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CAPITULO I: La generación del progreso (1880-1914)

Bases y puntos de partida para el progreso argentino

Argentina a pesar de ser políticamente independiente desde 1810, fue recién en 1853 que formó una
Constitución aceptada por todas las posiciones y en 18601 cuando Buenos Aires se incorporo a la misma.
Así el proceso de “organización nacional” se prolongo hasta 1880.
En lo referente a conflictos, se destaca la guerra del Paraguay que ocupo desde 1862-1868 (Mitre) a 1868-
1874 (Sarmiento). Internamente hubo levantamientos como el de Mitre al asumir Avellaneda (1874),
resistencias de los últimos caudillos y la revuelta de Carlos Tejedor en 1880, que defendió la federalización
de Bs. As. Finalmente la Campaña del Desierto de 1879 (Roca).
Hasta 1880 el papel del estado se centro en garantizar la existencia misma del estado argentino en vez de
buscar crecimiento y el progreso del mismo. En el gobierno de Roca (1880-1886) recién se busca el
progreso de la nación. Aquí se inicia un periodo de crecimiento del país, que resulto difícil de ver en aquel
momento por las condiciones que tenía el país; poca población, alto analfabetismo, una ganadería de poca
calidad (ovina), importación de trigo y dificultades de conexión con los puertos.
La generación del 80’ fue un grupo de dirigentes, que tenían las mismas ideas de crecimiento para el país.
Luego se fueron generando algunas diferencias ideológicas y debates respecto de los temas principales del
país (entrando el siglo XX).
El optimismo de la generación del 80’ fue comprensible dentro del contexto internacional de progreso del
siglo XIX.

Economía mundial de la época

Los rasgos centrales de la economía donde Argentina comenzó a integrarse, fueron la integración de
mercados y el rápido crecimiento de la producción. El libre movimiento de capitales permitía el
endeudamiento de los países y financiaba los crecimientos de la producción. Esto se dio (contexto
económico) hasta la Primera Guerra.
Inglaterra tenía un papel crucial por la importancia de su economía y por su organización económica. Estaba
basada en el libre comercio y la especialización (Smith y Ricardo). Argentina se integro al flujo de comercio
internacional, dotada por una capacidad de demandar lo que producía Inglaterra y de ofrecer lo que
Inglaterra necesitaba.
Londres era el centro financiero mundial (regulador mundial del patrón oro). Las entradas y salidas de oro
de Inglaterra tenían el signo contrario al que pesaba en el resto del mundo (con su tasa de descuento,
controlaba el flujo de oro de su país). El poder financiero ingles también influyo al mundo por su inversión
extranjera. Las colonias dejaron de tener interés político para pasar a tener interés económico.

Llenando el desierto: Inmigración, capitales y trenes

El papel de la Argentina en este contexto fue el de productor agropecuario e importador de manufacturas.


Canadá y Australia siguieron sus mismos pasos.
Argentina creció durante 35 años (1880-1914) salvo por un paréntesis; la crisis del 90’. Este crecimiento
estuvo abocado a un lugar (Pampa Húmeda), a actividades productivas (ganadería y agricultura) y a la
incorporación de capitales y trabajadores. El capital ingreso en inversiones para el ferrocarril, para
explotación de actividades y en maquinarias. El trabajo se incorporo a través del fomento de las
inmigraciones (brindándoles subsidios y ventajas). En estos aspectos podemos ver el papel que desarrollo el
estado, interviniendo para conseguir los factores productivos.

La Argentina para los europeos: la inmigración

La Argentina debía crecer, y el crecimiento vegetativo de la población no ofrecía la cantidad de personas


necesarias para acompañar tal crecimiento.

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Principios de 1860 (década)
En este contexto, se comenzó a fomentar la inmigración. Se creó así un Departamento General de
Inmigración, que daba facilidades para la llegada de extranjeros al país.
Se dio un fenómeno complementario de “push” de los países de origen, y de “pull” por parte de los países de
destino. Los motivos económicos eran las principales causas de la inmigración. Esto se ve en la
“inmigración golondrina” (trabajos temporales en Argentina para luego regresar a mediados de año a los
países de origen).
Los trabajos que se realizaban eran las actividades principales. Lo normal era que los dueños de grandes
porciones de tierra cedieran hectáreas a los inmigrantes bajo regímenes de arrendamiento (arrendaban 3 años
los campos para agricultura y luego estos se utilizaban para el engorde de ganado).
La obra pública fue la otra fuente de trabajo, a través de la construcción de líneas ferroviarias. También la
naciente industria genero fuentes de empleo.
Los principales países que emigraron hacia Argentina fueron Italia y España, luego Inglaterra y Alemania, y
Escandinavia en cierta medida. La causa principal de la emigración italiana y española fue la crisis agrícola
a fines del siglo XIX. La distribución de los inmigrantes en nuestro territorio se dio principalmente en la
región pampeana, y en menor medida en la zona de Mendoza.
Cerca del final de este periodo, una idea nacionalista empezó a dudar de la liberal inmigración europea ya
que no había un crecimiento de la necesidad de mano de obra que acompañara la fase de inmigración. Sin
embargo, la Primera Guerra detuvo por sí sola la emigración a Argentina.

El capital extranjero y los ferrocarriles

El desarrollo de ferrocarriles junto con las mejoras en el transporte marítimo a través del Atlántico, fueron
las bases para el desarrollo de las relaciones comerciales exportadoras de Argentina.
A pesar de que el primer ferrocarril fue financiado por el gobierno argentino, el desarrollo importante de este
medio se dio a través de capitales ingleses. El gobierno argentino otorgaba amplias ventajas de tierras,
exenciones impositivas, participaciones de ganancias, etc., a las compañías que desarrollaran los
ferrocarriles. Las tierras aledañas a las vías se vieron fuertemente valorizadas. Nuevas regiones como el sur
de Córdoba, Tucumán y Cuyo pudieron incorporarse al circuito comercial y acercar los cultivos.
La caída de los costos de transporte fue colosal y fue económicamente imprescindible para el desarrollo
económico.
El ferrocarril también favoreció el traslado de las manufacturas británicas a lo largo del territorio argentino.
Otras inversiones estuvieron relacionadas con líneas telegráficas, puertos, rutas, tranvías, redes de agua,
electricidad y bancos y comercios.
Argentina debió mantener elevadas sus ventas externas para cubrir el déficit generado por el servicio de
deuda externa contraído, sin la cual todas estas inversiones hubiesen sido imposibles.

La tierra en las pampas: expansión y distribución

La expansión de las tierras pobladas y explotadas se dio en primer lugar con la Campaña del Desierto que
aumento la superficie de explotación. Pero también hubo causas económicas que buscaban esta expansión.
El sobre pastoreo de la llanura pampeana había necesarias más tierras.
La posesión de tierras fue un disparador de la diferencia en la acumulación de riquezas. Esto se dio por la
desigual distribución generada luego de la Campaña del Desierto, y también en tiempos de colonización.
La eficiencia de la producción en zonas tan grandes era menor que las tierras más pequeñas.

El desarrollo agropecuario

Hacia 1870 se comenzó a cambiar la producción ganadera por la agrícola, gracias al ferrocarril y la
inmigración.
El trigo fue el primer cultivo comercialmente producido, favorecido por una moneda depreciada para la
exportación. Sin embargo, en los inicios, las ganancias se las llevaba el intermediario.
La agricultura desplazo la ganadería hacia el sur y el oeste. Hasta el desarrollo de los frigoríficos se hacía
difícil la exportación de carnes y principalmente se exportaba lana (ovino). Luego la carne bovina tomo
importancia (fines del 10’) en Inglaterra (90% de importaciones argentinas).
La industria durante la expansión ¿Un exceso de libre cambio?

La industria antes de 1914 tuvo un desarrollo. Este de dio a través de los “eslabonamientos” hacia atrás y
delante de los productos agro exportadores. Principalmente industrias de alimentos y bebidas fueron los que
se desarrollaban. El crecimiento de la industria se dio por el crecimiento del mercado interno. En países
como Argentina, el proteccionismo industrial fue una política, contrario al deseo de los agricultores de un
liberalismo comercial. El uso de aranceles fue errático, sin seguir una política clara. Sin embargo, perseguía
un fin de recaudación fiscal. Los diferentes sectores del país tenían subsidios sobre el proteccionismo del
estado.

La puerta hacia la especialización: el comercio externo

El comercio exterior a principios del siglo, representaba el 50% del PBI (impo + expo), las ventas
agropecuarias representaban el 95% de las ventas externas. Durante este periodo, las exportaciones de
productos agrícolas crecían más que los ganaderos. En cuanto a las importaciones, hubo épocas en que los
bienes de capital superaron los de consumo y viceversa.
La balanza comercial tuvo 3 periodos. Durante los 80’ y a causa del desarrollo del ferrocarril, fue negativa.
Con la crisis del 90’ disminuyo la entrada de capitales y a causa del crecimiento de la agricultura, la balanza
fue positiva. Finalmente, durante el primero lustro del siglo, volvieron a ingresar capitales, por lo que se
atenuó el superávit comercial.

Despegue, euforia, crisis: El manejo económico hasta 1890

Durante este periodo hubo muchas marchas y contramarchas en lo que respecta a la política de corto plazo.
El aspecto monetario fue el área más inestable. Hasta Roca no hubo dinero nacional en sentido estricto.
Mitre había instalado la moneda de curso legal del Banco de la Provincia de Bs. As, pero esta no podía ser
una solución duradera ya que un país federal no podía funcionar con una moneda emitida por una sola
provincia. El descontrol entorno a esta moneda hizo que durara poco.
En 1867 se intento un primer intento de convertibilidad de alcance nacional. Se estableció una Oficina de
Cambio, que intercambiara a una tasa constante.
A mediados de los ’70, por el endeudamiento y la crisis internacional, los flujos de capital se detuvieron y la
balanza de pagos tuvo déficit. Al reducirse la base monetaria, el gobierno debió emitir para contrarrestar la
tendencia.
Finalmente, por una reducción en las reservas, se salió de la convertibilidad.
Durante Avellaneda, se tomaron políticas monetarias y fiscales conservadoras. Se ajustaban ingresos y
egresos; el objetivo era lograr una política deflacionista.
Hacia 1880, el oro volvió a entrar y se logro el nivel anterior a la incoversión. En 1881, se creó el “peso
oro”. Los bancos nacionales, de Bs. As., de Córdoba, Santa Fe y otros debían sustituir sus viejas emisiones
por los nuevos pesos. Durante este periodo hubo un gran crecimiento, pero también déficit fiscal y exceso de
M sobre X. El progreso del país se creía que iba a permitir pagar las elevadas cuentas externas, por lo que se
continuaba solicitando financiamiento.
Finalmente en el ’84 cayó el sistema monetario; la paridad entre el peso papel y el peso oro se mantuvo 17
meses.
Esto sucedió por la falta de garantías de respaldo y la liberal concesión de créditos. Hasta el ’89, la prima de
oro fluctuó de manera estable en 140. Juárez Célman (’86-’90) sugirió una política de gasto expansiva, pero
combinada con una estructura monetaria débil, fue una mala decisión.
En el ’87 se crea el régimen de Bancos Nacionales Garantidos, que permitía los bancos emitir libremente,
siempre que estuvieran respaldados por bonos del estado, que solo se podían adquirir con oro. Los bancos
financiaron estas adquisiciones con préstamos del exterior, que terminaron siendo excesivas. Los bonos
argentinos comenzaron a perder credibilidad, y genero una depreciación de la moneda por la corrida hacia
el oro.
Las reservas comenzaron a caer (por contener la depreciación). Cuando se comenzaron a agotar las reservas,
se disparo la prima oro generando un aumento del costo de la deuda externa. Finalmente el gobierno debió
emitir para financiar el déficit.
Al pagar la deuda con pesos, se genero una desconfianza definitiva ya que los acreedores perdían
sustancialmente el valor de sus créditos. Finalmente, los pagos al exterior se hicieron imposibles, los títulos
argentinos se desplomaron y la prima oro se disparo.

Catarsis, austeridad, crecimiento: la política económica en 1890-1899

El gobierno de Pellegrini (1890-1892) estuvo dominado por la crisis. A causa de la desconfianza, los bancos
Provincia, Nacional e Hipotecario cayeron. Cayó la demanda, los salarios reales, lo que hizo que se frenaran
las inmigraciones. La desocupación aumentó.
El tipo de cambio que se había disparado requería que el gobierno asumiera una decisión sobre qué hacer
con la deuda contraída en el exterior. Finalmente se logró un acuerdo con el Banco de Inglaterra que
obligaba a la Argentina a un cambio en sus políticas monetaria y fiscal. Se recortaron los presupuestos para
retener el gasto, se crearon impuestos y se dispuso de un aumento de aranceles. Esto generó una caída en las
importaciones que era la principal fuente de ingresos fiscales del gobierno.
Finalmente el sistema de Bancos Nacionales Garantidos fue reemplazado por una Caja de Conversión, que
buscaría disminuir gradualmente la base monetaria. Se creó el Banco de la Nación Argentina para ganarle a
la desconfianza financiera nacional.
Todas estas medias tuvieron efectos. Mejoró la situación fiscal, la contención monetaria y la valorización del
peso. Todos esto ayudado por el impulso de 1890 del sector agropecuarios reanudaron los prestamos del
exterior y se apreció la moneda (situación desfavorable para los agropecuarios ya que sus ingresos
dependían de las divisas). A causa de estas quejas en 1899 se aprobó por ley un tipo de cambio fijo.

Con el esplendor del centenario

Luego de algunos años duros hasta 1903, la Caja empezó a acumular oro gracias al restablecimiento de la
confianza. En realidad la Convertibilidad entre 1899-1913, no fue una verdadera convertibilidad ya que las
reservas de la Caja de Conversión representaban solo el 64% de la emisión. Si el sistema funcionó durante
15 años fue más por una coyuntura externa favorable más que por un sistema fuerte.
En estos quince años, solo los cuatro primeros presentaron déficit en la balanza, seguidos por diez años de
déficits comerciales positivos.
Además de lo económico, la paz con Chile desde 1902, garantizo un sistema político más abierto que no
amenazaba el sistema económico.

¿Progreso para todos?

A pesar de no haber existido una política de redistribución de la riqueza. Los salarios durante este período en
Argentina, fueron mejores que en muchos lugares del mundo. A su vez es importante tener en cuenta las
relaciones de precios entre Argentina y otros países, lo cual también fue positivo para la Argentina. Sin
embargo, cabe destacar que al estar los precios locales atados a los precios extranjeros, el salario real fue
muy volátil durante este período. Fue importante la posibilidad de movilidad social que hubo en el país.
La educación, mejoró al igual que las viviendas (aunque siguieron existiendo problemas habitacionales).
Se generaron grandes diferencias a causa de la movilidad del campo a la ciudad entre Bs. As y las
provincias. Los sindicatos no tardaron en aparecer y mostraron su determinación para conseguir mejoras.

CAPITULO 2: Ultimas imágenes de un modelo (1914-1929)

El legado de una generación

Dentro de las cuestiones a destacar que dejó el periodo que llego hasta 1914, podemos destacar el aumento
de la población, el atractivo nivel de salarios, la drástica disminución de la tasa de analfabetismo, la mejor
relación del porcentaje de ranchos sobre el total de viviendas. Sin embargo, creció el peso de la cuestión
social. La fraudulenta maquinaria electoral consolidada por el roquismo fue denunciada insistentemente por
los radicales. Con la llegada de Roque Sáenz Peña en 1910, se logró una competencia electoral limpia ya
que en 1912, en las elecciones de gobernadores y diputados, el voto fue por primera vez, secreto, universal y
obligatorio.

La apertura democrática

El oficialismo de la primera década del siglo estaba convencido de poder ganar las elecciones
democráticamente establecidas en 1912. Fue esta la causa de que Roque Saenz Peña fomentara la votación
secreta, universal y obligatoria. Este quería una competencia leal, pero bajo ningún punto de vista deseaba
que los radicalistas ganaran. Sin embargo, sucedió todo lo contrario. Entre 1912 y 1915, en diferentes
elecciones, el Partido Autonomista Nacional fue cayendo una a una en cada una de las provincias. Así la
imagen de Yrigoyen fue creciendo de manera importante y en las elecciones de 1916, ganó con la formula
Yrigoyen - Luna. Esto comenzaría una era hegemónica de los radicales hasta 1930.
Los radicales fueron apoyados por los hijos de los inmigrantes, ya ahora argentinos, que estaban cansados
del sesgo aristocrático y exclusivista del régimen.
Yrigoyen asume en medio de la Primera Guerra Mundial. Impulsado por la gran cantidad de inmigrantes en
el país, y para evitar conflictos sociales, decidió permanecer en un estado de neutralidad. Sin embargo,
políticamente se encontraba más cerca de Italia y Francia que de Alemania. Esto no evito las grandes
presiones para que argentina le declarara la guerra a Alemania. Sin embargo, Yrigoyen se mantuvo firme en
su decisión.
Se realizaron intervenciones en las provincias y durante su gobierno se realizo la Reforma Universitaria.
Dentro del partido radical, comenzaron a dividirse dos sectores. Por un lado estaban quienes apoyaban al
gobierno de Yrigoyen y por otro los anti personalistas que se oponían a él. Finalmente en las elecciones del
28, Yrigoyen se impuso ganando las mismas.
En 1922, ganó Alvear. Que las disidencias entre los sectores del partido gobernante fueran el mayor
conflicto que aquejaba a la política fue una muestra de la calma que reino en esos años. A su vez el gobierno
de Alvear fue un gobierno de suerte. No hubo grandes perturbaciones económicas ni políticas, gobernó
cuando los efectos de la guerra ya habían desaparecido y dejo el gobierno un año antes de la Gran
Depresión.

El final de la buena fortuna

Los síntomas de problemas en el país comenzaron a aparecer tiempo antes del inicio de la Primera Guerra.
La crisis en los Balcanes repercutió en el mercado de capitales elevando la tasa de interés londinense, lo que
impidió a la Argentina continuar financiando su déficit de balanza de pagos. Sumado a esto, las cosechas de
1913 y 1914 fueron pésimas lo que generó una caída en las exportaciones. Todo esto repercutió en la salida
de oro metálico que generó también una caída en la circulación monetaria.
Las consecuencias de estos hechos fueron la bancarrota y quiebra de muchos negocios. Las soluciones que
en su momento había aportado la Caja de Conversión ahora dejaron de tener efecto, por lo que se terminó
por cancelar sus operaciones. Con esto cayó el PBI un 10% y los ingresos del estado (caída de recaudación
fiscal por comercio exterior y por impuestos internos), el estado también contrajo el gasto.
Sin embargo, la situación no demoró en revertirse. Durante los primeros años de la guerra Argentina
presentó saldos comerciales superavitarios y, aunque la entrada de capitales estuvo suspendida, los superávit
comerciales, permitieron desahogar el mercado monetario.
Se generó una importante restricción de oferta (causa del superávit comercial) a causa de la dificultad de
conseguir importaciones de insumos. Esto generó que el país se cierre al exterior y al evitar el ingreso de
manufacturas extranjeras, fue un propicio momento para un comienzo de industrialización sin tanta
competencia. Sin embargo, las crisis internas y la dificultad para conseguir materias primas impactaron a los
industriales en diferente medida. Las empresas cuyos insumos eran nacionales se favorecieron, mientras que
aquellas cuyos insumos eran extranjeros se perjudicaron.
Las inversiones en nuestro país cayeron. La construcción de ferrocarriles y otras inversiones cesaron a causa
de los requerimientos bélicos del mundo (esto impacto en la demanda interna argentina).
Para el presupuesto de 1914, se replantearon las formas de recaudación fiscal. El gobierno propuso (y fue lo
que finalmente sucedió) un aumento en los derechos de importación (criticado por su volatilidad al estar
sujeto a las importaciones). Sin embargo, hubo otro tipo de proposiciones que quedaron en el olvido como el
“impuesto a la tierra libre de mejoras”, o algunos relacionados a la ganancia de capitales.
El sector obrero, sufrió por la inflación una caída en su salario real, generando descontento y aumento de
huelgas y emigración. Para fines de la guerra estos conflictos mermaron

Un mundo en busca de la estabilidad perdida

El contexto mundial durante la Primera Guerra, no fue bueno. La situación económica de los países fue
crítica y estuvo guiada en base de los vencedores y los vencidos de la guerra. Imponiendo para estos últimos
muchas condiciones desfavorables. La situación monetaria de todos los países fue desastrosa existiendo
hiperinflaciones en Alemania, Austria, Polonia y Rusia y en menor medida en Italia, Francia y los Balcanes.
El cierre comercial de los países impidió alianzas para la recuperación de la guerra, y las pocas relaciones
comerciales eran muy desiguales a causa de las diversas depreciaciones de las monedas de los países.
En Inglaterra, Churchill buscó volver a una libra esterlina valorizada atrayendo oro con altas tasas de interés,
Sin embargo, fue criticado por Keynes ya que no se tenía en cuenta el efecto de que iba a tener el alto valor
de su moneda para las exportaciones. Hacia 1922, en la conferencia de Génova (luego del plan Dawes de
EEUU), se estableció el patrón-cambio-oro que establecía que los países miembros debían mantener sus
reservas no en oro (que escaseaba), sino en una combinación de dólares y libras (que si debían estar
respaldados por oro).
Sin embargo, hacia 1928, este sistema monetario mundial cae a causa de la desconfianza (inicialmente
francesa y luego alemana), de que Inglaterra no iba a poder mantener sus reservas de oro. Es así que Francia
realiza un cambio de todas sus reservas de libras y dólares por oro, lo cual culminaría con la salida de la
convertibilidad. El dato importante es que ya el poder económico estaba del lado de EEUU.
Luego de la Guerra EEUU se estableció como el principal acreedor y proveedor del mundo. Comenzaron las
inversiones norteamericanas en Europa. Su mercado interno y la industria automotriz, junto con otras fueron
los impulsores de su posicionamiento internacional. Finalmente se comenzaron a establecer no solo en
EEUU sino en otros países las bases proteccionsitas que se establecerían con mayor fuerza en la década
siguiente.

Los prósperos años de Alvear

Durante los años 20, Argentina creció más que EEUU. A pesar de que su crecimiento no se comparó con los
obtenidos entre 1900-1913, el crecimiento del país fue excelente.
Disminuyo la tensión social, las huelgas y los conflictos internos. Se legislo en materia laboral como nunca
antes. El salario real se recuperó mucho más que lo que debería haber aumentado, también lo hizo la
producción y la inmigración. Las claves del crecimiento fueron la normalización de los flujos de comercio y
de capital y la política liberal de gasto público fomentó la demanda interna. También la actividad industrial
fue importante ya no fomentado por la sustitución de importaciones sino por nuevas inversiones que hubo en
esta década. Sin embargo, la mayoría de las riquezas seguían generándose en el campo.

Producir, exportar e importar

Durante los años 20, la tendencia Argentina fue de seguir con el fomento del comercio exterior.
Importaciones y exportaciones aumentaron considerablemente, siendo el aumento de las primeras superior al
de las segundas. La causa de esto fue la reanudación de los envíos del exterior al país suspendidos durante la
guerra. En comparación con el resto del mundo, Argentina se posicionaba en un excelente lugar en lo
referente al comercio exterior mundial. Argentina ya había aprendido que la dependencia del comercio
exterior era peligrosa por la vulnerabilidad de los precios de intercambio (importaciones y exportaciones)
durante la Primera Guerra.
Es importante aclarar que debido a la importancia de EEUU en el mundo durante este período Argentina
comenzó a proveerse de productos norteamericanos, a pesar de que sus productos seguían siendo colocados
en mercados ingleses. Así se forma un “comercio triangular”, que luego sería modificado por “se compra a
quien nos compra”. La agricultura siguió tomando lugar respecto a la ganadería (trigo, maíz y lino en ese
orden). Éramos en ese entonces el granero del mundo. Sin embargo, en el mercado de carnes, la carne
congelada, perdió lugar respecto a la carne enfriada.

¿Ocaso en la pampa húmeda?


En la década de los 20, la inversión en ferrocarriles comenzó a disminuir a causa de que ya las principales
vías ya se habían extendido, y no eran necesarias muchos kilómetros más de tendidos. La pampa húmeda se
encontraba explotada en casi toda su superficie, y fue poco el aumento de superficie dedicado a actividades
rurales. El aumento en la agricultura fue generalmente a expensas de superficies dedicadas a la ganadería
más que por expansiones de terrenos cultivables. A pesar de esto la producción de carnes y leches aumentó,
y la productividad de la agricultura también lo hizo. En este sentido, podemos ver que los productores
comenzaron a preocuparse por aumentar los rindes de sus tierras y no por dejar que las tierras rindieran lo
que naturalmente rendían. Así fue que los incrementos en la producción agrícola ganadera, más que por
aumento en las extensiones de trabajo se debieron a aumentos en la productividad, en general fomentados
por la tecnología. Las importaciones de maquinaria agrícola fueron la mayor fuente de aumento de rinde y
rentabilidad de los productores (ya no era la disminución del costo por transporte de ferrocarriles).
La desigualdad de la distribución de la riqueza durante este periodo hizo que se cuestionara el sistema de
arrendamiento que hasta el momento existía. Hubo algunos intentos de ceder tierras fiscales a los
agricultores pero esta propuesta no tuvo efecto ya que Yrigoyen se opuso, a causa de que no consideraba que
los inmigrantes fueran beneficiarios potenciales de la norma. Fue recién en 1921, que se logro aprobar una
ley que daba beneficios a los arrendatarios como extensiones del periodo del alquiler, participar en
negociaciones de venta y subcontrataciones, etc. Esta norma fue de difícil aplicación a causa de lo complejo
de su control.
El mercado de las carnes sufrió cambios en este periodo ya que el creciente poder de los frigoríficos sobre
toda la cadena de comercialización le permitía el manejo de los precios y el pesaje del ganado. Es así que el
estado tuvo que intervenir imponiendo precios mínimos al ganado y estableciendo que la comercialización
debía realizarse en kilaje vivo evitando así las influencias sobre los frigoríficos. Sin embargo, a causa de un
boicot de las empresas se tuvo que dar la medida de baja.
Otros cultivos como legumbres, frutas, vid, algodón, caña y tabaco comenzaron a crecer a causa de la
ampliación del mercado interno (en algunos casos también protegidos por aranceles a las importaciones).

La industria en los 20: Inversión externa y políticas públicas

Durante los años 20, el crecimiento de la industria fue mayor que el del sector agrícola. La principal causa
fue el impulso que la misma había tenido durante la guerra ya que las manufacturas europeas dejaron de
ingresar al país por el conflicto bélico. Este crecimiento que se dio en el período de guerra se solidificó
durante los años 20. Indicios de esto fue el aumento en consumo de electricidad y el altísimo nivel de
importaciones de maquinarias industriales.
Las características de la industria (metales, químicos y artículos eléctricos) eran las siguientes: el mercado
era nacional pero los dueños eran empresas foráneas.
Sin embargo, la industria que más recibió inversión fue el petróleo. Principalmente por el incremento del
consumo y porque solo el 7% se cubría con producción nacional, el gobierno de Yrigoyen tendió hacia la
nacionalización de esta industria, generando conflictos con EEUU por que de este origen eran los capitales.
El desarrollo industrial puede haber sido influido por un complejo sistema arancelario que establecía que
para el cálculo de los impuestos aduaneros se utilizaba un valor oficial denominado “valor de aforo”. Este
sistema requiere de precios internacionales estables ya que de otra manera se distorsionan sus efectos
fiscales. A partir de 1914, los precios fluctuaron naturalmente. (Ampliar pagina 92)
A causa de que la posición de la industria argentina respecto a la importada fue peor que durante el período
de guerra, se elevaron las banderas del proteccionismo. Esto llevo a que en el 23, Alvear elevo los precios
de aforo de manera de ponerlos en línea con los precios internacionales. Esta medida fue la más importante
durante el gobierno radical respecto a la industria. Sin embargo, esta medida no hizo que la Argentina se
torne más proteccionista que en 1914. En valores relativos y considerando que el mundo se estaba haciendo
más proteccionista, Argentina se tornó más liberal en lo que refiere a la industria.

Un equilibrio delicado

Algunos de los puntos en que se diferenció la política radical de las anteriores a la Guerra fue la drástica
alteración de las condiciones de mercado de capitales.
Inglaterra corto su fluido de capitales hacia nuestro país a causa de hacer frente a las obligaciones que había
contraído por la guerra. Así la fuente de financiamiento que se abrió para el país fueron los EEUU. Estos
capitales no fueron para inversiones básicas sino para desarrollos industriales. Cabe aclarar que, la inversión
norteamericana no llegó nunca a acercarse a la inglesa de períodos anteriores.
Con menores grados de entrada de capitales, el crecimiento Argentino, quedo supeditado a los niveles de
ahorro internos. Este aspecto en la Argentina no fue desarrollado quizá por una población con una tasa de
dependencia mayor (trabajadores por habitante) o por la tendencia a tener más cantidad de hijos que otros
países.

La despreocupada administración de la prosperidad

El gobierno siguió el comportamiento de la población de en las épocas de bonanza gastar mucho y ahorrar
poco. En la época de guerra, el gobierno había contraído deudas a corto plazo para financiar los déficit, que
se debieron frenar luego de superada esta etapa.
Alvear intento darle previsibilidad a su administración pero no fue mucho más austera que los períodos
anteriores. Así las deudas de corto plazo se transformaron en de largo plazo. Fue así que la deuda aumentó
en gran medida (no irracionales pero sí cuestionados por posibles déficits en el futuro). De todos modos
entre el 24 y el 28, los vientos soplaron a favor de Argentina y se pudo conseguir financiamiento
norteamericano. Pero en el 29, con el retorno de Yrigoyen, y los problemas económicos internacionales, las
cuentas del gobierno comenzaron a complicarse.

Avatares de la moneda

El abandono de la convertibilidad de 1914, no generó problemas respecto al valor de la moneda a causa de


que la reducción de las importaciones de la guerra genero ahorro en divisas. A partir del 20, comenzó a
cambiar el panorama ya que se tuvo que hacer frente a aumentos de deuda y pago de intereses, Sin embargo,
lo más grave fue la caída de los términos de intercambio que generó caída en la recaudación. Esto genero
una depreciación en la moneda lo que encareció el pago de la deuda. La medida del gobierno frente a este
aspecto fue la fijación de un tipo de cambio preferencial. En el 24 con la recuperación de los precios
internacionales, se volvió a una etapa favorable.
Frente a este aspecto el tipo de cambio que mantuvo el gobierno hasta el 29 (idas y venidas) perjudico al
sector asalariado ya que encarecían artículos importados y repercutía en productos de exportación (canasta
básica). A su vez con tipo de cambio alto los exportadores se beneficiaban con sus ingresos en divisas.
Conclusión: desigualdad en la distribución de la riqueza.

Hacia el abandono definitivo de la convertibilidad

En 1927, Alvear busca volver a la paridad pesos papel-pesos oro. Esto buscaba incorporar a la Argentina al
patrón oro que regia en los países más importantes. Alvear se encontró en una situación favorable. A
principios del 29, las existencias de oro metálico eran muy altas, el crédito se abarato y la actividad
económica se expandió. Pero los mercados de capitales de los que dependía el equilibrio externo
empeoraron. Las exportaciones argentinas cayeron por buenas campañas agrícolas en Europa. EEUU
disminuyó su flujo de capitales a las argentinas a causa de las elevadas tasas de interés que se establecieron
en ese país, para frenar la especulación desenfrenada. Las reservas de metálico comenzaron a caer por estas
diferencias que se comenzaron a producir en la balanza de pagos. Finalmente a fines de diciembre de 1930,
Yrigoyen decide suspender nuevamente la convertibilidad.

¿Un modelo agotado?

El estancamiento del crecimiento de las zonas cultivables, fueron un indicio de que el crecimiento no podía
seguir por mucho tiempo más a expensas del campo. Las inversiones eran atraídas ya mucho más por el
sector industrial que por el agrícola. Sin embargo, el gobierno no se centró en buscar industrializar la
Argentina. Los grandes terratenientes no presentaban indicios de dirigir sus inversiones a la industria. En
este aspecto surge la teoría de la “demora” del desarrollo industrial (falta de apoyo a la industria). Sin
embargo, hay diferentes opiniones en este aspecto. Algunos marcan que el desarrollo de que la intervención
del gobierno fue muchas veces incorrecta protegiendo más los insumos que los productos finales.
Más allá de todo, en el país ya se vislumbraban las ideas de que el futuro del país estaba en la industria y no
en el campo. A la vez en el mundo se vislumbraba una posición proteccionista.
Frente a la Gran Depresión que se sucedió, podemos ver que la teoría de la demora juzga al país,
estableciendo que no se tomaron las medidas necesarias para una posible crisis (que le permitiera
enfrentarla). No solo fue respecto a la industria, sino también el bajo nivel de ahorro, la dependencia del
mercado ingles y los problemas fiscales. Sin embargo, es fácil nombrar los temas que se deberían haber
tratado luego de conocer la crisis que se genero en el 30.

CAPITULO 3: La política económica en tiempos de crisis (1929-1940)

El retorno de la vieja política

El tercer gobierno radicalista de Yrigoyen, tras el manso período de Alvear, volvió con gran apoyo de la
opinión pública, pero esta no tardó en flaquear.
Las crisis de este gobierno se debieron a cuestiones propias y ajenas al mismo. Yrigoyen ya era una persona
mayor, empezó a entrar en inacción por las críticas de la oposición. Este gobierno censuro periódicos y
universidades donde estas críticas se gestaban.
Las críticas del sector militar, por cuestiones ideológicas (Uriburu tenía ideas fascista, Justo, democrático) e
incrementadas por la reticencia del gobierno a realizar gasto en material bélico terminaron en un golpe
militar el 6/09/1930. Este sería el primero de muchos durante medio siglo.
El contexto mundial iba de la mano de lo que sucedía en nuestro país con totalitarismos de Stalin y
Mussolini que luego seguirían con Hitler.
Sin embargo, el gobierno de facto duro poco ya que se tuvo que llamar a elecciones en el 31, ganando las
mismas Justo (1932-1938).
Justo, se basó en el retorno a las políticas anteriores al radicalismo, lo que antes era el Partido Autónomo
Nacional, ahora lo era el partido Demócrata Nacional. Este gobierno se caracterizó por elecciones
fraudulentas tal cual lo había hecho Roca. También cabe destacar que se rodeó de funcionarios de diferentes
ideologías e incluso de algunos sin ideología política.

Un diluvio universal: la gran depresión

Estados Unidos se establecía como el país de mayor progreso mundial. Un altísimo ingreso per cápita, el
acceso a bienes de lujo de los habitantes, el crecimiento de la industria automotriz, el desarrollo del
transporte aéreo, el cine, el aumento en gasto de productos eléctricos, etc. eran muestras de este progreso. La
bolsa era el destino del ahorro de las familias de clase media y alta y el clima de optimista se reflejó en este
mercado como en ningún otro.
Nadie pudo prever la crisis que se avecinaba luego de la caída de la bolsa en octubre del 29. Esta crisis
genero caídas en los valores del 80% entre el 29 y el 33. Pero también se traslado el sector real de la
economía. Cayo el PBI, los precios, la inversión, cayó la demanda y a causa de esto apareció una deflación
del 25%.
Esta crisis no tardó en trasladarse a otros sectores del mundo a través del comercio internacional y a causa
de la sujeción de muchos países al patrón oro.

Repercusiones de la crisis en un país expuesto

La Argentina a causa de su modelo agro exportador e importador de manufacturas e insumos, a la vez que a
su necesidad de importación de maquinarias para el desarrollo de la industria se vio fuertemente influido por
esta crisis mundial.
Los precios agrícolas cayeron fuertemente en el mercado internacional hasta 1933. Esta caída en las
exportaciones repercutió en la capacidad de compra de importaciones (ya que ahora ingresaba menos dinero
al país). A pesar de que la deflación bajo el costo de las importaciones, ahora se tenía menos dinero
proveniente de las exportaciones para comprar productos en el exterior.
En lo referente al financiamiento, Argentina se encontraba en problemas luego de la fuga de capitales
norteamericanos en 1928. El país entraba a un período de crisis endeudado, y en un contexto de deflación, el
papel de deudor se tornaba más pesado. Además al igual que con las importaciones el pago de intereses y
utilidades al exterior tenían menos dinero ingresado por exportaciones para enfrentar los pagos.

Primeras reacciones: el control de cambios y la disciplina presupuestaria

La Argentina era uno de los países con más reservas de oro en el mundo. Al presentar deficiencias en la
balanza de pagos, podía recurrir a estas reservas para evitar una caída en el valor de su moneda (si esta caía,
afrontar las deudas externas se haría muy difícil ya que las deudas estaban contraídas en divisas, y si la
moneda se depreciaba, el valor de las deudas aumentaría).
Sin embargo, la disminución de las reservas de oro ocasionaba problemas ya que generaba iliquidez cuando
se retiraban sus depósitos en pesos. Esto restringía el crédito y el normal funcionamiento de la economía.
Así el gobierno tuvo que terminar emitiendo dinero sin respaldo. Como consecuencia el peso se depreció.
Había dos posibilidades que parecían excluyentes, o bien se defendía el peso exportando oro aceptando la
contracción del crédito, o bien se depreciaba la moneda aceptando el encarecimiento de la deuda externa.
Se optó por un régimen de control de cambios (centralizaba todas las operaciones de divisas) que atacara los
dos problemas a la vez. Se estableció un tipo de cambio fijo para las operaciones con el exterior. Las divisas
de exportaciones se debían depositar para el estado y esta las redistribuía en función de prioridades (la
primera era el pago de la deuda). La medida funcionó pero el sistema no era sólido (se generó un mercado
paralelo de divisas con el tipo de cambio auténtico que era mayor al fijado por el gobierno). Hubo escasez de
divisas lo que hacía que los proveedores del exterior tuvieran que esperar para obtener las divisas de sus
pagos.
La Gran Depresión afectó al sistema presupuestario, aumentando la deuda y encareciendo la moneda además
de contrayendo los ingresos.
Uriburu adoptó medidas para mejorar las cuentas del estado y lo hizo gravando algunos productos de
exportación, levantando aranceles, y estableciendo nuevos tributos e incluso un tributo al ingreso (generó
desigualdad). Por el lado de los gastos se recortaron gastos de administración, la inversión y el pago de
deuda se estableció prioritariamente.
Justo continuo con una política de austeridad que no fue suficiente, y se terminó recurriendo a la Caja de
Conversión para emitir moneda a fines de cubrir déficit publico.
El apego a las políticas restrictivas fiscales frente a la crisis fue una muestra de que el mundo no se
percataba de que esta no era una crisis más sino que tenía una profundidad mucho mayor a cualquier otra.

El impacto social

A pesar de los problemas de balanza de pagos y del presupuesto, los mayores problemas fueron los
referentes al derrumbe de la producción lo cual generó una caída en el ingreso. Con esto se genero un
desempleo sin precedentes. Los desempleados de sectores rurales se trasladaron a las ciudades buscando
trabajo pero en las ciudades la situación era la misma. La caída del salario real generó que muchas familias
tuvieran ingresos inferiores al necesario para cubrir sus necesidades. Aquí se comenzó a evidenciar la
profundidad de la crisis y se debía salir a través de cualquier medida.

Las nuevas ideas económicas

Con el gobierno de Justo, el estado argentino buscó asimilar su política a la norteamericana. Roosevelt (33-
45) trató a su economía de una manera nueva a través del New Deal, que no se basaba en el aumento del
gasto público a diferencia de lo que muchos piensan, sino que se centró en la fundación de organismos
reguladores de producción y la relaciones de los trabajadores.
Las ideas keynesianas que establecían que frente a las crisis se debe aumentar el gasto público para suplantar
a la caída del gasto privado fueron adoptadas por Roosevelt. Así el gasto bélico para prepararse para la
segunda guerra fueron los motores de la economía norteamericana.
En Inglaterra la adopción de las políticas keynesiana tardo mucho más tiempo en aplicarse debido al
conservadurismo presente en Inglaterra y a que el gobierno se centro en el manejo monetario más que fiscal.
Fue así que en el 25 Churchill regresó a la antigua paridad del patrón oro. Esta medida fue errónea ya que la
revaluación de la libra no ayudaba a resolver los problemas económicos y en 1931, se terminó abandonando
el patrón oro. Casi toda Europa siguió estos pasos.
En lo referente al comercio internacional el libre comercio fue una política muy criticada. Los países
disminuyeron desde los 20 el volumen de comercio exterior por la entrada de tecnología a los países que
elevaba su productividad y disminuía su necesidad de comerciar, es decir, por el desarrollo económico. Sin
embargo, en los 30, la caída fue mucho más abrupta por las caídas de demanda que obligaban a restringir
importaciones (para evitar déficit). Así Keynes propuso establecer aranceles para resguardar de las
importaciones en Inglaterra a los productos británicos.
Así en Argentina, a causa de su relación con Estados Unidos e Inglaterra, se instauraron las ideas
proteccionistas. Hubo intentos internacionales de volver al comercio (Ginebra, Londres), pero esto no se
logró. EEUU e Inglaterra se cerraron, aislándose del mundo.

El “Comercio triangular” y el Pacto Anglo-Argentino

Al cerrarse al mundo Europa y Estados Unidos, argentina se vio en problemas ya que la caída en sus divisas
lo obligaba a disminuir las importaciones. Sin embargo, esto preocupaba a los proveedores del exterior.
En este sentido, Inglaterra era más importante como comprador de productos que como vendedor de
manufacturas (balanza positiva). EEUU, era más importante como vendedor de manufacturas que como
comprador (balanza negativa).
En este aspecto Inglaterra y EEUU empezaron a tener conflictos de intereses respecto a Argentina. Mientras
que los británicos querían fomentar el tejido de la red ferroviaria, los norteamericanos fomentaban el uso del
automóvil. El combustible (carbón) para el ferrocarril era inglés, mientras que el petróleo para los autos era
americano.
Los productores de carne y algunos otros productos argentinos se verían beneficiados con el acercamiento a
Inglaterra ya que permitiría elevar las ventas mermadas por la crisis. Por otro lado los industriales se veían
beneficiados por el proteccionismo levantado durante la Depresión.
Finalmente la Argentina terminaría realizando un pacto con Inglaterra (anglo-argentino) a través de las
negociaciones entre Roca y Runciman. Este estableció un sistema de preferencias arancelarias para los
productos ingleses, además del desbloqueo de fondos retenidos de importadores argentinos por compra de
productos ingleses. Inglaterra se comprometía a mantener el statu quo de las carnes (compra de carnes a la
Argentina tal cual siempre había sucedido sin los recortes que se habían anunciado).
El impacto que generó en el pueblo argentino tuvo diferentes características. Por un lado, los sectores
ganaderos (beneficiarios del acuerdo) estuvieron conformes ya que podrían continuar con sus exportaciones
al imperio ingles. Sin embargo, los sectores más nacionalistas presentaron un gran descontento y calificaron
al gobierno de “vende patria”. Estos sectores vieron en el gobierno la sumisión ante Inglaterra de realizar
cualquier acuerdo a expensas de los intereses nacionales y manifestaron su repudio. Cabe destacar, que el
acuerdo se cumplió de manera desigual. Por un lado argentina cumplió con todo lo pactado minuciosamente.
Sin embargo, Inglaterra (siempre en una mejor posición de negociación), no tardó en presentar nuevas
amenazas (gravar las importaciones argentinas con impuestos).
A pesar de todo, el pacto Anglo-argentino en el contexto en que se produjo era necesario para la reactivación
de la economía argentina y en ese aspecto cumplió su objetivo.

Un gobierno en acción

El gobierno de Justo, con Prebisch y Pinedo en su gestión, comenzaron a tomar medidas para intentar
cambiar el desanimo general del país. En este sentido se buscó solucionar problemas financieros de deuda de
los importadores argentinos a través del pago por parte del gobierno de la deuda a cambio de que los
importadores pagaran al gobierno la deuda pero en moneda nacional.
Sin embargo, el sistema impuesto por la Comisión de Control de cambios hacía que a causa de las
prioridades del uso de las divisas siguieran existiendo grandes montos bloqueados por lo que se hizo
necesario tomar medidas como un permiso previo a la importación donde la Comisión establecía si ese
producto podía importarse (no se podía importar lo que se quisiera).
En un contexto de deflación se sucedieron algunas devaluaciones y un desdoble del tipo de cambio en uno
oficial y uno libre. Del mercado oficial, las divisas provenían de las exportaciones tradicionales, quienes las
demandaban eran las importaciones que poseían permisos previos para la importación. Del mercado libre,
participaban como oferentes las exportaciones no tradicionales y como oferentes las importaciones de las
misma características. Este sistema continuó beneficiando a los productos ingleses ya que entraban dentro de
lo “tradicional”.
Se creó la Junta Nacional de Granos (para beneficiar a los productos agrícolas debido a las caídas de
precios), que compraba los granos a precios superiores a los de mercado y los vendía cuando los precios se
hacían favorables. Esto se financiaba a través del margen entre compra y venta del tipo de cambio oficial.
El fin último del gobierno no era mantener este desdoble del tipo de cambio sino de a poco ir acercándose a
un tipo de cambio libre. Los socialistas criticaron fuertemente esta duplicidad del tipo de cambio.

Las conversiones de deuda y el manejo fiscal

Durante 1932 y 1933, las cuentas de los presupuestos se veían comprometidas por la deuda externa de
Argentina. Los defaults de países latinoamericanos comenzaron hacer dudar a los acreedores sobre la
capacidad de pago de Argentina lo que hizo que los títulos nacionales cayeran en los mercados externos. Sin
embargo, la deuda interna (flotante) tenía un peso superior a la externa. Para solucionarlo se dio a los
tenedores la opción de venderla al gobierno o refinanciarla con una tasa menor pero a más largo plazo. Al
existir pocas posibilidades de inversión los tenedores optaron en su mayoría por refinanciar. Un mecanismo
similar se realizo con la deuda externa con el agregado que la deuda se transformó a pesos (evitando
volatilidades del tipo de cambio para hacer frente a la misma). Estas medidas trajeron nueva confianza y la
capacidad crediticia argentina se mantuvo a diferencia de otros países latinoamericanos.
Entre otras medidas de Pinedo, se reordenó la política impositiva, simplificando y unificando tributos, lo
cual mejoró la recaudación. Asimismo desaparecieron algunas entidades superfluas lo que disminuyó gastos
al gobierno. Estas medidas reactivaron la inversión pública ya que el gobierno se hizo de fondos para ello.

La creación del banco central

La actitud errática del gobierno durante los períodos anteriores respecto a las entradas y salidas a la
convertibilidad y a los largos períodos de inconvertibilidad fue el precedente para institucionalizar y legislar
sobre materia monetaria. Sumado a esto, estaba el control de la solidez bancaria, la política de redescuentos
y el manejo de los títulos del gobierno.
En 1933, se creó el Banco Central de la República Argentina. Sus funciones eran el control sobre bancos, el
respaldo de divisas de los mismos, la emisión de billetes, la estabilidad del peso, etc. Sus objetivos eran
mantener reservas para moderar las fluctuaciones de cantidad de ingresos de divisas, regular el crédito y
medios de pago, promover la liquidez, actuar como agente financiero etc.
Existieron muchas críticas respecto a la creación del banco ya que no se creyó en la supuesta independencia
del gobierno que debía tener. Otro punto de desconfianza fue un posible pico inflacionario a causa de su
creación.

Nuevas turbulencias: los ciclos en 1934-1939

A partir del 34, los términos de intercambio favorecieron los superávits de balanzas de pago hasta el 35. Así,
las entradas de divisas debían controlarse (esa era la función del Banco Central), para evitar un exceso de
medios de pago. Se implementó la esterilización que vendía bonos a los bancos para quitar oferta monetaria.
De esta manera, se restringió el crédito y la expansión monetaria.
A partir del 37 se detuvo la recuperación. Malas cosechas, la crisis de EEUU y una baja en los precios
fueron sus causas. Esto generó depreciación del peso por la caída de las exportaciones. La actividad interna
también cayo.
Las medidas del gobierno; comenzó a incentivar la economía a través del crédito agropecuario (esto iba en
contra del control crediticio que el BCRA debía tener). Para lograr contener las necesidades de
importaciones generadas por el aumento de la demanda se implementaron políticas respecto al control del
tipo de cambio (se devaluó). Así, se desviaba la capacidad crediticia hacia la demanda de bienes nacionales.

La Argentina industrial
Hacia 1936, la Argentina había logrado desarrollar en gran medida su industria. Lejos estaba de exportar
productos manufacturados pero la sustitución de importaciones había sido considerable. Industrias ya no
derivadas de la actividad primaria se desarrollaron, como la textil, metalúrgicas, vidrio, papel, caucho y
aparatos eléctricos. El PBI entre 1918 y la Gran Depresión había crecido más a causa de la industria que de
las actividades rurales.
Las condiciones durante la década del 30 de caída de las exportaciones y las importaciones generaron una
demanda insatisfecha y una sustitución de importaciones de productos manufacturados.
Los productos americanos se vieron fuertemente perjudicados por el desarrollo de las importaciones
argentinas. Esto generó que las empresas norteamericanas decidieran instalarse directamente en el país para
evitar costos aduaneros.
Las principales industrias fueron los tejidos de algodón, los neumáticos y la extracción y refinamiento del
petróleo. Incluso algunos productos lograron exportarse, favorecidos por el tipo de cambio para las
exportaciones no tradicionales.
En el 41 se creó la corporación para la Promoción del Intercambio, institucionalizando el impulso de las
exportaciones manufactureras.
Con el proceso de la industrialización vino el proceso de urbanización de las ciudades. Muchas mujeres se
incorporaron al mercado de trabajo urbano. Así cambio la actividad de los sindicatos dejando el doctrinismo
de lado para realizar concesiones a los trabajadores.
El capital se estancó y lo que se buscó fue el aprovechamiento al máximo de la capacidad productiva.

¿Una década de innovadores?

El crecimiento de la industria en Argentina se vio favorecido más allá de por la coyuntura externa, por
políticas del estado. Los aranceles a las importaciones subieron un promedio de 6% a lo largo de la década.
El control de cambios, favoreció a las industrias que competían con las importaciones ya que racionaban las
mismas para detener el déficit de la balanza de pagos. Sin embargo, estas políticas no fueron en su mayoría
dirigidas intencionalmente al sector industrial, sino que fueron una coyuntura favorable generada por la
continuación de la tradicional estructura agraria del país (muestra de ello es el tratado Roca-Runciman).
En fin las políticas de proteccionismo más que por un incentivo a la industria nacional se desarrollaron en
torno a una política fiscal recaudatoria. Por otro lado el manejo del tipo de cambio lo motivó el deseo de
equilibrar la balanza de pago. Claramente no hubo una política intencional de fomento a la industria.
El gobierno nacional impuso leyes Keynesianas para el manejo de la crisis posterior a la Depresión a través
de la expansión del gasto público. Sin embargo, fue criticado por los déficits fiscales que genero en estos
períodos gastando más de lo que recaudaba. Sin embargo, el gobierno vio que sus decisiones fueron bien
tomadas.
Este período dejó como legado para los futuros gobiernos buenas implementaciones en lo que se refiere a la
profesionalización del país (BCRA, control de cambios, juntas reguladoras y el impuesto al ingreso).

La guerra y el Plan Pinedo de 1940

Hacia el 39, la Guerra se desató generando convulsiones mundiales. Ortiz renunció a causa de su ideología
pro-aliados. Su sucesor Castillo y Pinedo como ministro de Hacienda tuvieron que enfrentar la crisis que se
avecinaba.
El diagnóstico de Pinedo se asimilaba al de la Gran Depresión o la Gran Guerra pero con algunas
características propias. El problema se centró en el comercio exterior, con su impacto interno asociado.
Grandes excedentes de productos invendibles, malestar y repercusiones sociales.
Así el plan del gobierno era tomar medidas de corto plazo como compra de cosechas invendibles y
restricciones a las importaciones. También construcciones populares para dar trabajo a la gente y generar
demanda. Se focalizaba primero en la economía y luego en las finanzas públicas (a diferencia de la
Depresión).
El Plan Pinedo buscó fortalecer la industria a través de la financiación de la inversión fija y la generación de
demanda interna a la vez que las importaciones disminuyeron. Sin embargo, no se dejó de lado el aspecto
comercial, ya que se fomentó la exportación industrial.
Finalmente las predicciones de Pinedo y los supuestos de su plan no se cumplieron. Las exportaciones se
mantuvieron (pero cobrando las mismas con libras bloqueadas que se podían solo utilizar para pagar
importaciones inglesas).
A pesar de que el plan no se tuvo que implementar mostró la capacidad del gobierno para hacer frente
rápidamente a cambios en la coyuntura.

CAPITULO 4: Ascenso y apogeo peronista (1940-1949)

Militares al gobierno

La vuelta a la democratización después de varios gobiernos fraudulentos se había logrado con Ortiz en las
elecciones del 38. Sin embargo, su sucesor Castillo en el 40 (por la renuncia por enfermedad del presidente),
comenzó a ser criticado por su simpatía con las naciones aliadas (germanófilo). Esto generó las renuncias de
Pinedo y Roca.
El ánimo militar nacionalista comenzó a elevarse consolidando el neutralismo entre las Fuerzas Armadas
Argentinas. Este contrapesaba las políticas norteamericanas por lo que se cortó el financiamiento bélico del
país del norte.
Dentro de las fuerzas armadas comenzó a armarse un frente que buscaba evitar la penetración comunista y
mantener la neutralidad. Así, para las elecciones del 44, el candidato de Castillo, Costas, era repudiado por
los militares ya que se temía el mantenimiento de la neutralidad. La presencia del general Ramírez como
ministro de Guerra comenzó a ser apoyada por los radicales, lo que hizo que Castillo lo despidiera. Así se
establecieron las bases para la decisión de Campo de Mayo: derrocar el gobierno.
El general Ramírez asumió el gobierno.
Entre 1943 y1945, la política se centró en el ascenso de Perón en el gobierno y en la posición internacional
de la Argentina ante una guerra cuyo curso ya parecía definido. En el 44, se decidió romper las relaciones
con Alemania y Japón, saliendo de la neutralidad. Esto hizo que reaccionaran los militares más
norteamericanos y Ramírez termino siendo reemplazado por Fardel.

La economía argentina ante un nuevo impacto exterior

La Argentina creció durante la época de guerra, Sin embargo, luego se notaría que ese crecimiento fue muy
inferior al que podría haber sido y fue criticado.
Este crecimiento provino de la industria. Se incrementó la sustitución de importaciones que no llegaban a
causa de la guerra. Un dato crucial fue que por primera vez se exportaron manufacturas en volúmenes
considerables (principalmente a Latinoamérica, a causa de la falta de importaciones que estos países también
sufrían; Brasil tuvo un papel importante).
Un problema importante fue la dificultad para conseguir bienes de capital y materias primas para la
industria. También EEUU fue destino de productos argentinos a causa de la Comisión de Desarrollo
Interamericano de Roosevelt.
La agricultura se estancó en los años de guerra.
El balance fue que Argentina creció en relación a otros países como Estados Unidos, Canadá, Chile y
México, muy poco.
Argentina se preparaba para darle solidez y consolidar la industria luego de décadas de incubación.

El eje militar-industrial

Los precedentes del desarrollo industrial ya habían sido fijados muchos años antes. Quizá sin perseguir este
fin, Argentina había desarrollado políticas arancelarias que habían protegido la industria (con fines fiscales y
de equilibrio de balanza de pagos) y generado sustitución de importaciones (ya se vislumbraba el gran
beneficio que estas traían al país).
El primer síntoma de cambio fue el Plan Pinedo de principios de los 40. A pesar de su no implementación,
sentó las bases del cambio de pensamiento del gobierno.
Entre el 40 y el 43, los redescuentos fomentaron más la industria que la agricultura, se organizó un Comité
de Exportación y Estimulo Industrial y Comercial, se dictaron leyes de promoción industrial, se creó la Flota
mercante del estado, etc. La agricultura dejaba de tener preferencia en las medidas gubernamentales.
El fomento de la industria por parte del gobierno no era claro respecto a que industria se incentivaba, así
para algunas actividades el final de la guerra no mostraba buenos augurios.
La “liberación económica y la autonomía nacional” eran los postulados nacionalistas del pensamiento pro
industrial, los militares hicieron de estos su discurso. Las fuerzas armadas comenzaron por fomentar las
industrias militares pero no demoraron en trasladarla a las civiles. El gobierno revolucionario fomentó a
través del crédito la sustitución de importaciones en el 43.
Perón puntualizó sus ideas de una industrialización razonable y la necesidad de suprimir aquellas actividades
que terminada la guerra carezcan de razón de existir. Vio en la industrialización la posibilidad de
crecimiento del empleo.

Perón al poder

La relación de Perón con los sindicatos se intensificó poco después de la revolución del 4 de junio. Se
destacaban las relaciones con la CGT.
Tiempo después se legislo para unificar los sindicatos. Así aumentaba el poder del gobierno frente a ellos.
En el 43 Perón se hizo cargo del Departamento Nacional de Trabajo. Comenzó así a darse cuenta de que el
control sobre los sindicatos no estaba sirviendo y que era hora de comenzar a dar concesiones (se crea la
Secretaría de Trabajo y Previsión). Los ferroviarios fueron los primeros en percibir beneficios.
Se establecieron salarios mínimos y extensiones a la previsión social dentro de otras medidas. Las
concesiones de Perón estaban orientadas a conseguir el apoyo de los gremios. Así los obreros comenzaron a
aliarse con el gobierno en vez de con partidos opositores.
Para el año 44 Perón (como vicepresidente y ministro de Guerra), ya había captado gran poder político en
los gremios. Sin embargo, las presiones de la oposición hicieron que Perón se alejara del gobierno
renunciando de sus cargos el 9 de octubre del 45. Los gremios se movilizaron y forzaron la restitución de
Perón al gobierno.
En 1946, Perón triunfaría cómodamente sobre la Unión Democrática.

Ni capitalistas ni comunistas: justicialistas

La política se basó en la idea de que los militares eran “el ejercito que cuida” los obreros eran “el ejercito
que produce” y la Iglesia era el “poder moral”. El Congreso mantuvo sus funciones pero estuvo muy
influenciado por los diputados oficialistas.
Perón estuvo influenciado por ideas de Mussolini, sobre la actitud del gobierno frente a los obreros. Así se
diferencio mucho en el trato a los obreros afiliados de los que no lo estaban. Aquí estaba la concepción
corporativa de la sociedad de Perón.
Otra característica era su distinción de la izquierda. En vez de “lucha de clases” proponía “armonía de
clases” y propugnaba la cooperación entre el capital y el trabajo para el desarrollo de la sociedad.
Estos aspectos se reflejaron en la idea de “justicialismo¨.
En lo económico no existía una doctrina que guiara el accionar de Perón. El se centraba más en los fines que
en los medios para lograrlos. Sin embargo, era difícil cumplirlos ya que el sector privado no le contentaba la
cesión de demasiadas pretensiones obreras.

Una nación políticamente soberana

La política internacional de Perón (a causa de sus miedos de una tercera guerra mundial) se identifico con
una “tercera posición”, que se separaba de Estados Unidos y la Unión Soviética.
En 1944 se celebra Bretton Woods buscando un espíritu internacionalista y retomar el comercio. Sin
embargo, la creciente reserva de dólares de EEUU, atentaba contra el sistema de tipo de cambios fijos
propuestos por Bretton Woods.
En estos contextos, el gobierno de Perón busco la autarquía económica cerrándose el comercio internacional
y centrándose en el mercado nacional.
La relación con EEUU se basaba en la desconfianza (ya que Argentina no había apoyado a EEUU en la
guerra), pero EEUU estaba en búsqueda de aliados por la coyuntura internacional. Sin embargo, no se
descartaban las relaciones con la Unión Soviética. Se firmó el Tratado Iberoamericano de Asistencia
Recíproca. Sin embargo, no tardaron en surgir problemas relacionados a la fijación de precios.
Finalmente, la represalia norteamericana se reflejó a través del Plan Marshall que excluía a la Argentina
como proveedor de alimentos.
Respecto a Inglaterra, la relación comercial histórica argentina cambió. Las entradas de capital por
ferrocarriles se detuvieron por el avance de la industria automotriz y por el esfuerzo bélico de Inglaterra a
causa de la guerra. Esto generó un gran superávit para Argentina (1940-1945) que se traducía en una gran
cantidad de libras bloqueadas ya que solo podían ser utilizadas en Inglaterra. Esto generó conflictos que
terminaron por mantener el conflicto de las actuales “libras bloqueadas”, dando convertibilidad de los
futuros pagos ingleses y se negoció una fusión inglesa-argentina en la posesión de los ferrocarriles
argentinos. Finalmente entre los pagos argentinos para apropiarse de parte de los ferrocarriles más un crédito
inglés pagadero con futuros superávits se dio solución al tema de las “libras bloqueadas”.

El avance del estado

La nacionalización y estatización de los servicios públicos era ya desde el gobierno militar políticas
mundialmente utilizadas. El gobierno de Perón acentuó este papel del estado como productor de bienes y
servicios. El ferrocarril no fue el único caso. Se le siguieron los teléfonos, la energía, el transporte urbano,
etc. Sin embargo, Perón supo establecer límites a la estatización guiados por su criterio.
Los sectores opositores (radicalismo), calificaron a la estatización de Perón como insuficiente. Sin embargo,
las muestras de nacionalización de empresas se dieron en Inglaterra, Francia, Italia, la Unión Soviética y
muchos países latinoamericanos.
El aumento en el gasto fue un requisito para estas estatizaciones. Además fueron necesarias inversiones en
diferentes sectores. Sin embargo, estas muchas veces no fueron suficientes para cubrir las depreciaciones del
capital ni satisfacer la demanda de infraestructura. Durante el 46 y 47 se aumentó principalmente el gasto en
defensa del país y en salud, educación y hienda (militares y obreros).
Las ideas Keynesianas hacían eco en todo el mundo y los gobiernos tonificaban la demanda agregada con
aumentos de gasto público.
El estado de bienestar se comenzó a gestar en todo el mundo aumentando la seguridad social, liderado por
Inglaterra (en mejor posición que Europa continental luego de la segunda guerra). Argentina también formo
parte de esta tendencia.
Perón utilizó no solo el gasto keynesiano para mantener la demanda agregada y el ingreso sino que recurrió
a los aumentos privados de salario que financiaban estos aspectos a la vez que permitían plantear un mejor
sistema de equidad impuesto por la función del Estado de Bienestar.

Una nación socialmente justa

La expresión de justicia social argentina se diferencio de la de otros países mundiales (que basaban esta en
tributos) proponiendo aumentos salariales. Entre el 43 y el 45, los salarios aumentaron muy poco Sin
embargo, entre el 45 y el 49, lo salarios aumentaron un sorprendente 62%. Este aumento fue mayor a la
productividad y logró a una distribución nacional del ingreso más equitativa.
El trasfondo de estos incrementos fue político. Perón estaba sentando las bases para las próximas elecciones.
En 1947, ya había fundado el Partido Peronista.
La prosperidad era palpable para el ciudadano, la producción creció increíblemente entre los años 46 y 48.
El creciente valor de las exportaciones se volcó sobre la expansión del consumo, el bienestar era superlativo.
A todo esto se le sumaban el control de los alquileres y el congelamiento de algunos precios que aumentaba
el salario real de los trabajadores. En lo tributario también se sintió el impacto de la política peronista a
través de impuestos más progresistas que también fomentaron la redistribución de la riqueza.
En el 44 y en el 46 se sistemas de previsión para los trabajadores que fueron grandes progreso en el sistema
jubilatorio.

Una nación económicamente libre: el impulso industrialista

El gobierno se concentró fuertemente en lograr una autarquía económica nacional. No solo por una cuestión
nacionalista sino también porque veía en la industrialización la fuente de mantener el empleo y el consumo.
También la industrialización era vista como una política de desarrollo de largo plazo.
Así se restringían las importaciones y se fomentaba el crédito. Respecto al primer aspecto, se establecían
preferencias para la importación de materias primas y bienes de capital, y se establecía un sistema de
permisos previos para la obtención de cambio para la importación. Respecto al segundo, se fundo en el 44 el
Banco Industrial y en el 46 se nacionalizo el BCRA. La industria así se encontró con grandes cantidades de
fondos a su disposición, pagaderos a largo plazo y con tasas de interés muy favorables (de hecho muchas
veces las tasas fueron negativas).
La política fiscal de gasto del estado también influyo en la industrialización a causa del gasto derivado de la
estatización de tantas empresas.
Algunas críticas posibles a la industrialización peronista fue la falta de importancia que se le dio a la
productividad, la falta de economías de escala por el pequeño mercado interno, el rechazo inicial de capital
extranjero, etc.

En el campo, las espinas

El gobierno de Perón tuvo inició con los mejores términos de intercambio del siglo. Esto le permitió
influenciar los precios agrícolas a través de la creación del IAPI, organismos que se encargaba de comprar
los cereales y oleaginosas y venderlos en el mercado interno, como el externo, logrando grandes ganancias
gracias a los términos de intercambio. Las ganancias sirvieron para financiar el gasto público y además el
IAPI desligo parcialmente la evolución de los precios internos de los alimentos del crecimiento que se estaba
generando en los mercados internacionales. El IAPI evitaba que los precios subieran y debiera presionarse
más a la suba de salario de los industriales, o se generaran caídas en el salario real. Además el comercio
mundial se había tornado mucho más negociable en las partes por lo que al centralizar las ventas, el IAPI
poseía un altísimo grado de negociación.
Todo esto impactaba negativamente sobre la agricultura ya que los aumentos de salario industriales
generaban pujas hacia arriba de los salarios rurales. A la vez el sistema arrendatario congelaba
arrendamientos de un período al siguiente perjudicando los terratenientes. Para completar estas desventajas,
la importación de maquinaria agrícola se hacía a tipo de cambio no preferencial. Sin embargo, no hubo una
crisis rural. En cambio hubo una sustitución de cultivos en la pampa húmeda (girasol, maní, cebada). La
ganadería avanzo un poco sobre las tierras agrarias al revés de lo que habías sucedido en períodos anteriores.
A pesar de todo Perón nunca quiso comprometer el sector rural ya que reconocía en él la importancia de ser
el generador de divisas que el país necesitaba para cubrir las importaciones de materia prima y bienes de
capital.

Las complicadas cuentas externas

Los problemas externos luego de la Segunda Guerra se diferenciaron de los vigentes luego de la Depresión.
En este, el superávit de divisas generado no tanto por el aumento de ingresos sino por la dificultad de
conseguir importaciones fue el principal problema. El principal problema era el bloqueo de divisas inglesas.
Este problema de divisas se manifestó desde 1946. Así, se configuraron relaciones bilaterales con varios
países.
El aumento de los precios (208% entre el 45-48) de los productos exportables escondía la disminución del
volumen exportado respecto a la década del 30. Esto era consecuencia de los cambios en las condiciones
externas. La caída de las exportaciones inglesas fue una muestra de esta situación. Sin embargo, esta
situación, no se dio en todos los países exportadores, muchos de ellos se beneficiaron de esta nueva
coyuntura comercial (Australia).
El gobierno peronista aposto más a un debilitamiento en el intercambio de las naciones que a la
impresionante resurrección que tuvo lugar. Es por esto que sus políticas se orientaron en este sentido
(Prebisch, fue un intelectual que pensaba que el aumento del ingreso per capita iba a provocar aumentos en
el consumo de bienes industriales antes que bienes agropecuarios).
Lo cierto es que finalmente la balanza de pagos entre el 45 y el 48 fuese positiva. Finalmente en el año 49, a
causa del peso que cada vez más tenían las importaciones de materias primas y bienes de capital, terminaron
por generar una balanza de pagos negativas, que encima no podía encontrar forma de financiarse con
entradas de capitales ya que estaban desalentadas por políticas peronistas. Además la inflación iba a
comenzar a aparecer como un problema grave.
Crédito y descredito: Nace la inflación

Durante los años 41-45, la base monetaria creció un 15% a causa de los superávits comerciales lo que
generaba aumentos en los precios. A partir de la posguerra la Argentina mantuvo una inflación más alta que
la de los países avanzados.
En el 46 se produce la nacionalización del BCRA y posteriormente la nacionalización del sistema bancario
(esto significaba que los bancos no eran más que agentes receptores de depósitos por cuenta del BCRA y por
lo tanto no se les permitía prestarlos). Estas ideas se basaban en que era el estado el único que podía emitir
dinero (controlaban a través de estas medidas la creación secundaria). Sin embargo, en realidad el fin último
era mantener alto el nivel de actividad de la economía. Así una parte de los créditos volvía al sistema
bancario en forma de depósitos. Sin embargo, los créditos crecieron siempre en mayor medida que los
depósitos, lo cual generaba expansión del dinero circulante (proclive a generar inflación). Pero el gobierno
peronista no creía en este supuesto ya que consideraba que la actividad económica aumentaba más que el
nivel de precios.
A los créditos que otorgaba el BCRA, se le sumaron los créditos obtenidos en el exterior para cubrir los
déficits fiscales. En los primeros años los créditos no fueron tan importantes ya que las ganancias del IAPI, y
el superávit nacido de los regímenes jubilatorios ayudaron a financiar el gasto. Cuando bajaron los precios
internacionales y comenzaron a jubilarse los trabajadores comenzarían a avivarse la inflación.
Al principio de esta inflación la sociedad no reaccionó desprendiéndose del dinero. Quizás porque todavía
no estaba concientizada de las diferencias entre cantidades reales y nominales del dinero.
Bajo estos presagios de crisis terminaba la década del 40, caída de precios internacionales, pérdida de
ingresos por lo tanto del IAPI, agotamiento del financiamiento de cajas de jubilación, inflación, incrementos
de salarios mayores a la productividad, expansión del crédito, etc. Frente a esta situación el gobierno
ensayaría diferentes respuestas para mantener un difícil equilibrio.

CAPITULO 5: Del paraíso peronista a la crisis del desarrollo (1949-1958)

La hegemonía cuestionada

Hacia fines del 48, Perón estableció una reforma constitucional para poder ser electo en las elecciones del
52. El aparato político que había generado le aseguraría el triunfo en el 52. Y así sucedió.
Otra de las reformas constitucionales fue la monopolización del comercio exterior por parte del estado. Los
radicales se retiraron de las sesiones de la Convención Constituyente, signo del enrarecido clima político.
Por su parte Perón comenzó a confrontar mucho más con la oposición tomando un tinte más combativo. Sus
seguidores legisladores así también lo hacían. A esto se le sumó el control de los medios de comunicación y
la censura de muchos otros.
A la oposición le costaba organizarse para oponerse al gobierno. Uno de sus intentos transitorios fue la
intentona militar del 51 con Benjamín Menéndez a la cabeza junto con políticos opositores que marcho
desde Campo de Mayo y terminó fracasando.
Perón aprovechó la oportunidad para eliminar de las Fuerzas Armadas a los militares que no eran leales.
Las elecciones fueron rotundas 62,5% para Perón contra 31,8% para Balbín. A partir de este momento, en el
52, la oposición endureció su posición opositora buscando la oportunidad para derribar a Perón.

Síntomas de crisis

En el 49, luego de tres excelentes años, el país entró en crisis. La expansión del producto y el gasto
beneficiados por las circunstancias no se pudieron prolongar más.
El debilitamiento del esquema distributivo empezó a resquebrajarse por la balanza comercial (cambiaron los
términos de intercambio), y la inflación. La exclusión del Plan Marshall fue un punto muy desfavorable
también ya que hubiese sido una gran solución para la balanza comercial.
Sin embargo, la crisis externa fue de causas internas principalmente por las malas cosechas de la campaña
49/50. Esta falta de divisas hizo comprimir más aun la cantidad de importaciones para evitar saldos
negativos. Algunas importaciones pasaron directamente a estar prohibidas.
Esto impacto en la industria ya que los empresarios no podían contar con los insumos y las maquinarias
necesarias. Comenzaban a notarse las debilidades de la estructura económica peronista.
La expansión crediticia también debió moderarse. A partir del 48, ya se habían tomado algunas medidas para
el control de la inflación, pero fueron insuficientes. Así, Perón decidió en el 49 cambiar las autoridades
económicas y surgió Gómez Morales.
La inflación ya en el 49 fue un problema acompañado por un ajuste en los tipos de cambio que se sumó la
devaluación de la libra respecto al dólar. Sin embargo, las nuevas autoridades no veían el problema de la
inflación como algo importante. En el 49 se eliminó el último vestigio de convertibilidad al anularse la
clausula que obligaba al BCRA a respaldar con reservas internacionales al menos el 25% de la base
monetaria.
Sin embargo, el problema de la inflación respecto al salario real no generó problemas durante el 49 y el 50
ya que el salario nominal aumento en mayor proporción.
En el 51, esto no sucedió. La inflación supero el aumento salarial, sumado a una terrible sequia. Esto derivó
en un importante déficit. Reaparecieron las huelgas (azucareros, gráficos, bancarios y marítimos y los
peores; ferroviarios) y surgió la probabilidad de que el progreso concluía.

La hora de la austeridad: el plan económico de 1952

A causa de los problemas en el 52 se lanza una serie de medidas de austeridad contrarias a las de los
primeros años del gobierno. Perón ya había sido reelecto, y podía maniobrar con políticas no tan populares.
El plan de estabilidad del 52, perseguía claramente detener la inflación. Además se busco terminar con los
déficits de la balanza comercial.
La idea era simple: gastar menos. Se redujo la inversión pública y el gasto. Se continuaron utilizando los
fondos de la seguridad social para solventar los déficits. Se contrajo la oferta monetaria drásticamente a
partir del 52, se retrasaron las tarifas públicas y aumentaron los subsidios a los bienes básicos, todo
buscando frenar la inflación. El gobierno finalmente le había dado la importancia que se merecía.
Se fomentó la exportación de carnes de frigorífico y los productos agropecuarios comenzaron a recibir
mejores precios, superiores a los del exterior.
El crédito a la industria se restringió en nombre de la estabilidad monetaria.
El plan funcionó, la inflación bajó hasta un 3,1% en 1954. A partir del 53, el salario real comenzó a
recuperarse nuevamente. Se reestableció la confianza en el peso. Aumento la producción y mejoraron las
cuentas externas generando superávits en el 53 y 54. Estas mejoras se apoyaron en una excelente cosecha del
52/53.
Nuevamente el sector rural salvó al país y contaba con el apoyo del gobierno.

Una vuelta al campo

Muchos fueron los cuestionamientos que se le hicieron al IAPI en la comercialización de los productos
argentinos. Por ejemplo la caída en las superficies cultivadas entre el 45 y 46 y entre el 47 y 48 de los
cultivos tradicionales. Sin embargo, no se tiene en cuenta la diversificación agrícola de esa época. Más allá
de la decisión de establecer o no el IAPI, no caben dudas de los cambios que se dieron a partir de fines de
los 40, donde se dio un claro cambio de signo en la política de compras de cosechas.
El IAPI se transformó en una entidad que subsidiaba a las exportaciones comprando a precios más caros que
los internacionales. Esto evito que se tuviera que modificar el tipo de cambio ya que se subsidiaban las
exportaciones por medio del IAPI. Hubo nuevos intentos a partir del 49 de contentar al sector rural a través
de convenios con Inglaterra. Sin embargo, estos estuvieron plagados de conflictos, muestra de que las
relaciones anglo-argentinas ya no eran las de antes.
Además de las medidas de subsidio, el gobierno intentó aumentar la productividad y bajar los costos de
producción agropecuaria.
Así fue como se mostraron los límites que poseía el desarrollo industrial.

Dilemas de una industrialización acelerada

Desde 1943, el gobierno se había planteado como política la industrialización del país. Los dos instrumentos
principales fueron la política crediticia y la protección a través de mecanismos cambiarios. Esto generó un
gran crecimiento en la industrialización del país. En relación a Brasil, la industrialización Argentina fue
baja, Sin embargo, respecto a Chile y México, se compara favorablemente. Sin embargo, la industrialización
tuvo aspectos que no pueden dejarse de tener en cuenta como los costos que tuvo este proceso y sus
posibilidades de extenderse a largo plazo.
Se la ha criticado por ser excesivamente indiscriminada. La distribución del crédito del banco Industrial
nunca tuvo lineamientos estrictos. Así el otorgamiento de créditos nunca dejó claro a que industrias buscaba
fomentar (la idea en un principio era incentivar aquellas que generaban productos no esenciales). En este
sentido surgieron críticas fundamentadas en que el gobierno, quizá debería haber incentivado algunos
sectores de la industria en vez de todos, para así lograr a través de eslabonamientos la expansión del sector
manufacturero.
La política industrial diversificada peronista, por su desarrollo sin intención en este sentido, sumada a la baja
población de Argentina, generó que muchas industrias se desarrollaran pero no lograran economías de escala
lo que generaba ineficiencias (diferencias de costos de hasta el 300%). Esta situación requería de una
devaluación con un porcentaje similar para poder competir con industrias estadounidenses. Otro punto que
no consideró el gobierno peronista es que la influencia de supuestos salarios bajos (por ser una industria
naciente) no iba a ser sostenible ya que la agricultura desarrollada del país podía pagar salarios altos lo que
generaría pujas salariales y elevarían los costos de producción. A esto se le sumaba el empedernido esfuerzo
gubernamental de la imposición del Estado de Bienestar que buscaba beneficios salariales permanentemente
por causas políticas.
Esta situación se puede clarificar ya que a partir del 50, el crecimiento industrial se dio solo por la capacidad
instalada y por la industrialización de aquellos sectores de capital intensivo.

¿Un defecto estructural?

Luego del plan de estabilización y las gran cosecha del 52/53, en el 55 reapareció el déficit comercial ya que
se comenzaron a reactivar las importaciones, generando amenazas a la balanza de pagos. El problema no era
que se impulsaba la demanda de bienes del exterior sino que la demanda de productos nacionales impulsaba
la importación de insumos. A la vez, las exportaciones agropecuarias no aumentaban a pesar del esfuerzo del
gobierno por aumentar la productividad del agro (esto empeoraba por la volatilidad de los precios
internacionales y el mal clima).
Para atacar el problema de los pagos externos, los peronistas reforzaban o relajaban el control de cambios.
Así coexistían diversos tipos de cambio, cada uno para un conjunto distinto de productos. Sin embargo, estas
políticas junto con algunos préstamos bancarios del exterior, lejos estaban de dar una solución estable al
problema. Para superar esto se debían fomentar las exportaciones y alentar la producción de maquinarias e
insumos locales. Lo primero se realizó a través de la nueva política del IAPI, Sin embargo, estos resultados
podrían llegar verse a largo plazo. Fomentar la producción de maquinarias e insumos no era tan sencillo. La
producción de acero y petróleo requería de grandes inversiones iniciales e importaciones de bienes de
capital.

Un intento de corrección: el segundo plan quinquenal

A partir del 53, se estableció el Segundo Plan Quinquenal de Gómez Morales. El gobierno luego de ver las
deficiencias del Primer Plan, decidió tomar riendas en el asunto y desarrollar una estrategia para atacar la
economía. Se buscaba una evolución armónica que se centraba en el desarrollo de la producción de materias
primas, energía, transporte y bienes de capital. Las partidas presupuestarias, en este sentido reflejaron
aumentos de inversión en estos rubros. Como contrapartida cayeron las inversiones en defensa y de carácter
social. Se buscaba establecer una industrialización seria y dejar de lado el carácter social de años anteriores.
Sin embargo, los problemas fiscales del gobierno, no permitieron la inversión necesaria, de hecho la
inversión pública cayó entre el 48 y el 55 un 35%. Esto mostro que el Segundo Plan Quinquenal, fue un
cambio en las preocupaciones del gobierno insuficiente. Era necesario además de un esfuerzo por parte del
gobierno, que el sector privado intensificara sus esfuerzos para dar salida a los problemas económicos del
país. Esta respuesta llegó recién en el 55.

Una nueva bandera peronista: la productividad

Luego de la implementación del plan de estabilización del 52 parecía haberse logrado la estabilidad que se
había apuntalado con la política de ingresos. La inflación fue baja durante el 53. Sin embargo, hacia el 54, el
gobierno debía enfrentar los aumentos salariales que las huelgas obreras solicitaban (estos lograron un
aumento del 12% en el salario real). Sin embargo, en el segundo semestre del 54, empezaron a verse las
consecuencias. Aumentos de precios. La carrera entre salarios y precios parecía reaparecer. La única forma
de mantener aumentos progresivos en los salarios reales era incentivar la producción y la inversión. Había
que aumentar la oferta.
Fue así que se convoco al Congreso de la Productividad y el Bienestar Social, nucleando a empresarios y
sindicatos, la idea era generar conciencia social sobre el problema de la productividad.
Sin embargo, este congreso estuvo más plasmado de discordia que descontento. Es que los sindicalistas
defendían férreamente las concesiones que habían logrado durante el Estado de Bienestar, mientras que el
sector privado buscaba disminuir algunos de esos beneficios en pos de aumentos de la productividad. En fin,
prácticamente se mantuvo el estado anterior al congreso salvo por algunas leves modificaciones referentes a
incentivos por parte de los empleadores y a reubicaciones del personal.
Las únicas salidas que había para aumentos en la productividad sino se lo lograba a través del factor humano
eran a través de la inversión en capital situación de la que el país estaba lejos.

Atrayendo el capital

La inversión de origen interno estaba lejos de ser una posibilidad suficiente para aumentar de una manera
sensible la productividad. El problema principal era que no se contaban con las divisas necesarias para las
compras de bienes de capital necesarios. La única salida era la inversión extranjera. Con esto debieron
mermar las ideas de lucha contra el capital externo que estaban instalados en la ideología del gobierno. Las
inversiones debían orientarse hacia algunos sectores industriales, el petróleo y la maquinaria agrícola.
En el Segundo Plan Quinquenal y más con la ley del 53 se plasmó la idea de la introducción del capital
externo al país. El claro objetivo de estas medidas era el ahorro o la introducción de divisas al país. Aumentó
considerablemente la producción de maquinaria agrícola (por empresas extranjeras). Existían convenios
respecto a estas producciones que se basaban en la reducción de los insumos importados a lo largo del
tiempo.
Sin embargo, el mayor avance se dio en la industria petrolera. Hubo varios acercamientos entre empresas
argentinas y estadounidenses para la explotación de este recurso. Finalmente se firmo un pacto (que debía
ser aprobado por el Congreso) con la California Argentina de Petróleo, con amplios beneficios para la
empresa norteamericana. Sin embargo, no existía otra salida para la necesidad de petróleo que tenía el país y
la baja capacidad de YPF para explotar los yacimientos.
Finalmente el proyecto no fue aprobado por una comisión de diputados (no llegó al Congreso) a causa de las
propias ideas que Perón había gestado en años anteriores respecto a los capitales extranjeros.
La oposición, además de muchos peronistas, no estaba de acuerdo con la entrada de estos capitales
extranjeros al país.

Una vez más, la hora de la espada

Ya en el 55, la voz de Frondizi comenzaba a escucharse en las radios, cuestión fuera de lo común en un país
en que la oposición no tenía cabida en los medios de comunicación, muchos estatales.
El gobierno peronista venía agotando sus maniobras, y con ello su capital político. Sin, embargo la
oposición parecía estar totalmente vencida, con débil apoyo electora y con grandes dificultades de llegar a la
ciudadanía a través de los medios de comunicación.
Sin embargo, todo esto cambió con el giro de Perón en contra de la Iglesia Católica. Algunas medidas como
el divorcio y la enseñanza laica, generaron grandes repercusiones a las que se sumaron hasta comunistas,
juntando todo el espectro opositor al gobierno. Así luego del bombardeo de Plaza de Mayo (16 de junio) por
parte de militares opositores, Perón tuvo que flexibilizarse (dentro de esta flexibilización la oposición tuvo
acceso a la prensa).
Los rumores de un golpe revolucionario hicieron que Perón se ponga más rígido diciendo que frente a un
golpe de violencia se debería responder con más violencia. Esto generó mayor revolución.
Así el 16 de septiembre, al frente de Lonardi, un grupo de oficiales tomó la Escuela de Artillería en
Córdoba, a lo que se adhirieron otros sectores militares. La reacción de Perón fue la renuncia y refugio en la
embajada Paraguaya.
La Revolución Libertadora, buscaba sacar al país de la tiranía y volver a una democracia sin Perón. En un
principio mientras Lonardi estuvo a la presidencia dominó una actitud moderada. Sin embargo, otros
sectores reclamaban una actitud más dura frente al peronismo, entre ellos se encontraba el general
Aramburu, quien el 13 de noviembre tomo el lugar de un Lonardi, enfermo y maniatado. Así, nació un fuerte
antiperionismo.
Aramburu duró en la presidencia dos años y medio. El antiperonismo se reflejó en todos los aspectos;
condenas a ex funcionarios, prohibición de símbolos, disolución de Partido Peronista, etc.
Se convocó a una Convención Constituyente cuyo aporte fue la del artículo 14 bis, con la inclusión de los
derechos sociales.
Proscripto el peronismo, la UCR, se alzaba como la única fuerza política del país formalmente establecida.
Para las elecciones del 58, la UCR se dividió. Por un lado estaba la UCR del Pueblo (Balbín), y por otro la
UCR Intransigente (Frondizi). La secreta alianza entre Frondizi y Perón le otorgó sus votos por lo que en el
58, el gobierno militar le entregó el poder a Frondizi.

El sombrío informe Prebisch

Prebisch fue contratado por el gobierno militar para tratar en materia económica. El se encargó de realzar un
diagnóstico de la situación argentina. Subrayaba dos problemas: la balanza de pagos y la inflación. El
principal problema era la imposibilidad de aumentar las importaciones de materias primas y combustibles,
así como maquinarias y equipos. La causa era la falta de alentamiento a la exportación, la falta de industrias
básicas sólidas y el problema del petróleo. Además criticaba el uso de reservas de manera indiscriminada
durante la nacionalización de empresas y reparticiones de deuda. Otro punto de crítica era la falta de
desarrollo del transporte, de la energía, las políticas expansivas salariales y monetarias que habían llevado a
la inflación. Esta se había generado, según él, principalmente por los déficits del IAPI, empresas públicas
etc.
Sus propuestas eran, a corto plazo ajustes al tipo de cambio para aumentar el ingreso rural a costa del urbano
(generación de divisas del agro), reducción de ciertas importaciones no esenciales e importancia a los bienes
de capital, generación de inversiones extranjeras.
Su diagnostico era pesimista claramente. Hubo críticas a este pesimismo respaldadas por la intención de
Prebisch de descalificar la administración peronista. En lo que Prebisch estaba más acertado era en el
problema estructural de la balanza de pagos.

¿Moneda sana o inflación incontenible?

El Plan de Prebisch se centró en la reducción de la inflación a través de medidas ortodoxas. Reducción de la


tasa de creación de dinero paralela a la corrección del déficit fiscal. Disminución del empleo estatal,
racionalización en el manejo de empresas públicas y contracción del gasto eran algunas medidas que se
debían tomar pero que iban a alcanzar para evitar la emisión monetaria.
El plan fue interesante pero el problema es que políticamente era muy difícil establecer un plan de largo
plazo con la inestabilidad política que reinaba.
Durante el gobierno de Lonardi, el peso se devaluó, se unificaron tipos de cambio preferenciales y no
preferenciales, se recreo el mercado libre de cambios. La inflación aumentó en gran medida superando
ampliamente los períodos peronistas. Los salarios se negociaban bianualmente pero la inflación hacía que se
generaran aumentos de emergencia. En el 57 (Krieger-Vacena) intentó una mini-estabilización a través de la
siguiente medida: se congelaron los sueldos durante unos meses para frenar la inflación.

El recurrente problema externo

La balanza de pagos siguió siendo una preocupación central de la Revolución Libertadora entre el 55 y el
58. Las importaciones siempre superaron a las exportaciones (perjudicados por los términos de intercambio
declinantes). Así se pasó a un tipo de cambio libre para frenar la caída de reservas, se restringieron
cuantitativamente las importaciones. El déficit se fue financiando con reservas y con deuda a corto plazo.
Surgieron las relaciones con el FMI que fueron fuente de financiamiento internacional e hincarían una larga
relación con Argentina. Surgió el Club de Paris como vuelta al comercio multilateral a través de beneficios
como el comercio en cualquier moneda de los países que integraban el Club que eran convertibles entre sí.
El financiamiento externo suavizó los problemas de la balanza pero no se solucionaron los problemas de
fondo.
Se tomaron medidas como las devaluaciones para fomentar los ingresos de divisas. También se creó el
INTA, que buscaba aumentar la producción rural a través de la tecnología. Otra medida fue el
congelamiento de los precios de arrendamiento. El área sembrada aumento y la campaña 57-58 fue de record
histórico. También aumento la producción de carnes.
Respecto a las importaciones, poco fue lo que se hizo. El convenio petrolero de la California fallo, se
crearon algunos decretos-leyes de menor importancia y en general la inversión interna no aumentó.
A pesar de la recomposición de incentivos al agro en esta época, la creencia de la expansión manufacturera
como fuente de crecimiento seguía vigente, por lo que el nuevo paradigma era profundizar la
industrialización para evitar problemas de balanza de pagos. El problema seguía siendo que la
industrialización generalizada era difícil para un país pequeño como Argentina.

Un espectáculo visto de lejos

Mientas en Argentina se encontraba con problemas inflacionarios y de balanza de pagos, en el exterior


muchos países comenzaban a resurgir, principalmente los derrotados en la guerra.
Estos fueron los casos de Alemania, Italia y Japón. Pero no se limitó a ellos un conjunto de países crecieron
durante la década anterior al 58 un 62% mientras que la Argentina creció el 32%.
La comparación con países latinoamericanos era aún peor. Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y
Venezuela, crecieron el 76%.d

CAPITULO 6: el impulso desarrollista

Un gobierno acosado

La llegada de Frondizi en mayo del 58, estuvo caracterizada por cierta desconfianza ya que las elecciones
habían sido convocadas por un gobierno militar. El peronismo había quedado proscripto por los militares, y
esta era una condición que se debía cumplir para el cumplimiento del gobierno de Frondizi. La elección
había estado caracterizada por un altísimo volumen de votos en blanco a causa de la proscripción del
peronismo. Sin embargo, fue claro el pacto Perón-Frondizi para esta elección, en la cual Perón instó a sus
seguidores a votar a la UCRI, y sumado a una campaña basada en una plataforma bastante orientada al
peronismo, se logró que Frondizi asumiera el poder. Esto levanto cierta suspicacia del sector militar,
respecto a la orientación del nuevo gobierno.
En este complejo marco político el margen de maniobra de Frondizi quedaba atado de ambos lados: el
peronismo (por las negociaciones previa a las elecciones para llegar al poder) y los militares (por la
proscripción del peronismo).
El descontento de los militares giraba en torno a la política gremial de Frondizi, sumado a una posible
infiltración comunista en el gobierno.
Durante las elecciones provinciales del 62, Frondizi decidió levantar la proscripción peronista, buscando el
apoyo de los votos de este sector, o por sincera convicción. Sin embargo, las elecciones no resultaron como
él deseaba y por un escaso margen, el justicialismo se impuso a la UCR.
Frondizi estuvo cerca de lograr políticamente lo que buscaba: lograr el apoyo del pueblo a cualquier costo al
principio, para luego poder racionalizar ese apoyo a través de un plan económico.

Los problemas de entonces

En el 59, el diagnóstico de la situación era caratulado como “problemas estructurales”. El problema para la
importación de materias primas y bienes de capital causado por la falta de divisas, a la vez que un deficiente
sistema de transporte y energía eran los problemas de la Argentina.
El estrangulamiento mostraba que cada vez que la economía se expandía, las importaciones aumentaban y se
generaban problemas en la balanza comercial. Al no haber ingreso de crédito, la única forma de evitar esto
era restringiendo importaciones. Así se habían levantado los aranceles aduaneros, los controles cuantitativos
de importación y el control de cambios para controlar los ingresos de productos.
El problema había surgido con la sustitución de importaciones de industria liviana, hizo que no tardara en
surgir el problema de la necesidad de insumos y bienes de capital que provenían del exterior. Esto detenía la
inversión e impedía el crecimiento a largo plazo.
El gobierno peronista había tratado de solucionar este problema a través de la inversión directa externa pero
falló. Por su parte el gobierno militar, instó también a la introducción de capital externo, adquiriendo pocos
logros.

La propuesta desarrollista

El gobierno de Frondizi tuvo una línea de acción clara en lo referente a la economía. En este sentido instauró
una política desarrollista. El desarrollismo se basaba en un diagnóstico mundial; pesimismo sobre las
exportaciones de productos primarios (la fluctuación de los precios generaba el estancamiento). El desarrollo
estaba en la manufactura hasta transformarse en una economía totalmente industrializada. Argentina estaba
en camino, pero desbalanceada. Lo que se necesitaba era incorporar a la cadena de producción lo que estaba
faltando: insumos y bienes de capital (integración vertical).
Debía aumentarse la producción de petróleo y gas, y la exportación de carnes (ahorro y generación de
divisas), con esto se podría desarrollar acero e instalar industrias químicas (salida de divisas). Para la
industria siderurgia era necesario establecer la explotación de carbón y hierro. También se buscaba mejorar
el problema de la energía eléctrica, y otras industrias como el cemento, el papel, la maquinaria y equipos
industriales.
El sector agropecuario no era un problema de corto plazo en las políticas de Frondizi. Se entendía que el
desarrollo del mismo era a través de la tecnología y la inversión. Sin embargo, las perspectivas de los
mercados internacionales reforzaron el escepticismo de emprender un camino de crecimiento en las
actividades primarias.
El transporte se enfatizaba en el desarrollo de rutas y autopistas, así también como en la industria automotriz
y de líneas aéreas. Se le sumaba a esto la creación o modernización de aeropuertos. Con esto se buscaba
integrar económicamente distintas regiones del país.
Frondizi deseaba además de cumplir estos objetivos, hacerlo en el corto plazo y en todos los frentes al
mismo tiempo. La forma de conseguirla era a través de una inyección de inversión simultanea en todos los
frentes. Así, se podría salir del crecimiento lento generado porque la gente con pocos ingresos podía ahorrar
una menor proporción de su ingreso que la que ahorraban los habitantes de los países desarrollados, y esto
generaba falta de inversión y crecimiento lento.
La única forma de conseguir este financiamiento para Argentina era el capital extranjero. Para esto había
que vencer el pasado pensamiento nacionalista (que el mismo Frondizi había promulgado).
Las criticas se centraron nuevamente en la teoría de ventajas comparativas, argumentando el hecho de
“porque producir acá lo que se puede comprar afuera”. Para los desarrollistas cualquier costo de la
implementación de este programa era inferior a los beneficios que traería.
La atracción de capitales se realizo con la sanción de una ley para inversiones extranjeras, sumado a un
cierto ambiente de paz entre Rusia y EEUU, que liberaría muchos recursos que anteriormente se habían
utilizado para armamento en ambos países. Además EEUU, para evitar levantamientos comunistas comenzó
a cooperar con los países de América latina para combatir la pobreza.
Para cuando Frondizi asumía la presidencia, la estrategia desarrollista de Brasil ya mostraba sus frutos.

1958: ¿Clima para la inversión?

El nuevo gobierno debía encarar antes que nada los problemas más urgentes. El bajo nivel de reservas era un
tema preocupante en un contexto en que se preveía un nuevo déficit comercial. La contracción del gasto
interno para solucionar este problema, presentaba dificultades ya que, su entrada al gobierno de la mano del
partido peronista no podía mostrar signos impopulares.
El presidente procedió a sancionar una ley que reconocía a un gremio por rama de actividad (al estilo
peronista). Decretó un aumento del 60% de los salarios básicos que estaban congelados desde el 56. Esto
estuvo acompañado de una expansión monetaria. La economía reaccionó rápidamente, aumento la demanda
y las compras al exterior y con esto la inflación. Como medida para frenar esta situación se intensificaron los
controles de importaciones (permisos exclusivos para aquellas que fomentaban el espíritu desarrollista).
La balanza fue deficitaria en el 58, y continuaron cayendo las reservas. El FMI, intervino renovando un
préstamo contraído en el 57 para combatir el déficit. La inflación continúo creciendo hasta llegar a un 68%
anual. Con esto se depreció la moneda nacional de manera significativa.
Hacia fines del 58 se debió tomar una política monetaria más restrictiva a causa de los problemas que había
ocasionado el aumento de la base monetaria. Parecía acercarse la estabilidad.

La batalla del petróleo

El gobierno estaba convencido de que la sustitución de las importaciones petroleras era el camino para
encausar la estrategia desarrollista. Sin embargo, hubo muchas críticas respecto a los convenios de
explotación con empresas extranjeras que se habían realizado. Así, recibió presiones de grupos radicales así
también como de los militares para revocar los contratos.
Pese a las críticas, el plan no demoraría en demostrar su eficiencia, logrando el autoabastecimiento de
petróleo rápidamente. Políticamente demostró el convencimiento del gobierno de llevar a cabo su estrategia.

El esfuerzo de estabilización

Luego de algunos intentos de mejorar la situación económica con políticas despreocupadas, el gobierno el
29 de diciembre del 58 anunció un plan integral de estabilización
Los problemas, eran la carencia de reservas por déficits en balanza de pagos, la falta de renovación de
capital, un exceso de demanda interna a causa del exceso de gasto público, y la financiación de déficits
fiscales con emisión.
Las medidas se establecieron en establecer un tipo de cambio unificado que fluctuaría de acuerdo a la oferta
y demanda de oferta extranjera. Esto llevaría a depreciación de la moneda beneficiando al sector agro
exportador, que por otro lado se regularía con recargos sobre las exportaciones de esos productos. Respecto
a las importaciones se abolieron los sistemas cuantitativos y de permisos, pero si se impusieron aranceles
para bienes de lujos y de producción nacional principalmente, así como el establecimiento de un depósito
previo para la importación.
El plan tuvo apoyo del exterior a través de préstamos, que se utilizaron principalmente para intervenir el
mercado cambiario.
Sumadas a todas las medidas, para frenar la inflación, era necesaria la contención monetaria (se aumentaron
encajes y se abolieron los financiamientos del Banco Central para el Banco industrial el banco hipotecario
nacional). La expansión monetaria no podía crecer más del 2% sin aumento de divisas (condición del FMI).
Se congelaron las vacantes para empleo estatal, se suspendieron obras públicas y se limitaron los aumentos
salariales. Aumentaron impuestos y tarifas.
Se generó descontento sindical a causa de las diferencias de las políticas oficialistas con las de Perón. Se
desataron las huelgas extensamente durante el 59. El salario real había caído en combinación entre la
devaluación y los pequeños aumentos otorgados, la generosa poética de ingresos del 58 había terminado.
Se cuestionaba si las políticas del gobierno de Frondizi eran correctas e iban a impactar según se esperaba.
Durante el primer semestres del 59, la performance macroeconómica fue decepcionante por sus
características recesivas.
Cayeron las importaciones abruptamente y el salario real se deterioro increíblemente, en tanto que las
exportaciones aumentaron en una pequeña medida. La cantidad de dijeron siguió aumentando y esto impulso
fuertemente la inflación. Este aumento se dio por obligaciones previas del mercado cambiario que ya se
habían contraído anteriormente por lo que fue inevitable la emisión para financiarlas. La inflación generó
aumento de consumo ya que la gente no quería guardarse los billetes, generando más inflación. Además el
equilibrio fiscal se comprometía porque la inflación atacaba el valor de los tributos que encima se había
visto disminuida su recaudación por la caída en el nivel de actividad.
La desesperante situación para mediados del 59 hacia que se rumoree un golpe de estado. Así fue que
Alsogaray fue designado frente el ministerio de economía y trabajo, lo cual frenó el descontento y calmó las
aguas.

El invierno pasó
En el segundo semestre del 59, las turbulencias pasaron. El tipo de cambio bajó por entradas de flujos de
capital. El BCRA fijó el tipo de cambio a ese nivel. Bajo la inflación al ritmo del tipo de cambio y se
estabilizaron los precios de importaciones y productos agrícolas. Se contrajo la emisión por el aumento de
los encajes legales, y el aparato fiscal encontró beneficios en la valorización de sus tributos causada por la
baja de la inflación.
Durante el 60 y el 61, la producción creció al 8% anual. Al ser un país de alta inflación, cuando la
producción aumentaba, la inflación se frenaba por aumentos en la oferta, esto era contrario a lo que sucedía
en el mundo de inflación baja, donde la inflación era un indicador del aumento de la producción y
productividad y la deflación una caída de esta.
Al igual que Perón, Frondizi veía al impacto en el crecimiento de la economía, ahora no por incrementos en
el consumo sino por la fuerte inversión.
El capital extranjero entraba a la Argentina y se mejoraba la imagen internacional. El FMI, notaba con buena
impresión la política económica y se mostraba optimista respecto al futuro. La balanza de pagos mejoró su
situación por la entrada de capitales y las reservas aumentaron. Lo salarios reales mejoraron en el 60 un
12% (no alcanzaba para volver a la situación previa al 59), pero era un buen indicio de recuperación.
El único problema fue que no aumento el nivel de empleo. A pesar de los aumentos en producción, esta se
dio en gran medida por la entrada de capitales que permitieron hacer la industria de capital más intensivo.

Luces y sombras de la nueva industria

En el área energética, la electricidad presento el mayor crecimiento. Sumadas al desarrollo petrolero seguido
el de la siderurgia, triplicando la producción y sustituyendo importaciones hasta cierto punto. La
petroquímica se destaco como una de las actividades más mimadas del desarrollismo. La producción de
cemento se vio beneficiada por el desarrollo de caminos y autopistas. La industria automotriz presento uno
de los crecimientos más grandes gracias a las atracciones de capital en este rubro.
Las fallas del desarrollismo estaban en el problema de escala insuficiente y la falacia del ahorro de divisas.
Respecto al primer punto, la escala insuficiente, no permitía bajar costos, lo que dificultaba en gran medida
la exportación de las manufacturas principalmente automotrices. El sesgo anti exportador no era algo creado
por Frondizi, sino que venía acarreada por varios años.
El problema es que la tibieza exportadora ponía en riesgo todo el programa. Cada vez que la economía
comenzaba a expandirse crecían las importaciones de insumos para la industria y con ellas la amenaza de
una crisis de balanza de pagos. La demanda de insumos no cesó durante el periodo de Frondizi. Al comenzar
a cumplirse el desarrollismo, lo que sucedió no fue una real sustitución de importaciones sino la producción
nacional de productos cuyas importaciones estaban prohibidas, en este aspecto el ahorro de divisas no fue
tan real. A la vez, las inversiones extranjeras generaban salidas de remesas cuando comenzaban a generarse
utilidades.

Un diagnostico para el sector rural

El sector agrícola debía desarrollarse ni más ni menos que a los compas de la industria. El INTA y sus
actividades fueron las mejores noticias para el sector. Pero la tecnificación quedo demasiado sujeta a las
posibilidades de producción local de maquinarias. En este sentido el gobierno optó por mantener altos los
aranceles para la importación de maquinarias agrícolas con el fin de que se desarrollaran internamente. Esto
hizo que los productores enfrentaran mayores precios además de que no se generara ahorro de divisas. Las
medidas de corto plazo estuvieron asociadas al tipo de cambio, pero estas no generarían la inversión
necesaria para un crecimiento serio. Así, en el 60, el precio relativo de la producción agropecuaria se
quebró, anulando todos los beneficios hasta ahí obtenidos.

Racionalizando el estado

La función del estado en la estrategia desarrollista, era un papel paternalista en lo económico. El estado
buscaba la consolidación industrial, el fomento de un empresariado dinámico, la superación de la balanza de
pagos, etc. Pero la convicción de que se requería inversión para el desarrollo generaba intenciones de
inversión directa. Sin embargo, esto se vio limitado por la política fiscal y las preocupaciones fiscales de
corto plazo que la hicieron muy conservadora.
Se busco racionalizar el estado a través de la reducción de empleados públicos, pero en realidad la reducción
fue lenta por las indemnizaciones que se debían pagar y, a medida que iban disminuyendo, los empleados
provinciales aumentaban.
También se busco reducir el estado empresario, pasando a manos privadas las empresas dependientes de la
Dirección Nacional de Industrias del Estado. Se privatizo el transporte colectivo en capital federal pero para
la racionalización de los ferrocarriles se encontraron con trabas. No era fácil intervenir con tanta facilidad en
esta industria a pesar del excedente de empleados que poseía.
En conjunto las restricciones presupuestarias mejoraron la situación fiscal.

Fin de un programa, fin de un gobierno

En abril del 61, el ministro Alsogaray dejó su cargo para darle lugar al gobierno de Alemann en el
Ministerio de economía. Esta salida se dio por diferencias con Frondizi y su consejero Frigerio. Sin
embargo, su gestión había sido buena y había un ambiente distendido.
Alemann fue tan cauteloso como su antecesor. No se generó desconfianza en el exterior, y de hecho se
consiguió un volumen de financiamiento que parecía garantizar la continuidad del programa. Sin embargo,
el legado de Alsogaray no era tan bueno como parecía y los problemas comenzaron a aparecer. En el 61, el
índice de precios comenzó a amenazar con tendencias ascendentes. Las situación externa era holgada solo
por el financiamiento, pero el déficit comercial venía creciendo des de la reactivación.
La actividad económica creció pero no vino sola. Las pujas salariales comenzaron nuevamente generando
aumentos de costos y por lo tanto precios.
Los esfuerzos por contener las cuentas en equilibrio se reflejaron en la reestructuración ferroviaria que se dio
a fines del 60, que tuvo como consecuencia muchísimos despidos con sus correspondientes
indemnizaciones. EL BCRA solventó los despidos a causa de los problemas fiscales. Esto fue causa de que
Alemann presentara su renuncia en el 62.
La cosecha 60/61, fue muy mala lo que comprometió la balanza comercial, sumado a esto hubo que hacer
pagos de intereses más altos por la deuda externa. En un sistema de cambio fijo, la única manera de
mantener el tipo de cambio cuando la balanza se hace negativa es inyectar dólares a cambio de pesos así se
los retira de circulación. Esto disminuye la liquidez en periodos de déficit.
Las expectativas cambiaron de signo, lo que podía frenar la entrada masiva de capitales. Por esto se tomaron
medidas de emergencia para frenar el déficit: reimposición de aranceles, eliminación de retenciones y
restricciones a las importaciones del estado. Se acercaban las elecciones y con un fracaso económico vendría
el político.

El agitado interregno del partido militar

El año posterior a la caída de Frondizi, estuvo plagado de confusión. El golpe de marzo del 62, designo a
Jose Maria Guido como presidente. El poder Sin embargo estaba en manos de las Fuerzas Armadas. Había
dos pensamientos, los legalistas, que buscaban un rápido retorno a la constitucionalidad, a diferencia de los
colorados que buscaban en una larga dictadura como solución a la persistencia del justicialismo como
identidad política en el país. Estos conflictos terminaron en una lucha armada donde se impusieron los
azules, girando el país hacia la constitucionalidad.
Se llamo a elecciones en el 63, la Unión Popular (partido peronista) fue proscripto, una alianza entre
intransigentes y ciertos peronistas también tuvieron el mismo destino por la proscripción gubernamental. Así
con un bajo porcentaje de votos, la UCR del pueblo se impuso con Illia.

Una tarea imposible: la política económica en tiempos de Guido

Guido se baso en Pinedo para la política económica, pero los resultados no fueron buenos. Se liberó el tipo
de cambio, hasta el punto en que se detuviera la corrida contra las reservas del Banco Central. En
consecuencia se elevó considerablemente el tipo de cambio. Luego de poco tiempo Pinedo renunció lo que
generó una seguidilla de ministros. Las políticas fueron las mismas: contención del déficit público y de la
emisión monetaria. La inflación fue alta a causa de la devaluación del peso.
Se veía la recesión venir. Lo pero se dio recién a mediados del 63 cuando el valor de la producción cayó el
17% respecto el máximo del año anterior. Los créditos externos no se renovaron y la contracción del
financiamiento externo contrajo la situación crediticia interna. La política fiscal fue ortodoxa, la caída del
nivel de actividad redujo la recaudación, se suspendieron pagos a proveedores y empleados públicos.
A pesar de todo es difícil juzgar la gestión de Guido ya que pocos presidentes habían asumido el poder en
condiciones peores que en las que él lo hizo.

Una tortuga entre muchos Aquiles

La Argentina creció mucho menos que los países del mundo durante la década del 50. Si se la compara con
los países de la posguerra, era aceptable, pero también habíamos crecido menos que países latinoamericanos
como Brasil y México, el único similar era Chile.
No estaba claro cuál era el modelo que el país debía adoptar. Sin embargo, el gobierno de Frondizi, con su
desarrollismo fue probablemente la base para que en el 60 fuese la única década desde el 30 en que se creció
de manera respetable.

CAPITULO 7: Una primavera económica (1963-1973)

Una democracia a medias

La entrada al gobierno de Illia, fue al igual que Frondizi, por una vía no muy democrática (el peronismo
seguía proscripto), pero tenía mucha influencia lo que llenó de votos en blanco las elecciones.
El radicalismo de Illia, diferiría mucho del de Frondizi, sería mucho más moderado, conciliador y
tradicional.
El contexto en el que toco gobernar a Illia, fue de conflicto, principalmente con los gremios. El sector
gremial (poder peronista), desde inicios del gobierno plasmó su confrontación a través de huelgas, que
muchas veces hicieron que el gobierno cediera económicamente. Respecto al sector militar, Illia, tuvo más
margen de maniobra que Frondizi, después de todo Ongania era del bando azul y subordinaba el poder
militar al civil. Sin embargo, luego de un tiempo Onganía dejó su discurso constitucional y lo cambió por
uno decididamente golpista.
El gobierno tomaba medidas que agradaban a los militares y otras que no. Dentro de estas, se destaca la
inclusión del partido peronista en las elecciones parlamentarias del 65. En estas la Unión Popular se impuso
alarmando a las Fuerzas Armadas.
Comenzaron a aparecer movimientos guerrilleros en el país. Esto podía justificar lo que Ongania llamaba
“doctrina de seguridad nacional” que era la intervención de las Fuerzas Armadas para salvaguardar la
constitucionalidad del país. Así, se agitaron las ideas de un nuevo golpe que terminó en el 66 con la
imposición de Onganía como presidente.

¿La última recesión?

El inicio de Illia no fue fácil no solo por la presión militar sino por una economía debilitada desde ya un año
y medio. El problema económico no era tan grave por sí solo, se incrementaba por el político. Durante el 62-
63, la recesión golpeo a los sectores populares dando caídas de los salarios reales. A esto se le sumó un
aumento en el desempleo del 8,8%.
El problema era la iliquidez generada por problemas financieros. En parte esto se daba por la reversión de
los flujos de capital desde el exterior. Pero otros problemas como la caída del salario y la reducción de la
demanda no estaban relacionados a la liquidez. El principal problema para todos era el excesivo interés
antiinflacionario que había generado la recesión.
Había que salir de la recesión y para esto había que reactivar la economía. El stop and go debía terminar
(seguidilla de picos y recesiones). Desde siempre la economía argentina había dependido del sector externo,
lo cual la hacía vulnerable a este. El ciclo funcionaba así: se requerían divisas, se devaluaba para aumentar X
y disminuir M, aumentaban los precios, disminuía el consumo interno por caída del salario real, así se
contenían las importaciones y se solucionaba el déficit. Pero cuando los salarios comenzaban a reaccionar
nuevamente se volvía a reactivar el consumo, la producción y las importaciones iniciando de nuevo el ciclo.

Go and go
El estilo moderado y gradualista del gobierno de Illia, se dio también se un política económica. Lo que había
que hacer era sacar al país de la secesión.
Se buscaba la expansión a través de aumento de compras en el exterior, sumado a emisión monetaria
(Keynes). El gasto aumentó y los déficits fiscales se elevaron, pero no importaba mientras se elevara el
ritmo de producción. La base monetaria se vio incrementada también por el incentivo crediticiog. Se
intervinieron algunos precios de la economía; las tarifas públicas se congelaron (evitar caída del salario
real). Hubo una ley de salario mínimo y los salarios crecieron en proporción mayor a los precios llegando a
un 10% a lo largo del 64. En medio de estas medidas causaba temor el estado de las cuentas externas,
encima luego de un período de alto endeudamiento. Se actuó por fuera del FMI, y se buscó tratar con los
países acreedores, así se lograron muy buenos refinanciamientos durante el 65. De todos modos había que
cuidar la balanza comercial para lo que se dejaron de financiar ciertas importaciones y se instalaron
controles cambiarios.
El precio del dólar pasó a establecerse de manera novedosa. No era ni un tipo de cambio fijo, ni uno flexible.
Se devaluó 9 veces durante el gobierno de Illia pero nunca de manera brusca (se ajustaban a la inflación
interna). A esto se lo denomino crawling peg. Esta política cambiaria, acompaño el esperado crecimiento de
las exportaciones. Estas también estuvieron acompañadas por excelentes precios internacionales durante el
64-65, pero el aumento se dio más por volumen que por recuperación de precios (se produjo más).
Una de las medidas que no fueron moderadas de Illia fue la suspensión de los contratos con empresas
petroleras que había establecido Perón. Esto era coherente con sus ideas pero dañaba la credibilidad externa
y frenó el crecimiento del sector petrolero.
Durante los dos años de gobierno radical se registro una recuperación económica del 10%, se mantuvo la
inversión y aumentó el empleo. En el 66, hubo una desaceleración de la demanda interna, pero la economía
no peligró. Parecía salirse de una vez por todas del stop and go.

Fantasía y realidad de una revolución nacional

El golpe del 66, instauró a Onganía en el gobierno. Los objetivos del gobierno militar eran muy ambiciosos,
la idea era hacer la Argentina más rica, luego dividir esa riqueza, para finalmente sentar las bases políticas
del país.
Hacia fines del 66, la imagen de un Ongania modernizado cambió, por “la noche de los bastones largos”,
sumado a clausuras de publicaciones opositoras o el celosos cuidado de la moral, que iba en contra de la
liberación. El 67 y 68, se caracterizaron por un país cuyo poder estaba concentrado en una sola persona;
censura de prensa, no había símbolos de oposición política. La única opción de rechazo era a través de la
propuesta popular, o de la oposición armada. Así, en el 69 se produce el Cordobazo, que nace como un
plateo sindical y universitario y termina como una batalla entre el Ejercitito y grupos de activistas.
A partir de este evento, el gobierno de la Revolución Argentina entró en una fase decadente. Cada vez se iba
perdiendo el crédito que le quedaba en medio de aparición de organizaciones como el Ejército
Revolucionario del Pueblo, los Montoneros y las Fuerzas Armadas del Pueblo.
A mediados del 70 asesinan a Aramburu, dando pie a la entrada del general Livingston a la dirección del
país por la fuerza. Su gobierno estuvo lleno de conflicto y no se consideraba una salida electoral, pero la
normalización institucional empezó a pujar. El gobierno de Levingston comenzó a perder apoyo y se
designó a Lanusse como presidente.
Se empezaron a entablar conversaciones con Madrid, donde se encontraba exiliado Perón. Se veían las
consecuencias de los años de proscripción del peronismo y se entendía que Perón seguía siendo teniendo el
poder de su aparato sindical.
En el 73, se llamó a lecciones, y debido a la cláusula de residencia, impidió a Perón postularse. Fue elegido
Cámpora con la mitad de los votos, y así el poder volvía a Perón hombre ya anciano.

Mundo feliz

Durante la década que siguió al 63, llama la atención como se separó el sector político del económico. Fue
así que Argentina tuvo un desempeño económico más que aceptable en medio de un inestable mapa político.
“Los años dorados” que fueron desde el final de la Segunda Guerra hasta el 73, se caracterizaron de un
crecimiento mundial importante. Los últimos 10 años de este período fueron los mejores en la historia
mundial. Europa Occidental, América y Oceanía anglosajonas junto a Japón fueron decisivos en el
desempeño global. Las causas de este avance se encuentran en la innovación tecnológica, la expansión del
comercio mundial y los movimientos de capital, la coordinación internacional y el compromiso de los
gobiernos con políticas de estímulo.
Pronto, la gente que podía satisfacer sus necesidades básicas y le sobraban ingresos comenzó a demandar
productos de mayor calidad, lo que impulso la investigación. Esto fomento competencia tecnológica, y
muchos desarrollos en diversas áreas.
El comercio mundial se reactivó quintuplicando entre el 50 y el 73, el valor del inicio del período. Se
explicó por el comercio de productos industriales entre países desarrollados y la división internacional del
trabajo. El financiamiento externo en un principio se limitó a la ayuda oficial, pero luego las inversiones
norteamericanas en el mundo se multiplicaron. El líder mundial era EEUU, con un PBI mayor al de Japón,
Alemania, Francia y el Reino Unido junto. Las reservas mundiales, luego de Breton Woods, estaban fijadas
en dólares americanos los cuales estaban respaldados de oro. Este sistema tuvo el beneficio de coordinar
políticas económicas entre los países.
El papel del estado hasta fines de los 60 fue siempre el de garante del bienestar, la prioridad, el pleno
crecimiento y el alto crecimiento. Los indicadores sociales reflejaron la nueva prosperidad del Estado de
Bienestar.
Con la entrada de los 70, algunos problemas comenzarían a surgir, creciendo la inflación EEUU tuvo que
abandonar la convertibilidad dólar-oro dando el primer paso hacia un sistema monetario más flexible e
inestable.

La Argentina en carrera

La Argentina también creció en este período, de hecho el 63-73, fue la época de oro de Argentina. Sin
embargo, muchos cuestionamientos se realizaron respecto a este período del país. Probablemente a causa de
estimaciones estadísticas incorrectas y de la crítica intelectual. Esta acentuaba lo que consideraba la causa
del subdesarrollo: la continua dependencia externa del país por el endeudamiento externo, el peso de
empresas multinacionales, etc. Las comparaciones con Brasil, probablemente fueron también causa de la
pérdida de percepción respecto al crecimiento argentino. Es que el país vecino, creció de manera muy
superior a la Argentina durante este período.
El Plan nacional de Desarrollo muestra el excelente desempeño argentino durante la época. Las precisas
planificaciones y estimaciones de lo que lograría el plan, respecto a lo que realmente sucedió fueron
sorprendentes, muestra de la maravillosa situación económica en este período.

La modernización del agro

Es cierto que el aumento de la producción agropecuaria fue bajo en relación al crecimiento global de la
economía entre el 63 y el 73. Sin embargo, analizando la producción rural pampeana, podemos ver que se
debió a un logro de la agricultura más que de la ganadería. La clave fue la tecnología, no solo en los
tractores y maquinaria agrícola, sino también en las semillas mejoradas. Las estrellas fueron la producción
de sorgo y maíz.
Se comprobó que el agro no reaccionaba a corto plazo a los buenos precios, sino que lo hacía a largo plazo,
es decir, la estabilidad de precios era lo que incentivaba la producción. Durante el 63-73, el tipo de cambio y
los impuestos a la exportación se combinaran de una manera que impidió oscilaciones bruscas en la
rentabilidad de los bienes rurales, principalmente de la agricultura. El crawling peg tuvo un papel
fundamental en esta estabilidad. Sin embargo, la carne sí tuvo oscilaciones en sus precios y fue la excepción
a esta estabilidad.
Durante este período se aprendió que los problemas comerciales demostraban que no se podía dejar de lado
el sector rural.

El alivio externo

Esta recuperación de la agricultura se reflejó en mayores exportaciones lo que generó entre el 63-73, diez de
once años de superávit comercial. La cuenta corriente fue positiva gracias a esto seis veces y negativa cinco.
El excedente de comercio se dio por el aumento ya mencionado de las exportaciones, y el aumento, en
menor medida, de las importaciones.
La diversificación de los productos vendidos (manufacturas) fue también causa de ingresos importantes de
divisas.

En busca de una industria madura

El problema de la restricción externa se centraba en que a pesar de las balanzas comerciales positivas del
período 63-73, había ciertas restricciones impuestas para el desarrollo futuro. Una de ellas era que el proceso
de sustitución de importaciones se estaba agotando, ya que las sustituciones posibles ya tenían un margen
pequeño. Además se cuestionaba la eficiencia del sector productivo. Ambas situaciones hacían que se
decidiera estimular la exportación de industria para dejar de depender del agro en la obtención de divisas y
para fomentar la productividad del sector.
En función de la expansión industrial-exportadora brasileña, Argentina decidió seguir su rumbo. Se
establecieron sistemas de “Draw-back”, que reembolsaba los aranceles pagados por importación de insumos,
reembolsos de impuestos internos, deducciones en el impuesto a los ingresos internos y crédito subsidiado.
En el 67, se realizó una devaluación sumado a una reducción de aranceles y un aumento a las retenciones de
exportación, cuyo efecto debía ser elevar la productividad del sector. A pesar de que la inflación deterioró
rápidamente los beneficios, se mostró una conciencia industrial-exportadora seria.
Durante el gobierno de Lanusse, se establecieron múltiples tipos de cambio, y la posibilidad de que los
exportadores de productos no tradicionales vendieran sus divisas en un mercado financiero cuyo precio del
dólar era superior al tipo de cambio comercial. Para el final del período se estableció que en materia fiscal,
se estaban desbordando los niveles previstos para el año en materia de incentivos exportadores.
Las medidas tuvieron efecto, Sin embargo, la alta rentabilidad que propiciaban los aranceles para el mercado
interno, hacían que los productores siguieran teniendo un sesgo anti-exportador.
Las corrientes de pensamiento que se orientaban hacia un definitivo desarrollo industrial-exportador se
hicieron cada vez más fuertes. Con esto se dividía el pensamiento entre aquellos que creían que había que
fomentar las “industrias naturales” (ventajas comparativas y logro de economías de escala), de aquellos que
creían que había que fomentar a la industria en general (con diferencias de prioridad entre las diferentes
ramas).
Más allá del destino de las ventas industriales (interna o externa), no cabe duda que hubiera un gran
crecimiento industrial. Entre el 51 y el 58, se creció un 5.3% anual, entre el 58 y el 64, fue del 3.8% y entre
el 64 y el 71, se logró un 7%. Claro está que la base de este crecimiento fue el plan desarrollista de Frondizi
que generó importantes aumentos de capacidad.
Estos crecimientos del sector manufacturero, generaron mucho empleo y también crecimiento en el salario
real durante esta década. El aumento fue difícil de determinar a causa de la alta inflación.

Vivir con inflación

Al final los 60, Argentina ya se perfilaba como un candidato para el record de inflación mundial del siglo
XX. El consuelo de tontos de inicio de los 70 se dio por el aumento mundial en los precios a causa de la
caída de Breton Woods. Entre el 63 y el 73, no apareció la inflación, solo siguió creciendo.
En Argentina la inflación no tenía, como nunca lo había tenido, ni un diagnóstico ni un tratamiento claro. El
problema era que generaba incertidumbre, lo que desalentaba los planes de largo plazo; la intensificación de
pujas derivadas de la necesidad de redefinir precios permanentemente; el desaliento del crédito; y los costos
asociados al menor uso del dinero, ya que la gente se deshace del mismo cuando los precios aumentan.
Respecto a sus causas, la explicación tradicional era que la inflación era monetarista (la expansión monetaria
generaba inflación). Sin embargo, entre el 62-63, se mostró que ante un aumento de la cantidad de dinero, la
inflación se disparó muy por encima de este.
La corriente de los estructuralistas, establecía que las causas de la inflación se encontraban en la
organización económica general más que en la política monetaria. Argumentaban que no había una
configuración de precios que generara simultáneamente distribución del ingreso y crecimiento sin riesgo de
la balanza de pagos. Se elevaban los precios externos para favorecer la balanza de pagos, con esto se
restringía la demanda interna, con esto el salario real era bajo ya que los productos de la canasta básico (que
se exportaban) se encarecían. Comenzaban las presiones salariales, y aumentaban los salarios, el gobierno
debía emitir para evitar deficits fiscales, y con la espiral inflacionaria, la balanza comercial volvía a peligrar
porque la suba de salarios incentivaba el consumo interno, aumentando la demanda de productos nacionales
y disminuyendo los saldos exportables. Era la cara monetaria del stop and go.
Illia no presentaría demasiados controles respecto a la inflación. En cambio la Revolución Argentina
intensificó su ataque a la misma.

Un plan novedoso

El gobierno de la Revolución Argentina, tuvo ciertas oscilaciones en su comienzo respecto a la orientación


económica. Es que los ideales de modernización y eficiencia, estaban en disenso con su ideología
(nacionalismo vs. Liberalismo).
En un comienzo la lucha contra la inflación se dio a través de pactos entre empresario y trabajadores,
disminución del déficit fiscal y ajustes periódicos al tipo de cambio (todo liderado por el BCRA). Sin
embargo, Engaña quería darle un giro más drástico a la lucha contra la inflación.
Con la asunción al ministerio de Krieger Vasena, se inició un plan antiinflacionario. Se anunció un Plan de
Estabilidad. Incluía la fijación de la paridad del peso igual a 350 (40%) por dólar, que aseguraría por su
magnitud no realizar más devaluaciones. Esta devaluación se compensaría con bajas en los aranceles de
importación y establecimiento de impuestos entre el 16% y el 25% las exportaciones tradicionales
(amortiguaban las subas de precios internos). Se suspendieron las convenciones colectivas de trabajo, y se
concedió lo que sería un último aumento de salarios. Se establecieron acuerdos sobre el congelamiento de
precios de grandes empresas. En el aspecto monetario, no se intervenía casi (la cantidad de dinero creció de
manera importante) a causa de que se creía que al estar el tipo de cambio fijado y los salarios también, se
atacaban las expectativas inflacionarias. Así, la gente no se desprendería de su dinero rápido generando
aumentos de precio.
El plan cumplió sus objetivos de reducir la inflación en el 68, y lo hizo de manera rápida. Se generó
estabilidad y crecimiento por acceso al crédito y un clima de mayor confianza que se mostró en el
crecimiento del PBI en el 68 y el 69.
La recuperación de la demanda permitió comenzar a solucionar los problemas fiscales aumentando
impuestos y tarifas, lo que sumado a un pequeño aumento del gasto, redujo el déficit a menos de la mitad.
La inversión no se descuido y creció un 55% entre el 66 y el 70.
Los nacionalistas se vieron descontentos por la entrada de capitales externos principalmente para la compra
de empresas bancarias, automotrices y de cigarrillos. Sin embargo, esto alejaba los problemas de la balanza
de pagos.
Para fines del 69, Krieger Vasena quedó destituido de su cargo a causa del Cordobazo. En uno de los
mejores años macroeconómicamente hablando, se había derribado al ministro de economía.
En el año siguiente, con Levingston y Pastore como ministro de economía la economía cambió. Hubo fuga
de capitales por la caída en la confianza a causa de la renuncia del ex ministro Vasena además de que se
tuvieron que renegociar los salarios y se enfrentó el problema de la “inflación vacuna”. Para evitar déficits
de balanza por la fuga, se restringieron las importaciones. Se terminaron subiendo los salarios 20% pero la
inflación volvía a ser un problema a causa de esto y de la puja ascendente de los precios de la carne (se
retenían las cabezas por la intensa faena del quinquenio anterior y la necesidad de reponer existencias).

Sin rumbo

A partir del 70, comenzó un proceso de declinación que se prolongaría hasta el 73. Se anticipo a las
expectativas de devaluación realizando una que llevo el dólar a 400. Se compenso el efecto con nuevas
retenciones y reducciones de aranceles. Sin embargo, Levingston, no tenía intenciones de encolumnarse tras
una política antiinflacionario. Se buscaba un crecimiento asentado en capital nacional (orientación
nacionalista). Se fomentó así una serie de medidas favorables a las empresas argentinas. Se obligo a las
dependencias estatales a adquirir bienes y servicios a firmas del país. La política crediticia también se
oriento a empresas nacionales. El gasto se hizo más expansivo, aumentando la inversión pública para
cumplir un nuevo Plan de Desarrollo.
A finales de los 70, la estabilización de Vasena ya no existía. La inflación había vuelto a superar el 20%
anual. Se cambio el peso moneda nacional por el “peso ley 18.188” que rápidamente fue perdiendo peso
frente al dólar. El déficit de las cuentas públicas se mostró por el generado por las empresas públicas.
Con Lanusse, la economía siguió deteriorándose, pero no se le dio importancia. El sector político fue el
centro de atención. Había llegado el “tiempo político” pero sin haber cumplido los “tiempos económicos” y
de “distribución que se habían planteado de un principio. Se crearon cuatro ministerios y con esto se perdió
el control de las presiones sectoriales para evitar desbordes inflacionarios.
Para el 70, 71 y 72, el crecimiento fue desapareciendo al igual que el superávit comercial. Reapareció la
inflación, triplicándose en este periodo. El poder de Lanusse se empezó a desgastar frente a la puja con
Perón. El gobierno de Cámpora recibiría una economía inflacionaria, con casi todos indicadores de
retroceso, excepto uno. En el 72, el precio de exportación de los productos argentinos adquiero
características de un boom de alza. Esto dio distensión a las cuentas externas.

CAPITULO 8: Vértigo económico en tiempos violentos (1973-1983)

Retorno y derrumbe del peronismo

En el 73 se llamaron a elecciones. El ambiente de tensión luego del Cordobazo del 69 se había impuesto, y
la violencia de los grupos armados se intensificaba. Mientras la vertiente juvenil de Perón impedía al
gobierno el equilibrio político. Los sindicatos no permitían mantener la economía ordenada.
La inflación del 70, 71, 72, 73 había superado el 30% anual. Las pujas salariales eran un punto central que se
debía frenar para cualquier intento de estabilización (Perón era el único capaz de lograr eso).
En el 73 se llama a elecciones (Perón no puede postularse porque su residencia en el exterior). Es por esto
que se postula a Cámpora cosechando la mitad de los votos. El Perón de 1973, no había cambiado mucho
respecto del de 46. Las características de gobierno corporativo y sus ideas de armonía de clases unificada se
mantenían. El Pacto social, fue una muestra de la “comunidad organizada” que buscaba, reunía empresarios,
trabajadores y gobierno. Sin embargo, la violencia seguía vigente, y con un presidente débil, los conflictos
internos del peronismo eran causantes de luchas armadas y atentados. Así luego de 50 días, Cámpora
renuncia, asumiendo la presidencia provisional Lastiri quien convocó a nuevas elecciones para septiembre.
El 62% de los votos hizo que la formula Perón-Estela de Perón ganara. Estos votos buscaban, por un lado
retorno a la ortodoxia del primer peronismo, un aumento de salarios, un giro a la izquierda o al nacionalismo
en lo económico, etc. Las causas eran diversas.
Los sectores más radicalizados pasaron de un fuerte apoyo al gobierno, tampoco el ala sindical defendió a
Perón como el esperaba. Fue así que Perón comenzó con sus amenazas de renuncia sino tenía el apoyo del
pueblo. No sería necesario dos semanas después del Día del Trabajo, moría el presidente.
Su viuda Isabelita tuvo que tomar las riendas del país en una situación política muy compleja. Esta se vio
influenciada por López Rega en el inicio de su mandato, quien buscaba limitar el peso de los gremialistas y
del aparato partidario. Hacia mediados del 75 (crisis económica), este grupo perdió el poder y el gobierno
tomó un tinte más sindical. La violencia creció y el vacío de poder del gobierno, hicieron que el 24 de marzo
del 76, terminara la tercera experiencia de Perón en el gobierno.

¿Revolución o reformismo?

Gelbard, fue el ministro de economía de Cámpora. En esto Perón siguió el mismo camino que en su primer
mandato, designar a un empresario en el ministerio. Así fue que lo que realizó Perón fue sentar a
sindicalistas y empresarios en el Pacto Social, que buscaba reformas de fondo y el lanzamiento de un plan
concertado de estabilización. Los incentivos a largo plazo de Perón estaban en un “fuerte intervencionismo,
moderadamente nacionalista y distribucionista”. En todos los aspectos de su programa Perón era más
moderado que en su primer peronismo. El tono de este era de reformismo pero de ningún modo
revolucionario (desilusión de quienes esperaban unos cambios estructurales).
Respecto al capital extranjero, Perón tomaba con pinzas el uso del mismo. En América latina la reticencia a
la participación de empresas internacionales encontraba sus causas en la teoría de la dependencia. Así la ley
de inversiones extranjeras dictada en el 73, limitaba el peso del capital externo. Estas acciones
probablemente estuvieron más fundadas en reclamos nacionalistas que en convicciones del gobierno. En
realidad, en los hechos el gobierno fue más duro en las palabras respecto al capital extranjero (no hubo
nacionalizaciones, y la ley se cumplió parcialmente). La diferencia importante fue respecto a la industria.
Esta tomo un sesgo mucho más exportador que en su primer período. Así se promulgo la “Ley de protección
al trabajo y la producción nacional”. Esta era proteccionista, e incluía incentivos para la comercialización de
productos industriales. También se dio crédito a las pequeñas y medianas empresas.
Esta tendencia exportadora que había nacido en relación al déficit de balanzas de pagos, encontraba ahora al
país con uno de sus momentos más superavitarios del siglo. Los términos de intercambio tocaron techo en
1973, esto se generó por la caída de Breton Woods que había liberado políticas monetarias en todo el
mundo.
Para repartir las riquezas provenientes de las exportaciones fue que el gobierno volvió a nacionalizar el
comercio exterior. Así, las juntas nacionales de granos y carnes monopolizaron la exportación de esos
bienes, el objetivo era lograr mayor poder de negociación (muy similar al IAPI). Se estableció una ley de
impuesto a la renta potencial de la tierra.
Gelbard firmó varios acuerdos comerciales con países socialistas, comenzando un acercamiento que se
prolongaría por el resto del gobierno justicialista.
La organización monetaria fue otro aspecto. Lo que se realizó fue la “nacionalización de los depósitos”, es
decir, la monopolización del sistema bancario. Los bancos pasaron a tomar depósitos en nombre del BCRA,
y a conceder crédito de acuerdo con el monto que este les asignaba. Así se controlaba la cantidad de dinero
de una manera más directa. Este poder del BCRA, no era solo sobre la base monetaria, sino que el permitía
también orientar el crédito hacia los sectores de actividades más valiosas.

Pacto social, armonías y discordias

El problema de la inflación no se debía a una cuestión monetaria, sino a una incapacidad de la economía
para alcanzar un equilibrio mutuamente aceptado entre los ingresos del trabajo y los del capital. En función
de esto, debía armonizarse los conflictos de clase para lograr atacar la inflación.
El Pacto social estableció así, un aumento del 20% de los sueldos que luego se congelaron durante dos años.
A la vez, también se congelaron algunos precios.
Este plan implicaba cesiones y responsabilidades para ambas partes. El problema estuvo en que ni
empresarios, ni trabajadores, estuvieron de acuerdo con lo que se había conseguido en el Pacto. Para los
gremialistas el Pacto significaba un recorte de poder, además de que la recomposición salarial no estaba a la
altura de lo que esperaban de un gobierno identificado con los trabajadores. Luego de la renuncia de
Cámpora, Perón continúo llevando a cabo este plan reivindicándolo. Por otro lado los empresarios, no
estaban del todo satisfechos ya que se reducía el ingreso del capital. Sin embargo, los sectores tuvieron que
aceptarlo en parte por la imposición de las circunstancias.
Para finales del 73, el PBI creció, el desempleo en Bs. As. Cayó, la balanza comercial mejoró. Sin embargo,
nada era tan impresionante como las cifras de la inflación; 60% de aumento de precios durante el 73. Lo
impresionante es que esta cifra se había elevado en el primer semestre, siendo en el segundo del 0%. Esto
era una buena propaganda del gobierno justicialista.
Gelbard mostró la importancia que tiene atacar las expectativas de la sociedad, cuando de inflación se habla.
Así la expansión monetaria puede tener lugar mientras exista estabilidad en la sociedad ya que la gente no se
desprenderá alocadamente de sus billetes disparando los precios. El punto está en que si el manejo prudente
financiero tarda demasiado el equilibrio se pierde. Así con el significativo aumento de la demanda se
comenzó a tornar imposible el congelamiento de precios. Sin embargo, la causa principal de los problemas
que comenzaron a aparecer fue el aumento de los precios de los insumos provenientes del exterior que
comenzaron a elevar los costos de producción impulsando los precios hacia arriba. Así el gobierno tuvo que
intervenir subsidiando con sus cuantiosas reservas estas importaciones.
A principios del 74, los problemas del Pacto Social eran claros. Los salarios se debían renegociar, el
gobierno estudiaba aumentos en tarifas y de los combustibles para contener el déficit fiscal. A medida que el
salario se erosionaba la tensión gremial aumentaba. Se convocó a una gran paritaria nacional que determino
aumento de sueldos, tarifas públicas y combustibles y autorizo revisiones de precios.
La economía se reactivó, aumento el PBI (1974), pero la inflación y las cuentas externas empeoraron. A esto
se le sumó la muerte de la figura coordinadora de Perón. Europa cortó la compra de carnes argentinas, y el
aumento de los precios de productos extranjeros no era significativo debido al tipo de cambio fijo (las
importaciones no cesaban).
Luego de la tregua por la muerte de Perón, asumió el ministerio Gómez Morales. Llegaba la hora de
enfrentar los problemas que el Pacto Social había generado.
Política económica de un gobierno disgregado

En los veinte meses que duró la presidencia de la viuda de Perón, pasaron cuantiosos ministros diferentes.
Esto fue muestra de la falta de estabilidad política y económica. Fuera del crecimiento que se mantuvo hasta
el 75, todos los indicadores fueron malos. Gómez Morales, apoyado por los gremios pero con el círculo
íntimo de la presidenta en contra, trató de corregir gradualmente el esquema montado por Gelbard y Perón.
Se dieron algunos aumentos salariales, a la vez que iba planeando modificaciones más de fondo como la
reducción del déficit fiscal y la atracción de capital extranjero. El estrangulamiento externo era grave y no
mostró mejoras luego de una leve devaluación.
Rodrigo con su famoso “rodrigazo”, anuncio un paquete de medidas que contenía una devaluación del
100%, incrementos en las tarifas públicas y la liberalización de casi todos los precios. Para los sindicatos
significó la declaración de la guerra (recién habían logrado un aumento del 35% que se veía destruido por
las medidas). Esto le costó la renuncia a Rodrigo y López Rega.
En el 75, a mediados, la situación de pagos se torno desesperante. Se opto por recurrir a un acuerdo con el
FMI, y mantener un precio alto del dólar. Lo más razonable era indexar los salarios, el tipo de cambio y la
deuda pública. Esta sería la medida menos violenta y desgastante. El déficit fiscal estaba fuera de control, la
inflación alcanzó niveles hiperinflacionarios.

Diez años después, una nueva solución final

El golpe del 76, fue aceptado con resignación en vez de resistencia. La misma clase dirigente parecía
esperarlo.
El primer objetivo del Proceso de Reorganización nacional era la eliminación de los grupos armados. Los
objetivos de estos militares era evitar a toda costa la tentación corporativa y estatista percibida como el
verdadero nudo de los problemas nacionales. Se buscaba una sociedad despolitizada y un gobierno menos
poderosos.
Para el 1978, los movimientos guerrilleros se habían eliminado. Las víctimas de este proceso eran para el
gobierno “los subversivos, los amigos de los subversivos y los indiferentes”. La violación de derechos
humanos, incluyo, detenciones, exilios, tortura y asesinatos. Otro punto importante en el ámbito de la
política internacional de Videla (1976-1981), fue que Argentina estuvo a punto de entrar en guerra con Chile
(finalmente se dirimió).
Al 81, se llegó con un esquema político intacto. Sin embargo, el gobierno, eliminados los “subversivos”
carecía de un fin último y perdía iniciativa. Los partidos políticos volvían a surgir, la protesta por los
desaparecidos aparecía. En este contexto había asumido Viola, presidente débil carente de capital político. A
su presidencia le siguió Galtieri, quien no se resignó a hacer el llamado a elecciones ya necesario.
La guerra de Malvinas en el 82, fue un rotundo fracaso. El gobierno especuló con apoyos que nunca
llegaron, rechazó propuestas de paz, se retaceo información a la sociedad e incluso se dieron
interpretaciones honrosas de la derrota argentina.
Finalmente el Proceso de Reorganización Nacional culminó con la presidencia de Bignione que fue un
período más de disgregación que un gobierno de facto.

El ocaso de lord Keynes

En el área económica del Proceso de Reorganización Nacional, comenzó el ministro Martínez de Hoz.
Aseguraba que la Argentina no tenía problemas irreparables y que la inflación era un problema de
organización económica. La iniciativa privada y la eliminación del déficit fiscal eran no solo un objetivo
sino condiciones necesarias para el tránsito hacia la estabilidad de precios. También había una
revalorización del comercio internacional.
El estado de bienestar y los conceptos keynesianos comenzaron a desaparecer. Esto se dio a causa de que el
keynesianismo empezó a perder batallas en las mentes de los economistas y en el mundo real de la
economía, la producción, el empleo y los precios.
En el mundo a fines de los 60, la inflación comenzó a ser un problema. Esta estaba generada por la creación
de empleo. Menos desempleo era más inflación. Más tarde se probaría a través de la experiencia de Nixon,
que no sucedía así. También se cuestionaría e modelo de comercio internacional planteado por Keynes.
Fue recién con las administraciones de Thatcher en Gran Bretaña y Reagan en EEUU, que se iniciaron las
campañas contra el estado de bienestar. Axial se habría paso el liberalismo.
Chile fue uno de los países en que la política económica tomo este rumbo. Se liberaron prácticamente todos
los precios, se unificó el tipo de cambio, se privatizo la banca y se elevaron las regulaciones sobre tasas de
interés. Las reformas generaron un altísimo desempleo, pero la inflación hacia el 77 comenzó a ceder. A
partir de la aplicación de políticas cambiarias inspiradas en el enfoque monetario de la balanza de pagos,
pareció alcanzarse una combinación entre baja inflación y alto crecimiento. Este proceso termino con una
profunda crisis a causa del enfoque monetario de la balanza de pagos. Sin embargo, mientras duro, los
militares argentinos miraron con recelo al país vecino.

Política financiera, de la reforma a la crisis

Los objetivos que planteo Martínez de Hoz en el 76 fueron tres: estabilidad de precios, crecimiento
económico y distribución del ingreso razonable. El programa ni siquiera se acerco a los fines que se había
propuesto.
Al inicio se comenzó con una estrategia antiinflacionario gradualista (los fantasmas del Rodrigazo todavía
existían). A esto se sumaban los precios relativos de salarios, precios y tipo de cambio que parecían
consistentes con el fin de reducir el déficit externo. En lugar de devaluar, se liberaron los precios y se iba
ajustando el tipo de cambio a la inflación. Los salarios fueron congelados por un tiempo para luego volver a
evolucionar en función de los aumentos de precios. El resultado fue el buscado, caída del salario real, l que
generaba reducción de gasto y consecuentemente superávit comercial por la disminución del consumo de
bienes exportables e importaciones. Se logró superávit durante el 76. Este episodio fue fugaz, empujado por
la recuperación de la demanda de dinero. A principios del 77, el índice se estabilizo en alrededor del 7%. Se
estableció una tregua de precios de cuatro meses, muestra de que no se tenía una estrategia definida para
combatir la inflación.
Mientras se definía el camino a seguir con la inflación, se introdujo la reforma financiera. Esta implicaba la
liberación de tasas de interés y la “desnacionalización “de los depósitos, de modo que la capacidad prestable
de los bancos quedaba atada a su habilidad para captar depósitos. También se regulaban encajes para
neutralizar sus efectos sobre la tasa de interés. El fin primero era evitar la “economía de especulación”. El
sistema bancario probablemente habría colapsado de no realizarse esta reforma. Los fines también fueron
generar tasas positivas para estimular el ahorro (recordemos las tasas reales negativas que se habían tenido
en períodos anteriores).
Algunos de los objetivos se cumplieron. El número de bancos aumentó, las tasas reales, a pesar de volátiles,
resultaron positivas, aumentaron los depósitos. Sin embargo, el efecto sobre el ahorro no fue decisivo.
La expansión financiera que siguió a la reforma fue un verdadero caos. El espíritu liberal de los cambios
introducidos, reflejado en las facilidades pare entrar al mercado financiero, poco se relacionaba con un
mecanismo que casi nada tenia de liberal. Se mantuvo una amplia garantía de los depósitos sin un adecuado
sistema de supervisión. Así, las carteras de clientes de los bancos eran potencialmente explosivas. Al ser las
tasas altas, quienes tomaban deuda eran empresas en apuros que no conseguían financiamiento normal por lo
que se tornaban clientes riesgosos.
Por otro lado los depositantes estaban mucho más tranquilos ya que a pesar que no se supervisaban las
carteras, el BCRA respondería en última instancia.
Con la caída del BIR, se generó una corrida que acabo afectando a todo el sistema financiero.
Con esta crisis comenzó la fase final del programa de Martinez de Hoz.

Política de estabilización: del monetarismo a la tablita

En el área de la estabilización de precios, la política de Martinez de Hoz fue ecléctica y hasta errática con
marchas y contramarchas.
Luego de la tregua de precios y las primeras reducciones arancelarias con propósitos antiinflacionarios, en el
77 llegó el turno de monetarismo entendido a la manera tradicional. Los números fiscales durante el 76 eran
robustos y se emprendió una reducción del ritmo de creación de dinero. En el 77, la oferta monetaria
aumentó mínimamente, pero la inflación fue de casi el 10%. Esto cortó la recuperación del nivel de
actividad económica. Cayo la producción y las tasas de interés se dispararon llegando al 10% mensual en
términos reales.
Las expectativas inflacionarias debían ajustarse a la nueva política. Por lo tanto debía se debía ser coherente
con la moderación en la creación de dinero. Sin embargo, había algo que estaba fallando y tenía que ver con
las diferencias entre una economía abierta y una cerrada. En la Argentina se seguía la política de crawling
peg que ajustaba el tipo de cambio a la inflación. En este sentido el gobierno no podía tener todo a la vez, o
elegía la cantidad de dinero o el precio del dólar. Si se quería mantener cierto tipo de cambio, la cantidad de
dinero pasaba a depender del comportamiento de la gente. Cuando la cantidad de dinero fuera menor a la
demanda, el aumento de las tasa de interés atraería dólares del exterior, lo cual intercambiados por pesos
incrementaría la cantidad de dinero. Monetarismo y crawling peg iban en contra uno del otro.
Hacia el 78, el gobierno decidió mantener la cantidad de dinero dejando de lado el tipo de cambio que se
ajustaría al nivel necesario. Sin embargo, la inflación se mantenía en un nivel alto, por lo que esta política no
sirvió.
Se opto por cambiar de política, se mantuvo el tipo de cambio para poner cota a los precios nacionales. Así
se estableció una reducción gradual del tipo de cambio preestablecida. Las tarifas publicas, los salarios
mínimos y el crédito domestico tenían sus propias tablitas que acompañaban las variaciones del tipo de
cambio. Así, los precios internacionales variaban un 10 y el tipo de cambio 60, el precio domestico seria de
70, la inflación internacional más el tipo de cambio. Las expectativas del plan fueron buenas respecto al tas
de inflación, a que no se veía recesivo y a la previsibilidad que otorgaba.
El efecto fue doble. Por un lado se generó una expansión en la actividad económica, pero por otro se dio una
caída del interés real ya que la alta inflación hizo que las tasas reales estuvieran muy por debajo de las
nominales.
El plan antiinflacionario fallo. Entre el 78 y el 79, la inflación no se modificó. El problema era que la tablita
comenzó a retrasarse con los tipos de cambios por lo que este quedaba atrasado; se abarataban las
importaciones y hacia la exportación menos rentable, en consecuencia se deterioraba la balanza comercial.
El atraso cambiario hacía caro nuestro país. La balanza comercial positiva entre el 76 y el 79, se hizo
fuertemente deficitaria en el 80. El sector rural, comenzó a pensar en apartarse de las tablitas. La confianza
se deterioraba. La crisis bancaria fue una primera señal que hizo que el BCRA se desprendiera de gran
cantidad de reservas acumuladas. Las tasas en pesos y dólares se separaron fuertemente y las empresas
endeudadas empezaron a estar en una situación de riesgo.
En julio del 80, se inició una nueva profundización del plan de estabilización que incluyo medidas para
reducir el déficit público, el levantamiento de las últimas trabas para tomar créditos en el exterior. Ciertos
capitales entraron, pero la credibilidad parecía estar coartada. Con la asunción de Viola, nada cambio. Se
anunció una corrección hacia arriba de la tasa de depreciación, pero no se pudo contener la corrida contra el
peso. En febrero, una devaluación no programada terminó con la tablita. La perdida de reservas acumuladas
fue de la mitad.

Política comercial: de la apertura exportadora a la avalancha importadora

El segundo problema más grande luego de la inflación para Martinez de Hoz, fue el comercio internacional.
Es curioso notar la avalancha importadora que se dio en este período a pesar de que en un principio se
habían fomentado las exportaciones. En este rubro, las exportaciones no tradicionales no fueron incentivadas
con un plan establecido. En vez de esto, se trato caso por caso. Las ventas externas bajo la política de
Martinez de Hoz aumentaron significativamente. La soja aquí comenzó a tener un papel importante.
Un evento que influyó en las exportaciones argentinas del 80 fue el embargo cerealero de EEUU a Rusia lo
que generó que Argentina tomara ese mercado.
Respecto a las importaciones, la acción aperturista se pauso en dos sentidos. Se pauto una reducción de
aranceles de manera gradual y por otro lado se dispuso un recorte de aranceles a aquellos productos cuyo
precio podían aumentar más de lo que la tablita estableciera. Sumado a esto influyeron dos factores, por un
lado se estableció un régimen especial para la industria que protegía a actividades nuevas. Por otro lado, el
efecto económico de la caída de aranceles era casi nulo ya que la protección seguía siendo demasiada alta
para que el precio del bien de importación en el mercado internacional se mantuviera por encima del precio
de venta del mercado interno.
El intento aperturista de Martinez de Hoz, estuvo relacionado de manera intrínseca con el atraso cambiario
que generaron las tablitas. Esto explico el aluvión de importaciones. La reducción de impuestos al comercio
exterior favorecía a los bienes exportables. Pero el sector industrial se vio muy perjudicado por el retraso del
dólar que incentivaba las importaciones y competía con la industria nacional. En el 80, estas tendencias se
acentuarían por la continuada apreciación cambiaria y el inicio de la recesión.
Estas situaciones impactaron en la industria nacional reflejando una caída de entre tres y cuatro puntos entre
el 74 y el 80.

Crisis sobre crisis

La situación económica entre el 81 y el 83, fue acorde a un gobierno que tenía sus días contados.
Inestabilidad y cambio de ministros fue la característica de este período. Los problemas más urgentes de la
economía eran el atraso cambiario y la sangría externa. La inflación y el déficit fiscal también eran muy
altos.
Con Sigaut, se abandonó definitivamente la tablita seguida de varias devaluaciones cada vez una mayor a la
otra. El déficit externo era simultáneamente atacado con medias arancelarias a la vez que se estatizaba la
deuda externa privada. Se puso en marcha un sistema de control de las tasas de interés para reactivar la
recesión del 9% del 81-82. Esto duro poco ya que el golpe acabo con la presidencia de Viola.
A partir de la asunción de Galtieri se inició un período que tuvo tres objetivos: la desinflación la
desregulación y la desestatización de la economía. Poco se pudo avanzar en estas medias ya que la guerra de
Malvinas acabo con Gatlieri y su equipo. Alemaan (ministro de economía) no pudo ir más allá de una serie
de medidas de corto plazo de carácter ortodoxo. Se libero el tipo de cambio y se congelaron tarifas y salarios
públicos dejando sin efecto las tasas de interés. Otra medida fue la reintroducción de impuestos a la
exportación y se intensifico la estructura arancelaria para reducir las necesidades de financiamiento y
contraer la emisión que fue casi nula por cuatro meses. Estas medidas restrictivas se ganaron el rechazo de
muchos sectores.
La deuda latinoamiercana fue un hecho importante, incluso más importante que la guerra de Malvinas para
el país (la deuda supero la capacidad de pago de los países). La inflación fue causante del endeudamiento
externo antes que financiamiento monetario del déficit, de haberse mantenido los niveles de ingresos y
gastos este no hubiese sido un problema. Pero esto no sucedió. Así, el déficit siguió aumentando.
El endeudamiento existente en el 82, era una amenaza para toda la economía. Así Pastore (continuador de
Alemman) junto a Cavallo iniciarían una redistribución de la riqueza favorable a los deudores nacionales
con bancos locales, que al mismo tiempo mejoraba la situación de los bancos. Con una inflación en alza, se
logró liberar a los deudores del grueso de su carga. El precio de esto lo pagaba el ahorrista en pesos vía
impuesto inflacionario.
Wehebe manejo la economía durante el 82, un gobierno en despedida. Poco margen de acción quedaba y el
contexto estaba muy politizado. La inflación seguía en aumento pero se vislumbraba una salida de la
recesión del 81-82. Los deudores externos se beneficiaban de la socialización de las deudas. Pero el estado
no podía licuarlas. Eran dólares contantes y sonantes los que se adeudaban.
El gobierno democrático así, heredaba además de estas deudas una economía acostumbrada a vivir con
inflación.

Nuestra larga década perdida

Los 70, habían sido años de relativo estancamiento mundial excepto para América latina que todavía pudo
crecer. Los 80, los latinoamericanos vivirían su década perdida marcada por las dificultades seguidas a la
crisis de la deuda. Solo la Argentina combinaría lo peor de cada década, estancamiento y recesión de los 80.
Cuando en el 83, llegó la democracia la primavera económica de los 60 había sucumbido allá por el 74.
Era difícil el contexto inflacionario y endeudado que recibiría Alfonsin. Sin embargo, se esperaba que la
dinámica de la democracia superara no solo el drama político, sino también el económico. Todo iba a ser
más difícil de lo que se creía y aseguraba.

CAPITULO 9: LA DEMOCRACIA Y EL DIFICIL GOBIERNO DE LA ECONOMIA (’83-’89)

En busca de la república perdida

Se inicia con Alfonsín en el ’83 el proceso de transición institucional, distinguido como un punto de
inflexión en la historia política argentina, que significaría indudablemente un rasgo distintivo respecto al
ciclo que abarco el medio siglo anterior. Este proceso genero a partir del ’83 un consenso realmente
mayoritario acerca de las reglas de juego del sistema político, definiendo cuando un gobierno es legítimo y
cuando no.
El consenso nació como causa del fracaso de las formulas de democracia limitada ensayadas hasta el ’66 y
las fallidas experiencias de los gobiernos que siguieron. También por la descomposición del proceso a causa
de la derrota de Malvinas y por la derrota del peronismo en manos del radicalismo.
Alfonsín percibió correctamente este clima, entendiendo que lo que ahora se iniciaba tenía algo distintivo,
capaz de detener el péndulo cívico militar en la Argentina de posguerra. Su apelación a los valores
democráticos y a la Constitución era lo que el público reclamaba.
Se considero cumplida la consolidación de ese consenso democrático; las instituciones salieron indemnes a
la posterior transmisión de mando entre dos presidentes de distintos partidos. Significo también una salida a
momentos anteriores en que la Constitución estuvo en juego; había dejado de ser un tema de debate. Al
mismo tiempo, la derrota de Alfonsín en el 89 fue una prueba de fuego que las instituciones pudieron
superar, lo que demostró la solidez del sistema y que era de todos.
La obsesión de Alfonsín fue la modernización, el pluralismo y la paz. Se abordaron temas culturales y
educativos; se realizo un Congreso Pedagógico, e impulso la universidad estatal y se sanciono una ley que
permitió el divorcio.
Pero en todos estos campos no existía resistencia mayor, a diferencia de otros campos en donde los objetivos
de Alfonsín requerían determinación, poder, calculo y habilidad, para detectar en qué punto la satisfacción
de las demandas de la democracia empezaban a poner en peligro el sistema político. Un ejemplo de estas
tensiones, era la reparación por las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura militar, donde
finalmente se logro condenar a los máximos jerarcas del proceso.
Respecto a la política gremial, el gobierno intento la democratización de los gremios, pero el plan fallo.
Cumplida la mitad de su vida política, parecía haberse agotado el núcleo del programa de gobierno. Intento
reformas en la constitución para la reelección, pero el crucial año del 87, mostraba que el gobierno había
sobreestimado su base de apoyo. La inflación había vuelto a los niveles habituales.
Hacia el ’87 la debilitación del gobierno, se encontró principalmente en el progresivo deterioro económico,
donde las probabilidades de triunfo de un peronismo parecían tener poco de racional y mucho de populista.
El ciclo llega a su fin con la asunción anticipada de Menen en el ’89.

El drama de América Latina

En el gobierno de Alfonsín, el contexto internacional era la crisis de la deuda y sus secuelas; nunca antes un
evento había afectado tanto a la Argentina.
Además de que en las anteriores épocas los problemas económicos en Argentina tenían más de nacional que
de continental, la condición económica de Argentina –que en algún momento pudo considerarse una frontera
categórica en relación a América Latina- empezó a borronearse, pudiendo esto visualizarse en cómo se
alineo el ingreso per capital con el resto de los países de América latina, como el acercamiento en rasgos de
estructura y políticas económicas.
Fue entonces con la crisis de la deuda en el ’82, que los problemas económicos de la Argentina adquirieron
importancia. Además de las obligaciones, no se podía acceder a nuevos préstamos, condicionando toda
política económica. Los intereses y amortizaciones superaban ampliamente la capacidad de pago del país,
sumado al brutal aumento de las tasas de intereses internacionales.
La “carga de la deuda” era intolerable.
Básicamente, esto fue originado por la posibilidad de endeudarse a discreción durante el ’80, incurriendo en
un déficit comercial magnifico. Luego el flujo cambio de signo con la estampida de las tasas de interés y la
detención de entradas de capitales, pronto tornadas en el ’83 en una fuga masiva.
La generación de superávits para afrontar la deuda, requería un aumento en las X y disminución en las M.
Podían disminuirse las compras al exterior (bs de consumo no esenciales o sustituibles por impo) pero si este
recorte alcanzaba a insumos y bs de capital, se resentía la actividad. Por el lado de las X, era menos doloroso
pero se necesitaba más tiempo. Así fue que el peso cayó por el lado de las importaciones, en un 40% (81-
83).
Para vender más de lo que se compraba, había que gastar menos de lo que se producía. Por este lado, si el
producto no crecía, había que disminuir el consumo o la inversión. En la argentina, se dieron ambos
factores. Se estanco la producción, principalmente a causa de la retracción de importaciones de bienes de
capital y el declive de la inversión bruta.
Consecuencias interiores de la cuenta externa: tensión entre el sector público y el privado. Como el
endeudamiento externo correspondía al estado, este debía generar el excedente, algo inaccesible en ese
momento. Era doloroso por el lado del gasto; o se reducían salarios o empleo público, o se contraía la
inversión del gobierno. El peso, termino cayendo por el lado de la inversión pública.
Por el lado del ingreso, el cuadro recesivo complicaba la recaudación (ingreso venia más x imp internos que
por comercio exterior). Además, el alto valor del dólar –escasez de divisas- perjudicaba al estado, su mayor
comprador (p/pagar la deuda).
El nuevo recurso: emisión monetaria. Resultado= inflación del 80% anual. Esto además de sus típicos daños,
agravaba el problema de financiamiento que pretendía remendar. El valor real de lo que percibía el estado se
diluía entre el cálculo y el pago de impuestos (Olivera-Tanzi). Se sumaba el refugio en el dólar por parte de
la gente, en vez de en la moneda nacional, defensa que complicaba aun más el panorama inflacionario (la
divisa se encarecía más, y así la deuda pública= más déficit). Tendencia al auto perpetuación de la inflación.
Resultado: ajuste externo, retracción de la inversión, caída producto per cápita, caída recaudación tributaria,
déficits públicos, inflación, fuga al dólar, depreciación monetaria.
Ausencia de un plan global para lidiar con el problema del endeudamiento. El financiamiento recibido (FMI,
BCO MUNDIAL), fue irregular y condicional a promesas austeras, se obtenía forzosamente.
Finalmente, el ciclo de incertidumbre respecto a la deuda externa, se cerraría recién con el Plan Brady, en el
’89.

De herencia y condicionamientos

Alfonsín, restaba el “peso de la herencia” –con toda razón-. Pero la sensación que transmitía respecto a la
economía, era de esperanza y no de desesperación. Luego se cayó en que ese optimismo era subestimación,
como veríamos después en el violento impacto de la crisis de la deuda, con todas las consecuencias que se
eslabonaron. La economía había crecido casi nada desde la crisis del 30, pasando luego de un atraso relativo
al estancamiento absoluto.
Se concedía además, en que las dificultades para crecer se debían también al aislamiento de la economía
respecto a los flujos del comercio internacional y la estructura oligopolistica de muchos mercados
nacionales.
Cada vez más se necesitaba se debía recurrir a formas de financiamiento extraordinarias y poco
aconsejables. Agotados los fondos, quedaba el financiamiento interno y la emisión.
Cinco factores: endeudamiento externo, estancamiento, cierre de una economía con escaso grado de
competencia interna, desequilibrio fiscal e inflación. Inflación= 343% anual, déficit publico= 10% del PBI,
devaluación= 2200% en dos años. (80-83)
La ignorancia de los agudos problemas estructurales de la economía, hacia llevar una política económica
alejada de la austeridad que se necesitaba para combatir todos los problemas.
Alfonsín: temas políticos por sobre los económicos (algo q luego iba a cambiar). Punto más cuidado por el
gobierno; instituciones democráticas.

Viejas formulas, nuevos problemas

Como otros gobiernos posguerra: administración improvisada de la economía, sin un plan claro.
Sumado al hecho del resultado electoral inesperado en el 83, era comprensible que el flamante gobierno
constitucional no tuviera claro que hacer con la economía, se recostaba sobre las mismas políticas de 20
años atrás –gobierno de Ilia- pero que en aquel entonces había un entorno de crecimiento.
Pero ahora la economía requería medidas mucho más drásticas que aquellas.
Ministro Economía Grinspun: mantener alto nivel de empleo, estimulo de demanda, combate gradual a
inflación. Después de un aumento inusual de salarios, se establecían un sistema para dirigir su evolución y la
de los precios, el tipo de cambio y las tarifas.
Problemas: directivas de precios ignoradas; brecha que obligo nuevos aumentos –retroactivos- de los
salarios= indexación salarial= inflación incontenida.
Negociación de la deuda Externa: combativa. Ayuda externa dependía del éxito de un programa de ajuste
(bajar déficit, bajar inflación, control oferta monetaria, alentar crecimiento económico interno). Pero el
ministro nunca estuvo dispuesto a aceptar estas condiciones (FMI). Acudió a ayuda de países
latinoamericanos y de los EE.UU.
No se conseguían los objetivos: ’84: aumento salario real del 35%, economía a recesión con inflación del
626%.
Laxas políticas salarial, fiscal y monetaria. Sindicatos atentos a políticas gremiales para debilitar el
gobierno.
Revaluación de la moneda para recuperar los salarios: cargo para el sector agropecuario.
El asesor Prebisch: “políticas iniciales tendían a perpetuar la inflación”.
Con la firma del acuerdo con el FMI en el ’84, el gobierno hizo explicita su intención de priorizar la lucha
contra la inflación. Con este nuevo perfil, se inicio política de administración de la demanda: devaluó la
moneda, incremento tarifas públicas y restringió oferta monetaria. Recortes en gasto público modero un
poco el déficit fiscal y el aumento de precios.
Viraje a una política contra la inflación.

Teoría y práctica de una estabilización heterodoxa

1985: Grinspun es reemplazado por Sourroville, que no tenía muchos partidarios. Se pone en marcha un
Plan de Estabilización, que admitía: déficit fiscal y emisión = inflación a LP. Pero más importante veían la
inflación del CP = inflación inercial; tendiente a perpetuarse por sí misma. No a las políticas gradualistas.
Había que bajar la inflación para bajar la inflación: corazón del Plan Austral.
El mecanismo que hacía que la inflación de un mes tendiera a repetir a la del mes anterior, tenía que ver con
las consecuencias y las causas de las expectativas de la inflación. Proceso: las decisiones salariales y de
precios, se estimaban de acuerdo a la inflación del mes en curso. Trabajadores; les interesaba el poder
adquisitivo de su salario. Empresarios; el costo real del trabajo y la relación de sus precios con los otros. Por
ende, la inflación pasada era confiable para aproximar la del periodo corriente, por lo tanto el ajuste era
razonable. Resultado: la inflación pasada coordinaba las expectativas de la inflación corriente.
Conclusión: bajar inflación = bajar expectativas. La expectativa de la estabilidad generaría por si sola una
inmediata estabilización. La experiencia previa de planes de estabilización era clara en que el factor
expectativas era crucial.
La insuficiencia de programas que confiaran exclusivamente en instrumentos ortodoxos sin actuar
directamente sobre las expectativas, había quedado demostrada por el fracaso de intentos estrictamente
monetaristas (Alsogaray ’62, Hoz ’77, ’82 Alemman).
El plan: atacar el déficit fiscal y la emisión monetaria como causas últimas del problema, para consolidar la
nueva situación y las expectativas de que se mantuviera en el tiempo. Así, se contaría con la ayuda de la
remonetizacion de la economía y la recomposición del valor real del ingreso publico al detenerse la
corrosión por el aumento continuo de precios. Evitar cualquier brote inflacionario.
Antes de anunciar el Plan Austral, se corrigieron precios hacia arriba que se creían atrasados, se devaluó
fuertemente el tipo de cambio y se elevaron trifas al punto de igualar los costos de empresas estatales. Se
aumento también el precio de la carne para evitar sorpresas.
Estas medidas de corrección aceleraron la inflación con una tendencia creciente (43%). La hiperinflación
estaba cerca y “algo había que hacer”.
Se advirtió entonces por Alfonsín, una “economía de guerra” sin esperar mejoras en el nivel de vida. Se
anuncio así en el ’85 el PLAN AUSTRAL. El austral seria la nueva unidad monetaria (cambio fijo 80 ctvos
de austral x dólar). Se congelaron todos los precios de la economía instantáneamente.
Bco. Central: no emitiría para financiar desequilibrios del Tesoro. Recuperación Fiscal: impuestos
adicionales a la exportación, esquema de ahorro forzoso, aumento de gravámenes, y reducción del periodo
pago del IVA. Tasas de interés: reguladas para instalar expectativa de baja de inflación.
“Se gano la primer batalla”: ahorristas renovaron depósitos y se acorto distancia entre dólar oficial y
paralelo. Se vislumbraba la victoria: los precios bajaron en términos nominales (no ocurría desde el 73).
Inflación estabilizada en 2% mensual = rotunda estabilización.
El dinero de impuestos ya no llegaba depreciado = aumento en recaudación. El déficit fiscal se mantuvo en
los márgenes previstos por el plan. Se revirtió la huida de la moneda nacional.
Estabilidad= aumento salario real y reaparición de líneas para el consumo. Más demanda y estimulo a la
producción. Hacia fines del año (85) se notaba una clara reactivación, sumada a las elecciones
parlamentarias donde obviamente se consolido la mayoría radical.
Comenzando el ’86, Plan austral = éxito económico, político e intelectual. Gran reconocimiento a nivel
internacional.

Pero la guerra a la inflación recién había comenzado: la acumulación del 2,5% mensual, multiplicada por la
regla del interés compuesto ya era incompatible. Reactivación de la demanda comenzaba a impactar sobre
los valores de productos libres, transmitiéndose esa inflación a otros sectores, activando la indexación. Todo
esto llevo a plantearse la necesidad de una segunda etapa, para evitar en el futuro esos desfasajes y
consolidar la estabilidad de precios.

La estabilidad relegada

A fines del ’85, principios del ’86, pudo pensarse que con el Plan Austral se abría nuevamente la posibilidad
de encarar los problemas de fondo. Pero la ilusión de la nueva etapa duro poco. Los tres años que siguieron
hasta el recambio presidencial estuvieron dominados por el derrotero de la lucha contra la inflación, desde la
desintegración del Plan hasta el estallido hiperinflacionario del ’89 (camino de deterioro de la economía;
rebrote inflacionario).
Marzo del ’86: inflación alcanzaba el 4,6%. El dilema era que extender el congelamiento resultaría en baja
de la tasa de inflación en los meses subsiguientes, pero provocaría el olvido de experiencias inflacionarias
anteriores, evitando medidas defensivas de indexación. Entonces, cualquier perturbación dispararía la tasa
de inflación. En síntesis, era arriesgado: podría ganarse mucho (erradicar la indexación) pero también
perderse mucho (generar una explosión hiperinflacionaria en el momento de la flexibilización).
Así en abril del ’86 se anuncio una “flexibilización”, mutando enormemente el original Plan Austral: el
objetivo era evitar la erosión de los salarios reales, la aparición de desequilibrios en las finanzas públicas y
la pérdida de competitividad de las exportaciones argentinas.
Así había un gran contraste con el Plan inicial: se iniciaba una vuelta al gradualismo, pasando a una política
más ortodoxa para consolidar la estabilidad, sin la desventaja ahora de la alta inflación.
Se consideraba que el paso a una política antiinflacionaria más tradicional era ineludible si se quería
alcanzar el equilibrio de precios.
Había que pasar inmediatamente a una fase de crecimiento económico. En esa línea, el gobierno fue
paulatinamente abandonando el objetivo de “estabilizar la estabilización”, conformándose con uno menos
pretencioso, estabilizar la inflación.
Durante los críticos meses del ’86, el problema se manifestó en el manejo de la política monetaria; desde el
Ministerio de Economía se pretendía un manejo monetario prudente, mientras que el BCRA expandía el
crédito para reanimar la producción. Las tasas de interés reales que venían positivas, pasaron a ser negativas,
posicionándose la inflación por encima de las previsiones (perjudicando a los acreedores). Así la inflación
tomo una línea ascendente hasta la explosión hiperinflacionaria en el ’89.
Hubo distintos medios para sofocar la aceleración de precios, pero no hubo forma (pérdida de credibilidad
por el rápido retorno a alta inflación). El problema: a partir de mediados del ’86, se carecía de una estrategia
estructurada, de un plan global, requiriéndose de una política monetaria de tiempo prolongado. Pero no se
disponía de ese tiempo; se emitió para financiar el déficit público (quebranto a la promesa del Plan Austral).
Se utilizaron dólares del BCRA para pagar deuda de empresas estatales y se daban préstamos difícilmente
recuperables.
La mejora de las finanzas públicas inmediatamente posterior al austral había sido fugaz. Volvía el efecto
Olivera-Tanzi. Además hubo mala suerte; los precios de los productos exportables tuvieron una caída del
20% en dos años (los imp. al comercio exterior era el principal financiamiento público), sumado a la presión
del sector agropecuario por una reducción en las retenciones (concedida en el ’87).
Con una inflación que amenazaba los dos dígitos, se dispuso un nuevo congelamiento de precios: el
“australito”: una medida defensiva ante el desborde inflacionario, que nunca podría instalarse como
expectativa Gral., ya que no había síntomas de mejora.
Se sucedieron durante el ’87 varios signos de que el gobierno tenía una visión en la cual no podría derrotarse
a la inflación sin un proceso previo de “reformas estructurales”.
Lo más urgente: hacer compatibles las funciones del estado con sus limitadas posibilidades de
financiamiento.

Un estado sin Financiamiento


Que el relativo equilibrio de las cuentas públicas en el año que siguió al Austral resultase tan precario, era un
síntoma de que algo más profundo estaba fallando. La reaparición del déficit se daba a pesar de que en
algunos rubros los gastos eran menores de lo “normal”.
La cuestión: la convicción de que solo con la participación del estado podrían generarse altos niveles de
actividad, de empleo y de crecimiento económico. El estado intervenía directa e indirectamente: empresas
estatales de servicios públicos, los subsidios a la instalación de fábricas, exenciones impositivas, préstamos a
tasas subsidiadas.
Todo este “capitalismo asistido” y el “estado productor” ingreso a su fase crítica a fines del ’80.
Lo que a la larga ocasiono todo esto, fue un proceso en el que la inversión y la producción privada se fueron
haciendo cada vez más dependientes del sector público, convirtiéndolo en objeto de múltiples presiones para
institucionalizar ese apoyo. Así el estado contratista comenzaba a alimentar a su contraparte privada y
ensanchaba su presupuesto para subsidios.
Para aclarar: sin empresas estatales y sin subsidios a la producción privada, las cuentas públicas cambiaban
de un déficit del 7% del PBI a un superávit del 3% del PBI. La expansión del estado productor explica el
72% del aumento del gasto estatal entre el 70-85.
Con este panorama, la idea de privatizar empresas públicas y reducir drásticamente los beneficios fiscales
que atendían al sector privado, fue ganando adeptos.
El obstáculo: agotamiento de la capacidad del gobierno para obtener recursos.
Se fueron agotando las fuentes: impuestos a las X y M –se deterioraron los términos de intercambio,
haciéndose incluso desaconsejable a la vista de la crisis de la bza de pagos-, el sistema de seguridad social,
financiación en el mercado de capitales, prestamos internos y emisión, impuestos tradicionales –gran
evasión fiscal- .
Por todas estas limitaciones, llego la “crisis de la deuda” donde el estado paso a depender de la ayuda del
FMI y el Banco Mundial, dejando como herencia la obligación de transferir varios puntos del PBI al exterior
por año.
Finalmente, las dificultades para financiar un estado estructuralmente deficitario, dejo de ser una incógnita
para el futuro y se transformaba en un urgente problema “de caja”, con el que había que lidiar mes a mes,
día a día.
La introducción de cambios de fondos que eran necesarios, era demasiado para este gobierno que carecía de
un diagnostico acabado y del poder para darlos.
Quedo marcada, durante los años finales de Alfonsín, una política económica a la defensiva; un indicio de lo
que vendría después.

Prolegómenos de una reforma estructural

Julio del ’87: Reforma integral del sector público argentino. Tenía numerosas iniciativas, de las que solo
algunas terminaron siendo operativas, como el alineamiento de los precios del petróleo a niveles
internacionales.
El tímido avance de la reforma era un síntoma de varias cosas: el peronismo no iba a prestar su apoyo a
reformas que eran ajenas a su tradición estatista y que –aun si eran efectivas- eran contrarias a sus
posibilidades de acceder al poder en el ’89.
Pero indudablemente, el gobierno no tenía en claro cuál era su propio modelo de estado, y la preocupación
por el corto plazo lo dominaba todo.
Además, no se esperaba que la relación reformas y estabilización actuase instantáneamente. La mejora fiscal
provocada por las reformas llegaría después de un tiempo prolongado –tiempo que el gobierno no tenía-.
Luego se le atribuyo mayor poder antiinflacionario a la liberalización de la economía respecto de los flujos
del comercio internacional.
Pero en realidad, esta evidencia no era muy clara; solo lo sería si se regía un tipo de cambio fijo. No es que
el gobierno desconociera esto, pero creía de todos modos que la apertura impediría los adelantos de precios
que después se transmitían al resto de la economía por la inflación inercial.
Pero la evidencia de la argentina en este tema, no estaba muy a su favor.
Finalmente se dieron algunos pasos hacia la liberalización del comercio exterior (reducción en restricciones,
admisión de importaciones destinadas a producción de bs exportables, y otros).
Pero el legado más importante de esto y quizás más perdurable de toda la política económica de Alfonsín fue
un proceso de integración económica con Brasil.
Para concluir: en plena crisis de un modelo que había ignorado la eficiencia económica, en un cuadro critico
de financiamiento del sector público y sin capacidad para afrontar las demandas, estas líneas (reforma estatal
y apertura de la economía) parecían empujar a una reestructuración económica global, que estaba muy
alejada de las ideas tradicionalistas del gobierno (instituciones económicas alrededor de políticas
proteccionistas y el papel financiero del estado), pero emparentada con la ola reformista (cambios drásticos)
que se vivía en América Latina.
Mientras la administración de Alfonsín recorría este camino por el carril del medio, podía adivinarse que la
carrera se inclinaría a favor del cambio drástico necesario… Pero nadie suponía que la definición seria
fulminante: Hiperinflación.

Hacia el Colapso Hiperinflacionario

Se iniciaba el ’88 con la inflación librada a su propia suerte; se había abandonado cualquier forma de control
sobre la inflación (decisión del gobierno). Los congelamientos y “pautas” ya eran herramientas desgastadas
por el simple hecho de que ya nadie creía en ellas.
Tampoco podía predecirse ningún cronograma cambiario creíble (por la escasez de divisas).
La posición externa de la Argentina llegaba a un punto crítico, donde en abril de ’88 el país dejo de pagar los
servicios de la deuda.
Así, la crisis externa se sumaba a la crisis fiscal para montar un escenario de alto riesgo.
La posibilidad de un colapso hiperinflacionario tenía una presencia palpable y amenazante. La inflación
creció ininterrumpidamente alcanzando el 28% en agosto, siendo la causa fundamental la incapacidad del
gobierno para cerrar las cuentas fiscales.
Para tener la chance del triunfo radical en el ’89 (debía conjurarse el peligro de la hiperinflación), se monto
la operación de salvataje “Plan Primavera”: consistió en un acuerdo desindexatorio con las empresas líderes
y con la Cámara de Comercio, quienes a cambio de su apoyo se les bajaba el IVA. También, el ajuste fiscal
se busco a través del BCRA y el mercado financiero.
La potencia estabilizadora estaba en el tipo de cambio. En este año, entraban capitales para obtener la
creciente tasa de interés. El efecto del acuerdo con empresas se hizo sentir; inflación volvió a un digito.
Pero el plan no sobreviviría a dos amenazas: escasez de reservas (solo había capitales golondrina), y la
incertidumbre política y económica por las inminentes elecciones presidenciales.
Iniciado el ’89: la inflación había bajado, pero seguía mayor que el ritmo de la devaluación, por lo que el
tipo de cambio acumulo un atraso.
La sospecha de que el Banco Mundial suspendería su ayuda al país, provoco la corrida contra el Austral, y
sumado a la creación de un tercer mercado de cambios “dólar libre”, significo el fin del Plan Primavera y la
ultima contención a la hiperinflación.
La hiperinflación argentina parecía seguir el patrón de quienes pensaron que el problema era el tipo de
cambio: la fuga hacia las divisas y el consecuente aumento de su valor, sumado a la práctica generalizada de
fijar precios siguiendo el tipo de cambio.
Después del colapso del Plan Primavera, la fuga al dólar provoco una depreciación cambiaria del 193% en
abril y 111% en mayo, sumada a la desconfianza que la imagen de Menem despertaba en el mercado
financiero –los vencimientos de los plazos fijos tenían fecha al final del gobierno de Alfonsín-. La
transmisión del valor del dólar hacia los precios internos no pudo evitarse ni con seis sistemas cambiarios.
Se sumaba un explosivo endeudamiento internos que se contraía a tasas cada vez más altas y cuyos intereses
eran pagados con emisión.
Los procesos de retroalimentación de la inflación empezaron a funcionar a toda velocidad y ya con una
economía hiperinflacionaria cada sector ideaba estrategias defensivas que terminaban agravando la situación
general.
Renuncia Sourrouville y su equipo y el 14 de mayo del ’89 asume Menem. El medio año que todavía debía
transcurrir hasta la fecha para el recambio presidencial, se abría como un abismo en el que el peligro de un
recrudecimiento de la hiperinflación podría prolongar un nuevo ataque a las instituciones creadas en el ’83.
Quedaba en manos de la nueva administración de Menem, la responsabilidad de encontrar una salida
inmediata a la hiperinflación y eventualmente la tarea tan postergada de guiar al país por la senda del
crecimiento.
CAPITULO 10: GRANDES EXPECTATIVAS, GRANDES DECEPCIONES (1989-2001)

Improntas para la política económica de los ‘90

El mandato de Menem era ante todo económico: había que salir de la hiperinflación. Su visión parecía
incorporar proposiciones que se asociaban al liberalismo, sobresaliendo la idea de reducir el ámbito de
acción del estado.
Había un clima intelectual que revalorizaba el mercado frente al estado, siendo cuestionado su múltiple rol
de productor de bienes y servicios, de incentivador de distintos sectores, de regulador del ciclo económico.
La particular coyuntura del país en el 1989, sobre este trasfondo del mundo de las ideas, pedía que se
elaborara una visión abarcativa, un todo coherente capaz de explicar no solo la hiperinflación, sino también
la percepción de un estancamiento. Se enfatizaba que el estado había introducido distorsiones, a través de
instituciones (empresas publicas) y las políticas de estimulo a sectores favorecidos. Esto sumado al déficit
fiscal persistente que finalmente resulto en la híper, explicaban la detención del crecimiento económico.
Pero todo esto no era de ahora; la desaceleración de la economía y la intervención del estado habían
empezado a manifestarse en el ’30.
Pero lo que era cuestionable, era que el modelo de economía cerrada y con fuerte presencia de un estado
multifacético había entrado en una fase crítica en el primer lustro de los ’70.
En el contexto hiperinflacionario del ’89, el último recurso disposición del estado para afrontar sus pagos –
emisión monetaria- se había agotado por la velocidad de la fuga de capitales. Estaba asfixiado por
obligaciones, que hacia al gobierno carecer de credibilidad como deudor.
En este contexto extremadamente sensible, abstenerse de aplicar políticas de reformas, llevaría el peligro de
una dolarización completa y un colapso productivo.
Pronto, Menem demostraría que estaba decidido a seguir la vía de las reformas estructurales, para alcanzar la
estabilidad y restablecer el orden económico.
Menem llevo adelante –veloz e intensamente- esas transformaciones: Porque? Por las poderosas
credenciales partidarias que había conseguido en sus triunfos electorales, llegando así al gobierno con el
capital político necesario para legitimar sus opciones de política.
Así, desde la política se abría la libertad necesaria para adoptar transformaciones acordes con lo que una
importante mayoría de opinión ilustrada, estaba reclamando.

Bajo el signo de la Globalización

Las tendencias de la economía internacional durante los ’90, pueden entenderse como una prolongación e
intensificación de las que venían manifestándose desde la posguerra: interrelación creciente entre los varios
mercados nacionales de bienes.
Como en la belle epoque, los avances tecnológicos que reducían los costos de comunicación y transporte
facilitaban la expansión comercial.
En los ’90, la internalización del comercio y de las finanzas se intensifico.
Aumento considerablemente la tasa de crecimiento de las exportaciones mundiales y el crecimiento del
comercio casi triplico al de la producción. Todo esto fue un evento global que se centró en los países menos
desarrollados.
También muto más rápidamente el mercado internacional de capitales, con un valor seis veces mayor en el
’96 respecto al periodo 83-89; el principal motor fue la inversión extranjera directa.
Se profundizaron o iniciaron procesos de integración regional, el Mercosur en América, facilitando los
recortes recíprocos de aranceles. También se consolidaron mecanismos de coordinación a nivel global,
tendientes a reconstruir un orden más liberal del comercio (paso de acuerdos característicos del GATT a la
OMC).
Los ’90 se distinguen ya de épocas de intensificación de lazos económicos entre países, para pasar a la veloz
incorporación de nuevos integrantes al circuito económico internacional.
Globalización: las economías se abrían para aprovechar las oportunidades de expansión comercial y
atracción de capitales. Los org. Internacionales valoraron los beneficios del librecambio y condicionaron el
otorgamiento de créditos a la adopción de políticas de apertura.
Exportaciones = vehículo para el crecimiento económico (al transponer las limitaciones del mercado
interno, las X permitían una mayor escala y por ello más rápido aprendizaje de las técnicas de producción).
Importaciones = crecimiento no solo por la consecuencia natural de exportar más, sino una precondición
para ello, en tanto se hacían más accesibles bienes de capital e insumos necesarios para la exportación.
El ordenamiento macroeconómico pasaba así a ser una condición necesaria para financiar externamente los
aumentos en la inversión que se requerían para crecer más rápido.
De todas formas, a pesar de que fueron ganando importancia las oportunidades, desafíos y riesgos
planteados por la globalización, durante los años iniciales el problema de cómo contener la inflación no
perdió el protagonismo. Todo lo contrario; la experiencia de la hiperinflación, relegaba grandes temas a una
posición subordinada a la necesidad de dominar los índices de precios.

Una nueva Macroeconomía

Basándose en la premisa de que la hiperinflación era consecuencia de una profunda crisis del estado, la
formulación de una política de reforma del estado paso a ser una condición para ello. Más aun, se esperaba
que el solo anuncio ayudara a detener la huida al dólar y sofocar la inflación.
Menem manifestaba su compromiso con la anunciada “economía social de mercado”, cuyas primeras leyes
golpearon duro al capitalismo asistido.
Durante el año ’90 se concretaron las primeras privatizaciones importantes, se acelero la apertura comercial
y se suprimió el tratamiento fiscal diferencial que desde hacía décadas brindaba ventajas a las empresas
nacionales sobre las extranjeras.
La inflación continuaba y se recrudecía, tras dos intentos de estabilización frustrados: un periodo de tipo de
cambio fijo –duro apenas unos meses y termino en un pico inflacionario en el verano 89-89-, y luego una
tradición monetarista clásica con un régimen de flotación cambiaria, que tampoco resulto (luego asumió
Cavallo).
Pero ya en inicios del 91, la situación de fondo (fiscal y externa) no era tan desesperante como al comienzo.
La privatización y la conversión de la deuda, hacían pensar en un horizonte de equilibrio fiscal, además de
que el BCRA contaba con reservas.
Se entendió entonces que las condiciones estaban dadas para una apuesta arriesgada, directamente para
anular los índices inflacionarios.
Resultado: abril del 91, Ley de Convertibilidad: obligación al BCRA de mantener reservas en divisas
capaces de comprar toda la base monetaria, al tipo de cambio que ESTABLECIA LA LEY (diez mil
australes –equivalentes a un peso a partir de la reforma del 92- por dólar). El hecho de que este fijado por
ley, daba un plus de credibilidad. De esta forma, el gobierno optaba por contar de un instrumento clave de
política económica para hacer más creíble su compromiso con la disciplina fiscal y monetaria.
El Plan de Convertibilidad tuvo un éxito inusual en acabar la inflación; hacia fines del ’91 se registraron
tasas mensuales menores al 1%. El apaciguamiento probaría ser un logro duradero, hasta la inflación cero
hacia el ’96, ’97.
La reaparición del crédito a tasas accesibles y previsibles y el aumento del poder de compra por la
desaparición del impuesto inflacionario, resultaron ser poderosas fuerzas de expansión puestas en marcha
por la estabilidad, sumado también al abaratamiento de los bienes de importación por la apertura comercial.
La reacción de la demanda estimulo la actividad (9% anual entre el 90-94).
Pero ni siquiera esta expansión alcanzo para abastecer una demanda interna en franca recuperación, cuyo
exceso resulto en una Balanza Comercial que paso de un amplio superávit a un fuerte déficit.
Se paso a un superávit fiscal: reforma tributaria = recaudación en IVA e imp. A las ganancias + combate a la
evasión, aumento del producto, dinero de las privatizaciones. Esto permitió alcanzar un acuerdo con
acreedores externos (Plan Brady) que luego produjo expectativas favorables, entrada de capitales y demanda
agregada.
La mortandad empresarial que la apertura económica ocasiono, fue atenuada por la expansión económica,
que también diluía los rechazos de quienes perdían con algunas políticas de la reforma.

Pero hacia mediados del ’94, aparecieron unos interrogantes. Uno de ellos venia desde el comienzo del Plan:
el creciente déficit de comercio, sumado a los intereses de la deuda externa, demandaban cuantiosos pagos al
exterior. Este desbalance era posible porque había abundantes capitales dispuestos a financiar a aquellos que
pagaran un pequeño sobreprecio; el riesgo país. Pero esto no significaba que sea deseable por el temor de
que ese déficit externo –activado en parte por la apreciación cambiaria- acabaría con el Plan de
Convertibilidad.
Frente a ello el gobierno razonaba que este déficit no era esta vez el signo de una frágil expansión del
consumo, sino algo típico de la fase inicial de un periodo de alto crecimiento. Pero por otro lado, le
preocupaba la apreciación cambiaria por el lado de la competitividad.
Se tomaron numerosas medidas: desregulación de varios mercados, reducción de un sinnúmero de impuestos
internos (posibles x la mejora fiscal), eliminación de aranceles a la importación de bs de capital, incentivos
fiscales a la exportación, recuperación de aranceles. Todo apuntando a mejorar la balanza comercial, la
apuesta del gobierno era que todas estas medidas sumado al proceso de inversión que se había iniciado,
tuviera como resultado el incremento de la productividad, y así mejorar la competitividad de las empresas
argentinas.
De hecho la mejora en la productividad fue muy intensa. El sector rural se convirtió en una de las estrellas
del nuevo crecimiento, incorporando capital y tecnología.
Pero el problema fue el empleo, donde el número de puestos de trabajo apenas aumento, sumado a un gran
aumento de población dispuesta a trabajar.
Entre muchas polémicas, la explicación fue que tras largos años de retroceso de productividad, el rápido
proceso de modernización (reformas estructurales) expulso empleo del sector público y de otras actividades
–desde el comercio minorita hasta los pequeños talleres industriales- que en años anteriores eran refugios
laborales, pero que mal podían ahora adaptarse a las nuevas condiciones, y así fueron desapareciendo. Ese
excedente de empleo pudo ser absorbido parcialmente por las firmas nuevas y modernizadas, con una
configuración de precios poco favorables a expansiones intensivas de empleo.
Reformas Estructurales + Plan de Estabilización = despegue de la economía, pero intensificación del
desempleo. Porque ?porque las reformas en dos conjuntos de políticas q se complementaron por un
movimiento global hacia el laissez faire. Los cambios operados en el estado y la apertura comercial y de
capitales, fueron los pilares de lo que resulto ser una de las mayores mutaciones del capitalismo argentino en
todo el siglo.

El ordenamiento del estado

Crisis de financiamiento del estado = deterioro en eficiencia y calidad de la prestación de ss. públicos. Esto
abrió al nuevo gobierno de Menem a mostrar su viraje ideológico hacia una economía de mercado:
privatización de los ss. Públicos (financieramente redituable y de gran carga simbólica).
Resultados Favorables: 1) gano reputación en el mundo de los negocios 2) positivo impacto sobre ctas
públicas. Corto plazo: entrada de ingresos extraordinarios. Largo Plazo: empresas pasaron de deficitarias a
contribuyentes impositivos.
Se cerró la brecha tecnológica y organizativa (años de desinversión y desfinanciamiento) que impacto sobre
la productividad Gral. de la economía.
Pero se conformaron monopolios privados con rentas extraordinarias (Aerolíneas Arg, Telefónicas, rutas,
YPF).
Se sumaron otras políticas de reformas, modificando el espectro de actividades estatales, como el traspaso
de los ss. de salud y educación a las provincias (gobierno aliviaba su déficit).
Del lado de los ingresos públicos: aumento la recaudación, pudiendo eliminarse así el regresivo impuesto
inflacionario (IVA y Ganancias aumentaron).
Resultado de todas las reformas que afectaron el sector público: retroceso en términos reales del gasto
(medido en % del PBI). Disminución de la proporción de inversiones y subsidios (por privatizaciones).
Gasto publico social: incremento por suba en los intereses.
Finalmente la promesa de la Ley de Convertibilidad, (no emisión para afrontar desequilibrios fiscales) se
cumplió gracias al cambio en las cuentas del estado, sorteando la trampa de los 80 con la conjunción de
estabilidad, financiamiento externo, crecimiento y desahogo fiscal.
El fin de la recesión y la inflación, era consecuencias y requisitos de la solvencia fiscal, agregado a la
abundancia de fondos externos.
Pero estos mismos factores (crecimiento, abundancia de fondos a tasas bajas) cambiarían de signo con el
efecto Tequila (’95) y mucho más con la recesión de fin de la década, donde luego se iría deteriorando la
posición fiscal.
Una revalorización del mercado

Esto se reflejo en una creciente participación de las empresas privadas en el proceso de acumulación de
capital, tendencia que muchas veces vino de la mano de una mayor competencia. Mientras algunas
privatizaciones terminaron en la formación de monopolios privados, otras abrieron cauce para el
establecimiento de una dinámica competitiva.
Esta realidad también se repite examinando las políticas de apertura comercial externa, y de reestructuración
y desregulación de los mercados domésticos que no están expuestos al comercio internacional: en tanto una
mayoría de empresas y sectores quedo sometida al desafío permanente de nuevos participantes, algunos
mercados siguieron bajo el dominio de firmas que lograron rearmar esquemas de protección.
No obstante, tanto la apertura comercial externa como la reestructuración y desregulación de los mercados
domésticos fueron al comienzo funcionales a lo que era la principal urgencia del gobierno; la estabilización
de precios (competencia de pdtos extranjeros limitaría a los precios nacionales).
A fines del ’90 las restricciones a las importaciones habían sido prácticamente eliminadas. Con el arancel
externo común del Mercosur, el arancel quedo en un promedio del 11% (26% en el 89).
Si el objetivo final de la apertura era integrar al país al comercio mundial, los resultados fueron
satisfactorios. Se triplico el valor total del comercio (X+M) en ‘99 contra el 85-90 y la participación de las X
argentinas en el comercio mundial pasaron del 0,40% a 0,55%.
El comportamiento de las X y M fue desigual. Las M se movieron en la misma dirección que la economía.
En tanto las X no solo podía explicarse por situaciones coyunturales; la tendencia al crecimiento respondió
ante todo a la modificación de los incentivos de largo plazo, q hacían rentable la inversión destinada a la
exportación.
Contra lo que podría haberse esperado, la apertura no implico un aumento en la especialización, ni una
primarizacion de las exportaciones argentinas. Al contrario, la participación de manufacturas se mantuvo, lo
mismo que con las actividades basadas en recursos naturales. El Mercosur fue clave para la exportación
industrial. Rubros como los alimentos y comodities fueron de ventaja para la Argentina respecto al nivel
mundial.

La convertibilidad, infiernos y paraísos

El rápido incremento de las importaciones a partir de la estabilización hizo que, desde un primer momento,
el déficit de la cuenta corriente fuera un punto central el debate sobre las perspectivas futuras del programa
de convertibilidad. Pero había ciertas tendencias que tenían a moderarlo: reactivación mundial y de Brasil,
desaceleración del consumo interno, y la pérdida del valor del dólar en el mundo. Si la economía estaba en
desequilibrio, el escenario parecía propicio para que llegara la corrección hacia una posición solida.
Cavallo: el salto de la inversión se financiaría a sí mismo, y todo lo que se necesitaba era que el producto
creciera rápido, para que en el futuro pudieran pagarse –con mayores exportaciones- las deudas así
contraídas.
Pero hacia fines del ’94, el país fue víctima de un ataque especulativo, el efecto Tequila: la bolsa de
comercio de Bs. As cayó más del 50%, se cancelaron inmensas magnitudes de depósitos, el BCRA perdió la
cuarta parte de sus reservas y el riego país pasó del 8% al 55%.
El gobierno reacciono con austeridad fiscal y de reordenamiento financiero y firmo acuerdo con el FMI en
marzo del ’95. Si bien la situación se alivio, la retracción fue profunda y veloz, cerrando ese año con una
caída en el producto (primera desde la convertibilidad) y un gran impacto social.
La convertibilidad mostraba así el mismo rostro maldito que había revelado el patrón oro clásico. Los
periodos de expansión podrían cortarse abruptamente y dar lugar en pocas semanas a una aguda recesión.
La brusca recesión del ’95 fue un precio que la sociedad argentina estuvo dispuesto a pagar con tal de evitar
una pesadilla como la del 89-90. Sin embargo, la economía logro acomodarse, aunque dolorosamente, ante
una súbita modificación en las condiciones de financiamiento. El nivel de actividad y el empleo cayeron,
pero en contraste a otros episodios, el aumento de las exportaciones logró el ajuste de las cuentas externas.
Más importante aún, el compromiso de la convertibilidad se mostro resistente a la presión del pánico
bancario.
Pero cuando la Convertibilidad experimento aquí su primera recesión, no pudo pensarse en un retnor rápido
a las bajas tasas de desocupación.
No había quedado claro frente a esto, la reelección de Menem en el ’95 (coincidió con el máximo
desempleo), quizás pudiéndose identificar la figura de Menem con nociones como el temor al cambio y su
identificación con la estabilidad y la convertibilidad.
Pero entretanto, la convertibilidad deparaba más sorpresas. Cumplidos 3años de su reelección (’98), la
opción por la continuidad de la Convertibilidad había sido un rotundo acierto: se recupero el crecimiento
económico, la apreciación cambiaria se detuvo y comenzó a revertirse, el desempleo se redujo rápidamente,
se crearon puestos de trabajo y el desequilibrio de la cuenta corriente era financiado cada vez más por
inversión extranjera directa.
Este marco alentador, asentaba un conceso alrededor del orden económico instaurado hacia el 91: la
economía se afirmaba; funcionaba en “piloto automático”.
Fue sobre mediados del ’98 que empezó a venirse el gran quilombo. El default de Rusia sumado a la crisis
desde hacía un año que aquejaba a las economías del sudeste asiático, pusieron en vilo el contexto para la
Argentina, respecto a que pasaría por su dependencia de préstamos internacionales para financiar sus
desequilibrios del sector público y del sector externo.
Para el tercer trimestre del ’98, la economía argentina había empezado a dar signos claros de recesión…

Nuestra Gran Depresión

Completado el primer año tras la devaluación del 2002, la economía se encontraba sumergida en una crisis
no mucho menor que la gran depresión de los EE.UU: la caída del ingreso entre el ’98 y ’02 fue del 20%,
tasa de desempleo llego a 21,5%.
¿Como ocurrió? Cada uno de los cuatros años (99, 00, 01, 02) tiene características propias.
El ’99, estuvo dominado por las malas noticias provenientes desde el exterior (devaluación del real,
apreciación mundial del dólar (caída de precios externos de la Arg., fuga a la calidad de los capitales).
Surgió en este contexto, la idea de la dolarización como última medida si la crisis se profundizaba.
El 2000 arranco con De la Rúa, quien buscaba revertir o moderar la salida de capitales, buscando para ello la
prudencia presupuestaria, aun suponiendo que esta señal de austeridad podía ser suficiente para convencer a
los mercados de la vocación por la responsabilidad fiscal del nuevo gobierno.
Las medidas en este sentido, no lograron atraer los capitales ni despertar la actividad económica, tornándose
frágil este gobierno.
Así, la argentina paso a estar en la mira de los inversores extranjeros como un gran candidato a incumplir
sus compromisos. Se negocio entonces un préstamo de los org. Internaciones. Pero fue un fugaz momento
de esperanza.
Marzo del 2001, fue el mes de mayor salida de depósitos del sistema financiero a los largo de toda la década
de la convertibilidad.
Entro Cavallo; él decía que el problema central que aquejaba a la convertibilidad, era una escasa
competitividad, retroceso de la productividad, y una política tributaria gravosa. De esta forma, se
aumentaron los aranceles a los bs de consumo, de redujeron los impuestos para algunos sectores productores
de bienes.
Mientras el sector real de la economía no reaccionaba a estas medidas, los mercados financieros respondían,
pero para mal.
¿Porque paso la Argentina de una de las economías de más altos crecimientos a principios de lo ’90, y una
recesión tan aguda a finales de esta década? Hubo factores no estrictamente económicos: deterioro
institucional del periodo menemista, la escasa capacidad de los políticos argentinos de lograr acuerdos o
para adm. El estado, o por una resistencia de la sociedad para abrazar comportamientos favorables al
crecimiento económico (ahorro, respeto por las leyes).
Y también, Explicaciones económicas:
1) Respecto al origen; una apunta a la cuestión cambiaria y otra al manejo fiscal.
Cuestión cambiaria: Desequilibrios en el tipo de cambio real. A mediados de los ’90, el problema inicial del
tipo de cambio pareció corregirse por dos vías: tras el efecto Tequila, los precios internos aumentaron menos
que los externos y además la Argentina siguió siendo un destino relativamente seguro para el capital
extranjero. Sin embargo, a partir del ’98 los precios externos comenzaron a caer y los capitales se retiraron
de los países emergentes.
Los cálculos de cuanto debía duplicarse el tipo de cambio para restablecer el equilibrio, no se consensuaban.
Así, la divergencia del tipo de cambio respecto de su nivel adecuado, habría despertado la recesión, al
deteriorar la competitividad de la producción argentina frente a las importaciones.
Cuestión Fiscal: Desequilibrios presupuestario mayor al sostenible. La debilidad de las cuentas públicas
impactaba en el riesgo soberano de la Argentina, aumentando las tasas de interés y retrayendo por esta vía el
gasto privado. En primer lugar, lo relevante en este sentido no es la deuda del gobierno central, sino la de
todo el sector público, incluyendo las administraciones provinciales. En segundo lugar, el problema fue más
de omisión que de acción; no fue tanto que el déficit fuera elevado, sino que no se aprovecharon los años de
crecimiento para ahorrar, reducir la deuda pública y de esta forma, enfrentar de una posición más solida el
ciclo de declive.
2) Respecto a los mecanismos de propagación que la hicieron tan prologada y
profunda: si antes la inflación era más inflación, ahora la recesión era más recesión.
Uno de estos mecanismos surgía que un país como la Argentina, endeudado y dependiente del capital
externo, la tasa de interés aumentaba a medida que caía la economía, en lugar de reducirse como en países
centrales.
Un segundo mecanismo que hacia perpetuar la recesión, tenía que ver con el ajuste de cuentas al que
forzosamente obligaba la crisis fiscal; al contrario de lo que dicen todas las escuelas económicas, en medio
de una recesión, se redujeron los gastos y se aumentaron los impuestos (mayor caída en la demanda
agregada y un deterioro adicional de la competitividad.
En tercer lugar, la recesión colaboraba para que la caída de los precios se acentuara, la deflación así, era otro
mecanismo de propagación de la recesión.
Como cuarto factor, estaba la incertidumbre cambiaria: al deteriorar la competitividad, la situación fiscal y
la solvencia general de los deudores, la recesión dejaba vislumbrar catástrofes cada una capaz de acabar con
la convertibilidad. La percepción de que la devaluación ya no era un evento imposible, implicaba una
retracción de los capitales y un aumento en la tasa de interés real.

Las fluctuantes –y en muchos casos contradictorias- reacciones de la política económica a lo largo de toda la
crisis, reflejaron la importancia variable de que las sucesivas administraciones dieron a cada una de sus
posibles causas y mecanismos de propagación.
Se intento de todo para salir de la depresión sin salir de la convertibilidad; aun si fuera cierto que una salida
era imposible sin la otra, la traumática experiencia del año 2002, probo que aquel espanto instintivo a la
devaluación –que, en última instancia, fue lo que dio a la convertibilidad tan larga vida- tenia finalmente,
buenos motivos.

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