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SEMINARIO ARQUIDIOCESANO DE CHIHUAHUA

TEOLOGÍA I
CRISTOLOGÍA
KEVIN ARTURO OZETA MUÑOZ
RESUMEN DEL TEMA II: TODOS LOS HOMBRES EXPERIMENTAN
EL MAL Y BUSCAN SALVACIÓN
Los hombres de las varias religiones esperan la respuesta el sentido y el fin del dolor, el camino para llegar a la
verdadera felicidad, la muerte, el juicio y la sanción tras la muerte. La promesa de salvación que Yahvé hizo en
el AT y su cumplimiento trinitario por Jesucristo en el NT corresponden a las más intimas y legítimas
aspiraciones de los hombres de todos los tiempos: Porque todos los hombres han experimentado y
experimentamos el mal, en todos los tiempos: Pero ni conocemos plenamente las causas del mal, ni cómo
liberarnos. Por ello los hombres de todos los tiempos han intentado buscar las raíces del mal y poner a ellas un
remedio. Sin la revelación el hombre puede encontrarlas sólo parcialmente. Todas las religiones de la historia
han intentado afrontar este problema, y ofrecerle una solución; odas las religiones han usado para manifestar
estas verdades trascendentes algunos instrumentos simbólicos de expresión: tales son por ejemplo las parábolas,
mitos, signos de tipo “sacramental". También las filosofías y las ciencias han tratado de dar a su modo respuesta
a dicho problema pero ninguna nos ofrece una liberación completa. Dios en su bondad ha querido acudir a
nuestra salvación revelándonos la raíz del mal (el pecado), también su liberación, por la intervención gratuita
del mismo Dios en la historia humana. El AT debe leerse pues como historia de salvación pues desde el
principio es cristológica porque prepara la plena manifestación en Jesucristo.
El hombre se sentía incapacitado de vencer la muerte; imposibilitado de dominar las fuerzas de la
naturaleza; acuciado por el hambre; amenazado por los enemigos. Desde siempre ha presentido la necesidad de
liberarse. El recurso de las religiones primitivas a los medios de control de esas fuerzas que superan al hombre,
indica que éste experimentaba la •necesidad de encontrar un recurso de salvación. En todas las religiones se
espera la intervención de las potencias sobrehumanas, ora de manera más constante y menos espectacular, ora
en forma inmediata y concreta. La fe bíblica es básicamente una fe en la salvación que viene de Yahvé a
diferencia de otras religiones. Es la idea de salvación que implica en general dos elementos: uno negativo:
salvar a alguno es liberarlo de un estado de sufrimiento, de una enfermedad. Y otro positivo: Yahvé eleva al
hombre salvado a un estado nuevo que supone la salud, el bienestar, la seguridad, etc., según la naturaleza del
peligro del que ha sido salvado. La salvación se encuentra también en otros sistemas religiosos que le dan un
contenido notablemente diverso. Debemos por tanto descubrir: 1) qué distingue la noción cristiana de salvación,
de las concepciones no cristianas; 2) cuál es, en la prospectiva de la revelación, la relación de la economía de la
salvación con la historia humana.
La naturaleza del mal se concibe de diversas maneras: como un mal cósmico, inserto en la estructura del
mundo: dicho mal depende de uno o de varios dioses, a veces no: sería entonces una estructura mala del mundo,
simplemente porque es así; El mal es ético, de tipo o individual o social; El mal es existencial; La raíz de la
mayor parte de los verdaderos males, según la revelación, es el pecado, el mal moral, que corrompe el corazón
del hombre, y afecta las estructuras creadas por el hombre bajo el signo del pecado. Sin embargo, a toda
concepción del mal corresponde una de liberación. Es importante captar la explicación y las causas del mal. La
liberación es siempre liberación de, y liberación para. ¿Cuáles son los medios de liberación para las causas del
mal? Dones, votos, sacrificios al dios; ponerse de parte del dios potente; magia para “controlar” su poder, ritos
penitenciales o expiatorios, ritos de purificación (si el pecado es concebido como una “mancha”), etc.;
Explicaciones racionalistas de todo tipo; Revelación del pecado; Formar la conciencia ética; fuga del mundo
material e incluso de la vida; Redención y conversión. Se debe advertir que en las religiones y filosofías
racionalistas, el hombre se libera por sí mismo. En otras religiones normalmente se espera la liberación, de un
dios; y en otras se encuentra incluso, en mayor o menor grado, la idea de un salvador, o de un mediador de la
salvación. El Concilio Vaticano II en Nostra Aetate dice: Dios también se ha comunicado a los hombres
mediante ellas (religiones no cristianas), aunque de manera más incompleta; Cristo es, entonces, la plena
respuesta divina a las más hondas aspiraciones del hombre; que cae por tanto no en el vacío, sino en el corazón
del hombre que, consciente o inconscientemente, busca la salvación.
Algunas religiones buscan la salvación a través de la figura de un salvador; otras no. Incluso las muy fatalistas.
Hay otras religiones que ofrecen figuras salvadoras de diverso tipo. En cambio otras religiones no tienen una
figura salvífica, por más que “iluminen” al hombre en el camino de su liberación, como es el ejemplo del
Budismo. El hombre no tiene palabras directas para expresar lo divino, ni acciones que de por sí lo pongan en
comunión inmediata con la divinidad. Se siente por ello impulsado a usar dos tipos de símbolos: representativos
y cultuales. Pero no le es suficiente al hombre representar lo trascendente: también tiene necesidad de unirse
con la divinidad, o al menos con el mundo de lo divino y representa este hecho “sacramentalmente” en el culto.
Una gran parte de estos símbolos (representativos o cultuales) se refiere claramente a las concepciones diversas
de la salvación, que es un elemento central de las religiones.
Muchas veces el hombre de hoy busca más la seguridad, que la salvación. Con frecuencia perdido el sentido del
pecado y de lo trascendente, quisiera dominar el mal por medio de las ciencias. El hombre racionalista reduce
en múltiples ocasiones el mal humano a faltas a la norma ética, que trata de explicar de múltiples maneras que
tienen una cosa en común: no van mas allá, en sus raíces, de los elementos naturales con que cuenta el hombre.
Habría que preguntar en primer lugar si verdaderamente el hombre, cuenta con las fuerzas suficientes para
librarse de sus propias pasiones. Para el científico evolucionista el pecado no existe; El psicologista excesivo
tratará de reducir la idea de Dios en el hombre, por ejemplo a una superestructura ilusoria proveniente del
anhelo de un “paraíso perdido”, y ayudar al hombre a salvarse encontrándose a sí mismo; el existencialista ateo
sentirá la vaciedad y el absurdo de un hombre sin esperanza de liberación, no consentiría una salvación “desde
fuera” (desde Dios); El hombre víctima de la sociedad industrial se siente amenazado por las guerras que
pueden destruirlo con los instrumentos que él mismo ha fabricado; pero lejos de la esperanza en Dios, busca
salvaciones provisorias en frágiles tratados de paz.
El hombre que no ha conocido (en sentido bíblico, es decir experimentado de manera profunda y personal) a
Dios, no sabe lo que es el pecado como lejanía de Dios. Por ello el pecado mismo es conocible en su
profundidad sino a la luz de un Dios que se nos revela. Lo maravilloso y único de la revelación cristiana es que
ese Dios se nos manifiesta como salvador; el creyente comprende en profundidad la raíz del pecado cuando ha
experimentado en Cristo, y por la acción del Espíritu, la salvación que viene del Padre. La Sagrada Escritura no
trata de ayudar al hombre a escapar de este mundo, como si fuese un mundo malo. Por el contrario, reconoce
que el mismo Dios Salvador es el Creador, quien ha hecho todas las cosas con sabiduría y con amor. El pecado
es entonces un hecho histórico, que depende del uso irresponsable de la libertad humana, la salvación por tanto
tiene que tocar ante todo la historia que el hombre construye con su propia libertad. Si la Biblia considerase el
mal como algo inserto en la naturaleza, entonces nos propondría medios de salvación de tipo natural. Como
hecho histórico voluntario, el pecado es, según la revelación, una acción personal que, además de producir una
grave perturbación en el orden natural, hiere la relación de amistad entre Dios y el hombre.
Correspondientemente la salvación revelada es una intervención personal, libre e histórica de Dios, en la
existencia humana.
La conciencia personal del hombre se desarrolla a partir de estos hechos: la evolución de la técnica lo hace
consciente de sus capacidades; el desarrollo social, de sus cualidades como persona. El pecado violenta pero no
destruye la finalidad divina de la historia humana. Las escrituras nos hablan de una única historia de salvación;
Se trata de una historia continuada, de la que somos herederos. La reflexión teológica de los Apóstoles a partir
de la resurrección de Jesucristo, los hizo descubrir un principio básico para interpretar la historia de la salvación
como ya cristocéntrica: La historia salvífica veterotestamentaria tendría, pues, como finalidad en los planes del
Padre la preparación del misterio de la encamación de su Hijo. Los primeros cristianos consideran el hecho
esencial de que en el Antiguo Testamento no se trata de Jesús encarnado, sino de Jesús preexistiendo y de la
preparación de su encarnación, preparación que se sitúa en la parte precristiana de la historia de la salvación.
Sólo a la luz del AT podemos comprender el misterio de Jesucristo, y esperar que lógicamente la revelación del
NT se nos haya comunicado bajo las categorías del AT; aunque naturalmente reinterpretadas según la nueva
revelación de Jesucristo. La figura y el acontecimiento Cristo ha sido expresada e interpretada a base de figuras,
conceptos, estructuras y categorías procedentes del AT y sólo comprensible partiendo de él: mientras el NT nos
muestra quién es Cristo el AT nos dice qué es Cristo.

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