Por la Revelación Dios ha creado el mundo de la nada, por tanto, el mundo es
contingente. Prueba de ello la felicidad o infelicidad existencial del hombre en general. Tales efecto serian imposibles si el mundo fuese necesario. Para lo que tiene que ser no hay protesta ni agradecimiento, etc. Surgen necesidades desde su creación, pero al mismo tiempo, el mundo no es necesario que sea como es, pudo ser de otra manera. El mundo tiene que ser voluntarismo absolutista de hacer el mundo. De esta se deriva el concepto de naturaleza todo termina en ella, esta fundamentada, se basta y completa en sí misma. Concepto producto de un postulado desvinculado de Dios, hace extraño el concepto revelación y su concepción de Dios y el hombre. En la revelación el mundo es creación, no naturaleza, no descansa en si mismo sino en Dios. Por tanto no es un ser necesario sino hecho (el mundo). El mundo es en sentido exacto no por algo, sino por alguien el Dios personal El crear de Dios no es función de su esencia. La creación es contingente pudo no ser. El mundo no tiene carácter de naturaleza sino de historia Dentro del mundo hay naturaleza realidades inconscientes y sin libertad. El mundo existe por gracia no es necesario que sea como es. EL impulso creador es el Bien Gn 1,4-31 El hombre existe de manera histórica, no natural existe como persona, en libertad. Historicidad del hombre se da en el “encuentro” con las cosas “Encuentro” el hombre espiritual con las cosas, en su trato e interacción puede ser para bien o para mal. En el hombre dos centros: o El mismo su esencia individual o Lo que viene por fuera Existe del hombre, en torno a dos elementos: o Elementos que tiene un dominio limitado (destino, fortuna, etc.) o Elementos determinados por su libertad (puede aceptar o rechazar) Verdadero y definitivo encuentro del mundo hacia su creador decide la salvación. Este encuentro se da por forma histórica por la Revelación Dios sale al encuentro del hombre. En el encuentro con Dios el hombre alcanza a ser imagen y semejanza de Dios. Gracia en sentido propio: relación personal entre Dios y el hombre, que comunica vitalidad nueva, nacida de su vida misma. Paraíso relación completa e imperturbable entre Dios y el hombre.