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1.

Hacia una definición de teología

El término “teología” es de origen griego. En sus orígenes tuvo el sentido estricto designado en su etimología; esto
es, logos: “inteligencia”, “reflexión”, “palabra razonada”, “discurso articulado sobre el misterio de Dios” (theos).
Posteriormente, en la historia de la iglesia en particular y del pensamiento cristiano en general, el significado se fue
ampliando hasta que llegó a englobar toda la acción histórico-salvífica de Dios, desde “la teología de la creación”
hasta “la teología de las últimas cosas”. Es muy frecuente, entonces, que hablemos, por ejemplo, de “teología de la
iglesia”.

Modernamente la noción de teología se ha ampliado aún más, porque hablamos de “teología del trabajo” o
“teología política”. Realidades histórico-sociales como el trabajo o la política han pasado a ser temas de reflexión
teológica porque nos refieren en forma específica al misterio de Dios y su manifestación salvadora en la historia.

Hoy día, también, es muy frecuente hablar de “teología negra”, “teología feminista” o “teología india”. Estas
teologías surgen, porque los sectores excluidos en nuestra sociedad (negros, mujeres, indígenas y otros) comienzan
a luchar por sus derechos y a reflexionar sobre sus experiencias de lucha y liberación a la luz de su fe cristiana. Así,
el quehacer teológico asume las luchas específicas de los sectores excluidos como propias de la fe cristiana.

Recientemente también se habla de “teología y economía” y de “teología y ecología” porque el quehacer teológico
ha buscado participar en un diálogo interdisciplinario con otras ciencias para enfrentar juntos los grandes
problemas que afectan a nuestro mundo. Se ha comprendido que la teología tradicional ha jugado un papel
importante en la legitimación de un sistema económico que sacrifica a los países pobres y justifica la destrucción
ecológica, pero que la tradición bíblica contiene muchos elementos liberadores, que pueden ser rescatados para
crear un mundo más justo y saludable.

Ante semejante complejidad y variedad de teologías proponemos la siguiente definición de teología:

Teología es la reflexión crítica sobre la fe en Dios y sobre la historia de Dios con su creación; reflexión
crítica a partir de la fe vivida y celebrada desde la praxis eclesial y un contexto socio-histórico
específico.

Analicemos la definición propuesta. Note que tiene al menos cinco componentes esenciales:

La reflexión, el entendimiento. La teología es logos: palabra razonada. “Es la fe que busca comprender”, como
expresó el teólogo occidental San Anselmo. La teología no es una cuestión caprichosa o irracional, sino una
reflexión inteligente y razonada. Hacer teología implica dar “razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pe
3.15).

Dios. Lo que distingue a la teología de todo otro reflexionar humano es que su objeto de estudio es Dios. No
podemos conocer a Dios de la misma manera en que conocemos los árboles o las conjugaciones de un verbo. Dios
no es cognoscible directamente (“Nadie ha visto jamás a Dios”, 1 Juan 4.12a). Conocemos a Dios porque se revela
en actos de amor salvífico y liberador en nuestra historia. Nuestro conocimiento de Dios es siempre un
conocimiento relativo, mediatizado por nuestros actos de amor y justicia. (“Si nos amamos unos a otros, Dios
permanece en nosotros”, 1 Juan 4.12b). Hacer teología es hablar de Dios racionalmente desde la fe, pero no de
manera impersonal; en el proceso del quehacer teológico se habla a Dios y con Dios. En otras palabras, la teología
es la reflexión de la experiencia del ser humano con Dios.

La fe vivida y celebrada. Esta revelación divina lleva a una respuesta humana: la fe vivida y celebrada. La teología
cristiana no ha surgido por afanes, ni se agota en el logos. Nace y se enriquece a partir de una experiencia de fe. Es
la fe vivida en respuesta a la iniciativa que proviene de la gracia y del amor salvador del Dios de la vida, quien se
manifestó en Jesús de Nazaret por la fuerza de su Espíritu. Y es la fe proclamada cuando la confiesa una
comunidad de creyentes.

La fe es el fundamento de la vida del/la teólogo/a y del/la creyente. Tener fe es vivir guiados/as por la realidad del
misterio de Dios. Es descubrir que el verdadero sentido de la vida, de la historia, de toda la creación, surge de la
voluntad de Dios que se expresa en el Reino. Por eso, toda teología debe ser “evangélica” en el sentido primigenio
del término: debe anunciar la buena y alegre noticia de “Dios con nosotros” y “Dios por nosotros”. Aquí queremos
destacar que metodológicamente la teología es un “acto segundo” (Gustavo Gutiérrez). Es decir, toda la reflexión
teológica significativa sólo viene después de un acto primero: la fe vivida como compromiso con el Reino de Dios
y su justicia.

Praxis eclesial. La reflexión teológica no es una tarea estrictamente individual, es el esfuerzo de una comunidad
creyente concreta, que busca cómo vivir su fe en fidelidad al seguimiento de Jesús. Por eso, la tarea teológica está
al servicio de la vida y la misión profética de la iglesia, según la perspectiva del Reino de Dios y su justicia.

En un contexto específico. La teología no es, ni puede ser, “ciencia universal”. La teología significativa siempre es
una palabra particular que surge de la reflexión en una situación concreta. Por eso, en la teología latinoamericana
de la liberación es común afirmar que no existe teología desligada de la “geografía”, es decir, de contextos
sociohistóricos específicos.

La teología se desarrolla con base en preguntas básicas que surgen del contexto presente; la teología busca
respuestas concretas ante los desafíos del contexto. Es decir, la teología tiene que responder a las preocupaciones e
inquietudes de la vida real, de lo contrario, será una teología abstracta y sin sentido. Por eso, es necesario que la
teología sea una interpelación a los procesos históricos. Entonces, la teología debe poner atención a la
manifestación de Dios en la historia a través de los signos de los tiempos. Para poder analizar la realidad histórica,
la teología latinoamericana se apoya en los resultados de estudios de las ciencias sociales. Más adelante
desarrollaremos con mayor detalle los pasos de lo que se ha llamado circularidad hermenéutica.

A la luz de lo anterior se comprende mejor porqué hoy en día es cada vez más frecuente y necesario hablar de
teología con apellido geográfico, y no simplemente de teología como un género universal. La teología, como
esfuerzo y pensamiento humano, surge siempre en un contexto social, en relación a un sujeto o interlocutor
histórico concreto. Es reflexión desde una situación histórica determinada. Así es como legítimamente hablamos de
teología latinoamericana, teología africana o teología asiática. La geografía en la teología apunta al hecho
fundamental de que la reflexión sobre el misterio de Dios se debe articular siempre desde un contexto específico,
desde una encarnación situada, desde un desafío histórico y en diálogo con un interlocutor o sujeto histórico.

Sin embargo, no todas las teologías existentes reconocen la contextualidad de la teología. En las teologías
dominantes en muchas universidades europeas o norteamericanas, tanto católicas como protestantes, se pretende
desarrollar una teología racional de alcance universal. Los teólogos, en su gran mayoría varones blancos de la clase
media, no están conscientes de que su posición social y sus preconceptos influyen en sus pensamientos teológicos y
los determinan inevitablemente.

Por otro lado, también teologías de corte tradicional o fundamentalista niegan la contextualidad de la teología.
Estas defienden que el único punto de partida para hacer teología es la Biblia. No están conscientes del hecho de
que sus preconceptos, su fe tradicional y su posición social influyen en su interpretación bíblica. Como lo dice el
teólogo Xavier Pikaza: “Toda lectura es, en el fondo, una interpretación de lo leído”. Este problema nos lleva a
profundizar más en la cuestión hermenéutica.

(Elsa Tamez, Roy H. May, José Duque, Ineke Bakker, Victorio Araya, Enrique Shäfer, Matthias Preiswerk; El
quehacer teológico; Bachillerato en Teología; Seminario Bíblico Latinoamericano; San José; Costa Rica; s/f,
páginas 16, 17 y 18).

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