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Sobre la paz perpetua; Kant

SECCIÓN PRIMERA: Que contiene los artículos preliminares para la paz perpetua entre los
Estados

1. “No debe considerarse válido ningún tratado de paz que se haya celebrado con la reserva
secreta sobre alguna causa de guerra en el futuro”.

Con un tratado de esta naturaleza nunca se podría lograr la paz definitiva, porque
simplemente se estaría alcanzando un armisticio, una tregua, es decir, sólo se estarían
aplazando las hostilidades. En un convenio en el que los Estados firmantes no intenten
prevenir las posibles causas para evitar un futuro enfrentamiento con la intención de volver a
iniciar la guerra bajo cualquier pretexto, no se logrará la paz. Esta no es una práctica digna
para los gobernantes.

2. “Ningún estado independientemente, podrá ser adquirido por otro mediante herencia,
permuta, compra o donación”

No se puede considerar el Estado como patrimonio de alguien, nadie puede disponer de un


Estado a su antojo, al igual que tampoco un Estado puede manejar y decidir sobre la anexión
o adquisición de otros Estados. Sólo hay que observar el ejemplo europeo y sus
consecuencias en la I y II G.M

3.”Los ejercitos permanentes deben desaparecer totalmente con el tiempo”

Un ejército permanente sería una amenaza porque los ejércitos no tienen otro fin que estar
preparados para la guerra. Además los Estados compiten sin cesar entre si para conseguir el
ejército más potente (sin dejar de tener en cuenta los inmensos gastos que supone para los
Estados) aumentando sus capacidades bélicas, lo que al final lleva a una paz más opresiva
que una guerra.

4.”No debe emitirse deuda pública en relación con los asuntos de política exterior”

La deuda pública puede servir para potenciar la economía de un país, pero en cambio, se
transforma en un importante obstáculo a la hora de avanzar hacia la paz perpetua cuando se
utiliza como un de los Estados en sus relaciones internacionales recíprocas. En estos casos la
deuda pública puede crecer indefinidamente convirtiéndose así en un tesoro para la guerra, es
decir un depósito exigible en cualquier momento.

5.”Ningún Estado debe inmiscuirse por la fuerza en la constitución y gobierno de otro”.

Kant se pregunta qué daría derecho a un Estado para hacer esto. Y la respuesta es nada.
Formulación que no sería aplicable cuando un país se encuentre dividido por causas internas
y un tercer Estado preste ayuda a una de las partes una vez decidida la lucha interna.

6.”Ningún Estado en guerra con otro debe permitirse tales hostilidades que hagan imposible la
confianza en la paz futura como el empleo en el otro Estado de asesinos, envenenadores, el
quebrantamiento de capitulaciones, la inducción a la traición, etc.”

En el libro se califican todo este tipo de estrategias como “estratagemas deshonrosas”, porque
hasta en la misma guerra se deben guardar ciertos principios y valores para con el enemigo
que hagan aceptable una paz futura. Entre Estados no hay una relación de desigualdad, por lo
tanto tampoco se puede dar una guerra de castigo entre ambos. Por otra parte, la humanidad
no puede permitirse una guerra de exterminio que conduzca a la aniquilación de ambas
partes.

SECCIÓN SEGUNDA: Que contiene los artículos definitivos para la paz perpetua.

El estado de paz no existe, debe ser instaurado, los hombres viven en un estado de guerra en
el que hay una amenaza constante de enfrentamiento.

Primer artículo definitivo para la paz perpetua: “La constitución civil de cada Estado debe ser
republicana”

Una constitución republicana estará orientada hacia la consecución del resultado deseado: la
paz perpetua.

Y se considerará republicana aquella que cumpla los siguientes principios:

a) libertad de los miembros de la sociedad.

b) dependencia de todos respecto de una legislación común.

c) igualdad ante la ley.

Un ejemplo de cómo actúa una constitución republicana lo tendríamos en la forma en que se


declara la guerra. En este caso, los súbditos decidirían si debe o no haber guerra, pero
declarar la guerra en aquellos Estados que no funcionan con una constitución republicana
sería una cosa más fácil, porque dependería exclusivamente de la voluntad del jefe de estado
que actúa en miras de su propio interés.

Pero Kant también diferencia la constitución republicana de la democrática. Para ello distingue
entre los que ejercen el poder supremo dentro del Estado:

-Forma imperii: La soberanía la posee uno solo, algunos relacionados entre sí, o todos los que
forman la sociedad civil; autocracia, aristocracia y democracia respectivamente.

-Forma regiminis: El Estado hace uso de la plenitud de su poder teniendo como base una
constitución, que puede ser republicana o despótica. Mientras el republicanismo propugna la
separación de poderes, el despotismo por el contrario radica en la voluntad del ejecutivo.

La democracia no es más que una forma de despotismo en el que todos deciden en todo y
sobre todo caso, aún contra la voluntad de los que no dan su consentimiento. “Todos sin ser
todos deciden”, es una contradicción general de la voluntad.

Por otra parte la aristocracia y la democracia serán también formas defectuosas de gobierno
en cuanto que no son formas representativas y no hay una separación ejecutivo-legislativo.

La constitución más cercana al republicanismo será aquella en la que se de una gran


888representación en pocas personas del poder estatal.

SEGUNDO ARTÍCULO DEFINITIVO PARA LA PAZ PERPETUA: “El derecho de gentes debe
fundarse en una federación de Estados libres”.

Los Estados, en sus relaciones internacionales, deberían salir de la situación en la que se


encuentran, una situación en la que se prefiere el enfrentamiento a la sumisión a una fuerza
superior, a una ley. Pero no ocurre esto, los Estados se apresuran a asegurar su soberanía y
su no sometimiento a ninguna fuerza externa en vez de intentar crear una federación de
pueblos libres que no tenga intención alguna de recabar ningún poder sino garantizar los
derechos y la libertad de todos los Estados federados.

En dicha federación el objetivo sería el de acabar con todas las guerras para siempre,
conseguir la paz perpetua y la libertad con la extensión de la federación a todos los Estados
conforme al derecho de gentes.

Los estados no tienen otra solución para conseguir la paz universal que la de unirse en esta
federación de pueblos y someterse a unas leyes externas en el juego de sus relaciones
internacionales.

TERCER ARTÍCULO DEFINITO PARA LA PAZ PERPETUA: “El derecho cosmopolita debe
limitarse a las condiciones de la hospitalidad universal”.

Por hospitalidad debe entenderse según el autor “el derecho de un extranjero a no ser tratado
hostilmente por el hecho de haber llegado al territorio del otro”. Kant lo configura por tanto
como un derecho de todos los hombres basado en la propiedad común de la superficie de la
tierra. Pero este derecho tampoco se puede extender hasta el infinito, en primer lugar ha de
estar limitado al establecimiento de relaciones comerciales, aunque sin dejar de lado la
posibilidad de que este derecho se vaya afianzando y cobrando importancia hasta crear una
constitución cosmopolita para toda la humanidad.
No se tiene porque creer que la idea de esta constitución cosmopolita es utópica, apartada de
la realidad, más bien se tiene que ver como un complemento del derecho de gentes que nos
acerca a la idea de la paz perpetua.

SUPLEMENTO PRIMERO: “DE LA GARANTÍA DE LA PAZ PERPETUA”.

La garantía de la paz perpetua vendrá dada por la naturaleza a través de sus propios
mecanismos que asegurarán la armonía entre los hombres, es lo que se suele llamar destino
o providencia. Kant prefiere hablar de naturaleza en tanto es más fácil comprender y alcanzar
este término para la razón que no el de providencia con sus connotaciones religiosas.

Por la naturaleza:

 El hombre puede vivir en todas partes de la tierra.

 Los ha llevado a todos los rincones del mundo gracias a las guerras.

 Gracias también a la guerra se establecen relaciones más o menos legales.

La naturaleza ha elegido la guerra como medio para que los hombres no solamente puedan
sino que también deban vivir sobre la tierra.

“Cuando digo que la naturaleza quiere que ocurra esto o aquello no significa que la naturaleza
nos imponga un deber de hacerlo, sino que ella misma lo hace, querámoslo nosotros o no”.
Esto se puede observar en tres cuestiones:

1. Un pueblo estaría obligado a someterse siempre a las leyes públicas, sino lo hace por
causas internas lo hará por las externas, al tener que constituirse como Estado y como
potencia para poder rechazar y hacer frente a la amenaza de una guerra contra otro pueblo. Y
la constitución más adecuada y a la vez más difícil de establecer para los hombres será la
republicana, pero podríamos ser capaces de establecerla en un pueblo diciendo que no hace
falta que los ciudadanos sean moralmente buenos, únicamente es necesario que el hombre se
comporte como buen ciudadano independientemente de su moral. Esto es un mecanismo
natural que elimina o disminuye la natural inclinación egoísta del hombre y que nos lleva a
decir que la naturaleza quiere que se conserve el derecho y la paz, sin que sea necesario un
perfeccionamiento moral.

2. La intención de cualquier Estado sería el logro de la paz vinculado a la dominación del


mundo, pero la naturalaza busca el equilibrio de fuerzas a través de la diferenciación de los
pueblos por su lengua y religión, lo que les llevará a la competencia entre ellos.

3. La naturaleza ayuda a asegurar la paz perpetua, y esto se ve en que el espíritu comercial,


el progreso y el desarrollo que representa el poder del dinero que va unido a los tiempos de
paz, va a acabar imponiéndose siempre a la guerra por representar ésta un freno al avance
económico de los pueblos.

SUPLEMENTO SEGUNDO:”Artículo secreto para la paz perpetua”.

“Las máximas de los filósofos sobre las condiciones de posibilidad de la paz pública deben ser
tomadas en consideración por los Estados preparados para la guerra”.
Con esta afirmación Kant no dice que deban imponerse los principios de los filósofos sobre los
de los juristas, el autor se refiere a que debe dejarse hablar libre y públicamente a los filósofos
sobre los principios generales de cómo conseguir la paz, y esto es imprescindible para los
pueblos.

APÉNDICE

SOBRE LA DISCREPANCIA ENTRE LA MORAL Y LA POLÍTICA RESPECTO A LA PAZ


PERPETUA

Según Kant, no puede existir ninguna disputa entre la política y la moral, por eso Kant puede
ver al contrario que los prácticos (que basan la política en la experiencia del hombre para
construir así su concepto de prudencia política) al político moral que tendrá como prioridad la
reforma de los defectos de su constitución sin violencia, para acercarse así al fin natural de la
paz.

Pero el peligro mayor para la paz perpetua viene justo del límite donde acaba el político moral
y empieza el político moralista que termina con la posibilidad de conciliar política y moral
porque subordina los principios al fin cuando lo deseable sería lo contrario.

DE LA ARMONÍA DE LA POLÍTICA CON LA MORAL SEGÚN EL CONCEPTO


TRASCENDENTAL DE DERECHO PÚBLICO.

Para Kant no hay justicia sin publicidad, por eso dice: “Son injustas todas las acciones que se
refieren al derecho de otros hombres cuyos principios no soportan ser publicados”. Éste es un
principio ético, jurídico y negativo y se puede ver su aplicación con relación al derecho político,
de gentes y cosmopolita.

Hay que decir también que si eliminamos un estado jurídico en el que actúen las personas,
sólo nos queda un estado natural en el que desparece el derecho público.

El estado jurídico adecuado para conseguir la libertad será esa federación de Estados libres
que tiene como fin evitar la guerra y conseguir la paz, y por consiguiente únicamente será
posible aunar la política y la moral en esa federación de Estados.

JUICIO CRÍTICO

Los postulados que defiende Kant en esta obra con más de doscientos años son igualmente
defendibles ahora que en el momento de su publicación, en este aspecto la defensa de la paz
perpetua se puede hacer desde los mismos puntos de Kant.

Incluso se puede decir también que algunos de los problemas que intenta resolver el autor con
sus artículos definitivos para la paz perpetua no sólo siguen vigentes sino que están aún más
desarrollados. Esto se puede ver en asuntos como la creciente deuda externa que contraen
los países o en el imparable crecimiento y desarrollo militar de las potencias mundiales, que
tuvo su máxima expresión en la carrera armamentística entre EE.UU. y la URSS durante la
Guerra Fría.

Por otro lado, cuando Kant habla en su suplemento primero de los mecanismos naturales para
la paz, hay uno desde mi opinión, en que se equivoca. Dice que la naturaleza ayudará a
conseguir la paz perpetua porque el espíritu comercial de los hombres y las naciones y el
poder del dinero llevarán finalmente a acabar con las guerras. Al contrario, es un hecho que
los motivos económicos también son los precursores de multitud de conflictos bélicos, (el
ejemplo más claro quizás sea la Guerra del Golfo que se inicia en 1991 principalmente por el
precio del petróleo). Incluso se puede decir que las guerras son en muchos casos un estímulo
para la economía de algunos países ya que por una parte desarrollan su industria
armamentística y por otra parte una vez finalizada la guerra se juegan cuantiosos contratos de
reconstrucción del país vencido, que traen consigo importantes beneficios.

Otro aspecto a resaltar es la idea de esa federación de Estados libres que se someten a una
fuerza exterior para perseguir el objetivo común de evitar las guerras y lograr una paz
definitiva. Además se hace un comentario en la obra de que el primer paso para la integración
de los pueblos puede ser los lazos comerciales.

Aquí Kant se adelanta a su tiempo, se observa claramente como las ideas de Kant se reflejan
en el proceso de construcción europeo iniciado tras la II GM. Este proceso se inicia con una
unión comercial del carbón y del acero (CECA) de seis países europeos, para posteriormente
ir extendiéndose a todo el continente e ir ampliando sus competencias económicas y más
adelante políticas a través de un proceso supranacional de integración, con un derecho y unas
instituciones que se encuentran por encima de los Estados y a las que éstos están sometidos,
tal y como apuntaba Kant que debía ser para conseguir la paz perpetua.

Este es un libro ambicioso, sugerente e innovador que, como ha dicho Niall Ferguson, abre
nuevas perspectivas sobre los últimos mil años de la historia universal. Hobson nos demuestra
en él, con un gran caudal de datos poco conocidos y con un planteamiento provocativo, que la
civilización de occidente se basó en gran medida en la ciencia y en la tecnología de oriente y
que nuestro progreso actual se ha cimentado en la apropiación, por la vía del imperialismo, de
los recursos de otros, y no en una pretendida superioridad que los avances actuales de las
potencias orientales desmienten. Este libro, que Martin Bernal ha calificado como «una obra
documentada, de amplias perspectivas y muy bien escrita» y del que Eric Jones asegura que
«va a iniciar un nuevo tipo de debate», abre el camino para una revisión de nuestra historia
que, arrumbando viejos tópicos, debe permitirnos una mejor comprensión del mundo en que
vivimos

ORDEN MUNDIAL
Henry Kissinger
4

Fragmento
Introducción

La cuestión del orden mundial

En 1961, al inicio de mi carrera académica, hice una visita al presidente Harry S.


Truman cuando me encontraba en Kansas City para dar una conferencia. A la pregunta
de qué lo enorgullecía más de su mandato, Truman respondió: «Que derrotamos por
completo a nuestros enemigos y luego los trajimos de vuelta a la comunidad de las
naciones. Me gustaría pensar que solo Estados Unidos es capaz de algo así». Consciente
del enorme poder del gobierno estadounidense, Truman se enorgullecía sobre todo de
los valores humanos y democráticos que lo caracterizaba. Quería ser recordado no tanto
por las victorias de Estados Unidos como por sus conciliaciones.

Todos los sucesores de Truman han adoptado alguna versión de esta retórica y han
exaltado atributos similares de la experiencia estadounidense. Y durante la mayor parte
de este período la comunidad de naciones que Estados Unidos aspiraba a defender
reflejó el consenso: un orden de estados cooperativos en expansión inexorable que
observara reglas y normas comunes, adoptara sistemas económicos liberales,
renunciara a la conquista territorial, respetara la soberanía nacional y abrazara
sistemas de gobierno participativos y democráticos. Los presidentes estadounidenses de
ambos partidos han continuado instando a otros gobiernos, a menudo con suma
vehemencia y elocuencia, a esforzarse en la preservación y la ampliación de los
derechos humanos. En muchas instancias, la defensa de estos valores por parte de
Estados Unidos y sus aliados ha dado como resultado importantes cambios para la
condición humana.

No obstante, hoy este sistema «basado en reglas» se enfrenta a cuestionamientos y


desafíos. Las frecuentes exhortaciones dirigidas a distintos países para que «hagan su
justa parte», jueguen según «las reglas del siglo XXI» o sean «actores responsables»
dentro de un sistema común reflejan el hecho de que no existe una definición
compartida del sistema ni una idea clara de qué sería una contribución «justa». Más
allá del mundo occidental, las regiones que desempeñaron un rol menor en la
formulación original de estas reglas cuestionan su validez en su forma actual y han
dejado claro que trabajarán para modificarlas. Así, aunque «la comunidad
internacional» sea hoy quizá invocada más insistentemente que en cualquier otra
época, no presenta un conjunto claro o consensuado de metas, métodos o límites.

Nuestra época persigue con insistencia, a veces casi con desesperación, una idea de
orden mundial. El caos amenaza acompañándose de: una interdependencia sin
precedentes en la propagación de armas de destrucción masiva, la desintegración de los
estados, el impacto de la devastación del medioambiente, la persistencia de las
prácticas genocidas y la difusión de nuevas tecnologías que pueden llevar el conflicto
más allá del control o la comprensión humanos. Los nuevos mé todos de acceso y
comunicación de información unen a las regiones como nunca antes y proyectan
globalmente los acontecimientos, pero de una manera que inhibe la reflexión y exige
que los líderes registren reacciones instantáneas expresadas en eslóganes. ¿A caso nos
encontramos en un período en el que fuerzas que están más allá de las restricciones de
cualquier orden determinarán

“Orden Mundial”, de Henry Kissinger


Reflexiones sobre el carácter de las naciones y el
curso de la historia
«Un libro de lectura obligada para entender la
historia contemporánea»

Cubierta de: Orden Mundial


La editorial Debate acaba de publicar en español el libro de Henry Kissinger, Orden
Mundial. El interés de este libro estriba en dos hechos indiscutibles: es una obra maestra y
además culmina la trilogía del autor sobre la historia de las relaciones internacionales (junto a
su tesis doctoral, publicada en 1957 bajo el título de A World Restored, al que
siguió Diplomacy, en 1994).
La tesis doctoral de Kissinger tenía un título más largo: Un mundo restaurado:
Metternich, Castlereagh y los problemas de la paz 1.812-1822. En él explica la
compleja cadena de Congresos, que comenzó antes del final de las guerras napoleónicas en
1814 con el Congreso de Viena y se extendió hasta la década de 1820, como un sistema de
espera para dar a Europa la paz y un nuevo orden después de las luchas violentas del cuarto de
siglo anterior.
Esa Europa de 1822 rescatada a la estabilidad del aparente caos fue principalmente el resultado
del trabajo de dos grandes diplomáticos: el vizconde Castlereagh, el secretario de Relaciones
Exteriores británico, y el príncipe von Metternich, el canciller de Austria. Henry
Kissinger explica cómo la turbulenta relación entre estos dos hombres, las diferentes
preocupaciones de sus respectivos países, y la naturaleza cambiante de la diplomacia influyó en
la forma final del nuevo orden internacional.
Un mundo restaurado analiza las alianzas formadas y tratados firmados por los líderes
mundiales entre los años 1812 a 1822, el sistema de conferencias y congresos que dio lugar al
orden europeo que duraría hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, y las tácticas y
filosofías detrás de la negociación de la paz.
El primer libro de Kissinger es un manifiesto poderosamente argumentado sobre la
naturaleza del arte de gobernar.

El segundo libro de Henry Kissinger se tituló Diplomacy. Lo publicó en 1994, y en


1996 Ediciones B lo publicó en español con el título Diplomacia. En este polémico y
monumental libro de casi 1.000 páginas, Henry Kissingerexplica qué es la diplomacia y nos
muestra su propia interpretación de la historia. Sus observaciones secretas sobre grandes
acontecimientos y sus retratos íntimos de líderes mundiales –de De
Gaulle a Nixon o Gorbachov–, basados en el trato personal y la experiencia, proporcionan
al lector una visión poco frecuente de la alta diplomacia, que demuestra un profundo
conocimiento histórico, unas indudables dotes para la ironía y una excepcional comprensión de
las fuerzas que unen y separan a las naciones.
Como curiosidad transcribo el último párrafo del libro en el que hace mención a un “proverbio
español”: Las certidumbres de la amenaza física y la ideología hostil, tan características de la
Guerra Fría, han desaparecido. Las convicciones indispensables para captar con precisión el
naciente orden mundial son más abstractas: una visión de un futuro que no se puede
demostrar cuando se plantea, y juicios acerca de la relación entre la esperanza y la
posibilidad que, en sí mismos, son meras conjeturas. Habrá que buscar los objetivos
wilsonianos del pasado de los Estados Unidos, a saber, paz, estabilidad, progreso y libertad
para toda la humanidad, en una jornada sin fin. «Caminante —dice un proverbio español—,
no hay camino. Se hace camino al andar.»
Alguno pensará el porqué de esta amplia introducción antes de escribir sobre Orden
Mundial. La respuesta nos la da el propio autor cuando en la página 14 dice: “Jamás ha
existido un verdadero orden mundial. Lo que entendemos por orden en nuestra época fue
concebido en Europa Occidental hace casi cuatro siglos, en una conferencia de paz que tuvo
lugar en la región alemana de Westfalia, realizada sin la participación y ni siquiera el
conocimiento de la mayoría de los otros continentes y civilizaciones”. “La Paz de Westfalia
reflejó una adaptación práctica a la realidad, no una visión moral única”.
De esto deducimos que Orden Mundial es un análisis completo de la formación de las
estructuras internacionales desde la creación del Estado-Nación hasta nuestros días. Los
conceptos contenidos en el libro plantean numerosas cuestiones y escenarios para la reflexión.
En gran medida sirve para tomar conciencia de lo delicado de las opciones de política exterior
para países emergentes intermedios.
La enseñanza sería que en un mundo que podría dividirse entre amigos y enemigos, las
decisiones son cada día de mayor complejidad. En definitiva, en un escenario de anarquía
global, el éxito o fracaso de un país dependería en una medida creciente de la capacidad de
análisis del contexto internacional.
A lo largo de más de cuatrocientas páginas Kissinger toca todos los palos de la diplomacia:
Europa, Islamismo, Oriente medio, Irán, la multiplicidad de Asia, China —importancia especial
a China, a quién dedico un libro en exclusiva—, Cibertecnología, El factor humano; dedicando
también espacio para la guerra fría y la trayectoria de los presidentes con los que ha trabajado.
En su opinión, el problema más fundamental sobre el establecimiento de un orden mundial es
que ni China ni Estados Unidos ni ningún otro país tiene la capacidad de asumir a solas la
responsabilidad de dirigir el mundo. En el establecimiento de un nuevo orden mundial,
Estados Unidos y China tienen que buscar coordinación en lugar de confrontación.

¿Pero a donde queremos ir? “Un Orden Mundial de estados que afirman la dignidad
individual y el gobierno participativo, y cooperan internacionalmente de
acuerdo con reglas consensuadas, puede ser nuestra esperanza y debería ser
nuestra inspiración”. [Pág. 371]
De todas formas, si tenemos que valorar lo que ha significado Kissinger para la diplomacia
mundial habría que poner en un plato de la balanza sus acciones más polémicas: Vietnam,
Camboya, la operación encubierta para derrocar al presidente chileno Salvador Allende, Sahara
occidental español. Por contra, el el otro plato de la balanza estarían sus éxitos: la distensión
con la Unión Soviética, la apertura de la China comunista o el acuerdo de paz entre Egipto e
Israel.
Termino con una frase de Hillary Clinton en The Washington Post «El mejor Kissinger,
con su inimitable combinación de erudición y agudeza, y el talento para unir titulares con
tendencia a largo plazo; a muy largo en este caso. Abarca desde el Tratado de Westphalia a
los avances en microprocesadores, desde Sun Tzu a Talleyrand, a Twitter.
Lee unas páginas del libro.

Henry Kissinger
El autor:
Henry Kissinger nacido Heinz Alfred Kissinger; nació en Fürth, Alemania, el 27 de mayo
de 1923, de origen judío alemán, fue Asesor Nacional de Seguridad y luego Secretario de
Estado con Richard Nixon y Gerald Ford y ha asesorado a muchos otros presidentes
estadounidenses sobre cuestiones de política internacional. En 1973 recibió el premio Nobel
de la Paz, y también ha obtenido la medalla de la Libertad, entre otros muchos premios y
honores. Es autor de numerosos libros sobre política internacional como China (Debate, 2013)
u Orden mundial (Debate, 2016). Actualmente preside Kissinger Associates, Inc., una
consultoría internacional.
El libro:
Orden Mundial (título original: World Order, 2014) ha sido publicado por la Editorial
Debate. Traducido del inglés por Teresa Arijón. Encuadernado en tapa dura con
sobrecubierta, tiene 432 páginas.

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