defienden la originalidad y el genio creador. Esa
postura se manifiesta en la mezcla de géneros o de prosa y verso en el teatro, en la mezcla de versos de
distinta medida en la poesía, en la creación de nuevas estrofas... La originalidad y la fantasía se convierten
durante el Romanticismo en un criterio de valoración de la obra literaria.
Los románticos utilizan con frecuencia un lenguaje muy vivo, con numerosas interrogaciones y
exclamaciones, que contribuyen a subrayar los sentimientos. Cuando representan la naturaleza, eligen
también paisajes acordes con esos sentimientos atormentados: ambientes nocturnos, lugares agrestes de
riscos escarpados, sombríos y espesos bosques o una mar embravecida. Veamos un ejemplo de una leyenda
de Gustavo Adolfo Bécquer:
“La noche es oscura. El viento muge y silba, sacudiendo las gigantes ramas del baobab de las selvas.
Los genios blanden sus cárdenas espadas de fuego sobre las nubes, en que se les ve pasar cabalgando. El
trueno retumba, dilatándose de eco en eco en los abismos de las cordilleras”.
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Características del Realismo
A diferencia de los románticos, que se interesaban por el mundo interior, los escritores realistas se
centraron en la observación y descripción meticulosa del mundo exterior. Por eso, el Realismo se distingue
por los siguientes rasgos:
Interés por la realidad. El autor no puede estar ajeno a los cambios sociales que se producen e intenta
retratar la sociedad de la época, sus contradicciones y conflictos. Y para ello se sirve de la novela, el
género predilecto de los escritores del Realismo.
Tendencia a la objetividad y al verismo. El retrato de la realidad ha de hacerse mediante la presentación
de ambientes, comportamientos y diálogos reales o, cuando menos, creíbles. Por eso, el autor recurre con
frecuencia a la observación como procedimiento creativo. En correspondencia con esa actitud abundan las
descripciones y se cuidan los diálogos, procurando que cada personaje se exprese conforme a su
educación y su forma de ser.
La pretensión de objetividad no impide que la voz del autor tenga un peso considerable en el relato. El
narrador posee una visión global de los hechos, conoce los pensamientos y comportamientos de todos los
personajes e interviene con sus propias observaciones acerca del desarrollo de los acontecimientos.
Fases del Realismo español
En la evolución del Realismo español se suelen diferenciar tres fases: el Prerrealismo, el Realismo v el
Naturalismo.
El Prerrealismo se inicia con la publicación en 1849 de La Gaviota, de Fernán Caballero. Durante esta
fase se escribe un tipo de novela de tintes costumbristas, en la que se ofrece una visión idealizada de la
realidad. La obra tiene con frecuencia una intención moralizante: el autor convierte a sus personajes en
símbolos de una clase o de una ideología y juzga moralmente sus acciones. Los principales representantes
de esta corriente son Fernán Caballero, seudónimo con el que firmaba sus obras Cecilia Böhl de Faber, y
Pedro Antonio de Alarcón, autor de una de las mejores novelas cortas del siglo XIX: El sombrero de tres
picos.
El Realismo propiamente dicho se inicia con la publicación en 1868 de La Fontana de Oro, de Benito
Pérez Galdós. En esta etapa, el narrador adopta una actitud más objetiva hacia sus personajes, y el retrato
psicológico se convierte en motivo central. Los autores más destacados del Realismo son Juan Valera y
Benito Pérez Galdós.
El Naturalismo es una derivación del Realismo que surge en España hacia 1880, con la publicación de La
desheredada, de Benito Pérez Galdós. En el origen de este movimiento está la obra del novelista francés
Émile Zola, quien entiende que el ser humano está determinado por las leyes de la herencia y el influjo del
medio en el que se desarrolla.
Los escritores naturalistas van más allá de la mera descripción objetiva de la sociedad e intentan explicar
con crudeza las causas de los comportamientos más degradantes del ser humano. La mirada del autor se
vuelve entonces hacia los sectores sociales más desfavorecidos y hacia los aspectos más sórdidos de la
realidad. Los principales escritores naturalistas fueron Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas «Clarín» y
Emilia Pardo Bazán.
El siglo XIX supone la revitalización de la literatura en lengua catalana y en lengua gallega después de unos
siglos de abandono. Los autores románticos, con su interés por lo tradicional, lo popular y lo local, vuelven su
vista hacia el catalán y el gallego, que permanecen vivos entre el pueblo, y comienzan a utilizar ambas lenguas en
la expresión literaria. De resultas de este primer impulso romántico, nacen en Cataluña y en Galicia dos
fenómenos literarios similares:
• En Cataluña, surge la llamada Renaixenca (Renacimiento), que tiene sus mejores representantes en el
poeta Jacint Verdaguer, el dramaturgo Ángel Guimerá y el novelista Narcís Oller.
• En Galicia, se desarrolla el movimiento conocido como Rexurdimento (Resurgimiento), que tuvo a sus
mejores y más destacados representantes en la figura de tres poetas: Rosalía de Castro, Manuel Curros Enríquez y
Eduardo Pondal.
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TEMA 2.La lírica romántica
La lírica romántica. Características:
Frente al equilibrio clásico, la sujeción a las normas y el didactismo que habían dominado la literatura del siglo
XVIII, los románticos defendieron la libertad de formas y la irracionalidad en la creación poética. Y en consonancia
con esas ideas surge una poesía cargada de subjetividad, en la que el poeta se deja arrastrar por sus sentimientos.
La poesía romántica muestra innovaciones en la métrica, en los géneros y en el estilo.
Uno de los rasgos que caracteriza a la poesía romántica es el gusto por la polimetría, es decir, por el empleo de
diversos metros y estrofas en un mismo poema. También se revitaliza el uso de los metros populares,
especialmente del octosílabo y otros versos de arte menor.
Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío,
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
JOSÉ DE ESPRONCEDA
El rechazo de las normas se manifiesta en la mezcla de géneros. El escritor José de Espronceda, por ejemplo,
define su obra El estudiante de Salamanca como un cuento, aunque en realidad es un poema narrativo con
algunos rasgos teatrales. Hay, además, un gusto por lo narrativo, que está en la base de la recuperación del
romance.
Los poetas emplean un estilo retórico, en el que abundan los adjetivos, las exclamaciones y los apóstrofes, y
hacen de la naturaleza un uso simbólico, como reflejo de sus propios sentimientos.
Para y óyeme, ¡oh sol!, yo te saludo
y extático ante ti me atrevo a hablarte.
JOSÉ DE ESPRONCEDA
En la segunda mitad del siglo XIX, Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro, poetas a los que se define como
posrománticos o románticos tardíos, dan a la lírica un tono más intimista.
José Espronceda
Uno de los poetas más característicos del Romanticismo fue José de Espronceda.
Espronceda nació en 1 8 0 8 en Almendralejo (Badajoz), cuando sus padres huían de la invasión napoleónica. Desde
su infancia se distinguió por una actitud contraria al absolutismo. En 18 2 3 , con tan sólo 15 años, fundó con algunos
compañeros de colegio la sociedad secreta «Los Numantinos», con la intención de conspirar contra Fernando VII. Pocos
años después se exilió a Portugal, y de allí pasó a Inglaterra y a Francia. En el exilio conoció a Teresa Mancha, mujer
con quien mantuvo una tempestuosa relación y a la que dedicó un famoso canto titulado A Teresa. En 1 8 3 3, una vez
muerto Fernando VII, volvió a España y participó en política. Murió en Madrid en 1842.
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El estudiante de Salamanca es probablemente el más logrado de los poemas extensos de Espronceda. En él se narra
la leyenda de don Félix de Montemar, joven libertino al que el poeta define como «segundo don Juan Tenorio, / alma
fiera e insolente, / irreligioso y valiente, / altanero y reñidor, quien seduce a Elvira y posteriormente la abandona.
Elvira muere de dolor y su hermano desafía a don Félix, pero muere en la pelea. La misma noche del duelo, don Félix
persigue por las calles de la ciudad el espectro misterioso de una mujer, que no es otra que doña Elvira. Al final, don
Félix se desposa con el esqueleto de doña Elvira en una ceremonia alucinante a la que asisten numerosos esqueletos
que bailan a su alrededor.
Espronceda consigue crear en esta obra una ambientación irreal, misteriosa y lúgubre, muy del gusto de los
románticos. Tanto las acciones como los diálogos tienen una gran fuerza dramática. Un buen ejemplo de la
teatralidad del poema es el pasaje en que don Félix descubre que la misteriosa mujer objeto de su persecución es un
esqueleto:
Y ella entonces gritó: ¡Mi esposo! Y era
(¡desengaño fatal!, ¡triste verdad!)
una sórdida, horrible calavera,
¡la blanca dama del gallardo andar!
Gustavo Adolfo Bécquer:
En la segunda mitad del siglo XIX, el Romanticismo pervive en la obra de dos poetas que adoptan una línea
intimista: Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Ambos pertenecen a la mejor tradición de la lírica española.
Gustavo Adolfo Domínguez Bastida nació en Sevilla en 1836. Adoptó el apellido Bécquer de uno de sus abuelos
de origen holandés. Pertenecía a una familia de pintores y desde muy temprana edad compaginó la literatura con el
aprendizaje de la pintura. Con dieciocho años se trasladó a Madrid, donde trabajó escribiendo en periódicos y
adaptando obras extranjeras. En 1858 se enamoró de Julia Espín, hija de un compositor, y, aunque su amor no fue
correspondido, todo parece indicar que fue esta mujer quien le inspiró sus célebres rimas. Murió en Madrid en 1870,
con 34 años de edad.
A pesar de su corta vida, Bécquer escribió varias obras, entre las que destacan dos: las Rimas y las Leyendas.
Las Rimas
La poesía de Bécquer se publicó en 1871 de forma póstuma. El autor había entregado al político y periodista Luis
González Bravo, por entonces primer ministro, un manuscrito con sus poemas, pero éste se perdió en un incendio.
El poeta reescribió el libro y compuso un nuevo manuscrito: El libro de los gorriones. Tras la muerte de Bécquer, sus
amigos reordenaron ese poemario de modo que las poesías, las llamadas rimas, reflejaran el proceso de una historia
de amor y lo publicaron bajo el título de Rimas.
Las rimas son poemas breves, de tono popular y gran musicalidad, que versan sobre la creación poética o sobre
el amor. Están organizadas en cuatro bloques:
Rimas I a VIII. Tratan sobre la poesía, el acto de la creación y el poeta:
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
• Rimas IX a XXIX. Tienen por tema el amor visto de una forma esperanzada y alegre:
Oigo flotando en olas de armonía
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran... ¿qué sucede?
-Es el amor que pasa.
Rimas XXX a LI. Se centran en el desengaño amoroso:
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Rimas LII a la LXXVI. Giran en torno a la soledad, el dolor y la muerte, tratados con un tono angustiado:
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
Bécquer crea en sus rimas una nueva forma de expresión poética, caracterizada por el tono intimista y
melancólico, el simbolismo y una sencillez opuesta al retoricismo y la exaltación de los primeros románticos. Él
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mismo concibe sus poemas como muestras de una poesía «natural, breve, seca, que brota del alma como una
chispa eléctrica, que hiere el sentimiento con una palabra y huye; y desnuda del artificio, [...] despierta [...] las mil
ideas que duermen en el océano sin fondo de la fantasía». Por su simbolismo y su esencialidad, esta poesía ejerció
un fuerte influjo en la poesía moderna, especialmente en autores como Juan Ramón Jiménez o los escritores de la
Generación del 27.
Las Leyendas
Las Leyendas son un conjunto de relatos en prosa, frecuentemente de origen folclórico, en los que predominan los
elementos maravillosos. En ellos se recrea una atmósfera de misterio en la que la realidad cotidiana se confunde
con lo fantástico y lo sobrenatural.
Bécquer escribió dieciocho leyendas, entre las que destacan El Monte de las Ánimas, Maese Pérez el organista, El
rayo de luna, Los ojos verdes y La corza blanca. Todas ellas son relatos llenos de lirismo que se encuentran entre los
mejores de la literatura fantástica española.
La escritora tomó muchos elementos de la poesía popular y del folclore gallego, inspirándose en gran
medida en las formas de la poesía tradicional gallega que habían permanecido olvidadas durante siglos. Su
labor fue decisiva en la revitalización de la literatura en lengua gallega.
La figura más importante de la lírica del Rexurdimento fue Rosalía de Castro (1837-1885). Su obra literaria
comprende dos libros en gallego, Cantares gallegos y Follas novas, y un libro en castellano, En las orillas del
Sar.
Su poesía, al igual que ocurre con la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, se inscribe dentro de la poesía intimista
de la segunda mitad del siglo XIX. Rosalía de Castro adoptó un tono sencillo, directo y sentimental, y despojó
al Romanticismo español de los excesos altisonantes y exaltados que lo habían caracterizado en sus inicios,
dando un nuevo aliento más sincero y moderno a los poemas.
La escritora tomó muchos elementos de la poesía popular y del folclore gallego, inspirándose en gran
medida en las formas de la poesía tradicional gallega que habían permanecido olvidadas durante siglos. Su
labor fue decisiva en la revitalización de la literatura en lengua gallega.
na lengua gallega,
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TEMA 3. EL teatro romántico
El drama romántico. Características:
El drama es uno de los géneros preferidos por los románticos. De hecho, es el estreno en 1835 del drama Don
Álvaro o la fuerza del sino el que marca el triunfo del Romanticismo en España.
Éstos son los rasgos más relevantes del teatro romántico:
El dramaturgo rechaza la preceptiva clásica y proclama la total libertad creadora. Lejos de ajustarse a los
moldes del género, el escritor mezcla lo trágico y lo cómico, la prosa y el verso, los versos de distinta medida.
Tampoco respeta las unidades de lugar, tiempo y acción, y generalmente distribuye la trama en cinco actos.
Las obras tratan con frecuencia asuntos que se desarrollan en una época lejana o en una cultura exótica.
El amor trágico en abierto conflicto con las convenciones sociales, la lucha del individuo por la libertad y la
fuerza del destino son los temas preferidos.
El protagonista suele ser un héroe misterioso marcado por un destino trágico que le aboca a la catástrofe final.
La acción se desarrolla con preferencia en ambientes lúgubres y retirados: cementerios, mazmorras, paisajes
abruptos... Las acotaciones cuidan especialmente la ambientación y los efectos escénicos.
Los principales dramaturgos románticos fueron Ángel de Saavedra, duque de Rivas, y José Zorrilla.
El duque de Rivas
Ángel de Saavedra nació en Córdoba en 1791. Luchó contra los franceses en la guerra de la Independencia y,
como otros muchos liberales, sufrió exilio durante el reinado de Fernando VII. A su vuelta a España desarrolló una
importante actividad política y llegó a desempeñar el cargo de ministro. Murió en Madrid en 1865.
La obra. Don Álvaro o la fuerza del sino
La obra literaria del duque de Rivas comprende diversas leyendas en verso, algunos romances extensos y varias
obras teatrales, entre las que destaca la anteriormente mencionada Don Álvaro o la fuerza del sino.
Don Álvaro o la fuerza del sino simboliza la lucha del individuo contra las convenciones sociales y el destino, y
tanto por su tema como por su construcción sintetiza las características del drama romántico.
Don Álvaro, indiano de orígenes nobles, se enamora de Leonor, noble sevillana, pero el padre de ésta se opone a
la relación por creerle plebeyo. Cuando los dos amantes planean fugarse, se presenta el padre de Leonor y don
Álvaro le mata accidentalmente. Horrorizado, don Álvaro huye a Italia, donde conoce a don Carlos, con quien traba
amistad. Pero al fin don Carlos, que es hermano de Leonor, descubre la identidad de don Álvaro y le reta a un duelo.
Don Álvaro mata a don Carlos, de modo que una vez más se cumple el aciago sino (destino) del protagonista.
Huyendo nuevamente de su infortunio, don Álvaro regresa a España y profesa como fraile en un convento. Pero
otro hermano de Leonor, don Alfonso, da con él y exige venganza. En un nuevo duelo, don Álvaro le hiere
mortalmente. Leonor, que tras la muerte de su padre se había retirado a vivir como eremita cerca del convento donde
se encuentra don Álvaro, es reclamada para atender al moribundo y Alfonso, en su agonía, la mata por creerla
cómplice del protagonista. Desesperado, Don Álvaro se arroja por un precipicio ante la mirada horrorizada de los
frailes.
Don Álvaro es víctima del destino y del rechazo de la sociedad. A lo largo de la obra ninguna de sus acciones
puede evitar la desgracia: huye continuamente, pero el código social del honor y un hado cruel e implacable le
persiguen haciendo imposible su felicidad. El suicidio de don Álvaro es, desde la perspectiva romántica, no sólo un
acto de desesperación, sino ante todo un acto de rebeldía, la última manifestación de la libertad individual del
personaje.
Estilo de la obra
Don Álvaro está escrita en un estilo retórico, de vehemencia y apasionamiento, que se muestra, entre otros rasgos, en
el gusto por la expresión entrecortada y las exclamaciones. Un buen ejemplo es la escena en la que el padre de Leonor
sorprende a los enamorados:
MARQUÉS. (Furioso.) ¡Vil seductor!... ¡Hija infame!
DOÑA LEONOR. (Arrojándose a los pies de su padre.) ¡¡Padre!! ¡¡Padre!!
MARQUÉS. No soy tu padre... Aparta... Y tú, vil advenedizo...
DON ÁLVARO. Vuestra hija es inocente... Yo soy el culpado... Atravesadme el pecho.
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José Zorrilla
El otro gran dramaturgo romántico, José Zorrilla, nació en Valladolid el año 1817. Estudió Leyes por influencia
paterna. A pesar de vivir bastante tiempo fuera de España, sus contemporáneos le proclamaron «poeta nacional».
Murió en Madrid en 1893.
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TEMA 4.La prosa del siglo XIX. La novela realista
La prosa en la primera mitad del siglo XIX
A lo largo del siglo XIX, la prosa, sobre todo la novela, experimentó una importante evolución, que hizo de este
género el preferido por autores y lectores durante la segunda mitad del siglo. El auge del periodismo contribuyó de
forma decisiva al desarrollo de la novela, puesto que muchas obras narrativas se difundieron a través de las páginas
de la prensa.
Aunque los románticos prefirieron la poesía y el teatro, también cultivaron la prosa, especialmente el llamado
cuadro de costumbres, que estuvo en boga en la primera mitad del siglo. Estas obras eran breves escenas de
carácter descriptivo, en las que generalmente se retrataba el habla y las costumbres del pueblo de una forma
idealizada y complaciente, teñida de cierto humorismo.
El costumbrismo se convirtió a veces en un instrumento para la crítica social. Así ocurre en el caso de Mariano José
de Larra, el principal prosista de la época.
Aunque escribió algunas poesías, varias obras teatrales y una novela histórica, Larra destacó por sus artículos
periodísticos, unos artículos que, debido a su carácter marcadamente crítico, rebasaron los límites del
costumbrismo.
Tradicionalmente, los artículos de Larra se han clasificado en tres grupos: artículos de costumbres, artículos
políticos y artículos literarios.
Artículos de costumbres. Larra aprovechó el retrato de costumbres para hacer una mordaz crítica de los defectos
de sus compatriotas y de los problemas endémicos de la sociedad española: la ignorancia, la indolencia, los malos
modales, el mal funcionamiento de la Administración... Su crítica de la sociedad española está impregnada de un
profundo espíritu de reforma.
Artículos políticos. Desde una actitud liberal, Larra analiza los acontecimientos de la España de la época,
criticando a los defensores del absolutismo y también a los liberales cuando consideraba que actuaban
equivocadamente.
Artículos literarios. Larra fue uno de los más importantes críticos literarios de su época y como tal aplaudió el
triunfo del Romanticismo.
El estilo. La ironí a como procedimiento
Larra da variedad a sus artículos mediante el empleo de distintos moldes narrativos: escribió muchos de ellos en
forma de crónica, pero también recurrió al relato breve y a la carta. La presencia del diálogo, la viveza narrativa y,
sobre todo, el recurso a la ironía y la sátira son rasgos esenciales de su estilo.
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Juan Valera
Juan Valera nació en Cabra (Córdoba) en 1824. Aristócrata, diplomático y hombre de amplia cultura, dedicó gran
parte de sus esfuerzos a la crítica literaria, labor en la que gozó de gran prestigio. Su actividad como escritor se
inició tardíamente. Murió en Madrid en 1905.
La principal obra de Valera es Pepita Jiménez, novela en la que se narra la historia de amor de un seminarista,
Luis de Vargas, y una joven viuda, Pepita Jiménez, con la que el padre de Luis pretende casarse. La obra concluye
con el triunfo del amor de los jóvenes, aceptado con entusiasmo por el padre de Luis.
El autor emplea un procedimiento narrativo que dota al relato de verosimilitud: a sus manos han llegado unos
papeles póstumos del deán de cierta catedral, constituidos en su mayor parte por las cartas de Luis. En ellas el
seminarista confiesa al deán el duro conflicto personal que vive al debatirse entre su apasionado amor por Pepita y
su vocación religiosa.
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manifiesta en un habla llena de errores gramaticales, de vulgarismos, de pronunciaciones deformadas... Un ejemplo
de esta técnica de caracterización puede verse en este pasaje de su novela Nazarín:
-¿Se murió la Tiñosa? -le preguntó Andara, aguijoneada por la curiosidad, más poderosa en aquel instante que el miedo.
-No se ha muerto. En el espital la tienes de interfecta, y, según dicen, no comerá la tierra por esta vez. Pues si se
muriera, tú no te escapabas de ponerte el corbatín. Conque...ya. sales de aquí espirando. Vete adonde quieras, que de
esta noche no pasa que venga aquí el excelentísimo Juzgado.
Otro rasgo característico de la prosa galdosiana es el humor y el gusto por la caricatura y la ironía, que a veces se
manifiesta incluso en los nombres que el autor elige para algunos de sus personajes: José Ido del Sagrario, Doña
Perfecta, Francisco Ponte Delgado...
Leopoldo Alas Ureña, que escribió con el seudónimo de «Clarín», nació en Zamora en 1852. Estudió Derecho en
Madrid y desde 1883 fue catedrático de Derecho en Oviedo. Su actividad como crítico literario y periodista le
proporcionó un notable prestigio. Murió en Oviedo en 1901.
La obra. La Regenta
Clarín escribió numerosos artículos periodísticos, varios cuentos memorables, entre ellos ¡Adiós Cordera! y Pipá, y
una novela extraordinaria, La Regenta, una de las obras maestras del siglo XIX.
La Regenta narra el proceso de degeneración moral de Ana Ozores en el cerrado y oscuro ambiente de Vetusta, una
ciudad de provincias que representa a Oviedo. Ana Ozores, casada con un hombre mucho mayor que ella, se debate
entre la fidelidad a su esposo y su atracción por don Álvaro de Mesía, un tenorio en decadencia que termina
seduciéndola. Ana se refugia en la religión y busca consuelo en Fermín de Pas, que también se enamora de ella a
pesar de su condición de religioso. Una vez consumado el adulterio, el marido de Ana, llevado de un calderoniano
sentido del honor, se bate en duelo con don Álvaro y muere. Una vez que el escándalo ha estallado, Ana es con-
denada por la misma sociedad vetustense que la había empujado al adulterio.
La novela va mucho más allá del retrato psicológico de Ana Ozores: es la crítica a la alta sociedad de Vetusta. Y es,
además, la representación del enfrentamiento entre la burguesía y el clero, simbolizados, respectivamente, por Álvaro
de Mesía y Fermín de Pas.
Un estilo innovador
El estilo de Clarín supera en muchos sentidos la técnica naturalista y anuncia características y procedimientos de
la narrativa actual. Destacan entre éstos el monólogo interior, por el que se representan los pensamientos de los
personajes como si fluyeran desordenadamente, y el estilo indirecto libre, que consiste en insertar en la narración las
palabras o los pensamientos del protagonista sin un verbo de habla que los introduzca:
Bismarck negó lo de la pintura. Era que don Custodio tenía envidia. Si Bismarck fuera canónigo y dinidad (creía que lo era
el Magistral) en vez de ser delantero, con un mote sacao de las cajas de cerillas, se daría más tono que un zagal. Pues,
claro. Y si fuese campanero, el de verdad. vamos, don Pedro..., ¡ay Dios!, entonces no se hablaba más que con el Obispo y el
señor Roque, el mayoral del correo.
El autor, además, caricaturiza a los personajes hasta llegar a la animalización y se muestra como un maestro en el
manejo de la descripción:
Los labios, largos y delgados, finos, pálidos, parecían obligados a vivir comprimidos por la barba, que tendía a subir,
amenazando para la vejez, aún lejana, entablar relaciones con la punta de la nariz claudicante.
La novela histórica en Europa (ampliación)
Uno de los géneros característicos del Romanticismo es la novela histórica, en la que se manifiesta claramente el gusto romántico por lo medieval.
•En el Reino Unido, el novelista más destacado fue Walter Scott (1771-1832), quien se convirtió en un modelo para los demás escritores europeos.
Sus obras se enmarcan en una Edad Media idealizada y responden tanto a un afán de evasión como al propósito de exaltar los valores románticos. Su
novela más conocida es Ivanhoe.
•En Francia, el principal autor romántico fue Victor Hugo (1802-1885), que actuó como introductor del movimiento. Su novela histórica más
conocida es Nuestra Señora de París, obra en la que refleja una visión fatalista cercana al drama romántico. Otra de sus obras, Los miserables,
constituye el germen de la novela social posterior.
Otro autor francés destacado fue Alejandro Dumas (1802-1870), creador de novelas de aventuras como Los tres mosqueteros y El conde de
Montecristo.
La novela realista en Europa (ampliación)
La novela realista conoció un auge extraordinario en todas las literaturas occidentales.
•En Francia destaca la obra de tres escritores: Honoré de Balzac (1799-1850), autor de una obra ingente, La comedia humana, en la que se retrata la
sociedad francesa del momento; Gustave Flaubert (1821-1880), autor de Madame Bovary, relato de las infidelidades de una mujer casada que adorna
su adulterio con ensoñaciones románticas; y Émile Zola (1840-1902), creador del Naturalismo.
•En Inglaterra destaca Charles Dickens (1812-1870), autor de Oliver Twist, David Copperfield y Grandes esperanzas.
•En Rusia destacan dos autores: Fiodor Dostoievski (1821-1881), que con su novela Crimen y castigo centra el desarrollo de la novela en la
psicología y en las pasiones de los personajes; y León Tolstoi (1828-1910), cuya obra más conocida, Guerra y paz, es un exhaustivo retrato de la
sociedad rusa. 12
TEMA 5.DEL 98 A LA GUERRA CIVIL.
LA EDAD DE PLATA
El siglo XX nació bajo los efectos de la revolución industrial que se
produjo en Europa en el siglo XIX. La industria asumió un papel
protagonista en el progreso y la creación de riqueza; pero los nuevos mo-
dos de producción causaron la proletarización de amplias capas de la
población y el aumento de las desigualdades sociales, lo cual impulsó el
desarrollo de diversas doctrinas sociales, entre ellas el anarquismo, el
socialismo y el comunismo. Un exponente del influjo que estas ideologías
tuvieron en el siglo XX es el triunfo en 1917 de la Revolución de octubre,
por la que se impuso en Rusia un régimen de carácter comunista cuya
existencia condicionó la política mundial de todo el siglo XX. Además, el
importante avance científico y técnico registrado en el siglo XIX originó
grandes inventos que cambiaron las formas de vida y revolucionaron las
comunicaciones. El alumbrado eléctrico, el automóvil, la aviación, el te-
léfono... fueron los signos de los nuevos tiempos.
Las nuevas condiciones económicas y el desarrollo de las comunicaciones
impulsaron a las grandes potencias a buscar nuevas fuentes de materias
primas y nuevos mercados. Se inició así un proceso de colonización de
África y Asia, en el que participaron las naciones europeas más
desarrolladas: Francia, Alemania, Inglaterra, Italia... Ese proceso fue
causa de alianzas políticas y enfrentamientos que, a la larga, fueron
preparando el terreno para el hecho más transcendental ocurrido en
Europa en las primeras décadas del siglo XX: la 1ª Guerra Mundial (1914-
1918).
En España, los años finales del siglo XIX fueron tiempos de
recapitulación y de crítica tras uno de los siglos más convulsos de su
historia. Entre los intelectuales de fin de siglo se abrió un debate sobre la
esencia de España como nación y las causas de lo que se entendía como una
situación de decadencia. El llamado desastre del 98, que supuso la pérdida
de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, últimas colonias de Ultramar, acentuó esa
sensación de crisis con la que se entró en el siglo XX.
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España a principios del siglo XX
Del desastre a la II República
El final del siglo XIX se cerró con un acontecimiento que tuvo enorme repercusión: el llamado desastre del 98, es
decir, la pérdida en 1898 de las últimas colonias españolas de Ultramar. La sociedad española percibió este hecho
como un fracaso y el punto culminante de la decadencia del país, y los intelectuales centraron sus escritos en el
análisis de las causas de esa decadencia.
En 1902 se proclamó la mayoría de edad de Alfonso XIII, quien heredó el sistema de alternancia pacífica en el
poder acordado por liberales y conservadores en 1885 para garantizar la estabilidad política. El sistema se mantuvo
hasta 1917, año en el que la convocatoria de una huelga general y el descontento del ejército, por entonces inmerso
en una guerra en el norte de África, provocaron una grave crisis institucional. Años después, en 1923, el rey
apoyaba un golpe de Estado por el que el general Primo de Rivera imponía una dictadura que duró hasta 1930. Un
año más tarde, en 1931, tras unas elecciones municipales que ganaron los partidos antimonárquicos, se proclamó
la II República y Alfonso XIII partía hacia el exilio.
La Edad de Plata
La literatura española vive entre 1888 y 1936 un período de esplendor. Es en estos años cuando escriben
autores como Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Ramón M. a del Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Jorge
Guillén o Federico García Lorca, por citar sólo algunos, que están entre los principales autores de la literatura
castellana. Y también en estos años escriben distintas personalidades de las literaturas en lengua catalana (Joan
Maragall, Josep Carner, Carles Riba) y gallega (Alfonso Rodríguez Castelao, Manuel Antonio. Vicente Risco), que son
exponente de la recuperación literaria de estas lenguas. Este brillante panorama es el que justifica que este período,
y en especial el comprendido entre la I Guerra Mundial y la Guerra Civil, sea considerado como la Edad de Plata de
la literatura española.
El estudio de la literatura castellana de estos años se suele realizar agrupando a los autores en tres generaciones
con preocupaciones, intereses y principios estéticos propios: la Generación de fin de siglo, la Generación del 14 y la
Generación o Grupo poético del 27.
El Modernismo es una corriente caracterizada por la búsqueda de la belleza formal como una forma de evasión
de la realidad. Frente a la copia de la realidad que defendían los escritores realistas, el escritor modernista busca
crear un universo imaginario, habitado por la belleza, el exotismo y la sensualidad. Y son la poesía y el cuento las
formas más adecuadas para crear ese universo.
Tradicionalmente se ha considerado que el Modernismo surgió en Hispanoamérica con la publicación en 1888
de Azul..., del poeta nicaragüense Rubén Darío. Los escritores nacidos en las jóvenes repúblicas americanas que
se habían independizado de España en el transcurso del siglo X I X querían apartarse de la tradición española v
buscaron sus fuentes en literaturas como la inglesa, la italiana y, sobre todo, la francesa. Se produjo así una
profunda renovación formal y temática, y se incorporaron al castellano numerosas palabras procedentes de otras
lenguas.
La estética modernista se caracteriza por tres rasgos esenciales: la sensorialidad, la perfección formal y la
ambientación en lugares fantásticos.
La sensorialidad. La poesía modernista apela a los sentidos mediante imágenes de gran belleza visual, la
musicalidad del lenguaje, las referencias a colores o a fragancias exóticas...
La perfección formal. Los poetas adoptan metros poco usados, como el alejandrino (verso de catorce sílabas), el
dodecasílabo (doce sílabas), el eneasílabo (nueve sílabas) y el verso libre. Además, emplean todo tipo de estrofas y
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recuperan las formas clásicas.
• Las ambientaciones irreales y exóticas. Los parajes exóticos, los cuidados jardines, los palacios, el lejano
Oriente y las épocas remotas son los ambientes habituales del Modernismo.
Todos estos rasgos se reúnen en estos versos de la Sonatina, de Rubén Darío:
El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
La Generación del 98
Entre los escritores españoles de fin de siglo hubo un grupo de jóvenes que reflexionan en sus obras sobre
España y las causas de su decadencia, y ven en la austeridad del paisaje castellano la esencia del alma española.
Este grupo constituye la llamada Generación del 98.
Generalmente se reconoce como miembros de la Generación del 98 a Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Ramiro
de Maeztu y José Martínez Ruiz, «Azorín». Otros autores, entre ellos el poeta Antonio Machado y el novelista y
dramaturgo Ramón M. a del Valle Inclán, escriben obras que están dentro de la estética del Modernismo y otras en
que tratan el tema de España desde una perspectiva noventaiochista.
15
TEMA 6.LA POESÍA EN LA EDAD DE PLATA
La poesía: del 98 a la Guerra Civil
A partir de 1850, con el triunfo del Realismo, la lírica entró en un prosaísmo del que sólo escapó la obra de los
románticos tardíos: Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Sin embargo, a finales del siglo XIX el
nicaragüense Rubén Darío inició una renovación del lenguaje poético, abriendo una de las épocas más florecientes
de la lírica española. Los artífices de ese esplendor fueron en primera instancia los escritores modernistas,
especialmente Rubén Darío y Antonio Machado; posteriormente, Juan Ramón Jiménez, quien se inició también
dentro de la estética del Modernismo; y en último término, los escritores de la Generación del 27.
La poesía modernista
El Modernismo aportó una concepción esteticista y sensual de la poesía, nuevas formas métricas y numerosos
cultismos y neologismos. Los autores más emblemáticos de esta corriente fueron Rubén Darío, quien introdujo este
movimiento en la literatura española, y Antonio Machado, quien conjuga en su obra la visión esteticista propia del
Modernismo con la reflexión sobre España y el paisaje castellano típica de la Generación del 98.
Rubén Darío
Rubén Darío se llamaba en realidad Félix Rubén García Sarmiento. Nació en 1867 en Metapa (Nicaragua), pero,
debido a su profesión de periodista y diplomático, residió en diversas ciudades de Europa y de América. Murió en
León (Nicaragua) en 1916.
Darío fue el verdadero artífice de la estética modernista y de la renovación de la literatura castellana. De hecho,
el Modernismo se inicia con la publicación en 1888 de Azul..., una colección de relatos y poemas centrados en un
mundo de impresiones en el que la música y lo pictórico cobran especial relevancia.
Además de Azul..., Darío publicó otros poemarios, entre ellos Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza
• Prosas profanas continúa con los temas y el estilo típicamente modernistas de Azul...: los mitos clásicos,
los ambientes exóticos, el erotismo, la musicalidad... A esta obra pertenece Sonatina», uno de sus poemas más
conocidos:
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
• Cantos de vida y esperanza marca un cambio en la actitud del poeta: el esteticismo deja paso a la
reflexión existencial y un tono melancólico, desencantado, más personal e íntimo. Así lo explica el autor al inicio del
libro:
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
Rubén Darío renovó no solamente el lenguaje poético, sino también la métrica: adoptó en muchos poemas el
verso libre, aclimató al castellano algunas formas propias de la poesía francesa y experimentó con las estrofas
clásicas, creando variantes como los sonetos con versos de catorce sílabas.
Antonio Machado
Antonio Machado nació en Sevilla en 1875. En 1907 obtuvo la cátedra de francés en un instituto de Soria. Allí
conoció a Leonor, una joven de 16 años, con la que se casó dos años después. En 1912 murió Leonor, y el poeta;
muy afectado, se trasladó a Baeza (Jaén) y después a Segovia. Durante la Guerra Civil, se declaró a favor de la
República y al final de la guerra hubo de huir a Francia. Murió en Collioure (Francia) en 1939, a los pocos días
de salir de España.
Antonio Machado es uno de los poetas más relevantes de nuestra literatura. Su obra poética compuesta
básicamente por tres obras, Soledades, Campos de Castilla y Nuevas canciones, y en ella se aprecia una evolución
desde una primera poesía modernista hacia una poesía centrada la reflexión filosófica.
•Soledades es una obra en la que se combinan los motivos modernistas con un tono melancólico y una reflexión
sobre cuestiones existenciales -el tiempo, la muerte, Dios- que es típica de la poesía machadiana. A este primer
Machado corresponden estos versos:
Daba el reloj las doce… y eran doce
golpes de azada en tierra...
...!Mi hora! -grité- ... El silencio
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me respondió: -No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.
•Campos de Castilla es su obra más celebrada. Machado recoge en ella los temas típicos de la Generación del 98,
especialmente el paisaje castellano y la decadencia española, sin abandonar la reflexión filosófica. En esta obra se
incluye «La tierra de Alvargonzález», un extenso ciclo de romances en los que se narra la historia de un campesino
al que sus hijos asesinan y arrojan al fondo de la Laguna Negra, en Soria, para quedarse con su tierra:
A la orilla de la fuente
lo asesinaron.
¡Qué mala muerte le dieron
los hijos malos!
En la laguna sin fondo
al padre muerto arrojaron.
No duerme bajo la tierra
el que la tierra ha labrado.
• Nuevas canciones contiene un conjunto de cancioncillas de inspiración popular y un conjunto de cantares y
proverbios en los que el poeta expresa alguna reflexión filosófica, frecuentemente en forma de paradoja:
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
Machado creó un estilo poético singular. Sus preocupaciones filosóficas se manifiestan a veces a través de
símbolos. En su poesía, por ejemplo, las fuentes, el rio y la noria evocan el paso del tiempo; el mar sugiere el futuro
o la muerte; y el camino alude a la vida. Es, por lo demás, una poesía basada en las intuiciones y vivencias del
autor, y no meramente esteticista. El poeta era consciente de lo personal de su obra:
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
Juan Ramón Jiménez
Juan Ramón Jiménez nació en Palos de Moguer (Huelva) en 1881. Fue un joven enfermizo y muy
sensible, que sufrió profundas depresiones. En 1916 contrajo matrimonio con Zenobia Camprubí. Al
comenzar la guerra, se trasladó a Puerto Rico, donde se instaló definitivamente. En 1956 se produjeron dos
acontecimientos esenciales: falleció su mujer y recibió el Premio Nobel. Dos años más tarde, en 1958, murió
en Puerto Rico.
Trayectoria poética
Juan Ramón pertenece por su fecha de nacimiento a la Generación del 14, pero fue un autor con una
trayectoria literaria muy personal, al que los poetas de generaciones posteriores reconocieron como
maestro.
El propio poeta hablaba de tres etapas en su poesía: etapa sensitiva, etapa intelectual y etapa suficiente o
verdadera.
Etapa sensitiva (1898-1915). Los libros de su primera época, entre ellos Arias tristes, Elejias puras y La
soledad sonora, están influidos por Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío y el poeta francés Paul Verlaine.
La poesía de estos años es sensorialista y melancólica, llena de paisajes otoñales, atardeceres silenciosos y
sentimientos de tristeza inexplicable:
Le dije que iba a besarla;
bajó, serena, los ojos
y me ofreció sus mejillas,
como quien pierde un tesoro.
-Caían las hojas muertas
en el jardín silencioso,
17
y en el aire erraba aún
un perfume de heliotropos.-
En estos años Juan Ramón escribe Platero y yo (1914), una elegía en prosa poética dedicada a un pequeño
burro, que es una de sus obras más conocidas.
Etapa intelectual (1916-1936). En 1917, Juan Ramón publica Diario de un poeta recién
casado, una especie de diario personal con el que el poeta se desprende de lo que él llamó los «ropajes» del
Modernismo para mostrar una poesía intelectualizada que define como «desnuda», es decir, sin adornos
innecesarios. A partir de esta obra la poesía se convierte para Juan Ramón en un medio para acceder al
conocimiento de las cosas y de su propio mundo interior y para lograr la eternidad:
¡Intelijencia1, dame
el nombre exacto de las cosas!
... Que mi palabra sea
la cosa misma
creada por mi alma nuevamente.
Que por mi vayan todos
los que no las conocen, a las cosas.
1
intelijencia: Juan Ramón transcribía los sonidos JE, JI con la grafía j.
En este intelectualismo Juan Ramón coincide con los postulados estéticos de los novecentistas.
Etapa suficiente o verdadera (1937-1958). Comprende la obra escrita en su exilio de Puerto Rico. Es una época
en que se imponen las preocupaciones religiosas, presentes sobre todo en Animal de fondo y en Dios deseado y
deseante.
Salinas concebía la poesía como un medio para comprender la realidad, especialmente el sentimiento
amoroso a través de tres características básicas: la autenticidad, la belleza y el ingenio. Para llegar a la
esencia de la vida, Salinas emplea un lenguaje denso, agudo, plagado de paradojas y de juegos de ideas. Sus
primeros libros están muy influidos por la poesía pura de Juan Ramón Jiménez y algunos movimientos de
vanguardia, de los que adopta temas como los nuevos inventos y los nuevos modos de vida. Pero son sus
libros sobre la pasión amorosa, especialmente La voz a ti debida y Razón de amor, lo mejor de su obra. El
poeta profundiza en el amor con un léxico y unas imágenes de gran sencillez. Este poema de La voz a ti
debida es un buen ejemplo de ello:
¡Si me llamaras, sí,
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
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los días y sus noches, los telegramas viejos y un amor.
Tú, que no eres mi amor, !si me llamaras!
La poesía de Salinas, especialmente su poesía amorosa, es una poesía que se basa en un verso corto, en un
léxico sencillo y en imágenes de fácil interpretación.
GERARDO DIEGO (Santander, 1896 - Madrid, 1987)
Como otros miembros de la Generación del 27, Diego fue profesor, concretamente catedrático de Literatura
en varios institutos de Soria, Santander y Madrid. Su poesía se puede dividir en dos vertientes: de
vanguardia y clásica o tradicional. Del primer tipo caben destacar las obras Creacionismo y Manual de
espumas y de la vertiente clásica, Versos humanos, Versos divinos y Alondra de verdad. Ejerció un papel
impulsor para esta Generación, a través de su manifiesto Antología.
FEDERICO GARCIA LORCA (Fuentevaqueros, Granada,1898 Granada, 1936)
Federico García Lorca nació en Fuentevaqueros (Granada) en 1898. Estudió en Madrid, en la Residencia de
Estudiantes como muchos poetas de su generación. En 1929 hizo un viaje a Nueva York, que dejó honda
huella en su obra. En 1936, al inicio de la Guerra Civil, fue fusilado en Granada.
Lorca escribió tanto poesía como teatro, y en ambos géneros mostró una actitud renovadora que combinó
con el interés por los motivos y las formas populares de su Andalucía natal.
En la poesía de Lorca se suelen distinguir dos épocas, separadas por su viaje a Nueva York:
• En su primera etapa destacan los libros Poema del cante jondo y Romancero gitano. El poeta utiliza los
recursos de la poesía popular para tratar con frecuencia temas como la pasión, el dolor, la venganza, la
muerte o la frustración.
Guillén consideró que toda su producción formaba una obra única a la que tituló Aire nuestro. Esa obra está
formada por tres ciclos poéticos que fueron completándose a lo largo de los años: Cántico, Clamor y
Homenaje.
Cántico es un canto a la vida, un himno a todo lo creado: el poeta se recrea en la contemplación del universo
y afirma su júbilo por vivir. Clamor, en cambio, se centra en los signos de la vida contemporánea que
anuncian el caos, la destrucción, la muerte. Por su parte, Homenaje es el particular tributo que Guillén rinde
a un conjunto de personalidades de todas las épocas que destacaron en el mundo de las artes y las letras.
La poesía de Guillén se inspiró en la poesía pura de Juan Ramón Jiménez: una poesía desnuda, sin adornos,
caracterizada por el verso corto, las numerosas elipsis y el dominio del sustantivo y del sintagma nominal en
un afán de reducir la poesía a lo esencial.
!Beato sillón! La casa
corrobora su presencia
con la vaga intermitencia
de su invocación en masa
a la memoria. No pasa
nada. Los ojos no ven,
saben. El mundo está bien
hecho. El instante lo exalta
a marea de tan alta,
de tan alta, sin vaivén.
21
TEMA 7.DEL 98 A LA GUERRA CIVIL.LA NOVELA Y EL ENSAYO
La prosa en la Edad de Plata
Durante el primer tercio del siglo XX, la novela fue perdiendo el impulso que había cobrado con el Realismo. Hubo,
no obstante, en estos años algunos novelistas relevantes, entre ellos Miguel de Unamuno y Pio Baroja,
pertenecientes ambos a la Generación del 98, y el novecentista Gabriel Miró.
Más desarrollo tuvo, en cambio, el ensayo, que vivió en esta época un periodo de esplendor. La preocupación por
España, característica de fin de siglo, y el intelectualismo propio de los novecentistas encontraron en el ensayo el
vehículo ideal. Entre los ensayistas del momento cabe destacar a Miguel de Unamuno y al máximo teórico del no-
vecentismo: José Ortega y Gasset.
Mención aparte merece Ramón Gómez de la Serna, un escritor singular cuya obra personalísima no se ajusta a
ningún género.
Pio Baroja
El principal novelista de la época fue Pio Baroja. Nació este autor en San Sebastián en 1872. Estudió Medicina,
hecho del que dejó constancia en su obra El árbol de la ciencia, pero prefirió el ejercicio de las letras. Se definía a sí
mismo como «liberal radical, individualista y anarquista». Murió en Madrid en 1956.
Pio Baroja escribió multitud de novelas. Entre ellas cabe mencionar La busca, en la que retrata con crudeza el
ambiente de los bajos fondos madrileños de principios del siglo XX; El árbol de la ciencia, en la que recoge el
ambiente de la universidad española a partir de su propia experiencia; y sus novelas de ambiente vasco: La casa de
Aizgorri, El mayorazgo de Labraz y Zalacain el aventurero.
Baroja consideraba la novela como un instrumento con el que entretener al lector con multitud de aventuras. Por
eso, en sus obras predomina la acción narrada en un estilo sencillo que, aunque a veces se ha calificado de
descuidado, tiene una gran fuerza expresiva.
La prosa del Novecentismo
La novela. Gabriel Miró
El principal novelista de la Generación del 14 fue el alicantino Gabriel Miró (1879-1930), autor que cultiva tanto
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la novela como el relato corto. Entre sus obras destacan las novelas Nuestro Padre San Daniel y El obispo leproso,
ambas ambientadas en la ciudad de Oleza, nombre que encubre a Orihuela (Alicante), y El libro de Sigiienza, con-
junto de relatos protagonizados por Sigüenza, en los que el autor evoca situaciones, ambientes y sucesos. A este
último pertenece este fragmento:
En la húmeda y fosca entrada del viejo casón de la Justicia hacían corros unos hombres lugareños, mudados, muy
humildes. Fumaban, hablando de sequia, de sementera, de mulas de labranza, de diputados de su distrito.
Si alguno intentaba subir la decrépita escalera, un ujier menudo, trasijado 1, con botas de patio, grandes, dobladas,
siniestras, de difunto, y la casaca raída, calva, demasiado holgada, de difunto también, decía que estaba prohibido hasta
que llamasen.
Después, ya en el estrado, un licenciadito con toga flamante, y el birrete ladeado a lo lindo, les dijo a los señores jurados
que «por las conquistas del Derecho moderno» ellos eran los «mantenedores de la sociedad»; «les estaba encomendada
una augusta, una sagrada misión», y les llamó sacerdotes. Los jurados, sorprendidos, miraban al ujier, que no les dejó
pasar de la escalera.
1
trasijado: muy flaco.
José Ortega y Gasset fue el mentor de la Generación del 14 y el principal teórico del arte de vanguardia. Nació en
Madrid en 1883, en el seno de una familia dedicada a las letras. Estudió Filosofía en Madrid y completó sus
estudios en Alemania. Fundó varias publicaciones, entre ellas el diario El Sol y la Revista de Occidente. Al comenzar
la guerra, salió de España y permaneció exiliado hasta 1945. Murió en Madrid en 1955.
Las ideas estéticas de Ortega tuvieron una enorme influencia en los jóvenes poetas de la Generación del 27. De
hecho, su ensayo La deshumanizaci6n del arte constituyó la base del pensamiento estético de los artistas del
momento. Ortega defiende en esta obra que el arte sólo es arte cuando se aleja de la realidad y se limita a ser
un simple juego estético destinado a las minorías. Según afirma, el verdadero artista no copia la realidad, sino que
la deforma, y esa deformación le lleva a crear una obra intelectual en la que se han eliminado las emociones; en
eso consiste el arte puro. En literatura, el instrumento idóneo para conseguir ese objetivo es la metáfora.
Ortega escribió otros muchos ensayos en los que trata principalmente cuestiones sociológicas
(La rebelión de las masas) e históricas (La España invertebrada).
Ramón Gómez de la Serna
Dentro de la Generación del 14 destaca la figura de Ramón Gómez de la Serna por su papel en la introducción
de las vanguardias en España. Gómez de la Serna nació en Madrid en 1888. Estudió Derecho, pero se inclinó
enseguida por la literatura. Desde 1932, vivió en Buenos Aires, donde falleció en 1963.
Ramón Gómez de la Sema escribió novela, teatro, ensayo..., pero destacó especialmente por la invención de una
fórmula literaria que denominó greguería. Una greguería es un enunciado breve en el que se intenta definir o
presentar la realidad de una manera sorprendente. Su base es una asociación inusual que da lugar a una paradoja,
a la inversión de la lógica de las relaciones entre objetos o hechos, o a cualquier otro fenómeno sorprendente. El
propio autor definía la greguería con la fórmula Metáfora + Humorismo. Estos son algunos ejemplos de
greguerías:
La lagartija es el broche de las tapias.
En el vinagre esté todo el mal humor del vino.
Las greguerías son un exponente más de la importancia que la metáfora tiene en la literatura contemporánea.
A principios del siglo se produjeron varios intentos de romper con el teatro de corte realista que había dominado
la escena española durante la segunda mitad del siglo XIX. Los más relevantes fueron los que llevaron a cabo dos
dramaturgos vinculados al Modernismo: Jacinto Benavente y Ramón M. a del Valle-Inclán.
Años más tarde, la renovación de la escena llegó de la mano de Federico García Lorca, uno de los miembros más
destacados de la Generación del 27.
Ramón M. ª del Valle-Inclán nació en 1866 en Villanueva de Arosa (Pontevedra). Su vida estuvo llena de
avatares que le hicieron ganarse fama de excéntrico y bohemio: renunció a sus estudios de Derecho para dedicarse a
la literatura; se marchó a México, donde parece que se alistó en el ejército como soldado; perdió el brazo izquierdo
en una violenta riña con otro escritor; cambió sus verdaderos apellidos (Valle y Peña); e inventó toda una trama
sobre su vida en la que se mezclaban realidad y fantasía. Su agudo ingenio y su aspecto estrafalario («Este gran don
Ramón de las barbas de chivo», en palabras de Rubén Darío) le hicieron un personaje muy popular. Sus ideas
políticas evolucionaron también de forma singular: en su juventud fue partidario del carlismo; más adelante se
opuso a la dictadura de Primo de Rivera, motivo por el que estuvo en prisión, y se convirtió en un convencido
republicano. Murió en Santiago de Compostela en 1936.
Las acciones se suceden de una forma brusca y se producen violentos cambios de situación.
El lenguaje está sometido también a un proceso de deformación: se emplean arcaísmos, localismos, términos del
caló y términos del mundo del hampa.
El objeto del esperpento no es otro que poner de manifiesto los aspectos más absurdos de la realidad española. En
Luces de bohemia, por ejemplo, la trama se centra en el paseo nocturno por las calles de Madrid de un poeta
fracasado e idealista, Max Estrella, y su amigo don Latino. Al hilo de ese deambular, el autor satiriza a los
personajes y las situaciones que se van presentando: la vida en la taberna, la huelga, la intervención de la policía, la
poesía modernista, la religión... La obra termina con la trágica muerte de Max, que representa la derrota del
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idealismo y la imposibilidad de una sociedad igualitaria y justa.
Otras obras dramáticas en las que Valle-Inclán aplicó la técnica del esperpento son Las galas del difunto, Los
cuernos de don Friolera y La hija del capitán.
El teatro de la Generación del 27. Federico García Lorca
Además de ser uno de los principales poetas de su generación, García Lorca fue un brillante dramaturgo que
culminó el proceso de renovación formal y temática del género dramático.
Lorca empezó a escribir teatro desde muy joven: su primera obra, El maleficio de la mariposa, es de 1920. Pero es
en los años treinta cuando se acrecienta su interés por el género, sin duda debido a su preocupación por las
diferencias sociales. En esta época funda una compañía teatral ambulante, La Barraca, con la que pretende hacer
llegar el teatro a todas las clases sociales.
Lorca escribió farsas y teatro de títeres (La zapatera prodigiosa, El retablillo de don Cristóbal...), un drama histórico
en verso (Mariana Pineda), teatro surrealista y de crítica social... Pero sus obras más destacadas son tres tragedias:
Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba.
Bodas de sangre es una obra basada en un suceso real: el día de su boda, una mujer abandona a su novio y huye
con su amante. El novio y el amante, pertenecientes a familias rivales, se enfrentan y ambos acaban muertos. Los
acontecimientos ocurrieron en un cortijo situado en la provincia de Almería.
Yerma desarrolla el drama de una mujer estéril que cifra toda su existencia en tener hijos.
La casa de Bernarda Alba se centra en los esfuerzos que una madre autoritaria hace para imponer a sus hijas
ocho años de aislamiento, llevando hasta lo irracional las convenciones sociales sobre el luto.
En estas tres obras, ambientadas en la Andalucía rural, Lorca expresa el conflicto entre la libertad, encarnada en
los personajes, con sus sueños y sus anhelos, y el principio de autoridad que ejerce la sociedad, regida por las
normas, las conveniencias y la falsa moral. El choque entre ambas perspectivas deriva en tragedia: la sociedad
destruye al individuo cuando no se somete a las expectativas del entorno.
25
TEMA 9.LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA
En los últimos sesenta años, los acontecimientos históricos y políticos han
transformado radicalmente el orden mundial. Entre 1939 y 1945 se produjo la II
Guerra Mundial, en la cual se enfrentaron los países aliados, que en su mayor parte
defendían los valores democráticos, y los países dominados por regímenes fascistas. Al
término de la guerra, el mundo se divide en dos bloques, el socialista y el capitalista,
con una diferente concepción de la producción y la distribución de la riqueza. Ambos
bloques permanecieron políticamente enfrentados durante varias décadas en lo que se
denomina la Guerra Fría. Sin embargo, en los años ochenta se desencadenaron en
varios países socialistas distintas reformas económicas y políticas que pretendían
impulsar la transición hacia el modelo democrático y neoliberal característico de los
países capitalistas. Ese proceso acabó con la caída del muro de Berlín en 1989 y la
disolución de la Unión Soviética.
Una vez superada la Guerra Fría, el mundo entra en un proceso de globalización
favorecido por el desarrollo de las comunicaciones y los sistemas informáticos. Este
proceso, que acarrea un incremento de las diferencias económicas del primer y del
tercer mundo, se caracteriza por la interdependencia de las naciones y la
proliferación de las grandes multinacionales cada vez más poderosas. La extensión de
las redes informáticas, especialmente Internet, es la manifestación más visible de ese
mundo interrelacionado, en el que la información y el conocimiento son valores de
primer orden.
En España, la Guerra Civil y el régimen que salió de ella —la dictadura del general
Francisco Franco- sumieron al país en una profunda depresión política, económica y
cultural. Muchos españoles murieron durante la contienda; otros muchos partieron
hacia un largo y doloroso exilio; y quienes se quedaron tuvieron que enfrentarse a unos
años —la larga posguerra— de escasez, intransigencia y aislamiento internacional. En
los años sesenta, el desarrollo económico y la llegada del turismo provocaron
importantes transformaciones sociales; pero no es hasta la muerte del general, en
1975, cuando se producen los grandes cambios políticos y económi cos que impulsan la
modernización de España. La promulgación de la Constitución de 1978 consagra al
Estado como una monarquía democrática y allana el camino para que España
participe activamente como miembro de pleno derecho en organismos internacionales
como la CEE (Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea).
En el ámbito artístico, la Guerra Civil truncó la Edad de Plata de la cultura
española. Fueron muchos los escritores que murieron durante los tres años que duró la
guerra: Miguel de Unamuno, Ramón M a del Valle-Inclán, Federico García Lorca,
Antonio Machado...; y otros muchos -Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas, Jorge
Guillén, Rafael Alberti.... - partieron hacia el exilio. Así pues, la literatura española
posterior a 1939 evolucionó desde una situación de ruptura con la etapa anterior:
En la década de los cuarenta hubo una corriente que, principalmente desde la
poesía, se centró en la sensación de angustia y desarraigo que la guerra había creado
en el ser humano.
En la década de los cincuenta se desarrolló una literatura de carácter social,
centrada en la denuncia de las injusticias.
En la década de los sesenta y principios de los setenta renació un interés por
experimentar con el lenguaje y hallar nuevas formas de expresión. La publicación en
estos años de las narraciones de un conjunto de magníficos escritores hispanoamericanos provocó el llamado boom de la
novela hispanoamericana.
En las dos últimas décadas, la literatura ha superado ese afán de experimentación y ha recuperado las formas
tradicionales, de más fácil lectura. El intimismo y la experiencia cotidiana vuelven a ser tema de inspiración, incluso en
poesía; y en novela se recuperan los géneros y las formas tradicionales: novela policiaca, novela histórica, novela
intimista... No obstante, asistimos a una época caracterizada por la diversidad de propuestas culturales, la gran
variedad de tendencias y la abundancia de la producción literaria alentada por una potente industria editorial y un
público lector cada vez más numeroso.
26
La evolución social y política de España
El franquismo (1939-1975)
La Guerra Civil acabó con la implantación de un régimen autoritario, que concentraba todos los poderes en la
persona del general Francisco Franco. La derrota en la II Guerra Mundial de los regímenes totalitarios de Hitler y
Mussolini, con quienes el régimen franquista mantenía una estrecha relación, dejó a España aislada en el plano
diplomático, económico y cultural. El régimen quedó al margen de todo organismo internacional hasta la firma de
los acuerdos bilaterales con Estados Unidos en 1953 y la entrada en la ONU (Organización de Naciones Unidas) en
1955.
Los sesenta fueron años de crecimiento económico y de importantes transformaciones sociales. El proceso de
industrialización que experimentó España en estos años aceleró un éxodo masivo del campo a la ciudad y permitió
el acceso de la población a nuevos bienes de consumo: el teléfono, la lavadora, la nevera, la televisión, el coche. A
la vez se fue produciendo un cambio en las mentalidades impulsado, entre otros factores, por fenómenos como el
turismo o la televisión, que ponían a la gente en contacto con otras culturas, otras modas y otras formas de pensar.
Los últimos años del franquismo estuvieron marcados por el aumento de las luchas sociales, alentadas por el
declive del régimen y la crisis económica que sacudió al mundo desde 1973. En el año 1975 murió el general
Franco y Juan Carlos I fue proclamado rey; pronto se vio que el régimen franquista no podía sobrevivir a la figura
de su creador.
La Guerra Civil cerró de un modo traumático la Edad de Plata de la cultura española. Algunos de los escritores
más relevantes murieron durante la guerra y otros muchos se exiliaron; y los que permanecieron en España
quedaron silenciados, sometidos a una suerte de exilio interior. Existe, pues, una ruptura entre la literatura anterior
a la Guerra Civil y la literatura que se hace en España durante el franquismo.
La evolución que experimentan los planteamientos artísticos en el periodo 1939-1975 hace que
tradicionalmente se estudie por decenios la literatura de esos años.
Habitualmente se toma el año 1975 como punto de partida para estudiar la literatura española actual por las
repercusiones que los acontecimientos históricos tuvieron en el ámbito de la cultura. Pero eso no significa que en
aquel momento la literatura experimentara una brusca transformación. De hecho, algunos escritores que
protagonizaron la evolución de la literatura durante el franquismo -Delibes, Cela, Hierro...- permanecen en esos
momentos en activo, marcando los nuevos rumbos de la literatura.
La literatura de las dos últimas décadas se caracteriza por una vuelta a las formas tradicionales, aunque
algunos autores mantienen el gusto por la experimentación. Así ocurre, por ejemplo, entre los poetas más jóvenes:
algunos —Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes— vuelven su vista a la poesía de la experiencia; en cambio,
otros -Andrés Sánchez Robayna, Blanca Andreu prefieren una poesía esteticista y experimental.
El género que más éxito tiene en estos años es la novela. La aparición en 1975 de La verdad sobre el caso Savolta,
de Eduardo Mendoza, significó la recuperación de la trama argumental. Desde entonces, las novelas de aventuras y
las novelas policiacas, entre otros subgéneros tradicionales, gozan del favor del público, que con frecuencia ve en
ellas una forma de evasión. Muchos son los novelistas que han destacado en los últimos tiempos: Manuel Vázquez
Montalbán, José María Merino, Luis Mateo Díez, Eduardo Mendoza, Javier Marías, Antonio Muñoz Molina, Luis
Landero, Julio Llamazares…
El teatro actual ofrece dos caras: por un lado, las salas comerciales mantienen en escena obras de autores
consagrados y van dando cabida a los musicales al estilo de Broadway; por otro lado, hay salas que ofrecen un
espacio abierto a los escritores noveles y a la experimentación. Los autores más destacados son Francisco Nieva,
José Luis Alonso de Santos, José Sanchís Sinisterra, Fermín Cabal y Sergi Belbel.
28
TEMA 10.LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA. LA LÍRICA
La poesía contemporánea
En los primeros años de la posguerra hacen su aparición dos tendencias líricas contrapuestas: la poesía
arraigada, de tono clasicista e ideología conservadora, y la poesía desarraigada, en la que se encuadran los
autores que propugnan una mayor libertad expresiva y se muestran disconformes con la realidad política y social.
La visión crítica propia de los poetas desarraigados se acentúa en los años cincuenta con el auge de la poesía
social, que concibe el poema como un instrumento para transformar la realidad política. Contra esta concepción
instrumental de la poesía reaccionan los poetas de la Generación de los cincuenta, que entienden el poema
como un medio de conocimiento, apto para indagar en la propia experiencia.
Ya a finales de los sesenta se impone una nueva corriente, la representada por los llamados Novísimos. Los
autores de este grupo cultivan una lírica esteticista de carácter minoritario ajena a todo tipo de compromiso social
o político.
La poesía posterior a 1975 se mueve entre dos polos: la poesía clasicista, que busca una expresión más
depurada afín a la poesía pura de algunos autores del 27, y la poesía de la experiencia, que trata temas cotidianos
en un tono frecuentemente coloquial en la línea de los poetas de la Generación de los cincuenta.
La poesía social
La poesía desarraigada deriva hacia una corriente de poesía social que, sin olvidar la preocupación existencial
característica de los desarraigados, denuncia las desigualdades sociales y la falta de libertades políticas. La poesía
no se concibe ya como mera expresión de un sentimiento, sino como una herramienta capaz de transformar la
realidad.
El representante más destacado de la poesía social es Blas de Otero. Mención aparte merece la figura de José
Hierro, cuya poesía presenta en un primer momento muchos puntos de contacto con esta corriente.
• Blas de Otero nació en Bilbao en 1916. Estudió Derecho y Filosofía y Letras, pero realizó trabajos muy
dispares (minero, profesor...). Murió en Madrid en 1979. Entre sus libros de poesía destacan Ángel fieramente
humano, Pido la paz y la palabra y Que trata de España.
Otero cultivó, en sus primeras obras una poesía existencial, influida por la mística de San Juan de la Cruz.
Temas recurrentes de esta primera época son la figura de un Dios culpable y distante y la presencia de la mujer,
que es símbolo de plenitud y alegría para el poeta. Más adelante, su poesía viró hacia los temas sociales, cambio
que el poeta expresa en estos versos:
Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.
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José Hierro nació en Madrid en 1922. Inició estudios como perito industrial, pero pronto se dedicó a la literatura.
En 1998 recibió el Premio Cervantes. Murió en Madrid el año 2002. En sus primeros libros (Tierra sin nosotros,
Quinta del 42), Hierro muestra unos intereses próximos a los de la poesía social. Posteriormente, en obras como
Libro de las alucinaciones y Agenda, deriva hacia una lírica muy personal, de la que son rasgos distintivos la
presencia de imágenes irracionales y la concepción de la realidad como un enigma que el verso puede desentrañar o
expresar.
31
TEMA 11.LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA. LA novela
La narrativa española contemporánea
Entre 1939 y 1975, la narrativa experimenta un proceso de transformación influido por la tradición del Realismo
español, los intereses de la industria editorial y del lector medio y las nuevas técnicas narrativas que a lo largo del
siglo XX surgieron en Europa y América.
Ya en los años cuarenta, autores como Gonzalo Torrente Ballester, Miguel Delibes, Carmen Laforet o Camilo
José Cela escribieron obras de calidad que contribuyeron a la recuperación de la novela. La primera de ellas fue La
familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela, obra publicada en 1942 que entronca con el naturalismo y con algu-
nos aspectos de los esperpentos de Valle-Inclán. Con esta novela se inaugura una corriente narrativa llamada
tremendismo, en la que se insiste en los aspectos más brutales de la realidad para efectuar una reflexión profunda
sobre la condición humana.
En los años cincuenta, otra novela de Cela, La Colmena, inaugura la novela social. Las novelas sociales llevan a
cabo un análisis exhaustivo de la sociedad española, prestando especial atención a las condiciones de vida de las
clases más desfavorecidas. Los principales representantes de esta tendencia son Ignacio Aldecoa y Rafael Sánchez
Ferlosio.
El agotamiento de la novela social llevó en los años sesenta a la búsqueda de fórmulas innovadoras que
rompieran la monotonía del panorama literario español. Luis Martin-Santos publicó en 1962 Tiempo de silencio, obra
decisiva que inauguraba una nueva corriente, la novela experimental, de la que también son autores
representativos Juan Benet, Juan Goytisolo y Juan Marsé.
En la narrativa posterior a 1975 se produce un paulatino olvido del experimentalismo y un retorno a fórmulas
narrativas más tradicionales. La forma de la novela se simplifica buscando un público lector menos elitista y más
numeroso. Destacan en estos años autores como Eduardo Mendoza, Javier Marías y Antonio Muñoz Molina.
La narrativa en el franquismo (1939-1975)
La novela en los años cuarenta
En la narrativa española de los años cuarenta destacan dos novelas: La familia de Pascual Duarte, de Camilo José
Cela (1916-2002), y Nada, de Carmen Laforet (1921).
• En La familia de Pascual Duarte, un asesino rural confiesa sus crímenes antes de ser ejecutado, mostrando los
detalles más escabrosos y sórdidos de sus acciones. Pero no es la atrocidad de éstas lo que impresiona al lector,
sino el tono objetivo y neutral con que el protagonista las relata, sin interpretarlas ni extraer de ellas ninguna
conclusión de tipo moral. La novela, no obstante, deja entrever las causas psicológicas, afectivas y sociales del
comportamiento de Pascual Duarte: bajo la narración de los crímenes se vislumbra la remota humanidad del per-
sonaje, su radical desvalimiento.
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al
nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en
destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de
las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquéllos gozan de un
mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y
arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y
colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.
La obra está escrita en un lenguaje sencillo, que reproduce en muchos aspectos el habla coloquial; la presencia de
numerosos recursos literarios delata, sin embargo, la cuidada elaboración del texto.
• Unos años después de la aparición de La familia de Pascual Duarte se publica Nada, de Carmen Laforet. La
protagonista de esta novela es Andrea, una joven universitaria que sigue un curso en Barcelona. La trama recoge
hechos cotidianos de la vida de Andrea, inmersa en la incomunicación y el desencanto.
La novela social de los años cincuenta
La narrativa de los años cincuenta se aleja de las preocupaciones existenciales típicas de la década anterior para
centrarse en los conflictos sociales y en la denuncia de la injusticia. Esta nueva corriente presenta una serie de
rasgos característicos:
- Empleo de técnicas realistas y enfoque objetivo de los hechos: el narrador consigna los acontecimientos sin
entrar en valoraciones.
- Desinterés por el análisis psicológico de los personajes.
- Sustitución del protagonista por un personaje colectivo.
- Concentración temporal y espacial de los hechos, que pueden reducirse a unas cuantas horas y desarrollarse en
un único marco.
-Sencillez y claridad del lenguaje, e interés por reproducir fielmente el habla coloquial.
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Dos son las novelas más representativas de la novela social: La colmena, de Camilo José Cela, y El Jarama, de
Rafael Sánchez Ferlosio (1927).
• La colmena posee una estructura original, basada en el cruce de las historias que se tejen en torno a los distintos
personajes que frecuentan un café madrileño. No hay en ella un protagonista individual, e incluso se pone en
cuestión el mismo concepto de personaje: lo que al autor le interesa es la presentación fragmentaria y discontinua
de esas vidas, en su mayoría mediocres, para dar así un mosaico de la realidad. Hay, por otra parte, en la novela
una intención crítica, que denuncia la opresión ejercida por los poderosos sobre los más débiles.
El Jarama es la mejor plasmación de la técnica objetivista: el narrador se limita a registrar los hechos como si de
una cámara cinematográfica se tratara, sin valorarlos ni comentarlos en ningún momento. La obra narra la
excursión de unos jóvenes al río Jarama a través de las conversaciones que mantienen dos grupos de personas: los
jóvenes excursionistas, que proceden de un barrio obrero de Madrid, y los adultos que se reúnen en un merendero
próximo al rio. La trivialidad de los diálogos, en los que se reproduce con absoluta fidelidad el habla coloquial de
la época, y lo insustancial de los hechos narrados hacen aflorar ante el lector la falta de sueños, de aspiraciones y
de ilusión de ambas generaciones:
¿Habéis traído más vino?
-Ahí está, ¿no lo ves?
¡Huy, mucho vino me parece que es éste!
¿Y en dónde habéis mangado los limones?
Como sigas tirando de esa cinta te cargas el macuto.
-¡Un poquitito de organización!
La novela experimental de los años sesenta
En los años sesenta, el argumento se diluye o pasa a un segundo término; lo que interesa es jugar con la forma
del relato, alterando de diversas maneras su estructura y el lenguaje. Esta actitud de experimentación modifica
también la función del lector, que ahora debe participar activamente en la interpretación de la obra.
La novela experimental presenta, entre otras, las siguientes características:
Multiplicidad de puntos de vista, mediante la alternancia de las voces de los personajes y del narrador.
Destrucción de la linealidad temporal del relato, con técnicas como el flash-back, que recupera hechos pasados,
o la anticipación, que adelanta acontecimientos futuros.
Tratamiento innovador del lenguaje, que se manifiesta a menudo en la ruptura de la lógica y de la sintaxis.
Entre las obras señeras de esta tendencia cabe destacar Tiempo de silencio, de Luis Martin-Santos (1924-1964),
y Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes (1920- 2010).
El protagonista de Tiempo de silencio es Pedro, un médico que vive en Madrid y se dedica a la investigación del
cáncer. Pedro es detenido a causa de un aborto clandestino en el que se ha visto involucrado. Y aunque
finalmente se descubre su inocencia, pierde su trabajo y decide abandonar la ciudad. La obra va desvelando las
miserias de todos los círculos sociales en los que se desenvuelve el protagonista: los intelectuales, la clase alta, la
pequeña burguesía, los marginados...
Tiempo de silencio supone una auténtica renovación del género. El autor emplea técnicas narrativas, como el
monólogo interior, en el que los personajes expresan sus pensamientos y sentimientos de forma libre, no
controlada por la conciencia. También experimenta con el lenguaje alternando estilos muy distintos, que a menudo
contrastan con el tema o el ambiente. La descripción de unas chabolas, por ejemplo, se realiza en un tono
grandilocuente, propio de los géneros literarios más elevados. Con este contraste paródico, el autor busca poner de
relieve el sinsentido de la existencia que llevan los personajes y la sordidez que envuelve a la sociedad española:
Que de las ventanas de esas inverosímiles mansiones pendieran colgaduras, que de los techos oscilantes
al soplo de los vientos colgaran lámparas de cristal de Bohemia, que en los patizuelos cuerdas
pesadamente combadas mostraran las ricas ropas de una abundante colada, que tras la puerta de
manta militar se agazaparan (nítidos, ebúrneos) los refrigeradores y que gruesas alfombras de nudo
apagaran el sonido de los pasos eran fenómenos que no podían sorprender a Pedro...
Cinco horas con Mario representa la incorporación a la corriente renovadora de Miguel Delibes,
un novelista que había publicado ya con anterioridad algunas novelas notables: La sombra del
ciprés es alargada, El camino, Las ratas... La obra reproduce el monólogo de Carmen mientras vela
el cuerpo de su esposo, Mario. En realidad, el texto enfrenta dos ideologías: una visión
conservadora y convencional, encarnada en Carmen; y una visión liberal e idealista, representada
por Mario. En esta obra el autor consigue persuadir al lector de la frivolidad e inconsistencia de
las ideas de Carmen valiéndose precisamente del propio discurso de ésta.
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Entre los novelistas que se sumaron a los intentos de renovación formal se encuentra también Camilo José Cela,
con obras como San Camilo, 1936 y Oficio de tinieblas 5
No resulta fácil discernir en la nueva narrativa unas corrientes o escuelas definidas; si es posible, no obstante,
identificar ciertas tendencias temáticas. Las más relevantes son éstas:
Novela policiaca y de intriga. Este subgénero resurge con especial fuerza. Entre sus cultivadores destacan
Manuel Vázquez Montalbán (1939), autor de una serie protagonizada por el detective privado Pepe Carvalho y
Arturo Pérez-Reverte (1951), con La tabla de Flandes.
Novela histórica. Se pueden citar como ejemplos El oro de los sueños, de José María Merino (1941), El
hereje, de Miguel Delibes, y La vieja sirena, de José Luis Sampedro (1917).
Novela de la reflexión íntima. Centrada en la búsqueda personal y la reflexión sobre la propia existencia. Obras
representativas de esta tendencia son El desorden de tu nombre, de Juan José Millás (1946), y Mortal y rosa, de
Francisco Umbral (1935).
Novela de la memoria y del testimonio. La memoria de una generación y el compromiso con ciertos valores son
los temas básicos de esta corriente, en la que se encuadran novelistas como Rosa Montero (1951), con Te trataré
como a una reina, y Luis Mateo Díez (1942), con La fuente de la edad.
Algunos autores
Entre los novelistas que han surgido en este periodo sobresalen, por la coherencia de su trayectoria y el
reconocimiento critico que han merecido, tres autores: Eduardo Mendoza, Javier Marías y Antonio Muñoz Molina.
Eduardo Mendoza (1943) publicó en 1975 La verdad sobre el caso Savolta, obra que en buena medida puede
considerarse el punto de partida de la narrativa actual. Sin renunciar al empleo de técnicas experimentales, el autor
ofrece en esta novela de corte policiaco un argumento que atrapa la atención del lector.
En obras posteriores, Mendoza ha mostrado su excepcional capacidad paródica: El misterio de la cripta
embrujada, El laberinto de las aceitunas y Sin noticias de Gurb actualizan y subvierten de forma hilarante los
tópicos de tres géneros consagrados: la novela de misterio, la novela negra o policiaca y la novela de ciencia
ficción.
La ciudad de los prodigios es la más ambiciosa de sus obras y probablemente la más lograda; en ella se recrea la
evolución histórica y social de la ciudad de Barcelona en el período comprendido entre las exposiciones
universales de 1888 y 1929, tomando como hilo conductor la progresión en la escala social del protagonista. Esta
novela retoma y renueva con maestría algunos de los presupuestos de la novela realista decimonónica: el
propósito de reflejar y explicar el mundo real y el pormenorizado análisis psicológico de los personajes.
La obra de Javier Marías (1951) constituye una de las apuestas más originales de las últimas décadas. Las novelas
y cuentos de este autor se distinguen por la presencia de una serie de temas obsesivos, como el misterio de la
identidad personal y la reflexión sobre el tiempo: «El que aquí cuenta lo que vio y le ocurrió no es aquel que lo vio
y al que le ocurrió». Su estilo, muy elaborado, posee una rara capacidad envolvente, que difumina y transforma la
realidad. Entre sus obras destacan Todas las almas, Corazón tan blanco y Mañana en la batalla piensa en mí.
En la narrativa de Antonio Muñoz Molina (1956) se conjugan de forma armónica el rigor en la construcción del
relato y la preocupación por elaborar un argumento atractivo para el lector. Destaca asimismo la calidad de la
prosa, intensa, que se desarrolla en periodos amplios, de ritmo muy cuidado.
Sobresalen entre sus obras El invierno en Lisboa, una magnífica novela de intriga; El jinete polaco, evocación
autobiográfica que juega hábilmente con los tiempos del relato; y Plenilunio, acertado intento de remozar el género
policiaco.
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El boom de la narrativa hispanoamericana
En la década de los sesenta irrumpen con fuerza en el panorama literario una serie de narradores
hispanoamericanos de extraordinario talento. Es el Ilamado boom de la narrativa hispanoamericana. Entre los
autores que se dan a conocer en estos años o que publican en ellos sus obras más representativas destacan
Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Julio Cortázar.
El colombiano Gabriel García Márquez (1928) alcanzó la celebridad en 1967 con la publicación de la novela
Cien años de soledad, en la que se cuenta la fundación, florecimiento y decadencia de Macondo, un pueblo
imaginario situado en medio de la selva. Otras novelas importantes de García Márquez son El coronel no tiene
quien le escriba, El otoño del patriarca y El amor en los tiempos del cólera.
El peruano Mario Vargas Llosa (1936) es el autor de La ciudad y los perros (1963), la obra que supuso el inicio
del boom. Esta novela se centra en las experiencias de un cadete interno en una academia militar de Lima, y en
ella aparecen ya algunos de los rasgos peculiares de la narrativa de Vargas Llosa: la presentación de historias
cruzadas, el manejo de técnicas innovadoras, la denuncia de la violencia y la injusticia. En su extensa
producción destacan, aparte de la mencionada, obras como Conversación en la catedral, La guerra del fin del
mundo o La fiesta del chivo.
El argentino Julio Cortázar (1914-1984) cultivó por igual la novela y el cuento. Sobresale entre sus novelas
Rayuela, una obra sorprendente, que propone al lector distintos itinerarios de lectura. Sus cuentos, recogidos
en libros como Bestiario, Las armas secretas y Todos los fuegos el fuego, se caracterizan por la irrupción en
un entorno cotidiano de ingredientes anómalos, a menudo fantásticos, que distorsionan la realidad y difuminan
los límites entre el mundo que nos es familiar y otro ámbito extraño, perturbador, que se infiltra en él.
Es obligado, por último, mencionar a Jorge Luis Borges (1899-1986), escritor argentino anterior al boom que
ejerció gran influencia en la literatura de la segunda mitad del siglo XX. En libros como Ficciones, El Aleph o El
informe de Brodie, Borges renovó profundamente el género del cuento. Sus relatos, de estilo distante y conciso,
ofrecen una combinación de elementos heterogéneos —referencias culturales, disquisiciones metafísicas, juegos
con la realidad y la fantasía— que se integran en una trama de impecable construcción.
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TEMA 12.LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA. EL TEATRO
El teatro contemporáneo
El teatro estuvo marcado en la época franquista por la censura, que estableció un severo control sobre el
contenido de las obras representadas.
En los años cuarenta tuvo gran éxito de público un teatro de evasión y enredo, la alta comedia, que desarrollaba
temas típicamente burgueses. Frente a este teatro comercial, surgieron dos tendencias: el teatro humorístico, de
Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura, y el teatro social, cuyo iniciador fue Antonio Buero Vallejo.
Ya en la década de los sesenta se asiste a la aparición de un teatro experimental, que se inserta en la corriente
renovadora que domina la literatura de la época.
Con la llegada de la democracia desaparece la censura y llegan con más facilidad las novedades que se producen
en el extranjero. Aunque los autores proponen estéticas muy diversas, se aprecia cierta tendencia a recuperar un
realismo de carácter costumbrista y crítico, que se hace eco de los problemas de la sociedad actual.
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Entre sus obras cabe destacar Historia de una escalera y La Fundación.
Estrenada en 1949, Historia de una escalera rompe el estatismo del teatro español de la época, que había eludido
hasta ese momento los temas sociales. La acción se desarrolla en torno a la escalera de una vivienda en la que
habitan varias familias de clase humilde. La obra contiene un mensaje desesperanzado: la realidad acaba
imponiéndose sobre los sueños del individuo.
La Fundación nos presenta a un hombre, Tomás, que, tras haber confesado un delito bajo tortura, cumple
condena en la cárcel. Ante la dureza de su situación, Tomás se ha refugiado en la locura, creando la fantasía de
vivir en una fundación que le ha invitado a escribir un libro. Sus ojos perciben bellos paisajes y suntuosos
interiores, hasta el momento en el que la cordura le enfrenta con la realidad.
El teatro experimental
En los años sesenta surge una corriente que se propone subvertir el concepto tradicional de teatro, alejándose de las
convenciones realistas dominantes. Se trata de un teatro experimental, al que pueden adscribirse autores como José
Ruibal (1925) o Fernando Arrabal (1932). Las obras de esta corriente se distinguen por las siguientes características:
La pérdida de importancia de las nociones de personaje y acción dramática, reducidas en muchas ocasiones
a mero soporte del mensaje que el autor pretende transmitir.
El uso de recursos alegóricos y simbólicos, que obligan a buscar una interpretación más allá de lo que se
puede ver en el escenario.
La renovación de la puesta en escena. Se emplean todo tipo de objetos y artefactos mecánicos, con la
intención de suscitar en el espectador una reacción crítica ante la deshumanización del mundo moderno.
En ese contexto de experimentación nacen a finales, de los años sesenta distintos grupos teatrales que abordan
nuevos temas y nuevas formas de representación en las llamadas «salas alternativas». Son las compañías de teatro
independiente, entre las que destacan Els Joglars, Comediants o La Fura dels Baus.
El teatro actual (1975-2000)
Con la llegada de la democracia y la desaparición de la censura cambian radicalmente las circunstancias en las
que se desarrollaba la vida teatral española. Suben a los escenarios obras antes prohibidas y se representan con
asiduidad las piezas de los grandes autores extranjeros (Bertolt Brecht, Jean-Paul Sartre...). Los poderes públicos se
interesan en promover el teatro, y surgen instituciones vinculadas al Estado o a las Comunidades Autónomas, como
el Centro Dramático Nacional o la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Pese a todo, la escena española ha seguido dominada por un teatro de corte comercial, integrado a menudo por
piezas humorísticas de ínfima calidad. Muchos de los grupos independientes surgidos en el período anterior han
desaparecido y otros han subsistido gracias a su capacidad para conectar con el público a través de espectáculos de
gran impacto visual. A la vez se ha producido un auge del llamado teatro alternativo, que presenta sus propuestas
innovadoras en salas de pequeño aforo.
Es difícil señalar unas corrientes definidas en la dramaturgia actual. Puede apuntarse, en todo caso, el
resurgimiento de un teatro social, de tintes costumbristas y críticos, y la importancia que se concede a los distintos
aspectos de la representación —montaje, escenografía, juegos de luces o sonidos en detrimento del texto, que con
frecuencia queda relegado a un segundo lugar.
Algunos dramaturgos
En el heterogéneo panorama del teatro actual español, cabe destacar a tres autores: Francisco Nieva, José
Sanchís Sinisterra y José Luis Alonso de Santos.
La dramaturgia de Francisco Nieva (1927) significa la pervivencia de las propuestas experimentales en el teatro
actual. Nieva concibe el teatro ante todo como un espectáculo, mezcla de juego y ritual, en el que los aspectos
estéticos priman sobre el contenido. Representativas de este teatro antirrealista son obras como Nosferatu, Sombra
y quimera de Larra o Delirio del amor hostil.
José Sanchís Sinisterra (1940) debe su renombre a piezas de carácter histórico, entre las que destaca ¡Ay,
Carmela! Esta obra, que muestra las tribulaciones de una compañía de cómicos durante la Guerra Civil española,
tuvo una gran acogida por parte del público.
José Luis Alonso de Santos (1942) ha revitalizado el género costumbrista al llevar a las tablas con un enfoque
satírico algunos de los problemas de nuestra sociedad, como la violencia urbana (La estanquera de Vallecas) o la
droga (Bajarse al moro). Destaca en sus obras la habilidad con que sabe captar el lenguaje coloquial y marginal.
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