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Hay algo que decir de las críticas hechas a la democracia de parte de los
regímenes dictatoriales, y del modo en que exponen los vicios y mentiras de la
democracia. Recuerdo a aquel anarquista, Hermann Sandomirski, un compañero de
ruta Bolchevique con quien tuvimos agridulce contacto en el tiempo de la conferencia
de Génova, y quien está ahora intentando asemejar a Lenin con Bakunin, nada menos;
digo que recuerdo a Sandomirski quien para defender al régimen ruso sacó su
Kropotkin para demostrar que la democracia no es la mejor forma imaginable de
estructura social. Su método de razonamiento, como ruso, me recordó – y creo que se
lo dije – al razonamiento hecho por algunos de sus compatriotas cuando, en respuesta
a la indignación del mundo civilizado ante el desnudamiento, azotamiento y
ahorcamiento de mujeres, argumentaron que si los hombres y las mujeres tienen
iguales derechos debiesen también aceptar iguales responsabilidades. Esos defensores
de la prisión y el cadalso recuerdan los derechos de la mujer sólo cuando sirven de
pretexto para nuevas atrocidades! De este modo, las dictaduras se oponen a los
gobiernos democráticos sólo cuando descubren que hay una forma de gobierno que da
aún mayor cabida al despotismo y la tiranía para quienes se las arreglan en detentar el
poder.
No todos los demócratas son como los descritos antes – hipócritas que están más
o menos conscientes de que en nombre del pueblo desean dominar al pueblo y
explotarle y oprimirle. Hay muchos, especialmente entre los jóvenes republicanos,
que tienen una creencia seria en la democracia y la ven como el medio para obtener la
libertad de desarrollo total y completa para todos.
‘Gobierno del pueblo’, no, porque esto presupone lo que no podría ocurrir nunca
– la unanimidad completa de la voluntad de todos los individuos que componen el
pueblo.
Sería más cercano a la verdad decir, ‘gobierno de la mayoría del pueblo’. Esto
implica una minoría que deba o bien rebelarse o someterse a la voluntad de los demás.
Pero nunca ocurre que los representantes de la mayoría del pueblo concuerden en
todos los asuntos; es necesario por ende recurrir nuevamente al sistema de mayorías, y
así, nos acercaremos más a la verdad con: ‘gobierno de la mayoría de los elegidos por
la mayoría de los electores.’ Lo que ya comienza a tener una fuerte semejanza con el
gobierno de la minoría.
Por ende, quienes realmente deseen el ‘gobierno del pueblo’ en el sentido que
cada quien pueda afirmar su propia voluntad, ideas y necesidades, deben asegurar que
nadie pueda gobernar sobre los demás, ni mayoría ni minoría; en otras palabras, se
debe abolir el gobierno, es decir toda organización coercitiva, y reemplazarlo por la
libre organización de aquellos con intereses y propósitos en común.
Esto sería muy simple si todos los grupos y todos los individuos pudiesen vivir
aislados y por su cuenta, a su manera, sustentándose independientes del resto,
suministrándose sus propias necesidades materiales y morales. Pero esto no es posible,
y si lo fuera, no sería deseable puesto que ello significaría el declive de la humanidad
hacia la barbarie y el salvajismo.
Pero por sobre todo debe hacerse imposible que algunos se impongan, y absorban,
a la vasta mayoría mediante la fuerza material.