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La humanidad está enfrentando en el siglo XXI uno de los mayores desafíos en su historia: el

problema del cambio climático. Este fenómeno está asociado a la variación de las condiciones
del clima provocada por las emisiones de gases de efecto invernadero (como el dióxido de
carbono) derivadas de las actividades humanas, la deforestación acelerada de los bosques por
la tala indiscriminada, la acidificación de los mares, la reducción de la biodiversidad y la erosión
de los suelos.
El término edificio sostenible se ha convertido en el concepto de moda entre los arquitectos. Pero
para la mayoría de nosotros, que vivimos en casas construidas ya hace décadas, la realidad dista
mucho de los diseños futuristas: nuestras casas engullen la energía y a menudo la despilfarran y
resultan poco eficientes. Sin embargo, quizá estemos a punto de presenciar grandes cambios en ese
aspecto: tanto las empresas como los académicos se han unido para intentar forjar un nuevo paisaje
urbano en el que los edificios se conviertan en las centrales eléctricas del futuro.
Si les pedimos a los científicos pioneros de la tecnología medioambiental de última generación que
nos describan la casa del futuro, nos llevarán a un mundo fascinante en el que la ciencia biológica y
la ciencia de los materiales trabajan en armonía para crear un entorno constructivo vivo.

Se trata de un mundo en el que miles de tecnologías sustituyen a los combustibles fósiles y a la


energía nuclear. Es un futuro en el que la química, la biología, la nanotecnología, la ciencia de los
materiales y la biomimética se fusionan con el objetivo de crear una ciudad viva e interconectada. Es
un lugar en el que la energía solar puede captarse de distintas formas desde cualquier fachada y
almacenarse dependiendo de las estaciones. Un lugar en el que gracias a un aislamiento inteligente
se regula el entorno, al tiempo que unas paredes vivas formadas por algas reaccionan a la luz solar
para generar sombras y luz. Es, en definitiva, un mundo interconectado en el que el hogar, el lugar
de trabajo, el coche y la escuela imitan a los organismos vivos interactuando de forma natural con el
entorno para recoger la energía captada de las casas durante el día y de los lugares de trabajo por las
noches y la distribuye allí donde es más necesaria.

La mayoría de estas recientes innovaciones derivan de la amenaza que plantea el cambio climático.
Según investigaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, una
construcción más inteligente de los edificios nos ofrece una oportunidad única y extraordinaria para
lograr recortar de forma rentable las perjudiciales emisiones de gases de efecto invernadero. En
general, los edificios consumen el 40 % de nuestros recursos energéticos y emiten un tercio de
los gases de efecto invernadero del planeta, una cifra que se prevé que ascienda a medida que más
poblaciones consumidoras de energía vayan emigrando a las ciudades.

“Podemos crear un panel solar sobre cualquier cosa,


incluso sobre papel.”
Doctora Trisha Andrew, profesora adjunta de Química en la Universidad de Wisconsin-Madison
El problema de esta atractiva visión del futuro ideada por los científicos es que, para la mayoría de
nosotros, tiene poca relación con nuestra experiencia real del mundo construido. Tanto si vivimos en
Berlín como en Shanghái, Río o Milwaukee, lo más probable es que estemos rodeados de edificios
cuyo diseño ha variado escasamente en los últimos 100 años y que usan tecnologías que apenas se
han desarrollado en los últimos 50 años. La tecnología más avanzada que podemos contemplar en
nuestro quehacer diario se limita, por lo general, a los pesados paneles solares de silicio cristalino y a
los aerogeneradores.

Pero esto podría estar a punto de cambiar. Y el catalizador de ese cambio es una revolución
silenciosa que se ha ido desarrollando en las salas de juntas de las grandes empresas y en los
laboratorios de las instituciones académicas. La gente está comprendiendo que, por mucho que no
falten innovaciones brillantes en el sector del diseño de edificios, lo cierto es que no se ha dedicado
suficiente esfuerzo a hacer llegar esas nuevas tecnologías al mercado general. Comprender este
hecho ha llevado a algunas de las mentes más prodigiosas del mundo a dirigir su atención no al
pensamiento teórico sino al reto tecnológico de producir a mayor escala. La cuestión es cómo lograr
que esas tecnologías, además de ser asequibles y rentables, también puedan producirse a una escala
suficiente para que realmente supongan un cambio real.

Gref Keeffe, profesor de Arquitectura Sostenible y responsable de investigación de la Queens


University de Belfast (Irlanda del Norte) cree que los arquitectos y los diseñadores pueden aprender
de las técnicas de producción en masa que utilizan los fabricantes de automóviles.

Según afirma, la necesidad actual de encajar las casas en el escaso espacio urbano que nos queda
libre implica que cada edificio tenga que diseñarse de forma independiente. Esto, claro está, no
permite de ninguna manera desarrollar el tipo de innovación que se asocia a la producción en masa.

“Si pensamos en el tipo habitual de casa que puede tener aparcado delante un Mercedes Clase E,
vemos que es un edificio que, en comparación con ese coche, no es muy refinado”, explica el
profesor Keeffe. “Creo que necesitamos un producto más industrializado, producido en masa pero
personalizado, pero de momento eso está fuera de nuestro alcance, porque los edificios se diseñan de
modo muy distinto a los coches. Si sumamos todas las horas dedicadas por distintas personas a
diseñar cada elemento de un coche, tendremos una inversión de centenares de años, mientras que el
tiempo dedicado a cada elemento de un edificio es claramente inferior, porque cada edificio es una
entidad distinta”.

Qué es la Energía Verde?


Pues bien, solemos tender a confundir energías renovables con energía verde,
y la diferencia está en que todas las energías verdes son renovables, pero
no todas las energías renovables son verdes.

Por ejemplo, la Gran Hidráulica (>10 MW) se trata de una fuente de energía
renovable y limpia, pero el importante impacto que causa en su entorno fluvial
impide que se la pueda calificar de verde.

Cuando hablamos de Energías Verdes nos referimos a recursos infinitos de


fuentes no contaminantes y respetuosos con el medio ambiente. En este grupo
destacan energías como la solar, la eólica, la mareomotriz...

En 2016, en España el 38,9% de la energía generada procedió de fuentes


renovables, la eólica encabeza la producción con 18,4%, seguida de la
hidráulica con un 13,8% y por detrás estuvieron la energía solar fotovoltaica y
térmica con un 3,1% y 2% respectivamente, el 1,6% restante corresponde al
resto de energías renovables.

¿Cómo puedo consumir Energía Verde?


Existen varias maneras, pero la única en la que podemos estar completamente
seguros de la procedencia renovable de nuestra energía es el autoconsumo.
Mediante la instalación de placas solaresen nuestra cubierta podemos generar
energía limpia suficiente para cubrir el 100% de nuestra demanda energética o
buena parte de ella.

Otra opción a tener en cuenta es contratar los servicios de alguna de las


múltiples comercializadoras que actualmente ofrecen a sus clientes la
posibilidad de consumir energía 100% renovable, y es que ya son más de 30
empresas las que anuncian este servicio en nuestro país. Ahora bien, tal y
como ya sabemos, debemos tener en cuenta que 100% renovable no tiene por
qué ser 100% verde y tendremos que estudiar las ofertas de las diferentes
comercializadoras para cerciorarnos de la procedencia de nuestra energía.

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