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(Informe de lectura)
Con respecto al primer subtema, Martínez sostiene que desde la perspectiva de la enseñanza
tradicional se erige un Magiscentrismo donde se les da lugar principal a las acciones del
maestro y la enseñanza se asume inicialmente como un conjunto más o menos definido entre
el saber pedagógico, la escuela y el maestro como soporte de ese saber. En el siguiente
apartado, se presenta como la denominada Escuela Activa se le opone y plantea el
paidocentrismo, donde el centro es la actividad libre del niño. Para ellos, el niño es soberano,
la escuela el escenario de su soberanía y el interés pasa a ser el motor de la actividad de
aprendizaje desde una relación horizontal.
En el subtítulo “El enseñar como objetivación” se plantea una falencia cometida por el
enfoque de Escuela activa, esta es, que, al centrar los procesos de conocimiento en el sujeto,
se olvidan de aspectos que son medibles y que no necesariamente deben depender de los
sujetos que aprenden. De allí que se le oponga un trabajo sobre el aprendizaje y las leyes que
lo gobiernan como referente empírico y experimentable. Ante esa falla se propone un
deslinde entre el enseñar y los sujetos que intervienen. Esto se hace a mediados del siglo XX
donde se le da prioridad al aprendizaje, su mecanismo, la organización de medios y recursos
para el aprendizaje, la cotidianidad de la escuela, etc., surgiendo una nueva concepción de la
enseñanza basada en la adecuación, la adaptación, la organización y la implementación de
ciertas condiciones y de ciertas contingencias de reforzamiento que garanticen la eficacia en
el aprendizaje.
Por otra parte, en el apartado titulado: “Lo que acontece: El enseñar” se afirma que, desde
esa objetivación, enseñanza es pensada como lo que acontece en la relación maestro-alumno
o entre éstos y el salón de clase, la escuela y la vida cotidiana. Alrededor de la cual, surgen
4 perspectivas:
La cuarta perspectiva, la expone Carlos Vasco , para quien la enseñanza es la actividad del
maestro que corresponde a uno de los dos sentidos de la relación maestro-alumno(s),
juntamente con uno de los dos sentidos de la relación maestro-microentorno(s), en cuanto el
maestro trata de reconfigurar los microentornos para potenciar la relación microentorno(s)-
alumno(s) de tal manera que en lo posible esté sintonizada con la primera relación.
En el subtítulo “La enseñanza y la vía del conocimiento” el autor afirma, que además de
estas cuatro perspectivas, hay otras que plantean:
Por último, en el apartado: “La enseñanza como vía del pensamiento” el autor da a entender
que la enseñanza como vía de pensamiento no se limita a las relaciones entre actores, ni a los
usos del lenguaje, ni a la cultura académica si no que está en todas y las atraviesa a todas, de
modo que su naturaleza no es ni empírica, ni racional sino epistemológica; constituyéndose
en una categoría que permitiría caracterizar conocimientos, sujetos y prácticas.
A su vez, afirma que, desde esta vía, ella presenta seis aspectos cruciales:
1. Tiene su propia historicidad, por lo que puede transformarse e ir más allá de los
lugares por donde pasó y por donde pasa, y de las instituciones donde se alojó, de tal
forma que, si por ejemplo desapareciera la escuela como institución del Estado, o los
espacios obvios donde se ejerce, ello no implicaría la desaparición de la enseñanza.
2. Tiene formas de alusión a ese pensamiento del afuera, por lo que no prescribiría
pasos, ni siquiera los insinuaría, más bien mostraría para incitar; la enseñanza como
un mostrar, como un diagrama puesto a la vista y sin ninguna finalidad diferente a la
incitación. De igual forma, no mostraría caminos ya recorridos, pavimentados que
llevan hacia lo esperado; no sería una enseñanza programática dirigida a unos fines
delimitados sino más bien una enseñanza diagramática, como incitación a lo
impensado.
3. No es el hecho trivial y registrable, observable y cuantificable, no es el resultado de
un programa preestablecido en orden a logros establecidos de antemano sino una
aventura interrogadora sin absolutos ni respuestas terminales. La enseñanza a la que
apuntamos (aquella impensada hasta ahora), más que una práctica particular en un
topos (espacio-tiempo).
4. Es un ejercicio azaroso, una actitud vital, a la vez que una categoría cuyo sentido no
es otro que la evocación del pensamiento, estableciendo para ello, ya no simples
relaciones instrumentales con la cultura, con los conocimientos, el lenguaje, la ética,
etc., sino más bien resonancias, disonancias, y aun consonancias con aquellos
elementos que la atraviesan.
5. Es un acontecimiento complejo de saber y de poder, es buscar una cultura de la
enseñanza y no sólo enseñar la cultura, como hasta ahora se ha hecho.
6. No se aleja del poder, trata de constituirse como punto de resistencia, contra el poder
normalizador que constriñe el pensamiento, colocarla en otro diagrama ya no como
instrumento de poder y bajo el principio de economía del pensamiento, sino como
instrumento contra el poder y hacia un despliegue del pensamiento.
Luego de dejar estas abiertas apuestas intelectuales, Martínez no concluye con puntos de
llegada, sino que expone interrogantes que permitirían seguir la discusión, estos son: ¿por
qué la actualidad no puede abrirla como vía al pensamiento? ¿No podría ser la divisa de
nuestros tiempos, la de potenciar la enseñanza como liberadora del pensamiento?