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Laura Alvear Roa

201425581
Ciudad y literatura

El lector de la ciudad
La ciudad, dice Barthes, es un discurso, un tipo de escritura, es la inscripción del hombre en
el espacio. (259) Como discurso, la ciudad está construida a partir de elementos, metáforas,
oposiciones y simetrías que configuran un complejo espacio de significantes y significados
que se remplazan, se transforman, se unen o se dividen para formar nuevos componentes
significativos. Como discurso, la ciudad cobra sentido en tanto que su usuario, el viajero,
aquel que la recorre, establece un diálogo con ella, así como el libro solo puede ser
interpretado por sus lectores.
El Marco Polo de “Le città invisibili”, de Italo Calvino, personifica al que Barthes
define como el lector de ciudades. Como viajero oficial del imperio de Kublai Kan, Marco
Polo debe recorrer las ciudades que constituyen ese imperio para darle cuenta a su emperador
de cómo están constituidas, de tal manera que este pueda comprenderlas, imaginarlas y así
ser capaz de ejercer su poder sobre ellas.
Sin embargo, el balance que hace Marco Polo de las ciudades que visita se diferencia
de las descripciones referidas por los otros embajadores del Gran Kan. El viajero desconoce
la lengua del emperador y se ve obligado a acudir a señas y gestos o a los objetos que ha ido
reuniendo en sus viajes para poderle narrar aquello que ha visto. La falta de uso de un mismo
lenguaje no niega la posibilidad de comunicación. Al contrario, este lenguaje precario que
logra relacionar al emperador con su viajero es mucho más sugestivo que el lenguaje hablado.
La lengua común, cuando Marco Polo aprende hablarla, va a ser limitante para la expresión
de lo que él ha visto. La extrañeza de no tener unos significados generales que ofrece el
lenguaje de gestos y señas genera una mayor posibilidad de interpretaciones en el emperador,
y, a su vez, imágenes complejas que sin embargo tienen el poder de permanecer en su mente.
De manera analógica, la ciudad se comunica con el viajero con un lenguaje distinto al suyo
sin impedir que haya comunicación entre ellos. La ciudad es un tejido de componentes
arquitectónicos y sociales que están en constante tensión formando diversas posibilidades de
relaciones significativas y nunca un significado fijo. La ciudad se abre ante el viajero como
un libro al lector. El viajero, puede recorrer sus calles y conocer sus esculturas y edificios de
maneras distintas, recorriendo la ciudad por distintos caminos, tomando ahora la vía de la
derecha para cruzar a continuación a la izquierda o recorrer hasta el final una sola calle o,
incluso, quedarse parado en frente de una esquina detallando la magnífica arquitectura que
le ofrece. Así, la ciudad no se puede recorrer de una sola manera, está abierta a una cantidad
de significados que se transforman además en la mirada particular del viajero que la recorre.
El narrador de “Le città invisibili” narra cómo el viajero que llega a Maurilia se encuentra
con una ciudad muy distinta a aquella que observa en unas viejas tarjetas postales. La ciudad
se le presenta al viajero de una manera distinta a la que esperaba, no tanto porque sea otra
ciudad, sino porque él es otro, otro distinto a aquel que le ha dado las postales. Pero eso hace
que de todas maneras sea otra ciudad, sin relación alguna con la de ese otro viajero. Y así, la
ciudad se reconstruye y se transfigura de maneras distintas bajo la mirada y la experiencia de
cada nuevo viajero, de ahí que el narrador dice, “così come le vecchie cartoline non
rappresentano Maurilia com’era, ma un’ altra città che per caso si chiamava Maurilia come
questa”. (Calvino, 30) Nos atañe, pues, lo que más adelante afirma Barthes en “Semiología
y urbanismo”: “la significación es vivida en completa oposición a los datos objetivos.” (260).
Los significados no son eternos ni estáticos, cambian cada vez que un factor de las relaciones
que lo constituyen cambia.
Por último, el libro de Calvino nos permite ver que la diversidad de significados y de
interpretaciones que genera el conocer una ciudad es posible sólo a través del discurso. La
representación tanto pictórica como oral que puede generar el viajero de su experiencia en la
ciudad, en las ciudades, crea a su vez y de manera inminente, una nueva ciudad en el receptor
de ese discurso.

Bibliografía
Barthes, Roland. “Semiología y urbanismo”. La aventura semiológica. Barcelona: Ediciones
Paidós Ibérica, S.A., 1993. Impreso.
Calvino, Italo. Le città invisibili. Milano: Mondadori, 2016. Impreso

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