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UN NUEVO MUNDO

EN EL «NUEVO MUNDO», 1763-1810.


EL CONTEXTO INTERNACIONAL
PREINDEPENDENTISTA IBEROAMERICANO

Advertia', hace rnàs de dos décadas, uno de los grandes historia-


dores de las independencias, Tulio Halperfn Donghi, sobre la impor-
tancia en la explicacién de las causalidades de las independencias ibe-
roamericanas de la reordenacién de los imperios en la segunda mitad
del siglo XVIII. Otros historiadores, desde diferentes perspectivas y
metodologias, también se han acercado a esta problernàtica, si bien
desde interpretaciones diversas. Cabe destacar también el magnifico
estudio de J ohn Elliott2•
Lo cierto es que la fecha de 1763 cada vez nos parece màs rele-
vante para datar, al menos aproximadamente, los inicios de un pro-
ceso de larga duracién que culmino con las independencias en His-
panoamérica, y por consiguiente con el desmoronamiento de los im-
perios de las monarquias espafiola y portuguesa.
1763 es el fin de la guerra de los Siete Afios entre la monarquia
francesa y Gran Bretafia, Guerra a la que se sumé la otra monarquia
borbénica, la espafiola, en la consumacién, una vez màs, de una alianza
franco-espafiola para derrotar la hegemonia britànica, Una alianza,
conviene significarlo, de familias reales borbénicas. Y de monarquias
absolutistas. Una alianza que se habia mantenido desde que la crona
espafiola pasé a manos de los Borbones en 1701.
Sin embargo no fue una confrontacién màs. Esta contienda con-
tra Gran Bretafia tuvo elementos nuevos. Muchos combates se reali-
zaron en un contexto casi mundial. El Atlantico, el americano, y el
Pacifico fueron escenarios de ellos. Los saldos son conocidos. Los in-
gleses asaltaron y ocuparon no solo territorios franceses del norte de

I T. HALPERfN DONGHI, Reforma y disoluci6n de los imperios ibéricos, 1750-1850,


Madrid, Alianza América, 1985.
l J. ELLIOIT, Imperios del mundo atlantico, Madrid,Taurus, 2006.
EL CONTEXTOINTERNACIONALPREINDEPENDENTISfAIBEROAMERlCANO 607

Canada y partes del sudeste asiatico francés sino también enclaves


neuràlgicos del sistema comercial de la monarquia espaiiola como fue-
ron La Habana y Manila en 1762.
La firma del tratado de Paris que concluyé con est a contienda,
tuvo un claro ganador: Gran Bretaiia. Partes del Canada francés, de
la India y los territorios al este del Missisipi, excepto Nueva Orleans,
y la Florida pasaron al imperio britànico.
Se evidenci6 un daro perdedor: la monarquia francesa. Ésta va a
ceder ademàs a la monarquia espaiiola la Luisiana. Y se produjeron
lesivas consecuencias para la monarquia espaiiola que dejaba ya en-
trever su dependencia con respecto a sus aliados franceses y su debi-
lidad frente a los ingleses.
Una de estas consecuencias del sismo de 17633 fue que la politica
colonial britànica se va a reordenar. De un inmenso imperio corner-
cial, en donde primaba la flota y los puertos y el capital circulante,
se va a pasar progresivamente a planteamientos coloniales que eran
màs sensibles a las nuevas posesiones territoriales del imperio. La In-
dia se encaramaba a ser como la «joya de la corona britànica». Y
buena parte de su politica exterior empez6 a girar en torno a la de-
fensa de ella. Y a su explotacién. Tanto por tierra como por mar. En
realidad fue el comienzo de la revoluciòn industrial britànica,
Una de las repercusiones de este giro en la politica imperial bri-
tànica, fue la maximizaci6n de recursos en otras partes coloniales, en
especial el recorte de gastos de mantenimiento de la estructura colo-
nial. EI reajuste en politica imperial fue notorio", Las nuevas medidas
de los distintos gobiernos britànicos, especialmente torys, se dejaron
notar mediante una serie de Actas o edictos en las trece colonias bri-
tànicas en Norteamérica. Estas Actas eran una continuacién de las fa-
mosas actas o leyes de Navegacién impuestas por los britànicos en

J P. LISS, Los imperios trasatldticos. Las redes de comercio y las reuoluciones de


independencia, México, ondo de Cultura Econ6mica, 1988.
4 J.M. DELGADO, Dindmicas imperiales (1650-1796). Espaiia, América y Europa

en el cambio institucional del sistema colonial espaiiol, Barcelona, Bellaterra, 2007. N.


GONZALEZ ADANEZ, Crisis de los imperioso Monarquia y representaci6n politica en
Inglaterra y Espaiia, 1763-1812, Madrid, CEPC, 2005. J. ADELMAN, Sovereignty and
Revolution in the lberian Atlantic, Princeton, Princeton University Press, 2006. J.M.
PORTILLO, Crisis atlantica. Autonomia e independencia en la crisis de la monarquia
hispana, Madrid, Marciai Pons/Fundaci6n Carolina, 2006. P. Rurz TORRES, Rejor-
mismo e Ilustraci6n, Madrid, Marciai Pons/Crftica, 2008. J,E. RODlUGUEZ O., New
Spain and the 1808 Crisis oJ the Spanish Monarchy, «Mexican Studies/Estudios Me-
xicanos», 24-2, 2008, pp. 245-287. J,M. FRADERA, Colonias para después de un im-
perio, Barcelona, Bellaterra, 2005.
608 MANUEL CHUST

sus colonias que prohibìan las relaciones comerciales de los colonos


.norteamericanos con otras potencias. Entre otras cuestiones. Nada
nuevo en el universo del colonialismo moderno. Sin embargo las su-
cesivas leyes del Timbre o del Aziicar empezaron a gravar al con-
sumo cotidiano mediante impuestos indirectos que alcanzaron a un
conjunto muy numeroso de la diversa poblacién colonial norteame-
ricana y de la diversidad de estatus social, economico y politico de
los colonos. La corona britànica esgrimié que la defensa del territo-
rio colonial, frente a invasiones extranjeras o frente a las guerras in-
dias, era responsabilidad economica de éstos y no de la corona. De
esta forma, ernpezò a presionar fiscalmente el consumo. Incluso el
màs basico y tradicional como el té.
Es importante seiialar para nuestro tema que en esta coyuntura
los colonos, desde los grandes plantadores esclavistas de Virginia hasta
los pequeiios propietarios o comerciantes de Nueva Inglaterra, empe-
zaron a deslizar un silogismo que sera especialmente significativo para
las revoluciones hispanas de principios del siglo XIX. No se negaban
a pagar impuestos, aunque los consideraban injustos, pero reclama-
ban una representacién politica en la medida que tarnbién eran con-
tribuidores fiscales.
Sabemos que del enfrentamiento politico y de ideas, se pasé desde
1775 al armado", Sabemos también que la guerra de las trece colonias
se intemacionalizé, especialmente desde 1778, cuando la monarquia
francesa mando su armada en rescate de las milicias patriotas nortea-
mericanas que tenian diffcil vencer por si solas a los pertrechados «ca-
sacas rojas» del ejército britànico. La victoria en Yorktown en 1781
fue casi decisiva para ello. Y, sin duda, Norteamérica, su indepen-
dencia, su revolucién, fue todo un precedente anticolonial de refe-
rencia para los criollos iberoamericanos. Pero en absoluto un modelo
a seguir. En especial porque los sistemas de colonizacién britànico e
hispano distaban mucho entre si y porque las rafces ideolégicas es-
grimidas por unos y otros tarnbién fueron distintas. Y porque el sus-
trato de causalidades y motivaciones fue bien diverso en el inmenso
territorio colonial espafiol, Lo cual no quiere decir que las revolucio-
nes hispanoamericanas no tomaran buena cuenta del precedente.
En esta guerra anticolonial de los norteamericanos, las monarqufas
francesas y espaiiola, se implicaron bastante. La francesa interviniendo
militarmente, la espaiiola apoyando a los rebeldes con dinero y res-

s G.S. WORD, La revoluci6n norteamericana, Barcelona, Mondadori, 2003.


EL CONTEXTO INTERNACIONAL PREINDEPENDENTISTA IBEROAMERICANO 609

paldo diplomatico. Era la ocasi6n para los Borbones, los franceses y


los espafioles, de devolverles la afrenta a los britànicos tras el desca-
labro sufrido en la guerra de los Siete Afios. Y que mejor lugar que
ayudar a la independencia de las trece colonias britànicas en Nortea-
mérica. Es decir, apoyar un estado independiente justamente entre el
reciente perdido Canada y las Floridas ahora britànicas. Con ello par-
tian el imperio que estaba construyendo los britànicos en la costa
atlantica norteamericana. Para la monarqufa espafiola significaba mu-
cho màs. Dado que con ello podia desviar el foco de la tensi6n y la
presi6n de puntos neuràlgicos y econ6micamente muy importantes
como era todo el espacio caribefio", Un auténtico emporio comercial,
legal y de contrabando, y plantador.
Pero la factura fue alta. En especial para la crona francesa. En
1786, solo tres afios después de la pz de Parfs que convertia a los Es-
tados Unidos de Norteamérica en un nuevo Estado-nacién, estallaba
una gran crisis hacendistica en el seno de la monarqufa francesa. Los
esfuerzos bélicos pasaron factura a la Hacienda del Rey. El gasto del
traslado de la armada Real a las costas norteamericanas incidi6 y agravo
màs aùn el problema hacendistico. La independencia norteamericana
le cost6, pràcticamente, la revoluci6n a Luis XVI. Y después su cabeza.
Crisis estructural de la monarquia francesa a la que se uni6 otras
coyunturales tfpicas del antiguo régimen: malas cosechas, hambrunas,
epidemias, alta mortalidad, etc. Los proleg6menos del acontecimiento
que sacudirà a occidente y oriente. El 14 de julio de 1789, es sabido,
comenzaba la Revoluci6n francesa.
Gritos de libertad e igualdad retumbaron en toda Europa. Tam-
bién en América. Todo un simbolo del antiguo régimen se derrum-
baba: la corona francesa. Revoluci6n que pas6 por varias fases, la li-
beral, la jacobina, la contrarrevolucionaria. Nada volvi6 a ser igual
después de 1789. Sin embargo, la aceleraci6n del cambio revolucio-
nario fue tan rapido como el contrarrevolucionario. En 1795, la re-
voluci6n estaba consumada y controlada. No obstante, sus ecos se oi-
ràn por mucho tiempo y en muchos lugares. También en América. Y
el primero, en Haitf en 1801.

6 F. KNIGm, The Caribbean. The Genesis oJ a Fragmented Nationalism, Nueva

Cork, Oxford U niversity Press, 1990.


7 J. VON GRAFESTEIN et alii, Haiti, México, Instiruto Mora, 1988.
610 MANUEL CHUST

Una Europa-América convulsionada


En noviembre de 1799 Napoleén dio un golpe de estado contra
el Directorio. Con ello comenzé la etapa del Consulado. A partir de
esta fecha las relaciones internacionales, la reordenacién territori al y
los triunfos militares franceses van a cambiar los paràrnetros mundia-
les en poco màs de cinco aiios. Y pondrà en jaque al imperio brità-
nico. También al espaiiol y alluso. Todo ello sera clave para enten-
der el seismo que a partir del 2 de mayo de 1808 va a acontecer en
el mundo hispano. También su magnitud, su trascendencia y sus pro-
puestas no solo insurgentes sino también autonomistas. Al menos hasta
1810.
En 1800 Carlos IV reafirmé la alianza franco-espaiiola al suscri-
bir el segundo tratado de San Ildefonso. En realidad era la revàlida
del primer tratado firmado en 1796. El objetivo no era otro que re-
novar la alianza secular entre las casas borbénicas francesa y espaiiola
desde 1701. El antagonista segufa siendo el mismo: Gran Bretaiia.
La consecuencia de los acuerdos de San Ildefonso se materializa-
ron un aiio después. La monarqufa espafiola" entro en guerra con la
portuguesa, aliada de Gran Bretaiia, en la «Guerra de las Naranjas»,
ante la negativa lusa de cerrar sus puertos al comercio britànico. Ma-
nuel Godoy, tras la breve contienda fue nombrado Generalfsimo de
los ejércitos de Mar y Tierra. La tàctica de enlaces familiares para evi-
tar la contienda no fructificò, Ya que en este caso fue estéril el enlace
de Carlota Joaquina, hija de Carlos IV, con el Rey de Portugal Joao VI.
En 1802 se firmo la paz de Amiens entre estos tres contendien-
teso La paz tan solo duro dos aiios para la Monarqufa espafiola pues
N apoleén habia roto hostilidades un ano antes contra los ingleses y
exigié un alineamiento a su «fiel» aliado espaiiol. A Carlos IV y al
Principe de la Paz (Godoy) no les quedé màs re medio que ceder a
la presién de Bonaparte y declarar la guerra a Gran Bretaiia en 1804.
Nuevamente la coyuntura bélica presidio la politica internacional.
Pero las cosas habian cambiado en estos primeros cinco aiios del
Ochocientos. Y mucho. Las tropas napoleénicas habfan derrotado a
los austriacos en Marengo en 1800 e invadieron la penìnsula itàlica.
Lo cual se tradujo en una reorganizacién de casi todo este territorio
creando, aboliendo y reformando estados. Esta tàctica bonapartista la
practicé y la va a practicar en todos los estados conquistados o in-

8 B. HAMNETI, La politica espaiiola de una época revolucionaria, 1790-1820, Mé-


xico, Fondo de Cultura Economica, 1985.
EL CONTEXTO INTERNACIONAL PREINDEPENDENTISTA IBEROAMERICANO 611

corporados como aliados a su imperio. Bien por la via de las armas


bien por la via de las negociaciones.
Tàctica en Europa que tendrà inmediatas repercusiones en Amé-
rica. En un alarde de realismo, y muy a su pesar, Napole6n movi6
también ficha en el complicado tablero internacional de la estrategia
contra Gran Bretaiia. Dado que en 1803 prefiere vender miles de ki-
l6metros cuadrados en América del Norte, la Luisiana, a los nuevos
Estados Unidos, antes que perderla ante una invasi6n britànica. Fue
un acto de pragmatismo, ya que Bonaparte era consciente que no iba
a poder hacer frente militarmente a una ofensiva britànica en esta re-
gi6n. De esta forma, prefiri6 reforzar e incrementar territorialmente
a la hasta hace muy poco colonia britànica, que poner en duda la po-
sesi6n de este territorio.
Lo cual, està lejos de interpretarse como una evidencia que de-
muestra que Napole6n no tiene intereses en América. Todo lo con-
trario. Como demostraron sus intentos de invadir Haiti y la Marti-
nica. Sin embargo, no es la América anglosajona la que le interesa es-
pecialmente. Es la iberoamericana.
En 1805 tanto Francia, como Gran Bretafia, como la Monarquia
espafiola van a experimentar un gran cambio que va a afectar a sus
relaciones internacionales, con consecuencias trascendentales, casi mun-
diales. 1805 cierra y abre una nueva etapa. El 20 de octubre se pro-
duce la batalla naval de Trafalgar. Una derrota contundente y dolo-
rosa para el orgullo de la Armada Real espafiola, unida desde hace ya
cinco afios a la armada de la Francia napole6nica. Alianza estrecha
hasta el punto que ambas armadas estàn bajo el mando del almirante
francés Pierre Villenueve.
Un vinculo armado, tàctico y aliado, estrecho entre la Familia Real
espafiola, su primer ministro Manuel Godoy y Napole6n Bonaparte.
Y esta alianza, también responde a intereses americanistas. Los Bor-
bones espafioles pensaron que mientras fueran aliados de Napole6n,
el gran triunfador, los territorios de la monarquia -la peninsula y la
América espafiola- estaban resguardados de las pretensiones francesas,
que consideraban sus aliados. Pero también de la màs peligrosa, la
que identifican con Gran Bretafia. Ésta ha dado sobradas muestras de
sus apetencias de invadir territorios coloniales espafioles con la ocu-
paci6n de La Habana y Manila en 1762, como hemos dicho. Sin em-
bargo, la derrota de Trafalgar va a suponer un golpe tremendo para
las arcas de la monarquia espafiola procedentes de las rentas indianas.
Después de Trafalgar, Napole6n puso en marcha otra estrategia
bélica: el bloqueo continental. En julio de 1807 Rusia firma la Paz de
612 MANUELCHUsr

Tilsit y se une al bloqueo maritimo contra Gran Bretafia. Tras esta


nueva alianza franco-rusa, Napole6n no tiene enemigos en el conti-
nente. A excepci6n de Portugal. Aliado fiel de Gran Bretafia cuyos
puertos de Lisboa y Oporto son fundamentales para abastecer a la
flota britànica. Y lo que aiin es màs importante, metr6poli de una
gran colonia americana: Brasil. Aspecto determinante en los planes de
invasi6n napole6nicos del territorio luso en su lucha contra Gran Bre-
tana, dado que la otra gran base naval de los britànicos se encuentra
en Rio de J aneiro.

Las guerras napoleonicas y América

La primera factura de Trafalgar para la monarquìa espafiola fue la


ocupaci6n britànica de Buenos Aires. En 1806 ocupan el puerto y
amenazan Montevideo. Y el Rio de la Plata no es cualquier objetivo.
Los britànicos saben muy bien que es la arteria de la ruta de la plata
del Potosi y Huancavélica hacia la peninsula. Sin armada, sin cauda-
les, el flujo econ6mico indiano se resiente en la Hacienda Real espa-
fiola, EI temor a perder el Imperio a manos de los ingleses es patente
en la Corte. Invadida y ocupada Buenos Aires, Carlos IV y Manuel
Godoy sellan su, cada vez màs necesaria y dependiente, alianza con
Napole6n para derrotar a Gran Bretafia, Sin armada s610 queda unirse
al bloqueo continental francés antibritànico, EI miedo a que Gran Bre-
tana ocupe tras Buenos Aires otras capitales importantes de la Amé-
rica espafiola es superior a los riesgos de sellar alianzas con Bona-
parte. Pero a la altura de estos afios, (cabe ya otra alternativa a la Co-
rona espaiiola?
EI 27 de octubre de 1807 se firma el tratado secreto de Fontai-
nebleau? entre la Corona espafiola y Napole6n. EI objetivo no es otro
que Portugal y también el apresamiento de la familia real lusa. Del
mismo modo, la monarqufa portuguesa también incluye Brasil y de-
màs posesiones coloniales. Obviamente Napole6n no està pensando
s610 en el territorio peninsular. EI tratado de Fontainebleau acuerda
la tripartici6n de Portugal: el norte para el principe de Etruria, el sur
para el generalfsimo Manuel Godoy y el centro se reserva su titula-
ridad a la conclusi6n de la guerra. Los objetivos esgrimidos eran cor-
tar los abastecimientos a la armada britànica. EI motivo verdadero

9 M. CHUsr, 1808. La eclosi6njuntera en el mundo hispano, México, Fondo de


Cultura Economica, 2007.
EL CONTEXTO INTERNACIONAL PREINDEPENDENfISfA IBEROAMERICANO 613

para la monarqufa espafiola, cobrar la factura de Trafalgar con res-


pecto al Atlantico, es decir, con respecto a las posesiones de la fami-
lia real espafiola en América. El objetivo de Napoleén es otro. Que-
darse con el centro de Portugal, es decir Lisboa, la capital del reino
que también es la Corte del imperio, morada de la familia real por-
tuguesa. Bonaparte està planeando una sustitucién de dinastia para
quedarse con la inmensa colonia de Brasil. Su plan politico, el que ha
desarrollado desde 1800: sustituir, crear, abolir, regentar, proteger, nom-
brar estados fieles, vasallos, «tapones», dependientes, etc. de su impe-
rio. De esta forma, el gran botfn para el emperador francés es doble:
anular las bases atlànticas britànicas y quedarse con Brasil. Solo que
llega tarde. Cuando el ejército francés entra en Lisboa, el generaI Jean
Junot no tiene a quien detener. La familia real ha huido. Su destino:
Rio de J aneiro. La Corte se traslada a la colonia. Malas noticias para
N apoleén, La leccién sera aprendida.
El tratado de Fontainebleau tiene otros artfculos importantes. Un
cuerpo de ejército de 28.000 hombres es autorizado por la Corona
espafiola para cruzar los Pirineos rumbo a Portugal. Rapidamente, en
menos de cuatro meses, cruzan la frontera espafiola con màs de 120.000
soldados. La alarma, en el mes de febrero, comienza a cundir entre
las altas esferas de poder. Carlos IV y Manuel Godoy ya piensan en
una traicién de Bonaparte. Fernando, futuro VII, también piensa en
otra traicién, La suya a su padre. Pero necesita el reconocimiento in-
ternacional. Y en estos momentos éste equivale a un nombre propio:
Napoleén Bonaparte.
Pero Fontainebleau alberga otra clàusula importantfsima para ex-
plicar el desenlace de 1808. Carlos IV es reconocido, léase autorizado
por Napoleén, como Emperador de las Américas. Clàusula que solo
se harà efectiva cuando la contienda termine o en el plazo de tres
afios. Reconocido por quien ve en ese titulo la via màs directa para
obtener, sin un solo tiro, no solo el imperio hispanoamericano sino
también el iberoamericano: la América espafiola y la América portu-
guesa. La estrategia sigue siendo la misma: la sustitucién de dinastfas.
A partir de aquf, los acontecirnientos se sucedieron con inusitada
rapidez. Joaquin Murat entraba en Madrid ante la indiferencia, que
no oposicién segiin los cronistas, de los madrilefios. Inquieto, Godoy
se temié lo peor. Convencié a Carlos IV para que huyera a Nueva
Espafia. El ejemplo portugués era patente. La ruta estaba trazada.
Aranjuez, Sevilla, Càdiz, el puerto de Veracruz en Nueva Espafia, En
Aranjuez se arrepintié Carlos IV de su huida. Alli le sorprendié, y a
Godoy también, el motin popular que encubrfa otra conspiracién de
614 MANUEL CHUST

su hijo. Fernando se proclam6 rey. Y de alli a Bayona. Napole6n no


dej6 escapar la oportunidad. Dividida la familia real entre conspira-
ciones y autogolpes de estado, su detenci6n y sustituci6n era màs ta-
cil. América esperaba como gran botin patrimonial que comportaba
el titulo que tras el tratado de Fontainebleau habia autorizado a Car-
los IV: emperador de las Américas. S6lo tenia que aplicar la tàctica
que habia puesto en marcha en Europa. Sustituir a la familia borbé-
nica por una bonapartista. Asi se dio cita la familia real en abril de
1808 en Bayona y se sucedieron las abdicaciones. Fernando VII re-
gresaba la corona a su padre. El 5 de mayo Carlos IV abdicaba en
Napole6n y éste en su hermano José. El 8 lo comunicaba al gobierno
interi no del Consejo de Castilla. El 20 lo publicaba la Gazeta de Ma-
drid. El cambio de dinastia era imparable. En América también, claro.
Conocida la secuencia, se produjeron los «Dos de mayo» en la
peninsula, Y a partir de ahi, todo cambi6. Los aliadisimos franceses
eran los traidores invasores; Napole6n, el «ateo corso» y la «encar-
naci6n del demonio»; el conjurado Fernando de El Escorial, el «de-
seado» y perversamente traicionado; los pérfidos y odiados enemigos
ingleses se convertian en los «necesitados» aliados. Y Manuel Godoy
el culpable de todo ello, en especial de las desgracias de la «nacién
catòlica» espafiola, Culpable para la iglesia, para la nobleza, para Fer-
nando VII y para los cronistas, mediante el pulpito o la pluma, que
se encargaron de difundir este calificativo convenientemente. Casi hasta
la actualidad.
Las noticias circularon rapidamente. Oficiales, alcaldes, lideres po-
pulares, se sublevaron y declararon la guerra a Bonaparte. Ésta se ini-
ciò espontàneamente, con caracteristicas populares y revolucionarias.
En ausencia del Rey, el pueblo tom6 las armas. La acci6n precedi6 a
su justificacién ideologica y politica.

La estrategia «arnericanista» napole6nica

N apole6n y sus consejeros, fueron màs alla. Sabedores de los de-


seos y reclamaciones de los criollos desde las reformas carolinas, las
van a incluir en su disefio de Estado bonapartista para Espafia, Con
el deseo de legitimar, de convencer y de aglutinar en sus propésitos
a intelectuales ilustrados y a criollos descontentos con los rigores ab-
solutistas nombraron a seis representantes americanos en las Cortes
de Bayona. Fueron los neogranadinos Ignacio Sànchez de Tejada, Fran-
cisco Antonio Zea, el novohispano José Joaquin del Moral, el cara-
EL CONTEXTO INTERNACIONAL PREINDEPENDENTISTA IBEROAMERlCANO 615

queiio J osé Odoardo y Granpré y los bonaerenses J osé Ramén Mila


de la Roca y Nicolas de Herrera. Diputados que ya en Bayona van
a reclamar cuestiones similares a las que los diputados americanos
plantearan y conseguiràn en las Cortes de Càdiz. Como, por ejern-
plo, la igualdad de derechos politicos y civiles entre espaiioles y ame-
ricanos o la paridad en los cargos piiblicos.
La constitucién de Bayona incluyé todo un despliegue de articu-
los que recogfa muchas de las propuestas del autonomismo americano
como la igualdad de derechos entre las provincias americanas y espa-
iiolas - art. 87 -, la libertad de cultivo e industria - art. 88 - la li-
bertad de comercio entre las provincias americanas y con Espaiia -
89 - Y el establecimiento de 22 representantes americanos nombrados
por los ayuntamientos - arts. 92 y 93 -.
Toda esta estrategia americanista napoleénica va a provocar que la
Junta Central convoque a 10 representantes americanos a participar
en su formacién, uno por cada uno de los cuatro virreinatos y seis
capitanias generales. Junteros americanos que no les darà tiempo a in-
tegrarse ya que cuando lleguen, la Junta se habrà disuelto. Sera la Re-
gencia que la sustiruirà quien recoja esta tendencia americanista e in-
tegre a un novohispano como Miguel Lardizàbal y Uribe. Pero lo
trascendente sera que la Regencia va a convocar Cortes mediante el
decreto de 14 de febrero de 1810 en «todos los territorios de la mo-
narquia espafiola». Es decir, la convocatoria de diputados americanos
que formaràn las Cortes de Càdiz.
Con ello se reinterpreté su pertenencia a la nacién espaiiola y, por
lo tanto, se les equiparo en los mismos derechos que a éstos. Ello fue
esencial porque con esta reinterpretacién pasaban de ser vasallos del
rey a formar parte como miembros en calidad de derechos y liberta-
des del futuro Estado-nacién en ciernes. Esta cesura interpretativa,
que sin duda esconde opciones politicas del autonomismo americano,
conllevarà toda una reformulaciòn teorica, ideologica y politica de los
planteamientos autonomistas americanos sin que ello suponga, al me-
nos hasta 1810, buscar vias diferentes fuera de la rnonarquia espaiiola.
Cuando llegaron a América las noticias que anunciaban la pro-
clamaciòn como Rey de Fernando VII entre julio y septiembre de
1808 fueron recibidas con muestras de jiìbilo por autoridades y cor-
poraciones que trasladaron de inmediato las noticias a la poblacién,
celebrando Te Deums, engalanando ciudades con diversos motivos de
arte efimero y dias de iluminaciòn generaI. América, al menos la crio-
lla, era una fiesta tras la caida de Manuel Godoy y la entronizacién
de Fernando VII.
616 MANUEL CHUST

Sin embargo, en pocos dias o semanas todo va a cambiar, cuando


lleguen las contradictorias noticias que debieron dejar heladas a las
autoridades coloniales espafiolas, desconcertadas a las clases criollas,
confusas a las mestizas y estoicas a las comunidades indigenas: Fer-
nando VII no solo no era rey sino que habia abdicado en su padre,
al tiempo que éste explicaba en una carta su abdicacién en favor de
Napoleén, Junto a estas noticias también llegaron las que relataban
los acontecimientos del Dos de Mayo, la represién de los dias poste-
riores, la retencién de la familia real en Francia, el nombramiento de
regente de las Espafias y de la Indias en la persona de Joaquin Mu-
rat, duque de Berg, la instalacién de las Cortes de Bayona y la ela-
boracion de una carta otorgada.
Es importante sefialar no solo los diversos tiempos de la llegada
de unas y otras noticias a los distintos territorios americanos sino
también la identidad y significacién de sus portadores, qué uso hi-
cieron de las mismas y, sobre todo, como las instrumentalizaron en
su favor, tanto los criollos como las autoridades coloniales. La co-
rona espafiola se hallaba no solo dividida sino enfrentada entre pa-
dre e hijo. El sistema de jerarquia privilegiada de la Monarquia ab-
soluta se desmoroné. No habia rey, no habia legalidad, ni siquiera
formaI. Y si no habia legitimidad en los nuevos gobernantes tam-
poco éstos eran reconocidos en su soberania y legitimidad. Y todo
ello a màs de 10.000 kilòrnetros de distancia. Napoleén mando erni-
sarios. También lo hicieron el Consejo de Castilla, las juntas de Se-
villa, la de Asturias o Granada. En esta pugna por atribuirse la so-
berania en América, y por tanto sus rentas, también llegaron erni-
sarios de la hija de Carlos IV, Carlota Joaquina, casada con el rey
de Portugal, Joao VI. Ésta se encontraba en esos momentos en Bra-
sii con gran parte de su corte tras huir de Lisboa después de la in-
vasién de las tropas franco-espafiolas a Portugal en noviembre de
1807. También llegaron las noticias difundidas por los ahora «alia-
dos»: los marinos ingleses.
Todos estos factores contribuyeron a crear un céctel explosivo en
América. Al cual se unié la rumorologia que exageré, distorsioné o
tergiverso las noticias de los acontecimientos peninsulares. Ante la au-
sencia del monarca, quien reino fue la incertidumbre. Y todo ello con-
tribuyé a que las autoridades espafiolas vacilantes en difundir estas
noticias en un primer momento tuvieran que, finalmente, transrnitir-
las a la poblacién. Algunos, como el virrey Abascal del Peni o el go-
bernador de Concepcién en Chile, Francisco Antonio Garda Ca-
rrasco, tardaron hasta tres semanas. Lo cual acrecenté la desconfianza,
EL CONTEXTO INTERNACIONAL PREINDEPENDENTISTA IBEROAMERICANO 617

especialmente de sectores del criollismo, dado el ocultismo y el sos-


pechoso silencio.
No obstante, en estos primeros momento s, y a pesar de la incer-
tidumbre, se confirmaron las adhesiones de fidelidad de todas las ins-
tituciones, Si algo destac6 en la crisis de1808 en América no fue la
debilidad del Imperio, sino su fortaleza ideol6gica y politica y, en ge-
neral, el respeto a las instituciones espaiiolas. Pero también, la con-
ciencia por parte del criollismo de que podia ser la coyuntura opor-
tuna para establecer los cambios reformistas demandados desde el ul-
timo tercio del siglo XVIII, como libertad de comercio, de cultivo,
de industria o paridad en los cargos politicos y administrativos entre
espafioles y americanos y otros.

Vueltas y revueltas: de Bailén a Ocaiia


EI 19 de julio de 1808, las fuerzas armadas espafiolas derrotaron
al ejército napole6nico en Bailén, en los campos de Jaén. Este hecho,
sin dejar de prestar atenci6n a otros factores end6genos, sera de vital
importancia para salir del impàs en el que se encontraban las distin-
tas opciones de gobierno en América: la colonial, la afrancesada, la
carlotista, las junteras, las reformistas criolla. Bailén fue una caja de
resonancia considerable, tanto en la peninsula, como en Europa y
América. Por vez primera, desde hacia afios, el ejército napole6nico
era derrotado en suelo europeo. Y la noticia de la derrota francesa se
difundi6 velozmente por ambos continentes.
Y junto a las noticias de Bailén llegaron las de la creaci6n e ins-
talaci6n de la Junta CentraI Soberana y Gubernativa del Reino. De
esta forma la Junta CentraI pas6 a ser considerada, por autoridades
coloniales y por la mayor parte del criollismo, como un centro de
poder transitorio a la espera de la liberaci6n del monarca por Napo-
le6n. Y en segundo lugar, la institucién capaz de ganar la guerra con-
tra éste en la peninsula. Lo cual era interpretado desde América como
la victoria frente a las pretensiones de obtener los territorios ameri-
canos por el «ateo corso» francés. Ésta era la percepci6n de la clase
dirigente americana a fines de 1808 y principios de 1809.
Es en este contexto cuando lleg6 el decreto de la Junta CentraI
entre los meses de mayo y junio de 1809 por el que se convocaba a
representantes americanos y peninsulares a participar en su formaci6n.
En 1809 la mayor parte de los centros de poder americanos habia re-
conocido ya la soberania y legitimidad de la Junta CentraI y pro ce-
618 MANUEL CHUST

dio a la realizacién de las elecciones de su representante. En total 10


delegados que estaban, cierto es, en minoria frente a los 36 -dos por
cada una de las dieciocho juntas peninsulares-.
Sin embargo, la importancia del decreto no residio en cuestiones
cuantitativas, sino cualitativas. Este decreto va a provocar que los crio-
llos americanos y especialmente los cabildos, asumieran el reconoci-
miento de la legitimidad de la Junta Central en cuanto a la represen-
tacién en el organismo de poder capaz de gobernar «todos los terri-
torios» de la monarqufa espafiola en ausencia del rey. Ello condujo a
la creacién de un espacio polftico representativo en América que an-
tes no existfa y, por ende, a la politizacién de una esfera que se vol-
via piiblica al dotar de derechos de representacién a los criollos. Por
vez primera desde un centro de poder peninsular, América era con-
siderada en calidad de igualdad de derechos dentro de la monarqufa
espafiola. El resultado para la mayor parte del criollismo americano
fue que, producto de la crisis de 1808, ahora también tenian no solo
derechos, sino representacién en la instirucién de poder que asumia
la soberania en ausencia del rey. Y la mayor parte del criollismo ame-
ricano en 1808 y 1809 participé de estas premisas polfticas.
Es asf como las juntas y cabildos instruyeron de reflexiones, pe-
ticiones y antiguas reclamaciones a sus comisionados'? reuniéndolas
en compendios bajo el nombre de Representaciones e Instrucciones,
las cuales enviaron a la peninsula junto a sus representantes. Ramén
Power por Puerto Rico y Cuba, Antonio Narvàez por Nueva Gra-
nada, Manuel José Pavén y Mufioz por el Reino de Guatemala, José
Silva y Olave por el Pero, Joaqufn Fernàndez de Leiva por Santiago
de Chile, entre otros, se dispusieron a ir a la penìnsula para integrarse
en la Junta Central como representantes de sus territorios. Su su erte
sera muy diversa. No obstante, los que lleguen a la penìnsula, se en-
contraràn con una desagradable sorpresa, ya que a la altura de enero
de 1810 la Junta Central ya estaba disuelta.
Todo va a cambiar en 1810. Entre los meses de febrero a mayo
llegé a América una serie de noticias que desconcertaron otra vez a
las autoridades y al criollismo. Y que sin duda incidieron en la torna
de decisiones de una parte importante de estos ùltimos en 1810. Pri-
mero llegaron las noticias de la derrota de Ocafia en Ciudad Real en
noviembre de 1809, de la posterior ocupacién por parte de los ejér-

10. Cf. M. CHUST, La cuestion nacional americana en las Cortes de Cddiz, Va-
lencia, Fundacién Instituto de Historia Social UNED - Instituto de Investigaciones
Histéricas UNAM, 1999.
EL CONTEXTO INTERNACIONAL PREINDEPENDENTISTA IBEROAMERlCANO 619

citos franceses de Andalucia, de la disoluci6n de la Junta Central y


la creaci6n de una Regencia de cinco miembros en enero de 1810 y,
finalmente, de la instalaci6n en la Corte de Madrid de José L Por ul-
timo 11egaban las noticias màs sorprendentes, la guerra no solo no es-
taba ganada, sino casi perdida, pues solo resistian algunas ciudades si-
tiadas como Càdiz, Valencia, Zaragoza y Gerona.
Las noticias de la derrota de Ocaiia deben ser puestas en relaci6n
con la creaci6n de juntas como las de Buenos Aires, Santiago de Chile,
Caracas, Cochabamba, o la segunda revuelta de Quito". En especial
porque lo que se transmitié es que la guerra en la penfnsula estaba
perdida por parte del bando espafiol. Fue significativo que estas jun-
tas ya no reconocieran a la Regencia. Aqui apreciamos el prirner gran
cambio con respecto a la situaci6n anterior. Si en estos casi dos aiios
el fidelismo era hegem6nico, la situaci6n en 1810 era muy distinta.
No obstante esta eclosi6n juntera americana también habrà que po-
nerla en entredicho como el «inevitable» camino hacia la indepen-
dencia. Muchos de los movimientos junteros de 1810 lo fueron por
temor a pertenecer al estado afrancesado dado que éste, en ese aiio,
era hegem6nico en la penìnsula. Y la rumorologfa aqui también jug6
su papel. Se comentaba en los corrillos y en las tertulias la inminente
11egada de Napole6n y sus tropas a América. Y la f6rmula del miedo
empleada convenientemente también tuvo sus frutos. Y, junto a la
«chispa» hay que contar con todas las causas end6genas y ex6genas
que explican las independencias.
La disoluci6n de la Junta Central en enero de 1810 fue letal para
las aspiraciones del criollismo reformista que pretendia que sus dele-
gados trasladaran eficazmente sus reivindicaciones autonomistas. Para
el crio11ismo - y también para muchos peninsulares - que habian aca-
tado la legitimidad y soberanfa de la Junta Central éste fue un golpe
casi determinante. La desconfianza ante cualquier institucién penin-
sular camp6 por América. Y en un doble sentido: para muchos crio-
110s no hubo màs alternativa en esos momentos que dotarse de apa-
ratos de poder que proclamaran un autonomismo en nombre del rey
y con elIo se desligaran de la suerte de las instituciones peninsulares
en manos de los franceses. Como fueron los casos de Buenos Aires,
Caracas, Chile, San Salvador o Le6n. Si bien, el caso de Nueva Es-
paiia reviste otras consideraciones al ser el unico en el que la insur-
gencia de 1810 fue predominantemente popular.

Il M. CHUST (ed.), 1808. La eclosion juntera, cito


620 MANUELCHUST

La Regencia, constituida en enero de 1810, también envi6 ernisa-


rios a América como Antonio Villavicencio a Nueva Granada, José
de Cos Iribarri al Pero o Carlos Monnifar a Quito. Pero no tuvie-
ron éxito. EI decreto que emiti6 la Regencia el 14 de febrero de 1810
convoc6 elecciones a representantes en las provincias americanas. Con
ello intent6 contrarrestar politicamente la estrategia francesa de dotar
de representaci6n y derechos al criollismo en las Cortes y Carta de
Bayona. Ahora se trataba de extender la representaci6n a las capita-
les de provincia. Pero este decreto no fue acatado por Buenos Aires,
Caracas, Santa Fe de Bogotà, Chile, etc. Si bien, si que tuvo éxito en
otras muchas partes, en especial en Nueva Espaiia, Reino de Guate-
mala, Pero, Reino de Quito y determinadas partes de Nueva Gra-
nada. Con ellos se abri6 otro espacio politico en las Cortes de Càdiz.
Sin embargo, la fractura estaba ya realizada. Una parte hegem6-
nica del criollismo a partir de 181012 apost6 por un camino insur-
gente. La otra aùn tenia depositadas esperanzas en la via autonomista
que podian representar las Cortes de Càdiz y la constitucién de 181213•

MANUEL CHUST

12 I. FRASQUET Y A. SLEMIAN(eds.), De las independencias iberoamericanas a los


estados nacionales (1810-1850). 200 aiios de historia, Estudios de Ahila, Madrid Ibe-
roamericana-Vervuert, 2009.
13 M. CHUST (ed.), Doceaiiismos, constituciones, independencias. La Constituaon
de 1812 en América. Madrid, Fundaci6n Mapfre, 2006.

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