La estructura de la ciencia

jeremy theler

Muchas veces durante la primer clase de algunas materias resultado fue deducido—o bien que se puede demostrar—a
de secundaria escuché eméritos docentes afirmándome con partir de los enunciados originales.
voz solemne y a modo de dictado—como esperando inútil- ---------------------------------------
mente que sus palabras queden documentadas en mis flacas . . . las ciencias se diferencian de otras
carpetas—cosas del estilo de “. . . la supercalifragilística es disciplinas humanas tales como el arte o
el arte y la ciencia que estudia los fenómenos que provie-
la filosofía, por tener una estructura
nen del planeta Kriptón. . . ”. Este principio de oxímoron no
lógica y una forma sistemática de atacar
hacía otra cosa más que despertar una cierta sospecha no
problemas. . .
ya sobre la dualidad arte-ciencia, sino sobre la misma se-
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riedad de la supercalifragilística. Pues bien, las ciencias—
especialmente las naturales—se diferencian de otras disci-
Pero claro, si es que todo resultado debe provenir necesaria-
plinas humanas tales como el arte o la filosofía, por tener
mente de algún otro, estamos ante el ancestral problema del
una estructura lógica y una forma sistemática de atacar pro-
huevo y la gallina. Necesitamos un punto de partida a partir
blemas1 . Es por eso que para poder abordar mejor temas
del cual construir un sistema formal. Aquí es donde apare-
particulares—y siguiendo la usual dirección que va desde
cen los enunciados cuya veracidad postulamos pero no po-
lo general a lo particular—es conveniente comenzar hablan-
demos demostrar. Estos enunciados primigenios se llaman
do sobre la estructura general y distintiva del pensamiento
axiomas y en forma general llamamos a los resultados que
científico. Lo que sigue puede ser bastante aburrido, pero
de estos se desprenden, teoremas.
probará ser útil para comprender mejor los próximos artícu-
Cuando tenemos ante nosotros un conjunto de axiomas y
los.
de teoremas, estamos en presencia de un sistema formal. A
menudo, un mismo sistema formal puede ser presentado por
diferentes autores—a favor de la didáctica o simplemente
Los sistemas formales
por distintas concepciones de la estética—intercambiando
los roles de axioma y teorema. Es decir, lo que para Newton
Las ciencias naturales tienen como objeto una descripción
es un axioma, para Lagrange resulta ser un teorema que se
objetiva de los fenómenos naturales y, de algún modo, in-
deduce a partir de otro axioma que, para que cierre el círculo
tentan comprender el cómo y el por qué del universo. Para
lógico, resulta ser el teorema que deduce nuestro simpático
ello, deben seguir en forma rigurosa una lógica bien defi-
amigo Isaac2 .
nidia. Esencialmente, un enunciado científico—a diferencia
de conceptos más filosóficos como el genio de un composi-
tor o la belleza de cierta mujer—sólo puede ser verdadero o El método científico
falso. El proceso usual de razonamiento es el siguiente: da-
do un conjunto de enunciados que sabemos son verdaderos, Históricamente los griegos fueron los primeros que se in-
intentamos combinarlos de una forma lógica para obtener teresaron en la naturaleza. Algunos ilustres pensadores no
un nuevo y verdadero enunciado. Decimos que este último sólo se dedicaron a describir el mundo que los rodeaba, sino
que arriesgaron explicaciones—muchas veces involucrando
1 Aunque en este mismo momento queda hecha la promesa de que a las deidades del Olimpo—para los fenómenos observados.
en algún artículo de la serie trataré de relacionar música con física
a través de la teoría del caos, mostrando conexiones entre ambos 2 Sugerencia: releer esta oración hasta que cierre el mencionado
mundos casi inesperadas. círculo.

A ciencia cierta número 1, enero 2007 1

Sin embargo, no podemos decir que la famosa afirmación de
Aristóteles “los cuerpos más pesados caen más rápido que
los livianos” sea hacer ciencia. Por más razonable que sue-
ne, podemos encontrar algunos casos que demuestren que
el enunciado es falso. Sucede que en la antigüedad helénica
los encumbrados filósofos de pluma y papel despreciaban
enfáticamente los trabajos manuales, de forma tal que na-
die se tomó el humilde trabajo de tirar cosas para ver cómo
caían. Pues bien, eso no es ciencia.
La humanidad tuvo que esperar dos mil años antes de que
alguien refutara radicalmente las ideas de Aristóteles sobre
el movimiento de los cuerpos. En el siglo XVI, Galileo Ga-
lilei sentó las bases de la ciencia moderna al instaurar lo que
hoy llamamos el método científico, al someter a pruebas ex-
perimentales los enunciados de un sistema formal.
A simple vista parece obvio pensar que si un experimento
no concuerda con un teorema de un sistema formal, enton-
ces al menos uno de los axiomas es falso. Pero tampoco es
cuestión de juzgar con la autosuficiencia de nuestros días
a los contemporáneos de Galileo, más ocupados en quemar
brujas que en encontrar axiomas falsos.
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La humanidad tuvo que esperar dos mil
años antes de que alguien refutara
radicalmente las ideas de Aristóteles
sobre el movimiento de los cuerpos.
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El método científico consiste entonces en proponer unos po-
cos axiomas—mientras menos se necesiten más elegante re-
sultará la teoría—de los cuales se podrán deducir una can-
tidad de resultados y teoremas, configurando así un sistema
formal. Debe ser posible poner en tela de juicio los teoremas
mediante experimentos, para finalmente decidir si los axio-
mas sobre los que se basa el sistema formal pueden llegar a
ser en efecto verdaderos.
Existe además un pequeño pero importante detalle: si en-
contramos un experimento que sea incompatible con un teo-
rema, podemos decir que algún axioma está fallando y deci-
mos que el sistema es inconsistente. Sin embargo, si luego
de una serie de experiencias no encontramos ninguna con-
tradicción, no podemos afirmar categóricamente que todos
los axiomas en cuestión son verdaderos. Pero dejemos es-
tas y otras sutilezas para un futuro artículo sobre pruebas y
demostraciones.
2 A ciencia cierta número 1, enero 2007
Publicaciones
Otro punto interesante que diferencia a la ciencia es la forma
en la que se dan a conocer los nuevos resultados y conoci-
mientos. Cuando un investigador quiere dar a conocer su
trabajo, envía un artículo a una revista—evitemos pensar
en Paparazzi o Cosmopolitan—que, luego de referatos y
correcciones que suelen tardar del orden de un año, si el
contenido es de interés será publicado y estará a disposición
de la comunidad científica. Existen muchas publicaciones
en la actualidad, algunas generales y otras altamente espe-
cializadas, con diferente grado de confiabilidad. A modo de
ejemplo, Nature Genetics publica uno de cada ochocientos
trabajos que recibe, mientras que otras revistas publican casi
todo lo que se les envía.
Lo que quiero notar es que todo trabajo científico, a menos
que sea excepcionalmente original, se debe apoyar en al-
guna clase de bibliografía existente. Cuando en un artículo
serio—claramente todo lo contrario a lo que está usted le-
yendo en este momento—se hace un enunciado, se utiliza
un resultado sin demostración o se menciona un dato, de-
be existir una referencia comprobable donde el lector pueda
constatar la veracidad y consistencia del trabajo.
A menudo nos encontramos con columnas, ensayos y
publicaciones—no ya dentro del ámbito científico—que ha-
cen uso de toda clase de información que rara vez tiene so-
porte bajo la forma de una referencia a un libro o revista.
Pues bien, eso no es pensar en forma racional.
Un paso más
No tengo aparato de televisión en mi casa, pero igualme-
ne me llegan toda clase de comentarios y razonamientos—
cuando es que tengo suerte—allí vertidos que me inquietan,
y no poco. Estamos de acuerdo en que los medios tienen
que ver con cualquier cosa menos con ciencia, pero tengo la
esperanza de que llegará un día en el que la gente dejará de
creer en los horóscopos y adivinos. Un día en el que las ra-
dios no recibirán llamados diciendo “a mi me parece que las
papeleras son malas” y no haya ningún tipo en un programa
de televisión afirmando con la misma voz solemne del pro-
fesor emérito del primer párrafo “mi cuñado me dijo que la
energía nuclear contamina más que la solar”. Pues bien, eso
ni siquiera es pensar.
Quisiera que todos tengamos un constante espíritu crítico y
no nos dejemos engañar por los embelecos de los inescrupu-
losos. Una astuta combinación de racionalismo continental
y empirismo británico es la única espada que tenemos para
defendernos de los constantes asedios de los mentirosos po-
liorcéticos. Mientras tanto, deberemos creer menos y pensar
más.

A ciencia cierta número 1, enero 2007 3