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CONTRA EL DUALISMO: EL ARGUMENTO DE LA CLAUSURA

CAUSAL. ALTERNATIVAS AL DUALISMO: CONDUCTISMO,

FUNCIONALISMO Y TEORÍA DE LA IDENTIDAD

1. Presentación del problema

El filósofo Ryle en The Concept of Mind (1949) nos presenta –para, a

continuación, criticarla- una concepción dualista de la mente que él denomina ‘el dogma

del fantasma en la máquina’. Sin ajustarnos literalmente al texto de Ryle, pero

recogiendo su idea, cabe formular el dualismo en los siguientes términos.

(1) Nosotros los humanos tenemos como partes constituyentes tanto la mente

como el cuerpo. Se trata de dos sustancias esencialmente heterogéneas. El cuerpo es

físico; la mente no lo es.

(2) El cuerpo, en cuanto que sustancia física, está sometido a las leyes físicas.

La mente no. Ambas sustancias tienen propiedades distintas. Las propiedades y estados

del cuerpo son físicas, mientras que la mente tiene propiedades y estados mentales:

tener creencias, sentir emociones, tener deseos, dolor etc. son propiedades o estados

mentales.

(3) La introspección es la vía de acceso directo a la mente, es decir, al

contenido de la misma y de sus estados. Cada uno de nosotros tiene una vía de acceso

privilegiada al contenido de sus estados mentales.

Si bien existen antecedentes, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX se ha

producido una ofensiva contra la concepción dualista de la mente. De entre los muchos

argumentos y contra-argumentos propuestos, vamos a elegir uno que se centra en el

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concepto de causalidad. El dualismo, prima facie, tiene dificultades para dar cuenta de

la interacción entre dos sustancias (el cuerpo y la mente) tan heterogéneas.

2. El argumento de la clausura causal

El argumento de la clausura causal tiene una estructura y contenidos

relativamente sencillos. Nos basta con considerar dos premisas, en principio plausibles:

(P1) Si un evento físico (o la instancia de una propiedad física) tiene alguna

causa, entonces dicha causa es también física.

(P2) Tenemos la certeza de que algunos eventos mentales causan eventos

físicos. Es decir, existen eventos físicos que tienen causas mentales.

La única forma de resolver la obvia tensión entre (P1) y (P2) es (C):

(C) Algunos eventos mentales (los que son causas de eventos físicos) son, en

algún sentido, eventos físicos.

La conclusión constituye una negación parcial del dualismo, ya que hay que

interpretar que en (C) se afirma algún tipo de relación interna entre (algunos) eventos

físicos y mentales. Eso es lo que hemos querido expresar en (C) mediante la expresión

‘son, en algún sentido,’. La negación del dualismo es tan sólo parcial ya que afecta a los

eventos mentales que causan eventos físicos. En cualquier caso, si este argumento es

bueno, bastaría añadir otras premisas (también plausibles) para que el dualismo

sustancial se derrumbara no parcialmente, sino en su totalidad.

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3. Comentarios sobre el argumento de la clausura causal. Consecuencias:

conductismo y funcionalismo y teoría de la identidad

En la presentación del argumento quizá deberíamos haber incorporado una

tercera premisa, sin la cual el argumento dejaría de ser válido.

(P3) Un mismo evento físico no puede tener dos causas distintas, una física y

otra mental

Cabe concebir casos en los que un evento E tiene dos causas físicas F1 y F2

independientes entre sí, y siendo cada una de ellas suficiente para causar el evento E.

Supongamos que dos personas disparan desde ángulos distintos sobre otra persona. Las

dos balas se alojan simultáneamente en el corazón y en el cerebro de la víctima.

Podríamos decir que el evento E (la muerte de la víctima) ha sido causado tanto por F1

(impacto de la bala1 en el corazón) como por F2 (impacto de la bala2 en el cerebro), es

decir, podríamos decir que el evento E está sobrecausado o sobredeterminado

causalmente.

La incorporación de (P3) imposibilitaría la situación siguiente: un evento físico

(E) tiene dos causas, una mental (F1) y otra física (F2), que están en una relación

análoga a la descrita en el párrafo anterior. Vamos a suponer, pues, que no cabe

sobredeterminación físico-mental. Quizá esta suposición no esté exenta de problemas.

SI (P3) fuera falsa, entonces de (P1) y (P2) no se seguiría necesariamente (C).

El dualista tiene dos alternativas para bloquear el argumento: rechazar (P1) o

rechazar (P2).

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En principio (P2) parece irrefutable, ya que es un hecho que si yo quiero

levantarme (en circunstancias normales), entonces me levanto. Mi deseo de levantarme

ha causado una serie de movimientos físicos en mi cuerpo.

En definitiva, evaluar y rechazar (P1) parece el reto dualista. Dejamos esta

tarea como ejercicio para el lector.

Supongamos ahora que nos vemos abocados a aceptar la conclusión (los

eventos mentales son, en algún sentido, eventos físicos). ¿Qué significa dicha

conclusión?

Vamos a presentar tres concepciones acerca de los estados mentales que han

tenido un impacto filosófico indudable y que parecen satisfacer la conclusión (C).

(1) La primera de ellas es el llamado conductismo lógico. Tanto Ryle en The

Concept of Mind como Wittgenstein en su Investigaciones filosóficas son considerados

conductistas lógicos. La idea básica que defienden puede recogerse en el eslogan

siguiente: los eventos y estados mentales son o consisten en disposiciones a la

conducta. Por ejemplo, tener la creencia de que hace buen tiempo consiste en tener la

disposición a salir de casa ligero de ropa, si se decide salir de casa, y a afirmar que hace

buen tiempo, si alguien pregunta por el tiempo que hace,... De esta forma, el

conductismo lógico a partir de determinada concepción de las disposiciones, considera

que puede dar cuenta de los estados mentales sin recurrir al ‘fantasma dentro de la

máquina’. Todo está fuera, todo es al fin y al cabo movimiento físico, conducta. En

cualquier caso, el conductismo tiene que enfrentarse a varios problemas serios. Por un

lado, sus definiciones de los estados mentales particulares no están cerradas. Por otro

lado, y de forma más preocupante, toda definición de un estado mental particular

recurre a otros estados mentales. En el ejemplo de arriba, para definir la creencia he

considerado los estados de decidir y de afirmar. No parece, en definitiva, que quepa

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definir disposicionalmente un estado mental sin recurrir a otros. Por lo que el

conductista, contrariamente a su intención, no consigue librarse de lo mental.

En lo que a la causalidad mental se refiere, el conductista tiene un problema

añadido. Intuitivamente tendemos a pensar que tanto nuestra conducta como nuestras

disposiciones a la misma son efectos de nuestros estados mentales: estamos dispuestos a

gritar porque sentimos dolor. El conductista, sin embargo, considera que el estado

mental es, por definición, esa disposición a actuar. Por ello, aceptar el conductismo

parece obligarnos a revisar las características que asociamos intuitivamente con la

causalidad mental.

(2) Una segunda interpretación de (C) nos lleva a la teoría de la identidad

psicofísica (TIP). Según esta teoría, los estados mentales son (idénticos a) estados

físicos. Un estado mental como, por ejemplo, el de sentir un dolor es idéntico a algún

estado neuronal (que puede ser desconocido para nosotros). (Véase, por ejemplo, Smart

(1962))

En lo que a la causalidad mental se refiere, TIP no presenta los problemas que

hemos planteado frente al conductismo. El partidario de TIP identifica el estado mental

con un estado físico interno, y no con una disposición a la conducta. Ese estado físico

(que es el estado mental mismo) nos permite explicar causalmente nuestra disposición a

la conducta, y esta estrategia está en consonancia con nuestra visión intuitiva de la

eficacia causal de los estados mentales.

En cualquier caso, TIP también tiene sus problemas. La mayor parte de los

mismos giran en torno a la multirrealizabilidad o realizabilidad múltiple de los estados

mentales. Parece, en principio, que dos seres distintos pueden sentir dolor aun cuando

dichos seres tengan constitución física totalmente distinta. Con lo cual, el dolor no

puede identificarse con un (tipo de) estado físico, sino que a lo sumo tendría que

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identificarse al estado físico F1 en el caso de los humanos y al estado físico F2 en el

caso (supongamos) de los extraterrestres. La relación de identidad, pues, hay que, por lo

menos, matizarla.

(3) En la actualidad una de las teorías más populares con respecto a los estados

mentales es el funcionalismo (véase Putnam (1960) y Putnam (1967)). El funcionalista

considera que los estados mentales se caracterizan funcionalmente. Consideremos el

caso de un termostato. Su función es especificable independientemente de cuáles sean

los constituyentes físico-materiales del termostato: el termostato será de plástico o de

metal, pero ser plástico o de metal no hace al termostato termostato. El termostato es esa

función, es un regulador de temperatura, no su constitución física. Al igual que un

termostato se define a partir de su función (regulador de temperatura), los estados

mentales estarían en una situación análoga. Serían estados (propiedades o eventos)

especificables a partir de una función. La constitución del estado mental queda abierta a

la investigación y se determina a posteriori.

Los estados mentales se definen especificando las respuestas (output-s) que se

dan ante distintas circunstancias (input-s). El funcionalismo con respecto a los estados

mentales deja abierto qué es lo que en cada caso lleva a cabo la función que define el

estado mental. La investigación descubre qué es lo que produce determinados input-s

ante determinados output-s, y la definición funcional del estado mental orienta dicha

investigación. Se puede establecer el paralelismo entre los estados mentales y los

programas informáticos. En la especificación de un programa informático no pensamos

en términos de circuitos electrónicos. Más bien pensamos en términos de las

operaciones que nos llevarán de determinados input-s a determinados output-s,

independientemente de cómo se materialicen esas operaciones abstractas al nivel del

hardware.

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Frente al conductismo, el funcionalista no identifica el estado mental con la

conducta. El estado mental más bien está por la causa de la conducta. La conducta es un

componente del entramado funcional que define el estado mental. Frente a TIP, el

funcionalismo es totalmente compatible con la múltiple realizabilidad de los estados

mentales, como el caso del termostato muestra (un termostato puede ser de plástico o de

metal). Parece, pues, que el funcionalismo goza de ciertas ventajas frente a sus teorías

rivales.

El problema es que no está claro si el funcionalismo es una de las formas que

puede adquirir la conclusión (C), si es que queremos que dicha conclusión constituya la

negación del dualismo. El funcionalismo, en principio, es compatible con el dualismo,

ya que pueden ser estados no-físicos los que realizan las funciones que el funcionalismo

asocia con los estados mentales. Es decir, para que el funcionalismo se constituya como

una interpretación de (C), necesitamos una premisa que afirme que los realizadores de

las funciones sólo pueden ser físicas. Pero el hecho de añadir esta premisa puede

resultar problemático para el argumento de la clausura causal.

4. Bibliografía básica

Textos fundamentales:

Descartes, R. (1641), Meditaciones metafísicas. Madrid: Alfaguara.

Putnam, H. (1960), Mentes y máquinas. En Turing, A. y otros (1985), Mentes y

máquinas. Madrid: Tecnos. (traducción de P. Navarro)

Putnam, H. (1967), The Nature of Mental States. En, Lycan, W.G. (ed.) (1990),

Mind and Cognition. A reader. Oxford: Blackwell.

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Ryle, G. (1949), The Concept of Mind. Londres: Hutchinson.

Smart, J.J.C. (1962), Sensations and Brain Processes. En Rosenthal, D.M. (ed.)

(1991), The Nature of Mind. Oxford: Oxford University Press.

Otras referencias:

Lowe, E.J. (2000), Filosofía de la mente. Barcelona: Idea Books.

Moya, Carlos J. (2004), Filosofía de la mente. Valencia: PUV.

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