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Edición y composición computarizada / Rinaldo Acosta
Cubierta / Alfredo Montoto
Imagen de cubierta / Amanecer, de Esteban Chartrand

© Instituto de Literatura y Lingüística


Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, 2002
© Sobre la presente edición:
Editorial Letras Cubanas, 2002

ISBN 959-10-0779-5

Instituto Cubano del Libro


Editorial Letras Cubanas
Palacio del Segundo Cabo
O’Reilly 4, esquina a Tacón
La Habana, Cuba
e-mail: elc@icl.cult.cu

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Índice general
PRESENTACIÓN / xi

TOMO I
La colonia: desde los orígenes hasta 1898

I NTRODUCCIÓN . Propósitos y características del tomo. Razones de la


periodización adoptada (S. ARIAS)/ 3

PRIMERA ÉPOCA
MANIFESTACIONES INICIALES (HASTA 1790) (E. SAÍNZ)/ 5
A. La vida cultural hasta 1790. Distintas manifestaciones, evolución y posibles
períodos. Paralelo con la situación cultural en Hispanoamérica / 7
1. La poesía en Cuba durante los siglos XVI y XVII. Estudio de la obra de Silvestre
de Balboa y de los sonetistas / 13
2. Los posibles antecedentes de la historia en Cuba como género literario
durante los siglos XVI y XVII. Los primeros historiadores del XVIII. Pedro
Agustín Morell de Santa Cruz / 18
3. La obra de José Martín Félix de Arrate / 22
4. Los oradores de la época / 25
5. Otras manifestaciones de la prosa. Nicolás Joseph de Ribera. Ignacio José
de Urrutia y Montoya. Jacinto Josef Pita / 28
6. El teatro en Cuba durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Santiago Pita y El
príncipe jardinero y fingido Cloridano / 32
7. Estudio de la poesía en Cuba entre 1700 y 1790 / 37
B. Caracterización general de la literatura en Cuba desde sus orígenes hasta
1790. Conclusiones / 42

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vi ÍNDICE GENERAL

SEGUNDA ÉPOCA
LA LITERATURA CUBANA EN EL PROCESO DE FORMACIÓN Y
CRISTALIZACIÓN DE LA CONCIENCIA NACIONAL (1790-1898)
A. Características de la época. Razones de la periodización adoptada para el
estudio de la literatura producida en ese momento (S. ARIAS) / 49

1. PRIMERA ETAPA: 1790-1820


LA LITERATURA EN LA ETAPA DEL PROCESO DE INSTITUCIONALIZACIÓN LITERARIA
(PREDOMINIO DEL NEOCLASICISMO) (J.L. ARCOS) / 57
1.1 Vida cultural y prensa periódica / 57
1.1.1 Características y problemáticas esenciales de la etapa / 57
1.1.2 La prensa periódica / 61
1.1.3 La crítica y el artículo en las publicaciones periódicas / 64
1.1.4 El movimiento teatral a través de la prensa. Covarrubias / 65
1.2 La poesía cubana desde 1790 hasta 1820 / 67
1.2.1 El neoclasicismo. Relaciones y diferencias con el neoclasicismo en
España e Hispanoamérica / 67
1.2.2 La obra literaria de Manuel de Zequeira / 70
1.2.3 Otros poetas. Manuel Justo Rubalcava. Manuel Pérez y Ramírez. Ignacio
Valdés Machuca / 76
1.3 La prosa reflexiva en la etapa / 81
1.3.1 Formas de manifestarse. Los problemas de su valoración literaria. Su
vinculación a las problemáticas esenciales del momento / 81
1.3.2 Reformismo político y reformismo filosófico: Francisco de Arango y
Parreño y José Agustín Caballero / 82
1.3.3 Otras manifestaciones de la prosa reflexiva. La prosa histórica de
Antonio José Valdés y José María Callejas. Oratoria forense, académica y
sagrada / 86
1.3.4 Félix Varela, pensador y ensayista. Radicalización de las ideas filosóficas y
políticas: la independencia / 88
1.4 Caracterización general de la etapa / 93

2. SEGUNDA ETAPA: 1820-1868


LA LITERATURA EN LA ETAPA DE FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA NACIONAL
(DESARROLLO DEL ROMANTICISMO COMO CORRIENTE LITERARIA) / 99
2.1 Vida cultural y prensa periódica entre 1820 y 1844 / 99
2.1.1 Vida cultural (S. ARIAS)/ 99

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ÍNDICE GENERAL vii

2.1.2 El segundo período de libertad de imprenta: 1820-1823 (E. UBIETA) / 103


2.1.3 Hispanoamericanos emigrados en Cuba (M. LESMES) / 106
2.1.4 De La lira de Apolo a La Moda. Los inicios románticos (1823-1829)
(S. ARIAS) / 110
2.1.5 Auge de las publicaciones románticas entre 1830 y 1844 (S. ARIAS) / 115
2.1.6 Ubicación de nuestro romanticismo dentro del mundo hispánico.
Características esenciales (S. ARIAS) / 120
2.2 La obra literaria de José María Heredia (S. ARIAS) / 127
2.3 Influencia, personalidad y obra de Domingo del Monte (S. ARIAS) / 141
2.4 La poesía del primer romanticismo cubano (1820-1844) (S. ARIAS) / 152
2.4.1 Características generales / 152
2.4.2 Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido / 157
2.4.3 La obra poética de José Jacinto Milanés / 163
2.4.4 Otros poetas del momento / 168
2.5 El teatro entre 1820 y 1844 / 176
2.5.1 Obras, autores, repertorio, escenarios y público (I. MENDOZA) / 176
2.5.2 La obra teatral de José Jacinto Milanés. El Mirón cubano (S. ARIAS) / 181
2.6 La narrativa del primer romanticismo (1820-1844) (S. ARIAS) / 188
2.6.1 Desarrollo del costumbrismo e inicios de la narrativa. Gaspar Betancourt
Cisneros / 188
2.6.2 Ramón de Palma y José Antonio Echeverría / 193
2.6.3 La producción de Cirilo Villaverde hasta la década del 40 / 199
2.6.4 Esclavitud y narrativa / 203
2.7 La prosa reflexiva entre 1820 y 1844 / 213
2.7.1 Ensayismo y polémica en el pensamiento político-social de José Antonio
Saco (D. IZNAGA) / 213
2.7.2 El pensamiento y la obra de José de la Luz y Caballero. La polémica
filosófica (O. MIRANDA) / 220
2.7.3 La crítica literaria / 226
2.8 Vida cultural y prensa periódica entre 1844 y 1868 (S. MONTERO)/ 233
2.9 La obra literaria de Gertrudis Gómez de Avellaneda / 247
2.9.1 Noticias sobre su vida y personalidad. Su obra lírica (S. MONTERO) / 247
2.9.2 Su obra en prosa (A. BARRIO) / 253
2.9.3 Su obra dramática (I. MENDOZA) / 259

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viii ÍNDICE GENERAL

2.10 La poesía entre 1844 y 1868 / 269


2.10.1 Evolución de la poesía cubana del período: análisis de los
términos empleados por la historia literaria tradicional. Algunas figuras
menores / 269
2.10.2 La poesía nativista: caracteres, aportes, figuras principales. José Fornaris,
Juan C. Nápoles Fajardo / 274
2.10.3 Los poetas de El laúd del desterrado / 281
2.10.4 Rafael Ma. de Mendive. Joaquín Lorenzo Luaces / 284
2.10.5 Juan Clemente Zenea / 290
2.10.6 La obra de Luisa Pérez de Zambrana. Breve comentario acerca de otras
figuras femeninas del período / 295
2.11 La narrativa de la etapa a partir de 1844 (A. BARRIO) / 304
2.11.1 Los novelistas. Betancourt, Piña / 304
2.11.2 Consolidación y auge del artículo de costumbres. Continuación de la
obra de José María de Cárdenas y José V. Betancourt / 311
2.12 Desarrollo del teatro entre 1844 y 1868 / 318
2.12.1 Repertorio, escenarios y compañías. El drama social. Creto Gangá.
Surgimiento de los bufos (A. BORROTO) / 318
2.12.2 La obra dramática de Joaquín Lorenzo Luaces (I. MENDOZA) / 322
2.13 La prosa reflexiva entre 1844 y 1868 / 331
2.13.1 La crítica literaria (M. LESMES) / 331
2.13.2 La obra erudita de Bachiller y Morales. Historiadores y científicos
(M. SERRA) / 337
2.13.3 Hacia las guerras independentistas: tendencias, conflictos y autores.
El reformismo: Francisco de Frías y El Siglo; Mestre; La Aurora. El
independentismo (M. SERRA) / 346
2.14 Caracterización general de la etapa (S. ARIAS) / 357

3. TERCERA ETAPA: 1868-1898


LA LITERATURA EN LA ETAPA DE NUESTRAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA.
(DEL ROMANTICISMO AL INICIO DEL MODERNISMO Y EL NATURALISMO COMO
CORRIENTES BÁSICAS.) / 361

3.1 Vida cultural entre 1868 y 1898. La década heroica. La tregua fecunda. La
guerra necesaria. Las artes (D. IZNAGA Y S. ARIAS) / 361
3.2 La oratoria política (D. IZNAGA) / 398
3.3 Prosa política e histórica (D. IZNAGA) / 407
3.3.1 Textos eminentemente políticos con valores literarios / 407

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ÍNDICE GENERAL ix

3.3.2 El testimonio / 411


3.3.3 La crítica histórica / 417
3.3.4 La biografía / 419
3.4 La crítica literaria / 427
3.4.1 Piñeyro, Varona, Sanguily (E. UBIETA) / 427
3.4.2 Etapa 1868-1898. La crítica literaria y el ensayo. Montoro, De la Cruz,
Mitjans, Merchán, Armas y Céspedes, Ricardo del Monte, Bobadilla,
Valdivia (M. LESMES)/ 434
3.4.3 Autores destacados en otros géneros que también ejercieron la
crítica literaria. Casal, Nicolás Heredia, Tejera, Morúa Delgado, Meza
(M. LESMES) / 444
3.4.4 Trabajos de tipo antológico e histórico sobre las letras cubanas
(M. LESMES) / 451
3.5 El teatro (A. BORROTO) / 461
3.5.1 Panorama teatral. El teatro mambí. Algunos autores. Los bufos.
Crítica teatral (A. BORROTO) / 461
3.6 La narrativa entre 1868 y 1898 (A. BARRIO) / 469
3.6.1 Panorama de la narrativa cubana de la etapa / 469
3.6.2 Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde / 475
3.6.3 La obra narrativa de Ramón Meza. Mi tío el empleado / 482
3.6.4 Otros narradores: Tristán de Jesús Medina, N. Heredia, Morúa Delgado,
Calcagno / 494
3.7 La poesía (S. MONTERO) / 505
3.7.1 Los poetas de transición del período / 505
3.7.2 El modernismo. Caracteres, polémicas, aportes / 513
3.7.3 Julián del Casal. Importancia, caracteres y aportes de su obra
poética / 522
3.7.4 Otros poetas cubanos modernistas. Juana Borrero. Bonifacio Byrne. Los
hermanos Uhrbach. Conclusiones / 533
3.8 José Martí (S. ARIAS) / 547
3.8.1 Consideraciones generales sobre su obra literaria / 547
3.8.2 Textos anteriores a 1880 / 551
3.8.3 Textos posteriores a 1880. Los versos / 556
3.8.4 Textos posteriores a 1880. La prosa / 560
3.9 Caracterización general de la etapa (S. ARIAS) / 571

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x ÍNDICE GENERAL

B. Conclusiones generales sobre la literatura cubana entre 1790 y 1898


(S. ARIAS) / 575
BIBLIOGRAFÍA GENERAL / 579
ÍNDICE ONOMÁSTICO / 583

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Presentación
D esde que en 1965 el Dr. José Antonio
Portuondo fundó el Instituto de Literatu-
ra y Lingüística trazó, en lo que al estudio de las
ros, problemáticas, etc.—, se iniciaron también
algunas tareas de carácter metodológico prepa-
ratorias de la futura historia; de modo que en
letras cubanas se refiere, dos directrices funda- ese período se elaboraron estudios abarcadores
mentales: elaborar un Diccionario de la literatu- y puntuales de todo el proceso literario nacio-
ra cubana, cuyos dos tomos vieron la luz, el pri- nal desde sus orígenes hasta la década de los años
mero, en 1980, y el segundo en 1984; y preparar 80 del siglo XX, y se trabajó, un poco antes de
una Historia de la literatura cubana. Diversas ta- ese quinquenio, en el Perfil histórico de las letras
reas que los investigadores del Departamento cubanas desde los orígenes hasta 1898, publicado
de Literatura debieron asumir en el transcurso en 1983, que significó una provechosa experien-
de los años fueron dilatando este quehacer, que cia para la futura historia. Asimismo, se realiza-
ahora se materializa con la aparición de esta obra, ron estudios críticos sobre los principales tex-
para cuya realización fue necesario sumar los tos de historia literaria cubana aparecidos hasta
esfuerzos de un numeroso núcleo de estudio- el momento y cuya riqueza, en su heterogenei-
sos de la literatura nacional. La vida, sin embar- dad de abordajes, es superior a lo que común-
go, no le alcanzó al Dr. Portuondo (1911-1996) mente se piensa; en tanto, se trazaron las Bases
para ver culminado su empeño en forma de li- metodológicas para una historia de la literatura
bro, mas sí para ver concluida la obra en su ver- cubana, sobre las cuales se trató de sustentar, en
sión definitiva y dejarla revisada y prácticamen- la medida posible y dadas las condiciones con-
te lista para su publicación. Es por ello que cretas imperantes, el estudio del proceso de forja
nuestras primeras palabras deben ser de obliga- y desarrollo de las letras cubanas.
do reconocimiento para él, que depositó en esta Las tareas de investigación y de redacción,
labor sus mejores empeños y bajo cuya guía pe- realizadas conjuntamente y ejecutadas entre
netramos con nueva óptica en el complejo pro- 1988 y 1993, persiguieron siempre los siguien-
ceso de la literatura cubana. Hemos tratado de tes objetivos cardinales: analizar y aprehender
acercarnos a tal proceso en su complicado desa- el desarrollo de nuestra literatura en el trans-
rrollo de acciones y reacciones recíprocas, sin curso del acontecer histórico nacional, precisar
ignorar las contradicciones propias de una de- sus líneas dominantes y atender a sus regulari-
terminada expresión artística, que en el caso de dades en su largo quehacer por constituirse en
la literatura acusa condicionantes específicas. literatura verdaderamente cubana, así como dar
En el lapso que corre entre 1981 y 1985, pa- fe —en el marco de estos fenómenos— de las
ralelamente a la ejecución de varias investiga- transformaciones que fueron reflejando paula-
ciones sobre nuestra literatura —figuras, géne- tinamente la realidad con mayor alcance y la tra-

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xii PRESENTACIÓN

dujeron con sentido propio. Todo ello se reali- y coherencia, indispensables en obras de esta na-
zó con la finalidad de captar el significado total turaleza.
y peculiar del proceso literario patrio en su con- El estudio se concibió a partir de tres gran-
tribución a la afirmación de la conciencia na- des divisiones de carácter histórico, político y
cional. cultural: Colonia, República y Revolución; ta-
Estamos conscientes de que algunas de las les agrupaciones se subdividieron, a su vez, en
afirmaciones y valoraciones que aquí se formu- épocas y etapas, de modo que cada volumen que-
lan tendrán carácter polémico. Ello no deja de dó conformado de la siguiente manera:
ser estimulante y potencialmente enriquecedor Tomo 1: «La colonia: desde sus orígenes has-
para el colectivo de autores que la hizo posible, ta 1898». Este tomo, como los dos restantes, es
el cual trabajó, además, con absoluta libertad de portador de una «Introducción», donde se ex-
estilos y poniendo énfasis, cuando la cuestión plican los propósitos y características del con-
lo ameritaba, en tratar de revalorizar figuras de tenido expuesto, así como las razones de la
relativos méritos y significación, pero que for- periodización adoptada. Seguidamente, se abre
man parte de manifestaciones y tendencias lite- una Primera Época, que abarca desde las mani-
rarias que han contribuido a orientar y a definir festaciones iniciales de la literatura en Cuba hasta
el acontecer artístico cubano. 1790; y después una Segunda Época: «La litera-
No se precisa insistir en que el desarrollo de tura en el proceso de formación y cristalización
nuestra literatura debe estudiarse en función del de la conciencia nacional (1790-1898)», consti-
propio devenir histórico insular y, por ende, re- tuida por tres etapas: 1790-1820, 1820-1868 y
sulta imposible disociar el desenvolvimiento de 1868-1898. En la primera se estudia «La li-
la vida literaria de la historia política, económi- teratura en la etapa del proceso de institu-
ca y cultural. En este sentido la obra que pre- cionalización literaria (predominio del Neocla-
sentamos intenta ofrecer una visión desde pers- sicismo)»; en la segunda, donde se aborda «La
pectivas coetáneas, tanto desde el punto de vista literatura en la etapa de formación de la con-
de los temas como de la proyección científica, ciencia nacional», se profundiza en el desarrollo
del quehacer literario nacional. Así, su elabora- del Romanticismo como corriente literaria a tra-
ción estuvo dictada por la necesidad apremiante vés de los diversos géneros, y la tercera, «La li-
de la contemporaneidad de su escritura, ya que teratura en la etapa de nuestras guerras por la
los empeños precedentes, válidos y eficaces en emancipación del poder colonial español», trans-
su momento, no muestran, sin embargo, una inte- curre del Romanticismo al inicio del Modernis-
gración suficiente de los diversos factores que de mo y el Naturalismo como corrientes básicas.
una forma u otra inciden en la actividad lite- Cada una de estas etapas está precedida de un
raria. panorama cultural en el cual se estudia el acon-
No fue tarea sencilla resumir materia tan vasta tecer coetáneo más sobresaliente en otras disci-
y trascendente como la que se ofrece, de modo plinas artísticas. El tomo, que estuvo bajo la di-
que no se omitiese nada esencial y procurando rección del investigador Salvador Arias, se cierra
dar idea precisa de los principales fenómenos con unas conclusiones globales sobre la litera-
operados en el campo de las letras cubanas. La tura cubana colonial e incluye al final, como los
estructuración definitiva de la obra resultó una dos volúmenes restantes, una bibliografía de
encomienda ardua, sujeta a numerosas y a veces carácter general que excluye los libros y/o artí-
candentes discusiones en las que no siempre culos citados en las notas.
hubo consenso y como regla general debió pre- Tomo 2: «La literatura cubana entre 1899 y
valecer el criterio de la mayoría. No obstante, la 1958. La República». Tras la «Introducción», se
estructura dada a cada tomo y la periodización ofrece un panorama general de la épooca que
asumida, sustentada esta última a partir de los corre entre 1899 y 1958, y a continuación se es-
criterios expuestos en las mencionadas Bases tudian dos grandes etapas: 1899-1923 y 1923-
metodológicas, permitieron cierta uniformidad 1958. La primera aparece bajo el título de «La

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PRESENTACIÓN xiii

literatura en la etapa del advenimiento de la frus- ciones literarias, dando la relevancia necesaria a
tración republicana», con el abordaje del Mo- aquellas figuras que más han contribuido a pres-
dernismo, el Posmodernismo y el Naturalismo tigiar la literatura cubana en estos años. Al final
como manifestaciones literarias básicas hasta la de cada género estudiado se incluye un panora-
aparición de las vanguardias artísticas y litera- ma sobre las publicaciones de los cubanos en el
rias. La segunda, enunciada como «La literatura exterior. Es preciso advertir que algunas de las
en la etapa de situación pre-revolucionaria pre- valoraciones que allí se formulan, debido a las
paratoria de la liberación definitiva de nuestra carencias bibliográficas con que se elaboraron,
patria», plasma, a través del estudio de figuras y tienen un carácter tentativo, y con esas limita-
géneros, cómo nuestra literatura se va incorpo- ciones deben ser entendidas. Estos panoramas
rando a los nuevos modos de expresión del si- se cierran también en 1988 y contemplan sólo
glo XX. Como en el tomo anterior, cada etapa va las obras aparecidas en español. El tomo estudia
precedida de un panorama cultural, que en el caso además otras manifestaciones que, sin ser abso-
de la segunda, por su enorme trascendencia en lutamente privativas de esta época, se han enri-
los cambios futuros, incluye además una quecido notablemente en ella. Así, figuran epí-
contextualización específica del acontecer polí- grafes dedicados al testimonio, a la literatura para
tico, social y económico. Las conclusiones ge- niños y jóvenes y a las literaturas policíaca y de
nerales de la época 1899-1958 cierran el volu- ciencia ficción. Asimismo, hay abordajes a la li-
men, en tanto que la bibliografía adopta las teratura en su conjunción con los medios masi-
mismas características del tomo precedente. La vos de comunicación, y a la significación y a los
responsabilidad general de su dirección recayó valores literarios de la oratoria revolucionaria y
en el investigador Enrique Saínz. de los principales documentos de la Revolución.
Tomo 3: «La Revolución (1959-1999)». Se Cierra el tomo, que estuvo bajo la dirección del
precisa aclarar que inicialmente habíamos elegi- investigador Sergio Chaple, con una caracteri-
do como fecha de cierre de este volumen el año zación general de la literatura de la época y con
1988, y sólo posteriormente, y a sugerencia de la correspondiente bibliografía.
la Editorial, se decidió redactar un capítulo de Para la elaboración de estos volúmenes se tra-
actualización que extendiera el análisis hasta el bajó directamente con la obra de los autores in-
año 1999. Como se sabe, todo proceso literario, cluidos, con bibliografía pasiva específica acer-
tanto en su generalidad como en su especifici- ca de los mismos y con material relacionado con
dad, requiere de cierto distanciamiento, que en períodos, movimientos, géneros y otros temas
este caso resulta realmente mínimo. Somos afines. Hasta donde ha sido posible, hemos tra-
conscientes de que no pueden formularse jui- tado de estudiar el proceso literario cubano con
cios decisivos sobre la literatura del pasado in- objetividad y lucidez, pero ello no quiere decir
mediato y sobre todo cuando, como ocurre con que trabajásemos con neutralidad. Por otra par-
la literatura cubana de los años 90, la bibliogra- te, no nos movió el afán de hacer una obra eru-
fía pasiva sobre el período es aún exigua y sólo dita, intención nada despreciable y que sopesa-
de manera incipiente comienzan a esbozarse los mos antes de emprender ésta, pero que en los
criterios para su evaluación y análisis. Pero ele- momentos actuales no estamos en condiciones
gimos asumir un reto que tan prudentemente de asumir, no obstante constituir un propósito
evaden otros historiadores, aun a riesgo de sa- al cual, por supuesto, no renunciamos.
ber el carácter tentativo o preliminar de muchas El resultado que hoy presentamos fue some-
de nuestras aseveraciones y juicios. tido a una evaluación científica muy rigurosa,
Después de la Introducción, el tomo se abre que estuvo dirigida por el Dr. José Antonio Por-
a las «Transformaciones en el proceso literario tuondo, quien encabezó el Grupo de Expertos
debidas al hecho revolucionario. La vida litera- integrado, además, por los doctores Salvador
ria en el lapso estudiado», y a continuación se Bueno, Ana Cairo, Ordenel Heredia, Rine Leal,
analizan, por géneros, las diferentes manifesta- Guillermo Orozco, Yolanda Ricardo, Luis To-

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xiv PRESENTACIÓN

ledo Sande y Salvador Arias, y por la licenciada car sus contenidos a un creciente número de es-
Cira Romero. Esta última fungió, además, como pecialistas interesados en profundizar en el es-
coordinadora general. tudio de la literatura cubana.
El carácter colectivo de esta obra, rasgo que Como es obvio, consideramos que no nos
la define y la distingue de las precedentes, con- corresponde enjuiciar la Historia de la literatura
virtiéndola en la primera que se elabora en Cuba cubana que ahora se presenta, pero coincidire-
bajo esa cualidad, entrañó la colaboración de mos todos en que acaso no podrá escribirse nun-
numerosas instituciones culturales del país, ade- ca una historia literaria de determinado país, o
más de los investigadores del Departamento de universal, con carácter definitivo. Los rasgos que
Literatura de nuestro Instituto. Dieron su va- distinguen a ésta, superables cuando en el pro-
lioso aporte especialistas de las Facultades de ceso de investigación se pueda profundizar con
Artes y Letras de las Universidades de La Ha- mayor detenimiento, vislumbran, ya, la posible
bana, Villaclara y Oriente, el Centro de Estu- necesidad de aventajarla, tarea que posiblemen-
dios Martianos, la Casa del Caribe, la Casa de te competirá a quienes se inician en estos afanes
las Américas, el Instituto Superior de Arte, el o aún permanecen en las aulas universitarias.
Instituo Cubano de Radio y Televisión, el Ins- Este futuro nos alivia en los temores naturales
tituto Cubano del Libro, el Instituto de Filoso- que compartimos hoy los que la escribimos.
fía y las revistas Tablas y Bohemia. Todos hicie- Mas, en tanto llega ese momento, acojamos la
ron posible, de una forma u otra, que este obra como una guía y un necesario acervo de
proyecto se realizara. referencias, útil para acercarnos a una proble-
Al concluirse en 1993 la Historia de la litera- mática que, como la literaria, está y estará siem-
tura cubana en su fase de investigación y redac- pre investida de la multiplicidad crítica y
ción, recibió ese mismo año el Premio Nacional valorativa que, sabemos, nunca es definitiva.
de Ciencia y Técnica, concedido por el Ministe-
rio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente,
atendiendo al carácter y al contenido de la obra DEPARTAMENTO DE LITERATURA
y también a que, en alguna medida, varios de los INSTITUTO DE LITERATURA Y LINGÜÍSTICA
estudios que incluye habían sido introducidos «JOSÉ ANTONIO PORTUONDO VALDOR»
en la práctica social a través de publicaciones de
versiones parciales, cursos de posgrado y entre- MINISTERIO DE CIENCIA,
namientos, entre otras formas posibles de acer- TECNOLOGÍA Y MEDIO AMBIENTE

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HISTORIA DE LA
LITERATURA CUBANA
Tomo I

La colonia: desde los orígenes


hasta 1898

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Introducción
PROPÓSITOS Y CARACTERÍSTICAS DEL TOMO. RAZONES
DE LA PERIODIZACIÓN ADOPTADA

E ste primer tomo del proyecto Historia de


la literatura cubana trata de ofrecer una vi-
sión, coherente y actualizada, del desarrollo de
que en ocasiones es importante fuerza actuante
dentro del mismo. El seguir esta línea y la as-
cendente producción de obras permite fácilmen-
la literatura cubana durante el lapso en el cual la te detectar dos épocas en el extenso —desde un
isla fue colonia española. Esto supone la elec- restringido punto de vista— período colonial,
ción de fechas topes signadas por acontecimien- que en definitiva no lo es tanto si lo compara-
tos histórico-políticos que pudieran ser consi- mos con la formación de otras literaturas, sobre
derados extraliterarios. Aunque la falta de todo europeas.
huellas literarias autóctonas producidas en la isla Los primeros siglos de dominio colonial son
antes de la llegada de los españoles simplifica el borrosos y escasos en obras y autores, hasta que
punto desde donde comenzar, la fecha final de en 1790 se advierte, por diversas causas que se
1898, cuando cesa la dominación colonial en explicarán en su correspondiente lugar, un in-
Cuba, no implica necesariamente un corte ta- cremento cultural notable, criterio en el que
jante en el proceso literario. coinciden prácticamente todos los historiado-
Quizás las similitudes entre lo escrito en los res. De ahí la inicial división del tomo en una
períodos que anteceden y suceden a 1898 sean primera época, hasta 1790, dedicada a las «Ma-
mayores que sus diferencias, pero es indudable nifestaciones iniciales», y una segunda época, en-
que la evolución de la conciencia nacional entra tre la fecha anterior y 1898, que estudia la lite-
en una nueva fase, después de alcanzar un salto ratura cubana en el proceso de formación y
cualitativo con la guerra independentista de cristalización de la conciencia nacional.
1895. El país, aunque pase a otra forma de de- La complejidad y progresiva riqueza de la se-
pendencia, sufre cambios bastante visibles en su gunda época hizo aconsejable su división en tres
desarrollo general a partir de 1898, los cuales etapas, en las cuales no fue difícil conjugar he-
van a detonar en el campo de la literatura y el chos histórico-políticos con el desarrollo lite-
arte ya hacia la década del veinte del nuevo si- rario y cultural, dada la estrecha vinculación que
glo, siguiendo el lógico distanciamiento de los existe entre ellos y la presencia de algunas fe-
cambios supraestructurales respecto a los his- chas válidas de importancia común, como la
tóricos, políticos, sociales y económicos. flexibilización del régimen colonial, en 1820, la
La línea fundamental que se ha seguido en la cual permite un auge de publicaciones que esti-
organización del tomo ha sido la de la forma- muló la aparición de autores y obras, y los ini-
ción de la nacionalidad cubana, lo cual no ha cios de la lucha independentista en 1868, a la
supuesto forzar ningún aspecto del proceso li- cual no pudo permanecer ajeno ningún aspecto
terario, puesto que precisamente éste no sólo válido de la cultura nacional. Así, las etapas de
es una de sus manifestaciones más visibles, sino la segunda época quedaron conformadas de la

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4 INTRODUCCIÓN

manera siguiente: lizando en las últimas décadas. De ahí lo nove-


doso que puede ser el tratamiento de ciertos as-
Primera etapa: 1790-1820. La literatura en la
pectos, muchas veces debido a las pacientes
etapa del proceso de institucionalización li-
investigaciones realizadas por los propios redac-
teraria (predominio del neoclasicismo).
tores, en comparación con los esfuerzos de
Segunda etapa: 1820-1868. La literatura en la
historización hechos hasta ahora. Debe señalar-
etapa de formación de la conciencia nacio-
se la intención que se ha tenido de centrarse en
nal (desarrollo del romanticismo como co-
el proceso literario, pero sin desgajarlo de su
rriente literaria).
contexto, en particular del desarrollo cultural,
Tercera etapa: 1868-1898. La literatura en la
propiciando la vinculación y no el corte en evo-
etapa de nuestras guerras de independen-
luciones separadas. El poco tiempo en que se ha
cia (del romanticismo al inicio del moder-
realizado este tomo —tres años a partir de su
nismo y el naturalismo como corrientes li-
proyecto inicial— impidió en ocasiones llevar a
terarias).
cabo investigaciones más profundas, de acuer-
Para la confección del presente tomo se tu- do con la dimensión y complejidad del proyec-
vieron en cuenta todos los esfuerzos preceden- to. Así y todo, creemos que se han alcanzado
tes en este campo que pudimos encontrar, y, es- resultados de gran utilidad, que son un punto
pecialmente, los valiosos y renovadores estudios de referencia insoslayable para similares proyec-
que sobre el período colonial se han venido rea- tos futuros.

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PRIMERA ÉPOCA
Manifestaciones iniciales
(hasta 1790)

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A. LA VIDA CULTURAL HASTA 1790. DISTINTAS
MANIFESTACIONES, EVOLUCIÓN Y POSIBLES PERÍODOS.
PARALELO CON LA SITUACIÓN CULTURAL EN
HISPANOAMÉRICA

Antes de entrar en consideraciones en torno a XVI, Cuba pasa a formar parte de los planes de
la cultura en Cuba hasta 1790, es necesario in- enriquecimiento de la corona y comienza la la-
tentar una división en etapas de su proceso evo- bor de ocupación y asentamiento de los prime-
lutivo, tarea esencialmente compleja por la ros poblados. Entre 1511 y 1514 se establecie-
escasez de información con que cuenta la histo- ron las villas de Baracoa (1511), Bayamo (1513),
riografía en estos momentos para la solución de Sancti Spiritus, Trinidad, Puerto Príncipe, La
esa problemática. La más atendible periodización Habana y Santiago de Cuba, todas en 1514. En
es quizás la de una primera etapa que se extien- los años de gobierno de Velázquez (1511-1524)
de desde el descubrimiento hasta la aparición de se toman las medidas del reparto de tierras, se
Espejo de paciencia y los sonetos laudatorios que extrae el escaso oro de las minas mediante el sis-
lo acompañan (1608), la segunda desde la obra tema de las encomiendas de indios y se inicia la
de Balboa hasta finales del siglo y la tercera de vida comercial. Como consecuencia de la polí-
1700 a 1790. Esta división descansa en los tex- tica de conquista llevada a cabo por Carlos V a
tos literarios conocidos, el primero el Diario de partir de 1517 —la fecha en que ocupa el trono
Cristóbal Colón, donde Cuba aparece como de España, un año después del fallecimiento de
tema ante una mirada en la que se entremezclan Fernando el Católico, quien se propuso extraer
los contornos y caracteres de la realidad con la de Cuba la mayor riqueza posible—, se produce
fabulación. Podría pensarse que otras manifes- un significativo despoblamiento de la isla a cau-
taciones de la cultura tuvieron una mayor signi- sa de la salida de sucesivas expediciones hacia
ficación en otro momento del proceso evoluti- México y otras regiones de tierra firme, de gran
vo de la época y que la escisión del primero y el atractivo por sus riquezas.
segundo períodos habría que hacerla entonces El siglo XVI no fue tan pobre en el orden cul-
en otro año. Sin negar esas variantes, hay que tural como se ha venido afirmando por la
afirmar la que queda propuesta por los hechos historiografía. De 1510 a la aparición de Espejo
que la respaldan, de gran peso en la compren- de paciencia (1608) se encuentran algunos in-
sión de los siglos iniciales de la cultura en Cuba. tentos para difundir la enseñanza. En 1513 y
La etapa 1700-1790 es, de hecho, inobjetable. 1515 la metrópoli recomendó que cada pueblo
Desde el descubrimiento, en 1492, hasta el de indios fuese provisto de un sacristán que en-
inicio de la conquista, 1510, Cuba era sólo un señara a los niños, hasta los nueve años, a leer,
sitio para alimentar la imaginación de los penin- escribir y hablar el castellano. En 1523, al esta-
sulares que habían leído el Diario de Colón o blecer el obispo de la isla, Juan de Witte, la ca-
habían oído hablar de esta tierra a los marinos tedral de Santiago de Cuba, estableció también,
que acompañaron al gran almirante en su aven- como una de sus dignidades, el cargo de maes-
tura. Transcurrido el primer decenio del siglo trescuela, que tendría como función la enseñan-

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8 PRIMERA ÉPOCA

za de la gramática «a los clérigos y servidores de siderado como literatura; sin embargo, no hay
la iglesia». 1 En 1526 Carlos V dispuso el envío que desechar la posibilidad de que existiesen y
de jóvenes indígenas a España para que estudia- escribieran, por esos años, dramaturgos cuyos
ran y fuesen, tras su regreso a la isla, los maes- nombres aún no han salido a la luz. La poesía, la
tros de los naturales. En 1532 el colono oratoria, la historiografía y otras manifestacio-
Manuel de Rojas pidió la creación de una cáte- nes de la vida literaria tuvieron seguramente sus
dra para Bayamo. Entre 1540 y 1544 ejerció el cultivadores, pero no han llegado hasta hoy
magisterio el canónigo Miguel Velázquez, per- constancias verificables. La arquitectura, por su
teneciente a la primera generación de criollos, parte, hubo de fructificar necesariamente, aun-
con estudios en Sevilla y en Alcalá de Henares y que fuese de un modo que la historia de los esti-
autor de una carta al obispo Sarmiento, de 1547, los no tendría interés en consignar, si no es que
donde levanta su voz acusadora con esta frase llegó a creaciones de alguna relevancia artística.
referida a Cuba y a la ambición del gobernador No hay que dudar tampoco que en esos dece-
Juanes Dávila: «¡Triste tierra, como tierra tira- nios circularan, entre los conocedores, diferen-
nizada y de señorío!»2 La relación de esfuerzos tes disciplinas científicas. Acerca de la existen-
por implantar la enseñanza deja ver los nombres cia de obras de arte hay un dato interesante que
de Vasco Porcayo de Figueroa, Francisco de Pa- recoge Irene A. Wright 3 al referirse al conta-
radas, el maestro Martín Hernández de Segura, dor Moncayo, quien según la investigadora po-
el obispo Juan de las Cabezas Altamirano, fun- seía muebles finos y pinturas flamencas.
dador del Seminario Tridentino. Es de destacar El libre comercio con las potencias enemigas
la labor que realizaron los jesuitas durante su de España llegó, en los primeros años del siglo
paso por La Habana durante 1565 y 1569 —pro- XVII, a un momento crítico, como lo demues-
mueven ese año la creación de un colegio—, así tran los acontecimientos que tuvieron lugar en
como la de franciscanos y dominicos entre 1574 Bayamo en 1697 como respuesta al castigo que
y 1578. Hacia finales del siglo desempeñan el el gobernador Pedro de Valdés quiso imponer a
magisterio en La Habana Diego de Espinosa y los implicados en el contrabando de la villa. La
el Bachiller Gaspar de Torres. Algunos años rebelión hizo que el Consejo de Indias tomara
más tarde, a comienzos del XVII, hay un lector muy en serio la atención que merecía la isla. A
de filosofía, tres catedráticos y un regente en un partir de ese año se establece un doble gobier-
colegio de franciscanos. no, uno en La Habana y otro en Santiago de
En materia literaria, de la etapa anterior a Es- Cuba, éste para atender los asuntos de las zonas
pejo de paciencia no se conoce ningún texto. Sin orientales. Entre 1607 y 1697 son casi constan-
embargo, es perfectamente imaginable que en- tes los ataques de los filibusteros sobre las cos-
tre esos hombres que dieron los primeros pasos tas de Cuba. Se iba produciendo paulatinamen-
dentro del campo de la enseñanza o entre quie- te el fortalecimiento militar y, a su vez, un
nes ya poseían determinado grado de cultura por crecimiento económico en el que mucho tenía
tradición familiar o por haberla adquirido en la que ver el contrabando, una de las formas del
isla a lo largo de los años, hubiese algunos capa- comercio abastecedor. Ello permitía que deter-
ces de escribir con cierta calidad literaria y que minados grupos fueran creando reservas de bie-
dejasen testimonio de esas capacidades. La car- nes de consumo y aumentaran sus posibilidades
ta de Miguel Velázquez aludida no ha de haber de disfrute material y cultural. Las distancias de
sido un ejemplo único. El teatro, como se verá la metrópoli y de los distintos puntos de la isla
al estudiar El príncipe jardinero y fingido entre sí mantenían cierto grado de autonomía e
Cloridano, no cuenta con autores conocidos que independencia en muchas regiones del interior.
rebasaran los límites de las festividades del Cor- El aparato administrativo español contribuyó de
pus —el primero celebrado en la isla es de 1520, manera notable a despertar el espíritu autóno-
el más antiguo de América—, representaciones mo en los vecinos de las villas, pues ya la legis-
en las que no había un texto que pueda ser con- lación que regía en las esferas de la burocracia y

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MANIFESTACIONES INICIALES 9

del comercio estaba en muchos sentidos al mar- sia Parroquial Mayor de La Habana, realizados
gen de las necesidades y características de la co- alrededor de 1601; Pedro de Arteaga, estable-
lonia. En 1697, cuando se firma la paz de cido en La Habana, autor de retablos para
Ryswick para poner fin al filibusterismo —éste galeones fabricados en la propia ciudad, pinta-
ya no era útil a las potencias enemigas de Espa- dos en 1606; Manuel de Viera, autor de cuadros
ña, sino un verdadero obstáculo—, el ideal ren- para el Convento de San Francisco; Lucas de
tista ha triunfado contra la tendencia a abando- Esquivel Pelayo y Gabriel Antonio, ambos ra-
nar el territorio en busca de mayor fortuna. La dicados en La Habana en las décadas del 30 y el
población blanca y mestiza que posee las rique- 70 respectivamente. Hay además noticias de la
zas y es dueña de los medios de producción, se talla en piedra, en 1608. Por lo que se refiere a la
ha establecido plenamente y disfruta de sus bie- música, importante ya en el siglo anterior, en
nes sobre la base del comercio y de la explota- especial para la vida de la iglesia, continúa un
ción del trabajo ajeno. Se han ido haciendo más gradual crecimiento, como las restantes mani-
complejas las relaciones del individuo con sus festaciones artísticas. La existencia de bibliote-
medios social y político. cas privadas hace pensar que el saber no era cier-
La vida cultural en el XVII —aparte de los nom- tamente tan ajeno a los moradores de los más
bres de Balboa y de los sonetistas, tratados más importantes centros urbanos de la isla. Hay asi-
adelante— fue acrecentándose con el decursar mismo datos que acreditan la presencia de los
de los años. Sería un tanto fatigoso relacionar oficios de librero y encuadernador. La entrada
aquí a los que se destacaron, durante esos dece- de papel refuerza la noticia de que Santiago de
nios, en las distintas ramas del saber. Descue- Cuba tenía imprenta desde 1698, información
llan Francisco Díaz Pimienta (1598-1652), na- que brinda Ambrosio Valiente en su trabajo «Ta-
cido en La Habana y autor de una tabla general bla cronológica de los sucesos ocurridos en San-
de relaciones mensurables para la navegación de tiago de Cuba» y que habría que confirmar con
galeones; Lázaro Flores (1652?-1673), también una detenida indagación. De ser cierta, es muy
habanero, médico y matemático, autor de Arte probable entonces que La Habana contase con
de navegar, navegación astronómica, teórica y imprenta antes de esa fecha.
práctica […], escrito entre 1663 y 1672 y publi- Las instituciones de enseñanza, por su parte,
cado en Madrid en 1673; Tomás Recino (1642- son objetos de preocupación entre vecinos y au-
?), profesor en España de 1663 a 1668 como es- toridades locales desde bien temprano en el XVII:
pecialista en Jurisprudencia, autor de versos y en 1611 funciona el colegio del Convento de San
de numerosos textos en latín, entre otros pro- Agustín, activo durante muchos años. Son co-
fesionales de renombre. Como un elemento nocidas las gestiones que se realizaban para lo-
importante de ese auge del saber técnico y cien- grar que se establecieran escuelas de enseñanza
tífico, las construcciones dan crecimiento a La elemental. Centros docentes, funcionarios y
Habana, elevada de rango en 1592 y necesitada maestros se encargaban de satisfacer las deman-
de reformar y aumentar sus defensas frente a das y necesidades de la población. Entre otros
los ataques depredadores de los enemigos de nombres significativos entonces en esas tareas
España, de triste recordación desde los saqueos está el de Sebastián Calvo de la Puerta, profesor
y destrucciones de 1538 y 1555. El panorama de doctrina cristiana, lectura, escritura, núme-
citadino irá cambiando con la edificación de for- ros y buenas costumbres, quien ejerció además
talezas, iglesias y casas particulares y oficiales. el cargo de alcalde examinador durante varios
La música y la pintura serán cultivadas tam- años. A finales de la centuria se crean los colegios
bién con mayor plenitud durante el siglo XVII, de San Ambrosio (1689) y de San Carlos (1693),
ya fuese en función de la iglesia o como oficio ilustres antecedentes de la docencia superior que
privado. Ahí están los nombres de Juan durante el XVIII daría tan estimables frutos.
Camargo, autor de retablos para la Cofradía de El siglo XVIII se caracterizó por las luchas de
Nuestra Señora de los Remedios y para la Igle- España contra los afanes expansionistas de Gran

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10 PRIMERA ÉPOCA

Bretaña, por la creciente acumulación de rique- nifiesto que España estaba resuelta a imponerse
za material y espiritual en comparación con la de cualquier modo sobre los que intentaran en-
centuria anterior y por el desarrollo de la con- frentar sus procedimientos y disposiciones. Por
ciencia criolla a medida que avanzan los años. su parte, la Real Compañía de Comercio de La
La primera de esas características trajo como re- Habana, creada en 1739 con capital criollo y es-
sultado el fortalecimiento militar de la isla y su pañol, tenía como finalidad controlar todas las
consecuente empleo de grandes recursos eco- importaciones y exportaciones del comercio in-
nómicos para sufragar los gastos de las cons- sular, incluso el del tabaco. En 1740 logró sus
trucciones y de los medios defensivos. Los pro- propósitos. No obstante la desatención que esto
pósitos expansionistas de Inglaterra tenían como trajo para las poblaciones del interior, pues esas
objetivo apoderarse de las riquezas que España instituciones sólo atendían los negocios de la
poseía en América, celosamente guardadas por capital, el contrabando permitió que el desarro-
la política monopolista que regía la vida comer- llo no se detuviera y pudiera continuar abrién-
cial de Cuba, inaccesible entonces a los comer- dose camino.
ciantes ingleses. Los capitanes generales que Hasta la ocupación de La Habana por los in-
llegaban a Cuba traían la doble misión de prepa- gleses en 1762, el crecimiento y auge de la ri-
rarse para la defensa y ejercer una política eco- queza es lento. La experiencia extraída por Cuba
nómica que favoreciera los intereses de la coro- de la dominación británica es de suma impor-
na, tareas estrechamente relacionadas entre sí. tancia en el desenvolvimiento posterior de la
De esos planes se desprende una creciente soli- economía de la isla y en el fortalecimiento de la
dificación de las instituciones y los procedimien- conciencia criolla. En primer término hay que
tos encaminados a lograr un seguro control so- señalar que la presencia inglesa en la capital tra-
bre las riquezas de esta posesión de ultramar. jo como consecuencia la apertura del comercio
Ese cerrado monopolio fue la causa de que se con la nueva metrópoli y con barcos de bandera
hiciera más profunda la escisión entre criollos y británica. Durante los meses que duró la rela-
españoles, los primeros frustrados en sus aspi- ción con Gran Bretaña, el comercio se vio libre
raciones de ampliar sus ingresos ante tales me- de restricciones monopolistas y fue posible com-
didas legales contra la libertad para el comercio. prar y vender con entera libertad en cualquier
El control de la riqueza se ejercía mediante los puerto de las Trece Colonias de Norteamérica y
monopolios centralizadores, como la Factoría de Jamaica. Pero no obstante los beneficios re-
del tabaco y la Real Compañía de Comercio de cibidos durante ese año por los criollos dedica-
La Habana. La creciente importancia del tabaco dos al comercio, fue acogido con júbilo el resta-
llamó la atención de los intereses metropolita- blecimiento del dominio de España, prueba de
nos. Los ministros de Felipe V concibieron la que las discrepancias no escondían un sentimien-
idea de centralizar la compra a los cosecheros to antiespañol, sino sólo un sentido de autono-
para que los beneficios de las transacciones co- mía de raíz económica. Beneficio mayor de esa
merciales en Europa pasasen todos a la corona. libertad que trajo la hegemonía inglesa fue la ex-
Pero la Factoría se propuso además fijar los pre- periencia para los años subsiguientes. Entre 1763
cios de la compra y prohibir la venta de sobran- y 1790 tuvieron lugar una serie de acontecimien-
tes a otros compradores. El mismo año 1717, tos decisivos para el desarrollo de Cuba. El pri-
meses después de establecido el estanco del ta- mero fue el reinado de Carlos III, de 1759 a 1788.
baco, se amotinaron los vegueros y lograron que La política de despotismo ilustrado del nuevo
el gobernador, Vicente Roja, abandonara la Ca- monarca se planteaba la necesidad de mejorar la
pitanía General y se marchara de Cuba. El des- situación de la colonia con la aplicación de me-
contento por las arbitrariedades de la Factoría y didas económicas y sociales que hicieran salir a
la política descaminada de la metrópoli tuvo la isla del atraso manifiesto en que se encontra-
otros dos momentos críticos, uno en 1720 y otro ba. No podían subsistir, a la luz de la recién acae-
en 1723. La última de esas revueltas puso de ma- cida dominación británica, los métodos de pre-

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MANIFESTACIONES INICIALES 11

dominio como los de la Real Compañía de Co- to de incorporar sistemáticamente las noticias e
mercio. Se impone una nueva política que traiga informaciones procedentes de Europa, sin du-
transformaciones decisivas a la isla. das una posibilidad de ensanchar los horizontes
Aunque no pueda afirmarse que la enseñan- políticos y culturales para los habitantes de la
za, durante el siglo XVIII, alcanzara una difusión isla. En relación directa con la imprenta está el
como en años posteriores, hay que destacar su grabado, que ya viene acompañando al primer
asentamiento definitivo y estable en la rama de impreso conocido. Más tarde surge Francisco
los estudios superiores desde la mitad de la cen- Javier Báez (1748-1828), autor de numerosos
turia. En 1722 se funda en Santiago de Cuba el grabados ornamentales y alegóricos con los que
Seminario Conciliar de San Basilio Magno y en da inicio a la historia de ese género artístico en
esa misma década se crean el Colegio de San Cuba. La pintura de Nicolás de la Escalera
Carlos —más tarde, en 1773, fundido con el de (1734-1804) enriquece la cultura del siglo e ini-
San Ambrosio— y la Universidad de La Haba- cia el posterior desarrollo del arte pictórico. Su
na (1728), esta última basada en los preceptos obra (San José con el niño y la pared decorada
de la escolástica, de acuerdo con los reglamen- de la iglesia de Santa María del Rosario, por
tos de la universidad de Santo Domingo, que ejemplo), está influida por la pintura española
los había puesto en funciones desde el año de su de tema religioso, en especial la más convencio-
fundación, 1538. Ese espíritu casi medieval de nal, representativa de una tendencia popular;
la enseñanza superior demandaba reformas que constituye, en sus retratos, un aporte atendible
permitieran la incorporación de la docencia a los de la historia de la plástica de los inicios de la
progresos que en otras latitudes experimentaba cultura en Cuba. El caso de Esteban Salas (¿-
el saber. Se inició, al calor de esas necesidades, 1803) es mucho más rico que el de Báez y Esca-
una serie de demandas que solicitaban la intro- lera por los valores intrínsecos de su música.
ducción de cátedras nuevas, de física y de mate- Cuando se traslada a Santiago de Cuba comien-
máticas. En lo que concierne a la enseñanza pri- za el auge musical de la provincia y, con él, de
maria se aprecia cierta desatención por parte de toda la isla. Fue la puerta de entrada de una par-
las autoridades, como deja ver el informe de te importante de la tradición europea, Haydn
fray Félix González,4 «Relación de las escuelas especialmente, y al mismo tiempo un singular
[…]», aunque quizás una investigación a fondo creador con pleno dominio de la técnica. Escri-
de la cuestión permita comprobar que el aban- bió textos de filosofía y poesías, más tarde con-
dono oficial no era en realidad tal y como lo ve vertidas por él mismo en villancicos de pascua.
el informe mencionado. Puede apreciarse, a partir de lo que se ha ex-
En la década 1720-1730 se estableció la im- puesto en estas consideraciones, que el siglo XVIII
prenta de Carlos Habré, cuyo más antiguo im- ha ido creando las condiciones imprescindibles
preso conocido data de 1723. En los años subsi- para el salto que se producirá en la etapa siguien-
guientes surgieron otros establecimientos de te (1790-1820), el primer período reformista de
impresión que fueron ampliando la difusión de la historia de Cuba. En la evolución política,
la cultura, con un creciente número de publica- social y económica, y en su reflejo en la cultura
ciones, pero no sin encontrar resistencia por par- a lo largo de estos siglos, desde el descubrimien-
te de las autoridades, una y otra vez negadas a to hasta 1790, se van haciendo cada vez más com-
dar permiso para la apertura de talleres. Los más plejas las relaciones de los criollos con sus cir-
atendibles trabajos de esas imprentas son los ser- cunstancias y gana en dimensión y profundidad
mones sagrados, las obras historiográficas y las la contradicción esencial entre criollos y penin-
publicaciones periódicas: Gaceta de La Haba- sulares, factores determinantes en el posterior
na, El Pensador (ambas de 1764, la segunda de auge de la conciencia autónoma y la cultura de
existencia dudosa), La Gazeta de la Havana la isla. La dinámica del acontecer, por acumula-
(1782-1783), el primer periódico editado en ción cuantitativa, enriqueció la conciencia de sí
Cuba que se conserva, importante por su inten- al mismo tiempo que se producía una literatura

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12 PRIMERA ÉPOCA

—en una amplia acepción del término— que era contaban desde la época prehispánica con una
reflejo de la creciente necesidad de realización cultura verdaderamente monumental, atrajo la
de los criollos en las distintas esferas de la vida atención de la corona y de los gobernantes y
social. Las ideas de José Agustín Caballero, permitió, además, un más fácil crecimiento en
Francisco de Arango y Parreño, Manuel de la vida comercial. Las instituciones fundamen-
Zequeira y otros representantes del reformis- tales para la cultura iniciaron su vida bien tem-
mo de los años subsiguientes, surgen como con- prano en los principales territorios americanos
tinuidad de distintos acontecimientos de la vida por las razones antes expuestas. La conquista,
social y cultural precedente. que en Cuba no fue una fase significativa por su
Los grandes centros coloniales del resto de pobre envergadura, produjo algunos de los más
América tuvieron un auge muy superior en el memorables textos de toda la época. Sin embar-
saber humanístico y científico durante esos si- go, a finales del siglo XVIII Cuba ha logrado es-
glos, no sólo por el volumen de obras dejadas a tablecer un grupo homogéneo de instituciones
la posteridad en todas las disciplinas, sino in- y se han escrito o han comenzado a integrarse
cluso por la calidad real de esos testimonios. una serie de textos e ideas que pueden parango-
Basta recordar los nombres de Sor Juana Inés narse con las de sus homólogos del resto del
de la Cruz, Juan Ruiz de Alarcón, el Inca continente. A pesar de la relativa pobreza cul-
Garcilaso, por citar sólo escritores. La educa- tural de los siglos XVI-XVIII en Cuba, esos son
ción, la música, la arquitectura, la oratoria, la años formativos de una sensibilidad criolla que
pintura, alcanzaron relieves aun hoy admirados se irá conformando para el salto cualitativo del
por su maestría y perfección. Las causas son decenio final del siglo.
obvias: la mayor riqueza de esos centros, que ya

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1. LA POESÍA EN CUBA DURANTE LOS SIGLOS XVI Y
XVII. ESTUDIO DE LA OBRA DE SILVESTRE DE BALBOA Y
DE LOS SONETISTAS

Las investigaciones realizadas hasta estos mo- delo del género, un poema narrativo de cierta
mentos han sido infructíferas en el empeño de extensión, escrito en octavas reales y versos
hallar, durante los siglos XVI y XVII , textos ante- endecasílabos con rima ABABABCC. Al final
riores, coetáneos o posteriores a Espejo de pa- tiene un «Motete» cantado en 1604 —fecha que
ciencia y los sonetos que lo acompañan. Resulta lo convierte en el documento literario conoci-
improbable, no obstante, que durante casi dos- do más antiguo de Cuba— para celebrar el re-
cientos años no hubiese otras manifestaciones torno del obispo secuestrado, Cabezas Altami-
en el género entre hombres que de un modo u rano. Los datos que se poseen inclinan a pensar
otro habían adquirido la instrucción necesaria y que el texto de Balboa pudo haber sido escrito a
poseían, con toda seguridad, las aptitudes y las lo largo de los años 1604-1608, es decir: las fe-
motivaciones imprescindibles, habida cuenta la chas del secuestro y de la «Carta dedicatoria»
riquísima tradición lírica de España y la que ya que aparece al frente del poema. Sus estrofas
se venía formando dentro del género épico en relatan la prisión del obispo Fray Juan de las
América. La propia existencia de Balboa (1563- Cabezas Altamirano por la acción del pirata
1644) y de sus compañeros de inquietudes hace francés Gilberto Girón, quien lo lleva cautivo a
pensar que no fueron ellos los únicos cultiva- su nave y pide por su vida y por la del canónigo
dores de la poesía en Cuba y puesto que no fue- Puebla —a quien también se lleva por la fuer-
ron sus textos conocidos los únicos que escri- za— un rescate en víveres y dinero; la batalla
bieron, como parece leerse en este momento de que libran Gregorio Ramos y sus hombres con-
la «Carta dedicatoria» de Balboa 5 al obispo tra el pirata para castigar la afrenta del secues-
Cabezas Altamirano: «Me dio [el obispo] unas tro, y finalmente el triunfo alcanzado sobre los
justas quejas casi reprendiéndome del descuido herejes. A partir de la introducción se desen-
de no haberle mostrado alguna cosa de esta pe- vuelve el argumento en seis partes, tres en cada
queña gracia que Dios me comunicó…», no se canto. Su desarrollo es lineal, una consecución
explica fácilmente la aparición súbita de siete de hechos entrelazados unos con otros, desde la
poetas si no se piensa que en ellos el ejercicio de decisión del secuestro hasta la celebración del
la poesía había sido incorporado a lo largo de una triunfo sobre el enemigo. Cada una de las par-
experiencia acumulada y que coincidían con otros tes en que se divide la narración agrupa un con-
en esos mismos afanes a todo lo largo de la isla. junto de detalles que forman, a su vez, un nú-
Espejo de paciencia es, pues, nuestro único cleo. La división es la siguiente: CANTO I :
texto de poesía épica renacentista, 6 al estilo de Introducción (vv. 1-64). 1ª parte: Acción para
los poemas americanos, como La araucana o el el secuestro (vv. 65-240). 2ª parte: Secuestro (vv.
Arauco domado. Es entonces, siguiendo el mo- 241-448). 3ª parte: Liberación y retorno (vv. 449-

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14 PRIMERA ÉPOCA

560). CANTO II: 1ª parte: Preparación de la ven- 108) se alude al pirata de manera elogiosa, en el
ganza (vv. 561-792). 2ª parte: Combate (vv. 793- primer caso para exaltar la hazaña de Gregorio
1024). 3ª parte: Celebración (vv. 1025-1213). Ramos y en el segundo ganado el autor por la
A todo lo largo del poema se insiste en la pie- personalidad real del antihéroe. En la caracteri-
dad del obispo y en su paciencia para soportar la zación del enemigo, alcanza mayor efectividad
afrenta del pirata, virtud de la que toma título la la narración de hechos concretos que la ingenua
obra. Es preciso señalar que la exaltación que adjetivación de otros momentos, ineficaz tam-
hace Balboa de las cualidades de Cabezas bién en la conformación de la imagen que Balboa
Altamirano es un intento para crear un perso- pretende comunicar del obispo. En el segundo
naje ideal. Puede afirmarse que la paciencia del canto el contraste viene dado por la oposición
obispo y todos los encomiables méritos que lo con Gregorio Ramos, quien daría muerte al ene-
adornan son memorables y ejemplares sólo a migo francés para imponer de nuevo la justicia.
partir del texto de Balboa, pues los datos con- Antes del combate, Balboa se detiene en califi-
cretos que la historia nos ha entregado acerca cativos contra Girón, como había hecho ante-
de este personaje real del siglo XVI no permiten riormente; durante el combate en que se enfren-
conformar una imagen suya que merezca, desde tan los dos escuadrones, se impone una mayor
una perspectiva puramente ética, la alabanza que objetividad que se traduce en un realismo de
le tributan las estrofas de Espejo de paciencia. mayores alcances por su fuerza de convicción.
No sería insensato pensar que el obispo, Gregorio Ramos es un héroe épico, un hom-
involucrado en el comercio de contrabando tan bre de acción que complementa, en la concep-
frecuente en la época, e interesado, al mismo ción general de la obra, las cualidades de Cabe-
tiempo, en aparecer como inocente ante las le- zas Altamirano. Si se comparan los diseños de
yes que prohibían su práctica, pidiese a Balboa Balboa en cada uno de estos personajes se podrá
que dejara esclarecida su memoria ante las auto- observar que Ramos se ajusta con mayor rigor a
ridades superiores. El tratamiento de este per- los hechos reales, si bien la figura de Girón al-
sonaje, analizado desde una perspectiva litera- canza, en ciertos momentos, en especial los del
ria, resulta inconsistente y de poca fuerza de combate, similar autenticidad. La legitimidad de
convicción. El exceso de algunos pasajes —como los pasajes en que se describe a los hombres que
el de las oraciones del camino ante la cruz— y irán a la batalla, se los exhorta para la pelea y se
toda la primera parte, podrían argumentarse detallan pormenores del enfrentamiento, des-
como pruebas de la inautenticidad de su carac- cansa sobre todo en su carácter inmediato, ob-
terización. No obstante, hay momentos en que jetivo, de abundantes ejemplos en la tradición
el personaje pasa del plano ideal —donde Balboa literaria y en la propia experiencia histórica con-
lo sitúa de acuerdo con sus pretensiones creta de estos personajes, todos de probada exis-
moralizantes— al plano real, como sucede al tencia cierta. Es oportuno señalar que la supe-
contrastar los versos en que se alude a la bene- rior calidad que se observa en las descripciones
volencia, las lágrimas y la piedad del obispo y exterioristas en comparación con los retratos
aquellos en los que se relata el recibimiento que moralizantes (ambas vertientes estrechamente
hace a los triunfadores, a quienes acompaña muy unidas en la conformación integral de la obra en
regocijado junto a la cabeza de Gilberto Girón una relación causa-efecto), el mayor verismo en
clavada en un puñal. la exposición del acontecer factual, convierte a
Los restantes personajes aparecen caracteri- Espejo de paciencia en el antecedente de poesía
zados tomando como centro la figura del obis- épica de que careció la literatura cubana hasta
po. Durante el primer canto, Gilberto Girón su descubrimiento en 1838 por el investigador
aparece estrechamente vinculado a la paciencia José Antonio Echeverría. Esa superioridad vie-
de Cabezas Altamirano para darnos su retrato ne a demostrar, además, la significación que po-
moral por contraste con las virtudes de su vícti- seía para el autor, de escasas dotes creadoras, la
ma, aunque en dos ocasiones (vv. 47-48 y 107- historia inmediata.

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MANIFESTACIONES INICIALES 15

El más importante de los personajes secun- recibimiento del primer canto, vv. 473-552) y
darios es el negro Salvador Golomón, quien da contribuyen a una lectura fresca por la esponta-
muerte a Girón en combate singular y cuyo neidad en el tratamiento de la trama narrada,
nombre está omitido de la relación de soldados incluso en los pasajes pobres desde el punto de
que van con Ramos al combate. Las causas de vista artístico. La llaneza del estilo, despojado
este silencio podrían ser dos: 1) fue motivado de retorcimiento culterano, es decisiva en esa
por la condición de esclavo del personaje, aun- virtud esencial de las estrofas de Balboa.
que no pudo permanecer oculto después de la Aunque no podamos reconocer, por lo que
hazaña y aun desde la estrofa de los vv. 929-936, queda dicho, que el texto de los inicios de la li-
preludio del encuentro, y 2) se trata de un re- teratura en Cuba es un ejemplo de alta calidad
curso del autor para que resaltara por contraste artística, no puede pasarse por alto la importan-
la hazaña bélica. Podría pensarse asimismo en cia que encierra por otras razones. Sobresalen
una tercera causa: el pasaje fue introducido por los rasgos autóctonos o de insularidad a todo lo
el descubridor, Echeverría, para exaltar la figura largo de estas estrofas. Por los datos que se co-
de un esclavo y propiciar, en el contexto de fi- nocen acerca de la vida de su autor es posible
nales de la década del 30, la difusión de las ideas conjeturar que se radicó en la isla entre 1592 y
antiesclavistas que él, con otros intelectuales, 1595, procedente de su tierra de origen, Islas Ca-
sostenía por aquellos años. El resto de los per- narias. Por los años en que escribe, 1604-1608,
sonajes es de menor importancia y carece de la está ya impregnado de la naturaleza insular y su-
significación de cualquiera de éstos que quedan mergido activamente en la vida social, econó-
mencionados. Su importancia mayor radica pre- mica y política de la colonia. Con mayor o me-
cisamente en el grupo mismo, que constituye nor fidelidad logró dejar constancia en sus versos
una muestra de los distintos elementos étnicos de algunas características de su medio, tanto de
que integraban la sociedad de la época. Los ver- orden natural como de orden social, relato de
sos en que de una forma u otra se alude al conjun- hechos reales o verosímiles que ocurrían fre-
to de los personajes o a sus individualidades, dan cuentemente por aquellos años en Cuba y el
ocasión para un estudio sociológico que escapa a Caribe y en los que el mismo Balboa tenía inte-
los objetivos de una historia de la literatura. reses muy concretos, en especial el contraban-
Hay que recalcar la simplicidad de Espejo de do, un elemento vital de la economía a comien-
paciencia como obra de arte. Sus mejores zos del siglo XVII. Por otra parte, la actitud de
estrofas demuestran una relación estrecha con los que participan en la acción punitiva es la de
poemas renacentistas de reconocida calidad. Ex- todos los habitantes de la isla frente a los ata-
ceptuados esos escasos momentos y algún que ques enemigos. Espejo de paciencia viene a ser
otro verso aislado (Era en el mes de abril, cuan- en verdad, antes que un retrato del obispo Ca-
do ya el prado / se esmalta con el lirio y con la bezas Altamirano, un reflejo de aquellos años
rosa, vv. 85-86; Saltan en tierra con gallardo brío; formativos de la vida histórica de Cuba y, en esa
/ pisan soberbios la menuda arena, / disparan ba- misma medida, de sus rasgos distintivos frente
las por el aire frío, / cual si en su patria fuesen, no a la metrópoli.
en la ajena, vv. 777-780, por ejemplo), es nece- En el momento del secuestro no es posible
sario reconocer la poca destreza de Balboa para hablar de una conciencia de lo propiamente au-
trabajar la palabra y su falta de creatividad y de tóctono entre los criollos y aun mucho menos
gran aliento poético. Estos rasgos caracte- de un anhelo de autonomía —por lo que no es
rizadores se hacen más evidentes aún cuando se exacto dar a la acción del castigo un carácter po-
compara su obra con los poemas épicos ameri- lítico, de oposición a un enemigo extranjero—,
canos de su momento, de mayor soltura y de sino exclusivamente de pura y simple diferencia
una sensibilidad más refinada. No obstante, hay de intereses y de procedimientos con respecto a
en Espejo de paciencia aciertos que dejan una la colonia entre los nacidos en estas circunstan-
grata memoria (sirva de ejemplo el pasaje del cias y los que pretendían imponer las leyes de la

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16 PRIMERA ÉPOCA

corona. Balboa expresa esa comunidad de inte- se como punto de partida la opinión de Néstor
reses al romper el rigor de las jerarquías sociales Ponce de León: «Ninguno de los sonetos puede
con ocasión de la batalla contra los piratas, en la ser considerado como un modelo.» 7 Es necesa-
que participan los distintos sectores y grupos rio aclarar, no obstante, que algunos de esos
económicos y raciales para salvaguardar la bue- sonetos están a la altura de mucho de lo que se
na marcha de sus beneficios económicos. A par- escribió en español no sólo en su momento, sino
tir de la insularidad esencial que atraviesa al poe- incluso durante el siglo XIX, tanto en España
ma de comienzo a fin, procede su autor a detallar como en Hispanoamérica. En sus versos es po-
la naturaleza de la isla. Las flores y frutos mues- sible encontrar un trabajo de cierto refinamien-
tran el esplendor del entorno natural como un to y de sensibilidad ya depurada por el aprendi-
elemento altamente estimado por el poeta, quien zaje. En todos se observa el gusto por la claridad
ha hecho suyas esas realidades como si le perte- de pensamiento, con algunas excepciones que
neciesen desde siempre. No obstante las mane- aluden a la cita erudita y a la referencia literaria.
ras simples y superficiales en que aparece la na- Hay un juego con la luz y la sombra y con cam-
turaleza insular en el poema, en esa preferencia bios de tonalidad que poseen un afán ornamen-
de Balboa y en lo que ello implica de desenten- tal, no precisamente una voluntad de estilo o una
dimiento de otro paisaje y de cualquier influen- visión del hecho poético concientemente asimi-
cia literaria puede verse el primer ejemplo de la lada. La cita erudita se constituye en estos ejem-
estrecha relación posterior, en la literatura cu- plos en una manera de mostrar los afectos y el
bana, entre poesía y circunstancia. elogio hacia el autor del texto mayor. Por enci-
Es importante señalar la incorporación de los ma de las influencias renacentistas se impone la
elementos autóctonos a los típicamente renacen- sencillez expresiva, a su vez un retorno a for-
tistas en Espejo de paciencia, intento de síntesis mas más limpias, típicas de la primera mitad del
que pretende engrandecer a la isla con el secular siglo XVI.
prestigio de la tradición y del gusto literario del En general, el lenguaje de los sonetos es po-
Renacimiento y que, al mismo tiempo, dice mu- bre no sólo en su adjetivación, sino también en
cho del carácter inmediato de la observación de su sintaxis y en la elaboración de las estrofas.
Balboa. La ruptura de la rigidez es otro elemen- Así, de un comienzo prometedor,
to distintivo de la individualidad del texto. Cier-
ta gracia ingenua y una grata frescura se conju- Tan alto vuelas, pájaro Canario,
gan con esa ausencia de solemnidad, de modo que se pierde de vista ya tu vuelo,
que en ningún momento se puede hablar de un cual águila caudal que sube al cielo
tono trágico en los diferentes pasajes del relato, a buscar su remedio en su contrario
ni aun en los del secuestro, en los que tanto em-
peño puso el autor. En ese sentido puede decir- pasamos a un final mucho más pobre:
se que el carácter popular es un factor predomi-
nante en la obra, sobre todo si se tienen en cuenta Y ceñirán tus sienes la Corona
las posibles influencias literarias del momento del lauro bello sin sazón cogido
en Balboa. El tono de sabiduría pragmática que que te ofrece tu madre gran Canaria.
sobresale en algunos versos y ese carácter pri-
mario del conocimiento de la vida que se obser- Las estrofas y los versos de ese tipo son los
va en determinados finales de estrofa, confirman más frecuentes en los sonetos. En ocasiones el
el arraigo en lo popular. Balboa transmitió, con mal gusto se impone sobre la mediocridad, como
mayor fuerza que cualquier otro elemento en el verso Aquí donde el amor pesca sin boya,
integrador, el aquí y ahora de su circunstancia del texto de Antonio Hernández el Viejo. La
histórica concreta e inmediata. pobreza expresiva de estos poemas se evidencia
Para un juicio valorativo de los seis sonetos en el empleo de lugares comunes, que se reite-
que anteceden al poema de Balboa puede tomar- ran de un soneto a otro, como si el verso de uno

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MANIFESTACIONES INICIALES 17

fecundara la imaginación de los demás. Todos Pues su dulzura os hace más famosa
coinciden en la alabanza a Balboa y en el reco- que a aquella a quien la lira de Anfion
nocimiento de sus cualidades como poeta. A hizo los muros de ladrillo y piedra.
partir de ahí se repiten los adjetivos, los recur-
sos y, en general, las mismas ideas. La isla entra en la fabulación y se integra a los
A pesar de esa insuficiencia artística, de esa valores de la tradición clásica y renacentista. Pai-
pobreza formal, y gracias a la hipérbole que pre- saje y poesía, hazaña y canto, estarán desde ese
tende, como en Espejo de paciencia, enriquecer momento indisolublemente ligados a lo mejor
la alabanza por la fusión de lo insular y la gran de las letras cubanas. En esas seis muestras de
tradición, las muestras de estos poetas poseen los inicios de la poesía en Cuba se halla no sólo
un interés similar al de las estrofas de Balboa. el comienzo de la lírica nacional en un orden
En ellos está la naturaleza de la isla engrandecida estrictamente cronológico, sino además el pri-
por la gloria del mito y por una estrecha identi- mer testimonio de un acercamiento amoroso a
ficación entre acción y entorno natural. En el nuestra realidad y del arraigo profundo de los
ejemplo de Lorenzo Laso, el de expresión más creadores a las circunstancias insulares.
depurada, hay una síntesis que trasciende la rea- Estos seis autores (Pedro de las Torres Si-
lidad concreta, inmediata, de la que surge. Nada fontes, Cristóbal de la Coba Machicao, Barto-
como la elocuencia propia del texto: lomé Sánchez, Juan Rodríguez de Sifuentes, An-
tonio Hernández el Viejo y Lorenzo Laso de la
Dorada isla de Cuba o Fernandina, Vega y Cerda), ya identificados con el paisaje y
de cuyas altas cumbres eminentes en estrecha vinculación creadora con la historia
bajan a los arroyos, ríos y fuentes de Cuba desde el momento que su historia es la
el acendrado oro y plata fina; de sus propios intereses, desde el instante en que
adquirieron la conciencia de sí mismos gracias a
Si el dulce canto y música divina
su radicación definitiva o a su nacimiento en la
de aquel que vio las infernales gentes,
isla, y gracias también a su discrepancia —como
las penas suspendió tan diferentes,
sucede con Balboa— de intereses en relación con
y movió a compasión a Proserpina;
la metrópoli, son sin duda los primeros ejem-
Con cuanta más razón, Isla dichosa, plos de una conciencia autónoma en la historia
estáis vos dando al orbe admiración del género en la literatura cubana.
con este nuevo Homero y fértil yedra,

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2. LOS POSIBLES ANTECEDENTES DE LA HISTORIA EN
CUBA COMO GÉNERO LITERARIO DURANTE LOS SIGLOS
XVI Y XVII. LOS PRIMEROS HISTORIADORES DEL XVIII.
PEDRO AGUSTÍN MORELL DE SANTA CRUZ

No se conocen, en los siglos XVI y XVII, antece- hace sospechar que no se trate de la prosa de
dentes de la historia como género literario. Su Fonseca, pues no es de esperar de un humilde
concepción es un producto típico del XVIII. Sur- capellán que al parecer no tuvo contactos sus-
ge como resultado de un interés nuevo y cada tanciales con la cultura, una prosa como la que
vez mayor por la isla, su pasado y su presente. se lee en la Historia de la aparición milagrosa…,
Desde la fundación de las primeras villas se ini- mucho menos cuando se sabe que el texto había
cia un largo proceso de asentamiento de las ins- sido sometido a análisis y expurgado por el pres-
tituciones que habrían de regir la vida económi- bítero Bernardino Ramón Ramírez hacia 1782.
ca, política y cultural de la colonia. En el siglo La obra de Ambrosio de Zayas Bazán (1666-
XVIII se hace plenamente consciente la impor- 1748), Carta y relación de la Isla de Cuba y sus
tancia de ese pasado y aparecen los primeros in- particularidades, con tres historias de los Gober-
tentos para explicar su evolución y desarrollo nadores de La Habana desde el año de 1549 hasta
en el tiempo. Nace entonces la conciencia his- 1725; de los Obispos hasta 1705 y de los Virreyes
tórica, la necesidad de comprender el pasado en de México, de 1725, fue la primera escrita por
función del presente. El primero que se ocupó un insular. El desconocimiento del texto y el
en Cuba de escribir acerca del pasado de la isla enunciado del título no permiten más que espe-
fue el presbítero Onofre de Fonseca (1648 ó 49- cular sobre su contenido, quizás una breve rese-
1710), nacido en Jamaica, autor de Historia de ña de los gobiernos civiles y eclesiásticos de la
la aparición milagrosa de Nuestra Señora de la isla, elaborada a partir de las actas del cabildo
Caridad del Cobre, de 1703. El tema de la obra habanero, de las que tan cerca se encontraba su
de Fonseca no permite que se la clasifique como autor en razón de sus cargos, y con la consulta
histórica, pues a todo lo largo de sus páginas se además de otros documentos relativos a la vida
reitera la exaltación de los milagros de la Virgen de la iglesia. Le Riverend 8 da como probable
a través de su enumeración como hechos incon- que la obra haya sido solicitada por el Consejo
trovertibles, pero el intento de desentrañar la de Indias, interesado en conocer las posibilida-
tradición para convertirla en un conjunto de des económicas de la colonia y los recientes con-
acontecimientos indiscutibles y la utilización de flictos y rebeliones de los vegueros. Esa hipóte-
fuentes con fines probatorios sí permiten con- sis es aún más atendible si se tiene en cuenta
siderar esta aproximación al pasado como ex- que el gobernador Gregorio Guazo Calderón,
presión de una conciencia histórica. Es un serio quien en 1723 había reprimido brutalmente la
intento, más allá de la autoridad del dogma im- tercera rebelión de los vegueros, envió el ma-
puesto por la Iglesia, de dar fuerza de realidad a nuscrito a España. Cualquiera que fuese la ra-
una tradición. La copia que ha llegado hasta hoy zón por la que Zayas Bazán escribe, hay sin

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MANIFESTACIONES INICIALES 19

dudas una voluntad de dejar constancia del pa- histórica y estadística de todos los pueblos de Ni-
sado desde las fuentes documentales. El caragua y Costa Rica […] (1751); 5) «Relación
sustentamiento de una determinada tesis le da- en 1757 de la visita eclesiástica de la ciudad de
ría a la Carta y relación de la Isla de Cuba… una La Habana y su partido en la isla de Cuba […]»,
significación mayor, pero su carácter de antece- recientemente publicado con el nombre de La
dente de la historiografía no deja de ser una rea- visita eclesiástica (1985); 6) Historia de la isla y
lidad porque sólo se haya preocupado por la sim- catedral de Cuba (1754-1761), al parecer la de
ple enumeración. La presencia de los virreyes mayor extensión; 7) Carta pastoral del Illmo.
de México en la obra hace pensar en un posible Sr. Obispo de Cuba a su diócesis con motivo
paralelo comparativo con la historia de Cuba. del terremoto acaecido en la ciudad de Santiago
Antes de 1750 se escribieron otras obras, tam- y lugares adyacentes (1766).
bién perdidas y sólo conocidas por el título: La obra de agosto de 1731 es interesante por
Historia de los principales edificios de La Haba- lo que dice acerca de la esclavitud de la época, al
na y un Premio geográfico mercantil, de Bernar- menos en la zona de El Cobre, y por el diálogo
do de Urrutia y Matos; La Habana exaltada y que se suscita entre el obispo y los sublevados,
la sabiduría aprendida e Historia de la Universi- a quienes trata de hacer regresar a sus labores y
dad literaria de San Gerónimo de la isla de Cuba vida cotidianas; el relato de la conversación trae
(1740), del presbítero José Manuel Mayorga; la primera noticia conocida de lo que siglos des-
Origen, fundación, progresos, gobierno, cátedras pués sería el choteo cubano, especialmente esta
y estudios de la Insigne, Pontificia y Real Uni- frase de Morell: «todo lo que no era hablar a
versidad literaria de San Gerónimo (1745), No- favor de ella [la libertad] les causaba risa».9 Por
ticias de los escritores de la isla de Cuba (c. 1750?), su parte, la Carta pastoral por el terremoto de
una historia de la orden de Santo Domingo en Santiago de Cuba es una denuncia del estado de
Cuba, algo posterior a 1750, de fray José cosas imperante por esos años en la ciudad orien-
González Alfonseca, según autorizados erudi- tal, similar en ese sentido a la primera, pues aque-
tos el autor más importante de esa primera mi- lla era asimismo una acusación de los procedi-
tad de la centuria, relevante orador y, como casi mientos del gobernador, los que según Morell
todos los que escriben en el XVIII, sólidamente habían provocado la actitud rebelde de los es-
formado y con diversos cargos. clavos de las minas. La Carta de 1766 tiene estas
Figura de gran relieve y significación en la significativas declaraciones:
historiografía de la época fue el obispo Pedro
Agustín Morell de Santa Cruz (1694-1768), do- El poderoso chupa la sangre del pobre, se
minicano de origen y representante pleno del engrossa con el sudor de su frente, se haze
género antes de 1790. De rica trayectoria profe- fuerte con sus jornales, falta a la fee de los
sional, a las labores que fue desempeñando a lo contratos, traspassa el termino de los pla-
largo de los años sumó la realización de una obra zos, extuerze unas usuras desmedidas, y
que ha quedado como un importante testimo- nada perdona por apagar una infame sed
nio de su momento. Para ganar en precisión es del oro, y todo lo logra impunemente con
recomendable enumerar los textos que dejó: 1) mantener unos pleitos de por vida, de que
Parte elevado al Rey el 26 de agosto de 1731 para no se desenvuelven los nietos. Los pobres,
darle cuenta de la sublevación de negros y mu- acosados de semejantes tiranías, se entre-
latos de las minas de El Cobre, Oriente; 2) Re- gan al ocio, y no trabajan, sino es en ven-
lación de las tentativas de ingleses en América, cer sus necesidades con los hurtos, las ra-
de 1746, quizás la Memoria por la invasión de piñas, contemplaciones criminales y
Vernon a Guantánamo en 1741; 3) «Relación his- juramentos falsos. 10
tórica de los primitivos obispos y gobernadores
de Cuba» (1749), en ocasiones confundida con La visita eclesiástica es un pormenorizado re-
su obra mayor; 4) Visita apostólica, topográfica, cuento de edificaciones (iglesias, fortalezas, ca-

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20 PRIMERA ÉPOCA

sas), poblados, caminos, estado de la adminis- van apareciendo, como si al autor no le parecie-
tración, recorrido costero, todo descrito con el sen impropios para sus fines o no se percatara
desaliño de una prosa descuidada, como de rá- de su intrascendencia. La historia de Cuba se
pidos apuntes que no dejan lugar a cuidados for- enriquece con esos datos, que vienen en cambio
males de ninguna índole. El interés mayor radi- a ocupar, como sucede en el caso del tratamien-
ca en la información que ofrece, elaborada con to que da a Colón, el espacio que merecían cues-
objetividad y afanes de un minucioso inventa- tiones de verdadera significación. Podría pen-
rio, una fuente de conocimientos acerca de la sarse, a partir de esa falta de conciencia de
isla sin otras pretensiones que la de dejar cons- historiador que revelan esos defectos, que el lec-
tancia de su visita, de la que se ha dicho que «pue- tor está en presencia de una crónica y no de una
de considerarse el primer censo realizado en historia propiamente dicha, aunque algunos pa-
Cuba».11 La más reciente crítica 12 observa la sajes puedan llevar a pensar que sí es, en efecto,
posibilidad de que sean falsas las cifras ofreci- un ejemplo de obra historiográfica. Mucho tie-
das por Morell en lo referente a datos diversos. ne que ver esa definición y, en general, la ausen-
No obstante, y sin olvidar que el autor pasó por cia de una voluntad formal como analista de la
alto algunas regiones de la isla, puede conside- historia, con la falta de estilo de su libro mayor.
rarse que en esa obra se recoge «una visión En ningún momento se percibe en sus obser-
aproximada de lo que era Cuba a comienzos de vaciones la conciencia de la incipiente contra-
la segunda mitad del siglo XVIII».13 Se trata, pues, dicción entre criollos y autoridades peninsula-
de un informe del estado «actual» de la colonia, res. Sus objetivos eran bien distintos de los de
homólogo a otros tantos realizados entonces Arrate y, en consecuencia, su trabajo habría de
para contribuir a la creación de una imagen de- partir de postulados diferentes. No era necesa-
terminada de las realidades y necesidades ante ria para el obispo una voluntad de estilo que de-
las autoridades competentes. Si se compara esta finiera posiciones o actitudes frente a la reali-
prolija y sobreabundante reseña del obispo con dad, pues sus intenciones no eran portadoras de
el frío y racional trabajo de Ribera, podrá apre- una tesis que necesitara demostración. Sin em-
ciarse, a partir de los elementos diferenciadores bargo, volver la mirada hacia el pasado de la isla
claves, la sustancial distinción que los separa, sin- entrañaba de hecho la importante decisión de
tetizada en la actitud que ambos asumen frente salvaguardar esa historia para hacerla llegar a sus
al iluminismo. Influencias y corrientes de pen- coetáneos y al futuro como una suma de acon-
samiento aparte, es obligado reconocer en este tecimientos de trascendencia. En el acto mismo
libro de Morell una valiosísima muestra de la de historiar, cualquiera que sea la perspectiva
literatura en Cuba en el XVIII. Su lectura cobra desde la que se haga, está la razón para que se le
sentido, en tanto literatura, por sus valores tes- tenga en cuenta como uno de los representan-
timoniales y no por sus valores intelectuales. tes de la cultura activa en la Cuba del siglo XVIII,
La Historia de la isla y catedral de Cuba cons- aunque no haya sabido discriminar el valor real
ta de tres partes o libros, el primero dedicado a de los hechos que se propuso recoger, aunque
la historia secular y los otros dos a problemas no haya sabido entregar un cuerpo de ideas ela-
relacionados con la iglesia, ambos matizados con boradas con la conciencia del que se propone
párrafos en los que aborda cuestiones de otra sustentar una tesis. Son evidentes en ese senti-
índole. El haber dedicado tantas páginas a la vida do las semejanzas con La visita eclesiástica.
eclesiástica no le resta más méritos a la obra que En lo que concierne al estilo, la preocupación
el hecho de haberse detenido como lo hizo en la constante de Morell parece haber sido la de ex-
figura de Colón. Ello hace pensar que Morell poner los sucesos con claridad. No obstante, en
no tenía, ciertamente, una lúcida conciencia de ocasiones se imponen el mal gusto y los des-
historiador, argumento que se hace más sólido aciertos, como si el autor no tuviese mucho in-
aún cuando se observa, en el decursar de la lec- terés en alcanzar tonos encomiables en su pro-
tura, la cantidad de detalles sin importancia que sa. La displicencia con que parece tomar su oficio

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MANIFESTACIONES INICIALES 21

hace pensar que no tuvo presente el aporte del estilísticos, caracterizados en lo esencial por una
neoclasicismo a la hora de escribir; para expre- medianía un tanto indefinida:
sarse ha de haber recurrido a los hábitos y re-
cursos de su formación académica como a una Por entonces no pasaron los españoles de
herencia frente a la cual —habrá estimado el au- este paraje. El motivo fue que Diego de
tor— no era necesario asumir posiciones crea- Velázquez había repartido con autoridad
doras, pues tampoco se aprecian en sus páginas Real, los indios de Maysí y Baytiquirí en-
las virtudes de la prosa de los oradores sagra- tre su suegro Cristóbal de Cuéllar, amigos
dos, de los clásicos latinos o de los maestros de y deudos. Determinó después ir con el Ca-
los Siglos de Oro, lecciones que Morell no tuvo pitán Narváez y el P. Casas: reconocer ocul-
interés en asimilar ni en abandonar por nuevos tamente la tierra intermedia y hacer inspec-
postulados estéticos. Un breve fragmento de la ción de los lugares más cómodos para
Historia de la isla…, el Libro Primero, página establecimiento. 14
69, sirve de ejemplo para ilustrar sus rasgos

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3. LA OBRA DE JOSÉ MARTÍN FÉLIX DE ARRATE

José Martín Félix de Arrate (1701-1765) puede nes de diverso género. Los críticos han hablado
ser considerado, por la importancia de sus ideas de omisiones y de inexactitudes, a las que ha-
y el valor literario de su obra, el más significati- bría que sumar excesos y menudencias que hoy
vo de los autores anteriores a 1790. Escribió ya dicen muy poco.
composiciones poéticas hoy desconocidas —ex- El manejo de las fuentes y de la bibliografía,
cepto la que recoge en su obra mayor—, la tra- en el caso de Arrate, ha sido también analizado
gedia El segundo robo de Elena, la Novela al ín- por la crítica. A pesar de los defectos que pue-
clito mártir San Ciriaco (1757) y Llave del Nuevo dan detectarse en el empleo de la bibliografía,
Mundo, antemural de las indias occidentales. La bien por la omisión de títulos importantes, bien
Habana descripta: noticias de su fundación, au- por el mal uso que haya podido hacer de los que
mentos y estado, concluida en 1760-1761. El re- tuvo en sus manos, es innegable que la riqueza
conocimiento y estimación de esta última datan en el número de obras consultadas y sobre todo
de finales del siglo XVIII y llegan hasta el presen- el manejo de la información que logró acumular
te. Surgió como respuesta a un desdeñoso jui- al margen de los libros, puesta al servicio de sus
cio hacia América emitido por Manuel Martí, intereses y los de su grupo social con el resulta-
deán de Alicante. A la altura de los comienzos do de una obra llena de información y encami-
de la década del sesenta apenas se había esboza- nada a demostrar la tesis del mérito de los crio-
do la historia de Cuba en dos textos que no eran llos, lo convierten en un historiador que supo
precisamente ejemplares en su género, los ya trascender la simple enumeración de hechos e ir
analizados de Zayas Bazán y de Morell de Santa más allá del dato frío. Su apasionada defensa del
Cruz. La historiografía de América y de Europa criollo y sus planteamientos con relación a los
contaba, en cambio, con numerosos textos que más importantes problemas de su época, expues-
Arrate conocía, típicas maneras dieciochescas de tos a la luz del momento y con innegable carga
escribir la historia. Llave del Nuevo Mundo si- de futuridad, hacen de su obra un texto extraor-
guió los moldes establecidos en su época como dinario de su siglo y a la vez el antecedente de
fidelísimo producto de los años de formación algunos planteamientos importantes del siglo
de su autor. Le Riverend 15 señala que esa de- XIX. Visto el libro como totalidad, los errores de
fensa del criollo que acomete Arrate en su libro información e incluso de interpretación carecen
es también hija de su siglo, como enseñan otros de relieve a la hora de emitir un juicio valorativo
textos americanos. A esa lección de su momen- que analice, con algún detenimiento, los acier-
to histórico hay que atribuir la presencia en esta tos y desaciertos. La tesis sobre la esclavitud y
obra de un gran número de páginas para expli- el trabajo asalariado, muy novedosa en Cuba en
car el origen y desenvolvimiento de institucio- 1760, es una prueba de la sagacidad y la capaci-

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MANIFESTACIONES INICIALES 23

dad de análisis de Arrate. Esas ideas se anticipan cas; estaban, incluso, en condiciones de tomar
a las que serían formuladas en ese sentido en el parte activa en las grandes empresas económi-
XIX. En los años en que Arrate expresa esos cri- cas. Conjuntamente con esa participación, y
terios, la esclavitud carece de la significación que como consecuencia directa, se había ido hacien-
comenzaría a tener a partir de 1790, por lo que do cada vez más lúcida en ellos la conciencia de
su valoración puede ser hecha con una libertad sus propios valores y posibilidades, hasta llegar
mayor que la que tuvieron Arango y Parreño y en Arrate a su más alta expresión. Todo su libro
otros ideólogos de la burguesía criolla treinta o está inspirado en las virtudes y hazañas de los
cuarenta años más tarde, cuando sus intereses criollos, sin negar su esencial españolidad. Lla-
de clase descansaban en la producción esclava. ve del Nuevo Mundo viene a ser, por la defensa
Arrate no se siente tan capaz, en cambio, para y reclamo de los derechos de los naturales de la
analizar los perjuicios que se derivan del mono- isla, el resumen de una larga tradición de dos
polio de la Real Compañía de Comercio de La siglos y el despertar de la conciencia de sí des-
Habana, fundada veinte años antes de terminar pués de esos años formativos.
su libro y con una historia lo suficientemente La oposición entre la metrópoli y lo que
reprobable como para dedicarle páginas detrac- Arrate llama la patria no es, según Le Riverend,17
toras. Esa omisión responde, sin dudas, a lo que un antagonismo de raíz: hay una identificación
podría llamarse su estrategia historiográfica, a entre ambas sólo dañada por el trato discrimi-
la que hay que atribuir también el silencio que nado de los criollos por los españoles. Ahí le-
hace ante la crueldad de los conquistadores, ya vanta su voz el autor, voz polémica que «alcan-
censurada por Poey.16 Las objeciones que mere- za el más alto grado de expresión política a que
cía la aniquilación de los naturales aparecen de pudiera llegar hombre alguno en su tiempo
forma muy velada y sintética en el comentario […]»; de ahí proviene el hecho de que él sea «la
que dedica el autor a las desventajas que se deri- cabeza de una tradición cultural de servicio pú-
varon de la misma en el orden económico, pues blico, de militancia política […]».18 Pero Arrate
esa población autóctona hubiese podido em- es un hombre limitado por su tiempo, del cual
plearse —opina Arrate— como fuente de traba- no puede desentenderse a la hora de interpretar
jo asalariado que habría hecho innecesaria la el pasado. Un criollo habanero de la burocracia
mano de obra esclava, para él inferior por razo- intelectual de la primera mitad del siglo XVIII que
nes de productividad y de costo. escribe una obra en defensa de los intereses de
El interés de Arrate por dejar constancia de su grupo social, ha de emplear en su apología
su españolidad, evidente en todo el libro, es qui- aquellos hechos que vienen a respaldar sus afir-
zás la causa fundamental de ese silencio cómpli- maciones y sus puntos de vista, elemento de
ce. Su conciencia de grupo social, puesta al ser- juicio del que la crítica no puede desenten-
vicio de sus intereses, lo va orientando muy derse para valorar sus aportes a la historiografía
sagazmente en la selección de los datos que tuvo y a las ideas dentro de la cultura cubana. Este acer-
a su alcance, tanto de fuentes directas como de tado análisis de Le Riverend establece importan-
fuentes bibliográficas. Esa españolidad se con- tes premisas para el estudio de Llaves del Nuevo
juga en Arrate con su irrefrenable criollismo, la Mundo:
más alta expresión de la conciencia de su sector
social. El nacido en la isla se sentía vinculado a […] es una relación de méritos, peculiar
ella necesariamente, de manera que fue desarro- literatura histórica de las colonias españo-
llando poco a poco una conciencia de sí, en opo- las. Pero con ello no decimos todo. En efec-
sición a los peninsulares, nacidos allende el mar. to, al igual que cualquiera otra relación de
A la altura de la década 1750-1760 los criollos méritos, contiene grandes elementos de le-
habían alcanzado altos honores en las armas, en gítima historiografía, que dependen del
diversas funciones administrativas, en las disci- personaje que enumera ante el Rey sus ser-
plinas académicas y en las dignidades eclesiásti- vicios. En este caso, por tratarse de una ciu-

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24 PRIMERA ÉPOCA

dad —lo que también quiere decir, de una plar los valores de Arrate en lo referente al estilo:
clase social y de un grupo políticamente
definido—, la obra rebasa los límites de la Si hubo reforma del estilo ésta parece ma-
biografía y resulta lo bastante historia nifestarse en la obra de Arrate: pero ello
como para no constituir un fárrago de fe- supone una anticipación realmente extra-
chas y de proezas, mientras es lo bastante ña pues la reacción contra el barroco deca-
relación de méritos para verse libre de co- dente —en conexión muy estrecha, claro
piosas citas, a la manera eruditomaníaca del está, con el florecimiento del racionalismo
momento, de frases y de simbolismos re- filosófico— se produce en nuestro país con
buscados y ramplones.19 gran retardo y, al parecer, silenciosamente,
ya que se manifiesta de súbito en el Papel
Las páginas de este precursor de los autores Periódico en la última década del siglo. Pero
que se vuelven hacia las cuestiones de la tierra Arrate treinta años antes de la gran cruza-
son importantes no sólo por el vigoroso espíri- da contra el escolasticismo y el «mal gus-
tu que las anima, sino además por su estilo, per- to» literario que le acompañaba se muestra
fectamente consecuente con la fuerza de las ideas en disonancia completa con el espíritu tra-
expuestas. Hay una armonía de fondo que se dicional: aunque no lo estuviera quizás res-
debe, en primer lugar, al afán renovador que ca- pecto del pensamiento, lo estaba, sin duda,
racteriza al pensamiento de Arrate, sin dudas en cuanto a la expresión literaria. 20
influido por el racionalismo francés. El refor-
mismo implícito en las ideas de Llave del Nue- En el oscuro panorama de esos noventa años
vo Mundo tiene como vehículo expresivo un en Cuba, etapa en la que resulta imposible des-
lenguaje novedoso, el neoclasicismo, sobre todo lindar períodos en la evolución literaria incluso
frente al ya decadente y fuera de época estilo de un género como el de la prosa histórica, de
barroco. Esa novedad literaria es otra de las ra- más abundantes testimonios conocidos y de obra
zones de la perdurabilidad de esta obra en la his- más coherente en su conjunto, la presencia de
toria de la cultura cubana. Ello no significa, no Arrate deja entrever una plausible preocupación
obstante, que la prosa de Arrate sea precisamente por la modernidad y, en consecuencia, un hito
un modelo de buen gusto y sobriedad, pues es en el desenvolvimiento de la sensibilidad insu-
frecuente un notorio desaliño que está muy le- lar. Hay en su obra una voluntad de estilo acor-
jos de la mesura y equilibrio de la construcción de con los tiempos, en oposición a los postula-
neoclásica. Pero no se trata, en realidad, de la dos de un retrógrado barroquismo —como el
existencia de momentos mejor o peor trabaja- de Ignacio José de Urrutia y Montoya a finales
dos, sino de una concepción del estilo que po- de la década del ochenta— y a diferencia de lo
see la categoría de novedosa. Podría entrarse a que podría calificarse como ausencia de estilo
considerar si Arrate es o no buen escritor, pero en el caso de Historia de la Isla y catedral de
más interesante resultan sus aportes como an- Cuba, de Morell de Santa Cruz. Quedan las pá-
tecesor de toda una manera de escribir que daría ginas de Llave del Nuevo Mundo como un para-
sus mejores frutos dentro de la literatura cuba- digma de la presencia en Cuba antes de 1790 de
na en la etapa siguiente, la que comprende los las preocupaciones e inquietudes más sobresa-
años 1790-1820, decenios de florecimiento del lientes del pensamiento renovador del siglo XVIII,
neoclasicismo como tendencia estilística predo- más tarde transformadas, al calor de las necesi-
minante, tanto en la prosa como en la poesía, y dades de desarrollo de una burguesía cubana in-
de configuración de la primera etapa reformista cipiente, en el centro generador de una literatu-
en la historia política nacional. De nuevo el jui- ra de más precisos contornos y mayor hondura
cio de Le Riverend sintetiza de manera ejem- y riqueza artística.

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4. LOS ORADORES DE LA ÉPOCA

La oratoria sagrada alcanzó en Cuba, durante obras se citan los Elocuentiae praecepta (1778) y
los años 1700-1790, una estimable calidad lite- la Carta a los Señores Habaneros sobre el buen
raria. Fue el género más cultivado y el que dejó trato de los negros esclavos, también impresa en
las mejores muestras de un arte acabado y uni- Roma, pero en fecha ignorada. Según palabras
versal. Ninguna de las restantes manifestacio- propias, su oratoria se basa en Cicerón, a quien
nes de esa etapa posee un desarrollo similar ni él mismo se ocupa, previamente, de «cristiani-
por el número de obras ni por la maestría y la zar». Max Henríquez Ureña 22 ha señalado la
fuerza de sus textos. Las razones de esa supe- ausencia de elocuencia en la oratoria de Parreño
rioridad se encuentran en la sólida formación y la claridad y corrección de su lenguaje como
académica que recibían los oradores y en la cons- sus dos elementos distintivos; no parece injus-
tante necesidad de comunicación con el públi- tificado señalar en sus discursos cierta tenden-
co. Por su importancia ideológica, la Iglesia cia al racionalismo si se tiene en cuenta la posi-
desempeñaba un papel de extraordinaria signi- ble asimilación del pensamiento del jesuita
ficación en el mantenimiento de las institucio- francés Luis Bordaloue (1631-1704) por parte
nes y, en general, del status establecido. José de Parreño, influencia que vendría a sustentar la
Antonio Portuondo es muy explícito en el es- tesis del carácter innovador de sus sermones.
clarecimiento de esas funciones de la oratoria De más renombre y significación fue el
sagrada: también habanero Francisco Xavier Conde y
Oquendo (1733-1799), de rigurosa formación
Porque la predicación no se limitaba a exal- académica y gran fama de «fino y elocuente», 23
tar a la divinidad y a los santos en sus fes- calificativos que quedaron subrayados después
tividades, sino que aprovechaba todas las de pronunciar un discurso solicitado ante el Su-
oportunidades para difundir las docrinas premo Consejo de Indias. Su obra conservada
religiosas, filosóficas o políticas convenien- es numerosa y de importancia no sólo por sus
tes a la clase dominante. 21 cualidades formales, sino además por sus plan-
teamientos de carácter teórico. En el Discurso
Uno de los más importantes oradores, por el sobre la elocuencia expone la necesidad de una
renombre alcanzado y por el respeto que mere- renovación basada en los más nuevos postula-
ció de sus contemporáneos en reconocimiento dos de la preceptiva, ya conocidos y difundidos
de su obra, fue José Julián Parreño (1728-1785), en España. En esos propósitos transformadores
nacido en La Habana y radicado en México des- puede verse el intento por mantener a América
de fecha desconocida. Fue conocido como pri- en la línea de la renovación y que no quede a la
mer predicador a la moderna por las innovacio- zaga de la evolución de los nuevos tiempos. En
nes que introdujo en sus sermones. Entre sus su oratoria ha destacado la crítica dos finalida-

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26 PRIMERA ÉPOCA

des que son en sí mismas renovadoras: deste- atrás sin perder la formación, y se mantie-
rrar los residuos de gerundismo y aparecer como ne cerrada y firme como un muro de bron-
un orador de los tiempos clásicos. Pero en sus ce, no por milagro del arte, sino del valor y
comienzos no estuvieron sus discursos libres del la constancia de los soldados, aprendida del
gerundismo que más tarde se propuso superar, Monarca. Ésta es quien hace que los muer-
influido como estaba en aquellos años iniciales tos no dejen claros en las filas, que los he-
por la retórica al uso. En el «Panegírico de Santa ridos no vean correr su sangre, que los mo-
Catalina de Siena» se encuentran, por momen- ribundos se reanimen, que los fuertes se
tos, el gerundio y la influencia de la imaginería encarnicen, y auxiliados a tiempo de la Ca-
española, con resultados realmente efectistas. El ballería, rechacen y avancen, cobren su te-
retorno a los tiempos clásicos significaba la en- rreno, queden dueños del campo, griten
trada de los principios del neoclasicismo en los victoria, victoria: y ésta, que indecisa
sermones y su consecuente mesura y equilibrio. atravesaba de un campo a otro con el lau-
Sus censores le objetaron, en fecha que una ade- rel en la mano, vuela derechamente a ceñir
cuada cronología permitiría valorar en toda su las sienes de Felipe y afirma en ellas la co-
importancia, el empleo de palabras desusadas y rona de España para siempre. 24
la complicación de sus párrafos.
Su Elogio de Felipe V, Rey de España (1779 y Rafael del Castillo y Sucre (1741-1783) es
1785), una pieza maestra de la elocuencia que otra gran figura de la oratoria en Cuba en el XVIII.
mereció segundo premio de la Real Academia Ganó gran fama por sus dotes intelectuales y
Española en el año de su primera edición, posee recibió, como era usual entonces entre los que
como característica más sobresaliente la influen- tenían acceso a los centros superiores de estu-
cia de los grandes clásicos de los Siglos de Oro, dio, una rigurosa formación académica. Pero a
de los que fue un alto representante de Cuba en pesar de la nombradía que obtuvo como orador
el siglo XVIII. A la influencia francesa, fundamen- sagrado, no son especialmente notorias las pie-
tal en la concepción del discurso, incorpora la zas que de él se conservan. La única accesible
de los clásicos del idioma en el tratamiento del hoy en Cuba resulta de gran interés, pues evoca
estilo. La impronta de Cicerón es también de a los héroes de la defensa de La Habana frente
mucha importancia en esta pieza, una de las más al enemigo inglés, pronunciada en el acto para
acabadas de su autor. La búsqueda de la claridad bendecir las banderas del batallón de milicias de
por encima de las complejas construcciones ba- pardos al celebrarse el primer aniversario de la
rrocas, revela la cercanía de este maestro de la caída del Morro en manos del ejército británi-
oratoria a los principios estéticos del neocla- co. No tiene este discurso la calidad del de Con-
sicismo y, al mismo tiempo, la importancia de de y Oquendo, pero no deja por ello de ser un
su obra para la cultura de los años en que flore- ejemplo de buen gusto y mesura, de elegancia
ció. Un breve fragmento del Elogio de Felipe V en el decir y, virtud mayor, de una voluntad de
mostrará las virtudes hasta aquí señaladas. Se tra- estilo que demuestra un encomiable sentido del
ta del pasaje que revive la batalla con que culmi- género y de sus posibilidades y necesidades. Sirva
na la guerra de sucesión: este fragmento de ilustración, el de la evocación
de Velazco:
Felipe manda en persona la ala derecha, el
Conde de Aguilar la izquierda, el de las Él se mueve, él manda, él grita, él aturde al
Torres al centro quedando el gran Vandoma cobarde, él inflama al animoso y se pasea
libre para discurrir por todas partes, y ha- eternamente acá en mi fantasía. Ella me pre-
cer que éstas obrasen de concierto con el senta las menores particularidades de su
todo. El Rey vence, pone en fuga y persi- traje y su figura. En su momento me ale-
gue al enemigo; mas éste rompe la primera gra el alma la imagen de Velazco vivo, y me
línea de nuestro centro: la segunda hace pie la turban las sombras de Velazco muerto.

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MANIFESTACIONES INICIALES 27

En la rápida sucesión de mis ideas yo des- Puede decirse que en esas muestras que se
mayo y me aliento, y la misma palidez de conservan de la oratoria de 1700 a 1790 están
su semblante, la misma falta de su sangre, los antecedentes de la oratoria cubana del siglo
me habla por la boca de sus heridas, agita XIX, aunque en esos iniciadores no hay prece-
mi espíritu y me introduce el consuelo has- dentes del reformismo posterior, como sí suce-
ta la médula de mis huesos. 25 de con Arrate. Los títulos de los discursos y tra-
tados de los oradores vistos en estas páginas,
Otros oradores célebres de esa etapa son Juan demuestran el papel que desempeñaron desde
Bautista Barea (1744-1789), José Manuel el punto de vista ideológico en la formación de
Rodríguez (¿-?), José Policarpo Sabamé Domín- una conciencia de subordinación a los intereses
guez de Lores (c. 1760-¿1807?) y el Padre Mon- de las clases dominantes. La influencia francesa,
tes de Oca (¿-?), este último de gran elocuen- el ascendiente de la prosa clásica española y del
cia (por ella fue conocido con el sobrenombre estilo ciceroniano, presentes como expresión del
de pico de oro) y autor de versos jocosos que, espíritu renovador de esta forma de la prosa, die-
según la tradición, recordaban los de Quevedo. ron por resultado una literatura de gran calidad
De Barea se ha dicho que «es siempre cicero- artística. La coherencia de la obra de los orado-
niano y resalta siempre como el más elocuente res, un corpus que no pueden entregar otros gé-
de los predicadores insulares de su tiempo». 26 neros en esos años, tiene explicación en las rela-
Su obra más conocida es Oración fúnebre en las ciones de causa-efecto que se establecen entre
exequias, que se hicieron en La Habana en sufra- esos creadores y la ideología imperante, para
gio del alma del Exmo. Sr. D. Matías de Gálvez, cuya difusión trabajaron a partir de la asimila-
virrey de México, y en obsequio de su hijo el señor ción de la cultura previa y en el sentido de sus
conde de Gálvez (1785), aunque algunos esti- más novedosos y eficientes recursos expresivos.
man que de sus más de mil sermones —casi to- Verdaderos profesionales de la ideología
dos perdidos por no haber quedado impresos—, imperante, en sus planes de formación acadé-
el mejor es el que trata acerca de San Agustín. mica y en su constante práctica de la oratoria
Rodríguez obtuvo renombre también por la ca- creaban las sólidas e imprescindibles bases de
lidad de su oratoria, hasta llegar incluso a mere- un magisterio de las ideas y del estilo. Los res-
cer el elogio de «uno de los ingenios más sobre- tantes géneros, de más fácil acceso para aficio-
salientes y universales de su tiempo, y a quien nados o de no tan exigentes requerimientos,
se debió en México en gran parte la reforma de como sucedía con la historiografía, con la poe-
la oratoria del púlpito […]».27 La estrecha rela- sía y con el teatro, no dieron textos de tan de-
ción de Sanamé con la problemática insular del purada factura y de tan eficientes resultados en
XVIII lo hace más cercano a nosotros. Como los sus objetivos. La voluntad neoclásica de esos
demás, se distinguió por sus piezas oratorias, hombres podría interpretarse, no obstante,
sobre todo el sermón conocido como de la nube, como un elemento renovador que trajo un ines-
pronunciado en Santo Domingo, y sobresalió timable beneficio a la cultura cubana posterior,
por sus conocimientos de idiomas y por el celo pues como Arrate, los oradores sagrados se an-
que demostró en favor del progreso cultural de ticipan a la labor que llevó a cabo el padre
Bayamo, donde vivió aislado por voluntad pro- José Agustín Caballero en favor de las ideas más
pia durante gran parte de su vida. Según novedosas y contra el decadente barroquismo,
Calcagno, algunos de sus discursos fueron imi- tarea que en su caso se conjuga y se identifica
tados posteriormente. con sus posiciones reformistas en lo político.

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5. OTRAS MANIFESTACIONES DE LA PROSA. NICOLÁS
JOSEPH DE RIBERA. IGNACIO JOSÉ DE URRUTIA Y
MONTOYA. JACINTO JOSEF PITA

Figura altamente notoria del siglo XVIII en Cuba por los ingleses, sobre el que se volverá más ade-
es Francisco Ignacio Cigala (1712-?), autor de lante. El Memorial es uno de los documentos
una Carta al Exmo. P. Fr. Benito Feyjoo sobre la significativos de la época: posee un lenguaje lim-
paradoja 5 de Disc. 9 del Tomo 5 de su Teatro pio y bien trabajado que descansa en las inten-
crítico (1760), editada en México, y de un so- ciones puramente comunicativas y expresa el
neto dedicado al erudito Juan José Eguiara y descontento de ciertos sectores de la población
Eguren en su muerte. Fue un representante del frente al desinterés de las autoridades, discre-
escolasticismo que lucha, en abierta resistencia, pancia que reaparece en otros momentos del si-
contra los intentos de la filosofía de la época glo. Las lecturas de la marquesa Jústiz de Santa
por refutar la teología, pero al mismo tiempo se Ana, mujer ilustrada como pocas en su mo-
preocupó por el desarrollo económico, en cuyo mento, pudieron determinar en su Memorial
beneficio trabajó con amplios conocimientos de la presencia de una voluntad de estilo, pero a su
física y de matemáticas. Su diversa cultura y el vez puede pensarse que no eran las suyas pre-
carácter pragmático de una buena parte de su tensiones literarias, sino puramente informati-
obra lo hacen antecedente de figuras como Fran- vas. En el caso de Cigala, hay que tener en cuen-
cisco de Arango y Parreño y Tranquilino ta sus inquietudes polémicas al escribir la Carta
Sandalio de Noda. El soneto en que evoca la a propósito de Feijoo, lo que sin dudas fue de-
memoria de Eguiara fue escrito, como la obra terminante en la adopción de una manera de
de Arrate, en respuesta al deán Martí. No obs- exponer sus ideas. Se trata, en ambos ejemplos,
tante el sentido polémico y el carácter pragmá- de obras que enriquecen la imagen actual del XVIII
tico de sus trabajos conocidos, más trascenden- en primer lugar por su condición de testimo-
te en la integración de la conciencia criolla es la nios del pensamiento y de la importancia de
obra de Arrate, cuyos postulados teóricos poseen la praxis en el proceso integrador de una cultu-
una contemporaneidad que no se halla en Cigala. ra criolla.
Un ejemplo de la prosa del XVIII es asimismo La obra del ilustrado santiaguero Nicolás Jo-
el Memorial que algunas mujeres habaneras en- seph de Ribera (1724-c.1775), quizás el más
viaron al monarca español para hacerle conocer importante de los pensadores del siglo XVIII en
la negligencia de las autoridades españolas en la Cuba en materia económica y por su conoci-
defensa de La Habana contra las tropas británi- miento de los problemas fundamentales de la
cas en 1762, casi seguro escrito por la marquesa isla, consta de la Descripción de la isla de Cuba,
Jústiz de Santa Ana, autora de la Dolorosa y terminada en 1756, y el Discurso sobre el comer-
métrica expresión […], poema inspirado en el cio y navegación de España con las indias Occi-
mismo acontecimiento, la toma de La Habana dentales, redactado en 1760. La primera está di-

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MANIFESTACIONES INICIALES 29

vidida en dos partes, una para exponer lo que el El Discurso, con similares pretensiones y co-
mismo Ribera llama «Las ventajas naturales de nocimiento de causa y con las mismas ideas esen-
la isla» y la otra para definir su manera de pensar ciales que dieron origen a la Descripción, adole-
en lo referente al «modo con que pudiera nues- ce en cambio de cierta rispidez en el estilo,
tra industria apoderarse mejor de ellas». En am- consecuencia quizás de una mayor premura en
bas secciones se hace evidente el conocimiento su elaboración. Su exposición, no obstante, es
real de los problemas de la colonia y se pone de clara y explícita y descansa en la concatenación
manifiesto el interés de su autor por contribuir e interdependencia de tres elementos básicos:
a su solución. Sus proposiciones para el mayor producción (defensa del trabajo esclavo y suge-
desarrollo de Cuba en beneficio de la corona y rencias para su adquisición), distribución o ven-
de los hacendados criollos a los que tan bien re- ta y enriquecimiento. Como su trabajo anterior,
presenta él mismo, podrían resumirse en estos se inscribe el Discurso en la tradición de la prosa
tres postulados: 1) supervisión precisa y esme- reflexiva que se venía cultivando en América por
rada del Estado en los distintos renglones de la esos años, en la cultivada en Europa desde el si-
economía, la defensa y la administración; 2) glo XVII y en la que daría la tónica entre los ensa-
aumento de la población blanca (española y de yistas criollos del primer período reformista cu-
otros países) y de la población esclava, y 3) fo- bano, el de las décadas 1790-1820. Ahora vuelve
mento del comercio. a aparecer lo que podría llamarse la acumulación
Las páginas de la Descripción fueron escritas de experiencias previas con un sentido crítico,
después de un detenido análisis del estado de la rasgo propio del eclecticismo y el equilibrio ca-
isla entre 1739 y 1755 y con un estilo sobrio y racterísticos del neoclasicismo. Las reformas
mesurado, sin pretensiones y al mismo tiempo sugeridas a la metrópoli encierran la conciencia
fluido y limpio, síntesis de su grado de penetra- de la necesidad de implantar una política que
ción en las especificidades que trata y de un descanse en la razón y se imponga sobre el caos
racionalismo que podría considerarse una ver- imperante, principios de la economía pragmáti-
dadera lección. Ese estilo es, de hecho, la ca que encuentran su equivalente en el poste-
postulación del neoclasicismo en la dirección rior eclecticismo filosófico de Caballero y las
muy concreta del ensayo de tema económico. exhortaciones de la prosa de Zequeira en bene-
Esa voluntad de estilo, conformada en una es- ficio de la ética del vivir cotidiano.
trecha relación cotidiana con la realidad inme- Como resumen de la significación de Ribera
diata, expresa la búsqueda de objetividad que está en su momento, estas afirmaciones de la inves-
en el centro de la exposición de las ideas. Ribera tigadora Olga Portuondo Zúñiga, la más pro-
muestra interés por toda la isla como fuente de funda conocedora de la vida y la obra de esta
riqueza que ha de ser atendida por la metrópoli insigne personalidad:
para la obtención de mayores y más perdurables
ganancias. Se trata, ni más ni menos, de una crí- […] fue el ideólogo del patriciado criollo
tica de raíz reformista, con objeciones serias a de mediados del siglo XVIII en la isla de
las normas políticas y económicas impuestas por Cuba. […] Supo expresar los fundamen-
los desaciertos de la administración colonial. Al tos de unidad económica de la isla, a través
calor del despotismo ilustrado y sin dudas sur- del prisma del reformismo ilustrado y
gida de sus formulaciones, y tratando a su vez fisiocrático; fue portavoz de los primeros
de conciliar la esclavitud con los principios le- asomos de nuestra nacionalidad y recono-
gales establecidos, posición ecléctica propia del ció como particularidad al criollo america-
neoclasicismo que reaparecerá en los teóricos no en la generalidad del hombre español.
criollos de la etapa 1790-1820 e incluso en la Formuló todas estas ideas como ningún
poesía de Zequeira, la obra de Ribera puede ser otro miembro de su clase supo hacerlo. Es
estimada como una de las cimas de la cultura aquí donde radica su importancia para la
antes de 1790. historia de los orígenes del pensamiento

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30 PRIMERA ÉPOCA

cubano. 28 censuras y de las dificultades que experimentan


los lectores.
La obra de Ignacio José de Urrutia y Mon- En la medida en que Urrutia supo utilizar las
toya (1735-1795) consta de dos libros: Teatro fuentes, puede ser considerado un historiador
histórico, jurídico y político-militar de la Isla en el más apropiado sentido del término. Apar-
Fernandina de Cuba, principalmente de su capi- te el reconocimiento que se le daba por su afán
tal la Havana (1789) y Compendio de memorias de dar a conocer el pasado colonial con vistas a
para la historia de la Isla Fernandina de Cuba, justificar la importancia de la isla dentro del con-
principalmente su capital la Havana (parcialmen- junto del imperio español, son censurables en
te editado en 1791, escrito para que sirviera su texto las dilatadas digresiones que introdu-
«como de apuntes al texto mayor»). Severos jui- cen al lector en acontecimientos carentes de re-
cios mereció del presbítero José Agustín Caba- lieve histórico, falta de perspectiva que en su
llero 29 el Teatro histórico. No podía ver con bue- caso no puede desvincularse de los excesos eru-
nos ojos el crítico de la escolástica y defensor ditos y retóricos a los que ya se aludió. Pero a
del neoclasicismo el retorno a la forma barroca, pesar de los desaciertos señalados, puede hablar-
la sobrecarga de una asfixiante erudición y los se en Urrutia de un deseo de que Cuba partici-
excesos del lenguaje figurado que caracterizan pe de manera más destacada, según sus posibili-
cierto número de páginas de Urrutia. El retori- dades reales, en los beneficios del imperio
cismo de la Introducción y del Libro Primero, español. No se preocupa por la defensa de los
ostensible en las citas eruditas y en las compa- criollos, como si ello no estuviese dentro del
raciones con el mundo natural, rompían abier- conjunto de sus inquietudes. Una observación
tamente con lo mejor de la prosa que el autor muy interesante de Le Riverend 31 ilumina la
tuvo que haber conocido en sus investigaciones; relación de interdependencia que se establece en-
pero a su vez Caballero objeta el método y la tre el estilo y los propósitos de la obra. Cierta-
falta de exactitud histórica, el primero por es- mente, a medida que Urrutia penetra en la his-
colástico. No hay dudas de que el intransigente toria de Cuba va modificando su expresión,
crítico tenía razón en sus apreciaciones, pues las como si el tema le fuera dictando los matices
experiencias acumuladas hasta ese instante de- estilísticos que debía emplear. Por un lado fruc-
bieron servir a Urrutia para concebir su libro tifica de algún modo la elección que habían de-
con un sentido renovador del que a todas luces jado sus antecesores inmediatos de Cuba en el
se desatendió. Sin negar, pues, la justeza de los cultivo del género; por otro lado, la necesidad
ataques de Caballero, es preciso reconocer que de captar de manera objetiva la verdad que se
a partir del Segundo Libro ya no se encuentra el proponía expresar se impone sobre las preten-
mismo lenguaje, desaparecidas casi por completo siones estilísticas, condicionadas en su caso por
las citas eruditas y asumida una prosa más di- un atraso apreciable, esa filiación a un estilo que
recta. De otro carácter es la valoración de Julio ya había pasado hacía tiempo, pero que para él
Le Riverend, para quien el Teatro histórico es «el seguía siendo de la más alta estima. Dentro de
primer esfuerzo para abarcar la totalidad esa búsqueda en el pasado de la isla, esa vuelta a
historiográfica colonial y perdura como un sin- la tierra que caracteriza a la historiografía en
gular intento de aprovechar la riqueza de los ar- Cuba durante el XVIII , hay que destacar los
chivos para incorporarla a un estudio capaz de acercamientos a la naturaleza insular en páginas
completar el relato de los historiadores primiti- que quedan como un recuerdo, una simpatía que
vos de las Indias». 30 Hay en Urrutia una des- tiene, en Urrutia, la fuerza de un argumento o
pierta conciencia de historiador, en busca de un de un acontecimiento.
método que conduzca a fines muy concretos El presbítero habanero Rafael Velásquez, cu-
dentro del propósito de la obra; padeció, en cam- yas fechas de nacimiento y muerte se descono-
bio, del vicio de acumular información y fuen- cen (probablemente fallecido en el primer lus-
tes para demostrar conocimientos, razón de las tro de los diez años finales del siglo XVIII), dejó

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MANIFESTACIONES INICIALES 31

una obra única en su época, como lo atestiguan detalles que conforman la vida privada de don
los conocimientos que hoy se poseen de esas Pita, objeto de las risas de sus detractores. El
centurias. Tiene por título «Testamento de D. cuadro de costumbres cobra vida en los diálo-
Jacinto Josef Pita» y por subtítulo el de «obra gos y en las palabras del documento de Pita.
que a imitación del de Parra hizo el presbítero El lenguaje, de raíz verdaderamente popular,
don Rafael Velásquez de La Habana». Su fecha está lleno de coloquialismos y de palabras de uso
de elaboración es incierta, entre 1762 y 1792. Su común en las calles de La Habana en el XVIII. En
personaje principal, Jacinto José de Pita y Ar- ningún momento siente el lector afectación y
mas —quizás pariente de Santiago Pita—, es un pretensiones eruditas en los diálogos, no obs-
individuo conocido de la sociedad habanera, al tante los latinazgos en boca del mulato —un
igual que otros de los integrantes de la obra. antecedente del negrito catedrático del siglo XIX,
Desde sus comienzos aparecen los personajes que suenan más a burla que a falsa retórica—.
del diálogo: el hermano Juan de Vera, de la La utilización de palabras vulgares, que rompe
Parroquial Mayor; Diego Zepero, devoto cre- con el recato verbal de la época, propio de los
yente y Juan Francisco Pita, mulato zapatero y escritores y miembros más estirados de la so-
aficionado a las letras, de verso fácil. Las circuns- ciedad, es uno de los elementos primordiales de
tancias del encuentro entre los tres personajes la obra. La influencia de la picaresca española
para dar lugar a la conversación con la que a su —influencia que lo aleja del neoclasicismo afran-
vez se integrará el cuerpo de la obra, son típicas cesado, de gran ascendiente en esos momentos—
del costumbrismo, el género definidor del «Tes- es decisiva en Velásquez. Es notable su paren-
tamento». El hermano Juan de Vera, en una de tesco espiritual (y quizás literario) con Rodrí-
sus salidas habituales por las calles de La Haba- guez Ucres. Como en su antecesor, en el autor
na en busca de limosnas para la iglesia, encuen- del «Testamento» aparece la visión de lo inme-
tra en una esquina un legajo de papeles que re- diato en toda su fuerza, con personajes y cos-
sultó ser el «Testamento y última voluntad del tumbres cotidianos. Si bien su prosa deja mu-
Sr. Comisario actual de Barrio D. Jacinto José cho que desear por la falta de un estilo depurado,
Pita, alias el Cuatacudo»; continúa viaje con los lección de los clásicos que parece haber escapa-
papeles bajo el brazo hasta que se encuentra con do a las posibilidades de este narrador, el mag-
los otros dos personajes mencionados y comien- nífico cuadro expuesto trasciende como un tes-
za una animada conversación que se nutre con timonio de su época, años que sólo han llegado
la lectura del testamento. Los pasajes de diálo- hasta hoy en obras de pretensiones mayores. El
go llano, popular, alternan con los versos agu- mundo de las calles de La Habana, con sus ti-
dos de Juan Francisco Pita. Todo un mundo de pos, su lenguaje, sus costumbres, ya distintos
convencionalismos, encarnado en el autor del de los de la metrópoli, se integra en conversa-
testamento, devoto fiel y amo del mulato ciones y versos de sabor popular. Ahí se encuen-
versificador, es puesto en ridículo en estas pági- tra una vertiente del criollismo que marcha pa-
nas llenas de gracia y de fresca espontaneidad. ralela a las realizaciones de más empaque, como
A medida que se van leyendo los distintos pun- la de Arrate, con influencia y vínculos propios,
tos del testamento, cada uno acompañado por en especial el diario vivir sin especulaciones ni
los comentarios de Zepero y Vera y las estrofas búsquedas en fuentes indirectas.
burlonas del mulato, van saliendo a relucir los

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6. EL TEATRO EN CUBA DURANTE LOS SIGLOS XVI, XVII
Y XVIII. SANTIAGO PITA Y EL PRÍNCIPE JARDINERO Y
FINGIDO CLORIDANO

La primera época colonial, hasta 1790, sólo cuen- y fingido Cloridano, llevada y traída una y otra
ta con títulos y referencias de poca importancia vez para dejar esclarecidas las distintas proble-
para un conocimiento de la vida teatral en Cuba. máticas que se habían suscitado a su alrededor y
Su origen en la isla está estrechamente ligado a para recibir las apreciaciones que ha venido me-
la fiesta del Corpus, para la que se contrataba a reciendo a lo largo de los años, desde 1791. De
los que sabían sacar «invenciones» que dieran significativa importancia son los hallazgos y pre-
lucimiento, esplendor y regocijo a la celebración cisiones que ha hecho José Juan Arrom 32 para
religiosa. Pocos nombres y datos podrían citar- una justa y acertada estimación de la comedia
se para que los lectores se hicieran una idea exac- de Pita, sobre todo si se tiene en cuenta que sus
ta del escaso desarrollo del teatro en esos tres trabajos en ese sentido vinieron a definir con
siglos, como puede apreciarse en el primer tomo nitidez algunos aspectos oscuros en los que la
de La selva oscura, de Rine Leal. La obra de San- crítica anterior no había logrado resultados del
tiago Pita, la única excepción porque su texto todo satisfactorios y válidos. A partir de esos
ha llegado íntegro hasta hoy, es un indicio para aportes concretos puede procederse al análisis
pensar que con seguridad otros autores del XVIII de los valores y datos que ofrece la obra. En los
escribieron obras de similar importancia, como años posteriores a los trabajos de Arrom, otros
sucede con el testimonio de Balboa y los investigadores emitieron criterios atendibles que
sonetistas que lo acompañan, y aún en los dos sin duda han contribuido a una mayor certidum-
siglos anteriores, si bien es probable que en esas bre y claridad en el conocimiento de la pieza.
centurias el teatro entuviese limitado a las pues- El príncipe jardinero y fingido Cloridano fue
ta en escena y que no rebasase los límites de la escrita por un habanero culto —probablemen-
representación. Hasta este momento han sido te sea ésta la única obra que escribió— en la dé-
infructíferas las búsquedas de textos escritos en cada de 1720-1730 y publicada en 1733, a partir
Cuba, exceptuando el de Pita. No obstante, no de la opera scenica de Giacinto Andrea Cicog-
puede descartarse el hallazgo inesperado. nini (1606-1660), II principe giardinero, pero con
El habanero Santiago Pita (¿1693-1700?- variantes que la convirtieron en una pieza nueva
1755) dejó, como el más preciado testimonio y distinta. Su asunto es simple y está desenvuel-
de su existencia en la Cuba de la primera mitad to con pocos personajes. El príncipe de Atenas,
del siglo XVIII, una de las obras más importantes Fadrique, ha dado muerte a un hermano de Au-
de cuantas se escribieron (y han llegado hasta rora e hijo del rey de Francia, y ha conocido la
hoy) en la isla durante esa primera época. La belleza sin par de la infanta mediante un retrato
historiografía literaria se ha detenido, podría que tuvo en sus manos, según él mismo refiere
decirse que con lujo de detalles, en diversos por- en los versos 436 y ss. Enamorado de Aurora,
menores relacionados con El príncipe jardinero decide acercarse a ella de cualquier modo. Se hace

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MANIFESTACIONES INICIALES 33

pasar por jardinero, con su criado Lamparón, en ma se realice a un ritmo dinámico, sobre todo
los jardines de su amada, quien ya desde los pri- gracias a los momentos en que los diálogos, que
meros versos de la comedia se siente atraída por forman casi el sesenta por ciento de la obra, van
Cloridano, el falso nombre que adoptó Fadrique dando lugar a que se desarrolle la acción. La fal-
para trabajar como subordinado. Omitida del ar- ta de unidad de espacio y tiempo, tan duramen-
gumento la escena de la muerte del hermano de te criticada a Pita por El viajero 34 a finales del
Aurora —representada en Cicognini— a manos XVIII, obedece sin dudas a una voluntad de esti-
de Fadrique, la obra comienza en el jardín con lo, se integra a esa conciencia artística señalada.
una canción a la hermosura de la infanta, com- El tono general de la comedia y el cuidado refi-
puesta por el jardinero enamorado. Es impor- namiento de muchos de sus versos son mues-
tante señalar que el argumento se desenvuelve tras del buen gusto de su autor, ya se trate de
de manera muy agradable, sin complicaciones influencias asimiladas o de su propia expresión,
que hagan densa la lectura, desde los comienzos a pesar de algunos momentos de poca fluidez o
en el jardín hasta la armonía y el contento de de cierta torpeza que llegan a disipar el esplen-
todos por las bodas y las promesas que cierran dor que alcanza en otras ocasiones. Entre los
el desenvolvimiento de la trama. mejores momentos de toda la obra, en lo que
No puede perderse de vista que se trata de atañe a la belleza verbal, hay que citar el pasaje
una comedia escrita en los momentos agónicos de Cloridano cuando rechaza la orden de Auro-
del barroco, el único ejemplo de teatro rococó ra de que abandone el jardín, Jornada Primera,
entre nosotros, por lo que su problemática y sus vv. 224-263:
personajes no pueden alcanzar, en un talento
nada excepcional, otras dimensiones que las que Si he de morir de miraros,
vienen dadas por ese estilo. Jovialidad y galan- y de no veros también,
tería vendrían a ser las dos características pri- digo que elijo más bien
mordiales de la obra en lo que concierne a su morir antes que dejaros.
argumento. Por lo que se refiere a los valores Imposible es olvidaros,
del estilo, hay que decir que el autor asimiló muy y así, en tan severo mal,
provechosamente la influencia de los clásicos y de mi destino fatal
demostró sus innegables dotes de versificador. quiero a muerte condenarme,
En concordancia con la galantería mencionada por no llegar a ausentarme
hace un momento y formando un todo con ella, de vuestra luz celestial.
su buen decir es la otra cualidad plausible de la No me da el morir temores,
comedia. No sería exagerado afirmar que su len- que ya lo que es morir sé,
guaje es de una elegancia y de una coherencia porque ha muchos días que
poco comunes en la literatura cubana —excep- me tenéis muerto de amores.
tuando, por supuesto, las figuras de mayor sig- Testigos son estas flores
nificación—, y especialmente en lo que se ha y estas cristalinas fuentes
conservado del siglo XVIII. El criterio de Arrom de mis suspiros ardientes,
33
acerca de sus calidades literarias, incluso en el pues de mi llanto al raudal
contexto hispanoamericano de su centuria, con- suele aumentar el cristal
firma lo expuesto hasta aquí. de sus líquidos corrientes.
A todo lo largo de la obra se deja ver una cla-
ra conciencia artística, unida a lo que sus ante- En ese pasaje, digno de los mejores autores
cedentes —Cicognini y los autores españoles— españoles de los Siglos de Oro, tenemos, entre
hayan podido dejar en Pita. Se observa una muy otras, las virtudes más altas del estilo de Pita, en
lúcida distribución de los diálogos y los pasajes primer lugar la fluidez de los versos, el correr
que podrían calificarse de confesionales, lo que fácil y musical que en ocasiones echamos de
contribuye a que el desenvolvimiento de la tra- menos en otros fragmentos no tan afortunados.

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34 PRIMERA ÉPOCA

Esa virtud de la obra es la que permitiría que el (II, 677 y 680), vez con es (III, 111 y 114). Sin
público se supiera de memoria tiradas comple- dudas, lo que acaba de señalarse aporta razones
tas, según refiere Bachiller y Morales. Hay que para demostrar que El príncipe jardinero no
destacar, además, la refinada selección del voca- es simple y sencillamente una comedia espa-
bulario, que hace de esos ejemplos una muestra ñola, como han afirmado algunos comentaris-
del buen gusto rococó, con escenas exteriores y tas, escrita en La Habana casi como un hecho
una trama propia de la época. Hay, sin embargo, fortuito. En Pita se encuentra ya la asimilación
dentro de ese buen gusto expresivo de la obra, de ciertos elementos lexicales y fonéticos de
una nota discordante en Lamparón, un perso- América por su condición de criollo habanero
naje típico de conocida tradición. Su lenguaje es auténticamente inmerso en su propio mundo.
casi siempre prosaico, directo, muy racionalista No puede afirmarse, sin embargo, que las ca-
por su valor de inmediatez. En todos los mo- racterísticas lingüísticas apuntadas sean de
mentos en que interviene, siempre en respuesta gran importancia para establecer diferencias
a Cloridano, lo hace con destemplanza y sin sustanciales, desde el punto de vista ideológi-
retoricismos, muy lejos de las finezas de su se- co, con la concepción del mundo imperante en
ñor. Si se tienen en cuenta su fecha de aparición sus días.
en Cuba y su carácter de comedia ligera y sin Mucho más significativo que la calidad artís-
pretensiones filosóficas, su humor fresco y ga- tica y el arraigo lingüístico de la comedia es el
lante —en antítesis con los conflictos trágicos rol de personajes como Lamparón y Flora. La
y las disquisiciones en torno al destino—, y su presencia de ambos es de extraordinaria impor-
estructura y estilo, puede considerarse que El tancia. Los papeles principales son los de
príncipe jardinero es una pieza de alta calidad ar- Cloridano y Aurora, complementos uno del otro
tística que en nada desmerece de su época ni de en lo que podría llamarse la historia argumental
su procedencia y que muy bien resiste la prueba de la pieza, la trama que se va desenvolviendo
del tiempo y la comparación con otras de Cuba hasta el final; en ellos hace descansar el autor, a
y del resto del continente. través de las ochentas y tantas participaciones
Como otra característica sobresaliente hay que cada uno tiene en los sucesos, los valores
que destacar los americanismos utilizados por convencionales del género, las características
Pita. Arrom advierte el empleo de palabras y la propias de ese tipo de comedias. Tanto esas fi-
asimilación de los sonidos z y s en las rimas con- guras fundamentales como las de menos impor-
sonantes, ejemplo del origen americano de la tancia (el rey, padre de Aurora; Ismania, la her-
comedia. Cita varios vocablos que ilustran la cer- mana; Narcisa, la otra criada; Polidoro y
canía lingüística del autor con México y, en ge- Meleandro, pretendientes de Aurora; Teágenes,
neral, con otros países del área: claco, corrup- el general de los ejércitos de Fadrique) son de
ción de la palabra azteca tlaco; guinden, una sola pieza, carentes de relieves y de matices
guindados, «de frecuente uso familiar en varias inferiores convencionales y estereotipados,
regiones de la América (Cuba, Veracruz, etc.)»; Lamparón y Flora, en cambio, son mucho más
flato, «usado en el sentido que se le da en algu- reales en tanto que antítesis de Cloridano y
nas partes de la América de tristeza o melanco- Aurora. Vienen a ser su complemento en el pla-
lía»; santularia, santurrona, «de uso familiar en no conceptual, del mismo modo que ambos ena-
las Antillas»; candela, «voz generalmente usada morados se complementan entre sí en el plano
en la región del Caribe […]»; pulpero, «en va- argumental. Cloridano y Lamparón encarnan,
rios países americanos, dueño de un estableci- como don Quijote y Sancho, la delicadeza y la
miento donde se venden víveres, licores y otras desfachatez, el refinamiento y la vulgaridad, la
mercancías». 35 Por lo que se refiere a la asimila- pasión y la razón, el idealismo y el realismo, todo
ción fonética, Pita hace rimar incapaz con más ello en apretada síntesis. No hay uno solo de los
(I, 50-51), voz con dios (I, 124 y 126), descortés momentos en que los dos dialogan que no sea
con altivez (I, 237-238), confieso con pescuezo un claro exponente de esa antinomia, por sí mis-

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MANIFESTACIONES INICIALES 35

ma de extraordinaria carga de futuridad. Los ra- Ese afán por salvaguardar las buenas costum-
zonamientos de Lamparón ante el atormentado bres, según el criterio de los censores puestas
Cloridano contribuyen a poner en el sitio con- en peligro por un personaje auténticamente po-
veniente los pequeños detalles que van integran- pular, puede ser el síntoma de todo un estado de
do poco a poco la totalidad del argumento. Gra- cosas, entre ellas el temor oculto de que el po-
cias a su intervención, la obra toma un cauce der establecido pueda ser puesto en entredicho.
realista, de modo que el espectador o el lector Podría establecerse en ese sentido, en el caso es-
no sienten en ningún momento la falsedad de pecífico de Pita, un cerrado vínculo entre la prác-
las pasiones en todo su alcance. tica social cotidiana y la toma de conciencia, aún
Dentro de la economía del texto, el persona- en sus primeros estadíos, del carácter opresivo
je Lamparón crea un saludable equilibrio entre de los valores representados en esa ética intole-
la pasión de Cloridano y el espíritu general de la rante. Si en el caso de Balboa, en los inicios del
obra, de manera que el príncipe no rompa la tra- siglo XVII, se puede constatar que la experiencia
dición del género. En ese sentido sí puede ha- inmediata es el estímulo suficiente para empren-
blarse de convencionalismo en el caso del cria- der la tarea de escribir Espejo de paciencia, no
do, aunque su lenguaje y su apego a la realidad hay por qué dudar que Pita, inmerso en circuns-
rompan con los cánones y los valores sociales tancias más complejas y mejor dispuestas para
de más alta estima. Sus intervenciones introdu- ejercer de modo más fructífero la política de
cen la chanza y la distensión en un momento dominación, se haya sentido también estimula-
solemne, como para traer el argumento por la do por su relación pragmática con su circuns-
senda que corresponde a este tipo de comedias tancia para escribir una comedia con alusiones a
y para disentir, con toda intención, de la pom- ese entorno. El trato diario con la ética pragmá-
posa brillantez de la palabra y de los ademanes. tica de su época muy bien pudo despertar en el
Nos imaginamos un personaje de baja estatura, comediógrafo la necesidad de atacarla de alguna
regordete, como Sancho Panza, a quien toma manera, por todo lo que ella implicaba como
como modelo en más de un pasaje. En las consi- relación inmediata y como relación trascenden-
deraciones que Octavio Smith dedica a la obra te, como vivencia diaria y como expresión del
en su biografía de Pita, insinúa la posibilidad de poder establecido. Estas palabras de Flora en la
que con ella el autor se burle del grotesco que Jornada Segunda, vv. 283-314, son harto elo-
asoma en las actas capitulares, con las que el co- cuentes:
mediante estuvo relacionado por sus labores bu-
rocráticas. Esa burla estaría encarnada precisa- ¿Dónde hay paciencia que baste
mente en Lamparón y en Flora, personajes para tanta honra maldita?
espontáneos y dispuestos a decir con destem- ¿Que por ser honrado yo,
planza y un tanto candorosamente cuanto con- y porque el mundo no diga,
venía a una más limpia y fresca relación social, haya yo de sentenciarme
en aquella Habana que ya sentía el rigor de la a una lastimosa vida,
administración colonial hacía más de dos siglos. peleando con mis deseos
Ambos personajes vendrían a ser, en cierta me- y venciéndome a mí misma,
dida, la ocasión para que su autor desahogara la cuando es tan monstruoso el mundo,
aspereza acumulada en el trato diario con la le- que si vivo recogida,
galidad vigente. Los apóstrofes de Lamparón, al dicen que soy santularia,
final de la Primera Jornada, fueron suprimidos y que es todo hipocresía.
por la censura, y ello no sólo por intransigencia Y si al paseo me inclino,
de una moral rígida, sino además, y en no me- al sarao o montería,
nos medida, por temor a lo que podría calificar- luego lo notan, y dicen
se como desestabilización de la ética de la so- que todo es rufianería.
ciedad. ¿Pues no es locura, pregunto,

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36 PRIMERA ÉPOCA

que me dé yo mucha prisa dría interpretarse a ambos como una represen-


a conservar mi decoro, tación de posiciones racionalistas, antítesis del
cuando tantos me lo quitan? sofisticado idealismo del período rococó. A pro-
¿Qué ley me puede obligar pósito de la obra en general, pero de hecho a
a que me esté recogida partir de esos personajes, afirma Octavio Smith:
en mi casa, sin salir, «No es delirio, creemos, vislumbrar anticipos
hecha una Santa Rufina, del género bufo ni advertir un erotismo inge-
porque no murmure el vulgo nuo, ligeramente obsesivo, que nos parece ver-
y lo noten las vecinas, náculo.» 36 Y Rine Leal: «con El príncipe jardi-
cuando este maldito encierro nero nace el choteo en el teatro cubano». 37
trae un millón de desdichas, Sin esos caracteres de grueso estilo, sensatos
como es la necesidad, y vivaces, dinámicos y realistas, ¿qué habría sido
desnudez y hambre continua, la comedia de Pita sino una obra escrita con más
pudiendo yo a mi placer o menos gracia, como tantas y tantas de la épo-
andar buscando la vida? ca? Seguramente su importancia para Cuba des-
cansaría sólo en su primogenitura. Puede afir-
Dentro de la gracia propia del personaje y con marse que en estos versos, como en las páginas
un lenguaje directo y sin finezas, se quiebra la de Arrate y en las octavas de Balboa, cada uno
imagen idealizada que se observa en Aurora, su en la dimensión que le permitió su talento y su
antítesis y al mismo tiempo una representación circunstancia, hay un incipiente criollismo y las
de las normas convencionales, sin contradiccio- manifestaciones iniciales de una evolución pos-
nes con las buenas costumbres. Esa interven- terior de la literatura y de las ideas. Los aciertos
ción de Flora está dictada por su relación es- formales y la creación de caracteres y persona-
pontánea con la realidad, libre de las ataduras jes en Pita hablan de un artista con creatividad y
sociales y con un alto sentido de los más inme- la suficiente capacidad de asimilación de valores
diatos placeres. En el caso de Lamparón, más tradicionales y de su momento, ejemplo único
explícito por la abrumadora fuerza de su sensa- en el siglo XVIII en Cuba, al menos de lo que ha
tez, se encuentra esa misma identificación con llegado hasta hoy. El teatro cubano tiene en ese
la realidad, sin pretensiones de trascendencia y comienzo un digno representante del género,
sin idealismos de ninguna índole. En ambos se una obra de arte trabajada con plena conciencia,
halla un lenguaje desfachatado y la búsqueda de si bien su influencia parece haber sido práctica-
la satisfacción de las necesidades más apremian- mente inexistente.
tes por los medios más simples y directos. Po-

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7. ESTUDIO DE LA POESÍA EN CUBA ENTRE
1700 Y 1790

La poesía escrita en Cuba entre 1700 y 1790 tie- ya aludido. Como ejemplo, un fragmento de «A
ne pocos ejemplos para mostrar a la posteridad. Sodalia», escrita por encargo para un reencuentro
Muchos de los autores pasaron sin dejar cons- amoroso:
tancia de su obra escrita y otros sin dejarla si-
quiera de su nombre. De acuerdo con un crite- Atiende, Sodalia mía,
rio cronológico, la primera figura que hay que rémora de mi memoria,
tener en cuenta en esta sucinta valoración es el imán de mi entendimiento,
villaclareño José Surí y Águila (1696-1762), mé- de mi voluntad señora.
dico de profesión y autor, además, de obras de Oirás en sucinto verso,
teatro. Su producción fue abundante —como era sin ápice de lisonja,
de esperar de su condición de repentista—, pero lo que he sentido tu ausencia,
sólo han quedado como muestras de su quehacer y lo que tu vista heroica,
los seis poemas que conservó Manuel Dionisio en fuerza de ser quien eres,
González. El tono general de su poesía es el de me comunica de gloria.
la alabanza religiosa con cierta tendencia al ¿Viste el ámbito terrestre
culteranismo. La religiosidad de sus textos no en las vespertinas horas,
es una experiencia viva, sino puramente libresca. cuando en urnas de cristal
El ingenuo barroquismo que lo caracteriza des- el gran hijo de Latona,
cansa en las descripciones y no se fundamenta se sepulta en occidente,
en una sólida conciencia artística o en una vo- dando lugar a la sombra,
luntad de estilo, imposibles en una formación para que prevengan lutos
tan pobre y casi seguro de tan dispersas lectu- a las altas claraboyas […]?
ras. Sus poemas vienen a ser exaltaciones de la
doctrina católica mediante versos pobres de ex- El carácter circunstancial de ese poema de
presión en todos los sentidos, tanto en el plano amor contribuye a conformar el criterio de que
conceptual como estilístico. La otra línea cono- es la suya una obra de ocasión. Ese rasgo, sus
cida de su lírica —aparecen definitivamente es- dotes de repentista y sus pretensiones culteranas
fumadas sus composiciones de la etapa en que plantean una paradoja para una justa y acertada
desempeñó labores agrícolas, tocadas quizás por definición de su quehacer literario. Surge enton-
experiencias vitales y ajenas a todo afán de ces la pregunta: ¿es Surí un poeta culto, repre-
adoctrinamiento— es de corte amoroso, con sentante de una expresión depurada —conside-
sólo dos ejemplos: «A Udeliquia» y «A Sodalia», ración al margen de sus calidades intrínsecas—,
también exponentes del culteranismo ingenuo o es por el contrario un autor que se inscribe

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38 PRIMERA ÉPOCA

dentro de un arte popular, como podría pensar- Cuando en su esfera luciente


se de su fácil ingenio y de la imaginería de sus raya tu hermoso arrebol,
versos religiosos? La solemne gravedad con que en tinieblas miro el sol
Surí tomó su oficio de poeta y las mal asimila- sepultarse en occidente.
das lecturas que parecen transparentarse en los Luz eres en el oriente
testimonios que dejó, hacen pensar en un crea- del mejor Titán radiante,
dor con pretensiones dentro de la tradición no hay ningún horoscopante,
culterana. Las escasas muestras que han llegado que no padezca desmayos
hasta hoy hacen creer que la espontaneidad por pues al ver tus claros rayos,
la que es conocido era sometida a un posterior no sale el sol tan triunfante.
trabajo en busca de efectos y de amaneramientos
que nada tienen que ver con la frescura de lo De todas las figuras de la lírica del siglo XVIII
popular. en Cuba, la más polémica y sugerente, la de ma-
Otros dos poetas villaclareños, Lorenzo yor vitalidad, es fray José Rodríguez Ucres, co-
Martínez de Avileira (1722-1782) y Mariano José nocido por el sobrenombre Capacho o Padre Ca-
de Alva y Monteagudo (1761-1800), integran el pacho, de fechas de nacimiento y muerte
núcleo de cultivadores de la lírica en esa región ignoradas (sólo se sabe que es probable que na-
durante esa época. Del primero, de una produc- ciera antes de 1715, con toda seguridad en La
ción que suponemos escasa, sólo se conservan Habana). Su obra conservada es más abundante
cuatro décimas, escritas a petición de algunos que la del resto de los poetas de la etapa. Está
vecinos de la villa en respuesta a unos versos integrada por las «Décimas del borracho», las
satíricos llamados ensaladillas y que habían cir- décimas «El apasionado al número siete», «Exor-
culado manuscritos por Villaclara. El segundo, dio del vejamen universal dado por el padre
de quien se pueden leer exclusivamente dos glo- maestro […] a la formación de la Universidad,
sas —una acerca de sus deudas y otra a propósi- y sus nuevos doctores», «Quejas que un amante
to de la belleza de una mujer—, parece regido despreciado envía a su dama», «Respuesta de la
por similares cánones estéticos y parecidas in- dama desengañada», las décimas «Viage que hizo
quietudes y estímulos de la realidad. En ambos de la Havana a Veracruz y reyno de México el P.
se percibe un grato sentido del humor —del que Fr. Gregorio Uscarrel (o Uscarrés)» y una res-
no estaba dotado Surí, como se puede concluir puesta en décima a un amigo. Como en los ca-
de la lectura de sus textos—, y una simpática sos hasta aquí estudiados, la poesía de Rodríguez
ingeniosidad dentro de una poesía de la circuns- Ucres es pobre desde el punto de vista estilístico.
tancia inmediata, surgida de las relaciones direc- Su gusto y su sentido del ritmo dejan mucho
tas del creador con el medio. En el caso de Alva que desear. Las alusiones cultas son menos fre-
y Monteagudo, vuelve a resonar el culteranismo cuentes que en Surí. Reflejan sus versos una per-
como un modo de hacer poesía. Y de nuevo se sonalidad más rica y de mayor interés para la
halla ausente la elegancia en el empleo del idio- indagación.
ma, de nuevo la ausencia de buen gusto. Los ver- En el conjunto de sus textos se destacan las
sos van surgiendo uno detrás de otro más como «Quejas […]» y su «Respuesta […]», más ela-
ejemplos de la facultad de improvisar que de au- boradas y quizás menos cargadas de referencias
ténticas y altas dotes creadoras. No se deja ver personales. Las demás poesías están escritas en
en esos testimonios una larga y cuidadosa expe- tono de burla y sin el menor asomo de ansias de
riencia con la poesía. Sirva de ilustración esta trascendencia. Las dos mejores muestras dejan
décima a la belleza femenina, de Alva y ver cierta musicalidad espontánea, casi seguro
Monteagudo, con cierto aire de elegancia, pero trabajada posteriormente. Se puede afirmar, en
elaborada con convencionalismos literarios y líneas generales, que Rodríguez Ucres rompe la
fórmulas estereotipadas: falsa solemnidad de su época y muestra, en cier-

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MANIFESTACIONES INICIALES 39

to sentido, el otro lado de la vida, las experien- nes conocidas en torno a esa problemática, en
cias de un pícaro que vive un tanto al margen de sus versos sobre el incidente de la detención de
la ética establecida o que pretende contravenir Morell de Santa Cruz por el ejército inglés. El
sus normas. Su lírica tiene un desenfado que se hecho, que nada tiene que ver con el heroísmo
contrapone a los convencionalismos sociales. Es de la defensa de La Habana y que no es más que
de lamentar que esa influencia de lo inmediato, una muestra de intransigencia religiosa, fue can-
de lo vivencial en Rodríguez Ucres (sean o no tado con el peor gusto y con una imaginación y
experiencias personales las que se recogen en su un vocabulario que dejan mucho que desear. Ya
obra) no alcance estatura de acendrada sensibi- Max Henríquez Ureña 38 se refirió a la Relación
lidad, pues hubiese quedado como un atendible y diario de la prisión y destierro del Illmo. Sr. D.
antecedente, en la literatura cubana, de poste- Pedro Agustín Morell de Santa Cruz […] como
riores logros. Muestras de ambas vertientes — carente de mérito, juicio que no llega a calificar-
la amorosa y la burlesca— permitirán una más la, como en verdad merece. El tema y el carácter
exacta comprensión de lo que queda dicho acer- narrativo de sus décimas traen a la memoria Es-
ca de esta curiosa y única figura de la literatura pejo de paciencia, comparación que hace más
escrita en Cuba entre 1700 y 1790. El primer evidente aún la ausencia de virtudes creadoras
ejemplo pertenece a «Viage que hizo de la en Diego Campos.
Havana […]»; el segundo, a las «Quejas […]»: Inspirada en la toma de la capital por los in-
gleses, la marquesa Jústiz de Santa Ana (1733-
Sobre tarde me llevaban 1803) escribió la Dolorosa y métrica expresión
a un juego por ver mi pena, del sitio y entrega de la Havana, dirigida a Nues-
pero de gente tan buena, tro Católico Monarca el Señor Carlos III. El tex-
que hasta los Reyes jugaban: to guarda relación con un memorial dirigido a
las cosas que allí pasaban Carlos III por las mujeres de La Habana a pro-
a comprehenderlas no llego, pósito de la responsabilidad que tuvieron las au-
mas pues está mi sosiego toridades españolas en la ocupación de la ciu-
para entretenerme un rato, dad, documento probablemente escrito por la
ahí va, Agustín, de barato autora de los versos. La Dolorosa y métrica ex-
esa pintura de Juego. presión […] (1763) está integrada por veinticua-
tro décimas que revelan una sólida cultura bí-
***
blica, puesta en función del tono quejumbroso
Si fino yo la serví, y del espíritu de protesta que se quieren hacer
Si constante la adoré, llegar al monarca. Es muy importante el carác-
Si en mi vida la ofendí, ter circunstancial de esta composición, surgida
¿Por qué me olvida y por qué al calor de un hecho trascendente y significati-
Tirana me trata así? vo de la historia de Cuba. No deja de ser sor-
prendente que una mujer culta, de la alta socie-
El enfrentamiento de españoles y criollos, de dad habanera del XVIII, dejara un texto de esta
un lado, y de las tropas británicas que atacaron naturaleza, escrito con energía y en tono recri-
La Habana en 1762, de otro, inspiró varias poe- minatorio y con motivo de un suceso bélico, en
sías que, de manera directa o indirecta, aluden a cuyo desarrollo se respira la decisión y valentía
ese acontecimiento. Como en los casos hasta de los combatientes en defensa de La Habana.
aquí referidos, los autores de estos versos tam- Por la fuerza del temperamento, la marquesa
poco dejaron páginas de calidad. El presbítero recuerda la posterior singularidad de Gertrudis
Diago Campos, de fechas de nacimiento y Gómez de Avellaneda. Fácilmente se puede
muerte desconocidas y posiblemente auxiliar constatar que son escasos sus aciertos y sus va-
episcopal del obispo Pedro Agustín Morell de lores literarios, apenas en alguna estrofa y en
Santa Cruz, escribió la peor de las composicio- versos aislados. La más alta expresión de sus lo-

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40 PRIMERA ÉPOCA

gros está dada en la segunda estrofa, citada con Peñalver, hasta ahora las primeras muestras de
frecuencia: sátira política contra un gobernante que no cuen-
ta con las simpatías populares. Son ataques di-
Tu Havana Capitulada? rectos, escritos con soltura, con gran sentido de
Tu en llanto? tu en exterminio? la burla y con desenfado, denuestos contra un
Tu ya en extraño dominio? habanero que se puso al servicio de los ingleses
Que dolor! O Patria amada! durante la ocupación. Esta décima permitirá
Por no verte enagenada constatar el criterio expuesto sobre estos testi-
quantos se sacrificaron? monios populares:
y quantos máz enbidiaron
tan feliz honrosa suerte, Vete tú antes que el inglés,
de que con sangre en la muerte, porque si él se va no creo
tus exequias rubricaron? por todo lo que ahora veo
que puedas irte después;
En las restantes décimas, no obstante los ver- y vuélvete de una vez
sos que se destacan del conjunto, no está pre- en esto no hay que pensar
sente la calidad esperada de una poetisa de su que esperar o que dudar:
cultura y de su educación. Resulta excesivo el o te vas o te guindamos
empleo de las referencias bíblicas, que recargan y luego se lo avisamos
el sentido y oscurecen el significado. Reaparece al Sr. Conde Alvermar.
aquí la tradición, iniciada en los sonetos
laudatorios que anteceden a Espejo de paciencia, Lenguaje espontáneo y versos discretos que re-
de identificar los hechos y singularidades de la sisten la comparación con los de los poetas cul-
isla con los grandes momentos de viejas cultu- tos de la isla en esos años y en ocasiones los su-
ras, en este caso con afanes moralizantes. Como peran. No se puede decir lo mismo, en cambio,
una virtud sobresaliente de esta obra hay que de las octavas que publica José Severino Boloña
destacar el tono de protesta ante la cobardía de con el título «En regocijo de haberse libertado
los jefes de la plaza, a quienes la marquesa recri- La Habana del poder de los ingleses…», firma-
mina y censura. En esa queja se escucha la voz das con las iniciales J.C. y sin precisión de fe-
de los criollos para demostrar su amor a la tierra cha, excesivamente pobres en el tratamiento del
donde nacieron, en abierto contraste con el des- tema.
interés y la desidia de las autoridades españolas. Figura notable dentro de la lírica en esos de-
No obstante, en estas décimas está todavía vivo cenios fue el sacerdote Juan Miguel de Castro
el sentido de la fidelidad al Rey, actitud conse- Palomino (c.1725-1791). Los comentaristas han
cuente con el momento de desarrollo de la con- elogiado sus versos con entusiasmo un tanto
ciencia criolla en esos años. excesivo, exceptuando Lezama Lima, 40 más
Además de las estrofas de Jústiz de Santa Ana, mesurado al tratar de poner las cosas en su sitio,
la ocupación de La Habana inspiró versos de ca- como se observa en este juicio: «[…] las déci-
rácter popular, anónimos y agresivos. Bachiller mas de Palomino son de lo mejor de su momen-
y Morales 39 consigna que vio veintinueve déci- to poético, no tienen nada de grotescas, expre-
mas manuscritas con el título «Carta testamen- san un sentimiento doloroso en una forma
taria de la M.N.L. ciudad de La Habana […]». correcta y digna». La primera virtud que se re-
Se aprecia en ellas la ausencia de pretensiones vela al leer estas décimas es la sobriedad. Se hace
cultas y de citas abrumadoras y una amable faci- ostensible un alto sentido de la expresión mo-
lidad para elaborar los versos, de una frescura derada y sincera, lejos de todo exceso barroco y
que echamos de menos en la etapa. Recoge ade- de la ingenuidad primitiva del versificador
más el propio Bachiller cuatro grupos de déci- repentista. Son dieciocho décimas de calidad sos-
mas y trece cuartetas alusivas al gobernador tenida y en un tono de reflexión filosófica un

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MANIFESTACIONES INICIALES 41

tanto sombrío. Los elementos descriptivos y las permite afirmar que durante esos noventa años
alusiones a un suceder más allá de los límites se abren algunos de los caminos que habrá de
cerrados del individuo han cedido su lugar a con- seguir la lírica cubana hasta hoy. Surgen enton-
sideraciones íntimas en las que no falta cierta ces algunas figuras aisladas para ir dando cuer-
dosis de religiosidad. po al desarrollo paulatino de la poesía posterior.
Éste puede ser un ejemplo ilustrativo de los En esas obras ya se observa una tendencia
valores de esta obra totalmente ajena al heroís- culterana y otra de carácter popular, la primera
mo, a la alabanza, a la broma y a la experiencia representada por los textos de Surí, romances
amorosa, testimonio en cambio de resignación con un tema desasido de lo inmediato y aleja-
y de estoicismo: dos de vivencias auténticas, y la segunda vincu-
lada directamente con hechos de importancia
Ojos míos, que a sonrojos histórica o con experiencias personales, escrita
conmigo estáis sentenciados en décimas. En estos poetas está el antecedente
de andar encarnizados de las posteriores relaciones entre poesía y cir-
habéis parado en ser rojos: cunstancia inmediata, continuación, en ese sen-
deponed tantos enojos, tido, del ejemplo inicial de Espejo de paciencia.
Mirad que si os irritáis, Si bien no hay ningún poema de mayor signifi-
mas la pena me dobláis cación literaria en esos decenios ni puede ha-
porque al dolor de no veros blarse de etapas en el desarrollo evolutivo del
añadís otros mas fieros género, se fue creando con esos testimonios una
con que me martirizáis! continuidad histórica y, al mismo tiempo, una
evidencia de la creciente discrepancia entre crio-
Esta breve panorámica de la poesía escrita en llos y españoles, sólo apuntada por el momento
Cuba entre 1700 y 1790 —omitidos algunos a modo de una oposición antagónica.
nombres con obras de escasísima significación—

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B. CARACTERIZACIÓN GENERAL DE LA LITERATURA EN
CUBA DESDE SUS ORÍGENES HASTA 1790.
CONCLUSIONES

Los autores y obras anteriores a 1790 que han que se van perfilando las contradicciones, cada
llegado hasta hoy a pesar de los años transcurri- vez más acentuadas, entre criollos y peninsula-
dos, y la dispersión de las ediciones y el abando- res, resultado del largo período de discrepan-
no de algunos, no permiten establecer con cer- cias de los siglos anteriores como consecuencia,
teza etapas, influencias, corrientes, estilos, en el entre otros factores, de la desatención de la co-
proceso evolutivo de la literatura en Cuba en la rona y la desarmonía entre praxis y norma que
época de las manifestaciones iniciales, desde el caracterizó la vida colonial prácticamente desde
descubrimiento hasta 1790. Los siglos XVI y XVII, los inicios de la conquista. Estos decenios de
de un lento desarrollo económico y cultural y 1700 a 1790 son los del surgimiento de una con-
sometidos a la arbitrariedad de las autoridades y ciencia de la tierra como preocupación orgáni-
a las acciones de los filibusteros, han dejado a la ca, coherente, que da lugar a lo que podría
posteridad Espejo de paciencia y los sonetos llamarse la certidumbre histórica. Desde Ono-
laudatorios que lo acompañan, testimonio de una fre de Fonseca hasta la obra de Urrutia se apre-
sensibilidad insular que se ha conformado des- cia la búsqueda de una tradición en el pasado
de la práctica social y en la que se integran múl- que venga a sustentar el presente, intentos que
tiples factores de índole literaria, social, políti- expresan la necesidad de autodefinición. La in-
ca y económica. Esa relación entre literatura y fluencia del neoclasicismo en oposición al deca-
circunstancia de esas primeras manifestaciones dente barroco es determinante en esa etapa de
conocidas de las letras en Cuba es un ejemplo exaltación y de lucha de fuerzas discrepantes,
único en la época de lo que podría llamarse poe- batalla previa al posterior período de predomi-
sía de la participación, textos que expresan la no de las ideas reformistas, expresadas en lo li-
identificación de los creadores con un entorno terario a través de la estética neoclásica a todo
en una relación afectiva que va más allá de los lo largo de 1790-1820.
cánones estéticos de su momento. Ahí están las En la lírica se observa una tendencia al
primeras muestras, en una obra literaria, del sur- culteranismo, representada fundamentalmente
gimiento de una conciencia criolla, levemente por Surí en temas y estilo artificiosos, y una ten-
esbozada ya en la carta de Miguel Velázquez. dencia al desenfado y la ruptura de los cánones
El siglo XVIII muestra un corpus de obra que éticos establecidos, en versos realistas y sin pre-
permite llegar a ciertas conclusiones. En esos tensiones cultas, como los de Rodríguez Ucres.
noventa años están los antecedentes del poste- Al mismo tiempo hay que destacar la interde-
rior desarrollo de la literatura cubana. El creci- pendencia que se establece entre poesía y acon-
miento económico y el afianzamiento del pro- tecer inmediato, de gran importancia en esos
ceso institucional conforman un contexto en el momentos por lo que entraña como anteceden-

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MANIFESTACIONES INICIALES 43

te del posterior desarrollo de la poesía cubana. El príncipe jardinero y fingido Cloridano es


De esa relación surgen los textos inspirados en un antecedente de incuestionable calidad del tea-
la toma de La Habana por los ingleses, en el caso tro en Cuba. Al calor de la influencia de
de la marquesa Jústiz de Santa Ana dentro de Cicognini y de los clásicos del teatro español de
una línea culta y de evidentes elementos de la los Siglos de Oro escribe Pita la única pieza ro-
tradición intelectual, y en el caso de los versos cocó de la escena cubana. Esa filiación, de sin-
anónimos contra Peñalver, expresiones de un gular interés para una indagación en torno a sus
arte popular, de alusiones directas y desenten- posibles ascendientes literarios, en especial el
didas de la esbeltez típica de su antítesis. Una teatro francés, crea la atmósfera idónea para que
tercera manifestación de la lírica de esa etapa se Pita logre más precisos relieves en dos de sus
encuentra en la obra de Castro Palomino, ex- personajes: Lamparón y Flora, notas discre-
presión de un conflicto eminentemente perso- pantes por su lenguaje y su apego a la realidad
nal que no guarda relación, en su génesis, con inmediata, en contraposición con los persona-
acontecimientos de la realidad exterior ni con jes típicos del género. En ambos, dos margina-
una realidad de puras abstracciones. En esta etapa dos de las cerradas estructuras sociales en las que
se encuentran asimismo los inicios conocidos se mueven el argumento y los protagonistas, hay
de la décima escrita, en poemas que cantan su- una ruptura de los valores impuestos por las
cesos de significación popular. convenciones sociales y por toda una visión del
La oratoria, una manifestación literaria que mundo. La estructura de la obra está concebida
fue cultivada con toda seguridad desde los pri- para dar relieve a esos caracteres e imprimir, con
ellos, un mayor realismo y vitalidad al conjunto,
meros años del siglo XVI y, hacia mediados de
aporte sustancial del autor a la sensibilidad que por
esa centuria, casi seguro por criollos en funcio-
esa etapa comienza a integrarse como parte de una
nes eclesiásticas, dejó sus frutos conocidos más
conciencia colectiva. Los versos, de factura lim-
antiguos en el XVIII. La sólida formación acadé-
pia y de grata lectura, revelan una voluntad ar-
mica y el continuo ejercicio de sus representan-
tística muy encomiable. En los parlamentos de
tes, así como el secular aparato retórico en que los criados aludidos están los atisbos de un len-
descansaba el género desde la época del Impe- guaje desnudo de retóricas y de idealizaciones,
rio Romano, contribuyeron a hacer de la orato- si bien es cierto que Pita no es un representante
ria sagrada en Cuba la más acabada expresión de los excesos del gusto, ni aún en las estrofas
literaria anterior a 1790. Ahí se aprecia la batalla más cercanas a sus modelos literarios.
entre lo bueno y lo viejo que caracteriza a la La obra de Rafael Velásquez, «Testamento de
historiografía y, en menor medida, a la poesía, D. Jacinto Josef Pita», en la que se entremez-
entre los oradores a través de la lucha contra el clan prosa y poesía como elementos estructura-
gerundismo y la tendencia barroca y en favor de les, caso único antes de 1790 en Cuba, podría
una mayor claridad y limpieza en la exposición. considerarse como la más cercana a la sensibili-
No obstante el tema de algunos discursos, como dad contemporánea de todas las que se escribie-
la recordación del heroísmo de los defensores ron en la época, incluido Espejo de paciencia, de
de El Morro en 1762, la oratoria sagrada en esos un sabor popular que llega hasta hoy a pesar de
años es la más alta representante de los intere- las octavas tradicionales en las que viene expre-
ses de la superestructura. No tiene, en ese sen- sado. Ambientes, personajes, lenguaje, tema,
tido, la importancia de Arrate o Ribera para la todo perfectamente conjugado en una estructu-
historia de la formación de la conciencia cuba- ra simple y en un relato de extrema síntesis, lo-
na. Sin embargo, la brillantez de sus mejores gran expresar los postulados de una concepción
piezas y la fama alcanzada en sus días por algu- de la literatura que no tenía precedentes en Cuba.
nos de los representantes del género, permiten Desentendido su autor de la influencia france-
afirmar que en él tuvo la literatura insular su más sa, en esos instantes de gran importancia en la
acabada manifestación literaria de entonces. formación e integración de los nuevos valores

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44 PRIMERA ÉPOCA

estéticos y filosóficos, determinantes para la la última década del siglo, un decenio en el que
cultura cubana de los tres decenios subsiguien- se produjeron cambios que se habían venido pre-
tes (1790-1820), Velásquez retoma las lecciones parando prácticamente desde los años de la con-
de los clásicos de la lengua en una dirección al quista.
parecer inexplorada hasta entonces en la isla y Es lamentable que no hayan llegado hasta hoy
las integra con sus circunstancias inmediatas. La todas las obras escritas en Cuba entre 1510 y
captación de lo típicamente popular —la géne- 1790. La simple existencia de un libro como
sis y la concepción general de la obra— es la Noticias de los escritores de la isla de Cuba (c.
mayor virtud de esas páginas en las que se cues- 1750?), de fray José González Alfonseca, hace
tiona, pretensión que en sí misma es una finali- pensar, aparte de otras razones que hayan movi-
dad totalizadora, la visión del mundo de los sec- do a su autor, en la considerable cantidad de
tores dominantes de la sociedad desde los ejemplos que habrá podido ofrecer, pues no es
criterios, las vivencias y la filosofía pragmática sensato considerar que se emprenda la tarea para
de los sectores dominados. lograr resultados que no sean convincentes ni
Dentro de formas tradicionales y bajo la do- justifiquen la labor de compilación. No obstan-
ble influencia de la literatura española y los apor- te las pérdidas, numerosas y algunas seguramen-
tes renovadores del pensamiento francés como te de calidad (a la vez que representativas de los
elementos predominantes a lo largo de estos si- distintos géneros), los textos accesibles son el
glos, se inicia y se desarrolla la conciencia de lo reflejo inequívoco de todo un estilo que el lec-
propio, de enorme importancia en la evolución tor actual puede al menos vislumbrar, aunque
de las letras hasta 1790. Desde lo aparentemen- sea de un modo parcial. Lo esbozado hasta aquí
te intrascendente hasta lo que posee significa- deja entrever un pensamiento fecundo y un cuer-
ción histórica, la literatura del XVIII creó los ini- po de inquietudes que dan un sentido trascen-
cios de lo que más tarde sería la conciencia de la dente a la vida cotidiana en busca de su propia
nacionalidad. La apasionada defensa de los crio- definición. Esos son siglos integradores en to-
llos que hace Arrate podría ser considerada, pre- dos los planos; en materia literaria son los dece-
cisamente por ese entusiasmo que la caracteri- nios de las manifestaciones iniciales de todo un
za, el más elocuente testimonio de la escisión modo de ser y de sentir, distinto en esencia de
que la práctica social había producido a la altura los elementos que se conjugan en sus raíces. Los
de 1760 entre criollos y peninsulares. mejores testimonios de la literatura en esa épo-
Ahí están los inicios de la actitud reformista ca recogen la gestación de la nueva sensibilidad.
de Caballero, Arango y Parreño y Zequeira en

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MANIFESTACIONES INICIALES 45

NOTAS
(MANIFESTACIONES INICIALES)

* Este capítulo ha sido elaborado, en lo esencial, con 8


Julio Le Riverend: «Prólogo», en José Martín Félix
las conclusiones a que llegó su autor, Enrique Saínz, de Arrate: Llave del Nuevo Mundo. Prólogo y notas
en los libros Silvestre de Balboa y la literatura cuba- de […]. Introducción de la primera edición. Fondo
na (Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Haba- de Cultura Económica, México-Buenos Aires, 1949,
na, 1982) y La literatura cubana de 1700 a 1790 (Edi- p. XI.
torial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1983),
cuyos análisis en torno a múltiples problemáticas
9
Jacobo de la Pezuela: Historia de la Isla de Cuba, t.
del contexto histórico, político, social y económi- II. Madrid, Carlos Bailly-Baillière, 1868, p. 352.
co, y acerca de los autores y obras de la época, fue- 10
Tomadas de José Antonio Saco: Colección de pape-
ron reevaluados a la luz de los conocimientos ac- les científicos, históricos, políticos y de otros ramos
tuales y de los fines de la presente Historia de la sobre la isla de Cuba, ya publicados, ya inéditos, t.
literatura cubana. II. París, Imp. de D’Aubisson y Kugelmann, 1958,
1
Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: Historia de la p. 399.
isla y catedral de Cuba. Prefacio de Francisco de 11
Véase César García del Pino: «Introducción», en:
Paula Coronado. Imp. Cuba Intelectual (Academia Pedro Agustín Morell de Santa Cruz: La visita ecle-
de la Historia de Cuba), La Habana, 1929, p. 109. siástica. Selección e introducción de César García
2
José Antonio Portuondo: «Los comienzos de la li- del Pino. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
teratura cubana (1510-1790)», en su Capítulos de 1985, p. XXXI.
literatura cubana. «José Antonio Portuondo y la li- 12
Ibíd.
teratura cubana», por Salvador Arias. Editorial Le-
tras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1981, p. 40.
13
Ibíd.
14
Cita tomada de Enrique Saínz: La literatura cubana
3
«Rescates: with special reference to Cuba, 1599-
de 1700 a 1790. Editorial Letras Cubanas, Ciudad
1610», The Hispanic American Historical Review.
de La Habana, 1983, p. 227.
Baltimore (EE.UU.), 3 (3): 333-361, August, 1920.
15
Julio Le Riverand: «Prólogo» a Llave del Nuevo
4
«Relación de las escuelas…», en Memorias de la So-
Mundo […], ob. cit., p. XV.
ciedad Patriótica de La Habana. Año de 1793.
Havana, Imprenta de la Capitanía General, 1793, 16
Felipe Poey: «Con José Martín Félix de Arrate, his-
pp. 161-175. toriador cubano», en El Ateneo. La Habana, 1 (15):
235-236, 1 feb., 1869.
5
Silvestre de Balboa: Espejo de paciencia. Edición fac-
símil y crítica a cargo de Cintio Vitier. Publicación 17
Julio Le Riverend: «Carácter y significación de los
de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, tres primeros historiadores de Cuba», [Arrate y
La Habana, 1962, p. 45. Urrutia], en Revista Bimestre Cubana. La Habana,
65 (1, 2 y 3): 158-160, ene.-jun., 1950.
6
Es necesario recordar que algunos investigadores han
puesto en duda la autenticidad del poema de Balboa 18
Ambas citas en Idem, p. 159.
y de los sonetos que lo acompañan, pero hasta el
momento no hay pruebas conocidas que sustenten
19
Julio Le Riverend: «Prólogo»», ob. cit., p. XV.
ese cuestionamiento. Sobre los diversos pormeno- 20
Julio Le Riverend: ob. cit., p. 160.
res de esa problemática véase Enrique Saínz: Silves-
tre de Balboa y la literatura cubana, pp. 27-58.
21
José Antonio Portuondo: Capítulos de literatura cu-
bana, p. 61.
7
Néstor Ponce de León: «Los primeros poetas de
Cuba», en Revista Cubana. La Habana, 15: 388,
22
Max Henríquez Ureña: Panorama histórico de la li-
may., 1892. teratura cubana, tomo I. Prólogo de Ángel Augier.

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46 PRIMERA ÉPOCA

Editorial Arte y Literatura, La Habana, p. 69. 34


Véase Enrique Saínz: La literatura cubana de 1700 a
1790, pp. 72-74.
23
J. N. Beristain de Souza: Biblioteca hispanoameri-
cana septentrional. 2 tomos, 5 volúmenes, tercera 35
Santiago Pita: El príncipe jardinero y fingido
edición. Tomo I, Volumen II. Ediciones Fuente Cul- Cloridano. «El príncipe jardinero y su verdadero au-
tural, México, DF, 1947-?, p. 136. tor: Santiago Pita». «Estudio preliminar» [de José
Juan Arrom]. Editorial Arte y Literatura, La Haba-
24
Cita tomada de Enrique Saínz: La literatura cubana
de 1700 a 1790. Ciudad de La Habana, Editorial Le- na, 1975, pp. 124, 142, 151, 162, 169 y 180 (las no-
tras Cubanas, 1983, pp. 174-175. tas 182, 686, 909, 293, 447 y 762 resp.).
25
Id., pp. 179-180.
36
Octavio Smith: Para una vida de Santiago Pita. Edi-
torial Letras Cubanas, La Habana, 1978, p. 117.
26
José Antonio Portuondo: Capítulos de literatura cu-
bana, p. 67.
37
Rine Leal: La selva oscura. Editorial Arte y Litera-
tura, La Habana, t. I, p. 116.
27
J.N. Beristain de Souza: Biblioteca hispanoamerica-
na septentrional, t. II, vol. IV, p. 247. 38
Max Henríquez Ureña: Panorama histórico de la li-
teratura cubana, tomo I, p. 75.
28
Olga Portuondo Zúñiga: «Introducción», en Nico-
lás Joseph de Ribera. Compilación e introducción 39
«Décimas del año 1762 acerca de la entrega de La
de […] Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Habana a los ingleses hasta su restauración, en que
1986, p. 120. fue Gobernador D. Sebastián Peñalver y el conde
de Alvermar (sic)», en Bachiller y Morales, Anto-
29
José Agustín Caballero: Escritos varios. Editorial de
nio: Cuba: monografía histórica que comprende des-
la Universidad de La Habana, 1956, t. L, pp. 53-70.
de la pérdida de La Habana hasta la restauración es-
30
Julio Le Riverend: «Carácter y significación de los pañola. Nota preliminar por Emilio Roig de
tres primeros historiadores de Cuba», p. 163. Leuchsenring. «Antonio Bachiller y Morales», por
José Martí. Oficina del Historiador de la Ciudad de
31
Idem., p. 168. La Habana, La Habana, 1962, p. 203.
32
José Juan Arrom: Estudios de literatura hispanoame- 40
José Lezama Lima: Antología de la poesía cubana,
ricana. Úcar García, La Habana, 1950, pp. 33-70.
tomo I. Siglos XVII y XVIII. Consejo Nacional de
33
Idem, p. 70. Cultura, La Habana, 1965, p. 107.

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SEGUNDA ÉPOCA
La literatura cubana en el proceso
de formación y cristalización
de la conciencia nacional (1790-1898)

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A. CARACTERÍSTICAS DE LA ÉPOCA. RAZONES DE LA
PERIODIZACIÓN ADOPTADA PARA EL ESTUDIO DE LA
LITERATURA PRODUCIDA EN ESE MOMENTO

El desarrollo de Cuba en su condición de colo- b) Segunda etapa (1820-1868). La literatura en


nia española fue más bien lento y nada pródigo la etapa de formación de la conciencia nacio-
en hechos notables hasta la segunda mitad del nal (desarrollo del romanticismo como co-
siglo XVIII. La toma de La Habana por los ingle- rriente literaria);
ses en 1762 resulta ser el catalizador que
dinamiza un proceso de crecimiento que venía c) Tercera etapa (1868-1898). La literatura en
rumiándose ya desde antes y el nuevo programa la etapa de nuestras guerras por la emancipa-
político-económico conocido como Despotis- ción del poder español (del romanticismo al
mo Ilustrado, puesto en práctica por Carlos III inicio del modernismo y el naturalismo como
en España, acelera los acontecimientos. Se ha di- corrientes básicas).
cho que en unos decenios la economía de la Isla
avanzó lo que no pudo en siglos y permitió cris- Culturalmente el llamado Siglo de las Luces
talizar a una clase de productores criollos, to- no pareció manifestarse en Cuba hasta la última
talmente diferenciados de los comerciantes es- década del siglo XVIII y por esos años existió un
pañoles, a la vez que incrementaba la entrada en como quemar etapas para alcanzar el desarrollo
la isla de esclavos africanos y se introducían ade- europeo. En 1790 comienza la publicación del
lantos técnicos antes no soñados. La isla entera Papel Periódico, fundado a iniciativa del gober-
se iba convirtiendo en una gran plantación nante español Luis de las Casas, y a través de
esclavista dedicada sobre todo al cultivo de la sus páginas encontramos ya testimonio de los
caña de azúcar. Así comienza un dilatado e cambios que suceden en la isla, avalados por au-
importantísimo período de la historia cubana, tores como José Agustín Caballero, Tomás
que podemos enmarcar entre 1790 y 1898, den- Romay, Francisco de Arango y Parreño y Ma-
tro del cual ocurrió el apogeo y la crisis del régi- nuel de Zequeira, quien es su redactor oficial a
men de trabajo esclavo, así como la formación y partir de 1803; ya desde 1793, al constituirse la
madurez de la conciencia nacional. Por lo am- Sociedad Patriótica de la Havana, ésta pasó a
plio de su desarrollo, al vincular la literatura con ocuparse de la mencionada publicación. La fe-
los hechos ocurridos durante ese lapso, pode- cha de inicio del Papel Periódico puede tomarse
mos diferenciar en él tres etapas sucesivas: como índice bien visible del despertar de la co-
lonia y su tímida incorporación a los tiempos
a) Primera etapa (1790-1820). La literatura en modernos, ya desde el año anterior marcados en
la etapa del proceso de institucionalización Europa con el estallido de la Revolución Fran-
literaria (predominio del neoclasicismo); cesa.

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50 SEGUNDA ÉPOCA

Varios acontecimientos internacionales de abolicionismo hasta 1844, fecha del sangriento


entonces repercuten directamente en la isla, Proceso de la Escalera, y posteriormente, por el
como la Revolución Haitiana —consecuencia de anexionismo y el reformismo, cuyos fracasos
la propia Revolución Francesa— acaecida en dejarán inevitablemente abierta la puerta a la so-
1791, la cual permite se eleven en el mercado lución armada.
mundial los precios del azúcar y del café, cosa Respecto a la esclavitud, hacia la cuarta déca-
de la cual se aprovechan los productores cuba- da del siglo el sector más avanzado de la bur-
nos, particularmente en su permitido comercio guesía cubana había cambiado ligeramente su po-
con los Estados Unidos, ya surgidos como na- sición, debido al uso que ya le estaban dando a
ción independiente desde 1783. En Inglaterra se la máquina de vapor, que apuntaba hacia la sus-
produce la llamada Revolución Industrial, entre titución, en un futuro más o menos próximo,
cuyos vuelcos tecnológicos figura la máquina de de la fuerza de trabajo esclava por otra, asalaria-
vapor, la cual, al ser introducida en la industria da, capaz de dominar la nueva técnica producti-
azucarera cubana desencadenará un proceso eco- va. El censo de población realizado en 1827 ha-
nómico que modificará el socio-político. La in- bía aportado el alarmante dato de que el 56% de
vasión a España por las tropas napoleónicas en la población de la isla era negra o mulata. Todo
1808 hizo que se crearan en América Juntas de esto iba enfrentando a ese sector de la burgue-
Gobierno en las cuales estaba el germen de la sía cubana —entre cuyos voceros estaban Do-
primera independencia hispanoamericana, pero mingo del Monte y José Antonio Saco— a los
que en Cuba fracasaron debido a las contradic- poderosos intereses de los negreros y de los pro-
ciones que existían entre los comerciantes es- pios gobernantes coloniales, que se enriquecían
pañoles radicados en la isla y la incipiente bur- con el comercio libre de esclavos, ya obstaculi-
guesía cubana, la cual en realidad no estaba zado por Inglaterra, la cual se proponía liberar a
interesada en provocar una lucha que pusiera en los esclavos de sus colonias y exigía que España
peligro sus riquezas y quizás, como en Haití, hiciese lo mismo.
desatara una insurrección de esclavos negros. Otro cambio en el gobierno metropolitano
En España se instauraron, brevemente, regí- hacia un régimen constitucional en 1833 empeo-
menes constitucionales en 1812 y 1820. La se- ró la situación, pues la nueva reina entendió que
gunda de estas fechas marca el inicio de una de- las libertades constitucionales siempre habían
cisiva etapa en el desarrollo de la isla, pues a partir sido aprovechadas por las colonias para indepen-
de ella se dan a conocer, de manera no esporádi- dizarse; por lo que dispuso apretar la «mano
ca, grupos de cubanos —entre los cuales se en- dura» respecto a los pocos dominios que le que-
contraban Félix Varela y José María Heredia— daban en ese entonces a España. Fruto de ello
que ya se inclinaban hacia la solución indepen- fue el nombramiento de Miguel Tacón como
dentista, alentados por las diversas ideas revo- Capitán General de Cuba y su política impositiva
lucionarias que agitaban a América y Europa y y represiva, que comprendía una rígida censura
con conciencia de los graves problemas que sa- de prensa y el cerrar las puertas del palacio de
cudían a la isla. Al cesar el régimen constitucio- gobierno a todos los cubanos, lo cual despertó
nal en España en 1823, el gobierno metropoli- agrias polémicas, producto de una de las cuales
tano inicia una política de «mano dura» en Cuba resultó José Antonio Saco expulsado de la isla.
y se le confieren al Capitán General «facultades La ida de Tacón del mando de la isla no hizo
omnímodas» que, de hecho, abolían en el país mejorar mucho la situación, pues Inglaterra es-
todos los derechos políticos, civiles y humanos. taba dispuesta a actuar fuertemente para obligar
Aunque el sentimiento independentista no a España al cese del tráfico de esclavos, para lo
dejará de tener brotes y se mantendrá, más o cual situó en La Habana al radical David
menos subterráneamente, hasta el estallido bé- Turnbull, quien logró nuclear alrededor suyo un
lico de 1868, el resto de la segunda etapa del pe- importante grupo de cubanos abolicionistas
ríodo que nos ocupa estará caracterizada por el antitratistas. Los alzamientos de esclavos me-

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CARACTERÍSTICAS DE LA ÉPOCA 51

nudeaban cada vez más y Turnbull tuvo que el libre cambio, se creaba un impuesto del 10%
abandonar el país. El descubrimiento de nuevas sobre rentas y utilidades de toda la riqueza de la
conspiraciones llevó al gobierno español a ini- isla. La burguesía esclavista cubana se enfrenta-
ciar, como escarmiento, una cadena de injustos ba a una grave crisis estructural, pues la esclavi-
y sangrientos procesos conocidos por la Escale- tud se había convertido en un freno para su
ra —instrumento utilizado para torturar a las desarrollo, mientras que el gobierno metropo-
víctimas— a consecuencia de los cuales fue fu- litano, afectado también por la crisis, gravitaba
silado, entre otros, el poeta Plácido. cada vez más pesadamente sobre la economía del
El comercio de Cuba con los Estados Uni- país, que en realidad dependía en mayor medida
dos había venido ascendiendo hasta el punto que, del mercado estadounidense que del español. Un
hacia mediados de siglo, alcanzaba los quince nuevo recrudecimiento de las facultades omní-
millones de pesos, contra tres millones el que modas agravó la situación.
se realizaba con España. El enriquecimiento y Estos factores hicieron posible que, en 1868,
proceso de expansión que llevaba a cabo los Es- grupos de cubanos, ya fuesen independentistas,
tados Unidos deslumbraron a ciertos cubanos, abolicionistas o desengañados del reformismo
que veían en la posible anexión de la isla a ese y el anexionismo, se unieran en la obtención de
país la obtención de grandes beneficios econó- un ideal común: la liberación nacional mediante
micos, que la débil y retrógrada España era ya la lucha armada, con lo cual comienza la tercera
incapaz de propiciar. Así se crea en 1847 el Club etapa del período comprendido entre 1868 y
de La Habana, sociedad secreta controlada por 1898, etapa que incluirá dos heroicos conflictos
la rica burguesía, y entre 1851 y 1852 se produ- bélicos separados por un agitado lapso de
cen los desembarcos armados de Narciso López, entreguerras.
que terminan por fracasar, entre otras causas por Dentro del territorio cubano se habían dife-
la falta de apoyo popular. En realidad al gobier- renciado tres regiones fundamentales, que se
no estadounidense no le interesaba todavía la correspondían, aproximadamente, con los tres
anexión de Cuba, que podría llevarlo a un en- departamentos militares existentes entonces. La
frentamiento con la poderosa Inglaterra; por el occidental —que llegaba hasta parte de las ac-
momento, prefería que la isla vecina se mantu- tuales provincias de Villa Clara y Cienfuegos—
viese bajo el control de la decadente España. poseía la mayor riqueza azucarera del país y, por
Hacia 1860 la revolución tecnológica conti- lo tanto, la mayor concentración de esclavos. Y
nuaba su avance en la industria azucarera, la ma- era también la región en donde existían más tro-
yor fuente de riquezas del país, aunque esto se pas españolas acuarteladas y en donde residía
producía sobre todo en la región occidental del buena parte de la población peninsular radicada
país, históricamente más desarrollada que la en la isla. La región central —aproximadamente
oriental. España arreció en su política fiscal de hasta la actual provincia de Las Tunas— tenía
rapiña, que recayó con el mayor peso sobre los como principal rama económica la ganadería, la
hombros de los productores más atrasados. En- cual no necesitaba el empleo masivo de fuerza
tonces volvió a renacer la corriente reformista de trabajo esclavo, lo que hacía que la mayor par-
entre los miembros de la gran burguesía azuca- te de su población fuese blanca y sólo un 6% de
rera, a quienes el gobierno español toleró en ella de origen peninsular. A diferencia de esta
principio que se organizaran en partido político región, en la oriental existía una gran variedad
y tuviesen su propio órgano de propaganda, el de cultivos, así como resultaba ser la región con
periódico El Siglo. Aspiraban al establecimien- mayor cantidad de mulatos y negros libres de-
to del libre cambio y a la abolición gradual y dicados a las faenas agrícolas y con el menor nú-
mediante indemnización de la esclavitud, aspec- mero de blancos peninsulares. Sin embargo,
tos que en definitiva le fueron negados. En fe- Santiago de Cuba y Guantánamo, zonas eminen-
brero de 1867 se sabía ya en Cuba que España temente azucareras y cafetaleras, concentraban
mantendría la esclavitud y que, sin concederse una alta proporción de esclavos, superior a la de

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52 SEGUNDA ÉPOCA

mulatos y negros libres, los que a su vez eran nicano Máximo Gómez, quien, quizás por serlo,
numéricamente superiores a los blancos. estaba libre de los regionalismos que entorpe-
Los productores de azúcar del centro y el cían la visión de conjunto de otros combatien-
oriente de la isla habían marchado a la zaga de la tes, y por ello estuvo más consciente que nadie
gran burguesía esclavista occidental y para ellos de que si la guerra no se extendía a todo el país
la necesidad de hallar una salida a la crisis se pre- se perdía, objetivo militar que logró llevar a la
sentaba de manera mucho más imperiosa y apre- región central, a fuerza de cargas al machete y
miante: su alternativa era la ruina por la compe- tea incendiaria.
tencia o la independencia política que les Tras diez años de luchas el desgaste de ambos
permitiera llevar a cabo los imprescindibles cam- bandos fue muy visible. Disensiones y vacila-
bios socio-económicos que necesitaban para so- ciones internas en los mandos supremos de la
brevivir como clase. La insurrección estalla en revolución, en manos todavía de la burguesía
Oriente, acaudillada en sus inicios por ellos, los azucarera oriental, provocaron, de hecho, una
únicos que entonces podían hacerlo, ya que dis- insubordinación de las tropas de Camagüey, las
frutaban de una posición social que les permitía que abandonaron sus unidades, cosa que apro-
arrastrar tras de sí a grandes masas de población vechó el astuto capitán general español Arsenio
humilde. La ausencia de trabajo esclavo entre los Martínez Campos para hacer llover sobre los
camagüeyanos los hizo incorporarse a la lucha campamentos cubanos, especialmente los
con ideas de un carácter más radical en relación camagüeyanos, proposiciones de paz. Primero,
con los azucareros orientales, representados los se acordó un armisticio y por último se firmó el
primeros por Ignacio Agramonte y los segun- Pacto del Zanjón para terminar la guerra. Según
dos por Carlos Manuel de Céspedes. Las pug- la capitulación, a Cuba se le concederían las mis-
nas ideológicas en las filas insurrectas refleja- mas condiciones políticas que a Puerto Rico; se
ban el desarrollo desigual del capitalismo en el declaraba una amplia amnistía que cubriría a los
país y lastraron a la revolución desde sus comien- involucrados en los diez años de lucha, y se rati-
zos, agravadas por un profundo regionalismo ficaba la libertad de los esclavos y asiáticos que
que dividió a las huestes revolucionarias en militasen en ese momento en las filas rebeldes.
orientales —subdivididos también en microrre- España, que debía enviar desde el otro lado
gionalismos—, camagüeyanos y villareños. Sin del océano soldados a defender una causa injus-
embargo, durante la lucha fueron surgiendo je- ta, en terreno desconocido y hostil, en un clima
fes que no eran propietarios de tierras, ni de in- que les resultaba mortal, estaba ya al fin de sus
genios ni de esclavos y que al ir asumiendo el posibilidades reales. Esto lo intuyó, en Oriente,
mando de la guerra, fueron radicalizándose y el ejército mambí, comandado por el mulato An-
ampliando al carácter popular de la contienda. tonio Maceo e integrado fundamentalmente por
El artesanado, compuesto en su inmensa ma- los esclavos liberados de las regiones de
yoría por negros y mulatos libres, se sumó a la Guantánamo y Santiago y por blancos, mulatos
causa independentista en su vertiente abolicio- y negros libres de extracción campesina, para no
nista más radical, mientras los escasos trabaja- aceptar la capitulación. En una reunión efectua-
dores asalariados, al ser mayormente españoles, da en Mangos de Baraguá, el 15 de marzo de
se mantuvieron al margen del conflicto, al igual 1878, Maceo le expresó al asombrado Capitán
que otros sectores en los cuales existía una ma- General sus exigencias de abolición de la escla-
yoría blanca que era víctima de prejuicios vitud e independencia total para Cuba. De esta
étnicos, cultivados por la clase dominante, que forma Maceo, representante de los sectores hu-
la mantenía muy dividida. En lo que al campesi- mildes que participaron en la lucha, rechazaba
nado blanco respecta, aunque en muchos casos la capitulación del Zanjón, como muestra de in-
era de origen español, siguió masivamente el al- transigencia revolucionaria. Así ascendían a la
zamiento, sobre todo en las zonas de Cauto y dirección del movimiento independentista las
Camagüey. Del mismo procedía el gran domi- clases y sectores más explotados y, por tanto,

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CARACTERÍSTICAS DE LA ÉPOCA 53

más consecuentes en la lucha contra la esclavi- propugnaba conservar intacto el statu quo exis-
tud y el coloniaje. tente, sin que se produjera en él ningún cambio,
Aunque fue imposible mantener la lucha ar- ni siquiera los muy tibios que propugnaban los
mada durante algún tiempo, la agitación revolu- autonomistas.
cionaria no cesó ya nunca en la isla hasta el final Los diez años de lucha habían servido de ca-
del siglo. El Zanjón fue sólo una tregua para que talizador al proceso de concentración de la in-
las fuerzas cubanas reorganizadas bajo una nue- dustria azucarera, ya iniciado antes de la
va dirección, la de la pequeña burguesía cubana contienda como producto inevitable de la
y rural, y con una base popular ampliada por la competencia capitalista. Como consecuencia del
clase obrera ya constituida, se lanzaran nueva- proceso de modernización tecnológica y de la
mente al combate por el objetivo no alcanzado misma competencia, se arruinaron aquellos pro-
entonces, la independencia política, así como por pietarios con menos recursos financieros para
otras demandas socio-económicas emanadas de acometer la necesaria sustitución de los equi-
nuevas fuerzas, de carácter profundamente po- pos y sus propiedades pasaron a manos de unos
pular, que dirigirán y librarán la lucha. Este pro- pocos, los más ricos. La ruina de la burguesía
ceso de reorganización de fuerzas fue largo y, azucarera y ganadera de las regiones oriental y
necesariamente, tuvo que tomar en cuenta, para central del país, determinó su desaparición como
su análisis y superación, los errores de las fuer- clase. La mayor parte de sus integrantes tuvie-
zas revolucionarias durante la gesta de los Diez ron, a partir de 1878, que arrendar las tierras a
Años. En él desempeñó un papel destacado, in- comerciantes y prestamistas españoles, quienes
sustituible, José Martí, un joven abogado haba- se apoderaron de ellas como botín de guerra: de
nero, iniciado en los trajines conspirativos el las cenizas de la burguesía nacional cubana sur-
propio año de 1878, cuando se organizaba la gió una nueva burguesía agraria, esta vez española.
frustrada intentona revolucionaria que se cono- Durante este período también desapareció la
ce como Guerra Chiquita. esclavitud (1886) en la isla y, por tanto, el escla-
A partir de 1878 el gobierno español conce- vo como clase social. El incipiente movimiento
dió a Cuba algunas libertades políticas y modi- obrero, que había quedado desarticulado tras la
ficó el régimen de facultades omnímodas, aun- Guerra de los Diez Años, resurgió después de
que sin suprimir por completo las prerrogativas la contienda y comenzó a organizarse en una es-
extraordinarias y las extralimitaciones de los go- cala más amplia mediante congresos, sindicatos
bernadores generales. Desde luego, los grandes y periódicos, bajo una orientación anarquista
comerciantes y la burocracia peninsular conser- pero siempre a favor de la independencia nacio-
varon un férreo control del aparato colonial y nal. Mientras, José Martí, deportado de Cuba,
de los mecanismos políticos. La burguesía cu- organizaba a las masas trabajadoras en los Esta-
bana decidió crear entonces lo que primero lla- dos Unidos y recaudaba fondos para la nueva
maría Partido Liberal y, en 1881, Partido Libe- contienda. Sobre todo a partir de 1892 la activi-
ral Autonomista. Si antes de 1868 la burguesía dad revolucionaria de Martí quedó inextrica-
occidental fue antirrevolucionaria, a partir de blemente integrada a las masas trabajadoras de
1878 adquirió un más agresivo matiz contrarre- la inmigración, las que constituyeron la base
volucionario, pues consciente de que la direc- social que más contribuyó a que se convirtiera
ción de la lucha se le había ido de las manos, en el jefe político de la insurrección, acatado y
optó porque Cuba se quedara unida a España respetado por los revolucionarios de todos los
mediante el régimen autonómico, como provin- orígenes sociales que participarán en la lucha que
cia ultramarina. Por su parte, pocos días después se reinicia en 1895.
de creado el Partido de la burguesía cubana, sur- En la isla, a la falta de derechos políticos, la
gió el que representaba los intereses de la buro- discriminación racial, la inseguridad económica
cracia y burguesía española en Cuba, el llamado de los pequeños arrendatarios rurales, la explo-
Partido Unión Constitucional o Integrista, que tación despiadada de la clase obrera y la perse-

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54 SEGUNDA ÉPOCA

cución y represión de sus luchas por organizar- de los cuales correspondían a la industria azuca-
se para defender sus intereses, venían a sumarse rera y quince a las minas de Oriente. Los gran-
otros elementos que exacerbaban la irritación, des capitales yanquis necesitaban colonias para
el descontento y la rebeldía de las masas cuba- ubicar en ellas sus productos a precios altos, para
nas. Con el aumento de las contribuciones per explotar sus recursos minerales y agrícolas —así
cápita que debían pagar los cubanos —más del como su fuerza de trabajo— a precios bajos, para
doble de las que tributaban los habitantes de la monopolizar sus bancos y servicios públicos, en
Península—, la escandalosa corrupción adminis- fin, para convertirlas en coto privado de sus in-
trativa y el terror implantado por la guardia ci- versiones de toda índole. Inglaterra, que hasta
vil entre el campesinado, la situación económi- ahora se había opuesto a los planes norteameri-
ca en la isla continuaba deteriorándose y canos sobre Cuba, prácticamente apoyaría aho-
empeoró mucho más cuando en 1894 los Esta- ra el ataque yanqui a España a cambio de la no
dos Unidos anularon el convenio con España interferencia de éstos en sus proyectos sobre
que reducía los derechos de entrada del azúcar China y el Cono Sur Americano. El escenario
cubano, e implantaron una nueva tarifa más ele- estaba preparado para la primera guerra impe-
vada. El precio del azúcar bajó como nunca y, a rialista de la historia, por un nuevo reparto de
consecuencia de ello, la burguesía azucarera cu- un mundo repartido.
bana procedió al despido masivo y a la rebaja de Desde mediados de 1897 la campaña de la
los ya ínfimos salarios de sus trabajadores. Las prensa monopolista yanqui creaba internamen-
condiciones estaban maduras para el reinicio de te las condiciones subjetivas en el pueblo norte-
la lucha armada. americano para el estallido de la guerra. Vista la
Una vez comenzada, la revolución cobró fuer- cautela de España ante las provocaciones yan-
za incontenible. Y, aunque la muerte en comba- quis, los círculos expansionistas de éstos deci-
te de Martí, el 19 de mayo de 1895, resultó un dieron actuar enérgicamente y crear un inciden-
durísimo golpe, ya a principios de 1896 se había te de tal gravedad que hiciera inevitable la guerra:
llevado a cabo la proeza de la invasión por Maceo éste fue la voladura del acorazado estadouniden-
y Gómez a toda la isla, que ardía de extremo a se «Maine», fondeado en la bahía habanera. En
extremo en la gran llamarada de la guerra. Las el mes de abril de 1898 el presidente norteame-
huestes mambisas, comandadas por jefes pro- ricano dirigía un mensaje al Congreso de esa
cedentes de la pequeña burguesía o de capas más nación por el cual pedía la concesión de faculta-
modestas de la población, y compuesta por una des para declararle la guerra a España y el órga-
amplia mayoría de campesinos y trabajadores, no legislativo aprobó, poco después, la Resolu-
de negros y mulatos, gozaba de gran unidad ción Conjunta, la cual no reconocía personalidad
ideológica. En 1895, la revolución acusaba posi- legal a la República en Armas, aunque sí el dere-
ciones radicalmente populares y luchaba por una cho del pueblo de Cuba a ser libre e indepen-
liberación nacional que, una vez obtenida, aspi- diente, por lo que Estados Unidos se compro-
raba a adoptar formas políticas democrático- metía a entregarle el gobierno de la isla una vez
burguesas avanzadas. pacificada. Estados Unidos, sin reconocer la
En 1898 España había agotado ya, respecto a existencia legal del ejército mambí, lo utilizó
Cuba, «el último hombre y la última peseta». Y para sus operaciones militares en Oriente. Co-
entonces entró en acción la metrópoli econó- mandado por Calixto García, garantizó el des-
mica. Hacía mucho tiempo que Estados Uni- embarco yanqui y fue factor decisivo en las ba-
dos ambicionaba la posesión de Cuba. Ya la Gue- tallas del Caney, San Juan y en el cerco de
rra de los Diez Años había sido aprovechada por Santiago de Cuba, ciudad a la que ni siquiera se
la burguesía norteamericana para ir ganando le permitió entrar cuando, una vez arriada la ban-
posiciones en la isla. En 1895 se calculaba que dera española, se izó en ella la norteamericana.
las inversiones norteamericanas en Cuba ascen- En diciembre de 1898 se firmaba el Tratado
dían a unos cincuenta millones de dólares, treinta de Paz de París entre España y los Estados Uni-

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CARACTERÍSTICAS DE LA ÉPOCA 55

dos. Tampoco allí estuvo representado el pue- su ya casi único mercado: el estadounidense. El
blo de Cuba. El 1o de enero de 1899 se iniciaba ideario revolucionario, sus objetivos, eran así
la intervención militar norteamericana, instru- frustrados por la intervención, con la cual se ini-
mento de los monopolios y al servicio de sus cia un nuevo período del desarrollo histórico de
fines: abrir por completo la isla a las inversiones la isla, sólo formalmente independiente enton-
yanquis; lograr el control de tierras, minas, in- ces, pues en realidad había dejado de ser colonia
dustrias, bancos, servicios públicos, etc. y, ade- de España para convertirse en neocolonia de los
más, acabar de eslabonar el comercio cubano a Estados Unidos.

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1. PRIMERA ETAPA: 1790-1820
La literatura en la etapa del proceso
de institucionalización literaria (predominio
del neoclasicismo)

1.1 VIDA CULTURAL Y PRENSA PERIÓDICA

1.1.1 Características y problemáticas tinuada por su sucesor, Carlos IV, primero en


esenciales de la etapa España y luego paulatinamente en las colonias
hispanoamericanas, se desenvolverá un proceso
La literatura producida en Cuba durante los años de dirección y promoción de la cultura por par-
que transcurren entre 1790 y 1820 —etapa que te del Estado que, junto al propio desarrollo de
encarna el proceso llamado de instituciona- las colonias, propiciará un cambio cualitativo en
lización literaria, en tanto significó, por prime- el orden económico, político y social dentro del
ra vez en nuestra historia, la posibilidad de la vasto imperio colonial español.
existencia y difusión material de la literatura En Cuba, este proceso adquiere característi-
como un hecho social y cultural significativo— cas muy singulares, puesto que el desarrollo eco-
inicia la época de formación de nuestra concien- nómico de la burguesía esclavista criolla se rea-
cia nacional. Ya esta característica supone una lizó, no como consecuencia de la política
ruptura con la llamada época de manifestacio- colonial, sino a contrapelo de ésta. El tránsito
nes iniciales de la literatura en la colonia. Alre- de una economía de servicios marinero-militar
dedor de esa ruptura y el inicio de aquel proce- hacia la economía plantadora y productora que
so se configurarán todas las problemáticas se impone en la última década del siglo XVIII tie-
importantes de esta etapa, marcada por un contra- ne lugar como resultado del desarrollo y conso-
dictorio, complejo y dinámico carácter transicional. lidación de una clase azucarera insular, la cual,
Como consecuencia de la política del despo- como señala Moreno Fraginals, le impone a la
tismo ilustrado, auspiciada por Carlos III y con- metrópoli «su ritmo productor».1 Luego de la

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recuperación de la isla del provisorio pero prometieron también toda posibilidad de


importantísimo período de dominación ingle- radicalización política, ya que al depender de la
sa, comenzarán a cuajar distintos cambios sus- existencia de la esclavitud para su desarrollo eco-
tanciales en su estructura económica y social, nómico, ello impedía no sólo cualquier mani-
estrechamente vinculados al desarrollo de la pro- festación radical de independencia política sino
ducción azucarera. Durante los once meses de que constituía a la postre un freno para su pro-
dominación inglesa, se duplica el número de es- pio desarrollo industrial capitalista y para su
clavos, se intensifica el comercio con las Trece conversión en una burguesía nacional indepen-
Colonias norteamericanas y se hacen más evi- diente.
dentes para la sacarocracia las ventajas de la eco- Asimismo el llamado proceso de instituciona-
nomía productora y plantadora de las islas azu- lización literaria se desenvolvió como resultado
careras inglesas de las Antillas. Además, a partir directo del auge económico de la nueva clase
de entonces, toda la coyuntura azucarera inter- productora criolla, así como de la estrecha polí-
nacional va a ser favorable a Cuba. Incluso, lue- tica de colaboración con el gobierno colonial.
go de la independencia de las Trece Colonias, al Dentro del ámbito general del despotismo
perder éstas su mercado con las Sugar Islands, ilustrado, se crearán el Papel Periódico de la
se intensificará su relación comercial con Cuba. Havana (1790-1805) —auspiciado por el due-
Este lento pero incontenible desarrollo de la ño del ingenio La Amistad, Luis de las Casas—,
sacarocracia criolla terminará por darle un vuel- la Real Sociedad Patriótica de la Havana (1793)
co a la economía colonial durante la década del y el Real Consulado de Agricultura y Comercio,
noventa, cuando, ya consolidada aquélla en su con su anexa Junta de Fomento (1795), todas,
poder económico, sucede, como consecuencia instituciones creadas a partir de los intereses
de la Revolución francesa, la Revolución de Haití económicos de la sacarocracia criolla.
(1791), provocando el acceso de la producción No obstante su raíz económica, el Papel Pe-
azucarera cubana al mercado internacional, por riódico de la Havana tuvo una importante sig-
lo que la isla se convierte en el tercer productor nificación para nuestra literatura, pues fue la
de azúcar del mundo. primera publicación periódica que logró expre-
Este fenómeno, típicamente criollo, signifi- sar, desde una nueva concepción de la función
cará la primera y más importante muestra de social de la prensa, una imagen ideológicamente
independencia, con respecto a España, de la cla- significativa de los intereses de la sociedad co-
se insular, expresando un decisivo paso hacia la lonial cubana. Repárese en que fue a tal punto
formación de una incipiente conciencia de na- preponderante la influencia de esos intereses de
cionalidad. Ahora bien, esta clase necesitará, por la sacarocracia criolla en la publicación, que ello
su dependencia de la estructura política y del motivó las críticas de Manuel de Zequeira, quien
control comercial metropolitanos, de una estre- en su etapa de director del periódico (1800-1805)
cha colaboración con el gobierno colonial y con intentó encauzar sus contenidos hacia un inte-
los comerciantes peninsulares. La dependencia rés más acentuadamente literario. Sin embargo,
era mutua, por lo que dentro del marco de la el solo hecho de la existencia de la prensa trajo
política del despotismo ilustrado del goberna- consigo la posibilidad de que la sociedad pudie-
dor Luis de las Casas —convertido él mismo en ra reconocerse a través de determinada expre-
un importante productor azucarero, como tam- sión literaria. Y esa sociedad, sintetizada allí en
bién su intendente de Hacienda, José Pablo Va- sus rasgos más esenciales, en sus características
liente— se iniciará una etapa de relativa conci- y contradicciones singulares, podía entonces
liación ideológica entre la colonia y su metrópoli, comenzar a hacerse consciente de sí misma. La
que mediará en la índole del ideario reformista ascendencia del ideario de la burguesía esclavista
criollo, el cual conoce de una limitación esen- criolla en los contenidos de la publicación re-
cial, pues los mismos factores que determina- dundó sin dudas en la homogeneidad temática
ron el desarrollo de la burguesía esclavista, com- y en la efectividad social de la publicación.

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 59

El reformismo económico característico de da de ella». 4 La afirmación del poder económi-


esta etapa encontrará en el pensamiento de Fran- co de la sacarocracia, logrado a contrapelo de la
cisco de Arango y Parreño su expresión más sig- política económica peninsular, constituyó otra
nificativa. La problemática económica de la razón para la formación de una clase criolla de
sacarocracia, con una transparente conciencia características propias con respecto al poder
capitalista, halla en su Discurso sobre la agricul- colonial y comercial metropolitanos. Esta nue-
tura en la Havana y medios de fomentarla (1792) va clase sufrió siempre la contradicción deriva-
su fundamentación teórica. Se debe precisar que da de su producción de mercancías a través de la
el desarrollo de la burguesía azucarera fue un mano de obra esclava para un mercado capita-
fenómeno esencialmente habanero, por las con- lista. Ya desde antes del inicio de la guerra de
diciones favorables que presentó esta provincia independencia de las Trece Colonias norteame-
para la producción azucarera. Su ideario puede ricanas, los criollos comerciaban su producción
resumirse así: reformismo con esclavitud, como con estas colonias inglesas, y prácticamente toda
expresión de la demanda fundamental de la su demanda posterior para la legalización de su
sacarocracia: la necesidad del mantenimiento e libertad de comercio tuvo como objetivo, logra-
incremento de la esclavitud y por consiguiente do en 1793, el comercio libre con la nueva na-
de la trata libre de esclavos. Ya desde el período ción. De ahí que las constantes contradicciones
de dominación inglesa la explotación de la mano entre los comerciantes españoles y los produc-
de obra esclava comenzó a conocer una intensi- tores criollos indiquen otra de las problemáti-
ficación que contrasta con la concepción patriar- cas fundamentales de la etapa.
cal de la esclavitud que primaba con anteriori- Derivación singular de la contradicción ge-
dad dentro de una economía de servicios neral entre la metrópoli y la colonia fue la exis-
marinero-militar, y que había llevado a los in- tente entre los esclavistas criollos y sus escla-
gleses a reconocer la esclavitud en Cuba como vos, de la que fueron ejemplos las conspiraciones
«la más humana de todas las Antillas». 2 Ese re- abolicionistas de 1795 y 1812, así como nume-
crudecimiento de la esclavitud, vinculado al rosas sublevaciones locales de esclavos, acaso
boom azucarero posterior a la ruina de la econo- estimuladas por la Revolución de Haití, la cual
mía haitiana, implicó el enriquecimiento verti- constituyó un obsesivo motivo de preocupación
ginoso de la sacarocracia y una singular proyec- y a la postre un importante freno ideológico para
ción burguesa: la ostentación de la riqueza, del la radicalización política de los reformistas crio-
lujo desmedido de la nueva clase, que motivó llos. Dentro de este ámbito ideológico el refor-
también una intensa obtención de títulos mismo permite en su seno la existencia de dos
nobiliarios, que dio lugar a la reafirmación bur- tendencias contradictorias aunque no antagóni-
guesa de Arango, a los reparos de Zequeira y al cas. Por un lado la representativa de la oligar-
eco de esta problemática en un artículo de José quía azucarera, que tiene su expresión más prag-
Agustín Caballero, aparecido en el Papel Perió- mática y descarnada en el pensamiento de
dico de la Havana. Arango, y por otro la asumida por José Agustín
Directamente vinculada con la problemática Caballero, quien, sin atacar el fundamento cla-
de la esclavitud y de la producción azucarera sista de la esclavitud, se pronuncia por el mejo-
criolla, se intensifica —con un evidente matiz ramiento de las condiciones de vida del esclavo
político— la contradicción entre los producto- como expresión de ciertos principios éticos, fi-
res criollos y los comerciantes peninsulares. Mo- losóficos y religiosos que sirven para matizar al
reno Fraginals recuerda en El ingenio que, como materialismo pragmático de la burguesía
advertía Carlos Marx, «en la colonia el comer- esclavista criolla. Manuel de Zequeira, el escri-
cio domina a la industria»; 3 por otra parte exis- tor más importante de esta etapa, se hará eco en
tió siempre la tendencia a «que el desarrollo de su poesía de esta problemática.
las colonias dentro de cualquier línea de pro- El liberalismo económico fue complementa-
ducción sea inferior al de la metrópoli y depen- do por el liberalismo político, el cual no consti-

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60 SEGUNDA ÉPOCA

tuyó, dentro de la etapa reformista, sinónimo constituyó el centro de la reforma educacional


de independentismo. Por un lado existía la ten- y filosófica iniciada por José Agustín Caballe-
dencia de los liberales españoles, los cuales to- ro, estimulada por el obispo Juan José Díaz de
maron como modelo la constitución francesa de Espada y Landa y continuada y profundizada por
1791, según Carlos Marx la más avanzada de la Félix Varela. Varias generaciones de criollos fue-
época, y, por otro, la monarquía parlamentaria ron formados bajo la influencia del pensamien-
inglesa, menos radical y donde se establecía un to filosófico, ético, político y religioso de las
compromiso entre la aristocracia y la burguesía. modernas corrientes de pensamiento del ilumi-
Dentro de la contradicción política característi- nismo inglés y francés. En sentido general, el
ca de la etapa, entre el absolutismo borbónico y liberalismo económico y político, el nuevo hu-
el constitucionalismo liberal, se expresaba otra manismo educacional, la incorporación de un
de las demandas fundamentales del reformismo eclecticismo filosófico de acentuado carácter
en Cuba: la participación de los criollos en la racionalista y sensualista, el antiescolasticismo,
dirección del gobierno, tan necesaria para la de- la introducción de las ciencias experimentales,
fensa de sus intereses locales, y que se expresó a caracterizaron al movimiento ideológico del re-
través de las distintas variantes de autonomis- formismo de la etapa. Toda esta problemática,
mo político presentadas por los criollos a la de significativa repercusión cultural, caracteri-
metrópoli. Caballero propone, por ejemplo, za el proceso de transición de una conciencia de
como opción frente al absolutismo, el liberalis- sí hacia una conciencia para sí. Como índice sig-
mo político inglés. Esta problemática se vincula nificativo de este paulatino tránsito deben valo-
muy estrechamente con la posición conserva- rarse las llamadas denominaciones étnico-cul-
dora y conciliatoria en el plano político del re- turales presentes en el movimiento ideológico e
formismo criollo, el cual, por imperativos eco- incluso en la literatura de esta etapa. El español
nómicos ya comentados, no derivó hacia el era el pirenaico y más comúnmente el peninsu-
separatismo, por lo que a partir de 1808, cuan- lar, mientras que el cubano era el español de ul-
do sucede la invasión napoleónica a España, se tramar, el indiano, el insulano, pero sobre todo
desarrolla en Cuba un intenso movimiento po- el hijo de la tierra, el criollo. Paralelamente, el
lítico de defensa de la corona española y, poste- negro era también denominado como criollo, o
riormente, cuando comienza la revolución como africano o de nación, según su lugar de
independentista hispanoamericana, Cuba se nacimiento; la raza etiope era también una de-
mantiene fiel a la dominación metropolitana. La nominación común, u otras que atendían a su
conspiración independentista de 1810, encabe- concreta procedencia africana; así como las más
zada por Ramón de la Luz, no expresó pues la conocidas de pardo, mulato, negro, según su
tendencia dominante de esta etapa. mezcla racial. A veces denominaciones más sin-
Como parte esencial del ideario reformista gulares servían para calificar a algunos sectores
se desarrolló, fundamentalmente a través del sociales: «uñas sucias» fueron llamados los co-
Real Colegio Seminario de San Carlos y San merciantes españoles; «petimetres», acaso, los
Ambrosio, la importante tendencia hacia la re- jóvenes criollos acomodados. El propio Arango
forma de la enseñanza, la cual significó en el te- llega a comentar: «Ya me parece que veo dirigi-
rreno filosófico la justificación teórica de los da contra mí la muy vaga imputación de haba-
intereses materiales de la sacarocracia criolla. La nero y hacendado.»5 Moreno Fraginals señala
necesidad, por parte de esta clase, de una nueva que: «El lenguaje de la época, reflejando exacta-
mentalidad científica, que estimulara el conoci- mente los hechos, llama agricultores a los azu-
miento y la aplicación de las ciencias experimen- careros.» 6 Es curioso que el término «saca-
tales, la validación de la razón y de la experien- rocracia» sea utilizado por primera vez por
cia práctica por sobre la autoridad histórica, Arango como una forma específica de nombrar
inmutable, de los dogmas religiosos y su ya de- a la burguesía azucarera criolla. El mismo con-
cadente expresión ideológica: el escolasticismo, cepto de patria será utilizado indistintamente

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 61

para referirse a España y a la isla. A veces la per- to estético de la prosa se amista con su efectivi-
tenencia regional se confundía con la nacional: dad social. Es significativo que la propia poesía
se reconocían como habaneros y hablaban de La frecuente la sátira y que, como es apreciable en
Habana, el suelo o el pueblo habano, en sustitu- Cuba, se haga portadora de la crítica de costum-
ción de Cuba. No obstante, aún en esta etapa bres. Atendiendo a estas singularidades se debe
estas distintas denominaciones no implicaban valorar la literatura de esta etapa con una ade-
una radical diferenciación política y nacional, si cuada perspectiva histórica, pues a menudo ha
bien ya existía una clara conciencia de origen y sido juzgada demasiado peyorativamente por la
de destino clasista diferentes entre criollos, es- historiografía literaria, sin atender a la evolución
clavos y peninsulares. del gusto estético y sin reparar en la extensión
Finalmente, como una característica propia del concepto de lo literario, por donde podían
de la etapa, se debe reparar en el concepto de lo ser reconocidas como literarias funciones y ca-
literario que funcionaba entonces. Es indudable racterísticas que no fueron apreciadas así con
que por la inexistencia de algunos géneros lite- posterioridad.
rarios como la novela y el cuento, y la pobreza La literatura cubana de esta etapa expresará
del teatro, la proporción expresiva, la voluntad el predominio de la norma neoclásica como for-
estilística, la cualidad literaria de la prosa se de- mación estilística preponderante, pero la dota-
sarrolle en géneros no considerados con poste- rá, por el dinamismo de su proceso histórico,
rioridad como literarios; el periodismo, la ora- de un contenido ideológico mucho más progre-
toria, la prosa histórica y, en general, todas las sivo que el presente en la literatura neoclásica
manifestaciones de la llamada prosa reflexiva: española de aquel tiempo, acaso porque se hará
filosófica, política, religiosa, científica, econó- consciente, por primera vez, del proceso de for-
mica y social; a propósito de esta última mani- mación de nuestra nacionalidad.
festación, lo literario se expresa predominante-
mente en la llamada crítica de costumbres.
Incluso, con respecto a la crítica literaria, José 1.1.2 La prensa periódica
Antonio Portuondo reconoce que ésta no «dis-
tingue entre lo propiamente literario y lo social. Aunque el Papel Periódico de la Havana no fue
Es tanto crítica de las costumbres como literaria.»7 la primera publicación periódica en Cuba, sí
Esta indiferenciación genérica no está moti- constituyó la muestra inaugural de un periodis-
vada sólo por las peculiaridades de nuestro inci- mo socialmente significativo y, sobre todo, fue
piente movimiento literario sino que, en cierto el primer periódico que reflejó el contradicto-
sentido, es una característica de una época de rio pero dinámico proceso de formación de una
predominio del neoclasicismo. No es casual que conciencia nacional.
el siglo XVIII español sea reconocido como un Fundado por Luis de las Casas, gobernador
período eminentemente crítico donde se acen- colonial muy comprometido económicamente
túa la función instrumental, marcadamente so- con la sacarocracia criolla, su primer número
cial, de la literatura. Acaso sea el ensayo su gé- aparece el 24 de octubre de 1790. En su edito-
nero más representativo, más creador, en un rial, acaso redactado por el propio gobernador,
siglo presidido por la Ilustración y el iluminis- se deja leer como colofón: «Prefiere el amor de
mo. Incluso una zona considerable de la poesía nuestra Patria a nuestro reposo: Havana tú eres
se torna prosaica y en general toda la poesía nuestro ático: esto te escribimos no por sobra
neoclásica estará traspasada de una intención de ocio, mas por exceso de patriotismo.» El pe-
social, didáctica, moralizante, incluso política. riódico reflejará entonces las primeras manifes-
Se tiende hacia una prosa didascálica, donde debe taciones del reformismo criollo a través de la
primar el valor comunicativo y donde el rigor expresión de lo que constituía entonces la afir-
lógico y la claridad conceptual son sostenidos mación más palpable de autoctonía: un desarro-
como requisitos de calidad literaria, pues el efec- llo económico independiente, por lo que ilus-

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62 SEGUNDA ÉPOCA

trará en sus contenidos fundamentales esta pro- tes del pensamiento moderno, de su estímulo a
blemática y, sin desdeñar su interés comercial la enseñanza de las ciencias experimentales y,
para los peninsulares, escarnará la proyección muy significativamente, de su impulso a la crí-
ideológica de los intereses económicos de la tica social y costumbrista, todos ellos, conteni-
burguesía esclavista criolla. No es casual que sus dos que apoyaban de una u otra manera la pro-
principales redactores pertenezcan a esa clase o yección ideológica de la burguesía esclavista
respondan a sus intereses: Diego de la Barrera, criolla dentro del marco del reformismo.
Tomás Romay, José Agustín Caballero, Nicolás Lo literario se manifiesta a veces en la prosa
Calvo, Antonio Robredo, Manuel de Zequeira, costumbrista, destacándose el artículo de Ma-
José Arango y Francisco de Arango y Parreño, nuel de Zequeira, «El Relox de la Havana», el
entre otros. Una «Carta dirigida al Impresor», cual se considera la primera prosa poética de
publicada en el número ocho de 1790, es revela- nuestra literatura.8 En general, comenzó a de-
dora al respecto; se dice allí: «Nos ha hablado sarrollarse entonces una literatura de costum-
Vm. de Azúcar, de Café, de Algodón, de Co- bres, no circunscrita al artículo, pues alcanzó
mercio de Negro, todo es mui útil, mui bueno, también a conformar los contenidos de la poe-
pero acuérdese Vm., que no todos sus subscri- sía y las primeras muestras de un teatro ver-
tores son Hacendados, o Comerciantes.» Y a náculo. Críticas al juego, al lujo, al ocio, a la
partir de 1793, cuando el periódico pasa a ser obtención de títulos nobiliarios, al estado
dirigido y administrado por la Real Sociedad deplorable de la ciudad, al maltrato excesivo de
Patriótica de la Havana, dominada prácticamente los esclavos, a los espectáculos teatrales, entre
por la sacarocracia, se reforzará esta ascenden- otras, dan la tónica de las primeras muestras de
cia criolla sobre la publicación. nuestra literatura costumbrista, matizada a ve-
De acuerdo con este carácter, el Papel Perió- ces por polémicas de acendrado carácter perso-
dico… tendrá una significación y un alcance de- nal y por cierta poesía satírica, a través de las
finidamente económico, predominando siempre cuales pueden vislumbrarse algunos valores de
una tendencia práctica y utilitaria. En este sen- una idiosincrasia criolla así como ejemplos de
tido será un transparente reflejo de una clase una clara diferenciación entre el componente
criolla que empezó a expresarse y reconocerse criollo y el peninsular.
socialmente en una literatura puesta en función Asimismo, a través de las noticias sobre la vida
de sus propios intereses. Se debe precisar que el teatral, puede configurarse una idea bastante
periódico, aunque desde su primer editorial aproximada de la literatura dramática que se re-
anuncia que publicará «algunos retazos de lite- presentaba por entonces en La Habana. Y a par-
ratura», no tendrá nunca una proyección esen- tir de la publicación de ciertas relaciones
cialmente literaria, pues, por un lado, entonces anecdóticas la crítica ha tratado de entrever el
se le llamaba literatura a cualquier texto impre- inicio embrionario de nuestra narrativa poste-
so y, por otro, padecerá de un intenso sincretis- rior, 9 amén de su desenvolvimiento relativo den-
mo genérico. No sólo algunos de los conteni- tro de la prosa costumbrista.
dos de mucha poesía publicada en sus páginas Mención aparte merece la poesía por ser uno
constituirán el reflejo inmediato o mediato del de los géneros más frecuentados y hasta cierto
ideario del reformismo criollo, sino que la críti- punto desarrollados. La poesía, que fue descrita
ca a veces confundirá su sentido entre lo litera- como una verdadera «manía de versar», ha sido
rio, lo costumbrista o lo social. deslindada en dos grupos: la didáctica y la lírica.
Aparte de los artículos y noticias de interés En el primero predomina una poesía de índole
económico y comercial, el periódico tampoco costumbrista y satírica, escrita en un estilo pro-
acogerá una proyección política expresa. Más saico. En el segundo se destaca una tendencia
bien su ideario se abrirá hacia un ámbito social hacia una poesía bucólica, horaciana, muy den-
y filosófico, a través de sus críticas al escolasti- tro de la tradición neoclásica de la «soledad» y
cismo, de su promoción de las nuevas corrien- el beatus ille. Esta poesía, como conjunto, por

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 63

encima de algunos ejemplos significativos, no boración de Francisco de Arango y Parreño y


rebasa un valor epigonal, retórico, convencio- su primo José Arango. Considerado por Bachi-
nal. Incluso, debido al carácter anónimo de mu- ller y Morales como «el mejor periódico de su
chas de estas composiciones líricas, se duda en- especie publicado hasta entonces en La Haba-
tre su origen peninsular o criollo; en todo caso na», 12 se preocupó por ofrecer noticias, datos
contrastan con algunos textos publicados por estadísticos y estudios sobre Cuba y su historia
Manuel de Zequeira y, presumiblemente, por —incluso le sirvió como una fuente importante
Manuel Justo Rubalcava, sí exponentes del re- de información al historiador criollo Antonio
flejo poético de una incipiente conciencia de José Valdés—, en materias que abarcaron la eco-
nacionalidad. nomía, la moral, las leyes, la política, el comer-
Continuadores del Papel Periódico de la cio y la filosofía. Este periódico encarnó el idea-
Havana fueron El Aviso. Papel Periódico de la rio liberal del reformismo criollo, abogando por
Havana (1805-1808), El Aviso de la Havana. Pa- la monarquía constitucional y por el status pro-
pel Periódico Literario económico (1809-1810) y vincial para Cuba como expresión del autono-
El Diario de la Habana (1810-1812). Entre 1800 mismo. También criticó los excesos de la liber-
y 1801 vio la luz El Regañón de la Havana, diri- tad de imprenta por un lado, y, por otro, se
gido por Buenaventura Pascual Ferrer, marcado cuestionó los verdaderos límites de esa relativa
por su carácter crítico y polémico. En 1804 Ma- libertad dentro de una sociedad colonial. Uno
nuel de Zequeira fundó El Criticón de la Havana, de sus redactores, el guatemalteco Simón
muy importante por sus numerosos artículos de Bergaño y Villegas, fundó además el Diario Cí-
crítica social y de costumbres.10 vico (1812-1814), El Esquife (1813-1814) y el
El llamado primer período de libertad de im- Correo de las Damas (1811) —este último jun-
prenta (1811-1814) es la consecuencia de la in- to a José Joaquín García—, primera publicación
vasión napoleónica a España en 1808. A partir cubana dedicada a la mujer. Bergaño, quien fue
de este momento comienza un período decisivo acusado por el obispo Espada y Landa de aten-
para el destino de las colonias españolas con el tar contra la moral pública, se ocupó en el Dia-
inicio de la Revolución de independencia hispa- rio Cívico del Contrato social de Rousseau. En
noamericana en 1810. Predominará entonces en el tono de la etapa escribió un largo y prosaico
las publicaciones la referencia política, la cual se poema con el título de El desengañado; o sea,
acentuará a partir de 1812 cuando las Cortes Despedida de la Corte y elogio de la vida del cam-
españolas instauran la Constitución. De este po, el cual publicó en La Habana en 1814, el
tiempo datan también las distintas variantes del mismo año en que fue desterrado a España.
reformismo político criollo a través del proyec- A partir de 1812 aumentaron notablemente
to de gobierno autonómico redactado por José las publicaciones. Además de las ya menciona-
Agustín Caballero y otras propuestas similares das, se destaca, por ejemplo, el Filarmónico Men-
presentadas por Francisco de Arango y Parreño. sual de la Habana o Cartilla para Aprender con
El Real Decreto sobre libertad de imprenta Facilidad el Arte de la Música (1812), primer
de noviembre de 1810, fue hecho efectivo en periódico especializado en música que existió
Cuba por el gobernador Someruelos en febrero en Cuba. El Filósofo Verdadero (1813-1814), re-
de 1811; de ahí que desde ese mismo momento dactado por Laureano Almeida o Lorenzo de
comenzaran a proliferar las publicaciones perió- Alló, fue un periódico conservador opuesto a
dicas. Ya en esta fecha aparecen por lo menos cualquier manifestación de política liberal, don-
ocho nuevas publicaciones, 11 entre las que se de se criticó desde una perspectiva católica el
destacan El Patriota Americano y Correo de las Contrato social; también publicó crítica de cos-
Damas. tumbres y poesías satírico-políticas. Es signifi-
El Patriota Americano (1811-1812) era redac- cativo que El centinela de la Habana (1812-1814)
tado por Simón Bergaño y Villegas, José del publicara fuertes críticas a la traducción que rea-
Castillo y Nicolás Ruiz, pero contó con la cola- lizara el historiador Antonio José Valdés —fun-

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64 SEGUNDA ÉPOCA

dador del periódico La Cena (1812-1814)— del presencia y el carácter de la crítica y el artículo
Contrato Social. Entre otros muchos, en La literarios en la prensa son exponentes de los lí-
Habana circularon también El Reparón (1812- mites intrínsecos de una crítica de acentuado ca-
1813), fundado por el cura español Tomás rácter preceptivo, eco de la tradición normativa
Gutiérrez de Piñeres, quien fue el baluarte de la de la crítica literaria del siglo XVIII español, la
reacción peninsular contra el reformismo crio- cual puso un excesivo énfasis en valoraciones
llo; y El Frayle (1812), el cual defendió las insti- gramaticales del estilo y en toda una serie de ri-
tuciones monacales contra El Patriota America- gurosos principios retóricos. Esta tendencia
no. En Santiago de Cuba, además de El Eco crítica se agrava en nuestro contexto colonial,
Cubense y El Canastillo, aparecieron, entre donde se hace evidente la limitación propia de
otros, Ramillete de Cuba (1813) y Actas Capi- una crítica que desenvuelve su discurso sobre la
tulares de Cuba (1813), fundados por Manuel base de la existencia de una literatura digamos
María Pérez y Ramírez. En Puerto Príncipe, cir- inaugural —como fenómeno social y cultural
culó el Espejo de Puerto Príncipe (1813), y en significativo— e inaugural ella misma por simé-
Matanzas, El Patriota (1813). trica razón.
La libertad de imprenta fue abolida en 1814 Esa interdependencia arroja una imagen bas-
al concluir el período constitucional. En senti- tante fiel a muchas características y problemáti-
do general pueden vislumbrarse en los conteni- cas del quehacer literario de la etapa. Por ejem-
dos de estos periódicos las contradicciones entre plo, se padece de una apreciable indistinción
los comerciantes peninsulares y los productores genérica y se confunde la crítica literaria con la
criollos, las cuales se intensificarán en el segun- histórica y la filosófica, como se evidencia en la
do período de libertad de imprenta (1820-1823). «Crítica del teatro de Urrutia» y en «Carta de
En este primer período predominará la polémi- un amigo sobre las tareas literarias» de José
ca política y social, aunque expresada las más de Agustín Caballero. Sin embargo, en este último
las veces a través del ataque personal. Es de no- texto sí se detecta, en contraposición con el
tar que, paralelamente a la libertad de imprenta, normativismo predominante, una tendencia ha-
se creó una junta interina de censura, donde par- cia la libertad del pensamiento frente a los con-
ticipó, entre otros, el presbítero José Agustín ceptos de autoridad e imitación, porque, como
Caballero. Las muestras de literatura, la crítica advierte Caballero, «es vano atentado poner pri-
literaria y teatral, no rebasan los límites de la siones a un entendimiento tal cual sea». En el
retórica y la preceptiva neoclásicas. Sí se obser- mismo artículo hace alusión a la necesaria obje-
va un énfasis notable en la poesía política, así tividad de la crítica, así como a la utilidad de su
como se continúa la publicación de artículos función social, contraponiendo estos dos obje-
costumbristas, según la tradición iniciada en el tivos con las tentaciones de la vanidad y amor
Papel Periódico de la Havana. Este período se propios, los alardes de ingenio, la poca hondura
considera como el fundador de nuestro perio- del pensamiento y la tendencia hacia la exterio-
dismo político. ridad formal, describiendo indirectamente la
tónica del proceder crítico y de la literatura de
la etapa. De ahí que censure el rebajamiento de
1.1.3 La crítica y el artículo en las una crítica que tiene «por objeto [afirma] más
publicaciones periódicas bien envenenar que corregir», donde alude a esa
crítica excesivamente personal y, en última ins-
La crítica de costumbres, los artículos de divul- tancia, negadora, característica de aquellos años
gación científica y económica, los textos de in- donde predominó tanta polémica estéril y
terés político y social, ilustran la parte más re- seudoliteraria. La perspectiva general de Caba-
currente y significativa de las publicaciones llero se pronuncia por «un buen medio», «un
periódicas de la etapa, donde no fueron frecuen- justo equilibrio de la libertad filosófica», «un
tes los textos de relevante interés literario. La escepticismo moderado», orientada siempre ha-

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 65

cia «el anhelo de encontrar la verdad». Caballe- talla naval de Cortés en la laguna» de Zequeira.
ro, no obstante asumir esta postura, válida en En este mismo sentido se debe destacar que
su generalidad, no puede rebasar un racionalismo Zequeira utilizó la poesía como medio para la
demasiado apegado a consideraciones gramati- sátira contra la enorme cantidad de publicacio-
cales y composicionales, donde, en juicios no nes habaneras, pero, sobre todo, para expresar
exentos de humor e ironía y con una expresión tanto su crítica contra el rebajamiento de los
desenfadada, explaya su pensamiento crítico. valores éticos y culturales imperantes en su con-
Precisamente a éstos y otros textos se refiere texto, como su amargura provocada presumi-
Cintio Vitier cuando alude a los «atisbos de crí- blemente por los ataques de El Regañón de la
tica literaria» 13 aparecidos en el Papel Periódico Havana.
de la Havana. Por ejemplo, la lectura de un ar- Dentro de este ambiente normativo, se des-
tículo titulado «Observaciones sobre la imita- taca la independencia de pensamiento de Caba-
ción del estilo», refleja la imagen del deber ser llero cuando se expresa, por ejemplo, contra la
literario según la norma neoclásica. Indepen- mecánica imitación de los modelos, juicio tam-
dientemente de la calidad intrínseca de la obra bién presente en el artículo «Reflexiones sobre
literaria, se hace énfasis en la valoración de lo la manía de versar», donde ya se ponen de mani-
que no debe ser la expresión literaria, es decir se fiesto las contradicciones entre el preceptivismo
critican por ejemplo las supervivencias culte- neoclásico y cierto dinamismo del reformismo
ranas, y se confunde la retórica, la prolongación criollo, el cual inaugura de hecho una primera
epigonal en que derivó la estética barroca, con postura crítica de cierta coherencia y originali-
sus exponentes más perdurables; se llega inclu- dad dentro de nuestro proceso literario.
so a sobrevalorar la calidad de ciertos escritores
neoclásicos por encima de la de creadores de la
significación de Fray Luis de León, Francisco 1.1.4 El movimiento teatral a través de la
de Quevedo, Santa Teresa de Jesús, entre otros. prensa. Covarrubias
No mejor suerte padece Lope de Vega en una
crítica sobre El príncipe jardinero y fingido Hasta 1775 ó 1776, cuando se funda en La Ha-
Cloridano, cuando es enjuiciado como el «pri- bana el teatro Coliseo, la vida teatral se reducía a
mer corruptor»14 del teatro español. las fiestas del Corpus Christi, a los espectáculos
La «estrechez moralizante» 15 y normativa de «negros» del Día de Reyes y a la representación
la primera crítica teatral aparecida en el Papel de algunas comedias y sainetes españoles. La
Periódico de la Havana sobre la obra de Santia- historia de los orígenes de nuestro movimiento
go Pita, contrasta con los valores críticos, teatral transita, según Rine Leal,16 de los esce-
orientadores e historiográficos de numerosos narios improvisados en casas particulares, de
comentarios de Buenaventura Pascual Ferrer, varios locales provisionales, hasta la constitu-
quien, no obstante esta faceta positiva de su crí- ción de teatros estables, como fueron el Coli-
tica teatral, es el ejemplo más representativo de seo desde 1776 hasta 1788, y finalmente el Tea-
una crítica negadora, dogmática y caprichosa- tro Principal a partir de 1803, donde se destaca
mente personal, que desconoció los valores del la labor de Andrés Prieto como animador tea-
mayor escritor de la etapa, Manuel de Zequeira, tral y formador del primer grupo dramático pro-
a quien acosó desde las páginas de El Regañón fesional en los primeros años del siglo XIX. Aná-
de la Havana, motivando en parte el retraimien- loga labor realizará Santiago Cándamo en
to público de Zequeira y un desgarrador escep- Santiago de Cuba, Puerto Príncipe y Trinidad, a
ticismo que lo llevó a afirmar en un verso: «No partir de 1813, y Manuel Pérez en Sancti Spiritus
en criticar consiste la cultura.» Un ejemplo que y Santa Clara en 1820. En Matanzas no comien-
contrasta con la actitud de Ferrer lo ofrece Ma- za la vida teatral estable hasta alrededor de 1816.
nuel María Pérez y Ramírez, cuando en desme- Mucha importancia para los inicios de nuestro
surado elogio hace una crítica poética de la «Ba- teatro tuvo la llegada a La Habana, en 1794, del

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66 SEGUNDA ÉPOCA

Teatro Mecánico, el cual influyó en la gran im- te, se destacan las comedias, dramas y sainetes
portancia que tuvo a partir de entonces la esce- de Ramón de la Cruz, Francisco de Rojas
nografía. 17 Zorrilla, Agustín de Moreto, Juan Crisóstomo
Con respecto a las primeras manifestaciones Vélez de Guevara, José Cañizares, entre otros,
de una dramaturgia nacional —además de El además de obras clásicas de Lope de Vega y Cal-
príncipe jardinero y fingido Cloridano, represen- derón de la Barca. 19
tada varias veces en esta etapa—, muy pocos son La figura más relevante de esta etapa es la de
los títulos de obras ofrecidas a través de la pren- Francisco Covarrubias (1775-1850). Mucho más
sa 18 y, por si fuera poco, sólo se han conservado importante como actor que como dramaturgo,
dos textos, El perlático fingido (1799) —proba- Covarrubias compuso numerosos sainetes, se-
blemente de autor español— y El matrimonio guramente al estilo de Ramón de la Cruz, aun-
casual, del criollo Francisco Filomeno (1778- que ya con temas cubanos. Sus títulos —pues
1835), editada en Madrid en 1802 y luego en La todas sus obras nos son desconocidas— han
Habana en 1829. Pero ambas obras no poseen hecho pensar en los inicios de nuestro teatro
valores relevantes en ningún orden. costumbrista. 20 En una de las décimas que reci-
Según la prensa de la etapa, entre las obras de taba antes de sus representaciones teatrales, él
teatro representadas en La Habana a partir de mismo se calificó así para la posteridad: Si del
1790 por compañías españolas fundamentalmen- teatro nacional /soy fundador en La Habana.

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1.2 LA POESÍA CUBANA DESDE 1790 HASTA 1820

1.2.1 El neoclasicismo. Relaciones y prosa histórica, por ejemplo, y en la poesía es-


diferencias con el neoclasicismo en crita en latín por los jesuitas—, el neoclasicismo
España e Hispanoamérica hispanoamericano se desenvuelve, aproximada-
mente, entre 1790-1830. Y este movimiento, que
El neoclasicismo español, que adquiere su ple- no se redujo a sus manifestaciones poéticas y
nitud con el desarrollo de la política del despo- teatrales, sino que encarnó en un amplio campo
tismo ilustrado de Carlos III, se extenderá du- de renovación cultural que alcanzó a la reforma
rante casi todo el siglo XVIII y las tres primeras de la educación, la apropiación de nuevas co-
décadas del siglo XIX. La crítica ha establecido rrientes de pensamiento filosófico y científico,
tres períodos para apreciar su desenvolvimien- el desarrollo de un nuevo pensamiento econó-
to: aquel donde todavía se manifiestan las su- mico, la creación de instituciones culturales, la
pervivencias del barroco, el de su plenitud lite- aparición de la prensa, se produjo precisamente
raria en la segunda mitad del XVIII, y aquel donde cuando sobrevino la crisis política en España
comienzan a mostrarse tendencias prerro- durante el reinado de Carlos IV. Este desfasaje
mánticas. Es muy significativo que el movimien- histórico entre la metrópoli y sus colonias es
to neoclásico hispanoamericano aparezca con muy importante para comprender las peculiari-
cierto retraso, precisamente cuando ya en el es- dades del neoclasicismo en nuestra América,
pañol empezaban a distinguirse características pues aunque con un fondo común de ideología
que anunciaban al romanticismo, cuando ya lo iluminista e ilustración en ambas realidades, en
que había constituido una reacción revolucio- Hispanoamérica la propia política del despotis-
naria contra la retórica barroca, luego de su eta- mo ilustrado sirvió para acelerar la afirmación
pa de consolidación literaria, se había converti- de una clase criolla que, ya consolidada en su
do en mera prolongación epigonal. poder económico, se lanzó, simultáneamente
Es decir, si la política del despotismo ilustra- con la guerra de independencia española en con-
do en España contribuyó en su momento al de- tra de Napoleón, a la conquista de su indepen-
sarrollo de una cultura nacional, esa misma dencia política.
política, aunque en un momento histórico poste- La poesía neoclásica hispanoamericana se de-
rior, coadyuvó a estimular el desenvolvimiento sarrolla empero como una prolongación de la
cultural de Hispanoamérica, sólo que entonces española. A la par de la influencia del teatro, la
ese proceso, en nuestras tierras, conoció de una poesía neoclásica española encarnó a los mode-
intensidad temporal desconocida en la metró- los literarios 21 directos que, junto a una común
poli. Aunque con muchos antecedentes —en la formación clasicista y latina, determinó el apren-

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68 SEGUNDA ÉPOCA

dizaje poético de los poetas hispanoamericanos. guerra de independencia española, coadyuvaron


No obstante esta comunidad literaria, las dife- a que, a partir del inicio, en 1810, de la Revolu-
rencias y peculiaridades históricas aludidas de- ción de independencia hispanoamericana, estos
terminaron también ciertas características dis- conceptos pudieran adecuarse rápidamente al
tintivas del neoclasicismo en Hispanoamérica. ideario independentista. Por ejemplo, José Ma-
Uno de los grandes temas del neoclasicismo, ría Heredia publica en Cuba, en 1820, su poema
la naturaleza arcádica, vista a través de una poe- «España libre» y otros poemas patrióticos en
sía eglógica, bucólica, pastoril, adquiere en nues- defensa de España, pero en cierto sentido ¿no
tra América una operante significación política, fue ese mismo ejercicio literario el que propició
y cuando menos sirve para expresar la paulatina que, pocos años después y ocurrida su vertigi-
toma de conciencia por parte del hispanoameri- nosa radicalización política —y en este caso tam-
cano de su diferente realidad natural. Es decir, bién literaria—, Heredia creara, apenas sin tran-
lo que en la poesía española terminó por asumir sición, su poesía civil de ideario separatista? La
sólo una importancia estrictamente literaria, en poesía juvenil de Andrés Bello, en Caracas,
nuestra realidad colonial adquirió una plenitud muestra una evolución ideológica similar, pues
de significados que desbordaron el mero ejerci- si entonces hace el elogio de Carlos IV y su mi-
cio retórico, o en todo caso puede afirmarse que nistro Godoy, del capitán general Manuel de
los mismos motivos literarios podían acoger lec- Guevara Vasconcelos y escribe su soneto «A la
turas y significados muy diferentes. Ya incluso victoria de Bailén», ello no le impide asumir a
desde la poesía descriptiva de nuestra naturale- partir de 1810, también vertiginosamente, el
za, escrita por los jesuitas mexicanos, y particu- ideario independentista y expresarlo en su poe-
larmente por el guatemalteco de formación sía. Lo mismo ocurre con el cantor de Junín y
mexicana, Rafael Landívar, la naturaleza ameri- Bolívar, José Joaquín Olmedo, con el colombia-
cana había irrumpido con su peculiar personali- no José Fernández Madrid, entre otros muchos
dad en los versos escritos en latín de su Rusticatio ejemplos.22 Sólo que los estilos no cambian tan
Mexicana (1781), donde nuestros elementos fácil y rápidamente, por lo que, como reconoce
naturales conocen de una recreación mucho más Pedro Henríquez Ureña, los poetas hispanoame-
concreta y matizada que en las silvas bellistas. ricanos cantaron «en odas clásicas la romántica
Asimismo, la poesía del argentino Manuel José aventura de nuestra independencia».23 Repárese
Labarden, del colombiano Luis Vargas Tejada, en que acaso la problemática estética más con-
del mexicano José Manuel Martínez de Nava- trovertida de este tiempo la constituyó la apa-
rrete, de los cubanos Manuel de Zequeira y Ma- rente contradicción entre el dominio de una ex-
nuel Justo Rubalcava, entre otros muchos presión y estética neoclásicas, y la necesidad de
ejemplos, ilustran esta línea temática del neo- expresar de una manera nueva, creadora, nues-
clasicismo hispanoamericano, la cual encontra- tra realidad insurgente. De ahí que la crítica haya
rá una importante continuidad en el romanti- establecido la contradicción entre la forma
cismo. neoclásica y el contenido romántico. Indepen-
Por otro lado, el ejercicio, por parte de los dientemente de la realidad de esta problemáti-
poetas hispanoamericanos, de una poesía patrió- ca, lo cierto es que nuestro neoclasicismo fue
tica en defensa de España, sirvió de inmediato capaz de expresar un contenido revolucionario,
antecedente a la expresión poética de nuestro y sirvió, de hecho, de soporte estético a la ex-
pensamiento de la independencia en elocuentes presión de nuestro pensamiento de la indepen-
y prosaicos poemas neoclásicos. Las consignas dencia.
de la libertad y el progreso, verdaderos lemas de Aunque en algunos poetas hispanoamerica-
la Ilustración, y la noción del invasor, el tirano, nos aquella rápida evolución ideológica se ex-
la patria, tan frecuentes en la poesía patriótica plica por los vertiginosos acontecimientos polí-
española e hispanoamericana, vistos ya como ticos que propiciaron el inicio de la guerra de
conceptos abstractos, ya como referidos a la independencia contra España, no es menos cier-

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 69

to que estos poetas, en los mismos años que es- factores estrictamente literarios. No es casual
cribían sus poemas en defensa de España o a fa- que, dada la rápida intensificación de nuestra li-
vor de determinados beneficios emanados de la teratura neoclásica, el romanticismo aparezca
ilustrada política metropolitana, debieron ir con- casi simultáneamente en España e Hispanoamé-
formando, concientemente frente a muchas rica, e incluso con características comunes en
cuestiones, y de una manera no conciente en cuanto a la persistencia de la estética neoclásica
otras, un ideario anticolonial, evolución muy junto al nuevo credo romántico. En realidad no
relacionada con una progresiva toma de concien- acaeció una radical ruptura sino que hubo una
cia nacional. Ese tránsito es el que expresa el lenta transición. En Cuba, a pesar de la
paso del reformismo al separatismo. excepcionalidad de Heredia, ello se acentuó más,
Los poetas neoclásicos cubanos tuvieron en acaso por lo efímero de su movimiento separa-
su contra, digámoslo así, la peculiar actitud re- tista y por la prolongación dominante del refor-
formista de los hacendados criollos, los cuales, mismo y del status colonial. Como es conocido,
por razones conocidas, sólo alentaron una polí- todavía en la década del treinta predominaba el
tica de reformas, y no fueron partidarios del se- normativismo neoclásico de un Domingo del
paratismo. Ésta es la razón por la cual tanto Monte, el cual coadyuvó a atenuar la expresión
Heredia como Félix Varela encarnan en nuestra romántica. Incluso el propio Heredia, recono-
circunstancia dos dramáticas excepciones. cido por una zona de la crítica como el primer
Pero en un sentido más general es importan- escritor romántico en lengua castellana, no pudo
te constatar cómo la propia guerra de indepen- en realidad liberarse de su formación clasicista,
dencia española sirvió como estímulo para la la cual pervive siempre en su poesía, para no
guerra de independencia hispanoamericana, y hablar de su teatro puramente neoclásico. Lo
cómo la propia poesía patriótica española —y la mismo sucede con la obra poética de Andrés
concurrente patriótica a favor de España escrita Bello, uno de los poetas hispanoamericanos más
en nuestra América— funcionó como innega- importantes de la primera mitad del siglo XIX,
ble antecedente ideológico y literario de la poe- junto a Heredia y el argentino Juan Cruz Varela,
sía independentista hispanoamericana. Había, entre otros.
insistimos, un fondo común de ideología El neoclasicismo, en cierto sentido fruto li-
iluminista donde se formaron tanto los patrio- terario de la Ilustración y el clasicismo france-
tas españoles como los hispanoamericanos; ha- ses, no fue un movimiento propicio a la expre-
bía una política común de despotismo ilustrado sión poética. Acaso frente a la plenitud de los
que coadyuvó, tanto en la metrópoli como en Siglos de Oro, y como reacción contra los
sus colonias, a desarrollar un ideario y una cul- amaneramientos y excesos culteranos de sus
tura nacional.24 De ahí que se haya afirmado que postrimerías, la nueva estética se ciñó a un rigor
España creó y desarrolló en su seno a su propia lógico y formal demasiado apegado a una severa
negación, pues amén de aquellas comunidades, normativa que ofrecía un margen muy exiguo
existía la contradicción clasista fundamental para la coexistencia en su seno de diferentes lí-
entre la metrópoli y sus colonias. El desarrollo neas poéticas. Desde los cánones estéticos de
de esa contradicción, diferente en Cuba a la Boileau y las preceptivas italianas, hasta la Poé-
mayoría de las colonias hispanoamericanas, ayu- tica de Ignacio de Luzán, hay una coherente
da a explicar las diferencias entre el neoclasi- continuidad de un pensamiento normativo, ra-
cismo y aun el romanticismo cubanos, y el cionalista, que preconizaba la imitación de
neoclasicismo y romanticismo hispanoamerica- insuperables modelos como expresión de un
nos, independientemente de sus semejanzas y pensamiento causalista, donde la diosa Razón
relaciones. dejaba poco campo a la improvisación, remitien-
Hemos notado que las diferencias entre el do siempre al creador a ciertas normas inmuta-
neoclasicismo español y el hispanoamericano bles que fueron tomadas como exponentes del
descansan más en factores ideológicos que en buen gusto, la corrección, la claridad comuni-

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70 SEGUNDA ÉPOCA

cativa, y hasta de un pretendido equilibrio ar- dencia, de ser portador por primera vez de un
mónico con la Naturaleza. Por otro lado, el pensamiento anticolonial, y de inaugurar los
racionalismo estimuló la aparición de una poe- primeros acercamientos, literariamente signifi-
sía didascálica y prosaísta; y en general la pre- cativos, del hispanoamericano con su realidad.
eminencia de la proporción lógica y conceptual Tiene indudablemente el prestigio y el interés
en la imagen artística estimuló la prosificación de lo genésico, y de iniciar el lento y difícil pro-
de la poesía, así como el mecanicismo lógico de ceso de formación de nuestra literatura hispa-
los tropos retóricos. noamericana.
Concurrentemente, la ideología iluminista de
la Revolución francesa, en su repercusión lite-
raria, ayudó a acentuar la función social de la 1.2.2 La obra literaria de Manuel de
literatura, de ahí que la poesía didáctica y mora- Zequeira
lizante por un lado, y por otro la poesía política,
tuvieran tanta importancia y presencia en la poe- Como ha reconocido la crítica, la obra literaria
sía neoclásica. Asimismo el espíritu crítico, ex- de Manuel de Zequeira y Arango (1764-1846),
perimental, analítico, pragmático, de las nuevas junto a la de Manuel Justo Rubalcava y Manuel
corrientes de pensamiento, acentuó también la María Pérez y Ramírez, significa para la poesía
función social de la literatura, y la poesía transi- cubana el paso de la versificación a la poesía, de
tó así por los apólogos, fábulas edificantes, sáti- la poesía asumida como improvisación, mero
ras y crítica de costumbres y de la vida social en ejercicio retórico o motivo ocasional subordi-
general. El gusto neoclásico optaba por la fun- nado a otros fines extrapoéticos, a la poesía asu-
ción instrumental de la literatura en detrimen- mida ya con una conciencia definida de su fun-
to, a veces, de su valor imaginal, de su poeticidad. ción estética, como destino personal incluso y,
No obstante estas limitaciones, el neoclasi- sobre todo, con la intención de dotarla de un
cismo fue, con respecto a la decadencia retórica sentido acentuadamente social, muy vinculado
del barroco, un movimiento progresivo, y su con la realidad colonial en Cuba de fines del si-
porción positiva, sus ganancias literarias, entre glo XVIII y principios del XIX.
las cuales sobresale acaso su lección permanen- Incluso al comparar la poesía de Zequeira con
te de rigor lógico y formal —en cierto sentido la de algunos de los poetas españoles que le ha-
desatendida por mucha poesía romántica—, no bían precedido, o con la de los que le eran con-
fue, salvo en poetas excepcionales como Andrés temporáneos, así como con la poesía de otros
Bello, dialécticamente aprehendida por el pri- poetas hispanoamericanos, aquélla no desmere-
mer romanticismo hispanoamericano, el cual se ce en calidad, y si por un lado acoge una eviden-
debatió entre los convencionalismos neoclásicos te comunidad estilística y temática con la poe-
y la búsqueda de una nueva expresión, no ilus- sía neoclásica predominante, y participa tanto
trando otra cosa que un período literario de acu- de sus logros más sobresalientes como de sus
sado carácter tradicional. vicios retóricos más comunes, por otro lado lo-
El neoclasicismo poético hispanoamericano, gra expresarse a veces con verdadera originali-
en sus figuras cimeras tan apreciable literaria- dad, superando a sus modelos peninsulares y a
mente y a veces más que el español, no pudo sus pariguales hispanoamericanos.
conformar una poesía de valores poéticos per- Su obra literaria, especialmente su poesía
manentes; se desarrolló en un período de for- neoclásica, sin desdeñar los valores de su prosa
mación de una conciencia nacional, en las con- costumbrista, no sólo inaugura en Cuba la ma-
diciones precarias de una cultura colonial, y nifestación de esa corriente literaria, sino que
padeció incluso de la turbulencia de la Revolu- constituye a su vez su expresión más significa-
ción de independencia. Sin embargo, tuvo la tiva. Si bien el neoclasicismo en Cuba e Hispa-
importancia histórica de expresar ese mismo noamérica resulta una manifestación posterior
proceso de tránsito de la colonia a la indepen- al inicio y desarrollo del neoclasicismo español,

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 71

se desenvolverá no obstante con una mayor in- gente, la oligarquía azucarera, la burguesía
tensidad temporal, y sus contenidos expresarán, esclavista. De ahí las contradicciones detectables
más allá de los convencionalismos y de la retó- en el ideario de Zequeira, quien expresa, en
rica de la poesía española, el dinamismo del idea- muchos momentos, esa transición, y se hace
rio reformista de una clase productora y de una portavoz de un reformismo muy matizado por
intelectualidad de origen criollo que necesita- aquellos factores conservadores.
ban expresarse y reconocerse socialmente en la Hasta cierto punto Zequeira se hará eco de
literatura. No es casual entonces que Zequeira una proyección ideológica muy similar a la de
encarne también al primer escritor que, en Cuba, Arrate, donde la afirmación de lo autóctono no
«escribió sistemáticamente con una conciencia revela aún una conciencia y un afán de indepen-
de su misión intelectual y del carácter social de dencia, sino una actitud movida por cierta con-
la literatura», 25 como ha observado Enrique ciencia de marginalidad con respecto a la me-
Saínz. trópoli, y el deseo de ser reconocidos como
Las influencias predominantes en su obra son verdaderos «españoles de ultramar», todavía mo-
las del iluminismo y racionalismo francés, co- viéndose dentro del ámbito ideológico de la mo-
nocidos ya en sus fuentes originales o a través narquía española. Zequeira, sin embargo, al par-
de su asimilación por el despotismo ilustrado ticipar de otro momento histórico, expresará
español; las de la cultura española, tanto las de también en su pensamiento —aunque en mu-
los clásicos de los Siglos de Oro —se conoce chas ocasiones de una manera controvertida—
que Zequeira realizó imitaciones de Góngora y su pertenencia al reformismo criollo caracterís-
Quevedo en la década del ochenta— como so- tico de la etapa 1790-1820. Zequeira, efectiva-
bre todo las del neoclasicismo español, a la pos- mente, no pudo superar nunca los límites que
tre decisivo en su formación literaria, junto a su se derivaron de su formación, fue esencialmen-
formación de ascendencia latina, particularmente te ajeno a toda definida manifestación de prerro-
de Horacio y Virgilio. La crítica ha demostra- manticismo, y su ideario estuvo exento de cual-
do, por ejemplo, la importancia que la poética quier radicalismo político, si bien por las razones
de Luzán tuvo en la configuración de su pensa- antes atendidas y por otras que se traerán a co-
miento poético. 26 lación, fue el escritor cubano más complejo, más
Pero Zequeira también expresará de algún contradictorio, pero por ello mismo más signi-
modo una actitud cultural y un ideario ético muy ficativo, de esta etapa. Sin embargo, estas carac-
relacionado con las características ideológicas de terísticas, en última instancia, no son privativas
una clase criolla muy siglo XVIII, muy apegada a de Zequeira, porque de alguna manera emanan
una tradición patriarcal, de severa formación de su estrecha identidad con la peculiar realidad
religiosa, con una concepción ética y una pro- colonial de Cuba, tan diferente en su desenvol-
yección económica con muchos remanentes feu- vimiento histórico al resto de Hispanoamérica.
dales y precapitalistas; una clase criolla de orgu- Zequeira fue, incluso, el exponente singular de
llosa procedencia aristocrática, en fin, aquélla una actitud paradigmática en el terreno políti-
que basó su afirmación económica en la explo- co, pues como militar combatió primero contra
tación de la tierra —tabaco, frutos menores, azú- los franceses en Santo Domingo, defendiendo
car para consumo interno— y en la ganadería y la corona española, y posteriormente contra los
tala de bosques, en función de una economía de independentistas neogranadinos, y si bien es
servicios marinero-militar, en sentido general cierto que su vida pública y literaria se vio inte-
muy dependiente y por ello mismo muy rrumpida, a consecuencia de su demencia —tam-
compenetrada ideológicamente con la corona bién poética—, a partir de 1821, y son hipotéti-
española. Esta clase criolla es precisamente la cas sus posibles manifestaciones posteriores, al
que es desplazada desde finales del XVIII por la haber arribado en sus últimos años lúcidos a un
economía productora plantadora, que propició crítico y desencantado escepticismo con su cir-
el desarrollo de una poderosa clase criolla emer- cunstancia, su obra funciona como un importan-

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72 SEGUNDA ÉPOCA

tísimo testimonio de época, en el plano ideoló- de costumbres, orientación muy importante que
gico y literario, de las preocupaciones, límites y pretende para la literatura una función como
contradicciones históricas del reformismo crio- reformadora social. En los mencionados perió-
llo de la etapa. dicos aparecen sus artículos sobre las modas,
Precisamente dentro del espíritu reformista, contra el lujo, el juego, los charlatanes políti-
ilustrador, crítico, racionalista y pragmático, cos, sobre las reuniones sociales, los velorios, el
característico del ideario de la burguesía estado deplorable de la ciudad y los hospitales,
esclavista criolla, espíritu que encarnó, como fue el teatro y, en general, sobre la vida cotidiana en
el deseo explícito de Arango, una ruptura con la La Habana, dejando páginas definitivas para la
época precedente, desarrollará Zequeira —me- captación literaria de nuestras costumbres, e
nos proclive a una radical ruptura, más inclina- inaugurando la prosa poética en nuestra litera-
do a una conservadora conciliación, por estar tura con su ya mencionado artículo «El relox de
más apegado a una determinada tradición ética la Havana».
y cultural— su producción poética y su impor- Estos artículos los complementa Zequeira
tantísima labor como publicista y redactor de con la publicación de diversos poemas muy re-
artículos de crítica social y de costumbres, a tra- lacionados en sus contenidos con las intencio-
vés de los cuales, y a menudo con una prosa de nes de aquellos; son sus poemas satíricos,
apreciable valor literario, insistió en la función moralizantes y de crítica costumbrista, como es
social de la literatura con una conciencia muy el caso de sus «Décimas con motivo de cierta
lúcida del valor de la comunicación, de la exis- reunión de sujetos de buen humor…», donde
tencia de un público y del papel de la literatura parece burlarse de la charlatanería política
como formadora de un gusto literario, puesta imperante, estrenando su característica «ironía»
en función de un deber ser social, ético, dentro o lo que se ha dado en llamar su «burla criolla»,
de sus intenciones didácticas y moralizantes, y, como expresiones también de una «cubanía» in-
correlativamente, de la función de la prensa con consciente, de la que es también ejemplo su poe-
respecto a la existencia de un gusto literario de- ma «Octavas joco-serias», donde irrumpe una
terminado. Si como aprecia Saínz, «el sentido visión inmediata, antisolemne de la vida, y don-
educador de la poesía es quizás la más alta lec- de desmitifica la historia y el prestigio de la tra-
ción que recibió Zequeira de la cultura prece- dición cultural, amparándose en los juegos de
dente», 27 ese «sentido educador» fue extendido palabras, en asociaciones insólitas y en la ilación
por Zequeira a su labor como publicista y crea- ilógica del discurso poético, anticipando esa tra-
dor de numerosos artículos de crítica de cos- dición cubana del «disparate» cultivada después,
tumbres como ejemplo de una literatura puesta por ejemplo, por Francisco Pobeda y por Samuel
en función de un ideario reformista de objeti- Feijóo, o por ese humor escéptico de un
vos morales y sociales muy definidos. José Zacarías Tallet. Estos poemas, acaso por
No sólo fue Zequeira el poeta más publicado cierta intemporalidad que le es inherente al hu-
en Cuba entonces, sino que fue el primer «di- mor y a la ironía, y por estar escritos con una
rector», desde 1800 hasta 1805, del Papel Perió- soltura mayor que otros más ambiciosos desde
dico de la Havana. Durante ese tiempo el perió- el punto de vista ideológico, pueden ser leídos
dico acogió por primera vez una acentuada aún con facilidad y regocijo.
intención literaria, en la que insistió con poste- Con un sentido directamente relacionado con
rioridad cuando fundó El Criticón de la Havana. algunos temas de su crítica de costumbres es-
Tanto en su etapa de director del Papel Periódi- cribe su soneto «El petimetre» y su controver-
co… como en El Criticón… —al parecer redac- tido poema «Siparizo», el cual provocó una in-
tado íntegramente por él—, Zequeira, además trascendente polémica con el poeta habanero
de la publicación de sus poemas y de otras cola- Miguel González, pero que, a propósito de su
boraciones en diferentes periódicos, redactará crítica al joven criollo acomodado de la época,
una apreciable cantidad de artículos de crítica ha provocado interesantes juicios de Fina García

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Marruz, 28 en relación con la captación intuitiva «pobre», sus críticas contra el «lujo», la falsa
de lo cubano. Estos poemas son también un «caridad» cristiana, la ausencia de ciertos valo-
ejemplo de su crítica a la exageración del valor res éticos y culturales, el pragmatismo burgués,
de las apariencias, en contraposición con una e incluso sus críticas contra el estado paupérri-
ética más severa, defensora de valores perma- mo de la ciudad y de los hospitales, la frivolidad
nentes. En este sentido son importantes sus ar- de las reuniones sociales, la charlatanería políti-
tículos contra el lujo excesivo, o la falsa rique- ca, así como sus insistentes burlas de los
za, pues para Zequeira, defensor de una «petimetres»? En esta problemática encontra-
austeridad patriarcal muy siglo XVIII, resultaba mos sin duda los valores más perdurables de la
negativa la ostentación exterior que en todos los crítica de costumbres y aspectos de la vida so-
planos hacía de su riqueza el «nuevo rico» crio- cial de la colonia, presentes tanto en su prosa
llo, es decir la nueva clase de los productores como en su poesía. Aquí encontramos, además,
azucareros, y porque, además de estar imbuido un núcleo ideológico revelador de la máxima
de un prurito clasista de igual índole, se resistía radicalidad a la que pudo arribar Zequeira como
a que se pudieran confundir los signos exterio- cronista de su tiempo dentro de los límites cla-
res de la verdadera aristocracia con la imitación sistas del ideario reformista predominante.
de dichos signos por una emergente clase adi- Su vinculación, digamos, afirmativa, con aquel
nerada, donde se hace eco de una problemática ideario, se expresa, aunque siempre desde una
típica de estos años. perspectiva muy general y matizada ella misma
Pero donde este disentimiento de Zequeira por las peculiaridades ideológicas de su pensa-
con diversas manifestaciones de la ideología de miento, en un conjunto de poemas donde, a tra-
la burguesía esclavista criolla se va a hacer más vés de las mediaciones literarias que imponía la
radical y transparente será en su poema «El gus- estética neoclásica, desarrolla el tema o motivo
to del día». Allí, desde la defensa de ciertos va- de la naturaleza. Nos referimos a su égloga
lores éticos y culturales, en gran medida uni- «Albano y Galatea», considerada como una de
versales, se opone al espíritu pragmático y sus realizaciones poéticas más logradas; sus
materialista de la oligarquía azucarera y por pri- sáficos «A la piña», acaso su poema más conoci-
mera y única vez va a descender a la raíz clasista do; «A la brisa», de importante captación de un
del problema cuando critica la obtención de ri- motivo poético que posteriormente aparecerá en
queza a través de hostigar en el trabajo / la hu- nuestra poesía como símbolo de lo cubano; su
manidad cautiva, en referencia explícita a la es- égloga «El solitario»; sus cuatro «Anacreón-
clavitud, o cuando concluye que: ticas»; y su recreación del beatus ille «A la vida
del campo». Esta poesía bucólica, pastoril, cons-
Nada hay, por más que sobre tituye quizás el ejemplo más característico de la
en sus despensas abundantemente, asunción por parte de Zequeira de la estética
para alivio del pobre; neoclásica en el orden poético. Esa naturaleza
ni escuchan el lamento convencional, prestigiada por una tradición de
de la viuda doliente estirpe clásica, latina, donde predominará una
ni al desnudo socorren ni al hambriento. captación de la naturaleza hecha ya retórica lite-
raria, una naturaleza abstracta que sustituye a
El poema, en realidad un fragmento de un su recreación poética viva, particular, y vista a
texto mayor, concluye invocando de Apolo al- través de la mirada de la imaginería y mitología
gún conjuro / para tantos sectarios de Epicuro / y neoclásicas. Sin embargo, dentro de esta tradi-
tan pocos discípulos de Horacio. Preguntémonos: ción literaria, presente tanto en la poesía espa-
¿podía ser grata a los intereses materiales de la ñola clásico-renacentista como en la poesía
sacarocracia la política periodística de Zequeira?, neoclásica española e hispanoamericana, Zequei-
¿podían ser leídos sin sobresaltos sus referen- ra alcanzará una plenitud formal difícil de supe-
cias a «la humanidad cautiva», su defensa del rar entre sus contemporáneos, pero, sobre todo,

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dotará a estos poemas de un contenido ideoló- do expresa que «no hay por qué pensar que esos
gico más dinámico, más original que el presente dones naturales no sean los de la naturaleza in-
en sus modelos peninsulares; contenido que, sular, no sean ya el reflejo de una sensibilidad
muy ligado además a ciertas vicisitudes perso- insular». 30
nales, adquiere una autenticidad muy alejada del Como complemento significativo de estos
mero ejercicio retórico. poemas y con relación a las preocupaciones so-
Sobre su oda «A la piña» la crítica ha dicho ya bre la trascendencia de su obra, deben leerse los
lo fundamental: importancia de elevar a catego- poemas «A mis críticos», «A la injusticia», «In-
ría estética una fruta insular, la sensualidad en la troducción» y «El barquero». Zequeira llega in-
recreación de la naturaleza, «lo indiano, prime- cluso a sentirse desarraigado, como poeta, de su
ra forma de lo criollo», 29 etc. Pero ya en su églo- «patria», cuando confiesa en su «Introducción»:
ga «Albano y Galatea», introduce una perspec- Mas hoy las tristes musas /en vez de alcanzar pre-
tiva moralizante, ausente en la tradición eglógica mios, / se esconden fugitivas / por no sufrir des-
neoclásica. Es, sin embargo, en su poema «A la precios, / No es madre, que es madrastra / la pa-
vida del campo», en su égloga «El solitario», y tria, y con acerbos / golpes procura a veces /
sus «Anacreónticas», de menores aciertos lite- perseguir los talentos… Obsesionado con esta
rarios que los dos poemas comentados, donde idea termina Zequeira por asumir compensa-
Zequeira introduce alusiones muy significativas toriamente una solución individual, en el fondo
a su vida pública —las insistentes críticas a que transida de desencanto; de ahí sus recurrentes
fue sometida su obra poética— y personal, en confesiones: Para mí solo, sin testigos canto, en
tanto la «retirada» al campo significa también «El solitario»; nadie nos oye, sufre, soy poeta, en
una solución individual del poeta como expre- «El barquero»; Yo por burlar mis desventuras can-
sión de su desencanto ante el predominante es- to, en «El motivo de mis versos». Algún aire
píritu materialista de su tiempo y la consiguiente prerromántico sopla en estas actitudes. No obs-
ausencia de respeto ante los valores espirituales tante su neoclasicismo es entrañable: en su poe-
—éticos y culturales— de que es defensor ma «A la injusticia», esa concepción individual,
Zequeira. En estos poemas está presente una escéptica, pesimista, pero auténtica, del inago-
contradicción entre la sociedad y el individuo table Zequeira, alcanza incluso a configurarse
que con posterioridad se hará leitmotiv román- como una fatalidad de resonancia universal: Al
tico. Además, vuelven a ilustrar su controverti- tribunal de la injusticia un día, / El mérito llegó
da y personal valoración del reformismo crio- desconsolado, donde, como en un fresco grato a
llo, así como demuestran la importancia inusual los motivos plásticos de la Ilustración y en un
que le concedió Zequeira a su trascendencia escenario de típica ornamentación neoclásica,
como poeta. No obstante, desde aquella pers- aparecen personajes alegóricos, conceptos hu-
pectiva general a la que nos referíamos inicial- manizados. El final del poema es significativo,
mente, estos poemas se pueden valorar también pues la diosa de la injusticia, al despedir al méri-
como ejemplos mediatos de la importancia que to, «Por razón de sus doblones», se amista con
comenzó a otorgar a nuestra naturaleza, aunque otro dios, concepto, personaje: el «poder». Toda
ya vista como una naturaleza económica, el esta doliente preocupación parece encontrar su
pragmatismo reformista de los fisiócratas crio- ideal remanso compensatorio en su propia poe-
llos, los cuales representaron, independiente- sía, cuando el «desengañado Anfriso», de su
mente del pensamiento más conservador y con- égloga «El solitario», se retira al campo, donde
ciliador de Zequeira, la tendencia más progresiva, con una estoica serenidad puede enfrentarse a
desde un punto de vista histórico, de la burgue- una tormenta de una manera que no deja de an-
sía criolla en esta etapa. También, desde otro ticipar a Heredia, y exclamar: ¡Oh que hermoso
punto de vista, a propósito de una paulatina y brillante / es el breve relámpago a mis ojos! De-
aproximación a nuestra realidad natural, es muy jemos pues a nuestro Anfriso cuando Solo en la
atendible el siguiente comentario de Saínz, cuan- tempestad sin alterarse, / el reflujo admiraba / de

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la luz que el relámpago cejaba. No había existido en cierta «simpatía» de la que no está exenta la
hasta entonces en nuestra literatura semejante caracterización poética de los indios mexicanos.
interiorización poética del destino humano En general ha sido muy controvertida la valora-
como consecuencia de una asunción dramática ción de cierta «cubanía» en la obra de Zequeira,
de la vida social. En este sentido, Zequeira, anun- la cual parece avenirse mejor con un intuitivo o
cia ya las plenitudes poéticas heredianas. inconsciente sentimiento de lo «insular», pero
Esta faceta de su obra lírica ha sido caracteri- no es menos cierto que en la poesía de Zequeira
zada por Saínz como su «poesía de la medita- pueden encontrarse los gérmenes de algunas
ción», 31 donde el poeta desenvuelve una ética formas de significar «lo cubano» en la literatura
trascendente, y aborda temas de valor universal. posterior. Precisamente los límites inherentes a
Dice el crítico que «en estos poemas de la medi- su formación, momento histórico, característi-
tación y el desengaño encontramos a un cas peculiares de Cuba con relación al proceso
Zequeira universal y a su vez hijo de una cir- independentista hispanoamericano, las propias
cunstancia determinada, con la cual no se sintió contradicciones insolubles de la burguesía
identificado en sus últimos años creadores». 32 esclavista criolla que impusieron rígidos límites
Acaso sus poemas «A la vida», de logrado tono a su radicalización política, el espíritu conserva-
quevediano, y «La ilusión», constituyen sus dos dor y conciliador del reformismo de Zequeira,
textos de más calidad en esta dirección. Aunque amén de las mediaciones literarias de la estética
indudablemente su poema más extraño y a la vez neoclásica, representaron factores muy difíciles
más profundamente sugeridor en este sentido de rebasar para el contradictorio Zequeira, quien
halle su mejor ejemplo en «La ronda», sobre el fue calificado por Marcelino Menéndez y Pelayo,
cual tanto Fina García Marruz como José siempre tan susceptible para toda muestra de
Lezama Lima 33 han dicho lo fundamental en la independentismo político, como «español has-
apreciación de sus valores. Sin duda ese poema ta los tuétanos»,35 acaso en exagerada pero aten-
casi «surrealista» sirve para corroborar la impor- dible afirmación. Pero es indudable que, como
tancia que le confirió Zequeira a la poesía, la cual precisa Saínz, Zequeira escribió numerosos poe-
es asumida aquí con una complejidad de mati- mas que ejemplifican una «españolidad radical».36
ces desconocida hasta entonces en nuestra lite- Su propio poema «Batalla naval de Cortés en la
ratura. laguna» muestra un significativo contraste con
Quien en su poema «A la piña» hiciera reso- uno de los motivos del romanticismo hispano-
nar en elocuente verso a «La pompa de mi pa- americano: el indigenismo. En este poema, in-
tria»; quien en su poema «España libre» descri- dependientemente de aquella «creciente ameri-
biera en un símil a nuestros cañaverales, en típica canización», vislumbrada por García Marruz,
identidad ideológica con los hacendados crio- Zequeira asume la perspectiva ideológica del
llos; y quien lloró en sus «Jeroglíficos», junto a conquistador. Pero es sobre todo en sus poemas
la «infeliz Havana», la muerte de Las Casas, el patrióticos españoles, «Primer sitio de Zarago-
ilustrado capitán general, fue capaz en su pro- za», «Exclamación poética con motivo de la pri-
saico poema «A la nave de vapor», de escribir sión de Fernando Séptimo por Napoleón», «A
estos versos de imprevisible resonancia heredia- Daoíz y Velarde sobre el Dos de Mayo en Ma-
na: Su mente ardía / por registrar los piélagos pro- drid», «Ataque a Yacsí» y «España libre», donde
fundos / y ver las playas de la patria mía. Ya he- Zequeira demuestra su filiación política con la
mos mencionado su anticipación de un motivo metrópoli y su ostensible oposición a cualquier
poético de nuestra tradición lírica posterior en manifestación de separatismo, ideario que ha-
su poema «A la brisa», y Fina García Marruz ha bría significado incluso una quiebra en su equi-
señalado, en su extensa exégesis del poema épi- librada concepción del mundo.
co «Batalla naval de Cortés en la laguna», algu- Aunque Zequeira se desencantó, en las pos-
nos atisbos de lo que ella ha llamado la «cre- trimerías de su vida lúcida, de su destino mili-
ciente americanización de Zequeira», 34 presente tar, aunque escribió sus poemas «Contra la gue-

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rra» y «A la paz», pues en definitiva siempre de nuestra literatura. Una lectura atenta de su
consideró a la guerra como una manifestación poesía produce enseguida cierta impresión de
de caos ético, cultural y político, y alcanzó a monotonía en su sencillez, como una sostenida
autorretratarse en «La ronda» como Yo aquel y suave melodía, lo cual sin embargo le confiere
súbdito obediente / que en grado superlativo,/ soy a su estilo una uniformidad más armoniosa, más
militar a lo vivo / y esqueleto a lo viviente, no fácilmente reconocible. Su poesía acoge un ma-
hay dudas de que la radicalidad del ideario polí- yor lirismo, es más espontánea su inspiración,
tico de Zequeira se detiene en el mismo punto a la cual parece emanar más de los impulsos del
partir del cual inicia Heredia, en 1820, su verti- sentimiento que de la razón; sus poemas no sue-
ginosa evolución política. Como es conocido, len apartarse de sus vivencias inmediatas, pues
ese mismo año publicó Heredia su «España li- hay en ellos como una vivencia del sentimiento,
bre» y otros poemas «patrióticos» en defensa de y una experiencia trasvasada en sus versos que
España. Lo que significó la poesía patriótica de permanece siempre confundida con sus impre-
Zequeira para la tradición literaria de nuestra siones más directas de la realidad. De ahí que la
poesía civil fue paradójicamente la práctica de crítica haya reparado en la importancia que tie-
un ejercicio literario en el que ensayaron mu- ne en su poesía la vida inmanente, el hic y el nunc,
chos poetas hispanoamericanos sus futuros can- pero siempre dentro de una apropiación muy
tos a la independencia americana siguiendo in- personal de la realidad, casi nunca alusiva a su
cluso a los modelos peninsulares, es decir, a la circunstancia histórica. De ahí también que su
propia poesía patriótica española. En este senti- poesía, más complacida en sí misma, y exenta
do esa ruptura ideológica se realiza sobre una por lo general de los imperativos éticos o políti-
continuidad literaria, estilística, muy importan- cos que abundan en la obra de Zequeira, resulte
te. Pero, no obstante estos juicios, el siempre sin embargo más independiente, y en cierto sen-
contradictorio Zequeira puede soportar también tido entonces más proclive a expresar distintos
la siguiente caracterización de Fina García Ma- rasgos y matices de una sensibilidad «cubana».
rruz, cuando ve a No quiere ello decir que Rubalcava esté aje-
no a los convencionalismos de la norma
este extraño Manuel de Zequeira, vestido neoclásica, ellos son abundantes en su obra, y a
a lo español y ceñido de laurel índico invi- menudo la expresión de sus sentimientos es di-
sible, el primero de su raza que sintió el luida en un lenguaje retórico que puede hacer
estremecimiento de lo insular rodeando su pensar en el mero ejercicio literario. Rubalcava,
dura coraza de militarazo con toda la bar- de formación muy semejante a Zequeira, se in-
ba […] que no supo defenderse él mismo clinó más hacia una poesía sensualista, acaso de
del influjo sutil de las divinidades de la Isla estirpe virgiliana —y que tradujo en su juven-
ni resolver, sin quedar vencido, la batalla tud— y hacia una tradición anacreóntica de poe-
entre lo visible español y lo oculto ameri- sía amatoria, sentimental, común al neoclasi-
cano. 37 cismo español e hispanoamericano. A veces
ofrece la impresión de haber leído y asimilado
intensamente la poesía clásico-renacentista es-
1.2.3 Otros poetas. Manuel Justo Rubalcava. pañola, por su semejante léxico y adjetivación
Manuel Pérez y Ramírez. Ignacio Valdés afectiva. De ahí su «dulce acento, su modo afa-
Machuca ble y tierno», y esa serena melancolía sentimen-
tal que traspasa toda su poesía.
La obra poética de Manuel Justo Rubalcava Rubalcava, además, está más cercano a nues-
(1769-1805), frente a los bruscos contrastes, la tro gusto actual, e incluso su pertenencia a la
amplitud temática y las preocupaciones trascen- norma neoclásica no le impide a su poesía man-
dentes de Zequeira, resuena como un necesario tener algunas comunidades con la obra de algu-
tono menor que enriquece la diversidad poética nos de nuestros primeros románticos —espe-

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cialmente con Plácido— pues por otra parte es poeta del ocaso, Rubalcava lo será del amanecer.
conocido que éstos no encarnaron una ruptura Como ha apreciado Fina García Marruz, 38 hasta
radical con el neoclasicismo, sino más bien ilus- la noche es vista sólo como parte de la luz: Mas,
traron una paulatina transición hacia la nueva ¿no es la noche de la luz período?, pregunta afir-
estética. Esto, y cierto don poético, posibilitó mativamente en un verso de su importante poe-
que Rubalcava dejara poemas tan valiosos como ma «A la noche». Allí pide: Acaba de salir, risue-
«A Nise bordando un ramillete», uno de nues- ña aurora, / disipa de la noche los horrores / y con
tros mejores poemas neoclásicos, por ser capaz tu bella luz mis ojos dora.
de acceder, precisamente a partir del límite que Hay vislumbres poéticos en Rubalcava que
toda norma literaria impone, a la libertad armo- parecen anticipar futuras imágenes de nuestra
niosa de la verdadera poesía: poesía. No solamente su risueña ingravidez nos
recuerda siempre a Plácido, también su «Oda»,
No es la necesidad tan solamente subtitulada «Un amante que al venir el día re-
Inventora suprema de las cosas cordaba el antiguo estado de sus dichas», posee
Cuando de entre tus manos primorosas cierto tono elegíaco, cierto «arroyo, que suena
Nace una primavera floreciente. fugitivo», que prefigura una sensibilidad afín al
La seda en sus colores diferente Zenea de «Fidelia», si bien entre los dos poetas
Toma diversas formas caprichosas, hay la distancia que va de la luz a la sombra. En
Que aprendiendo en tus dedos a ser rosas su «Fragmento descriptivo» hay una mirada que
Viven sin marchitarse eternamente. luego alcanzará su plenitud en Heredia; dice
Rubalcava: Yo subo alegre a la mayor altura / y
Me parece que al verte colocada espero salga el sol resplandeciente / por ver como
Cerca del bastidor, dándole vida, derrama su luz pura.
Sale Flora a mirarte avergonzada; Hay también en Rubalcava una conciencia de
Llega, ve tu labor mejor tejida lo fugaz, aquel «arroyo, que suena fugitivo», ese
Que la suya de Abril, queda enojada, «tiempo, que veloz desaparece» de su «Fragmen-
Y sin más esperar, vase corrida. to descriptivo», o el símil de su «romance»:
Como la espuma en el agua / y como el humo en
Rubalcava tuvo aciertos poéticos muy supe- el viento, que contrastan con su pupila de pintor
riores a Zequeira, si bien el conjunto de su obra que es capaz de detener durante un instante la her-
no ofrece la imagen totalizadora, múltiple, con- mosura de una mariposa que enseguida de la mano
tradictoria, y ligada ella misma de una forma se me huye, / de sus alas dejando el oro impreso,
dramática al tiempo histórico donde participó y acaso porque como afirma en su «Fragmento…»:
que padeció acaso como ningún otro escritor de no hay cosa / que al poeta no sea interesante.
entonces, de la obra literaria de este último. Tiene también Rubalcava su poesía satírica y
Con una formación muy similar, tan buen su poesía filosófica, muy estudiadas por la críti-
latinista como su amigo habanero, militar tam- ca, pero que no encarnan para nuestra poesía
bién, y además pintor y escultor, no siguió ni la aportes significativos. Su extenso poema «La
vida ni la obra de Rubalcava los derroteros del muerte de Judas», al no avenirse con la disposi-
destino de Zequeira. El peso de la poesía de ción natural de su sensibilidad poética, resultó
Zequeira contrasta con la levedad airosa de un intento fallido donde el poeta no pudo insu-
Rubalcava. La risa —burlona, escéptica, dolida— flar de verdadero aliento poético al tema esco-
del primero, con la sonrisa, el amanecer «risue- gido y quedó preso del prosaísmo propio de su
ño» del segundo. Aun es capaz de sentir: «me época. Su acierto más atendible dentro de la lí-
alegra la noche triste». Porque Rubalcava es el nea filosófica de su poesía lo encontramos qui-
poeta de los símbolos luminosos: poeta del aire, zás en su «Miércoles de ceniza». Rubalcava, tan
del cariño, de la sonrisa, de la aurora, todos sím- apegado a la vivencia de su sentido inmediato
bolos luminosos y suaves. Si Zenea será nuestro de la realidad, no puede ofrecer, en estos poe-

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78 SEGUNDA ÉPOCA

mas de tema religioso y filosófico, una concep- De Cuba las amenas producciones!
ción del mundo de valores trascendentes. «Todo ¡Mas no! Primero la verdad entona
se resuelve —advierte Enrique Saínz— con una En honor de la Patria y de Pomona.
enseñanza de ética práctica o, si se quiere, en
una conclusión nihilista […] El suyo es un ejem- ¿Pudo gustar de esta alabanza del tabaco la
plo de vivencia ingenua, no precisamente de es- sacarocracia habanera que despreciaba al vegue-
peculación filosófica.» 39 ro y que terminó por desplazar su producción?
Pero donde sí el poeta es capaz de abordar un Sin embargo, la «cubanía» de Rubalcava está más
tema afín al ámbito ideológico de su momento ligada a su sentimiento poético de la naturaleza
histórico —a pesar de que escribió, reafirman- insular, a su captación intuitiva de posteriores
do su independencia, que Al hombre le hacen motivos cubanos, así como a la propia índole de
grande sus acciones, / no la patria ni el tiempo en su mirada, la cual parece proyectarse desde su
que ha nacido— es en su conocido poema «Silva confusión con nuestra realidad, y no como la de
cubana», donde el poeta inaugura en nuestra Zequeira, que se sitúa casi siempre ante o sobre
poesía lo que se ha dado en llamar «el juego de la realidad. La cubanía de Rubalcava palpita más
las comparaciones» entre la naturaleza europea en sus sentimientos, a través de una manera más
y la americana, a través de la descripción de las específicamente poética de acceder a una con-
frutas nativas; propósito que el poeta logra con ciencia y a una sensibilidad de lo cubano. La re-
un lenguaje mucho más fluido que el de la oda lativa independencia poética de su circunstan-
«A la piña» de Zequeira, y donde la imaginería cia temporal, su inclinación hacia motivos más
neoclásica, también presente, parece quedar ven- intemporales, menos comprometidos con las
cida por la recreación concreta de los motivos vicisitudes de su circunstancia histórica —la cual
cubanos, transida de un sensualismo donde ya fue, como sabemos, el centro mismo de la obra
comienza a expresarse un acercamiento más de Zequeira— lo acercan más a la expresión de
vivo, más concreto a nuestra naturaleza. Como una cubanía más intemporal, más resistente al
expresa Cintio Vitier a propósito de este paso del tiempo.
«contrapunteo de las frutas»: «El separatismo Amigo de Zequeira y Rubalcava, y santia-
empieza inconscientemente por la idiosincrasia guero como este último, Manuel María Pérez y
de los dones.» 40 Incluso, este poema —ya com- Ramírez (1772-1851) es todavía un enigma para
probada su pertenencia a Rubalcava— 41 adquie- la historiografía literaria,42 pues apenas han lle-
re una gran significación dentro de la literatura gado a nuestro conocimiento unas pocas mues-
hispanoamericana, pues al ser escrito antes de tras de su poesía. No obstante, su soneto «Un
1805, fecha de la muerte del poeta, se anticipa amigo reconciliado» —donde la crítica siempre
varios años a la «Alocución a la Poesía» (1823) ha hecho hincapié en su anticipación al poema
y a la «Silva a la agricultura de la zona tórrida» «Le vase brisé» del francés Sully Prudhomme—
(1826) de Andrés Bello, a la vez que participa revela a un poeta de apreciable calidad, a tal pun-
de una corriente temática muy importante de to que no se ha vacilado nunca en relacionarlo
nuestra poesía y, en general, de la poesía hispa- con la obra fundadora de Zequeira y Rubalcava.
noamericana. De formación intelectual y destino militar
Junto a su «Silva cubana» escribió también similar a estos, Manuel María Pérez es recorda-
Rubalcava su poema «El tabaco», de menores do sobre todo por su importante labor como
aciertos poéticos que el anterior, de tono más profuso publicista y animador de la cultura en
prosaico, pero más explícito en ocasiones de su Santiago de Cuba. Fue profesor de Félix Varela,
intención: y se conoce que escribió autos sacramentales a
los que puso música Esteban Salas, así como un
Pero suspende un tanto drama, Marco Curcio, que se ha perdido.
¡Oh Musa, lo irascible de tus sones, Sin embargo, a pesar de sus pocas muestras
Mientras que dulce canto poéticas conservadas, puede intentarse una re-

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lativa aproximación a algunas facetas de su pen- los versos latinos; asimismo fundó, entre otras
samiento poético. Su «Poema Enmanuel», el can- publicaciones, la importante revista literaria La
to segundo de su poema mayor, nos devela in- Lira de Apolo (1820), y compuso el boceto dra-
quietudes poéticas trascendentes, semejantes mático La muerte de Adonis.
a las del poema de Rubalcava «Muerte de Judas» Desval —precursor del «siboneísmo»— fue
—el cual se preocupó por publicar luego de la autor del primer poemario publicado en Cuba,
muerte de su amigo santiaguero. Aunque de es- Ocios poéticos (1819), donde la crítica ha apre-
tilo igualmente prosaico, allí se muestra un es- ciado la ascendencia de los Ocios de José Cadal-
píritu religioso de singular sentido ético, y se so, así como, en sentido general, de Juan
elogia la «pobreza» cristiana. Precisamente la Meléndez Valdés. Posteriormente imitó al poe-
humildad parece ser una de las características ta francés Jean-Baptiste Rousseau, con la publi-
inherentes a su personalidad, no sólo por su in- cación, en 1829, de sus Cantatas, donde desen-
gente vocación de servicio, sino porque siendo vuelve sus característicos poemas de inspiración
considerado uno de los hombres más cultos de mitológica; dentro de esta tendencia la crítica
su tiempo no escatima elogios a su contempo- ha destacado su poema «Los baños de Maria-
ráneo Zequeira, a propósito del poema «Batalla nao», en el cual se aprecia una peculiar capta-
naval de Cortés en la laguna», cuando en sus ción de la naturaleza insular, aunque transida por
«Octavas…» —donde prima el respeto por la la imaginería y mitología neoclásica. Desval, a
sensibilidad poética y la simpatía intelectual— quien no se le reconoce ni originalidad ni emo-
vuelve a distinguir el valor de la amistad, y no tividad expresivas, a la vez que padece de cierta
tiene reparos en calificar a su «lira» como «po- falta de profundidad en su pensamiento poéti-
bre y deficiente» para realzar la de su coetáneo. co, coadyuvó sin embargo a enfatizar en la ne-
Manuel María Pérez debió poseer la conciencia cesidad del rigor formal en la hechura del verso.
de la relatividad del conocimiento precisamen- La apreciable calidad de las letras de los
te por detentar acaso la verdadera sabiduría, la villancicos, cantatas y pastorelas de Esteban Sa-
que no ceja en sacrificarse, en estimular el méri- las (1725-1803), autorizan reparar en Salas como
to ajeno y la que no se complace en ostentar un poeta más dentro de la poesía de la etapa, si
primacías pueriles. Ante tanta crítica adversa y bien su obra comienza a desenvolverse con an-
malintencionada, el apasionado elogio de aquel terioridad a 1790, lo cual hace que su «poesía»
poema épico, debió constituir un oasis de sosie- no resulte del todo representativa de una inspi-
go y esperanza, de comprensión poética profun- ración neoclásica. Pablo Hernández Balaguer
da, para el «regañado» Zequeira. afirma, en su libro Los villancicos, cantatas y
Por otro lado, el poeta habanero Ignacio pastorelas de Esteban Salas, que Salas «era tam-
Valdés Machuca (1792-1851), más conocido por bién, ocasionalmente, poeta». Lo cierto es que
su seudónimo Desval, encarna en nuestra poe- tuvo la formación cultural más alta a la que se
sía al primer poeta deslumbrado por la musica- podía aspirar dentro del ámbito universitario de
lidad, la variedad de metros, los artificios su tiempo en la colonia, y no fue sólo un músi-
retóricos y la exterioridad sensual de la palabra co, pues se conoce que impartió las asignaturas
poética; en este sentido fue nuestro primer de filosofía, teología, escolástica y moral en el
«esteticista» o nuestro primer «literato» en la Seminario de San Basilio el Magno en Santiago
acepción más exterior de este término. Aunque de Cuba. Dado el carácter eminentemente litúr-
su vida literaria se desarrolló muy vinculada a la gico de su música, sus textos acogen temas de
primera generación romántica, donde se desen- inspiración bíblica y teológica y, como aprecia
volvió como un importante animador literario, Balaguer, están ausentes en ellos las alusiones
su obra está más cercana al neoclasicismo. Cabe mitológicas gratas al neoclasicismo. Aunque es
destacar que Desval fue un profundo conoce- muy probable que Salas interpretara autos
dor de la poesía latina e incluyó dentro de un sacramentales con textos del poeta Manuel Ma-
folleto poético un tratado sobre la medida de ría Pérez y Ramírez, las letras de sus villancicos

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80 SEGUNDA ÉPOCA

son atribuidas al propio Salas; además repárese un texto anónimo. Asimismo, los seudónimos
simplemente en la apreciable diferencia de edad Nazario Mirto, Ramiro Nacito, Rozita Nomira,
entre los dos poetas, y se dudará más de la tradi- Miguel Aníbal de Narca, atribuidos por Calcagno
cional atribución de esos textos a la inspiración a una misma persona, nos pueden hacer pensar
del autor del soneto «El amigo reconciliado». en la posibilidad de que, al menos los tres pri-
La llamada «manía de versar» no dejó un sal- meros, sean anagramas de Tomás Romay (1769-
do poético significativo. Mucha poesía de oca- 1849).
sión, de alabanza política, elegías fúnebres, poe- Otros poemas, de autor conocido, no pue-
mas casi periodísticos, expresados en un lenguaje den dejar de mencionarse, como «Las Glorias
prosaico —como los escritos por el poeta haba- de la Habana», del italiano Francisco María
nero Miguel González y por el famoso impre- Colombini, verdadero ensayo sobre el despo-
sor José Severino Boloña—, predominó en la tismo ilustrado, prosaico poema testimonial
etapa, junto a la poesía bucólica y la didáctica y donde se pueden encontrar reflejados muchos
moralizante. Pero, además, mucha poesía anó- aspectos de la vida política y económica de en-
nima o firmada con seudónimos, y, consiguien- tonces. Muy interesante es el poema «El sue-
temente, muchos enigmas: ¿será José Agustín ño», de Félix Fernández Veranés, el cual puede
Caballero quien escribió los veinte poemas de acompañarse por «Sueños y delirios de una ima-
«El Miserere en Sonetos»?, ¿será en realidad ginación despierta», de Alejandro Bonilla y San
Rubalcava, El Selvage, autor del importantísimo Juan, los cuales, junto a los curiosos «sueños»
poema «Oda», donde se accede a una viva re- de las relaciones anecdóticas del Papel Periódi-
creación de la naturaleza insular? Acaso nunca co…, y «La ronda» de Zequeira, agregan una in-
conoceremos quién fue aquel E.G.L., que escri- teresante nota onírica a los inicios de nuestra
bió algunos poemas de tema más personal e in- poesía. Otro poeta que no se puede pasar por
dependiente que la mayoría de los poetas de la alto es Manuel del Socorro Rodríguez (1758-
etapa. ¿Quién será Luisiano, autor de un roman- 1819), quien, aunque nacido en Bayamo, desa-
ce heptasílabo, «El triunfo de la Gloria», sobre rrolló toda su labor como publicista y su obra
el cual ha expresado Marcelino Menéndez y literaria en Bogotá, Colombia. La obra poética
Pelayo «que en una historia de la poesía ameri- de Tomás Romay no rebasó los convencio-
cana no debe omitirse»? Y ¿será Zequeira, como nalismos neoclásicos, y si ocupa un sitio promi-
pregunta Cintio Vitier, el autor de la oda «A la nente en la historia de la cultura cubana, es de-
señora doña María Luisa O’Farril», escrita por bido a su labor científica. Dos poetisas, Rafaela
un tal Filosimolpos y considerada como uno de Vargas y Juana Pastor —esta última mulata—
los poemas de mayor calidad que se publicaron prolongan las pocas pero significativas muestras
en el Papel Periódico…? A propósito de otros de la poesía escrita por mujeres. Algunos im-
seudónimos importantes, pueden citarse algu- portantes publicistas, Diego Tanco (1789-1849),
nos poemas significativos por su proyección Juan Hernández Otero, Buanaventura Pascual
social concreta, como el escrito por B.Y.E.G. en Ferrer, José Antonio de la Ossa (¿ - 1830) y Ma-
El Aviso, en 1808, donde se defiende a las «pe- nuel Francisco Salinero (1750-1859), incursio-
lonas» —criollas— contra las «matronas godas»; naron también, aunque sin relevancia, en la poe-
o un poema donde un «gachupín» —español— sía, conformando lo que se dio en llamar una
se burla del criollo, tratándose en este caso de verdadera «manía de versar».43

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1.3 LA PROSA REFLEXIVA EN LA ETAPA

1.3.1 Formas de manifestarse. Los problemas grada; el género biográfico implícito en la ora-
de su valoración literaria. Su vinculación a toria forense y en algunas relaciones históricas;
las problemáticas esenciales del momento el periodismo político, económico y social; el
ensayo filosófico, y los ensayos políticos y eco-
Es tradicional en las historias de la literatura nómicos expresados a través de informes y di-
cubana incluir la valoración de diferentes mani- ferentes documentos oficiales; o los estudios de
festaciones del pensamiento histórico, político, igual índole, son algunas de las principales for-
económico, filosófico y religioso como parte de mas de manifestarse de la prosa reflexiva de la
la literatura cubana de la etapa. Es cierto que esta etapa. La oratoria, redactada en latín preferen-
prosa llamada reflexiva —acaso precisamente temente, conocía de una antigua tradición lite-
por su naturaleza no literaria— tuvo una extraor- raria. Es muy significativo que esta tradición li-
dinaria importancia para los inicios del proceso teraria de géneros no considerados en puridad
de formación de una conciencia nacional, por- como tales haya tenido una intensa descenden-
que a través de sus contenidos se muestran las cia durante todo nuestro siglo XIX, y se haya
problemáticas esenciales de nuestra historia. Sin convertido en una característica distintiva de la
embargo, la expresión de esos contenidos no está literatura hispanoamericana como expresión de
exenta de ciertos rasgos literarios significativos, su peculiar proceso histórico.
toda vez que la inexistencia de la narrativa y la No obstante, es cierto que, posteriormente,
pobreza de nuestra literatura dramática, así como con el desarrollo de otros géneros, muchos de
el desarrollo y el prestigio alcanzado durante el los contenidos que entonces se expresaban a tra-
siglo XVIII por el ensayo y la oratoria, y en gene- vés de la llamada prosa reflexiva, encontraron
ral por una prosa crítica, ilustrada y didascálica, un medio idóneo, propiamente literario, de ma-
debieron estimular la acentuación de la propor- nifestarse.
ción expresiva de la prosa como un medio de Pero como mismo existía una poesía y un tea-
garantizar su efectividad ideológica. tro neoclásicos, existía también una prosa
Pero incluso cabe preguntarse si aquella pro- neoclásica dentro de un estilo, una norma lite-
sa reflexiva no cumplió entonces una función raria muy definida, donde pueden reconocerse
literaria, aunque fuera subordinada a otras fun- la misma imaginería, el mismo ámbito de refe-
ciones, y si aquella prosa no era reconocida como rencias culturales, más intensificados, claro está,
literatura y no era recepcionada estéticamente. en la poesía y el teatro. Incluso, como ya se ha
El género epistolar, con frecuencia público; insistido, la prosa reflexiva de esta etapa,
el histórico; la oratoria forense, académica y sa- preocupada por la prístina recepción de su men-

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saje, acentuó su claridad expositiva, sus compo- da: la burguesía esclavista cubana. Como ha de-
nentes lógicos y racionales, para lo cual trató de mostrado Moreno Fraginals: «los azucareros
apropiarse de una forma adecuada a estos fines. […] han sido los autores intelectuales de nues-
Y esa transparencia semántica, ligada a la reac- tra historia escrita».44 No obstante, ello revela
ción contra los excesos culteranos y conceptis- en Arango —uno de los hacendados habaneros
tas de la estética barroca, debió influir incluso más poderosos, dueño del importante ingenio
en la poesía. No es casual que una vertiente im- «La Niña»— una conciencia de clase sin parale-
portante de la poesía neoclásica sea calificada los en la primera etapa de formación de la con-
como prosaísta, y sean comunes los calificati- ciencia nacional. Arango, ideólogo y vocero de
vos de poesía oratoria, elocuente, narrativa, la burguesía esclavista, expresó como ningún
didascálica, entre otros. No es casual tampoco otro pensador de entonces las contradicciones,
que la poesía eluda con frecuencia la recreación límites y características del reformismo econó-
poética concreta de la realidad, expresándose a mico y político propio de estos años. El tránsi-
su vez en un lenguaje donde prima lo concep- to de una economía de servicios marinero-mili-
tual sobre la expresión sintética imaginativa. Y tar a una economía plantadora y productora halló
no es casual tampoco que asuma como temas en el pensamiento de Arango a su mayor teóri-
poéticos muchos de los contenidos que encuen- co y a su más descarnado y pragmático instru-
tran su más natural desenvolvimiento en la pro- mentador. En este sentido Arango revela una
sa, vinculada directamente con la problemática consecuencia que lo convierte en un paradigma
económica, política y social de la etapa. de la tendencia más radical de los fisiócratas crio-
llos, la cual alcanzó a detentar un pensamiento
económico mucho más avanzado que el de sus
1.3.2 Reformismo político y reformismo pariguales metropolitanos.
filosófico: Francisco de Arango y Parreño Precisamente fue esa consecuencia y esa in-
y José Agustín Caballero dependencia de su pensamiento —expresión de
una conciencia de clase, la de los productores
Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), lla- criollos, forjada no como consecuencia sino a
mado con justeza por nuestra crítica histórica pesar de la política económica colonial— las que
como «el estadista sin Estado», encarnó con su coadyuvaron a la formación de una incipiente
pensamiento y práctica políticos y económicos conciencia de nacionalidad en la burguesía
la tendencia más progresiva y radical de la bur- esclavista criolla de finales del XVIII y principios
guesía esclavista criolla de la etapa. Su obra fue del XIX: conciencia de clase limitada histórica-
la expresión más nítida del reformismo político mente, pero fiel expresión de su tiempo. El pen-
y económico de esta clase, cuyo sector más im- samiento burgués, capitalista, de Arango, se veía
portante fue denominado por primera vez por lastrado por la contradicción insoluble de la bur-
Arango como «sacarocracia», enfatizando, con guesía esclavista criolla dentro de las relaciones
el transparente sentido capitalista y pragmático de producción deformadas que le imponía su
que siempre lo caracterizó, su origen esencial- desarrollo como parte de un régimen colonial,
mente azucarero. Su obra, pues, es el reflejo di- es decir, la contradicción existente entre la ex-
recto de las problemáticas esenciales de la eta- plotación de la tierra a través de la mano de obra
pa, las cuales pueden ser historiadas a través de esclava y la producción y exportación de la ri-
su expresión en el pensamiento de Arango, don- queza hacia un mercado capitalista. Esclavistas
de biografía personal e historia patria se con- por su ser y burgueses por su deber ser, como
funden en una inextricable unidad. ha precisado Moreno Fraginals, no pudieron
Acaso sea Arango el iniciador consciente de resolver esta contradicción que impidió enton-
toda una corriente de nuestra historiografía que ces la radicalización política de esta clase y su
hizo de la historia de Cuba la expresión unilate- conformación como una burguesía nacional in-
ral de la historia de una clase social determina- dustrial.

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 83

En su Discurso sobre la agricultura de la Ha- como una provincia española, máxima radicali-
bana y medios de fomentarla (1792), Arango, con dad política que alcanzó su pensamiento dentro
una fuerte ascendencia del liberalismo econó- del reformismo. Se conoce que Arango estuvo
mico de Adam Smith, supera la propuesta eco- muy vinculado a la política del absolutismo y
nómica de Sobre la ley agraria de Jovellanos.45 que no fue partidario del constitucionalismo.
En este importante documento económico y Nunca estuvo de acuerdo con la independencia
político del reformismo criollo, están plantea- de Cuba, como se demuestra en su «Memorias
das todas las problemáticas fundamentales de la de un habanero sobre la independencia de esta
burguesía esclavista de estos años: necesidad del Isla», escrita en la década del veinte.
incremento de la esclavitud; de la libertad del Como ha expresado la crítica, Arango fue
comercio de esclavos; de la tecnificación del pro- nuestro primer ensayista socio-económico, al
ceso productivo; del estudio en Cuba de la Quí- estrenar una prosa reflexiva de acentuado carác-
mica, la Física y la Botánica; del estudio directo ter instrumental o funcional. Asimismo estimula
de las experiencias productivas inglesas en sus la publicación de una importante bibliografía
Sugar Islands de las Antillas —para lo cual pro- técnica azucarera, cuyos autores, según More-
pone Arango un viaje de reconocimiento, que no Fraginals, «inauguran una prosa científica
realizará posteriormente por Portugal, Inglate- totalmente nueva». 46 En un discurso pronun-
rra, Barbados y Jamaica, en 1794—; del incre- ciado en la Real Sociedad Patriótica de la Haba-
mento de la población blanca como contrapar- na, alrededor del año 1795, Arango expone lo
tida del incremento de los esclavos; y, entre que parece ser su «fórmula literaria» para la prosa
otras, de las medidas a tomar para impedir las científica, funcional, libre de toda imaginería
sublevaciones de esclavos, pues estaba muy cer- greco-latina y clasicista, expresando una vertien-
cana la experiencia de Haití. Además propone te lógica, racional, pragmática, de la propia lite-
la creación de una Junta de Fomento, en 1795. ratura neoclásica; dice entonces:
Precisamente aquí se manifiestan sus contradic-
ciones con los comerciantes peninsulares, otra El cielo no me dotó del talento de la pala-
de las problemáticas esenciales de la etapa. Por bra y por grandes que hayan sido los es-
otro lado, su criolla e independiente conciencia fuerzos de mi genio no pudo salir de su
económica se manifiesta también en sus repa- esfera ni penetrar jamás los respetables lu-
ros al carácter ya anacrónico de los Consulados gares en que la admiración y el aplauso re-
y Sociedades Patrióticas, instituciones propias ciben al orador. Lejos de la tribuna y lejos
de la tradición económica española y del despo- a mi pesar de la sublime complacencia de
tismo ilustrado respectivamente, las cuales, se- gobernar a los hombres por el encanto de
gún Arango, si no revitalizaban su concepción, mis frases, no me atrevería a hablar delante
de acuerdo a las necesidades e intereses de la de esta asamblea si la constitución fuese
sacarocracia criolla, constituirían un freno para otra, pero destinada para ser la escuela de
su desarrollo. Finalmente Arango logró impo- patriotismo y para obrar si es posible sólo
ner en lo esencial su política económica a la por sentimiento no puede pedirme cuenta
metrópoli, incluso a través de una muy inteli- de la escasez de figuras y agradables epigra-
gente política de colaboración con las más altas mas que se nota en mis discursos. Al con-
autoridades coloniales, la cual expresa también trario, conceptúo que somos responsables
los límites ideológicos del reformismo criollo a la Patria de todos aquellos momentos que
de la etapa. robamos a su servicio y empleamos en nues-
Esos límites se manifiestan en el plano pro- tro lucimiento. Exijo de vuestro deber una
piamente político en su Representación de la declaración formal para que aquí no se ha-
Ciudad de La Habana a las Cortes Españolas, ble sino el lenguaje simple del agricultor co-
donde Arango se pronuncia por un gobierno rriente y que escusando preámbulos y di-
autonómico o porque Cuba fuera considerada gresiones ociosas nos acerquemos al hecho

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84 SEGUNDA ÉPOCA

sin el menor rodeo y entremos a su análisis A pesar de declararse él mismo como «un eco
sin otro acompañamiento que el de la bue- de Nicolás Calvo» —junto a Arango uno de los
na lógica y el exacto raciocinio. 47 más importantes ideólogos de la sacarocracia
criolla, y exponente de un espíritu de conoci-
Esta propuesta estética que lo llevó, según mientos enciclopédicos—, Caballero, aunque
Moreno Fraginals, a entregar «la prosa más lim- representante del reformismo criollo de la eta-
pia y “moderna” de América», 48 se ve enrique- pa, y de hecho constituir también un vocero de
cida por cierto «matiz criollo» presente en sus muchos de los intereses teóricos y prácticos de
cartas personales y en sus defensas públicas ante la burguesía esclavista, no encarnó en cambio
los ataques que sufre durante los dos períodos una posición tan radical como la de Arango. Su
de libertad de imprenta, como se precisa en el pensamiento social, respaldado por una tradi-
Perfil histórico de las letras cubanas desde los orí- ción de contenidos éticos, filosóficos y religio-
genes hasta 1898, y donde, por ejemplo, a pro- sos, ausentes en la ideología pragmática y ma-
pósito de su carta a Juan Gualberto González terialista de Arango, conoció matices muy
en 1832, sobre un artículo de José Antonio significativos, los cuales —como en el caso de
Saco, se puede apreciar el «estilo coloquial […] Manuel de Zequeira— expresan la pervivencia
de un habanero de la época». de una perspectiva ética, cultural y religiosa no
La otra figura importante del reformismo totalmente representativa de la ideología utili-
criollo de la etapa en su faceta filosófica, está tarista de la clase de los productores criollos,
representada por José Agustín Caballero (1762- sino más bien del tránsito de los valores creados
1835). Formado como Arango en el Real Cole- alrededor de una economía de imagen patriarcal
gio Seminario de San Carlos y San Ambrosio y anterior hacia los nuevos valores procapitalistas
en la Real y Pontificia Universidad de la Haba- de los hacendados azucareros. De ahí el pecu-
na, y miembro activo de la Real Sociedad Pa- liar ideario presente en su artículo, aparecido en
triótica de la Habana, Caballero ofrecerá una el Papel Periódico… en 1791, «En defensa del
prosa mucho más variada que la de su coetáneo. esclavo», bajo el seudónimo El Amigo de los Es-
Además de escribir algunos dáctilos y espon- clavos, donde llega a afirmar que «es la esclavi-
deos, propios de la tradición elegíaca de la poe- tud la mayor maldad civil que han cometido los
sía latina, como es el caso de su «Epigrama a la hombres», y se pronuncia por un mejoramiento
muerte del obispo Espada»; de descollar como de sus condiciones de vida y por la aplicación de
orador sagrado, forense y académico, destacán- castigos menos severos a quienes reconoce,
dose en este sentido su discurso «Sobre la re- como a todo hombre, un «amor innato a la li-
forma de los estudios universitarios» (1795), su bertad». Su petición de «caridad» para quienes
sermón fúnebre sobre Cristóbal Colón, sus elo- —admite acaso con sincero humanismo— «sos-
gios de Nicolás Calvo y Luis de las Casas entre tienen nuestros trenes, mueblan nuestras casas,
otros; de frecuentar la prosa de asunto científico; cubren nuestras mesas, equipan nuestros rope-
además de su prosa propiamente filosófica, re- ros, mueven nuestros carruajes, y nos hacen
presentada por su Philosophia electiva; de tra- gozar los placeres de la abundancia», no ataca
ducir del latín la Historia del Nuevo Mundo y en los fundamentos clasistas de la existencia de la
especial de México, de Sepúlveda, y del inglés la esclavitud, a la cual considera como una especie
novela Cartas de Milady Julieta Castelvi y su de mal necesario, pero funciona como un ejem-
amiga Milady Henriqueta, así como otros estu- plo revelador de una perspectiva ética no fre-
dios del francés; ensayó Caballero la prosa y la cuente en la actitud de los hacendados esclavistas
crítica social, política, histórica y literaria. Ade- criollos.
más, se desempeña como profesor en varias cá- No obstante, el ideario educacional y filosó-
tedras universitarias, y como publicista en su fico de Caballero sí es representativo de un re-
papel de redactor del Papel Periódico de la formismo muy acorde con los intereses clasis-
Havana. tas de la sacarocracia, como se puede apreciar

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 85

en sus intentos de reforma de los estudios uni- pensamiento el liberalismo político propio de
versitarios, en su defensa del estudio de la física los hacendados criollos en pugna con los comer-
experimental y, fundamentalmente, en la sutil ciantes peninsulares y necesitados de cierta au-
reforma en la enseñanza de la filosofía, donde tonomía política para poder encauzar una polí-
inicia una ruptura —que luego profundizará tica económica acorde con sus intereses clasistas.
Félix Varela— con el escolasticismo decadente Hay, pues, en el pensamiento de Caballero, un
de aquellos tiempos, a través de la asunción de germen importante de conciencia de nacionali-
una postura filosófica conocida como eclecti- dad según los límites históricos que padecía la
cismo corriente, muy influida por Feijóo y por clase social a la cual representaba y que imponía
Benito Díaz de Gamarra; postura que trataba de el status colonial imperante.
conciliar la filosofía de Aristóteles con las co- A propósito de la calidad de su prosa, por
rrientes del pensamiento moderno, sobre todo
ejemplo, cuando en su crítica sobre la obra his-
del racionalismo cartesiano, aunque también se
tórica de Urrutia alude a la forma de valorar una
inicia, si bien tímidamente, en el conocimiento
obra histórica: juzgar, dice, «la claridad del esti-
del empirismo inglés y francés. Calificado como
lo, y la de los hechos», Caballero estará descri-
un «pensador de transición» 47 entre el escolas-
biendo a su vez dos características generales de
ticismo y las modernas corrientes de pensamien-
to, Caballero, aunque prepara el camino para la su prosa. Asimismo, en dicho trabajo, arreme-
ruptura filosófica posterior, sólo alcanza a asu- te, con humor e ironía, contra toda una retórica
mir un «antiescolasticismo crítico, pero sin al uso, con una desenvoltura alejada de toda pe-
desentenderse de la problemática fundamental dantería erudita. Esta misma actitud expresiva
de la escolástica ni, en consecuencia, de su mé- puede encontrarse, por ejemplo, en dos artícu-
todo», como se expresa en el Perfil histórico de los aparecidos en 1798 en el Papel Periódico…,
las letras cubanas… No obstante, su valoración titulados «Discurso filosófico», donde, apunta
de la praxis, el ejercicio de la crítica filosófica, Enrique Saínz, asoma cierto «espíritu burlón».50
su filosofía electiva, son factores que introdu- Por lo demás, su prosa no rebasa la corrección
cen una nueva perspectiva de la realidad frente a gramatical, y una lógica y racional exposición
una concepción del mundo regida por un pen- de las ideas. Hay momentos en que alcanza al-
samiento eminentemente ahistórico; factores gunos valores dramáticos y descriptivos, como
que venían a sustentar ideológicamente la nece- puede comprobarse en su artículo «En defensa
sidad de cambios y reformas de la clase produc- del esclavo». Donde acaso acoge valores más li-
tora criolla dentro del cerrado mundo colonial terarios será en sus muestras oratorias, en las
español. cuales Caballero, excelente latinista, hereda toda
Su pensamiento político más significativo se una tradición oratoria que indudablemente in-
expresa en su redacción del primer proyecto de fluye en su tono elocuente y en una prosa don-
gobierno autonómico presentado por el diputa- de se armonizan breves períodos de efusión
do cubano Andrés de Jáuregui en las Cortes es- exclamativa con otros más extensos de sobrie-
pañolas de 1812. Allí Caballero se pronuncia por dad expresiva, aunque siempre con una cohe-
una política de descentralización, pues, a dife- rencia lógica y una claridad expositiva más fun-
rencia de Arango, se opuso a la política del ab- cionales que literarias.
solutismo monárquico, prefiriendo, frente a la Caballero, como ideólogo del reformismo crio-
opción más radical de la constitución francesa llo, inicia una ruptura filosófica, asume una postu-
de 1791, el establecimiento de una monarquía ra política y reafirma una tradición ética que luego
parlamentaria al estilo inglés, acaso porque la hallarán en el pensamiento de su alumno Félix
política de colaboración propia del reformismo Varela a su más radical y profuso continuador.
criollo no podía adoptar posiciones políticas ra-
dicales, aunque, por otro lado, ya encarnara este

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86 SEGUNDA ÉPOCA

1.3.3 Otras manifestaciones de la prosa publicista no sólo en Cuba sino también en Ar-
reflexiva. La prosa histórica de Antonio gentina y México. 51 Fue autor de la primera gra-
José Valdés y José María Callejas. Oratoria mática impresa en Cuba, Principios generales de
forense, académica y sagrada la lengua castellana (1805), además de traducir
el Contrato social de Rousseau, aunque expur-
La prosa histórica tiene variadas manifestacio- gándole el capítulo dedicado a la religión.
nes a partir de 1790. Tanto en las publicaciones Su Historia de la Isla de Cuba en especial de la
periódicas —El Patriota Americano, por ejem- Habana, fue concebida inicialmente en dos to-
plo— como en las Memorias de la Real Sociedad mos —luego pensó extenderla a tres. El prime-
Patriótica de la Havana, pueden encontrarse re- ro y único que se conoce contiene «la parte pu-
laciones históricas significativas. No otra cosa ramente histórica y cronológica», según el
que pura historia contemporánea escribió por propio autor, y aunque ha sido objeto de nume-
entonces Arango, como lo hiciera con posterio- rosas críticas, por evidentes omisiones y por el
ridad, con una obra más dilatada y con un énfa- «vulgar estilo» de su prosa y su falta de gusto
sis más específicamente histórico, José Anto- literario, se debe precisar que el mismo autor se
nio Saco. Caballero inaugura nuestra crítica propuso más que una historia «un simple ensa-
histórica con su «Crítica del teatro de Urrutia», yo». Precisamente eso será la condición que des-
e historió las vicisitudes de la Real Sociedad Pa- tacará Bachiller 52 en su obra, la cual, desde este
triótica de la Havana hasta 1794. La obra histó- punto de vista, adquiere otro valor.
rica de Arrate, que no aparecerá hasta 1830, fue Se pueden poner de relieve en ella sus nume-
publicada parcialmente en los periódicos El rosas valoraciones personales sobre diferentes
Enciclopedista y El Patriota Americano. Buena- hechos históricos, los cuales a menudo se vivi-
ventura Pascual Ferrer escribió su Carta de un fican y no se reducen a una mera crónica. Son
havanero… (1797) para aclarar los errores so- conocidas las dificultades que confrontó Valdés
bre Cuba en que incurrió Pedro Estala en El via- al escribir su obra pues no se le facilitó el acceso
jero universal, lo que trajo como consecuencia a numerosas fuentes. En general el autor se basó
que Ferrer escribiera para el tomo vigésimo de en las obras de Arrate, Morell, Urrutia, los ma-
esta última obra su «Viaje a la isla de Cuba» nuscritos de Antonio López Gómez y de la bi-
(1798); redactó también Ferrer una curiosa His- blioteca de la Sociedad Patriótica. Su obra, ade-
toria de la Isla de Cuba y en especial de la Haba- más, fue revisada por José Agustín Caballero,
na (1813), y José María Callejas (1772-1833), lo cual, a la luz de la osadía de muchas de las ideas
con su Historia de Santiago de Cuba, redactada allí expuestas, le confiere un valor adicional.
en 1823, aunque no publicada hasta 1911. Con respecto a la historiografía anterior,
El matancero Antonio José Valdés, de dudo- Valdés muestra su independencia al precisar las
so origen —se ha pensado que naciera en una verdaderas causas de la extinción de los aborí-
casa cuna— y de formación acaso autodidacta, genes cubanos; el autor, además, ofrece una des-
constituye un ejemplo de pensamiento indepen- cripción real y original de la toma de La Habana
diente y revolucionario. Relegado siempre, de por los ingleses, donde no escatima elogios a la
una u otra manera, por la muy ilustre Real So- defensa criolla ni elude reparos a la gobernación
ciedad Patriótica de la Havana —a la cual sin española. En su «Proemio», incluso, puede
embargo dedicó varias de sus obras—, no acep- notarse una velada crítica a las jerarquías socia-
tándolo nunca como socio de mérito, Valdés fue les donde no tenía acceso Valdés. En general,
partidario de ideas liberales y un constitu- toda su obra, detentadora de una ideología libe-
cionalista que evolucionó hacia el indepen- ral y constitucionalista, contiene numerosas crí-
dentismo, llegando a formar parte, junto a Félix ticas a la política colonial, y son frencuentes sus
Varela y José María Heredia, de la Junta referencias negativas a la tiranía, el despotismo
Promotora de la libertad cubana, organizada en y el absolutismo. No obstante, el autor coinci-
México en 1825. Valdés se destacó como de con el ideario reformista de los hacendados

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 87

criollos en su aprecio del desarrollo agrícola, en constituía su vertiente más desarrollada, fue en-
su crítica a la conspiración de Aponte y en su tonces en general más conservadora, no así la
elogio de la «tranquilidad» de los habaneros fren- académica, más vinculada a distintas facetas del
te a la Revolución de independencia hispano- reformismo criollo.
americana. No será hasta su estancia en México, Por otro lado, comienza a desenvolverse una
a patir de 1821 aproximadamente, y luego de su oratoria propia de un pensamiento laico, de la
experiencia en la Argentina, que el autor acoja cual son muestras importantes alegatos políti-
plenamente el ideario independentista. cos, económicos y sociales, por ejemplo: algu-
Su prosa, sin exhibir valores estilísticos sig- nos discursos de Francisco de Arango y Parreño,
nificativos, soporta cierto tono ensayístico y, en quien, como ya se tuvo ocasión de comprobar,
general, acentúa su carácter de servicio, muy ape- proclamó una suerte de fórmula literaria para su
gada a la verdad del hecho histórico y orientada eficacia comunicativa y recomendó que se ha-
siempre hacia la objetividad de la exposición. El blase en «el lenguaje simple del agricultor co-
propio Valdés describió a la historia como «la rriente». La oratoria académica, estimulada por
expresión clara y exacta de los hechos, muchas la creación de las sociedades patrióticas y reno-
veces dudosos y otras complicados entre sí». vada en sus contenidos por las reformas acaeci-
A diferencia de la obra de Antonio José das en la enseñanza universitaria, constituyó la
Valdés, la Historia de Santiago de Cuba de José manifestación más imbricada con las nuevas ten-
María Callejas no rebasa un valor informativo. dencias de pensamiento y con la ideología re-
Se debe advertir que el propósito del autor no formista de la clase criolla. Incluso, dentro de
fue el de escribir una historia sino el de recopi- esta oratoria, son muy frecuentes los «elogios»
lar datos para una futura redacción de una his- a determinadas personalidades de la metrópoli
toria de Cuba. Callejas, aunque es objetivo en la y el gobierno colonial, a través de los cuales se
descripción de los hechos históricos, no supera explicitan algunos contenidos del ideario refor-
a la obra del obispo Morell de Santa Cruz, de mista, y donde cierta conciencia política alcan-
quien tomó la mayoría de los datos. Acaso por zó una presencia significativa. Aunque Manuel
detentar una ideología muy conservadora —fue Sanguily 53 ha afirmado que la oratoria política
coronel del ejército español y todavía en 1824 aparece en Cuba a partir de 1868, no resulta exa-
peleó contra los independentistas mexicanos— gerado indicar que ya en esta etapa tuvo sus pri-
su pensamiento no alcanzó los valores liberales meras manifestaciones, muy similares a su pre-
del ideario de Valdés; incluso existe un testimo- sencia en una profusa y prosaísta poesía civil o
nio que describe su oposición al constitu- patriótica, característica de estos años. Algunos
cionalismo. sermones fúnebres complementaron esta ten-
Mientras, la oratoria continuó una tradición dencia, a la vez que sirvieron para plasmar los
ya plenamente desarrollada durante el siglo XVIII. primeros barruntos del género biográfico.
No es casual que, a través de la oratoria forense, En sentido general la oratoria continuó su
académica y sagrada, se pueda calar en la con- lucha contra el gerundismo barroco y se propu-
ciencia social representativa de la etapa. Direc- so la búsqueda de claridad y sobriedad expresi-
tamente vinculada a la iglesia y la enseñanza uni- vas, propias de la estética neoclásica. La ascen-
versitaria, la oratoria continuó siendo un dencia clásica —especialmente de Cicerón—, del
importante vehículo ideológico de las clases clasicismo español y de la elocuencia racionalis-
dominantes de la sociedad colonial. A partir de ta francesa, serán sus fuentes y modelos funda-
1790 comienzan a vislumbrarse en ella algunas mentales.
manifestaciones de una conciencia criolla, por Como una derivación de sus manifestaciones
lo que se acentúa su incidencia en nuestro pro- más depuradas, la crítica ha señalado la existen-
ceso literario, si bien es cierto que, debido al peso cia de cierta manía oratoria, de un «gusto por la
de la tradición anterior y a su fuente mayori- discusión y aun por las disputas» 54 en las aulas
tariamente eclesiástica, la oratoria sagrada, que universitarias, como secuelas de la escuela

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88 SEGUNDA ÉPOCA

peripatética, la cual fue muy criticada entonces, ñanza y en general, dentro de este ámbito, por
incluso por el propio Buenaventura Pascual el reformismo filosófico de Caballero. Sin em-
Ferrer. bargo, ya en 1811, Varela sustituye a su maes-
La oratoria, como una vertiente importante tro, en la cátedra de filosofía, y será él quien en
de la prosa reflexiva, continuó representando en realidad lleva a la práctica —ayudado por el obis-
sus mayores exponentes a una prosa de notable po Espada— la introducción de las ciencias ex-
calidad. Sus más significativos practicantes fue- perimentales en la educación, y quien liberará a
ron José Agustín Caballero, Félix Varela y la enseñanza de la filosofía de sus últimos bas-
Remigio Cernadas (1779-1859), este último tiones escolásticos, con la utilización incluso del
quien la dotó acaso de su mayor expresividad. castellano en sus clases y libros.
También se destacaron el santiaguero Félix En el plano propiamente filosófico, se puede
Veranes (?-1808), el caraqueño radicado en La comprobar la asunción del eclecticismo corrien-
Habana Joaquín de Morles (1772-1842), el te desarrollado por Caballero, en sus Institucio-
oriundo de Puerto Príncipe José Agustín Agüe- nes de filosofía electiva (1814) y en su Elenco de
ro, y el habanero Mateo Andreu (1780-1865). 1816, donde ya se advierte la presencia no deci-
siva del empirismo francés y el sensualismo de
Locke. Pero en sus Lecciones de filosofía (1818)
1.3.4 Félix Varela, pensador y ensayista. y en su Miscelánea filosófica (1819), Varela va a
Radicalización de las ideas filosóficas y romper todo compromiso con el escolasticis-
políticas: la independencia mo decadente en favor del valor de la experien-
cia y la razón, acaso retomando también la ver-
Félix Varela (1787-1853), es el exponente más dadera tradición tomista, debatiéndose entonces
importante, junto a José María Heredia, de una entre el racionalismo cartesiano que sobrevalo-
segunda promoción generacional que surge den- ra el pensamiento y el empirismo inglés que
tro de la etapa, pero que desenvuelve un gesto acentúa el papel de los sentidos para el conoci-
superador durante las décadas del veinte y del miento de la realidad. Con esta última destila-
treinta, como expresión de un cambio cualitati- ción, la ideología reformista de la sacarocracia
vo en la proyección más radical de su pensamien- criolla encontraba en el plano filosófico la ex-
to con respecto a las problemáticas esenciales presión teórica más acorde con sus intereses cla-
de la etapa. El pensamiento de Varela expresa ya sistas, vinculados a la incorporación de las
otra transición: a diferencia de Arango, Caba- modernas corrientes de pensamiento. El carte-
llero y Zequeira, que encarnan la transición, en sianismo, el sensualismo, el auge científico y el
el terreno ideológico, de una economía de ser- liberalismo político, son las cuatro influencias
vicios marinero-militar a una economía planta- más notables de que se nutre entonces el pensa-
dora y productora, de un ámbito de ideas esco- miento de Varela. En su reacción contra un es-
lásticas ya decadentes, patriarcales, donde se colasticismo ya degradado, continúa y supera las
aprecian las supervivencias barrocas, a una acti- ideas de Feijóo, como ha demostrado Portuon-
tud criticista y a una expresión neoclásica, Varela, do. 56 Hay que subrayar también que Varela im-
como advierte Portuondo, 55 expresa el tránsito partió las clases de Física y Química, por donde
de un siglo XVIII, criticista y neoclásico, a un si- acompañó su pensamiento filosófico con con-
glo XIX , apasionado y romántico. Concu- tenidos propiamente científicos.
rrentemente Varela expresa el tránsito del re- El reformismo político de Varela, presente en
formismo —al cual lleva hasta sus últimas su pensamiento hasta 1823, puede apreciarse, por
consecuencias en el plano filosófico y político— ejemplo, a través de su elogio al obispo Espada,
al independentismo. en 1812, de José Pablo Valiente y de Fernando
Hijo de español, como Martí, tendrá Varela VII, ambos de 1818, y de Carlos IV, en 1819. Su
la formación universitaria característica de es- pensamiento político evoluciona hasta un fran-
tos años marcados por la reforma de la ense- co liberalismo, siguiendo la tendencia del refor-

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 89

mismo constitucionalista de O’Reilly. En 1820, «que el amor de la independencia es inextingui-


al producirse la restauración de la Constitución ble en los americanos», y, por otro, se opondrá
de 1812, Varela gana por oposición la cátedra de en numerosos artículos a cualquier intromisión
Constitución del Seminario de San Carlos. Es a o intervención extranjera para propiciar o reali-
partir de entonces cuando su pensamiento ad- zar la independencia de Cuba, partiendo del cri-
quiere un perfil político más definido. En 1821 terio de que ésta debe ser propiciada y realizada
publica sus Observaciones sobre la constitución por los propios cubanos, oponiéndose aquí, ade-
política de la monarquía española. En 1823, como más, a cualquier manifestación anexionista. En
diputado a las Cortes españolas, expondrá la Varela encontramos, pues, los gérmenes del idea-
necesidad de un gobierno local, se pronunciará rio anticolonial y antianexionista martianos,
por la abolición de la esclavitud con indemniza- además de una fuente ética, filosófica y política
ción, y pedirá el reconocimiento por parte de del concepto de «patria» que alcanzará su pleni-
España de las repúblicas independientes hispa- tud ideológica en Martí.
noamericanas. Hasta aquí llega la expresión más A propósito de la obra literaria de Varela,
radical del reformismo de Varela. Ese mismo como expresión de la etapa, la crítica ha aislado,
año, aún estando en España, es restaurado el ab- atendiendo a la presencia de valores literarios
solutismo por Fernando VII, por lo que tiene significativos, su Miscelánea filosófica (1819), sus
que huir a los Estados Unidos al ser condenado artículos de El Habanero (1824-1826), califica-
a muerte por constitucionalista. Si Varela había do como «Papel político, científico y literario»,
arribado en 1823 al máximo límite de radicalis- y sus Cartas a Elpidio, sobre la impiedad, la su-
mo político posible dentro del reformismo, esta perstición y el fanatismo, en sus relaciones con la
circunstancia política regresiva, y la convicción sociedad (1835, 1838), así como se ha referido a
emanada directamente de la misma, es decir la su calidad como orador y a sus ideas estéticas.
imposibilidad de obtener bajo las condiciones Para el crítico Salvador Arias, Varela es «qui-
coloniales el desarrollo político y económico de zás el primer pensador cubano que se plantea
Cuba, propician la rápida radicalización de su una estética, muy dentro de los principios
ideario político hacia posiciones independen- racionalistas neoclásicos, con algún ocasional
tistas, las cuales expondrá desde las páginas de atisbo romántico». 57 En efecto, tal y como ha
su importante periódico El Habanero, fundado demostrado la crítica, Varela se mantiene en sus
en Filadelfia en 1824. juicios estéticos dentro de la estética neoclásica.
En El Habanero desarrolla Varela un apasio- Su línea de pensamiento en este sentido partirá
nado pero coherente ideario independentista, del concepto de mímesis aristotélico, retomado
exponente ya, junto a la poesía herediana, de una por Boileau y posteriormente por el neoclásico
definida conciencia de nacionalidad. Este pen- Ignacio Luzán. El arte como imitación —no
samiento será, hasta el inicio de nuestra primera copia— de la naturaleza, la razón como modera-
guerra de independencia en 1868 y, sobre todo, dora del gusto, el rechazo a lo barroco, la bús-
hasta la prédica revolucionaria de José Martí, la queda de claridad y sencillez, la importancia so-
expresión más alta, tanto en un plano político cial y el sentido didáctico de la literatura, son
como ético, de nuestra nacionalidad en proceso algunos de los contenidos de sus ideas estéticas.
de formación histórica, así como la expresión Si se pronuncia por la «naturalidad del pensa-
de un patriotismo definitivamente cubano. En miento y la libertad de la imaginación», se pro-
este sentido, el ideario presente en El Habane- nuncia también por el conocimiento técnico y
ro, no sólo afirmará el derecho y la necesidad de la reelaboración formal. Una idea muy insisten-
la independencia de Cuba sino que la valorará te en su estética es la necesidad de «encubrir»,
dentro de una perspectiva no estrictamente na- «disimular» el arte. En sus «Apuntes filosóficos
cional, pues, por un lado, Varela relacionará la sobre la dirección del espíritu humano», de su
independencia de Cuba con el proceso indepen- Miscelánea filosófica, Varela plantea que «El buen
dentista hispanoamericano, e incluso hablará de gusto literario tiene sus fundamentos en la na-

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90 SEGUNDA ÉPOCA

turaleza […] Se adquiere y rectifica por estu- estética. Por otro lado tuvo también Varela la
dio, por la práctica y la imitación de los buenos noción de la importancia social de la literatura,
modelos, consiguiendo de este modo la delica- y es significativo que realice en Nueva York la
deza y corrección que son sus principales pro- primera edición de las poesías de Manuel de
piedades», juicio que revela la ascendencia Zequeira en 1829.
neoclásica de su estética. Pero donde sobresale el aporte verdaderamen-
Sin embargo, como observa Salvador Arias: te creador de Varela a nuestra literatura es en su
«Racionalista de fina sensibilidad, la misma ló- expresión ensayística. Portuondo lo considera
gica de su pensamiento lo lleva a superar en oca- «el primero de nuestros ensayistas», 59 y acaso
siones la estética neoclásica, a pesar que prefe- en exagerado juicio —pero ya por ello mismo
ría a autores como Iriarte y Meléndez, detestaba revelador del efecto que puede producir la lec-
a Rousseau y, al parecer, desconocía a otros au- tura de los ensayos valerianos— el crítico lo dis-
tores prerrománticos (o románticos).»58 Esto tingue como el mejor ensayista en lengua espa-
se aprecia en la existencia de algunos criterios ñola hasta la aparición de Ortega y Gasset… Por
estéticos de franco carácter histórico y dialécti- otro lado, Arias advierte en sus ensayos «cierto
co, sobre todo cuando critica la tiranía de las sorprendente aire de contemporaneidad».60 En
«reglas». Asimismo, como aprecia Arias, Varela sentido general la crítica ha apreciado una varia-
valoró muy positivamente la música romántica. ción en la expresión ensayística de Varela, al con-
Un juicio muy interesante que lo acerca al siderar su Miscelánea filosófica como la muestra
pensamiento estético martiano lo encontramos más depurada de su prosa, ejemplo de un estilo
cuando Varela discurre sobre la necesidad del de «apasionada sobriedad»; 61 sus artículos de
arte; dice: El Habanero, como la expresión de su estilo más
personal; y, finalmente, ha notado en sus Cartas
Muchos critican como inútiles las investi- a Elpidio como un regreso al tono de su Misce-
gaciones de las bellas artes, creyendo que lánea filosófica.
los pintores, y los demás que cultivaban el Es conocido que su Miscelánea… tuvo por
bello gusto, no producen en la sociedad origen una razón netamente pedagógica, y que
bienes algunos antes bien la imperfección significó el intento de expresar sus lecciones fi-
excitándola a frívolos placeres. Este es el losóficas en una forma más clara, más sencilla,
mayor de los errores, pues basta conside- de mayor transparencia comunicativa; esa inten-
rar la misma constitución de la naturaleza ción tuvo que influir en la calidad de su prosa,
humana, para desengañarse que sin esos es decir, en la adopción de una forma estilística
atractivos aún la palabra útil, tan aplicada a determinada. Pero, además, el estilo vareliano
otros objetos, disminuiría mucho en su tiene siempre como una manera de desolemnizar
valor respecto a los hombres. lo que va exponiendo. Repárese en que Varela le
había dedicado la octava lección de sus Leccio-
Aquí Varela parece consolar al escéptico au- nes de filosofía a la crítica de la «pedantería» in-
tor del poema «El gusto del día», Manuel de telectual. Y recuérdese que aboga por la senci-
Zequeira, a la vez que reafirma los versos de llez —que disimula al arte, pero lo supone—,
Rubalcava: Lo útil y lo dulce encadenando, / al por la claridad —que encubre a la razón, pero la
lector instruyendo y deleitando. Pero lo que era contiene—, y que se pronuncia a favor de las
en estos autores intuición poética —recordemos «frases naturales y sencillas». Esa naturalidad y
a propósito los versos inaugurales y el sentido sencillez, dentro de una obra escrita siempre con
del soneto de Rubalcava «A Nise bordando un una intención didáctica, va a adecuarse a una
ramillete»: No es la necesidad tan solamente / in- exposición regida por la lógica y la razón, de ahí
ventora suprema de las cosas—, o expresión ais- entonces que se pueda apreciar cierta conten-
lada de juicios estéticos, se convierte en Varela ción, cierta sobriedad en lo afectivo. Pero suce-
en la expresión consciente de una perspectiva de también que Varela es capaz de crear así un

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 91

verdadero estilo de pensamiento, donde, con una pañados por una captación estilística del habla
conciente intención y acaso por una natural dis- cubana —así como del «habla» cervantina, es-
posición para asimilar el conocimiento como una pañola, universal—, sobre todo, por la presen-
vivencia entrañable, éste es interiorizado y de- cia de frases y giros populares a través de los
vuelto a través de una personal expresión esti- cuales Varela le concede un alto valor a la expe-
lística. Ya advertía Arias que en Varela «la praxis riencia sintetizada en sentencias. Todas estas
se impone siempre a cualquier escarceo teóri- características de su prosa coadyuvan a dotar de
co», 62 de ahí que ofrezca el conocimiento como una original personalidad a su expresión
un hecho vivo, lo cual ayuda a acentuar aquel ensayística. Varela, en realidad, transita así de un
«sorprendente aire de contemporaneidad» que estilo de lo criollo a un estilo de lo cubano, e
notaba el crítico. inicia, junto con Heredia, toda una poderosa
La referida sobriedad o mesura estilística de vertiente de nuestra literatura: la imagen de la
su Miscelánea…, propia de una prosa de linaje patria desde la lejanía, la llamada literatura del
neoclásico, va a conocer de una notable varia- destierro. También sentirá Varela, como
ción en sus artículos de El Habanero. Adviértase Heredia, el frío espiritual del exilio, y le confe-
que quien redacta ese periódico es un cubano sará en una carta a otro gran desterrado, José
condenado a muerte por el despotismo colonial, Antonio Saco:
que, como Heredia, está obligado a vivir lejos
de su patria, y que ha conocido una vertiginosa En estos silenciosos momentos a través de
radicalización política que lo ha alejado de sus las tinieblas que cubren la helada naturale-
posiciones reformistas para encarnar un ideario za, mi activa imaginación sólo me presenta
independentista, por donde Varela ha estableci- esqueletos vegetales, aguas empedernidas,
do una ruptura con los límites de su pensamien- animales casi yertos, montes de nieve y lla-
to anterior. Incluso esos artículos son redacta- nuras desoladas. Pero ya un grato recuer-
dos mientras Varela conoce que el gobierno do [sic] de esta región de inercia y me tras-
colonial ha enviado a un asesino a sueldo a ulti- borda al vergel de las Antillas, donde todo
marlo. Así, pues, en Varela, como en Heredia, el está animado.
destino personal se confunde con el destino de
la patria. Pero ya la patria de Varela no será la Las circunstancias y las razones que van a
patria de Arango, de Caballero y Zequeira, será motivar la redacción de sus Cartas a Elpidio,
la patria de Martí. De ahí también que, incluso sobre la impiedad, la superstición y el fanatismo,
en un plano ideológico, muchas de sus ideas no en sus relaciones con la sociedad, de las cuales
hayan perdido vigencia, lo que refuerza aquella alcanzó a publicar dos tomos, uno de 1835 y el
«contemporaneidad» de su expresión ensayís- otro en 1838, en Nueva York, serán muy dife-
tica. Indudablemente todas estas razones deter- rentes de las que incidieron en la redacción de
minan la presencia de un pathos, de un sentimien- El Habanero. En primer lugar Varela llega a com-
to que acentúa la intensidad de su prosa prender la imposibilidad inmediata de la inde-
neoclásica, desbordándola a veces hacia una ex- pendencia de Cuba, por lo que se decide enton-
presión casi romántica, intensidad que se ces a influir sobre sus compatriotas a través, ya
refuerza además por una necesidad de comuni- no del apasionado panfleto político, sino de una
cación mayor que la que motivó su Miscelánea intención didáctica muy definida, que ayude a
filosófica. la formación de una conciencia ética de valores
La crítica ha destacado muchos de los valo- trascendentes; vuelve Varela a sus «lecciones»,
res estilísticos de la prosa de El Habanero: pe- ahora más éticas que filosóficas. Portuondo ha
culiar uso de los signos de puntuación: tenden- caracterizado el tono de esta obra al aludir a «la
cia a la expresión sintética y emotiva; utilización urgencia del diálogo de la que son hijas las Car-
de la ironía; y reiterado empleo de giros colo- tas a Elpidio. La epístola fue siempre un intento
quiales, cercanos a la inmediatez del habla, acom- de diálogo a distancia, es el esfuerzo desespera-

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92 SEGUNDA ÉPOCA

do del monólogo por superar su esencial sole- bre. Diles que ellos son la dulce esperanza
dad.»63 de la patria, y que no hay patria sin virtud,
La presencia de un tono ensayístico, el des- ni virtud con impiedad.
envolvimiento de un estilo personal, son en cier-
ta medida explicados por el propio Varela cuan- La obra y el pensamiento de Félix Varela se
do, ante la falta de repercusión social de su obra, nos revelan, junto a la poesía de José María
le confiesa en 1839 a José de la Luz y Caballero Heredia, como la muestra más definida hasta
que sus Cartas a Elpidio «contienen mis ideas, entonces de la formación de una conciencia de
mi carácter, y puedo decir que toda mi alma», y nacionalidad en nuestra literatura. Quien tran-
en romántica declaración sentencia: «Yo soy mi sitó de un ideario reformista al independen-
mundo, mi corazón es mi amigo, y Dios mi es- tismo; de una expresión netamente neoclásica a
peranza.» El último párrafo del primer tomo de otra de innegables barruntos de romanticismo;
sus Cartas… es muy significativo al respecto por de una conciencia de la patria en sí a una con-
ser una muestra elocuente del tono literario ciencia de la patria para sí; de un estilo de lo crio-
empleado, de la recurrente y conmovedora lite- llo a un estilo de lo cubano; de la patria de
ratura del destierro, y de su explícita intención Arango, Caballero y Zequeira, a la patria de
ética trascendente; dice Varela: Martí; y quien creó nuestro primer periodismo
revolucionario, y nuestra primera expresión
Para concluir tengo una súplica que hacer- ensayística original, y desenvolvió por primera
te. No ignoras que «circunstancias inevi- vez un pensamiento realmente independiente,
tables me separan PARA SIEMPRE de mi pa- antecedente en muchos aspectos del pensamien-
tria»; sabes también que la juventud a quien to martiano, mereció efectivamente el juicio de
consagré en otro tiempo mis desvelos me José de la Luz y Caballero, cuando expresó «pues
conserva en su memoria, y dícenme que la mientras se piense en la isla de Cuba, se pensará
naciente no oye con indiferencia mi nom- en quien nos enseñó primero a pensar».

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1.4 CARACTERIZACIÓN GENERAL DE LA ETAPA

Antes de 1790, el desarrollo precario, intermi- colateral y ocasional, de ahí la reticencia a expo-
tente, solitario, de algunas manifestaciones lite- ner socialmente la paternidad literaria y su con-
rarias —poesía, teatro— u otras que usurpaban siguiente tendencia al enmascaramiento —pro-
ese carácter —prosa histórica, oratoria—, en una fusión de seudónimos, anonimato—, donde la
sociedad colonial donde los medios para la ex- literatura, más que por ella misma, sólo parecía
presión de tales géneros no existían o no se uti- poder justificar su existencia subordinada a otras
lizaban para ese fin —inexistencia de teatros es- realidades, es decir sólo si cumplía una utilidad
tables, de periódicos, de impresiones, de crítica, social directa e inmediata.
y, por consiguiente, la ausencia de una concien- Así pues la literatura surgida a partir de 1790
cia social del hecho literario—, caracterizaban comenzó justificando su personalidad social
dramáticamente el estado de nuestra literatura. asumiéndose como un medio al servicio de di-
Luego de 1790, la precariedad propia de lo ferentes problemáticas y urgencias extrali-
naciente, aún informe y dado a la confusión ge- terarias, y no sólo porque dichas problemáticas
nérica, a la indistinción de funciones, en un ejer- y urgencias sociales no fueran susceptibles de
cicio literario sin tradición significativa anterior, soportar una recreación literaria genuina, sino
caracterizará asimismo el desarrollo de nuestro porque, al faltar una tradición natural de conti-
primer proceso literario con viabilidad social, es nuidad, al no surgir como el resultado orgánico
decir lo que se ha llamado el proceso de de un proceso anterior —sino como su prolon-
institucionalización literaria. gación colonial, dependiente, deformada, hasta
¿Cuál era entonces nuestra tradición litera- cierto punto artificial—, la literatura acentuaba
ria? Considerando uno solo de nuestros dos excesivamente su función instrumental, su no-
componentes étnicos y culturales, esa tradición ción de servicio, y se preocupaba más por su
consistía en la literatura española. Ahora bien, deber ser, que por su ser, acaso, en sus figuras
en una sociedad colonial, donde aún no había cimeras, por la intuición profunda de que su ser
cristalizado una conciencia de nacionalidad, esa actual no se avenía con sus necesidades reales
tradición solía asumirse a través de la permanen- de expresión.
cia imitativa, mecánica, externa, de los modelos Pero, por si fuera poco, esa literatura asumía,
metropolitanos. Pero ello, además, se realizaba apenas sin mediaciones, un estilo, un mundo
por una exigua minoría ilustrada para la cual, in- referencial no nacido de su propia realidad en
cluso, la práctica literaria no estaba en última proceso de conformación histórica. La tradición
instancia prestigiada por un pleno reconocimien- creadora encarnaba una proyección hacia el fu-
to social, de ahí su carácter ancilar, su hechura turo, era una nostalgia porvenirista, una utopía,

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94 SEGUNDA ÉPOCA

un deber ser incesante, o, como advirtió Lezama Una literatura en germen, precaria, escindida
Lima, nuestra tradición era lo desconocido. Mas, entre su ser y su deber ser ¿no tenía que propi-
por otra parte, sus vínculos con la tradición an- ciar, convivir, soportar a una crítica igualmente
terior eran insoslayables, y lo anterior era para- precaria? Y eran además una literatura y una crí-
dójicamente lo que motivaba la vocación de rup- tica neoclásicas, deudoras de todo lo que signi-
tura, lo que se debía negar y superar, lo anterior ficó para el siglo XVIII español dicha perspectiva
era lo que impelía al cambio, por donde resulta- estética, es decir una literatura y una crítica fran-
ba que más que la continuidad era la disconti- camente menores frente al fenómeno literario
nuidad la única opción válida, de ahí el carácter anterior, ante la norma literaria del barroco de
transicional, la cualidad de proceso incesante, los Siglos de Oro, a la cual sucedieron y contra
que caracterizan a esta literatura ávida de apro- la cual reaccionaron. Pero la negación a ultranza
piarse de un ser que era sentido como carencia del barroco condujo a conformar un arte cons-
presente, como posibilidad futura. truido no sólo a partir de no reproducir los de-
Esa ascendencia de la tradición anterior, en el fectos, los excesos, los amaneramientos culte-
terreno de la práctica literaria, introducía, em- ranos de una retórica barroca ya vacía de
pero, toda una serie de problemáticas e implica- significado, de impulso dinámico y creador, sino
ba todo un conjunto de limitaciones. Por ejem- también de no asimilar sus virtudes. Entonces
plo, la literatura surgida a partir de 1790 se tanto la literatura como la crítica buscan más
desarrolló dentro de una norma literaria —la moralizar que conmover, razonar que sentir,
neoclásica—, por un lado heredada, por otro ya enseñar que expresar, ilustrar que recrear. Las
ella misma agotada: repárese en que la literatura perspectivas neoclásicas alcanzan tal grado de
neoclásica en Cuba se desarrolla cuando ya en la destilación racional del fenómeno literario, lle-
metrópoli aquella comienza a encarnar una pro- gan a ser tan absolutas, que terminan por propi-
longación retórica, es decir cuando ya eran apre- ciar el mayor relativismo crítico, al acceder a una
ciables los síntomas de cambio, de transición, generalización metafísica, divorciada del fenó-
hacia una nueva norma que terminaría por im- meno literario vivo, por donde los principios
ponerse, la romántica, mas ello como resultado críticos pudieran ser aplicados negativamente a
de un lento, orgánico, natural proceso, y no, cualquier manifestación literaria. Se hace crítica
como sucedió a la postre en Cuba y en Hispa- no de los valores intrínsecos de la obra literaria,
noamérica, como una fatalidad y con una y se aplica una severa preceptiva, estática e in-
vertiginosidad extraordinaria. En definitiva, la mutable como un dogma. Como toda empresa
literatura neoclásica en Cuba era una literatura excesivamente racional —detentadora por lo
colonial, dependiente, que necesitaba, para afir- demás de un racionalismo relativo, en aquel en-
marse plenamente, de la negación y superación tonces mecanicista y metafísico, expresión de
de esa dependencia, factor este sólo posible los límites históricos de penetración cognos-
como resultado de un cambio no literario sino citiva de la realidad— el arte terminó por des-
político, económico y social. De ahí que la his- cansar en el propio ejercicio práctico de la ra-
toria de nuestra literatura a partir de 1790 cons- zón y de la lógica, o, en su vertiente prosaísta,
tituya la historia del proceso de formación y cris- en la ilustración de la historia, y no en sus resul-
talización de una conciencia nacional, de ahí, tados o conquistas independientes. La crítica lle-
además, que en ocasiones la problemática pura- gó a convertirse en un «a priori» absoluto y la
mente literaria quede relegada a un segundo pla- literatura conoció una de sus etapas más
no frente a la problemática más vital de la bús- desalentadoras desde el punto de vista de la crea-
queda de nuestra expresión y ser histórico ción literaria. Se esgrimían modelos que en
nacional, y que precisamente la literatura alcan- realidad sólo lo podían ser dentro de una con-
ce valores relevantes cuando sea expresión de cepción estrecha, cerrada, deformada del hecho
ese anhelo de conformación de una conciencia literario; modelos que no eran ejemplos de ple-
nacional. nitud creadora sino de todo lo contrario, de una

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 95

intensificación unilateral de ciertos principios. tradictoriamente con una determinada tradición


Incluso se llegó por esa vía a conformar un gus- literaria, comenzaba a asumir una perspectiva
to literario que aprendió a recepcionar estética- literaria acorde con nuestra realidad. De ahí que
mente los convencionalismos neoclásicos y a el proceso de formación de una conciencia na-
negar los aportes verdaderamente perdurables cional se expresa en la literatura como un pro-
del barroco. Como prolongación de un sistema ceso de afirmación de determinados valores eco-
de pensamiento no dialéctico, sino metafísico, nómicos, políticos, filosóficos, éticos, religiosos
se instauraron normas inmutables de buen gus- y sociales, los cuales propiciaron la fijación de
to, de deber ser estético, realizándose además importantes motivos poéticos y culturales que
una interpretación interesada, superficial y ca- fueron conformando una tradición literaria pro-
prichosa de ciertos principios de las poéticas de pia. No hay que insistir demasiado en que fue a
Aristóteles y Horacio. De ahí que sea tan im- través del ideario reformista, con sus límites,
portante en esta etapa de nuestra literatura de- complejidades y contradicciones, que se conso-
tenerse en la valoración de las contradicciones lidó, por primera vez en nuestra historia, un
entre lo artificial y lo creador, lo convencional y movimiento ideológico de notable conherencia
lo original, entre la continuidad y la disconti- y con innegables rasgos criollos distintivos con
nuidad, y deban apreciarse siempre los síntomas relación a la metrópoli. Figuras como Manuel
de cambio, transición, proceso, evolución o rup- de Zequeira, Manuel Justo Rubalcava, José
tura, sin dejar por ello de comprender y valorar Agustín Caballero, Francisco de Arango y
a esta literatura dentro de las limitaciones obje- Parreño y como excepción dentro de este grupo
tivas de su momento histórico. la formidable radicalización de Félix Varela, en-
No obstante lo anterior, la asunción de una tre otros, demuestran que una literatura y un
crítica y una literatura neoclásicas implicó el ini- pensamiento definidamente criollos pudieron
cio de un proceso de búsqueda de nuestra ex- expresar el tránsito hacia una apreciable concien-
presión y un proceso de conformación de un cia de nacionalidad.
pensamiento que a la vez que se imbricaba con-

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NOTAS
(Primera Etapa)

1
Manuel Moreno Fraginals: El ingenio. Complejo 14
Cintio Vitier: ob. cit., tomo I, p. 9.
económico social cubano del azúcar. Editorial Cien-
cias Sociales, Ciudad de La Habana, 1978, Tomo I,
15
Ob. cit., Tomo I, p. 8.
p. 72. 16
Rine Leal: La selva oscura. (Historia del teatro cu-
2
Moreno Fraginals, ob. cit., p. 36. bano desde sus orígenes hasta 1868.). Editorial Arte
y Literatura, La Habana, 1975, tomo I.
3
Ob. cit., p. 107. 17
Guillermo Sánchez Martínez: «Comienzos del arte
4
Ob. cit., p. 24. escenográfico en Cuba», en Revista de la Biblioteca
Nacional José Martí, La Habana, XVII (2): 99-118,
5
Ob. cit., p. 61. mayo-agosto, 1975.
6
Ob. cit., p. 63. 18
Por ejemplo: «Elegir con discreción y amante privi-
7
José Antonio Portuondo: Capítulos de literatura cu- legiado», del poeta habanero Miguel González; «El
bana. «José Antonio Portuondo y la literatura cu- cortejo subteniente, el marido más paciente, la dama
bana», por Salvador Arias. Editorial Letras Cuba- impertinente», de Buenaventura Pascual Ferrer,
nas, Ciudad de La Habana, 1981, p. 95. obras estrenadas en 1792 y 1790, respectivamente.
Hay además otras anónimas, citadas por Rine Leal
8
Fina García Marruz: Hablar de la poesía. Editorial en La selva oscura (ob. cit.).
Letras Cubanas, La Habana, 1986, p. 236. 19
Consúltese Fina García Marruz: «Obras de teatro
9
Roberto Friol: «Los cuentos del Papel Periódico», representadas en La Habana en la última década del
en Revista de la Biblioteca Nacional «José Martí». siglo XVIII», en su Hablar de la poesía (ob. cit.), pp.
La Habana, XVI (1): 11-134, enero-abril, 1974. 221-233.
10
Emilio Roig de Leuchsenring: «Manuel de Zequeira 20
«Desbarros de Covarrubias y feria de Candelaria»
y Arango», en su La literatura costumbrista cubana (1804), «Las tertulias de La Habana» (1814), «La
de los siglos XVIII y XIX. Los escritores. Cuaderno Feria de Carraguao» (1815), «Este sí que es chasco»
Revolucionario, Consejo Provincial de Cultura de (1816), «Los velorios de La Habana» (1818), entre
La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad otros títulos citados por Rine Leal en su La selva
de La Habana, La Habana, 1962, tomo IV, pp. 7-18. oscura (ed. cit.).
11
En Santiago de Cuba, El Eco Cubense, fundado por
21
La poesía bucólica y satírica de José Iglesias de la
Manuel Pérez y Ramírez; en La Habana, El Habla- Costa, la anacreóntica de Juan Meléndez Valdés, la
dor, Voz de la Razón, El Lince, Censor Universal y prosaísta y patriótica de Manuel José Quintana y
Tertulia de las Damas, entre otros. Juan Nicasio Gallego, la sentimental de Nicasio
Álvarez de Cienfuegos, la de los fabulistas Félix
12
Antonio Bachiller y Morales: Apuntes para la his- María de Samaniego y de Tomás de Iriarte, y la de
toria de las letras y de la instrucción pública en la isla Gaspar Melchor de Jovellanos, Nicolás y Leandro
de Cuba. Con introducción de Francisco González Fernández Moratín, José Cadalso y Vázquez, entre
del Valle y biografía del autor por Vidal Morales y otros.
Morales. Cultural, La Habana, 1936-1937, tomo II,
p. 217.
22
Incluso es muy significativo al respecto la abundante
poesía patriótica argentina publicada entre los años
13
Cintio Vitier: La crítica literaria y estética en el siglo de 1806 y 1808, con motivo de la derrota de la inva-
XIX cubano. Prólogo y selección de Cintio Vitier. sión inglesa, donde sobresale el sentimiento patrió-
Biblioteca Nacional José Martí, Departamento Co- tico, con muchos matices de una cierta conciencia
lección Cubana, 1968-1974, tomo I, p. 8. de nacionalidad, de Vicente López Planes; proble-

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PRIMERA ETAPA: 1790-1820 97

mática también reflejada por la poesía en Cuba cuan- 43


Junto a los hermanos Antonio y Agustín Fernández
do la toma de La Habana por los ingleses. Arsila quienes pertenecieron más bien a la época an-
terior, según Calcagno, Trelles y otras fuentes, pue-
23
Pedro Henríquez Ureña: Ensayos. Casa de las den relacionarse, para dar el tono de la llamada «ma-
Américas, La Habana, 1973, p. 132. nía de versar», a los poetas santiagueros Prudencio
24
Consúltese a propósito: Mariano Picón-Salas: De Hechevarría y O’Gavan (1796-1846) e Isidro
la conquista a la independencia. Tres siglos de histo- Limonta; al santaclareño Mariano José Alva y
ria cultural hispanoamericana. Fondo de Cultura Monteagudo (1761-1800); al oriundo de Puerto
Económica, México, 1975. Príncipe, Félix Caballero (¿-1838); al matancero Pe-
dro J. del Sol (1777-1858); y a los habaneros —si
25
Enrique Saínz: «Acercamiento a la poesía de Ma- no se demuestra lo contrario— Lescano, el mestizo
nuel de Zequeira», en Santiago. Universidad de Manuel González Sotolongo, Isidro Limonta, Juan
Oriente, (58): 176, junio, 1985. Ignacio Randón (1761-1836), José Policarpo Valdés
26
Idem. (1807-?), Manuel del Sacramento Urrutia, Mariano
del Rey Aguirre, Juan París, Juan M. Alderete, Ma-
27
Ob. cit., p. 182. nuel de Acosta y Casanova, Hilario Arroyo, José
28
Fina García Marruz: ob. cit., pp. 274-279. Francisco Isla, entre otros; también el dominicano
de origen Esteban Pichardo y Tapica (1799-?), y los
29
Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía. Instituto del españoles Manuel Gómez Avellaneda (1800-1831)
Libro, La Habana, 1970, pp. 49-50. y Félix Caballero y Ontiveros; y ya se ha menciona-
30
Enrique Saínz: ob. cit., p. 200. do, a propósito de su labor como publicista, al gua-
temalteco Simón Bergaño y Villegas.
31
Enrique Saínz: «Introducción», en Poesías de Ma- 44
Manuel Moreno Fraginals: ob. cit., p. 59.
nuel de Zequeira y Arango y Manuel Justo
Rubalcava. Selección y prólogo de […]. Editorial 45
Es de notar que Arango anticipa la obra de
Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1984, p. 21. Manuel de Salas, El estado de la agricultura, indus-
tria y comercio del reino de Chile (1796), y aun a la
32
Ob. cit., p. 22.
Representación de los labradores de Buenos Aires
33
Consúltese por ejemplo: Hablar de la poesía (Fina (1793) inspirada por Belgrano, en 1793, y a la Re-
García Marruz: ob. cit., pp. 245-248) y José Lezama presentación de los hacendados del Río de la Plata
Lima: «Prólogo a una antología», en su La cantidad (1810), de Mariano Moreno en 1810.
hechizada. UNEAC, La Habana, 1970, pp. 229-230. 46
Manuel Moreno Fraginals: ob. cit., p. 77.
34
Fina García Marruz: ob. cit., pp. 248-264. 47
Ob. cit., p. 78. (Los subrayados son nuestros.)
35
Marcelino Menéndez y Pelayo: Historia de la poesía 48
Idem.
hispanoamericana. Librería general de Victoriano
Suárez, Madrid, 1913, Volumen I, p. 225.
49
Olivia Miranda: «El pensamiento político y social
de José A. Caballero», en Universidad de La Haba-
36
Enrique Saínz: «Introducción», en ob. cit. (1984), na. Ciudad de La Habana, (216): 125, enero-abril,
p. 30. 1982.
37
Fina García Marruz: ob. cit., p. 234. 50
Enrique Saínz: «Apuntes acerca de las ideas
38
Ob. cit., pp. 309-311. reformistas de José Agustín Caballero», en Anua-
rio L/L. La Habana, (12-13); 9, 1981-1982.
39
Enrique Saínz: «Introducción», en ob. cit. (1984),
p. 30.
51
Sobre la estancia de Valdés en Argentina y México
consúltese Hortensia Pichardo: Antonio José Valdés,
40
Cintio Vitier: ob. cit (1970), pp. 50-51. ¿Historia de Cuba o historia de La Habana? Selec-
41
Ob. cit., pp. 315-323. ción e introducción por […]. Editorial Ciencias So-
ciales, La Habana, 1987.
42
El acucioso investigador, crítico y poeta Roberto 52
Antonio Bachiller y Morales: ob. cit., tomo I, pp.
Friol, ha encontrado poemas y artículos de Manuel
133-136.
María Pérez y Ramírez, los cuales, cuando sean pu-
blicados, arrojarán de seguro más luz sobre la obra 53
Manuel Sanguily: Oradores de Cuba, en su Obras.
hasta hoy casi desconocida del poeta. A. Dorrbecker, Habana, 1925-1930, tomo III, p. 17.

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98 SEGUNDA ÉPOCA

54
Ob. cit., tomo III, p. 18. en Universidad de La Habana. Ciudad de La Haba-
55
José Antonio Portuondo: ob. cit., p. 123. na, (216): 140-141, enero-abril, 1982.
56
Ob. cit., p. 124-128.
59
José Antonio Portuondo: ob. cit., p. 122.
57
Instituto de Literatura y Lingüística: Perfil histórico
60
Salvador Arias: ob. cit. (1982), p. 137.
de las letras cubanas desde los orígenes hasta 1898. 61
José Antonio Portuondo: ob. cit., p. 122.
Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana,
1983, p. 88.
62
Salvador Arias: ob. cit. (1982), p. 150.
58
Salvador Arias: «Las ideas estéticas de Félix Varela», 63
José Antonio Portuondo: ob. cit., p. 146.

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2. SEGUNDA ETAPA: 1820-1868
La literatura en la etapa de formación
de la conciencia nacional (desarrollo
del romanticismo como corriente literaria)

2.1 VIDA CULTURAL Y PRENSA PERIÓDICA ENTRE


1820 Y 1844

2.1.1 Vida cultural morar el lugar en donde se fundara la ciudad—


de franco estilo neoclásico, según los entonces
Al comenzar la tercera década del siglo XIX ya nuevos criterios estéticos del Obispo Espada,
los cubanos tenían hábitos de vida propios, de- quien mandó también a remodelar el interior de
terminados por las condiciones geográficas y el la catedral habanera.
desarrollo social. Las ciudades habían adquirido Pero pronto dicho neoclasicismo se fundirá
perfiles arquitectónicos típicos, mezcla y deri- con el barroco nativo precedente para dar ejem-
vación de otros importados, evidentes en las plos eclécticos muy notables, sobre todo en las
edificaciones militares, religiosas, de adminis- amplias mansiones de los criollos ricos, que cul-
tración pública o civiles privadas. Desde finales minará hacia principios de la década del cuaren-
del siglo XVIII había cuajado lo que suele llamar- ta con la construcción del hermoso palacio del
se el barroco cubano, atemperado a los materia- millonario cubano Domingo Aldama, cuyos pla-
les constructivos que se tenían a mano —lo cual nos había supervisado su yerno, Domingo del
limitó la excesiva ornamentación estructural— Monte. Pero los edificios públicos del período
y las necesidades climáticas, que hicieron proli- tienden a uniformarse en un tipo de construc-
ferar soportarles, patios y vitrales. 1 Así surgie- ción maciza y fea, como la Nueva Cárcel y el
ron en La Habana esas logradas muestras que teatro Tacón —ambas ya desaparecidas—, que
rodean las plazas de la Catedral y de Armas. Es además eran ejemplos del afán constructivo del
en esta última donde, en 1827, se erigió el mo- entonces capitán general, que sembró la isla de
desto monumento del Templete —para conme- edificios y calzadas amparadas bajo su apellido.

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100 SEGUNDA ÉPOCA

Su mayor logro fue el implantar un urbanismo James Gay Sawkins (1806-1879), neoclásicos
ya con proyección moderna, que se hace notar que solidificaron toda una tradición, la cual su-
sobre todo en La Habana extramuros, con su peraba los grabados fantasiosos de la etapa an-
conocido Paseo Militar llamado, por supuesto, terior —como la serie sobre la toma de La Ha-
«de Tacón». 2 bana por los ingleses, realizada por Dominique
Si el romanticismo en el desarrollo arquitec- Serres en 1763— y continuaba los presupuestos
tónico cubano sólo dejó huellas en algunos de- de las vistas de La Habana hechas por Elías
talles más bien ornamentales —rejas, vitrales— Durnford entre 1764 y 1765, en donde grupos
, en la pintura tampoco alcanzará la impronta humanos, con anécdotas y en movimiento,
dominante que logró en la literatura y hasta en enmarcan una panorámica de fuertes líneas ho-
la música durante la primera mitad del siglo XIX. rizontales, en donde el cielo ocupa un gran es-
Un hecho importante en esto fue la creación de pacio. Así se ha dicho, por ejemplo, que la Vista
la Academia de pintura de San Alejandro, bajo de la Plaza Vieja de La Habana (c. 1824) de
el patrocinio del Obispo Espada, dirigida por Garnerey es, en síntesis, «todo lo que habrá de
su protegido francés Juan Bautista Vermay desarrollarse después como escena costumbris-
(1784-1833), discípulo del famoso David, que ta», con su capacidad para captar y desarrollar
se encontraba en La Habana desde 1815. Como lo esencial de la escena. 5 Sobre dicho grabado
pintor era completamente neoclásico, con cier- Guy Pérez de Cisneros ha señalado también que
ta corrección bastante rígida, como lo prueban «por primera vez encontramos un paralelo plás-
sus grandes lienzos en el Templete. Sin embar- tico de la emoción que tuvo el poeta Silvestre
go, más allá de su arte profesional, no fue inmu- de Balboa, dos siglos antes (1609), en su Espejo
ne al romanticismo: traduce el Hernani de Víctor de paciencia, ante el prodigio de la fruta tropi-
Hugo y le profesa gran amistad a Heredia, quien cal». 6 Es importante señalar cómo este primer
le dedica un poema cuando el pintor muere víc- costumbrismo en nuestra plástica se realiza casi
tima de la epidemia del cólera, suceso este últi- totalmente por extranjeros, mientras que su equi-
mo tan ligado al auge romántico entre nosotros. valente literario es llevado a cabo por criollos.
El resto de la pintura del período seguirá las pau- En 1827 se había fundado la Empresa Litográ-
tas trazadas por Vermay y estará estrechamente fica Habanera y en 1829 La Moda o Recreo Se-
vinculada a la clase opresora, ya fuese de mane- manal del Bello Sexo comenzó a aparecer con
ra directa (comisiones para hacer retratos, vis- litografías, sobre todo figurines de modas a co-
tas de los ingenios de azúcar, de los cafetales, de lor. Alejandro Moreau, martiniqués de origen,
las quintas familiares) o indirecta (paisajes, fi- dibujante, grabador y geólogo, acompaña a
guras elegantes, escenas de baile, etc.). 3 La di- Cirilo Villaverde en su segunda Excursión a
rección de la Academia, vacante por la muerte Vueltabajo, hacia 1842, y dejó interesantes testi-
de Vermay, no se le otorgó al habanero Francis- monios gráficos al respecto. A este mismo
co Camilo Cuyás (1805-1887), de posiciones Moreau se le había encargado por la Sociedad
progresistas, sino a otro francés discípulo de Da- Patriótica, en 1838, comprar en París prensas y
vid, Guillermo Colson. 4 Para hablar, consecuen- materiales litográficos para un taller que se es-
temente, de un sentido romántico en la pintura tablecería en La Habana. Y en la capital gala con-
cubana deberá esperarse a la segunda mitad del trató para trabajar en Cuba al grabador Federi-
siglo. co Mialhe (1810-1881). Este último comenzará
Es en la litografía, introducida en Cuba en colaborando en El Plantel (1838-39) junto con
1822, donde puede encontrarse una vinculación el propio Moreau, y durante las décadas siguien-
más estrecha entre plásticos y literatos román- tes se convertirá en «la figura suprema del arte
ticos, sobre todo por sus estrechos nexos en las del grabado en los años iniciales de la litografía
empresas editoriales. La litografía que pudiéra- en Cuba». 7 Es de presumirse que en esta etapa
mos llamar seria estaba en manos de extranje- ya comenzaran a cultivarse los grabados popu-
ros, como Hipólito Garnerey (1787-1858) y lares y anónimos —como las litografías en las

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 101

cajas de tabaco— que abundarán durante la si- tas mulatos contemporáneos, como Plácido y
guiente etapa. Manzano.
El cultivo del arte por las masas populares ten- Cuando La Moda comenzó en 1829 a publi-
drá mucha mayor trascendencia en el campo car partituras litografiadas, las piezas escogidas
musical, en donde la sensibilidad de ciertos gru- pertenecían a «los dos tipos de música local lo
pos insulares se había refinado a partir de los bastante considerados para que se les franquea-
finales del siglo XVIII, hasta el punto de que el ra el umbral de las residencias burguesas: la con-
viajero norteamericano A. Abbot afirmaba en tradanza y la canción». 10 Igual hará El Apolo
1829 que la música que se producía en la cate- Habanero, revista semanal totalmente consagra-
dral de La Habana era la mejor que él jamás ha- da a la música, cuyos doce números aparecieron
bía escuchado. En dicho templo no se admitía en 1835. 11 La romanza sentimental, calcada de
en la ejecución musical a la «gente de color», las que se cantaban en los salones de París y muy
que sin embargo dominaba en las orquestas de cercana a los trozos operáticos de Rossini,
los teatros y en las que se formaban para ameni- Bellini y Donizetti que entonces causaban fu-
zar los numerosísimos bailes que, en todos los ror en los escenarios habaneros, es una forma
estratos sociales, se ofrecían diariamente. En di- musical de clara estirpe romántica, muy obvia
chos bailes se introducen, junto a las españolas en sus textos. Madame de Staël, Chateaubriand
tradicionales, algunas danzas francesas prove- y Lord Byron fueron grandes inspiradores de
nientes de Haití, ya algo acriolladas, como el romanzas, así como también lo fueron poetas
minué, la gavota, el passepied y, sobre todo, la cubanos como Heredia («La lágrima de piedad»)
contradanza. Esta última «fue adaptada con sor- y Plácido («La Atala»).12 Como ha observado
prendente rapidez, permaneciendo en la isla y Alejo Carpentier:
transformándose en una contradanza cubana,
cultivada por todos los compositores criollos del El hecho es que cierto romanticismo —más
siglo XIX, que pasó a ser, incluso, el primer gé- literario que musical— se introducía en la
nero de la música de la isla capaz de soportar isla, a través de esas romanzas, que el salón
triunfalmente la prueba de la exportación». 8 Es habría de preferir a la arrabalera picardía
de las contradanzas de donde se derivan toda de la guaracha. Ofrecían a las tocadoras de
una familia de formas aún vigentes hoy día, como arpa un mejor lucimiento de desmayados
la clave, la criolla, la guajira —que proviene de ademanes. Pero, como ocurre siempre que
la contradanza en 6 por 8— y la danza, la se importan modas extranjeras, esas
habanera y el danzón —de la de 2 por 4. romanzas acabarían por ajustarse al am-
Las modificaciones criollas se dan en gran biente, haciendo del mal du siècle langui-
medida a través de modalidades de interpreta- dez tropical. 13
ción, con gran influencia de ritmos africanos,
que no pasaban al papel pautado sino al cabo de La vida musical en La Habana y alguna otra
cierto tiempo: «ciertas contradanzas “gustaban ciudad del interior, aunque a veces languidecie-
más”, cuando las tocaban los pardos. Blancos y ra por falta de actividades, por lo menos existía.
negros ejecutaban las mismas composiciones po- En la capital el teatro Principal se había mante-
pulares. Pero los negros les añadían un acento, nido durante varias décadas en activo. Cuando
una vitalidad, un algo no escrito, que “levanta- hacia 1820 se produjo una crisis debido a la re-
ban”.» 9 Es durante este período entre 1820 y petición de los mismos artistas y repertorios, la
1844 cuando los negros y mulatos están en franca compañía de Andrés Pautret, con sus coreodra-
mayoría en el sector de la música profesional, mas o bailes pantomimas, vino a animar el am-
aunque hagan «música blanca» —depurada de biente. Presentaba títulos ambiciosos, como un
toda raíz africana pura— a la cual, sin embargo, Macbeth (en tres actos), Don Quijote, Julio Cé-
le aportaban su peculiar sentido del ritmo. Qui- sar… En 1823 estrenó en Cuba La Fille Mal
zás algo que pudiera aplicarse también a los poe- Gardée, ballet aún en el repertorio de las actua-

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102 SEGUNDA ÉPOCA

les compañías de danza del país. La aparición de su vida en favor del Liceo Artístico y Literario
Rossini en el repertorio operático causó sensa- que entonces comenzaba sus tareas.
ción, y entre 1817 y 1838 se estrenaron 29 ópe- La construcción de nuevos teatros, como el
ras suyas, a pocos años de sus premières euro- Diorama en 1827 y el Gran Teatro de Tacón en
peas. En pleno entusiasmo rossiniano, Manuel 1838, fueron culminación del ímpetu cultural.
González del Valle incluyó una traducción de En 1833 se había formado la primera gran com-
El barbero de Sevilla en su Diccionario de las pañía de ópera italiana y las nuevas obras de
musas, en 1827. Bellini y Donizetti acaparaban la atención de un
Serafín Ramírez señaló el año de 1830 como público que llegó a fanatizarse por determina-
decisivo para la evolución favorable de la músi- dos cantantes como la contralto Clorinda
ca culta en Cuba, particularmente en La Haba- Pantanelli, cuyo debut se produjo en 1836. La
na, Entre las causas que estima permitieron esto, aparición del teatro hablado romántico de pro-
menciona en primer lugar la superación de los cedencia extranjera, a la que sigue el estreno de
prejuicios que hasta entonces consideraban el piezas dentro de ese estilo escritas ya en Cuba
oficio musical como «vil o infame, impropio de —El conde Alarcos es el ejemplo más notable—
los bien nacidos», cosa que había permitido que y la presencia en nuestros escenarios de la baila-
la «gente de color» se apropiase de ello. Así se rina austriaca Fanny Elssler, son sucesos nota-
bles que tienen amplia repercusión en la prensa
despertó tal afición, tal entusiasmo por la diaria, la cual dedica buen espacio a críticas, apo-
música, que ya entonces en sentido inver- logías, disputas y anuncios referidos a aconteci-
so apenas se pensaba en otra cosa que en mientos teatrales, que prácticamente llegaron a
ella, tal como sucede generalmente con constituirse en centros de la vida cultural del
todo aquello que por espacio de mucho país. Dentro de la cual solían incluirse, todavía
tiempo ha estado por la fuerza atado y en- bastante indiscriminadamente, espectáculos di-
cerrado en estrechos límites, que si algún versos como cosmoramas, maromas, corridas de
día logra romper las ligaduras que lo opri- toros, ascensiones aereostáticas, recreaciones
men ¿quien sería capaz de volverla a su an- físicas, funciones ecuestres, exhibiciones de fe-
tiguo cautiverio? Como era de esperarse, nómenos, fieras, jugadores de mano, figuras de
todos querían tocar o cantar, cuando no cera, asaltos de esgrima, teatros mecánicos, fue-
hacer ambas cosas… 14 gos artificiales, etc. No era imposible que un
«perro sabio» compartiera el mismo escenario
Entonces comenzaron a proliferar los profe- con su violinista, ante un público ingenuo y an-
sores de música, la venta de instrumentos y par- sioso, pero cada vez más numeroso y dispuesto
tituras, las reuniones privadas donde se tocaba, a superarse en sus gustos. No debe olvidarse que
cantaba o bailaba, sin sobresaltos, siempre y toda esta actividad coincidía con el predominio
cuando se tuviese licencia para ello. 15 Desde de un estilo romántico, muy modificado por
1824 existía la Sociedad Filarmónica, de ínfulas causas locales, pero que a partir de entonces
aristocráticas y dedicada más bien a ofrecer fas- arraigará bastante.
tuosos bailes, como el que Cirilo Villaverde re- El pianista alemán, de cierta fama internacio-
trató en su Cecilia Valdés. El compositor e in- nal, Juan Federico Edelmann arribó a La Haba-
térprete Raffelín estuvo vinculado a la apertura na en 1832 y ofreció un concierto, con gran éxi-
de una academia de música y baile en 1830 y otra, to, en el Teatro Principal. Decidió entonces
sólo de música, llamada Santa Cristina, en 1836; quedarse a vivir en Cuba y fue nombrado para
a partir de 1838 el Seminario de San Carlos es- un cargo en la Sociedad de Santa Cecilia. Ade-
tableció una clase de música. Pero la más bri- más de ofrecer conciertos y dar clases, abrió un
llante «sociedad artística y literaria» de la etapa almacén de música en 1836, que luego se con-
fue la de Santa Cecilia, «el verdadero centro vertiría en una importante casa editora. Fue con-
musical de La Habana hasta 1844», cuando cesa siderado el «primer pianista de mérito» escucha-

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do en La Habana. 16 Otra de las facetas por la te a la cultura oficial, hispánica, se irá desarro-
cual se recuerda a Edelmann fue por hacer sido llando otra en donde los criollos llevan la voz
el profesor de Manuel Saumell (1817-1870), el cantante. Los versos de Heredia, la contradanza
más importante compositor cubano del momen- cubana, el pensamiento ético de un Varela y un
to. Su mayor fama descansa en sus breves con- Luz y Caballero, El conde Alarcos de Milanés,
tradanzas para piano, sobre las cuales Alejo los incisivos análisis sociales y económicos de
Carpentier ha comentado que ese conjunto de Saco, entre otras muchas muestras, van confor-
piezas, lleno de hallazgos, «trazó por vez pri- mando una tradición que los nativos de la isla
mera el perfil exacto de lo criollo, creando un sienten con orgullo como propia y valiosa. Las
“clima” peculiar, una atmósfera melódica, armó- costumbres nativas se describen y exaltan: se
nica, rítmica, que habría de perdurar en la pro- come, se bebe, se viste y se habla distinto que
ducción de sus continuadores». 17 en la península, como distintos son la naturale-
Saumell rondó el círculo delmontino y por za y el clima. Lo criollo gana en concreción y
cartas contenidas en el Centón epistolario nos profundidad, y Cuba va siendo cada vez en ma-
enteramos de su proyecto, en 1839, de realizar yor medida algo más que una isla perteneciente
una «ópera cubana» sobre la novela Antonelli de a la corona hispánica.
José Antonio Echevarría, que acababa de ser
publicada. Proyecto frustrado, sin precedentes
en todo el continente americano, con él Saumell 2.1.2 El segundo período de libertad de
habría escrito una ópera nacionalista sólo tres imprenta: 1820-1823
años después que Glinka estrenara La vida por
el zar, que había inaugurado en Rusia el nacio- Para comprender el verdadero significado que
nalismo musical. 18 tuvo para Cuba el restablecimiento en 1820 de
La institución que siguió dominando el pa- la Constitución liberal es necesario apreciar, en
norama cultural de la etapa fue la Sociedad Eco- su fragilidad interna, la realidad político-social
nómica de Amigos del País, la cual durante gran que prevalecía, en el país. A pesar de las duras
parte de ese tiempo se conoció como Sociedad condiciones que impuso el absolutismo en la
Patriótica. Aunque no cesó en sus empeños por Península, la Isla había disfrutado de ciertas li-
propiciar el progreso científico, técnico y cul- bertades económicas y la preponderante influen-
tural del país, no pocas veces los intentos de al- cia de los hacendados criollos, encabezados por
gunos de sus miembros chocaron con la asfixian- Francisco de Arango y Parreño, en sus asuntos
te política colonial impuesta por España a la isla. internos. Las autoridades coloniales de la Isla
El incidente más sonado al respecto quizás fue —en especial, el intendente de Hacienda Ale-
el abortado proyecto de crear la Academia Cu- jandro Ramírez— habían impulsado un vasto
bana de Literatura en 1834, impulsado por Del programa de reformas económicas y de renova-
Monte y Saco a contrapelo del presidente de la ción intelectual —fundación de cátedras espe-
institución. Como se sabe, el incidente terminó cializadas de Economía Política, Botánica, Quí-
con la deportación de Saco por orden de Tacón mica, Filosofía, entre otras, y primeros intentos
y el alejamiento de Del Monte de las labores pú- de modernización de la enseñanza primaria—;
blicas. A partir de este momento los cubanos de precisamente en esos años la Sociedad Econó-
mayor peso en el campo cultural se apartan de mica edita la «Ley Agraria» de Jovellanos con
las instituciones oficiales para realizar su labor notas referidas a los problemas económicos de
de manera privada: Del Monte refuerza las ter- Cuba, del licenciado Justo Vélez, profesor de
tulias en su propia casa; Luz y Caballero, Suárez Economía Política en el Seminario de San Car-
y Romero, Palma, Echeverría y Villaverde se en- los; desde su cátedra de Filosofía en el propio
tregarán a la enseñanza. La vida cultural de la Seminario, el presbítero Félix Varela inicia ade-
colonia comenzaba así a escindirse en dos ver- más una soterrada y fructífera labor de renova-
tientes que cada vez irán separándose más. Fren- ción del espíritu nacional.

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En el tenso equilibrio de intereses que cons- de la cátedra de Constitución del propio Semi-
tituía la relación de los hacendados producto- nario y sus lecciones serán ya, por tanto, franca-
res, mayoritariamente criollos, y los comercian- mente políticas—; el debate acalorado y nece-
tes urbanos, en su mayoría peninsulares, el sario sobre los destinos de la Isla y la lucha
intendente Ramírez se inclinó a favor de los pri- abierta entre «piñeristas» (peninsulares) y crio-
meros con medidas económicas como la supre- llos definirán aún más los perfiles de la naciona-
sión del estanco del tabaco, la libertad de co- lidad y radicalizarán el espíritu liberal de las ca-
mercio y un control más severo de las aduanas, pas medias.
tendiente a evitar el contrabando. De esta ma- La súbita aparición de decenas de papeles pú-
nera los ingresos habituales de la corona crecie- blicos estará marcada desde un inicio por pro-
ron y la satisfacción del Rey —que necesitaba la pósitos diferenciados, el servicio a intereses lo-
Isla como retaguardia militar en su guerra con- cales o contra esos intereses, la radicalización
tra los independentistas del Sur— propiciaba la de las concepciones liberales o su manipulación
buena marcha de las iniciativas locales. Por otra conservadora, lucha de ideas que no siempre se
parte, la influencia de Arango y Parreño en Ma- expresará de manera diáfana y que en ocasiones
drid era considerable debido a su alto cargo será solo el pretexto para ambiciones menores,
como consejero perpetuo de Indias; sus gestio- pero que generará periódicos cuya fugaz vida
nes a favor de un gobierno local autónomo no será significativa en la historia nacional.
eran sino la expresión política de una realidad Surgirán también en estos años papeles pú-
incuestionable: la acción preponderante de los blicos de modestas pretensiones, que sin preci-
hacendados criollos en los asuntos del país. pitarse en polémicas estériles —que de alguna
Cuando en 1820 Fernando VII tiene que re- manera podrían ofrecer a sus editores ganancias
conocer nuevamente la Constitución, la mayo- seguras— o en ataques de índole personal, ejer-
ría de los peninsulares residentes en Cuba, aun- cían sin embargo un periodismo costumbrista y
que no eran realmente liberales, la acogen como crítico, en ocasiones satírico, que evidenciaba
una posibilidad de acción para restablecer su he- una preocupación cívica de los habaneros por
gemonía en el país; el decreto de libertad de im- su ciudad. Entre éstos, con características pro-
prenta que le sigue es utilizado inmediatamente pias cada uno, podrían mencionarse El Mosqui-
para atacar a quienes habían iniciado ese proce- to (1820), El Tío Bartolo (1820-1821), cuyo
so de reformas —vinculados por sus cargos, o título rememora un personaje del célebre Cova-
sus relaciones de influencia, con el régimen ab- rrubias, y La Mosca (1820), dirigido por el ar-
solutista—, en específico, Ramírez y Arango. La gentino José A. Miralla. Entre los periódicos
posición de los hacendados y, en general, de la de línea conservadora —aunque usufructuarios
alta clase criolla es contradictoria; son hombres de un lenguaje liberal—, contrarios a los intere-
de ideas liberales aunque adictos a España, au- ses criollos, se destacan por su intransigencia El
tonomistas defraudados por la política antiame- Español Libre (1822-[1823]) y El Amigo de la
ricana de las Cortes en el primer período cons- Constitución (1821-1823). Pero detengámonos
titucional y escuchados, sin embargo, en algunas sobre todo en aquellos periódicos de mayores
demandas importantes por el gobierno absolu- pretensiones, exponentes del pensamiento libe-
tista. Para el historiador Sergio Aguirre, este ral criollo; éstos son principalmente El Argos
breve período —en el que finalmente predomi- (1820-1821) y El Revisor Político y Literario
nan las ansias independentistas— se caracteriza (1823-?). Todos ellos publicarán poesías de au-
por la pérdida momentánea del liderazgo histó- tores generalmente menores —con la excepción
rico de la burguesía criolla y su traspaso a las de El Revisor…, que incluye, entre otros, ver-
capas medias del país.19 La libertad de imprenta sos de José María Heredia—, algunas traduccio-
permite la abierta circulación de ideas que antes nes, artículos de crítica literaria de indecisa fi-
sembrara en su prédica académica Félix Varela liación romántica; también insertarán artículos
—quien se desempeñará ahora como profesor de divulgación científica —según se afirma, El

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Argos fue el primer periódico científico de en Cuba, en el que sutilmente se cuestiona que
Cuba—, tanto respecto a las ciencias naturales el gobierno constitucional pase, con respecto a
como a las hoy llamadas ciencias sociales, la eco- América, de las promesas liberales a los hechos;
nomía política sobre todo y la filosofía, ésta in- Vidaurre llama a los independentistas america-
cluida generalmente en la sección de Literatura, nos «héroes defensores de su patria».
aunque siempre y cualquiera que fuese la mate- El Observador Habanero, dirigido por José
ria, con intenciones prácticas; pero estos perió- Agustín Govantes, cuenta entre sus colabora-
dicos son esencialmente políticos —primeros dores a Félix Varela, José Agustín Caballero,
síntomas, según advierte Sergio Aguirre, de una Leonardo Santos Suárez, Nicolás M. de Esco-
incipiente proyección nacional 20— y los elo- vedo y Felipe Poey. Este papel público de salida
cuentes discursos liberales, anticlericales, eco- irregular contaba en ocasiones con más de vein-
nómicos o filosóficos, sus medianos poemas y te páginas. En ellas se libró una sostenida bata-
su interés por la Química o la Física expresan, lla anticlerical vinculada a dos direcciones fun-
principalmente, una madurez nacional inusita- damentales del pensamiento criollo progresista:
da: los habaneros, criollos, americanos o por una parte, es consecuencia de la prédica
patricios, como solían llamarse a sí mismos, ha- antiescolástica de Félix Varela y sus discípulos;
blaban y discutían en voz alta, como no lo ha- por la otra, es parte de la batalla política
bían hecho antes, sobre el futuro del país y si «constitucionalista» o «liberal»; pero ambas ver-
decidían continuar unidos a la metrópoli —no tientes intentan destruir el complejo mecanis-
como colonia, sino como provincia, con iguales mo ideológico que justifica el absolutismo de
derechos cívicos— era en tanto ello los benefi- los reyes católicos y el despotismo colonial.
ciara; es decir, de hecho, había una elección y un Los múltiples artículos y comentarios sobre
implícito reconocimiento de la validez de otras política eclesiástica en este periódico apuntan a
decisiones. secularizar los poderes coloniales y a destacar la
En el espectro de periódicos aparecidos —y igualdad jurídica de españoles y americanos. En
desaparecidos— en esos años, El Argos ocupa sus páginas aparecen además extractos y comen-
un lugar singular. Editado por el colombiano tarios de la obra de pensadores como Adam
José Fernández Madrid y el argentino José An- Smith, Malthus, Jovellanos o el enciclopedista
tonio Miralla, constituyó una ventana abierta a D’Alambert y del propio Varela. No es sin em-
América. En él aparecían con frecuencia noti- bargo una mención pasiva: a los ilustres extran-
cias comentadas de la guerra de independencia; jeros se les conoce y sigue, pero también se les
no obstante, es cierto que los periódicos de la critica.
época —incluido éste— no abogaban por la El Americano Libre fundado, según se afir-
independiencia de Cuba, pero los vehementes ma, por los discípulos de Varela —quien ya se
artículos de Fernández Madrid desbrozan al hallaba en España como diputado a Cortes—,
menos ese camino; baste citar el titulado «¿Po- en específico por Evaristo Zenea, y redactado
dremos ser libres? ¿Lo permiten nuestras luces por Domingo del Monte y José Antonio Cin-
y nuestras costumbres?», aparecido el 30 de ju- tra es, sin embargo, un periódico principalmen-
lio de 1820, en el que, con inocultable orgullo te político; en él se denuncian las continuas pro-
americano, se refiere a los antepasados indíge- vocaciones de los «piñeristas» y sus interesadas
nas «que tanto dieron que hacer a Cortés, […] y muchas veces falsas alarmas conspirativas para
que estuvieron a punto de destruirle á pesar de obstruir o limitar la aplicación de la Constitu-
su genio, de sus rayos, de sus recursos euro- ción liberal en la Isla. En las reclamaciones a Es-
peos…» El 17 de marzo de 1820, El Argos pu- paña de igualdad ante la ley, en la continua lucha
blica un artículo titulado «Votos de los america- por el mantenimiento de ciertas ventajas eco-
nos a la nación española; y a nuestro amado nómicas ya alcanzadas, el periódico le advierte a
monarca el señor D. Fernando VII…», del pe- la metrópoli: «el verdadero amor á la patria […]
ruano Manuel de Vidaurre, entonces residente siempre es proporcionado á la utilidad que de

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ella recibe». Entre otros poemas sin firma apa- pecto este imprescindible para entender el pro-
rece el 4 de diciembre de 1822 este «Soneto», ceso de formación nacional. Varela, en un len-
cuya primera estrofa dice: Cuando pienso que guaje en apariencia tradicional, formula propo-
soy americano / Que es América dulce pátria mia siciones en extremo liberales para su época y le
/ Tan tierno es el placer y la alegría / Que le juzgo concede al negro dignidad humana. En una par-
contento sobrehumano… (el subrayado es del te de su alegato afirma: «esos mismos artistas
poema). oriundos de África no son otra cosa que
El Revisor Político y Literario, sucesor de habaneros, pues apenas habrá uno u otro que no
aquél, fue un periódico más amplio en asuntos sea de los criollos del país».22 En su ensayo,
—aunque no menos político, como lo afirma el Arango y Parreño se apoya, por el contrario, en
título— y de un tono más mesurado. En sus pá- el supuesto peligro —que para la alta clase crio-
ginas aparecen artículos sobre literatura y artes lla interesada en el mantenimiento de la esclavi-
dramáticas, incluso sobre teoría literaria, poe- tud confirmaban los sucesos de Santo Domin-
mas de José M. Heredia, Alberto Lista, entre go— de una rebelión de la población negra,
otros; El Revisor…, de criterios artísticos más mayoritaria en Cuba, para definir la independen-
definidos, destaca en la obra del gran autor cu- cia nacional como una empresa «injusta, imprac-
bano un «lenguaje poético, pasiones, y en fin ticable y ruinosa». 23 Aunque el retorno ese año
versos y no renglones rimados». Digamos de al régimen absolutista y la supresión de la liber-
paso, como ha señalado el historiador Ramiro tad de imprenta no produjeron reacciones in-
Guerra, que Heredia recorre con rapidez en sus mediatas, la cultura nacional en formación ha-
versos el itinerario político del sentimiento na- bía demostrado en ese breve período toda su
cional, desde su oda «España libre», publicada fuerza y vitalidad generadora.
en 1820, hasta la oda «A la muerte de Riego»,
escrita en 1823, año en que arriba a conviccio-
nes independentistas.21 En este periódico cola- 2.1.3 Hispanoamericanos emigrados en
boran, entre otros, Félix Varela, Francisco Cuba
Arango y Parreño, José Antonio Saco y Domin-
go del Monte. Entre 1816 y 1821 coinciden en La Habana cua-
Para valorar en su conjunto la importancia tro importantes figuras del acontecer político y
histórica de este período es conveniente señalar la cultura hispanoamericanos del momento: el
dos textos no periodísticos. Uno, la Memoria peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre (1773-
presentada por Varela como diputado a Cortes, 1841), el ecuatoriano Vicente Rocafuerte (1783-
sobre la necesidad de extinguir la esclavitud de 1847), el argentino José Antonio Miralla (1790-
los negros en la Isla; el otro es un ensayo edita- 1825) y el colombiano José Fernández Madrid
do como folleto por Arango y Parreño en el que (1789-1830).
polemiza precisamente con El Revisor…, que en Conocedores de la más actualizada cultura
una acción insurgente había publicado un ar- política, científica, artística y literaria de la épo-
tículo de Mr. de Pradt, un conocido político fran- ca, especialmente europea, al llegar a Cuba como
cés, recomendando la independencia de Cuba. portavoces de las ideas revolucionarias de las
La respuesta de Arango, titulada «Reflexiones guerras por la independencia de América (tanto
de un habanero sobre la independencia de esta en el plano teórico como por sus participacio-
Isla», forma parte en realidad de la contraofen- nes directas en los jóvenes gobiernos republica-
siva desplegada por el General Vives, entonces nos), no dedicaron su estancia en la isla a una
gobernador general, que incluyó además la de- vida muelle y sosegada sino que intervinieron
tención de los principales dirigentes de la socie- en la profundización del proceso formativo de
dad secreta «Soles y Rayos de Bolívar». En nuestra conciencia nacional, en las tempranas dé-
ambos, sin embargo, se trata desde planos cadas del siglo XIX, y contribuyeron al desarro-
diferentes la situación del negro en Cuba, as- llo del pensamiento de avanzada en Cuba, con

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las ideas que habían puesto en práctica durante de Vidaurre de la Plaza de Magistrado del Su-
los estampidos independentistas en los territo- premo Tribunal de Galicia»,25 escrita seguramen-
rios continentales coloniales, a partir de 1810; te en fecha posterior a 1822, al salir de Puerto
ideas fuertemente influenciadas por la Ilustra- Príncipe, en cuyo documento exponía las cau-
ción y la Revolución francesas. Por una parte sas que obligaban a la separación inmediata en-
promovieron entre la juventud cubana el senti- tre Cuba y España, la mayoría de ellas de tipo
miento de la necesidad inmediata de la separa- económico, declarando que, lograda la indepen-
ción de España, y por otra, desde el punto de dencia, Cuba debería estrechar lazos con las con-
vista literario, introdujeron los primeros gérme- federaciones americanas. Probablemente éste sea
nes del romanticismo como tendencia nueva el primer texto impreso en forma de libro o fo-
frente al neoclasicismo y como cosmovisión lleto en donde se aboga sin reparos por nuestra
liberadora del hombre frente al racionalismo independencia.
estrecho imperante, todo lo cual también inci- Otro de los hispanoamericanos emigrados en
dió en provecho de la reflexión en torno a la Cuba, Vicente Rocafuerte, posee una obra de
independencia. carácter político, jurídico y mercantil no des-
El más polémico y contradictorio de estos preciable, en pro del desarrollo de toda la Amé-
hispanoamericanos fue Manuel Lorenzo de rica. En Cuba fueron publicados algunos traba-
Vidaurre, considerado sedicioso en su país por jos suyos, como Ideas necesarias a todo pueblo
las autoridades gubernamentales, y poco que quiere ser libre, con falso pie de imprenta de
confiable por los revolucionarios, debido a que, Filadelfia, y Bosquejo ligerísimo de la Revolución
si bien actuó como un ideólogo del movimien- de Méjico, en cuyo epílogo aparecía la «Oda a
to contra España, en la práctica no pasaba de ser los habitantes de Anáhuac», de nuestro primer
un moderado reformista. Hacia 1820 fue nom- poeta romántico José María Heredia, gran ami-
brado Oidor de la Audiencia de Puerto Prínci- go del ecuatoriano. Ambos probarían no pocas
pe. Su desempeño del cargo le valió no pocas veces los estrechos lazos de amistad que los
sospechas como conspirador y desafecto al go- unían; cierta vez, Heredia protestó ante una acu-
bierno, pues durante su breve estancia en Cuba sación formulada contra Rocafuerte por el co-
suscitó las quejas del cabildo principeño con ronel Gaona, con motivo de haber publicado
motivo de su solicitud de traslado del Regimien- Rocafuerte un artículo poco favorable al gobier-
to español de León, capitulado en Cartagena de no ecuatoriano, y en otra oportunidad Rocafuer-
Indias, y ubicado en aquella ciudad. Vidaurre te ayudó a solicitar del presidente mexicano una
expuso al Capitán General lo innecesario de la invitación para que pudiera Heredia establecer-
permanencia de las tropas, tratando de desvir- se en Méjico, pero, independientemente de la
tuar cualquier sospecha de infidencia: «¿Vienen influencia que pudo ejercer el ecuatoriano en la
estos soldados a sofocar la voz aquí vaga de in- personalidad de nuestro primer romántico, de-
dependencia? Mala política: las tropas no harían bida a sus cercanas y recíprocas simpatías, el
sino acelerarla […]».24 Este llamado de alerta, al valor que tiene Rocafuerte para la cultura cuba-
mismo tiempo que constituía un intento de pre- na descansa en la difusión de un ideario
venir una política errónea del gobierno español, independentista. No hay ningún vestigio —y él
reconocía la existencia, todavía vaga, de la idea mismo lo afirmaba en sus memorias—26 de que
independentista. Este hecho no dejaba de ser se sintiera atraído por la poesía o por la narrati-
audaz, teniendo en cuenta a quien estaba dirigi- va, ni siquiera realizó estudios sobre la proble-
do el alerta, nada menos que al propio Capitán mática sociopolítica cubana o sobre aspectos
General de la isla. En ese sentido conviene refe- científicos. Para Rocafuerte, tanto como para
rirse a la obra capital de Vidaurre, su Plan del Vidaurre, el romanticismo fue, más que una co-
Perú, escrito en 1810, pero publicado trece años rriente literaria, una cosmovisión que necesaria-
después en Filadelfia. Al final de la obra aparece mente determinó una actitud vital, orientada a
una «Renuncia que hace el ciudadano Manuel proclamar un pensamiento abierto a nuevas

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ideas, menos rigidez en la manifestación de los Miralla, sobre todo el inglés, le permitió impar-
sentimientos y la búsqueda de la libertad nacio- tir clases de este último. José María Heredia con-
nal. Lo que distinguió sus vidas fue la pasión fesaría años después, que, cuando en 1823 se
con que se entregaron a la lucha política por la encontraban en Nueva York, había sido Miralla
liberación de los pueblos latinoamericanos, es- su primer maestro en la enseñanza del idioma, y
píritu de lucha que fue trasmitido a nuestro agradecido le dedicó su primera traducción —el
Heredia. poema «La batalla de Lora», de Ossian— 27 , lo
José Antonio Miralla se estableció en Cuba que hace suponer que Miralla no sólo lo enseñó
hacia 1816, huyendo de la reacción causada en a traducir, sino a traducir literariamente, y a tra-
España por sus ideas liberales. Los círculos vés de aquellos ejercicios dejó su contribución
habaneros lo acogieron con beneplácito y de ello al germen romántico en su joven amigo. Sin
es prueba su pronto ingreso como miembro de embargo, los poemas conocidos del argentino
la Real Sociedad Patriótica, institución en la que son pocos y sin mucho relieve; nada significati-
ganó un certamen con su estudio Entre las obras vo aportan a nuestra literatura decimonónica.
y establecimientos públicos que deben emprenderse Para la difusión del pensamiento de avanzada
o crearse en La Habana, a cual convendría dar y el enraizamiento en Cuba de un radical idea-
preferencia […], de 1817, en donde analizaba la rio independentista era menester contar con me-
urgencia de facilitar el desarrollo de los habi- dios de difusión eficaces como la prensa. Miralla,
tantes blancos sobre los mayoritarios negros, junto con Fernández Madrid, fundó El Argos:
ideas muy debatidas en aquel momento. Se dis- «El primer periódico de carácter científico im-
tinguió también como periodista y traductor, preso en Cuba.» 28 Otras de sus colaboraciones
pero sus creaciones poéticas originales, en ver- se encuentran en La Mosca de 1820 y, más mo-
dad, fueron pocas. El valor que tiene su obra para destamente, en El Diario de La Habana. Si hubo
nosotros descansa fundamentalmente en la di- un periódico en la ciudad que promoviera las
fusión entre los cubanos, a través de sus traduc- ansias de libertad fue El Americano Libre, de
ciones, de las ideas románticas europeas. Sus más 1822, dirigido por Domingo del Monte y José
notables traducciones fueron la novela Últimas Antonio Cintra, en el cual colaboró también
cartas de Jacobo D’Ortis (1822), de Hugo Miralla.
Fóscolo, y el poema «En el cementerio de la al- José Fernández Madrid se vinculó a los mo-
dea», de Tomás Gray. La presentación a la ju- vimientos insurgentes de Colombia desde los
ventud cubana de la novela epistolar de Fóscolo inicios, con cargos en el gobierno hasta llegar a
venía a satisfacer una doble demanda. Si como ocupar la presidencia del Congreso, pero los
obra literaria tenía todos los rasgos de la narra- opuestos puntos de vista entre los revoluciona-
tiva romántica, era al mismo tiempo un panfle- rios, y las divisiones internas, condujeron a la
to político artísticamente concebido, ya que el caída de la joven república que él presidía, y se
personaje protagónico era un joven desterrado, vio obligado a renunciar y huir, y en el intento
de ideas revolucionarias, que prefería la muerte fue apresado por las tropas españolas del gene-
a huir o venderse al enemigo. Más que las defi- ral Pablo Morrillo, quien ordenó su deportación
ciencias en la interpretación de algunos pasajes, inmediata a la metrópoli. Le acompañaron al exi-
como le señalara Domingo del Monte, la juven- lio su hermano y su esposa. De paso hacia Ma-
tud cubana apreciaba la difusión de una obra im- drid fue autorizado a quedarse en La Habana
buida de las resonancias de La Nueva Eloísa, de debido a su delicado estado de salud. Al radicar-
Rousseau, y el Werther, de Goethe. No es de se aquí se dedicó a ejercer como médico, y asis-
extrañar, entonces, que Heredia se sintiera mo- tió como tal a los Capitanes Generales Cajigal y
tivado a seguir al amigo argentino en la traduc- Mahy.
ción de otra obra de Fóscolo, el poema «Los La obra de Fernández Madrid está en corres-
sepulcros». pondencia con las facetas de su personalidad
El dominio de idiomas extranjeros por política, periodística, literaria y científica. Esta

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última la demostró a través de los estudios pre- funestas consecuencias, debido a que, una vez
sentados a la Real Sociedad Patriótica, como las producidos los motines, también se pretendía
Memorias sobre la disentería […], de 1817; el la destitución por la fuerza del Intendente de
Ensayo analítico sobre la naturaleza, causa y cu- Hacienda Alejandro Ramírez, mal visto por sus
ración de las calenturas […]; la Memoria sobre el planes de reforma colonial. Como resultado, a
influjo de los días cálidos y principalmente de La la par que lograba ambos objetivos, el poema
Habana, en la estación del calor (1822) y la Me- rendía homenaje a uno de los hechos históricos
moria sobre el comercio, cultivo y elaboración del más significativos de las primeras décadas de la
tabaco en esta isla, obras que contribuyeron a pasada centuria. Heredia, en aquellos momen-
acrecentar notablemente su fama. Tanto sus tra- tos en Méjico, compuso su célebre oda «España
bajos en materia médica como los de economía libre», en la que también rendía honores por el
política, partían del análisis de problemas que suceso a Miralla y a Fernández Madrid, entre
afectaban al país y sobre todo a La Habana, pero otras figuras. Es oportuno recordar la referen-
no podemos desatender dos aspectos que seña- cia de Fernández de Castro 30 a que entre
lan cómo las inclinaciones científicas estaban Fernández Madrid y Heredia existía una amis-
relacionadas con intereses políticos del momen- tad iniciada desde la llegada del colombiano, y
to: la situación de los esclavos y la del comercio que Heredia, tanto en su correspondencia pri-
del tabaco, problemas que atizaban las friccio- vada, como en su producción pública, se había
nes entre peninsulares y criollos, pues necesa- expresado siempre con afecto y respeto acerca
riamente (y creemos que en el caso de Fernández del colombiano y su obra poética, lo cual viene
Madrid también de manera consciente, aunque a confirmarnos la certidumbre de que, de los
no en forma explícita) ponían en tela de juicio hispanoamericanos estudiados en este epígrafe,
los inapropiados métodos de la metrópoli y los pudiera ser Fernández Madrid el más influyen-
factores que por esas razones restaban riqueza te en el cubano, además de que en un acerca-
al país y a la burguesía criolla. En materia litera- miento detenido a ambas creaciones, la huella
ria, es interesante el conocimiento de la crea- del colombiano es indiscutible.
ción de Fernández Madrid. A pesar de la pobre Incursionó también Fernández Madrid en el
calidad de sus textos, se aprecia en sus obras la género dramático con una versión de la novela
ruptura con la tendencia neoclásica dentro de la Atala, de Chateaubriand, dedicada a Vicente
cual había sido formado,29 y, aunque no estaba Rocafuerte. Parte de su obra está formada, pre-
del todo libre de ataduras, en su poesía, tanto en cisamente, por traducciones de originales fran-
las variaciones formales, como en el tratamien- ceses, como el Ditirambo sobre la inmortalidad
to de los temas, se advierte cómo la corriente del alma y Los tres reinos de la naturaleza, de
romántica se estaba haciendo sentir. Entre sus Jacobo Delille, así como Messéniennes, de
composiciones más celebradas se citan el con- Juan F. Delavigne, autor del que también tra-
junto de poemas «Las Rosas», y los poemas «La dujera Heredia Messéniennes nouvelles.
hamaca», «Mi bandera», y «Al ciudadano Miralla Desde el punto de vista político, la perma-
con motivo de haber sosegado el furor del pue- nencia de estas cuatro figuras en nuestra isla fue
blo el 15 de abril de 1820». Si Miralla había to- de las más activas. Amparados por la restituida
mado parte en los sucesos en torno a la procla- libertad de prensa, alentaban la idea de la inde-
mación de la Constitución española en 1820, pendencia, aunque con suma habilidad se aleja-
frente a las turbas azuzadas por Tomás Gutiérrez ban de la censura oficial por el respeto público
de Piñeres, junto con él Fernández Madrid ha- profesado a las autoridades y la renuncia a la gue-
bía movilizado a los habaneros a restablecer el rra como vehículo de separación entre las na-
régimen constitucional. El poema «Al ciudada- ciones. Se sabe que dicha postura sólo escondía
no Miralla…», antes citado, estaba llamado a des- los verdaderos objetivos de estos patriotas que,
cribir el movimiento y perpetuar la acción en lugar de la guerra en la manigua, preparaban
moderadora de Miralla para evitar excesos de el movimiento liberador a través de sociedades

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secretas en las más importantes ciudades del país, cogían la producción de cierto número de
al estilo de las latinoamericanas que ellos cono- versificadores del momento, entre los cuales
cían desde la etapa de sus participaciones en la valía más la intención que el resultado. Su «re-
independencia de las repúblicas americanas. Es- dactor» era Ignacio Valdés Machuca (Desval),
pecialmente Fernández Madrid dirigía una de sin dudas el más persistente animador cultural
ellas en La Habana, en la que introdujo a de la época hasta la aparición de Domingo del
Rocafuerte. No es entonces de extrañar por qué Monte, con quien no podrá competir ni en cul-
el gobierno colonial los acusara posteriormente tura ni en amplitud de miras, pero que con su
de cabecillas de las conspiraciones de la época, labor creativa neoclásica, sus empeños editoria-
como la de los Soles y Rayos de Bolívar. En el les y la formación de tertulias, anticipa modes-
extranjero, al abandonar definitivamente la isla, tamente la labor de aquél.
no dejaron tampoco de interceder ante los go- Dada la fecha de su aparición y el estado lite-
biernos de la Gran Colombia, los Estados Uni- rario existente entonces, los colaboradores de
dos, Inglaterra, el Congreso Panamericano de La Lira de Apolo se expresan en un neoclasicismo
1826, o ante el propio Bolívar, para lograr sus retórico y epigonal, a través del cual sólo por
intervenciones militares a fin de que se lograra excepción puede descubrirse algún resquicio de
la independencia de Cuba. interés. Entre sus colaboradores era usual el seu-
Desde el punto de vista artístico-literario, dónimo o firmar con iniciales, como lo hicieron
como hemos visto, la amistad entre los hispa- Manuel González del Valle (Dorilo), Mariano
noamericanos y Heredia fue determinante en la Ortiz (Tirzo, Ramiro Nazite), Prudencio de
concepción poética del «vocero más alto de la Hechavarría y O’Gavan (H), y otros nombres
conciencia nacional»31 en aquellos momentos. perfectamente olvidables. Utilizaban formas en
Las cuatro figuras, entregadas a la difusión del boga entonces, como la oda, la letrilla, la
espíritu independiente de las repúblicas ameri- anacreóntica, el epigrama, el himno, el idilio, la
canas de las que provenían, tienen el mérito de epístola, la fábula, y, por supuesto, el siempre
haber contribuido a sembrar en el ideario polí- cultivado soneto, para cantar tanto temas de la
tico de los cubanos el deseo de libertad. A eso actualidad hispánica como artificiosas efusiones
dedicaron sus esfuerzos de emigrantes, y si se amorosas. Los exaltados cantos a la nueva cons-
ha afirmado que el romanticismo en América se titución menudean, y a veces encontramos al-
establece como tendencia hacia la década del trein- gún atisbo prerromántico, como esta ambienta-
ta, se debe señalar que, mucho antes, un cubano ción de Tirzo:
había compuesto ya los primeros versos román-
ticos en lengua española (José María Heredia con El hórrido chiflar de la lechuza;
su «En el Teocalli de Cholula», en diciembre de el ronco silvo del pesado viento,
1820). Pero son emigrados hispanoamericanos y de la mar la agitación confusa,
los que impulsan esas anticipaciones. todo, todo aumentaba el descontento
………………………………………

2.1.4 De La Lira de Apolo a La Moda. Los o la invención que hace Hechavarría para que lo
inicios románticos (1823-1829) inspire «el lúgubre canto con que sabio el anglo
Young tristezas escribía». Y hasta puede hallar-
La avalancha de publicaciones periódicas que se cierto matiz de relajada criollez (atmósfera
ocurre tras la promulgación de la libertad de sensual y coloquial en la que el diminutivo da el
imprenta en 1820, trae una indudable novedad temple necesario), en versos ligeros como éstos
literaria dentro del ámbito cultural cubano: la también de Tirzo:
primera revista, no sólo totalmente dedicada a
este campo, sino en específico a la poesía. Las Si me dieras un beso
pequeñas ocho páginas de La Lira de Apolo re- chiquioncito y sabroso

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 111

desde hoy me llamaría gunos de los más eminentes escritores de en-


el hombre más dichoso. tonces: Félix Varela, José María Heredia y José
Antonio Saco. Nos referimos en específico a El
Pero el conjunto de los ocho números publica- Habanero (Estados Unidos, 1824-1826), El Iris
dos de La lira de Apolo es más bien muestra del y Miscelánea (México, 1826 y 1830-31, respec-
precario estado en que aparentaba encontrarse tivamente), y El Mensajero Semanal (Estados
la poesía joven cubana de aquellos momentos, Unidos, 1828-1830). Si bien El Iris y Miscelá-
ya pasado el auge neoclásico con los tres nea las edita Heredia dirigidas al público mexi-
Manueles famosos: Zequeira, Rubalcava y Pérez cano, las otras dos revistas fueron ideadas con
y Ramírez. el propósito expreso de comunicarse con los cu-
Ese mismo año de 1820, el 25 de abril, apare- banos. La enorme importancia de El Habanero
ce en las páginas del Diario del gobierno consti- pertenece sólo al esfuerzo de su único autor,
tucional de la Habana otro de los muchos Félix Varela, y en la parte de este tomo dedicada
saludos poéticos al restablecimiento de la cons- a su obra ya se ha analizado. Sin embargo, El
titución, firmado con las iniciales J.M.H., que Mensajero Semanal, editada por el propio Varela
se despejan el 16 de agosto cuando El Iniciador junto con José Antonio Saco, merece comenta-
Constitucional incluye la oda «España libre» ru- rio aparte, por constituir la «publicación-puen-
bricada por José María Heredia, que continuará te» de la época, cuya importancia no siempre se
colaborando en El Amigo del Pueblo, y, sobre ha valorado a plenitud.
todo, en El Revisor Político y Literario. El talen- En realidad los propósitos de El Mensajero
to del muy joven Heredia se hace sentir en di- Semanal no contemplaban tratar lo literario,
versas formas, y entre mayo y junio de 1821 edita pues como en la misma revista se expresa, para
la revista Biblioteca de Damas, ninguno de cu- ello se supone «existen varias clases de periódi-
yos cinco números publicados ha llegado hasta cos que siendo ya mensales [sic], ya trimestres,
nosotros. El 6 de agosto de 1823 el poeta inclu- tienen campo y oportunidad para hacer una crí-
ye en El Revisor… su famosa oda «A la insu- tica juiciosa e instructiva». Por eso afirmaban
rrección de la Grecia en 1820», en donde hace sus editores que
ya velada mención a la necesaria independencia
de la isla. Y desde las páginas de la misma revis- El Mensagero [sic] no es un papel científi-
ta, Domingo del Monte anuncia el inicio de la co o literario. Ni los materiales de que se
suscripción para publicar un libro que recoja los compone, ni el corto período en que se
versos del poeta, mediante un texto que tiene publica, ni el número de sus páginas, pue-
ya sabor de manifiesto, al ver en los poemas de den inducir a nadie a bautizarlo con tales
Heredia, a diferencia de los usuales en otros au- nombres. El Mensagero no es otra cosa que
tores de entonces, «lenguaje poético, pasiones, una gaceta destinada a dar noticia de los
y en fin, versos y no renglones rimados». En vano acontecimientos políticos, y a hacer más
desde las páginas de la misma revista Dorilo y variada su lectura, si las circunstancias lo
Desval trataron de satirizar al nuevo poeta y su permiten, con los progresos más notables
estilo: en literatura, como en otros campos, ya de algunas artes o ciencias, o con algunos
se perfilaba una nueva época. artículos de útil aplicación a la isla de Cuba,
Una característica de la década que transcu- o finalmente con los chistes y agudezas del
rre entre 1820 y 1830 es que, pasada la enorme ingenio. Esto es el Mensagero (El Mensaje-
efervescencia asociada al restablecimiento de la ro Semanal, oct. 13 de 1829 p. 2).
constitución, con la nueva monarquía absoluta
instaurada en 1823 se produce la casi total au- A pesar de estas intenciones, la revista adquiere
sencia de publicaciones periódicas en la isla y indudable importancia en nuestro desarrollo li-
las de mayor importancia del momento hay que terario, pues en su momento, aparte de los pe-
irlas a buscar en el extranjero, editadas por al- riódicos más o menos diarios que a veces incluían

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material literario como el Diario de la Habana, especie los que obligan al redactor del Mensagero
La Aurora de Matanzas, la Gaceta de Puerto Prín- a terminar su publicación», aunque se ufanaba
cipe y el Correo de Trinidad, las únicas otras re- de la lista de suscriptores cubanos que tenía, con
vistas encontrables en Cuba durante este perío- figuras de la aristocracia y el gobierno isleños,
do, antes de 1829, son las Memorias de la Real incluyendo al mismo Capitán General, quien «ja-
Sociedad Económica de Amigos del País y los más había puesto ningún reparo a su libre circu-
Anales de Ciencia, Agricultura, Comercio y lación». Cosa que no ocurrió en Matanzas, en
Arte, editada por el español Ramón de la Sagra, donde el Gobernador solía retener sus números
ninguna de ellas, como sus títulos indican, de- bastante tiempo antes de dejarlos llegar a sus
dicadas a temas literarios en específico, aunque destinos, lo cual, para Saco, era producto de «in-
con la última de ellas El Mensajero… sosten- justos resentimientos personales».
drá la famosa polémica acerca de la poesía de Lo literario en El Mensajero Semanal aparece
Heredia. en forma esporádica y no siempre original. Co-
Si El Habanero, a pesar de ser impresa en el pia muchos materiales extranjeros, sobre todo
extranjero, es considerada la más importante de los Ocios de los Españoles Emigrados en In-
publicación cubana de la década, El Mensajero glaterra, aparecidos entre 1824 y 1826, pero tam-
Semanal puede ser tenida como su legítima su- bién de otras publicaciones hasta de veinte años
cesora, no obstante sus propósitos más genera- atrás. Pues si los editores parecen aceptar cier-
les y, aparentemente, menos combativos. La pre- tos ecos prerrománticos, mantienen gran cau-
sencia de Varela entre sus editores, por lo menos tela frente a lo ya romántico declarado, a pesar
durante el primer año de su circulación, es har- de la buena información que poseen sobre lo que
to elocuente; su compañero en estos meneste- sucede en tierras europeas. Es fácilmente atri-
res y verdadero impulsor de la empresa, era el buible a Varela esta declaración que encontra-
joven José Antonio Saco, a quien el propio Varela mos sin firma en la revista: «creemos que todas
había seleccionado sucesor suyo en la cátedra esas sectas o escuelas como la romántica y la clá-
del Seminario de San Carlos y que poseía vitali- sica, no hacen más que esterilizar la literatura
dad y talento nada comunes. 32 A su paso por aumentando cuestiones inútiles, y poniendo tra-
los Estados Unidos también colaboró en la re- bas al ingenio. Osérvese la naturaleza, inventese
vista Domingo del Monte, que de regreso a La modos de presentarla sin contradecirla, y he aquí
Habana fundará la revista La Moda en noviem- todo el arte» (mayo 23, 1829, p. 290).
bre de 1829, la cual inaugura una nueva etapa Entre los ecos prerrománticos aparece una
dentro de las publicaciones periódicas cubanas. traducción de la «Elegía sobre el cementerio de
Y Saco, con la estrecha colaboración de Del una aldea», del inglés Thomas Gray, realizada
Monte, dirigirá después la habanera Revista por el colombiano José Antonio Miralla con una
Bimestre Cubana (1831-1834), tenida en su intuición muy romántica, que lo lleva a evocar
tiempo como «el mejor papel de la monarquía». el siguiente personaje:
El Mensajero Semanal, pues, es el puente en-
tre dichas revistas, y su impresión en territorio Ya en el bosque desdeñoso andaba,
estadounidense se debe, sin dudas, a la estancia sus temas murmurando y sonriendo,
allí de Félix Varela, cuyo nombre no aparece de ya solitario pálido vagaba,
manera expresa en ella. Es de destacar que los como de amor y penas padeciendo.
fines tácticos de la publicación —que hacía én-
fasis en documentos e informaciones hispano- El cual pide se ponga en su tumba como epita-
americanos— tenían muy presente el que pu- fio lo siguiente:
diera circular libremente en Cuba, cosa que casi
se logró, pues como explica Saco en el último Aquí el regazo de la tierra oculta
número de la revista (ene. 29, 1831, p. 192), «no un joven sin renombre, y sin riqueza;
son motivos políticos, sino otros de distante su humilde cuna vio la ciencia culta

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 113

y marcóle por suyo la tristeza bajos con opiniones contrastantes, que son pre-
(dic. 13, 1828, p. 215) cisamente las de sus editores, por lo cual éstos a
veces, después de reproducir las opiniones aje-
Este temprano morir del «mal del siglo» estaba nas, dan las suyas propias. Con Moratín sucede
muy cerca de los arranques románticos heredia- así, cuando incluyen un artículo demasiado elo-
nos contemporáneos (incluso, Miralla le ense- gioso publicado en los Ocios…, y luego otro más
ñó inglés a Heredia en los Estados Unidos por extenso, también aparecido en Londres, en don-
esa época), pero, según parece, bastante alejado de se expresaba que algunos de los defectos del
del sentir de Domingo del Monte, que por en- autor provenían de su país de origen. Esto da
tonces también recala en los Estados Unidos pie al artículo sin firma «Reflexiones sobre el
proveniente de Europa, con un grupo de mate- artículo de la Revista Estrangera [sic] impreso
riales bajo el brazo, entre ellos los poemas aún en números anteriores» (may. 23, 1829), en el
no recogidos en libro del español Juan Nicasio cual se transparenta el ideario y el estilo
Gallego, los cuales publicará en Filadelfia en varelianos, al defender las posibilidades y el res-
1829. El 7 de febrero Del Monte incluye en El peto que se debe a cualquier literatura nacional:
Mensajero… un trabajo suyo sobre el poeta se-
villano Dionisio Solís y casi podemos asegurar Lo bello y lo gracioso admiten muchas va-
que a él se debe que el 27 de febrero (p. 215) se riedades, y todas buenas, aunque no todas
incluya otra traducción de la «Elegía sobre el ce- produzcan siempre el mismo efecto, de-
menterio de una aldea», hecha ahora casi toda pendiendo esto de circunstancias que po-
en adocenados tercetos por un tal Pérez del Ca- demos llamar nacionales. Cada pueblo tie-
mino, aparecida en Burdeos, y que corregía la ne un derecho a formar su gusto, por
«literal» de Miralla publicada dos meses antes. decirlo así, según sus hábitos, y sería una
Copiamos la nueva versión de los versos que ya pretensión ridícula la de enseñar a sentir y
habíamos reproducido, como ejemplo de la ce- a gustar. La posesión del idioma, el cono-
guera poética a la que podía conducir el prejui- cimiento de los usos, y las alusiones; los
cio antirromántico: sentimientos de aprecio o desprecio, las
ideas de noble y de ridículo inspiradas por
A veces por la selva discurría, la educación, llegan a formar como otra na-
y allá en su soledad, el desgraciado, turaleza privativa de cada pueblo […]. To-
ya doliente lloraba, ya reía. dos saben que en materia de buen gusto
sólo tienen el privilegio de la universalidad
y entregando su pena al viento alado las ideas inspiradas universalmente por la
creiasle (al oir su voz ahogada) naturaleza, y que sólo tienen por defectos
de un infeliz amor atormentado. reales, los que la contrarían. Pero la natu-
raleza es rica y variada, y así sus gracias no
……………………………………
se limitan a las conocidas o apreciadas en
El triste que aquí yace, en su indigencia, un país. La prudencia pues y la justicia exi-
vivió desconocido de fortuna, gen, que no se tenga por insulso en si mis-
mas la melancolía y la alma ciencia mo lo que no exite el apetito de los que
le acogieron amables en la cuna. acaso no han podido conocerle (pp. 289-
290).
Una de las figuras neoclásicas que recibe ma-
yor atención crítica en las páginas de El Mensa- Varela aquí es fiel a su ideario estético raciona-
jero… es la de Leandro Fernández de Moratín, lista de imitación de la naturaleza como princi-
quizás porque resultaba de lo más valioso de la pio básico del arte, aunque esto no implique un
literatura española de entonces. Una tendencia dogmatismo infranqueable. En el pasaje que
encomiable de la revista es la de presentar tra- hemos reproducido subyace la defensa de una

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literatura nacional —que podría ser ya cubana— de Saco, quien considera que no esperaba que
con valores legítimos aunque puedan apartarse su contrincante, al no tener razones, fuese ca-
de otros tenidos como modelos. A pesar de que paz de sacar «el cuerpo a una cuestión puramente
Varela no acepte al romanticismo como escuela literaria», salvase las barreras que debían conte-
o estilo de moda, de hecho, por el desarrollo pro- nerlo
gresivo de su pensamiento en circunstancias
concretas, entronca con uno de los aportes bá- y sin consideración a las personas a quie-
sicos de dicha «escuela» al desarrollo criollo: la nes se dirigía, sin respeto al público que le
validez de una literatura nacional cubana. Otro escucha, sin decoro a su misma persona, y
aporte indudablemente vareliano en El Mensa- sin acatamiento a los nombres que invoca
jero… ocurre el 11 de abril de 1829, cuando, tras al frente de su papel, consignase en sus co-
la intencionada reproducción de un artículo del lumnas, insultos y groserías, que a no ver-
francés Marmontel en defensa del plagio bajo los estampados con los tipos de imprenta,
ciertas circunstancias —de acuerdo con ciertas yo creyera que habían sido el vómito de la
tendencias neoclásicas—, arremete en forma boca más puerca y más hedionda.
demoledora contra plagiarios y «literatos
citadores», con la vista muy puesta, como siem- Este virulento tono predomina en las implaca-
pre, en la formación de los jóvenes. bles respuestas de Saco, en una polémica que
El interés por la literatura «nacional», espa- desborda las páginas de la revista para continuar
ñola en el título pero ya cubana en intención, mediante folletos. En fecha reciente, Cintio
no sólo es teoría en las páginas de El Mensaje- Vitier ponderadamente ha estimado que «en rea-
ro…, pues allí encontramos el rescate de textos lidad ni La Sagra ni Saco, tan parecidos en sus
y autores casi olvidados, como la reproducción verdaderas aficiones, eran hombres para juzgar
del «Elogio de don Luis de las Casas» pronun- la poesía de Heredia; sus trabajos resultan insu-
ciado en 1801 por José Agustín Caballero (feb. ficientes, y a la postre la polémica derivó hacia
28, 1820), o el sacar de la ineditez los textos con el enfrentamiento de fondo político y perso-
los cuales Manuel del Socorro Rodríguez, nal». 33 Pero dicha polémica, sin dudas, más allá
bayamés como Saco, había realizado brillantes de los límites de la crítica literaria, contribuyó a
ejercicios literarios en 1788 (ago. 22-sep. 5, reafirmar la famosa declaración herediana de que
1829). Pero en este aspecto de destacar los valo- no en vano entre Cuba y España / tiende inmen-
res de autores criollos, por supuesto que José so sus olas el mar.
María Heredia es la figura más favorecida. Ade- Cuando Domingo del Monte regresó a La
más de publicar algunos poemas de dicho autor, Habana, a mediados de 1829, se encontraba ple-
el 27 de diciembre de 1828 El Mensajero… in- tórico de ideas y proyectos, surgidos o reafir-
cluye el «Juicio crítico de las poesías de don José mados al calor de sus viajes por Europa y los
María Heredia», redactado por el reconocido Estados Unidos, en donde había contactado con
escritor español Alberto Lista a solicitud de personalidades, publicaciones y ambientes que
Domingo del Monte. El 18 de abril reproduce ensanchaban sus horizontes culturales, ya am-
otro elogioso artículo sobre el poeta cubano plios de por sí, de acuerdo con su fina inteligen-
aparecido en los Ocios de los Españoles Emigra- cia y cuidada formación. Entonces madura su
dos en Inglaterra. Y el 27 de junio de 1829 Saco concepción del desarrollo de la sociedad cubana
inicia su contundente réplica a un artículo so- y del papel que dentro de éste le tocaba cumplir,
bre Heredia, en respuesta a los antes menciona- el cual podrá irse comprobando, entre éxitos y
dos, aparecido en los Anales de Ciencia, Agri- fracasos, durante los cinco siguientes lustros. Su
cultura, Comercio y Artes que editaba en La primer propósito público fue alentar la salida de
Habana el español Ramón de la Sagra. Este con- una revista que, sin causar escándalo ni llamar a
testa, a su vez, con una ponzoñosa e irónica car- cambios radicales, fuese ejerciendo un benefi-
ta al Mensajero, que desata aún más los furores cioso efecto en la superación cultural de esas

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 115

capas que hoy podríamos llamar protoforma- escuela poética que ha seguido, ni si a ellos debe
doras de la alta y la pequeña burguesía, entre las parte de sus más bellas inspiraciones, sólo ase-
cuales Del Monte solía moverse. De esta forma guramos con los críticos más juiciosos de su
surgió La Moda o Recreo Semanal del Bello Sexo, nación, que los versos de Lamartine honrarán
editada por José J. Villariño, cuyo primer nú- siempre cualquier literatura…» (abr. 24, 1830,
mero llevaba fecha 7 de noviembre de 1829. p. 390).
La idea de fundar una revista dedicada al pú- Apenas cumplido su primer tomo, el 19 de
blico femenino no era nueva en Cuba, 34 y esto junio de 1830, el editor Villariño anuncia el cese
suponía la existencia de lectoras lo suficiente- de los antiguos redactores. Se ha afirmado que
mente instruidas como para disfrutar materia- la separación de Del Monte y sus compañeros
les de muy diverso rango. Aunque cada número se debió, sobre todo, a discrepancias sobre los
iniciara sus dieciséis páginas con un figurín a co- materiales a publicar. Y que el nuevo equipo de
lores acompañado de comentarios sobre modas redactores estaba escabezado por Ignacio Valdés
y tratara de incluir como suplemento alguna pie- Machuca y Manuel González del Valle, el anti-
za musical, 35 tras la apariencia de frívolos en- guo equipo de La Lira de Apolo que volvía a la
tretenimientos se detectaban importantes ma- palestra con viejos y nuevos colaboradores, casi
teriales (al menos durante su primera época) todos mediocres.37 Aunque es evidente la pér-
originales y no copiados de otras publicaciones, dida de calidad en esta segunda época de la re-
como era práctica habitual entonces. Se sabe que vista, tiene entre las cosas a su favor el dar a co-
las contribuciones del propio Del Monte a la nocer al poeta esclavo Juan Francisco Manzano
revista, anónimas o bajo seudónimo, fueron (ene. 22, 1831, pp. 122-127). Ya desde el 16 de
abundantes y variadas, desde comentarios de enero de 1830 La Moda había saludado la apari-
modas —verdaderos artículos costumbristas—, ción del nuevo periódico semanal titulado El
sus conocidos «Romances cubanos» y pequeñas Puntero Literario, que se sabe redactaban Do-
narraciones, hasta bien pensados trabajos de crí- mingo del Monte (otra vez) y Antonio Bachi-
tica literaria. ller y Morales, periódico que, a pesar de con-
A través de las páginas de La Moda, que in- cluir su corta vida aún antes que la propia La
augura en Cuba un tipo de revista ágil, flexible, Moda, es señal ya del predominio, con la nueva
variado, de atractiva presencia, se dieron a co- década, de un romanticismo sui generis en las
nocer textos de Andrés Bello, Jovellanos, Was- publicaciones literarias cubanas. Porque desde
hington Irving, Thomas Moore, Lord Byron, La Lira de Apolo hasta La Moda se había cum-
Lamartine, y se habló del Werther de Goethe, el plido un cambio, si bien nada espectacular, al
Ivanhoe de W. Scott, Chateaubriand, Mada- menos sí progresivo e irreversible.
me de Staël. De autores cubanos, entre otros
textos, incluyó La Moda la reseña a un libro re-
cién publicado de Francisco Poveda, la resurrec- 2.1.5 Auge de las publicaciones románticas
ción del bello artículo «El reló de la Habana», entre 1830 y 1844
de Manuel de Zequeira, y la narración de la vi-
sita que Luz y Caballero hiciera al legendario Hacia 1846, desde las páginas de La aurora de
Walter Scott. Pero, sobre todo, difundió nume- Matanzas, Cirilo Villaverde señalaba cómo «aso-
rosos fragmentos descriptivos en prosa de José mó la aurora de 1830 y se abrió para Cuba la
María Heredia acerca de su estancia en los Esta- memorable era periodística […], era de oro para
dos Unidos, entre ellos su famosa visita a las la juventud que comenzaba a saludar la literatu-
cataratas del Niágara.36 La presentación de au- ra, y que acabó a fines del año 1839».38 Pues,
tores románticos europeos se hacía con bastan- efectivamente, en la mencionada década existió
te reserva, como demuestra la nota que acom- un notable incremento en cuanto a la cantidad y
pañó la publicación de un poema de Lamartine: calidad de las publicaciones periódicas nativas,
«sin meternos a examinar los principios de la como nunca antes había sucedido, consecuen-

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116 SEGUNDA ÉPOCA

cia de un gradual y progresivo desarrollo, cuyos El desenfadado tono humorístico se hace muy
más inmediatos antecedentes pueden encontrar- evidente al ser firmado dicho edicto a «orillas
se en títulos como El Habanero, El Mensajero del Almendares» el «1o de enero de 1830», por
Semanal y La Moda, aún activas estas dos últi- Iñigo del Jagüey y Rodrigo de la Seiba, con el
mas hacia 1831. Pero la nueva década comienza trovador Garci Sánchez del Palmar como secre-
ya con una impronta francamente romántica a tario de actas.
través de las páginas del semanario El Puntero En el segundo número de la revista, en una
Literario, cuyos dieciocho ejemplares, apareci- «Glorieta de la crítica», se reproduce la discu-
dos entre enero 2 y mayo 1o de 1830, tienen casi sión que precedió a la votación del anterior edic-
la agresiva conciencia de un manifiesto. to, en la cual participaron también Florencio
Aunque no se encuentra explicitado en la re- Tibur, César del Castalio y Carlos Manzanares,
vista, diversas referencias permiten aseverar que cuyos fingidos apellidos contrastaban con la
sus redactores fueron Domingo del Monte y el cubanía arbórea de los de sus contrincantes. 42
entonces muy joven Antonio Bachiller y Mora- La discreta agresividad del primer número de El
les. 39 Este último, años después, recordará que Puntero Literario se completaba con otros tex-
el periódico «introdujo el gusto romántico». 40 tos, como una reseña de la entonces acabada de
Y esto se hace evidente desde las primeras lí- aparecer edición de las Poesías de Zequeira, en
neas que publicó, con su artículo «Aguinaldo donde se lamentaba, al comentar el poema «La
para los clásicos», precedido por los siguientes batalla naval de Cortés en la laguna», que «sien-
versos: do tan Romántico el asunto se haya mezclado
con la fábula mitológica». Una «Anécdota» con-
Pisando Aguinaldos traponía el teatro clásico y el romántico, a favor
De bello matiz de este último, por prescindir de los «precep-
Romántico llega tos» y estar más de acuerdo con las necesidades
El año feliz: de los pueblos modernos. Por último, el artícu-
Despeja las sombras lo «Romanticismo» (que Mary Cruz atribuye a
su entrada gentil: Bachiller y Morales) polemizaba con La Aurora
Los clásicos lloran de Matanzas, al aclarar que los «Románticos»
Y me hacen reir. no negaban «la hermosura y gracia de muchas
composiciones clásicas», pero sí dejaban de acep-
En el artículo que sigue no es difícil descubrir la tar la pretendida autoridad de reglas y alusiones
mano de Del Monte, por el tono y las ideas, ju- mitológicas, pues, en un final de sabor vareliano,
gando con un exagerado anacronismo al afirmar aún quedaban muchos «resabios escolásticos y
haber encontrado en un antiguo libro un edicto nos gustaba medirlo todo por las reglas que
de 1746, «dirigido a los literatos de aquella épo- aprendimos aun cuando no las observamos es-
ca», que terminaba por facultar a los impresores trictamente»: «Los Románticos no destruyen,
antes aumentan los recursos de obtener belle-
Para que dejen en blanco los nombres de zas», ya que, a fin de cuentas, la naturaleza «es
los Dioses y Semidioses o nomenclaturas el mejor código poético protector de la origina-
falsas que encuentren en los manuscritos lidad».
que les lleven, con lo que hará un gran ser- Quizás ésta sea la etapa más romántica de Del
vicio a la literatura Romántica, que repug- Monte, aunque su batalla se centre en el recha-
na todo lo que no sea lozano, bello, vario, zo a las alusiones mitológicas, el transgredir in-
especial y por lo menos verosímil; porque útiles reglas establecidas por la tradición y ade-
lo demás es traducir fríamente y parodiar cuar el cultivo de la literatura a los tiempos y el
con fatiga la imaginación, que cuenta en- lugar en donde se vivía, sin llegar a excesos por
tre sus placeres más preciados el de la cla- supuesto. Muy delmontina resulta también la
ridad. 41 exaltación que se hace de los romances y su for-

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ma métrica. Como era de suponer, se desperta- nuestro país», que proclama «infatuados y ridí-
ron no pocas polémicas con otras publicaciones culos principios de una censura colérica, judi-
o lectores. Una de las que presenta mayor inte- cial y aun penal» con un tono en donde predo-
rés es la que responde desde las páginas del Pun- mina «el malhumor, la grosería y la pequeñez»,
tero… en dos ocasiones P. J. M. [¿Pedro José al decir de Cintio Vitier. 45 El periódico de 1830
Morillas?], comenzada por un «Comunicado» se titula El Nuevo Regañón de La Havana, y aun-
de Un vecino de Jagua acerca «De la belleza que al comienzo parecía una empresa del hijo
ideal». P. J. M. entiende que los clásicos cono- de Buenaventura Pascual Ferrer, pronto este úl-
cieron la belleza ideal «en un grado eminente, al timo tomará el mando de la publicación. Si bien
que ni hemos llegado ni comprendemos con la las características señaladas por Vitier se man-
debida ecsactitud», pero tienen en su nueva época —que finalizará en
1832— no todo lo publicado allí debe echarse
tampoco pretende ostruir la introducción en saco roto. Algunas de sus críticas nos pare-
del romanticismo en nuestra literatura; cen muy bien fundadas, como cuando se queja-
pues si bien parece que no presta a las cien- ba de la amplitud de criterio con que se repro-
cias una guía segura, ofrece innumerables ducían en nuestras publicaciones de entonces
bellezas que se hermanan con nuestro textos tomados de otros lugares, a veces sin de-
caracter y costumbres; de lo cual nos ha cirlo o diciéndolo en forma muy vaga. También
dado una escelente prueba el joven Heredia anatematizaba la absurda costumbre que en la
en sus poesías; mas también conozco que ópera admitía la inclusión de trozos ajenos al
cuando se trata de innovaciones, debe cui- original, según las facilidades y «gusto» de los
darse mucho de la imparcialidad para no intérpretes. La sección «Mesa Censoria» solía
padecer equivocaciones, y hacer injusticias pasar revista a todas las publicaciones cubanas
que siempre hacen pensar al que las nota, del momento y hoy resulta una información de
que cuando no se entiende lo que impug- gran utilidad.
naba menos se conoce lo que pretende in- Pero el gran momento de auge de nuestras
culcar. 43 publicaciones ocurre en 1831, cuando la Comi-
sión de Literatura de la Real Sociedad Patriótica
Tras su colaboración momentánea en El Pun- de Amigos del País decide editar una «Revista»
tero Literario, Del Monte y Bachiller separarán al estilo europeo, que finalmente se decidió apa-
sus trayectorias, correspondiéndole a este últi- reciera cada dos meses. En el proyecto inicial se
mo mantener una apasionada defensa del Ro- precisaba que «debía ser su objeto el dar extrac-
manticismo, mientras su avezado colaborador tos y juicios críticos de las obras literarias que
irá replegándose hacia posiciones cada vez más se publicasen, tanto en esta isla, como en Espa-
moderadas. La importancia teórica de esta re- ña y países extranjeros, insertando también al-
vista no se ha resaltado todavía lo suficiente, gunos artículos originales para hacer más ame-
quizá porque en las muestras de creación pura na e interesante su lectura». En abril de 1831, el
que presentó tuvo poca fortuna, pues tras frenólogo y educador catalán Mariano Cubí y
Heredia aún estaban por madurar los nuevos Soler, miembro de la Sociedad, publicó bajo su
poetas románticos. Para Cintio Vitier, El Pun- esfuerzo personal la Revista y Repertorio
tero Literario «desmiente la idea, tan repetida, Bimestre de la Isla de Cuba, que a partir de su
del atraso de nuestros movimientos literarios segundo número se vinculó al proyecto de la
con respecto a Europa». 44 Comisión de Literatura, ahora bajo el título
En noviembre de 1830 comenzó a publicarse de Revista Bimestre Cubana. Con el regreso
lo que pretendía ser una continuación del anti- de José Antonio Saco a La Habana, se le entre-
guo periódico El Regañón de La Habana, que ga a éste la dirección de la publicación a partir
entre 1800 y 1801 redactara Buenaventura del 7 de abril de 1832. La revista cesó en 1834,
Pascual Ferrer, «fundador de la crítica biliosa en por «ausencia del director», al ser desterrado de

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Cuba José Antonio Saco por el Capitán Gene- referidos a las «Primeras poesías líricas de Es-
ral Tacón. paña» o «La novela histórica». También sobre
La Revista Bimestre Cubana no fue propia- literatura, pero con menos brillo, escriben Blas
mente una publicación literaria, pues su campo Osés y José Antonio Echeverría. Entre sus artí-
de acción era mucho más amplio, como el de la culos científicos, Luz y Caballero introduce la
misma Real Sociedad Patriótica que la patroci- descripción de la visita que le hiciera al novelis-
naba, y abarcaba, más que la problemática cul- ta Walter Scott, mientras que Varela se preocu-
tural, la científica, la técnica, la económica y la pa por cuestiones gramaticales. Pero es José
social, aunque estas últimas con las limitacio- Antonio Saco quien da la tónica predominante
nes del estatus político colonial y su férrea cen- a la Revista Bimestre, con sus polémicos temas
sura, que hizo prevaleciera en ella esa «modera- sociales y económicos, como su famoso trabajo
ción» propia de los reformistas ilustrados tomando como pretexto el libro Notices of
criollos de la época, que, a fin de cuentas, tuvie- Brazil, que según confesión del propio autor fue
ron que entrar en contradicción con los la causa determinante de su destierro. 47
retrógados intereses económicos colonialistas a La llegada del general Tacón a Cuba en 1834
favor de la trata y la esclavitud, sobre todo. La se produjo en un momento cuando la prensa
publicación fue muy altamente valorada en su periódica y la publicación de libros tendían a
tiempo. Por ejemplo, el poeta español Quinta- estabilizarse. Pero la censura que implanta
na afirmaba que «la Revista Bimestre Cubana es férreamente el nuevo gobernante hizo que se
el mejor periódico español que se había publi- dejaran de tocar los temas políticos, filosóficos,
cado», criterio que compartían otros muchos religiosos y sociales. Mas quedaba abierta la
especialistas y que, ya a finales del siglo pasado, puerta para obtener licencia para imprimir obras
repetiría Marcelino Menéndez y Pelayo.46 por entregas, de lo cual se aprovechó Mariano
Es indudable que, hoy día, la Revista Bimestre Torrente para publicar trabajos de diversa índo-
sorprende por su modernidad: ya es el tipo de le no relacionados con Cuba.
publicación seria y bien organizada que ha lle- Pero esta brecha fue utilizada también por los
gado hasta nuestros tiempos, la cual intenta ac- jóvenes cubanos que ya habían gustado de la tin-
tualizar la información científica y cultural de ta impresa, y pronto comenzaron a proliferar las
sus lectores, aunque en su caso se tratase sólo publicaciones de «amena literatura», que los
de una minoría letrada y pudiente. Predomina suscriptores recibían por entregas.
el estilo claro y expositivo, desterradas las anti- En 1837 aparecieron la Miscelánea de Útil y
guas ampulosidades y retóricas. Casi sorprende Agradable Recreo y Recreo Literario; en 1838 El
lo amplio y metódico de su material bibliográfi- Álbum, La Cartera Cubana, La Mariposa, El
co, en donde da noticia de los libros importan- Plantel y La Siempreviva, de todas las cuales,
tes publicados fuera de Cuba. A pesar de que la dada su corta vida, ya no quedará ninguna hacia
presencia de Saco es la que confiere su persona- 1841. Como periódicos se habían estabilizado
lidad más definida a la revista, es la sostenida y el Diario de la Habana, el Noticioso y Lucero de
casi siempre anónima colaboración de Domin- la Habana y La Aurora de Matanzas, a los que
go del Monte la que recorre sus páginas desde en 1841 se unirán los habaneros Faro Industrial
los inicios hasta el final. (en donde reaparece el tema político) y La Pren-
Según el Índice de la Revista Bimestre, las co- sa, además de otras publicaciones del interior de
laboraciones de Domingo del Monte allí alcan- la isla, como El Correo de Trinidad, Eco de
zaron la suma de 31, incluyendo notas, reseñas Villaclara, El Fénix de Sancti Spiritus, Noticioso
y artículos de diverso tema, además de ser quien Comercial y El Redactor, estos dos últimos de
más incide en el tema literario, con algunas de Santiago de Cuba. Según Cirilo Villaverde, en
las mejores muestras críticas del momento, este período pueden distinguirse dos momen-
como sus comentarios a libros de Fernández tos, el primero de auge de las revistas, «era de
Madrid, la Condesa de Merlín y Abbot, o los oro para la juventud que comenzaba a saludar la

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literatura, y que acabó a fines del año 1839», y el que, en definitiva, superó como conjunto a lo
segundo, inmediatamente posterior, «la era de que se había hecho hasta entonces. Entre sus lo-
los periódicos, la verdadera era periodística», gros estuvieron la aparición en El Álbum de las
cuyo ímpetu cesó en 1843. primeras muestras de narrativa cubana en las
Es el propio Villaverde quien nos da una apre- manos aún inexpertas de Ramón de Palma y
ciación poco alentadora del saldo arrojado por Cirilo Villaverde (ambos nacidos en 1812), así
estos momentos: como la inclusión en La Siempreviva de la pri-
mera «Cecilia Valdés» y, en La Cartera Cubana,
Todo el mundo se creía llamado a la carre- del «Antonelli» de José Antonio Echeverría (n.
ra escritoril; todos querían escribir, y so- 1815), además de muchos textos en verso y prosa
bre todo publicar; nadie quería estudiar, ni que hoy son merecedores de atento estudio. La
era posible, en medio del afán del ansia nómina de los escritores que colaboraron en es-
vivísima de estampar su nombre en las co- tas publicaciones, además de los ya menciona-
lumnas de algún periódico, y tal vez subir dos, incluye prácticamente a casi todos los más
a la gloria. Declamose en alguno que otro notables que estaban en activo por aquella épo-
periódico, contra esta irrupción no menos ca, entre los que se encontraban (señalando el
bárbara y terrible que la de los pueblos del año de su nacimiento) los siguientes: Juan Fran-
Norte, que atropellando el idioma, el buen cisco Manzano (1797), Felipe Poey (1799), Pe-
gusto, la sana crítica y la filosofía, se había dro José Morillas y Manuel González del Valle
lanzado sobre los periódicos, y amenazaba (1803), Domingo del Monte (1804), Anacleto
inundarlos en insulsos versos y en agerma- Bermúdez (1806), Gabriel de la Concepción
nada prosa; pero el mal era grande, fatal; el Valdés —Plácido— y Francisco de Frías (1809),
remedio que se oponía escaso, insuficien- Francisco Orgaz (1810), Antonio Bachiller y
te, equivocado y los médicos indoctos, sin Morales (1812), José Victoriano Betancourt y
autoridad ni influencia […] Todo pasó, Rafael Matamoros (1813), José Jacinto Milanés
todo se hundió en el eterno olvido, junto (1814), Manuel Costales (1815), Anselmo
con los periódicos y obras periódicas que Suárez y Romero y Leopoldo Turla (1818), José
le dieron nacimiento. El mismo que esto Quintín Suzarte y Ramón Piña (1819), José
escribe, creyó haber hecho algo en el géne- Zacarías González del Valle (1820) y el español
ro novelesco; pero ¡ay!, se ha convencido José María de Andueza (1809), el puertorrique-
últimamente, que tampoco ha hecho nada. ño Narciso Foxá (1822) y el mexicano Francis-
co Gabito. Como vemos, se trata de jóvenes que,
A pesar de su pesimismo ocasional, Villaverde en su inmensa mayoría, hacia 1838 aún andaban
salva algunas revistas, como El Álbum, «redac- en sus veinte años. Aunque este momento de
tada por mi amigo el armonioso y apasionado auge de las publicaciones periódicas, entre 1838
poeta Ramón de Palma», «que había llenado no- y 1843, coincidirá con la plenitud del romanti-
ble, aunque pobremente su carrera»; El Plantel, cismo entre nosotros, ya muchos comenzarán a
que «en su primera aparición, prometía sazona- cuestionarse la validez y permanencia del estilo.
dos y óptimos frutos, en todo género literario; Hacia finales de la década del treinta el senti-
pero pronto pasó a manos torpes e indoctas, y miento de nacionalidad había madurado lo sufi-
fue efímera y mala su existencia», al igual que ciente como para que cualquier medida que to-
La Siempreviva, que «no tuvo tampoco tiempo mase al gobierno colonial en su contra en
de obrar el bien, que se esperaba» y La Cartera realidad tuviese efectos contraproducentes. Pues
Cubana «de insondables bolsas, muerta en la mi- las facultades omnímodas, el desplazamiento de
seria y olvido más lastimosos». los criollos de los cargos públicos importantes
Una visión actual, con mayor perspectiva his- y la censura de prensa, no hicieron más que exa-
tórica, nos hace valorar mejor aquel intento por cerbar la conciencia de que entre cubanos y es-
conseguir un grupo de publicaciones literarias pañoles existía algo más que un océano. Esto no

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120 SEGUNDA ÉPOCA

significaba que todos los que ya se sentían como aceptarse como algo insólito, aislado de su me-
no españoles coincidieran en un deseo común dio, como si su producción no tuviera vínculos
sobre el futuro político de la isla, pues ya sabe- con el desarrollo cultural cubano. Es verdad que
mos que sus ideales abarcaban una amplia gama, Heredia pasó la mayor parte de su vida fuera de
que iba del reformismo al independentismo, sin su isla natal, pero no es menos cierto que su lar-
excluir el anexionismo. Pero lo que sí se hizo ga etapa final transcurrida en México, fue su
evidente para todos, fue la necesidad de realzar momento menos romántico. El conocido his-
las características de estos criollos, que entre toriador literario argentino Enrique Anderson
mezclas de orgullo y amor a la tierra en que na- Imbert, aunque reconoce a Heredia situado ya
cieron, querían dar muestras de que las diferen- «a las puertas del romanticismo», afirma:
cias no tenían un sentido peyorativo, y que tan-
to económica como culturalmente el cubano se Voces románticas se hicieron oir, aquí y allá,
sentía a la par que el español. en toda Hispanoamérica: sólo en la Argen-
tina, sin embargo, se dio en la década de
1830 una generación de jóvenes románti-
2.1.6 Ubicación de nuestro romanticismo cos educados por los mismos libros, vin-
dentro del mundo hispánico. culados entre sí por una actitud vital ante
Características esenciales la realidad histórica, testigos de las calami-
dades de la patria, amigos que en el asiduo
So pena de incurrir en algunas simplificaciones, trato personal coinciden en puntos de vis-
no han estado errados los muchos autores que ta fundamentales, se agrupaban en tertu-
señalan a la Ilustración francesa y su consecuen- lias y periódicos y, al mismo tiempo que
cia, el brote revolucionario de 1789, como el declaraban la caducidad de las normas pre-
inicio de los tiempos modernos, dentro de los cedentes, expresaban, con un estilo nuevo,
cuales aún nos encontramos inmersos. En lite- el propio repertorio de anhelos.49
ratura se suceden o imbrican, a partir del siglo
XVII, los estilos llamados «clasicismo», «neoclasi- Lo anterior, tanto por fecha como por caracte-
cismo», y «prerromanticismo» hasta desembo- rísticas, pudiera aplicarse al grupo que floreció
car, entre fines del siglo XVIII y comienzos del en Cuba alrededor de la figura de Domingo del
XIX, en el llamado «romanticismo». Si definir los Monte (1804-1853) —al cual ni siquiera llega a
límites y características de estos estilos en su mencionar Anderson Imbert en su texto—, a
cuna europea resulta tarea escabrosa, mucho más pesar de la sustancial diferencia de ser la isla aún
lo es cuando los ubicamos en el contexto hispa- colonia mientras la Argentina ya se había
noamericano. Nunca puede olvidarse, como ha independizado.
señalado Raimundo Lazo, que «en Hispanoamé- Existe cierto paralelismo en la forma en que
rica, todo, aunque parezca simplemente impor- se introduce el Romanticismo en ambos países.
tado, tiene que nacer de nuevo; y este punto de En la Argentina es Esteban Echevarría (1805-
vista en la comparación con lo europeo tiene 1851) quien, desterrado en Francia entre 1826 y
consecuentemente que eliminar, como un espe- 1830, regresa en esta última fecha a su patria «si
jismo, la idea de coetaneidad». 48 Cuba, apenas no educado por el romanticismo, por lo menos
acabada de despertar culturalmente a finales del con la mente agudizada por sus lecturas román-
siglo XVIII, recibe y asimila de manera acelerada, ticas». Anderson Imbert señala cómo dicho au-
a su modo, la jugosa herencia europea en unas tor trató de proyectar sobre la realidad argenti-
pocas décadas, para ganarle terreno hasta a su na dos de las fórmulas románticas: el liberalismo
propia metrópoli. político y el realce artístico de lo autóctono.
Ya es un hecho bastante generalizado el reco- Aunque, afirma el autor mencionado, Echeverría
nocer a José María Heredia como el primer poeta «no tenía ni vocación ni genio para la poesía»,
romántico en lengua hispánica, pero esto suele cumplió una función en la historia externa de la

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literatura argentina: «Elvira o la novia del Plata Pero la idea de «cotos cerrados» no resulta
(1832) fue el primer brote romántico trasplan- una exacta representación del estado de Hispa-
tado directamente de Francia, independiente- noamérica entonces, y las mismas guerras
mente del romanticismo español». 50 independentistas, que dejaron a Cuba y Puerto
No hay que forzar el paralelo, sino sólo re- Rico separadas del conjunto continental, en cier-
cordar cómo Domingo del Monte regresa en ta forma ayudaron a precipitar nexos y conclu-
1829 de un viaje por Europa y los Estados Uni- siones que sin ellas no se hubieran producido.
dos, con excelente información sobre la última Los exiliados juegan un papel muy importante.
producción literaria en esos lugares. Su libera- Esa condición es la que hace a Heredia tensar
lismo político y sus esfuerzos por crear una poe- sus mejores posibilidades. Pero existen otros
sía autóctona (sus primeros «Romances cuba- casos significativos. El peruano Manuel Loren-
nos», firmados apócrifamente como el Bachiller zo Vidaurre (1773-1841) fue un enciclopedista
Toribio Sánchez de Almodóvar, son de 1829), es- sentimental y contradictorio, que a su paso por
tán condicionados todavía por un colonialismo la Audiencia de Puerto Príncipe —de donde par-
no desmentido, pero las publicaciones periódi- tió en precipitada fuga hacia Estados Unidos—
cas a las que se entrega con pasión (La Moda en tuvo que dejar huellas, además de los libros que
1829, El Puntero Literario en 1830, la Revista allí imprimió. De Argentina pasa a Cuba José
Bimestre Cubana entre 1831 y 1834) difunden Antonio Miralla (1789-1825), traductor de Gray
ideas moderadamente renovadoras, quizás con y Fóscolo, que muere en México cuando espera
un romanticismo cada vez más ecléctico. Pero encontrarse con su amigo Heredia. De Colom-
es imposible desligar a Del Monte de su amigo bia llega exiliado a La Habana José Fernández
José María Heredia (1803-1839), que en muchas Madrid (1789-1830), a quien llamaban «el Sen-
de sus Poesías de 1825 ya es abiertamente ro- sible», poeta y colaborador con Miralla en em-
mántico. El romanticismo en sí será tópico de presas editoriales, prerrománticas y liberales, que
encendidas polémicas en las publicaciones cu- muere en Inglaterra, en donde había trabado
banas durante esa década del treinta. Por supues- amistad con el venezolano Andrés Bello (1781-
to, florecimientos literarios paralelos como los 1865), quien al radicarse en Chile en 1829 escri-
que ocurren en Cuba y Argentina hacia las proxi- be un artículo sobre los poemas de Fernández
midades de 1830 no pueden circunscribirse a Madrid, en donde se refiere a «una nueva pro-
individualidades, pero los elementos para la moción literaria, distanciada de Meléndez Valdés
comparación desde este punto de vista es indu- y Quintana, la de los emigrados españoles de
dable que existen. 1823», que no se darán a conocer en su patria
Menos accidental al respecto que las andanzas hasta después de 1830. 51
de Echeverría y Del Monte resulta la situación Desenredando el mismo ovillo anterior, po-
cultural histórica del continente hispanoameri- dríamos recordar que en 1831 Domingo del
cano, que durante la etapa colonial había con- Monte dedica una extensa crítica, desde posi-
centrado su mayor auge en tres focos básicos: ciones neoclásicas, a los poemas de Fernández
México, Perú, y Colombia, los virreinatos que Madrid. Mientras que en 1846 en Chile se pu-
alcanzaron tradición y esplendor un tanto ce- blicará la antología América poética, que incluye
rrados en sí mismos, afincados los dos prime- poemas de Heredia, Plácido, la Gómez de
ros en su indudable auge procolombino. Zonas Avellaneda y Fernández Madrid. Y vaya otra
periféricas, abiertas al tránsito de ideas y mer- prueba al canto, ahora en el plano teatral, esco-
cancías, desatendidas en su desarrollo cultural, gida un tanto al azar, de cómo la ola romántica
Cuba y la zona del Río de la Plata se encontra- fue extendiéndose por el continente. En 1842 el
ban mucho más libres de ataduras para recibir mexicano Fernando Calderón (1809-1845) pro-
lo nuevo, que tuvo entonces un nombre especí- duce su drama Herman o la vuelta del cruzado;
fico: «romanticismo». Que, como se ha dicho, el mismo año en el extremo opuesto del conti-
más que un estilo literario fue un modo de vida. nente, el argentino José Mármol (1817-1871)

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escribe El cruzado, otro drama de tema similar. que el crítico hispano estonces de mayor auto-
Pero ya algún tiempo antes, el cubano Ramón de ridad, Augustín Durán, escribe su Discurso so-
Palma (1812-1860) había estrenado y publicado bre el influjo que ha tenido la crítica moderna en
La vuelta del cruzado en 1838, imitado con se- la decadencia del teatro antiguo español y sobre el
guridad de algún modelo europeo. Se trata de modo cómo debe ser considerado para juzgar con-
títulos referenciales, que poco añaden a una va- venientemente de su mérito peculiar, título
loración estética, pero que resultan señales dieciochesco que se abría a la nueva sensibilidad
sintomáticas. No tenemos tampoco noticia al- venida desde fuera. El mismo origen tiene la re-
guna que otro país hispanoamericano se haya valorización de la poesía tradicional popular es-
adelantado a Cuba en tratar de reproducir la «ba- pañola. Böhl de Faber da a conocer entre 1822 y
talla de Hernani» en sus escenarios. En La Ha- 1825 su recopilación Floresta de rimas castella-
bana, la edificación de un gran teatro —el Ta- nas y, entre 1828 y 1832, Durán colecciona su
cón— serviría para más de una escaramuza Romancero general. Estos aspectos son impor-
alrededor de obras escritas en la ciudad por ex- tantes para Cuba, pues es lo que Del Monte trae
tranjeros. Y, ¿acaso El Conde Alarcos de como ideal a propagar, y que condiciona en gran
José Jacinto Milanés (1814-1863), estrenada y medida sus recelos para aceptar el verdadero es-
publicada en 1838, no puede ser considerada la tallido romántico hispánico que ocurrirá des-
primera muestra perdurable del teatro románti- pués. Por supuesto, Del Monte conoció de pri-
co hispanoamericano? mera mano muchas muestras del despertar de la
Las condiciones políticas en España hacen que nueva sensibilidad europea. En realidad Cha-
su romanticismo aflore al regreso de los exiliados teaubriand, Byron, Walter Scott, Lamartine y
políticos, que habían permanecido sobre todo hasta Víctor Hugo, entre otros, fueron difundi-
en Inglaterra. A la lucha contra la invasión dos en Cuba desde la década del veinte (Heredia
napoleónica había seguido el despotismo de Fer- es la mejor prueba de ello). Ya a finales de los
nando VII hasta 1820, cuando una breve revo- años treinta se discute sobre la caducidad del
lución liberal —que tuvo importantes repercu- estilo romántico, que sin embargo seguirá pre-
siones en Cuba— permitió un respiro de tres valeciendo durante algunas décadas más, ahora
años, para instaurarse después, otra vez, un «nue- sí con algunas influencias directas españolas,
vo régimen de terror» hasta 1833, la «ominosa aunque Cuba ya había dado, anticipadamente, a
década» que tendrá su fin —para España— con la poesía romántica en lengua española cuatro
la muerte del rey. Es entonces cuando, bajo el nombres importantes: José María Heredia,
estímulo del romanticismo que triunfaba en Gabriel de la Concepción Valdés, José Jacinto
otros países europeos, se empiezan a producir Milanés y Gertrudis Gómez de Avellaneda.
obras españolas decididamente dentro de ese Uno de los tópicos del romanticismo euro-
estilo: las fechas básicas suelen atribuirse al peo será exaltar la libertad individual. Es sabido
Duque de Rivas, que en 1834 publica su leyen- su insistencia en los héroes rebeldes —piratas,
da El moro expósito y, en 1835, estrena su famo- bandidos, etc.— que cultivan un «yo» altivo y
so drama Don Álvaro o la fuerza del sino. Al año anárquico. Pero en la América hispana el roman-
siguiente Larra se suicida y, en su entierro, se da ticismo llega en el momento de su liberación de
a conocer Zorrilla, a quien sigue en populari- la metrópoli colonial. Es el estilo de su inde-
dad, poco después, José Espronceda. 52 pendencia política. A pesar de que Olmedo cante
Como preludio al estallido romántico, había al héroe Bolívar en versos más bien neoclásicos,
ocurrido una revalorización de la literatura es- la prosa del propio héroe tiene el desborde apa-
pañola antigua, sobre todo del teatro español de sionado de un romántico. Pero será en Cuba, la
los Siglos de Oro, realizada por importantes crí- tierra americana aún no libre, donde la tradición
ticos alemanes, entre los que sobresalía Schlegel, romántica se vincule más al ansia indepen-
traducido en 1814 por Nicolás Böhl de Faber, dentista de la colectividad. Hasta convertirse en
lo cual dio origen a una larga polémica, hasta una fuerte tradición, a veces soterrada, que

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permea todo el siglo XIX. Para encontrar algo lejos de utilizar la literatura como una vía
parecido habría que buscarlo en los romanticis- escapista o sublimadora de la compleja situación
mos de la Europa oriental. Es decir, la exalta- de todo tipo que vivían, y a enfrentarla lo más
ción de una independencia colectiva muy con- directamente que pudieron dedicaron sus me-
creta, característica americana que pone de vuelta jores esfuerzos. Por otro lado, la subjetivación
la medalla europea occidental de la libertad in- de la naturaleza encauzó su legítimo elogio del
dividual. paisaje insular como manera de reafirmar esa na-
Cualquier característica del romanticismo cionalidad que ya los neoclásicos habían mani-
cubano tiene que poner su atención en la figura pulado. Y lo autóctono ganó cada vez más te-
de Domingo del Monte, sin que por ello trate- rreno, por derecho propio.
mos de esquematizar su importancia. Pero Del Si en ese despertar nacional el pensamiento
Monte, por su cultura, inteligencia y conoci- racionalista heredero de la Ilustración había ejer-
miento de primera mano, fue el cubano que en cido un eficaz papel, la situación imperante no
su tiempo pudo adentrarse mejor en el fenóme- permitirá que fructifiquen los brotes irraciona-
no del romanticismo europeo. Aunque no fue- listas y de Varela a Luz y Caballero el tránsito es
se para aceptarlo incondicionalmente, sino para predecible y firme. Externamente podría argüir-
someterlo a un rigurosa crítica de acuerdo con se que ninguno de ellos es un romántico, pero
su formación, ideas y las condiciones existentes la respuesta sería la de que ellos son nuestros
en Cuba. En Del Monte se vislumbran con cla- ideólogos más representativos —y agréguese la
ridad dos tendencias antitéticas. Por un lado, sus figura de Saco— durante ese período en que nace
concepciones tradicionalistas en política, reli- y fructifica el romanticismo literario y se ten-
gión y literatura, que lo hacen aceptar el tutelaje drá otra característica de lo que el florecimiento
colonial español, el cristianismo como centro de ese estilo significó en Cuba.
unificador de su pensamiento y el neoclasicismo Recordemos las palabras de Raimundo Lazo
como punto referencial estético válido. Pero, a citadas al comienzo de este epígrafe, o pense-
su vez, Del Monte es el hombre que busca lo mos en la afirmación de Mirta Aguirre acerca
nuevo y que trata de hacer avanzar hacia ese de que no existió un romanticismo, sino mu-
«progreso» ideal decimonónico a una tierra que chos, a veces antitéticos entre sí.53 El romanti-
mucho lo necesitaba. Por eso lucha por la refor- cismo cubano, por las condiciones históricas en
ma del estatus colonial, el cese de la trata negrera, que se produce, tuvo características muy parti-
el conocimiento de la mejor literatura que se pro- culares y diferenciadoras, incluso dentro de su
ducía entonces en Europa, el mejoramiento de marco natural hispanoamericano, en donde debe
las costumbres, etc. Nunca dentro de un espíri- ser situado más que en su relación con España,
tu revolucionario, el romanticismo controlado pues otra de sus características claves es su cos-
que propugnaba tuvo que írsele de las manos, mopolitismo, quizás moderado, pero sin dudas
precisamente por las condiciones prevalecien- existente. Por primera vez la literatura cubana,
tes en el país. al poner la vista más allá del Océano Atlántico,
Los dos problemas básicos de la Cuba colo- dejaba de tener como foco predilecto a España
nial de entonces tuvieron que aflorar, a veces para interesarse, con parecido o aún mayor én-
veladamente dada la férrea censura gubernamen- fasis, por otros países europeos. Francia en pri-
tal. Estos problemas eran, por supuesto, la for- mer lugar, pero no tan rezagadas Inglaterra, Ita-
ma de dependencia colonial establecida por Es- lia y aun Alemania. El interés se extiende a países
paña y el utilizar el trabajo esclavo como base como Polonia o Rusia y hasta despierta ese afán
del sistema económico. Dichos aspectos encon- orientalista que ya por la vía colonial de las Fili-
traron formas idóneas para expresarse en el ro- pinas tenía cierta cotidianidad en la isla. El ro-
manticismo y, con variedad de matices, así lo hi- manticismo, en definitiva, permitió uno de los
cieron. Urgida por la misma realidad que vivía, más espléndidos brotes de la poesía cubana, sir-
la primera generación de románticos estuvo muy vió de partera a una narrativa incipiente pero con

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124 SEGUNDA ÉPOCA

perfiles propios, así como a una explosión tea- culo de costumbres hasta la disquisición filosó-
tral después no continuada, e hizo desarrollar fica contribuyó a reafirmar a ese estilo como el
una variada y acuciante prosa, que desde el artí- primer gran florecimiento de la literatura cubana.

NOTAS
(CAPÍTULO 2.1)

1
Predomina una piedra caliza, porosa, que era fácil- positor habanero Antonio Raffelin, de posterior tra-
mente víctima de la erosión. El siglo XIX va a en- yectoria internacional) y Periódico de Música (1826).
frentarse a la crisis de las grandes fuentes maderables
del país y por eso proliferó el hierro en enrejados y
12
También las contradanzas se inspiraban en nuestros
motivos decorativo-funcionales. escritores, como lo prueban las tituladas «Abufar»
y «El conde Alarcos», en franco homenaje a las obras
2
Para una amplia información al respecto ver: teatrales de Heredia y Milanés, respectivamente.
Feliciana Chateloin: La Habana de Tacón. Editorial
Letras Cubanas, La Habana, 1989.
13
Alejo Carpentier: ob. cit., p. 145.
14
Serafín Ramírez: La Habana artística, apuntes his-
3
Adelaida de Juan: Pintura cubana: tema y variacio-
tóricos. Imp. del E.M. de Capitanía General, Haba-
nes. UNEAC, La Habana, 1978, p. 22.
na, 1891, p. 126.
4
Luz Merino: «Apuntes para un estudio de la Acade- 15
Es significativo, por sus implicaciones políticas, el
mia de San Alejandro», en Letras. Cultura en Cuba texto de un decreto del Capitán General Vives, fe-
4. Prefacio y compilación de Ana Cairo Ballester. chado en 1830, autorizando una solicitud hecha por
Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1987, pp. Ramón Pinto y otros aficionados: «Concedo a los
311-329. suplicantes el permiso que solicitan, avisando al Co-
5
Adelaida de Juan: Pintura y grabados coloniales cu- misario de barrio para que cele el mayor orden, y
banos. Contribución a su estudio. Editorial Pueblo y bajo la expresa condición de que sólo se ocuparán
Educación, (Cuadernos H-Arte), 1974, p. 50. de lo ofrecido, de música» (Ramírez, ob. cit., p. 127).
6
Guy Pérez Cisneros: Características de la evolución
16
Serafín Ramírez: ob. cit., pp. 64-65.
de la pintura en Cuba. Dirección General de Cultu- 17
Alejo Carpentier: ob. cit., p. 178.
ra, La Habana, 1959.
18
Ed. cit., p. 168. Una anécdota amorosa crea nexos
7
Guillermo Sánchez Martínez: «Federico Mialhe: di- entre el músico y otro escritor. Saumell se enamora
seño biográfico y señalamientos para la estimación de Dolores de Saint-Maxent, una belleza habanera
de su obra», en Letras. Cultura en Cuba 4, ob. cit. —cantante aficionada que se dice introdujo en Cuba
(1987), p. 354. la obra de Schubert— quien lo desdeña para casarse
con Ramón de Palma, con lo cual causa tal abati-
8
Alejo Carpentier: La música en Cuba. Editorial Le- miento en el músico que esto se da como una de las
tras Cubanas, La Habana, 1988, p. 116. causas por las cuales desistió de su proyecto
9
Ob. cit., p. 128. operático.
10
Ob. cit., p. 147.
19
Sergio Aguirre: «Seis actitudes de la burguesía cu-
bana en el siglo XIX», en su Eco de caminos. Edito-
11
Zoila Lapique Becali: Música colonial cubana (1812- rial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 84.
1902). Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1979, 20
Sergio Aguirre: «De nacionalidad a nación», en ob.
tomo I. Otras publicaciones musicales anteriores,
cit., pp. 419-448.
algunas conocidas sólo de nombre, fueron El
Filármonico Mensual (1812), Periódico Musical 21
Ramiro Guerra: Manual de historia de Cuba. (Eco-
(1822, que ya reproducía piezas litografiadas), nómica, social y política.) Consejo Nacional de Cul-
Journal Música (1822, en donde colaboraba el com- tura, Habana, 1962, p. 272.

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 125

22
Félix Varela: «Memoria que demuestra la necesidad nisterio de Educación, Dirección General de Cul-
de extinguir la esclavitud de los negros en la Isla de tura, La Habana, 1960) algunos de los textos escri-
Cuba…», en José Antonio Saco: Historia de la es- tos por él en El Mensajero…, con introducciones y
clavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo y en notas realizadas a posteriori, deja bien expreso en
especial en los países Américo Hispanos. Cultural, ellos la colaboración de Varela. Por ejemplo, ver en
S.A., Habana, 1938, tomo IV, p. 11. el tomo I de Papeles sobre Cuba (ob. cit.), las pp.
321 y 256.
23
Francisco de Arango y Parreño: «Reflexiones de un
habanero sobre la independencia de esta isla», en 33
Cintio Vitier: «Prólogo», en su La crítica literaria y
sus Obras de Francisco de Arango y Parreño. Minis- estética en el siglo XIX cubano. Pról. y selecc. […].
terio de Educación, Dirección de Cultura, La Ha- Biblioteca Nacional José Martí, Departamento Co-
bana, 1952, tomo II p. 425. lección Cubana, La Habana, 1968-1974, Tomo I, pp.
15-16. Saco reprodujo íntegramente su polémica con
24
Roque E. Garrigó: Historia documentada de la La Sagra en el tomo I de su Colección de papeles
Conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar, por el (ob. cit.).
Dr. […] Imprenta «El Siglo XX», A. Muñiz y hno.,
La Habana, 1929, tomo II, p. 87. 34
Dirigidas especialmente a las mujeres también ha-
bían sido el Correo de las Damas (1811), con Simón
25
Manuel Lorenzo Vidaurre: Los ideólogos. Edición Bergaño como codirector, y la hoy perdida Biblio-
y Prólogo de Alberto Tauro. Comisión del Sesqui- teca de Damas (1821), de José María Heredia.
centenario de la Independencia del Perú, Lima, 1971,
p. 154. 35
En este aspecto las intenciones no siempre se daban
de la mano con las posibilidades litográficas. Así y
26
Vicente Rocafuerte: Vicente Rocafuerte, un ameri- todo, durante su primera época pudieron publicarse
cano libre. Prólogo y notas de José A. Fernández de las contradanzas de la Matilde (que era personaje
Castro. Secretaría de Educación Pública, México, de los comentarios de modas), del Abufar (inspira-
D.F., 1947. da en la tragedia de igual nombre traducida por
27
Francisco González del Valle: Cronología herediana Heredia) y del Abencerrage, así como unas cuantas
(1803-1839). Dirección de Cultura de la Secretaría canciones, algunas de autores cubanos, como «Las
de Educación, La Habana, 1938. lágrimas de piedad», con letra también de un poema
de Heredia. Ver Zoila Lapique: ob. cit., tomo I, pp.
28
Carlos M. Trelles: «Bibliografía de la prensa cuba- 105-114.
na de 1764 a 1900», en Instituto de Literatura y Lin-
güística: Diccionario de la literatura cubana. 2 to-
36
Por supuesto, el mantenido recuerdo del gran poeta
mos. Ed. Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, cubano precisamente en su destierro, tenía una evi-
1980, tomo I, p. 71. dente intención política. Los textos publicados co-
rrespondían a cartas tan bien escritas que sugieren
29
José Fernández Madrid: «Manifiesto Patriótico» en ya algo más que la simple comunicación epistolar.
su José Fernández Madrid y su obra en Cuba. Con-
sejo Nacional de Cultura, Publicaciones del Archi-
37
En el Diccionario de la literatura cubana (ob. cit.,
vo Nacional de Cuba, La Habana, 1962. tomo 2, p. 625) se ofrecen las fuentes de estas afir-
maciones. El último número de La Moda apareció
30
José Antonio Fernández de Castro: «José Fernán- el 11 de junio de 1831. Es paradójico que Desval y
dez Madrid, prócer colombiano de la independen- Dorilo abran y cierren las publicaciones literarias
cia de Cuba», en su Ensayos cubanos de historia y del período: metafóricamente funcionan como en-
crítica. Jesús Montero editor, La Habana, 1943. cargados de descorrer y correr las cortinas de una
función en la cual los momentos más importantes
31
Ángel Augier: «Reencuentro y afirmación del poeta
no estuvieron nunca a su cargo.
José María Heredia», en su Poesías completas. Ho-
menaje de la ciudad de la Habana en el centenario de 38
Cirilo Villaverde: «Periodismo», en su El periodis-
la muerte de Heredia, 1839-1939. Municipio de la mo en Cuba. Libro conmemorativo del día del pe-
Habana, 1940-1941, volumen I. riodismo, 1941, pp. 149-153. Originalmente apare-
cido en La Aurora de Matanzas en 1846.
32
Aunque el nombre de Félix Varela no aparece en
ningún número de El Mensajero… como autor, José 39
Así lo afirma el Catálogo de publicaciones seriadas
Antonio Saco, que sí dio a conocer su identidad des- cubanas de los siglos XVIII y XIX (2a. edición, Biblio-
de las páginas de la revista, cuando reproduce en teca Nacional José Martí, Departamento Colección
1858 dentro de la colección Papeles sobre Cuba (Mi- Cubana, La Habana, 1984, p. 70). Es dudosa la afir-

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126 SEGUNDA ÉPOCA

mación de Mary Cruz acerca de que Del Monte era secretario (¿de redacción?) Garci Sánchez del Pal-
«director-propietario» de la revista («El Romanti- mar. Otros colaboradores reconocibles de El Pun-
cismo visto por Bachiller y Morales (1830-1838)», tero… fueron Pedro José Morillas (n.1803),
en Revista de Literatura Cubana, a. IV, n. 6, enero- Anacleto Bermúdez (n.1806) y José Miguel Angu-
junio, 1986, p. 27), pues inclusive al cesar su publi- lo y Heredia. Autor también muy ligado a Del Mon-
cación, el periodista español Ángel Iznardi le escri- te en aquel momento era Manuel González del Va-
be a Del Monte: «Siento la muerte del puntero y por lle (n.1802). Como se ve, ninguno alcanzaba la
ella te doy el más cumplido pésame, si bien te que- treintena, lo cual enfatiza el carácter juvenil de la
dan pa. consolarte otros hijos del entendimiento q.– empresa.
viven y crecen, cuando este no era más q.– ahijado»
(Centón epistolario de Domingo del Monte. 7 tomos.
43
Cintio Vitier ha apuntado cómo para P. J. M.,
Con un prefacio, anotaciones y una tabla alfabética Heredia era ya un romántico, criterio que no era el
por Domingo Figarola-Caneda. Imprenta El Siglo de Del Monte y que tuvo que esperar un siglo para
XX, La Habana, 1926-1957, tomo I, p. 112). ser retomado de nuevo.
40
Antonio Bachiller y Morales: Apuntes para la histo-
44
Cintio Vitier: «Prólogo», tomo 1, p. 29.
ria de las letras y la instrucción pública en la isla de 45
Ob. cit., p. 12.
Cuba. Con introducción de Francisco González del
Valle y biografía del autor por Vidal Morales y Mo- 46
El criterio de Quintana, así como otros datos sobre
rales. Cultural, La Habana, 1936-1937, tomo II, p. la revista, están tomados del Índice de la Revista
230. Bimestre Cubana. (Compilado y prologado por
41
Son sintomáticas las características de «verosímil» Araceli García Carranza.) Biblioteca Nacional José
y «claro» dadas al romanticismo, cuando en reali- Martí, Departamento Colección Cubana, La Haba-
dad éste se asociaba más con sus contrarios. Aquí na, 1968.
encontramos uno de esos resabios neoclasicistas que 47
José Antonio Saco: ob. cit. (1960), tomo II, pp. 30-
Del Monte pretendía mantener en el romanticismo 90.
cubano.
48
Raimundo Lazo: Historia de la literatura hispano-
42
Tibur era el nombre antiguo de la ciudad italiana de
americana. El siglo XIX (1780-1914). Editorial Pue-
Tívoli, Castalio aludía a la fuente mitológica cuyas
blo y Educación, La Habana, 1969, tomo II, p. 17.
aguas inspiraban a las musas, Manzanares es el co-
nocido río que pasa por Madrid. Es curioso que la 49
Enrique Anderson Imbert: Historia de la literatura
votación fuese 3 a 2, lo cual supone que el secreta- hispanoamericana. La Colonia. Cien años de repú-
rio no votó y, aunque con las restricciones de crite- blica. 4a. edición. Fondo de Cultura Económica,
rios muy castizos y moderados, Manzanares lo hizo México, D.F., 1962, p. 224.
a favor del edicto. El predominante tono humorís-
tico permite dudar que tras cada seudónimo figura- 50
Ob. cit., p. 222.
se un personaje real. En realidad Íñigo del Jagüey,
Rodrigo de la Seiba y Carlos Manzanares podían
51
Mencionado por Anderson Imbert, ob. cit., p. 116.
ser matices complementarios de las opiniones del 52
Para la situación española, ver Ángel del Río: His-
propio Del Monte (n.1804), aunque Mary Cruz toria de la literatura española. Desde 1700 hasta nues-
encuentre similitudes entre De la Seiba y Bachiller tros días. Edición Revolucionaria, La Habana, 1968,
y Morales (n.1812), quien según pruebas bastante volumen II, pp. 45-95.
convincentes aportadas por Roberto Friol (Suite
para Juan Francisco Manzano. Editorial Arte y Li- 53
Mirta Aguirre: El romanticismo de Rousseau a Víctor
teratura, Ciudad de La Habana, 1977, p. 187) era el Hugo. Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973.

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2.4 LA POESÍA DEL PRIMER ROMANTICISMO CUBANO
(1820-1844)

2.4.1 Características generales trópoli, todavía apenas esbozada la necesidad de


rompimiento con esta última, el quehacer lite-
La etapa comprendida entre los años 1820 y 1844 rario cubano dependía en gran medida de usos y
constituye indudablemente el momento en que modas peninsulares. Si España vivió un neoclasi-
la poesía cubana adquiere definición propia y cismo epigonal de poco vuelo lírico, inundado
madurez artística. Basta comparar lo que se pro- de retoricismo y referencias mitológicas, no otra
ducía dentro del género antes de la primera de cosa pretendieron hacer, al menos teóricamen-
dichas fechas y el balance que puede hacerse del te, nuestros poetas de finales del XVIII y princi-
mismo al final del período, no sólo cuantitati- pios del XIX. Pero ya se ha insistido bastante en
vamente sino también cualitativamente, con vo- que nunca movimientos o escuelas literarias for-
ces que aún se consideran entre las más altas de mados en Europa son los mismos después de
nuestro acervo lírico y un grupo de poemas ya cruzar el océano. Si suelen funcionar como estí-
instalados con firmeza entre los hitos de ese mulos o modelos supuestamente ideales, al lle-
género que, para muchos, resulta no sólo la más gar a nuestras playas su desarrollo puede tomar
alta expresión literaria de nuestro siglo XIX, sino cauces insospechados, ya sea por los nuevos con-
uno de los más vigentes aportes nacionales al textos de todo tipo que encuentran o las peripe-
quehacer cultural de lengua hispánica. Aunque, cias históricas a las que se ven asociados. Si los
si este período en sí puede caracterizarse como poetas cubanos trataron de cultivar el neoclasi-
un momento de cristalización y auge, esto no cismo según los modelos hispánicos, ya ciertas
significa que admita deslindarse fácilmente de constantes que van definiéndose como propias
las etapas que lo anteceden y suceden, pues las de la isla hacen patente su presencia, y los mol-
líneas de continuidad son demasiado evidentes des retóricos al uso van quedando como expe-
y fluidas. Pero tampoco nos impide esbozar una riencias externas que no garantizan su per-
serie de características, algunas particulares del manencia. La utilería de lo mitológico, la
momento y otras más generales para toda nues- temperancia formal que se concreta en cierto
tra poesía decimonónica, que definen o matizan corto número de metros y estrofas canoniza-
la producción de la subetapa en forma bastante dos, la expresión controlada y hasta meditada
evidente. A continuación, trataremos de esbo- de las emociones, la visión de la realidad —hom-
zar algunas: bres, cosas— encuadrados en estilizados esque-
1) Por supuesto, sin la tradición literaria pro- mas de un realismo tan idealizado que resulta
pia suficiente y utilizando moldes lingüísticos y artificial, se hacen en aras de un «buen gusto»
artísticos importados necesariamente de la Me- muchas veces muy dudoso, pero que como as-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 153

piración será lo que de la escuela neoclásica más vez a la cabeza) y entre los autores más favore-
arraigará entre nosotros, impulsado por el eclec- cidos se encuentran, sin lugar a dudas, Lamartine
ticismo bien informado pero con limitaciones y, poco después, Víctor Hugo, junto a nombres
evidentes de Domingo del Monte. menores muchas veces ubicables en lo que ha
Ninguno de nuestros poetas abiertamente solido llamarse prerromanticismo. Pero no pue-
neoclásicos dejará honda huella en el posterior de olvidarse que los románticos ingleses e ita-
desarrollo lírico. José María Heredia es tan gran- lianos fueron también muy leídos e imitados.
de y decisivo poeta que hace olvidar casi todas Hay que recordar que ya en 1823 el argentino
las pequeñas y discretas voces que hasta enton- Miralla daba a conocer en Cuba a Young y
ces habíamos tenido, y él mismo se erige como Fóscolo. Lord Byron, conocido o no directa-
la gran influencia de la poesía cubana que le su- mente, fue una presencia siempre activa. Una
cede. Heredia no es un escritor de transición ni somera revisión de los autores que tradujo
un ecléctico, sino algo mucho más complejo. Heredia nos ofrece un primer rico abanico de
Toma de aquí y de allá, pero su expresión perso- acercamientos: entre otros poetas franceses de
nal se impone y sus obras son a veces dramáti- menor categoría, los preferidos resultaron ser
camente románticas o equilibradamente clási- Millevoye y Lamartine; del inglés, el falso
cas, pero siempre «heredianas», cosa que tan bien Ossian, Campbell, Byron y Young; del italiano
supo aquilatar José Martí. Heredia retoma y crea Fóscolo; del alemán Goethe. El panorama no se
muchas de las que serán constantes de la poesía alterará mucho para nuestros siguientes poetas,
cubana decimonónica. Colocado en las con- que recibirán pronto las resonancias hugonianas
fluencias de estilos y épocas, ya muy analizadas y, por supuesto, las nuevas voces que surgen en
y verificadas por la crítica sus relaciones con la metrópoli, con Zorrilla y Espronceda a la
otros autores, de hecho liquida entre nosotros cabeza.
toda la parafernalia neoclásica sin llegar a impo- Debe subrayarse que el desarrollo del roman-
ner lo romántico, que no asume como escuela, ticismo en España es paralelo y no antecede a la
sino como coyuntura necesaria de su expresión aparición de rasgos de este estilo en Cuba. Lo
personal. Después se verá cuántos rasgos cual no quiere decir que dejen de sobrevivir aquí
«heredianos» irán caracterizando lo que se ha los ejemplos de Meléndez y Valdés, Gallego,
llamado el «Romanticismo cubano». Cienfuegos y Quintana, algunos nimbados con
2) Si los románticos europeos van a ser tan esa aureola de «buen gusto» —que Del Monte
disímiles entre sí que a veces se ha dudado agru- sí había negado justamente a Arriaza e Iriarte,
parlos bajo una misma denominación y cada uno por ejemplo—, pero otros combatidos con ar-
genera posturas disímiles —que pueden llegar a dor, tal como hace Bachiller y Morales con
tocar ideológicamente extremos tanto reaccio- Cienfuegos. Entre algunos autores del momen-
narios como progresistas— los ecos de ellos to existió una evidente voluntad de reproducir
entre nosotros no son difíciles de deslindar en en Cuba una contraposición entre «clásicos» y
sus inicios, aunque luego se amalgamen y, de «románticos» que en realidad no cuajó, según
hecho, constituyan «otro» romanticismo. En puede verificarse también en nuestro desarrollo
primer lugar hay que recalcar que los impulsos teatral; allí se trató de fabricar «nuestra batalla
iniciales, ya como escuela o estilo definido, no de Hernani», que pronto, demasiado pronto, fue
nos llegan de España ni de ningún otro país trascendida por un Conde Alarcos que ya se en-
hispanoparlante. Es indudable que el romanti- tendía superaba la famosa contraposición. En
cismo francés es el gran modelo, y sus poetas se poesía, la polémica que se produjo en 1823, cuan-
difunden en nuestro medio con amplitud, casi do Del Monte de manera anónima elogió los
siempre en su lengua original, y constituyen poemas de Heredia y le salieron al paso los
objeto de múltiples traducciones e imitaciones. neoclásicos Desval (Ignacio Valdés Machuca) y
El francés se convierte en la lengua culta sobre Dorilo (Manuel González del Valle), se desva-
todo de nuestros poetas (con Del Monte otra neció cuando Ramón de la Sagra atacó al cantor

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154 SEGUNDA ÉPOCA

del Niágara en 1828. Entonces se hizo evidente queda en ella o acaso no llega a constituirse en
una contradicción más profunda que la supues- algo reconocible, valioso, con rasgos propios?
ta entre clásicos y románticos: la existente en- Indudablemente la poesía que se produjo en
tre cubanos y españoles. Cuba entre 1820 y 1844 tiene valores caracte-
Sin embargo, se seguía intentando el mani- rísticos, en los que asimila variadas fuentes, con
fiesto o la polémica que enfrentaba ambas ten- acusadas diferencias y similitudes respecto a los
dencias: así sucedió con El Puntero Literario, la romanticismos europeos. Pero más que con otra
efímera publicación de Del Monte y Bachiller y denominación, preferimos hablar de ella como
Morales, sobre todo con el artículo «Glorieta perteneciente a «otro» romanticismo entre los
de la crítica», en donde se recogía la discusión varios que florecieron en la literatura universal
que a orillas del Almendares se produjo el 28 de a principios del siglo XIX.
diciembre de 1829 entre poetas que defendían 3) Cintio Vitier, en su ineludible Lo cubano
el clasicismo o el romanticismo. Entre los pri- en la poesía, habla del desarrollo gradual de nues-
meros estaban «Florencio Tibur» y «Carlos tra poesía desde afuera hacia adentro, de lo ex-
Manzanares» y entre los segundos, «Íñigo del terior a lo interior, revelada en varios estratos:
Jagüey» y «Rodrigo de la Seiba». Aunque la con- «naturaleza, carácter, alma, espíritu». Proceso
clusión se concretó sobre todo a desterrar lo que para él resulta «clarísimo», a pesar de que
mitológico de la poesía, nótese que los «román- dichas instancias «suelen aparecer entremezcla-
ticos» utilizaban como seudónimos nombres de das, e influidas además decisivamente por el fun-
frondosos árboles nativos, a diferencia de los damental problema de la asimilación y transfor-
españolizantes «clásicos». mación de lo europeo».2 Y a partir de Heredia
En 1838 se produjo una polémica entre An- se tienen ganancias irreversibles: la naturaleza
tonio Bachiller y Morales y Ramón de Palma, nativa no es sólo descripción amorosa, sino
iniciada por el artículo del primero «Literatura interiorización en un ideal de libertad, que se
romántica», en donde consideraba a esta escue- hace cada vez más patente e imperioso. En 1820
la como «la libertad en literatura», aunque con- tanto el sexagenario Zequeira como el adoles-
cluía, parafraseando a Víctor Hugo, con la afir- cente Heredia cantan en sendos poemas a «Es-
mación de que «las clasificaciones de clásicos y paña libre». Pero cuando tres años después el
románticos cayeron en el abismo de 1830, como propio Heredia alude directamente a la indepen-
la de glukistas y piccinistas en la sima de 1789. dencia de Cuba en su composición «A la insu-
El arte solamente ha quedado.» En definitiva, rrección de la Grecia en 1820», estará iniciando
talmente parecía que la discusión clásico-román- una línea fundamental de la poesía decimonónica
tica había desaparecido ya, superada por un cubana. El ideal libertario en la poesía podrá ser
«Eclecticismo» que todos los críticos hoy día sólo premisa filosófica o tema literario en esti-
suelen reconocer y achacar a la influencia los o modas foráneos, pero en Cuba asumió una
delmontina. Recientemente Federico Álvarez ha connotación muy precisa a partir de la década
reivindicado la denominación de «eclecticismo» del veinte, y si hay un rasgo que caracterice a
para caracterizar a toda la literatura hispanoame- nuestra lírica romántica será su recurrencia, a
ricana del siglo XIX, depurándola de la connota- veces velada, simbólica o tan sólo como sugeri-
ción filosófica cousoniana que el término a ve- da añoranza, a la necesaria libertad de la isla.
ces tuvo entre nosotros.1 Pero ecléctico puede La presencia de la naturaleza cubana en nues-
ser quien toma de aquí y de allá, sin definirse tra poesía, ya jerarquizada por Vitier en el pro-
por algo propio. El diccionario nos dice que es ceso en el cual después de las frutas (paladar y
quien «adopta entre varias opiniones o cosas lo olfato), aparecen los árboles y pájaros (mirada,
que mejor le parece», o aquello «formado de ele- oído), pasando de los sentidos más sensuales a
mentos tomados a diversos sistemas». Aun en los más espirituales, restalla en emotivas recons-
el caso que aceptemos que esto pasa con nues- trucciones «del natural», que superan los
tra poesía entre 1820 y 1844, ¿es que sólo se estilizados paisajes arquetípicos, no sólo del

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 155

neoclasicismo. Si existe un rasgo de los varia- la aptitud estética primitiva y elemental, y


dos romanticismos europeos que va a prender el participar todos, en mayor o menor gra-
entre nosotros, será esa subjetivación del paisa- do, de los goces artísticos, no ya como
je, que convierte a la naturaleza en reflejo de los meros contempladores, sino como produc-
estados de ánimo del autor, y de sus más caros tores, impiden que [en Cuba] se desarro-
anhelos. Esa secreta significación que el paisaje lle con bastante pujanza el genio individual
cumple entre nosotros será otro rasgo eminen- y que pueda completar su educación con
temente herediano que perdurará con insisten- estudio y reposo. 3
cia transformadora hasta los primeros balbuceos
modernistas. Si era ya tradición permanente la Lo anterior explicaba, para Menéndez y Pelayo,
fusión balanceada de artefactos foráneos con la falta de atildamiento en la forma y serenidad
aspectos muy criollos, visible ya desde el Espejo conceptual que él buscaba como virtudes máxi-
de paciencia hasta Valdés Machuca y Plácido, sin mas, pero le impedía ver lo que en la propia pe-
olvidar a Zequeira, a partir de Heredia predo- nínsula había sabido rastrear a través de los ro-
minará un punto focal netamente cubano, y des- mances: el fuerte sentido popular de que está
de él se asimilará y expondrá lo extranjero. cargada la poesía cubana, precisamente en sus
4) Existe un sentido de lo popular en la poe- años de formación y primer auge. La línea divi-
sía cubana cuya observación no pudo escapar soria entre camarillas de poetas cultos, aislados
a la docta pero a veces muy prejuiciada visión de los cultivadores silvestres y espontáneos no
de Menéndez y Pelayo, que a la postre más es tan fácil de establecer en Cuba, por lo menos
bien como reparo hizo la siguiente observa- hasta el modernismo. Esa pujanza del «genio
ción, no exenta de cierto pintoresquismo tropi- individual» universalmente repartido, puede
calista: impedir que se completen sus educaciones «con
estudio y reposo», pero por otra parte garantiza
En Cuba todo el mundo hace versos, y son una vitalidad, frescura y raigambre popular que
muchos los que hacen versos sonoros y bri- no es de creerse pueda ser desdeñable en ningu-
llantes, que pueden fascinar en la recitación na forma.
y aún en la primera lectura, aunque carez- El círculo delmontino pudo tener sus obvios
can por lo demás de todo valor intrínseco. rezagos clasistas, pero no fue aristocratizante y
La ardiente fantasía de los naturales de supo retomar una tradición popular que ya exis-
aquel suelo, privilegiado en todo; lo vehe- tía entre nosotros, la cual, particularmente el
mente, férvido y extremoso de sus afectos; romanticismo alemán con su búsqueda de lo
la viveza y rapidez de comprensión, propia folklórico, estimula y enriquece. A veces los más
de la mente de los criollos; la movilidad de cultos intentan ser los trasmisores de las esen-
sus impresiones, el oido armónico de que cias populares (Del Monte, Palma, Muñoz del
la naturaleza parece haberles dotado y que Monte, Matamoros) o los de formación más
los hace en extremo sensibles a los presti- humilde tratan de ser redomados literatos (Man-
gios de la música y al halago del metro, son zano, Poveda, Vélez Herrera), pero esto ayuda
cualidades y condiciones que, unidas al por- a que la delimitación entre «cultos» y «populis-
tentoso espectáculo de aquella prolífica ve- tas» sea muy variable y desdibujada, y ambas
getación y el influjo de aquella atmósfera posibilidades florecen por igual en los más im-
de fuego, predisponen e inclinan a la ma- portantes poetas del momento: Plácido y
yor parte de los cubanos a la improvisa- Milanés. Si en Heredia no es patente esta vo-
ción poética, tomada esta palabra improvi- luntaria contaminación, consigue, sin embargo,
sación en el sentido más lato posible, es ser el más universalmente popular de todos,
decir, como sinónimo de creación espon- porque hace palpable el ideal común de una Cuba
tánea, irreflexiva y poco madura. La mis- independiente, hecho que también se le escapó
ma universalidad con que está repartida allí a Menéndez y Pelayo.

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156 SEGUNDA ÉPOCA

5) Si existe algo a través de lo cual puede tes de ello y trataron de remediarlo. Dadas las
deslindarse con claridad la llegada del romanti- circunstancias epocales en que tuvieron que es-
cismo a nuestro mundo lírico, es precisamente cribir lograron una producción que en no pocas
en la nueva conciencia que se tiene del poeta ocasiones dejó de ser epigonal e imitativa, lo cual
dentro de la sociedad, de sus deberes y posibili- fue ya un logro importante para nuestro desa-
dades. Aunque nuestros neoclásicos sintiesen un rrollo literario.
vivo afán publicístico, muy afín al iluminismo 6) Otro de los aportes básicos que significa
dieciochesco, su inserción personal en la vida el romanticismo entre nuestros poetas se verifi-
pública no era un propósito definido. Así la pro- ca en el campo de la comunicación, como con-
ducción de Zequeira solía encubrirse en seudó- secuencia de todo lo expuesto antes. Esto in-
nimos o anonimatos que la condenaban a una cluye desde los problemas internos de la
identificación a veces imposible, para no hablar composición poética hasta los más externos de
de sus coetáneos Rubalcava y Pérez y Ramírez, su difusión y lectura. Nuestros primeros román-
que llegaron a la total despreocupación sobre la ticos escribieron para comunicarse expresamen-
perdurabilidad y comunicación de sus obras te con lectores muy específicos, que se agrupa-
poéticas. Del Monte en la teoría y Heredia en la ban sobre todo bajo el denominador común
práctica introdujeron el vuelco decisivo al res- máximo de su cubanidad. Más que dirigidos a
pecto. No olvidemos la muy gráfica imagen de grupos, estamentos o clases muy determinadas,
este poeta imprimiendo manualmente, ayudado ellos escribieron para sus compatriotas, unidos
por su esposa, el tomo mejicano de sus Poesías, en la búsqueda de un anhelo común. Esto per-
y su constante celo por la pureza del texto y, mitió que la poesía cubana del momento supe-
luego, por su adecuada propagación. rase las limitaciones de la lengua escrita y mu-
Un aspecto que es esencial para nuestro ro- chos testimonios nos prueban cómo penetró con
manticismo «otro» es que es la primera vez que fuerza en sectores iletrados, que supieron me-
se tiene conciencia en estas tierras de que morizar versos y poemas, no sólo de los llama-
literariamente tratamos de insertarnos en un dos «populistas», sino también no pocos de
movimiento, estilo o moda que no es un trasla- Heredia, Milanés o Plácido.
do de lo que pasa en la península, porque, como 7) Al ganarse en conciencia histórica, según
se empezó ya a discutir en forma pública, la li- la tendencia romántica, se madura lo que ya ha-
teratura «provincial» no tenía que ser un reme- bían esbozado Arrate, Valdés y otros antes de
do de la «metropolitana». Y se busca una «uni- llegar el siglo XIX, en cuanto a profundizar en la
versalidad» no sentida antes, aunque en general sistematización y meditación del decursar
no se extienda dicha universalidad mucho más cronológico isleño. Si por moda europea se va a
allá de los límites europeos. Pero así y todo es la reconstrucción idealizada de épocas pasadas
sorprendente el afán por conocer (y traducir) o de ambientes coloreados de exotismo, las
lo que se escribe no sólo en Francia, Inglaterra, implicaciones que esto tiene para nosotros re-
Alemania e Italia, sino también en Rusia, Polo- sultan singulares. Existe una imantación muy
nia, Estados Unidos y, por supuesto, Hispano- evidente del indianismo americano de Chateau-
américa. El afán informativo de esta etapa al- briand entre nosotros, por ejemplo, pero eso se
canza un nivel inusitado en cuanto a extensión traduce en una búsqueda de nuestra «exótica»
y profundidad. Baste sólo repasar algunos tex- Edad Media: una cultura indígena que en Cuba
tos de Heredia, Del Monte, Luz y Caballero o solamente sobrevive a través de omnipresentes
Bachiller y Morales, o las páginas del «boom» nombres, no exentos de hondos matices
revisteril que ocurre entre 1838 y 1841. Si casi evocadores. La tradición indianista, que resulta
siempre se ha echado en cara a los movimientos aquí iluminadamente «criollista», es un rasgo
literarios hispanoamericanos su inevitable atra- permanente de nuestra poesía colonial, pero es
so respecto a sus fuentes europeas, nuestros con este primer romanticismo cuando cobra
poetas románticos ya estuvieron muy conscien- verdadera fuerza y autoconciencia. En este pe-

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ríodo, dentro de ella, escriben muy conocidos cima», terreno fecundo de ágiles improvisacio-
poemas Heredia, Plácido, Milanés, Valdés Ma- nes. La décima cantada se afianza en la isla y
chuca y otros más. Pero en Cuba no daba para quizás en este período es cuando comienza a
mucho este indianismo nativo, que muchas e volcarse más ampliamente en páginas impresas.
importantes veces —«En el Teocalli de Cholula», También es cuando se llega a tener conciencia
«Jicotencal»— trascendió a lo continental. Uni- de su real significado, y a esto no resultaron aje-
do al criollismo y el folklorismo, en la etapa si- nos los afanes de Del Monte por hacer prevale-
guiente se vertebrarán las discutidas tendencias cer como poesía popular el romance, a contra-
del «siboneyismo» y el «criollismo», que bien pelo de una realidad que sus propios seguidores
miradas estuvieron siempre apuntadas desde no tardaron en demostrar (Bachiller y Morales,
nuestros inicios poéticos. Palma, etc.). Pero los poetas de la época que vi-
8) Sin llegar a ser una característica distintiva vieron en Cuba (excluimos a Heredia) no sólo
de todo el romanticismo, especialmente en Ale- escribieron décimas, sino que muchas de ellas
mania se produce una fuerte vinculación entre fueron en gran medida textos para ser cantados
música y poesía, que da por resultado el perfec- (Los cantares del montero, de los hermanos
cionamiento de formas como el lied cantado Milanés, y varios de Plácido, quizás sean ejem-
(Schubert, Schumann, Mendelsohn, etc.) en plos bien ilustrativos).
donde ambos elementos se funden con una su- Al mencionar la décima no podemos obviar
puesta paridad de fuerzas. Si este movimiento alguna referencia a los aspectos métricos de
no se hará sentir entre nosotros hasta la segun- nuestro primer romanticismo, que también es
da generación romántica, la importancia de la otra forma de manifestar ese «oído musical» que
música no puede desligarse de la poesía que se ya Menéndez y Pelayo reconocía en los hijos de
cultiva en Cuba entre 1829 y 1844, pero en esto este suelo. Si los poetas románticos españoles
hay que buscar la relación sobre todo con la «reelaboraron y ampliaron bajo varios aspectos
ópera italiana (Rossini, Bellini, Donizetti) que la métrica que recibieron del período neoclási-
en el plano culto era la más popular entonces. co», con notable modificación de la proporción
Las relaciones no sólo son verificables a través de sus componentes rítmicos, algo parecido su-
de los temas (desde las repercusiones de perso- cedió entre nuestros primeros románticos, aun-
najes, situaciones y atmósferas hasta la alabanza que hay que reconocer que no fue usual el én-
a los intérpretes), sino también en lo referente fasis en las combinaciones extremas ni la
al tono, ritmo, estructura, vocabulario y «melo- experimentación audaz. El espíritu romántico
día» de las composiciones poéticas. En su Dic- de Heredia no se trasluce en su metrificación,
cionario de las musas de 1827 ya Manuel cosa que sí sucede con Gertrudis Gómez de
González del Valle incluía una traducción de El Avellaneda, una de las más audaces innovadoras
barbero de Sevilla de Rossini y el campo de ejem- de la métrica en lengua española durante este
plos podría ser fértil, pero aún está lejos de ha- período. Si hubo alguna tendencia hacia los me-
ber sido investigado. Producto del énfasis tros largos, las rimas sonoras y las estrofas ple-
criollista-costumbrista que entonces se produ- nas, quizás los mejores logros de este primer ro-
ce comenzarán a cultivarse por esta época dan- manticismo se den en formas más ligeras, como
zas y contradanzas de ilustrativos títulos, que el romance y la décima, la quintilla y la
entroncan con características del romanticismo rendondilla, sin olvidar que el soneto nunca dejó
musical europeo: su calidad de microformas de cultivarse con esmero.
pianísticas, la relación con fuentes literarias y
su evidente nacionalismo. 2.4.2 Gabriel de la Concepción Valdés,
Si ya se ha estudiado cómo el desarrollo de la Plácido
poesía lírica está vinculado a formas cantadas,
es importante verificar el auge que ésta alcanza Después de José María Heredia, los dos más
en Cuba a través de la popular y campesina «dé- importantes poetas del primer romanticismo

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158 SEGUNDA ÉPOCA

cubano son Gabriel de la Concepción Valdés, co, fuera de Cuba el color de su piel no hubiese
más conocido por su seudónimo de Plácido, y sido el obstáculo insalvable que aquí era. Pero
José Jacinto Milanés. Ambos, con característi- Plácido nunca quiso abandonar su isla natal, ni
cas disímiles, se encuentran muy vinculados por tratar de enmascarar su condición de mulato.
su vida y obra a las turbulencias literarias, socia- Hábil artífice del carey, cosa que se ha relacio-
les y políticas de la época, hasta el punto que nado con el fino dibujo de muchos de sus ver-
sus respectivas producciones poéticas se encuen- sos, antes de dedicarse a dicho oficio había sido
tran cercenadas por las repercusiones de esa pá- también aprendiz de pintura con Vicente Esco-
gina lamentable de la historia cubana ocurrida bar y de imprenta con José Severino Boloña. En
en 1844, que suele llamarse la Conspiración de busca de mejores condiciones de trabajo se tras-
la Escalera: Plácido muere fusilado, Milanés pier- ladó a Matanzas (1826), y ya allí comenzó a ser
de la razón. Es de señalarse que la vida de am- conocido por su facilidad para componer fres-
bos, al igual que la de Heredia, se encuentra muy cos y atractivos versos.
ligada a la ciudad de Matanzas, devenida por este Su primer gran triunfo poético lo obtuvo en
tiempo en capital poética de la Isla. 1834, en aquel pintoresco certamen literario ce-
Si el momento histórico que vivía Cuba era lebrado en el suburbio habanero de Arroyo
propicio para acentuar ciertas tendencias ya pre- Apolo, en honor del nuevo primer ministro es-
sentes en el romanticismo europeo, la vida de pañol, el poeta Martínez de la Rosa. Esto fue un
estos poetas no resultó menos favorable para que triunfo «oficial» y Plácido aceptó esta posibili-
lo que pudo ser en otros moda o pose literaria, dad de trabajo como hubiese aceptado cualquier
resultase en ellos dolida vivencia personal. Un encargo para confeccionar peinetas. Por eso su
fatum implacable parece ser elemento recurren- primer tomo de poesías (1838) abre con una
te en sus biografías, que de por sí constituyen serie de odas «oficiales» dedicadas a cantar cum-
un apasionante material.4 Aunque los hechos de pleaños y otros fastos de la nada respetable fa-
la vida de Gabriel de la Concepción Valdés nos milia real española. En gran medida él era un
presenten en realidad a un individuo —notable artesano y los versos también eran un producto
por sus cualidades, físicas e intelectuales— de su habilidad en el oficio. Lo de sentirse un
perennemente en dolorosa contradicción, no predestinado para cumplir grandes misiones, lo
con el destino, como le hubiese gustado decir a recogería después de las teorías románticas, sin
sus colegas románticos, sino con el sistema llegar nunca a creérselo mucho. Él hacía versos
económico, social y político que imperaba en la para vivir, y vivir mal, como lo prueba el contra-
Isla, y, por supuesto, con los hombres que lo to que firmara con la Aurora de Matanzas (1837),
mantenían. Bien conocido es su nacimiento, pro- mediante el cual se comprometía por veinticin-
ducto ilegítimo de la unión entre una bailarina co pesos mensuales a colaborar con un poema
española y un peluquero mulato. Dobles pre- diario. Solía trasladarse a menudo hacia la parte
juicios, raciales y sexuales, sin duda determina- central de la Isla (Villaclara, Sagua, Cienfuegos,
ron a su madre a depositarlo en la Casa Cuna, Remedios), y sabemos que una vez guardó pri-
lugar en donde se le puso el apellido de Valdés sión en Trinidad, al parecer sin causa justificada.
que nunca cambió, a pesar de que su padre lo Esos viajes y la popularidad que gozaba entre
sacó de ese lugar pocos meses después. 5 Así el las masas populares y los grupos de intelectua-
solo hecho de venir al mundo lo colocó en una les, eran motivos más que suficientes para que
situación social limítrofe, sumamente arbitraria los gobernantes recelasen de este mulato inteli-
e insalvable: sólo por el color de la piel sus posi- gente y atractivo. Los poemas de Plácido apare-
bilidades de desarrollo tendrían siempre un lí- cían en las principales publicaciones periódicas
mite tajante en aquella sociedad. del país, en las cuales era muchas veces elogia-
Habla mucho a su favor el que nunca negó su do. Su tomo de Poesías y sus dos folletos El ve-
condición de mulato y de cubano, a pesar de que guero (1841) y El hijo de maldición (1843), lo
tuvo oportunidad de evadirse de ellas. Casi blan- habían colocado a la cabeza de los poetas crio-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 159

llos del momento. Alegre y despreocupado cuan- Concepción Valdés. Para explicárnoslos induda-
do fue tomado preso nuevamente en enero de blemente se deben de tener en cuenta razones
1844, recién vuelto a Matanzas, no pudo imagi- extraliterarias, mas en ello tampoco puede des-
narse que comenzaba la última y más dolorosa deñarse la evolución de los gustos y escuelas li-
etapa de sus contradicciones con el sistema so- terarias, sobre todo para comprender su poste-
cial existente en Cuba. Implicado en la Conspi- rior declinación.
ración de la Escalera, Plácido sufrió un arbitra- Aunque según los cánones poéticos que im-
rio proceso que lo condenó a ser fusilado el 28 peraban en el preceptismo literario decimonó-
de junio de 1844. nico Plácido era un poeta bastante incorrecto,
Mucho se ha discutido sobre la actitud de su sentido del ritmo y la plasticidad de su ima-
Plácido, tanto antes de ser implicado en la Cons- ginación lírica ejercían fuerza suficiente como
piración de La Escalera como sobre su compor- para ser bastante leído y gustado. Uno de los
tamiento durante el proceso. Esto ha desenca- máximos críticos finiseculares en lengua espa-
denado una larga polémica, dentro de la cual la ñola, Marcelino Menéndez y Pelayo, por ejem-
figura del poeta como ser humano ha sido lleva- plo, le elogiaba sin reservas unos pocos poemas,
da tanto al plano de mártir por la independencia como «Jicotencal», «La muerte de Gessler», «La
como denigrada hasta el oficio de vil delator. Tras flor de la caña» y la «Plegaria a Dios», y del res-
la polémica indudablemente existió, durante el to de su obra consideraba que, «aun en lo peor
siglo XIX, un trasfondo político y racista, pero hay, por lo menos, condiciones de versificador
hoy los historiadores, alejándose de ambas po- gallardo, y casi siempre puede entresacarse aquí
siciones extremas en cuanto al enjuiciamiento un verso, acullá una estrofa, que dan testimonio
placidiano, parecen coincidir en que, aparte de del don innato que Plácido tuvo de la armonía
las ideas progresistas que pudo haber tenido, es de la imagen».9 También aludía a sus «disparates
muy difícil que haya sido un hombre de acción, sonoros», en los cuales «el autor muchas veces
implicado en forma directa en conspiraciones. no sabe lo que dice, pero casi siempre halaga el
Podemos juzgar sincera la protesta de inocencia oído, y cuando describe o compara parece otro
que hace en sus últimos versos (sobre todo en hombre. Sus cualidades son casi todas exterio-
la «Plegaria a Dios»), y esto, añadido a las bru- res, pero muy brillantes.» Estas características
tales presiones de las que fue víctima, explica no podrían ser del gusto de las nuevas genera-
algunas debilidades suyas durante el proceso. No ciones poéticas que van a surgir en el siglo XX.
fue un héroe, aunque como ha expresado Julio Plácido, ya no sólo comparado con los grandes
Le Riverend, «por encima de los refinamientos poetas cubanos de finales de siglo (Martí, Ca-
de la crítica, Plácido es una doliente víctima de sal) o con los de la llamada segunda generación
la ferocidad colonialista y, en tal sentido, cual- romántica (Zenea, Luisa Pérez de Zambrana,
quiera que fuese su querer, se incorpora objeti- Lorenzo Luaces), sino con los de su misma ge-
vamente a la tradición de lucha del pueblo cuba- neración, la primera romántica, tuvo que
no por su liberación». 6 resultarles poco consistente, ya que en él no
Plácido fue el poeta cubano que más edicio- existían ni la capacidad para la síntesis lírica de
nes tuvo durante todo el siglo XIX, pues alcanzó Heredia, ni la perfección formal de la Avellaneda,
la cifra de no menos de once libros dedicados ni incluso la sencilla cubanía de Milanés.
íntegramente a su obra lírica, con lo cual supera La poesía de Plácido evoluciona desde un in-
en cuatro al propio Heredia.7 Sin embargo, ya a genuo neoclasicismo hasta oleadas decididamen-
partir de la primera década del siglo XX sus edi- te románticas: es decir, desde «La siempreviva»,
ciones escasean, hasta el punto de que su biblió- que fuera en 1834 su primer éxito público como
grafa Aleida Plasencia en 1964 recogía sólo una poeta, hasta El hijo de maldición, aparecida po-
posterior a dicha fecha. 8 Estos altibajos edito- cos meses antes de su muerte. Con «La siem-
riales están muy relacionados con la valoración previva» se le ofreció a Plácido una línea a se-
dada en cada época a la poesía de Gabriel de la guir que le aseguraba reconocimientos oficiales

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160 SEGUNDA ÉPOCA

y para cuyo cultivo contaba con muy favorables más digna de tu oído soberano,
dotes naturales. En el fondo hay que pensar que cuando sus cuerdas diamantinas vibre
para el humilde poeta mulato esto era una espe- cante más grato, pero no más libre.
cie de juego o ejercicio, el cual se acostumbró a
ejecutar sin mayores desgarramientos internos. Pero poco después, en el mismo poema, hará
Evidentemente disfrutaba al desgranar en rítmi- otra afirmación que dudamos que la censura
cos versos imágenes en las que, junto a la apari- hubiese dejado pasar si no hubiera estado den-
ción de referencias mitológicas más o menos tro del contexto inicial: Es el esclavo monstruo
apropiadas, jugaba sobre todo con objetos be- que respira / crueldad horrenda con la sed de em-
llos y suntuosos, que podían ser piedras precio- pleo; / sólo de Patria y Libertad al nombre / de-
sas, oros, nácares y marfiles, o flores y pájaros, fender debe hasta morir el hombre. Fragmentos
ya nativos o rápidamente aclimatados mediante como éstos debieron ser sopesados negativa-
un alegre salto imaginativo. Lo poético tenía que mente por las autoridades españolas para no dar-
resultar para él, en estos casos, la contrapartida le crédito al poeta cuando afirmaba, defendién-
exacta de una realidad pobre y mezquina. Mas dose, que «no ha perdido una sola ocasión de
este ejercicio, este dejar correr libremente ver- tributar sus homenages [sic] a la Escelsa Nieta
sos brillantes y externos, le resultó un funesto de Sn. Fernando y a su Augusta madre». Pues
acomodamiento cuando trató de cantar sus pro- entre sus rosas —por demás artificiales— a las
pios y profundos dolores, para los cuales difí- damas reales, iban escondidas espinas como las
cilmente supo hallar el justo tono, sincero y des- siguientes: Ya los pueblos a costa de experiencia /
garrado. Esto lo podemos encontrar en los saben ganar por armas su decoro, / y castigar la
poemas que se dice escribió estando en capilla, pérfida insolencia / al marcial eco del clarín so-
como «La fatalidad», «Despedida a Dios» y su noro.
popular «Plegaria a Dios», en donde más que la Una lectura de la obra lírica de Plácido per-
expresión del dolor interno atraen sus logros rít- mitiría a cualquier lector coincidir con Menén-
micos y plásticos. dez y Pelayo en lo referente a que una de sus
En «La siempreviva» ya están las característi- principales virtudes radica en las descripciones
cas de muchas composiciones «oficiales» dedi- y comparaciones, dado «el don innato que Plá-
cadas a celebrar distintos acontecimientos de la cido tuvo de la armonía de la imagen». Mas en
familia real o de otras influyentes personalida- estas descripciones y comparaciones también se
des (dedicó no menos de nueve composiciones observa su evolución del neoclasicismo a lo ro-
a los cumpleaños de la reina Isabel II y de su mántico. Como muestra de lo primero, veamos
madre). En estas odas y sonetos, más allá de los un poema dedicado «A Desval, en su día», en el
obligados elogios está siempre algún pensamien- cual Plácido parece cumplir fielmente lo preco-
to liberal comprometedor, que la censura deja- nizado por la persona a quien le dedica la obra,
ba pasar gracias a lo primero, como puede verse Ignacio Valdés Machuca, que le ofrecía ayuda y
de manera clara en los ejemplos que siguen, de enseñanzas al poeta mulato. De allí es la des-
una de las odas más celebradas en su tiempo, y cripción que sigue, la cual, como muchas del
que lleva el subtítulo de «La sombra de Padilla». propio Desval, es salvada de la falta de frescura
Allí, en sus primeros versos, hace unas tajantes del pastiche neoclásico por ciertas ingenuidad y
afirmaciones, tan poco verídicas y justas, que en gracia:
su caso van a resultar de una ironía feroz:
Desde el manso Almendar la bella ninfa,
Sabia y excelente Reina, a quien admira Tu oriente enzalza entre su clara linfa,
extasiado de gozo el pueblo hispano, de límpido cristal.
oye la voz de un vate que respira Su manto de zafir, su faz riente,
aura de Libertad, oye a un Cubano. de oro sus rizos, de jazmín su frente,
Alguno habrá que con dorada lira su carro de coral.

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Su nevado cendal ciñen claveles, describe ese preciso momento aludido en el tí-
orna su sien de auríferos laureles tulo de la siguiente manera:
con ademán gentil.
Y en tu natal las almas enajena, Sordo mugido resonar se siente,
pulsando así con dedos de azucena como en el medio de la noche oscura
su plectro de marfil. las verdinegras nubes del poniente
hacen sonar el viento en la espesura:
Más allá de los artificios se puede sentir el ni una estrella se ve resplandeciente,
sensual goce del poeta al acumular objetos sun- ni una flor aparece en la llanura:
tuosos y hermosas flores, en descripciones y sólo el búho por el éter gira
(manto de zafir, carro de coral, cendal ceñido cuando del mundo el Salvador expira.
de claveles, laureles auríferos, plectro de mar-
fil) e imágenes (límpido cristal, de oro sus ri- Ya no se trata de la acartonada relación
zos, de jazmín su frente, nevado cendal, dedos neoclásica, sino que es un ambiente dado con
de azucenas). Ejemplos como el anterior abun- gran énfasis sonoro y mayor sutileza colorística,
dan en su obra, citemos ahora sólo otros dos, el aunque no con mayor lógica (las extrañas nubes
primero, literalmente deslumbrante, también de verdinegras en el poniente, ¿por qué tienen que
una oda dedicada a la Reina gobernadora: Rasga hacer sonar el viento en la espesura?), aparece el
el sol con sus rayos de diamante / de oro sutil la búho, el ave preferida ahora —y no muy
tropical cortina; el segundo, con la incorpora- desvinculada del famoso cuervo de Poe y demás
ción de un popular pajarillo cubano: La diosa en pájaros negros del romanticismo— que volve-
el fondo se cala del río / de arenas brillantes y remos a encontrar numerosas veces en sus últi-
aljófar cuajado, / y el bello colibrí en un árbol mas obras.
colgado / se enjuaga el rocío. Sinsontes y ruise- Y siempre está presente su sentido innato del
ñores también aparecerán frecuentemente en sus ritmo, que lo lleva en ocasiones a una sonoridad
poemas, incluso busca en un ave (exótica esta cadenciosa y sensual, la cual nos recuerda otras
vez, pero de conocida futuridad «poética») su similares que casi cien años después serán reco-
propia personificación: él es «un cisne de nocidas como típicas de la llamada «poesía mu-
Yumurí» que «abre el pico de rubí». lata», tal como ocurre en este fragmento de El
A los llamados «dioses tutelares» del poeta hijo de maldición:
—según reconociera en su propio testamento—,
con Martínez de la Rosa y Juan Nicasio Gallego Huye el pueblo en confusión,
a la cabeza, vienen a sumárseles hacia 1840 José guárdanse cirios y cruces,
Zorrilla y José Espronceda, que representan de- de los salmos paró el son,
cididamente el triunfo romántico. Lo que de y acabose con las luces
ellos más va a impresionar a Plácido serán los la fiesta y la procesión.
caracteres externos de la nueva moda literaria,
tales como la polimetría, el énfasis en la sonori- Esto nos hace recordar una valoración que del
dad, brillantez y flexibilidad del verso, el gusto poeta hiciera el historiador Sergio Aguirre, pre-
por los contrastes y las situaciones límites, la cisamente en carta a Nicolás Guillén:
búsqueda de lo exótico y pintoresco, que lleva a
las temáticas lejanas en el espacio y el tiempo, en la integración de la nacionalidad cuba-
etc. Es otra vez en las descripciones donde Plá- na, en cubana «comunidad de cultura», veo
cido vuelve a brillar, ya que las nuevas influen- a Plácido con jerarquía indiscutible de ini-
cias que recibe son altamente propicias para ello. ciador, en la vertiente negra, similar a la que
Veamos algún ejemplo. En un poema de tema habían presentado Zequeira o Rubalcava
religioso —en cierto modo otra obra «oficial»— —o Arango y Parreño, José Agustín Ca-
titulado «En la muerte del redentor», Plácido ballero y Tomás Romay— cerca de medio

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162 SEGUNDA ÉPOCA

siglo antes, en la vertiente blanca. Sí, ami- nas hay más bien un atemperado eco clasicista
go Nicolás. Aunque Plácido fuera mulato que una raigal cubanía, pues a pesar de utilizar
clarísimo y aunque versificara ajustándose criollismos, no profundiza en lo que podrían ser
a moldes que no recordaban el África. Nin- matices verdaderamente nacionales. Por ejem-
gún blanco discriminador se equivocó en- plo, en su letrilla «La luna de enero» hay un eco
tonces al asumir frente a él una actitud de muy cercano de modelos hispánicos:
rechazo. ¿Por qué habríamos de equivocar-
nos nosotros ahora negándole el negrismo Resuene el pandero,
o la vanguardia? 10 al monte, a la loma,
vegueros, que asoma
Ya dijimos que la brillantez y externa facili- la luna de enero.
dad de Plácido lo limitaron cuando quiso expre-
sar algunos de sus más íntimos dolores. Sin Para críticos como Samuel Feijóo esto lo co-
embargo, en el cultivo de los géneros satíricos, loca en una línea muy característica de nuestra
aunque no logra grandes poemas, sí acaba por poesía, que lo emparenta con Silvestre de Balboa
plantear, a veces con desnuda sinceridad, algu- y su Espejo de paciencia.11 Mucha más cubanía
nos de los problemas que más lo abrumaban. existe en su romance «El veguero», que Cintio
Compuso buen número de fábulas, epigramas y Vitier califica de «precioso vergel guajiro» y en
algunas anacreónticas, a través de las cuales po- el que Plácido «logra sin esfuerzo un movido
demos descubrir al hombre, a veces mucho me- tono popular y limpiamente agreste».12 Mas su
jor que en su poesía estrictamente lírica. El me- poesía erótica quizás alcance su mejor momen-
jor ejemplo de ello es su fábula «El hombre y el to en el soneto «Lo que yo quiero», también co-
canario», en donde evidentemente se defiende nocido como «A una ingrata», y donde logra un
de aquellos que lo acusaban de degradar su lira acento auténtico no usual en su poesía, median-
al hacer versos por encargo… y dinero. El cana- te una apasionada y correcta expresión, que para
rio de su fábula declara: Menéndez y Pelayo reflejaba «de un modo no
indigno del arte, la calentura sensual de su tem-
Sé que no puedo quebrar peramento africano».13
estas varillas de alambre; Los más logrados poemas de Plácido están
me dan vida por cantar, situados a medio camino entre lo clásico y lo
y si persisto en callar romántico. Cuando abandona los extremos de
me harán padecer de hambre. ambas escuelas, y particularmente cuando utili-
za el molde ceñido del soneto, alcanza magnífi-
[…]
cos logros que parecían anticipar una madurez
Que le adulo, en la apariencia, poética que no le dejaron alcanzar. Repentista
piensa mi dueño y se hechiza; feliz, es sin embargo en un trabajado romance
mas mirándolo en conciencia de tema americano donde logra su mejor obra:
yo engaño al que me esclaviza, «Jicotencal», que prueba sus habilidades técni-
por conservar mi existencia. cas, puestas en duda por algunos. Aquí el colo-
rido, el movimiento, el triunfo de la imagina-
Injusticias, persecuciones, desengaños y su- ción sobre lo convencional, del sentimiento
frimientos no acabaron del todo por amargar a sobre la razón, su rudimentaria pero evidente
este sensual y amable poeta, y aunque personal- «filosofía de la historia», le permiten ofrecer una
mente no fue tampoco nada feliz en su vida muestra de un romanticismo del mejor gusto,
amorosa, los poemas que dedicó a este tema, en nada exagerado, sobrio, lleno de frescura, que
particular sus letrillas y sonetos, conservan fres- entronca fácilmente con las mejores tradiciones
cura y atractivo. Sin embargo, en las mismas de la lírica castellana. Si bien puede ser clasifica-
letrillas que dedicara a las frutas y flores cuba- do como un «romance épico», tipo de obra muy

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característica del romanticismo, alcanza un lim- José Jacinto Milanés tuvo que empezar a ganar-
pio lirismo sobre todo gracias a su «orquesta- se el sustento y si logró una instrucción más que
ción», al parecer sugerida por las dos palabras mediana (dominaba el francés y el italiano) fue
que tomó de la historia: «Jicotencal» y «Tlasca- debido a sus esfuerzos autodidactas y a su fina
la». Sobre estos módulos, la rica musicalidad del inteligencia. Algunas de las raíces de sus con-
oído placidiano va a desarrollar un complejo rít- flictos y preocupaciones habría que rastrearlas
mico de singular acabado, en donde consonan- en ese estar como a caballo entre dos estratos
tes y vocales se amoldan funcionalmente a las sociales, cosa que no dejó de producir algunos
intenciones del poema. Este romance, en el cual interesantes resultados. Las relaciones entre Del
se dice que la valentía es generosa, pero que esa Monte y Milanés, recogidas en gran medida a
generosidad es fácilmente olvidable, sin dudas través de cartas, llenan casi todo un capítulo de
resonó hondo en aquel mulato que tenía que nuestra historia literaria: el venezolano encon-
ganarse el sustento en tierra de esclavos, necesi- tró en el joven matancero una rica arcilla para
tado de apelar continuamente a la muy caduca modelar su ideal literario, aunque esto no siem-
bondad humana, que tan pronto desaparece y se pre se produjo de manera armónica y productiva.
olvida. A pesar de ello, y de las muchas contra- A Del Monte, a quien Milanés conoció en
dicciones encontrables en su vida y obra, hoy 1834, se le debe el estímulo para la composi-
no podemos acercarnos sino con simpatía a Plá- ción, y luego el estreno y la publicación de su
cido, víctima de la injusta sociedad en que le tocó drama El Conde Alarcos, en 1838. También fue
vivir, pero a la cual supo legar una obra poética el inspirador de la llamada «segunda manera»
de singulares valores aún vigentes. (filosófico-moral) del poeta, que predominó en
su producción entre 1837 y 1838. Tenía José Ja-
cinto veintinueve años cuando rompió un com-
2.4.3 La obra poética de José Jacinto promiso matrimonial más o menos estable, de-
Milanés bido a una súbita pasión no correspondida por
su prima Isa, de sólo catorce años, hecho que al
Si existe un poeta cubano que puede ser asocia- parecer desata su locura, que lo sumió en un es-
do a una ciudad del país ese es, sin lugar a dudas, tado de imbecilidad aparente, del cual sólo se
el caso de Matanzas y José Jacinto Milanés. No recobrará levemente entre 1847 y 1851, cuando
sólo por la cita expresa de lugares y ambientes escribió sus últimos versos y realizó un viaje,
existente en su obra, sino por incorporar toda costeado entre medio centenar de amigos y pro-
una atmósfera distintiva de esa ciudad, ubicada tectores, por los Estados Unidos y Europa. Lue-
en un pintoresco anfiteatro natural, al fondo de go recaerá en su dolencia, para no recobrarse
abierta bahía, con sus ríos gemelos y sus edifi- más, aunque no morirá hasta 1863.
caciones características, que aún hoy conservan La obra literaria de José Jacinto Milanés in-
un señalado aire decimonónico. La Matanzas de cluye poemas, obras escénicas y algunos artícu-
azules y verdes luminosos, o de envolventes los periodísticos. Estudiada en epígrafe aparte
neblinas nocturnas, que Martí consideró una vez su producción dramática (El Conde Alarcos, Un
«triste como el corazón de Milanés»,14 en don- poeta en la corte, etc.), en la cual incluimos sus
de transcurrió casi totalmente la vida del poeta, cuadros de costumbres dialogados El Mirón cu-
excepto breves viajes a La Habana, primero, muy bano, ahora nos centraremos en su poesía lírica
joven, en busca de trabajo, y luego en dos rápi- preferentemente. En realidad, fuera de unas
das visitas invitado por su amigo y mentor Do- cuantas leyendas de corte romántico, localiza-
mingo del Monte. das en épocas lejanas y lugares extranjeros, de
Primogénito de una familia que por tradición pocos méritos literarios, el resto de su produc-
intentaba asimilarse a la clase más adinerada, en ción, a grandes rasgos, puede agruparse en tres
la práctica los medios económicos que poseía vertientes principales: a) los poemas netamente
eran insuficientes. Así, desde los dieciocho años líricos, b) los poemas de corte popular, casi siem-

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pre humorísticos o satíricos y c) los que inten- lexicales para imbricar de manera íntima la ex-
tan una directa prédica socio-moral. presión al contenido. Pero quizás el problema
José Jacinto Milanés tuvo sus ideas persona- salte al no decidirse del todo el poeta a abando-
les sobre el tipo de poesía que quería escribir, y nar los moldes retóricos —lo cual, por supues-
aunque con las inevitables influencias de Del to, sería pedirle demasiado dada la época en que
Monte, más de una vez expresó esto que a con- vivió— y hacer entrar entonces en franca ten-
tinuación copiamos de su poema «La ley del tra- sión su verso «natural» y «espontáneo» con re-
bajo»: glas, usos y convencionalismos. La tensión se
resuelve en ocasiones mediante versos forzados,
También es menester tener estilo flojos, ambiguos, pero en otras alcanza los sufi-
que a todos los antojos satisfaga, cientes logros como para garantizar su esencial
estilo dulce, estilo de una maga calidad lírica.
pintoresco, gentil, noble y tranquilo. De todos nuestros poetas románticos de la
primera generación es Milanés el de tono más
Y este que tengo es bajo y es rastrero,
personal, con un subjetivismo lírico capaz de
desnudo de color algunas veces
abrirse a insospechados matices. Es romántico
fecundo solamente en sencilleces,
y seguidor de Víctor Hugo, según las indicacio-
algunas veces lento, otras ligero.
nes del inevitable Del Monte. Sin embargo, Del
Y no sé más; y aunque me rompa el cráneo Monte y Víctor Hugo sólo harán resaltar cier-
no sé versificar de otra manera, tas preocupaciones, sociales y estéticas, que ya
porque desde el nacer quise que fuera existían en él. Además, la singularidad del autor
mi verso natural como espontáneo. matancero respecto a nuestros poetas de la pri-
mera generación romántica (Heredia, Plácido,
Se suele, incluso, achacar al desequilibrio men- la Avellaneda, etc.) tiene una primera base en
tal del autor el desaliño con que cumplía las con- este terreno de las influencias literarias más allá
sabidas «reglas literarias», canon epocal para del mismo Romanticismo, ya que es el único de
determinar el «grado poético» de una composi- ellos que en cuanto a los modelos de su propia
ción. Pero la voluntad de hacer un verso tan «na- lengua consigue casi deshacerse de los engorro-
tural como espontáneo» estaba tan arraigada en sos neoclásicos y prerrománticos españoles, con
Milanés que no dudaba en contravenir sin am- el rimbombante Manuel José Quintana a la ca-
bages a Domingo del Monte, como se constata beza. Esto lo logra al escoger sus modelos entre
en su carta del 1o de agosto de 1837, donde se los líricos hispanos anteriores al siglo XVIII, en
defiende de las críticas que su mentor le hace, especial Lope de Vega, cuya lectura parece ha-
afirmando que «la verdad gramatical no se da la ber iniciado desde la adolescencia. Por eso su
mano muchas veces con la natural y entonces es romanticismo tendrá una frescura distinta, que
preciso dejar hablar a la imaginación», porque explica la afirmación de Max Henríquez Ureña
«si no hay imaginación en poesía, dónde la ha de que «nadie antes que él había traído al movi-
de haber?» 15 Hoy día, cuando metro y rima han miento romántico de habla española acentos de
perdido parte de sus antiguos prestigios, cabe tan íntima emoción».16
replantearse la situación desde otro punto de No parece ser muy exacta la división crono-
vista. Porque si Milanés conscientemente «baja lógica que suele hacerse de la obra del poeta,
el tono», en gran medida lo hace para librarse según la cual se aísla un segundo período «filo-
del retoricismo que mal cuadraba a su fluir líri- sófico-moral», en general duramente criticado.
co. Es innegable su natural sentido del ritmo Es verdad que a raíz de su amistad con Domin-
interno del verso, reconocido por todos sus crí- go del Monte, Milanés realiza, entre 1837 y
ticos, en composiciones como «La madrugada», 1839, una serie de composiciones en las que sus
«De codos en el puente» o «Después del fes- preocupaciones sociales y morales se ponen de-
tín», donde sabe conjugar sutiles matices fónico- masiado en evidencia sin alcanzar una adecuada

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expresión artística, por lo que la idea queda un ¡Vanse en tanto las horas,
tanto como desnuda, y sentimos que el poema y combatiendo el techo
no ha cuajado, que vale más la intención que el las gotas crujidoras,
logro; pero dentro de esta tendencia hay que parecen el son deshecho
colocar composiciones tan interesantes como de la brisa estrellada
«El mendigo» (1837) y no olvidar que junto a que gime con despecho,
«El hijo del ebrio» se encuentra la ligera «In- la lánguida tonada
vierno en Cuba» (ambas de 1838). Es un mo- de mística elegía
mento de búsqueda, y si el autor lo supera no es con gritos salpicada,
abandonando sus preocupaciones socio-mora- que en tu loor envía
les, sino más bien ampliándolas a lo político, e la garganta sagrada
integrándolas en su peculiar modo de expresión de la noche sombría!
lírica, a través de obras como su popular «La fuga
de la tórtola» (1840), «Su alma» (1841) —algu- Aunque todo esto se suele achacar a su ines-
nas de cuyas estrofas anticipan al Martí de los tabilidad mental, es imposible desligarlo de sus
Versos sencillos— o «De codos en el puente» posibilidades líricas. Porque Milanés también se
(1842), que Cintio Vitier llama su «poema em- destaca de entre sus contemporáneos por la for-
blemático». Ya sabemos que el proceso de su ma en que va captando —poetizando— lo que
madurez poética se verá abruptamente interrum- presenta en sus composiciones (objetos, paisa-
pido por su temprano desequilibrio mental y, sin jes, personas, ambientes, atmósferas). Su capa-
entrar en inútiles lamentaciones, puede afirmarse cidad para la imagen y la metáfora lo hace a ve-
que en sus diez años de producción lúcida José ces ir mucho más allá de lo que lograban sus
Jacinto Milanés logró una expresión lírica bien per- contemporáneos, como en estas dos imágenes
sonal, en ocasiones extraña y desigual, pero de cua- de su poema «El expósito» (1838), la primera
lidades nada comunes, capaz aún de interesarnos con violentos tintes casi expresionistas, y la se-
vivamente, incluso en algunas de las facetas me- gunda con una fugacidad de tonos impresio-
nos consideradas por la crítica tradicional. nistas:
Milanés suele tener una forma muy peculiar
de construir algunos de sus poemas. A partir de
un comienzo sencillo, prosaico, cotidiano, gana Vedle después con alborozo impuro
progresivamente en una sutil tensión interna ir donde tiembla entre blasfemia y grito,
capaz de abrirse, hacia el final, a planos inespe- la luz color de sangre del garito
rados, de «sobrepasamientos», como los ha lla- como un ojo de hiena en fondo oscuro
mado Cintio Vitier, su mejor crítico.17 Esto se ………………………………………
puede verificar en poemas como «El mendigo»,
«Vagos paseos» o «La bella lectora»; incluso a ¿Ni qué valdrá que por el alma suya
veces se trata sólo de un vuelco o temblor de pase tal vez un pensamiento pío,
interiorización, como en «El alba y la tarde». «La como en el fondo lóbrego de un río
bella lectora» es uno de los mejores ejemplos al la cola de algún pez que brilla y huye?
respecto, pues la plácida cotidiana descripción
de un interior matancero, en donde la hermosa Toda su obra se encuentra surcada por cier-
Micaela lee mientras afuera llueve, termina tos motivos que a veces adquieren la fuerza de
abriéndose en forma inesperada a un espacio verdaderas obsesiones. Cintio Vitier 19 ha lla-
descomunal; para Cintio Vitier,18 «esa súbita vi- mado la atención sobre su «obsesión de pureza,
sión de Milanés —los gritos de la Noche ala- que es, desde luego, la obsesión de la impure-
bando a la Doncella— es como el relámpago za», la cual detecta en sus versos como una cons-
mayor donde su latente locura y su videncia tante «neurótica, ligada al escrúpulo y a la culpa
poética logran fundirse en un extraño instante»: hiperbolizados». Esto se comprueba por la asi-

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166 SEGUNDA ÉPOCA

duidad con que aparecen en su obra los epítetos carnos a ellos y aceptar gustosos su invitación
«casto» y «puro», y también cómo, por antíte- inicial, ya que
sis, las prostitutas irrumpen más de una vez en-
tre sus pudibundos versos, hasta llegar a esca- hora es de entrar en el bote
brosas descripciones en su inconclusa leyenda y de abandonar la orilla,
«Desengaños de amor». Entre sus motivos-ob- y de volar, compañeros,
sesiones puede mencionarse también la «brisa» a la alegre pesquería.
como elemento consolador, de descanso
añorado. A esta veta también corresponden sus glosas
Uno de los aspectos más importantes de José cubanas en décimas Los cantares del montero,
Jacinto Milanés lo constituye la evidente cubanía aunque en ellas estén presentes matices anecdó-
de sus versos, cosa en la que han coincidido to- ticos demasiado sentimentales y hasta melodra-
dos sus críticos. Luaces y Fornaris, en su Cuba máticos. El folleto fue publicado en 1841, en
poética, destacaron que él colaboración con su hermano Federico, bajo los
respectivos seudónimos de Miraflores y El
fue el primero que entre nosotros quiso ini- Camarioqueño. En las glosas de José Jacinto se
ciar una literatura propia, y para ello pintó advierte un fino acento popular, y alguna de ellas
con colores vivos, los objetos que le ro- fue cantada en nuestros campos, a pesar de sus
deaban, atreviéndose a usar nombres y aun giros cultos.
locuciones provinciales [cubanismos] de Pero, de las tres vertientes de su poesía, don-
que antes huían nuestros poetas como de de alcanzó mayores logros fue en la netamente
un insulto a las tradiciones y una profana- lírica. Entre los poemas más notables y caracte-
ción a los autores clásicos españoles. 20 rísticos de esta vertiente uno de los primeros
fue «La madrugada», que hizo popular al autor
Esto fue cierto para el lírico norteamericano cuando apareció en el Aguinaldo Habanero de
H. W. Longfellow (1807-1882), que desde una 1837. Sobre aquella primera publicación Caro-
perspectiva extranacional lo consideraba «como lina Poncet ha señalado:
el poeta más eminentemente cubano». 21
Ya desde sus inicios poéticos José Jacinto Muy discutida en los días de publicación,
Milanés había comenzado a cultivar un tipo de aún hoy sorprende —después de todo lo
poema humorístico-satírico, que a partir de 1835 que se ha visto en materia de libertad poé-
agrupa bajo la denominación común de Cancio- tica— la extremada naturalidad de estilo,
nero de Tristán Morales, en el cual no sólo los rayana a veces en desaliño. Hay que darse
temas sino también el lenguaje tendrán un mar- cuenta de la impresión que hubo de pro-
cado tono criollo, con desembarazado uso de ducir en los literatos habaneros de aquel
cubanismos y giros coloquiales. Aunque Del tiempo, no libres completamente de las
Monte le critica el que dedique su tiempo a es- preocupaciones clásicas, el desenfado líri-
tas obras poco pretensiosas, cosa que acepta su co del joven provinciano que tan llanamen-
discípulo casi estrictamente entre 1837 y 1839, te rimaba sus entusiasmos matinales:
sin dudas Milanés gustaba de este tipo de poe-
ma, al cual vuelve posteriormente en más de una Necio y digno de mil quejas
ocasión, cuando versifica anécdotas de la mayor el que ronca sin decoro
cotidianidad en un tono franco, jovial, casi de cuando el sol con rayos de oro
conversación. da en las domésticas tejas.
Ejemplo de lo anterior es el poema «La pesca ¿Puede haber cosa más bella
nocturna», de 1841, de versos quizás desaliñados que de la arrugada cama
pero espontáneos, que conservan la suficiente saltar, y en la fresca grama
frescura para que hoy podamos fácilmente acer- del campo estampar la huella? 22

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Mas las últimas redondillas del poema sí han existe».25 En realidad, estas preocupaciones so-
complicado a todos sus críticos. El español cio-políticas del autor de «Después del festín»
Menéndez y Pelayo veía en ellas la mejor mues- (y existen muchas muestras de ello) no supo-
tra de la más característica y trascendente fiso- nen un pensamiento consecuente ni mucho
nomía del autor: «su ingenuidad lírica», peculia- menos organizado; es más, ni siquiera tan sólo
rizada en su modo de sentir la naturaleza y su progresista en todos sus aspectos, ya que la for-
melancólica y lánguida expresión, aunque a pe- mación del autor, su origen, amistades y lectu-
sar de «parecer tan aniñado no dejaba de ence- ras no se lo permitían en aquella Matanzas del
rrar en el sencillo cuadro de un idilio, toda una segundo tercio del siglo pasado. José Antonio
síntesis del amor y de la naturaleza».23 Cintio Portuondo lo ubica como encarnación del «hom-
Vitier afirma que estos versos de Milanés, rápi- bre de la pequeña burguesía insular a quien el
dos y como improvisados, tienen «el aire agres- despotismo y la influencia de los temores
te, erguido y abierto de la décima guajira».24 patricios no dejan realizar los anhelos mejores
José Jacinto Milanés nunca permaneció indi- de su espíritu».26 Sin embargo, es probable que
ferente ante la problemática cubana de su épo- su limítrofe ubicación social —explotado que
ca. Abundantes testimonios de ello los pode- alternaba con sus explotadores— y su fina sen-
mos encontrar tanto en lo que publicó como en sibilidad humana, diesen como resultado su evi-
sus cartas privadas, específicamente en la que dente simpatía hacia los desposeídos (los escla-
envió a su mentor Domingo del Monte. Ya en vos, los campesinos, las niñas artesanas del barrio
una de sus primeras cartas (20 de junio de 1836), matancero de los Barracones, etc.), que Del
el poeta matancero le envía unos laudatorios Monte acicatearía con sus ideas sobre una poe-
versos al «Bachiller Toribio Sánchez de Almodo- sía nacional y comprometida. Aunque, repitá-
var», que como sabemos era el seudónimo utili- moslo, el compromiso que propugnaba Del
zado por Del Monte al publicar sus «Romances Monte siempre tenía sus límites precisos, nun-
cubanos». Y allí hay una muestra de cómo reac- ca a contrapelo de los intereses clasistas domi-
cionaba ante el problema negro el joven y apa- nantes.
sionado José Jacinto: En un momento en que el reformismo y el
anexionismo predominaban entre los círculos
Campos donde la bárbara conquista que rodeaban a Milanés, éste supo permanecer
cual antes en el indio, hoy vil se ensaña independentista, fustigando en especial a los va-
en el negro infeliz —donde la vista cilantes, temerosos o egoístas, en versos como
al par que admira la opulenta caña, los de «Un pensamiento», «Después del festín»
su gallardo ondear, su fértil brío, y, sobre todo, la «Epístola a Ignacio Rodríguez
mira ¡qué horror! la sangre que la baña. Galván», cuyo final es el más adecuado estímu-
lo poético para el momento que Cuba sufría
Esto, poética e ideológicamente, traspasaba las entonces (y que como tal cumplió su función,
cuidadas moderaciones de Del Monte. Sobre el atestiguada por una popularidad alcanzada me-
mismo tema Milanés le expresaba un mes más diante la trasmisión clandestina). La «Epísto-
tarde (16 de julio) que estaba convencido de que la…» está fechada el 22 de julio de 1842 y es
los negros «son el minero de nuestra mejor poe- muestra de una lucidez poética nada común en
sía». Y su romance octosílabo «El negro alza- aquel momento y lugar.
do», quizás sea el primer poema abolicionista Es extraño el interés de su hermano Federico
de nuestra literatura. Milanés (que tantas veces trató de evadir la ver-
Mas no hay que rastrear sólo en la correspon- dad histórica, guiado por pudores familiares) en
dencia privada para encontrar, claramente expre- hacer ver que ya en 1843 José Jacinto estaba
sadas, las preocupaciones sociales de Milanés. muerto «moralmente». Porque las definidas pos-
Más de una vez manifiesta la necesidad de edu- turas de este último en favor del abolicionismo
car al pueblo para que sepa «cómo y para quién y del independentismo debieron ser sumamen-

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168 SEGUNDA ÉPOCA

te peligrosas en la Matanzas de 1843, y el decla- que éstos eran reconocidos por su afilada sátira
rarlo «loco» quizás fue una forma de sustraerlo a las costumbres de la época. Lezama Lima en-
a cualquier suspicacia de las autoridades, cuentra su poesía «correcta, sus estrofas gober-
sobreprotección que bien pudo agudizar el pre- nadas por un pulso firme, aunque frío y a veces
cario equilibrio psíquico del poeta. Aunque esto tedioso».28 Federico escribió su mejor poema
todavía sea sólo una conjetura con escasa base precisamente dedicado a la memoria de su her-
testimonial, 27 sí es difícil desligar el quebranto mano: «Aniversario», según Vitier, «canto ele-
mental de José Jacinto de la agudización del gíaco de una plenitud sorprendente».29 Pero fue-
momento socio-político, ya que ambos proce- ra de este sentido homenaje filial, su poesía hoy
sos corren paralelos hasta 1844, año de la Cons- nos presenta poco interés y en ella pesa dema-
piración de la Escalera y de la locura total del siado el lastre de esa retórica epocal que en su
poeta. La dramática realidad que vivió Matan- momento lo ayudara a obtener algún premio en
zas por aquella época tuvo que influir necesa- certámenes literarios.
riamente en la fina sensibilidad de José Jacinto.
Y aunque existiese la anécdota amorosa, puede
dudarse de que ésta sola haya sido determinante 2.4.4 Otros poetas del momento
para hacerle perder la razón a este poeta, que
afirmaba sin ambages: El paso del tiempo realiza un implacable proce-
so selectivo al cual la literatura no puede sus-
Hijo de Cuba soy: a ella me liga traerse. Así, del conjunto de obras producidas
un destino potente, incontrastable: en un momento y lugar determinados sólo unas
con ella voy: forzoso es que la siga pocas sobrevivirán el cambio de gustos y la su-
por una senda horrible o agradable. cesión de contextos. Sería de suponer que las
obras que sobreviven son las mejores, mas esto
Con ella voy sin rémora ni traba,
no siempre ocurre, y cada cierto tiempo convie-
ya muerda el yugo o la venganza vibre.
ne hacer indagaciones revalorativas del pasado,
Con ella iré mientras la llore esclava,
en búsqueda de rectificaciones a veces muy fruc-
con ella iré cuando la cante libre.
tíferas. Sin embargo, respecto a la poesía que se
Buscando el puerto en noche procelosa, produjo en Cuba entre 1820 y 1844, en vano tra-
puedo morir en la difícil vía; taríamos de encontrar voces que igualen a los
mas siempre voy contigo ¡oh Cuba hermosa! tres nombres esenciales que la tradición ha con-
y apoyado al timón espero el día. sagrado: Heredia, José Jacinto Milanés y Pláci-
do. Otro sentido tiene el indagar en ese grupo
Las ediciones de las obras de José Jacinto las de cultivadores menores del verso que, en aquel
llevó a cabo, con amoroso cuidado, su hermano entonces, constituyeron como un caldo de cul-
Federico. La primera de ellas, que recopilaba sus tivo en el cual se desarrollaron las grandes vo-
poesías, teatro y prosas, apareció entre 1846 y ces. Así veremos cómo algunas de las caracte-
1847, cuando aún el poeta vivía, sumido en las rísticas de estas últimas reaparecen en otros
tinieblas de su desequilibrio mental. Dos años autores de la época, que sin llegar a trascender
después de muerto, en 1865, Federico realiza en por sí mismos, realizan aportes de mucho peso
Nueva York una edición más completa de las al tono y el gusto que hoy reconocemos en los
obras de su hermano, incluyendo fragmentos mejores exponentes. Autores menores que a
que la censura colonial no permitía circular en veces resultan especies de poetas-puentes, que
Cuba. Distintos trabajos en prosa y verso dejó unen épocas y estilos, con lo cual permiten con-
escritos también Federico Milanés (1815-1890), formar la geografía en donde despuntarán las
como los prólogos a las obras de José Jacinto y grandes cumbres.
su contribución a Los cantares del montero. Mas Para la poesía cubana durante la etapa que
nunca llegó a recopilar en libro sus versos, aun- transcurre entre 1820 y 1844 son detectables tres

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momentos específicos, que marcan las transicio- Tacón la capitanía general de la isla, se concen-
nes del pasado y hacia el futuro (aunque este tra más en la orientación y el estímulo sotto voce,
último momento sea breve y menos definido), como bien sabemos, sobre todo a través de sus
rodeando a un núcleo central más extenso. Por tertulias y su correspondencia. Por eso cuando
supuesto, al comienzo son aún muy visibles los se produce lo que podemos considerar el
rezagos neoclasicistas de la etapa precedente, «boom» de las revistas literarias en 1838, año en
aunque la libertad de imprenta y la proliferación que aparecen El Álbum, La Mariposa, El Plan-
de publicaciones que ocurre entre 1820 y 1823 tel, La Cartera Cubana y La Siempreviva —en
abre rumbos nuevos que ya señalan con fuerza menor medida el auge de las ediciones de li-
hacia el futuro. Si en 1819 había aparecido lo bros—, ya las figuras que dan la cara al público
que puede considerarse el primer libro de poe- son «discípulos» suyos, como Palma y Echeve-
sía escrito por un cubano —Ocios poéticos, un rría. Al ausentarse Del Monte del país en forma
volumen de 166 páginas en octavo, debido al definitiva, en mayo de 1843, se prepara en bue-
estro de Ignacio Valdés Machuca— ya en 1820 na medida el cierre de la etapa, que los dramáti-
encontramos también la primera revista dedica- cos acontecimientos de la Escalera precipitarán
da totalmente al género: La Lira de Apolo. Y los un año después. En realidad, ya desde 1840,
ecos prerrománticos europeos se dan a conocer cuando se dejan de publicar las últimas revistas
en algunas publicaciones, sobre todo en El Ar- sobrevivientes —La Cartera Cubana, La Siem-
gos (1820-21). La figura más representativa de previva— se ha producido poéticamente lo me-
este primer momento lo constituye Ignacio jor del momento. Aparte de la Avellaneda, que
Valdés Machuca (1792-1851), ya formado a fi- edita sus Poesías en España en 1841, las nuevas
nes de la etapa anterior, pero que con su labor voces que surgen son muy menores, y un
publicista, sus tertulias y, en menor medida, con epigonismo de poco vuelo comienza a ganar te-
su propia obra poética, sobresale durante la dé- rreno, durante estos últimos cuatro años que
cada del veinte, precisamente hasta el regreso anticipan los comienzos poco lustrosos de la
de Domingo del Monte de Europa y el comien- etapa que sigue después de 1844, cuando ya se
zo de su decisiva labor de animación cultural a han silenciado definitivamente las voces de
través de las páginas de La Moda en 1829, que Heredia, Plácido y José Jacinto Milanés.
introduce el momento más característico y ex- Los inicios de la década del veinte encuen-
tenso de la etapa. Pero si Valdés Machuca es fi- tran a Valdés Machuca enfrascado en una inten-
gura aglutinadora entre 1820 y 1829, no existe sa actividad intelectual. Además de sus colabo-
duda alguna que la gran voz poética que define raciones en las más importantes publicaciones
la nueva época es José María Heredia, cuyos pri- de la época, es redactor de los semanarios La
meros versos ven la luz pública hacia 1820 para Lira de Apolo y El Mosquito. Aunque su óptica
culminar en 1825 con la aparición del tomo ini- neoclásica le impide comprender a Heredia al
cial de sus Poesías en Nueva York. principio, acaba por reconocerlo. Junto con su
Del Monte va a dominar la cultura cubana (no amigo Francisco Iturrondo, lanza en 1834 la
sólo habanera) durante la década del treinta. Pero convocatoria para confeccionar una Aureola poé-
su incidencia más directa sobre la poesía ocurre tica al político y escritor español Martínez de la
al principio de esa década, cuando da a conocer Rosa, en donde se incluyeron trece composicio-
sus «Romances cubanos», se enrola en los pro- nes de relativo mérito, entre las que sobresalió
yectos editoriales de La Moda y El Puntero Li- la remitida por Gabriel de la Concepción Valdés;
terario y ejerce en forma directa la crítica litera- las composiciones fueron leídas durante una pin-
ria. Pero ya la Revista Bimestre Cubana y el toresca fiesta celebrada en el suburbio habanero
abortado proyecto de la Academia Cubana de de Arroyo Apolo, al parecer con un «montaje
Literatura (1834) suponen un radio cultural de artístico» debido al italiano residente en La Ha-
acción más amplio, que al encontrar dificulta- bana Pablo Veglia, también poeta.30 En su pro-
des para su despliegue público, a raíz de asumir pia casa Valdés Machuca propició una «acade-

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170 SEGUNDA ÉPOCA

mia literaria», a la cual asistían no sólo sus ami- Ramón Velez Herrera (1808-1886) fue en una
gos cultos, como Iturrondo y Manuel González faceta de su obra —la más apreciada por la críti-
del Valle, sino donde también se prestaba aten- ca— seguidor de Pobeda, con sus romances so-
ción a poetas de condición humilde, como Fran- bre costumbres cubanas, como «La pelea de ga-
cisco Pobeda, el esclavo Juan Francisco Manza- llos», «El guajiro poeta» y «La flor de la
no, Ramón Vélez Herrera y Plácido. pitahaya», romance «airoso y encantado» este
De todos los antes mencionados era Francis- último, que entusiasmó también a Cintio Vitier:
co Pobeda y Armenteros (1796-1881) el de ma- «¡Qué giro, qué aire, qué júbilo agreste en estos
yor edad y también el que más tiempo vivirá. versos!»33 La otra faceta del poeta está consti-
De origen campesino, desempeñó durante toda tuida por odas declamatorias y aburridas, trata-
su vida oficios muy variados y humildes, y fue, das despiadadamente por el tiempo. De todos
cronológicamente hablando, el primer poeta los poetas de origen humilde que apadrinara
cubano que utilizó temas y ritmos netamente Valdés Machuca, ninguno de condición tan pre-
populares, con ingenuidad pero, a la vez, con caria como el esclavo mulato Juan Francisco
«cierto perfume de antigua galantería castella- Manzano (1797-1854), cuyo talento natural le
na», al decir de Menéndez y Pelayo, provenien- permitió encontrar un humilde lugar en las pu-
te de sus lecturas de las comedias españolas de blicaciones de la época a partir de 1821 y que,
capa y espada.31 Semiolvidado en vida, muchas años más tarde, en 1837, será liberado gracias a
veces tuvo que recordar que respecto a cantarle una colecta encabezada por Valdés Machuca y
a Cuba Yo abrí la senda, y otros vates luego / des- Del Monte. A pesar de sus empeños líricos, el
cubrieron tus frutas y tus plantas, a pesar de que lugar destacado de Manzano en la literatura cu-
Versista popular, rimé sin gloria / ni de alcanzarla bana lo obtiene sobre todo con su Autobiogra-
tuve la esperanza. Pobeda, que firmaba como El fía, escrita a solicitud de Del Monte, quien se la
trovador cubano, publicó numerosos versos en entregó al abolicionista inglés Madden, que la
folletos y libros durante su larga vida —leyen- publicará junto con algunos de los poemas del
das, estampas de la vida campesina, enumera- esclavo traducidos al inglés, en 1840. Su última
ciones de árboles cubanos— y aunque cultivó el obra dada a la luz pública, en 1842, será la trage-
romance, bien claro decía que «la espinela pre- dia neoclásica Zafira, dedicada devotamente a su
fiero». Poco apreciado por la crítica, en fecha protector Valdés Machuca. Sin embargo, los
no muy lejana Cintio Vitier realizó una sagaz moldes neoclásicos que éste le enseñara al poeta
revalorización de este poeta: esclavo no fueron siempre los más adecuados
para la expresión de su fina y dolida sensibili-
En lo descriptivo a veces tiene una sobria dad, que puede detectarse en algunas muestras
plasticidad y un realismo seco, que, desde antológicas, como su famoso soneto «Mis treinta
su plano humildísimo, lo acerca a pasajes años», traducido a varias lenguas. Su inevitable
análogos de Martín Fierro […] Su fuerza formación deficiente no impidió la transparen-
es, por eso, estrictamente verbal; apenas cia de su innato sentido musical y una no pocas
hay calificativos; únicamente cosas, hechos, veces elegante sensualidad, que evade los tonos
acciones, en un idioma ágil y enjuto, sin demasiado abigarrados y patéticos. 34
ninguna estilización […] [Sus] descripcio- En el siglo XIX cubano más de un científico
nes son las más genuinas que en verso he- notable dedicó algunos empeños a la literatura.
mos tenido de la vida del guajiro. Le agra- Pero pocos lo hicieron con la honrada discre-
decemos hoy a Pobeda su absoluta fidelidad ción de Felipe Poey (1799-1891), quizás por-
a la experiencia inmediata, muy superior en que su afición a la historia natural lo hacía un
su honradez a las estilizaciones insuficien- muy sensible y bien entrenado observador. Aun-
tes y falseadoras que se pondrán de moda que sus poemas los publicara en 1833 en la Re-
más tarde, persistiendo sus tópicos hasta vista Bimestre Cubana, se dice que ya estaban
nuestros días. 32 escritos desde 1824. Sin embargo, no sería difí-

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cil encontrar en su idilio «El arroyo» anticipa- Pérez). Este poema descriptivo, típico de los
ciones del romanticismo sencillo e íntimo de un muchos que se escribieron en ese momento, es
Lamartine, aunque menos subjetivizado, al des- sobre todo una enumeración de los elementos
cribir la naturaleza, una naturaleza por demás encontrables en el campo cubano, a través de
bien cubana. Comentando este poema, José una «visión» esencialmente auditiva, poblada de
Lezama Lima ha expresado: cosas y sonidos, pero en donde sorprende la
ausencia de color. Desde el punto de vista so-
El mundo vegetal entrelazado con los pe- cial, el poema ofrece una visión idílica, quiméri-
ces que se van deslizando en el arroyo, es ca, del campo cubano, pues sólo nombra hechos
tratado con verdadera precisión deliciosa. —la esclavitud, las desigualdades entre poten-
Los insectos, la extracción del seno de la tados y campesinos— nunca presentados como
flor, las guabinas, el camarón, el cangrejo, problemas, pues lo que predomina es la volup-
la libélula, surgiendo de una naturaleza fá- tuosidad, la placidez, la blandura. Pero los «Ras-
cil y regalada, donde jamás aparece la ser- gos descriptivos…» ya no es un poema neoclá-
piente colérica ni el tigre. El poema de Poey sico, y las oleadas prerrománticas o francamente
es un cuadrito muy agradable, en que lo románticas afloran un tanto esporádicas, pero
idílico de nuestra naturaleza aparece cap- ya nítidas. Un análisis de sus más de 500 versos
tado con una sensibilidad que la disciplina sacaría a la luz logros, temáticas y motivos qui-
estudiosa no disminuye sino acendra.35 zás un tanto inesperados. Iturrondo publicó en
1834 sus Ocios poéticos, firmados con el seudó-
Con menos fortuna que el anterior, el geógrafo, nimo que gustaba utilizar: Delio. En el tomito
lingüista y tardío novelista Esteban Pichardo de 255 páginas existe una buena cantidad de és-
(1799-1879) nos dejó una Miscelánea poética en tas perfectamente olvidables, pero no deja de
1828. Muy vinculado a Valdés Machuca en sus haber otras bastante atendibles, como las dedi-
años juveniles, Manuel González del Valle (1802- cadas a su también extenso poema «Las ruinas
1884) fue ocasional versificador, antes de dedi- del palacio árabe de la Alhambra».
carse a otras tareas profesionales, para él (y los Al referirse a Iturrondo, Menéndez y Pelayo
demás) más provechosas; es recordado sobre estimaba que «valía más que otros poetas de su
todo por su Diccionario de las Musas, donde se tiempo que lograron fama en la Península y
explica [sic] lo más importante de la poética, teó- América. Por no haber sido enteramente espa-
rica y práctica, con aplicación de la retórica y mi- ñol ni cubano, yace en un injusto olvido.» 36 Otro
tología en lo que se juzga necesario, curioso texto tanto podría decirse del cuarto Francisco entre
más o menos didáctico aparecido en Nueva York estos poetas nacidos más o menos al alborear el
en 1827. siglo XIX: Francisco Muñoz del Monte (1800-
Muy ligado también a muchos de los empe- 1856), que vio la primera luz en la vecina isla de
ños de Valdés Machuca, el gaditano radicado en Santo Domingo y a quien, por esa razón, el pro-
Matanzas Francisco Iturrondo (1800-1868) da pio Menéndez y Pelayo negó toda posibilidad
la medida de ese poeta menor que es importan- de ser incluido entre los poetas cubanos.37 Sin
te como figura-puente. Entusiasmado con los embargo, reiteradas pruebas de amor a su patria
campos de su patria adoptiva, escribe en «agos- adoptiva dio Muñoz del Monte a través de su
to de 1831» su oda «Rasgos descriptivos de la vida: un grupo de sus poemas lo une incuestio-
naturaleza cubana», que en forma al parecer muy nablemente (en alguna quizás como iniciador)
consciente se adscribe a las sombras de «La agri- a líneas muy transitadas por nuestra poesía has-
cultura en la zona tórrida» (1826) del venezola- ta los días actuales. Implicado en la aventura
no Andrés Bello y las Poesías (1825) de Heredia, constitucional del general Lorenzo en Santiago
pero que anticipa ecos que luego encontraremos de Cuba hacia 1836, tuvo que emigrar del país,
en José Jacinto Milanés y otros poetas, hasta de sin sentirse nunca desligado de él; regresará de
la segunda generación romántica (Zenea, Luisa nuevo entre 1840 y 1848, cuando tenido por sos-

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pechoso tendrá que volver a Madrid, lugar en tú miras, y la luz de los volcanes
donde morirá. Sobre su actitud política Pérez en tu ardiente mirar relampaguea.
de la Riva ha dicho que «es innegable que Muñoz
del Monte tenía en mente la independencia como Una señal del paso del neoclasicismo al ro-
etapa final de la aventura constitucional; políti- manticismo nos la pueden dar los seudónimos
camente fue uno de los más capacitados y de los con los que gustaban firmar los poetas. Así
más claros de cuantos intervinieron en aquellos Valdés Machuca utilizaba el anagrama «Desval»,
sucesos». Fue condiscípulo de Heredia, primo Manuel González del Valle «Dorilo», Iturrondo
de Del Monte y muy amigo de Saco. Menéndez «Delio» y Gabriel de la Concepción Valdés, por
y Pelayo lo elogia como poeta, pues supuesto, «Plácido». Ya en la década del treinta
Del Monte será ossiánicamente el «Bachiller
tiene más inspiración y nervio que [su pri- Toribio Sánchez de Almodovar», al que imita
mo] D. Domingo, y aunque propende a la Ramón de Palma como el «Bachiller Alfonso
libertad romántica, y cambia con frecuen- Maldonado».39 Pero José Jacinto Milanés deja-
cia de metros en una misma composición, rá «El camarioqueño» y «Florindo» sólo para sus
y se deja arrastrar por la corriente de la versos de sabor más popular y humorístico, pues
amplificación desordenada, permanece clá- los demás serán firmados con su nombre com-
sico por la corrección y la pulcritud, ya que pleto, como había hecho Heredia y seguirán ha-
no por la sobriedad de estilo.38 ciendo los nuevos bardos. Ahora el poeta tiene
conciencia de la importancia de su propio yo y,
Sus Poesías fueron coleccionadas póstuma- más que esconderse bajo seudónimos (por de-
mente por su hijo en 1880, pero habían sido es- más casi siempre transparentes), hace hasta un
critas en Cuba entre 1837 y 1847. Como en poco de alarde sobre su cualidad autoral.
Iturrondo, estamos ante un extranjero que se Con Del Monte y La Moda ya en 1829 co-
deja exaltar por los encantos de la isla, específica- mienza a aparecer una nueva hornada de poetas.
mente por el clima y la forma de vida («El vera- El primero en surgir, prematuramente, fue un
no en La Habana») y las mujeres («La habanera», joven de tan sólo dieciséis años, José Antonio
«La mulata»), en versos sensuales, voluptuosos, Echeverría (1815-1885), que gana en 1831 un
apasionados, de una cubanía innegable, que concurso de la Real Sociedad Económica de
retoma y continúa logros de un Zequeira, un Amigos del País con una «Oda al nacimiento de
Heredia o un Iturrondo: la infanta María Isabel Luisa», que recibe elo-
gios de Del Monte; pero su autor será un futuro
Dora del mango la yema, prosista, no un poeta. La publicación del tomito
cuece en el anón la crema, de las Rimas americanas en 1834, junto al «Ba-
da a la piña su diadema, chiller Toribio Sánchez de Almodovar», nos trae
su lanza a la palma real. a otro poeta ocasional, Félix M. Tanco (1797-
1871), al igual que Antonio Bachiller y Morales
Y es rosa en el horizonte, (1812-1889) —contribuyente a la Aureola poé-
verde esmeralda en el monte, tica, que en 1839 da a conocer sus Fábulas lite-
melodía en el sinsonte, rarias y morales— mejor recordados por su la-
en la alta caña cristal. bor en otros campos.
Los dos poetas vinculados al círculo delmon-
Y en su ondulante y casi táctil retrato de «La tino que más se destacaron —dejando aparte el
habanera» descubre lo que luego se convertirá caso Milanés— fueron Ramón de Palma (1812-
en tópico socorrido: 1860) y Rafael Matamoros (1813-1874). Palma
fue un escritor que manejó con cierta soltura
Tú marchas, y en flexibles ademanes tanto el verso como la prosa e incursionó en di-
tu talle, cual la palma, se cimbrea; versos géneros (narrativa, teatro, crítica). Ideo-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 173

lógicamente fue uno de los discípulos más fie- versificadores con numerosos nombres, a algu-
les de Del Monte y, en algunos aspectos, lo aven- nos de los cuales Max Henríquez Ureña42 supo
tajó en connotaciones reaccionarias. Sus poemas caracterizar lapidariamente: José Cornelio Díaz
no son lo mejor de su producción, pero su fan- (1801-1852), «desmañado autor de versos insig-
tasía poética «El fuego fatuo» llamó la atención nificantes» que «tuvo el acierto de no publicar
de Menéndez y Pelayo,40 que la consideró «buen ningún tomo de versos»; José Policarpo Soler
ejemplo de una rara manera de lirismo románti- (1807-1852), el cual «no pasó de ser un rimador
co, que alguna vez cultivó Zorrilla, y que pudié- correcto y frío»; José Luis Alfonso (1810-1881),
ramos llamar sonambulismo lírico». Pero lo que «versificador mediocre, carente de inspiración».
resulta más alabado de su obra poética son sus Y quedan todavía Miguel de Cárdenas y Chávez
incursiones por el criollismo, con títulos como (1803-1890), Nicolás de Cárdenas (1819-1868)
«La danza cubana» y «La corrida de patos». Con y el más feliz como costumbrista José Victoriano
la obra poética de Rafael Matamoros ocurrió algo Betancourt (1813-1875). A partir de 1841 co-
muy singular. Su producción conocida, publica- mienzan a publicar sus primeros libros los au-
da en vida del autor, resultaba muy exigua, pero tores más jóvenes, veinteañeros cuyo nacimien-
se sabía de unas «Elegías cubanas» suyas envia- to había ocurrido con posterioridad a 1814:
das en 1838 a Madden junto con la Autobiogra- Francisco Orgaz (1815-1873), Leopoldo Turla
fía de Manzano y otros textos abolicionistas. El (1818-1877), José Zacarías González del Valle
descubrimiento casual de estos poemas perdi- (1820-1851), Miguel Teurbe Tolón (1820-1857),
dos arroja nueva luz sobre este autor y lo coloca cuya producción, nada notable, pesará más bien
en un lugar bastante destacado.41 Fina sensibili- sobre la etapa siguiente. De Heredia, Milanés y
dad y gusto «delmontino» realzan la insólita te- Plácido a los más ínfimos versificadores parece
mática que permite ubicarlos de golpe como los existir un abismo en apariencia insondable, pero
textos más decididamente antiesclavistas de la que no deja de estar sustentado en vínculos co-
poesía de la época. munes. Óptima, buena, mala y peor, era indu-
Con los autores citados hasta ahora se con- dable que el cultivo de la poesía en Cuba había
forma el panorama del género poético en estos alcanzado amplitud y consolidación, como nin-
años, pero aún pudiera alargarse la lista de gún otro género literario del momento.

NOTAS
(CAPÍTULO 2.4)

1
Federico Álvarez: ¿Romanticismo en Hispanoamé- Bar-Lewaw: Plácido, vida y obra. Eds. Botas, Méxi-
rica? El Colegio de México, México, 1970. co, 1960 y Manuel García Garófalo y Mesa: Pláci-
do, poeta y mártir. Editorial Botas, México, 1938.
2
Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía. Instituto Cu-
bano del Libro, La Habana, 1970, pp. 19-20. 5
Si la madre, a la inversa, hubiese sido el elemento
3
Marcelino Menéndez y Pelayo: Historia de la poesía mulato no hubiese sido tan problemático el naci-
hispanoamericana. Libr. General de Victoriano miento de Plácido. Al respecto en 1874, anotaba su
Suárez, Madrid, 1913, volumen 1, p. 283. biógrafo Pedro J. Guiteras:
4
Sobre los datos biográficos de Plácido pueden El fruto de una unión tan extraña a nuestras cos-
consultarse Leopoldo Borrego Estuch: Plácido el tumbres (pues los mulatos entre nosotros son
poeta infortunado. Ministerio de Educación, Direc- hijos de blanco y mujer de color); fácilmente se
ción General de Cultura, La Habana, 1960; Itzhak comprenderá que había de ser resultado de un

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174 SEGUNDA ÉPOCA

amor ilegítimo; y la madre para ocultar su livian- 20


José Fornaris y Joaquín Lorenzo Luaces: Cuba poé-
dad y la bajeza de su pasión, adoptó el remedio tica. Colección escogida de composiciones en verso
de separarlo de su regazo y abandonarlo a la ca- de los poetas cubanos, desde Zequeira hasta nuestros
ridad pública (Gabriel de la Concepción Valdés: días. Imp. de la viuda de Barcina, La Habana, 1861,
Poesías escogidas. Selección, prólogo y notas de p. 87.
Salvador Arias. Editorial Arte y Literatura, La
Habana, 1977, p. 187).
21
Citado por Eusebio Guiteras en «Milanés y su épo-
ca», en Cuba y América. La Habana, 13-19 (4): 24,
6
Julio Le Riverend: «[Cartas a Nicolás Guillén]», en mayo, 1909.
Hoy. La Habana, 24 (124): 2, mayo 29, 1962. 22
Carolina Poncet: «Jacinto Milanés y su obra poéti-
7
Ver: Biblioteca Nacional José Martí: Bibliografía de ca», en sus Investigaciones y apuntes literarios. Se-
la poesía cubana del siglo XIX. Biblioteca Nacional lección y prólogo de Mirta Aguirre. Editorial Le-
José Martí, Depto. Colección Cubana, La Habana, tras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1985.
1965. 23
Marcelino Menéndez y Pelayo: ob. cit., tomo 1, p.
8
En Biblioteca Nacional José Martí: Revista de la Bi- 234.
blioteca Nacional José Martí. La Habana [tercera
época], 6 (644): 71-129, julio-diciembre, 1964.
24
Cintio Vitier: ob. cit. (1970), p. 112.
9
Marcelino Menéndez y Pelayo: ob. cit., tomo 1, pp.
25
J. J. Milanés: Obras completas. Poesías. Introducido
256-264. por José Augusto Escoto. Imp. El Siglo XX, 1920,
tomo 1, p. 332.
10
«Aguirre y Le Riverend», en Hoy. La Habana, 24
(124): 2, mayo 29, 1962.
26
José Antonio Portuondo: Bosquejo histórico de las
letras cubanas. Ministerio de Relaciones Exteriores,
11
Samuel Feijóo: Sobre los movimientos por una poe- La Habana, 1960, p. 24.
sía cubana hasta 1856. Universidad Central de Las
Villas, Dirección de Publicaciones, La Habana, 1961,
27
Félix M. Tanco le escribía a Del Monte en septiem-
p. 38. bre de 1843: «También te mandaré los versos de
Milanés que no está muy bueno del cerebro, sgn.
12
Cintio Vitier: ob. cit., pp. 90-91. dicen: a mi no me parece tal cosa» (Centón
epistolario de Domingo del Monte, ob. cit., tomo
13
Marcelino Menéndez y Pelayo: ob. cit. tomo 1, p. VIII, p. 183).
259.
28
José Lezama Lima: Antología de la poesía cubana.
14
José Martí: Obras completas. Editorial Nacional de Selección, prólogo y notas por […]. Consejo Na-
Cuba, La Habana, 1963-1966, tomo 5, p. 355. cional de Cultura, La Habana, 1965, tomo II, p. 390.
15
Las cartas de J. J. Milanés a Del Monte están reco- 29
Cintio Vitier: ob. cit. (1970), p. 125.
gidas en Centón epistolario de Domingo del Monte.
(Con un prefacio, anotaciones y una tabla alfabética 30
Una descripción de esta actividad puede encontrar-
por Domingo Figarola Caneda, Joaquín Llaverías, se en Apuntes para la historia de las letras y de la
Manuel I. Mesa Rodríguez). Imp. El Siglo XX, La instrucción pública en la isla de Cuba. Instituto de
Habana, 1927-1957, 7 tomos. Para los hechos bio- Literatura y Lingüística. Academia de Ciencias de
gráficos la mejor fuente es la obra José Jacinto Cuba, La Habana, 1971, tomo II, pp. 139-174.
Milanés, de Urbano Martínez Carmenate, Edicio-
nes Unión, La Habana, 1989.
31
Marcelino Menéndez y Pelayo: ob. cit., tomo I, p.
285.
16
Max Henríquez Ureña: Panorama histórico de la li-
teratura cubana. Edición Revolucionaria, La Haba-
32
Cintio Vitier: ob. cit (1970), pp. 136-139.
na, 1967, tomo I, p. 186. 33
Ob. cit., p. 154.
17
Específicamente, ver Lo cubano en la poesía (ob. cit., 34
Sobre este autor es imprescindible consultar Roberto
pp. 101-102). Friol: Suite para Juan Francisco Manzano. Editorial
18
Ob. cit., p. 120. Arte y Literatura, Ciudad de La Habana, 1977.
19
Cintio Vitier: Poetas cubanos del siglo XIX. Cuader-
35
José Lezama Lima: ob. cit., tomo II, p. 525.
nos de la revista Unión, La Habana, 1969, p. 26. 36
Marcelino Menéndez y Pelayo: ob. cit., tomo 1, p. 246.

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37
Ob. cit., p. 305. 41
Ver Adriana Lewis Galano y Rolando Hernández
38
Ob. cit., p. 306. Morelli: «Las “perdidas” Elegías cubanas de Rafael
Matamoros y Téllez», en Cuadernos Hispanoame-
39
Además, Anacleto Bermúdez será «Fileno», José ricanos. Madrid, (451-452): 267-285, enero-febre-
Policarpo Valdés «Polidoro», José Cornelio Díaz ro, 1988.
«Sadi», Ignacio María de Acosta «Iñigo». 42
Max Henríquez Ureña: ob. cit., tomo I, p. 181.
40
Marcelino Menéndez y Pelayo: ob. cit., tomo I, p. 286.

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2.5 EL TEATRO ENTRE 1820 Y 1844

2.5.1 Obras, autores, repertorio, escenarios resto del país queda conformada en estos años
y público por edificios de poca envergadura, que recibían
inevitablemente el influjo del repertorio de moda
La Habana de la tercera década del siglo XIX era en la capital.
testigo del auge económico de la burguesía Conviene apuntar que la estratificación so-
esclavista que, heredera de una tradición teatral cial de los teatros se hizo más notable durante
nacida hacia finales del XVIII, asentaba paulati- esta etapa, en la medida en que se hacía más fuer-
namente su gusto por el espectáculo, lo cual se te el carácter clasista de la sociedad colonial, con
hacía patente de año en año a través de una serie la burguesía esclavista como bastión, por lo cual
casi ininterrumpida de temporadas. Quiere esto y en consonancia con los nuevos aires, no se
decir que, si bien alrededor de 1820 la literatura produjeron en el «Tacón», por ejemplo, mezclas
dramática cubana se encontraba en un incipien- de público que habían tenido lugar con anterio-
te período formativo, la capital de nuestra isla ridad en otros teatros, como el popular «Circo
ya se podía situar entre las más promisorias pla- de Marte».
zas teatrales del Nuevo Mundo. Desde los años precedentes a la década de
La actividad teatral y su nivel de desarrollo 1820, el gusto lírico se había afianzado con fuer-
en esta etapa de 1820 a 1844 puede evaluarse, za en nuestro público, como lo revelaba la pre-
entre otros datos, por la existencia de un buen sencia frecuente de compañías francesas e ita-
número de teatros. Las referencias históricas que lianas, las que convivieron, no obstante, con las
concretan esta información destacan la impor- comedias de tramoya influidas por el teatro
tancia de algunas edificaciones, entre ellas el mecánico, así como con una notable y renovada
«Principal» —antiguo «Coliseo»—, el «Diora- presencia del baile en los escenarios y también
ma» y el suntuoso «Tacón» (estos dos últimos con toda suerte de ilusionismos, magia, mími-
inaugurados en la etapa), donde tenía lugar la ca, ventriloquismo, maromas y pantomimas, de
parte más sobresaliente de la vida teatral. Tam- los cuales se nutrían los espectáculos. El incre-
bién funcionaban durante estos años otros lo- mento de la vida teatral se hizo evidente ade-
cales, de menor relevancia y eco en la prensa, más, por estos años, en la extensión del horario
como el teatro de Jesús María, el de Guanabacoa, de las funciones, así como en la magnificación
el del Horcón, a los cuales se sumaban otras ins- de algunos renglones, como la escenografía, ga-
talaciones de carácter transitorio o provisional, nadora de mayor relieve artístico, y la orquesta,
así como algunas casas de familia prestadas para convertida en elemento de primer orden en cada
tales fines. En las demás provincias de la isla el función. En líneas generales, este teatro insular
auge constructivo de teatros se acentúa hacia fi- —bastante similar al metropolitano—, se nutría
nales de la década del 30 y la generalidad en el fundamentalmente de las composiciones

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 177

operáticas de Rossini, Donizetti, Bellini y otros, que venían actuando casi desde inicios de siglo
así como de las comedias de Moratín y Bretón —la Galino, la Gamborino, Andrés Prieto, el
de los Herreros, los sainetes madrileños de Ra- propio Covarrubias—, vuelve a solidificarse un
món de la Cruz y algún que otro incipiente apor- tanto la escena, con la contratación de una im-
te nacional, a cargo de «ingenios» criollos que portante compañía de ópera italiana, cuya llega-
las más de las veces preferían ocultar su identi- da fue ampliamente divulgada por los diarios y
dad por lo que para el «buen ver» de la época que regocijó al público hasta julio de 1836 con
significaba ser autor teatral. lo más actual del género lírico. Arribaron ade-
De estos primeros intentos nacionales, me- más por esta fecha a los escenarios figuras des-
rece especial atención la obra de Francisco tacadas como el actor y director Gregorio
Covarrubias (1775-1850), un extraordinario ac- Duclós y la primera dama Rosa Peluffo, quienes
tor cuya extensa creación —en gran parte vuelven a La Habana para formar parte de una
desaparecida al paso de los años— se apoyó en compañía que llevó a cabo la ejecución de múl-
la cubanización de los modelos saineteros espa- tiples espectáculos en los escenarios capitalinos.
ñoles, a partir de la reproducción de cuadros de Paralelamente con este nuevo impulso toma-
costumbres criollas y la inclusión de canciones do por la vida teatral, comienza a sentirse con
y tipos populares, como el negrito, eje vital del más fuerza en el teatro el influjo romántico, ele-
teatro bufo cubano. Dichos elementos —en los mento determinante en el quehacer cultural de
que radicó esencialmente el mérito de Covarru- esta etapa. Lo romántico da cauce a los anhelos
bias—, junto a otros como el uso de un lenguaje de libertad, de distinción entre lo cubano y lo
identificado con lo popular, han hecho recono- español, de ahí su importancia como estímulo
cer en éste el nacimiento oficial del teatro cuba- propulsor de la libre expansión de los sentimien-
no. De los sainetes de Covarrubias representa- tos nacionales. El romanticismo nos llega fuer-
dos en la etapa se distinguieron Tío Bartolo y temente ligado a Francia y a través de España,
Tía Catana (1820), El forro del catre (1825), Un donde dicha tendencia tuvo poca oposición y
montero en el teatro o El cómico de Ceiba Mocha buena acogida. Recibimos como herencia, entre
(1835), El gracioso sofocado (1840) y Los dos otros elementos del romanticismo, la actitud de
graciosos (1841), entre otros. reacción —más o menos intensa— frente al
La esencia de este teatro, sustentada en la racionalismo establecido por los cánones clasi-
necesidad de diferenciar lo cubano de lo espa- cistas, el reconocimiento de la imaginación como
ñol, sería la génesis de una conciencia artística facultad especial del hombre, la preferencia por
urgida de valores culturales más profundos, los los temas históricos del pasado medieval y tam-
cuales propulsarían el surgimiento y desarrollo bién por la conquista y colonización america-
de una escena con identidad propia que fuera nas, así como un nuevo interés por los proble-
expresión del sentimiento nacional. Mientras mas sociales que circundaban al individuo.
estas concepciones se afianzaban entre nuestros Vale destacar que, en realidad, el atraso de
creadores, el teatro en la isla durante esta etapa nuestro teatro romántico respecto a las capita-
sigue una trayectoria desigual. La unión de va- les europeas, fue un tanto relativo si observa-
rios elementos, entre los que cuentan rencillas mos que algunos éxitos de esta tendencia en
internas entre artistas y directores, trajo consi- España sólo demoraron algunos meses en verse
go algunos momentos de crisis en que llegaron representados en La Habana, como sucedió con
a cerrarse incluso varios locales. Esta misma si- el Macías, de Mariano J. de Larra, en 1835, El
tuación acarreó, alrededor de 1830, el traslado a trovador, de García Gutiérrez, en 1836, y Los
Matanzas, Trinidad y Santiago de Cuba de va- amantes de Teruel, de Hartzenbusch, en 1837.
rias compañías de actores. Hacia mediados de la Alrededor del año 1838 predominaba entre nues-
década del 30 y luego de estos numerosos alti- tros autores la afinidad con el romanticismo, que
bajos, producidos también por la ausencia de se expandía en nuestro medio cultural y plan-
algunas figuras y la excesiva repetición de otras teaba nuevos rumbos para el teatro dramático

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cubano. Fue éste un momento de notable auge recido en el Diario de La Habana, que ya desde
creativo —bajo la inspiración de la nueva co- 1836 recogía las incidencias de la lucha entre clá-
rriente estética— y de fuerte impulso en la cons- sicos y románticos:
trucción de teatros. El mejor ejemplo de esto
último fue la inauguración, en abril de este pro- Grande es por cierto la rivalidad que existe
pio año 1838, del «Tacón», un coloso entre nues- entre clásicos y románticos, atribuyéndo-
tros teatros, lleno del lujo y los adelantos se unos a otros la superioridad de mérito
epocales y consecuente portador del nombre del […] El clásico muestra las cosas como son
Capitán General de turno. Su apertura tuvo lu- en sí […] y esta monotonía en el estado
gar en circunstancias de especial significado, por actual nos cansa, nos fastidia, he aquí la
cuanto resultó «escenario inicial del romanticis- ventaja del romántico: poseído de una ima-
mo y en él se enfrenta[ron] cubanos y españo- ginación de fuego solo busca lo raro, lo
les en una batalla que alcan[zó] su clímax trein- extraordinario, lo sorprendente; a cada paso
ta años después». 1 nos manifiesta acontecimientos inespera-
Lo que se ha denominado como «batallas» de dos, escenas que salen del orden regular,
nuestro romanticismo teatral parte, en esencia, pero que encerrados [sic] en los límites de
de la situación de enfrentamiento entre lo crio- lo posible, causan nuestra admiración […] 2
llo y lo español y no tanto de la ruptura estética
que podía significar la aceptación de esta ten- El nacimiento de nuestra literatura dramáti-
dencia. Dicho enfrentamiento mantenía víncu- ca romántica se ve precedido por la labor, como
los muy estrechos con el desarrollo de una nue- creador y como traductor, de nuestro primer
va conciencia, con el auge económico del país y poeta romántico, José María Heredia (1803-
con el progresivo desarrollo de un carácter na- 1839), quien nos dejó un teatro constituido por
cional, traducido, en el ámbito de nuestra crea- la adaptación de obras o la traducción de auto-
ción dramática, en la búsqueda y posterior res relevantes y fuertemente marcado por líneas
reafirmación del concepto de cubanidad. De neoclásicas. En el año 1837 el cubano Ramón
hecho, nuestra «batalla» romántica —pálido re- de Palma (1812-1860), asiduo participante de las
flejo de las verdaderas trifulcas provocadas en tertulias delmontinas, aportó el primer título
París, en 1830, por el estreno del Hernani, de romántico al imprimir su pieza en un acto La
Víctor Hugo— constituyó un estímulo para la prueba o La vuelta del cruzado, estrenada al año
crítica, que adoptó tonos de polémica y puso en siguiente, cuando suben a escena varias obras
evidencia que gran parte de la reacción contra el más de estilo romántico. Entre ellas estuvo el
romanticismo en Cuba se originaba en el celo drama Guillermo, debido a la pluma del español
de las autoridades y la censura españolas. Las radicado en Cuba José María Andueza (1809-
mismas se encargaron, sin escatimar esfuerzos, ?), quien dejó escritas varias piezas más. Pero
de descubrir en muchas obras románticas ata- sin lugar a dudas, el estreno que tuvo una signi-
ques contra la corona y el gobierno colonial. ficación especial dentro de este grupo de obras
La capacidad de contacto directo entre el es- fue Don Pedro de Castilla, del dominicano Fran-
pectador y la obra, entre otras cualidades de este cisco Javier Foxá (1816-?), 3 la que se represen-
género, determinó en gran medida que fuera el tó en el «Tacón» el 9 de agosto de 1838. Esta
teatro el medio expresivo escogido por el ro- pieza promovió un fuerte escándalo en su se-
manticismo para arraigarse con éxito entre el gunda función, durante la cual fue coronado
público. La prensa de la época se hizo eco de la Foxá por otros autores —entre quienes se en-
efervescencia originada por el teatro románti- contraban Palma y Suzarte—, en el primer ho-
co, que resultó favorablemente reconocido menaje de este tipo que se afirma fue realizado
—pese a la preeminencia aún del teatro clásico en La Habana. El choque entre los entusiasma-
español—, por los aportes que esta poesía dra- dos seguidores de la tendencia romántica y los
mática traía consigo. Veamos un comentario apa- enemigos del naciente sentimiento antiespañol

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trajo consigo un desorden a las puertas del tea- sofía, que desemboca en el tema de la literatura
tro, tras el cual las autoridades y la censura or- cubana y su necesidad de verdadero encauza-
denaron el retiro de la pieza de los escenarios. miento. De ahí que lo que estaba aparentemen-
Foxá estrenó en este mismo año, también, su te dirigido contra los postulados románticos asu-
obra El templario. midos por nuestros autores, no fuera sólo un
Podemos considerar los sucesos de Don Pe- ataque a la «romanticomanía» y el exceso de
dro de Castilla como el detonante, en el plano imitación, sino también un encuentro de crite-
cultural, de la tensa situación —desde los pun- rios sobre los problemas de la nacionalidad.
tos de vista social y político— existente en el Uno de los detalles interesantes que rodea-
año 1838. El ambiente ya era propicio para que ron la aparición de El Conde Alarcos e ilustran
cualquier motivo, en este caso un drama román- su ubicación en el contexto teatral del momen-
tico, desencadenara el enfrentamiento entre cu- to fue, entre otros, la calurosa acogida que reci-
banos y españoles, más aún, como se ha dicho, bió, no sólo en el círculo delmontino, donde
cuando en el escenario se mostraba a monarcas había surgido, sino también entre el público.
españoles crueles y tiranos. Éstas son las circuns- Algo que conspiró contra la representación de
tancias que preceden al estreno del autor cuba- esta obra fue la deficiente preparación del elen-
no más significativo de la etapa que estudiamos: co que tuvo a su cargo el estreno en el «Tacón»
José Jacinto Milanés (1814-1863). Dicho autor —el 11 de septiembre de 1838— y que estuvo
constituye, junto con los otros dos grandes compuesto, entre otros actores, por Gregorio
nombres de nuestro teatro decimonónico —la Duclós (en el papel de Alarcos), Juan de Mata
Avellaneda y Luaces—, la conocida trilogía ro- (rey de Francia), Francisco Garay (Pelayo), Rosa
mántica que fue pilar fundamental de nuestra Peluffo (Leonor) y Vicente Lapuerta (Blanca).
literatura dramática colonial. La prensa se encargó de reflejar con acritud la
Milanés ofreció a las tablas habaneras en 1838 falta de memoria y los fríos ademanes que ca-
su obra El Conde Alarcos, drama en tres actos racterizaron la puesta en escena. Desde el pun-
en verso. Puede decirse que el estreno de esta to de vista del contenido de la obra, debe to-
obra señaló un momento especial en el desarro- marse en cuenta, como elemento significativo,
llo de la historia teatral cubana, entre otros fac- que esta pieza —al igual que Don Pedro de
tores por la repercusión inmediata que encon- Castilla, de Palma— hace referencia a un rey re-
tró y porque promovió el ejercicio de una crítica presentante de poderes omnímodos e injustos,
literaria seria y extensa en su época. Tal acogida, muy similares a los practicados en Cuba por los
sumada al grado de eficacia dramática lograda Capitanes Generales. La obra dramática de
por Milanés en Alarcos, han hecho afirmar con Milanés, como se verá más adelante, fue decisi-
certeza que «imperfecta, ingenua, anacrónica, si va en esta etapa que relacionamos, no sólo por
se quiere, El Conde Alarcos es nuestra primera la dimensión de sus valores intrínsecos, que dio
obra dramática de cierta envergadura».4 La obra renombre por primera vez a un dramaturgo cu-
fue causa de apologéticas reseñas en la prensa bano, sino porque —muy especialmente El Con-
del momento. Ramón de Palma fue uno de los de Alarcos— fue pieza clave del despertar litera-
encargados, desde las páginas del Diaro de La rio que tuvo lugar alrededor de 1838.
Habana, de elogiar a Milanés, aunque, escu- Autores y obras de tendencia romántica en
dándose en la aparición del drama, enjuició du- estos años, aunque de menor relieve, fueron,
ramente la producción literaria de la época, con entre otros, el mexicano residente en Cuba Fran-
lo que provocó una amplia polémica con Anto- cisco Gavito, que estrenó en 1839 su Gonzalo
nio Bachiller y Morales y Un cualquiera, que se de Córdova; Nicolás Pimentel con Inés o Las
extendió por varias semanas. Pero según puede cruzadas, en 1839; Andueza con los dramas
apreciarse al seguir la controversia, detrás de las María de Padilla y Leonor de Navarra, ambos de
valoraciones sobre la pieza teatral hay todo un 1839; Ramón Francisco Valdés, quien estrenó
andamiaje reflexivo sobre teoría literaria y filo- Cora en 1839 y Leonor o El Pirata en 1841; Juan

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Miguel de Losada, que retomó la historia inca das de su afición por tratar temas de actualidad
de Cora en La sacerdotisa del sol, publicada en y por abarcar en su teatro las circunstancias de
1838 y estrenada en 1842. La incursión del poe- carácter nacional. Además de Crespo Borbón y
ta Juan Francisco Manzano en el teatro, a través Millán, ocuparon sitios en los repertorios de la
de la tragedia neoclásica Záfira, en 1842, no apor- etapa autores como Juan A. Covo (? - ?), quien
tó elementos trascendentes por su tema ni su compuso en 1838 los sainetes cargados de sátira
versificación y se alejó del rumbo romántico que Una volante y La romanticomanía, así como
indican las piezas mencionadas anteriormente. Lucas Arcadio Ugarte (1807-1868), creador en
De estos mismos años son las primeras mani- 1839 de El artículo y los autos, otra saeta contra
festaciones conocidas del talento dramático de la fiebre romántica y la crítica de teatro.
Gertrudis Gómez de Avellaneda, cuya obra, sin El panorama teatral de la década de 1840 in-
embargo, queda mejor circunscrita a una etapa dica, por otra parte, cómo junto a los dramas
posterior de nuestra historia literaria. históricos de corte romántico, la comedia y el
Ahora bien, después de mencionados los tí- sainete, siguieron ocupando lugar preponderante
tulos pertenecientes a los primeros años de la la ópera y el baile. En 1841 tuvo lugar un verda-
década del 40 del siglo pasado, se hace imposi- dero acontecimiento cultural —y un incremen-
ble obviar el desenvolvimiento —parejamente to de aficionados al ballet— con la llegada de
con el del drama romántico— del sainete, ver- Fanny Elssler, una de las primeras figuras de la
tiente de nuestro teatro que con mayor propie- Ópera de París. Fue tal el éxito, que su baile ins-
dad se acercó a las raíces populares en el XIX. A piró a más de un autor —entre ellos Milanés—
la creación sainetera de Covarrubias, quien to- y le fueron dedicados finos versos y hasta una
davía se mantenía en las carteleras teatrales, se obra de teatro. Las representaciones de compa-
unieron con posterioridad otros nombres, como ñías extranjeras de ópera y ballet continuaron
los de Bartolomé Crespo Borbón (1811-1871), siendo una regularidad de nuestra vida teatral,
español establecido en Cuba, y José Agustín que siguió receptiva a cualquier novedad inge-
Millán (entre 1810-1820-?). Las obras de Cres- niosa. Notorios anuncios en las carteleras die-
po Borbón conformaron por estos años un tea- ron a conocer las funciones de los hermanos
tro en que se recrea el habla típica cubana y el Raveles, famosos bailarines y trapecistas fran-
bozal, lenguaje de los negros africanos. Su pri- ceses, que compartieron la atención del público
mera pieza se imprimió en 1838, El chasco o Vale de la isla por estos años, a partes iguales con la
por mil gallegos el que llegue a despuntar, a la que Elssler o la ópera.
siguió Los pelones, de 1839, y la aplaudida A que La crítica teatral tuvo dos nombres respeta-
me paso por ojos o Apuros de Covarrubias, de bles en esta etapa: Buenaventura Pascual Ferrer
1840. Ya en estas obras se apunta la relevancia (1772-1851) y José María Andueza, a quien ya
que tomaría el personaje del negrito en su tea- hemos mencionado como autor teatral. Ambos
tro, fundamentalmente a través de su conocido cumplieron con particular constancia el ejerci-
«Creto Gangá», antecesor directo de la produc- cio crítico, sobre todo en la década del treinta,
ción bufa. Millán comenzó a escribir y estrenar Ferrer desde las páginas de El Regañón —y lue-
en 1841. De ese año son sus piezas El hombre de go junto a su hijo en El Nuevo Regañón— y
la culebra y Mi tío el ciego o Un baile en el Cerro; Andueza regularmente desde el Diario de La
de 1842 es Una aventura o El camino más corto, Habana. A los juicios claros y mesurados de
su única comedia en tres actos. Otros títulos que Andueza y a los impulsivos ataques de Ferrer se
componen su producción de estos años son Una sumaron, de forma variable, muchos otros co-
tarde en Bejucal (1843) y La guajira o Una no- laboradores de la prensa, entre ellos jóvenes au-
che en el ingenio (1844). Un rasgo distintivo de tores, que dieron en ocasiones tono de encendi-
su teatro ya apreciable en estas primeras obras, da polémica a la crítica, como ya habíamos
es el develamiento de los manejos del capital en apuntado.
la sociedad de entonces, lo que resultaba sin du- Es indudable que la creación teatral de esta

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etapa se produjo en condiciones muy poco fa- de sentimientos nacionalistas. Es por ello que la
vorables para los autores, entre otras cosas por semilla plantada por el romanticismo en el am-
la férrea censura que imponían los Ayuntamien- biente creativo cubano de este momento, crece
tos en primer lugar y la Capitanía General como vinculada estrechamente con las conmociones
instancia suprema. A los desmanes de Tacón, en que agitaban a la sociedad colonial, y su acción
tal sentido, siguió el recrudecimiento de la si- puede valorarse como un acicate importante en
tuación de la mano del próximo gobernante, la lucha de nuestros teatristas por solidificar la
Espeleta. Además, en 1842 se fija definitivamen- imagen nacional en los escenarios.
te el régimen y organización de las funciones,
se reglamenta oficialmente la conducta a seguir
por el público y se prohíbe la representación de 2.5.2 La obra teatral de José Jacinto Milanés.
toda obra teatral que no hubiera pasado por el El Mirón cubano
tamiz, cada vez más riguroso, de la censura. Es
conocido que la mayoría de los actores proce- La afición por las tablas le venía a José Jacinto
dían a editar sus obras antes de llevarlas a escena Milanés desde su niñez, cuando ya gustaba re-
y en este caso también chocaban con la censura presentar y escribir comedias. De una de estas
de imprenta. Por todo ello resulta fácil compren- últimas, compuesta a los diecisiete años, a la
der la cantidad de títulos —incluidos los de au- manera de Lope de Vega, reproduce Federico
tores tan reconocidos como Bretón de los He- Milanés un fragmento en el «Prólogo» a la pri-
rreros o Hartzenbush— que sufren despiadados mera edición de las obras de su hermano. Y en
cortes o se suprimen de las carteleras de los tea- el prólogo a la segunda edición de estas, Federi-
tros. Sin embargo, es destacable el hecho de que co comenta que, «además de representar varias
sea este género uno de los más editados en la veces en teatros caseros, tuvo a su cargo en el
etapa. La poca trascendencia de la mayoría de que entonces era principal de Matanzas, el pa-
este teatro radicó, esencialmente, en la frágil ca- pel de Don Carlos en El sí de las niñas [de
lidad de nuestros dramaturgos. Leandro Fernández de Moratín], que fue aplau-
Otro detalle interesante de estos años es el dido por su fácil acción y metal de voz agrada-
paulatino proceso de descentralización de la ar- ble».5 En noviembre 8 de 1837 José Jacinto le
quitectura teatral, que empieza a tomar fuerza envía a Domingo del Monte su traducción del
en importantes puntos del país, como Trinidad, prólogo y el primer acto de la Cristina de A.
que contó en 1840 con un buen edificio, el Dumas.6 Cuando a fines de ese año visita de
«Brunet». A ello se unió el auge de las compa- nuevo la casa de su amigo habanero, parte de las
ñías de aficionados, que secundaron este des- discusiones de las tertulias se centran en la ne-
pliegue constructivo a lo largo de la isla. Sin cesidad de que los autores nativos escriban obras
embargo, a principios de la década del cuarenta de teatro. José Antonio Echeverría, aficionado
la escena mostraba una evidente necesidad de a lo histórico, le propone a José Jacinto que bus-
renovación, tanto en el repertorio como en las que su tema en la Vida de Don Álvaro de Luna,
figuras. Hacia 1843 decayó la actividad teatral de Quintana, pero al matancero lo seduce más
de La Habana y hasta algunos de los actores prin- el romance antiguo de «El Conde Alarcos», que
cipales del momento abandonaron el país, e in- también le interesa a Ramón de Palma. En ene-
cluso se suprimió alguna temporada de ópera. ro 4 de 1838 José Jacinto indaga por carta, des-
Pero en líneas generales, lo que resulta innega- de Matanzas, si Palma ha desistido del proyecto
ble de esta etapa de nuestra historia teatral es y, corroborado esto, pone manos a la obra. En
que —pese a constituir un período de franca febrero 15 ya tiene concluido el primer acto.
formación y orientación para nuestros drama- A pesar de sus achaques físicos y de su
turgos— la exaltación romántica condujo tanto enajenante trabajo «mercantil», El conde Alarcos
a los creadores como al público por el camino ya terminado es enviado a Domingo del Monte
de una nueva sensibilidad artística, alentadora el 26 de julio de 1838. La reacción de su mentor

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182 SEGUNDA ÉPOCA

y sus amigos ante la obra no puede ser más en- A pesar de su asunto medieval, de sus trova-
tusiasta. Basados en la lectura de los manuscri- dores, noches tempestuosas, desbordamientos
tos, José Zacarías González del Valle y Ramón pasionales, etc., la obra no fue considerada en
de Palma publican pronto elogiosas críticas en su tiempo como propiamente romántica, qui-
la prensa. En septiembre se estrena El conde zás porque la sencillez de la acción la acercaba
Alarcos con éxito en el teatro Tacón, y ese mis- más bien al romance original.8 Aunque, como
mo mes se publica en atractivo folleto. Prácti- ya había alertado el propio autor, no fueron po-
camente en todas las publicaciones cubanas de cos los cambios que introdujo. Uno de los más
la época aparecen referencias a la obra, las cua- significativos fue el de hacer que el conde se re-
les, aunque no exentas de señalamientos críti- bele contra la orden de matar a su esposa; tam-
cos, dejan un saldo a favor del novel autor dra- bién la «cubanizada» condesa, Leonor, es más
mático. Detrás de todo este proceso, desde el resuelta y sabe enfrentarse a su rival en defensa
mismo germen de su creación, ha estado la mano de sus derechos. Sin embargo, la figura protagó-
de Domingo del Monte, quien se ocupa tanto nica del conde, que se debate en torno al con-
del estreno como de la edición y de su publici- flicto central entre «el honor» y la fidelidad al
dad. José Jacinto, recluido en su natal Matan- monarca por una parte, y por la otra su amor
zas, ni se ha atrevido a asistir al estreno de la hacia Leonor, unido a muy decimonónicos sen-
obra. timientos de justicia y libertad, resultó un reto
Con el envío del drama a Del Monte, su au- demasiado complejo para la experiencia compo-
tor lo comentaba en la forma siguiente: sitiva de José Jacinto, cosa muy evidente en el
tercer acto, cuando el desenlace impuesto por la
El asunto que U. ve lo he pensado con la tradición choca con la trayectoria dramática con-
mayor sencillez porque a mi entender este ferida hasta entonces al protagonista, lo cual hace
es drama más bien que de intriga de pa- que en dicho acto, a contrapelo de las intencio-
sión. También he procurado que el estilo nes del autor, la «intriga» adquiera mayor peso
sea natural y poético cuanto quepa, aten- que la «pasión» y lo melodramático acabe por
diendo a la época y lo maravilloso del caso.7 triunfar sobre lo trágico. Mejor suerte tiene José
Los personajes del Trovador, Pelayo, el Jacinto cuando construye personajes más
Embozado y el Capitán son todos de mi unidimensionales en sus conflictos, como la
invención y no sé si los habré presentado impetuosa Blanca y su padre, el rey, este último
con la verdad y peculiaridad correspondien- representante de un injusto poder omnímodo,
tes. También advertirá U. que los del Con- tan injusto como el que poseían entonces los
de y Leonor no son los mismos que ofrece Capitanes Generales de la Isla. Por eso es en el
el romance, porque entraba en las miras de segundo acto donde se alcanzan momentos de
mi plan presentarlos bajo otra faz y era mayor intensidad dramática, cuando las palabras
necesario siempre modificarlos y ajustar- saltan «como cuchillos de uno a otro personaje
los a las exigencias teatrales. con una eficacia teatral sorprendente». 9 Porque
el verso de Milanés, cuyo tierno y delicado liris-
En el personaje de Leonor quiso representar al mo está presente en muchos pasajes de la obra
tipo de cubana (blanca y más bien acomodada, —sobre todo los relacionados con el personaje
por supuesto), como afirmó varias veces, y muy de Leonor— también sabe ser enérgico e
especialmente, en su famosa «Epístola a incisivo.
Rodríguez Galván»: Tras los desvelos de Domingo del Monte por
El conde Alarcos es indudable que se encontraba
Tiernas son nuestras bellas, y este clima la satisfacción del mentor orgulloso de su discí-
le da un hablar simpático y suave, pulo, pero debe tenerse en cuenta que el argu-
que fácil entra en la española rima mento de El conde Alarcos propiciaba el plan-
y al corazón introducirse sabe. teamiento de algunas problemáticas muy

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 183

concretas del momento histórico que vivía la oli- Hecho el drama, uno dirá que el estilo es
garquía cubana, con la cual Del Monte estaba calderoniano, otro que el aire del plan es
identificado. Se ha tratado de reducir El conde griego, otro que hay algo en él de Racine o
Alarcos a un «código de señales», dentro del cual de Víctor Hugo, de Lope o de Metastasio,
se establece la ingratitud real ante tantos servi- y todo será cierto. Y qué indicará esto? Que
cios prestados, lo que justifica la desobediencia tratamos de hacer una nueva escuela? No:
de sus súbditos, pues la nobleza no se encuentra sino que hacemos una fusión de todos los
en un título sino en las acciones realizadas para estilos dramáticos, y esto sin esfuerzo y sin
merecerlo. Pero reducir El conde Alarcos sólo a calentarnos la cabeza. Así hacemos un dra-
un «medio de retroalimentación por el cual la ma de todos tiempos, original y vario en la
oligarquía tornaba a recibir sus propias pala- forma y uno y constante en el fondo.
bras»,10 sería dejar inexplicada su vigencia, pa-
sado aquel momento específico, ante épocas y Aquí Milanés intuye la validez de nuestro mes-
públicos muy diversos. Y por supuesto, José tizaje cultural y reafirma lo irrepetible de la cul-
Jacinto Milanés no era un simple codificador tura europea en estas latitudes, aunque de allá
puesto al servicio de aquel grupo social. Si no provengan fuentes de gran autoridad literaria.
hay por qué dudar de la existencia de un mensa- De ese momento es también su artículo dia-
je expreso sugerido por Del Monte, la situación logado «El drama moderno», en el que expone
para el poeta se planteó en términos más am- algunas de sus ideas sobre el teatro que debía
plios y la rebelión de Alarcos implicaba la lucha cultivarse en Cuba, el cual para Milanés no se-
contra una injusticia y una tiranía bien concre- ría, en definitiva, ni clásico ni romántico, pues
tas, no sólo en relación con un momento y un «sólo hay un drama; único y constante en su
gobernante del régimen colonial, sino también esencia», aunque «vario en la forma». Induda-
con este mismo como forma de gobierno. No blemente éste es el período de su producción en
por gusto el drama es detonante directo de un el cual dedica mayores esfuerzos al cultivo del
poema del mexicano Ignacio Rodríguez Galván, teatro; tan pronto se estrena El conde Alarcos
que da pie a la famosa «Epístola» de José Jacin- comienza una nueva obra, Un poeta en la corte,
to, cuyos conocidos versos constituyen clave que en febrero 9 de 1839 se la define a Del Monte
muy válida para descodificar otro de los mensa- como drama de «intriga algo complicada», y que
jes de El conde Alarcos como obra literaria. Im- si le «sale bien, habré puesto una pica en Flandes
perfecta e ingenua si se quiere, estamos ante la porque el drama es todo de mi invención y a
primera obra dramática cubana de cierta enver- mis fuerzas y mi fantasía seré deudor de todo el
gadura. A través de sus contrastes líricos y dra- éxito».
máticos aún podemos percibir una peculiar at- Del Monte visita Matanzas por el mes de abril
mósfera, que debe mucho al personal mundo de aquel año; en casa de Félix Tanco le escucha a
poético del autor, lo cual al parecer ha garanti- José Jacinto la lectura del primer acto de la obra
zado su reiterada permanencia en los escenarios y recomienda que «lo enredara un poquito». Y
teatrales del país.11 en esos menesteres está José Jacinto cuando en
La mantenida correspondencia entre Del mayo 4 le comunica:
Monte y Milanés nos da señales de la madurez
en los juicios e ideas de este último, que no po- desde entonces se me puso enredarlo, y en-
cas veces resultan agudos y personales. El 29 de redo ha sido que para no enredarme yo en
septiembre de 1838 le escribe a Del Monte: él de patas, es preciso que mire y remire
mucho mi plan. Además como a mí no me
Amigo, acá no tenemos escuela dramática. llena un enredo que no lleve consecuen-
Cada uno aspira a pintar verdadera la épo- cias morales, y quisiera conciliar varias con-
ca que figura en su obra y las formas del trariedades, de ahí nace que trabaje tan des-
drama las sometemos al carácter del plan. pacio, empleando menos tiempo en rimar

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184 SEGUNDA ÉPOCA

la obra que en hacer su plan variado, vivo y bar que podía hacer obras con complicadas in-
descansado en máximas morales y cris- trigas, aunque en realidad él fue su mejor críti-
tianas. co, cuando expresó el enredo en que se había
metido cuando quiso enredar más la trama. No
Pero la obra tendrá una larga elaboración debi- es que haya fracasado en sus deseos, pues ni la
do también a serios quebrantos que sufre la sa- estructura, ni la versificación ni los personajes
lud del joven autor. están carentes de mérito, sólo que éste queda
Un poeta en la corte no estará terminado has- más cerca de un discreto epigonismo que de una
ta julio de 1840, y después comenzarán los pro- creación original. Quizás mejor elaborada que
blemas con la censura, que en definitiva impi- su obra anterior, Un poeta en la corte resulta
dieron su estreno y publicación inmediatos. No menos fresca y más artificiosa, y en la práctica
será hasta seis años después cuando Federico ha sido ignorada durante siglo y medio por los
Milanés la pueda incluir en uno de los tomos de teatristas cubanos, a diferencia de lo sucedido
las Obras de su hermano, con algunos versos con El conde Alarcos.12
mutilados por el censor. Esto, a pesar de que la Como de costumbre, Milanés le envió el dra-
acción de este drama en tres actos ocurre en la ma ya terminado a Del Monte para su lectura y
España del siglo XVII. Mas la misma intención crítica, aunque esto lo hizo en forma menos su-
que tuvo José Jacinto en hacer una obra «toda plicante y más reservada que antes. Sabemos que
de su invención», lo llevó a conferirle al perso- la respuesta recibida fue una larga y apabullante
naje central de Pereira —el «poeta»— toda una carta, en la cual, con razón, Del Monte le seña-
serie de características muy afines a él mismo. laba lo inconsecuente que era con sus propias
No en balde se ha señalado reiteradas veces el teorías de cómo hacer una literatura cubana.
anacronismo de muchas de las ideas que expre- Cortés y lacónico, José Jacinto le contestaba el
sa este Pereira (al igual que ocurrió con el Tro- 19 de agosto de 1840: «No dirá Ud. que echo en
vador en El conde Alarcos), pues en realidad son saco roto consejos que tanto estimo pues ten-
las del propio José Jacinto. El texto puede ser dré presentes para otra vez que urda un nuevo
interpretado como los conflictos que un joven plan dramático y procuraré evitar los defectos
poeta, honesto y enamorado, puede sufrir den- en que he incurrido ahora.» Es indudable que
tro de una sociedad corrompida por el dinero y los momentos de más estrechas relaciones y
el abuso de poder: esos conflictos eran los de dependencia entre ambos habían pasado.
Milanés en la sociedad cubana de principios del La composición teatral continuó llamando la
segundo tercio del siglo XIX. El mismo afán de atención de José Jacinto, y su hermano señala
inventiva propia, lo llevó a buscar el modelo tea- cómo durante una estancia de convalecencia «en
tral que más había trabajado desde sus ensayos una quinta de la Cumbre, a cuyo pie se desple-
de juventud: la comedia de capa y espada al esti- gaba con toda su magnificencia natural el cele-
lo de Lope de Vega. Y dentro de este molde, sin brado Valle del Yumurí, escribió en un solo día,
dudas la paráfrasis no funcionó bien (a su devo- sin levantar la pluma y en un ímpetu de fácil
ción lopista también se deben su versión incon- improvisación», el breve proverbio dramático A
clusa del drama Por la puente Juana, bajo el títu- buen hambre no hay pan duro. Centrada en las
lo Por el puente o por el río, y su elogiada crítica dificultades económicas que sufrió Miguel de
a La niña de plata). Cervantes, esta obrita, que no posee mayores
Sólo si se piensa que con su segunda obra tea- méritos, reflejaba indirectamente las dificulta-
tral quiso Milanés rendir un tributo a sus más des de ese tipo del propio José Jacinto. Durante
caros gustos juveniles, a la vez que trataba de la mencionada estancia en la Cumbre, también
eludir los problemas de la censura oficial, puede compuso «algunas obras de carácter cómico, sin
entenderse que escribiera esta obra al tiempo que pretensiones de que viesen la luz pública», pero
expresaba ideas como las que ya hemos visto. cuyo «gráfico color provincial —añade Federi-
También debe haber existido un prurito por pro- co— nos ha parecido digno de darse a conocer,

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siquiera en la más arreglada, como objeto de mento para envolver la trama, pongo en su
curiosidad y gracia en el decir». Sin duda se re- boca con más facilidad la intención moral
fiere al juguete cómico Ojo a la finca, el cual, que propongo.
aunque débil en estructura, muestra con viveza
la realidad cotidiana de la Matanzas de la época. También agrega que los escribió tal como se le
A este género también pertenecía su comedia ocurrían, sin desechar o limar nada, y los hace
de costumbres en un acto Una intriga paternal, en verso porque se halla muy atado a éste para
estrenada en su ciudad natal en noviembre de escribirlos en prosa. Aunque en la mencionada
1842 por una compañía local que, lamentable- carta habla de catorce cuadritos, en la edición
mente, perdió los únicos manuscritos que de ella de 1846 sólo se publicaron nueve, a los que se
existían. Mas en octubre 7 de 1840 José Jacinto agregaron otros tres en la de 1865, completan-
le había comunicado a Del Monte el inicio de do la cifra de doce, que son los que actualmente
una nueva empresa literaria titulada El Mirón cu- conocemos.
bano, que «viene a ser una colección de cuadros Quizás la temática que más predomine en los
de costumbres en verso», la cual merece un más cuadros sea la situación de la mujer en aquella
extenso comentario. sociedad (tema que, por otra parte, pudiéramos
Los cuadros de El Mirón cubano pueden ser decir que predomina en buena parte de toda su
considerados un producto un tanto híbrido, a obra). Por supuesto, de la mujer típica de la
medio camino entre el artículo costumbrista y «preburguesía» dentro de la cual se desplazaba
el «juguete cómico». Escritos con mucha rapi- José Jacinto. Pero a él le inquietaba la forma en
dez, en ellos José Jacinto quiso conciliar mu- que las mujeres eran discriminadas sólo en base
chos de sus intereses y gustos con algunos de a su sexo, a pesar de que muchas veces poseían
los consejos de Del Monte, pero en un tono cultura e inteligencia notables. También contra-
menor poco pretensioso, sin las ambiciosas me- pone su ideal de mujer «activa, trabajadora, eco-
tas que había intentado, con limitado éxito, en nómica y prudente, jovial, cándida, ingeniosa,
Un poeta en la corte. Veamos cómo caracterizó cariñosa sin ser débil» y que sabe unir «el aseo
su propio autor a la obra, en carta dirigida a Del del cuerpo con las galas de la mente», a las va-
Monte con fecha octubre 22 de 1840: gas, charlatanas, coquetas, frívolas, derrocha-
doras, débiles de carácter e ignorantes. El tema
Buscaba yo un modo de escribir artículos de la educación femenina se une al de la educa-
de costumbres sobre nuestro país, resuel- ción en general, que en ese momento era algo
to por los consejos de U. a pintar nuestras que le preocupaba muy de cerca. El primero de
cosas cubanas y dejar las peninsulares, los cuadros de El Mirón cubano, titulado «El
cuando discurriendo sobre un método va- colegio y la casa», es casi una propaganda abier-
riado y ligero para componer dichos ar- ta a un nuevo plantel que José Antonio Echeve-
tículos, dí con uno que me parece reunir rría (junto con Palma y Villaverde) había abier-
todas las ventajas. Cada artículo o cuadro to en Matanzas, mientras que en «El tú y su
viene a ser un pequeño drama con su ex- merced» plantea que la verdadera educación está
posición, enlace y desenlace y en el que más allá de mantener inútiles formalismos.
pienso desenvolver un principio aplicable Otra temática presente en varios cuadros, y
a nuestros usos. Por supuesto: cada cuadro que centra el bastante amargo «Es hombre de
viene a ser la pintura de una preocupación, bien», es la falsa moral mediante la cual se hacen
que trato de hacer verla bajo un punto de pasar por respetables personas que están muy
vista claro y desembarazado. Hágolos dra- lejos de serlo. Dos problemas muy cercanos a
máticos para darles una forma más gracio- José Jacinto se presentan en «No es mal mucha-
sa y animada, e introduciendo en cada cho», sobre las dificultades de un joven para
dramita el personaje del Mirón, como una conseguir trabajo, e «Hijo y padre literatos»,
especie de observador que sirve de instru- sobre los escritores que quieren obtener méri-

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186 SEGUNDA ÉPOCA

tos plagiando obras ajenas. Uno de los más mo- ca, aunque el corte realizado haya sido más bien
vidos e interesantes cuadros es «El hombre in- amplio que profundo.13
decente», en donde ataca con indudable gracia Los cuadros de El Mirón cubano, junto con
satírica el difundido prejuicio clasista acerca de El conde Alarcos y Un poeta en la corte, termi-
que los trabajos manuales degradaban. En todo nan por redondear el aporte de José Jacinto
El Mirón cubano aparecen blancos, mulatos y Milanés a la literatura teatral de su país, no sólo
negros entremezclados y divididos según los ceñido a la posición de ser su primer autor im-
cánones socio-económicos de la época, aunque portante. Porque sorprende cómo el talento de
casi siempre Milanés demuestra simpatía hacia este joven matancero supo sobreponerse a su
el negro esclavo y los personajes que quedan más inexperiencia personal y las limitaciones del
mal parados resultan, generalmente, blancos y medio provincial, para mantener hoy día aún
ricos. A pesar de ser muy desiguales entre sí, vigentes sus preocupaciones por la condición
por su calidad, humor, valores éticos y posibili- humana ante hechos sociales específicos, así
dades escénicas, el conjunto de estos doce cua- como su intuición para develar esencias de una
dros permanece como una de las visiones más íntima cubanía más allá de externas coberturas.
llenas de vida de la realidad doméstica de la épo-

NOTAS
(CAPÍTULO 2.5)

1
Rine Leal: La selva oscura, t. I. Editorial Arte y Li- está recogida en el Centón epistolario de Domingo
teratura, La Habana, 1975, p. 248. del Monte (Imprenta El Siglo XX, La Habana, 1926-
1957, 7 tomos), por donde la citamos señalando sólo
2
Firmado por «Un amigo», este comentario aparece su fecha.
en el Diario de La Habana: 2, agosto 17, 1836.
7
Llama la atención la búsqueda de «lo maravilloso
3
Según Rine Leal, Foxá, al escribir Don Pedro de europeo» como fuente de inspiración literaria. Cuan-
Castilla en 1836, resulta ser el autor del primer ejem- do el enfoque se traslade a «lo maravilloso america-
plo de teatro romántico creado por un latinoameri- no» ya sabemos el salto cualitativo que se dará. Pero
cano. todavía Milanés —al menos en su producción dra-
4
Salvador Arias: «En busca de la imagen de José Ja- mática— estaba poco preparado para ello, aunque
cinto Milanés», en José Jacinto Milanés: Poesía y el siempre previsor Del Monte ya lo sospechara.
Teatro. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1981, 8
Aquí obviamente se descubre la voluntad antirro-
p. 32. mántica que Del Monte, hacia el segundo lustro de
5
Respectivamente en Obras de José Jacinto Milanés la década de 1830, trató de inculcar en sus contertu-
(Pról. de Federico Milanés. Imp. del Faro Indus- lios, por múltiples razones, lo cual produce la para-
trial, La Habana, 1846, 2 volúmenes; segunda edi- doja de estos autores que inician el romanticismo
ción. Publicada por su hermano. Corregida, aumen- en Cuba al tiempo que suponen ya superado ese
tada y precedida de un nuevo prólogo del editor, estilo, cuando lo que hacen es atenuar sus tintes más
sobre la vida y escritos del poeta. Juan F. Trow, Est. estridentes. Al menos con El conde Alarcos esto re-
Tip., New York, 1865). Para una ampliación sobre sultó francamente beneficioso.
el teatro de este autor consultar Poesías y teatro de 9
La observación es nada menos que de Abelardo
José Jacinto Milanés (1981), con prólogo y extensas Estorino, quizás el mejor autor dramático cubano
notas de Salvador Arias. El presente texto, realiza- contemporáneo y también experimentado director
do por este mismo autor es, en buena medida, una escénico («Abelardo Estorino: permanencia de El
síntesis de lo allí expuesto. conde Alarcos», en Revolución y Cultura, La Haba-
6
La correspondencia entre José Jacinto y Del Monte na, (103): 30, marzo, 1981).

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10
Ésta es la proposición de Manuel Moreno Fraginals 12
Para ser una obra tan olvidada por los teatristas, la
en su artículo «El conde Alarcos y la crisis de la oli- crítica ha sido bastante benévola con Un poeta en la
garquía criolla» (Revolución y Cultura, (103): 22- corte. Aurelio Mitjans (Estudio sobre el movimiento
28, mar., 1981). En realidad parte de dos suposicio- científico y literario de Cuba. Obra póstuma. Publi-
nes difícilmente aceptables: el enorme éxito de la cada por suscripción popular. Prólogo de Rafael
obra en su estreno y su olvido posterior casi total, Montoro. Imprenta de A. Álvarez, Habana, 1890)
extremos nada exactos que acomoda para probar su, reconocía que aún siendo su asunto menos trágico
por otra parte, interesante tesis. El joven crítico Félix y conmovedor que el de su obra anterior, «es más
Liárraga («Las claves ¿ocultas? de El conde Alarcos», dramático y abundante en lances y situaciones, que
en Tablas, (2). 2-11, jul.-sep., 1984), desarrolla la el poeta utiliza con arte en el desarrollo de la ac-
idea de Moreno Fraginals en forma mucho más con- ción». Y el historiador de nuestro teatro, José Juan
vincente: «[…] El conde Alarcos sería la tragedia de Arrom (Historia de la literatura dramática cubana.
la Cuba de 1838: quien la debe defender a juicio de Yale University Press, New Haven, 1944) afirma que
Milanés —el Conde, la oligarquía—, lo está dudan- «aunque menos conocido y alabado, me parece
do demasiado. En ese caso, Milanés resultó profeta: teatralmente más adecuado para reflejar las bellas
Leonor habría de esperar treinta años más antes de ideas del autor […] En esta comedia que él llama
que el Conde se decidiese a salvarla.» También du- drama, estaba Milanés en su propio ambiente. Por
rante la década del ochenta otra proposición al res- eso consigue mayor naturalidad, diálogos animados,
pecto viene desde la misma escena teatral, a través más soltura y movimiento.»
del texto de Abelardo Estorino «La dolorosa histo-
ria del amor secreto de Don José Jacinto Milanés»
13
Sobre los cuadros de El Mirón cubano Carolina
(en su Teatro. Editorial Letras Cubanas, La Haba- Poncet (José Jacinto Milanés y su obra poética. Con-
na, 1984, pp. 181-283), en donde hace que la obra ferencia dada en el Liceo de Matanzas el 27 de di-
brote de la indignación del poeta ante la realidad ciembre de 1922. Imp. El Siglo XX, La Habana,
que vive Cuba. Y en 1981, El conde Alarcos es in- 1923) estimaba que si todos no tienen verdadero
cluida, con una extensa nota informativa sobre su carácter dramático, algunos pueden ser considera-
estreno y variadas críticas, en el tomo Poesía y tea- dos como entremeses legítimos. Y Rine Leal (La
tro de José Jacinto Milanés (Selección, prólogo, bi- selva oscura, ob. cit., 1975) llama la atención acerca
bliografía y notas de Salvador Arias. Editorial Le- de cómo, con ellos
tras Cubanas, La Habana, 1981), mientras vuelve a Por primera vez, tal vez desde los desconocidos
los escenarios numerosas veces, interpretada por sainetes de Covarrubias y las piezas de su época
profesionales y aficionados. Así, según parece, a los igualmente perdidas, el lenguaje cubano entra en
ciento cincuenta años de su estreno El conde Alarcos acción en su ambiente propio, es decir como una
resulta aún polémica y vigente. manifestación de carácter nacional, un sello de
11
Rine Leal en La selva oscura. Historia del teatro cu- distinción frente al atildado español. Así vemos
bano desde sus orígenes hasta 1868 (Editorial Arte y la aparición de un diálogo nervioso, agradable,
Literatura, La Habana, 1975) señala que «lo que El natural y libre de carga declamatoria, una mane-
conde Alarcos aporta a la escena cubana es en espe- ra de hablar que ejemplariza una nueva manera
cial un ambiente, un tono, una atmósfera […] de sentir y operar sobre el mundo y la sociedad.
Milanés alcanza un alto grado de eficacia dramática Y también el paisaje cubano penetra suavemen-
porque parte de Lope y su teatro y termina en el te en estos cuadros.
romanticismo.»

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2.6 LA NARRATIVA DEL PRIMER ROMANTICISMO
(1820-1844)

2.6.1 Desarrollo del costumbrismo e inicios mosa revista La Moda a partir de noviembre de
de la narrativa. Gaspar Betancourt 1829. En el «Prospecto» de la revista se especi-
Cisneros fica que allí aparecerán, entre otras cosas, «mo-
das», «historias y novelas nuevas e interesantes»,
Ya con cierta modesta tradición nativa, prove- así como «noticias de las que se publiquen y crí-
niente de fines del siglo anterior, la multitud de tica de ellas»; también se incluirán «cuentos,
publicaciones que salen a la luz con motivo de enigmas, anécdotas, descubrimientos y cosas
la nueva promulgación de libertad de imprenta, raras», «descripciones de costumbres, usos […]
entre 1820 y 1823, echarán mano al artículo más de las naciones extranjeras», «narración de acon-
o menos costumbrista para plantear algunas de tecimientos diarios en estilo jocoso»: por dis-
sus muchas críticas, polémicas e insultos. Pero formes que parezcan estas clasificaciones, en
entre tanta prosa gratuitamente agresiva, cuan- todas se encuentran gérmenes narrativos y ellas
do no desabrida y chata, apenas hay remanso para pueden ayudar a ubicarnos en ciertas concep-
que florezca el artículo costumbrista legítimo. ciones epocales al respecto. La «novela» comien-
Éste aparece de manera ocasional de la mano de za a establecerse como género en boga y Del
algún verdadero escritor, como el entonces muy Monte comentará en su revista ejemplos román-
joven Domingo del Monte, que publica en El ticos de ello tan conspicuos como el Werther de
Americano Libre su «Noche de luna en la Ala- Goethe y el Ivanhoe de W. Scott. Pero cuando
meda de Paula» (núm. 29, ene. 19, 1823) y en su se trata de «historias y novelas nuevas», las po-
continuador, El Revisor Político y Literario su cas páginas de que dispone una revista llevan a
«Noche de retreta» (núm. 2, 1823). También po- cierta variante narrativa típica del momento: en
dría mencionarse el costumbrismo sui generis de reducido espacio se presenta una enorme canti-
Ignacio Valdés Machuca y otros a través de El dad de hechos, casi siempre tremebundos, que
Mosquito (1820), en donde un insecto de esa constituyen algo así como sinopsis de novelas
especie, «hablador», visitaba distintos lugares nunca escritas. La ubicación del «cuento» junto
que después eran objeto de sus críticas, ya fuese a «enigmas, anécdotas, descubrimientos y cosas
abandonos urbanísticos o policiales, o reunio- raras» nos dice de la poca jerarquía estética que
nes públicas que servían sobre todo para perder aún se le confería, casi la misma que ya había-
el tiempo y difundir los chismes. mos encontrado en los «cuentos» del Papel Pe-
En realidad la confirmación de un artículo riódico.
costumbrista con perfiles más netos, así como Del Monte en persona, bajo el seudónimo de
ciertos borrosos intentos narrativos, no vienen El Peregrino, intenta la «novela» en «Ella y el
a producirse hasta que Del Monte edita su fa- mendigo» (LM, t. 1, pp. 73-75) y «Clementina,

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o los recuerdos de un gentil hombre» (LM, t.1, identificadas como tales, práctica que alguna vez
pp. 215-219), historias de muy sencilla elabora- utilizó Heredia, como otros muchos, pues en-
ción. Es significativo que ninguna de estas «fic- tonces no se preciaba tanto la absoluta origina-
ciones» se desarrolle en Cuba —cosa que, desde lidad de lo dado a conocer sin firma.1
las mismas páginas, Del Monte hizo a través del Mientras, en las páginas de las publicaciones
verso en sus conocidos romances— pues al pa- cubanas se sigue coqueteando con azarosas mez-
recer existía cierto prejuicio respecto a que el clas entre artículo costumbrista, narración o
ambiente criollo tuviera suficiente rango como cuadro descriptivo. Durante la década de 1830
para propiciar una narrativa artística. Lo nativo el Diario de la Habana será el albergue predilec-
se dejaba para otro tipo de narraciones menos to de estos intentos, por lo menos hasta 1837,
jerarquizadas, como anécdotas, costumbres, tro- cuando se publica el Aguinaldo habanero, co-
zos descriptivos… y modas. Por ejemplo, bajo mienza el auge de las nuevas revistas literarias
este último rubro y mediante pequeñas histo- con la Miscelánea de útil y agradable recreo y el
rias centradas en los mismos personajes, se co- español José María Andueza logra editar en la
mentaban los atractivos figurines a colores que Imprenta de Palmer su «novela histórica del si-
traía cada nuevo número de La Moda. Dado el glo XVI» La heredera de Almazán, o Los caballe-
estilo, no es difícil reconocer detrás de ellas la ros de la Banda, más cierta como primer libro
mano hábil de Del Monte. Veamos levemente del género impreso en Cuba que la hipotética
una. Se cuenta que una muchacha va a un baile edición inicial, en 1836, de Ricardo Leyva, del
de la Filarmónica muy bien vestida y se despide economista nacido en Nueva Orleáns Francis-
antes de su abuela, quien recuerda dos lances de co de Paula Serrano.2 A partir de 1837 ya po-
su juventud, debidos a «la moda»: cuando un día dremos seguir con cierta certeza las huellas de
su altísimo peinado cogió fuego al chocar con narradores y articulistas de costumbres por se-
una lámpara y cómo, en otra ocasión, se salvó parado, pero hasta esa fecha la distinción resul-
de perecer ahogada al sostenerla flotando su in- ta poco clara. Así, a comienzos de la década ten-
flada saya. El tono es vivo, desenfadado, sin las dremos que dar cuenta de los esfuerzos de José
pretensiones de lo que entonces llamaban «no- Victoriano Betancourt (1813-1875), quien pu-
velas», las cuales hoy día presentan escasísimo blica el 17 de septiembre de 1831, desde las pá-
interés artístico. En La Moda también se repro- ginas del Diario de La Habana, su narración
dujeron unos fragmentos en prosa del entonces medieval «El castillo de Kantin», al decir de A.
afamado escritor español Jovellanos, que Del M. Eligio de la Puente —el crítico que con más
Monte tituló «cuadros románticos», los cuales acuciosidad ha estudiado este período formati-
pueden haber sido el germen de un tipo de pro- vo— un intento romántico-legendario
sa semi-narrativa que atrajo a varios escritores
jóvenes de la época. con el que se atrajo el autor, la atención de
Al margen del desarrollo literario cubano, sus contemporáneos, quienes al celebrar el
entre 1830 y 1832 José María Heredia escribe rasgo (como entonces se decía), de nues-
un grupo de narraciones que no ha corrido bue- tro escritor, por su originalidad y belleza
na suerte, a pesar del correcto y aun elegante de forma lo tildaron acertadamente de cier-
estilo con el cual están escritas. Las que han po- tos anacronismos de época, obligando a
dido localizarse fueron publicadas en su revista Betancourt a rectificarlos trasladando la
mexicana Miscelánea, aparecida primero en acción de su cuento del siglo XVIII en que
Tlalpam y luego en Toluca. Aunque incluidas la colocara erróneamente, al siglo XV. 3
algunas de sus muestras más conocidas en anto-
logías e historias del cuento cubano, ninguna de Ya De Betancourt —como gustaba firmar en-
ellas se desarrolla en su isla natal y, de acuerdo tonces— tildaba su narración como «Cuadro
con las costumbres de aquella época, podría tra- romántico», que será precisamente el título de
tarse en algunos casos sólo de traducciones no un trabajo suyo aparecido el 1o. de mayo de 1834

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190 SEGUNDA ÉPOCA

en el Diario de la Habana, especie de prosa poé- historia cultural del siglo XIX cubano. Firmando
tica con elementos narrativos. Ciertas posibili- con seudónimos o sólo con sus iniciales, va aban-
dades estilísticas ya encontrables en estos tex- donando sus intentos versificadores por el cul-
tos primigenios, hallarán mejor aplicación tivo de la prosa. En sus manos, el artículo de
cuando el autor vuelque de lleno sus esfuerzos costumbres va perfilándose y su estilo perso-
posteriores hacia el artículo costumbrista. nal, que nunca será la consecuencia de un artista
Entre diciembre de 1833 y enero de 1834 apa- nato y cuidadoso, se muestra flexible para
recen en las páginas del Diario las siete prime- incursionar por insospechados campos. Así,
ras «Cartas sobre el viaje romántico alrededor Bachiller y Morales llega a ser el primer narra-
de un cafetal» del italiano Pablo Veglia (1806- dor que de lleno sitúa historias en el familiar y
1835), caracterizado como cónsul de Toscana y repudiado paisaje criollo. Con bastante ingenui-
que tuvo gran influencia en ciertos medios, dada dad, «La separación» (DH, feb. 22, 1836) signi-
su aura de italiano acabado de llegar de Francia fica el comienzo de la narración indianista en la
y romántico rabioso. Las prosas de Veglia son literatura nativa, mientras que «Matilde, o Los
más bien caóticas, faltas de gusto y de talento. bandidos en la Isla de Cuba» (DH, abr. 26, 1836)
Aunque se dice que tenía una colección manus- inicia la narrativa de ambiente colonial cubano,
crita de novelas románticas que circuló entre al ubicar su historia en un escenario de las cer-
amigos y seguidores, en realidad poco publicó canías de La Habana, aunque aleja sus aconteci-
que pueda calificarse de narrativa; entre esto se mientos hasta la época en que gobernaba el Mar-
encuentra «Heberto. Recuerdo de mis viajes a qués de la Torre (década de 1770). Nos narra
Francia» (DH, jul. 8, 1834), un intento de si- cómo, en el camino a Güines, en un tétrico lu-
nopsis barata de La torre de Nesle.4 La muerte gar cercano al río La Chorrera, una pareja de
prematura de Veglia ayudó a mantener su in- recién casados es atacada por unos bandidos, que
fluencia, a la cual, hay que subrayar, Domingo pelean entre sí para ver quien viola primero a la
del Monte no sólo se mantuvo ajeno, sino que muchacha; esto da tiempo para que el caballo
indirectamente hizo todo lo posible por igno- del joven, sin jinete, huya hasta el cercano pue-
rarla o contrarrestarla. Es más, tentados esta- blo de El Calvario y los vecinos, alertados, va-
mos de afirmar que el afán entre los delmontinos yan en busca de su dueño y logren atrapar a los
por dar como ya superado al romanticismo a fi- bandidos y salvar a la pareja; como se ve, hay
nes de la década del 30, fue una reacción ante recursos netamente narrativos, los cuales, a pe-
los excesos y el mal gusto surgidos alrededor de sar de los muchos tropiezos de Bachiller, no
la figura de Veglia. Una muestra de dicho ama- consiguen anular su evidente aporte al desarro-
neramiento fue la proliferación de «cuadros ro- llo del género en Cuba. El autor toca un grave
mánticos», esa modalidad de gran carga descrip- problema del momento: el bandolerismo como
tiva, que integra al sufrido —o desesperado— producto de la corrupción que iba minando
autor, casi siempre, a un paisaje campestre que «nuestra naciente sociedad», con lo cual se in-
reflejaba su estado de ánimo, a través de una es- serta en la quizás característica básica de la na-
critura muy recargada en adjetivos e imágenes: rrativa romántica cubana: su fuerte vinculación
un intento de prosa poética que fallaba igual- a las problemáticas sociales.
mente como prosa y como poesía, a pesar de lo Eligio de la Puente cita otros títulos de semi-
cual llegó a arraigar bastante. narraciones aparecidas durante esos años, casi
El 16 de marzo de 1834 un soneto aparecido siempre bajo seudónimos, como «Episodio del
en el Diario de la Habana saludaba la gradua- cólera» —una temática a la que inevitablemente
ción, como «bachiller», de Antonio Bachiller y volverán otros autores—, firmada por El Ermi-
Morales (1812-1889), y pronto las páginas del taño de Casa Blanca y la «cavilación solitaria»
periódico comenzaron a recibir las colaboracio- «El mamey», firmada por G. B. y M., ambas de
nes asiduas de este prolífico e inquieto huma- 1835. Pero para el crítico mencionado, los tex-
nista, capaz él solo de llenar un capítulo de la tos más destacados pertenecen al desconocido

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Federico de Montalvo, que logra «lo más acep- Antonio Echeverría, Anselmo Suárez y Rome-
table que hasta ese momento había producido ro, Félix M. Tanco y Pedro José Morillas mere-
una pluma cubana; estilo agradable y pulcro, cerá estudio aparte. Pero, además de los ya men-
imaginación y buen uso del lenguaje».5 Elogio cionados, podrían señalarse algunos otros
desmesurado, si atendemos a la breve produc- nombres.
ción de Montalvo, con su inevitable «Cuadro José Zacarías González del Valle (1820-1851)
romántico» (DH, jun. 25, 1837), su abigarrada publicó «Carmen y Adela» (El Plantel, 1838),
y forzada narración «Cuento romántico. Ernes- «Amor y dinero», «Amar y morir» (El Álbum,
to y Amelia» (DH, oct. 13, 1837) o su intencio- 1838), Luisa (1839). Discretamente escritas pero
nado «Un recuerdo. Dedicado a la señorita doña muy ingenuas y endebles, tocando dos de ellas
L. de M.», prácticamente una declaración amo- la epidemia del cólera que azotó a La Habana en
rosa (DH, nov. 21, 1837). Hay cierto cuidado 1833, el mejor crítico de estas narraciones lo fue
en la prosa de este autor, pero el conjunto es de su propio autor, que en carta a su amigo Anselmo
un artificio muy poco convincente, que sólo Suárez y Romero expresó:
merece destacarse por lo pésimo de sus congé-
neres epocales. Sin embargo, Eligio de la Puen- Las historias o cuentos que he urdido com-
te pasa por alto el «cuadro romántico» «Mi prueban cabalmente mis pocas fuerzas.
paseo» (DH, jun. 2, 1836), que atribuye erró- Otro más fecundo hubiera formado de cada
neamente a Bachiller y Morales, cuando su au- una un libro; otro más rico de observacio-
tor, por los datos que aporta, no puede ser otro nes hechas en el gran mundo (sobre el cual
que Cirilo Villaverde.6 En este trozo descripti- muy poco sé, o tal vez nada), les hubiera
vo se contempla La Habana desde la elevación dado muchísimo interés, mientras que bajo
en donde está el castillo del Príncipe y su visión mi pluma se reducen a unas relaciones
alcanza tal vivacidad, fuerza y realismo, que su- compendiosas y de poco efecto, y eso es-
pera fácilmente las muestras al uso, constituyén- tando el asunto de algunas de ellas en cier-
dose en feliz heraldo de las muchas páginas con to modo a mi alcance.7
las cuales su autor contribuirá, en los años pos-
teriores, al desarrollo literario cubano. Otros nombres que pueden ser citados, sin que
La aparición sucesiva de un grupo de revistas por eso se añadan nuevos valores literarios, se-
literarias a partir de 1837 es el vehículo apropia- rían los de los cubanos Manuel Costales (1815-
do para el afianzamiento de géneros y subgéne- 1866), José Quintín Suzarte (1819-1888) e
ros. Las páginas de Miscelánea de útil y agrada- Idelfonso Vivanco (†1866), así como los espa-
ble recreo (1837), El Álbum (1838-1839), La ñoles José María Andueza, Andrés Avelino de
Cartera Cubana (1838-1840), El Plantel (1838- Orihuela, Mariano Torrente, Cayetano Lanuza,
1839) y La Siempreviva (1838-1840) fueron in- Nicolás Pardo Pimentel, Ramón Torrado, el
citación y vehículo para que se afirmaran nom- mexicano Francisco Gabito y otros de menor
bres ya conocidos y surgieran otros nuevos. cuantía aún.
También, además del Diario de la Habana, sir- Mención aparte merece María de las Merce-
vieron de vehículo para ello algunos periódicos, des Santa-Cruz y Montalvo (1789-1852), más
como el Noticioso y Lucero de la Habana (1832- conocida como Condesa de Merlín, nacida en
1844), el Faro Industrial de la Habana (desde La Habana pero residente en España a partir de
1841) y La Aurora de Matanzas (desde 1828). A 1802 y posteriormente, desde 1813, en París,
partir de 1837 hemos visto también el inicio de lugar en donde publica en 1831 Mes douze
la publicación de volúmenes de narrativa, que premières annèes y, al año siguiente, Histoire de
alcanzan su momento de auge tras el éxito de la Sœur Ines, traducidas al español en 1838 y
venta, al año siguiente, de El espetón de oro de 1839, respectivamente. Un viaje a su ciudad na-
Cirilo Villaverde. La obra narrativa de autores tal en 1840 es el origen de sus tres volúmenes
como Cirilo Villaverde, Ramón de Palma, José La Havane (1844), en donde plagia a algunos

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de nuestros jóvenes narradores y que ha sido fue un defensor del progreso de su suelo natal,
traducida incompleta al español como Viaje a que viene a ser el leitmotiv de toda su obra. De
La Habana.8 Publicó también otros títulos me- vida más bien aventurada, muy joven viaja a los
nos relacionados con Cuba. En su época, sus Estados Unidos, en donde se vincula a figuras
textos aparecieron en diversas publicaciones como el peruano Vidaurre, el argentino Miralla
periódicas cubanas y sus opiniones levantaron y el ecuatoriano Rocafuerte, además de los cu-
no pocas polémicas, pero se trata indudablemen- banos Del Monte y Saco, con quienes inicia una
te de una escritora de expresión francesa, aun- larga amistad que produjo numerosas cartas de
que por sus fuentes y repercusiones no pueda gran interés.10 Regresa a Cuba en 1838, pero
aislarse por completo de la literatura cubana. ocho años después es obligado a salir del país
Hacia finales de la década del treinta y co- por el Capitán General O’Donell. Aunque de
mienzos de la del cuarenta, el artículo costum- tendencia anexionista, supo superarla, y ya en
brista adquiere rasgos más definidos y sus culti- 1854 escribía: «Desde que me resolví a conspi-
vadores cuidan con mayor celo su calidad rar contra el gobierno español, o más bien con-
literaria. El más constante de estos resulta serlo tra la dominación de España en Cuba, dí por per-
José Victoriano Betancourt, con una creciente didas todas mis propiedades y no he pensado en
madurez que le permite producir algunas pági- recobrarlas sino con la independencia de la Isla
nas antológicas como «Las tortillas de San Ra- de Cuba, y un gobierno propio, libre y digno de
fael» y «Velar un mondongo», ambas aparecidas la civilización de sus hijos.»11 En 1861 regresa a
en La Cartera Cubana en 1838. Pero como su la isla, para morir dos años antes del inicio de la
labor alcanzará plenitud con posterioridad a guerra independentista, a la cual seguramente ha-
1844, su estudio específico se hará entonces, cosa bría apoyado con el sincero ímpetu que lo ca-
que también ocurre con José María de Cárde- racterizó siempre.
nas (1812-1882), bastante activo ya a principios Si bien las «Escenas cotidianas» suelen
de la década del cuarenta. Una nómina de los clasificarse como artículos de costumbres, casi
articulistas de costumbres del período significa siempre desbordan este encasillamiento, pues
repetir nombres como los de Antonio Bachiller están a veces más cerca del texto divulgativo o
y Morales, Cirilo Villaverde, Ramón de Palma, del ensayo, por su intención y temática, al tratar
Anselmo Suárez y Romero, José Quintín su autor, por ejemplo, de extender al dominio
Suzarte, Manuel Costales e Ildefonso Vivanco. público conocimientos sobre economía políti-
Pero quedaría un nombre aparte, que publica sus ca, o convencer acerca de lo necesario y útil de
textos dentro de esta vertiente entre 1838 y 1840 ciertos proyectos, como la creación de escuelas
bajo el título común de «Escenas cotidianas», para señoritas o niños pobres y, sobre todo, sus
desde las páginas de La Gaceta de Puerto Prínci- muy preciados sueños de construir el ferroca-
pe y bajo el seudónimo de El Lugareño: Gaspar rril Puerto Príncipe-Nuevitas y lograr una fuer-
Betancourt Cisneros (1803-1866). te inmigración blanca. Su anhelo por un desa-
Betancourt Cisneros posee características rrollo capitalista contaba con la necesidad de
propias muy señaladas. Su producción literaria asalariados blancos, pero hay que señalar que la
la realiza en géneros tenidos por ancilares y, apar- negrofobia de Betancourt Cisneros es mucho
te de sus «Escenas cotidianas», ella se reduce a menos agresiva que la de otros famosos contem-
algunos artículos y un rico epistolario, en don- poráneos suyos, quizás por provenir de un lu-
de se manifiesta a sus anchas su vigorosa perso- gar en donde la esclavitud tuvo moderado desa-
nalidad, apasionada y polémica. Se ha señalado rrollo. Entre las «Escenas cotidianas» más dentro
que la ventaja que le lleva a otros escritores es del espíritu del artículo de costumbres, se en-
que El Lugareño sabe buscar esencias y no que- cuentran las que consagró a tratar de hacer me-
darse en pintoresquismos externos.9 Producto nos primitivas las celebraciones del San Juan
de la zona central de la isla —aquel Puerto Prín- camagüeyano. O aquella titulada: «¡Ahí van
cipe aislado y con desarrollo muy particular— atrás!», dedicada a los niños de la ciudad, que

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 193

resulta una de las más logradas, por su estructu- género en aquel momento: «Una Pascua en San
ra y su tono, sencillo y tierno sin alambicamien- Marcos». La formación de Palma está muy vin-
tos, que recuerda el que Martí utilizará muchos culada al círculo delmontino, del cual viene a
años después en La Edad de Oro; mediante artí- ser uno de sus más consecuentes exponentes,
culos como éste es como El Lugareño alcanza sobre todo desde el punto de vista ideológico.
valores artísticos que lo ubican por encima del A pesar de su talento y afanosa actividad litera-
resto de los costumbristas del momento. ria antes de 1844, el tiempo que media entre la
En Gaspar Betancourt Cisneros no encontra- Conspiración de la Escalera y su muerte, ocu-
mos la pluma cuidada o graciosa de otros escri- rrida ya al comenzar la década del sesenta, lo
tores, pero tras su aparente desaliño, algo agres- encuentra semialejado de los empeños literarios,
te en su humor y expresiones, que casi llega a perdidos sus ímpetus renovadores y tan vincu-
exagerar la utilización de vocablos, giros y lado a las actividades anexionistas, que en 1855
modismos del habla coloquial —a veces bastan- guarda prisión por causa de ellas, cosas que con
te localista—, descubrimos al escritor genuino, mucha probabilidad han contribuido a opacar su
vigoroso, que utiliza con soltura y flexibilidad primer momento de gran efervescencia artística
el español para conseguir la comunicación di- e indudable importancia.
recta, apelativa, amoldándola a su intención pre- Cuando Palma se une a José Antonio Echeve-
cisa. Por eso su prosa, hirsuta en ocasiones, se rría en los esfuerzos editoriales por publicar un
hace tersa y clara en otras, pero nunca débil. Aguinaldo habanero en 1837, las únicas prosas
Hasta puede hablarse de un creciente dominio de veras narrativas que logran incluir son dos
expresivo desde sus primeras «Escenas cotidia- trascendentes producciones del propio Palma:
nas» hasta las últimas. Indudablemente, pode- «Un episodio en la isla de Cuba. 1604» y «Ma-
mos considerar a Gaspar Betancourt Cisneros, tanzas y Yumurí», esta última subtitulada «No-
este «lugareño» apasionado por el progreso de vela», que de hecho constituyen una especie de
una tierra por la que tantos desvelos pasó, uno fe de vida respecto a la narrativa consecuente-
de los prosistas más importantes del período en mente cubana. Sin embargo, la primera de di-
el cual se consolida el romanticismo en Cuba, chas obras ha quedado un tanto relegada, aun-
aunque colocado un tanto al margen de las retó- que lo que narra sea nada menos que los hechos
ricas y los excesos con que otros quisieron estar ya relatados en el Espejo de paciencia, tenida
a la moda del momento. como la primera muestra literaria cubana. Pero
Palma no cuenta sólo un suceso histórico aquí,
sino que compone una narración artística, con
2.6.2 Ramón de Palma y José Antonio recursos no muy pulidos y novedosos pero aún
Echeverría efectivos, a través de una bastante correcta pro-
sa de amena lectura. Al final dice conocer el Es-
Ramón de Palma (1812-1860) puede ser consi- pejo, del cual no reproduce fragmentos pues afir-
derado el más significativo de los cultivadores ma no tenerlos en su poder, aunque incluye uno
de la narrativa cubana decimonónica en su pri- de los sonetos que acompaña al poema épico —
mer momento, aunque su importancia quede el de Juan Rodríguez de Sifuentes— el cual sí
confinada a ese lapso y sea otro coetáneo suyo, tenía en sus manos. 12
Cirilo Villaverde, quien con su persistencia y Con «Matanzas y Yumurí» Palma continúa en
maduración termine por llevarse los honores prosa lo que ya había florecido de manera oca-
como el más representativo de los narradores sional en nuestros versificadores: el «indianismo
nativos durante la colonia. Pero Palma es quien literario», y de lo cual Antonio Bachiller y Mo-
inicia, de manera absolutamente consciente, las rales había dado una muestra en 1836 con su
narraciones de cierta validez artística con rudimentaria «La separación». Esta tendencia
ambientación cubana, además de conseguir la tiene un origen típicamente romántico, pues la
que puede considerarse mejor muestra de ese búsqueda de un pasado «medieval» entre los

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cubanos de entonces lleva al encuentro con los ma prefiere, con cautela, atribuir el detonante
primitivos habitantes de la isla, esos «hombres de la tragedia al amor no correspondido de un
naturales» con sus notas de exotismo y colori- «behique» nativo por una española, con lo que
do, inmersos en la lujuriante y familiar natura- inserta en el idilio casi pastoril de los indios
leza virgen, que ya poseían un quizás no muy Ornofay y Guarina la intriga melodramática de
vago sentido de su unitarismo insular. Si el ro- los textos románticos al uso. Mas el gran obs-
manticismo favorece estas reconstrucciones más táculo se le presenta cuando trata también de
bien fantasiosas (aunque tanto Bachiller como justificar los orígenes de la apelación de un fa-
Palma tenían aficiones histórico-arqueológicas), moso río matancero, el Yumurí, explicado como
la formación de una conciencia nacional ya en las palabras que dicen los amantes indios al mo-
gestación necesitaba también de estas expresio- rir, tratando, absurdamente, de remedar una len-
nes literarias. De ahí la bien comprendida opor- gua española mal aprendida: «Yu-murí». Recur-
tunidad de las dos narraciones primigenias de so tan infantil y forzado que de hecho coloca a
Ramón de Palma en el Aguinaldo habanero de toda la narración en un grotesco plano farsesco,
1837, surgidas sin dudas al calor de los debates el cual contradice las también ingenuas pero más
del círculo delmontino. legítimas páginas iniciales del idilio indianista
Aunque el autor subtituló «novela» a «Ma- en medio de una hermosa naturaleza y que ter-
tanzas y Yumurí», al parecer por razones en par- mina, en un balance final, por conferirle a la na-
te prácticas (espacio real con que contaba en la rración mucho mayor peso por su simple apari-
revista, experiencia y tiempo que pudo dedicar- ción cronológica que por sus valores estéticos.
le a su confección), la obra cae más bien dentro Entre agosto y septiembre de 1837 las pági-
de la llamada en nuestros días «noveleta», que nas de la nueva revista Miscelánea de Útil y Agra-
fue un molde muy transitado por los primeros dable Recreo recogían cuatro narraciones cortas
narradores cubanos, los cuales sólo de manera de Cirilo Villaverde, creadas, según testimonio
ocasional alcanzaron la esencial economía del del propio autor, bajo el estímulo de «Matanzas
«cuento» o el amplio desarrollo de la novela. Es y Yumurí», cuya lectura lo llevó a decidirse por
cierto que existía cierta tendencia aún a la nove- su vocación de narrador, aunque, según declara-
la abreviada, pero Palma es uno de los que pare- ciones posteriores del propio Villaverde, «por
ce tener un mayor sentido innato de la noveleta una de estas obras escribió Palma un artículo
como género. En el caso de «Matanzas y crítico, bastante amargo, que Del Monte mode-
Yumurí» el modelo que tiene más presente es el ró». 13 En efecto, en abril de 1838 aparece el pri-
de la leyenda romántica, y en verdad pocas obras mer tomo de la revista El Álbum, que abría pre-
entre nosotros se adhieren de manera tan fiel a cisamente con el artículo «La novela» de Ramón
los caracteres del entonces todavía nuevo esti- de Palma, al cual seguía una muestra narrativa
lo, aunque sin caer en los amaneramientos de también de este autor: «Una Pascua en San Mar-
Pablo Veglia y sus seguidores. cos». El artículo presenta suma importancia,
El cuadro idílico en una naturaleza virgen se pues bajo el pretexto de corregir y estimular a
corresponde con formas de vida primitiva e in- su joven colega, Palma entra en reflexiones agu-
genua, alteradas por el desborde de una enfer- das que suponen una formación cultural nada
miza pasión amorosa «civilizada», que precipita improvisada, y tras la cual no es difícil adivinar
la tragedia. Palma va a fantasear sobre los oríge- la presencia de Domingo del Monte.
nes de la denominación de «Matanzas» dada a Respecto a Palma existe un matiz que cree-
ese punto geográfico, según tradición —corro- mos nada ocioso destacar: pertenecía a una de
borada por algunos cronistas— originada por el esas familias consideradas entonces como «res-
asesinato de unos españoles náufragos a manos petables», pues su padre había sido un recono-
de los indios durante los primeros años de la cido abogado, casado con una hermana de To-
conquista. También otras versiones hablan de más Romay. Sin embargo, como ocurre con casi
que la matanza fue más bien de indios, pero Pal- todos los escritores de su tiempo, la posición

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social no se correspondía con los bienes de for- personaje secundario, Valentín («joven bien for-
tuna que poseía, y parece que toda su vida la pasó mado, de rostro moreno y expresivo»), amigo
buscando una estabilidad económica bastante íntimo del protagonista masculino y testigo de
difícil de obtener entonces dentro de su grupo primera mano de lo narrado, que es una especie
social, alejado por igual del trabajo manual como de alter ego del autor. A este punto de vista pa-
de las grandes inversiones y negocios. Pero Pal- rece remitirse la noveleta: el de un joven de
ma, a diferencia de otros escritores de su época veintitantos años que había disfrutado y medi-
—José Jacinto Milanés, Cirilo Villaverde, por tado sobre una de esas «Pascuas en San Marcos»,
ejemplo— no se va a identificar con capas de lo las cuales constituían habitual experiencia de
que hoy podemos llamar pequeña burguesía o, muchas «buenas familias» por aquel tiempo.
mejor, «clase media», sino que siempre va a po- Esto, que le confiere indudables valores testi-
ner sus nunca alcanzadas miras en la gran bur- moniales —trabajados artísticamente— a la
guesía o aristocracia, con las cuales termina por noveleta, constituye también una limitante para
identificarse ideológicamente. Esto lo traemos alcanzar un plano de más alto vuelo: queda fue-
a cuenta de «Una Pascua en San Marcos», por- ra del cuadro elemento tan básico de la sociedad
que es perceptible una especie de resentimiento cubana de entonces como el empleo del trabajo
contra esos adinerados allí presentados, que tan esclavo, fuente primaria del auge y derroche mo-
mal uso hacen de sus riquezas. Palma va a ser netario que de manera tan gráfica contempla-
consecuente con el pensamiento reformista de mos a través de las páginas de la obra. Sin em-
la época, y cuando pinta su cuadro tiene un bargo, este aspecto que le ha sido reprochado
superobjetivo muy claro: criticar las corruptas desde Félix M. Tanco (1838) hasta Enrique Sosa
costumbres de las capas altas y medianas de la (1978),14 no puede ser juzgado con ligereza, pues
sociedad, en específico en lo referente a la pa- en la situación cubana de 1838 resultaba muy
sión por el juego de barajas. Inclusive esta línea comprometedor mencionar dicho aspecto, in-
central es la que le confiere verdadera unidad a cluso dentro de una «ficción» destinada a las
toda la noveleta y hace de su epílogo no un mero damas (que se supone eran las receptoras prin-
apéndice explicativo, sino una culminación de cipales de la revista El Álbum). La noveleta de
lo planteado. Por supuesto, los ecos de la «Me- Palma sigue la línea que, en la narrativa cubana
moria sobre la vagancia en la Isla de Cuba» decimonónica contrapone, ética y estéticamen-
(1830) de José Antonio Saco son muy directos te, el ingenio-infierno al cafetal-paraíso, con
y conscientes. todo lo de idealización que esto supone; los dos
La aparición de «Una Pascua en San Marcos», esclavos que aparecen aquí con voz y acción co-
por diversos motivos, es de entre todos los in- rresponden a dos arquetipos que tendrán larga
tentos narrativos que se habían venido produ- progenie en futuros textos: el viejo negro
ciendo en Cuba el que causa, hasta ese momen- guardiero y la esclava doméstica de confianza.
to, mayor impacto. Palma, de acuerdo con sus Si eludimos el tratamiento de los esclavos, a
propios postulados, intenta pintar a la sociedad quienes tampoco Saco pudo referirse directa-
cubana «tal cual es», a través de un lenguaje —en mente en su «Memorias…», el propósito de Pal-
el narrador y en los personajes— que recrea el ma al narrar «Una Pascua en San Marcos» es ale-
que conoce de primera mano, teñido ya de ma- jarse de los excesos sentimentales y fantasiosos
tices muy criollos. Aunque no pueda evitar cierta del romanticismo (el «veglianismo») y ceñirse a
cautela, al ubicar los hechos presentados hacia un realismo costumbrista de señalada intención
1818, esos veinte años que separan esa fecha del crítica, que no sólo tratará de eliminar el
momento en que aparece la noveleta apenas sig- maniqueísmo en los personajes presentados,
nifican algo más que un subterfugio, pues Pal- sino que hasta termina por suprimir cualquier
ma, nacido en 1812, va a contar lo que él mismo héroe o heroína de tipo positivo. Todos los per-
ha vivido, y algún crítico de la época no fue re- sonajes blancos están analizados sin idealización
miso en señalarle anacronismos. Hasta existe un alguna, cosa también encontrable en la presen-

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tación del ambiente. Este modelo realista mo- 12, 1838),15 al colocar el trasfondo de la noveleta
ralizante que trata de ejecutar está muy ligado a en la proyección ideológica de dos grandes des-
los intentos de poemas de igual tendencia que, terrados cubanos del momento: Heredia y Saco,
por esa misma época, aparecen también en la aunque no los nombre directamente:
producción de José Jacinto Milanés, y tras los
cuales bien sabemos se hallaba la mano de Do- Al contemplar esta pintura, donde se os-
mingo del Monte. tentan con tanta delicadeza y hermosura
«Una Pascua en San Marcos» constituye el los objetos inanimados y tan groseros y
momento de mayor audacia artística e ideológi- repugnantes los caracteres de sus persona-
ca de Ramón de Palma y de ahí su significación jes, se viene involuntaria y tristemente a la
especial. En los personajes se detecta el proce- memoria los versos de un poeta desencan-
dimiento que sigue, el cual le trajo no pocos sin- tado:
sabores, pues sus protagonistas podrían ser ar- Dulce Cuba!…, en tu seno se miran
quetipos del triángulo amoroso al uso, pero ni en su grado más alto y profundo,
Aurora es la mujer-ángel ni Rosa Mirabel la las bellezas del físico mundo,
mujer-demonio, ni mucho menos Claudio los horrores del mundo moral.
Meneses —a pesar de su atractiva apariencia— […]
resulta el galán romántico, sino un joven con-
sentido y dado a los placeres, que prefigura ya a no me parece como algunos sostienen, un
los Leonardo de Gamboa y compañía. Si la téc- estravío de la imaginación del Sr. Palma, la
nica narrativa de Palma se ha calificado de rudi- lóbrega pintura que hace de nuestra socie-
mentaria, al menos se detecta como tal, en la dad; o por lo menos, que no ha sido el úni-
manera de presentar los personajes, el suspenso co que tal haya contemplado. Con más ne-
con que maneja el posible descubrimiento del gros colores la vieron los ojos del Real
culpable de la golpeadura de Aurora —con lo cuerpo patriótico, cuando ofreció un pre-
que ronda la novela policial— y las observacio- mio al que mejor investigase las causas de
nes que se encuentran en la novela referentes a la vagancia entre nosotros, y quien dice
problemas técnicos, como las rupturas espacio- vagancia, dice ignorancia, corrupción y los
temporales de la acción, sus cambios de tempo y males todos que con ella se dan la mano
las posiciones —e intromisiones— del narrador […].
omnisciente ante los hechos presentados.
Una prueba elocuente de lo que significó Audacia indudable de Echeverría, que termina-
«Una Pascua en San Marcos» se encuentra en la ba con su defensa de la cubanía de la discutida
polémica que despierta, la cual puede seguirse a noveleta:
través de la prensa y de las cartas reunidas en el
Centón epistolario de Domingo del Monte. El merece el dictado de cubana, porque el tea-
personaje de la noveleta que levantó mayores tro de sus lances no puede confundirse con
ronchas desde el punto de vista moral fue el de ningún otro: es cubana, porque sus perso-
Rosa Mirabel, la casi adúltera y hermosa criolla najes hablan como familiarmente hablamos
que parecía un retrato del natural, aunque Au- casi todos aquí: cubana porque en ninguna
rora también despertó críticas: ambas estaban parte, a lo menos que yo sepa, hay guajiros
lejos de ser el ideal de mujer que se promulgaba como los nuestros y maniguas como las
entonces. Pero donde se tocaba fondo era en el nuestras en los bailes, en las tertulias y hasta
cuestionamiento de que si esa visión de la reali- en el suelo alrededor de un tapacete, como
dad social cubana era la que debía darse a través dice Palma […]. 16
de la novela. Es José Antonio Echeverría quien
pone públicamente el dedo en la llaga, a través La polémica prometía extenderse, cuando en
de las páginas del Diario de la Habana (p. 2, jul. misivas desesperadas el hermano de Ramón de

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 197

Palma le pide a Del Monte que trate de detener- dos e Inglaterra, con cacerías de zorro y la reina
la. Temía una anunciada réplica de Félix M. Victoria como personaje. No vale la pena decir
Tanco, que por carta al propio Del Monte sabe- nada más de esta lamentable claudicación, en
mos que lo que más le reprochaba a la obra era todos los aspectos, de un autor de tan sólo trein-
no presentar a los negros junto con los blancos, ta y tres años.
«como se presentan en los padrones, y como si Como hemos visto, a finales de la década del
no estuviésemos en la realidad, no ya juntos, sino treinta no es fácil desligar los esfuerzos intelec-
injertados, amalgamados como cualquier con- tuales de Ramón de Palma de los de su amigo
fección farmacéutica».17 Se ve claro que con José Antonio Echeverría (1815-1885). Este úl-
«Una Pascua en San Marcos» la narrativa criolla timo constituye un caso algo singular entre los
se había insertado en el núcleo mismo de la pro- narradores del momento. Se da a conocer, con
blemática cubana del momento, en forma lúci- tan sólo dieciséis años, en 1831 al ganar un cer-
da y hasta audaz. tamen, propiciado por la Sociedad Económica
Pero para Palma la situación era muy com- de Amigos del País, con su Oda al nacimiento
prometida y cuando da a conocer su próxima de la Serenísima Infanta Doña Isabel Luisa. Aun-
noveleta, «El cólera en La Habana» (El Álbum, que continúa escribiendo versos durante los años
t. VII, oct. 1838), asume una actitud narrativa que siguen, ninguno alcanza relieve suficiente y
mucho más suavizada. Elude en lo posible la crí- los intereses del joven lo acercan cada vez más
tica social y, consecuentemente, su realismo se al campo de la investigación histórica. Junto con
deslíe en tonos románticos y, a pesar de huir de Ramón de Palma, puede ser considerado uno de
los excesos sentimentales y estilísticos, no pue- los delmontinos más fieles, y ambos aparecen
de ocultar una endeblez a veces ridícula. El tema ligados en las empresas editoriales del Aguinal-
de las consecuencias de la epidemia del cólera do Habanero (1837) y El Plantel (1838), lugar
que azotó a La Habana en 1833 había sido trata- este último en donde incluye sus comentarios
do ya en algunas narraciones anteriores. Palma, sobre la Historia de la Isla y catedral de Cuba,
aunque su prosa no sea nada desdeñable, no pue- del obispo Morell de Santa Cruz, a través de los
de rebasar las contradicciones que resultan de cuales da a conocer y glosa el Espejo de pacien-
las cosas tremebundas que cuenta, como el res- cia, como ya hemos dicho, el cual solamente ha
cate de la protagonista viva de entre un montón llegado a nuestros días mediante la copia que
de cadáveres ya listos para enterrar, del tono hiciera Echeverría. Este autor colabora en otras
suave y nada intranquilizador —propio para publicaciones periódicas, pero su ubicación den-
«lectoras»— que asume. En lugar de cierto aire tro de la literatura cubana la debe, sobre todo, a
poético lo que consigue es una sensación de fal- su noveleta histórica Antonelli, aparecida en las
sedad que no encontrábamos en «Una Pascua páginas de El Plantel en 1839.
en San Marcos», acentuada por situaciones poco Las discusiones sobre la novela histórica y su
verosímiles y la negación de algunos de los pos- auge durante el Romanticismo constituyeron
tulados de realismo y compromiso social expues- uno de los temas literarios de moda entonces, y
tos en su artículo «La novela». sobre esto escribieron páginas, más o menos
Aparte de ciertas semi-narraciones breves de importantes, autores cubanos como José María
poca importancia, como «El paseo en la bahía» Heredia, Domingo del Monte, José Jacinto
(El Álbum, jun., 1838), el otro esfuerzo en el Milanés y otros. Pero el único que en aquel en-
género del autor fue «El ermitaño del Niágara», tonces se decidió a ensayar con alguna seriedad
publicado desde las páginas del españolizante este tipo de composición fue Echeverría, esti-
Diario de la Marina en 1845, unos meses des- mulado sin lugar a dudas por sus aficiones pro-
pués de los famosos sucesos de la Conspiración piamente históricas, que lo llevaron a investigar
de la Escalera. Aquí Palma parece estar en las entre papeles viejos datos y sucesos del no muy
antípodas de lo intentado en 1838: la acción antiguo y más bien poco conocido devenir ha-
transcurre en unos inverosímiles Estados Uni- banero. Antonelli se basa en sus búsquedas, y al

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198 SEGUNDA ÉPOCA

situar la acción novelesca en 1589 se impuso el intencionalidad, pues es descendiente «de una
reto de reproducir ambiente, personajes y cos- india y de uno de los primeros pobladores de la
tumbres de una época que había dejado pocas isla», con lo que se da en ella un bello mestizaje
constancias. Pero si Echeverría tenía inclinacio- que el autor no duda en calificar de «criollo». A
nes para la búsqueda del detalle histórico, le fal- ella le dedica tres minuciosas descripciones den-
taba imaginación para suplir los grandes vacíos tro de la obra, aunque casi siempre se detiene
existentes más allá de una información rudimen- más en el vestuario que en la persona. Casilda,
taria y, en definitiva, La Habana que describe en como suelen serlo las protagonistas de la inci-
forma muy parcial en Antonelli posee sospecho- piente narrativa cubana de aquellos tiempos,
sas similitudes con la propia ciudad en la cual el muestra costumbres más bien liberales, que la
autor vivía cuando compuso la obra. Si se suele llevan a recibir al amado tras la reja del jardín
elogiar la recreación de ciertos detalles se pasan cuando toda la familia duerme, o a abandonar,
por alto obvios anacronismos y se olvida, sobre sólo acompañada por el novio, el iluminado sa-
todo, que las a veces detenidas descripciones del lón de baile para perderse en cómplices y solita-
narrador se centran en detalles pero ignoran los rias oscuridades.
conjuntos: copia minucias que encuentra en do- Si la falta de una verdadera imaginación crea-
cumentos, pero es incapaz de reconstruir el con- dora lastra el esfuerzo narrativo de Echeverría,
texto. en cierta medida lo salva su discreción, pues tien-
Escrita en los momentos de auge romántico, de a evitar los excesos, y la prosa corre fluida y
no evade ciertos lugares comunes de la escuela correcta como pocas de las de sus coetáneos. El
y así, junto al triángulo amoroso, incorpora se- comienzo promete más de lo que viene después,
renatas nocturnas a la luz de la luna, presenti- pues la escena de colocar una rueda en la co-
mientos, pájaros agoreros, versos intercalados, rriente del río de La Chorrera, para mover un
pinceladas pintoresquistas, costumbres popula- trapiche, es viva y llena de colorido. También,
res y otros tópicos de moda. Los personajes sue- como le suele pasar a los narradores del momen-
len estar pintados de un solo brochazo, aunque to, comienza con mucho ímpetu para después
en el protagonista —Antonelli— intenta cierta precipitar el desenlace, en lo cual se advierte la
introspección, al presentar sus debates ante el falta de experiencia para mantener un esfuerzo
deseo que siente por eliminar a su rival en amo- sostenido y quizás también, el reducido núme-
res a través del asesinato; en esto último existe ro de páginas con las cuales sabían los autores
cierta ingenua inconsecuencia, pues la misma podían contar, sin olvidar que Echeverría era
personalidad que le confiere al ingeniero italia- entonces un joven de sólo veinticuatro años. Si
no nos hace dudar de sus burdos deslices al res- en la obra maneja primero posibilidades artísti-
pecto. Casi mayor interés tiene el indio cas del narrador omnisciente absoluto, para des-
guachinango Pablo, que el ingeniero escoge para pués resguardarse tras uno más objetivo, al final
llevar a cabo sus criminales deseos; Pablo no es se tilda como simple repetidor de un añejo cro-
un «malo» deleznable, sino que a pesar de su nista. De haber meditado más y dado cierta am-
discriminado origen racial presenta cierta noble- plitud épica a lo que tenía entre manos, hubiese
za y valentía e, incluso, se encuentra atizado so- alcanzado logros más destacables. Aunque en el
bre todo por un rencor de clase que uno de sus fondo existe cierta carencia de aptitud natural
compañeros expresa con mucha claridad: «Si básica, la cual resalta al compararlo con el igual-
digo yo que estos nobles se han figurado que mente joven y en mucha mayor medida inco-
uno está en el mundo no más que para aguantar- rrecto y desmesurado Villaverde, que acaba por
los», frase no carente de audacia, que revela la atraer más que el atildado y discreto Echeverría,
vocación burguesa de Echeverría como buen cosa que éste pareció entender cuando pronto
delmontino. abandonó el cultivo del género.
En Casilda, la muchacha eje del triángulo,
aunque sin desarrollo, podría descubrirse cierta

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2.6.3 La producción de Cirilo Villaverde entre 1842 y 1847, ya con cierto oficio, aunque
hasta la década del 40 siga primando la profusión y no el rigor.
Un resumen de las fases por las que pasa la
obra de este autor, nos daría los siguientes mo-
Un «largo, vasto, paciente, proceso de observa- mentos básicos:
ción» comienza a cumplir Cirilo Villaverde
(1812-1894) desde sus primeras narraciones has- 1er. momento: Las primeras narraciones
ta culminar, cinco lustros después, con la ambi- (1837-1839)
ciosa Cecilia Valdés. Ese lapso en que desarrolla
su producción tiene dos fases bien definidas: los 2do. momento: La Excursión a Vueltabajo
primeros diez años de labor impaciente e im- (1839-1843)
perfecta, desde 1837 hasta 1847, y el período 3er. momento: Definición de un narrador
posterior, durante el cual otros intereses pare- (1839-1841)
cen prevalecer sobre los estrictamente literarios,
a pesar de que todo hace indicar la existencia de 4to. momento: Sus colaboraciones en el Faro
un lento rumiar de la Cecilia Valdés que había Industrial (1842-1847)
intentado primero en 1839, y tendrá su definiti- 5to. momento: Hacia Cecilia Valdés (1848-
va edición en 1882. Aún en lo que escribe du- 1882)
rante la década inicial son detectables momen-
tos específicos. Existe un lógico período de La Excursión a Vueltabajo, debido a su carác-
iniciación, que puede situarse en los años 1837 ter de obra no de ficción, pero a la vez íntima-
y 1838. A éste pertenecen sus narraciones cor- mente ligada con el resto de su labor literaria,
tas aparecidas en la Miscelánea de Útil y Agrada- nos mueve a situarla imbricada entre los dos
ble Recreo y en El Álbum. Precisamente la pri- primeros momentos, aunque de hecho alcanza
mera parte de su relato de viaje, Excursión a hasta el tercero; requiere un estudio aparte pero
Vueltabajo, publicada en la última de las revistas no desligado de su obra de ficción. Aquí trata-
mencionadas, entre agosto de 1838 y marzo de remos los cuatro primeros momentos de la na-
1839, puede considerarse como culminación de rrativa de Villaverde, pues el último, por obvias
la etapa, pues en 1839 aparecen algunas obras de razones cronológicas, se estudiará en la etapa
Villaverde que se editan directamente en forma correspondiente a finales de siglo, entre 1868 y
de libro, como Cecilia Valdés y Teresa, lo cual 1898.
prueba el prestigio que ya había ganado como Las cuatro primeras narraciones de Cirilo
narrador. Aunque esto no signifique un domi- Villaverde vieron la luz pública en los dos to-
nio de la técnica a plenitud, ya es obvio que no mos iniciales de la Miscelánea de Útil y Agrada-
es un principiante, pues las fallas no tienen el ble Recreo, correspondientes a agosto y septiem-
carácter elemental detectable en sus primeros bre de 1837. Según Ramón de Palma, en su
intentos. A este segundo período pertenecen artículo «La novela» (que como sabemos ante-
también «Una cruz negra», «Amoríos y contra- cede a su propia narración «Una Pascua en San
tiempos de un guajiro», «Lola y su periquito» y Marcos», aparecida en la primera entrega de El
«La joven de la flecha de oro», esta última de Álbum, en abril de 1838), «desde el descubri-
1840. La evolución que sufre el autor entre 1837 miento de la isla de Cuba hasta la fecha, ningún
y 1840 será decisiva, pues señala la diferencia otro habanero que sepamos, sino el señor
desde el escritor que a duras penas maneja sus Villaverde, ha publicado una colección de nove-
instrumentos, hasta el instante en que esto ocu- las originales.» 18 Esta afirmación se concreta a
rre con cierta fluidez y habilidad. Lo que po- dichas cuatro narraciones: «El ave muerta», «La
dríamos llamar la definición de Cirilo Villaverde peña blanca», «El perjurio» y «La cueva de
como narrador. Después vendrán sus asiduas co- Taganana», a las cuales Palma no es remiso en
laboraciones en el Faro Industrial de la Habana, señalarle faltas, aunque afirmando que «debe-

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mos confesar sin embargo que estos defectos Industrial de la Habana en 1842. Aunque ambas
resaltan mucho menos en La peña blanca». admiten perfectamente ser unificadas bajo un
Estas primeras cuatro narraciones están cons- mismo título, cada una posee características par-
truidas dentro del molde de la leyenda románti- ticulares, que están muy relacionadas no sólo con
ca, con la muy manifiesta voluntad de adaptarla las obras de ficción novelesca que Villaverde es-
a nuestro medio, ya que sus ambientes, hechos cribe de manera paralela, sino también con las
y personajes están tomados, en alguna medida, preocupaciones socio-económicas del círculo
de la realidad cubana, ya fuesen conocidos di- delmontino. La primera parte de la Excursión a
rectamente por el autor o le hubiesen sido tras- Vueltabajo surge en medio de sus primeros in-
mitidos por otros. Veamos sus ubicaciones es- tentos narrativos, y en gran medida es un ejerci-
paciales y temporales: «El ave muerta» transcurre cio en el cual el autor prueba sus armas en la
en el habanero barrio de Jesús María, hacia 1802, aprehensión descriptiva del paisaje, la caracteri-
cuando el lugar fue devastado por un gran in- zación rápida de personajes, el uso del diálogo,
cendio; «La cueva de Taganana» nos remite a la forma viva y amena de contar hechos diver-
mediados del siglo XVIII, y sus escenarios perte- sos, en fin, los variados gajes del oficio que el
necen a la capital cubana y sus alrededores; «El narrador debe dominar. Por eso su excursión nos
perjurio» nos traslada al ambiente campesino, llevará a terrenos y personajes que bien conoce
contemporáneo al autor, de Alquízar, no lejos el autor: específicamente, en la primera parte de
de La Habana; «La peña blanca» transcurre en el la Excursión a Vueltabajo lo acompañamos en un
no nombrado pero evidente pueblo natal del viaje que realiza a San Diego de Núñez, pinto-
autor, San Diego de Núñez, según explicitará él resco pueblo situado a unos ochenta kilómetros
mismo en su Excursión a Vueltabajo. al occidente de La Habana, en las estribaciones
Villaverde va acercándose, de narración en de la Cordillera de Guaniguanico y muy cerca
narración, al ámbito que más conoce, en el cual de la costa, lugar en donde había nacido Cirilo
se mueve con mayor facilidad. Sin embargo, la Villaverde veintisiete años atrás, y con el cual
truculencia melodramática es común a las cuatro. mantenía estrechos vínculos. En la segunda parte
Casi todas giran, significativamente, alrede- el viaje es mucho más extenso y planificado, pues
dor de pasiones sexuales anónimas, que llevan lo acompañan el pintor Moreau y el profesor de
al incesto entre hermanos y entre padre e hija, ciencias Ruiz. Salen en tren —por un corto tra-
al fratricidio y, en la más inocente, a la pesadilla mo— de La Habana, para continuar camino ha-
necrofílica. Esto envuelto en una abigarrada acu- cia Diego de Núñez bordeando la costa y luego
mulación de convencionales elementos román- atravesar, de norte a sur, la Sierra del Rosario,
ticos, lo cual hace que se resienta mucho el len- entrando por el Pan de Guajaibón —su altura
guaje, retórico y poco fluido, pero que mejora máxima— y saliendo por los baños de San Diego,
en «El perjurio» y «La peña blanca». En «El ave para regresar siguiendo el costado meridional de
muerta» y «La cueva de Taganana» queda al des- la cadena montañosa.
nudo la inexperiencia de Villaverde, por los re- Pero al tratar de incorporar este mundo al
cursos ingenuos y de dudoso gusto que utiliza, campo literario, Villaverde se va a encontrar con
ya que preocupado por «hacer literatura», elude más de un problema. Como la falta de antece-
la expresión directa y se pierde en altisonantes dentes específicos en esta tarea, que lo situaba
frases que nada dicen. El diálogo, abundante y ante la disyuntiva de adoptar modelos ya reco-
muy falso, puede ayudar poco a caracterizar unos nocidos o tener que crearlos él. Particularmen-
personajes de ostensible endeblez sicológica, te, sintió su incapacidad para encontrar palabras
obligados a realizar las más arbitrarias y estri- justas para expresar esta realidad, y así lo dice
dentes acciones. en el segundo párrafo de la obra:
La primera parte de la Excursión a Vueltabajo,
publicada en El Álbum en agosto de 1838, se verá Cuando un país llega a poblarse por la con-
complementada con la que aparecerá en el Faro currencia de las artes, la industria y la agri-

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cultura, el hombre inventa nombres y ró- que tiene que pagar el crimen en la cárcel es
tulos con que designar las especies que son Andrés, clara alusión a la «justicia» que se admi-
de su exclusiva propiedad, y el que se toma nistraba entonces. La razón del crimen no está
el trabajo de enumerarlas para encomen- bien clara, pero existe cierto misterio alrededor
darlas al papel en una descripción, no tiene de esto que más bien favorece la obra. Que por
que luchar con el inconveniente de no ser lo demás está plasmada con rasgos todavía lejos
comprendido, porque una sola frase, cuan- de la perfección, pero ya con fuerza y poder co-
do fuese exacta, bastaría por sí sola para municativo.
darse a conocer a sus lectores, y que no El ambiente está conseguido y el banquete
tuviesen su pintura por demasiado poética de bodas adquiere una dimensión satírica que
y ficticia, como me sucede a mí […]. recuerda algo a los novelistas rusos que pinta-
ron los festines de los campesinos adinerados.
Esta dificultad del narrador criollo al intentar Resultan alambicadas las descripciones de la na-
describir lo antes no descrito, este papel de Adán turaleza, desenvueltas con bastante amplitud,
nombrando cosas, será característica y posibili- pero el autor acierta más con la descripción de
dad del escritor americano, como lo reconocerá la casa en donde ocurre el desenlace, la cual ad-
casi siglo y medio después el que resulta el más quiere cierta personalidad propia. Los persona-
importante narrador cubano del siglo veinte, jes esclavos están presentes en un plano secun-
Alejo Carpentier. 19 dario y algunos, como la nodriza María,
El aprendizaje de Villaverde narrador alcanza adquieren relativa definición. En el diálogo hay
mayores adelantos con las obras publicadas al indudables pasos de avance.
año siguiente —1838— en El Álbum: «Engañar «El espetón de oro» puede ser considerado el
con la verdad», en el número de mayo, y «El es- primer gran triunfo de Cirilo Villaverde. Inclu-
petón de oro» en julio. Con la primera de ellas so llegó a ser conocido en aquellos momentos
regresamos al ámbito urbano. Aquí el autor se como «el autor de El espetón de oro». Ambrosio
acerca bastante al sentido moderno del cuento, Fornet ha señalado que esta obra fue la primera
pues no se trata de una larga historia abreviada, novela cubana que se publicó en forma de libro,
sino de la presentación de un momento deter- pues «tuvo tan buena acogida al aparecer en la
minado y significativo en la vida de los persona- revista El Álbum, que de inmediato se hizo una
jes. La anécdota es simple: un marido que es con- edición en la imprenta de Oliva y, a juzgar por
quistado por una dama disfrazada en un baile de la lista de Bachiller, otra al año siguiente en la de
carnaval del Diorama… y la dama resulta ser su Boloña».20 Nuevas ediciones de El espetón de
esposa. La obrita tiene prácticamente unidad de oro tuvieron lugar en 1855, 1858, 1878 y 1908,
acción, lugar y tiempo, pero es más bien intras- con lo que demostraba su vitalidad.
cendente. Vale por el colorido con que el autor El tercer momento de la narrativa de Villa-
sabe apresar a las muchedumbres, lo cual da un verde, entre 1830 y 1841 —excluyendo la Ex-
vívido cuadro de la época. cursión a Vueltabajo—, ya muestra cierta
Con «El espetón de oro» volvemos al ambien- profesionalidad en cuanto a mantener una pro-
te campesino y a la violencia. La bella Rosalía se ducción en alguna medida estable, a través de la
ve obligada a casarse con el rico y misterioso cual continúa su indagación por algunos estra-
don Pedro, para lo cual tiene que desdeñar al tos de la sociedad colonial, sobre todo en las
joven Andrés. Se celebra una gran fiesta de bo- capas medias habaneras. Como consecuencia del
das, en la cual los desposados no participan. éxito de El espetón de oro, otras novelas suyas
Cuando al amanecer van a buscarlos, encuen- siguen el camino de la aparición en revistas y
tran a ella muerta, con un espetón de oro clava- posteriormente como libros, ejemplo de lo cual
do en el pecho, y a su lado al enamorado An- es La joven de la flecha de oro, que desde las pá-
drés. El autor nos da todos los elementos para ginas de La Cartera Cubana, entre mayo y di-
pensar que fue don Pedro el asesino, aunque el ciembre de 1840, pasa a su impresión como tomo

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independiente al año siguiente. Algunas ya ha- Gamboa (aunque el joven seductor se convertía
cen su salida inicial en forma de libro, como de «Leocadio» en «Leonardo»), aparecen ya en
Cecilia Valdés, o La loma del Ángel y Teresa, este primer tomo el músico mulato Águedo
ambas de 1839. Dos capítulos de «Cecilia Facón (después José Dolores Pimienta) y su
Valdés» habían aparecido primero en La Siem- hermana Nemesia —amigos de Cecilia—, Isa-
previva, pero hay que aclarar que tanto estos dos bel Rojas (después Ilincheta), joven que vive
textos como la posterior novela de 1882 con fuera de La Habana, enamorada de Leonardo,
igual título, a pesar de estar unidos por múlti- los amigos de este último (Diego Meneses, Pan-
ples lazos, pueden ser considerados textos dis- cho Solfa) y su esclavo Aponte, el comisario
tintos. Cantalapiedra, la limosnera Dolores Santa
La «Cecilia Valdés» de la revista es algo pare- Cruz… Pero el tomo quedó sin continuación
cido a un avance del ibro que ya preparaba el por el momento, y no será hasta 1882 cuando
autor, aunque tenga más bien el carácter de cuen- en Nueva York, tras muchos años de exilio y
to. El personaje titular —que poseerá matices amargas experiencias del autor, aparezca la edi-
diferentes en cada versión— es una hermosa jo- ción definitiva de Cecilia Valdés, que estudiare-
vencita mulata que recorría despreocupadamente mos en su momento, y en la cual, aunque se
las calles habaneras de una década atrás. El cuen- mantiene algo de lo publicado con anterioridad,
to estaba formado en esencia por dos escenas; hay un cambio sustancial tanto de forma como
en la primera la protagonista —como en «La de contenido.
gitanilla» de Cervantes— era llamada a entrar «Una cruz negra», o «La cruz negra», como
en una casa de gente rica, en donde dos mucha- se llamó en sus últimos capítulos, fue aparecien-
chas se la presentaban a sus padres, y, en la se- do en sucesivas entregas de La Cartera Cubana
gunda, Cecilia regresaba a su humilde hogar, en entre marzo y mayo de 1839. El cambio de títu-
el cual su vieja abuela le contaba la historia de lo de esta novela epistolar y campestre, más bien
una muchacha andariega que se fue a pasear con de transición dentro de la obra de Villaverde, no
un hermoso joven, para nunca más regresar, pues parece ser tanto hecho a propósito como por
el joven no era otra cosa que el mismísimo dia- olvido, pues después de la segunda entrega de la
blo. Esta historia, recurso de tan señalada estir- obra existe un lapso durante el cual el autor pier-
pe romántica, es el motivo central del breve de algo los hilos que iba manejando, tal como
cuento. En la segunda parte de éste nos entera- declara sinceramente al comenzar la tercera en-
mos rápidamente de que Cecilia (que cantaba trega, en donde se excusa de «que toda la culpa
boleros en las fiestas, acompañándose por el no es mía, ni del redactor de la Cartera (donde
arpa) había sido seducida por el hermano de las capítulo por capítulo te voy dando noticias de
muchachas que la habían hecho entrar en su casa, los amores de Josefa) ni de la imprenta; sino de
y la abuela la vio un día irse para «un baile y no las circunstancias; y de la maldita manía o moda
volvió más».21 A pesar de que la fábula de la que ahora cunde de darlo todo a medias y por
muchacha y el diablo le sirvió para cerrar la es- tasa, cual si así gustase más lo que de suyo es
tructura del relato, se quedaban muchos cabos desabrido». Esta intromisión del narrador om-
sueltos, pues ya se daba a entender que Cecilia y nisciente para darnos información de problemas
su seductor eran medio hermanos. Es que, como del andamiaje técnico de la obra, no es inusual
se explicaba al inicio de la segunda parte, se tra- en Villaverde. Aquí se muestra incómodo ante
taba del esbozo de una obra más amplia, cuyo la forma del folletín, que toma cada vez mayor
primer tomo, con 246 páginas, salió impreso ese auge, la cual siente entra en contradicción con
mismo año. Aquí se partía de las dos primeras su gusto de describir, detenidamente, persona-
escenas ya mencionadas, para entrar en una pro- jes y lugares, a través de escenas dialogadas con
lija descripción de la feria del Ángel, lo que daba marcadas viveza y colorido. Sin embargo, sólo
motivo para presentar nuevos personajes. Ade- será un proceso de adaptación a la nueva técni-
más de Cecilia, su abuela Chepilla y la familia ca, y el próximo momento de su producción, a

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partir de 1841, se caracterizará sobre todo por Una vez más, hay que buscar los valores
su colaboración constante en el Faro Industrial de la obra narrativa de este autor en el lo-
de la Habana, a través de la cual sabrá extraerle gro de ambientes, en las descripciones
provecho a la forma del folletín, que condicio- (como las de la tienda de don Rafael y la
naba la narración a trozos de igual largo, con un casa de las beatas), en el dibujo de algunos
final que interesara al lector lo suficiente como personajes secundarios, en la intención de
para buscar la siguiente entrega. Los veinte hallar asuntos propios cubanos. Una vez
folletines (o capítulos) de El guajiro —relato más, como en casi toda la obra de Villaver-
desprendido de la Excursión a Vueltabajo— apa- de, nos parece encontrarnos con bocetos
recidos en el Faro entre el 5 y el 31 de diciembre de novelas que, de haberse desarrollado,
de 1842, serán buena prueba del provecho que hubieran podido tener magnífica calidad. 23
supo sacarle a esta limitante forma externa.
En los folletines del Faro vamos a encontrar Cirilo Villaverde se enrola en la conspiración
variedad de posibilidades. Rondando el artículo de Narciso López contra el régimen español, que
de costumbres, a veces cae en el cuento —«El sabemos era decididamente anexionista. Arres-
depósito» (sep. 18, 1842), «Una loca y su gua- tado por ello, logra escapar de la cárcel en 1849
po» (ago. 19, 1842)— o el testimonio —«De- y huir rumbo a los Estados Unidos. Atrás que-
claración de un marinero náufrago» (jul. 30, daba su persistente dedicación a la narrativa, que
1842), en donde afirma: «Esta relación, excep- lo colocó a la cabeza de los cultivadores cuba-
tuando una que otra frase, que hemos puesto de nos del género hasta entonces. Delante, con el
nuestro caudal, para hacerla más accesible a la paso de los años, llegarán su entrega ferviente a
lectura de nuestro periódico, aseguramos que es la causa independentista y la realización de su
auténtica.» 22 Con «El ciego y su perro» (ene. 4- gran novela, la Cecilia Valdés de 1882.
8, 1842) irrumpe por las capas más pobres de la
ciudad —el barrio de San Lázaro— en un cuen-
to de irónica amargura. Incursiona por la novela 2.6.4 Esclavitud y narrativa
epistolar de nuevo («Cartas de Isaura a India-
na», feb.-mar., 1842) y por la historia («El peni- Según afirmación del historiador Ramiro Gue-
tente», feb-mar., 1844) para, en conjunto, dejar rra: «Toda la organización económica de la isla
un grupo de narraciones importantes, por su en 1838, toda la riqueza cubana, fundamento de
reflejo realista de aspectos de aquella sociedad y la sociedad y de lo que pudiera llamarse la civili-
por la evolución de su técnica narrativa, que la- zación de la época, se basaba en la esclavitud; y
mentablemente arroja un saldo inestable entre en una esclavitud ilegítima, con arreglo a las le-
logros y desaciertos, quizás por la prisa en la yes españolas y a los tratados internacionales.»24
ejecución y lo azaroso de su vida personal. Este aserto, corroborado por todos los especia-
Otros títulos novelescos de Villaverde, apa- listas, nos hace llegar a la conclusión de que si la
recidos siempre en el Faro Industrial de la Ha- narrativa cubana surgió alrededor de esa fecha,
bana, son los siguientes: «Generosidad frater- le era prácticamente imposible soslayar el pro-
nal» (ago. 21-29, 1842), «La peineta calada» blema de la esclavitud al tratar de reflejar la so-
(mar., 1843), «Comunidad de nombres y apelli- ciedad, el «mundo épico» sobre el cual podrían
dos» (jun., 1843), «La tejedora de sombreros de adquirir relieve verosímil personajes y acciones,
yarey» (nov.-ene., 1845), «Vanidad» (sep.-oct., máxime si, como hemos visto, nacía marcada por
1845), «El misionero de Caroní» (nov.-dic., una decidida vocación realista. El mayor obstá-
1846) —la única que no se desarrolla en Cuba— culo para lograr esto se encontraba en la férrea
y, sobre todo, «Dos amores» (mar., 1843), consi- censura gubernamental, que controlaba las pu-
derada casi unánimemente por la crítica como la blicaciones, según la cual, mientras más álgido
mejor muestra de la primera fase narrativa del au- resultase el problema, mayores obstáculos en-
tor. Sobre ella, Denia García Ronda ha comentado: contraba su tratamiento público. Así y todo, ya

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204 SEGUNDA ÉPOCA

hemos visto también como la esclavitud se mos- Manzano (1797-1854) —que ya había dado
traba, de forma explícita o implícita, en algunas muestras públicas de poseer un natural talento
narraciones de Palma y Villaverde. poético—, cosa que al fin se obtuvo en 1837.
La valoración negativa de la esclavitud, con Sin embargo, la solicitud para que el esclavo es-
variados matices, era punto central de muchas cribiera su autobiografía fue anterior, a iniciati-
de las discusiones de los círculos literarios de la va de Del Monte, quien se lo había pedido por
época, agrupados primero alrededor de Ignacio carta en junio de 1835. Al disponerse a cumplir
Valdés Machuca y, posteriormente, del culto e la encomienda, Manzano tiene que plantearse de
inteligente Domingo del Monte. El Centón entrada algunos problemas de índole personal y
epistolario de este último nos ha dejado valiosí- artística, pues se enfrenta a una evidente disyun-
simas pruebas al respecto. Pero si dentro de este tiva: narrar escueta, documentalmente, los he-
último círculo existe un fuerte detonante sobre chos de su vida, o hacerlo a través de un discur-
la materia, este fue sin dudas el médico irlandés so artístico más elaborado, de una «novela
Richard Robert Madden (1798-1886), antiabo- cubana», como el propio Manzano la llama. Vea-
licionista destacado, nombrado Superintenden- mos el siguiente fragmento de su carta a Do-
te de Emancipados en la isla, según el acuerdo mingo del Monte con fecha 29 de septiembre
existente entre Inglaterra y España para preve- de 1835:
nir la trata y vigilar la liberación de los esclavos
negros. El Capitán General de la colonia, Mi- Al momento que ví lo que en ella me pide
guel Tacón, sabía muy bien de quien se trataba, s.m. me he preparado para aseros una par-
pues a raíz de su nombramiento, en agosto de te de la historia de mi vida, reservando los
1836, le comunicó a sus superiores que «el Dr. mas interesantes sucesos de […] ella para
Madden es un hombre peligroso por donde quie- si algún día me alle sentado en un rincón
ra que se le considere, y residiendo en esta Isla, de mi patria, tranquilo, asegurada mi suer-
tendría sobrados medios para infundir indirec- te y susistencia, escribir una nobela pro-
tamente ideas sediciosas, sin que bastase a im- piamente cubana: combiene por ahora no
pedirlo mi severa vigilancia». 25 Nada errónea dar a este asunto toda la extensión mara-
suposición, que se vio confirmada por las amis- billosa de los dibersos lanses y exenas, por-
tades (Luz y Caballero, Betancourt Cisneros, que se necesitaría un tomo, pero apesar de
Félix Tanco, etc.) y empresas a las que se liga el esto no le faltará a sum. material bastante
irlandés, para lo cual contó muy especialmente [.] mañana empesaré a urtar a la noche al-
con la ayuda de Domingo del Monte, a pesar de gunas oras para el efecto [se ha respetado
que Juan Pérez de la Riva advierta que éste «era la ortografía original]. 27
demasiado horaciano para comprometer el con-
fort de su existencia con actitudes que entonces El texto circuló entre los delmontinos y, al
no sólo estaban mal vistas, sino violentamente parecer, Anselmo Suárez y Romero pasó en lim-
condenadas por la burguesía cubana». No obs- pio y corrigió la primera parte, mientras la se-
tante lo anterior, Del Monte fue quizás el más gunda, encomendada a Ramón de Palma, se ex-
valioso colaborador de Madden en sus empeños, travió y no pudo llegar a nuestros días. Pero
y el mismo Pérez de la Riva reconoce sus res- Madden, conocedor del alto potencial de la au-
puestas a los interrogatorios que el irlandés le tobiografía como denuncia del sistema esclavis-
propuso como «una de las denuncias más terri- ta, tradujo y publicó esa primera parte en el tomo
bles que se han hecho sobre la sociedad esclavista Poems by a slave…, aparecido en Londres en
cubana y su superestructura religiosa». 26 1840. Este texto, calificado por la crítica mo-
Entre las actividades de Madden estuvo el derna como una de las piezas literarias de más
convencer a Del Monte, Alfonso y Aldama para hondo valor humano de toda la historia cubana,
que iniciaran una colecta con el fin de comprar no llegó a ser publicado en español hasta un si-
la libertad del mulato esclavo Juan Francisco glo más tarde, en 1937. Los cruentos hechos his-

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tóricos le impidieron a Manzano escribir la no- clavitud. Difícil fue siempre la vida de Manza-
vela cubana con sus «marabillosos» lances y es- no, que fue encarcelado y torturado cuando el
cenas, los cuales gustaba —según se dice— na- proceso de la Escalera, a raíz del cual dejó de
rrar de viva voz, dejando correr libremente su escribir.
fantasía, al mezclar los hechos de la realidad co- Madden, que cuando llegó a La Habana era
tidiana con míticas leyendas africanas hereda- ya un reconocido escritor romántico, también
das de sus antepasados o los exóticos y líricos quiso llevarse a su regreso a Inglaterra, junto con
avatares de las óperas francesas que tanto le fas- la autobiografía de Manzano, un grupo de obras
cinaron cuando asistía a los teatros como paje literarias que ofrecieran una visión del verdade-
de su ama. ro significado de la esclavitud, más allá de lo que
Al llevar a la escritura en su Autobiografía sus la censura oficial permitía conocer. Así, Domin-
lacerantes experiencias como esclavo —escritu- go del Monte, encargado del empeño, le escribe
ra aún no dominada técnicamente— logra un en octubre de 1839:
testimonio que no sólo es veraz, sino que tiene
validez estética, por la forma de ensamblar sus Acompaño a usted las adjuntas «Muestras
recuerdos, detallar momentos, imbricar el tiem- inéditas» de nuestra naciente y desmedrada
po y el espacio. Roberto Friol ha llamado la aten- literatura provincial, para que cuando esté
ción acerca de «cómo la excepcional inteligen- usted de vuelta a su dichosa patria, se acuer-
cia de Manzano resuelve de un solo golpe los de, al leerlas, de esta pobre tierra y de los
arduos problemas literarios de una autobiogra- sinceros amigos que supo usted granjearse
fía, ya sea real o fingida». El mismo Friol, que en ella. Notará usted que excepto las de
ha investigado cuidadosamente la vida y estu- Manzano, no llevan el nombre de sus au-
diado la obra de este humilde y atractivo autor, tores las demás composiciones de la colec-
comenta que ción. Como casi todas ellas hacen alusio-
nes a asuntos prohibidos por nuestro
Sin más guía que su inteligencia, en la au- Gobierno, no he querido que, si por cual-
tobiografía Manzano consiguió trasmutar quier evento, fuese a parar a otras manos
su experiencia de vida en documento lite- que las de usted ese cuaderno, peligrasen
rario imperecedero. Si no es posible califi- por mi culpa aquellos inofensivos poetas,
carla de obra maestra, sí puede calificársele que en todo han pensado menos en tras-
de testimonio insuperable. La misma asi- tornar la tranquilidad de su país. Para su-
metría de la forma en que cristalizó —die- plir, pues, esta falta, le daré a usted una bre-
ciocho párrafos y bloques— no logró anu- ve noticia de cada uno.29
lar el equilibrio del contenido, lo que
demuestra la existencia de un singular pa- Este es el famoso «Álbum», que incluía, según
trón de creación. No es una autobiografía el propio Del Monte, poemas de Manzano, las
lineal, ni siquiera está exenta de errores y «Elegías cubanas» de Rafael Matamoros, un
vacilaciones, pero la veracidad del testimo- «dialoguito» del diario de una joven señora
nio, la humanidad inviolable que rezuma, habanera y dos narraciones: «Escenas de la vida
el tono de una llaneza insuperable, la pose- privada», de Félix M. Tanco, y «El ranchador»,
sión idiomática que transparenta a despe- de Pedro J. Morillas.30
cho de la cacografía y las faltas de proso- Del Monte terminaba por explicarle a
dia, la convierten en documento único en Madden, trazando un rápido balance de la lite-
nuestra historia literaria. 28 ratura cubana del momento:

Texto ya situado en los umbrales de la narrativa, como al escoger las composiciones para es-
a su lado palidecen las páginas que escribieron tas muestras, me he querido ceñir a asun-
los autores blancos sobre los horrores de la es- tos que tuviesen alguna relación con la es-

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clavitud de los negros, por considerarlos bandoleros».33 Hasta ahora la que manejamos
más interesantes para usted, no he inserta- es Petrona y Rosalía, dada a conocer en la revista
do producción ninguna de otros jóvenes Cuba Contemporánea en 1925. Sin embargo, el
muy aventajados de los que hoy compo- texto debe haber sido conocido por muchos es-
nen nuestra pequeña república literaria. critores de su época y, por ello, haber dejado su
Tales son, sin contar a los más provectos influencia.
Luz, Saco y Poey, que deben colocarse en Lo que sí es evidente es la falta de conoci-
la categoría más alta de hombres doctos, los mientos de la técnica narrativa que tenía Tanco.
jóvenes Echeverría, Palma, Valle, el mozo Los cambios de espacio y tiempo en la acción y
(José Zacarías González), Villaverde, las explicaciones del narrador están penosamente
Milanés, Jorrín (José Silverio) y algunos resueltos. En el diálogo hay dos niveles: el que
otros. 31 utilizan los negros esclavos, a pesar de que Tanco
quiso darle realismo sin caer en bozalismos, es a
Félix M. Tanco (1796-1871), que había naci- todas luces falso, inexpresivo; sin embargo, el
do en Colombia y residía en Matanzas, poseía de sus amos, aunque no sea una maravilla, sí re-
una fuerte personalidad y una lengua bien suel- sulta natural e incluso hasta con valor de testi-
ta para expresar sus ideas, sin duda audaces para monio lingüístico, pues es casi una transcripción
la época, como se desprende sobre todo de su del habla cotidiana de las clases explotadoras de
correspondencia con Domingo del Monte, a la la época. Tanco trata de pintar los horrores de la
cual éste destinó un comprometedor tomo apar- esclavitud, pero parece conocer poco de la reali-
te de su famoso Centón epistolario, en donde se dad de los campos y sí mucho de la vida que
pueden encontrar ideas como las siguientes: hacían los habaneros ricos, a quienes en defini-
tiva están dedicadas las más violentas diatribas
Te lo he dicho mil veces: no hay más poe-
de la obra.
sía entre nosotros que los esclavos: poesía
que se está derramando por todas partes, En la obrita existe un desbalance notorio,
por campos y poblaciones, y que sólo no porque los personajes supuestamente centrales
la ven los inhumanos y los estúpidos; y —y que dan nombre al relato— resultan ideali-
advierte que al paso que se vaya civilizan- zados y desvaídos, mientras que los que ganan
do aunque lentamente la clase obrera to- peso son los de Concepción Sandoval y Fernan-
davía muy bozalona, la esclavitud de los do, es decir, la madre criolla adinerada, consen-
negros se levantará en la misma proporción tidora de un hijo que se entrega a los placeres
como una sombra deforme, mutilada, ho- que puede disfrutar con facilidad, pero en quien
rrorosa, pero poética y bella, y capaz de existe cierto vago sentimiento de nacionalidad.
producir ingenios tan vigorosos y origina- Que eran casos típicos, lo señala la persistencia
les como el de Byron y Víctor Hugo. de ellos en la narrativa cubana decimonónica,
¡Quién sabe cuántos esclavos deberán un aunque las similitudes entre Petrona y Rosalía y
día su libertad a los poetas! 32 Cecilia Valdés descubran una influencia al pare-
cer directa. La paridad de personajes es eviden-
La idea de Tanco era escribir una serie de «Es- te: Concepción Sandoval, Rosa Sandoval; An-
cenas de la vida privada en la Isla de Cuba», de tonio Malpica, Cándido Gamboa; el «niño»
las cuales llegó a redactar tres, aunque en 1839 Fernando, el «niño» Leonardo; Petrona, Charo
les cambió el título: «El niño Fernando», en lu- Alarcón; Rosalía, Cecilia. Y en ambas obras el
gar de «Petrona y Rosalía», «El cura», en lugar incesto se convierte en motivo obsesionante. En
de «El hombre misterioso», «El lucumí» en lu- definitiva, era agravar el «pecado» de mulatez
gar de «Francisco». «Todas están retocadas y con el del incesto, lo que en el fondo era la ob-
compuestas» afirmaba, además de haber comen- sesión de que Cuba se estaba convirtiendo en
zado otra larga que llevaba por título «Los una «pecaminosa» tierra de mulatos.

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En la carta de Madden que acompañaba el ál- ranchador, como es conocido este texto, fue re-
bum de composiciones sobre la esclavitud, Del descubierto y publicado por Roberto Friol en
Monte escribía el siguiente juicio: 1973, y es un descarnado testimonio de la meti-
culosa cruzada de encontrar y matar (cuando
El ranchador es un trozo elegantemente es- suponían que no podían apresarlos vivos) ne-
crito por el joven habanero D. Pedro gros huidos, muchos de ellos establecidos en
Morillas, hoy abogado recibido de la Real palenques en los más intrincados parajes. Friol
Audiencia Pretorial. A la descripción más señala cómo «históricamente Francisco Estévez
animada del país pintoresco en que termi- es el Atila de los palenques vueltabajeros, mas
na la llanada de San Marcos, junta la rela- el hombre al final del diario no es un montón de
ción de uno de los horrorosos casos que victorias sino carne doliente y plañidera»,35 por-
muy frecuentemente sucedían y aún suce- que ha descubierto en los negros altas condicio-
den entre los negros cimarrones atrinche- nes humanas, como inteligencia, valentía, soli-
rados en su palenque del Cuzco y los daridad y sentido del sacrificio, que terminan
guajiros habitantes de aquellas cercanías: nada por dejarlo perplejo.
hay aquí de imaginación: todo sucedió real y «El ranchador» de Pedro José Morillas (1803-
verdaderamente como lo dice el autor. 34 1881), guarda grandes similitudes con el Diario
del ranchador. Narración de intenciones román-
Esta obra, no publicada hasta 1856, es la que ticas en sus comienzos, como su interés por des-
mayor interés presenta de las pocas que escri- cribir la naturaleza (mediante una a veces ficti-
bió su autor. «El ranchador» está emparentada cia y recargada adjetivación), la crudeza del tema
por más de un motivo con Cirilo Villaverde. En le va imprimiendo un realismo escueto. Ya la
primer lugar, la zona geográfica en que se desa- misma naturaleza le obliga a un cambio de los
rrolla la acción es la parte occidental de la Sierra moldes tradicionales: la obra se desarrolla en el
del Rosario en Pinar del Río, llamada entonces mes de mayo, pero no del mayo florido conven-
lomas del Cuzco, que fue territorio ganado para cional, sino del mayo cubano en plena estación
la literatura por Villaverde, ya que en sus de «la seca». La obra parte de una idea muy
estribaciones septentrionales había nacido. A delmontina, condensada en el epígrafe que an-
este territorio está dedicada su Excursión a tecede al texto, que viene a postular cómo, al
Vueltabajo y es, por lo menos, escenario de dos infringir una ley divina y convertir en esclavos a
de sus narraciones: «El guajiro» y «La peña blan- nuestros semejantes, se destruye la armonía del
ca»; precisamente esta última elevación, asocia- bien, y de allí en adelante se producirán, in
da siempre a hechos infaustos, aparece también crescendo, las mayores atrocidades, tanto por
en «El ranchador» de Morillas. parte de los esclavistas como de los esclavos. Por
Pero existe otro punto de contacto. Y es la eso Morillas hace que el ranchador protagonis-
copia, con algunos arreglos, que Villaverde rea- ta de su cuento, presentado como un héroe, na-
lizó del diario real de un ranchador, el campesi- rre los horrores gratuitos que los cimarrones
no Francisco Estévez, que ejerció ese «oficio» cometieron con su familia, para justificar la saña
en las lomas del Cuzco, entre los años de 1837 y en la persecución de estos. Sin embargo, en los
1842. El diario fue redactado por la hija de dos capitulillos finales nos pinta con verídicos
Estévez, según lo que le contaba su padre cuan- y crueles rasgos la labor del ranchador, ayudado
do regresaba de cada expedición, con el fin de por sus feroces perros. El punto de mayor inte-
enviárselo a Lucas Villaverde, padre a su vez de rés del cuento, y que en cierta medida lo salva
Cirilo y médico de San Diego de Núñez, uno de en más de un sentido, sucede cuando el
los vecinos comisionados por la Real Junta de ranchador nos describe su encuentro con cierto
Fomento y Consulado de La Habana para regir cimarrón, de noble y gallarda apostura, valiente
y vigilar a la partida de Estévez en su labor de y diestro, que era el tipo de hecho que dejaba
exterminio de cimarrones. El Diario del perplejo al histórico Francisco Estévez.

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208 SEGUNDA ÉPOCA

Otro de los textos solicitados por Domingo le hizo muy evidente ya a los primeros lectores
del Monte fue Francisco o, según irónico subtí- de la obra, ante los cuales el autor tuvo que re-
tulo del propio mentor, Las delicias del campo, conocer que
escrito por Anselmo Suárez y Romero (1818-
1878) durante una obligada estancia suya en el yo trataba de pintar un negro esclavo,
ingenio «Surinam», cuyo proceso de redacción ¿quién que se halla gimiendo bajo el terri-
puede ser seguido minuciosamente a través de ble y enojoso yugo de la servidumbre pue-
las cartas que envió el autor a Del Monte y las de ser tan manso, tan apacible, tan de an-
que recibió de su joven amigo José Zacarías gélicas y santas costumbres como él…?
González del Valle, quien corregía y pasaba en Francisco es un fenómeno, es una excep-
limpio los borradores; en septiembre 23 de 1838 ción muy singular… Así fue que desde que
este último le comentaba la lectura del primer comencé a escribir comencé de consuno a
capítulo de la novela, que acaba de leer, y el 6 de entristecerme: me enojé más y más contra
diciembre de 1839 le comunica su pena porque, los blancos según fui pintando sus extra-
debido a sus quehaceres, todavía Del Monte no víos, y como mi carácter, digámoslo de una
le haya trasladado «al castellano las expresiones vez, es amigo de tolerar con paciencia las
encomiásticas del doctor Madden sobre Fran- desgracias de este pobre valle de lágrimas,
cisco. Él le entregó toda la novela en cuerpo y vino a dotar a Francisco de aquella resig-
alma en vísperas de partir.»36 Sin embargo, no nación y mansedumbre cristiana… He aquí
será hasta 1880 cuando el texto pueda publicarse la causa de mi error. 37
por primera vez, en una imprenta de Nueva York.
A pesar de que Francisco es una obra de ju- Esta personal visión de Anselmo Suárez y
ventud, ya se descubre en ella al cuidadoso esti- Romero se extiende a todos los personajes ne-
lista que encontraremos en la prosa de la madu- gros que presenta, y sólo aquellos con los cua-
rez de Suárez y Romero. Este quiso pintar en les social y temperamentalmente puede identi-
sus páginas lo dramático de una realidad que ficarse llegan a tener relieve. En este caso,
conocía bien, pero sin poder evadir el punto de además de Francisco, están su novia Dorotea y
vista clasista, pues en definitiva su familia de- el viejo taita Pedro; Dorotea es mulata, según la
pendía económicamente de un ingenio —el reiterada simpatía de los autores que trataban
«Surinam» por supuesto— con sus correspon- esta temática hacia ese tipo racial: las protago-
dientes esclavos. A esto hay que añadir que Fran- nistas nunca suelen ser negras. En la novela, el
cisco sufrió una cuidadosa censura por parte del resto de los esclavos del central azucarero está
ecléctico Del Monte, que trató de suavizar sus contemplado de una manera distanciada, «como
matices «subversivos». Añadamos a esto cues- un fondo inexplorado, como una sucesión de
tiones de escuela e influencias literarias y de tem- sombras que se mueven despersonalizadas y a
peramento personal. La influencia predominante las que el autor no puede ver sino desde un án-
en Suárez y Romero parece ser la de un roman- gulo lejano». 38 Casi sin proponérselo, Suárez y
ticismo idealizante, no tan cercano a Balzac Romero está exponiendo las gradaciones de la
como creía Del Monte y sí dependiendo aún esclavitud. Compenetrado con el citadino Fran-
mucho de las secuelas de novelas como Atala y cisco, verá más trágico su destino al tener que
Pablo y Virginia. Como romántico, hay una iden- compartir su vida con la «incivilizada» masa de
tificación sentimental entre el protagonista y el esclavos agrícolas.
autor, sólo que en este caso las contradicciones Pero dentro de aquel contexto, no puede
entre el aprendiz de pequeño burgués que era restársele valor a la empatía que Suárez estable-
Suárez y Romero y el trágico destino de su pro- ce con su protagonista negro. Y debe hacerse la
tagonista, el negro esclavo Francisco, eran inso- salvedad de que si la familia del autor poseía un
lubles. Bien falsa resulta así la estoica resignación ingenio, su situación económica era precaria,
de este último. Esta imposible identificación se reflejada consecuentemente en su posición so-

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cial, pues al igual que José Jacinto Milanés se nada desdeñables. Se han elogiado sus descrip-
ubicaba dentro de una más bien pobre clase ciones de los paisajes, en particular el de las cue-
media que no puede identificarse del todo con vas de Cubitas, así como su manejo del lengua-
la ideología de la clase explotadora, de la cual se je, aunque no carente de amaneramientos
siente excluido. Y aunque Suárez y Romero tien- románticos. Mas el verdadero peso de la novela
da al maniqueísmo al distribuir sus personajes parece estar en lo que resulta ser una problemá-
en buenos y malos, uno de los captados con tica básica para su autora: la situación de la mu-
mayor certeza es la señora Mendizábal, el «ama», jer en aquella sociedad, ante la cual sí se rebela
cuya ambigua conducta es de una crueldad muy con fuerza la Avellaneda. Por eso pone en labios
ilustrativa. de uno de sus personajes femeninos blancos una
En estos detalles realistas, «tomados del na- declaración de amor al mulato esclavo Sab, lo
tural», radican los más sostenidos valores de la cual —aunque llegue a producirse como una es-
novela, pues a través de la idealización y del pecie de sacrificio por parte de ella— constituía
maniqueísmo se filtran retazos de una violenta un escandaloso atrevimiento según los patrones
existencia que aún hoy día conservan la viveza sociomorales del momento. Inclusive, el tema
del testimonio. Porque Francisco, aún con to- de la esclavitud resulta para la Avellaneda casi
das las cosas en su contra, permanece como un un pretexto para hacer un paralelo entre la si-
texto en donde el lector actual, si sabe salvar los tuación del esclavo y la mujer:
escollos de época y clase, puede encontrar in-
dudable interés. Es una de las mejores narracio- ¡Oh! ¡las mujeres! ¡Pobres y ciegas vícti-
nes cubanas de la época, aunque esto tampoco mas! Como los esclavos, ellas arrastran pa-
pueda ser mucho elogio dado lo precario de un cientemente su cadena y bajan la cabeza
panorama de inicios. bajo el yugo de las leyes humanas. Sin otro
Con independencia del círculo delmontino, guía que su corazón ignorante y crédulo,
pero por la misma fecha aproximada —entre eligen un dueño para toda la vida. El escla-
1838 y 1839— la camagüeyana Gertrudis Gómez vo al menos puede cambiar de amo, puede
de Avellaneda (1814-1873) escribe en España su esperar que juntando oro comprará algún
novela Sab, que también trata sobre problemas día su libertad, pero la mujer, cuando le-
relativos a la esclavitud, lo cual prueba la urgen- vanta sus manos enflaquecidas y su frente
cia del tema más allá de los estímulos de Madden ultrajada, para pedir libertad, oye al mons-
y Del Monte. Esta es la primera novela publica- truo de voz sepulcral que le grita: En la tumba.
da por esta autora, quien tendrá larga y brillante
carrera literaria, cuyo mayor peso cae con pos- También en la cita anterior notamos cuán lejos
terioridad a 1844. Sin embargo Sab, como obra en realidad estaba la Avellaneda de calibrar la
de juventud cuyo protagonista es un mulato es- esclavitud en todo su horror. La novela, publi-
clavo, encuentra ubicación junto al brote de na- cada en España, no pudo circular en Cuba. A
rraciones surgidas alrededor del círculo delmon- pesar de que debe ser juzgada más bien dentro
tino, a pesar de no haber tenido contactos ellos del grueso de la producción novelística de la
entre sí, pues la Avellaneda partió para España autora, que corresponde al período posterior a
en 1836 sin haber visitado La Habana todavía. 1844, Sab no deja de tener cierta autonomía, pues
En esta novela se impone la fuerte personali- inclusive la Gertrudis Gómez de Avellaneda de
dad literaria de la autora. Si bien la idealización su madurez prefirió no incluirla entre sus Obras
sigue estando presente y el protagonista escla- completas.
vo se encuentra hasta físicamente acercado al Sab ha sido la novela de este grupo que más
patrón blanco, el complejo agrícola-industrial repercusión crítica ha tenido, sobre todo fuera
azucarero en su modalidad del centro de la Isla de Cuba, y hoy día parece estar muy lejos de
está presentado con bastante objetividad. La haber dejado de despertar interés. Las ediciones
obra posee una hábil estructura y tiene páginas se han multiplicado contemporáneamente y en

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210 SEGUNDA ÉPOCA

las cubanas más recientes (1973 y 1976) un casi to de los problemas esenciales de sus paí-
exhaustivo prólogo de la investigadora Mary ses respectivos. Las explosivas tensiones
Cruz plantea numerosos e interesantes puntos que latían en la sociedad colonial cubana a
de acercamiento a la obra. Uno de ellos ubica a mediados del siglo XIX hallaron su repre-
Sab como la «primera novela abolicionista de sentación literaria mediante estas narracio-
Cuba»,39 ya que a pesar de su coetaneidad en la nes que constituyen los cimientos firmes
fecha de composición con las obras de Suárez y de la mejor narrativa hispanoamericana de
Romero, Tanco y Morillas —estas dos últimas la pasada centuria.40
más cercanas al cuento— es la primera que lo-
gra publicarse, en 1841, pues la Cecilia Valdés Estas obras, que circularon subterráneamen-
que Villaverde imprime en 1839 ya sabemos es te durante aquella época, constituyeron una de
preponderantemente costumbrista y no debe las más importantes concreciones de este des-
ubicarse entre el grupo de narraciones nucleadas pertar de la narrativa cubana, que durante la eta-
alrededor del tema de la esclavitud. En última pa de 1820 a 1844 alcanzó, en la superficie, tres
instancia, a todas ellas quizás sea algo exagera- momentos bien definidos: el inicial de tanteos
do aplicarle el término de «abolicionista», pues y ensayos, que culmina en un segundo, entre
si ninguna presenta justificación de la esclavi- 1837 y 1839, con la aparición de las obras de
tud, sino todo lo contrario, el tono de denuncia Palma, Villaverde, y otros, las cuales suponen
tiene límites y matices epocales, clasistas y tem- cierta cristalización; de estos autores, sólo
peramentales obvios, y si de ellos podemos sa- Villaverde se mantendrá en constante produc-
car la conclusión de que abolir la esclavitud debe ción durante el tercer momento, que alcanza la
ser la consecuencia última de lo planteado, tam- década de 1840. Aunque este florecimiento no
bién a veces podrían admitirse soluciones que produjo obras maestras, sí proporcionó una fe
no llegaran a posturas tan radicales. de vida inocultable y preparó el camino para que
A pesar de ello, la importancia que tiene el cuarenta años después la cosecha fuese mucho
conjunto de esta narrativa antiesclavista en el más rica y madura. A partir de «Una Pascua en
panorama hispanoamericano es grande, pues, San Marcos», las obras de Villaverde, Sab y el
según ha señalado Salvador Bueno conjunto de los entonces inéditos textos
antiesclavistas, ya puede hablarse, sin demasia-
estos autores se adelantaron a otros narra- dos rubores, de una narrativa cubana.
dores hispanoamericanos en el tratamien-

NOTAS
(CAPÍTULO 2.6)

1
De hecho, el «Manuscrito encontrado en una casa educación moderna» (M, feb., 1832) y «El niño mal
de locos» (M, feb., 1832), parece ser la traducción criado» (M, may., 1832).
herediana de un original quizás francés, pues el mis- 2
Ver Carlos M. Trelles: «La primera novela cubana»,
mo texto recibió otra traducción, con variantes, en
en su Bibliografía cubana del siglo XIX. Imprenta de
La Moda (t. I, pp. 282-286), en donde aparece bajo
Quirós y Estrada, Matanzas, 1911-1915, tomo VIII,
el título de «El monstruo». Los textos que tienen
p. 380.
mayor probabilidad de ser originales de Heredia son
los tres que se desarrollan en el México de la época, 3
A. M. Eligio de la Puente: «Introducción», en Ra-
con un marcado sabor costumbrista y fino sentido món de Palma: Cuentos cubanos (Introd. […]. Cul-
del humor: «Economía femenil» (M, sep., 1831), «La tural, La Habana, 1928, p. XII). Para tratar de alejar

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cualquier duda sobre quién era el autor, De que en realidad no llegó a hacer. De los 36 capítulos
Betancourt hacía anteceder al título las palabras (o «cartas») en francés de La Havane fueron inclui-
«Rasgo original». En oct. 22, desde el mismo perió- das en el Viaje a la Habana sólo 10.
dico, se excusaba por haber puesto Luis XIV [1638-
1715] en donde debía decir Luis XI [1423-1483].
9
Raimundo Lazo: «El Lugareño y la literatura cuba-
na», en Revista Cubana. La Habana, v. XXVI, pp.
4
Veglia llegó a La Habana en sep. de 1833 en compa- 45-51, ene.-jun., 1950.
ñía de Felipe Poey, procedente de Francia (La torre
de Nesle de Dumas se había estrenado en 1832).
10
Es digno de mención el hecho de que Betancourt
Según Calcagno (Diccionario biográfico cubano. N. Cisneros formó parte, junto con Rocafuerte y
Ponce de León-D.E.F. Casona, New York-La Ha- Miralla, de una comisión que viajó a Venezuela en
bana, 1878-1886, p. 669), después de una visita a su 1823, para pedirle a Simón Bolívar su ayuda para la
patria falleció durante el viaje de regreso y su cadá- emancipación de Cuba.
ver fue arrojado al mar. En 1838 sus amigos 11
Citado por Federico de Córdova: Gaspar Betancourt
habaneros recopilaron sus escritos bajo el título de Cisneros. El Lugareño. Editorial Trópico, La Haba-
Jardín romántico (Pablo Veglia: Impr. de R. Oliva, na, 1938, p. 144.
La Habana, 1838). Entre sus amigos se encontra-
ban Leopoldo Turla y Francisco Orgaz. Es signifi-
12
Hay aspectos que podrían avalar las dudas sobre la
cativo que en la lista de suscriptores de ese libro autenticidad, parcial o completa, del Espejo: Palma,
sólo aparezca un delmontino —Cirilo Villaverde— tan amigo de Echeverría, maneja una abundante in-
así como que en el Centón epistolario de Domingo formación histórica sobre la época de la obra que
del Monte (con un prefacio, anotaciones y una tabla obviamente no proviene de la mera lectura de ésta;
alfabética por Domingo Figarola-Caneda, Joaquín en el soneto que reproduce existe una variante radi-
Llaverías; Manuel I. Mesa Rodríguez. Impr. El Si- cal en uno de sus versos respecto al que se conoce
glo XX, 1923-1957, 7 tomos) no se mencione su por la única copia existente del Espejo, debida a
nombre. Como es sabido, Veglia fue el organizador Echeverría (¿podría acaso ser Palma el autor de di-
del famoso Festín Campestre celebrado en Arroyo cho soneto?). Y aunque en fecha reciente se ha afir-
Apolo, que sirvió sobre todo para dar a conocer a mado (Enrique Saínz: Silvestre de Balboa y la litera-
Plácido; allí el italiano se presentó disfrazado como tura cubana. Editorial Letras Cubanas, La Habana,
el dios Apolo. 1987, p. 57) «que Del Monte y Echeverría no eran
capaces de dar a conocer un texto con un héroe ne-
5
A. M. Eligio de la Puente: «Introducción», ob. cit., gro que daba muerte a un blanco», esto se encuen-
p. XV. tra desmentido, al menos en lo referente a Palma
6
«Matilde, o Los bandidos en la Isla de Cuba» fue —tan ligado a los autores mencionados— al descri-
firmada por Bachiller con el seudónimo El solitario bir en su «Un episodio…», en forma encomiástica,
de Camoa, pero «Mi paseo» llevaba la firma de El la muerte del pirata Gilberto a manos del esclavo
solitario. Las alusiones en el texto a la Cueva de negro Salvador Golomón. También debe recordarse
Taganana, al abuelo y al lugar en donde había naci- que Palma trató de hacer pasar parte de su obra bajo
do el autor, hacen transparente la presencia autoral la firma apócrifa del «Bachiller Alfonso de Maldona-
de Villaverde, criterio que también es el de un espe- do», un fallido intento de superchería literaria.
cialista tan avanzado en este autor como Roberto 13
Cirilo Villaverde: «Autobiografía», en Ana Cairo:
Friol. Letras. Cultura en Cuba 4. Editorial Pueblo y Edu-
7
José Zacarías González del Valle: La vida literaria cación, Ciudad de La Habana, 1987, p. 5.
en Cuba (1836-1840). Publicaciones de la Secreta- 14
Félix M. Tanco en carta incluida en el Centón
ría de Educación Pública, Dirección de Cultura, La epistolario de Domingo del Monte (ob. cit., tomo VII,
Habana, 1938, p. 109. p. 113), y Enrique Sosa en La economía en la novela
cubana del siglo XIX (Editorial Letras Cubanas, Ciu-
8
El plagio más escandaloso se realizó sobre «Una Pas-
dad de La Habana, 1978, capítulo III).
cua en San Marcos» de Ramón de Palma, texto al
cual la autora hizo varios «arreglos», pero también 15
Echeverría refuta, en un comunicado publicado en
Villaverde fue saqueado. Ver el prólogo de Salvador el Diario de la Habana el 12 de julio de 1838, una
Bueno en Condesa de Merlín: Viaje a La Habana crítica de Amaranto —seudónimo de Manuel Cos-
(Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1974), en tales— aparecida en el mismo periódico el 17 de ju-
donde se deja entrever la posibilidad de que la auto- nio. Después habrá réplica y contrarréplicas de
ra pensaba darle crédito a sus fuentes nativas, cosa Echeverría (21 de julio) y Amaranto (25 de julio).

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212 SEGUNDA ÉPOCA

16
El Real Cuerpo patriótico es la Real Sociedad Eco- verde: Dos amores. Pról. de […]. Editorial Letras
nómica de Amigos del País. Las maniguas a que se Cubanas, 1980, p. 17.
refiere, dado el texto de Palma, deben ser el juego
de «monte», que después llegó a ser prohibido por
24
Ramiro Guerra: Manual de historia de Cuba. Cul-
las leyes. tural, La Habana, 1938, p. 391.
17
Domingo del Monte: ob. cit., tomo VII, p. 113.
25
Miguel Tacón: Correspondencia reservada del Capi-
tán General Don Miguel Tacón con el gobierno de
18
Aunque el mismo Villaverde («Autobiografía», en Madrid, 1834-1836. Introducción, notas y biblio-
ob. cit., pp. 4-5) manifiesta que su vocación litera- grafía por Juan Pérez de la Riva. Consejo Nacional
ria y la redacción de sus primeras narraciones fue- de Cultura. Biblioteca Nacional José Martí. Dpto.
ron motivadas por la lectura de «Matanzas y Yumurí» Colección Cubana, La Habana, 1963, p. 252.
—también una leyenda romántica—, Roberto Friol
afirma que
26
Ob. cit., p. 322.

De todos modos, las líneas decisivas de la nove-


27
Juan Francisco Manzano: Obras. Editorial Arte y
la cubana parten de ellos [los relatos de Literatura, La Habana, 1972, p. 87.
Villaverde] y no de aquellas [la obra de Palma] 28
Roberto Friol: Suite para Juan Francisco Manzano.
de la misma manera que el descubrimiento de Editorial Arte y Literatura, Ciudad de La Habana,
América adquiere trascendencia a partir de los 1977, p. 47.
viajes de Colón y no de los viajes previos de los
normandos («La novela cubana en el siglo XIX»,
29
Revista Cubana, t. X, p. 325.
en Unión, La Habana, 4 (4): 180, dic., 1988). 30
El envío corrobado y en gran medida, rescatado, gra-
19
En el libro de ensayos Tientos y diferencias de Alejo cias al encuentro de una copia del material en la Bi-
Carpentier (Ediciones Unión, La Habana, 1968), blioteca Nacional de Madrid. Ver Adriana Lewis Ga-
puede leerse lo siguiente: lanes: «El Álbum de Domingo del Monte (Cuba,
1838/39)», en Cuadernos Hispanoamericanos. Ma-
…nosotros, novelistas latinoamericanos, tene- drid, pp. 451-452, enero-febrero, 1988.
mos que nombrarlo todo —todo lo que nos de-
fine, envuelve y circunda: todo lo que opera con
31
Revista cubana: ed. cit.
energía de contexto— para situarlo en lo univer- 32
Domingo del Monte: ed. cit., tomo VIII, p. 50.
sal […] Nuestra ceiba, nuestros árboles, vesti-
dos o no de flores, se tienen que hacer universa- 33
Ed. cit., p. 134.
les, por la operación de palabras cabales,
pertenecientes al vocabulario universal (p. 32).
34
Revista Cubana, ed. cit.

…creo que ciertas realidades americanas, por no 35


Roberto Friol: «Introducción», en Cirilo Villaverde:
haber sido explotadas literariamente, por no ha- Diario del ranchador. Editorial Letras Cubanas, Ciu-
ber sido nombradas, exigen un largo, vasto, pa- dad de La Habana, 1982, p. 22.
ciente, proceso de observación (p. 12). 36
José Z. González del Valle: La vida literaria en Cuba
20
Ambrosio Fornet: «Literatura y mercado en la Cuba (1836-1840). Publicaciones de la Secretaría de Edu-
colonial (1830-1860)», en Casa de las Américas. La cación Pública. Dirección de Cultura, La Habana,
Habana, 14 (84): 40-52, may.-jun., 1974. 1938, p. 167.
21
Como descubrió Roberto Friol, existía otro capítu- 37
Domingo del Monte: ob. cit., tomo IV, p. 44.
lo no publicado en esta primera versión. Ver «Ceci-
lia Valdés de La Siempreviva», en Revista de la Bi- 38
Eduardo Castañeda: «Prólogo» en Anselmo Suárez
blioteca Nacional José Martí. La Habana, a. 73, 3a y Romero: Francisco. Pról. de […] Editorial Arte y
época, v. XII, pp. 43-52, sep.-dic., 1982. Literatura, La Habana, 1974, p. 14.
22
De hecho, aunque sea sólo en la intención, aquí 39
Mary Cruz: «Prólogo», en Gertrudis Gómez de
Villaverde está anticipándose en más de un siglo al Avellaneda»: Sab. Pról. y notas de […] Editorial Arte
Relato de un náufrago (Gabriel García Márquez: Edi- y Literatura, La Habana, 1976, p. 120.
torial Arte y Literatura, Ciudad de La Habana,
1981).
40
Salvador Bueno: El negro en la novela hispanoame-
ricana. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1986,
23
Denia García Ronda: «Prólogo», en Cirilo Villa- p. 94.

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2.7 LA PROSA REFLEXIVA ENTRE 1820 Y 1844

2.7.1 Ensayismo y polémica en el trar su ignorancia, no sólo en cuestiones litera-


pensamiento político-social de José rias, sino hasta en las botánicas, ciencia de la cual
Antonio Saco era profesor y se suponía debía dominar.
En esta polémica, el lenguaje de Saco se
El bayamés José Antonio Saco (1797-1879), dis- adecua en cada caso al objetivo que persigue.
cípulo predilecto de Félix Varela, a quien susti- Cuando se refiere a la labor de Félix Varela y a la
tuyó en la Cátedra de Filosofía del Seminario suya propia, es sereno, terso; cuando alude a la
de San Carlos cuando el Presbítero, electo di- de su rival, se torna agresivo y, a veces, de iróni-
putado a Cortes, marchó a Madrid en 1821, ejer- co pasa a sarcástico, rasgos que podrán apreciarse
ció tan honda influencia sobre un importante en los siguientes párrafos:
sector de sus contemporáneos, que resulta im-
posible escribir la historia de Cuba a partir de Cuando nuestras luces o nuestra posición
dicha fecha sin tomar en cuenta sus ideas políti- nos han permitido hablar sobre algún asun-
co-sociales. Poseedor, por otra parte, de una to, lo hemos hecho francamente, sin dar a
amplia cultura que con el tiempo devino erudi- entender, con frases enfáticas, o con arro-
ción, dominó tanto los conocimientos humanís- gantes promesas, que todavía nos quedan
ticos como buena parte de las ciencias de su reflexiones por hacer, o trabajos de impor-
tiempo y su prosa brilló con cualidades que lo tancia que publicar. Tal ha sido nuestra con-
colocan entre nuestros primeros polemistas, ducta en la redacción del Mensajero y en el
ensayistas e historiadores del siglo XIX. curso anterior de nuestra vida.
Fue en 1829, desde las columnas de El Men-
sajero Semanal, periódico que —como se sabe— Luego de sentar los principios de su política
publicó en Nueva York y Filadelfia con su maes- editorial, así como las razones por las cuales
tro Félix Varela, cuando José Antonio Saco publicó un juicio literario ajeno en lugar de uno
mostró por vez primera la agudeza de sus dotes propio, todo ello en lenguaje mesurado y respe-
polémicas en su defensa de José María Heredia tuoso, cambia ligeramente el tono, para lanzar
ante los ataques del polígrafo español Ramón un ataque a la capacidad y honestidad intelec-
de la Sagra. Ante las respuestas de Sagra, el tual de su oponente, basado en la revisión de
bayamés contraatacó «con la sangre encendida» todos los números de la publicación que aquel
y así estalló una verdadera guerra verbal en la dirigía:
que el primero destrozó a un oponente que ca-
recía de bagaje para responderle. El método del ¿Y podrá Sagra gloriarse de habernos imi-
cubano consistió en utilizar contra el español tado? No por cierto. A él le ha sucedido lo
sus propios argumentos, para con ellos demos- que a un hombre pobre y vanidoso, que por

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214 SEGUNDA ÉPOCA

ostentar riquezas promete grandes sumas desencadenó, sino la originalidad y capacidad


de dinero, y cuando llega el caso de cum- intelectuales de ambos contendientes, se halla-
plir sus compromisos, se encuentra en des- ba, por parte de Sagra, el deseo de humillar y
cubrimiento, y desacreditado por los mis- desacreditar a dos cubanos exiliados por su con-
mos a quienes pensó deslumbrar. Yo apelo fesada ideología separatista: el propio poeta y
a sus Anales, que ellos no me dejarán Félix Varela; por parte de José Antonio Saco, la
mentir. 1 necesidad de defender su tierra natal, su patria,
cuya nacionalidad, distinta a la española, comen-
Al burlarse Saco de los supuestos conoci- zaba ya a bullir en los sentimientos de muchos
mientos botánicos del director del jardín del cubanos, quizás sin éstos saberlo, ni siquiera
ramo en La Habana, se refiere a múltiples traba- tener conciencia clara del nacimiento de la mis-
jos científicos anunciados por Sagra en sus Ana- ma. Así lo confiesa el bayamés al expresar: «Mi
les y nunca publicados y, además del empleo del honor ofendido y la voz de la patria que alta-
tono irónico, acude al uso de cubanismos en el mente clama por el desagravio de tantas injurias
léxico, recurso coloquial que acentúa su dife- amontonadas sobre ella por un hombre mal agra-
rencia medular con el español. Así podemos leer: decido, son los móviles que hoy impelen mi
«Yo sin embargo le suplico, que haga un pluma.» 5
huequecito para trabajar siquiera y dar a luz la Idéntica fue la esencia de la polémica surgida
Memoria sobre los plátanos, pues tengo un en 1834 en torno a la creación de la Academia
conuquito en tierra adentro, y quiero enviársela Cubana de Literatura, cuya «Justa Defensa» asu-
a mi mayoral, para que aprenda a sembrar cientí- mió el bayamés. Comenzó el debate con algu-
ficamente esa planta monocotiledón.»2 nas escaramuzas verbales a través del Diario de
Más adelante, refiriéndose a las experiencias La Habana, sostenidas entre defensores y de-
de su contrincante con su plantío de caña de cin- tractores de la misma y centradas en cuestiones
ta, ataca: «Se perdió el primer plantío, pero no de procedimiento. Al no poder los segundos
por mala estación; sino por mal dirigido. Y atacar con justicia la intención de crear un orga-
¿quién lo dirigió? Sagra. Luego Sagra, no sabe nismo que se dedicara al estudio de las bellas
ni aún sembrar caña; pero es así, que no hay ne- letras, cuyo nacimiento, además, había sido apro-
gro niguatejo de los ingenios que no sepa sem- bado por el propio trono español, dirigieron el
brarla; luego en materias de agricultura Sagra fuego contra la forma en que la institución se
sabe menos que los negros de los ingenios.» 3 había constituido en ente independiente de la
La violencia verbal de José Antonio Saco al- Real Sociedad Patriótica.
canza una expresividad tal, que el lector siente Bajo el seudónimo de «Socio amante de la li-
la ira y el desprecio del escritor hacia su opo- teratura y el orden», Antonio Zambrana, enton-
nente, como cuando responde a una alusión de ces Secretario de la Real Sociedad, publicó el 12
éste respecto a Simón Bolívar, al que el gallego de abril de aquel año un ataque a la recién nacida
califica de «bribonazo», porque «ya no desea el Academia, para lo cual se apoyaba en Reales
bien de la isla como en 1825», acusación hecha Decretos y Cédulas, que esgrimía contra los aca-
con la idea de que los redactores del Mensajero démicos. Saco, con clara mente jurídica, ripostó
asumieran la defensa del Libertador: «¡Qué ale- al día siguiente instándole a que imprimiera di-
gre estarás, Sagrita! —replica Saco—, ya me pa- chos documentos en el propio Diario y rogán-
rece que te oigo decir, te cogí, te cogí. Anda, dole, asimismo, que revisara su artículo y corri-
mentecato, que me vienes a echar carnadas en- giera las inexactitudes que el mismo contenía.
venenadas. Soy pez muy malicioso para picar en Zambrana cayó en la trampa que el bayamés
ese anzuelo.» 4 le tendía y, al día siguiente, replicaba que se veía
En el fondo de esta violenta polémica, que imposibilitado de publicar los documentos, pero
no trató de dilucidar la calidad literaria de las que ya había advertido inexactitudes gramatica-
poesías de José María Heredia, pretexto que la les, que pasaba a corregir a modo de fe de erra-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 215

tas. De inmediato, se ensañó Saco en su triunfo, berana española, en clara maniobra para indispo-
al responder a Zambrana en tono burlón, mas nerla con la acción que, contra su Real Manda-
sin ir al fondo de sus verdaderas objeciones: to, había realizado la Sociedad Patriótica, como
«Cuando encargué a Ud. que revisase bien su cuando afirma: «estando identificados con las
artículo, no me contraje a cuestiones gramati- ideas del Gobierno y con las ideas que propone,
cales: Ud. no entendió el sentido de mis pala- nos congratulamos sobre manera [sic] en el ade-
bras. Yo me refería al cuerpo del papel, al fondo lantamiento y mejora que ha de recibir la na-
de las ideas; pero no a vocablos ni terminillos ción bajo el reinado augusto de Isabel». 9
que son insignificantes en materia de gran mo- De las múltiples polémicas que sostuvo José
mento.» 6 Antonio Saco durante su larga actuación públi-
Saco desplegó sus verdaderas razones en la ca,10 quizás la de más trascendencia intrínseca,
«Justa defensa de la Academia Cubana de Lite- más allá de la coyuntura política que la provocó,
ratura» que —como se sabe— se vio obligado a fue la que mantuvo a partir de 1848 con los par-
publicar clandestinamente en Matanzas, con pie tidarios de la anexión de Cuba a los Estados
de imprenta falso, por haber prohibido el Capi- Unidos, por hallarse entre sus argumentos con-
tán General de la Isla la aparición en la prensa tra dicha tendencia la primera apasionada defensa
de cualquier artículo que tratase sobre dicha ins- escrita —e intento de definición— de la nacio-
titución. En la misma, desarrolló el bayamés su nalidad cubana, como un ente con existencia y
conocido método de ataque al refutar una por personalidad propias, diferente, aunque descen-
una y utilizando sus propios argumentos —así diente, de la española, de la que adquiría rasgos
como una abundante información histórica— las distintivos que la oponían a la anglo-norteame-
acusaciones de irregularidades en el procedi- ricana.
miento esgrimidas por Antonio Zambrana a Obviando el inveterado racismo de José An-
quien, de paso, y según su costumbre, lanzó al- tonio Saco —lógico en un cubano blanco de su
gún que otro saetazo irónico: época y clase social—, que lo hacía excluir de la
nacionalidad cubana a todos los miembros de la
[…] ¡Qué tal, señor secretario, que tal! […] raza negra, así como la explicable confusión que
Ahora conocerá Ud. que cuando le encar- sufrió al tratar de definir el propio concepto de
gué que revisase bien su papel, no me diri- la nacionalidad, siempre quedarán incólumes
gí a examinar si esplícita debe escribirse para nuestra historia política y cultural sus apa-
con s o con x, ni si debía decirse de fomen- sionadas palabras a Gaspar Betancourt Cisneros,
to o del fomento, sino que quería que Ud. en respuesta a la invitación de éste para que en-
se ratificase en este punto, para que nunca grosara las filas anexionistas:
le quedase el recurso de escapárseme, atri-
buyendo a la imprenta alguna equivocación En cuanto a mí, a pesar de que conozco las
en las fechas […] 7 inmensas ventajas que obtendría Cuba con
esa incorporación pacífica a los Estados
Y más adelante, implacable, lanzaba a Unidos, debo confesar con todo el candor
Zambrana otro dardo en este mismo sentido, al de mi alma, que me quedaría un reparo, un
reiterar que advertido de que sus argumentos sentimiento secreto por la pérdida de nues-
contenían errores, «toda la corrección que hizo, tra nacionalidad cubana. […] yo quiero que
fue aquella pueril fe de erratas que tanto divir- Cuba sea para los cubanos y no para una
tió al público a expensas de su autor». 8 raza extranjera. 11
El resto de la «Defensa» está escrito en len-
guaje cuidado y sobrio, del cual llama la aten- La carta de El Lugareño y los preparativos
ción el sentido pragmático de Saco quien, sin bélicos de los anexionistas, impelieron a José
estar de acuerdo con la política metropolitana, Antonio Saco a tomar la pluma para escribir en
se muestra agradecido y respetuoso con la so- 1848, desde París, sus «Ideas sobre la incorpo-

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216 SEGUNDA ÉPOCA

ración de Cuba en los Estados Unidos». En este amante de su patria.» 13 Reunió luego el pole-
magistral ensayo, a través de una prosa que em- mista la refutación a los puntos comunes de los
plea de inicio un tono coloquial, destinado a argumentos del «Amigo» y del «Discípulo», para
entablar un diálogo amistoso con el lector al replicar de inmediato al «Compatricio» y ter-
exponerle el autor sus motivaciones, para en- minar reduciendo los motivos de los partidarios
trar de inmediato en el núcleo de la argumenta- de la anexión a dos grandes principios: 1ro., el
ción, desarrollada en un lenguaje transparente del mantenimiento de la esclavitud, y 2do., el
que sirve de expresión a una lógica demoledora, del anhelo de gozar de libertad política y eco-
el bayamés, sobre la base de su respuesta a nómica, motivo este que consideraba noble, si
Betancourt Cisneros, analiza las variantes y po- no fuera porque, reiteraba, «incorporada Cuba
sibilidades de la anexión de la Isla al vecino nor- en los Estados Unidos, su actual nacionalidad
teamericano, bien fuera por una improbable vía perecería irremediablemente», y argumentaba al
pacífica o por la más probable que implicaba la respecto:
necesidad de recurrir a la lucha armada, para de-
mostrar que, en ambos casos, el resultado cier- […] que me nieguen, o den a entender, que
to sería la pérdida de la nacionalidad y, en el se- no existe la nacionalidad cubana, y que
gundo, además, la ruina total de la riqueza quieran sostenerme, que aún en el caso de
cubana. existir, ella no se perdería con la anexión,
Los contundentes argumentos de José An- son errores que debo combatir. […] todo
tonio Saco provocaron numerosas respuestas e pueblo que habita un mismo suelo, y tiene
impugnaciones, de las cuales, el bayamés sólo un mismo origen, una misma lengua, y
respondió, en 1850, a tres folletos publicados unos mismos usos y costumbres, ese pue-
en los Estados Unidos, amparados en el anoni- blo tiene una nacionalidad. […] Negar la
mato, aunque luego se supo que sus autores eran nacionalidad cubana, es negar la luz del sol
Ramón de Palma, quien utilizó el seudónimo de de los trópicos en punto de mediodía. 14
«Amigo», Lorenzo Allo, escudado tras el de
«Discípulo» y Gaspar Betancourt Cisneros, a El hecho de que excluya de esta nacionalidad
quien Saco llamó «Compatricio». Este excelen- a uno de sus dos afluentes principales o que no
te trabajo polémico vio la luz en Madrid, en 1850, pueda distinguirla de los grupos étnicos, no le
bajo el título de «Réplica de Don José Antonio aminora a José Antonio Saco el mérito de haber
Saco a los anexionistas que han impugnado sus sido en Cuba el primero en haber tratado de es-
ideas sobre la incorporación de Cuba en los Es- tablecer la existencia de nuestra nacionalidad, la
tados Unidos.» que defendió con toda la fuerza de su vibrante y
Concebido como un diálogo con sus oponen- polémica palabra.
tes, el bayamés comenzó por sentar el principal Esta vertiente de la prosa de José Antonio
objetivo de su argumentación, al afirmar: «Yo Saco se caracterizó por algunos rasgos típicos,
no puedo ser partidario de una anexión, que aun- entre los que sobresalen en la demostración de
que pacífica y ventajosa por muchas razones, sus argumentos y en la refutación o cuestiona-
mataría infaliblemente dentro de pocos años la miento de los de sus contrarios, el uso del im-
macionalidad cubana»,12 para a continuación pa- plícito discursivo, al presentar como probabili-
sar a rebatir por separado los argumentos del dades elementos importantes de su discurso
«Amigo» y del «Discípulo», uno de cuyos pá- lógico; el de los subrayados y las reiteraciones
rrafos respondió con esta sencilla y sentida fra- como recursos de modalización enfática, así
se, en la cual sintetiza la raíz más profunda de como del sarcasmo, la ironía y el dilema, sin ex-
su posición antianexionista: «La palabra expa- cluir, desde luego, el ataque personal, directo, a
triación está escrita en el Diccionario de nues- su adversario.
tra lengua; pero su verdadero sentido no se en- La vertiente de neto perfil ensayístico en la
cuentra sino en el corazón de un proscrito, obra de José Antonio Saco tiene uno de sus

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 217

mejores exponentes en la «Memoria sobre la ción se daba «al juego y a la embriaguez, al tor-
vagancia en la Isla de Cuba», escrita en Nueva pe amor y a otras licencias.» 16
York, en 1830, para optar por el premio en un Pasaba luego el bayamés a otro tipo de consi-
concurso anual que por entonces convocaba la deraciones. Estimaba que la falta de caminos
Real Sociedad Patriótica de La Habana. El tra- estimulaba la desidia y la vagancia en los campe-
bajo fue galardonado en 1831 y apareció publi- sinos, ya que no podían llevar sus productos a
cado en abril del siguiente año en la Revista los puntos de consumo y sus cosechas se des-
Bimestre Cubana.15 truían en los mismos campos donde las habían
En este ensayo, Saco hizo una verdadera vi- cultivado; por otra parte, de haber existido ca-
visección de la sociedad de su tiempo, para po- minos —reflexionaba—, muchos desocupados
ner al descubierto los vicios más connotados que hubieran podido trabajar en el transporte de
la aquejaban y denunciar la responsabilidad que los frutos de la tierra hacia poblaciones y
por su existencia recaía sobre el gobierno colo- mercados.
nial, debido a su pésima administración y abso- Consideraba Saco que otro medio para extir-
luta falta de interés en el progreso cultural y par la vagancia, encubierta bajo el manto de la
social de la Isla. Analizó el bayamés, en primer mendicidad, hubiera sido establecer las que de-
término, la nefasta influencia del juego, en sus nominaba «casas de pobres», donde debía ence-
diferentes manifestaciones, y, quizás sin propo- rrarse a los verdaderos desvalidos y proporcio-
nérselo, presentó un acabado cuadro costum- narles trabajo según sus fuerzas, pues, inquiría:
brista, ejecutado con trazos firmes, serenos, di-
rectos, sin necesidad de acudir a ninguno de los […] ¿Quién no sabe que un enjambre de
recursos de la narrativa, sino a través de la es- vagabundos infestan nuestros pueblos, y
cueta exposición de la realidad: un país donde que pretextando desgracias y enfermeda-
día y noche permanecían abiertos los garitos; des, excitan la compasión del vecindario y
donde se jugaba en fiestas y ferias populares, le arrancan sumas considerables? ¿Quién
cuyas mesas eran frecuentadas por mujeres jó- no tropieza en nuestras calles, desde el to-
venes y maduras, mozos y ancianos, de todos que de las oraciones, con una turba de
los rangos sociales; donde el entretenimiento mujeres, que envueltas en una mantilla y
favorito de las familias era el juego de naipes, en llorando penas y miserias, andan de puerta
el cual, a veces, se perdían gruesas sumas de di- en puerta pidiendo un bocado con qué ali-
nero, por lo que los niños, desde su más tierna mentarse? ¿Y quién ignora, que muchas de
infancia, aprendían todos sus secretos; donde estas mujeres se valen de tan infame recur-
existían establecimientos, abiertos desde el ama- so para presentarse en público, no con de-
necer hasta tarde en la noche, para jugar lotería cencia, sino con escándalo, o para mante-
a interés; donde proliferaban las vallas de gallos ner a un marido holgazán o a unos hijos
y los billares y, todo ello, durante las horas que perdularios? 17
normalmente debían dedicarse al trabajo. Supo-
nía el autor, que si el gobierno se hubiera ocu- Abordó también el bayamés en su análisis el
pado de establecer bibliotecas públicas y mu- estado de las instituciones penales de la Isla, en
seos; de construir paseos, avenidas y alamedas, las cuales —denunciaba—, entraban jóvenes sa-
buena parte de aquéllos que buscaban solaz en nos y salían delincuentes, pues en ellas apren-
el juego, lo hubieran hallado en dichos estable- dían todo tipo de vicios y delitos. Por otra parte
cimientos culturales y sitios de sana distracción —continuaba— en las cárceles no se les daba
al aire libre, tan necesarios en un clima cálido ninguna ocupación a los penados, por lo cual, si
como el nuestro. Consideraba igualmente noci- al entrar tenían un oficio, al salir lo habían per-
vo el exceso de días festivos que, sumados a los dido, así como el amor al trabajo. Arremetía a
domingos, totalizaban una cuarta parte del año continuación contra el foro, cuya desmoraliza-
y durante los cuales la mayor parte de la pobla- ción denunció en expresivos términos.

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218 SEGUNDA ÉPOCA

Culminó Saco su análisis de las causas de la toria de la esclavitud, aunque el bayamés no lo-
vagancia en Cuba con la mención de las pocas gró terminarla ni realizar por completo los ob-
ocupaciones lucrativas que se fomentaban en la jetivos que con ella se propusiera. El autor co-
Isla, el pésimo estado de la enseñanza y el pre- menzó su indagación historiográfica en 1837,
juicio de los blancos hacia las labores artesanales, cuando pensó escribir una Historia de Améri-
consideradas tradicionalmente trabajo de negros ca; no obstante, en 1841 había cambiado su ob-
—por encontrarse en sus manos— y, por tanto, jeto de estudio por el del comercio —o trata—
de esclavos, sofisma que estimaba debía desen- de negros africanos. Dado el carácter pragmáti-
mascararse mediante la educación. Eliminadas co de nuestro polemista, es lógico pensar que
esas causas, concluía, desaparecería la vagancia. su praxis histórica obedeciera a un fin político:
Escrita en un lenguaje diáfano, directo, sin abogar por la suspensión de dicho comercio, ya
falsas retóricas ni obsoletas alusiones mitológi- ilícito, y contra el cual libró continuas batallas.
cas tan caras al neoclasicismo, esta memoria es Sin embargo, en 1875, al publicar el primer tomo
representativa del estilo ensayístico de José de su tan acariciada obra, la misma apareció
Antonio Saco, que se caracterizó por ser claro, como Historia de la esclavitud desde los tiempos
gramaticalmente correcto, de rico léxico, enfá- más remotos hasta nuestros días. Las razones del
tico cuando el asunto lo requería, irónico en cambio parecen obvias: hacia esa fecha, ya no
otras circunstancias, pero siempre expresión a tenía sentido abogar por el cese del comercio de
todos accesible del mensaje político, económi- esclavos, sino, abiertamente, por la liquidación
co o sociológico que su autor quiso transmitir. de la propia institución.
Las características antes mencionadas, sinteti- Luego de consultar archivos y bibliotecas de
zables en cuatro rasgos predominantes en su las principales capitales europeas y en posesión
estilo, según el tema y la ocasión, como son el de ricos materiales sobre el tema, acometió Saco
antirretoricismo, el apasionamiento, la sobrie- su tarea con un diseño de investigación que, con
dad y la ironía, permiten establecer el parentes- sentido sorprendentemente moderno de este
co inequívoco entre la prosa del bayamés y el quehacer, buscaba el origen histórico de los fe-
romanticismo literario de la etapa. nómenos y comparaba sus manifestaciones pa-
En 1856, cuando residía en París, acometió el sadas y presentes, así como —en el caso de su
bayamés la compilación de la mayor parte de sus objeto de estudio, la institución de la esclavi-
escritos, publicados unos, inéditos otros, para tud—, la solución que a su liquidación como
lo cual siguió un orden cronológico y por mate- fuerza de trabajo se dio a lo largo de los siglos,
rias, de forma de reunir en el tercero y último problemas de extraordinaria vigencia para la
tomo, todos sus trabajos de carácter político. Cuba de su tiempo.
La obra, que apareció bajo el título de Colección Saco concibió su historia en tres partes, que
de papeles científicos, históricos, políticos y de otros constituirían un gran todo, aunque serían inde-
ramos sobre la Isla de Cuba, ya publicados, ya pendientes entre sí: la Historia de la esclavitud
inéditos por Dn. José Antonio Saco, tiene la ven- desde los tiempos más remotos hasta nuestros días,
taja sobre las ediciones originales de los distin- la Historia de la esclavitud de la raza africana en
tos materiales que la componen, de que los mis- el Nuevo Mundo y en especial en los países
mos fueron actualizados, corregidos y anotados américo-hispanos y la Historia de la esclavitud
por su autor, quien hizo una breve introducción de los indios en el Nuevo Mundo. La primera se
explicativa de las circunstancias personales e his- editó en tres volúmenes, los dos primeros en
tóricas en las que apareció cada uno, por lo cual París, en 1875, y en Barcelona el tercero, dos años
estos Papeles… poseen un extraordinario valor más tarde. De las otras dos partes de su monu-
biográfico-histórico. mental proyecto, sólo pudo imprimir un tomo de
La obra magna de José Antonio Saco, al me- la segunda, que vio la luz en Barcelona en 1879. 18
nos desde el punto de vista de su monumental Estilísticamente, la obra se ajusta a las carac-
proyecto y gigantesca investigación, fue su His- terísticas señaladas en su autor, aunque es bue-

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no recordar que fue un trabajo realizado a lo lar- que está muy rebelde e ingrato conmigo es
go de muchos años y de un caudal tal de infor- Dominguito del Monte, pues a esta hora me tie-
mación, que aparecen en él desigualdades debi- ne todavía con la carta que me escribió el 27 de
das no tan sólo al paso del tiempo, sino a la noviembre. Tal vez esté corriendo algunas baca-
dificultad de dedicarse el escritor a pulir y cui- nales […] Yo le he tirado desde aquí varias
dar su prosa, cuando, por desdicha, la vida ya se esquelitas, pero […] el hombre se las traga to-
le escapaba. No obstante, subsiste en esta His- das a pie firme…» 21
toria la sobriedad, concisión, exactitud en la ex- A Domingo del Monte, refiriéndose a la edi-
presión de lo que quiere decirse y, en la mayoría ción por éste en 1829 de los Versos de Juan
de los casos, la elegancia que signó toda la pro- Nicasio Gallego, espeta:
ducción de José Antonio Saco.
En 1921, Domingo Figarola Caneda publicó Por fin parió Catana, pero un ridiculus mus.
en La Habana un grueso volumen titulado José Con que el Gallego (no de nacimiento sino
Antonio Saco. Documentos para su vida, en el de apellido) tiene poca venta? Eso equiva-
cual recogió la correspondencia del bayamés di- le a una bancarrota completa […] Hom-
rigida a José Luis Alfonso, Domingo del Mon- bre, qué sentido está contigo, el célebre co-
te, José de la Luz y Caballero, José Antonio merciante Don Patricio Baravilbaro,
Echeverría, Gonzalo Alfonso y José Valdés porque no le regalaste un ejemplar del Ga-
Fauli, así como otras misivas enviadas a diver- llego. Lo vi el otro día, y me costó trabajo
sas personalidades y que no llegan a constituir el consolarlo. ¡Qué llanto! ¡Qué profun-
—como las demás— una colección. La recopi- dos sollozos! Más de dos horas estuve ba-
lación posee un triple valor: de una parte, es tallando por sosegarlo, hasta que por últi-
fuente inagotable para los interesados en la bio- mo me vi ya impulsado a mandarlo a la
grafía del insigne bayamés; simultáneamente, mierda.
constituye un inapreciable testimonio sobre las
actividades o ideas político-sociales de algunos Los hombres tipográficos como tú, saben
de los más connotados representantes de la bur- bien lo que significan esas tres rayas.22
guesía esclavista cubana; por último, no debe
olvidarse que Saco fue un extraordinario epis- Al propio Domingo del Monte, comunica:
tológrafo y en sus cartas hallamos lo más perso-
nal de su estilo: sus notas de buen humor, su […] Allá en N. York los pilletes de la Ver-
continuo uso de coloquialismos —refranes, dad me han soltado sus articulillos, y dos
dicharachos, cubanismos— y, en ocasiones, una de ellos han llegado a mis manos: el uno,
vitriólica nota sarcástica, rasgos que pueden que no dice nada […]; el otro, que te in-
apreciarse en varias misivas dirigidas a José Luis cluyo, lo saborearás, y te quedarás chupan-
Alfonso. En una de ellas escribe: «En cuanto a do los dedos. Yo pensé limpiarme con él
mí, la cuestión está resuelta: soy partidario de- las flores del culantrillo, […] y devolvérse-
cidido de los climas calientes; y prefiero mo- lo a su autor, que según las iniciales es
rir por evaporación y no por congelación.»19 En Cirilito Villaverde; pero no he podido ha-
otra, dirige un pequeño saetazo irónico al cerlo, porque quiero que tú lo leas […]23
compilador del Centón epistolario: «me dicen
que Domingo del Monte está muy gordito, y José Antonio Saco, por su obra polémico-
que usa una cabellera más larga que la que arras- ensayística, histórica y epistolar, ocupa un des-
traba Jesús Nazareno. El siempre ha sido un li- tacado lugar entre nuestros prosistas del siglo
terato elegante.» 20 En una tercera: «Te lamentas XIX. Su estilo, fresco y directo, su criollo senti-
con razón de haber enterrado ya en París a cua- do del humor, su férrea lógica, no han perdido
tro habaneros; pero consuélate con la idea de actualidad, y aunque casi todas sus ideas hayan
que vale más ser sepulturero que sepultado. El sido superadas por la historia, puede hombrearse

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220 SEGUNDA ÉPOCA

con muchos ensayistas de la primera mitad de en cuenta que su momento histórico no fue ni
este siglo, e incluso ganarles la palma de la con- el de Varela ni el de Céspedes, aunque, como ha
temporaneidad. sido planteado, sus vidas se entrecrucen en el
tiempo. Es necesario tener en cuenta que José
2.7.2 El pensamiento y la obra de José de la de la Luz y Caballero, por su origen, por sus
Luz y Caballero. La polémica filosófica relaciones personales, por sus intereses, era un
pensador burgués vinculado con las aspiracio-
Nacido con el siglo, José de la Luz y Caballero nes de los hacendados, si bien mantuvo, desde
—1800-1862— es sin duda el pensador más pro- el punto de vista ideológico, una posición más
gresista entre las figuras que florecen en Cuba progresista que otras figuras de la época y que
entre 1830 y 1837 —momento de la segunda la mayoría de su clase. No por ello es menor su
etapa reformista lidereada por José Antonio significación histórica, en tanto por entonces los
Saco— la mayoría de los cuales desarrollan sus hacendados constituían la clase rectora en lo
obras entre esa década y el inicio de la Guerra económico y en lo político; pero de este hecho
de los Diez Años. Es el continuador, en los pla- le vienen también sus limitaciones, como ha sido
nos filosófico y pedagógico, de la obra revolu- señalado. No fue Luz, como pensaba Maceo,
cionaria desarrollada por su maestro Félix Varela impulsado quizás por un conocimiento incom-
y, en este sentido, se destaca no sólo en Cuba pleto de su trayectoria, un sostenedor de la es-
sino en el continente latinoamericano como uno clavitud. De manera cautelosa, como su clase,
de los pensadores de mayor importancia. se opuso a la trata. No hay en su vida una posi-
La obra de José de la Luz y Caballero ha sido ción militante contra el sistema mismo y, de
objeto de muy diversas interpretaciones. En los hecho, su alegato de defensa en el juicio por su
planos político y social esta diversidad de crite- supuesta participación en la Conspiración de la
rios ha requerido un análisis profundo en tanto Escalera, resulta una condena contra cualquier
juicios opuestos fueron emitidos por dos gran- insurrección abolicionista. Consideró peligro-
des figuras de la historia de la revolución cuba- so liberar de improviso a la masa de esclavos aun
na: José Martí y Antonio Maceo, quienes vie- por medio de la abolición con indemnización
ron a Luz desde ópticas diferentes. En los años como planteaba Varela; pero tampoco fue
de la república se llegó incluso a acusar al filó- esclavista, pues consideraba que el sistema con-
sofo habanero de falsa cubanía por no haber asu- taminaba a amos y esclavos. Hechos como la
mido una posición activa frente a la esclavitud y amistad y la defensa del antitratista cónsul in-
a la dominación colonial. glés Turnbul y el legado testamentario que daba
No es ajeno a esta disparidad de criterios en libertad a los esclavos del ingenio que en parte
el plano filosófico el hecho de que José de la poseía su esposa, así lo atestiguan.
Luz y Caballero expuso sus ideas en forma de No fue en realidad Luz un ideólogo retrasante
aforismos, elencos de carácter docente y, sobre por sus doctrinas evolucionistas, como opinara
todo, al modo de la polémica filosófica. Son so- Maceo. Pero tampoco es enteramente justo ver
bre todo los textos que responden a esta última en él, como lo hicieron Piñeyro, Sanguily, Varo-
forma los que permiten apreciar mejor el conte- na y el propio Martí, un trabajador por la inde-
nido de sus concepciones en torno al método pendencia obligado a realizar su obra callada-
filosófico, al origen de las ideas, al eclecticismo mente. Luz no fue un independentista ni llegó a
espiritualista cousiniano, a la ideología —mo- los extremos conservadores de Saco y Del Mon-
vimiento que en Francia continúa la orientación te. Creyó, sí, inútil el intento de sublevar a los
sensualista de Condillac— y la moral, temas sobre cubanos como había pretendido Varela desde El
los cuales versaron las polémicas que se desarro- Habanero. Como su maestro, sin embargo, se
llaron en la prensa cubana entre 1838 y 1840. percató de la relación entre los intereses econó-
Para interpretar cabalmente el ideario políti- micos y las ideas políticas y sociales, debido a lo
co-social de Luz y Caballero, es necesario tener cual afirmaba que los ricos se sublevarían en

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Cuba tan pronto como les tocasen sus caudales. los centros que intentó fundar no podían entrar
Su táctica política, contraria a la de Varela, se negros, aunque previó la posibilidad de alum-
basaba en no anticipar la obra del tiempo que, nos pobres. Llegó a contemplar un plan de edu-
aunque más lenta, es más segura que la del de- cación popular como parte de un proceso de
seo. Sin embargo, es justo señalar que si bien industrialización por medio de la reforma edu-
Varela no había renunciado a su ideal indepen- cacional.
dentista, por estos años andaba escéptico en En el plano filosófico y, estrechamente rela-
cuanto a la posibilidad de ponerlo en práctica y cionado con este, en sus concepciones pedagó-
recomendaba cautela a sus discípulos. También gicas, es donde se destaca la obra revolucionaria
es cierto que, por estos años, el separatismo que de José de la Luz y Caballero. En primer térmi-
se promulgaba significaba la anexión a los Esta- no, el carácter polémico de lo fundamental de
dos Unidos y por tanto no era precisamente re- su obra responde al concepto que tenía de la fi-
volucionario, mientras que el reformismo de Luz losofía como un arma para la formación de los
resultaba un antecedente del independentismo jóvenes, a lo que se une cierto recelo en cuanto
y, por ello, era progresista. Resulta erróneo por a la elaboración de sistemas, que heredó del re-
tanto considerar a Luz como sustentador de una formismo electivo dieciochesco en Iberoamérica.
falsa cubanía. Luz fue un intelectual de formación verda-
Tampoco es correcto establecer la misma re- deramente enciclopédica: junto a la influencia
lación entre su prédica moral y su papel como cartesiana, sobre todo en lo referido al método
educador y el estallido del 68, y la que existe y al antinatismo, se evidencian las huellas de
entre la labor ideológica y organizativa de Martí Locke, Bacon, Hamilton; de la filosofía clásica
y el inicio de la Guerra de 1895. No fueron pre- alemana, especialmente el kantismo por la críti-
cisamente los alumnos de Luz —salvo excep- ca a la ontología y la metafísica; los materialis-
ciones— los gestores de la Guerra de los Diez tas franceses y el utilitarismo benthamista for-
Años, aunque la huella de su prédica moral esté man parte de su acervo filosófico. Conoció con
en algunos de los combatientes que, como Ma- profundidad las ciencias naturales y humanas de
nuel Sanguily, lo escucharon en las aulas de El su época, se mantuvo al tanto de las opiniones
Salvador. Tampoco fue José de la Luz y Caba- de Lamarck, Cuvier, Saint Hilaire, Gall, y asu-
llero el educador del privilegio, como pensó mió el evolucionismo en la organización pro-
Maceo. No defendió las posiciones más reac- gresiva de la materia. Mantuvo siempre una
cionarias de su época, la de los partidarios de la posición determinista y esta vasta cultura cien-
dominación colonial y la esclavitud, pues am- tífico-natural constituyó un factor determinan-
bas aparecen condenadas en su prédica, que sir- te en la tendencia materialista presente en sus
vió para formar a una juventud que rechazó el indagaciones filosóficas, mucho más evidente en
sistema esclavista. No aparece en su obra, sin sus obras que en las de su maestro Varela.
embargo, el desvelo por la educación popular El método fue una de las preocupaciones cen-
aunque no se desentendió de ella totalmente. trales de la filosofía y de la pedagogía de su épo-
Pretendía contribuir al progreso con la prepara- ca en Cuba, como consecuencia de la orienta-
ción de dirigentes y técnicos que propiciaran la ción antiescolástica presente en las concepciones
industrialización que se iniciaba. En esa direc- más avanzadas. Sobre esta problemática versó
ción marchan sus proyectos del Instituto Cu- la primera de las polémicas de la década del trein-
bano y la Escuela Náutica, así como la intro- ta. Luz advierte en sus réplicas a los partidarios
ducción de la física en los planes de estudio para del eclecticismo que la cuestión del método
impedir que los jóvenes se consagraran solamen- constituye uno de los problemas centrales, en
te al foro y a la medicina. Esto era progresista tanto llega a determinar incluso toda doctrina
entonces, porque la industrialización convenía filosófica. Basándose en la historia de la filoso-
al desarrollo del país. No pudo, sin embargo, fía, de la cual tenía una información muy com-
romper con los prejuicios de aquella época; en pleta, demuestra que este asunto había sido eje

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222 SEGUNDA ÉPOCA

de enfrentamientos entre el sensualismo y el En cuanto a la polémica en torno a la moral


espiritualismo. Concede así particular importan- religiosa y la utilitaria, que pretendía enfrentar
cia al aspecto gnoseológico del problema fun- la religión a las necesidades del hombre en la
damental de la filosofía. Con Varela y siguiendo vida, Luz considera que no hay contradicción
a Locke, Luz afirma que «la experiencia es el entre el deber y la utilidad pues, como su maes-
punto de partida de toda especie de conocimien- tro, cree que bien y utilidad son una y la misma
to».24 A su juicio, la teoría y la práctica deben cosa. Plantea que aunque la «religión del pue-
marchar unidas, y considera que las ideas in- blo» y los Evangelios contienen principios mo-
fluyen eficazmente en las acciones; pero ade- rales válidos, no puede presuponerse que todo
más, afirma, que sólo una concepción empi- está dicho en materia de moralidad. Uno es el
rista de las ciencias basada en la práctica, camino de las ciencias y otro el de los Evange-
permite comprender que el conocimiento hu- lios, pues éstos no pueden contener todos los
mano está en constante proceso de renovación datos obtenidos por las ciencias humanas. Aun-
y por ello todas las ciencias son susceptibles que no se contraponen necesariamente, pues las
de progreso. ciencias responden al designio divino de dotar
Luz predicó la idea de la unidad de las cien- al hombre del libre albedrío para que investigue
cias junto a la de la precedencia de las ciencias y conozca los motivos y las causas. Moralidad y
naturales sobre las espirituales. Su argumenta- justicia coinciden en las ideas lucistas con la ver-
ción se basa en el proceso histórico del surgi- dad, que es una aunque existen muchos siste-
miento de las diversas ciencias, con lo cual de- mas para explicarla.
muestra que los conocimientos de los hechos Como todo en el mundo es relativo, Luz cree
naturales son menos complejos que los del hom- que no deben acallarse las polémicas, porque
bre, pues en éste se encuentran reunidos las pro- pensar de manera distinta no es un crimen, y
piedades de todos los cuerpos, las facultades de contribuye al avance del hombre en el plano del
todos los de su género y, además, la racionali- conocimiento y de su espiritualidad. La polé-
dad. El estudio del hombre exige el método ex- mica en torno al eclecticismo de Cousin fue la
perimental con el cual se han desarrollado las de mayor resonancia en esta época en tanto esta
ciencias naturales. Es, pues, partidario de la exis- corriente constituyó, de hecho, el enfrentamien-
tencia de un método único de carácter filosófi- to al empirismo de Locke y en general a toda
co-científico. De aquí deduce su idea de la exis- idea materialista, fundamentos del pensamien-
tencia de una sola ciencia que se diversifica según to más avanzado de la época en la América Lati-
los distintos objetos de estudio, lo que expresa na. La Impugnación a Cousin, obra inconclusa
la unidad del mundo. Este método no se reduce de Luz, recoge lo principal de sus concepciones
al empirismo en tanto está consciente de la ne- en torno al análisis hecho por el filósofo francés
cesidad de la abstracción y la generalización de del Ensayo sobre el entendimiento humano de
los hechos como requisito indispensable para la Locke.
aparición de una ciencia. Propone un método Luz consideraba pernicioso el eclecticismo
empírico racionalista como base del conocimien- espiritualista para la juventud cubana, porque la
to científico que se diferencia por igual del pu- apartaba del recto camino de la ciencia y la ob-
ramente empírico y del racional. Este método servación, y sustituía el libre pensamiento y la
empírico, basado en la observación, debe apli- argumentación por la autoridad y la sofistería.
carse también a las ciencias del espíritu para ga- Considera que, en esencia, el eclecticismo no
rantizar que éstas se desarrollen. Hasta tanto eso había hecho otra cosa que revivir el espiritua-
no ocurra, no podrán resolverse, a su juicio, los lismo y el escolasticismo (hecho también apun-
más importantes problemas de la organización tado por Varela), en detrimento de las ciencias.
social. Así se enfrenta a la separación estableci- Por ello, Luz considera que más deben éstas a
da por el eclecticismo entre las ciencias físicas y los intolerantes que a los conciliadores. Los
las morales. eclécticos veían en el sensualismo un peligro para

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la moral y la religión, y la posibilidad de una En lo que al arte se refiere, se ha señalado que


derivación hacia el materialismo. Ante esto, afir- en las concepciones filosóficas lucistas hay tres
ma que «si de ahí se deriva… indefectiblemente elementos que condicionan sus ideas en torno a
el materialismo, todos los hombres tienen que estas manifestaciones del espíritu humano: la
ser forzosamente materialistas; porque esa es superación de la contradicción entre el conoci-
una verdad tan demostrada que se hace necesa- miento sensual y el racional mediante la unidad
rio rendirse a la evidencia».25 de la inducción y la deducción, el haber consi-
En lo que se refiere a una teología que se fun- derado el proceso cognoscitivo no tanto como
damente en conocimientos científicos, Luz, si- conocimiento solamente, sino como orientación
guiendo su concepción empirista e induccio- hacia la práctica estrechamente vinculada con el
nista, señala que la idea de Dios sólo puede progreso humano, como parte de su proceso más
aparecer en el entendimiento humano a través amplio de apropiación total del mundo en tanto
del mundo exterior, por la vía del conocimiento esencia de la autorrealización del género huma-
científico natural. Aboga por vincular la ciencia no, y por último, su visión monista del mundo,
y la religión, pero sin subordinar la primera a la contraria a la distinción cousiniana entre sensi-
segunda; sino estableciendo que la idea de Dios, bilidad e inteligencia con la primacía de esta úl-
en tanto abstracta, es relativa y derivada como tima.27 De este modo, Luz consideraba necesa-
grandiosa inducción del conocimiento objetivo rio no separar la inteligencia de los sentimientos,
de la naturaleza: «al siglo presente —dice— no es decir, de la conciencia; estos últimos consti-
se le puede llevar al santuario de la religión, sino tuían también la base tanto de la ciencia como
por el vestíbulo de la ciencia». 26 Se opone, pues, de la religión. De hecho, se aproximó al con-
a la concepción de una religión revelada, y tam- cepto de la conciencia al considerarla como fac-
bién a los intentos de demostrar la existencia de tor activo de la apropiación del mundo y de sí
la divinidad por vía lógico-ontológica al estilo mismos, de los hombres, efectuada por los sen-
escolástico. A Dios se le percibe en el mundo tidos como órganos externos y las diferentes
exterior, se le siente en el fondo del pecho, pero formas de la conciencia como órganos internos.
el entendimiento no puede percibirle ni pene- Partiendo de estos presupuestos, Luz consi-
trar en su naturaleza. Con esto fundamenta Luz dera que el arte «está arraigado en el corazón
la existencia de diversas religiones a lo largo de del hombre, y fecundado por el espectáculo del
la historia de la humanidad: politeísmo, mono- universo».28 Su función y esencia consiste en
teísmo, y la religión natural de la cual él mismo producir ideales uniendo el corazón y los senti-
es partidario. mientos. El arte, en su apropiación de la reali-
Luz tuvo una orientación deísta, equidistan- dad, no es, por tanto, idéntico a la apropiación
te igualmente del teísmo y del ateísmo. Creía intelectual de la realidad, si bien la envuelve en
que el conocimiento de la naturaleza, en lugar una unidad superior: al producir ideales, el arte
de alejar al hombre de la divinidad lo acercaba a agrega algo a la realidad vivida y observada: «el
ésta. Este deísmo contribuyó en la época a fo- artista no copia rigurosamente la naturaleza ex-
mentar el libre pensamiento y el espíritu terior, sino del ejemplar que le ha hecho formar
investigativo, ajenos a toda construcción espe- su propio sentimiento».29 Como todos los hom-
culativa y oscurantista. bres están dotados de sentimientos, según Luz,
En síntesis, Luz combate en el eclecticismo el artista al descubrir a través de su creación algo
espiritualista la tendencia a restituir concepcio- nuevo para la humanidad, lo comunica con su
nes filosóficas pasadas que persiguen sancionar obra al resto de los hombres. Por ello Luz con-
apologéticamente el presente —la Restauración sidera que el arte se ha hecho «para mover los
en Francia y la política colonial reaccionaria en afectos de toda la muchedumbre» más que para
Cuba— que se fundamentaba en el llamado «ejercitar el juicio de los inteligentes»,30 con lo
doctrinarismo —teoría del optimismo históri- cual se rectificaba a sí mismo en expresiones
co— elaborado por Guizot. anteriores, en las que se refirió tanto al arte

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224 SEGUNDA ÉPOCA

unilateralmente intelectualizado como al idea de una literatura que mueva la conciencia


elitista. en su totalidad organizada obedeciendo a los
En consecuencia, con todo ello concibió la ideales que impulsan el progreso de la época.
literatura como «un instrumento de mejora Quien fuera enemigo de la intolerancia en los
moral: he aquí su alta misión».31 Se trata de con- planes científicos y religiosos, no podía mante-
mover la conciencia de los hombres y encami- nerse indiferente ante esta problemática en lo
narla hacia un ideal anticipador de la realización relacionado con el arte, máxime cuando se de-
del género humano. 32 sarrollaba en la época el enfrentamiento entre
Los medios de que se vale el artista para lo- defensores del romanticismo y del clasicismo.
grar estos propósitos quedan justificados ple- Para Luz, en lo relacionado con el público, «la
namente si la «obra de arte surte el efecto que se intolerancia en materia de gustos desaparece en
propone —aunque sea por caminos nuevos y gran medida cuando nos colocamos en las cir-
desusados…» 33 No se trata de seguir o romper cunstancias especiales de cada nación y de cada
las reglas como propósito preconcebido. No es siglo». 37
de ello de lo que depende la creación de lo nue- Con razón se ha deducido de citas como és-
vo, sino del ingenio, de la subjetividad creadora tas, que Luz no se encerró en el marco de un
de los individuos. Por lo mismo «en materia de nacionalismo estrecho, circunscrito únicamen-
artes nos parece un error el juzgar que los gran- te al momento histórico concreto. No era esto
des maestros se formaron con largos estudios; posible para un pensador que supo, siguiendo la
nosotros creemos que la inspiración los formó, tradición de las ideas de su época, buscar en el
y el trabajo los perfeccionó.» 34 pensamiento universal los elementos válidos
Como se ha apuntado por la crítica, Luz va para encontrar respuesta a la problemática filo-
más allá de la estrecha polémica entre clasicis- sófica, técnico-científica y político social de su
mo y romanticismo al proclamarse un defensor país. Enfocó la literatura también desde el pun-
del progreso también en el terreno de las artes: to de vista universal, sin que por ello desdeñara
—sino todo lo contrario— los elementos nacio-
la diversidad de usos y costumbres de los nales. Partía de que la universalidad de la litera-
varios pueblos, y aun del mismo pueblo, tura tenía sus fundamentos en la naturaleza que
según los tiempos, son una fuente perenne también era universal. No resulta aventurado
de novedad. Luego la literatura debe reno- afirmar, como lo ha hecho la crítica, que Luz
varse, no ya sólo en el modo, pero hasta en percibió con claridad que la literatura «sólo re-
la sustancia. He aquí establecida la necesi- sulta grande si a través de lo particular [las reali-
dad del romanticismo. En consecuencia, los dades nacionales] se apropia también de lo ge-
grandes ingenios siempre tuvieron una gran neral:
parte de romanticismo. 35
Siempre, pues, que intente el artista impre-
La aparición de lo nuevo responde en el arte sionarnos tendrá que tomar y escoger así
a la renovación constante de la propia vida, se- del mundo físico como del mundo moral;
gún los tiempos, por tanto, en todas las épocas que todo se reconcentra en su pecho, para
ha habido innovadores, los románticos son los luego salir fuera. Así, en este sentido, el
innovadores de su momento. A la idea de pro- arte es eminentemente creador. Y esta sola
greso como parte integrante de su concepción consideración decide la contienda entre clá-
del romanticismo, Luz unió dos ideas esencia- sicos y románticos. 38
les también: la racionalidad es una de ellas, pues
planteaba que si bien era «lícito abrir nuevas sen- Para percatarnos de la relación de estas ideas
das al ingenio, sacudiendo el yugo de las reglas, con el desarrollo de una literatura nacional que
jamás es permitido sacudir el de la razón; y esto ya tiene en Cuba con José María Heredia su pri-
han hecho los románticos».36 Pero, además, la mer gran exponente, como figura de transición

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 225

entre el neoclasicismo y el romanticismo, ha- No obstante, en los propios artículos que


bría que recordar solamente el valor que el en- conforman las polémicas de la época, y sobre
torno geográfico insular adquiere en la obra poé- todo en sus Aforismos, es posible encontrar ele-
tica del primer cantor de la independencia mentos que acusan la huella de José Agustín
cubana, como exponente de los sentimientos en Caballero y, sobre todo, de Varela, en la prosa
favor de la libertad del hombre como derecho lucista. Por ejemplo, la recurrencia —quizás
inalienable en cuyos marcos se inserta la inde- menos frecuente en Luz— al habla popular como
pendencia de los cubanos y el repudio a la escla- vehículo de expresión de esa sabiduría infinita
vitud. que brinda la vida al hombre de pueblo. El elo-
En cuanto a los valores literarios de la obra gio lucista al refranero popular explica por qué,
de José de la Luz y Caballero, hay que tener en en ocasiones, ideas muy profundas se expresan
cuenta que la misma tuvo un carácter esencial- en giros de aparente simplicidad y de indudable
mente polémico o didáctico. La necesidad de sencillez, como en este caso, por ejemplo: «La
sintetizar las ideas fundamentales para que sir- razón fría no es la fría razón. La razón fría no es
vieran de guías a sus alumnos en el estudio de razón, que el distintivo de la razón es ver, y la
materias nada fáciles en el caso de los elencos, o frialdad acorta la vista y el horizonte.» 41
la brevedad de espacio y la relativa premura en Y es que para Luz, como ha dicho en sus Afo-
la elaboración del artículo periodístico en cuyo rismos, el refrán es: «Propensión del pueblo a
marco debía ripostar a sus contendientes con generalizar —sobre todo moralizando— y si no
argumentos sólidos e irrefutables, marcaron los se le ocurre la máxima, ahí está el tesoro univer-
rasgos principales de su prosa, de la cual dijo sal de los refranes. ¿Qué más prueba del desti-
Enrique José Varona, en alguna ocasión, que se no moral de la humanidad? Que no todo ha de
resentía a veces de tanta abundancia de concep- ser pan y plata.» 41 Pero estos giros populares
tos que llegaba a ser difusa, si bien no por ello no llegan nunca en Luz, como en Varela y José
resultaba confusa, puesto que, a su juicio, Luz, Agustín Caballero, al tono chabacano e irrespe-
al igual que su maestro Varela, persiguió siem- tuoso que utilizan algunos de sus contrincan-
pre la misma claridad e hilación del discurso que tes en las polémicas de la época, cuando la
proclamaron los sensualistas e ideólogos fran- irrebatibilidad de los argumentos lucistas los
ceses, de los cuales fue admirador. Por lo mis- dejaban en una difícil posición a la hora de res-
mo, se alejó siempre de «la marcha tortuosa del ponder. Luz se mueve siempre en el plano de la
pensamiento alemán y de su estilo seco y a la elegancia y la fina ironía bien diferente del tono
par redundante y enmarañado»,39 especialmen- vulgar de El Regañón, cuando utiliza párrafos
te en la obra de Kant, que Luz parece haber co- como éste: «Mire, por Dios, que me han venido
nocido de primera mano. ganas de embonarle, que le viene pintiparada, la
La Impugnación a Cousin, el único texto fi- famosa cuanto aprobada receta de aquel gran
losófico que concibió para ser publicado en for- médico de los enfermos literarios…» 42
ma de libro, no escapó a este estilo esencialmente No hizo mucho hincapié Luz en la crítica li-
polémico y, por ello, alejado del ensayo que co- teraria, a diferencia de Del Monte, por ejemplo.
menzaba a nacer en la prosa maestra del Varela Sus preferencias hay que deducirlas de las con-
de Miscelánea filosófica y sobre todo de Cartas a cepciones teóricas expuestas en sus elencos, a
Elpidio. El propósito central de Luz, una vez las cuales nos hemos referido, y de las traduc-
más, fue en la Impugnación a Cousin la batalla ciones que hizo de obras de Schiller, Irving,
ideológica y científica frente a quienes en Cuba Scott, de las referencias a Cervantes, Shake-
seguían con marcado esnobismo la huella speare, Chateaubriand y Manzoni, entre otros,
cousiniana —entre ellos algunos de sus ex-dis- así como de artículos de ocasión, como la nota
cípulos como los hermanos Manuel y José con que encabeza la semblanza que Gertrudis
Zacarías González del Valle, e incluso amigos, Gómez de Avellaneda hizo de la Condesa de
como Domingo del Monte. Merlín, publicada por Luz a propósito de la crí-

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226 SEGUNDA ÉPOCA

tica acerba de Félix Tanco al libro de la culta De finales del siglo XVIII y principios del XIX
criolla Viaje a la Habana. La apreciación del ro- se había heredado una crítica neoclásica y
manticismo como lo nuevo de su momento, que academicista, que en España negaba a Lope, Cal-
se abría paso en nuestras letras, se desprende de derón, Quevedo y Góngora, la cual, según ha
estos textos, en contraste evidente con el len- afirmado Cintio Vitier, no distinguía «mucho
guaje rebuscado y altisonante todavía de sus dis- entre los conceptos de estilo y los de correc-
cursos y notas necrológicas, muy cercano al de ción gramatical, pureza de léxico y tersura
la oratoria de la época del que también hicieron sintáctica», confusión «que seguirá haciendo
uso José Agustín Caballero y el propio Varela. estragos durante todo el siglo».43 Las sombras
No escapó Luz al momento transicional de la dieciochescas de la Poética de Luzán, los
literatura cubana de entonces, en el cual el ro- preceptistas italianos (Muratori) y franceses
manticismo se abría paso, barriendo la huella (desde Boileau a Le Bossu) y la pedante «Aca-
subyacente de la retórica escolástica, el apego a demia del Buen Gusto», no serán tan fáciles de
las reglas y el propósito de contener la abierta exorcizar y aunque aparentemente sufran duran-
expresión de la subjetividad del autor que ca- te esta subetapa una violenta embestida de las
racterizaron la literatura precedente en nuestro entonces nuevas teorías románticas, no dejarán
país, todavía bajo la tónica del neoclasicismo, si de hacerse sentir con posterioridad a 1844 bajo
bien en el plano teórico logró dar cabal respues- diversos y a veces engañosos aspectos. Al cui-
ta a las polémicas suscitadas al respecto. dadoso, poco dogmático y en ocasiones sagaz
Hombre de transición en cuanto a gustos y racionalismo de José Agustín Caballero y Félix
estilo literarios, más interesado en las cuestio- Varela, se opondrá el «malhumor, la grosería y
nes de las ciencias y en la formación filosófica y la pequeñez» de Buenaventura Pascual Ferrer,44
ética de sus alumnos, y de la juventud en gene- dejando trazadas así dos sendas opuestas pero
ral, con una obra filosófica nacida en el fragor persistentes, que no hay por qué extrañarse con
del combate teórico ideológico, que en la trans- el tiempo vayan correspondiéndose con posicio-
parencia del gabinete cerrado a la realidad de su nes políticas también opuestas.
patria, José de la Luz y Caballero no puede ser En todo esto existe un proceso cuyas hue-
ignorado en una historia de las letras cubanas. llas, aunque sólo someramente, resulta de inte-
rés seguir.45 Los primeros textos en despertar
2.7.3 La crítica literaria polémicas corresponden a un grupo de poemas
de sobresaliente calidad: las obras de José María
Aunque manifestaciones de crítica literaria en Heredia, cuya aparición fue saludada anónima-
Cuba ya existían antes de 1820, es durante las mente por Domingo del Monte en 1823 a tra-
dos décadas que siguen a esta fecha cuando lle- vés de las páginas de El Revisor Político y Lite-
ga a consolidarse y madurar dicho género. Esto rario, en breve texto al cual se le ha encontrado
muy unido, por supuesto, al surgimiento de el sabor de un verdadero manifiesto literario.
obras y autores de importancia, que siguen el Que despertó a su vez comineros reparos de
camino que consolidará la nacionalidad. Pues poetas neoclásicos como Dorilo (Manuel
aunque no faltaron divulgadores de teorías, au- González del Valle) y Desval (Ignacio Valdés
tores cubanos, jóvenes casi siempre, que por una Machuca). Sin embargo, cuando el español Ra-
u otra razón despertaron polémicas en alguna món de la Sagra critica al recién publicado tomo
medida trascendentes, que sirvieron para ir afi- de Poesías de Heredia a través de las páginas de
nando medios y juicios. Es de destacar que si en los Anales de Ciencias, Agricultura, Comercio y
cuanto a poesía la crítica presentará cierto re- Artes (dic. 1828-mar. 1829), recibe unas contun-
traso de nivel comparado con la calidad de los dentes respuestas por parte de José Antonio Saco
textos enjuiciados, en narrativa influirá mucho en El Mensajero Semanal, que desbordan el te-
más eficaz y directamente, precisamente porque rreno de la crítica literaria, entonces Dorilo y
asiste a su nacimiento y vigila sus pasos. Desval cierran filas a favor de su coterráneo, y

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 227

no es difícil encontrar tras la disputa un fondo desdeñables. Conscientes de la carencia de no-


político que cada vez iba ahondando más las di- velas y cuentos de verdadero mérito creadas por
ferencias entre cubanos y españoles. autores nativos, las cuales ubicaran su acción en
La figura que domina la crítica literaria de la los predios insulares, es notable la serie de tex-
subetapa, y no precisamente sólo con su obra tos teóricos que al respecto se producen.
escrita, es Domingo del Monte, culto, hábil, Heredia publica en México su muy elogiado
ecléctico. Su labor como crítico está tratada en «Ensayo sobre la novela» en 1832, año cuando
otro lugar de este tomo y aquí sólo nos referire- Domingo del Monte da a conocer su artículo
mos a cómo con textos suyos, o ajenos que esti- «Novela histórica» en la Revista Bimestre Cu-
muló e influyó, y hasta incluso a través de opi- bana, al reseñar tres obras de ese tipo, empeño
niones privadas, muchas de las cuales detectamos que tenía antecedentes en otros comentarios
en su epistolario, manejó los hilos básicos del suyos, como el hecho al Werther de Goethe en
desarrollo de la crítica literaria del momento, e La Moda, lugar en donde también había apare-
incluso como incitador de la riposta, aunque esto cido en 1829 la «Visita de un habanero a
suela ocurrir sotto voce, en especial a raíz de los Gualterio Scott», testimonio de José de la Luz
incidentes a que dio lugar el abortado proyecto y Caballero, mientras que José Jacinto Milanés
de una Academia Cubana de Literatura en 1834. reflexionará públicamente también sobre el
También la otra gran figura del género en este tema, que el Romanticismo había puesto sobre
momento está tratada en epígrafe aparte de este el tapete y que tan apropiado resultaba a las ne-
tomo, pues se trata del mismo José María cesidades de crecimiento de la literatura cubana.
Heredia, cuya labor crítica de mayor trascen- Como es sabido, tras los primeros balbuceos
dencia apareció en publicaciones mejicanas. de Antonio Bachiller y Morales en 1836, Ramón
Todavía en este momento va a predominar ese de Palma dio un importante paso al publicar en
tipo de comentario volandero que solía apare- el Aguinaldo habanero de 1837 dos narraciones
cer en la prensa diaria a manera de sueltos o in- —«Matanzas y Yumurí» y «Un episodio en la
cluidos en folletines, firmados con seudónimos isla de Cuba. 1604»— surgidas al calor del
o iniciales las más de las veces. Llamar crítica círculo delmontino. Entre agosto y septiembre
literaria a estos comentarios sería algo exagera- de 1837 las páginas de la nueva revista Miscelá-
do, sobre todo porque los juicios suelen ser anár- nea de Útil y Agradable Recreo recogían cuatro
quicos, poco serios, más bien cercanos a esa línea narraciones cortas de Cirilo Villaverde, creadas,
nada amable que había iniciado Buenaventura según testimonio del propio autor, bajo el estí-
Pascual Ferrer. Lo anterior suele asociarse con mulo de «Matanzas y Yumurí», cuya lectura lo
posiciones hispanófilas, y ante esta situación al- llevó a decidirse por su vocación de narrador,
gunos delmontinos decidieron ejercer, con me- aunque —según declaraciones posteriores del
jor intención, la crítica de las obras de sus ami- propio Villaverde— «por una de estas obras es-
gos. Así por ejemplo el libro de poemas Las cribió Palma un artículo crítico, bastante amar-
tropicales (1844) de José Zacarías González del go, que Del Monte moderó».46 En efecto, en
Valle es vapuleado por Nicolás Pardo Pimentel abril de 1838 apareció en el primer tomo de El
en El Noticioso… por su poemario Aves de paso Álbum el artículo «La novela» de Ramón de Pal-
(1841). Anselmo Suárez y Romero, cerrando el ma (tomo que también incluía la noveleta de este
círculo, defenderá los libros de González del último «Una Pascua en San Marcos»). Este ar-
Valle y Palma en un texto recogido posterior- tículo presenta suma importancia, pues bajo el
mente en su Colección de artículos. pretexto de corregir y estimular a su también
Pero donde se hace más evidente este proce- joven colega, Palma entra en reflexiones sobre
so y en donde arroja mejores frutos es cuando lo que debía ser la novela de nuestro medio, re-
se enfrenta a las incipientes muestras de la na- flexiones agudas que suponen una formación
rrativa cubana. Aquí sí cumplió la crítica una cultural nada improvisada, y tras la cual no es difí-
función directa y dio por resultado páginas nada cil adivinar la presencia de Domingo del Monte.

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228 SEGUNDA ÉPOCA

En el mencionado artículo se resume, a gran- Y los asuntos cubanos deben vestirse con los
des rasgos, la trayectoria de la novela como «hija atavíos que le corresponden, no con los «plie-
de los tiempos modernos», a la vez que se ca- gues áureos, pero remendados ropages de la
racterizan sus dos grandes vertientes: la de cos- multiforme Europa», pues para nosotros, que
tumbres (Cervantes y el Quijote —«la primera nunca hemos sido antes ni clásicos ni románti-
y más perfecta»—, Lesage, Fielding) y la de amor cos, adoptar «la jerga de una y otra escuela, es
(Richardson, etc.). Aunque ya ambas «han lle- meternos en la confusión de la torre de Babel, y
gado a hermanarse totalmente, y en el día ape- hablar en una lengua que nadie nos entienda»,
nas se pinta una pasión que no esté enlazada con ya que «nunca la verdadera literatura de una na-
la historia y los usos de la época a que se refiere. ción, se ha formado copiando la de otra». Y mal
Este es el carácter que ha impreso el genio de viene ese «fondo tétrico y sombrío», propio de
Walter Scott a la literatura contemporánea.» Así, las «nieblas del Norte», «con la brillantez de
la novela «ha llegado a ser la muestra de las creen- nuestro clima, y mucho menos con las ideas de
cias, las costumbres, las pasiones, los extravíos un pueblo que si de algo peca actualmente es de
[sic], y el adelanto de los pueblos». Sin embar- demasiado incrédulo».
go, en Cuba no había sucedido así, pues estima Palma estima que una de las fallas de Villaver-
que «desde el descubrimiento de la isla hasta la de en sus primitivas narraciones es la de aislar
fecha, ningún otro habanero que sepamos, sino los hechos de la naturaleza y concebir
el señor Villaverde, ha publicado una colección
de novelas originales». Pero esto lo lleva a anali- de un golpe buenos o malos a sus persona-
zar lo publicado por dicho autor desde los tres jes, y nos pinta sus acciones, metiéndonos
aspectos que entiende hay que atender princi- en el torbellino de los acontecimientos, y
palmente en este género: a) «el artificio de la no graduando el progreso de las pasiones;
composición en el cual entran como partes el así nos lleva de transición en transición, de
lenguaje y los medios»; b) «la propiedad de los modo que el ánimo se ve tentado a consi-
caracteres» y c) «la intención». derar el fatalismo como la fuerza irresisti-
Uno de los defectos capitales que Palma le ble que arrastra a todos aquellos individuos
señala a Villaverde es el de haberse «empapado a su término.
en el espíritu de una literatura enteramente ex-
traña a nuestra virgen y naciente sociedad», pro- A ser falsos los caracteres en Villaverde —con-
veniente sobre todo de Francia («cuyas obras tinúa Palma—, igualmente falsos son los diálo-
nos son tan familiares») en donde para superar gos, en los cuales vemos «el corazón y la fanta-
antiguos efectos desgastados por el uso, tienen sía del escritor y no la imitación de la verdad».
que recurrir a otros novedosos, aunque «con fre- Sin embargo, en la descripción de la naturaleza
cuencia inverosímiles y extravagantes». Pero sí se advierte que falta «verdad y observación en
este autor». En cuanto a la intención, en los es-
No sucede así en nuestra Cuba, pues hasta trechos límites de sus narraciones no parecen
que no nos hayamos cansado de verla pin- existir otras intenciones que «trazar algunos
tada tal cual es, no necesitaremos para en- cuadros de costumbres» y «romantizar» algu-
contrar novedad, que los escritores nos la nas fantásticas tradiciones. Hasta aquí esta sín-
pinten como se les antoje. Y esto está tan tesis de lo dicho por Palma en esta singular y
lejos de suceder todavía, que uno de los delmontina exposición de la «poética» de la na-
inconvenientes con que tiene que habérse- rrativa. Este texto crítico, quizás el más impor-
las el escritor aquí es el acostumbrar a los tante de su momento, fue injustamente semiol-
frutos de nuestro suelo, a un público ya vidado, hasta que en fecha reciente Antón
vaciado con el gusto de exóticas produc- Arrufat llamó la atención sobre él, señalando
ciones. cómo allí «entre lugares comunes y torpezas,

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 229

hallamos sorprendentes intuiciones», y que al 9 de agosto) y Ramón de Palma (en El Álbum,


compararlo con otros textos teóricos sobre el número correspondiente a agosto). Este último,
género escritos entre nosotros por esa época ya desde el momento inicial, lleva la cuestión
(Heredia, Del Monte, sobre todo) presenta un no hacia los valores reconocidos de la obra, sino
ostensible y significativo cambio de posición: a la vigencia del Romanticismo en nuestro me-
«es un narrador que redacta un juicio sobre otro dio, dando por supuesto que la obra de Milanés
narrador». 47 superaba su posible ubicación en ese género:
Las consideraciones de Palma son muestra de
una teorización que supera los textos que enjui- [Con la Revolución de Julio de Francia]
cia, cosa que no solía ocurrir con la crítica lite- llegaron hasta nosotros los últimos suspi-
raria aplicada a la poesía. Pero Palma, un tanto ros del romanticismo; y por cierto que a
audazmente, acompañó su artículo con una ninguno le vino entonces en mientes ser
muestra narrativa de su propia cosecha, «Una romántico; porque primero se necesitaba
Pascua en San Marcos», en donde todos fueron, que en Francia fuese desechada esta escue-
sin dudas, a buscar la consecuente aplicación de la como mala, y que después pasase a Es-
sus consejos teóricos. Y aunque la noveleta po- paña y se empeorase, para que de allí nos
día considerarse lo mejor escrito dentro del gé- viniera a nosotros y la echáramos a perder
nero en Cuba hasta ese momento, pronto apa- hasta el último punto con nuestras imita-
recieron los usuales comentarios desfavorables ciones. Con razón digo que somos no sólo
en la prensa, esta vez debidos a Amaranto, seu- los más imitadores, sino los imitadores de
dónimo de Manuel Costales. Otro delmontino, lo más malo.
José Antonio Echeverría, tomó la defensa de su
amigo, en réplicas y contrarréplicas que apare- Estas irritantes opiniones de Palma sobre la
cieron en el Diario de la Habana entre junio y producción cubana de la época no quedarían sin
julio de 1838. Como era usual, Echevarría tocó respuesta. El 11 de septiembre, bajo el seudóni-
fondo al invocar a su favor, sin nombrarlas ex- mo de Cualquiera, desde el Diario de la Haba-
plícitamente, las figuras de dos grandes deste- na, se le dirige una fuerte réplica, que desató una
rrados criollos —Heredia y Saco— y declarar polémica que durará varias semanas. Al respon-
que si el cuadro pintado era sombrío, lo era por- derle Palma, deja por sentado que no es su obra
que se correspondía con la realidad de la isla, y personal (aludida por Cualquiera) lo que está
terminaba por reafirmar que todas las caracte- en discusión, y añade que «ya es práctica com-
rísticas y valores de «Una Pascua en San Mar- probada por otros ejemplos en las que polémi-
cos» la definían como una novela cubana a ple- cas contra mí se han sucitado al tratar los
nitud. En realidad, que todo esto no cayó en saco articulistas de atraerse la simpatía del público
roto lo vamos a verificar en la futura labor na- en son de halagar su patriotismo», patriotismo
rrativa precisamente del autor objeto de la críti- que para él no tiene dudas, pues elogia a Milanés,
ca de Palma: Cirilo Villaverde. al que considera bien cubano. La cuestión polí-
Que el ambiente literario a la altura de 1838 tica también se pone de manifiesto en las rese-
estaba caldeado lo vino a probar el estreno de El ñas sobre el estreno, con muchos reparos las de
conde Alarcos de Milanés el 11 de septiembre de El parlante habanero publicadas en el españo-
1838, totalmente ubicable bajo el influjo lizante Noticioso y Lucero y más entusiasta en el
delmontino. No sería arriesgado afirmar que «comunicado» firmado con las transparentes
nunca antes una obra de autor nativo había teni- iniciales de R. P. en el Diario de la Habana.
do una repercusión inmediata semejante. Aún La polémica comenzada entre Palma y el
antes del estreno el público tuvo noticias alen- Cualquiera, que toma como punto de partida El
tadoras sobre la importancia de la obra, debido conde Alarcos, se extiende al entrar en ella el
a artículos de nuestros conocidos José Zacarías entonces bastante joven Antonio Bachiller y
González del Valle (en el Diario de la Habana el Morales, y va a durar hasta el 30 de octubre; aun-

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230 SEGUNDA ÉPOCA

que en realidad no se discuten los valores de la y trascendencia en la producción de entonces,


obra, sino el estilo romántico y su validez. Pero que aún está muy lejos de haber sido estudiada
la publicación de El conde Alarcos estimula aún cabalmente. Debe recordarse el afán informati-
nuevas críticas en las revistas literarias de la épo- vo que se realiza para ponerse al día con lo más
ca. Así, en la entrega de La Siempreviva, que sale interesante que se producía fuera de la isla, con
a la luz pública en octubre, José Quintín Suzarte traducciones o textos divulgativos, como los
(tenía veinte años entonces) elogia la obra, pero «Estudios sobre Juan Bautista Vico» de Miguel
con ingenua pedantería señala los anacronismos de Parma traducidos por Bachiller y Morales en
históricos que comete Milanés. Más maduras son La Siempreviva o, en esa misma revista, la tra-
las que aparecen en La Cartera Cubana, prime- ducción de José Silverio Jorrín de un texto de
ro en el «boletín bibliográfico» de su tercero y Víctor Hugo sobre la evolución de la poesía so-
cuarto cuadernos, y en un extenso artículo anó- cial. Rondando a veces el artículo de costum-
nimo que aparece en diciembre. bres, se produce entonces una buena cantidad
La presencia de Antonio Bachiller y Morales de críticas satíricas, como «La romántica» de Ra-
en esta polémica sobre el Romanticismo (y no món de Palma o «Seguros literarios» de José
sobre la obra de Milanés) debe destacarse. En Victoriano Betancourt. Las polémicas en oca-
1830 Bachiller había estado unido a Domingo siones desbordaron de lleno lo literario para caer
del Monte en la publicación de El Puntero Lite- en el terreno de las ideas —ya que, públicamen-
rario, que, según sus propias palabras, tomó a te, otros campos como el político estaban veda-
empeño la propagación de la nueva doctrina ro- dos por la censura oficial—, cuyo más conocido
mántica. En esa revista, entre otros textos, pu- ejemplo fue la larga polémica sobre el eclecti-
blicó su «Juicio sobre las obras poéticas de D. cismo cousiniano, iniciada por Domingo del
Nicasio Álvarez de Cienfuegos», en donde se- Monte en 1838 con su artículo «Moral religio-
gún Cintio Vitier se presenta como «certero crí- sa», pero ardorosamente continuada por José de
tico». Después de este momento de colabora- la Luz y Caballero de un lado y los hermanos
ción, Del Monte y Bachiller se distanciaron y Manuel y José Zacarías González del Valle del
separaron sus caminos, más hacia un ecléctico otro, como defensores de Cousin.
neoclasicismo el primero, cada vez más decidi- En esta subetapa habría que hablar también
damente romántico el segundo. Aunque Bachi- de la importancia que toma la crítica literaria
ller no fuera nunca un estilista, sus críticas tie- ejercida a través de la correspondencia personal
nen momentos de gran lucidez y, al menos en entre los intelectuales cubanos y algunos extran-
esta primera etapa de sus largas vida y produc- jeros. Por esa vía, en forma mucho más libre y
ción, una apasionada entrega, no confinada sólo suelta se analizan, discuten y difunden obras e
al campo literario, pues como expresó en su ré- ideas que demuestran el vigoroso fermento cul-
plica del 23 de septiembre de 1838, al referirse a tural que agitaba a muchos escritores de la épo-
su adhesión al romanticismo, «abracé la idea ca. Algunas de estas muestras de crítica episto-
nueva con todo mi corazón por lo mismo que lar han sido publicadas posteriormente, como
quiero el comercio libre, por lo mismo que no el Centón epistolario de Domingo del Monte y
quiero estancos, por lo mismo que aborrezco La vida literaria en Cuba (1836-1840), la últi-
los gremios, por lo mismo que tienen eco en mi ma de las cuales recoge las cartas que José
corazón todas las ideas generosas…» Zacarías González del Valle le escribiera a
La crítica literaria cubana puede decirse que, Anselmo Suárez y Romero, casi siempre sobre
junto con la narrativa y el teatro, tuvo su primer materias literarias. Ni la censura ni otros me-
momento de consolidación dentro de la litera- dios represivos parecían poder contener ya el
tura cubana, en la subetapa comprendida entre desarrollo de la aún muy joven entonces litera-
1820 y 1844. Como hemos visto, existe riqueza tura cubana.

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NOTAS
(CAPÍTULO 2.7)

1
José Antonio Saco: Colección de papeles científicos, 13
Ob. cit., p. 387.
históricos, políticos y de otros ramos sobre la Isla de
Cuba ya publicados, ya inéditos. Ministerio de Edu-
14
Ob. cit., pp. 442-443.
cación. Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 15
El contenido del trabajo, por la crítica social y polí-
1962-1963, tomo I, pp. 240-241. tica que implicaba, suscitó los recelos de la Comi-
sión encargada del concurso, que lo sometió al jui-
2
Ob. cit., p. 249.
cio de Justo Vélez, entonces director del Colegio
3
Ob. cit., p. 264. San Carlos, quien opinó que podía optar por el pre-
mio sin provocar problemas políticos. No obstan-
4
Ob. cit., p. 259. te, y a pesar de resultar premiada, la Comisión re-
5
Ob. cit., pp. 236-237. comendó que, antes de publicarse, el autor debía
enmendar algunas de las ideas en ella expresadas.
6
Ob. cit., tomo III, p. 14. Saco, por su parte, decidió someter su trabajo tal
7
Ob. cit., p. 44. cual había sido escrito a la censura, la que autorizó
su impresión.
8
Ob. cit., p. 48. 16
José Antonio Saco: ed. cit. (1962-1963), tomo I, p.
9
Ob. cit., p. 57. Esta polémica culminó con el destie- 195.
rro de José Antonio Saco por el Capitán General de
la Isla, Miguel Tacón, lo que corrobora su carácter
17
Ob. cit., p. 197.
político y explica la violencia de los contendientes, 18
Luego de la muerte de Saco, Vidal Morales y Mora-
así como el cuidadoso lenguaje empleado por el les, que manejó sus papeles, volvió a editar en 1893
bayamés en aquellos párrafos de la «Justa Defen- el último tomo, que pretendió completar extendien-
sa…» que no iban dirigidos contra sus oponentes. do su relato, que llegaba originalmente a 1786, has-
Por otra parte, Manuel Moreno Fraginals en José A. ta 1837, con adición de numerosos apéndices. La
Saco. Estudio y bibliografía (Universidad Central de Historia de la esclavitud de los indios en el Nuevo
Las Villas, La Habana, 1960, pp. 174-177), demues- Mundo (José Antonio Saco: segunda edición. Alfa,
tra los cambios que introdujo el autor en el texto en Habana, 1945) también fue completada y editada
cuestión al incluirlo en sus Papeles… (ed. cit.), los en 1883 por el polígrafo habanero, aunque antes de
que atañen, principalmente, a sus expresiones con- esta fecha había aparecido en varios números de la
tra Zambrana y O’Gaban. Revista de Cuba.
10
Entre las mismas se destacan la sostenida con Vi- 19
José Antonio Saco: Documentos para su vida. Ano-
cente Vázquez Queipo, fiscal de la Real Hacienda tados por Domingo Figarola Caneda. El Siglo XX,
de La Habana, en torno a un informe de este sobre La Habana, 1921, p. 46.
el fomento de la población blanca en la Isla y la no
menos importante con José Luis Retortillo, quien
20
Ob. cit., p. 59.
impugna un trabajo del bayamés relativo a «la situa- 21
Ob. cit., p. 94.
ción política de Cuba y su remedio». 22
Ob. cit., p. 129.
11
Carta a El Lugareño de marzo 19 de 1848, en Con-
tra la Anexión (Recopilación de sus papeles con pró-
23
Ob. cit., pp. 154-155.
logo y entílogo de Imeldo Ortiz. Editorial de Cien- 24
Carlos Rafael Rodríguez: «José de la Luz y Caba-
cias Sociales, La Habana, 1974, pp. 198-199). llero», en Revista Cubana de Ciencias Sociales. La
Habana, (5): 59, mayo-agosto, 1984.
12
José Antonio Saco: ed. cit. (1962-1963), tomo III,
p. 362. 25
José de la Luz y Caballero: Elencos y discursos aca-

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232 SEGUNDA ÉPOCA

démicos. Estudio preliminar de Roberto Agramonte. 40


José de la Luz y Caballero: Aforismos y apuntacio-
Universidad de La Habana, Habana, 1950, volumen nes. Ordenados y anotados por R. Agramonte; re-
4, tomo III, p. 35. trato de José de la Luz por José Martí, pról. de R.
García Bárcena. Editorial de la Universidad de la Ha-
26
Ob. cit., volumen V, tomo III, p. 147. bana, Habana, 1945, p. 60.
27
A. Dessau: «Conceptos de José de la Luz y Caba- 41
Ob. cit., p. 80.
llero sobre el arte literario», en Revista de la Biblio-
teca Nacional José Martí. Habana, tercera época,
42
José de la Luz y Caballero: La polémica filosófica.
volumen XXIII, 72 (3): 156-157, septiembre-di- Prólogo de Roberto Agramonte. Editorial de la
ciembre, 1981. Universidad de la Habana, Habana, 1946, volumen
III, tomo I, p. 9.
28
José de la Luz y Caballero: ob. cit. (1950), p. 138. 43
Cintio Vitier: «Prólogo», en su La crítica literaria y
29
Ob. cit., p. 166. estética en el siglo XIX cubano. Pról. y selección […].
Biblioteca Nacional José Martí, Departamento Co-
30
Ob. cit., p. 94.
lección Cubana, La Habana, 1968-1974, tomo I, p.
31
Ob. cit., p. 75. 88.
32
Ob. cit., p. 160.
44
La calificación es de Vitier, en ob. cit., p. 12.
33
Ob. cit., p. 75.
45
Para completar y ahondar en lo expuesto en este
artículo deben consultarse los epígrafes de este mis-
34
Ob. cit., p. 94. mo tomo dedicados a «Vida, cultura y prensa perió-
dica entre 1820 y 1844», «La obra literaria de José
35
Ob. cit., p. 75.
María Heredia», «Influencia, personalidad y obra de
36
Ob. cit., p. 94. Domingo del Monte», «El teatro entre 1820 y 1844»
y «La narrativa del primer romanticismo».
37
Ob. cit.
46
Cirilo Villaverde: «Autobiografía», en Ana Cairo
38
Ob. cit., p. 167. Ballester (comp.): Letras. Cultura en Cuba 4. Edi-
39
Zaira Rodríguez Ugidos: «El sensualismo raciona- torial Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana,
lista de José de la Luz y Caballero y su lucha contra 1987, p. 4.
el espiritualismo ecléctico del siglo XIX», en su Obras. 47
Antón Arrufat: «El nacimiento de una novela», en
Selección Colectivo de autores. Editorial de Cien- Revolución y Cultura. La Habana, (110): 30-37, oc-
cias Sociales, La Habana, 1988, p. 229. tubre, 1981.

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2.8 VIDA CULTURAL Y PRENSA PERIÓDICA ENTRE
1844 Y 1868

La vida cultural de la sociedad cubana entre 1844 nómeno común a la Hispanoamérica del XIX—
y 1868, analizada desde la actual perspectiva his- fueron, al mismo tiempo, destacadas figuras de
tórica, muestra un horizonte complejo con re- las letras, prestigiosos profesionales y sinceros
lación a la disparidad en el desarrollo de sus ele- defensores —algunos a costa de su propia vida—
mentos integradores. Como es sabido, es de las ideas patrióticas, por lo que el aporte que
durante este período —caracterizado por las cre- hicieron a la cultura nacional guarda una íntima
cientes pugnas político-sociales que desembo- relación con los sucesos históricos de aquellos
carían en el estallido de nuestra primera guerra años, en saludable conciliación de objetivos es-
independentista— que tiene lugar la asunción téticos e ideológicos.
consciente y decisiva de la nacionalidad cubana, Semejante propósito reafirmador respalda, en
en su profundo sentido patriótico, cuyo signo este período, la frecuente aparición de artículos
básico estuvo dado por la diferenciación y aun libros de carácter histórico acerca de la
enaltecedora de lo nativo, como paso inicial de sociedad y las letras cubanas, cuya calurosa aco-
un antiespañolismo que fue literario antes que gida por parte de los intelectuales criollos, per-
político. En diverso grado y maneras, este pro- mite sospechar algo más que el justo reconoci-
ceso de reconocimiento y afirmación de lo na- miento a una obra valiosa, pues cada uno
cional está presente en cada manifestación cul- constituía, de hecho, un nuevo paso hacia la di-
tural de la época, sin que ninguna sea ajena al ferenciación nacional, según se observa, por
mismo, por lo cual debe hablarse de una evolu- ejemplo, en los Apuntes para la historia de las
ción dispar mas, a la larga, convergente, de tales letras y de la instrucción pública en la Isla de Cuba
aspectos, cuya suma constituye el reflejo de los (1859-1861), de Antonio Bachiller y Morales, y
conflictos epocales. en la Historia de la Isla de Cuba (1865-1866),
En estricta correspondencia con ello, se ma- de Pedro José Guiteras.
nifestó la prensa periódica de entonces, cuyo En torno al tema económico y político apa-
desarrollo exhibe el mismo mosaico ideológico recen entre 1858 y 1859 los tres tomos de la
del período en sus diversas direcciones, y que, Colección de papeles científicos, históricos, polí-
habida cuenta de la calidad editorial que alcanzó ticos y de otros ramos sobre la Isla de Cuba, ya
en estos años, se convirtió en eficaz vehículo de publicados, ya inéditos, de José Antonio Saco,
difusión cultural —con un nivel sobresaliente cuya prosa inteligente y armada de datos influ-
en algunos órganos—, el cual constituye hoy un yó con sus ideas en buena parte de sus coetá-
inapreciable testimonio del quehacer intelectual neos. Otras ramas del saber —las ciencias natu-
de los contemporáneos. Muchos de éstos —fe- rales, la física, estudios sobre agricultura, la

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234 SEGUNDA ÉPOCA

pedagogía— comenzaban a brillar en el terreno mente colonizado.


cultural de la época, y, entre obras de figuras tan Las antologías poéticas, tan frecuentes desde
prestigiosas como Felipe Poey, Tomás Romay y el primer tercio del XIX, constituyeron en este
Pozos Dulces, merecen también atención, por panorama un modo más de reconocimiento y
ejemplo, los tratados sobre física y meteorolo- afirmación de lo nacional, según se observa en
gía de Andrés Poey, cuyas investigaciones llega- la muestra de composiciones y escritores esco-
ron a ser premiadas y acogidas en algunas capi- gidos. Sobresalen en este grupo por su nivel de
tales europeas. selección, o bien por su popularidad, el Agui-
Si bien no existe entero acuerdo de los con- naldo matancero (1847), a cargo de José
temporáneos acerca del estado de la instrucción Victoriano Betancourt y Miguel Teurbe Tolón;
en el período, es indudable que el desarrollo de Cuba poética (1855),1 una de nuestras principa-
ésta desde una perspectiva «cubana» fue preocu- les antologías decimonónicas, editada por José
pación de numerosos intelectuales de entonces Fornaris y Joaquín Lorenzo Luaces; América
a lo largo de la Isla. Ello explica la continua di- poética (1854-1856), 2 publicada por Rafael Ma-
fusión de obras didácticas como las de Juan Bau- ría de Mendive y José de J. Quintiliano García,
tista Sagarra, publicadas en Santiago de Cuba de mira más amplia, pero cuya selección indica
desde 1849, y el verdadero éxito editorial de los el propósito de sus autores, y el Álbum poético
libros de lectura de Eusebio Guiteras —peda- fotográfico de las escritoras cubanas (1868)3 a car-
gogo matancero—, alguno de los cuales, según go de Domitila García de Coronado, que forma
Trelles, alcanzó hasta veintitrés ediciones en un parte de los crecientes aportes femeninos a la
lapso aproximado de treinta años. El conoci- cultura de la etapa. Por su definido objetivo de
miento de Guiteras sobre la pedagogía más avan- propaganda política y su homogeneidad temáti-
zada y sus ideas revolucionarias, le valieron la ca e ideológica, se distingue entre las antologías
propuesta de Luz y Caballero para que lo susti- del período el Laúd del desterrado (1852), edita-
tuyera al frente del colegio «El Salvador» —ofre- do por poetas cubanos que residían en Nueva
cimiento que rehusó—, y, por iguales razones, York como emigrados políticos, y a iniciativa de
las autoridades coloniales prohibieron la utili- uno de ellos, Pedro Santacilia. El efecto ideoló-
zación de sus libros en las escuelas cubanas al gico del Laúd… hizo que sus contemporáneos
final del presente período. Mejor fortuna —no lo catalogaran como «catecismo patriótico» y los
obstante su velado anti-españolismo— tuvieron pocos ejemplares que se introdujeron en Cuba
las Fábulas morales (1858) de Francisco Javier clandestinamente «se prestaban, se copiaban, se
Balmaseda, tomo que en 1893 iba por la déci- multiplicaban» en las bibliotecas privadas. 4
mosexta edición, y que fue utilizado como tex- Es interesante observar que, tanto el Laúd del
to de lectura en los colegios cubanos durante desterrado como la obra de José Fornaris Can-
muchos años. Si su obra restante (poesías, co- tos del siboney (1855), ambos del género lírico,
medias, tratados agronómicos y de economía constituyeron al momento de su aparición un
política) fue menor, su labor en pro del futuro suceso cultural condicionado por su significa-
nacional desde una óptica propia fue constante ción socio-política, la que si en el primero es
—por lo que sufrió cárcel acusado de indepen- explícita e intencional, en el segundo debió ser
dentista a raíz del Grito de Yara—, y tal celo inferida por los contemporáneos a partir de la
patriótico se revela en estas Fábulas…, cuyo exaltación nativista presente en el texto. Que
mérito mayor es su cubanidad expresada en la aquella fuese, o no, un símbolo utilizado por el
utilización de nuestra flora y fauna, y de perso- autor para defender ideas antiespañolas, no in-
najes criollos característicos de la época, como teresa en tanto se analice la repercusión del
el calesero. Con su libro, Balmaseda se propuso poemario que, sin lugar a dudas, se tomó como
contribuir a la formación de los niños cubanos defensa de los valores nacionales, y esto indica
sin complejos de inferioridad cultural, toman- la inquietud ideológico-cultural que existía por
do en cuenta la condición del pueblo, secular- estos años, ya no sólo en La Habana, sino en

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 235

toda la Isla, pues como apunta Ambrosio Fornet, Zambrana recoge en su novela El negro Francis-
Cantos del siboney constituyó el «primer gran co, donde afirma:
best seller nacional»,5 que tuvo cinco ediciones
en sólo ocho años. El hecho estuvo determina- Nosotros que durante la guerra de Cuba
do, en gran medida, por un fundamento socio- hemos tenido oportunidad de asistir a es-
lógico de imprescindible valoración en el pano- tas ceremonias [ritos, cantos, danzas e his-
rama de la cultura del período: los Cantos… de torias tribales] sentimos no poder encerrar
Fornaris se dirigían a un público mayoritario, en algunas líneas una idea completa de la
marginado hasta entonces —además—, en cuan- elocuencia salvaje y poderosa que hay en
to a la perspectiva de la receptividad editorial: la esas leyendas místicas, obra de un patrio-
masa campesina se vio reflejada en aquellos poe- tismo, que el espectáculo de la civilización
mas, no obstante la presencia en ellos de ciertos no extingue. 7
estereotipos literarios y la idealización de la vida
campestre, y esto, unido a la lectura subtextual Aunque poco numerosos, algunos hombres
«nacionalista» que se generalizó con respecto a de estos sectores escribieron poemas en imita-
estos cantos, dio lugar a una «moda» cultural ción de la lírica de moda, como es el caso de
del nativismo que trascendió a la arquitectura ciertos «poetas esclavos», a favor de quienes
civil, a la prensa periódica, penetró en las tertu- determinados intelectuales organizaron suscrip-
lias con cantos y poemas de ambiente rural, y ciones con el objetivo de pagar su libertad; no
aun tuvo consecuencias de más larga fecun- obstante, ni sus obras poseen verdadero mérito
didad en el ámbito de las composiciones literario, ni hubo en éstas signos de una identi-
musicales. dad cultural diferente.
La poesía lírica fue así una de las primeras En el orden de la creación literaria, la poesía
manifestaciones artísticas en llevar a la «alta cul- lírica continuó siendo —del mismo modo que
tura» los personajes populares, sus costumbres, en el período anterior— la de mayor fecundi-
su lenguaje, aunque todavía, por lo común, «co- dad, difusión y prestigio, a pesar de que entre
rregidos» por una visión paradisíaca de la vida 1844 y 1847 no se encuentra ninguna voz origi-
real. Pero esto no fue más que una tangencialidad nal en nuestra poesía, y que durante buena parte
cultural efímera, que mostrará mayor aliento en del presente período tiene lugar la transición
1868 cuando aparezcan en escena los bufos. Mas hacia modos expresivos auténticos —en medio
a lo largo del presente período la verdadera cul- de la cual surgen las escuelas nativistas—, que
tura de los sectores marginados siguió un lento culminaría en la obra lírica capital de Juan Cle-
desarrollo aparte, en unos casos más sofocada mente Zenea, Luisa Pérez de Zambrana y Joa-
que en otros: los bailes y las décimas populares quín Lorenzo Luaces, las figuras cumbres de la
a las que se acomodaba la inspiración campesi- poesía cubana en estos años.
na, mantuvieron la vitalidad que llega a nues- La propia naturaleza del género permitió, a
tros días, a través de reuniones de familia y diferencia de otras manifestaciones literarias, su
fiestas locales, y fueron eventualmente aprove- abundante inclusión en las revistas y periódicos
chados o referidos —según el caso— por los ar- de la época, sin mejor propósito —por lo co-
tistas ilustrados. En cambio, las manifestaciones mún— que el de llenar regularmente sus pági-
culturales de los africanos y sus descendientes nas, y sin que mediase otro criterio selectivo por
—ya libres, ya esclavos— fueron celosamente parte de muchos editores, que la condición me-
reprimidas por el gobierno colonial, y, salvo en lódica de las estrofas y su inocuidad política,
festividades especiales como el Día de Reyes, capaz de pasar la revisión rigurosa de la censura
éstas no tuvieron acceso entonces a la vida pú- previa.
blica. 6 De las escasas referencias que nos legó la A los temas eternos de la lírica y los hereda-
intelectualidad de la época acerca de aquellas, dos del período anterior cuya vitalidad decae un
una de las más ilustrativas es la que Antonio tanto hacia los años sesenta, se suman ahora al-

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236 SEGUNDA ÉPOCA

gunos que se orientan en mayor medida hacia la general, sin previo análisis objetivo de lo que
exaltación de lo cotidiano nacional y otros que, significó como vía de actualización y difusión
si bien pueden acceder a una mayor universali- de la narrativa en el período, y sin un registro
dad, su óptica, su esencia, es ya netamente cu- minucioso de las obras editadas por este medio.
bana, y en esto radica el aporte cardinal de este Llama la atención la muy escasa influencia de
período en el orden poético. la literatura española en las novelas cubanas apa-
En el campo de la novela, estos años deben recidas en tales años, incluso su exigua presen-
valorarse como una etapa de gestación en la que cia en el grupo de publicaciones extranjeras, y
se dan nuevos pasos hacia la gran narrativa del esto es válido aun en cuanto a la prosa de la
XIX, cuyos mayores frutos corresponderán al Avellaneda, cuyas novelas —las más famosas
último tercio del siglo. Las grandes obras de entonces entre las de autores nativos— apenas
Villaverde y Meza tienen aquí sus antecedentes siguen temas y modelos de la metrópoli, aun-
temáticos, de modo que en esa novelística se que no podrían incluirse en la evolución nove-
insiste reiteradamente en el reflejo crítico de la lística antes mencionada.
sociedad y las relajadas costumbres coloniales. Aún dentro de la narrativa debe señalarse el
De esta manera, la narrativa del período contri- desarrollo relevante del artículo de costumbres,
buyó también a identificar el rostro distinto, género que tuvo su inicio y culminación en este
propio, de la vida colonial de ese momento, des- período, y que contó con figuras tan afamadas
de una óptica por lo general reformista, celosa entre los contemporáneos como José María de
del progreso insular, según se observa en nove- Cárdenas y Rodríguez, José y Luis Victoriano
las como El foro de La Habana y sus misterios, Betancourt y Anselmo Suárez y Romero, cuyas
El sol de Jesús del Monte, Una feria de la caridad obras ocuparon con notable frecuencia exten-
en 183… e Historia de un bribón dichoso, por sos espacios en revistas y periódicos.
sólo citar algunas significativas. Por su parte, la crítica literaria entre 1844 y
Es necesario aludir a la importancia que tuvo 1868 estuvo atenta, fundamentalmente, al que-
para la difusión de la narrativa epocal la crecien- hacer de los escritores criollos, sobre todo en lo
te «moda» del folletín, recurso periodístico que que respecta a la lírica, sin que pueda señalarse
es monopolizado en estos años por la novela, una gran figura por su labor en este sentido. No
como vía más fácil de acceso para su publica- obstante, algunos escritores de la época incur-
ción, que le permitió conquistar capas de públi- sionaron regularmente en este campo —como
co mucho más amplias, sobre todo entre el «be- el ejemplo probablemente mayor de Juan C.
llo sexo». A través del folletín menudearon en Zenea— y sus opiniones constituyen testimo-
las páginas periódicas de entonces las narracio- nio inapreciable para conocer el estado y el ni-
nes de autores extranjeros —Jorge Sand, Dumas, vel de recepción de la literatura de la época.
Eugenio Sue, Walter Scott— bajo el signo do- Pueden considerarse, asimismo, vías de la crí-
minante del romanticismo, y así también buena tica y de las ideas estéticas de entonces, los co-
parte de las novelas insulares fueron publicadas mentarios que acompañaban la muestra de los
por este medio, como por ejemplo la sobresa- autores en ciertas antologías —a la manera de
liente noveleta de Morillas «El ranchador», que Cuba poética—, la presentación de las obras con
fue dada a la luz en 1856 como folletín de La motivo de recaudar suscripciones, los prólogos
piragua. Sin embargo, el propio desarrollo de esta —algunos de los cuales, como el de Suárez y
vía la convirtió en terreno fértil para una con- Romero a las obras de Palma, alcanzaron mayor
cepción mercantilista de la misma, de manera resonancia estética que la propia obra prolo-
que abundaron entre las páginas folletinescas del gada—, y, por supuesto, ese material secreto para
período novelas carentes de verdaderos valores la historia que fueron los intercambios de opi-
estéticos, lo que, a la larga, influyó notablemen- niones en tertulias públicas y privadas, al pare-
te en el rechazo, por parte de la crítica y la his- cer, de gran importancia para los autores, según
toria literaria, del folletín, caído en descrédito se interesaban en someter sus obras, apenas es-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 237

critas, a la lectura y juicio de los oyentes. Mendoza y Luisa Pérez de Zambrana. Al pare-
Algunas noticias han quedado de la celebra- cer, ya desde estos años Azcárate comenzaba a
ción ocasional de este tipo de tertulias en la casa fraguar su empeño de favorecer la educación
de Rafael M. de Mendive, y —con mayor fre- cultural femenina, que lo condujo después de la
cuencia— en las reuniones hogareñas organiza- guerra a intervenir en la creación del «Nuevo
das por Ramón Zambrana, donde éste recibía a Liceo de La Habana», fundado con tal propósi-
amigos e intelectuales prestigiosos de la época. to, según el proyecto concebido en las tertulias
Sin embargo, las tertulias privadas más impor- de Luis Alejandro Baralt.
tantes de estos años fueron las celebradas en la De los intereses culturales de aquellos con-
casa de Nicolás Azcárate entre 1865 y 1867. Ins- currentes, quedaron como muestra los dos to-
pirado en las enseñanzas delmontinas, Azcárate mos de la selección de Nicolás Azcárate, No-
fue el principal promotor de las lecturas y deba- ches literarias —nombre que se le daba a estas
tes literarios organizados en los salones del «Li- sesiones que fueron interrumpidas por la parti-
ceo Artístico y Literario de Guanabacoa», des- da del anfitrión hacia Europa en 1867, hasta su
de los inicios de la séptima década. Mas la regreso después del Zanjón.
creciente popularidad de tales veladas provocó Las tertulias literarias tuvieron un campo muy
su suspensión por el gobierno de Serrano en rico dentro de los límites institucionales. Socie-
1862, motivo que impulsó a Azcárate a conti- dades, liceos, academias, proliferaron en estos
nuarlas en su casa, donde se celebraron con ri- años, inclusive en algunas ciudades del interior,
gurosa frecuencia semanal durante esos dos donde surgieron casi siempre según el modelo
años. habanero, y con la colaboración de prestigiosos
Por el testimonio de Rafael Azcárate se sabe intelectuales capitalinos interesados en fomen-
que entre los contertulios existían diferencias tar la educación a lo largo de la Isla.
en su filiación política: reformistas, anexionistas, Continúa sus actividades en este período la
independentistas, tuvieron acceso a estas reunio- «Real Sociedad Económica de La Habana»,9 que
nes en las que se debatía —sin exclusión de cual- a partir de 1793 constituyó un importante cen-
quier otro tema— acerca de cuestiones filosófi- tro de promoción socio-cultural. Si bien ésta se
cas y literarias que eran utilizadas para atacar de mantuvo hasta 1899 como corporación a cargo
manera indirecta al Gobierno. Sólo a los del Gobierno, su obra, al servicio de los intere-
integristas, a los reaccionarios defensores del ses de los hacendados criollos y del progreso
poder colonial, les estuvo vedada su participa- insular, fue vista a menudo con recelo, al igual
ción, lo que revela el encauzamiento político que la de otras instituciones, por las autorida-
antiespañol que prevaleció en estas discusiones. des. No obstante, desde el inicio del presente
El propio Ignacio Agramonte, tras asistir a una período y, probablemente, por la decadencia de
de estas veladas, elogió el sincero patriotismo sus actividades y proyectos, no existieron ver-
que se respiraba en aquel ambiente. 8 daderas tensiones entre su membresía y el po-
Como en las célebres tertulias delmontinas, der colonial. Lo más característico de su pro-
aquí se leían y debatían las obras apenas manus- yección socio-cultural fue el sesgo realista de sus
critas, se declamaba, se hacían breves represen- planes y labores, y su confianza en la utilidad de
taciones dramáticas, e interpretaciones musica- la «ilustración», representativa del espíritu del
les a cargo de los autores o de los propios siglo.
concurrentes, y es interesante apuntar, como Los liceos artístico-literarios de La Habana,
caso insólito en el período, el trato respetuoso Matanzas y Guanabacoa, respectivamente, fue-
que recibían, desde el punto de vista intelectual, ron de las instituciones más dinámicas y presti-
las mujeres asistentes, si bien muy pocas en nú- giosas de entonces. En el primero, fundado en
mero, no por ello menos incorporadas a deba- 1844 como nueva época de la «Sociedad
tes y actividades literarias, en las que se destaca- Filarmónica Santa Cecilia», se impartieron re-
ron Julia Pérez Montes de Oca, Mercedes Valdés gularmente clases de diversas materias, tanto

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238 SEGUNDA ÉPOCA

científicas como humanísticas, y su sección de las de baile y declamación—, la vida social del
literatura puso de moda en La Habana los lla- Liceo decayó paulatinamente hasta hacerse mí-
mados «Juegos Florales», concursos de gran aco- nima a partir de 1868 con el estallido indepen-
gida entre los contemporáneos. Para divulgar la dentista, aunque después del Zanjón volvería a
labor de sus secciones (Declamación, Literatu- alcanzar la notoriedad de la primera época. 10
ra y Lenguas, Ciencias, Música, Pintura y Ar- La Habana contó con otras instituciones cul-
quitectura), este «Liceo Artístico y Literario de turales en el período, tales como la «Sociedad
La Habana» editó entre 1848 y 1852 la revista Artística y Literaria de Colón» (1856), con sec-
El Artista y, a partir de 1857, el Liceo de La Ha- ciones semejantes a las del Liceo; la «Sociedad
bana, cuyo último número corresponde a 1867. del Pilar» (?), que —según datos de Trelles—
Ambas publicaciones contaron con una signifi- agrupaba fundamentalmente a los peninsulares;
cativa relación de colaboradores cubanos. Las la «Academia de Ciencias Médicas, Físicas y
actividades del liceo alcanzaron renombre inter- Naturales» (1861), en cuyas sesiones sobre te-
nacional en 1860, cuando su directiva organizó mas científicos se destacaron figuras como Félix
la coronación de Gertrudis Gómez de Avellane- Giralt, Ramón Zambrana y Rafael Cowley. Mas
da, quien recibió durante el acto el homenaje de ninguno de estos centros alcanzó el relieve de
escritores y músicos afamados. Su desarrollo los comentados. Únicamente el Colegio «El Sal-
como institución corresponde por entero al pre- vador», fundado por Luz y Caballero en 1848,
sente período, ya que a finales de 1868 sus prin- requiere referencia aparte por la significación
cipales miembros se dispersaron progresivamen- que tuvieron sus enseñanzas para los contem-
te, al marchar hacia el exilio o la manigua poráneos, varios de los cuales figuran entre lo
libertadora. mejor de la intelectualidad cubana del siglo XIX.
En orden cronológico sigue a éste el «Liceo Si, como observa Medardo Vitier,11 el ambiente
Artístico y Literario de Matanzas», inaugurado de animación filosófica tan vivo en la primera
en 1860 aunque su fundación data del año ante- mitad del siglo, decae en este período en el que
rior. Con una actividad menor que el habanero, no surgen polémicas ni artículos destacados en
sus Juegos Florales de 1861 fueron, no obstan- este sentido, no por ello puede decirse que nues-
te, muy famosos, debido a que estuvieron pre- tros intelectuales estuviesen ajenos entonces al
sididos por Gertrudis Gómez de Avellaneda, desarrollo de las ideas filosóficas europeas, y en
radicada entonces en Cárdenas, y a que resulta- esta actualización mucho influyó, sin dudas, el
ron premiados con medalla de oro trabajos de magisterio de Luz y a través de sus cursos, su
Federico Milanés, Domingo y Casimiro del biblioteca generosamente abierta a discípulos y
Monte y Portillo, y Eusebio Guiteras, figura de visitantes, y, sobre todo, los famosos elencos de
conocida reputación literaria tanto en Matanzas «El Salvador», confeccionados por él.
como en La Habana. Otros, como José Manuel Mestre y Manuel
Por su parte, el «Liceo Artístico y Literario González del Valle, hicieron también meritorias
de Guanabacoa» fue fundado en 1861 —con la contribuciones en estos años a los estudios so-
colaboración de Azcárate—, poco después de bre filosofía, pero «la atención de las minorías
que se inaugurara su «Biblioteca Pública». Una más preparadas del país», 12 estuvo atraída fun-
revisión de su nómina directiva en el período damentalmente por el prestigio de «El Salvador»
revela el nivel que, necesariamente, debieron y las ideas de Luz, y ello se explica por el senti-
tener sus veladas literarias, ya que ocuparon car- miento patriótico latente en sus enseñanzas, asi-
gos entonces, entre otros: Juan C. Zenea, la milado por los contemporáneos y resumido por
Avellaneda, Enrique Piñeyro, Domingo del Sanguily en frase elocuente: «Quiso serenar las
Monte y Portillo, Felipe Poey Suárez y Rome- conciencias, pero al cabo las perturbó», 13 pues
ro, Joaquín Lorenzo Luaces, José Fornaris y Lui- las condujo, «a esa intranquilidad de quienes ven,
sa Pérez de Zambrana. Suspendidas por el Go- al fin, el oprobio en que viven». 14 No por gusto
bierno las actividades de sus secciones —salvo el gobierno colonial ordenó en 1869 el cierre de

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 239

esta institución, la cual «concentró el interés de vista de La Habana, y La Piragua, entre otras.
la sociedad cubana, que contemplaba aquella casa Entre las piezas musicales publicadas en tales
como el símbolo del saber, de las aspiraciones cu- páginas, abundaron las danzas, valses, rigodones,
banas y del espíritu, en sus más altas realidades». 15 polkas, mazurcas; pero las composiciones edi-
En algunas ciudades del interior como tadas de mayor interés, en cuanto al panorama
Cienfuegos, Santa Clara y Puerto Príncipe, se general del período, son las contradanzas y, fun-
fundaron también durante estos años socieda- damentalmente, las canciones, en las cuales
des del tipo de las filarmónicas y liceos, y hasta —según Zoila Lapique— se aprecia en estos años
en las ciudades de los EE.UU. con mayor con- (y desde 1822) la evolución hacia un acentuado
centración de emigrados cubanos, éstos funda- criollismo. «La canción, a pesar de la persisten-
ron centros de promoción de nuestra cultura, cia de la línea melódica europea, comienza a
tales como el «Ateneo Cubano» (Nueva York, identificarse por cierta atmósfera criolla en su
1854), presidido por Miguel Teurbe Tolón, y el música […] y texto. Son las canciones amoro-
«Ateneo Democrático Cubano» (Nueva Or- sas que nos hablan de la belleza y la ternura de la
leáns, 1851). mujer cubana, de nuestros verdes campos y de
Si la labor de estas instituciones fue, por lo su cielo siempre tan azul. Ellas representaron
general, muy constante en lo literario, no me- —en plena colonia—, con esa temática y caden-
nos podría decirse de sus esfuerzos en pro del cia, una cubanía que se opuso como tal a todo lo
desarrollo musical, según se observa en las pá- peninsular.» 16 Este género, favorecido por sus
ginas periódicas que anunciaban a menudo el características propias, participó de la creciente
programa de estas actividades, entre las que cubanización de la poesía, y si reflejó primero
abundaban en tal sentido las clases prácticas y una tendencia criollista, al final del período los
los conciertos. Tertulias como las del «Liceo de textos acentuarían o incluirían la nota revolu-
Guanabacoa» y la de Azcárate, se distinguieron cionaria. Quizás por ello resultaron momentos
particularmente por la frecuencia de estos pro- culminantes del período la canción «La Bayame-
gramas y ese «estar al día» acerca de las últimas sa», de tema amoroso, escrita por Fornaris en
noticias del ámbito musical habanero. Y ello sin 1851, y el «Himno de Bayamo» —compuesta al
contar las tertulias especializadas en el género, final de estos años por Perucho Figueredo—, que
entre las cuales sobresale la de la casa de Onofre se cantaría por primera vez el 8 de noviembre
de Morejón y Arango, modesto compositor y de 1868, ya en los inicios del período siguiente
violoncelista, que reunía semanalmente en su ambas composiciones representativas del senti-
hogar a músicos cubanos, y extranjeros de visi- miento cubano en su momento, y arraigadas
ta en el país, con la asistencia regular, además, definitivamente en nuestra tradición patriótica.
de jóvenes aficionados que tenían en el anfitrión Semejantes razones señalan a Manuel Saumell
un guía generoso. Asimismo surgieron en di- (1817-1870) como el compositor más importan-
versos puntos de la Isla instituciones y páginas te de estos años, ya no por la calidad intrínseca
periódicas especializadas, como la «Academia de de sus piezas, de notables valores, sino —como
Música de San Fernando» (1846), fundada en apuntara Carpentier— porque
Puerto Príncipe, y los órganos El Sarao (1850),
Revista Musical (1856) —dirigida por el pianis- su obra fue la de un petit maître, pero sig-
ta cubano Pablo Desvernine—, Orfeón Haba- nifica mucho dentro de la historia de los
nero (1865) y Álbum Musical (1867), si bien nin- nacionalismos musicales de nuestro conti-
guno de éstos tuvo larga vida por la escasez de nente. Llena de hallazgos, esa obra trazó
suscriptores. Más constante fue la publicación por vez primera el perfil exacto de lo crio-
de música impresa en revistas no especializadas, llo, creando un clima peculiar, una atmós-
que accedían a un público mayor, entre las que fera melódica, harmónica, rítmica, que ha-
pueden citarse: El Prisma, El Colibrí, la Revista bría de perdurar en la reproducción de sus
Pintoresca del Faro Industrial, El Artista, la Re- continuadores […] Gracias a él se fijaron

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240 SEGUNDA ÉPOCA

y pulieron los elementos constitutivos de aparición del personaje Liborio, dibujado por
una cubanidad que estaban dispersos en el Víctor Patricio Landaluze y popularizado por
ambiente y no salían de las casas de baile las páginas reaccionarias de El Moro Muza. La
[…] Con la labor de deslinde realizada por repercusión nacional de Liborio trascendió el
Saumell, lo popular comenzó a alimentar propósito satírico de su creador, ya que el pue-
una especulación musical consciente. Se blo se vio identificado desde entonces en este
pasaba del mero instinto rítmico a la con- personaje y se apropió de él para utilizarlo hasta
ciencia de un estilo. Había nacido la idea los últimos años de la seudorrepública, como
del nacionalismo. 17 símbolo de cubanidad y vehículo para la crítica
política.
Idea que, por otra parte, tendrá una profunda No obstante todas estas tendencias signifi-
repercusión en el desarrollo teatral cubano, to- cativas que acentúan la caracterización del pe-
mando en cuenta la importancia de la música ríodo, la vida cultural entre 1844 y 1868 estuvo
dentro del género bufo, que nace en 1868 con determinada fundamentalmente por dos aspec-
nuevas apetencias y necesidades en este aspecto. tos: el desarrollo teatral —que partiera de 1834—
Las artes plásticas, en cambio, tendrían que y el auge de la prensa periódica, posibilitado por
esperar hasta finales de la guerra para que se las transformaciones de su tecnología.
observara un salto significativo en su carácter y En materia teatral el período aportó ganan-
proyección —lo que ocurrirá a partir de que el cias definitivas en el desarrollo del arte escénico,
pintor cubano Miguel Melero asuma la direc- en lo referente a la actualización de nuestros
ción de la prestigiosa «Escuela Nacional de Be- espectáculos y el afianzamiento de esta activi-
llas Artes de San Alejandro»—. Durante este dad en cuanto a su acondicionamiento técnico-
período el «estilo» oficial, promovido por la material y cultural. No obstante —como se ex-
prestigiosa escuela, siguió una línea europea de- plica en las páginas destinadas al tema—, éste
bido a que la dirección del centro se mantuvo fue, asimismo, un período de crisis en cuanto a
en manos extranjeras, aunque de renombre in- la evolución del arte dramático insular, princi-
ternacional.18 No obstante, a partir de 1859, y palmente habanero, obstaculizado, entre otros
durante la próxima década, se aprecia un tímido factores, por la competencia de connotadas com-
giro hacia los temas cubanos; el propio Francis- pañías foráneas y la férrea censura de las autori-
co Cisneros, al asumir la dirección de San Ale- dades coloniales.
jandro, se destacó en estos años por pintar per- Aún así hubo autores criollos de notoria fama,
sonalidades nacionales, tales como Félix Varela, como Bartolomé Crespo Borbón, Rafael Ote-
Luz y Caballero, Gaspar Betancourt Cisneros, ro, José Millán, Alfredo Torroella, y aquellos que
así como sus series de retratos de poetas y poe- constituyen las cimas —profundamente diver-
tisas criollos; y, por otra parte, en 1861 tuvo lu- gentes— de la dramaturgia nacional decimo-
gar la primera exposición de pintura cubana, nónica: Joaquín Lorenzo Luaces y Gertrudis
cuyos límites de selección eran reflejo de la ten- Gómez de Avellaneda. Si bien puede afirmarse
dencia creciente de exaltación de los valores na- que, durante estos años, la escena nacional —en
tivos. Asimismo, por estos años se observa el contraposición con otras manifestaciones artís-
propósito de extender el conocimiento de las ticas— marchó a la zaga de la búsqueda de la
artes plásticas hacia las provincias, como lo re- cubanidad, el análisis de los frecuentes enfrenta-
vela la fundación en Santiago de Cuba de una mientos del público y de la crítica criollos con
«Academia de Pintura» en 1859, y la inaugura- relación a obras y actores, y la persistencia de la
ción en Matanzas al año siguiente de la primera línea sainetera popular, indican un acercamien-
galería, en casa de José Manuel Ximeno, que to progresivo, aunque más lento y zigzagueante,
exhibía más de cien cuadros. a la caracterización cultural general del período,
Pero el hecho de mayor interés en el ámbito el cual finaliza, en el orden dramático, como una
de la plástica durante el presente período, fue la apertura hacia la afirmación de lo nativo, a tra-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 241

vés del surgimiento del género bufo. Si los re- res y la natural demanda creciente de las edito-
sultados obtenidos en este sentido constituye- riales. Algunos hombres de aquella época, como
ron, en línea general, promesas antes que logros Cirilo Villaverde y Ramón de Palma, supieron
concretos, esto no es índice de un proceso tea- ver en su momento la íntima relación que tu-
tral en la época ajeno a la evolución de la con- vieron estos cambios con la llamada «época del
ciencia nacional, sino un nivel disparejo de de- mal gusto», juicio con el que coincide Ambrosio
sarrollo. Fornet ya en nuestros días. Ello explica la ex-
En atención al movimiento teatral de enton- plosión de periódicos que caracteriza estos años,
ces, tuvo un lugar distinguido la ciudad de Ma- más de 250 según noticias: si en 1840 —como
tanzas, conocida a partir de estos años como «la observa Trelles— había en la Isla ocho periódi-
Atenas de Cuba», pues devino centro de reunión cos, en 1857, por ejemplo, año de crisis econó-
de escritores, músicos, científicos y actores cu- mica, existían cuarenta, y proporción semejante
banos y extranjeros. Factores básicos en tal de- se observa en las cifras de libros publicados en
sarrollo fueron el establecimiento de la comu- ambas etapas.
nicación diaria La Habana-Matanzas, a través del Tan importante como este aumento cuanti-
ferrocarril —empresa en la que tuvieron decisi- tativo fue para el periodismo cubano el notable
va participación figuras de la intelectualidad avance en la calidad formal de las publicaciones,
matancera que tenían inversiones en este ramo—, que incrementan la inclusión de litografías, gra-
y, asimismo, el suceso que constituyó la instala- bados, figurines, música, y que continúan desa-
ción en 1860 de la primera línea telegráfica en- rrollando, asimismo, el arte tipográfico, al pun-
tre las dos ciudades, a la que seguirían otras to que es en estos años que se difunde el uso del
muchas hasta culminar en 1867 con el cable sub- caligrama para la sección poética, tanto en La
marino La Habana-Cayo Hueso, acontecimien- Habana como en provincias, aunque este sólo
to que se puso de moda entre los temas de la se generalizó para el espacio de los anuncios
literatura insular. comerciales.
Todas las facetas de la vida cultural —y de la En este aspecto de la alta calidad, fue la Re-
sociedad en general— fueron reflejadas con mi- vista de La Habana (1853-1857), dirigida por
nuciosidad por las páginas periódicas; si algún Rafael María de Mendive y José de Jesús
aspecto, en el período 1844-1868, fue tratado Quintiliano García, la más representativa por su
con cautela o, incluso, silenciado, fue el proble- lujo editorial, tanto como por el nivel literario
ma de la esclavitud, que tras la desmedida re- de sus textos, lo que la colocó en la cima de las
presión del Proceso de la Escalera, se convirtió, páginas periódicas decimonónicas, al punto de
para muchos publicistas, en un tabú periodísti- que hoy se le conoce como «el monstruo edito-
co; sin contar la estricta vigilancia del Gobierno rial del siglo XIX». Sin embargo, mantener la ri-
sobre este y otros aspectos, expresada mediante queza de la edición, a pesar del bajo número de
la censura. suscriptores, era una tarea incosteable como
En relación con las publicaciones periódicas, empresa individual, y esto determinó en la ma-
el período se caracteriza por el perfeccionamien- yoría de los casos la reducción formal o el fin de
to técnico de los medios y métodos de impre- las publicaciones, como sucedió a la propia Re-
sión iniciado en torno a 1830, y generalizado a vista de La Habana —que antes de desaparecer,
partir de la quinta década del siglo. Tal transfor- ahogada por la crisis económica de ese año, eli-
mación tecnológica de los talleres, donde se sus- minó de sus páginas todos aquellos retratos, gra-
tituyeron las antiguas prensas por las mecánicas bados, modas, litografías, música, que antes la
y de vapor, redujo en mucho el tiempo de pro- habían distinguido—, y también a la Revista
ducción, y, por consiguiente, abarató el proceso Habanera (1861-1863), dirigida por Juan Cle-
editorial de forma extraordinaria, lo que influ- mente Zenea y Enrique Piñeyro, quienes ex-
yó, por tanto, en la reducción cualitativa de lo presaron al respecto de sus cambios de for-
publicado, por la mayor eficiencia de los talle- mato:

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242 SEGUNDA ÉPOCA

Los que nos tratan íntimamente y los que de marcado carácter político, como El Siglo
leen nuestras humildes obras, saben que (1862-1868) y La Aurora (1865-1868). No debe
hemos acometido esta enojosísima tarea confundirse esta defensa de los derechos feme-
por servir al país y a las letras, con el auxi- ninos con las posteriores demandas de igualdad
lio de entendidos escritores […] y si el económica, laboral y política; los más progre-
público nos ayudase extenderíamos esta sistas del período en este sentido sólo reclama-
publicación todo cuanto fuese posible, pues ban el derecho de la mujer a una instrucción ele-
las obras de esta clase no son mejores por- vada con vistas a que ésta pudiese desempeñar
que se paga muy mal entre nosotros todo mejor su papel de madre, esposa y ama del ho-
producto intelectual y harto hacen los que gar, aunque el período cerraría con una deman-
escriben algo donde se lee poco. 19 da superior acerca de la incorporación de la mujer
a determinadas labores industriales «adecuadas
Probablemente uno de los sectores más esta- a su sexo», reclamo que se haría realidad sólo
bles —si no el más— del público lector, era el después de la guerra, en la industria tabacalera.
llamado del «bello sexo», mujeres de la clase alta
y media para quienes, como afirma Fornet, las En este período, a partir de 1851, cuando
revistas literarias eran «parte integrante de su se inicia […] la tercera etapa del periodis-
toilette».20 Es significativo el número de pági- mo cubano, marcada por la profundización
nas expresamente dedicadas a aquéllas, entre las de las divergencias político-ideológicas
que deben citarse, por su dignidad literaria, las entre cubanos y españoles; divergencias
habaneras: El Colibrí (1847-1848), El Iris (1850- que se manifiestan tanto en la prensa na-
1851), Folletín Filarmónico de Modas del Faro cional como en la que publican los cuba-
Industrial (1851-id.), El Almendares (1852- nos en el extranjero, fundamentalmente
1853), No Me Olvides (1854-id.), Floresta Cu- Estados Unidos. 21
bana (1855-1856), La Civilización (1857-id.) y
sobre todo, el Álbum Cubano de lo Bueno y lo Después de su reaparición periodística en
Bello (1860-id.), revista dirigida, y redactada en 1841, el tema político llega a ser, avanzado el
gran parte, por Gertrudis Gómez de Avellaneda, presente período, un elemento caracterizador de
quien dedicó frecuentes espacios a cuestiones determinadas publicaciones, tales como el Faro
de interés para la mujer en materia de instruc- Industrial de La Habana (1841-1851), suspen-
ción y moral, aparte del lugar preferente que dido por el Gobierno por su constante defensa
ocupó la literatura en esta revista, la cual contó de los intereses cubanos; El País (1868-id.), de
con la colaboración de los principales escritores ideas reformistas, cuya labor en la difusión lite-
cubanos de la época, así como dio abundante raria fue notable a pesar de su breve vida, y El
cabida a textos de autores extranjeros, funda- Siglo —antes mencionado—, también vocero del
mentalmente españoles. El hecho de estar dedi- reformismo criollo, que se considera, por su efi-
cadas a las «damas», determinaba la importancia cacia, uno de los mejores órganos políticos del
que, en estas páginas, poseían ciertas secciones, XIX, por lo que fue tomado como modelo para
como las de poesía, epigramas, música, modas el desarrollo posterior de la prensa autonomis-
europeas, y todo aquello que pudiese constituir ta. Por la importancia de sus textos y su paulati-
un elemento de distinción y actualidad, para esa na politización, Medardo Vitier lo señaló como
lectora destinada a ser adorno de los salones. No ejemplo de «madurez periodística, en que lo
obstante, las publicaciones dirigidas a un públi- político, la etapa de combate, aparece después
co más amplio incluyeron también tales espa- de una paciente, benemérita obra educativa». 22
cios, y ofrecían artículos acerca de la moral y las Es indispensable mencionar en este grupo el
costumbres femeninas. Incluso, las ideas más periódico La Voz del Pueblo Cubano (La Haba-
avanzadas sobre la igualdad social de la mujer, na, 1852), representativo del pensamiento
no aparecieron sino en publicaciones habaneras independentista, del que sólo pudieron publi-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 243

carse, a espaldas del Gobierno, tres números. Su Avellaneda, y sus principales redactores fueron
editor, Eduardo Facciolo, pagó con su vida es- conocidos prosistas y poetas criollos: Teurbe
tas ediciones con las que se inició la honrosa tra- Tolón, Villaverde, El Lugareño, Santacilia, Pal-
dición de nuestra prensa clandestina revolucio- ma. Otras publicaciones anexionistas fueron El
naria. Cubano (Nueva York, 1852-1854), que publi-
Entre las páginas defensoras de los intereses caba regularmente discursos, poesías, narracio-
reaccionarios deben citarse, por la importancia nes —entre las que apareció la novela Lola Gua-
de su proyección literaria y cultural, el habane- ra, de Teurbe Tolón, fundador de estas páginas.
ro Diario de la Marina, surgido en 1844 y cuya La declaración de sus objetivos: «difundir por
existencia alcanza la sexta década del actual si- toda Cuba y Puerto Rico los principios y opi-
glo; El Fanal (1844-1883?), de Puerto Príncipe, niones que tienden a su Revolución de indepen-
órgano del cabildo de la localidad, y, sobre todo, dencia como único medio de salvarla de los pe-
La Prensa (1841-1870), la cual, no obstante su ligros que la cercan»,24 indica la sinceridad de
definición españolizante, constituye hoy testi- algunos de estos confundidos anexionistas; El
monio de primer orden para conocer la vida cul- Filibustero (Nueva York, 1853-1854), que a me-
tural de La Habana en esos años, por las asiduas nudo hizo propaganda independentista, y entre
colaboraciones de intelectuales criollos, y por cuyos colaboradores principales figuran Juan
el interés que pusieron sus editores en la diaria Clemente Zenea, Leopoldo Turla y Pedro A.
actualización de sus secciones. Un estudio acu- Castellón; El Cometa (Nueva York, 1855-id.),
cioso de estos órganos anticubanos, podría arro- fundado, dirigido y redactado por Teurbe Tolón;
jar, sin embargo, datos más heterogéneos desde El Eco de Cuba (Nueva York, 1855-1856), que
el punto de vista político, quizás hasta contra- incluyó periódicamente trabajos literarios. Debe
dictorios, tomando en cuenta la lista de colabo- destacarse la actividad que en este sentido lleva-
radores. Índice de ello podría ser, por ejemplo, ron a cabo algunas figuras como Teurbe Tolón
la publicación de un poema de José Pasán en —que ocupa uno de los principales lugares, si
1845, en el Diario de la Marina,23 en pleno auge no el primero, dentro del periodismo de los
de la represión colonial, que constituye un can- emigrados cubanos de la época, pues aparece
to inequívoco a la libertad de Cuba y al rol del prácticamente en todas estas publicaciones como
poeta en servicio de su país natal; composición redactor, colaborador, e inclusive como funda-
que no muchos editores se hubieran atrevido en- dor— 25 y otros, entre los que sobresalieron
tonces a imprimir. Cirilo Villaverde, Enrique Piñeyro, Juan C.
La prensa cubana publicada en el extranjero Zenea y demás poetas de El laúd del desterrado.
—fundamentalmente en los EE.UU., donde ra- En respuesta a la prensa anexionista e
dicaba el mayor núcleo de emigrados—, mues- independentista, los defensores de España pu-
tra en estos años semejante división política blicaron también sus páginas fuera de Cuba, a la
(páginas anexionistas, independentistas, españo- manera de La Crónica (Nueva York, 1848-1855),
lizantes), en tanto reflejó el partidismo de sus y aun hubo órganos de objetivos más limitados,
editores. Pero de todas estas páginas, las más tales como El Mulato (Nueva York, 1850-1854),
abundantes y destacadas como órganos de difu- de proyección abolicionista y perfil político, li-
sión de la cultura y el pensamiento cubanos, fue- terario y de costumbres.
ron las anexionistas, en las que a veces aparecie- Durante este período hubo en Cuba publica-
ron entretejidas ideas de un patriotismo honesto, ciones de diverso tipo —sobre política, ciencias
rayano en el independentismo. La Verdad (Nue- naturales, medicina, comercio, música, teatro,
va York, 1848-1853), es el órgano que da inicio humorísticas—, según la tendencia predominan-
en los Estados Unidos a la prensa anexionista te en sus secciones. Pero por lo común muchos
cubana, y si bien no fue una publicación de defi- de esos elementos convergían en una misma
nido carácter literario, editó trabajos de figuras publicación, fundamentalmente en las revistas
muy prestigiosas de nuestras letras, como la —de mayor diversidad temática—, que tuvie-

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244 SEGUNDA ÉPOCA

ron el peso principal dentro de la prensa perió- publicaciones periódicas que había en 1856, por
dica de entonces. Aquéllas que alcanzaron entre ejemplo, dieciséis eran de provincia, y semejan-
sus contemporáneos mayor crédito o populari- tes datos se observan en cuanto a las ediciones
dad, llevaron a cabo en primer término una sos- de poesía. Por ello, deben sumarse en la lista de
tenida labor de difusión literaria y contaron con las páginas destacadas del período: La Aurora
la colaboración de los principales escritores del de Matanzas (1828-1857), el mejor órgano pe-
país. Es necesario mencionar en este grupo las riodístico de la Isla hasta 1853, y el principal de
páginas habaneras de Flores del Siglo (1846-1847, la provincia; el Liceo de Santa Clara (1867-1869,
1852-id.), a cargo de Mendive y José Gonzalo 1887-?), órgano de tal institución, y el Eco de
Roldán; Flores de las Antillas (1851-1852), diri- Villa Clara (1849-1856), cuyos antecedentes se
gida en sucesivas épocas por José Socorro de remontan a 1831; La Abeja (Trinidad, 1856-?);
León y Rafael Otero, revista que se considera la El Céfiro (Puerto Príncipe, 1866-1868), dirigi-
iniciadora de la «reacción del buen gusto» en la do —dato infrecuente— por mujeres; 27 y, en
poesía criolla; Brisas de Cuba (1855-1856), re- Santiago de Cuba, El Orden (1850-1854), que
dactada por estudiantes de la Universidad, pero apareció a partir de ese año como El Diario Re-
que contó con la firma de los mejores escritores dactor, al fusionarse con El Redactor, de la pro-
cubanos del momento; La Piragua (1856-1857), pia localidad, y Murmuríos del Cauto (1862-?).
continuadora de la Floresta Cubana y dirigida En el último lustro del presente período ocu-
por Fornaris y Luaces, órgano «oficial» de los rre un hecho de capital importancia para el pe-
nativistas, pero cuya proyección literaria rebasó riodismo cubano: el nacimiento en La Habana
ampliamente estos límites; El Kaleidoscopio de la prensa obrera, con La Aurora (1865)
(1859-id.), a cargo de Ramón Zambrana, quien —antes mencionada—, órgano de tendencia re-
realizó —posiblemente por la influencia de Luisa formista dedicado a los artesanos, fundamental-
Pérez, su esposa— una interesante labor de di- mente a los tabaqueros, quienes serían los pri-
vulgación de las poetisas cubanas, sobre todo meros del país en agruparse en un auténtico
orientales, hasta esos momentos desconocidas; gremio obrero —la «Asociación de Tabaqueros
Cuba Literaria (1861-1863), cuya brillante nó- de La Habana» (1866). Los redactores y cola-
mina de colaboradores indica el nivel de sus tex- boradores de La Aurora —dirigida por el astu-
tos; y la Revista del Pueblo (1865-1866), dirigi- riano Saturnino Martínez y el cubano Manuel
da primero por los esposos Zambrana, y en su Sellén— realizaron desde sus páginas una tenaz
segunda época por Piñeyro; además de las re- defensa de los intereses de las clases humildes,
vistas ya citadas, entre las que se hallan las prin- al denunciar los atropellos cometidos en su con-
cipales del período en cuanto a trascendencia li- tra, y rebatir con pasión y de forma sistemática
teraria y cultural: la Revista de La Habana, el las opiniones hostiles de «El Cetáceo del Apos-
Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello y la Re- tadero», nombre que le daban al Diario de la Ma-
vista Habanera.26 Esta última se distinguió por rina, portavoz de los industriales tabacaleros más
sus trabajos de críticas literarias y por su labor reaccionarios. No es de extrañar, por ello, que
de divulgación de los autores nórdicos, quienes en sus páginas literarias —que contaron con la
habían sido hasta entonces prácticamente des- firma de escritores criollos renombrados
conocidos en Cuba. Aunque ésta no fue la ver- (Luaces, Fornaris, Torroella, Azcárate, los her-
dadera época de los suplementos literarios, no manos Sellén, entre otros)— apareciese la que
puede dejar de apuntarse que es ahora cuando hoy «se considera la primera composición poé-
nace la primera publicación de este tipo: la Re- tica de carácter social»: 28 «Marquistas y Vegue-
vista Pintoresca del Faro Industrial (1847), si bien ros», de Joaquín Lorenzo Luaces, pues su obje-
no tuvo aún un carácter específicamente literario. tivo responde a los intereses económicos de
Por estos años, las provincias alcanzaron los estos últimos.
primeros planos editoriales, favorecidas por el En el mismo sentido se ha afirmado también
desarrollo de las comunicaciones. De treinta que La Aurora contó entre sus redactores con la

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 245

primera mujer que abogó en Cuba por los dere- sector proletario específico—, constituye un
chos obreros: Ramona Pizarro, dato que —de suceso relevante en la evolución de la prensa
confirmarse la aseveración de Rivero Muñiz— epocal.
vendría a completar la participación femenina Como rasgo común a todas las publicaciones
en el proceso ideológico y literario de estos años. mencionadas, debe destacarse su interés central
La tarea de mayor trascendencia cultural y en la marcha de la problemática socio-política y
socio-política que emprendió esta publicación, de la cultura cubana contemporánea —literatu-
fue su lucha por el establecimiento generaliza- ra, teatro, música, pensamiento, historia—, vis-
do de la lectura en los talleres tabacaleros, du- tas ya como materia de sus secciones, ya como
rante la jornada laboral, régimen al que se opu- objeto de la crítica o de la lucha ideológica pre-
so sistemáticamente el Diario de la Marina, y sente en tantas de estas páginas; motivo que ex-
que fue prohibido en varias ocasiones por el plica la agudización de la censura colonial sobre
Gobierno colonial, bajo sospecha de ser órganos y editores, cuya cubanía era tomada
vehículo de propaganda subversiva. Este siste- como signo de desacato al Gobierno. Por ello,
ma de lecturas contribuiría en gran medida a la la prensa periódica del período 1844-1868 fue el
educación clasista de ese sector obrero contra mejor reflejo de aquellos años: imagen múltiple
sus explotadores en los últimos años del XIX y, y contradictoria como la propia realidad, y cóm-
principalmente, durante la posterior época plice de ella; la que constituyó una manera otra
seudorrepublicana. —la más importante en tanto convergencia de
Antes de finalizar el período hubo aún en La las anteriores— de esa búsqueda progresiva de
Habana otro periódico obrero, El Artesano nuestra nacionalidad patriótica, que domina y
(1866), pero ni por sus textos —dedicados ex- define el período previo a la Guerra de los Diez
clusivamente a las cuestiones laborales—, ni por Años.
sus ideas —que no reflejaron el desarrollo de un

NOTAS
(CAPÍTULO 2.8)

1
José Fornaris y Joaquín Lorenzo Luaces: Cuba poé- Imprenta de Quirós y Estrada, Matanzas, 1913,
tica. Colección escogida de las composiciones en ver- tomo IV.
so de los poetas cubanos desde Zequeira hasta nues-
tros días. Imprenta de la viuda de Barcina, La
5
Ambrosio Fornet: «Criollismo, cubanía y produc-
Habana, 1861. ción editorial (1855-1885)», en Santiago. Santiago
de Cuba, (17): 109, marzo, 1975.
2
Rafael María de Mendive y José de J. Quintiliano
García: América poética. Imprenta del Mercurio,
6
Instituto de Literatura y Lingüística: Perfil histórico
Valparaíso, 1846. de las letras cubanas desde los orígenes hasta 1889.
Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana,
3
Domitila García de Coronado: Álbum poético de es- 1983, p. 291: «[…] además de cantos, bailes y otras
critoras y poetisas cubanas, escrito en 1868 para la diversiones incluía la ocasional improvisación de
Señora Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda por décimas y escenas dramáticas […]».
[…]. Reproducción de la tercera edición dedicada a
la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Natura- 7
Antonio Zambrana: El negro Francisco. Pról. de Sal-
les, y a la Sociedad Económica de Amigos del País, vador Bueno. Editorial Letras Cubanas, La Haba-
comenzada en 1914. Imprenta de «El Fígaro», Ha- na, 1979, p. 66.
bana, 1926. 8
Rafael Azcárate: Nicolás Azcárate, el reformista. Edi-
4
Carlos M. Trelles: Bibliografía cubana del siglo XIX. torial Trópico, La Habana, 1939.

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246 SEGUNDA ÉPOCA

9
Durante este período la institución tuvo diversos to de Literatura y Lingüística: Editorial Letras Cu-
nombres, entre ellos: «Sociedad Económica de La banas, Ciudad de La Habana, 1980, tomo II, p. 884),
Habana» (1843-1845), «Reales Junta de Fomento y ver ficha de Revista Habanera.
Sociedad Económica de La Habana» (1849-1850),
«Real Sociedad Económica» (1864-1866).
20
Ambrosio Fornet: «Literatura y mercado en la Cuba
colonial 1830-1860», en Casa de las Américas. La
10
Sería en sus salones donde el público cubano escu- Habana, 14 (84): 46, mayo-junio, 1974.
charía por primera vez la oratoria martiana, el 28 de 21
Cita en Diccionario de la literatura cubana (ob. cit.,
febrero de 1879, en la velada en honor del poeta tomo II, p. 745), ver ficha de Periodismo.
Torroella.
22
Medardo Vitier: ob. cit., p. 149.
11
Medardo Vitier: Las ideas y la filosofía en Cuba en el
siglo XIX. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 23
José Pasán: «A Floralbo», en Diario de la Marina.
1979, p. 401. La Habana, dic. 12, 1845.
12
Ob. cit., p. 407. 24
Instituto de Literatura y Lingüística: ed. cit. (1980),
tomo II, ver ficha de El Cubano.
13
Ob. cit., p. 217.
25
Además de los ya mencionados, fundó también El
14
Ibíd. Papagayo y El Horizonte, ambas de la misma década
15
Ibíd. del cincuenta.
16
Zoila Lapique: Música colonial cubana, en las publi-
26
Otras publicaciones de cierto relieve en el período
caciones periódicas cubanas. Editorial Letras Cuba- fueron: el Diario de Avisos, El Prisma, la Abeja Cien-
nas, Ciudad de La Habana, 1979, p. 34. tífica, Artística y Literaria, Las Flores de las Antillas,
Cesto de Flores, El Rocío, etc.
17
Alejo Carpentier, en Zoila Lapique: ob. cit., p. 43. 27
La dirección estuvo a cargo de Domitila García de
18
Fueron directores en el período: Leclerc, francés Coronado y Sofía Estévez, cultivadoras del género
(1843-1850), Mialhe, italiano (1850-1852), Augus- lírico.
to Ferrán, catalán (1852-1858), y Francisco
Cisneros, salvadoreño, quien dirigió la escuela des-
28
José Rivero Muñiz: «Los orígenes de la prensa obrera
de 1859. en Cuba», en Revista de la Biblioteca Nacional José
Martí. Tercera época, 2 (1-4): 71, enero-diciembre,
19
Cita en Diccionario de la literatura cubana (Institu- 1960.

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2.9 LA OBRA LITERARIA DE GERTRUDIS GÓMEZ
DE AVELLANEDA

2.9.1 Noticias sobre su vida y personalidad. critas a lo largo de su inquieta adolescencia y


Su obra lírica primera juventud, 3 no existe mejor prueba que
este hermoso soneto de indudable perfección
Una vez más en el desarrollo de nuestra compositiva, con el que Tula expresa su dolor
historiografía literaria, el estudio de la obra de por la partida del país natal:
Gertrudis Gómez de Avellaneda (Puerto Prín-
cipe 1814-Madrid 1873) constituye capítulo ¡Perla del mar! ¡estrella de occidente!
aparte en la consideración del proceso de la lite- ¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
ratura romántica cubana. A través de siglo y La noche cubre con su opaco velo,
medio, los críticos —movidos por las más Como cubre el dolor mi triste frente.
opuestas razones estéticas y aun ideológicas— ¡Voy a partir!… La chusma diligente,
han insistido en la singularidad del «caso Para arrancarme del nativo suelo
Avellaneda», por lo cual la delimitación al res- Las velas iza, y pronta a su desvelo
pecto continúa siendo necesaria materia de aná- La brisa acude de tu zona ardiente.
lisis. Sin embargo —y en adelanto de lo que se
determinará posteriormente tras el examen de ¡Adiós, patria feliz! ¡Edén querido!
su obra literaria— es importante señalar que ésta Doquier que el hado en su furor me impela,
enriquece de manera formidable el acervo de las Tu dulce nombre halagará mi oído.
letras cubanas decimonónicas, tanto por su ca- ¡Adiós!… Ya cruje la turgente vela…
lidad y extensión, como por su tan controverti- El ancla se alza… El buque, estremecido,
da desemejanza, y que, por ello, su estudio no Las olas corta y silencioso vuela.
enturbia ni sobra en la imagen de nuestra litera-
tura epocal, antes bien la completa, la afina. En la estructura bimembre claramente
La crítica —y la propia autora— ha conside- distinguible, el sentimiento se expresa en la or-
rado 1836 el año de su nacimiento literario, fe- ganización de pares antitéticos a los cuales co-
cha en que la Avellaneda —Tula para sus ínti- rresponden, por Cuba, los epítetos elogiosos
mos— compone su poema «Al partir» con —Perla del mar, Estrella de occidente, edén que-
motivo de su marcha hacia España junto a su rido—, los adjetivos —hermosa, brillante, feliz,
familia, aunque sus primeras publicaciones da- dulce—, los indicios afectivos —arrancarme,
tan de 1838.1 Mucho antes (en 1823) refiere la halagará—. Mientras que a sus opuestos (el mar,
autora 2 haber compuesto sus primeros versos, el suelo extranjero), que significan la partida,
conmovida por la muerte de su padre, pero de corresponden todos los signos negativos —opa-
las numerosas composiciones probablemente es- co, dolor, triste, furor, silencioso. A pesar de su

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248 SEGUNDA ÉPOCA

fuerte carácter adjetival puede afirmarse que este con una alma de poeta
poema se distingue por la síntesis expresiva y un corazón de mujer.
descriptiva que Tula logró sólo en sus mejores Por eso del padecer
versos —que no son siempre los más famosos—, agotó la copa amarga
pues cada estrofa agrega un nuevo elemento y y no fue su vida larga
no hay una insistencia ociosa o retórica de la que en florida juventud
emoción, sino por el contrario, un admirable depuso en este ataúd
equilibrio lírico. Ya es dueña la escritora de un de la existencia la carga
estilo elegante cuyos rasgos perdurarán, en esen-
cia, a través de toda su poesía, no obstante la En el estudio de su poesía pueden señalarse
asimilación de otros caracteres formales e ideo- dos etapas de acuerdo con su actividad dentro
temáticos que se reflejarán en composiciones del género: una primera de 1836 a 1850, con
posteriores. énfasis particular entre 1840 y 1841 según se
Al radicarse en Sevilla, pronto su fama, que apuntó, y una etapa de muy menor creatividad
crece a la par de sus publicaciones, se extiende a entre 1857 y 1869. La primera, a la cual corres-
Cádiz y Granada, hasta que en 1840 triunfa en ponden sus composiciones más importantes y
Madrid, donde es acogida por el alto círculo inte- sus imitaciones y traducciones de la poesía fran-
lectual del Ateneo con entusiasmo y curiosidad cesa realizadas con gran acierto, finaliza con la
no exenta de malicia. 4 De 1839 a 1841 la segunda edición de sus Poesías, en cuyo prefa-
Avellaneda vive un auténtico delirio romántico: cio la autora, movida por profundos padecimien-
son los años de la apasionada relación con Igna- tos morales,6 expresa que abandonará defini-
cio de Cepeda, su gran ídolo y peor amante, y es tivamente el género lírico «que no vibra
también la época en que conoce a las principales agradablemente sino en manos de la juventud,
figuras de la sociedad y las letras madrileñas, con al soplo poderoso de las pasiones ardientes». 7
algunas de las cuales —Juan Nicasio Gallego, Sin embargo en 1857, inspirada por la muer-
Manuel J. Quintana— mantuvo gran amistad te de su maestro y amigo Quintana, vuelve la
durante toda su vida. Esta intensa actividad, tan- Avellaneda a publicar nuevos versos y, con vis-
to social como íntima, se refleja en su produc- tas a la edición de sus obras completas, se dedi-
ción poética fundamentalmente: de 1840 a 1841 ca asimismo a realizar cambios de diversa sig-
la Avellaneda escribe treinta y tres de los cua- nificación en sus poemas anteriores, que
renta y cinco poemas que aparecen en la prime- incorporará al tomo de 1869. En esta segunda
ra edición de su obra —Poesías, 1841— que se etapa su regreso y la estancia en Cuba entre 1859
ha considerado como la más importante para la y 1864 parece conferirle un nuevo aliento, una
determinación de su perfil lírico. Ya por enton- cálida esperanza a su poesía, como reflejo del
ces, y a pesar de su juventud y de los aires que gozo sincero de la escritora por el encuentro con
corrían de «libre inspiración», muestra una exi- su país y el elevado homenaje de sus compatrio-
gente voluntad estilística, un rigor autocrítico tas, que culminara en su coronación en el Liceo
que nunca desmayaría y que constituye el vínculo de La Habana (1860). Su poema del mismo año
permanente entre su estilo y el gusto de la épo- «A las cubanas», posee la frescura emotiva y la
ca que ella tuvo siempre en alta consideración, agilidad de sus mejores versos:
al punto de sacrificarle hermosos registros poé-
ticos como el de su canción «A la cuna», por Respiro entre vosotras, ¡oh, hermanas mías!
ejemplo, que excluyera de sus publicaciones y Pasados de la ausencia los largos días,
que en nada recuerda la grandilocuencia de su Y al blando aliento
obra, 5 como se aprecia en el epitafio de la misma: De vuestro amor el alma revivir siento.
…………………………………………
Del cielo tuvo al nacer Pero estos acentos no son más que brotes es-
la que aquí descansa quieta, pontáneos y, lamentablemente, fugaces; las no-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 249

tas más altas de su lira habían pasado y la estan- político quede a la zaga de sus compatriotas,
cia en Cuba, por breve y tensa, 8 no podía signi- quienes ya por entonces combatían en la guerra
ficar un cambio profundo en su intimidad ni, independentista.
por ende, en su universo poético tan estrecha- En el orden creativo el fruto principal de su
mente relacionado con aquélla. estancia en Cuba fue la revista Álbum Cubano
No obstante alguna huella debió quedar, si de lo Bueno y lo Bello (La Habana, 1860), que,
no en su estilo, sí en sus ideas con respecto a la no obstante su corta vida, 9 se considera uno de
situación cubana, ya que en los años posteriores los esfuerzos más útiles en la renovación del
a su regreso a España se observa una evolución gusto literario nacional efectuados por esos años.
de su pensamiento político —aludida de mal En sus páginas colaboraron los mejores autores
grado por el reaccionario Cotarelo— que se re- cubanos del momento así como se publicaron
vela a través de los cambios efectuados por la numerosos trabajos de la literatura española con-
poetisa en su poema de 1843 dedicado «A su temporánea. Pero el aspecto que hace singular
majestad la Reina Doña Isabel Segunda», cuya esta revista y que revela el perfil ideoestético de
última estrofa expresaba originalmente: la Avellaneda durante esta etapa es su persisten-
te labor en defensa de los derechos femeninos,
¡Salud, regia beldad! ¡virgen divina! motivo que se reitera a lo largo de su vida y su
A magnánime frente obra y que explica frases y actitudes suyas que
a tu planta inocente han dado pie a malentendidos y críticas.
La nación fiera de Pelayo inclina: Sin recurrir a una rígida clasificación de su
Y allá en el Occidente poesía, se observa que ésta abarca entre sus te-
La Perla de los mares mejicanos, mas más frecuentes la poética, lo divino, lo eró-
Al escuchar de nuestro aplauso el grito tico, lo filosófico, el paisaje, además de compo-
Entre el hervor de sus inquietas olas, siciones de ocasión y otras sobre grandes figuras
En las alas del viento de las letras y de la historia mundial. Una revi-
Con eco fiel devolverá el acento sión de sus versos tradicionalmente antologados
Que atruena ya las playas españolas. nos ofrece, con excepción de su poema «Al par-
tir», la imagen de su gusto lírico epocal cuyos
Estrofa que fue sustituida para la edición de 1869 tonos, estructuras, léxico y hasta motivos han
por estos nuevos versos: caducado, y en relación con esto la poesía de la
Avellaneda, a pesar de su excepcional maestría
¡Salud, joven real! Mientras su frente técnica, no se distingue hoy de la de otros tan-
A tu planta inocente tos poetas románticos menores cuya obra ape-
Esta patria del Cid gozosa inclina, nas se recuerda o que —mucho peor— han pa-
Recuerda que en los mares de occidente sado a la historia literaria censurados como la
—Enamorando al sol que la ilumina— «legión del mal gusto». 10
Tienes de tu corona La crítica actual, ante el evidente envejeci-
La perla más valiosa y peregrina; miento de su poesía, le ha señalado ciertos de-
Que allá, olvidada en su distante zona, fectos que constituyen las principales causas de
Do libre ambiente a respirar no alcanza, ello, tales como: la escasa originalidad de su
Con ansia aguarda que la lleve el viento epítesis y metáforas que no rebasan los límites
—De nuestro aplauso en el gozoso acento— convencionales,11 su incapacidad para sentir la
La que hoy nos luce espléndida esperanza. naturaleza, cuyas descripciones denotan una
consideración en abstracto, hueca, común, que
Cambio que acusa una actitud más altanera para no es más que la imagen literaturizada del paisa-
con la anterior reina, más acorde con su condi- je,12 y la oquedad formal o vacío perceptivo de
ción de escritora cubana, aunque, como siem- la realidad cuya evidencia al nivel del poema es
pre, esa expresión de su nuevo autonomismo el verbalismo, la retórica grandilocuente.13 A

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250 SEGUNDA ÉPOCA

estos rasgos podría añadirse el abuso de la in- ………………………………


versión sujeto-verbo que resta naturalidad al
¡Vive dichoso tú! Si en algún día
período poético, el empleo de un léxico manido
Ves este adiós que te dirijo eterno,
y la monotonía de acentos, temas, giros
sabe que aún tienes en el alma mía
idiomáticos que se repiten excesivamente. Qui-
Generoso perdón, cariño tierno.
zás la línea de su poesía que más se resiente de
estos rasgos del primer romanticismo sea la re-
Es la misma escritora vehemente y espontánea
ligiosa, para la cual ella, no obstante los elogios
de las cartas la que confiesa aquí su frustración
de la crítica decimonónica, no poseía auténtico
amorosa, su generosidad para con el amante in-
estro. Dentro de nuestra lírica femenina, mu-
grato. Resulta interesante el hecho de que la
cho más emotivas en tanto espontáneas y des-
Avellaneda haya respetado celosamente la for-
nudas son las composiciones religiosas de Luisa
ma inicial de este poema en medio de los nume-
y Julia Pérez, menos admiradas entonces. En el
rosos arreglos de toda índole realizados después
Devocionario de la Avellaneda publicado en
a las composiciones de esa etapa. Sin dudas su
1867, 14 así como en los versos de igual tema
rigor autocrítico no desconoció la excelencia de
que incluyó en sus poemarios, la hondura del
estos versos escritos en la franca revelación de
sentimiento religioso se debilita por la excesiva
su dolor. Mas el mérito superior de su poesía
retórica al uso y por la desproporción entre las
está en su riqueza métrico-rítmica, superior a la
pretensiones de la autora, quien quiere acceder
de todos sus contemporáneos cubanos o espa-
a un gran nivel teológico, y su conocimiento li-
ñoles; allí fue genuinamente romántica, verda-
mitado en este sentido. Su poema «A Dios» o
deramente creadora, y, como tal, trasciende su
su famoso «Canto a la cruz» así lo demuestran.
época y se coloca entre las figuras relevantes de
Sin embargo, en ocasiones cuando la autora des-
nuestro parnaso. En la renovación de los viejos
poja su voz de la utilería convencional, logra una
metros castellanos y la invención de otros16 la
expresión devota sincera, como en «Las siete pa-
Avellaneda demostró talento, cultura y sensibi-
labras y María al pie de la cruz», que todavía se
lidad para la euritmia poética y, lo que es más
lee con placer. El estudio de su poesía exige un
importante, se insertó en la evolución de la poe-
reordenamiento según el gusto actual que des-
sía cubana e hispanoamericana que culminaría
taque aquellas composiciones donde esta obra
en las innovaciones métricas del modernismo.
conserva su frescura. Son virtudes permanentes
Como expresara Regino Boti, «fue una metri-
de su genio la agilidad de sus versos de arte menor
ficadora consciente que preparó con clarividen-
—a la manera de «Un paseo por el Betis»—, la
cia propia de elegida la base de sustentación so-
intensidad que logra en sus sonetos —al ejem-
bre la que había que echar otros pórticos y pilares
plo de «Soneto imitando una oda de Safo»—,
en el edificio de nuestra versificación».17
obligada a la síntesis por el rigor de la estructu-
Entre todos los géneros cultivados por la
ra métrico-rítmica, y la emotividad de numero-
Avellaneda fue el lírico uno de los más sujetos a
sos poemas eróticos en los que el sentimiento
la influencia de la literatura española. Si bien se
triunfa sobre las convenciones estilísticas, como
le han señalado huellas de Byron, V. Hugo,
ocurre en este intitulado «A él»:
Lamartine, entre otros románticos europeos, su
educación poética está fundamentalmente en la
¡No existe lazo ya! ¡todo está roto!
línea de los españoles Lista, Gallego, Quintana
Plúgole al cielo así: ¡bendito sea!
y —en coincidencia con su formación neoclá-
Amargo cáliz con placer agoto:
sica— de nuestro José María Heredia, cuya obra
Mi alma reposa al fin: nada desea.
era admirada por la Avellaneda desde su prime-
¡Te amé! ¡no te amo ya! piénsalo al menos: ra juventud. En este aspecto de las influencias y
Nunca, si fuere error, la verdad mire las imitaciones tan frecuentes en su creación,
Que tantos años de amarguras llenos algunos críticos insisten demasiado en la poca
Trague el olvido; el corazón respire. originalidad de sus temas, sobre todo en lo to-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 251

cante a su teatro y narrativa de ficción; sin em- no intenta la búsqueda de lo esencial cubano que
bargo, debe tomarse en cuenta que en el roman- se advierte entre las letrillas lopescas de Plácido
ticismo la originalidad no era una verdadera ca- o en las composiciones menores de Fornaris. No
tegoría estética pues importaba mucho más la alcanza a ser la expresión de esa entidad nacio-
manera singular mediante la cual un autor solía nal histórica que identifica en el plano ideote-
proyectarse sobre un tema literario que la pro- mático la lírica cubana de esos años. Ello no sig-
pia invención de éste. Por eso ella, tan segura de nifica que con respecto a los contenidos de su
su fuerte individualidad, no se preocupaba nun- poesía ésta encuentre verdadero acomodo en la
ca, como apunta Lazo, 18 por disimular sus mo- lírica española del momento: fuera de numero-
delos literarios, antes bien parecía alardear de sos tópicos de gran frecuencia en todo el roman-
ellos. De acuerdo con tales influencias y con los ticismo y algunos poemas de circunstancia rela-
rasgos estilísticos que definen la poesía de la cionados con el acontecer inmediato, el reflejo
Avellaneda, ¿debe ubicarse ésta en la transición de su personalidad y sus inquietudes como mu-
del neoclasicismo decadente al romanticismo jer de aquella época imprime un carácter
renovador, o —como se ha dicho en ocasiones— ideotemático particular a su poesía y la sitúa una
cierra la generación romántica iniciada por vez más fuera de contexto. 19 A la par que esto,
Heredia? y, además, ¿guarda relación esta obra como observa C. Vitier, constituye la prueba
con la lírica romántica cubana o, en verdad, res- mayor de su criollidad:
ponde sólo a su contexto literario español? Las
circunstancias en que vivió y desarrolló su arte […] sentimos en ella una pasión, un fue-
obligan a considerar esta dualidad no en su opo- go, un arranque que ninguna poetisa espa-
sición sino en su confluencia, es decir, en la asi- ñola ha tenido, y que anuncia las voces fe-
milación dolorosa, aunque a menudo inconscien- meninas americanas de nuestros tiempos.
te por parte de la Avellaneda, de exigencias cada Ella es ya, completo, el tipo de la mujer
vez más distantes entre sí, determinadas en par- hispanoamericana […] que se abalanza ávi-
te por su gusto neoclásico y su percepción ro- da hacia la vida y el conocimiento, que se
mántica del mundo, y a la vez por su amor a arriesga igual que un hombre en la búsque-
Cuba, su temperamento criollo y los fuertes la- da de la felicidad y en la ambición creado-
zos que la unían a España, donde había conoci- ra, y que, generalmente sucumbe consumi-
do el amor, la fama y la posibilidad de ampliar da por sus propias llamas […] 20
notablemente su horizonte individual.
No estaba lejos de la influencia española nues- Con respecto a su ubicación en el movimien-
tra poesía del primer romanticismo, según se to literario es necesario distinguir en su poesía
observa en las obras de Heredia, Plácido, Del la retórica y la utilería románticas —que apare-
Monte y —en menor medida— José J. Milanés, cen mezcladas a determinados rasgos neoclá-
y ello sin analizar a los epígonos, desafortuna- sicos—, de su percepción romántica del mun-
dos imitadores de Quintana, Zorrilla, Espron- do. En el primer caso la Avellaneda presenta un
ceda, al estilo de Orgaz. Por tanto, fomentada numeroso conjunto de caracteres cuya suma
por su relación directa con el medio intelectual define su eclecticismo estilístico, común —so-
hispánico, el predominio de estos acentos en la bre todo— a la poesía española entonces consa-
poesía de la Avellaneda no implica una diferen- grada. Concurren en su obra una expresión enér-
cia estilística significativa con respecto a sus gica, opulenta, que marca su «aristocracia de
coterráneos. En cambio, el elemento contextual estilo», un sobrio equilibrio emocional suficiente
sí constituye en este caso un factor distanciante: para refrenar las emociones —rasgos todos de
Cuba, en su poesía, se expresa como una per- estirpe clásica— y, al mismo tiempo, su poesía
manente presencia afectiva y como una paradi- da cabida a temas, motivos y epítetos románti-
síaca realidad geográfica que alimenta su nos- cos, así como utiliza la audaz polimetría de esta
talgia en la lejanía, pero no ve más allá de esto, escuela. 21 Sólo en ocasiones se acerca su obra

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252 SEGUNDA ÉPOCA

lírica al intimismo del período romántico pos- La conjunción honesta de estos sentimientos
terior, a diferencia del estilo de su epistolario con su expresión neoclásica, su educación cató-
amoroso, mucho más cercano a aquél. Si algún lica y los graves prejuicios morales de la socie-
rasgo de su poesía la aproxima de manera per- dad española epocal, fue una empresa superior a
manente a esta segunda escuela romántica es su las fuerzas de esta mujer que luchó desespera-
esmero formal, que en ella viene de la herencia damente y a despecho de sus naturales inclina-
neoclásica pero que le permitió articularse fá- ciones, por lograr una imagen pública relevan-
cilmente en el movimiento cubano por la reno- te, de ahí las contradicciones que signan su
vación del gusto literario. En tal sentido esta proyección social, política y literaria,24 que le
obra anuncia, además, la pulcritud modernista y impidieron alcanzar con su obra una definición
aun una composición como «Los reales sitios» nacional histórica que otros, con menor talento
ofrece en raro anticipo la prefiguración de la sen- artístico, lograron. Aun así fue la escritora cu-
sibilidad rubendariana en su «delectación al pre- bana que se atrevió más y más sostenidamente
sentar los objetos suntuosos en sí mismos», en en la expresión de sus ideas sociales, sobre todo
su «suave efecto de texturas, movimientos, en lo que se refiere a su narrativa de ficción, y
olores»: 22 esto sin considerar su audacia individual acerca
de la moral femenina, aspecto que al trascender
Es grata la calma dulcísima y leda el hecho literario tuvo definitiva repercusión en
De aquellos salones dorados y umbríos, su vida. Novelas como Sab, Dos mujeres,
Do el sol, que penetra por nubes de seda, Guatimozín, poemas como «Al partir», «La vuel-
Se pierde entre jaspes y mármoles fríos. ta a la patria», «Al sol en un día de diciembre»,
Es grato el ambiente de aquellas estancias «A mi jilguero», perfilan —cualquiera que haya
—Que en torno matizan maderas preciosas— sido la segunda intención de su autora— un
Do en vasos de china despiden fragancias modo americano de ser, de pensar, y un innega-
Itálicos lirios, bengálicas rosas. ble amor por Cuba si bien el mismo está exento
............................ aún de connotaciones políticas, y con ello se
insertan en el proceso de conformación de nues-
En cuanto a su percepción del mundo, la tra nacionalidad aunque indiquen cierto retardo
Avellaneda fue, sin dudas, una figura románti- ideológico de la escritora con relación a su cir-
ca. Apenas con 25 años expresa en carta a cunstancia. El mejor argumento a favor de su
Cepeda: cubanía, injustamente discutida durante años, se
halla en el estudio de su poesía, sus cartas, sus
Efectivamente a veces me abruma esta ple- memorias, en las que late el más vivo afecto por
nitud de vida y quisiera descargarme de su su tierra natal. Su incomprensión de la realidad
peso. He trabajado mucho tiempo en mi- histórica le dictó estrofas como las de «A las
norar [sic] mi existencia moral para poner- cubanas» (1860) donde no se advierte la menor
la al nivel de mi existencia física. Juzgada referencia a las tensiones socio-políticas exis-
por la sociedad, que no me comprende, y tentes. Pero ello no debilita la sinceridad de la
cansada de un género de vida que acaso me emoción que canta en versos como éstos:
ridiculiza; superior e inferior a mi sexo, me
encuentro extranjera en el mundo y aisla- ……………………………………
da en la naturaleza: siento la necesidad de De los dichosos campos do mi cuna
morir. 23 Recibió de tus rayos el tesoro,
Me aleja para siempre la fortuna:
Pasión, tedio, melancolía, soledad, desarraigo
—las constantes del espíritu romántico—, es- Bajo otro cielo, en otra tierra lloro,
tán ya presentes en ella a tono con el «mal del Donde la niebla abrúmame importuna…
siglo», pero nutridas de sus íntimas vivencias. ¡Sal rompiéndola, Sol; que yo te imploro! 25

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 253

Nostalgia efectiva que se acrecentó en la distan- cartas íntimas».29 Otros elementos, además,
cia por encima de cualquier otro sentimiento y interrelacionan sus creaciones literarias, como
que la llevó a expresar en una revelación más la elegancia lexical, la calidad y dinamismo del
dolorosa en tanto tardía: «¡Oh, patria! ¡Oh, dul- verso tanto en su poesía como en su teatro, la
ce nombre que el destierro enseña a apreciar! presencia de determinadas ideas de la autora
¡Oh, tesoro que ningún tesoro puede reempla- convertidas en tópicos temáticos —fundamen-
zar!» 26 Una vez más puede citarse como con- talmente en lo que se refiere a la defensa de la
clusión esclarecedora de un problema de esta mujer—, y la importancia del elemento autobio-
época, el juicio de José Martí quien en 1891 lla- gráfico que constituye factor primordial en poe-
mara «hispanófobos y literatos de enaguas» a mas, novelas y, por supuesto, cartas y memorias.
aquellos que le querían quitar «la gloria cubana Aunque en la comparación con los grandes
a la Avellaneda». 27 líricos de su época su voz resulte hoy menos
Su obra lírica se organiza fundamentalmente segura y un tanto más envejecida, las virtudes
en torno al elemento descriptivo, rasgo que, básicas de su poesía —el rigor estilístico, el
como afirma Lazo, 28 se le acentúa en su madu- dominio técnico, la claridad de la expresión, los
rez como manera de cantar su nostalgia valién- valores eufónicos, su creatividad métrico-rítmi-
dose de los signos externos de la flora y la fauna ca— sustentan su excelencia de manera perma-
nativas. Asimismo, la propia formación neoclá- nente. Fue hasta su muerte la escritora más fe-
sica y la tendencia de la Avellaneda a la exposi- cunda de las letras hispánicas, por la variedad de
ción discursiva aun en este género, enturbiaron géneros que cultivó y todos de manera cimera
a menudo las bases de su lirismo que no conser- de acuerdo con las exigencias estilísticas de su
va una misma hondura ni en los momentos de época. Sus obras mayores y sus aportes en cada
verdadera angustia; por eso resultan frías, género constituyen referencia indispensable en
literaturizadas, sus «Elegías» por la muerte de la historia literaria cubana.
su esposo Pedro Sabater, si las comparamos con No obstante los altibajos de su conducta y
los versos estremecedores de Luisa Pérez en «La de su suerte, Gertrudis Gómez de Avellaneda
vuelta al bosque», inspirados en circunstancias no redujo el universo de su obra a su complejo
semejantes. El triángulo afectivo que identifica mundo íntimo, ni siquiera a temas triviales o de
en buena medida nuestra poesía romántica: na- tradicional interés femenino, como era común
turaleza-Patria-Dios, aparece formando parte a las escritoras de la época. Audaz o cautelosa,
asimismo de la lírica avellanediana, pero no a la rebelde o sumisa, equivocada o justa, amplió
manera de Luisa Pérez, por ejemplo, en tanto definitivamente el horizonte de la literatura fe-
vínculo indisoluble que sustenta y fecunda des- menina en nuestra lengua.
de dentro su inspiración, sino como horizonte Al final de su vida se habían quebrado todos
y finalidad de su poesía, a partir del autorre- sus ídolos: el amor, la fama, la relevancia social;
conocimiento angustioso de su desarraigo, cau- no pudo llegar aun ni a entender la patria tan
sa secreta de tanto paisaje convencional, de sus añorada. No fue una escritora revolucionaria ni
«discursos» místicos, de su exteriorismo en la en lo político ni en lo estilístico, pero sí dejó
aprehensión de lo cubano. una obra preeminente cuya grandeza no marcó
R. Lazo se refirió al nexo principal existente entonces un rumbo en la literatura cubana por-
entre la poesía de la Avellaneda, su teatro, su que en aquellos años era más útil e imperiosa la
epistolario y en ocasiones su narrativa: «no sólo definición nacional que la propia calidad
hay que dar —apuntó— la más alta jerarquía es- artística.
tética a su lirismo de plurales manifestaciones,
sino reconocer que sus expresivas y más pro- 2.9.2 Su obra en prosa
fundas notas líricas animan alguna vez sus no-
velas tanto como matizan, vitalizan e impulsan Gertrudis Gómez de Avellaneda fue, aunque no
su teatro, y llenan de palpitante humanidad sus tan afortunada como en el teatro y en la poesía,

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254 SEGUNDA ÉPOCA

una prolífica narradora de ficción. Sus novelas, cubierto su antipatía por el matrimonio acepta-
insertadas dentro del credo romántico, poseen do como simple contrato social y la indisolubi-
el sello personal de la autora, en cuanto a ciertas lidad del mismo. Muy frescas están aún las lec-
peculiaridades que se aprecian en el modo de turas de Rousseau y Montesquieu en esta joven
conducir los argumentos. La Avellaneda no des- de experiencia precoz con sólo 28 años. Y más
precia lo mejor de los modelos románticos perceptible y audaz todavía para el momento es
—Madame de Staël, Chateaubriand, Eugenio ese inconfesado tributo a su ideal femenino, Jor-
Sue, Víctor Hugo, Walter Scott y George Sand, ge Sand. Por eso, es evidente el descuido en el
esta última con marcada predilección—, sino que lenguaje y la precipitación de un desenlace a to-
convierte estos patrones tradicionales en porta- das luces incoherente con el devenir de la ac-
voces de sus ideas más inquietantes, sin descui- ción. Es que ya la autora ha desglosado su tesis
dar el tono mesurado y el razonamiento frío que feminista cautelosamente dentro de la novela.
sirven de salvaguardas a una eticidad convencio- Sólo queda redondear en la literatura lo que in-
nal ante la cual se rebela la autora y que, a fin de ternamente es su conflicto existencial: esa re-
cuentas, tiene que acatar. Este fino sentido de beldía que la acompañará a través de toda su vida
lo conveniente, que no falsea ni empobrece el y que transcurre escondida y moderada por lo
cuerpo ideológico de lo más sustancioso en sus convencional, aunque sobresale como angustia
novelas, es esa «lógica clásica que la salva de ex- resignada de dolores y de soledades. Hay oca-
cesos románticos»,30 al decir de Camila Hen- siones, como en esta novela, en las que en el acto
ríquez Ureña. de creación se produce un apareamiento de la
Desde el punto de vista temático, las obras mujer y de la escritora. Es en estas zonas comu-
de la Avellaneda siguen, preferentemente, una nes en donde se aprecian los verdaderos deste-
línea social que corrobora su filiación con lo más llos de sus contradicciones más urgentes, de esas
positivo del romanticismo. El hombre —expre- que promueven en sus obras estremecedoras
sado genéricamente— y su circunstancia inme- emociones a las que Menéndez y Pelayo deno-
diata, son extremos de un binomio que la auto- minó «lo femenino eterno». 34
ra pone a prueba dentro de sistemas categoriales Extraída de una historia real es su novela
éticos, religiosos, filosóficos e históricos. De ahí Espatolino (1844). Con todos los atributos de
que algunos críticos hayan encontrado las hue- una estructura romántica, en esta novela encon-
llas de Rousseau, Montesquieu y Goethe en las tramos moderación racionalista que anula la in-
bases ideo-estéticas de sus ficciones, incluso, con consecuente idealización del héroe y su desti-
la «intención de crear una novela mucho más no, rasgo típico de esta escuela. La Avellaneda
comprometida y atrevida que la Nouvelle sabe que está contando una historia de bandi-
Héloïse». 31 Fue, como admirablemente la defi- dos, pero dispone el lugar de cada personaje sin
niera Raimundo Lazo, «más escritora que nove- favorecerlos con prerrogativas de un gusto ama-
lista». 32 Lo apreciable en el arte narrativo de la nerado por falsas sensiblerías al uso, eludiendo
Avellaneda no está en la originalidad de sus asun- cualquier violentación de la justicia social en aras
tos, sino en la disposición humana de sus perso- de la salvación del héroe romántico. Su objetivo
najes. Muestra de lo anterior son Sab (tratada es desplegar, a través de una atractiva historia,
en capítulo aparte), Dos mujeres, Guatimozín y interesantes reflexiones sobre la relatividad de
Espatolino, entre las más significativas de su pro- lo justo y de lo injusto, dejando entrever el
ducción. cuestionamiento de una circunstancial legalidad
Dos mujeres (1842-1843) es una novela de histórica. Establece analogías entre el bandido
atrevidas reflexiones en torno a la mujer de la Espatolino y Napoleón: «Aquel […] que ha le-
época y a las limitaciones que le impone su con- vantado montañas de cadáveres, y que se ha lan-
texto histórico. La Avellaneda recrea en estas zado […] como el buitre encima de su presa.» 35
páginas algo más que «un asunto que quiso ha- Considerada por la autora 36 como la mejor de
cer dramático e interesante», 33 pues pone al des- sus novelas, Espatolino tiene un encomiable tra-

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bajo en el artificio fabular. Los abundantes mo- de novelista, no carece la autora de Guatimozín
mentos climáxicos que imprimen agilidad al ar- de habilidad suficiente para dominar procedi-
gumento, equilibran, en esta obra, la labor de la mientos narrativos que hacen de sus novelas sa-
escritora y de la novelista. Dentro del tempera- tisfactorios logros estéticos. Sus historias po-
mento romántico de Gertrudis Gómez de seen la amenidad, el interés, la expectativa y una
Avellaneda existe una fuerza imparcial de pro- lógica fabular interna que ofrecen concisión a
funda raíz humana que desafía significados éti- sus ficciones. La Avellaneda dispone con acier-
cos de mayor envergadura, y que emana desde to de los recursos emotivos que predisponen al
el fondo de sus tesis sociales. lector, pues «con frecuencia expone una situa-
Guatimozín o el último emperador de México ción que nos impresiona grandemente, dejando
(1846) fue un esfuerzo monumental, por la con- en el misterio algunos antecedentes y datos que
cepción del andamiaje argumental de esta nove- son su clave, aguijoneándo así la impaciencia del
la, que abarca —desde una perspectiva literaria— lector, que llega a estar verdaderamente ansioso
el casi legendario mundo de la conquista de al desentrañar el enigma». 37 Tiene a su favor,
México. Bien instruida por un documentado ar- además, el perfecto conocimiento del castella-
senal bibliográfico —Solís, Bernal Díaz del Cas- no, que sirve de apoyatura a la corrección de su
tillo, relaciones de Cortés, Clavijero—, la sintaxis. Los temas tratados en sus novelas, aun-
Avellaneda trata de aprehender, para después que extraídos de un pasado histórico remoto
reproducir estéticamente, la estampa más vero- —Dolores (1851), Guatimozín—, o, más o me-
símil de los acontecimientos. Guatimozín ha nos cercano a la autora —Espatolino, Dos muje-
sido calificada como la mejor novela histórica res, Sab (1842)—, no están exentos de un ar-
escrita en la España romántica. Fue publicada diente espíritu tropical que se trasluce en la
en Madrid, en 1845, reeditada en 1846, en caracterización de sus personajes y en la con-
Valparaíso en 1847 y en México en 1853. Hay cepción de esos mismos temas, con mayor o
una aparente polaridad protagónica entre Cor- menor asiduidad. El elemento americano está
tés y Guatimozín, pero, en realidad, lo que la presente con equívoca intención exaltativa en su
Avellaneda pretendió resaltar fue el valor del novela histórica Guatimozín. Además, en El ar-
héroe mexicano, y no la gloria del conquistador tista barquero (1861) aparece como motivo ex-
español. Al particularizar las diferencias mate- pectante de la actuación un paisaje cubano que
riales de los mundos que se contraponen en debe ser reproducido en todos sus detalles y que
mutuo descubrimiento de potencialidades y de al decir de la autora sólo podría lograrlo aquél
actos, destaca la audacia y el arrojo del vencido que hubiera vivido el inigualable esplendor de
que defiende como propia la tierra y la libertad. esa naturaleza. También, en esta novela una de
A pesar de su trazo magnífico en la caracteriza- las figuras protagónicas es una joven cubana que
ción del caudillo español, éste no alcanza la talla es descrita con delicados adjetivos, los cuales re-
épica de Guatimozín, quien emerge intencio- saltan un refinado temperamento sensible don-
nalmente desde un segundo plano para ganar la de la pasión amorosa y el orgullo femenino en-
supremacía del héroe. Otro mérito de esta no- tablan una reñida lucha en defensa de la virtud.
vela es el trabajo lingüístico que hace la autora Pruebas de su inclinación feminista son las
al manejar vocablos del náhuatl que la ayudan a biografías publicadas en el Álbum cubano en
conformar una visión más genuina del escena- 1860. De ellas mencionaremos «Safo», «Isabel
rio de la conquista. la Católica», «Aspasia», «Sofonisba», «Catalina
Aunque en sus novelas apunta más el afán II de Rusia», «Santa Teresa», «Victoria Colonna»
polemista de la escritora, quien desliza con su- y una que sirvió de prólogo al libro de Merce-
tiles digresiones un pensamiento orientado ha- des Santa Cruz (1789-1852) —Condesa de
cia el replanteo de tesis sociales, no siempre bien Merlín—, Viaje a La Habana (Madrid, 1844).
definidas por su sentido de lo convencional y En estas bellas páginas el recuento biográfico se
de lo conveniente, que una auténtica vocación asienta sobre dos ideas que la autora maneja con

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pericia técnica: la cubanía siempre latente en los desa de Merlín], desarrollado sin ningún géne-
escritores emigrados y las capacidades creado- ro de contradicción […], pensamos con triste-
ras de la mujer, trabadas por imperativos socia- za en lo mucho que le había costado acomodar-
les. La combinación de estos presupuestos ideo- se a los deberes sociales de la mujer, y ajustar su
lógicos con la tarea de biografiar momentos alma a la medida estrecha del código que los
determinantes de esta figura, consigue unidad prescribe». 41
orgánica y ejemplaridad en la narración. La permanencia de la cubanía de la Avellaneda
Sobre el vínculo espiritual que mantienen los en la narrativa de ficción habría que entenderla
escritores alejados de la patria añorada y en el tono inspirado de pasión vehemente —tan-
revitalizada con toda su magnificencia en climas to cuando teoriza sobre una idea conflictiva,
y paisajes otros, cita como primer ejemplo los como cuando da vida, con ímpetu inusual, a de-
poemas de Heredia, y de la Condesa de Merlín terminado conflicto dentro de la trama—, más
nos dice: que como un reflejo explícito localizable en un
tema, un asunto, un personaje, una simple pin-
Traza a las orillas del Sena cuadros delicio- celada accesoria, o un fragmento de poesía de
sos de su hermosa patria: en ella piensa, con Heredia.
ella se envanece, a ella consagra los más La «neutralidad» de la Avellaneda, elemento
dulces sentimientos de su corazón y los tan llevado y traído por la crítica contemporá-
rasgos más bellos de su pluma, haciendo nea, se aprecia con mejor nitidez en el modo de
envidiar a la Europa al país que produce tan conducir los temas de sus novelas, en los cuales
hermoso talento, y el talento que puede lanza un primer ataque a la sociedad por medio
pintar tan hermoso país. 38 de una idea que promueve la meditación en el
lector y que es, generalmente, una tesis de ca-
Al caracterizar la personalidad de Mercedes rácter social con amplias implicaciones —reli-
de Santa Cruz, generaliza estos rasgos a fin de giosas, morales, filosóficas y políticas—, aun-
dar una semblanza tipificadora de la mujer cu- que, finalmente, reordena esas ideas para
bana, poniendo énfasis en aquéllos que la dis- revertirlas en los moldes éticos burgueses, sin
tinguen y la engrandecen: «…y aún podemos que se produzca un enfrentamiento resuelto que
decir […] que a pesar de sus pocos años, veíase dirima lo que es su contradicción definitiva.
desenvuelto su carácter noble, franco, resuelto, Otro rasgo caracterizador de su arte narrati-
con aquel espíritu de independencia que no es vo es la atención esmerada que pone en los de-
cualidad demasiado excepcional entre las hijas talles de ambiente que rodean sus ficciones. Es
de Cuba». 39 decir, los elementos accesorios que conforman
Son reiterados los paréntesis que aluden al el ámbito contextual de los hechos, aparecen
desarraigo de la expatriación. Infiltrando su voz reflejados con veracidad. A través de esto se pa-
y pensamientos entre las emotivas confesiones tentiza una rigurosa preparación intelectiva por
de la Merlín, la Avellaneda define la difícil si- parte de la autora, que imprime a sus obras un
tuación del emigrado como una «existencia sin indiscutible hálito de autenticidad.
comienzo, detrás de sí unos días que nada tie- De la fidelidad al detalle accesorio que rodea
nen que ver con lo presente, delante otros que el asunto de sus narraciones son muestras ejem-
no encuentran apoyo en lo pasado, los recuer- plares sus leyendas o tradiciones, género que
dos y las esperanzas divididas por un abismo, también cultivó. La leyenda, acreditada como tal
tal es la suerte del desterrado». 40 por su persistencia en la tradición popular, tuvo
No falta en estas páginas, además, el toque en la Avellaneda a un receptor solícito que le
denunciador en torno a las restricciones que facilitaba engarzar, con mayor soltura, persona-
sufre la mujer y que es línea recurrente a través lidad poética o imaginativa, y erudición cultu-
de toda la obra de la Avellaneda: «…y cuando ral. Estos relatos que engalanan a la autora con
nos pinta su carácter natural [se refiere a la Con- la delicada fantasía de su prosa inspirada, llegan

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a ella por medio de referencias orales, en unos creación absoluta y sólo posible por una verda-
casos, y, en otros, de textos escritos. La locali- dera vocación poética. Es Cepeda el frío desti-
zación geográfica de estas leyendas son las pro- natario de sus cartas de amor, el sujeto lírico que
vincias vascas, Francia, Suiza y Sudamérica. No a despecho de imperdonables recriminaciones a
faltan en estos cuadros la fantasía y el artificio la autora por lo subido de su tono apasionado,
imaginativo que hacen de sus lecturas un apa- no pudo malograr la más sentida y acabada de
sionante deleite. «La Condesa de Joux» (1844), sus composiciones poéticas: el epistolario. Este
«La Bella Toda» (1860), «La montaña maldita» pretendido diálogo llega a convertirse en mo-
(1851), «La ondina del lago azul» (1860) y «El nólogo a fuerza de tantos silencios y desenten-
aura blanca», escrita durante su estancia en Cuba dimientos del destinatario. La necesidad de co-
en 1859, entre otras, descubren el delicado espí- municación que procura la autora le obligan a
ritu de la autora, que al retomar asuntos de la utilizar un tono sinuoso en la tesitura de sus
Edad Media, en algunos casos ya frecuentados enunciados. Este recurso que maneja para la ex-
por la tradición escrita, logra frescura y autenti- presión de sus epístolas amorosas, transmite la
cidad en su versión personal, a través de una angustia impotente que manifiesta en ambiguas
admirable mezcla de ficción e historia. Esa edad reflexiones y desacompasados matices en el uso
legendaria de supercherías y de duelos, de casti- del vocativo. «Mi buen amigo», «mi amante», el
llos encantados y de quejas pavorosas que cla- «tú» y el «usted» manejados indistintamente, son
man por un amor condenado desde oscuros fo- signos definitorios de esta lucha de ausencias
sos, la sempiterna controversia entre el orgullo interiores. Ninguna de estas circunstancias ad-
y la muerte y el desafío de una moral amparada versas deshizo la gran utopía amorosa de la
en la divinidad para consumar el crimen y la ale- Avellaneda. Como expresara Raimundo Lazo,
vosía, son algunos temas concomitantes en es- hay en el epistolario de la autora «un doble liris-
tos relatos. Estas páginas de incuestionable va- mo, de expresión y de conducta, lo lírico de su
lor estético sirven de vehículo a «lecciones entonación y de su habla, lo lírico por embelle-
edificantes de religiosidad, y de moral, y en lo cer a aquel hombre que ama».43
humano, de ejemplaridad y belleza». 42 Estas mismas reacciones desesperadas en las
Muchos críticos y estudiosos de la obra de cartas de Cepeda, constituyen fórmulas ante la
Gertrudis Gómez de Avellaneda afirman, sin indiferencia que ella no comprendió jamás por
embargo, que son sus cartas las que fijan con su inmensa capacidad para amar y que se encuen-
mayor certeza la profunda raíz de su naturaleza tran, también, en otras cartas, las dirigidas a
romántica. En sus epístolas hallamos aptitud Gabriel García Tassara. Es proverbial la que le
natural para la idealización. En ellas, la autora es escribiera al poeta anunciándole la agonía y
la gran protagonista de la mejor de sus crea- muerte de su hija Brunhilde, desconocida por
ciones. Tassara. De reacciones enérgicas que llegan a un
Como epistológrafa se distinguió, fundamen- tono paroxístico, pasa a una súplica patética y
talmente, en sus cartas a Ignacio de Cepeda. desfallecida en la que la autora parece tocar el
Éstas fueron publicadas por su esposa en 1907, punto riscoso de la realidad.
en Huelva, España, después de su muerte, y apa- Existe otro epistolario amoroso que fue ha-
recieron precedidas por una autobiografía de la llado entre los papeles de Antonio Romero
Avellaneda que escribió en 1839. El sentimien- Ortiz, Ministro de Gracia y Justicia de la Revo-
to de amor de la Avellaneda hacia Cepeda reco- lución de septiembre. Romero Ortiz coadyuvó
rrió toda su vida. Envuelta en un mundo litera- «no poco a la Revolución gallega de 1846» y
rio y cortesano poco favorable a su personalidad desempeñó, en 1852, la dirección del periódico
sensible e intimista y ávida por fuertes viven- La Nación. Lo importante de estas cartas son
cias que demandaba su temperamento románti- los jucios personales de la autora que definen,
co, la Avellaneda entronizó en su mundo emo- aún más, la singularidad de esta extraordinaria
cional al más logrado de sus ideales líricos, mujer. Criterios personales sobre aspectos muy

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debatidos en su tiempo y hasta nuestros días por sólo le podía hacer efectiva el aplauso del poder,
críticos y apologistas de esta figura, están escla- no desconocía que éste representaba una políti-
recidos en estas páginas que revelan ya a una ca bien definida y abarcadora y que, aunque
mujer en la plenitud de su madurez sicológica e lastrada o no por un inminente desplome, era
intelectual. Por ejemplo, sobre la acusación de dentro de su terreno y, a partir de él, en donde
«excéntrica» de que siempre fue objeto, dada la se jugaría las cartas del triunfo. Con cierto
liberalidad de su pensamiento y de su vida atri- prosaísmo en sus palabras, la Avellaneda desco-
bulada por lances amorosos, no del todo rre el velo del aparente desentendimiento, y no
inadvertidos para la sociedad, expresa: desconocimiento de tema tan controvertido:

No soy excéntrica en las acepciones que V. ¡La política mi rival!… ¡mi rival digna!
señala, pero voy a probarle que hay en mí ¿Cómo te has atrevido a escribir eso? Es-
una sencillez y una sinceridad, una audacia cucha: La política es una prostituta degra-
y una decisión, que me constituyen verda- dada, a mis ojos. La política, eso que llamáis
deramente excepcional en mi siglo y en mi con ese nombre vosotros, los hijos del siglo
sexo. 44 XIX ; vosotros los que habéis desarrollado
vuestra inteligencia y comprimido vuestro
Sorprendente es este rotundo juicio autocrí- corazón entre la atmósfera del gas y del car-
tico de Gertrudis Gómez de Avellaneda, en don- bón de piedra; la política que habéis hecho
de asume con plena conciencia de sí el rasgo que los hombres constitucionales, los hombres de
la hace excepcional como tipo femenino, efecti- eso que llamáis gobierno representativo, es
vamente, en su siglo y en su sexo. una cosa que nos es antipática a nosotros los
Resulta de gran importancia, también, para poetas; a nosotros naturalezas ardientes que
un mejor entendimiento de la posición ideoló- no comprendemos lo que es incompleto y
gica de la autora, este fragmento de sus cartas raquítico. […] Es verdad que yo no tengo ni
inéditas, en donde se explicita la verdadera na- chispa de fe, ni chispa de entusiasmo en la
turaleza del liberalismo moderado, conservador, región que llamaremos de las ideas sociales.
que avala la conducta de aquella mujer anhelosa Todos los gobiernos me parecen malos por-
por ser dama de la corte de Isabel II, al tiempo que todos son hechos por el hombre y para el
que sugería la igualdad de los hombres ante la hombre: la sociedad humana no me parece
ley, la hipocresía del matrimonio como trámite ni muy capaz de perfectibilidad ni muy de
mercantil y la arbitrariedad de la justicia como que se le procure. Esa gran palabra libertad,
concepto histórico de valor irregular. que ha tenido tantos mártires, me parece des-
pués de todo un sonido y nada más. 46
Si Armand Carrel [seudónimo utilizado
por Romero Ortiz antes de que fuera iden- Mucho de escepticismo hay en estas resenti-
tificado por la autora] es un editor, lo acep- das palabras. Es tal vez la conciencia de que está
to por mío desde este instante. Si es hom- cercano el último sueño de la época isabelina.
bre político, le advierto que soy nula en la Pronto acude la autora a reafirmarse en la des-
materia, que no sabré escribir de nada que proporción de lo que es la realidad ineludible y
se roce con ella. No soy más que un poeta, su imaginación sublimante. Es éste su instinto
uno de esos oiseaux de passage, como dice natural, el mismo que la condujo a ver en Cepeda
Lamartine, incapaz de remontarse a ciertas —y en otros—, a un Dios de legítimas cualida-
regiones. 45 des. Ella misma nos da la clave de su refugio:

Pero es discutible que la Avellaneda fuera «in- […] Cuando reflexiono en eso [se refiere
capaz de remontarse a ciertas regiones». En al talento] me pesa mucho también el no ser
constante zozobra por absorber la gloria que tonta: le tomo miedo a mi propia imagina-

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ción; es esa falaz encantadora que sabe hacer quier lengua»,48 posee reconocidos valores hu-
pesada una arista como si fuese una monta- manos, universales, entre sus componentes más
ña, y ligera a una montaña como si fuera una significativos, que, rescatados para la cultura
arista. 47 cubana, han enriquecido nuestro acervo teatral.
Si la contribución de la Avellaneda al desarrollo
La sincera confesión que acabamos de repro- de la escena cubana, al asentamiento de una ex-
ducir, extraída de una de sus más útiles e intere- presión nacional, no establece un nexo directa-
santes epístolas —por no pretender la viabili- mente apreciable con su obra, sí se relaciona con
dad pública—, testimonia la esencia romántica la aleccionadora significación de su dominio téc-
de esta inusual personalidad femenina, en quien nico del arte dramático, de donde proviene su
el talento artístico fue parte integrante de un mejor aporte a nuestro teatro del siglo XIX.
juego dramático con la vida. Su dramaturgia se nutre fundamentalmente
Dentro del género epistolar se observa, con de temas, personajes y situaciones ajenos a Cuba
mayor persistencia, la inclinación poética de y vinculados muy estrechamente con el ambiente
Gertrudis Gómez de Avellaneda. Siguen sien- genuinamente español, tan en boga entre los
do, no obstante, las cartas dirigidas a Cepeda, autores de su momento y que tanto admirara la
las que atesoran la savia de su imaginación pro- autora. La profunda inclinación de la Avellaneda
lija. Éstas, las inéditas en Cuba y de las que re- hacia la tradición española cristiana resultó de-
producimos algunas pinceladas en nuestro tra- terminante para su teatro; por ello entre los ca-
bajo, son más reflexivas y menos impetuosas. racteres generales conformadores de éste se en-
Son, tal vez, las que ayuden a conformar el otro cuentran ese lenguaje no criollo sino peninsular
lado borroso en la personalidad de esta autora, que se aprecia en sus obras, esas legendarias cir-
su ubicación humana en el escenario histórico cunstancias cortesanas tratadas, ese misticismo
en que vivió. que la condujo hacia las figuras bíblicas. Sus ex-
Como hemos visto, dentro de la narrativa cepcionales virtudes como autora dramática, de
cultivó la Avellaneda la novela y la leyenda. En haberse encaminado a la recreación de la reali-
la novela tuvo preferencia por los temas socia- dad criolla, hubiesen dado lugar a una obra de
les, en los que brilla más como escritora que inconmensurables valores para el teatro cuba-
como novelista. Además, en el género de fic- no, de ahí que Rine Leal estime su creación como
ción y con la novela histórica —tendencia del la de quien «si hubiese vuelto los ojos a la Isla
romanticismo—, logró verdaderos caracteres y habría logrado la mayor ambición de un artista,
situaciones. Fueron sus leyendas, a su vez, fértil crear por sí sola el teatro de su país», 49 poten-
campo para su imaginación y para el despliegue cialidad avalada por su maestría como creadora.
de una sólida formación cultural, capaz de Dotada de un talento y una aptitud sobresa-
reelaborar, con aciertos propios, asuntos lientes para la poesía, así como también de habi-
manidos por la tradición popular y por la histo- lidad en la estructuración de las obras dramáti-
ria. Al hacer un balance de la producción cas, la Avellaneda logra con su teatro —casi
avellanedina descubrimos, sin lugar a dudas, a totalmente escrito en versos— una de las más
una de las figuras más integrales de la literatura vigorosas expresiones de su concepción estéti-
cubana. ca y uno de los cauces más propicios para sus
inquietudes espirituales. Su obra teatral resulta,
en tal sentido, reflejo de una personalidad re-
2.9.3 Su obra dramática belde y contradictoria, romántica por naturale-
za, pero contenida por la influencia formal del
La creación dramática de la camagüeyana neoclasicismo. 50 Es conocido que el ideal dra-
Gertrudis Gómez de Avellaneda, calificada como mático de la Avellaneda, expresado en los pre-
«una de las más ricas, más sólidas y mejor he- facios de algunas de sus obras, se asentaba sobre
chas que hay en la lengua española y en cual- la base de fundir los postulados neoclásicos con

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los románticos, en el intento de encontrar una fica el vínculo entre su vida y su obra, de lo que
técnica creativa equilibrada, la cual devino a tra- se deriva, en parte, el espíritu, la fuerza de sus
vés de sus obras un estilo ecléctico,51 mediador piezas teatrales y el carácter enérgico de muchos
entre la tragedia clásica y el drama romántico, de sus personajes.
que ha sido caracterizado, entre otros autores La Avellaneda da a conocer su primera obra 53
por José Antonio Portuondo, quien afirma al en Sevilla, en 1840. Se trata de Leoncia, drama
respecto: original en prosa, de cinco actos, firmado con el
seudónimo de La Peregrina. En esta pieza la au-
La Avellaneda […] va a entroncar con la tora vierte algunas de sus experiencias amoro-
gran tradición teatral de la tragedia clásica sas con Cepeda, lo cual se aprecia en la simili-
tal como la habían desarrollado Racine o tud entre ella misma y esa Leoncia despreciada,
Alfieri, pero dotándola del ímpetu román- ignorada, desconocida de todos, en fin, extran-
tico y rompiendo valientemente con las tres jera o peregrina. En dicho drama, que difícilmen-
unidades y demás ataduras neoclásicas te se reconocería como compuesto por un dra-
[…]52 maturgo en ciernes, plasma la Avellaneda
—aparte del tema familiar y el amor entre her-
Seguidora de los modelos literarios de Quin- manos que se desconocen entre sí— algunos de
tana y Alfieri, influida por sus lecturas de Byron, los recursos luego reiterados a lo largo de su pro-
Goethe, Víctor Hugo, Lamartine, y situada en ducción teatral. Leoncia resulta el antecedente
medio del ambiente creador dominado por Ga- de algunas de sus obras más importantes en
llego, Hartzenbusch, el duque de Rivas, Dumas, cuanto al uso de descubrimientos repentinos de
García Gutiérrez, Zorrilla y otros autores ro- parentescos hacia el final de la pieza, que pue-
mánticos, la cubana Gertrudis Gómez de den —según sea el caso— propiciar o anular una
Avellaneda, quien se había aficionado al teatro relación amorosa. También se apunta ya en
desde muy joven, inicia su carrera como Leoncia el tratamiento de lo relacionado con las
dramaturga en tierra española en el año 1840, desigualdades sociales y la repercusión de éstas
en un momento en que medían sus fuerzas ro- en los amores malogrados. De igual forma esta
mánticos y neoclásicos en el gusto literario y a primera obra resulta un buen exponente de la
sólo dos años del exitoso estreno en La Habana profundidad que en general caracterizaría a sus
de El conde Alarcos, de su coterráneo José Ja- personajes, en especial los femeninos.
cinto Milanés. Es necesario destacar cómo su El siguiente estreno de la Avellaneda tuvo
empeño por unificar algunos elementos de la lugar en Madrid, escenario de sus grandes éxi-
tragedia antigua y del drama romántico deter- tos sucesivos. Munio Alfonso, 54 puesta en esce-
mina, en buena medida, el que su sistema na en 1844, constituye, en opinión de la crítica,
creativo difiera del de aquellos grandes nombres la primera de sus grandes obras, es decir, las que
con los que suele comparársele y sus composi- siguen la línea de la tragedia. El basamento his-
ciones sean un resultado definitivamente sui tórico de la pieza, tomado por la autora de anti-
generis, aun cuando en muchas de sus obras la guos archivos familiares, se inserta dentro de la
autora recree temas poco originales. A la ade- corriente medievalista imperante en el momen-
cuación de la forma dramática con su poesía ro- to, si bien la expresión del tema romántico a tra-
mántica —moderada, cuidadosa de los excesos vés de la forma clásica desemboca en el eclec-
de la tendencia—, se une en su obra un aprecia- ticismo estilístico propio del teatro de la
ble caudal imaginativo, que la creadora vuelca Avellaneda. Munio Alfonso, tragedia en cuatro
en la idealización amorosa y en el reflejo de la actos y escrita en versos de arte mayor, es una
mujer. Están presentes también sus inquietudes recreación, con alguna base documental, del
éticas, fundamentalmente en cuanto a la situa- ambiente medieval, animado por las acciones
ción femenina dentro de la sociedad y, de forma heroicas y por la defensa del concepto epocal
palpable, el peculiar aporte que a su estilo signi- del honor, elementos determinantes en la

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infortunada historia de Munio, alcalde de En el año 1849 Tula estrena en el Teatro Es-
Toledo, quien da muerte a su hija al creerla des- pañol o del Príncipe, de Madrid, una obra que
honrada. La obra es un alto exponente del tono se considera entre los más sólidos pilares de su
solemne y la atmósfera palaciega presentes en dramaturgia, Saúl, calificada por la autora como
casi todo el teatro de la Avellaneda, para quien «tragedia bíblica» y que cuenta con cuatro actos
este estreno abrió las puertas del éxito entre los estructurados fundamentalmente como roman-
círculos literarios españoles, no sólo por sus ces. Dicha tragedia había sido escrita en 1844 y
méritos como escritora, sino también, como se fue dada a conocer luego de ser reducida de cin-
ha afirmado, porque: co actos a cuatro.58 La vuelta al Saúl escrito años
antes estuvo condicionada en cierta medida por
Al dignificar la historia nacional en este la crisis mística que llevó a la Avellaneda a bus-
drama bárbaro de honor y fe cristiana, car aliento en la religión tras su viudez y la ante-
«Tula» se convertía de hecho en una rior pérdida de su hija. Conocedora de las ver-
dramaturga española y su estilo alcanzaba siones de Alfieri y de Soumet sobre el mismo
lo que esperaba el cenáculo literario en una tema, 59 la Avellaneda se propuso diferenciar la
nueva autora. 55 suya de las anteriores «en cuanto a que abraza
un período mucho mayor de la vida del prota-
Munio Alfonso fue dedicada por la Avellaneda, gonista común», con respecto a lo cual apuntó:
en la primera edición, a Cuba, 56 y se estrenó en
el teatro «Tacón» el 30 de agosto del propio año Yo [lo] tomo desde el momento en que lle-
1844, con lo cual hizo su entrada por primera gando al apogeo de su gloria y de su orgu-
vez en los escenarios insulares, ya que su obra llo, atrae sobre su cabeza la reprobación
Leoncia fue prohibida por la censura y no llegó divina, y no lo dejo sino cuando sucumbe
a representarse. a la suprema voluntad que cumple sus de-
A partir de ese año y hasta 1852 se produce signios con magestuosa [sic] calma y ma-
un crescendo en la actividad autoral de la ravillosas vías […] 60
Avellaneda dramaturga. Antes de terminar 1844
ofrece a las tablas del madrileño «Teatro de la De igual forma, la Avellaneda reconoció la
Cruz» —testigo de buena parte de sus estre- alteración del tiempo histórico en su obra —al
nos—, su drama en cuatro actos, El príncipe de llevar a días lo sucedido en años— aunque ello
Viana, escrito en versos, donde retoma nueva- no la hizo apartarse del orden cronológico de
mente el tema del pasado histórico español y los hechos referentes a la vida y muerte del pri-
dramatiza la lucha por el trono durante el siglo mer rey israelita, por lo cual las adecuaciones
XV, desarrollada en medio de las intrigas urdidas históricas no eran considerables ni afectaban la
por la ambición del poder. Se ha dicho que este esencia de la verdad bíblica. Su Saúl, además, se
drama, destacado por las grandes pasiones que distingue por no observar la rigidez en cuanto a
encierra y por su efectismo escénico, resultó las reglas clásicas —sobre todo en la unidad de
demostrativo de la naciente desproporción en- tiempo y lugar—, por abarcar y profundizar
tre la capacidad de la Avellaneda como drama- mucho más en su protagonista y estar concebi-
turga y su instrumento expresivo, un tanto in- da a propósito del orgullo como sentimiento o
suficiente en tal empeño. Estrenada en Cuba al «espíritu maligno» que obsesiona a Saúl, con lo
año siguiente —1845—, El príncipe de Viana cual consigue una gran fuerza dramática en su
obtuvo éxito de público, aunque la crítica no fue personaje bíblico. Éste aparece envuelto duran-
seguidora de dicho entusiasmo. Algo similar te toda la obra en una lograda atmósfera de am-
ocurrió con Egilona, drama en tres actos y en bición, locura y fatalidad, que debe mucho al
versos, estrenado en España en 1846 y concebi- poder intuitivo y a la vigorosa imaginación de la
do dentro de la misma línea de tratamiento del autora. De tal forma, su protagonista resulta más
medioevo español. 57 humano, más dramático, que aquéllos con los

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cuales había trabajado antes; de ahí que la im- a este momento las comedias Errores del cora-
portancia de esta obra se encuentre, fundamen- zón y La hija de las flores o Todos están locos,
talmente, en la profundidad sicológica que al- ambas sin ostensibles fuentes ajenas. La prime-
canza la figura antiheroica de Saúl, representante ra de éstas —que la autora decidió no incluir en
de la lucha del poder monárquico frente al po- la edición de sus Obras, publicadas en cinco to-
der eclesiástico. Además, es indudable que esta mos entre 1869 y 1870— ha sido catalogada
pieza muestra las amplias aptitudes de la como comedia sentimental o de caracteres 64 y
dramaturga para desenvolverse en el terreno his- se distingue por el relieve de los personajes, más
tórico-bíblico y que por ello su Saúl resulta un acentuado que el del medio social que los rodea,
legítimo precursor de Baltasar, su más sólida aunque la autora esgrime algunos argumentos
creación dramática. críticos contra las convenciones sociales que
Luego del éxito de Saúl —que no alcanzó, sin condicionan los hechos. Está presente en dicha
embargo el de Munio—, Tula da a conocer en comedia un hábil manejo de la ironía, la inge-
1851 otro drama acerca de la historia española, nuidad, así como la reiterada idealización de la
Flavio Recaredo, escrito en tres actos y en va- mujer, en este caso María, el personaje femeni-
riedad métrica, dedicado especialmente a los re- no protagónico.
yes, quienes asistieron al estreno. En esta pieza, Al hablar de La hija de las flores o Todos están
donde se reiteran el ambiente caballeresco me- locos se debe tener en cuenta su justa dimen-
dieval y el tema religioso —nuevamente reafir- sión, cimera, dentro del campo de la comedia
ma aquí el triunfo del cristianismo—, sobresale cultivado por la Avellaneda. La obra, dividida
el conflicto amoroso de Recaredo, rey godo, y en tres actos, es una de las mejores piezas de
Bada, princesa sueva. Ambos personajes se dis- toda su producción dramatúrgica sobre todo por
tinguen por su esmerada caracterización, pero el logro artístico que resulta de su fluida y va-
aún más ella, joven enérgica que lleva en sí mis- riada versificación en metros de arte menor, así
ma mucho del temperamento propio de la auto- como por la belleza con que concibe a Flora, la
ra, quien con esta obra recrea una vez más un protagonista. La idealización romántica alcanza
episodio monárquico y cristiano, y logra un en esta obra —una vez más— a los personajes y
mediano éxito de público y de crítica. 61 A Flavio al mundo que los rodea, lo que concuerda con
Recaredo le sucedieron cuatro estrenos, que hi- su propósito lúdicro y su poca hondura ideote-
cieron del año 1852 uno de los más productivos mática, elementos que le confieren ese definido
para la Avellaneda en materia teatral. Correspon- carácter de teatro cortesano, concebido para
den a este año, entre otras, las obras La verdad agradar, que José A. Portuondo ha reconocido
vence apariencias, drama en verso en un prólogo como excelente muestra de estilo rococó. 65 La
y dos actos, así como El donativo del diablo, obra, de manera general, fue recibida por la crí-
drama en tres actos escritos en prosa, en las cua- tica como un buen exponente de la conciliación
les retoma, respectivamente, un asunto tratado entre el concepto dramático y la expresión esté-
por Byron y una leyenda novelada por ella mis- tica de la Avellaneda y el público actual todavía
ma. 62 Ninguna de estas piezas rebasa los límites siente la frescura de esta pieza, apreciable en el
del melodrama y de los enredos románticos que éxito de sus representaciones como justo in-
se resuelven a última hora y que tanto aparecen dicador de la permanencia de sus valores esté-
en dicho tipo de teatro. ticos.
Sin embargo, aparte de las obras menciona- Entre las comedias escritas y estrenadas has-
das, lo que abunda en la década de 1850 en el ta 1855 por la Avellaneda, se encuentran La aven-
teatro de la Avellaneda son las comedias, por lo tura (1853), La sonámbula (1854), Simpatía y
que se ha considerado como un lapso en que «su antipatía (1855), La hija del rey René (1855) y
vida pasa del profundo misticismo bíblico de Oráculos de Talía o Los duendes en palacio
Saúl a una visión más risueña, a un sentido có- (1855). 66 De forma general, se observa en sus
mico que nada lo presagiaba». 63 Corresponden comedias la inclusión de pocos personajes, la

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diversidad temática y, en relación con algunas La representación de Tres amores constituyó


de ellas, se ha señalado cierta semejanza con las un fracaso, más que por la propia obra en sí mis-
comedias del Siglo de Oro español. 67 Predomi- ma, por la acción de los enemigos de la autora,
na en las mismas el uso de la sátira, la ironía, así que en buena medida sabotearon la puesta en
como se revela la capacidad de la autora para escena, aun en presencia de los reyes.
variar la tipología de sus personajes sin que ce- Del propio año data el estreno de la obra cum-
dan en profundidad sicológica. Tales comedias bre de la actividad dramática de Gertrudis
evidencian definitivamente las inclinaciones fe- Gómez de Avellaneda, el drama bíblico Baltasar,
ministas de la Avellaneda, al representar espe- estructurado en cuatro actos en verso. En el pró-
cialmente la condición de la mujer ante su des- logo que precede a la primera edición, la autora
tino, ante la sociedad, como sucede por ejemplo manifiesta su objetivo al retomar el relato de las
con lo relativo al divorcio, elemento a que se Sagradas Escrituras, que no es otro que el de ha-
alude en Simpatía y antipatía, así como con la cer filosofía de la historia. Baltasar es una obra
reivindicación social de la ramera, tema del con- de exaltación religiosa cristiana y ello se hace
flicto moral desplegado en La aventura. patente en las propias palabras de la Avellaneda
Entre los recursos más efectivos utilizados al caracterizar a su protagonista:
en las comedias por la Avellaneda se encuentran
el uso del monólogo —muchas veces reflexivo— He querido pintar en él lo poco que es la
y la abundancia del diálogo sobre la acción, ade- más grande alma cuando no la ilumina la fe
más de un sólido equilibrio artístico entre lo trá- ni la fecunda el amor y en el instante su-
gico y lo cómico. La crítica ha señalado en su premo en que se consuma la expiación, un
contra la evidente cercanía de algunas de estas rayo celeste viene a alumbrar aquella alma
obras con las de otros autores de donde pudo descreída […] 70
tomar asunto la Avellaneda. 68 La poca origina-
lidad y la superficialidad en el tratamiento de La autora pone en el centro de la acción de
algunos temas han hecho que este período de su Baltasar el amor de dos jóvenes hebreos en la
creación dramática, a pesar de la abundancia de oprimida Babilonia y simboliza en el desenlace,
títulos, haya sido considerado como la parte de con la muerte del rey pagano, la caída de un im-
su teatro menos afortunada. En 1858, con Tres perio corrupto. Uno de los aspectos más sobre-
amores —comedia en prosa que consta de un salientes de esta tragedia, tan cuidadosamente
prólogo y tres actos— volvemos a encontrar la hilvanada desde el punto de vista dramatúrgico,
es la creación de los personajes, fundamental-
escritora original que refleja nuevamente con
mente el de este rey babilónico hastiado de po-
intensidad su personalidad a través de sus obras.
der y de placeres y arrastrado por el amor de
Dicha comedia puede ser considerada como de
una esclava que lo desdeña. Las inquietudes
tesis, puesto que la autora deja planteada en ella
existenciales de este rey encuentran su contra-
su teoría sobre los tres tipos de amor: el divino,
partida en las figuras de Elda y Rubén, encarna-
el intelectual y el humano. El desarrollo que al-
ciones de la vigorosa juventud judía que desafía
canza el personaje Matilde —de inocente joven
el poder despótico de Baltasar. La pareja de jó-
a experimentada actriz— en esta obra, ha hecho
venes representa a «los dos seres más débiles y
afirmar con acierto que
abyectos de la sociedad antigua: la mujer y el
esclavo, rehabilitados sólo por el cristianismo»
no era la Nora ibseniana, pero […] su con- según la Avellaneda, de manera que el argumen-
ducta estaba impregnada de semejante es- to de esta pieza constituye —dentro de los lí-
píritu liberador. Su entereza […] encarna- mites de la cultura filosófico-religiosa de la au-
ba el golpe más duro que la Avellaneda tora—, una recreación de la lucha del politeísmo
asestaba a la mentalidad reaccionaria de su materialista pagano frente al espiritualismo
tiempo.69 monoteísta.

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A pesar de las insistentes búsquedas de simi- te sean causa —entre otros elementos a su fa-
litud entre la obra de la cubana y el Sardanápalo vor— de su vigencia en el gusto del público de
de Byron, entre otros, la crítica aceptó en su nuestros días que ha podido verla representada.
momento que la génesis de esta tragedia de la El estudio de la obra dramática de la Avella-
Avellaneda, su más alta expresión dramatúrgica, neda permite apreciar, de modo general, el gran
descansa —al igual que en el caso de Saúl— en sentido del teatro como espectáculo de que era
sus lecturas bíblicas y su profunda religiosidad, poseedora y la educación que logró de este me-
así como en su personal interpretación del ante- dio expresivo para sus fines estéticos. Los ras-
cedente histórico. A la fuerza dramática de sus gos caracterizadores de su teatro muestran una
personajes suma la Avellaneda en esta obra el extensa obra concebida entre el gusto neoclásico
vigor de las ideas recogidas en la misma, cuando y la sensibilidad romántica y portadora de algu-
muestra un pueblo subyugado en actitud de en- nas pinceladas realistas,72 que hubieran dado a
frentamiento al tiránico rey y hace de Baltasar su dramaturgia ilimitadas posibilidades en su
un símbolo de la caída del mundo antiguo, por época, de no haberse propuesto la autora conci-
su desorden y corrupción, frente al triunfo de la liar ambas cosas en «esa mezcla nada armoniosa
fe de los débiles, en la que puede catalogarse de que destruyó en España las mejores posibilida-
obra cumbre de su teatro de raíces religiosas. des de su escena en el siglo XIX».73 A estos carac-
Baltasar, última obra estrenada en vida de la teres de su obra se suman la marcada preferencia
Avellaneda, se representó en el teatro habanero por recrear la historia mediante una versificación
«Tacón» en noviembre de 1867, a nueve años de elegante, sonora, suntuosa, y una acción direc-
su éxito madrileño. 71 ta, precisa, así como un hábil manejo de las es-
En el ocaso de su actividad creadora, Gertru- cenas y los diálogos. Sus personajes, que resul-
dis Gómez de Avellaneda aún refunde una obra tan vigorosos, dotados de profunda sicología,
de Dumas, Catilina (1867), en cuatro actos y en sirvieron —en el caso de las heroínas— de ve-
verso, que no aporta substancialmente nada a hículo para la expresión del feminismo y de los
su teatro y escribe El millonario y la maleta, ideales éticos y estéticos de la autora.
impresa en 1870. Esta comedia en prosa com- Es indudable que el desapego de la Avellaneda
puesta de dos actos, se sustenta en los enredos hacia la realidad de su patria lastra la significa-
causados por una confusión de identidad y de- ción que su obra dramática hubiese tenido para
muestra una vez más la capacidad de su autora nuestra historia teatral, pero si la discutida na-
para desempeñarse fuera del teatro trágico y su cionalidad literaria de esta prolífica autora —que
aptitud para concebir personajes y situaciones defendió se le incluyese en la literatura cuba-
llenos de simpatía. Escrita a instancias de los na— ha sido decidida a favor de su definitiva
amigos de la autora y aparentemente sin gran- cubanía, por las razones antes apuntadas corres-
des pretensiones, la obra no llegó a representar- ponde reconocer el lugar cimero que su
se en su momento. En su contenido se advier- dramaturgia ocupa dentro del teatro romántico
ten breves pinceladas satíricas, caricaturescas, del siglo XIX, con José Jacinto Milanés como
ligadas al tono costumbrista, que probablemen- antecesor cronológico más importante.

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NOTAS
(CAPÍTULO 2.9)

1
Según su principal biógrafo Emilio Cotarelo (La rante esta beve estancia: la ansiedad por el reen-
Avellaneda y sus obras. Tipografía de Archivos, Ma- cuentro con su patria de donde se ausentara duran-
drid, 1930), la Avellaneda publica por primera vez te veintitrés años; el reproche de un pequeño grupo
en 1838 en la revista literaria semanal gallega El Cis- de escritores habaneros que vieron en su proyec-
ne. Antes de esta fecha el autor da fe de un poema ción social una falta de «cubanidad»; su intensa la-
aparecido en el Diario de La Habana el 18 de marzo bor al frente de la revista Álbum Cubano de lo Bue-
de 1832, atribuido a la poetisa erróneamente, pues no y lo Bello; la muerte de su madre en España; su
el mismo aparece firmado por Desval, es decir, co- probable gestión en torno a las decisiones de su es-
rresponde a Ignacio Valdés Machuca, y está dedica- poso Domingo Verdugo como gobernante de diver-
do a un hijo natural del padre de la poetisa, resi- sas localidades cubanas, y, sobre todo, el progresivo
dente en La Habana, según datos aportados agravamiento de la salud de éste que culminará en
recientemente por Mary Cruz («Los versos de la su muerte ocurrida en 1863; éstos son los hechos
Avellaneda», en Gertrudis Gómez de Avellaneda: principales de este período de su vida.
Antología poética. «Prólogo» de […]. Editorial Le-
tras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1986).
9
La revista sólo tuvo doce números.
2
El poema «Al partir» ocupa la primera página de
10
En relación con este tema puede consultarse el epí-
todas las ediciones que ella realizara de su obra. grafe de la poesía cubana entre 1844 y 1868.
3
Para mayores datos al respecto pueden consultarse
11
Salvador Arias: «Gertrudis Gómez de Avellaneda»,
las memorias de la Avellaneda (Domingo Figarola en su Tres poetas en la mirilla. Editorial Letras Cu-
Caneda: Memorias inéditas de la Avellaneda. Impren- banas, Ciudad de La Habana, 1981, p. 127.
ta de la Biblioteca Nacional, Habana, 1914) y el pro- 12
Salvador Arias: ob. cit., p. 130 y Cintio Vitier: Lo
pio libro de Cotarelo, La Avellaneda y sus obras (ob. cubano en la poesía. Instituto del Libro, Editorial
cit.). Letras Cubanas, La Habana, 1970, p. 184.
4
Su juventud, belleza y talento, así como el agravan- 13
Cintio Vitier: ob. cit., p. 129 y Virgilio Piñera:
te de ser hembra y extranjera y de llevar una vida «Gertrudis Gómez de Avellaneda: revisión de su
independiente de la familia, llamaba la atención en poesía», en Universidad de La Habana. La Habana,
una sociedad donde la mujer era víctima de las más (100-103): 22-23, enero-diciembre, 1952.
severas convenciones sociales, y esto provocó nu-
merosos comentarios que pronto se esgrimirían 14
En 1846 la Avellaneda escribió su Devocionario que
como ofensas para opacar la celebridad de la autora. se extravió por la quiebra de la empresa editorial
encargada de su publicación, por lo que en 1867
5
Emilio Cotarelo: ob. cit., p. 76. compuso y publicó la segunda versión del mismo.
6
Entre los sucesos más dolorosos de esta etapa de su La primera fue encontrada después de su muerte
vida podrían mencionarse la ruptura con Cepeda, la entre los manuscritos de una biblioteca particular.
relación y ruptura con Gabriel García Tassara, pa- 15
En la edición de 1850 este poema aparece original-
dre de la única hija de Gertrudis; la muerte de esta
mente con fecha de 1845 y el título «A…», que fue
niña a los ocho meses de nacida, y la temprana viudez
sustituido por «A él» para la edición de 1869. En
de la Avellaneda tras la muerte de su primer esposo
esta aparece otro poema de igual título con una pri-
Pedro Sabater.
mera versión de 1840 notablemente diferente.
7
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «Prefacio» de la
autora, en su Poesías. Imprenta de Delgrás, Madrid,
16
Para un estudio más detallado de este aspecto de-
1850. ben consultarse los trabajos: Regino Boti: «La
Avellaneda como mitificadora», en Cuba Contem-
8
Tensiones de todo tipo cercaron a la Avellaneda du- poránea. La Habana, 3 (4): 373-390, dic., 1913 y

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266 SEGUNDA ÉPOCA

Mary Cruz: «Los versos de la Avellaneda» (prólo- el epistolario amoroso de la escritora y que con ello
go), en ob. cit. se perdía la imagen más espontánea, sincera e inte-
gral de esta mujer. Por otra parte, el poema martiano
17
Regino Boti: ob. cit., p. 375. de 1876 «A Rosario Acuña» (Obras completas, tomo
18
Raimundo Lazo: Gertrudis Gómez de Avellaneda. 17, pp. 119-123) expresa su acertado juicio acerca
La mujer y la poetisa lírica. Editorial Porrúa, Méxi- de la posición histórica de la Avellaneda a quien lla-
co, 1972, p. 84. ma «sombra de espanto, pecadora inmortal, nube
de llanto», en comprensión de sus errores pero tam-
19
La crítica hispánica de entonces sólo le hallaba par bién de la repercusión que esto tuvo en la vida y la
femenino en la antigua Grecia, con Safo; en la Italia gloria de la poetisa. Mas su valoración definitiva es
renacentista, con Vittoria Colonna, o en el México sin dudas ésta de 1891.
del XVIII con Sor Juan Inés de la Cruz.
28
Raimundo Lazo: ob. cit., p. 86.
20
Cintio Vitier: ob. cit., pp. 129-130.
29
Ob. cit., p. 15.
21
El poema de la Avellaneda «La noche de insomnio y
el alba» fue, al decir de la crítica, la mayor fantasía
30
Camila Henríquez Ureña: «Los valores literarios de
métrico-rítmica lograda en su época, por su combi- Cuba en la cultura hispanoamericana», en Cuader-
nación gradual de versos que van desde el bisílabo nos de la Universidad del Aire del Circuito CMQ.
hasta el de dieciséis sílabas, en magistral correspon- La Habana, (22): 56-57, octubre, 1950.
dencia con el contenido de cada estrofa, y algo se- 31
Alberto J. Carlos: «René, Werther y la Nueva
mejante podría decirse de «La pesca en el mar», de Eloísa», en Revista Iberoamericana. Pittsburgh
superior dinamismo rítmico y muy agradable lectura. (EE.UU.), 31 (60): 236, julio-diciembre, 1965.
22
Salvador Arias: ob. cit., pp. 136-137. 32
Raimundo Lazo: «El lirismo en su narración imagi-
23
Emilio Cotarelo: ob. cit., p. 40. nativa», en su Gertrudis Gómez de Avellaneda. La
mujer y la poetisa lírica. Editorial Porrúa, México,
24
De ahí que escriba Dos mujeres (Gabinete Literario, 1972, p. 69.
Madrid, 1842-1843) y Sab (Imprenta Calle del Bar-
co Núm. 26, Madrid, 1841, 2 volúmenes), y no las
33
Emilio Cotarelo: La Avellaneda y sus obras. Ensayo
incluya en sus obras completas; que no dé crédito a biográfico-crítico. Tipografía de Archivos, Madrid,
la aristocracia de la sangre y ambicione un empleo 1930, pp. 83-84.
al servicio de la reina; que añore a Cuba y viva en 34
José María Chacón y Calvo: Gertrudis Gómez de
España; que escriba fogosas cartas secretas a Cepeda Avellaneda. Las influencias castellanas: examen ne-
y disfrace en público su pasión con la retórica em- gativo. Imprenta El Siglo XX, La Habana, 1914,
polvada de «Amor y orgullo». p. 12.
25
Fragmento de «Al sol en un día de diciembre». 35
Gertrudis Gómez de Avellaneda: «Epistolario», en
26
Cita de sus Memorias (ed. cit.), en Antonio Martínez su Obras literarias. Colección completa. Imprenta y
Bello: «La cubanidad de la Avellaneda», en Dos musas Estereotipia de M. Rivadeneyra, Madrid, 1870, tomo
cubanas: Gertrudis Gómez de Avellaneda y Luisa IV, p. 271.
Pérez de Zambrana. Fernández y Cía., La Habana, 36
Emilio Cotarelo: ob. cit., p. 431.
1954, p. 16.
37
Aurelio Mitjans: Historia de la literatura cubana.
27
De la comparación hecha por Martí en 1875 entre la Prólogo de Rafael Montoro. Editorial América, Ma-
Avellaneda y Luisa Pérez en la que llama a ésta en drid, 1918, p. 228.
oposición de la primera «verdadera poetisa ameri-
cana», no puede deducirse que con ello estuviera
38
María de las Mercedes Merlín: Viaje a la Habana.
negándole americanidad a aquélla sino la poesía de Precedida de una biografía de esta ilustre cubana por
la Avellaneda y la lírica femenina americana, mucho Gertrudis Gómez de Avellaneda. Habana, 1922, p. 8.
más cercana entonces al delicado acento de Luisa. 39
Ob. cit., p. 8.
Obra de escritor y no de poetisa debió parecerle a
Martí —como a tantas otras figuras de la época—,
40
Ob. cit., p. 13.
cuya noción y gusto de lo femenino no se ajustaban 41
Ob. cit., p. 10
a la personalidad ni al estilo avellanediano. Debe
tenerse en cuenta, además, que él no pudo conocer 42
V. García de Diego: Antología de leyendas de la lite-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 267

ratura universal. Estudio preliminar, selección y no- 56


En la edición de 1844, la Avellaneda dedica esta tra-
tas de […]. Editorial Labor, Madrid, 1953, tomo I, gedia «a los habitantes de La Habana en prueba de
p. 5. afecto, y por tributo de gratitud a la lisonjera bene-
volencia con que han acogido mis primeros ensayos
43
Raimundo Lazo: «Los epistolarios», en ob. cit., p. 72. literarios». Sin embargo, en la reedición de 1868 la
44
Gertrudis Gómez de Avellaneda: Cartas existentes dedica a su hermano: «[…] tú representas la rama
en el Museo del Ejército. Edición e introducción José de Munio Alfonso de que descendemos […]».
Priego del Campo. Fundación Universitaria Espa- 57
El entusiasmo con que ambas piezas fueron acogi-
ñola, Alcalá, 1975, p. 6. das en Cuba pudo estar determinado por las prohi-
45
Ob. cit., p. 20. biciones que sufrieron por la censura de la época,
un detalle que influye indudablemente en la signifi-
46
Ob. cit., pp. 27-28. cación de la Avellaneda en su momento entre los
47
Ob. cit., p. 39. cubanos.
48
José Antonio Portuondo: «La dramática neutrali-
58
El afán corrector de la Avellaneda, que refunde mu-
dad de Gertrudis Gómez de Avellaneda», en: Capí- chas de sus obras teatrales, se aprecia también al
tulos de literatura cubana. Letras Cubanas, Ciudad retomar la primera versión de Saúl (Tragedia bíblica
de La Habana, 1981, p. 230. en cuatro actos. Imp. de José María Repullés, Ma-
drid, 1849), escrito con bastante anterioridad. El
49
A ello hace referencia Rine Leal al tratar a la texto fue abreviado por la autora para que ganase en
Avellaneda en su capítulo «Un caso peregrino», en movimiento y facilitar su representación escénica.
La selva oscura (Editorial Arte y Literatura, La Ha-
bana, 1975, tomo I, p. 323). El destacado historia-
59
La Avellaneda había trabajado en la traducción de
dor de nuestro teatro se lamenta de que esta autora las obras de Soumet y Alfieri y también conocía la
«pudo haber creado, con sólo dos o tres títulos, el preocupación de Heredia por el tema, hasta que de-
teatro cubano y no lo hizo». cidió escribir su propia versión del mismo.
50
Durante la estancia de la Avellaneda en España, en
60
G. Gómez de Avellaneda: Saúl. Tragedia bíblica en
el ambiente literario coexistían las tendencias román- cuatro actos. Madrid, Imprenta de José María
tica, la ecléctica, la clásica y la satírica o realista. Repullés, 1849, p. 9.
51
Para José Juan Arrom «de la tragedia clásica tiene la
61
Cotarelo y Mori afirma en su texto La Avellaneda y
majestuosa elocuencia, la noble elevación, la gran- sus obras (Tipografía de Archivos, Madrid, 1930) que
deza profundamente humana de las pasiones. Del «la frialdad con que se recibió este drama trascen-
drama romántico toma la flexibilidad de la trama, el dió a los juicios de la prensa periódica […] y eso
mayor movimiento, la variedad de los efectos que la autora no incurrió en el error de imprimir,
escénicos.» (Historia de la literatura dramática cu- como en el Saúl, su obra antes de estrenarla, con lo
bana. Yale University Press, New Haven, 1944.) cual era nueva para el público que no asistió a las
representaciones […]».
52
José Antonio Portuondo: ob. cit., p. 214. 62
La verdad vence apariencias (Gertrudis Gómez de
53
Según afirma Rine Leal (ob. cit., p. 36), antes de Avellaneda, en su Alfonso Munio. Impr. de Repullés,
partir para España a los 22 años, la Avellaneda no Madrid, 1844) se basa en el Werther o La herencia
sólo había compuesto versos y actuado como afi- de Byron (que aparece condensado fundamental-
cionada en representaciones teatrales caseras, sino mente en el prólogo de La verdad…) y El donativo
que había escrito una tragedia titulada Hernán Cor- del diablo (impr. de C. González, Madrid, 1852) se
tés. Este autor remite a su vez al Diccionario biográ- inspira en la leyenda La velada del helecho (1849),
fico cubano de Calcagno (N. Ponce de León, New tomada a su vez de una leyenda suiza.
York, 1878, p. 83), y a otros autores. 63
Rine Leal: ob. cit. (1975), p. 335.
54
Munio Alfonso se dio a conocer como Alfonso Munio. 64
Mary Cruz en el prólogo a Errores del corazón y
La propia Avellaneda aclara en el prefacio a sus Obras
literarias… publicadas entre 1869 y 1871 los moti- otras comedias (Editorial Arte y Literatura, La Ha-
bana, 1977) hace una interesante clasificación de las
vos del cambio de título, que según su criterio, de-
comedias de la Avellaneda. Esta comedia, calificada
terminan que su obra se ajuste más a la fuente his-
tórica de donde procede. aquí como sentimental, era considerada por la
Avellaneda como comedia urbana, y se sitúa muy
55
Rine Leal: ob. cit., p. 329. próxima al drama burgués que se comenzaba a cul-

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268 SEGUNDA ÉPOCA

tivar en su época. de La fille du roi René, de Gustave Lemoine —más


difícilmente de King René’s Datter, de Henrik
65
En el citado trabajo de Portuondo («La dramática
Hertz—, en el segundo caso. También Simpatía y
neutralidad de G. G. de Avellaneda», en su Capítu-
antipatía ha sido considerada influida por La falsa
los de literatura cubana. Editorial Letras Cubanas,
antipatía, de Nivelle de Chaussée.
La Habana, 1981), este valora La hija de las flores
como «una de las mejores muestras del teatro roco- 69
Natividad González Freire: «Teatro dramático cu-
có que es tan pobre y tan débil en España […] Esta bano del siglo XIX», en Bohemia, 67 (10): 10-13, mar-
locura […] es un deliberado jugar con la realidad, zo.
un evadirse de la realidad; es típicamente teatro ro-
cocó del cual en España hay muy pocas muestras
70
Gómez de Avellaneda: Baltasar. Drama oriental en
[…]». Este teatro rococó se inició en Francia en el cuatro actos y en verso. Madrid, Imp. de José
siglo XVIII y se cultivaba aún en algunos países euro- Rodríguez, 1858, p. 2.
peos en tiempos de la Avellaneda. 71
Es bueno señalar a propósito de este distanciamien-
66
Anteriormente —1851—, había traducido del fran- to en el estreno de Baltazar en Cuba, que no siem-
cés y estrenado la comedia Los puntapiés (según pre las obras de la Avellaneda fueron aceptadas sin
apunta Mary Cruz en la obra citada, esta pieza fue reparos por la censura; muy por el contrario, sus
traducida por la Avellaneda en colaboración con su obras Leoncia, Egilona y El príncipe de Viana reci-
hermano Manuel y se estrenó en mayo de ese año, bieron prohibiciones. No sería de extrañar que si-
pero no llegó a publicarse nunca y se da por perdi- milares circunstancias condicionaran la acogida de
da). En 1853 la Avellaneda estrenó también Hor- Baltasar, cuyas ideas —tomando en cuenta el año
tensia, una adaptación en prosa del poema póstu- de su estreno en Cuba, 1867— podían causar in-
mo, del drama de Federico Soulié de igual título. Se quietud a las autoridades censoras.
estrenó en el Teatro del príncipe y se considera per- 72
Según afirma Rine Leal (ob. cit., tomo I, p. 326).
dida. También Mary Cruz (ob. cit., p. 27) hace referencia
67
Ver Mary Cruz: «Prólogo», en ob. cit., pp. 21-29. al realismo como recurso del teatro de la Avellaneda
en tanto esa «intensificación […] para dar la ilusión
68
Esto se ha observado, por ejemplo, en el caso de La de realidad, esa “exageración controlada” que hace
Aventura, La hija del rey René —entre otras de sus tan real la teatralidad del teatro […]».
obras—, por la similitud con L’ Aventurière, de
Émile Augier, en el primer caso, y el conocimiento 73
Rine Leal: ob. cit., p. 325.

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2.10 LA POESÍA ENTRE 1844 Y 1868

2.10.1 Evolución de la poesía cubana del de finales del siglo XVIII, cuando ciertos escrito-
período: análisis de los términos res españoles de alto «prestigio oficial», funda-
empleados por la historia literaria ron en la casa de la Condesa de Lemos una Aca-
tradicional. Algunas figuras menores demia del Buen Gusto que sesionó entre 1749 y
1751, y de la que quedaron fuera autores de la
El estudio de la poesía cubana creada entre 1844 talla del Padre Feijóo.
y 1868 —los años de mayores contradicciones Ya íntimamente relacionados con la etapa, los
sociales, políticas y económicas de los transcu- términos de buen y mal gusto literarios frecuen-
rridos hasta entonces en nuestra Isla— obliga a tan los artículos y notas críticas aparecidos en
un enfoque ideológico de la misma que, amén las publicaciones periódicas de entonces, así
de la necesaria determinación estilística, revele como se convierten en patrón de medida para
su función, por qué y para quiénes fue escrita, o juzgar, al nivel de tertulias, la calidad de las obras
sea, precise su lugar en la dinámica histórica, literarias que se debatían (debates orientados,
aspecto que condiciona la exigencia literaria de como era de esperar, según el criterio delmon-
esta etapa, marca el gusto de sus contemporá- tino), y, finalmente, es Aurelio Mitjans en 1890 1
neos e influye en la difusión de obras y autores, quien los «canoniza» como tendencias, pone fe-
así como en la receptividad de la crítica. Tal en- chas y encasilla a los autores en uno u otro gru-
foque implica una reconsideración de las ten- po, quizás con el propósito didáctico de simpli-
dencias poéticas que han sido señaladas por la ficar y, por supuesto, guiándose por la brújula
historia literaria tradicional, a saber: la de una de su gusto personal según las características de
primera subetapa entre 1844 y los inicios de la la crítica impresionista imperante. Así, y apenas
séptima década, clasificada como de predomi- sin variaciones por casi doscientos años, estos
nio del «mal gusto», a la que algunos textos in- conceptos han sido heredados por la historia li-
corporan las escuelas nativistas (criollismo y teraria cubana que llega a nuestros días, y en tor-
siboneyismo) y otros las sitúan como tenden- no a los cuales sólo las agudas opiniones de
cias independientes, aunque simultáneas con la Cintio Vitier y especialmente Ambrosio Fornet
anterior. Y la de una segunda subetapa festejada han aportado algunos elementos discordantes de
con el nombre de «reacción del buen gusto» y singular importancia para el esclarecimiento de
ubicada entre 1860 y 1868. Estos términos, es- la realidad epocal. 2
grimidos como categorías estéticas —que han Un simple cotejo de opiniones reputadas en
continuado utilizándose sin discriminación ni el lapso estudiado con el juicio de Mitjans, re-
pretensiones de cientificidad—, datan al pare- vela que los autores, al comentar sobre este as-
cer, en el horizonte de las letras letras hispanas, pecto, no siempre se referían a la misma etapa,

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270 SEGUNDA ÉPOCA

aunque casi todos coincidían en señalar a Del Consciente de los defectos de cierta poesía
Monte como el guía de la corrección literaria: que gozaba de gran popularidad, la crítica lite-
José Zacarías González del Valle en carta (1838) raria del período —y aun desde la aparición del
a Anselmo Suárez y Romero llamó a aquél «el Papel Periódico de la Havana (1790)— tenía, no
patriarca de toda la pandilla literaria del buen obstante, una gran confusión, como señala
gusto»; 3 Mitjans recordaba (1890) la tertulia Vitier, 7 entre estilo y corrección gramatical,
delmontina como «aquella amadísima Academia pureza de léxico y tersura sintáctica y, aún po-
que fue para los doctos un refugio y para la ju- dría agregarse, entre voluntad estética e imita-
ventud una escuela de buen gusto», 4 y aún en ción facilista. Véase cómo Fornaris en sus seve-
nuestros días Cintio Vitier, aunque inconforme ros apuntes sobre la obra de Francisco de Paula
con ese patriarcado que le endilgaran, considera y Orgaz, afirma:
(1968) que fue «el responsable más directo de
una reacción crítica e irónica contra el romanti- Orgaz es uno de los poetas que en su épo-
cismo, cuyos polos éticos y estéticos eran la ca contribuyó más, por la fama de su nom-
moralidad y el buen gusto». 5 bre, a la corrupción del buen gusto que
En una coincidencia que se explica por sí sola había reinado en la anterior, descuidando
—tomando en cuenta las normas neoclásicas de lo correcto del estilo y la sencillez y clari-
equilibrio y mesura formal tan defendidas por dad de la dicción, se extravía algunas veces
Del Monte—, el mal gusto ha aparecido tam- hasta el extremo de hacer recordar, en la
bién permanentemente asociado al rechazo de explanación de algunas de sus ideas, la lo-
la retórica romántica, aun desde sus mismos ini- cución enfática, confusa y pretenciosa del
cios y sin esperar a que sobreviniera nuestra corruptor [¡ !] Góngora. 8
«mala» poesía de la quinta década del siglo. Un
ejemplo de ello lo tenemos en la conocida polé- Mientras que cuando juzga la poesía de Narciso
mica de Bachiller y Morales (entonces defensor de Foxá —justamente destinado por la historia
del romanticismo) y Ramón de Palma, su im- literaria al mismo baúl de ampulosos rimado-
pugnador, quien denuncia en 1838 6 —o sea, en res— Fornaris lo llama «modelo para los que
pleno apogeo de nuestras primeras grandes vo- quieran adquirir la finura de un gusto depurado
ces románticas— una decadencia poética que, y las galas de un decir florido y castizo». 9
por los defectos que se enuncian (imitación de Especial cuidado deben poner los estudiosos
los peores poetas, arrebato, excesos) en nada se de la literatura en no enarbolar como buenas,
diferencia de aquélla que Mitjans ubica alrede- por repetidas, determinadas exigencias críticas
dor de 1844. Y aún José Martí en su prólogo a que, vistas aisladamente, no poseen hoy ningu-
Los poetas de la guerra (1878) señalaba la super- na validez. Algo semejante ha ocurrido con la
vivencia de la decadencia romántica al apuntar llamada poesía del mal gusto, permanentemen-
que «el espíritu nuevo y viril de los cubanos pe- te desacreditada desde su época, pero en torno a la
día en vano formas a una poética insignificante e cual no se ha hecho la necesaria delimitación entre
hinchada […]» (el subrayado es nuestro). sus valores históricos concretos y los actuales.
Por otra parte, si nos guiamos por la Revista No es menos cierto que en torno al año 1844
de La Habana, trinchera principal de la deno- —fecha dramática para la vida insular en más de
minada «reacción del buen gusto», se encontra- un sentido— tiene lugar el mayor agravamiento
rá que entre sus asiduos colaboradores figura- de la decadencia romántica que ya venía confor-
ron José Fornaris, Juan Cristóbal Nápoles mándose desde los años del auge del primer ro-
Fajardo, Narciso de Foxá, Francisco Javier manticismo, signado por la influencia de fa-
Blanchié, José Gonzalo Roldán y Felipe López mosos poetas españoles como Quintana,
de Briñas, es decir, la mayoría de los autores más Espronceda, Zorrilla. A estos antecedentes se
vapuleados por los abanderados de la corrección refiere Mitjans en su descripción del período
literaria a partir de la clasificación de Mitjans. 1820-1842, cuando expresa:

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 271

Por debajo de los líricos citados [las gran- bién estos rasgos —si bien no con tal frecuencia
des voces], pulula una numerosa turba de ni acumulación— porque los mismos correspon-
versificadores ávida de beber también en den a una retórica en uso: la retórica de nuestra
las limpias aguas de Hipocrene, de la que primera escuela romántica que constituyó, como
dijo un mordaz crítico allá por 1825, al dis- siempre sucede, lo más perecedero del romanti-
tinguir de los demás a Heredia, que no apa- cismo, del mismo modo que el aluvión de cis-
ciguaba su sed sino en las turbias de nues- nes, princesas y chinerías, constituyó años más
tra zanja real. 10 tarde el andamiaje retórico del modernismo,
expresamente rechazado por la generación poé-
Sin embargo, el historiador no vio en ello nin- tica subsiguiente.
guna relación con el período de mala poesía que En la difusión de poetas muy menores tam-
señala inmediatamente después y en el cual, por bién influyó, como demuestra Fornet, 11 la trans-
causas extraliterarias, sólo quedaron las voces formación tecnológica de la imprenta que tuvo
menores que, sin alcanzar las grandes virtudes lugar a partir de 1840 y provocó un sensible aba-
de sus modelos, imitaban sus peores rasgos; ratamiento y agilización del proceso de taller.
epígonos que han sido erróneamente conside- El súbito auge de la producción editorial se
rados por la historia literaria como las voces más percibió en la cámara oscura de la época como
representativas del momento, cuando, en ver- una imagen invertida: muy pronto empezó a
dad, estas habían callado de manera brusca: hablarse de un deterioro y una decadencia de la
Heredia muerto, Plácido fusilado, Milanés en- literatura. Naturalmente, la calidad promedio de
loquecido, y, por otra parte, la Avellaneda y Del las obras bajaba en razón directa a su número.
Monte establecidos en el extranjero. No es que se escribiera peor, sino que se publi-
Es absurdo magnificar este momento de au- caba incluso lo peor. Puesto que la naturaleza
sencia de buenos poetas —ocurrido por circuns- de este fenómeno ha pasado inadvertida para los
tancias difícilmente repetibles— elevándolo a la historiadores de la literatura, a ese período de
categoría de movimiento o tendencia literaria del tránsito entre dos formas de producción y apro-
mal gusto. E ignorar, además, que también en piación editorial se le conoce simplemente como
España y en Hispanoamérica se escuchaban por la época del «mal gusto». 12
entonces semejantes voces representativas de la De esta forma, el romanticismo tuvo a su fa-
primera decadencia romántica. vor las condiciones materiales para convertirse
Los rasgos que identifican esta poesía son, en una moda y por lo tanto en una mercancía
entre otros, la ampulosidad del lenguaje, mu- que penetró las más diversas esferas de la vida
chas veces en acumulación de vocablos vacíos y social y precisamente en este carácter mercanti-
voces de moda forzadamente incorporadas al lista acierta a ver Fornet una de las principales
poema; búsqueda de la frase rotunda, las imáge- causas de la degradación literaria epocal.
nes hiperbólicas, los hipérbatos retorcidos, todo Súmese a esto el período de férrea censura
eso identificado en la época como efectismo lí- socio-política que tuvo lugar a partir del Proce-
rico; la sucesión injustificada de metros y rimas so de la Escalera y que contribuyó al cultivo de
diversos en un mismo poema, de signos enfáti- una literatura hueca, banal; la desaparición si-
cos, interjecciones, vocativos, adjetivos; la vul- multánea de las grandes voces, la decadencia
garidad de giros, ideas, sentimientos, y el des- natural de una retórica en uso por más de una
cuido general ante la composición que, so década, y se obtendrá una visión objetiva de esos
pretexto de una libertad y espontaneidad «mo- breves años enmarcados bajo la etiqueta del mal
derna», encubría muchas veces la ausencia de gusto.
talento poético. Es decir, que al contrario de lo que afirma la
Salvo esta última carencia, irreparable, no pue- historia literaria tradicional, alrededor de 1844
de perderse de vista que en la obra de todas las no tuvo lugar el apogeo de un gusto deformado
grandes figuras del período se encuentran tam- que dio paso al florecimiento de «malos» poe-

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272 SEGUNDA ÉPOCA

tas, sino antes bien, la aceleración de un proce- ficadora de la evolución literaria. Los años in-
so de evolución literaria por la concurrencia de mediatamente posteriores a 1844 deben tomar-
determinados factores de muy diversa índole, se, en cuanto a poesía, como un período de tran-
único enfoque que puede explicar de manera sición entre dos códigos estéticos. En la década
científica el surgimiento de nuestros grandes siguiente comenzarían a aparecer las primeras
románticos de la segunda mitad del siglo. De soluciones —las dos vertientes del nativismo—
haber sido estos años iniciales un período esté- cuya discutida validez artística no niega su con-
ril para la literatura, habría que creer en la apari- tribución a la búsqueda de una poesía de
ción de la segunda generación romántica como cubanidad esencial; del mismo modo que, en lo
un fenómeno de generación espontánea, pues no político, el fracaso de la «solución» anexionista
es otra cosa, en esencia, la explicación simplista significó un nuevo paso hasta el reencuentro
de esta poesía como una reacción de rechazo a definitivo con el independentismo.
lo anterior, tras un salto en el pretendido vacío La trayectoria del período fue fructífera; la
de casi tres lustros. poesía que madura a fines de los años cincuenta
Los años que mediaron entre 1844 y 1868 no es simplemente el signo de una vitalidad que
fueron de gran fermentación literaria, del mis- nace, sino el resultado y la culminación de un
mo modo que lo fueron en cuanto al pensamien- proceso literario en el que triunfan las normas
to político como antesala de la Guerra Grande. ya avisadas del segundo romanticismo, las que
En las diversas direcciones de la literatura epocal, incuban a su vez el germen de un próximo códi-
se descubre el proceso de sustitución del códi- go: la estética modernista. Luisa Pérez de
go estético vigente desde los años treinta y ya Zambrana, Juan Clemente Zenea, Joaquín Lo-
envejecido o automatizado, por un código de renzo Luaces, son las cumbres de ese proceso,
avanzada que había asomado, sin lograr predo- pero, como afirma Cintio Vitier:
minar, en algunas figuras de la primera genera-
ción romántica —Milanés en «La fuga de la tór- Ninguna literatura está hecha sólo de ci-
tola»; el imperecedero Plácido en las mejores mas. Hay un tejido normal y continuo, que
letrillas; la voz desnuda de Manzano en su so- el tiempo va sepultando, sobre el cual se
neto «Mis treinta años»—. Con toda seguridad, alzan los momentos más altos, significati-
el fermento estaba asimismo en la poesía menor vos y perdurables. Lo que estas cumbres
no antologable que se estaba escribiendo en La deben a aquellos valles, salpicados de flo-
Habana y sobre todo en las provincias del cen- res efímeras, no puede medirse ni debe
tro y orientales, más alejadas (podríamos añadir subestimarse […] 13
ahora, favorablemente) de la influencia de las
voces nativas más populares del momento, así En el grupo de poetas que se dio a conocer a
como de los ecos estrepitosos que arribaban de la sombra de la primera decadencia romántica,
la poesía metropolitana. Obsérvese que es jus- no fueron los más malos, sino los más popula-
tamente en Trinidad, pequeña ciudad del centro res, Francisco de Paula y Orgaz (La Habana,
de la Isla, donde se escucha por primera vez la 1815-Madrid, 1873) —cronológicamente más
voz renovadora de Mendive, quien trae la aper- cerca de la primera generación poética decimo-
tura determinante de los nuevos modos román- nónica, aunque su fama, que trascendió los lí-
ticos, los que culminarían pocos años después mites de nuestras fronteras, alcanza hasta bien
en la obra de un culto residente de La Habana, entrada la sexta década del siglo—; Francisco de
Juan Clemente Zenea, y una tímida santiaguera, Javier Blanchié (La Habana, 1822-1847), José
Luisa Pérez Montes de Oca. Gonzalo Roldán (La Habana, 1822-1856), Nar-
Los viejos conceptos de buen y mal gusto li- ciso de Foxá (Puerto Rico, 1822-París, 1883) 14
terario surgidos en este proceso, no son, en ver- y Felipe López de Briñas (La Habana, 1822-
dad, categorías estéticas, sino términos retóricos 1877), estos cuatro últimos estrictamente co-
creados por una visión formalista y simpli- etáneos y unidos entre sí por gustos estéticos y

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 273

actividades periodísticas similares. La mediocri- descriptivo de la escuela modernista:


dad de sus obras —en las que sólo ocasional-
mente se hallan muestras que trasluzcan una Sobre el cristal de una fuente
apreciable sensibilidad poética— no significa que Sin guijas y sin espuma,
carecieran de ciertas dotes para la composición Tiende sus nevadas plumas
del verso, el cual, por el contrario, les surgía con El cisne tranquilamente:
deplorable facilidad. Otro tanto podría decirse Erguido el cuello luciente
de su arsenal lingüístico —a veces superior al Se va impulsando tan leve,
que encontramos en poetas relevantes— y, en Que apenas el agua mueve;
línea general, de su información literaria, pues Y con gracioso donaire
no sólo publicaban continuamente en las nume- A la voluntad del aire
rosas revistas y periódicos literarios habaneros, Deja sus alas de nieve.
sino que eran asiduos contertulios de toda re- ……………………….
unión o sociedad literaria de cierto prestigio, así («El cisne») 16
como amigos personales, en muchos casos, de
connotados poetas cubanos y españoles del Llama la atención la economía de medios expre-
momento. sivos de que se vale el autor para lograr esa sen-
A la luz de aquella época algunos de sus poe- cilla elegancia, esa plasticidad descriptiva, que
mas tuvieron valores circunstanciales —ideo- son las señales más características del poema,
temáticos o expresivos— que no siempre son rasgos que son, sin duda, la huella del cambio
determinables desde una nueva perspectiva his- de signo romántico que estaba teniendo lugar.
tórica y que, por supuesto, contribuyeron a su Esa poesía decadente encubre a menudo un
popularidad. Es el caso, por ejemplo, de Orgaz, pensamiento político, en tanto son comunes a
cuya fama —según el testimonio de Calcagno— 15 ella las expresiones de racismo, falseamiento
se debió a una carta que el poeta escribiera a histórico y del más grosero españolismo que re-
Zorrilla, en la que hacía una severa referencia flejó la lírica cubana, hecho aún más grave si te-
crítica a la censura que el despotismo español nemos presente el momento político-social en
ejercía sobre los escritores del país. que surgió, razón que —más allá de lo litera-
Los poemarios más conocidos de este grupo rio— hace detestables ciertos poemas como «A
de escritores fueron: Poesías (1849) y Cuba. las cubanas», de Blanchié, quien canta aquí la
Canto descriptivo (1855), de López de Briñas; valentía española y la atmósfera placentera del
Canto épico sobre el descubrimiento de América país, precisamente dos años después de ocurri-
por Cristóbal Colón (1846) y Ensayos poéticos do el Proceso de la Escalera. Con poemas como
de Don Narciso de Foxá (1849), del propio poe- éstos o como «Al descubrimiento de América
ta; Margaritas (1846), de Francisco Javier por Cristóbal Colón» (1855), de López de
Blanchié, y Preludio del arpa (1841), de Fran- Briñas, estaba bien asegurada «la siempre fiel Isla
cisco de Paula y Orgaz, así como determinados de Cuba».
poemas sueltos cuya aparición logró una sona- Únicamente las circunstancias ya analizadas
da receptividad de la crítica. Una muestra de en que Blanchié —y otros versistas, como los
estos últimos es «El aguacero», poema de calificó Zenea— 17 publicó su obra, hicieron
Roldán que figura en casi todas las antologías y posible la difusión y fama de sus composicio-
cuya falsedad de la expresión lírica, lo increíble nes, entre las que no se encuentra una sola de
de sus personajes, la banal anécdota poética que mediano acento, pero que eran compradas a este
refiere y la alusión idealizada del trabajo escla- usurero del verso, quien fundó en 1845 nada
vo, convierten, sin embargo, esta composición menos que una «Agencia Literaria» para la ven-
en una de las más insulsas de su autor. En cam- ta de poemas de ocasión.
bio, de su misma obra es el siguiente fragmento Pésima es, asimismo, la obra de López de
que prefigura certeramente el lujo y preciosismo Briñas, autor de unas composiciones infladas,

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274 SEGUNDA ÉPOCA

ampulosas, entre cuyos más lamentables defec- tan extensa y disímil en registros y calidades.
tos está el de su fecundidad literaria. López de Pero no hay que engañarse con semejantes efu-
Briñas trazó a menudo idealizados escenarios siones: la añoranza del paisaje nativo que está
rurales de signo opuesto a los de la poesía —en lo ideológico— al inicio de dicha tradición,
nativista, ya que bajo el disfraz del paternalismo es perfectamente asimilable a un pensamiento
intentaba la inviolabilidad del status socio-eco- político vacilante o aun conservador, como el
nómico imperante. que se refleja en el Canto épico sobre el descubri-
Fue Foxá el de mejor inspiración de este gru- miento de América por Cristóbal Colón (1846),
po como cultivador de la poesía erótica, en la del propio Foxá.
que logra ocasionalmente la armoniosa sencillez Espectantes ante la poesía de su tiempo —si
de la escuela mendiveana, como en este ejemplo: bien la falta de genio y su conservadurismo ideo-
lógico no les permitió llegar más allá de esta
Si pudo turbar tu calma mediocridad—, se encuentran en las obras de
Alguna impresión ligera estos autores acentos aislados de todas las ten-
Que resbale por tu alma, dencias líricas epocales y, entre ellas, de las es-
Cual la brisa por la palma, cuelas nativistas, las de más antiguo anteceden-
Cual la nube por la esfera. te en la historia de la literatura cubana.
Y vamos así pasando,
Puesto que lo quiere Dios, 2.10.2 La poesía nativista: caracteres, aportes,
Nuestros gustos halagando: figuras principales. José Fornaris, Juan C.
Tú por los dos olvidando, Nápoles Fajardo
Yo queriendo por los dos.
(«Ausencia») 18 Si en sus primeras noticias criollismo y sibone-
yismo nacieron simultáneamente, en cambio,
Ése es un acento mucho más familiar a nues- como moda o tendencia de la poesía culta —
tro gusto actual que el de su ampulosa poesía con sus textos arquetípicos y la declaración de
épica, resultante de una forzada imitación de las su poética— el criollismo antecedió al sibone-
heroicas odas quintanescas. No es raro encon- yismo en más de una década, aunque, a partir
trar en sus Ensayos poéticos versos de irrepro- del desarrollo de este último, se integraron nue-
chable corrección gramatical, descripciones de vamente para culminar en la obra de Nápoles
gran movilidad y un sentimiento espontáneo Fajardo. Mucho más importante que esas coin-
acerca del paisaje cubano de fortuito acento ele- cidencias cronológicas, es la similitud esencial
gíaco, cuya nota permanente está dada por la pre- que existe entre ambas corrientes, perfectamente
sencia de la palma: emoción que le dicta senti- abarcables bajo el calificativo de poesía nativista,
das estrofas como ésta de «Al perder de vista La tomando en cuenta la paridad de sus procedi-
Habana»: mientos literarios, la sicología de sus persona-
jes, el acento popular de las composiciones y
Dejadme solo en la altanera popa, escenarios, el sentimiento ante lo nativo, las es-
Lleno de angustia el corazón sin calma, tructuras empleadas y la intención folklorista del
desde el bajel que me conduce a Europa lenguaje, que en uno va hacia lo campesino o
Ver la ciudad en donde queda el alma. criollo y en el otro se utilizan acertadamente las
Dejadme aquí donde la altiva copa voces aborígenes que quedaron en la norma lin-
Puedo alcanzar de la arrogante palma, güística nacional.
En esta tierra de eternal verdura, Muchos poetas de desigual calidad artística
Rica de luz, de aromas y hermosura. 19 hicieron su contribución ocasional a una u otra
corriente nativista —Milanés, Del Monte, Ra-
Tales rasgos incorporan esta parte de su obra a món de Palma, Luaces, García Copley, Úrsula
nuestra tradición poética-patriótica del siglo XIX, Céspedes, al criollismo; Plácido, Valdés Machu-

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ca, Santacilia, al siboneyismo—, pero frecuen- poema a poema, y que alterna con entusiastas
temente los autores escribieron en ambas líneas, intervenciones del autor-narrador.
pues siendo una su esencia y propósito sólo cam- Hasta Nápoles Fajardo la poesía nativista
biaba la utilería. De los más dedicados fueron conservó el aire de las estrofas españolas elegi-
Vélez Herrera, Teurbe Tolón y, ya consagrados das como estructuras métrico-rítmicas (roman-
al nativismo, Francisco Pobeda, José Fornaris y ce, cuarteta, redondilla, glosa, décima), así como
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, más conocido sus refranes y lenguaje bebidos en la tradición
bajo el seudónimo de El Cucalambé. popular castellana; sólo la obra de Pobeda, es-
Ambas tendencias responden a la moda ro- critor de una muy sencilla cultura literaria, pero
mántica del culto al hombre natural, el bon conocedor profundo del universo que describía,
sauvage de Rousseau, que, importada como un significó antes un alto en esta falta de autentici-
carácter exotista, no alcanzó a perderlo del todo dad de la expresión nativista ya aludida. En su
sino hasta las décimas cucalambeanas —culmi- voz, a la que le faltó mucho vuelo poético, se
nación y agotamiento del nativismo—, lo que adivina la sensual embriaguez y el regocijo del
ha dado pie a la crítica para acusar a sus cultiva- nativo que disfruta los dones de la naturaleza
dores de un autoexotismo imperdonable. cubana, la cual —aún sin connotaciones patrió-
Pero el criollismo llevaba ventaja en cuanto a ticas— es sentida y saboreada con un deteni-
la expresión primitiva o natural; como se vio en miento virginal.
páginas anteriores, desde los inicios del siglo se La relevancia del paisaje en la poesía nativista
produce en Cuba una notable difusión de déci- está presente en el origen de la diferente mirada
mas populares (en ocasiones de autores anóni- que los románticos de la segunda generación
mos; otras, de criollos o españoles de renom- ponen sobre su entorno; late en su impulso de
bre) que se imprimían en hojas volanderas proyectar su subjetividad sobre el paisaje que
vendidas al costo de cinco céntimos y que, dado saben hermoso, familiar, suyo, tal y como lo
el éxito de su «publicación», se reeditaban nu- descubrieron los nativistas para ganancia de la
merosas veces. Es ilustrativo al respecto el caso poesía posterior. Y otro tanto podría decirse de
de los Cantos de un montuno, de un tal Matías su revelación de las posibilidades líricas de la
Arrondo, que en el año 1884 iba por la trigési- temática hogareña, poesía de lo trivial y cotidia-
mosexta edición. Y esto sin contar el canto no, de la canturía, la siesta y la taza espumosa de
repentista campesino, cuyas estrofas quedaban leche, tan bien cantada por El Cucalambé y asi-
en el bagaje de la tradición oral. Es decir, que milada posteriormente por la sensibilidad supe-
los temas, la estructura, el escenario y aun el rior de Luisa Pérez.
público del criollismo, estaban creados, sólo fal- A través de los caracteres enunciados se ob-
taba traducir esa voz popular a la poesía culta, serva la inserción de nuestra poesía nativista en
conversión que únicamente El Cucalambé lo- el contexto romántico hispanoamericano, en el
gró con entera autenticidad. que se producen un poco después variados in-
Quizás a estas mismas fuentes debe la poesía tentos de llevar a la poesía la expresión
nativista su carácter dialógico y ese acento que autóctona, en oportunidades con resultados ver-
le viene de un orador que se sabe escuchado por daderamente señeros como Martín Fierro
un interlocutor-personaje o por el público re- (1872-9), de José Hernández. Pero en compa-
ceptor que pulsa su misma cuerda. Las compo- ración con aquellos escritores posteriores que
siciones adquieren así una teatralidad que se habían dejado atrás la moda del primitivismo y
refuerza en la estructura de poemas como «La el «mito» de la libertad formal como virtud su-
serrana de Jiguaní», de Fornaris, y «Narey y prema del verso, falta en la mayoría de los
Coalina», del Cucalambé, en los cuales los per- nativistas cubanos la voluntad de estilo, la altu-
sonajes, dueños de la escena, desarrollan una se- ra poética, la efectividad de la síntesis, dañados
rie de acciones de gran dinamismo pero reduci- precisamente por los presupuestos románticos
bles a una secuencia fáctica que se repite de en boga. Es ilustrativa la siguiente opinión que

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276 SEGUNDA ÉPOCA

suscribe Fornaris sobre el punto, en su Defini- matizan sin caracterizar.


ciones y ejemplos de las principales figuras retóri- La intepretación de la poesía suboneyista bien
cas (1867): como texto de lenguaje parabólico revoluciona-
rio, bien como vía de escape de la realidad cir-
Yo he tenido el placer de oír a menudo a cundante hacia un paraíso ideal, evocado, es una
los campesinos usar figuras tan vivas, tan alternativa que sólo puede resolverse como ras-
variadas que me he avergonzado de haber go individual de los autores en la corresponden-
hecho tan largos estudios de elocuencia, cia de su obra y su proyección socio-política, y
viendo una cierta retórica de la naturaleza no como carácter genérico de esta tendencia. A
mucho más expresiva y elocuente que to- pesar de ello, en una u otra opción del sibone-
das las retóricas artificiales. 20 yismo, tanto como en la poetización criollista
de la vida campesina, se ofrece una imagen di-
No se daba cuenta este autor de que la asimila- chosa, ideal —en el sentido programático de la
ción de tal retórica natural obligaba al poeta a vida a la que se aspira—, y hay tal orgullo ante
un trabajo de estilo mucho más riguroso que el lo nativo, que comporta un pensamiento
del simple copista en el que se perdieron tantos antiespañol en diversos grados: desde el tímido
buenos intentos nativistas. Esos guajiros y reformismo dado en la prédica de una vida apa-
siboneyes «arreglados» por la mirada casi siem- cible y falsamente blanqueda de nuestra socie-
pre ajena del poeta, eran en su expresión menos dad, hasta el independentismo radical en la exal-
veraces como reflejo de nuestra realidad que los tación de la libertad del individuo y en las
personajes ideales de algunos poemas intimistas alusiones a la crueldad española. Asimismo,
o aun los luchadores griegos de Luaces; aunque
habría que analizar hasta qué punto la fallida ten- […] en la selección del método artístico
tativa nativista de lograr una poesía que fuese de apropiación de lo real, el nativismo
expresión de nuestra nacionalidad, acercó el ha- mostró las vacilaciones de su postura ideo-
llazgo de la segunda generación romántica que lógica: utilizó el método tipificador cos-
fue descartando in altro posibilidades ineficaces. tumbrista de acercamiento al realismo pero
En su período de plenitud (décadas del cua- predominó el de la idealización. 21
renta y cincuenta), el nativismo puede enten-
derse como la definición de un «sistema poéti- No puede perderse de vista el contexto de
co-ideológico» que, además de realizar una agudas contradicciones socio-políticas, lo que
interpretación regional de una moda literaria, mucho influyó en la lectura subtextual que hi-
sirvió de vía de indagación y comprensión de cieron los contemporáneos, sobre todo, de la
nuestra nacionalidad en desarrollo, aunque por poesía siboneyista, en la cual casi todos —y no
su incidencia en los elementos pintorescos de faltaron entre éstos las autoridades de la Isla—
sus personajes —inicialmente estimulada por la vieron un sugerente signo de antiespañolismo.
tendencia a lo exótico del arte romántico euro- La crítica que tantas veces se le ha hecho al
peo— no rebasó en su conjunto los límites de nativismo de que olvidó al negro, el sector más
un romanticismo y una cubanía «exteriorista», sojuzgado de la sociedad de su tiempo, no debe
calificativo que no aventura juicio acerca de la ser razón que disminuya el valor de esta poesía
honestidad de sus representantes. al juzgarla con la suficiente perspectiva históri-
Por su parte el criollismo abrigó en el princi- ca en relación con otras líneas de nuestra lírica
pio sustentador de su carácter (la idealización romántica, en las cuales, salvo excepciones, se
de la vida campesina), la necesidad estético-his- evidencia un pensamiento social conservador
tórica de su superación para alcanzar su objeti- con respecto al racismo o, al menos, un «olvido
vo supremo de autoctonía, hallazgo que asoma elocuente». Tal aspecto coincide con la «concep-
en la obra de numerosos autores, pero en casi ción racista del desenvolvimiento de la socie-
todos como referencias aisladas, pinceladas que dad cubana» 22 que Cepero Bonilla señalaba en

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cuanto al pensamiento de los ideólogos cuba- Aquí la calma y el misterio atraen,


nos anteriores al sesenta y ocho, aun los más Baja la luz por agrietadas bocas,
progresistas, por lo que no constituye argumen- Y como perlas de las duras rocas
to que pueda esgrimirse de manera aislada al Límpidas gotas caen.
analizar el nativismo. Tú que en las llamas de mis ojos ardes,
Tú que a mil mundos de esplendor me encumbras
Tú, siboneya que mi noche alumbras
La obra poética de José Fornaris Escúchame, no tardes.
(«La gruta») 25
El texto más importante de la escuela nativista
fue Cantos del siboney (1855), de Fornaris, Sin embargo, no podría hablarse de la evolución
poemario que se convirtió por la enorme estilística de Fornaris, a pesar de lo fecundo de
receptividad que tuvo a nivel nacional en el pri- su obra, pues la misma facilidad rítmica, seme-
mer «best seller» 23 —en expresión de Fornet— jante retórica e insustancialidad en el desarrollo
de la historia literaria cubana. Mas ahora el pú- del pensamiento poético y —de vez en vez—
blico era numérica y cualitativamente diferen- los hermosos destellos de un genio lírico des-
te: la expresión fácil y sonora de Fornaris, los cuidado en aras de una cómoda libertad de ins-
temas que trató, los aires que corrían de afirma- piración aprehendida de los primeros aires ro-
ción de la nacionalidad, hicieron posible la in- mánticos, son las constantes de toda su creación.
corporación al público lector de una parte de El erotismo es una nota sobresaliente de su
los sectores populares antes excluidos. Como obra, aunque sin alcanzar el primoroso registro
apunta Fornet, que logra Luaces. En cambio, los acentos graves
—y en parte se acerca con ello a los poetas de su
[…] el hecho desbordaba a todas luces el generación— 26 no se adecuan a su voz, que roza
aspecto meramente artístico, juzgar la obra de pasada ciertos temas (la esclavitud, la infe-
en términos de «buena» o «mala» poesía rioridad de la mujer, la moral de la juventud) sin
—como lo hizo en su tiempo la Revista de destacarse ni por la hondura de las ideas ni por
La Habana […] era coger el rábano por las la calidad formal. Aun así, un poema como «Los
hojas, pues Cantos del siboney era ante todo mártires», enérgica condena del fusilamiento de
un fenómeno sociológico y sólo así podría los ocho estudiantes de medicina, merece ren-
ser comprendido y valorado. 24 glón aparte:

En su obra Fornaris revela el cambio de sig- ………………………………


no estético que tenía lugar por esos años, pues Resuena la mortífera descarga,
en sus composiciones se escucha la retórica bri- Y por las rojas balas traspasados,
llante, enérgica, muchas veces artificiosa, del En su sangre purísima bañados
romanticismo zorrillesco —rasgo que predomi- Se revuelven las víctimas… Y ¡cabe
na en su más famoso libro—, pero a ratos alcan- En corazón humano tal fiereza…!
za también la sencilla desnudez, la estrofa alígera, Mas ¡qué lúgubre son los aires hiende!
de la segunda generación romántica a la cual ¡Hondo clamor no oís…! Al ver el crimen
corresponde cronológicamente su poesía, y lo- De polo a polo el mundo queda absorto:
gra entonces exquisitas estrofas como éstas: Toda madre convulsa se estremece;
Mas soberbia la turba se enloquece;
………………..……………….. Con escándalo canta en una orgía
Ven, yo conozco en ignorada ruta Solemnizando tan invicta hazaña,
Bajo un follaje espléndido y umbroso, Y ebria de vino y sangre brinda alegre
Junto a las aguas de un raudal copioso Por la grandeza y el honor de España!
Una escondida gruta. («Los mártires») 27

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278 SEGUNDA ÉPOCA

Si por el tratamiento poético del tema —el ex- Fue Fornaris —como antes se apuntó— un
ceso de signos enfáticos, el léxico utilizado— decidido defensor de la naturalidad y el pri-
esta composición se acerca a la ampulosa poesía mitivismo enarbolados por la primera genera-
civil que frecuentaba las publicaciones periódi- ción romántica, causa de los peores desaciertos
cas literarias de la década del cuarenta, en ver- de su producción literaria, pues su musa no per-
dad, tiene mayor importancia en la misma la sin- dió nunca la rémora del artificio y del facilismo.
cera angustia del autor ante los sucesos descritos, Por esto la nota más representativa de su obra
la que culmina magníficamente en la expresión es la medianía tanto contextual como expresiva,
sarcástica final, acertado reflejo de la reacción representada en poemas como éste:
colectiva de nuestra sociedad —dolor, rebeldía,
odio— frente a aquel despiadado fusilamiento. En la costa de los mares
La innegable simpatía de Fornaris por la cau- Entre arboledas frondosas,
sa revolucionaria no parece haber ido mucho más Se levantan misteriosas
allá de este término —quizás por temor a la re- Las sierras del Escambray;
presión oficial— por los años de los Cantos del Y aparece entre colinas,
siboney, poemario en el que apenas se hallan Cedros, cascadas y ríos,
aquellas valientes alusiones a la opresión de la Con numerosos bohíos
Metrópoli que menudean en la obra del Cuca- La provincia de Ornofay.
lambé, del mismo período. Sólo mucho después Cuna de Analay, cacique
del Pacto del Zanjón, en 1888, publica poemas De simpático semblante,
de un audaz antiespañolismo, como su famoso De mirada penetrante,
«Al Excelentísimo Señor Capitán General Don Y extremado en su pasión;
Francisco Serrano», escrito con motivo del de- Robusto de brazos y hombros,
creto oficial para la orden del destierro de José Alta y serena la frente,
de la Luz y Caballero, poema de gran impacto De gallardo continente,
en su época. Mas si su pensamiento político se Y de entero corazón.
define de acuerdo con la radicalización del mo- ………………………
mento histórico, en cambio, el sentimiento de («El cacique de Ornofay») 28
lo nativo, el orgullo y la emoción ante lo cuba-
no (paisaje, idiosincrasia, hombres, tradiciones) Es decir, ni torpeza o vulgaridad en el ejerci-
late al centro de toda su obra, dicta sus prime- cio del verso ni poemas admirables abundan en
ros acentos siboneyes y se afianza en sus com- el conjunto de su obra, aunque demostró estar
posiciones posteriores que —calidad apar- excelentemente dotado para la expresión lírica
te— poseen una sostenida cubanidad. en composiciones exquisitas como «A Yareya»,
En la valoración de su patriotismo no puede «La madrugada» o «Mi vuelta a Cuba».
olvidarse la lectura de su breve trabajo sobre re-
tórica poética (1867), donde entrelíneas se en-
cuentra un pensamiento consistente acerca de Juan C. Nápoles Fajardo, El Cucalambé
la libertad y el heroísmo patrios, conformado
por la concurrencia de los fragmentos escogi- Considerado en su época como un epígono de
dos sobre tales ideas. La selección tendenciosa Fornaris, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El
hecha por Fornaris es tanto de fragmentos como Cucalambé, es en nuestros días la figura más
de autores: mayorean Plácido, Olmedo, Heredia importante de la poesía nativista cubana, por sus
y Teurbe Tolón junto a reputados poetas espa- aportes definitivos a la lírica popular, la autenti-
ñoles como Manrique, Lope de Vega, Fray Luis cidad de su acento y la función socio-política
de León y Quintana, estos últimos tradicional- que supo cumplir a través de su poesía en cabal
mente utilizados como modelos de la métrica correspondencia con su ejecutoria ciudadana.
hispana. Cuando comienza a publicar en El Fanal de

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Puerto Príncipe en 1845, sus versos son ya el Y crujieron mis mandíbulas


resultado de una sólida educación literaria y una Como cuando mascan rábano.
vocación lírica favorecida por el ambiente fami-
Tu invitación honorífica
liar que le rodeaba. Otro tanto podría decirse
Me hizo reír, como un zángano,
de sus ideas políticas revolucionarias, ya que fue
Y mis plumas democráticas
su propio tutor quien lo introdujo en el grupo
Armaron terrible escándalo.
de acciones políticas que llevaría a cabo la Cons-
piración de Joaquín Agüero. ¿Tú piensas, amigo sincero,
El único poemario preparado por Nápoles Tú juzgas, amigo cándido,
Fajardo, Rumores del hórmigo, publicado en Que yo curse la poética,
1857, no obtuvo verdadera resonancia en la épo- Para llorar como Heráclito?
ca, a pesar de que el autor se propuso homena- ¡No, en mis días! Un estólido
jear con su libro a Fornaris, inscribiendo su poe- Quiero ser más bien, o un pájaro
sía en la misma dirección nativista de aquél, en Al son de mi ruda cítara,
similitud de tópicos, lenguaje, situaciones y cier- Que ostentar numen pindárico.
tos rasgos de estilo, y de que, por esta fecha, el
nativismo estaba en su período de esplendor. Las Que cultiven ese género
razones de esto deben buscarse precisamente en Los que como tú son clásicos,
aquellos elementos que distancian en parte al No yo, que vivo con ínfulas
Cucalambé del código estético más popular en- Y ribetes de romántico.
tonces —el de la primera generación románti- Compongan los vates tímidos
ca— y que constituyen a la vez rasgos diferen- Sus odas en versos sáficos,
ciadores de su poesía en el contexto nativista, Mientras recorren mis jácaras
con Fornaris como figura central. Son algunos Del mundo entero los ámbitos.
de estos rasgos: el romanticismo en tono me- ……………………………… 29
nor del Cucalambé; la melancolía que subyace
en buena parte de sus poemas y que parece ras- Muy significativa resulta la insistencia del
go consustancial de su visión del mundo, y aun poeta en resaltar el carácter primitivo o rudo de
de su goce ante el paisaje o el amor; la impor- sus versos, ajenos a todo adorno literario, lo que
tancia de lo cotidiano, lo momentáneo, lo im- se observa en cada una de las estrofas citadas a
preciso y, sobre todo, una preocupación por el partir de los siguientes elementos —ya por la
estilo bien oculta en el verso, sencillamente propia significación del pensamiento expuesto
ornado con las galas silvestres. Visto así, y to- en estos versos—: mascar rábano, reír como un
mando en cuenta por otra parte el tributo que zángano, plumas democráticas, cítara ruda, ín-
rindió este autor a la retórica nativista (culto de fulas y ribetes de romántico, jácaras. Del mis-
la vida natural, ligereza del verso, énfasis en lo mo modo, está explicito el rechazo de la retóri-
externo, dinamismo de la estructura formal que ca neoclásica y, por ende, la simpatía por los
busca el efecto en el oyente, lugares comunes presupuestos creativos del romanticismo, y en
de la expresión, utilería de moda), la obra del cuanto al tono, está también presente el acento
Cucalambé debe ubicarse en el período de tran- zumbón, así como cierto regodeo en las imáge-
sición entre las dos líneas fundamentales del nes grotescas, caracteres ambos frecuentes en
romanticismo, si bien con mejor orientación lí- su poesía, principalmente, en las letrillas, epi-
rica hacia la poesía de los llamados renovadores gramas y composiciones satíricas.
del gusto literario. Su «Respuesta a una invita- Es elemento obligado al hablar del Cucalambé
ción», constituye la autodefinición de su poética: señalar sus dos mayores aportes a la poesía cu-
bana: 1) el hallazgo de una voz definitivamente
Cuando recibí tu epístola, popular, apresada en su modo más profundo sin
Me quedé como un carámbano, necesidad de deformaciones ni pintoresquismos

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280 SEGUNDA ÉPOCA

del habla, voz-carácter, idiosincrasia nacional a un humor denso, estocada tirada al fondo de
presentida y expresada en total identificación del sí mismo o de su época, en su tono grave que
autor y sus personajes con quienes compartió la sólo excepcionalmente asoma tras el telón de su
mayor parte de su vida. 2) Su cubanización de la poesía nativista. Una muestra de esta línea poco
décima, a la que logró despojar de todo acento difundida de la obra cucalambeana es el siguiente
español e imprimirle ese sello definitivo de soneto, preciso en su composición estructural:
criollidad, molde blando para el canto espontá-
neo, el ritmo del güiro y el tiple, y el talento A todo literato que es plagiario
natural del hombre de campo para la improvisa- Opino que lo zurren como a un quinto.
ción. Con ello el autor deja resuelto el proble- Y el ministro que juega al par y pinto
ma del tipicismo literario y se ubica en la línea Suele luego jugar lo del erario.
de desespañolización efectiva de nuestra lírica,
La cabeza de todo Secretario
en la que —por otra vía— se encuentran tam-
Viene a ser un confuso laberinto,
bién las obras de Zenea y Luisa Pérez, según
Y abogado que toma vino tinto
expresara Cintio Vitier.
Vende luego su cliente a su contrario.
De los rasgos del romanticismo que se hallan
en la poesía del Cucalambé, dos adquieren una Una mujer coqueta es una arpía,
significación especial: la fusión de las tres cons- Y es una ruin badulaque, es un bolonio
tantes románticas —la naturaleza, la amada y la El que encomia su vil coquetería.
Patria— y la identificación del poeta con el pai-
Y llevar una suegra al matrimonio
saje natal. Con el primer elemento Nápoles
Que nos muela a noche y todo el día
Fajardo incide en la visión lírica o interiorizada
Es llevar por los cuernos al demonio.
de lo patriótico, que tuvo su primera gran defi-
nición en Heredia, como se analizó en páginas («Siete verdades») 31
anteriorres, pero que en el poeta nativista es
fuente de una pasión más apacible y cotidiana, En cualquier caso no faltan las saludables con-
inmanente. En cuanto a la identificación con el taminaciones entre ambas formas de lo poético,
paisaje, éste trasciende los límites de la moda pues si entre aquellas composiciones no es raro
romántica en una aprehensión más vital del en- encontrar el acento zumbón, la observación in-
torno que constituye el impulso primero de las geniosa y aun el doble sentido popular —son
sensaciones del poeta, el primer «sensus», en re- muestra de ello sus «Consejos a Juanillo», «El
medo —ahora consciente, estético— de aquel Augurio», «Lamentos de una tía»—, tampoco
lenguaje inicial del hombre primitivo, para el cual entre sus décimas son infrecuentes las severas
la naturaleza era el principal decodificador, la vía alusiones críticas a la situación epocal, a veces
suprema del conocimiento. A través de su poesía proferidas con sorprendente audacia política
como en «La valla de gallos», «La Alborada», y
[…] el hombre y la mujer, acostumbrados «Mi hogar», de donde tomamos el presente frag-
a vibrar con las cuerdas de la naturaleza, se mento:
comportan como parte de ellas, cubiertos
sus sentimientos de brillos, rumores, ……………….………
ojerío, pájaros y raíces a tal punto que Bajo este pajizo techo,
diríanse casi en el umbral de las fabulosas Sobre este suelo precioso,
metamorfosis vegetales. 30 En mis horas de reposo,
Cuando alegre y satisfecho
Otro Cucalambé desconocido, violento, hi- Germinar siento en mi pecho
riente, es el que nos llega a través de sus poemas La dicha y la benandanza,
más personales —sátiras, letrillas— donde la Oigo el silbido que lanza
gracia de la expresión popular y sensual, da paso En el monte la cucuba

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 281

Y el porvenir de mi Cuba con una intención eminentemente política, si


Contemplo allá en lontananza. bien las composiciones que la integran respon-
………………………………… 32 diesen individualmente, además, a un criterio
—y a un propósito— estético. Los autores re-
En el desarrollo de la idea en forma de parábola, unidos: José María Heredia, Miguel Teurbe
técnica frecuente del poeta, se aprecia una clara Tolón, Leopoldo Turla, Pedro Ángel Castellón,
intención revolucionaria acorde con el signifi- Pedro Santacilia, José Agustín Quintero y Juan
cado simbólico que los contemporáneos del Clemente Zenea, se identifican por un senti-
Cucalambé supieron ver en su poesía, así como miento superior común: el amor profundo a
en toda la obra nativista. Cuba; un objetivo político: la derrota de la tira-
Esta intención, la inconformidad del escritor nía española en nuestro país; y —salvo Heredia,
con respecto a su momento histórico, nos lleva quien figura en la colección como símbolo de
directamente al enigma de su muerte. Simpati- rebeldía y de poeta comprometido con una cau-
zantes y detractores, hombres honestos y ene- sa política— por la filiación a una corriente ideo-
migos políticos de todo tipo, han tratado de ex- lógica de la época: al anexionismo. Elementos
plicar con datos contradictorios la brusca que explican el hecho de que el poemario se con-
desaparición del poeta; mas en nuestra opinión virtiera, al decir de Juan J. Remos, en «una es-
la hipótesis del investigador Carlos Tamayo so- pecie de catecismo patriótico en la Universidad
bre el probable asesinato del poeta a causa de y en los colegios cubanos». 33
intereses económicos y odios políticos, es la más Los siete poetas incluidos respaldaron sus
convincente por la acuciosidad de los datos apor- ideas políticas con una activa participación en la
tados. lucha contra España, casi todos desde las filas
Tanto su pensamiento político reflejado en anexionistas, lucha que costó a muchos de ellos
su poesía como los significativos aportes que la libertad y condujo a todos al exilio, desde
realizó a nuestra expresión poética nacional, le donde continuaron trabajando por alcanzar sus
merecieron a Nápoles Fajardo un lugar signifi- propósitos. La filiación ideológica de estos poe-
cativo en la historia de nuestra poesía decimo- tas —a veces explícita en la muestra selecciona-
nónica, aunque tras llevar a su culminación las da para el poemario— debe explicarse a la luz
posibilidades expresivas de las tendencias del anexionismo que, entre 1840 y 1855 aproxi-
nativistas marcó también el inicio de la decaden- madamente, tuvo el mayor período de auge de
cia de éstas, y no logró —como antes con una nuestra historia y que fue calificado por Sergio
menor calidad lo hizo Fornaris— alentar nue- Aguirre como
vas voces. No hubo entre los poetas «cultos» un
solo imitador de su poesía, sólo el pueblo, su un período complejo, contradictorio, que
principal destinatario, ha continuado cantando abarcó en su seno desde burgueses de in-
en su voz, identificado con la obra de este artis- dudable propósito esclavista hasta defen-
ta que puso su primer empeño en salvar para sores del independentismo que se incorpo-
nuestra poesía «la trova humilde, delicada y vi- raron al movimiento anexionista por
ril que estaba latiendo en nuestros campos». finalidades tácticas. 34

Es muy difícil determinar el propósito últi-


2.10.3 Los poetas de El laúd del desterrado mo del pensamiento político de estas figuras,
tomando en cuenta que no fueron ideólogos,
En medio de tanto empeño —más o menos ra- sino hombres de acción y poesía que escribie-
dical, más o menos efectivo— de reafirmación ron a menudo bajo la urgencia de una circuns-
de nuestra nacionalidad, aparece al año siguien- tancia, política o personal, inmediata y casi siem-
te de Rumores del hórmigo una colección de alto pre trascendente. No obstante, lo más valioso
aliento patriótico, El laúd del desterrado (1858), de esta poesía desde el punto de vista histórico

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282 SEGUNDA ÉPOCA

es el signo patriótico de la misma, poesía escrita pasar el umbral, y luego…


bajo consigna como instrumento de lucha polí- no encuentro frase que cuadre…
tica, en un período de graves confusiones ideo- ¡echarme en tus brazos, madre,
lógicas de las cuales también estos autores fue- loco de placer y ciego!
ron víctimas. ……………….………………
Excepto Teurbe Tolón (Matanzas, 1820-1857) («A mi madre») 35

—fallecido un año antes de la salida del Laúd,


minado por la tuberculosis y las penas del des- La sencillez casi humilde de estos versos y el
tierro, y de quien como homenaje de sus com- cálido acento coloquial son medio expresivo
pañeros, se seleccionaron veinte poemas—, del adecuado para dejar sentir al lector el vivo amor
resto de los autores se incluyen solamente entre del poeta por Cuba, acrecido en la lejanía del
dos o cinco composiciones de acuerdo con su destierro, y ello unido a la dignidad y altivez
extensión. patriótica del resto del poema, así como al do-
De las mejores incluidas de Teurbe Tolón está lor del emigrado, mostrado sin afeites, rasgos
«Al Pan de Matanzas», extenso poema de alien- que en su conjunto acercan esta composición a
to épico estructurado en cuatro partes, que va- la poesía civil de Heredia.
rían entre sí el motivo poético y la composición De todos sus poemas, «Contestación de un
de versos y estrofas, a tono con la moda de la guajiro» es el de mayor calidad artística y el de
polimetría. El amor por Cuba está presente en más acendrada cubanía. En esta fingida respues-
la nostálgica descripción del paisaje matancero, ta a la carta que la reina Isabel enviara en 1851 a
así como en la protesta contra la tiranía españo- los cubanos elogiando su fidelidad, Teurbe asu-
la, el recuerdo de nuestros aborígenes y la im- me el decir llano del campesino para expresar
precación a los cubanos que soportaban la odia- con acento de pueblo su rechazo de la falsa cor-
da presencia hispana. El poeta nos entrega al dialidad aparentada por la soberana, y prefiere
hombre: sus penas, sus recuerdos, el objeto esta declaración de principios —innegable de-
amoroso de su existencia, y todo ello puesto en claración política— ante la Metrópoli.
función de este llamado de alerta a los cubanos Los poemas del bardo matancero recogidos
para que se decidieran a la guerra liberadora. en esta colección repiten en el conjunto general
Asimismo, la composición «A mi madre» de su obra la calidad mediana, pero digna, de su
—motivada por el ruego materno de que Teurbe primer libro, Preludios (1841), y no así del ver-
se acogiese al decreto de amnistía de 1854— es so quejumbroso y falto de vitalidad de Flores i
un ejemplo de su poesía más lograda, libre esta espinas (1857), escrito cuando ya el poeta —y
vez de la retórica zorrillesca para la cual el autor sobre todo el hombre— estaba vencido por la
no tenía auténtico estro: penosa batalla contra las circunstancias adversas.
De todos estos poetas del Laúd, es Castellón
…………..……………… (La Habana, 1820-EE.UU., 1856) el de más flo-
Pisar mi cubano suelo, jo acento en cuanto a la muestra de su obra que
y oir susurrar sus brisas, se ofrece en la citada colección, muestra que no
que son ecos de las risas alcanza el nivel de las restantes composiciones.
de los ángeles del cielo; De cualquier manera, y con una estructura mé-
alrededor de la ciudad, trico-rítmica de mediana calidad, tales poemas
ver los grupos de palmares se integran al conjunto por el perfil ideopolítico
cual falanges militares de los mismos.
de la patria libertad; Pedro Santacilia (Santiago de Cuba, 1826-
ver desde la loma el río, México, 1910), hombre de gran madurez políti-
sierpe de plata en el valle, ca, también supo reflejar en su poesía la pro-
y entrar por la alegre calle fundidad de sus ideas así como un sentido
donde estaba el hogar mío; patriotismo que está más cerca de la altivez

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 283

herediana que del acento desolado de Zenea o [………………………………]


de algunas composiciones de Teurbe. El muy ¡Oh, quiera Dios que con el rifle al hombro,
extenso poema «España» —uno de los que apa- pronto salude al sol del campamento,
rece en el Laúd— es una interesante visión de la y al verdugo español infunda asombro
historia española, de sus glorias nacionales, a las la azul bandera desplegada al viento!
que pone fin la indigna ocupación de los países
Si entonces una bala envilecida
americanos por el poder ibérico. El tono reflexi-
viene cual rayo y la existencia pierdo,
vo inicial toma progresivamente un aliento épi-
sólo por la ancha boca de la herida
co muy adecuado al desarrollo temático y al rit-
podrá escaparse, ¡oh, Lydia!, tu recuerdo. 36
mo creciente del verso, por lo que, además de
su riqueza contextual, deben señalarse los inne-
El desarraigo del emigrado y la imagen nostálgica
gables aciertos formales del poema.
de la patria lejana, dos de los temas más recu-
Por su parte, la muestra de Quintero (La
rrentes de toda la poesía cubana del siglo XIX,
Habana 1829-New Orleans, 1885) —escritor
aparecen íntimamente vinculados al sentimien-
cuidadoso de la estructura versal a la manera de
to de vivo afecto que el poeta manifiesta por la
los poetas de la segunda generación romántica—
joven mencionada, con lo cual retoma el trián-
oscila, por el tono, entre la influencia de la lírica
gulo afectivo Patria-Dios-Amada, que José Ma-
herediana como en «¡Adelante!», y la búsqueda
ría Heredia poetizara por primera vez con ele-
de un acento original que permita el predomi-
vada calidad lírica en su famoso poema «A
nio del aspecto ideotemático sobre los elemen-
Emilia».
tos formales, al ejemplo de «Poesía». De las tres
Con la obra de Leopoldo Turla (La Habana,
composiciones suyas que se ofrecen es «A Miss
1818-New York, 1877) finaliza El laúd del des-
Lydia Robbins», tantas veces antologada, la más
terrado a una altura ideológica que supera las pá-
importante por la perfecta correspondencia de
ginas restantes de la colección, sobre todo, por
la idea y la estructura estrófica, así como por-
su poema «Oro», larga tirada de versos épicos y
que en ella el poeta, abandonando todo artificio
de tema filosófico-moral en la cual se revela el
retórico, asume una expresión coloquial espon-
patriotismo de su autor y —lo más sobresalien-
tánea, tanto más efectiva por su acentuada sen-
te— el carácter progresista de sus ideas, que pa-
cillez:
recen trascender los conceptos de igualdad y
justicia sociales defendidos por la mayoría con-
Ayer huí de mi país querido,
temporánea en torno a un asunto bien espinoso
y al suspender el ancla el marinero,
del período: el problema del racismo y la
se despertó mi corazón dormido
esclavitud.
con el grito de leva lastimero.
La onda amarga rompió veloz la quilla, ……………….……………………
y en la línea miré del horizonte Allí de tribus que nacieron libres
que se nublaba mi natal orilla Carga el bajel con bárbaro alborozo,
y la empinada cumbre de su monte. A los campos de América retorna
[…………………………………..] Y a un vil mercado los entrega el monstruo.
¡Hoy héme aquí, por fin! Despedazados ¡Vender así la libertad del hombre
mis miembros, por el hierro y las cadenas, Por sólo el interés de un lucro sórdido!…
pálido, con los pies ensangrentados, ¡Maldito el hombre que excavó la tierra
de libertad hollando las arenas. Para buscar en sus entrañas oro! 37
[……………………………….]
¡Oh, Lydia, dulce Lydia! El viento helado Turla invierte los términos contemporáneos e
aquí con filo rápido me hiere; identifica a los españoles con los bárbaros y a
gozo la libertad que había anhelado los negros esclavos con los hombres dignos a
pero mi triste corazón se muere! los cuales la esclavitud cubrió de oprobio, y

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284 SEGUNDA ÉPOCA

agrega: perior al poeta. Sin embargo, hay en este tomo


algunas composiciones de gran interés para el
¿No habéis visto jamás cuando la cara estudio de la lírica epocal, ya que en fecha tan
Volvéis acaso indiferente en torno, temprana como la de la publicación de este
Una esclava infeliz que a solas gime poemario, aquellas se distinguen por el esmero
Y muda os pide en su dolor socorro? formal, el ritmo reposado y la sencilla elegancia
¡Esa esclava infeliz es nuestra madre! 38 del verso, rasgos que no se corresponden con el
código estético al uso, sino más bien con el de
Versos que contienen un pensamiento atrevido la próxima generación romántica, y aun llega
porque no es la «piedad» cristiana, no es el «ci- Turla en determinada composición («La Oda-
vilizado» rechazo del sistema esclavista, sino la lisca») a las puertas del modernismo por el lujo
total identificación emotiva con los esclavos, ambiental y la recreación de exóticos orien-
para quienes el poeta reclama su condición hu- talismos que recuerda en nuestra poesía la esté-
mana que les fue arrebatada por el afán de lucro tica casaliana.
de los poderosos. Con los siguientes versos fi- El laúd del desterrado tuvo como anteceden-
nales: te principal la poesía de José María Heredia, a
quien se asemejan estos poetas de forma gene-
¿Teméis la insurrección? ¡Almas cobardes!… ral en la expresión lírica de la nostalgia por la
Y no teméis al déspota ominoso Patria, el acento viril de la denuncia política, la
Que os marca con el sello del ludibrio proyección de su subjetividad sobre la imagen
Y os roba sin rubor el patrimonio? de nuestro paisaje. Pero estos son a la vez carac-
¿Los títulos perder teméis acaso teres de la lírica patriótica y de nuestra poesía
Cuando los compra el que nació en el lodo romántica, que de ambas fue Heredia —según
Teméis perder el oro miserable se analizó— el genial iniciador, con lo cual estas
Que negáis a la patria codiciosos, páginas del Laúd se inscriben en la línea román-
Y habéis puesto a merced del vil tirano tica prevaleciente en el período, y al mismo tiem-
Vidas, riquezas y el decoro propio? po, en nuestra tradición literaria revolucionaria,
¡Maldito el hombre que excavó la tierra aunque numerosas composiciones del poemario
Para buscar en sus entrañas oro! 39 reflejan la indeterminación estilística y las con-
tradicciones ideológicas propias de un período
el autor pone en tela de juicio algunas de las ba- de transición que ya por 1858 tocaba a su fin en
ses sociales de la «moral blanca» y de los intere- el aspecto literario.
ses del sector ilustrado o pudiente del país: su
falsa preocupación por el bienestar nacional, la
pretendida nobleza de sangre, la defensa del sta- 2.10.4 Rafael Ma. de Mendive. Joaquín
tus social por la ambición de riquezas, lo opro- Lorenzo Luaces
bioso del dominio español. Asimismo Turla, con
su poema «Degradación», alcanza en el Laúd la La obra de Rafael María de Mendive (La Haba-
mayor efectividad en el tratamiento del tema na, 1821-1886) vino a significar la desau-
político a través de un tono sarcástico, acento tomatización del código estético frente a aquel
que si no es original en su poesía sí sobresale en otro predominante —la retórica del primer ro-
el conjunto del libro por su emotividad y ade- manticismo—, aunque por varios años después
cuada utilización con fines ideológicos. de su aparición en la prensa periódica (1849)
A pesar de que tales aciertos formales habían continuó escribiéndose —y publicándose— poe-
sido ya avistados en su Ráfagas del trópico, de sía según los modos anteriores, y aunque en la
1842, éste no fue acogido con entusiasmo por creación del propio Mendive se encuentra que
sus contemporáneos, quienes consideraron, se- el poeta rindió culto también a aquella retórica
gún apuntara José M. Carbonell, al hombre su- decadente que sólo alrededor de 1860 pareció

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 285

definitivamente vencida, cuando los modos del podría decirse de la polimetría.


segundo romanticismo eran ya una expresión Allí donde Mendive olvida los presupuestos
determinante, un gusto «oficial» promovido y creativos vigentes, los temas en boga —a los cua-
defendido desde las páginas de las mejores pu- les debe pésimas composiciones suyas como «A
blicaciones de la época —Revista de La Habana Italia», o la serie lírica sobre los amores de Elvira
(1853-1857), Álbum Cubano de lo Bueno y lo y Fernando, carente de todo mérito literario—,
Bello (1860), Revista Habanera (1861-1863)— es cuando encontramos al poeta de la voz impe-
y que, una vez prevaleciente, comenzaba su tra- recedera, al orientador de la nueva estética, al
yectoria hacia la propia automatización y deca- poeta desarmado frente a sus vivencias, que pa-
dencia. san a sus versos con la ingenua y viva conmo-
En el plano formal, los cambios que aportaba ción del primer asombro, a la manera de «A un
Mendive desde Pasionarias (1847), su primer li- arroyo»:
bro, eran ostensibles: ante los acentos enérgi-
cos, versos agudos y esdrújulos del primer ro- ¡Cuán lento vas, arroyo cristalino,
manticismo, el poeta prefería los finales en sílaba Con expresión sencilla
llana, los encabalgamientos suaves; al lenguaje Rizando en tu camino
brillante y ampuloso, oponía un lenguaje de ele- La verde alfombra de flotante lino,
gante y afectiva sencillez; a la sintaxis retorcida, Que blando crece en tu espumosa orilla…!
la ausencia de hipérbatos llamativos; al ritmo
¡Cuán bellas corren removiendo arenas
altisonante, la musicalidad suave, el acento flexi-
Ceñidas de amapolas
ble, y todo ello como resultado de un paciente
Y blancas azucenas,
trabajo del verso, labor que en algunos de los
En breves giros las modestas olas
representantes de la segunda generación román-
Que nacen en tus márgenes serenas…!
tica, como Luaces, llegará más tarde al culto pre-
……………………………………..
ciosista de la forma, de filiación preparnasiana.
Niño también me deslicé inocente,
Un ejemplo de este trabajo de Mendive so-
Con paso indiferente,
bre los poemas se observa en la estructura de
Sin soñar en amores,
sus versos, que se integran al conjunto y son
Tras el vivo matiz de hermosas flores,
condicionados por éste, según demostró Belic
Y el límpido cristal de mansa fuente.
en su análisis estructuralista 40 del famoso poe-
ma mendiveano «La gota de rocío»; así como la Y libre como garza voladora,
conformación musical de sus composiciones a Con infantil decoro
la que subordina el ritmo de cada unidad versal, Y gracia encantadora,
la armonía imitativa de la frase, la palabra que Besando fui tus arenillas de oro
fluye y aligera; conjunto eufónico que atrajo en Al tibio rayo de la blanca aurora!
su época —y así lo afirma Lezama Lima— 41 a ………………………………… 42
reputados músicos como Arditi, Gottschalk,
Bottesini, autores que escribieron hermosas pá- Hay una cierta semejanza entre el goce bucóli-
ginas musicales sobre la idea poético-estructu- co de las descripciones paisajistas de Mendive y
ral de ciertos poemas de Mendive. la atmósfera edénica de mucha poesía nativista;
Por su parte, en cuanto al registro de estrofas pero en este escritor es mayor la concientización
utilizadas por la primera escuela romántica no de la realidad social del campo cubano de la épo-
se observan aquí, al pasar al segundo romanti- ca, signada por la miseria —como se aprecia en
cismo, cambios radicales: estructuras como la su poema «Desde el campo»—, y frente a esto,
del romance, soneto, silva, redondilla, octava la virtud humana y la dinámica de la Naturaleza
real, lira, décima —por sólo citar algunas—, no son solución ni estética ni histórica, sino úni-
señorean a lo largo de esta obra y de la de todos camente, regazo, consuelo, refugio transitorio
nuestros poetas románticos, y algo semejante del hombre que lucha por mejorar su mundo.

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286 SEGUNDA ÉPOCA

De ahí que falte esa embriaguez frente al entor- romántica, sino que es el resultado de su expe-
no natural que se disfruta en los cantos de riencia socio-histórica personal.
Fornaris, Luaces, El Cucalambé y aun de Luisa En la determinación del segundo aspecto es
Pérez en sus primeros años, y, al mismo tiem- imprescindible un comentario sobre dos de sus
po, sea más frecuente en esta obra la reflexión poemas: «Ideal» y «La oración de la tarde», en
filosófica, ética y principalmente religiosa que los que Mendive desarrolló su pensamiento fi-
parte de la contemplación del paisaje. losófico religioso. La tensión ideológica del pri-
Tal idea nos conduce a un replanteo del pen- mer poema, un tanto complejizada por la alta
samiento religioso de Mendive, aspecto sobre frecuencia de los hipérbaton, refleja la búsque-
el cual —salvo contadísimas excepciones— his- da por el poeta del ideal humano, sin hallarlo en
toriadores y críticos han coincidido en señalar la «verdad evangélica», que, por otra parte, no
la sinceridad y hondura de su cristianismo. Sin es para Mendive el último límite del universo,
embargo, de todos los poetas del período, el sino horizonte salvable, además, por la fantasía
autor que más se cuestiona la religión a través del hombre:
de su obra es precisamente Mendive, en quien
deben separarse la fidelidad a una ética cristiana ………….………….………….
—cuyos presupuestos se corresponden entera- ¡Dolor! ¡Siempre dolor! ¿Qué Dios encierra
mente con su proyección ético-social— y la con- Desde el Edén, y su dolor primero,
cepción de la vida mendiveana y, por otra parte, Ese Ideal que pasa por la tierra
su postura filosófica ante el dogma cristiano, que Como fatal reguero
se acerca —a veces peligrosamente— a la posi- De dudas tormentosas,
ción ateísta precientífica del panteísmo. De fiebres, de delirios, de ilusiones,
En cuanto al primer aspecto (el de su ética), Engendros de satánicas pasiones,
hay en la poesía de Mendive rasgos de clara rai- Soberbias, de la carne voluptuosas…?
gambre religiosa: 1) su sentido de la transitorie- ……………….………….………
dad de la vida que se refleja en la poetización de ¿Adónde, pues, el Ideal no lleva?
los elementos fugaces de la naturaleza, magis- Adónde de su imperio
tralmente ejemplificado en su conocido poema Nace la luz que a penetrar se atreva
«La gota de rocío»; 2) su obsesión por la pureza En la sombra, en la noche, en el misterio
moral, por la incorruptibilidad de las costum- De la insondable eternidad?
bres, principalmente de la juventud; 3) la con- Responde,
cepción heroica del dolor humano como la úni- ¡Oh! punto luminoso!
ca vía de purificación para el hombre, si bien no Tú que del sueño en ilusión me guías
sea exclusivamente el sufrimiento por una cau- Al mundo de los ángeles hermoso,
sa individual sino, sobre todo, el sacrificio del Al mundo de las santas armonías
ser humano entregado a los demás por mejorar Donde todo es amor y bienandanza,
su circunstancia —concepción que está más cer- El Ideal es Dios…?
ca del sentimiento patriótico explicitado en su …………………………………
poesía civil, que del religioso; 4) el ansia de «des- Al eco de mi voz, desaparece
terramiento» ya señalada por Sergio Chaple, 43 El punto luminoso,
que se relaciona con su afán de pureza pero que Y en armónicas ondas, himno hermoso
no le resta interés al reflejo en sus poemas del De celestiales cánticos, parece
contexto epocal, frente al cual el escritor per- Que esparcen por los ámbitos del mundo
maneció atento. En verdad esa vocación de fuga Las arpas de los ángeles en coro…
es claro síntoma de su inconformidad con las ¡Oh! Dios! a quien adoro!
circunstancias epocales que a veces se explicita —Exclamo al despertar, con alegría,—
en su poesía, y como rasgo no pertenece en su Arrebata en tu llama creadora
caso a un elemento característico de la moda Cuanto ya queda de existencia mía,

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 287

Y cuanto he sido, y soy, un sueño sea sos sáficos «A Paulina», su hija, sucesión de con-
Donde libre de humanos ideales, sejos morales que trascienden el entorno filial y
Al abrirme tus puertas inmortales adquieren validez de código de conducta ciuda-
Amor, eterno amor tan solo vea…! 44 dana, acorde con las ideas más radicales de la
época:
No sólo la idea panteísta de la disolución de Dios
en la naturaleza, sino también la duda en torno Tú, la más bella que mis ojos vieron,
a uno de los dogmas bases de cristianismo (la Plácida imagen de mi amor de niño,
culpa original) son elementos fundamentales Único encanto de mis horas tristes,
que, al aparecer en este poema, revelan la esen- Hija del alma.
cia de la reflexión mendiveana sobre el tema y Deja que impriman mis amantes labios
niegan ese carácter «eminentemente cristiano» Sobre los rizos de tu trenza oscura,
tan esgrimido al hablar de su poesía. La entrega Mágicos besos que a mi pecho sean
final del poeta a Dios en esta composición no es Música suave.
la culminación de su búsqueda, sino la signi- ………….………….………………
ficación de la figura divina en tanto amor: no es Nunca del pobre la mirada apartes,
la respuesta filosófica a una búsqueda filosófi- Ave que errante en tu cendal se prenda,
ca, sino la respuesta ética y emocional a la ne- Sepa que tiene en tu sensible pecho
cesidad espiritual del hombre. Por ello Rafael Cuna de flores.
Montoro, tras la lectura de este poema, ex- Ante el incienso de procaz lisonja,
presó: Como las hijas de la antigua Grecia,
Con el de gasa transparente velo
[…] no nos atrevemos a tener por cristia- Cúbrete el rostro.
no muy ortodoxo en aquel tiempo a nues- Nunca la alfombra del dorado alcázar,
tro poeta. Baste leer esta misma poesía ti- Nunca la pompa del mundano orgullo,
tulada El Ideal para comprender que era una Hagan te olvides que en la tierra somos
oveja algo descarriada; cosa que nos per- Todos hermanos.
mitimos indicar sin el más leve asomo de …………………..……………………. 46
censura. 45
Y toda esta significación contextual sin descui-
Por su parte, «La oración de la tarde» com- dar la estructura estrófica, el equilibrio del len-
pleta el pensamiento panteísta de Mendive, guaje, la calidad poética.
mucho más evidente aquí, más madurado y se- Escasean, en cambio, en el conjunto de su
reno, tanto en la formulación de la idea como obra, las composiciones de aliento épico, que
en su expresión poética equilibrada y hermosa, no se avenían con el cauce natural de su inspira-
acorde con la línea estilística que identifica sus ción, aunque su famoso poema «Los Dormidos»
mejores composiciones. constituye una de las más excelentes muestras,
Mendive realizó una destacada labor tutelar ya no dentro del horizonte de su obra, sino de
sobre sus contemporáneos, tanto a través de su toda la poesía cubana del género. Es necesaria la
ejercicio docente —cuyos resultados se verían lectura de la versión original de aquel, para com-
sobre todo en los hombres de la gesta liberta- prender el porqué de su fama como canto pa-
dora, magníficamente representados por José triótico de recia dignidad que, tomando en cuen-
Martí—, como de su orientación ético-estética, ta la agresiva censura oficial, su autor debió
fundamentalmente concretizada en su poesía y suavizar posteriormente en la que fue la segun-
en su directiva periodística. Ese empeño mora- da y más difundida versión, más semejante al
lizador, ese magisterio y desvelo por el porvenir resto de la entonación mendiveana que la ante-
nacional en todas sus esferas, le dictó numero- rior, al eliminar algunas estrofas como las si-
sos poemas entre los que sobresalen sus hermo- guientes:

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288 SEGUNDA ÉPOCA

III el opio que los hizo


sectarios del dios-pan! 47
Son ellos los que ¡ay triste!—
«la tierra más hermosa
Si bien no se afectó la composición como es-
que humanos ojos vieron»
tructura melódica ni argumental, sí quedó mu-
bajo la luz del sol;
tilada —y urge rescatarla para la historia litera-
pudiendo hacerla libre,
ria— la imagen del poeta Mendive, enérgica,
mujer libidinosa
heroica, que a través de esta primera versión se
la hicieron, de sus vicios
superpone sin menoscabo a la imagen del hom-
fundida en el crisol.
bre que nos ofrece la historia nacional, figura
VI evocada por Martí del anciano al que le tembla-
ba de indignación la barba blanca cuando habla-
Son ellos, los que ciegos ba de los dolores de la Patria.
no han visto del Oriente
venir el fuego sacro
brindándoles la luz; ***
ni el sobrehumano esfuerzo
Si la obra lírica de Mendive ha sido ubicada al
del Camagüey valiente,
inicio de la renovación poética que culmina con
que hoy lleva por escudo
las voces de Zenea y Luisa Pérez, y que cuenta
dos palmas, y una cruz.
además con un valioso grupo epigonal, la poesía
VII de Joaquín Lorenzo Luaces (La Habana, 1826-
1867), por su parte, ha sido considerada como
Ya asoma en Cinco-Villas un caso aislado, poesía de excepción sin
fatídica la tea imitadores, sin parentescos cercanos, aunque sin
que lleva del incendio desentonar del «buen gusto» reinante.
el rayo vengador; El criterio autorizado de Marcelino Menén-
y en medio de las llamas dez y Pelayo determinó para la posteridad la
la Patria se recrea, imagen de Luaces como poeta robusto, pompo-
al ver que están dormidos so y correcto, pero que —salvo en raros mo-
los hijos del error. mentos concedidos al poeta por sus exégetas—
XI no fue tocado por aquel ángel de la poesía que
vagaba permanentemente por la musa de sus fa-
Veremos cuando el fuego mosos contemporáneos. Así lo ha seguido vien-
penetre en sus moradas do la crítica, que unas veces ha señalado su
y audaz les arrebate «pasadismo» estético (C. Poncet), 48 otras lo ha
hasta la luz del sol, situado como un heraldo de futuras normas li-
si encuentran un refugio terarias (S. Chaple), 49 pero, de manera general,
sus alas depravadas, sin encontrarle verdadero acomodo entre sus
en el maldito alcázar contemporáneos. Sin embargo, otra fue la ima-
del déspota español. gen de Luaces que tuvieron aquéllos, para quie-
nes temas como el de la «Oración de Matatías»,
XII o modos como el del cultivo de la anacreóntica,
¡Atrás! —dirá la Patria— respondían a un gusto propio de la época. No
¡Atrás los que sirvieron, fue Luaces el único consagrado a la estrofa clá-
humildes como esclavos, sica sino, probablemente, el más famoso de sus
de eunucos al Sultán; cultivadores en el período, fama que mereció por
atrás los sibaritas su tentativa de «cubanizar» el género, en lo cual
que, cínicos, bebieron aventajó a todos los demás.

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 289

La obra lírica de Luaces se abre a las diferen- éste de Luaces no son comunes a nuestra poesía
tes líneas de la poesía cubana entre 1844 y 1868 del XIX, en la que el reflejo del racismo se da
sin atarse permanentemente a ninguna, lo que principalmente en la indiferencia de los autores
puede entenderse como eclecticismo estético sobre el tema, ya silenciado, ya idealizado en
por la presencia de rasgos románticos, atisbos conservador paternalismo.
modernistas, preparnasianos y neoclasicistas. Sin La simpatía de Luaces por los postulados ro-
embargo, la lectura de su poesía muestra una voz mánticos, sobre todo por los del primer roman-
definida, armónica, por sobre la cual corren los ticismo, más pródigo en manifiestos y declara-
vientos de la moda sin agrietarla ni ganarla defi- ciones, no se corresponde cabalmente con la
nitivamente: son añadido juguetón o libresco de determinación estilística de su obra, pero cuan-
un sistema poético siempre identificable, ecos do el autor define su poética deja a un lado su
de la época a los que el poeta no pudo —no qui- eclecticismo estético —quizás inconsciente en
so— permanecer indiferente, persuadido de la él— y se declara romántico sin rodeos:
misión social que le correspondía como escritor.
También en su actitud ciudadana respondió Porque es La Poesía cual torrente
el poeta a las exigencias de la época que, por su- de la cima del monte despeñado,
puesto, lo identificaba con los sectores más ra- y yo gozo al mirar sobre mi frente
dicales de nuestra sociedad; por ello, unido al rodar la inspiración noble y valiente
significado subversivo de una parte de su pro- y sentirme por ella arrebatado.
ducción poética y dramática, la censura prohi- ………….………….………….
bió un grupo de sus obras, sospechosas de sepa-
En todo quiere agitación el alma…
ratismo político. Es reveladora de sus ideas
Quiero con nubes renegrido el cielo,
sociopolíticas su extensa oda «El Trabajo», ins-
quiero tronchada la robusta palma,
pirada en la línea en boga de la poesía morali-
porque es horrible, para mí, la calma
zante según el modelo ya envejecido de Milanés,
y tempestades que admirar anhelo…
así como en la temática epocal de los adelantos
científicos del siglo. A semejanza de Fornaris, («La inspiración») 52
Luaces enarbola la bandera del trabajo como el
verdadero impulsor del progreso social y el Felizmente, bien poco tuvieron que ver estos
bienestar humano, considerado el trabajo artís- arrebatos con lo más logrado de su poesía: sus
tico a un mismo nivel que el trabajo manual, lo excelentes sonetos descriptivos, sus festivas
que constituye interesante signo de modernidad anacreónticas, sus composiciones patrióticas de
y de pensamiento progresista. En sentido simi- elevado estro, ni su poema «Cuba» (1860), obra
lar debe tomarse su preocupación por el acre- maestra de equilibrio expresivo y esmero formal.
centamiento a través del trabajo de nuestras ri- De gran interés para el conocimiento de la
quezas materiales, y, sobre todo, su incitación poesía de Luaces, es el estudio de esta última
—altamente sugerente para sus contemporá- composición de acento mitológico a través de
neos— a oponer una «industria nativa» que fue- la cual el poeta, haciendo gala de su talento para
se «apto competidor», digno adversario de las el artificio poético, ofrece uno de los lienzos lí-
industrias extranjeras». 50 ricos más vastos y hermosos sobre nuestra Isla,
Mas en otro sentido, el del racismo, no reba- personificada en la Venus indiana que protago-
só Luaces los límites de un pensamiento con- niza el poema.
servador, que contrapone el hombre trabajador Todo Luaces está aquí: el linaje clasicista, las
al «africano insano» que no quiere aprovechar la galas mitológicas, el fuego romántico, el pro-
riqueza de «su tierra», sumergido en «su apa- pósito nativista, el virtuosismo formal, la plas-
tía».51 Si bien, en términos generales, como ya ticidad descriptiva, el erotismo casi licencioso,
fue comentado, todos los hombres ilustrados o la sensualidad exquisita, las escenas heroicas y,
pudientes del siglo fueron racistas, juicios como sobre tal mezcla ecléctica de rasgos, el amor del

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290 SEGUNDA ÉPOCA

poeta por Cuba, aprehendida en su íntima paña. La comprensión de este propósito por
criollidad: prodigio de sensaciones, languidez, parte de sus contemporáneos fue una de las
arrebato, triunfo. mejores razones de la fama del poeta y consti-
Expresión de su madurez estilística, Luaces tuye hoy, fresco aún el mensaje patriótico, un
alcanza en «Cuba, poema mitológico» la supe- elemento de permanente actualidad en poemas
rior integración de las principales influencias li- como «La caída de Missolonghi»:
terarias que cosechó de la poesía cubana a lo lar-
go de su evolución lírica, al incorporar a esta ............................
ingeniosa imitación acriollada de la fábula ¡Al arma todos! Al combate luego;
gongorina, la fantasía de Silvestre de Balboa, el y que sepa Mahmud nuestro verdugo,
porte neoclásico de Zequeira, la exaltación de que el griego sable, quebrantando el yugo
nuestros primeros románticos, el equilibrio ex- el yatagán del bárbaro melló.
presivo de la escuela mendiveana. Y en su rego- ¡Al arma, al arma, desnudad el hierro!
deo poético descriptivo frente a nuestros esce- ¡Quebrantad las cabezas agarenas!
narios naturales, está el mejor antecedente ¡Rompedles en las frentes las cadenas,
dentro de su obra del universo casaliano, aristo- y que expiren de rabia y de baldón!
cracia de la forma devenida trascendente mate- ¡Venganza, griegos; Missolonghi en ruinas
ria lírica que ya se había revelado en su perfecto bajo el alfanje de Ibrahin cayó!
soneto «La salida del cafetal» (1855), y ahora se ¡Halle siempre el muslim, cual en sus muros,
repetía en esta composición en la que aparecen al griego muerto, pero esclavo no!
estrofas como éstas: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54

En una mar brillante de zafiro Ya hoy se sabe que Luaces frecuentó los
lanza Ceres el manto de esmeralda, círculos independentistas, y que ya en el plano
la brisa con su lánguido suspiro de lo literario, mantuvo un coherente y siste-
moja el ala del mar sobre la espalda. mático antiespañolismo, expresado en sus ver-
Brillantes ríos de tortuoso giro sos siboneyistas, así como en sus figuras y te-
callados lamen la pomposa falda, mas representativos del pensamiento libertario
y entre espinas y zarzas enconosas del autor: Lincoln, Juárez, la lucha de griegos y
cascadas brotan de encendidas rosas. polacos.
............................ Y esta postura ciudadana de Luaces fue y si-
gue siendo en nuestros días el gesto supremo
Como el que al hombro del guerrero pende,
del poeta, quien emprendió su obra convencido
de un arco irregular es su figura,
de que tenía una importante misión social que
y de Este a Oeste con donaire extiende
cumplir: responder a los intereses socio-políti-
grandes bosques de espléndida verdura.
cos y culturales de su nación, inscrita en el con-
El mar con sus cristales la defiende,
texto histórico mundial o, para decirlo en sus
el mar que besos a sus pies murmura,
palabras, «satisfacer las exigencias de su siglo».55
que por trescientas leguas la acompaña
y de algas, conchas y coral la baña.
............................... 2.10.5 Juan Clemente Zenea

Esa embriaguez ante el paisaje cubano se Toda la ornamentación clasicista, todos los ele-
transforma en airado acento de protesta patrió- mentos exóticos y las referencias foráneas que
tica en sus poemas civiles, que se agrupan entre llevó Luaces a su poesía no fueron más que eso:
lo más logrado de su creación y cuya caracterís- postizos, vestidura de una expresión innegable-
tica fundamental es la utilización simbólica de mente criolla por su exuberancia, su sensuali-
personajes y escenarios foráneos para burlar la dad y esa mezcla de suavidad y violencia del tem-
censura política y alentar a la rebeldía contra Es- peramento nativo. No es hasta la obra de

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 291

Juan Clemente Zenea (Bayamo 1832-La Haba- las imágenes, las fugitivas de los sueños.
na 1871) que nuestra poesía se abre, sedienta de Sin embargo, el paisaje es una presencia viva
universalidad, a los acentos que le eran menos en su poesía. Ya sea testigo, evocación, ya cons-
conocidos hasta entonces de la poesía francesa, tituya sólo referente corpóreo de la metáfora,
inglesa, norteamericana, alemana, las cuales van estamos frente a un paisaje real, cubano, repre-
a dejar huellas definitivas en nuestra evolución sentado no a la manera general del criollismo,
poética en la que tanto había gravitado la imita- sino aprehendido en sus más ocultas fibras, es
ción de los modelos españoles. decir, en su efecto trascendente sobre el aconte-
En la propia obra del poeta tiene lugar el cam- cer humano que para el poeta ocurre en calidad
bio: si en sus composiciones de juventud se ha- de señal o interlenguaje naturaleza-hombre, que
lla la influencia de la primera poesía romántica demanda una mayor comprensión de este últi-
española —no obstante refrenada por la delica- mo, según expresa implícitamente Zenea en los
deza intuitiva y ese sello de distinguida elegan- versos tan conocidos de «Fidelia»:
cia que identifica siempre la voz de Zenea—, es
a partir de sus Cantos de la tarde (1860) que se No consultamos entonces
definen en su estilo las ajenas influencias, fun- Nuestra suerte venidera,
damentalmente la de los románticos franceses, y en alas de la esperanza
alguno de los cuales —Alfredo de Musset— Lanzamos finas promesas;
posee en relación con nuestro escritor una asom- no vimos que en torno nuestro
brosa afinidad subjetiva. Como apunta Vitier, Se doblegaban enfermas
Sobre los débiles tallos
Zenea busca[ba] en esta literatura aquello Las flores amarillentas. 57
que la española de su tiempo no podía ofre-
cerle: un lirismo de las sensaciones. El ro- Nuestra naturaleza llega así, en esta hora de
manticismo español (con las excepciones la poesía zeneísta, a su mayor dignidad con res-
de Bécquer y Rosalía de Castro […]), se pecto al interés y la expresión de los creadores:
resuelve en oquedad retórica […] El ro- no es la diosa artificial de la retórica neoclásica
manticismo francés en cambio tuvo entre ni se queda en los límites —ya importantes—
otras cosas la virtud de preparar el camino del símbolo patrio; a la validez en sí de la natu-
del simbolismo a través del culto de las sen- raleza, tan cantada por los románticos, Zenea le
saciones […] 56 añade, sin acceder a la humanización, un enten-
dimiento oculto, superior, entrevisto en la obra
Culto, lirismo, para los que nuestro poeta pare- herediana, que resulta definitivo para el hombre
cía estar condicionado desde la más temprana y, sobre todo, para la poesía posterior.
juventud dada su naturaleza hiperestésica y aque- Por otra parte no falta en su obra —como
lla vocación agónica que se descubre en sus pri- antes se apuntó— la utilización bastante común
meros cantos calificados por él mismo como de la naturaleza como apoyatura tropológica, si
«sombríos», cuando apenas contaba diecisiete bien dada a través de su inconfundible sello
años. Un poema como «Lágrimas», publicado estilístico como aparece, por ejemplo, en el poe-
en La Prensa de La Habana en octubre de 1849, ma que él dedicara a Adah Menken —su amante
da muestras de la singular sensibilidad de Zenea de juventud—, página exquisita de la lírica eró-
en su preferencia por lo incorpóreo, lo inasible, tica cubana:
que alcanzará en sus composiciones de madu-
rez una más efectiva realización artística, pero Del verde de las olas en reposo,
que desde estos versos iniciales despierta en el El verde puro de sus ojos era
lector el recuerdo del ideal estético becqueriano Cuando tiñe su manto el bosque hojoso
—de los paisajes, el crepuscular; de las aves, las Con sombras de esmeralda en la ribera.
migratorias; de los amores, los infortunados; de . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .58

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292 SEGUNDA ÉPOCA

Composición notable por su finura expresiva, destino. Por ello el autor insistió reiteradamen-
la sentida emoción de sus versos y la viva evoca- te en la poetización del tema, 60 hasta llegar a
ción que provoca su lenguaje, apenas sin gasto esta síntesis del famoso romance cuyo análisis
de artificio poético. compositivo demuestra lo orgánico y cuidado-
Otras conquistas de Zenea asimismo fecun- so de su estructura así como del sentido verso
das en tanto abrieron nuevos cauces a nuestra final que va —en su repetición polifórmica—
expresión poética han sido señaladas por la crí- cual compás elegíaco, marcando la intensifica-
tica en reiteradas ocasiones, unas relativas a la ción emocional del poema:
caracterización ideotemática, otras a la proyec-
ción estético-lírica del ser. Fue con relación a ¡Bien me acuerdo! ¡Hace diez años!
esta última que Raúl Roa, por ejemplo, apuntara: ¡Y era una tarde serena!
¡Yo era joven y entusiasta,
Zenea supo, como pocos, infundirle sus- Pura, hermosa y virgen ella!
tancia poética a la espesa melaza del senti- Estábamos en un bosque
mentalismo literario y del llanto retórico. Sentados sobre una piedra,
Uno de sus méritos más relevantes es ha- Mirando a orillas de un río
ber sorteado airosamente el estrago […] Cómo temblaban las yerbas.
de la delicuescencia y el gemido. 59
Yo no soy el que era entonces,
Refiriéndose con estos elementos, probable- Corazón en primavera,
mente, a la melancolía de opereta de tanta poe- Llama que sube a los cielos,
sía romántica anterior. Alma sin culpas ni penas
Tú tampoco eres la misma,
Otra gran nota de la poesía de Zenea es la
No eres ya la que tú eras,
elegíaca —más que rasgo de estilo o tono lite-
Los destinos han cambiado:
rario—, signo que identifica la expresión del es-
Yo estoy triste y tú estás muerta.
critor desde sus inicios, marcado por un fatum
…………………………….
doloroso de ausencias que comienza en la tem-
prana muerte del padre y culmina en su trágico («Fidelia») 61
ajusticiamiento; obra romántica condicionada
por un destino innegablemente romántico El romance presenta rasgos fundamentales del
—orfandad, exilio, penuria, muerte en plena ju- estilo de Zenea —la atmósfera tenue, vaga, idea-
ventud—. De toda su creación, los dos poemas lizada; el verso sugerente que antes evoca que
que más fama han dado a su autor son precisa- describe; la proyección del universo íntimo del
mente composiciones de alto registro elegíaco: autor sobre el paisaje, en profunda consonan-
«Fidelia» y «Nocturno», poema este último que cia; la transparencia de las palabras; la ingravi-
el poeta integrara posteriormente sin título a su dez de la frase; la melancolía como tercera
serie «En días de esclavitud». En cuanto a presencia de cada poema; la utilización de es-
«Fidelia», fue una de las obras más trabajadas tructuras paralelas—, elementos que caracteri-
por Zenea, cuyo motivo temático (noticia de la zan asimismo la obra lírica de Bécquer.
muerte de la amada) parte —según confirma el Leyendo éste, y tantos otros poemas suyos,
autor en su libro de memorias Lejos de la pa- podría pensarse que el autor dio rienda suelta a
tria— de un suceso autobiográfico. Pero en esta su inspiración, a tal punto es intensa la emotivi-
preferencia del artista por el tema hay algo más dad de algunos de ellos. Sin embargo, estos eran
que una razón afectiva: Zenea descubrió en el el resultado de un trabajo consciente con el ver-
personaje Fidelia el símbolo del amor románti- so, que se revela cuando sometemos sus com-
co: virginidad arrebatada por la muerte, fugaci- posiciones a un análisis estructuralista. Al exa-
dad de la dicha, soledad sin resquicios, impo- minar «Fidelia», por ejemplo, se observa su
tencia del hombre ante la inclemencia de su cuidadosa organización en dos planos tempora-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 293

les —el actual y el evocado— que avanzan en nará en la pulcritud formal del modernismo. La
contrapunto hasta su fusión en las últimas revisión de los poemas que Zenea publicó tem-
estrofas; esto desarrollado a través de dos per- pranamente en El Almendares y que incluyó más
sonajes —el hablante lírico y la amada. En jue- tarde, con arreglos sucesivos, en las diversas
go alternado de luz y sombra se ajustan al pri- ediciones de su obra, es la prueba mayor de esta
mer plano los términos positivos: idilio, voluntad estilística con la cual la poesía cubana
juventud, entusiasmo, esperanza, pureza, prima- daba un paso irrevocable.
vera; en tanto que al segundo corresponden Lector ávido de la literatura que se estaba es-
otros bien diferentes: tristeza, muerte, eclipse, cribiendo en su época, Zenea se mantiene con
olvido, culpa, martirio. A tal estructura pocas variaciones dentro de semejante espectro
bimembre se suma la del verso leitmotiv con- lírico para el cual se sabía apto, dueño. A ello se
formado, asimismo, por la contraposición de los refirió, sin duda, Mariano Brull cuando apuntó
protagonistas y que, en ocasiones, se escinde en en relación con esta obra a la que no pretendía
dos sin cambiar su carácter ni función dentro en ningún modo restar grandeza: «[Zenea] vuel-
del conjunto, hasta alcanzar el verso final que, ve con frecuencia a idénticas o parecidas solu-
no obstante repetir literalmente la primera for- ciones verbales y por consiguiente resulta un
ma de esta frase-tema, significa, por su inciden- tanto monocorde».63 No obstante, compuso al-
cia continuada, no una repetición sino un gunos poemas que hoy constituyen punto me-
reforzamiento de la idea inicial, resultado de esa nos que curiosidades literarias dentro del con-
perfecta conjunción de forma y contenido lí- junto de su obra, tales como sus fábulas
ricos. didácticas, el «Romance escrito en antiguo es-
En sus mencionadas memorias de Lejos de la pañol» —impregnado del espíritu caballeresco
patria está presente buena parte del lenguaje y ibérico—, y la oda «16 de agosto de 1851» que
el gusto artístico de Zenea —amén de la atmós- amerita una lectura detenida por parte de los
fera y las vivencias que más tarde recrearía en estudiosos de su obra.
sus cantos—, lo que hace de estas páginas un Esta composición, que posee dos versiones,
texto indispensable para la mejor comprensión se inspira en el cruento ajusticiamiento de Nar-
ya no sólo de su poesía, sino de la distancia que ciso López y sus expedicionarios, ordenado por
media entre ésta y el hombre, cuya significación las autoridades españolas, suceso que denuncia
es, por supuesto, de signo estético. Asimismo, el joven poeta en 1853 con una violencia insos-
la propia crítica literaria de Zenea —con la cual pechable en su voz:
contribuyó a orientar el gusto contemporáneo
en materia de poesía, no obstante su condición ……………………………………
impresionista— refleja muchas de sus ideas Así también por la profunda herida
estilísticas que revelan su intensa preocupación Del corazón del paladín sereno
por el lenguaje como material lírico, atendido Brotó toda la sangre ennegrecida;
de manera más elaborada y consciente que lo Y la tierra indignada
que podría hacernos pensar la innegable fluidez No abrió siquiera para darle entrada,
de sus versos. Aun Enrique Piñeyro, crítico y Una grieta escondida
gran amigo del poeta, dio fe de este celo al co- Por donde fuera a fecundar su seno;
mentar acerca de la escrupulosidad con que Y en situación tan triste y tan acerba
Zenea volvía una y otra vez sobre sus poemas La dejó derramada
para hacerles cambios de diversa significación. 62 Salpicando de púrpura la yerba.
Ese afán de estilo que fue el signo de la nueva ……………………………………
estética se halla también en Luisa Pérez, Luaces,
Mendive y aun en poetas de menor vuelo como ¡Horror! ¡Horror! Las cuerdas de la lira
los hermanos Sellén —escritores de admirable Con esa misma sangre salpicada,
cultura literaria y esmero estilístico—; y culmi- Recorro en vano con turbada mano;

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294 SEGUNDA ÉPOCA

La muda voz en la garganta expira. deben a la fogosa frondosidad del romanticis-


Y es porque siente el alma atormentada mo anterior.
Que aquel que muere allí, ¡ése es mi hermano! Están por estudiar aún, de manera detenida,
No hagáis alarde en el umbral del templo los múltiples vínculos que unen el pensamiento
Antropófago vil de ser un bruto, de Luz y Caballero —cima de la cultura huma-
Porque es mejor ejemplo nista y el eticismo espiritual de su época— y la
Tratar al prisionero como amigo, proyección lírica de figuras como Zenea, cuyos
Que destrozarlo con imbécil saña; antecedentes se buscan por lo común sólo en
Más honra diera algún crespón de luto modelos literarios y, fundamentalmente, forá-
Porque es crueldad extraña neos. No obstante, en aquellos rasgos con los
En el cráneo beber del enemigo que el poeta se alejó de los «útiles» y académi-
Y alzar en triunfo el pabellón de España. 64 cos consejos delmontinos; en su manera esen-
cial de aprehender lo cubano como registro
Acento inusual en la atmósfera melancólica de oculto, trascendente —y en tal sentido supra-
su obra, no hay lugar aquí para la aprehensión histórico— de nuestra identidad nacional, mu-
idealizada o difusa de lo real, sino para el realis- cho se acerca su obra a la del maestro del Salva-
mo emotivo, la expresión viril y la síntesis ex- dor a quien tanto gustaba Zenea evocar desde
presiva que distinguen estos versos. Aún así y las páginas de su Revista Habanera.
pese al asunto y la estructura, más cercanos a la No es tópico significativo de la poesía
inspiración épica que a la lírica, no falta en esta zeneísta la presencia del pensamiento religioso
composición la nota elegíaca en el lamento de que, en línea general, no desborda los límites
Zenea por la suerte de aquellos anexionistas con más elementales de la relación hombre-dios (re-
los que simpatizaba desde el punto de vista po- lación unilateral compensatoria), mas esto no
lítico y a los que compadecía como seres huma- impide que el poeta alcance en su «Nocturno»,
nos. Poema desigual, posee sin embargo estrofas antes citado, altísimos acentos emotivos dentro
como las anteriores que son dignas de figurar de la temática filosófico-religiosa:
por su aliento en cualquier antología.
Tampoco los temas más frívolos, como los ¡Señor! ¡Señor! ¡el pájaro perdido
de la lírica galante, se avienen del todo con su Puede hallar en los bosques el sustento,
vocación y temperamento melancólicos; no obs- En cualquier árbol fabricar su nido
tante, en composiciones como «Morir de amor», Y a cualquier hora atravesar el viento!
el autor trata tal tema en una voz diferente a la ¡Y el hombre, el dueño que a la tierra envías
utilizada, por lo común, en este género, acento Armado para entrar en la contienda,
más alto y afinado, íntimo sin perder ligereza: No sabe al despertar todos los días
En qué desierto plantará su tienda!
………………………………
Te mandé un suspiro anoche Dejas que el blanco cisne en la laguna
Mas puede haberse perdido, Los dulces besos del terral aguarde,
Y acaso estará escondido Jugando con el brillo de la luna
En la copa de una flor; Nadando entre el reflejo de la tarde;
O errante sobre una fuente ¡Y a mí! ¡Señor! a mí no se me alcanza
Tal vez mi mensaje olvida, En medio de la mar embravecida,
Y no te anuncia ¡Oh Mercida! Jugar con la ilusión y la esperanza
Que estoy muriendo de amor. En esta triste noche de la vida.
…………………………..……65 …………………………………… 66

Frases que parecen no gravitar en el molde Este poema constituye referencia obligada en
del octosílabo, versos de aire y espuma que nada el estudio de su obra, no por la hondura teológica

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 295

conceptual de este diálogo entre el poeta y su redención de la imagen del hombre para nuestra
dios —que no la tiene—, sino por el cuestio- historia; mas, de cualquier manera, su obra está
namiento de signo ontológico que constituye la definitivamente a salvo, aun de la propia trayec-
materia medular del poema, y por su conmo- toria o del destino de Zenea, y ocupa un lugar
ción elegíaca que representa uno de los momen- preeminente en el desarrollo de la poesía cubana.
tos de mayor desnudez espiritual de nuestra
poesía, no superado por Zenea ni aun en los de-
solados acentos del Diario de un mártir que es- 2.10.6 La obra de Luisa Pérez de Zambrana.
cribiera en los siete meses de prisión previos a Breve comentario acerca de otras figuras
su fusilamiento. femeninas del período
Los poemas de este breve tomo de edición
póstuma fueron escritos en el recuerdo de sus La otra elegíaca cardinal de nuestra lírica y la
seres más entrañables —su esposa y Piedad, su última gran figura del período es Luisa Pérez de
hija—, las dos únicas pasiones que el poeta sal- Zambrana (Santiago de Cuba, 1835-La Habana,
va del horror de la cárcel, ya como imagen ideal, 1922), cuya larga vida le permitió asistir a la evo-
arquetípica, de la vida hogareña; ya en el pre- lución posterior de nuestra poesía sin que se al-
sentimiento terrible de su suerte que le dicta terasen, en esencia, los rasgos que definieron su
estrofas de una sostenida conmoción lírica. Aun madurez estilística.
así estas composiciones no son parejas en su En Luisa culmina aquel proceso de interio-
calidad formal ni en su efectividad expresiva, rización de nuestro paisaje que comenzara con
aunque no falta en ninguna la corrección de las Heredia y al que Zenea aportara más tarde la
unidades versales que denota una larga práctica mayor significación como cambio estético. Fina
poética del escritor. En cualquier modo estos percepción de su entorno integrado artística y
poemas por lo general se recuerdan más por la emocionalmente a su estado anímico y, por ende,
excepcional circunstancia que les dio origen que susceptible de transformaciones medulares de-
por el valor intrínseco de los mismos, salvo aquel terminadas —de manera insólita en tanto direc-
conocido como «A una golondrina», cuya agili- ta— por su coyuntura familiar.
dad rítmica y desnudez de artificios tropológicos Las diferentes etapas de su producción lite-
no alcanzan a velar la angustia que se filtra, sutil raria han sido sintetizadas por Cintio Vitier 67
e incisiva, en la aparente ligereza del tema. en dos grandes momentos:
Singularmente, el Diario de un mártir no con-
tiene ninguna referencia a la Patria amada —nota
1. Su ascenso en la expresión lírica e inter-
que abunda en su poesía anterior— y tampoco
pretación feliz del entorno a través de su
se encuentra alusión a los motivos de su estado,
subjetividad; poemas de juventud.
ni protestas de inocencia, con lo cual el autor
tornó más oscuras las circunstancias de su con- 2. Su madurez poética, etapa de las desola-
dena que hasta hoy siguen siendo objeto de apa- das Elegías familiares.
sionadas polémicas. Pero este hombre acosado
por su destino y, aún así, desarmado de argu- El elemento que diferencia sustancialmente
mentos, no revela culpabilidad. Como expresó una etapa de otra es aquella relación de la poeti-
José Martí, en la «augusta serenidad» de sus úl- sa con la naturaleza, la cual determina la corres-
timos versos no se percibe «una sola voz de con- pondencia de rasgos secundarios. En la prime-
fusión o remordimiento», y esto es ya mucho ra, naturaleza-regazo: detenimiento fruitivo ante
decir cuando se está frente al minuto de la muer- el paisaje, atmósfera apacible, transparencia del
te. Por otra parte, el estudio de su poesía, tan lenguaje que fluye, verso leve y desnudo de ele-
rica en notas de sentido amor por Cuba, y los mentos retóricos; poesía que continúa en cierto
últimos datos minuciosos que ha aportado Vitier modo —como apunta el mencionado crítico—
en su Rescate de Zenea, inciden asimismo en la las composiciones bucólicas de Felipe Poey, fe-

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296 SEGUNDA ÉPOCA

lizmente superadas por Mendive, y entonces, cas de su vida personal, trayectoria que va de la
asimismo, la lírica de acento más subjetivo y identificación con la naturaleza hacia el desco-
nostálgico antecedida por Heredia y Milanés en nocimiento del entorno familiar cuya soledad
la primera generación romántica. 68 Un poema se le figura violento antagonismo. La propia
como «Al ponerse el sol», presente en la edi- poetisa ha dado la mejor imagen de esta trans-
ción de 1856, muestra la confluencia de ambas formación sustancial de su voz en su poema «Las
líneas en esa atmósfera de quietud y dulce me- tres tumbas», al expresar en la sobrecogedora
lancolía que canta Luisa, detenida en medio de síntesis del siguiente verso todos los elementos
esta Arcadia criolla: de cambio —vitalidad, agreste sencillez, prime-
ro; después, violencia, muerte—: «Yo soy la en-
Todo es ahora vaporoso encanto, cina herida por el rayo.» Aún así hay ciertos ca-
plácida paz, tranquilidad dichosa, racteres que se mantienen a través de su obra,
grata tristeza, calma deliciosa, tales como el intimismo pudoroso que no se
bello abandono, dulce soledad rompe ni en los momentos de mayor desespe-
ración, la presencia trascendente de la naturale-
Y en armonía mi sensible pecho za cuya concepción revela su íntima religiosi-
con el sol expirante y desmayado, dad, la criollidad de su lenguaje que no necesita
lo contempla morir embelesado de vocablos nativistas para obtener acento pro-
y goza celestial felicidad. 69 pio, la femineidad, la sistemática coloquialidad
y la intuitiva elegancia de la forma, resultado del
En la segunda etapa se ha perdido el amparo persistente trabajo estilístico con cada poema.
del paisaje. Es ahora la naturaleza-abismo: de- De todos estos elementos los dos últimos cons-
solación, angustia refrenada por el púdico equi- tituyen los rasgos de mayor modernidad, toman-
librio expresivo, tensión, gravedad del verso, do en cuenta su presencia en nuestra poesía pos-
retórica de la alienación: terior, principalmente ese tono coloquial que
mantiene tan fresca esta obra y que difícilmen-
Amanece? tengo alma? el sol alumbra te, como observó Sergio Chaple, 72 podía ser bien
este mar de tinieblas? aquilatado por la mayoría de sus contemporá-
Las altas palmas, del suplicio antiguo neos como expresión de «alta» poesía. En cuan-
son las cruces inmensas? to a su voluntad de estilo, los numerosos arre-
El lucero del alba todavía glos que Luisa hiciera a sus poemas al incluirlos
trémulo centellea? en las ediciones sucesivas de su obra son —como
Son las losas de sepulcros en el cielo, en el caso de Zenea— la mejor evidencia de tal
las pálidas estrellas? afán, intensificado, al parecer, a partir de la es-
tancia en La Habana de la Avellaneda, cuya lec-
La luna, en los desiertos del vacío ción de maestría formal debió necesariamente
yerta se balancea? dejar huellas en los jóvenes poetas capitalinos.
Son túmulos las nubes, y las olas ¿En qué fuente bebió Luisa Pérez Montes de
un sudario de perlas? 70 Oca —la futura esposa de Ramón Zambrana—
la sustancia de su poesía, si la educación que re-
Es en tal período de su obra que la escritora cibiera en el hogar junto a sus hermanas no
lleva a su culminación sin proponérselo, en es- transgredió, según noticias, los modestos lími-
pontáneo desahogo de su intimidad, aquellos tes de la educación femenina de la época? La
rasgos conquistados por Zenea para nuestra poe- presencia en su obra de algunos elementos de la
sía —el paisaje horario, la poesía vagarosa del corriente nativista parece revelar ciertas lectu-
bosque, el acento elegíaco. 71 ras de la escritora, quien coincide con aquella
Ésta es la verdadera evolución poética de Luisa tendencia (y la supera) en el tratamiento de los
Pérez, motivada por las circunstancias dramáti- pequeños temas —cantos del hogar y de lo co-

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 297

tidiano— y en la delectación frente al paisaje que esta tumba, este altar,


en ella adquiere un sentido oculto. Pero sin du- pues de un iris espléndido ceñida
das la fuente primera de su poesía es la naturale- de la rosa de fuego de tu herida
za, «presencia unitiva de toda su obra», 73 y su surgió la Libertad. 75
experiencia de la vida rural en la que transcu-
rrieron sus primeros años en contacto entraña- Es de preguntarse cómo pudo esta tímida
ble con el medio. criolla —de quien sus contertulios habaneros
Por ciertos poemas de su etapa juvenil pare- admiraban más el trato exquisito y la excepcio-
cía que Luisa Pérez iba a llegar a ser con su ma- nal fidelidad al esposo que la calidad «distinta»
durez de las voces más radicales y atentas de su de sus versos— alcanzar un lugar cimero en
tiempo, a tal punto es directa y crítica la forma nuestro Parnaso junto a figuras de tan notoria
en que aborda temas tan importantes como la cultura poética como Zenea o la Avellaneda, sin
desidia de las autoridades coloniales ante ciuda- dejarse llevar por modas ni normas literarias al
danos valiosos y, sobre todo, la inferioridad so- uso. La respuesta debe buscarse en aquellos as-
cial de la mujer, agudamente tratada en poemas pectos que hacen de la obra literaria un produc-
como «Contestación», «Sobre el estudio» y «Re- to trascendente, definitivo, y que sobresalen en
flexiones sobre la mujer», cuyas ideas se resu- la creación de Luisa Pérez: la honestidad —casi
men en estos versos: ingenuidad— con que tradujo al verso sus emo-
ciones y vivencias, sólo contenida por un pudor
……………………………………… expresivo que en ella era virtud natural, recato,
¡Porque cuántos y cuántos atributos y, por otra parte, el reflejo veraz de un modo de
La sociedad y el mundo le han negado! ser colectivo, de una identidad que —por los
años en que Luisa da a conocer su primer
Y cuántas dolorosas privaciones
poemario— ya puede definirse como cubana.
Le ha impuesto la moral sublime y bella,
Para ello no le hicieron falta detalles pintores-
En premio de las dulces perfecciones
cos, localismos lingüísticos ni «personajes» na-
Y las virtudes eminentes de ella.
tivos que indicasen el origen de su poesía. Le
………………………………… 74
bastó cantar su amor por los campos de su in-
fancia, hacer versos en el lenguaje de sus confi-
Mas a partir de su matrimonio con Zambrana,
dencias fraternales, dolerse alguna vez de la in-
cuando se radica definitivamente en la capital,
justicia de su época. Como señala López Lemus
su poesía recorrió el camino hacia un ensimis-
en un análisis desde nuestra perspectiva revolu-
mamiento progresivo, absorta la autora en sus
cionaria actual:
circunstancias personales. Los largos años de
lucha contra España, y la frustración de nuestra
soberanía apenas nacida la República, no encuen- Lo que para otros sería —y ha sido— de-
tran en sus versos más que una nota aislada, un fecto, para ella es virtud: la ausencia de tono
eco apenas audible después de tanto canto apa- grandilocuente en sus poemas, carencia de
sionado de los poetas de la época a la gesta re- expresión de temas graves y filosóficos,
volucionaria. falta de una amplia mirada lírica hacia los
No puede dudarse por esto de las ideas de la grandes problemas del hombre que le es
autora sobre la lucha libertaria; son muestra de contemporáneo, ausencia de reiteradas vi-
ello composiciones como «¡Ya llegas!» —dedi- braciones sociales, etc., todo ello es susti-
cada al General Máximo Gómez—, «Maceo» o tuido por la inmediatez hogareño-familiar
«La tumba de Martí», de la que transcribimos la de la poetisa, por el mínimo mundo que
estrofa final: toca a su persona e intimidad… Pero Luisa
logra con ello dar elementos de cubanidad
¡Héroe sublime que la muerte hiela! nunca antes expresados, escapa del rigor
¿duerme! que un pueblo de rodillas vela formal y de contenidos de la Avellaneda y

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298 SEGUNDA ÉPOCA

del poderoso estro herediano, para mos- Oh baja, egregia y celestial cantora
trarnos a una cubana sensible, capaz de ha- del que Europa te alzó brillante solio
cer ver a través de ella cómo es ya de dife- que hallarás en la patria que te adora
rente a cualquier otra mujer de cualquier ofrendas, pedestal y Capitolio. 79
otra nacionalidad, incluida la española. Lás-
tima que no represente a la heroica mujer Los que hayan leído con detenimiento la obra
cubana del 68 y del 95; ni las tejedoras de poética de Luisa Pérez podrán darse cuenta a
banderas, ni las conspiradoras proin- través de ciertas expresiones que ella emplea en
dependentistas, ni las combatientes o sim- esta composición —«por fin», «vuelo majestuo-
ples apasionadas por la libertad de Cuba, so», «acerbo duelo»—, de la opinión crítica que
están explícitamente en su poesía; sin em- tenía acerca de la prolongada estancia de la
bargo, no es de dudar que todas ellas se sin- Avellaneda en España y su afición por la brillan-
tieron allí, que hallaron expresados en te sociedad metropolitana, muy distante de los
aquellos versos sus esencias más íntimas y gustos modestos, la personalidad sencilla y el
sus inquietudes y tristezas. Hay testimo- amor por lo nativo de la propia Luisa.
nios de cómo en la manigua y en los hoga- A pesar de las diferencias raigales que posee
res proindependentistas la poesía de Luisa su poesía en relación con la de la Avellaneda,
era leída con especial amor. 76 hay dos rasgos, también esenciales, que acercan
estas dos poetisas: la inconformidad ante la si-
Y concluye el crítico: tuación de la mujer en su tiempo, que en la
camagüeyana es acción antes que poesía, y el sen-
No fue una poetisa política […] Su seguri- timiento religioso, más auténtico o espontáneo
dad en haber escogido el camino que le co- en Luisa Pérez. La ética cristiana es la base
rrespondía en la captación de lo poético, la sustentadora de la visión del mundo de esta poe-
eleva como una de las voces más plenas y tisa, y por ello lo es también de su estética, de
permanentes de nuestra poesía. 77 ahí que la escritora no se rebele ante la pérdida
de sus seres queridos, no maldiga, sino que asu-
Tales razones explican por qué José Martí, tan ma su soledad sin entenderla, enajenada. En tal
al tanto de la conciencia femenina epocal, al com- aspecto Luisa Pérez fue la más resignada, la más
pararla con la Avellaneda, considerase a Luisa extemporánea, «la obediente», como la llama
«verdadera poetisa americana». 78 En relación con Cintio Vitier. 80 Con respecto a ello es significa-
esto es interesante la lectura del poema «A tiva la profunda relación (antes aludida) exis-
Gertrudis Gómez de Avellaneda», en el cual tente entre la religiosidad esencial de Luisa Pérez
puede leerse entre líneas el reproche de la auto- y su identificación con el entorno natural que,
ra a la larga ausencia de la célebre camagüeyana al propio tiempo, descubre su amor por Cuba.
del suelo natal, así como su invitación para que Triángulo afectivo Dios-Naturaleza-Patria que
cambiase los lauros ibéricos, por los sinceros aparece a través de toda su obra y que constitu-
tributos de su patria. ye —como observara Ángel Huete— 81 el polo
orientador de sus indagaciones como mujer y
Por fin alzaste el vuelo majestuoso como artista.
en un rapto de amor de tu alma inquieta, Dos poemas son indispensables para el estu-
y te vemos llegar cuando orgulloso dio de sus versos «A mi amigo A. L.», de su pri-
te aclama el siglo su primer poeta. mera etapa, y «La vuelta al bosque», la más
Vuelves a Cuba, en fin, que tantas veces emotiva de sus elegías. El primero es el que
lloró tu ausencia con acerbo duelo, mejor retrata la verdadera personalidad de la es-
y por fin, más espléndido aparece critora, así como revela caracteres esenciales de
astro deslumbrador en nuestro cielo. su poesía —no por gusto, en ocasiones poste-
…………………………….……… riores, este poema se ha dado a conocer bajo el

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 299

título de «Autorretrato»—: un eco conocido que ha pasado


en las alas del viento;
……………………………..………… ……………………
pinta un árbol más bien, hojoso y fresco ¡Triste y gimiente río
en vez de pedestal, y a mí a su sombra que los pies de estos árboles plateas!
sentada con un libro entre las manos ¿por qué no retuviste
y la frente inclinada suavemente y en tus urnas de hielo no esculpiste
sobre sus ricas páginas, leyendo su fugitiva imagen?………………… 84
con profunda atención; no me circundes
de palomas, de laureles ni de rosas, La naturaleza ha dado ya aquí un vuelco defini-
sino de fresca y silenciosa grama; tivo en su significación emocional como resul-
y en lugar de la espléndida corona tado de las dolorosas vivencias de la poetisa, pro-
pon simplemente en mis cabellos lisos yectadas sobre el entorno. Aún así la autora no
una flor nada más, que más convienen viola el equilibrio expresivo, no repite, no se ex-
a mi cabeza candorosa y pobre cede jamás, lo que establece nexos a lo largo de
las flores que los lauros… toda su creación.
……………………………82 Tras esa etapa en que culmina su obra lírica,
Efraín Nadereau ha señalado esta composición la inspiración de Luisa vuelve un tanto a la des-
como un «texto programático», 83 en tanto cons- nudez expresiva de sus primeros versos, aunque
tituye una casi declaración de su poética a tono sólo por excepción alcanza de nuevo los mayo-
con la estética de la segunda generación román- res acentos, como en su poema «A Herminia
tica: rechazo del artificio retórico, de los clisés, del Monte», indudablemente de los más hermo-
acento cándido, limpia coloquialidad sin otro sos por su sencillez.
adorno que el de un lirismo esencial. Aparte de las muchas virtudes enunciadas de
El otro poema mencionado, «La vuelta al bos- su obra, hay un elemento que acrecienta la im-
que», es el más justamente famoso de la poetisa, portancia de Luisa Pérez en la evolución de la
porque es la expresión de su madurez lírica, sín- poesía cubana decimonónica. La aparición en la
tesis del nivel supremo en el desarrollo de su prensa santiaguera de sus primeros poemas, al-
sensibilidad y de la asimilación de lo clásico tra- rededor de los años cincuenta, significó una aper-
dicional español —valores permanentes de nues- tura de la poesía femenina epocal de aquella lo-
tra mejor poesía— a través de los rasgos defini- calidad, cuya repercusión está aún por estudiarse,
tivos de su estilo: pero que fue señalada —entre otros— por Fe-
derico García Copley con verdadero regocijo.
……………………..…… A diferencia de la Avellaneda, quien no logró
………… ¡Bosque querido! despertar ningún eco epigonal en nuestra poe-
¡tétricas hojas! ¡lago solitario! sía de la época, en los versos de Luisa, por su
estrella que en el cielo oscurecido atractiva sencillez, por su íntima cubanidad, se
rutilas como un cirio funerario reconocieron y estimularon numerosas figuras
¡lúgubres brisas y desierta alfombra! femeninas de mayor o menor renombre que con-
¡alzad eterno y funeral gemido, tinuaron de cierto modo su línea estilística. Vo-
que el mirto de mi amor estremecido ces como las de Úrsula Céspedes de Escana-
cerró su flor y se cubrió de sombra! verino (Bayamo, 1831-Las Villas, 1874) y
………………………………… Adelaida del Mármol (Holguín, 1838-Santiago
ya me detengo trémula, sintiendo de Cuba, 1857) fueron de las más destacadas de
el próximo rumor de un paso amante; este grupo epigonal cuya figura señera es Julia
ora hago palpitante Pérez Montes de Oca (Santiago de Cuba, 1839-
además de silencio a bosque y prado, Pinar del Río, 1875), hermana menor de la poe-
para escuchar temblando y sin aliento, tisa analizada.

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300 SEGUNDA ÉPOCA

La primera de esas escritoras precedió a Lui- conforma la nota característica de la autora:


sa Pérez en la publicación de poemas en las pá-
ginas periódicas locales, mas no fue hasta 1861 ………………….…………………
cuando dio a las prensas su primer libro, Ecos de En cuanto brota de la tierra inculta,
la selva, cuyas composiciones revelan la huella En cuanto al aire tenue se levanta,
de la poesía de Luisa, quien ya por entonces era En cuanto el mar en su interior sepulta.
conocida por su talento poético natural en las
tertulias literarias habaneras a las que asistía con En todo lo que aterra o lo que encanta,
su esposo. Entre los rasgos que asemejan la obra Nunca, Señor, al hombre se le oculta
de Úrsula Céspedes a la de aquélla, se encuen- La omnipotente huella de tu planta. 85
tran la delicadeza de su lenguaje poético, el vivo
reflejo de la naturaleza dado a través de una pú- Por la carencia casi absoluta de elementos
dica emoción, y su aptitud para la composición retóricos, Octavio Smith vio apresuramiento e
elegíaca, línea de la que la primera logra hermo- incomodidad de la poetisa en el tratamiento de
sas muestras —al estilo de «Está dormida»— los temas religiosos, mas la hondura del senti-
identificables por la atmósfera melancólica que miento aquí revelado nos parece en verdad con-
invade el conjunto de su obra. centración, síntesis, búsqueda de esencias. Por
Adelaida del Mármol, por su parte, apenas tales caracteres la obra de Julia Pérez ocupa un
tuvo tiempo para desarrollar su singular sen- digno lugar entre los renovadores del romanti-
sibilidad poética: fallecida antes de cumplir los cismo.
veinte años, sólo se conserva de ella un grupo Otras figuras menores —Brígida Agüero,
de poemas líricos publicados en diversas pá- Merced Valdés Mendoza, Luisa Molina, Belén
ginas periódicas tanto de su localidad como Cepero, Carlos Navarrete y Romay, Emilio
habaneras, aunque hay noticias de que publi- Blanchet, Alfredo Torroella, Luis Victoriano
có en 1857 un poemario, Ecos de mi arpa, que Betancourt, entre otros muchos— también hi-
no se ha podido encontrar. El acento apacible cieron sus aportes al desarrollo de la lírica del
de sus poemas, con los que cantó a menudo período desde las filas del segundo romanticis-
las pequeñas cosas de la naturaleza —flores, mo, aunque en casi todas se hallan huellas de la
pájaros— y en los que expresó su espontáneo poesía altisonante y efectista ya en decadencia,
sentimiento religioso o filial, es lo que revela en así como, en algunas, se aprecian tímidos
su obra la influencia literaria de Luisa Pérez, a la anticipos del preciosismo de la forma y el cro-
cual la unía, además de una profunda amistad, matismo lexical de los poetas de finales del siglo.
evidente comunidad de gustos e ideas acerca de De 1844 a 1868 la poesía cubana recorrió el
la poesía y de la situación de la mujer en su camino de la servil imitación de los modelos
época. españoles, del acento vacuo y prestado, al ha-
En cuanto a la obra de Julia Pérez, su calidad llazgo de una voz propia, nacional, digna de la
artística supera el nivel general del grupo y aun gesta que se le venía encima pidiendo cauces
alcanza ocasionalmente la eficacia expresiva de nuevos a su inspiración. Y si bien estos no se
las grandes figuras de su generación con poe- afirmaron hasta el advenimiento del modernis-
mas como «El Colibrí», de estilo despojado y mo, durante toda esta etapa, a través de las múl-
hermoso pensamiento poético, y como «A tiples tentativas analizadas, se fueron dando su-
Dios», composición antológica por la exacta cesivos pasos de avance, algunos de los cuales
correspondencia que logra entre una intensa —los mejores— fecundaron definitivamente la
emotividad y una precisa desnudez lírica que expresión lírica nacional.

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 301

NOTAS
(CAPÍTULO 2.10)

1
Aurelio Mitjans: Estudio del movimiento científico en Revista Habanera: La Habana, 2 (2): 106, 1861.
y literario en Cuba. Consejo Nacional de Cultura,
La Habana, 1963.
18
Narciso de Foxá: «Ausencia», en su Ensayos poéti-
cos de Don Narciso de Foxá. Imprenta de Andrés y
2
Para mayor información sobre este punto deben Díaz, Madrid, 1849.
consultarse los trabajos: Ambrosio Fornet: «Lite-
ratura y mercado en la Cuba colonial (1830-1860)»,
19
Narciso de Foxá: «Al perder de vista La Habana»,
en Casa de las Américas. La Habana, 14 (84): 40-52, en ob. cit.
mayo-junio, 1974; y Cintio Vitier: La crítica litera- 20
José Fornaris: «Cita de Bettreville», en su Defini-
ria y estética en el siglo XIX cubano. Biblioteca Na- ciones y ejemplos de las principales figuras retóricas.
cional José Martí, Dpto. Colección Cubana, La Ha- Impr. La Antilla, Habana, 1867, p. 9.
bana, 1968. 21
Varios autores: «Algunas consideraciones sobre el
3
Ob. cit., p. 16. romanticismo en Cuba», en Valoraciones sobre te-
4
Aurelio Mitjans: ob. cit., p. 137. mas y problemas de la literatura cubana. Editorial
Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana, 1978,
5
Cintio Vitier: ob. cit., p. 35. p. 165.
6
Ob. cit., pp. 28-29. 22
Raúl Cepero Bonilla: Azúcar y abolición. Instituto
Cubano del Libro, La Habana, 1971, p. 9.
7
«Prólogo», en ob. cit.
23
Ambrosio Fornet: «Criollismo, cubanía y produc-
8
José Fornaris: Cuba poética. Imprenta de la viuda ción editorial (1855-1885)», en Santiago. Santiago
de Barcina y Cía, Habana, 1861, p. 82. de Cuba, (17): 109, marzo, 1975.
9
Ob. cit., p. 95. 24
Ob. cit.
10
Aurelio Mitjans: ob. cit., p. 164. 25
José Fornaris: Poesías de José Fornaris. Imprenta La
11
Ambrosio Fornet: ob. cit. Moderna Poesía, La Habana, 1909.
12
Ob. cit., p. 50.
26
Dicho esto por lo infrecuente de los tonos exalta-
dos y la grandilocuencia en la poesía de la segunda
13
Cintio Vitier: «Aviso preliminar», en su Flor oculta generación romántica.
de la poesía cubana. Editorial Arte y Literatura, Ciu-
dad de La Habana, 1978, p. 13.
27
José Fornaris: «Los mártires», en ob. cit.
14
De origen portorriqueño, Narciso de Foxá y
28
Ob. cit.: «El cacique de Ornofay».
Lecande pertenece, por formación y desarrollo cul- 29
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé):
tural, a nuestra literatura cubana del siglo XIX, si bien «Respuesta a una invitación», en su Poesías comple-
la literatura portorriqueña lo incluye también, como tas. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1974.
hijo del país, entre sus escritores.
30
Cintio Vitier: «El Cucalambé», en El Caimán Bar-
15
Ver al respecto: Francisco Calcagno: Diccionario budo, seguda época, La Habana, (48): 26, julio, 1971.
biográfico cubano. N. Ponce de León, New York,
1878. 31
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé):
«Siete verdades», en ob. cit.
16
José Gonzalo Roldán: «El cisne», en José Lezama
Lima: Antología de la poesía cubana. Consejo Na- 32
«Mi hogar», en ob. cit.
cional de Cultura, La Habana, 1965. 33
Juan J. Remos: Historia de la literatura cubana. Cár-
17
Juan Clemente Zenea: «Francisco Javier Blanchié», denas y Cía., La Habana, 1945, p. 251.

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302 SEGUNDA ÉPOCA

34
Para mayores datos sobre el tema puede consultarse Lorenzo Luaces», en ob. cit.
el trabajo de S. Aguirre «Siete actitudes de la bur-
guesía cubana del siglo XIX», en su Eco de caminos
50
Joaquín Lorenzo Luaces: El trabajo. Imprenta La
(Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1974). Antilla, La Habana, 1868, p. 18.
35
Miguel Teurbe Tolón: «A mi madre», en José María
51
Ob. cit., p. 14.
Carbonell: Los poetas del laúd del desterrado. Dis- 52
Joaquín Lorenzo Luaces: «La inspiración», en Poe-
cursos pronunciados en la Academia de Artes y Le- sías escogidas. Prólogo de Sergio Chaple. Editorial
tras. Prefacio de Enrique José Varona. Imprenta Avi- Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1981.
sador Comercial, La Habana, 1930. 53
Joaquín Lorenzo Luaces: Cuba, poema mitológico.
36
Quintero: «A Miss Lydia Robbins», en José María Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La
Carbonell: ob. cit. Habana, 1964.
37
Leopoldo Turla: «Oro», en José María Carbonell: 54
Joaquín Lorenzo Luaces: «La caída de Missolonghi»,
ob. cit. en ob. cit. (1981).
38
Ob. cit. 55
Joaquín Lorenzo Luaces: ob. cit. (1965), p. 7.
39
Leopoldo Turla, en ob. cit. 56
Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía. Instituto del
40
Remitimos al lector a este trabajo de Belic: «La gota Libro, Editorial Letras Cubanas, 1970, p. 190.
de rocío como estructura poética» (Oldrich Belic: 57
Juan Clemente Zenea: «Fidelia», en Poesías. Reco-
Análisis de textos poéticos. Editorial Prensa Españo- pilación de José Lezama Lima. Academia de Cien-
la, Madrid, 1977). cias de Cuba, Instituto de Literatura y Lingüística,
41
Sergio Chaple: «Rafael María de Mendive: defini- La Habana, 1966.
ción de un poeta», en su Estudios de literatura cuba- 58
Ob. cit.
na. Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Haba-
na, 1980, p. 13.
59
Raúl Roa: «Juan Clemente Zenea», en El Mundo,
agosto 24, 1952.
42
Rafael María de Mendive: «A un arroyo», en Poe-
sías. Prólogo Manuel Cañete. Imprenta y Esterotipia
60
Con semejante motivo temático, Zenea compuso
de M. Rivadeneyra, Madrid, 1860. además «A Fidelia» (1852) y «A un ave» (1855).
43
Sergio Chaple: ob. cit., p. 23
61
Juan Clemente Zenea: «Fidelia», en ob. cit.
44
Rafael María de Mendive: «Ideal», en ob. cit. (1980).
62
Enrique Piñeyro: Vida y escritos de Juan Clemente
Zenea. Editorial del Consejo Nacional de Cultura,
45
Rafael Montoro: «Crítica literaria: poesía de Rafael La Habana, 1964.
María de Mendive», en su Discursos políticos y par-
lamentarios. Compañía Levytype, Filadelfia, EE.UU.,
63
Mariano Brull: «Juan Clemente Zenea y Alfredo de
1894, p. 523. Musset. Diálogo romántico entre Cuba y Francia»,
en Zenea, poemas selectos. Revista de La Habana. La
46
Rafael María de Mendive: «A Paulina», en ob. cit. Habana, 1945, p. 21.
(1980). 64
Juan Clemente Zenea: «16 de agosto de 1851», en
47
Rafael María de Mendive: «Los dormidos», en Sal- ed . cit.
vador Salazar y Saíz: «Rafael María de Mendive». 65
«Morir de amor», en ob. cit.
Conferencia leída el día 2 de mayo de 1915 en la
Sociedad de Conferencistas. Imprenta de A. Miran- 66
«Nocturno», en ob. cit.
da, Habana, 1915, p. 96. [También fue publicado en
Cuba Contemporánea. Septiembre-octubre de
67
Cintio Vitier: Poetas cubanos del siglo XIX. Semblan-
1915.] zas. Ediciones Unión, La Habana, 1969, p. 45.
68
Cintio Vitier: ob. cit. (1970), pp. 56-58.
48
Carolina Poncet: «Algunos aspectos de la poesía de
Joaquín Lorenzo Luaces», en su Investigaciones y 69
Luisa Pérez de Zambrana: «Al ponerse el sol», en su
apuntes literarios. Editorial Letras Cubanas, Ciudad Poesías completas. Prólogo de Ángel Huete. Impren-
de La Habana, 1985. ta P. Fernández, La Habana, 1957.
49
Sergio Chaple: «Notas sobre la poesía de Joaquín 70
«Mar de tinieblas», en ob. cit.

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SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 303

71
Instituto de Literatura y Lingüística: Perfil histórico 79
Luisa Pérez de Zambrana: «A Gertrudis Gómez de
de las letras cubanas. Editorial Letras Cubanas, Ciu- Avellaneda», ob. cit. (1957).
dad de La Habana, 1983, p. 272. 80
Cintio Vitier: Poetas cubanos del siglo XIX. Semblan-
72
Sergio Chaple: «Prólogo», en Antología poética de zas, ob. cit (1969).
Luisa Pérez de Zambrana. Selección y prólogo […]
Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1977, p. 31.
81
Ángel Huete: «Prólogo» a ob. cit. (1957), p. XXXI.
73
Virgilio López Lemus: «Yo soy la encina herida por
82
Luisa Pérez de Zambrana: «A mi amigo A.L.», en
el rayo», en Islas. Las Villas, (79): 29-49, septiem- ob. cit. (1957).
bre-diciembre, 1984. 83
Efraín Nadereau: «Insularidad y transparencia de
74
Luisa Pérez de Zambrana «Reflexiones sobre la mu- Luisa Pérez de Zambrana». Dirección Sectorial del
jer», en ob. cit. (1957). Poder Popular Municipal de Santiago de Cuba, Casa
de la Cultura de El Cobre, Santiago de Cuba, [s.a.],
75
«La tumba de Martí», en ob. cit. p. 1.
76
Virgilio López Lemus: ob. cit., pp. 48-49. 84
Luisa Pérez de Zambrana: «La vuelta al bosque», en
77
Ob. cit. ob. cit. (1957).
78
José Martí: «Tres libros. Poetisas americanas», en 85
Julia Pérez: «A Dios», en Poesías. Prólogo de
su Obras completas. Editorial Nacional de Cuba, Ins- Octavio Smith. Editorial Letras Cubanas, Ciudad
tituto Cubano del Libro, La Habana, 1963-1973, de La Habana, 1981.
tomo 8, pp. 309-312.

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2.11 LA NARRATIVA DE LA ETAPA A PARTIR DE 1844

2.11.1 Los novelistas. Betancourt, Piña buida a Antonio Franchi Alfaro. 2 Según expresa
su autor, ésta es una novela que pretende exte-
La novela cubana entre 1844 y 1868 se distin- riorizar «la historia moral de la Isla de Cuba». 3
gue por la reiteración de temas que operan, en El foro de La Habana… se interna en las ilícitas
unos casos, como ejes principales de la ficción, escaramuzas del llamado mundo de la legalidad.
y en otros, como interpolaciones complemen- Entre el personaje positivo Félix Aristo (abo-
tarias en las secuencias argumentales. Ellos son: gado de indeclinable honestidad, despreciado
la corrupción del foro; la esclavitud como tópi- por el personal judicial), y Perico Rustete (ofi-
co ideológico; el juego y su sujeto más afín, el cial de causas y pícaro sin escrúpulos que mani-
bandolerismo y, finalmente, el ambiente pica- pula la ambición del rico y la orfandad legal del
resco que rezuma de esa molicie social y que es pobre), emergen truculentas historias en las que
efecto de la política del gobierno colonial en la se ven implicados desde altos funcionarios del
isla. gobierno, hasta representantes de la iglesia, to-
Llama la atención, además, que los narrado- dos pertenecientes a los estratos encumbrados
res del período —a excepción de las figuras re- de la sociedad cubana. La Habana es el escena-
levantes—, pusieron en sus obras, más que una rio de los hechos, por ser éste, según manifiesta
intención noveladora, la voluntad crítico-reflexi- el autor, el lugar en donde acontecen los mayo-
va de testimoniar, por medio de la literatura, el res fraudes y tropelías. En su afán por historiar
contexto social revelador de las esencias histó- el dato verídico, Franchi Alfaro dilata en dema-
ricas del siglo. Fueron, en algunos casos, más sía el contenido de las secuencias narrativas,
escritores que novelistas, sin que esto anule ver- auxiliándose del diálogo como recurso hegemó-
daderas audacias en el empeño artístico. Como nico para descargar fuertes dosis informativas.
expresó Roberto Friol al referirse a ese sucu- Lo que gana con la adopción de esta forma
lento arsenal en donde se halla el «hueso verídi- elocutiva que dinamiza el relato, lo pierde con
co de la cubanidad», «lo que interesa, no va a el cúmulo de detalles que desliza dentro de ellos
estar siempre en poder de [las novelas] mayo- y que entorpecen el engranaje composicional,
res…» 1 Este es el caso de obras poco comenta- retardando la fluidez de la lectura.
das o apenas conocidas entre las que se encuen- Entre las habilidades literarias de este autor
tran: El foro de La Habana y sus misterios; o Un está su maestría como retratista de gestos y fi-
oficial de causas (1846), El sol de Jesús del Monte sonomías que coadyuvan con eficacia a la carac-
(1852), Florentina (1856) y El fatalista (1866). terización de ambientes y de personajes.
El foro de La Habana y sus misterios; o Un Resulta válida, en este sentido, la alusión in-
oficial de causas (1846), publicada en Madrid con directa a zonas conflictivas del entorno social;
el seudónimo de Un magistrado cubano, es atri- éste es el caso de la esclavitud y de la prostitu-
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 305

ción, que sentimos más verídicas, a pesar de su dicado a la ejecución de Plácido el 27 de junio
presencia fugaz dentro de la perspectiva del pla- de 1844, la transcripción de alguno de sus poe-
no temático. Otro procedimiento oportuno es mas y el hálito místico con que se idealiza al
la capacidad del narrador para transmitir la ima- poeta cuando es condenado a muerte y, mucho
gen totalizadora de una escena determinada, al menos, los diálogos en los que se introducen
captar, con inusual dinamismo descriptivo para ideas en torno a la igualdad del hombre ante la
la narrativa de su tiempo, acciones paralelas den- ley, así como un antirracismo que, aunque vibra
tro de una misma secuencia. Pero es en el len- con tono declamatorio, no se aventura a traspo-
guaje, específicamente, y en las expresiones ner los lindes de la cautela y del buen orden cla-
idiomáticas de extraordinario sabor local, don- sista. No faltan en esta narración los severos ata-
de se detecta la cubanía de esta novela. Sobre lo ques al gobierno colonial español, formulados
anterior, apunta Roberto Friol: «De principio a con ironía: «mucho han de echar de menos los
fin está llena la obra de verdades idiomáticas hombres honrados como Tacón…», 9 y a los sa-
nuestras…» 4 cerdotes que «es la carrera en que mejor se me-
El foro de La Habana y sus misterios es una dra [con] vida regalona e independiente…» 10 A
novela que, aunque rasga con el escalpelo del modo de paneo fisonómico de la sociedad,
realismo (y de un anticipado naturalismo),5 la Avelino de Orihuela no elude la ridiculización
fraudulenta estructura de la burguesía y su de- de los títulos nobiliarios como fin obsesivo de
sastrosa moral, tiene en su concepción ideo- los peninsulares, aunque no privativo de ellos;
temática las claves del romanticismo. De ahí, el la superstición fijada a la fantasía y a la expe-
desbalance entre el maniqueísmo de algunos riencia vivencial del campesino y los fraudes del
personajes en su caracterización negativa, y el foro que encuentran nuevamente en La Habana
violento y casi risible viraje de éstos hacia acti- sus caóticas coordenadas. Pero el elemento pre-
tudes de increíble regeneración. 6 El sentido tras- ponderante, la referencia iterativa es la «esclavi-
cendente de El foro… debe hallarse en el regus- tud». En cuanto a ella, describe minuciosamen-
to decepcionado y pesimista que deja la certeza te las costumbres de los esclavos, su música, sus
de una justicia vendida al mejor postor. Esta idea bailes, su gestualidad, sus alimentos, sus casti-
se hace conciencia, en la medida que la legalidad gos, su dolor. Y es que éste es el indicador ideo-
es admitida como mero asunto de suerte: «Tris- lógico que avala esta novela. El autor, de filia-
te espectáculo es el de un hombre honrado, lu- ción anexionista, 11 despliega algunos de los
chando contra la suerte y sin poder vencerla.» 7 postulados teóricos que animaron dicha tenden-
No fue muy exacta la aseveración de José cia. Orihuela, en pleno apogeo del anexionismo,
Manuel Mestre en 1854 cuando dijo que El sol revive los sucesos de La Escalera, erige en már-
de Jesús del Monte de Andrés Avelino de Ori- tir al poeta habanero, cita personajes de autenti-
huela era la novela «menos peligrosa del mun- cidad histórica (Francisco Uribe, Jacinto
do», resultado «de todo punto insignificante». 8 Le Riverend, María Ignacia Menocal) y reco-
Al crítico contemporáneo del autor le faltó ver, noce sectores de negros y mulatos libres con
o no quiso ver, ese tópico ideológico que se en- cierta importancia económica dentro de la so-
mascaraba tras un argumento en efecto intras- ciedad esclavista. Su personaje protagónico, Es-
cendente y que exhibía todos los atributos del teban, lee a Voltaire y a Rousseau, y mantiene
folletín romanticoide. Publicada en París en relaciones con la mulata libre Matilde. Pero,
1852, El sol de Jesús del Monte desarrolla su ar- como todo representante del liberalismo bur-
gumento en La Habana de los años 1843 y 1844. gués, no olvida los límites, y Matilde compren-
Insuficiente desde el punto de vista artístico, esta de, con plena conciencia racial, que su huida a
novela demanda una lectura de hallazgos, es de- México en los días del látigo es la imposición
cir, la localización por el lector de «tópicos» que del escritor para ponerle coto a esa demagógica
adquieren categoría significante en territorio igualdad humana. Es, sin lugar a dudas, El sol de
extratextual. No resulta ocioso el capítulo de- Jesús del Monte, independientemente de las in-
306 SEGUNDA ÉPOCA

tenciones que motivaron a su autor, una obra de sacrificar todo el empeño de su dramatismo a la
indiscutible valor como testimonio histórico y tabla salvadora de la educación: «[este mal] sólo
como repulsa al régimen colonial y a la esclavitud. podrá extinguirlo el resplandor benéfico de la
Escrita por Manuel Costales y Govantes ilustración».13 No obstante estos escarceos, has-
(1815-1866), Florentina. Escenas sociales (1856) ta cierto punto comprensibles a la hora de tocar
—como afirma su autor— no es una novela. Es las esencias, Florentina rompe las dulces
el relato de una escena que carece de matices en modulaciones de las heroínas femeninas de las
la dramatización fabular. Es lo trágico, lo novelas de la época.
obsesivamente trágico, conducido por una pro- De tono menor es El fatalista (1866), de Es-
sa correcta y fluida, en donde el estilo del escri- teban Pichardo (?-1879). Es una novela volu-
tor se orienta hacia el efecto patético. Florentina, minosa en la que advertimos el artificio del es-
personaje femenino supuestamente protagónico, critor para crear un conjunto variado de —más
es sólo un componente funcional. A través de o menos interesantes— episodios. No es la fal-
ella, Costales guía al lector por las calles de La ta de agilidad en el desarrollo del argumento, ni
Habana, pobladas de quitrines que esperan, en la profusión de sucesos que, a manera de aven-
medio de la algarabía del alto mundo, que ter- turas (asaltos, disputas callejeras, equívocos, vio-
mine la función en el teatro de Tacón. Y, entre laciones, piratas, etc.) se disponen sin tregua a
ellos, pasa Florentina con su hija muerta en los lo largo de cuatrocientas cuarenta y nueve pági-
brazos: «Allí confundida con la muchedumbre nas, lo que hace de esta obra un esfuerzo artísti-
iba esa madre: allí iba llevando en sus brazos el co ineficaz, sino el desgaste que van sufriendo
cadáver oculto de su hija, entre tanta juventud y los mecanismos composicionales al demostrar
elegancia y entre tanto esplendor y alegría…» 12 la tesis «fatalista» del autor. Sin olvidar esa con-
No es frialdad, ni rigidez, ni ausencia, es un per- figuración de ambiente que se descubre en la
sonaje transparente que no ha sido caracteriza- caracterización costumbrista de los contextos
do por el autor. Tampoco así, los tres que tienen de la ficción, evidentemente enfocados con una
cierta participación —limitadísima— en los he- actitud crítica, adolece El fatalista de un
chos, a pesar de los nexos que los unen a esquematismo que constriñe el sentido de la obra
Florentina. Es como si el escritor hubiera de- y su riqueza documental a un rejuego casi su-
terminado la ingravidez humana de los perso- persticioso de predestinaciones. Reconocemos,
najes para que sobresalieran los núcleos sin embargo, que tras este recurso que elude so-
contrastantes que demarcan sus existencias: el luciones de tangencialidad histórica, se escon-
sórdido universo de la ciudadela, con toda la de el desconcierto y la insatisfacción latentes en
fuerza degradante de su marginalidad, y la fas- la novelística cubana de la segunda mitad del si-
tuosa carcajada de la burguesía acomodada. El glo XIX. Tal vez, Pichardo consideró más juicio-
clima de incomunicación entre los personajes y so escribir, dos años antes de la guerra del 68,
la inexistencia de emociones o sentimientos co- una novela que sirviera de «pasatiempo instruc-
herentes con un mecanismo sicológico reflexi- tivo» 14 al desviar hacia los localismos del len-
vo en ellos, al menos elemental, nos recuerda el guaje y las pinceladas pintoresquistas de nues-
«extrañamiento», técnica muy utilizada en la na- tros campos, la presencia de «lo cubano».
rrativa moderna. El interés sociologista se De mayor realce dentro del período de 1844
advierte en el abordaje de aspectos sociales rele- a 1868, mencionaremos a dos autores que con-
gados, en este caso, la prostitución. A pesar del siguieron insertar felizmente, dentro de una con-
realismo que imprime el color local y de los to- cepción novelística, temas de acuciosidad his-
ques costumbristas que apoyan las descripcio- tórica. Ellos son: José Ramón Betancourt
nes de ambiente, sin olvidar ese tinte agudo que (1822-1890) y Ramón Piña (1819-1861).
recarga su trazo hasta lo grotesco, pierde fuerza Betancourt escribió su novela Una feria de la
la pesquisa causal del escritor cuando arriba a Caridad en 183… Cuento camagüeyano en Puer-
conclusiones de moderación sorprendente, al to Príncipe durante 1841, pero es en 1856 cuan-
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 307

do aparece publicada en El Fanal, en La Haba- perfectos tipos de belleza, como en el Cama-


na, bajo el seudónimo de El Estudiante. La se- güey.» 16 Fernando es el joven juicioso que se
gunda edición sería en 1858, también en La Ha- opone a la corrupción engendrada por el juego
bana, y a instancias de Cirilo Villaverde, 15 y la y que afectaría el equilibrio económico de la
última en 1898 en Barcelona. A partir de la se- burguesía cubana, llamada —como pronuncia-
gunda edición el autor le hizo modificaciones y miento ideológico del autor— a desempeñar un
la amplió. papel directriz en el progreso de la isla. Este
Una feria de la Caridad en 183… tiene como personaje es el ejemplo moralizador en donde
asunto lo nocivo del juego y el resquebraja- convergen el ideal artístico y la posición histó-
miento moral a que conduce. No posee esta rica del autor. Fernando será la contrapartida de
novela complicaciones en la sintaxis narrativa. César Morgan, y en él —en un joven— pondrá
Se aprecia continuidad en el relato y organicidad Betancourt el objetivo ético aleccionador de esa
en la composición. Como ya habíamos indica- parte de la burguesía que dilapida su capital en
do, el autor hace adiciones que van desde el ca- la mesa de juego, olvidada, por el vicio y la pro-
pítulo IX al XIII. En ellos intercala extensas pensión al ocio, de una ingente tarea que fuera
descripciones del paisaje camagüeyano y alude desvelo de largas décadas: la industrialización de
a figuras históricas. Esta pausa dentro de la se- Camagüey y la oportunidad de situarse como
rie fabular, intensifica la tensión de los momen- clase hegemónica. Fernando, a diferencia de
tos finales, es decir, la captura de «El Rubio» César Morgan, es más convincente desde el pun-
que se hacía llamar, falsamente, César Morgan. to de vista artístico, pues tiene en sí la energía
Tal recurso puede parecer un ardid fatigoso del propia y el razonamiento mesurado de quien
escritor a fin de extender el clímax de una nove- transmitirá el verdadero sentido trascendente
la por entregas. Pero si nos detenemos en el pla- que se propuso el autor en la obra. César
no temático, observamos el interés de Betan- Morgan, motivo del conflicto y movilizador de
court por reseñar ambientes y personajes a los la acción, no nos llega, sin embargo, con el atrac-
que la caracterización no aporta fuerza dramáti- tivo que promueven los «malos» en este tipo de
ca, ya que el objetivo supremo de la ficción re- aventuras. Le faltan convicción y pasión negati-
basa la simple exposición temática; es decir, lo vas. Como otros autores, según apunta Friol,
que desea destacar Betancourt es un fragmento tampoco Betancourt logró tipológicamente al
de la historia de Camagüey donde el progreso personaje del bandido. Leamos las palabras del
aún era una carta de posibilidades realizables. crítico al respecto:
De ahí que Carlos Alvear y su madre Petrona,
no obstante su lugar protagónico, así como otros El bandolerismo en el gobierno de Vives
personajes secundarios, aparezcan dibujados con [sabemos que la novela de Betancourt es
trazo amanerado ante la figura del también des- bajo el gobierno de Tacón] fue folletín. Y
colorido forastero César Morgan. Por otra par- es notable que con tantos bandoleros de
te, los personajes femeninos Leocadia y Luisa carne y hueso en la Isla, antes y después de
no vulneran los marcos caracteriológicos del Vives, la novela cubana no acuñe con vera-
romanticismo. Tienen su lugar en la novela, pero cidad la efigie de ningún bandolero […] En
no están dotados de sólidas cualidades que los estos recuerdan a los bandidos de Los No-
conviertan en verdaderos caracteres. Luisa y vios de Alejandro Manzoni deseosos en casi
Leocadia defienden su honra de esposa sobor- todo momento de alcanzar la sombra del
nada y de novia vendida, respectivamente, pero palio y el perdón de las amatistas. 17
retornan al costurero o al salón de baile en es-
pera de soluciones ajenas. Para Betancourt, ellas Pero no es necesario ir tan lejos en esta com-
encarnan la belleza de la mujer camagüeyana: paración. «El Rubio» de Betancourt no resiste
«Creemos que en ninguna parte del mundo, y asimismo la confrontación tipológica con el
con orgullo lo escribimos, se ven reunidos tan «Espatolino» de la Avellaneda, autora muy ad-
308 SEGUNDA ÉPOCA

mirada por Betancourt. con su entusiasmo y con sus recursos a su


Este déficit caracterológico y ciertas incon- engrandecimiento y felicidad. 18
secuencias en las manifestaciones de algunos
personajes en el transcurso de la acción, no sólo Es probable que fuera eso en realidad lo que
inverosímiles, sino de improcedente ingenuidad, deseaba José Ramón Betancourt, de quien dijo
tienen su tabla de salvación en el superobjetivo Villaverde que «no era un escritor novel». 19 Este
ideológico que necesita perpetuar Betancourt y autor aprovechó las tradiciones de las fiestas de
que se hace perceptible en una doble lectura de la Caridad y a cierto personaje ya casi legenda-
esta novela. Si convenimos en que las ediciones rio por su condición de bandido, para revivir el
posteriores a 1856, incluyendo ésta, fueron «co- espíritu de una época de inspiración intelectual
rregidas» y «castigadas» como aconsejó Villa- y científica, que se avenía con las intenciones
verde y ratificó el mismo autor en carta de 4 de clasistas de las citadas corrientes del pensamien-
abril de 1859 a Manuel de Arteaga [seudónimo to de la burguesía cubana.
El Antillano], es lícito pensar que entre la etapa En esta obra está presente el llamado a la abo-
seleccionada para la recreación, 1835-1845, y el lición de la esclavitud y la justificación moral de
tiempo histórico del autor, puedan hallarse co- éste, pero con el comedimiento y las miras ca-
rrespondencias que aclaren los motivos que tran- pitalistas de la clase de procedencia. 20
sitan con tanta insistencia por esta narración y La crítica al juego y al bandolerismo, como
que dan la idea aparente, dentro del esquema elementos implícitos en la realidad extraliteraria,
fabular, de ser trozos inconexos. Sólo apunta- era una forma de ataque al sistema colonial es-
mos que la década del 50 comparte dos tenden- pañol, dardos sutiles que apuntaban hacia esa
cias ideológicas: el anexionismo y, posteriormen- molicie de ambiente que se extendía a toda una
te, el autonomismo, que, aunque constituyeron época, y que trababa las esperanzas de ruptura
caminos equivocados, contaron con la acepta- con el estancamiento económico y socio-cultu-
ción de muchos escritores que llevaron a sus ral a que se veían sometidos.
obras las ideas que las sostenían. El interés que Una feria de la Caridad en 183… es una no-
urgía a muchos era el progreso económico de la vela camagüeyana escrita con optimismo. En ella
isla y, en algunos casos, la abolición de la escla- hay regodeo poético al ensalzar los campos de
vitud, a fin de tecnificar el país. Dos de los capí- Cuba, su flora está descrita con pasión detallis-
tulos que intercala Betancourt en su novela son: ta y los paisajes, las frutas autóctonas y el colo-
«El Ciego de Najasa» y «La Caoba». El primero rido de un lenguaje expresivo que se interna cada
dedicado a Gaspar Betancourt Cisneros y el se- vez más en nuestra naturaleza, sin acudir a fra-
gundo a Joaquín Agüero, ambos, figuras histó- ses o a localismos farragosos, así como la enu-
ricas de filiación anexionista. Gaspar Betancourt meración orgullosa de figuras que engrandecie-
Cisneros fue, además, paradigma de constancia ron la cultura de ese siglo: Varela, Saco,
por el adelanto de Camagüey, como revelan las Delmonte y la Avellaneda, entre otras, hacen de
siguientes palabras de Betancourt: ella una estampa de entrañable cubanía.
Gerónimo el honrado (1859) e Historia de un
Mi objetivo fue recordar una época verda- bribón dichoso (1863), son las dos novelas de
deramente crítica para el Camagüey, época Ramón Piña (1819-1861), ambas publicadas en
en que llegó hasta el seno de su sociedad Madrid.
estacionaria el espíritu de progreso que Escritor éste de sólida formación en la len-
animaba al mundo y durante la cual el de gua castellana, lo califican los críticos, 21 por el
asociación inició grandes mejoras morales, gracejo y la austeridad de su prosa, como un
y materiales; época en que cada uno des- deudor de Quevedo y de Cervantes. Hay en el
pertaba de su indefentismo para fijar los discurso de Piña la modulación del acento cas-
ojos en el país, y en el porvenir, en que to- tizo, evidente en la utilización de la forma
dos se afanaban por ayudar con sus luces, enclítica de los verbos: «Nególes el cielo el fruto
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 309

de bendición […] llevóla a su casa […] granjeóse resplandezca siempre. Allí fijaré definitivamen-
el amor de sus nuevos padres […]». 22 Emplea, te mi residencia.» 24
además, palabras de raigambre hispana: donce- En el transcurso de la novela, Gerónimo toma
lla, hermanico, mancebo, azotainas, mozue- el pulso de la realidad. No le es fácil aceptar la
la, etc. picardía del medio y aunque se vuelve más prác-
Ambas novelas poseen como módulo creativo tico en sus convicciones y más cauteloso en sus
la picaresca española, aunque por la intención acciones, no pierde la esencia generosa de su
ideotemática que subyace en cada una de ellas, naturaleza: «No soy bastante pícaro para que
tiene Gerónimo el honrado más cercanía con el pueda vivir en la sociedad.»25 La «locura», la «ra-
Cándido (1759) de Voltaire. zón» y el «instinto» son elementos que barajan
Es Gerónimo… un relato sencillo, pero bien su supremacía en medio de disquisiciones me-
facturado. Se aprecia cierta gradación sicológica tafísicas que se le presentan al personaje a tra-
en la elaboración de los personajes, por ejem- vés de un sueño. No sólo resulta interesante el
plo, la ingenua credulidad de Gerónimo, su idí- simbolismo de esta representación onírica y su
lico concepto sobre la ética social y sus reflexio- significado dentro de lo sugerente de la trama,
nes que van marcando el cambio paulatino de sino también la disposición teatral que manipu-
esos conceptos hasta desmitificarlos, en su cho- la el autor para describirla, haciendo un verda-
que con la realidad interactuante. En esta obra dero montaje escenográfico entre figuras
se observa el severo cuestionamiento del autor alegóricas, discursos sugerentes y el claro-os-
sobre las normas que rigen la moral social. Más curo que determina el cambio de plano perspec-
que el efectismo de una acción llena de momen- tivo de cada interlocutor, o, en este caso, perso-
tos espectaculares, está ese fondo didáctico-re- naje del subconsciente.
flexivo que hace de la novela una especie de pla- En el desenlace es donde Gerónimo pierde
taforma teórica sobre la cual descansará, con un los puntos de contacto con Cándido. Con éste,
argumento más sustancioso y demostrativo, tenía en común su conciencia edulcorada sobre
desde el punto de vista de la narración, la se- la perfección de las leyes humanas que rigen el
gunda novela de Piña, Historia de un bribón di- destino de los individuos y también su paulati-
choso. Esta primera obra es el resultado de un no convencimiento, por medio de su choque con
plan razonado, de ejecución simple, pero con una la realidad, de que esto no era cierto. Una vez
enjundiosa médula ideológica. Como el buen saciado el instinto aventurero y con una visión
Cándido (aunque partiendo de voluntades y más objetiva del mundo, Gerónimo, como
posiciones diferentes), Gerónimo sale al mun- Guzmán de Alfarache, puede volver a un lugar
do con todo su optimismo de aventurero en seguro de descanso, donde el trabajo resarcirá,
busca de la justicia y del afecto desinteresado. con las prerrogativas económicas que aseguran
No tarda en recibir los primeros reveses que le la holgada posición de nuestro personaje, la ver-
obligan a variar aquella fantástica visión de la dadera razón de la vida.
realidad que, como a Cándido ante las ideas fi- Historia de un bribón dichoso es una novela
losóficas de Pangloss, le hace creer que pueda de mayores pretensiones dentro del artificio fa-
existir, en algún lugar, «el mejor de los mundos». bular. Nos recuerda, por la intensidad del relato
Ante uno de los primeros «entuertos» descubre y por la movilidad de la acción, desgajada en
el ambiguo engranaje de la justicia, y enterado múltiples subtemas, a Juan Criollo de Carlos
de que existe una «verdad real» y otra «jurídi- Loveira. En su estructura composicional, esta
ca», expresa sin disimulo la ironía y el desen- novela hace uso de secuencias paralelas para dar
canto de tan turbia dicotomía: «¡Estúpida cosa mayor participación al cúmulo de personajes que
es la justicia! ¡Grande fatalidad la mía!»; 23 mas, intervienen en la historia y que, en muchos ca-
dando cauce a su inagotable fe de hombre opti- sos, forman por sí mismos una historia. Otro
mista, repara: «He de buscar un país en que no recurso de gran eficacia es la discontinuidad de
haya más que una verdad, y donde esa verdad las escenas que altera el ritmo de la tensión en
310 SEGUNDA ÉPOCA

los puntos neurálgicos. El personaje central, clamando sin poderse contener—: ¡Buena
Eustaquio Barullo, como lo fuera Perico Fustete bestia! 29
en El foro de La Habana y sus misterios, es el
pícaro criollo que dirige sus pasos por la senda Para dar autenticidad humana al pícaro, Piña lo
de la abogacía. Como aquél, éste también se hace reflexionar de manera consciente sobre sus
mueve entre lo más encumbrado de la sociedad deleznables defectos. Es decir, por medio de la
habanera. rememoración introspectiva y de los sueños, don
Es interesante que los personajes positivos, Eustaquio Barullo toca el negro fondo de su
esos que poseen valores ejemplarizantes, Paulina alma. Veamos un ejemplo referente a la primera
y Bruno, estén concebidos dentro de la catego- forma de autoconciencia:
ría de lo feo. Así es descrita Paulina:
…Ataviado aparecía ante el público con el
[…] una dama que parecía acercarse a los arrebol y los adornos postizos; pero al des-
treinta años, flaca y alta en demasía, de co- nudarse en su habitación, y viéndose feo y
lor moreno, ojos pequeños, nariz larga, la- asqueroso como en realidad era, el recuer-
bios delgados y dientes postizos, que bas- do de aquellos mismos elogios eran otras
tante los dejaba ver por lo que se separaban tantas espinas que le punzaban el corazón. 30
de las encías y temblequeaban al movimien-
to de los labios, como temerosos de algún Historia de un bribón dichoso recorre con su
siniestro. 26 lente crítico todas las esferas de la sociedad.
Motivos controvertidos dentro de su temática
De las figuras retóricas, Piña utiliza la para- y que ejercen como denunciadores de todo un
doja con gran asiduidad. Llega a tener ésta un ámbito plagado de tópicos polemizantes son: el
lugar preponderante entre los matices semán- fraude judicial; el pícaro o bribón como produc-
ticos de la narración, por lo que puede conside- to del deterioro moral de las leyes y la esclavi-
rarse, en el caso de este autor, como una catego- tud que, aunque recriminada por el autor, éste
ría estética que comparte en esta obra sus maneja con moderación. Sobre el escepticismo
funciones con otra que sí lo es por naturaleza: de Piña ante la libertad del negro, leamos el si-
lo cómico. También, por medio de la ironía, el guiente fragmento:
autor expresa ideas punzantes que definen, de
cierta manera, su posición ante problemas his- Diole otro duro para ayuda del traje, con-
tóricos por dilucidar como la esclavitud. 27 La siderando la manera en que la ignorancia
paradoja es empleada para dar el trazo comple- entiende las prácticas religiosas; y también
mentario que prefigura la verdadera esencia consideró el perjuicio que había hecho a
caracterológica de los personajes. 28 La ironía Juliana con sacarla del cautiverio, diciendo
opera como apoyatura del recurso anterior. Lo para su capote:
cómico se entrecruza con la ironía en expresio-
nes encontradas como por casualidad, diluidas «Buen argumento es este de Juliana para la
en los diálogos. Por ejemplo: filantropía inglesa. No tanto importa ser li-
bre, como aprender a serlo. […] ¡Funesta li-
—Buenos días, don Bruno —dijo el rústi- bertad la de esa desgraciada! 31
co, contemplando lleno de complacencia
la cabalgadura y sin dirigir la vista al que le El terror al negro mediatiza la objetividad de
preguntaba. un criterio radical en torno a la esclavitud. Piña,
como tantos otros hombres de su tiempo, te-
—Parece que le va bien a usted aquí.
mía el riesgo de una solución llevada demasiado
—Los amos son buenos, señor —repuso lejos. Situado en las medianías de un conflicto
Bruno, acariciando el pelo del caballo, y ex- histórico, el autor no se desentiende de las ideas
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 311

del pasado anexionismo, pero tampoco le es in- del campesino pobre y en la del esclavo. Son es-
diferente la actitud pusilánime de ese reformis- cenas sombrías que delatan el dolor de la escla-
mo que renacía en los años 60 y que no dejaba vitud —«El guardiero»—, y que no pueden
de ser tan nocivo, o más nocivo, por su ambi- disimular la antipatía del escritor por tan opro-
güedad. bioso sistema. Manuel Costales y Govantes
Historia de un bribón dichoso anticipa, por (1815-1866) extrae sus tipos del mundo del foro,
medio del personaje del bribón, a ese pícaro que conocía por su profesión de abogado. Arbi-
acriollado que se robustece en la creación de trariedades, injusticias, oportunismo y difama-
narradores posteriores. A través de ese elemen- ción son actitudes humanas que abundan en el
to tipológico de connotación histórica y de esen- ámbito de las leyes. De prosa ágil y de estilo
cia humana en su concepción estética, Ramón correcto es este autor. Entre sus tipos más lo-
Piña integra, con verdadero acierto de novelis- grados está «El testigo de estuche», sujeto que
ta, figuras y contextos que testimonian, dentro manipula la verdad como si se tratara de un ne-
de las márgenes de la literatura de ficción, un gocio. Este tema lo recrea, además, José Victo-
cuadro revelador de la Cuba colonial. riano Betancourt en su artículo «El testigo fal-
so», publicado en el Liceo de La Habana en 1860.
2.11.2 Consolidación y auge del artículo de También se destacaron como articulistas de
costumbres. Continuación de la obra de costumbres, en esta etapa, Antonio Bachi-
José María de Cárdenas y José V. ller y Morales (1812-1887) —«Hogaño y An-
Betancourt taño»—, Pedro Santacilia, Francisco Baralt y
José Joaquín Hernández —Ensayos literarios
La tendencia reformista del pensamiento polí- (1846)—, Francisco de Paula Gelabert —Cua-
tico cubano, que ya había dado frutos en el te- dros de costumbres cubanas (1875)—, y otros.
rreno de la literatura en años anteriores, tuvo su No faltaron tampoco en Cuba las antologías
época de auge a partir de la década del 30, con la de artículos. La primera de este tipo —y la pri-
consolidación del articulismo de costumbres. mera en Hispanoamérica— fue Los cubanos pin-
No sólo los hombres de letras se dedican a plas- tados por sí mismos (1852). Ilustrada por
mar en las páginas de los diarios escenas de la Landaluze y con grabados de José Robles e in-
vida cotidiana del país —tanto rural como urba- troducción de Blas San Millán, este meritorio
na—, sino también abogados y científicos asu- intento de agrupar lo más significativo del
men como propia la tarea de criticar errores y articulismo de costumbres cubano en éste, su
vicios que subsisten bajo la dominación espa- primer ciclo, 32 recibió la censura de Idelfonso
ñola. Es por eso que, aunque el artículo de cos- Estrada y Zenea desde las páginas de El
tumbres parezca un sutil recreo de los sentidos, Almendares, en mayo de 1852. El autor afirma-
bajo la pintura de soleadas alamedas o en la apa- ba, no sin razón, que no todos los colaborado-
cible noche del ingenio, se esconde la queja po- res eran cubanos, que el carácter de los tipos
lítica de un bien definido interés de clase. reflejados no respondía a la realidad, y reparaba
Durante el lapso de 1844 a 1868, el artículo en el anacronismo de las ilustraciones. Los
de costumbres es un instrumento valiosísimo señalamientos hechos a la antología por Estrada
para la burguesía cubana que quiere ver refleja- y Zenea, dan testimonio de ese interés que tras-
dos, con trazo firme, los rasgos negativos y los ciende el mero pintoresquismo mal atribuido a
logros de un sector de clase que lucha por el los artículos de costumbres, tachados también
poder. Temas espinosos del acontecer político- de «género menor», y que no era más que la bús-
social, aparecen descritos con propósito denun- queda de una fisonomía propia como reflejo li-
ciador. Éste es el caso de los publicados en 1859 terario del proceso de formación de la naciona-
y escritos por Anselmo Suárez y Romero lidad cubana.
(1818-1878): Colección de artículos. Captados Tipos y costumbres de la isla de Cuba (1881),
en el ambiente rural, penetra el autor en la vida con ilustraciones también de Landaluze e intro-
312 SEGUNDA ÉPOCA

ducción de Antonio Bachiller y Morales, fue el basta el látigo de la sátira para mejorar las
siguiente libro de este tipo que vio la luz y que costumbres y corregir los vicios, cuando
cerraba el segundo ciclo del costumbrismo cu- la corrupción está fermentando en las mis-
bano. 33 En el recuento que hace Bachiller y mas entrañas del orden social o político que
Morales en su introducción, menciona como la ha engendrado. 36
seguidores de los modelos españoles a aquéllos
quienes «han dejado mejores obras del género: En 1847 sale impreso el libro de José Ma-
José María de Cárdenas y Rodríguez y Jo- ría de Cárdenas y Rodríguez —y también el
sé Victoriano Betancourt».34 primero en este género— Colección de artículos
José María de Cárdenas y Rodríguez (1812- satíricos y de costumbres, prologado por Cirilo
1882) se distinguió como prosista, pero culti- Villaverde. Los trabajos que se agrupan en este
vó, además, la poesía. Muestra de ello son diver- tomo fueron escritos y publicados entre 1838 y
sas fábulas, letrillas y epigramas, algunos de los 1847. En todos resalta el estilo depurado del es-
cuales fueron publicados, y otros quedaron iné- critor que maneja elegantemente la palabra como
ditos entre su colección de papeles manuscri- un arma sutil, envolviendo con la soltura del
tos. Incursionó en el teatro con dos comedias: enunciado la réplica severa y razonada. Se apre-
No siempre el que escoge acierta (1841) y Un tío cia, también, cierto rejuego en la estructura
sordo (1848). Fueron, sin embargo, sus trabajos composicional de algunos cuadros por medio de
en prosa, el artículo de costumbres, los que acre- la combinación funcional de los discursos ex-
ditan a José María de Cárdenas como uno de los presivos, de ahí esa ingeniosidad creadora que
mejores narradores. En sus escritos se aprecia les concede valor artístico.
un desenvuelto manejo del idioma. Esta destre- Tuvieron favorable acogida en su época «El
za le permite imprimir a sus cuadros de costum- localista», «La comadre», «El editor de un pe-
bres la gracia atildada que escamotea la alusión riódico» y «El educado fuera», incluido en la
hiriente y la mordacidad de mal gusto. Los te- antología Los cubanos pintados por sí mismos
mas seleccionados por Cárdenas, insertos en los (1852) y comentados en La Revue des Deux
submundos de las costumbres privadas, pueden Mondes en un artículo titulado «La Société et la
verse como una sucesión de aspectos, determi- Littérature à Cuba», de Charles Mazade, quien
nados detalles, refractados de un universo más califica a Cárdenas y Rodríguez como un escri-
amplio y complejo que el autor enfrenta bajo tor que «con mirada firme y satírica recorre el
los ropajes de la fina hilaridad. El gracejo y la mundo en que vive, para trazar después muchas
donosura con que se expone lo criticado atenúan de sus fisonomías, hábilmente sorprendidas y
el regusto desabrido de una lección didáctica —a personificadas». 37 Para Tipos y costumbres de la
pesar de su indiscutible objetivo moralizante—, isla de Cuba (1881), volvieron a ser selecciona-
que tanto empobrece el intento artístico. Se ha dos los artículos «El administrador de un inge-
dicho que nuestros costumbristas imitaron más nio» y «Médico de campo».
a Mesonero Romanos que al cáustico Larra, cen- Uno de los temas recurrentes en la produc-
sor de las «costumbres públicas, es decir, de la ción de Cárdenas es el relacionado con la edu-
política»,35 según palabras de Villaverde. Pero, cación de los niños. Las normas de conducta
sin menosprecio de lo anterior, sería importan- individual deben responder a las exigencias de
te reconocer en la cita siguiente algo que se hace una sociedad civilizada que para el autor era de-
perceptible en el intertexto ideológico de don- ber y obligación cívica ayudar a construir con
de provienen estas escenas costumbristas: sus mensajes educativos. En Flores del Siglo,
1846, aparece un artículo sobre este aspecto,
por encima de aquellas risueñas fotogra- «Costumbres. Escenas varias», en el cual se re-
fías parece asomar la mirada severa del pin- prenden los malos hábitos que adquieren los
tor, la frente pensativa, la triste y amarga menores al calor de inadecuadas orientaciones
sonrisa del patriota, convencido de que no paternalistas.
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 313

De 1848 es «Rezagos», publicado en El Ar- soltura y sencillez con que aborda un tema, sus-
tista. En este trabajo sobresale una ironía inusual tituyendo la imagen retórica y la cita erudita por
en el autor. Es como si la pluma de Cárdenas se el decir fácil de un lenguaje coloquial. Al des-
cargara con fuerte dosis de energía amonestadora cender a los sectores marginales de la sociedad,
que se abstiene de suavizar. Valiéndose del re- reconoce, de cierta forma, la integración de és-
curso de trasladar la referencia criticable a otros tos como elementos conformadores de un todo
países, hace más ostensible la impugnación di- común. La intención sociologista se entroniza
recta de los vicios prevalecientes y «heredados» en sus descripciones por medio del acercamien-
por la sociedad cubana. to positivista a la realidad, fuente ésta de tipos,
José María de Cárdenas, a quien llamaron el lenguajes y hábitos que son plasmados casi con
«Mesonero Romanos de Cuba», tuvo como ho- sentido naturalista. Lo anterior le adiciona a al-
mólogo en el género a José Victoriano Betan- gunos de estos cuadros un valor especulativo-
court, más propicio éste al verbo filoso de científico que les asegura, a su vez, una frescura
Quevedo que a la ironía culta de Cervantes, afín no superada por el tiempo, así como una extraor-
con la prosa de Cárdenas y Rodríguez. dinaria calidad documental.
Los primeros pasos de José Victoriano La comicidad es consustancial al modo de
Betancourt en la literatura fueron a través de la decir expresivo de José V. Betancourt. Pero este
poesía. Pero como sucediera con José Ma- procedimiento no minimiza la crítica desem-
ría de Cárdenas y Rodríguez, es el artículo de bozada y la sugerencia mordaz que se transpa-
costumbres lo que le concede un lugar destaca- renta en sus páginas sin distingos genealógicos.
do en las letras cubanas. No fueron recogidos Las singulares palabras dichas por un personaje
sus trabajos en colección y aparecen dispersos que responde a la fisonomía del «perfecto bur-
en periódicos y revistas: La Siempreviva, Dia- gués», evidencia esa «sugerencia mordaz» que
rio de La Habana, La Cartera Cubana, El Artis- lacera y ridiculiza:
ta, Flores del Siglo, Aguinaldo Habanero, Las
Flores de Mayo, Faro Industrial de La Habana, …el hombre más grande que ha existido
El Almendares, La Ilustración Cubana, Revista sobre la tierra, fue el que inventó el comer
de La Habana, etc. Sólo en 1941 fueron agrupa- […]. Dios fue, le respondí, el de tan estu-
dos en un tomo, con nota preliminar de Mario penda invención, y Adán el escogido para
Sánchez Roig y Mario Cabrera Saqui, diecio- propagarla. ¡Oh! exclamó con un acento
cho artículos de costumbres que, indiscutible- lleno de religiosidad: Dios es grande: para
mente, representan lo más logrado de su pro- decir que no existe es necesario no haber co-
ducción. mido jamás: el que come no puede ser ateo. 38
En la prosa de este amenísimo escritor de
costumbres se destaca el fluido desenfado de un Resulta interesante la ocasional agudeza ana-
modo de decir que se arraiga en la historia po- lítica del autor, manifiesta en el conocimiento
pular y en el folklore cubano. Sin hacer conce- de su circunstancia histórica y de la transforma-
siones a su perspectiva ideológica, José Victo- ción que se opera en los factores que rigen la
riano Betancourt sincroniza la focalización del vida económica y política. Ejemplo de esto es
objetivo a criticar en distintos sectores de la so- «El Usurero» (1848), artículo en el que parece
ciedad cubana, tratando de aprehender, en cada identificar al burgués en cierne del siglo XIX con
cuadro, algo más que la mera fisonomía de un aquel personaje. No se le escapa de las manos
pueblo, y además, el espíritu singular que con- este otro «tipo» que controla y determina el
forma la media de cierta sicología social. Es por acontecer económico y político y que será, en
eso que el aparente desaliño de su verbo, señala- definitiva, un protagonista de la historia.
do por algunos críticos, es elemento caracte- Aunque José Victoriano Betancourt hace su
rizador de un estilo necesario. En José V. crítica extensiva a todos los sectores y clases de
Betancourt, el virtuosismo creativo estará en la la sociedad, a fin de proponer enseñanzas que
314 SEGUNDA ÉPOCA

vigoricen los principios morales de ésta, es evi- En el famoso Manglai,


dente que su frontera ideológica, demarcadora Fui Perico no hay dudai,
de los límites de una censura reformista, no le y a ningún cheche temía
permite llegar a conclusiones que ya habían sido Conmigo no había tu tia;
esbozadas dentro de una lógica sincera pero Cuando en cabido o guateque
obligatoriamente mediatizada por esas mismas Entraba medio peneque
limitaciones. En el trabajo «El ciego vendedor Y metia la mano al quimbo,
de billetes», de junio 30 de 1850, el narrador Hata lo niño del limbo
toma como tipo a un impedido físico, que no Cantaban el turuleque. 39
dejándose vencer por la adversidad decide ga-
narse la vida en este menester. De hecho, y ex- Apasionado por todo lo pintoresco, por todo
plícitamente planteado, hay un reconocimiento aquello que imprimiera el sello de lo inequívo-
que legitima la mendicidad, la pobreza y la des- co, de lo singular e inigualable, para atraparlo
igualdad de clases. El mensaje educativo que se en sus pormenores y reproducirlo en instructi-
desprende del artículo suprime cualquier razo- va semblanza, fue José V. Betancourt un aficio-
namiento de causalidad. nado de las ciencias naturales, y amigo de Felipe
Las temáticas tratadas por José Victoriano Poey y Álvaro Reynoso. Fruto de esta inclina-
Betancourt recorren desde la pintura de verda- ción suya es el trabajo Descripción de la cueva
deros tipos sociales de dimensión universal, has- de Bellamar en Matanzas publicado en libro en
ta los específicamente cubanos, que integran las 1863, aunque anteriormente viera la luz en Cuba
llamadas «costumbres públicas y privadas», las Literaria, 1862.
cuales aportan valiosísimos datos a la Historia José María de Cárdenas y José Victoriano
y a la Literatura, preferentemente. Artículos que Betancourt contribuyeron, desde el terreno de
ejemplifican lo anterior son: «Las bodas» (1838), las letras, a fomentar una conciencia enjuiciadora
«Velar un mondongo» (1838), «Carta a Teótimo» que tenía como fin la concreción de la identidad
(1859), «Las tortillas de San Rafael» (1858), «La nacional. Como elementos de la burguesía ilus-
Plaza del mercado» (1860), etc. trada cubana, entendieron que la vía expedita
«Del fondo de la Pipa» (1858), erróneamente para lograr lo anterior era reflejar la clase a la
atribuido por Roig de Leuchsenring a Luis Vic- cual pertenecían, censurando y corrigiendo há-
toriano Betancourt (1843-1885), hijo del autor, bitos deleznables; de este modo, al atraer su aten-
bien podría considerarse como un estudio his- ción hacia especificidades de la realidad, fueron
tórico y socio-lingüístico sobre los vocablos y trillando el camino del realismo del que sería
expresiones foráneas asimiladas por el habla puente, según Camila Henríquez Ureña, el ar-
popular que devienen, al paso del tiempo, frases tículo de costumbres. 40
idiomáticas acuñadas y admitidas en la lengua En general, el costumbrismo fue vocero de
nacional. las polémicas políticas y de las aspiraciones pa-
Es notable la atención que presta José trióticas que emanaron del primer momento
Victoriano a los detalles lingüísticos como ras- climáxico de la historia de Cuba. Si hasta ese
gos complementarios de las imágenes referidas. momento el articulismo de costumbres había
La inclusión de los pormenores del lenguaje oral, seguido un tono moderado para exponer su desa-
según sean los casos, confiere plasticidad cuerdo con el sistema colonial, al acercarse a los
vivificadora a lo que describe, convirtiendo tan albores de la clarinada por la independencia este
reiterado procedimiento en original ingenuidad tono se volverá más agresivo y elocuente. La fi-
de estilo. Repárese en las décimas «El negro José gura descollante será Luis Victorio Betancourt,
del Rosario», de las que copiaremos una estrofa: heredero de la vena humorística de su padre,
quien llenó de frescura el ocaso de tan significa-
Nasí en Jesú María tivo género.
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 315

NOTAS
(CAPÍTULO 2.11)

1
Roberto Friol: «La novela cubana en el siglo XIX», antes de entrar ud. en su casa lo prendieran
en Unión. La Habana, (4): 179, diciembre, 1968. [—Eufemia ha declarado públicamente como
fue la muerte de don Zacarías?] —Lo ha de-
2
En la página 174 de su trabajo sobre El foro de La
clarado con una humildad admirable, y una re-
Habana…(«Tres días y tres diálogos» [Santiago. San-
signación que prueba lo sincero de su arrepen-
tiago de Cuba, (31): 174, 1978]), Roberto Friol nos
timiento; pero por eso mismo todos los que
dice: «Aún exponiéndonos a hacer el ridículo al ha-
presenciaron este acto imponente de sublime
cer aseveraciones de tanta monta, diremos que en
abnegación nos recomendamos mutuamente
nuestra novelas coexisten elementos románticos, y
el más profundo silencio, de manera que no
lo esperable, elementos prenaturalistas, pre-realis-
trascendiera al público de lástima que nos cau-
tas y pre-cinematográficos.» Recomendamos la lec-
só—. (Antonio Franchi Alfaro: ob. cit., p.
tura de este trabajo.
282.)
3
Antonio Franchi Alfaro: El foro de La Habana y
sus misterios; o un oficial de causas por un magistra-
do cubano. Imprenta de Jo, Martín Alegría, Madrid,
7
Antonio Franchi Alfaro: ob. cit., p. 143.
1846, p. VIII. 8
Manuel Mestre: «El sol de Jesús del Monte. Novela
4
Roberto Friol: ob. cit. (1978), p. 174. de costumbres cubanas por A. A. de O.», en Revista
de la Habana. La Habana, 2: 300, marzo 1, 1854.
5
En el artículo «Hechos y personajes reales en El sol
de Jesús del Monte. Novela de costumbres cubanas»,
9
Andrés Avelino de Orihuela: El sol de Jesús del
publicado en La Gaceta de Cuba (La Habana, (99): Monte. Novela de costumbres cubanas. Editores Boix
12-14, enero, 1972) Deschamps Chapeaux, al refe- y Ca., 1852, p. 65.
rirse al valor de esta novela, dice: «…destacar el he- 10
Ob. cit., p. 96.
cho de que en El sol…, Orihuela, reconoce la exis-
tencia, dentro de la sociedad esclavista, de un sector
11
En el trabajo Dos palabras sobre el folleto. La situa-
formado por negros y mulatos libres, de alguna im- ción política de Cuba, publicado en París por D.
portancia socioeconómica, a los que arrastra el tor- José Antonio Saco en octubre de 1851 (Reimpreso
bellino de 1844. Es de señalar que la obra, publicada en N. Y., Imprenta «La Verdad» #70 1/2, Calle
en 1852, es sin duda la primera que recoge los san- Church, 1852), Andrés Avelino de Orihuela arre-
grientos sucesos del trágico Año del Cuero y segui- mete contra Saco, definiendo su posición anexio-
damente, también, la primera en que autor de una nista. Este autor considera que el porvenir de la na-
novela cubana se manifiesta en abierta oposición ción cubana está en brazos de Estados Unidos, que
contra la sociedad y la esclavitud.» Recomendamos la ayudarán a terminar con el problema de la escla-
la lectura de este trabajo. vitud y en su despegue económico. En su ataque a
Saco le dice: «…de patriota cubano ha vestido la
6
Éste es el caso, por ejemplo, de Eufemia, personaje máscara de patriota español». La actitud anexionista
femenino caracterizado a través de toda la obra con de Orihuela se identifica con la vertiente abolicio-
rasgos negativos y que es, además, capaz de llegar al nista que, en última instancia, aspiraba a la extin-
crimen. En el «Diálogo tercero», recurso que utiliza ción de las trabas económicas para lograr el esplen-
el autor para ir sellando la multitud de subtemas que dor del imperio del norte.
se desarrollan dentro de la acción principal de la
novela, nos la presenta insólitamente así:
12
Manuel Costales y Govantes: Florentina, escenas
sociales. Imprenta del Tiempo, Habana, 1856, p. 19.
«—La reverenda madre Eufemia es hoy mon- 13
Ob. cit., p. 53
ja: confesó casi públicamente todos sus deli-
tos en expiación, y ella fue quien apostó el co- 14
Esteban Pichardo: El fatalista. Novela cubana. Imprenta
misario por medio de Perico Fustete para que Militar de M. Soler, Habana, 1866, p. 4.
316 SEGUNDA ÉPOCA

15
En el «Prólogo» a la edición de 1978, González de Cuba es clásica, más por su forma que por su índo-
Cascorro dice: «El autor no se siente seguro de la le, en José A. Echeverría y Ramón Piña» […]
validez del “cuento”, o quiere ratificar las opiniones «Villaverde no es un purista como Echeverría; ni un
recogidas de los primeros autores. Por eso, en for- músico como Suárez y Romero; ni un arcaísta
ma anónima, hace circular la primera edición de su cervantómano, como el correcto Piña.»
novela entre escritores y críticos, para que fuesen 22
Ramón Piña: Historia de un bribón dichoso. Prólo-
anotando sus impresiones y sugerencias, que llenan
go de Imeldo Álvarez. Editorial Letras Cubanas, La
los márgenes del libro con críticas contradictorias.
Habana, 1981, p. 41.
Así, llega a manos de Cirilo Villaverde, quien acon-
seja al novel escritor que no haga caso a todas esas 23
Ramón Piña: Gerónimo el honrado. Prólogo de Ma-
orientaciones y que publique una segunda edición nuel Cañete. Imprenta y Estereotipia de M.
de la novela “corregida” y “castigada” por el autor. Rivadeneyra, Madrid, 1859, p. 29.
Betancourt hace caso de Villaverde y así aparece la 24
Ob. cit. (1859), p. 29.
segunda edición en el año 1858 en La Habana.»
(José Ramón Betancourt: Una feria de la Caridad 25
Ob. cit. (1859), p. 88.
en 183… Pról. de Raúl González de Cascorro. Edi- 26
Ramón Piña: ob. cit. (1981), p. 30.
torial Letras Cubanas, La Habana, 1978, p. 36.)
27
Veamos este ejemplo de un diálogo entre el trafi-
16
José Ramón Betancourt: ob. cit., p. 36. cante negrero Tortosa, hombre ladino y sin escrú-
17
Roberto Friol: ob. cit (1968), p. 201. pulos, y Eustaquio Barullo a quien aquél le propone
un sucio negocio relacionado con la trata: «—Obráis
18
José Ramón Betancourt: ob. cit., p. 16. muy bien, señor don Julián —dijo don Eustaquio—.
19
Cirilo Villaverde: «Una feria de la Caridad en 183… Contribuid a invalidar ese tratado, con que la pérfi-
Cuento camagüeyano. Escrito en 1841 por José Ra- da Albión quiso sumirnos en la miseria. Para la agri-
món Betancourt», en José Ramón Betancourt: ob. cultura, es tan indispensable el negro como el buey;
cit. (1978), p. 198. y mientras no se convenzan de ello en Europa, poco
adelantarán en el ramo. Por eso digo que obráis con
20
José Ramón Betancourt (ob. cit., pp. 143-144 y 157) mucho acierto, contribuyendo al adelanto del país
pone estas palabras en boca de Joaquín Aguero: con esa benéfica inmigración africana» (Ramón Piña:
«Pues es muy sencillo […] Como cristiano, pensé ob. cit. [1981], p. 131).
que Dios nos mandó amar al prójimo y que faltaba
a su ley divina el que lo convertía en cosa, mante-
28
Éste es el caso de la Marquesa de la Novedad, que
niéndolo en la esclavitud. […] Como hijo de esta aparece envuelta en un velo de misterio y recogi-
Antilla, comprendí el deber de preocuparme por el miento, mujer delicada con todos los atributos de
mejor desarrollo de sus elementos de riqueza, de la una fisonomía romántica. Es comprensiva y bonda-
organización del trabajo, del perfeccionamiento de dosa, pero, sin embargo, esta fisonomía tiene su
la agricultura, de la industria, y, sobre todo, de su toque complementador en un diálogo que sugiere,
porvenir que contemplaba oscuro, negro, horrible; con gran sutileza, la paradoja de las esencias y las
si en vez de aumentar su población blanca de mane- apariencias: «Pues nada, es preciso que sea. Don
ra que cumpliese las leyes del progreso humano, Julián [refiriéndose a Tortosa, al traficante negrero]
propendíamos a la multiplicación de aquella por los es el que me proporciona hace mucho tiempo los
derroteros de la piratería, del salvajismo, de la in- brazos que necesita mi ingenio, y en honor suyo
moralidad y del crimen.» debo decir que nunca me ha desollado, como hacen
Y, en otro momento, este diálogo entre Armona otros. Por lo tanto, me es forzoso servirlo, y sabed
y Hurtado, juez pedáneo: «—Si —dijo Armona— que es un hombre tan rico como influyente y agra-
el trabajo libre puede traer moralidad y porvenir más decido, cuya amistad no os vendrá mal. Es preciso,
seguro, aunque remoto; pero no la maravillosa ri- amigo mío, que los hombres se valgan unos a otros
queza de que hoy disfrutamos gracias a nuestros cuanto puedan.» (Ramón Piña: ob. cit. [1981], p.
negros esclavos. /—No me hable usted de esto: quie- 131.)
ro a Cuba más blanca, culta y moralizada, que prós- 29
Ob. cit (1981), p. 35.
pera, bella y opulenta, aunque una cosa no se opone a 30
Ob. cit (1981), p. 103.
la otra» (cursivas nuestras).
31
Ob. cit (1981), p. 289.
21
Manuel de la Cruz en sus Crónicas cubanas (Pró-
logo de Salvador Bueno. Editorial Arte y Literatu- 32
Participan en esta antología (Los cubanos pintados
ra, La Habana, 1975, p. 165) dice: «La novela en por sí mismos o Colección de tipos cubanos. Edición
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 317

de lujo ilustrada por Landaluze, con grabados de José 34


Tipos y costumbres de la Isla de Cuba […], ob. cit.
Robles. Introducción de Blas San Millán. Impren- 35
Cirilo Villaverde: «Prólogo», en José María de Cár-
ta y papelería de Barcina, Habana, 1852) José Vic- denas y Rodríguez: Colección de artículos satíricos y
toriano Betancourt, José Agustín Millán, José Joa-
de costumbres. Imprenta del Faro Industrial, Haba-
quín Hernández, Manuel Larios, etc. Resalta, sin na, 1847.
embargo, la ausencia de Gaspar Betancourt Cisne-
ros, excluido por razones políticas. 36
[Tomado de sus papeles: El Triunfo. Habana, l6 de
diciembre, 1882.]
33
Habían alcanzado renombre dentro del género:
Francisco de Paula Gelabert, Enrique Fernán-
37
[Tomado de sus papeles: El Triunfo. Habana, 16 de
dez Carrillo, José García de la Huerta, Carlos diciembre, 1882.]
Noroña, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo El 38
José Victoriano Betancourt: «Don Tragalón», en Ar-
Cucalambé, entre otros. No fueron incorporados en tículos de costumbres. «Nota preliminar» por Mario
esta ocasión «El Lugareño» —tampoco en la ante- Sánchez Roig y Mario Cabrera Saqui. Publicacio-
rior—, Luis Victoriano Betancourt y Anselmo nes del Ministerio de Educación, 1941, p. 92.
Suárez y Romero, escritores esos que sí consoli- 39
José Victoriano Betancourt: «El negro José del Ro-
daron el artículo de costumbres hasta sus postrime-
sario». Décimas, en El Artista. Tomo I. Habana, (21):
rías. (Tipos y costumbres de la Isla de Cuba, por los
mejores autores de este género. Obra ilustrada por D. 218-220, diciembre 31, 1848.
Víctor Patricio de Landaluze. «Introducción» An- 40
Camila Henríquez Ureña: «Los valores literarios de
tonio Bachiller y Morales. Fototipia Taveira, Edi- Cuba en la cultura hispanoamericana», en Cuader-
tor Miguel Ángel de Villa, Imprenta del Avisador nos de la Universidad del Aire del Circuito CMQ.
Comercial, Habana, primera serie, 1881.) La Habana, (22): 56-57, octubre, 1950.
2.12 DESARROLLO DEL TEATRO ENTRE 1844 Y 1868

2.12.1 Repertorio, escenarios y compañías. El sinónimo de actividad teatral. Esta predilección


drama social. Creto Gangá. Surgimiento por el género lírico durante buena parte del pe-
de los bufos ríodo respaldó también la aparición de la zar-
zuela nacional, importada de la Metrópoli en un
Para conformar un panorama de la vida teatral inicio, pero rápidamente asimilada por nuestros
cubana a partir de 1844 es necesario establecer, autores. En 1848 Rafael María de Mendive ha-
al menos, un vínculo de continuidad con el flo- bía escrito ya lo que se considera un anteceden-
recimiento de las actividades del género desde te, su libreto Gulnara, e incluso en 1851 José
finales de los años 30. La proliferación de esce- Robreño anunció como zarzuela su obra El de-
narios se produjo en la medida en que las ga- lirio paternal, y hasta el pintor Víctor Patri-
nancias económicas permitieron convertir en cio de Landaluze dio a conocer en 1852 su Doña
empresarios a quienes también tenían en sus Toribia; pero el verdadero auge de la zarzuela
manos el negocio del azúcar y la esclavitud, y al —como afirma Rine Leal— 2 se produjo a partir
hito que constituyó en 1838 la construcción del de 1853, cuando el propio Robreño estrena El
habanero Tacón siguió el despliegue de grandes duende, de los españoles Luis Olona y Rafael
teatros en las principales ciudades del país, 1 los Hernando; desde entonces, los títulos de auto-
cuales, junto a otros escenarios de menor mag- res nacionales y españoles se sucedieron en car-
nitud, ofrecieron espectáculos diversos a lo lar- telera con vertiginosa rapidez. Desgraciadamen-
go de toda la Isla. La productiva presencia de te, la mayor parte de las obras mencionadas en
compañías extranjeras, tanto dramáticas como la prensa periódica o por los críticos de aquellos
de variedades, provenientes en su gran mayoría años ha desaparecido, y sólo contamos hoy con
de España e Italia, estimuló el acrecentamiento muy pocos textos, de los cuales El industrial de
arquitectónico —resultante del interés de los nuevo cuño (1854), de Pedro Carreño, es el más
empresarios en construir nuevos locales o mo- antiguo.
dificar los ya establecidos— y ello coadyuvó a Aunque la zarzuela cubana durante el siglo
que La Habana se mantuviera como una plaza XIX no tuvo gran importancia desde el punto de
teatral de primera importancia en América has- vista del contenido, hay ciertos elementos pre-
ta el fin del presente período. Además, el sentes en ella que constituyen un antecedente
desplazamiento hacia el interior de la Isla de ac- directo del sainete lírico y de nuestro teatro ver-
tores y autores nacionales determinó la apari- náculo en general, tales como sus personajes
ción allí de nuevos escenarios. —catalanes, isleños, guajiros, negros, criollos—,
Durante estos años, la ópera se afianzó en el caracterizados muchas veces por un habla pecu-
gusto del público hasta hacerse prácticamente liar, la música, donde están presentes el punto
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 319

guajiro, el zapateo y otros ritmos nacionales. El títulos; no obstante, si se exceptúan los nom-
desarrollo del arte dramático-musical propició bres de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Joa-
la presencia de dos familias de actores, los quín Lorenzo Luaces —quienes por su notable
Robreños y los Martínez Casado, ambas práctica- importancia merecen capítulos aparte en este
mente insoslayables si se habla del teatro cubano. libro— son muy escasas las obras que escapa-
La actuación no siempre estable de compa- ron de la monotonía y la mediocridad. La cen-
ñías dramáticas españolas y algunas italianas, sura —despiadada con todo lo que denotara un
posibilitó que el drama continuara presentán- indicio de insubordinación al gobierno— había
dose en nuestros escenarios. Desde mayo de tomado nuevos bríos a partir de la llamada Cons-
1844, cuando se disfrutó de la actuación en La piración de la Escalera, y esto quedó reflejado
Habana de un numeroso grupo de artistas bajo en el teatro a través de disposiciones que no sólo
la dirección de Antonio García Gutiérrez —co- afectaron la publicación de obras, sino también
nocido autor de El Trovador— hasta el apoteó- la propia actividad de los teatros e incluso el
sico recibimiento a la actriz italiana Adelaida comportamiento del público. Por un lado esta
Ristori en 1868, se sucedieron múltiples inten- represión gubernamental, y por otro, el acapa-
tos por salvar el género de sus repetidas crisis, ramiento de los principales escenarios por com-
con obras de los más importantes autores euro- pañías extranjeras, obligaron a desplazarse a
peos, clásicos y contemporáneos, lo cual, unido muchos autores y actores nacionales hacia pe-
a la puesta en escena de algunos títulos naciona- queños locales donde ofrecer sus funciones. Fue
les (de José Agustín Millán, la Avellaneda, entonces que adquirieron mayor trascendencia
Ra m ó n Francisco Valdés y Eugenio Sán- las asociaciones de aficionados, como el Liceo
chez de Fuentes, entre otros), conformó un Artístico y Literario de la Habana (1844-1869),
variado repertorio durante todos estos años. que junto a los pequeños escenarios propicia-
La prensa se hizo eco de esta actividad ron la conservación de la actividad dramática
escénica. En La Habana, por ejemplo, el públi- cubana.
co lector recibía a diario la más completa infor- El influjo del Romanticismo continuó duran-
mación sobre las funciones presentadas, y aun- te esta etapa de 1844 a 1868 a través del desarro-
que la crítica se ocupó muy poco del análisis de llo de una producción teatral que siguió los cá-
los textos, sí hubo un extraordinario interés por nones del drama español, con sus ambientes de
destacar los valores de la actuación, con abun- rebuscado exotismo y su predilección por la poe-
dancia de elogios. Las publicaciones periódicas sía más elaborada y el tratamiento de los gran-
divulgaban, además, la visita de personalidades des temas, pero no siempre ajena por completo
artísticas y la presentación de espectáculos que, a nuestra realidad porque, al ubicar sus obras en
aunque a veces no vinieron o no resultaron de la tiempo y espacio lejanos —cosa que en Europa
calidad anunciada, fueron noticia en su momen- significó una evasión del escritor con respecto a
to. Entre las publicaciones que con mayor asi- su mundo—, al autor le era factible atacar el
duidad informaron sobre el acontecer teatral, despotismo español burlando la censura. En la
pueden citarse La Prensa (1841-1870), Siglo Diez medida en que los dramaturgos se identificaron
y Nueve (1848-[1849?]), la Revista de la Haba- también con la búsqueda de temas históricos y
na (1853-1857), El Correo de la Tarde (1857- locales americanos fueron expresando en nues-
[1858]), La Charanga (1857-[1860?]) y El Es- tras tierras elementos de identidad nacional, lo
pectador (1863?). cual muchas veces se convirtió en crítica a pro-
Sin embargo, pese a la gran cantidad de obras blemas ético-sociales y en denuncia más o me-
presentadas en estos años, no existió una cali- nos velada de carácter político. En este sentido
dad uniforme. Rine Leal 3 ha considerado este tuvo una influencia positiva en el teatro el auge
período del teatro cubano como la época de de- del costumbrismo literario.
sarrollo de un verdadero movimiento nacional, Lo conocido como nuestro teatro «serio», que
teniendo en cuenta la abundancia de autores y en su intento por elevar la cultura adoptó las
320 SEGUNDA ÉPOCA

formas del drama romántico europeo, tomó del momento; los autores presentaron temas de
como vía de expresión más frecuente el melo- actualidad, aunque fueran reflejados de manera
drama, el cual a pesar de su carácter lacrimoso y superficial y hasta ingenuamente; con ello, per-
en muchas ocasiones de un marcado mal gusto, mitieron abrir el camino para posteriores y más
tuvo una aceptable acogida por parte del públi- ricos acercamientos, y a la vez nos entregaron la
co. De la cantidad de títulos conocidos en el imagen de nuestra sociedad decimonónica con
período, sólo han llegado hasta nosotros unas una visión que en ocasiones fue idílica pero que
pocas obras y ninguna merece destacarse por sus también se mostró capaz de una crítica explícita.
valores formales, pero en cuanto a los temas De esta comedia se nutrió nuestro teatro
desarrollados sí es útil su estudio, porque tuvie- vernáculo, que por estos años encontró en
ron la virtud de presentar conflictos epocales que José Agustín Millán (¿-?) su más prolífico cul-
sirvieron de punto de partida para el desarrollo tivador, seguido muy de cerca por Rafael Otero
posterior del drama social. Es Amor y pobreza (1827-1876) y otros muchos escritores que nos
(1864), de Alfredo Torroella (1845-1879), la han dejado una buena cantidad de textos donde
pieza más ilustrativa de ello, hasta el punto de no faltan elementos donde se vislumbra el to-
ser considerada como indicadora del nacimien- que distintivo de nuestra nacionalidad y una
to del melodrama cubano y precursora del tea- buena dosis de humor, y en los que, además, se
tro de tesis nacional. A pesar de sus deficiencias delinearon tres vertientes de creación: sátira so-
en la forma, la obra es importante porque de ella cial, pintura de costumbres y parodia.4 La ma-
emergen planteamientos de cierta profundidad, yor parte de la producción dramática fijó su aten-
basados en el abordaje de los problemas clasis- ción en la incidencia de la vida económica en la
tas de la sociedad y la realidad económica del sociedad: es común encontrar obras en las que
momento, así como las contradicciones que sus- el valor social del oro, los matrimonios por con-
citan ambos elementos en el plano de la con- veniencia, el mercantilismo y su incidencia ne-
ciencia y de la moral; sin embargo, al intentar gativa en las relaciones humanas, y el egoísmo
reflejar esta realidad, Torroella manifiesta una de una vida mecanizada se utilizaban como te-
influencia reformista y del falso socialismo de mas, y a partir de ahí se desarrollaban conflictos
Eugenio Sue, motivo por el cual tanto obra como donde participaba un buen número de persona-
autor fueron agudamente criticados a través de jes vinculados al interés monetario, desde
nuestro primer periódico obrero, La Aurora. arribistas hasta comerciantes, así como otros que
Fue la comedia el género de mayor desarro- servían como escalón para alcanzar la riqueza, o
llo durante este período. Su idoneidad para mos- aquéllos que, a pesar de no tener fortuna, po-
trar errores, vicios o extravagancias humanas a seían una alta moral y no se permeaban con ideas
través de la propuesta lúdicra, fue ampliamente ruines o procedimientos hipócritas… Sin em-
utilizada por numerosos autores cubanos no ya bargo, en todas las obras donde el dinero fungió
como mero ejercicio de lo cómico, sino la ma- como eje para el desarrollo de los acontecimien-
yoría de las veces como un arma para criticar tos, las soluciones no fueron vistas desde la mis-
satirizando. Tanto la comedia en sí como su va- ma perspectiva: mientras que en algunas piezas
riante en un acto, el sainete —preferido por en- se defiende la honradez moral frente al oportu-
tonces—, fueron determinantes para la forma- nismo —Los montes de oro (1861), de Francis-
ción de nuestro teatro nacional: la utilización co Javier Balmaseda (1823-1907), y La hija del
frecuente de la prosa en estos años produjo una pueblo (1865), de José Fornaris (1827-1890), por
verdadera explosión dramática, porque un buen ejemplo—, hay otras que apoyan la ambición por
número de escritores no diestros en la versifi- el oro y la actitud de los arribistas como para-
cación tuvieron la oportunidad de incursionar digma para lograr una vida feliz, y ese es el caso,
en el teatro con obras cuyos personajes, ambien- entre otras, de las obras de José Agustín Millán.
tes, lenguaje y conflictos fueron mucho más Es también válido señalar la labor desempe-
populares e identificados con la realidad social ñada por algunos articulistas de costumbres que
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 321

dejaron para nuestra historia teatral muestras de Una tarde en Nazareno y Un guateque en la ta-
un apreciable espíritu de observación y pericia a berna un martes de carnaval. Estas últimas qui-
la hora de conformar los clásicos enredos con zás las más representadas después de 1868,
fines humorísticos. José María de Cárdenas, Je- muestran sucesos de una misma familia, y tie-
remías de Docaransa (1812-1882), con Un tío nen como principal elemento de unión a
sordo (1849), y José Victoriano Betancourt Ildefonso, El Carretero, personaje-autor de las
(1813-1875) con su obra de homenaje a Cova- obras y partícipe en la acción; en líneas genera-
rrubias, Las apariencias engañan (1847), son les, reflejan un positivo comportamiento social
ejemplos de indudable valor. de los campesinos: son honrados, sencillos, hu-
Junto al ambiente doméstico urbano y rural mildes, y si alguna crítica se les hace es en el
y a la aprehensión del paisaje, la intención de sentido de que les interesa más la diversión que
mostrar las costumbres y modos de Cuba posi- el trabajo.
bilitó la presencia sistemática de dos persona- Hubo aún una tercera visión del campesino,
jes: el campesino y el negro. Para una caracteri- donde prevaleció la burla menoscabadora de los
zación de ambos, los dramaturgos se inclinaron valores de nuestra idiosincrasia, mediante la pre-
generalmente hacia una visión caricaturizada. El sentación del guajiro en extremo ridiculizado;
campesino o montero era delineado a partir de ejemplo bien ilustrativo de ello lo ofrece el se-
la confluencia de su lenguaje peculiar —refleja- villano Antonio Enrique de Zafra (¿-1875),
do a través de deformaciones del habla normal—, cuyo sentimiento anticubano está presente en
y la introducción de los cantos y del zapateo sig- su obra de bufo campesino La fiesta del mayoral
nificó un esfuerzo más por resaltar lo cubano; (1868). El humor de la misma demuestra los
pero al ocuparse de una misma porción de nues- propósitos negativos de su autor, identificables
tro pueblo, no siempre los dramaturgos coinci- por el empleo del choteo, y su criterio sobre el
dieron en intenciones y perspectivas. guajiro, no por ser errado, impidió que se con-
El criollismo, que intentó ofrecer una ima- virtiera por muchos años en una constante.
gen sicosocial del campesino blanco, ejercería La visión del negro tampoco se correspondió
también su influencia sobre el teatro en obras con su realidad. Desde el momento mismo de
como Consecuencias de una falta (1858), de su llegada a nuestras tierras, el africano sufrió,
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé junto con innumerables y conocidas vejaciones,
(1829-[1862]), y Amor y sacrificio (1866), de el rechazo y la censura hacia sus más genuinas
José Fornaris; con ellas, la imagen del hombre actividades culturales, para las cuales sólo en
de campo se distorsionaba, pues de manera ge- muy escasas ocasiones —como el Día de Reyes
neral se mostró un mundo idealizado, y el in- u otras fechas religiosas— se les otorgaba per-
tento por poetizar los personajes llegó a tal ex- miso oficial; era en esos momentos cuando se
tremo que hubiera posibilitado el fracaso de las iban desarrollando algunos elementos de índole
piezas, salvadas sin embargo por la excelente des- teatral basados, sobre todo, en la improvisación
cripción de los campos de Oriente. Tampoco de décimas y algunas escenas, y son ejemplo de
faltó quien utilizara los rasgos más externos de ello las «relaciones», un espectáculo de repre-
la vida del campesino para presentar sencillos sentación dramática que se realizaba en Santia-
cuadros de costumbres en los cuales la comici- go de Cuba y que unía las tradiciones españolas
dad se conformaba sobre la base del comporta- y bantú; estas expresiones sólo después del
miento del guajiro como tipo; obras precurso- triunfo revolucionario de 1959 han logrado
ras de nuestro llamado bufo campesino y que se revitalizarse y hallar un lugar justo en la cultura
desarrollaron dentro de esta tendencia fueron, nacional. En nuestro país fue el hombre blanco,
por ejemplo, El hacendado ridículo de José Nar- permeado de una conciencia esclavista, quien
ciso Zamora (¿-?) y las cuatro piezas de inició la participación teatral del negro como
Juan José Guerrero (¿-1865) publicadas en personaje, escogiendo de la realidad sus aspec-
1864: La suegra futura, Las bodas de Pretonila, tos más pintorescos y superficiales, pues nunca
322 SEGUNDA ÉPOCA

fue aceptado como héroe dramático. En este La reproducción escrita del idioma español
sentido, el encargado de consolidar al «negrito» deformado por los africanos, la participación del
fue el español Bartolomé José Crespo y Bor- negro en la escena en conjunción con otros ti-
bón, Creto Gangá (1811-1871). 5 pos populares como el gallego y el guajiro; así
Poco después de su llegada a nuestra Isla, de- como la indispensable presencia de la música y
mostró creciente interés por todo lo típico, y el humor cubanos, hacen valedera la inclusión
esto lo hizo convertirse en cronista y pintor de en nuestra historia teatral de obras suyas como
la sociedad cubana; pero su intención no era Un ajiaco o la boda de Pancha Jutía y Canuto
solamente reflejar vida, costumbres y tipos po- Raspadura (1847) y Debajo del tamarindo
pulares, sino también —y quizás fundamental- (1864).
mente— criticar con agudeza e incluso morda- Como puede apreciarse, los personajes pro-
cidad cuanto tuviera a su alcance. Su placer y pios del país, la resonancia de las costumbres, la
oficio, escribir, lo llevó a publicar diversos cua- valorización del lenguaje y la música van cam-
dernos de poesías y artículos de costumbres, así biando el panorama de nuestro teatro. Y cuan-
como abundantes trabajos en la prensa periódi- do las contradicciones entre españoles y cuba-
ca y algunas obras de teatro. En muchos de ellos nos se hicieron en mayor medida irreversibles,
presentó distintos personajes, caracterizados por también en nuestra escena se manifestó la de-
un lenguaje propio en cada caso, lo que eviden- nuncia a la sociedad a través del teatro bufo,
ciaba su poder de captación y originalidad. De donde la captación de lo genuinamente cubano
todos sus personajes —curros andaluces, chinos, se ofreció zahiriendo a las clases dominantes;
borrachos, locos, guajiros, alemanes, franceses, los «negritos catedráticos» de Francisco
policías— el más significativo fue el negro bo- Fernández no fueron más que un pretexto para
zal. Por la vía del costumbrismo, comenzó a re- tal fin, al que correspondería un público que
flejar la presencia del negro como parte de la aplaudiría noche tras noche a la compañía de
sociedad cubana, y logró hacerlo en las letras Bufos Habaneros, y que tomaría un parlamento
como lo intentara Landaluze en la pintura: 6 con de Perro huevero aunque le quemen el hocico
demostrado interés hacia los aspectos más ex- (1868), de Juan Francisco Valerio (1829?-1878),
ternos, sin ahondar para nada en la esencia, res- como reflejo teatral del Grito de Yara. Cuando
petando los cánones de diferenciación racial y el sentimiento independentista se estaba hacien-
económica, pero sin dejar de observar su pre- do un clamor en la Isla, nacía también el teatro
sencia vital en nuestro mundo. Fue entonces que cubano.
nació Creto Gangá, su seudónimo más conoci-
do, su personaje más logrado.
Ajeno a la visión impuesta por Domingo del 2.12.2 La obra dramática de Joaquín Lorenzo
Monte y sus discípulos, oportuno para eludir los Luaces
motivos de la sublevación de la Escalera y resul-
tante de la influencia de los minstrels norteame- Autor de dos tragedias, dos dramas, cinco co-
ricanos, Creto se nos presentaba como el negro medias y un sainete o juguete cómico, Joa-
obediente, simpático y hasta ingenuo, que ha- quín Lorenzo Luaces (1826-1867) se ubica hacia
bla (y escribe) en bozal y en ocasiones muestra el cierre del período de predominio romántico,
evidentes deseos de elevar sus conocimientos y en la antesala —en algunos rasgos de su obra
poder de observación, hasta el punto de lograr como precursor— del esplendor del bufo, al de-
expresar ideas más justas que Geromo Suri- sarrollar su actividad como dramaturgo en las
bamba, su amo; pero, en esencia, no dejó de ser décadas de 1850 y 1860. Es este escritor, ni del
como personaje negro un objeto pintoresco pro- todo romántico ni tampoco clasicista, quien
pio para la burla y el choteo, lo cual corrobora- aporta, ajeno totalmente a ello, lo que se consi-
ba la posición de blanco, español e integrista de dera en nuestros días como el «conjunto más
su creador. coherente y valioso de la dramaturgia cubana
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 323

escrita en el siglo XIX».7 Su teatro encuentra Esta imagen de Luaces como dramaturgo serio,
modelos para las tragedias entre los grandes interesado en temas de raigambre histórica y
recreadores de la antigüedad griega, Racine, cultivador de tonos grandilocuentes, fue la que
Corneille; en las comedias se advierte inspirado más perduró a los ojos de la crítica, de ahí que el
por Molière y de tales influjos resultan elemen- develamiento de sus reales cualidades como co-
tos francamente definitorios para Luaces a tra- mediógrafo acentuara la trascendencia de su
vés de la enjundiosa asimilación de valores dramaturgia y otorgara mayor relieve a su apor-
universales, que luego lleva a su obra con indis- te dentro del desarrollo de la línea nacional en
cutible sello personal: la identificación con la nuestro teatro.
libertad como tema, la exaltación patriótica, in- El Luaces de las comedias, al que con poca
troducida oportunamente en las tragedias; en las justicia se le negaron condiciones para el géne-
comedias, la parodia, la mordaz sátira costum- ro, 9 logra fácilmente un elevado poder de co-
brista lanzada contra las fatuidades, las preten- municación en los diálogos, por su hábil repro-
siones de grandeza y otros males de su época. ducción de la fraseología cotidiana, en un
Rasgos caracterizadores de sus piezas desde despliegue de gracia y autenticidad, pocas veces
el punto de vista formal y estilístico, resultan, logrado anteriormente. Otro elemento desta-
de modo general, la sujeción a las normas cable en sus comedias es el conocimiento que
neoclásicas, el respeto de las tres unidades, el denotan de la sicología de quienes quedaron atra-
tono que busca la elevación trágica y heroica, la pados, con acertados matices humorísticos, en
mesura y el equilibrio que no logran impedir, sus escenas. Luaces fustiga la falsa escala de va-
por otra parte, que asome la inclinación román- lores de la sociedad habanera de mediados del
tica de Luaces a través del desbordante ímpetu, siglo pasado al atacar los defectos humanos y
el choque pasional entre algunos de sus perso- criticar con cierta hondura —aunque sin plan-
najes, en la abundancia de muertes al final de los tear soluciones— circunstancias de la realidad
dramas, las acciones truculentas, las complica- nacional que apuntan ya la necesaria diferencia-
das estructuras de algunas de sus escenas —que ción entre lo criollo y lo español. Porque como
escapan a la reconocida meticulosidad de su tra- bien se ha afirmado, lo que Luaces caricaturiza
bajo formal—, en fin, en el desarrollo de un pa- en sus obras es
triotismo indirecto en sus piezas teatrales, 8 tam-
bién apreciable en sus composiciones poéticas. […] una sociedad paródica en su gesto so-
Si observamos la parte de su teatro conside- cial porque sufre el espejismo de la cultura
rada «seria» —dramas y tragedias— encontra- ajena —la ópera italiana, el salón francés,
mos en Luaces, notablemente reiterado, el re- la heráldica española o el oro norteameri-
curso de alejar la perspectiva aparencial hacia el cano— y que, sin embargo, busca afanosa-
pasado clásico griego o hacia el medioevo, como mente su autorreconocimiento […] de ahí
vía posible para desplegar en su obra el tema de que su escena ofrezca esa «perturbación»,
la lucha por la libertad; lo cual, en un teatro es- ese «desequilibrio» que encubre males ma-
crito poco tiempo antes del estallido del 68, re- yores […] 10
sulta especialmente interesante y lleva a pensar
en las imprevisibles consecuencias de haber te- Cronológicamente, es Una hora en la vida de
nido lugar su representación en escenarios que un calavera (1853), 11 sainete o juguete cómico
años antes estremecieron los ánimos del públi- en un solo acto, la primera de sus piezas teatra-
co con obras como Don Pedro de Castilla y El les y la única que se estrenara en vida de Luaces.
Conde Alarcos. Esta vertiente de la creación dra- Esta pequeña obra subió a las tablas del Tacón el
mática de Luaces se realza con la conformación 9 de agosto de 1865, con desfavorable recibi-
de caracteres mediante los cuales enriquece miento por parte de la crítica. En ella se perfila
sustancialmente —como detallaremos luego— ya la esencia de la comedia en Luaces, mediante
el tratamiento de temas no siempre originales. el acercamiento a tipos y costumbres comunes
324 SEGUNDA ÉPOCA

de la época: los estudiantes «troneras», Federi- za profundidad su caracterización. Enrique, úni-


co y Fernando, evidentemente necesitados de co de los tres sobrinos desarollado como perso-
saldar sus deudas, se debaten en el corto tiempo naje en sentido evolutivo, es decir, capaz de asu-
—anunciado en el título— que media entre las mir un total cambio de actitud, tiene a su vez
doce y la una del día, en una lucha graciosamente notables puntos de contacto con el Fernando y
hilvanada contra diferentes cobradores. La suer- el Federico de su obra anterior. La simpatía del
te pone fin a las disputas cuando aparece en un autor por estos estudiantes despreocupados, in-
bolsillo un inesperado billete de la lotería que, constantes y de bolsillo endeudado, ha sido ob-
desde luego, les servirá para continuar «bailes y servada por la crítica también hacia el final de
francachelas» y dejará para otra ocasión el true- La escuela de los parientes, cuando, en compara-
que de los jóvenes en hombres juiciosos. En ción con Gaspar, Don Emeterio sentencia: El
medio de la sencilla acción de la pieza, Luaces a calavera…/ vale más que el calambuco.13 Por otra
menudo esboza su crítica a la sociedad cobija- parte, Luaces introduce otra nota destacable para
dora de tramposos y usureros: el teatro cubano con la presencia de Juana, una
criada mulata de chispeante lenguaje que es una
FERNANDO muestra del interés del autor por ofrecer la pin-
tura de la sociedad epocal, lo que incluso se ha
¡Garduña! Pues te doy el parabién considerado «alusión implícita al proceso de
por no pagarle… ¡Ladrón! mestizaje del etnos cubano». 14
En Las dos amigas, 15 comedia en tres actos,
FEDERICO en verso, escrita en 1854, la continuidad e in-
mediatez en cuanto a las dos comedias anterio-
Pues no ves que esa lamprea res se pone de manifiesto a través de la reitera-
se llama Roba… cochea? ción temática y estructural. Pero en este caso,
además de los defectos humanos ya tratados
Luaces se encarga de convertir oportunamente anteriormente, y por encima de ellos, destaca
a sus acusados «calaveras» en acusadores de otros Luaces la envidia, fuente principal de las discre-
males generalizados, pero sin apartarse del tono pancias entre Pilar y Paz. El conflicto, origina-
ligero y el diálogo ágil, amenizados por la com- do a partir de este sentimiento, se desarrolla a
binación de frases en latín, francés e inglés con través de una serie de enredos, provocados por
giros usuales del refranero criollo. la mal intencionada «amiga» —Pilar, una mu-
A Una hora en la vida de un calavera le segui- chacha un tanto frustrada socialmente—, quien
ría —siempre en el orden en que escribía el au- hace descansar en la virtuosa Paz algunos de sus
tor— La escuela de los parientes (1853), come- propios defectos, como resultado de un plan de
dia en cinco actos, en verso, 12 concebida sólo a calculadas artimañas contra la relación amorosa
pocos meses de su primer intento. En ella Luaces entre Paz y Luis. El descalabro de dichos pla-
despliega, aprovechando las posibilidades que le nes, unido al develamiento de la falsa identidad
confiere la extensión, una urdimbre de enredos de Pilar, cierran la obra con un final alecciona-
en torno al tema de la avaricia, que desarrolla dor, moralizante —propósito mal disimulado
con espontaneidad —a pesar de lo poco nove- por Luaces a lo largo de toda la pieza—, sólo
doso— entre otras cosas por matizarlo con de- roto convenientemente por el matiz humorísti-
fectos como la hipocresía, el oportunismo, el co mantenido por el personaje de Doña Juliana,
egoísmo, que hacen de estos «parientes» un con- figura en quien más se apoya el trabajo satírico
junto singular. A partir de que Don Emeterio del autor.
—el tío rico— se «hace el muerto» y deja un En el año 1859 el talento dramático de Luaces
incierto testamento, las actitudes de sus tres se bifurca, curiosamente, en dos obras de dife-
sobrinos —Rosa, Gaspar y Enrique— develan rente inspiración, carácter y alcance: El becerro
sus verdaderos sentimientos, con lo que alcan- de oro y El mendigo rojo. 16 La primera, comedia
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 325

con cinco actos en verso, es continuadora de la te de su reinante hijo Jacobo V. La otra línea de
línea creativa con que se inicia el dramaturgo. A acción, vinculada y determinada en definitiva por
propósito de la ambición por el dinero —tema el personaje del mendigo, es la referente a los
central de El becerro de oro— y la desmedida amores entre el paje John —su hijo bastardo,
afición por el género operático, tan en boga en- como se revela al final— y Lady Clary Hamilton,
tonces, Luaces ataca la frivolidad y el afán imi- en los que se interpone el actual monarca, quien
tativo desencadenado entre sus contemporáneos también pretende a la joven.
por la presencia de intérpretes extranjeras En el final, marcadamente romántico, el men-
—Marietta Gazzaniga, italiana, y Josefina digo otorga cohesión a todos los conflictos des-
Cruz de Gassier, española, entre otras— de plegados en el drama, al solucionar tanto el di-
gran popularidad, causantes de la división en lema amoroso de la joven pareja, gracias a su
bandos de sus admiradores. intervención, como el empeño político de
El becerro de oro es uno de los más logrados Jacobo V, que continuará en el trono. El mendi-
momentos costumbristas de toda la obra teatral go rojo, drama vapuleado por la crítica decimo-
de Luaces, a donde la sencillez llena de inten- nónica, aún hoy es vista —coincidimos en ello—
ción de sus versos más se apega al lenguaje cu- como el menor aporte de la dramaturgia de
bano.17 Los enredos que componen la trama de Luaces a nuestro teatro, entre otras cosas, como
la comedia insisten, una vez más, en el juego de se ha dicho, porque «lo que pretende como His-
falsas apariencias que al final son resueltas y que, toria ya lo había superado la Avellaneda, lo que
en este caso, toman como punto de partida el intenta como poesía ya lo había alcanzado
interés de Doña Luciana y su hija Belén por en- Milanés […] en cuanto a la significación como
contrar en un marido rico su becerro de oro. drama romántico […] ya su tiempo estaba más
Pero para disfraces y trucos se bastan Narciso y que vencido […]».19
Don Liborio —amo y criado, respectivamen- A este intento romántico de Luaces le segui-
te—, quienes establecen una especie de teatro rían nuevamente dos comedias, A tigre, zorra y
dentro del teatro que Narciso aclara al término bull-dog y El fantasmón de Aravaca,20 en las cua-
de la obra —Temiendo que el interés / te cegase, les resulta palpable ya toda su dimensión de co-
un entremés / representamos los dos— cuando mediógrafo. En el caso de la primera de las dos,
desenmascara los ambiciosos planes de la ma- donde se aprecia una fuerte influencia molie-
dre y la hija. En esencia, El becerro de oro no se resca,21 Luaces recrea en su personaje central,
destaca por la caracterización exhaustiva de los Don Macario Comején, la historia de un avaro
personajes —completada mediante el uso de los que no repara en las mayores ridiculeces para
apartes dirigidos al público—, ni por la profun- obtener dinero, con lo que provoca toda una
didad del análisis, pero sorprende por la agili- cadena de situaciones cómicas. El autor parodia
dad de la acción, la cubanía del lenguaje y el en la obra no sólo la figura del avaro, sino tam-
logrado sentido del humor de que resulta expo- bién la de una de sus hijas, Sofía, cuyos alardes
nente. de ilustración —otro ataque de Luaces al afán
El mendigo rojo, por su parte, nos remite a de imitación extranjerizante— resultan motivo
Escocia, al año 1533. Este drama, escrito tam- para buenos momentos de hilaridad. También
bién en verso y con cinco actos, puede conside- están presentes en la comedia los inevitables jó-
rarse la pieza más apegada a la tendencia román- venes que rondan la casa de Don Macario en pos
tica de las compuestas por Luaces, pero quizás de las dos bellezas que la habitan y que, final-
también una de las menos significativas. El au- mente, jugarán una mala pasada a éste, al robar-
tor mezcla en la obra dos líneas de acción,18 una le el saco de los ahorros.
de las cuales representa la historia de Jacobo IV, A tigre, zorra y bull-dog transpira un ambien-
quien en la pieza sobrevive a la batalla de Feldon te cubano y los personajes denotan una adecua-
y aparece y desaparece misteriosamente, cubier- da caracterización, aunque la repetida polaridad
to por harapos de mendigo, alrededor de la cor- maniquea de los tipos recreados —rasgo que
326 SEGUNDA ÉPOCA

abunda y se repite sin variación en sus come- además, en una bien estructurada acción, un diá-
dias— resulta un mecanismo indispensable para logo ágil, que se mezcla con una adecuada con-
el engranaje de la obra, en donde se nota, por figuración de los personajes, lo cual ofrece como
otra parte, la cuidadosa mano del autor, a través resultado final lo que se ha calificado no sólo
de las sugerencias que hasta indican la elimina- como «la mejor obra de Luaces, sino aún más,
ción de alguna escena por considerarla inapro- uno de los mejores títulos de nuestro siglo XIX».
piada. Otro elemento destacable de esta pieza De la producción dramática de Luaces son
—también presente en El fantasmón…— es esa continuadoras las tragedias Arturo de Osberg y
suerte de catedraticismo introducido por Luaces, Aristodemo, 23 dos fuertes pilares de su teatro,
al burlarse de la persistente mimesis de mode- sobre los cuales se erigió la mayor parte de los
los foráneos, de ese querer saltar por encima de veredictos acerca de este autor, dado el conoci-
la propia clase social que, como vemos, adelanta miento —semejante al caso de El mendigo rojo—
en algo al tratamiento que luego dará el género que se tuvo en la época acerca de ellas.
bufo a dicho tema, 22 a la vez que lo diferencia Arturo de Osberg, tragedia con cinco actos y
por cuanto, en este caso, Luaces atribuye el de- en verso, desarrolla su acción por tierras france-
fecto a toda la sociedad y no sólo a negros o sas, en tiempos marcados por sublevaciones
marginados. populares, guerra contra Inglaterra y conflictos
El fantasmón de Aravaca tiene, por tanto, tam- internos entre la nobleza, el clero y la naciente
bién, mucho de ese catedraticismo, anunciado clase burguesa. El trasfondo histórico que sirve
en este caso desde los versos que la encabezan: de base a esta obra ha sido visto, sin embargo,
El que sale de su esfera / no pertenece a ninguna. sólo como una apoyatura, pues Luaces en ella
Ya desde ahí el autor nos adelanta el conflicto —como en El mendigo rojo y luego también en
enfrentado por el personaje protagónico —Don Aristodemo— no ciñe su creación con toda fi-
Crispín—, cuyas aspiraciones aristocráticas son delidad a los hechos históricos, y buena parte
tomadas por Luaces como blanco de la sátira y de los personajes, a excepción de la reina Isabel
la crítica social. Don Crispín, emigrante espa- y el Duque de Orléans, son fruto de su inven-
ñol enriquecido gracias a los negocios, preten- ción. Un elemento notable en la obra es el tra-
de ostentar todos los atributos de un falso abo- tamiento dado a la regente Isabel de Baviera, a
lengo, imaginarios lazos genealógicos, títulos quien el propio autor, en nota inicial, aclara ha-
nobiliarios, y llevar una vida llena de alardes berle conferido más poder en la administración
culteranos, tras los cuales asoma su pasado de estatal que el que realmente tuviera durante la
humilde comerciante. Su hermano Crispiniano locura de Carlos VI. Esto no sólo la convierte
es el encargado de preparar una treta que desar- en personaje central de la obra, sino que permi-
me moralmente a este «burgués gentilhombre», te ver en esta crítica de Luaces a los abusos de
con el anuncio de una súbita ruina. La lección poder de dicha reina, una indirecta saeta contra
recibida por Don Crispín lo hará cambiar de análoga conducta de la contemporánea reina Isa-
actitud y solucionará felizmente todos los enre- bel II de España. Es harto conocido que el recu-
dos —sobre todo amorosos— que la desigual- rrir a épocas y lugares remotos encubrió en más
dad social había sembrado entre los personajes. de una ocasión las intenciones de los autores de
El fantasmón de Aravaca cuenta entre sus hacer referencia a circunstancias inmediatas. El
mayores aciertos el de profundizar, quizás como conflicto de la tragedia —de aguzado tono ro-
ninguna otra obra de Luaces, en las deforma- mántico aunque respetuoso de las formas
ciones que el colonialismo producía en la socie- clasicistas— se produce tras el fracaso de los
dad de su momento. Esto lo logra a través de un requerimientos amorosos de la reina hacia
dibujo fiel de hipócritas, usureros, explotado- Arturo, su hijo ilegítimo y no reconocido, hasta
res y eruditos analfabetos, que otorgan a la obra que ya resulta demasiado tarde y éste ha sido
un matiz algo más intenso que el costumbrista: conducido al cadalso por aparentes razones de
el reflexivo. Toda esta visión crítica se inserta, orden político.
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 327

Sobresale en Arturo de Osberg el trazado vi- THEON


goroso y complejo de los personajes, sobre todo A veces muere…
de la protagonista y su antagonista, los que, a
pesar de la carga pasional del drama romántico, ARISTODEMO
resultan muy humanos. A este trabajo caracte-
rológico tan logrado se suma, como aspecto de- Pero muere libre!
terminante en el valor de esta obra, la validez
En el orden estilístico, si El mendigo rojo es
ideológica de su mensaje.
la obra de Luaces más próxima al romanticis-
En Aristodemo, también concebida en verso mo, Aristodemo es la más apegada a las formas
y en cinco actos, Luaces intenta remedar la tra- clasicistas, aunque tienen mucho peso en ella
gedia griega, con un tema ya tratado por diver- elementos románticos, a través de la exaltación
sos autores. Es por tanto, y como se ha dicho patriótica e incluso en la trágica relación amo-
con razón, «la versión de una versión», pero que rosa entre Aretea y Cleonte. Llama la atención,
sin embargo es apreciada como la «más ambi- además, la elevación en el tono de los versos,
ciosa, la más culta» de sus obras. 24 Es que Luaces que recuerda por momentos al de las tragedias
enriquece la historia de Aristodemo, rey de de la Avellaneda. De cualquier modo, en
Mesenia, que obsesionado por la idea de ver li- Aristodemo se encuentra expresada la capacidad
bre a su pueblo, ofrece a su hija Aretea en sacri- del dramaturgo para intrincar las acciones y
ficio, de manera que ello evite el triunfo del ene- mantener en alto el interés a lo largo de los cin-
migo espartano. El dramaturgo introduce co actos. A las objeciones hechas a esta pieza,
variaciones que, si no fueron bien acogidas por en el sentido del calco de modelos extranjeros,
Piñeyro y otros, pueden ser consideradas como puede encontrarse respuesta en ese Theon, que
elementos altamente enriquecedores de la trá- da cauce a la inconformidad de Luaces contra el
gica leyenda. El más importante de dichos apor- poder del clero y el despotismo militar y devela
tes es la creación del personaje de Theon, 25 sa- en esta tragedia un trasfondo de denuncia polí-
cerdote que aprovecha el ascendiente que le tica contra el coloniaje español.
otorga el poder religioso para llevar a cabo sus Como reflexión final, se hace necesario valo-
planes de venganza frente al desprecio que le rar que, para que el desempeño como dramatur-
demuestra Aretea, usando la intriga, el engaño, go del poeta Joaquín Lorenzo Luaces se mate-
el cinismo, de manera que el designio del orácu- rializara y recibiera justa apreciación, luego de
lo de Delfos recaiga sobre ella. Al tratar de de- más de un siglo, contribuyeron una serie de fac-
fenderla su amante, intercede Aristodemo, tores, bajo cuyo peso su obra permaneció du-
quien, al atacar a Cleonte, da muerte a su hija rante muchos años subestimada, lastrada por
sin quererlo, cuando ella se interpone entre am- juicios incompletos que, a fuerza de repetirse,
bos. Este aspecto del final difiere de las versio- definieron —realmente indefinieron— a Luaces
nes anteriores por cuanto, en aquéllas, Aristo- como ese dramaturgo «olvidado», llegado casi
demo frente a la ofensa recibida al saber que su hasta nuestros días con una considerable obra
hija no puede ser la virgen requerida por el orácu- prácticamente virgen de edición y representa-
lo, le da muerte con sus propias manos. ción. Porque sólo en la actualidad es superada,
El cambio, evidentemente, obedece a la in- en definitiva, la desigual estimación crítica ha-
clusión del pérfido sacerdote. La obra, por otra cia el teatro de Luaces, por el arrollador recono-
parte, resulta exponente de un matiz político que cimiento de su valor fundamental: la cubanía. Y
se hace visible en algunos diálogos: sólo en años recientes es completada la publica-
ción de sus dramas —labor tímidamente inicia-
ARISTODEMO da durante el siglo pasado—, son editadas por
Quien prefiere la muerte a la coyunda primera vez todas sus comedias y suben a los
quien nunca el cuello doblegó a la infamia… escenarios muchas de sus piezas.
328 SEGUNDA ÉPOCA

Es indudable el poco interés que el autor tuvo Al hacer una comparación entre Luaces y el
—a partir de una posición quizás demasiado pre- resto de los autores de su siglo —más que la
visora de las dificultades con la crítica y la cen- agotada entre el Luaces serio y ampuloso y el
sura de la época— en promover la edición y re- comediógrafo—, vale destacar un rasgo de su
presentación de sus obras. Indisolublemente labor que lo distingue y lo convierte en el «más
unido a ello se encuentra la situación de un am- cubano de los grandes autores del XIX», y es que
biente teatral que prefería y aceptaba de ante- en sus obras, bien sea en sus comedias antece-
mano el repertorio de que eran portadoras las soras del bufo, bien en sus tragedias de aparencial
compañías extranjeras, sobre todo españolas, a distanciamiento con la realidad nacional, se ad-
lo que se sumó en definitiva la defensa que el vierte claramente la intención, el sentimiento de
propio autor hiciera de sus dos únicos textos un cubano que distaba posiblemente mucho de
publicados por aquel entonces y que lo llevó a la perfección en su teatro, pero que arraigó en
polemizar de forma abierta con los detractores, 26 sus obras ese inconfundible espíritu criollo, que
todo lo cual coadyuvó a la creación de un clima es sin duda alguna el que reverdece en las pues-
de escepticismo en cuanto a las aptitudes del tas actuales con todo éxito y reafirma la vigen-
dramaturgo, que, lamentablemente, prevaleció cia de un lenguaje teatral enraizado en nuestra
entre sus contemporáneos y aún mucho después. propia identidad.

NOTAS
(CAPÍTULO 2.12)

1
Estos teatros fueron, por orden cronológico, los si- tre los escasos textos que han sobrevivido al tiem-
guientes: Teatro del Circo (1847) —llamado po, podemos ver que José María Heredia (1803-
Villanueva desde 1853— en La Habana; Reina (1850) 1839) en El campesino espantado (1819) da vida de
en Santiago de Cuba; Principal (1850) y Fénix personaje a un negro bozal.
(1851) en Puerto Príncipe; Avellaneda (1860) en
Cienfuegos y Esteban (1863) —hoy Sauto— en
6
Sobre este aspecto, debe consultarse el libro de Mary
Matanzas. Cruz Creto Gangá (Unión, La Habana, 1974), don-
de aparecen un esclarecedor prólogo de José Anto-
2
Rine Leal: La selva oscura. La Habana, Editorial Arte nio Portuondo y trabajos de Landaluze y Miahle que
y Literatura, La Habana, 1975, tomo 1, p. 407. ilustran el texto.
3
Rine Leal: ob. cit., p. 252. 7
Francisco Garzón Céspedes y Carlos Espinosa:
4
Rine Leal: «Mendive dramaturgo», en Islas. (54): «Joaquín Lorenzo Luaces: crítico de su sociedad»,
146, 1976. en Joaquín Lorenzo Luaces. Comedias. Editorial Le-
tras Cubanas, La Habana, 1984.
5
El negro como personaje se presenta con cierta re-
gularidad desde mucho antes. Durante el Renaci-
8
Salvador Bueno plantea en su trabajo «El centena-
miento y el Barroco los poetas y dramaturgos portu- rio de Joaquín Lorenzo Luaces», en Revista de la
gueses y españoles lo incluían en sus obras, Biblioteca Nacional José Martí, núm. 1 (59): 100-
reproduciendo incluso el habla bozal, y en Cuba 108, que Luaces vuelca en sus obras indirectamente
también se encuentra reflejado con asiduidad: espe- los sentimientos emancipadores que mantenía aun-
cialmente en el teatro puede señalarse que —como que hable de «las luchas de los judíos, polacos y grie-
coinciden en afirmar los estudiosos del género— fue gos». Refiere además cómo este elemento se apre-
Covarrubias el primero en introducir a un negro li- cia igualmente en su «Oración de Matatías», «Caída
bre entre los personajes que caracterizaba a princi- de Misolonghi» y otros poemas.
pios del siglo XIX, y se conoce que a partir de ahí fue 9
Durante mucho tiempo se repitieron los acuñados
ésta una figura frecuente en la escena; además, en- criterios de Aurelio Mitjans en su Estudio sobre el
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 329

movimiento científico y literario de Cuba (Obra lidad y vigencia, como son los casos de «traqueteo»,
póstuma. Imprenta de A. Álvarez, Habana, 1890), «nequaquara», «jelengue», «molote», y otras expre-
así como los de Enrique Piñeyro y José Fornaris en siones.
sus diferentes comentarios críticos sobre las obras 18
Esta complicada estructura fue objeto de críticas,
de Luaces. Dichos autores recriminaban al drama-
que fueron rebatidas oportunamente por Luaces
turgo que perdiera tiempo al escribir comedias y no
cuando afirmó, en relación con la presumible falta
tragedias, ya que, según Mitjans (ob. cit., p. 272),
de unidad de acción en su drama: «Ante todo me ha
«en lo cómico, Luaces se movía con dificultad».
parecido extraño que, presentándose mi drama con
10
Rine Leal: Comedias cubanas. Siglo XIX. Editorial los atributos del romanticismo, se haya tratado su
Letras Cubanas. La Habana, 1979, Tomo 2, p. 27. unidad con el mismo rigor que Horacio hubiera
desplegado con una tragedia de Séneca.» En El Pa-
11
El ejemplar manuscrito de esa pieza, fechada en
lenque Literario (número 2 y 3. Imprenta «La Idea»,
1853, en Guanabacoa, erróneamente fue atribuido a
La Habana, 1882, tomo III, p. 51.
Milanés, según comenta Rine Leal en La selva oscu-
ra (Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1975, 19
Rine Leal: ob. cit. (1975).
tomo I), aunque aclara que esto resultaba difícil de 20
A tigre, zorra y bull-dog, escrita en 1863, fue publi-
admitir por cuanto en esa fecha Milanés no residía
cada por primera vez en 1979 por Rine Leal en la
en Guanabacoa y su razón afectada no le permitía
selección Comedias cubanas. Siglo XIX (ed. cit.
actividades de tal índole. Una hora en la vida de un
[1979]). Se estrenó en 1984 en la revista Islas y se
calavera fue editada en la revista Islas en 1972, e in-
había estrenado un año antes, en 1970.
cluida en el tomo Joaquín Lorenzo Luaces. Come-
dias (ob. cit. [1984]). 21
Se ha señalado en estas obras influencia directa de
Molière —El avaro, Las preciosas ridículas, entre
12
La escuela de los parientes fue editada por primera
otras—, cosa que el propio Luaces indicó al inicio
vez en el mencionado volumen de Comedias (ob.
de alguna de sus obras: «Como Molière en
cit. [1984]).
Bourgeois, he escrito yo mi Fantasmón […]», pero
13
En el citado texto de Garzón Céspedes y Carlos Es- en tal sentido nos inclinamos por la apreciación de
pinosa (ob. cit. [1984], p. 16). que, «si la perspectiva es molieresca, el resultado es
nuestro, y no estamos ante la cómoda adaptación o
14
Wilfredo Cancio Isla: «Otra vez Luaces a escena», nacionalización de temas y ópticas extrañas, sino
en Trabajadores: 2, agosto 22, 1985. por el contrario, ante una sabia cubanización del sen-
15
También aparece recogida, en primera edición, en el tido cómico […]». Ver Rine Leal: «Prólogo», en ob.
volumen de comedias citado, en 1984. cit. (1979), p. 27.
16
Al seguir el orden en que las escribe su autor, debe-
22
En el citado prólogo de Rine Leal (ob. cit. [1979],
p. 28), dicho autor considera que el catedraticismo
mos hacer referencia, en primer lugar, a El becerro
puede ser tanto blanco como negro «pues denota
de oro, fechada el 3 de abril de 1859, aunque editada
en 1964 y estrenada en 1967. El mendigo rojo, por un mal colonial, la imitación, que define a todos».
su parte, fue escrita también en 1859, leída y luego 23
El drama El conde y el capitán escapa de nuestras
defendida por su autor en sesiones públicas del Ate- posiblidades de análisis por no encontrarse
neo en marzo de 1865 y publicada en 1866, dato localizable. Arturo de Osberg, por su parte, que se
por el cual, en muchas ocasiones, la crítica la men- creyó durante mucho tiempo perdida, fue editada
ciona con antelación a El becerro de oro. Para lo re- en 1983 por el Instituto de Literatura y Lingüística
lacionado con la puesta en escena de El mendigo rojo, y la Editorial Letras Cubanas, con prólogo de Ri-
ver el prólogo a la edición de Arturo de Osberg, cardo Hernández Otero. Ha sido presentada por
donde el investigador Ricardo Hernández Otero radio, pero no ha sido llevada a la escena teatral.
(Joaquín Lorenzo Luaces: Arturo de Osberg. «Pró- Aristodemo fue editada en 1867 y 1919. Según afir-
logo» de […] Editorial Letras Cubanas, Ciudad de ma Ricardo Hernández en el citado prólogo, El
La Habana, 1983) ofrece el dato sobre su estreno mendigo rojo se leyó y discutió «en las sesiones de
en 1867, a raíz de la muerte de Luaces, llevado a una academia literaria a la que asistía, entre otros,
efecto por aficionados dirigidos por el actor Pablo José Fornaris».
Pildaín, de la Sociedad El Pilar. 24
Así afirma Rine Leal en La selva oscura (ed. cit.,
17
Ha sido objeto de atención, tanto para la historio- tomo I, p. 446). A ello también hizo referencia En-
grafía de nuestro teatro, como para la crítica, el uso rique Piñeyro en su estudio «Una tragedia griega
de palabras y frases de sorprendente cubanía, actua- por un poeta cubano» (Joaquín Lorenzo Luaces:
330 SEGUNDA ÉPOCA

Aristodemo. Estudio preliminar por […]. Imprenta del Mohamed de Voltaire.» A partir de esta tesis ar-
del Siglo XX, La Habana, 1919) —que sirve de pró- gumenta toda una serie de puntos de contacto entre
logo a la edición de 1919 de Aristodemo— en el cual ambas obras y personajes que lo lleva a concluir:
asevera: «Mohamed y Theon son, por tanto, la misma bestia
con distinto nombre. Voltaire la hizo árabe para es-
[…] Los poetas italianos mostraron siempre capar de las iras de la reacción francesa. Luaces la
grande afición por la terrible y lastimosa le- hizo griega para burlar la censura de la reacción es-
yenda de ese rey de Mesenia; y apartándose pañola» (José Juan Arrom: Historia de la literatura
más o menos del texto original del Pausanias dramática cubana. Yale University Press, New
[…] lo han puesto en escena primero Dottori Haven, 1944, p. 60).
[…] y sobre todo después el ilustre Vicente
Montel […]». 26
En el Ateneo, en marzo de 1865, Luaces defendió
El mendigo rojo de los criterios esgrimidos por José
25
En relación con este personaje José Juan Arrom afir- Fornaris, Manuel Costales y Fernando Saavedra en
ma: «Yo creo ver en este personaje otra reaparición cuanto a la carencia de unidad de dicha obra.
2.13 LA PROSA REFLEXIVA ENTRE 1844 Y 1868

2.13.1 La crítica literaria entonces figura juvenil de Enrique Piñeyro,


cuando, en realidad, los propios cultivadores del
Nuestra crítica literaria se desarrolla entre 1844 verso, preocupados por el exceso de falsos poe-
y 1868 marcada por la cada vez más ostensible tas imperantes o por las generalidades de nues-
búsqueda, frente a la tiranía de la metrópoli, de tro romanticismo, también ejercieron la crítica
una definición de cubanía en pleno proceso de con ideas muy significativas.
su formación. El gobierno español percibía el Precisamente entre 1844 y 1868 se funda —y
rechazo siempre creciente de los cubanos a su languidece— el Liceo Artístico y Literario de
autoridad y en esas circunstancias, toda mani- La Habana, y hacia 1861 se inaugura el de
festación fuera de su tutelaje podía considerar- Guanabacoa. Junto con las numerosas activida-
se —en el terreno ideológico— una actitud des de diverso perfil celebradas en esas institu-
infidente, susceptible de recibir todo el rigor de ciones, fue importante para la crítica el inter-
la ley con la cárcel, el destierro o la muerte. Aun- cambio de ideas en torno a la creación literaria;
que a los cubanos se les hacía entonces muy di- las polémicas desarrolladas en aquellas socieda-
fícil expresar su cultura sin el temor de señalar- des tocaban al mismo tiempo temas teóricos o
se contra el opresor régimen colonial, el cultivo de la práctica literaria y estética. Paralelamente,
de las letras y la indagación en torno a distintas hubo esfuerzos personales por fomentar el en-
disciplinas científicas se abrieron camino en la cuentro de opiniones en torno a la producción
manifestación de lo cubano, a través de socieda- nacional y foránea; lo hacían Ramón Zambrana,
des de instrucción y recreo, tertulias literarias, Rafael María de Mendive y, sobre todo, Nico-
publicaciones periódicas y compilaciones poé- lás Azcárate, en sus famosas tertulias. Tanto en
ticas. las sociedades de instrucción, como en dichas
La reacción del gusto poético, iniciada por tertulias, el análisis de las obras no constituía
Rafael María de Mendive, logró variar de ma- sólo el objetivo para reunir a los interesados. Al
nera sustancial las condiciones de nuestra críti- tiempo que se presentaban los cultivadores de
ca, cuyas labores fueron más intensas en la me- las distintas manifestaciones para dar a conocer
dida en que las obras alcanzaban mayor calidad. el último texto escrito, divulgar la actualidad li-
Sin embargo, si bien nunca ha sido comparada teraria europea, o las más recientes corrientes
con el esplendor de los tiempos del mecenazgo filosóficas y estéticas, también se hallaba marco
de Domingo del Monte, o el que obtendrá ha- propicio para el debate en torno a cada tema pre-
cia las últimas décadas del siglo, durante los vein- sentado.
te años señalados la crítica literaria tuvo valores La intensa gestión desplegada por el Liceo de
no del todo reconocidos, limitados a los de la Guanabacoa se debió, en gran medida, a la con-
332 SEGUNDA ÉPOCA

tribución de Nicolás Azcárate, presidente de su crítica finisecular. Podríamos citar otra serie de
sección de discusiones literarias. Azcárate ha- figuras que durante la época, y de manera oca-
bía sido siempre, más que un crítico literario, sional, publicaron trabajos de crítica literaria,
un difusor cultural. Su crítica casi se redujo a como Joaquín Lorenzo Luaces, Manuel Costa-
espaciadas crónicas teatrales. Sin embargo, hay les, Fernando Valdés Aguirre, Idelfonso de
que destacar que fue notable su labor para dar a Estrada y Zenea, Martín Vilaró y Carlos
conocer los valores de los más importantes re- Navarrete. Tampoco puede pasarse por alto la
presentantes de la renovación poética, 1 a lo que continuación de la labor histórico-literaria de
contribuyó, sin dudas, su voluntad de acerca- Antonio Bachiller y Morales, tangente a la crí-
miento crítico a la realidad literaria. tica en muchas ocasiones.
A pesar del relieve indiscutible de los liceos José Fornaris incursionó en la materia con no
y tertulias como instrumentos para la expresión poco acierto; partía de la idea de que para ejer-
de las ideas con respecto a la literatura, fueron cer la crítica se precisaba de un valioso caudal
las publicaciones periódicas los medios idóneos de conocimientos para hacer de ella un instru-
en donde se destacó la crítica de entonces. Ha- mento razonable de justicia e imparcialidad. El
bría que señalar como los más importantes ór- más significativo de los ensayos de Fornaris fue
ganos en el ejercicio crítico la Revista de La publicado en Cuba Literaria y se titula «¿Será
Habana (1853-1857), dirigida por Rafael Ma- preciso ser poeta para ser crítico?»,2 donde com-
ría de Mendive y José de Jesús Quintilia- plementaba criterios vertidos por él años antes
no García, y la Revista Habanera (1861-1863), en la revista Floresta Cubana.3 A la necesaria ins-
fundada por Juan Clemente Zenea. Al editar trucción, añadía la sensibilidad para compren-
publicaciones destinadas a la estimulación del der lo bello, bajo definidos postulados estético-
hecho literario entre la juventud cubana, la acti- filosóficos. Aunque Fornaris —conocedor ya del
tud asumida por sus directores era eminente- positivismo— no podía darnos un enfoque to-
mente crítica, lo cual no significaba la elección talmente científico de la realidad literaria, llegó
siempre más justa, ni la presentación más valio- a algunas conclusiones profundas sobre la natu-
sa, debido a que en muchas ocasiones el interés raleza de las letras, como lo fueron sus opinio-
por distinguir la literatura nacional del momen- nes en torno a la indiscutible unidad entre la idea
to les llevaba a exagerar las virtudes de los jóve- y la forma. A la interrogante propuesta sobre la
nes poetas que daban a conocer. No obstante, condición poética o no del crítico, respondía con
diseminada por notables revistas de la época una negativa, aunque no dejaba bien estableci-
como Flores del Siglo (1846-1847; 1852-?), Bri- das sus diferencias.
sas de Cuba (1855-1856), Álbum Cubano de lo Muy escasos fueron los trabajos críticos de
Bueno y lo Bello (1860), y Cuba Literaria (1861- Mendive que han llegado a nuestros días. Algu-
1863), entre otras, nuestra crítica entre 1844 y na vez opinó sobre Ramón Campoamor o
1868 ha permanecido sin que se le reconozca en Teodoro Guerrero; otras veces sobre la poesía
el justo valor de sus aportes. de Miguel Tolón, Antonio Arnao o José
Junto a la figura de Enrique Piñeyro, puede Fornaris. La crítica literaria de Mendive se dis-
hablarse en este período de Rafael María de tinguía por el examen minucioso de la obra en
Mendive, Ramón Zambrana, José Fornaris, sí. Poco dado a las generalizaciones, se dedicaba
Juan Clemente Zenea y Ramón Palma, quienes a desmembrar el objeto de análisis para llegar a
dieron su parecer sobre más de un tema litera- conclusiones particulares sobre el proceso de
rio con relativa sistematicidad, lo cual permite, creación, lo cual no significaba imposibilidad
a pesar de lo disperso de sus obras en nuestra para teorizar sobre la literatura —como en su
prensa decimonónica y la posibilidad de que ensayo «Influencia de la poesía»—.4 En las ba-
otras muchas no hayan llegado a nuestros días, ses de su credo estético estaba el predominio de
lograr una idea más objetiva de sus valores como la fantasía como garantía de una verdadera ins-
etapa de transición hacia la muy significativa piración, que si no se conjugaba con el conoci-
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 333

miento estricto de los cánones métricos, espe- gularmente trazados con conciencia […]» 7 Una
cialmente en la epopeya, no garantizaba la cali- intensificación de la literaturidad estaba llama-
dad del resultado literario («Colón», crítica a un da a incidir en el comportamiento de la crítica y
poema de Ramón Campoamor).5 Una muestra obligaba a ampliar las perspectivas y profundi-
de escrutinio detallado puede considerarse su dades de los análisis. Quizás era Zenea, entre
crítica a las «Poesías de D. José Fornaris», don- los poetas de la etapa que desarrollaron la críti-
de tras detenerse en elogios sobre los aciertos ca, quien mayor conciencia tenía de esta
de composición y en las ideas escogidas, consi- interrelación obra-receptor, aunque su visión del
deraba al poeta una de las pocas excepciones lado receptivo se limitara al de los entendidos
dentro de la ola de mal gusto imperante. Como en la valoración especializada y no al resto de la
responsable máximo de esta perniciosa faceta aristocracia criolla culta a quien estaba destina-
epigonal de nuestro romanticismo, culpaba al da la creación. Sin embargo, el acercamiento a la
afán de nuestros escritores por alcanzar rápida literatura nacional no colmaba sus inquietudes.
fama, y también responsabilizaba a la crítica li- Para Zenea eran atrayentes tanto la literatura
teraria por el poco rigor en el enjuiciamiento, española como la cubana, pero, además, otras
benevolencia de la que tampoco él escapó, como literaturas como la polaca, francesa y norteame-
demuestra el propio artículo sobre Fornaris. ricana. Si al acercarse a las dos primeras se sen-
El más agudo y sistemático de los críticos de tía cautivado por la poesía y la narrativa allí pro-
este período —con excepción de Enrique ducidas, en el panorama trazado sobre la
Piñeyro— fue Juan Clemente Zenea, cuyas do- literatura de los Estados Unidos se extiende y
tes se expandieron a través del ensayo, el estu- aun prefiere otros géneros menos afines, como
dio crítico y la reseña. Para Zenea era fundamen- la oratoria o el ensayo filosófico. Zenea, a quien
to básico el conocimiento teórico acerca de las se empobrece al atribuirle los inicios del
formas métricas y de toda la producción del país, impresionismo en nuestra crítica, 8 era no sólo
al margen de su calidad, único modo de compa- uno de los exégetas de mayor sensibilidad, sino
rar y elegir lo mejor, en medio del desolado pa- también de mayor erudición, abierto a la polé-
norama que sufría la literatura hacia los años cin- mica competente, enriquecedora y por tanto
cuenta, especialmente en el orden poético. Tenía necesaria al pleno ejercicio de las labores de la
en cuenta, además, que, para una valoración jus- crítica.
ta, la forma y el contenido debían ser por igual Abrazado a criterios estéticos menos actua-
objeto de análisis. Zenea también era partidario lizados y una voluntad de aproximación a la li-
de que la crítica era responsable de la prolifera- teratura desde posiciones supuestamente impar-
ción alarmante de pseudoversificadores debido ciales —en el fondo dogmáticas—, Ramón
al poco rigor al enjuiciar la labor creativa. En su Zambrana también se cuenta entre los hombres
artículo «Rafael María de Mendive» 6 se quejaba dedicados a la crítica literaria en la etapa de 1844
de que no había verdadero intercambio de ideas a 1868. Zambrana era muy dado a la polémica,
entre los críticos y que tampoco se reflexionaba no como intercambio de criterios, sino como
en torno a las diferencias y similitudes de nues- intento de imponer su dictamen. De ello fue
tra literatura y las letras foráneas. muestra elocuente la célebre polémica sosteni-
Años después, al retomar el asunto desde las da con su exdiscípulo Enrique Piñeyro a propó-
páginas de la Revista Habanera, Zenea se vio sito de la música y la poesía, polémica desarro-
precisado a reconocer el vuelco repentino origi- llada en 1865 a través de El siglo y la Revista del
nado en nuestras letras, tras las publicaciones Pueblo. En aquellas oposiciones teóricas, y ante
de Mendive y Luisa Pérez de Zambrana: «La pa- la imposibilidad de convencer a Piñeyro, parti-
tria está de enhorabuena; parece que ha llegado dario de la universalidad y del carácter abarca-
para nosotros una hora de regocijo en que ha dor de la poesía, el lenguaje de Zambrana revela
cambiado favorablemente la dirección del talen- un ánimo impositor, aunque se empeñara en apa-
to […] presentándose escritos meditados y re- rentar que reconocía la necesidad del debate
334 SEGUNDA ÉPOCA

como fuente del intercambio y la confrontación rasgos tipificadores de la poesía de nuestros cam-
de conocimientos. 9 Frente a las pujantes ideas pos (la décima), remontando sus orígenes al ro-
del pensamiento hegeliano y el positivismo mance español. Junto con los aspectos literarios
taineano, asumidas ya por Piñeyro, Zambrana y extraliterarios del tipo estrófico analizado por
se aferraba a la escuela de Gioberti y a la esco- Palma, puede señalarse como significativo el re-
lástica de San Agustín, lo que le impedía esta- conocimiento que él hace del elemento africano
blecer las distinciones entre la forma y el conte- como posibilidad (no lo ve como fenómeno ple-
nido desde el punto de vista metodológico, y namente integrado) de la que desiste por la
apreciar el papel determinante de la fantasía y la marginación del negro. Palma reconoció el va-
imaginación creativa. Consideraba al arte inca- lor de Domingo del Monte como primero en
paz de expresar lo verdadero en su afán de al- intentar una poesía nacional; sin embargo, sus
canzar lo bello, negando su carácter reflejo y alusiones y citas están tomadas de «el más fa-
como instrumento para enriquecer nuestra vi- moso trovador de nuestros campos». Se refería
sión sobre la realidad. a Francisco Poveda y Armenteros, a quien se
Al emprender la crítica sobre la literatura na- le tiene por el iniciador del criollismo ro-
cional, Zambrana había sido más objetivo, pero mántico. 12
su valoración de nuestras figuras literarias había Otros de sus artículos son muestras de sus
adolecido de los defectos de sus condicionantes preocupaciones en torno a la naturaleza de la
estéticas y del afán de tomar como paradigma literatura universal y la nacional. Particularmente
de nuestra literatura a la española. Como afir- el que lleva por título «Obras de Don José Ja-
maba su contemporáneo Rafael Matamoros, su cinto Milanés», estaba motivado por la frialdad
modo de ver nuestro proceso literario, más que con que la crítica había reaccionado ante la edi-
panorámico era una «cronología bien anotada». ción de las poesías del cubano, a pesar de su aco-
Al ubicar los inicios de nuestra poesía en la co- gida por parte del público. El análisis de la poe-
rriente neoclásica, 10 Zambrana no pecaba de ar- sía de Milanés condujo a Palma a problemas
bitrario, pues, aunque desde 1837 se tenía noti- teóricos sobre la función social de la literatura,
cias de la existencia del primer poema épico entendida como guía del sentimiento universal,
escrito en Cuba, Espejo de paciencia, con sus opuesto a su expresión como forma individual
sonetos introductorios, en realidad su texto era representando una escuela específica. Sus consi-
prácticamente desconocido, por lo cual resulta- deraciones sobre la poesía social distaban mu-
ba lógico que, siguiendo la opinión generaliza- cho de desentrañar su verdadera esencia, limita-
da en la época, reconociera como punto de par- da al reflejo del pensamiento, no de la sociedad:
tida las cercanas obras de Zequeira y de «En este tipo de poesía no aparece en primer
Rubalcava. Con respecto a la literatura nacio- plano [decía] la personalidad del poeta […].»
nal, Zambrana tenía el mérito de utilizar como Más que relegar a un segundo plano al creador,
punto de referencia, en mayor medida que los Palma le atribuía un papel pasivo, lo que le im-
demás críticos, la recepción de la obra por parte pedía apreciar correctamente el carácter reflejo
del público, de ahí que en cada valoración, tras del arte con respecto a la realidad que, entendía
el análisis personal, se respire el ambiente de fa- él, debía expresar el creador. Por otra parte, si al
vorable aceptación, por parte de los lectores, de determinar los valores de nuestra literatura,
los escritores analizados. Zambrana necesitaba la española como punto de
Es necesario referirse a la labor crítica de Ra- referencia, Palma colocaba nuestros más impor-
món de Palma durante esta subetapa de su pro- tantes valores (Heredia y Milanés) a la altura de
ducción. Al menos hay constancia de ella en sus los románticos europeos más encumbrados:
«Cantares de Cuba».11 El idealismo de conside- Goethe, Byron, Víctor Hugo, Lamartine, sin
rar al juglar una clase social, definida por los ar- olvidar a Zorrilla y Espronceda.
gumentos que ofrece el autor desde posiciones En medio de la serie de exponentes de la crí-
de raíz positivista, no le impidió distinguir los tica en esta etapa intermedia entre dos de las más
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 335

destacadas de toda nuestra historia literaria (la en nuestras tablas, y criticó con imparcialidad la
delmontina y la finisecular), descuella la enton- abundante producción y pobre calidad de las
ces joven figura de Enrique Piñeyro. Mientras compañías españolas durante sus temporadas en
que el resto de los críticos eran poetas por vo- Cuba. Su crítica tenía en cuenta que una obra de
cación, narradores u hombres de ciencias que este género encierra una doble concepción: des-
paralelamente ejercían la crítica, Piñeyro se de- de la perspectiva literaria y desde la escénica.
dicó por entero al estudio de la literatura, sin Frente a nuestra pobre tradición juzgaba posi-
cultivar otras de sus manifestaciones o indagar ble el surgimiento de sólidos valores a partir de
en otras fuentes del conocimiento. los autores nacionales. Fue por ello que se dedi-
có al análisis de obras escritas por Milanés (El
Quería ser crítico de libros, verle la entra- Conde Alarcos) y por Luaces (Aristodemo). Al
ña oculta, encontrar la fuente virgen don- examinar el drama de Luaces trató de transitar
de brotaban las ideas y las formas de las la mayor cantidad de posibilidades de acerca-
obras literarias. Ese ha sido el afán de toda miento hasta agotarlas. Desafortunadamente
mi vida, no se hasta que punto lo he conse- esto no pudo ocurrir —aunque parecía el pro-
guido, pues siempre he permanecido en la pósito de Piñeyro— porque, a la muerte del dra-
actitud discipular, aprendiendo y ensayan- maturgo, el crítico desistió de una empresa en
do en todo momento. 13 la que no había sólo halagos para la obra. En
cuanto a la poesía, desde los primeros trabajos
Las primeras ideas estéticas de Piñeyro esta- tuvo conciencia de sus desorientados caminos
ban basadas en las enseñanzas de Ramón bajo el mal gusto y de la necesaria renovación
Zambrana a partir de Gioberti, y sólo posterior- de nuestras letras, convencido de que la «edad
mente a su viaje por España (1861-1862), es que de oro» de la poesía cubana había quedado atrás
ve perspectivas más actualizadas y vislum- con el primer romanticismo.
bradoras en la filosofía de Hegel. Desde que Es imprescindible destacar cómo Piñeyro fue
comienza a colaborar en las revistas y periódi- uno de los primeros en introducir las ideas
cos de la época, pocos años después de silencia- positivistas a través de sus artículos, especial-
das las más altas voces de la creación y la crítica, mente aquél donde exponía de manera clara sus
en 1844, 14 puede comprenderse que el encuen- principios, «La filosofía considerada como cien-
tro con el positivismo, la filosofía hegeliana, así cia positiva» (El Siglo, 1864), a propósito de una
como sus otras influencias, sólo sirvieron de obra de Taine. El apropiarse de una orientación
acicate a una orientación sustancialmente dis- estética superior a la tradicionalmente observa-
tinta de la aprendida durante las clases de da hasta entonces entre los intelectuales cuba-
Zambrana, como puede apreciarse en su primer nos, le permitió revelar a través de su crítica li-
trabajo importante, sobre Víctor Hugo, apare- teraria su convicción filosófica, 15 aunque ello
cido en Brisas de Cuba en 1856. A la par que sus no siempre le dejara ver la esencia del fenóme-
intereses por nuestras letras, también se hizo no literario analizado.
ostensible desde un primer momento su preocu- En la etapa surgieron algunas notables
pación por la literatura francesa, de ahí que fue- compilaciones de nuestros textos literarios, a
ran recurrentes sus trabajos sobre la temática. pesar de que apenas se daban los primeros pasos
Durante la etapa, Piñeyro realizó numerosas en el desarrollo de esta faceta de la crítica. Es
publicaciones sobre teatro, narrativa y poesía, necesario señalar las antologías poéticas: Cua-
aunque lo dominara más la preocupación por la tro laúdes (1853), en la que Zambrana y Mendive
narrativa, en momentos de convergentes tenden- tomaron parte; América poética (1854-1856),
cias en el género: el romanticismo y el realismo, publicada por J. de J. Quintiliano García y
cuyas relaciones no supo ver. Fueron muy inte- también Mendive; Cuba poética (1855) a cargo
resantes sus opiniones en torno al teatro. Pen- de José Fornaris y Joaquín Lorenzo Luaces; y
saba que había falta de tradición interpretativa El laúd del desterrado (Nueva York, 1858) a ini-
336 SEGUNDA ÉPOCA

ciativa de Pedro Santacilia. Por otra parte habría ron partido por diversas tendencias políticas,
que mencionar, además, el volumen Noches lite- pero en todos estaba latente la idea de la dife-
rarias (1866), de Nicolás Azcárate, en donde se renciada identidad nacional y «desde luego que
recopilaron trabajos dados a conocer en sus fa- la literatura y la filosofía han estado siempre re-
mosas tertulias. lacionadas con la política y ambas eran armas
Las compilaciones mencionadas demostraban usadas por los cubanos para atacar de manera
una voluntad de selección no siempre en corres- indirecta al gobierno colonial». 17
pondencia con la mejor creación del momento, En tales circunstancias y ante la medianía li-
atendiendo, en ocasiones, a intenciones extra- teraria que se apreciaba hacia los finales de la
literarias, a veces abiertamente políticas. La más década del cuarenta, el abordaje por parte de la
significativa desde el punto de vista crítico fue crítica, aunque en distintas direcciones, no fue
Cuba poética, movida a ofrecer una selección del todo próspero. Languidecen las polémicas,
distinta de las aparecidas hasta la fecha, una pu- a pesar de que se conoce más de una, pero en
blicación con anotaciones crítico-biográficas e cambio la ironía hiriente, esa forma casi agresi-
incluso textológicas. Al segmentar las diferen- va de criticar presente en otras etapas, cedió lu-
tes etapas de nuestra literatura se siguieron cri- gar a una intención más solidaria. Se advierte
terios de periodización afines a la época, y es cómo el análisis de la literatura nacional ganó
por ello que marca los inicios en Zequeira y cada vez mayor atención, puesto que pocas ve-
Rubalcava. Para describir las etapas precedentes ces la literatura española fue objeto de estudio.
se había realizado una exposición cuidadosa de Esto no significó introspección, sino apertura
nuestros más importantes poetas, pero en la hacia nuevas direcciones de la literatura euro-
medida en que las etapas se hicieron más cerca- pea y, en menor intensidad, hacia la latinoame-
nas a las de los compiladores, la elección se apar- ricana. El romanticismo y el realismo francés
tó del rigor, cuando el propósito había sido, pre- centraron la mayor atención. Nuestra crítica
cisamente, elegir las poesías que más se habían concebía la literatura como una actividad en fun-
distinguido hasta la fecha en Cuba. 16 ción lúdicra y moralizadora, un deber ser de la
Nuestros críticos advirtieron que las autori- sociedad reflejada en la creación y no el reflejo
dades coloniales desestimaban aquellos aspec- de la sociedad tal cual se desarrollaba. Estas li-
tos de la educación en Cuba que más directa- mitaciones impedían comprender, en toda su
mente podían contribuir a la formación de una magnitud, por qué la literatura francesa mostra-
intelectualidad prestigiosa y por ello se descui- ba ciertas zonas de la realidad en donde apare-
daba la preparación de las disciplinas huma- cían los males sociales con gran crudeza. El me-
nísticas, no había interés por el estudio siste- joramiento de los hombres no se lograría
mático de autores clásicos y se procuraba reproduciendo sus males y defectos, sino crean-
entorpecer el desarrollo integral del pensamien- do tipos ideales e imitables. A la novela realista
to. La incursión en un aspecto de nuestra litera- atribuía la condición de novela social, franca-
tura como la crítica entre 1844 y 1868, hasta el mente temible para ellos, ya que los cuestio-
presente poco estimada por la historiografía, re- namientos de tal naturaleza no competían a la
vela, si no excepcionales cualidades, al menos esfera de la creación artística, sino a la de la po-
los resultados lógicos de un período de transi- lítica.
ción en nuestro proceso literario y demuestra El reconocimiento de las diferencias entre
cómo las restricciones impuestas por la metró- creación y exégesis no deja de ser destacable.
poli hacia toda manifestación intelectual eran Aunque a lo largo de la crítica entre 1844 y 1868
intentos por impedir la oposición ideológica de fueron constantes las manifestaciones de la poe-
los cubanos contra el gobierno español. Toma- sía y la narrativa que cultivaban sus hacedores,
da conciencia cada vez más de las profundas di- no debemos confundir estas cualidades con el
ferencias entre Cuba y España, los escritores, afán impresionista de hacer una obra de arte a
exégetas y difusores culturales cubanos, toma- partir de otra. Además de esa virtud de hacer
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 337

crítica literariamente, las preocupaciones sobre publicados en varias revistas y periódicos de la


las particularidades, rasgos y estado de la litera- Isla y España, junto con nueva información, para
tura cubana fueron más profundas de lo que dar noticia del adelanto intelectual de la isla,
pudiera parecer tras alguna metáfora, y consti- desde la conquista hasta mediados del siglo XIX,
tuyeron el verdadero centro de las inquietudes aproximadamente, atendiendo a instituciones,
a cuyas respuestas trataban de llegar. Tampoco obras y personalidades destacadas (galería de
fue una crítica preceptista. Se trataba de orien- hombres útiles), centrándose básicamente en la
tar al creador sobre sus defectos, de un lado, y extensión de la educación (primaria, secunda-
del otro, a los lectores, sobre lo que en verdad ria, profesional y universitaria) y la literatura,
era digno de elogio. La alta estimación por la con la introducción de la imprenta. Por el catá-
labor orientadora del crítico, hacía comprender logo de publicaciones periódicas (1781-1840) y
el porqué de la insistencia en el análisis ya no el de libros y folletos, se le ha reconocido como
sólo de obras y autores, sino de la propia crítica el padre de la bibliografía cubana.21 La idea de
para llamarla a jugar un papel más activo en el que el progreso social atraviesa por diferentes
proceso de creación. estadios, con un sentido superador, y el modo
La destacada crítica finisecular no surgió re- en que se evidencia la función que desempeñan
pentinamente, fue el resultado de un largo pro- las ciencias, en el bosquejo trazado en éste y
ceso de búsquedas y de un devenir paulatino, otros textos, abonan la recepción y ulterior arrai-
pero ascendente, que la llevaría a alcanzar luga- go del positivismo en nuestro medio.
res cimeros en nuestra literatura, a la par con la Con una concepción subjetivista de la histo-
poesía y la narrativa, de las que antes había que- ria, que otorga un papel determinante a ciertas
dado a la zaga. individualidades en su transcurrir, Bachiller ha-
bía venido destacando en sus colaboraciones
periodísticas aquellas personalidades que con-
2.13.2 La obra erudita de Bachiller y sideraba de mayor incidencia en el enriqueci-
Morales. Historiadores y científicos miento material y espiritual de la isla. Al mismo
propósito responde la inclusión de un grupo de
En 1859 Cirilo Villaverde, comentando una no- bocetos biográficos en los Apuntes, con lo cual
vela costumbrista, alude a la necesidad de difun- enaltece varias figuras desdeñadas por los his-
dir el movimiento científico y literario de la isla, toriadores integristas. Martí, quien domina con
pues, en su criterio, «[n]o cabe engrandecimien- maestría el género, resalta el mérito de esta par-
to ni cultura verdaderos y eficaces, sin que mar- te de la obra bachilleriana y hace la siguiente
chen de acuerdo esos dos movimientos; obser- observación: «En esas biografías es donde, con
vación que está al alcance de la más mediana la fuerza del asunto, se muestra más elegante y
inteligencia».18 Ese mismo año se materializa un agraciado aquel estilo suyo, deslucido por su
importante esfuerzo, en ese sentido, con la apa- hábito de emitir sin condensar […] por aquel
rición de los Apuntes para la historia de las letras bello desinterés con que escribía, más cuidado-
y de la instrucción pública en la isla de Cuba, de so de la noticia útil […] que de la fama que pu-
Antonio Bachiller y Morales (1812-1889), con- diera venirle por la galanura en expresarla.» 22
siderado por algunos críticos 19 el aporte supre- Del mismo modo, Bachiller bosqueja, junto
mo de este autor a la cimentación de la cultura con los progresos de la enseñanza, el desenvol-
cubana y expresión de su proteico romanticis- vimiento de las ideas en Cuba. Así aparecen, de
mo; estilo a cuya asimilación en nuestro ámbito manera dispersa, las concepciones económicas,
contribuyó, como él mismo indica, y del que rea- éticas, jurídicas, filosóficas, pedagógicas, cien-
lizara un ferviente alegato en la famosa polémi- tíficas, difundidas por J. Vélez, F. Varela, F. Poey,
ca de 1838. 20 J. de la Luz y otros intelectuales criollos. De-
En los Apuntes (editados en tres volúmenes, dica un capítulo a los «Historiadores de la Isla
entre 1859 y 1861) Bachiller recopila trabajos de Cuba», en donde menciona a los iniciadores:
338 SEGUNDA ÉPOCA

Ambrosio Zayas Bazán, José Martín Fé- que a los detentados por los restauradores del
lix de Arrate y Agustín Morell de San- buen gusto, quienes se inspiran con preferencia
ta Cruz, para dejar constancia de los esfuerzos en la poesía inglesa o francesa, como una de las
realizados en la década del treinta, a fin de con- vías para desespañolizar nuestra lírica. A su vez,
cretar una historia de Cuba totalizadora y con todos los defectos de la creación poética insular
una concepción moderna. Señala que a ese em- son explicados por las características que pre-
peño contribuye sobremanera la gestión de la senta la literatura española, ya que, según él, «[l]a
Sociedad Económica en diversas direcciones, es- poesía de una provincia debe ser semejante a la
pecialmente con sus Memorias. A Ignacio de la madre patria en la misma época…» 29 Por
Urrutia dedica un capítulo aparte. otra parte, sigue fiel al criterio que el progreso
Afirma Bachiller que «la literatura comenzó de la civilización determina forzosamente que
en Cuba por la poesía»,23 pero justifica la falta las creaciones más recientes sean superiores a
de un cabal conocimiento de esos orígenes y del las del pasado. Resulta curioso que, a pesar de
desarrollo del género hasta finales del siglo XVIII, su preferencia por el siglo XIX y que Bachiller se
con los efectos del «clima destructor» y la ne- (auto) valore como uno de los más pugnaces de-
gligencia en la conservación de los textos. Ya fensores y difusores del romanticismo, escapen
varios autores han señalado que Bachiller no da de su estimativa los principales exponentes de
crédito a Espejo de paciencia de Silvestre de este movimiento en Cuba.
Balboa; ni siquiera lo menciona cuando se refie- Las insuficiencias informativas y valorativas
re a las «obras del ilustre Morell, sobre cuyo de Bachiller en cuanto a la poesía, propiamente,
mérito escribió un excelente artículo don quedan más al desnudo si se piensa en otros in-
José A. Echeverría en El Plantel…» 24 tentos del período (por ejemplo, el prólogo y
Asegura, además, que nuestros factores las notas de Joaquín Lorenzo Luaces y José
raigales están en los primitivos habitantes, cuya Fornaris a la segunda edición de Cuba poética o
evolución queda trunca a causa de la conquista «Fragmentos de un ensayo sobre la poesía en
española y lo que esta comporta, y que, como Cuba», de Enrique Piñeyro, ambos de 1861).
«nosotros apenas tenemos una idea de los areítos Aunque el autor de los Apuntes argumenta e in-
cubanos y casi nada poseemos de la historia li- sinúa las razones de su parquedad: señala que
teraria y civil de los primeros arrojados españo- después de 1848 la prensa da amplia cabida a la
les de quienes descendemos», 25 «[e]l autor de producción literaria, el acceso a las obras es más
este escrito ha procurado conservar las tradicio- fácil, dos discípulos suyos se encuentran enfras-
nes de Cuba primitiva…» 26 De este modo, ha- cados en el estudio de esa etapa, 30 «en que ha
ciéndose eco de las tesis de José A. Saco, pre- consignado mi existencia motivos literarios de
valecientes en la mentalidad de la burguesía amargura y esperanza, de actividad y desengaño
esclavista criolla, Bachiller excluye del proceso que me alejan del propósito de describirla». 31
formativo de la nacionalidad y la cultura cuba- Esta autolimitación se patentiza al abordar
nas a los africanos y sus descendientes, al tiem- otras manifestaciones, como es el caso de las
po que fomenta una línea investigativo-interpre- escénicas, en donde no trasluce toda la impor-
tativa que llegaría al presente siglo.27 tancia que Bachiller confiere al teatro por su ido-
El nexo de estas presunciones con el auge del neidad para una amplia irradiación y enraiza-
siboneyismo y el criollismo a mediados del si- miento de normas éticas y estéticas en la
glo XIX es palmario. Bachiller insiste en que la sociedad. En una de sus frecuentes digresiones
décima es la estructuración estrófica más ajus- afloran nuevamente sus prejuicios socioclasistas
tada a la aprehensión de lo propio y lo popu- y racistas, junto con el deseo de demostrar el
lar, 28 pero llega a aceptar que la búsqueda de avance de la sociedad cubana. Así dice que «[e]n
modelos en la lírica española es conveniente a épocas más recientes se mejoró el estado de la
fin de mantener una tradición, con lo cual con- moral pública, estrechándose cada vez más el
tinúa más apegado a los postulados delmontinos círculo en que aún campeaba la indecencia de
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 339

las canciones unidas al baile, unas veces crea- implícitamente se enfrenta al escamoteo de los
ción de la gente mestiza del país; otras importa- integristas hispanos— fermenta un estado emo-
da por los presidiarios de México». 32 Aquí ha- cional y de conciencia, propiciadores de la ac-
bla nuevamente de «una mezcla de los aires ción armada independentista que se quiere evi-
nacionales y las reminiscencias indígenas», 33 sin tar. Esta funcionalidad política de los Apuntes
ahondar en el supuesto. Después de afirmar que tiene, por supuesto, mayor trascendencia que la
«[l]a poesía dramática es la que menos ha figu- cognoscitiva que le es inherente, y puede consi-
rado en la Isla de Cuba…»,34 ofrece unos datos derarse, a su vez, como la condicionante funda-
escasos e inconexos, tomados del cronista Parra mental para que Bachiller, desde su posición re-
y El regañón…, para luego comentar con cierto formista, devenga un pionero en los esfuerzos
detenimiento El príncipe jardinero y fingido por articular una historia literaria nacional en el
Cloridano, adjudicándole por autor a fray José ámbito latinoamericano. 38 Señala Beatriz
Rodríguez, no obstante mencionar que se im- González que «[l]as dificultades para entregar
primió a nombre de Santiago Pita. Se refiere a la lo que era la literatura nacional, y, por ende, su
acogida del público y de la crítica, sumándose a historia, estaban en relación con el carácter agre-
aquéllos que le encuentran méritos, pero hacien- sivamente antiespañolista que asumió el proce-
do la siguiente salvedad: «No creemos que […] so de emancipación cultural». 39 En el caso de
sea una obra que no incurra en todos los vicios Bachiller no hay negación, sino por el contrario
de su época; ella está inspirada por los recuer- una aceptación del carácter provincial de nues-
dos de la Edad Media y la lectura de los grandes tra cultura. El contexto histórico sociopolítico
escritores del drama español…»35 Trata después y las concepciones del autor de los Apuntes es-
a Francisco Covarrubias, basándose en la bio- clarecen, asimismo, otro rasgo distintivo en re-
grafía de Millán y en el criterio de que «no es lación con la caracterización general ofrecida por
tan notable como escritor como lo fue como la mencionada autora en su ensayo La historio-
actor; en este último concepto fue un genio que grafía literaria del liberalismo hispanoamericano
se formó a sí mismo…» 36 Termina confesando: del siglo XIX, donde señala que «[l]a reproduc-
«Nada más sabemos de los primeros días de la ción del modelo europeo como patrón civiliza-
literatura dramática en Cuba.» 37 dor a seguir determinó ideológicamente que
En resumen, los descuidos en la expresión concibieran el origen de sus historias a partir de
—tan traídos y llevados por los críticos— son la llegada de los conquistadores españoles, rele-
deficiencias pasajeras en relación con las gran- gando no sólo el riquísimo pasado indígena sino
des omisiones de información —a pesar de la coartando el reconocimiento de las culturas po-
aparente meticulosidad y derroche de datos—, pulares…» 40 Y agrega, en una nota al pie: «En
la escasa valoración, las suposiciones vagamen- casos, la historiografía conservadora rescataba
te fundamentadas, las contradicciones concep- las culturas indígenas, pero como pasado clau-
tuales, las imprecisiones y errores, lamentable- surado, como etapa pre-hispánica…»41 En este
mente repetidos por autores que se sirvieron de sentido, pues, Bachiller también constituye «un
los Apuntes como fuente. Con todo, se trata del caso extremo», ya que si encuadra dentro de las
germen de una historia literaria de Cuba, e in- concepciones que toman como canon de civili-
cluso de nuestra historia cultural, por su inten- zación a Europa, por otra parte, pretende resca-
to de hurgar en los factores que intervienen en tar un pasado aborigen que, a diferencia de lo
su peculiar conformación y consignar las vicisi- que sucede en el continente latinoamericano, es
tudes de su marcha ascendente, debido al méto- mucho más pobre y sí está clausurado, por lo
do genético-evolutivo en que se asienta, y del que es preciso armarlo con elementos que den
que deviene una expectativa confiada en el por- apariencia de legitimidad a esa tradición. Ese
venir. intento insufla aliento patriótico a su obra, pese
Sin embargo, esta tentativa de evidenciar los a la mentalidad racista y colonialista del autor,
progresos y valores de la cultura criolla —y que quien en otros aspectos también se manifiesta
340 SEGUNDA ÉPOCA

de manera distinta al grueso de los que se aproxi- dos Unidos de Norteamérica, donde permane-
man a la reconstrucción del proceso cultural en ce una década, sin que deje de estar atento al
los países hispanoamericanos. Éstos «en raras proceso independentista cubano, mientras au-
oportunidades lograban reconocer la existencia menta el caudal de sus conocimientos. 43
de una cultura popular oral en español»; 42 en De vuelta a la patria, después del Pacto del
contraposición, sólo basta recordar las aprecia- Zanjón, e inmerso en el ambiente político y cul-
ciones de Bachiller sobre la décima. tural del autonomismo, publica otros textos
Después de los Apuntes, Bachiller continúa importantes. En el prólogo al álbum Tipos y cos-
erigiendo una obra de multifacéticas aristas tumbres de la isla de Cuba 44 define la significa-
indagatorias, que abre cauce a la lingüística, la ción del género y recorre su evolución, desde
arqueología, la antropología y la etnografía, sin sus esbozos en el Papel Periódico, sentando pauta
restar atención a las cuestiones vinculadas con a estudios posteriores sobre el tema, entre ellos
la ética, la estética, la historia, el derecho o la el de Emilio Roig de Leuchsenring.
economía política, a las que busca una integra- Es precisamente Emilio Roig quien, como
ción, sobre una base humanista, en una teoría Historiador de la Ciudad de La Habana, posibi-
general que engarce a las particulares. Aunque lita la reedición, en 1962, de Cuba, monografía
en la década del sesenta, para él, esta teoría ge- histórica que comprende desde la pérdida de la
neral sigue siendo la filosofía, ya se expresa Habana hasta la restauración española,45 argu-
críticamente respecto a los pensadores alema- mentando que «se considera por la crítica como
nes clásicos y sus epígonos; actitud nada ajena a la obra mejor escrita sobre estos hechos tan im-
las seducciones positivistas. Bachiller, como portantes de nuestra historia».46 No cabe dudas
otros intelectuales criollos de esta etapa, da de que el deslumbramiento ante la prolijidad de
preeminencia al papel desempeñado por las cien- datos y los hallazgos documentales es lo que pesa
cias en el progreso social, sin que esto implique en ese juicio. Este hecho histórico está hiperbo-
una ruptura con sus supuestos anteriores. Es lizado por Bachiller, tal y como lo hizo Francis-
sabido que el sentido de la historia de los ro- co de Arango, a finales del siglo XVIII, forjando
mánticos, como perfección necesaria y constan- una especie de mito que perdurará en los ensa-
te, pervive en Comte y otros positivistas. La te- yistas e historiadores que le suceden. Los pro-
sis de la evolución sin saltos que sostienen estos pósitos de ambos son bastante semejantes: con-
últimos convence, sin lugar a dudas, a todos vencer a la tozuda España de que debía estar
aquellos que ven como un peligro para sus inte- dispuesta a conceder cualquier prerrogativa, con
reses y para la tranquilidad de la isla la violencia tal de no perder una posesión tan valiosa como
revolucionaria. Cuba; la adecuación de este mensaje a las nue-
El inveterado pacifismo de Bachiller y su re- vas circunstancias se transparenta en las frecuen-
pudio a una acción violenta que pudiera conver- tes digresiones alusivas al momento en que es-
tir la isla en una nueva Haití, conjugados con cribe Bachiller, quien, de este modo, colabora
sus concepciones evolucionistas, lo mantienen con las gestiones autonomistas. En el mismo año
alineado al reformismo de la burguesía esclavista 1883 en que se publica la monografía sobre la
criolla. Incluso después de haberse iniciado nues- ocupación inglesa, es reeditada Cuba primitiva.
tra primera gesta nacional liberadora, cuya po- Origen, lengua, tradiciones e historia de los in-
sibilidad de triunfo ve con escepticismo, apoya dios de las Antillas Mayores y las Lucayas que,
todavía una propuesta de gobierno autonómi- junto a otros escritos como Disquisición críti-
co, en las reuniones efectuadas en casa del mar- co-histórica sobre el ajo y las batatas de Cuba
qués de Campo Florido. No obstante, las auto- (1882), le franquean el acceso a varias institu-
ridades españolas recelan de este reputado ciones científicas del mundo y son encomiadas
intelectual de ideas liberales y opuesto a la exis- por prestigiosos intelectuales extranjeros.
tencia de la esclavitud; por eso, y otras razones En Cuba primitiva… 47 el autor trata del ori-
íntimas que turban su ánimo, parte hacia Esta- gen, las tradiciones y las lenguas de los indíge-
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 341

nas americanos, referidas especialmente a los nuestros días. Se sabe, además, que las campañas
aborígenes de Cuba y las Antillas Mayores, para de Saco contra la trata negrera y el despotismo
dejar establecida su especificidad respecto a las colonial, primero, y la anexión de Cuba a Esta-
culturas precolombinas del continente america- dos Unidos, después, tienen honda repercusión
no. Las reflexiones y supuestos en que se cues- en el pensamiento de la época, y como tal están
tiona que el origen del hombre americano sea presentes, de una forma u otra, en el debate
europeo, 48 a pesar de su endeble argumentación ideológico que se da en el campo de los trabajos
y base científica, resultan de interés por su sig- históricos a partir de la década del cuarenta.
nificación política, como supo aquilatar José
Martí, quien lo catalogó de americano apasio-
nado. Varios críticos destacan lo novedoso de Historiadores y científicos
ciertas tesis de Bachiller, algunos que lo más
valioso y original de este trabajo son los voca- En una polémica con Saco acerca de los valores
bularios. Todavía en 1935 Fernando Ortiz lo de la poesía herediana —pero cuyo trasfondo es
pondera como «el intento más meritorio de re- netamente político—, comienza a ganar relieve
construcción arqueológica hecho en Cuba». 49 intelectual el gallego Ramón de la Sagra (1798-
Pero, como ocurre con los Apuntes, estudios 1871). Durante los años que vive en Cuba acopia
posteriores han desactualizado su valor cientí- una valiosa información que nutre sus libros:
fico. Historia económico-política y estadística de la Isla
La adscripción de Bachiller al método o sea de sus progresos en la población, la agricul-
genético-evolutivo se observa igualmente en una tura, el comercio y las rentas (La Habana, 1831),
de las últimas obras que publica y donde alcan- que es, como indica el subtítulo, una historia
za una elaboración más ensayística: Los negros económica —enfoque inaugurado por Arango
(1887). En ella hace el recuento del origen y evo- entre los escritores criollos—, con una marcada
lución de la esclavitud y del nacimiento y pro- influencia del Ensayo político sobre la isla de
gresión del abolicionismo en Cuba, precisamen- Cuba (1827) de Humboldt, y que está dedicada
te cuando acaba de hacerse efectivo el cese de la al superintendente de Hacienda Claudio
primera, que ve como natural corolario del se- Martínez de Pinillos, quien le brindó amplio
gundo, haciendo, desde luego, un enfoque uni- acceso a la documentación de las más importan-
lateral de la cuestión, en correspondencia con tes instituciones de la colonia; su monumental
su óptica socioclasista. Obvia tanto las acciones Historia física, política y natural de la Isla de Cuba
de los propios esclavos para escapar de esa con- (que se va editando por entregas en París, entre
dición, como el comportamiento de la Guerra 1837 y 1857), donde trata lo concerniente a los
del 68 ante este problema y sus consecuencias aspectos físico y político en los dos primeros
ulteriores. Aunque anticipa las búsquedas volúmenes y en los diez restantes las investiga-
primigenias de Fernando Ortiz, Bachiller con- ciones del autor y otros científicos europeos
tinúa aferrado al concepto de nacionalidad for- sobre la flora y la fauna cubanas; e Historia físi-
mulado por José A. Saco, cuyo relieve históri- ca, económico-política, intelectual y moral de la
co trata de fijar en el texto. Es decir, el enfoque isla de Cuba (París, 1861), en cuyos doce capí-
corresponde a la perspectiva ideológica de los tulos y el prólogo expone sus criterios, con una
años treinta y cuarenta. También se percibe en información actualizada por un nuevo viaje a
algunos pasajes un subido tono testimonial. Es Cuba, siguiendo el ordenamiento del título, pero
obvio el parentesco metódico y conceptual en- —como advierte el propio autor— «no concre-
tre Los negros y otros trabajos de Bachiller con tado a la exposición aritmética de los hechos,
los elaborados por Saco sobre la trata, la escla- sino a su apreciación filosófica y a la deducción
vitud y la población indígena, cuya expresión de consecuencias aplicables al progreso del mis-
«más densamente erudita» 50 es la Historia de la mo adelanto de donde nacían»,51 lo cual indica
esclavitud desde los tiempos más remotos hasta no sólo un sentido moderno y ensayístico del
342 SEGUNDA ÉPOCA

discurso histórico, sino también su funcio- XIX. Como se ha dicho, ese enfoque provoca la
nalidad política. Sagra, usando en su argumen- contraposición de los intelectuales criollos, quie-
tación las tesis jerarquizadoras de razas y clases nes atacan a la metrópoli hispana, poniendo de
que sirven de sostén al colonialismo, exculpa la relieve, incluso, la superioridad de su colonia en
existencia de la esclavitud, considerándola un múltiples aspectos. A la postre, este diálogo
estadio natural en la evolución de la humanidad, polémico será un nutriente más de la conciencia
en tanto ataca solapadamente la ineptitud de los anticolonialista que cristalizará en la irrevoca-
hacendados criollos, suscitando la réplica de ble decisión de alcanzar la independencia.
Saco, ineficaz, por cuanto la magna obra de este Debido a la situación política existente en la
ve la luz más de una década después. Cuba en isla, son los intelectuales que han emigrado al
1860, o sea cuadro de sus adelantos en la pobla- extranjero los que tienen la posibilidad de pu-
ción, la agricultura, el comercio y las rentas pú- blicar sus trabajos históricos, como parte de la
blicas (París, 1862) es, en puridad, una refundi- ofensiva antiespañolista. Entre ellos el matan-
ción de los escritos de Sagra, publicados desde cero Pedro José Guiteras (1814-1890), cuya
1827. amistad con José A. Saco —iniciada en España
Esa manipulación del proceso histórico de la durante la década del treinta— ejerce un nota-
colonia cubana encontrará continuidad en la obra ble influjo en sus ideas. Entre sus escritos sobre
del gaditano Jacobo de la Pezuela (1811-1882). cuestiones pedagógicas, políticas e históricas se
Como es usual en la época, su Ensayo histórico destacan su Discurso sobre educación moral y
de la isla de Cuba va apareciendo por entregas religiosa en Cuba (1848), Cuba y su gobierno
—publicadas inicialmente en Nueva York, des- (1853) y su Historia de la Isla de Cuba, que va
de 1842— hasta 1848, cuando se cohesiona en componiendo en Rhode Island, a mediados del
un volumen. Para la más meritoria de sus pro- siglo, y publica en los propios Estados Unidos
ducciones, el Diccionario geográfico, estadístico, entre 1865 y 1866. Para J. A. Portuondo,
histórico de la Isla de Cuba (1863-1866) procesa Guiteras «es ya un historiador moderno, arma-
gran cantidad de datos y aprovecha los estudios do de todos los recursos historiográficos de su
de sobresalientes científicos criollos. Pero su tiempo que supo aprovechar en su obra los da-
desembozado partidismo colonialista le hace si- tos acumulados por Pezuela…»52 Ahora bien, la
lenciar los valores intelectuales criollos y mos- versión de Guiteras difiere de la del historiador
trarse despectivo ante modalidades lingüísticas gaditano, dada su intención de hacer «justicia al
particulares. A pesar de ello, el Diccionario de mérito del patriotismo cubano».53
Pezuela fue «saqueado» por varias generaciones El santiaguero Pedro Santacilia (1826-1910)
de historiadores. Del mismo subjetivismo y par- se da a conocer «como historiador y erudito» 54
cialidad está impregnada la Historia de la Isla de a través de su revista Ensayos Literarios (1846).
Cuba, editada en Madrid, en cuatro volúmenes, A mediados de la década del cincuenta forma
entre 1868 y 1878. parte de los emigrados políticos afiliados al
Los textos de Sagra y Pezuela, no obstante su anexionismo; composiciones poéticas suyas de
perspectiva integrista colonialista —en la que esta etapa aparecen en El arpa del proscripto
subyace una raigambre liberal, como en los au- (1856) y, junto a la de otros escritores, en El
tores criollos—, por su afán totalizador y am- laúd del desterrado (1858). Cuando ha declina-
plia base bibliográfico-documental (obtenida en do el anexionismo, Santacilia reelabora las con-
los archivos de diversas instituciones y biblio- ferencias pronunciadas en el Ateneo Democrá-
tecas de la isla y el extranjero) influyen en el tico de Nueva York —ciudad donde residió hasta
ensanchamiento y sistematización de los cono- 1855—, para su publicación en Nueva Orleáns,
cimientos acerca de las condiciones geográfico- en 1859, con el nombre de Lecciones orales so-
naturales, la población y la organización bre la historia de Cuba, consideradas lo más va-
socioeconómica y política, desde los albores de lioso de su quehacer intelectual. En ocho
la colonización hasta los años sesenta del siglo lecciones (o capítulos) Santacilia procura desen-
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 343

trañar las causas de la difícil situación de la co- Isla de Cuba (La Habana, 1900) es un texto re-
lonia cubana, remontándose a sus inicios, y ba- lativamente más extenso. Se ha considerado que
sado más en sus apreciaciones que en una am- la etapa de 1845 a 1855 resulta un verdadero
plia consulta bibliográfica y documental. De compendio del movimiento anexionista. De cier-
modo similar a Guiteras, contradice las inter- to modo, el autor intenta «lavar» sus culpas al
pretaciones de Sagra y Pezuela, en el interés de despojar las tentativas anexionistas de Narciso
«juzgar los mismos hechos en todas sus conse- López —aunque estuviesen asociadas a los nor-
cuencias…» 55 En la segunda lección se introdu- teamericanos del sur— de una intención
ce en un asunto que atrae también la atención esclavista, 57 la que limita a las actuaciones de
de otros intelectuales criollos; en ella denuncia los miembros del Club de La Habana. A una
la barbarie cometida por los conquistadores con interpretación sustentada en las vivencias del
la población indígena, trayendo como conse- autor se suma la inclusión de poemas, cartas,
cuencia su rápida extinción y la necesidad de proclamas y otros documentos que redundan en
acudir a la inmigración de africanos como escla- el valor predominantemente testimonial que
vos. De esta forma se intenta hacer ver cómo el presenta la producción de Arnao.
origen del oprobioso sistema esclavista está en Es así que Guiteras, Santacilia y Arnao se en-
el comportamiento del colonialismo hispano, frentan directamente a las interpretaciones his-
argumento de gran fuerza política en ese mo- tóricas de Sagra y Pezuela, en el aspecto políti-
mento, obviamente conectado con el tratamien- co; los otros (socioeconómico, demográfico,
to de este asunto, a través de recursos artísti- geográfico-natural) encuentran su contraparti-
cos, por la corriente siboneyista. Como otros da criolla en las publicaciones periódicas de la
intelectuales criollos del momento, presenta a isla, continuadoras del precedente sentado por
la metrópoli como una potencia decadente, en El mensajero semanal (1828-1831) y la Revista
tanto ensalza los progresos de Francia, Inglate- Bimestre Cubana (1831-1834). Esta tónica se
rra y, sobre todo, Estados Unidos. También com- mantiene en las publicaciones periódicas de años
parte el criterio reiterado de que la herencia de- posteriores, las cuales, al igual que las Memorias
jada por el colonialismo hispano sería un serio de la Sociedad Económica de Amigos del País dan
obstáculo para que los cubanos pudieran asu- fe de las meditaciones y búsquedas en torno a
mir el gobierno propio. Si bien en las Lecciones los problemas económicos, sociales y científi-
subyacen las aspiraciones anexionistas que ani- cos. A ellas es imprescindible acudir para cono-
man al autor cuando las concibe, 56 el acre enjui- cer la cabal dimensión de los aportes y propues-
ciamiento del poder metropolitano aguzaría la tas de algunos intelectuales criollos, como es el
conciencia criolla, y éste es un factor que clari- caso de Tranquilino Sandalio de Noda (1808-
fica el porqué muchas de sus ideas encuentran 1866), pues este polígrafo de amplio espectro
resonancia en la propaganda independentista. de intereses y formación básicamente autodi-
Otro historiador matancero, como Guiteras, dacta, deja dispersas en las páginas de las men-
afiliado durante un tiempo a las ideas y gestio- cionadas publicaciones gran parte de sus traduc-
nes anexionistas al igual que Santacilia, es Juan ciones y escritos literarios, sobre educación,
Arnao (1812-1901), quien se inicia en el queha- economía, política, filosofía, historia, lingüísti-
cer histórico —frisando los sesenta y cinco ca, arqueología, ciencias naturales, topografía,
años— siendo ya independentista. Cuba: su pre- geografía, matemáticas y otras cuestiones, en lo
sente y su porvenir (Brooklyn, 1877) es el pri- que puede haber influido las opiniones suscita-
mer y más importante trabajo de este autor. Se das por su actuación política. 58 Su novela El ca-
trata de un breve folleto encaminado a desvir- cique de Guajaba —que quedó inédita— y sus
tuar las tesis de los ideólogos reformistas —es- compilaciones de vocablos aborígenes lo
pecialmente de Saco, a quien califica de emparientan con la labor de Bachiller y con la
Maquiavelo español— revitalizadas por el auto- corriente siboneyista.
nomismo. Páginas para la historia política de la A finales de la década del cincuenta muchos
344 SEGUNDA ÉPOCA

de los trabajos publicados como estudios pre- naturaleza y las costumbres de la época. La pre-
liminares o artículos cuajan en forma de libros, tensión de cambiar la mentalidad de los propie-
adoptando las modalidades de monografía o tarios criollos se aviene con el tono didáctico y
ensayo. El influjo del Ensayo de Humbolt la expresión clara y de cierta elegancia de
—quien muere en 1859, coincidentemente con Reynoso, que contribuyen a romper las barre-
el auge de los estudios históricos y científicos— ras que las materias tratadas podían oponer a un
se revitaliza junto a los nuevos homenajes que lector no especializado.
le dispensa la intelectualidad criolla al que Luz Muy amigo de Reynoso y preocupado como
y Caballero calificó como «segundo descubri- éste por los problemas socioeconómicos y el
dor de Cuba». Factores objetivos y subjetivos desarrollo azucarero, José Silverio Jorrín (1816-
se conjugan como condicionantes que aceleran, 1897) expone sus ideas en «Los ingenios de la
a mediados del pasado siglo, los estudios cientí- gran Antilla». Hombre también de una esmera-
ficos, lo que incide, por supuesto, en el avance da educación y discípulo de Luz y Caballero.
de la conciencia nacional. El discurso ensayístico En las décadas del ’30 y ’40 publica sus poemas
de naturaleza científica también tiene una y traducciones en revistas y periódicos, mien-
funcionalidad política, pues exhibe, con orgu- tras indaga sobre cuestiones jurídicas, lingüís-
llo, los logros de los intelectuales criollos en este ticas y sobre temas educacionales; su inclinación
terreno, muy superiores en algunos casos a los hacia estas últimas se patentiza en la redacción
de la metrópoli. Por otra parte, durante este pe- de un Curso elemental de dibujo lineal (1839) y
ríodo comienza a hiperbolizarse la función de de numerosos artículos e informes, así como en
la ciencia en la resolución de los graves proble- sus gestiones para promover la enseñanza rural
mas que gravitan sobre la sociedad insular. y la formación de especialistas en agronomía,
La crisis de la burguesía criolla conduce a un con un adecuado nivel científico-técnico, teóri-
tratamiento preferencial de los problemas eco- co y práctico. También incursiona en la histo-
nómicos, especialmente de los relacionados con ria: en 1876 publica su libro España y Cuba y
la agricultura, con un enfoque científico. Son escribe varios estudios sobre Cristóbal Colón y
varios los autores que reflexionan y hacen sig- el descubrimiento de América. Alcanza fama
nificativas propuestas sobre estos temas, pero como orador y conferenciante; su discurso más
entre ellos descuellan Francisco Frías Jacott comentado es «Filosofía del arte», pronunciado
(1809-1877) y Álvaro Reynoso (1829-1888). en el Liceo de Guanabacoa en 1861, en el que se
Este último publica su libro Estudios progresi- evidencia su eclecticismo en cuanto a concep-
vos sobre varias materias científicas, agrícolas o ciones estéticas, aunque con una base predomi-
industriales (1861), prologado por el Conde de nantemente hegeliana.
Pozos Dulces, al igual que su valioso Ensayo Como se ha indicado, en esta etapa aumenta
sobre el cultivo de la caña de azúcar (1862), que la posibilidad de desarrollo y difusión de las in-
lo consagra como especialista más allá de las vestigaciones científicas, sobre todo después de
fronteras insulares, por ser el primer estudio fundarse la Academia de Ciencias Médicas, Fí-
científico sobre esta materia. La propuesta de sicas y Naturales, en 1861, y los Anales de dicha
Reynoso para diversificar la agricultura y explo- institución,59 donde se divulgan conferencias y
tarla de manera intensiva, acorde con los últi- estudios y se incentivan determinados temas, a
mos avances tecnocientíficos, tiene como prin- través de concursos; además, se propicia el in-
cipal objetivo la transformación sustancial de la tercambio con destacadas personalidades e ins-
vida cubana, al apuntar a las raíces esclavistas tituciones científicas y culturales extranjeras.
del sistema. La ciencia deviene, así, un arma para Pero debe precisarse que esta información es
socavar las bases de la dominación colonial. En manejada críticamente por los científicos crio-
sus memorias manuscritas sobre Viajes por in- llos, quienes van elaborando sus propias teorías
genios, cafetales y otras fincas (1863-64/1883-86), y comienzan a gozar de prestigio en varios paí-
resultan de interés sus descripciones de nuestra ses del mundo.
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 345

Esos intelectuales criollos participan, a su vez, filológicos. Si en los textos científicos de F. Poey
de manera multifacética en la intensa vida cul- (especialmente los de geografía e historia natu-
tural de mediados del siglo. Se les ve en tertulias ral) se perciben sus dotes artísticas en las des-
de personalidades o de diversas instituciones, cripciones de la naturaleza y costumbres cuba-
donde se discute sobre cuestiones estéticas, nas, en los escritos propiamente literarios, en
lingüísticas, filosóficas, pero también socioeco- prosa o verso, se descubre la pupila del científi-
nómicas y científicas, al punto que el Liceo de co capaz de captar las variadas cualidades de
La Habana se ha conceptuado como un legíti- nuestro paisaje, que plasma con una expresión
mo antecedente de la Academia de Ciencias.60 no despojada de rasgos neoclásicos. Su hijo An-
Estos hombres son ávidos lectores e incluso es- drés Poey (1826-1919) —meteorólogo y natu-
criben trabajos literarios. Un caso representati- ralista— llega a ser discípulo de Augusto Comte
vo es Ramón Zambrana (1817-1866). Casado y uno de sus primeros difusores en Cuba.62 Es-
con la escritora Luisa Pérez Montes de Oca, cribe la mayor parte de su obra en Francia, aun-
celebran tertulias en la residencia de ambos; y que durante las dos décadas que reside en Cuba,
ellos, a su vez, frecuentan las de otros, así como a partir de 1846, colabora con numerosas publi-
las del Liceo Artístico y Literario, el Ateneo de caciones de la isla.
La Habana y el Liceo de Guanabacoa, donde Primero nuestros poetas y luego nuestros
Zambrana sostiene una interesante polémica, en prosistas se apropian artísticamente de nuestra
1865, con Enrique Piñeyro, sobre sus aprecia- naturaleza, imprimiéndole a esas creaciones un
ciones estéticas. Las concepciones estéticas y ascendiente valor patriótico. Los estudios cien-
filosóficas de Zambrana se vislumbran nítida- tíficos, incluidos los realizados por extranjeros,
mente en sus poemas; en «La mañana», por ci- no dejan de tener incidencia en ese proceso. De
tar uno, elogia la expresión de la armonía en la los varios investigadores preocupados por des-
naturaleza. En diferentes publicaciones perió- cribir y clasificar nuestros dones naturales cabe
dicas se insertan sus escritos literarios y cientí- mencionar a Francisco Sauvalle, precursor de las
ficos, agrupados luego en libros, como Obras numerosas Floras cubanas que aparecen en el
literarias, filosóficas y científicas (1858), Solilo- período, con las que compiten las enumeracio-
quios y Trabajos académicos (ambos de 1865). nes arbóreas de los poetas.
Otra figura sobresaliente de la intelectualidad Lo apuntado sobre estas figuras representa-
criolla es el naturalista Felipe Poey (1799-1891), tivas evidencia una serie de rasgos comunes.
cuya presencia en las tertulias y demás activida- Todas estas personalidades pueden considerar-
des culturales es habitual desde la etapa se eruditas, en tanto dominan varios idiomas y
delmontina. En la propia década del treinta ini- ramas del conocimiento, a las que dan determi-
cia en París la publicación de la «Centuria de nados aportes, a la par que contribuyen al desa-
lepidópteros en la isla de Cuba», con ilustracio- rrollo de diferentes modalidades y temáticas del
nes suyas; y aparecen, también, el Compendio ensayo y el periodismo, impelidas por un afán
de geografía de la isla de Cuba (escrito en 1836; didáctico-divulgativo, de raigambre ilustrada,
en 1860 alcanza diecinueve ediciones), la Carti- para coadyuvar al progreso material y espiritual
lla geográfica (concebida para la enseñanza ele- de Cuba, del que deviene su patriotismo. Les es
mental, se edita en 1839), el Compendio de geo- propio, además, un profundo sentido del deber
grafía moderna (1840; en 1848 se le agrega un social y una amorosa consagración al saber. Sus
atlas de 28 mapas confeccionados por su hijo obras, sobre todo las de madurez, son monu-
Andrés), 61 y un Tratado de mineralogía. Entre mentales, de carácter monográfico, donde pre-
1851 y 1860 aparecen sus Memorias sobre la his- tenden agotar toda la información sobre los te-
toria natural de Cuba. Su obra científica más mas tratados. Y algo que llena de orgullo ya por
importante es la monumetal Ictiología cubana entonces, incluso a sus propios autores, es que
(1883). Cinco años después recoge sus Obras en algunos casos esas obras constituyen contri-
literarias. Le atraen también los estudios buciones al conocimiento universal.
346 SEGUNDA ÉPOCA

2.13.3 Hacia las guerras independentistas: anexionismo, y luego retornan al reformismo,


tendencias, conflictos y autores. El ya en su tercera etapa, y algunos se sumarán des-
reformismo: Francisco de Frías y El Siglo; pués a la gestión independentista.
Mestre; La Aurora. El independentismo La actuación y el pensamiento de Francis-
co de Frías Jacott, Conde de Pozos Dulces
Entre 1845 y 1868, como pudo apreciarse en el (1809-1877), son exponentes representativos de
epígrafe anterior, el ensayo, la oratoria y el pe- los giros y acomodos ideológicos de la burgue-
riodismo sirven de vehículo a un marcado afán sía esclavista criolla en esta etapa. Varios auto-
indagador y sistematizador, a una tendencia res se han referido al espíritu de empresa que
cientificista, que se asienta en el principio de la caracteriza a los Frías: invierten en cafetales, en
evolución, influida por el historicismo hege- el ferrocarril y la urbanización de «El Carmelo»
liano, el darwinismo social y teorías positivistas. y otros negocios más. Los hermanos Francisco,
Ese creciente interés cognoscitivo relacionado José y Antonio, reciben una esmerada educación,
tanto con la naturaleza como con la sociedad y y desde su juventud se inclinan hacia los estu-
cultura insulares va a dar lugar a aportes más o dios que favorecieran no sólo la consolidación
menos sustanciales al desentrañamiento y de- de sus bienes particulares, sino los intereses de
fensa de lo cubano, desempeñando, por ende, su clase y su país. Francisco de Frías desarrolló
una funcionalidad política, que resulta preemi- actividades anexionistas y en 1854 fue desterra-
nente —desde luego— cuando se trata del exa- do a España, trasladándose después a Nueva
men de los problemas y las proposiciones, ante York primero y a Francia después, desde donde
la crisis estructural socioeconómica y política observa con perspicacia las posibles repercusio-
de la colonia cubana, que realizan los intelec- nes del acontecer mundial en la situación de la
tuales criollos, atenazados por dos tensiones: por isla, y vierte sus comentarios sobre estas cues-
un lado, una conciencia y un sentimiento nacio- tiones en las colaboraciones que envía a El Co-
nales que ganan hondura en la medida que se rreo de la Tarde, entre 1857 y 1858, utilizando
agudiza el antagonismo con la metrópoli; por un estilo epistolar, al corte de las Lettres persanes
otro, el temor a la violencia de una acción revo- de Montesquieu o las Cartas marruecas de José
lucionaria para romper la sujeción colonial. Cadalso, a fin de analizar críticamente los pro-
Un sentido conciliador alienta en las solucio- blemas del país desde una perspectiva aparente-
nes prácticas y en las elaboraciones teóricas, que mente distanciada. Dentro del amplio espectro
adecuan las corrientes del pensamiento univer- temático de estos textos resultan de interés sus
sal a las contingencias que gravitan sobre la so- reflexiones —escasas— sobre arte y sus cróni-
ciedad cubana. El ascenso de las contradiccio- cas sobre la actualidad política internacional.
nes hacia su clímax va condicionando un Desde este período comienza a desplegar una
cuestionamiento que llega a resquebrajar con- intensa campaña en pro de las reformas.
cepciones y valores y conduce a las salidas más En 1859 Pozos Dulces entabla una polémica
desesperadas con tal de posponer la hecatombe con el profesor de derecho barcelonés E.
de la clase esclavista. Pero no es menos cierto, Reynals Rabassa, quien había tergiversado lo
por lo mismo, que los escritos y conferencias expuesto en el folleto La cuestión cubana (atri-
de los intelectuales del período fermentan un buido a Porfirio Valiente). En su refutación el
estado de opinión contrario a la dependencia Conde es un continuador de la defensa de la
española, al tiempo que son portadores de otras nacionalidad cubana desplegada brillantemente
contribuciones no menos importantes para la por Saco, adecuándola a las nuevas circunstan-
afirmación de la conciencia y cultura nacionales. cias sociohistóricas. Así, enfatiza que la inter-
Muchas de las figuras que despuntan en las vención de las potencias europeas cooperaría a
mencionadas modalidades expresivas están vin- solventar la situación cubana. No oculta su te-
culadas con el segundo reformismo (e incluso mor respecto a que la debilidad española pudie-
con la tertulia delmontina), más tarde con el ra hacer realidad la africanización de la isla. Niega
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 347

que de la metrópoli pudieran esperarse benefi- base social fundamental de la prosperidad cuba-
cios de ninguna índole, debido al grado de co- na. Consecuentemente estimula el estudio de las
rrupción imperante y la incapacidad para acti- carreras científicas y técnicas, sin menospreciar
var el proceso de su propio desarrollo, que la las humanísticas, y señala la utilidad de interre-
había rezagado incluso de su colonia cubana. lacionar la enseñanza teórica con la práctica, fun-
Como parte de su argumentación, Frías cues- dando escuelas-talleres o granjas escuelas, como
tiona la autenticidad del liberalismo español, en propugnaría José Martí años después.
tanto resalta el de los criollos, junto a su desta- Estas campañas periodísticas, unidas a su an-
cado avance cultural. En ese apasionado alegato terior actuación política, elevan a Pozos Dulces
dice: a los primeros planos de la intelectualidad crio-
lla en la década del sesenta. Por eso, cuando re-
…¿Quién impide, por otra parte, al señor torna a Cuba —en medio de la nueva política
Reynals y a los demás escritores de la pe- metropolitana de la que es sagaz consumador el
nínsula, que remitan bajo el pabellón ex- general Francisco Serrano— el grupo de accio-
tranjero sus producciones a la siempre fiel nistas que adquiere El Siglo 64 lo escoge para que
Isla de Cuba con el objeto de neutralizar asuma su dirección. Inicialmente el periódico no
allí los perniciosos efectos de la literatura es diáfano en cuanto a sus objetivos políticos,
francesa? ¿O será acaso que quiera el cate- que irá develando paulatinamente, y con mayor
drático de derecho privilegios exclusivos énfasis después de 1865; pero de inmediato se
para la literatura como para las harinas y llena de dinamismo y relevancia intelectual, gra-
demás mercancías españolas? ¿Dónde está, cias al talento y erudición de sus colaboradores,
en todo caso, esa decantada literatura pa- con los que gana popularidad y prestigio, a la
tria —hablamos de la contemporánea— par que el ataque furibundo de los sectores del
que sólo se compone de remedos, de imi- colonialismo integrista y reaccionario.
taciones y de pobrísimas traducciones de «La política editorial del periódico no era tra-
cuanto se escribe en francés, en inglés o en zada por Pozos Dulces, sino por el cónclave re-
alemán? ¿No está hoy tan muerta la litera- formista» como indica Cepero Bonilla,65 y se sin-
tura española en España, como la naciona- tetiza en el lema «todo por la evolución, nada
lidad española en Cuba? 63 por la revolución».66 El programa de El Siglo se
va conformando con las propuestas y exhorta-
Durante el bienio 1860-61 Frías vuelve a dar ciones ya formuladas por Frías y las aspiracio-
prioridad a los temas agrarios, y especialmente nes de la burguesía esclavista criolla en esta eta-
los referidos a la industria azucarera y al tan so- pa, que él y el resto de la directiva del periódico
licitado crecimiento de la inmigración blanca, representa: igualdad de derechos con los demás
en El Porvenir del Carmelo, donde se insertan españoles, que se patentizará en una represen-
sus humorísticas e instructivas «Epístolas tación ante el congreso y la extensión de leyes
guajiras». En este periódico continúa preconi- mercantiles, penales y civiles (libertad de
zando la separación del proceso fabril y el agrí- reunión, asociación, prensa y otras) vigentes en
cola en la industria azucarera, las ventajas de la la metrópoli, pero ajustadas a la existencia de la
pequeña propiedad, de la diversificación de los esclavitud, la que debería ser abolida de manera
cultivos, de la aplicación de las últimas técnicas gradual o indemnizando a los propietarios. In-
en el mejoramiento de suelos, etc. En suma, des- cluyen, además, otras demandas y apetencias de
echar los métodos tradicionales y empíricos para beneficio social más amplio, entre ellas la eman-
introducir los avances técnicos y científicos en cipación de la mujer —según los conceptos de
la agricultura constituye la tesis cardinal de su la época, desde luego—, la extensión de la ense-
prédica, con el objetivo de viabilizar la abolición ñanza, haciéndola más técnica y científica, el
de la esclavitud, y que en su lugar aumentara un derecho de los trabajadores libres (artesanos y
campesinado medio, blanco, culto y feliz, como jornaleros) a organizarse, libertad de cultos y
348 SEGUNDA ÉPOCA

otras que, junto al modo en que divulgan los lez del Valle, los antagonistas de Luz en las so-
temas científicos, filosóficos y la literatura, de- nadas polémicas del ’38 al ’40. Mestre llega a con-
muestran a las claras la intención de aceptar a jugar ambas orientaciones, «entre las cuales
los demás sectores de la sociedad colonial como [dice] se notan grandes diferencias, aunque no
apoyo a las gestiones reformistas. tan profundas como generalmente se piensa…» 69
La habilidad de Pozos Dulces como escritor En este sentido vale recordar la precisión de
coadyuva a estos propósitos. Tiene dotes de Carlos Rafael Rodríguez: «Más que sobre su
polemista y sabe matizar de intensidades metafísica y epistemología iba a ejercerse el ma-
afectivas (indignación, profecía, ironía…) su gisterio de Luz sobre la conducta de Mestre.» 70
expresión, para descalificar las ideas contrarias En él, como en otros jóvenes criollos, arraiga el
y persuadir de la validez de las suyas. En sus ar- principio del deber como el esencial de la con-
tículos predomina el didactismo, pero su estilo ducta humana, inculcado, a través de sus prédi-
es ágil y ameno, incluso cuando trata temas que cas y su ejemplo, por el insigne profesor de El
pudieran considerarse especializados o de un Salvador. Al claustro de esta institución docen-
interés muy específico. Utiliza con frecuencia te ingresa el joven José Manuel en 1851 y se
las construcciones dialógicas, la modalidad epis- mantiene en él durante una década, fungiendo
tolar y otros recursos que imprimen un tono primero como profesor y luego como subdirec-
coloquial, que tiende a buscar un mayor acerca- tor. Aspira también a ser profesor universitario;
miento al receptor, al tiempo que incorpora con- así, en 1855 expone sus Consideraciones sobre el
venientemente giros o expresiones de matiz placer y el dolor, para optar por una cátedra en la
popular. Facultad de Filosofía. 71 Para Carlos Rafael
La labor proselitista de El Siglo rinde enor- Rodríguez, la mencionada disertación «[s]e tra-
mes beneficios al movimiento reformista, que ta del más buido análisis del utilitarismo como
llega a contar con miles de seguidores 67 aun principio moral, en que muestra un conocimien-
«sin haber sido verdaderamente popular», 68 to actual y minucioso de los utilitarios, desde
como atestigua Enrique Piñeyro, y posibilita que Epicuro a Bentham».72 En ella Mestre afirma que
el Ministerio de Ultramar convoque a la Junta «el hombre tiene un fin […] consistente en de-
de Información, donde se oiría a los represen- sarrollarse en todas direcciones, y el bien para él
tantes de Puerto Rico y Cuba. Entre estos últi- no puede encontrarse sino en el desenvolvimien-
mos se encuentra Frías, quien por este motivo to integral y armónico de todas sus facultades y
deja la dirección del vocero del tercer reformis- en su aplicación a todos los órdenes de cosas,
mo a Rivero y Mestre, para retomarla en agosto conforme al orden general y a la naturaleza de
de 1867. Frustradas las ambiciones de cambios cada cosa en particular».73 Es obvio que éste es
pacíficos, se desmorona nuevamente la endeble criterio rector para la intelectualidad del perío-
unidad de pensamiento y acción de los políticos do, que ve en la esclavitud y el despotismo co-
criollos. La decepción de Pozos Dulces se tras- lonial los grandes obstáculos para esa realiza-
luce en los exiguos escritos que publica en La ción humana.
Opinión (1868), sucesora de El Siglo. Ideólogo Lo más logrado del quehacer intelectual de
de un grupo social contradictorio y débil, con Mestre y representativo de la tendencia evolu-
cuyos intereses es incapaz de romper, no secun- cionista que domina el período es De la filosofía
da la gesta del 68. Un año antes de que esta con- en La Habana, conferencia inaugural del curso
cluyera, Francisco de Frías muere en París. académico 1861-62 en la Universidad. Mestre
Uno de los principales accionistas y editores parte del supuesto que «[c]ada época de la hu-
de El Siglo es José Manuel Mestre (1832-1886), manidad encierra una síntesis de todas las que le
quien aborda con predilección la filosofía, cuyo han precedido…» 74 y de que «[p]or esa razón,
estudio había realizado en la Universidad sin duda, han adquirido tamaña importancia los
habanera, donde tuvo como profesores a los estudios históricos en nuestro tiempo…»; 75 a
hermanos Manuel y José Zacarías Gonzá- lo que agrega: «Echemos también nosotros si-
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 349

quiera una ojeada sobre el pasado; y tratemos literaria de nuestra patria, y este es sin duda un
de encontrar en él la explicación del presen- título de gloria que lo recomendará siempre a la
te…»76 Así, ofrece una exposición histórico-crí- estimación general» 82 y que «es de advertirse
tica de las concepciones filosóficas en Cuba, que aun en los [escritos] que no tienen determi-
desde el inicial predominio de la escolástica hasta nantemente tal carácter, se nota por regla gene-
la década del sesenta, para explicar y fundamen- ral una propensión más o menos marcada hacia
tar sus propios criterios. En ese recuento fija la el causalismo de la ciencia».83
significación de José Agustín Caballero, como El proceso de avance de las ideas filosóficas
propiciador del tránsito hacia la modernidad, es- en Cuba se denota, pues, a través de los hitos
pecialmente con la Filosofía ecléctica, 77 indican- que constituyen sobresalientes criollos dedica-
do que «no fue esa la única manifestación de me- dos a su enseñanza. Este procedimiento se aban-
joramiento intelectual que apareció al principio dona, al final, para enjuiciar de manera global el
del presente siglo como precursora de una era momento que le es contemporáneo al autor: «La
de mayor adelanto y perfección».78 Es significa- tendencia del movimiento filosófico actual, si
tivo que Mestre quiera destacar, adjudicándole es que experimenta alguna, puede definirse, al
el criterio a Varela, que tanto Caballero como menos según lo alcanzo, de una manera muy
luego sus discípulos son eclécticos. A pesar de breve. Es la misma de nuestro siglo analizador y
que evidentemente no comparte muchas de las concienzudo; no es otra que la de nuestra posi-
concepciones de Varela, lo juzga «acreedor al tivista civilización.» 84 Según Mestre, la filoso-
puesto más importante en nuestra reducida ga- fía es «La Ciencia por excelencia y el comple-
lería filosófica», pues «se le atribuye con funda- mento de todas las demás»;85 agrega que «siendo
mento la regeneración intelectual de nuestro la Filosofía la esencia y espíritu de la ciencia, la
país». 79 De modo que demuestra la justeza del Lógica es su fórmula legítima y nada más» 86 y
aserto de Luz, sobre quien expresa, de manera considera asimismo que «la gran misión de la
conclusiva, que «para caracterizar su doctrina, ciencia es la de armonizar la práctica y la teo-
si no temiera incurrir en el defecto del exclusi- ría». 87 En perfecto acuerdo con las teorías
vismo que tan a menudo traen consigo las clasi- positivistas, Mestre desecha los principales te-
ficaciones, diría que en su fondo y esencia pue- mas y problemas filosóficos, considerándolos
den expresarse con esta sola palabra: ¡Armonía!» 80 como especulativos o metafísicos, o sea, por no
Es obvio que Mestre no pretende demostrar la estar sujetos a comprobación experimental. Por
facultad electiva que se arrogan los pensadores eso también cree improcedente la distinción
criollos, en el intento de ajustar los sistemas entre materialismo y espiritualismo en el terre-
universalmente prevalecientes a nuestras cir- no de las ciencias. Pero, como señala el ya cita-
cunstancias, cosa que es cierta, sino que subra- do Carlos R. Rodríguez: «En su pensamiento
ya una tendencia conciliacionista de la que se [hay] una actitud cautelosa que ciñe lo que de
siente legatario. positivista pudo tener. Adversario de la metafí-
Mestre declara que para la elaboración de este sica divagadora, asume ante sus temas finales una
ensayo ha tomado datos de «una obra tan inte- actitud conciliatoria.» 88
resante como curiosa que acaba de publicar mi A pesar de las muchas diferencias entre am-
querido maestro y amigo D. Antonio Bachi- bos, en los criterios de José Manuel Mestre so-
ller», 81 aunque no lo distingue en el desarrollo bre el positivismo pudo haber influido, en algu-
de su exposición. En las notas aclaratorias es na medida y manera, su hermano Antonio, quien
donde pondera la influencia de Bachiller, sobre regresa a Cuba precisamente en 1862, después
todo por la difusión que realiza de las doctrinas de haber culminado la carrera de medicina en
de pensadores italianos y alemanes, especialmen- Francia y una breve estancia en España. 89 Se
te de Krause. Afirma allí que «[e]l nombre del afirma que «Antonio Mestre halló en el positi-
Sr. Bachiller, en una palabra, está íntima e insepa- vismo una doctrina que correspondía a la con-
rablemente relacionado con la vida filosófica y cepción que adquiriera del trabajo científico du-
350 SEGUNDA ÉPOCA

rante sus estudios en la Universidad de París». 90 dades de reforma, pero Mestre le da un nuevo
Con un discurso titulado De la propiedad in- sentido y lo utiliza con galanura.
telectual, 91 José Manuel se gradúa de doctor en Como indica Carlos Rafael Rodríguez,
Derecho civil y canónico, en 1863, aunque des- Mestre también se vale de su prestigio para alla-
de años antes escribía sobre cuestiones jurídi- nar las discrepancias existentes entre los emi-
cas en la prensa. Como Pozos Dulces y otros grados y los combatientes de la manigua, por
coetáneos, luego de militar en las filas del anexio- esa razón «escribe a Ignacio Agramonte, de
nismo —«como una fórmula temporalmente quien fue profesor, y a Antonio Zambrana, re-
acatable—» 92 Mestre se convierte en uno de los comendándoles no se dejen llevar por nuestra
abanderados de las reformas. No obstante, vieja herencia española de indisciplina».94 Más
«[n]unca creyó sincera la oferta española, y la que por partidismo o admiración hacia Céspe-
misma incredulidad poseía a casi todos los que des, Mestre intenta conciliar a los jefes mambises
dirigieron el reformismo»; 93 por eso no lo sor- porque considera indispensables el orden y el
prende en verdad el desenlace de la Junta de In- equilibrio para el progreso social o cualquier
formación. En marzo de 1869 marcha al exilio y empresa humana, criterio que sirvió de soporte
se pone al servicio de la propaganda indepen- a Agramonte en una disertación ante el claustro
dentista. En sus colaboraciones periodísticas y universitario en 1865. 95 Pero si en un momento
sus discursos se trasluce su amplia cultura y el determinado discípulo y profesor coincidieron
lenguaje es manejado con elegancia. Resulta in- en sus concepciones, el conservadurismo de
teresante el discurso pronunciado en el Cooper Mestre lo alejaría cada vez más de la radicalidad
Institute de Nueva York, por el cuarto aniversa- política y la actuación verticalmente revolucio-
rio del estallido de la revolución independentista naria de Agramonte.
(publicado en La América Ilustrada, con el títu- Después del Zanjón revive la falta de fe de
lo «El aniversario del diez de octubre»), osten- Mestre en la capacidad de los cubanos para ob-
tando ya la representación de la República de tener la independencia y su inclinación al
Cuba en Armas en Estados Unidos, designado anexionismo, incluso toma la ciudadanía esta-
por Carlos Manuel de Céspedes a la muerte de dounidense, hecho que se ha explicado por su
J. Morales Lemus. Este discurso forma parte de acendrado antiespañolismo y la condena de que
la estrategia desplegada por la dirección de los fue objeto en el 69. Cuando regresa definitiva-
emigrados a fin de que el gobierno estadouni- mente a Cuba en 1881, elude la política y se en-
dense reconociera la beligerancia de los cuba- trega por entero al quehacer intelectual; colabora
nos, su organización republicana y les brindara de modo especial con la Sociedad Antropológica
apoyo. Así, establece un paralelo entre la guerra de la Isla de Cuba, que le publica su ensayo Una
de independencia norteamericana y la revolución raza prehistórica de Norte América: los terra-
que los cubanos habían emprendido para libe- pleneros (mound builders), en 1884, donde rati-
rarse de España, intentando probar que las cau- fica su confianza en la ciencia como factor de
sas de estos últimos eran mucho más podero- progreso social. Dos años después muere en La
sas. Esta idea es desarrollada, alegóricamente, a Habana.
partir de las imágenes de dos cuadros: el prime- En el mencionado periódico El Siglo se anun-
ro alusivo al desembarco de Hernán Cortés en cia —el 20 de octubre de 1865— que «dedicado
las playas de México, mientras que en el otro a la honrada clase de artesanos, verá dentro de
aparecían los Peregrinos en la roca de Plymouth. algunos días la luz pública un nuevo semanario
Esta comparación, para evidenciar las deseme- titulado La Aurora», 96 acontecimiento feliz pues
janzas esenciales entre el sistema de dominación contribuiría a la ilustración de ese sector social,
colonial hispano y el inglés, no es un recurso que merecía, según se expresa, particular aten-
novedoso, como se sabe; había devenido una ción y «[p]or eso hemos hablado en bien de las
constante desde que la utilizaron nuestros pri- sociedades de artesanos de San Antonio y de la
meros ensayistas para fundamentar las necesi- Habana; y tenemos la satisfacción de haber me-
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 351

recido de la primera una explícita declaración del mejoramiento educacional y de las condi-
en favor del interés y justicia con que “El Siglo” ciones sanitarias, libradas en el semanario de los
ha mirado siempre a los artesanos».97 La nota artesanos, El Siglo y otras publicaciones, se le
ofrece, además, un dato curioso en cuanto al da el sobrenombre de bienhechor de los pobres.
semanario de los artesanos: «Su dirección estará Para la fecha en que Reyes entra a formar parte
a cargo de dos escritores bastantemente cono- de la dirección de La Aurora Saturnino Martínez
cidos de nuestra república literaria».98 Se alude a ha perdido bastante prestigio entre algunos cír-
Saturnino Martínez —asturiano cuyas preten- culos del naciente proletariado, por su compor-
siones literarias son estimuladas en la tertulia tamiento conciliacionista.
de Nicolás Azcárate y que en breve ocuparía la Varias voces se alzan en La Aurora para acon-
presidencia de la Asociación de Tabaqueros— y sejar a su directiva que no acoja tantos esper-
Manuel Sellén. pentos poéticos, en tanto que es significativo el
La Aurora aparece cuando la literatura es una interés que demuestran en algunos escritos por
de las armas más efectivas en la competencia de la poesía popular. Junto a las composiciones en
los periódicos por acrecentar el número de sus este género y en prosa de los escritores criollos,
suscriptores. 99 Los promotores de esta publi- se publican traducciones (de Schiller, Mickie-
cación están conscientes, además, del poderoso wicz, Béranger, Heine y otros), respondiendo
influjo ideológico y cultural ejercido por la al gusto de la época.
prensa. 100 Los editores de La Aurora tienen que hacer
La mayor parte de los intelectuales que es- frente tanto a los que le critican el amplio espa-
tampan sus firmas en las diversas publicaciones cio consagrado a la literatura y su tibieza ante
del momento y frecuentan las tertulias y vela- los asuntos obreros, como a los ataques de El
das literarias, participa en la fundación y Ajiaco, Don Junípero, El Fanal de Puerto Prín-
redacción de la primera publicación dirigida cipe y otras publicaciones reaccionarias encabe-
específicamente a los núcleos germinales del zadas por el Diario de la Marina, que conside-
proletariado insular. Señala José A. Portuondo ran nocivas todas las iniciativas del semanario.
que Joaquín Lorenzo Luaces y Alfredo Torro- A pesar de que el Capitán General Dulce es con-
ella «colaboraban con plena consciencia de po- tinuador de la sabia contemporización de Serra-
ner sus talentos al servicio de una clase injusta- no en el gobierno, La Aurora desmiente con te-
mente explotada». 101 Esta actitud se plasma nacidad la acusación de ser un periódico político.
artísticamente en el romance «Marquistas y En «El porvenir literario de Cuba», José de Je-
vegueros» (publicado el 17 de diciembre de 1865, sús Márquez rectifica los propósitos y el pro-
en La Aurora) y otras composiciones del pri- grama de la publicación, resumiéndolos en que
mero, y en el drama «Amor y pobreza» del se- «no aspira más que al bien de nuestra provincia
gundo, que es criticado acerbamente por española, y si ella consigue salir airosa en su
Juan María Reyes, «un artesano de notable cul- empresa será su mayor placer haber contribui-
tura y vida novelesca»,102 en las páginas del mis- do a su adelanto».105 A Márquez se deben los
mo semanario, poniendo de relieve «toda la fal- mejores artículos sobre las ventajas de las aso-
sedad romántica de aquella nueva moda literaria ciaciones, como parte de la propaganda que
que no podía llevar sus generosas intenciones acompaña la gestación de la Asociación de
más allá de una estéril compasión o de una exal- Tabaqueros de La Habana, una de las primeras
tación falseadora de la amarga realidad proleta- organizaciones obreras de nuestro país. «De to-
ria».103 Juan María Reyes pasa a ser codirector y dos los colaboradores del semanario de los arte-
administrador de La Aurora, en enero de 1867, sanos él fue el de más aguda visión en los pro-
debido a que «sus ideas están completamente blemas económicos, el más capacitado también
identificadas con la índole y tendencia de nues- en tales cuestiones», 106 indica José A. Por-
tro programa».104 Reyes no sólo se ocupa del tuondo. Márquez también se ocupa de la divul-
quehacer literario; por sus campañas en favor gación técnica y científica.
352 SEGUNDA ÉPOCA

En cuanto a esta última resulta llamativa la boración abarca otros asuntos de interés social.
serie de artículos escritos por Manuel Sellén so- Con esa intensa labor de difusión cultural y
bre el origen de las artes, del comercio, de la las campañas que llevan a implantar la lectura
agricultura y otras actividades, interpretando la en las tabaquerías, la creación de una escuela para
evolución del hombre con las ideas del darwi- artesanos y de un horario nocturno en la biblio-
nismo social. Entre varios trabajos de Antonio teca pública y otras iniciativas tendientes a ele-
López Prieto se destacan un extenso estudio so- var el nivel educacional de los trabajadores, uni-
bre Torcuato Tasso y el artículo «La Aurora», don- das a su cruzada contra la vagancia, el juego y
de —aludiendo al nombre del semanario— trata otros vicios —haciéndose eco de las argumen-
este fenómeno de la naturaleza, combinando lo taciones de Saco, desde 1830, para sanear la vida
científico y lo literario. Fernando Urzais, que social—, a lo que se suma el examen de los pro-
escribe novelas, poemas y esbozos biográficos blemas agrarios y de la situación de la mujer,
para el periódico, se enfrenta a la superstición y entre otros aspectos relacionados con el progre-
la ignorancia, en un intento de explicación cien- so espiritual y material de la colonia cubana, La
tífica del rayo, el trueno, la tormenta y el relám- Aurora, desde su orientación reformista en lo
pago, motivos literarios gratos a los escritores político y social y durante las tres etapas de su
románticos. Mayor profundidad de conocimien- existencia entre 1865 y 1868,107 contribuye al
tos científicos muestran autores como Felipe avance no sólo de la conciencia clasista de los tra-
Poey y Antonio Bachiller y Morales, cuya cola- bajadores, sino al de la cultura criolla en general.

NOTAS
(CAPÍTULO 2.13)

1
Rafael Azcárate y Rosell: Nicolás Azcárate el refor- Iraizoz en su ensayo La crítica en la literatura cuba-
mista. Editorial Trópico, Habana, 1939, p. 63. na (Imprenta «Avisador Comercial», La Habana,
1930, p. 31):
2
José Fornaris: «¿Será preciso ser poeta para ser crí-
tico?», en Cuba Literaria. Tomo II, 1862, p. 216. La agudeza del elemento subjetivo en la críti-
ca dio amplio vuelo al impresionismo. La crí-
3
José Fornaris: «Críticos cubanos», en Floresta Cu- tica impresionista en Cuba tuvo en Juan Cle-
bana. 1856, p. 294. mente Zenea a manera de un precursor, en los
4
Rafael María de Mendive: «Influencia de la poesía», esbozos que hizo sobre la literatura en Norte-
en Revista de La Habana. Tomo I, pp. 14-15. América […]
5
Rafael María de Mendive: «Colón, crítica a un poe-
9
Rafael Azcárate: ob. cit. (1939), p. 56.
ma de Ramón Campoamor», en Revista de La Ha- 10
Ramón Zambrana: «Diferentes épocas de la poesía
bana. Tomo IV, 1855, p.133. en Cuba», Revista de La Habana, 1854, tomo III, p.
6
Juan Clemente Zenea: «Rafael María de Mendive», 137.
en Floresta Cubana. 1856, p. 65. 11
Ramón de Palma: «Cantares de Cuba», en Revista
7
Juan Clemente Zenea: «Revista literaria», en Revis- de la Habana. 1845, tomo III, p. 243.
ta Habanera. Tomo I, p. 24. 12
Instituto de Literatura y Lingüística: Diccionario de
8
No ha sido un criterio unánime entre los estudio- la literatura cubana. Editorial Letras Cubanas, Ciu-
sos de la literatura cubana, pero diversas opiniones dad de La Habana, 1980, tomo I, p. 827.
insisten en considerar a Zenea como uno de los prin- 13
Salvador Bueno: Enrique Piñeyro y la crítica litera-
cipales impulsores de la crítica impresionista. Pue- ria. Instituto Nacional de Cultura, Ministerio de
den tomarse como ejemplo las palabras de Antonio Educación, Habana, s.a., p. 8.
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 353

14
Ob. cit., p. 89. como se sabe; en las primeras décadas del siglo XX
puede citarse el caso del músico Eduardo Sánchez
15
Pablo Guadarrama: «El papel de Enrique Piñeyro
de Fuentes, quien se apoya en Bachiller (especial-
en la introducción del positivismo en Cuba», en Is-
mente en Cuba primitiva) para sostener la errada
las. Santa Clara, (65): 170, enero-abril, 1980.
tesis de que el indigenismo es una de las raíces de
16
José Fornaris: «Introducción a Cuba poética. Co- nuestra música —enarbolando el Areíto de Ana-
lección escogida de las composiciones en verso de caona—, lo que fue combatido por Fernando Ortiz,
los poetas cubanos desde Zequeira hasta nuestros Alejo Carpentier y otros intelectuales.
días. Imprenta de la viuda de Barcina, Habana, 1861, 28
En este sentido, llama la atención que si Palma, su
p. 4.
principal contendiente en la polémica del 38, no
17
Rafael Azcárate: ob. cit (1939), p. 48. había alcanzado en ella la hondura reflexiva de Ba-
chiller, al mantenerse atrapado en los códigos de la
18
Cirilo Villaverde: «Prólogo a Una feria de la Cari-
racionalidad y el buen gusto de los ilustrados y
dad en 183…», en Letras. Cultura en Cuba 4. Ed.
neoclásicos, no sólo diera concreción en sus crea-
Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana, 1987,
ciones artísticas a discretos exponentes de nuestro
p. 52.
romanticismo, sino que llega a superar a éste en la
19
Se sabe que Antonio Bachiller suscitó entre sus con- valoración de la décima. Bachiller menciona esta
temporáneos y enjuiciadores posteriores las más indagación de Palma en los Apuntes, t. II, ed. cit.,
variadas —e incluso controvertidas— opiniones. Esa nota al pie de la página 92.
gama oscila entre el cuestionamiento parcial o la total 29
Ob. cit, p. 66
negación del valor de sus obras y la sobrevaloración
de las mismas, en correspondencia con el apelativo 30
Parece que alude a los hermanos José Zacarías y Ma-
de patriarca de las letras cubanas. José Martí, en el nuel González del Valle.
esbozo biográfico que le dedica diez días después 31
Antonio Bachiller Morales: Apuntes, t. II, ob. cit.,
de su muerte, justiprecia la significación de Bachi-
pp. 136-137.
ller, aunque el artículo dio lugar —como también se
conoce— a un enfrentamiento con Manuel de la 32
Ob. cit., p. 90.
Cruz, quien impugnaba la valía de la obra del histo- 33
Ob. cit., p. 89.
riador, considerándola «una naos del siglo XVI, ates-
tada de papiros, códices e infolios, que va por el 34
Ob. cit., p. 93.
Océano sin tripulantes y al acaso, envuelta en impe- 35
Ob. cit., p. 96.
netrable atmósfera de nieblas».
36
Ob. cit., p. 102.
20
Manuel de la Cruz: Cromitos cubanos. Ed. Arte y
Literatura, La Habana, 1975, pp. 184-185. 37
Ob. cit., p. 104.
21
Tomás Fernández Robaina: «Aproximación crítica 38
En La historiografía literaria del liberalismo hispa-
a los catálogos de Antonio Bachiller y Morales noamericano, Beatriz González Stephan pone de re-
(1812-1889)», en Revista de la Biblioteca Nacional lieve la paradoja de que en algunos países sacudidos
José Martí, Año 80, 3ra época, vol. XXXI (1): 63- por convulsiones sociales y políticas (citando los
70, enero-abril, 1989. ejemplos de Venezuela, México y Guatemala) las
tentativas de historias literarias no surgen hasta los
22
José Martí: «Antonio Bachiller Morales» (El Avisa-
años ochenta; en tanto que en aquéllos donde el
dor Hispanoamericano, Nueva York, 24 de enero de
proyecto liberal se materializa de forma más mode-
1889), en Obras completas, t. 5. Ed. Ciencias Socia-
rada este tipo de trabajos aflora en la década del se-
les, La Habana, 1975, p. 151.
senta e indica que «el caso más extremo lo constitu-
23
Antonio Bachiller Morales: Apuntes, t. II, ob. cit., ye los Apuntes […] que aún en el mercado político
p. 65. de Cuba colonial entrega la primera aproximación
para la historia literaria de su país. Este último tra-
24
Ob. cit., p. 106.
bajo ya trasluce una perspectiva nacionalista, que
25
Ob. cit., pp. 65-66 (la cursiva aparece en negrita en habría de concretarse con la posterior independen-
el original). cia de Cuba…» (La historiografía literaria del libe-
ralismo hispanoamericano del siglo XIX. Premio En-
26
Ob. cit., p. 66.
sayo, Casa de las Américas [La Habana], 1987, pp.
27
Estas concepciones alcanzaron dilatada resonancia, 186-187).
354 SEGUNDA ÉPOCA

39
Ob. cit., p. 102. 53
Pedro José Guiteras: «Prólogo». Historia de la isla
de Cuba, t. I. La Habana, 1927, p. 2.
40
Ob. cit., p. 95.
54
José Manuel Carbonell: «Pedro A. Santacilia», en
41
Ibíd.
Pedro Santacilia, su vida y sus versos. Imprenta El
42
Ibíd. siglo XIX, La Habana, s/f, p.5.
43
Según registran Martí y Vidal Morales, en esta dé- 55
Pedro A. Santacilia: Lecciones orales sobre historia
cada Bachiller vuelca sus criterios sobre la revolu- de Cuba. Imprenta de Luis E. Cristo, Nueva
ción del 68 en las cartas que envía al director de El Orleáns, 1859, p. IX.
siglo XIX, de México, al tiempo que prepara una His- 56
Sabido es que Santacilia conoce posteriormente a
toria de la idea revolucionaria en Cuba, con apéndi- Benito Juárez, a quien se une y del que llega a ser
ces documentales, y La revolución de las colonias secretario y yerno. Al estallar la revolución del 68
españolas por fuera, historia de su evolución en el ex- se le designa su agente en la república azteca; por
terior, en especial de Cuba, entre 1869 y 1878, que entonces colabora con publicaciones de los emigra-
quedan inéditas; algo curioso, si se recuerda que era dos cubanos en Nueva York.
suegro de Néstor Ponce de León, en cuya imprenta
se editaron varios textos ensayísticos de importan- 57
Se conoce que otros intelectuales criollos cercanos
cia sobre ese magno acontecimiento. Bachiller re- a Narciso López ofrecen de este una visión parecida
dacta, además, una Guía de la ciudad de Nueva York a la de Arnao; tal es el caso, por ejemplo, de Cirilo
(1872), una Historia universal (1874), traduce li- Villaverde en General López, the Cuban patriot (fo-
bros —uno de ellos de lectura para niños— y escri- lleto publicado con las iniciales C.V., sin pie de im-
be artículos para ganar el sustento. prenta, c. 1849), La revolución de Cuba, vista desde
Nueva York… (1869) y otros escritos, incluido el
44
Editado en 1881 por la imprenta de Miguel de la prólogo de la versión definitiva de Cecilia Valdés
Villa, con ilustraciones de Víctor Patricio de (1882). Por esta vía, Herminio Portell Vilá llega a
Landaluze. manipulaciones altamente tendenciosas, refutadas
45
Publicada inicialmente en 1883 por la propia im- por el historiador marxista Sergio Aguirre en sus
prenta de M. de la Villa en La Habana. «Quince objeciones a Narciso López» (1953).
46
Emilio Roig de Leuchsenring: «Nota preliminar»,
58
Se ha expresado que prestó diversos servicios téc-
Cuba, monografía histórica que comprende desde la nicos al gobierno español, entre ellos la entrega de
pérdida de la Habana hasta la restauración española. un plano con la descripción topográfica y militar de
Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, la zona de Pinar del Río por donde desembarcó la
1962, p. 2 expedición de Narciso López, por lo cual se le con-
sideró un traidor.
47
La primera edición de Cuba primitiva es realizada 59
En los Anales se publica cerca de una cuarentena de
en 1880 por la Revista de Cuba: tres años después
estudios sobre medicina, y una veintena dedicados
aparece una segunda versión, corregida y aumenta-
a ciencias naturales, agricultura y educación, respec-
da, impresa por M. de la Villa, en La Habana.
tivamente.
48
En la página 99 de la primera versión de Cuba pri- 60
Rolando Misas: «El Liceo de la Habana como ante-
mitiva, Bachiller expone el siguiente supuesto: «los cedente de la antigua Academia de Ciencias», Con-
americanos no traen su origen de ninguno de los ferencias y estudios de historia y organización de la
pueblos que existen actualmente en el antiguo mun- ciencia, núm. 49. La Habana, 1986.
do: a lo menos no hay razones para creerlo así…»
61
Estos textos fueron utilizados en colegios como San
49
Fernando Ortiz: Arqueología indocubana. La Ha- Cristóbal y El Salvador, que gozaban de justa repu-
bana, 1935, p. 131. tación por la calidad de su enseñanza moderna.
50
José Antonio Portuondo: «Hacia una nueva histo- 62
Sobre el particular puede verse: Pablo Guadarrama:
ria de Cuba», Crítica de la época y otros ensayos. Uni- «El positivismo contiano de Andrés Poey», en Islas,
versidad Central, Las Villas, 1965, pp. 30-31. (72) 61-83 mayo-agosto, 1982.
51
Ramón de la Sagra: Historia física, económico-polí- 63
Francisco de Frías: Reformismo agrario. Dirección
tica, intelectual y moral de la isla de Cuba. París, 1861, de Cultura. Cuadernos de cultura, La Habana, 1937,
p. 2 cuarta serie, número 1, p. 164.
52
José Antonio Portuondo: ob. cit., p. 31. 64
El Siglo había sido fundado en 1862 por José Quintín
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 355

Suzarte, quien fue uno de los directores de El 79


Ob. cit., p. 185 y 198.
Correro de la Tarde. En 1863 fue comprado por un 80
Ob. cit., p. 209.
grupo de accionistas; entre los principales estaban
José Morales Lemus (presidente del consejo direc- 81
Ob. cit., p. 182.
tivo), Francisco Calderón Kessel, José Manuel 82
Ob. cit., p. 221.
Mestre, Miguel Aldama, José Valdés Fauli, Pedro
Martín Rivero, José Silverio Jorrín, Antonio 83
Ob. cit., p. 222.
Fernández Bramosio, José Antonio Echeverría, 84
Ob. cit., p. 213.
Leonardo del Monte y otros.
85
Ob. cit., p. 215.
65
Raúl Cepero Bonilla: «El Siglo (1862-1868). Un pe-
riódico en lucha contra la censura», en Obras histó- 86
Ob. cit., p. 216.
ricas. Instituto de Historia, Academia de Ciencias 87
Ob. cit., p. 218.
de Cuba, La Habana, 1963, p. 254.
88
Carlos Rafael Rodríguez: ob. cit. (1987), p. 79.
66
El Siglo. Año 5, número 52, 10 de marzo, 1866.
67
El manifiesto enviado al Duque de la Torre, en Ma-
89
Pedro M. Pruna y Rosa M. González: Antonio
drid, el 12 de mayo de 1865, solicitando reformas Mestre en la cultura científica cubana del siglo XIX
para el gobierno de Cuba, fue firmado por más de (Editorial de la Academia de Ciencias de Cuba, La
veinticuatro mil personas. Habana, 1987, p. 56). Estos autores afirman: «El
quehacer de los dos hermanos difirió notablemen-
68
Enrique Piñeyro: Morales Lemus y la Revolución de te. Antonio Mestre admiraba al positivista Littré;
Cuba. Universidad de La Habana, Cuadernos cu- mientras que José Manuel seguía a Varela y a Luz en
banos, núm. 7. La Habana, 1969, p. 2. la tarea de pensar en términos nacionales. El her-
69
José Manuel Mestre: «De la filosofía en La Haba- mano mayor fue activo en la política municipal y
na», en Obras. Editorial de la Universidad de La Ha- universitaria, el menor rehuía inmiscuirse en traji-
bana, Biblioteca de autores cubanos, 1965, p. 205. nes políticos. El abogado fue separatista y anexio-
nista —aunque no con fines económicos—, el mé-
70
Carlos Rafael Rodríguez: «José Manuel Mestre. La dico fue reformista. Antonio, después de su regreso
filosofía en La Habana», en su Letra con filo. Edi- de Francia, no salió del país, José Manuel vivió lar-
ciones Unión, Ciudad de La Habana, 1987, tomo gos años en los Estados Unidos y adoptó la ciuda-
III, p. 76. danía de ese país. A ambos los unía —empero— el
71
En 1850 había sido admitido como profedor suplen- cultivo de las letras, el profuso deseo de que su pa-
te de Geografía e Historia, y un año después inte- tria avanzara por la vía del progreso de las artes y las
gró el claustro de la Facultad de Filosofía, como ciencias, y —sobre todo— un verdadero cariño fra-
profesor supernumerario de Lógica, Metafísica y ternal.»
Moral, que desempeñó hasta 1855, en que fue nom- 90
Ob. cit., p. 36.
brado numerario.
91
José Manuel Mestre: De la propiedad intelectual. Dis-
72
Carlos Rafael Rodríguez: ob. cit., p. 76. curso para el doctorado, leído y sostenido, el sábado 5
73
José Manuel Mestre: «Consideraciones sobre el pla- de diciembre de 1863. Imprenta La Antilla, Habana,
cer y el dolor», en Obras, ob. cit. (1965), p. 146. 1863.
74
José Manuel Mestre: «De la filosofía en la Habana», 92
Carlos Rafael Rodríguez: ob. cit. (1987), p. 83.
en Obras, ob. cit., p. 178. 93
Ibíd.
75
Ob. cit. 94
Ob. cit., p. 87.
76
Ob. cit., p. 179. 95
Ver el «Discurso pronunciado por el Sr. D. Ignacio
77
Como se sabe el título del texto de Caballero se ha Agramonte y Loinaz, en el acto de recibir la investi-
traducido del latín, más apropiadamente, Filosofía dura del grado de Licenciado en Derecho Civil y
electiva; el utilizado por Mestre tiene una evidente Canónico, ante el Claustro de la Real Universidad
connotación, que se corrobora en los criterios ver- de La Habana», en Patria y mujer, Cuadernos de
tidos en el ensayo. Cultura, Quinta serie, núm. 5, La Habana, 1942,
pp. 33-50.
78
José Manuel Mestre: «De la filosofía en La Haba-
na», en ob. cit. (1965), p. 182. 96
Citado por José Antonio Portuondo en «La Auro-
356 SEGUNDA ÉPOCA

ra» y los comienzos de la prensa y la organización 104


La Aurora, año 2, núm. 27, 27 de enero de 1867.
obrera en Cuba. Imprenta Nacional de Cuba, La
Habana, 1961, p. 23.
105
La Aurora, entrega 29, 6 de mayo de 1866, pp. 2-3.
97
Ibíd. 106
José Atonio Portuondo: «La Aurora» y los comien-
zos de la prensa y la organización obrera en Cuba, en
98
Ibíd. ob. cit. (1960), pp. 60-61. (Este autor destaca que
99
Esta afirmación es hecha por Ambrosio Fornet en Márquez es una de las figuras más interesantes del
su documentado artículo «Literatura y mercado en incipiente obrerismo cubano, no sólo por sus
la Cuba colonial (1830-1860)», Casa de las Améri- artículos basados en las ideas cooperativistas, sino
cas, XIV (84): 47-48, 1974. por sus novelas, trabajos históricos, el «Catecismo
democrático» y otros escritos.)
100
Este criterio subyace en muchos artículos de La Au-
rora y otros periódicos de la etapa y es medular en 107
La Aurora salió a la palestra financiada por los
el de José de Jesús Márquez titulado «Los periódi- tabaqueros de la fábrica Partagás, donde trabajaba
cos» (La Aurora, entrega 38, 8 de julio de 1866, p. Saturnino Martínez. El primer número está fecha-
3). do el domingo 22 de octubre de 1865. Tuvo tres
101
José Antonio Portuondo: Bosquejo histórico de las épocas con formatos diferentes. Manuel Bellén, José
letras cubanas. Ministerio de Educación, Dirección de Jesús Márquez y Juan María Reyes fungieron
General de Cultura, La Habana, 1960, p. 23. como codirectores. Al inicio y en el último período
de su existencia se dio énfasis a la literatura. Des-
102
Ed. cit. (La crítica al drama de Torroella ocupa dos pués de varios altibajos, el 3 de mayo de 1868, cam-
números: La Aurora, año 2, núm. 5, 26 de agosto de bió el subtítulo de «Semanario de ciencias, literatu-
1866, p. 3, y núm. 6, 2 de septiembre de 1866, p. 2.) ra y crítica», iniciando su tercera —y última— época,
103
Ibíd. con Saturnino Martínez como único director.
2.14 CARACTERIZACIÓN GENERAL DE LA ETAPA

En los menos de cincuenta años que transcu- Bolívar y bien definida cuando el alzamiento de
rren entre 1820 y 1868 ocurren en la isla de Cuba Carlos Manuel de Céspedes en Yara culmina la
cambios tan drásticos y trascendentales que do- etapa para dar inicio a otra, marcada por treinta
tan al período de características únicas en el de- años de guerra, incluyendo el lapso de agitada
venir histórico cubano. Antes de 1820 la isla era paz transcurrido entre 1879 y 1895, conocido
más bien sólo un territorio colonial, una facto- como «tregua fecunda». No mucho menos in-
ría delimitada por los confines precisos de su tranquila resultó la etapa entre 1820 y 1868, pues
condición geográfica, habitada por dos razas en ella también existieron hechos bélicos, cons-
fundamentales a las cuales separaba el régimen piraciones y enconadas luchas ideológicas: el
económico-social existente: la esclavitud. Pero independentismo iba desbrozando el camino,
se habían impuesto ya una identidad lingüística pero el anexionismo y el reformismo tuvieron
y costumbres, usos, formas de ser, que van dife- momentos de gran auge durante la etapa.
renciando el territorio insular de la metrópoli, La literatura será campo propicio para verifi-
aunque sin existir todavía conciencia madura de car estas luchas, cuya complejidad y carácter
ello. Cincuenta años después el país se encuen- formativo están ejemplificados en los cambios
tra convulso en una guerra que busca el cese de que pueden encontrarse a veces en una misma
la dependencia colonial y la transformación del figura. La independencia de Cuba es un anhelo
régimen económico. Durante ese medio siglo manifiesto, pero el camino para lograrlo aún se
se ha producido una literatura que supera bal- muestra impreciso y en no pocas ocasiones se
buceos y timideces y asimila influencias extran- transita por sendas engañosas. Esta ebullición
jeras en busca de una expresión propia, con raí- hace muy compleja la etapa, mas la diferencia
ces bien sembradas en la vigorosa realidad de la claramente de la anterior, dominada por un re-
isla, tanto social como natural. Más que un re- formismo de apariencia tranquila, pero ya en-
sultante de la cristalización de la nacionalidad gendrador de gérmenes conflictivos. Y por su-
cubana que se realiza en ese lapso, la literatura puesto, la diferencia de la posterior, cuando la
es uno de los factores que contribuyen decidi- guerra lleva a los cubanos a una polarización ya
damente a ello. bien definida. Toda la literatura de la etapa hay
Es evidente que el hecho histórico más im- que analizarla teniendo bien presente las a veces
portante que ocurre en la etapa es la toma de ambiguas contradicciones existentes, lo cual
conciencia sobre la necesidad de una lucha ar- ofrece matices y acentos bastante diversos a
mada para conquistar la independencia de Espa- obras y autores, aunque siempre pueda recono-
ña, ya presente a principios de la etapa en cons- cerse una línea esencial mantenida en ascenso:
piraciones como la de los Soles y Rayos de la necesaria independencia de Cuba.
358 SEGUNDA ÉPOCA

Si existe en este momento otro problema bles críticas costumbristas o ingenuas evasiones
aglutinador de posiciones y disputas sin lugar a temporales y espaciales, hay que saber buscar
dudas lo es el mantenimiento del régimen planteamientos de mayor envergadura. Existió
esclavista, que desborda su condición económi- un código manifiesto de complicidad entre au-
ca para convertirse en álgida piedra de toque tores y público; puede decirse que esto ocurrió
social, política y cultural. La crisis del esclavismo como en ninguna otra etapa de la historia litera-
se produce precisamente durante el lapso 1820- ria cubana y es ineludible tenerlo muy en cuen-
1868. Es cuando el comercio de esclavos se hace ta cuando se analicen sus expresiones.
ilícito gracias a la interesada intervención ingle- También es muy importante la comunicación
sa, pero también cuando la institución alcanza con un público que no siempre fue sólo lector.
un incremento y una crueldad mayores. La dis- Antes de 1820 ese público estuvo restringido a
cusión ideológica sobre la esclavitud se vuelve minorías cultivadas, las cuales, según tenemos
sumamente espinosa debido a las implicaciones noticias, mantenían grupos selectos, no sólo en
de todo tipo que acarrea. Existe una contradic- La Habana, sino en muchos lugares del interior.
ción evidente entre la práctica cotidiana, que A veces confundida con ellas, pero otras con
encuentra aún económicamente provechosa la desarrollo independiente, subyacía una literatu-
explotación de los esclavos, y la reflexión culta, ra popular oral, que es de suponerse tenía dos
que sabe ineficaz el mantenimiento de la fuentes originarias externas: España y África. Lo
oprobiosa institución, y no siempre por razo- africano va a permanecer oculto durante bastante
nes meramente económicas. Con esta última tiempo (aunque inclusive durante esta etapa
posición comulga la literatura, aunque más bien 1820-1868 pueden detectarse señales) por razo-
sotto voce, dadas las condiciones de censura fé- nes obvias, pero lo español popular se irá
rrea que casi siempre prevalecieron en el país. acriollando y sus señales específicamente poéti-
Con la guerra del 68 y el desmoronamiento ofi- cas ya llegan con fuerza desde la etapa anterior
cial del sistema esclavista podría pensarse que (sus contaminaciones entonces con lo popular
su permanencia como tema literario languide- africano aún no se han estudiado bien, pero se-
cería, pero ocurre todo lo contrario: se manten- guro ya existían). Mas es ahora cuando lo popu-
drá vigente en análisis más incisivos, ahora que lar español alcanza mayor peso literario por va-
podían alcanzar con más facilidad su tratamien- rias razones, como la posibilidad de fácil
to público. impresión (las famosas «octavillas», la prolife-
Las luchas por la independencia y la esclavi- ración de periódicos y revistas, etc.), el interés
tud de los negros subyacían en toda la proble- del estilo literario en boga —el romanticismo—
mática cubana de la etapa, pero quizás su reflejo por lo popular y el papel que esto jugaba en el
más palpable se manifiesta en la corrupción de afianzamiento de la nacionalidad, con todas sus
las costumbres, tomando el término en su acep- implicaciones. En Cuba nunca había existido un
ción más amplia. Costumbres públicas y priva- deslinde demasiado preciso entre literatura cul-
das, que ponían sobre el tapete una cuestión éti- ta y popular, porque lo literario en general era
ca primordial: la conducta humana. Esto, por una poco considerado y el deslinde solía hacerse más
parte, era el aspecto más tangible, más fácil de bien entre un casi siempre infructuoso academi-
aprehender de esa realidad cubana y, por la otra, cismo (escolasticista por añadidura) y lo demás.
su tratamiento artístico permitía evadir con Por eso fue en alguna medida natural cierta in-
mayor facilidad problemas con la censura, pues determinación entre lo culto y lo popular que
el símbolo, la metáfora amplificada, la paráfra- se da en esta etapa y que permite establecer lí-
sis y, en fin, múltiples recursos literarios, per- mites bastante amplios a lo que podría ser con-
mitían abordajes en apariencia ingenuos de agu- siderado público consumidor de literatura. Esto
dos conflictos. Esta va a ser una característica se demuestra sobre todo en la poesía, el género
predominante en la literatura de la etapa y tras predominante, cuya área de propagación iba
aparentemente insulsas intrigas amorosas, ama- mucho más allá del grado de instrucción y la
SEGUNDA ETAPA: 1820-1868 359

estratificación social: la gran trilogía inicial del convierten en «otro Romanticismo» entre los
romanticismo cubano, Heredia, Milanés y Plá- varios existentes en el mundo. Puede decirse que
cido, fueron poetas nacionales por obra y co- durante la primera década de la etapa se incuba,
municación. triunfa durante la segunda y comienza a evolu-
En cuanto a la ampliación del público al cual cionar a partir de la tercera, para tener en la cuarta
iban dirigidas las obras (con su lógica interac- su madurez, tal como se ejemplifica en la evolu-
ción) no puede pasarse por alto el peso que ad- ción de la poesía. Nunca es un movimiento es-
quiere durante esta etapa el sexo femenino, si tático, sino mantiene una especial dinámica que
no como productor, sí como consumidor. Ya le permite resaltar aquellos rasgos del estilo eu-
desde la etapa anterior existían algunos antece- ropeo que más se avienen con la realidad insular
dentes de la presencia literaria de mujeres, pero y, dentro de ellos, matizarlos constantemente
ahora esto ocurre casi como una verdadera ex- con peculiaridades propias. Si seguimos la co-
plosión. Ya fuese por el mismo carácter inde- rriente crítica europea que delimita los grandes
pendiente y dominante que parece distinguir a estilos, el Romanticismo como tal es el primero
las criollas o por el enorme tiempo libre que a en hacerse sentir en estos ámbitos, pues barro-
buena parte de ellas le concedía el régimen so- co y neoclasicismo fueron meros acentos
cial y económico existente, las mujeres fueron epigonales que no dejaron huella de conjunto
quizás las mejores abanderadas del Romanticis- (como no sea entendiendo al Romanticismo
mo en Cuba, un estilo que en cierta medida las como otra variante pendular de un barroco esen-
enaltecía o al menos exaltaba tendencias que se cial). Pero el Romanticismo sí, y más que hacer-
suponía muy afines a ellas, como la sensibilidad, se sentir en la literatura dejó su impronta en
la imaginación y lo irracional. Este asunto es múltiples ámbitos de la vida nacional como un
complejo y se encuentra aún por dilucidar, pero nuevo estilo de vida y nuestra iniciación en la
el peso feminista del Romanticismo cubano no modernidad universalista. Si, como muchos es-
es difícil de ser verificado a través de muestras timan, el verdadero Romanticismo tiene sus raí-
como la colección de cartas reunidas en el Cen- ces en la Revolución francesa, no sería osado
tón epistolario de Domingo del Monte, las revis- afirmar que las guerras por la independencia
tas de la época, prácticamente todas dedicadas a cubana tuvieron fuerte sabor romántico.
la mujer (en especial cuando se concentraban en Gracias a una simbiosis condicionada por ra-
las muestras de «ficción») o las secciones dedi- zones históricas y hasta geográficas, en Cuba el
cadas a ellas en los periódicos y, como prueba Iluminismo del famoso Siglo de las Luces fran-
definitoria, los mismos textos literarios escri- cés toma verdadero auge a partir de 1790 y
tos por manos masculinas (para no mencionar entronca, muy naturalmente, con el espíritu de
la existencia de una «escritora» de la talla de progreso en la ciencia y la técnica decimonónico,
Gertrudis Gómez de Avellaneda). El desarrollo que en Cuba pasa a ser un elemento romántico
intelectual de las mujeres durante esta etapa con- más. De allí que termine por eludirse la carga
tribuyó a prepararlas consecuentemente para irracional que el estilo suponía en muchas de sus
convertirse en el fuerte sostén que significarán modalidades europeas, y se resalten matices ro-
durante las luchas independentistas del período mánticos que tienden al progreso técnico y cul-
siguiente. tural, a la independencia política y la superación
Como ya se ha visto, la etapa tiene como se- de cualquier sistema de esclavitud. Si no en la
llo distintivo la de ser el momento cuando el práctica cotidiana, y a veces en contradicción
Romanticismo arriba, triunfa y prolifera en nues- evidente con ella, en la literatura de la etapa va-
tras tierras. El lapso 1820-1868 es fundamen- mos a encontrar un fuerte matiz ético y una vin-
talmente romántico, pero con matices nada uni- culación muy estrecha con la realidad del país y,
formes. En primer lugar, el romanticismo se gracias a ellos, esa literatura pudo ser fuerza ac-
importa —sobre todo de Francia— pero su acli- tuante en la cristalización de la conciencia na-
matación supone rasgos muy propios, que lo cional. Quizás en ninguna otra etapa de la his-
360 SEGUNDA ÉPOCA

toria de la cultura cubana la literatura desempe- existe un sólido grupo de escritores que reflexio-
ñó un papel tan trascendente, lo cual aceleró nan sobre las características y problemas del país,
también su propio desarrollo para, en tan solo en la continuación de una labor emprendida des-
cincuenta años, transitar de los inicios al esplen- de antes y que garantiza una visión profunda y
dor. básica, que ayudará al desarrollo de la nación en
Lo anterior puede apreciarse de manera muy todos sus órdenes. El gran brote literario de la
evidente en la vida cultural del país, rudimenta- etapa ocurre en la poesía, efusión lírica de una
ria aún hacia 1820, con pocas publicaciones (si conciencia en maduración, con un brillo, expre-
excluimos los breves y tormentosos periodos de sividad, poder comunicativo y variación de ma-
libertad de imprenta) y actividades, muchas de tices que la ubican, en muestras muy evidentes,
estas estrictamente domésticas, con un espíritu con perfiles y valores propios dentro de la lite-
que se nos presenta muy pueblerino en conjun- ratura escrita en español. Por lo menos media
to, a pesar de las honrosas excepciones de rigor. docena de autores en este género alcanzan relie-
Entonces surge la fiebre por ponerse «al día» con ve extranacional: Heredia, Plácido, Milanés, la
lo más avanzado de la cultura, sobre todo euro- Avellaneda, Lorenzo Luaces, Zenea y Luisa
pea, y la batalla se libra en las costumbres como Pérez de Zambrana. Como complemento, du-
en la vida artística, y en el propio desarrollo cien- rante la etapa surgen como géneros la narrativa
tífico. Recordemos los esfuerzos delmontinos y el teatro, y entre intentos fallidos y logros par-
en La Moda y la Revista Bimestre. Plagados de ciales, logran al menos dar fe de vida. En narra-
contradicciones y aún retrocesos, el progreso y tiva lo más distintivo del momento —y su me-
el refinamiento se van imponiendo y hacia el fi- jor expresión, por causas ya apuntadas— es el
nal de la etapa basta repasar las revistas del mo- costumbrismo, pero, muy interrelacionado con
mento para constatar el salto dado. Igual puede él, la prosa de ficción da un salto cualitativo a
decirse de la vida artística, con la ya no tan in- tener en cuenta, pues puede ser medido si com-
frecuente presencia en Cuba de figuras de re- paramos «Matanzas y Yumurí» (1837) de Palma
nombre internacional. Los pasos dados en la ins- con Historia de un bribón dichoso (1860) de Piña,
trucción pública han sido sólidos y, aunque o las transformaciones ocurridas en un solo au-
masivamente aún ésta se mantenga muy restrin- tor: Cirilo Villaverde. En teatro se bifurcan dos
gida, sí hay evidentes aportes durante la etapa tendencias: la práctica escénica, que gana en
en cuanto a rigor y actualización. Es significati- profesionalidad y criollez, y la redacción de tex-
vo cómo a estos últimos esfuerzos se encuen- tos, que por distintas razones no se integran ple-
tran muy ligados no pocos escritores. namente con lo anterior, línea que culmina con
La prosa reflexiva entra en la etapa guiada por las inéditas comedias de Joaquín Lorenzo
la obra de Félix Varela, expresión fiel del Luaces. En fin, si algo caracteriza la etapa 1820-
eticismo criollo que encuentra continuación en 1868 es el afianzamiento de una literatura que
Luz y Caballero, a la vez que florece en la fogo- ya puede considerarse a conciencia como tal y,
sa voz de José Antonio Saco. Pero junto a ellos por añadidura importante, cubana.
3. TERCERA ETAPA: 1868-1898
La literatura en la etapa de nuestras guerras
de independencia. (Del romanticismo al inicio
del modernismo y el naturalismo como corrientes
básicas.)

3.1 VIDA CULTURAL ENTRE 1868 Y 1898. LA DÉCADA


HEROICA. LA TREGUA FECUNDA. LA GUERRA
NECESARIA. LAS ARTES

El 10 de octubre de 1868, al levantarse en armas pa; eran aficionados a la música y a la poesía, al


el ala radical de la burguesía esclavista cubana tiempo que dominaban varios idiomas moder-
—geográficamente ubicada en el centro y oriente nos y estaban muy al día en relación con los úl-
del territorio insular—, tenía como objetivo fun- timos adelantos científicos y técnicos de su
damental la independencia de la Isla para, una momento y con las más novedosas doctrinas fi-
vez obtenida, realizar una revolución democrá- losóficas y movimientos literarios, así como con
tico-burguesa que abriese vía al desarrollo del los acontecimientos políticos que ocurrían en
capitalismo, hasta entonces frenado, entre otros el mundo, los que eran capaces de analizar y eva-
factores, por la existencia de las relaciones luar en sus más complejas implicaciones.
esclavistas de producción y la miope política Sin embargo, ésta no era la situación general
colonial española. Los hombres que encabeza- de la población del país. Si los miembros de la
ron la lucha con Carlos Manuel de Céspedes burguesía esclavista alcanzaban un alto nivel de
—los «hombres del 68»—, representantes legí- desarrollo intelectual, existía una amplísima
timos de su clase y fieles a las mejores tradicio- masa de esclavos, futura suministradora de fuer-
nes de la misma, poseían una amplia cultura, za de trabajo asalariada, totalmente analfabeta.
esencialmente jurídica y humanística, adquirida Entre los libres desposeídos de recursos econó-
en Cuba y en el extranjero, sobre todo en Euro- micos, la situación no era más alentadora: en
362 SEGUNDA ÉPOCA

1867, para una población próxima al millón y 1869, la ley que creaba y organizaba la instruc-
medio de habitantes, existían 418 escuelas pú- ción primaria en el territorio de Cuba Libre, la
blicas, 20 privadas, 24 de segunda enseñanza, 12 que se declaraba gratuita para todos los ciuda-
de profesiones medias y una Universidad. Aquel danos, sin distingo de edad o sexo; además, los
año, la matrícula total de estudiantes había sido gobernadores de cada estado quedaban respon-
de 27 780. 1 Mientras las escuelas sostenidas por sabilizados con el establecimiento de un siste-
el estado carecían de los más elementales me- ma de profesores ambulantes y de escuelas, las
dios de enseñanza y sus maestros recibían sala- que también debían crearse anexas a los talleres
rios miserables, los más modernos centros edu- estatales. El tipo de guerra de guerrillas que se
cacionales de carácter privado, cuyo paradigma vieron obligados a librar los cubanos, impidió
fuera El Salvador, el colegio de Luz y Caballero, el funcionamiento del sistema de instrucción
impartían múltiples materias a tono con las más pública, no obstante lo cual el mismo se aplicó
avanzadas corrientes de la época, enseñadas por siempre y cuando fue posible.
los intelectuales que carecían de medios de for- Simultáneamente, se preocuparon los dirigen-
tuna y, por regla general, en ellos profesaron los tes del 68 por la divulgación de los principios y
cubanos más progresistas de su tiempo. De es- directrices de la Revolución, para orientar e ins-
tas aulas para hijos de familias ricas, salieron truir a todos los ciudadanos de Cuba Libre. Pro-
muchos de los hombres del 68. liferaron los manifiestos, las circulares y las pro-
Los dirigentes de la Revolución de Yara esta- clamas, en tanto se concedía a la prensa la
ban conscientes de la necesidad de erradicar el importancia que su papel exige en el mundo
analfabetismo, tanto entre la población campe- moderno. Al entrar en Bayamo, Carlos Manuel
sina cuanto entre la masa de esclavos liberados de Céspedes fundó el primer periódico revolu-
por el gobierno revolucionario, ya que, de lo cionario: El Cubano Libre, en el cual colabora-
contrario, no contarían con la fuerza laboral ca- ron, entre otros, José María Izaguirre, Fernan-
pacitada para operar la tecnología moderna que do Fornaris y José Joaquín Palma. Fue el órgano
aspiraban instalar en sus fábricas de azúcar; ade- oficial de la Revolución, donde se publicaron las
más, para hacer ciudadanos de aquella hetero- disposiciones del Gobierno, las noticias de la
génea población acostumbrada, si libre, al guerra y las proclamas de sus dirigentes. Luego
sometimiento y las arbitrariedades de los de una breve interrupción, en 1869 inició su se-
representantes del gobierno colonial, si esclava, gunda época en Camagüey y sus páginas reco-
al fuete y el boca abajo, era necesario instruirla gieron documentos de tanta trascendencia como
y enseñarle sus deberes y derechos civiles. De la proclama que abolía la esclavitud y las actas
ahí que sentaran las premisas de una política que de la asamblea de Guáimaro. Dejó de aparecer a
les permitiera, en el menor plazo posible, dadas mediados de 1871, debido a la fuerte ofensiva
las circunstancias, erradicar el pavoroso analfa- española. Aunque fueron muchos los órganos
betismo imperante. Para ello, apenas constitui- de prensa que se editaron a lo largo del territo-
do el Ayuntamiento de Bayamo, el mismo acor- rio de Cuba Libre, merece especial mención El
dó el 8 de noviembre de 1868 declarar que la Mambí, trabajo unipersonal del camagüeyano Ig-
instrucción sería desde entonces popular y li- nacio Mora, quien inició su publicación en
bre, pudiendo cualquier ciudadano que tuviera Guáimaro el 7 de mayo de 1869. En su primer
aptitud para ello y quisiera hacerlo, abrir escue- número expuso su autor las razones y propósi-
las particulares, lo cual no era óbice para el esta- tos de la guerra que comenzaba y, en entregas
blecimiento, en el futuro, cuando variaran las sucesivas, respondió ataques españoles y descri-
adversas condiciones imperantes, de las aulas que bió las hazañas cubanas. Los últimos ejempla-
se considerasen necesarias, costeadas con fon- res parecen datar de enero de 1871, a raíz del
dos del municipio. Luego de establecido el go- asesinato de las hermanas y sobrinos de Mora, y
bierno de la república en Guáimaro, la Cámara uno de ellos recoge su célebre carta-acusación
de Representantes aprobó, el 31 de agosto de contra el conde de Valmaseda con motivo del
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crimen. Otra publicación mambisa digna de de la Junta Cubana en Nueva York», con fre-
mención fue La Estrella Solitaria, fundada en cuencia trimestral, que a fines de 1869 comen-
Camagüey por Rafael Morales bajo el subtítulo zó a ser dirigido por Enrique Piñeyro, con la
«periódico político republicano», cuyo primer colaboración destacada de Juan Clemente Zenea
número salió de las prensas el 1o de diciembre y Rafael María Merchán. A través de sus pági-
de 1869 y el segundo ostenta la fecha del 15 de nas pueden apreciarse las contradicciones cla-
enero de 1870. En sus páginas se publicaron no- sistas que dividieron el campo revolucionario.
ticias militares y políticas sobre lo que ocurría Desde ellas, por ejemplo, sostuvieron los dos
en el campo revolucionario. Se caracterizó por primeros una violenta campaña contra el gene-
censurar a los poderes cubanos constituidos y ral Manuel de Quesada, Agente Confidencial del
ofreció sus columnas «a todo ciudadano que con Gobierno Revolucionario en los Estados Uni-
justicia quisiese hablar mal de la Cámara de Re- dos, quien se oponía a la política de la Junta y
presentantes, el Presidente de la República y era apoyado por las sociedades de artesanos y
demás servidores del pueblo». Además de su trabajadores de la emigración; campaña en la cual
fundador, trabajaron en él como redactores se vio obligado a terciar el presidente Céspedes,
Eduardo Machado, José Victoriano Betancourt, por considerarla atentatoria contra la unidad
Manuel Sanguily, Ramón Roa y Francisco revolucionaria, lo que trajo como consecuencia
La Rúa. Por lo general, los periódicos mambises la renuncia de Piñeyro a la dirección de la publi-
recogieron la literatura de campaña que se hacía cación, en la que fue sustituido por Merchán, lo
en los campos de Cuba Libre: relatos, poesías, que, a su vez, provocó el abandono de su redac-
notas humorísticas, y estuvieron siempre en la ción por Zenea, quien había sostenido con el
primera línea del combate ideológico contra las nuevo director una acalorada polémica, a través
calumnias y la desinformación practicada por la del propio periódico, en torno al origen de la
prensa integrista de las ciudades. voz «laborante», que ambos se atribuían. Cuan-
También fuera de Cuba, entre la llamada emi- do la lucha entre quesadistas y aldamistas —re-
gración, se cultivó el periodismo político activo volucionarios y contrarrevolucionarios solapa-
y se publicó, doquier se estableció un núcleo de dos— continuaba enconándose y los segundos
emigrados, bien una hoja impresa, bien un pe- se preparaban para transmitir proposiciones de
riódico o una revista que, mediante audaces co- paz sobre la base de la autonomía a Carlos Ma-
rresponsales, burlaban a través de mil medios la nuel de Céspedes, en marzo de 1871, La Revo-
censura española e informaban del curso de la lución reproducía íntegramente un folleto escri-
guerra o la represión colonialista, a través de ar- to por Francisco de Ayala, en el cual planteaba
tículos de fondo daban a conocer los objetivos que en caso de un arreglo con España o del triun-
de la lucha y divulgaban los mejores valores de fo de las armas insurrectas, la abolición de la es-
la cultura cubana. Esta prensa no sólo fue por- clavitud sólo debía tener vigencia en el territo-
tavoz de Cuba Libre en el exterior, sino que cir- rio donde se ejercía la autoridad del gobierno
culaba clandestinamente en el país, donde cum- revolucionario. José de Armas y Céspedes le res-
plía idéntica misión, además de la no menos pondió desde las páginas de la propia publica-
importante de mantener viva la fe y el entusias- ción, en artículo donde postulaba que la revolu-
mo revolucionarios entre los lectores de aque- ción había liberado a todos los esclavos, por lo
llas zonas a las que no había llegado la acción cual el gobierno revolucionario no tenía que
armada directa. entrar en negociaciones con España al respecto.
Entre estas publicaciones no puede dejar de Ayala volvió al ataque el 23 de junio desde el
mencionarse la fundada en Nueva York en 1868 mismo periódico, al plantear el derecho que —
por Néstor Ponce de León con el título de Bo- según él— tenía la mayoría de los cubanos que
letín de la Revolución «por Cuba y Puerto Rico», no se encontraban en el territorio insurrecto, a
el cual salía con frecuencia semanal. Posterior- pronunciarse contra la guerra si así lo estima-
mente se convirtió en La Revolución, «órgano ban conveniente, para de esta forma justificar a
364 SEGUNDA ÉPOCA

los miembros de la gran burguesía occidental Tejera y Luis Victoriano Betancourt. Dejó de
—los de dentro y los de fuera de Cuba— dis- aparecer en diciembre de 1876.
puestos a combatir los unos y a traicionar los Entre tanto, en el territorio insular bajo ban-
otros a la revolución. dera española, lo más significativo desde el punto
Otro ejemplo de las contradicciones clasis- de vista de las publicaciones periódicas fue la
tas en el seno de la emigración, pero desde un libertad de imprenta decretada por el capitán
ángulo opuesto, lo constituye La Independen- general Domingo Dulce el 9 de enero de 1869,
cia, «órgano de los pueblos hispanoamericanos en vano intento, junto con otras medidas, por
y Cuba Libre e independiente», semanario que atraerse a los rebeldes con reformas insignifi-
se publicó en Nueva York a partir de 1873 y cuya cantes y ahogar la insurrección. Durante los
existencia se prolongó hasta 1880. Desde el 16 treinta y tres días de duración de la medida se
de abril de 1874, su director fue Juan Bellido de produjo una avalancha de más de un centenar
Luna y a través de sus páginas se combatió a los de nuevos títulos de vida efímera —algunos sólo
representantes oficialistas de la Revolución en alcanzaron a editar un número—, y entre ellos
Nueva York, los Aldama, Mestre y Echeverría, los hubo de tendencia independentista, integrista
mediante la denuncia de sus maniobras, enca- y reformista, estas últimas las únicas que apo-
minadas a frustrar la insurrección. yaban la política del general Dulce. El decreto
Otro tipo de publicación, de índole más cul- fue recibido por los periódicos políticos ya exis-
tural, fue El Mundo Nuevo, editada en Nueva tentes con cierta reserva, excepto por el
York desde mayo de 1871 por Enrique Piñeyro, archirreaccionario La Voz de Cuba, que mostró
a quien se unió, a partir del número 25, José abiertamente su desagrado, en tanto el Diario
Manuel Mestre. Su frecuencia inicial fue men- de la Marina explicaba el 11 de enero los por
sual, y, poco después, quincenal. Se interesó por cuantos de la disposición y la consideraba el pri-
los temas científico-técnicos y educacionales; mer paso en la senda de las reformas ofrecidas
además, fue una revista literaria en la que apare- por el gobierno metropolitano y pedía modera-
cieron versos, críticas, novelas o noveletas, cua- ción en el uso de la recién concedida libertad.
dros de costumbres, trabajos históricos, biográ- Sin embargo, como era de esperarse, hubo de
ficos, piezas teatrales y artículos de interés todo menos moderación. Durante estos días
general. Mantuvo una sección de bibliografía y tuvieron lugar los incidentes del teatro Villa-
una «Revista general» que abordó los sucesos nueva, del café El Louvre y de la casa de Aldama,
del momento. Recogió los acontecimientos po- y desde las páginas de los periódicos se produ-
líticos que se desarrollaban en Cuba y publicó jeron enfrentamientos, no por incruentos me-
las poesías póstumas de Juan Clemente Zenea, nos ensañados. A las publicaciones separatistas
tituladas por Piñeyro Diario de un mártir. En y reformistas de este breve período están vincu-
ella colaboraron, entre otros, Antonio Bachiller ladas relevantes figuras de nuestra historia en lo
y Morales, Rafael María Mendive, José Joaquín político y en lo cultural, como Rafael María
Palma y Manuel Sanguily. A partir del 15 de Merchán, quien dirigió El Tribuno, que alcanzó
mayo de 1874, se fundió con La América Ilus- cinco números entre el 24 de enero y el 11 de
trada, que se editaba desde 1872 bajo la direc- febrero y El Fosforito, con un solo número del
ción de Juan Ignacio de Armas primero y de José 12 de enero, al que sucedió El Cubano Libre,
Ignacio Reyes más tarde, y continuó su salida también con un solo número del 17 de enero;
con la numeración de esta última y una periodi- Néstor Ponce de León, quien dirigió La Verdad,
cidad quincenal. Además de Piñeyro, la dirigie- cuyos redactores fueron Ricardo del Monte y
ron Mestre, Isaac Carrillo, Eugenio María de Ramón Ignacio Arnao, el cual publicó tres nú-
Hostos y Francisco Sellén. En esta etapa cola- meros; José Martí, director de La Patria Libre
boraron más escritores hispanoamericanos en- —en el cual colaboraron Rafael María Mendive
tre los cuales se destacan Ricardo Palma y Ra- y Cristóbal Madam— y redactor de El Diablo
fael Pombo y, entre los cubanos, Diego Vicente Cojuelo bajo la dirección de Fermín Valdés
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Domínguez, publicaciones que sólo pudieron Rine Leal, 2 como representaban obras cubanas
sacar un número cada una, el 23 y el 19 de enero protagonizadas por tipos del país, los bufos cho-
respectivamente. Estos periódicos, además de caron con el poder colonial, que los consideró
divulgar versos de poetas cubanos, cuentos y expresión del movimiento separatista, aunque
piezas teatrales —La Patria Libre presentó en lo personal sus integrantes no pudieran
Abdala por primera vez—, se caracterizaron por considerarse laborantes. De esta forma, los es-
el enfrentamiento abierto o alegórico a las ten- cenarios fueron ocupados por compañías espa-
dencias integristas como La Voz de España, El ñolas, francesas o italianas, que impusieron pie-
Charlatán, El Gorrión, etc. En los periódicos zas dramáticas europeas, en especial de origen
independentistas y reformistas se impuso la iro- peninsular, en tanto lo lírico era dominado por
nía, la sátira y el chiste, sobre todo político, cuya la zarzuela y la ópera italiana. En general, fue-
significativa presencia no constituye una parti- ron años de temporadas mediocres desde el pun-
cularidad de las publicaciones del período de la to de vista económico debido a la poca asisten-
libertad de imprenta. El chiste agudo, urticante, cia del público a las salas, a pesar de la rebaja del
oportuno, en ocasiones brutal y ofensivo; deli- precio de las entradas, y caracterizadas, desde el
cado y culto en otras —tan propio de la idiosin- punto de vista artístico, por la ausencia de nota-
crasia de cubanos y españoles—, fue una cons- bles realizaciones escénicas. En la capital se
tante a lo largo —y después— de la Guerra de inauguraron algunos coliseos como el Albisu,
los Diez Años. En este sentido, puede afirmar- abierto el 17 de diciembre de 1870, y numero-
se que, en muchos casos, se hizo verdadera gala sos escenarios en locales improvisados, «deses-
de agudeza y dominio de los matices del idioma. perada solución a la carestía de los grandes salo-
Una vez derogada la libertad de imprenta, nes», 3 en tanto la guerra paralizaba la actividad
continuó circulando en La Habana el periódico teatral, fundamentalmente en la porción orien-
El Laborante, editado y dirigido por José C. tal de la Isla, a tal punto que de Cienfuegos a
Delgado quien, con notable habilidad para la Santiago de Cuba no se construyeron teatros de
publicación clandestina, cambiaba constante- importancia y las giras de las compañías fueron
mente de lugar de impresión (Guanabacoa, Re- esporádicas y breves, aunque las ciudades próxi-
gla, Marianao, Carraguao) e, incluso, el primer mas a La Habana eran visitadas regularmente por
número apareció como el cuarto, para desorien- los artistas que trabajaban en la capital.
tar al gobierno, haciéndole creer que circulaba El tema de la guerra llegó a la escena en 1869,
desde antes. En él se brindaban noticias de la inaugurando el teatro de tendencia integrista o
manigua, se desmentían festivamente los partes contrarrevolucionaria, de nulo valor artístico, el
oficiales del Ejército español, se reprochaba la cual constituyó una «aplastante carga de mal
actitud de los cubanos traidores o indiferentes gusto, inocuidad dramática y colección de in-
y su editor se burlaba con agudeza de las autori- sultos a los cubanos» 4 y que se desarrolló a par-
dades policiales. tir de los sucesos del Villanueva para casi desapa-
Uno de los índices más elocuentes de la vida recer alrededor de 1873, cuando disminuyó el
cultural en el territorio bajo bandera española poder de los voluntarios en el gobierno colo-
durante la etapa, lo constituye el movimiento nial. En este contexto, el verdadero teatro cu-
teatral. El período enmarcado entre 1868 y 1878 bano se desplazó hacia el exilio, en especial ha-
comenzó, en este aspecto, con el predominio en cia México, Colombia, Estados Unidos y Perú,
los escenarios coloniales del género bufo, que países donde se cultivó el llamado teatro Mambí,
culminaría el 22 de enero de 1869 con los cono- que será estudiado en epígrafe aparte, «diferen-
cidos sucesos del teatro Villanueva, que inicia- ciado en historia y cultura del español y luchan-
ron el éxodo hacia el exilio no sólo de la bur- do con el mismo impulso con que se peleaba en
guesía esclavista occidental, sino de gran número la manigua», 5 aunque «convertido en pieza lite-
de actores y teatristas en general, cultivadores raria y no en espectáculo público». 6
de dicha manifestación escénica. Según señala
366 SEGUNDA ÉPOCA

La tregua fecunda El País, su sucesor, con idénticos formato y di-


rección, aunque de carácter más polémico. Acos-
En 1878, con la firma del Pacto del Zanjón, cesó, tumbró a insertar los discursos de los oradores
en lo fundamental, el enfrentamiento armado del partido, escribir sobre cuestiones de hacien-
entre cubanos y españoles, no así el ideológico da, publicar íntegras algunas intervenciones par-
que, por el contrario, se recrudeció y adoptó lamentarias y sostener polémicas, sobre todo con
distintas variantes, diversificándose, pero siem- el Diario de la Marina y La Voz de Cuba. Sus
pre a lo largo de tres tendencias políticas funda- editoriales enjuiciaron y denunciaron. Cuando
mentales: el integrismo, el reformismo —ahora era suspendido —lo que ocurrió más de una
bajo el manto del autonomismo— y el indepen- vez—, lo sustituía El Paisaje, periódico entre
dentismo. Todas las manifestaciones de la vida humorístico y polémico. En El País colabora-
cultural del país giraron en torno a este conflic- ron los mejores talentos del autonomismo, quie-
to entre las viejas ideas —representadas por nes desarrollaron un periodismo político activo
integristas y autonomistas— y las nuevas en lu- a través de sus polémicas con la prensa integrista.
cha por imponerse, representadas por la ideolo- Si hasta el 24 de febrero de 1895 los diarios au-
gía independentista. tonomistas, debido a las críticas que se veían
Aunque el Partido Autonomista se preocupó obligados a hacer al régimen colonial en defen-
mucho por contar con órganos de prensa en el sa de los intereses de la burguesía insular,
mayor número de localidades del país y en la coadyuvaron a la conformación de las premisas
propia Habana tuvo varios, su vehículo propa- del ideario independentista, luego del reinicio
gandístico y de combate más representativo fue de la guerra, el terror a la revolución los lleva a
el periódico El Triunfo, fundado el 2 de julio de asumir una posición ultrarreaccionaria: el 26 de
1878 por Manuel Pérez de Molina, abogado an- febrero publicaba El País un artículo de primera
daluz y uno de los inspiradores del Partido Li- plana que trataba de restar importancia a la
beral. Al morir éste el 6 de septiembre siguien- insurreción, la que condenaba sin reservas en
te, El Triunfo —«Diario político, literario y de nombre de su partido; en meses posteriores,
intereses generales»— pasó a ser dirigido por quitó valor a los insurrectos y criticó con dure-
Ricardo del Monte, quien mejoró notablemen- za la política de la «tea incendiaria», en tanto
te su forma de expresión, el rigor de sus análisis divulgaba diariamente el edulcorado parte ofi-
y la calidad de la crítica que, en su pluma, adop- cial de las operaciones. Junto con la dominación
tó matices irónicos para enjuiciar las violacio- española, el 31 de diciembre de 1898, dejó de
nes de su propia legalidad por el gobierno colo- existir este órgano autonomista para, como ave
nial. En el periódico colaboraron asiduamente fénix, renacer de sus cenizas —al igual que los
José Antonio Cortina, Enrique José Varona, políticos de su partido—, el 1o de enero de 1899
Julián Gassié y otros destacados intelectuales con el título de El Nuevo País, siempre bajo la
autonomistas. Con el paso del tiempo, al aumen- dirección de Ricardo del Monte.
tar el escepticismo de los liberales respecto a las Sin embargo, hubo periódicos autonomistas
reformas ofrecidas por España, El Triunfo fue en diferentes localidades de la Isla, que a fines
acentuando el tono crítico. Esto le valió una sis- de los años ochenta comenzaron a acentuar la
temática persecución por el Tribunal de Impren- nota de protesta, en la que asomaba, hasta don-
ta y reiteradas suspensiones, cada vez más pro- de era posible, el separatismo, lo que a más de
longadas. En respuesta, los editores publicaban un periodista costó pena de prisión o de destie-
El Trunco, periódico con igual formato, conte- rro. Sirvan de ejemplo El Liberal (Manzanillo,
nido y dirección que el suspendido, el cual du- 1883) y La Doctrina (Holguín, 1887), dirigidos
raba lo que la condena de El Triunfo, hasta su ambos por José Miró Argenter, contra quien se
desaparición definitiva el 3 de junio de 1885, tomaron represalias a causa de sus vibrantes ar-
debido a sus críticas a la Ley del Patronato de tículos; La Tribuna (Holguín, 1892), también
1880. Al día siguiente salía el primer número de dirigido por Miró Argenter, donde se publicó,
TERCERA ETAPA: 1868-1898 367

en clave, la orden de alzamiento transmitida por realizaban los partidarios de la independencia.


Juan Gualberto Gómez, o El Libre Pensamiento Predicó una unión efectiva de todos los miem-
(La Habana, 1887), de Enrique Barbarrosa, don- bros de la raza para reclamar sus derechos y ob-
de preparaban las conciencias los trabajos de En- tener la total abolición de la esclavitud. Abogó
rique José Varona, Manuel Sanguily, Alfredo también por la instrucción y elevación del nivel
Martín Morales y otros. Evolución semejante fue cultural de negros y mestizos. Durante esta eta-
la experimentada por Las Avispas, semanario pa aparecieron en el periódico, entre otras, co-
fundado en La Habana en diciembre de 1892 por laboraciones de Francisco Calcagno (bajo el seu-
José de Armas y Cárdenas —Justo de Lara—, dónimo de «el poeta esclavo Narciso Blanco»)
quien fuera su redactor y director. A partir de y de Antonio Medina y Céspedes. El 2 de mayo
mayo de 1893 tuvo una frecuencia diaria. Fue de 1880 fue detenido Juan Gualberto Gómez por
una publicación de tendencia autonomista que conspiración y La Fraternidad experimentó va-
imprimió algunos notables trabajos de crítica rios traspasos de dueño. En 1890 reaparece su
literaria debidos a su director. En enero de 1895 fundador como jefe de redacción del periódico,
fue prohibida por el gobierno y reapareció en ahora bajo el subtítulo de «Diario doméstico
Nueva York, en 1896, ya con carácter indepen- cubano», con un programa de denuncia del ré-
dentista, aunque durante esta última etapa sólo gimen colonial y de unión entre todos los cuba-
vio la luz dos meses. nos, blancos y negros, de neta resonancia
Al terminarse la Guerra de los Diez Años y martiana. Esta nueva etapa es de combate fron-
al amparo de un aparente clima de libertad, sur- tal contra el colonialismo y sus aliados los au-
gieron a lo largo de la Isla múltiples publicacio- tonomistas. Desde sus columnas libró Juan
nes periodísticas dedicadas a la raza negra, las Gualberto Gómez la batalla, al fin ganada, por
que abogaron por la abolición de la esclavitud y la licitud de la propaganda de las ideas separa-
reflejaron la situación política del país desde tistas. El periódico sufrió varias denuncias y en
posiciones independentistas, autonomistas o agosto de 1891 se pretendió suspenderlo por
integristas, pues el gobierno brindó apoyo eco- deudas, hasta que al fin desapareció por falta de
nómico a aquéllas que estuvieron dispuestas a respaldo económico.
respaldarlo y hacer proselitismo procolonialista. Durante los años que nos ocupan prolifera
La más importante, entre las de orientación abo- también la prensa de carácter obrero, sector en
licionista y separatista, fue La Fraternidad, pe- el cual sobresalen dos nombres, de opuesta sig-
riódico fundado en La Habana por Juan natura ideológica: Saturnino Martínez y Enri-
Gualberto Gómez, que saldría dos veces a la se- que Roig de San Martín; reformista que aboga
mana bajo el lema «Paz. Justicia. Fraternidad», por la conciliación clasista el primero, anarquis-
al que se prohibió redactar o reproducir artícu- ta en tránsito al marxismo el segundo. Luego de
los que hicieran referencia a asuntos de carácter la desaparición de La Aurora en 1868, Saturnino
político o económico. Al principio, no preten- Martínez promovió dos publicaciones en La
dió ser vocero descubierto de ningún partido, Habana: La Razón (1870-71; 1876-77; 1878-
aunque era inocultable que su lema encubría la 1884) y La Unión (1872-74), en las cuales con-
divisa de la Revolución Francesa. Su objetivo tinuó la prédica de las doctrinas reformistas, se
inicial fue mediar en los choques que se produ- opuso a las huelgas e insistió en el arreglo pa-
cían en los barrios habaneros entre grupos riva- cífico de los litigios entre el capital y el traba-
les agrupados en «juegos» o «potencias» y jo. Publicó también muchas de sus propias
dirimían sus diferencias mediante el uso de las poesías, así como trabajos en prosa y verso de
armas; se opuso, asimismo, a las cofradías y aso- algunos de sus colaboradores habituales co-
ciaciones de carácter religioso dividas por el co- mo Fernando Urzais y Francisco de Paula Ge-
lor de la piel de sus integrantes (de pardos unas, labert.
de morenos otras), actitudes que representaban El 12 de julio de 1887 se publica el primer
un peligro para las labores de unificación que número de El Productor, «semanario consagra-
368 SEGUNDA ÉPOCA

do a la defensa de los intereses económico-so- de las columnas de La Unión, desarrollándose


ciales de la clase obrera», el cual se desarrollará una acalorada polémica.
en dos épocas: la primera, desde su fundación En la década de los años 80 se inicia la era de
hasta el 5 de septiembre de 1889 —como home- las grandes revistas culturales y, en algunos ca-
naje póstumo a su director Enrique Roig de San sos, ilustradas, que, por lo general, lograron so-
Martín (1843-1889)—, y la segunda desde el 7 brevivir hasta el inicio de la segunda gran con-
de septiembre del 89 hasta el 23 de noviembre tienda armada contra el colonialismo español.
de 1890, cuando las autoridades impidieron su En el fenómeno de su aparición y subsistencia
impresión. Durante esta segunda época fue di- inciden diversos factores, en especial de índole
rigido por el obrero Álvaro Aenlle Álvarez. A política, tecnológica y filosófico-literaria. El
partir del número 39 llevó el subtítulo «Órgano Zanjón significó una mínima apertura democrá-
oficial de la Junta Central del Artesanos de La tica en la política colonial de España, que se vio
Habana», y a su cuerpo de redactores pertene- obligada a conferir visos de legalidad constitu-
cieron, entre otros, Enrique Creci y Enrique cional a su gobernación; la dinámica del proce-
Messonier. Desde el semanario, Enrique Roig so político llevó, luego de la llamada Guerra
hizo un llamamiento a la unidad clasista del pro- Chiquita, a la abolición de la censura previa, aun-
letariado, no sólo para enfrentarse a sus explo- que se establecieron tribunales de imprenta con
tadores, sino a los dirigentes reformistas y, en facultades para condenar con penas hasta de cár-
aras de la elevación de la conciencia de clase de cel o destierro; posteriormente, en noviembre
los trabajadores, el periódico dio cabida en sus de 1886, se dictó una ley especial para Cuba y
páginas a cuanto tema de carácter teórico fuera Puerto Rico que abolió dichos tribunales y el
aprovechable, así como a la denuncia viril de las concepto jurídico de delito de imprenta, ya que
injusticias que a diario se cometían y a la divul- los infractores de la ley mediante cualquier me-
gación y apoyo a los movimientos huelguísticos dio mecánico de publicación serían juzgados de
que se iban desarrollando. Sin embargo, al pro- acuerdo con la legislación penal vigente; otro
pio tiempo, Roig propagó concepciones falsas, paso en la apertura de temas y opiniones
producto de las confusiones y limitaciones de publicables fue dado en 1890, al lograrse el re-
las teorías que profesaba, como son el apoli- conocimiento de la licitud de la manifestación
ticismo, el nihilismo en relación con la Nación en letra de molde de las ideas separatistas, mien-
y la negación de la necesidad de la existencia del tras no incitaran a alcanzar la separación por la
estado. No obstante, en sus últimos tiempos violencia o la fuerza. Estas sucesivas concesio-
comenzó a abogar, aunque con muchas impre- nes a la libertad de expresión arrancadas a Espa-
cisiones, por la creación de un partido obrero, ña, fueron aprovechadas por los militantes
propagó y comentó con simpatías algunos tex- independentistas, en faena de preparación de un
tos de Marx y Engels y se declaró partidario del nuevo empeño liberador, en lucha contra
socialismo científico. Entre las campañas desa- integristas y autonomistas, por lo que las publi-
rrolladas por El Productor en favor del mejora- caciones periódicas devinieron verdaderas trin-
miento social y económico de la clase obrera, cheras de ideas, defendidas por los intelectuales
pueden citarse las libradas por el acceso de los y artistas más prestigiosos del país. Desde el
trabajadores a la enseñanza; contra la vagancia, punto de vista técnico, se había producido en
el juego, el bandolerismo y la prostitución, ma- las imprentas el paso de la manufactura a la in-
les que achacaba al sistema social; contra la dustria, con la aparición, a partir de la década
superexplotación del trabajo femenino en los del sesenta, de los equipos e innovaciones más
talleres; a favor del amor libre y la liberación de recientes en el ramo, producidos en Estados
la mujer, cuya premisa, postulaba, era su libera- Unidos y Europa, lo que permitió aumentar el
ción económica. Por las ideas expuestas en tor- número y la calidad de las tiradas, así como in-
no a estos problemas, el semanario y su director troducir las ilustraciones reproducidas con niti-
fueron combatidos por Saturnino Martínez des- dez y hasta con variedad de colores. Simultá-
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neamente, culminaba la lucha que iniciara José dos en sus páginas se encuentran trabajos de José
Agustín Caballero contra el escolasticismo y la Agustín Caballero, Zacarías González del Va-
reacción colonialista en el terreno de las ideas lle, José María Heredia y Luz y Caballero. Los
filosóficas, la que en aquellos momentos se li- originales abordaban temas biográficos, de crí-
braba fundamentalmente entre el positivismo tica literaria —no muy numerosos—, cuestio-
spenceriano de Enrique José Varona y el idealis- nes estéticas, de historia de la literatura, en tan-
mo hegeliano de Rafael Montoro; de igual for- to reprodujo disertaciones y discursos. Abordó
ma, se gestaba un nuevo movimiento literario, también temas jurídicos, filosóficos, científicos
el modernismo, que implicaba la ruptura de cá- e históricos. Entre los materiales más significa-
nones y normas establecidos, y en muchos ca- tivos aparecidos en la Revista de Cuba se encuen-
sos refrendados por la Academia Española, por tran, publicados por partes, la Historia de la es-
lo cual se agudizó —también en este terreno— clavitud de los indios de José Antonio Saco, las
la lucha de ideas, por cuanto el enfrentamiento Conferencias filosóficas de Enrique José Varona,
no era sólo a las normas literarias, sino a lo es- así como el importante texto de José de la Luz
pañol que, como institución, representaba di- «Impugnación al examen de Cousin sobre el
cha Academia. Ensayo del entendimiento humano de Locke».
De este tipo de publicaciones, la primera en Asimismo, vieron la luz traducciones de traba-
aparecer fue la Revista de Cuba. En 1876, José jos de Herbert Spencer, Levy-Bruhl, Haeckel y
Antonio Cortina, Ricardo del Monte y Julián otros autores extranjeros. La poesía ocupó un
Gassié, jóvenes liberales con inquietudes inte- lugar destacado en sus páginas, en las que apa-
lectuales, que avizoraban el fin más o menos in- recieron producciones, conocidas o inéditas,
mediato de la Guerra Grande, concibieron la idea entre otros, de José María Heredia, Joaquín
de editar una revista de carácter cultural que re- Lorenzo Luaces, Luisa Pérez de Zambrana, En-
cogiera la tradición iniciada por la Bimestre Cu- rique José Varona, Rafael María Merchán y José
bana, llenara el vacío que la lucha armada había Joaquín Palma. En síntesis, la revista no sólo tra-
provocado en el campo editorial, pusiera al día a tó temas filosóficos y culturales, sino que res-
los cubanos en cuanto al movimiento filosófi- cató parte de lo mejor de la producción intelec-
co, científico y literario del mundo culto, edita- tual precedente con un sentido ilustrador que
ra los trabajos de los naturales del país en esas se complementó con informaciones sobre lo más
disciplinas y conservara y transmitiera la heren- avanzado de las ciencias humanísticas de Euro-
cia cultural nacional al publicar obras inéditas o pa. Al surgir los partidos políticos, especialmen-
agotadas de los grandes pensadores y artistas de te el Autonomista, del que Cortina, Del Monte
generaciones pasadas. Se propusieron, asimismo, y Gassié fueron fundadores, se solicitó el per-
que la revista se mantuviera al margen de las dis- miso correspondiente para publicar escritos de
putas de escuelas y de las contiendas religiosas esa índole. No obstante, una vez obtenida la au-
y políticas, objetivo fácilmente comprensible si torización, poco fue el uso que de ella se hizo y
se tiene en cuenta la rígida censura de prensa no llegaron a media docena los artículos sobre
imperante en aquellos momentos iniciales. En el tema que imprimiera, incluidos los que a par-
enero de 1877 salió el primer número de este tir de septiembre de 1882 comenzó a escribir
«periódico quincenal de ciencias, derecho, lite- Rafael Montoro.
ratura y bellas artes», dirigido por José Antonio En 1884 fallecía José Antonio Cortina y la
Cortina y en el cual colaboraron con asiduidad, labor de difusión cultural por él acometida en
además de Ricardo del Monte y Julián Gassié, su Revista de Cuba era continuada por Enrique
Enrique José Varona, Vidal Morales, Luis José Varona, uno de sus más cercanos colabora-
Montané, Juan Gualberto Gómez, Felipe Poey, dores. Ambos integraban el ala izquierda o ra-
Manuel Sanguily, Rafael Montoro y Enrique dical del autonomismo y evolucionaban hacia el
Piñeyro, por sólo citar algunos nombres. Entre independentismo al morir el primero. Como
las reimpresiones y materiales inéditos apareci- fuera su deseo, su revista desapareció con él, pero
370 SEGUNDA ÉPOCA

Varona recogió el estandarte y adoptó para la Schérer, Charles Seignobos, Paul Bourget y
empresa el título de Revista Cubana, «periódico Eça de Queiroz, entre otros. Por último, tam-
mensual de ciencias, filosofía, literatura y bellas bién estuvo presente en la misma el periodismo
artes», la cual se publicó ininterrumpidamente activo, a través de las secciones a cargo de Juan
entre enero de 1885 y junio de 1895, cuando la Gualberto Gómez y el propio Varona, comen-
guerra de liberación puso el punto final a su ya taristas, el primero, de la vida política entre 1892
larga trayectoria de cubanía. La publicación se y 1894 y, el segundo, de las cuestiones literarias
presentó al público como continuación de la y de la vida intelectual, así como de la actuali-
Revista de Cuba y se proponía, además, mostrar dad local y mundial.
un cuadro fiel de nuestra cultura, recibir todas En 1883, Casimiro del Monte, redactor de las
las opiniones, escuchar y recoger testimonios y «Gacetillas» de El Triunfo, acometió la empresa
documentos del pasado, para mantener vivo el de fundar una revista que resultara comercial al
sentimiento cubano. Publicó trabajos represen- captarse un público femenino interesado en
tativos de distintas tendencias y disciplinas, de modas, folletines y chismes de sociedad, empe-
autores nacionales y extranjeros, con marcada ño del cual surgió La Habana Elegante, publica-
preferencia por los primeros. Divulgó temas fi- ción bisemanal, frívola, donde predominaban los
losóficos, históricos, sociológicos, jurídicos, li- acertijos, el santoral, las noticias breves, los pen-
terarios, estéticos, antropológicos y de ciencias samientos de almanaque y las modas de París.
naturales; informó sobre las últimas ideas que, Brindaba un panorama internacional, en espe-
en estos campos, se debatían en el mundo culto. cial de Francia, España y Estados Unidos. Entre
En ella colaboraron, entre otras, figuras del ca- sus redactores se encontraban Ignacio Sarachaga
libre de Manuel de la Cruz, Manuel Sanguily, y Enrique Hernández Miyares. A mediados de
Enrique Piñeyro, Rafael Montoro, Aurelio 1884 la revista pasó a manos del primero, sin
Mitjans, Ramón Meza y Nicolás Heredia. El que cambiara sustancialmente su estructura o
pasado, en sus mejores voces, estuvo presente contenido. Sin embargo, poco a poco los traba-
en sus páginas, en las que fueron frecuentes los jos de carácter literario fueron infiltrándose en
estudios valorativos sobre Luz y Caballero, José sus páginas, cuya calidad iría mejorando a partir
Antonio Saco, Domingo del Monte, José María de 1885, cambio que podría haberse debido a la
Heredia o El Lugareño, así como la reproduc- presencia en su cuerpo de redactores de Manuel
ción y comentario de sus obras. Varona no elu- de la Cruz, quien fungió como director literario
dió la temática política y abrió las páginas de su durante unos meses y, desde octubre de ese año,
revista a representantes de las dos vertientes del a su nombre en la redacción se unen los de Julián
pensamiento político cubano: tanto pudo Ma- del Casal, Ramón Meza y Aniceto Valdivia. Por
nuel Sanguily dar a conocer en ella su trabajo entonces puede observarse un giro en la orien-
«La autonomía de Cuba», como Rafael Montoro tación estética de la revista que comenzó a in-
publicar «La expansión nacional y los estados sertar muestras poéticas de autores como
modernos», y Francisco A. Conte el grupo de Leconte de Lisle, Sully Prudhomme y, en ava-
artículos que conforman «Las aspiraciones del lancha, de Rubén Darío. Se producen también
Partido Liberal». El propio Varona editó en ella las primeras colaboraciones en verso de Casal,
su profesión de fe independentista: la conferen- quien, poco después, acometería trabajos críti-
cia «El poeta anónimo de Polonia». Fue asimis- cos. En enero de 1888 pasaba la dirección de La
mo la revista vehículo de divulgación de las ideas Habana Elegante a manos de Enrique Hernández
de grandes autores exponentes de la ciencia, el Miyares, quien reafirmaría el giro hacia el mo-
arte y la crítica decimonónicas. A través de ex- dernismo e insertaría la revista en el espectro de
celentes traducciones pudieron leerse en ella publicaciones que, de manera abierta o velada,
materiales de Charles Darwin, Herbert Spencer, abogaban por la separación de España. En este
J. M. Charcot, Anatole Leroy-Beaulieu, J. M. sentido, su choque más serio con la censura lo
Guyau, Hipólito Taine, Ernest Renan, Edmund tuvo debido a la publicación, el 25 de marzo de
TERCERA ETAPA: 1868-1898 371

ese año, del primer artículo de la serie «La so- sociales y comentarios de actualidad en los que
ciedad de La Habana», escrito por Casal y dedi- predominaba lo satírico-humorístico. Ya a par-
cado al general Sabas Marín y su familia. tir de la sexta entrega aparecía con insistencia el
A partir del 15 septiembre de 1891, la publi- tema literario, bien fuera a través de una entre-
cación adoptó el título de La Habana Literaria, vista a Emilio Zola como de trabajos, entre otros,
bajo la dirección conjunta de Hernández y de Hernández Miyares, Julián del Casal, Luis
Alfredo Zayas. Mientras el primero se inclinaba Victoriano Betancourt, Aniceto Valdivia, Ramón
hacia los estudios literarios, los trabajos líricos Meza o Justo de Lara. En febrero de 1886 pasa-
y los temas variados con ilustraciones y graba- ba a ser propiedad de Manuel Serafín Pichardo,
dos, el segundo prefería los asuntos sociológi- bajo la administración de Catalá, quienes logra-
cos, históricos y políticos, orientación que pre- ron que, a fines de siglo, la revista fuera una de
valeció en la práctica. Para conservar el antiguo las más leídas en Cuba e Hispanoamérica. En
público, la revista mantuvo una sección fija enero de 1888 apareció con la portada ilustrada
—«La Habana Elegante»—, donde reseñaba fies- y, a partir de julio, también hubo ilustraciones
tas y eventos sociales. Contó, entre otras, con en sus páginas interiores: dibujos, caricaturas de
las firmas de Luis Montané, Manuel Sanguily, tipos populares, retratos de peloteros de moda
Rafael Montoro, Enrique José Varona, Julián del y una galería cómica con caricaturas de escrito-
Casal, Rubén Darío, Gutiérrez Nájera, José res y artistas. Desde 1889 contó con la colabo-
Asunción Silva, Tristán de Jesús Medina, y, como ración del caricaturista español Ricardo de la
tributo al pasado, Céspedes, Zequeira y Luz y Torriente, creador del personaje simbólico de
Caballero. En mayo de 1892 quedaba La Haba- Liborio. Desde mediados de 1888 se convirtió
na Literaria bajo la dirección única de Zayas y, en órgano difusor del movimiento modernista
el 8 de enero del 93, lanzaba Hernández Miyares y en sus páginas pueden hallarse las firmas de
nuevamente La Habana Elegante, devenida ór- los principales poetas de esta tendencia en el
gano de las posiciones modernistas. En la mis- continente, empezando por Darío y Salvador
ma se impuso la influencia francesa e inundaron Díaz Mirón. También de los más destacados
sus páginas los nombres de Goncourt, Loti, prosistas cubanos de entonces como, por ejem-
Gautier y, entre los hispanoamericanos, Darío, plo, Varona, Piñeyro, Sanguily, Nicolás Heredia
Silva, Díaz Mirón, Gutiérrez Nájera y Casal. El y Justo de Lara. Entre sus logros se encuentra el
Conde Kostia desplegó una galería de retratos haber hecho periodismo gráfico con un sentido
literarios de damas de la alta sociedad e insertó moderno de la información, no sólo de la con-
incidentales artículos sobre arte; Hernández temporánea en su época, sino en forma de re-
Miyares redactó las gacetillas y algún que otro portajes especiales sobre acontecimientos im-
trabajo anónimo, de los que no estuvo ausente portantes. La revista continuó publicándose más
el carácter separatista. Al estallar la Guerra Ne- allá de los límites cronológicos de la etapa que
cesaria, se disgregó el cuerpo de redactores de nos ocupa, aunque, como publicación, los rese-
la revista, los que —en su inmensa mayoría— ñados fueron sus mejores años.
marcharon a la manigua o a la emigración, a au- El 31 de marzo de 1893 veía la luz la más po-
nar sus esfuerzos en una empresa mayor: la in- lémica y luchadora de las publicaciones del pe-
dependencia de Cuba. ríodo, la revista mensual Hojas Literarias, tra-
El 23 de julio de 1885 aparecía bajo el título bajo unipersonal de Manuel Sanguily, salvo
de El Fígaro una nueva revista, dirigida por Ra- incidentales colaboraciones desde París de En-
fael Bárzaga e inicialmente dedicada al deporte. rique Piñeyro, aparecidas con su nombre o bajo
En números sucesivos, además de las secciones los seudónimos de P. Niño o E.P. En el primer
consagradas a esa actividad, fueron apareciendo número, su autor expone la que pretende sea su
las implicaciones literarias tan características de poética crítica, de aspiraciones positivistas a lo
las publicaciones de la época, en tanto Ra- Taine, con visos sociologistas a lo Guyau. Plan-
món A. Catalá publicaba «Peloteras»: crónicas tea que se ceñirá al estudio de las obras y aboga
372 SEGUNDA ÉPOCA

por una ética respetuosa con los autores objeto esta vez desde las columnas de El Porvenir de
de sus comentarios. En la práctica, su tempera- Nueva York. Otra ruidosa polémica fue la sos-
mento se interpuso en el camino de estos pro- tenida por Sanguily con el peninsular Rafael
pósitos y sus intereses políticos lo llevaron más Pérez Vento —quien escribía en La Unión Cons-
allá de las obras y, en ocasiones, su crítica fue titucional— provocada por unas notas del cuba-
vitriólica contra aquéllos con quienes polemizó no al folleto del segundo titulado Cartilla polí-
porque, en realidad, Sanguily se propuso un ob- tica del español en la Isla de Cuba y la Reforma
jetivo político expresado a través de una publi- de Maura. Como era de esperarse, la revista en-
cación literaria: abogar por la independencia de tró en conflicto en más de una oportunidad con
Cuba, según los medios que entendía correctos las autoridades españolas e incluso llegó a ser
para alcanzarla. De ahí que en la revista tratara secuestrado algún que otro número y llevado su
temas políticos e históricos, filosóficos, estéti- autor a los tribunales. Hojas Literarias expiró en
cos y literarios, estos últimos sobre todo en for- diciembre de 1894, menos de dos meses antes
ma de crítica. Tuvo dos secciones fijas: «Impre- de que se rompieran las hostilidades de la Gue-
sos recibidos», que contenía la relación de libros, rra Necesaria.
revistas y periódicos enviados a su redacción, Asimismo, parte de la tradición cultural cu-
notablemente un nutrido grupo de ediciones de bana, en especial de La Habana, interrumpida
la emigración independentista; y «Variedades», durante el período bélico, fueron las llamadas
con comentarios del acontecer político, litera- tertulias, conversaciones o veladas literarias que,
rio e intelectual cubano y de otros países. Pero con un carácter más o menos formal, se realiza-
lo que caracterizó a esta publicación fue el gran ban regularmente en torno a una figura destaca-
número de polémicas en que, desde sus páginas, da de las letras o, con posterioridad, en la redac-
se mezcló su autor, entre las cuales se destacan ción de algunas de las revistas de la época y en
la muy conocida con Manuel de la Cruz, quien los salones de las sociedades de instrucción y
se batía desde las columnas de El Fígaro, en tor- recreo. De las primeras en establecerse, después
no a Cromitos cubanos; la que sostuvo en rela- del Zanjón, fueron las veladas literarias de la
ción con la figura del poeta Plácido con los pe- Revista de Cuba, surgidas por iniciativa de En-
riódicos La Igualdad de Juan G. Gómez, El rique José Varona, Vidal Morales y Julián Gassié
Mosaico y La Defensa, ambos de la ciudad de y organizadas por José Antonio Cortina, las
Santa Clara, y con el puertorriqueño Tomás cuales se efectuaron casi todos los sábados en el
Carrión, quien escribió el folleto A vuela plu- bufete de este último o en su residencia, donde
ma. Haití. Plácido y Manuel Sanguily, especial- participaban tanto literatos noveles como auto-
mente dedicado a exaltar al autor de la «Plegaria res consagrados, los que leían allí sus trabajos
a Dios» y descalificar al de Hojas Literarias en para que fueran discutidos —y a veces destro-
su condición de crítico, folleto que fue anuncia- zados— por quien fuera el principal crítico en
do con beneplácito por La Igualdad, La Nueva las mismas: Manuel Sanguily. A estas sesiones,
Era y El Criterio Conservador, el semanario po- por decisión de sus animadores, sólo podían asis-
lítico del Partido Unión Constitucional. Tam- tir hombres y en ellas, además de literarios, se
bién el libro Desde Yara hasta el Zanjón de Enri- trataban temas científicos, aunque la actividad
que Collazo suscitó una agria polémica entre fundamental fue la lectura de versos, que eran
Serafín Sánchez, desde Key West, y su autor, analizados por los contertulios, algunos de ellos
quien publicaba en Las Avispas, polémica en la periodistas que después reseñaban la velada en
que terció Marcos García desde El País y sus respectivos periódicos, desde cuyas colum-
Sanguily a través de sus Hojas Literarias. Parti- nas, a veces, continuaban encarnizadas discusio-
cipa entonces en el debate Máximo Gómez, des- nes. Importantes reuniones de este tipo realizó,
de la República Dominicana, con una carta abier- a partir de su regreso a La Habana en 1879, Ni-
ta a Tomás Estrada Palma, la cual fue refutada colás Azcárate, al reanudar sus Conversaciones
por Sanguily quien, a su vez, lo fue por Gómez, Literarias, interrumpidas por la guerra, las que
TERCERA ETAPA: 1868-1898 373

tuvieron características semejantes a las de Cor- un auge extraordinario, disputándose sus tribu-
tina, al igual que las que se celebraban en casa de nas tanto los oradores autonomistas como los
José María de Céspedes, cuyos asistentes eran, separatistas que, de manera encubierta, comen-
por lo regular, los mismos que a las antes men- zaban la labor de reunificar fuerzas y estimular
cionadas. En 1880 comenzaron a efectuarse ter- los ánimos deprimidos; de preparar, en fin, las
tulias literarias en casa de Luis Alejandro Baralt, condiciones para el reinicio de la contienda ar-
con la particularidad de que a ellas sí se permi- mada. Entretanto, al fragor de la lucha ideológi-
tió la asistencia femenina, lo que hizo que re- ca, la batalla se le daba al colonialismo y su ideo-
sultara pequeña la residencia para la cantidad de logía en todos los campos, sin ceder un palmo
contertulios. Por lo que las reuniones debieron de terreno. En los salones de las Sociedades de
trasladarse al teatro Jané. Tertulias de carácter Instrucción y Recreo se debatieron los temas de
informal, más bien bohemio, se celebraron arte, literatura y ciencias que ocupaban el cen-
cotidianamente en la redacción de La Habana tro de las preocupaciones del momento. La pren-
Elegante, a las que concurrían, unas veces, las sa de la época, en especial El Triunfo, seguía con
jóvenes promesas de las letras cubanas y, en otras interés estas actividades, las cuales eran reseña-
ocasiones, veteranos de la Guerra Grande, que das por plumas como las de Casimiro del Mon-
hacían de las mismas punto de cita para acari- te en sus «Gacetillas» y Diego Vicente Tejera en
ciar sus sueños de independencia. También la la «Revista de la Semana». La Voz de Cuba, por
redacción de El Fígaro fue cenáculo que acogió su parte, consciente de la función de esas activi-
en diarias jornadas vespertinas a cuantos en la dades, también las comentó, aunque siempre con
capital amaban el cultivo de las letras, así como ánimo de combatirlas. En la imposibilidad de
a aquellos escritores y poetas extranjeros que describir la génesis y desarrollo de todas las so-
en ocasiones la visitaron. ciedades de instrucción y recreo que por enton-
Como habrá podido observarse, desde antes ces tan fundamental papel desempeñaron en la
de terminar la Guerra de los Diez Años la vida cultural del país, nos referiremos a algunas
intelectualidad del occidente del país, miembro como ejemplo de este proceso.
de la burguesía esclavista por su origen de clase El 20 de diciembre de 1875 se inauguraba en
—o a su servicio—, preveía el fin más o menos el elegante barrio suburbano de El Cerro, una
próximo de la lucha armada y se aprestaba a sociedad que llevaría por nombre «La Caridad»,
reiniciar una vida cultural, otrora intensa, pa- presidida por el rico productor azucarero Juan
ralizada por la contienda. Uno de los medios Poey. Posteriormente, sus salones sirvieron de
tradicionales de realizar el imprescindible inter- sede al Partido Liberal Autonomista en ocasio-
cambio de ideas, opiniones y criterios entre los nes señeras y fueron también ambiente acoge-
intelectuales, así como de discutir libremente dor para efectuar veladas literarias, la primera
temas prohibidos por la censura oficial y de co- de las cuales se dedicó a honrar la memoria de
nocer obras recibidas de manera más o menos José de la Luz y Caballero. Desde su tribuna
clandestina desde Europa, por algún miembro hizo Montoro los elogios póstumos de Cortina
del grupo, fueron las tertulias, pero las mismas y Juan B. Zayas; disertaron José Varela Zequeira
tenían el defecto de ser demasiado elitistas, pues sobre la Margarita de Fausto, Enrique Piñeyro
a ellas sólo tenían acceso unos pocos escogidos. en torno a «Dante y La Divina Comedia»,
De ahí que, ya desde antes de terminar la gue- Álvaro Caballero sobre los derechos de la mu-
rra, comenzaran a renacer las Sociedades de Ins- jer y la educación, Francisco A. Conte sobre los
trucción y Recreo, más abiertas al mundo exte- del pueblo cubano y Manuel Sanguily expuso
rior, y desde las cuales podía, además, hacerse su criterio en cuanto a «El dualismo moral y
un trabajo político entre los asistentes, que por político en Cuba». El espectro de intereses de
lo general devenía asiduo, sobre todo después los disertantes cubría lo literario, lo científico y
de El Zanjón y el surgimiento del Partido Libe- lo social, en tanto su militancia política, aunque
ral. Es entonces que dichas sociedades alcanzan mayoritariamente autonomista, no excluía la
374 SEGUNDA ÉPOCA

presencia de muy destacadas voces indecli- ceo Artístico y Literario de Regla, con el apoyo
nablemente separatistas. del Partido Liberal de la localidad. José Martí
Otra sociedad que dejó profunda huella en la fue nombrado secretario de su sección de lite-
cultura finisecular cubana fue el Liceo de ratura y contó, además, con una de declamación.
Guanabacoa, el cual se había hecho sospechoso Celebró veladas los miércoles y fundó varios
a voluntarios y autoridades españolas, después periódicos locales de orientación política auto-
del 10 de octubre de 1868, por estar integrado nomista. Por su tribuna desfilaron muchos de
fundamentalmente por cubanos, lo que provo- los grandes oradores liberales de esta etapa, en
có que sus actividades disminuyeran hasta que- tanto en ocasiones dicha tribuna fue trasladada
dar sumido en una vida meramente vegetativa y, a los círculos de artesanos de Guanabacoa y San
como culminación, en enero de 1872 fue con- Antonio de los Baños, en función de extensión
vertido en Recreo Español. Posteriormente, en político-cultural. Su sección de música se vio
octubre de 1878, recobró su antiguo nombre e prestigiada por concertistas como Brindis de
inició una nueva etapa de promoción cultural: Salas e Ignacio Cervantes. También fue clausu-
se reanudaron las conferencias en sus salones, la rado por las autoridades españolas, el 18 de no-
sección de literatura pasó a ser presidida por viembre de 1896.
Azcárate y contó como secretario a José Martí, En las reuniones celebradas en el teatro Jané
con la asesoría de Saturnino Martínez, Luis bajo los auspicios de Luis Alejandro Baralt sur-
Victoriano Betancourt y Antonio López Prieto gió la idea de crear una institución consagrada a
entre otros. Sus veladas fueron públicas y, a tra- la «cultura de la mujer», la que se acordó deno-
vés del periódico local El Progreso, se invitaba a minar Nuevo Liceo de La Habana. Para su for-
los obreros a que concurrieran a las mismas, para mación se organizó una intensa campaña de
«aprender y mejorar la inteligencia». En sus sa- prensa, desarrollada por Saturnino Martínez y
lones se veló al socio distinguido Alfredo José Fornaris. Al constituirse, el 26 de noviem-
Torroella y ante su féretro habló por primera bre de 1882, su primer presidente fue Nicolás
vez en público desde su regreso a la patria José Azcárate y, un mes más tarde, contaba 1 433
Martí. Posteriormente, en una velada dedicada socios. Alcanzó un auge extraordinario y arren-
a su memoria, hizo el Héroe Nacional un «Es- dó de manera permanente los altos del teatro
tudio biográfico» del fallecido poeta. Las con- Albisu para celebrar sus veladas y fiestas. En sus
ferencias organizadas por la sección de literatu- salones se leyeron versos, se dieron conciertos,
ra, verdaderos debates, abordaron temas como se llevaron a cabo polémicas sobre temas cientí-
«El realismo y el idealismo en el arte» y el ori- ficos y literarios y se representaron comedias y
gen del hombre, tópico este último que provo- óperas por una compañía de aficionados. Allí
có una protesta de setenta señoras de la locali- Nicolás Azcárate presentó por primera vez en
dad —incitadas por La Voz de Cuba, que público a Julián del Casal y a José de Armas y
desarrollaba una franca campaña contra la Insti- Cárdenas. Pasado un tiempo, el Nuevo Liceo
tución—, las cuales obviamente se interesaban comenzó a decaer, pues su cuota por ser socio
en el tema. Sobre la obra de Echegaray disertó era alta y la economía del país se resentía como
Martí; en torno a «La evolución psicológica», consecuencia de la crisis que lo azotó durante
Enrique José Varona; y el Héroe Nacional, lue- aquellos primeros años de la última década del
go de un concierto del violinista Rafael Díaz pasado siglo.
Albertini, pronunció un discurso patriótico que Desde el punto de vista teatral, el período de
despertó justificadamente los recelos del gene- entreguerras se caracterizará por la construcción
ral Blanco, quien se encontraba entre la concu- de nuevos teatros, en La Habana y en ciudades
rrencia. Al estallar nuevamente la Guerra de Li- del interior del país, en tanto la asistencia a los
beración, el Liceo fue clausurado por las mismos sufría altibajos provocados por la crisis
autoridades españolas el 24 de octubre de 1896. recurrente que estremecía la economía colonial,
El 10 de octubre de 1878 se inauguraba el Li- sobre todo a partir de la temporada de 1883-1884
TERCERA ETAPA: 1868-1898 375

y, en consecuencia, al iniciarse la última década distintas ciudades norteamericanas— surgieron


del siglo hasta los grandes actores naturales del órganos de prensa con uno de estos dos objeti-
país, como Luisa Martínez Casado, Adela vos, y a veces con ambos: divulgar la cultura
Robreño y Paulino Delgado, debieron marchar cubana y despertar la conciencia nacional, pre-
al extranjero y, si bien es cierto que en 1887 ac- pararla para el reinicio de la lucha emancipadora.
túa en el Tacón Sarah Bernhardt a altísimos pre- Algunos de ellos continuaron su trabajo aún
cios y con gran éxito, dos años más tarde el tam- después de comenzada la nueva guerra. Entre
bién francés Benito Constant Coquelin, al frente los mismos cabe mencionar El Porvenir, «sema-
de una excelente compañía, sufrió un gran fra- nario político, literario, de noticias y anuncios»,
caso de taquilla. Del año 90 en adelante, las tem- fundado en 1890 por Enrique Trujillo en la ciu-
poradas fueron cada vez peores, la ópera perdió dad de Nueva York. Desde su aparición se de-
prestigio y las compañías extranjeras que nos claró partidario de la independencia absoluta de
visitaron fueron formadas con figuras de segun- Cuba, y, para alcanzarla, de la revolución; hizo
do rango, pues La Habana había perdido su ca- también profesión de fe latinoamericanista y
tegoría de plaza teatral privilegiada. abogó por la unidad de Hispanoamérica. En lo
El período se inició con el predomino del fundamental, publicó trabajos políticos y de pro-
género bufo que, como expresión nacional, se paganda revolucionaria, aunque tuvo secciones
enfrentó con éxito al teatro extranjerizante, bien de poemas y crítica de libros y divulgó los dis-
fuera español, francés, italiano o inglés. Como cursos de Martí, quien fuera uno de sus más asi-
ha señalado Rine Leal: duos colaboradores. Fue órgano de difusión y
propaganda de la Sociedad Literaria Hispano-
Este período contemplará una verdadera Americana, de la cual fuera promotor el Héroe
explosión dramática durante la cual la es- Nacional. El último número de esta etapa salió
cena pasará a ocupar un lugar fundamental el 18 de julio de 1898 y el periódico reapareció,
en la exposición y crítica de la sociedad durante la intervención nortamericana en la gue-
cubana […] No sólo en sus temas, sino en rra cubana contra España, en Santiago de Cuba.
el idioma, la música, los personajes, el ám- En 1892 fundaba Martí en Nueva York el pe-
bito social, el gesto escénico y sobre todo, riódico Patria, cuyo primer número veía la luz
en el aspecto moral, los bufos se definen el 14 de marzo como portavoz del Partido Re-
como una expresión propia que negaban lo volucionario Cubano y sus páginas recogieron
extranjero […] 7 excelentes ejemplos de la prosa martiana. Al
partir de la Babel de Hierro el organizador de la
Sin embargo, poco a poco, se inició la deca- Guerra Necesaria, Gonzalo de Quesada, Benja-
dencia del género, que culminó en 1892 con la mín Guerra y Sotero Figueroa se hicieron cargo
representación en el Alhambra —inaugurado dos de la publicación y, luego de la caída en combate
años antes— de un repertorio que pasó de la del fundador, se designó como director, el 23 de
chabacanería y el mal gusto a lo francamente octubre de 1895, a Enrique José Varona, fun-
pornográfico. ción que desempeñó durante el siguiente año.
Eran aquellos días difíciles para la emigración,
ya que el delegado Tomás Estrada Palma margi-
La guerra necesaria naba a los obreros revolucionarios y se rodeaba
de una camarilla de ricos burgueses, autonomis-
A lo largo de los años de la tregua fecunda, mu- tas o proanexionistas. Por ello entre los miem-
chos cubanos separatistas permanecieron en el bros de los clubes revolucionarios reinaban la
exilio o se vieron obligados a emigrar por razo- confusión, las divisiones y las discusiones. En
nes de índole política o económica. Dondequiera este contexto, Varona fue acusado por Sotero
que estuvo un grupo de emigrados —en Euro- Figueroa, desde el periódico La Doctrina de
pa, a lo largo del continente sudamericano o en Martí, de dividir a las huestes revolucionarias,
376 SEGUNDA ÉPOCA

ya que los fondos de una llamada «Sociedad Ju- ción en la manigua hasta el fin de la contienda.
rídica de Estudios Cubanos» por él creada, no Asumió una posición francamente antim-
se destinaban a la guerra, actuaba con indepen- perialista, lo que le valió amenazas de suspen-
dencia del Partido Revolucionario Cubano y sión por parte del interventor norteamericano
convocaba actos de masas de carácter político. Leonardo Wood.
También se le criticó por haber suprimido la pro- Una de las últimas publicaciones que apare-
paganda a favor de la independencia de Puerto ció en la emigración fue Cuba y América, «pe-
Rico y por su adhesión a las élites sociales, con riódico quincenal ilustrado, dedicado a los paí-
desprecio manifiesto por las masas trabajado- ses hispanoamericanos», cuyo primer número
ras. El 25 de agosto de 1897 apareció en Patria la viera la luz el 1o de abril de 1897 bajo la direc-
designación de Eduardo Yero Baduén como edi- ción de Raimundo Cabrera. Abordó temas po-
tor responsable, aunque Varona continuó en la líticos, intereses generales y variedades, con crí-
redacción. Desde fines de septiembre de 1898 tica, sátira, ilustraciones y caricaturas. A partir
los editoriales fueron escritos por Nicolás del 1o de enero de 1898 apareció como «periódi-
Heredia, hasta la desaparición de la publicación. co semanal ilustrado» y pasó a ser mensual en
En ella colaboraron, entre otros, Manuel de la agosto del propio año. La mayor parte de sus
Cruz, Manuel Sanguily, Fermín Valdés Domín- trabajos se refería a la insurrección y narraba
guez, Diego Vicente Tejera, Rafael María episodios de la guerra, tanto en prosa como en
Merchán, Carlos Baliño y Ramón Meza. Con la verso. En la sección de «Bibliografía» se comen-
terminación de la guerra contra España y la di- taban los últimos libros publicados. Divulgó la
solución de los organismos cubanos que ha- vida cultural y política de las naciones hispano-
bían luchado en el exterior, finalizó la publica- americanas, en especial de Puerto Rico, así como
ción de Patria, el 31 de diciembre de 1898. la de las islas Filipinas, en Asia, ambas en lucha
Otro activo combatiente por la independen- contra el yugo español. Publicó, asimismo, unos
cia fue La Doctrina de Martí, periódico newyor- «Episodios de la Guerra», con valiosas ilustra-
kino dirigido por Rafael Serra, cuyo primer nú- ciones, escritas por Raimundo Cabrera bajo el
mero salió el 25 de julio de 1896 y lo continuó seudónimo de Ricardo Buenamar. A partir del
haciendo de forma irregular, bajo el lema «La establecimiento en Cuba del régimen autonó-
república con todos y para todos». En él cola- mico, hostigó a los autonomistas que se presta-
boraba, además de Sotero Figueroa, Juan Belli- ron a hacer el juego político a España, para lo
do de Luna. Publicaba noticias de la guerra y cual esgrimió argumentos de índole ideológica
reseñaba algunas de las actividades del Partido y los más hirientes de la sátira, en versos festi-
Revolucionario Cubano y de los clubes de emi- vos y caricaturas. Luego de la voladura del aco-
grados. Posteriormente inauguró una sección razado Maine, todos los números de Cuba y
literaria en la que aparecían con regularidad poe- América reflejaron los acontecimientos que se
sías de Bonifacio Byrne. También colaboró en desarrollaban en la Isla, la intervención norte-
ella Hernández Miyares. Al terminar la guerra, americana y la rápida derrota de España, aunque
siguió publicándose en La Habana. tanto el director como los redactores mostra-
Entretanto, en los campos de Cuba, las hues- ban su confianza en que el gobierno de los Esta-
tes insurrectas siguieron la tradición iniciada por dos Unidos sería el guardián de las libertades de
Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo y fun- las naciones hispanoamericanas. En sus páginas
daron diversos periódicos que editaban distin- apareció un rico caudal de obras de autores cu-
tos cuerpos del Ejército Libertador, entre los que banos hasta entonces inéditos; reprodujo o pu-
es ineludible mencionar El Cubano Libre, crea- blicó en libros o en entregas especiales El laúd
do por Antonio Maceo como órgano de los re- del desterrado, Francisco de Anselmo Suárez
volucionarios de Oriente bajo la dirección de Romero, Mis doce primeros años y Viaje a la
Mariano Corona. El primer número salió el 3 Habana de la Condesa de Merlín, Milanés y su
de agosto de 1895 y se imprimió sin interrup- época de Eusebio Guiteras, así como poesías de
TERCERA ETAPA: 1868-1898 377

Luaces y otros materiales de valor para la histo- familias estuviese desgarrado por la ausencia de
ria y la literatura cubanas. Entre sus más asiduos algunos de sus miembros, alzados en armas o
colaboradores se encontraron Enrique José Va- exiliados por motivos políticos. Como, por lo
rona y Manuel Sanguily. En septiembre de 1898 general, escritores y artistas abrazaron, con ma-
la revista se despedía de sus lectores con unas yor o menor grado de radicalización, la causa de
palabras firmadas por Cabrera y Nicolás la independencia nacional, el desarrollo cultural
Heredia. Como tantos otros, el primero regre- se vio interrumpido aun en la capital y zonas no
saba a la patria y Cuba y América iniciaría una afectadas directamente por la contienda, y nues-
segunda etapa, a partir de febrero de 1899, edi- tra vida intelectual debió desarraigarse, trasla-
tada ya en La Habana. dándose a la emigración, donde los cubanos se
Durante este período, las actividades teatra- reunían en sociedades patrióticas, escribían en
les quedaron casi totalmente paralizadas debido favor de la causa separatista y publicaban libros,
al reinicio de las hostilidades en febrero de 1895. folletos y periódicos de carácter político y cul-
De inmediato se produjo la triunfante invasión tural. De igual forma, en la manigua, a lo largo
a Occidente de las huestes mambisas y el incen- de aquellos diez heroicos años, se desarrolló una
dio de las riquezas azucareras de dicha región; verdadera cultura nacional, cuyas manifestacio-
por primera vez, la capital de la colonia se vio nes descollantes fueron la oratoria, el periodis-
amenazada por las tropas cubanas que con ello mo y la poesía, entre otros géneros literarios, y
—y con el disloque de las comunicaciones te- que halló expresión en publicaciones periódicas,
rrestres—, paralizaron casi por completo las ac- reuniones políticas y hasta veladas culturales, sin
tividades de toda índole en la Isla. contar las numerosas escuelas donde se enseñó
En lo tocante al teatro, decreció el número a leer y escribir a gran número de combatientes.
de compañías extranjeras visitantes y, las que La última guerra contra el colonialismo es-
vinieron, debieron trabajar a teatro vacío a pe- pañol, si bien más breve, se extendió a lo largo y
sar del bajísimo precio de las localidades. Sólo ancho de la Isla, por lo que no sólo afectó la
el Alhambra y los bufos mantuvieron un públi- vida cultural en manifestaciones tales como la
co algo numeroso. Tal y como sucediera entre actividad teatral, paralizada casi totalmente a
1868 y 1878, el integrismo dominó la escena in- consecuencia de la contienda bélica, sino que,
sular, en tanto en la emigración florecía el tea- tal y como sucediera durante la Década Heroi-
tro Mambí. En 1898, luego de tres años de gue- ca, escritores y artistas, en su inmensa mayoría,
rra, la escena cubana yacía sumida en profunda marcharon al campo de batalla o al exilio, inte-
crisis, producto de una prolongada situación rrumpiéndose en el país las veladas, conciertos,
económica adversa y de la constante persecu- conferencias y publicaciones que aquellos orga-
ción política, por parte de las autoridades espa- nizaban y dirigían, las que, en alguna medida,
ñolas, de los más genuinos valores nacionales. trataron de continuar, en favor de la causa, en la
La contienda bélica, con su secuela de ruina y emigración, no obstante lo cual se produjo una
destrucción, sólo fue, para el teatro, la culmina- ruptura de la línea de desarrollo de la vida cultu-
ción de un proceso que se había venido desarro- ral interna del país que, si bien no se eclipsó to-
llando desde hacía varias décadas. talmente gracias a lo antes apuntado y a la acti-
Como habrá podido apreciarse, las dos gran- vidad intelectual desarrollada en la propia
des guerras por la independencia nacional reper- manigua, sufrió, como entre 1868 y 1878, la pér-
cutieron con fuerza, aunque en desigual medi- dida de muchos de sus mejores y más activos
da, sobre la vida cultural del país. La primera, cultores.
por el hecho de circunscribirse al centro y orien- No obstante, si la Guerra de los Diez Años
te del territorio insular, permitió que La Haba- fructificó a los efectos de la vida cultural en su
na y, en general, el occidente de la Isla, mantu- más amplia acepción, a través del Zanjón, en los
viesen un acelerado ritmo económico y una logros de la Tregua Fecunda, el fin de la domi-
aparente normalidad, aunque el seno de muchas nación española, a pesar del tutelaje yanqui que
378 SEGUNDA ÉPOCA

se impuso a la naciente república, situó la lucha cía tiempo. El paisaje cubano, por ejemplo, es
por la independencia absoluta en una fase supe- ganancia estético literaria mucho antes de serlo
rior y, de igual forma, abrió posibilidades más pictórica, y cuando esto último llega a ocurrir,
amplias, aunque no óptimas, para impulsar el tímidamente, recurre a enfoques y crista-
desarrollo socio-económico y cultural del país. lizaciones ya maduras por la palabra escrita. El
«academicismo» se centraba en una pintura de
caballete cuyos pocos consumidores eran una
Etapa 1868-1898 minoría pudiente que, como el propio gobierno
colonial, se aferraba a lo estatuido, opuesta a
Las artes cualquier tipo de cambio, lo cual hacía a ese es-
tado español que subvencionaba la academia sen-
La etapa 1868-1898 resulta ser la que presenta tirse «altamente satisfecho de este espíritu
mayor desarrollo del arte pictórico durante todo tradicionalista que en ella anidaba y que corres-
el período colonial cubano. Lo cual no significa pondía tan profundamente a su propia ideolo-
que sea excepcionalmente notable, ni en calidad gía».9 Sin embargo, en 1878 ocupa por primera
ni cantidad, pero supera a la producción de eta- vez la dirección de la Academia un cubano, Mi-
pas anteriores en cuanto al número de autores guel Melero, cosa que consigue no sin pocas tra-
recordables por algún motivo y dado el peso bas, a pesar de su posición nada antiespañola, y
específico que tuvo ya dentro del ámbito cultu- que fungirá en el cargo, además de ejercer como
ral criollo. Su desarrollo se centra en la conti- profesor, hasta su muerte, ocurrida en 1907. El
nuidad de la enseñanza «oficial» ejercida por la arribo del nuevo director supuso algunos cam-
Academia San Alejandro,8 de cuyo primer di- bios beneficiosos, el más sonado de los cuales
rector, el francés Vermay, había heredado un fue el permitir el ingreso de mujeres a la escue-
neoclacisismo que buscará moldes tradiciona- la, aunque esto, al decir de Jorge Rigol, parece
les de expresión que evaden siempre el enfren- que agotó su espíritu progresista, pues «ni en su
tamiento directo con los cambios más trascen- obra pictórica ni en la orientación de la enseñaza,
dentales que se producen en la pintura europea Melero se apartó un punto de los cánones aca-
del siglo XIX. Así asimila tímida y tardíamente démicos tradicionales».10
influencias románticas, realistas e historicistas, Tanto entonces como durante la etapa repu-
pero llega a permanecer ajena a la gran eclosión blicana siguiente, se estimaba, con bastante ra-
impresionista de la segunda mitad del siglo. Si zón, que el preparar buenos pintores no podía
Vermay (1784-1833) había sido discípulo, aun- consumarse en la isla y éstos siempre anhelaban
que no muy aventajado, del conocido francés completar su formación sobre todo en Francia
David (1748-1825) y, por lo tanto, en 1817 cuan- e Italia (y en menor medida, España), por lo que
do funda la escuela no estaba tan alejado de las de hecho todos los nombres que se destacaron
tendencias estéticas europeas del momento, al en este campo durante la etapa viajaron al ex-
terminar el siglo sí media un abismo estilístico tranjero, aunque en ocasiones debido a situacio-
espeluznante entre pintores como Paul Gauguin nes personales, relacionadas más de una vez con
(1848-1903) y Vincent Van Gogh (1853-1890) razones políticas, dadas sus vinculaciones per-
y la práctica de los artistas del patio. sonales o familiares al movimiento indepen-
Y no es que se trate de medir nuestra cultura dentista que sacudía a Cuba. A pesar de que su
con el rasero europeo, sino que fueron la misma formación sobre todo en Francia e Italia (y en
escuela de San Alejandro y los propios pintores menor medida, España), por lo que de hecho
quienes establecieron ese paradigma, al apegar- todos los nombres que se destacaron en este
se en tal forma a los moldes extranjeros que les campo durante la etapa viajaron al extranjero,
impidió recrear con toda su vitalidad y riqueza aunque en ocasiones debido a situaciones per-
un ámbito criollo cuyos valores plásticos ya ve- sonales, relacionadas más de una vez con razo-
nía trabajando con éxito la literatura desde ha- nes políticas, dadas sus vinculaciones persona-
TERCERA ETAPA: 1868-1898 379

les o familiares al movimiento independentista que encontrarán un escollo inicial en el desarro-


que sacudía a Cuba. A pesar de que algunos pin- llo muy desigual de las distintas manifestacio-
tores pelearon directamente en la guerra, esa nes del arte y la literatura en la isla. Por eso
realidad no se reflejó todavía en sus obras, de- Lezama Lima, al intentar un paralelo entre la
masiado hechas para seguir los cánones de un pintura y la poesía en Cuba colonial, afirma que
academicismo italiano o francés epigonal y es- «para lograr esas correspondencias entre los co-
téril. 11 Esto resultaba claro entonces para figu- lores, las insinuaciones y los perfumes, es ne-
ras como José Martí, quien quizás recordando cesario una plenitud que nuestra expresión aún
su fugaz paso por la Academia San Alejandro no ha alcanzado», dado que «entre nosotros
cuando aún era adolescente, escribió en México es casi imposible configurar una tesis o un
hacia 1875: punto de vista aproximativo sobre nuestro pa-
sado, ya de poesía, ya de pintura, porque los di-
No vuelvan los pintores vigorosos los ojos versos elementos larvales aún no se han escu-
a escuelas que fueron grandes porque re- driñado».15
flejaron una época original: puesto que pasó Lo anterior no impidió que los escritores de
la época, la grandeza de aquellas escuelas la etapa 1868-1898 buscaran en las expresiones
es ya más relativa e histórica que presente plásticas equivalencias estéticas. Julián del Ca-
y absoluta. Copien la luz en el Xinantecatl sal es el ejemplo más conspicuo y son bien co-
y el dolor en el rostro de Cuauhtemozin: nocidas sus «lecturas» del primer pintor simbo-
adivinen cómo se contraen los miembros lista francés destacado, Gustavo Moreau
de los que expiraban sobre la piedra de los (1826-1898). Pero también intentó, casi obsti-
sacrificios; arranquen a la fantasía los movi- nadamente, encontrar sus «correspondencias»
mientos de compasión y las amargas lágri- con artistas plásticos nativos contemporáneos
mas que ponían en el rostro de Marina el suyos. Esto se hace muy evidente cuando dedi-
amor invencible a Cortés, y la lástima de sus ca un capítulo de su inconcluso libro La socie-
míseros hermanos. Hay grandeza y origina- dad de La Habana (1888-1889) 16 al pintor
lidad en nuestra historia: haya vida original y Guillermo Collazo (1850-1896) y le adjudica
potente en nuestra escuela de pintura. 12 características e ideales que coincidían con los
mismos del escritor. Lo califica de «refinado,
El interés y conocimiento que presenta Martí exquisito y primoroso», y su obra ostenta «un
respecto a la pintura no es un hecho aislado en- carácter particular, nuevo y extraño», la cual ha
tre los escritores cubanos de la etapa, sino algo realizado «desterrado del mundo moderno», del
bastante generalizado dadas las inquietudes de que «se ha escondido para soñar y producir»,
la época. No puede olvidarse que con la apari- pues «siempre el artista busca, a la manera del
ción en 1857 de Las flores del mal de Charles enamorado, el silencio y la soledad; porque la
Baudelaire se iniciaba un predominio en la cul- inspiración aguarda que el mundo se aleje para
tura occidental de las célebres «corresponden- poder entrar». Y aunque «estudia concienzuda-
cias» (Como ecos prolongados, desde lejos fundi- mente las diversas escuelas pictóricas, no está
dos / en una tenebrosa y profunda unidad, /Vasta afiliado a ninguna de ellas, perteneciendo a la
como la noche y cual la claridad / se responden que siguen los grandes pintores contemporá-
perfumes, colores y sonidos).13 Se ha afirmado que neos: la del buen gusto». En plena identifica-
fue el propio Martí, en 1881, quien «había dado ción, Casal traza lo que entiende como ideal de
entrada en español a la teoría de la sinestesia», a Collazo:
través de una nota publicada en la Revista Vene-
zolana, en donde afirmaba que «entre los colo- El arte es para él una especie de religión.
res y los sonidos hay una gran relación». 14 El Ni la política, que brinda extenso campo a
universo de las sinestesias, a partir de entonces, las ambiciones humanas; ni el mercan-
atraerá indefectiblemente a los poetas cubanos, tilismo, que se dilata como lepra asquero-
380 SEGUNDA ÉPOCA

sa por nuestro campo social, ni su cuantiosa je, el encaje es más vaporoso, la flor ostenta in-
fortuna, que hubiera podido transformarlo visibles matices y las piedras preciosas arrojan
en un dorado inútil; nada basta a hacerle vivísimos fulgores». 18
apartar sus ojos, deslumbrados por el ful- La preocupación de los pintores cubanos se
gor de los ensueños, de las cimas ideales, centraba sobre todo en lograr un dominio téc-
donde se alcanza, al término de la ascen- nico que, en cierta medida, alcanzan, el cual se
ción, el lauro de oro de la inmortalidad. hace muy visible si comparamos las mejores
muestras de esta etapa con las obras de Escale-
Casal realizó ciertas «transcripciones» litera- ra, Escobar o el mismo Vermay. Es un proceso
rias de algunos cuadros de sus contemporáneos que en literatura encontraría sus equivalencias
que, a veces, crean dudas acerca de si la mayor anteriores con las búsquedas de los poetas
trascendencia estética radica en el modelo o en preheredianos o los primeros brotes narrativos
su descripción, cosa acentuada por el hecho for- de Bachiller y Morales, Ramón de Palma y
tuito de que actualmente algunos de dichos Cirilo Villaverde. Pero, debido a los mismos ma-
modelos se han perdido. Entre los que se con- teriales con los cuales se trabajaba, el dominio
servan, como los de Guillermo Collazo, Casal técnico literario era factible conseguirlo de ma-
sorprende a veces recreando insinuaciones pic- nera mucho más veloz y autodidacta que el pic-
tóricas tales como la «atmósfera ideal, que pare- tórico. Además, los artistas plásticos no pudie-
ce estar hecha de perlas vaporizadas» que flota ron librarse durante toda la etapa colonial
en torno a la figura de Emelina Collazo de (situación que en realidad subsistirá hasta la ter-
Ferrán, o la «humanidad, poesía, idealismo» que cera década del siglo XX) de algunas limitantes
se desprende de unas Horas felices puestas por esenciales. A diferencia de los escritores, ni su-
su pluma en armonioso movimiento. De José pieron vincularse a las problemáticas cubanas
Arburu se detiene con deleite en La primera misa básicas ni fueron capaces de establecer nexos
en América y En el jardín, pero dice preferir un vigorosos que los cohesionaran entre sí, por lo
boceto «cuya composición llega verdaderamen- que permanecieron demasiado permeados por
te a sorprender. Parece una pesadilla trasladada epigonales influencias europeas. Tampoco sur-
al lienzo. Vista de cerca, no es más que un ama- gió entre ellos ninguna gran figura creadora o
sijo de colores, aplastados por la espátula, en que ejerciera liderazgo estimulante (un Heredia,
todas direcciones, pero alejándola un poco, el un Del Monte). Y aunque en la práctica muchos
cuadro se precisa con toda claridad», 17 con lo de ellos militaron dentro del independentismo,
que muestra cómo la aparente exaltación de los desde el punto de vista artístico no pudieron
pintores cubanos contemporáneos suyos no ex- dejar de ser casi siempre dóciles colonizados.
cluía el anhelo por una mayor audacia expresiva Además, algunos de los pintores más promete-
en ellos. De Juana Borrero elogia una visión de dores del momento apenas alcanzaron fatalmen-
la salida de su hogar aún hoy día no localizada y te la veintena de años, como José Arburu Morell
describe en forma objetiva, no exenta de simpa- (1864-1889), Julián Ibarbia (1871-1895) y Jua-
tía, dos cuadros del cardenense Julián Ibarbia, na Borrero (1877-1896).
también perdidos, que presentaban figuras de Temáticamente, como en todo el siglo XIX,
cotidiano realismo: un vendedor de periódicos en esta etapa existe una preferencia muy marca-
y un jugador de pelota. Pero trata de buscar más da por el retrato y el paisaje, con algunas apari-
claras «correspondencias» modernistas en el ciones del historicismo y la alegoría, siempre con
entonces muy joven Armando Menocal, de raigambre decididamente romántica. Aunque el
quien estima ha sabido «escuchar esa voz ideal artista suele trabajar un canon figurativo «apa-
que canta misteriosamente alrededor de las co- rentemente ajustado a la realidad, de hecho la
sas, esparciendo sobre ellas, como benéfico ro- falsea al embellecerla y, sobre todo, al seleccio-
cío, sus gracias y encantos», por lo que, «bajo el nar sólo sus aspectos más favorables y encomiás-
dominio de su pincel, el raso espejea, la seda cru- ticos», en gran medida debido a que
TERCERA ETAPA: 1868-1898 381

Los pintores del XIX estaban estrechamen- mente «de los caminos habituales del paisajismo
te vinculados a las clases opresoras: de insular».22 También vivió en los Estados Uni-
manera directa (comisiones para hacer re- dos el santiguero Federico Martínez (1828-
tratos, vistas de los ingenios de azúcar, de 1912?), uno de los más olvidados pintores colo-
los cafetales, de las quintas familiares) y de niales, a pesar de que Rigol lo considera, en sus
manera indirecta (paisajes, figuras elegan- retratos, uno de los artistas cubanos cimeros,
tes, escenas de bailes). Aun aquellos pin- pues su figura, «por sus excepcionales condicio-
tores que emigran por razones políticas nes, es paradigmática y en él, precisamente, la
—Collazo, Peoli— siguen reflejando su crudeza del realismo español parece templarse
vinculación con las clases dominantes. 19 al soplo de las brisas italianas. Me parece ver ahí
una de las notas claves de su pintura que, a la
Entre los pintores activos durante 1868-1898 vez que definen su obra, la diferencian de sus
pueden establecerse dos grandes grupos, con- contemporáneos de San Alejandro.» 23
formado uno por aquellos que provienen de una No puede pasarse por alto que durante la eta-
etapa anterior pero que siguen produciendo to- pa el controvertido Víctor Patricio de Landaluze
davía, y otro por los más jóvenes, que se dan a (1828-1889) realiza algunas importantes obras,
conocer durante este lapso, entre los cuales al- tanto en óleo como en el campo de la litografía,
gunos, como ya hemos señalado, se agotan en la como sus anticubanas caricaturas en publicacio-
etapa, mientras otros continuaron su obra, sin nes integristas y, sobre todo, la que para algu-
cambios sustanciales, durante el siglo XX: Ar- nos constituye una de sus obras claves: las ilus-
mando Menocal (1861-1942), Leopoldo Roma- traciones para la colección de artículos Tipos y
ñach (1862-1951), Gonzalo Escalante (1865- costumbres de la isla de Cuba (1881). Dados a
1939), José Joaquín Tejada (1867-1943) y conocer también durante la etapa anterior son
Antonio Fernández Morey (1872-1967). el director de San Alejandro, Miguel Melero,
Entre los pintores mayores se encuentra Juan guardián del más rancio academicismo, y Este-
Jorge Peoli (1825-1893), a quien Martí dedicó ban Chartrand (1840-1883), que produce en esta
un encomiástico artículo en Patria con motivo etapa algunas de sus más conocidas obras, como
de su fallecimiento, en donde le elogia «el dibu- Vista del central Tinguaro (1874), Paisaje mari-
jo correcto, las carnes suaves y luminosas, y la no (1878) y Torreón de la Chorrera (1882). La
quietud y hondura de la atmósfera en que en- obra pictórica de Chartrand puede ser tenida
volvía sus creaciones». 20 Martí recuerda su ilus- como típica de esa visión romántica y nostálgica
tración del «Negro guardiero» de Anselmo del paisaje cubano que va a tener tanta repercu-
Suárez y Romero «con composición que por el sión entre sus coterráneos:
candor conmueve y por la naturalidad encanta»,
así como sus retratos litografiados de cubanos El paisaje resulta envuelto siempre en un
ilustres. Quizás su obra más conocida sea La ambiente de suave melancolía que no per-
joven alemana (1871), «una bella y lograda rea- mite la reverberación del sol tropical ni la
lización de un artista que se escapa de su tierra y exuberancia de la vegetación cubana. La
sus problemas», 21 que para algunos constituye suya es una visión sentimental de nuestro
un hito en la pintura cubana. También muy liga- campo, iluminado por la luz crepuscular, a
do a los Estados Unidos, en cuya Guerra de Se- través de la cual podemos distinguir el bo-
cesión había participado, está el cienfueguero hío, el ingenio y la palma. Con indudable
Federico Fernández Cavada (1832-1871), Ma- buen sentido, Chartrand logra salvarse de
yor General del ejército mambí, que tras caer las trampas que con tanta facilidad tiende
herido fue hecho prisionero y fusilado por los este género, dejando algunas versiones lle-
españoles. Sus paisajes se asimilan a la llamada nas de encanto, en que logra trasladar al
escuela estadounidense del Río Hudson y, al paisaje cubano la técnica francesa; paisajes,
decir de Jorge Rigol, se diferencian ostensible- es cierto, vistos en sus mejores cuadros
382 SEGUNDA ÉPOCA

como a través de la neblina y con la luz muy Además de los gritos de la vocación escu-
tamizada por ese momento fugaz de nues- chaba confusamente quizás, en el fondo de
tro amanecer. Pero en alguna visión noc- su alma, los de secretos presentimientos
turna que pintara Chartrand se encuentra que, como fúnebres heraldos, le anuncia-
también lo mejor de su obra. 24 ban su prematuro fin, entonándole la Invi-
tación al Pincel. Estaba predestinado a
Ya con el manejo de una luz menos opacada, los morir joven […] Una corriente poderosa
paisajes de Vicente Sanz Carta (1850-1898), is- de simpatía nos arrastra hacia esos genios
leño de las Canarias cubanizado, poseen mayor malogrados. Sus obras exhalan un perfu-
brillantez y objetividad, además de presentar me sagrado, poético y misterioso que se
verdadero interés por la vegetación del país. difunde por todos los poros de nuestra sen-
Emigrado a Nueva York a causa de la guerra, sibilidad. Parece que la comprendemos
muere en esa ciudad. mejor que la de los demás. 27
Con Guillermo Collazo y José Arburu Morell
entramos ya, hasta cierto punto, en «la expre- Comprensión y afinidad cumplidas con la pro-
sión plástica correspondiente a nuestro Moder- pia muerte de Casal cuatro años después, y se-
nismo literario, es decir la reacción estética fren- guida, casi inmediatamente, por las de Ibarbia y
te a la decadencia romántica, siguiendo líneas la Borrero. Precisamente en estos tres jóvenes
francesas de expresión, formalistas y externas». 25 artistas ve Rigol la pintura más novedosa de la
Ya hemos visto la reacción jubilosa ante ellos de etapa, pues sin dejar de pagar tributo a su época
Julián del Casal, pero también cuánto de espe- con alguna que otra incursión a la historia o la
jismo bien intencionado existió en ésta. Actual- alegoría, «los tres se ven más bien atentos a su
mente los críticos suelen coincidir en lo pode- realidad ambiental y nutren su obra con los zu-
rosamente dotado que se encontraba Collazo mos de lo cotidiano. Es cierto que son la excep-
para el ejercicio pictórico, pero también su dra- ción, pero es no menos cierto que el peso de sus
mática equivocación al mantenerse fiel a la más tres personalidades equilibra su balanza.» 28
conservadora pintura francesa de las últimas Con Juana Borrero se da el caso, por primera
décadas del siglo XIX. Sin embargo, Rigol des- vez en la pintura cubana, que calidades literarias
cubre en él algunos instantes excepcionales, y pictóricas marchen a la par. Ya Casal había pro-
como su Patio: fetizado: «Así pasa los días de su infancia esta
niña verdaderamente asombrosa, cuyo genio pic-
un cuadro insólito por más de un concep- tórico, a la vez que poético, promete ilustrar el
to. Nada menos «encantador» que este pai- nombre de la patria que la viera nacer.» No pa-
saje. Sobrio, escueto, de una poesía conte- rece ser causa del azar que Casal conceda cierta
nida y como asordinada, en que el color primacía a lo pictórico sobre lo literario. Sin
parece cantar a media voz y en el que la embargo, la crítica de arte solía ignorar esta po-
solución a base de planos cromáticos casi sibilidad, hasta que, en 1966, precisamente son
bidimensionales, sugiere una modernidad dos poetas los que proclaman la excelencia pic-
que nada tiene que ver con el coetáneo tórica de la Borrero: José Lezama Lima y Fina
«modernismo». ¿Y ese sorprendente estu- García Marruz. El primero llega a afirmar que
dio de una Calle de París, que anticipa los «sus Negritos son para mí la única pintura genial
paisajes urbanos de Marquet? 26 del siglo XIX nuestro» y la segunda comenta que
de «su obra pictórica, que en ella fue tanto o
Casal, como hemos visto, además de intere- más importante que la poética, poca ha queda-
sarse por Collazo, prestó especial atención a los do», pero ese poco es suficiente para que Jorge
cuadros de Arburu, Ibarbia y Juana Borrero. Rigol vea en Juana «uno de esos pintores esen-
Cuando el primero muere, Casal medita acerca ciales que no necesitan préstamos de ninguna
de que moda. Siendo ellos, lo son todo. En cierto sen-
TERCERA ETAPA: 1868-1898 383

tido, son intemporales», y reconozca en Los ne- dicaba «la difícil moderación con que realzó por
gritos el ápice de su pintura: el trabajo acabado sus figuras intencionadas y
verdaderas, y dio a una obra urbana y de asunto
Los negritos son una pieza incomparable. común el interés triunfante de la gracia», por-
No tiene nada que ver con ningún otro pin- que «dice el lienzo todo que el trabajo da salud,
tor cubano. No recuerdo a nadie, ni nadie que la mujer es hermosa y consuela, que la hu-
entre nosotros —ni Menocal, ni Collazo— manidad codicia y hierve». En este artículo, es-
que puede presentar a los escasos diecio- crito a menos de seis meses de su muerte en
cho años, una obra semejante. Casi uno está combate, Martí quiso reafirmar su posición ante
tentado con Lezama en que es el único cua- el arte y la vida en aquellos momentos de lucha
dro genial de la pintura cubana del XIX. y se afilia a la otra cara de la medalla modernista:
¿Cómo en tanta sencillez tanto misterio?
¿Cómo en tanta diafanidad tanta magia? La El mundo es patético, y el artista mejor no
sonrisa vela el drama. Lo evidente no es más es quien lo cuelga y recama, de modo que
que la cobertura de lo invisible. Y lo invi- sólo se le vea el raso y el oro, y pinta ama-
sible sospechado nos estremece. Es la ex- ble el pecado oneroso, y mueve a fe inmo-
traversión en el lienzo de todas las poten- ral en el lujo y la dicha, sino quien usa el
cias de amor y piedad, de conocimiento y don de componer, con la palabra o los co-
poesía, que habitaron el alma de Juana lores, de modo que se vea la pena del mun-
Borrero. 29 do, y quede el hombre movido a su reme-
dio. Mientras haya un antro, no hay
Como ya señalamos, un grupo de jóvenes pin- derecho al sol. 31
tores que se dan a conocer a finales del siglo XIX,
sin cambiar fundamentalmente su formación El arte del grabado, durante cierta parte del
académica, mantendrán su producción durante período colonial, alcanzó verdadero relieve, su-
la primera mitad del siglo XX. Entre ellos se des- ficiente para que Jorge Rigol afirme que «du-
tacan Armando Menocal y Leopoldo Romañach. rante el siglo XIX el grabado llega en Cuba al
El primero sigue los cánones de la pintura espa- punto más alto de su evolución», aunque añada
ñola finisecular y «al igual que en sus retratos, a continuación «y decae después hasta su desapa-
alterna en sus paisajes una factura lisa, cerrada, rición casi total». 32 Ese «alto punto» está aso-
con otra más suelta, de pincelada más libre», que ciado en gran medida a extranjeros, residentes o
es la que Rigol dice preferir. El propio crítico de pasada, que utilizan como medio prevalecien-
califica a Romañach de «copioso, desbridado, te la litografía. Y continúa Rigol señalando que
influido primero por el naturalismo sentimen- entonces el grabado
tal y anecdótico que encuentra en Italia», y que
dará «la nota más alta de la Academia» en las es una manifestación artística estrechamen-
«marinas suntuosas, de ejecución magistral» de te ligada a libros, revistas y periódicos, así
Cayo Francés. 30 El resto de los academicistas como a la propaganda religiosa y comer-
llevará su fidelidad a los principios pictóricos cial; salvo contadas excepciones que, por
aprendidos en su juventud mucho más allá de razones obvias militarán en el bando ofi-
los límites cronológicos en cierto modo justifi- cial, carecerán de contenido abiertamente
cables, pero entre ellos debe destacarse a José político; recogerán las voces indecisas, con-
Joaquín Tejada por un cuadro —La confronta— fusas, de una nacionalidad en formación.
que expuso en Nueva York en 1893 y que susci-
tó un encomiástico artículo de José Martí, en Pero hacia 1868 ese período de auge, ligado a
donde le vaticinaba un futuro glorioso que nombres como los de Garneray, Sawkins,
Tejada no cumplió. ¿Qué atrajo a Martí en La Mialhe, Laplante y el cubano Barañano, ya co-
confronta? Como mérito sobresaliente le adju- mienza a declinar, por lo menos en lo que pu-
384 SEGUNDA ÉPOCA

diéramos llamar su vertiente artística más seria, temas que se hacen estereotipados, puesto
concretada sobre todo en paisajes urbanos y que sirven al adorno de la caja y a la identi-
campestres hoy muy conocidos. La gran figura ficación de la marca; los de las cajetillas de
que aún produce durante la etapa es Víctor Pa- cigarros, por otra parte, mantienen primor-
tricio de Landaluze, quien, como ya hemos se- dialmente la identificación de la marca re-
ñalado, ilustra la colección de artículos Tipos y ducida a una sección del grabado, quedan-
costumbres de la isla de Cuba por los mejores au- do la otra sección —mayor en tamaño—
tores de este género en 1881. Allí presenta tipos para la escena, que se desarrolla casi siem-
urbanos dentro de la mejor tradición realista pre en forma seriada. Estas escenas respon-
española, o recoge algunas pautas sentadas por den a intereses cotidianos del público, a
sus antecesores al plasmar los tipos rurales. Pero hechos que están sucediendo en el país y
siempre se señala que es «en su representación en el extranjero. Este público es, además,
del tema negro donde se halla la fuente más per- más popular que el de las cajas de tabaco, y
durable de Landaluze», 33 sobre lo cual ha ex- debemos suponer, por ende, que está
presado Fernando Ortiz: «los personajes negros limitado mayoritariamente al ámbito
son los más llamativos y rigurosamente realis- nacional.35
tas, como si retratos fueran, aprovechando con
todo empeño de la policromía para reproducir Las anteriores causas establecen «el carácter di-
los más pequeños pormenores […] Ahí están, charachero y nada sutil» que tienen estas ilus-
como en un museo de etnografía, tipos de todas traciones en las cajetillas de cigarros, por lo que
las “naciones” de negros que fueron traídos a su valor documental «añadiéndole frescura e in-
Cuba por la trata esclavera.» 34 mediatez, compens[a], con creces, sus eviden-
Los adelantos técnicos en el arte del grabado tes deficiencias desde el punto de vista estricta-
permiten durante la etapa 1868-1898 una proli- mente pictórico». La temática de las series de
feración de estas manifestaciones plásticas, no las cajetillas de cigarros es variada y una de las
sólo en libros, periódicos y revistas, sino tam- que presenta mayor interés es la llamada «Vida
bién en formas que, a pesar de haber comenza- de la mulata», que tiene varias versiones. Pero
do su auge durante la etapa anterior, es ahora en plena Guerra de los Diez Años se ignora ésta,
cuando logran su mayor desarrollo: los cromos aunque en 1871 se dediquen series a los aconte-
de las cajas de tabaco y de cigarro. Si se compa- cimientos franceses del momento bajo los títu-
ran estas manifestaciones del grabado con la pin- los de «Los desastres de la guerra» —veinte cua-
tura de la etapa, se puede llegar a conclusiones dros— y «Conflagración de París en mayo de
como las que establece Adelaida de Juan: 1871» —dieciséis.
La presencia de la primera guerra indepen-
la pintura, hecha generalmente por criollos dentista sí se siente mucho en las feroces carica-
que han podido recibir una educación aca- turas de las publicaciones integristas, y entre
démica y que son favorecidos con encar- estas se destacan las de Víctor Patricio de
gos oficiales o de las clases adineradas, sa- Landaluze, revelando una intención tan reaccio-
tisface el gusto de sus clientes, bien a través naria y anticubana que
de retratos halagüeños, bien a través de la
representación idealizada del paisaje rural hacían pensar en esa época si sus dibujos
del país. Los grabados, realizados por ex- de tipos y escenas populares de Cuba eran
tranjeros y por criollos, cumplen los en- parte de su campaña para desprestigiar a
cargos de las principales industrias. En el los cubanos que peleaban por la separación
caso de la producción tabacalera, se pro- de España. Cuba era para él un pueblo de
duce una dualidad de carácter: por una par- negros esclavos, serviles o cimarrones, de
te, los cromos de las cajas de tabaco lujosas bozales y catedráticos, de ñáñigos y curros,
y destinadas a la exportación, representan de brujos y zacatecas, de negras bolleras y
TERCERA ETAPA: 1868-1898 385

mulatas lascivas, de isleños mayorales y Habana Elegante, en donde Ignacio Cervantes


rancheadores, de chinos charadistas y publica uno en 1883, hasta que la inquieta Gil
opiómanos, de guajiros galleros y zapatea- Blas, que terminará clausurada por el Capitán
dores en guateques y changüís. 36 General, auspicia en 1890 un «concurso de
danzones». De interés literario entre lo apareci-
En general la caricatura colonial ha sido con- do resultan la romanza «Hojas al viento», dedi-
siderada por algunos críticos, algo injustamen- cada por Hubert de Blanck a la memoria de
te, como defectuosa, al repetir el mismo tipo de Julián del Casal (La Habana Elegante), y la
deformación: «cabezas muy grandes sobre cuer- musicalización del poema patriótico de Francis-
pos diminutos. Otras veces no hay caricatura co Sellén «En marcha», incluida en 1878 en El
sino simple humorismo que se desprende más Yara, que preludia la aparición de música «de
de lo que subraya el comentario que de la repre- combate» en publicaciones del exilio, línea que
sentación perfectamente realista.»37 La profu- culminará con la inclusión en Patria (por pri-
sión de revistas ilustradas marcan primero un mera vez en junio de 1892, pero luego repetida)
auge de la litografía, que comenzó a asimilar los de «La bayamesa» de Perucho Figueredo, con
inicios de la fotografía, hasta que esta última aca- nota introductoria de José Martí, y que, como
bará por desplazarla del todo. Por ejemplo, la es sabido, se convertirá en el Himno Nacional
primera página de La Caricatura del 3 de marzo de la futura República de Cuba. Punto impor-
de 1895 está dedicada a «una litografía con re- tante entre las relaciones entre la litografía y la
tratos tomados de fotografías de prisioneros de música fue la aparición, en fecha calculada entre
guerra». Ese mismo año, el 14 de julio, aparecen 1888 y 1890, de la Colección de seis danzas para
litografías de retratos y paisajes «de la guerra piano de Ignacio Cervantes, editada por
tomados de fotografías». 38 A partir de la con- Anselmo López.41
tienda del 95 El Fígaro comenzará a recoger, Ignacio Cervantes (1847-1906) suele ser re-
entre sus fotografías sociales y de actos oficia- conocido como el músico más importante del
les, escenas de la guerra, con tropas y convoyes siglo XIX cubano. Alejo Carpentier basa la ante-
españoles, retratos de los principales jefes de la rior apreciación al destacar la solidez de su ofi-
revolución, ingenios destruidos, pueblos incen- cio, su «buen gusto innato —distinción en las
diados, «estas últimas de extraordinario valor ideas, elegancia en el estilo, cabal sonido— que
histórico, logradas principalmente por Gómez se manifiesta, incluso, en sus obras menores»,
Carrera, primer fotógrafo que logra instantáneas además de ser «el primer compositor cubano que
en Cuba; probablemente, además, primer corres- haya manejado la orquesta con un sentido mo-
ponsal de guerra cubano». 39 En revistas ilustra- derno del métier». 42 Cervantes estudió en el París
das de la época, como El Fígaro, encontramos del Segundo Imperio y allí compartió con per-
que se asimilan elementos gráficos de estilos eu- sonalidades como Rossini y Liszt. De regreso a
ropeos contemporáneos como el «Art Nou- Cuba, sus simpatías independentistas llevaron
veau», mucho antes de que estos aparezcan en al Capitán General a exigirle su permanencia
otras manifestaciones artísticas cubanas. 40 fuera de la isla entre 1875 y 1879. Su produc-
La litografía fue muy utilizada para reprodu- ción se reparte entre la partitura sinfónica, la
cir partituras musicales en publicaciones perió- ópera, la música de salón y la zarzuela. De entre
dicas de la etapa, comenzando por la integrista ellas se destacan su Scherzo capriccioso (1886),
Juan Palomo, que en su Almanaque para 1870 «pequeña obra maestra de finura y buen gusto»
incluyó dos danzas. Después de terminada la y, sobre todo, sus danzas para piano, que se ha
primera guerra independentista esta práctica dicho ocupan en la música de la isla el lugar de
volvió a proliferar, y en El Almendares, dirigida las Danzas noruegas de Grieg (1843-1907) o las
por Diego Vicente Tejera, apareció en 1881 un Danzas eslavas del checo Dvorak (1841-1904)
danzón, género que va a ganar terreno en diver- en la música de sus respectivos países, a pesar
sas publicaciones posteriores, que incluyen La de que Cervantes, como Saumell antes, no suele
386 SEGUNDA ÉPOCA

hacer citas textuales de temas populares. Según lar. Parte de su obra cae en esta etapa, como su
Carpentier ópera La hija de Jejté (1875), su obertura Galatea
(1868) y muestras de su música religiosa, que se
por encima de todo, esas páginas, conmo- encuentra entre lo mejor que hizo. El holandés
vidas, irónicas, melancólicas, jubilosas, Hubert de Blank (1856-1932) viajó a Cuba en
siempre diversas entre sí, son pequeñas 1882 y al año siguiente decidió radicarse defini-
maravillas de buen gusto, de gracia, de do- tivamente en la isla, en donde fundó en 1885 un
naire. Nada, en ellas, suena falso o engola- Conservatorio, luego de amplitud nacional, que
do. Tienen ese garbo un poco femenino e tendrá larga vida e importancia. Participó en las
inquieto que se desprende de todo lo crio- luchas independentistas y tuvo que emigrar fuera
llo. Con su estilo limpio y claro, constitu- de la isla hasta la caída del régimen colonial.
yen un pequeño mundo sonoro —todo lo Desarrolló actividades como compositor de
pequeño que se quiera— que pertenece óperas, piezas para grupos de cámara y cancio-
sólo a Ignacio Cervantes. Lograr esto, para nes, en las que utilizó poemas como «La fuga de
un músico de nuestro continente, es haza- la tórtola» de José Jacinto Milanés. 44
ña digna de ser considerada. Durante el siglo XIX cubano negros y mula-
tos se fueron adueñando del campo de la inter-
Esta etapa finisecular es momento de auge pretación musical, basados en su natural talento
para la música cubana, tanto en compositores y la indolencia social que subestimaba este ofi-
como en intérpretes, aunque por las circunstan- cio. El romanticismo europeo había tenido como
cias históricas muchos de ellos vivan largamen- una característica el endiosamiento de los intér-
te fuera del país. Por las preocupaciones estéti- pretes excepcionales, y cuando en Cuba esto se
cas y las tendencias existentes, puede hablarse pudo hacer con artistas nativos, fue natural que
de un claro predominio romántico entre ellos. las figuras más aventajadas fuesen negros o mu-
Gaspar Villate (1851-1891) se ha afirmado sólo latos. Pero esto chocó con los prejuicios racia-
pertenece a Cuba por su nacionalidad, algunas les de la sociedad de entonces, los cuales obliga-
contradanzas y algunas melodías de inspiración ron en definitiva a estos artistas a desplegar
criolla, pero tuvo una brillante carrera operística carreras internacionales, a veces brillantes, e in-
europea, gozando de la estimación de Verdi, uno cluso morir lejos de su patria, de cuya indepen-
de cuyos libretistas, Temístocles Solera, lo fue dencia prácticamente todos fueron partidarios.
suyo también. Entre sus títulos en ese campo se Tal fue el caso de José White (1836-París, 1918),
encuentran Zilia (París, 1877), La carine (La de quien se cuenta llegó a dominar dieciséis ins-
Haya, 1879) y un Baltazar (Madrid, 1885), ins- trumentos, aunque el violín fue el mejor vehículo
pirado en el drama homónimo de Gertrudis a su excepcional virtuosismo, que conmovió a
Gómez de Avellaneda. Su Cristóbal Colón, cuyo José Martí, quien decía honrar en este «hombre
tercer acto debía transcurrir en Cuba, se ha per- modesto», de «tez cobriza», «a la vigorosa ins-
dido, si es que fue terminado. Al contrario de piración, y la ternura y la riqueza de mi tierra
Villate, el santiaguero Laureano Fuentes Matons queridísima cubana»:
(1825-1898) vio limitadas sus posibilidades por
su provincianismo, al ubicarse entre la tradición El arco de White resbaló primero sobre las
clásica arraigada en su ciudad natal desde tiem- cuerdas, luego rodó sobre ellas, luego las
pos de Esteban Salas y las noticias y partituras oprimía al correr, iba y venía en carreras
que le llegaban de La Habana: «vacilando entre incesantes: cuando todas las voces del ins-
los dos polos, Laureano Fuentes hacía los más trumento gemían vencidas, y todos llora-
laudables esfuerzos por encontrar su equilibrio. ban y murmuraban todos, aun había nue-
Pero su desorientación era evidente»,43 agrava- vos gemidos, aun había esas nuevas en
da por el prurito, tan provinciano también, de aquellas cuerdas fatigadas, imponentes ya,
no darle importancia a las obras de sesgo popu- ya dominadas por aquella mano soberbia y
TERCERA ETAPA: 1868-1898 387

poderosa que excita y subleva contra si las nista de su época como siempre, dio testimonio
cuerdas para luchar con ellas, oirlas sollo- del descubrimiento de un compositor con quien
zar, oirlas gemir, doblegadas absolutamente encontró especial afinidad, no sólo por su mú-
y no descansar hasta vencerlas. 45 sica sino, sobre todo, por su biografía y sus es-
critos, que le fueron de mayor accesibilidad; ese
White, a pesar de sus largas permanencias fuera hombre que «trabajó mucho y sufrió más», y
de su patria, no se desvinculó de ésta ni de sus enfrentó «con la fortaleza del genio y el valor de
anhelos independentistas. Compuso sobre todo un vencido, las diatribas de la crítica», sin aña-
para violín, y su concierto para este instrumen- dir a esto «el desdén de la muchedumbre por-
to y orquesta ha ganado en popularidad inter- que sólo sirve para alentar a los verdaderos ar-
nacional un siglo después de escrito. Sin embar- tistas», por lo que
go, es recordado en su patria sobre todo por una
sencilla melodía, «La bella cubana», la cual ha Ricardo Wagner es para mí una especie de
permanecido estrechamente vinculada al senti- dios. Temo hablar de él, porque mi admi-
miento de la nacionalidad hasta nuestros días. ración me arrastra hasta el laberinto de la
José Manuel (Lico) Jiménez (1851-Ham- extravagancia. Nunca he podido leer el
burgo, 1917) fue un virtuoso del piano que es- Lohengrin o el Crepúsculo de los dioses sin
tudió en Alemania y tuvo contactos con Wagner sentir una conmoción profunda en todo mi
y Liszt. Aunque regresó a Cuba hacia 1879, en ser. Tiene el don de arrebatarme a tales al-
1890 se vio presionado a emigrar a Hamburgo, turas que sufro intensamente al descender
de cuyo Conservatorio fue profesor. En la com- de ellas. 47
posición, además de obras orquestales, es esti-
mado como el primer cubano que abordó el lied, El número de intérpretes de calidad que es-
con títulos aún recordados como «El Azra», con tán activos durante esta etapa es notable y sola-
letra de Francisco Sellén. Por último, debemos mente basta repasar el Diccionario de la música
mencionar entre estas figuras al legendario vio- de Helio Orovio para incrementar una impre-
linista Claudio José Domingo Brindis de Salas sionante lista, de la cual podemos poner a guisa
(1852-Buenos Aires, 1911), quien tras una de ejemplos figuras como el pianista Pablo
exitosa gira europea fue llamado «el Paganini Desvernine (1823-1910), el violinista Rafael
negro» y recibió numerosas distinciones fuera Díaz Albertini (1857-Marsella, 1928), las arpis-
de su patria, casándose con una noble alemana, tas Dolores y Margarita Ardois, y las sopranos
pero murió en la mayor miseria. 46 Margarita Pedroso, Chalía Herrera (1864-1948)
En esta etapa se va a producir un cambio ge- y Ana Aguado (1866-1921). 48 En el número de
neral en cuanto al gusto musical, que comienza El Fígaro del 24 de febrero de 1895, dedicado a
a reaccionar en contra de la dictadura que hasta la mujer, aparecen partituras de las cubanas
entonces ejercía el teatro lírico italiano. Ya en Angelina Sicouret (1880-19?), María Adam
1866 se había inaugurado en La Habana la So- (1874-?) y Cecilia Arizti (1856-1930), pianis-
ciedad de Música Clásica, con un programa que tas que posteriormente se dedicarán a la ense-
incluía la Séptima sinfonía de Beethoven, y en ñanza. De ellas, la última fue la más notable
1872 el compositor y pianista Rafael Salcedo como compositora y editó en Nueva York en
(1844-1917) funda en Santiago de Cuba la So- 1877 una serie de obras para piano que, a pesar
ciedad Beethoven, que en 1893 organiza un fes- de estar demasiado influenciada por autores
tival dedicado a ese autor; en esa misma ciudad, como Rubinstein, no dejó de contener páginas
en 1897, el famoso violinista español Pablo de «llanas, simples, de un sabor romántico atenua-
Sarasate interpretó obras de Beethoven y Lalo. do» y «rara delicadeza».49 Como testimonio de
En los conciertos comenzaron a ganar terreno las actividades artísticas de la etapa han queda-
compositores como Mendelssohn, Chaikovsky, do dos textos imprescindibles: La Habana ar-
Saint-Säens y Grieg. Julián del Casal, fiel cro- tística (1891) de Serafín Ramírez y Las artes en
388 SEGUNDA ÉPOCA

Santiago de Cuba (1893) de Laureano Fuentes («El esclavo»), etc. Después del 79 pareció pre-
Matons. dominar un género más frívolo y despreocupa-
La presencia de las contiendas bélicas dejó su do, con la presencia de las «guarachas» inten-
impronta en la música de la época mediante di- cionadas, género que «si bien disparatado en sus
versas formas. Ya hemos visto una de ellas, al letras, era muy bello, original y agradable en su
verificar cómo una gran cantidad de artistas cu- música y, sobre todo, por su cubanísima forma
banos de gran calidad tuvieron que emigrar del musical», 52 mezcla de raíces hispanas y africa-
país. Si es sabido que durante la primera guerra nas. Según se fue intensificando la guerra del 95
las actividades musicales sufrieron menor mer- ocurrió el desborde de la canción patriótica, con
ma en la región occidental que en la oriental, ya guajiras, ticas, guarachas y canciones como «La
con el estallido del 95 la confrontación fue evi- guerrilla», «La evacuación», «Las penas de un
dente en toda la isla, y la música fue un campo deportado», y una avalancha de décimas del más
especialmente propicio para ello. Una manifes- encendido ardor patriótico: «El combate de Mal
tación inicial de esto, recién comenzada la con- Tiempo», «La bandera cubana», «La libertad de
tienda del 68, fueron los toques militares del Cuba», «Cuba para los cubanos», etc. 53 Los
Ejército Libertador, que para no utilizar los per- músicos «cultos» no escaparon a esta exaltación
tenecientes al Ejército Español adaptaron temas independentista y a José White, ausente en Fran-
de contradanzas populares: cia, se le encargó una «Marcha Cubana para Gran
Banda», mientras Ignacio Cervantes creaba un
se escuchaban, pues, en los campamentos «Himno a Cuba» y Hubert de Blanck su «Pará-
y campos guerreros, fragmentos de piezas frasis sobre el Himno Nacional Cubano». In-
como «La caringa», «La mano abajo», «Ma- cluso se dio el caso de que temas de aparente
ría la O» y «El Obispo de Guinea», que contenido amoroso llegaron a convertirse en
servían para las diferentes ordenanzas. Así símbolos subrepticios de cubanía, como ocurrió
fue hasta que Eduardo Agramonte, músi- con la habanera «Tú», compuesta en 1892 por
co y soldado mambí muerto en combate Eduardo Sánchez de Fuentes, quizás la primera
en 1872, compuso los toques que acompa- canción nativa en ganar amplia fama interna-
ñaron a nuestros libertadores. 50 cional. 54
Esta etapa es de gran importancia desde el
Agramonte fue uno de los tantos músicos cu- punto de vista musical y no sólo por la apari-
banos que pelearon en la guerra y practicaron ción de cierto número de compositores e intér-
su profesión en plena manigua. pretes que alcanzaron reconocimiento interna-
Según Gonzalo Roig, «los más señalados pro- cional, sino por la consolidación que durante ella
nunciamientos patrióticos en ambas guerras —la se produce de una expresión genuinamente na-
del 68 y la del 95— los hicieron los poetas y, cional, la cual, en muchos aspectos, es el ante-
sobre todo, los cantadores o troveros, como se cedente directo de nuestro actual desarrollo en
les llamaba entonces a los autores de canciones», ese campo. Las fuertes raíces africanas que ya se
pues «en la antigua canción cubana y en sus le- detectaban desde etapas anteriores, ahora alcan-
tras, casi se pueden entrever los estados del alma zan visible auge, en gran medida debido a las
del pueblo cubano, a través de las épocas o los mismas contiendas bélicas, que intentan borrar
intervalos de sus dolores y de sus anhelos». 51 diferencias raciales de todo tipo, aunque esto se
En plena Guerra de los Diez Años las canciones produzca no sin contratiempos de diversa índo-
revelaban el orgullo del cubano («El siboney», le, dados los prejuicios arraigados durante siglos
«La rosa de Cuba»), la desesperación al separar- de esclavitud. Es indudable que la misma volun-
se del ser querido («La villa de las lomas», «La tad independentista llevaba a oponer lo hispáni-
ausencia», «El ausente», «El hijo errante», «La co a lo criollo, y en esto último lo afrocubano
partida», «Adiós a Cuba»), la tristeza por los tenía enorme peso. Ello se puede seguir, por
sacrificados («La lágrima»), la inconformidad ejemplo, en la trayectoria de las orquestas que
TERCERA ETAPA: 1868-1898 389

amenizaban los bailes, en cualquier estamento a partir del tercio final del siglo XIX, con el
social —recuérdese Cecilia Valdés—, compues- movimiento de la trova tradicional de San-
tas por negros y mulatos casi exclusivamente. tiago de Cuba con José (Pepe) Sánchez
A principios del siglo XIX fue famosa «La Con- [1856-1918], Sindo Garay [1867-1968]
cha de Oro», que dirigía Claudio Brindis de Sa- […], por sólo citar unos pocos, que la can-
las (1800-1872), padre del violinista de fama in- ción —ya en medida binaria— se va des-
ternacional, cuyo desarrollo fue cercenado por pojando de su influjo europeizante, hacién-
el Proceso de la Escalera. La orquesta «Flor de dose cubana entre las cuerdas de la guitarra
Cuba» fue muy popular a mediados del siglo XIX trovadoresca, clasísticamente popular, se
y en 1869 amenizaba la función del teatro amulata y empieza a expresar los sentimien-
Villanueva cuando se produjo la salvaje agresión tos e inquietudes del hombre de pueblo. 56
de los voluntarios españoles. Durante la etapa
entre 1868 y 1898 ganaron fama orquestas típi- Si el proceso de identidad nacional cubana cris-
cas de todas partes de la isla, como la famosa taliza en estas tres últimas décadas del siglo XIX,
habanera de Rafael Valenzuela (1877), la de Ale- la música fue uno de sus más genuinos expo-
mán, en Santiago de las Vegas (1878), la Avilés, nentes. 57
en Holguín (1882, aún en activo), la de Perico A pesar de las inseguridades producidas por
Rojas, de Güines (1884) y la charanga francesa las contiendas bélicas, lo que podríamos llamar
de Torroella, primera de ese tipo que se escuchó «mundo del espectáculo» adquiere bastante de-
en La Habana. sarrollo en esta etapa, sobre todo en La Habana
Pero entre ellas tendrá especial relieve la agru- y durante el período entre guerras. La construc-
pación fundada por Miguel Failde (1852-1921) ción de diversos teatros en toda la isla prolifera
en Matanzas hacia 1871, que estrena ocho años y la incipiente utilización de la luz eléctrica re-
después el danzón «Las alturas de Simpson», con nueva, aún tímidamente, la concepción escénica.
lo cual daría inicio «oficial» a un género bailable Junto a las formas ya establecidas del teatro ha-
de hondo matiz nacional y larga repercusión. Su blado —con repertorio fundamentalmente his-
nombre viene, por aumentativo, de «danza» y pánico— y la ópera —casi sólo italiana— ganan
es más variado y cadencioso que ésta o la con- popularidad formas mixtas más ligeras, como la
tradanza, por lo que por razones temperamen- zarzuela, la opereta y la comedia musical, sin
tales e, incluso, climáticas, se ajustaba más a las olvidar la tradición popular sainetera y bufa, con
características de los habitantes del país. Según sus gustadas guarachas. A fines de esta etapa da
Carpentier, el danzón ya estaba enunciado por sus primeros pasos el después característico Tea-
Saumell y surgió naturalmente cuando el baile tro Alhambra y la zona habanera que rodea al
de figuras se convirtió en el de parejas y lo que Parque Central se consolida como un emporio
logró Failde fue su aceptación en los salones más del espectáculo, que incluye manifestaciones
o menos aristocratizantes, para convertirlo, hasta diversas, como la circense. Más bien ligada a es-
cerca de 1920, en «el baile nacional de Cuba». 55 tas últimas, en un pequeño local cercano al Tea-
Otra forma popular que ganó definición duran- tro Tacón, se efectúa el 24 de enero de 1897 la
te esta etapa y de gran repercusión posterior, fue primera proyección cinematográfica ofrecida en
la llamada canción trovadoresca, que comienza Cuba, compuesta por «cortos, muy cortos»,
a independizarse de modelos extranjeros: entre los que figuraban los títulos «Llegada del
tren», «Artillería española en combate» y «El
La esencia criolla, desde luego, afloraba en regador y el muchacho». Así, el Cinematógrafo
pequeños detalles (anacrusas, terminacio- Lumière llega a nuestra isla dos años después de
nes femeninas, etc.) y en cierta languidez su aparición en París y, ante el éxito obtenido, el
y sensualidad tropical en la textura meló- empresario francés M. Veyre filmó un corto so-
dica. El mayor logro de una fisonomía pro- bre la visita de la actriz María Tabau a la Esta-
pia se producía en los temas utilizados. Es ción de Bomberos de La Habana el 7 de febre-
390 SEGUNDA ÉPOCA

ro, película que resulta «la primera realizada en la parte de extramuros. Las calles son her-
Cuba, de un minuto de duración». La prensa mosas, anchas; los edificios por el estilo a
destacó el acontecimiento, y desde las páginas los Estados Unidos; las casas bajas con sus
de La Lucha Aniceto Valdivia, el Conde Kostia, ventanas rasgadas, suelo de mármol, amue-
comentaba ante el novedoso espectáculo: bladas con elegancia y habitadas la mayor
parte por hijos del país y extranjeros. Es
Es de lo más completo que ofrece a la cu- en esta última porción de la ciudad que se
riosidad, y a la meditación el Hada Eléctri- encuentran los hermosos paseos de Tacón
cidad. Es la vida sorprendida infraganti con e Isabel II; las elegantes alamedas del Pra-
sus gestos, sus formas, su palpitación fi- do y Jesús del Monte; las espaciosas calza-
siológica. das de Galiano, Belascoaín y el Cerro; el
magnífico Teatro de Tacón, el campo mili-
Este invento y el de los rayos Roetgen
tar, el cementerio, la casa de beneficencia,
transformarán la faz de la vida moderna.
la casa de locos, los mejores hospitales,
La historia se hará de nuevo y los «docu-
como el de la Quinta del Rey y el Graffen-
mentos históricos» dejarán de ser una gro-
burg […], la cárcel pública, los colegios
sera mentira.
más acreditados, el paradero del camino de
El cinematógrafo perfeccionado, vencerá a hierro de La Habana, llamado de Villa-
la muerte. Con él desaparecerá la leyenda. nueva; el Teatro del Circo, el famoso café
La poesía acaso llore, pero la vida en el sen- y salón de Escauriza; en fin las principales
tido eterno sonreirá. fábricas y establecimientos industriales. En
la parte antigua están las oficinas del go-
Pero, a pesar de todo el entusiasmo desperta- bierno, las casas de comercio […] En un
do, no pudo sospecharse entonces aún que aca- lado se trabaja, se gana; en otro, se disipa,
baban de asistir al nacimiento de la que sería más se gasta. 60
popular y característica forma artística del ya tan
cercano nuevo siglo. 58 Con el derrumbe de las murallas, terminado
No resulta propicia a la arquitectura una eta- en 1863, la ciudad cambia su centro de gravita-
pa en donde predominan las contiendas bélicas, ción hacia la parte antes nominada extramuros,
capaces de limitar por razones obvias el auge ahora abierta a «las influencias de las anchas ave-
constructivo. Las luchas por la liberación nacio- nidas francesas, italianas y norteamericanas, a lo
nal que lleva a cabo la burguesía criolla contra el largo de las cuales se produce el asentamiento
poder español hacen, al decir de Roberto Segre, de la incipiente burguesía criolla, la circulación
que «la codificación neoclásica se identifique con del azúcar —base de la sacarocracia cubana—, y
la búsqueda de una identidad nacional».59 Una la localización de las fábricas de tabaco en las
descripción de La Habana por un viajero de la áreas centrales urbanas». 61 Más allá de las con-
época, el colombiano Nicolás Tanco Armen- tiendas bélicas, la riqueza de hacendados y co-
teros, nos ofrece una ilustrativa visión de la ciu- merciantes —criollos y españoles— genera tan-
dad entonces: to lujosos palacios y viviendas, como mercados,
escuelas, teatros, iglesias, edificios administra-
La parte de intramuros, compuesta en su tivos, fábricas de tabaco, almacenes portuarios,
totalidad casi de edificios antiguos, con sus etc. «La flexibilidad de los códigos formales
casas de construcción puramente españo- neoclásicos y su identificación con la cultura
la, con sus estrechísimas y elevadas aceras “moderna” del liberalismo inglés, francés o nor-
[…] toda esta parte es antigua, y en ella teamericano, los convierten en el modelo figu-
reside principalmente la población española rativo imperante en toda la Isla», sobre todo en
[…] siendo una planta exótica el criollo que su porción occidental, que incluye a ciudades
se halle en ella. Lo contrario acontece con como Matanzas, Cienfuegos y Sagua la Grande,
TERCERA ETAPA: 1868-1898 391

que «conforman su desarrollo a partir del esque- dro, en el barrio de Versalles (1870) del arqui-
ma tipológico de manzanas continuas bloquea- tecto italiano Delagilo, y la Casa de Gobierno
das, con fachadas “funcionales” de módulos re- (1872), ambas en Matanzas, la iglesia de la San-
petidos, que contienen galerías de circulación tísima Trinidad (1892) en la ciudad de ese nom-
peatonal —los portales— a lo largo de las ave- bre, así como el conjunto de edificios que ter-
nidas principales». 62 En La Habana, en estas úl- minaron por conformar la Plaza de Armas de
timas décadas del siglo XIX, la columna acaba por Cienfuegos, que incluyen la Catedral (finaliza-
abandonar los interiores, para convertirse en da en 1869), el Ayuntamiento, el teatro Terry y
«una de las más singulares constantes del estilo varias interesantes casas privadas.
habanero»: «la increíble profusión de columnas, En La Habana va a comenzar a producirse un
en una ciudad que es emporio de columnas, sel- hecho que propiciará el futuro desplazamiento
va de columnas, columnata infinita, última urbe del eje principal de la ciudad, al iniciarse la ur-
en tener columnas en tal demasía; columnas que, banización de los terrenos situados por el lito-
por lo demás, al haber salido de los patios origi- ral hacia el oeste. Primero fue el Carmelo (1859),
nales, han ido trazando una historia de la deca- entre el río Almendares y la actual calle Paseo, y
dencia de la columna a través de las edades», 63 después el Vedado, a partir de la anterior calle
según expresara nuestro gran novelista Alejo hasta la batería de Santa Clara, hoy asiento del
Carpentier casi un siglo después. Hotel Nacional. El trazado moderno y funcio-
Entre los edificios más destacados construi- nal del nuevo reparto se debió al ingeniero Luis
dos entonces se encuentran los que se van al- Yboleón Bosque y hacia 1870 existían unas vein-
zando en la nueva y céntrica zona ganada al de- te casas, mayormente en la calle Línea, así lla-
rrumbar las antiguas murallas, entre las calles mada al pasar por ella un ferrocarril que comu-
Monserrate-Egido, Zulueta y Prado, como el lla- nicaba el barrio con la ciudad; dos anchurosas
mado Palacio de la marquesa de Villalba (1875) avenidas —«verdaderos parque-vías»— la cor-
—Egido entre Monte y Dragones—, para Joa- taban transversalmente: la Alameda o Paseo y la
quín Weiss «después del palacio Aldama, la man- calle «G». El auge del Vedado coincidió con el
sión habanera más importante del siglo XIX cu- comienzo de la decadencia del Cerro como lu-
bano», de un academicismo neoclásico «con un gar de veraneo, pero al principio sus casas eran
matiz italiano que nos recuerda a sus congéne- más bien sencillas. Luego se instauró una cons-
res proyectados por Palladio y Vignola en el apo- trucción muy característica que solía llamarse
geo del renacimiento».64 En esa zona «las casas chalet, con dos pisos, portal y rodeada por jardi-
se levantaron con excepcional uniformidad, nes, ejemplos de la cual aún pueden encontrarse
constando de portal de arquería, dos pisos y en la calle B entre Línea y Calzada. Mansiones
entresuelos»,65 destacándose entre las que aún de mayor envergadura fueron las de Línea #802,
permanecen en pie la llamada «esquina del frai- 9 esquina a E y 5ta. esquina a D, todas de 1880,
le» (1884) —Ánimas y Zulueta— y el Palacio fecha que supone un ímpetu constructivo en el
Balaguer —Monserrate esquina a Ánimas. De- reparto, como lo demuestra la hermosa casa de
bemos llamar la atención también en esa zona los Alfonso, en Línea #506 (1888). 67 Sin em-
sobre el antes llamado Teatro Irijoa y hoy Martí, bargo, el utilizar el reparto como lugar de resi-
la única construcción habanera de su tipo de la dencia fija de las familias adineradas no ocurrirá
época colonial que aún mantiene sus aspectos hasta el cese de la dominación colonial.
exterior e interior. 66 Como otros ejemplos de De los encantos del «poético caserío del Ve-
la arquitectura de la época en La Habana pue- dado» y de su construcción pública más impor-
den mencionarse la Escuela de Artes y Oficios tante entonces, nos da rendida cuenta Julián del
ubicada en Belascoaín (1882) y los edificios del Casal en 1890, mediante una crónica de delicio-
Acueducto de Albear (1890-1893), la más gran- so sabor finisecular.68 Al comienzo, su exaltada
de obra de ingeniería de entonces. En el interior imaginación nos desorienta un poco, al descri-
del país pueden destacarse la iglesia de San Pe- bir cómo «la tarde expiraba poco a poco y la nie-
392 SEGUNDA ÉPOCA

bla envolvía las verdes cumbres de las monta- pilla central fueron edificadas en estilo neorro-
ñas» (!), pero pronto llegamos, a través de «la mántico, debida al menos la primera al arqui-
ancha calzada polvorosa», «rodeada de verdes tecto Calixto de Loira, aunque Weiss no toma a
montículos a la izquierda y rocas negruzcas a la ninguna de las dos en consideración en su estu-
derecha, a lo largo de las orillas del mar», «al dio sobre la arquitectura cubana del siglo XIX por
risueño pueblecito, el más tranquilo, el más no ajustarse a su esquema del predominio
pintoresco y el más moderno de los que se en- neoclásico; en realidad son precursoras del eclec-
cuentran en los alrededores de la capital»: ticismo que caracterizará a la arquitectura cuba-
na del siguiente siglo. En el cementerio de Colón
Todo el que vive en La Habana lo ha visita- comenzó entonces una fiebre de monumentos
do alguna vez. Tiene el brillo de una mo- fúnebres y estatuaria que aún hoy resulta im-
neda nueva y la alegría silenciosa de las presionante por su abundancia y aparatosidad.
poblaciones. La miseria no ha penetrado en Se rivalizaba por llevar aún más allá de la muerte
sus ámbitos y sus habitantes parecen di- la ostentación mantenida en vida. También se
chosos. Allí se refugian, en los meses de intuyen allí las luchas independentistas, como
verano, los que el calor destierra de la ciu- cuando se hace una suscripción popular para al-
dad, los escasos poseedores de bienes de zar un monumento a los estudiantes de medici-
fortuna y los que no se atreven a alejarse na fusilados por el gobierno español el 27 de
del suelo natal. noviembre de 1871, bajo la presión del Cuerpo
de Voluntarios de la ciudad. Se saca a concurso
Dentro de ese sitio encantador, se han le- el proyecto y la comisión encargada para ello
vantado, en los últimos años, numerosos escoge el presentado por un joven cubano de
edificios, construidos a la moderna y de sólo 26 años, estudiante en Italia, y mulato por
diversas proporciones. El más grande de más señas, José Vilalta Saavedra (1862-Roma,
todos es el salón Trotcha, nombre igual al 1912), lo cual despertó algunas críticas muy ai-
de su propietario. En los primeros años ha radas. El monumento fue concluido en marzo
sido el punto de reunión de los tempo- de 1890 y ese mismo año, en mayo, se produce
radistas, y se halla convertido en magnífi- una explosión durante la extinción de un incen-
co hotel, semejante a los de Niza, Cannes, dio, a consecuencia de la cual murieron una
San Sebastián y otras ciudades balnearios. veintena de bomberos, miembros del Cuerpo de
Voluntarios. El Diario de la Marina inició en-
Casal embellece y exagera —es decir, poetiza— tonces una suscripción y se sacó a concurso el
una realidad que vemos a través de su sensibili- monumento fúnebre; esta vez lo ganaron los
dad y sus anhelos, que alcanzan la mayor identi- españoles Agustín Querol —escultor— y Julio
ficación en «un salón elegante, ornado de mue- Martínez Zapata —proyectista—: dicho monu-
bles labrados, espejos venecianos, alfombras mento, terminado en 1897, es más alto, osten-
suntuosas, jarrones japoneses y mesas cubiertas toso y se encuentra mejor situado que el dedi-
de bibelots». La magia casaliana ha mantenido cado a los estudiantes de medicina, en cuyas
para el recuerdo lo que hoy sólo son unas depri- cercanías se encuentra, pero es muy dudoso afir-
mentes ruinas perdidas en la intersección de las mar que lo supere en bondad estética. No des-
calles Calzada y 2, entre elevados y fríos edifi- cartamos que nos hallemos ante otro indicio de
cios. la fundamental contradicción de la época. 69
En los terrenos altos ubicados al sur del Antes de esta etapa la estatuaria pública en
Carmelo se decidió construir el gran cemente- Cuba era realizada siempre por extranjeros, a
rio de la ciudad, al cual se puso por nombre veces comprada fuera de Cuba —como las fuen-
«Colón» y que tardó en terminarse quince años tes de Neptuno (1838) y de la Alameda de Paula
(1871-1886). Rompiendo con el neoclasicismo (1847)— o mandada a hacer por encargo a Italia
imperante aún, su monumental portada y su ca- —como las fuentes de los Leones (1836) y de la
TERCERA ETAPA: 1868-1898 393

India (1837), pedidas en Carrara a Giuseppe Albear, en el parque habanero que lleva su nom-
Caggiani según planos de Manuel Pastor— o bre. También realizó las estatuas que coronan la
realizadas por escultores de paso por Cuba entrada monumental del cementerio de Colón,
—como los grandes bustos de Félix Varela, Luz así como los relieves de ésta, además de otras
y Caballero y Bachiller y Morales (1855) hechos obras, tanto en su patria como en Italia. Sin
por el marsellés Philippe Garbeille, hoy en un embargo, fue objeto de numerosas y enconadas
pequeño parque de la Universidad de La Haba- críticas, que no se justifican si analizamos hoy
na. 70 Pero ahora en esta etapa surgen escultores día objetivamente la bastante estimable calidad
nativos, aunque a veces de poco mérito, como de la obra del que parece haber sido el primer
el director de San Alejandro Miguel Melero y escultor cubano de mérito, incluso reconocido
una mujer, Guillermina Lázaro, también pinto- en el extranjero. A la caída del régimen colonial
ra, que en el ya mencionado número de El Fíga- Vilalta realizó la estatua de José Martí que se
ro del 24 de febrero de 1895 inserta un altorre- encuentra en el parque Central de La Habana.
lieve que representa la «Libertad de Cuba», de Pero, ya en la República, no obtuvo apoyo ofi-
pobre calidad estética pero gran audacia políti- cial alguno y tuvo que regresar a Italia, en don-
ca, acompañado de una carta en donde la autora de falleció. Si su figura está bastante olvidada,
expresa que «el primer monumento escultórico no puede decirse lo mismo de algunas de sus
que la mano de la mujer ha levantado en este obras, que forman parte del universo cotidiano
suelo, es obra mía; otra mujer levantará el me- de los habitantes de su ciudad natal. 71
jor, yo levanté el primero» (p. 87). Pero la gran En el desarrollo del arte en Cuba se destacan
figura de la escultura de la etapa es Vilalta tres etapas fundamentales, de unos treinta años
Saavedra. Nacido en La Habana, pasó a trabajar aproximadamente cada una. Si la que sigue a 1923
en el taller del marmolista cienfueguero Miguel puede considerarse de renovación y la posterior
Valle, quien admirado por las condiciones y apli- a 1959 de ampliación, la ubicable entre 1868 y
cación del joven le costeó un viaje a Italia, para 1898 significa la consolidación de una cultura
realizar estudios en Florencia y Roma. En Cuba propia y en ella están las raíces de las otras. No
se dio a conocer al ganar el concurso del monu- por gusto su florecimiento se encuentra tan li-
mento a los estudiantes de medicina y poco des- gado a las guerras independentistas y a la madu-
pués se le pidió realizar el dedicado al ingeniero ración de la identidad nacional.

NOTAS
(CAPÍTULO 3.1)

1
Fernando Portuondo: «La cultura dentro de la gue- 6
Ob. cit., p. 115.
rra de 1868», en su Sobre la Guerra de los Diez Años,
1868-1878. Edición Revolucionaria, La Habana,
7
Ob. cit., p. 158.
1973, p. 355. 8
Aunque la escuela es tradicionalmente conocida
2
Rine Leal: La selva oscura. De los bufos a la como Academia de San Alejandro, en realidad su
neocolonia. Editorial Arte y Literatura, Ciudad de nombre varió repetidas veces durante el período
La Habana, 1982, p. 17. colonial: 1817, Academia de Dibujo y Pintura; 1832,
Academia San Alejandro; 1833, Sección de la Aca-
3
Ob. cit., p. 89. demia de Nobles Artes de San Fernando; 1852, Aca-
4
Ob. cit., p. 127. demia de Nobles Artes de San Alejandro; 1866, Es-
cuela Profesional de Pintura y Escultura de La
5
Ob. cit., p. 14. Habana. Ver «Apuntes para un estudio de la Acade-
394 SEGUNDA ÉPOCA

mia San Alejandro», en Luz Merino: Letras, Cultu- Zimmerman y de Rosa Bonheur en París, y especia-
ra en Cuba 4. Editorial Pueblo y Educación, La Ha- lizada en gatos, que recibió elogios de Teophile
bana, 1987, pp. 311-329. Gautier (ver: Luis de Soto: «Las artes plásticas», en
su Historia de la nación cubana. Editorial Historia
9
Francisco López Segrera: Cuba: cultura y sociedad
de la nación cubana, La Habana, 1912, tomo VIII,
(1510-1985). Editorial Letras Cubanas, La Haba-
pp. 425-426).
na, 1989, p. 69.
12
José Martí: Ensayos sobre arte y literatura. Selección
10
Jorge Rigol: Apuntes sobre la pintura y el grabado en
y prólogo de Roberto Fernández Retamar. Institu-
Cuba. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1982,
to Cubano del Libro, La Habana, 1972, p. 5.
p. 249. Sobre dicho aspecto, este libro es la fuente
más amplia y confiable existente hasta el momento, 13
También el poema «Los faros» tendría amplias re-
la cual seguiremos en más de una ocasión. Respecto percusiones, con sus estrofas dedicadas a Rubens,
al arribo de Melero a la dirección de la Academia, Leonardo da Vinci, Rembrandt, Miguel Ángel,
Rigol (ob. cit., pp. 248-249) cita unas palabras de Watteau, Goya y Delacroix. Por ejemplo, la estrofa
Sebastián Gelabert (en su artículo «Una familia de dedicada a este último era una síntesis sinestésica
artistas: los Meleros») que reproducimos por mos- (pictórico-musical) del Romanticismo (Delacroix,
trarnos gráficamente la pintoresca situación existen- lago rojo de ángeles malos lleno,/por un bosque de
te: pinos siempre verde sombreado,/donde, bajo de un
cielo gris, fanfarrias sin freno/ pasan como un suspiro
Al llegar a la escuela fueron tres las primeras ini-
de Weber, sofocado). Al respecto, ver edición cubana
ciativas de Melero: establecer la clase de modelo
de Las flores del mal (traducción de Nidia Lamarque;
vivo, que no existía de hecho; ordenar la instala-
Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1978). Y no
ción de alumbrado de gas, evitando así que los
conviene olvidar que el adalid literario del propio
alumnos acudieran con sus correspondientes ve-
Romanticismo francés, Víctor Hugo, es hoy día al-
las de estearina, trabucos —que así se les llama-
tamente valorado por sus incursiones pictóricas.
ba por lo cortos y gruesos— trabucos, repito,
que costeados por ellos se colocaban en un so- 14
Lo afirma Roberto Fernández Retamar en su pró-
porte con pantalla para alumbrar sus respectivos logo a Ensayos sobre arte y literatura (ed. cit., p.
trabajos sin molestar a otros condiscípulos. XXII). La cita de Martí continúa de la siguiente for-
ma:
La otra iniciativa de Melero, la más trascendental, la
que lo pone en plano superior como impulsor de Entre los colores y los sonidos hay una gran re-
nuestra cultura, la que señala época y que mejor lación. El cornetín del pistón produce sonidos
muestra el espíritu progresista que poseía este ar- amarillos; la flauta suele tener sonidos azules y
tista, fue el establecimiento de la enseñanza oficial anaranjados; el fagot y el violín dan sonidos co-
del dibujo, la pintura y la escultura a las mujeres; lor de castaña y azul prusia, y el silencio, que es
revolución inusitada, que pareció entonces un ver- la ausencia de sonidos, el color negro. El blanco
dadero atrevimiento. lo produce el oboe.
11
Aunque la no presencia de la temática de la guerra 15
José Lezama Lima: «La pintura y la poesía en Cuba
independentista en la pintura «pública» del período
(siglos XVIII y XIX)», en su La cantidad hechizada.
es un hecho, no ajeno por supuesto a la censura co- Unión de Escritores y Artistas de Cuba, 1970, pp.
lonial, esto no significa su ausencia total. En el nú-
148-151, resp.
mero de El Fígaro correspondiente, precisamente,
al 24 de febrero de 1895 (a. XI, núm. 6), dedicado a 16
Reproducido en Julián del Casal: Prosa. Editorial
la mujer, aparece la reproducción, mediante graba- Letras Cubanas, La Habana, 1979, tomo I, pp. 235-
do, del óleo de la pintora nacida en Santo Domingo 239.
Adriana Billini (1865-1946) titulado En la manigua
(p. 95), que presenta, sin lugar a dudas, a un explo-
17
Ob. cit., tomo I, pp. 311-312.
rador de las tropas mambisas. Otras pintoras apare- 18
Ob. cit., tomo II, p. 100 y 24, resp.
cidas en el mencionado número de El Fígaro son
Elvira Martínez viuda de Melero, el hijo del direc-
19
Ésta y la anterior cita pertenecen a Adelaida de Juan:
tor de San Alejandro, muerto prematuramente (p. Pintura cubana: temas y variaciones. Ediciones
75) y las camagüeyanas Ángeles Adam (p. 92) y Unión, La Habana, 1978, p. 22.
Concepción Mercier (p. 103). Una de las primeras 20
José Martí: Obras completas. Editora Nacional de
pintoras cubanas de las que se tiene noticias fue Rita Cuba, La Habana, 1963, tomo V, p. 281. Peoli fue
María de la Peñuela (1840-?), discípula en Cuba de uno de los primeros becados de San Alejandro que
TERCERA ETAPA: 1868-1898 395

marcharon a Europa, en 1843. Se había establecido vincial de Cultura, La Habana, 1987, pp. 16-28.
en Nueva York, en donde falleció, y sólo un puñado 41
Para este aspecto consúltese Música colonial cuba-
de telas suyas se conservan en el Museo Nacional
na en las publicaciones periódicas (1812-1902) (ob.
de Cuba.
cit. [1979]), de Zoila Lapique.
21
José Antonio Portuondo: Orden del día. Unión de 42
Carpentier le dedica a este autor el capítulo XII de
Escritores y Artistas de Cuba, La Habana, 1979, p.
su libro La música en Cuba, que citaremos por la
188.
edición de 1988 (Editorial Letras Cubanas, La Ha-
22
Jorge Rigol: ob. cit. (1982), p. 200. bana, pp. 192-206). Al respecto resulta de gran in-
terés el libro Ignacio Cervantes y la danza en Cuba
23
Ob. cit., p. 231.
de Salomón Galles Mikowsky. Editorial Letras Cu-
24
Adelaida de Juan: Pintura y grabado coloniales cu- banas, La Habana, 1988.
banos. Instituto Cubano del Libro, Editorial Pue- 43
Alejo Carpentier: ob. cit. (1988), p. 235.
blo y Educación, La Habana, 1974, p. 21. Aunque
con obra poco conocida, los hermanos de Esteban 44
Hubert de Blanck compuso la primera ópera basa-
Chartrand, Phillippe (1825-1889) y Augusto (?) da en un tema de la guerra de independencia, titula-
fueron también pintores de interés. Ver Jorge Rigol da Patria, y que fue estrenada parcialmente el 1o de
(ob. cit., p. 196). diciembre de 1899 en función de gala en honor al
Centro de Veteranos, con la soprano cubana Chalía
25
José Antonio Portuondo: ob. cit. (1979), p. 188.
Herrera como protagonista (ver Jorge Antonio: La
26
Jorge Rigol: ob. cit., p. 237. composición operística cubana. Editorial Letras Cu-
banas, La Habana, 1986, pp. 225-246). En 1979 esta
27
Julián del Casal: ob. cit. (1979), tomo I, p. 305.
obra se repuso, con revisión en el libreto y alguna
28
Jorge Rigol: ob. cit., p. 272. ampliación musical debida a la hija del compositor,
Olga de Blanck.
29
Ob. cit., pp. 270-271. Las citas de Lezama Lima y
Fina García Marruz aparecen en el mismo libro, p. 45
José Martí: ob. cit. (1863), tomo V, p. 300.
264. Juana Borrero está estudiada entre las pp. 261- 46
Para las fechas de nacimiento y muerte de los músi-
272.
cos hemos seguido el Diccionario de la música cu-
30
Para Menocal y Romañach, ver Rigol (ob. cit., pp. bana. Biográfico y técnico de Helio Orovio. Editorial
203-204). Letras Cubanas, La Habana, 1981. El deslum-
bramiento europeo por los artistas negros cubanos
31
José Martí: ob. cit. (1863), tomo V, p. 285.
en la segunda mitad del siglo XIX aún está por ser
32
Jorge Rigol: ob. cit., p. 142. estudiado como conjunto y entre sus figuras exis-
ten algunas olvidadas, como la cantante María
33
Adelaida de Juan: ob. cit. (1974), p. 47.
Martínez, quien según Calcagno «desde muy niña
34
Fernando Ortiz: «Dos diablitos de Landaluze», en llevada a Europa por un señor que la protegía, de tal
Bohemia. La Habana, año 45, número 44, noviem- modo sobresalió, que se le llamaba La Malibrán Ne-
bre 1, 1953, p. 38. gra: dio conciertos en las primeras capitales y reci-
bió regalos de Isabel, de Napoleón y de Victoria»
35
Adelaida de Juan: ob. cit., pp. 60-61.
(Diccionario biográfico cubano de F. Calcagno. N.
36
Fernando Ortiz: ob. cit. (1953), p. 37. Ponce de León. D.E.F. Casona, New York, La Ha-
bana, 1878-1886, p. 409)
37
Martha de Castro: Arte cubano colonial. Imp. de la
Universidad de La Habana, La Habana, 1950, pp. 47
Julián del Casal: ed. cit. (1979), tomo II, p. 150. En
57-58. (Separata de la revista Universidad de la realidad no fue mucha la música de Wagner que el
Habana, núms. 76-87, 1948-1949.) poeta pudo escuchar. El juicio anterior lo emitió a
raíz de una ejecución del coro de las hilanderas de
38
Adelaida de Juan: ob. cit. (1974), p. 31.
El buque fantasma en 1890 por las alumnas del con-
39
Zoila Lapique: Música colonial cubana en las publi- servatorio de Hubert de Blanck. En enero del año
caciones periódicas (1812-1902). Editorial Letras siguiente saludaba transportado la representación de
Cubanas, La Habana, 1979, pp. 54 y 73 (nota 82). Lohengrin en el Tacón (ob. cit., tomo II, pp. 374-
380).
40
Ver «La ilustración en la revista El Fígaro», de Mar-
ta R. Cardoso Ferrer: Memorias del 5to Simposio de 48
Aunque la Pedroso y la Herrera no están incluidas
la Cultura. Ciudad de La Habana. Dirección Pro- por Orovio en su Diccionario…, Zoila Lapique da
396 SEGUNDA ÉPOCA

testimonios, no sólo de sus éxitos artísticos, sino 55


Alejo Carpentier: ob. cit (1988), pp. 215-218.
también de sus vinculaciones con la causa indepen- 56
Helio Orovio: ob. cit. (1981), p. 75.
dentista (ob. cit. [1979], pp. 45, 71 y 61, 74, resp.).
57
Según Eduardo Sánchez de Fuentes, ya en esta épo-
49
Alejo Carpentier: ob. cit. (1988), p. 246.
ca puede afirmarse que «de todos los cancioneros
50
Helio Orovio: ob. cit. (1981), p. 235. Entre los mú- de la América el más variado, debido a la riqueza de
sicos que participaron en las guerras indepen- sus ritmos, es el de Cuba», y cita una serie de for-
dentistas recogidos por Orovio se encuentran Ma- mas que no sólo se dan de manera pura, sino tam-
nuel Avilés (1864-?), quien había fundado en 1882 bién mezcladas en ingeniosas combinaciones: crio-
con su familia la orquesta que lleva su nombre, aún lla, guajira, puntos de clave, zapateo, bolero, rumba,
en activo, y que alcanzó el grado de subteniente; son, etc., aunque señalaba cómo muchos ritmos na-
Jesús Avilés (1866-1928), clarinetista hermano del tivos entablaban viva competencia con otros extran-
anterior, quien organizó la Banda Invasora que jeros, como el vals tropical y la habanera, destrona-
acompañó a Antonio Maceo; el capitán director de dos por el «two step», y el danzón, que disputará la
orquesta y compositor Rafael Palma (1864-1906); preferencia popular con este último y el «foxtrot»
el trovador Ramón Ivonet (1877-1896), muerto en («La riqueza rítmica de la música cubana», en El arte
campaña, quien formó parte del Estado Mayor de y la literatura en Cuba. Club Cubano de Bellas Ar-
Maceo; el después muy conocido compositor y di- tes, La Habana, 1925, esp. pp. 40-48). Según Zoila
rector de banda Luis Casas Romero (1882-1950), Lapique: «A tal punto llegó la rivalidad entre estos
etc. Perucho Figueredo era abogado de profesión y géneros musicales foráneos y el criollo, que un au-
sólo aficionado a la música. Una composición que tor bufo, Ignacio Sarachaga, recogió en un juguete
ha gozado de gran popularidad hasta nuestros días cómico, ¡Arriba con el himno! (1900), las inciden-
es el Himno del Ejército Invasor, compuesto en los cias de esa contienda, de la que salió triunfante el
campos de Camagüey en noviembre de 1895 por el danzón» (ob. cit. [1979], p. 72).
grupo de mambises entre los que se encontraba En- 58
Ver «La primera exhibición y producción cinemato-
rique Loynaz del Castillo (Lapique: ob. cit. [1979],
gráfica en La Habana», de Emilio Roig de Leuch-
p. 187).
senring, aparecida originalmente en la revista Car-
51
Gonzalo Roig: «Libro octavo. La música», en His- teles el 17 agosto de 1947 y reproducida en Cine
toria de la nación cubana. Cambio de soberanía. Des- Cubano, (106): 91-93, 1983.
de 1868 hasta 1903 (3). Editorial Historia de la 59
Roberto Segre: «Continuidad y renovación en la ar-
Nación Cubana, 1952, tomo VII, pp. 433-484. Ci-
quitectura cubana del siglo XX», en Santiago. San-
tas: pp. 436 y 484.
tiago de Cuba, (41): 9-35, marzo 1981. Cita en la
52
Ob. cit., p. 438. página 12.
53
En la obra citada de Gonzalo Roig se da una bastan- 60
Nicolás Tanco Armentero: «La isla de Cuba. As-
te extensa lista de los más famosos intérpretes po- pectos de La Habana», en La isla de Cuba en el siglo
pulares de la época, entre los que llama la atención XIX vista por los extranjeros. Compilación de Juan
Susana Mellado, «voz excepcional que le permite Pérez de la Riva. Editorial Ciencias Sociales, La
cantar, alternativamente como soprano o como con- Habana, 1981, p. 11. Hay que recordar que esta
tralto, poeta y segundo, y a la vez bajo cantante» Habana es el escenario habitual de las narraciones
(ob. cit. [1952], p. 438). de Ramón Meza.
54
La obra «inspirada en la belleza de la joven Renée 61
Roberto Segre: ob. cit (1981), p. 13.
Molina, partió de un salón exclusivo —la casa de 62
Ob. cit.
Marta Abreu y Luis Estévez— para, después, tener
amplia difusión por todo el ámbito del país, al pun- 63
Alejo Carpentier: «La ciudad de las columnas», en
to que distintos comercios la editaron como medio su Ensayos. Editorial Letras Cubanas, La Habana,
de propaganda (1894)» (Lapique: ob. cit. [1979], p. 1984, p. 43.
73). Como ocurrió con «La bayamesa» —de 64
Joaquín Weiss: La arquitectura cubana del siglo XIX.
Fornaris, Céspedes y Castillo Moreno— se le adap-
Publicaciones de la Junta Nacional de Arqueología,
tó otra letra para ser convertida en canto revolucio-
La Habana, 1960, pp. XXVI-XXVII. Este autor lla-
nario expreso, letra que fue editada en México en
ma al Palacio de la marquesa de Villalba con el nom-
1895, en folleto con una efigie del general Antonio
bre de su posterior propietario, conde de Casa Moré.
Maceo realizada por el famoso dibujante y graba-
dor de ese país José Guadalupe Posada. 65
Ob. cit.
TERCERA ETAPA: 1868-1898 397

66
La construcción de esa zona terminará en las pri- puede consultarse La escritura en Cuba de Luis de
meras décadas del siglo XX, incluyendo la sustitu- Soto (Imp. y Papelería La Universal, 1927). Sobre
ción de algunas de sus primitivas edificaciones, como Vilalta, Antonio Rodríguez Morey en su aún inédi-
el llamado Palacio Balboa —manzana ubicada entre to Diccionario de artistas plásticos de Cuba, dejó una
Egido, Gloria, Apodaca y Zulueta— suplantado por interesante y dramática semblanza del escultor, a
un edificio que después será sede del Gobierno Pro- quien conoció personalmente, de la cual extraemos
vincial; el primitivo Centro Asturiano, con el teatro los siguientes párrafos:
Campoamor, destruido por un incendio; el merca-
do de Colón (1882-1884), cuyas amplias arcadas Cuba Republicana fue muy injusta con este ar-
fueron demolidas para alzar el actual Palacio de Be- tista. El monumento a José Martí, obra en que él
llas Artes, y el teatro Payret, reconstruido totalmen- mismo se excedió poniendo materialmente más
te hacia la década de 1950, pero sin abandonar el de lo que debía, dado el precio estipulado, pues
estilo neoclásico. Para un estudio detallado de esto fue muy poco lo recaudado para la erección de
véase el documentado libro de Carlos Venegas dicho monumento, costándole al artista grandes
Fornias: La urbanización de las murallas; dependen- penalidades y privaciones; viviendo por la gene-
cia y modernidad. Editorial Letras Cubanas, La rosidad de sus amigos que lo ayudaron en su vida,
Habana, 1990. pues el pobre artista empeñó todo lo que pudo
67
Joaquín Weiss: ob. cit. (1960), pp. XVIII-XIX. para poder vivir, entre otras cosas, el magnífico
reloj que el gobierno español le había regalado
68
Julián del Casal: «Fuera de la ciudad. Un hotel fran- cuando la inauguración del monumento al Bri-
cés», en su Prosa, ob. cit., tomo II, pp. 49-50. gadier Albear y que el artista tenía en gran esti-
69
Vilalta se presentó al concurso del monumento a ma. Vilalta solicitó para vivir se le diera un cargo
los bomberos también y obtuvo el segundo lugar. público y para ello escribió al Presidente de la
El monumento a los estudiantes había costado 10 República D. Tomás Estrada Palma, sin que fue-
339 pesos, de los cuales 954 se fueron en pagar el ra atendido, teniendo para ello derecho, pues él
terreno del cementerio. El de los bomberos costó contribuyó con su dinero y su propaganda en el
55 000, excluyendo los terrenos, que fueron dona- extranjero a la libertad de la patria. Era agente en
dos por la Iglesia Católica, propietaria del lugar (ver la ciudad de Florencia del Comité Revoluciona-
Eugenio Sánchez de Fuentes: Cuba monumental, rio en París, que presidía el Dr. Betances. Soy
estatuaria y epigráfica. Academia Nacional de Artes testigo de lo mucho que trabajó en ese sentido,
y Letras, La Habana, 1916, p. 290, y el folleto 27 de siempre pensando en su patria a pesar del tiem-
noviembre. Suscripción para el Mausoleo de los estu- po que estuvo ausente de ella. Todas estas con-
diantes. Impr. El Retiro, Habana, 1891). Un estu- trariedades contribuyeron a minar su existencia
dio de los mausoleos del cementerio nos aportaría y enfermó de cuerpo y con el alma adolorida por
otros interesantes indicios al respecto, como la so- la indiferencia e ingratitud tenida por sus com-
bria tumba erigida también por suscripción popular patriotas, volvió a Italia donde se agravó y llenó
a José de la Luz y Caballero en 1886. de deudas y pesares, falleciendo en Roma, su se-
gunda Patria, donde era considerado y querido.
70
Ver: Eugenio Sánchez de Fuentes: ob. cit. (1916),
p. 276. Sánchez de Fuentes reproduce un autorretrato de
71
Además de la obra de Eugenio Sánchez de Fuentes Vilalta en la p. 276 de su Cuba monumental…
3.2 LA ORATORIA POLÍTICA

El despotismo que caracterizó al régimen colo- expresarse con vigor y claridad, con profunda y
nial español vigente en Cuba, apenas permitió marcada intención. Al fragor de la lucha ideoló-
la expresión de otras ideas que no fueran aque- gica que se desarrolló en el seno de las hetero-
llas que estuvieran al servicio del gobierno me- géneas fuerzas revolucionarias, debió preparar
tropolitano, sobre todo después de la implanta- o improvisar discursos en la Cámara de Repre-
ción de las facultades omnímodas en 1825. Esta sentantes o al conmemorarse aniversarios de la
fue la razón por la cual hasta 1868 no pudo pro- propia contienda, ocasiones en que, por lo ge-
ducirse en la historia de nuestras letras un vigo- neral, pronunció breves y enérgicas arengas.
roso desarrollo de la oratoria política. Ejemplo cimero de las pocas oraciones del
El 10 de octubre de aquel año se abrió una Padre de la Patria que quedaron escritas fue la
nueva etapa en la evolución político-cultural de que pronunció el 3 de agosto de 1868, en la Jun-
Cuba, inaugurada por Carlos Manuel de Céspe- ta de San Miguel de Rompe, donde defendió con
des al dar el grito de independencia, hecho que, ardor la tesis del levantamiento inmediato en
desde el punto de vista de la oratoria, determi- armas. La impaciencia inflamó su discurso al
nó la necesidad de hacer propaganda de las ideas pintar la terrible situación económica y política
separatistas, de la libre discusión de los diferen- por la que atravesaba el país y subrayar la nece-
tes proyectos de organización de la naciente sidad de la sublevación. La alocución, de tono
República en Armas, de su Constitución, así declamatorio, terminó con un período de gran
como de la conmemoración de los distintos ani- fuerza y efecto, indicador de la maestría estilís-
versarios significativos del proceso revolucio- tica del orador: «Señores: la hora es solemne y
nario. decisiva. El poder de España está caduco y car-
Por la tribuna insurrecta desfiló una pléyade comido; si aún nos parece fuerte y grande, es
de oradores —improvisados unos, con experien- porque hace más de tres siglos que lo contem-
cia forense o literaria otros—, cuya palabra se plamos de rodillas: ¡Levantémonos!» 1
puso al servicio de la causa de la independencia. Otra de las figuras relevantes de este período
Según los pocos ejemplos que se han conserva- fue la de Ignacio Agramonte (1841-1873), arro-
do de piezas de este género, pues en la mayoría gante, impetuoso, dirigente indiscutido de los
de los casos fueron brillantes improvisaciones, camagüeyanos, parte de los villareños y de los
se caracterizaron por su concisión, brevedad y jóvenes habaneros incorporados a la lucha con
transmisión, de manera directa, de un mensaje la primera expedición del Galvanic.
concreto. De formación europea —había estudiado la-
Entre estos oradores se destacó el iniciador tinidad, humanidades y filosofía en Barcelona—,
de la revolución, el abogado bayamés Carlos y graduado de abogado en La Habana —donde
Manuel de Céspedes (1819-1874), quien supo ejerció durante un tiempo la jurisprudencia—,
TERCERA ETAPA: 1868-1898 399

poseía una amplísima cultura que se evidencia- femenina que recogió la historia en el período—
ba en su verbo de inflamada inspiración y cuida- para pronunciar su conocido alegato en favor de
doso decir. Su paso por la capital dejó profun- la reivindicación social de la mujer.
das huellas entre los jóvenes de su generación, Antonio Zambrana (1846-1922) fue conside-
influidos por las corrientes del pensamiento li- rado por muchos de sus contemporáneos y bue-
beral, del romanticismo y del independentismo. na parte de la crítica posterior como el tribuno
El 4 de noviembre de 1868 se alzaba en armas del 68. Habanero, alumno de El Salvador, abo-
Camagüey, y ya el 26 debía Agramonte librar gado graduado en 1867 en la Universidad de la
una importante batalla política, al enfrentarse, capital, profesor del Colegio San Francisco de
en junta celebrada en Las Minas, a la estrategia Asís, se incorporó a la lucha a las órdenes de
entreguista de Napoleón Arango, uno de los je- Manuel de Quesada, con la expedición del
fes seudorrevolucionarios del territorio. Allí, Galvanic. Fue uno de los participantes más des-
según relata Manuel de la Cruz, 2 hizo añicos tacados de la Asamblea Constituyente de
los argumentos de su oponente y terminó su Guáimaro, donde redactó con Ignacio Agra-
arenga con estas inspiradas palabras: «acaben de monte la primera Carta Magna de la República.
una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las El estilo oratorio de Zambrana presenta más
demandas que humillan: Cuba no tiene más ca- debilidades que virtudes, las que, a nuestro jui-
mino que conquistar su redención arrancándo- cio, invalidan su reconocida primacía tribunicia.
sela a España por la fuerza de las armas». Se caracteriza el orador por una notable ende-
La elocuencia agramontina brilló con altos blez ideológica, que ya apunta desde los días de
quilates en las discusiones de la Asamblea de Guáimaro y que cristalizó en su abandono del
Guáimaro, de la cual fue uno de los secretarios campo insurrecto y, luego del Zanjón, su incor-
aunque, desdichadamente, de aquellos memo- poración a las huestes autonomistas. Esta falta
rables discursos —conocidos por actas y refe- de convicción revolucionaria se expresa y, a la
rencias orales— no ha quedado ninguno. vez, trata de encubrirse, mediante un lirismo
Rafael Morales y González (1845-1872), más desbordado, el empleo de frases efectistas, su-
conocido por Moralitos, fue, según testimonio puestamente bellas, aunque impropias. Por ello,
de quienes le conocieron y escucharon, un bri- sus discursos resultan fríos y artificiales, aun-
llante orador del cual, infortunadamente, sólo que muy pulidos. Por otra parte, su formación,
quedó el recuerdo, pues sus discursos, todos influida por el romanticismo francés —según el
improvisados, se perdieron entre la enmarañada modelo de Víctor Hugo—, coadyuva a que su
vegetación de los campos insurrectos. Sus in- estilo resultase recargado debido, entre otros
tervenciones en el Órgano legislativo, así como factores, al uso —y abuso— de la antítesis como
su reconocido don de improvisación, fueron las recurso oratorio. De igual forma, la influencia
credenciales de su fama de tribuno de la insu- de la oratoria castelariana explica su exceso de
rrección. énfasis, su desbordamiento metafórico, su pro-
La voz de la mujer cubana se dejó oír en los fusa utilización de citas históricas, así como el
días de la Asamblea Constituyente de Guáimaro efectismo sonoro de los períodos que cierran sus
en la persona de la camagüeyana Ana Betancourt párrafos.
(1832-1901), quien fuera portadora de un men- En los discursos de su fase autonomista, por
saje de contenido social extraordinariamente lo general, acentuó Zambrana los rasgos negati-
avanzado para su época. El 14 de abril de 1869, vos de su oratoria y, sólo por excepción, encon-
presentó a la Cámara una petición leída por Ig- tramos en ellos fulgores de sus mejores momen-
nacio Agramonte, en la cual solicitaba que tan tos de orador mambí.
pronto quedase establecida la República, se con- También en la emigración se hizo sentir la
cediesen a las mujeres los derechos a que eran oratoria insurgente, sobre todo en los clubes
acreedoras. Esa noche, en una reunión pública revolucionarios fundados en diversas ciudades,
celebrada al efecto, escaló la tribuna —única voz fundamentalmente norteamericanas y, en espe-
400 SEGUNDA ÉPOCA

cial, en Nueva York, en cuyos estrados inaugu- el orador en trazos maestros a lo largo de su di-
ró Enrique Piñeyro (1839-1911) —al decir de sertación, en la cual apuntó tanto las caracterís-
Manuel Sanguily 3— la costumbre de pronun- ticas morales como las físicas del héroe, a quien
ciar conferencias como medio indirecto de en- pudo verse cambiar con el transcurso de los años
cender el sentimiento patriótico, así como de y con las experiencias sufridas. La imagen del
recolectar fondos para auxiliar a los insurrectos; fin de la vida de Simón Bolívar resultaba
conferencias que cimentaron su gran fama de desoladora en su poder de evocación:
orador revolucionario.
El habanero Piñeyro emigró a principios de El Bolívar que salió del Perú era ya un ca-
1869, junto con los demás destacados miembros dáver, por así decirlo. […] Volvió a Colom-
de la burguesía esclavista occidental, de la cual bia a languidecer cuatro años más, miran-
era representante ideológico. Antiguo alumno do derrumbarse uno a uno todos sus
del Colegio El Salvador, del cual fuera también grandiosos proyectos concebidos entre el
profesor, se licenció en Filosofía en la Universi- humo de sus victorias. […] Arruinado por
dad de La Habana y culminó estudios de dere- su propia obra, desesperado hasta el punto
cho en Madrid. de haber dejado escapar […] estas palabras
En Nueva York, escaló en diversas ocasiones que al repetirlas hoy queman todavía los
la tribuna para pronunciar inspiradas improvi- labios: «la América es el caos… el que la ha
saciones con motivo de la conmemoración de servido ha arado en el mar». Es el grito fi-
fechas significativas de la revolución, como el nal del naufragio […] 4
10 de octubre o el 27 de noviembre. Muchas de
estas piezas oratorias no fueron recogidas para Al abordar la figura de San Martín, destacó
la posteridad. No obstante, de aquellas que que- Piñeyro aquello que lo diferenció y separó de
daron impresas puede decirse que no hay en ellas Bolívar, hombre civil este último, soldado el
retoricismos innecesarios, pues son tersas y muy primero, aunque subrayó en él cualidades de
modernas en su sencillez. carácter moral superiores a las del Libertador,
Sin embargo, fue su labor como disertante la no obstante lo cual, el rasgo predominante que
que cimentó más sólidamente la fama tribunicia enfatizó fue el de ser un militar en todo mo-
de Enrique Piñeyro. Durante 1870 pronunció mento, «inferior bajo este aspecto a los que
en el Club Cubano de Nueva York dos confe- como Bolívar, como Sucre, como el mismo Flo-
rencias dedicadas a exaltar las vidas de dos hé- res, al par de grandes disposiciones para la gue-
roes cimeros de la independencia latinoameri- rra conservan fondo rico de gracia, de seducción,
cana: Simón Bolívar y José de San Martín. para atraer, dirigir o conciliar». 5
En ambas, trazó Piñeyro retratos admirables San Martín, como Bolívar, debió vencer el
de los héroes, en un estilo sencillo, sobrio, ele- reto de la gran cordillera sudamericana, hazaña
gante, sin rebuscamientos ni efectismos, me- cincelada por el orador en términos sobrios,
diante el empleo de un riquísimo vocabulario meditados, más bien fríos, que huían de la exal-
que rehuía el lenguaje figurado o cualquier otro tación y el ditirambo.
recurso de la prosa poética. Al abordar las ideas políticas del caudillo ar-
En la biografía de Simón Bolívar, el conjunto gentino, volvió Piñeyro a establecer la contra-
se logra mediante una técnica impresionista: en posición entre la democracia —entendida como
dos o tres excelentes pinceladas Piñeyro esbo- organización republicana—, de una parte, y la
zó el cuadro de lo que fue la dominación espa- carrera militar de la otra: San Martín no fue de-
ñola en América y la diferencia que siempre exis- mócrata —nos dice— porque «veinticinco años
tió entre los aquí nacidos y los aventureros de vida en Europa y de ejercicio militar» no pu-
venidos de allende los mares, cuyo predominio dieron enseñarle «a ser republicano».6
era «dogma indiscutible». A primera vista, hacer propaganda revolucio-
El retrato del Libertador también lo ofreció naria mediante la exaltación de las figuras de los
TERCERA ETAPA: 1868-1898 401

grandes libertadores de la América continental Pronunciada el 10 de mayo de 1879, un día


española era perfectamente lícito, ideológica- después de la partida de Antonio Maceo rumbo
mente correcto. Pero cuando reflexionamos so- a Jamaica, cuando todavía quedaban patriotas en
bre el cuadro que se presentaba —anarquía, lu- armas en Oriente, esta conferencia se desarro-
chas fratricidas, inmadurez popular para el lló en dos planos, el íntimo y el político, los que
ejercicio de la independencia nacional— y el permitieron al orador, al destacar la atrayente
cruel destino de los forjadores de esa epopeya personalidad de su heroína, identificar su tra-
—prácticamente traicionados, en el mejor de los yectoria y trágico fin con el del partido político
casos olvidados, por aquellos a quienes supie- al que perteneció, convirtiéndola en su símbolo.
ron guiar a la victoria— y recordamos que Las simpatías de Piñeyro se expresaron cla-
Piñeyro hablaba a una emigración que debía apo- ramente a favor de la Gironda —partido de la
yar y engrosar las filas de quienes combatían en burguesía industrial y comercial con intereses
Cuba para alcanzar esa liberación tan maltrata- agrícolas—, en tanto atacó a los Jacobinos
da en el Continente, empezamos a dudar de la —representantes de la pequeña burguesía—,
corrección del enfoque que dio el tribuno a sus como a vulgares asesinos que, en vez de llevar la
conferencias. revolución burguesa a su etapa más alta, la su-
Si, además, recordamos las pugnas intestinas mieron en el terror sin sentido y la condujeron
que desgarraban el seno del campo revoluciona- al fracaso inexorable.
rio cubano y que ese mismo año harían crisis en La rica prosa de Piñeyro se volcó en sus opi-
Nueva York con la llegada de Manuel de Quesada niones sobre la Gironda, en las cuales expresó
y la escisión de la emigración en adamistas y con claridad la idea que de la revolución tenía el
quesadistas, aumentan nuestros recelos. Sobre orador: fenómeno ingobernable que se manifes-
todo si sabemos que Carlos Manuel de Céspe- taba a través del desorden, el crimen y la guerra;
des era acusado de querer implantar una dicta- monstruo abominable que devoraba implacable
dura militar y que la Cámara de Representan- a sus mejores hijos; concepción que expresaba
tes, su acusadora, estaba en comunicación directa los intereses de la burguesía del occidente de la
con el grupo Aldama, que se oponía al Presi- Isla, que temió siempre a la revolución, ya que
dente de la República. para ella significaba desórdenes, destrucción y
Concluimos entonces que Piñeyro, además ruina y, aunque él personalmente fue partidario
de hacer una propaganda bastante relativa en de la independencia nacional, le horrorizaba el
favor de la lucha armada, puesto que elípti- único medio capaz de alcanzarla.
camente señalaba los peligros de una indepen-
dencia para la cual la burguesía esclavista occi-
dental no creía preparado al país, hacía asimismo * * *
una campaña muy inteligente contra Céspedes
y Manuel de Quesada y en favor de una Cáma- En 1878, con la firma del Convenio del Zanjón,
ra de Representantes que, por su heterogénea se inició una nueva fase en el proceso de desa-
integración, era más fácilmente manejable por rrollo de la oratoria política cubana, al socaire
los intereses del grupo Aldama que el irreduc- de la apertura democrática obtenida gracias a dos
tible caudillo bayamés. lustros de contienda armada. Se inauguró un
Piñeyro regresó a Cuba en 1879 y, antes de período de lucha política con la creación, por
volver a partir definitivamente rumbo a Fran- sectores de la burguesía azucarera cubana, del
cia, pronunció en el Liceo de Guanabacoa una partido Liberal —más tarde Liberal Autonomis-
conferencia —la primera en Cuba después de ta—, cuyo objetivo era obtener reformas de Es-
firmado el Pacto del Zanjón— que a pesar de su paña por la vía pacífica, entre ellas la autonomía
tema histórico-literario —versaba sobre «Mada- colonial, en oposición al Partido Unión Cons-
me Roland»— tenía profundas connotaciones titucional, integrado mayoritariamente por es-
políticas. pañoles.
402 SEGUNDA ÉPOCA

Se desarrolló entonces una intensa lucha ideo- ses de la época le permitió atemperar o eliminar
lógica, librada, entre otros medios, desde la tri- los peores defectos de aquélla.
buna. Los oradores del nuevo partido llevaron a Formado en el círculo de neokantianos y
cabo una activa labor de proselitismo en todos neohegelianos españoles, fue quien formuló
aquellos lugares donde debía establecerse un orgánicamente la doctrina autonomista, confi-
comité local. De igual forma, luego de promul- riéndole un basamento filosófico. José Antonio
gada la ley electoral que permitía que algunos Portuondo ha señalado el papel que desempeñó
representantes de Cuba concurrieran a las Cor- el idealismo hegeliano para los liberales cuba-
tes metropolitanas, el Partido Autonomista lo- nos, al permitirles justificar ideológicamente su
gró enviar a Madrid a varios diputados para cuya alianza con el despotismo imperante.7 Esta tran-
elección libraron los epígonos del liberalismo sacción obedeció a profundas razones de índole
cubano activísimas campañas políticas, con pro- económica, ya que la gran burguesía esclavista
fuso despliegue de notable elocuencia, verbo que insular, aunque ambicionaba gobernar el país,
brilló en el propio Parlamento español. temía una revolución que, después de diez años
La mayoría de los oradores autonomistas eran de lucha y destrucción de las riquezas azucare-
abogados de profesión, educados en las aulas y ras del centro y oriente de la isla, había termina-
en la tribuna forense, de donde procedían sus do con un último gesto de rebeldía protagoni-
cualidades y sus defectos. Sus discursos se ca- zado por un general mulato de procedencia
racterizaron, en términos generales, por el tono campesina. Comprendía que, de reiniciarse la
de arenga, el sabor didáctico y la intención per- contienda, la dirección de la misma no estaría
suasiva, sin que faltara en ocasiones el elemento en sus manos, sino en las de la pequeña burgue-
crítico. Tendían, en la mayor parte de los casos, sía, que contaría con un aplastante respaldo po-
al efectismo, aunque cada quien presentara ras- pular. De ahí que fueran enemigos de la violen-
gos distintivos propios. cia y propugnaran la evolución pacífica, la
Entre los tribunos autonomistas se destaca- maduración de las condiciones que conducirían
ron Rafael Fernández de Castro (1856-1920), al gobierno propio.
Eliseo Giberga (1854-1916), Antonio Govín Múltiples ejemplos de este rasgo caracteriza-
(1849-1915), José Antonio Cortina (1853-1884) ron los discursos de Montoro, quien brilló por
y Miguel Figueroa (1851-1893). Mención espe- la clara exposición de sus ideas, sin excesivos
cial requiere Rafael Montoro (1852-1933), no ornamentos, sin retórica, con una estructura
sólo por el volumen de su obra, sino por la ex- conceptual impecable.
traordinaria versatilidad de su prosa. Su arte oratorio se destacó por la estructura
Montoro ha sido considerado el más grande de sus párrafos, los cuales iba extendiendo, como
de los oradores autonomistas. Sus discursos de si desgajara un pensamiento del precedente, para
propaganda electoral, así como los que pronun- cerrarlos, al concluir la idea, de forma armónica
ció en el parlamento español, le cimentaron una y rotunda. En estos términos, sumamente
sólida reputación de tribuno político. Además, efectistas —de un efectismo muy cuidado, para
fue un distinguido jurista que brilló por sus ora- no parecerlo— denunció, cuando fue imprescin-
ciones forenses. Por otra parte, fue también asi- dible, las violaciones por el Gobierno Metropo-
duo concurrente a las veladas de la Revista de litano de las condiciones que supuestamente lle-
Cuba, de La Caridad del Cerro y del Liceo de varían a la autonomía de la colonia, siempre
Guanabacoa. En las mismas, disertó brillante- dentro de los marcos de la legalidad, sin incitar
mente sobre temas literarios y estéticos. a la rebelión, aunque sin dejar de recordar a las
Hombre de formación española —estudió autoridades, peninsulares e insulares, que la in-
derecho en la Península—, se dio a conocer como surrección era siempre una amenaza latente. Su
orador en el Ateneo de Madrid, donde recibió léxico fue rico, mas sin rebuscamientos; no era
las mejores influencias de la oratoria castellana, afecto a las figuras del lenguaje, a pesar de lo
porque su conocimiento de los tribunos ingle- cual las empleó con moderación y, a veces, con
TERCERA ETAPA: 1868-1898 403

eficacia. Nunca perdió de vista el público para instrucción y recreo o se renovaron las ya exis-
el cual hablaba y tuvo la capacidad de adecuarse tentes y por sus tribunas desfilaron los más ilus-
siempre al mismo, lo que le permitió ejercer tres conferencistas del último cuarto del XIX
notable influencia en su época. Ejemplo de ello cubano, como José Martí, Enrique José Varona
lo ofrece una anécdota que relata Manuel de la (1849-1933), Manuel Sanguily (1848-1925), En-
Cruz,8 según la cual, se encontraba el orador rique Piñeyro y Rafael Montoro, por sólo citar
cierta vez en Camagüey en función de loar la algunos ejemplos.
autonomía, cuando fue interrumpido por una Al igual que ocurriera entre 1868 y 1878, al
camagüeyana —de las que tuvo que internarse estallar nuevamente la guerra en 1895, ascendió
con su familia en el monte durante la guerra— a primer plano la oratoria política insurgente,
que comenzó a aclamar las glorias e ideales de la tanto en los campos de Cuba Libre, cuanto en
Década Heroica. El tribuno quedó en suspenso la emigración, donde continuaron su labor
unos momentos, durante los cuales comprendió tribunicia Gonzalo de Quesada y Fernando
dónde se encontraba. Cuando reinició su discur- Figueredo, a quienes se unieron oradores del
so, lo hizo con un elogio de Ignacio Agramonte, prestigio y la talla de Enrique José Varona y Ma-
símbolo mayor de la heroicidad de la región, nuel Sanguily.
gesto que fue retribuido con estruendosos aplau- Enrique José Varona se dio a conocer entre
sos, primero, y, más tarde, con los sufragios que 1878 y 1898 por sus conferencias científicas, fi-
lo condujeron a las Cortes españolas. losóficas y de crítica literaria. Positivista de fi-
liación inglesa, en quien se evidenció la impron-
* * * ta de Herbet Spencer primero y, más tarde, del
francés J. M. Guyau, encarnó —al decir de José
Durante este período, frente a la tendencia au- Antonio Portuondo— 10 a una generación de
tonomista, se mantuvieron inflexibles algunos separatistas cuyo positivismo fue más una acti-
partidarios de la independencia que, bien en tud que una doctrina, pues significó el rechazo
Cuba —a veces a través de la propia tribuna del de las antiguas metafísicas justificadoras del des-
Partido Liberal—, bien en la emigración, desa- potismo y el surgimiento de una postura realis-
rrollaron una paciente pero apasionada campa- ta y científica ante la vida.
ña encaminada a templar los ánimos para la nueva Militante del Partido Autonomista, a cuya
contienda armada que, desde el exilio, organi- Junta Directiva pertenecía, Varona llegó al con-
zaría el genio excepcional de José Martí, cuya vencimiento de que nada obtendría Cuba de
obra será estudiada en capítulo aparte. Entre los España por medios pacíficos y, en 1885, a través
oradores de la emigración es ineludible mencio- de un discurso pronunciado al conmemorarse
nar, como figuras descollantes, a Fernando el primer aniversario del fallecimiento de José
Figueredo (1846-1929) y a Gonzalo de Quesada Antonio Cortina, rompió definitivamente con
(1868-1915), ambos radicados en los Estados los liberales.
Unidos. Como orador, fue Varona más disertante que
Entretanto en Cuba, a partir de 1878, se pro- tribuno político. Era, en esencia, un gran pensa-
ducía un vigoroso renacimiento de la oratoria dor y un notable escritor, cualidades siempre
académica. Alberto Rocasolano 9 ha señalado que presentes en sus piezas oratorias, que se carac-
por aquellos días este género constituyó el más terizaron, en el plano formal, por su corrección,
alto exponente de la actividad cultural aunque elegancia, perfecta estructuración del pensa-
los oradores eran casi siempre políticos que, miento que se expresaba de manera concisa, ter-
además, se dedicaban a la literatura con el obje- sa, con maestría en el dominio del idioma, sin
tivo de influir sobre su auditorio en favor de sus apelar a recursos efectistas o retóricos.
intereses partidistas. En sus disertaciones académicas, comenzó
En aquellos momentos renacieron las tertu- Varona a utilizar la forma alusiva para transmi-
lias literarias y surgieron nuevas sociedades de tir un mensaje de rebeldía y de denuncia. Ejem-
404 SEGUNDA ÉPOCA

plo de ello lo ofrece su extraordinaria conferen- Grande en la vida y en la muerte, heroico


cia «El poeta anónimo de Polonia», pronuncia- en el aspirar y en ejecutar, así fue Martí.
da en La Caridad del Cerro en 1887, en la cual, a […] su vida nos parece hecha de un solo
través de las peripecias de la vida de Segismundo bloque de indestructible granito. Martí fue
Krasinski, presentó el dolor de Polonia, esclavi- un hombre tipo. Uno, por la fijeza de su
zada y envilecida, y el cuadro que se ofrecía a la idea, uno por la firmeza de su carácter. Todo
vista del conmovido auditorio remedaba tanto lo inmoló por esa idea, que no era otra sino
al de la Cuba de entonces, que bien hubiera po- la redención de un pueblo. El artista ex-
dido sustituirse con su nombre el de la patria quisito olvidó su arte, el hombre apasiona-
del poeta errante. do sus afectos. Martí se desposeyó de sí
Esta conferencia, de médula esencialmente mismo por completo, y por completo se
revolucionaria, forzaba las semejanzas, y obli- dio a Cuba. […] 12
gaba a extraer las conclusiones que eran, en rea-
lidad, el punto de partida del orador, cuya in- Manuel Sanguily comenzó como orador en
tención fue captada por José Martí 11 quien en las tertulias literarias del Liceo de La Habana y
El Economista Americano de agosto de 1887, en las ceremonias de fin de curso del Colegio El
señalaba que en ella, Varona «ve a su pueblo, cual Salvador donde, después de discípulo, fue pro-
Krasinski al suyo, padecer bajo un régimen que fesor. Estudiaba Derecho en la Universidad
lo injuria, como un ente maldito y deforme». cuando, luego del 10 de octubre de 1868, mar-
De índole semejante a la anterior, en cuanto chó a Nassau, para regresar a Cuba como miem-
a grito de alerta sobre la situación del país e in- bro de la segunda expedición del Galvanic. Su
diferencia de los cubanos ante los únicos me- estreno como orador insurrecto se produjo al
dios reales para resolverla, fue la conferencia celebrarse la Asamblea Constituyente de
«Los cubanos en Cuba», pronunciada en 1888 Guáimaro. El día que Carlos Manuel de Céspe-
en una velada que celebró en el Teatro Jané la des fue investido como Presidente de la Repú-
Sociedad La Caridad del Cerro. blica, pronunció a instancias de Ignacio Agra-
En 1895 Varona emigró a los Estados Uni- monte un celebrado discurso con el objetivo de
dos y se estableció en Nueva York donde, entre resaltar la presencia en el acto de algunos anti-
otras actividades de apoyo a la insurrección, fun- guos esclavos, ya libres por obra de la revolu-
dó la Sociedad de Debates Políticos y dictó una ción. Durante el período de 1868 a 1878, des-
serie de conferencias magistrales, entre las que empeñó a menudo la función de defensor en los
descollaron las dos denominadas «El fracaso Consejos de Guerra. Fue, asimismo, en varias
colonial de España», pronunciadas en noviem- ocasiones, miembro de la Cámara de Represen-
bre y diciembre de 1896 en el Steinway Hall, tantes.
donde analizó el proceso de la colonización es- Luego del Pacto del Zanjón, marchó a Espa-
pañola y sus errores en América. El 14 de mar- ña, donde culminó sus estudios de derecho y
zo del propio año había dicho, en la Sociedad regresó a La Habana en 1879. Aunque pronto
Literaria Hispano-Americana, uno de sus dis- comenzó a distinguirse como disertante acadé-
cursos políticos de mayor relieve, dedicado a mico en las veladas de la Revista de Cuba y en
«Martí y su obra política», en el cual dibujó a las tertulias de José María de Céspedes, no fue
grandes rasgos la vida del Héroe Nacional y su- hasta 1887, en el Círculo de la Juventud Liberal
brayó su infatigable labor organizativa para ha- de Matanzas, que pronunció su primer discurso
cer posible el estallido de la Guerra Necesaria. político del período de entreguerras: «elemen-
El análisis de la personalidad del forjador del tos y caracteres de la política en Cuba», en el
Partido Revolucionario Cubano fue trazado con cual analizó valientemente la situación colonial
rasgos sintéticos, aunque vigorosos y siempre de Cuba, para terminar con un hermoso cántico
teñidos de fervorosa admiración. He aquí uno a los héroes del 68, donde, en contraste con los
de sus hermosos párrafos: párrafos sobrios, mesurados, que caracterizaron
TERCERA ETAPA: 1868-1898 405

el resto de la exposición, dio rienda suelta el ora- surado otras, no escatimó, sin embargo, acerbas
dor a su numen poético, derrochó lenguaje fi- críticas al régimen colonial. Con pinceladas pa-
gurado y entonó un himno, a veces elegíaco, téticas, describió el orador el aciago día en tan-
otras épico, a la memoria de la epopeya: to lanzaba una justa acusación contra quienes
—por su impasibilidad— permitieron el crimen.
[…] Nuestros bosques murmuran con el Muchas piezas oratorias de indiscutible va-
concertante musical de todos sus misterio- lor pronunció Sanguily a lo largo de estos años,
sos ruidos, las oraciones y los ayes de las tanto abiertamente políticas como académicas,
familias que vivieron bajo sus hojosas bó- en las cuales aprovechaba cualquier oportuni-
vedas, como los druidas galos. Todavía dad para introducir un trasfondo político, entre
blanquean en las sabanas los huesos épicos las que destacan: «El dualismo moral y políti-
de los que supieron en tierras de América co» (1888), «Sobre José María Heredia» (1890),
combatir como los héroes de las leyendas «La situación, sus causas y sus remedios» (1891)
de Europa y Asia. Aun trae el viento movi- y «El descubrimiento de América» (1892).
ble en sus caprichosas ráfagas el eco es- En 1895, al reiniciarse la lucha armada el 24
truendoso de miles de combates. Aun se de febrero, marcha Manuel Sanguily a Nueva
alza en la conciencia la augusta sombra de York, donde reanudó su labor propagandística
algún prócer que sólo vive la vida del re- el 10 de octubre de ese año, en discurso donde
cuerdo cobarde en las confidencias fami- destacara la obra de los iniciadores de cada una
liares en voz baja, esperando indignado sa- de las dos contiendas contra el colonialismo es-
lir entero a la luz en la noble y franca pañol: Carlos Manuel de Céspedes y José Martí.
inmortalidad de la historia. […] donde- Muchas fueron, a partir de entonces, las piezas
quiera, en plazas y calles, en los montes y oratorias pronunciadas por Sanguily a lo largo
los llanos, se siente aquí, al través de la de los tres años que duró la guerra. En ellas se
poesía del recuerdo y de las amarguras y evidenció su personal estilo, sonoro, brillante,
tristezas de la realidad, agitarse —como aunque más marcado por la impronta de su tiem-
átomos vivos y numerosos— los elemen- po que el de un Varona o un Piñeyro, de innega-
tos inmortales de la religión inmortal de ble modernidad.
nuestro espíritu, las notas dispersas y so- Entretanto, en Cuba el ejemplo cimero de la
noras de ese coro sublime de patriotismo oratoria en campaña lo ofrecía Máximo Gómez
que resuena en el corazón de nuestro pue- (1836-1905) quien, sin ser orador, pues en todo
blo… el único timbre de legítima gloria momento prevaleció en él el jefe militar, supo,
para los cubanos. 13 como tal, improvisar arengas enérgicas, breves,
veraces, que lograban su objetivo, casi siempre
Se destacan igualmente, en este discurso de el de mover los hombres al combate. Aunque
Sanguily, otros dos elementos característicos de pronunció muchas, casi tantas como encuentros
su estilo oratorio: la longitud de sus párrafos, armados sostuvo, muy pocas han quedado re-
de larguísimo aliento, y la riqueza de matices cogidas para la posteridad. Entre estas se encuen-
que les confiere la profusión de oraciones inci- tra la que dirigió el 30 de noviembre de 1895 a
dentales que en ellos incluye, aunque, a veces, los combatientes del Ejército Libertador que
las mismas entorpezcan la claridad de la exposi- iban a comenzar la legendaria hazaña de la inva-
ción de las ideas. sión a Occidente.
Otro de los discursos famosos de este perío- Ejemplo de pieza oratoria de este tipo y qui-
do fue el que pronunciara Sanguily en el mismo zás la más trascendental, realista y emotiva de la
escenario, una semana más tarde, en acto desti- historia de nuestras guerras de liberación con-
nado a recoger fondos para erigir un monumen- tra el colonialismo español, cada palabra en ella
to a los estudiantes de medicina fusilados en tenía un sentido y un valor reales. El jefe no ocul-
1871. El tono de esta pieza, fogoso a veces, me- taba la verdad, antes bien, la decía descarna-
406 SEGUNDA ÉPOCA

damente, para que nadie se llamara a engaño. Al En esas filas que veo tan nutridas, la muer-
propio tiempo, en contrapunteo emotivo, anun- te abrirá grandes claros. […] El triunfo sólo
ciaba la destrucción y la muerte e invocaba los podrá obtenerse con el derramamiento de
manes de los caídos que señalaban el deber mo- mucha sangre. ¡Soldados! no os espante la
ral de combatir, para terminar, como con soni- destrucción del país; no os espante la muer-
do de clarines, presagiando la victoria inevitable te en el campo de batalla. […] Los manes
de las armas cubanas: de tantas víctimas inmoladas por la tiranía
os exhortan a que lucheis con decisión y
Soldados: la guerra empieza ahora. La gue- vigor […] ¡Soldados! llegaremos hasta los
rra dura y despiadada. Los pusilánimes ten- últimos confines de Occidente; hasta don-
drán que renunciar a ella: sólo los fuertes y de haya tierra española ¡Allí se dará el
los intrépidos podrán soportarla. Ayacucho Cubano! 14

NOTAS
(CAPÍTULO 3.2)

1
Citado por Francisco Ponte Domínguez: Historia banas, La Habana, 1981, p. 378.
de la guerra de los Diez Años. El Siglo XX, Acade-
mia de la Historia de Cuba, La Habana, 1944, p. 45.
9
Alberto Rocasolano: En años del reposo turbulento.
Cuadernos de la Revista Unión, La Habana, 1984,
2
Citado por Vidal Morales y Morales: Hombres del pp. 6-7.
68. Rafael Morales y González. Editorial Ciencias
Sociales, La Habana, 1972, p. 152.
10
Op. cit., p. 34.
3
Manuel Sanguily: Oradores de Cuba. Selección, pró-
11
José Martí: Obras completas. Editorial Nacional de
logo y notas de Olivia Miranda Francisco. Editorial Cuba, La Habana, 1963, tomo 5, pp. 116-117.
Letras Cubanas, La Habana, 1981, p. 87. 12
Enrique José Varona: De la colonia a la República.
4
Enrique Piñeyro: Biografías americanas. Garnier Selección de trabajos políticos, ordenada por su au-
Hermanos, París 1906, p. 38. tor. Soc. Editorial Cuba Contemporánea, La Haba-
na, 1919, pp. 93-94.
5
Ob. cit.
13
Manuel Sanguily: Discursos y conferencias. Rambla,
6
Ob. cit., p. 65.
Bouza y Cía., Habana, 1918 y 1919, tomo I, pp.
7
José Antonio Portuondo: Bosquejo histórico de las 119-120.
letras cubanas. Ministerio de Relaciones Exteriores, 14
Máximo Gómez: Ideario cubano: II. Recopilación
La Habana, 1960, p. 34.
y prólogo de Emilio Roig de Leuchsenring. Cua-
8
Manuel de la Cruz: Sobre literatura cubana. Selec- dernos de historia habanera 1, La Habana, Munici-
ción y prólogo de Ana Cairo. Editorial Letras Cu- pio de La Habana, 1936, pp. 45-46.
3.3 PROSA POLÍTICA E HISTÓRICA

3.3.1 Textos eminentemente políticos con la redacción de El Siglo, del que pronto fue nom-
valores literarios brado redactor político. Al dejar de publicarse
este diario en marzo de 1868, continuó sus la-
La aguda lucha ideológica que se desarrolló a lo bores en La Opinión y, posteriormente, en El
largo de los años comprendidos entre 1868 y País, hasta su desaparición en diciembre de 1868.
1898 tuvo, además de la tribuna, otra trinchera Fue, precisamente, en El País del 15 de no-
difusora de las ideas que desempeñaron un pa- viembre de 1868 que apareció el artículo
pel fundamental en aquellos momentos, cuan- «Laboremus», el cual burló la censura española
do el pueblo cubano se lanzó al combate por la gracias a un lenguaje alegórico y que constitu-
independencia nacional y, posteriormente, en- yó, para los partidarios de la independencia, una
tre las dos guerras de liberación, cuando los au- verdadera proclama.
tonomistas trataron, mediante la lucha política, A partir de entonces, los defensores del régi-
de obtener reformas de España. men colonial comenzaron a aplicar el término
Se cultivó entonces el periodismo político, «laborantes» a los partidarios de la insurrección,
con gran libertad entre 1868 y 1878 en la mani- por el sentido y alcance populares que el mismo
gua y la emigración —al igual que entre 1895 y adquirió.
1898—; sometido a la Ley de Imprenta españo- A fines de 1869 debió Merchán partir al exi-
la —más estricta hasta 1890, menos asfixiante lio, y se radicó en Nueva York, donde continuó
para los independentistas después de esa fecha. su obra periodística a través de La Revolución,
Se editaron, igualmente, libros y folletos de con- órgano oficial de la Junta Cubana, donde apare-
tenido político, publicados algunos en Cuba ció el 13 de noviembre de ese año su primer ar-
—sobre todo entre 1878 y 1895—, en el extran- tículo, «La revolución de Cuba», digna respues-
jero otros, pero todos con una preocupación ta a insidiosas alusiones publicadas en The Times,
central en el análisis: la solución de la proble- en el sentido de que los cubanos esperaban que
mática cubana; la autonomía o la independen- la independencia les llegara de manos del gobier-
cia; la evolución o la revolución. no norteamericano.
Entre los cultores destacados de la prosa po- A partir de 1874 se radicó en Colombia y, lue-
lítica, de aquellos que no descuidaron su factura go del Pacto del Zanjón, asumió Merchán la ac-
formal para ocuparse solamente de las ideas que titud de quien, al ver frustrarse el proceso revo-
deseaban transmitir, se encontraba Rafael Ma- lucionario sin que apareciera por parte alguna la
ría Merchán (1844-1905). Natural de Manza- posibilidad de una nueva contienda, aceptó la
nillo, donde inició su aprendizaje de tipógrafo, lucha legal propuesta por los autonomistas como
en 1867 se hallaba en La Habana, incorporado a única alternativa posible. En aquella oportuni-
408 SEGUNDA ÉPOCA

dad, a quienes criticaron su postura como una ción literaria del país. Bien escrito, en prosa cla-
inconsecuencia, replicó: «Hoy los cubanos no ra, fluida, sin ornamentos innecesarios, adopta
tenemos sino tres caminos: la revolución; el re- la forma epistolar y se divide en quince capítu-
traimiento; la lucha legal. Si hay otro me alegra- los —cartas— y uno final de conclusiones, a tra-
ré de conocerlo, desde que el de la anexión se- vés de los cuales el autor, en tono serio a veces,
ría, a mi entender, la abdicación de la raza.» Y indignado otras, irónico algunas —según lo re-
más adelante apuntaba: «Si estalla otra revolu- quiera el asunto específico que aborda—, refuta
ción, […] volveré a combatir a los que entonces punto por punto las inexactitudes y juicios di-
hablen de autonomía, como lo hice en 1870.» 1 famatorios que sobre el pueblo de Cuba vertió
Al estallar la guerra en 1895, reinició Merchán el seudoescritor español.
su propaganda periodística a favor de la inde- A lo largo de la obra, Cabrera mantuvo una
pendencia de Cuba. Su trabajo más importante posición autonomista consecuente: culpó al go-
de entonces lo constituyó una serie de artículos bierno metropolitano de los males que aqueja-
que se publicaron en El Correo Nacional de ban a Cuba, lo responsabilizó con el estallido
Bogotá entre julio y agosto de ese año, los que revolucionario de 1868, que justificaba como un
después formarían el libro Cuba, justificación de error cometido a impulsos de la desesperación,
su guerra de independencia, el cual vería la luz en y se declaraba confiado partidario de las refor-
la capital de Colombia en 1896. mas que conducirían a la autonomía, «áncora
En él, Merchán se propuso demostrar «la jus- salvadora, para la colonia y para la nación». 3
ticia que asiste a los que se han lanzado al cam- Otro destacado periodista y escritor político
po a conquistar con el sacrificio de su vida la de la época fue Juan Gualberto Gómez (1854-
independencia de la patria».2 Para ello, sometió 1933), natural de un ingenio azucarero enclava-
a un acucioso análisis crítico toda la amplia gama do en la provincia de Matanzas, hijo de esclavos
de la problemática colonial cubana, en tanto que naciera libre gracias a la compra por sus pro-
avaló sus conclusiones con la presentación de genitores del vientre grávido de su madre. En
documentos, datos estadísticos, discursos par- 1869 fue enviado a Francia para aprender un ofi-
lamentarios y artículos de periódicos, muchos cio, un año más tarde ingresó en una escuela de
de procedencia española. De esta forma, con ingeniería que debió abandonar en 1875 por ra-
impecable estilo y demoledora lógica, escribió zones económicas, aunque permaneció en Pa-
un irrebatible alegato en favor de la liberación rís, donde se desempeñó como periodista y abra-
nacional. zó la causa de la independencia nacional.
En 1887 alcanzó gran popularidad y mereci- De regreso en Cuba luego del Zanjón, estre-
do renombre Raimundo Cabrera (1852-1923), chó lazos de amistad con José Martí durante el
abogado de prestigio, uno de los fundadores del breve interludio habanero del Héroe Nacional,
Partido Autonomista de Güines, por la publica- conspiraron juntos en los días previos a la Gue-
ción del libro Cuba y sus jueces, el cual en 1891 rra Chiquita y sufrieron deportación por esa
había alcanzado ya siete ediciones. El objetivo causa. Juan Gualberto fue encarcelado primero
de la obra era responder, mediante un contun- en Ceuta y en 1882 se le deportó a España, se
dente despliegue de datos y cifras, a un folleto instaló en Madrid y reinició allí sus labores pe-
despectivo y malintencionado aparecido poco riodísticas. Para el diario El Progreso escribió en
antes en España bajo el título de Cuba y su gen- 1884 una serie de artículos que, recogidos al año
te, escrito por Francisco Moreno, quien residie- siguiente en un volumen, vieron la luz bajo el
ra en La Habana entre 1879 y 1883, donde se título de La cuestión de Cuba en 1884, en el cual
desempeñó como funcionario de la administra- con prosa clara, correcta, sencilla y directa, ana-
ción colonial. lizó los antecedentes de la situación de la Isla
El libro de Cabrera es eminentemente políti- durante aquel año, especialmente el proceso de
co, aunque se sustente en abundantes datos his- creación de los partidos políticos y sus platafor-
tóricos y demuestre un buen manejo de la tradi- mas, base de sustentación social, semejanzas y
TERCERA ETAPA: 1868-1898 409

diferencias entre sus respectivos programas, para Como ya se ha señalado, el devenir político
concluir con el planteamiento y estudio de las de Enrique José Varona abarcó una primera fase
posibles soluciones al problema cubano: la autonomista, hasta 1885, cuando rompió con el
anexión, la independencia o la autonomía, de la Partido Liberal y asumió posiciones de neto per-
que se declaró partidario sobre la base de un gru- fil separatista. A partir de 1887, desde las pági-
po sustancial de reformas aunque, aclaraba, ésta nas de su Revista Cubana y de otras publicacio-
no era la solución que anhelaba por sus convic- nes, fue introduciendo en artículos y reseñas de
ciones políticas, sino una transacción, puesto que libros matices de denuncia del colonialismo, crí-
—finalizaba— «no nos creemos con derechos a ticas a la inercia insular y loas a los héroes de la
fatigar al país, a excitarle a que vaya por donde década que terminara en 1878.
manifiestamente demuestra que no quiere mar- En trabajos como «El derecho del puño», «Lo
char por ahora». 4 que vale un concepto» o «El bandolerismo», aco-
Pudo Juan Gualberto regresar a Cuba en 1890, metió Varona el estudio y la denuncia de la raíz
y lo hizo con el plan, concebido en la Península, española de los males que aquejaban a la socie-
de lograr en su patria una sentencia que declara- dad cubana, por el absurdo sistema colonizador
ra legal la propaganda separatista, como poco implantado por la Metrópoli en Cuba y, en ge-
antes la habían obtenido los republicanos en neral, en América. Este proceso analítico cul-
España y, en la propia Isla, los defensores del minó, ya en los Estados Unidos, al publicar en
programa autonomista. Para lograr su objetivo, 1895 el manifiesto Cuba contra España, docu-
publicó el periodista en La Fraternidad, el 23 de mento medular que expuso a los pueblos hispa-
septiembre de 1890, el famoso artículo «Por qué noamericanos —y al mundo— la necesidad de
somos separatistas», en el cual fundamentaba de la guerra de liberación que libraba el pueblo de
manera breve, pero contundente, la necesidad Cuba.
de que Cuba se independizara de España. Como En este último trabajo, así como en sus escri-
el propio Gómez esperaba, el artículo fue de- tos propagandísticos de Patria, Varona realizó
nunciado por el Fiscal y, luego de sufrir cárcel y profundos análisis del coloniaje español, de ex-
sentencia condenatoria de la Audiencia insular, traordinaria fuerza persuasiva, cuya base de
apeló al Tribunal Supremo de España, el cual sustentación eran datos y cifras, de los cuales se
declaró lícita ese tipo de propaganda, siempre desprendían, con la inexorabilidad de una de-
que no incitara a obtener la separación por me- mostración científica, que la desatinada política
dio de la violencia o la fuerza. administrativa española conducía, con tanta ne-
Esta sentencia tuvo extraordinaria importan- cesidad como las arbitrariedades políticas, a la
cia para la preparación de la Guerra Necesaria, rebelión, primero, y a la pérdida de la Isla, más
pues a su amparo surgieron periódicos de ten- tarde.
dencia separatista a lo largo de la Isla, los que Por otra parte, en Cuba contra España brilló
pudieron hacer propaganda sin salir del marco la prosa varoniana por la sobriedad, pureza de
de la legalidad existente. A partir de entonces, sintaxis y riqueza del léxico que siempre la ca-
desplegó Juan Gualberto desde las columnas de racterizaron. En términos comedidos, austeros,
su periódico una intensa e inteligente campaña pero de una fuerza que radicaba en la verdad que
en favor de la independencia nacional. se desprendía de su concatenación lógica, des-
Más que un hombre de letras, fue Juan granó Enrique José Varona magistralmente sus
Gualberto Gómez un político que, mediante la argumentos. He aquí uno de sus contundentes
palabra escrita, combatió con efectividad el régi- párrafos, donde expuso en apretada síntesis los
men colonial español. Fue el suyo un periodismo agravios políticos del país:
militante, combativo, ejercido con un estilo cla-
ro, correcto, fácilmente comprensible que, a Cuba vio vagar proscritos por el contienete
veces, como sucedió con La cuestión de Cuba americano, ya libre, a sus hijos más ilus-
en 1884, llegó a alcanzar la categoría de ensayo. tres, como Heredia y Saco. Cuba vio pere-
410 SEGUNDA ÉPOCA

cer en el cadalso a cuantos cubanos osaban polemista y a través de sus páginas sostuvo en-
amar la libertad y declararlo con obras y conados debates sobre diversas cuestiones cuyo
palabras, como Joaquín de Agüero y Plá- rango abarcó desde lo histórico hasta lo litera-
cido. Cuba vio confiscado el producto de rio, con figuras tan representativas como Máxi-
su trabajo por leyes fiscales inicuas, que le mo Gómez o Manuel de la Cruz.
imponían desde lejos sus señores. Cuba vio Durante este período, Sanguily, aunque con-
sometida la justicia, que le administraban servó su ideario independentista, se dejó influir
magistrados extraños, a la voluntad o al por el escepticismo que marcó a muchos de los
capricho de sus gobernantes. Cuba sufrió antiguos insurrectos luego del fin de la guerra,
todos los vejámenes que pueden humillar y, sin llegar a ser autonomista, utilizó sus me-
a un pueblo conquistado, en nombre y por dios de prensa —al igual que sus tribunas—, para
obra de un gobierno que se llamaba sarcás- analizar la situación, criticar la política de Espa-
ticamente paternal. No es de extrañar que ña en Cuba y fustigar la inercia que paralizaba al
comenzara entonces la era no interrumpi- pueblo cubano en relación con la solución ar-
da de las conspiraciones y los levantamien- mada a su conflicto con la metrópoli; inercia que,
tos. En su desesperación, Cuba apeló a las por otra parte, él mismo padecía.
armas […] 5 Su prosa de esta época es más rica en figuras
del lenguaje y matices que la de su etapa de in-
Durante la Guerra de los Diez Años, Manuel surrecto; emplea con destreza la ironía y el sar-
Sanguily, además de como tribuno, se destacó casmo, aunque siempre es demoledor en sus
por el ejercicio de un periodismo propagandís- efectos, tanto cuando polemiza, como cuando
tico, puesto al servicio, no sólo del ideal fustiga:
independentista, sino de los criterios civilistas
agramontinos que triunfaron en Guáimaro y que El pueblo cubano […] resulta el más cu-
el joven habanero compartía. Desde las colum- rioso de todos los pueblos. Cree que se lo
nas de órganos de prensa mambises, como El merece todo —autonomía, buena goberna-
Boletín de la Guerra o La Estrella Solitaria, co- ción, la solicitud maternal de España, el
mentó el inquieto insurrecto la actualidad del auxilio del yankee, el sacrificio de la Amé-
momento, los desmanes y crímenes de los espa- rica Latina, la independencia misma— y sin
ñoles, los triunfos de las armas mambisas o con- embargo, se cruza de brazos, deja hacer a
memoró efemérides luctuosas como la caída en sus enemigos los integristas, cuenta con los
combate de Ignacio Agramonte, pero siempre otros, con el mundo entero, y espera siem-
poniendo de manifiesto su convicción en la vic- pre… ¿qué? el santo advenimiento tal vez,
toria final de las huestes cubanas. En prosa ele- cualquier cosa, lo que él mismo probable-
gante, aunque sencilla, como cuadraba a escri- mente ignora; lo espera todo, menos lo que
tos que iban dirigidos a una masa heterogénea dependa de lo único que puede él dirigir
de combatientes, muchos de ellos recién de su voluntad, de su corazón, del cálculo
alfabetizados, exaltaba Sanguily los valores re- de su conveniencia, del ejercicio de sus vir-
volucionarios. tudes… 6
A partir de 1879, el excombatiente realizó una
intensa actividad periodístico-política. Sus co- A partir de 1895, instalado en Nueva York,
laboraciones aparecieron en las publicaciones continuó Sanguily su labor de propaganda pe-
más importantes de la época y, entre 1893 y 1894, riodística, en la cual —en la prosa clara y directa
publicó unipersonalmente Hojas Literarias, con que caracterizó esta faceta de su producción—
la esporádica colaboración de Enrique Piñeyro, apareció otra arista de su pensamiento político:
donde recorrió la actualidad científica, literaria su antimperialismo, el cual tendría oportunidad
y política del momento. Fue sobre todo en esta de manifestarse con mayor profundidad duran-
revista, donde desplegó Sanguily sus dotes de te la república mediatizada.
TERCERA ETAPA: 1868-1898 411

3.3.2 El testimonio incidentes o actuaciones de personajes, a veces


controvertidos.
Desde el punto de vista literario, nuestras gue- Ante la imposibilidad de ofrecer una relación
rras por la independencia nacional contra el co- exhaustiva del amplísimo espectro de estas ma-
lonialismo español presentan una característica nifestaciones, mencionaremos algunos exponen-
que, aunque no sea privativa de nuestro proceso tes destacados del género, deteniéndonos un
libertador, sí pudiera decirse que alcanza en él tanto en los ejemplos más significativos.
un desarrollo extraordinario. Nos referimos, El estallido revolucionario del 10 de octubre
específicamente, a la proliferación, a lo largo de de 1868 despertó ecos más o menos sonoros en
aquellos treinta años de lucha, de un tipo de li- diversas regiones de la Isla. Las ciudades más
teratura de carácter testimonial o de «campaña», importantes eran entonces coto privado del cuer-
como la denominara Ambrosio Fornet.7 po de voluntarios, única fuerza armada en las
Según nuestro criterio, el testimonio, enten- mismas, ya que el ejército se encontraba en cam-
dido en su más amplia acepción, es el medio de paña. Como reinaban el terror y la arbitrarie-
expresión idóneo para los pueblos en revolución, dad, algunas familias que temieron ser acusadas
puesto que a través de diarios de campaña, me- de infidencia —con razón o sin ella—, comen-
morias, crónicas, relatos de hazañas guerreras, zaron a emigrar. Muchos de los que no quisie-
correspondencia de protagonistas y testigos, ron o no pudieron hacerlo, fueron desterrados:
éstos pueden comunicar el sentido de la lucha, el 27 de febrero de 1869 salieron doscientos cin-
ganar adeptos, rebatir ataques difamatorios del cuenta deportados con rumbo a Fernando Poo.
enemigo, en una palabra, utilizarlo como un En relación con estos sucesos, una interesan-
arma más en el frente fundamental donde se li- te muestra testimonial fue lo escrito por dos
bra la batalla ideológica. Nuestros combatien- deportados que lograron evadirse de aquella isla
tes, a partir de 1868, así lo entendieron y trata- dantesca. La primera de estas obras, publicada
ron de dejar constancia tanto de su participación en Nueva York en 1869, se debió a la pluma de
personal en la gesta, cuanto de los problemas Miguel Bravo Senties, antiguo concejal del
tácticos, estratégicos e ideológicos que a lo lar- Ayuntamiento de Cárdenas, y llevó por título
go de la misma tuvieron que enfrentar. Deportación a Fernando Poo. Relación que hace
Rasgo común a estas obras lo constituyó el uno de los deportados. El libro constituyó un re-
hecho de que, en la inmensa mayoría de los ca- lato minucioso, escrito con corrección, aunque
sos, fueron escritas por los propios protagonis- sin pretensiones literarias. En él se denunciaban
tas de la acción que relataban o analizaban, quie- las calamidades que sufrieron los confinados en
nes, salvo raras excepciones, no eran escritores la isla-prisión africana. Utilizó el autor, para res-
con oficio literario, no obstante lo cual emplea- paldar su denuncia, cartas, comunicaciones y
ron con mayor o menor fortuna, según los ca- otros documentos.
sos, una amplia gama de documentos oficiales y Aparecida el propio año 1869, Los confina-
privados, así como recortes de la prensa de la dos a Fernando Poo, e impresiones de un viaje a
época, para avalar la veracidad de los hechos que Guinea, también publicada en Nueva York, fue
narraban o de las opiniones que emitían. Por otra obra debida al poeta, teatrista y animador cultu-
parte, hay que destacar su función, ya que estas ral, natural de Remedios, Francisco Javier
obras fueron escritas con un objetivo concreto Balmaseda (1823-1907). De estructura más com-
dentro del marco de una intensa lucha ideológi- pleja que la de Bravo Senties, expuso igual que
ca. Hasta los diarios de campaña, llevados la anterior las condiciones de vida del deporta-
cotidianamente, aunque no tenían como finali- do, en un lenguaje sobrio y correcto.
dad inmediata la publicación, en casi todos los Entre 1892 y 1893 se editaron otras dos obras
casos sus autores pretendieron dejar constancia sobre este episodio de la Guerra de los Diez
de hechos que, más tarde, les servirían para ana- Años. La primera debida a la pluma de Juan B.
lizar, criticar o simplemente relatar, acciones, Saluvet, catalán radicado en Sagua la Grande
412 SEGUNDA ÉPOCA

quien, al publicar su libro en Matanzas —Los Este ensayo biográfico-testimonial de Enri-


deportados a Fernando Poo en 1869—, parecía que Piñeiro inauguró una nueva etapa en la
que había abrazado los ideales de la «integridad historiografía cubana. Independientemente del
nacional», en tanto la segunda —Los mártires valor de su prosa sobria, elegante, directa, mo-
cubanos en 1869— fue escrita por Hipólito derna, con el Morales Lemus… quedó atrás la
Sifredo y Llópiz, tabaquero establecido en historia concebida como sucesión de hechos
Guanabacoa quien, en el momento de publica- acaecidos cronológicamente. El autor, girando
ción de su trabajo defendía los postulados del en torno a la vida de su biografiado, ofreció el
Partido Autonomista. Ambos testimonios rela- cuadro de una época, la esencia de una clase —la
taban las experiencias de aquellos desterrados burguesía esclavista occidental, que ambos re-
que no pudieron fugarse del islote fatídico y sólo presentaban—, describió la situación interna de
regresaron a Cuba después de finalizada la Cuba, pasó a confrontarla con la de la Metrópo-
guerra. li, las ubicó en el panorama de la política inter-
Estos cuatro testimonios cumplieron en su nacional y trató de devanar la madeja de la di-
momento una función política en la lucha ideo- plomacia yanqui. A pesar de sus limitaciones
lógica; a fuer de verídicos, fueron armas de com- ideológicas, la obra fue un aporte valioso a la
bate en favor de la independencia nacional aun- propaganda independentista.
que —en el caso de los dos últimos— sus autores Otro interesante trabajo testimonial de esta
no se propusieron ese objetivo. No son traba- etapa se debió a la pluma de Antonio Zambrana
jos que se distinguieran por valores estéticos o quien, en 1873, fue enviado por la Cámara de
estilos depurados. Escritos con sentido propa- Representantes de la República en Armas a
gandístico, en la actualidad sólo conservan la Nueva York, donde publicó el folleto La Repú-
función de fuentes históricas y no en idéntica blica de Cuba, en el cual recogió su participa-
medida, ya que los más valiosos en ese sentido ción en la insurrección hasta su salida del país.
son los de Bravo Senties e Hipólito Sifredo. El libro, concebido como un alegato en favor de
La participación de Enrique Piñeyro en la ges- la República fundada en Guáimaro, sirvió como
ta del 68 no fue bélica, sino diplomática, por lo vehículo de propaganda de la revolución ante las
cual el testimonio que escribió sobre la contien- naciones americanas cuyo reconocimiento se
da versó, fundamentalmente, en torno a las ges- buscaba.
tiones ante el gobierno de los Estados Unidos La obra cumplió sus objetivos de demostrar
realizadas por José Morales Lemus como re- al mundo que el pueblo de Cuba tenía tanta o
presentante de la República de Cuba en Ar- más aptitud que el de España para gobernarse a
mas para tratar de obtener el reconocimiento sí mismo. Con un lenguaje sencillo y directo,
de la beligerancia de Cuba, en las cuales parti- salvo ocasionales deslices retóricos, logró el au-
cipó el escritor en calidad de Secretario. Al co- tor no solamente explicar la estructura política
incidir el fracaso de estos planes con la muerte de la República en Armas, sino brindar un re-
de su promotor, acometió Piñeyro la tarea de cuento de los acontecimientos bélicos hasta
escribir sobre dichos acontecimientos, trabajo 1873.
que vio la luz durante 1871 en la ciudad de Nue- Un importante trabajo testimonial del perío-
va York. do lo fue El 27 de noviembre de 1871, debido a
En Morales Lemus y la revolución de Cuba la pluma de Fermín Valdés Domínguez (1852-
está recogido el testimonio de Enrique Piñeyro 1910), cuya primera versión se publicó en Espa-
como actor y testigo de la gestión del agente ña en 1873 bajo el título de Los voluntarios de la
cubano ante el gobierno norteamericano y, en el Habana en el acontecimiento de los estudiantes
mismo, ofreció datos de primera mano sobre las de medicina. El máximo valor de la obra radica-
maniobras del Presidente Grant y del Secreta- ba en su carácter de denuncia del crimen perpe-
rio de Estado Hamilton Fish en torno al futuro trado en las personas de ocho estudiantes de
de Cuba. medicina de la Universidad de La Habana, acu-
TERCERA ETAPA: 1868-1898 413

sados falsamente, condenados a la pena de fusi- Estos folletos, escritos sin preocupaciones
lamiento y ejecutados para satisfacer el odio formales, constituyeron la primera literatura
contra los cubanos de los voluntarios de la impresa sobre el fin de la Guerra de los Diez
capital. Años. Concebidos como autodefensas, pusie-
En 1887, Fermín Valdés Domínguez —con- ron el dedo en varias de las llagas que coadyu-
discípulo y reivindicador de las víctimas—, pu- varon al doloroso final de la guerra. De ahí su
blicaba en La Habana El 27 de noviembre de doble valor: en la actualidad, fuentes históricas
1871, versión corregida y aumentada del traba- de reconocido prestigio y, en su momento, fuen-
jo original. A las campañas del autor para dar a te de experiencia para los revolucionarios que
conocer la verdad de lo ocurrido, José Martí les emprenderían la lucha más tarde.
atribuyó un extraordinario valor, tanto perso- La revolución de Yara fue el testimonio de
nal como político, al punto de escribir a su en- otro combatiente de la Guerra Decenaria. Su
trañable amigo: «[…] tú nos has dado para siem- autor no fue un capitulado del Zanjón, sino uno
pre […] la fuerza incalculable de las víctimas de los que protestaron en Baraguá, cuya fe en la
[…] si por desdicha hubiésemos estado en gue- liberación de la patria no decayó ni un momento.
rra, podría decirse, Fermín, que tú solo has ven- El bayamés Fernando Figueredo, según sus
cido a muchos batallones!» 8 propias palabras, oyó el primero y el último de
Es por tanto legítimo concluir que el libro de los disparos de aquella gesta. Terminada la con-
Valdés Domínguez, en sus dos primeras versio- tienda, marchó al exilio. Fue como parte de la
nes, fue una obra de combate, con claros objeti- labor proselitista que desplegara entonces en
vos políticos, y aunque su autor no fue un lite- favor del Plan Gómez-Maceo, que concibió el
rato, la pasión que desbordaba su alegato hizo libro. Sin dejar de hacer una obra comprometi-
exclamar al propio Martí: «El libro está escrito da, que aunara voluntades y atrajera nuevamen-
a sollozos.» 9 te a la causa a los antiguos combatientes, trató
Recién terminada la Guerra de los Diez Años, de ser imparcial, y, sin acritud, señaló errores,
aparecían dos folletos, uno en Kingston y otro aunque buscó en cada caso el lado bueno del
en Nueva York, este último en forma epistolar, hombre. Lo único que no perdonó fue la trai-
que bajo el mismo título de Convenio del Zan- ción: con los traidores, fue implacable.
jón abordaban idéntico tema, con parejo objeti- La obra, compilación de las conferencias y
vo. Sus autores eran, respectivamente, Máximo charlas que brindara Figueredo en el exilio en-
Gómez y Ramón Roa (1844-1912), ambos ve- tre 1882 y 1885, sólo pudo ver la luz como libro
teranos de la Guerra Decenaria, quienes, por en 1902. Su objetivo central fue político, ya que
influjo de las circunstancias en que se vieron trató de explicar los errores que, a juicio del au-
envueltos, fueron protagonistas del último acto tor, desembocaron en el Zanjón. Pero al hacer-
de la contienda en Camagüey y ambos, enfren- lo, no dejó de exaltar las heroicas hazañas de los
tados a las críticas de una emigración que no diez años gloriosos, de reverdecer los laureles
entendía los sucesos de Cuba, perseguían con de sus héroes, con la convicción de que con uni-
sus trabajos el objetivo de justificar su actua- dad interna la revolución cubana sería invenci-
ción, para lo cual, además de narrar la forma en ble. Al terminar su relato con la narración de la
que participaron en los acontecimientos, expli- Protesta de Baraguá, dejó Figueredo intacta la
caban, desde sus respectivos puntos de vista, las intransigencia revolucionaria del pueblo cuba-
causas que provocaron tal desenlace. no simbolizado en la persona de Antonio Maceo.
Los dos análisis son amargos. En ellos se palpa Escrito sin pretensiones literarias, el libro, sin
la frustración de dos hombres que, tras diez años embargo, además de fuente histórica inestima-
de sufrimientos, privaciones y combates a lo largo ble, constituye un fresco valiosísimo de la vida
de los cuales arriesgaron la vida a cada instante, en la manigua, trasmite al lector un profundo
vieron desmoronarse sus sueños y se vieron, ade- conocimiento del campo insurrecto cubano, de
más, acusados de ser responsables del desastre. la vida en los campamentos y las prefecturas, de
414 SEGUNDA ÉPOCA

las costumbres y hasta de los modos de hablar como el honor y el valor.


en las distintas regiones del país, lo que hace que Con estos recursos, logró el artista un verda-
la obra se lea con facilidad, pues su autor expre- dero mural de la epopeya del 68, cuyos elemen-
sa en forma clara y directa el mensaje y muestra, tos distintivos fueron el heroísmo, la abnega-
además, un notable talento narrativo. Figueredo ción y la capacidad para combatir de las huestes
logra, mediante pinceladas de color en las des- cubanas. El 3 de junio de 1890, decía José Martí
cripciones del paisaje, o de rasgos costumbristas a Manuel de la Cruz en carta desde Nueva York:
en la relación del ambiente, así como en sus «[…] otro le peleará un adjetivo o le disputará
vivísimos relatos de algunos combates, un tex- un verbo; yo, que sé lo que se suda en el taller,
to que alcanza por momentos valores estéticos, saludo con un fuerte apretón de manos al mag-
todo lo cual aprehende al lector, lo arrastra con- nífico trabajador».10 Era comprensible la emo-
sigo en fervorosa corriente de acendrado patrio- ción del Héroe Nacional ante una obra que,
tismo, lo que constituye, precisamente, su ob- como ésta, era un llamado al combate: en ella
jetivo: preparar los ánimos para la nueva Guerra no solamente veía el mensaje revolucionario,
de Liberación. sino el trabajo de un artista con una visión crea-
En 1890 aparecía una obra de carácter testi- dora semejante a la suya.
monial debida a la pluma del periodista y crítico En 1890 también se publicaba otra obra tes-
Manuel de la Cruz (1861-1896), que llevaba por timonial sobre la Década Heroica. Se trataba de
título Episodios de la revolución cubana. Con- A pie y descalzo, de Ramón Roa, la que, entre
secuente con el punto de vista independentista noviembre de 1891 y enero de 1892, provocó
que había abrazado, su autor dirigió toda su ac- una encendida polémica entre José Martí y En-
tividad intelectual al logro de un único objeti- rique Collazo.
vo: despertar la conciencia cubana entonces apa- La época durante la cual se desarrolla la na-
rentemente dormida, y este libro conformó una rración, verano del 70 a otoño del 71, se corres-
de las cimas de aquel empeño. ponde con un momento difícil de la revolución
Basándose en testimonios de los protagonis- y Roa es extraordinariamente verídico en lo que
tas de los hechos que contaba, Manuel de la Cruz narra. Aunque carece del talento y del oficio de
se propuso dar una imagen de la revolución cu- Manuel de la Cruz, es un narrador ameno, que
bana que la mostrara en todo su heroico y ad- se lee con agrado, a pesar de que los episodios
mirable esplendor. Su mérito consistió en recrear que relata son catastróficos y el estado de áni-
lo contado mediante el empleo de los recursos mo del protagonista, en ocasiones, es deplora-
literarios de la narrativa, y puso al servicio de ble. Por sus páginas desfilan en lista impresio-
sus episodios una visión cromática y romántica nante deserciones, presentaciones, muertes en
de la naturaleza que a veces se identificaba con combate o por hambre, privaciones, enferme-
la acción, o se tornaba musical en otros momen- dades y fusilamientos. Escrito con lenguaje so-
tos, lo que evidenciaba la desbordada y fértil ima- brio, un aspecto interesante del libro es la for-
ginación del artista. En ocasiones, los relatos ma en que el autor reproduce el habla campesina.
alcanzaron cierto regodeo sensual en la descrip- Al publicarse la obra, José Martí 11 supo ver
ción de luces, colores y sonidos a través de la que A pie y descalzo no miraba hacia el futuro
riqueza de un lenguaje suntuosamente adje- —hacia la nueva guerra ya inminente—, sino
tivado. hacia el pasado y que estaba escrita con el mis-
Sin embargo, Manuel de la Cruz no se pre- mo espíritu que llevó en el 78 al Pacto del Zan-
ocupó solamente por los aspectos formales para jón. Por ello la condenó con energía, porque el
configurar su visión de la revolución cubana, ya libro era, a todas luces, inoportuno en los mo-
que para él lo esencial era el héroe, a veces anó- mentos en que se gestaba ya el reinicio de las
nimo, que caía ignorado, sumergido en la haza- hostilidades.
ña colectiva; individual otras, y que encarnaba Notable por su valor testimonial, se publica
principios éticos fundamentales para el autor, en La Habana en 1891 la obra de Raimundo
TERCERA ETAPA: 1868-1898 415

Cabrera Mis buenos tiempos, cuya trama relata experimentan sus miembros al sentir llegar la
los días de la juventud del autor y se desarrolla, columna española; la caída de la noche, cuando
en lo fundamental, durante el período que el es- el miedo se convierte en terror y devienen
critor denomina «legendario» de la historia de desgarradora realidad los peores temores, con
Cuba, es decir, durante la Guerra de los Diez Años. la aparición de dos soldados, quienes saquean la
Aunque cuando escribió este libro Raimundo choza, machetean indiscriminadamente a sus
Cabrera militaba en el Partido Autonomista, sus habitantes —todos mujeres y niños—, prenden
memorias fueron redactadas con una óptica fuego a los despojos humanos aún con vida y
mambisa, cubana; el período de la guerra no fue huyen; y, por último, la vuelta en sí del autor, su
para él —como para muchos liberales—, «un salida de entre los muertos, su inocente espera
decenio trágico», sino parte esencial de «sus al lado del cadáver de uno de sus primos, al que
buenos tiempos», cuando intentó incorporarse cree con vida, su espantada e imponente obser-
a la insurrección y sufrió por ello deportación a vación de la muerte —convertida en una bola de
Isla de Pinos. fuego— de su hermana Juanita, de dos años de
En consecuencia, podemos considerar que edad, y su deambular por el monte durante dos
esta obra de corte autobiográfico, es, en parte, días hasta llegar a un rancho vecino, donde le
un ajuste de cuentas de Raimundo Cabrera con- prestan atención.
sigo mismo y con el Autonomismo, y el resul- Melchor Loret de Mola no era escritor, lo que
tado —quizás sin proponérselo— desborda se evidenció en la desigualdad del estilo de su
aliento revolucionario. obra. Sin embargo, al escribir años más tarde
Por otra parte, el libro resulta extraordina- sobre la tragedia familiar, las violentas emocio-
riamente ameno. Escrito con dominio de los nes de antaño se desencadenaron nuevamente y,
recursos narrativos, se reconoce en él al nove- al relatarlas, la palabra se tornó poderosa, elo-
lista, al poeta, al periodista. Sobrio, pero nunca cuente, y se convirtió en terrible acusador del
monótono, su lectura acerca de manera sensible oprobioso régimen que engendró tan monstruo-
al conocimiento de la vida de los sectores cuba- sos crímenes.
nos humildes, en Güines y en la capital, antes y El 6 de enero de 1871 es un testimonio estre-
durante la primera guerra por nuestra indepen- mecedor. Si desde el punto de vista histórico su
dencia. valor se limita a aportar un elemento casi indi-
El año 1871 fue trágico para la revolución, y vidual sobre la crueldad de la guerra que desen-
ese año ocurrió uno de los hechos más crueles cadenara España contra el pueblo de Cuba, des-
de los muchos que tuvieron lugar durante la dé- de el punto de vista literario es una de las obras
cada heroica. En la sabana camagüeyana de testimoniales más valiosas de las escritas por
Magarabomba ocurría aquella tragedia que, in- autores sin experiencia profesional.
creíblemente, a pesar del sadismo de los asesi- Destacado en el género que tratamos lo fue
nos, tuvo un sobreviviente, un niño de ocho años asimismo Enrique Collazo (1848-1921), quien
de edad entonces quien, al cabo del tiempo, pu- combatió en las dos guerras por la Independen-
blicaba, en 1893, el libro El 6 de enero de 1871, cia Nacional contra el colonialismo español y,
uno de los testimonios más desgarradores de los durante el lapso que media entre el Zanjón y
que nos legaron las épicas contiendas por la In- Baire, sin ser escritor, salió a la palestra intelec-
dependencia Nacional. Su autor, el niño conver- tual armado con el inagotable arsenal de sus re-
tido en escritor primero, en combatiente durante cuerdos y experiencias de mambí, para desper-
la guerra del 95, se llamaba Melchor Loret de tar conciencias dormidas, analizar reveses y
Mola y Mora. desenmascarar enemigos. Su obra no fue la de
Su obra consta de siete capítulos y un apén- un estilista, sino la de un combatiente que pu-
dice documental. A través de la misma, en un blicó cuando sintió la necesidad de decir algo y
crescendo dramático, se va desarrollando el dra- lo dijo con la mayor claridad, para que todos lo
ma de la familia Loret de Mola: la sorpresa que entendieran.
416 SEGUNDA ÉPOCA

En 1893 se publicaba en La Habana su testi- allá de su valor testimonial, perduran en nuestra


monio Desde Yara hasta el Zanjón, donde exal- literatura por sus valores estéticos, por su plas-
taba la grandeza de la Gesta Decenaria y de sus ticidad y por el dominio de la técnica narrativa
héroes, y analizaba las causas que, a su juicio, la que denotan.
hicieron fracasar. Y, aunque escrita por uno de Como ya hemos señalado, no fueron pocos
los capitulados del Zanjón, no ofrecía una vi- los insurrectos que dejaron constancia escrita de
sión pesimista, ya que su autor no miraba hacia los sucesos cotidianos, las batallas políticas o los
el pasado para lamentarse, sino para extraer de enfrentamientos armados en que participaron y,
él las enseñanzas que garantizaran el éxito en el de esta forma, muchos legaron a la posteridad
futuro. Para lograrlo organizó Collazo sus re- una fuente testimonial de innegable valor. 12
cuerdos y materiales documentales para probar Entre estos documentos es necesario señalar
lo que constituía la piedra angular de su inter- el diario, así como las cartas que dirigiera a su
pretación de los hechos: la guerra se perdió por esposa Ana de Quesada, el Padre de la Patria,
falta de una organización militar adecuada, por Carlos Manuel de Céspedes. El primero no es
la existencia de un gobierno civil que en vez de más que un fragmento salvado de la papelería
ayudar, entorpeció la actividad militar. del depuesto Presidente, que cayó, casi en su
Su libro, polémico en su momento, fue un totalidad, en manos españolas al perecer su au-
intento honesto por explicar las causas del fra- tor en desigual combate frente al enemigo. Las
caso de la Guerra Grande, para evitar su repeti- cartas, más completas, eran reiterativas de las
ción en el futuro. anotaciones de aquél; tanto uno como otras,
Otro notable exponente del testimonio en fueron escritos al volar de la pluma, y no esta-
esta etapa fue Máximo Gómez, quien, además ban redactados para su publicación, pues sólo
de su folleto sobre el Convenio del Zanjón, pro- constituían un registro de lo que diariamente
dujo excelentes narraciones como «El viejo acontecía, visto a través del tamiz de la subjeti-
Eduá», publicada en Cayo Hueso, en 1892, o «El vidad de quien los escribió. Invaluable fuente
héroe de Palo Seco», que viera la luz también en histórica, además nos presentan en toda su es-
Cayo Hueso, en 1894. Estos trabajos y otros tatura a un hombre de ideales firmes, que nunca
como «Mi escolta» o «La odisea del general José dudó de la consecución del objetivo final de la
Maceo», no abordaban las grandes hazañas que lucha: la independencia de Cuba.
protagonizó su autor, ni exaltaron las figuras Otro diario de inapreciable valor histórico es
descollantes de la epopeya mambisa, sino que el que llevara a partir de 1868 ininterrumpida-
estuvieron dedicados al reconocimiento de hé- mente hasta 1898, el generalísimo Máximo
roes anónimos, en unos casos, o al relato de una Gómez. En prosa seca, lacónica, casi telegráfi-
acción poco conocida de un grande de nuestra ca, este invaluable documento constituye un tes-
independencia. timonio excepcional del proceso de fragua de
En estos relatos se ponen de relieve cualida- nuestro pueblo y de sus luchas por la emancipa-
des insospechadas en Máximo Gómez, como son ción del yugo colonial español. En este sentido,
su sentido dramático y del humor, su don de es el registro más completo que poseemos.
observación y de recreación de la naturaleza, y De innegable valor para el conocimiento de
su soltura en el manejo del lenguaje, con cuyo la Guerra de Independencia es el Diario de sol-
empleo logra expresar una diversa gama de sen- dado de Fermín Valdés Domínguez. Texto
timientos. polivalente, polémico, la acuciosidad de Fermín
Si en «El héroe de Palo Seco», por ejemplo, hace que sus anotaciones se conviertan en exce-
despliega Gómez sus dotes de narrador de ha- lente fuente para el estudio de la última con-
zañas épicas, en «El viejo Eduá» se nos presenta tienda contra el colonialismo español. No es un
como profundo conocedor de la naturaleza hu- testimonio literario, ya que el estilo de su autor
mana, cuyos sentimientos y emociones plasma no se caracteriza por su tersura. Brusco, deshil-
en la figura del protagonista. Estos relatos, más vanado y reiterativo, no obstante, su conoci-
TERCERA ETAPA: 1868-1898 417

miento es importante por la riqueza de datos, trajo matrimonio con una norteamericana y per-
conversaciones con el General en Jefe Máximo maneció hasta su muerte. Su fidelidad a ese país
Gómez, recuerdos de José Martí, así como co- fue premiada por éste en 1898, cuando lo desig-
municaciones y circulares oficiales que encierra. nó asesor de la Comisión Plenipotenciaria que
negociaría el tratado de París que puso fin a la
guerra Hispano-Americana.
3.3.3 La crítica histórica Anexionista de larga historia y firmes ideas,
tan pronto se produjo la intervención norteame-
Los estudios de carácter propiamente histórico ricana en la guerra de Cuba, José Ignacio Rodrí-
sufrieron durante el siglo XIX el sistemático en- guez comenzó a escribir un Estudio histórico
torpecimiento que significó la negativa guber- sobre el origen, desenvolvimiento y manifestacio-
namental a permitir a los interesados el acceso a nes prácticas de la idea de la anexión de la isla de
los archivos oficiales, por lo cual, antes de esta Cuba a los Estados Unidos de América (La Ha-
etapa, en Cuba sólo pudo cultivarse, con gran- bana, 1900), donde rastreó las primeras mani-
des limitaciones, la historia local y el género bio- festaciones del interés del gobierno yanqui por
gráfico. nuestra patria y siguió la evolución de la políti-
Fue por ello que los estudios históricos, que ca del vecino del norte respecto a la Gran Anti-
comenzaron a florecer durante la Guerra de los lla, así como los intentos anexionistas realiza-
Diez Años, en el período entre las dos guerras y dos por grupos minoritarios de cubanos, y
al finalizar la contienda que echó por tierra el planteó sus propias preocupaciones respecto al
dominio colonial español, fueron sólo aproxi- futuro del país, al cual quería ver como un esta-
maciones parciales, que versaron sobre aspec- do más de la Confederación Norteamericana y
tos de la Guerra Grande, basados más en expe- que, dado el sesgo que habían tomado los acon-
riencias de participantes en los hechos que en tecimientos, no dejaba de comprender que lle-
documentos, o las críticas —también testimo- vaba el camino de convertirse en una colonia o
niales en buena medida— a los mismos y, ya en un protectorado.
los años postreros del siglo e iniciales de la nue- La obra es un ejemplo de rigor investigativo,
va centuria, los escritos desde el extranjero o por expuesto en un lenguaje correcto y adecuado;
cubanos ubicados en posiciones favorables para trabajo bien estructurado, aunque viciado por
desarrollar este tipo de investigación. interpretaciones forzadas en favor de su tesis
En síntesis, los trabajos histórico-críticos tu- anexionista, la cual se fundamenta en las teorías
vieron, incluso durante la etapa, poco desarro- del darwinismo social, del destino manifiesto
llo, a pesar de que, a lo largo de la misma, el respaldado por la voluntad divina y de la conve-
pueblo cubano protagonizó una epopeya digna niencia económica.
de ser inmortalizada, pero que prácticamente Es éste el defecto fundamental de una obra
sólo dejó los testimonios de los protagonistas cuya exposición de hechos está avalada por cen-
sobrevivientes, ya que los archivos españoles tenares de documentos y una excelente biblio-
seguían inaccesibles, y la mayor parte de los cuba- grafía sobre el tema: una reaccionaria premisa
nos o fue destruida o cayó en manos del enemigo. ideológica que impele al autor —antes que re-
Entre los estudiosos de un aspecto particular conocer la justeza de los ideales indepen-
de nuestra historia se encontraba José Ignacio dentistas— a justificar la geofagia yanqui como
Rodríguez (1831-1907), habanero que cursó en una manifestación de la voluntad divina.
la capital estudios de derecho y filosofía y le- Enrique Piñeyro, una de las figuras cimeras
tras, fue profesor de El Salvador, del Instituto de la prosa cubana durante la pasada centuria,
de Segunda Enseñanza y de la Universidad y cultivó con dedicación el ensayo de crítica his-
quien, acusado de separatista en 1869, emigró a tórica. Sus obras de este carácter fueron reuni-
los Estados Unidos, cuya ciudadanía adoptó y das por el autor en los volúmenes Estudios y con-
donde se preparó para ejercer la abogacía, con- ferencias sobre historia y literatura (1880),
418 SEGUNDA ÉPOCA

donde aparecieron «Bosquejos de la fundación un hombre —al decir de Manuel Sanguily— 13


de los trece primeros estados de la Unión Ame- «torpe, obstinado, feroz, y, a la postre, ruinoso
ricana» y «Los Estados Unidos en 1875», el cual y funesto para su política».
fundió en un solo ensayo dos conferencias que Por otra parte, desde el punto de vista del léxi-
se combinaban y complementaban, las cuales co y la sintaxis, muestra Piñeyro en esta obra
pronunció el autor en Santiago de Chile y Nue- los efectos de su voluntaria expatriación y desa-
va York sobre el tema; Hombres y glorias de rraigo, al hacerse evidente en su prosa un paula-
América (1903), donde recogió una serie de ar- tino afrancesamiento de su estilo.
tículos titulados «Estudios sobre los Estados Desde el punto de vista ideológico, se desta-
Unidos» que habían sido publicados anterior- ca el trabajo por evidenciar el carácter conserva-
mente en la Revista Cubana, los cuales refundió dor de su autor, enemigo de la violencia y de las
y unificó bajo el título de «El conflicto entre la soluciones revolucionarias. A lo largo del libro
esclavitud y la libertad en los Estados Unidos aparecen en reiteradas ocasiones sus ideas sobre
de 1850 a 1861». Sin embargo, el trabajo histó- la horrible destrucción que significa la revolu-
rico interpretativo de mayor aliento de Enrique ción, y su convicción de que, aplicadas a tiem-
Piñeyro, y de más importancia por su íntima po, las reformas hubieran impedido esa heca-
relación con la historia de Cuba, fue Cómo aca- tombe.
bó la dominación de España en América (1908). Otro rasgo característico de Piñeyro fue su
Este libro de Piñeyro aborda el mismo tema, evidente inclinación hacia los Estados Unidos.
aunque desde un ángulo diferente que el de José Nunca abogó directamente por la anexión pero,
Ignacio Rodríguez que acabamos de reseñar, el contra toda la objetividad de los hechos, inter-
cual, indiscutiblemente, lo supera en informa- pretó positivamente, justificó y agradeció la
ción. La parte más novedosa del estudio que nos «desinteresada» actuación yanqui en el conflic-
ocupa es la dedicada a la figura de Cánovas del to cubano contra España.
Castillo y al planteo de su política americana, Destacado cultor de los estudios históricos
que el autor considera determinante para la so- durante la etapa fue Vidal Morales y Morales
lución del conflicto colonia-metrópoli. (1848-1904), vástago de antigua familia haba-
La obra presenta serios problemas estructu- nera, sobrino de Antonio Bachiller y Morales,
rales ya que, aparentemente, Piñeyro se trazó el quien recibió una educación esmerada, se gra-
plan de escribir una biografía de Cánovas del duó de licenciado en derecho civil y ejerció di-
Castillo en la que dedicaría especial atención a versas funciones en el sistema judicial de la co-
la influencia que tuvo su política en la solución lonia, hasta llegar, en 1897, a ocupar un cargo en
del problema cubano, pero entusiasmado por la la Audiencia de La Habana.
magnitud del tema y la trascendencia de los Como historiador, su obra cumbre fue Ini-
acontecimientos que abordaba, amplió el cua- ciadores y primeros mártires de la revolución cu-
dro ya casi al final del libro, por lo que práctica- bana (1901), donde desplegó su erudición y cau-
mente casi la mitad del mismo está dedicada al daloso fondo documental, aunque no fue éste
ministro español, en tanto el resto resulta una su único intento en dicho campo, ya que produ-
mezcolanza de temas yuxtapuestos al primiti- jo también unas Nociones de historia de Cuba
vo, algunos de los cuales —los preámbulos del (1904), primer texto que se escribió sobre nues-
conflicto hispano-americano, la guerra y la com- tro decursar histórico, concebido para la ense-
paración de las batallas de Ayacucho y de San- ñanza de esa disciplina en las escuelas primarias
tiago—, fueron forzados para formar parte de y que monopolizó hasta 1922, cuando apareció
la composición. la Historia elemental de Cuba de Ramiro Gue-
Rasgo interesante del tratamiento que da rra, «la altísima función de crear en los escola-
Piñeyro a la figura de Cánovas del Castillo, es el res del país la imagen de su pasado». 14
hecho de que mientras de palabra lo elogia, en Es interesante, por lo que aporta de esclare-
los acontecimientos que relata nos presenta a cimiento del método histórico de Morales, el
TERCERA ETAPA: 1868-1898 419

breve análisis que de esta obra hace Fernando mentos parco en conclusiones; por el contrario,
Portuondo.15 Según este autor, Vidal Morales el autor tuvo un enfoque de acuerdo con el cual
trató la época colonial sin enfatizar sus aspectos escogió los documentos y presentó y juzgó a
negativos, para no herir los sentimientos de la los personajes que intervinieron en el proceso
poderosa colonia española que, desde el cambio histórico cubano de la pasada centuria. Refor-
de poderes entre España y los Estados Unidos, mista, anexionista, autonomista y proim-
pasó a formar parte de la nueva clase dominan- perialista, la inclusión en el libro de la Guerra
te. Supo, asimismo, satisfacer los sentimientos de los Diez Años, la mención de sus grandes
patrios de los cubanos al exaltar los méritos de héroes, de José Martí y del inicio de su Guerra
los criollos que brillaron antes de la época revo- Necesaria fue producto de las circunstancias: el
lucionaria y, al tratar a la burguesía nacional, puso autor siempre supo aprovechar la oportunidad
de relieve a sus grandes figuras de la epopeya, de servir a su clase, que en aquel momento pa-
sin analizar sus discrepancias o errores. De lo saba de contrarrevolucionaria a seudorre-
dicho se desprende la habilidad de este autor volucionaria, para detentar el privilegio de per-
para, ubicándose en cada momento histórico, tenecer a la oligarquía dominante durante el
quedar bien con los que detentaban el poder breve tiempo histórico de la república neo-
político y económico. colonial.
En 1879 contribuyó Vidal Morales a la causa Es Manuel Sanguily el más crítico de nues-
liberal-autonomista con trabajos en los que daba tros escritores históricos finiseculares. Más que
a conocer antecedentes legislativos y oficiales una obra orgánica, es la suya manifestación de
del ideal autonómico, en una serie de artículos su extraordinaria pasión polémica, como se evi-
titulada «La Isla de Cuba en los diferentes pe- dencia en los títulos de sus trabajos de este gé-
ríodos constitucionales», la cual viera la luz en nero aparecidos, por lo general, en publicacio-
El Triunfo el citado año. En 1898 publicó en di- nes periódicas, y recogidos los más importantes
cho semanario «Los precursores del autonomis- en el sexto tomo de sus Obras completas bajo el
mo», un trabajo de síntesis histórica en apoyo nombre genérico de Páginas de la historia; son
del gobierno entonces constituido. ellos revisiones críticas de la bibliografía sobre
Luego de la guerra hispano-norteamericana, la historia de Cuba o la Guerra de los Diez años;
vemos al autonomista Vidal Morales nombrado artículos sobre personalidades como Céspedes,
en 1899 director de archivos y dedicado a loar la Agramonte o Narciso López; críticas a libros
independencia nacional «made in USA» en un de carácter biográfico o histórico; polémicas
libro voluminoso y documentado: Iniciadores y surgidas a propósito de algunas de dichas rese-
primeros mártires de la revolución cubana, al cual ñas, como la muy encendida, en torno al libro
reconocemos su riqueza documental y el méri- Desde Yara hasta el Zanjón de Enrique Collazo,
to de haber iniciado las investigaciones eruditas con el general Máximo Gómez. En estos artícu-
sobre el tema, pero no podemos concederle a su los, la prosa de Sanguily muestra sus caracterís-
falta de conclusiones un carácter acrítico, como ticas más representativas: incisiva, mordaz, iró-
le han señalado algunos de sus comentaristas, nica en ocasiones; directa y sencilla otras, o
porque desde 1901 hasta 1959, esta obra de Vidal emotiva y poética, según lo requiriera el tono y
Morales con sus falsas clasificaciones, comen- carácter que asumieran sus argumentos crítico-
tarios, elogios y falta de conclusiones críticas demostrativos o en el caso específico de sus tra-
donde éstas eran necesarias y acusadoras, reali- bajos polémicos, la estatura intelectual e histó-
zó una larga labor de distorsión, confusión y rica de su oponente.
tergiversación de nuestra verdadera historia —a
pesar de los documentos—, en servicio de la 3.3.4 La biografía
nueva oligarquía dominante y de la novísima
metrópoli neocolonial. En Cuba, la biografía presentó una evolución
La obra no es un riquísimo legajo de docu- tardía, lo cual es lógico si se tiene en cuenta el
420 SEGUNDA ÉPOCA

largo tránsito de «lo criollo» a «lo cubano», du- posición política, lo que quiere decir que tam-
rante el cual no era urgente la necesidad de exal- bién el género biográfico fue esgrimido como
tar —a través de sus grandes figuras— una na- arma en el intenso combate ideológico que ca-
cionalidad que aún no había fraguado. Fue racterizó la etapa.
precisamente durante la etapa que nos ocupa, Desde el punto de vista cronológico, el pri-
que el género comenzó a desarrollarse como tal, mer biógrafo cuyas obras es necesario conside-
al calor de la lucha ideológica que fue parte im- rar es José Ignacio Rodríguez. En 1874 aparecía
portante del gran combate por la liberación na- su primera biografía, Vida de Don José de la Luz
cional. y Caballero, seguida más tarde por la Vida del
En lo que al género se refiere, se caracteriza Presbítero Don Félix Varela (1878) y póstuma-
la etapa por el cultivo de un tipo de biografías mente, en 1909, se publicaba su última obra de
de índole erudita, en las cuales los documentos este género: Vida del Doctor José Manuel Mestre.
desempeñan un papel fundamental, en tanto se La obra de José Ignacio Rodríguez se carac-
halla casi ausente de ellas la imaginación artísti- terizó por dos constantes consecuentes con su
ca. Las mismas están sometidas a ciertos cáno- vida: un militante anexionismo y un acendrado
nes convencionales, pues siempre abordan los conservadurismo de raíz religiosa. En la biogra-
aspectos públicos de la vida del personaje, su fía de Luz y Caballero se hizo patente su horror
obra, en tanto la vida privada, el hombre inte- a la revolución, el mismo de la burguesía
rior, queda en la sombra, al presentarse su ca- esclavista occidental, un sector de la cual repre-
rácter como algo inmutable que debe mostrar, sentaba, y abogó por los métodos evolutivos y
según los valores clasistas del autor, un signo pacíficos, al presentar la vida del maestro del
moralmente positivo. De esta índole son los tra- Salvador como el modelo humano más acabado
bajos de José Ignacio Rodríguez, Francisco de este ideal.
Calcagno, los primeros de Vidal Morales y Mo- A lo largo de los veintidós capítulos de que
rales, así como los de Carlos Manuel de Céspe- consta el libro se destila lentamente el verdade-
des de Quesada. ro objetivo de su autor: subrayar, cuando en
Ya hacia fines de la etapa, el influjo de Los Cuba se libraba desde hacía seis años una enco-
héroes de Thomas Carlyle, de la filosofía nada guerra de liberación, que la obra pacífica
hegeliana y del biógrafo inglés T. B. Macaulay es más grande que el «arrebato» revolucionario,
comenzó a filtrar en el género el interés por el e incluso más ardua en su quehacer cotidiano.
individuo como ser humano, por penetrar en su Presentó el autor las diferentes facetas de la
temperamento, por ambientar su figura. Esta actividad de su biografiado, desde luego sin
evolución la culminaron las influencias de mezclarlo en la vida política y, de no tener ver-
Hipólito Taine y de Charles Sainte-Beuve, las siones más realistas del hombre que fue Luz y
cuales impregnarían los estudios biográficos de Caballero y nos guiáramos solamente por las
dinamismo y psicologismo. Entre los autores impresiones de José Ignacio Rodríguez, llega-
influidos por estas tendencias más modernas, ríamos a dudar del papel que desempeñó el maes-
podemos considerar a Enrique Piñeyro, Gon- tro de El Salvador en las luchas socio-políticas
zalo de Quesada y Manuel Sanguily, así como la de su época en las que, según señala Carlos Ra-
última obra de Vidal Morales. fael Rodríguez,16 asumió la posición de la bur-
Desde el punto de vista ideológico, nuestros guesía esclavista de su momento: opositor de la
biógrafos defendieron los intereses de la clase trata, no de la esclavitud.
que representaban, lográndolo en mayor o me- Biografía formal, abundante en citas de do-
nor medida de acuerdo con el vuelo imaginati- cumentos, cartas y libros de la época, la obra de
vo o el mayor decir en cada caso; pero siempre José Ignacio Rodríguez presenta notable infor-
enfocando la vida y la obra de sus biografiados a mación y coherencia. Sin embargo, su estilo
través del prisma de sus propias concepciones, seco, de pesadez monocorde, está falto de vida
para enarbolarlos como representativos de su y aliento literario.
TERCERA ETAPA: 1868-1898 421

Lo mismo podemos decir de las dos biogra- manipulación a que somete los documentos, las
fías restantes de este autor. En la Vida del Pres- obras que consulta o analiza, los hechos y las
bítero Don Félix Varela, manipula las ideas y la ideas de sus biografiados, para convertirlos en
conducta del autor de El Habanero, el primero exponentes intachables de sus propias concep-
entre nosotros «en asumir una posición radical- ciones políticas y religiosas.
mente revolucionaria, tanto en lo filosófico El nombre de Francisco Calcagno (1827-
como en lo político» 17 y, mientras no menciona 1903) es insoslayable al escribir la historia de
sus trabajos legislativos, que constituyen la mé- las letras cubanas. Nacido en la villa de Güines,
dula de la actuación de Varela en las Cortes —se gracias a la desahogada situación económica fa-
lo impide su tendenciosa intención de pasar por miliar pudo recibir una esmerada educación, en
alto todo aquello que ponga de relieve la actitud Europa primero, en la Universidad de La Haba-
revolucionaria del Presbítero—, se detiene en el na más tarde. En 1864 se radicó permanente-
análisis del segundo tomo de las Cartas a Elpidio, mente en esta ciudad, donde realizó una activi-
para con abundancia de citas fuera de su con- dad literaria incesante y polifacética, ya que
texto, demostrar lo que constituye su verdade- practicó el periodismo, pronunció charlas y con-
ro objetivo: que Varela fue un sacerdote muy ferencias en diversas sociedades de instrucción
católico y muy ortodoxo, que defendía el dog- y recreo, cultivó la prosa narrativa, sobre todo
ma de su religión. la novela, incursionó en la poesía y descolló en
Desde el punto de vista formal, esta biogra- el género biográfico dentro del cual nos legara,
fía presenta las mismas características que la de fundamentalmente, dos obras que, a pesar de sus
Luz y Caballero. Una estructura basada en el limitaciones, poseen extraordinario valor: Poe-
desarrollo cronológico, con incidentales altera- tas de color (1879) y el Diccionario biográfico
ciones por simultaneidad de aspectos a tratar, cubano (1878-1886).
falta absoluta de rasgos psicológicos y descrip- El primero de esos textos reúne las biogra-
tivos, amplio manejo de bibliografía, documen- fías de Gabriel de la Concepción Valdés (Pláci-
tos, testimonios orales y escritos; estilo seco, do) y de Juan Francisco Manzano, así como bre-
árido, carente de atractivo y, por último, esa ves apuntes sobre otros bardos negros. La
marcada tendenciosidad dada por la hábil mani- intención de la obra es clara; Calcagno fue un
pulación de los hechos y las citas, para presen- convencido abolicionista y a través de las bio-
tar al personaje no de acuerdo a lo que realmen- grafías del mulato ingenuo Plácido y del esclavo
te fue —en este caso, nuestro primer intelectual Manzano, quiso demostrar que el talento no dis-
revolucionario; revolucionario en filosofía y en crimina por el color de la piel, y que el genio
política—, sino como a los intereses que repre- puede albergarse tanto en un blanco como en
sentaba convenía que fuera: un sacerdote cató- un negro o mestizo.
lico, arrastrado en contra de su voluntad a la Ambas biografías están escritas con pasión y
política, pero defensor del orden y la legalidad el autor toma partido a favor de sus biografiados.
coloniales y, por tanto, enemigo de la revolución. En su argumentación, Calcagno denunció
La última obra biográfica de José Ignacio virilmente el régimen de la esclavitud y los crí-
Rodríguez, Vida del Doctor José Manuel Mestre, menes abominables cometidos para mantener-
presenta similares características a las anterio- la. Un momento culminante de la obra fue el
res, a tal punto, que refiriéndose a ella, Carlos año 1844, año del sangriento proceso conocido
Rafael Rodríguez señala que su autor, mediante como «Conspiración de la Escalera». Juzgado
sus trabajos, quiso «reducir todas nuestras gran- por su condición de mulato libre, cuyas déci-
des figuras a la beatitud». mas eran populares, Plácido fue condenado a ser
En síntesis, la obra biográfica de José Igna- pasado por las armas, más —según Calcagno—
cio Rodríguez puede considerarse excelente des- por ser liberal de ideas, que por haberse proba-
de el punto de vista técnico, pero adolece de un do su culpa.
defecto fundamental de origen ideológico: la Con la misma pasión presentó Calcagno el
422 SEGUNDA ÉPOCA

caso del poeta Manzano, talento que aun sin sensata para resolver los problemas de Cuba era
pulir afloró a la superficie, a través de una inspi- la de las reformas, ya que la violencia revolucio-
ración dolorosa, cual fue la vida del esclavo, hasta naria sólo conducía a la destrucción del país, por
después de que obtuvo la libertad. Aquí, como lo cual él y su obra pueden ubicarse ideológica-
en el caso de Plácido, el autor propugnó la abo- mente en el campo de la derecha de aquellos
lición de aquella oprobiosa institución, a cuya momentos. Su tratamiento de figuras como
sombra florecieron todos los vicios. Aponte y Antonio Maceo —por sólo citar dos
Poetas de color es un libro valiente. Escrito ejemplos—, resulta altamente significativo.
en estilo claro, con incidentales deslices No quiere esto decir, sin embargo —a pesar
retóricos, con buena dosis de simpatía y pasión, de los errores señalados—, que no posea el Dic-
su máximo valor radica en que fue uno de los cionario… de Calcagno méritos extraordinarios
primeros intentos por estudiar con seriedad las en cuanto a la información que atesora, cuyo
vidas y las obras de quienes eran, hasta aquel volumen, variedad, cúmulo de hechos, anécdo-
momento, los dos máximos poetas mulatos de tas, tradiciones, rescate de personajes de nues-
nuestra cultura, víctimas ambos del monstruo- tro pasado colonial de otra forma olvidados,
so proceso que desgarró sus manifestaciones mención de publicaciones, etc., obligan a reco-
incipientes más representativas. nocer que logró el autor su objetivo de trazar, a
La obra monumental de Calcagno es su céle- través de cuanta figura brilló en Cuba en algún
bre Diccionario biográfico cubano, tan alabado y campo de las letras, artes, política, ciencias
denostado, alternativa o simultáneamente a lo —sobre todo de aquellas que estaban de acuer-
largo de los años y del cual ya resulta común do con su ideología—, una historia de la ilustra-
decir que fue un trabajo unipersonal y, como tal, ción del pueblo cubano hasta mediados del si-
sujeto a errores; que el autor careció de biblio- glo XIX.
grafía adecuada para su tarea, lo que coadyuva a En cuanto al estilo, la obra carece de unidad
explicar sus imprecisiones, lógico producto de ya que incluye, junto a amplias biografías mejor
todo primer intento de esa envergadura. o peor elaboradas, pequeñas fichas de dos o tres
El objetivo de la obra queda expuesto en el renglones carentes por completo de redacción.
prólogo, donde establece el autor que lo que En conclusión, si tomamos la obra biográfica
fundamentalmente le interesa es reflejar los lo- de Calcagno en su conjunto, podemos estable-
gros de la cultura del pueblo cubano, ya que su cer, como sus rasgos característicos, en el plano
tierra es un «país sin ayer, y que por lo mismo conceptual, un ideario abolicionista y reformis-
no presenta en su historia heroicos hechos ni ta y la ausencia de racismo, aunque no de pre-
rasgos de gran trascendencia que eternicen su juicios raciales; en lo formal, fue un escritor eru-
nombre».18 dito, por lo general directo, sin demasiados
Debemos tener en cuenta que la obra se co- excesos retóricos, que logró transmitir su men-
menzó a imprimir en Nueva York en 1878, lue- saje con claridad, aunque su prosa careciera de
go que los mejores hijos de Cuba acababan de valores estéticos.
librar una lucha heroica, con innegables matices Además del ensayo de crítica histórica, culti-
de epopeya, por alcanzar una independencia na- vó Enrique Piñeyro los estudios biográficos.
cional que, de momento, podía parecer un sue- Entre sus obras de este carácter merecen citarse
ño a los descreídos, pero que había inscrito con los bocetos recogidos en Hombres y glorias de
sangre muchos nombres en la historia de la pa- América (1903), los de Biografías americanas
tria; nombres que, a lo largo de los ocho años (1906), 19 así como su obra cimera en el género:
que demoró la publicación en terminarse, tuvo Vida y escritos de Juan Clemente Zenea (1901).
tiempo el autor de recoger y de incluir en su Enrique Piñeyro estuvo unido a Zenea por
obra. A través del análisis de la misma, se apre- una profunda amistad que databa de los días en
cia que Calcagno, reformista consecuente, se que ambos asistían al colegio El Salvador, en el
trazó el objetivo de demostrar que la única vía cual serían profesores más tarde. Juntos com-
TERCERA ETAPA: 1868-1898 423

partieron en la juventud labores periodísticas, Anselmo Suárez y Romero (1878), José Silverio
aficiones literarias y simpatías políticas. Esta Jorrín, Antonio Bachiller y Morales y Francis-
compenetración, intelectual y afectiva, se halla co de Frías y Jacott, conde de Pozos Dulces,
en la raíz del libro del crítico sobre el poeta. estos tres últimos de 1887. En los mismos se
A lo largo de la obra, en fluida prosa que pone de manifiesto la profunda erudición del
mezcla armoniosamente diversos ingredientes, autor y su sorprendente riqueza de datos, aun-
vemos decursar la vida de Zenea, inmerso en el que sus personajes, como apuntara Manuel de
medio socio-político y cultural de su época, así la Cruz, 21 fueron hombres sin defectos, inva-
como su actividad, a través de un notable análi- riables, en una sola pieza, «emanación encarna-
sis de sus innegables valores poéticos, que so- da del bien supremo».
breviven a su lamentable final. Muéstrase el au- Si desde el punto de vista formal, caracterizó
tor profundamente apasionado y desprovisto de a Vidal Morales un estilo claro, sencillo, sobrio,
la objetividad que decía perseguir, aunque todo correcto, ideológicamente sus biografiados eran
ello expresado a través de un lenguaje mesura- representantes de su clase, quienes compartían
do, sereno, cincelado a veces, que hace pensar los principios reformistas del autor —que más
que pudiera existir realmente una ausencia de tarde devendrían autonomistas. Ése era el tipo
parcialidad. de hombre que, en 1878 y 1887, elogiaba el bió-
La obra presenta una estructura meditada en grafo y convertía en prototipo del servicio a la
función de la tesis que Piñeyro pretendió de- patria.
mostrar: que Zenea, sin traicionar los ideales No obstante, la mayor contribución de Vidal
independentistas cubanos, fue víctima de la per- Morales al género biográfico fue Hombres del
fidia española; un magnífico manejo, desde el 68. Rafael Morales y González (1904), obra en la
punto de vista dramático, de la suerte del poeta, que puede observarse el influjo del método
que mantiene el interés del lector a lo largo de taineano que llevó al autor a ubicar al personaje
todas sus páginas, así como excelentes retratos en el medio socio-cultural y político que le tocó
psicológicos de los personajes centrales de su vivir, así como a someterlo a análisis y, si bien
drama: el propio Zenea, en función de héroe, y predominó en el trabajo la concepción heroica
el conde de Valmaseda, en la de antihéroe. El de Carlyle, fue Vidal Morales el primero de nues-
arte narrativo del autor, su manejo del lenguaje tros biógrafos que dedicó a la época y contem-
y de la descripción, confieren un carácter paté- poráneos de su biografiado tanta o más impor-
tico y valores estéticos a la escena del fusilamien- tancia que a éste, sin que ello obste para que sus
to del cantor de «Fidelia». orígenes eruditos se pongan de manifiesto a tra-
Sin embargo, desde el punto de vista inter- vés de la presencia abrumadora a lo largo del tex-
pretativo, fracasa la supuesta objetividad de to de gran cantidad de citas y documentos.
Piñeyro. Es ésta una obra teñida de subjetivismo, Desde el punto de vista ideológico, la obra
que apela más a los resortes emotivos, que a las está presidida por un pensamiento del antiguo
pruebas documentales, debilidad descubierta en autonomista Rafael Montoro y constantemen-
aquel momento por la sagaz mirada de Manuel te aflora a lo largo de sus páginas la ideología
Sanguily, 20 quien expresó al respecto: «El señor reformista del autor. En ella encontramos todas
Piñeyro tuvo en sus manos los autos y ha pro- las características ya señaladas en el biógrafo:
nunciado la sentencia que todos anhelábamos, a investigación seria, abundancia de citas docu-
favor de la víctima; mas no ha expuesto y anali- mentales, toma de partido a favor de las ideas y
zado los fundamentos para que fuera ella con- conducta de su biografiado, quien resulta un
cluyente e inapelable.» hombre excepcional, sin defectos.
No podemos dejar de mencionar entre los Como biografía el libro se torna inconexo, y
cultores de la biografía durante la etapa, al eru- a veces da la impresión de que el autor olvidó a
dito Vidal Morales y Morales. Entre sus traba- su personaje; como cuadro de una época, peca
jos de esta índole se destacan los dedicados a en ocasiones de incoherente, de falta de
424 SEGUNDA ÉPOCA

organicidad a la hora de estructurar la informa- son de índole documental y testimonial.


ción. Falla también el biógrafo al tratar de en- Manuel Sanguily ha dejado tan profunda hue-
samblar ambos aspectos, que suelen marchar por lla en los anales de nuestra patria, que sin su
senderos paralelos. nombre estarían incompletas tanto la historia
La ideología reformista de Vidal Morales se política como la literaria de nuestro país. Como
manifiesta igualmente en el personaje que eli- biógrafo cultivó —siempre con extraordinaria
gió como protagonista, ya que éste, a pesar de brillantez—, la semblanza breve y la biografía
haber sido profunda y radicalmente revolucio- propiamente dicha. Entre las primeras se en-
nario, fue en el campo de la insurrección defen- cuentran las agrupadas por su hijo y editor Ma-
sor de los principios civilistas, legalistas, nuel Sanguily y Arizti en el volumen Nobles
constitucionalistas y reunió todos los requisi- memorias, en su mayoría de carácter necrológico
tos para despertar la admiración del biógrafo ya y dos sobre su entrañable amigo Enrique Piñeyro
que, también por su educación y origen de cla- e incluidas en un tomo a él consagrado; ejemplo
se, era lo más parecido a un liberal reformista de la segunda lo constituye su obra cumbre, tan-
que pudo encontrar entre los hombres del 68. to por su aliento cuanto por sus excelentes ex-
En el recuento de los cultores del género bio- posición, estilo e interpretación, dedicada a la
gráfico durante la etapa es imprescindible men- memoria del maestro de El Salvador, José de la
cionar a Gonzalo de Quesada y Aróstegui, al- Luz y Caballero.
bacea literario de José Martí. Descendiente de Mientras en las semblanzas aflora el artista
acaudalada y antigua familia camagüeyana, edu- que fue Sanguily, en la biografía predominan el
cado en los Estados Unidos, fue hombre de vasta crítico y el polemista. Si acudimos a las prime-
cultura. El más descollante de sus trabajos bio- ras, sobran ejemplos para demostrar lo que afir-
gráficos fue Ignacio Mora (1894), escrito con el mamos. El volumen Nobles memorias contiene
objetivo proselitista de exaltación patriótica y veintitrés breves retratos, morales más bien que
preparación de los ánimos para la nueva contien- físicos, de personajes cubanos de la época, salvo
da que se iniciaría al año siguiente de su publi- el último, dedicado a Teodoro Roosevelt. Nin-
cación. guno ofrece una relación cronológica de la vida
En el mismo, Quesada hizo uso de recursos del retratado; si acaso, algún hecho muy signifi-
narrativos como el diálogo, la descripción —tan- cativo por el cual se hubiera caracterizado, o una
to del aspecto físico de sus personajes como del anécdota que conmoviera en su momento la sen-
síquico— e introdujo un elemento ausente has- sibilidad o provocara la admiración del autor. En
ta entonces de las obras biográficas cubanas: estos cuadros, el estilo es muy cuidado, la des-
estudió a su protagonista tanto en su actuación cripción, casi siempre impresionista, ofrece a
pública como en su vida privada. grandes rasgos los detalles más significativos del
Por estas razones, y aunque no siempre logre contorno que, al ser leídos permiten reconstruir
el autor cumplir sus objetivos, y a veces su pro- el conjunto.
sa caiga en el retoricismo, por tratar sus perso- En estas pinceladas, muchas veces póstumo
najes en el marco de su época, sin convertirlos homenaje, vuelca el autor su conocimiento del
en entes abstractos, sino dotándolos de verda- personaje. Las viñetas son, más que la muestra
dera vida —relaciones, sentimientos, pasiones, del talento biográfico de Manuel Sanguily, la
dolores y hasta debilidades—, ofrece la obra un expresión de sus dotes de escritor, de su estilo
marcado interés como exponente del género. fácil, rico, apasionado, como el temperamento
Necesario es, asimismo, mencionar la biogra- de quien las trazara. En ellas puede apreciarse
fía que sobre el Padre de la Patria escribiera su su don para la descripción, el elegante empleo
hijo Carlos Manuel de Céspedes de Quesada de los adjetivos, la penetración sicológica del
(1871-1939), publicada en París en 1895. La obra escritor, la sensibilidad para establecer contras-
responde a un plan sencillo, su objetivo es polí- tes de un verdadero artista.
tico, no literario, y sus valores fundamentales La obra cimera de Manuel Sanguily en el cam-
TERCERA ETAPA: 1868-1898 425

po biográfico es la dedicada al austero maestro en su juventud, ascendió a la más científica


de El Salvador, José de la Luz y Caballero, que reflexión filosófica, fue un filósofo correc-
lleva como subtítulo las definitorias palabras to de la observación y de la experiencia y en
«Estudio crítico». En efecto, aunque no puede ese momento de su trayectoria mental apa-
dejar de considerarse dentro de un estudio so- rece sensualista. En cuanto cambió de me-
bre el género biográfico en Cuba, este trabajo dio, abandonó sus guías eclesiásticas.
es además —y quizás sobre todo— un estudio Cuando tuvo salud, en lo más maduro de
crítico sobre la obra del insigne educador y filó- su existencia, fue adherente convencido de
sofo, realizado según los cánones del método la escuela de Locke. Más tarde, decaen sus
investigativo taineano, practicado por el autor fuerzas físicas, y entonces puede ser admi-
en la crítica literaria. rador de la metafísica alemana. Enfermará
La obra sobre Luz, aparecida originalmente más aún, se abatirá más, irá consumiéndose
en 1885 en la Revista Cubana en forma de artícu- y en tal doloroso momento físico asomará
lo, fue publicada cinco años más tarde de mane- un estado mental correspondiente y apare-
ra ampliada como libro. El trabajo provocó una cerá el místico. 22
ácida polémica en su tiempo con el también bió-
grafo del maestro de El Salvador, José Ignacio En realidad, el libro de Sanguily es una ex-
Rodríguez, por cuanto la imagen que del filóso- tensa refutación del de José Ignacio Rodríguez,
fo ofrecía Sanguily contrariaba el acendrado ca- aunque aquel haya pretendido negarlo. Es, ade-
tolicismo de aquél. más, una excelente biografía, que presenta las
Según Sanguily, pudiera sintetizarse de esta mejores características del estilo de su autor:
forma la trayectoria intelectual del filósofo: carácter polémico, análisis agudo, prosa clara y
brillante, un tanto apasionada, uso directo de la
Luz era un gran pensador y, al mismo tiem- ironía y estructura funcional. Por todo ello, con-
po, un ser profundamente afectivo. Más tar- sideramos que este trabajo de Manuel Sanguily
de no fue más que un enfermo. Hombre es, no solamente su «obra magna», sino uno de
impresionable, recorrió un camino no los mejores exponentes del género biográfico en
siempre en línea recta, sino curva: católico la literatura cubana.

NOTAS
(CAPÍTULO 3.3)

1
Citado por Félix Lizaso: «Prólogo», en Patria y Cul- 5
Ob. cit., p. 40.
tura. Dirección de Cultura (Grandes periodistas 6
Manuel Sanguily: Frente a la dominación española.
cubanos 7), La Habana, 1948, p. 28.
Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1979, p. 206.
2
Rafael María Merchán: Cuba, justificación de sus 7
Ambrosio Fornet: En blanco y negro. Instituto del
guerras de independencia. Imprenta Nacional de
Libro, La Habana, 1967, p. 16.
Cuba, La Habana, 1961, p. 5
8
José Martí: ob. cit. (1963), p. 322.
3
Raimundo Cabrera: Cuba y sus jueces. Levytype,
Filadelfia, 1891, p. 231. 9
José Martí: ob. cit. (1963), tomo 5, p. 118.
4
Juan Gualberto Gómez: Por Cuba libre. Selección y 10
Carta a Manuel de la Cruz, en Episodios de la revo-
prólogo de Emilio Roig de Leuchsenring. Editorial lución cubana. Editorial Letras Cubanas, 1981, p.
de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, p. 241. 27.
426 SEGUNDA ÉPOCA

11
José Martí: ob. cit. (1963), pp. 267-279. Habana, 1878-1887, p. I.
12
En la mayor parte de los casos, los diarios de cam- 19
De Hombres y glorias de América (Garnier Herma-
paña fueron publicados durante la República nos, París, 1903) merecen citarse un boceto sobre
mediatizada o después del triunfo revolucionario del José de la Luz y Caballero y unos apuntes sobre
10 de enero de 1959. Plácido; de Biografías americanas (Enrique Piñeyro:
13
«Piñeyro y Cánovas», en El Fígaro. La Habana, 24 ob. cit. [1906]), sus conferencias sobre Simón Bolí-
(44): 558, noviembre 1, 1908. var y José de San Martín, la biografía testimonial de
Morales Lemus y una vida del regente de la Audien-
14
Fernando Portuondo: «Introducción», en Vidal Mo- cia de Caracas José Francisco Heredia; en Cómo
rales y Morales: ob. cit. (1972), p. 7. acabó la dominación de España en América (Garnier
15
Ob. cit. Hermanos, París, 1908), incluyó Piñeyro un breve
estudio en torno a José María Heredia.
16
Carlos Rafael Rodríguez: Letra con filo. Ediciones
Unión, La Habana, 1987, tomo 3, pp. 102-105.
20
Manuel Sanguily: Páginas de la historia. A. Dorr-
becker, La Habana, 1929, tomo I, pp. 84-85.
17
Instituto de Literatura y Lingüística: Perfil histórico
de las letras cubanas. Editorial Letras Cubanas, La 21
Manuel de la Cruz: ob. cit. (1981), pp. 166-167.
Habana, 1983, p. 80. 22
Manuel Sanguily: José de la Luz y Caballero. Estu-
18
Francisco Calcagno: Diccionario biográfico cuba- dio crítico. Consejo Nacional de Cultura, Habana,
no. N. Ponce de León. D.E.F. Casona, N. York-La 1962, p. 285.
3.4 LA CRÍTICA LITERARIA

3.4.1 Piñeyro, Varona, Sanguily se conjuga y confunde con la timidez histórica


de la clase social que representa; no obstante,
La paz sin independencia concertada en el Zan- como han dicho sus estudiosos, «puede ser ca-
jón —indicadora como se ha dicho del agota- talogado como el más lúcido y consecuente ideó-
miento histórico de la burguesía esclavista como logo de la posición burguesa nacionalista en los
clase revolucionaria—, establece el sentido in- tiempos coloniales». 3
telectual de uno de los períodos más diversos y Fue autonomista en los años inmediatos pos-
productivos de la literatura cubana; este acon- teriores al cese de las hostilidades, pero su aná-
tecimiento político gravitará en la conciencia lisis crítico del sistema colonial y su profunda
nacional durante muchos años y condicionará comprensión de la sociedad cubana le permitie-
un estilo de pensamiento reformista que descu- ron avanzar hacia el independentismo de mane-
bre coincidencias esenciales, mutuamente ra consecuente, al entender la ineficacia del pro-
sustentadoras, en el positivismo. El exilio de los yecto reformista. Ese tránsito puede ser
más importantes e intransigentes independen- observado en sus artículos de la Revista Cuba-
tistas cubanos acentúa además «el abismo que na, que dirigiera entre 1885 y 1895. Su confe-
se abría entre las dos culturas cubanas —según rencia «El poeta anónimo de Polonia» (14 de
palabras de Cintio Vitier 1 —: la isleña, autono- mayo de 1887), es una evocación alegórica de
mista, positivista y decadentista, y la centrada las confusiones del autonomismo en el ánimo
en la persona y obra de José Martí, en la emigra- nacional y una exposición destructora de su ló-
ción revolucionaria». El propio Vitier propone gica inmovilista, que se sustenta en una similar
una diferenciación de los conceptos de crítica y trayectoria de la conciencia nacional polaca. La
creación, de singular importancia metodológica palabra unificadora de José Martí se siente mo-
para entender la labor intelectual de aquellos vida de inmediato al comentario elogioso: «Vuela
hombres: la cultura isleña, en sus diversas ma- su prosa —dice—, la levanta la indignación, con
nifestaciones, es consecuentemente crítica, la tajante y serena ala del águila […] y es su real-
mientras que la obra de Martí en el exilio es crea- ce mayor la santa angustia con que […] ve a su
ción histórica.2 Es en este contexto que debe pueblo, cual Krasinski al suyo, padecer bajo un
entenderse la obra del entonces joven pensador régimen que lo injuria, como un ente maldito y
y crítico literario Enrique José Varona (1849- deforme. ¡Las llamas son la lengua natural en
1933), una de las figuras más altas de la cultura desdicha semejante!» 4 En distintas ocasiones
cubana finisecular. alude Varona al pueblo cubano como una colec-
Varona no fue un combatiente de la Guerra tividad nueva, claramente diferenciable de la es-
Grande. Su temperamento reflexivo, moderado, pañola —aunque la concibe fundamentalmente

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como derivada de aquélla— y en su vocabulario tivismo resalta la importancia del medio y de las
positivista la define como una variedad étnica circunstancias, en la conformación de los diver-
que ha tenido una «gestación silenciosa de tres sos caracteres humanos. En la década siguiente
siglos» («El Diccionario biográfico cubano», 31 Varona desarrollará con mayor extensión y hon-
de diciembre de 1886), surgida de su adaptación dura estos temas, pero siempre como reflexio-
a las nuevas condiciones físicas y en su continua nes aparentemente colaterales al asunto que
lucha contra «los elementos que le son hostiles aborda. En su magnífica conferencia «Cervan-
en el orden social y jurídico» («Cuba y sus jue- tes» (23 de abril de 1883) aplicará con sabia sen-
ces», 30 de septiembre de 1887). En este último sibilidad su concepción de la crítica literaria:
artículo, Varona señala incluso las razones pro- «hay que reconstruir los tiempos y la sociedad
fundas que mantienen al ejército de ocupación: en que floreció el personaje, para colocarlo en
los intereses individuales, de clase y nacionales su medio natural, contemplarlo a su verdadera
de España, todos vinculados entre sí. Un lento luz, y poderlo apreciar en su genuino valor y en
proceso de radicalización nunca extrema, se ve- toda su significación». 8 En sus páginas expone
rifica en su pensamiento. «Intelectual hasta la la personalidad del genial escritor español en el
raíz —escribe Carlos Rafael Rodríguez—, el contexto de su época, y en la confrontación de
proceso que lo conduce a las filas del movimien- sus valores con los de su rival natural: Lope de
to revolucionario contra España es la experien- Vega. En el artículo «La nueva edición de Pláci-
cia y el análisis de la inutilidad autonomista.» 5 do» (31 de octubre de 1886) previene a la crítica
La formación de Enrique José Varona es literaria de sus excesos correctivos, al censurar
autodidacta; sus diversas lecturas le vinculan al las enmiendas que hiciera el editor a los versos
positivismo, pero su conocimiento de las len- del poeta mulato; lo verdaderamente importan-
guas y las literaturas clásicas le confieren a su te «es saber lo que pensó un hombre y cómo lo
perspectiva una amplitud mayor. Durante los expresó; no lo que ha visto á través de sus con-
años de la primera gesta independentista —so- ceptos un intérprete». De esta manera, adquie-
bre todo, a partir de 1873— se acerca preferen- ren sentido y valor los propios defectos del au-
temente a autores clásicos y modernos, en estu- tor. 9 Por otra parte, Varona defiende el arte en
dios comparados y de reminiscencias filosóficas; su significación social, pero este criterio suyo,
todavía no ha alcanzado la precisión sintética de expuesto en numerosos trabajos, no puede en-
su prosa de madurez, pero es posible hallar en tenderse al margen de su concepción general de
esos textos, esbozadas o tímidamente expues- la sociedad.
tas, sus preocupaciones posteriores. En sus Si se atiende exclusivamente a su filiación
acercamientos sucesivos a la obra de autores positivista, quedará fuera de análisis el sentido
como Plauto, Byron, Molière o Heine, se su- mismo de sus ideas sociales. Es necesario ante
perpone su mirada generalizadora, interesada en todo reiterar que Varona es un representante de
descubrir las continuidades y diferencias de lo la débil, apenas insinuada, burguesía nacional,
antiguo y lo moderno, lo religioso y lo artísti- enfrentada en su origen y necesidades a la
co, lo universal y lo particular, entre otros as- sacarocracia cubana. En la base de su ideología
pectos contradictorios. Precisamente, Varona económica se encuentra un modelo clásico de
sostiene en 1878 que «el arte vive de contrastes. desarrollo burgués que exige la diversificación
Los apetece en su forma, y los necesita en su productiva y el auge del pequeño y medio pro-
fondo.» 6 En otro texto había ya señalado, de ductor. El centro del modelo social varoniano
paso, la función diferenciadora de la crítica «que es el individuo, pero no como ser aislado o su-
no debe exigir a una edad las virtudes de otra». 7 bordinado a fuerzas superiores, sino integrado
El arte, el artista (el hombre) y el estudio críti- en un mecanismo colectivo cuyo funcionamien-
co de ambos en su relación, se sitúan en su ge- to exitoso depende de la participación de las
neralidad esencial como objetos de meditación; partes: «son las sociedades —dice en su confe-
siguiendo los criterios evolucionistas del posi- rencia «Importancia social del arte» (21 de ene-

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ro de 1883)— organismos que cuanto más co- vo de la totalidad. Conviene pues examinar con
herentes mejor resisten á las fuerzas circunstan- mayor detenimiento los textos en que Varona
tes y adversas».10 La sociedad es para él la suma aborda este problema; su ya citado estudio «Im-
de las individualidades, por eso el pleno desa- portancia social del arte» (1883) resume de al-
rrollo de éstas es el fundamento de la conviven- guna manera sus opiniones: el arte nos relacio-
cia social. En la defensa lúcida y consecuente na con otros hombres y con otros tiempos,
del individuo, Varona debe rechazar la prepon- enriquece nuestra sensibilidad con afectos aje-
derancia de las «grandes individualidades»; en nos, y se convierte en la memoria colectiva de
su conferencia «Emerson» (13 de marzo de un pueblo; el arte consagra, en su universalidad,
1884) discute con el pensador norteamericano la particular realidad de una nación. Es preciso
su equivocada creencia de que la historia es el por tanto estimular su desarrollo y favorecer la
producto de la acción de los grandes hombres. independencia del artista, aunque ante tales po-
En el artículo titulado expresamente «Los gran- sibilidades de expresión y comunicación, dice
des hombres» (31 de julio de 1886) retoma su Varona, «no ha de limitarse el arte á revelarnos
polémica y dice con elocuencia: «Puede haber la emoción intensa que domina á un individuo».14
uno ó algunos que pongan las piedras más visi- Frente a la obra colosal de Cervantes, en la con-
bles de la cima, ó que den el último impulso, y ferencia que lleva su nombre, de 1883, declara
esos aparecen como creadores ó destructores, y que el objetivo supremo del arte es la captación
lo son, pero merced á sus mil secretos ó menos del problema humano, de tal manera que inte-
aparentes colaboradores. En la sociedad todo es resa a todos los hombres de todos los tiempos.
colectivo.» 11 Varona se opone pues a cualquier Por demás, Varona estaba convencido de que en
forma de dominación o supremacía de unos su evolución el arte abordaría preferentemente
hombres sobre otros: desaprueba la intervención los grandes temas sociales; en 1876, en una apa-
del estado en los asuntos sociales y especialmen- sionada defensa de la tradición cultural de las
te en los artísticos, donde es tan necesaria, dice, dos Américas titulada «Ojeada al movimiento
la independencia del creador, combate la exis- intelectual de América», señalaba que el drama
tencia de una religión oficial tendente a la for- como género literario debía sustentarse en prin-
mación de una casta sacerdotal privilegiada, de- cipios sociales sólidos y consideraba que éste
fiende los derechos sociales de la mujer, pues sería social en el porvenir, porque «si ya se ha
comprende que su aporte en la formación de los preconizado la potencia del yo, del individuo,
individuos es decisivo. En el interesante estu- del individuo aislado y, por tanto, mutilado; los
dio sociológico «El bandolerismo» (30 de junio nuevos tiempos nos han de traer la afirmación y
de 1888), aun cuando acepta la cubanidad sólo preconización del concierto y asociación por el
como variedad étnica del tronco español, no interés y el amor, de todos los individuos, la fe-
puede eludir el problema de la esclavitud —ya deración ideal de la humanidad». 15
formalmente abolida en 1886—, una de las cau- En las dos últimas décadas del siglo la activi-
sas sociológicas fundamentales del tema abor- dad intelectual de Varona es intensa. En 1883
dado. «La esclavitud —dice— no amamanta sino recoge en su libro Estudios literarios y filosóficos
tiranos»,12 pero agrega más adelante con sagaci- los primeros acercamientos a las que serían sus
dad: «El guajiro y el isleño han sido tan esclavos dos líneas fundamentales de trabajo, aunque és-
como el negro»,13 para ofrecer así un cuadro tas no deben considerarse como paralelas, pues
integrador de la realidad cubana. a pesar de que consagra obras exclusivamente al
Desde sus primeros estudios literarios eviden- análisis de una y otra, en sus escritos pueden y
cia Varona su preferencia por las obras que ex- deben hallarse sus preocupaciones centrales con
presan sentimientos colectivos y su interés por independencia de los temas tratados; no obstan-
la función social del arte. En su concepción ge- te, en aquel primer cuaderno el autor advertía
neral de la sociedad, el artista, en el ejercicio ple- en una nota inicial que ya se apartaba de sus ju-
no de su individualidad, es un componente acti- veniles intereses literarios, advertencia felizmen-

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te incumplida. Sus libros Seis conferencias (Bar- pre en su manera cauta y «posibilista», pero fir-
celona, 1887 [?]) y Artículos y discursos. Litera- me, se opone a la absorción y al tutelaje norte-
tura, política, sociología (La Habana, 1891) se- americano de nuestra vida económica y políti-
ñalan, según algunos estudiosos, su madurez ca. Su actividad pública e intelectual adquirirá
como crítico literario, mantenida aún en los pri- un inusitado relieve en las primeras décadas re-
meros años del nuevo siglo; en ellos Varona nos publicanas y del nuevo siglo.
entrega sus más importantes meditaciones so- Otra muy distinta es la personalidad literaria
bre el arte y la literatura y reúne sus artículos de de Enrique Piñeyro (1839-1911), crítico de re-
Revista Cubana, profundos comentarios sobre conocida e inusual autoridad entre sus compa-
el acontecer cultural nacional que no eluden la triotas, autor culto, sensible, pero sobre todo
crítica al sistema colonial español. En esos años didáctico; su magisterio brota espontáneamen-
produce también sus conocidas Conferencias fi- te en su manera de decir e informar. Dueño de
losóficas divididas en tres partes: Lógica (La una prosa cuidada —y en ocasiones, cercana a
Habana, 1880) —recomendada por Ribot y tra- nuestra sensibilidad—, algunos de sus textos son
ducida como libro de texto en Francia—, Psico- recreaciones literarias de carácter orientador;
logía (La Habana, 1888) y Moral (La Habana, «fue un artista de la crítica y de la historia», ha
1888). Estos estudios evidencian su apego a las dicho Cintio Vitier.17 Su formación apunta en
concepciones positivistas de filiación inglesa y direcciones contradictorias; formado en el «me-
su identificación con el evolucionismo spen- tafísico revoltillo» de las definiciones sobre el
ceriano; su obra filosófica termina la parábola arte y lo bello de Gioberti —según afirmara con
iluminista en el pensamiento cubano iniciada por nostalgia y humor crítico en enero de 1878—,18
Caballero y Varela. Su rechazo a la metafísica y utilizadas oficialmente por Ramón Zambrana en
a la ontología es el resultado, ante todo, de su sus lecciones universitarias, pero tocado tam-
lucha tenaz contra la escolástica en el pensamien- bién de la magia espiritual de ese formador de
to y en la enseñanza colonial, continuación de hombres que fue Luz y Caballero, a quien re-
la labor modernizadora de sus antecesores. cuerda en distintas ocasiones como el maestro
En 1895, al estallar nuevamente la guerra, esta que le enseñó a «tener fé, fé profunda en el alma
vez organizada por José Martí desde el exilio, se de la humanidad»,19 en sus textos se perciben
traslada a Nueva York y asume, a la caída de aquél orientaciones estéticas disímiles, en las que se
en Dos Ríos, la dirección del periódico Patria. sustenta su labor crítica: juicios metodológicos
En sus páginas publica numerosos editoriales de derivados del positivismo, reminiscencias
agitación revolucionaria, en los que continúa la clasicistas y, no obstante, defensa sistemática de
línea política de Martí tendente a la unidad de algunos criterios fundamentales del romanticis-
todas las fuerzas nacionales en el común objeti- mo. Se ha comentado que Piñeyro es uno de los
vo libertador, aunque éstas expresan según Car- primeros cubanos en asumir y divulgar las con-
los Rafael Rodríguez, «un programa republica- cepciones de Taine, en un apretado y apologéti-
no menos agresivo y “radical” que el que parece co artículo de juventud titulado «La literatura
desprenderse del arrebato lírico martiano».6 considerada como ciencia positiva» (1864); su
Entre otros documentos movilizativos Varona adhesión es entonces total, pero su exposición
escribe el alegato Cuba contra España (New del novísimo método histórico-literario es de
York, 1895), manifiesto del Partido Revolucio- tal manera categórica y radical que se presiente
nario Cubano a los pueblos hispanoamericanos en sus palabras no el criterio razonado, maduro,
y la vehemente conferencia El fracaso colonial del convencido, sino el arrebato solidario de
de España (12 de noviembre de 1896). En 1898 quien descubre abruptamente la posibilidad de
regresa a Cuba y participa en el gobierno inter- un enfoque coherente y de mayor alcance cien-
ventor, ocasión que aprovecha para reorganizar tífico para los estudios literarios. Cierto que en
la enseñanza en el país a partir de criterios na- su obra crítica posterior no es difícil hallar las
cionales; es preciso advertir que Varona, siem- huellas del pensador francés, pero el eclecticis-

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 431

mo que le es propio, asociado en su caso a cier- a la naturaleza (a la belleza) de los escritores


tas características personales, deshace cualquier decimonónicos y el interés casi científico de
filiación estricta; el mismo Piñeyro escribirá en aquéllos por las pasiones humanas, aunque por
1883, a propósito de las concepciones sobre la tales entiende sobre todo los sentimientos indi-
literatura desarrolladas por el poeta inglés viduales. ¿Es Piñeyro acaso, como señala la crí-
Wordsworth: «Lo cierto es que la poesía consis- tica, defensor (bien que no consecuente) de un
te en algo más profundo y misterioso que todo arte ajeno a las preocupaciones colectivas? Pre-
eso, y que cuando realmente aparece, es mucho gunta difícil, ya que es posible hallar en su obra
más fácil sentirla que explicarla.»20 respuestas opuestas. Puede sin embargo tomar-
Cuando el lector se acerca a la producción se como válida para la caracterización de su vi-
crítica de Piñeyro tropieza con afirmaciones di- sión crítica esta opinión suya: «la tesis de
vergentes: parece como si al escritor sólo le in- Flaubert sobre el carácter impersonal que debe
teresara arribar a conclusiones cercanas al objeto tener la novela, sobre la abstención del artista
estudiado, sin importarle acaso la concordancia de toda misión o propaganda filosófica o moral
de éstas en un nivel de generalidad mayor; de encargada a sus personajes, y sobre la perfec-
esta forma escapa a muchos desatinos metafísi- ción absoluta a que debe tender la forma, es de
cos y sus afirmaciones se ajustan a evidencias una innegable verdad».24 No es precisamente un
parciales, pero vivas. Esta manera descriptiva, censor de los temas sociales, pero su entusias-
predominante en sus aproximaciones críticas, ha mo es mayor cuando el poeta asume un tono
hecho que muchos estudiosos señalen con ra- lírico, personal o subjetivo. A pesar de ello, re-
zón «el escaso fondo filosófico» de su obra. 21 conoce la fuerza telúrica que recorre la obra de
No obstante, es preciso apuntar que si Piñeyro «un gran poeta, arrastrado en el vórtice de una
no intenta por lo general trascender el objeto, gran borrasca nacional» como es el caso de
sino aprehenderlo en descripciones crítico-bio- Víctor Hugo, 25 a quien prefiere llamar «el poe-
gráficas —Vitier ha señalado al respecto el pa- ta francés por excelencia», ya que, paradójica-
rentesco con Sainte-Beuve—, su mirada parte mente, para Piñeyro «el artista tiene que ser de
de criterios más definidos que, aunque en esen- su época, y también de su nación».26
cia eclécticos, pueden ser enunciados de forma La vida de Enrique Piñeyro transcurre ma-
coherente y atañen a los principios generales del yormente en el exilio. Dirigió distintas revistas
arte. Una revisión más detenida de las virtudes literarias nacionales, algunas de carácter revolu-
y los defectos que el crítico cree hallar en los cionario; fue secretario de la Legación de Mora-
poetas y narradores de su siglo, conducen al lec- les Lemus en Nueva York en los primeros años
tor a normas o principios valorativos de ascen- de la Guerra independentista y desarrolló diver-
dencia romántica; ritmo, musicalidad, versifica- sas actividades de apoyo a la contienda bélica
ción correcta y fácil, claridad, sencillez y sobre por la que fue juzgado en ausencia y condenado
todo, sinceridad, no ajena a cierto espíritu a muerte. Indultado en 1878, regresa al año si-
autobiográfico, son cualidades que Piñeyro apre- guiente, pero su estancia en el país es breve.
cia en las composiciones que examina, para él Desde 1882 vivió y trabajó en París. Todos sus
«la poesía moderna [nace] del consorcio de dos libros decimonónicos fueron por tanto editados
ideales, de la imaginación clásica y la fantasía en el extranjero, aunque muchos estaban con-
románticca». 22 No obstante, le exige al poeta formados por estudios aparecidos previamente
—desde una perspectiva más clásica—, la estricta en Cuba. Sus primeros trabajos son políticos:
observancia de las «leyes de la métrica», pues la Biografía del General San Martín (New York,
prosa poética o la poesía de formato más libre 1870) y Morales Lemus y la Revolución de Cuba
es construida «sin el freno saludable de la versi- (New York, 1871). Su obra propiamente litera-
ficación, sin los brillantes y arrastradores efec- ria se inicia con Estudios y conferencias de histo-
tos de la libertad vencida, del lenguaje discipli- ria y literatura (New York, 1880) —cuyos tex-
nado y triunfante».23 Destaca en cambio el culto tos fueron escritos para revistas cubanas o

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pronunciados en la capital de la Isla entre 1867 dice: «Se llega a arraigar tan fuertemente el amor
y el año de impresión— y desde entonces su de las buenas ediciones, acaba el gusto por ha-
prestigio y autoridad como crítico literario fue- cerse tan exigente y quisquilloso, que las malas,
ron indiscutidos. El mismo año de aparición de si por algún motivo nos vemos forzados a te-
esta obra escribía Enrique José Varona en Re- nerlas, son a veces una verdadera mortificación.»
vista de Cuba: «El libro del señor Piñeyro es, 29
Autor de indudable ascendencia entre sus con-
sin disputa, la obra literaria más notable que ha temporáneos —aunque su lejanía de la Isla le
salido hasta ahora de la pluma de ningún cuba- impidió una mayor influencia—, Piñeyro es el
no.»27 En él encontramos también interesantes crítico más importante del período o, por lo
valoraciones de la realidad política y social nor- menos, el más escuchado; su actividad intelec-
teamericana. En 1883 publica en Madrid su pa- tual es un serio y continuado esfuerzo por di-
norámico ensayo crítico Poetas famosos del siglo fundir en el país las tendencias literarias del si-
XIX. Sus vidas y sus obras, en el que más preten- glo que finalizaba.
de instruir al lector, informarlo debidamente, Figura de particular relieve es Manuel
que discutir con él. Quizás su recorrido geográ- Sanguily (1848-1925), combatiente indepen-
fico revele un plan teórico: Piñeyro parte de In- dentista en la manigua durante los años difíciles
glaterra, pasa por España e Italia rápidamente, de la primera Guerra; autor por lo mismo casi
para después detenerse en Alemania y en Fran- autodidacta, cuyo saber amplio y desorganiza-
cia, país donde culmina su viaje literario. Pero do se conformó no en el sosiego hogareño, ni
los autores verdaderamente básicos en su expo- en el exilio salvador, sino en la prisa angustiosa
sición son Byron, Goethe y Hugo. Es en reali- de los años idos: «fue, ante todo, una personali-
dad un libro ligero aunque erudito, centrado en dad, un temperamento, un carácter —ha dicho
la descripción biográfica de los autores y la des- Cintio Vitier—. Entrar en su obra es entrar en
cripción temática de sus obras. Casi diez años su persona, no sólo en las ideas que sustentó.»30
después aparece en París su obra Manuel José Sus trabajos críticos e históricos, reunidos por
Quintana (1772-1857). Ensayo crítico y biográ- el hijo después de su muerte en una decena de
fico (1892), aproximación desmesurada quizás tomos, nos presentan a un polemista apasiona-
dado el valor real que ha asignado la historia a do, lúcido, pero detallista en exceso, perdido
este autor, pero «realizado con seriedad y con el ocasionalmente entre citas, comparaciones y
encanto de una auténtica simpatía».28 Piñeyro sutilezas verbales, que intenta defender una te-
no publica ningún otro libro hasta el nuevo si- sis en copiosas páginas, bien sea la honra de un
glo, pero colabora permanentemente con varias amigo admirado —tales son los casos de «Otro
publicaciones, en especial con la habanera Re- libro de Emilio Bobadilla» (julio-agosto de
vista Cubana, en su sección «Notas críticas», tí- 1888), valladar contra el ímpetu zahiriente de
tulo que Antonio Iraizoz diera a la recopilación este autor y apoyo a la trayectoria intelectual de
de esos trabajos en 1947. En ellos se comprueba Varona, y de los artículos «Piñeyro y Schérer»
la fascinación que producen en Piñeyro los de- (16 de diciembre de 1890) y «Piñeyro y Mad.
talles propios de la edición: la calidad y belleza Roland» (28 de diciembre de 1890), minuciosas
de las ilustraciones, el tamaño del libro y de los demostraciones de la inexistencia de plagio en
caracteres, el éxito comercial de ciertos temas un texto del crítico cubano, insinuado en dos
—como por ejemplo, la correspondencia ínti- trabajos de Justo de Lara, entre otros—, bien la
ma de los escritores ya muertos o la exposición procedencia nacional de un poeta (por ejemplo,
de detalles ocultos de sus vidas—, etc. Este ras- «José María Heredia no es poeta cubano», 31 de
go verdaderamente moderno de la personalidad agosto de 1893) o la pertenencia probable de una
de Piñeyro es otro elemento de su profesio- composición a cierto autor. En estos casos, el
nalismo intelectual. Coleccionista él mismo de extenso y en algunos momentos intenso cuerpo
buenas ediciones e incunables, partícipe de las demostrativo parece sobrepasar las necesidades
habituales subastas de libros en París, Piñeyro de la idea central, menos interesante que otros

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juicios colaterales, dispersos en el propio texto. relación de un libro como producto con sus lec-
Pero a pesar de que sus opiniones no siempre tores o consumidores, «seres múltiples, comple-
son acertadas y que en ocasiones su palabra se- jos como el autor y distintos de él»,33 quienes
vera y enfática es incluso injusta —es necesario aportarán a la obra diferentes e incluso opues-
mencionar en primer lugar su conocida posición tas perspectivas. Estos conceptos, expuestos sin
ante el poeta mulato Plácido, a quien dedica los entusiasmos limitadores, son reiterados en sus
artículos «Un improvisador cubano» (28 de fe- palabras «Al lector» (31 de marzo de 1893), apa-
brero de 1894), «Otra vez Plácido y Menéndez recidas en el primer número de Hojas Literarias
Pelayo» (31 de marzo de 1894) y «Una opinión (marzo 1893-diciembre 1894) publicación que
asendereada» (39 de noviembre de 1894), dirigiera y redactara casi íntegramente. Si en el
incitadores de una larga polémica que no termi- trabajo anterior se exaltaba la obra de Taine, éste
na con el nuevo siglo y que, según algunos estu- se refiere sobre todo a las ideas de Guyau, aun-
diosos de su obra, revela cierta predisposición que en realidad son las mismas preocupaciones
racista en el crítico (aspecto sin duda discutido metodológicas del autor; «lo único que ahora
y discutible)—, su honestidad intelectual es vi- me es dable asegurar, y puedo desde luego ase-
sible, lo mismo en sus trabajos escritos, que en gurarlo, es que, impresionista o no, procuraré con
su larga y digna actuación pública. cuidado librarme de la crítica de temperamen-
Sanguily fue discípulo de José de la Luz pri- to».34 ¿Logró su objetivo, instintivamente pre-
mero y de Enrique Piñeyro después, maestros a sentido como dificultad mayor? No siempre y
los que dedicó numerosas páginas; como éste, cabe afirmar que ese su peculiar temperamento
fue un admirador libre de Hipólito Taine y de le aportó, paradójicamente, perdurabilidad a sus
M. J. Guyau. Sus ideas sobre la actividad del crí- escritos. En los estudios críticos de más aliento
tico literario están expuestas de forma explícita algo falla, quizás el objeto mismo, no siempre
en una carta escrita a Manuel de la Cruz (Juan merecedor del exceso de recursos, como ese que
Sincero) a propósito de una discusión sobre el titula «La vida de una mujer escandalosa» (30 de
tema sostenida por éste con Aurelio Mitjans; en septiembre de 1894) sobre la novela Enriqueta
dicha carta o artículo epistolar —publicado el 4 Faber del mexicano Andrés Clemente Vázquez,
de agosto de 1889—, Sanguily se sitúa en una que escribe para combatir «la anarquía literaria
perspectiva conciliadora de los extremos tradi- en que vivimos, tan profunda como la anarquía
cionales: la crítica debe ser científica («o no es política, tan inmoral y corruptora como ella»,35
crítica», afirma) y a la vez «eminentemente per- y aun cuando se interesa por autores importan-
sonal o subjetiva».31 Esta contradicción impone tes como Émile Zola o León Tolstoi, las obras
cierto escepticismo en su consideración de las que elige son precisamente menores; o quizás
posibilidades cognoscitivas de la crítica litera- sea el sedimento normativo que yace casi im-
ria; un forcejeo muy productivo se advierte en- perceptible pero activo en su perspectiva crítica
tre los criterios cientificistas del positivismo y y que se revela de forma visible en el exhaustivo
la intuición impresionista de su temperamento. análisis de Cromitos cubanos, libro de Manuel
«La verdadera obra de arte —dice—, bien pen- de la Cruz; no obstante ser ése un trabajo críti-
sada a la par que sentida, es una síntesis, la críti- co severo que no supo ver los mejores momen-
ca es ante todo un análisis. […] El artista verda- tos de la obra comentada, cabe citar, como hace
dero es un sabio que se ignora. El crítico un Rafael Cepeda, 36 estudioso de su obra, para
artista que pretende comprender a otro.» 32 Se- mostrar la complejidad de su espíritu, estas pa-
ñala la unidad de la obra de arte y la unilaterali- labras posteriores de Sanguily, en un apunte en-
dad de cualquier acercamiento que no conside- tonces inédito: «si tiene mis nostalgias, mis iras,
re las partes en su interacción; no es posible, en y la tenacidad mía de no creer muerto un ideal
consecuencia, aislar lo pretendidamente estéti- que no alumbra por ninguna parte… ¿tendré yo
co de una obra cuando ésta es una unidad de la honra de ser… su catequista? ¡Qué sé yo! pero
sentido. Sanguily subraya, precursoramente, la se me asemeja tanto […] que a ocasiones yo

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434 SEGUNDA ÉPOCA

mismo me confundo […] y leyéndole ¡ay, ahí sí había escrito a Piñeyro: «He oído hablar de una
me desconozco, porque escribe infinitamente obra que José Ignacio Rodríguez ha escrito so-
mejor!» bre la vida de don José de la Luz, y como dicen
Los intereses intelectuales de Sanguily son que en algún concepto no trata bien al amado
amplios, aunque giran sobre todo alrededor de Maestro, quisiera saber la opinión de usted.»37
problemas literarios e históricos. Desde sus pri- Publicó también Sanguily numerosos trabajos
meros años de actividad literaria publica diver- y discursos políticos, algunos aparecidos de
sos acercamientos al tema de la conquista espa- manera independiente, como Elementos y carac-
ñola; en 1884 edita su estudio Los caribes de las teres de la política en Cuba (La Habana, 1887),
islas, en el que sostiene el carácter antropófago El dualismo moral y político en Cuba (21 de ju-
de éstos a propósito de un opúsculo de opues- nio de 1888, La Habana, 1889), Céspedes y Martí
tas intenciones escrito por Juan Ignacio de Ar- (New York, 1895), 10 de octubre de 1868. La
mas. Basado en la convicción de que la verdad Revolución de Cuba y las repúblicas americanas
debe ser defendida siempre, sin que importen (New York, 1896) y José Martí y la Revolución
las consecuencias políticas, Sanguily en este caso, Cubana (New York, 1896), entre otros. En el
como en el de Plácido —injusto por exceso y nuevo siglo será Sanguily una de las voces más
por desorientación crítica—, reivindica con ar- enérgicas del antimperialismo y su figura, como
gumentos que hoy parecen débiles la correspon- la de Varona, alcanzará dimensiones nuevas.
dencia entre lo visto y lo escrito en su Diario
por Colón. A esta figura —por la que siente sin-
cera admiración— dedica además varios traba- 3.4.2 Etapa 1868-1898. La crítica literaria y
jos con motivo de la conmemoración en 1892 el ensayo. Montoro, De la Cruz, Mitjans,
del IV Centenario del llamado Descubrimiento Merchán, Armas y Céspedes, Ricardo del
de América, que su hijo reuniera en el volumen Monte, Bobadilla, Valdivia
5 de sus Obras con el título común de Los cari-
bes y Colón (La Habana, 1927). Sus juicios lite- El incremento de las voces críticas de nuestra
rarios aparecieron fundamentalmente en Revis- literatura y la madurez alcanzada por ellas al
ta Cubana de Varona y sobre todo, en Hojas enjuiciar el hecho literario entre 1868 y 1898, se
Literarias y luego fueron recogidos en dos to- debieron a factores de orden filosófico y de sig-
mos del volumen 7 de sus Obras (La Habana, no estético, fundamentalmente. El positivismo,
1930), exceptuando únicamente los trabajos re- como se sabe, había provocado un viraje total
feridos a Enrique Piñeyro, que conformaron el en la concepción del mundo, y el modernismo
volumen 4 (La Habana, 1927). En 1890 editó el había influido en la revalorización de los crite-
que fue, sin duda, su libro más importante: José rios formales y del contenido de las obras, ade-
de la Luz y Caballero. Estudio Crítico (volumen más de haber acentuado la actitud crítica en re-
2 de sus Obras, La Habana, 1926), acercamien- lación con el entorno social. Gracias a dichos
to biográfico y bosquejo de sus ideas, que la sim- factores, la prosa en general y la reflexiva en par-
patía íntima del autor eleva por encima de sus ticular resultaron ampliamente beneficiadas.
coordenadas positivistas; el estudio del medio y En contraposición con el positivismo, tan
las circunstancias, de la sicología de la época y dado al estudio de los agentes extraliterarios,38
del estudiado y de las distintas corrientes filo- al reconocerse la Ciencia Literaria como inves-
sóficas que influyen en Luz, todo aparece en la tigación metódica, 39 se dio un decisivo impulso
obra con la lealtad inspirada del discípulo, ca- a los estudios filológicos y lingüísticos que ha-
paz de disentir profundamente, pero no de me- bían puesto en un primer plano el análisis de la
nospreciar. El libro, concebido probablemente obra en sí. Entre nuestros críticos hubo opinio-
desde los días de la manigua, es una rectifica- nes encontradas con respecto a tales tipos de
ción de la obra de José Ignacio Rodríguez sobre enjuiciamientos, pero en la práctica éstos se in-
el maestro cubano; el 14 de enero de 1877 le tegraron de manera ecléctica, a pesar de las in-

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 435

clinaciones personales más o menos preferen- neoclasicismo. Lo bello debía analizarse desde
tes por uno u otro. El aumento de las voces crí- los planos metafísico, natural e ideal, ya que el
ticas —unido a su diversidad y profundización— pensamiento era la tierra nutricia del arte, lo
obedeció también a la labor de nuestras revistas natural el intermediario menos noble y el ideal
y periódicos que, en pleno auge, hicieron posi- la abstracción, la síntesis de la belleza. Sin con-
ble que la crítica rebasara los marcos de las ter- siderarlo totalmente desligado de la realidad,
tulias y liceos donde había señoreado hasta me- Montoro entendía que el arte era una nueva in-
diados del siglo XIX. terpretación de ésta a través de la contempla-
De nuestros críticos finiseculares notables no ción pura, de ahí que su fin debiera ser sólo pro-
puede dejarse de señalar a figuras como Rafael vocar la emoción, al margen de cualquier
Montoro (1852-1933), Manuel de la Cruz posibilidad de participación en la dinámica de la
(1861-1896), Aurelio Mitjans (1863-1889), Ra- sociedad.
fael María Merchán (1844-1905), José de Armas Las ideas referidas al teatro vuelven a encon-
y Cárdenas (1866-1919), Ricardo del Monte trarse en el prólogo a la obra póstuma de Aurelio
(1828-1909), Emilio Bobadilla (1862-1921) y Mitjans, El movimiento científico y literario de
Aniceto Valdivia (1857-1927), cuyas obras re- la isla de Cuba. El trabajo en sí es un tanto anec-
sultan —entre 1868 y 1898— lo más represen- dótico y reiterativo de sus desfavorables opinio-
tativo de las influencias y direcciones del ejerci- nes sobre el teatro, pero coincidía con Mitjans
cio del criterio en nuestro país. en el escepticismo ante los cambios operados
Aunque a Rafael Montoro no se le conoce en el género. La producción dramática cubana
como crítico, su oratoria política ha sido objeto —opinaba Montoro— sufría los embates de un
de las mayores atenciones, en tanto que los co- nefando africanismo y ésa era la verdadera cau-
mentarios en torno a su no menos valiosa ora- sa de su alarma, antes que dilucidar el grado de
toria académica se han limitado al discurso «La pérdida de la sensibilidad del público, que tam-
música ante la filosofía del arte», el cual resume bién le preocupaba.
los criterios estéticos más importantes del au- Los trabajos de Montoro no fueron siempre
tor. Pero Montoro escribió, además, diversos tan precisos en la exposición de su credo estéti-
artículos para revistas españolas y cubanas, a tra- co y sus principios filosóficos. Huellas de
vés de las cuales adquirimos una nueva visión impresionismo literario se encuentran en algu-
de su labor crítica. Otros de sus discursos, aun- nos de ellos, como el titulado «Alfredo de
que por su forma pertenecen a la oratoria aca- Musset», no exento de pasajes que se acercan al
démica, por sus temas también pueden conside- lenguaje poético. El tema demostraba la inquie-
rarse parte de la crítica literaria de aquellos años. tud constante que provocaba en él el paralelo
Entre los estudios de Montoro, se encuentra entre lo real y lo ideal. En dicho artículo la poe-
la importante disertación titulada «El realismo sía de Musset representaba el ideal por excelen-
en el arte dramático». 40 En aquellos años, el tea- cia. Lamentablemente, la crítica de Montoro no
tro no promovía suficientemente el interés de pudo ser más profunda porque trató de abordar
nuestros críticos y, por ello, sorprende su cons- en muy pocas páginas aspectos de la vida y la
tante preocupación por el género. Consideraba obra del poeta que iban desde su semblanza bio-
que las representaciones de lo feo y la maldad, gráfica, la enumeración de sus mejores obras y
hechas por los bufos de Cuba y por el teatro de las más gustadas, hasta las particularidades
realista en general, no expresaban los ideales de de su dramaturgia y su narrativa.
belleza a que debía aspirar toda obra de arte, pues En nuestra historiografía se ha señalado cómo
los vicios y deformidades del hombre en socie- la crítica cubana de finales de siglo se afilió po-
dad no podían ser la fuente de ninguna literatu- líticamente, según las posiciones filosóficas asu-
ra. Montoro estimaba que en ello había jugado midas. El positivismo fue seguido por gran can-
un pernicioso papel el movimiento romántico, tidad de críticos separatistas, mientras que la
responsable de transgredir los patrones del mayoría de los autonomistas siguieron el

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436 SEGUNDA ÉPOCA

hegelianismo de la filosofía clásica alemana.41 la Cruz, se ha podido confirmar que la partida


Como ideólogo del autonomismo, en algu- hacia Estados Unidos, en 1895, obedeció a una
nas de sus apreciaciones Montoro combatió a solicitud del propio Martí, aceptada por él en
los críticos separatistas por defender el deter- forma enteramente voluntaria, como contribu-
minismo geográfico de los criterios positivistas ción desinteresada a la causa de la indepen-
que subestiman los valores de la cultura cubana. dencia.
En el artículo titulado «Heredia, Plácido y la Las dos obras capitales de Manuel de la Cruz
Avellaneda» es evidente que consideraba a di- son Episodios de la Revolución Cubana (1890)
chos poetas tan notables como los mejores de la y Cromitos cubanos (1892), donde se destaca-
literatura europea 42 y de esta manera la práctica ron la personalidad y la actividad de los intelec-
le proporcionaba ejemplos de ideal literario al- tuales más señalados de la década de los ochen-
canzado en el trópico, en contra de los pronós- ta, con excepción de Martí. Sin embargo,
ticos teóricos adversos formulados por el posi- mientras que los Episodios poseían una estruc-
tivismo imperante. tura narrativa, los Cromitos abordaban las figu-
En el mismo trabajo, Montoro retomó el len- ras desde la óptica de la crítica literaria. Era na-
guaje reticente con el que había defendido a Plá- tural que en los Episodios abundaran policromías
cido y a Heredia, para referirse a otro aspecto estilísticas, por su carácter novelado; pero en los
del suceder literario de aquellos años, amplia- Cromitos también se reflejaron estas cualidades,
mente conocido por los escritores e intelectua- a pesar de la naturaleza reflexiva de la obra. De
les de la época. Cuando, según él, el nihil la Cruz, que estaba plenamente consciente de
admirari no servía de «incentivo a la sátira pro- los componentes y el alcance de su creación, la
funda y trascendental de los verdaderos humo- había concebido como la unidad entre la liber-
ristas», mejor era no asumirlo. De seguro que tad imaginativa propia de otros géneros y la asi-
con este juicio se refería a la crítica satírica, ico- milación de los procedimientos teóricos y críti-
noclasta y superficial, que figuras como Emilio cos tomados del positivismo de Taine y Bourget,
Bobadilla y Aniceto Valdivia cultivaban en aque- aunque, por otra parte, reconocía abiertamente
lla época, como veremos más adelante. Si la crí- haber imitado el estilo impresionista de Jules
tica literaria de Montoro se bifurca entre el aná- Lemaitre.
lisis estético y el estilo impresionista, en Manuel La conciliación entre la crítica metódica y la
de la Cruz el impresionismo estará en la base de crítica imaginativa había sido una preocupación
su oficio crítico. Su definición política a favor constante para De la Cruz, quien públicamente
del independentismo, no sólo sobresalió como lo expresó en una carta dirigida a Aurelio
característica más importante, sino que también Mitjans, en 1890, desde las páginas de La Haba-
muchas veces operó erróneamente sobre ella, en na Elegante, con el título «Del método en la crí-
la medida en que la solidaridad con las ideas re- tica literaria». Después de breves comentarios
volucionarias no siempre le permitió evaluar con acerca de cada una de las ventajas de aquellos
justicia la materia literaria propuesta. procedimientos aislados, se decidiría por una
Entre 1883 y 1884, De la Cruz había realiza- crítica cualitativamente diferente que revelaba
do un viaje por España y Francia que resultó la inquietud de un escritor de vanguardia y un
decisivo para fortalecerse desde el punto de vis- renovador del lenguaje. Años después en su im-
ta político y que, simultáneamente, consolidó portante ensayo «El pleito del estilo» (1893),
sus conocimientos autodidactos. La dedicación retomaría dichas ideas convencido del derecho
al periodismo —nacional y extranjero— tam- que tenían los críticos a utilizar otro lenguaje,
bién enriqueció esa ansia de saber constante. Se diferente al que le dictaban las normas tradicio-
debe hacer especial referencia a la labor desple- nales. Se trataba de dejar a la crítica la libertad
gada por él en la dirección del periódico Patria, formal necesaria para enriquecer sus resultados,
fundado por José Martí en 1892. Gracias a la permitiendo que la imaginación tuviera mayor
publicación en 1981 43 de algunas cartas de De cabida entre los conceptos y juicios emitidos al

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 437

evaluar la literatura. incondicionales alabanzas y medir con sereni-


Precisamente los Cromitos cubanos es uno de dad el lugar que éste ocupaba en nuestra histo-
los más originales ejemplos de buena crítica a ria literaria, a través de un balance sosegado de
partir de la impresión personal e imaginativa. los aciertos y desaciertos de su obra entera. Si-
Este modo de encarar De la Cruz los estudios milares propuestas hizo al evaluar la obra de la
literarios le valió tantas censuras como las diri- Avellaneda y la literatura contemporánea. En
gidas a su malograda novela Carmen Rivero, de este último texto, además, realizó un análisis del
ahí que buscara siempre moderar su creatividad desarrollo del romanticismo desde 1832 hasta
artística en favor de la objetividad al uso, im- 1885, años en que habían muerto, respectiva-
puesta, paradójicamente, por el positivismo. En mente, Goethe y Víctor Hugo. Tomando como
ello jugó un importante papel Manuel Sanguily, límites estas dos fechas, demostró una vez más
quien siempre le insistió en la necesidad de su- que la seriedad de sus opiniones se debía a una
jetar el lenguaje de la crítica a normas que eran adecuada selección de los factores que entendía
ajenas a las de otros sectores de la creación, para determinantes dentro del fenómeno literario que
destinarla sólo a evaluar fríamente la literatura. él se proponía estudiar, en este caso el romanti-
El trabajo que denota con mayor claridad el cismo, del cual examinó las características de su
espíritu sistemático de De la Cruz en sus inves- surgimiento y primeras manifestaciones en Ale-
tigaciones literarias es la Reseña histórica del mania, Inglaterra y Francia, para después
movimiento literario de la isla de Cuba (1891), adentrarse en las peculiaridades que distinguían
aparecido en la Revista Cubana. La Reseña his- el romanticismo latinoamericano, en los aspec-
tórica se aleja de los excesos cromáticos y de fan- tos social y patriótico de su poesía.
tasía, que eran la fuente de la originalidad y re- Por otra parte, el trabajo de Mitjans sobre el
levancia de la crítica de Manuel de la Cruz, frente teatro bufo puso de manifiesto el influjo de las
a lo que Cintio Vitier denominó «la crítica pre- ideas del crítico español Manuel de la Revilla.
ceptiva, gramatical, de cepa académica y conser- Los puntos de vista presentados por Mitjans
vadora».44 Al cabo, la copiosa materia literaria sobre el género son de particular matiz polémi-
que De la Cruz se impuso ordenar y valorar le co, puesto que en su acercamiento condenó irre-
obligó a moderar su discurso, para satisfacer así mediablemente el género bufo por considerarlo
los reiterados reclamos que en ese sentido le hi- una bastardía que contaminaba a las otras mani-
ciera Manuel Sanguily. festaciones del arte. El razonamiento tenía su
Dentro de la vertiente literaria que suele de- lógica en la subestimación que hacía Mitjans de
nominarse como crítica académica, se inscriben sus raíces, toda vez que siempre lo vio como una
los ensayos de Aurelio Mitjans, cuyo trabajo degeneración del teatro europeo y especialmente
principal, el Estudio sobre el movimiento cientí- de la zarzuela y la opereta españolas. Como so-
fico y literario de Cuba (1890), se ha convertido lución propuso sustituir a los bufos por una lla-
en un texto imprescindible para abordar nues- mada comedia culta. En ese sentido creía que
tro desarrollo literario desde los puntos de vista tertulias como las de José María de Céspedes, a
crítico e historiográfico, como veremos en epí- la que él asistía, podían desarrollar un impor-
grafes posteriores. No menos interesante resul- tante papel en el empeño, ya que tendrían a su
ta una serie de textos de Mitjans, publicados en cargo promover los textos dramáticos, revisar-
1887 con el título de Estudios literarios. Esos los y depurar el estilo de los autores, con lo cual
trabajos son: «Estudios sobre José Jacinto sólo hubiera logrado restarle espontaneidad y
Milanés», «Del teatro bufo y de la necesidad de originalidad al arte dramático cubano y despo-
reemplazarlo fomentando la buena comedia», jar al teatro bufo de su verdadera raíz popular.
«De la Avellaneda y sus obras» y «Caracteres de No deja de llamar la atención el hecho de que
la literatura en los últimos cincuenta años». uno de nuestros intelectuales de pensamiento
Al acercarse a la figura de Milanés, Mitjans separatista repudiara esta manifestación de
consideró preciso dedicar al poeta algo más que cubanía, mucho más en momentos en que el

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438 SEGUNDA ÉPOCA

género estaba brindando mejores propuestas, orientó siempre hacia el independentismo. En


gracias al empeño de escritores como Raimundo 1868 colaboró con José Antonio Cortina en su
Cabrera e Ignacio Sarachaga, los cuales habían periódico de corte reformista El Siglo. Más tar-
convertido las obras bufas en «verdaderas zar- de se unió a Francisco Javier Cisneros, de ideas
zuelas». Como ha hecho notar Cintio Vitier, por separatistas y director de El País. En 1890 adop-
aquella fecha Mitjans simpatizaba, transitoria- tó momentáneamente el autonomismo como vía
mente, con el autonomismo, aunque en el fon- ocasional de oposición a España, actitud que
do sus opiniones estaban basadas en estímulos mantuvo sólo mientras el independentismo no
de tipo estético y moral, más que político y fi- recuperó su lugar cimero dentro del espectro de
losófico. 45 tendencias políticas contrarias a la metrópoli,
Si bien se han reconocido las raíces tradicio- como esclareció en su folleto Cuba, justificación
nales de la preceptiva española en la crítica de de su guerra de independencia (1896). Desde
Mitjans, también han sido verificadas las influen- 1869, perseguido por las autoridades españolas,
cias francesas imperantes en la etapa, como las Merchán se vio obligado a marchar hacia los
de Taine, Faguet y Bourget. Sin embargo, una Estados Unidos y sólo regresaría en 1902, des-
gran cantidad de ideas queda por conocer en dis- pués de conocer Europa y vivir largos años en
persas publicaciones de la época o simplemente Colombia.
en obras inéditas, como los trabajos dedicados a La crítica literaria de Merchán es conocida
Lope de Vega y Paul Bourget, así como el ti- fundamentalmente por los libros Estudios críti-
tulado «Caracteres de la poesía hispanoame- cos (1876) y Variedades (1894), ambos impre-
ricana». 46 sos en Bogotá. Merchán consideraba que las
Otro de nuestros más acuciosos críticos fue ideas no se expresaban en la literatura en un es-
Rafael María Merchán, quien se situó en el ran- tado puro, sino que se interrelacionaban de una
go del intelectual de vanguardia, en la medida forma espontánea. Por tal motivo la crítica,
en que sus estudios sobre la literatura fueron como reflejo de la literatura, también era porta-
manifestación de su ideario y de su praxis revo- dora de esa contaminación ideológica donde el
lucionaria en favor de la total independencia de elemento político tenía una posición preponde-
Cuba. rante. En los libros señalados, la crítica de
Su vida intelectual comenzó, de hecho, con Merchán fue una constante demostración prác-
sus inicios laborales en medios tipográficos de tica de esos conceptos y en especial sus polémi-
su natal Manzanillo. 47 Antes de trasladarse a La cas con los críticos españoles Juan Valera y Vi-
Habana, al parecer, ya había publicado algunas cente Barrantes.
colaboraciones en revistas y periódicos de la ca- En junio de 1890 Vicente Barrantes había
pital, como La Aurora, y resulta muy interesan- publicado en la sección Hispano-ultramarina del
te que sus primeros acercamientos a las letras periódico España Moderna, un artículo favora-
fueran a través de sus relaciones con los obre- ble al libro La poesía lírica en Cuba, del cubano
ros, etapa que con seguridad fue determinante Martín González del Valle, radicado en España,
en los principios revolucionarios que marcaron quien a pesar de no ofrecer ningún aporte sus-
su vida y su obra. tancial a los estudios sobre nuestra literatura, sí
En 1868 apareció publicado en El País su fa- se destacaba por su manifiesta hispanofilia. Aun-
moso artículo «Laboremus», el cual dio pie a que que la poesía está en la misma médula de nues-
las autoridades coloniales comenzaran a llamar tra idiosincrasia —lo había afirmado Merchán
laborantes a los partidarios de la independencia en un trabajo de 1886 sobre las poesías de
o a los sospechosos de inconformidad con el Zenea—, el español Barrantes había proferido
gobierno, aunque el artículo en sí había escapa- algunos dicterios de fondo político en contra de
do a la censura por su tono filosófico. 48 esa verdad, apoyándose en ideas del libro de
Merchán atravesó por sucesivas etapas en su González del Valle. Merchán, que en aquel mo-
desarrollo político, pero su actitud radical lo mento desconocía el texto del cubano, no pudo

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 439

tolerar las opiniones ofensivas del crítico espa- identifican un mismo rasgo de su crítica: el de la
ñol y le respondió con el artículo «El espinar observación minuciosa —a partir de la lengua—
cubano y la segur barrantina», el cual desde el del objeto literario, lo cual ha valido para que se
título mismo reveló tras su ironía, la agudeza de le reconozca como un crítico analítico, forma-
ideas de su autor. lista y retórico. Es cierto que, aunque no care-
En su artículo, Merchán analizó cómo la me- ció de imaginación y aptitudes para la generali-
trópoli constituyó un freno al desarrollo de la zación, Merchán fue más dado al detalle
poesía cubana; reconoció que había dinamismo abrumador y a la transposición excesiva de pa-
en el aspecto formal de nuestras letras, sobre sajes, lo que no le permitió desarrollar el ensayo
todo en la poesía, pero su fondo permanecía in- en su mejor forma. Como afirma Salvador Bue-
variable, entre otras razones por el freno cons- no: «Los criterios formalistas, gramaticales y
tante impuesto por la metrópoli al desarrollo de retóricos de Rafael María Merchán viéronse
nuestras ideas. Los poetas cubanos habían imi- afianzados en el ambiente conservador de Bo-
tado a los españoles, opinaba. Sin embargo, esa gotá al lado de filólogos tan expertos como Mi-
imitación no significaba falta de creatividad, sino guel Antonio Caro y Rufino José Cuervo […] 49
influjo originalmente aprovechado. No se tra- En ese sentido sus trabajos más destacados fue-
taba de una copia pasiva, sino de natural influen- ron los titulados «Poesías de Juan Clemente
cia, dada nuestra condición colonial. Como de- Zenea», «Estalagmitas del lenguaje», «Bécquer
fecto principal de nuestra poesía estaba el abuso y Heine» y «Los siete tratados de Montalvo»,
del tono elegíaco y el patriotismo disimulado en donde desplegó libremente su estilo detallista.
en temas alejados de nuestra realidad. José de Armas y Cárdenas, conocido también
Barrantes había intentado desacreditar, pre- por el seudónimo de Justo de Lara, cultivó la
cisamente, a nuestros mejores poetas. En el caso crítica erudita y académica. Sus estudios sobre
excepcional de Gertrudis Gómez de Avellaneda, Derecho, concluidos en 1880, no lograron ha-
Merchán se sentía obligado a defender la cubanía cerle declinar sus preferencias por la literatura y
que el crítico español pretendía escatimarle, adu- el periodismo, ambos de larga tradición fami-
ciendo que la Avellaneda no había cantado al liar, y «en su caso [además] dio pruebas de in-
absolutismo, ni a la trata —dos problemas dudable precocidad cuando a los dieciséis años
cruciales que enfrentaban a españoles y cuba- (1882) publicó en La Nación el artículo «La lo-
nos—, ni se había borrado de su poesía el re- cura de Sancho».50 En dicho artículo también se
cuerdo de la patria y del hogar cubanos. revelaría como un excelente ensayista, puesto
Mucho más agudo en su irónica reflexión fue que, a diferencia de otros críticos que veremos,
el artículo de Merchán titulado «De todo», tam- el periodismo no constituyó un freno para ejer-
bién dirigido contra Barrantes. En la defensa que cer la crítica comedida y sólidamente argumen-
hizo de la personalidad y el magisterio de José tada. En ese sentido la figura de Ricardo del
de la Luz y Caballero no había sólo simpatía y Monte guarda con Justo de Lara gran parecido,
afinidad, incluso no se trataba de celebrar los puesto que en ambos la dedicación al periodis-
métodos racionales de enseñanza, introducidos mo limitó sus funciones como críticos, pero no
por De la Luz en el Colegio El Salvador, sino la calidad ensayística de los textos.
destacar el estímulo que brindó al desarrollo de Con «La locura de Sancho» inició Justo de
un pensamiento más rico entre la juventud cu- Lara la serie de trabajos cervantinos que luego
bana. La evolución de una forma de pensar continuarían: El Quijote de Avellaneda y sus crí-
sustancialmente opuesta a la española, que nos ticos, «Algo sobre Don Quijote», «Los dos
identificara, llevaba también a destacar la litera- Quijotes» y «Un censor de Cervantes». El tra-
tura cubana que el señor Barrantes se empeñaba bajo titulado El Quijote de Avellaneda, particu-
en desconocer. larmente, «mereció el elogio constante y sin
La obra crítica de Merchán ha recibido varios reservas de Marcelino Menéndez y Pelayo»,51 a
calificativos que se relacionan entre sí porque quien el crítico cubano tomaría como modelo

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440 SEGUNDA ÉPOCA

al seguir el método del análisis histórico com- como «Triquitraques (Crítica por Fray Candil-
parativo. Otros de sus ensayos, aunque no refe- Emilio Bobadilla)» y «Julián del Casal», apare-
ridos a la literatura de los siglos de oro, se re- cidos en La Habana Elegante, en 1892.
montaban a similares o anteriores etapas de la De los trabajos de Justo de Lara sobre litera-
literatura no hispana como «Los contemporá- tura cubana, el más relevante fue «El error de
neos y Shakespeare», «La reforma y el renaci- un genio» por su resonancia polémica. Su críti-
miento en el siglo XVI y Marlowe», publicados ca no se adentró en los valores literarios de nues-
en la Revista Cubana. Esas dos tendencias de sus tro primer poeta romántico, sino en las ideas
estudios continuarían desarrollándose durante separatistas que irradiaba su poesía patriótica
el siglo XX, sin que renunciara a su labor como para asumir años después una actitud que, al
periodista en publicaciones nacionales y extran- igual que muchos de los contemporáneos de
jeras. Heredia, Justo de Lara había considerado clau-
El pensamiento y la actuación política de Justo dicante frente al gobierno español. A propósito
de Lara no marcharon en una sola dirección. Fue del libro de Bobadilla no dejó de reconocer el
primero un seguidor de las ideas reformistas, talento que poseía el autor de Triquitraques, pero
concretamente de las autonomistas, para luego se manifestó inconforme con la ligereza de su
hacer más radical su posición, pero sin llegar a crítica satírica. Por otra parte la novela de
adoptar la actitud independentista. Dicho cam- Calcagno era de un género al que podía dársele
bio puede apreciarse en el desarrollo del sema- el calificativo de novela de implicaciones cientí-
nario La Avispa (1892), fundado, dirigido y re- ficas, poco usual entre los narradores de la épo-
dactado por él. El alto grado de sátira contenida ca y que todavía no había logrado conciliar los
en sus críticas contra el gobierno español fue la valores literarios con los aportes de la ciencia,
causa de que la publicación fuera retirada a los posibilidad ante la que el crítico se manifestaba
tres meses, aunque en 1893 se publicara nueva- escéptico. En relación con Casal, igual que con
mente. La radicalización de sus ideas quedó ex- Heredia, las opiniones no eran del todo hala-
presada también en el célebre artículo «Nuestra güeñas, en el sentido de que no entendía la cre-
protesta» de 1894. Hasta ese momento los re- ciente predilección de los poetas de la isla por la
clamos de José de Armas y Cárdenas habían literatura francesa, fenómeno que atribuía a una
perseguido, a toda costa, darle una solución pa- respuesta sentimental de los criollos a la
cífica a las diferencias entre los cubanos y los despótica actitud de las autoridades coloniales,
españoles. Ante la intolerancia de las autorida- sin comprender que también era el resultado de
des españolas, incluso con los autonomistas, una nueva forma de encarar la creación literaria
torció sus ideas en favor del independentismo: desde su propia esencia, rejuveneciendo su con-
«¡Entre José Martí y Valeriano Weyler, [decía] tenido y su fisonomía.
pueblo de Cuba, elige!» Su artículo se oponía, En una dirección eminentemente esteticista,
precisamente, a la designación de Weyler como la crítica tuvo en Ricardo del Monte un presti-
capitán general de la isla. 52 gioso cultivador. Del Monte poseía una sólida
Algo más que erudición distingue la crítica cultura humanística, gracias a la educación reci-
de Justo de Lara y es su sinceridad y respeto hacia bida de su tío Domingo del Monte, quien lo
las opiniones ajenas, en particular las que no adentró en el estudio de antiguas y modernas
compartía. Con estas cualidades escribió otros culturas europeas y sus lenguas. Esto le permi-
trabajos referidos a la literatura cubana. Duran- tió acceder a las más importantes literaturas y
te las dos últimas décadas del siglo XIX, publicó, corrientes estéticas europeas en sus idiomas ori-
entre otros, los artículos: «Una novela y un es- ginales, lo que le permitió obtener de ellas un
tudio; En busca del eslabón, de Francisco conocimiento muy directo. Su crítica literaria,
Calcagno» (1889); «El error de un genio (José si bien no fue cuantiosa, al menos sí resulta de
María Heredia)» (1891); publicados en el suple- gran atractivo por la naturaleza esencialmente
mento Los Lunes de la Unión Constitucional, así polémica de sus eruditas ideas. Su credo políti-

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co fue siempre muy conservador, desde una pri- «Mi deuda» combatiera dichas ideas y rechazara
mera etapa reformista junto a José Antonio la evolución seguida por la corriente. La verda-
Cortina, hasta el autonomismo más ferviente. dera causa de la intransigencia de Del Monte
Se manifestó a través de las páginas de impor- estaba en que los modernistas habían alejado a
tantes publicaciones periódicas que estuvieron España de sus patrones de creación, tomando,
a su cargo como El País y El Triunfo. En sus en cambio, los modelos que le ofrecían los poe-
trabajos de crítica se advierte cómo esta posi- tas franceses del momento. Su criterio no esta-
ción fue haciéndose tan reaccionaria, que nues- ba sostenido por el estudio de los más impor-
tra historia y nuestra literatura tuvieron poco tantes creadores modernistas cubanos, sino por
de valor que ofrecerle. los «detalles casalianos presentes en la poesía
Las Obras de Ricardo del Monte fueron edi- romántica de finales de siglo, cultivada por Jua-
tadas por la Academia de Historia en 1926. Al- na Borrero, los hermanos Uhrbach y René
gunos años antes (1918) también habían sido López», entre otros contemporáneos suyos.
publicadas sus Poesías. Su extenso ensayo titu- Como crítico, no era del interés de Del Monte
lado El efectismo lírico apareció en 1877 en la ayudar al lector a una mejor comprensión del
Revista de Cuba, pero ya desde 1866 había sido hecho literario, sino dirigir el proceso creativo,
editado sucesivamente en forma de folleto en un muy arraigado convencimiento del papel
(1870, 1876 y 1878), lo que demuestra la favo- normativo de la crítica literaria. La constante
rable acogida que obtuvieron sus criterios. En búsqueda de las causas que condicionaban el re-
El efectismo lírico, Del Monte analizó los defec- sultado de una obra, la asimilación del positivis-
tos de composición y contenido presentes en la mo taineano y spenceriano, y del idealismo de
versificación de mediados del siglo, a través de Hegel, su reclamo teórico de una literatura que
la obra de Saturnino Martínez. En dicho traba- demostrara el vínculo del escritor con la socie-
jo, Del Monte se mostró implacable con la poe- dad, así como el dominio de una prosa depurada
sía de fácil factura predominante en aquella eta- y elegante, hicieron de Ricardo del Monte uno
pa, pero no desconoció los valores de la literatura de los críticos de mayor autoridad en su mo-
romántica cubana representada por la Avella- mento.
neda, en la poesía, y Anselmo Suárez y Romero, Las figuras más sobresalientes del cultivo de
en la narrativa. Tampoco denigró la labor de los la crítica satírica en Cuba fueron Emilio
que, paralelamente al desarrollo de pésimos Bobadilla y Aniceto Valdivia, conocidos también
versistas, habían iniciado un movimiento ver- por los seudónimos de Fray Candil y Conde
daderamente renovador. Kostia, respectivamente. Aunque sus trabajos no
No sólo el romanticismo fue objeto de la aportaron ideas fundamentales acerca del deve-
atención de Del Monte. También lo fue el mo- nir literario de aquellos años, sí constituyen los
dernismo, al que vio progresar desde las prime- ejemplos más señalados de cómo se ejerció la
ras manifestaciones y dentro del cual él mismo crítica impresionista de tipo satírico en nuestro
constituye un buen exponente en el desarrollo país. Debido a la superficialidad de este tipo de
de la prosa. Preocupado por el acontecer social juicios y al desmedido afán de prodigar los de-
bajo los puntos de vista de su consabido auto- fectos de una manera arbitraria, Bobadilla se hizo
nomismo, el crítico cubano interpretaba al arte tristemente célebre y, como era de esperarse,
como una expresión del espíritu, encargado de sólo consiguió esbozar algunos pocos formu-
reproducir los aspectos menos lacerantes de la lismos gramaticales.
realidad. Sin embargo, los modernistas habían Durante muchos años Bobadilla había perma-
hecho suyas, con demasiada vehemencia, las necido en distintos países de Europa y América
ideas del «arte por el arte» tomadas de la obra de a causa de sus ideas separatistas. En España co-
Teófilo Gautier que a Del Monte le parecía una noció bien de cerca la crítica burlesca a la mane-
actitud intolerable, razón por la que en el enco- ra de escritores como el puertorriqueño Luis
mio a la poesía de Julián del Casal, el artículo Bonafoux y los españoles Antonio de Valbuena

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y Leopoldo Alas (Clarín) que, como afirma mesura de Fray Candil. Otros críticos se vieron
Cintio Vitier, estaban en la peor línea satírica obligados a intervenir en defensa de Varona y
típicamente peninsular.54 De Europa también Manuel de la Cruz instó a Manuel Sanguily, des-
regresó imbuido de las ideas del positivismo. de las páginas de La Habana Elegante, a que res-
Los libros de crítica publicados por Fray Can- pondiera las insolencias de Bobadilla. El artícu-
dil fueron: Reflejos de Fray Candil (1886), lo de Sanguily, aunque prudente y comedido, no
prologado por la española Emilia Pardo Bazán y dejó de describirlo como lo que realmente era:
el cubano Antonio Escobar; Escaramuzas un crítico joven, inmaduro, no adscrito a escue-
(1888), con la introducción de Leopoldo Alas; la estética alguna, formalista y superficial, que
Capirotazos (1890); Triquitraques (1892); Sol- gustaba de encontrar defectos en otros, pero no
feo (1893) y Baturrillos (1895). Ya en los comien- que le señalaran los suyos.
zos del siglo XX, también publicó libros de críti- A solicitud del crítico José del Perojo y para
ca satírica que pertenecen más al XIX que al XX la revista madrileña Nuevo Mundo, Bobadilla
por su forma y contenidos. Bobadilla fue im- volvió sobre la figura de Varona en un artículo
placable, incluso, con Leopoldo Alas y Emilia que después publicaría en su libro Baturrillos.
Pardo Bazán, quienes le habían dado carta de En este nuevo artículo le reconoció sus capaci-
presentación en el mundo de las letras españolas. dades para dedicarse a la filosofía, la estética, la
Al acercarse a su obra, Salvador Bueno afir- crítica y el periodismo, con toda la importancia
maba que que esto tenía para un intelectual de formación
autodidacta. Pero, aunque se viera obligado a
[…] está situada, en sus mejores facetas, a admitir la maestría de Varona, su natural ironía
la sombra de la cultura francesa finisecular. le hizo esbozar una idea, a todas luces mordaz,
A través de ella armó su curiosidad nunca al compararlo con Marcelino Menéndez y
satisfecha a la cultura europea de su época. Pelayo: «todo el mundo les admira, [dijo] pero
Gustaba de hacer alardes de sus conoci- pocos, muy pocos los leen». 56
mientos científicos, que eran muy superfi- Muchos sinsabores ocasionó Bobadilla a es-
ciales y nada sistemáticos, y llenaba sus critores cubanos y extranjeros con sus criterios
cuartillas con citas de numerosos escrito- hirientes y superficiales, a causa de no existir en
res y científicos de moda por aquellos él un verdadero interés por estudiar la literatu-
años. 55 ra. No obstante, estudiosos de la obra de Fray
Candil, como Elías Entralgo, han destacado su
La polémica en torno a la figura de Enrique amor a la tierra natal y han ofrecido el testimo-
José Varona es el aspecto más recordado de la nio de la contribución del crítico cubano a la
crítica de Bobadilla. En la Revista Cubana, Va- causa de la independencia y al desarrollo de nues-
rona había hecho comentarios desfavorables tra cultura.57
sobre el libro Reflejos de Fray Candil, y con su También se ha señalado que no toda la crítica
habitual actitud, el autor respondió con un de Bobadilla merece ser desestimada, pues ella
artículo que tituló «Varona… o a lo que salga», «se aproxima a la de aquellos escritores españo-
que aparecería posteriormente en el libro Esca- les e hispanoamericanos que renovaron nuestras
ramuzas. Desde los inicios, el tono burlón de literaturas a finales del siglo XIX». 58 Este aserto
Bobadilla contrastaba con la seriedad de los re- nos remite a la peculiar actitud de crítica ante la
paros de Varona, al que se atrevió a llamar «do- realidad promovida por el modernismo y que se
mine de antiparras y palmeta», cuyo «vocabula- expresó a través de un aparente desentendimien-
rio era el de un expediente redactado por una to de ésta, hecho que lo sitúa más allá de su mera
oficinista que manosea libros de buena prosa trascendencia estética y literaria. En tal sentido
castellana». Aunque en su juicio sobre Bobadilla la prosa modernista, y especialmente su crítica,
a Varona se le escapara algún adjetivo inadecua- debe ser objeto de un análisis profundo, a fin de
do, carecía de verdaderos fundamentos la des- obtener más amplias nociones acerca de lo que

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constituyó todo un movimiento intelectual aceptado el encargo, como se aceptan esas co-
como se le ha reconocido al romanticismo. sas: sin pensar en las responsabilidades enormes
Además de Bobadilla, la crítica impresionista que lleva consigo tal empeño.» 61 En relación
de tipo satírico fue cultivada por autores como con la obra de Luis Vega, la actitud ufana de
Aniceto Valdivia. Él, igualmente indepen- Valdivia no tenía mayores consecuencias, pero
dentista, se destacó por su entrega al periodis- con respecto a la de Enrique Piñeyro adquiría
mo, sobre todo en la dirección de La Lucha. Su una significación sólo de aparente desenfado al
inicio en el mundo literario se produjo en Espa- decir que éste escribía «en el estilo de todo el
ña, donde había estudiado Derecho, con la pu- mundo», como una manera de justificar el exce-
blicación de obras dramáticas y colaboraciones sivo metaforismo de sus propios artículos fren-
en revistas. Valdivia era no sólo un escritor pro- te a la prosa correcta y elegante de Piñeyro.
lijo, sino también un ávido lector; pero «gusta- Mientras que Piñeyro nos legó una obra crí-
ba de mencionar sin discriminación los autores tica imprescindible, la de Valdivia ha tenido siem-
y libros que había manejado mezclándolos de pre más detractores que defensores. Sus mismos
manera confusa y a veces torrencial».59 contemporáneos rechazaron su estilo, en cierta
Su obra crítica se diluye entre innumerables ocasión, por ejemplo, Bobadilla lo llamó «puer-
artículos de diverso perfil, aunque al parecer sus coespín de metáforas», por el prólogo a Mi libro
crónicas teatrales eran las más gustadas por el de Cuba, de Dolores Rodríguez de Tió, y Enri-
público. A su muerte, el juicio de sus contem- que José Varona llegó a confesar abiertamente
poráneos demostraba el respeto ganado por el que prefería sus versos a su prosa. 62
Conde Kostia, a pesar de que con frecuencia sus No obstante, aunque fugaces, en sus prólo-
opiniones despertaron airadas protestas entre gos a los libros de Juana Borrero y los herma-
sus lectores. En el homenaje que rindió Joaquín nos Uhrbach, se encuentran opiniones de inte-
Navarro Riera (Ducazcal) al entonces reciente- rés sobre la poesía cubana de finales del siglo
mente fallecido crítico cubano, le señaló como XIX. Valdivia reconocía la existencia efímera del
un fecundo hacedor de «semblanzas, necrolo- modernismo y que había tenido pocos seguido-
gías, juicios sobre libros, obras musicales, pic- res en Cuba, y consideraba que esto se debía al
tóricas, escultóricas, etc., todo improvisado en error de nuestros poetas de tratar de reproducir
actividad diaria y renovada en la apremiante y inútilmente las tendencias provenientes de la li-
angustiosa labor del diarismo que no tiene pie- teratura francesa y no a aprovecharlas original-
dad para el escritor verdadero y consciente, y le mente. Él mismo había sido un difusor, entre
agota el talento y la gracia artística». 60 los escritores cubanos, de la obra de los poetas
Durante la segunda mitad del siglo XIX, ade- franceses de finales de siglo —su propia obra
más de su abundante articulismo, Valdivia no es ajena a dicho influjo—, empero, sus reser-
prologó algunas obras, entre ellas Niñadas vas en cuanto a incorporar elementos foráneos
(1889), de Luis Vega Poey; Mi libro de Cuba sin una verdadera creatividad, contrasta con las
(1893), de Dolores Rodríguez de Tió; Gemelas opiniones que lo sitúan como un seguidor a
(1894), de los hermanos Uhrbach; Rimas (1895), ultranza de la literatura francesa.
de Juana Borrero; y Entre brumas (1899), de An- La febril traslación de las ideas y los modos
drés Clemente. En todos está presente su in- de hacer poesía al estilo de los escritores
confundible estilo ampuloso y efectista, lleno simbolistas, parnasianos y decadentistas de Fran-
de afirmaciones categóricas y no siempre bien cia, consideraba Valdivia, habían provocado la
fundamentadas. ingénita agonía del modernismo. Pero, si bien
Como hemos dicho, no pocas veces esa for- habían sido pocos los cultivadores del moder-
ma de encarar la literatura provocó el enojo de nismo en la Isla, al menos era cubano su «jefe
sus propios admiradores, pero esto no preocu- indiscutible en toda América»:63 Julián del Ca-
pó seriamente a Valdivia. Por ejemplo, al escri- sal, quien a pesar de su grandeza se había reser-
bir el prólogo de Entre brumas decía: «Yo he vado el «espectáculo de una de las almas más

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inquietas», aludiendo a detalles de la personali- crítica y la historiografía españolas, a la manera


dad literaria del poeta al que le había unido una de Manuel de la Revilla y Marcelino Menéndez
gran amistad. y Pelayo.
Tal vez nadie como Manuel Sanguily ha defi- Un análisis del modernismo como fenóme-
nido mejor la crítica literaria de Valdivia: «ma- no continental ha reparado en el desarrollo de
neja la lengua como le place, con frío propósito tres líneas temáticas generales: «una extranje-
y cruel complacencia de sorprender o indignar. rizante, otra americana y una tercera hispáni-
Se comprende que siente fruición en provocar ca». 67 Nuestra crítica también actuó en esas di-
estupor en el burgués o el filisteo, y en el vulgo recciones a través de sus tópicos predominantes:
asombro», además de su ventaja de librarse del el análisis de la literatura francesa, de la poesía
método, prescindir del dato cierto y com- cubana y de la literatura española.
probado.64 La literatura española, en verdad, no provocó
El conjunto de la crítica cubana finisecular un gran efecto en la recepción del público, no
aportó indudables valores a nuestra literatura, sólo por razones políticas, sino porque el im-
aunque sus hacedores no estaban del todo cons- pacto causado por la literatura francesa en toda
cientes de su participación en los cambios pro- Europa repercutió con similares bríos sobre
vocados por el modernismo sobre la prosa; algo nuestros lectores. Sin embargo, no hubo recha-
muy distinto de lo que sucedía con los poetas, zo por las letras españolas, puesto que sus me-
quienes sí tenían plena convicción de las trans- jores exponentes continuaron siendo paradig-
formaciones que estaban promoviendo. Los crí- mas insustituibles, tanto para el público como
ticos fueron agentes directos en el desarrollo del para la crítica, la cual intensificó entonces su
ensayo literario, lo fueron incluso aquellos cu- perenne inquietud por la pureza y corrección de
yos enfoques filológicos se basaban en análisis nuestra lengua, tratando de preservarla de los
textuales, en los cuales predominaba el plano galicismos de la época. Junto al influjo que con-
analítico sobre el creativo y que le restaban la tinuó teniendo la obra de Víctor Hugo, lo que
fluidez y el tono meditativo propios del género. más despertó el interés de nuestros críticos fue
La riqueza de ideas apreciada en los trabajos la novela naturalista, las obras de Emilio Zola,
consultados nos permitió verificar, una vez más, de los hermanos Goncourt, de Alfonso Daudet
la actualidad de los conocimientos científicos de y otros, pero el deslumbramiento que produjo
nuestros críticos, quienes estaban informados la novela francesa de aquellos años no impidió
de los más recientes conceptos esbozados por que nuestros críticos se mostraran temerosos de
las disciplinas humanísticas. No sería ocioso que la realidad se reflejara tan crudamente. En
recordar las principales figuras de cuyo pensa- relación con la literatura cubana, nuestra crítica
miento se nutrió la intelectualidad cubana de la se acercó con reservas a la poesía del momento
época: los positivistas franceses Hipólito Taine, y no supo comprender la autenticidad del mo-
Paul Bourget, Émile Faguet, Carlos Sainte- dernismo, al que vio como una imitación de la
Beuve; y los idealistas alemanes Enmanuel Kant poesía francesa, al igual que en etapas anterio-
y Federico Hegel. Junto a las ideas evolucio- res había interpretado el romanticismo como
nistas de Herbert Spencer, también se recibió el una prolongación de la española.
influjo del liberalismo a través de las ideas del
«más grande pensador inglés entre 1830 y 3.4.3 Autores destacados en otros géneros
1873»,65 John Stuart Mill, y no debe pasar inad- que también ejercieron la crítica literaria.
vertido el ejemplo que significó para los cuba- Casal, Nicolás Heredia, Tejera, Morúa
nos la labor de Lord Thomas Babington Delgado, Meza
Macaulay (1800-1859),66 eminente político y
crítico e historiador literario, líder de la célebre Junto a nuestros más importantes críticos
Edinburg Review, difusora del pensamiento li- finiseculares, diversas figuras, esencialmente
beral inglés. Otras influencias provenían de la destacadas en otros géneros, tomaron parte de

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las inquietudes literarias del momento. Entre al abominable estatus colonial, expresado en la
ellas las de mayor significación fueron las de los novela. Apasionado por sus opiniones en cuan-
narradores Martín Morúa Delgado, Ramón to al valor didáctico-moralizante concedido por
Meza y Nicolás Heredia; y las de los poetas él a la literatura, el crítico se desgastaba en de-
Diego Vicente Tejera y Julián del Casal. terminar si Cecilia Valdés era un cuento largo o
Hacia la segunda mitad del siglo la narrativa una novela. Por otra parte, señalaba que la obra
había cobrado un auge extraordinario, debido a carecía de una caracterización sólida de perso-
la audacia demostrada por el realismo y el najes, los cuales eran diversos, pero dispersos,
naturalismo francés en el reflejo artístico de la pues no se integraban orgánicamente a la trama.
sociedad, aunque la poesía siguiera contando con Las ideas de Martín Morúa Delgado marcha-
innumerables cultivadores, motivados por los ban en una dirección recta. Se debatían en una
rumbos que le sugerían —todavía— el romanti- actividad de acción y reacción mutuas, de afir-
cismo y —renovando el género— el modernis- mación y contradicción. Los numerosos defec-
mo. Se había producido un viraje entre la crítica tos hallados no le impidieron reconocer el me-
referida a la poesía y la narrativa, al calor de la recido sitio que había ganado la novela de
polaridad de criterios acerca de si el naturalismo Villaverde en la literatura cubana, aunque, lamen-
reportaba más contribuciones que perjuicios a tablemente, no se dedicó a explicar el porqué.
la cultura y la conducta humanas. El mismo Morúa, que se manifestaba en contra
En la etapa señalada, el naturalismo aún no de las crudezas expuestas por Villaverde, era un
era dominante en la literatura cubana. Sin em- ferviente admirador de Zola, que tantos aspec-
bargo, el realismo ya tenía raíces en nuestra na- tos «turbios» había llevado a sus obras. Si su
rrativa romántica y en el articulismo de costum- análisis estaba dirigido al conjunto de las obras
bres, pero no provocaron tanto interés entre de Villaverde, en sus generalizaciones se advier-
nuestros críticos como el que despertó la nove- te que esas opiniones también podían extender-
la francesa de esos años. se al resto de la narrativa cubana, asignándole,
Como es sabido, en 1882 apareció publicada después de todo, un saldo favorable, convenci-
en Nueva York la versión definitiva de la novela do de que, aunque insegura todavía en sus pa-
cubana más importante del siglo XIX: Cecilia sos, no era portadora de la insania predominan-
Valdés, de Cirilo Villaverde. Los críticos de la te en la literatura europea.
etapa se acercaron a su texto desde diferentes Tanto a Morúa Delgado como a Diego Vi-
puntos de vista. En 1892 Martín Morúa Delga- cente Tejera les impresionaron vivamente las
do publicó su folleto Las novelas del Sr. palabras del novelista español Benito Pérez
Villaverde. Desde el primer momento, Morúa Galdós, acerca de que no creía que un cubano
Delgado asumió una actitud intransigente en hubiera podido escribir algo tan bueno. En ver-
relación con los defectos de la narrativa cubana, dad, la frase sacada del contexto, del que ningu-
debido a que sus opiniones descansaban en la no de los dos críticos cubanos da referencias,
comparación desventajosa entre ésta y su cono- pudiera interpretarse elogiosa o peyorativamen-
cimiento de la foránea. En su concepto del es- te. 68 Morúa lo tomó por el lado peyorativo y se
critor como fotógrafo de la sociedad, al acercar- impuso responder defendiendo las virtudes po-
se a una novela que consideraba histórica, tenciales de los escritores cubanos en la litera-
reparaba más en detalles e inexactitudes de fe- tura y otras esferas del conocimiento, y aprove-
chas y lugares, que en la verdadera esencia chó para señalar que en la narrativa española
denunciadora de la novela. Opinaba que el pri- había defectos similares ya que todos sus perso-
mer efecto negativo de Cecilia Valdés, era pre- najes se parecían.
sentar el aspecto pecaminoso de la sociedad co- Por su parte, Tejera no pareció hallar subesti-
lonial cubana, forzando el argumento para mación en las palabras de Galdós, sin embargo,
provocar el incesto entre Leonardo y Cecilia. su respuesta fue mucho más aguda, tras una
Sin embargo, Morúa no reparaba en la condena «modesta cronología sobre el género», expues-

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446 SEGUNDA ÉPOCA

ta en su artículo «Una novela cubana». Cuando apoyaba en el biografismo crítico, tal vez mu-
en 1839 la narrativa europea no contaba con una cho más en lo crítico que en lo biográfico, pues
cantidad tan notable de escritores, afirmaba los elementos extraliterarios son aportados sólo
Tejera, ya en Cuba se «componía una obra ente- como fundamentación de la actitud acusadora
ramente realista, en la cual se veía aplicado con del autor, en relación con la sociedad, sin que
todo rigor el procedimiento que más de treinta cayera en los «fétidos lodazales» a los que des-
años después debía ser la norma de una escuela cendiera la narrativa francesa. No dejaba de con-
universal» —y Galdós sólo tenía cuatro años— tradecirse, pues esa misma narrativa había sido
. Llevado por la pasión, al defender nuestra lite- muy elogiada por él. Por otra parte, no existía
ratura Tejera exageraba. Quizás desconociera aún una idea clara de las diferencias entre el rea-
consciente o inconscientemente la fecha exacta lismo y el naturalismo e intercambiaba los tér-
de aparición de notables muestras del realismo minos indistintamente. Tales imprecisiones se
francés, pero esgrimía sus opiniones para demos- aprecian en el trabajo de Morúa «Rusia contem-
trar a Galdós que en los finales del siglo XIX to- poránea», publicado en la Revista de Cuba, en
davía los españoles estaban aferrados a las viejas 1891. En dicho trabajo Morúa Delgado supo
tradiciones. Tejera, que veía en Cecilia Valdés un apreciar el aporte cualitativo de la literatura rusa
producto romántico, la caracterizaba como no- «en el espíritu y en el método».
vela naturalista, por el estudio que hacía En el ejercicio de la crítica literaria Diego
Villaverde de la sociedad. Vicente Tejera siguió otros caminos, especial-
Como Morúa y Tejera, también Ramón Meza mente los de la reseña y el artículo breve. Mu-
se refirió a la novela de Villaverde, en un artícu- chos de sus trabajos fueron publicados en El
lo publicado en La Habana Elegante, en 1894 Fígaro y La Habana Elegante, y en su libro Un
(«Cecilia Valdés»). Para el crítico el objetivo poco de prosa (1895). De acuerdo con los crite-
fundamental era la rememoración de sucesos, rios de la época, Tejera ubicaba en polos opues-
personajes y tipos de una época de nuestra his- tos a la novela romántica y a la naturalista, a la
toria, a partir de las influencias de Scott y que también llamaba realista. La novela román-
Manzoni, cuyos modelos no le parecían reproba- tica «expresaba lo universal, lo sobrenatural, lo
bles. Si Morúa Delgado hacía una disección de extraordinario», mientras que la realista o natu-
las obras de Villaverde para destacar defectos, la ralista tenía un carácter más nacional, un hori-
de Meza es diametralmente opuesta, pues trata- zonte más limitado, en modo alguno señalado
ba de llamar la atención sobre las virtudes de la como menos importante, sino como el resulta-
novela. do de la observación del hombre en sociedad. A
Las diferencias de acercamiento a Cecilia pesar de las confusiones teóricas imperantes y
Valdés entre Martín Morúa Delgado, Diego Vi- de la subestimación de muchos críticos en rela-
cente Tejera y Ramón Meza, respondían tam- ción con el naturalismo, Tejera asumió la defen-
bién a sus filiaciones políticas, más ostensibles sa de la nueva tendencia y emplazó a la crítica a
en la crítica de Tejera, ya que sus opiniones lite- tratar de definir, como él lo había hecho en su
rarias estaban fundamentadas en su ideario libro Un poco de prosa, sus caracteres esencia-
independendista y el conocimiento de las ideas les. La novela naturalista no era ajena a la imagi-
socialistas. nación, ni estaba ausente de ella la técnica bien
La literatura cubana no fue el único objeto elaborada, y:
de atención por parte de Morúa Delgado; otros
escritores del realismo, como el dramaturgo Si cierto realismo se complace en lo feo y
noruego Henrik Ibsen y los novelistas rusos lo soez, recuérdese que el romanticismo ha
Dostoievski, Turgueniev, Gogol y Tolstoi, fue- poblado el mundo de monstruos repugnan-
ron motivo de un análisis esmerado y comedi- tes. Si lo bello existe de una manera real,
do, menos vehemente en la búsqueda de erro- no sería buen naturalista quien lo excluye
res. El estudio de los dramas de Ibsen 69 se o no le preste igual atención que a lo feo

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 447

[…] El naturalismo no es un fin, sino un jos periodísticos para La Habana Elegante, como
medio, la forma racional que debe vestir el el titulado «Anarquistas literarios» (1895).
arte de nuestra época. Tejera careció de lo que comúnmente llama-
mos un estilo inconfundible, puesto que cada
Lo que distinguía la novela romántica de la uno de sus artículos adoptó uno peculiar, supe-
naturalista era —consideraba Tejera— la nece- ditado a la figura o al tema que se proponía tra-
sidad de expresar verdades comprobables, en tar. Digamos que su estilo fue el de la conci-
correspondencia simétrica con los avances cien- sión, entrar de lleno en la materia sin rodeos
tíficos de la época impulsados por el positivis- inútiles; incluso, las opiniones generales poseen
mo, que no era más que la respuesta lógica a la el encanto de la brevedad. Paradójicamente, le
necesidad de renovación igualmente imprescin- era fácil profundizar sin extenderse sobre los
dible en la realidad y en el intelecto. nuevos rumbos de la poesía o los últimos pro-
Estos postulados teóricos ya estaban forma- gresos de la narrativa. Poseía un dominio de la
dos en Tejera desde 1885, y se habían hecho pú- forma que le permitía manejarla a su gusto, en
blicos en el artículo «Les Dames de Croix- correspondencia con el objetivo del análisis,
Mort», 71 donde se refería a una novela del encaminado a tratar las figuras y temas menos
francés George Ohnet. Allí hacía comentarios atendidos por la crítica del momento. Tejera fue
esclarecedores sobre las especificidades de la de los críticos «no consagrados» de la etapa que
realidad y las funciones del arte y la literatura, se lee con mayor gusto y que logró atesorar
condicionando sus resultados a su materia pri- mayor amplitud y profundidad de conoci-
ma fundamental, la realidad, que al reflejarse mientos estéticos. Siendo un independentista
parcialmente en la literatura imponía las dife- convencido y un conocedor de las ideas socia-
rencias de gusto y apreciación.72 E insistía en listas, la imparcialidad de su crítica alcanzaba,
que la literatura era parte de la realidad. El incluso, a sus ideas políticas, puesto que la filia-
naturalismo respondía a los requerimientos in- ción ideológica del autor analizado no incidía
telectuales del momento, pero sería superado en el valor literario de la obra.
oportunamente, cuando ya no satisficiera las Del quehacer crítico de Ramón Meza en la
aspiraciones espirituales. etapa apenas es conocido su trabajo Estudio his-
Tejera, que era más dado a comprender que a tórico-crítico de la «Ilíada» y la «Odisea» y su
fustigar, se mostró implacable con los escrito- influencia en los demás géneros poéticos de Gre-
res españoles. Cuando se refería a Antonio cia (1894), con el que obtuvo el grado de Doc-
Fernández Grillo, renombrado poeta y perio- tor en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus
dista,73 utilizaba un tono hiriente contra cuales- mejores trabajos críticos permanecían desco-
quiera de los poetas efectistas de la época. El nocidos en las páginas de las publicaciones pe-
controvertido Ramón de Campoamor vio dis- riódicas en las que colaboró, como El Fígaro y
minuidas sus Humoradas a «simples retazos y La Habana Elegante.
bagatelas propias de abanicos». Al presentar a Meza consideraba que el artista no debía sen-
los lectores cubanos el libro de Heine El Ro- tirse sujeto a ninguna atadura («Nuestra opi-
mancero, traducido por José A. Pérez Bonalde, nión», La Habana Elegante, 1886). Las mismas
en 1886, aprovechó para arremeter contra la pé- circunstancias renovadoras apreciadas en el de-
sima calidad de una edición traducida por el es- sarrollo de la literatura hacían imposibles tales
pañol Manuel Fernández González, y en gene- contenciones. El naturalismo estaba atravesan-
ral contra las traduciones españolas. 74 Al do por una etapa de aprensiones por ser porta-
referirse a la novela de Armando Palacio Valdés, dor de nuevas ideas sobre el arte, recelo en cier-
Riverita, continuó su rigurosa exposición de los to modo lógico por la incertidumbre ante lo
defectos de la literatura española, destacando la desconocido. Meza comprendía que, en su mo-
pobreza de su narrativa en relación con la del mento, el romanticismo también había tenido
resto de Europa, tema que se repetiría en traba- sus detractores, todavía aferrados al neocla-

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448 SEGUNDA ÉPOCA

sicismo, hasta que su proyección como hecho Avellaneda y Milanés, pero los asuntos y temas
literario plenamente establecido asentó códigos de sus obras distaban mucho de reflejar directa-
de creación y lectura aceptados por la sociedad. mente nuestra realidad. Quienes se habían
El naturalismo luchaba aún por establecer sus preocupado por llevar a la escena nuestra
propios códigos. Meza, igual que Tejera, se veía idiosincrasia habían sido los bufos, «aunque
en la necesidad de defender la tendencia debido medianamente y en forma modestísima, a veces
a los constantes e inmerecidos ataques que reci- en censurable desacierto».
bía por parte de sus numerosos ofensores. Opi- Uno de los mejores trabajos de Meza es «La
naba que Zola no había fabricado tipos inexis- obra póstuma de Aurelio Mitjans; examen y ano-
tentes, sino que reproducía personajes de las taciones», extenso artículo publicado en la Re-
distintas clases sociales, después de estudiarlos vista Cubana entre 1890 y 1891, a propósito del
con detenimiento, pero esta forma de hacer la Estudio sobre el movimiento científico y literario
literatura era absolutamente original con ante- de Cuba. El libro de Mitjans era elogiado por
cedentes en la novela romántica. Meza debido al método histórico seguido, que
Los razonamientos a favor del naturalismo lo hacía el análisis más claro y útil sobre las le-
eran reflejo de los presupuestos teóricos esgri- tras cubanas.75 Una vez fundamentado su acer-
midos por Meza para lograr sus objetivos camiento, Meza se dedicó a señalar lo que él
esclarecedores. A la literatura le asignaba un consideraba imprecisiones del contenido, algu-
papel moralizante, educativo y por tanto la con- nos otros errores y las ideas con las que estaba
sideraba un agente cargado de ideología. De en desacuerdo con Mitjans, pero los señala-
acuerdo con esas ideas, su función social se ma- mientos de Meza, en lugar de impugnar la obra,
nifestaba según la tendencia; bajo el romanti- se convirtieron en apoyo y fortalecimiento del
cismo la fantasía había sido más recreada que la texto de Mitjans, consciente de que su estudio
propia realidad, de ahí que Meza viera en la lite- era sólo el trabajo de un paciente escoliasta.
ratura romántica una función eminentemente Aún queda, si no mucho por encontrar, al
catártica, mientras que el naturalismo permitía menos por profundizar sobre las características
la observación del mundo circundante y propi- de la crítica de Ramón Meza. Sus estudios «aca-
ciaba su conocimiento («Algo sobre el natura- démicos» son insuficientes para hacer una valo-
lismo», El Fígaro, 1887). ración general de sus criterios en torno a la lite-
Meza también se dedicó a analizar el teatro ratura, pues la lectura de algunos de sus artículos
cubano de la época, no sólo desde el punto de publicados en las revistas de la época demuestra
vista del texto, sino también desde el punto de que Meza era un crítico valiente al exponer sus
vista de la puesta en escena («Los bufos cuba- puntos de vista, preocupado por lo más actuali-
nos», La Habana Elegante, 1887), y es significa- zado de la creación literaria, un defensor del buen
tivo que se interesara por los bufos en momen- arte y un ensayista ameno.
tos en que el público reclamaba ciertas zarzuelas, Otro de los escritores cubanos destacados en
juguetes y «comedias madrileñas» de no muy otras manifestaciones, pero que igualmente cul-
relevante factura, mientras que desestimaba los tivó la crítica literaria, fue Nicolás Heredia,
valores de una manifestación potencialmente quien había publicado en 1892 el libro Puntos
importante para la cultura nacional. Para llegar de vista. El volumen tenía como propósito re-
a merecer el elogio del público, los bufos de- copilar sus discursos leídos en el Círculo de la
bían eliminar los chistes de mal gusto y «deste- Juventud Liberal y en el Liceo de Matanzas.
rrar de su repertorio piezas que eran indignas Entre otros contenidos analizó las obras de
de representarse». Más allá del análisis sincróni- Campoamor, Zola, Daudet, Piñeyro, Sanguily
co, Meza se extendió en indagaciones acerca de y Casal. En realidad, su recopilación no contie-
si en realidad podía hablarse de un teatro cuba- ne ideas suficientemente profundas, lo que tam-
no genuino. Acertaba al considerar que Cuba bién se aprecia en el trabajo titulado La sensibi-
había dado muy buenos dramaturgos como la lidad en la poesía castellana (1898).

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Aunque sus artículos y discursos no carecen el naturalismo, nutrido de: «la literatura religio-
de ideas meditadas, éstas no son ni retadoras, ni sa, el socialismo y la falta de aspiraciones políti-
concluyentes, invitan a la reflexión más que a la cas». Dichas fuentes eran expresión en la litera-
polémica; son, en general, más elogiosas que tura del espíritu de crítica imperante en los
fustigantes. Los trabajos más interesantes de su finales del siglo XIX. El naturalismo tomaba de
Puntos de vista son los dedicados a Enrique la literatura religiosa para oponerse a la incre-
Piñeyro y Julián del Casal. El primero estaba dulidad de los hombres y la fe ciega en Dios.
destinado a responder a las expresiones peyora- Las ideas socialistas —aún no suficientemente
tivas de Emilia Pardo Bazán en relación con conocidas entre los cubanos—, Heredia las va-
Piñeyro, aduciendo en respuesta que el cubano loraba como opción social renovadora, latente
poseía un esilo pulido y suave, y una prosa ele- en la realidad que la literatura no podía dejar de
gante. Sin embargo, parece censurarle la ausen- expresar. La falta de aspiraciones políticas de los
cia de recursos poéticos, que lo hacía un escri- pueblos era consecuencia del desencanto ante el
tor frío como el mármol. 76 De otro lado, sus desarrollo de una burguesía en ascenso, cada vez
opiniones sobre Casal sugieren también la po- más enriquecida a costa de las grandes mayo-
lémica. Del poeta modernista admiraba la maes- rías. La pérdida de la confianza en las aspiracio-
tría formal, pero no consideraba de relieve el nes políticas también era la causa de que esas
conjunto de su obra. Pensaba que Casal era un mayorías buscaran en el socialismo el mejora-
maestro de la forma porque sólo ésta le intere- miento humano.
saba de la poesía. Para Heredia, el poeta era un El surgimiento de las nuevas corrientes lite-
«extraño caso de manifestación entre los cuba- rarias tenía una lógica razón de ser, no provenía
nos del decadentismo o modernismo decaden- de inexplicables engendros, ni de «una pertur-
te». 77 Quizás, participar en una corriente dife- bación del sentido estético». Las condiciones
rente a la apreciada hasta el momento, le impedía sociales y su reflejo en la literatura imponían una
al crítico valorar al poeta como representante nueva actitud y un pensamiento diferente. Los
de una expresión literaria auténtica, en lugar de lectores (sobre todo burgueses) y la crítica que
disminuirlo a seguidor de una corriente foránea. impugnaban al naturalismo, repelían la cruda
Aunque de manera fugaz Heredia también se sinceridad de sus escritores. Aunque Heredia
refirió al prácticamente inexistente teatro cuba- pretendía mantenerse como un desapasionado
no. Es provechoso hacerlo constar y ver la simi- observador al margen, exclamó convencido:
litud de sus opiniones con la expresada por Ra- «¡abajo lo convencional, abajo la mentira román-
món Meza. A pesar de que en La Habana se tica!»
representaban obras dramáticas, entre ellas del La prosa de Heredia es pausada, desenfada-
género bufo, en realidad no se trataba de un tea- da, y aunque en algún momento se autotitulara
tro verdaderamente cubano. Las argumentacio- impresionista y no un crítico verdadero, su la-
nes de Heredia tenían más sesgo político que bor no se correspondió estrictamente con los
literario. Eran las condiciones sociales impues- calificativos que, tal vez por modestia, utilizó
tas por el sistema colonial las que lesionaban el para caracterizarse. No fue un impresionista al
desarrollo del teatro y le impedían convertirse estilo de Casal, pero tampoco un observador
en una manifestación cultural que representara severo como Tejera o Meza. Concebía la fun-
dignamente al pueblo cubano. 78 ción de la crítica como una amable recomenda-
Los tópicos más recientes de la actualidad li- ción para ayudar al escritor a la claridad de las
teraria del momento, ofrecidos por el natura- ideas, hecho éste que, unido a su agradable ma-
lismo y el realismo, no dejaron de ser tratados nera de decir, lo sitúan como uno de los mejo-
por Nicolás Heredia. En su artículo «La litera- res escritores destacados en otros géneros que
tura materialista» (El Fígaro, 1890) se exponían también se dedicaron al examen de la literatura,
algunos de sus más importantes criterios en tor- en la etapa entre 1868 y 1898.
no a la impactante forma de escribir revelada por Heredia consideraba que Tejera había logra-

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do en su libro Un poco de prosa imprimir el sen- teban Borrero y Bonifacio Byrne. Al escribir
timiento del creador al escrutinio exhaustivo de sobre Borrero, se quejaba:
todo acercamiento a las letras. Pero, quien re-
presenta mejor esta cualidad de la crítica entre […] cuando el artista, por grandioso que
los autores analizados es Julián del Casal en sea, no tiene la flexibilidad dorsal que el
Bustos y rimas (1893), publicado después de su caso requiere, ni mano firme que le preste
muerte. La crítica de Casal no es sólo cualita- apoyo, se queda a las puertas del palacio,
tivamente diferente, sino que, además, permite viendo a los que le son inferiores, pero que
una comprensión más integral de su personali- saben rebajarse bastante para pasar, mien-
dad literaria, y contribuye, como el resto de su tras él se queda en la calle desierta, donde
prosa, a refutar el mito del escritor de espaldas a la sombra ondea, el frío impera y fermen-
la realidad. En Bustos y rimas el predomino de tan las inmundicias de los lodazales. 81
las imágenes poéticas pudiera hacernos creer que
en las semblanzas sobre los autores presentados Al enjuiciar la creación de Byrne, decía que
señorea la falta de estudio y predomina sólo la repudiaba la provincia y amaba la urbe, y que no
recreación fantasiosa; sin embargo, lo que Ca- le interesaba sentirse aplaudido por las grandes
sal ofrecía no eran intermitentes ideas en crea- muchedumbres; que amaba el arte por el arte.
ciones a partir de textos originales, porque la La publicación del libro de Byrne, Excéntri-
realidad lacerante que le tocó vivir lo inquietaba cas, lo había impresionado tanto que lo llegó a
poderosamente y le hacía reflexionar una y otra considerar inusual dentro del monótono ritmo
vez sobre la situación colonial del país y sobre de la poesía cubana del momento. Sin embargo,
el lamentable influjo del periodismo, al que con- en el trabajo sobre Fornaris, muerto en 1890, se
sideraba un freno más que un estímulo para la acercó más a las características de un análisis
creación. crítico, y profundizó en torno al valor del con-
Casal conocía bien de cerca que si algunas de tenido y la forma en la poesía. Casal no estaba
nuestras importantes revistas y periódicos ha- en contra de la poesía romántica al estilo del que
bían alcanzado una alta calidad, no se debía a los consideraba «el más popular de nuestros poe-
propósitos de las autoridades coloniales, sino al tas», pero el valor de la idea lo estimaba tan im-
interés de los propios cubanos por su desarro- portante como la estructura, e incluso sólo el
llo intelectual. Bajo los seudónimos de Hernani mensaje era capaz de salvar un poema de defi-
y Alceste «o en completo anonimato», 79 Casal ciente elaboración.
colaboró en La Discusión, El País y La Carica- El modernismo representaba para Casal ese
tura, de orientación política; y en El Fígaro y La grado de superioridad que tanto reclamaba, de
Habana Elegante, revistas de variados temas, ahí que su referencia a Fornaris se extendiese a
concebidas como estímulo a la creación y la re- la corriente romántica de la cual se manifestaba
flexión que Casal utilizó en provecho del diálo- conscientemente contrario: el siboneyismo. Ese
go sobre la pintura, la literatura y el teatro. armonioso maridaje entre la imagen y su esen-
De los trabajos críticos de Casal el menos tí- cia había llegado «en su grado máximo de per-
pico de la vertiente impresionista que en él pre- fección» con el modernismo. La poesía exigía
dominó fue el artículo sobre Bonifacio Byrne. 80 ya menos espontaneidad, mayor destreza técni-
Cierto que se acercó a figuras de más relieve, ca, más arte. Los artículos sobre José Fornaris y
pero el ensayo sobre Byrne sintetiza algunos de Bonifacio Byrne, aunque aportan ideas precisas
sus más importantes criterios sobre la poesía, sobre la concepción casaliana del arte y la litera-
en cuya esencia se veía expresado lo vago, lo tura, no alcanzaron la trascendencia de sus
misterioso, lo lejano, lo desconocido. Cuando artículos sobre Guy de Maupassant (La Haba-
meditaba sobre los autores que más lo habían na Elegante, 1890), Rubén Darío (La Habana
impresionado, solía referirse a su propia vida y Literaria, 1891) y Joris Karl Huysmans (Revis-
obra, como sucede en sus semblanzas sobre Es- ta Cubana, 1893), que representan lo mejor de

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 451

la crítica impresionista de la época. Cruz] carecen de temeridad y de relieve


Al comunicar sus impresiones sobre la nove- aunque jamás de distinción y armonía. 82
la La vida errante, de Maupassant, se aprecia la
identificación altamente conmovedora de Casal La crítica desarrollada por nuestros escrito-
con la obra del francés. La manifestación de la res, poetas o novelistas es un reflejo de cómo
crítica, en este artículo, es expresión del senti- repercutió en Cuba la extrema polaridad entre
miento que despertó la obra en el lector, y no la las tendencias que caracterizaron el «fin del si-
necesidad de su estudio «académico». glo» a partir de la muerte de Víctor Hugo, cuan-
Si como afirma Emilio de Armas, en Casal el do la novela va ganando el interés de la crítica,
poeta se sobrepone al prosista, también vale de- tanto —y más— como la poesía lo había hecho
cir que el poeta excede al crítico. Su artículo hasta el momento. La pugna entre la literatura
sobre Rubén Darío es uno de los ejemplos don- aceptada por la Academia Francesa (Octavio
de se dan a un tiempo las dotes de poeta, narra- Feuillet, Paul Bourget, Anatole France, Guy de
dor y crítico de Casal, toda vez que se trata de Maupassant) y la literatura sobre «la verdad»
una breve semblanza, novelada y fantasiosa, de (Zola, Flaubert, los Goncourt) estaba en la mé-
las premoniciones que le sugerían al poeta los dula de aquella polaridad extrema percibida por
inicios literarios de Darío, una vez alcanzada ya nuestros críticos, aunque no hicieran referen-
su grandeza. cias expresas a esas discrepancias.
En el artículo sobre Huysmans, con su me- Fue tal el impacto causado en Cuba por la
jor estilo poético, Casal no sólo da impresio- resonancia del naturalismo francés que, aunque
nes, sino también pretende ofrecer explicacio- la literatura romántica continuó siendo motivo
nes de cómo lograba el novelista francés exponer de interés, a partir de entonces, incluso la poe-
su talento. También aquí insiste en su idea acer- sía, comenzó a ser abordada bajo la óptica de la
ca de lo equiparable de la imagen modernista con nueva tendencia y del género que la representa-
el lienzo del pintor, que es además la raíz de su ba: la novela.
sentido plástico de la literatura que, obviamen- La realidad que vivía Cuba entre 1868 y 1898,
te, repercutió en su crítica. desestabilizada por dos cruentas guerras contra
el poder de España, la insuficiente aportación
Crítico, desde luego impresionista y lírico literaria de la metrópoli a la creación nacional, y
en grado sumo [afirma Cintio Vitier], que la novedosa inserción de los movimientos lite-
en estas páginas da el testimonio de su toma rarios franceses en el panorama cultural de los
de conciencia modernista y de su conse- cubanos, acentuaron aún más el desinterés por
cuente ataque frontal a lo académico como las letras españolas, haciendo que nuestros es-
a lo burgués. El proceso por el cual la críti- critores aumentaran su rechazo a los «modelos»
ca, a través de la imagen, se va convirtien- ofrecidos por la península. El hecho de que el
do en estilo (no crítica del estilo sino esti- modernismo fuera una auténtica modalidad li-
lo ella misma), proceso que es el nudo teraria latinoamericana y no una transposición
gordiano de la prosa de Manuel de la Cruz, importada, favoreció también el desarrollo de
culmina en Casal. una crítica independiente y osada.

Para continuar más adelante:


3.4.4. Trabajos de tipo antológico e histórico
Basta, en cambio, repasar cualquier párra- sobre las letras cubanas
fo de Casal, para convencernos de que sus
recursos imaginativos al servicio de la in- Entre 1868 y 1898, la crítica literaria cubana se
tuición crítica, aunque frecuentemente tan hizo más profunda y diversa en relación con sus
exagerados y afectados como los de su funciones dentro del panorama cultural del
amigo [Vitier se refiere a Manuel de la momento. El neoclasicismo ya había quedado

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452 SEGUNDA ÉPOCA

muy atrás, superado por el romanticismo, y los cero a las escritoras cubanas, que sirviera de es-
años que analizamos se caracterizaron por la ri- tímulo a sus inquietudes y las animara a conti-
queza de sus valores como etapa de transición nuar escribiendo para beneficio de la literatura
entre las todavía importantes manifestaciones nacional, motivó a la autora del Álbum poético a
del romanticismo y las expresiones del moder- rendirle homenaje a la más grande figura de la
nismo; años en los que ambos movimientos co- poesía cubana hasta el momento: Gertrudis
existen nutriéndose mutuamente. Las direccio- Gómez de Avellaneda. La edición de 1926 refle-
nes tomadas por la crítica de entonces se jó distintas etapas de nuestro romanticismo,
dirigieron hacia la descripción del neoclasicismo desde sus poetisas más distinguidas como Luisa
y el romanticismo cubanos, seleccionando sus Pérez de Zambrana, Julia Pérez Montes de Oca,
exponentes representativos, además de asistir al Aurelia Castillo, Mercedes Matamoros, Juana
florecimiento de las nuevas concepciones en la Borrero y Nieve Zenes, hasta las voces menos
manera de hacer la literatura, impuestas por el conocidas como las de Mercedes Valdés, Ceci-
modernismo. lia Poras Pita y Clotilde del Carmen Rodríguez,
Durante la etapa de 1868 a 1898 abundaron entre otras. Pero las primeras ediciones no po-
las antologías poéticas,83 como resultado lógico seían una visión totalizadora sobre nuestra poe-
de la ya larga tradición del género en nuestras sía femenina, y como consecuencia, en ellas sólo
letras. Entre las de mayor renombre deben ci- fueron incluidas, como autoras de relieve, Luisa
tarse: Álbum poético fotográfico de escritores y Pérez de Zambrana y La Avellaneda. No obs-
poetisas cubanas,84 Arpas amigas,85 Parnaso cu- tante, al destacar la creación de nuestras escri-
bano,86 Poetas de color, Los poetas de la guerra y toras —abundante, diversa y profundamente
Escritoras cubanas.87 sensible—, la autora del Álbum poético se opo-
En 1868 se publicó por primera vez el Álbum nía a lo que estaba establecido en la sociedad:
poético fotográfico de escritoras y poetisas cuba- que la literatura era un hecho intelectual mas-
nas que si bien no representa la creación más culino, en el que de manera ocasional podía fi-
significativa del momento, posee algunos valo- gurar algún nombre femenino importante.
res que sería necesario destacar, en primer lugar La exitosa acogida del Álbum poético se de-
por el hecho de que hasta esa fecha no se había bió más a lo acertado de una iniciativa nunca
realizado un digno reconocimiento de la crea- antes emprendida, que a los criterios sobre los
ción poética femenina, ya con suficientes voces que se apoyó su concepción. A pesar de utilizar
merecedoras de elogio. El libro se reimprimió los recursos textuales idóneos para expresar las
en 1872, 1903, 1920 y 1926, lo que demuestra la opiniones en este tipo de trabajo (introducción,
favorable acogida alcanzada por esta antología notas, comentarios al texto poético, etc.),
de Domitila García de Coronado, cuya contri- Domitila García no pudo aprovecharlos al máxi-
bución al desarrollo del periodismo era bien mo, debido a la ausencia en ella de una verdade-
conocida por sus colaboraciones en distintas ra aptitud crítica. La suya fue una aproximación
publicaciones y su laboriosa actividad de difu- espontánea e ingenua a la creación femenina y
sión cultural. Su deseo de publicar una antolo- no el resultado de un estudio profundo de la li-
gía femenina llevó a la autora a realizar indaga- teratura cubana.
ciones con las mismas figuras escogidas, las La publicación en 1879 de Arpas amigas pro-
cuales le ofrecieron los datos que después fue- pició el disfrute de obras románticas tratadas con
ron utilizados en el libro. En la Introducción, la una nueva sensibilidad, una expresión menos
autora se mostró partidaria de no emitir juicios impetuosa, aunque todavía estaba latente la ve-
críticos, sin embargo, se mantuvo fiel a un cri- hemencia de etapas anteriores. Se abría, enton-
terio específico: «dignificar a la mujer en gene- ces, una «nueva era» dentro del movimiento ro-
ral y erigir pedestales a las cubanas que yacían mántico, como lo definiera Enrique José Varona
en el olvido. desde las páginas de la Revista de Cuba.88 Los
El interés por ofrecer un reconocimiento sin- poetas allí reunidos constituían los de mayor

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 453

significación o quizás los más populares en ese de dar inicio a nuestra literatura, la cual comen-
momento y eran los hermanos Francisco y An- zaba en el momento en que dejaba de ser el en-
tonio Sellén, Luis Victoriano Betancourt, el pro- tretenimiento de «hombres rudos» y se conver-
pio Varona, Diego Vicente Tejera, Esteban tía «en ocupación casi exclusiva de los que la
Borrero y José Varela Zequeira. A Tejera, profesaban»90 y ese momento lo representaban
Borrero y Varela Zequeira se atribuyó la nueva los poetas neoclásicos.
modalidad surgida, promotora de una expresión Al parecer la intención de López Prieto ha-
«más reflexiva y cercana al realismo». 89 bía sido publicar más tomos de su obra, siguien-
La ausencia de una introducción o de, al me- do el ejemplo de otros parnasos peninsulares de
nos, aclaraciones preliminares, nos hace pensar gran volumen. No obstante, el nuestro sólo
en el poco interés por ofrecer valoraciones acerca pudo arribar a la edición de su primer tomo. La
de la literatura cubana. La aparición del volu- serie de autores antologados es extensa y, con-
men perseguía actualizar al público sobre el que- secuente con sus ideas, López Prieto concedió a
hacer poético del momento y como referencia Manuel de Zequeira el primer lugar como ini-
directa las palabras de Enrique José Varona, que ciador real de la literatura cubana. Sin embargo,
como dijimos, anunció la nueva publicación des- la falta de rigor en la elección lo condujo a in-
de las páginas de la Revista de Cuba, habían re- cluir poetas intrascendentes junto con las figu-
sultado suficientes. La aparición de Arpas ami- ras más relevantes de nuestra poesía —como
gas no obedeció a una actitud crítica explícita, Heredia, Plácido, Milanés y la Avellaneda—, para
sino a la necesidad espontánea de dar a conocer conformar un extenso panorama más que una
algo nuevo que se estaba gestando en nuestra cuidadosa selección.
poesía. El análisis de la literatura cubana llevó al au-
La antología Parnaso cubano, de Antonio tor de Parnaso cubano a tocar una candente pro-
López Prieto, fue el resultado de una acuciosa blemática, no del todo superada en nuestros días,
investigación, sin precedentes hasta la fecha en acerca de qué autores y obras considerar nacio-
las publicaciones de tipo antológico. En el estu- nales, proponiendo toda producción escrita en
dio preliminar, a diferencia de otros trabajos si- Cuba o fuera de ella que respondiera al reflejo
milares a lo largo del siglo, recibió una atención de nuestra nacionalidad, la cual interpretaba
especial la referencia al poema épico Espejo de como «la expresión de todo lo que tiene que ver
paciencia. La información extensa sobre su con- con Cuba». El razonamiento no dejaba de estar
tenido y el de los seis sonetos que lo introdu- formulado de manera simple, amparado en un
cen, sobresalió más que la valoración sobre su acercamiento paternalista, aunque respetuoso;
calidad literaria, pero el hecho de excluirlos del no procedía de una comprensión integral de
conjunto de los poemas reunidos en el volumen, nuestra nacionalidad y su realización literaria.
demuestra que López Prieto consideró, acerta- A pesar de numerosas contradicciones, la inda-
damente, las manifestaciones iniciales de nues- gación en el quehacer literario cubano le permi-
tra literatura como expresiones aisladas y no tió hacer valoraciones aisladas, pero relativamen-
como movimiento estéticamente organizado. te atinadas sobre nuestras letras. Así sucede
Otros poemas de tipo épico corrieron la misma cuando considera la literatura cubana, en distin-
suerte, como la Dolorosa y métrica expresión del tos momentos del trabajo, como parte integrante
sitio y entrega de La Havana, atribuido a la Mar- de la española y como fenómeno plenamente ori-
quesa Jústiz de Santa Ana; y la Relación y diario ginal.
de la prisión y destierro del Ilmo. Sr. Dr. D. Pe- Al margen de sus defectos, no cabe duda de
dro Agustín Morell de Santa Cruz, del presbíte- que la intención de ofrecer una panorámica del
ro Diego Campo. Al igual que Espejo de pacien- desarrollo de la poesía cubana, con una investi-
cia, esos versos fueron reproducidos en la gación preliminar, obedecía a la voluntad de des-
Introducción de Parnaso cubano como demos- tacar seriamente nuestra literatura con sentido
tración de que su calidad no ameritaba el honor historiográfico, lo cual ha contribuido en gran

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454 SEGUNDA ÉPOCA

medida a que el libro sea considerado una de las formativa sobre el pensamiento cubano, reali-
más notables antologías de todo el siglo XIX zada por José Antonio Saco. Dichas fuentes sir-
En 1878 Francisco Calcagno dio a conocer vieron, en ocasiones, de estímulo y al mismo
su obra Poetas de color, una antología en la que tiempo como materiales de consulta, y ellas,
estaban los poetas Plácido, Juan Francisco Man- unidas a su paciente investigación, le permitie-
zano, Agustín Baldomero Rodríguez, Antonio ron conformar una obra que rebasaría los mar-
Medina y Ambrosio Echemendía. El afán de cos de su siglo y se erigiría en uno de los más
destacar a poetas negros constituía un homena- destacados trabajos sobre nuestra literatura.
je al reciente desmoronamiento oficial de la es- Otra colección, esta vez surgida de los impe-
clavitud como institución social. Los objetivos rativos políticos de la etapa, se publicó en 1893:
del libro obedecían, pues, a razones más allá de Los poetas de la guerra. El libro había sido
las puramente literarias, que explican el carácter prologado por José Martí y las notas redactadas
filantrópico de la selección, tras intenciones principalmente por Serafín Sánchez, Gonzalo de
políticas. Además del minucioso acopio de in- Quesada y Fernando Figueredo. Los poetas allí
formación, es notable en el volumen la despro- reunidos fueron, entre otros, el propio Fernan-
porcionada acuciosidad biobibliográfica en re- do Figueredo, Pedro Figueredo, Antonio Hur-
lación con el espacio concedido a los poemas y tado del Valle, Miguel Gerónimo Gutiérrez, José
al análisis, teniendo en cuenta la decreciente Joaquín Palma, Luis Victoriano Betancourt y
magnitud de las figuras presentadas, las cuales, Ramón Roa. La recopilación de los poemas es-
a excepción de Plácido y de Manzano, carecían cogidos se debió a la necesidad de rememorar y
de los valores necesarios para figurar en una an- perpetuar la poesía escrita durante la primera
tología. Supeditado al biografismo crítico, guerra por la independencia, y sobre todo, ex-
Calcagno estableció siempre una relación entre hortar a la que el propio Martí venía preparan-
la condición social del poeta y su calidad litera- do. Era ésta una poesía de una alta sensibilidad
ria que, en el caso de Plácido, justificó su des- patriótica, aunque no el paradigma de una de-
medida extensión porque lo consideraba, entre purada expresión literaria, y servía de recuento
los poetas escogidos, el de mayor trascendencia acerca del motivo patriótico que caracterizó a
nacional e internacional. una parte de la poesía romántica cubana. Sin
No es posible referirse a la investigación de excluir la realidad de que no fueron obras des-
tipo histórico en relación con las letras, en la provistas de una auténtica voluntad creadora, la
etapa de 1868 a 1898, sin aludir al inapreciable razón que dio impulso a la publicación de una
Diccionario biográfico cubano, de Francisco antología como la de Los poetas de la guerra fue
Calcagno (New York-La Habana, 1878-1886). la de mantener vivo en el pueblo cubano el de-
Aunque su autor puso empeño en aclarar el va- seo justo de luchar contra el opresor español.
lor esencialmente didáctico de su obra, iniciada También en 1893 se publicó la colección de
en 1859, sus propósitos de demostrar la exis- Manuela de Herrera Escritoras cubanas. Allí se
tencia de una cultura cubana, artística, literaria, repitieron los nombres de las poetisas agrupa-
científica y política, tan rica como la de cual- das en 1868 por Domitila García de Coronado
quier nación civilizada de Europa, excedieron, en su Álbum poético, como Juana Borrero,
empero, los valores de una obra didáctica y la Aurelia Castillo, Mercedes Matamoros, Julia
convirtieron en un trabajo erudito. Sus esfuer- Pérez Montes de Oca, Luisa Pérez de Zambrana
zos se apoyaban en estudios anteriores como el y Nieves Xenes. Desde el punto de vista de la
Diccionario provincial de voces cubanas (1836) colección poética, Escritoras cubanas tuvo mu-
de Esteban Pichardo, el Diccionario geográfico, cha menos resonancia que Álbum poético, por
estadístico, histórico de la Isla de Cuba (1863- lo menos así nos lo hace suponer la notable omi-
1866), de Jacobo de la Pezuela, los trabajos pe- sión hecha por la historiografía tradicional so-
dagógicos e históricos de los hermanos Anto- bre su publicación. Desde el punto de vista crí-
nio y Eusebio Guiteras y la ingente labor tico carece de posibilidades textuales para

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 455

expresar las opiniones del autor. No tiene nin- publicados por nuestra prensa. Las opiniones
gún tipo de introducción, no posee notas a pie expresadas por el antólogo en su «Introducción»
de página y sólo ofrece una insustancial ficha dan fe del carácter histórico literario persegui-
biográfica que poco o nada contribuye al escla- do, independientemente de que recogiera o no
recimiento de los valores o la jerarquía concedi- los exponentes más representativos. Allí figu-
da por la autora a las figuras presentadas. Sin raron los trabajos del propio Bachiller, junto con
embargo, se aprecia un mayor rigor en la selec- los de Zequeira, Manuel Costales, Francisco de
ción de las obras y las poetisas escogidas, y una Paula Gelabert, José Quintín Suzarte y José
mayor homogeneidad en la conformación del Victoriano Betancourt, entre otros. Resultan de
volumen, caracterizado por una mesura de la que notable interés las opiniones expresadas por el
sólo puede excluirse, por razones obvias de po- autor de Tipos y costumbres, identificado con la
sición en la historia del romanticismo cubano, a idea de la independencia del articulismo de cos-
la Avellaneda, a la que también se le rinde ho- tumbres como género. Para Bachiller, a la lite-
menaje al exponer gran parte de su creación en ratura en general, y particularmente al articu-
verso, incluyendo la dramática. Si en algo se dis- lismo de costumbres, correspondía reflejar la
tingue la antología de Manuela de Herrera de la historia de los pueblos con más veracidad, qui-
de Domitila García de Coronado, es en que supo zás, que las ciencias humanísticas (la historia, la
apreciar los cambios que lentamente se opera- filosofía). Al igual que la novela histórica y de
ban en la poesía y, tal vez sin proponérselo, avi- costumbres, el periodismo se había propuesto
zoró rasgos que caracterizarían la poesía «retratar» la sociedad. El articulismo, hijo pró-
posromántica. digo de la novela y el periodismo, también ha-
Aunque desde la primera mitad del siglo se bía desempeñado su cometido en ese sentido.
cultivaba la narrativa y ya se habían destacado El análisis detenido llevaba a Bachiller a reco-
autores como la Avellaneda, Villaverde y Palma, nocer las relaciones entre el órgano generador y
entre otros, no se manifestó, a las alturas del difusor, la prensa, y la narrativa que tantos ele-
último tercio del siglo XIX, la necesidad frecuente mentos había aportado a su génesis, sin atribuirle
de realizar antologías sobre la prosa narrativa. un papel mimético o de subordinación. Para
Ello no significaba desinterés por adentrarse en Bachiller, los trabajos de Zequeira constituían
el estudio del género, sino que éste no había cris- el punto de partida, pero sólo desde 1830 hasta
talizado suficientemente, o nuestros estudiosos 1837 el desarrollo del género había cobrado ver-
no habían reparado en las posibilidades de pro- dadero auge y sus más dignos representantes
mover obras de tipo antológico, en las que pu- habían sido José María de Cárdenas y José
diera llegarse a caracterizaciones, siquiera par- Victoriano Betancourt. No obstante, aún podía
ciales, acerca del desarrollo del género. Esas esperarse mucho más, pues todavía el género
posibilidades se hallaron con más eficacia en el estaba demasiado pendiente de la producción
articulismo de costumbres. La tradición cubana realizada en España. Con el paso del tiempo, el
de su producción se remontaba a los primeros articulismo de costumbres había evolucionado,
años del siglo con las colaboraciones de Manuel abriéndose a la experimentación formal y sien-
de Zequeira desde el Papel periódico de La do cada vez más osado en la crítica de los vicios
Havana y el Criticón de La Havana. El género y males sociales. La antología se propuso ofre-
ya había dado otras antologías de indiscutibles cer una muestra de cómo la literatura debía con-
valores históricos y literarios como Los cubanos jugar la forma con la esencia para obtener una
pintados por sí mismos (1854) de Blas San Millán, «crítica estética», como afirmara Bachiller y Mo-
ilustrado por Patricio de Landaluze. rales en la introducción.
En 1881 apareció Tipos y costumbres de la isla Los trabajos de tipo histórico no sólo presi-
de Cuba, ilustrada también por Landaluze, en la dieron las compilaciones de la época, sino que
cual se proponía un recuento del desarrollo de también aparecieron en las publicaciones perió-
los artículos y cuadros de costumbres cubanos dicas. Ninguno de ellos fueron tan merecedores

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456 SEGUNDA ÉPOCA

de las atenciones recibidas como el Estudio so- sentación de las ideas. Nunca careció de valora-
bre el movimiento científico y literario de Cuba, ciones —no siempre justas— que en apretada
publicado en 1890 por Aurelio Mitjans, que síntesis lograran aproximarse a la figura, y no le
constituye el más notable y ambicioso de los faltaron criterios esquemáticos. Sin embargo, su
trabajos del siglo pasado sobre nuestra historia mérito radicó en concebir la historia literaria
literaria, y la «Reseña histórica del movimiento como un desarrollo progresivo, donde cada fi-
literario en la isla de Cuba», publicado por Ma- gura alcanzaba un lugar, donde se establecían
nuel de la Cruz en la Revista Cubana, en 1891, jerarquías y dependencias.
también de notables aportes a los estudios so- Aunque la Reseña histórica de Manuel de la
bre la literatura cubana en el siglo XIX. Cruz se proponía una valoración de carácter dia-
El trabajo de Aurelio Mitjans, fue, en opinión crónico, en realidad consiguió más calibrar la
de Carlos Manuel Trelles, lo mejor publicado altura de los escritores incluidos que obtener una
antes, durante y después de la etapa entre 1868 periodización de nuestro proceso literario. Su
y 1898, 91 a pesar de quedar incompleto tras la copiosa información fue ordenada por géneros
inesperada muerte del autor. Mitjans situó en la y de acuerdo con otras materias científicas den-
cumbre de nuestra literatura al poeta José María tro de las disciplinas humanísticas, de tal suerte
Heredia, seguido de Plácido, quien para él hu- que, además de la poesía, la novela y la crítica,
biera sido un poeta mejor, de haber tenido otro se incluyeron la filosofía, la historia y la orato-
destino. Sin embargo, consideraba menos rele- ria. El teatro, escasamente estudiado por De la
vante la obra de Milanés, en tanto que a Zenea Cruz, fue considerado por él dentro de los lími-
lo ubicaba como el primero entre los poetas tes de la poesía y sólo en los casos de la
elegíacos. Avellaneda, Luaces, José María de Cárdenas y
Las opiniones con respecto a la obra de la Aniceto Valdivia. Algunas de las ausencias ad-
Avellaneda necesitan de una mención menos vertidas en el texto principal fueron rectificadas
apresurada. Al referirse a su creación dramática, por De la Cruz en un trabajo posterior que in-
Mitjans la excluyó de nuestro movimiento lite- corporó en forma de apéndice, de manera que
rario, por la ausencia de asuntos cubanos. No allí dejó sentado que el teatro bufo carecía de
obstante, tal determinación no le impidió intro- verdadera representatividad como manifestación
ducir una larga digresión en el desarrollo de su literaria genuina.
trabajo, para dar cuenta de la actividad dramáti- La mejor caracterización de los contenidos
ca de la Avellaneda, porque eran las mejores de la Reseña histórica nos la ofrece el propio De
obras salidas de pluma cubana. De manera in- la Cruz en el citado Apéndice:
consciente, Mitjans no renunciaba a ese tipo de
análisis porque tal dicotomía en la obra de la Esta Reseña que ha tenido por redactores y
autora es, en realidad, imposible. Mitjans demos- fuentes de información a la mayoría de los
tró, aunque de manera involuntaria, ser conse- escritores que en ella figuran, en especial
cuente con su voluntad de aproximación mi- los críticos y señaladamente a Mitjans, au-
nuciosa sobre la literatura, y tomó partido tor de una historia intelectual de la isla de
positivamente en torno al dilema de considerar Cuba, desgraciadamente incompleta, y a
cubana o no la totalidad de la obra de la Sanguily, autor de un estudio muy docto y
Avellaneda. minucioso sobre los oradores cubanos, es
A juzgar por el ordenamiento de los conteni- trabajo de compilación y selección. A nues-
dos, Mitjans pretendió seguir más de un crite- tros críticos más distinguidos hemos to-
rio en su extenso trabajo, encaminándolo a la mado al pie de la letra multitud de juicios,
exposición histórica, genérica y temática. En un en algunos casos ampliándolos, modificán-
primer momento se mostró apresurado en el dolos en otros. El autor de este trabajo no
análisis, pero en la medida en que avanza el es- ha hecho más que esbozar un plan distinto
tudio se aprecia mayor comedimiento en la pre- sugerido por semejanzas o tradiciones más

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 457

o menos permanentes y fecundas, intentar ciones, de manera que necesitó el auxilio de al-
una clasificación metódica donde ha creí- gunos intelectuales cubanos, que de cierto modo
do hallar elementos para ello, trazar líneas vinieron a suplir esa falta de materiales de obli-
generales, hacer resaltar peculiaridades y gada consulta. Junto con una relación de poetas
relaciones de raza, medio e historia. Así y propuesta por los intelectuales cubanos,
todo, no da esta Reseña —expresamente Menéndez y Pelayo recibió una «Noticia preli-
escrita para la introducción de la sección minar» sobre las primeras manifestaciones lite-
Cuba de esta monumental antología ame- rarias en Cuba, redactada por Ricardo del Mon-
ricana— más alcance que el de un ensayo, te, que el antólogo incorporó a su propio texto
ya en los que puede reclamar como fruto de manera íntegra.
del propio esfuerzo, ya en las adaptaciones Como se sabe, Menéndez y Pelayo no sim-
de estudios y opiniones de otros autores patizaba con la independencia alcanzada por los
que ha utilizado para la composición ge- pueblos latinoamericanos. Por otra parte, sus
neral y para los juicios de pormenor. ideas en relación con la literatura hispanoame-
ricana eran reflejo de la superioridad racial e in-
Por la magnitud continental de los objetivos telectual de la que, como europeo, se sentía do-
propuestos y por la repercusión en nuestro acon- tado, frente a un supuesto desarrollo literario
tecer cultural, debemos referirnos a la Antolo- inferior al suyo, al que estaba obligado a aproxi-
gía de poetas hispanoamericanos (1893-1894), del marse por encargo de la Academia Española. Es
crítico e investigador español Marcelino lógico, entonces, que el análisis específico so-
Menéndez y Pelayo. Allí aparecieron nuestros bre nuestra poesía careciera de la profundidad
poetas Manuel de Zequeira, Manuel Justo de necesaria para elegir con certeza sus mejores
Rubalcava, José María Heredia, Rafael María de representantes y desconociera, además, la poe-
Mendive, Gabriel de la Concepción Valdés (Plá- sía patriótica del romanticismo cubano.
cido), Gertrudis Gómez de Avellaneda, Joaquín La Antología de poetas hispanoamericanos tie-
Lorenzo Luaces, Juan Clemente Zenea, Ramón ne el mérito de haber sido la primera en ofrecer
Vélez y Herrera, Miguel Teurbe Tolón, Ramón la divesidad de expresiones poéticas en lengua
de Palma y José Fornaris. española de nuestro continente, y demostró,
El crítico español no contaba ni con toda la involuntariamente o como paradoja, la autenti-
bibliografía activa, ni con otras fuentes de in- cidad de la poesía hispanoamericana frente a la
formación confiables que le permitieran em- peninsular.
prender con seriedad una obra de tales propor-

NOTAS
(CAPÍTULO 3.4)

1
Cintio Vitier: «La crítica literaria y estética en el si- 4
José Martí: «El poeta anónimo de Polonia. Enrique
glo XIX cubano», en su Crítica cubana. Editorial Le- José Varona», en sus Obras completas. Editorial
tras Cubanas, 1971, p. 80. Nacional de Cuba, La Habana, 1863, tomo V, p. 117.
2
Ob. cit.
5
Carlos Rafael Rodríguez: «Varona. Balance de un
centenario», en Letras. Cultura en Cuba 6. Ob. cit.
3
Pedro Pablo Rodríguez: «La ideología económica (1989), p. 128.
de Enrique José Varona», en Letras. Cultura en Cuba
6. Prefacio y compilación de Ana Cairo. Editorial
6
Ob. cit., p. 90.
Pueblo y Educación, La Habana, 1989, p. 75. 7
Enrique José Varona: «Los Mnecmos de Plauto y

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458 SEGUNDA ÉPOCA

sus imitaciones modernas», en su Estudios literarios 32


Ob. cit., p. 67.
y filosóficos. Librería Imprenta y Papelería La Nue-
va Principal, Habana, 1883, pp. 49-67.
33
Ob. cit., p. 70.
8
Ob. cit., p. 58.
34
Obras, t. 7, libro 1, p. 32.
9
Ob. cit., p. 55.
35
Manuel Sanguily: «La vida de una mujer escandalo-
sa», en Juicios literarios. Obras. Molina y Cía. Im-
10
Ob. cit., p. 40. presores, La Habana, 1930, volumen 7, p. 287.
11
Ob. cit., p. 27. 36
Rafael Cepeda: ob. cit. (1988), p. 11.
12
Ob. cit., p. 211. 37
Ob. cit., p. 4.
13
Ob. cit., p. 218. 38
Carlos Rincón: «Sobre crítica e historia de la litera-
tura hoy en Latinoamérica», en Casa de las Améri-
14
Ob. cit., p. 38. cas. La Habana, (80): 133-147, septiembre-octubre,
15
Ob. cit., p. 80. 1973.
16
Carlos Rafael Rodríguez: ob. cit. (1989), p. 128. 39
La ciencia literaria entendida como «investigación
metódica» data de 1842 cuando surge el término
17
Cintio Vitier: ob. cit (1971), p. 86. Literaturwissenschaft opuesto al de Sprachen-
18
Ob. cit., p. 28. wissenschaft o ciencia del lenguaje, aunque en el fon-
do no fue sino la aplicación de la segunda a los estu-
19
Enrique Piñeyro: «Discursos», en Discursos leídos dios literarios. (G. de Torre: «¿La crítica como
al terminar los exámenes del Colegio del Salvador en ciencia literaria?», en Teoría de la crítica y el ensayo
la noche del 18 de diciembre de 1864. Imp. del Tiem- en Hispanoamérica. Editorial Academia, La Haba-
po, Habana, 1864, p. 10. na, 1990, p. 3.)
20
Ob. cit., p. 118. 40
Similares ideas se encuentran en otros de sus traba-
21
Cintio Vitier: ob. cit. (1971), p. 84. jos como el dedicado a Antonio Bachiller y Morales
incluido en el tomo de sus obras.
22
Enrique Piñeyro: Poetas famosos del siglo XIX. Sus
vidas y sus obras. Librería Gutenberg, Madrid, 1883,
41
José Antonio Portuondo: Bosquejo histórico de las
p. 108. letras cubanas. Editorial Nacional de Cuba, Haba-
na, 1962, p. 36.
23
Ob. cit. (1883), p. 279.
42
También el artículo «El realismo en el arte dramáti-
24
Enrique Piñeyro: «Correspondencia literaria», en su co» había sido publicado en la Revista Europea de
Notas críticas. Recopilación y prólogo por Antonio Madrid, en 1875, con el título «Ventajas e inconve-
Iraizoz. Publicaciones del Ministerio de Educación, nientes del realismo en el arte dramático y con par-
La Habana, 1947, p. 42. ticularidad en el teatro contemporáneo», sintetiza-
25
Enrique Piñeyro: ob. cit. (1883), p. 344. do por Antonio González Carquejo para la edición
de las Obras de Montoro y en el «Elogio fúnebre de
26
Ob. cit., p. 359. Cortina», del mismo volumen.
27
Enrique José Varona: «Bibliografía. Estudios y con- 43
Ana Cairo: «Introducción» a Sobre literatura cuba-
ferencias de historia y literatura, por Enrique na. Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Haba-
Piñeyro», en Revista de Cuba. Habana, tomo 8, di- na, 1979, p. 13.
ciembre de 1880, p. 562.
44
Cintio Vitier: «Manuel de la Cruz como caso
28
Cintio Vitier: ob. cit. (1971), p. 81. estilístico», en Revista de la Biblioteca Nacional José
29
Enrique Piñeyro: «Entre mis libros», en su Notas Martí. La Habana, (2): 27, abril-junio, 1958.
críticas (ob. cit.), p. 22. 45
Cintio Vitier: «Prólogo» a La crítica literaria y esté-
30
Cintio Vitier: ob. cit. (1971), p. 108. tica en el siglo XIX cubano. Biblioteca Nacional, De-
partamento Colección Cubana, La Habana, 1968-
31
Manuel Sanguily: «Toda crítica es científica, o no es 1974, tomo III, p. 28.
crítica», en La múltiple voz de Manuel Sanguily. Se-
lección e introducción de Manuel Cepeda. Editorial 46
Salvador Bueno: La crítica literaria cubana del siglo
de Ciencias Sociales, La Habana, 1988, p. 66. XIX. Editorial Letras Cubanas, Ciudad de La Haba-

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 459

na, 1979, p. 101. 63


A. Valdivia: «Julián del Casal: el hombre y el poe-
ta», en El Fígaro, La Habana, número 42, 1897, p.
47
Como también se sabe, Merchán había realizado es- 521.
tudios en el Seminario de Santiago de Cuba, pero
decidió no continuar las disciplinas eclesiásticas. 64
Manuel Sanguily: «Sobre Conde Kostia y su confe-
rencia», en Brega de libertad. Ministerio de Educa-
48
Dos años después, el mismo artículo de Merchán ción, Dirección de Cultura, La Habana, 1950, p. 293.
había sido motivo de una fuerte polémica con Juan
Clemente Zenea, desde las páginas de La Revolu- 65
J. Randall: «El conflicto de los ideales sociales hasta
ción. Al parecer, Zenea había insistido en el «uso 1848», en La formación del pensamiento moderno.
políticamente intencionado del término laboremus». Editorial Nova, Buenos Aires, 1952, capítulo XVII,
Esta polémica ha sido señalada por Cintio Vitier p. 449.
como la causa de que Zenea se retirara del equipo
de redacción del periódico al entrar en él Merchán.
66
Entre los críticos cubanos que se refirieron más o
(En Diccionario de la literatura cubana. Ejemplar menos explícitamente acerca de Macauley, podemos
mimeografiado que pertenece al Departamento de citar a Aurelio Mitjans, Rafael María Merchán, Ri-
Literatura del Instituto de Literatura y Lingüística, cardo del Monte, Emilio Bobadilla y Rafael
t. M, 1969.) Montoro.
49
S. Bueno: ob. cit., p. 101.
67
I. A. Schulman: El modernismo en Hispanoaméri-
ca. s.l., 1969, p.44.
50
Salvador Bueno: «Algunos apuntes sobre Justo de
Lara con motivo de su centenario», en Revista Uni-
68
En realidad se trata de una carta de Benito Pérez
versidad de La Habana, noviembre-diciembre, 1966, Galdós, como respuesta a la cortesía de Villaverde
p. 58, de enviarle un ejemplar de Cecilia Valdés. Nuestra
aseveración procede de la carta que, con fecha 26 de
51
Cintio Vitier: «Prólogo» (ob. cit., 1968-1974). junio de 1883, apareció publicada en Bohemia en un
trabajo del investigador cubano Roberto Friol, en
52
Salvador Bueno: ob. cit. (1966), p. 61. 1981.
53
Salvador Bueno: Contorno del modernismo en Cuba. 69
Martín Morúa Delgado: Impresiones literarias y otras
Habana, 1980. páginas. Imp. Nosotros, La Habana, 1957, pp. 116-
54
Cintio Vitier: «Prólogo» (ob. cit. 1968-1974). 131.
55
Salvador Bueno: ob. cit. (1979), p. 143. 70
Diego Vicente Tejera: Un poco de prosa (crítica, bio-
grafía, cuentos, etc.). Imprenta «El Fígaro», Haba-
56
Emilio Bobadilla: «Varona». Baturrillo. Estudio ti- na, 1895, pp. 153-157.
pográfico «Sucesores de Rivadeneyra», Madrid,
1895, p. 44. 71
Ob. cit., pp. 59-64.
57
Como se dedicó a demostrar el Dr. Elías Entralgo
72
Una de las fuentes teóricas y críticas de las que se
en su trabajo La cubanía de Fray Candil. Imprenta nutrió Tejera —de las menos influyentes entre nues-
«El Siglo XX», La Habana, 1957. tros críticos decimonónicos— fue la del novelista y
crítico francés Francisco Sarcey (1827-1899), quien
58
Salvador Bueno: «Rehabilitación de Fray Candil», se destacó como crítico severo, de implacable rigor
en Boletín informativo de la Comisión Cubana de la e infalible juicio. Tejera también conoció la obra del
UNESCO. La Habana, (3): 27, diciembre, 1962. poeta y filósofo francés Sully Proudhomme (René
59
Max Henríquez Ureña: Panorama histórico de la li- François Armand, 1839-1907), primero en recibir
teratura cubana. Edición Revolucionaria, La Haba- el Premio Nobel de Literatura, en 1901, por supues-
na, 1967, tomo II, p. 136. to, mucho antes de ser galardonado.
60
J. Navarro Riera: «Aniceto Valdivia (el Conde
73
Diego Vicente Tejera: ob. cit., pp. 9-12.
Kostia); un maestro de las letras cubanas»; en El 74
Ob. cit., pp. 35-42.
Fígaro. La Habana, (2), 1927. 75
Ramón Meza: «La obra de Aurelio Mitjans; examen
61
A. Valdivia: «Prólogo» a Entre brumas. Tipografía y anotaciones», en Estudio sobre el movimiento cien-
de El Avisador Comercial, Habana, 1899, p. VII. tífico y literario de Cuba. Consejo Nacional de Cul-
tura, La Habana, 1963, p. 2.
62
Enrique José Varona: «A propósito de “Melanco-
lía”», en El Fígaro. La Habana, (29): 362, 1904. 76
Nicolás Heredia: Puntos de vista. Imprenta de

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460 SEGUNDA ÉPOCA

Álvarez y Compañía, Habana, 1892, pp. 152-154. Borrero Echeverría, Diego Vicente Tejera, Luis
Victoriano Betancourt y José Valera Zequeira (Ob.
77
Ob. cit., p. 170. Miguel de Villa, Habana, 1879).
78
Ob. cit., p. 45. 86
Parnaso cubano. Colección de poesías selectas de au-
79
Cintio Vitier: «Prólogo» en La crítica literaria y es- tores cubanos desde Zequeira a nuestros días, prece-
tilística en el siglo XIX cubano. Biblioteca Nacional dida de una introducción histórico-crítica sobre el de-
«José Martí», Departamento Colección Cubana, sarrollo de la poesía en Cuba, con biografías y notas
1974, tomo III, p. 17. críticas y literarias de reputados literatos (Antonio
López Prieto: Ob. Manuel de Villa, Habana, 1881).
80
Julián del Casal: Bustos y rimas. Imprenta La Mo-
derna, Habana, 1893, pp. 95-96. 87
Escritoras cubanas, composiciones escogidas de las más
81
Ob. cit., p. 63. notables escritoras de la isla de Cuba. Editada para
su presentación en la Exposición Universal de
82
Cintio Vitier: ob. cit., pp. 18-19. Chicago en conmemoración del IV Centenario del
83
Los títulos de algunas de esas colecciones, por su Descubrimiento de América.
considerable extensión, han sido reducidos en el 88
Max Henríquez Ureña: Panorama histórico de la li-
texto principal, en aras de hacer más ágil su lectura. teratura cubana. Edición Revolucionaria, La Haba-
En el orden en que sean citados ofreceremos dichos na, 1967, p. 183.
títulos tal como realmente son.
89
Juan José Remos: Historia de la literatura cubana.
84
Domitila García Coronado: Álbum poético de los es- Cárdenas, La Habana, 1945, tomo II, p. 462.
critores cubanos por la Srta. Domitila García Coro-
nado, dedicado a la Sra. G. G. de Avellaneda (Im- 90
Antonio López Prieto: «Introducción», a Parnaso
prenta de «El Fígaro», Habana, 1926). Fue reeditado cubano (ob. cit., p. XLV).
en 1872, 1903, 1920 y 1926. 91
Carlos Manuel Trelles: Los ciento cincuenta libros
85
Arpas amigas, colección de poesías originales de los más notables que los cubanos han escrito. Imp. El Si-
Sres. Francisco Sellén, Enrique José Varona, Esteban glo XIX, La Habana, 1914, p. 30.

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3.5 EL TEATRO

3.5.1 Panorama teatral. El teatro mambí. de Independencia se evidenció una verdadera


Algunos autores. Los bufos. Crítica teatral crisis, demostrada a través de la disminución sig-
nificativa de funciones, compañías y público es-
Los años que transcurren entre 1868 y 1898 fue- pectador.
ron para nuestro teatro, en consonancia con los Como apoyo a la actividad teatral durante
sucesos históricos del momento, una etapa com- estos años existió una crítica que se caracterizó
pleja donde, oponiéndose a los intereses de la por reflejar los pormenores relacionados con el
Metrópoli, el sentido de lo cubano ganó tam- acontecer del género en su totalidad; no sólo se
bién terreno en nuestra escena. ofreció la información detallada de cada puesta
Desde el punto de vista arquitectónico, se en escena o datos minuciosos acerca de la cons-
observa un incremento de nuevos teatros: en La trucción o remozamiento de teatros, sino que,
Habana se inauguró el Payret (1877) —que des- además —lo cual es más importante—, se re-
pués del Pacto del Zanjón intentó cambiar su flexionaba seria o jocosamente sobre el suceso
nombre por el de La Paz—, seguido por otros teatral, y se hacía énfasis en los aspectos que,
de menor magnitud como el Torrecillas (1877), según quien escribiera, constituían los princi-
Jané (1881), La Risa (1884), Irijoa (1884) —lue- pales problemas o necesidades para el estableci-
go Teatro Martí—, y Trotcha (1886), entre otros. miento de un teatro nacional en corresponden-
En el interior de la Isla es notoria la edificación cia con el desarrollo del género a nivel mundial.
de La Caridad (1885) donado por Marta Abreu Durante esta treintena de años desempeñaron
a la ciudad de Santa Clara, y el lujoso Terry su actividad como críticos teatrales de una ma-
(1890) de Cienfuegos. Todos ellos, junto a otros nera estable personalidades como José de Ar-
que fueron remozados y algunos locales de va- mas, Justo de Lara (1866-1919), Aniceto
riada función, dieron cabida a una actividad Valdivia, Conde Kostia (1857-1927), Emilio
escénica que incluyó la presencia de compañías Bobadilla, Fray Candil (1862-1921), Julián del
dramáticas, líricas o de variedades, y la existen- Casal, Hernani (1863-1893) y Rafael Pérez Ca-
cia de actores y actrices de renombre como la bello, Zerep, entre otros; en tanto se dedicaron
famosa Luisa Martínez Casado (1860-1926). Tal a esta labor de manera ocasional, por ejemplo,
actividad, aunque generalmente fue bastante es- José Fornaris (1827-1890), Ramón Meza (1861-
table, se vio afectada durante los años de gue- 1911), Aurelio Mitjans (1863-1889) y Enrique
rra: si bien en el lapso de la Guerra de los Diez José Varona (1849-1933). Sin embargo, la figu-
Años no se hizo tan notorio el cambio, pues la ra descollante como teórico del teatro en gene-
Metrópoli trató de mantener el movimiento tea- ral es sin duda José Martí (1853-1895), quien
tral sobre todo en La Habana para dar la sensa- por su importancia para las letras y el pensamien-
ción de normalidad en el país, durante la Guerra to hispanoamericanos del siglo XIX tendrá un

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capítulo aparte. Los críticos, cada cual con su esta forma de hacer teatro. Fue también muy
estilo propio —pues los hubo desde el ampulo- importante dentro de la línea bufa el aspecto
so Conde Kostia o el despiadado Fray Candil musical, sobre todo el uso de la guaracha, a tra-
hasta los más objetivos Zerep y Justo de Lara— vés de cuya letra e improvisaciones se contribu-
intentaron juzgar la situación teatral del momen- yó a exaltar la crítica social o política, y a mati-
to en trabajos ensayísticos a veces y otras como zar de picardía lo expresado en los parlamentos
crónicas o artículos, pero en los que resalta siem- de las obras; y la rumba, conciliadora de todos
pre una intención literaria. Aunque la prensa, los conflictos, que unía al final de la pieza a to-
por sus características intrínsecas, constituyó el dos los personajes en una amalgama donde la
medio idóneo para esta labor, se utilizaron tam- diferenciación social o racial casi siempre deja-
bién para dar cauce a los intereses de la crítica ba de existir.
teatral los prólogos a ediciones de obras dramá- Con el comienzo de los bufos en 1868 se ori-
ticas, e incluso algunas conferencias y trabajos ginó una explosión dramática; sin embargo, muy
publicados por separado. pocas obras del género han llegado a nuestros
El elemento verdaderamente caracterizador días. Esto es así porque de la gran cantidad de
de esta etapa fue el desarrollo de dos vertientes obras escritas sólo un número ínfimo pasó por
dramáticas que, en total concordancia con la lu- el proceso editorial: el teatro bufo se creó, so-
cha emancipadora vigente en el país, definieron bre todo, con la intención de ser representado,
al teatro cubano como un movimiento a favor y su éxito mayor, al parecer, radicó no en el vir-
de la identidad nacional y la independencia en la tuosismo de los escritores (que muchas veces
escena: el teatro bufo y el teatro mambí. reducían sus obras a esquemas y situaciones har-
Los autores del género bufo tomaron como to repetidas), sino en la calidad de los intérpre-
modelo inicial tanto a los bufos madrileños crea- tes. No obstante, en los textos que se conser-
dos por Francisco Alderíus en 1866, como a los van pueden distinguirse, como afirma Rine Leal,1
minstrels norteamericanos que el público tuvo cuatro modalidades: el bufo campesino, el sai-
la oportunidad de disfrutar entre 1860 y 1865; nete de costumbres, la parodia y el catedra-
siguieron bien de cerca, además, la línea desa- ticismo. Mediante la primera, obras como las de
rrollada por Covarrubias, Creto Gangá, Millán, Juan José Guerrero —escritas en la etapa ante-
Zafra, Guerrero y otros —sus más directos an- rior— alcanzaron su máxima realización: fue-
tecesores en Cuba— y con todo ello conforma- ron divulgadas a través de numerosas represen-
ron una línea teatral que desde sus inicios se taciones, y con ello mostraron esa visión del
opuso al gusto y estilo españolizantes; este gru- campesino, un poco ridiculizado y sometido al
po de escritores, en esencia, pertenecía a la gen- choteo y la burla, pero reflejo, en definitiva, de
te de pueblo, y se desempeñaron como actores, un fragmento de la nacionalidad cubana. El sai-
bailarines, cantantes, escenógrafos, directores; nete de costumbres desarrolló una línea muy vin-
el teatro fue su medio de vida y como tal lo asu- culada a la producción de los años anteriores al
mieron, al mostrar en él ese mundo social hu- 68: convertir al teatro en «espejo» de la realidad
milde que tanto rechazó la «buena sociedad», o circundante, aunque la mayor parte de las veces
satirizar y criticar el mundo aristocrático de la esta intención se tradujo en la exposición de ele-
clase dominante. mentos superficiales que, aunque no exentos de
El ambiente de esas obras fue propicio para crítica al gobierno o al status social, tampoco se
el despliegue de un conjunto de personajes que comprometían de manera seria y abierta; sin
reflejaron, en mayor o menor medida, toda la embargo, el solo hecho de llevar a escena los
gama de la sociedad de aquellos años; entre ellos ambientes y usos del país y de criticar algunas
resulta muy significativa la presencia del negri- costumbres de las clases dominantes, sirvió de
to, la mulata y el gallego, los cuales fueron ha- acicate al público que identificó tales caracte-
ciéndose una tradición que los convirtió en ver- rísticas con el ardor de independencia palpable
daderos tipos vernáculos, caracterizadores de ya en el pueblo cubano. Es por esta causa que

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una obra como Perro huevero aunque le quemen de vida; pero por otra parte —en nuestra consi-
el hocico (1868) de Juan Francisco Valerio deración una perspectiva más acertada— no es
(1829?-1878), a pesar de no tener en su texto difícil advertir que al pretender imitar el mundo
ningún elemento que apoye explícitamente la de la clase hegemónica en el poder, los negros
lucha de los cubanos contra el poder español, catedráticos ofrecen con excelente humor una
fue asociada al sentir nacionalista y provocó el crítica hiriente y mordaz.
conocido enfrentamiento durante su represen- En definitiva, y sea cual fuera la modalidad
tación en el teatro Villanueva. Este suceso his- escogida por los autores para desarrollar la línea
tórico cercenó la temporada con una verdadera bufa, lo cierto es que, en conjunto, es ésta la
matanza, y mostró cómo el teatro se hacía tam- expresión cubana teatral cuyas obras por primera
bién escenario de las confrontaciones políticas vez se hicieron rentables, y subieron a los esce-
que llevaban a la guerra entre colonia y metró- narios para triunfar frente a la ópera, el drama y
poli. 2 la zarzuela españolizantes. Este motivo contri-
Considerada la línea más débil dentro del buyó a que se recrudeciera la represión guber-
quehacer bufo,3 la parodia, sin embargo, no dejó namental, y tras los sucesos de Villanueva el gé-
de ocupar un meritorio lugar en el gusto del nero bufo es casi totalmente suprimido. En su
público, que disfrutaba con aquellos espectácu- lugar, pretendió imponerse de nuevo el gusto
los en los cuales importantes dramas de la épo- por los espectáculos foráneos, y se hizo eviden-
ca eran modificados y ofrecidos en versiones te la profusión de un repertorio políticamente
jocosas que los ridiculizaban. reaccionario y anticubano, llevado a escena tan-
Mención aparte merece la línea catedrática, to en el varias veces remozado Teatro Tacón,
la más novedosa y cultivada durante los prime- como en el recién inagurado Payret o el Albisu,
ros meses de desarrollo del bufo. Su creación la comenzado a fabricar en 1868, pero definido
debemos a Francisco «Pancho» Fernández como teatro especializado en zarzuelas españo-
Vilarós (¿-?), quien el 31 de mayo de 1868 con las hacia 1870.
el debut de la compañía de Bufos Habaneros, Después del Pacto del Zanjón, se observa una
llevó a la escena del teatro Villanueva la obra Los intensificación de obras demostrativas de nues-
negros catedráticos, cuyo incalculable éxito pro- tra identidad nacional, opuestas a la ahora mi-
pició no sólo que el autor conformara con ella noritaria producción integrista. El 21 de agosto
una trilogía adicionándole otras dos partes: El de 1879 los bufos regresan con nuevos bríos,
bautizo y El negro Cheche; o Veinte años después sobre todo gracias a la fundación de la compa-
(esta última en colaboración con Pedro N. Pe- ñía de Miguel Salas (1844-1896),4 cuya impor-
queño), sino también que en muy pocos meses tancia para el teatro cubano es resumida por Rine
la tendencia se extendiera a lo largo de todo el Leal de la siguiente forma:
país, con la consecuente propagación de com-
pañías bufas y de autores. El catedraticismo tea- A partir de Salas nuestra escena se define
tral ofreció una visión del negro igualmente como un movimiento colectivo, y no la
discriminatoria, pero con la diferencia de apor- creación de un autor solitario. Todos en
tar personajes libres y citadinos, quienes en con- conjunto conforman un producto teatral
tacto con los blancos se permean de ciertos que toma carta de naturaleza, conciencia
modales, formas de comportamiento y seudo- de su diferenciación con lo foráneo y, por
cultura que los alejan de su lugar en la sociedad supuesto, confianza en su fuerza escénica. 5
para convertirlos en mimesis ridiculizada del
mundo de la «alta sociedad». Tal comportamien- Con los Bufos de Salas se inicia lo que puede
to, por una parte, puede ser interpretado como considerarse una segunda etapa del género, que
una forma de prevenir y burlarse de aquellos que, irá decayendo hacia finales de los años 80 y se
saliéndose del medio en el cual los situaba la cerrará con la apertura del teatro Alhambra el 10
opresión colonialista, intentaran llevar otro tipo de noviembre de 1900, pues a partir de ese mo-

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mento se observa una mayor inclinación del re- junto de personajes que viaja a la Luna en busca
pertorio hacia la chabacanería o incluso lo por- de mejores condiciones de vida —paz, fortuna,
nográfico. progreso, libertad de expresión—, como de la
Esta vez el género, además de mantener mu- muestra de la «descubanización» del cubano que
chos de los aspectos caracterizadores de los pri- casi se ve forzado a emigrar, en tanto la Isla se
meros años (1868-1869), incluirá nuevos ele- llena de inmigrantes improductivos; o de las crí-
mentos que, en alguna medida, ampliarán o ticas al fraudulento proceso electoral y la pre-
modificarán sus objetivos dramáticos y su puesta sencia del bandolerismo como respuesta a la si-
en escena: por ejemplo, pueden citarse la pre- tuación del país. Pese a la censura gubernamental
sencia de la revista de actualidad política y la debido a esta perspectiva del autor, las obras
pieza melodramática con cierto carácter de crí- fueron puestas en escena con un éxito verdade-
tica social, un más amplio desarrollo esceno- ramente extraordinario.
gráfico y musical, y la irrupción de una gran can- El mejor de los dramaturgos que desarrolla-
tidad de intérpretes que por la forma de encarnar ron el bufo por estos años fue, sin dudas, Igna-
los personajes hicieron su aporte a lo que po- cio Sarachaga (1855-1900). Escribió una abun-
dría llamarse ya un modo cubano de actuación. dante cantidad de obras —buena parte de las
Pero es también necesario señalar que continúa cuales permanecen aún inéditas o han desapare-
falseándose la imagen de lo popular cubano, y a cido—; en ellas demostró su loable capacidad
lo que ya venía haciéndose años atrás se añade de utilizar los elementos iniciales del género,
un nuevo elemento de distorsión, reflejo de la dotarlos de elegancia, humor y gracia, y a la vez
época: después de la abolición oficial de la es- caracterizar al negro prescindiendo de los ele-
clavitud (1886) también en el teatro se produce mentos discriminatorios tan frecuentes enton-
un «redescubrimiento» del negro como ser de- ces, además de reflejar, en mayor medida, sus
testable y antisocial; su imagen va variando ha- sentimientos nacionalistas y su fe en la indepen-
cia la delincuencia y el vicio, y la escena se plaga dencia. Los personajes tipo que aparecen en su
de negros bravucones, brujos y ñáñigos, mula- producción dramática ofrecen una amplia gama
tas, prostitutas, etc. Por otra parte, se advierte social, a lo que se unió de manera eficaz el len-
que la corriente de pensamiento autonomista guaje y la música para expresar un ambiente po-
toma cada vez un mayor impulso, y escoge al pular y, a través de él, la crítica a la falsa morali-
teatro como un medio adecuado para la expre- dad entre otras actitudes erróneas. Este autor,
sión de sus ideas. El más importante ejemplo de por una característica, ha sido llamado «el
cómo se llevó esto a cabo puede encontrarse en Labiche del género»; 6 entre sus títulos más sig-
las piezas Viaje a la luna (1885), Del parque a la nificativos se encuentran Un baile por fuera
luna (1888) —reedición modificada de la pri- (1880), En la cocina (1881), Esta noche sí (1881),
mera—, ¡Vapor correo! (1888) e Intrigas de un Los bufos en África (1882) y Mefistófeles (1896).
secretario (1889), todas de Raimundo Cabrera Raimundo Cabrera e Ignacio Sarachaga re-
(1852-1923), quien se pronunció contra el po- presentan, en estos años, el intento por hacer
der colonial apoyándose en la esencia reformis- un teatro bufo con mayor seriedad profesional,
ta de sus ideales. En las piezas mencionadas, el sin ese aire de improvisación que denotan mu-
autor se apropia de los elementos del teatro bufo, chas obras de sus contemporáneos.
y los utiliza con una mayor elaboración dramá- Fueron muchas las críticas y polémicas que
tica, donde no faltan amenidad y humor. Los suscitó el género bufo en su momento; mien-
males de Cuba fueron expresados a través de la tras algunos lo tacharon de inmoral y negador
sátira política, que en la producción de Cabrera del verdadero arte, como Aurelio Mitjans en su
tomó forma de revista de actualidad lírico-mu- ensayo «Del teatro bufo y la necesidad de reem-
sical o de zarzuela; fue una constante temática plazarlo fomentando las buenas costumbres»
la necesidad de bienestar de los cubanos en su (1886), otros escritores fueron más justos, en-
tierra, lo cual se refleja tanto a través del con- tre ellos Ramón Meza, quien, en un artículo

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publicado en La Habana Elegante en 1887, re- la colonia, y los desplazó como fantoches
conoció que precisamente, en algún momento, al género bufo, negándoles categoría de
habría que buscar en los bufos los verdaderos héroes. 8
gérmenes del teatro cubano. 7
En las últimas décadas del siglo XIX, sobre De los autores que cultivaron este género con
todo después de la primera eclosión bufa, se un carácter españolizante, podemos citar a
observa un insistente cultivo del melodrama Aniceto Valdivia, el conocido Conde Kostia, y
como intento de oposición al teatro ejercido por José de Armas y Cárdenas, Justo de Lara, am-
los bufos; precisamente de estas rivalidades e bos además importantes críticos teatrales de la
incomprensiones entre ambas formas de hacer época. El primero estrenó en Madrid su drama
teatro sale lastrada la escena cubana en la dico- La ley suprema, en el cual se hace eco de las ideas
tomía entre teatro «culto» y teatro «popular» que morales y estéticas de la burguesía española; es
prevaleció durante muchos años. por eso que el éxito logrado allá no tiene equi-
Pero al intentar este tipo de producción valente en nuestra Isla, y recibe las críticas de
dramática alejada de guarachas, negros y mula- Enrique José Varona que le señala el hecho de
tas, la mayoría de los autores «serios» se volca- haber escrito para intereses españoles, no cu-
ron hacia formas y contenidos nada cubanos: el banos. 9
melodrama de estos años expresó un sentimento El otro escritor, Justo de Lara, incursionó en
antinacional, y sus temas, personajes e ideolo- el teatro con su drama Los triunfadores, estrena-
gía no fueron más que un calco del teatro de la do en el teatro Tacón en 1895 bajo el título de
Metrópoli, todo lo cual no era otra cosa sino La lucha por la vida. Es también una obra de
responder al gusto y los intereses de los gober- evidente contenido español que atañe más a la
nantes del momento. Fue la moral burguesa un aristocracia madrileña que a lo que en realidad
asunto persistente en el argumento de estas acontecía en su país. Con la creación de esta pie-
obras, precisamente porque era una forma cla- za, el autor no pudo dar respuesta práctica a las
sista de contrarrestar la «inmoralidad» de las pie- proposiciones de hacer un buen teatro que fre-
zas bufas; sin embargo, es necesario advertir que cuentemente expresara durante su encomiable
estos conceptos morales tan defendidos por la labor de crítico.
«alta sociedad» eran los mismos que ya en Eu- Sin embargo, también hubo intentos de de-
ropa estaban siendo criticados por caducos. sarrollar un teatro «culto» cubano: Ramón Meza,
Es urgente que una producción de este tipo que ya en diversas ocasiones había asumido la
incluya a veces entre sus principales personajes función de crítico para denunciar el poco inte-
a artesanos tabacaleros, hasta llevarlos en oca- rés hacia los autores y obras nacionales y la exi-
siones a la calidad de «héroes»; pero la presencia gua posibilidad de estreno o edición, escribe en
de estos trabajadores no tiene en modo alguno 1891 Una sesión de hipnotismo, comedia en dos
un propósito de encomiar a los obreros, sino que actos bastante lograda, que constituye la única
pieza dramática conocida del autor. A través de
[…] ello obedece no a un sentido clasista ella, Meza logró evitar la influencia hispana tan
sino a un aspecto racial: la producción esen- característica del teatro «serio» que se desarro-
cial, la azucarera, era realizada por obreros llaba en estos años; con indiscutible amenidad,
manuales… pero negros. Estos cortadores ejerce a través del argumento la crítica a un com-
de caña sobre cuya explotación y abuso se portamiento social basado en la falsa erudición,
levantaba el andamiaje colonial (del que se las supersticiones y los conceptos científicos
aprovechó, por supuesto, la sacarocracia errados. En ese marco se mueven sus persona-
cubana sin alzar jamás las cejas), debían ser jes, y resulta significativo que sea un negro —el
los personajes principales de un repertorio cual en nada responde al esquema bufo— quien
obrero, pero nuestra escena tuvo para ellos razone como es debido en medio de ese ambien-
idéntico mecanismo de discriminación que te enajenante. Aunque la pieza no llega al nivel

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de su novelística, con Una sesión de hipnotismo hoy día con muy pocos ejemplares. Sin embar-
Meza muestra su capacidad como dramaturgo, go, en las piezas que han sobrevivido al tiempo,
y a la vez complementa la intención del resto de se hace evidente la cubanía y el indudable afán
su producción literaria: mostrar el desequilibrio de enaltecer los postulados defendidos con el
de la sociedad colonial cubana. machete en la manigua, a pesar de que las obras
También en nuestra escena, por estos años, no tuvieron la mejor calidad, pues era de mayor
aparecieron obras profundamente integristas: interés llevar a formas teatrales la arenga y el
unas veces disimulando las referencias directas discurso político que cuidar la forma o el estilo.
y otras veces erigiéndose como bandera de apo- El género tiene su obra inicial en la publicación
yo a España, intentaron revalorizar un status del poema dramático Abdala (1869) de José
político y social que ya estaba prácticamente Martí en el periódico La Patria Libre, al día si-
perdido. El repertorio comienza a tomar fuerza guiente de los sucesos de Villanueva. De ese
después de los sucesos de Villanueva en 1869, y momento en adelante los títulos se suceden, y
se caracterizó por mostrar un odio acendrado no sería exagerado afirmar que cada momento
hacia lo cubano, junto a la errónea definición de de las Guerras de Independencia tuvo reflejo
que la lucha llevada a cabo en Cuba era conti- dramático, tanto desde el punto de vista
nuación de la heroica historia española, todo lo específicamente bélico como, en gran medida,
cual se hizo más explícito después del Zanjón, por la exposición de los intereses sociales e ideo-
cuando aparecen obras en honor a Martínez lógicos que animaban a los mambises.
Campos y que pretendieron mostrar la conve- Con el desarrollo del teatro mambí, nuestra
niencia de la unión entre Cuba y España, olvi- literatura dramática se llena de nuevos persona-
dando el pasado. Por esta vía, cultivada en nues- jes, vinculados todos a la gesta independentista:
tra Isla por dramaturgos como Ramón Gay, Luis soldados, abnegadas cubanas, esclavos que tras
Martínez Casado, Manuel Martínez Otero o An- La Demajagua han adquirido su libertad, volun-
tonio Enrique de Zafra († 1875), se tergiversó tarios españoles, traidores… e irrumpen además,
además el objetivo de lucha de los mambises, como colofón, los héroes reales de la guerra,
así como su comportamiento en la manigua. desde Céspedes y Agramonte hasta Martí. De
En medio del fragor de las guerras por la in- los escasos textos que han llegado hasta noso-
dependencia de Cuba, surge para nuestra His- tros, y como un medio de mostrar la diversidad
toria el teatro mambí. Fue esta una línea de in- temática que se fomentó en aquellos años con
dudable carácter político, y demostró en su una aceptable calidad, pueden apreciarse obras
momento la capacidad del arte como arma de como El mulato (1870) de Alfredo Torroella
lucha y vehículo de reafirmación nacionalista. (1845-1879), Hatuey (1891) de Francisco Sellén
Dadas las condiciones de vida de los cubanos en (1836-1907) y La fuga de Evangelina y La emi-
guerra y la represión gubernamental, se hace di- gración al Caney escritas en 1898 por El cauti-
fícil encontrar la huella de puestas en escena de vo, seudónimo de Desiderio Fajardo Ortiz
este teatro mambí en nuestra Isla. Si bien se tie- (1862-1905). La primera, a pesar de sus múlti-
ne conocimiento por algunas anécdotas de que ples deficiencias como melodrama cursi, tiene
en la manigua existió alguna forma de represen- la virtud de aproximarse al tratamiento del ne-
tación teatral unipersonal,10 es necesario buscar gro como ser humano: Juan, el esclavo, posee
la realización escénica de las obras escritas en una caracterización opuesta a la acuñada por el
apoyo a la guerra fundamentalmente en Esta- bufo para los personajes de su raza; pero, al
dos Unidos, Suramérica o Europa, lugar de exi- conformarlo, Torroella presentó a un mulato
lio del grueso de los autores del género. Fue poeta y sentimental en medio de situaciones que
imposible llevar a vías de hecho una actividad ofrecen sólo una visión idealizada en torno a la
escénica proporcional a la producción de obras esclavitud. La vinculación final del argumento
que se escribieron, y la ausencia de editoriales con ideas abolicionistas y revolucionarias, evi-
que las publicaran contribuyó a que contemos dencia el verdadero objetivo del estreno en

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México de este drama de tesis social: apoyar la mático de los últimos momentos del sitio de
guerra de Cuba. Por su parte, la pieza de Sellén Santiago de Cuba, y se hace evidente que en
—fundador, junto con Martí, del Partido Revo- aquel momento la correlación de fuerzas estaba
lucionario Cubano— puede considerarse un por entero a favor de los cubanos.
poema dramático basado en sucesos de los ini- El entusiasmo patriótico no abarcó solamen-
cios de nuestra Historia. Hay exaltación patrió- te la producción de obras dramáticas: el 5 de
tica en contra de la Metrópoli, y más que el ar- noviembre de 1898, recién terminada la contien-
gumento o los detalles formales se destaca la da bélica, abre sus puertas en La Habana el pe-
valoración general de la obra, su intención queño teatro Cuba, inaugurado por Joaquín
americanista, continental, y el sentimiento de Robreño (1841-1916), y muy pronto se convir-
que la lucha del pueblo cubano no es sino un tió en un centro de apoyo explícito a los
eslabón más en la gesta independentista ameri- mambises, pues no sólo el público asistente es-
cana. taba compuesto mayoritariamente por soldados
Si a través de El mulato o Hatuey podemos y oficiales de las fuerzas cubanas, sino que, jun-
apreciar cómo se vincularon realidad y ficción to a la presentación de obras nacionales, se ad-
para ofrecer un resultado de exaltación revolu- vertían como ornamento de la sala retratos de
cionaria, en las obras de Desiderio Fajardo Ortiz los generales de la Independencia.
hallamos ejemplo de cómo fueron llevados a la Con la intervención norteamericana, quedan
vía teatral los sucesos históricos. La fuga de truncas las mayores esperanzas reflejadas en el
Evangelina recrea una anécdota en la cual teatro mambí; sin embargo, esta forma de lite-
Evangelina Cossío logra escapar de una cárcel ratura dramática continuará cultivándose y en
con la ayuda de un corresponsal del Journal de la época republicana se encargará de rememorar
New York. Se resalta el carácter mambí de la jo- un pasado glorioso.
ven y se critican los desmanes del gobierno es- En síntesis puede afirmarse que, pese a los
pañol con bastante fuerza… pero El cautivo intentos colonialistas por ahogar toda manifes-
termina su obra alabando la penetración norte- tación nacional y al lógico debilitamiento de la
americana en nuestros problemas. En La emi- actividad teatral durante los años de enfrenta-
gración al Caney los asuntos reales se exponen miento bélico, nuestro teatro logró consolidar
con indudable patriotismo por quien era, ade- su cubanía, y fueron en estos tiempos las expre-
más, agente secreto del Partido Revolucionario siones bufa y mambí sus pilares fundamentales.
Cubano en Santiago de Cuba; es un reflejo dra-

NOTAS
(CAPÍTULO 3.5)

1
Rine Leal: La selva oscura. Editorial Arte y Litera- más sangrientos en la historia de nuestra capital, pues
tura, La Habana, 1975, tomo II, p. 32. en el momento en que el público apoyaba la lucha
emancipadora tomando como pretexto un parlamen-
2
Los sucesos del Villanueva tuvieron lugar el 22 de to de la obra de Valerio, los voluntarios se abalanza-
enero de 1869. El día anterior, uno de los actores ron contra el teatro y comenzaron una masacre con-
—Jacinto Valdés (1840-1893)— dio vivas a Céspe- tra el pueblo habanero que duró tres días.
des en el escenario, lo cual produjo un incidente de
menor magnitud. Sin embargo, la función del 22, 3
Rine Leal: Breve historia del teatro cubano. Edito-
que estaba anunciada en beneficio de «unos rial Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1980,
insolventes», fue la que propició uno de los hechos p. 78.

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4
Miguel Salas, tanto por sus capacidades de actua- cativo a Sarachaga en El País, el 20 de febrero de
ción como por la gracia de sus obras bufas, se con- 1887.
virtió en una de las personalidades más populares
del teatro de estos años.
7
Ramón Meza: «Los bufos cubanos», en Rine Leal:
Breve historia del teatro cubano, ob. cit. (1980), p.
5
Rine Leal: ob. cit. (1980), p. 80. 81.
6
Eugène-Marin Labiche (1815-1888) fue un come- 8
Rine Leal: ob. cit. (1975), tomo II, p. 297.
diógrafo francés, famoso por sus numerosos «vaude-
villes» en los que hizo galas de habilidad como au-
9
Rine Leal: ob. cit. (1980), p. 85.
tor y dominio de la escena. Según apunta Rine Leal 10
Para obtener una más detallada información, ver
en La selva oscura (ob. cit., tomo II, p. 265), fue Rine Leal: La selva oscura, ob. cit., tomo II, pp.135-
José Fornaris quien dio por primera vez este califi- 136.

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3.6 LA NARRATIVA ENTRE 1868 Y 1898

3.6.1 Panorama de la narrativa cubana de la Estas obras tuvieron como patrón creativo
etapa por antonomasia el romanticismo, pero, además,
asimilaron el realismo crítico y el naturalismo
La etapa más prolífica de la narrativa cubana del al estilo de Balzac y Zola, que les valió para pro-
XIX fue la de 1868 a 1898. En ella aparecen nove- fundizar en sus especulaciones más analíticas.
las que, sin prejuicio, podríamos llamar «mayo- Novelas de un romanticismo «puro», diría-
res», bien por su calidad estética como por lo mos que estereotipado y sin otra perspectiva
novedoso de sus temáticas. Estas son: Mozart argumental que la desesperanza y la fatalidad
ensayando su réquiem (1881) de Tristán de Jesús amorosa como morbo recurrente son: La dalia
Medina, Cecilia Valdés (1882) de Cirilo Villa- negra del cementerio de Güines (1875), de
verde, Mi tío el empleado (1887) de Ramón Valentín Catalé, Sol de otoño (1893), de Miguel
Meza, Amistad funesta o Lucía Jerez (1885) de Garmendía y Adoración (1894), de Álvaro de la
José Martí, Leonela (1893) de Nicolás Heredia Iglesia. La dalia negra del cementerio de Güines,
y En busca del eslabón. Historia de monos (1888) puede ser, en este sentido, una novela para-
de Francisco Calcagno. Tan justa denominación,
digmática. Arrobado por la patria de Chateau-
sin embargo, no anula la importancia que desde
briand —«¡Qué hermoso es París! ¡Es un paraí-
el punto de vista testimonial nos brinda el resto
so radiante de esplendor y magnificencia!»—1
de la novelística de estas décadas finiseculares.
el autor no sólo otorga a Josefina, heroína de su
La novela cubana, en la etapa a que nos referi-
mos, se vuelve marcadamente histórica, a pesar novela, la clásica languidez de los ideales feme-
del subjetivismo con que sus autores encaran la ninos románticos, sino que mina los pulmones
realidad. Afanados por dar respuesta a un deve- de la hermosa cubana con la «tisis», distinguido
nir cada vez más conflictivo en su contradicto- blasón del imperecedero sueño de Dumas y sus
ria problemática interna, los autores mixtifican epígonos. No faltan, además, las buenas opor-
la historia evadiéndose, en unos casos, hacia con- tunidades —una tormenta en plena travesía, casi
textos otros, y, asimismo, reordenando las evi- un naufragio—, para laurear las viriles frentes
dencias como un sistema para uso propio en protagónicas de Claudio y Miguel, tan perfec-
donde la historia y sus héroes se vuelven mito. tos, hechuras de fidelidad, valor y sufrimiento.
No obstante esta elocuencia imaginativa de los La novela de Valentín Catalá se resiente bajo el
escritores en la recreación, sentimos en las fic- peso del remedo de las «margaritas» y el exceso
ciones una voluntad crítica sincera que no logra en el injerto nos suena a dislate, aunque le reco-
desvincularse de su presente y que, a su vez, ha- nocemos cierto tino: sustituye las camelias por
bla de sus acuciantes contradicciones ideológicas. las dalias. Sería mucho pedirle, cambiar la tisis

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470 SEGUNDA ÉPOCA

por el cólera, más orgánico en nuestro ámbito balleresco— una actitud defensiva a favor de la
histórico-geográfico. burguesía en sus planos éticos y factuales, como
La crítica social dentro de la novela cubana clase preponderante e imprescindible en el de-
de estas décadas finiseculares, adquiere, en oca- sarrollo económico de la isla —Irene Albar
siones, modales foráneos. Así, nos sorprende la riposta airadamente al Conde Palmasola en de-
reiteración temática de un ambiente romántico fensa de su padre: «…él se consagra fielmente al
y cortesano, de un mundo de salón, monárqui- cumplimiento de todos los deberes de su esta-
co e intrigante, que tiene su antecedente litera- do»—.3 Este detalle legitima la validez de la con-
rio en la Comedia humana de Balzac. Éste es el troversia como motivo literario, pues a través
caso de El escabel de la fortuna (1876) de Teodoro de ella reconocemos la perspectiva ideológica de
Guerrero, Irene Albar (1885) de Eusebio la voz autoral y su conexión histórica. La
Guiteras y Ángela (1891) y El marqués de Gira- historicidad de ciertos preceptos clasistas aflora
sol (1892) de Félix Puig de Cárdenas, entre otras. en los diálogos de dicha novela. Por una parte,
Hay en estas obras anacrónicas preocupaciones están los paliativos «generosos» a la horrorosa
clasistas que pretenden tener peso fundamental institución de la esclavitud —«¿dónde podré
y energía desencadenante, evidenciadas en la estar yo mejor que al lado de mi buen amo?»; 4
artificiosa lucha entre una aristocracia diletante «La esclavitud es una triste necesidad» 5—, por
con prosapia supuestamente divina y la burgue- otra, el resentimiento contra las ambigüedades
sía acaudalada, de estirpe plebeya, que sí fue, en de la política de la metrópoli que tuvo su debut
definitiva, la fuerza motriz del siglo en su con- con la Constitución de 1812 —«Era el juego de
tienda con otras clases y sectores de clase olvi- los cubiletes. Aquí está… ¿la ve usted?… pues
dados o débilmente esbozados en estas ficcio- ya no está… pero mírela usted»— 6 y que pare-
nes. Llama la atención una novela como El escabel ce ser analogía alarmante en el año de 1885 en
de la fortuna, en donde el escenario fabular es que se publica esta novela. Pero contra las vena-
España. En él juegan sus destinos morales la alta lidades de la Corona existen en la obra el prag-
aristocracia monárquica, la intelectualidad de matismo de los empleados «ingleses» que tra-
tímido liberalismo burgués y la corrupta politi- bajan en la nueva tecnología del ingenio Albar y
quería que reafirma, con sus sucios manejos, la que introducen el concepto de «interés», más
necesaria pervivencia de un statu quo eminente- afín y promisorio para un siglo que quiere ser, a
mente conservador. 2 Más allá de cualquier lec- toda costa, «positivo».
tura literal de argumentos, se impone la fecha La novela cubana, que padece de cierta
de publicación de la obra, 1876, y algunas razo- artificialidad por la naturaleza foránea de sus
nes de evidencia histórica nos advierten que, en modelos y de iterativas sensiblerías por una ya
materia de creación, fueron muchas las «caute- acuñada tradición romántica en sus argumentos,
las» previsoras posteriores a la guerra del 68, descubre, indiscutiblemente, su vocación testi-
cautelas que pueden atribuirse a actitudes reac- monial. Especificaciones tales como «Novela
cionarias con el objetivo de frenar movimientos festiva de costumbres cubanas», «Escenas cuba-
radicales, incluyendo las pálidas esperanzas nas», «Novela histórica», «Cuadros sociales y de
reformistas. Irene Albar vuelve sobre el tema de costumbres» y hasta «Curiosa novela político-
los linajes, sólo que en la novela de Guiteras las burlesca», no sólo patentizan la oriundez de las
claves históricas son más coherentes con la rea- creaciones, sino además, recalcan el interés re-
lidad referencial. Las diferencias entre la posi- flexivo ante una realidad peculiar que es asumi-
ción de los «Palmasola» y el éxito capitalista de da con plena responsabilidad crítica. La Señora
los «mantequeros» Albar, no se pierde con la Maquita (1886) de Julián Gil es, como bien agre-
forzada afectación de un argumento huero y ga el título, «una novela festiva de costumbres
extraño a nuestra tradición, sino que sirve para cubanas». De ágil expresión y tono jocoso, este
entronizar sobre la extravagancia de los episo- relato tiene mucho de realismo en el contorno
dios —que llegan a adquirir un tono épico-ca- costumbrista de sus observaciones. No escapan

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 471

al autor de esta obra que nos hace reír, la carac- novela que rebosa patriotismo, aunque, lamen-
terización del chino cocinero, «fumador de opio, tablemente, desde posiciones nada favorables.
libertino, borrachín y desvergonzado…», 7 ni la Hubiéramos preferido que el inclaudicable
diversión de las niñas Rosa y Leonor de la fami- antiespañolismo de Tula Muño no se viera
lia Bullebulle, montando patines en la sala de la ensombrecido por un arranque de celos que la
atribulada Maquita «para no caer cuando fre- convierte en homicida. Es el personaje femeni-
cuentaran el Skating Ring», 8 y mucho menos no fuerte de la novela del XIX, ese que empieza a
los «sombríos pensamientos» del señor Gonzá- designarse, como a Isabel Ilincheta y a Leonela,
lez, que provocan el cubanísimo sainete del equí- con el calificativo de «varonil y seductor».13 Pero
voco y que culminan el libro con una confesión la protagonista de Dos habaneras nos desencan-
que dice así: «Muy joven todavía, cuando tuvo ta con su ideal anexionista, aunque siempre re-
lugar la pasada revolución… fui uno de los que sulte estremecedor el pasaje en que la cubana
se alzaron en armas…» 9 Por otra parte, Aventu- exhibe su traje con los colores «filibustéricos»
ras de un sordo. Novela cubana de José de Jesús en el baile del Capitán General, de donde es ex-
Márquez es una atrevida parodia que plantea la pulsada. Tula Muño representa la oposición, pero
crítica política más acerba del XIX sobre la base es ésta la oposición caótica de un sentimiento
de la comicidad. El diálogo entre Benito, un sor- indefinido y confuso aún. Su vehemente
do, y los locos del hospital a donde aquél ha ido antiespañolismo y su audacia patriótica siguen
a parar, no da lugar a reticencias por incomuni- vinculados a un estado de dependencia frente a
cación, sino que reafirma a voz en cuello lo que la deslumbrante democracia norteamericana.
el sordo no quiere oír y los locos no logran com- Ninguna novela —a pesar de sus notables defi-
prender por su estado de enajenación, dándole ciencias artísticas— ofrece el fondo dialogizante
lugar al narrador para hacer sentencias conclu- del autor y su contexto socio-político como Dos
sivas —«Los locos se retiraron satisfechos en habaneras. Pascual de Riesgo señala las fuerzas
que todos los gobernadores son sordos a la queja sociales en pugna, guía su punto de vista de
del pueblo»— 10 y para reflexionar sobre la ar- integrista con todos sus excesos y tergiversa-
bitrariedad de la justicia, el fraude del foro y el ciones, pero no niega lucimiento a sus persona-
desequilibrio general del sistema colonial: «Ya jes antagónicos. La obra tiene apreciable valor
entiendo… es que, hay secuestradores en los testimonial y este debemos explicarlo partien-
campos que exponen el pellejo, y los hay tam- do del dato puramente histórico-costumbrista
bién en la ciudad, que, si no usan el rifle o el que maneja el autor con una convencional
trabuco, manejan muy bien el papel sellado o de funcionalidad y que responde, también, a las
timbre…»11 Autonosuya. Curiosa novela políti- verdades y limitaciones de un horizonte ideoló-
co-burlesca (1897), de Francisco Fontanilles y gico. En la novela quedan referidas algunas de
Quintanilla, es una ficción decadente y reaccio- las figuras extranjeras que visitaron el escenario
naria envuelta en la expresión hilarante y en la del Teatro Tacón. También se mencionan hechos
alegoría. Autonosuya es un sitio mítico, pero de históricos como el alzamiento y ejecución de
clara identificación: es Cuba. El autor rechaza Narciso López y los sucesos del teatro Villa-
la revolución y aboga por la anexión vergonzo- nueva, sobre los que apunta el autor: «Cómo
sa de Cuba a España. A su vez, desacredita la sospechar siquiera que la inconcebible guerra ci-
capacidad de los cubanos para gobernarse y ve vil de Cuba, la ruina de la isla, el robo, el pillaje,
los procesos radicales como actos vandálicos en la tea incendiaria, iban a brotar de la segunda
los que sólo se dirimen discrepancias persona- función teatral, protegida en La Habana por el
les y no intereses colectivos. Refiriéndose a la Capitán Dulce.» 14 Tiene esta obra, además, ele-
Revolución —la novela fue escrita en 1897—, mentos costumbristas como la figura del ñáñigo
dice: «sólo ha producido la ruina del país y el y la celebración del Día de Reyes. La novela
retroceso al estado salvaje».12 Por su parte Dos enfatiza en la familiaridad de los amos con los
habaneras (1880), de Pascual de Riesgo, es una esclavos domésticos, excepto el personaje de

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472 SEGUNDA ÉPOCA

Leonor, que encarna la tendencia antiespañola y Sofía, el autor expone el infierno del ingenio con
el carácter rebelde, nacido, según explica el na- óptica realista y naturalista y, en La familia…, el
rrador en una retrospectiva, cuando la niña pre- infierno de los blancos, la fragilidad de su moral
senció la ejecución de Narciso López. La nove- y la neurosis como síndrome que los va ocu-
la de Pascual de Riesgo revela, como otras pando a todos y que llega a tener en la novela
escritas en la etapa, el ideologema social que es- minucioso relieve cientificista. Las «cautelas» de
clarece la perspectiva histórica de cierta clase o Morúa rezuman de su tesis sobre el evolucio-
sector de clase en una circunstancia específica: nismo racial. Otro caso es el de Memorias de
evitar la experiencia revolucionaria que podía Ricardo de Manuel María Miranda, quien alcan-
perjudicar el statu quo económico y mantener a za desde otra perspectiva el deterioro social de
la isla bajo la tutela de España. La vocación tes- la colonia. Es la tragedia del desempleado, la
timonial de que hablábamos, ostensible en nues- molicie de la ciudad, la sordidez degradante de
tra narrativa de ficción decimonónica, responde la ciudadela. Como lo define Friol, «Manuel
a necesidades internas de índole ideológica re- María Miranda nos ofrece en sus Memorias…,
vertidas simbólicamente en la temática y en los el más descarnado y crudo testimonio de la ca-
argumentos de estas obras. Las posibilidades de pital». 16 Tiene el autor una encomiable facultad
lectura que ofrece este tipo de ficcionalización sintetizadora de expresión. En apenas 120 pági-
documental posibilitan esa dialogalidad semán- nas capta el sensualismo de un baile callejero de
tica de las obras entre sí en su ámbito temporal, negros, la crueldad con que son tratados los es-
haciendo del conjunto novelístico un sistema de clavos del ingenio, el patético sicologismo de
estructuras complementarias. Es por eso que Los Ricardo, las tendencias ideológicas que se ma-
crímenes de Concha. Escenas cubanas (1887) y nifestaban en algunos sectores obreros, especí-
Romualdo. Uno de tantos (1891) de Francisco ficamente, el caso de los tabaqueros, y algo más
Calcagno, En el cafetal. Novela cubana (1890) que sorprende por ser inusual dentro de la
de Malpica La Barca, Sofía (1891) y La familia novelística del XIX: la acuciosidad naturalista con
Unzúazu (1896) de Martín Morúa Delgado, que pormenoriza el mundo sexual de sus perso-
Memorias de Ricardo. Cuadros sociales y de cos- najes. Si estas obras aluden de alguna manera a
tumbres (1893) de Manuel María Miranda, Una la esclavitud del ingenio, en En el cafetal, de
sotana estorbando. Novela histórica (1893) de Malpica La Barca, respiramos la bucólica armo-
Nicolás Travieso y Frasquito (1894) de José de nía del cafetal. Novela de utopías es ésta, funda-
Armas y Céspedes, constituyen un bloque ho- mentalmente en cuanto a la visión del esclavo,
mogéneo de significado, en cuanto a su propia la mayor de todas. Los personajes de Malpica
raíz testimonial. Las obras de Calcagno retoman La Barca resultan inverosímiles, los episodios
el tema de la esclavitud recargando el trazo rea- argumentales lo son más. Los héroes, los vir-
lista en las descripciones que refieren el despia- tuosos Mercedes (millonaria y viuda) y Ernesto
dado castigo corporal de los negros y el sober- de Arnam (príncipe del Sacro Imperio Roma-
bio ensañamiento de sus amos blancos. Pero no), del cual nunca llegamos a comprender,
Calcagno en el prólogo 15 a Los crímenes… trata como dice Enrique Sosa, «cómo ha terminado
la libertad de los esclavos con «humanas e ins- enredado en las bejuquerías de la campiña cuba-
tructivas» razones que nos suenan a asombro- na»,17 sostienen una novela profusa en aventu-
sas cautelas. Es que el autor de Romualdo…, ras que tienen como fin recalcar los valores de
«como uno de tantos», toma precauciones cla- una moral pacata y conservadora. Malpica se si-
sistas. Martín Morúa Delgado en Sofía y La fa- túa en las «transparencias y simetrías» 18 del ca-
milia Unzúazu siente desde su mulatez los ri- fetal a donde, tal parece, no llegan las presiones
gores esclavistas y extiende su crítica severa al del régimen colonial. Todo ha sido ordenado por
mundo sicológico de los blancos, resaltando el el autor siguiendo un gusto negativamente ten-
análisis fisiológico de una clase potentada que dencioso, para lo cual finge la realidad hasta en
se destruye bajo los síntomas de la vesania. En sus aspectos innegables, de ahí que el universo

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re-creado nos llegue como un fastidioso pasti- de Nicolás Travieso—, y los mártires que im-
che de risible credibilidad. En En el cafetal apa- pulsan la avanzada patriótica tienen ideales du-
recen esclavos que adoran a sus amos y prefie- dosos. Así Frasquito invoca la figura de Narciso
ren la esclavitud, así como bandidos arrepentidos López en una novela histórica que, aunque no
y sedientos de justicia, entre otras supercherías lo es, sí responde a cierta inclinación histórica.
que Malpica prefigura para poner a salvo su cla- El recuerdo del venezolano deambula en las crea-
ra voluntad antindependentista. ciones literarias en una difícil mezcla de loa y
No aleccionó positivamente la experiencia del repudio. Lo cierto es que nuestros escritores no
68 a nuestros narradores. La necesidad de his- estaban aún decididos. No obstante, es el
toriar por medio de la ficción los obliga a expo- contrapunteo ideológico, el dato histórico y
ner la precariedad del sistema colonial, a hacer costumbrista, la polifónica armonía social, en
crítica político-social enmascarada tras los cali- definitiva, los que redimen la novela cubana de
ficativos de «Novela de costumbres cubanas» o sus carencias estéticas. Muchas fueron escritas
«escenas cubanas», dejando siempre un resqui- en la etapa, pero en ellas se reiteran temas y ten-
cio por donde escapen las oportunas precaucio- dencias ideológicas que recogen las ya comen-
nes clasistas. Algunos prefirieron las reformas, tadas y que hemos seleccionado como más
otros, los más «positivos», se deslumbraron con ilustrativas.
el avance de los Estados Unidos, todos, de una Otro de los géneros narrativos que aún
forma u otra, temen al negro y abogan por el perviven en estas últimas décadas es el artículo
cese de la esclavitud —por resentimientos mo- de costumbres. Ya en franca retirada, sin embar-
rales, por urgentes imperativos económicos—, go, esta modalidad de indiscutible valor litera-
pero, en realidad, ese altruismo es también una rio, cierra su ciclo con una antología prologada
«cautela», y desde el punto de vista racial, los por Bachiller y Morales, Tipos y costumbres de
negros siguieron siendo los «otros». Es signifi- la Isla de Cuba (1882), y con una obra en apa-
cativo que no encontremos una novela decidi- riencia insignificante de Ildefonso Estrada y
damente independentista, una novela que reca- Zenea, El quitrín. Costumbres cubanas y escenas
be la urgencia y la voluntad de un cambio radical. de otros tiempos (1880). En las escenas que ilus-
La verdadera novela de la insurrección no fue tran este libro, en estos cuadros típicos, es el
escrita —Raimundo Cabrera se esforzó con sus «quitrín» personaje protagónico de indudable
Episodios de la guerra (1898)—, aunque sí sabe- historicidad. Para Estrada y Zenea, el «quitrín»
mos por estos textos de limitado alcance artís- marca una época clásica de la vida colonial de
tico que el antiespañolismo fue voz que adqui- Cuba. Con cierta nostalgia, el autor rememora
rió vigor durante todo el siglo y que esta voz se la tipicidad costumbrista y el folklorismo repre-
hace sentir en la dialogalidad de las ficciones. sentados por medio de este carruaje. Es exce-
Fueron sinceros, porque se adjudicaron la mi- lente la transferencia gráfica del objeto en mo-
sión de testimoniar su propia historia, con to- tivo literario para la anécdota y para la reflexión
dos sus idealismos, sus temores, sus ingenuas histórica. No obstante lo ingenioso del artificio
esperanzas y sus confusiones. De los desmayos y la validez documental de lo contado, hay en
«románticos», nuestros escritores pasaron a la estas «escenas de otros tiempos» cierto tono
fisiología del naturalismo y se internaron en la aquiescente hacia el pasado, que va perdiendo
desajustada volubilidad del neurótico. Toda la terreno con el advenimiento de un nuevo senti-
problemática ideológica que conmociona estas do práctico de la vida —«Con el quitrín las on-
dos últimas décadas asoma en las páginas de es- zas de oro. Para los coches del día los Billetes de
tas novelas, como un gesto social enfermizo con Banco. Esto es gráfico!» 19 La mirada de Estrada
el espíritu roto y carcomido por la indefinición y Zenea, superficial y jocosa, vislumbra la llega-
que le producen sus propios recelos burgueses. da de ese nuevo ritmo económico que ha de
La religión es vista también como mecanismo imponerse y que él graciosamente alegoriza, con
corrupto y arbitrario —Una sotana estorbando pasión conservadora, en la obsoleta moda del

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474 SEGUNDA ÉPOCA

quitrín —«Pero todo pasó, y habiendo desapa- posee los matices cromáticos y la majestuosidad
recido el quitrín desapareció también el calesero descriptiva del modernismo, sin que ello signi-
a quien ha sustituido el cochero, raza cruzada, fique que estos sean logros de literariedad en el
verdadero injerto que no constituye tipo y que género a que nos referimos. José Martí y los
carece de gracia y originalidad»—20 y que su- cuentos que integraron su revista La Edad de
braya, una vez más, aquellas aprehensiones cla- Oro —«Bebé y el señor don Pomposo», «Nené
sistas, «cautelas», que quedaron fijadas en el con- traviesa» y «La muñeca negra»— sostienen la
texto novelístico. inflexión mesurada de un modo de decir didác-
El cuento, en cierta forma sucedánea del ar- tico que por medio de la palabra sencilla y culta
tículo de costumbres, por su vocación anec- toca puntos sensibles en torno a principios hu-
dótica y por su indubitable propósito ético, tie- manos generales. Consideramos imprescindible
ne en estas décadas finiseculares —aún con aludir a «La función de gala» (1891), cuento de
notable inmadurez en la estructuración fabular— Enrique Hernández Miyares que llama la aten-
, importantes muestras. El cuento cubano de esta ción por la intencionalidad con que el autor
última etapa utiliza algunas de las vertientes te- manipula su objetivo imaginativo hacia una ten-
máticas del romanticismo para la ficcio- denciosa simbiosis fantástico-histórica. La
nalización. Ejemplo de ello son el cuento reflexi- «gala» se realiza el 11 de octubre de 1906 en el
vo lindante con la especulación filosófica Teatro de la Ópera —antiguo Teatro Tacón, se-
—«Calófilo» de Esteban Borrero Echevarría— gún el narrador— y en ella se celebra un aniver-
que se debate entre la precariedad de la existen- sario de la Independencia. La ironía de Miyares
cia y la búsqueda de las formas puras de la belle- resalta cuando éste enumera, por boca del na-
za, la verdad y el arte, asimilados del pensamien- rrador, la fastuosidad de la fiesta y el conjunto
to y la narrativa alemana, fundamentalmente; el de los asistentes, haciendo énfasis en aquellos
cuento fantástico que denota la impronta de no invitados que él llama «pobres»: Martí,
Edgar Allan Poe y sus presencias alucinadas y Gómez, Maceo, Calixto García y otros adalides
fantasmagóricas —«Julio Ramos» de Diego Vi- de nuestras gestas mambisas que quedaron ex-
cente Tejera, entre otros—; 21 el relato épico- cluidos del agasajo por la «libertad». Probable-
legendario, que se nutre de la historia inmedia- mente, el acierto con que Miyares simuló de
ta, es decir, de la guerra de independencia, y que forma embrionaria el complot politiquero que
encuentra en Manuel de la Cruz con «Fidel Cés- representaría a la «República», nos justifica tam-
pedes» —y sus Episodios de la Revolución Cu- bién aquellas ausencias honrosas de los hombres
bana—, con José Martí y «El Teniente Crespo» egregios de nuestra historia.
y, con Máximo Gómez y «El sueño del guerre- Por último haremos algunos comentarios so-
ro», ese himno merecido y estremecedor que le bre Cuentos de hoy y mañana. Cuadros políticos
faltó a la novela. Entre otras temáticas están las y sociales, libro de Rafael de Castro Palomino,
introspecciones sicológicas que pretenden cier- prologado por José Martí. Integran este volu-
to acento cientificista en la descripción de natu- men dos cuentos: «Un hombre por amor de
ralezas neuróticas y de estados de ánimo Dios» y «Del caos no saldrá la luz». A grandes
afiebrados por la exacerbada especulación de los rasgos podemos decir que ambas narraciones
sentidos, éste es el caso de «La vejez de un jo- tienen como forma elocutiva el diálogo «aparen-
ven» y «Fiebre de análisis» de Emilio Bobadilla te» entre los personajes, pues es notable que la
(Fray Candil). De igual tono son los cuentos de verdadera intención del autor es teorizar sobre
Julián del Casal —«La casa del poeta», «La últi- tópicos filosóficos, sociales y políticos que con-
ma ilusión», «El amante de las torturas», por sólo ciernen muy directamente a su circunstancia
citar algunos— en donde el sadismo y lo procaz histórica más inmediata. Lo que Castro Palo-
de la realidad adquieren rango estético por la mino expone en estos «relatos» ya lo habíamos
maestría de una prosa que, aunque dolorosa y visto de manera dispersa en la novela, digamos,
dirigida hacia lo raro, exótico y discordante, sólo por citar dos ejemplos, en Aventuras de un

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sordo de Jesús Márquez y en Autonosuya de Fran- za—, así como otras que desentonan con esta
cisco Fontanilles. Las disquisiciones aquí ex- tradición por lo novedoso de su temática. Este
puestas confirman la indefinición ideológica de es el caso de Mozart ensayando su requiem
esta etapa complejísima, en donde la búsqueda (1881), auténtico ejemplo de la calidad lograda,
de soluciones al conflicto cubano se entroniza en ocasiones, por esta forma de la narrativa
en nuestra literatura con tono marcadamente finisecular.
ensayístico que apoca el aspecto estético inhe-
rente a todo género artístico, en este caso, el
cuento. El libro a que nos referimos, a pesar del 3.6.2 Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde
eclecticismo filosófico, del escepticismo histó-
rico y de la ingenuidad conclusiva que lo carac- En carta fechada en Madrid el 26 de junio de
teriza, tiene como mérito estimable el conoci- 1883, el escritor Benito Pérez Galdós decía:
miento manifiesto del autor sobre la historia de «Doy a Ud. un millón de gracias por el ejemplar
los movimientos sociales en el ámbito europeo que tuvo la bondad de enviarme de su hermosa
y de la trayectoria teórica que los acompaña. Este novela […]. He leído esta obra con tanto placer
cuestionar del autor a su realidad, a su historia, como sorpresa, porque, a la verdad, (lo digo sin-
es lo que Martí aplaude con fruición, de ahí que ceramente, esperando no lo interpretara V. mal)
llame al libro de Castro Palomino «libro sano, no creí que un cubano escribiese cosa tan bue-
libro generoso, libro útil». Martí no descarta, sin na.»23 El elogio, el «placer» y la «sorpresa» de
embargo, el peligro que encarna esta búsqueda 22 Galdós se referían a la lectura de Cecilia Valdés,
aún desorientada que teme y elude el desenlace obra del escritor cubano Cirilo Villaverde (1812-
radical, pero reconoce que sólo del enfrenta- 1894). Y sin entrar a dilucidar la naturaleza de la
miento y de una actitud polémico-reflexiva, sal- acotación del novelista español, es cierto que la
drá ese desenlace necesario, pues como bien ex- obra en cuestión, editada en New York en 1882,
presa, «definir es salvar» y nosotros nos es la gran novela del siglo XIX cubano, porque,
atreveríamos a decir, «intentar» definir es sal- como afirmara Enrique José Varona, «Cecilia
var, idea que, en sentido general, fue la piedra Valdés es la historia social de Cuba». 24
angular de casi toda la narrativa del XIX, en cual- En otro acápite de este tomo dedicado a la
quiera de sus manifestaciones. novelística del siglo XIX, observábamos la per-
No queremos terminar este panorama sin manencia de tópicos temáticos dispersos, que,
antes referirnos brevemente al folletín, que per- tanto en las obras «mayores» como en las «me-
duró a lo largo del siglo como una de las formas nores», esbozaban las líneas de un perfil histó-
que viabilizó la difusión de obras de autores cu- rico aún por completar. Cecilia Valdés, de Cirilo
banos y extranjeros. Esto lo confirman novelas Villaverde, devela en las postrimerías del siglo
como La mano cortada de F. Boisgobey y Su el rostro definitivo de aquellos importantes ras-
majestad el dinero de Javier de Montepin, apare- gos aislados. Es, al decir de Roberto Friol: «el
cidas en La Discusión de julio-diciembre de memorial de los abismos cubanos, el vitral de
1880, y del ámbito nacional Los crímenes de una llaga». 25 Dos cosas obseden al escritor de la
Concha (1887) de Francisco Calcagno, publica- memoria: la historia que toma ventajas al paso
da en los folletines de El Progreso, y Autonosuya del tiempo, la historia que ya ha madurado y que
(1897) de Francisco Fontanilles, que viera la luz tiene que ser contada, y su vocación literaria,
en El Imparcial de Matanzas. En la lectura de las reconocida desde mucho antes de su realización
mismas se constata cómo el folletín o la llamada magistral. Es por eso que Cecilia Valdés no es
novela por entregas mantuvo en sus temáticas una novela con urgencias, y, es por eso, además,
la línea romántico-costumbrista, de ahí que apa- que el desbalance en el ritmo narrativo, lo anec-
recieran en las páginas de nuestros periódicos dótico dentro de la historia, utilizado como pro-
obras al estilo de Eugenio Sue —Los misterios cedimiento dentro de la secuencia argumental,
de La Habana (1879), de Pedroso de Arria- las exhaustivas descripciones, lo abrupto del

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desenlace y la novela dentro de la novela, no son punto de presentar los principales personajes
faltas por inhabilidad. Toda la estructura de la novela con todos sus pelos y señales…27
composicional de la obra está en función de una
realidad organizada en distintos planos que el De ahí su empeño en el retrato minucioso de
autor quiere enfatizar con mayor o menor jerar- todo elemento que configura, vívidamente, el
quía. El período histórico que abarca la novela ámbito en que desenvuelve su historia. No es-
es de 1812 a 1831. Pero, en realidad, Villaverde capan a su memoria fotográfica la ubicación de
comienza las incidencias del argumento en los las calles, sus nombres y especificidades; las pu-
años de 1823 a 1831. Es aquí, y no antes, cuan- blicaciones periódicas de la etapa que narra: La
do el autor baraja los mundos ideológicos que Moda o Recreo semanal del Bello sexo (1829-
conforman los diversos horizontes sociales que 1831) y El Nuevo Regañón de La Habana (1829);
tendrán coherencia artística en su representa- la evocación del célebre pintor retratista Vicen-
ción. El gobierno de Dionisio Vives es el marco te Escobar; la descripción fisonómica de José
contextual, la referencia viva, dentro de ésta; la Antonio Saco y de Agustín Govantes, así como
ficción: Cándido Gamboa, Cecilia Valdés, una clase de filosofía impartida por este último
Leonardo, doña Rosa. Entre ellos, las secuelas en el Seminario de San Carlos; los pormenores
del mal, los sedimentos del poder político, el de un baile de la «gente de color» al que concu-
resultado de un gobierno corrupto y arbitrario, rren Brindis, Uribe, Plácido, Manzano, etc.; los
José Dolores Pimienta, doña Chepilla, Nemesia, interiores de las casas, especialmente la de Cán-
Uribe, María de Regla, Dionisio, Plácido, Brin- dido Gamboa y la de Cecilia Valdés; la topogra-
dis, Pedro Briche, Tondá…, y otros muchos que fía del occidente cubano; los mecanismos de las
capacitan el diálogo no impreso en las páginas, casas de calderas del ingenio La Tinaja; las dife-
ofreciendo en la dialéctica movilidad de lo con- rencias entre el ingenio y el cafetal; las ferias de
tado, el rasgo verosímil, al aunar lo contradicto- San Rafael, La Merced, Regla; el traje típico de
rio y discordante hasta alcanzar el sentido úni- los caleseros; los bailes de «cuna»; la reproduc-
co, la imagen totalizadora de un tiempo, de una ción de sonidos que, por medio de la onoma-
época que es, en sí misma, invisible. Como fic- topeya, dan la idea del ritmo y complementan
ción, el conflicto de los amores de Cecilia y una imagen artística típicamente peculiar, al ex-
Leonardo Gamboa tiene consistencia suficiente presar la donosura y musicalidad de la danza
dentro del llamado folletín romántico. Ya esto cubana ejecutada por gente de la raza negra:
lo había comprobado el autor con la «Cecilia
Valdés» de La Siempreviva en 1839.26 Pero aho- Por sobre el ruido de la orquesta con sus
ra Villaverde aspira a mucho más, digamos que estrepitosos timbales, podía oírse, en per-
necesita —tal vez como un acto de reafirmación fecto tiempo con la música, el monótono
política con respecto a su posición a favor de la y continuo chis, chas de los pies; sin cuyo
independencia de Cuba— describir requisito no cree la gente de color que se
puede llevar el compás con exacta medida
las costumbres y pasiones de un pueblo de en la danza criolla; 28
carne y hueso, sometido a especiales leyes
políticas y civiles, imbuído en cierto orden en fin, todo el inventario de imágenes reales re-
de ideas y rodeado de influencias reales y producidas en esta novela y que asombran por
positivas. su cantidad y calidad colorista. También utilizó
Villaverde, para imprimir mayor autenticidad a
y añade: sus escenas, la concurrencia de lenguajes, es de-
cir, de elementos léxicos que dan la plomada vi-
Lejos de inventar o de fingir caracteres o es- tal a los personajes. Según opinión de algunos
cenas fantasiosas, e inverosímiles, he lleva- críticos, este trabajo en el plano lingüístico no
do el realismo, según lo entiendo, hasta el fue siempre afortunado. Sin embargo, conside-

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ramos que el autor no pretendió una recreación concepto socio-histórico manifestado de forma
dialectológica por pura vanidad tecnicista, sino iterativa a través de toda la novela y que es, de
que manipuló de manera convencional el hecho, su tema por antonomasia.
plurilingüismo como frontera diferenciadora Es justamente en estos tonos discordantes,
dentro de las estratificaciones clasistas. Así, pue- en estas fulminantes y sorpresivas descargas
den precisarse distintos bloques lingüísticos que semántico-valorativas, en donde el autor apresa
responden a la ubicación social de los persona- la médula del realismo. Fueron las descripcio-
jes. Por ejemplo, Cecilia, Nemesia, Chepilla, nes detalladas y las imitaciones lexicales resul-
Pimienta y Uribe, todos mulatos libres con es- tados de la más acuciosa y penetrante óptica
casa instrucción, y Leonardo, Diego Meneses y costumbrista. Pero el realismo, que no es decir
Pancho Solfa, estudiantes universitarios; pero las cosas de la realidad, sino la realidad de las
también están las transliteraciones del habla de cosas, 31 está en la controversia interna que ema-
«Malanga», el «Curro del Manglar» y la de los na de cada bloque narrativo, así como en el abi-
negros esclavos en las que se aprecian matices garramiento contextual en el que se advierten
distintivos de acuerdo con su destino dentro del las disonancias sociales, sus contradicciones, ese
mundo de los blancos. Caso excepcional y poco perenne contrapunteo entre la imagen artística,
convincente desde el punto de vista lingüístico la realidad histórica, el autor y el lector. Toda la
es el de María de Regla, quien hace gala de una novela Cecilia Valdés es un símbolo, una alego-
extraordinaria elocuencia. No obstante, es pro- ría ideoartística que adquiere dimensiones mo-
bable que Villaverde otorgara a este personaje numentales, dentro de lo dramático y sombrío,
mayor apertura y flexibilidad en la expresión, sobre lo heterogéneo y, a su vez, unificador. Es
pues es ella una suerte de conciencia acusatoria dramática la relación Leonardo-Cecilia, pero
contra don Cándido Gamboa, sólo acallada por esto es tan sólo un timbre a descifrar entre las
los terribles rigores de la fuerza. Explícitamen- múltiples voces que orquestan dramas individua-
te advierte el narrador: les, dramas generacionales, dramas raciales y el
conclusivo y aterrador drama social de la colo-
Conocidamente pasaba don Cándido por nia.
el carácter de la enfermera como por sobre Leonardo y Cecilia centralizan la ficción, son
ascuas. No era indiferencia la suya, tam- el motivo fabular que da pie al desencadenamien-
poco desdén, menos desprecio: era miedo to de una trama profusa en situaciones conflic-
no fuera que se averiguase la posición en que tivas. No pierden la espectativa, a pesar de las
se hallaba colocado respecto de esa su humil- muchas incidencias que interceptan su historia,
de esclava […] María de Regla poseía el úni- porque están ideados con la hechura de las bata-
co secreto de su vida libertina que le aver- llas pasionales del romanticismo (la inexorabi-
gonzaba y le hacía infeliz en medio de la lidad de lo imposible, la deslumbrante belleza
grandeza y el boato de que ahora se veía ro- femenina, el contraste riqueza-pobreza, los ce-
deado. 29 los, las decisiones impensadas, la fatalidad como
signo inminente, etc.). El drama generacional,
En su confesión a Adela, en la que le sugiere sin embargo, tiene otras connotaciones, pues
que Cándido era el padre de la niña recogida en sobrepasa los marcos de la novela para hallar sig-
la Inclusa, y ante la explosiva sorpresa de una de nificado en la correlación individuo-historia. Es
las hermanas de ésta, María de Regla enuncia el Villaverde quien saca sus conclusiones, él y su
más brillante ideologema de esta novela: «Yo no tiempo, sus vivencias y los testimonios de toda
quise decir amos, yo quise decir blancos. Los es- una época. Toma como modelo a Leonardo
clavos no deben pensar nada malo de los blan- Gamboa, en su naturaleza irresponsable, en su
cos.» 30 Es evidente la fusión de la voz del perso- despiadado trato a los negros esclavos, imbuido
naje con la palabra autoral que se impone de soberbia y de vanidad clasista, quien al tiem-
intencionalmente para dar trascendencia a un po que fustiga con vehemencia —aunque en una

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reflexión parcial y mediocre— a los militares Gamboa y en doña Rosa Sandoval. Ambos pa-
españoles,32 ridiculiza las aspiraciones nobiliarias decen el acecho del pasado, las graves culpas que
de su padre, que es un tratante ilícito de escla- el tiempo ha ido exacerbando. Cándido está aco-
vos: «Figúrate mamá —dijo Leonardo con mu- sado por la inminencia del incesto entre
cha risa, aunque bajando la voz—, un plagiario Leonardo y Cecilia, pero, aún más, siente re-
convertido en Conde… del Barracón, por ejem- mordimientos morales, extraños remordimien-
plo. ¡Qué lindo título! ¿No te parece mamá?»33 tos que ponen en vilo su status económico bur-
El autor plantea que el patriotismo de esta ge- gués. Rosa Sandoval vive persiguiendo las claves
neración a quien él escoge como paradigma, era del secreto de su esposo, el ignominioso desliz
de «carácter platónico», y hace una extensa rela- que ella cree adivinar en cada gesto de Cándido.
ción de aquella otra que la precedió y en la que Doña Rosa descarga su furia de mujer engañada
agrupa, indistintamente, a Varela, Heredia, sobre María de Regla, y lleva su pírrica vengan-
Agüero, Lemus y a Aponte, porque reconoce za a términos desgarradores. Mas, en la disputa
entre ellos, como ligadura común, su repulsa de los esposos resuenan expresiones que sobre-
contra el despotismo español. Aunque Villaverde pasan las discordias domésticas: [Cándido]
recalca que la generación representada por «¿Hubiera Ud. preferido a un criollo jugador y
Leonardo y sus amigos había llegado al «olvido botarate?…» [Rosa] «Tal vez […]. Pero juga-
y a la indiferencia»,34 se le van de las manos las dor o no, es probable que el criollo, el paisano
muchas reacciones de rebeldía que son narradas mío, se hubiera portado conmigo con más leal-
de forma cronológica dentro de la generación tad y decencia. De seguro que el criollo no me
de Leonardo Gamboa. Esa dialogalidad interna, hubiera engañado por el espacio de doce o trece
imperceptible y que de manera inconsciente años.» 37 Este drama individual toca fronteras, y
emana del texto, da la pauta del realismo que éstas son de nacionalidad: burguesía criolla, bur-
afanosamente quiso encontrar en el detalle, guesía peninsular. Un recelo más entre faccio-
cuando de hecho plasma en su propia limitación nes. Tras ellos, de telón de fondo, la esclava no-
valorativa las cláusulas ideológicas de etapas driza María de Regla, el drama racial, su
transitorias. Con más claridad, diría Enrique engendro y también el presentido bumerang.
Sosa: «no extrae de este violento mundo, la ló-
Resulta de gran interés el drama individual
gica conclusión de que es la continuación, no la
de Isabel Ilincheta, personaje coprotagónico del
negación absoluta, del período anterior que lo
conflicto de la ficción. Es una especie de rara
entusiasma por su ímpetu revolucionario».35 No
avis dentro del elenco. El plano de Isabel no lo
fue, efectivamente, olvidadiza e indiferente esa
comparte ningún otro personaje, porque ella nos
generación, porque en ella no se había apagado
el antiespañolismo, porque ella tenía, aún así, llega como tenue esbozo de futuro. Este perso-
sentido de la reacción dentro de circunstancias naje rompe los moldes femeninos de la novela
otras, porque, a pesar de Villaverde, Pancho Sol- del XIX:
fa, uno de los compañeros de Leonardo en una
suntuosa fiesta de la Sociedad Filarmónica, re- No había nada de redondez femenil, y, por
flexionaba «con sonrisa amarga» que «mientras supuesto, de voluptuosidad, […] en las
aquella loca juventud gozaba a sus anchas de los formas de Isabel […]. Para que nada falta-
placeres del momento, el más estúpido y brutal se al aire varonil y resuelto de su persona,
de los reyes de España parecía contemplarla con debe añadirse que sombreaba su boca un
aire de profundo desprecio desde el dorado dosel bozo oscuro y sedoso, al cual no faltaba
donde se veía pintada su imagen odiosa».36 una tonsura frecuente para convertirse en
El drama individual y el drama racial están bigote negro y poblado. Tras ese bozo aso-
estrechamente vinculados, aunque este último maban a veces unos dientes blancos, chi-
sea el tema preponderante en la novela. El dra- cos y parejos, y he aquí lo que constituía la
ma individual podemos verlo en Cándido magia de la sonrisa de Isabel. 38

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Isabel Ilincheta ha sido educada por las mon- radoja de las disensiones de clase. Uribe, el mu-
jas Ursulinas que vinieron de Nueva Orleáns, lato sastre que vistió a lo más encumbrado de la
practica deportes rudos: equitación, natación, y sociedad habanera, le dice a Pimienta:
también reflexiona sobre el terrible trato a que
son sometidos los esclavos de La Tinaja, perte- […] Disimula, aguanta. Haz como el pe-
necientes a la familia Gamboa. Ella se cuestiona rro con las avispas, enseñar los dientes para
si su amor por Leonardo es verdadero, y si sería que crean que te ries. ¿No ves que ellos
capaz de convivir con un hombre así. Isabel ad- son el martillo y nosotros el yunque? Los
ministra el cafetal de su padre. Es otra concep- blancos vinieron primero y se comen las
ción de la mujer dentro de la novela cubana, una mejores tajadas; nosotros los de color vi-
perspectiva de modernidad en Villaverde, tal vez nimos después y gracias que roemos los
como reminiscencia de su prolongada estancia huesos. Deja correr, chinito, que alguna vez
en los Estados Unidos. No obstante, tras el nos ha de tocar a nosotros. Esto no puede
desenlace de la narración, Isabel se retira a ha- durar siempre así. Haz lo que yo. ¿Tú no
cer vida de convento. Es obvio, el autor retrotrae me ves besar muchas manos que deseo ver
a este personaje proyectado entre el pasado y el cortadas? Te figurarás que me sale de aden-
futuro, al pasado, al mundo sico-cultural del re- tro. Ni lo pienses, porque lo cierto y verí-
lato, aunque trunque la lógica consecuente del dico es que, en verbo de blanco, no quiero
único carácter con visos de progreso en la obra. ni el papel…
El drama racial es el tema contundente de esta
[…]
novela. Él da pie a la diatriba política que resu-
me toda la obra como causa primera y que en- Mi padre fue un brigadier español. A mu-
cuadra el lienzo demencial y aberrado del gran cha honra lo tengo, y mi madre no fue nin-
drama social de la colonia. La tragedia racial se guna esclavona, ni ninguna mujer de na-
presenta con trazos agudos, tanto en escenas de ción… 40
indiscutible intencionalidad, en donde el autor
retoma el lenguaje de cierta conciencia de clase El autorracismo anula la legitimidad de todo
o sector de clase, estilizándolo para su fin sentimiento. El estigma racial crea una infraes-
ideoartístico, como en sutiles imágenes de apa- tructura de culpa original, una especie de desti-
rente fugacidad, pero que llevan en sí la no fatal, irrefrenable, una ciega soberbia inca-
reafirmación semántica de determinado concep- paz de atender causalidades esenciales y que,
to bien arraigado en la obra. «Y has de saber que como síntoma patológico de neurosis social,
blanco, aunque pobre, sirve para marido; negro pretende cortar el «mal» con la destrucción de
o mulato ni el buey de oro. Hablo por experien- las apariencias. Para María de Regla, sus hijos
cia…»,39 así le dice Chepilla a Cecilia en el capí- Dolores (negra) y Tirso (mulato), ambos escla-
tulo III de esta novela, y esto es algo más que vos, no eran aceptados por ella de igual forma,
un persuasivo consejo; lo expuesto por la abue- porque Dolores perpetuaba la marca de la escla-
la es un concepto sociohistórico expresado a tra- vitud. Tondá, una especie de mito en la sociedad
vés de un lenguaje y una ideología muy singula- colonial, era de «valor heroico y […] desplega-
res. Enrique Sosa define este fenómeno como ba [su actividad] en la persecución de los mal-
«inmolación racial». Es una especie de autoli- hechores de su propia raza, con autoridad espe-
mitación, de autorrepresión que malogra y cial del mismo Capitán General don Francisco
distorsiona la perspectiva de lucha de conjunto Dionisio Vives». 41 La anécdota histórica —en
y que enturbia, hasta cierto punto, creando un apariencia incidental e injustificada como
estado de aletargamiento y confusión, el logro interpolación—, sobre la ejecución de Panchita
de una identidad propia. Leamos estas palabras Tapia, sirve de apoyatura a la palabra autoral que
de Uribe en las que vuelca su rencor de margi- es retomada directamente para subrayar el sa-
nado, al tiempo que descubre la desastrosa pa- dismo de la política española:

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480 SEGUNDA ÉPOCA

Es bien sabido que la justicia española lle- máxima de las tiranías, aunque a pesar de ella, y,
va su saña hasta las puertas del sepulcro, y precisamente por ella, se profundicen los odios,
he ahí la necesidad de la institución reli- se reproduzcan las rebeldías como la de Pedro
giosa dicha [Institución de la Caridad y la Briche,46 y se asienten las disensiones, al me-
Fe, sólo integrada por negros], que se en- nos, como estrategia antiespañola. La historia,
carga de recoger el cadáver del criminal y no obstante, aleccionó a ese sector de clase de
de darle sepultura, en vez de los parientes negros y mulatos libres, y también a los «crio-
y amigos, privados de esos oficios por la llos», en los días sangrientos del año 44. Les
ley o la costumbre. 42 enseñó a todos la imparcialidad de la represión
en materia de poder, demostrando que la verda-
También Cecilia, quien por más de una razón dera y única división posible en el futuro era
tiene en cuenta las categorías y rangos de la pig- entre cubanos y españoles. Pero esto excede los
mentación de la piel, opera como verdugo so- límites cronológicos de la novela, aunque sí lo
bre el amor de José Dolores Pimienta. Para ella, vivió el autor. Villaverde tuvo la astucia y el acier-
el hermano de Nemesia es tan sólo algo cerca- to de no colmar toda la capacidad de sus inten-
no, una protección merecida por su belleza, una ciones; así, dejó planteados los problemas, dejó
deferencia que apenas produce emociones en caminos abiertos a la especulación, hizo realista
circunstancias fortuitas, pero que jamás traspon- e imperecedera su novela, además, por lo silen-
drá los lindes de los sentimientos («se me caería ciado, para que la historia y el lector de todas las
la cara de vergüenza si me casara y tuviera un historias, hallaran en la reticencia una nueva con-
hijo saltoatrás»).43 Entre sutilezas, Villaverde clusión.
esboza otra imagen cargada de sentido: Cecilia La percepción del drama social de la colonia
espera con ansiedad que termine la pelea a cu- por Cirilo Villaverde, tiene tintes sombríos y hay
chillo entre Pimienta y Dionisio, el agresivo en su semblante coloraciones de insania. El in-
cocinero de los Gamboa, y al ver que su amigo cesto es un secreto a voces que no es conocido
regresa invicto, el narrador apunta: «…lloró de de los amantes, pero tampoco constituye clímax
pura alegría cual la niña que recuperó su mu- en la novela. El incesto es una alegoría más, es el
ñeca cuando la juzgaba irrevocablemente per- gran incesto de la sociedad cubana, prohijada por
dida».45 un régimen corruptor y despótico; es, a su vez,
La inconexión aparente de estos dramas el código del indetenible mestizaje racial. María
—individual, generacional, racial—, facturados de Regla, la negra esclava de los Gamboa, es el
en estructuras narrativas paralelas o, simplemen- símbolo de una trágica ironía; ella los reúne a
te, independientes del conflicto fabular Leo- todos en su condición de nodriza: Adela (blan-
nardo-Cecilia, tiene engarce en el proyecto ideo- ca), Dolores (negra) y Cecilia (mestiza). Pero
estético del autor, en ese sentido que se eleva a hay también regodeo erótico en la relación ma-
planos extraliterarios entre fuerzas contradicto- dre-hijo, es decir, Rosa-Leonardo: «ocioso es
rias, binomios antitéticos que en su fricción de añadir que se anticipaba a sus gustos, que le adi-
intereses y valores heterogéneos tejen la com- vinaba los pensamientos y que acudía a satisfa-
plicada urdimbre de un lienzo único, aunque de cerlos, no como madre, sino como enamora-
texturas diferentes. El drama social, que abarca da…»,47 y, entre hermanos, Leonardo-Adela:
todos los dramas interactuantes, tiene su lectu- «…lo único que puede asegurarse como cosa
ra de causas en la omnipotencia de la tiranía po- positiva es que había en la contemplación de
lítica del gobierno español: «…el color de la piel, Leonardo más embebecimiento que distracción
como el nacimiento, las clases y las jerarquías mental, más deleite que fría meditación…»,48
sociales dividen antagónicamente a la población concluyendo el narrador: «…a no ser hermanos
del país y su gran beneficiario es España: ese, no carnales se habrían amado, como se amaron los
otro, es el gran tema, político, de Cecilia amantes más célebres que ha conocido el mun-
Valdés». 45 Es decir, «divide y vencerás» será la do».49 Tal vez, estas pinceladas sicológicas que

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sólo puede captar la omnisciencia del narrador, ambos personajes femeninos:


tengan relación con las «aberraciones» que, se-
gún Villaverde, coexistían «en una sociedad [Cecilia] «Las mejillas llenas y redondas y
constituida como la cubana». 50 un hoyuelo en medio de la barba…» 54
Tres testigos apenas evocados deambulan en
[Preciosa] «…y llegando a alabar un peque-
esta atmósfera demencial, en esta mirada del
ño hoyo que Preciosa tenía en la bar-
autor que no puede reprimir el pesimismo del
ba…»; 55
angustioso y duro bregar en la búsqueda de lo
propio, en la forja de una identidad hecha con
el segundo, sobre la llamativa belleza de estas
sangre y lágrimas. Ellos son: Charo Alarcón,
mujeres y el efecto que provoca su presencia en
confinada en el Hospital de Paula por desafiar
la multitud expectante:
las fronteras raciales sólo con las armas de la
belleza; Dolores Santa Cruz, repitiendo su es-
[Cecilia] «Volvíanse las mujeres todo ojos
tribillo como el negro fugado el suyo: «Aquí va
para verla, los hombres le abrían paso, le
Dolores Santa Cruz. Yo no tiene dinero, no
decían alguna lisonja o chocarrería y en un
come, no duerme. Los ladrones me quitan cuan-
instante el rumor sordo de: —La Virgencita
to tiene. […]», 51 paseando su decrépita miseria
de bronce […] Que la reina de este [baile]
para que ningún negro intentara repetir la osa-
acaba de presentarse…» 56
día de la libertad y del dinero y, en un ángulo
siempre asistido en la narración, como un pun- [Preciosa] «[…] y apenas hubieron entra-
to de obligada coincidencia, el Hospital de Paula, do las gitanas cuando entre las demás res-
contemplando en su silencio alienado la entrada plandeció Preciosa como la luz de una an-
de una nueva reclusa que esta vez ha jugado a torcha entre otras luces menores; y así
vida o muerte las señales de su destino. Tales corrieron todas a ella. Unas la abrazaban,
son las opciones que ofrece el poder colonial a otras la miraban, estas le bendecían, aque-
quienes intentan contravenir sus leyes. llas la alababan…» 57
El crítico cubano Roberto Friol afirma: «Cier-
tamente, los amores de Cecilia Valdés, la mulata El historicismo, como patente acreditativa del
imperial, y su medio hermano Leonardo realismo y del costumbrismo en esta novela, está
Gamboa son el chisporroteo de la novela; pero dado por los numerosos personajes verídicos 58
ese chisporroteo le permite alzar en peso la Isla que toman parte en ella: Claudio Brindis de Sa-
de Cuba, y “ese’s altre cantare”, tanto, que na- las, Tomás Buelta y Flores, Ulpiano Estrada,
die en el siglo XIX lo volverá a conseguir.» 52 Este Francisco de Paula Uribe, Juan Francisco Man-
«lienzo histórico» fue conformado con los ins- zano, José Herrera, alias Tondá, Gabriel de la
trumentos del romanticismo, del costumbrismo Concepción Valdés, alias Plácido, etc. También,
y del realismo crítico. Walter Scott y la anécdo- deben tenerse en cuenta los datos testimoniales
ta de raíz histórica como motivo significante del autor, recogidos en sus autobiografías y que
dentro de lo legendario; Víctor Hugo y la «Es- son re-creados, con mayor acuciosidad descrip-
meralda» de Nuestra Señora de París,53 con quien tiva, en los capítulos dedicados a la estancia de
tiene analogía la novela del escritor cubano en la familia Gamboa en el ingenio La Tinaja. Es-
la secuencia composicional del argumento, y la cenas como la de Pedro Briche y el suicidio de
Preciosa de las Novelas ejemplares de Cervantes, sus compañeros ante el ensañamiento y la ale-
punto de similitudes fisonómicas y caracte- vosía de sus amos, encuentran en estas páginas
rológicas, dadas en la gracia espontánea y en la vividas por el autor y no menos aterradoras que
belleza resaltante y siempre admirada de la mu- las narradas en la novela, una fuente nutricia e
lata cubana. Veamos dos ejemplos que ilustran inconfundible.
la observación anterior. El primero sobre algu- Los arcaísmos señalados en el estilo expresi-
nos detalles de la caracterización externa de vo de Villaverde, y que a nuestro juicio no

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482 SEGUNDA ÉPOCA

demeritan el vigor de las imágenes, ni entorpe- decir, seccionar el todo y re-crear a partir de una
cen la fluidez de los enunciados, los justifica el de sus líneas de configuración, era ganar en pro-
autor con su iniciación autodidacta en las lectu- fundidad, buscar la dimensión que no sólo rea-
ras de escritores castellanos. El propio Villaverde firmaría que lo transcrito por Villaverde del
nos lo explica: objeto natural eran ciertamente las señas incon-
fundibles de la sociedad cubana, sino, además,
La amistad con Domingo del Monte […] que cada rasgo esmeradamente trazado resisti-
me hizo mucho bien. No sólo me alentó a ría la especulación estética e histórica, porque
proseguir en la carrera literaria, sino que cada uno de ellos tenía importancia y valor por
me prestó libros para estudiar el idioma sí mismo. La novela del XIX, fuertemente aferra-
castellano y formar un estilo en que expre- da a los presupuestos del romanticismo, aun-
sar mis pensamientos, al menos con pro- que portadora, en algunos casos, de verdaderas
piedad y claridad. Y como esos libros eran, audacias conceptuales en la médula de sus tex-
por lo regular de escritores anteriores al tos y de sorprendentes atisbos en el orden for-
siglo 18 [sic], tomé de ellos voces arcaicas mal, encuentra en las tres últimas décadas del
y giros desusados, según puede verse en siglo un momento de cambio, de rupturas en el
todos mis escritos, hasta Cecilia Valdés. 59 tono tradicional de esta novelística, y lo halla-
mos en la obra narrativa de Ramón Meza: El
A pesar de las objeciones de índole formal duelo de mi vecino. Flores y calabazas (1886),
que puedan señalársele a esta novela, es Cecilia Carmela (1887), Mi tío el empleado (1887), Don
Valdés, tanto desde el punto de vista estético, Aniceto el tendero (1889) y Últimas páginas
como en su más apreciable sentido: ser el «vi- (1891). Estos títulos han sido colocados según
tral de los abismos cubanos», la gran novela del el orden de publicación; no obstante, si atende-
siglo XIX, pues en ella están representadas, como mos a la concepción literaria que los caracteri-
en ninguna otra, la dialéctica de las fuerzas so- za, podemos agruparlos en dos bloques, de los
ciales que se contraponen y asimilan, en el con- cuales nos extrañaría la lógica de la creación. El
vulso proceso histórico que antecede la confi- primero de ellos incluye las novelas que siguen
guración del rostro definitivo de nuestra una línea romántica: Carmela, Flores y calaba-
nacionalidad. zas y Últimas páginas; el segundo, las que tienen
como base para la ficcionalización de sus temas
el realismo: El duelo de mi vecino, Mi tío el em-
3.6.3 La obra narrativa de Ramón Meza. Mi pleado y Don Aniceto el tendero. Sin embargo, y
tío el empleado aún sosteniendo este criterio diferenciador, to-
das estas novelas poseen, en mayor o en menor
Con la publicación en 1882 de Cecilia Valdés, la medida, algunos procedimientos narrativos que
novela cubana decimonónica había fijado, por las unifican —a pesar de la disimilitud temática
medio de la esplendidez minuciosa del detalle y estilística— en ese nuevo plano de ejecución
histórico, el rostro definitivo de la colonia. El artística, en el que es Ramón Meza un innova-
empeño estético de Villaverde, dirigido por los dor. Algunos procedimientos unificadores del
cauces de un elocuente retratismo, adquiere tras- oscilante modo expresivo de este escritor pue-
cendencia artística con la inclusión de nuevas den resumirse así: utilización de la luz solar
perspectivas composicionales que revitalizan a como fuente generadora de los colores que, en
aquel monumental mosaico. La pluralidad de su variedad de matices, crean el entorno como
rasgos esenciales estaban plasmados en la inme- fondo contrastante de las situaciones emotivas,
diatez de un primer plano de observación, mas y la simplificación de los detalles descriptivos
era necesario calar en los intersticios de aquella en una síntesis que otorga mayor peso a la idea
abigarrada urdimbre para descubrir el dinamis- que pretende transmitir el autor, con todas sus
mo de un rostro que no permanecía estático. Es sensaciones. Para el comentario de la obra de

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Ramón Meza, seguiremos el orden propuesto ma, no con respecto al papel que debía ocu-
en los bloques señalados. par en sociedad. 62
Carmela (1887), calificada por Enrique José
Varona como «hermana menor de Cecilia Cuando Justa arremete contra la sociedad que
Valdés», 60 continúa, en efecto, el mismo ciclo margina y desprecia a su hija, y a la cual perte-
temático de las llamadas novelas sobre la escla- nece Joaquín, éste siente las palabras de la an-
vitud. Con ellas, tiene en común el recurrente ciana, a pesar de hallarse en un momento de
destino fatal que malogra a los personajes por febril pasión por Carmela, como heridas
los prejuicios raciales. Carmela, al igual que punzantes. El día posterior a la huida de los jó-
Cecilia, es hija ilegítima de un blanco y una mes- venes, y una vez pasado el frenesí de tan román-
tiza. Justa, madre de Carmela, ve perpetuar en tico episodio, Joaquín medita fríamente la in-
su hija el fracaso del amor, por las barreras so- consistencia de su resolución:
ciales. En la caracterización externa de la joven
Carmela encontramos semejanzas con Cecilia. Tras de la brillantez del lujo y las comodi-
Veamos: dades de su pasada vida, veía alzarse ante
él, como negra y fría sombra, un porvenir
[…] Su cabellera negra y lustrosa, como el de privaciones y quizás de miseria.
ébano, si bien un tanto áspera y corta, caía
en gruesas trenzas por su espalda. Sus ar- La realidad inflexible lo convencía de que
queadas cejas, grandes y curvas pestañas nada de esto podría ser: todo se desvanecía
sombreaban suavemente sus ojos negros y como un bello ensueño.63
brillantes.
Las palabras de Joaquín rompen, hasta cierto
Era la joven del terrado de muy mediana punto, el patrón romántico que externamente
estatura: espaldas un tanto anchas, brazos conduce al argumento, transparentándose la pin-
un tanto gruesos, cintura estrecha, pero se celada realista que hace de tan manida tragedia
armonizaban presentando tan agradable una posibilidad novedosa en la fabulación.
conjunto las líneas de su cuerpo a la vez Sobre el mismo tópico de las escisiones cla-
robusto y ágil, que sin poseer la joven los sistas y raciales, es interesante la caracterización
clásicos contornos de la Venus griega, era del negro «Tocineta», el eterno enamorado de
un modelo de belleza plástica.61 Carmela, quien está concebido con trazos gro-
tescos; no así José Dolores Pimienta, el mulato
En esta novela de Meza los personajes no son músico de la obra de Villaverde, que enfrenta el
inconsecuentes con su posición racial y clasista, peligro con actitud decidida a fin de atraer a la
como sí lo apreciábamos en la obra de Villaverde. hermosa Cecilia. Si el valor y la intrepidez sin
Carmela y Joaquín sucumben ante su pasión límites eran las armas con que contaba Pimienta
amorosa, pero ambos reflexionan desde el lugar para conquistar el amor, las de Tocineta, en cam-
que ocupan en la sociedad, sin desentenderse de bio, consistían en la exaltación de su tosca figu-
sus insuperables limitaciones. Al respecto, la ra, acentuada por lo ridículo de su gestualidad
omnisciencia del narrador nos revela las inquie- que nos llega como un auténtico alarde de cinis-
tudes de Carmela: mo. Sobre su previsible imposibilidad para ob-
tener el amor de Carmela, el narrador nos dice:
[…] Sentía ciertos escrúpulos por causas
de la inferioridad de esfera social en que Exasperábase ante aquel infranqueable abis-
ella y su mamita se encontraban colocados mo que mediaba entre él, un negro rudo,
respecto del joven y su familia. […] Su feo y ella, que parecía una señorita blanca.
Madrina, Mamita, le servía de padre y ma- Pero todos sus desalientos y tristezas te-
dre: pero esto, si bien le satisfacía a sí mis- nían en el fondo algo de sarcástico; por eso

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terminaban a menudo por inspirarle el de- paisajistas de elocuente plasticidad. Por ejem-
seo de hacer gestos grotescos y soltar risas plo, leamos la siguiente:
impertinentes que los demás consideraban,
a menudo, como burlas y que no eran sino, […] formando con la espuma vagos y ca-
desahogos de su naturaleza tosca. 64 prichosos trazos semejantes a esparcidas
plumas de cisne que se sumergiesen y vol-
Este personaje, desprovisto de atractivos, de viesen a flotar en la inquieta superficie… 68
risible y ridícula complexión y de gravoso pro-
ceder, se erige en la novela como un símbolo El estilo expresivo de Meza es sintetizador.
desconcertante. Tabla de salvamento de la des- Como un artista plástico, el verbo del autor
preciada Carmela, Tocineta, al finalizar la obra, constituye en sí mismo una unidad poética que
suple la mórbida altivez del Hospital de Paula revela la estructura externa del objeto visuali-
presente en la novela de Villaverde. Tocineta zado y su peculiaridad. Así, integra en breves
observará, a través del relato, la tragedia de la líneas la disposición de determinada escena: el
mestiza luchando por transgredir las leyes so- estado anímico de un personaje, la naturaleza
ciales, y esperará, con su «sonrisa sarcástica», 65 como fondo de luminosidades que descubre
el inminente desenlace. colores y formas, y algunos detalles de no me-
La existencia del asiático Assan en Carmela, nor importancia dentro del conjunto, que dada
descubre un elemento más en el proceso de su fugacidad, confieren movimiento y perspec-
transculturación de la nacionalidad cubana. Es tiva al encuadre. Este es el caso, por ejemplo,
un personaje descrito con delicadeza y al que del capítulo X, en donde aparece, como una rá-
Meza otorga cierta extraña fascinación; Assan pida impresión captada en la zona focalizada, la
está representado como un personaje exótico, presencia de los obreros, infrecuente en la
algo caricaturizado dentro de la tradicional in- novelística del XIX:
comprensión de su cultura. Su presencia resalta
en el contexto de la novela, y su muerte, como Los primeros transeúntes, obreros que se
un acto de dignidad suprema, sólo es capaz de encaminaban al punto del trabajo, con sus
arrancar una expresión de vulgar elementalidad: capotes de lana hechos jirones y llenos aún
«¡Qué soberbios son los chinos!» 66 En Assan de cal, de la tierra, del lodo, de las faenas
se asocian el gusto artístico refinado, que em- ejecutadas el día anterior, pasaron ante él,
bellece el mundo de su vida privada, y la como un desordenado desfile, con sus he-
contrastante fealdad de los deberes prácticos que rramientas al hombro. 69
le garantizan el sustento:
Aunque todavía muy ligada a la tradición na-
Nadie podía sospechar que en el fondo de rrativa del XIX, desde el punto de vista temático
aquel miserable tugurio, que olía a opio y —de ahí su lugar en el primer bloque que las
aceite hirviente por sus cuatro costados, agrupa dentro de una línea contextual románti-
hubiese aquella habitación adornada con un ca—, tiene Carmela en el trabajo formal eviden-
gusto y riqueza de príncipe. Biombos, tes atisbos de modernidad, apreciables en el cam-
farolines, cajas de sándalo, babuchas de grue- bio de ciertos módulos estéticos. Entre ellos, la
sa suela y con las puntas muy encorvadas luz como complemento significante de imáge-
hacia arriba, todo exótico, raro, pero lucien- nes verbales, el simbolismo que se hace más efi-
te, sin un polvillo, ordenado al gusto de su caz por la concreción del lenguaje en su oficio
propietario. 67 descriptivo y la gradación sicológica de los per-
sonajes, no con el propósito de crear caracteres,
Aquí, Meza parece apelar al universo casa- sino para definir tipos sociales que respondan,
liano, a los éxtasis preciosistas del modernismo, de manera verosímil, a sus estratos ideológicos.
como ya lo había hecho con algunas imágenes Flores y calabazas (1886) y Últimas páginas

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(1891) son las obras más endebles dentro de la menos la ortografía de Blasco Ibáñez; saboréome
línea romántica de Ramón Meza. Ambas desen- con la de Pereda y Juan Valera», 70 el profundísi-
tonan de su conjunto novelístico general. Están mo declive de su estilo novedoso ya puesto a
facturadas con el romanticismo lacrimoso y prueba en sus obras mayores —Mi tío el emplea-
sombrío, al estilo de María (1867) de Jorge do (1887) y Don Aniceto el tendero (1889)—,
Isaacs, y de su antecedente, Paul et Virginie resulta inexplicable, más aún, después de la lec-
(1784) de Bernardine de Saint Pierre, novelas tura de Últimas páginas (1891), novela que cie-
estas que sí poseen un valor representativo den- rra la producción narrativa de este autor.
tro de esta escuela. Últimas páginas es un relato lúgubre en don-
Flores y calabazas —publicada junto con una de se respira atmósfera de insania, de regodeo
de las narraciones más logradas de Meza, «El neurótico sobre una idea obsesionante que re-
duelo de mi vecino» (1886)— trata el tan aje- corre toda la obra y que reafirma en la narrativa
treado tema de los amores imposibles y de las el origen enfermizo del incesto. Escrita a mane-
esperas infructuosas, en donde las tentaciones ra de memorias, Pablo, el protagonista, nos na-
del alto mundo citadino pugnan con la candidez rra la historia de su vida que se circunscribe al
de los sentimientos educados en un ambiente mundo familiar. El recuerdo de Natalia, la her-
natural. Con extensas descripciones del paisaje mana muerta, es el punto recurrente de su tor-
que desentonan con el comedimiento del autor turante delirio. La confusión de sentimientos
en este sentido, dadas como un desfogue poéti- crea en esta obra una corriente circular de re-
co ante una acción retraída y un ritmo narrativo flexiones angustiosas que incide en la muerte
que le es ajeno —según veremos en sus mejores como halagüeña esperanza. Tan patológica acti-
realizaciones literarias—, son la policromía y los tud fatalista del vivir parece ser el resultado de
contrastes sugerentes de estas descripciones los una fantasía desorientada, pues ninguna de es-
que acreditan el sello inconfundible del autor, tas circunstancias aberrantes encuentran justi-
que se inicia como un excelente observador plás- ficación dentro de la propia lógica fabular del
tico. Percibimos además, a través de mecanis- relato, así como tampoco referencia alguna en
mos narrativos elementales, la crítica resenti- las tendencias sicologistas con que especulaba
da del autor ante el falso esplendor de la el naturalismo. Al respecto consideramos acer-
burguesía, que nos la presenta en su rígida fri- tado citar las palabras del novelista puertorri-
volidad e ignorancia, en escenas que lindan con queño Zeno Gandía, publicadas en La Habana
el ridículo. Literaria en 1892:
Ésta es la obra que inicia el ciclo narrativo de
Ramón Meza. En ella el autor utiliza las cláusu- Todo, en la novela, es comprensible, par-
las características del primer romanticismo: la tiendo de la base de que Pablo está loco, y
melancolía y el subjetivismo acrecentados en el precisamente, considerado como tal, el
apartamiento hacia la naturaleza, la simbólica Pablo de Últimas páginas no está estudia-
dicotomía entre la ciudad que destruye y co- do. El conjunto de síntomas está incom-
rrompe, y el campo, sitio propicio que ennoble- pleto, porque Meza ha olvidado recoger-
ce y sublima el mundo espiritual y, finalmente, los con aquella minuciosidad admirable con
el suicidio, último escape, huida definitiva ante que Zola recoge en el protagonista de El
la desesperanza por el amor desairado. Flores y placer de vivir el historial clínico de la ve-
calabazas pertenece, por su tema y por la com- sania. 71
posición argumental, a la tradición costumbris-
ta dentro de la novelística romántica cubana del La postura contemplativa del personaje ante
siglo XIX. su deterioro moral y material, tiene un instante
Aun asintiendo con lo que Meza expresara de lucidez cuando éste critica la corrupción de
en 1910 en su «Autobiografía» para la revista los empleados de la ley, constante sintomática
Helios: «…No comprendo aún bien la prosa y de la novelística del siglo XIX:

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486 SEGUNDA ÉPOCA

[…] Mis cuñados no vinieron solos, traje- por ella, juega la última carta de su responsabili-
ron dos consejeros de aspecto antipático, dad como escritor. Hace del personaje de Pablo
de una dulzura al hablar que repugnaba un símbolo de enajenada incomunicación, ob-
porque era una ficción con que pretendían sesionado como estaba con la persistente sicosis
velar su cínica codicia, eran dos picaplei- de un ideal ya muerto —su hermana Natalia—,
tos, dos de aquellas polillas que engorda- paralizado en un gesto de indiferente autode-
ban con la honra y la fortuna de las fami- terioro que no admite otras realizaciones —su
lias entre las corrupciones del foro. lucha por ver en Antonia, quien tenía un gran
Aquellos dos hombres no habían pactado parecido con Natalia, la prolongación del amor
despojarme de lo que justamente me co- por su hermana— y que lo conduce a un pesi-
rrespondía ni tampoco se habían propues- mismo enfermizo que tiene como epitafio las
to conseguir por diabólico placer nuestra tristes y parcializadas memorias de un loco. Esta
común ruina: seguramente que era su pro- obra, desde el punto de vista de la creación lite-
pia avaricia y ambición lo que les nublaba raria, puede ser ironía encubierta, humor lúgu-
la conciencia. 72 bre contra el vacío intrascendente de la palabra
«seria» y folletinesca que fue más apreciada que
Últimas páginas, una novela «desolada y ex- la risa inteligente, entronizada en los enuncia-
traña», según García Alzola,73 pone punto final, dos de sus obras mayores. Pudo ser, además,
como ya dijimos, a la obra narrativa de Ramón pesimismo intelectual, en un momento de
Meza. Uno de los argumentos que podría avalar indecisiones históricas, no claudicación de su
lo lamentable de esta obra es, tal vez, la reacción apercibida conciencia crítica, pero sí retraimien-
negativa del escritor ante la crítica adversa de to ante lo desencadenante y radicalizador de una
sus contemporáneos sobre las novelas en que guerra ya muy próxima. En el capítulo XV, Pa-
no muestra su rostro «apolíneo», sino su rostro blo contempla el despojo de su casa que es ex-
«dionisíaco», es decir, aquellas que se inscriben puesta en pública subasta y en la puerta «una
en el realismo y que ocupan el segundo bloque gran bandera nacional que en lugar del escudo
que propusimos al inicio de este trabajo. Sin ostentaba con negras letras la palabra: REMA-
embargo, después de conocer el conjunto TE». 75 Es irritado y desdeñoso el tono con que
novelístico de este autor, y atendiendo a la ca- se describe esta escena, también resulta imposi-
racterización que de Meza hiciera Manuel de la ble desatender la historicidad de una réplica que,
Cruz, amigo personal y contemporáneo del no- aunque pierde fuerza dentro del desarrollo ale-
velista, targado del argumento, sobresale firme como
reflejo condicionado del autor, que tanto cono-
[…] El rostro de seminarista, adornado por ce del símbolo, de la luz y de los colores. El sen-
un bozo casi imperceptible, tiene sombras timiento de profanación, de ultraje y depreda-
de perdurables tristezas, y albores de pre- ción, adquieren magnitud de protesta dentro de
maturas austeridades, es un rostro en que las claves estéticas de la alegoría. Veamos un
se hermanan la cándida sonrisa del niño y ejemplo de lo anterior:
el surco memorable del anciano […] Sen-
cillo y afable, benévolo y modesto, es un Por entre las persianas y las ramas de las
prototipo de severidad. ¡Cuántas veces bajo trepaderas y del granado veíamos flamear,
el perfumado búcaro de la dulzura más ex- llena de sol, la bandera, que, fija en la puer-
quisita se esconden espíritus inflexibles, ca- ta de la calle, era un reclamo para todos los
racteres de hierro! 74 desocupados. En el libre y puro ambiente
del alegre y hermoso día, vibraban las no-
podríamos especular con un segundo criterio. tas de los pianos de nuestras vecinas que
El Meza de Últimas páginas, no sólo incom- tocaban arias de El Pirata o la solemne
prendido por la crítica sino, además, impelido marcha de Los Mártires. 76

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El rostro de Meza, como dijo Manuel de la político». Parajón cita a Miró Argenter, quien
Cruz, tenía «sombras de perdurables tristezas, explica:
y albores de prematuras austeridades […]. [Era]
un prototipo de severidad […], un carácter de […] el gobierno español, para amordazar
hierro»; pero, además, el crítico sagaz, al pasar la prensa, contrataba espadachines profe-
de la semblanza al juicio, profundiza, Meza era: sionales que retaban a duelo a los periodis-
«Representante distinguido de la nueva genera- tas cubanos que condenaban los abusos del
ción, que salió del crisol transfigurada, deján- gobierno español. Los escritores valientes
dose en él los vicios que el coloniaje inoculó a tenían que pasar media mañana practican-
sus abuelos, cree y espera en la conquista de la do esgrima en espera del momento en que
tierra prometida al esfuerzo de la virilidad, sólo el matarife de turno enviara la tarjeta y los
que pertenece a la legión de impenitentes padrinos. Además, en aquella Habana en
utopistas que quieren llegar al Capitolio por la que se respiraba la frustración de la guerra
ruta interminable y extenuadora del oportu- de los 10 años, los jóvenes se sentían as-
nismo.» 77 fixiados. Y armar un incidente por una
El elemento resaltante en sus novelas, que cuestión baladí era un desahogo. 79
constituye el mejor momento del escritor y su
trascendencia en la narrativa cubana del XIX, es «El duelo de mi vecino» es una parodia, una
la risa. Y, precisamente, este elemento utilizado parodia burlesca que se desarrolla en un clima
como constante estética de sus producciones de desentendimiento y frialdad. El duelo es la
más serias, más profundas y lacerantes, es lo que justificación fabular, pero no es hasta concluido
le confiere el hálito de modernidad que lo sepa- el lance cuando se aclaran las causas. Nada en el
ra de la tradicional narrativa de la colonia y lo contexto de esta narración y en su estructura
convierte, como afirma Arrufat, en el más argumental es baladí, salvo el mundillo que re-
incomprendido por sus contemporáneos de presenta. Lo alógico de las situaciones y el sar-
nuestros autores. La «risa», como explicaba casmo intencionado de los personajes en sus
Gogol —con quien Meza tiene más de un pun- diálogos, siempre matizados por la burla —«Qué
to en común—, «es mucho más significativa y ganas de bromear tienen siempre…»—, 80 crean
profunda de lo que se la considera», y amplía: esa sensación del absurdo que es «como un jue-
«Pero la poderosa fuerza de tal risa no se oye en go de ondulaciones y pausas que nos llevan de
el mundo. Éste dice: “Lo que es risible es bajo.” la risa a la mueca». 81
Sólo lo que se pronuncia con voz serena y se- El honor y la valentía quedan vulgarizados
ria…, sólo a esto llaman “elevado”.» 78 dentro de un sicologismo hilarante. Toda la so-
Meza tiene una visión carnavalesca del entor- lemnidad de la muerte se reduce a un mecanis-
no, y su risa brota, entonces, como una metáfo- mo lúdicro de expectativas funambulescas. Ci-
ra grotesca de esbeltas proporciones. Su lenguaje temos un fragmento que ilustra lo anterior:
es como ráfagas nerviosas que aglutinan
esencialidades y rasgos definidores. Y tras este —¡Qué cobarde! ¡Qué cobarde!
decir, de raíz cómico-popular, se esconde el ceño
adusto y el «carácter de hierro» que sólo José —¡Oh, sí! —repetían ellos—; él quería que
Martí fue capaz de apreciar en sus obras funda- usted eligiese espaditas y floreticos para
mentales. lucir sus habilidades; pero usted se ha mos-
«El duelo de mi vecino» (1886) es un relato trado enérgico, le ha invitado a morir, y se
breve escrito con indiscutible destreza técnica. ha negado. Teme a la muerte: es un cobarde. 82
Algunos críticos insisten en su parecido con el
estilo conciso y directo de Guy de Maupassant. El mundo que nos revela Meza es de un trá-
Según Mario Parajón, el antecedente histórico gico individualismo, señal, también, de la litera-
que Meza recrea en su relato tenía un «sentido tura moderna. A pesar del iterativo tono bur-

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488 SEGUNDA ÉPOCA

lesco, éste nos llega como una fanfarronada de realista las dos novelas de usted me pare-
sorprendente mediocridad. La consistencia ma- cen literariamente buenas pero socialmen-
terial de este seccionado universo social e ideoló- te peligrosas. Pues no ve usted que los
gico, tiene la conmovedora fuerza de un símbo- extranjeros que las lean pensarán que los
lo de alucinante decadencia. Todo en él parece españoles se propusieron degradar la so-
frágil, ajeno o trivial —el narrador, testigo de ciedad cubana y que lo han conseguido. En
los hechos, puede cortar con una tijera el cielo sus libros consta el apocamiento colonial,
raso de su habitación, para espiar los momentos pero no nuestra reacción: el miasma de los
de soledad de Olerón, el retado a duelo—; la dominadores, pero no ve nuestros esfuer-
indiferencia del médico que debe prestar sus zos por elevarnos a atmósfera más pura.
servicios en el duelo y al que Meza presenta Los españoles mismos dirán: he ahí como
como a un personaje que «apareció por primera son los cubanos; esa gente merece el desti-
vez en escena»: 83 no que le hemos dado. 87

El doctor dobló el periódico, lo guardó en Merchán reconoce el calado realista de la no-


su bolsillo, se quitó con toda calma sus vela de Meza y su fuerte diatriba contra el siste-
grandes anteojos, cambió algunas palabras ma colonial, cada vez más caótico en los años de
con el gordinflón, y se llegó al sitio en que entreguerras, pero no comprende la entraña gro-
se hallaba el herido. tesca de la risa del autor, ni la intensidad de sus
metáforas ofensivas, y, mucho menos, la mor-
—Señores —dijo—, ustedes me dispensa- dacidad esperpéntica con que traza sus carica-
rán que no haya presenciado el lance, pero turas. Por eso, le sugiere: «…si yo poseyera sus
ya mi edad no es para estas cosas. Me afec- dotes para escribir obras de imaginación, toma-
tan mucho esas locuras de la juventud; 84 ría esos cuadros que usted traza diestramente y
los completaría…» 88 La mayoría de los críticos
la puerilidad del motivo que provoca el duelo del XIX veían el estilo artístico de Meza como
—…«porque uno hizo estornudar al otro me- trozos mutilados con «sicología embrionaria» de
tiéndole un papelillo torcido en la nariz»—85 y, estructura y significado. Por eso, pedían com-
por último, el desenlace, la cómica paradoja con pletar, es decir, hacer el retrato acabado, colmar
que culmina este «lance de honor», sentados en las simetrías hasta el último detalle. Tenían como
un banquete en el que todos tienen cabida y en patrón el lienzo monumental de Villaverde. Pero
donde se brinda, como en cualquier juego, por el modo expresivo de Meza no encajaba en nin-
el «mar, [el] cocinero del hotel, y hasta [por el] guna preceptiva estética específica. Trascendía
carabinero que vivía en el fuerte…» 86 las escuelas, al tiempo que las rozaba a todas.
Don Aniceto el tendero (1889) fue publicada Meza prefiere los símbolos, las imágenes
dos años después que la obra maestra de Meza, pantagruélicas de los banquetes, el realismo gro-
Mi tío el empleado (1887) —novela a la que nos tesco que irrumpe con risa trágica, la expresión
dedicaremos al final de este trabajo por su im- que revela retorcidas pasiones, la luz que descu-
portancia—. Aunque más moderada en la utili- bre los colores y que «completa», con la imagen
zación de recursos estéticos con respecto a la visual, la idea que relaciona objeto y simulación.
que la precede y, persistiendo aún en la crítica Don Aniceto el tendero es también una histo-
social, Don Aniceto… fue, igualmente, poco fa- ria sobre la ambición, una historia de frialdad
vorecida por la crítica. En carta fechada en Bo- calculadora y de obsesiones gananciales. La gran
gotá de mayo de 1890 y aparecida en La Haba- sicosis de don Aniceto es obtener dinero y lo-
na Literaria en 1891, Rafael María Merchán dice: grar un gran capital:

[…] en las condiciones peculiares de Cuba, Entre aquellas vacilaciones y desalientos


y una vez admitida sin discusión la teoría que tanto le atormentaban, estallaba una

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palabra sonora, que le comunicaba las fuer- Don Aniceto y Salustiano son los prota-
zas que al náufrago la vibración de la cam- gonistas de esta novela. La agitación del prime-
pana anunciadora de costas próximas en ro, su constante ansiedad por traducir en onzas
medio de una borrasca o de una noche muy de oro todo su capital, por saberse reconocido
lóbrega. ¡Capital! ¡Capital! 89 por «los principales bancos, donde lo nombra-
sen algo, vocal siquiera, donde asistiese a juntas
Las descripciones de Meza, dirigidas por un y le viesen a él, don Aniceto, rico, desdeñoso
modo de decir sintetizador, van desde la exte- con los que no habían logrado, o habían perdi-
riorización de los rasgos inmediatos que recoge do ya, la clave de la vida, el capital!»,93 lo condu-
en pinceladas precisas, hasta la sensación que cen, por momentos, a actitudes claudicantes, que
éstos provocan, completando dicha configura- sólo el rígido cálculo de Salustiano ponen a sal-
ción al aludir a una imagen visual. Veamos la vo. En realidad, ambos personajes representan
descripción de Salustiano, mano derecha e ins- las partes de un todo: Aniceto es el entusiasmo,
piración de don Aniceto: la ambición por triunfar, a veces, la torpeza y el
desenfreno; Salustiano es la contención, el ra-
Nombrábase este principal D. Aniceto; zonamiento sosegado, la solución oportuna,
hombre de nariz roma; de verdes ojos; aunque también pueda ser temeraria. El «todo»,
abundantes cejas; frente huesosa y hendi- el mecanismo mercantil, la clave del capital.
da en cruz y cuyo rostro, en conjunto, Pero estas figuras que acaparan el primer pla-
dábale marcada semejanza con esa clase de no del relato y que desarrollan sus singularida-
perros llamados bulldogs, fieles al amo y des dentro de una acción ágil, a la vez que so-
dispuestos a caer sobre la presa para no bresaltada, se mueven en un entorno que no
soltarla. 90 escapa al lente abarcador del autor, siempre in-
tencionado en los toques de conjunto en su bús-
queda de la dimensión. Pongamos como ejem-
El precoz expresionismo de Meza no sólo se plo el siguiente párrafo polícromo, en donde
aprecia en la caracterización tipológica de un Meza hace un balance de las distintas etnias que
personaje, en donde la palabra adquiere su ple- integraron nuestra nacionalidad:
nitud de significado con la referencia de una
imagen visual, sino también en la ampulosidad y tanto como los trajes chocaba la varie-
o agigantamiento de ciertos objetos que eviden- dad de rostros que allí asomaban, desde el
cian su índole grotesca al ser configurados. Lea- rojo sanguíneo del vizcaíno o catalán dedi-
mos estos dos ejemplos: cados a transportar muebles y víveres en
carros, y el pálido anémico del asturiano
Salustiano usaba en estos días, en un traje dedicado a la labor del tabaco, hasta el ne-
de dril blanco, esmeradamente planchado, gro intenso del descendiente por línea recta
fino sombrero de Panamá desprovisto de cin- de Guinea o el amarillo lustroso del asiáti-
ta, zapatos amarillos, torcido bastón de nu- co importado directamente de Cantón o
doso naranjo barnizado, leontina de oro Macao. 94
pesada y gruesa y enormes sortijones de rubíes.91
La cita anterior recoge la observación impre-
[…] otros días encaminábase a sociedades sionista del autor. La pluralidad de tonos, más
y reuniones más o menos influyentes en que de colores, se nos presenta como un mosai-
los sucesos administrativos, políticos y co fundido, en donde la descripción modula la
económicos; y los más, a teatros y concier- imagen sugerida, más que modelarla.
tos donde seguían llamando la atención, su El símbolo es un recurso que Meza trabaja
esposa e hija, por aquellas joyas macizas, con astucia. Por medio de él, no caracteriza o
sólidas y de enormes piedras mal talladas.92 describe como lo hace en sus notas impresio-

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nistas y expresionistas, sino que cuestiona con mano de la hija de don Aniceto, y se romperá el
ironía la falacia del argumento. A propósito lea- amor en valiosos pedazos que tintinean en su
mos el siguiente fragmento: caída, como relucientes monedas de oro.
La novela cierra con el matrimonio de don
Aquel letrero levantado sobre la calle, asal- Salustiano y María en la iglesia del Monserrate,
taba con los rayos de su luz al transeúnte, en medio de la befa del populacho que descu-
y más que todo el grupo abigarrado y bu- bre, tras la apariencia del lujo, el origen de tras-
llicioso, y decía: LA MORALIDAD COMERCIAL. tienda y bodegón:

El viento barría a veces las llamas, apagaba gente rica, sin duda, pero desgarbada, cuyo
unas letras, extinguía otras, hacíalas trepi- amaneramiento ridículo y cortedad no se
dar, ondular, dábalas color indefinible. Y escapaban a la mirada irónica del inmenso
cuando soplaba muy fuerte, se llevaba la grupo reunido en la plazuela y que, bur-
parte amarillenta, brillante, de la llama, de- lando la vigilancia de los guardias afanosos
jando tan sólo su azulosa base. Mas, a pe- de contenerlo, se iban introduciendo poco
sar de los repetidos ataques del viento, el a poco en la abierta iglesia. 97
obstinado letrero respondía: LA MOR… LA
MORALI… LA MORALIDAD COMERCIAL. 95 Don Aniceto el tendero es, como apuntába-
mos, la historia de la ambición de dos comer-
Hay algo de locura en don Aniceto y de dia- ciantes peninsulares, en donde triunfan la vani-
bólico en Salustiano. Don Aniceto, el dueño de dad —«se le eligió consejal»98 — y el capital
«La Moralidad Comercial», desdobla su perso- —«Llegó pobre, y al fin había conseguido aque-
nalidad en dos planos. El primero, su mundo llo que antes tanto le atormentaba, y que ahora
familiar, relegado como un telón de fondo en le sonaba en el oído como el más alegre repique
donde habitan y se mueven, sólo cuando lo exi- de campanas… ¡Capital!… ¡Capital!»—,99 y en
gen los negocios, dos sombras estáticas, la es- la que, a su vez, perece el amor, al formar parte
posa y la hija del comerciante. Como un autó- de un mecanismo mercantilista.
mata, el único momento de retraimiento del Mi tío el empleado (1887) fue el gran impacto
tendero es cuando revisa el libro de cuentas, por estético de la narrativa cubana del siglo XIX. Es
eso, no ve, no escucha, no intuye, la cita del amor una novela rara, inclasificable por la amalgama
entre las penumbras del cuarto de su hija. El de procedimientos artísticos que conviven en ella
amor, en esta novela, también es objeto nego- con gran efectividad. Meza tiene un sentido ana-
ciable. El otro plano es el de la tienda. Allí el lítico de la visión, por eso, Vicente Cuevas no
dueño despliega toda su capacidad histriónica: se desprende de la entraña original de sus ambi-
siempre una sonrisa cordial, el gesto pausado, la ciosos anhelos. No deja de ser el que es, a pesar
mirada segura y triunfalista ante el dudoso clien- de los ofuscantes destellos del brillante y la pla-
te. Todo en la tienda está iluminado, todo tería que lo acosan cuando se disfraza de Conde
reverbera con sensación de abundancia. En cam- Coveo. Sobre la transfiguración del personaje,
bio Salustiano permanece en una misma línea expresa Lezama Lima en su trabajo «Tersitismo
sin alternancias. Es laborioso y observador tai- y claro enigma»:
mado, conoce la angustia de Aniceto y la inmi-
nente quiebra del negocio, pero se mantiene Ahí está ya Ramón Meza, en sus trans-
impasible. Con su talento analítico, brinda a mutaciones. Los personajes de Meza no
Aniceto todas las variantes que lo protegen de sufren metamorfosis, pues no cambian de
las constantes amenazas de derrumbe. También, forma, sino de disfraz, mucho menos po-
el «empleo del último recurso»,96 el fuego de- demos hablar de metancia, cambio de esen-
vastador, el gran golpe que agiliza el camino ha- cias. El emigrante inmediato, el calderero,
cia el capital. A cambio, Salustiano obtendrá la el noble falso, el apasionado disfrazado, el

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buscador de himeneos ricos, el consejero delirios, entre escaleras y azoteas, es la primera


equivocado, varían en sus disfraces, en su percepción de un ámbito que difiere mucho de
marco de presentación, pero persisten en su bucólico idilio: «¡Detenerse!, ¿a quién lo
su esencia descensional y fría, son siempre digo?, ¡adelante, muchachos!, ¡por aquí!, ¡por
unos jayanes. 100 allí!, ¡por allá!, ¡arriba el de la escalera, que aho-
ra sí que vienen los reyes!» 106 Es esta una esce-
La novela se desenvuelve en dos tiempos. El na de extraordinario dinamismo en la narración,
tiempo del emigrado, que es el de los descubri- en la que el autor transmite la pasión artística
mientos, tiempo de una luz que arrebata: con que asume los hechos de la fábula, en su
enardecida dislocación. Casi sentimos el jadeante
[…] el sol, en medio del cielo derramando respirar del tío y su desasosiego, correteando
raudales de luz por todas partes, la ciudad como un ridículo monigote en la frenética fies-
de La Habana, con sus casas de variados ta de la pillería. Pero el emigrante sigue sorpren-
colores, con sus vidriadas almenas, con las dido con lo inesperado. Deriva del texto un con-
torres de sus iglesias, con su costa erizada traste que tiene índole sicológica, al enfatizar
de verdinegros arrecifes ceñidos por blan- en esta nueva sensibilidad ambiente que arrasa,
ca línea de espuma, con sus cristales que junto con el sol cubano que lo deslumbra con
heridos por el sol lanzaban destellos cual sus refracciones sobre el cristal y la plata de los
si fueran pequeños soles…, 101 comercios inimaginados por el peninsular, y que
le sugiere un sentido otro de la hilaridad, expre-
y el otro, el tiempo de las mutaciones externas, sado por el autor en un tropel de situaciones
de Vicente Cuevas a Conde Coveo; también, el alucinantes, claves de un universo contrastante
tiempo de la insaciable soledad del falso aristó- y maravilloso, que es, a su vez, símbolo históri-
crata, la caricatura en toda su grotesca deformi- co transformado por el ingenio del novelista,
dad. para situar las señas inconfundibles de lo cuba-
Cuando Vicente Cuevas y su sobrino llegan a no. Sobre lo anterior, advierte Lezama:
La Habana, chocan con el ajetreo del puerto. Es
el instante de la primera sorpresa, el encuentro Una de las grandes páginas de Proust es la
con un abigarrado contexto social: «¡esto es una evocación de la Ópera de París como un
verdadera Babilonia, sobrino!» 102 gran acuarium. La frase de Renoir, para pin-
El emigrante llega con su orgullosa altivez tar una batalla, pinto flores, pasa íntegra al
provinciana a la tierra de la fortuna. En el baúl impresionismo de la evocación proustiana.
trae una carta de recomendación que es símbo- Es una evocación de las profundidades sub-
lo de los desastres históricos. Es una suerte de marinas, de las serpentinas líquidas, de la
carta mágica que aparece y desaparece, hasta que cara de los peces detrás de la ventana. Por
al fin coloca a Vicente en las puertas de su desti- el contrario, las páginas de Meza transcurren
no. Aún en el umbral, Vicente vislumbra los ca- en nuestro teatro mayor, están dentro de la
minos: primero, una premonición inapelable: mejor tradición de nuestro teatro bufo, tie-
«—¡Oh, juro que seré algo!»,103 después, la na- nen algo de la bufonería melancólica cuba-
turaleza del camino: «¡País de pillos!» 104 —el na, inflan el mongolífero de la broma y des-
desajuste. pués el pequeño alfilerazo benévolo de la
Vicente Cuevas que «creyó encontrar bosques compasión que no desdeña al pobre diablo,
de palmeras, de árboles con frutas tan bellas que sino que ya quisiera empezar a hablar con su
semejaban globulillos de cristal de mil colores sombra. 107
[…], indios con taparrabos de plumas pinto-
rreadas […]», 105 y otras imaginerías más, anda Meza sigue deshilando la madeja social que
recorriendo las calles en busca de los Reyes la novela del XIX había tratado en su decurso;
Magos. La fanfarria burlesca de una noche de entonces, ¿qué es lo que aporta, qué es lo que lo

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hace distinto, tan distinto que es irrepetible y alisándose las grandes patillas con ambas
novedoso? Su universo literario, como ya diji- manos, apoyaba sus codos en el mosquete
mos, es el contexto cubano, desde él y hacia él de ancha boca, ocupaba el sillón pre-
convergen todas las lecturas de sus metáforas sidencial. 110
artísticas, sólo que esta vez incorpora a la ex-
presión un elemento que no consideraron sus Como dice Martí, «hallando caricatura la ver-
antecesores con tanta plenitud y jerarquía —ni dad, la dejó como era». 111 Fue realista en su esen-
siquiera Ramón Piña en su Bribón dichoso cia, de un realismo grotesco que se reafirmaba
(1863), con quien mucho tiene en común Mi tío en las visiones pantagruélicas de los banquetes,
el empleado—: la risa. Su visión carnavalesca del en lo rabelesiano de su risa, en la refulgencia de
entorno —ya hablamos de esto antes—, coloca un sol que conforma rasgos y acredita la cubanía,
la «risa» dentro de una preceptiva de su estilo. pero que también hiere y desnuda lo insignifi-
Ella subyace en los diálogos, se desprende de cante y falaz. Leamos el siguiente fragmento de
sus agitadas imágenes expresionistas, invierte su marcado expresionismo:
propia naturaleza para descarnar y tocar profun-
didades, para sostener la impresión del ridículo, […] y como dotados de mágica potencia,
lo vergonzoso en lo grotesco: «¡Maldita risa que volaban también, […] las cucharas, las ja-
por todas partes le perseguía!»108 Tal parece que rras de plata cincelada, los espejos, las lu-
en el mundo ficticio de Meza, como dijera Bajtín ces del Louvre y las vidrieras de los esta-
de Gogol, «es seria sólo la risa».109 Únicamente blecimientos, a través de los cuales veía,
Martí advirtió lo positivo del procedimiento. Mi horriblemente agrandados, como el tecla-
tío el empleado tiene semblante de parodia, por- do de un órgano, los dientes del platero. 112
que eso mismo es el modelo. En la primera par-
te del libro, en el capítulo III «Por la ciudad y Todo este conjunto de superficies frías, de
en el teatro» —todavía en los umbrales—, y a concavidades y planicies que refractan la luz que
través de una estremecedora imagen en la que abrillanta y superlativiza los objetos, que dema-
se superponen el plano de la realidad y el sueño, cra y distorsiona el cuerpo, va completando el
se le revela a Vicente Cuevas, como una contenido trágico que le exigían sus contempo-
sobrecogedora parábola de gran peso simbóli- ráneos y que Meza no consignaba en la palabra
co, la lógica que debe aprehender de esa reali- solamente, sino conjugándola en la expresión
dad trastocada. En esta imagen expresionista con un sistema óptico, afín con los procedimien-
—haciendo una digresión en el tiempo, nos re- tos de las artes plásticas.
cuerda el método de Pirandello en Seis persona- Es notable el cambio en el ritmo vital del per-
jes en busca de un autor—, los actores ceden su sonaje protagónico entre la primera y segunda
lugar histriónico a los espectadores, y éstos, una parte del libro. En la primera, Vicente Cuevas
vez en escena, exponen su verdadera constitu- tiene grandes urgencias. Sabe que debe llegar a
ción moral, de la que Vicente ha de sacar ser algo, y para esto no pierde tiempo. Los gol-
aleccionadoras conclusiones: pes de plumerazo en la oficina de don Genaro
—ese sofocante y misterioso laberinto fraudu-
[…] De repente cesaba aquella fantástica y lento—, su salida bajo la lluvia para recibir la
aturdidora balumba y creía mi tío verse sen- suerte de un empleo, su impulsiva y torpe reso-
tado entre el círculo de luces de la gran ara- lución de pedir la mano de la hija de un millona-
ña de cristal del teatro atendiendo desde rio y su huida abrupta y peligrosa a México, en-
allí la representación, pero con orden in- tre otras, señalan el despegue del arribista y la
vertido; es decir, el público representaba profusión de incidentes que denotan el andar
en el escenario, y los cómicos, ocupaban el rápido de esta primera etapa de conquistas. Sin
sitio del público, el presidente hacía el pa- embargo, la segunda parte del relato se inicia
pel de Diego Corrientes, mientras que éste, después de transcurridos seis meses y con el tra-

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queteo de una lujosa carretela que llamaba la sin convicción, del ya hasta siempre solitario
atención de todos. Dentro de ella, iba arrellana- Conde Coveo.
do con toda comodidad, «un hombre gordo, El personaje principal de Mi tío el empleado
hermosote, bien afeitado, vestido con toda co- no adquiere verosimilitud humana por medio del
rrección y elegancia…»,113 en otras palabras, amor, sino a través de la reminiscencia que apa-
como dice Lezama, «un jayán», sólo que esta vez, rece oculta, aunque insistente, en la conciencia
con el título de Conde Coveo. Su andar es «pau- de Vicente Cuevas en sus dos tiempos. La ima-
sado y grave». Es significativo que el primer si- gen del mendigo, que se alarga a contraluz, es el
tio público que visita el aristócrata a su regreso símbolo expresionista que utiliza Meza para dar
sea la platería, el mismo lugar en donde hace seis la dimensión de gravedad y extensión del desas-
años fuera objeto de risa, deslumbrado como tre que tiene su origen en aquella carta de reco-
estaba ante los destellos de «fúlgida luz azul, mendación que guardaba con tanto celo el emi-
verde, roja, nacarada como las que lanzan las grante a su llegada. Al decir de Lezama Lima, de
gotas de lluvia o de rocío adheridas a los tallos ella salían «capitanes generales, calvones sudo-
de las yerbas y atravesadas por un rayito de rosos, que se sientan en anchurosos butacones
sol». 114 En cambio, el ahora Conde Coveo, es o pronuncian discursos ampulosos». 120 De ella
decir, el otrora Vicente Cuevas, es recibido con salen, también, «esa procesión de fantasmas lí-
saludos cordiales y las reverencias de los em- vidos y deshuesados» 121 que tienen en el «dó-
pleados —¡Excelentísimo Señor!— 115 y la son- mine» Mateo, el culto a la ignorancia y al cinismo
risa, no la risa, esta vez, es «afable».116 oportunista —«¡Inexpugnables patriotas!»—,122
El primer tiempo, de apuros y de ansiedades, y en Domingo, el desarrapado servilismo canino.
tiene como divisa alcanzar un objetivo, un gran Quedan plasmados en este libro los rasgos
objetivo en un país de pillos. El barniz del inge- circunstanciales de una ética proclive, que será
nuo provinciano se descorre y sale a flote el frío línea temática recurrente en los escritores de la
hueso de la ambición. Vicente pacta con don primera generación republicana. Fue la risa, sin
Genaro en sucios negocios, paga con la cárcel y lugar a dudas, el señuelo que obliteró la visión
la huida, pero regresa conde, aunque abúlico y de los críticos, incapaces de captar en la singula-
distraído, con la somnolencia «que produce la ridad de las transmutaciones de Vicente Cuevas
completa satisfacción de todas las aspiraciones a Conde, el gesto de «una mueca hecha con los
y los tibios soplos de la buena fortuna».117 Y, sin labios ensangrentados»;123 pero, tampoco reco-
embargo, ahora, el que lo tiene todo, está solo, nocieron en la novela el espíritu escéptico y des-
y la exclamación de los umbrales, «¡Tengo que encantado de una etapa de oscilaciones y tímidas
ser algo!», se torna trágica, «¡Me falta algo!»,118 esperanzas, vacilante aún entre el autonomismo
y la angustia lo invade. Mucho recuerda esto la y la independencia.
queja de Darío en su «Sonatina» que, a pesar de Mucha fruición artística debió poner Meza
la distancia temporal, marca el tono de una épo- en estas páginas ejemplares. Su última hazaña
ca. La llamada del Conde Coveo rebota contra literaria, como quien recalca —aunque entre
el verdor de la naturaleza y sobre la «luz natu- dientes— fue, en esta línea realista, Don Aniceto
ral».119 Todo en él es artificial y retocado, es sim- el tendero. El hombre que no gustaba de «ries-
ple y caricaturesco. Por un instante, presenti- gos y responsabilidades», negó, años después,
mos que el hastío lo humaniza y que correrá en la maestría estética que lo convirtiera en un ade-
pos del amor verdadero y sentido, pero éste, la- lantado de las letras cubanas. No se respon-
mentablemente, es el único propósito que no se sabilizó con las formas, porque sabía la hondura
cumple en el segundo tiempo, en el que Meza de los contenidos. En realidad, Ramón Meza fue
ha ido reivindicando los desaires sufridos en el un hombre de su siglo, sólo que tuvo un mo-
primero. Aurora fue el amor, la bella Clotilde es mento precursor, que adquirió magnitud de gri-
sólo un espejismo que se deshace como una frí- to, como el famoso modelo expresionista de
vola ostentación más, como un deseo sin alma, Munich. El leitmotiv reiterado en su obra, el

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494 SEGUNDA ÉPOCA

contemplativo dios Neptuno «frío, inconmovi- ciales de los creadores y el carácter de sus
ble, […] entre las sombras de la noche, [con- ficcionalizaciones— que creen vislumbrar y ante
templando] desde su alto pedestal de piedra el cual se sienten responsables de advertir sobre
cómo se iban cerrando las puertas y ventanas de cuestiones éticas, sociales, políticas y económi-
la cárcel y cómo continuaba libre y abierta la cas, son: Mozart ensayando su Réquiem (1881)
entrada del puerto para tanto bribón que cruza- de Tristán de Jesús Medina, En busca del esla-
ba por ella»,124 parece ser el límite de sus auda- bón. Historia de monos (1882) de Francisco
cias. No obstante, aún reconociendo este límite Calcagno, Un hombre de negocios (1882) y
y sus cautelas posteriores, Ramón Meza hizo la Leonela (1893), ambas de Nicolás Heredia,
crítica más honda de toda la novelística cubana Amistad funesta (1885) de José Martí, Sofía
del siglo XIX; también, la más inquietante profe- (1891) y La familia Unzúazu (1901) de Martín
cía histórica. Morúa Delgado. Todas estas obras, contempo-
ráneas de los grandes hitos narrativos del XIX,
Cecilia Valdés (1882) de Cirilo Villaverde y Mi
3.6.4. Otros narradores: Tristán de Jesús tío el empleado (1887) de Ramón Meza, develan
Medina, N. Heredia, Morúa Delgado, en sus temáticas algunos de los perfiles genera-
Calcagno les que en aquellas otras quedaban levemente
esbozados, aunque magistralmente delineados.
Ya se ha dicho que nuestra novela del XIX es una Entre estos podemos citar: la barbarie de la es-
novela de «toques», de «complementos» y que clavitud, especialmente la del ingenio; el inces-
su función responde, más que a una vocación to como síntoma de degradación social bajo el
exactamente literaria, es decir estética, a una gobierno colonialista español, además de ser cla-
necesidad testimonial de sus autores, profunda- ve del mestizaje que conformó el proceso de
mente arraigada a su circunstancia y al devenir. formación de la nacionalidad cubana; la lucha
Y es que esta novelística que acusa y no se del emigrante español por alcanzar el poder eco-
desentiende, aunque coloque las diatribas que nómico y político y las simpatías de la burgue-
encierran sus contiendas entre límites y sía terrateniente cubana hacia el prometedor
moderaciones, tuvo además, dado ese mismo desarrollo de los Estados Unidos, entre otros.
entusiasmo por el cuestionamiento de la reali- Éstos son algunos elementos fecundos en estas
dad complejísima de etapas controvertidas, mo- novelas y que tienen su lugar como temáticas
mentos premonitorios, sensibles incursiones en jerarquizadas, a pesar de que existen otras que
los valores universales humanos, óptica natura- aparentemente se desentienden de estos tópi-
lista para el análisis fisiologista de fenómenos cos y profundizan más en lo que llamábamos
sociales concretos en descomposición y franca «valores universales humanos», como es el caso
voluntad erudita que asume el teorema científi- de Mozart ensayando su Réquiem, y En busca del
co como novedoso replanteo cultural e ideoló- eslabón, novela esta última que, al decir de Ro-
gico anunciador, al menos por el momento en el berto Friol, «tiene algo que aquellas no tienen:
plano de la ficcionalización literaria, del adveni- realidad de ciencia».125 En principio, haremos
miento de confrontaciones otras que aparecen algunos comentarios acerca de estas dos narra-
como señales inconfundibles del siglo que se ciones que, aunque resultan peculiares dentro
aproxima. Novelas que rehabilitan dentro de sus del ciclo novelístico del XIX, responden, también,
argumentos, estructurados aún con el andamia- a esa necesidad ético-erudita nada desvinculada,
je romántico, tópicos esenciales que hablan de en definitiva, de los acuciantes conflictos socio-
una transformación en la perspectiva histórica lógicos de la época.
de sus autores y que tímidamente deslizan en Como afirma Cintio Vitier, en realidad «con
sus obras como reflexiones conclusivas, más ten- la excepción de José de la Luz y desde luego
dentes hacia el futuro —teniendo en cuenta, por Martí, ningún escritor cubano del siglo XIX tuvo
supuesto, los diversos horizontes político-so- una experiencia tan rica, dolorosa y profunda de

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 495

los problemas últimos del espíritu […] y quizás ma batalla de Mozart, Tristán enfrenta a los per-
ninguno en absoluto llegó a un conocimiento sonajes-símbolos. Constanza Weber, el «amor
tan íntimo y vital de lo que podríamos llamar terrenal», con sus liviandades e inocentes incom-
problemas demoníacos»,126 como el autor de petencias, la mujer que debe permanecer en las
Mozart ensayando su Réquiem, Tristán de Jesús lides de la cotidianidad —no fue tan simple la
Medina. «Cuento o historia», «libreto ideal» o fantasía de Tristán en sus falsificaciones litera-
«drama completo»,127 la obra de Tristán de Je- rias—; Enma Crisolara, la discípula admirada por
sús es loa sentidísima que parte de los abismos el maestro, la pureza y lealtad, la identificación
del alma. El aliento místico con que están escri- espiritual que también eternizará el gesto lau-
tas estas páginas nos remite al mundo de las datorio de la muerte prematura y que es el pun-
imágenes virtuales a través de esa extraordinaria to que abre esa confusión nada fortuita, médula
transferencia que logra el autor en la figura del de este episodio inusual, con la ambigua llama-
genio, en este caso, Mozart. La maestría del re- da del moribundo: «—Esa niña que lloraba aho-
lato está en la intensidad emotiva de sus parla- ra poco, ¿eras tú Enma… Enmanuele?»; 131
mentos. La música, lenguaje de apreciaciones Enmanuele Gentile, es el «amor-amistad», la ple-
subjetivas como ninguno, es la apoyatura som- nitud del sentimiento por el genio, la encarna-
bría que marca el tempo de una historia en la ción de la parábola bíblica de «David y Jona-
que sentimos lo sublime de la creación como el thán», aunque tampoco escape su asonante
registro de energías inefables. Ya lo decía Tristán imperfección a la sagacidad del virtuoso, aper-
en su carta-prólogo al amado amigo, el poeta An- cibido —a pesar de la pasión salvadora— de la
tonio Fernández Grillo: «…sacando de esta ope- ingratitud, la mediocridad y el condenatorio
ración mágica de la imaginación y del sentimien- «cero». La obra de Tristán es una realización sim-
to, un milagro de objetividad consumada, bólica que tiene como impulso imaginativo para
complemento de la vida musical, una especie de la fantasía ese «magnetismo de recurrencia» del
magnetismo de recurrencia…» 128 Los recursos cual hablaba en su prólogo. Tanto por el tema
estilísticos que utiliza Tristán en su obra pare- como por la configuración de los personajes que
cen estar dispuestos de forma consciente para giran en torno al elegido Mozart en frecuencias
equipararlos con las pausas de esta elegía sono- que van desde lo sublime hasta lo demoníaco,
ra más celestial que humana que es el Réquiem. puede identificarse de forma evidente la influen-
Las campanadas del reloj anunciando las doce, cia del romanticismo alemán. Es también signi-
esta vez «acordes y al mismo compás»,129 coor- ficativo el culto a la belleza artística y la actitud
dinan los leves desquiciamientos del tiempo, a místico-reflexiva que no encarna la ortodoxia de
fin de lograr la exactitud de lo perfecto, de lo la preceptiva religiosa, sino que busca en una
que será imperecedero porque es la muerte, con efusividad interior de absoluta realización e iden-
toda su majestuosidad, la que ha de coronar el tificación humanas, ese encuentro del arte con
acto supremo de la vida. Sólo la luz penetra con la divinidad, esa elocuencia de los sentidos que
absoluta soberanía por entre los rincones del tiene en el amor-amistad una apoteosis de
aparente drama que no alcanza a colegir su pro- vastedades sinceras, irreprimibles y auténticas y
tagonista, Mozart: «…jamás llegó a creer que se que son, en definitiva, las que otorgan verdade-
estaba muriendo». 130 Tristán, en su plausible ro sentido al gesto del hombre. Según expresa
mixtificación de la biografía del músico, pene- Vitier en su excelente prólogo a la edición cuba-
tra en las controvertidas verdades insondables na de Mozart…, la obra de Medina «se adelanta
del hombre, aunque es cierto que para ello no indudablemente hacia el ciclo modernista de
interfiere la voz de un individuo común, sino la nuestras letras»; 132 y refiriéndose a un comen-
palabra del genio que alecciona y condena, que tario de Juan Ramón Jiménez y a otro de Díaz
apostrofa la ingratitud y la envidia, y que es ca- Plaja, alude a esa comunión entre el «modernis-
paz de transgredir las leyes de la agonía con la mo religioso» de estirpe alemana y el «moder-
fuerza de la trascendencia creadora. En la últi- nismo literario» que tiene en Tristán una osten-

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496 SEGUNDA ÉPOCA

sible convergencia ya que el autor de esta obra Y como Calcagno introduce «verdad de cien-
quiso «nada menos que fundar iglesia basada en cia» en la novela, es obvio que la animación es-
una fe más artística que teológica […] es decir, peculativa dé lugar a encontronazos con los dog-
una figura en la que ambos modernismos —el mas ideológicos de la época que constituyen
estético y el religioso—, confluyen plenamen- formas arraigadas del pensamiento. Es así como
te». 133 La obra de Tristán de Jesús Medina apor- con imparcialidad analítica, Calcagno intenta
ta a nuestras letras no sólo lo novedoso de un colocar en su lugar la religión, después de
tema singular, sino que repara en principios ge- equipararla, con insuperable maestría expresiva,
nerales humanos como lo hiciera José Martí en con la ciencia, en donde la salva de demasías
1885 con Lucía Jerez o Amistad funesta y en el interpretativas. Leamos este ejemplo:
siglo XX escritores de la talla de Thomas Mann.
La segunda novela que desentona con el ha- […] mas cuando la Biblia, libro de Dios,
bitual ciclo temático del siglo XIX es En busca entra en pugna con la ciencia, libro del
del eslabón. Historia de monos de Francisco hombre, a la primera toca enmudecer en
Calcagno. Es una obra extensa y erudita por el tanto que no da pruebas, mientras la se-
caudal de conocimientos antropológicos que gunda confirma y persuade. El asenderea-
hallamos en sus páginas. Calcagno posee lo que do conflicto entre la religión y la ciencia
Friol denomina el «choteo erudito», pero su for- nació de las erradas interpretaciones que
mación humanista y su vocación de novelista no se dio a las alegorías y metáforas de la Bi-
logran, a pesar de su empeño, afinidad. En esta blia. Dejémosla en paz y sigamos nuestro
novela el cuerpo teórico al que se atiene camino.136
Calcagno es el de las teorías darwinistas sobre
el origen y evolución de las especies. Da defini- Por primera vez un novelista cubano empren-
ciones que se hacen farragosas dentro de un con- de un viaje de aventuras en pos de descubrimien-
texto argumental ficticio empobreciendo la ex- tos científicos que señalen un alto, ante todo y a
pectativa de la acción en una novela de aventuras pesar del tono jocoso que envuelve las peripe-
al estilo de las de Julio Verne, fundamentalmen- cias, a las concepciones de una época que debe
te. 134 No obstante estas importantes deficien- proyectarse hacia el futuro. Tras esta «risa eru-
cias, es notable en esta obra de Calcagno el dita» presentimos el alerta frente al dogma, así
cuestionamiento de la cultura de su época, para como una seria voluntad especulativa que indu-
lo cual hace uso del humor y la ironía inteligen- ce a la reflexión y que nos llega con acento con-
vincente por el léxico correctísimo del autor. A
tes. Párrafo ilustrativo de lo anterior es éste que
manera de conclusión transcribiremos el juicio
reproducimos y en el que logra el autor agluti-
que sobre dicha obra expone Roberto Friol:
nar más de una idea que no se atiene, espe-
cíficamente, a una mera conceptualización cien-
No, no exageramos cuando afirmamos que
tífica:
por su erudición, su opulencia idiomática,
la autenticidad de su asunto y su manera
—Jamás! el negro no es aún el hombre, de desarrollarlo como ficción, mezclando
pero tampoco es ya el mono; y nada nos da lo serio y lo jocoso, el rigor científico y las
derecho a ser amos ni menos a maltratar- prosaicas realidades cotidianas, lo sorpre-
los, que el maltrato no está justificado ni sivo y lo trivial, no hay novela parecida a
cuando oprime a bueyes y caballos. ¡Y na- esta en nuestro siglo XX. 137
cer esclavos! ¿qué sofismas puede excusar
el crimen de preparar cadenas para el ino- Continuadores en estas décadas finiseculares
cente? La esclavitud del negro siempre se- de las líneas temáticas recurrentes de la narrati-
rá mancha negra en la conciencia del va son Martín Morúa Delgado y Nicolás
blanco. 135 Heredia.

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 497

Martín Morúa Delgado escribió Sofía y La vesania. La agonía de los protagonistas de La


familia Unzúazu como parte de una serie que familia…, Ana María, Malenita y Fernando
llamaría Cosas de mi tierra. Estas novelas, las —«Es una familia de histéricos incurables»—,139
únicas del autor que vieron la luz, siguen el mé- es la agonía que promueve una existencia sin ob-
todo balzaciano en cuanto a la continuidad del jetivos trascendentes, es la sordidez y la soledad
argumento que se desarrolla dentro de un mis- resultantes de la carencia de opciones para «con-
mo plano espacial, la mítica Belmiranda, así servar el buen nombre de la familia»,140 pues el
como el pasado y el presente en constante trans- tiempo es sólo un convencionalismo que no ad-
formación de la familia Unzúazu-Nudoso del mite regodeos en su afiebrado e impredecible
Tronco. El «cómo» analiza Morúa esta transfor- transcurrir. El escuálido Fernando representa
mación es, sin lugar a dudas, a través del algo más que un prototipo repugnante e irres-
naturalismo al estilo de Zola. En estas novelas, ponsable, es la anulación de cualquier esperanza
el punto que las une a la narrativa tradicional y a perspectiva en la juventud, hasta de aquella que
sus temáticas está dado por la cruda y descarna- debía defender sus intereses de clase; Ana Ma-
da descripción de la esclavitud. Sofía, personaje ría es el puntal que defiende el pasado y el orgu-
protagónico de la primera de ellas, es el elemen- llo de una burguesía venida a menos, consumién-
to desencadenante de esta crítica dolorosa y ve- dose por sus deseos reprimidos e inmersa en la
hemente que adquiere en Morúa tono de justo neurosis que le impone su deterioro existencial:
resentimiento, bien arraigado en su propia vida.
Las injusticias cometidas con la hermosa Sofía […] todos habían satisfecho una pasión,
—casi blanca, autosugestión racista que se re- logrado un deseo, colmado una ansiedad;
vela como patrón estético y que parece ser adje- cada uno había ganado algún trofeo en la
tivo obligado para los autores—, el incesto, la eterna lucha por la felicidad humana; pero
crueldad de la vida del ingenio, la humillación ella no, ella había estado siempre en brega
moral, la hipocresía clasista y el arrepentimien- y a la defensiva contra el infortunio, para
to de sus amos ante la muerte de la joven, más verse al fin vencida, derrotada. ¡Siempre
indecoroso y falso aún que la avasalladora cruel- víctima propiciatoria! 141
dad desplegada por ellos a través de toda la no-
vela, no constituyen, en sí mismos, descripcio- Malenita, también víctima del drama heredita-
nes sorprendentes, pues todas éstas y muchas rio de la neurosis, encuentra su tabla salvadora
más ya están agotadas en novelas como Cecilia en el amor. El amor ilícito rompe barreras y de-
Valdés y Carmela, por sólo citar las más conoci- safía el patrón ético familiar, la redime y la de-
das. Lo notable en este autor y en sus novelas es fiende del abismo. Morúa configura el mundo
la interpretación general que hace de las situa- de los Unzúazu para desenmascarar el drama
ciones detalladas en la trama. Es decir, Morúa interior de los blancos, escondido tras el abani-
traza con tintes realistas, pero interpreta el cur- co, la fastuosidad de los grandes salones y el
so de estos trazos con metódico fisiologismo quitrín. En esta obra también está presente la
—«Si bien es verdad que la moralidad no pasa esclavitud, la del negro y la del emigrante espa-
de ser un atavío filosófico, dominado siempre ñol; la fraudulenta estirpe de los abogados de
por los naturales instintos de la animalidad hu- renombre; el ñañiguismo y su sentido sangrien-
mana»—. 138 Es precisamente en La familia to del honor a toda prueba; la superficialidad
Unzúazu, su segunda novela, en donde esta in- periodística; la fábula popular de curiosa imagi-
trospección se agudiza con cierta intuición nería en la anécdota de «Basilia-Criolla» y los
cientificista, como si Morúa quisiera establecer prodigios de «taita-Fernando-Congo», muy bien
nexo de causalidad entre el fenómeno esclavista, lograda y que nos acerca a ese realismo mágico
la sociedad que lo promueve y cierta sicología que es también savia de nacionalidad; las pesa-
social inmanente en ella, que va descomponién- dillas oníricas que atenacean y operan como es-
dose al paso de un alarmante síndrome de carnio de la opulencia, después de la más atrevi-

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498 SEGUNDA ÉPOCA

da escena erótica que autor cubano haya descri- Cuando Marceluco entró por la boca del
to entre su ama y el mayordomo; la aureola de Morro, sin ver aquellos bosques inmensos
tácita o expresa simpatía que promueven los y cargados de frutas; aquellos jardines po-
hombres que participaron en la guerra y que tie- blados de rosas multi-colores; aquella rien-
ne en la figura de Eladislao Gonzaga, defensor te florescencia de la naturaleza que por
del negro y hombre de pensamiento progresis- tanto tiempo había exaltado su viva imagi-
ta, momentos de importantes teorizaciones so- nación experimentó un profundo desenga-
bre el futuro de la patria. Pero a pesar de esto y ño […] 143
de haber tocado el autor puntos candentes del
conflicto histórico de la etapa, no puede ocultar También como aquel, Marcelo siente que en
su inconformidad con los desenlaces radicales, su «desnudez de afectos» 144 hay algo que lo des-
manifestando las tibias «cautelas» sobre el ca- lumbra: «se confesaba, sin embargo, que nunca
mino a tomar y que según Nicolás Guillén «era había visto tantos buques en tanta actividad
bien distinto, pues sentíase partidario de fiar a mercantil, ni ciudad tan grande como la que se
la evolución de la sociedad cubana el reconoci- desplegaba a su vista como mágico panorama»,145
miento de las más urgentes mejoras sociales, y ese algo le indica, de cierta manera, un nuevo
políticas y económicas para los hombres de su ritmo para emprender el camino. Nuestro
mismo color de piel».142 En síntesis, las novelas «Marceluco» trae consigo carta de recomenda-
de Martín Morúa Delgado ponen de manifiesto ción para Bruno Lavega, especie de rey del ne-
un nutrido testimonio histórico para el análisis gocio, trae baúl y padece perplejidades cuando
de la sociedad colonial en su etapa de inevitable conoce el desmantelamiento del almacén donde
decadencia. hace cálculos prodigiosos el poderoso tío:
De Nicolás Heredia, como antes se apuntó,
son las novelas Un hombre de negocios y Leonela. Marcelo se angustiaba cada vez más; el ais-
Al leer la primera de éstas nos remitimos, sin lamiento en casa de su tío, era mayor que
lugar a dudas, a Mi tío el empleado, de Ramón el que le rodeaba en medio del océano.
Meza. Aunque mera especulación, bien podría Luego, las paredes del almacén, sucias y lle-
caracterizarse esta obra de Heredia como el es- nas de telarañas; el suelo pegajoso y cubier-
bozo temático que posteriormente adquirió to de una triple costra de grasa; el olor a
inusual lozanía estética en la pluma de Meza. tasajo que saturaba aquella pesada atmós-
Heredia, vinculado al folletín —pues no es otra fera de mercantilismo, todo le producía una
cosa el centro dramático de la acción de esta impresión penosísima con la que cierta-
obra— proporciona al extraordinario Meza los mente no contaba.146
elementos que le servirán para hacer literatura
nueva. Lo valioso de esta narración de Heredia Cuando se entrega al trabajo «con una especie
está en las retrospectivas que explican el origen de frenesí», como dice el narrador, Marceluco,
del capital amasado por el emigrante español. el temeroso y asombrado provinciano, le comu-
Como Vicente Cuevas, el «Marceluco» de Here- nica a su tío que ha llegado ya la hora de «volar
dia irrumpe en una Habana que le sorprende a con alas propias», es decir, la suerte del capital
la vez que lo decepciona: está echada, y en un «Punto y aparte» que en
breve capítulo condiciona el autor, nos trans-
¿Sabéis lo que es Cuba para los europeos mite ese camino «del pobre Marceluco, hoy D.
que no la han visto? Un Eldorado, una Jauja Marcelo Ordoño, propietario, comerciante, re-
palpitante de realidad, país de las mil y una gidor del Ilustre Ayuntamiento de la Habana y
noches, donde las riquezas causan spleen y Gran Cruz de Isabel la Católica, por añadidu-
el oro produce el hastío que es una conse- ra».147 Y es hasta aquí, a nuestro juicio, que tie-
cuencia lógica de aquello que tenemos a la ne valor conceptual esta novela. La historia del
mano y nadie nos disputa […] emigrante español, su duro bregar en las con-

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tiendas mercantilistas que le proporcionarán las diador o pugilista», 152 era, en resumen, un «Hér-
adoradas onzas de oro, su transmutación hacia cules».153 La omnisciencia del narrador que pe-
una sicología de naturaleza avara y la pérdida de netra el pensamiento del mestizo de gringo cuan-
los escrúpulos que truncan el brote de senti- do éste en su «observador» y «calculador»
mientos legítimos, la tenue pincelada que carac- peregrinaje compara la modesta urbanidad de
teriza a La Habana por el día como una capital nuestra arquitectura, nos revela que:
yanqui, con todo el ajetreo mercantil y por la
noche como una ciudad europea, con ese aire Quizás comparaba in mente aquel misera-
bohemio y disipado que marca la «respiración ble caserío con los soberbios buildings de
de las grandes ciudades»,148 son los aciertos ob- Broadway, o los palacios de Regent Street;
jetivos del escritor. El resto, a pesar de la lec- aquella oscuridad tristonaza con los esplen-
ción de dignidad y ética del joven Gonzalo, del dores nocturnos de otras ciudades más ri-
drama de doña Marta y de su hija Gertrudis, cas y famosas. Tal vez tenía fija la memoria
debatida entre la honra y la pobreza, son, sim- en Hyde Park o Madison Square… 154
plemente, gajes del folletín romántico.
Leonela, la mejor realización literaria de Ni- Pero la mirada de Valdespina, su mente em-
colás Heredia y probablemente la tercera nove- prendedora, estaba fija en las grandes inversio-
la en importancia de nuestra narrativa del XIX, nes que haría con la construcción del ferroca-
describe de manera costumbrista la fisonomía rril, la siembra de multitud de productos y la
de la vida rural y, específicamente, la de nues- explotación de las maderas preciosas. Todo esto
tros hacendados y terratenientes. Escrita con bien conducido por un razonamiento práctico,
soltura y amenidad, Leonela enfatiza en un ele- educado en el mecanismo de las ganancias del
mento que fue punto de controversia en las dos capital: «Yo traigo la varita mágica, el impulso
últimas décadas del siglo: la injerencia del capi- incontrastable, la iniciativa y la perseverancia de
tal norteamericano en nuestro país. La novela esas gentes del Norte que hacen brotar flores
de Heredia, bien facturada en la trama argumen- de las piedras y levantar palacios en los desier-
tal y con ingeniosidad en lo que sería el centro tos.»155 El ingeniero, además, trasplanta a su área
dramático de la acción —nos referimos al epi- de trabajo «un pueblecito más civilizado que la
sodio de la entrega de Leonela a Valdespina— Cotorra, en donde se instalaron las familias de
desarrolla, en su contexto ideo-temático, la ten- los trabajadores. El tal pueblo era un lindo ju-
dencia pro-yanqui que deslumbró a muchos de guete. Sus casitas de madera habían sido traídas
nuestros autores, pero que tiene sobrecarga del norte en piezas numeradas…»,156 y es así
emotiva en la expresión de Heredia. Por medio como se desenvuelve, en apenas un año, la aza-
del personaje de John Valdespina, cubano edu- rosa laboriosidad de John, que al paso del tiem-
cado en los Estados Unidos, «criollo ingerto en po va convirtiéndose en Juan por el amor de
yankee»,149 como lo denomina el rico hacenda- Clarita y la «dramática violencia de las pasiones
do don Cosme Arencibia, Heredia vierte sus en el trópico». No faltan en esta novela las re-
admirativas ideas sobre el modelo de civiliza- flexiones sobre la ineptitud de los criollos en
ción norteamericano y otorga al «ingeniero» y materia de negocios y la provechosa necesidad
representante de «Smithson Brothers» toda la de un «tutelaje». Leamos al respecto:
grandilocuencia adjetiva que hace de esta figura
un héroe y benefactor del adelanto industrial. Pero sabe que los extranjeros, en materia
John Valdespina, que desde las primeras pági- de negocios, no dan un paso sin saber a qué
nas se nos presenta como el arriesgado salvador atenerse […] Los criollos carecen de sen-
de unos «pillos» que jugaban peligrosamente en tido práctico y cuando se meten en empre-
el río, «[e]ra un hombre de hermosa fachada y sas lo hacen a la buena de Dios y salga lo
de formidable estructura fisiológica»,150 tenía que salga. Es de todo punto indispensable
«brazos de cíclope»,151 «enorme cuerpo de gla- que esas gentes nos eduquen con su ejem-

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500 SEGUNDA ÉPOCA

plo, que nos enseñen a ser económicos, norteamericano como opción aceptable. La pre-
observadores, activos y reservados.157 sencia iterativa de este aspecto acapara toda la
enjundia de la obra, a pesar del fracaso final y de
Toda la obra, en definitiva, redondea esta idea las palabras que cierran el libro:
como un diálogo sostenido del autor y su histo-
ria. Heredia, como tantos otros, aboga por el ¿Qué diría a Smithson-Brothers para con-
separatismo, sabía que el gobierno colonialista solarlos del fracaso? Tal vez se apropiaría,
español era traba insoportable que frenaba, cier- aplicándola a su situación, la célebre frase
tamente, el desarrollo del país, pero también, del monarca español: «Señores, yo no fui a
como casi todos, se debatía en la disyuntiva de luchar con los elementos…» Y quizás, a
ver a Cuba próspera, apta para el arranque eco- guisa de enseñanza saludable, la sazonaría
nómico y para esto consideraba necesaria la con esta reflexión: «Lo que se proyecta en
«ayuda» del poderoso e industrial vecino del el Norte no se realiza fácilmente en el me-
Norte. Leonela concluye con la Revolución de diodía.»
Yara, la revolución que según el narrador des-
truye los sueños emprendedores de Valdespina Es un fragmento que se siente dudoso y final-
y la oportunidad de la burguesía de introducirse mente consecuente —como ya hemos visto en
en la maquinaria del progreso. Por otra parte, la trayectoria de esta novelística finisecular—
esta lucha adquiere en la novela apariencia con las precavidas «cautelas» de nuestros hom-
facinerosa, una especie de «vendetta» entre con- bres de letras, hombres que también participa-
tendientes esperanzados por un desquite perso- ron, como en el caso específico de Morúa Del-
nal. Leonela es la primera novela cubana que trata gado y del mismo Nicolás Heredia, en las
con tanta efusividad e interés la vía de tutelaje contiendas políticas de la etapa.

NOTAS
(CAPÍTULO 3.6)

1
Valentín Catalá: La dalia negra del cementerio de malvados, que, dejándose llevar de sus inclina-
Güines. Imprenta de La Botica de Santo Domingo, ciones o del mal consejo, se separaban del cami-
Habana, 1875, p. 13. no del deber, lastimando el honor y entregando
su nombre a la excecración pública; pero, se per-
2
El narrador nos caracteriza así al padre del protago- día la humanidad individualmente, no se perdían
nista y hace sus reflexiones: las masas, haciendo de las plazas, de los cafés, de
D. Pablo Sanabria, modelo de esposo y de ciuda- los círculos, cátedras de desmoralización para
dano, tenía que ser excelente padre; recibió una romper los lazos de la familia y la religión. No se
brillante educación en tiempos mejores, cuando queja aquí el novelador; no se lamenta el mora-
no era lícito, ni siquiera cuestionable, el derecho lista; habla el padre previsor, al contemplar el
de combatir los principios fundamentales de la cuadro de la época en que se desarrollan los hi-
sociedad, los principios salvadores del género hu- jos de su amor, y tiembla, invadiendo con la ima-
mano; entonces la doctrina era un dogma y no ginación lo porvenir. (Teodoro Guerrero: El es-
un punto de controversia: el espíritu de asocia- cabel de la fortuna. Imprenta y fundición de
ción y la cátedra no tenían por objeto arrastrar a Manuel Tello, Madrid, 1876, pp. 169-170.)
la juventud fuera del centro, desquiciando la ra- 3
Eusebio Guiteras: Irene Albar. Novela cubana. Im-
zón, si se me permite valerse de esta frase; había prenta de Luis Tasso, Barcelona, 1885, p. 121.
entonces, como ahora, como siempre, imagina-
ciones desbordadas, pérfidos instintos, hombres 4
Ob. cit., p. 56.

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 501

5
Ob. cit., p. 191. yor de una Historia de la Literatura Cubana. Sólo
haremos mención de él por su innegable oriundez
6
Ob. cit., p. 188. cubana y por el enmarque cronológico de la etapa a
7
Julián Gil: La Señora Maquita. Novela festiva de cos- que nos referimos y en la que aparece publicado su
tumbres. Imprenta de Luis Tasso, Barcelona, 1886, volumen Agua pasada (1895), libro póstumo que
p. 16. apareciera en Madrid. En nuestra opinión —aten-
demos a los datos biográficos que resume el inves-
8
Ob. cit., p. 17. tigador Salvador Arias en su artículo «¿Un olvidado
9
Ob. cit., p. 109. cuentista cubano del siglo XIX ?»—, la obra de
Rodríguez Correa pertenece al contexto histórico y
10
José de Jesús Márquez: Aventuras de un sordo. No- sicológico de la intelectualidad europea, espe-
vela cubana. Imprenta El Arbolito, Habana, 1889, cíficamente, hispana.
p. 36. 22
En el prólogo a Cuentos de hoy y mañana. Cuadros
11
Ob. cit., p. 89. políticos y sociales por Rafael de C. Palomino (hijo).
12
Francisco Fontanilles y Quintanilla: Autonosuya. Con un prólogo de José Martí. Cuaderno 1, Im-
Curiosa novela político-burlesca. Imprenta y pape- prenta y Librería de N. Ponce de León, New York,
lería La Moderna, Habana, 1897, p. 184. 40 y 42 Broadway, 1883, éste nos dice: «…Las re-
formas, como el hombre mismo, tienen entrañas de
13
Tula Muño es presentada así por el narrador: justicia y veleidades de fiera. Lo justo, a veces, por
el modo de defenderlo, parece injusto; y en lo social
—Aquí estoy papá, respondió desde el interior
y político acontece, como en las querellas de gente
de la sala, una voz armoniosa, aunque de un tim-
de mar y de suburbio, que el puñal de ancha hoja
bre que revelaba energía semi-varonil en la que
con que dirimen sus contiendas de honra, da a estas
lo poseía.
semejanza de delito.» (p. III)
(Pascual del Riesgo: Dos habaneras. Imprenta El 23
Benito Pérez Galdós: «Villaverde y Benito Pérez
Tiempo, Madrid, 1880, 2 tomos, p. 52.)
Galdós sobre Cecilia Valdés», en Ana Cairo: Letras.
14
Pascual del Riesgo: ob. cit., p. 184. Cultura en Cuba 4. Prefacio y compilación por […].
Editorial Pueblo y Educación, Ciudad de La Haba-
15
Francisco Calcagno: «Prólogo» a Los crímenes de na, 1987, p. 97.
Concha: «Entre tanto la abolición es casi ya un he-
cho: nos llega a paso de gigante, y no estamos más 24
Enrique José Varona: «El autor de Cecilia Valdés»,
preparados que en el 63: La mayoría de esa raza es en Acerca de Cirilo Villaverde. Selección, prólogo y
tan ignorante y viciosa hoy como entonces. Lo que notas de […]. Editorial Letras Cubanas, Ciudad de
nos toca hacer hoy es ilustrar por los medios posi- La Habana, 1982, p. 102.
bles a lo manumitidos. No basta hacerlos libres, es 25
Roberto Friol: «La novela cubana en el siglo XIX»,
preciso hacerlos dignos de la libertad» (p. 1).
en Revista Unión. La Habana, IV (4): 199, diciem-
16
Roberto Friol: «La novela cubana en el siglo XIX», bre, 1968.
en Unión, La Habana, 6 (4): 195, diciembre, 1968. 26
Remitimos al lector, para una mejor comprensión
17
Enrique Sosa: «La agricultura: el cafetal», en su La de estas versiones de Cecilia Valdés, anteriores a la
economía en la novela cubana del siglo XIX. Editorial publicada en 1882 en New York, al trabajo de Ro-
Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1978, p. 88. berto Friol «La Cecilia Valdés de La Siempreviva»,
en Letras. Cultura en Cuba 4 (ed. cit.).
18
Recomendamos la lectura de «La agricultura: el ca-
fetal», que se encuentra en La economía en la novela 27
Cirilo Villaverde: «Prólogo», en su Cecilia Valdés o
cubana del siglo XIX (ob. cit.). La loma del Ángel. Novela de costumbres cubanas.
Imprenta de El Espejo, New York, 1882, p. X.
19
Idelfonso Estrada y Zenea: El Quitrín. Costumbres
cubanas y escenas de otros tiempos. «La industria», 28
Cirilo Villaverde: Cecilia Valdés o La loma del Án-
Habana, 1880, p. 22. gel. «Estudio crítico» por Esteban Rodríguez
Herrera. Instituto Cubano del Libro, La Habana,
20
Ob. cit., p. 32. 1972, tomo 1, p. 150.
21
Incluir a Ramón Rodríguez Correa entre nuestros 29
Ob. cit., tomo II, p. 197.
cuentistas finiseculares sería un exceso y un riesgo
polémico que no podríamos saldar dentro del ma- 30
Ob. cit., p. 238.

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502 SEGUNDA ÉPOCA

31
En el artículo de Mirta Aguirre «Realismo y realis- único auténtico héroe negro de toda la producción li-
mo socialista», publicado en el Anuario L/L. (7-8): teraria, abolicionista y antiesclavista cubana del siglo
7-8, 1976-77, la crítica e investigadora cubana afirma: XIX […]». Al respecto, no compartimos la categóri-
ca aseveración de Enrique Sosa, pues, en El
usando una frase que algo tiene de juego de pala- Ranchador (1839) de Pedro Jose Morillas, publica-
bras pero que en el fondo dista de serlo, el realis- da en 1857 en La Piraña, aparece el enfrentamiento
mo consiste en brindar «la realidad de las cosas y de un negro cimarrón de origen lucumí con el
no las cosas de la realidad» (por cosas, natural- rancheador Valentín Páez, quien es capaz de reco-
mente, hay que sobrentender fenómenos, pro- nocer en su contrincante las cualidades de: «inteli-
cesos, personajes, etc.). O sea, que el realismo gencia», «serenidad» y «denuedo», a la vez que es-
es descubrimiento de esencias y no mera descrip- cucha de boca del propio esclavo la sorprendente
ción de apariencias, ya que, si bien es cierto que expresión de: ¡Ahora lo verás blanco! (Pedro José
también en la espuma está la esencia, es indis- Morillas: «El Ranchador», en Noveletas cubanas.
pensable saber que la espuma no es más que eso. Selección y prólogo de Imeldo Álvarez. Editorial
Por ello no hay que confundir al realismo con el de Arte y Literatura, La Habana, 1974, p. 41). Por
objetivismo, exhaustiva consignación de detalles otra parte, esta reacción de rebeldía sí rompe esque-
que bien podrían ser como son o ser de otra mas literarios de toda una novelística, pues el héroe
manera sin que eso afectara el tuétano de lo tra- de la narración, el negro esclavo cimarrón, no se
tado; ni hay que confundirlo con el figurativismo, autodestruye, sino que mide sus fuerzas y defiende
puesto que […], si lo figurativo fuese realismo, su dignidad de hombre, en una lucha a muerte.
la buena «utilería» y los buenos museos de cera,
serían las más altas manifestaciones posibles del 47
Cirilo Villaverde: ob. cit. (1972), p. 37.
arte realista. 48
Ob. cit., p. 248.
32
Cirilo Villaverde: ob. cit. (1972), tomo I, p. 253. 49
Ibíd.
33
Ob. cit., tomo I, p. 238. 50
Ob. cit., p. 232.
34
Ob. cit., tomo I, p. 242. 51
Ob. cit., p. 436.
35
Enrique Sosa: «Apreciaciones sobre el plan y el mé- 52
Roberto Friol: ob. cit. (1968), p. 201.
todo de Cirilo Villaverde para la versión definitiva
de Cecilia Valdés: su historicismo consciente», en 53
En el artículo de Roberto Friol: «La novela cubana
Imeldo Álvarez: Acerca de Cirilo Villaverde. Selec- del siglo XIX» (ob. cit. [1968], p. 200), éste señala
ción, prólogo y notas de Imeldo Álvarez. Editorial de forma resumida las analogías entre las estructu-
Letras Cubanas, Ciudad de la Habana, 1982, p. 395. ras argumentales de Nuestra Señora de París y Ceci-
lia Valdés. Friol apunta: «Nuestra Señora de París –
36
Cirilo Villaverde: ob. cit. (1972), tomo 2, p. 322. Cecilia Valdés. Y en esta misma cautela: Esmeralda–
37
Ob. cit., p. 39. Febo–Herida de Febo–Prendimiento de Esmeralda–
Encuentro en la cárcel con la madre loca. Cecilia–
38
Ob. cit., tomo I, p. 326. Leonardo–Muerte de Leonardo–Prendimiento de
39
Ob. cit., p. 123. Cecilia–Encuentro en la cárcel con la madre loca
[…]»
40
Ob. cit., pp. 292. 54
Cirilo Villaverde: ob. cit. (1972), p.103.
41
Ob. cit., pp. 309-310. 55
Miguel de Cervantes: «Preciosa», en sus Novelas
42
Ob. cit., p. 198. ejemplares. Editorial de Arte y Literatura, La Haba-
na, 1977, p. 33.
43
Ob. cit., tomo 2, p. 61.
56
Cirilo Villaverde: ob. cit. (1972), p. 142.
44
Ob. cit., p. 78.
57
Miguel de Cervantes: ob. cit., p. 33.
45
Enrique Sosa: ob. cit. (1982).
58
Sobre la autenticidad histórica de algunos persona-
46
En el valioso estudio de Enrique Sosa, «Apreciacio- jes de la novela Cecilia Valdés, recomendamos la lec-
nes sobre el plan y el método de Cirilo Villaverde tura del artículo «Autenticidad de algunos negros y
para la versión definitiva de Cecilia Valdés: su mulatos de Cecilia Valdés», de Pedro Deschamps
historicidad consciente», que hemos citado de for- Chapeaux, en La Gaceta de Cuba. La Habana, (81):
ma reiterada, el autor plantea: «…Pedro Briche, el 24-27, febrero-marzo, 1970.

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 503

59
Cirilo Villaverde: «Autobiografías», en Ana Cairo: 84
Ibíd.
Letras. Cultura en Cuba 4, ob. cit., p. 5. 85
Ob. cit., p. 50.
60
Enrique José Varona: «Carmela», en Cuba en la
UNESCO. La Habana, 2 (4): 59, diciembre, 1961.
86
Ob. cit., p. 53.
61
Ramón Meza: Carmela. Prólogo de Salvador Bueno.
87
Rafael María Merchán: «Corte literario (sobre Mi
Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1978, p. 16. tío el empleado y Don Aniceto el tendero)», en La
Habana Literaria. La Habana, 1 (7): 153, diciembre
62
Ob. cit., p. 62. 15, 1891.
63
Ob. cit., p. 124. 88
Ibíd.
64
Ob. cit., p. 63. 89
Ramón Meza: Don Aniceto el tendero, en su Nove-
65
Ob. cit., p. 65. las breves, ob. cit., p. 100.
66
Ob. cit., p. 117.
90
Ob. cit., p. 60.
67
Ob. cit., p. 146.
91
Ob. cit., p. 131.
68
Ob. cit., p. 15.
92
Ob. cit., p. 140.
69
Ob. cit., p. 83.
93
Ob. cit., p. 101.
70
Ramón Meza: «Autobiografía», en su Novelas bre-
94
Ob. cit., p. 59.
ves. Prólogo de Ernesto García Alzola. Editorial 95
Ob. cit., p. 163.
Arte y Literatura, La Habana, 1975, p. 297. 96
Ob. cit., p. 169.
71
Manuel Zeno Gandía: «Últimas páginas», en La Ha-
bana Literaria. La Habana, 2 (7): 145-149, abril, 15,
97
Ob. cit., p. 182.
1892. 98
Ob. cit., p. 183.
72
Ramón Meza: Últimas páginas, en su Novelas bre- 99
Ob. cit., p. 184.
ves, ob. cit., p. 239.
100
José Lezama Lima: «Tersitismo y claro enigma», en
73
Ob. cit., p. 16. Ana Cairo: Letras. Cultura en Cuba 4. Editorial
74
Manuel de la Cruz: «Ramón Meza», en su Cromitos Pueblo y Educación, Ciudad de La Habana, 1987,
cubanos. Est. Tip. La Lucha, La Habana, 1892, p. p. 223.
62. 101
Ramón Meza: Mi tío el empleado. Prólogo de José
75
Ramón Meza: Últimas páginas, en su Novelas bre- Antonio Portuondo. Editorial Arte y Literatura, La
ves, ob. cit., p. 259. Habana, 1977, p. 21.
76
Ob. cit., p. 260. 102
Ob. cit., p. 29.
77
Manuel de la Cruz: ob. cit., p. 62. 103
Ob. cit., p. 41.
78
Mijail Bajtín: Problemas literarios y estéticos. Edito- 104
Ob. cit., p. 73.
rial Arte y Literatura, Ciudad de La Habana, 1988,
p. 563.
105
Ob. cit., p. 28.
79
Mario Parajón: «El autor de Carmela y Mi tío el em-
106
Ob. cit., p. 33.
pleado», en Cuba en la UNESCO. La Habana, 2 (4): 107
José Lezama Lima: ob. cit. (1987), p. 226.
31-39, diciembre, 1961.
108
Ramón Meza: Mi tío el empleado, ob. cit., p. 39.
80
Ramón Meza: «El duelo de mi vecino», en su Nove-
las breves, ob. cit., p. 33.
109
Mijail Bajtín: ob. cit., p. 566.
81
Ernesto García Alzola: «Prólogo», en Novelas bre- 110
Ramón Meza: Mi tío el empleado, ob. cit., p. 41.
ves, ob. cit., p. 14. 111
José Martí: «Mi tío el empleado. Novela de Ramón
82
Ob. cit., p. 37. Meza», en Ramón Meza: ob. cit. (1977), p. 309.
83
Ob. cit., p. 51. 112
Ob. cit., p. 41.

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504 SEGUNDA ÉPOCA

113
Ob. cit., p. 165. Barthelemy con Viajes a Anacharsis; a Davy, Viajes a
Saturno; a Cyrano de Bergerac, Viaje a la luna; a
114
Ob. cit., p. 37. otros como Hans Pfacil, Swenberg, Fontanelle,
115
Ob. cit., p. 166. Coffin-Kony […]».
116
Ibíd. 135
Ob. cit., p. 112.
117
Ob. cit., p. 181. 136
Ob. cit.
118
Ob. cit., p. 189. 137
Ob. cit., p. 21.
119
Ibíd. 138
Martín Morúa Delgado: Sofía. «Prólogo» de Imeldo
Álvarez. Instituto Cubano del Libro, La Habana,
120
José Lezama Lima: ob. cit. (1987), p. 126. 1972, p. 84.
121
José Martí, en ob. cit. (1977), p. 308. 139
Martín Morúa Delgado: La familia Unzúazu. Pró-
122
Ob. cit., p. 174. logo de Pedro Deschamps Chapeaux. Editorial Arte
y Literatura, La Habana, p. 13.
123
Ob. cit., p. 308. 140
Ibíd.
124
Ob. cit., p. 303. 141
Ob. cit., p. 113.
125
Roberto Friol: «La novela cubana en el siglo XIX»,
Unión, La Habana, 4 (4): 189, diciembre, 1968.
142
Nicolás Guillén: «Martín Morúa Delgado», en ob.
cit (1975), p. 113.
126
Cintio Vitier: «Prólogo. Un cuento de Tristán de
Jesús Medina», en Tristán de Jesús Medina: Mozart
143
Nicolás Heredia: Un hombre de negocios. La Na-
ensayando su Réquiem. Departamento Colección cional, Matanzas, 1883, p. 13 y 14.
Cubana de la Biblioteca Nacional José Martí, La 144
Ob. cit., p. 14.
Habana, 1968, p. III.
145
Ibíd.
127
Ob. cit., p. IX.
146
Ob. cit., p. 16.
128
Tristán de Jesús Medina: ob. cit., p. 5.
147
Ob. cit., p. 25.
129
Ob. cit., p. 8.
148
Ob. cit., p. 60.
130
Ob. cit., p. 9.
149
Ob. cit., p. 71.
131
Ob. cit., p. 29.
150
Ob. cit., p. 33.
132
Cintio Vitier: ed. cit., p. VIII.
151
Ob. cit., p. 34.
133
Ob. cit., p. 12.
152
Ob. cit., p. 35.
134
En el «Prólogo» a En busca del eslabón. Ciudad de
La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1983, p. 8, 153
Ibíd.
Roberto Friol apunta: «En cuanto a los orígenes de 154
Ob. cit., p. 57.
la novela científica, Calcagno, sin restarle méritos a
Julio Verne, niega que sea su inventor, para él es un 155
Ob. cit., p. 87.
innovador valioso y original. Tanto en la primera
como en la segunda edición de su libro, Calcagno
156
Ob. cit., p. 187.
presenta una fiel nómina de autores anteriores a 157
Ob. cit., p. 109.
Verne. Cita a Voltaire con su Micromegas, a

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3.7 LA POESÍA

3.7.1 Los poetas de transición del período ta, optimistas o angustiados, la ruptura con la
metrópoli española, o, mejor que esto, con el
Durante el transcurso de la guerra mantenida a universo de valores que ella representaba en to-
lo largo de una década contra España —no obs- dos los órdenes (socio-económico, político, cul-
tante el restablecimiento último que pareció sig- tural, religioso, filosófico, moral…), ruptura
nificar el Zanjón—, se intensificó aceleradamen- que, sin desdeñar el testimonio revelador de los
te la radicalización ideológica del pensamiento poetas de transición del período, tuvo en la li-
cubano con respecto a su proyección previa a teratura modernista su expresión cimera, pór-
1868, lo cual fue expresado, o al menos, refleja- tico de ingreso definitivo de nuestras letras
do, desde los primeros momentos de la contien- en la historia literaria hispanoamericana y aun
da, por escritores e ideólogos incorporados a las mundial.
filas mambisas. Como afirmó Martí, «otros fue- La intención de José Martí, responsable de la
ron los tiempos de las vallas alzadas»,1 mas a par- selección y el prólogo de Los poetas de la guerra,
tir de 1868 y durante el resto del siglo pasaría a al reunir en fecha tan tardía (1893) poemas que
ser «el tiempo de las vallas rotas».2 Y la poesía ni por su factura ni por su fecha de composi-
escrita en Cuba durante los últimos treinta años ción constituían un hecho significativo, sin duda
de dominio español constituye el reflejo de esa formó parte de su estrategia ideológica con vis-
radicalización —a pesar de la fórmula autono- tas a la próxima contienda, a lo cual se adecuaba
mista— y del desgaste de las ataduras colonia- perfectamente el ardor bélico, la justa violencia,
les, representativas de una estructura económi- la confianza en las fuerzas cubanas, la memoria
ca agotada ante el avance impetuoso de la heroica, y la prevalencia del objetivo indepen-
burguesía internacional en vísperas de su pro- dentista y del amor patrio por encima de todo
yección imperialista, en la cual tendría un lugar otro interés o afecto, presentes en el poemario.
tristemente privilegiado el escenario latinoame- De ahí que su prólogo tenga un carácter de pro-
ricano, habida cuenta de su subdesarrollo eco- grama político que, en su valoración, se ajusta
nómico. sin contradicciones a la renovación máxima
Si una antología como la de Los poetas de la modernista en pleno auge entonces. 3
guerra, en la que se recogen algunos de los me- Los poetas antologados: Antonio Hurtado
jores o más populares poemas cubanos escritos del Valle, Miguel Gerónimo Gutiérrez, José Joa-
entre 1868 y 1878, tipifica la manifestación líri- quín Palma, Luis Victoriano Betancourt, Ramón
ca del independentismo político —encarnado en Roa, Fernando Figueredo, Pedro Martínez
esos autores cuya condición primera es la de Freyre, Sofía Estévez, Juan de Dios Coll y Fran-
patriotas—, antes de terminar el siglo nuestros cisco La Rúa, no poseían entre sí similares ta-
poetas reflejarían, de forma explícita o implíci- lentos líricos ni voluntad de estilo, innegables

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506 SEGUNDA ÉPOCA

en Hurtado, Palma, Juan de D. Coll, más débi- hubiese que esperar el último lustro del siglo
les en Gutiérrez, Sofía Estévez, La Rúa; 4 y los para dar cima a esta lírica patriótica, al encon-
rasgos de sus composiciones recuerdan los ca- trar la palabra nueva capaz de enaltecer la gesta
racteres de las improvisaciones populares (len- independentista.
guaje sencillo con giros idiomáticos coloquia- Mientras tanto, apenas terminada la guerra,
les), que en los mejores alcanza la frescura siete poetas jóvenes 8 se unieron bajo tres impe-
expresiva; así como denotan poca complejidad rativos comunes: la amistad, el amor a Cuba y la
del pensamiento y marcado relieve emocional, inquietud creadora, y dieron a la luz Arpas ami-
en ocasiones de auténtica vena lírica dentro de gas (1879), antología que anunciaba el naciente
la línea subjetivista. espíritu finisecular cubano, y en ello radica su
Los motivos temáticos principales del poe- máxima significación, independientemente de la
mario son la idealización del ambiente domésti- calidad promedio de sus composiciones.9
co familiar —asunto tan frecuentado por los Algunos de estos poetas, en la atmósfera de
nativistas y floreciente aún en nuestra poesía del vencimiento dejada por el Zanjón entre muchos
segundo romanticismo—, naturalmente acrecida patriotas, reemprendieron el camino de la
por la separación del hogar a causa de la guerra; interiorización lírica y la inquietud angustiosa
las expresiones de amor, fundamentalmente fi- ante el enigma de la existencia humana, línea que
lial, en el espíritu —no en el alcance— del poema tuvo una primera culminación en la década del
dramático martiano Abdala; la lucha contra Espa- sesenta con el «Nocturno» de Zenea; agudizada
ña y, gravitando sobre todos los versos, el amor en este nuevo período no sólo por las desalenta-
a Cuba y la vocación del sacrifico patriótico. doras circunstancias nacionales, sino también
En cuanto a los rasgos generales de estilo, es por el escepticismo que comportaba el racio-
insustituible, por lo precisa, la opinión de Martí nalismo positivista, en su incapacidad para dar
al respecto, quien lo ubica dentro de la lírica respuesta a todas las interrogantes del hombre,
epigonal del romanticismo tropicalista: moldes o para sustituir por otros los ídolos quebrados
gastados por el uso, descuidos formales y un de la fe religiosa, la estabilidad económica, y los
mimetismo expresivo las más de las veces, que viejos cánones morales, cada vez más sujetos a
constituye el mayor lastre para la percepción del una cosmovisión mercantilista.
pensamiento poético sí renovador, autén- El estilo de los poemas con frecuencia conti-
ticamente cubano, trascendente; 5 de manera que núa, con mayor o menor autenticidad, el acento
algunas de estas composiciones pueden ser a la zeneísta (Francisco Sellén, Esteban Borrero,
vez, como él señalara en aguda síntesis, «malas entre los más originales), e inclusive se acerca
y sublimes».6 en otros al primer romanticismo, línea desgas-
Las notas estilísticas más acertadas son la ex- tada en las literaturas hispánicas, no obstante
presión emocional pudorosa —a la manera del seguir ganando adeptos investidos de las ideas
segundo romanticismo—, despojada de inútil «modernas», como es el caso sobresaliente de
retórica —la que se aprecia, por ejemplo, en las Varela Zequeira, cuya fe optimista en la inteli-
estrofas a la madre de Luis Victoriano Betan- gencia del ser humano, visto como hacedor
court—, y el humorismo criollo, agudo y do- triunfante de su destino, es lo más contrario al
nairoso, de intención política, que constituye la casalianismo que rige el otro polo del espíritu
nota más alta de la selección, presente en los cubano en estos años. Esta especie lírica puede
versos de Hurtado. considerarse, dentro de las variantes románti-
Precisamente Martí, desde el centro de la cas del momento, como continuación de aque-
modernidad, advirtió la esencia nueva que com- llos cantos al progreso científico-técnico repe-
portaron estos poemas compuestos al inicio del tidos hasta el agotamiento en el período literario
período finisecular, con la cual se integraron anterior.
orgánicamente a su contexto contemporáneo, Lo más importante de esta antología es tam-
época de «renquiciamiento y remolde»,7 aunque bién el pensamiento poético, revelador de las

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 507

corrientes filosóficas epocales,10 y su repercu- Borrero, «el espíritu más intenso y rico» 14 de
sión sobre un hablante lírico preferentemente este grupo generacional, en su obra lírica poste-
subjetivista pero no sentimental, lo que le per- rior saldó su deuda con el romanticismo, al im-
mite el distanciamiento reflexivo y el acceso a primirle a sus versos «concentración, brillo y
una mayor universalidad emotiva. Voz que se misterio. Anticipó el modernismo y vislumbró
advierte, angustiada, en el siguiente soneto de [en agónicas visiones] zonas de la poesía cuba-
Varona, en medio de un paisaje romántico: na actual». 15
La creación lírica de Esteban Borrero (1849-
Prados floridos, lagos murmurantes, 1906), obra de atmósfera, de presencia inmate-
Abras profundas, hórrido torrente, rial al acecho que recorre toda su poesía hasta
La llanura sin límites, en frente, confundirse con el hombre en el acto revelador
Negro y brumoso el mar en lo distante. de su suicidio, denota que a pesar de sus intere-
Tiniebla y luz en sucesión constante, ses científicos, su voluntad ante los obstáculos
Ya tocando el zenit, ya en la pendiente, y su integración plena al quehacer histórico de
Un vértigo de imágenes la mente, su generación,16 que lo distancia radicalmente
Y vuela el tren flamígero adelante. de Casal, ambos tenían «la misma capacidad para
Así en moción incontrastable vamos, el frío desconocido, para la sospecha trascen-
Huyendo del dolor que nos espera, dente».17 Sin embargo, otro sentimiento, índice
En busca del dolor que no encontramos. de fortaleza espiritual, domina en sus Poesías
Y es el proceso de la vida entera (1878) y lo acerca a Martí: una profunda frater-
Seguir, correr, volar… sin que sepamos nidad humana, expresada literariamente en su
Cuál será el fin de la fatal carrera. 11 ternura hacia los desvalidos, patente también en
su cálida protección hacia Casal, el más inde-
O se exalta, jubilosa, en un poema como «Ul- fenso de sus amigos, y en el ambiente cordial
tratumba», de Francisco Sellén, que parece res- —en el más exacto sentido del término— que
ponder a la interrogante de Varona con estas fomentó en su casa de Puentes Grandes, «cen-
estrofas panteístas: tro del modernismo naciente», al decir de
Vitier.18
Que la vida es el Fénix que renace En cuanto al resto de la obra lírica de Varona
De sus propias cenizas donde quiera (1849-1938), que en cierta medida corresponde
Que la inerte materia se deshace, al siguiente siglo,19 conserva la tendencia a la
Sólo la forma de existir se altera. 12 reflexión filosófica observada en Arpas amigas,
a menudo en sentencias cortas (pensamientos
En todos los poetas —como apunta Re- los llamó él), al estilo de Campoamor, suaviza-
mos— 13 está el sentimiento del paisaje, la ten- da por una tenue melancolía. Mas aquella zona
dencia hacia lo pictórico y objetivo, la pulcritud de su lírica que posee mayor vigencia hoy es la
estilística, la búsqueda de transparencia expre- de Paisajes cubanos, tomo del mismo año que
siva, profusión de imágenes, y una atmósfera de Arpas… pero identificado por su carácter narra-
escepticismo y melancolía que no compromete, tivo 20 y, sobre todo, por su temática social, de
en algunos, la estimativa optimista de la reali- aliento patriótico y propósito crítico. Además
dad; además de influencias literarias comunes de la importancia ideológica de esos poemas, 21
(Heine, Bécquer, Campoamor…). llega Varona en ocasiones a la expresión lírica
La muestra antologada no siempre dio la me- conversacional dentro del celoso cuidado de la
dida real de los autores. Varela Zequeira no pa- forma, y este acento —como señala Rocaso-
saría de estas juveniles promesas de ingenio líri- lano— 22 es el que más se acerca al gusto y sen-
co; Varona, positivista convencido y no obstante sibilidad actuales.
peculiar, perfeccionó a lo largo de su vida su ins- La leve huella que dejó el modernismo en sus
trumental poético sin ahondar la emoción, y versos —tributos ocasionales en lo temático y

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508 SEGUNDA ÉPOCA

lexical, fina melancolía que impregna su obra, de la literatura transicional del período, no fal-
despojamiento progresivo del lenguaje, utiliza- tan tampoco, ni carecen de relevancia, los moti-
ción de la prosa poética— 23 se explica a partir vos nativistas, patrióticos, 27 sociales y aun clá-
de su capacidad para lo pictórico-descriptivo, el sicos tratados a la manera modernista.
reflejo en su obra del espíritu finisecular, la ex- Si en algunos poemas de Sensitivas (1892) 28
tensa cultura de Varona, así como su cultivo de Mercedes Matamoros da muestras de hondura
la solidez y pulcritud formal que justifica el ca- filosófica y se deja ganar por el desaliento y el
lificativo de clasicista tantas veces encontrable cientificismo que había gravitado en Arpas ami-
en la crítica a su obra. gas, en otros, los de acento más original de acuer-
De todos los autores de Arpas… fue Francis- do con su obra de madurez, se aprecia un enér-
co Sellén (1836-1907) el que mereció —quizás gico lirismo, y una expresión sencilla que
por haber estado en contacto mayor con él— comenzaba a ganar concentración, presente en
un reconocimiento crítico más detenido por estrofas como ésta:
parte de Martí, quien admirara la corrección, ele-
gancia, contención emotiva y fluidez rítmica de Si a la ley de atracción todo obedece,
sus versos, sin duda alentado por el patriotismo eterna ley de irresistible amor,
de este escritor, rasgo dominante en su poemario ¿por qué todos los tristes de este mundo
de 1890 (Poesías). Su obra es tangente al mo- no vienen a buscar mi corazón? 29
dernismo en cuanto este tiene de asimilación de
la mejor herencia romántica, y con relación a y que —aún por excepción— arriba en los si-
fuentes líricas compartidas, fundamentalmente guientes versos a una modernidad casi preva-
Heine. Su lugar en la lírica hispanoamericana de llejiana, en tanto atribulada, sintética y referen-
estos años lo ganó, no obstante, como traduc- te al destino terrible del hombre:
tor de los románticos nórdicos,24 al igual que
Antonio Sellén (1838-1889), quien sólo en este De repente, a sus pies falta la tierra
sentido alcanzó ocasionalmente el nivel lírico de que se hunde con estrépito, y sus ojos
su hermano. se nublan, y entre vértigos horribles
Un nutrido grupo de poetisas nacidas casi el viajero infeliz desciende al fondo.
todas entre los años cuarenta y cincuenta 25 apa- Cuantas veces al hombre, descuidado
rece entre estas figuras de transición, cuya obra y en pensamientos plácidos absorto,
oscila entre la corrección del romanticismo se le acerca furtiva la desgracia
subjetivista y determinados elementos de mo- y le pone la mano sobre el hombro. 30
dernidad, ya estilística, ya contextual, y de ellas es
Mercedes Matamoros (1851-1906) quien mere- En todos los temas que abordó, Mercedes
ce, inobjetablemente, el estudio más detenido. Matamoros puso su acento inconfundible: fe-
Su obra lírica mayor se publicó entre 1880 y mineidad, energía, exuberancia emotiva y una
1902, 26 fecha ésta en que aparecen sus dos eticidad de origen patriótico-revolucionario que
poemarios principales: Sonetos y Mirtos de an- determina sus preferencias literarias 31 y permea
taño, cuyas composiciones fueron probablemen- inclusive sus versos descriptivos como éstos de
te escritas en la última década decimonónica. La «Cleopatra», soneto de irreprochable factura
crítica cubana a través de las diferentes épocas, modernista:
la ha considerado alternativamente clasicista ple-
na (Valdivia), indudable romántica (Chacón, Del baño de alabastro, ante la clara
Esténger), premodernista (Hortensia Pichardo) linfa, que ondula fresca y bulliciosa,
y aun modernista (F. García Marruz), y esto ocu- entre siervas, la infiel y voluptuosa
rre por las diversas líneas temático-estilísticas reina, al nuevo deleite se prepara.
que se cruzan en su poesía, en la cual, si bien El manto le desprenden y la tiara,
son frecuentes los rasgos de estilo y los temas y la de seda túnica lujosa,

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 509

quedando al fin desnuda y tan hermosa, cedes Matamoros, delirio que linda en lo agóni-
que la Venus de Milo la envidiara. co como ocurre en «La Bestia»: 36
La sierva entonces que en su torno gira En lo más negro de aquel monte umbrío,
al etíope le muestra allá en la entrada, nuestro lecho, Faón, no preparado,
guardián inmóvil que en silencio admira. de mi pecho el volcán se ha desbordado
mas ella le responde, indiferente— de la fiebre fatal ya siento frío.
—No es un hombre el esclavo— y extasiada No escuchas a lo lejos al sombrío,
se abandona entre espumas blandamente. 32 león, que con rugido apasionado
responde a la leona, en el callado
Sensualidad, exotismo, fausto cortesano, mate- y hondo recinto de su amor bravío?
rias suntuosas, regodeo esteticista, mas unido a
ello la denuncia antiesclavista, tan efectiva en Amémonos así. Ven y desprende
esta síntesis parabólica como en el discurso ex- de mi ajustada túnica los lazos,
plícito de su famoso soneto «La muerte del es- y ante mi seno tu pupila enciende
clavo». Es el amor que humilla y que deprava
Aunque su obra había sido acogida siempre No importa. Lleva a Safo entre tus brazos,
con entusiasmo por la crítica, la justa fama de donde loco el Placer la rinda esclava… 37
su poesía se cimentó con sus veinte sonetos de
«El último amor de Safo», publicados en El Fí- Si atrevido fue, para su época y su sexo, el pen-
garo en 1902 (el mismo año en que integraron samiento lírico de estas estrofas, éste se com-
su libro Sonetos), con los cuales la autora se con- pleta con la opinión de la autora con respecto al
sagró como poeta erótica original, ya que «no falso pudor femenino, vertida en carta a Manuel
tienen de reminiscencia clásica más que el Serafín Pichardo: 38
nombre». 33
La audacia que reveló en numerosas oportu- Apruebo que por prudencia suprimiese la
nidades de su vida 34 y de su obra le permitió lectura de La bestia pero no he podido
encauzar en la maestría de estos sonetos al pen- menos de sonreírme con usted ante el te-
samiento femenino más desprejuiciado de la lí- mor de alarmar a las señoras; yo, que por
rica hispanoamericana hasta entonces y, por ello, mi sexo, tengo más intimidades que U. con
se convirtió en la iniciadora de aquella corriente el mundo femenino, sé que ese mundo ha
erótica de la poesía surgida dentro de los lími- cambiado mucho en Cuba, y que en las
tes modernistas y culminada posteriormente por habitaciones de jovencitas muy atildadas de
Delmira Agustini, Alfonsina Storni, Juana de dieciocho o veinte años, se ven por todos
Ibarborou. Llama la atención el hecho de que el lados novelas de Bourget, Zola y Paul de
regodeo literario en las relaciones carnales sea Kock, sin que los papás se preocupen en lo
prácticamente un tópico inexistente en la obra más mínimo […] El realismo se impone y
modernista de nuestros poetas 35 cuyo erotis- en los más circunspectos la alarma es sólo
mo e incluso ocasional morbidez parte casi úni- aparente, y aunque la mujer permanezca fiel
camente de la contemplación esteticista o del a la consigna de hipocresía que el hombre
hablante lírico en soledad. Y tampoco es nota le ha impuesto, acude siempre a leer en se-
que se destaque en el resto de nuestra lírica creto lo prohibido. Yo me he lanzado a es-
finisecular masculina; habría que remontarse a cribir cada día con mayor libertad porque
las descripciones voluptuosas de Luaces en creo como Milton, que lo impúdico es el
Cuba, poema mitológico —por coincidencia tam- pudor, mezcla de hipocresía y malicia, pues
bién de nomenclatura clásica— para observar hace recordar lo que artificiosamente pro-
semejante delectación carnal, pero no la violen- cura encubrir, mejor dicho, el pudor no
cia, la agresividad sexual de los sonetos de Mer- existe […] 39

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510 SEGUNDA ÉPOCA

Por ello se ha dicho que «el feminismo hispano- to señales de la inquietud creadora del período
americano tiene que reconocer a Mercedes Ma- o del pensamiento patriótico independentista.
tamoros ese gesto de rebeldía que se llama “La La propia medianía lírica de Nieves Xenes
bestia”,40 composición en la cual —con tal au- (1859-1915) posibilita que en sus versos se
dacia— la poeta defendía el derecho de la mujer transparente el cambio de signo estilístico que
a la sexualidad, asunto que comenzaba a ser tó- tenía lugar en aquellos años, unas veces apegada
pico del pensamiento contemporáneo 41 y que a la brasa romántica sin descuidar el equilibro
había estado latente, como apunta Rama, en la expresivo, bajo la impronta de Bécquer, otras,
sostenida atracción modernista por las «peca- las más valiosas, abocada a la sensorialidad
doras». modernista, sobre todo en sus últimos poemas
A propósito de la significación artística de «El que evidenciaron el arribo de una madurez de
último amor de Safo», afirmó Muñoz Busta- estilo que se quedó en promesas.46 Los temas
mante: más frecuentados por la autora —y en esto hay
bastante unidad entre las poetisas cubanas de
[…] Cayó como una bomba en nuestro entonces, independientemente de su rango lite-
medio literario. La poesía mediocre que rario— son el amor y la patria, asimismo son
veníamos padeciendo sufrió un golpe de numerosos sus cantos a la naturaleza, línea en la
muerte con aquellos endecasílabos robus- que logró autenticidad. Precisamente una de es-
tos y sedosos, cuyo nervio castellano vi- tas composiciones, su soneto «Julio», es uno de
braba enérgicamente. La nueva obra los momentos excepcionales de su poesía, pues
entrañaba algo más que forma impecable refleja la herencia del modernismo, pero ya no
[…]: sentimiento, ideas, fondo profundo exótico, sino ahincado en lo caribeño, asimila-
[…] Nuestra crítica, que posee una son- do en la percepción cromática, sensorial, del
da muy corta, no se atrevió a medir la paisaje, intencionalmente artística y figurativa. 47
profundidad de aquel océano de pensa- Hay una distancia irreversible entre esta poesía
miento.42 descriptiva y, por ejemplo, la poesía sobre el tema
escrita hasta 1868: unas veces superficial, colo-
Más que deuda con la obra casaliana —rela- rista; otras humanizada, compuesto híbrido na-
ción limitada a contactos aislados— 43 está pre- turaleza-hombre que comparte energías y sen-
sente en la poesía de Mercedes Matamoros el timientos. Aquí no hay otro sujeto lírico que el
espíritu pesimista de fin de siglo, la melancolía, paisaje, la poeta no habla de sí, sólo canta al es-
y del estilo modernista posee cierta inclinación tremecimiento de los sentidos ante el esplen-
hacia los motivos paganos, el culto de la forma, dor veraniego.
el sensualismo y la exquisitez expresiva de sus Aquella acometividad erótica que culminaría
mejores composiciones; 44 de modo que, habi- en la obra de Mercedes Matamoros como refle-
da cuenta de los rasgos ideotemáticos y jo de una moral diferente nacida bajo la
estructurantes de su poesía, si bien persistió en advocación científica y realista de los nuevos
ella una fuerte voz romántica, no se le puede tiempos, asoma tímida, pero certera, en las
negar su lugar en la vanguardia lírica del perío- estrofas de esta escritora que se autodefine
do, de la misma manera que, por sus ideas y pro- líricamente como un alma apasionada / por el
yección social y política, se colocó a la vanguar- ansia de goce enardecida, y compone los inten-
dia del pensamiento contemporáneo. sos versos de «Una confesión» —su poema más
De las restantes poetisas aludidas, entre las antologado— o de «Retrato», de 1896, en el que
que deben mencionarse Sofía Estévez, Rosa hay un más paladeado detenimiento en la figura
Krüger, Lola Rodríguez de Tió, 45 Aurelia Cas- masculina, placer gustado en la evocación del
tillo de González y Nieves Xenes, sólo las tres «bigote de ébano» sobre la boca entreabierta, de
últimas presentan suficientes elementos de in- la barba como «jirón de noche» en la blancura
terés en el desarrollo de su obra poética en tan- de la piel. El implícito ataque al falso pudor fe-

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 511

menino que se halla en estos poemas, adquiere sos como el de ella, quien vivió en rebeldía con-
acento de sarcasmo en «Vespertina», permeado tra el gobierno español y sufrió en el seno fami-
del escepticismo y del impulso hacia la seculari- liar la gravedad de las circunstancias históricas
zación —aun prostitución— de lo religioso, ele- nacionales. 50
mento que se define en nuestra poesía con el La obra de Aurelia Castillo (1842-1920) se
modernismo y que aquí se concreta en esos hombreó, en justicia, con la de Lola Rodríguez
monjes tenebrosos y salaces: de Tió en emoción patriótica y cubanía, 51 pero
le es superior en varios aspectos. De las escrito-
Del convento de muros agrietados, ras de estos años fue ella la de más sólida cultu-
en las torres aisladas y sombrías ra, y esto, favorecido por su longevidad y talen-
canta el viento medrosas elegías to literario, le permitió crear una extensa obra
de la tarde a los rayos apagados. tanto lírica como en prosa, admirable por su es-
Y en sus negros ropajes embozados, mero formal y el dominio de la potencialidad
por las anchas y oscuras galerías, rítmica del idioma. Aunque estuvo siempre al
discurren tras las férreas celosías tanto del desarrollo de nuestra poesía,52 la suya
los monjes, como cuervos enjaulados. es la menos «contagiada» del «mal del siglo», lo
que se aprecia, por ejemplo, en su hermoso so-
Conformes con la paz de su existencia, neto «La duda» (1877), que se inserta en el con-
soñando con las dichas celestiales texto espiritual del período como rechazo o con-
en ascético y dulce devaneo, trapartida del escepticismo. En tono y estilo su
o, en turbación profunda la conciencia, obra es la más «académica», sin que ello indique
pensando en los deleites terrenales carencia de donaire criollo ni frialdad expresiva,
con la fiebre abrasante del deseo. 48 sino que comprende esa armonía y equilibrio con
que deja traslucir sentimientos, emociones,
Lamentablemente, la autora no alcanzó por ideas. En cambio, en lo contextual sí se corres-
lo regular este nivel lírico ni persistió en su vo- ponde con el horizonte del momento: vocación
cación literaria. cientificista, defensa de los derechos de la mu-
Lola Rodríguez de Tió (1863-1924), por su jer a la instrucción como garantía de la virtud
parte, será recordada siempre como la autora de femenina y la estabilidad familiar, y, sobre todo,
aquella emotiva manifestación de hermandad su elevado patriotismo, imagen de la biografía
entre dos naciones —Cuba y Puerto Rico son / de la autora. 53 Los pilares del universo lírico
De un pájaro las dos alas / Reciben flores o balas —y vital— de Aurelia Castillo son el estudio, la
/ Sobre el mismo corazón…—, incorporada de- ciencia, el progreso, el orden, el esfuerzo, la sen-
finitivamente a nuestra tradición oral patrióti- cillez, el decoro, la fraternidad humana, la liber-
ca. Mas, llegados al punto de analizar la impor- tad, el hogar, la patria, y este código coherente
tancia de su obra en el contexto de la época, junto de valores, a salvo, al parecer, de los altibajos de
a una profunda cubanía de temas, sentimientos, su vida íntima, se expresa de mano maestra en
escenarios, se advierte que no existe en aquélla sus Fábulas (1879), consideradas justamente
justificación estilística para el desmesurado elo- entre las mejores del idioma. 54 Por el contrario,
gio de Valdivia cuando la llamó en 1893 «prime- no alcanzó genuino lirismo sino excepcional-
ra poetisa de la América Española». 49 Su obra se mente, como ocurre en su famoso poema «Ex-
ubica a plenitud dentro de lo romántico con pulsada», muestra de una fuerte proyección sub-
marcados ribetes clasicistas, y a estos últimos jetiva y desolación extrañas al grueso de sus
corresponde la corrección y mesura de la expre- composiciones, pero auténticas:
sión así como esa armónica relación que se da
entre el hablante lírico de sus versos y el univer- Te fuiste para siempre, quedé en el mundo sola.
so circundante, armonía más significativa en ca- Mis lágrimas corrieron un año y otro año…

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512 SEGUNDA ÉPOCA

Gritáronme de arriba: «Anda» y estuve errante, Rocasolano en su citado libro Poetisas cubanas
y al fin me vi de nuevo en nuestro hogar de (1985), probablemente referido a su discreta
[antaño. insistencia en la descripción objetiva y a incor-
poraciones oportunas de materiales suntuosos,
Tu espíritu amoroso flotaba en todas partes.
parece ser el resultado de su lectura preferente
Cantaba con las aves, perfumaba en las flores,
de Los trofeos —del cubano-francés Heredia—,
con el véspero triste me enviaba tu sudario
cuyas composiciones tradujo a menudo 59 con
y envuelta en él soñaba nuestros dulces amores.
más gracia que fidelidad según opinión de Cintio
[……………………………………………] Vitier. 60 No obstante, su poema «Vespertino»
indica —al parecer por excepción— una capaci-
Y cuando reposaba tranquila en aquel sueño,
dad atendible, acorde al contexto lírico contem-
en nuestro umbral sagrado oí la voz infanda.
poráneo, para captar el detalle ambiental y cro-
Tocaron en mi cuerpo las manos criminales
mático que convierte en paisaje-horario la
y el rencoroso arcángel gritó de nuevo: Anda.55
descripción estática de la naturaleza.
En cuanto a la obra poética de Medina, ape-
Aquella falta de vuelo lírico, a menudo agra-
nas estudiada —o conocida— por la crítica, debe
vada por lugares comunes de la poesía románti-
dársele la palabra a Lezama quien señalara en él
ca, no impidió en la autora la expresión del pla-
una vocación oscura, precursora de las interro-
cer estético en ocasiones intenso, evidenciado
gantes finiseculares, alentado quizás por sus pro-
en su entusiasmo por Nieve,56 el poemario
fundas inquisiciones religiosas. «Lo que hay en
—como es sabido— más parnasiano de Casal, y
él [advierte] de maldito, de oculto y secreto, de
principalmente por aquellos versos del mismo
huidizo, son signos de enriquecimiento de nues-
en los cuales, según sus palabras, no hay «ni aso-
tra sensibilidad. Con él aparecen esas personali-
mos del mal de época», 57 es decir, en los que
dades ocultas, resguardadas, que se escapan de
prevalece la objetividad pictórica casaliana so-
la tónica de su momento […]». 61 Opinión que
bre su agónico subjetivismo. El propio Casal
apunta al centro enigmático de los siguientes
admiró la obra de la poetisa, a cuyo poema
versos y lo ilumina:
«Pompeya» (1891) dedicó dos comentarios crí-
ticos elogiosos en relación con su plasticidad
Desde entonces no es lo que me exalta,
descriptiva, la sensible aprehensión de la belle-
en todo amor, la claridad que vierte,
za clásica y la elección del escenario que debió
y sí la presentida que le falta.
ser muy del gusto del poeta, en su conjunción
petrificada de fatalidad y arte. Y sólo a medias puedo ya quererte
Dos figuras aún enriquecen —con aportes vida incompleta sin tu luz más alta,
incomparables entre sí— este grupo de poetas la fulgurante noche de la muerte.
de transición: Esther Lucila Vázquez (187-?-
1906) y Tristán de Jesús Medina (1833-1886); Lamentablemente Lezama no marcó la fecha de
la primera, perteneciente a la última generación los poemas incluidos en su antología, lo que
de poetas que alcanzaron la madurez lírica antes hubiese permitido una mayor visión de este an-
de terminar el siglo (Juana Borrero, los herma- ticipo, y el resto de la muestra se inclina más
nos Uhrbach,…) y se inscribieron en el estilo hacia lo melancólico y afectivo, aunque casi to-
modernista. Sin embargo no es éste el caso de das las composiciones poseen una delicadeza que
Esther L. Vázquez, cuya breve obra publicada 58 puede llegar a lo femenil. Pero sí tenemos un
no rebasa en aliento ni en formas el intimismo elemento cierto que inserta a Tristán de Jesús
romántico, a pesar de cierta aristocracia expre- Medina en el horizonte modernista; un fragmen-
siva que se confunde con lo exquisito femeni- to en prosa de incontestable calidad poética to-
no, la nota más característica de su estilo. Ese mando en cuenta su cromatismo, capacidad pic-
«parnasianismo peculiar» que le señalara tórica, intenso placer estético en la percepción

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 513

del paisaje cubano y una estructura poemática su Requiem, ambas narraciones poseedoras de
lograda en el ritmo de reforzamiento de los pe- semejante «forma de narrar, refinamiento me-
ríodos sintácticos, en las imágenes hiperbólicas tafórico y simbólico, impulso poemático domi-
que se suceden ininterrumpidamente: nante»; 64 elementos que, por otra parte, con-
firman su señalamiento en relación con la
Aquellos montes tan altos, tan verdes, tan confluencia en Medina del modernismo litera-
redondos, tan ondulantes, cuyos espesí- rio y el modernismo religioso, fenómenos que
simos follajes, agitados siempre por el los historiadores han mantenido ajenos, sin va-
aliento de los mares, bajan más bien que lidar el peso de un trasfondo socio-económico,
suben rendidos por el peso de los frutos, político y cultural compartido por ambos aun-
semejando cataratas de néctar entre globos que conservasen su especificidad como manifes-
de esmeraldas; aquellos árboles gigantes- taciones de diversas esferas de la superestructura.
cos, con más flores que hojas, y más frutos El análisis de estas figuras de transición mues-
que flores, y más pájaros que frutos, que la tra que la definición modernista de nuestra poe-
admiración contempla como personajes sía no fue el magnífico fruto aislado de un pe-
fantásticos de una leyenda mágica, que em- queño grupo de poetas, sino la cima dada en ellos
piezan en árbol y terminan en ave de cien de una acumulación de registros, un consenso
alas y todas iguales, tan simétricas, tan re- en la percepción de la belleza sensible, en el res-
petidas, dibujándose sobre todos los hori- peto —o culto— del objeto estético y de la poe-
zontes, sobre todos los fondos de cielo, de sía concebida como tal; una apertura concurrente
agua y de verdura, subiendo a todas las hacia el arte y la literatura europeos en medio
cumbres, llenando todos los valles, som- de la cual se revalidaba la cultura grecolatina
breando todas las orillas, dejando saborear, como expresión modélica de lo humano; una
con la dulce melancolía que inspiran los tendencia hacia el desbrozamiento de la retóri-
templos y los alcázares arruinados la posi- ca romántica, que en los poetas de menor des-
bilidad y afecto de una arquitectura pegue lírico significó un regreso a ciertos ras-
ciclópea […] y aquel rumor, aquella sinfo- gos neoclásicos, y en otros —los que en el orden
nía interminable que empezó el día de la nacional podrían llamarse precursores (o avisa-
creación, música grave y severa en el mar, dos, en cuanto esta palabra posee de conocimien-
en el río, en el interior de la tierra, que pal- to secreto, inclusive de necesidad)— significó
pita más risueña en la frondosidad de los una concentración de lo lírico, un adentramiento
bosques, más suave entre los tallos de los en lo subjetivo que desnudó la emoción y pro-
cañaverales, más jubilosa en las cumbres fundizó el pensamiento poético de estos años.
acariciadas por el viento […]; aquella vida
que empieza en tan escasa porción de tie-
rra y llena todos los cielos; todo allí está 3.7.2 El modernismo. Caracteres, polémicas,
cantando: ¡Libertad! ¡libertad! ¡libertad! 62 aportes

Este fragmento de Medina,63 dentro de nuestra Parece ya una perogrullada tomar parte en la vieja
literatura modernista, amén de los rasgos que la polémica de la historiografía literaria para afir-
distinguen como tal, se acerca a la palabra poé- mar, en la determinación de su alcance, que el
tica de Martí en ese trasvasamiento de la histo- modernismo hispanoamericano no fue sólo un
ria en la naturaleza —de linaje romántico—, en estilo esencialmente poético,65 ni siquiera un
esos árboles que crecen en ave de cien alas. estilo específico, sino mucho más que eso, una
No puede obviarse el criterio de Cintio Vitier renovación literaria de la América Hispánica,
—que vendría a confirmar la observación ante- advertida por primera vez en 1882 en el
rior— con respecto a la afinidad estética y for- Ismaelillo, de José Martí, y en breves años ex-
mal entre Amistad funesta y Mozart ensayando tendida a las letras españolas; fenómeno que in-

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514 SEGUNDA ÉPOCA

teresó todas las manifestaciones, aun la orato- mientras que otros, en el extremo opuesto, ig-
ria, alcanzó su plenitud entre 1888 y 1910 aproxi- noraron la suprema renovación martiana procla-
madamente y cuyo rasgo diferenciador en rela- mando a Casal oficiante solitario, y aún pusie-
ción con las anteriores épocas artísticas fue la ron en duda la condición modernista permanente
pluralidad de estilos que abarcó, evidenciada de Rubén Darío, confundidos por el hablante
no sólo de un autor a otro, sino dentro de las lírico de Cantos de vida y esperanza. 67 Unos y
diferentes fases estilísticas de un mismo au- otros partían de una noción del modernismo li-
tor, que se identificaban por una serie de rasgos mitada al renuevo de la forma; ritmos y metros
morfotemáticos y una voluntad suprema de cam- desusados, oropeles y enriquecimiento lexical,
bio, reveladora de la inconformidad de los es- audacias tropológicas, exotismos, ruptura con
critores latinoamericanos con su presente his- la tradición lírica hispánica, francofilia…; ras-
tórico: el de las sociedades marginadas del gos que constituyeron en cierta medida la piro-
desarrollo económico en medio de un mundo tecnia modernista, lo más externo y «excéntri-
capitalista signado por el mercantilismo, el co», aunque en esencia nacían de la misma
racionalismo y la difusión de la cultura uni- necesidad profunda de cambio que aquellos ca-
versal. racteres ideotemáticos, trascendentes en tanto
Sin embargo, si se busca la concreción de es- indicadores de una nueva cosmovisión, que ape-
tos aspectos de máxima generalidad en la carac- nas fueron advertidos por algunos en un primer
terización de los modernismos nacionales, en acercamiento crítico, aunque estuvieron presen-
este caso del modernismo cubano, sólo están tes desde las manifestaciones iniciales del mo-
aclarados los elementos polares o extremos, es vimiento. Concepción superficial que, aunque
decir, José Martí y Julián del Casal, por su pro- parece hoy asunto terminado, llegó a ser uno de
pia excepcionalidad culminante, y no ocurre así los aspectos más debatidos con relación al
con el resto de las figuras de nuestro modernis- tema.68
mo, con respecto a las cuales no hay total con- De tal modo, para alcanzar una comprensión
senso entre los estudiosos, al punto que, por un más precisa del período modernista cubano, es
cotejo estricto de las opiniones críticas, pare- necesario tratar de definir en cuáles maneras se
ciera que tras los dos magníficos iniciadores no manifestó en nuestro país la modernidad durante
hubiera habido en Cuba una resolución moder- las décadas señaladas, en adecuación de aque-
nista, sino sólo tangencias, ensayos esporádicos, llos mencionados rasgos generales que permi-
gravados nuestros escritores por una herencia tan insertar la literatura cubana de esos años en
romántica demasiado fuerte que les impidiera el panorama de las restantes literaturas hispáni-
dar el salto hacia la modernidad. cas y confirmar así desde nuestras letras uno de
El asunto no se define, antes bien, se compli- los rasgos más singulares del fenómeno moder-
ca, si buscamos la dilucidación entre los con- nista: su carácter supranacional, hispanoameri-
temporáneos del modernismo, o sea, las gene- cano.
raciones de escritores que se desarrollaron en Aunque de forma general se señalan dos fa-
Cuba entre las dos décadas finales del XIX y las ses del modernismo en estrecha corresponden-
dos primeras del presente siglo. No hubo entre cia con las variaciones ideotemáticas que pre-
ellos, de manera general —salvo el criterio ex- senta la obra de Darío, en Cuba existió entonces
cepcional, visionario, de Martí—, comprensión un condicionamiento más sólido para tal parti-
objetiva de las múltiples manifestaciones del ción: en lo histórico, el paso del status de colo-
modernismo, ni de su evolución en el contexto nia española al de república dependiente en la
latinoamericano, de manera que algunos, encan- que se frustraron todos los sueños y sacrificios
dilados por la novedad, ensancharon los límites patrióticos de treinta años de lucha indepen-
del movimiento hasta inscribir en él, por ejem- dentista; estructuras socio-económicas diversas
plo, a todos los poetas jóvenes relacionados con que debieron proyectar en las obras una
Casal y la redacción de La Habana Elegante; 66 cosmovisión asimismo diversa: más agónica e

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 515

inquisitoria, más incisiva y violenta en su afán Por otra parte es necesario recordar que si por
de absolutos, en las obras modernistas previas a los años sesenta y setenta las letras hispanoame-
la guerra del noventa y cinco; en tanto la segun- ricanas —y dentro de ellas la poesía, objeto es-
da fase conforma una voz lírica de mayor cohe- pecífico de estas páginas— estaban, como apun-
rencia en su unanimidad, voz más elaborada y tara Raimundo Lazo, en una fase de agotamiento
elegante, de evidente serenamiento obje- del romanticismo dentro de la línea zorrillista,
tivizador, sin perder la ingénita melancolía de en Cuba había culminado al inicio de los sesen-
los escritores anteriores ni acceder a una rela- ta una lírica romántica intimista, de signo
ción armónica entre el ego poético y su entorno becqueriano y huellas del romanticismo nórdi-
real. co en la obra cimera de Juan Clemente Zenea,
En cuanto a las razones intraliterarias, hay un que por su esmero formal y contención expre-
corte profundo en los años noventa —precisa- siva fue decodificada por la crítica finisecular en
mente cuando el modernismo entraba en su ple- términos de renovación o «reacción del buen
nitud en el continente— provocado por la muer- gusto». Aun entonces se dieron como notas
te de sus máximas figuras, y también la de sus descollantes, aunque aisladas, aquella objetivi-
más certeras promesas: Juana Borrero y Carlos dad descriptiva, esa pulcritud e inclinación he-
Pío Uhrbach; para quedar apenas dos del grupo donista hacia la belleza clásica que se identifica
de autores modernistas de cierto relieve en es- en la obra de Luaces como elementos prepar-
tos años —Federico Uhrbach y Bonifacio nasianos. De modo que, al finalizar la guerra en
Byrne—, estremecidos o conminados por la gue- 1878, se observó en algunos poetas jóvenes, fun-
rra hispano-cubana-norteamericana. damentalmente de transición, una continuidad
De manera que la manifestación cubana de la aquiescente del zeneísmo, ajustable a las lectu-
modernidad durante las últimas décadas decimo- ras favoritas en estos años —Heine en prime-
nónicas, tuvo un condicionamiento histórico rísimo lugar—, lo que ha sido percibido por una
excepcional dentro del continente, que alentó parte de la crítica como estancamiento y no
ese subjetivismo lírico tan exacerbado en aque- como continuidad y confluencia. Es oportuno
llos autores y explica la insistente nota patrióti- aludir, en relación con esto, al lugar que ocupó
ca que ofrece la poesía del período, así como Luaces entre los autores preferidos de Casal,
(vinculada íntimamente a ello) la influencia más dato revelador de afinidades de este autor que,
débil, con respecto al resto de la lírica hispano- de otro modo, pudieran parecer elementos des-
americana, que ejercieron sobre tales poetas las arraigados de nuestra tradición literaria, como
tendencias líricas francesas de la segunda mitad exclusiva importación galicista.
del siglo (salvo el caso de Casal que merecerá Algo semejante podría afirmarse con respec-
un estudio aparte). Singularidad que viene con- to a los rasgos del decadentismo literario fran-
firmada por Ángel Rama cuando advierte que cés, avistados ya en algunas figuras de transi-
ción y relevantes en determinados poemarios
la amplitud y profundidad de la revolución modernistas. El escepticismo, la inclinación por
modernista en los diferentes países de lo tenebroso, el desasimiento progresivo del
América Latina están en relación directa hombre con relación a la totalidad de sus ídolos
con el avance del capitalismo y su capaci- y sus ilusiones, rasgos puestos de moda por los
dad para romper las estructuras tradicio- franceses de fin de siglo, encontraron en Cuba
nales de cada uno de ellos […] Donde ese una profunda justificación histórica en la atmós-
liberalismo se impone, se intensifica el fera de desengaño y abatimiento que reinaba en
modernismo, donde aquel zozobra, el mo- Cuba entre los patriotas tras el convenio del
dernismo tiene menor vigencia […] aun- Zanjón, y ello explica el arraigo de aquellos ca-
que compensa su alejamiento del modelo racteres en el pensamiento poético del período,
europeo con un intento tímido de nacio- inclusive en los menos modernistas. Como afir-
nalización. 69 ma F. Pérus:

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516 SEGUNDA ÉPOCA

Influencias las hay, que incluso pueden pre- romántico, sino una acumulación de las diver-
sentarse como decisivas en la transforma- sas tendencias conformantes sin convertir el
ción de tal o cual corriente literaria […] verso en cómodo saco de turco, sino imprimién-
sin embargo, es un error pensar que tales dole a elementos originalmente ajenos y aun
influencias poseen una eficacia suficiente antagónicos, una armonía que presupone elec-
como para generar momentos superes- ción, síntesis, y se convierte por tanto en nueva
tructurales realmente desconectados de su percepción de lo real, a la vez análoga y dialécti-
base y sólo explicables en virtud de una ca en relación con sus conformantes, lo que se
influencia «externa». Lo pertinente es más observa, por ejemplo, en la particularidad
bien partir de la hipótesis de que esas in- modernista que sitúa «al yo poético [lo román-
fluencias se realizan en función de ciertas tico] en la base de la belleza de la imagen [lo
necesidades funcionales de la propia socie- parnasiano impersonal]»,71 procedimiento cons-
dad «receptora», aunque, una vez presen- tante en la tropología casaliana y, en medida
tes, no dejen de imprimir ciertas modali- menor, de los restantes poetas cubanos repre-
dades específicas a la forma de manifestarse sentativos. Algo similar podría añadirse de la
de aquellas necesidades.70 relación realismo-naturalismo-modernismo lí-
rico, ya originariamente tangenciales a través de
La relación del modernismo con respecto a la poesía decadente y simbolista, y afines en cier-
la herencia romántica —muy evidente en la lite- tos aspectos (predilección por lo patológico y
ratura cubana por las razones aducidas—, se debe los tabúes, importancia del sexo, escepticismo,
definir en términos de concentración y de vo- desprecio de los valores burgueses), en tanto
luntad de modernización estilística. Concentra- manifestaciones de la crisis del pensamiento
ción de: el deseo de evasión, la atracción por lo moderno ante el avance capitalista. 72
desconocido y terrible, la rebeldía contra los Motivo de extensas polémicas ha sido tam-
dogmas, la conciencia crítica, todos estos ele- bién la determinación de la cuantía de lo tradi-
mentos propios del romanticismo. El poeta cional español dentro de la renovación hispano-
modernista («¿Quién que es no es romántico?», americana, herencia en la que deben separarse
escribió Darío), es medularmente subjetivo, los elementos lexicales y métrico-rítmicos
pesimista, testimoniante adverso de la sociedad —inherentes o incorporados a la potencialidad
burguesa en la que encuentra, sin embargo, sus expresiva de la lengua y por ello común a todos
causas, sus estímulos creativos, y por ello es, en los hablantes—, de aquellos específicamente li-
esencia, un romántico pero en un grado más pro- terarios, como los relativos al nivel ideotemático
fundo, despojado ya de aquellos ídolos que el y tropológico, rechazados por el modernismo
romanticismo había conservado como refugio. en su primera fase y más tarde enriquecidos por
En cuanto a la voluntad de estilo, que se tra- las interinfluencias entre poetas de ambos he-
duce en esa «orfebrería» del verso que fuera ras- misferios, fundamentalmente a través de la obra
go de mayor relevancia en los parnasianos, no de Darío.
constituye en nuestra poesía finisecular carác- En relación con el primer tipo de elementos,
ter de superior jerarquía sino en la obra de Martí nuestros modernistas del XIX fueron probable-
y Casal, así como en la obra de madurez de Fe- mente de los menos radicales, por cuanto ni si-
derico Uhrbach, posterior a 1900, aunque en los quiera Casal o Martí llevaron a cabo una ruptu-
restantes poetas del primer período modernista ra formal con la tradición lírica española, sino
aquella se observa a través de la elegancia expre- un ennoblecimiento y resurrección de formas
siva, la pulcritud de la forma, el regodeo senso- desgastadas por una retórica huera, u olvidadas
rial en la descripción pictórica de paisajes, figu- en la sombra en que las sepultaron los clásicos
ras, objetos. de los Siglos de Oro. Lo cual no significa que
No tiene lugar en la poesía modernista una no hayan incorporado a su obra y, a través de
prevalencia de lo parnasiano, lo simbolista, o lo ella, a la lírica hispanoamericana, voces y estruc-

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 517

turas métrico-rítmicas ensayadas en otras len- quienes a través de sus viajes emprendidos por
guas, que significaron aportes incontestables al razones políticas, fueron ampliamente conoci-
modernismo. dos por sus contemporáneos latinoamericanos
Lo más trascendente de esta praxis renova- y en particular por Rubén Darío, en relación con
dora de la expresión poética, sin embargo, fue la cuya poesía Augier ha demostrado el alto nivel
apertura hacia una nueva percepción sinestésica que alcanzó en aquella la influencia literaria de
de lo real, reflejo de una sensiblidad más com- ambos escritores. El propio Varona consideró a
pleja, ya advertida en el Ismaelillo, desconocida Tejera entre los poetas representativos de la
por la tradición hispánica, y que incorporó lo «nueva era» lírica, guiado por el alcance que tuvo
asociativo-vivencial del poeta, de índole esen- en la poesía de la América Hispana la introduc-
cialmente subjetiva, al fundamento conceptual ción que él hiciera de la balada y el lied —for-
de la imagen literaria, garantía de una perma- mas asimiladas por el autor de los románticos
nente originalidad. alemanes—, así como cierta calidad «aérea» de
Como parte del tema de las interinfluencias sus versos, calificativo con que Pedro Henríquez
de autores españoles e hispanoamericanos se ha Ureña 74 identificó la ingravidez rítmica de al-
podido explicar la identidad entre modernismo gunos poemas de Tejera. En cuanto a Palma, su
y generación del 98, expresiones literarias con- rol con respecto al surgimiento del modernis-
sideradas antagónicas mientras se tuvo por váli- mo se explica implícitamente por el continuo
da con respecto a la primera aquella concepción homenaje que «desde Darío hasta Martí» 75 le
empobrecedora y superficial antes comentada. rindieran los representantes del movimiento,
De manera que aquellos rasgos del noven- advertidos por su elegancia expresiva a pesar de
tayochismo que rebasaban los límites estrechos su estilo romántico a lo Zorrilla. Otras voces
del concepto, se consideraban signos antitéticos renovadoras precedieron al modernismo e in-
probatorios. Sólo la comprensión profunda del fluyeron en diversa medida en sus autores, pero
modernismo desde su causalidad socio-econó- sobre los poetas cubanos de fin de siglo gravita-
mica, alumbró dicha identidad determinada, en ron principalmente las influencias de Heine —la
última instancia, por la incorporación de Espa- más generalizada en el período, aún entre los no
ña al mundo subdesarrollado a partir de la pér- modernistas—, Poe —fundamentalmente a tra-
dida en 1898 de su condición de metrópoli co- vés de Baudelaire y los simbolistas—, Whitman
lonizadora.73 y Wilde —que estimularon la renovación
El tópico de estos cruzamientos literarios, sin martiana—, Bécquer y Zenea —sobre todo en lo
embargo, no está agotado, sobre todo en lo con- que éstos asimilaron del romanticismo germáni-
cerniente a nuestros poetas modernistas de la co— y aún Luaces, nota aislada de nuestra tradi-
presente centuria, aspecto que de profundizarse ción lírica —como antes se apuntó— entre las pre-
permitiría quizás inscribir a algunos de estos ferencias literarias de Casal.
autores en una modernidad lírica más enrique- Juan Ramón Jiménez definió el modernismo
cedora y universal de lo que se ha considerado como «un gran movimiento de entusiasmo y li-
hasta hoy. bertad hacia la belleza», 76 lo que sitúa el tema
Aunque ya no se discute la condición de Martí en el centro del debate con relación al este-
y Casal como iniciadores de la renovación ticismo de esta poesía. El culto de lo bello, como
—ambos tenidos durante largo tiempo como última finalidad aparente del arte modernista,
precursores, junto a Gutiérrez Nájera y José determinó su condenación por aquellos que con-
Asunción Silva— sí se señala hoy en nuestra li- sideraban básica la función social e ideo-
teratura un grupo breve de poetas que contri- logizadora del arte. Mas la crítica actual ha
buyó a desbrozar la lírica latinoamericana de los develado el impulso ético —consciente o incons-
excesos románticos y, en algunos rasgos, prece- ciente en los diferentes autores— que alentó esa
dió al movimiento. Los ejemplos más significa- actitud ante la poesía, en íntima corresponden-
tivos son José J. Palma y Diego Vicente Tejera, cia con su contexto cultural e histórico, o sea, la

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poesía como rechazo del mercantilismo y utili- ejerce la primera función divina: la del Génesis,
tarismo crecientes en la sociedad burguesa, el y con ello trasciende sus límites a la vez que se
amor a la belleza en sí, como expresión de un afirma en un mundo que le pertenece como crea-
neoespiritualismo contrapuesto a las ideas dor. De ahí la irrealidad y el exotismo un tanto
positivistas entonces triunfantes. ecléctico que abunda en los paisajes modernistas,
como los de Casal; de ahí también ese «abarro-
Crear algo bello [apunta R. Gullón] es con- tamiento» de objetos, observado en los textos
tribuir al enriquecimiento del alma colec- líricos, convincente en la medida de la capaci-
tiva, y estimular una cadena de sensacio- dad sensorial del autor.
nes y sentimientos que favorecerán (aún No debe perderse de vista que el contexto
cuando en proceso lentísimo, incierto y de histórico cultural de finales de siglo y de las pri-
complicadas circunvoluciones) la elimina- meras décadas del XX es el del apogeo capitalista
ción de situaciones injustas. 77 y también el del art nouveau, estilo que invadió
aun el campo de las artes aplicadas y por tanto
Y añade: el de la intimidad hogareña e individual. Y pre-
cisamente la suntuosidad de esta lírica moder-
La sola presentación de la belleza puede ser nista y la mayoría de sus símbolos fáunicos y
un acto subversivo […] crear la imagen de florales, fueron el reflejo de ambos.81 Los poe-
un universo armónico es levantar acta de tas de entonces estuvieron en íntimo contacto
acusación contra los responsables de la con su mundo, aunque fuese una corresponden-
desarmonía vigente. 78 cia de tensión, antagónica; sus evasiones eran
más que literarias, fingidas, de imposible solu-
Fusión de ética y estética muy evidente en la ción, lo que queda perfectamente demostrado
obra martiana; oculta en la de Casal por su sen- en la poesía y en los testimonios íntimos de
sibilidad agónica. Casal, rasgo que se ha entendido de forma uni-
En verdad el esteticismo modernista es un lateral como reflejo de su personalidad.
signo polisémico y, por ende, uno de los aspec- En cambio, el cosmopolitismo modernista sí
tos más importantes en todo análisis sobre el es real, parte de un afán o —en los poetas mayo-
tema, determinado por la proyección social del res— un conocimiento de la literatura y el arte
artista (como ya se indicó), pero también por universales, y en los textos poéticos se vincula
su afán de trascendencia, su necesidad de afir- íntimamente al exotismo y a veces a la evasión;
mación y su papel en la vanguardia artística del pero su reflejo más positivo no debe buscarse
mundo contemporáneo. Con respecto a la co- en la lírica, en la cual estos tres rasgos se con-
rrespondencia esteticismo-trascendentalidad, funden en la proyección subjetiva del autor, sino
debe tomarse en cuenta el valor que dieron los en sus obras críticas, crónicas periodísticas y sus
modernistas al objeto artístico, que para algu- epistolarios, que revelan el profundo conoci-
nos —Casal en nuestro medio— constituyó el miento de estos artistas con relación a la cultura
máximo refugio y la vía principal de conocimien- contemporánea. Las dos figuras cimeras de nues-
to e interpretación de lo universal. 79 Justamen- tro modernismo son magníficas representacio-
te José Martí, en quien no podría sospecharse nes de ello, aunque Casal no alcanzara a conce-
simpatía por una teorización artepurista, con- bir, como Martí, ese cosmopolitismo, como vía
firmó el sentido trascendente de tal actitud, al de acceso a una total independencia cultural y
citar a O. Wilde: «La devoción a la belleza y a la expresión de americanía.
creación de cosas bellas es la mejor de todas las Los símbolos más utilizados por esta lírica
civilizaciones […] La belleza es la única cosa que finisecular (el cisne, el pavo real, el flamenco, la
el tiempo no acaba.» 80 flor de lis, los nenúfares, los crisantemos, la
Con respecto a la necesidad de afirmación, al mariposa…), así como los mitos más comparti-
crear en su obra un universo estético, el poeta dos (los de Prometeo, Leda, Hércules, Salo-

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mé…), constituyen una consecuencia de su cos- e hispánicos, y los poetas se mostraron más in-
mopolitismo, aunque su significado dentro del clinados a la reflexión acerca de la existencia
universo poético sea más complejo y profundo. humana, la infancia y al adentramiento subjeti-
La evidente preferencia modernista por la escri- vo, a lo ocultista, místico o demoníaco; aunque,
tura simbólica permitió a los autores una supe- por supuesto, no puede establecerse una sepa-
rior concentración lírica en la yuxtaposición de ración tajante de ambos grupos temáticos, sino
lo subjetivo y lo concreto, sin necesidad de acu- que deben señalarse en cada caso como líneas
dir a explicitaciones retóricas, a la vez que, al predominantes que dejaron a salvo los natura-
compartir numerosos símbolos, el poeta dejaba les traspasos. Desde este punto de vista el mo-
aclarada su genealogía estética de la cual se dernismo cubano de fines de siglo ofrece una
enorgullecía. Este legítimo sentimiento desper- insistencia atípica en los temas nacionales —sin
tó hostilidades, por ejemplo, en el ambiente ha- comprender en esto la obra de Casal—, así como
banero finisecular: el término despectivo de se conservan algunos motivos del romanticis-
«Sociedad de Elogios Mutuos», puesto en cir- mo que han confundido en parte a la crítica, al
culación por algunos detractores, 82 aludía tomarlos como signo probatorio de un estilo no
precisamente a esa satisfacción de los escritores modernista, en detrimento de otros factores
jóvenes nucleados en torno a Casal, quienes se fundamentales como la perspectiva del autor
autorreconocían como la vanguardia lírica. 83 ante la obra, la cosmovisión que ésta refleja y la
Por otra parte, la utilización de los mitos, fun- estructura imaginal del texto poético, elemento
damentalmente greco-latinos, era índice también indispensable en esta determinación pues cons-
de esa pertenencia, código de grupo, pero su tituye la renovación más importante realizada
misma universalidad constituía a la vez la ga- por el modernismo en la lírica.
rantía de una comunicación más amplia, A esta estructura imaginal correspondería uno
atemporal, no contaminada del positivismo, el de los aportes básicos de los simbolistas 84 a la
cientificismo o la mercantilización burguesa, y nueva lírica: la sinestesia, apertura definitiva para
eran asimismo expresión suprema de lo bello. el desborde sensorial y marca de originalidad de
En Cuba, durante estos años, la utilización fre- acuerdo con la percepción peculiar del poeta con
cuente de figuras mitológicas no fue —como se relación al mundo concreto-sensible. Dicha per-
vio en los poetas de transición— un rasgo pri- cepción es en gran medida cromática, y los co-
vativo del modernismo; pero sólo en la obra de lores interesan por lo general en esta poesía el
Casal y Martí hay un auténtico trasvasamiento plano simbólico. 85
de lo subjetivo en lo mítico, así como una ela- De los simbolistas se asimiló también la
boración sistémica, a través de su poesía, de sím- musicalidad como elemento relevante de la líri-
bolos ya figurativos, ya cromáticos, que revelan ca, y esto se refleja en la búsqueda de nuevos
la marca irrepetible de sus estilos. metros y formas estróficas que rescataron de la
En cada una de las dos etapas del modernis- lírica española medieval o prerrenacentista, o
mo, los poetas —salvo excepciones— privile- bien, recrearon a partir de esquemas líricos
giaron determinados temas que transparentaban foráneos, fundamentalmente franceses; búsque-
sensiblemente las influencias literarias y el gra- da que puso en boga, entre otros, los rondeles,
do de independencia estilística del movimiento el verso alejandrino, el eneasílabo, la estrofa
y de sus representantes. Si al impulso de las ten- monorrima, la estructura de rimas internas, y el
dencias finiseculares francesas abundaron en los encabalgamiento, algunos de ellos utilizados por
primeros poemarios los temas galantes y eróti- primera vez dentro del contexto modernista por
cos, los ambientes cortesanos, la descripción de nuestros poetas.
objetos artísticos o suntuosos, los motivos «es- En el aspecto lexical se hizo muy evidente
candalosos» y grotescos como rechazo de la —aún en los poetas de menor relieve— la in-
moral y el gusto burgués, en las obras de la se- tención renovadora: neologismos, arcaísmos,
gunda etapa menudearon los temas americanos voces gálicas, términos propios de otras artes

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plásticas como la pintura, la escultura, la deco- de pureza —constante casaliana—, y aun en su


ración y la música; todo aquello capaz de impri- propio contrario: el hedonismo, pues todos eran
mirle brillo, color, perfume, sonido, texturas, fue actitudes reflejas de la conciencia crítica del es-
llevado al texto literario y enriqueció súbitamen- critor que a veces alcanzó rango de pensamien-
te nuestra lengua. Como apunta Y. Morotic, uno to político (anticolonialismo, antimperialismo,
de los caracteres esenciales del modernismo fue americanía, patriotismo) y otras se expresó por
elisión (rasgos esteticistas, exóticos, místicos,
el retorno fecundo a la valorización y afi- ocultistas).
namiento de los sentidos humanos que Esa nueva ética, despreciativa de la moral bur-
permiten al ser objetivar la realidad y, al guesa, determina la frecuente sustitución de la
objetivarla, multiplicar su propia capacidad figura femenina idealizada por el romanticismo,
sensorial. El lenguaje de los modernistas por la mujer sensual, a menudo prostituida, que
es, en sus rasgos básicos, no en sus efíme- se convierte en la nueva «heroína» lírica; pero
ros desbordes, un lenguaje altamente sen- en ello hay algo más que atracción por lo impu-
sitivo, esto es, un verso y una prosa que ro y que el consabido deseo de perturbar la es-
son capaces de expresar nuevas dimensio- tabilidad burguesa; 88 esto implica también un
nes y nuevas resonancias de las facultades mayor realismo, un tratamiento menos prejui-
específicamente humanas […] 86 ciado de lo erótico que respondía a un contexto
de época y que tuvo su expresión más audaz y
Y este «afinarse o intensificarse» forma parte de consistente en la lírica femenina de comienzos
la necesidad de afirmación del poeta modernista, del XX, iniciada en la obra de Mercedes Mata-
antes comentada, pues «no es sólo con el pensa- moros.
miento, sino mediante todos los sentidos que el Los restos del código burgués de valores, que
hombre se afirma en el mundo objetivo». 87 había dejado en pie la revolución romántica: la
Los aportes en relación con la sintaxis fue- castidad femenina, la monogamia, la sobriedad,
ron el golpe de gracia a la excesiva espontanei- el respeto ante la gravedad de la muerte, la res-
dad romántica: los nuevos poetas simplificaron petabilidad del hombre público, el equilibrio
el período sintáctico en favor de la concentra- inviolable del hogar y la familia, el dogma reli-
ción expresiva; suprimieron el hipérbaton, del gioso…, fueron barridos por los modernistas
que se había hecho uso y abuso en la lírica pre- muchas veces con intencional procacidad, otras,
cedente, y desautorizaron las licencias poéticas de manera agónica. Una evocación de la armo-
como recurso aunque su ausencia de los textos nía hogareña como la que cantó Zenea desde su
dependió del talento individual del escritor. En celda de sentenciado a muerte no tendría cabida
cuanto a la aparición del coloquialismo, que se en la valoración modernista de la realidad.
ha señalado como fruto modernista, la poesía Todos estos elementos no se encuentran
cubana ya tenía en ello un ilustre antecedente reunidos en un solo poeta, sino que la suma de
en los versos de Luisa Pérez, no obstante, nues- todos conforma el pensamiento finisecular. En
tros poetas finiseculares no cultivaron el acento el caso de Cuba no hubo por lo general entre las
coloquial. figuras del período semejante violencia contra
Muchos de estos temas, rasgos e innovacio- los valores burgueses, rasgo que aparecerá con
nes reflejaron un trasfondo ético. La eticidad está fuerza mayor en nuestra poesía ya entrado el
en la base de la cosmovisión modernista, de los nuevo siglo. Sólo en Casal y en el poemario de
elementos contextuales de los poemas, ya se re- Bonifacio Byrne de 1903 —en ambos de forma
vele en la proyección ideológica del autor muy diversa— se encontrarán algunos de esos
—Martí como ejemplo cimero, pero también elementos. No puede olvidarse que la estructu-
Unamuno, Machado—, o se manifieste en la ra socio-económica cubana no mostraba aún el
búsqueda de una verdad desconocida, no nece- desarrollo de la burguesía de las restantes na-
sariamente de origen místico, en el ansia agónica ciones hispanoamericanas convertidas desde

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mucho tiempo antes en repúblicas, y esto nece- característico de ciudad, rasgo explicable si se
sariamente debía influir en esa definición de va- toma en consideración cuánto sirvió de nutriente
lores de la que dio fe la poesía modernista con- a esta poesía finisecular el lujo de los salones
tinental y que no es carácter generalizado en la citadinos y, sobre todo, el acceso asiduo a la cul-
cubana. En todo caso, ese pensamiento ético tura universal a través de espectáculos, objetos,
audaz fue sustituido en nuestra lírica, casi sin obras de arte, publicaciones, casi siempre con-
excepciones, por un pensamiento político no centrados en las mayores urbes.
menos audaz en su contexto: el del anties- Esta urgencia de abrir la poesía al mundo ex-
pañolismo, rasgo de toda la poesía cubana de terior y nutrirla de él, fue el mayor obstáculo a
entonces, que alcanzó el grado máximo de mo- ese rasgo que ha devenido punto menos que un
dernidad y americanía en las ideas antim- mito: el del individualismo del poeta modernista,
perialistas de José Martí. encerrado en una supuesta «torre de marfil»,
Por otro lado, el rechazo del dogma religioso cuando sin dudas, al probable deseo del artista
está vinculado a una característica sí generaliza- de aislarse del ambiente que rechazaba, se opu-
da entre las obras modernistas y en la cultura de so su necesaria participación en la vida cultural,
la época: la secularización.89 La poesía de tema razón última de su afán de modernidad, y esto
esencialmente religioso, habitual en el romanti- se comprueba en el alto nivel de intertextualidad
cismo, es aquí asunto de excepción, rasgo indi- de esta poesía y, más aún, en los fecundos inter-
vidual de un autor y no elemento de moderni- cambios entre los representantes del movimien-
dad. Por su parte, la presencia de símbolos to y también con figuras de la literatura y la po-
religiosos, sí frecuente en estos textos, por lo lítica internacional. Desde este punto de vista
común encierra contenidos profanos que son Casal y, por supuesto, Martí fueron nuestros
erigidos en nuevos ídolos y pueden llegar a ex- modernistas más típicos, aunque con relación al
tremos de sacralización de lo sexual, lo impuro, primero se haya tejido una leyenda romántica
lo morboso. 90 El culto del arte como refugio del poeta aislado del mundo exterior.
supremo, como único «paraíso» posible, que se De tan dinámica interrelación de los moder-
observa en la poesía casaliana es, por supuesto, nistas entre sí y en el mundo contemporáneo,
una forma de sacralización de lo profano: el arte, dieron fe las revistas literarias, que desempeña-
obra del hombre, como objeto supremo, y el ron un papel básico en la proyección interna-
artista como dueño de la secreta energía, la po- cional del movimiento y constituyen hoy mate-
tencialidad creadora. rial indispensable para delimitar influencias,
En Cuba, durante el período decimonónico, primacías e importancia de cada poeta en la evo-
el modernismo fue un movimiento literario lución de esta lírica, como es el caso de las re-
prácticamente limitado a La Habana, y en me- vistas La Habana Elegante (1883-1891; 1893-
nor grado, a la ciudad de Matanzas 91 donde 1896) y El Fígaro (1885-1933?; 1943?-?),
radicaban Bonifacio Byrne y los hermanos principales órganos cubanos difusores del mo-
Uhrbach, aunque esto fue en verdad una pro- dernismo.
longación del grupo capitalino, gracias a la fácil Indudablemente el modernismo significó la
y diaria comunicación entre ambas ciudades; inserción de las letras hispanoamericanas en el
prueba de ello es el significativo vínculo que se desarrollo general de la cultura contemporánea,
advierte entre el poemario Gemelas (1894) de y no como manifestación advenediza y pasaje-
los Uhrbach, y la obra de Casal, si bien este nexo ra, sino en calidad de expresión continental, ajus-
es más sicológico que estilístico. Algo debe ha- tada al mismo tiempo a lo medular americano y
ber influido en el rezagamiento lírico del resto a lo universal contingente. La incorporación pro-
de las provincias del país, la lenta organización gresiva de América Latina a las estructuras ca-
administrativa y sobre todo cultural impuesta pitalistas fue el fundamento económico de ello,
por diez años de guerra, no obstante, en línea y lo que permitió a sus poetas ser, como afirma
general, la poesía modernista fue un fenómeno Pérus, «copartícipes, no ya imitadores, de la cri-

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522 SEGUNDA ÉPOCA

sis espiritual que generan […] las profundas Martí, también el mayor de los escritores
transformaciones económicas, sociales y políti- modernistas.
cas que acompañan el advenimiento del capita-
lismo», 92 experimentada desde la condición
angustiosa de ciudadanos de países subde- 3.7.3 Julián del Casal. Importancia,
sarrollados. caracteres y aportes de su obra poética
Sus aportes —que interesaron todos los pla-
nos de la lírica en una totalidad que complemen- Temprano, apenas rebasada la adolescencia, dio
tó y superó las transformaciones llevadas antes muestras Julián del Casal de su vocación litera-
a cabo por el romanticismo— fueron ganancias ria.93 Sin embargo, su verdadera inserción en el
definitivas de la literatura contemporánea his- desarrollo de la lírica cubana se toma a partir de
panoamericana, en cuanto al enriquecimiento del 1885, año en que comienza a cultivar sistemá-
lenguaje, la estructura de la imagen, la apertura ticamente la poesía, a la vez que se integra a otras
de nuevas vías expresivas de la subjetividad, la formas de la vida literaria habanera, como el pe-
concepción de la obra literaria en un rango je- riodismo y las tertulias. Por varias razones esta
rárquico parangonable, por primera vez en es- fecha se convierte en uno de los momentos más
tas naciones, a las otras manifestaciones ideo- significativos para el desarrollo de su obra, pues
lógicas de la superestructura. De ahí que se inicia entonces como redactor en La Habana
modernistas y no modernistas se vieran benefi- Elegante, entabla profunda amistad con un in-
ciados por el advenimiento de esta literatura de quieto grupo de jóvenes escritores que estimu-
vanguardia, como se advierte al estudiar la poe- larán su vocación literaria, y recibe como en un
sía cubana del período finisecular, en la que hay aluvión —de la misma manera súbita en que se
un transvasamiento de ciertos rasgos moder- produjeron los cambios más significativos de su
nistas hacia otras tendencias líricas aún vivas en- vida— las últimas muestras de la poesía france-
tonces, elementos explicables por la síntesis y sa finisecular traídas por Aniceto Valdivia, quien
concentración que llevaron a cabo estos poetas había regresado poco tiempo atrás de un viaje
sobre los signos esenciales de su época, aunque por Europa. Desde entonces hasta 1890 Casal
algunos no tuviesen entera conciencia de ella. compone y publica la mayor parte de los poe-
Ciertos textos modernistas cubanos de fines mas que integrarán su primer libro, Hojas al
de siglo, mostraron determinados elementos viento (1890), dato importante para fundamen-
atípicos dentro del contexto hispanoamericano, tar su condición de iniciador del modernismo,94
en estrecha correspondencia con la diferencia- y tomar partido en una de las polémicas más
ción socio-económica de Cuba con respecto a extensas que han tenido lugar en torno al poeta:
las restantes naciones, pero los caracteres prin- la determinación de la trascendencia que tuvo
cipales se ajustan perfectamente a los generales para su estilo la lectura de Azul, poemario de
del movimiento, y esta identificación se alcanza Darío que consagró la estética modernista.
en toda su plenitud en la obra de las figuras ci- Hojas al viento no es todavía un texto
meras. modernista, pero no por una falsa prevalencia
Los escritores modernistas quisieron ser, y de los elementos románticos —estos indican
en muchos casos lo lograron, rebeldes excéntri- lecturas asiduas, estilo en proceso definitorio y,
cos, corifeos de la moda, pero lo más importan- sobre todo, el progresivo encauzamiento del au-
te es que fueron hombres atentos a su tiempo y tor hacia la expresión subjetivista, la más ajus-
artistas que asumieron la creación literaria como tada a su voz—, sino porque es una obra de bús-
una misión trascendente, ya en el sentido socio- quedas estilísticas, en la que ya se transparenta
político e ideológico, ya gnoseológico, filosófi- lo insuficiente de la retórica romántica, pero aún
co o moral, y siempre desde el punto de vista no puede identificarse una voluntad renovadora
artístico. En ello radica la razón primera de la de la poesía, aunque aparezcan frecuentes ras-
vigencia de sus obras, como lo supo ver José gos de lo que se identificará, a partir de 1891,

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como su plenitud modernista —sensualidad, blicados en la década del ochenta y de las que
hastío, exotismo, sinestesias, escepticismo, faus- aparecieron ya formando parte de este tema,
to, desacralización, notas baudelairianas— ele- descubre cómo Casal fue sustituyendo voces
mentos presentes aquí como imitaciones, tan- frecuentes en el romanticismo, términos de idea-
teos, sin un propósito diferenciador unitivo a lo lización de origen religioso —como divina, ce-
largo de la colección. leste, virgen, sacra—, por otros menos hiperbó-
Un poema como «Nocturno» (1885) no se licos, más realistas —adorada, joven, blanca—;
aparta un punto de la línea ético-afectiva tan fre- así como se observa una progresiva contención
cuente, por ejemplo, en la poesía de Mendive, 95 sentimental, mayor audacia de motivos, y la afir-
y dentro de la más válida caracterización román- mación de un lenguaje menos exaltado y manido.
tica se ubica asimismo «Todavía» (1890), por Como señala Vitier, este poemario como con-
sólo citar uno de los más merecidamente famo- junto es «vacilante y desigual, aunque ya con-
sos. Sin embargo, de fecha tan temprana como tiene alguno de sus mejores poemas»,97 y la for-
1886 es este soneto «Mis amores», de indudable mación literaria española que recibiera en la
filiación modernista: escuela de Belén «se deja sentir como un peso
muerto, mezclándose inclusive a una superficial
Amo el bronce, el cristal, las porcelanas, asimilación de temas simbolistas».98 Pero lo fun-
Las vidrieras de múltiples colores, damental es que en este tomo ya «están plantea-
Los tapices pintados de oro y flores das tres de las principales dimensiones de Casal
Y las brillantes lunas venecianas. [aquellas que mostrarán un afinamiento revela-
Amo también las bellas castellanas, dor]: el pictorismo, la voz confesional, y, presi-
La canción de los viejos trovadores, diéndolo todo, la antítesis Vida-Arte […]». 99
Los árabes corceles voladores, Si en Nieve (1891) —y hasta en el último
Las flébiles baladas alemanas; poema escrito por Casal— se observa su con-
sustancial romanticismo (rasgo que más que di-
El rico piano de marfil sonoro, ferenciarlo lo confirma como escritor moder-
El sonido del cuerpo en la espesura, nista), otras son las notas que tipifican esta
Del pebetero la fragante esencia, colección dentro de la nueva lírica hispanoame-
Y el lecho de marfil, sándalo y oro, ricana:
En que deja la virgen hermosura
La ensangrentada flor de su inocencia. 96 la desviación de su dolor romántico hacia
un pesimismo de más trascendentales al-
Estrofas que dentro del molde tradicional cas- cances, el intencional cultivo del poema
tellano, contienen la atmósfera, el lenguaje, la descriptivo-pictórico, la lúcida voluntad de
sensibilidad, la audacia, el detenimiento fruiti- perfección formal y el ensayo de metros y es-
vo de la percepción sensorial que caracterizan la trofas que antes no había tentado [el poeta] 100
nueva lírica.
Mas los poemas representativos del libro no La unánime consideración de este texto como
son los ejemplos extremos, sino aquellos que el más parnasiano de Casal, tiene su fundamen-
reflejan la transición estilística, como «Del li- to, además de en algunos de los caracteres seña-
bro negro» y «Post umbra», composiciones de lados, en la propia estructura y lenguaje del
tema romántico pero indicativas de una visión poemario que denota la lectura preferente de Los
objetivizadora de la muerte que no da paso a la Trofeos, del afrancesado José M. Heredia; así
manifestación sentimental, sino se detiene en el como la voluntad del autor, bebida en los versos
detalle realista o macabro a la manera de de los autores parnasianos, de crear con la poe-
Baudelaire, a la cual el poeta le imprime su sello sía un conjunto de objetos «museables»: boce-
peculiar: la melancolía, el fatalismo. tos, cuadros, cromos, marfiles —títulos bajo los
El cotejo de las versiones de los poemas pu- cuales el autor agrupa estas composiciones—.

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524 SEGUNDA ÉPOCA

Arte literario que aspira a sustituir el carácter canzan en Nieve su conformación definitiva,
sígnico del lenguaje con respecto a la realidad según se aprecia, por ejemplo, en este fragmen-
objetiva, por la propia realidad del objeto. Sin to de un poema dedicado a Darío, que ostenta la
embargo, Casal no asume la impersonalidad de sensualidad, el cromatismo, la capacidad pictó-
los poetas parnasianos, pues junto al objeto que rico-descriptiva y algunos de los elementos sim-
describe de forma impecable, conserva y aun bólicos más frecuentes en su obra:
refuerza la percepción subjetiva del mismo, de
ahí el peso que tiene en sus poemas el adjetivo, Cuando llega, rodeada de brumas,
en una doble función denotativa y connotativa. Bajo un velo de nítido encaje
Por más que el autor recurra a los títulos Salpicado de frescas violetas,
parnasianos y «amueble» suntuosamente su poe- Ella ostenta en su dulce semblante
sía, aun prevalece en el conjunto de poemas la Palideces heladas de luna,
poderosa afectividad del hablante lírico, tras la En sus ojos verdores de sauce,
que se oculta o se develan las vivencias del poeta. Y en sus manos un lirio oloroso
Sin embargo, el desarrollo estilístico de Ca- Emperlado de gotas de sangre,
sal se hace evidente en Nieve desde el poema Que satura el ambiente cercano
introductorio, si se compara con el mismo de De celeste perfume enervante. 101
Hojas al viento, por la superación de la actitud
romántica frente a la poesía, ahora más distan- No obstante se siente en estos versos la gra-
ciado el artista de su subjetividad, más reflexio- vitación de esa atmósfera de la obra casaliana que
nador y descriptivo que valorativo. se va espesando en su enigma sin ser aún
Por eso entre las composiciones de mayor conminatoria, nota más perceptible aún en el
maestría del tomo están sus «Cromos españo- siguiente soneto en el que un invisible gesto
les», tres sonetos de perfecta hechura que con- premonitorio parece suspendido sobre la inmo-
tinúan la intención pictórica de los de «Mi mu- vilidad de la escena, auténtica transposición li-
seo ideal», y en los que el motivo hispánico no teraria de un cuadro de Moréau:
posee una significación cultural mayor que la de
aquellos de origen clásico, o sea, todos asumi- En el seno radioso de su gruta,
dos en su valor estético, plástico, a la manera Alfombrada de anémonas marinas,
modernista. Verdes alas y ramas coralinas,
Los elementos greco-latinos inciden de ma- Galatea, del sueño el bien disfruta.
nera diversa en este poemario: símbolos, mitos,
Desde la orilla de dorada ruta
símiles, adjetivos, los contienen. Mas las figu-
Donde baten las ondas cristalinas,
ras clásicas que aparecen con alta frecuencia a
Salpicando de espumas diamantinas
partir de Nieve suelen ser la refracción del ego
El pico negro de la roca bruta,
sufriente del poeta, de sus afanes y angustias, de
ahí que estos personajes ostenten rasgos Polifemo, extasiado ante el desnudo
sicológicos comunes frente a la adversidad: he- Cuerpo gentil de la dormida diosa,
roísmo del dolor, orgullo, indiferencia o despre- Olvida su fiereza, el vigor pierde,
cio ante el consuelo; a ejemplo del Prometeo de Y mientras permanece, absorto y mudo,
«Mi museo ideal». De tal forma dentro del có- Mirando aquella piel color de rosa,
digo modernista Casal hace valer la peculiari- Incendia la lujuria su ojo verde. 102
dad de su visión, de su voz lírica, y ello indica la
madurez de su estilo literario. Esta atmósfera converge con otro aspecto de-
El vocabulario poético —de alta efectividad terminante en la lírica casaliana: las voces, ele-
sin ser muy extenso—, los símbolos, la calidad mento que puede ser empleado como sencillo
de las imágenes, las estructuras poemáticas y procedimiento discursivo —en el primer libro,
métrico-rítmicas empleadas por el autor, ya al- a la manera de «Nocturno», o de «Páginas de

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 525

vida», dentro del poemario de 1893—, o dato Como vientre rajado sangra el ocaso,
sensorial cada vez más jerarquizado dentro de Manchando con sus chorros de sangre humeante
su obra, en tanto se hace ininteligible para el De la celeste bóveda el azul raso.
hablante lírico y, por ende, transgrede el límite De la mar estañada la onda espejeante.
de lo real tangible, objetivo, para acceder a lo Alzan sus moles húmedas los arrecifes
real desconocido, irracional, que linda en lo ocul- Donde el chirrido agudo de las gaviotas,
tista —proyección del autor señalada con cierta Mezclado a los crujidos de los esquifes,
insistencia por la crítica actual—. Esas son las Agujere el aire de extrañas notas.
voces, los rumores secretos que aumentan de ………………………………………..
uno a otro poemario —revelación lírica del cre- Ábrense las estrellas como pupilas,
ciente acoso del poeta por su enfermedad, sus Imitan los celajes negruzcas focas
angustias morales y psíquicas— y que se escu- Y, extinguiendo las voces de las esquilas,
chan, por ejemplo, en «Nihilismo», «Aegri Pasa el viento ladrando sobre las rocas. 104
Somnia» y en «Tardes de lluvia», composición
publicada por el autor apenas un mes antes de Descripción que en la violencia y originalidad
morir. de sus figuras literarias desmiente la pretendida
Uno de los temas más reiterados a lo largo incapacidad de Casal para cantar la naturaleza
de la evolución lírica cubana ha sido el senti- viva, sin que esto comprometa el peso de las aso-
miento del paisaje, la relación poeta-naturaleza, ciaciones subjetivas, las que constituyen el sos-
y no falta en la lírica casaliana —como tampoco tén de sus imágenes realistas, ni así tampoco su
en la de nuestros demás representantes moder- aptitud para la creación de paisajes artificiales,
nistas—, sin ser un motivo privilegiado; mas al «cerebrales», ejemplificados en la mencionada
momento de analizar la evolución estilística del maestría de «Marina».
autor, éste es uno de los temas que ofrece cam- En Nieve culminan también las dos principa-
bios significativos. Un poema como «En el mar» les estrategias compositivas del autor: la estruc-
(1889), muestra aún una naturaleza viva, tropi- tura de la similitud —presente, por ejemplo, en
cal, aunque su cromatismo y serenidad no po- los versos anteriores, ininterrumpida asociación
sea la mínima relación con el hablante lírico, que de símiles— y la de la antítesis, procedimiento
se expresa en tono desolado, y semejante capa- casi «escolar» en su sencillez, y que refleja ese
cidad para captar el detalle cromático y sonoro maniqueísmo que Fina García Marruz 105 le se-
del paisaje campestre se observa en «Idilio rea- ñalara a Casal, con respecto a la bipolaridad de
lista» (1889) y en «Paisaje de verano» (1891); su poesía: el bien y el mal, lo puro y lo impuro,
este último uno de los poemas casalianos me- la materia y el espíritu. Con relación a la estruc-
nos tocados de subjetivismo o de idealización. tura poemática esta antítesis se define en la or-
Sin embargo entre estos dos poemas finales exis- ganización de la materia lírica en dos planos, que
te una diferencia importante: la del cuadro se- se ajustan a la cosmovisión casaliana, a la mane-
leccionado, que indica una percepción más som- ra de «Blanco y negro», de Nieve, o del último
bría del poeta con relación a su entorno; 103 por poema del autor, «Cuerpo y alma». No obstan-
ello no es extraño que del mismo año 1891 sea te, de uno a otro hay un marcado acendramien-
«A la primavera», expresión lírica del hastío del to lírico, un grado más profundo de la antítesis:
escritor frente a la naturaleza cubana, el mismo si en el primero se enuncian objetos, figuras
que él expresara casi simultáneamente en carta a concretas, agrupadas de acuerdo con la valora-
Esteban Borrero. Ésta es la línea que continuará ción ético-subjetiva del escritor, pero con una
intensificándose a través de su obra, hasta al- determinación objetiva, ajena a su voluntad: en
canzar la percepción tenebrosa de «Marina» «Cuerpo y alma» sólo existen dos elementos: la
(1892), al estilo de los «decadentes» franceses, materia y el espíritu, en los cuales el hablante
y también de este cuadro de 1893, más que som- lírico concentra su concepción maniquea del
brío, extraño, amenazador: universo; de ahí que el elemento fundamental

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526 SEGUNDA ÉPOCA

de cada período versológico sea en este caso un lla obsesión de pureza que se hizo ya nítida en
adjetivo, y que a partir de éste se construya el algunas composiciones de Nieve como «A la
símil, se evoque la imagen literaria: castidad» y «Flor de cieno», elemento éste que
viene a culminar en nuestra poesía decimonónica
I la obsesión convergente de José J. Milanés, como
ésta ahincada en la experiencia vital del artista,
Fétido, como el vientre de los grajos
refundidas su voz y la del hablante lírico, pero
Al salir del inmundo estercolero
que en Casal es más desolada e insoluble por-
Donde, bajo mortíferas miasmas,
que comporta en sí la condena y la culpa.
Amarillean los roídos huesos
Una parte de la crítica ha tendido a identifi-
De leprosos cadáveres; viscoso,
car indefectiblemente al poeta Casal con el ha-
Como la baba que en sus antros negros
blante lírico de su obra, al tomar como parte de
Destilan los coléricos reptiles
su biografía su pensamiento lírico, lo que ha
………………………………
dado pie a más de una confusión en torno al
Tal es, ¡oh, Dios!, el cuerpo miserable
mismo. En verdad, si esa identificación no es
Que arrastro del vivir por los senderos,
válida en ninguna etapa estilística de la poesía,
Como el mendigo la pesada alforja
en el modernismo —habida cuenta de la pulcri-
Que ya se cansan de llevar sus miembros.
tud formal del escritor, de su propósito obje-
tivizador con relación a la realidad circundante,
II
de la conformación de «paraísos» estéticos don-
Blanca, como la hostia consagrada de refugiar la inconformidad del artista con res-
Que, entre vapores de azulado incienso pecto a su medio socio-económico, de la asimi-
Y el áureo resplandor de ardientes cirios, lación evidente de los modos de la poesía
Eleva el sacerdote con sus dedos francesa de fin de siglo— se acentúa la distancia
Desde las gradas del altar marmóreo, entre ambos, aunque en el análisis individual
Mientras que se difunden por el templo pueda comprobarse, por datos auxiliares, que
Los cánticos del órgano; fragante existe en determinados poemas una superposi-
Como los ramos de azahares frescos ción de la voz lírica y la real, casos que, por lo
Que, en los rizos de joven desposada, general, resultan los momentos de supremo li-
Esparcen sus aromas a los vientos rismo dentro de la obra del escritor.
…………………………………… Con relación a Casal esto se ajusta a su con-
Tal es, ¡oh, Dios!, el alma que tú has hecho cepción de la poesía: el autor en sus versos se
Vivir en la inmundicia de mi carne, construye una autobiografía que es, en verdad,
Como vive una flor presa en el cieno. 106 la refracción de sus vivencias y subjetividad, más
sus lecturas, sus ideales estéticos, su voluntad
Este poema de 1893 es definitivo dentro de de evasión y cosmopolitismo cultural. Y como
la estética de Casal. En él se resumen no sólo realidad refractada es tangente con su realidad
sus estrategias compositivas fundamentales, los objetiva, pero no idéntica. Uno de los poemas
términos lexicales más recurrentes, la capacidad que mejor ilustra este aserto es su conocido
pictórico-descriptiva, símbolos de alta frecuen- «Nihilismo» (1892), pieza lírica que se ha to-
cia en su obra, su pericia en la combinación de mado como una prueba punto menos que do-
versos monorrimos, ahora asonantados y cumental de su hastío absoluto y su atracción
certeramente aligerados con la alternancia de por la muerte; sin embargo, por el testimonio
versos blancos, aparte de otros caracteres de sus más allegados amigos y por su propio
idiomáticos relevantes: peculiar baudele- epistolario se puede saber cuánto hubo de «mal
rianismo, sexualidad agónica, referencias exóti- del siglo» en esas manifestaciones de tedio y es-
cas, elementos de intertextualidad literaria, cepticismo absolutos, por otra parte nutridas de
maniqueísmo, subjetividad hiperestésica, y aque- adversidades personales de todo tipo, y cómo

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 527

aquella inclinación hacia la muerte e inclusive escriben fe se muerden, acosados de her-


cierta elegante indiferencia en el tratamiento del mosas fieras interiores, los puños con que
tema, no eran más que huellas de sus lecturas escriben […] En todos está hirviendo la
literarias y la máscara de un miedo real, justifi- sangre nueva. Aunque se despedacen las
cado, a la muerte, como revela el poeta en carta entrañas, en su rincón más callado están,
a Borrero.107 airadas y hambrientas, la Intranquilidad, la
La mejor explicación de este embozamiento Inseguridad, la Vaga Esperanza, la Visión
lírico la da Casal en su «busto» sobre Juana Secreta. Un inmenso hombre pálido, de
Borrero, a través del cual, más que la compren- rostro enjuto, ojos llorosos y boca seca,
sión exacta de la joven poetisa, como ha apunta- vestido de negro, anda con pasos graves,
do Fina García Marruz,108 nos entrega su propia sin reposar ni dormir, por toda la tierra, y
semblanza psicológica, la explicación de su an- se ha sentado en todos los hogares, y ha
tagonismo hacia la realidad circundante, de su puesto su mano trémula en todas las cabe-
escapismo de origen patológico —entre otras ceras ¡Qué golpe en el cerebro! ¡qué susto
causas—; elementos que él proyecta sobre esta en el pecho! ¡qué demandar lo que no vie-
figura femenina quizás por una secreta urgencia ne! ¡qué no saber lo que se desea! ¡qué sen-
de afinidades. Por ello las siguientes palabras tir a la par deleite y náuseas en el espíritu,
ayudan a entender esa reconstrucción de su au- náusea del día que muere, deleite del
tobiografía antes aludida: alba! 111

[…] Los que se consuelan en algunas ho- Uno de los aportes originales de la poesía de
ras, son los que se construyen, en el cam- Casal señalado por Pedro Henríquez Ureña, 112
po de la fantasía, un lazareto ideal, donde atañe justamente a ese exotismo: su introduc-
esconden la purulencia de sus llagas, pero ción en la lírica hispanoamericana de las
donde nadie los seguirá por temor a los japonerías, que a partir de él sentaron plaza en
contagios mortales. Allí viven con sus en- el gusto modernista, a la manera de su «Kake-
sueños, con sus alucinaciones y con una mono», verdadera eclosión de materias suntuo-
familia compuesta de seres imaginarios. sas, colores, aromas, todo dentro del más ex-
Cada vez que salen al mundo, el asco los quisito ambiente oriental:
obliga a volver sobre sus pasos […] 109
Ornada tu belleza primitiva
En el alcance de estas razones está también una Por diestra mano, con extraños dones,
explicación parcial de su exotismo y su esteti- Sumergiste tus miembros en el traje
cismo líricos como «modos de ocultarse» 110 a la De seda japonesa. Era de corte
realidad; las otras causas habría que buscarlas en Imperial. Ostentaba ante los ojos
la moda literaria y en el condicionamiento so- El azul de brillantes gradaciones
cio-económico del espíritu finisecular compar- Que tiene el cielo de la hermosa Yedo,
tido, con mayor o menor conciencia de ello, por El rojo que la luz deja en los bordes
todos los modernistas, aun por los que como Del raudo Kisogawa y la blancura
Martí, encontraron la única vía de auténtica re- Jaspeada de fulgentes tornasoles
conciliación con su realidad histórica, y prueba Que, a los granos de arroz en las espigas,
de ello es esta opinión suya de 1882, que con- Presta el sol con sus ígneos resplandores.
verge esencialmente con la cosmovisión agónica Recamaban tu regia vestidura
de Casal, desde su perspectiva más objetiva y Cigüeñas, mariposas y dragones
universal: Hechos con áureos hilos. En tu busto
Ajustado por anchos ceñidores
Nadie tiene hoy su fe segura. Los mismos De crespón, amarillos crisantemos
que lo creen se engañan. Los mismos que Tu sierva colocó. Cogiendo entonces

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528 SEGUNDA ÉPOCA

El abanico de marfil calado poetas.


Y plumas de avestruz, a los fulgores Así también entabló correspondencia con
De encendidas arañas venecianas, muchos de sus contemporáneos extranjeros, a
Mostraste tu hermosura en los salones, menudo por iniciativa propia —latinoamerica-
Inundando de férvida alegría nos como Darío, Nájera, Urbina, Icaza, euro-
El alma de los tristes soñadores. 113 peos como Salvador Rueda, Verlaine, Mme.
Lambert—, e inclusive con una personalidad
La ornamentación, la flora, los escenarios ja- política como Pedro II, emperador del Brasil. 118
poneses, le vinieron también al poeta a través de Además, su condición de cronista le obligaba a
la cultura francesa de la época: son los compo- participar de la vida social habanera, a visitar los
nentes de las pinturas de Edmond de Goncourt, salones aristocráticos, y contó con entrañables
de la poesía de Gautier, y las novelas de Loti; amigos entre los criollos ricos, como Domingo
pero hubo un contacto más directo y amplio de Malpica y Raúl Cay, junto a los cuales asistía a
Casal con las japonerías a través de la casa de su actividades sociales de alto rango. Los impera-
amigo Raúl Cay, 114 en cuyos salones se agolpa- tivos económicos 119 y, sobre todo, la enferme-
ban las muestras de la cultura oriental, y asimis- dad que lo fue degradando físicamente, lo
mo, a través de la decoración y objetos de uso obligaron a un progresivo retraimiento, enmas-
«fin de siglo» que comenzaban a invadir las lu- carado de hastío por el propio poeta y tomado
josas mansiones de las ciudades hispanoameri- por algunos como signo de excentricidad. Pero
canas, incluidas, por supuesto, las habaneras. Esa sus intereses culturales, sus relaciones sociales
relación entre el japoneísmo del escritor cuba- con escritores y amigos, y su quehacer intelec-
no y el estilo «art nouveau» 115 ha sido frecuen- tual no decayeron en ningún momento de su
temente obviada en el estudio de su poesía, al vida.120
tomar ese aspecto de su lírica como señal indis- De esta actualización cultural ininterrumpi-
cutible de lo exótico; mas si hubo en ello el gus- da, forma parte ese mal llamado afrancesamiento
to cierto por lo foráneo que caracterizó al de Casal, quien «como todo hombre culto de
modernismo, debe tomarse también como testi- su tiempo, tenía por fuerza que desplazarse es-
monio de contemporaneidad, no sólo universal, piritualmente dentro de un ciclo cultural fran-
sino cubana.116 cés»,121 favorecido en él por su perfecto conoci-
Del mismo modo numerosos símbolos miento del idioma y sus amistosos contactos con
modernistas, algunos compartidos por Casal libreros y periodistas informales, que le permi-
(cisne, flamenco, pavo real, lirio…), eran pun- tieron el acceso regular a publicaciones france-
tos de convergencia con el arte nuevo europeo sas como Le Figaro, L’Echo de Paris, Les Temps,
de la decoración. 117 Tales aspectos revelan en la Gil Blas, Le Voltaire. Esto no afectó su conoci-
poesía de Casal una apertura al exterior, al acon- miento de la lengua y la literatura españolas
tecer cultural inmediato, que ha sido tergiversa- —como no lo hizo en ninguno de los grandes
da a partir del mito creado en torno al autor escritores modernistas— y la pulcritud en el ma-
como individuo encerrado en un mundo de fan- nejo de este idioma fue para él rasgo de mérito
tasía, aislado de la sociedad que detestaba. Mito en cualquier obra literaria.
alimentado en buena medida por las confesio- El interés del autor por la pintura y el arte en
nes del hablante lírico. Mas los datos documen- general fue más allá de su admiración lírica por
tales de su biografía indican una realidad dife- los cuadros de Moréau, a quien rindió homena-
rente: Casal se relacionó intensamente con je con los sonetos de «Mi museo ideal», 122 o de
figuras destacadas de la intelectualidad capitali- sus ponderativas referencias a Goya, Velázquez,
na de entonces, escritores modernistas y no Rembrandt, y a algunos pintores cubanos del
modernistas, como por ejemplo Ricardo del período. Su poesía revela una exquisita capaci-
Monte y Aurelia Castillo de González, ambos dad pictórica del escritor, así como su «volun-
admiradores del autor y admirados por él como tad de aplicar al lenguaje literario aquellas téc-

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 529

nicas y perspectivas que correspondían a otras Ay, es que en horas de desvarío


disciplinas artísticas como la pintura, la escul- Para consuelo del regio hastío
tura, el aguafuerte […]», 123 propósito ya visto Que en su alma esparce quietud mortal,
en Martí y Nájera, y que respondía a la nueva Un sueño antiguo la ha aconsejado
sensibilidad sinestésica, capaz de advertir corres- Beber en copa de ónix labrado
pondencias y analogías existentes en la realidad La roja sangre de un tigre real. 125
objetiva, la cual hasta el romanticismo fue re-
flejada en la poesía a través de datos fragmenta- La lectura de la «Sonatina» de Darío, salta a la
dos, desligados entre sí. Desde este punto de vista en este poema, ambos escritos en sextinas,
vista, como apunta Vitier, Casal representa la no obstante que aquellos versos sean alejan-
superación y fusión de esa «cultura de las sensa- drinos y estos, decasílabos. Asimismo, esta his-
ciones» 124 iniciada por Zenea, fundida a otra toria guarda numerosos puntos de contacto con
manera de la sensorialidad presente en nuestra aquella, evidenciados intencionalmente por el
tradición lírica: el culto de la forma, fenómenos autor —una hermosa protagonista, la descrip-
que habían aparecido como antitéticos hasta la ción de su tedio, las preguntas retóricas de la
obra de Casal. causa, la atmósfera elegante, la sensualidad, la
Otros rasgos singulares de su poesía dentro revelación final—; sin embargo, en la certeza de
del contexto modernista pueden ejemplificarse las semejanzas se descubre su profunda diferen-
con su «Neurosis», composición que, por otra ciación; en lugar del ambiente cortesano, me-
parte, permite calibrar la huella de la obra dieval y fantástico, que da a «Sonatina» aire de
rubeniana sobre su estilo: cuento infantil, hay en «Neurosis» una atmós-
fera sensual, licenciosa, de innegable contem-
Noemí, la pálida pecadora poraneidad en su decoración y en su lenguaje,
De los cabellos color de aurora sin dejar de ser exótica; en lugar de la ingenua
Y las pupilas de verde mar, princesa, la pálida pecadora; en vez del lamento
Entre cojines de raso lila, por el silencio del bufón, el cálculo frío del bi-
Con el espíritu de Dalila, llete que quizás falta en el cofre, y la pasión ase-
Deshoja el cáliz de un azahar. sina de origen onírico sustituye aquí al sueño de
………………………… amor concedido por el hada rubeniana. La ma-
Blanco abanico y azul sombrilla, yor ligereza del ritmo en estos versos, viene a
Con unos guantes de cabritilla ser la contraposición del ahondamiento escep-
Yacen encima del canapé, ticista, del hastío insoluble y la atracción por lo
Mientras en taza de porcelana, prohibido, elementos que en «Sonatina» no pa-
Hecha con tintes de la mañana, san del rango de un inofensivo esplín.
Humea el alma verde del té. En la extendida polémica acerca de la rela-
ción Casal–Darío con vistas a determinar la in-
Pero qué piensa la hermosa dama?
fluencia estilística de uno sobre el otro, preva-
Es que su príncipe ya no la ama
lece el criterio de una interinfluencia, sin
Como en los días de amor feliz,
interesar la proyección de la subjetividad indi-
O que en los cofres del gabinete
vidual en sus respectivas creaciones, ni originar
Ya no conserva ningún billete
cambios profundos de estilo. Lo que confirma
De los que obtuvo por un desliz?
la crítica actual al respecto es que ambos escri-
Es que la rinde cruel anemia? tores arribaron a «un mismo plano de asimila-
Es que en sus búcaros de Bohemia ción de la literatura francesa y de aprovechamien-
Rayos de luna quiere encerrar, to de sus esencias para inundar las corrientes de
O que, con suave mano de seda, la literatura española de frescura y vitalidad ar-
Del blanco cisne que amaba Leda tísticas», 126 cada uno mediante los caracteres par-
Ansía las plumas acariciar? ticulares de su expresión lírica, aunque compar-

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530 SEGUNDA ÉPOCA

tiesen en el gusto por determinados modos de otras artes, sino por esta preferencia por las
estilísticos y aunque se hayan imitado ocasio- palabras esdrújulas que funcionan como cultis-
nalmente algunos rasgos externos de sus versos, mos y como apoyatura de un novedoso ritmo
estimulados por su mutua admiración, más pro- versológico, habida cuenta del predominio de la
funda en el poeta cubano que en Darío, por su acentuación llana en la lírica hispánica.
natural sencillo y generoso, no por desmerecer- Con respecto a la medida y combinación de
le en el talento. sus versos mostró también cierto gusto conser-
Con respecto a la religiosidad presente en la vador, si se considera el predominio que tienen
lírica casaliana, es lugar común hacer referencia en su obra la métrica y las estrofas tradicionales
a su poema de 1887 «La Urna», o a «Flores», del —versos de ocho y once sílabas, consonancias
libro Nieve, para demostrar su temprano escep- finales y utilización del soneto endecasílabo,
ticismo. Mas debe tenerse en cuenta cuánto hay estructura métrico-rítmica en la que alcanza
en estas manifestaciones de espíritu de época y indiscutida maestría; así como redondillas, pa-
de «moda» literaria, del satanismo de Baudelaire reados, cuartetos, sextinas, entre otras formas
que no se enraizó en su poesía, y así podrá com- consagradas por el uso poético—. No obstante,
prenderse mejor la progresiva sustitución de esas a partir de sus tercetos monorrimos de «En el
notas, en su libro de madurez, por una voz campo», se afirma que se popularizó esta estro-
agónica cada vez más absoluta, que en la bús- fa entre los modernistas,127 de manera que el
queda del asidero desconocido, en la indagación rescate de la misma, olvidada en línea general
del misterio de la existencia humana, asumió por la poesía en lengua hispánica desde los Si-
actitudes místicas como las de sus «Oración» y glos de Oro, se enumera entre sus aportes, y lo
«Cuerpo y alma». En tal aspecto estos poemas mismo puede afirmarse con respecto al verso
representan una posición intermedia entre la eneasílabo, que fuera utilizado antes ya en el
angustia romántica ante el destino incierto del contexto lírico hispanoamericano por Gertrudis
individuo —culminante, por ejemplo, en el fa- Gómez de Avellaneda, pero que sólo comenzó
moso «Nocturno» de Zenea— y el escepticis- a frecuentar nuevamente la poesía a partir de la
mo más desolado e insoluble de los modernistas, obra casaliana.
marcados ya por las ideas racionalistas del pe- Estimulado por la moda literaria vigente, este
ríodo finisecular; voz que se acerca a la primera autor cultivó de vez en vez la balada, el
por la pasión contenida, y tiene de sus contem- dodecasílabo de seguidilla, 128 el encabalgamien-
poráneos la certeza de la soledad infinita. Aún to rítmico, los rondeles a la manera francesa, y
así, no faltan en la obra de Casal los elementos en relación con estos influyó sobre la obra de
de desacralización comunes a la literatura los jóvenes modernistas cubanos. En cambio, no
modernista, como se observa, por citar un caso, se dejó tentar por otras tendencias y ensayos del
en «Fatuidad póstuma», pero no constituyen verso modernista, como el soneto alejandrino,
rasgos relevantes de la misma. la rima interna y el versolibrismo.
Se cuentan también como caracteres moder- La intertextualidad de su poesía, rasgo común
nistas de su poesía el refinamiento lexical y de entre los representantes del movimiento, signi-
ambientes, el primero reforzado por la utiliza- ficó en gran parte su inserción en un código ar-
ción de voces esdrújulas más numerosas a me- tístico de máxima trascendencia y comuni-
dida que se definían los caracteres de su estilo. cabilidad: la cultura clásica, en la cual se originan
Si bien Casal no se distinguió por un uso audaz los principales mitos utilizados por el poeta, así
del lenguaje, pues el número de neologismos en como muchos de sus símiles e imágenes, con
su obra no rebasó la tímida propuesta que en tal frecuencia antonomásicos, como señala Elina
sentido ofrece Nieve, no puede negarse que el Miranda, 129 por lo cual reflejan esa idealización
autor mostró un creciente interés en la depura- de la Antigüedad greco-latina propia del escri-
ción y renovación de su léxico poético, no sólo tor modernista, así como la reposición del valor
al incorporar, como ya se apuntó, voces propias gnoseológico de tales mitos, que habían sido

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 531

desgastados en la literaturización que les impri- madre» (1891) —explicitación, factura y tono
mió el neoclasicismo. Pero también un poema románticos— a este «Ruego» (1893):
como «Horridum Somnium», para citar el caso
mayor, revela a través de las múltiples referen- Déjame reposar en tu regazo
cias intertextuales la apetencia de contempora- El corazón, donde se encuentra impreso
neidad del autor, en esa búsqueda de una El cálido perfume de tu beso
cosmovisión artística homóloga con respecto a Y la presión de tu primer abrazo.
las Flores del mal baudelairianas, la Salomé de
Moréau, la Eleonora y el cuervo de Poe, o la re- Caí del mal en el potente lazo,
validación del arte pictórico de Rembrandt. Pero a tu lado en libertad regreso,
Aunque Casal se sirvió constantemente de los Como retorna un día el cisne preso
principales símbolos modernistas antes enuncia- Al blando nido del natal ribazo.
dos, se encuentran en su poesía algunos que lle- Quiero en ti recobrar perdida calma
van el sello de su estilo, tales como la mariposa, Y, rendirme en tus labios carmesíes,
elemento de idealidad, que aparece contrapues- O al extasiarme en tus pupilas bellas,
ta a elementos repulsivos (el fango, la sangre) o
negada en sí misma: «mariposas negras», signo Sentir en las tinieblas de mi alma
excepcional en su poesía de fusión de los dos Como vago perfume de alelíes,
polos éticos. Por otra parte, si no aparece la aris- Como cercana irradiación de estrellas 130
tocrática flor de lis, en su lugar coloca la flora
japonesa igualmente exquisita —miosotis, cri- hay una evidente ganancia estilística revelada en
santemos— o el delicado heliotropo america- esa ausente innombrada que ha dejado la oscu-
no, más cromático y aromoso que el lirio fran- ridad de la muerte para ocupar un lugar entre
cés. Entre sus elementos simbólicos tienen una los ideales supremos del hablante lírico como
frecuencia y hondura mayor los que poseen una agente de pureza, a lo cual se adecua la calidad
significación negativa (cuervos, gusanos, picos, de los símiles, la contención expresiva, la insis-
garras, colmillos, hachas, más los ya menciona- tencia en la suave sonoridad de las sibilantes;
dos), y esto incide en la reiteración del color factores morfocontextuales que convergen ha-
negro (destrucción o maldad), el verde (lujuria) cia ese afinamiento de la emoción que constitu-
y el púrpura (sangre), opuestos a los colores de ye la virtud mayor de estos versos.
la pureza y la idealidad (blanco y azul) o de la En cuanto al tema patriótico, apenas se en-
sensualidad refinada (malva y rosa). cuentra en sus poemas: «A un héroe», «La per-
Muchos de los temas y motivos casalianos la» y «A los estudiantes» —muestras breves pero
responden a las líneas recurrentes del moder- reveladoras de un claro antiespañolismo y amor
nismo, entre ellas la descripción de objetos, fi- a Cuba— han sido constantemente referidas por
guras y ambientes artísticos o fastuosos, las pa- los admiradores del autor que se esfuerzan en
siones y creencias del hombre, los alardes de confirmar el patriotismo y la honestidad políti-
decadentismo y satanismo a lo Baudelaire, las ca de Casal con estas tres únicas composicio-
situaciones galantes, los tabúes. Pero de mayor nes. Sin embargo, esa escasez de su lírica en tal
interés para el conocimiento de las peculiarida- sentido ha sido con esto jerarquizada, tanto por
des de su estilo son otros que descubren la sus detractores como por estos admiradores, y
agónica subjetividad del poeta: la obsesión de tiene su origen en la no comprensión de la poé-
pureza, antes comentada, y el motivo de la au- tica casaliana. Basta considerar qué entendía el
sencia materna, que recorre la evolución de su escritor por patriotismo lírico para explicarse la
poesía, ajustado cada vez a la progresiva depu- casi ausencia del tema en esta obra concebida en
ración de la retórica romántica y al creciente el convulso período cubano de entreguerras, se-
acendramiento lírico que culmina en su obra de gún se aprecia en la siguiente opinión suya acer-
1893. Del poema «Todavía» (1890) o «A mi ca de los poetas modernos, sus modelos:

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Tampoco se cree que el patriotismo con- ber sido leído intensamente, tanto por sus mu-
sista en encender la llama del odio en la mu- chos admiradores,133 como por aquellos que re-
chedumbre y arrastrar los pueblos, por negaban de su poesía y hasta de su persona.
medios artísticos, a los campos de batalla, Antes de terminar el siglo un grupo de jóvenes
sino más bien se deduce que estriba en de- poetas reconoció su liderazgo y se propuso imi-
jar que broten en el suelo de la patria, a la tarlo —entre otros Juana Borrero, Carlos Pío y
sombra del árbol de la paz, las fuentes de Federico Uhrbach—, y aún la huella de su estilo
riqueza, necesarias para el engrandecimien- alcanzó la primera generación seudorrepublicana
to de las Bellas Artes. 131 en la voz malograda de René López. Pero la hon-
da subjetividad de su poesía, la vehemencia con
A su juicio, hacer una obra hermosa y original que se proyecta sobre ésta la cosmovisión del
era pues la forma auténtica de hacer patria con escritor y la torna inconfundible, impidieron, al
la poesía, y desde este punto de vista —tenien- parecer, que Casal tuviera verdaderos continua-
do presente su enfebrecido quehacer cultural y dores de su estilo, ni siquiera entre sus contem-
su ininterrumpida evolución lírica hasta alcan- poráneos más entrañables. Los que le siguieron,
zar un estilo propio, inconfundible— su obra como expresó Dulce M. Loynaz, sólo fueron
poética es también uno de los dos ejemplos «nuevos poetas ya distintos a él», aunque «sur-
cimeros del período finisecular: lo que viene a giendo a la acción suya de modo casi cata-
ser coherente con la actitud civil insumisa que lítico».134 Habría que esperar a los años finales
mantuvo como cronista de La Habana Elegante de la seudorrepública para encontrar un autén-
y de El País: en el primer caso provocó su ce- tico grupo de poetas que continuaran ahondan-
santía con la publicación de sus crónicas sobre do en nuestra lírica el acento medular de la obra
la nobleza habanera —ingeniosa muestra de iro- casaliana.
nía criolla con propósito político—, y años más El escritor vivió profundamente insatisfecho
tarde renunció a ser el cronista social de El País, de su tiempo y de sí mismo, sin encontrar el
destino que prácticamente le imponía estar al acceso a la realización de sus ideales, y desde
servicio de los gustos, intereses e idiosincrasia esta perspectiva fue la voz que mejor encarnó el
de esas minorías aristocráticas —papel que sí espíritu cubano de aquellos años, tras el fracaso
desempeñó Darío, por ejemplo—, para seguir del Zanjón y cuando todavía no estaban defini-
siendo el «chroniqueur» elegante, culto, en liber- dos los planes independentistas. Precisamente
tad para elegir el material de sus apuntes. En esta un hombre de acción revolucionaria e indiscuti-
actitud, innegablemente honesta, se acercó Ca- ble patriota como lo fue Manuel de la Cruz, con-
sal a Martí, quien renunciara a la publicidad de firmó, con su opinión sobre aquel período his-
La Edad de Oro por no someterse a las observa- tórico, dicha representatividad de Casal:
ciones tendenciosas y clasistas del editor, aun-
que el objetivo de ambos haya sido esencialmen- Fuera de su celda no hallaba más que la
te diferente: Casal estaba defendiendo el derecho prostración de un pueblo vencido, y los
del escritor a escoger libremente sus temas y su vagos vagidos de una generación que pug-
público. Martí abogaba, además, por el derecho naba por orientarse en todos los órdenes
del destinatario a una obra literaria honesta, y su de la vida, y en la que convivían el desalien-
público era toda la nueva generación americana. to de los que consumieron sus energías en
De cualquier forma, a pesar de los límites esfuerzos inauditos superiores acaso a la
dentro de los que Casal supuso su destinatario energía colectiva, con el anhelo, informe y
ideal, su obra fue apreciada por un notable pú- sin fundamento racional, de los que enten-
blico de la avanzada literaria internacional, fun- dían que era una necesidad social crear una
damentalmente latinoamericana, no sólo como utopía cuando no surge el ideal en el cora-
lírico sino asimismo como autor de cuentos zón del pueblo como exponente acabado
poéticos, 132 y en el orden nacional, parece ha- de la conciencia de sus fuerzas. 135

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La amplitud de los estudios críticos actuales por la crítica como signos de la influencia de
en torno a su obra es el índice de una compren- éste sobre la joven autora. Vale advertir, sin em-
sión contemporánea más profunda con respec- bargo, que en un poema como «Madrigal», es-
to a la trascendencia del autor como una de las crito dos años antes de conocer al escritor, ya la
figuras claves del modernismo literario y, asi- poetisa había revelado una profunda melancolía
mismo, en cuanto a lo que significó el adveni- y, además, plena conciencia de ello, de manera
miento de su poesía —junto a la obra capital de que la relación con aquel vino sólo a intensifi-
Martí— para la lírica cubana y en general de len- carle esa predisposición elegíaca casi ingénita,
gua hispana, como pórtico de la sensibilidad ar- explicable por el íntimo apego a la generosidad
tística de hoy, validación definitiva de lo cuba- taciturna del padre, y por su misma sensibilidad
no dentro de la cultura universal, y ejemplo de hiperestésica de rango excepcional. Y vino, asi-
máxima responsabilidad del escritor frente a su mismo, a darle un nombre a la angustia y a la
obra, independientemente de los objetivos que necesidad de dación propias de toda individua-
se proponga. De ahí el sentido riguroso y con- lidad romántica. Algunos rasgos externos de su
clusivo con que puede afirmarse lo siguiente poesía mejoraron en este acercamiento: se afinó
sobre su poesía: no es lo suyo decadentismo, ni su percepción estética, se hizo más exquisito su
aun cuando lo parece, es incipientismo. No es lenguaje en la medida en que logró despojarlo
un ocaso, es una aurora. de la retórica romántica, amplió su registro
estrófico e incorporó algunos nuevos motivos
temáticos, pero no se produjo una transforma-
3.7.4 Otros poetas cubanos modernistas. ción medular del estilo de Juana Borrero al con-
Juana Borrero. Bonifacio Byrne. Los tacto con la obra de Casal.
hermanos Uhrbach. Conclusiones Por otra parte, en la lectura de sus versos re-
saltan algunos elementos esencialmente antité-
Juana Borrero ticos con respecto a dicha obra, pues descubren
la fuerza vital que proyectó la autora sobre su
Demasiado prematura y fugaz fue la presencia creación lírica —tanto poética como epistolar—,
de Juana Borrero (1877-1896) en el horizonte en la cual el sentimiento que predomina es la
de la poesía cubana decimonónica. Los poemas pasión, el ansia de entrega sintetizada en sus
que compuso a los catorce años ya no pudieron palabras dirigidas a Carlos Pío: ¡Tengo una sed
ser calificados de escarceos de niña genial inmensa de sacrificarme en algo! 136 Y esta meta
—avizorada en los ensayos pictóricos y líricos última puede ser, a lo largo de sus poemas, la
desde su más temprana infancia—, no sólo por patria («El ideal»), un objeto artístico («Apolo»),
la fluidez y corrección de estos versos, sino por la muerte invocada casi de manera jubilosa, ver-
la gravedad del pensamiento poético que refle- dadero himno vital («Vorrei Morire»), o el amor,
jaban como asimilación de la crisis espiritual de la constante suprema de toda su obra, ya expre-
esos años, presente, por ejemplo, en sus com- sado en versos de ahogado erotismo («Sol y nie-
posiciones «¿Qué somos?» y «Todavía», poema ve», «Tántalo»), ya como horizonte final, fusión
que hizo sospechar a Casal la existencia en la de la materia y el aliento expresado en los si-
joven escritora de un espíritu afín al suyo, desa- guientes versos:
rraigado y vencido por el hastío.
Necesariamente, mucho deben haber influi- Quisiera ser la estrella que alumbrara
do en ella —la pequeña sensible preferida por tu lóbrego sendero solitario
su padre— las ideas de Esteban Borrero, quien para verte marchar con la esperanza
tuvo sobradas razones para su escepticismo y de conseguir el premio codiciado…
su angustia existencial. Pero estos elementos, Y que luego, al llegar, cuando pretendas
por su convergencia con la visión de Casal (y de a ti ligarme con terrenos lazos,
la época), han sido identificados generalmente morirme al recibir tu primer beso

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y convertirme en polvo entre tus brazos. 137 do rubio, el ensueño de ayer» y su composición
«Vibraciones», o aquella «Prosa enigmática» en
Mucho más evidente resulta esto en su la que la poeta expresa su anhelo de pureza, en
epistolario amoroso, indispensable, por otra contraposición de las apasionadas apetencias
parte, para conocer a fondo las ideas de la escri- eróticas, tema de su famosa «Última rima»:
tora y su vitalidad radiosa, rasgo que fue proba-
blemente el obstáculo infranqueable entre ella Yo he soñado en mis lúgubres noches,
y Casal, secretamente advertido por éste —qui- en mis noches tristes de penas y lágrimas,
zás lamentado—, por lo que prefirió ver en ella con un beso de amor imposible,
otra víctima del hastío finisecular, en inconscien- Sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
te proyección de sí mismo; mas ya la había des-
Yo no quiero el deleite que enerva,
crito «afirmada en la tierra con toda la fuerza de
el deleite jadeante que abrasa,
su juventud»,138 ya le había parecido Juana un
y me causan hastío infinito
«halcón encadenado». 139
los labios sensuales que besan y manchan.
En el estudio de su poesía apenas pueden es-
tablecerse diferencias entre la autora y su ha- Oh, mi amado mi amado imposible,
blante lírica —a tal punto es intenso y directo el mi novio soñado de dulce mirada,
reflejo de su biografía y su subjetividad—; pero cuando tú con tus labios me besas
es en sus cartas a Carlos Pío, que muestran una bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias,
estrecha unidad discursiva con su poesía, donde
Dame el beso soñado en mis noches,
la autora se entrega totalmente: «anécdotas, im-
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
presiones exquisitas de amor y de ternura, […]
que me deje una estrella en los labios
juicios estéticos agudos, observaciones de poe-
y un tenue perfume de nardo en el alma. 143
tisa y de pintora del mayor interés, ironía y hu-
mor, donaire criollo […]»140 y reflexiones so- Este angustioso afán de pureza, incompatible
bre el período ofrecidas desde una óptica con su temperamento ardoroso, se ha podido
femenina excepcional. Este epistolario consti- señalar en la autora como la huella más signifi-
tuye su obra de plenitud, la verdaderamente cativa que le dejara su conocimiento profundo
novedosa y original como expresión literaria del de la lírica de Casal, sentimiento que Juana
período, y es aquí donde habría que buscar la Borrero no sólo asumió —en vida y obra—, sino
máxima convergencia de su estilo en nuestro que se lo impuso a Carlos Pío —a su vez predis-
modernismo, y determinar la peculiaridad de su puesto a ello—, como condicionante obligada
acento, importancia que confirma Fina García de su noviazgo. De su sospecha acerca de la im-
Marruz, quien lo considera «documento precio- posibilidad de lograrlo, aun por ella misma, son
so […] enorme cantera para conocer lo que fue evidencias ese sentimiento de culpa y la angus-
el primer modernismo entre nosotros: la vida, tia que se fueron extremando a través de su obra,
pasión y muerte de ese movimiento que parecía tanto como el elemento onírico y las alucina-
tan frívolo». 141 Es injusto negarle a Juana ciones que ya fueron señalados por Vitier 144
Borrero el carácter modernista porque le haya como componente medular de su epistolario y
faltado la «impasibilidad parnasiana», 142 porque que están presentes en versos suyos posteriores
ésta no la tuvieron jamás Casal ni Martí, como a 1893, como «La Evocación», «Ensueños», y
tampoco los otros representantes cubanos del esta composición de indudable influencia
movimiento ni muchos de los demás escritores casaliana por su lenguaje, atmósfera y el
modernistas. reforzamiento rítmico de ritornello:
Muy escasas, pero significativas, son las mues-
tras de prosa poética de la autora, las que a me- En mis pálidas horas de amargura
nudo coinciden en tono, lenguaje y tema con yo te siento cruzar al lado mío
sus versos —como la que evoca a Casal, «El bar- como una estrella enferma a quien tortura

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 535

la nostalgia infinita del vacío, to podría afirmarse lo mismo de su epistolario.


y de tus ojos tristes la dulzura En tal sentido su obra comporta una nove-
aletarga mi espíritu sombrío dad y una rebeldía contra los principios estable-
en mis pálidas horas de amargura. cidos de la educación de la mujer, que resultan
coherentes con sus restantes manifestaciones de
Cuántas noches de insomnio solitarias
modernidad: literaria, pictórica, ética, filosófica
has venido a mis fúnebres delirios
y política, esta última entendida, por supuesto,
como vienen las dulces emisarias
como temprana manifestación de sus ideas
de la oscura región de los martirios,
independentistas. De 1892, cuando la autora
a evocar mis quimeras visionarias
contaba apenas quince años, es su hermoso poe-
que se han abierto, como blancos lirios,
ma «Esperad», alocución a los mártires cubanos
en mis noches de insomnio, solitarias. 145
de la guerra del sesenta y ocho, como enérgica
Aunque la escritura simbólica no es rasgo promesa de redención, y este pensamiento
determinante de su poesía, en ésta se observan —seguramente madurado al calor del ambiente
algunos elementos de ese rango —astro, estre- patriótico familiar y de los contactos concretos
lla, flor, ruinas, y sus atributos—, tomando en con las gestiones independentistas—, 147 es ya
cuenta su reiteración dentro de la estructura certeza del compromiso político con la Patria
tropológica, fundamentalmente de los símiles, que lucha, en las líneas de «Proscriptos» (1896),
la figura utilizada por la autora. emotiva crónica autobiográfica cuya nota lírica
más alta es justamente el sentimiento del des-
Mayor originalidad y fuerza expresiva alcan- tierro. «Y este desgarramiento íntimo de nues-
za, no obstante, en aquellas estrofas escritas en- tro corazón nos duele más aún porque nos re-
tre 1895 y 1896, cuando logra librarse momen- prochamos la expatriación involuntaria, porque
táneamente de la retórica romántica y emplea nos parece una ingratitud para con la patria aban-
un lenguaje casi directo, en versos de lirismo donarla en la desgracia.» 148
climáxico, a la manera de estos escritos al dorso Tal vez por la relevancia del sentimiento y el
de una foto suya que enviara a Carlos Pío: tema amoroso en su poesía, no haya habido
Ya que el deber tiránico me exige mayor espacio para los motivos comunes al
que yo te oculte mis tristezas íntimas, modernismo, logrados, por ejemplo, en sus her-
para poder hablarte y conmoverte mosos sonetos «Las hijas del Ran» —de factura
voy a escribir a espaldas de mí misma.146 parnasiana, que le fuera inspirado por una lámi-
……………………………………… na, al parecer, de la mitología clásica— y «Ves-
pertino», tratamiento pictórico-descriptivo del
Versos de plena modernidad por el juego paisaje a la manera modernista, aunque dentro
semántico que supone entre el sentido real de la de un léxico romántico. Justamente Casal ad-
expresión y el pensamiento implícito. virtió la nota renovadora de este soneto 149 es-
La historiografía literaria ha excluido sistemá- crito, en su decir, con el único propósito de «pro-
ticamente su obra del estudio de la lírica erótica ducir una sensación de belleza en el ánimo del
femenina en la que se inscriben las de Mercedes lector». 150 Quizás también por ello la crítica no
Matamoros, Delmira Agustini, Alfonsina se ha resuelto a favor del modernismo de su obra,
Storni…; pero muchos de sus versos de amor, a sino cuanto más de un romanticismo con aso-
ejemplo de «Tántalo», están más cerca de esa mos de la nueva lírica, que no alcanza el carácter
expresión desnuda y audaz que culminaría en el esencial de su estilo. Sin embargo, no se encuen-
siguiente siglo, que de la lírica femenina prece- tran en su poesía la correspondencia hablante
dente, incluida la de Gertrudis Gómez de lírico-naturaleza ni el regodeo introspectivo pro-
Avellaneda, quien sólo en sus cartas íntimas pios de la literatura romántica, a pesar de ser el
—aún desconocidas por esos años— reveló sus paisaje y la expresión subjetiva los motivos pre-
más secretas emociones, y con mayor fundamen- dominantes. Así como no faltan el cromatismo

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536 SEGUNDA ÉPOCA

en las descripciones, la elegancia del lenguaje y si bien no puede validarse hoy este criterio des-
pulcritud formal, el distanciamiento objetivo medido, conformado al calor de la novedad, sí
con relación a la naturaleza, que no impide el permite constatar en el asombro del apologista,
gozo sensorial ni la evocación frente al paisaje; un elemento importante: que el modernismo
la sexualidad exquisita, que apenas logra ser cubano del período finisecular —aun sin tener
eufemística, las manifestaciones de hastío, es- en cuenta la excepcional obra martiana— no
cepticismo, atracción por lo tenebroso, ni aque- puede considerarse como una prolongación o
lla agonía que Martí reconociera como signo de irradiación del casalianismo, sin otra virtud que
los nuevos tiempos, rasgos que en su conjunto la que le prestase este acento centrípeto, pues
identifican la lírica modernista. cada uno de los representantes del movimiento
Podría afirmarse que Juana Borrero tuvo dos logró una voz auténtica, medularmente diferen-
obstáculos determinantes que le impidieron asu- ciable no sólo del estilo de Casal —innegable
mir de forma cabal la percepción y el lenguaje estímulo rector para la mayoría de estos con-
renovadores: su existencia demasiado breve, temporáneos— sino también con respecto a la
trunca en la plenitud de su desarrollo artístico, tradición lírica cubana en la cual todos se inser-
y la intensidad con que se entregó al amor por tan de manera más o menos evidente.
Carlos Pío hasta hacerlo, como afirma Vitier, su Antes de publicar este tomo Byrne había
universo absoluto.151 Pero su pensamiento poé- mostrado su vocación lírica con un breve grupo
tico y una expresión cada vez más despojada y de poemas que —por la referencia de Nicolás
efectiva, coloquial en la medida en que logró Heredia, 154 se sabe— respondían a los cánones
intensidad e implicitud, son señales de que su consagrados del romanticismo intimista, en la
obra pertenece a la vanguardia lírica cubana de línea de Milanés y Zenea. Por lo cual Excéntri-
fines de siglo, según se observa en estas estrofas cas constituía un ensayo un tanto al margen
publicadas a los seis días de su muerte y que —como lo indica el título— de su voz lírica cier-
constituyen la certidumbre de lo que pudo lle- ta, la cual definiría el poeta antes de terminar el
gar a ser su poesía, de lo que era ya en potencia: siglo, bajo la influencia de las lecturas literarias
de moda y el intercambio con los inquietos crea-
¿Quieres sondear la noche de mi espíritu? dores coterráneos.
Allá en el fondo oscuro de mi alma Este carácter experimental no compromete
hay un lugar donde jamás penetra algunas virtudes del poemario, como su riqueza
la clara luz del sol de la esperanza. lexical y temática, la diversidad de los matices
de lo lírico que ostenta, la profundización del
Pero no me preguntes lo que duerme pensamiento poético en relación con la lírica
bajo el sudario de la sombra muda… intimista, la plasticidad descriptiva, la fantasía,
Detente allí junto al abismo, y llora la voluntad renovadora con respecto a la tradi-
como se llora al borde de las tumbas. 152 ción lírica nacional —rasgos que lo definen como
modernista—, y un elemento que constituyó el
Bonifacio Byrne aporte más novedoso de la colección: el humo-
rismo, nota extraña, sin dejar de ser coherente,
Cuando en 1893 apareció Excéntricas en nues- en el contexto de la estética finisecular, y muy
tro horizonte lírico, Julián del Casal, guiado por lograda en un poema como «Mi sepulturero»,
su natural generoso y modesto, afirmó con res- en el cual, dentro del tema satánico, muestra el
pecto a su autor, Bonifacio Byrne (1861-1936): autor aquella irreverencia característica del mo-
«Tanto por su elevada fantasía como por su ex- dernismo, en este caso frente a la gravedad de la
quisita sensibilidad, es el primero de los poetas muerte:
de la nueva generación […] ha interrumpido el
tono monótono de la poesía cubana, lanzando …………………………………
en ella una nota nueva, extraña y original.»153 Y Inútiles muebles, odres ya vacíos,

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 537

él se ha imaginado que los muertos son: tires que nos pide, quejosa de nosotros, sus
y aburridos a veces de hallarlos tan fríos, trenos y sus himnos. 157
con mano sacrílega les da un bofetón.
Por otra parte, desde el punto de vista
No todas las composiciones alcanzan un mis- estilístico Efigies representa una superación de
mo nivel de originalidad ni pareja fluidez expre- la voz poética de Byrne, pues si no abandona
siva —muestra de que esta obra marcaba una fase del todo el legado romántico e incorpora en al-
de búsquedas estilísticas del autor— y a menu- gunas composiciones, como la dedicada a Martí,
do la gabela romántica (lenguaje, imágenes, te- las fórmulas expresivas más usadas por la lírica
mas) prevalece sobre el propósito renovador y patriótica, en la mayoría de ellas se observa la
la utilería infernal; así como incurre el poeta en tendencia hacia un lenguaje de mayor síntesis,
prosaísmos y ciertas expresiones de auténtico concentración y efectividad, culminantes por
mal gusto o aun grotescas. 155 ejemplo en su antológico poema «Los Maceo»:
El poeta alcanzaría un significativo estadio de
su estilo con sus Efigies (1897), poemario edita- Estirpe de colosos y titanes
do en el exilio y cuyas ganancias de edición fue- Ellos alimentaban sus legiones
ron destinadas por Byrne para fondos de la gue- con médula y con sangre de leones
rra independentista. Mucho se ha repetido que para lograr mejores capitanes.
a partir de esta obra el autor abandonó el mo-
dernismo para inscribirse en la larga evolución Su séquito era sólo de huracanes,
de nuestra poesía patriótica, más épica que líri- su música, la voz de los cañones,
ca, y permanecer definitivamente en ella como las nubes del espacio, sus bridones,
«el poeta de la guerra» 156 por antonomasia: con- sus amigos ausentes, los volcanes.
siderados así, tácitamente, como incompatibles Para narrar sus épicas hazañas
el motivo patriótico y la renovación modernista. hay que escribir exámetros de acero
En tal sentido conviene señalar que si desde el interrogando al mar y a las montañas.
punto de vista temático el autor retomó una de
las líneas más frecuentadas anteriormente por Y para ese milagro es lo primero,
los poetas cubanos, esto no significó en modo descender de la tumba a las entrañas
alguno un regreso, sino una actualización, y un y a Dios pedir que resucite Homero…
testimonio de la avanzada político-social del
momento, y su trascendencia, más allá de las Concebido todo el tomo en sonetos endeca-
virtudes estilísticas que posee esta obra, debe sílabos, el autor demuestra la maestría que lo
medirse en términos de lo necesario histórico, hizo figurar desde entonces como uno de los
advertido por José Martí desde los albores de la mayores sonetistas de la lírica cubana, por su
nueva lírica, en una declaración que ha sido con- habilidad para encauzar, sin forzarlo, el pensa-
siderada en justicia como el manifiesto de la miento poético en el molde severo de la estrofa;
modernidad: propósito a veces fallido en su primer poemario,
y en punto de diversidad de acentos no desme-
Lloren los bardos de los pueblos viejos so- rece los logros anteriores pues adecua al perfil
bre los cetros despedazados, los monumen- del patriota elegido una voz lírica o épica,
tos derruidos, la perdida virtud, el desalien- intimista o exaltada e hiperbólica, como en los
to aterrador: el delito de haber sabido ser ejemplos respectivos de «Zenea» y «Máximo
esclavo, se paga siéndolo mucho tiempo Gómez».
todavía. Nosotros tenemos héroes que La concepción del poemario como galería de
eternizar, heroínas que enaltecer, admira- imágenes descriptivas converge en la afición
bles pujanzas que encomiar, tenemos agra- modernista por el lenguaje de las artes plásticas,
viada a la legión gloriosa de nuestros már- apreciable en los múltiples medallones, cama-

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538 SEGUNDA ÉPOCA

feos, bustos, mosaicos, perfiles, siluetas…, que presente centuria, Byrne es el único que mues-
adornan la literatura del período. Pero en las tra en su obra una evolución formal e ideote-
efigies de Byrne prevalece la proyección histó- mática ininterrumpida, sin abandonar sus ante-
rica y emocional del héroe sobre el trazo pictó- riores conquistas expresivas que constituyen el
rico, en el cual, no obstante, logra el escritor sello de su estilo. De la obra de ese grupo de
ocasionalmente versos magníficos, como el ter- escritores la suya fue la más receptiva de las co-
ceto final del poema «Ignacio Agramonte», en rrientes estéticas e ideológicas de avanzada, de
que la figura fantasmagórica del Bayardo galopa ahí la conversión de sus ideas independentistas
perennemente la llanura camagüeyana en una en antimperialismo, el paso de las semblanzas
instantánea de la victoria. heroicas de Efigies a las caricaturas posteriores
El concepto de lo poético y su función que de la fauna administrativa seudorrepublicana, la
representa Efigies es el más opuesto al esteti- sustitución del ambiente espectral y de flaman-
cismo que proliferó en el primer período te satanismo de Excéntricas por el escalofrío pre-
modernista, habida cuenta del sentido ancilar, monitorio que estremece de vez en vez sus
ideologizante, que fundamenta en última instan- poemas y que recuerda las alucinaciones
cia esta poesía de combate, según se explicita en casalianas. 161 Pero tales recepciones de vida y
el siguiente fragmento: arte las reflejó fusionadas en su poesía, en ven-
cimiento del escepticismo y las ideas artepuristas
……………………………… finiseculares, en función de los más nobles in-
No hay arte superior a la energía, tereses patrióticos, por lo cual, dentro del con-
cuando la humana indignación estalla texto modernista cubano del período, la postu-
tras épocas infaustas de agonía. ra estética de Byrne es la más coherente con los
Hoy el verso palpita en la metralla, postulados martianos, a pesar de que en lo
en el cañón está la sinfonía estilístico el autor sólo siguió tímidamente la
y el cuadro en nuestros campos de batalla. acelerada marcha de los principales poetas cu-
banos de aquellos años.
Versos en los que Byrne retoma el pensamiento
martiano expresado en el prólogo a Los poetas
de la guerra —«su literatura no estaba en lo que Los hermanos Uhrbach
escribían, sino en lo que hacían»— 158 y lo reva-
lida desde su praxis de poeta culto y hombre de Aunque el poeta Carlos Pío Uhrbach (1872-
acción revolucionaria; con lo cual este poemario 1897) —más evocado que conocido— pasó a la
suyo posibilitó una inmediación entre la línea historia literaria cubana inmortalizado por el
poética de dicha antología y la esencia de la nueva epistolario de Juana Borrero, su obra poética, la
estética, y en tal enlace Efigies marca la solución más receptiva de la influencia casaliana, presen-
de continuidad, sólo prevista por Martí, entre ta caracteres estilísticos peculiares dentro de la
ambas formas del «espíritu nuevo y viril de los línea modernista que merecen comentario apar-
cubanos»,159 rebelde, independiente, fundador. te. Sus composiciones, básicamente reunidas en
Ya en el siglo actual la merecida fama de su el tomo Gemelas (1894) junto a otras de su her-
poema «Mi bandera», para siempre incorporado mano Federico, denotan la lectura admirativa de
a nuestras tradiciones patrióticas, opacó las va- Nieve, tomando en cuenta la organización de los
liosas composiciones que el autor fue entregan- poemas en camafeos, tapices, perfiles y flores a
do en sus siguientes poemarios,160 y que dan fe la manera parnasiana; el decorado suntuoso y
del desarrollo de su voz lírica en su paso del exótico, ocasionales japonismos, el ritmo fre-
modernismo exaltado de Excéntricas al acento cuente del rondel, la utilización —aún poco dies-
coloquial, contemporáneo, de los últimos poe- tra— del terceto monorrimo, determinados ele-
mas que el autor deja inéditos. De nuestros líri- mentos lexicales y una alta incidencia de los
cos del período finisecular que alcanzaron la motivos temáticos del libro citado.

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 539

Mas la poesía de Carlos Pío —obra de juven- poema como «Medalla», cuyo ritmo, estructura
tud que quedó trunca por su muerte en los cam- composicional y bipolaridad ética maniquea re-
pos mambises— ofrece dos elementos de ma- piten intencionalmente los del poema casaliano
yor interés por su recurrencia y la diferenciación «Blanco y negro», se diferencia esencialmente
estilística que comportan con respecto al mo- de éste en la proyección cosmovisiva: más trá-
delo: el misticismo y el anhelo de pureza. El sen- gica, escindida, insoluble en Casal; más serena,
timiento místico atraviesa la breve obra del au- simple, armónica en el joven autor, sin que de-
tor sin alteraciones, sin lo agónico casaliano, a jen de advertirse en su poesía las señales perma-
cubierto de las manifestaciones de hastío, escep- nentes del desaliento y la crisis espiritual pro-
ticismo y zozobra, sino formando parte de su pios del período.
universo ideal, según se expresa en poemas como Cuando a la hora decisiva de la Patria, tuvo
«Decrepitud», «Devoción» y «Roma» —el es- que determinar el curso de su existencia, Carlos
cenario ideal de Carlos Pío en su calidad de ciu- Pío eligió el rumbo más doloroso y radical,163
dad templo o ciudad sagrada y que viene a ser el sin embargo, el tema patriótico roza apenas su
equivalente poético de lo que significaba para obra en un poema como «Matanzas», emotiva
muchos modernistas el París bohemio y descripción de su ciudad de origen que, si bien
literaturizado—, así como en este «Fotograba- constituye tópico atemporal de la lírica yumu-
do espiritual» de claro ascendiente casaliano: rina, responde estilísticamente a la retórica
modernista.
Los eréctiles senos palpitantes La corrección y fluidez de sus sonetos, la ele-
prodúcenme mortal hipocondría, gancia y amplitud lexical, su fina percepción es-
y crisposos espasmos de agonía tética, la fidelidad del trazo pictórico-descripti-
el contacto de labios abrasantes. vo que abunda en sus versos, el esmero en la
Sólo el ígneo fulgor de los diamantes, forma y el afloramiento de peculiaridades
de austero asceta la mirada fría, estilísticas a pesar del fuerte influjo casaliano,
de rimas triunfadoras la harmonía, son las virtudes más relevantes de su obra, la
los pálidos jarrones deslumbrantes. cual fuera certeramente calificada por Cintio
Vitier, como una de las mayores promesas líri-
Del haschich visionario el espejismo, cas del último período decimonónico. 164
del católico templo la honda calma,
La obra de su hermano, Federico Uhrbach
de enferma luna la argentada aureola,
(1873-1932) es —como señaló Fina García
O el augusto sopor del misticismo; Marruz— 165 menos pictórica y precisa, más cre-
evócanles deleites a mi alma puscular y lánguida; sus versos no tienden tanto
triste y hastiada, indiferente y sola. 162 a la descripción parnasiana como a la creación
de atmósferas, a la fina sugerencia que recuerda
Este sentimiento místico aparece a menudo la manera de los simbolistas franceses. Sin el
confundido en estos versos con el anhelo de asidero del misticismo, y víctima de la crisis es-
pureza —nuevo punto de afinidad entre las obras piritual del período así como de circunstancias
de ambos escritores—, pero la obsesión de este personales agravantes, su expresión resulta más
autor no es la angustiosa de Casal, el hablante desolada y grave que la de Carlos Pío; acento
lírico de Carlos Pío no sufre el imperativo eró- que él fue afinando a través de sus poemas, en-
tico ya que hay en él una manifiesta misoginia tremezclado a un tono de creciente serenidad y
con relación a las mujeres lúbricas (las auténti- púdica melancolía, que lo llevó en la conside-
cas «damas» de los modernistas) y una atracción ración de sus contemporáneos a ser reconoci-
evidente por las doncellas vírgenes del romanti- do como «un exquisito», título que por aquel en-
cismo. Su ideal femenino podrían ser las novi- tonces era sinónimo de altísima valía artística.
cias, y el impulso sexual toca apenas sus versos No es la angustia rasgo relevante de «Flores
como tributo a la moda literaria. Por ello un de hielo», poema que Federico Uhrbach agrupa

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540 SEGUNDA ÉPOCA

en el libro Gemelas: falta en estas composicio- dernista, más cercana a ésta que el sombrío acen-
nes el ímpetu y la resistencia que aquella presu- to casaliano, como lo confirmara Agustín
pone en cuanto a la proyección subjetiva del Acosta, quien proclamó a Federico Uhrbach su
poeta, y no se observa tampoco esa atracción maestro de poesía. 166
por lo sombrío, pecaminoso o terrible, a pesar
de que abundan en tales versos las visiones fú-
Conclusiones
nebres o espectrales. Estos elementos distinguen
esencialmente su obra y la de Casal, a quien imita Estos poetas y otros muy menores —apenas re-
de intento en algunos poemas —como «Agua- cordados hoy como Pablo Hernández y Ezequiel
fuerte» y «Muertas», que recuerdan respectiva- García, quienes alcanzaron por entonces alguna
mente en temas, lenguaje e imágenes los poe- fama—, conformaron junto a las voces capita-
mas «Crepuscular» y «Blanco y negro»—, y de les de José Martí y Julián del Casal, la vanguar-
quien asimiló probablemente parte de los com- dia lírica cubana en las últimas décadas decimo-
ponentes simbólicos de su obra —lirio, mari- nónicas. En sus obras culminaba la búsqueda de
posas negras, el color verde como representación una expresión original, propia, liberada de la
de lo lascivo, ciertos japonismos y escenarios marca hispánica, que había sido el anhelo de casi
exóticos, numerosas estructuras métrico-rítmi- un siglo de poesía, así como en la actitud vital y
cas entre las que sobresalen los rondeles y los el sacrificio de algunos de ellos culminó la con-
tercetos monorrimos; motivos temáticos, obje- ciencia patriótica. Las graves circunstancias his-
tos suntuosos, vocablos, símiles. Aunque estos tóricas en que vivieron y desarrollaron su obra
versos suyos de Gemelas muestran, como los de borraron entre ellos las principales diferencias
su hermano, un estilo en evolución, un poema generacionales, por lo cual, no obstante las pe-
como «Mi musa», ya indica la futura definición culiaridades estilísticas de cada uno —valiosas
expresiva que culminaría en sus libros Oro en la medida del genio individual—, pueden se-
(1907) y, fundamentalmente, Resurrección ñalarse en sus versos rasgos comunes, compar-
(1916): tidos aún por autores apegados a los cánones
poéticos tradicionales, que constituyen los sig-
Entre las nieblas de mis delirios nos del período. La irradiación que, dentro del
surge mi musa pálida y triste, contexto de fines de siglo, debió provocar por
con la alba toca de blancos lirios su calidad cimera la voz lírica de las figuras ma-
con que sus griegas formas reviste. yores, se vio limitada en gran medida por dichas
…………………………………… circunstancias históricas y otras de índole per-
Cruza, nimbada de claridades sonal. No obstante, la obra casaliana desarrolla-
de las tinieblas el negro flanco, da y publicada íntegramente en Cuba a diferen-
marchando en busca de idealidades cia de la de Martí, constituyó un incentivo
sobre las alas de un cisne blanco. determinante para el desenvolvimiento y afirma-
ción de nuestra poesía modernista.
Tales levedad y elegancia, melodía y delicada lu- El estudio de las diversas tendencias líricas
minosidad, fueron los rasgos que, afinados en que muestra la literatura cubana entre 1868 y
sus poemarios de madurez, hicieron la justa fama 1898 indica, sin embargo, la significación de
del poeta en los inicios del siglo XX, sustentada, otros estímulos más generalizados, como la in-
además, por su certera utilización de los metros fluencia creciente de las letras francesas y ger-
y estrofas más audaces cultivados por sus con- mánicas, difundidas sistemáticamente por nues-
temporáneos hispanoamericanos. Su obra, de- tras principales publicaciones periódicas, y la
sarrollada continua y únicamente dentro de la renovación poética que había comportado la
línea modernista, constituye la articulación en- obra de los representantes del segundo roman-
tre ambas fases del movimiento, asimismo, el ticismo cubano, en especial Zenea y Luaces. En
punto de enlace de ésta con la poesía posmo- materia de poesía el momento era de corrección

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 541

de la forma, de interés en la cultura europea con- mara R. Lazo, esta literatura, esencialmente
temporánea y de reflejo de un pensamiento —en finisecular, fue «culminación y crisis dramática,
conjunto— progresista, revolucionario, tanto en en lo literario, de un siglo que se proyecta dos
lo político-social como en lo ético, lo filosófico décadas casi en la centuria siguiente».168 Lo que
y (básicamente limitado a los autores moder- perdura en el siglo XX son las resonancias del
nistas) en lo estético. Por eso pudo Julián del modernismo.
Casal admirar y ser admirado por poetas cuba- A esto debe añadirse el alcance —ya comen-
nos bien ajenos a su estilo, como Ricardo del tado en páginas anteriores— de la renovación
Monte, Aurelia Castillo de González, Enrique que llevaron a cabo sus escritores más repre-
José Varona; por eso debe hablarse en este pe- sentantes, quienes demostraron la profe-
ríodo de una «formación discursiva unitaria» 167 sionalidad a que podía y debía llegar el ejerci-
en su íntima diversidad, fundamentada en la cio literario en contextos nacionales como el
comprensión de lo moderno en su sentido más nuestro, marcados hasta entonces por el colo-
pleno, expresado como totalidad y fusión en la niaje cultural.
obra de Martí. Mientras las demás literaturas hispánicas co-
Aunque hubo expresiones modernistas en la nocían la plenitud de la nueva lírica en el trans-
literatura nacional durante las dos primeras dé- curso de los años noventa, esta fue dramática-
cadas del nuevo siglo, los aportes cubanos al mente silenciada en el escenario cubano, pero
movimiento se limitan al período analizado, de para entonces nuestros poetas modernistas ha-
ahí la importancia de su estudio. Ello no res- bían dado cima a la contribución de la lírica
tringe la significación de nuestra poesía dentro decimonónica en el largo proceso de consolida-
del contexto hispanoamericano pues, como afir- ción de la nacionalidad cubana.

NOTAS
(CAPÍTULO 3. 7)

1
José Martí: Obras completas. Editorial de Ciencias 5
Cubanía y trascendencia magníficamente simboli-
Sociales, La Habana, 1975, tomo VI, p. 226. zadas en nuestro «Himno de Bayamo», que da ini-
cio al tomo.
2
José Martí: ob. cit., tomo VII, p. 220.
6
Los poetas de la guerra. (Colección de versos escri-
3
Precisamente 1893 es el año en que son dados a la tos en la guerra de independencia de Cuba.) Prólo-
luz Bustos y Rimas, de Julián del Casal, y Excéntri- go de José Martí. Ed. de «Patria», Imprenta Améri-
cas, de Bonifacio Byrne. ca, New York, 1893, p. 17.
4
De todos los poetas antologados es El hijo del 7
José Martí: ob. cit., tomo VII, p. 225.
Damují; seud. de Antonio Hurtado del Valle, el más 8
Francisco y Antonio Sellén, Esteban Borrero, Enri-
representado en el tomo, no obstante la extensa fama
que José Varona, Varela Zequeira, Diego Vicente
de José Joaquín Palma, ya por entonces muy cono-
Tejera y Luis Victoriano Betancourt.
cido y admirado en Hispanoamérica. Por su parte,
Luis Victoriano Betancourt, Ramón Roa y Fernan- 9
Como apunta Cintio Vitier en relación con este gru-
do Figueredo, eran mucho mejor prosistas que poe- po de Arpas amigas, algunos de estos escritores die-
tas; el primero conocido por sus artículos de cos- ron «su rendimiento más importante en la prosa
tumbres y los otros como excelentes narradores de crítica y filosófica» (Cintio Vitier: Lo cubano en la
la guerra mambisa. El único extranjero que figura poesía. Instituto del Libro, La Habana, 1970, p. 292),
en la selección es Juan de Dios Coll, salvadoreño, como es el caso de Varona; otros —podría añadir-
que luchó en las filas mambisas como un cubano más. se—, como Borrero, lo harían en la narrativa de ten-

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542 SEGUNDA ÉPOCA

dencia filosófica y fantástica, zona de su obra que comenzó a ser conocida a partir de 1878 por sus
despierta el mayor interés en la crítica actual. magníficas traducciones de Byron, Longfellow,
Hood. Asimismo, según Florentino Morales (In-
10
Positivismo y krausismo marcaron las tendencias troducción a Mercedes Matamoros. Selección de poe-
irreconciliables en este sentido. mas. Ejemplar mecanografiado e impreso en talle-
11
Varios autores: Arpas amigas. Ed. Miguel de Villa, res del Instituto Superior Técnico de Cienfuegos,
Habana, 1879. 1980, p. VII), dejó inéditos un gran número de poe-
mas cuya publicación parece estar en proceso edi-
12
Ob. cit. torial.
13
Juan J. Remos: «Arpas amigas», en Micrófono. 27
Su poema «Caonabo», de tema siboneyista, fue elo-
Molina y compañía, La Habana, 1937, pp. 210-211. giado por Martí y otras figuras de las letras
14
Cintio Vitier: ob. cit. (1970), p. 292. finiseculares como Tejera y Cortina. Ya en nuestros
días Hortensia Pichardo la consideró «uno de los
15
Ob. cit., p. 313. poetas de la guerra» (Mercedes Matamoros, su vida
16
Apenas con diecinueve años Borrero se incorporó a y su obra. Cárdenas, La Habana, 1953, p. 60) por su
las filas mambisas al estallar la guerra en 1868, don- inspiración patriótica muy destacada en su poemario
de alcanzó el grado de coronel. Sufrió prisión, inédito «Armonía cubana», según Florentino Mo-
desempeñó los más humildes trabajos, y sólo su vo- rales (ob. cit. [1980], p. 84), del cual fueron publi-
luntad y tesón le permitieron alcanzar cierta estabi- cadas algunas composiciones en El Fígaro.
lidad económica familiar. En los años finales de do- 28
Tomo que recoge algunos de sus poemas apareci-
minio español se vio obligado a emigrar a Cayo dos en publicaciones periódicas.
Hueso, donde continuó su labor revolucionaria. La
última etapa de su vida la dedicó a la enseñanza y a
29
Florentino Morales: ob. cit., p. 16.
la literatura, no obstante, el creciente desaliento que 30
Ob. cit., p. 18.
le causaran las dramáticas circunstancias que afron-
tó a lo largo de su existencia y que lo condujeron al 31
Una revisión de sus traducciones, por ejemplo, re-
suicidio. vela en ellas la alta frecuencia de los temas de la li-
bertad y el amor patrio, al estilo de las Melodías he-
17
Juana Borrero: Epistolario. Prólogo de Cintio Vitier. breas de Byron. No debe olvidarse que muchas de
Instituto de Literatura y Lingüística, Academia de estas traducciones las hizo Mercedes Matamoros en
Ciencias, La Habana, p. 14. los años de la guerra, y no las publicó sino hasta
18
Cintio Vitier: ob. cit. (1970), p. 293. después del Zanjón, en señal de solidaridad con los
combatientes cubanos.
19
De mis recuerdos (1919), firmado con el seud. Luis
del Valle, Poemitas en prosa (1921).
32
Mercedes Matamoros: Sonetos. Prólogo de M.
Márquez Sterling, Tip. «La Australia», Habana,
20
El tomo está conformado por tres extensas narra- 1902.
ciones en verso. 33
Ob. cit., p. 9.
21
Varona expuso en ellos, entre otras ideas, la denun-
cia contra la esclavitud y la falsa moral burguesa.
34
Es significativo, por ejemplo, que Mercedes Mata-
moros fue de las cubanas que asistieron a la históri-
22
Alberto Rocasolano: Poetisas cubanas. Selección, or- ca función del teatro Villanueva, con el pelo suelo y
denación, prólogo y notas de […] Editorial Letras adornado con la flor nacional.
Cubanas, La Habana, 1985, p. 22. 35
Un panorama similar presenta la obra de los restan-
23
Ver, por ejemplo, su poemario de 1921. tes poetas modernistas hispanoamericanos, salvo la
de Rubén Darío, en la que sí aparece este motivo
24
Se ha afirmado que su traducción del Intermezzo
temático.
lírico de Heine realizada en 1875, es, junto a la de
Pérez Bonalde de 1877, la más perfecta y fiel al es- 36
De los veinte sonetos de El último amor de Safo,
píritu del escritor germánico, de las muchas realiza- éste ha sido el más famoso, ya no sólo porque es
das en castellano a lo largo del siglo XIX. uno de los que mejor representa el tono del conjun-
to, sino porque fuera eliminado, por su tratamiento
25
Salvo Lola Rodríguez de Tió, nacida en 1863 al igual
audaz de lo erótico, del recital organizado en el Ate-
que Casal.
neo habanero para darlos a conocer al público, lo
26
Sus primeros versos fueron publicados en 1868, pero que motivó una audaz respuesta de la autora.

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 543

37
Mercedes Matamoros: ob. cit. (1902). pendentista y su amor a Cuba.
38
Escrita con motivo de la supresión de su lectura. 51
Presente en casi todos los poemarios de Aurelia Cas-
tillo y específicamente en el de 1903, Trozos guerre-
39
Hortensia Pichardo: ob. cit. (1952), p. 52. ros y apoteosis.
40
Ob. cit., p. 52. 52
Su epistolario y sus gestiones en favor del desarro-
41
Precisamente las novelas de Miguel de Carrión se llo de la cultura cubana así lo prueban.
insertan también en dicho contexto de inicios del 53
Por sus ideas patrióticas y la actitud cívica de su es-
siglo. poso, la escritora sufrió en dos ocasiones la expul-
42
Florentino Morales: ob. cit., p. X. sión del suelo patrio por orden de las autoridades
españolas. Sus colaboraciones fueron muy numero-
43
Ejemplo de ello son las imágenes y la estructura sas, así como fue relevante su labor en pro del desa-
bipolar de la rima XXV de sus Sensitivas. rrollo cultural cubano una vez instaurada la
44
Morales (ob. cit., p. XV) afirma que en la perfec- seudorrepública.
ción de su estilo debió influir su asiduo trato con 54
Rafael Esténger: Cien de las mejores poesías cuba-
Martí en los salones del Liceo de Guanabacoa, del nas. Eds. Mirador, La Habana, p. 207.
cual ella era socia facultativa y él secretario de la
Sección de Literatura; así como en la propia casa de 55
Aurelia Castillo: Escritos. Imprenta del Siglo XX,
la poeta, donde Martí visitaba a menudo y declama- Habana, 1914, tomo V.
ba los versos de la joven autora. 56
A propósito de la publicación de este libro, la poeti-
45
Aunque natural de Puerto Rico, se radicó definiti- sa señaló a Casal como una «gloria nacional» (Cas-
vamente en Cuba y su obra pertenece también, por tillo: ob. cit., tomo VII, p. 239).
su aliento y temas, a la literatura cubana. 57
Aurelia Castillo: ob. cit., tomo VIII, p. 238.
46
La escritora abandonó el cultivo de la poesía, según
noticias, por circunstancias personales.
58
Sólo en algunas antologías líricas cubanas aparece
una breve muestra de su obra, mas Rocasolano (ob.
47
La lectura de dicho soneto así lo confirma: cit. [1965], p. 163), ha afirmado que existe un
Ostenta el campo su verdor lucido, poemario inédito.
de intenso azul el cielo se colora, 59
También hizo traducciones libres de Poe, Schiller,
y el sol vierte su luz deslumbradora Ada Negri.
ardiente como el oro derretido.
60
Cintio Vitier: Flor oculta de la poesía cubana. (si-
Es un amante de pasión rendido glos XVIII y XIX). Editorial Arte y Literatura, Ciu-
ante la hermosa Cuba a quien adora, dad de La Habana, 1978, p. 320.
que a su ávida caricia abrasadora
abandona su cuerpo enardecido.
61
José Lezama Lima: La cantidad hechizada. Eds.
Unión, La Habana, 1970, p. 250.
Y en languidez erótica postrada,
voluptuosa, gentil y enamorada,
62
Cintio Vitier: ob. cit. (1978), pp. 166-167.
a sus besos ofrece incitadores, 63
Según Vitier (1978) este fragmento quizás formó
perfumados con lúbricos amores, parte de algunos de sus famosos discursos, hoy per-
ya los erectos senos de sus lomas, didos.
ya los trémulos labios de sus flores 64
Luis Pérez González: Modernismo y conocimiento
48
Nieves Xenes: Poesías. Editorial Letras Cubanas, social. Ejemplar mimeografiado. Taller Literario de
Colección Mínima, Ciudad de La Habana, 1984. la ESVOC «Federico Engels», Pinar del Río, s/a., p.
3.
49
Lola Rodríguez de Tió: Mi libro de Cuba. Imprenta
«La Moderna», Habana, 1893, p. XI.
65
No han sido considerados en la siguiente definición
aquellos significados del término referido al moder-
50
Lola Rodríguez de Tió abandonó su país a causa del nismo como época, cuyas manifestaciones abarcan
despotismo colonial. Radicada definitivamente en también las artes plásticas, el teatro y aun la reli-
Cuba, desarrolló una intensa labor cultural y cola- gión.
boró en las principales revistas cubanas de la época.
En su poesía sobresale el pensamiento inde- 66
Esta era la opinión, por ejemplo, de Aniceto Valdivia.

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544 SEGUNDA ÉPOCA

67
Ver al respecto el criterio de Agustín Acosta («Evo- tre el poeta y la verdad que busca.
cación de Julián del Casal», en Revista Cubana. La
Habana, (19) 10, enero-junio, 1945.)
80
Ricardo Gullón: ob. cit. (1980), p. 445.
68
En el horizonte nacional, Juan Marinello fue la fi-
81
Viene a confirmar esta idea el criterio de F. Pérus,
gura que defendió durante años, con mayor convic- quien en relación con los poetas modernistas ha se-
ción, este criterio, en relación con sus profundos ñalado que su estética sensualista «en última ins-
estudios sobre la obra de Martí. tancia es una estética del consumo» (Pérus: ob. cit.,
[1976], p. 80).
69
Françoise Pérus: Literatura y sociedad en América
Latina: el modernismo. Casa de las Américas, Ciu-
82
Como Wen Gálvez, citado al respecto por Emilio
dad de La Habana, 1976, pp. 82-83. Más preciso, al de Armas (Casal. Editorial Letras Cubanas, Ciudad
menos en el caso de Cuba, sería decir parcial y no de La Habana, 1981, p. 167.)
tímido, por el número de poetas que lo intentaron y 83
En Hispanoamérica existió entre los modernistas
no por la intesidad sí significativa, y baste como una «fraternidad literaria» llamada por Darío
ejemplo la obra martiana. brotherhood, quien la echó de menos entre los espa-
70
Ob. cit., p. 27. ñoles. «Unidos, pues, por la hostilidad de una ma-
yoría burlona, incomprensiva y apasionada en su
71
Octavio Paz: «Nota introductoria», en Revista Ibe- incomprensión, los modernistas tendieron a cons-
roamericana. Madrid, 15 (146-147): 28, enero-ju- tituirse en hermandad y a practicar contra el denues-
nio, 1989. to y el silencio la llamada…» (Ricardo Gullón: ob.
cit. [1980], p. 29).
72
Manuel de la Cruz afirmó al respecto:
84
Quienes a su vez lo tomaron de la obra lírica de Poe.
Naturalistas, simbolistas o decadentes, todos ha-
cen el efecto de soldados o jefes rezagados del 85
Hubo colores preferidos por los modernistas, tales
ejército combatiente del romanticismo […] to- como el azul, rosado, el violeta, el blanco, el negro
dos exponen la crisis del intelecto moderno, y el verde.
momentos en la dilación de la cultura, etapas en
la evolución moral; todos proclaman que hay
86
Lily Lituak: El modernismo. Antología. Ediciones
religiones que agonizan y dogmas nuevos que Taurus, Madrid, 1975, pp. 62-63.
alborean, pero que hay que colmar en la mayoría 87
Ob. cit., p. 63.
el vacío producido por la tabla rasa que ha hecho
el análisis (Manuel de la Cruz: Cromitos cuba-
88
La frase «épater le bourgeois» se puso de moda en la
nos. Est. Tipográfico La Lucha., La Habana, terminología modernista.
1892). 89
Entendida como desaparición de los contenidos re-
73
Un análisis detallado al respecto lo ofrece Fernández ligiosos de las artes, la literatura, la filosofía.
Retamar en su estudio «Modernismo, noven- 90
Muestra de ello pueden ser el canto al «Haschisch»
tayocho, subdesarrollo» (en su Para el perfil defini- de Federico Uhrbach, o la Liturgia erótica, de
tivo del hombre. Editorial Letras Cubanas, Ciudad Herrera y Reissig.
de La Habana, 1981, pp. 207-208).
91
Otro desplazamiento, según Jerez Villarreal («Una
74
Pedro Henríquez Ureña: «El modernismo en la poe- revolución literaria», en Universidad de La Haba-
sía cubana», en su Ensayos críticos. Imp. de Esteban na, núm. 164, pp. 171-183, noviembre-diciembre,
Fernández, La Habana, 1905. 1963), parece haber tenido el resurgimiento
75
R. Esténger: ob. cit., p. 210. modernista de inicios de siglo, con notable activi-
dad en la provincia de Las Villas, Oriente y Matan-
76
Ricardo Gullón: Diccionario del modernismo. Edi- zas, y no así en la capital del país.
torial Gredos, Madrid, 1963, p. 33. 92
Françoise Pérus: ob. cit. (1976), p. 72.
77
Ob. cit., p. 63. 93
Ya en 1881 aparecieron en El ensayo —publicación
78
Ob. cit., p. 85. estudiantil al parecer de la Facultad de Derecho—
79
Uno de los ejemplos más ilustrativos de esto es la tres poemas de Casal, joven estudiante entonces, los
evolución del significado del cisne en la poesía de que ya poseen, aunque incipiente y defectiva, su
los modernistas, símbolo que se inicia en lo orna- impronta lírica.
mental y llega a ser clave metafísica interpuesta en- 94
Junto a Martí, Gutiérrez Nájera, Silva y Darío.

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 545

95
A la manera de sus sáficos «A Paulina». porarla entre sus elementos decorativos principales
(fibra, vestuario, caracteres raciales, estilización del
96
Julián del Casal: Obra poética. Editorial Letras Cu- dibujo, escenarios focales).
banas, Ciudad de La Habana, 1982.
116
Un ejemplo al respecto es el poema casaliano
97
Cintio Vitier: Crítica sucesiva. Ediciones Unión, «Sourimono», que describe un abanico de la esposa
Colección Contemporáneos, La Habana, 1971, p. de Aniceto Valdivia, diseñado con motivos japo-
286. neses.
98
Ob. cit., p. 286. 117
De la presencia del «art nouveau» en Cuba, princi-
99
Ob. cit., p. 189. palmente a través de objetos de uso, daban fe las
crónicas sociales en sus descripciones de salones y
100
José María Monner: Julián del Casal y el modernis- atuendos, a la manera de la que apareció publicada
mo hispanoamericano. Colegio de México, México, como reseña de la boda de Hernández Miyares,
1962, p. 49. amigo entrañable de Casal, en la que se describen
101
Julián del Casal: ob. cit., p. 181. numerosos objetos «fin de siglo», como parte de los
regalos a los desposados, según da fe Esperanza
102
Ob. cit., pp. 141-142. Figueroa: «Julián del Casal y el modernismo», en
Revista Iberoamericana. EE.UU., (59): 27, junio,
103
En el primero una sólida fauna campesina, alegre o
1965.
vital, en la calma soleada del día; en el otro, polvo,
moscas, cieno de ceniza, rayo que centellea. 118
Su gobierno terminó en 1889 con la proclamación
de la República del Brasil y parece haber reinado
104
Julián del Casal: ob. cit., p. 199.
con bastante equidad, pues en sus días de empera-
105
Juana Borrero: Epistolario. Prólogo de Cintio Vitier. dor se le conoció como Pedro el Magnánimo.
Academia de Ciencias de Cuba, Instituto de Litera- 119
Piénsese que Casal tenía que arreglarse él mismo su
tura y Lingüística, Habana, 1966, p. 21.
ropa, y que ese traje siempre negro, cuyo uso reite-
106
Julián del Casal: ob. cit. (1982), p. 242. rado él tomaba aparentemente a la ligera en tanto
imitación del vestuario de Baudelaire, debió ser el
107
En dicha carta del 15 de marzo de 1891, le confesa- mejor encubrimiento de un uso extensivo.
ba Casal a su amigo: «el menor síntoma de la enfer-
medad me entenebrece el espíritu y me asesina la 120
El mismo día de su muerte, Casal revisó las pruebas
voluntad. Cuando se me presentan esas insigni- de su libro Bustos y rimas, en proceso editorial, es-
ficancias mi único deseo es estar solo, escondido, tuvo leyendo el Diario íntimo de Amiel y asistió a
sin hablar» (Monner: ob. cit. [1952], p. 26). una cena entre amigos donde le sobrevino la muerte
en medio de un chistoso diálogo de sobremesa.
108
Juana Borrero: ob. cit. (1966), p. 18.
121
Esperanza Figueroa: Julián del Casal: estudio críti-
109
Ob. cit., p. 163. co sobre su obra. Miami, 1974, p. 27.
110
Cintio Vitier: ob. cit. (1970), p. 297. 122
Vitier señala entre las razones de la afinidad casaliana
111
José Martí: ob. cit., tomo VII, p. 225. por Moreau, el hecho de que ambos tuvieron una
relación profunda con su madre y sufrieron su pér-
112
Pedro Henríquez Ureña: Las corrientes literarias en dida temprana, así como fueron víctimas de una
Hispanoamérica. Fondo de Cultura Económica, «sensualidad inconfesada» (Cintio Vitier: ob. cit.
México, 1949, p. 170. [1971], pp. 284-285).
113
Julián del Casal: ob. cit. (1982), p. 133. 123
Esperanza Figueroa: ob. cit. (1874), p. 72.
114
El padre de éste había sido hasta poco tiempo antes 124
Cintio Vitier: ob. cit. (1970), p. 295.
embajador de Cuba en el Japón, y precisamente en
el poema «Kakemono», así como en el de Darío «A
125
Julián del Casal: ob. cit. (1962), pp. 176-178.
una cubana japonesa», se describe el atuendo de Ma- 126
Ángel Augier: «Cuba y Rubén Darío», en Anuario
ría Cay, la hermana, con motivo de una célebre fies- L/L. La Habana, 1 (2): 146, abril-diciembre, 1967.
ta habanera. 127
Anteriormente utilizada por Martí y Darío.
115
Arte que prácticamente desde sus inicios se había 128
Introducido por Martí en su Ismaelillo.
aprovechado del reciente «descubrimiento» de la
cultura oriental por el mercado europeo, al incor- 129
Elina Miranda y Amaury Carbón: «Referencias clá-

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sicas en Julián del Casal», en Revista de Literatura 149
Fue publicado cuando la autora era apenas una ado-
Cubana. La Habana 3 (5): 53, julio, 1985. lescente.
130
Julián del Casal: ob. cit. (1982). 150
Juana Borrero: ob. cit. (1966), p. 27.
131
Julián del Casal: Prosas. Consejo Nacional de Cul- 151
Cintio Vitier: ob. cit. (1971), p. 404.
tura, La Habana, 1963, tomo I, p. 179. 152
Juana Borrero: ob. cit. (1966), p. 86.
132
En fecha tan temprana como 1893, Enrique Gómez
Carrillo publicó en París el volumen Cuentos esco-
153
Julián del Casal: Prosas, tomo I, pp. 274-275.
gidos de los mejores autores castellanos contemporá- 154
Bonifacio Byrne: Excéntricas. Versos. Prólogo de Ni-
neos, en el que aparece un cuento de Casal con una colás Heredia. Imp. Galería Literaria, Matanzas,
apologética nota introductoria sobre el autor. 1893, p. IV.
133
Contrariamente a lo que pudiera pensarse con res- 155
Son ejemplo de ello en este poemario de 1893 las
pecto a las poesías de Casal y la extensión del círcu- composiciones «Mar adentro» y «La momia rubia».
lo de sus lectores entre los contemporáneos del poe-
ta, Vitier cita unas sentidas décimas como homenaje
156
Max Henríquez Ureña: Breve historia del moder-
admirativo de un humilde trovador cubano, José nismo. Fondo de Cultura Económica, México, 1954,
Hernández Lapido, publicadas el 29 de octubre de p. 417.
1893 por La Habana Elegante, con motivo de la 157
José Martí: ob. cit., tomo V, p. 95.
muerte del escritor.
158
Los poetas de la guerra. Colección de versos a la in-
134
Dulce María Loynaz: «Ausencia y presencia de Julián dependencia de Cuba, con un prólogo de José Martí.
del Casal», en Boletín de la Academia Cubana de la Imp. La Verónica, La Habana, 1941, p. 13.
Lengua. La Habana, 5 (1-4): 5-26, enero-diciembre,
1956.
159
Ibíd.
135
Manuel de la Cruz: ob. cit., p. 305.
160
Lira y espada (1901), Poemas (1903), En medio del
camino (1914).
136
Ángel Augier: «Juana Borrero, la adolescente ator-
mentada», en De la sangre en la letra. Unión, La
161
Buena muestra de ello son poemas como «Los mue-
Habana, 1977, p. 196. bles», «El espía», «Misterios», «El duende», corres-
pondientes a su creación en la seudorrepública.
137
Juana Borrero: ob. cit. (1966), p. 114.
162
Carlos Pío Uhrbach y Federico: Gemelas. Prólogo
138
Ob. cit., p. 161. «Bajo-relieve», por el Conde Kostia. A. Miranda y
139
Ob. cit., p. 160. Cía., Habana, 1894.
140
Cintio Vitier: ob. cit. (1971), p. 373.
163
Su muerte ocurrió en los campos mambises a los
que había ido a combatir sacrificando los más caros
141
Ob. cit., p. 404. afectos personales.
142
Alberto Rocasolano: ob. cit. (1986), p. 156. 164
Cintio Vitier: ob. cit., p. 293.
143
Juana Borrero: ob. cit. (1966). 165
Juana Borrero: ob. cit. (1966), p. 47.
144
Cintio Vitier: ob. cit. (1971), p. 398. 166
Agustín Acosta: Federico Uhrbach. Las montañas:
145
Juana Borrero: ob. cit. (1966), p. 153. cumbres de la materia. Los poetas: cumbres del espí-
ritu. La Habana, 1938, p. 8.
146
Ob. cit., p. 106. 167
Hans George Ruprecht: «Aspects logiques de
147
En 1892, Juana Borrero acompañó a su padre a New l’intertextualité: Pour une approche sémiotique de
York, en misión patriótica, donde conoció y fue la poésie de Julián del Casal», Dispositio. 2 (4): 3,
homenajeada por Martí, según testimonios familia- Winter, 1977.
res citados por García Marruz (Juana Borrero: ob.
cit. [1966], pp. 24-25).
168
Raimundo Lazo: Páginas críticas. Selección y pró-
logo de Carlos Espinosa. Editorial Letras Cubanas,
148
Juana Borrero: Poesías. Instituto de Literatura y Lin- La Habana, 1983, p. 17.
güística, La Habana, 1966, p. 127.

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3.8 JOSÉ MARTÍ

3.8.1 Consideraciones generales sobre su tión política, que no admite apartamientos,


obra literaria ni esperas, ni infidelidades. 2

Intentar una visión sintética y global de la obra Es singular que este hombre, muerto apenas
literaria de José Martí, es tarea que de entrada en los inicios de su madurez y entregado de lle-
sabemos casi imposible de cumplir. 1 Se trata de no al quehacer político, pueda mantener una vi-
una obra multifacética, compleja, en la que los gencia actual tan trascendente como pensador
momentos del más alto valor nos aguardan en revolucionario y escritor. La dualidad entre el
cualquiera de sus páginas. Aún siguiendo el es- político y el creador literario lleva consigo con-
tudio de la obra martiana, el esfuerzo sólo po- flictos lacerantes, pero también síntesis lumi-
drá dar una visión muy pálida del conjunto. Y es nosas. Es difícil encontrar el caso de otro líder
que, además, en todo acercamiento a José Martí político y a la vez escritor de fibra en quien esta
por un cubano de nuestro tiempo se entrecruzan dualidad se encuentre resuelta como en Martí.
la visión histórica y la vivencia actual, lo distan- Pues en él, aunque redacte un documento o pro-
te y lo íntimo, la búsqueda del juicio esclarece- nuncie una arenga, la calidad intrínseca del es-
dor y la identificación emotiva. critor de originalidad y plenitud nada comunes
José Martí, se ha repetido y es hoy más cier- aflora naturalmente. Incluso, esta esencial ca-
to que nunca, es un «héroe vivo», y por eso no pacidad creadora de Martí pudo estorbar, en
podemos acercarnos a él con el distanciamiento ocasiones, la comunicación clara que el político
apacible que el tiempo condiciona. Además, se hubiera necesitado, si en él su pasión por el hom-
trata de un héroe complejo, en quien se cruzan bre y la libertad no hubiese hecho sentir aquello
todas las ansiedades de la creación y de la ac- que tal vez no se comprendía cabalmente. Más
ción. Quizá sea éste importante punto, clave para de un testimonio existe de quien sin poder apre-
acercarse al Martí escritor, pues como ha dicho sar la médula vivificante de las palabras de aquel
uno de sus más devotos seguidores —en la ac- «creador de pueblos», se dejaba arrastrar por su
ción y la creación—, Juan Marinello: entusiasmo luminoso.
En Martí la voluntad de escribir llegaba a to-
Esa rara fisonomía en la clave de la sensibi- mar síntomas de «inclinación biológica incoer-
lidad de un guiador de hombres como cible», al decir de Marinello, que no duda en ca-
Martí, descubre y testimonia su conflicto lificarlo como un «grafómano», es decir, un
vitalicio, tantas veces patente en su prosa hombre irresistiblemente movido por la impa-
y en su verso: la diaria pugna entre lo be- ciencia de trasladar al papel cuanto le inquietaba
llo, que reclama espacio y exige ocio en- la curiosidad o le encendía el ánimo. Por eso,
gendrador y traducción singular y la ges- muerto tan sólo a los cuarenta y dos años, nos

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548 SEGUNDA ÉPOCA

ha dejado una obra escrita que décadas de estu- polémica. Particularmente se ha centrado la dis-
dio dedicados a ella no podrán cubrir satisfac- cusión acerca de que si su obra puede o no si-
toriamente. Si todo Martí fue «una pelea entre tuarse dentro del movimiento literario conoci-
la misión y el oficio. Y quizá sea el único caso en do como Modernismo. Un primer criterio lo
que siendo una misión razón de una vida, no pudo colocaba entre los precursores del movimiento,
apartar de un oficio que le venía en la sangre.» 3 junto a Casal, Gutiérrez Nájera y Silva. Pero
Fue el mismo Martí el que comparó su obra otros criterios lo situaban como iniciador del
con una selva, cuando en el texto conocido como Modernismo al publicar, en 1882, su libro de ver-
su testamento literario le escribe a Gonzalo de sos Ismaelillo, o incluso trascendiéndolo con su
Quesada y Aróstegui: «Entre en la selva y no prosa. Por supuesto, la discusión dependía del
cargue con rama que no tenga fruto.» Sin em- concepto que se tuviera del Modernismo, pues
bargo, ningún estudioso de su obra ha tomado si éste significaba una posición puramente
al pie de la letra la petición martiana, pues en esteticista, de la cual fue en un momento adalid
verdad hasta en el más breve apunte, escrito a Rubén Darío, Martí sin dudas escapaba a dicho
vuela pluma, pueden encontrarse atisbos reve- marco. Ésta fue la posición defendida muchas
ladores de este hombre singular. Continuando veces por Juan Marinello, aunque luego la mo-
el símil martiano, algún crítico ha observado que, dificara al extender el concepto del movimiento
con o sin fruto, la savia es la misma, y la mejor —dándosele el nombre que se quisiera— a toda
savia salta donde menos se piensa. La historia la literatura que suponía «una transformación
ha probado cómo para cada generación la obra ancha, profunda y múltiple en las letras de nues-
martiana ha sido renovada fuente de valoracio- tro Continente» (ya advertida por el propio
nes y estímulos. Martí). 5 Roberto Fernández Retamar ha resu-
Pero al acercarnos a Martí hay que cuidar no mido la cuestión en la forma siguiente:
caer en los extremos del arrebato exaltador o
del análisis puntillista, pues desde ambas posi- ¿Cómo puede separarse a Martí del mo-
ciones corremos el peligro de no ver al hombre, dernismo atendiendo a ciertos rasgos que
ese hombre «entero y verdadero» que él fue. Y se le suponen a éste, y que han sido toma-
el acercamiento ha de buscar su exacta dimen- dos de otros escritores coetáneos que con
sión, sin tratar de imponerle etiquetas que qui- igual derecho podríamos separar del mo-
zás una obra tan poco contenible en diques con- dernismo para dejar sitio a Martí? ¿Dónde
vencionales pudiera sugerir. Sus matices están esos rasgos sino en la obra de escri-
espiritualistas no pueden llevar a sobrevalorarlo tores concretos? Al contar con Martí como
como un idealista confesional, pero sus hondas uno de ellos, lo único que hacemos es
y claras preocupaciones sociales tampoco nos radicalizar ese movimiento, obligado a in-
deben llevar a hacer de él un pensador marxista. cluir los rasgos azorantes de Martí. Con lo
Ni un Martí a posteriori, enfrentado «a situacio- que gana en complejidad, en contradicción,
nes y realidades distintas de las que integraron en verdad. Bastaría, además, con recordar
su personalidad y provocaron su acción», ni un que el modernista por excelencia, Darío,
Martí de espaldas al presente cubano. «Ni ar- fue un seguidor de Martí, aunque más (y
queología ni invención»: sólo un Martí con «toda menos) que un seguidor, desde luego.
la raíz y toda el ala».7 Existe tanta grandeza per- Martí fue el más penetrante creador de los
sonal e histórica en él, que el acercamiento pue- modernistas, el único plenamente cons-
de realizarse sin miedos a su intimidad y a su ciente de su amplia problemática: el que no
contradicción. cambió unas formas por otras, sino puso
Si bien Martí no es autor que se preste fácil- en tela de juicio la condición toda del es-
mente a los encasillamientos de ningún género, critor hispano-americano, su función, sus
la ubicación de su obra literaria dentro del con- posibilidades reales. El que le injertó un
texto de la época ha dado origen a más de una pensamiento avasallador. 6

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 549

Actualmente los valores de José Martí son mente. Este tono está constituido por igual —y
reconocidos universalmente, pues siendo de una de ahí su carácter único— tanto por lo grandi-
cubanía indudable, esa cubanía parte de una sín- locuente y lo fuerte (los «bramidos» de que ha-
tesis y de una superación; él es una prueba deci- blara Sarmiento), como por la delicadeza, los
siva de que cada manera nacional posee fuerzas matices sugerentes, la unidad de un estilo for-
para lo más alto, siempre que se nutra de apor- mado por contrastes y variantes. Gabriela
tes universales. Su sed inextinguible de conoci- Mistral, buscando el resorte que agarraba inevi-
mientos se nutrió de lecturas variadas y cons- tablemente al lector martiano, creía verlo en la
tantes, y llegó a poseer un caudal de información pugna entre «lo arcangélico combativo» y «lo
asombroso. Sin embargo, a pesar de que en todo arcangélico misericordioso». 8
buscaba y encontraba novedad y aporte, esto El lenguaje martiano ha sido emparentado con
nunca le hizo renunciar a la libre expresión per- la buena música, que gana el ánimo del receptor
sonal. Sus indagaciones en lo antiguo y en lo por encima y más allá del objetivo y la preocu-
actual, tampoco le estorbaron nunca para mirar pación concreta del compositor. Para Marinello,
con igual justeza hacia todos los tiempos y «en Martí, cuántas veces, el lenguaje se sale de
rumbos. su oficio y deviene protagonista». En ocasiones,
Uno de los aspectos en que más ahondó Martí más que lo que dice, importa la forma en que lo
fue en el del conocimiento de la lengua castella- dice, y no repara en violentar géneros y temas,
na, en cuyas fuentes más ilustres fue a beber. En para confusión de los academicistas. Porque una
una ocasión habló de que la «sonoridad de la len- carta puede parecer una arenga política, y una
gua española» era el más alto valor que la me- arenga política puede tener los tonos comu-
trópoli le había trasmitido a sus colonias. Llegó nicativos íntimos y sencillos de una carta. Martí
a dominar tan de adentro los resortes de nues- escribe sin el temor de que aflore el impulso
tra lengua, que en él aparecen arcaísmos o neo- personal, sin estar pendiente de buscar la origi-
logismos de una vitalidad y «autenticidad» irre- nalidad en rebuscamientos formales, pues sabe
batibles, prueba de fuego por la que muy pocos y gusta del nervio interno de una lengua que
escritores han podido pasar. Inclusive se ha lle- maneja como cosa muy suya.
gado a señalar que en él hay razones «que inte- Lógicamente, la prosa de la obra literaria de
gran toda una teoría del castellano en Améri- José Martí ocupa el mayor espacio, y por su
ca». Martí es una demostración de cómo las aliento renovador y su mantenida calidad cons-
legítimas tradiciones culturales son la base más tituye quizás el testimonio primordial de su
sólida para las transformaciones superadoras de grandeza literaria. Pero en Martí la poesía no tie-
los pueblos, así como que cada pueblo debe ir ne sus límites en el verso, y mucha poesía hay
hacia la universalidad por los caminos propios en su mejor prosa. Aunque ya Gabriela Mistral
de su cultura. En sus amplias y firmes raíces cu- había apuntado que el lirismo inseparable de su
banas e hispánicas es donde yacen la fuerza y letra muestra diferencias singulares según se
originalidad del estilo martiano. Sin olvidar que, exprese en la estrofa o en la cláusula. Pero am-
como apuntara Marinello, «como todo en Martí, bas formas expresivas se identifican en la fun-
la cuestión del idioma es una cuestión de políti- ción artística que cumplen. Utilizada general-
ca, de política hispanoamericana, desde luego». 7 mente la prosa como vehículo idóneo para
Otra de las características que más lo singu- exponer, informar o comunicar, no era frecuen-
larizan es su originalidad. Siempre lo que escri- te el igualarla al verso en jerarquía estética.
be se encuentra fuertemente marcado por su Guillermo Díaz Plaja ha afirmado con acierto
sello personal, hasta el punto de que se ha afir- que Martí fue «el primer “creador” de prosa que
mado que Martí en sí mismo es un estilo. Y esto ha tenido el mundo moderno». 9
le viene, más que de elementos accesorios, del La natural calidad de creador literario que
tono permanente e inigualable, que cualquier lec- existe en Martí se manifiesta en cuanto texto
tor que lea su prosa o su verso descubre fácil- escribe, y por eso él puede ser citado como ejem-

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550 SEGUNDA ÉPOCA

plo por aquellos que niegan el encasillamiento Comentando precisamente los «géneros» (y
en géneros, ya que suele desbordarlos todos. Se la función) que Martí cultivó con más asidui-
ha señalado más de una vez que en la prosa de dad, Roberto Fernández Retamar hace las si-
Martí es dado encontrar «atravesados, mecha- guientes observaciones:
dos», versos tan bellos como los mejores de sus
poemas. A eso lo lleva su permanente condición Con esa veintena de periódicos que publi-
lírica y su sustancial sentido del ritmo de la len- can sus crónicas, a las cuales él llama «car-
gua. Porque incluso también se ha afirmado que tas», Martí llega ampliamente a un público
más que en su poesía, es en su prosa donde se continental, trasmitiendo su ideario, el más
descubre la huella de los clásicos castellanos, rico y articulado de cuantos ha dado la
cuya lectura frecuentó durante su estancia en la América suya. Es significativo que el otro
Península. Y por eso su prosa se ha asociado tan- «género» que en Martí sigue en importan-
tas veces a nombres como los de Gracián, cia numérica y plenitud al periodismo, sea
Quevedo y Santa Teresa de Jesús. la carta. El suyo es caso similar al de la cró-
En este último aspecto hay que tener presen- nica: Martí expone también en sus cartas
te la voluntad expresa que tuvo, en ocasiones, su ideario, y valiéndose de la mayor inti-
de pintar «cada época en el lenguaje en que ella midad permisible, acude a conmover al lec-
hablaba», deliberado mimetismo que hay que tor directamente, individualmente, sin aho-
deslindar de aquéllas en que se produce la asi- rrarse recursos en su tarea proselitista.
milación natural. José Antonio Portuondo ha Desde luego, ya no podrá extrañarnos que
puesto como ejemplo de lo primero el artículo el tercer «género» de importancia con que
sobre las fiestas madrileñas del Centenario de nos encontremos en su obra sea la orato-
Calderón, «en el cual imita la construcción ba- ria. La más elemental preceptiva ha visto
rroca de fines del siglo XVII y emplea, además, hace mucho tiempo que una carta es un pe-
vocablos de aquella edad» que obviamente no le queño discurso (o viceversa). Aquí encon-
resultaban familiares a sus modernos lectores. tramos el vínculo ostensible: el discurso,
Por supuesto, importa mucho más «lo asimila- con su parentesco epistolar; la carta; la cró-
do por Martí de sus modelos literarios e incor- nica escrita en forma de carta. Se trata de
porado, como cosa propia, a su estilo». 10 moverse en torno al género más «ancilar»
Y dentro de ese amplio caudal de la prosa de todos, aquel que vive sólo de trasmitir
martiana, ¿cuáles fueron los géneros más favo- cosas; que menos probabilidades tiene de
recidos? Existe en él cierto aparente desdén por bastarse a sí mismo, en su inmanencia, en
los géneros de ficción en prosa, como puede su belleza intrínseca. Es el género utilita-
colegirse de sus palabras en el prólogo de la úni- rio por excelencia; por ello mismo, el más
ca novela original que escribió, Amistad funesta, lindante con lo extraliterario, el más co-
en donde expresa que el «género no le place… mún, el más asequible. Cuando se piensa
porque hay mucho que fingir en él y los goces que su genio literario se concentró en él,
de la creación artística no compensan del dolor no es de extrañar que las cartas de Martí
de moverse en una ficción prolongada». Y en cuenten entre las más sobrecogedoras que
carta a su hermana Amelia le habla de los «escri- se hayan escrito nunca. 12
tores que escriben novelas porque no son capa-
ces de escribir cosas más altas». Por eso su ma- Pero al hablar de «géneros» y «funciones» se
yor esfuerzo lo va a dedicar al periodismo. «Su hace evidente cómo, en su prosa, lo segundo
obra es, pues, periodismo», escribió Pedro prevalece sobre lo primero. Los requisitos
Henríquez Ureña, añadiendo: «pero periodis- retóricos convencionalmente establecidos son
mo a un nivel artístico como jamás se ha visto superados y los textos se proyectan en funcio-
en español, ni probablemente en ningún otro nes definidas, según lo requieren sus especi-
idioma». 11 ficidades comunicativas. El arsenal de recursos

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 551

expresivos y la riqueza de su ideario desbordan tancia para Cuba. Comenzada en la década del
cualquier encasillamiento academicista y contri- 60 la tercera etapa reformista, ésta concluye con
buyen a crear una prosa renovadora, brillante, el fracaso de la Junta de Información en 1867,
única en lengua española. Sus páginas ensayís- lo cual se convierte en una de las causas inme-
ticas, y del más subido valor, aparecen a menu- diatas del estallido de la primera guerra de libe-
do en sus colaboraciones periodísticas, como la ración nacional. La revolución armada ocupó la
medular «Nuestra América», publicada inicial- escena política cubana durante los años que
mente en El Partido Liberal de México en 1891, median entre 1868 y 1878.
muestra de concepción profunda y aguda sobre Apenas tenía quince años el joven Martí cuan-
la problemática del continente, comunicada con do los cubanos se lanzaron a la manigua,
audacia expresiva, rica en brillante y funcional lidereados por Carlos Manuel de Céspedes. For-
imaginería, que hoy resulta de una vigencia ab- mado esencialmente en un hogar de padres es-
soluta. Martí anticipa abordajes creativos que, pañoles de escasos recursos y numerosa descen-
cien años después de realizados, aún resultan dencia, en el poeta de acendrados valores cívicos
sorprendentemente actuales. Y no sólo en el pla- Rafael María de Mendive encontró el niño, más
no artístico. que un mero maestro, un verdadero guía espiri-
Pues este hombre, este héroe, este escritor, tual y político. De Mendive recibió Martí los
que enriquece y trasmite el acervo cultural, siem- primeros alientos revolucionarios que no tarda-
pre es en primera instancia el más lúcido mili- rían en fructificar.
tante por la liberación de los hombres. El escri-
En 1869 se inicia como periodista. Acogida a
tor es el testigo de un momento cultural. Aquí
la efímera —duró poco más de un mes— liber-
le damos de nuevo la palabra a Juan Marinello,
tad de imprenta promulgada por el capitán Ge-
que con su sapiencia ha sabido resumir:
neral Domingo Dulce, aparece el 19 de enero el
único número de El Diablo Cojuelo, empresa
En José Martí no se puede separar al hom-
costeada por Fermín Valdés Domínguez, cuyo
bre del escritor sin que se deshaga entre
editorial resulta ser el primer texto impreso de
las manos […]. A José Martí se le acepta y
Martí, como se desprende de sus palabras ini-
entiende por lo que dice y por el modo de
decirlo, como gran unidad expresiva y ac- ciales: «Nunca supe yo lo que era público, ni lo
tuante, como genuino y poderoso revolu- que era escribir para él, mas a fe de diablo hon-
cionario, o no se le acepta en ninguna ma- rado, aseguro que ahora como antes, nunca tuve
nera. 13 tampoco miedo de hacerlo.»
Pocos días después, el 23 de enero, se publica
el también único número de La Patria Libre, di-
3.8.2 Textos anteriores a 1880 rigido por él, cuyas páginas finales incluyen el
poema dramático Abdala, que junto al soneto
El nacimiento de José Martí, el 28 de enero de «¡10 de Octubre!» constituyen las primeras ex-
1853, ocurrió en momentos en los que Cuba, presiones poéticas del ideal que dominará la exis-
luego de la llamada Conspiración de La Escale- tencia martiana: la independencia de Cuba. El
ra, atravesaba un período de represión política soneto apareció, a principios de 1869, en el pe-
aguda y de descenso considerable de las activi- riódico manuscrito El Siboney, que se repartía
dades culturales, a poco tiempo de realizado el entre los estudiantes de segunda enseñanza de
último intento anexionista de Narciso López y La Habana. Como su conocido «A mi madre»,
cuando estas ideas ocupaban un lugar importante «¡10 de Octubre! » todavía tiene mucho de ejer-
como falsa y reaccionaria salida a la situación cicio escolar, pero con atisbos de lo que vendrá
colonial de la Isla. después. Mas el breve texto teatral versificado
Sus años de infancia y adolescencia transcu- Abdala, escrito en nobles endecasílabos asonan-
rrieron en momentos de extraordinaria impor- tados, presenta un interés mucho mayor.

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552 SEGUNDA ÉPOCA

Rine Leal, quien ha revalorizado este texto en las canteras de San Lázaro. En enero de 1871,
temprano, se asombra de que «un adolescente tras gestiones de sus padres que invocaban ex-
fuese capaz de tales páginas que revelan un pre- trema juventud y precario estado de salud, mar-
coz talento dramático y una hábil versificación charía desterrado a España, con el cuerpo y el
teatral», asegurando que con Abdala Martí inau- espíritu marcados. Esa prisión y ese destierro
gura el llamado «teatro mambí», expresión muy completan su primera formación.
característica e interesante de la literatura cuba- Si el artículo y el ensayo periodístico consti-
na durante las guerras independentistas. 14 El tuyen la expresión más frecuente de Martí, tam-
nombre del protagonista proviene de un perso- bién en ellos el escritor encontró más tempra-
naje histórico árabe de carácter rebelde, que namente su plenitud. Con sólo a su haber su
significativamente Martí transforma en africa- colaboración en El Diablo Cojuelo, de induda-
no, en abierto rompimiento con el habitual tra- ble sabor adolescente, tan pronto llega a Madrid,
tamiento exótico o divertido dado al negro den- en enero de 1871, publica El presidio político en
tro de la escena cubana hasta entonces, exaltando Cuba, testimonio lacerante de su vida en pri-
la posición antiesclavista e independentista de sión, que literariamente constituye un logro
los insurrectos, en versos que aún conservan su asombroso. Junto a rezagos de Víctor Hugo, es
vibrante resonancia: el primero de los grandes momentos del estilo
de Martí, en el cual, como ha señalado José An-
El amor, madre, a la patria tonio Portuondo,15 «están ya, en esencia, los ras-
No es el amor ridículo a la tierra, gos dominantes de la expresión martiana defi-
Ni a la yerba que pisan nuestras plantas, nitiva», como la larga cláusula periódica, que
Es el odio invencible a quien la oprime, desarrolla el pensamiento en sucesivas oracio-
Es el rencor eterno a quien la ataca […] nes envolventes, o en otras breves y directas, que
se resuelven en dos simples términos tajantes:
La insurgencia bélica no sólo se manifestaba sujeto y predicado. «Están también [continúa
en los combates efectuados en la zona oriental Portuondo] las cláusulas condicionales y las ne-
del país. Así, en La Habana se crea el desde en- gativas, que descubren el pensamiento en reve-
tonces odiado Cuerpo de Voluntarios (4 de abril ladores esguinces. Está, sobre todo, la cuidado-
de 1869) y esto exacerbó el ánimo de los cuba- sa arquitectura del párrafo que corresponde a una
nos. Tuvieron lugar entonces, entre otros, los sabia gradación de las ideas capitales.»
sucesos del teatro Villanueva donde se vio en- El presidio político en Cuba (1871) es mues-
vuelto Mendive y que Martí presenciara. El tra de la rápida maduración del adolescente. La
maestro fue encarcelado. En la prisión lo visita- estancia en España como desterrado político fue
ba el discípulo, quien recibió con el ejemplo vivo para Martí un período de provechosas experien-
otra lección de patriotismo. cias. Allí comprueba lo que otros cubanos en
Pero muy pronto tendría Martí una experien- etapas anteriores habían conocido: que ni libe-
cia mucho más directa. En octubre de 1869, tras rales, ni monárquicos, ni republicanos, estaban
un incidente aparentemente de poca importan- dispuestos a ofrecer a Cuba ningún tipo de re-
cia, los Voluntarios registran la casa de la fami- formas, porque la metrópoli no podía brindar
lia Valdés Domínguez y encuentran una carta lo que no era capaz de poner en práctica en su
firmada por Martí, dirigida a un alumno de propio territorio. La república española frente a
Mendive a quien acusaba de apóstata por haber la revolución cubana (1873) es buen testimonio
ingresado en las filas enemigas. Encarcelado jun- de su aprendizaje. Si en El presidio… predomi-
to con otro grupo de jóvenes que frecuentaba la na el tono poemático, de exaltación, de acuerdo
casa de Valdés Domínguez, en marzo son so- con la función de denuncia emotiva que Martí
metidos a consejo de guerra ordinario y Martí quiere que cumpla, en su otro folleto de dos años
recibe la pena más dura: seis años de prisión, después el estilo es el de un razonado y enérgi-
que comienza a cumplir con trabajos forzados co alegato.

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 553

Martí aprovecha su estancia española para transparenta «la gracia tranquila de Gutierre de
completar su formación cultural, no sólo a tra- Cetina». Es en esa época cuando se pone en con-
vés de la vía autodidacta que siempre mantuvo, tacto directo con los clásicos de la lengua caste-
sino a través de cursos académicos, a pesar de llana, aunque quizá sea en la prosa donde las in-
su poco estable salud. Realiza simultáneamente fluencias serán más jugosas. En el verso las
estudios secundarios y universitarios, tanto en ganancias parecen provenir más bien de los vie-
Madrid como en Zaragoza, lugar en donde ob- jos romances y cancioneros tradicionales. Y de
tiene brillantemente el grado de Licenciado en los contemporáneos, va a ser la huella de los poe-
Filosofía y Letras en 1874, así como el de Li- mas «filosóficos» de Campoamor la que más va
cenciado en Derecho Civil y Canónigo, aunque a detectarse en aquel momento. En su carta tes-
para ejercer este último le queden por realizar tamento literario a Gonzalo de Quesada, Martí
algunos trámites burocráticos. le indica: «Y de versos podría haber otro volu-
La estancia de Martí en España es ocasión men: Ismaelillo, Versos sencillos y lo más cuida-
también para que incremente su entusiasmo por do o significativo de unos Versos libres… No me
el género teatral, ya demostrado desde su etapa los mezcle a otras formas borrosas y menos ca-
juvenil en La Habana, pues ahora, junto a los racterísticas.» Y agrega: «Versos míos, no pu-
serios estudios literarios y filosóficos que reali- blique ninguno antes de Ismaelillo: ninguno vale
za, no pierde oportunidad para asistir a los me- un ápice. Los de después, en fin, ya son unos y
jores espectáculos teatrales, tanto en Madrid sinceros.» Sin embargo, la crítica en más de una
como en Zaragoza. Y en esta época escribe su ocasión ha ido en busca de esos versos anterio-
drama en prosa Adúltera, terminado en febrero res a 1881, fecha en que escribe Ismaelillo. Si
de 1874, pero que sólo se publicará y represen- por un lado ha interesado el rastreo de influen-
tará póstumamente. El propio Martí lo definió cias y el tratar de reconstruir el proceso creador
como «un drama apasionado y extraño en la for- en el joven poeta, por otra parte ha menudeado
ma, real en la esencia y en la observación de ca- el hallazgo de poemas de verdadero valor.
racteres», el cual sitúa bajo la estimulación re- Existe en Madrid una primera influencia de
cibida de Shakespeare, aunque en realidad su los poetas nacionales, partiendo de Heredia, ecos
técnica es melodramática, muy cercana al teatro de cuyo tono patriótico, vehemente, se encuen-
de Echegaray, entonces muy en boga en España. tran en algún verso ocasional de su primera eta-
Con indudables tintes autobiográficos —y aun pa. Pero también tuvo que estar presente el otro
teniendo en cuenta que estamos ante una obra romanticismo, más sosegado «en tono menor»,
de la primera juventud— Adúltera puede consi- de su maestro Rafael María de Mendive. Esto
derarse uno de los pocos esfuerzos literarios ya ha sido estudiado por algunos de los críticos
martianos que sentimos no cuajado en sus inten- martianos, como Ángel Augier.16 Pero menos
ciones. énfasis se ha puesto (con la excepción de Cintio
Durante su destierro en España, entre 1871 y Vitier y un señalamiento de Regino E. Boti) en
1874, cultiva menos el verso que la prosa, en la la influencia que sobre parte de la producción
cual ya ha alcanzado anticipada madurez con El poética de Martí tuvo José Jacinto Milanés. 17
presidio político en Cuba, de enorme fuerza poé- Hay puntos de contacto evidentes: preocupa-
tica a pesar de estar escrito en prosa (ya comen- ciones por lo ético, gusto por el verso sencillo,
zaba Martí a fusionar con el impulso creador las sin afeites, amor a la naturaleza, beber en las
formas externas). Sus versos de la época aún es- fuentes de la lírica hispánica de los siglos de oro.
tán dentro de la órbita de Mendive («¡Madre Y la influencia de Milanés se verá precisamente
mía!», de 1871) o de Heredia («A mis herma- en los poemas de la madurez martiana: son
nos muertos el 27 de Noviembre», de 1872), detectables en sus Versos sencillos (1891) ecos
aunque ya hay logros personales, como en su de poemas del autor matancero, como «Requies-
madrigal a una muchacha muda («A Emma», cat in pace…» y «Su alma». También puede de-
1872), en el cual Ángel Augier encuentra que se tectarse en este libro martiano ritmos del poeta

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554 SEGUNDA ÉPOCA

Plácido, particularmente de su leyenda El hijo El estudio de la vida,


de maldición.18 Pláceme en dulces letargos,
Por las notas de Martí, sabemos que estos Verla dormida:—
autores le eran familiares desde su juventud.
Heredia, Plácido, Milanés, Mendive, que forman De sus pestañas el peso
una primera base muy cubana de la poesía El ancho párpado entorna,
martiana, a los cuales se añadirían después Zenea, Lirio que, al sol que se torna,
Luisa Pérez… El nombre importante que hay Se cierra pidiendo un beso.
que excluir es el de la Avellaneda, que él situó Y luego como fragante
en las antípodas del verso cubano. En cuanto a Magnolia que desenvuelve
los poetas extranjeros, siempre se afirma —y con Sus blancas hojas, revuelve
razón— que los cubanos no gustaban de los El tenue encaje flotante:—
poetas españoles del momento, e iban a buscar
sus lecturas en la lírica producida más allá de los De mi capricho al vagar
Pirineos: Hugo, Lamartine, Musset, Moore, Imagínala mi Amor
Campbell, Byron, Goethe, Heine, Leopardi… ¡Una Venus del pudor
La experiencia española se completa con los Surgiendo de un nuevo mar!
primeros viajes a las repúblicas americanas. En
febrero de 1875, tras pasar en tránsito por Fran- Sobre «Dormida» comenta Eugenio Florit:
cia, Inglaterra, Estados Unidos y la bahía de La
Habana, lugar en donde no puede desembarcar, Estamos en presencia de uno de los más
llega Martí a México y trabaja como periodista. hermosos poemas de Martí, delicado, no-
Se pone en contacto, de manera directa, con las ble, todo él tocado por esa gracia inefable
dificultades por las que atravesaban las jóvenes de la pura poesía. Hay en él —canto de
naciones de origen hispano después de obteni- amor a su esposa dormida— como un tono
da su independencia, con la historia de esas lu- dieciochesco que nos recuerda una pintura
chas y de sus héroes. Pero, sobre todo, ve de francesa de Boucher —con más espíritu,
cerca la problemática del indio americano, so- desde luego. Y véase esto: comienza con
metido a una brutal discriminación política, eco- una estrofita de cuatro versos aconso-
nómica y étnica. En México conoce a quien se- nantados alternos, octosílabos los tres pri-
ría su amigo más íntimo, del cual recibe muestras meros y pentasílabo el cuarto, en los que
de entrañable afecto, Manuel Mercado. Y cono- nos da como el leitmotif del poema; y lo
ce también a quien sería más tarde su esposa, continúa en redondillas exquisitas, herma-
Carmen Zayas Bazán. nas gemelas de las que once años después
Allí se encuentra con un movimiento litera- formarán su «Los zapaticos de rosa» en La
rio lleno de fuerzas renovadoras, con figuras Edad de Oro, y catorce años después
como Ignacio M. Altamirano y Guillermo Prie- compondrán la maravilla de sus Versos
to, entre los de mayor edad, así como Manuel sencillos. 19
Gutiérrez Nájera y Justo Sierra, coetáneos del
propio Martí… Este momento ha sido califica- A su estancia mexicana pertenece su breve
do como el más romántico dentro de la poesía juguete escénico Amor con amor se paga (1875),
martiana, con predominio del tema amoroso, sin versificado en romance y décima, fáciles frases
olvidar el patriótico. Utiliza varias formas madrigalescas que no han perdido su encanto,
estróficas, aunque parece predominar el serven- pero que ideológicamente están de acuerdo aún
tesio. También aparecen otras formas, como en con un Martí romántico, que pronto madurará
el poema titulado «Dormida»: sus preocupaciones sociales, precisamente cuan-
do se ponga en contacto directo con el medio
Más que en los libros amargos estadounidense. Fue la única obra teatral suya

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 555

que el autor pudo ver llevada a escena, con buen díamente dentro de sus Obras completas, y al cual
éxito, aunque fue escrita con rapidez para una se refería el autor en su «testamento literario»
ocasión determinada y en realidad pueda consi- (1895) de la siguiente manera: «Antonio Batres,
derarse su texto menos ambicioso dentro del de Guatemala, tiene un drama mío, o borrador
género. dramático, que en unos cinco días me hizo es-
El teatro está muy ligado a esta estancia suya cribir el gobierno sobre la independencia guate-
en México mediante numerosas actividades, malteca», para lo cual buscó Martí un hecho his-
como la «Sociedad Alarcón» de autores, actores tórico sobre el cual proyectó una simbología
y críticos dramáticos, que funda junto a un gru- muy evidente, en donde el autor se transparenta
po de mexicanos, y las críticas que publica en a través del protagonista Martino y plantea ideas
La Revista Universal, en donde también escribe claves sobre el carácter y destino de «Nuestra
editoriales, artículos políticos, poemas, traduc- América». En la obra hay grandes movimientos
ciones, etc. Además colabora en El Socialista y de masas dentro de un estilo que sigue bastante
El Federalista. La Revista Universal era apoyada de cerca al Lope de Vega de Fuenteovejuna, in-
por el gobierno de Lerdo de Tejada, depuesto cluso en la versificación. La obra, quizás la más
mediante un golpe de estado por Porfirio Díaz, ambiciosa y mejor construida de toda su pro-
lo cual crea un clima político inestable que hace ducción teatral, no está exenta de ciertas con-
a Martí abandonar el país, pues estima que no tradicciones entre sus planteamientos, tan
puede seguir escribiendo donde «un hombre se raigalmente revolucionarios y americanistas, al-
declaró, por su expresa voluntad, señor de gunas insólitas soluciones teatrales para lo acos-
hombres». tumbrado entonces (llama la atención el uso
Guatemala fue la segunda escala americana de dramático de la iluminación) y el formalismo
Martí. Llega en 1877, luego de una brevísima versal, que le concede cierto aire de teatro espa-
estancia en La Habana a donde ha ido con pasa- ñol de los siglos de oro no muy conciliable ar-
porte falso a nombre de Julián Pérez. En Gua- tísticamente con sus intenciones, lo cual no im-
temala acrecienta su visión de América, profun- pide la alabanza exaltada de algunos críticos
diza sus conocimientos sobre el indio y acendra contemporáneos ante este texto sin dudas im-
más su visión del continente de habla hispana. portante.
Constata de nuevo que el caudillismo es uno de La atracción perenne de Martí por el teatro
los grandes males americanos. Es el momento se va a manifestar en la asiduidad con que du-
en que se abre a los grandes temas continenta- rante toda su vida proyectará obras no desarro-
les, como lo prueba su ensayo «Guatemala», pro- lladas, pues como expresa en su «testamento li-
ducto de su estancia en ese país. Su elocuencia terario», «mis Escenas, núcleos de dramas, que
se pone de manifiesto en brillantes piezas ora- hubiera podido publicar o hacer, representar así,
torias que le ganan el apodo mal intencionado y son un buen número, andan tan revueltas, y
de Doctor Torrente. Tras un breve viaje a Méxi- en tal taquigrafía, en versos de cartas y pape-
co para casarse, en diciembre de 1877, se instala lucos, que sería imposible sacarlas a la luz». Al-
de nuevo en Guatemala como profesor de la gunos de estos fragmentos han sido incluidos
Escuela Normal. A este puesto renuncia más en sus Obras completas, pero dentro del género
tarde en protesta contra la injusta deposición de no conocemos más que cuatro obras termina-
su amigo Izaguirre de la dirección del plantel. das: Abdala, Adúltera, Amor con amor se paga y
Así comienzan las primeras desavenencias ma- Patria y libertad, conjunto de indudable interés
trimoniales. Carmen ni comprende ni compar- pero el cual, a pesar de ciertos entusiasmos crí-
te las ideas del hombre con quien se ha unido. ticos despertados recientemente, dista mucho
Martí comienza a sentir el peso «del ancla fiel de acercarse a los logros esenciales dentro de la
del hogar». literatura escrita en lengua española que Martí
En Guatemala escribe su «drama indio» Pa- alcanzará con sus crónicas, sus diarios, sus car-
tria y libertad, publicado por primera vez tar- tas o sus versos. Quizás así lo entendió el pro-

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556 SEGUNDA ÉPOCA

pio autor cuando después de la década del se- autoridades españolas en septiembre 17, y de-
tenta ya no intentó consagrar sus esfuerzos a portado de nuevo a España. 21 De allí pasa a Fran-
culminar sus proyectos teatrales. cia y decide emprender viaje hacia Nueva York,
Su interés permanente por el teatro va a testi- lugar a donde llega el 3 de enero de 1880.
moniarse siempre en sus críticas, a veces de Casi todos los estudiosos coinciden en que
manera directa —especialmente durante su es- con su llegada a la gran ciudad estadounidense y
tancia en México— o tangencial, dentro de mu- su confrontación con la pujante y contradicto-
chas de las crónicas que escribió hasta su muer- ria realidad existente en ese país, se inicia para
te. En este aspecto su trabajo ha sido calificado Martí su período de mayor madurez ideológica
de asombroso, «no sólo por su riqueza expresi- y literaria. En este último campo la riqueza y
va y vasto conocimiento, sino tembién por ese calidad de su producción es tal que, de ahora en
admirable don crítico que es el caracterizar a una adelante, en este texto resulta aconsejable acer-
obra o un actor en unas pocas palabras», al decir carnos por separado al desarrollo de sus dos
de Rine Leal, que lo considera el crítico teatral grandes vertientes: verso y prosa. Sin olvidar la
de entonces más enterado y profundo, que supo poderosa imbricación existente entre ambas,
conciliar un sentido justo de su labor con una pues la riqueza expresiva martiana siempre está
amplia cultura y unos rigor y comprensión desu- presidida por una gran unicidad y coherencia.
sados entonces, capaz de establecer un instru- Sólo razones de orden expositivo hacen buscar
mento de apreciación artística, aplicable aún hoy estos senderos desbrozados al entrar en la parte
día, al conjugar el valor político con el estético más abundosa y fructífera de su «selva».
puro, hasta el punto de que dicho autor estima
que «no creo arribar a la exageración si afirmo
que Martí fue el mejor crítico teatral americano 3.8.3 Textos posteriores a 1880. Los versos
de su época». 20
El 3 de septiembre de 1878, tras el Pacto del En Nueva York, en 1882, publica un libro dedi-
Zanjón, llega a La Habana en compañía de Car- cado a su hijo ausente: Ismaelillo, con lo cual
men. Aunque las autoridades no le permiten ejer- comienza ya sus versos «unos y sinceros», se-
cer como abogado, logra trabajar en un bufete. gún su propia afirmación. La importancia de este
En Cuba nace su hijo José, el «Ismaelillo» de su pequeño libro ha sido evaluada después en toda
primer libro de versos. Conspira activamente en su trascendencia. Muchos críticos son los que
favor del reinicio de la contienda y pronuncia coinciden en que con él se inicia la renovación
discursos literarios en los cuales, a veces de ma- lírica en Hispanoamérica.
nera descubierta, asoma la denuncia política, Casi ingenuo en apariencia, sencillo, fresco,
como los dichos en los Liceos Artísticos y Lite- Ismaelillo une una honda ternura a imágenes de
rarios de Regla y Guanabacoa, lugar este último elegante audacia, en versos transparentes, que
donde participa en un debate sobre «Idealismo sin revelar nuevas modalidades métricas, sí pre-
y Realismo en Literatura Dramática» y habla en sentan ritmos inusitados, al utilizar en forma
el homenaje al violinista Díaz Albertini, en pre- originalísima moldes ya conocidos. Por eso en
sencia del Gobernador General Blanco, quien, la dedicatoria a su hijo le decía «Si alguien te
sorprendido, expresa: «Quiero no recordar lo dice que estas páginas se parecen a otras páginas,
que he oído y no concebí nunca se dijera delan- diles que te amo demasiado para profanarte así…
te de mí, representante del Gobierno Español: Esos riachuelos han pasado por mi corazón»:
voy a pensar que Martí es un loco… pero un
loco peligroso.» De entonces data la amistad de Por la mañanas
Martí con Juan Gualberto Gómez, su fiel aliado Mi pequeñuelo
en las luchas revolucionarias. Después de ini- Me despertaba
ciarse, en agosto, la contienda bélica conocida Con un gran beso.
como «Guerra Chiquita», es detenido por las Puesto a horcajadas

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 557

Sobre mi pecho, mente se han prestado a bizarrías clásicas


Bridas forjaba […] y versos libres, es decir, versos de un
Con mis cabellos. hombre de libertad, versos del cubano que
Ebrio él de gozo, ha luchado, que ha vivido, que ha pensado,
Me espoleaba que debía morir por la libertad. 24
Mi caballero:
¡Que suave espuela Martí, en la introducción que les hace, anti-
Sus dos pies frescos! cipa el carácter hirsuto, personal, de estos poe-
¡Cómo reía mas inusitados: «Estos son mis versos. Son como
Mi jinetuelo! son. A nadie les pedí prestados… Tajos son de
Y yo besaba mis propias entrañas.» Los Versos libres, debido
Sus pies pequeños, a razones de evidente afinidad, son los más ad-
¡Dos pies que caben mirados por Miguel de Unamuno, que encuen-
En un solo beso! tra que en ellos «no hay más freno que el ritmo
(«Mi caballero») del endecasílabo, el más libre, el más suelto, el
más variado y proteico que hay en nuestra len-
Los poemas del libro se le presentaron como una gua. Y más que un freno es una espuela este rit-
especie de revelación, y de allí que Juan Carlos mo, una espuela para un pensamiento ya de suyo
Ghiano haya afirmado que Martí no encuentra desbocado.» 25 De novedad, reto y riesgo fue-
su estilo hasta que no es sacudido por la presen- ron calificados estos endecasílabos. Los temas
cia (ausencia, mejor dicho) del hijo. 22 Añadien- son variados, pero siempre muy cercanos al au-
do que Martí elude la posible monotonía de los tor. Está lo erótico, pero no falta el recuerdo de
elementos poemáticos utilizados, depurando la la patria esclavizada ni la decidida vocación lite-
profundidad de su sentimiento. El libro está es- raria («Pollice verso»), ni la decisión al sacrifi-
crito en versos de arte menor, con predominio cio («Yugo y estrella»):
de la seguidilla, con aires de villancicos y poe-
mas populares hispánicos. Mas sus páginas, —Dame el yugo, oh mi madre, de manera
como ha afirmado Ángel Augier: Que puesto en él de pie, luzca en mi frente
No se parecen a otras páginas —hasta en- Mejor la estrella que ilumina y mata.
tonces y hasta ahora—, como con tan sen-
cillo énfasis, valga la paradoja, aseguró su Muchos están dedicados a expresar su con-
autor, y su reminiscencia de añejos ritmos, cepto de la poesía, mientras que en otros hay un
remozados con exquisito buen gusto y de- rechazo a la realidad que lo circunda, y se ve «em-
purada sensibilidad, no hacen sino confir- pujado por un ansia de lejanía, de vuelo, de libe-
mar nuestras tesis de que con esta obra se ración definitiva»:
abre una nueva etapa de la poesía de habla
castellana. 23 Ganado tengo el pan: hágase el verso,—
Y en su comercio dulce se ejercite
Desde sus veinticinco años Martí había co- La mano, que cual prófugo perdido
menzado a escribir los que llamaba sus Versos Entre oscuras malezas, o quien lleva
libres, pero no fue hasta 1882 cuando compone A rastra enorme peso, andaba ha poco
el mayor núcleo de ellos, apenas terminado su Bardo, ¿consejo quieres? Pues descuelga
Ismaelillo, con el cual guardan pocas semejan- De la pálida espalda ensangrentada
zas. Sobre su título, ya comentaba Rubén Darío El arpa lívea, acalla los sollozos
en 1913:
Que a tu garganta como mar en furia
Versos libres, es decir, los versos blancos Se agolparán, y en la madera rica
castellanos, sin consonancia, que general- Taja plumillas de escritorio y echa

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558 SEGUNDA ÉPOCA

Las cuerdas rotas al movible viento. le encargó que los versos libres —de los cuales
(«Hierro») había hecho anteriormente un índice— no se
«los mezcle a otras formas borrosas y menos ca-
Características e importancia del libro las ha racterísticas»; incluía versos escritos desde sus
definido Juan Marinello aludiendo a: veinticinco años y, evidentemente, «versos li-
bres» siguió escribiendo durante la década del
la rara condición de los Versos libres, des- ochenta, por lo que a los editores de estos nue-
velado conjunto de intensos realismos y vos tomos les parece aconsejable situarlos entre
evocaciones sobrenaturales. Su amontona- Ismaelillo y Versos sencillos.
miento y violencia, reconocidos y señala- En esta edición se desecha la posibilidad de
dos por el autor, lo han hecho hasta aquí, que Martí hubiese pensado en una colección ti-
debe decirse, un libro desconocido. Se hace tulada Flores del destierro, como había sido re-
indispensable sumergirse en sus aguas en- cogido en otras ediciones, y muchos de los poe-
crespadas, vibrar en sus clamores para dar mas incluidos allí pasan ahora a formar parte de
con una extraña y grande poesía. La etapa los Versos libres. Así, fuera de sus tres títulos
en que fue cuajado el verso y el hecho de básicos, el resto de los poemas martianos, reco-
no darle el toque decisivo —algunos poe- gidos en el segundo tomo de la edición, quedan
mas están inacabados y otros a medio fra- agrupados de la siguiente forma: primero tres
guar—, restan al conjunto la clara sobrie- unidades que responden cronológicamente al
dad de obra cumplida de los Versos sencillos. desarrollo del autor: «Primeras poesías», «Poe-
Con todo, creemos que el gran poeta, el mas escritos en España» y «Poemas escritos en
mayor poeta, el mejor Martí están aquí, en México y Guatemala». Después viene una serie
estos complejos, iluminados y sangrantes de «Versos varios», seguidos de la unidad «Pol-
encuentros. Y sospechamos que cuando se vo de alas de mariposa», para la cual Martí dejó
llegue al fondo de esta selva encrespada, un índice manuscrito. Completan la colección
donde cada árbol levanta al cielo sus bra- los versos aparecidos en La Edad de Oro —que
zos estremecidos, se tendrá a los Versos li- incluye los muy populares «Los dos príncipes»
bres como lo más representativo, original y «Los zapaticos de rosa»—, los «versos de cir-
y poderoso del escritor cubano. 26 cunstancias», las «cartas rimadas» y, a modo de
apéndice, «fragmentos y poemas en elabora-
Al publicar en vida sólo dos libros de versos, ción», incluyendo algunas traducciones.
Ismaelillo y los Versos sencillos, Martí dejó una Los Versos sencillos escritos en el período de
gran cantidad de poemas sueltos, para cuya uni- plena madurez del autor son, en muchos senti-
ficación ofreció algunas instrucciones, pero que dos, la culminación de la obra lírica de Martí, en
fueron interpretadas de muy diversa manera a la cual llega a la difícil depuración de la senci-
través de los años. Sí era evidente la unificación llez. Son también sus versos más populares, los
de muchos de estos poemas dispersos bajo el más asediados por la crítica. Temáticamente pre-
título de Versos libres, pero incluso cuántos y domina en ellos un carácter autobiográfico,
cuáles correspondían a este libro siempre ha mediante el apresamiento, a veces fugaz, de
quedado por resolver. El criterio hasta ahora más momentos determinados de su vida, remontán-
confiable es el adoptado en la confección de los dose hasta su niñez, y que incluyen las más di-
dos tomos de la edición crítica de la Poesía com- versas motivaciones. A veces restallantes de
pleta auspiciada por el Centro de Estudios claridad y otras envueltos en misteriosas suge-
Martianos, que vieron la luz en 1985. En un tomo rencias. En estos Versos sencillos está todo Martí,
se recogen las tres unidades fundamentales de con su hondo sentir y su larga mirada de visio-
la poesía martiana, según expresara el autor en nario. Si en Ismaelillo se le había revelado su
su carta testamento-literario a Gonzalo de propia manera de utilizar el verso, con los Ver-
Quesada y Aróstegui el 10 de abril de 1895. Allí sos sencillos la culmina. Predomina en ellos casi

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exclusivamente los cuartetos octosílabos acom- musicalizados por autores de muchas naciona-
pañados. Pero la variedad de efectos rítmicos y lidades, y ya hay algunos que cuentan con innu-
recursos estilísticos dotan al libro de una difícil merables versiones. Estos poemas sencillos, sin
variedad dentro de la prevaleciente unidad. título, identificados por su primer verso, per-
Son muchos los críticos que han estudiado la miten la más rápida comunicación con ese Martí
sencillez al parecer inagotable de estos versos, complejo y único. Patria, amor, poesía, humani-
pero queremos traer aquí las palabras de Gabriela dad, misterio…, mucho nos revelan estas bre-
Mistral, la poetisa chilena que, en plena empatía, ves síntesis poéticas: «Yo soy un hombre since-
dijo cosas como las que siguen del libro martiano: ro», «Si ves un monte de espumas», «Yo tengo
un paje muy fiel», «Yo quiero salir del mundo»,
Leyendo la poesía de Martí, a la que estoy «Cultivo una rosa blanca»… Algunos se han
tan ligada como ustedes lo saben, el miem- ganado un título, como «El alma trémula y sola»,
bro de la gracia que yo veo en ella sin una verdadera hazaña rítmica, conocido como «La
sola resquebradura en la unidad ni en la bailarina española», o «Quiero, a la sombra de
percepción, son los Versos sencillos, en su una ala», identificado como «La niña de Guate-
cuerpo de cuarenta y seis poemas, y es allí mala»:
donde yo tengo mi festín con el poeta…
Se diría que el milagro de los Versos senci- Quiero a la sombra de un ala
llos es el de que en ellos está la semilla ge- Cantar este cuento en flor,
nuina del ser de Martí o, con frase ajena, La niña de Guatemala
que en ellos el hombre Martí «se devuelve La que se murió de amor.
a sí mismo» o se reduce a sí mismo […]
Eran de lirios los ramos,
Los Versos sencillos, a causa de su manera Y las orlas de reseda
populista, son los versos de Martí que más Y de jazmín: la enterramos
se pegan al oído, los que se hincan en to- En una caja de seda.
das las memorias, los que nos caen solos a
…Ella dio al desmemoriado
las manos cuando buscamos decir algo
Una almohadilla de olor:
suyo. Parecen versos de tonada chilena, de
Él volvió, volvió casado:
habanera cubana, de canción de México, y
Ella se murió de amor.
se nos vienen a la boca espontáneamente
[…] Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores
La sencillez de Martí parece ser aquella en
Detrás iba el pueblo en tandas,
la que se disuelve, por una operación del
Todo cargado de flores.
alma que carece de receta, una experiencia
grande del mundo, un buceo de la vida en […]
cuatro dimensiones. Él logra disolver, en
la misma gota de agua… un montón de Este poema es uno de los preferidos por Juan
materiales, una cargazón que si viésemos Marinello, pues estima que en él llega Martí al
nos asustaría, hecha de sabiduría del mun- máximo calamiento en el ingrediente popular,
do y del alma. Este sencillo nada tiene de por lo que esta breve obra maestra apasiona por
simple; si hubiese sido eso, es decir, pobre, igual a doctos e ignorantes, exigentes y bené-
no alimentaría, como lo hace, sin ham- volos:
brearlo nunca el apetito de la raza que con-
tinúa leyéndolo. 27 Las estrofas se eslabonan en gallardo de-
clive, componiendo un conjunto armonio-
Cumpliendo lo ya previsto por Gabriela, los so y sobrio, sereno y melancólico. La des-
versos martianos hoy recorren el mundo, cripción de los funerales de la amada no

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560 SEGUNDA ÉPOCA

sufre el desarreglo romántico. El sollozo Lo mismo que un sol!: resuena


no sale a flor, pero se le siente bajo la es- La piedra: buscan el cinto
trofa acompasada. La sangre del poeta em- Las manos blancas: ¡del soplo
papa la cálida veracidad del canto, pero su Saltan los hombres de mármol!
delicado entendimiento impone el recato
desarrollo. Hay aquí una conquista inusual, Aquí el tema es intenso y alude a la realidad cu-
de las que embridan la emoción en el dibu- bana de la época, presentándonos a los héroes
jo alusivo y fiel. 28 de la Guerra del 68 pidiéndole cuentas a las ge-
neraciones nuevas —a las que Martí pertenece—;
Para Marinello también se destaca «Sueño con pero más allá de este concreto origen, el poema
claustros de mármol», conocido por «Los hé- se eleva en simbólica universalidad al presentar
roes», que considera un «momento estelar de la la vieja pugna entre el desinterés y el egoísmo,
poesía escrita en español»: entre el apego a los bienes materiales y la deci-
sión heroica. Rubén Darío ya había advertido
Sueño con claustros de mármol que en este poema «todo es estupendo, el rit-
Donde en silencio divino mo, las detenciones, las imágenes evocatorias, y
Los héroes, de pie, reposan: el tema: se diría obra de Beethoven». La forma,
¡De noche, a la luz del alma, la estructura, los elementos que ordena y con-
Hablo con ellos: de noche! juga el poeta, se unen para hacer de «Los hé-
Están en fila: paseo roes» un conjunto maestro; para Marinello, el
Entre las filas: las manos poema apical de los Versos sencillos, pues «nun-
De piedra les beso: abren ca, en la poesía de su lengua, los medios alusi-
Los ojos de piedra: mueven vos, del mejor simbolismo contribuyeron tanto
Los labios de piedra: tiemblan a la grandeza del asunto». 29
Las barbas de piedra: empuñan
La espada de piedra: lloran:
¡Vibran la espada en la vaina! 3.8.4 Textos posteriores a 1880. La prosa
Mudo, les beso la mano.
¡Hablo con ellos, de noche! Tan pronto llegó a Nueva York, Martí es desig-
Están en fila: paseo nado vocal del Comité Revolucionario Cubano
Entre las filas: lloroso radicado en esa ciudad y, ante los emigrados cu-
Me abrazo a un mármol: «¡Oh mármol, banos reunidos en Steck Hall, el 24 de enero de
Dicen que beben tus hijos 1880 pronuncia un discurso en donde analiza la
Su propia sangre en las copas Guerra de los Diez años, tanto en las causas que
Venenosas de sus dueños! hicieron necesario su surgimiento como en aque-
¡Que hablan la lengua podrida llas que la llevaron al fracaso, para culminar
De sus rufianes! ¡Que comen reafirmando la inevitabilidad de una nueva con-
Juntos el pan del oprobio, tienda. Este discurso preludia los que, a partir
En la mesa ensangrentada! de 1884, pronunciará en las conmemoraciones
¡Que pierden en lengua inútil del 10 de octubre, fecha de inicio de la frustrada
El último fuego! ¡Dicen, guerra independentista.
Oh mármol, mármol dormido, Martí en Nueva York escribe «crónicas bri-
Que ya se ha muerto tu raza!» llantes en un inglés imperfecto» en The Hour y
Échame en tierra de un bote The Sun sobre la vida norteamericana, al pare-
El héroe que abrazo: me ase cer redactadas originalmente en francés y luego
Del cuello: barre la tierra traducidas al inglés por alguien de la redacción
Con mi cabeza: levanta de los rotativos. Después visita por unos meses
El brazo, ¡el brazo le luce en 1881 a Venezuela, en donde publica la Revis-

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ta Venezolana, que tendrá sólo dos números, mas. Numerosas instituciones solicitan contar-
pero en la cual están algunas de las mejores mues- lo entre sus miembros: La Sociedad de Amigos
tras de su ferviente, robusta y ya madura prosa, del Saber, de Caracas; la Academia de Bellas
como sus semblanzas de «Don Miguel Peña» y Artes de El Salvador; La Asociación de Prensa,
de «Cecilio Acosta». La libertad expresiva y de Buenos Aires, y La Sociedad Hispanoameri-
sintáctica de esta prosa martiana sorprendió a cana de Nueva York.
muchos escritores caraqueños todavía apegados En La Opinión Nacional de Caracas sus cró-
a moldes tradicionales. Una respuesta a ellos lo nicas comienzan a llamar la atención continen-
constituye el editorial del segundo y último nú- tal. Allí aparecen sus artículos sobre Garfield,
mero, «El carácter de la Revista Venezolana», que Longfellow y Emerson, que tienen característi-
ha sido calificado como verdadero «manifiesto cas de verdaderos ensayos. Entre 1882 y 1891
modernista», en donde Martí postula que «el sus crónicas en La Nación de Buenos Aires, dan
escritor ha de pintar como el pintor. No hay ra- a conocer a los pueblos de habla hispana las dis-
zón para que el uno use de diversos colores, y tintas facetas de la vida en los Estados Unidos,
no el otro. Con las zonas se cambia de atmósfe- con una profundidad y certeza que lleva mucho
ra, y con los asuntos de lenguaje. Que la senci- de advertencia, y que lo convierten en uno de
llez sea condición recomendable, no quiere de- los más lúcidos observadores que tuvo la gesta-
cir que se excluya del traje un elegante adorno.» ción del incipiente imperio.
También en Caracas comienza sus colaboracio- Debe recordarse que un proceso de extraor-
nes en La Opinión Nacional, algunas firmadas dinaria importancia tendrá lugar en la vida de
y otras anónimas como la famosa «Sección cons- Martí a partir de 1880. Las «Escenas norteame-
tante», con informaciones muy variadas y estilo ricanas» son la expresión de los cambios que se
sintético. En esta sección aparece, también en van produciendo por entonces en sus ideas so-
1881, lo que se considera primera repercusión bre los Estados Unidos. Las crónicas que escri-
latinoamericana de la teoría sinestésica que en be hasta 1886, cuando aún no habían madurado
Francia postulaban Baudelaire y Rimbaud, al suficientemente su visión política y social, de-
explicar cómo «entre los colores y los sonidos muestran no obstante una creciente agudización
hay una gran relación». de la crítica hacia la realidad norteamericana, y
En los Estados Unidos permanecerá Martí, el hecho de que ha ido profundizando en su com-
salvo breves viajes a países latinoamericanos, prensión de la problemática social.
hasta 1895, cuando parte hacia Cuba para desem- El año que transcurre entre mediados de 1886
peñar su ansiado papel de soldado de la inde- y 1887 es de vital importancia para el pensamien-
pendencia. En Norteamérica colabora en perió- to martiano, que se va radicalizando vertigino-
dicos latinoamericanos y estadounidenses, como samente a partir, entre otras razones, de su aná-
La Nación, de Buenos Aires —considerado en- lisis de las causas y consecuencias del proceso
tonces el periódico más prestigioso en lengua contra los anarquistas de Chicago. Asimismo se
castellana de América—, El Partido Liberal, de amplía su comprensión de los problemas de la
México y The Sun. Entre ellas se destaca La clase obrera, y de la situación particular que atra-
América, «revista de agricultura, industria y co- viesan los Estados Unidos en los momentos en
mercio» publicada en Nueva York, que llega a que pasaba a una agresiva etapa de expansión
dirigir entre 1883 y 1884, y sobre la cual aún económica y territorial. Trabajos como «Un
hay mucho por investigar, pues existen indicios drama terrible», «Nueva York en junio» y «El
de que en algún momento fue su redactor único. cisma de los católicos en Nueva York», son bue-
Al conocimiento directo de la realidad nor- na muestra de esta evolución.
teamericana se suma entonces el contacto con Otro aspecto importante del pensamiento
hombres prestigiosos provenientes del conti- martiano que gana en profundidad por esos años
nente y de otros países del mundo, con cuyas son sus ideas en torno a la guerra patria. Desde
experiencias completa y amplía las suyas mis- comienzos de la década del 80 venía analizando

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los continuos fracasos de las conspiraciones e dentro de su prosa los artículos que dedicó a
intentos expedicionarios después de terminada analizar la vida en los Estados Unidos, particu-
la Guerra de los Diez Años, en busca de solu- larmente sus «Escenas norteamericanas», co-
ciones que permitieran superar las fallas inicia- menzadas a publicar a partir de 1881. Menos
les y lograr al fin la independencia. La experien- numerosos, pero de notable valor, son sus artícu-
cia de la Guerra Chiquita le ha servido para los dedicados a la temática europea.
valorar la diferencia entre las buenas intencio- Gran parte de su labor periodística puede
nes y la capacidad necesaria para lograr un mo- ubicarse dentro del género que suele llamarse
vimiento victorioso. Comprende la gran dosis «crónicas», comentarios sobre sucesos de actua-
de improvisación que presidía los trabajos de los lidad, a los cuales imprimió un sello perso-
patriotas y de la falta de un programa lo sufi- nalísimo. Por ejemplo, en sus «Escenas norte-
cientemente amplio, coherente y democrático americanas», aparte de lo valiosas que resultan
para atraer a todos los cubanos que deseaban la para comprender su maduración ideológica, sus
independencia, capaz de garantizar la formación dotes de creador adquieren relieve inusitado.
de la república. En 1884 se reúne con Gómez y Allí, con los datos que le proporcionaban los
Maceo y se reinician los trabajos conspirativos. periódicos de la época, recrea los hechos que
Pero tampoco esta vez los intentos por organi- narra de una manera impresionante, como si
zar la guerra se vieron coronados por el éxito. hubiera estado presente allí mismo. En cuanto
En opinión de Martí no estaban creadas las con- al estilo de la prosa de Martí en estas «Escenas
diciones para ello y decide apartarse del plan. norteamericanas», Fina García Marruz ha co-
Cree imprescindible para el triundo la existen- mentado:
cia de un programa claro y definido y una es-
tructura para el movimiento independentista, ¿Qué recurso expresivo le fue extraño? Tan
que garantice, desde los días de la guerra, la re- pronto recuerda los modos del simbolis-
pública futura, y evitar así los errores que pro- mo musical como del parnasianismo
dujeron el fracaso de la anterior contienda. escultórico o el sutil «inacabado» impre-
Toda la abundante prosa martiana, principal- sionista. Partiendo de la sustancial grave-
mente la realizada a través del periodismo, ha dad de la lengua madre, toma y admira de
sido agrupada en grandes divisiones temáticas. la francesa su mayor flexibilidad tanto
Por supuesto, Cuba es el tema central del ma- como aprende la ejemplar precisión de la
yor núcleo de trabajos. Están fundamentalmen- inglesa, que fue en definitiva su segunda
te los que dedicó a las problemática política y gran maestra. Todo depende de las exigen-
revolucionaria de su isla natal, los cuales abar- cias del tema que trata. La idea de que el
can cronológicamente toda su labor como es- pensamiento ha de ajustarse a la forma,
critor, desde El Diablo Cojuelo (1869) y El pre- como la vaina al sable, le es esencial, y fue
sidio político en Cuba (1871), hasta el Manifiesto de lo que más admiró en Hugo, de cuya
de Montecristi y sus diarios de campaña, escri- forma decía que era ya una idea. A muchos
tos ya en los últimos días de su vida. Esta temá- parecerá contradictorio su opulencia ver-
tica esencial incluye tanto artículos periodísti- bal y su insistencia en que el arte de escri-
cos como discursos, cartas y documentos. bir es reducir, pero en realidad nada es más
Además, Cuba está tratada en sus aspectos cul- inconcebible para Martí que la palabra «de
turales (educación, literatura, arte) y, en defini- mera verba», la galanura retórica vacía de
tiva, se encuentra en la médula de todo lo que toda idea o sentimiento real. Martí es sólo
escribió. «Nuestra América», según el nombre abundante cuando el tema lo requiere, con-
que él mismo le diera al continente que se ex- ciso las más de las veces, y si bien observa-
tiende al sur del Río Bravo, agrupa numerosos mos, esa misma abundancia está hecha de
trabajos que, en distintas épocas, dedicó a tratar precisiones sucesivas, de precisiones
sus diversos aspectos. Gran importancia tienen tumultuosas, de pinceladas sobrias. 30

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Las crónicas periodísticas de Martí se tienen los corazones». Con algunas influencias del lla-
hoy por los mejores exponentes de todo un gé- mado «impresionismo», al igual que tantos es-
nero que florece típicamente durante el moder- critores contemporáneos suyos en Hispanoamé-
nismo, y significa la ganancia de un medio de rica, sin embargo lo trasciende en la mejor
comunicación masivo puesto al servicio de re- medida, pues como afirma José Antonio
flejar, en sus esencias, una realidad compleja y Portuondo:
cambiante, utilizando para ello todas las formas
artísticas disponibles, con rompimiento de lí- Fue su actitud de revolucionario, hecho a
mites y cánones y una riqueza expresiva y abordar de frente la realidad y a luchar por
comunicativa no vista hasta entonces por igual, transformarla en beneficio de todos, la que
ni en profundidad ni en amplitud. Por eso ha salvó a los juicios de Martí de la caduca y
llegado a decirse que la crónica es la épica del bella intrascendencia crítica del impre-
modernismo y su más característica forma de sionismo modernista, y los puso, por en-
expresión artística. Esto es lo que lleva a Susana cima de su tiempo, muy cerca de lo actual
Rotker a realizar una relectura apasionante de y, en sus momentos más felices, de lo pe-
las crónicas de José Martí: renne. Y fue, de este modo, su inquebran-
table voluntad de servir quien ha dado eter-
No es por desmerecer su obra poética, pero nidad a su hablar. 32
sus crónicas obligan a tomar conciencia de
todo lo que convive dentro de la escritura. En su crítica encontramos su reconciliada asi-
En su «impureza» dentro de las divisiones milación de lo extranjero con la raigal expresión
de los discursos, es decir, en su margi- nativa, aunque para nuestro Continente sabía
nalidad con respecto a las categorías esta- que no «habrá literatura hispanoamericana, has-
blecidas, está lo que él aspiraba en literatu- ta que no haya Hispanoamérica». Entre sus más
ra: romper con los clisés, permitir nuevas trascendentes trabajos críticos están los ensa-
formas de percepción. yos que dedicara a los norteamericanos Emerson
y Whitman, así como las muchas páginas que
Sus crónicas son producto de este proceso y consagrara a comentar la literatura de su propia
pueden incluir muchos sistemas de representa- patria.
ción, pero su novedad, su originalidad es el re- Aunque Martí utilizó múltiples técnicas na-
sultado de esa confrontación: «La estética que rrativas con gran soltura y brillantez en gran
propone no es imitación de nada: sobrepasa los parte de sus crónicas, sintió reparos en dedicar-
esquemas de los que salió, fundando un nuevo se de lleno a la pura ficción narrativa y, fuera de
modo de relacionar en Hispanoamérica los ele- las páginas que dedicara a los niños en La Edad
mentos del lenguaje y la realidad.» 31 de Oro, sólo dejó un ejemplo específico dentro
Cuando Martí aborda la crítica, sobre todo la del género, la breve novela Amistad funesta, apa-
de literatura y la de las artes plásticas, más que recida en 1885 en un periódico newyorquino de
reseñas o artículos logra verdaderos ensayos, en poca importancia, firmada con el seudónimo de
donde la sagacidad y profundidad de sus juicios Adelaida Ral, según encargo que le hiciera su
lo hacen penetrar en el campo de la teoría y la amiga Adelaida Baralt. Tan poca importancia le
estética. Su crítica —que él mismo llamaba «ejer- concedió el autor a su «noveluca», nacida «en
cicio del criterio»— es otra manifestación de su una hora de desocupación», que la crítica usual-
rico y lúcido pensamiento. Este revolucionario mente apenas reparó en ella y no fue hasta el
otorgó gran importancia no sólo a la belleza, sino centenario de su nacimiento, en 1953, cuando el
también a la misión que debía cumplir el arte, al crítico argentino Enrique Anderson Imbert lla-
cual vio «como el modo más corto de llegar al mó la atención acerca de sus excelencias, que la
triunfo de la verdad, y de ponerla a la vez, de colocaban en ventajoso punto dentro del desa-
manera que perdure y centellee en la mente y en rrollo hispanoamericano del género. 33

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564 SEGUNDA ÉPOCA

Sin embargo, el propio Martí, a pesar de sus tores adversos: la impaciencia de los patriotas
reparos, llegó a tener en mente el editarla en for- del 68, las falsas esperanzas sembradas por los
ma de libro, para lo cual pensaba cambiarle el autonomistas, la posición de los anarco-
título por el de Lucía Jerez, con lo cual se man- sindicalistas por su aversión a las luchas políti-
tendría en la línea de las grandes novelas román- cas, las divisiones internas del campo revolucio-
ticas hispanoamericanas con nombre de mujer: nario, las distancias marcadas por la ubicación
Amalia, María, Cecilia Valdés. Pues su texto está social e incluso del color de la piel. Tenía que
concebido inicialmente dentro de parámetros ganarse la confianza de los jefes del primer mo-
típicamente románticos —prácticamente le ha- vimiento independentista con los que había roto
bían pedido hacer una «novela rosa»—, sólo que en 1884, convencer a toda la inmigración y a los
los supera en más de un sentido y Anderson revolucionarios de la Isla de que él no era un
Imbert demuestra cómo imbrica técnicas impre- charlatán más que, sin haber participado antes
sionistas a otras expresionistas, y trabaja rasgos en la guerra, hacía discursos para saquear las
estilísticos que van a caracterizar la prosa poéti- bolsas sin resultados concretos. Pero sobre todo,
ca finisecular, lo que lleva al crítico a asegurar había que adelantarse a los designios de los Es-
que «en las letras hispanoamericanas fue Martí tados Unidos, que hacían intentos por comprar
el primero en colaborar con el género novela en la Isla a España.
la renovación literaria que llamamos “modernis- Era ésta la tarea que se proponía realizar un
mo”». Fina García Marruz prefiere llamarla hombre enfermo, abandonado de su familia por
«prosa artística», pues en ella «la palabra es tra- sus propias ideas, con el único consuelo de otra
bajada desde afuera como un objeto que se la- mujer, Carmen Miyares —quien fue capaz de
bra exquisitamente», lo que permite que a la mitigar las penas de la pérdida del hogar propio
postre, más que «una novela sin arte» resulte que y la separación del hijo—, y con escasas posibi-
en ella «había más de arte que de novela». 34 Ha- lidades de ganar el sustento porque todo su tiem-
bilidades técnicas sorprenden en el uso del diá- po y esfuerzos tenía que dedicarlos a su ingente
logo, indirecto, rápido, caracterizador, y en la tarea.
fina percepción de rasgos sicológicos, sin olvi- Una oportunidad para acercarse a los obre-
dar la gran carga autobiográfica que posee. ros llegó con la invitación a pronunciar un dis-
En Cuba, ya en la década del 80 se hacía in- curso con motivo de la conmemoración del 27
sostenible el mantenimiento de la esclavitud de noviembre, de 1897, ante la emigración de
como institución, y los antiguos esclavos se iban Tampa. «Los pinos nuevos» es el título con el
convirtiendo en obreros agrícolas; los hacenda- que esta pieza ha pasado a la historia. En este
dos se habían puesto frente a la revolución y discurso Martí llama a todos a la unidad para la
militaban en las filas del Partido Autonomista; lucha con palabras de una gran belleza poética:
el mosaico clasista se había reducido y la direc-
ción del nuevo movimiento revolucionario es- Rompió de pronto el sol por el claro del
taba en manos de líderes de extracción más hu- bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita,
milde, como el propio Martí. Su extraordinaria vi por sobre la yerba amarillenta erguirse,
visión política lo pone en condiciones de encon- en torno al tronco negro de los pinos caí-
trar la solución más acertada: un aparato de di- dos, los racimos gozosos de los pinos nue-
rección, una forma de recaudar los fondos ne- vos: ¡Eso somos nosotros: pinos nuevos!
cesarios, la base de sustentación de la guerra en
los sectores más humildes y la superación de la A este discurso siguieron otros que arrastra-
disyuntiva entre el mando militar y civil. ban al auditorio, pobres en su mayoría, a abrir
En 1887 se reincorpora de nuevo, de manera las bolsas, para entregar los recursos necesarios.
directa, a la lucha revolucionaria para dar cima a En su inquebrantable quehacer revoluciona-
su gran obra, la fundación del Partido Revolu- rio, las condiciones que para la oratoria poseía
cionario Cubano. Tiene que enfrentar varios fac- Martí le ayudaron en gran medida. La época en

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que vivió fue de auge del mencionado género, y generosas que ¡no a deshora por cierto!
su capacidad creadora, su elocuencia y ardor acuden a dármele fuerzas para la agonía de
inigualable, no sólo los puso en evidencia cuan- la edificación; ahora, puestos los ojos más
do trataba de enardecer los ánimos, sino ante arriba de nuestras cabezas y el corazón en-
cualquier tema que tocase. Para muchos, estas tero sacado de mí mismo, no daré gracias
elocuencia y ardor martianos, manifestados de egoístas a los que creen ver en mí las virtu-
manera vibrante en la oratoria, están en la base des que de mí y de cada cubano desean; ni
misma de toda su creación literaria. Sobre sus al cordial Carbonell, ni al bravo Rivero,
discursos, ha afirmado Cintio Vitier: daré gracias por la hospitalidad magnífica
de sus palabras, y el fuego de su cariño ge-
En vano buscaremos en ellos las partes que neroso; sino que todas las gracias de mi
tradicionalmente se atribuían a la pieza ora- alma les daré, y en ellos a cuantos tienen
toria: exordio, proposición, división, narra- aquí las manos puestas a la faena de fun-
ción, confirmación, refutación, peroración. dar, por este pueblo de amor que han le-
Sus discursos, mezcla de inmensos perío- vantado cara a cara del dueño codicioso que
dos y oraciones aforísticas, tienen la for- nos acecha y divide; por este pueblo de vir-
ma libre de la llama. No podrá alabarse en tud, en donde se prueba la fuerza libre de
ellos la composición arquitectónica, ni el nuestra patria trabajadora; por este pueblo
tipo de armonía, elegancia y majestad que culto, con la mesa de pensar al lado de la
alabó Sanguily en los discursos de Monto- de ganar el pan, y truenos de Mirabeau jun-
ro, su perfecta antítesis en política y en to a artes de Roland, que es respuesta de
oratoria; pero siempre podrá decirse de su sobra a los desdeñosos de este mundo; por
palabra lo que dijo él de Bolívar: «Quema este templo orlado de héroes, y alzado so-
y arroba.» Y ese ardor, desde luego, no es bre corazones. Yo abrazo a todos los que
un fin en sí mismo, quiere encender a los saben amar. Yo traigo la estrella, y traigo la
hombres con su fuego apostólico, porque paloma, en mi corazón.
brota del volcánico seno de una conmoción
histórica, del agravio secular a la dignidad Voz, presencia y ademán acompañaban a la pa-
humana que en él hace crisis. 35 labra impetuosa, hecha a todos los tonos y ma-
tices, pero siempre entrañable en la sinceridad
Y efectivamente, Martí «quema y arroba» en de su mensaje.
sus grandes piezas oratorias, muchas de ellas Uno de los grandes momentos de la prosa
perdidas, como las que pronunciara ya en plena martiana ocurre cuando en 1889 busca su co-
manigua insurgente. De las recogidas, restallan municación con los niños y jóvenes a través de
las pronunciadas en Tampa hacia 1891, como la La Edad de Oro. Porque para Martí el escribir
que hoy se conoce con el nombre de «Con to- para ellos nunca significó un descenso, un dedi-
dos y para el bien de todos». De ésta, basta re- carse a cosas de menor importancia, bajando el
producir su párrafo inicial para ejemplificar lo tono y la idea. Así, al salir el primer número de
dicho sobre su oratoria: su revista, le comentaba por carta a un amigo:

Cubanos: Los que esperaban, con la inexcusable ma-


lignidad del hombre, verme por esta tenta-
Para Cuba, que sufre, la primera palabra. tiva infantil, por debajo de lo que se creían
De altar se ha de tomar a Cuba, para ofren- obligados a ver en mí, han venido a decir-
darle nuestra vida, y no de pedestal, para me, con su sorpresa más que con palabras,
levantarnos sobre ella. Y ahora, después de que se puede publicar un periódico de ni-
evocado su amadísimo nombre, derramaré ños sin caer de la majestad a que ha de pro-
la ternura de mi alma sobre estas manos curar alzarse todo hombre.

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566 SEGUNDA ÉPOCA

Porque al redactar La Edad de Oro, jamás ol- liar, y aquella otra en la que desnuda ante el ami-
vidó que «escribir no es cosa de azar, que sale go lo recóndito de su pensamiento revoluciona-
hecha de la comezón de la mano, sino arte que rio, que a veces no podía expresar públicamen-
requiere a la vez martillo de hierro y buril de te. Dos meses antes de morir y ya listo para partir
joyería». Aunque también sabía que «con las hacia Cuba, le escribe a su madre:
zonas se cambia de atmósfera, y con los asuntos
de lenguaje». Por eso, sin dejar de ser reconoci- Hoy, 25 de marzo, en víspera de un largo
ble su tono característico, supo adaptar la prosa viaje, estoy pensando en Ud. Yo sin cesar
brillante tanto al cuento, propio o adaptado, que pienso en Ud. Ud se duele, en la cólera de
cautiva por su frescura, como al artículo infor- su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por
mativo, que a veces deviene en piezas maestras qué nací de Ud. con una vida que ama el
de tono ensayístico, como el clásico «Tres hé- sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de
roes», o su asombroso «Viaje al país de los un hombre está allí donde es más útil. Pero
anamitas», quizá la primera información que conmigo va siempre, en mi creciente y ne-
recibimos los hispanoparlantes sobre Viet Nam. cesaria agonía, el recuerdo de mi madre.
El contenido ideológico está a la altura del me-
Abrace a mis hermanas y a sus compañe-
jor Martí, con énfasis puesto en destacar las ideas
ros. ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a
de libertad y dignidad, específicamente en tres
mi alrededor contentos de mí! y entonces
aspectos: la del ser humano, la de los pueblos y
sí que cuidaré yo de Ud. con mimo y con
la del pensamiento. Para muchos constituye la
orgullo. Ahora, bendígame, y crea que ja-
mejor revista para niños y jóvenes escrita en len-
más saldrá de mi corazón obra sin piedad y
gua española. Su actualidad en todos los senti-
sin limpieza. La bendición.
dos es incuestionable, pues, como ha afirmado
Mirta Aguirre: Su
J. Martí.
difícilmente hay en La Edad de Oro línea
que no propicie un aprovechamiento ac- Tengo razón para ir más contento y seguro
tual, ideológico y literario al mismo tiem- de lo que Ud. pudiera imaginarse. No son
po. Porque lo que para aprender a pensar inútiles la verdad y la ternura. No padezca.
vale ese libro, lo vale también para los que
aspiran a hacerlo bellamente, extrayendo La ternura desbordante lo lleva casi a quedarse
al español su más rico zumo […] 36 sin palabras en un momento. Pero éstas acaban
por fluir desde su más profunda razón de ser, y
Si hay un género en el cual encontramos re- la nota familiar, pequeña, amorosa, se funde al
flejado a Martí como un todo, sin deslindar las pensamiento grande del hombre que luchaba por
varias aptitudes que en él se dieron —la del poe- una causa universal. Así, más que un estilo, te-
ta, la del pensador, la del revolucionario—, es nemos la entrega total del hombre. Y en el día
en su extraordinario epistolario, en donde se anterior a su muerte, en carta inconclusa a Ma-
entremezclan todas las urgencias del hombre nuel Mercado, encontramos una de sus reflexio-
—desde el detalle cotidiano, hasta la reflexión nes revolucionarias que más vigencia de futuro
profunda—, pero unificadas en vital decir, con contiene, tampoco desvinculada de la nota ínti-
una prosa libre, flexible, capaz de comunicar y ma, esta vez como muestra de otro de los senti-
emocionar. Incluso la brevedad o la urgencia mientos que Martí más apreciaba: la amistad. He
dotan a su prosa de nuevas posibilidades expre- aquí su párrafo inicial:
sivas. De su extenso epistolario, queremos aquí
transcribir dos de sus últimas cartas, que Mi hermano queridísimo: Ya puedo escri-
ejemplifican algunas de sus vertientes más defi- bir, ya puedo decirle con que ternura y agra-
nidas dentro del género: la carta íntima, fami- decimiento y respeto lo quiero, y a esa casa

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que es mía y mi orgullo y obligación; ya firmado por él y Gómez como símbolo de la


estoy todos los días en peligro de dar mi unidad, recogió este programa. No había más
vida por mi país y por mi deber —puesto que zarpar hacia Cuba; el alzamiento se había
que lo entiendo y tengo ánimos con que acordado para el 24 de febrero de 1895.
realizarlo— de impedir a tiempo con la in- La prosa de Martí, a pesar de su personalísimo
dependencia de Cuba que se extiendan por tono, muestra una flexibilidad asombrosa. En-
las Antillas los Estados Unidos y caigan, contramos en él la sobria belleza de la prosa
con esa fuerza más, sobre nuestras tierras ancilar puesta al servicio de un documento o un
de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, comunicado, en donde el desenvolvimiento de
es por eso. En silencio ha tenido que ser y las ideas, el orden arquitectural con que se pre-
como indirectamente, porque hay cosas sentan las cosas, alcanzan singular relieve esté-
que para lograrlas han de andar ocultas, y tico, debido precisamente a la ceñida expresión.
de proclamarse en lo que son, levantarían Excelente ejemplo de ello es el Manifiesto de
dificultades demasiado recias para alcanzar Montecristi, en donde el escritor en función
sobre ellas el fin. eminentemente revolucionaria se enfrenta a
múltiples dificultades. A la expresión diáfana,
El 14 de marzo de 1892 aparece el número comunicativa, de las ideas esenciales, debía unir
inicial del periódico Patria, que funda y dirige, otra forma de decir, para abordar algunos temas
llevando anónimamente el peso mayor de su re- complejos, delicados si se quiere, respecto a la
dacción, en donde desarrolla un agudo sentido problemática social o antimperialista, por ejem-
del periodismo, pues «el escritor enorme abor- plo, y entonces la expresión no es tan clara ni el
da el artículo de fondo, o la pequeña nota de estilo tan directo. El propósito es el de unir so-
circunstancia —como las de la sección “en casa” bre todo, enfrentados ya al esfuerzo de la lucha
alusiva a una boda o a una visita, en que va pre- mayor y decisiva, aunque para ello se evada el
sentando a una luz casi mítica la novela de la abordaje directo de ciertas cuestiones. Sin em-
diaria realidad de la emigración cubana».37 En el bargo, el vigor, la claridad y la tensa emoción
primer número del periódico se recogen las «Ba- que se desprenden del documento son irre-
ses del Partido Revolucionario Cubano» y el 10 cusables. El Manifiesto de Montecristi va a situar-
de abril las asociaciones de cubanos y puertorri- se en una línea histórica cubana, dentro de la
queños en Cayo Hueso, Tampa y Nueva York cual los documentos de mayor trascendencia
realizan actos de proclamación del Partido. revolucionaria poseerán también destacados va-
La nueva organización, única en su clase en lores estéticos.
América, se planteó tres tareas fundamentales: La idea fija de Martí de desembarcar en la Isla
extender y consolidar el partido, recaudar los obedeció, de un lado, al deseo y la necesidad de
fondos necesarios y organizar las fuerzas mili- demostrar que estaba dispuesto también a dar
tares. El fracaso de la expedición de Fernandina su vida —lo habían acusado de «Capitán Ara-
fue un duro golpe; pero, tras la incautación de ña»—, pero además, sabía que era él quien tenía
los barcos por el Gobierno norteamericano, mayor claridad sobre la problemática del país y
Martí decidió llevar a cabo el desembarco con sobre el camino a seguir en las difíciles condi-
los escasos recursos con que contaba. Sabía que ciones de Cuba en los días del surgimiento del
había llegado el momento revolucionario, el pre- imperialismo en los Estados Unidos y, por lo
ciso momento en el cual el atraso podía costar tanto, debía participar directamente en la obten-
el triunfo. ción de la independencia y posterior organiza-
Con Gómez se reúne el 25 de marzo de 1895 ción de la república. No había en esa actitud
para cumplir, antes de arribar a las costas cuba- ambición personal, sino sentido del deber, co-
nas, otro paso ineludible según su opinión: la nocimiento de la magnitud de la empresa que se
redacción del programa de la revolución. El iniciaba, convicción de que únicamente él había
Manifiesto de Montecristi, escrito por Martí y llegado a calar profundamente en las causas de

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los errores de la pasada guerra y en las circuns- hechos violentos que contiene, que el Diario…
tancias nacionales e internacionales en que se es un ejemplo de violentación del lenguaje, con-
desarrollaba la nueva etapa de lucha. Su hones- dicionado, alimentado por una nueva circuns-
tidad revolucionaria lo había llevado a plantear tancia. Nunca el hombre y el artista estuvieron
que estaba dispuesto a deponer su autoridad tan fundidos, y quizá como nunca antes estu-
como jefe del partido una vez en tierra cubana, vieron a tan gran altura (lo que, ya sabemos, es
y someterse a la decisión de la mayoría, tal y mucho decir). El Diario de campaña de Martí es
como afirmaba en una carta dirigida a Federico culminación y apertura, por la cual germinarán
Henríquez y Carvajal de 25 de marzo de 1895. algunos de los hechos revolucionarios y de las
Si no era electo presidente, estaba también dis- páginas literarias que más vigencia tienen hoy
puesto a aceptar la decisión de la mayoría. Su día en nuestras tierras americanas.
función sería entonces la de aconsejar, influir La presencia de la obra y la figura de José
para que las decisiones que se adoptaran fuesen Martí al final del período colonial le confiere una
las más acertadas. gran coherencia al desarrollo literario cubano,
Finalmente volvió a tierra cubana como gue- pues él mismo, enraizado fuertemente en el que-
rrero de la independencia. A su arribo a Playitas hacer nativo, viene a resultar culminación de
en compañía de Máximo Gómez se sintió por éste. Cintio Vitier ha señalado cómo lo cubano
fin hombre libre; había cumplido con su deber. se va caracterizando en dos vertientes básicas
Varios documentos son testimonio de sus sen- que se funden en sus esencias, con la penetra-
timientos de aquellos días, entre ellos su diario ción en la naturaleza y la sostenida preocupa-
de campaña, en el que se vuelcan todas sus emo- ción ética, que recorren las principales obras
ciones. El 19 de mayo, a pesar de las previsiones desde comienzos del siglo XIX y alcanzan su pun-
de Gómez, que sabía lo importante de la vida de to culminante y más lúcido precisamente en
Martí para el curso de la revolución, marchó al Martí. Otro aspecto manifiesto desde su misma
combate dispuesto a dar el ejemplo a aquellos condición geográfica es la insularidad cubana,
que lo habían aclamado como su máximo jefe al que por una parte confiere rasgos unitarios y
darle el título de presidente, y cayó como había delimitación precisa a su quehacer, pero a la vez
expresado en sus versos, con la certeza de que la hace punto de tránsito, de convergencia, abier-
para el logro de sus objetivos tenía que ser tam- ta a todas las rutas, «fiel del mundo», según la
bién un soldado de filas. llamara el propio Martí, tan cubano y tan uni-
En ese diario de campaña, en donde recogió versal él mismo.
los últimos días de su vida, particularmente los Si el sentimiento latinoamericanista ha esta-
que pasó de nuevo en su tierra cubana, escrito do siempre vinculado a la formación de la na-
con la premura del guerrero en campaña, el es- cionalidad cubana, en Martí va a alcanzar su
critor y el poeta afloran en una prosa entre- mayor esplendor esta dimensión: su obra y sus
cortada, sugerente, única, de increíbles rasgos actividades lo convierten en la figura máxima de
impresionistas, condicionada por una realidad lo que él calificara «Nuestra América». Pero no
determinante, pero de la cual extrae sus más pro- sólo esto, sino que su imbricación con la cultu-
fundas dimensiones. Víctor Casaus ha señalado ra y el mundo hispánico peninsular —siempre
que el Diario…, como gran parte de la literatu- deslindada de su lucha anticolonialista— lo ubi-
ra de campaña, no es producto de un plan ela- ca como quizás la primera figura literaria de ver-
borado y medido, o de una preconcebida inten- dadera dimensión hispánica intercontinental. Y
ción estilística.38 Esta literatura que encuentra teniendo bien presente que es el mejor conoce-
su raíz en los hechos en que participa su autor, dor y crítico de la sociedad estadounidense.
crece al ritmo de ellos y es preciso hallar sus Abierto a todo el universo, no sólo resume y
valores —incluso los estilísticos— a partir de culmina el quehacer cultural de su isla nativa
esa premisa. En ese sentido puede decirse, a pe- hasta el siglo XIX, sino que sienta pautas para su
sar de la sobriedad con que son relatados los desarrollo futuro, hasta el punto de considerar-

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 569

lo aún hoy día una de las obras más vigentes y


enriquecedoras para la actual literatura cu-
bana. 39

NOTAS
(CAPÍTULO 3.8)

1
Aunque no se señalarán los fragmentos específicos 12
Roberto Fernández Retamar: ob. cit., pp. 76-77.
repetidos, este texto sobre Martí se basa, de manera
general, en el realizado por el mismo autor, con la
13
Juan Marinello: Dieciocho ensayos…, p. 100.
colaboración de Diana Iznaga y Olivia Miranda, para 14
Rine Leal: «De Abdala a Chac-Mool», en su La sel-
el Perfil histórico de las letras cubanas desde los orí- va oscura. De los bufos a la neocolonia (Historia del
genes hasta 1898. Editorial Letras Cubanas, La Ha- teatro cubano de 1868 a 1902). Editorial Arte y Li-
bana, 1983, pp. 430-472 (Instituto de Literatura y teratura, La Habana, 1982, p. 39.
Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba).
La mejor edición de los textos martianos —hasta
15
Portuondo: ob. cit., pp. 110-112.
ahora— resulta la de Obras completas. Editora Na- 16
Ángel Augier: «Martí, poeta, y su influencia
cional de Cuba / Instituto Cubano del Libro, La innovadora en la poesía de América» en su Acción y
Habana, 1963-1973, 28 t. (hay reimpresiones). poesía en José Martí. Centro de Estudios Martianos
2
Juan Marinello: Dieciocho ensayos martianos. Cen- / Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1982,
tro de Estudios Martianos / Editora Política, La Ha- específicamente pp. 167-179.
bana, 1980, p. 83. 17
Cintio Vitier: Lo cubano en la poesía. Editorial Le-
3
Ob. cit., p. 85. tras Cubanas, La Habana, 1970, pp. 113-115, y
Regino E. Boti, «A extramuros de Sibaris. Sol de
4
Ob. cit., pp 98-89. Domingo», en Universal, a.1, núm. 4. La Habana,
5
Juan Marinello: Creación y revolución. Instituto Cu- oct. 1981, pp. 336-358.
bano del Libro, La Habana, 1973, p. 36. 18
Salvador Arias: Tres poetas en la mirilla. Plácido,
6
Roberto Fernández Retamar: Introducción a Martí. Milanés, la Avellaneda. Editorial Letras Cubanas, La
Centro de Estudios Martianos / Casa de las Améri- Habana, 1981, pp. 33-34.
cas, La Habana, 1986, p. 78. 19
Eugenio Florit: «Versos», en Revista Hispánica Mo-
7
Juan Marinello: Dieciocho ensayos…, p. 125. derna. Nueva York, a. XVIII, núm.1-4, ene.-dic.,
1952, p. 32.
8
Gabriela Mistral: «La lengua de Martí», en Antolo-
gía crítica de José Martí. Recopilación, introducción
20
Leal: ob. cit., p. 386.
y notas de Manuel Pedro González. Publicaciones 21
Para ampliar sobre esta estancia de Martí en Cuba,
de la Editorial Cultura, México, 1960 (Universidad consúltese de Alberto Rocasolano En años del re-
de Oriente. Departamento de Extensión y Relacio- poso turbulento. Ediciones Unión, La Habana, 1964.
nes Culturales, Santiago de Cuba), p. 28. 22
Juan Carlos Ghiano: «Martí poeta», en Antología
9
Guillermo Díaz Plaja: «Martí», en Antología crítica crítica de José Martí, p. 345.
de José Martí, p. 247. 23
Augier: ob. cit, p. 202
10
José Antonio Portuondo: Martí, escritor revolucio-
nario. Centro de Estudios Martianos / Editora Po-
24
Rubén Darío: «José Martí, poeta», en Antología crí-
lítica, La Habana, 1982, pp. 112-114. tica de José Martí, p. 287.
11
Pedro Henríquez Ureña: Las corrientes literarias en
25
Miguel de Unamuno: «Sobre el estilo de Martí», en
la América hispánica. Fondo de Cultura Económi- Antología crítica de José Martí, p. 188.
ca, México, 1949, p. 167. 26
Marinello: Dieciocho ensayos…, p. 298.

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570 SEGUNDA ÉPOCA

27
Gabriela Mistral: «Los “versos sencillos” de José Martianos / Editorial Letras Cubanas, La Habana,
Martí», en Antología crítica de José Martí, pp. 254- 1989.
255, 256-257 y 258, resp. 37
Roberto Fernández Retamar e Ibrahím Hidalgo Paz:
28
Marinello: Dieciocho ensayos…, pp. 304-305. José Martí. Semblanza biográfica y cronología míni-
ma. Editora Política, La Habana, 1983.
29
Marinello: Dieciocho ensayos…, pp. 307.
38
Víctor Casaus: «El Diario de José Martí: rescate y
30
Fina García Marruz y Cintio Vitier: Temas martianos. vigencia de nuestra literatura de campaña», en Anua-
Biblioteca Nacional José Martí. Departamento Co- rio del Centro de Estudios Martianos. La Habana,
lección Cubana, La Habana, 1969, p. 223. núm.1, 1878, pp. 189-206.
31
Susana Rotker: Fundación de una escritura. Casa de 39
La amplia bibliografía de y sobre Martí puede
las Américas, La Habana, 1992, p. 256. consultarse en los siguientes textos: Fuentes para el
32
Portuondo, ob. cit., p. 104. estudio de José Martí: ensayo de bibliografía clasifi-
cada, de Manuel Pedro González (Publicaciones del
33
Enrique Anderson Imbert: «La prosa poética de José Ministerio de Educación. Dirección de Cultura, La
Martí. A propósito de Amistad funesta», en Antolo- Habana, 1950); Bibliografía martiana, 1853-1893,
gía crítica de José Martí, pp. 93-131. de Fermín Peraza (Comisión Nacional Organiza-
34
Fina García Marruz: «Amistad funesta», en Cintio dora de los Actos y Ediciones del Centenario y del
Vitier y F.G.M.: Temas martianos, pp. 282-291. Monumento de Martí, La Habana, 1954); Biblio-
grafía martiana, 1954-1963, de Celestino Blanch (Bi-
35
Cintio Vitier y Fina García Marruz: Temas martianos, blioteca Nacional José Martí. Dpto. Colección Cu-
p. 68. bana, La Habana, 1965). A partir de 1964 la
bibliografía martiana se ha recogido regularmente
36
Mirta Aguirre: «José Martí: La Edad de Oro», en en las publicaciones seriadas Anuario Martiano (Bi-
Cuba Socialista. La Habana, a. II, núm.20, abr. 1963, blioteca Nacional José Martí, La Habana, tt. 1-7,
p. 129. Para otros juicios sobre la revista consúltese 1969-1977) y Anuario del Centro de Estudios
Acerca de «La edad de oro». Selección y prólogo Sal- Martianos (Centro de Estudios Martianos, La Ha-
vador Arias. 2da edición. Centro de Estudios bana, t. 1, 1978).

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3.9 CARACTERIZACIÓN GENERAL DE LA ETAPA

Si la segunda mitad del siglo XIX significa para ser y los anhelos de los habitantes de la isla. Si la
Cuba la culminación de una larga trayectoria poesía alcanzó el más alto grado de emotividad
colonial con el estallido de luchas armadas que hasta entonces, no menos eficaces fueron la na-
terminan por romper los vínculos entre la isla y rrativa en sus varias vertientes (artículo de cos-
su antigua metrópoli, este lapso de luchas, tre- tumbres, noveletas y novelas, testimonio) y el
guas, fracasos y triunfos —bélicos y políticos— teatro, este último sobre todo a través de su prác-
tuvo tal trascendencia en todo el ámbito nacio- tica cotidiana, bien ejemplificada en el llamado
nal que sus fechas de inicio y término —1868 y bufo cubano. Por eso, si existe un rasgo funda-
1898— marcan también una definida etapa den- mental en la literatura que se produce en Cuba
tro del desarrollo literario del país. Esa legítima entre 1868 y 1898, es el de formar parte, a la vez
aspiración independentista prevalece entonces como factor contribuyente y expresión conse-
en todos los campos y sus consecuencias, ya sea cuente, de la culminación del proceso a través
desde la adhesión entusiasta hasta el rechazo del cual madura la conciencia nacional.
evasivo, son demasiado palpables en el campo Pero el anterior proceso logra su mayor efi-
literario, tal como lo fueron en lo social, lo po- cacia porque va acompañado de una maduración
lítico y lo económico. Quizás como nunca, es- estética en sus mejores muestras, y en conjunto
tos treinta años ubicados ya hacia los finales del alcanza una enraizada amplitud que le permite
siglo XIX, representan una sólida vinculación uni- resistir el embate de las inevitables y duras con-
taria en todos los aspectos de la vida cubana, tingencias bélicas de la etapa. Porque otra ca-
subdivisible en tres momentos —guerra, racterística de dicha etapa es tanto el mantener
entreguerra, guerra de nuevo— que el distan- el brillante cultivo de géneros ya alcanzado en
ciamiento histórico de hoy nos permite contem- etapas anteriores —la poesía en mayor medida,
plar con la sólida correspondencia de una forma pero también el ensayo— como el lograr pleno
musical (A1, B, A2). desarrollo en otros —la narrativa de ficción— y
El llegar a este rompimiento con los lazos producir textos que, con antecedentes o no, sig-
coloniales supuso todo un proceso de madura- nificaban un nuevo aporte como conjunto, tal
ción de la conciencia nacional, del cual la litera- como resultó con la «literatura de campaña».
tura formó parte actuante. Si en cuanto a la for- La maduración del pensamiento y el tener que
mación de un ideario cubano contribuyeron de enfrentarse a un momento de crisis en casi to-
manera esencial algunos prestigiosos ensayistas, dos los aspectos de la vida nacional, contribuyó
no menos importante fue el aporte de otros es- al indudable auge de la prosa reflexiva, que lo-
critores a la creación de una sensibilidad, un sen- gra agrupar un impresionante número de ensa-
timiento, que expresaba cabalmente la forma de yistas, críticos y pensadores, para alcanzar un

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572 SEGUNDA ÉPOCA

momento de desarrollo del género —o sub- aún mucho el esplendor obtenido durante los
géneros— calificado generalmente como verda- años precedentes dentro de las corrientes román-
dera «edad de oro» y que muchos consideran no ticas. Rondando el modernismo surgen voces
ha tenido equivalente dentro de toda la literatu- que no demeritan ante las muy altas que las ha-
ra cubana. La cantidad y calidad de autores en bían antecedido, pero el desarrollo poético de la
este campo es tan amplia que sólo bastará para etapa se ve signado por la desaparición dentro
probar lo anterior señalar algunos de sus más de su propio lapso de algunos de sus más nota-
ilustres cultivadores: José Martí, Enrique José bles exponentes: José Martí, Julián del Casal,
Varona, Manuel Sanguily, Enrique Piñeyro, Ma- Juana Borrero, Carlos Pío Uhrbach… Las ten-
nuel de la Cruz, Aurelio Mitjans… La relación dencias estéticas que predominan en el extran-
de este florecimiento con la situación específica jero florecen internamente junto a la utilización
por la que atravesaba Cuba es evidente, pero de este género como instrumento de combate,
tampoco puede olvidarse que se trata de un flo- como ya había ejemplificado Heredia. Contra-
recimiento fuertemente vinculado a un desarro- dicciones y crisis no impiden a la poesía mante-
llo sólido y gradual desde los tiempos iniciales ner también durante esta etapa su reconocida
de nuestra literatura, dentro del cual ya existían posición de vanguardia cualitativa dentro de la
tan notables exponentes como José Agustín literatura cubana.
Caballero, Arango y Parreño, Félix Varela, Do- La misma ebullición epocal hace necesario el
mingo del Monte, José Antonio Saco, José de la rompimiento de moldes genéricos tradiciona-
Luz y Caballero… les y en la búsqueda de la expresión de agudos
También producto de ese distanciamiento conflictos y anhelos impostergables la literatu-
crítico y la consiguiente acumulación de expe- ra adquiere una funcionalidad inevitable. Los
riencia, que permiten lograr una relativa adultez, valores estéticos no están ausentes pero el pro-
fue la aparición entonces de algunas novelas que selitismo o la polémica adquieren lugares pre-
pueden ser ya consideradas como productos de ponderantes. Que esto ocurra en el brillante
alta calidad, sobre todo en sus dos muestras ensayismo de la época no sorprende, pero sí lla-
paradigmáticas: Cecilia Valdés, de Cirilo ma la atención cómo el periodismo y la oratoria
Villaverde, y Mi tío el empleado, de Ramón Meza, desbordan sus límites tradicionales y muchos de
con sus valores complementarios, la primera sus textos disputan la primacía artística a las for-
como culminación de lo hecho en el género, la mas de ficción. El período de entreguerras sirve
segunda abierta a un futuro desarrollo. Pero tam- como ardiente crisol y la oratoria, por ejemplo,
bién se verifica en el cultivo prolífico del géne- es como un muestrario de posiciones encontra-
ro, que permite el destaque de varios autores de das y estilos múltiples. A veces es imposible des-
interés: Tristán de Jesús Medina, Nicolás lindar la crítica literaria de la política y cuando
Heredia, Francisco Calcagno, Martín Morúa varios autores insisten en historiar o antologar
Delgado… La novela se afinca en el reflejo de la nuestro proceso cultural, están contribuyendo
realidad patria sin desdeñar incursiones extra- a hacer más visible esa maduración de la con-
nacionales y estilísticamente asimila, un poco de ciencia nacional que caracteriza el período. Las
manera indiscriminada, corrientes foráneas que mismas guerras producen su propia literatura y
van del romanticismo al naturalismo, alcanzan- junto al panfleto o el análisis crítico, se van es-
do en esta misma hibridez su perfil propio, que cribiendo testimonios útiles y hermosos, que
incluye tanto la aparición de largos folletines en pueden tomar la forma de memorias, diarios,
la prensa diaria como otros productos de gran epistolarios… Es lo que se ha llamado «literatu-
refinamiento estético, de lo que es muestra la ra de campaña», un conjunto que muestra uno
novela Amistad funesta, de José Martí. de los perfiles más propios y valiosos del mo-
La asimilación de corrientes foráneas y la mento.
búsqueda de una nueva sensibilidad se hace muy Estos finales del siglo XIX cubano maduran y
presente también en la poesía, sobre la cual pesa recogen una fructífera siembra anterior y la gue-

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TERCERA ETAPA: 1868-1898 573

rra no puede impedir que en la etapa proliferen para enmarcarla que no tuviesen bien presentes
publicaciones e instituciones no oficiales… Pero los brotes bélicos. Pero otra característica muy
esa misma guerra hace que se establezcan deli- particular e indisolublemente unida a lo ante-
mitaciones casi siempre excluyentes entre lo rior, es también la presencia de una figura de ta-
cubano y lo español. Durante la entreguerra re- lla excepcional que, prácticamente, domina la
vistas y tertulias servirán a esos fines, utilizan- etapa. José Martí no sólo es el principal artífice
do a veces tácticas diversas, pero al romper la y sostenedor del brote independentista, sino que
última contienda en 1895 todo se polariza y se también con su obra literaria sienta pautas en
hace casi imposible deslindar lo meramente cul- muchos campos. Enraizado con fuerza en la tra-
tural de lo político. Aunque la situación no es la dición nacional, también está excepcionalmen-
misma para toda la isla y se ahondan matices te abierto a la cultura universal, y sus textos van
entre la capital y el interior del país y entre sus del más acendrado esteticismo a la más compro-
partes occidental y oriental, lo cual no dejará de metida funcionabilidad, pero siempre mante-
tener repercusiones culturales en el futuro in- niendo una renovadora calidad que lo coloca
mediato. En los campos de lucha los mambises entre los más altos exponentes de la literatura
crean sus propios vehículos de expresión y des- escrita en español durante cualquier época.
de el exterior se amplían y vivifican múltiples Martí, símbolo y presencia, marca de manera
manifestaciones que se incorporan en forma ac- incuestionable esta etapa de la literatura cuba-
tiva al desarrollo literario interno. na, sin lugar a dudas una de las más brillantes en
La presencia de las guerras de independencia todo su desarrollo histórico. Etapa que, por las
hace de esta etapa ubicable entre 1868 y 1898 razones ya expuestas, resulta también una de las
un momento de características muy especiales más definibles y delimitables a través de ciertos
dentro de toda la literatura cubana, hasta el pun- rasgos unitarios y preponderantes, lo cual no
to de que sería insostenible el proponer límites niega su rica y contradictoria complejidad.

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B. CONCLUSIONES GENERALES SOBRE LA LITERATURA
CUBANA ENTRE 1790 Y 1898

Mil setecientos noventa es la fecha más visible como se ha afirmado hoy día con insistencia, no
para ubicar el inicio de lo que puede llamarse el serían fáciles de borrar, porque el mismo medio
proceso de institucionalización literaria en Cuba. —geográfico y espiritual— parecía ser propicia-
Como es sabido, antes de ese momento existie- dor de ello. Sobre todo, nuestros poetas lo des-
ron autores y obras, algunos muy meritorios en tilan de manera casi inconsciente al tratar de
cierto sentido, y no dejaron de producirse ce- comunicarnos lo que apresan sus sentidos —pri-
náculos, esfuerzos privados y esporádicos apo- mero la vista, pero también lo auditivo, el olfa-
yos oficiales que dieran indicios de la existencia to y lo meramente táctil— y el neoclasicismo
de una relativa vida literaria. Existía todo un fer- toma aires de criollez evidente. Esta línea se
mento de gestación cultural que sólo adquiere cumple en los poetas más persistentes de esta
cierto grado de coherencia y sentido de trascen- etapa neoclásica, que incluyen a Manuel de
dencia cuando cuenta con vehículos para una ex- Zequeira primero e Ignacio Valdés Machuca
presión permanente y se cohesionan esfuerzos después.
y voluntades. Ése es el fin primordial que cum- Estos autores mencionados son muestras ya
plen el Papel Periódico y sus émulos durante este de la preocupación por ser «hombres de letras»,
período de fermentación, cuando la imprenta co- con lo que de reconocimiento público y
mienza a ser utilizada con mayor amplitud y se profesionalismo suponía. El oficio de escritor
cobra conciencia de que la literatura, como un comienza a tener, si no todavía mucho presti-
complejo coherente, puede llegar a ser una prue- gio, al menos sí presencia, pero aún no la sufi-
ba más del desarrollo de la colonia, ya a tres si- ciente como para que otros notables poetas de
glos de sus inicios. la época —Manuel Justo de Rubalcava, Manuel
Como colonia, la vida literaria de la isla trató María Pérez y Ramírez— estimacen que sus
de remedar a la de la metrópoli, entonces en un obras debían ser preservadas para la posteridad.
momento de franca decadencia, rindiendo plei- Esto tampoco, desde el punto de vista literario,
tesía a un neoclasicismo que a duras penas reba- parecía interesarle demasiado a los mejores
saba lo acartonado y epigonal. No es de extra- prosistas del momento, preocupados ante todo
ñar que los nativos de la isla trataran de emular por dar constancia funcional e influir en el de-
estos modelos y que cuando algunos esfuerzos sarrollo ideológico o económico de la isla. El
oficiales prestaran atención a las manifestacio- reformismo político encuentra una de sus más
nes culturales —y en esto hay que mencionar altas voces en Francisco de Arango y Parreño,
sobre todo al obispo de La Habana, Díaz de mientras que el reformismo filosófico lo hace
Espada— lo neoclásico fuese tenido como el con José Agustín Caballero; por otra parte, An-
estilo de avant garde para superar barroquismos tonio José Valdés y José María Callejas testimo-
sobrecargados y «vacíos». Barroquismos que, nian el decursar histórico. Tímidamente aún, la

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576 CONCLUSIONES GENERALES

narrativa se muestra sobre todo a través del ar- cia— prefigura ya la estampa del poeta román-
tículo de costumbres y el teatro cuenta con un tico, abierto a los aires libertarios y traspasado
actor criollo que no cuidó tampoco dejarnos de quebrantos amorosos. Entre 1823 y 1824
pruebas de su abundante labor autorial: Fran- Félix Varela, exiliado en los Estados Unidos, da
cisco Covarrubias. La oratoria, forense, acadé- a conocer El Habanero. Ejemplos tales ya nos
mica y sagrada, es herencia del período anterior permiten hablar de textos de innegable calidad
aún muy cultivada, pero en conjunto es de lo artística marcados con un matiz netamente na-
que más se vincula al pasado. cional; en otras palabras, ya puede hablarse de
En esta etapa ubicable entre 1790 y 1820 son una literatura cubana.
bien detectables nombres, obras, polémicas, ter- Aunque el romanticismo nativo tenga carac-
tulias, etc., pero casi todo tiene un carácter in- terísticas propias, que lo diferencian de sus mo-
genuo y poco coherente en general. Sin embar- delos europeos, sus huellas serán tan profusas
go, sí es muy destacable cómo la conciencia de que llenarán prácticamente toda la historia del
una identidad nacional, más allá de sus signos siglo XIX cubano, pues sólo hacia sus postrime-
externos, va ganado en profundidad y fuerza. La rías el modernismo aportará una sensibilidad con
figura más señalada en este aspecto es Félix matices algo diferenciadores. El romanticismo
Varela, pensador y escritor ya de segura volun- cubano en sus inicios es guiado y frenado por
tad estética, que dan un nuevo giro a la prosa y las manos hábiles pero cautas de Domingo del
la oratoria y con quien se inicia otra etapa en la Monte, a quien no pocos tildan de ecléctico. Pero
literatura cubana. Si Varela está muy enraizado a partir de 1829 la vida literaria criolla parece
en los finales de dicha etapa de 1790 a 1820, la estar bajo su influjo, inclusive en algunas de sus
cual culmina y supera, la última de estas fechas más importantes características:
marca un momento de vuelco en la literatura
cubana. Al conjuro de la libertad de imprenta 1. El surgimiento de un grupo de poetas de ca-
primero y luego, al cercenar España toda posi- lidad apreciable, a cuyo frente se encuentran
bilidad de reformismo progresista para la isla, la José Jacinto Milanés y Gabriel de la Concep-
vida literaria del país, impulsada por los crio- ción Valdés (a quienes se suma, con una pro-
llos, experimenta un salto cualitativo, acentua- ducción realizada casi toda en España,
do por el conocimiento y la práctica de un nuevo Gertrudis Gómez de Avellaneda).
estilo que nos llega de Europa: el romanticismo.
2. El inicio consciente de una narrativa cubana
El período de libertades constitucionales
y romántica, con autores como Cirilo
—incluida la de la imprenta— que transcurre en-
Villaverde, Ramón de Palma y José Antonio
tre 1820 y 1823 señala algunos aspectos que dan
Echeverría.
la medida del salto cualitativo. Al proliferar las
posibilidades de publicación, se dan a conocer 3. La utilización de la literatura como medio
autores y se tocan temáticas que amplían el ho- para expresar preocupaciones sociales, a sa-
rizonte cultural. Ideas polémicas se discuten ber, la disolución en que yacían las costum-
públicamente y aflora ya el sentimiento indepen- bres o la esclavitud, que generó todo un hoy
dentista; en literatura, la sombra neoclásica se famoso pero entonces clandestino brote lite-
desvanece ante brotes prerrománticos o ya ro- rario.
mánticos, según puede ejemplificarse en una
4. La renovación y proliferación de publicacio-
publicación como El Argos (1823), de los hispa-
nes periódicas, ya con un sentido moderno,
noamericanos Miralla y Fernández Madrid. Uno
de las cuales fue paradigma la Revista Bimestre
de los aspectos más importantes del momento
Cubana.
es la aparición de un gran poeta en la voz de José
María Heredia, que dada la situación histórica, 5. Tratar de actualizar el movimiento cultural
su temperamento y los estímulos literarios que cubano respecto a lo que se producía en Eu-
recibe —provenientes muchos de ellos de Fran- ropa y el resto de América, mediante una

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CONCLUSIONES GENERALES 577

información amplia y el discutir ideas lar las siguiente características:


novedosas, siempre dentro de los marcos
permitidos por la casi siempre estricta cen- 1. Las guerras y el período de entreguerras,
sura colonial. como producto y solución de crisis ya inevi-
tables, serán el denominador común de la eta-
6. Mantener el romanticismo dentro de límites
pa y su relación con la literatura se producirá
precisos, que tratarían de evitar los excesos,
de múltiples maneras, desde vínculos muy
tanto estilísticos como ideológicos, adapta-
directos y verificables hasta otros en ocasio-
dos a las condiciones propias del país.
nes poco visibles, pero existentes.
7. Mejorar y ampliar el sistema educacional cu- 2. Por lo tanto es un momento de crisis y ma-
bano no oficial, incluyendo vehículos como durez, cuando la cristalización de la concien-
los colegios privados. cia nacional se manifiesta en una prosa reflexi-
va de altas calidades y variadas formas
Producto de todo lo anterior fue el afianza- expresivas, con nombres como los de José
miento de una literatura cubana que, por defini- Martí, Enrique José Varona, Manuel Sanguily,
ción, se iba contraponiendo a lo español colo- entre otros muchos. La crítica literaria figura
nial. El choque era inevitable y Del Monte tuvo con rango elevado entre estas manifestacio-
que emigrar al extranjero en 1843; en el ’44 ya nes de la prosa reflexiva.
sabemos que el Proceso de la Escalera señala un
3. La guerra directamente produce la llamada
corte abrupto al rumbo que iba tomando el
«literatura de campaña» con textos que inclu-
movimiento literario, el cual deberá esperar a
yen el testimonio, el diario de campaña o el
tener un respiro para que nuevas voces surjan y
epistolario entre otras formas, pero también
se impongan, a cuya cabeza se encuentran poe-
se vincula al cultivo de la crítica histórica, la
tas de calidad reconocida como Juan Clemente
biografía y la oratoria, forma esta última muy
Zenea, Luisa Pérez de Zambrana, Joaquín Lo-
utilizada, con fines diversos, sobre todo en el
renzo Luaces y Rafael María Mendive, sin olvi-
período entreguerras.
dar el brote de una poesía nativista de la cual se
recuerdan con afecto los nombres de José 4. Esta maduración del conglomerado social
Fornaris y Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El permite su captación distanciada a través de
Cucalambé. En narrativa el artículo de costum- textos narrativos que casi ratifican —aunque
bres se afianza y prolifera, con José María de esto sea discutible— la aparición de una
Cárdenas y José Victoriano Betancourt entre los novelística cubana, con espléndidas muestras
de mayor destaque; no lejos de éstos se encuen- como la Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde y
tran las novelas de Ramón Piña y José Ramón Mi tío el empleado, de Ramón Meza.
Betancourt. Los pensadores —Saco, Luz y Ca-
5. En poesía aparece una sensibilidad refinada
ballero— confirman la formación de una con-
que, sin romper con los ricos antecedentes
ciencia nacional, mientras que la literatura toda
nativos, busca nuevas formas de expresión,
se muestra como uno de sus más legítimos pro-
sumándose en mayor o menor medida al
ductos. Que inclusive puede rastrearse en el tea-
nodernismo hispanoamericano. José Martí y
tro, con esfuerzos cultos como los de Milanés.
Julián del Casal son los máximos, pero no úni-
La Avellaneda y Lorenzo Luaces y una práctica
cos, exponentes en este campo.
popular y satírica que culmina en el llamado bufo
cubano. 6. El teatro, sin nombres destacables entre sus
Al romper la guerra independentista en 1868 cultivadores, es de los géneros que más se
se deslinda el comienzo de una etapa de treinta resiente por los sucesos bélicos: llega a existir
años, que durará hasta finales de siglo, a la cual, un teatro integracionista del cual es réplica un
desde el punto de vista literario, podemos seña- teatro mambí representado fuera de la isla.

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578 CONCLUSIONES GENERALES

José Martí observó en una ocasión que y los objetos artificiales sobre los cuales ejercita
el espíritu sus órganos —hasta el vestido mis-
la literatura no es más que la expresión y mo— fue campo preferido del costumbrismo.
forma de la vida de un pueblo, en que tan- Y todo el proceso fue meditado con deteni-
to su carácter espiritual, como las condi- miento y agudeza por pensadores y críticos.
ciones especiales de la naturaleza que in- Desde los esfuerzos no siempre avalados con
fluyen en él, y las de los objetos artificiales calidad estética de las primeras décadas hasta la
sobre que ejercita el espíritu sus órganos, rica proliferación de sus mejores momentos, este
y hasta el vestido mismo que se usa, están período resulta fundamental dentro de la litera-
reflejados y embutidos. 1 tura cubana, además de por las muestras de cali-
dad universal que produjo, también por llevarse
La literatura cubana entre 1790 y 1898 fue a cabo en su transcurso la formación y cristali-
cumpliendo este proceso, dando fe primero de zación no sólo de la conciencia nacional como
las condiciones especiales de la naturaleza exis- tal, sino de la literatura cubana misma, en defi-
tentes en el país, captada en sus aspectos senso- nitiva, como «expresión y forma» del quehacer
riales en un inicio pero pronto interiorizada en vital del país.
las voces de sus mejores poetas. Esta naturaleza

NOTAS
(CONCLUSIONES GENERALES)

1
Obras completas. Editora Nacional de Cuba. Insti-
tuto Cubano del Libro, La Habana, 1963-1973, t.
VIII, p. 338.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO

A Alambert, Jean Le Rond d': 105.


Alas, Leopoldo: 442.
Abbot, A.: 101, 118, 145. Albear, Francisco de: 393, 397.
Abreu, Marta: 396, 461. Aldama, Domingo: 99.
Acosta, Agustín: 540, 544, 546. Aldama, Miguel: 204, 355, 364.
Acosta y Casanova, Manuel de: 97. Aldama, Rosa: 142, 146.
Adam, Ángeles: 394. Alderete, Juan M.: 97.
Adam, María: 387. Alderíus, Francisco: 462.
Aenlle Álvarez, Álvaro: 368. Alfieri, Vittorio: 138.
Agramonte, Eduardo: 388. Alfonso, Gonzalo: 219.
Agramonte, Roberto: 232. Alfonso, José Luis: 173, 204, 219.
Agramonte y Loinaz, Ignacio: 350, 355, 398, Alfonso, Silvestre: 136.
399, 403, 419, 466. Alló, Lorenzo de: 63, 216.
Aguado, Ana: 387. Almeida, Laureano: 63.
Agüero, Joaquín de: 279, 308, 410, 478. Alonso, Amado: 140.
Agüero, José Agustín: 88. Altamirano, Ignacio M.: 554.
Aguirre, Mirta: 123, 126, 502, 566, 570. Alva y Monteagudo, Mariano José de: 38, 97.
Aguirre, Sergio: 104, 105, 124, 161, 281, 302, Álvarez de Cienfuegos, Nicasio: 96, 135.
354. Álvarez, Federico: 154, 173.
Agustini, Delmira: 509, 535. Álvarez, Imeldo: 502.

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584 ÍNDICE ONOMÁSTICO

Amaranto. Véase Costales, Manuel. Arteaga, Pedro de: 9.


Anderson Imbert, Enrique: 120, 126, 564, 570. Augier, Ángel: 125, 517, 545, 546, 553, 557, 569.
Andreu, Mateo: 88. Augier, Émile: 268.
Andueza, José María de: 119, 178, 179, 180, 189, Avelino de Orihuela, Andrés: 305.
191. Avilés, Jesús: 396.
Angulo y Heredia, José Miguel: 126. Avilés, Manuel: 396.
Antonio, Gabriel: 9. Ayala, Francisco de: 363.
Antonio, Jorge: 395. Azcárate, Nicolás: 237, 239, 244, 331, 332, 336,
Aponte, José Antonio: 87, 422, 478. 351, 372, 374.
Arango, José: 62, 63, 132. Azcárate y Rosell, Rafael: 237, 245, 352, 353.
Arango, Josefa: 134.
Arango, Napoleón: 399. B
Arango y Parreño, Francisco de: 12, 23, 28, 44,
49, 59, 62, 63, 72, 82, 82–87, 83, 84, 85, 86, Bachiller y Morales, Antonio: 34, 40, 63, 86, 96,
87, 88, 91, 92, 95, 97, 103, 104, 106, 125, 97, 115, 116, 119, 126, 145, 150, 153, 154,
161, 340, 341, 572, 574. 156, 157, 172, 179, 190, 191, 192, 193, 201,
Arburu Morell, José: 380, 382. 211, 227, 229, 230, 233, 270, 311, 312, 317,
Arditi, Luigi: 285. 332, 337, 337–342, 341, 343, 349, 352, 353,
Ardois, Dolores: 387. 364, 380, 393, 423, 455, 458, 473.
Ardois, Margarita: 387. Bacon, Francis: 221.
Argenter, Miró: 366, 487. Báez, Francisco Javier: 11.
Arias, Salvador: xii, xiv, 89, 90, 91, 98, 140, 151, Bajtín, Mijail: 492, 503.
186, 265, 266, 501. Balboa, Silvestre de: 7, 9, 13, 14, 17, 32, 36, 100,
Aristóteles: 95. 162, 290, 338.
Arizti, Cecilia: 387. Baliño, Carlos: 376.
Armand, René François: 459. Balmaseda, Francisco Javier: 234, 320, 411.
Armas, Emilio de: 451, 544. Balzac, Honoré de: 208, 469, 470.
Armas, José de: 461. Bar-Lewaw, Itzhak: 173.
Armas, Juan Ignacio de: 434. Baralt, Adelaida: 563.
Armas y Cárdenas, José de (llamado Justo de Baralt, Francisco: 311.
Lara): 364, 367, 371, 374, 435, 439, 439– Baralt, Luis Alejandro: 237, 373, 374.
441, 440, 461, 462, 465. Barañano, Leonardo: 383.
Armas y Céspedes, José de: 363, 472. Barbarrosa, Enrique: 367.
Arnao, Antonio: 332. Barca, Calderón de la: 66, 226, 550.
Arnao, Juan: 343, 354. Barea, Juan Bautista: 27.
Arnao, Ramón Ignacio: 364. Barrantes, Vicente: 438, 439.
Arrate, José Martín Félix de: 20, 22–24, 24, 27, Barrera, Diego de la: 62.
28, 31, 36, 43, 44, 71, 86, 156. Bárzaga, Rafael: 371.
Arriaza, Pedroso de: 475. Batres, Antonio: 555.
Arriaza y Superviela, Juan Bautista: 143, 153. Baudelaire, Charles: 379, 517, 523, 530, 531.
Arrom, José Juan: 32, 33, 34, 46, 131, 140, 187, Bécquer, Gustavo Adolfo: 291, 292, 510, 517.
267, 330. Beethoven, Ludwig van: 387, 560.
Arrondo, Matías: 275. Belgrano, Manuel: 97.
Arroyo, Hilario: 97. Belic, Oldrich: 285, 302.
Arrufat, Antón: 228, 232. Bellén, Manuel: 356.
Arteaga, Manuel de: 308. Bellido de Luna, Juan: 364, 376.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 585

Bellini, Vicente: 101, 102, 157, 177. Bourget, Paul: 370, 436, 438, 444, 451, 509.
Bello, Andrés: 68, 69, 70, 78, 115, 121, 144, 171. Bravo Senties, Miguel: 411.
Bentham, Jeremías: 146. Brindis de Salas, Claudio José Domingo: 374,
Béranger, Pierre-Jean: 351. 387, 389, 476, 481.
Bergaño y Villegas, Simón: 63, 97, 125. Brull, Mariano: 302.
Beristain de Souza, J. N.: 46. Buelta y Flores, Tomás: 481.
Bermúdez, Anacleto: 119, 126. Buenamar, Ricardo. Véase Cabrera, Raimundo.
Bernhardt, Sarah: 375. Bueno, Salvador: xiii, 150, 210, 211, 212, 328,
Betancourt, Ana: 399. 352, 439, 442, 458, 459.
Betancourt Cisneros, Gaspar (llamado El Lugare- Byrne, Bonifacio: 376, 450, 515, 520, 521, 536–
ño): 141, 192, 193, 204, 211, 215, 216, 240, 538, 541, 546.
243, 308, 317, 370. Byron (George Gordon, lord): 101, 115, 122,
Betancourt, José Ramón: 306, 307, 307–310, 308, 130, 134, 135, 137, 138, 144, 153, 206, 250,
316, 576. 334, 428, 432, 542, 554.
Betancourt, José Victoriano: 119, 148, 173, 189,
192, 211, 230, 234, 236, 311, 312–314, 313, C
314, 317, 321, 363, 455, 576.
Betancourt, Luis Victoriano: 314, 317, 364, 371, Caballero, Álvaro: 373.
374, 453, 454, 505, 506, 541. Caballero, Félix: 97.
Billini, Adriana: 394. Caballero, José Agustín: 12, 27, 29, 30, 44, 46,
Blanch, Celestino: 570. 49, 59, 60, 62, 63, 64, 65, 80, 84, 84–86, 85,
Blanchié, Francisco Javier: 270, 272, 273. 86, 88, 91, 92, 95, 105, 114, 161, 225, 226,
Blanck, Hubert de: 385, 386, 388, 395. 349, 355, 369, 572, 574, 576.
Blanck, Olga de: 395. Caballero y Ontiveros, Félix: 97.
Blanco y Erenas, Ramón: 374, 556. Cabezas Altamirano, Fray Juan de las: 8, 13, 14,
Blasco Ibáñez, Vicente: 485. 15.
Bobadilla, Emilio: 435, 436, 440–442, 441, 442, Cabrera, Raimundo: 376, 377, 408, 414, 415, 425,
443, 459, 461, 462, 474. 438, 464, 473.
Böhl de Faber, Nicolás: 122. Cabrera Saqui, Mario: 313.
Boileau, Nicolas: 69, 89, 226. Cadalso, José: 79, 96, 346.
Boisgobey, F.: 475. Caggiani, Giuseppe: 393.
Bolívar, Simón: 68, 110, 211, 400, 426, 565. Caillet-Pois, Julio: 140.
Boloña, José Severino: 40, 80, 158. Cairo, Ana: xiii, 211, 458, 501.
Bonafoux, Luis: 441. Cajigal, Juan Manuel: 108.
Bonheur, Rosa: 394. Calcagno, Francisco: 27, 211, 273, 301, 367, 395,
Bonilla, Cepero: 347. 420, 421–422, 426, 440, 454, 469, 472, 475,
Bonilla y San Juan, Alejandro: 80. 494, 496, 501, 572.
Bordaloue, Luis: 25. Calderón, Fernando: 121.
Borrego Estuch, Leopoldo: 173. Calderón Kessel, Francisco: 355.
Borrero Echevarría, Esteban: 450, 453, 474, 506, Callejas, José María: 87, 574.
507, 525, 533, 541, 542. Calvo de la Puerta, Sebastián: 9.
Borrero, Juana: 380, 382, 383, 441, 443, 452, 454, Calvo, Nicolás: 62, 84.
512, 515, 527, 533–536, 538, 542, 545, 546, Camargo, Juan: 9.
572. Campbell, Thomas: 137, 153, 554.
Boti, Regino E.: 265, 553, 569. Campo, Diego: 453.
Bottesini, Giovanni: 285. Campoamor, Ramón de: 332, 333, 447, 448, 507,

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586 ÍNDICE ONOMÁSTICO

553. Catalá, Ramón A.: 371.


Campos, Diego de: 39. Catalá, Valentín: 469, 500.
Cancio Isla, Wilfredo: 329. Cay, María: 545.
Cañizares, José: 66. Cay, Raúl: 528.
Cánovas del Castillo: 418. Cepeda, Ignacio de: 252, 257, 258, 265.
Carbón, Amaury: 545. Cepeda, Rafael: 433, 458.
Carbonell, José Manuel: 284, 354. Cepero Bonilla, Raúl: 276, 301, 355.
Carbonell, Néstor Leonelo: 565. Cernadas, Remigio: 88.
Cárdenas y Rodríguez, José María de: 148, 192, Cervantes, Ignacio: 374, 385, 388.
236, 312, 313, 314, 321, 455, 456, 576. Cervantes y Saavedra, Miguel de: 138, 202, 225,
Cárdenas, Nicolás de: 173. 308.
Cárdenas y Chávez, Miguel de: 173. Céspedes, Carlos Manuel de: 52, 220, 313, 350,
Cardoso Ferrer, Marta R.: 395. 357, 361, 362, 363, 371, 376, 396, 398, 401,
Carlos, Alberto J.: 266. 404, 405, 416, 419, 466, 481, 502, 551.
Carlos III: 39, 49, 57, 67. Céspedes de Escanaverino, Úrsula: 299.
Carlos IV: 57, 67, 68, 88. Céspedes de Quesada, Carlos Manuel de: 420,
Carlos V: 8. 424.
Carlyle, Thomas: 420, 423. Céspedes, Garzón: 329.
Caro, Miguel Antonio: 439. Céspedes, José María de: 373, 404, 437.
Carpentier, Alejo: 101, 103, 124, 201, 212, 239, Céspedes, Úrsula: 274, 300.
246, 353, 385, 389, 391, 395, 396. Chacón y Calvo, José María: 131, 140, 266, 508.
Carreño, Pedro: 318. Chaikovsky, Piotr Ilich: 387.
Carrillo, Isaac: 364. Chaple, Sergio: xiii, 286, 288, 296, 302, 303.
Carrión, Miguel de: 543. Charcot, Jean-Marie: 370.
Carrión, Tomás: 372. Chartrand, Augusto: 395.
Casal, Julián del: 135, 159, 370, 371, 374, 379, Chartrand, Esteban: 381, 395.
382, 385, 387, 391, 394, 395, 397, 440, 441, Chartrand, Phillippe: 395.
443, 445, 448, 449, 450, 451, 460, 461, 474, Chateaubriand, François-René de: 101, 109, 115,
507, 512, 514, 515, 516, 517, 518, 519, 521, 122, 133, 138, 156, 225, 254, 469.
522–533, 533, 534, 535, 536, 539, 540, 541, Chateloin, Feliciana: 124.
545, 546, 548, 572, 576. Chaussée, Nivelle de: 268.
Casas, Bartolomé de las: 21. Chénier, André: 138.
Casas, Luis de las: 49, 58, 61, 84. Cicerón: 25.
Casas Romero, Luis: 396. Cicognini, Giacinto Andrea: 32, 43.
Casaus, Víctor: 568, 570. Cienfuegos, José: 153.
Castañeda, Eduardo: 212. Cigala, Francisco Ignacio: 28.
Castellón, Pedro Ángel: 243, 281. Cintra, José Antonio: 105, 108.
Castillo de González, Aurelia: 452, 454, 510, Cisneros y Correa, Francisco Javier: 240, 246,
511, 528, 541, 543. 438.
Castillo, José del: 63. Clarín. Véase Alas, Leopoldo.
Castillo Moreno, Francisco: 396. Clavijero, Francisco Javier: 255.
Castillo y Sucre, Rafael del: 26. Coba Machicao, Cristóbal de la: 17.
Castro, Martha de: 395. Coll, Juan de Dios: 505, 506, 541.
Castro Palomino, Juan Miguel de: 40, 43. Collazo de Ferrán, Emelina: 380.
Castro Palomino, Rafael de: 474. Collazo, Enrique: 372, 415, 419.
Castro, Rosalía de: 291. Collazo, Guillermo: 379, 380, 381, 382, 383.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 587

Colombini, Francisco María: 80. D


Colón, Cristóbal: 7, 20, 84, 344.
Colson, Guillermo: 100. Darío, Rubén: 370, 371, 451, 514, 516, 517, 522,
Comte, Auguste: 340, 345. 524, 528, 529, 530, 542, 544, 545, 548, 557,
Conde Kostia. Véase Valdivia, Aniceto. 560, 569.
Conde y Oquendo, Xavier Francisco: 25, 26. Darwin, Charles: 370.
Condillac, Etienne Bonnot de: 146, 220. Daudet, Alfonso: 444, 448.
Conte, Francisco A.: 370, 373. David, Louis: 100, 378.
Coquelin, Benito Constant: 375. Dávila, Juanes: 8.
Córdova, Federico de: 211. Delacroix, Eugène: 394.
Corneille, Pierre: 323. Delavigne, Juan F.: 109.
Corona, Mariano: 376. Delgado, José C.: 365.
Cortés, Hernán: 255. Delgado, Morúa: 446.
Cortina, José Antonio: 366, 369, 372, 373, 402, Delgado, Paulino: 375.
403, 438, 441, 542. Delille, Jacobo: 109.
Costa, José Iglesias de la: 96. Delio. Véase Iturrondo, Francisco.
Costales y Govantes, Manuel: 119, 191, 192, 211, Deschamps Chapeaux, Pedro: 315, 502.
229, 306, 311, 315, 330, 332, 455. Dessau, Adalbert: 232.
Cotarelo, Emilio: 249, 265, 266. Destutt de Tracy, Antoine: 146.
Cousin, Victor: 146, 222, 230, 369. Desval. Véase Valdés Machuca, Ignacio.
Covarrubias, Francisco: 66, 104, 177, 180, 187, Desvernine, Pablo: 239, 387.
321, 328, 339, 462, 575. Díaz Albertini, Rafael: 374, 387, 556.
Covo, Juan A.: 180. Díaz de Espada y Landa, obispo Juan José: 60,
Cowley, Rafael: 238. 63, 88, 99, 100, 574.
Crébillon, Prosper: 138. Díaz de Gamarra, Benito: 85.
Creci, Enrique: 368. Díaz de Solís, Juan: 255.
Crespo y Borbón, Bartolomé José: 180, 240, 322. Díaz del Castillo, Bernal: 255.
Creto Gangá. Véase Crespo y Borbón, Bartolomé Díaz, José Cornelio: 173.
José. Díaz Mirón, Salvador: 371.
Cruz de Gassier, Josefina: 325. Díaz Pimienta, Francisco: 9.
Cruz, Manuel de la: 316, 353, 370, 372, 376, 399, Díaz Plaja, Guillermo: 495, 549, 569.
403, 410, 414, 423, 425, 426, 433, 435, 436, Díaz, Porfirio: 555.
437, 439, 442, 451, 456, 474, 486, 487, 503, Donizetti, Gaetano: 101, 102, 157, 177.
532, 544, 546, 572. Dorilo. Véase González del Valle, Manuel.
Cruz, Mary: 116, 126, 210, 212, 265, 267, 268, Dostoievski, Fiodor M.: 446.
328. Ducazcal. Véase Navarro Riera, Joaquín.
Cruz, Ramón de la: 66, 177. Ducis, Jean-François de: 138.
Cruz, Sor Juana Inés de la: 12. Duclós, Gregorio: 177, 179.
Cruz Varela, Juan: 69. Dulce, Domingo: 351, 364, 551.
Cubí y Soler, Mariano: 117. Dumas, Alejandro: 181, 211, 236, 469.
Cuéllar, Cristóbal de: 21. Durán, Agustín: 122.
Cuervo, José Rufino: 439. Durnford, Elías: 100.
Cuvier, Georges: 221. Dvorak, Anton: 385.
Cuyás, Francisco Camilo: 100.
Cyrano de Bergerac, Savinien: 504. E
Echegaray, José: 374, 553.

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588 ÍNDICE ONOMÁSTICO

Echemendía, Ambrosio: 454. Fernández Bramosio, Antonio: 355.


Echeverría, Esteban: 121, 134, 143. Fernández Carrillo, Enrique: 317.
Echeverría, José Antonio: 14, 103, 118, 119, 120, Fernández Cavada, Federico: 381.
146, 148, 169, 172, 181, 191, 193, 196, 197, Fernández de Castro, José Antonio: 109, 125.
197–199, 198, 206, 211, 219, 229, 316, 338, Fernández de Castro, Rafael: 402.
355, 364, 575. Fernández de Moratín, Leandro: 96, 113, 181.
Edelmann, Juan Federico: 102. Fernández de Moratín, Nicolás: 96.
Eguiara y Eguren, Juan José: 28. Fernández, Francisco: 322.
El Cucalambé. Véase Nápoles Fajardo, Cristóbal. Fernández Grillo, Antonio: 495.
El Lugareño. Véase Betancourt Cisneros, Gaspar. Fernández Madrid, José: 68, 105, 106, 108, 108–
Elssler, Fanny: 102, 180. 110, 110, 118, 121, 125, 128, 142, 145, 575.
Emerson, Ralph Waldo: 561, 563. Fernández, Manuel González: 447.
Engels, Federico: 368. Fernández Morey, Antonio: 381.
Entralgo, Elías: 442, 459. Fernández Retamar, Roberto: 394, 544, 548, 550,
Escalante, Gonzalo: 381. 569, 570.
Escalera, Nicolás de la: 11, 380. Fernández Robaina, Tomás: 353.
Escobar, Antonio: 442. Fernández Veranés, Félix: 80.
Escobar, Vicente: 158, 380, 476. Fernández Vilarós, Francisco «Pancho»: 463.
Escovedo, Nicolás Manuel: 105, 143. Fernando el Católico: 7.
Espeleta, Joaquín de: 181. Fernando VII: 88, 104, 122.
Espinosa, Carlos: 328, 329. Ferrán, Augusto: 246.
Espinosa, Diego de: 8. Ferrer, Buenaventura Pascual: 63, 65, 80, 86, 88,
Espronceda, José de: 122, 135, 153, 161, 251, 96, 117, 180, 226, 227.
270, 334. Feuillet, Octavio: 451.
Esquivel Pelayo, Lucas de: 9. Fielding, Henry: 228.
Estala, Pedro: 86. Figarola Caneda, Domingo: 219.
Esténger, Rafael: 508, 543, 544. Figueredo, Fernando: 403, 413, 414, 454, 505,
Estévez, Luis: 396. 541.
Estévez, Sofía: 246, 505, 506, 510. Figueredo, Pedro «Perucho»: 239, 385, 396, 454.
Estorino, Abelardo: 186. Figueroa, Esperanza: 545.
Estrada Palma, Tomás: 372, 375, 397. Figueroa, Miguel: 402.
Estrada, Ulpiano: 481. Figueroa, Sotero: 375, 376.
Estrada y Zenea, Ildefonso: 311, 332, 473, 501. Filomeno, Francisco: 66.
Fish, Hamilton: 412.
F Flaubert, Gustav: 431, 451.
Flores, Lázaro: 9.
Facciolo, Eduardo: 243. Florit, Eugenio: 554.
Faguet, Émile: 438, 444. Fonseca, Onofre de: 18, 42.
Failde, Miguel: 389. Fontanilles y Quintanilla, Francisco: 471, 475, 501.
Fajardo Ortiz, Desiderio: 466, 467. Fornaris, Fernando: 362.
Feijoo, Fray Benito Jerónimo: 85, 88, 269. Fornaris, José: 166, 174, 234, 238, 239, 244, 245,
Feijóo, Samuel: 72, 162, 174. 251, 270, 275, 276, 277, 278, 279, 281, 286,
Félix de Arrate, José Martín: 22, 338. 289, 301, 320, 329, 330, 332, 333, 335, 338,
Fernández, Antonio Grillo: 447. 352, 353, 374, 396, 450, 457, 461, 468, 576.
Fernández Arsila, Agustín: 97. Fornet, Ambrosio: 201, 212, 235, 241, 242, 245,
Fernández Arsila, Antonio: 97. 246, 269, 271, 277, 301, 356, 411, 425.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 589

Fóscolo, Hugo: 108, 121, 153. García Tassara, Gabriel: 257, 265.
Foxá, Francisco Javier: 178, 186. Garcilaso de la Vega, el Inca: 12.
Foxá, Narciso de: 119, 270, 272, 274, 301. Garfield, James A.: 561.
France, Anatole: 451. Garmendía, Miguel: 469.
Franchi Alfaro, Antonio: 304, 315. Garneray, Hipólito: 100, 383.
Fray Candil. Véase Bobadilla, Emilio. Garófalo Mesa, M.: 140.
Frías y Jacott, Francisco de (Conde de Pozos Garrigó, Roque E.: 125.
Dulces): 119, 234, 344, 346, 346–349, 347, Garzón Céspedes, Francisco: 328.
348, 350, 354, 423. Gassié, Julián: 366, 369, 372.
Friol, Roberto: 96, 97, 126, 205, 207, 211, 212, Gauguin, Paul: 378.
304, 305, 307, 315, 316, 472, 475, 481, 494, Gautier, Théophile: 371, 394, 441, 528.
496, 501, 502, 504. Gavito, Francisco: 179.
Fuentes Matons, Laureano: 386, 388. Gay, Ramón: 466.
Gazzaniga, Marieta: 325.
G Gelabert, Francisco de Paula: 311, 317.
Gelabert, Sebastián: 394.
Gabito, Francisco: 119, 191. Ghiano, Juan Carlos: 557, 569.
Galino, Mariana: 177. Giberga, Eliseo: 402.
Gall, Franz Joseph: 221. Gil, Julián: 470, 501.
Gallego, Juan Nicasio: 96, 113, 153, 161, 219, Gioberti, Vincenzo: 334, 335, 430.
248, 250. Giralt, Félix: 238.
Gálvez, Wen: 544. Girón, Gilberto: 13, 14.
Gandía, Manuel Zeno: 485, 503. Glinka, Mijaíl I.: 103.
Garay, Francisco: 179. Godoy y Álvarez de Faria, Manuel: 68.
Garay, Sindo: 389. Goethe, Wolfgang: 108, 115, 144, 153, 188, 227,
Garbeille, Philippe: 393. 254, 334, 432, 437, 554.
García Alzola, Ernesto: 486, 503. Gogol, Nikolai: 446, 487, 492.
García, Calixto: 54, 474. Golomón, Salvador: 15.
García Copley, Federico: 274, 299. Gómez Avellaneda, Manuel: 97.
García de Coronado, Domitila: 234, 245, 246, Gómez Carrillo, Enrique: 546.
452, 454, 455, 460. Gómez de Avellaneda, Gertrudis: 39, 121, 122,
García de Diego, Vicente: 266. 130, 157, 159, 164, 179, 180, 209, 225, 238,
García de la Huerta, José: 317. 240, 242, 247–264, 265, 266, 267, 271, 297,
García del Pino, César: 45. 298, 299, 307, 308, 319, 325, 327, 359, 360,
García, Ezequiel: 540. 386, 437, 439, 441, 448, 452, 453, 455, 456,
García Gamborino, Manuela: 177. 457, 530, 535, 554, 575, 576.
García Garófalo y Mesa, Manuel: 173. Gómez, Juan Gualberto: 367, 369, 370, 372,
García Gutiérrez, Antonio: 177, 319. 408–409, 425, 556.
García, José de Jesús Quintiliano: 234, 335. Gómez, Máximo: 52, 297, 372, 405, 410, 413,
García, José Joaquín: 63. 416, 417, 419, 474, 562, 567, 568.
García, Marcos: 372. Goncourt, Edmund de: 371, 444, 451, 528.
García Márquez, Gabriel: 212. Goncourt, Jules: 371, 444, 451.
García Marruz, Fina: 72, 75, 76, 77, 96, 97, 140, Góngora y Argote, Luis de: 71, 226.
382, 395, 508, 525, 527, 534, 539, 546, 562, González Stephan, Beatriz: 353.
564, 570. González Alfonseca, fray José: 19, 44.
García Ronda, Denia: 203, 212. González Carquejo, Antonio: 458.

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590 ÍNDICE ONOMÁSTICO

González de Cascorro, Raúl: 316. H


González del Valle, Emilio Martín: 438.
González del Valle, Francisco: 96, 125, 139. Habré, Carlos: 11.
González del Valle, José Zacarías: 119, 147, 148, Haeckel, Ernst: 369.
173, 182, 191, 206, 208, 211, 212, 225, 227, Hamilton, William Rowan: 221.
229, 230, 348, 353, 369. Hartzenbusch, Juan Eugenio: 177, 181.
González del Valle, Manuel: 102, 110, 111, 115, Haydn, Franz Joseph: 11.
119, 125, 126, 131, 153, 157, 170, 171, 172, Hechavarría, Prudencio de: 97, 110.
226, 238, 348, 353. Hegel, Federico: 335, 441, 444.
González, fray Félix: 11. Heine, Henri: 351, 428, 447, 508, 517, 542, 554.
González Freire, Natividad: 268. Henríquez Ureña, Camila: 254, 266, 314, 317.
González, Juan Gualberto: 84. Henríquez Ureña, Max: 25, 39, 45, 150, 164, 173,
González, Manuel Dionisio: 37. 174, 459, 460, 546.
González, Manuel Pedro: 130, 133, 134, 135, Henríquez Ureña, Pedro: 68, 97, 140, 517, 527,
136, 140, 569, 570. 544, 545, 550, 569.
González, Miguel: 72, 80, 96. Henríquez y Carvajal, Federico: 568.
González, Rosa M.: 355. Heredia, José Francisco: 426.
González Sotolongo, Manuel: 97. Heredia, José María: 50, 68, 69, 76, 77, 86, 88,
González Stephan, Beatriz: 339. 91, 92, 100, 101, 103, 104, 106, 107, 108,
Gottschalk, Louis Moreau: 285. 109, 110, 111, 113, 114, 115, 117, 120, 121,
Govantes, José Agustín: 105, 476. 122, 124, 125, 127, 127–139, 131, 132, 135,
Govín, Antonio: 402. 139, 140, 143, 144, 148, 153, 154, 155, 156,
Goya y Lucientes, Francisco de: 394, 528. 157, 159, 164, 168, 169, 171, 172, 173, 178,
Gracián, Baltasar: 550. 189, 196, 197, 213, 214, 224, 226, 227, 229,
Gray, Thomas: 108, 112, 121. 250, 251, 256, 271, 278, 281, 282, 283, 284,
Grieg, Edward: 385, 387. 296, 328, 334, 359, 360, 369, 370, 380, 409,
Griñán Peralta, Leonardo: 151. 436, 440, 453, 456, 457, 478, 553, 554, 572,
Guadarrama, Pablo: 353, 354. 575.
Guazo Calderón, Gregorio: 18. Heredia, José María de: 512, 523.
Guerra, Benjamín: 375. Heredia, Nicolás: 370, 371, 376, 377, 445, 448,
Guerra, Ramiro: 106, 124, 203, 212, 418. 449, 459, 469, 494, 496–500, 498, 504, 536,
Guerrero, Juan José: 321, 462. 572.
Guerrero, Teodoro: 332, 470. Heredia, Ordenel: xiii.
Guevara Vasconcelos, Manuel de: 68. Hernández Balaguer, Pablo: 79.
Guillén, Nicolás: 161, 504. Hernández de Segura, Martín: 8.
Guiteras, Antonio: 454. Hernández el Viejo, Antonio: 16, 17.
Guiteras, Eusebio: 174, 234, 238, 376, 454, 470, Hernández, José: 275.
500. Hernández, José Joaquín: 311, 317.
Guiteras, Pedro José: 173, 233, 342, 343, 354. Hernández, Juan José: 134, 138.
Guizot, François: 223. Hernández Lapido, José: 546.
Gullón, Ricardo: 518, 544. Hernández Miyares, Enrique: 370, 371, 376, 474,
Gutiérrez de Piñeres, Tomás: 64. 545.
Gutiérrez, Miguel Gerónimo: 454, 505. Hernández Otero, Juan: 80.
Gutiérrez Nájera, Manuel: 371, 517, 528, 529, Hernández Otero, Ricardo: 329.
544, 548, 554. Hernández, Pablo: 540.
Guyau, Marie-Jean: 370, 371, 403, 433. Hernando, Rafael: 318.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 591

Herrera, Chalía: 387, 395. Jorge, Elena: 146, 150.


Herrera, José: 481. Jorrín, José Silverio: 206, 230, 344, 355, 423.
Herrera, Manuela de: 454, 455. José González del Valle, Zacarías: 270.
Herrera y Reissig, Julio: 544. Jouffroy, Théodore: 146.
Herreros, Bretón de los: 177, 181. Jouy, Étienne de: 138.
Hertz, Henrik: 268. Jovellanos, Gaspar Melchor de: 83, 96, 105, 115,
Hidalgo Paz, Ibrahím: 570. 144.
Hood, Thomas: 542. Juan, Adelaida de: 124, 384, 394, 395.
Horacio: 71, 95, 145. Juárez, Benito: 290, 354.
Hostos, Eugenio María de: 364. Junco, Lola: 131.
Huete, Ángel: 298, 303. Jústiz de Santa Ana, Marquesa de: 28, 39, 40, 43,
Hugo, Víctor: 100, 122, 138, 153, 154, 164, 178, 453.
183, 206, 230, 250, 254, 334, 335, 394, 399, Justo de Lara. Véase Armas y Cárdenas, José de.
431, 432, 437, 444, 451, 481, 552, 554, 562.
Humboldt, Karl Wilhelm (barón de): 341, 344. K
Hurtado del Valle, Antonio: 454, 505, 541. Kant, Emmanuel: 225, 444.
Huysmans, Joris-Karl: 450, 451. Kock, Paul de: 509.
Krasinski, Zygmunt: 404, 427.
I Krause, Karl Christian Friedrich: 349.
Krüger, Rosa: 510.
Ibarbia, Julián: 380.
Ibarborou, Juana de: 509. L
Ibsen, Henrik: 446.
Icaza, Francisco de Asís de: 528. La Rúa, Francisco: 363, 505.
Iglesia, Álvaro de la: 469. Labarden, Manuel José: 68.
Iraizoz, Antonio: 352, 432. Labiche, Eugène-Marin: 468.
Iriarte, Tomás de: 90, 96, 143, 153. Lalo, Edouard: 387.
Irving, Washington: 115, 137, 225. Lamarck, Jean-Baptiste: 221.
Isaacs, Jorge: 485. Lamartine, Alphonse de: 115, 122, 134, 138, 153,
Isabel II de España: 326. 250, 334, 554.
Isla, José Francisco: 97. Lambert, Mme.: 528.
Iturrondo, Francisco: 169, 170, 171. Landaluze, Víctor Patricio de: 240, 311, 317, 318,
Ivonet, Ramón: 396. 322, 354, 381, 384, 455.
Izaguirre, José María: 362. Landívar, Rafael: 68.
Iznaga, Diana: 569. Lanuza, Cayetano: 191.
Iznardi, Ángel: 126. Lapique Becali, Zoila: 124, 125, 239, 246, 395,
396.
J Laplante, Gustavo: 383.
Lapuerta, Vicente: 179.
Jacobo IV: 325. Larios, Manuel: 317.
Jáuregui, Andrés de: 85. Larra, Mariano José de: 122, 143, 177, 312.
Javier, Francisco de: 272. Laso, Lorenzo: 17.
Jérez Villarreal, Juan: 544. Lázaro, Guillermina: 393.
Jesús Márquez, José de: 356. Lazo, Raimundo: 123, 126, 211, 251, 253, 254,
Jiménez, José Manuel (Lico): 387. 257, 266, 267, 515, 541, 546.
Jiménez, Juan Ramón: 495, 517. Le Bossu, Renato: 226.

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592 ÍNDICE ONOMÁSTICO

Le Riverend, Jacinto: 305. Lorenzo Luaces, José: 272, 285, 329.


Le Riverend, Julio: 18, 22, 23, 24, 30, 45, 46, 159, Loret de Mola y Mora, Melchor: 415.
174. Losada, Juan Miguel de: 179.
Leal, Rine: xiii, 32, 36, 46, 96, 186, 187, 264, 267, Loti, Pierre: 371, 528.
268, 318, 319, 328, 329, 365, 375, 393, 462, Louverture, Toussaint: 128.
463, 467, 468, 552, 556, 569. Loveira, Carlos: 309.
Leclerc, Juan Bautista: 246. Loynaz del Castillo, Enrique: 396.
Lemoine, Gustave: 268. Loynaz, Dulce María: 532, 546.
Lemos, Condesa de: 269. Luz, Ramón de la: 60.
León, Fray Luis de: 65, 278. Luz y Caballero, José de la: 92, 103, 118, 123,
León, José Socorro de: 244. 142, 145, 146, 149, 156, 204, 206, 219, 220–
Leopardi, Giacomo: 554. 226, 227, 230, 234, 238, 240, 278, 294, 337,
Leroy-Beaulieu, Anatole: 370. 344, 348, 349, 360, 362, 369, 370, 371, 373,
Lesage, Alain-René: 228. 393, 397, 420, 421, 424, 425, 426, 430, 433,
Lescano, Joaquín: 97. 434, 439, 572, 576.
Lévy-Bruhl, Lucien: 369. Luzán, Ignacio de: 69, 89, 226.
Lewis Galanes, Adriana: 151, 212.
Lezama Lima, José: 40, 46, 75, 94, 97, 144, 150, M
171, 174, 285, 379, 382, 383, 394, 395, 490,
491, 493, 503, 504, 512, 543. Macaulay, Thomas Babbington: 420, 444, 459.
Liárraga, Félix: 187. Maceo, Antonio: 52, 220, 221, 376, 396, 401,
Limonta, Isidro: 97. 413, 422, 474, 562.
Lincoln, Abraham: 290. Machado, Antonio: 520.
Lisle, Leconte de: 370. Machado, Eduardo: 363.
Lista y Aragón, Alberto: 106, 114, 146, 250. Madam, Cristóbal: 364.
Liszt, Franz: 385, 387. Madden, Richard Robert: 149, 170, 173, 204,
Littré, Emile: 355. 205, 207, 208, 209.
Lituak, Lily: 544. Mahy, Nicolás: 108.
Lizaso, Félix: 425. Malpica La-Barca, Domingo: 472, 528.
Locke, John: 88, 221, 222. Malthus, Thomas Robert: 105.
Longfellow, Henry Wadsworth: 166, 542, 561. Manrique, Jorge: 278.
López, Anselmo: 385. Manzano, Juan Francisco: 101, 115, 119, 149,
López de Briñas, Felipe: 270, 272, 273. 155, 170, 173, 180, 204, 205, 212, 272, 421,
López Gómez, Antonio: 86. 454, 476, 481.
López Lemus, Virgilio: 297, 303. Manzoni, Alejandro: 225, 307, 446.
López, Narciso: 51, 204, 293, 343, 354, 419, 471, Maquiavelo, Nicolás: 343.
472, 473, 551. Marinello, Juan: 544, 547, 548, 549, 551, 559,
López Planes, Vicente: 96. 560, 569.
López Prieto, Antonio: 352, 374, 453, 460. Mármol, Adelaida del: 299, 300.
López, René: 441, 532. Mármol, José: 121.
López Segrera, Francisco: 394. Marmontel, Jean-François: 114.
Lorenzo Luaces, Joaquín: 159, 166, 174, 179, Márquez, José de Jesús: 351, 356, 475, 501.
234, 235, 238, 240, 244, 245, 274, 277, 286, Martí, deán: 28.
288, 289, 290, 293, 319, 322–327, 329, 332, Martí, José: 53, 88, 89, 91, 92, 130, 135, 138, 139,
335, 338, 351, 360, 369, 456, 457, 515, 540, 140, 150, 151, 153, 159, 165, 174, 220, 253,
576. 266, 270, 287, 295, 298, 303, 353, 354, 364,

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 593

374, 375, 379, 381, 383, 385, 386, 393, 394, Mendelssohn, Moses: 157, 387.
395, 397, 403, 404, 405, 408, 413, 414, 417, Mendive, Rafael María de: 234, 237, 241, 244,
419, 425, 427, 430, 436, 440, 454, 457, 461, 245, 272, 284–285, 286, 288, 293, 296, 302,
466, 469, 474, 487, 492, 494, 496, 503, 504, 318, 331, 332, 333, 335, 352, 364, 457, 523,
505, 506, 507, 513, 516, 517, 518, 519, 520, 551, 552, 553, 554, 576.
521, 522, 527, 529, 532, 533, 534, 537, 538, Menéndez y Pelayo, Marcelino: 75, 80, 97, 118,
540, 541, 543, 545, 546, 547, 547–566, 572, 137, 155, 157, 159, 160, 162, 167, 170, 171,
573, 576, 577. 172, 173, 174, 254, 288, 442, 444, 457.
Martí, José, hijo (el «Ismaelillo»): 556. Menken, Adah: 291.
Martí, Manuel: 22. Menocal, Armando: 380, 381, 383, 395.
Martín Morales, Alfredo: 367. Menocal, María Ignacia: 305.
Martínez Bello, Antonio: 266. Mercado, Manuel: 554, 566.
Martínez Campos, Arsenio: 52, 466. Merchán, Rafael María: 363, 364, 369, 376, 407,
Martínez Casado, Luis: 319, 466. 407–409, 425, 435, 438, 438–439, 439, 459,
Martínez Casado, Luisa: 319, 375, 461. 488, 503.
Martínez de Avileira, Lorenzo: 38. Mercier, Concepción: 394.
Martínez de la Rosa, Francisco: 143, 158, 161, Merino, Luz: 124, 394.
169. Merlín, Condesa de (María de las Mercedes Santa
Martínez de Navarrete, José Manuel: 68. Cruz y Montalvo): 118, 191, 211, 225, 255,
Martínez de Pinillos, Claudio: 341. 256, 376.
Martínez, Elvira: 394. Mesa Rodríguez, Manuel Isaías: 151.
Martínez, Federico: 381. Mesonero Romanos, Ramón de: 312, 313.
Martínez Freyre, Pedro: 505. Messonier, Enrique: 368.
Martínez, María: 395. Mestre, Antonio: 349, 355.
Martínez Otero, Manuel: 466. Mestre, José Manuel: 238, 305, 315, 348, 348–
Martínez, Saturnino: 244, 351, 356, 367, 368, 350, 349, 355, 364.
374, 441. Metastasio, Pletro: 183.
Martínez Zapata, Julio: 392. Meza, Ramón: 370, 371, 376, 396, 445, 446, 447,
Marx, Carlos: 59, 60, 368. 448, 449, 459, 461, 464, 465, 468, 469, 482–
Mata, Juan de: 179. 493, 490, 494, 498, 503, 572, 576.
Matamoros, Mercedes: 452, 454, 508, 508–510, Mialhe, Federico: 100, 246, 383.
509, 510, 520, 535, 542, 543. Mickiewicz, Adam: 351.
Matamoros y del Valle, Rafael: 119, 144, 148, Miguel Ángel Buonarroti: 394.
149, 155, 172, 173, 205. Milanés, Federico: 166, 167, 168, 181, 184, 238.
Matamoros y Téllez, Rafael: 334. Milanés, José Jacinto: 103, 119, 122, 124, 144,
Maupassant, Guy de: 450, 451, 487. 148, 155, 156, 157, 158, 159, 163, 163–168,
Mayorga, José Manuel: 19. 168, 169, 171, 172, 173, 174, 179, 179–180,
Mazade, Charles: 312. 179–181, 180, 181–186, 183, 186, 195, 196,
Medina, Antonio: 454. 197, 206, 209, 227, 229, 251, 271, 272, 274,
Medina, Tristán de Jesús: 371, 469, 494–496, 504, 289, 296, 325, 329, 334, 335, 359, 360, 386,
512, 513, 572. 437, 448, 453, 456, 526, 536, 553, 554, 575,
Medina y Céspedes, Antonio: 367. 576.
Meléndez Valdés, Juan: 79, 90, 96, 121, 135, 143, Mill, John Stuart: 444.
153. Millán, José Agustín: 180, 240, 317, 319, 320,
Melero, Miguel: 240, 378, 381, 393, 394. 339, 462.
Mellado, Susana: 396. Millevoye, Charles-Hubert: 134, 153.

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594 ÍNDICE ONOMÁSTICO

Mirabeau, Victor Riqueti (marqués de): 565. Mora, Ignacio: 362.


Miralla, José Antonio: 104, 105–110, 106, 108, Morales, Florentino: 542, 543.
109, 112, 113, 121, 128, 133, 142, 192, 211, Morales Lemus, José: 350, 355, 412, 426, 431,
575. 478.
Miranda, Elina: 530, 545. Morales, Rafael: 363.
Miranda, Manuel María: 472. Morales y González, Rafael: 399.
Miranda, Olivia: 97, 569. Morales y Morales, Vidal: 231, 354, 369, 372,
Miró Argenter, José: 366. 418, 419, 420, 423.
Misas, Rolando: 354. Moratín. Véase Fernández de Moratín, Leandro.
Mistral, Gabriela: 549, 559, 569, 570. Moreau, Alejandro: 100.
Mitjans, Aurelio: 187, 266, 269, 270, 301, 328, Moréau, Gustave: 379, 524, 528, 531, 545.
370, 433, 435, 435–436, 436, 437, 437–438, Morejón y Arango, Onofre de: 239.
438, 448, 456, 459, 461, 464, 572. Morell de Santa Cruz, Pedro Agustín: 19, 19–21,
Miyares, Carmen: 564. 20, 21, 22, 24, 39, 45, 86, 87, 197, 338.
Molière, Jean-Baptiste Poquelin, llamado: 323, Moreno Fraginals, Manuel: 57, 59, 60, 82, 83, 84,
329, 428. 96, 97, 187, 231.
Molina, Renée: 396. Moreno, Francisco: 408.
Moncayo (el contador): 8. Moreno, Mariano: 97.
Monner, José María: 545. Moreto, Agustín de: 66.
Montalvo, Federico de: 191. Morillas, Pedro José: 117, 119, 126, 148, 191,
Montané, Luis: 369, 371. 205, 207, 210, 236, 502.
Monte, Domingo del: 50, 69, 99, 103, 105, 106, Morles, Joaquín de: 88.
108, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 116, 118, Morotic, Y.: 520.
119, 120, 121, 122, 123, 126, 128, 131, 133, Morrillo, Pablo: 108.
134, 136, 137, 139, 141, 141–150, 149, 151, Morúa Delgado, Martín: 445, 446, 459, 472, 494,
153, 155, 156, 157, 163, 164, 166, 167, 169, 496–497, 504, 572.
170, 172, 173, 174, 181, 182, 183, 184, 185, Muñiz, Rivero: 245.
186, 188, 188–190, 189, 190, 192, 194, 196, Muñoz Bustamante, Mario: 510.
197, 204, 205, 206, 207, 208, 209, 211, 212, Muñoz del Monte, Francisco: 155, 171.
219, 220, 225, 226, 227, 229, 230, 251, 270, Muratori, Ludovico Antonio: 226.
271, 274, 308, 322, 331, 334, 370, 380, 440, Musset, Alfred de: 291, 435, 554.
482, 572, 575, 576.
Monte, Leonardo del: 355. N
Monte, Ricardo del: 364, 366, 369, 435, 439, 440,
441, 457, 459, 528, 541. Nadereau, Efraín: 299, 303.
Monte y Portillo, Casimiro del: 238, 370. Napoleón: 254.
Monte y Portillo, Domingo del: 238. Nápoles Fajardo, Juan Cristóbal: 270, 274, 275,
Montel, Vicente: 330. 278–279, 279, 280, 281, 286, 301, 317, 321,
Montepin, Javier de: 475. 576.
Montes de Oca, Padre: 27. Narváez, Pánfilo de: 21.
Montesquieu, Charles de Secondat (barón de): Navarrete, Carlos: 332.
254, 346. Navarro Riera, Joaquín: 443, 459.
Montoro, Rafael: 287, 302, 369, 370, 371, 373, Negri, Ada: 543.
402, 402–404, 403, 423, 435, 435–437, 436, Noda, Tranquilino Sandalio de: 28, 343.
459, 565. Noroña, Carlos: 317.
Moore, Thomas: 115, 137, 554.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 595

O Pastor, Manuel: 393.


Paula Gelabert, Francisco de: 367, 455.
O’Donell, Leopoldo: 192. Paula Uribe, Francisco de: 481.
O’Gavan, Juan Bernardo: 97, 110, 146, 231. Paula y Orgaz, Francisco de: 270, 272, 273.
Ohnet, George: 447. Pautret, Andrés: 101.
Olmedo, José Joaquín: 68, 122, 278. Paz, Octavio: 544.
Olona, Luis: 318. Pedro II: 528.
O’Reilly, Alejandro de: 89. Pedroso, Margarita: 387.
Orgaz, Francisco de Paula: 119, 173, 211, 251, Peluffo, Rosa: 177, 179.
273. Peñuela, Rita María de la: 394.
Orihuela, Andrés Avelino de: 191, 305, 315. Peoli, Juan Jorge: 381.
Orovio, Helio: 387, 395, 396. Pequeño, Pedro N.: 463.
Orozco, Guillermo: xiii. Peraza, Fermín: 570.
Ortega y Gasset, José: 90. Pereda, José María de: 485.
Ortiz, Fernando: 131, 341, 353, 354, 384, 395. Pérez Bonalde, José A.: 447, 542.
Ortiz, Imeldo: 231. Pérez Cabello, Rafael: 461.
Ortiz, Mariano: 110. Pérez Cisneros, Guy: 100, 124.
Osés, Blas: 118. Pérez de la Riva, Juan: 151, 172, 204, 212.
Ossa, José Antonio de la: 80. Pérez de Molina, Manuel: 366.
Ossian: 108, 134, 153. Pérez de Zambrana, Luisa: 159, 235, 237, 238,
Otero, Rafael: 240, 244, 320. 250, 272, 295–300, 298, 299, 302, 333, 360,
369, 452, 454, 576.
P Pérez Galdós, Benito: 445, 446, 459, 475, 501.
Pérez González, Luis: 543.
Palacio Valdés, Armando: 447. Pérez, José María: 135.
Palma, José Joaquín: 362, 364, 369, 454, 505, Pérez, Julia: 250.
506, 517, 541. Pérez, Julián (seud. de José Martí): 555.
Palma, Rafael: 396. Pérez, Luisa: 171, 244, 253, 266, 275, 280, 286,
Palma, Ramón de: 103, 119, 122, 124, 146, 148, 288, 293, 520, 554.
154, 155, 157, 169, 172, 178, 179, 181, 182, Pérez, Manuel: 65.
191, 192, 193, 193–195, 193–196, 193–197, Pérez Montes de Oca, Julia: 237, 299, 303, 452,
194, 195, 196, 197, 199, 204, 206, 210, 211, 454.
216, 227, 228, 229, 230, 236, 241, 243, 270, Pérez Montes de Oca, Luisa: 272, 345.
274, 332, 334, 334–336, 352, 360, 380, 455, Pérez Vento, Rafael: 372.
457, 575. Pérez y Ramírez, Manuel María: 64, 65, 70, 78,
Palma, Ricardo: 364. 79, 96, 97, 111, 156, 574.
Pantanelli, Clorinda: 102. Perojo, José del: 442.
Paradas, Francisco de: 8. Pérus, Françoise: 515, 521, 544.
Parajón, Mario: 487, 503. Pezuela, Jacobo de la: 45, 342, 343, 454.
Pardo Bazán, Emilia: 442, 449. Pichardo, Esteban: 171, 306, 454.
Pardo Pimentel, Nicolás: 179, 191, 227. Pichardo, Hortensia: 97, 508, 542, 543.
París, Juan: 97. Pichardo, Manuel Serafín: 371, 509.
Parma, Miguel de: 230. Pichardo, Esteban: 315.
Parreño, José Julián: 25. Pichardo y Tapica, Esteban: 97.
Pasán, José: 243, 246. Picón-Salas, Mariano: 97.
Pastor, Juana: 80. Pildaín, Pablo: 329.

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596 ÍNDICE ONOMÁSTICO

Piña, Ramón: 119, 306, 308, 308–310, 310, 311, Puig de Cárdenas, Félix: 470.
316, 492, 576.
Piñera, Virgilio: 265. Q
Piñeyro, Enrique: 220, 238, 241, 243, 244, 293,
Queiroz, Eça de: 370.
302, 329, 331, 332, 333, 335, 335–337, 338,
Querol, Agustín: 393.
345, 348, 355, 363, 364, 369, 370, 371, 373,
Quesada, Ana de: 416.
400, 400–401, 401, 403, 405, 410, 412, 417,
Quesada, Manuel de: 363, 399, 401.
420, 422–424, 424, 426, 430, 430–438, 431,
Quesada y Aróstegui, Gonzalo de: 375, 403, 420,
432, 433, 434, 443, 448, 449, 458, 572.
424, 454, 548, 553, 558.
Pinto, Ramón: 124.
Quevedo, Francisco de: 27, 65, 71, 226, 308, 313,
Pirandello, Luigi: 492.
550.
Pita, Santiago: 32, 32–36, 36, 43, 46, 65, 339.
Quintana, Manuel José: 96, 121, 126, 135, 143,
Pizarro, Ramona: 245.
153, 164, 181, 248, 250, 251, 270, 278.
Plácido. Véase Valdés, Gabriel de la Concepción.
Quintero, José Agustín: 281, 283.
Plasencia, Aleida: 159.
Quintiliano García, José de Jesús: 241, 245, 332.
Plauto: 428.
Quintín Suzarte, José: 119, 191, 192, 230, 455.
Pobeda y Armenteros, Francisco: 72, 170, 275.
Poe, Edgar Allan: 161, 474, 517, 531, 543.
R
Poey, Andrés: 234, 345.
Poey, Felipe: 23, 45, 105, 119, 170, 206, 211, 234, Racine, Jean: 183, 323.
238, 295, 314, 337, 345, 352, 369. Raffelin, Antonio: 124.
Poey, Juan: 373. Rama, Ángel: 510, 515.
Pombo, Rafael: 364. Ramírez, Alejandro: 103, 104, 109.
Ponce de León, Néstor: 16, 45, 354, 363, 364. Ramírez, Serafín: 102, 124, 387.
Poncet, Carolina: 166, 174, 187, 288, 302. Ramos, Gregorio: 13, 14.
Poras Pita, Cecilia: 452. Randall, J.: 459.
Porcayo de Figueroa, Vasco: 8. Randón, Juan Ignacio: 97.
Portell Vilá, Herminio: 354. Recino, Tomás: 9.
Portuondo, Fernando: 393, 419, 426. Rembrandt (Harmenszoon Van Ryn, llamado):
Portuondo, José Antonio: xi, xiii, 25, 45, 46, 61, 394, 528, 531.
88, 90, 91, 96, 98, 140, 146, 151, 167, 174, Remos, Juan José: 281, 301, 460, 507, 542.
267, 328, 342, 351, 354, 355, 395, 402, 403, Renan, Ernest: 370.
458, 550, 552, 563, 569. Renoir, Auguste: 491.
Portuondo Zúñiga, Olga: 29, 46. Revilla, Manuel de la: 437, 444.
Posada, José Guadalupe: 396. Rey Aguirre, Mariano del: 97.
Poveda y Armenteros, Francisco: 115, 155, 334. Reyes, José Ignacio: 364.
Pozos Dulces, Conde de. Véase Frías y Jacott, Reyes, Juan María: 351, 356.
Francisco de Reynals Rabassa, E.: 346.
Prieto, Andrés: 65, 177. Reynoso, Álvaro: 314, 344.
Prieto, Guillermo: 554. Ribera, Nicolás Joseph de: 20, 28, 43.
Proust, Marcel: 491. Ribot, Théodule: 430.
Prudhomme, Sully: 370. Ricardo, Yolanda: xiii.
Pruna, Pedro M.: 355. Richardson, Samuel: 228.
Puebla (el canónigo): 13. Riesgo, Pascual del: 471, 472, 501.
Puente, A. M. Eligio de la: 189, 190, 191, 210, Rigol, Jorge: 378, 381, 382, 383, 394, 395.
211. Rincón, Carlos: 458.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 597

Río, Ángel del: 126, 150. Roosevelt, Teodoro: 424.


Ristori, Adelaida: 319. Rossini, Gioacchino: 101, 157, 177, 385.
Rivas (Ángel Saavedra, duque de): 122, 134. Rotker, Susana: 563, 570.
Riverita. Véase Palacio Valdés, Armando. Rousseau, Jean-Baptiste: 79.
Rivero Muñiz, José: 246. Rousseau, Jean-Jacques: 63, 86, 90, 108, 138,
Rivero, Pedro Martín: 348,355. 254, 275, 305.
Rivero y Rivero, Ramón: 565. Royer-Collard, Pierre-Paul: 146.
Roa, Ramón: 363, 413, 414, 454, 505, 541. Rubalcava, Manuel Justo de: 63, 68, 70, 76, 76–
Roa, Raúl: 292, 302. 78, 77, 78, 79, 80, 90, 95, 111, 156, 161, 334,
Robles, José: 311, 317. 336, 457, 574.
Robredo, Antonio: 62. Rubens, Peter Paul: 394.
Robreño, Adela: 375. Rubinstein, Antoine: 387.
Robreño, Joaquín: 467. Rueda, Salvador: 528.
Robreño, José: 318. Rueda y Ponce de León, Isabel: 128.
Rocafuerte, Vicente: 106, 107, 110, 125, 128, Ruiz de Alarcón, Juan: 12.
192, 211. Ruiz, Nicolás: 63.
Rocasolano, Alberto: 403, 507, 512, 542, 543, Ruprecht, Hans George: 546.
546.
Rodríguez, Agustín Baldomero: 454. S
Rodríguez, Carlos Rafael: 231, 348, 349, 350,
355, 420, 421, 426, 428, 430, 457, 458. Saavedra, Fernando: 330.
Rodríguez, Clotilde del Carmen: 452. Sabamé Domínguez de Lores, José Policarpo: 27.
Rodríguez Correa, Ramón: 501. Sabater, Pedro: 253, 265.
Rodríguez de Sifuentes, Juan: 17, 193. Saco, José Antonio: 45, 50, 84, 86, 91, 103, 106,
Rodríguez de Tió, Lola: 443, 510, 511, 542, 543. 111, 112, 114, 117, 118, 123, 125, 126, 141,
Rodríguez, fray José: 339. 145, 146, 172, 192, 195, 196, 206, 213, 213–
Rodríguez Galván, Ignacio: 183. 220, 219, 220, 226, 229, 231, 233, 308, 315,
Rodríguez, José Ignacio: 417, 418, 420–421, 425, 338, 341, 342, 343, 346, 352, 360, 369, 370,
434. 409, 454, 476, 572, 576.
Rodríguez, José Manuel: 27. Sagarra, Juan Bautista: 234.
Rodríguez Morey, Antonio: 397. Sagra, Ramón de la: 114, 153, 213, 214, 226, 341,
Rodríguez, Pedro Pablo: 457. 342, 343, 354.
Rodríguez Ucres, fray José: 31, 38, 39, 42. Saint Hilaire, Émile-Marc: 221.
Rodríguez Ugidos, Zaira: 232. Saint Pierre, Bernardine de: 485.
Roig de Leuchsenring, Emilio: 96, 340, 354, 396. Saint-Säens, Camille: 387.
Roig de San Martín, Enrique: 367, 368. Sainte-Beuve, Charles: 420, 431, 444.
Roig, Gonzalo: 388, 396. Saínz, Enrique: xiii, 45, 46, 71, 72, 74, 75, 85, 97,
Roja, Vicente: 10. 136, 140, 211.
Rojas, Manuel de: 8. Salas, Esteban: 11, 79, 386.
Rojas Zorrilla, Francisco de: 66. Salas, Manuel de: 97.
Roland de la Platière, Jean-Marie: 565. Salas, Miguel: 463, 468.
Roldán, José Gonzalo: 244, 270, 272, 301. Salcedo, Rafael: 387.
Romañach, Leopoldo: 381, 383, 395. Salinero, Manuel Francisco: 80.
Romay, Tomás: 49, 62, 80, 161, 234. Saluvet, Juan B.: 411.
Romero, Cira: xiv. Samaniego, Félix María de: 96.
Romero Ortiz, Antonio: 257. San Agustín: 27, 334.

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598 ÍNDICE ONOMÁSTICO

San Martín, José de: 400, 426. 466, 506, 507, 508, 541.
San Millán, Blas: 311, 317, 455. Sellén, Manuel: 351, 352.
Sánchez, Bartolomé: 17. Sepúlveda, Juan Ginés: 84.
Sánchez de Fuentes, Eduardo: 353, 388, 396. Serra, Rafael: 376.
Sánchez de Fuentes, Eugenio: 319, 397. Serrano, Francisco de Paula: 189, 347.
Sánchez, José (Pepe): 389. Serres, Dominique: 100.
Sánchez Martínez, Guillermo: 96, 124. Shakespeare, William: 225, 553.
Sánchez Roig, Mario: 313. Sicouret, Angelina: 387.
Sánchez, Serafín: 372, 454. Sierra, Justo: 554.
Sand, George (Aurore Dupin, llamada): 236, Sifredo y Llópiz, Hipólito: 412.
254. Silva, José Asunción: 371, 517, 544, 548.
Sande, Luis Toledo: xiii. Smith, Adam: 83, 105.
Sanguily, Manuel: 87, 97, 220, 221, 238, 363, 364, Smith, Octavio: 36, 46.
367, 369, 370, 371, 372, 373, 376, 377, 400, Socorro Rodríguez, Manuel del: 80, 114.
403, 404–406, 410, 418, 419, 420, 423, 424, Sol, Pedro J. del: 97.
424–425, 425, 426, 432, 433, 433–437, 434, Soler, José Policarpo: 173.
437, 442, 444, 448, 456, 458, 459, 565, 572, Solera, Temístocles: 386.
576. Solís, Dionisio: 113, 255.
Sanguily y Arizti, Manuel: 424. Sollén, Manuel: 244.
Santa-Cruz y Montalvo, María de las Mercedes. Someruelos (Salvador Muro y Salazar, marqués
Véase Merlín, Condesa de. de): 63.
Santacilia, Pedro: 234, 243, 275, 281, 282, 311, Sosa, Enrique: 195, 211, 501, 502.
336, 342, 343, 354. Soto, Luis de: 394, 397.
Santos Suárez, Leonardo: 105. Soulié, Federico: 268.
Sanz Carta, Vicente: 382. Spencer, Herbert: 369, 370, 403, 444.
Sarachaga, Ignacio: 370, 396, 438, 464, 468. Staël, Madame de: 101, 115, 138, 254.
Sarasate, Pablo de: 387. Storni, Alfonsina: 509, 535.
Sarcey, Francisco: 459. Suárez y Romero, Anselmo: 103, 119, 148, 149,
Sarmiento, Domingo Faustino: 549. 191, 192, 204, 208, 209, 210, 227, 230, 236,
Sarmientos, Diego: 8. 270, 311, 317, 376, 381, 423, 441.
Sarracino, Rodolfo: 151. Sue, Eugenio: 236, 254, 320, 475.
Saumell, Manuel: 103, 124, 239, 385, 389. Suri y Águila, José: 37, 41, 42.
Sauvalle, Francisco: 345. Suzarte y Hernández, José Quintín: 178, 354.
Sawkins, James Gay: 100, 383.
Schérer, Edmund: 370. T
Schiller, Friedrich: 225, 351, 543.
Schlegel, Wilhem von: 122. Tabau, María: 389.
Schubert, Franz: 124, 157. Tacón, Miguel: 50, 103, 118, 138, 146, 150, 181,
Schulman, I. A.: 459. 204, 212, 231, 305, 307.
Schumann, Robert: 157. Taine, Hipólito: 370, 371, 420, 430, 433, 436,
Scott, Walter: 115, 118, 122, 137, 138, 144, 188, 438, 444.
225, 227, 228, 236, 254, 446, 481. Tallet, José Zacarías: 72.
Segre, Roberto: 390, 396. Tamayo, Carlos: 281.
Seignobos, Charles: 370. Tanco Armenteros, Nicolás: 390, 396.
Sellén, Antonio: 244, 293, 453, 508, 541. Tanco, Diego: 80.
Sellén, Francisco: 244, 293, 364, 385, 387, 453, Tanco, Félix M.: 149, 151, 172, 174, 191, 195,

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 599

197, 204, 205, 206, 210, 211, 226. Valdés Aguirre, Fernando: 332.
Tasso, Torcuato: 352. Valdés, Antonio José: 63, 86, 87, 97, 156, 574.
Tejada, José Joaquín: 381, 383. Valdés Domínguez, Fermín: 364, 376, 412, 416,
Tejada, Lerdo de: 555. 551, 552.
Tejera, Diego Vicente: 364, 376, 385, 445, 446, Valdés Fauli, José: 219, 355.
447, 448, 449, 453, 459, 474, 517, 541, 542. Valdés, Gabriel de la Concepción (llamado
Teresa de Jesús (Teresa de Cepeda y Ahumada, Plácido): 51, 77, 101, 119, 121, 122, 151,
Santa): 65, 550. 155, 156, 157, 157–163, 158, 159, 163, 164,
Teurbe Tolón, Miguel: 173, 234, 239, 243, 275, 168, 169, 170, 172, 173, 211, 251, 271, 272,
278, 281, 282, 302, 457. 274, 278, 305, 359, 360, 372, 410, 421, 426,
Tolón, Miguel: 332. 433, 436, 453, 454, 456, 457, 476, 481, 554,
Tolstoi, León: 433, 446. 575.
Torrado, Ramón: 191. Valdés, Jacinto: 467.
Torre, Marqués de la: 190. Valdés, José Policarpo: 97.
Torrente, Mariano: 118, 191. Valdés Machuca, Ignacio: 79, 110, 111, 115, 125,
Torres, Bachiller Gaspar de: 8. 131, 153, 155, 157, 160, 169, 170, 171, 172,
Torres Sifontes, Pedro de las: 17. 188, 204, 226, 265, 274, 574.
Torres-Rioseco, Arturo: 135, 140. Valdés Mendoza, María de las Mercedes: 237,
Torriente, Ricardo de la: 371. 452.
Torroella, Alfredo: 240, 244, 320, 351, 374, 466. Valdés, Pedro de: 8.
Travieso, Nicolás: 472, 473. Valdés, Ramón Francisco: 179, 319.
Trelles, Carlos Manuel: 125, 210, 241, 245, 456, Valdivia, Aniceto: 370, 371, 390, 435, 436, 441,
460. 443, 443–444, 444, 456, 459, 461, 462, 465,
Trujillo, Enrique: 375. 508, 511, 522, 543, 545.
Turgueniev, Iván: 446. Valenzuela, Rafael: 389.
Turla, Leopoldo: 119, 173, 211, 243, 281, 283, Valera, Juan: 438, 485.
302. Valerio, Juan Francisco: 322, 463.
Turnbull, David: 50, 220. Valiente, Ambrosio: 9.
Valiente, José Pablo: 58, 88.
U Valiente, Porfirio: 346.
Ugarte, Lucas Arcadio: 180. Valle, Miguel: 393.
Uhrbach, Carlos Pío: 441, 443, 512, 515, 521, Valmaseda (Blas Villate, conde de): 423.
533, 534, 535, 536, 538–539, 546, 572. Van Gogh, Vincent: 378.
Uhrbach, Federico: 441, 443, 512, 515, 516, 521, Varela, Félix: 50, 60, 69, 78, 85, 86, 88, 88–92, 92,
538, 539, 544, 546. 95, 103, 104, 105, 106, 111, 112, 114, 118,
Unamuno, Miguel de: 520, 557, 569. 123, 125, 132, 142, 145, 213, 214, 220, 221,
Urbina, Luis Gonzaga: 528. 222, 225, 226, 240, 308, 337, 349, 360, 393,
Uribe, Francisco: 305. 421, 430, 478, 572, 575.
Urrutia, Manuel del Sacramento: 97. Varela Zequeira, José: 373, 453, 506, 507, 541.
Urrutia y Matos, Bernardo de: 19. Vargas, Rafaela: 80.
Urrutia y Montoya, Ignacio José: 30, 85, 86. Vargas Tejada, Luis: 68.
Urzais, Fernando: 352, 367. Varona, Enrique José: 220, 225, 366, 367, 369,
370, 371, 372, 374, 375, 377, 403, 403–405,
405, 409–410, 427, 428, 428–436, 429, 432,
V 434, 442, 443, 452, 453, 458, 459, 461, 465,
Valbuena, Antonio de: 441. 475, 483, 501, 503, 507, 517, 541, 572, 576.

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600 ÍNDICE ONOMÁSTICO

Vázquez, Andrés Clemente: 433, 443. 151, 154, 162, 165, 167, 168, 170, 173, 174,
Vázquez, Esther Lucila: 512. 226, 230, 232, 251, 265, 266, 269, 270, 272,
Vega, Lope de: 65, 66, 164, 181, 183, 184, 278, 280, 291, 295, 298, 301, 302, 427, 430, 431,
428, 438, 555. 432, 437, 438, 442, 451, 457, 458, 459, 460,
Vega Poey, Luis: 443. 494, 504, 507, 512, 513, 523, 529, 534, 536,
Vega y Cerda, Lorenzo Laso de la: 17. 539, 541, 542, 543, 545, 546, 553, 565, 568,
Veglia, Pablo: 169, 190, 194, 211. 569, 570.
Velásquez, Rafael: 30, 43, 44. Vitier, Medardo: 238, 242, 246.
Velazco, Luis de: 26. Vivanco, Ildefonso: 191, 192.
Velázquez, Diego de: 7, 21. Vives, Francisco Dionisio: 106, 124, 307, 479.
Velázquez, Diego Rodríguez de Silva y: 528. Voltaire (François-Marie Arouet, llamado): 138,
Velázquez, Miguel: 8, 42. 147, 305, 330, 504.
Vélez de Guevara, Juan Crisóstomo: 66.
Vélez Herrera, Ramón: 155, 170, 275, 457. W
Vélez, Justo: 103, 231, 337. Wagner, Richard: 387, 395.
Venegas Fornias, Carlos: 397. Watteau, Antoine: 394.
Veranes, Félix: 88. Weiss, Joaquín: 392, 396, 397.
Verdi, Giuseppe: 386. Weyler, Valeriano: 440.
Verdugo, Domingo: 265. White, José: 386, 388.
Verlaine, Paul: 528. Whitman, Walt: 517, 563.
Vermay, Juan Bautista: 100, 378, 380. Wilde, Oscar: 517, 518.
Verne, Julio: 504. Witte, Juan de: 7.
Vernon, Edward: 19. Wood, Leonardo: 376.
Veyre, M.: 389. Wordsworth, William: 146, 431.
Vicente Vázquez Queipo: 231. Wright, Irene A.: 8.
Vidaurre, Manuel Lorenzo de: 105, 106, 107,
121, 125, 192. X
Viera, Manuel de: 9.
Vigny, Alfredo de: 138. Xenes, Nieves: 452, 454, 510, 543.
Vilalta Saavedra, José: 393, 397. Ximeno, José Manuel: 240.
Vilaró, Martín: 332.
Villariño, José J.: 115.
Y
Villate, Gaspar: 386. Yero Baduén, Eduardo: 376.
Villaverde, Cirilo: 100, 102, 103, 115, 118, 119, Young, Edward: 153.
125, 148, 150, 151, 191, 192, 193, 194, 194–
196, 195, 198–203, 199, 201, 202, 203, 206, Z
207, 210, 211, 219, 227, 228, 229, 232, 236,
241, 243, 307, 308, 312, 316, 317, 337, 353, Zafra, Antonio Enrique de: 321, 462, 466.
354, 360, 380, 445, 446, 455, 459, 469, 475– Zambrana, Antonio: 214, 215, 231, 235, 245,
483, 488, 494, 501, 502, 572, 575, 576. 350, 399, 412.
Villaverde, Lucas: 207. Zambrana, Ramón: 237, 238, 244, 296, 331, 332,
Vinci, Leonardo da: 394. 333, 334, 335, 345, 352, 430.
Virgilio Marrón, Publio: 71. Zamora, José Narciso: 321.
Virués, Cristóbal de: 146. Zayas Bazán, Ambrosio de: 18, 22, 338.
Vitier, Cintio: 65, 78, 80, 96, 97, 114, 117, 125, Zayas Bazán, Carmen: 554, 555, 556.
126, 130, 131, 133, 135, 140, 145, 146, 150, Zayas, Juan B.: 373.

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ÍNDICE ONOMÁSTICO 601

Zayas y Alfonso, Alfredo: 371. 59, 62, 63, 65, 68, 70, 70–76, 71, 72, 73, 76,
Zenea, Evaristo: 105. 77, 78, 79, 80, 84, 88, 90, 91, 92, 95, 111,
Zenea, Juan Clemente: 77, 159, 171, 235, 236, 115, 116, 127, 154, 155, 156, 161, 290, 334,
238, 241, 243, 272, 273, 280, 281, 283, 288, 336, 371, 453, 455, 457, 574.
291–294, 292, 295, 296, 297, 301, 302, 332, Zerep. Véase Pérez Cabello, Rafael.
333, 333–335, 352, 360, 363, 364, 422, 438, Zola, Émile: 371, 433, 444, 445, 448, 451, 469,
456, 457, 459, 506, 515, 517, 520, 530, 536, 485, 509.
540, 554, 576. Zorrilla y del Moral, José: 122, 153, 161, 173,
Zequeira y Arango, Manuel de: 12, 29, 44, 49, 58, 251, 270, 273, 334, 517.

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