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Filosofía

Texto N° 4

Ética kantiana
Ningún filósofo de la Edad Moderna provoca en el pensamiento de esta época cambios tan perdurables como la persona
que es la cima de la Ilustración europea y, al mismo tiempo, su punto de inflexión:

Kant (1724-1804). Immanuel Kant asienta sobre un nuevo fundamento casi todos los temas tratados por la filosofía,
tanto el conocimiento como las matemáticas o las ciencias naturales, la moral, el derecho, la historia y la religión, la
estética y la biología. Y sus escritos sobre esos temas se caracterizan por un grado tan elevado de originalidad y agudeza
conceptual y argumentativa que siguen marcando con su impronta incluso los debates filosóficos actuales. Por
añadidura, Kant introduce la paz como un nuevo concepto filosófico fundamental y proporciona al conjunto de la
filosofía una perspectiva cosmopolita.

Immanuel Kant nació en Königsberg en 1724 y murió en la misma ciudad en 1804, después de haber pasado en ella toda
su larga vida. Fue siempre un sedentario y no salió nunca de los límites de la Prusia oriental, y apenas de Königsberg. Era
de familia modesta, hijo de un guarnicionero, criado en un ambiente de honrada artesanía y de profunda religiosidad
pietista. Estudió en la Universidad de su ciudad natal, ejerció la enseñanza privada y luego participó en las tareas
universitarias; pero solo en 1770 fue nombrado profesor ordinario de Lógica y Metafísica. Hasta 1797 permaneció en su
cátedra, que abandonó por su vejez y debilidad siete años antes de morir. Kant fue siempre de salud muy delicada, y a
pesar de ello tuvo una vida de ochenta años de extraordinario esfuerzo. Era puntual, metódico, tranquilo y
extremadamente bondadoso. Su vida entera fue una callada pasión por la verdad.

Kant se propuso crear una Ética racional, es decir, una teoría moral fundamentalmente distinta de la «Ética
empírica» cultivada en el siglo XVIII por la mayoría de los pensadores ingleses y franceses. El objetivo que
perseguía no era nuevo: casi todos los pensadores anteriores procuraron determinar las bases racionales de la
moral. Pero Kant creyó descubrir las leyes fundamentales de la moral, no mediante el estudio de la naturaleza humana y
la observación de la vida y de los actos humanos, sino por medio del pensamiento abstracto.

Kant llegó al convencimiento de que la base de la moral reside en la «conciencia del deber». Esta conciencia no obedece
a consideraciones de utilidad personal o social ni al sentimiento de simpatía o de benevolencia, sino que constituye una
particularidad de la razón humana.

Los postulados morales tienen que tener un carácter de mandamientos incondicionales, es decir, han de estar
basados sobre el “imperativo categórico”. Este imperativo categórico representa la conciencia del deber.

De la misma manera que los axiomas de las Matemáticas no proceden de la experiencia (así opinaba Kant), la
conciencia del deber lleva en sí el carácter de una ley natural y es propia del entendimiento de todo ser que piensa
racionalmente. Es una actualidad de la «razón pura».

¿En qué puede consistir el deber moral? Según su naturaleza misma, el deber es lo que tiene un valor absoluto
y por lo tanto no puede ser sólo un medio para la consecución de otro fin, sino que es la “finalidad” en sí misma.
Ahora bien: ¿qué es lo que para el hombre puede tener valor absoluto y por lo tanto constituir una finalidad? Según
Kant, lo único que tiene en el mundo y aun fuera de él una importancia absoluta es la “voluntad libre y racional”.
Todo lo demás tiene en el mundo, según Kant, un valor relativo. Tan sólo la personalidad racional y libre tiene
en sí un valor absoluto.

Así, pues, la voluntad libre y racional constituye el objeto del deber moral. “Debes ser libre y racional”, tal es el mandato
de la conciencia moral. Después de haberla establecido, Kant deduce de ella la primera fórmula de la conducta moral:
“Obra de tal modo que emplees la humanidad, tanto en tu persona, como en la de cualquier otro, siempre al mismo
tiempo como un fin y nunca sólo como un medio”. Pues todos los hombres, iguales a nosotros, están dotados de
una voluntad libre y racional y no pueden, por lo tanto, servirnos jamás como medio. Según Kant, el ideal al cual
aspira la moral es una comunidad de hombres libres y racionales en la cual cada individuo constituya una finalidad
para todos los demás. Basándose en esta idea, Kant definió así la ley moral: “Obra de tal modo que puedas
siempre querer que la máxima de tu acción sea ley universal”; o en otra fórmula: “Obra como si la máxima de tu acción
debiera tornarse, por tu voluntad, en ley universal de la naturaleza”.

En oposición a las doctrinas eudemonistas y utilitaristas que predicaban la moral porque proporciona al hombre la
felicidad (según los eudemonistas) o el provecho (según los utilitaristas), Kant afirmó que el hombre ha de ser
moral en la vida porque así lo exige nuestra razón. Decía, por ejemplo: debes respetar tu propia libertad y la
de los demás no solamente cuando esperas sacar de ella un placer o un provecho, sino siempre y en todas las
circunstancias porque la libertad es un bien absoluto y por sí sola constituye una finalidad: todo lo demás no es más
que un medio. En otras palabras, la personalidad humana ha de ser objeto de una estima absoluta y en esto, según
Kant, reside la base de la moral y del derecho.

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