Samuel Alberto Colón Mendoza – 2013115029 Gisella Isabel Polo García – 2015115156
Grupo 01 – Ética profesional
La corrupción lleva a la pérdida de confianza y credibilidad de los ciudadanos en los
funcionarios e instituciones públicas, por lo cual es el principal enemigo de los países. La comunidad mundial ha sido sacudida con la revelación de los denominados "Papeles de Panamá", una gigantesca olla podrida que muestra la corrupción de las élites del poder, y pone de presente la imperiosa necesidad de la ética pública en el Estado. ¡Por favor, no roben más al Estado! es un ruego para que se frene el saqueo de los dineros públicos, que ha llevado a inaceptables índices de corrupción, que revelan la insuficiencia de las leyes y el descontrol moral de la sociedad. Por esa razón, repensar la ética pública es una oportunidad única y una necesidad vital e inaplazable. No se debe confundir corrupción con el terrorismo y el narcotráfico, así existan relaciones entre ellos, tampoco se puede decir que es un problema natural e humano, la extensión y persistencia de las prácticas corruptas en el país demuestran que no se trata de un fenómeno ocasional y aislado, ni que es exclusivo de la política, sino que estamos ante tendencias profundamente arraigadas en la cultura que afectan los códigos morales más profundos. La corrupción no solo se presenta en el Estado, la política, también se da en casos menores que se han generalizado. La primera reacción ante este alud de corrupción es poner en entredicho la eficacia de los organismos de control y del sistema judicial. Pero aunque el papel de estas instituciones es muy importante, hay que notar que su actuación tiene ciertos límites y se reduce a los hechos cumplidos: estas entidades no hacen mucho en la prevención y poco o nada a la hora de combatir las raíces sociales del problema. Por cada corrupto que se logre encarcelar debería haber diez ciudadanos convencidos de que hacer lo correcto es el mejor bien que se le puede hacer al país. Por otra parte, el limitado crecimiento económico del país y la concentración de sus beneficios han significado niveles de apenas subsistencia para la mayoría de colombianos. Esta precariedad en las condiciones de vida obliga a concentrar la atención en satisfacer las necesidades más básicas, pero no permite pensar en los niveles superiores, donde se fundamentan la moralidad y la solidaridad. Sin duda, los grandes cambios sociales del último siglo han incidido sobre los patrones de la moralidad, y en algunos contextos o sentidos han ayudado a crear nuevas solidaridades integradoras. Por ejemplo, la concentración demográfica en centros urbanos, la industrialización, el cambio tecnológico, la generalización de la educación y el desarrollo de los medios de comunicación (hasta llegar a internet). A esto se suman la expansión demográfica y el rejuvenecimiento de la población. Todo esto constituye el fundamento de una nueva esfera de opinión pública crecientemente crítica, cuya presencia e impacto se muestra en la cada vez mayor censura popular no solo a la corrupción y la criminalidad, sino al irrespeto de los derechos fundamentales, de género y de los animales, entre otros. No obstante, la mayoría de colombianos viven todavía marcados por relaciones de dependencia personal, en condiciones no muy alejadas de la subsistencia y con solidaridades ancladas primariamente en redes familiares extendidas, lo cual inhibe el desarrollo de una moral universal. Solamente el crecimiento de una clase media próspera, segura e independiente puede fortalecer la capacidad moral. La intensificación mundial del capitalismo neoliberal viene imponiendo modos de vida caracterizados por la primacía del consumo, el cual tiene un referente esencialmente privado e individual que erosiona los valores y las solidaridades más amplias. En tal sentido, el capitalismo actual auspicia una regresión a identidades ancladas en lo egocéntrico. Lo mismo hacen las tendencias de concentración del ingreso y de la riqueza, especialmente fuertes en países como Colombia. Esta situación refleja la gran dificultad para interiorizar las normas de equidad en sociedades permeadas por la injusticia. Las dificultades de una moral incluyente se reflejan, por ejemplo, en el escaso rechazo de los condenados y señalados por corrupción dentro de sus comunidades. Esto se manifiesta asimismo en la tranquilidad con la cual estos hacen despliegue público de sus riquezas. El escándalo Odebrecht se desató en el momento en que las autoridades descubrieron que la constructora hizo pagos millonarios en calidad de sobornos para poder quedarse con concesiones en Latinoamérica y el mundo. Durante más de 15 años, la firma entregó plata e inmuebles a gobernantes, partidos políticos, empresas y personas naturales, relaciones que le significaron ganancias y contratos multimillonarios. En total, entregó 788 millones de dólares en coimas a funcionarios en Angola, Argentina, Brasil, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Mozambique, Panamá, Perú y Venezuela. La forma delictiva de las operaciones de la empresa Odebrecht evolucionó con los años, a través de lo que ellos mismos denominaron "división de operaciones estructuradas", un sistema mediante el cual miembros de la firma podían comunicarse de manera particular con socios, aliados y operadores financieros. Se trataba de un sistema de correos electrónicos, mensajes directos con códigos y contraseñas cerradas. Evidencia enviada por el Departamento de Justicia de Estados Unidos y obtenida por la Fiscalía de Colombia señala que políticos, altos exfuncionarios de los gobiernos de Uribe y Santos, congresistas activos, cuatro funcionarios de la Agencia Nacional de Infraestructura, empresarios y miembros de la rama judicial, participaron en el entramado de sobornos. Ya está probado que Odebrecht pagó 6,5 millones de dólares para que se le adjudicara el contrato del sector II de la Ruta del Sol, tasado en 2,4 billones de pesos. El contrato fue asignado a finales de 2008 y firmado en enero de 2009 por el entonces director encargado del INCO, Gabriel García Morales, viceministro de Transporte. García ya fue capturado y aceptó cargos. La segunda obra bajo la lupa es la transversal Ocaña-Gamarra, que se le adicionó al contrato original y que ya va en 900.000 millones de pesos. Odebrecht contrató al exsenador Otto Bula Bula para gestionar su aprobación, que terminó favoreciendo a la multinacional con mayores ingresos, anticipos y costos de los peajes. Bula, segundo renglón del poderoso exsenador Mario Uribe, también está capturado, pero no aceptó cargos. En ausencia de una moral de base amplia, el Estado es percibido como un botín, un La segunda obra bajo la lupa es la transversal Ocaña-Gamarra, que se le adicionó al contrato original y que ya va en 900.000 millones de pesos. Odebrecht contrató al exsenador Otto Bula Bula para gestionar su aprobación, que terminó favoreciendo a la multinacional con mayores ingresos, anticipos y costos de los peajes. Bula, segundo renglón del poderoso exsenador Mario Uribe, también está capturado, pero no aceptó cargos. a fuente de la cual hay que aprovecharse si la oportunidad lo permite. Y el sector privado no escapa a tendencias similares. Sin duda, las dificultades para acceder a canales alternativos de movilidad social pesan en este problema, como también pesa el anhelo desbordado de riqueza fácil. Mientras no entendamos, reconozcamos y actuemos frente a estas raíces sociales y psicológicas de la corrupción, difícilmente habrá avances sostenibles en su contención. Desde luego, mejorar la actuación de las autoridades de sanción y prevención es muy importante. Pero es fundamental construir una moralidad ciudadana más amplia a través de enfoques de formación inteligentes con didácticas apropiadas para todas las dimensiones involucradas: socioeconómicas, cognitivas, emocionales y valorativas.