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Resumen: La ineficacia del negocio testamentario suele ser por diversas causas,
una de las cuales se muestra misteriosa y de escasa manifestación práctica, cual
es la anulabilidad del testamento por vicios en la voluntad del testador. Los procesos
de impugnación de testamentos por esta causal, dada la naturaleza del negocio
jurídico testamentario, requieren un análisis profundo y esmerado; tanto por parte
de quienes desean destruir la validez del negocio jurídico testamentario mediante
las pruebas que demuestren el error, el fraude o la amenaza, como para los Jueces,
quienes en definitiva tendrán el deber de descifrar el enigma de la verdadera
voluntad de su autor, o tal vez palpar el desagradable estado de conciencia de
quienes se han visto obligados a quebrantar su voluntad más preciada, su última
voluntad.
Introducción
Nuestro Código Civil no contiene una doctrina general relativa a la ineficacia de los
negocios jurídicos, y mucho menos del Testamento. En efecto, aunque la Sección
Quinta del Capítulo Tercero, del Título IV del Libro Primero del precitado texto legal
se denomina " Ineficacia de los actos jurídicos", referente a la nulidad y anulabilidad;
es regulado en la Sección Sexta la rescisión de manera independiente como si la
misma no estuviera contenida en aquella. Luego, el Libro Cuarto Derecho de
Sucesiones, en el artículo 489, regula la caducidad en materia testamentaria solo
referente a los Testamentos Especiales y en el artículo 479 la revocación de los
Testamentos. Por tanto para hablar de la ineficacia de los Testamentos es necesario
hacer un análisis de las distintas figuras que comprende la ineficacia y constatar su
aplicación al negocio jurídico testamentario, particularmente al que se está
resolviendo. Comenzando primero por las instituciones de nulidad y anulabilidad
con su regulación de carácter general para todo tipo de acto jurídico, y
posteriormente con los supuestos de ineficacia estrictamente aplicables al
Testamento, que aunque no constan con el nombre de ineficacia de los
Testamentos se desprende tal carácter.
1. La legitimación,
4. La convalidación, etc.
El Código Civil Cubano regula en el Capítulo III del Título IV Libro Primero, el Acto
Jurídico, dedicando las Secciones Quinta y Sexta al tratamiento de la ineficacia de
los actos jurídicos, ineficacia en sentido general por disconformidad con la Ley para
todas las especies de actos jurídicos, pero como venimos apuntando desde un
comienzo no son de aplicación al Negocio Jurídico Testamentario todas las
causales de ineficacia de los actos jurídicos, por lo que no entraré a analizar la
causal de Rescisión por no ser de aplicación a al mismo; abordaré solamente los
regímenes jurídicos de nulidad y anulabilidad, resultando aplicables estos preceptos
a los Testamentos por estar en la Parte General del Código y porque los
Testamentos no tienen un capítulo específico para su ineficacia, además por ser un
acto jurídico se entiende que le es aplicable la ineficacia general, siempre con las
adaptaciones que conlleva, toda vez que existen deficiencias en la redacción de los
artículos por ser exactamente de carácter general, y deberían estar redactados de
forma tal que les fueran aplicables a todo tipo de Acto Jurídico.
El apartado b) regula la nulidad de los Actos Jurídicos realizados por personas que
no puedan ejercer su capacidad jurídica. Este es entendido aplicable a los
Testamentos de su simple lectura y de gran aplicación práctica. En las
investigaciones realizadas pude revisar Legajos de Sentencias de la Sala Segunda
de lo Civil y lo Administrativo del Tribunal Provincial Popular de La Habana, y
apreciar que la mayoría de los procesos de impugnación de Testamentos estaban
fundados en la incapacidad del testador, a pesar de que en casi ninguno es
declarada con lugar la demanda, por la falta de la prueba fehaciente consistente en
el Auto de Incapacidad dictado por Tribunales Municipales en los correspondientes
procesos. El artículo 29 del Código Civil Cubanoestablece la plena capacidad para
ejercer derechos y realizar actos jurídicos al arribar las personas a la mayoría de
edad, que comienza a los 18 años cumplidos, o por matrimonio del menor.
Igualmente establece en el artículo 31 que carecen de capacidad jurídica los
menores de 10 años de edad y los mayores de edad que han sido declarados
incapaces para regir su persona o sus bienes. Regulando así mismo en el Libro de
Derecho de Sucesiones en el artículo 484.3, que el notario cuando interviene en el
otorgamiento de Testamentos, tiene que cerciorarse de la capacidad legal del
testador al momento de dicho otorgamiento. Por su parte la Ley de las Notarías
Estatales en su artículo 16, inciso b), establece que será nulo el documento notarial
en que no conste el juicio de capacidad, complementado con lo regulado en el
artículo 58 de su Reglamento que señala la posibilidad de solicitar dictamen pericial
cuando el notario tuviera dudas acerca de la capacidad mental o volitiva del
compareciente.
El apartado c) se refiere a los actos jurídicos realizados con violencia física, siendo
posible su aplicación en el caso de que la persona haya otorgado Testamento poco
después de haber sido violentada, y no haber hecho uso de la facultad de
revocación testamentaria que posee por alguna causa sobrevenida, como su
muerte, incapacidad, o inclusive las amenazas del sujeto comisor de la violencia en
la persona del testador para evitar que el mismo revoque el Testamento.
El siguiente inciso ch) dispone la nulidad absoluta de los actos jurídicos realizados
en contra de una prohibición legal, y lógicamente esta causal de nulidad habla por
si misma, ya que nuestra Ley sustantiva establece en su Libro de Derecho de
Sucesiones varios preceptos de obligatorio cumplimiento y otros de tipo prohibitivo,
que aunque de manera
dispersa están bien claros y forman parte de las características exclusivas de esta
institución que es necesaria proteger.
El inciso d) del artículo 67 establece la nulidad de los actos que se realicen sin
cumplir las formalidades establecidas con carácter de requisito esencial. En este
supuesto ocurre lo mismo que en el anterior, no hay dudas de su aplicación a los
Testamentos, ya que el Testamento es un negocio jurídico que por excelencia
requiere ser realizado con fiel previsión de las formalidades legales, como
requisito sine quanon para la eficacia del mismo. Para cada clase de Testamento
la Ley establece cuál es la forma que éste debe adoptar, ya sean comunes o
especiales, dentro de los primeros el Notarial, el Ológrafo y el otorgado ante
Funcionario Consular, cada uno de ellos con sus formalidades propias. No así para
los Testamentos Especiales, en los que las formalidades para su otorgamiento
parecen ser comunes variando solamente la persona que lo otorga, ante quienes
se otorga, y las circunstancia que dieron lugar a su otorgamiento.
Y por último el inciso g) establece que son nulos los actos jurídicos realizados por
una persona jurídica en contra de los fines expresados en sus estatutos o
reglamentos; siendo esta causal la más sencilla de entender y respecto a la cual no
existe oposición en estimar que no es de aplicación al Acto Jurídico Testamentario,
por carecer las personas jurídicas de capacidad jurídica para testar.
g) Por último según el artículo 75.1 de nuestro Código Civil si el acto nulo o anulable
se hubiera ejecutado en todo o en parte, procede la restitución.
La legitimación activa plantea una serie de problemas que podemos tratar. Uno de
ellos es si el testador está legitimado activamente para impugnar su propio
Testamento. A la hora de resolver tal cuestión es constante la doctrina y la
jurisprudencia en el sentido de negarle tal acción, toda vez que el mismo cuenta con
un mecanismo sencillo, al que necesariamente deberá acudir, para privar de eficacia
su disposición de última voluntad, cual es proceder a su revocación (artículo 479 del
Código Civil). Si se le atribuyese tal legitimación activa, como quiera que en vida del
causante, su Testamento es irrelevante para los terceros, porque sus derechos, en
cualquier caso, no surgirían hasta el fallecimiento de aquel (artículo 476 del Código
Civil), se produciría el absurdo jurídico de un proceso sin parte demandada, al
carecer cualquier tercero de interés jurídico tutelable para ser judicialmente
interpelado, y oponerse a la acción de nulidad. Tampoco ningún heredero tendrá,
por igual razón, acción para impugnar el Testamento hasta el fallecimiento de su
otorgante, el cual durante su vida podrá, en cualquier momento, revocarlo dejándolo
sin efecto o modificándolo según estime oportuno.
El artículo 68.1 del Código Civil es categórico al exponer que el acto jurídico nulo no
puede ser convalidado y es impugnable en todo momento por parte interesada o
por el Fiscal. Pero hay que tener en cuenta que los efectos de la declaración de esa
nulidad pueden estar afectados por el transcurso del tiempo. Así, la obligación de
restitución del supuesto heredero testamentario al heredero legítimo del patrimonio
del causante puede verse afectada por la por la vía de la usucapión o prescripción
adquisitiva, cuando por el transcurso del tiempo, y con los requisitos legalmente
exigidos en los artículos 184 y siguientes del Código Civil, se consoliden las
titularidades dominicales derivadas de dicho acto de última voluntad.
Como bien nos dice la Doctora Caridad del Carmen Valdés Díaz, la regulación de
los vicios de la voluntad como causales de anulabilidad en la Parte General
del Código Civil Cubano, no deja lugar a duda en cuanto a su aplicación al negocio
testamentario, aunque la terminología inadecuada utilizada por el legislador en
algunos preceptos acuse falta de precisión técnica y exija una interpretación no
gramaticalmente exacta de los mismos en aras de su utilización en sede de
testamentos[3]
La anulabilidad es un tipo de ineficacia que se caracteriza por que el negocio
produce sus efectos desde el momento de su perfección, como cualquier otro
negocio normal o regular. Pero esos efectos son claudicantes, es decir, que la
eficacia negocial se destruye por el ejercicio de la acción de anulabilidad, o bien se
hace definitiva por la prescripción de aquella acción.
Debido a la razón de ser del negocio testamentario que es expresión del atributo de
la perpetuidad de los derechos, especialmente, la propiedad, en virtud de la cual el
titular de aquellos se encuentra facultado para disponer de ello para después de su
muerte, es entendible que una de las características sea su revocabilidad, unido ello
a sus otros caracteres de negocio jurídico personalísimo, no recepticio y unilateral
por excelencia.
En cuanto a las formas de revocación del Testamento éstas pueden ser de muy
diversa índole, y su análisis conllevaría prácticamente a una Tesis sobre el tema
debido a su vasto contenido; máxime cuando el Código Civil Cubano no refiere nada
al respecto, y existe una contradicción entre los apartados 2 y 3 del artículo 479,
único que regula la revocación.
4. La Caducidad Testamentaria.
La caducidad tiene lugar cuando la Ley o la voluntad de los particulares señalan un
término fijo para la duración de un derecho, transcurrido el cual no puede ser
ejercitado.
En este sentido, el artículo 69 del Código Civil señala: Son anulables los actos
jurídicos en los que la manifestación de voluntad está viciada por error, fraude o
amenaza.
El sujeto tiene bien formada su voluntad pero a la hora de manifestarla esta discrepa
de lo de lo que realmente él quiere, produciéndose una discordancia entre voluntad
interna y declaración de voluntad.
Ahora bien, en el caso de que este supuesto esté presente en el testador a la hora
de manifestar su voluntad, éste lógicamente lo desconoce y queda satisfecho con
los puntos del negocio realizado, más tarde si el mismo se percata de que la
declaración de voluntad que consta en su Testamento adolece de error, podrá
revocar la cláusula que lo contiene, de lo contrario correspondería tal acción a los
interesados en obtener la ineficacia del Testamento después de la muerte del
testador, acudiendo a la vía judicial para probar la existencia de tal vicio en el
Testamento. En este caso en particular, la Sala juzgadora tendrá el deber de
remitirse a lo expresado en el artículo 52 del Código Civil Cubano a fin de interpretar
la manifestación de voluntad del testador, con los obstáculos que esto presenta toda
vez que el autor del negocio está fallecido, y habrá que realizar un análisis
exhaustivo de todo el material probatorio que en definitiva corre a cargo de los
interesados en obtener la declaración de anulabilidad del Testamento.
Por último el inciso ch) del artículo 70, establece que existe error si el manifestante
prometió una prestación notablemente superior o aceptó una contraprestación
claramente inferior a la que realmente quiso prometer o aceptar. Esta causa de error
naturalmente no es aplicable al Testamento ya que en este tipo de negocio jurídico
no existen prestaciones ni por ende contraprestaciones, siendo ello propio de los
contratos.
Del precepto legal supra citado se puede decir que posee un error técnico en su
redacción, ya que hace referencia a las partes del negocio siendo esto imposible en
el acto jurídico testamentario por carecer de partes, ya que la falsa creencia o la
confirmación serían infundidas por una tercera persona. Como este artículo se
encuentra dentro Sección referida a la Ineficacia de los Actos Jurídicos comprendida
en la Parte General del Código, y por tanto los mismos son de aplicación a todas
las especies de actos jurídicos, teniendo en cuenta que nuestra Ley sustantiva no
ordenó la ineficacia de cada tipo de acto jurídico en particular, pienso que a pesar
de esta deficiencia es aplicable este precepto legal al Testamento sin dificultades,
pues la voluntad del testador puede ser susceptible de viciarse por maquinaciones
fraudulentas de otras personas que quieran alterar sus disposiciones en beneficio
propio o de un tercero.
Finalmente decir que el fraude no solo pude jugar de manera positiva cuando
determina el otorgamiento de un acto de última voluntad, sino también
negativamente cuando tienda a impedir que una persona otorgue libremente su
última voluntad.
Con este artículo sucede lo mismo que con el anterior referido al fraude; el legislador
usa la figura de la amenaza mientras que en otras legislaciones es casi siempre
acogida la intimidación, pero parece ser que entre una y otra no existen diferencias
por lo que se pueden encontrar indistintamente para referirse a la misma
circunstancia.
Este vicio se caracteriza por sus consecuencias mediatas, particular que se aprecia
en la adecuada redacción del precepto, que atinadamente se refiere al actuar del
manifestante de la voluntad viciada “bajo los efectos” de la amenaza en cuestión.
No importa que sea empleada por la misma persona que desea ser favorecida en
el Testamento o por otra que obre en nombre suyo, porque en uno u otro caso la
coacción es siempre la misma y deben ser idénticos sus efectos. Siempre que tal
coacción moral intimidatoria sea de tal naturaleza que infunda racionalmente temor
grave al testador y le cause la inhibición de su libertad de testar.
Cabe hablar por último de un presupuesto para que se produzca la anulación del
acto jurídico, que consiste en que los vicios hayan influido de manera decisiva en la
realización del acto; lo establece el artículo 73 del mentado Código Civil Cubano al
plantear: El error, el fraude y la amenaza solo son determinantes de la anulación del
acto jurídico si influyeron decisivamente en su realización. Debe existir una relación
de causalidad entre el vicio y el contenido de la disposición testamentaria, de modo
que ésta no se explique independientemente de aquél. Es decir, tiene que radicar
en el error, fraude o amenaza la total determinación causal, de modo que el
Testamento se presente como la forzosa e indeclinable consecuencia que estos
provocan. Por consiguiente, si el testador de todas formas tenía el propósito,
debidamente acreditado, de ordenar en el sentido en que lo hizo su disposición de
última voluntad no se debería apreciar tal vicio de la voluntad testamentaria. Lo cual
quiere decir que en el caso de los Testamentos se hace engorrosa su declaración
de anulabilidad a través de Sentencia Judicial, la que tendría un carácter
constitutivo, dando lugar a que el Testamento pueda producir efectos mientras no
se anule, y adquirir validez por la ejecución voluntaria de sus disposiciones por los
herederos con derecho a impugnarlo o por el transcurso del tiempo; el primer
supuesto se trata de que conforme al principio de que nadie puede ir contra sus
propios actos, la declaración judicial de nulidad del Testamento no puede ser pedida
por quien ejecutó ciertas cláusulas de éste; y en cuanto a adquirir validez por el
transcurso del tiempo, tenemos que al contrario de la acción de Nulidad que es
imprescriptible, la acción de anulabilidad prescribe por el transcurso del tiempo
exactamente al transcurrir 1 año tal como lo establece el artículo 116 c), término
que comenzará a contarse a partir del momento en que pudo ser ejercitada la
acción[9].
Existiendo un vicio del consentimiento (error, fraude o amenaza) que afecte a una
concreta disposición testamentaria, no privaría de validez al resto del Testamento,
solución que cuenta con evidente apoyo normativo en el artículo 509 a) del Código
Civil. Se trata de la anulabilidad parcial del Testamento, dejando sin efecto solo las
cláusulas viciadas que el mismo contenga, conforme al Principio de Conservación
del Negocio.
Regula el artículo 75.1 de nuestro Código Civil que si el acto anulable se hubiera
ejecutado en todo o en parte, procede la restitución.
Primero que todo debo decir que este es el punto más controvertido, por ser el que
abordará lo relativo a la viabilidad de la acción de anulabilidad del Testamento por
quien considere que éste estuvo viciado en la voluntad del testador; así como el
papel del Juez en la valoración de las pruebas aportadas por las partes para
sostener o combatir la eficacia de un Testamento, ya tengan legitimación pasiva o
activa en el proceso.
En las investigaciones realizadas sobre la materia, pude constatar la idea que tenía
de que era muy inusual ver este tipo de proceso en los Tribunales, teniendo en
cuenta lo escabroso que resulta probar la presencia de vicios en la voluntad de una
persona que ya está fallecida, cuya voluntad la mayoría de las veces se va con ella
a la tumba. De la simple lectura de su teoría salta a luz que la figura de la
anulabilidad del Testamento no es de fácil aplicación práctica, dado que lo que se
discute es la voluntad interna que tenía un sujeto al otorgar Testamento, y que como
es lógico no está a la vista de los otros; con la supeditación que entraña la
declaración de anulabilidad a que los vicios que influyeron en la voluntad del emisor
hayan sido decisivos en la realización del Testamento, inferido del artículo 73
del Código Civil Cubano.
En el estudio que realicé en la Sala Segunda de lo Civil y lo Administrativo del
Tribunal Provincial Popular de La Habana, para tener un acercamiento a este
proceso, pude observar que en el período de tiempo del 2005 al 2008, solo se había
presentado un Proceso de Impugnación de Testamento por esta causal, el cual no
fue ni siquiera resuelto por la Sala por haber presentado otros problemas en su
tramitación. En consecuencia, la posibilidad de contar con suficientes antecedentes
para arribar a criterios de aplicación sobre el tema que me ocupa, y poder responder
a las interrogantes que alrededor de esta figura legislativa tenemos algunos
operadores del derecho es reducida.
8.1. Mi criterio sobre algunos aspectos que se deben considerar por la Sala
para la apreciación de determinados vicios en los Testamentos.
Desde el punto de vista notarial, evitar estos errores es esencial; y para ello, lo mejor
es una lectura clara del documento y utilización de un lenguaje diáfano y asequible
al otorgante.
Cuando se trata del vicio conocido como Fraude o Dolo imposible que el mismo
resulte del Testamento, debiendo ser acreditado por cualquier medio de prueba, o
sea, con documentos, con testimonios, e incluso con presunciones. Pero en todo
caso es preciso que la Sala que está conociendo del asunto declare la realidad de
los hechos que al unísono envuelvan la maquinación intencionadamente dirigida a
mover en determinado sentido la voluntad del declarante y queden claros como
causa determinante de la conducta.
Es importante destacar que una de las características más señaladas del dolo
testamentario, consiste en que por regla general, es producto no de una
circunstancia momentánea, sino de una maniobra prolongada en el tiempo que hace
perdurar el estado de sumisión de la voluntad ajena hasta la muerte del testador, ya
que debe continuar incluso después de otorgado el Testamento, en cuanto existe
siempre una posibilidad incondicionada de revocación, que al no haberse producido
demuestra que la acción se mantuvo constante, durante un lapso de tiempo más o
menos prolongado.
En la actualidad no contamos con una prueba plena, como es el caso del ADN en
los procesos Filiatorios, que nos permita declarar con lugar o sin lugar las demandas
de esta naturaleza, sin la necesidad de cualquier otra prueba. Es probable que
dentro de unos años se haya descubierto gracias a los avances científicos de los
tiempos que corren, una manera de probar exactamente la voluntad interna del
causante, con una autopsia mental o algo parecido. Pero en el presente dada la
carencia de medios probatorios que pudieran dar al traste con la indubitada
presencia de alguno de los vicios invalidantes de la voluntad, se hace necesaria una
labor esmerada de los Jueces en el análisis de las pruebas del caso en concreto,
sin restarle valor a los medios de pruebas existentes que ciertamente podrían ser
las herramientas para demostrar en el proceso la existencia del error, el fraude o la
amenaza. Pero obligatoriamente tendremos que acudir a nuestra inteligencia, al
raciocinio y a la astucia[10], para poder dar a este tipo de proceso su verdadero
significado, y no se quede la ineficacia de los Testamentos como simple teoría que
goza de regulación legal, sino que se haga justicia en defensa de los derechos de
quienes tienen una expectativa sucesoria, y no se busquen escudos esgrimiendo
considerandos en los que se argumente que las pruebas no aportan los elementos
suficientes para estimar la pretensión.
Conclusiones
Referencias bibliográficas
Albaladejo, Manuel, Derecho Civil. Introducción y Parte General, tomo I, volumen
segundo, Bosch, Barcelona, 1996.
Castán Tobeñas, José, Derecho Civil español, común y foral, volumen II, Reus,
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Clemente Díaz, Tirso, Derecho Civil. Parte General, tomo II, Primera Parte, Ed.
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Diez- Picazo, Luis, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, volumen primero,
4ª edición, Cívitas, Madrid, 1993.
Diez- Picazo, Luis y Antonio Gullón, Sistema de Derecho Civil, Tecnos, Madrid,
1984.
Pérez Gallardo, Leonardo B. (coordinador) Derecho de Sucesiones, Tomo I,
Editorial Félix Varela, La Habana 2004.
Pérez Gallardo, Leonardo B. y María Elena Cobas Cobiella, Temas de Derecho
Sucesorio Cubano, Félix Varela, La Habana, 1999.
Rivas Martínez, Juan José, Derecho de Sucesiones Común y Foral, tomo I,
Dykinson, Madrid, 2005.
Valdés Díaz, Caridad del Carmen, (coordinadora), Derecho Civil. Parte
General, Félix Varela, La Habana, 2002.
Legislación
Ley Nº 59/1987 de 16 de julio. Código Civil de la República de Cuba, vigente desde
el 13 de abril de 1988, Divulgación del MINJUS, La Habana, 1988.
Ley Nº 7/1977 de 19 de agosto. Ley de Procedimiento Civil, Administrativo, Laboral
y Económico.
Ley Nº 50/1984 de 28 de diciembre. Ley De las Notarías Estatales, editada por el
MINJUS, mayo de 1986, y su Reglamento contenido en la Resolución 70 /1992 de
9 de junio del Ministro de Justicia.
Decreto-Ley No. 241, Publicado en Gaceta Oficial de la República de Cuba, edición
extraordinaria, 27 de Septiembre de 2006.
Notas
[1] Diez Picazo, Luis y Antonio Gullón: Sistema de Derecho Civil, volumen I, Ed.
Tecnos, Madrid, 1987,
p. 561.
[2] Esto es en virtud del artículo 48 de la Ley de Procedimiento Civil, Administrativo,
Laboral y Económico en relación con el artículo 68.1 del Código Civil Cubano.
[3] Valdés Díaz, Caridad del Carmen, Derecho de Sucesiones Capítulo IX: Ineficacia
Testamentaria. pp. 33.
[4] El mencionado artículo 479 establece en su apartado 1 que el testamento puede
ser revocado, en todo o en parte, con las mismas formalidades exigidas para su
otorgamiento, y en el apartado 2 que el testamento posterior revoca al anterior,
excepto que el testador exprese su voluntad de que este subsista en toso o en parte.
[5] Artículo 489 del Código Civil Cubano.
[6] Valdés Díaz, Caridad del Carmen, Derecho de Sucesiones, Capítulo IX:
Ineficacia testamentaria. pp. 34.
[7] En ese sentido por solo citar a uno de los autores que usan esas figuras como
sinónimos, la Doctora Caridad del Carmen Valdés Díaz apunta en el Capítulo IX
Ineficacia testamentaria del Libro Derecho de Sucesiones pp. 36: “en cuanto al vicio
tradicionalmente llamado dolo, debe estimarse que existe cuando una persona se
vale de artificios y engaños para inducir a otra a manifestar su voluntad para la
realización de un negocio que de otra forma no hubiera efectuado”. El Código Civil
Cubano acogió la figura bajo la denominación de fraude en su artículo 71.
[8] Me refiero al testador por ser el negocio jurídico testamentario el centro de
análisis de este trabajo.
[9] Artículo 120.1 del vigente Código Civil.
[10] Como establece nuestra Ley de Procedimiento Civil, Administrativo, Laboral y
Económico, en el Capítulo VI del Libro Primero: De las Facultades de los Tribunales,
artículo 43: Los Tribunales al fallar apreciarán las pruebas de acuerdo con el valor
que la ley le atribuya a cada una y ajustándose en todo caso a los principios de la
razón y la ciencia.
[11] Como reza el artículo 244 de la Ley de Procedimiento Civil Administrativo,
Laboral y Económico: A cada parte incumbe probar los hechos que afirme y los que
ponga al os alegados por las otras, así como la vigencia del derecho extranjero cuya
aplicación se reclame.
[12] En este sentido establece el artículo 74 de Código Civil Cubano: El acto
anulable surte sus efectos mientras no sea anulado a instancia de parte interesada.