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En efecto, tras décadas de debate científico que se ha dado, sobre todo, en sede
internacional, el legislador mexicano finalmente ha decidido incorporar a las empresas y a
las corporaciones como sujetos que pueden ser penalmente responsables, rompiendo así
con el aforismo milenario societas delinquere non potest.
En Roma se rechazó la idea de que las personas jurídicas respondieran penalmente, con
arreglo al principio societas delinquere non potest. Sin embargo, a partir de la Edad Media y
hasta finales del siglo XVIII la visión romana se transformó y se admitió la ficción de
capacidad delictiva de las personas jurídicas. Posteriormente en siglo XVIII, Savigny y su
teoría de la ficción, establecía que la persona era una mera ficción jurídica, y defiende que
los verdaderos y únicos responsables del delito son las personas físicas que se encuentran
tras la persona jurídica. La aparición de la idea del principio de personalidad de las penas,
contribuyó a que en esta época se volviera a la posición de negación de la responsabilidad
penal de las personas jurídicas.
desde principio se sigue manteniendo en la gran mayoría de ordenamientos jurídicos, si
bien en algunos ha comenzado a aparecer la posibilidad de que una persona jurídica
cometa un delito. En esos casos, la pena se ajusta al tipo de sanción que la persona jurídica
puede cumplir, normalmente pecuniaria, aunque también se podría hacer alguna privación
de derechos, e incluso, en algunos sistemas penales se adoptan sanciones que reciben el
nombre de medidas de seguridad, que consiste en la posibilidad de que el Estado
intervenga a la asociación o sociedad, liquide los bienes y con ellos pague los daños
causados por la persona física que haya cometido algún delito con motivo del ejercicio de
sus funciones, sin embargo esto implica una sanción trascendente, ya que se afectan los
derechos de los demás socios o asociados que no tienen una relación directa con el hecho
ilícito.
México adoptada la decisión de implementar la responsabilidad penal de empresas y
corporaciones, la primera cuestión que debería plantearse todo legislador es la relativa al
modelo a seguir para instrumentarla. A decir de la doctrina, caben, esencialmente, dos
opciones teóricas a la hora de diseñar un sistema de responsabilidad penal de la persona
jurídica:
a) La primera: sistema de transferencia o modelo vicarial, y suele
explicarse, grosso modo, de la siguiente manera: si una persona física comete el delito en
el seno de una persona jurídica (en su nombre, por su cuenta o en su provecho), la
responsabilidad penal del individuo se transfiere, en principio y sin mayores requisitos, a la
empresa. No es necesario ni relevante discernir si la persona moral actuó con dolo o de
forma imprudente, ni tampoco se analizará su culpabilidad, pues basta que la persona física
cumpla con el requisito de formar parte de la empresa, así como con los requisitos clásicos
de la culpabilidad para que la persona jurídica responda penalmente.
Bajo esa guisa, tenemos que, desde la perspectiva de la persona jurídica, esta regla de
imputación da lugar a una suerte de responsabilidad penal objetiva del ente, que está
desconectada del dolo o la imprudencia propios de la sociedad. A este sistema también
puede llamársele de responsabilidad penal subsidiaria o de hetero-responsabilidad.
Ahora bien, en este mismo modelo podemos descubrir dos vertientes:
De acuerdo con la primera, que procede de Estados Unidos y de la doctrina del respondeat
superior, la transferencia de culpabilidad se produce bajo tres condiciones: la actuación
culpable del agente, dentro de los fines de la empresa, y con el fin de beneficiarla.
2 DE LOS FACTORES
3 DE LOS DEPENDIENTES
4 DE LOS AUXILIARES
5 DE LOS CLIENTES